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El pornopoder como tecnología de representación del cuerpo en la episteme

farmacopornográfica

The pornpower as technology of representation of the body in the episteme


farmacopornográfica

MSc. Daniel Sicerone


Instituto de Filosofía Dr. Alejandro Korn-CONICET

Resumen
La presente investigación tiene como finalidad la exposición de la categoría de pornopoder como
una tecnología de representación del cuerpo en la episteme farmacopornográfica, que será
comprendida en el marco de un régimen somatopolítico que ni es soberano ni es disciplinario.
Mediante una exposición teórica de las condiciones de posibilidad de la episteme
farmacopornográfica, se dará paso a la exposición de la reinvención de la categoría de tecnología
por parte de los estudios críticos de género para presentar al pornopoder como un entramado de
relaciones de poder materiales que tienden a conformar múltiples sujetos. Esto hace posible que se
comprenda el pornopoder como una de las tecnologías de producción de la subjetividad en el
régimen famarcopornográfico, que opera a partir de imágenes, máquinas audiovisuales y técnicas de
representación para la conformación, mediante prácticas performativas, de una determinada
constitución subjetiva en función de un régimen que reproduce una diferenciación genérica que
tiende a naturalizar la división binómica de los sexos y los géneros, en el marco de un régimen
heteronormativo. Por último, se trabajará con las prácticas de resistencia y de líneas de fuga, como
ha sido el posporno en la búsqueda de subvertir la representación heterosexual y centro-fálica de la
sexualidad contemporánea.
Palabras clave: pornopoder, farmacopornografía, tecnología, cuerpo, posporno.

Abstract
The present research aims at exposing the category of pornpowerr as a technology of representation
of the body in the epistemic pharmacopornographic that will be understood within the framework of
a somatopolitical regime that is neither sovereign nor disciplinary. Through a theoretical exposition
of the conditions of possibility of pharmacopornographic episteme, the exposition of the reinvention
of the category of technology by critical gender studies will be given to present the concept as a
network of material power relations that tend to conform multiple subjects. This makes it possible
to understand pornpower as one of the technologies of production of subjectivity in the
famarcopornographic regime, which operates from images, audio-visual machines and techniques
of representation for the conformation, through performative practices, a certain subjective
constitution in order To a regime that reproduces a generic differentiation that tends to naturalize
the binomial division of the sexes and the genders, within the framework of a hetero-normative
regime. Finally, we will work with resistance practices and escape lines, as has been the postporn in
the quest to subvert the heterosexual and central-phallic representation of contemporary sexuality.
Key words: pornpower, pharmacopornography, technology, body, postporn.
Introducción
Los estudios de comunicación sobre el tema de género y feminismos han comenzado a
introducir nuevas facetas teóricas que han enriquecido los tradicionales estudios de representación
de sujetos que escapan al canon heteronormativo y que constituyen entre sí una comunidad
lingüística y redes de comunicación donde explayarían un sentido anterior a las prácticas mismas.
Este anterior aspecto, clave en toda presentación crítica de la temporalidad, resulta ser un objeto
bastante oscuro para una mirada temporalizada de la constitución de un presente que lleva en sí
misma la marca temporal por excelencia: la contingencialidad. Es aquí donde se desea remarcar la
presentación de este estudio crítico, en cuanto que no hay un anterior esencial que se despliegue
como una marca ontologizante que determinaría cualquier posibilidad de devenir, como tampoco
existe una pretensión eternizante de un presente que sería el mero efecto de un cruce de estrategias
de poder. Para conocer los modos de subjetivación es necesario reconocer qué prácticas y discursos
forman parte, mediante un ejercicio genealógico y arqueológico, de los sedimentos de nuestra
subjetividad.

En este camino crítico se emprende la presente investigación: se aspira rescatar como


condición de posibilidad del funcionamiento de la tecnología de representación corporal, las
mutaciones, desplazamientos y discontinuidades de lo que podemos llamar, de acuerdo con las tesis
de Preciado (2014), regímenes somatopolíticos, que se expresan como epistemes que organizan los
modos de subjetivación mediante el empleo de múltiples tecnologías de poder que forman parte de
los dispositivos de poder. Sin una genealogía política de las condiciones de posibilidad de nuestro
presente ontológico, el proyecto actual que se plantea no podrá aproximarse a una lectura
contingencial de la existencia de formas de producción de la subjetividad que son expresión de
actualización, ruptura, desvío o continuidad de formas pretéritas que no tienden a desaparecer en su
totalidad, con lo cual se forjan procesos de asimilación y desgaste, pero con un impacto directo
sobre las formas actuales de producción de la subjetivad. La contingencialidad existencial de las
formas presentes de producción de la subjetividad presentan la condición necesaria para una posible
subversión de ellas, pero dicha contingencialidad no representa una precariedad existencial porque
se instituye en el marco de una racionalidad de gobierno de las corporalidades que no tiene una
ubicación material primordial, sino que juega en un campo de inteligibilidad de las relaciones
sociales.

He aquí el grueso de la problemática que se presenta para los estudios críticos de la


subjetividad, la impersonalidad de las formas de dominación y control, y los desplazamientos de los
puntos opresivos en la malla social. Recuperando a Foucault (2010) y sus tesis sobre el poder
positivo, se comprende, frente a las posturas objetivantes y cosificantes del poder, que no hay
instituciones primordiales donde se puedan ubicar las formas opresivas porque estas están dispersas
en el conjunto de lo social, en todos los aparatos ideológicos del Estado, por recuperar el sentido
althusseriano, o en terminología gramsciana: en la sociedad civil. Nuestra lectura no es inocente y
no sigue el derrotero de las posturas filosófico-políticas que reconocen esta desobjetivación del
poder y, por lo tanto, niegan cualquier tipo de transformación radical. La lectura que se hará tiene
que ver con presentar lo inacabado, lo abierto y la imperfección de cualquier proyecto
macropolítico si no toma en cuenta que la formas de opresión contemporáneas expresan un plano
molecular del cual las máquinas de guerra no son ajenas. Por tanto, y lejos de todo mesianismo
programático, de lo que se trata es de hacer pensar los límites de nuestro presente histórico, límites
que no son comprendidos en el proyecto ético-político de Kant (1998), es decir, como fundadores
del conocimiento y la práctica posible, sino de reconocer dichos límites para franquearlos, tal como
Foucault (1996) los concebía en su lectura sobre el filósofo del imperativo categórico.

En este camino se encuentra el pensamiento crítico de Preciado, aunque en muchos casos


apueste a una política de la multitud, siguiendo las líneas trazadas por Hardt y Negri (2011). No se
trata de formar programas que planteen la liberación de los sujetos respecto de las cadenas
opresivas; se trata de ubicar el funcionamiento de dichas cadenas, de analizar la propia constitución
de las herramientas que pretenden ser emancipatorias, ya que muchas veces estas mismas operan
como cadenas. Estudiar nuestro presente histórico permite conocer los límites para franquearlos y,
por tanto, nos impulsa a analizar los modos en los que se funda nuestra subjetividad, y allí cumplen
un papel rector las tecnologías de poder. El pornopoder se analizará como una tecnología de poder
que constituye una representación de los cuerpos, que reproduce una razón heterosexual en el
campo de la sexualidad y que opera mediante la excitación de deseos a partir de la codificación y
territorialización de estos. El pornopoder es una tecnología de poder contemporánea, tecnología que
funda su funcionamiento en el entramado de dispositivos audiovisuales, de máquinas complejas,
que operan como material que hace posible la performativización de la sexualidad y la
heteronormatividad.

Reconocido el estatus de la tecnología en el marco de la producción de la subjetividad, en


este caso el pornopoder, se aproximará hacia formas no heteronormativas de la representación
corporal, como resulta ser el posporno, práctica que subvierte roles, representaciones y
descentraliza los genitales en el marco de plantear que tanto el deseo como el placer son
herramientas políticas que disrumpen subjetividades normalizadas. Sin caer en el fetiche de ubicar
el posporno como la forma de resistencia crucial y superior, y menos con la intención de
menospreciar su sentido radical, se le comprenderá como una estrategia de resistencia y subversión
que golpea los pilares de la naturalización de los sexos que esconde la performatividad de toda
constitución de género, siguiendo el marco teórico de Butler (2007). El posporno no será leído en el
marco de una ética de reapropiación1 de la tecnología de la comunicación y la información, sino
como un proceso contingencial que quiebra los pilares de naturalización de nuestras prácticas
cotidianas, y más que transformar el conjunto de las relaciones sociales, lo que hace es perturbar y
remover procesos de normalización. Nuevas formas de relaciones sociales no se desarrollarán
porque el posporno se haga masivo, sino que esta práctica viene a presentar los límites y las
naturalizaciones que se forjan en el marco de una sexualidad normativizada por la heterosexualidad
como régimen político.

Perspectivas foucaultianas y deleuzianas en Preciado

Preciado, en su obra Testo Yonqui, expone un diálogo con la perspectiva foucaultiana y


delezuiana, aunque reconoce ciertas críticas que la han llevado a la construcción de una categoría: la
episteme farmacopornográfica como condición de lectura de los procesos contemporáneos, es decir,
a partir de la Segunda Guerra Mundial hasta el presente, de la constitución de la subjetividad. Una
de las críticas que desarrolla Preciado con respecto a Foucault es la siguiente:

Foucault parece pasar por alto un conjunto de transformaciones profundas de las


tecnologías de producción de subjetividad que se suceden a partir de la Segunda
Guerra Mundial y que nos obligan a conceptualizar un tercer régimen de subjetivación,
un tercer sistema de saber-poder, ni soberano ni disciplinario, ni premoderno ni
moderno, un régimen que tome en consideración el impacto de las nuevas tecnologías
del cuerpo en la construcción de la subjetividad (Preciado, 2014, p. 70).

Este tercer sistema de saber-poder lo define como ni soberano ni disciplinario, lo cual exige
adentrarse en las determinaciones que el filósofo francés le otorga a estas categorías. La primera de
ellas, la de régimen soberano, es desarrollada en el primer tomo de Historia de la sexualidad, donde
en el capítulo cinco, referido al derecho de muerte y poder de vida, establece que la soberanía
residía en un derecho de disposición de la vida, constituyéndose un cuerpo para la muerte. En
palabras de Foucault puede rastrearse de dónde proviene este derecho, ya que “derivaba
formalmente de la vieja patria potestas que daba al padre de familia romano el derecho de
“disponer” de la vida de sus hijos, al igual que de la de sus esclavos; él se la había ‘dado’, él podría
quitársela” (Foucault, 2010, p 127). Lo que caracteriza el poder soberano es esta continuidad de la
característica del derecho de vida y muerte de la patria potestas de la familia romana, continuidad

1
Somos críticos de la noción de reapropiación que manifiesta que los sujetos pueden reapropiarse de la
tecnología y otorgar sentido, en el marco de su intersubjetividad, forjando nuevos usos. Esta perspectiva deja
de lado la relación ontológica entre el hombre y la técnica, relación que es desechada por un mero análisis
óntico.
que es materializada en el Estado feudal y absolutista. Las principales características de este
régimen se caracterizan por constituir un poder negativo, es decir, enmarcado en la hipótesis
represiva, y estar representado por la ley. En palabras de Nosetto se puede obtener una mejor
aproximación al sentido que Foucault le otorgó a la sociedad soberana:

Identificada como el mecanismo de poder característico de las sociedades posfeudales y


preindustriales, la soberanía se describe como un mecanismo de poder tosco, basado en la
sustracción y el gasto, un mecanismo de recursos fastuosos y simples, pesados y
elementales. Opera mediante la captación, el bloqueo, la represión, la sustracción de todo
aquello —multiplicidades de hombres y cosas— que circula por un territorio delimitado.
Es un poder negativo, absoluto y dispendioso, torpe para captar el detalle y la globalidad
de procesos que lo exceden. (Nosetto, 2013, p. 86-87).

Nosetto reconoce en el régimen soberano una serie de características que podemos


sintetizarla en la negatividad como expresión del poder, la sustracción de todo lo que circula, tanto
recursos como cuerpos, y el gasto de estos. Por ello, “el poder era antes (¿será antes?) derecho de
apropiación: de las cosas, del tiempo, de los cuerpos y finalmente de la vida: culminaba en el
privilegio de apoderarse de esta última para suprimirla” (Foucault, 2010, p. 128). Si el régimen
soberano se apropiaba de la vida con la finalidad de la supresión, el paso de este régimen a otro
diferente exige una modificación en el gobierno de la vida a partir de la transformación de los
mecanismos de poder. Y esto fue lo que vivió Occidente en lo que Foucault llama edad clásica, la
mutación de los mecanismos de poder que pasan de una tecnología simple de apropiación, gasto y
sustracción de la vida (faire mourir, laissez vivre) a tecnologías más complejas de gestión de la
vida, tanto en su versión disciplinaria anatomopolítica (referida al cuerpo individual) como
biopolítica, vinculada al gobierno de las poblaciones. Si en el régimen soberano primaba la ley, en
el régimen biopolítico primará la norma, con lo cual se modifica el derecho de muerte por el
derecho de vida (faire vivre, laissez mourir).

El régimen biopolítico posee la concepción productiva del poder, el biopoder, el cual se


caracteriza por la “aparición también, en el campo de las prácticas políticas y las observaciones
económicas, de los problemas de natalidad, longevidad, salud pública, vivienda, migración;
explosión, pues, de técnicas diversas y numerosas para obtener la sujeción de los cuerpos y el
control de las poblaciones” (Foucault, 2010, p. 132). Si en el régimen soberano imperaba la
apropiación de los cuerpos en función de la muerte, mediante el gasto y la sustracción, en el
régimen disciplinario-biopolítico impera la sujeción de los cuerpos por las tecnologías
disciplinarias, como la escuela, el hospital, la cárcel, y el control de las poblaciones mediante la
gestión y cálculo de la vida. Cuando Preciado comienza a delinear sus críticas a Foucault, dentro de
las cuales hemos expuesto su indiferencia al estudio de las tecnologías de producción de la
subjetividad contemporáneas, el filósofo español va delineando una crítica a la continuidad de la
sociedad disciplinaria, concibiendo ciertos desplazamientos desde lo exterior a lo interior, cuestión
que se pregunta en su conferencia titulada ¿La muerte de la clínica? (Preciado, 2013), en la que
expone su tesis de la defunción de los sistemas de encierros como tecnologías primordiales,
mutación que es posible por el desplazamiento de los aparatos de veridicción con pretensión
científica a aparatos de veridicción mercantiles y mediáticos. Muerta la clínica, o mejor expresado,
en agonía, el nuevo régimen somatopolítico se caracteriza por lo siguiente:

El contexto somatopolítico (de producción tecnopolítica del cuerpo) posterior a la


Segunda Guerra Mundial parece estar dominado por un conjunto de nuevas tecnologías
del cuerpo (biotecnologías, cirugía, endocrinología, etc.) y de la representación
(fotografía, cine, televisión, cibernética, etc.) que infiltran y penetran la vida cotidiana
como nunca lo habían hecho antes. Se trata de tecnologías biomoleculares, digitales y de
transmisión de información a alta velocidad: es la era de tecnologías blandas, ligeras,
viscosas, de tecnologías gelatinosas, inyectables, aspirables, incorporables —la
testosterona que yo me administro, por ejemplo, pertenece a este tipo de tecnologías
blandas—. (Preciado, 2014, p 70-71).

Antes de dar paso a una analítica de la característica del régimen farmacoponográfico, la


pregunta por la muerte de la clínica permite disponer un diálogo con Deleuze en su propuesta de las
sociedades de control como sustitutas de las sociedades disciplinarias, donde la agonía pareciera
remitir a la metáfora de Nietzsche (1999) sobre la muerte de Dios. Las instituciones disciplinarias
presentan una crisis que es análoga a una agonía, por lo cual no terminan por desaparecer o mutar
en otro tipo de instituciones. De esta forma, Deleuze (2005) quiere remarcar el paso de máquinas
simples y energetizadas a máquinas complejas, otorgando como base teórica la posibilidad de
pensar nuevas tecnologías de poder ya no centradas en el encierro, como ha sido la cárcel, la
escuela, los hospitales. La concepción de la muerte de la clínica va en este sentido, en desmontar la
pretensión de que en la contemporaneidad se vive en la sociedad articulada por instituciones
disciplinarias que sujetan a los cuerpos, y producen, por tanto, la subjetividad que se encarna en
dichas corporalidades. Deleuze no solo provee de la categoría de máquinas complejas, sino también
la de inestabilidad, que es la matriz de la diferencia de las tecnologías disciplinarias con las
actuales, en cuanto las anatomopolíticas se caracterizaban por su rigidez, mientras que las actuales
presentan rasgos distintivos de maleabilidad y mutabilidad.

Las tecnologías de poder en la episteme farmacopornográfica


La perspectiva crítica que elabora Preciado tiene sus raíces teóricas en los estudios
foucaultianos de los modos de subjetivación, tal como se ha desarrollado anteriormente. Lo
novedoso de la teoría de género en Preciado resulta ser la relación entre las tecnologías
famarcológicas y audiovisuales como mecanismos que tienen por efecto la producción de
binarismos identitarios que se dividen entre masculinos y femeninos. Esta lectura sobre la identidad
es claramente postestructuralista en cuanto a que no sitúa la identidad en la continuidad de un
sustrato material o inmaterial que defina de antemano, en una lógica teleológica, la disposición
genderizada de las corporalidades en juego. Hay una clara interpretación nietzschena, y
particularmente del existencialismo de Sartre (2009), sobre la inexistencia de esencias que operen
como centro gravitacionales de las identidades. La crítica a la metafísica occidental por parte de
Nietzsche le permite a Preciado preocuparse por los procesos inmanentes que tienen como efecto la
producción de una subjetividad que es expresión de la ausencia de cualquier rasgo metafísico. La
metáfora de la muerte de Dios en Nietzsche funciona como narrativa que elimina cualquier
pretensión de constitución de la realidad como correlato de un ente que opera detrás de las
determinaciones históricas. En palabras de Nietzsche se aprecia la metáfora:

« ¿A dónde ha ido Dios?», gritó, « ¡yo os lo voy a decir! ¡Nosotros lo hemos matado –
vosotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos! ¿Pero cómo hemos hecho esto?
¿Cómo fuimos capaces de beber el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar todo el
horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde se
mueve ahora? ¿Hacia dónde nos movemos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No
caemos continuamente? ¿Y hacia atrás, hacia los lados, hacia adelante, hacia todos los
lados? ¿Hay aún un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita?
¿No nos sofoca el espacio vacío? ¿No se ha vuelto todo más frío? ¿No llega
continuamente la noche y más noche? ¿No habrán de ser encendidas lámparas a
mediodía? ¿No escuchamos aún nada del ruido de los sepultureros que entierran a Dios?
¿No olemos aún nada de la descomposición divina? —también los dioses se
descomponen. ¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado!
(Nietzsche, 1999, p. 215).

A partir de la crítica de la metafísica occidental que Nietzsche desarrolla, queda por


reconocer que la inmanencia es el lugar donde se producen los sujetos. ¿Bajo qué mecanismos los
sujetos son producidos? ¿Qué estrategias de poder intervienen en la constitución de sujetos?
¿Sujetos y subjetividad son dos conceptos idénticos? Es aquí donde cobran sentido los estudios
sobre las tecnologías como mecanismos de producción de la subjetividad, tal como Foucault en
Vigilar y castigar reconoce a las disciplinas como tecnologías de poder: “A estos métodos que
permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante
de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad es a lo que se puede llamar
disciplina” (Foucault, 2014, p. 159). La crítica de Preciado parte del hecho de que en la
contemporaneidad, a partir de la Segunda Guerra Mundial, vienen operando un conjunto de
tecnologías de producción de la subjetividad que no cumplen las características de las tecnologías
disciplinarias. Las nuevas tecnologías de producción de la subjetividad ya no son externas e
inamovibles en su relación con los cuerpos, como la cárcel, el hospital o la escuela, sino que hay
una mutación entre cuerpo y poder, en cuanto es el cuerpo quien desea al poder:

En la era farmacopornográfica el cuerpo se traga el poder. Se trata de un control


democrático y privatizado absorbible, aspirable, de fácil administración cuya difusión
había sido tan rápida e indetectable a través del cuerpo social. No es el poder el que
infiltra desde fuera, es el cuerpo el que desea poder, el que busca tragárselo, comérselo,
administrárselo, metérselo, más, cada vez más, por cada orificio, por cada vía posible
de aplicación (Preciado, 2014, p. 149-150).

La píldora será un claro ejemplo de una tecnología que es tragable y asimilable por los
cuerpos, tecnología que cumple la función de producción de géneros mediante la intervención de
moléculas que trabajan desde el interior de los cuerpos biopolíticamente asignados como mujer.
Estas tecnologías de poder producen ficciones somatopolíticas; en este caso, la píldora será
considerada como tecnología farmacológica, porque opera mediante biocódigos a través del
gobierno molecular de los cuerpos. Pero Preciado considera que la episteme farmacopornográfica se
caracteriza no solo por la operación de este tipo de tecnología, sino también por la intervención de
otro tipo de tecnología: el pornopoder. En este tipo de tecnologías, ingresan en el juego de las
relaciones de poder dispositivos audiovisuales, imágenes, sonidos, posiciones corporales, dildos,
dispositivos electrónicos, etcétera, los cuales son interrelacionados en la producción de la imagen
pornográfica, que es caracterizada por “su capacidad de estimular, con independencia de la voluntad
del espectador, los mecanismos bioquímicos y musculares que rigen la producción de placer”
(Preciado, 2014, p 201).

El régimen farmacopornográfico es un régimen que mediatiza y mercantiliza las identidades


sexuales; por tanto, las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información operan como
tecnologías atravesadas por esta lógica de pornopoder en la estimulación de placeres y la
constitución de identidades sexuales herteronormativas. Hay un juego entre lo público y lo privado,
en cuanto la pornografía convierte lo privado, o lo que tiene pretensión de ser privado, en algo
público. Se busca en el espectador que ingrese, mediante la producción imaginativa que ofrece la
estimulación mediática, en el mundo privado, ya que la constitución moderna instauró la
característica de que el sexo debe desarrollarse por fuera de lo público. Los códigos normativos son
expresión de este deseo: se prohíbe la desnudez de los cuerpos en el espacio público, especialmente
la visibilidad de los genitales. Estas visibilizaciones son consideradas como obscenas (palabra que
etimológicamente responde a la contra-escena, lo indecente. La pornografía viene a dislocar esta
idea, haciendo público lo privado y centrándose en la visibilización de los genitales. El fin de la
pornografía es la masturbación, razón que determina que Preciado la defina como
teletecnomasturbación, es decir, una tecnología que opera “a través de la digitalización audiovisual
y su transmisión ultrarrápida de soportes técnicos (televisión, ordenador, teléfono, iPod, etc.)”
(Preciado, 2014, p. 202).

La base material del dispositivo pornográfico no solo son las nuevas tecnologías de la
comunicación y la información; son también los fluidos, las performances corporales de los actores
(que en su mayoría son blancos heterosexuales), deseos, placeres y fetiches. Esta tecnología de
producción de la subjetividad posee la paradoja de hacer creer en el espectador que es él quien tiene
el dominio sobre la performance de los actores en escenas, le crea la ilusión al espectador sobre la
idea de que él determinará el momento de la eyaculación, el exacto momento del orgasmo, con la
posibilidad de la repetición infinita, controlando la calidad de la imagen como de los sonidos
puestos en juego. Pero esto resulta ser una ilusión, porque su base está presente en la
performatividad de la sexualidad (Sprinkle, 2001), en cuanto es mera representación “de un
conjunto de coreografías corporales reguladas por códigos de representación bien precisos,
semejantes a los que dominan la danza, la acción en la cinematografía clásica o el teatro” (Preciado,
2014, p. 204). Lo real es suspendido por lo visual, por la teatralización de posiciones, de cuerpos, de
ficciones somáticas, de roles sociales, de fantasías que eliminan la idea de un espectador
todopoderoso, sujeto que es reducido a meros efectos masturbatorios.

El posporno como resistencia

¿Cómo poder resistir a las tecnologías de producción de la subjetividad, como es el caso del
dispositivo pornográfico? ¿Basta solo con la modificación de los sujetos a los que va dirigido?
Preciado cita a una serie de pensadores, actores y actrices, pornógrafas y literatos que intentan
pensar cómo resistir la representación de la sexualidad en clave heteronormativa, y para ello ponen
en juego una serie de prácticas contrasexuales, prácticas que ya había mencionado Preciado (2000)
en su Manifiesto contrasexual , las cuales parten de la inversión epistemológica:

Los que hasta ahora habían sido el objeto pasivo de la representación pornográfica
(“mujeres”, “actores y actrices porno”, “putas”, “maricas y bolleras”, “perversos”, etc.)
aparecen ahora como los sujetos de la representación, cuestionando de este modo los
códigos (estéticos, políticos, narrativos, etc.) que hacían visibles sus cuerpos y prácticas
sexuales, la estabilidad de las formas de hacer sexo y las relaciones de género que estas
proponen (Preciado, 2014, p. 207).
Esta inversión epistemológica presenta un estatuto político en cuanto imprime una nueva
representación de los sujetos que desbordan las identidades normativizadas —como las
heterosexuales—, que pasan de la pasividad que tienen en el dispositivo pornográfico y van a
constituirse en sujetos activos que cuestionan los múltiples códigos que eran materia prima en la
performatividad de la sexualidad. Mediante la noción de performance butleriana se hace posible no
solo comprender los mecanismos por las cuales las identidades devienen en lo que son,2 sino
también la posibilidad de la subversión y la constitución de otros que operen como inversión
epistemológica mediante una nueva representación de la sexualidad. Esta inversión opera en el
marco de la interseccionalidad de sexo-raza-género, así como también en el desplazamiento de la
genitalidad como centro de la performance, recuperando e innovando placeres que escapan de las
zonas erógenas dominantes. En este sentido, el posporno será comprendido de la siguiente manera:

El postporno es la cristalización de las luchas gays y lesbianas de las últimas décadas, del
movimiento queer, de la reivindicación de la prostitución dentro del feminismo, del
postfeminismo y de todos los feminismos políticos transgresores, de la cultura punk
anticapitalista y DIY (hazlo tú misma). Es la apropiación de un género, el de la
representación explícita del sexo, que ha sido hasta ahora monopolizado por la industria.
El postporno es una reflexión crítica sobre el discurso pornográfico (Llopis, 2010, p. 38).

Esta cristalización de las luchas de las identidades sexo-diversas representa una reapropiación
que politiza las corporalidades puestas en juego, pero más allá de la radicalidad de su inversión
epistemológica, sigue operando la posibilidad de una mediatización de dicha resistencia y su
comercialización.3 Un ejemplo disruptivo, y una búsqueda de una puesta en práctica de posporno
ha sido la actividad pospornográfica ocurrida en la Universidad de Buenos Aires, específicamente
en la Facultad de Ciencias Sociales, práctica que permite repensar el sentido político del espacio
público y cómo la irrupción en directo de dichas prácticas pospornográficas mutilan los códigos
estéticos, políticos y narrativos. La puesta en escena pospornográfica en la Universidad de Buenos
Aires ha sido titulada como una táctica del offside (Sicerone, 2015) por el hecho de que deja en
posición adelantada una serie de prejuicios y concepciones sobre el espacio público y la relación de
este con la sexualidad, en especial cuando dicha práctica ha sido cuestionada por las direcciones
políticas que se autoconsideran de izquierda de la mencionada universidad, las cuales han expresado
una posición reaccionaria en el plano molecular, es decir, sus discursos son expresión de la

2
Butler presenta como ejemplo a Drags Queen, quienes subvierten la noción sustancializada de la
diferencias de género, ya que subvierte códigos que se consideran naturales.
3
Han crecido una serie de páginas webs que comercializan sexo en clave no heteronormativa, demostrando
una inversión tibia porque no rompen con la relación mediatizada y mercantilizada de la performance de la
sexualidad.
actualización de las catexis libidinales inconscientes fascistas, según el concepto elaborado por
Deleuze y Guattari (1985).

Conclusión

Frente a posiciones apocalípticas o integracionalistas de las nuevas tecnologías de la


comunicación y de la información, se quiere rescatar en el presente trabajo de investigación una
mirada que no la comprenderemos como intermedia entre ambas consideraciones, sino como una
posición crítica que estudia las tecnologías como productoras de la subjetividad; en este caso, de la
sexualidad y la diferencia de géneros. Para poder llegar a comprender el papel que ha tenido y, por
supuesto, tiene hoy en día la tecnología, se ha realizado una exposición de las mutaciones de los
regímenes somatopolíticos (soberano, disciplinario-biopolítico y farmacopornográfico), los cuales
tienden a producir ficciones somáticas a partir de la puesta en juego de mecanismos de poder
mediante dispositivos y tecnologías de poder, que en la tercera episteme, a la que hace referencia
Preciado, operan mediante el gobierno de los biocódigos (farmacopoder) o a partir de dispositivos
audiovisuales (pornopoder). De lo que se trata es de pensar la inmanencia de la producción de la
subjetividad, de su carácter performativo y material, sin apelar a esencialismos metafísicos que
situarían a las identidades como la constitución de una sustancia que resiste y se diferencia de los
cambios accidentales.

Por ello se ha expuesto al posporno no solo como la cristalización de las luchas de las
identidades sexo-diversas, sino también como una inversión epistemológica que funda nuevas
performances sobre la sexualidad a partir de la puesta en escena de nuevos sujetos que dejan de
tener un carácter pasivo y descentralizan los genitales. Como última aproximación al problema
expuesto, se desea dejar en claro que las resistencias al pornopoder tienen límites que se expresan
tanto en la relación entre la ontología y lo óntico como también en la potencialidad disruptiva de los
marcos de producción heteronormativas, comprendiendo la heterosexualidad como un régimen
político (Wittig, 2006) que tiende a producir cuerpos heterosexualizados. Se recupera de esta forma
el sentido de la crítica foucaultiana que estudia los límites de nuestro presente histórico con la
finalidad de franquearlos y abrir las potencias existenciales a nuevos modos de vida que no se
funden en relaciones opresivas desde los marcos molares, como tampoco en los marcos
moleculares.

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