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Ignacio Medina-Nunez
University of Guadalajara
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All content following this page was uploaded by Ignacio Medina-Nunez on 18 February 2017.
« ESTADO BENEFACTOR Y
REFORMA DEL ESTADO »
3. La ofensiva neoliberal.
En los años 70s encontramos una ofensiva contra el Estado Benefactor, enarbolando de
nuevo la bandera del libre mercado, en contra tanto de la propiedad estatal de los medios de
producción como de las regulaciones sobre la economía y de los programas sociales a los
que se concibe como causantes del déficit fiscal. Este retomar las banderas del libre
comercio en un intento de achicar el Estado y disminuir su intervención en la economía es
lo que da pie al concepto del neoliberalismo, con base en los planteamientos de F. Hayek y
M. Friedman. Pero no se trata solamente de circunstancias externas que lo ponen en
cuestión o de una simple falta de presupuesto sino sobre todo de una crisis debido a sus
propias fuerzas centrífugas.
Hay un elemento obvio de la crisis, debido precisamente a la situación generalizada de
recesión e inflación del capitalismo industrial, 4 décadas después del momento de la Gran
Depresión.
En la 2a. mitad del siglo XX, se trata de una "segunda gran crisis del capitalismo, que se ha
prolongado hasta los ochenta. Estos países enfrentan hoy una doble crisis: de desequilibrio
macroeconómico y de productividad. El primer aspecto se traduce en problemas de
inflación, bajo crecimiento económico, desempleo y desequilibrio en la cuenta corriente de
la balanza de pagos; el segundo se refiere a la caída y estancamiento en la productividad,
que no es sino un fenómeno que tiene que ver con el patrón de acumulación y crecimiento
en el largo plazo" (Villarreal R., 1986:30).
Esta situación se produjo en el seno de las sociedades capitalistas desarrolladas y afectó
necesariamente el funcionamiento del Estado. "Las condiciones de estabilidad política
internacional y crecimiento económico rentable, sobre las que se han apoyado todos los
Estados del Bienestar europeos y norteamericanos, han sufrido una grave erosión" (Keane
John en Offe C., 1991: 15).
Uno de los efectos inmediatos fue la escasez de recursos disponibles por el propio Estado
para seguir cumpliendo con todos los programas sociales planteados, al mismo tiempo que
se daba un retraimiento de la inversión privada. Creció tanto la burocracia estatal y se
ampliaron tanto los programas sociales que se necesitaron mayores recursos en un período
en que, además, la inversión privada dejó de tener las altas tasas de ganancia a las que
estaba acostumbrada. Numerosos movimientos sociales, por otro lado, cuestionaron la
validez de la estructura estatal.
Tenemos, así, el surgimiento del neoliberalismo, cuyo puntal teórico ha sido el
monetarismo Friedmaniano, que se expresó de manera práctica tanto en Inglaterra con
Thatcher como en Estados Unidos con Reagan. Es el intento de volver a las reglas del libre
mercado, impulsando un achicamiento del Estado a través de las privatizaciones. Hay que
combatir, como dice Friecrich A. Hayek, economista británico de origen austríaco, al
Estado intervencionista y dejar que el mercado y los individuos actúen libremente; de esta
manera se logrará automáticamente el equilibrio en la sociedad (cfr. Longuet S.,1992).
Pero no sólo el neoliberalismo ha cuestionado al Estado interventor. En otro sentido, de una
manera más profunda, la crítica fundamental de Claus Offe al Estado del Bienestar se ha
centrado no en la escasez de recursos del aparato estatal para cumplir las funciones que se
había trazado, sino sobre todo en el carácter multifuncional mismo del Estado dentro de la
sociedad, que se expresó más que nada en procesos estatizadores paralizantes, debido a una
excesiva intervención rectora de la economía y de las normas sociales en su conjunto (Offe
C.,1991).
Para Offe, lo característico del Estado del Bienestar no es únicamente la provisión de
servicios sociales a la población, que empíricamente se puede apreciar por la elevación del
gasto social y el crecimiento de la burocracia estatal, sino sobre todo el carácter
multifuncional y heterogéneo del aparato estatal que, como subsistema dentro de la
sociedad e interdependiente con el ámbito económico y normativo, maneja las estructuras
de socialización y la economía mercantil.
La problemática del Estado del Bienestar se presenta, así, como un litigio de fronteras con
los otros dos subsistemas en la medida en que su carácter multifuncional se ha extendido a
toda la sociedad. En otras palabras, aunque el Estado Benefactor resolvió numerosos
problemas en este siglo XX, su propio desarrollo ampliado como sistema político
administrativo ya no se armoniza tanto, en las últimas décadas, con los subsistemas de vida
social y económica, y más bien ha llegado a obstruir la dinámica de la esfera de la
producción económica.
Hay un problema insalvable en la dinámica interna del Estado del Bienestar, que genera
permanentes conflictos . Por un lado, la economía de la sociedad capitalista depende de la
producción privada y sus procesos de reinversión; por otro lado, el aparato estatal debe
salvaguardar en su conjunto este sistema de inversión privada y, al mismo tiempo, con
criterios políticos, socializar en algo la economía con formas de regulación colectiva, por el
compromiso de clase con los otros grupos sociales.
El Estado, al mismo tiempo, debe alentar la producción privada y el intercambio mercantil
y también reorganizar y restringir los mecanismos de acumulación capitalista, puesto que
estos sólo se enfocan a la ganancia de los intereses privados.
Esto último, el Estado lo ha hecho directamente, a través del gobierno, con regulaciones
impositivas y también mediante la creación y consolidación de la representación de otros
grupos sociales en una continua negociación colectiva; por ello, no siempre las políticas
estatales sirven de manera automática a los intereses de la clase dominante, aunque éstos
necesariamente, en el marco del capitalismo, tienen un trato preferencial.
La economía capitalista tiene reglas fundamentales para su inversión en cuanto a la
ganancia a corto o largo plazo, y por ello tiende siempre a resistir los controles externos del
Estado; éste se debate, entonces, entre sus intentos de planificación social y la
incompatibilidad de éstos con los intereses de la producción privada.
La realidad de los últimos decenios ha demostrado que tanto los intentos de regulación
estatal como sus programas sociales de redistribución del ingreso han necesitado, cada vez,
de más recursos financieros que desbordan la capacidad del ingreso público. Esto se suma,
además, a problemas de legitimidad del propio Estado que, con sus políticas de controles y
preferencias, parece no satisfacer ni a los grupos dominantes ni a los dominados: mucha
regulación para la inversión privada; muchas falsas promesas de mejoras económicas para
la población trabajadora en general.
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