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AMALO

Estaba acurrucada entre la cama y la mesita de noche. El llanto amenazaba con desgarrarme
el pecho, en partirme en pedazos.

No podía entender, ¿Por qué?, yo estaba tan segura de que… estaba todo tan claro en mi
mente. Era tan descabellado mi deseo? Le resultaba tan desagradable la idea? Acaso no
quería que nada lo atara a mi a futuro? Se supone que es mi esposo, se supone que me
amaba. Entonces porque?. Dolía tanto, tanto.

Sí recordaba con exactitud sus palabras

"Bella ya hablamos de esto" me dijo mientras cerraba el expediente, y se recostaba en la


cama dispuesto a dormir. Apagó la luz, pero yo no estaba dispuesta a terminar la
conversación allí. Asíque la encendí otra vez. Me miro enojado. "Te das cuenta que mañana
tengo que ir a trabajar y hacer guardia, verdad?"

"Yo no terminé con el tema Edward, explícame, y dame una razón valedera, por la cual no
quieres tener hijos ahora? Has terminado tu residencia, estamos casados, ¿¡que demonios
estas esperando?

" Ya te lo dije Bella, recién acabo la residencia, quiero poder trabajar más, hacerme de
renombre, ser un cirujano bueno y reconocido. Un hijo solo nos impediría cumplir nuestros
sueños" lo dijo como si fuera lo mas lógico del mundo, pero yo no le encontraba ninguna
lógica. "Vas a seguir tomando la píldora y yo seguiré con el condón. No necesitamos un hijo
para hacer nuestras vidas mas plenas Bella."

"Yo si lo necesito Edward" las lagrimas se agolpaban en mis ojos, no quería llorar en frente de
el. " Ser madre también es uno de mis sueños. Ara cuando tu seas un cirujano de renombre
ya seremos demasiado viejos para tener un bebé"

"Eso significa que no tienes confianza en mis habilidades?" entrecerró los ojos molesto, y yo
solo pude suspirar, todo se estaba desmadrando.

"No Edward, no quise de..."

"Basta" Me interrumpió "Este tema esta cerrado, ahora si me permites, necesito dormir".

Se había acostado dándome la espalda, y se dispuso a dormir, pero tanta era mi pena, que
las lágrimas corrían silenciosas por mi rostro, sin dejarme dormir

A pesar de esa horrible discusión, yo seguía con mi necesidad de ser madre. Veía a las
parejas pasear los carritos con preciosísimos bebés, y yo quería eso para mí. Veía los rostros
entusiasmados y llenos de amo de los padres, y quería ver esa mirada en el rostro de
Edward.

Estaba segura que cuando le dijera que seríamos padres, esas ridículas excusas quedarían en
el pasado y se regocijaría tanto como yo con la noticia. Porque, ¿Qué ser humano no se sentía
feliz ante la llegada de su hijo?. Estaba segura que aunque se enfadaría un poco por haberle
engañado, estaría sumamente feliz.

Asíque eso hice. Cada mañana Edward se fijaba si yo tomaba la píldora, yo solo tomaba el
placebo que nada servía para la anticoncepción.

Cada día Edward estaba mas distante. Pasaba tremendas horas de guardia, cuando llegaba a
casa estaba tan exhausto que ni siquiera me tocaba. Simplemente llegaba, comía y se
acostaba a dormir para a la mañana siguiente volar otra vez al hospital. Y aunque yo
aceptaba que la vida de los resientes graduados de medicina era así de dura, no podía evitar
sentirme sola, deprimida y nostálgica sobre aquellos días donde nos pasábamos toda la tarde
en el sofá, acariciándonos y haciéndonos el amor.

Pero yo no me rendía. Estaba decidida a traer al mundo una pequeña parte de nuestro amor.

Pasaron varias semanas hasta que Edward, tuvo un receso en el hospital por lo que llaman,
stress hospitalario. Por lo tanto, tenía sábado, domingo y lunes libres para mí. Y mis planes
no eran exactamente salir a dar una vuelta.

Por lo que tuvimos un fin de semana largo alocado y sensual. Donde después de tanto tiempo
de privarme de esos placeres culposos, me sumergí en un volcán de lujuria y deseo.

Pero lamentablemente esa burbuja que había creado para ambos, llena de pétalos de rosa y
baños de espuma debía terminar, cuando el martes Edward volvió al trabajo y a su rol de
"marido ausente".

De verdad lo extrañaba. Mis días pasaban en casa, porque debía esperar todo un semestre
para que me dieran mi titulo de Letras y Filosofía. Ya había conseguido un buen trabajo en
una editorial, pero hasta que no recibiera mi diploma no podía ejercer. Por lo tanto me
repartía entre mi hogar, el shopping, Alice y Rose (mis mejores amigas) y de vuelta mi hogar.

Dos meses luego de mi fin de semana, fui de compras con Alice. Estábamos charlando
mientras caminábamos hacia la salida, cuando un gran mareo se apoderó de mí. Solo
recuerdo su voz llamándome, y luego despertando en el hospital de Chicago, que estaba a
solo 5 minutos en auto desde el centro comercial.

Ese día fue cuando me enteré que estaba embarazada. La felicidad recorrió mis venas,
calentándome la piel, y acelerando mi corazón. Llenándome de una dicha que hasta ese
momento nunca antes había experimentado. Y mi único deseo era que mi marido sintiera esa
misma alegría y compartir con él este momento que cambiaría nuestras vidas.

Lo llamé para pedirle que viniera a casa lo antes posible, que había algo muy importante que
debía decirle. Su voz era preocupada, pensando que algo malo me había pasado, le
tranquilicé diciendo que no era malo, pero que era una noticia demasiado importante y debía
decírsela inmediatamente.

Colgué y Alice me llevó hasta mi hogar, sin dejar de felicitarme y mirarme con su rostro
lloroso lleno de alegría. Si así estaba su rostro ni debía imaginarme el mío. Cuando llegué me
dispuse a esperarlo, estaba demasiado impaciente. Sentada en el sofá tamborileaba mis
dedos en el apoyabrazos. Pero el no llegaba. Lo llamé al celular y me atendió unos de sus
colegas diciendo que había tomado una operación y que no sabía cuanto iba a demorarse. Mis
ojos se llenaron de lágrimas, ¿tan poco le importaba lo que tenía que decirle? ¿Por qué
siempre ponía el trabajo antes que a mi?

Acaricie mi pancita para tranquilizarme. No era el momento para enfadarme con él, íbamos a
ser padres, y nada iba a arruinar este momento. Lo esperé leyendo un libro y 4 horas
después apareció por la puerta. Me miró y me dio una sonrisa de disculpa mientras se sacaba
el delantal y se sentaba.

Nunca jamás olvidaría esa conversación.

"Bien, aquí estoy. ¿Qué es tan urgente que requería mi presencia bella?" Lo miré
consternada. Este no era mi marido, parecía que no le importaba en absoluto. Y ahora que
había llegado el momento de revelar la verdad, no estaba tan segura de cómo iba a tomarlo.
"Bueno, hoy fui con Alice de compras, y me desmayé. En el hospital de me hicieron algunas
pruebas y… estoy embarazada"

Me le quedé mirando, esperando su reacción, pero se quedó inmóvil. Quieto como una
estatua. Pasaron cerca de 5 minutos y levantó la cabeza con el rostro inexpresivo

"Como paso?" Sus ojos me perforaban y yo solo esperaba que la alegría de este momento
opacara su enfado.

"Bueno, yo de verdad deseaba tener un hijo, y… bueno, deje de tomar la píldora hace ya 3
meses."

Miré en sus ojos buscando algún sentimiento que me demostrara que estaba feliz, o al menos
que no estaba tan enfadado. Pero lo único que vi fue furia. Se levantó de un golpe y me miró
con ojos asesinos.

"¡como pudiste!, ¡te dije que no quería hijos! ME MENTISTE!" rugió mientras caminaba de un
lado a otro. Mis ojos se habían inundado de lágrimas.

"Solo esperaba que quizá… cuando te lo dijera.."

"¿Cuándo me lo dijeras que? Me iba a alegrar? ESTO VA A ARRUINAR MI CARRERA! Me


ofrecieron un cargo como jefe de cirujanos, y teniendo un bebé no podré hacerlo! Estas
contenta verdad?

Mis lágrimas corrían libres mientras los sollozos se atoraban en mi garganta. Estaba segura
que sus gritos se oían en todo el vecindario.

"E…entonces, no lo quieres?" No se conmovió por mi llanto ni el temblor en mi voz. Este no


era mi marido, este era un hombre cegado por la ambición y el poder.

"NO!... NO AHORA!"

"Entonces cuando?" le dije ya sin poder ocultar esos que se habían atorado en mí. "Como
puede ser que un padre no quiera a su hijo?"

"Yo nunca quise a este niño. Si esta aquí es solo por el arte de tus viles mañas!"

Y no lo pude tolerar ni un segundo mas, corrí hacia la habitación y me derrumbé en la cama a


llorar. A los pocos minutos sentí la puerta de la calle ser azotada con fuerza.

Esa fue la ultima vez que lo vi.

Recuerdo que cuando pude componerme solo un poco llamé a Alice y Rose. Le conté todo lo
que había sucedido y les rogué que me ayudaran a salir de esa casa lo antes posible.
Vinieron, y mientras Rosalie me sostenía en sus brazos para que llorara, Alice guardaba toda
mi ropa y pertenencias en un bolso gigantesco que había debajo de la cama, insultando a
diestra y siniestra a Edward.

Por supuesto que me largué antes que él llegara. Tiré mi teléfono celular a un tarro de basura
en el camino a la casa de Rose, y me acosté en su cama, mientras ambas me prometían que
todo estría bien y me acariciaban el cabello. Esa noche me quedé allí, acariciando mi panza, y
susurrándole a mi bebe, que a pesar que fuéramos solo él y yo, todo estaría bien. Debía estar
fuerte y entera a pesar que me sintiera rota y desesperada, mi bebito me necesitaba, ahora
yo era todo lo que tenía; y me aseguraría que de mi parte recibiera todo el amor y la ternura
que su padre le había negado.
Al día siguiente Alice me había comentado, cuidadosamente para no lastimarme, que Edward
no paraba de llamar a los celulares de ambas, dejando mensajes para saber mi paradero.
Pero a mi no me importaba, y les pedí encarecidamente que no dijeran nada.

La casa de Rose era un lugar donde me encontraría con facilidad. Y yo no quería volver a
verlo nunca más. A pesar de todo lo que lo amaba, jamás podría permanecer al lado de un
hombre que no amara y despreciara así a su propio hijo, a MI hijo.

Lo hablé con ellas, y aunque se entristecieron, entendieron que debía irme lejos.

Alice hablo con su prometido que vivía en New York y tenía un departamento cerca del
Central Park que podía prestarme.

Asíque una semana después del fatídico día, estaba mirando las nubes desde el avión que
había tomado. Sí, lo extrañaba horrores; sí, necesitaba de sus cariños y sus mimos.

Pero ese Edward que me había prometido amor eterno, que me hubiera dado el mundo solo
para verme feliz, ese Edward que yo añoraba ya no existía. Era solo un recuerdo en mi
memoria. Por ese motivo lo lloré como a un muerto. Lloré la perdida de mi marido, del
hombre que amaba. Que ya no estaba.

Traté de recomenzar mi vida. Me dieron al fin mi diploma y pude empezar a buscar trabajo.
Tenía bastantes buenas recomendaciones de las editoriales que me habían tenido de pasante.
Por eso no me fue tan imposible conseguir un buen trabajo, me gustaba, tenía buenos
compañeros, y sobre todo, buena paga. Estaba segura que me alcanzaría para mi y mi bebé
ya que no debíamos pagar ningún alquiler gracias a Jasper. Siempre le estaría agradecida.

Pasaron los meses y yo veía con alegría como mi bultito crecía y crecía. Ya tenía siente meses
y la panza ya bastante crecida. Por supuesto siempre llevaría en mi corazón al que fue el
hombre de mi vida, este era su regalo y era lo mas maravilloso que la vida podía darme.

Un compañero de trabajo, Ethan, se encariño bastante conmigo, y debo decir que yo también
con él. Era bueno, amable, vivía deshaciéndose en halagos a pesar que yo me veía como una
ballena gorda, y sentía un gran cariño hacia mi bebé. Vivía acariciando mi panza y dándole
suaves besos.

Tenía claro que nunca lo amaría como había amado a Edward, pero si sentía un gran afecto
hacia él, y mi bebé tendría una figura paterna que lo amaba. Asíque hice oficial mi noviazgo
con Ethan.

A mi octavo mes de embarazo, el cual había sido mucho mas fácil con la ayuda de Ethan, lo
había invitado a un almuerzo especial en mi departamento. Reímos, charlamos, y bueno… sus
besos no eran como los de él pero era agradable saber que alguien estaba ahí para ti. Y de
verdad lo quería.

Bajamos a la vereda, y le saludé con un roce pequeño de labios

"nos vemos mañana" le dije sonriente, el me devolvió el gesto e hizo lo que siempre hacía
cuando nos despedíamos, sin importar el lugar en el que estábamos.

Se puso de rodillas, sus manos a los costados de mi vientre, y susurro un débil "hasta luego
campeón" yo solo reí con su tonta fascinación con que sería hombre. Pero la risa se me atoró
en la garganta y mi rostro se puso ceniciento cuando vi que en la vereda de en frente estaba
Edward. Mirándonos con una mezcla extraña de sentimientos en el rostro. Pero el que era
más notorio, era el dolor.
Ethan siguió preocupado mi mirada aterrorizada cuando se levantó del suelo. Y lo vio. Pudo
reconocerlo por unas fotografías viejas que había encontrado en una de mis cajas, una de
nuestra boda.

Miré a Ethan, y el entendió con la mirada que necesitaba quedarme a solas con el, se acerco y
me susurró al oído un "cualquier cosa me llamas" y se marchó.

Nos quedamos mirando unos instantes, antes que yo comenzara a caminar dentro del edificio.
Él me siguió por supuesto y no abrió la boca hasta que estuvimos dentro del departamento.

Evitaba mantener otra vez contacto visual con él. Pero me era imposible, así como en
nuestras mejores épocas, sus esmeraldas me atraían como un agujero negro. Finalmente
rompió el silencio.

"Tanto tiempo" Su voz era tan baja y tan triste que me sorprendió por un momento.

"Si, tanto tiempo"

Otro largo minuto en donde las palabras no salían de la boca de ninguno, hasta que no pude
soportarlo más, y decidí intervenir.

"¿Qué haces aquí?" Bajó su mirada, y encontró bastante interesante algo en sus zapatos

"Ese día, cuando llegué del hospital, iba directo a pedirte que me perdonaras. Estando en la
guardia, una pareja chocó contra un árbol, ambos estaban bien, pero su bebé estaba en serio
peligro de morir." Vi con sorpresa como sus ojos se llenaron de lágrimas. " Dos horas después
del accidente el bebé murió y yo debí decirles a la familia. No te puedes imaginar la
desesperación y el dolor que sus padres sentían. Y entonces vino a mi mente que tu estabas
embarazada, y que si algo te hubiera pasado a ti, o al bebé, yo no lo hubiera soportado. Todo
fue peor cuando entre al quirófano y vi el cadáver del pequeño. Era diminuto. No merecía
morir cuando su vida recién comenzaba, y no pude evitar pensar que ese podía ser mi bebé,
y rompí a llorar. Volví a la carrera a casa, esperando encontrarte ahí, para decirte que lo
lamentaba, todo el daño que te había echo con mis palabras hirientes. Por supuesto que
amaba a mi hijo y quería verlo crecer, pero cuando llegué… tú ya no estabas. Te llamé a tu
celular, pero me atendió un extraño diciéndome que lo había encontrado en la basura, estaba
desesperado por localizarte. No podía creer que te había perdido, a ti y a nuestro bebé…"

"MI bebé" no pude evitar recordárselo, aunque las lágrimas y el dolor de su relato estuvieran
carcomiéndome el alma. Y el agujero que sentía en el pecho se hizo mucho más grande y
doloroso cuando ví su mirada llena de dolor y sufrimiento. "sigue"

"Alice no quiso decirme como estabas, ni donde te habías ido. Cuando fui a buscarla a Rosalie
solo conseguí un puñetazo en la cara, y ninguna información. Los había perdido. Estos últimos
meses, desde que te fuiste, fueron una tortura para mi. Tu no sabes cuanto te extrañé,
cuanto necesité tenerte a mi lado de nuevo, volver a abrazarte y acariciar lentamente tu
vientre hasta que te durmieras, ver tu panza crecer y estar en cada momento del desarrollo
de mi hijo. Me odié con tanta intensidad, que si no fuera por el bebé yo hubiera…." Lo miré
horrorizada cuando detuvo su relato. Volvió a mirarme con el rostro abnegado en lágrimas, el
mío no debía estar muy distinto. Y aunque mi cuerpo y mi alma me rogaban que volara a sus
brazos y me quedara refugiada en su calor, mi corazón herido y mi mente lo alejaban de mi

"Ese día fue el peor de mi vida" Comencé "sentía que todo había acabado. Y entonces me dí
cuenta que el hombre que yo había amado tanto estaba muerto, tu ya no eras mi marido. Y
aprendí a vivir con eso. Te enterré como a un muerto dentro de mí Edward. Y en el momento
que dejé la casa dejaste de ser el padre de mi hijo."
"Claro, por eso te buscaste un reemplazo? Ese que estaba contigo? Sabes lo que fue para mi
verlo besándote? Verlo acariciando tu vientre y habándole a mi hijo como si fuera suyo?" El
dolor en su voz era tan palpable como las paredes que nos rodeaban.

"El tiene mucho mas derecho a ser el padre, estuvo conmigo en cada momento, en cada
mareo, en cada vomito, en cada patada de mi hijo… tu no"

"Porque no me dejaste!" Su voz estaba rota y yo necesitaba desesperadamente terminar con


esta conversación que estaba matándome.

"Vete Edward, vete y no vuelvas. Tú estas muerto para mi y mi hijo es solo mío. Solo déjame
vivir en paz" Su sollozo me rompía lentamente el corazón.

"Pero yo te amo… los amo, a ambos" Ya no podía tolerarlo,

"VETE! VETE YA" Me miró con un inmenso dolor grabado en sus hermosas facciones y
cabizbajo, se fue.

Llorando a mares me encerré en mi cuarto.

Estaba acurrucada entre la cama y la mesita de noche. El llanto amenazaba con desgarrarme
el pecho, en partirme en pedazos.

Edward se acababa de ir, y yo no podía parar de repetirme sus palabras una y otra vez en mi
cabeza. Los espasmos seguían haciendo estragos en mí por mucho que intentara
tranquilizarme. ¿Acaso mi marido había vuelto? ¿El amor de mi vida había renacido?. Cada
palabra que había salido de su boca era una daga a mi corazón hecho trizas.

Entonces tuve una epifanía.

Nunca había dejado de amarlo, ni de necesitarlo. Por mi propio bien había enterrado todo lo
que sentía por el, tan hondo en mi ser para que no doliera, que había hasta pensado que lo
había olvidado. Y claro que lo necesitaba! Quería que me envolviera en sus brazos y me
llenara de besos. Que fuera él quien besara mi vientre y me mirara con los ojos llenos de
alegría. Ethan era un gran hombre, una gran persona, pero no era el hombre que yo amaba,
no era el padre de mi bebé.

Iluminada y desgarrada por mi nueva epifanía, decidí hacer lo único que se me ocurría. Salir a
buscarlo.

No tuve que caminar mucho. Sentado, con la espalda apoyada en un árbol, con sus brazos
rodeando sus rodillas y el rostro oculto entre ellos, estaba mi Edward, llorando. Ahí, en el
Central Park.

Me puse en frente de él y cuando sintió mi presencia levantó el rostro. Me miró entre


sorprendido y torturado. No podía tolerar su dolor.

Me agache hasta donde estaba, limpie una de sus lagrimas con mi dedo pulgar y reteniendo
su mirada me lleve su salada gota de dolor hacia mi boca, sin quitar mis ojos de los suyos.
Soltó una risa ahogada, y se abalanzó, con cuidado a abrazarme. Así nos mantuvimos, y yo
supe que no había otro lugar en el mundo en donde yo quisiera estar mas que en sus brazos,
mientras acariciaba con dulzura mi abultado vientre.

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