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De

Flores y Puntos Ciegos


by Alessa315

"Puedes tratar de escaparte, negarlo e incluso cegarte ante él, pero si el amor llega
a sentarse a tu lado y fastidiarte la existencia, no hay nada que puedas hacer al
respecto". UN EDWARD huraño que actúa sin pensar. UNA BELLA abierta que sólo
piensa y no actúa. AMBOS tienen problemas pero deciden luchar. Sus distintas
formas de lidiar con la vida colisionan.
Rated: Fiction M - Spanish - Romance - Edward, Bella - Chapters: 19 - Words:
104,747 - Reviews: 581 - Favs: 429 - Follows: 348 - Updated: 10/16/2014 -
Published: 8/28/2013 - Status: Complete - id: 9639692
URL: https://www.fanfiction.net/s/9639692
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De Flores y Puntos Ciegos

E: Mis Malditos Puntos Ciegos

E: Ella todavía no me convence

B:Mi agotadora Vida e Incansabls Piernas

E: Creo que Tengo una Amiga

E: Mi Oscuro Especial Navideño

B: Mi Florido Especial Navideño

B: Un Amor Que No Es Mio

E: Decidido

E&B: Una Noche Común y Sin Corriente

E&B: Adaptándome A Duras Penas

E: Más Confusiones

E: Primer Estallido

E&B: Segundo Estallido

E: Redención

B: Terminé de Correr

B: Nuestro Reinicio I

E: Todo Está a La Vista

Epílogo: De Flores y Puntos Ciegos


De Flores y Puntos Ciegos
Originalmente esto fue una entrada para el siguiente concurso: (www . fanfiction
.com ~labatalladelosos) pero ahora es mi segundo fic.
*RECUERDEN: Soy Miembro del Club "DILE NO AL ABANDONO DE FIC" ;) así
que ni duden en que estoy pendiente.

Disclaimer: Los nombres de los personajes pertenecen a la señora Stephenie


Meyer, la trama, los diálogos y demás contenido son de mi autoría.

N/A: Mis tramas son mixtas. Me encanta el humor pero creo que los toques de
drama son necesarios (como la vida misma), si han leído mi historia "De Cabeza"
saben a qué me refiero, y si no... anímense :) esta terminada. La categoría M es
cuestión de licencia creativa, el contenido no es ofensivo pero quizás me provoque
lanzar unas escenas de esas que ustedes saben entre Ed y Bella ;)

ENJOY

SUMMARY: Puedes tratar de escaparte, negarlo, e incluso cegarte ante él. Pero si
el amor llega a sentarse a tu lado y fastidiarte la existencia, no hay nada que puedas
hacer al respecto.

Un Edward gruñón que te provoca reír y a veces golpearlo. Una Bella distraída,
libre, que no le gustan las indirectas. Ambos tienen problemas, pero deciden luchar
y sus distintas formas de lidiar con la vida colisionan.

Capítulo beteado por Zaida Gutiérrez Verdad

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. . . . . . .

Mis ojos estaban cerrados y la oscuridad me rodeaba.

El duro respaldo del banco de madera lastimaba mi espalda, tomé una inhalación
profunda e hice todo lo posible por concentrarme en hacer mi ejercicio.

Era un día cálido, podía sentirlo en mi piel. Estaba sentado en la parte izquierda,
que estaba cubierta por la sombra de un larguirucho y frondoso árbol, pero a mi lado
la cálida luz solar me bañaba por completo. Moví mis dedos peligrosamente cerca
de la orilla y sentí la calidez, pero sin traspasarla del todo.
—¿Está libre este asiento?

Su femenina voz me tomó por sorpresa y me despertó de mi trance, retiré mis


manos y las crucé en mi regazo antes de responder.

—Sí.

No me tomé la molestia de abrir los ojos, pero pude sentir perfectamente sus
movimientos a mi lado y el sonido seco de algo pesado cayendo en el suelo. Hice lo
posible para regresar al ejercicio que me había asignado, o recomendado, mi
psicóloga.

Estúpida psicología, si algo me había enseñado el mundo es que ignorar a otros


resulta demasiado fácil.

¿Cómo era? Ojos cerrados, relajarse, respirar…

Respirar, claro, menos mal que lo menciona, probablemente se me habría olvidado.

Sí… Yo tampoco creo que el sarcasmo esté en la lista.

Relajé mi posición hasta tener la espalda inclinada, el cuello en la orilla del respaldo
y las piernas extendidas, escuché atentamente el cantar de un ave y era un poco
molesto, así que traté de adivinar si eran dos.

—¿Estás dormido? —su voz llegó a mí nuevamente y se coló en mis pensamientos,


era suave y tenía un tinte de curiosidad, automáticamente mis labios se apretaron
—, porque creo que es muy peligroso dormirse en un parque. Podrían robarte. —
Razonó.

Una pequeña e irónica sonrisa se formó en la comisura izquierda de mis labios


¿Robarme? Lo dudo. Sentí una prenda de tela rozar mi brazo derecho, como si la
chica estuviera inclinada hacia mí, esperando una respuesta.

—¿Sabes qué me parece peligroso? —pregunté sin moverme—, hablar con


desconocidos.

Mi tono era monocorde y aburrido, tenía la esperanza de que entendiera mi indirecta


y me dejara en paz. En realidad no estaba intentando dormir, pero tampoco tenía la
más mínima intención de hacer amistades o siquiera entablar alguna conversación.

—Supongo que tienes razón —consideró y suspiré con alivio—. Pero sigo creyendo
que podrían robarte.
Cubrí mis ojos cerrados con mis manos y presioné mis sienes con cansancio. ¿Por
qué esta mujer tiene que ser tan insistente y parlanchina?

—Nadie va a robarme.

—¿Cómo estás tan seguro? Cualquiera podría verte con los ojos cerrados y
atacarte o simplemente sacar tu billetera del bolsillo interior de tu chaqueta. —
Inmediatamente destapé mis ojos, pero sin abrirlos, y alcé una ceja ¿Qué hacía ella
fijándose en mi billetera? Pareció percatarse de esto, porque lo aclaró—. Sólo lo
digo porque la vi.

Suspiré, sin tener ganas de responder.

—Nadie le roba a personas como yo.

—¿Qué significa eso?

Podía sentir que esta indeseable conversación llegaba a terreno peligroso, suspiré y
acerqué cautelosamente mi mano izquierda a la soleada y cálida orilla marcada
entre mi sombra y la luz.

—¿Crees que no podría defenderme?

Después de eso hubo silencio y, por un momento, pensé que se había ido.

—Puede ser.

—¿Estás diciendo que soy un debilucho? —apreté mis labios para reprimir una
sonrisa, con mi rostro dirigido al cielo por mi posición relajada.

—¡No! Para nada, tienes muy buen cuerpo... No es que estuviera mirando mucho ni
nada.

Su calmada voz se mostró nerviosa de repente y mi sonrisa se soltó de mi agarre


para deslizarse sin permiso entre mis labios. La escuché refunfuñar algo por lo bajo.

—Puedo defenderme. —Repliqué, aunque seguía pensando que nadie me robaría


—. De todas formas, es más peligroso que tú hables con extraños, ¿nunca te
dijeron eso tus padres?

Más silencio, al parecer iba a ignorarme.

—Puedo defenderme —repitió y mis labios temblaron por contener una risotada—.
No tiene nada que ver con mis padres.
Pude percibir que su ánimo había cambiado. La prenda de ropa que chocaba un
poco con los dedos de mi mano derecha ya no estaba ahí, así que asumí que su
postura había cambiado y su voz parecía distante.

Esta chica era muy extraña, a veces hablaba como una niña curiosa y otras como
una mujer. No tenía idea de cuántos años podría tener, a diferencia de mí que se
me notaban mis treinta años de vida en cada rasgo, de eso estaba seguro.

Tuve que resistir la urgencia de abrir mis ojos.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

Rodé los ojos internamente. ¿No se supone que está haciéndolo ya?

—Claro.

—Ya hemos hablado por un buen rato, ¿por qué no has abierto los ojos? —Sacudí
mi hombro en señal de respuesta, pero eso no pareció ser suficiente, porque
prosiguió—, ¿no quieres verme?

—¿Por qué querría verte? —pregunté suavemente con una sonrisa calmada y, para
variar, sincera.

—No lo sé, la gente generalmente mira a los demás.

—¿Crees que tu apariencia me haría cambiar de opinión sobre ti? ¿Que me haría
pensar más o tal vez menos en tu personalidad?

—No sabía que ya tenías formada tu opinión sobre mí. —Contraatacó ella ¡Diablos!,
justo cuando pensé que la tenía acorralada. Sacudí mi hombro nuevamente—.
Además, lo queramos o no, siempre juzgamos a otros por lo que vemos de ellos, ya
sea correcto o incorrecto. Podrías estar hablando con una mujer completamente
desnuda en este momento.

Solté una ligera carcajada ante la idea de estar hablando con una mujer desnuda en
un parque y toda la atención que se llevaría.

—Sé que no estás desnuda. —Declaré con fingida indiferencia.

—¿Y cómo estás tan seguro, Sherlock?

—Porque la prenda que llevas puesta choca con mis dedos, Watson —respondí con
una sonrisa de suficiencia.
Instantáneamente la prenda salió de mi alcance, confirmando así mis palabras. No
pude evitar soltar otra carcajada, esta chica era muy molesta, pero al menos era un
poco graciosa.

—¡Bien! No estoy desnuda, pero podría estar disfrazada de marciano o con conos
metálicos guindando de mi cabeza y aun así tú le hablas a una desconocida y
tendrías los ojos cerrados. —Espetó.

Volví a masajear mis sienes, esto comenzaba a cansarme.

—No me importa cómo te veas, ni siquiera te conozco.

—Cierto. —Concordó y hubo una breve pausa—. Soy Bella Swan.

Pude percibir una sonrisa en su voz y, cuando consideré la idea de que tal vez
estaba sentada a mi lado con la mano extendida esperando captar mi atención, ella
simplemente tomó la mía, apretándola con fuerza.

Sus dedos se sentían suaves y delgados dentro de mi tosca mano. La sorpresa hizo
que enderezara mi posición en el banquito y apretara mi agarre con más fuerza de
la debida, pero ella no me dio ninguna señal de molestia.

Una mujer fuerte.

Aclaré mi garganta y me solté de su agarre para presionar mis dedos sobre mis ojos
con fuerza, de repente sentía que me picaban.

—Hola.

—¿Sabes? No mirar a la gente también es de mala educación —informó con un


poco de ímpetu esta vez. Parecía que alguien estaba tomando confianza…

Le sonreí con cansancio, como a una niña pequeña cuando fastidia demasiado,
suponía que esa faceta surgía de a ratos.

—Y tampoco me has dicho tu nombre. —Abrí mi boca para contestar, pero no


alcancé a hacerlo cuando ella comenzó nuevamente—. No, seguro vas a decirme
que el nombre no importa, que no me hará conocerte mejor, probablemente crees
que son un invento extraño del gobierno para controlar nuestras mentes y…

—¿Siempre divagas tanto?

Se rió suavemente antes de responder.


—Sólo cuando estoy nerviosa, tiendo a distraerme mucho. —Hizo una pausa—.
¿Entonces, me dirás tu nombre?

—No. —Me negué, pero esta vez fue más por llevarle la contraria.

—Eres un maleducado, pero eso ya lo sabes, ¿cierto?

—Soy un maleducado —confirmé.

Nos quedamos en silencio un rato. Escuché las risas de unos niños a algunos
metros de mí e inhalé profundamente, con la intención de volver a mi ejercicio e iba
en mi octava respiración profunda cuando fui interrumpido... Otra vez.

—No te muevas, no muevas ni un músculo —dijo la chica... Bella.

Estaba agarrada a mi brazo y sus uñas se clavaban en mi carne, tuve que tomar su
suave muñeca con firmeza.

—¿Qué pasa?

—Hay una abeja en tu pierna.

—Mierda —exclamé en voz baja.

—¡Hey! Es... —Antes de que pudiera terminar, moví mis piernas y pasé mi mano
sobre ellas sintiendo que ya no había nada—. Amargado. —Refunfuño en voz baja.
Claro, porque no era ella a quien iba a picar—. Deben haber pensamientos cerca.

Meditó y me quedé en blanco. Dijo pensamientos, ¿cierto?

—¿No estás muy acostumbrada a tener pensamientos? —comenté con sarcasmo,


pero en serio, ¿qué más podía decirle? Era como si me rogara que fuera sarcástico.

—Qué gracioso, eres todo un payaso —respondió con fastidio—. Me refiero a las
flores, son violetas tricolor, pero las llaman pensamientos.

—Entonces eres una nerd de las flores —afirmé sonriendo, era muy fácil provocarla.

—Prefiero el término florista.

Así que es florista… ¡Ja! Mis intentos por hacer el ejercicio estaban resultando en
puros fracasos, pero al menos estaba entretenido.

Escuché unos ladridos a cierta distancia y supe lo que venía.


—Hola, señor Cullen. —Una familiar voz llegó a mis oídos—. Chester se portó muy
bien, como siempre, pero creo que comenzaba a extrañarlo.

¿Cómo siempre? ¡Ja! Quise bufar ante eso.

El perro estaba ladrando y jadeando, apenas me dejaba escuchar y paseaba su


hocico y patas de forma molesta entre mis piernas.

—Gracias Mary.

—De nada señor Cullen, ya le dije que puede llamarme Alice. Nos vemos el lunes.

Estiré mi mano y ella colocó la correa de Chester entre mis dedos.

—Hola Chester ¡Ven aquí muchacho! ¡Eres muy lindo! —Bella le hacía arrumacos a
mi perro y la cola de éste golpeaba mi pierna constantemente—. Parece que alguien
está enamorado. —Canturreó. ¿Estaba hablando conmigo?—. ¡Hey, maleducado,
es contigo! —exclamó entre risas.

—¿De qué estás hablando? Yo no estoy enamorado de ti, ni siquiera sé…

—Estoy hablando de Alice, tonto —explicó calmadamente, como si le hablara a un


niño, excepto por la parte del insulto.

—¡Oh! —Aclaré mi garganta, sintiéndome un poco incómodo—. ¿Mary?, ¿por qué


lo dices?

—Aparte de maleducado también eres ciego. A la pobre chica le brillaban los ojos al
mirarte y te sonreía como si quisiera caerte a besos.

—¿Caerme a besos? ¿Cuántos años tienes, quince?

En serio, ¿quién diablos habla así después de los 20 años?

—Eso no es de tu incumbencia, pero, para tu información, ya soy mayor de edad.

—¡Claro, tienes dieciocho! Era completamente obvio —exclamé alzando mis manos
en el aire.

—¡No tengo dieciocho, viejo amargado! Tengo más de veinte, ¿a qué te refieres con
que "era completamente obvio"? —preguntó con recelo y su tono había subido un
poco más.

—Nada.
—Como sea, Alice parecía muy interesada en ti. —Continuó volviendo a su tono
calmado.

—Tiene dieciséis.

—Allí vamos otra vez con la edad. —Sus palabras fueron un susurro, pero la había
escuchado bien—. Sólo digo que la pobre chica incluso pasea a tu perro, nada te
cuesta sonreírle de vez en cuando.

—¿Y darle esperanzas? No lo creo, Mary es una niña.

—Ella te pidió que la llamaras Alice.

—Sus padres la llamaron Mary y así me la presentaron, así es como la llamaré. —


Declaré, paseando mi mano ausentemente entre el pelo de Chester.

—Sí, bueno, los padres no siempre tienen la razón —comentó de forma ausente, su
pierna rebotaba insistentemente junto a la mía, era muy molesto.

—Parece que alguien tiene problemas en casa. —Sabía que estaba tocando un
tema sensible para cualquiera, pero me alegraba encontrarle un punto débil a esta
chica. A ver si así dejaba de criticarme.

Se quedó callada y, en lugar de aprovecharme de eso para terminar la


conversación, sólo me valió para interesarme un poco más.

—Quizás esos conos metálicos de los que estabas hablando sean en realidad un
montón de piercings y tatuajes de niña rebelde que… ¡Ouch!

Me callé de inmediato cuando sentí un golpe en mi hombro.

—¡Cállate! ¡No me gustan los piercings y los problemas que tenga o no con mis
padres no son asunto tuyo! —Espetó con fuerza.

Lo único que pude hacer fue fruncir mi entrecejo. Esta mujer… Niña criticona,
graciosa y parlanchina.

La sentí moverse en su asiento y Chester se alejó un poco de mi alcance. Perro


traidor, vamos a ver si ella te alimenta esta noche.

No podía volver a las estúpidas respiraciones porque el silencio en que nos


habíamos quedado se sentía tenso, así que opté por hacer lo único que podía y
debí haber hecho desde que la escuché: Salir de allí.
Cuando estaba poniéndome de pie, su voz atajó mis movimientos.

—Ni siquiera pudiste tomarte la molestia de mirar a esa pobre y linda chica. —
Reprobó con tono de reproche.

—Te lo dije. —Le recordé sacando mis lentes oscuros del bolsillo de mi chaqueta y
acomodándolos en mi rostro, para luego tomar la vara que estaba a mi lado y
desdoblarla para convertirla en mi bastón—. Soy un maleducado.

No esperé su respuesta, pues sabía perfectamente que no tenía ninguna. Me


levanté, jalé a Chester por la correa y, con mi bastón en mano, comencé a caminar
por el sendero de grava.

Ésta no era la primera vez que una persona se quedaba en silencio al percatarse de
mi ceguera, así que no me sentía herido ni molesto, simplemente conforme.

Ya había dado unos cuantos pasos cuando los ladridos de Chester me alertaron de
que había alguien con nosotros. No sólo estaba caminando por ahí, sino que
realmente estaba con nosotros.

—Y ahora estás siguiéndome, ¿alguna vez dejarás de molestarme? —pregunté sin


dejar de andar.

—¿Estoy molestándote? —preguntó y su curiosidad sonaba real.

—No, para nada —respondí con ironía, enarcando mis cejas.

—Ok. —Esperaba que eso la hiciera dar media vuelta, pero aparentemente estaba
completamente loco al pensar que podía entender una indirecta.

—Entonces eres invidente —declaró suavemente, como si estuviera diciendo que el


cielo es azul o que el sol brilla.

—La mayoría dice ciego, pero sí, lo soy —respondí con indiferencia.

—No me gusta ese término.

—¿Sabes que son sinónimos, cierto?

Otro golpe en mi hombro, al menos no con su puño, me alertó que probablemente la


respuesta era sí.

—¿Siempre eres tan sarcástico?


—¿Siempre divagas tanto?

—¡Ya te dije que sí!

—Entonces sí —repliqué sonriendo mientras Chester seguía hablando en su propio


idioma.

Me relajé por el silencio y por un momento pensé que se había ido.

—Al parecer plantaron nuevos pensamientos.

Reí suavemente cubriendo mi boca. Esa era una frase que nunca pensé escuchar.

—¿Puedes dejar de decir eso? ¡Es raro!

—¿Sabías que "raro" es sinónimo de "extraordinario"? —comentó como si nada, y


no quería admitirlo, pero sus palabras habían calado hondo en mí—. Como sea,
ahora me da un poco de pena haber insistido tanto en que abrieras los ojos, pero no
voy a disculparme. —Podía percibir la sonrisa en su tono, estaba volviéndome
bueno en eso.

Al menos algo positivo de esta horrible ceguera… No, mentira, en realidad no había
absolutamente nada positivo en esto.

—No estoy pidiéndote que lo hagas.

—Bien.

—Bien.

Nos quedamos en silencio nuevamente y dimos un giro hacia la izquierda que me


hizo saber que estábamos llegando a mi salida. En lugar de continuar por el
sendero de grava, sentí a Chester darme un jalón hacia la izquierda, que era el
camino a casa. Sin embargo, cuando escuché lo que dijo la chica, jalé a Chester
disimuladamente de vuelta al camino.

¿Qué es una vuelta más al parque? Ejercicio cardiovascular, eso es lo que es.

—Es mejor que una madre controladora. —¿Acababa de comparar mi ceguera con
tener una madre controladora, en serio? No sabía si reírme o sentir pena por ella—.
¡Ay, no! —Lloriqueó la chica… Bella, ¿por qué siempre se me olvidaba?—. Eso
sonó insensible, ¿verdad?

—Sólo un poco. —Escuché otro lloriqueo y podría decirse que sentí lástima por ella
—. Está bien, supongo que no debe ser fácil —dije tratando de hacerla sentir mejor.

—Sí, digamos que es no es fácil cuando eres adolescente y luchas por saber quién
demonios eres, pero pasa a ser patético cuando finalmente lo sabes y tu madre te
reprime.

Había algo en su forma de hablar que no sabía explicar realmente. Casi como si
estuviera llena de ira, pero sus últimas palabras sonaban tristes, y supuse que esos
sentimientos estaban más dirigidos hacia ella misma que hacia su madre.

Yo lo sabría. No tenía nada que ver con la estúpida psicología, pero estaba bastante
seguro de que tenía cierta experiencia en eso de tragarse sentimientos, era muy
fácil.

—Olvídalo, no sé por qué te digo todo esto. No es tan malo, sólo estoy siendo
dramática —dijo componiendo su tono.

Realmente pensé en dejarlo así, todos mis instintos me decían que lo hiciera…
¡Pero la chica había compartido algo muy personal! No iba a contarle mi historia de
vida ni llorar en su regazo, pero debería decir algo, ¿no?

—No importa. —Eso está mucho mejor, soy un hombre de muchas palabras.

—Tú… ¿Llevas mucho tiempo…?

—Cinco años —informé antes de que pudiera continuar, no había necesidad de


prolongar la tortura de tratar de ser delicado con el ciego—. Fue un accidente.

—Eso no era lo que iba a preguntar, pero gracias por decírmelo —agradeció
suavemente y la sentí frotar el dorso de su mano sobre la mía. Era cálida, supuse
que esa era su intención, pero me hacía sentir incómodo.

—¿Qué ibas a preguntar? —cuestioné flexionando un poco mi cuello y haciendo lo


posible por cambiar de tema.

La escuché reír ligeramente entre dientes antes de contestar.

—En realidad iba a decirte que llevas mucho tiempo caminando y Chester parece
ansioso.

Claro, llevábamos rato caminando y nos pasamos la salida hacia mi casa, pero ella
no tenía que saber nada más, excepto que era un ser humano atado a un perro,
presioné un botón en mi reloj y alcé la muñeca hacia mi oído para escuchar la voz
electrónica diciéndome que eran las cuatro de la tarde.

Mierda, ¿llevaba más de una hora hablando con esta chica... con Bella?

—Sí, seguro tiene hambre. Adiós.

Di media vuelta y finalmente dejé que Chester me guiara camino a casa. Di unos
cuantos pasos por el sendero, pero detuve mi bastón cuando sentí que chocó contra
algo frente a mí y seguidamente escuché su voz.

—No me dio tiempo para despedirme, señor Cullen —señaló ella en un tono curioso
y calmado que me hizo desconfiar. No estaba acostumbrado a esos sentimientos
dirigidos hacia mí, además de que usó el único dato que sabía sobre mí—. ¿Le
importaría prestarme su teléfono? —Desafortunadamente mi primera reacción fue
ceder, pero refrené el impulso—, está bien. Creo que ya establecimos que no voy a
robarte y que tú puedes defenderte —argumentó. Discretamente moví mi bastón y,
al sentir lo que según yo era su pie, me di cuenta de que estaba más cerca de lo
que pensaba.

Con un suspiro, saqué mi celular del bolsillo de mi pantalón y se lo entregué.


Escuché brevemente el sonido incesante de las teclas hasta que finalmente tomó mi
mano entre la suya y depositó el pequeño aparato, pero sin soltarme.

—Mi número está registrado en la tecla ocho, me gustaría que me llamaras. —Su
pulgar trazaba círculos sobre el dorso de mi mano y mi boca se abrió levemente, sin
poder evitarlo, en respuesta al extraño comportamiento de esta chica.

Sonaba agradable. Y eso no me gustaba.

—Hasta pronto... Edward.

La última palabra cayó de sus labios como el pétalo de una rosa en invierno, pero
pude escucharla. Soltó mi mano con el mismo cuidado y volví a la consciencia
cuando sentí el cuerpo de Chester moviéndose y jalándome en la dirección opuesta
a la que debería llevarme, probablemente por donde Bella se había marchado.

Perro traidor.

Apreté con fuerza el teléfono en mi mano y lo guardé sintiéndome molesto,


entretenido, incómodo y curioso. Todo lo que en ese momento sentía por Bella.

Respiré profundamente y jalé a Chester para continuar nuestro camino.


De cualquier forma eso ya no importaba. Lo único que importa ahora era que mis
ojos estaban abiertos… Y aun así la oscuridad me rodeaba.

¿Qué tal?

Sé que es un poco... extraño jajaj asi que sus opiniones son bienvenidas,
agradecidas y debidamente respondidas :$

¿No les da como ganas de abrazar y golpear a este Edward? Porque a mi sí xD


y no se si sólo soy yo ¿Qué tal la Alice niña coqueta? ¡Y Chester! :D

¡En fin! Déjenme sus pensamientos ;) (ya sean flores o no :P)

Nos leemos pronto.

Alessa.
E: Mis Malditos Puntos Ciegos
Hola... Sip, aquí estoy... No, no me di a la fuga. Es sólo que he estado llena de
cosas ultimamente.

"Bienvenidos al mundo de Edward" este cap es para que sepan lo que se siente
ser él (bueno y malo) ;)
Gracias por sus comentarios y favoritos! Cada uno me alegra muchisíiiisimo y
espero seguir recibiendolos, siempre los respondo.

ENJOY!

De Flores Y Puntos Ciegos.

Capítulo 2

Capítulo beteado por Zaida Gutiérrez Verdad

Betas FFAD www .facebook groups / betasffaddiction

EPOV

Tres respiraciones.

Cuatro respiraciones.

Cinco malditas respiraciones.

Seis malditas respiraciones.

—Edward, dudo mucho que maldecir a mitad del ejercicio te ayude.

Su tono era calmado, con ese fastidioso dejo profesional que tienen todos los
doctores y que me pega directo al hígado. ¿Por qué diablos no puede hablar
normal?

—Jessica, ¿puedes dejar de hablar como una maldita doctora? Ya te dije que esto
no funciona. No siento nada.

—Funciona Edward, sólo tienes que poner de tu parte. —Pausó—. Y soy doctora.

Sus palabras se ganaron un bufido de mi parte.


—Eres psicóloga, Jessica. Es muy distinto a un médico, en realidad es como el
fastidioso e impresionable medio hermano. —Completé con una sonrisa.

Escuché como sus dedos tronaban y supe que había logrado algo, ella no hacía eso
muy a menudo.

—No soy médico, pero tengo un doctorado en ciencias conductuales, así que soy
doctora. —Su tono de voz sonaba agitado y acomodé mis lentes oscuros sobre mi
rostro sólo para ocultar mi sonrisa de suficiencia. La escuché tomar una inhalación
profunda—. No abro cuerpos ni opero órganos, pero trato con mentes y corazones
diariamente. Hay más de una forma de salvar o dañar vidas y tú lo sabes.

—Me da igual Jessica, esto no funciona. —Espeté frotando mi cara con mi mano.

—¿Hiciste lo que te pedí?

—Ir al parque, respirar, escuchar los pajaritos. Sí, sí, sí...

—Se llama focalización sensorial, Edward. Tienes que respirar profundo y


conectarte con algo más que no sean tus pensamientos egocéntricos, algo que esté
fuera de ti. ¿Lo hiciste?

Estaba a punto de responderle que en realidad sí lo había intentado e incluso había


ido al estúpido parque aunque fui tontamente interrumpido, pero algo llamó mi
atención y me hizo fruncir el entrecejo.

—¿Qué quieres decir con pensamientos egocéntricos?, ¿estás llamándome


egocéntrico? —Ataqué.

Ella sólo se quedó en silencio y era en momentos como este donde más detestaba
ser ciego. Podía imaginarla rodando los ojos, ella me había dicho que eran verdes y
aun podía recordar ese color, o tal vez tomando su cabeza entre sus manos como
muestra de cansancio.

—Lo que quiero decir es que tienes que recordar lo que hay allá afuera. Ahora,
¿hiciste el ejercicio o no?

—Lo hice— Percibí el leve rasguño de un bolígrafo sobre papel —Pero hubo un
problema— Un sonido seco de lo que presumo fue el bolígrafo cayendo con fuerza
sobre el papel.

—Cuéntame— Demandó mi psicóloga saliendo un poco de su profesional tono ¡Por


fin!
—Estaba respirando y contando y toda esa mierda que dijiste, pero una niña se
sentó a mi lado y no paraba de fastidiarme.

—¿Una niña? —Inquirió escéptica.

—No una niña exactamente. Supongo que era una chica... sonaba como una
chica... Pero definitivamente actuaba como una niña. —Expliqué recordando a la
chica de hace una semana, ¿cómo es que se llamaba?

—¿Por qué dices que actuaba como una niña?

—¡Por muchas cosas! Para empezar, no paraba de hablar diciéndome que no debía
tener los ojos cerrados porque me podían robar y llamándome maleducado porque
no quise mirarla o darle mi nombre. —Di una media sonrisa ante la ironía de que
ella fuese tan persistente en que la viera, y escuché nuevamente el sonido de la
pluma y el papel—. ¿Qué se supone que estas escribiendo? —pregunté, esta vez
más cansado que molesto. Esta era una buena señal, generalmente me sentía
cansado cuando la sesión estaba por terminar.

—Nada importante, ¿qué más me dices de esta chica?

—Nada importante, Jessica. —Repliqué ampliando mi sonrisa—. Se dio cuenta de


mi problema cuando Mary llevó a Chester y me fui con él y mi bastón en mano. Me
dio su número y eso es todo.

—¿Te dio su número? ¿La chica te dio su número? —Inquirió en tono de chisme.
Malditos psicólogos chismosos.

—No, Chester. Por supuesto que la chica —contesté con sarcasmo.

—Pero...

Los constantes pitidos de mi reloj la interrumpieron a mitad de la oración ¡Sí, toma


eso!

—¡Oh! Se acabó el tiempo. —Declaré desdoblando mi bastón—. ¡Adiós Jessica! —


Me levanté rápidamente y me encaminé hacia la puerta.

Añoraba con ansias el día en que pudiera decirle "Hasta nunca". Cuando ya había
abierto la puerta y estaba a punto de traspasarla, habló nuevamente:

—Recuerda que tienes que hacer el ejercicio. Espero resultados en tu próxima


visita.
Maldición. Me mantuve de espaldas a ella y resistí las ganas de mostrarle mi dedo
medio, en lugar de eso sólo resoplé y seguí hacia la salida.

Visita... ¡Se supone que las visitas son voluntarias! La única razón por la que hacía
esto era porque estaba cansado de las constantes quejas de mi hermano Emmett y
los pedidos de Esme.

Escuché los ladridos de Chester y los arrumacos que le hacía Lauren, la secretaria
de Jessica.

—Aquí tiene, señor Cullen. Ese perrito suyo es un amor —dijo ella entregándome la
correa del perro en la mano.

Sí, todo un amor. Porque amor es lo único que él hace, y se encarga de hacerlo por
toda mi casa con su apestoso olor. Le di una pequeña sonrisa y seguí mi camino
hacia la dulce libertad.

—Vámonos a casa, Chester —anuncié mientras abandonábamos el edificio.

La clínica estaba a sólo un par de cuadras de mi casa, así que podía caminar con
más confianza. Percibía el bullicio de las calles de Seattle a mí alrededor, los
murmullos de las personas, los sonidos del tráfico y las patas de Chester sobre el
pavimento.

Ya tenía unos años de experiencia caminando con Chester por los alrededores de
mi casa, pero aún me sentía extraño. Más que andar, mis pies se arrastraban, pero
definitivamente era mejor que tener a mamá o Emmett siguiéndome a todos lados
para vigilar si estaba a salvo.

Me detuve cuando Chester lo hizo y con mi bastón sentí la orilla de la acera y los
pies de otras personas rodeándome, así que asumí que los autos estaban pasando.
Un minuto después continuamos el camino.

Chester hizo un cruce, ladró y supe que habíamos llegado. Abrí la puerta y lo
primero que hice fue soltar a mi perro y mi bastón y dirigirme a mi habitación.
Adoraba estar en mi casa, era el único lugar que conocía casi a la perfección y
podía andar libremente sin tener que preocuparme por chocar con algo o alguien,
especialmente sin preocupar a mi familia.

Me lancé a mi cama y aparté los lentes de mi cara, lanzándolos al suelo alfombrado.


Mi celular comenzó a vibrar en el bolsillo de mi pantalón y lo contesté con un
gruñido.
—Voy para allá. —Reconocí su grave voz de inmediato.

—Hola Emmett. Muy bien, ¿y tú? —Repliqué con sarcasmo.

—Hola hermano. Voy llegando.

—¿Para qué quieres...

Un largo pitido me hizo saber que había terminado la llamada. ¡Diablos! Cinco
minutos, ¡sólo cinco minutos tuve de paz!

Dos minutos después escuché el azote de la puerta de mi casa y el escandaloso


grito de mi hermano, que a su vez activó el escandaloso ladrido de mi perro.

—¡Edward!

—Maldición —murmuré pasando las manos por mi cuello y caminando con pereza
hacia la sala, donde provenía su voz—. Soy ciego, no sordo.

Arribé a la habitación y sólo escuché silencio. No me sorprendió, porque


generalmente era lo que escuchaba cada vez que lo mencionaba, excepto un par de
personas y la chica del parque que no me acuerdo como se llamaba, ¿algo con pato
en inglés?

Escuché algo pesado caer sobre el suelo, supongo que su bolso del gimnasio
porque siempre venía aquí al salir, es decir, todos los días, y a Emmett farfullar algo
que no pude captar.

—¿Estás listo para irnos? Mamá ya está haciendo la cena.

—Ya le dije hace dos días que no iba a poder ir. —Gruñí.

—Lástima por ti, Edward, pero vas a ir. —Gruñó de vuelta.

—¡No eres mi padre! —grité a la oscuridad.

—¡Gracias a Dios!

Estaba harto de tener estas mismas discusiones todo el tiempo, de escuchar sus
reclamos y gritos como si fuera nuestro padre y como si le molestara quién soy. A
nuestro padre ni siquiera le importaba.

—Voy a darme un baño y cuando salga más te vale que estés listo para irnos —dijo
en tono cansino abandonando la habitación.
Sigo teniendo treinta años, ¿verdad? ¿Por qué diablos mi hermano me trata como si
tuviese cinco?

Caminé unos poco pasos hacia el sofá y me dejé caer pesadamente. Presioné un
botón en mi reloj y éste sonó expresando que eran las cinco de la tarde ¡Sí! ¡Hora
de mi programa favorito! Tomé el control que estaba en una mesita a mi lado, donde
siempre debía estar, y lo encendí. Inmediatamente reconocí la voz de la agente
Scout del FBI. Aún era muy extraño para mi escuchar la televisión sin realmente
verla, pero este siempre había sido mi programa favorito y cuento con la suerte de
que en los programas policiales les gusta narrar.

Iba a mitad de resolver el caso de la porrista que había sido encontrada muerta bajo
las gradas del campo de fútbol, cuando la voz de Emmett emergió nuevamente.

—¡Listo! Vámonos —anunció sonando unas llaves.

—No.

Y las llaves cayeron al piso.

—¡Maldición! Dame tu teléfono. Tú mismo vas a hablar con mamá y serás el que le
diga que su precioso hijo no quiere ir a comer la cena que preparó especialmente
para él. —Saqué mi teléfono y estaba a punto de marcar yo mismo cuando la garra
de mi hermano me lo arrebató de entre los dedos—. Yo me encargo de eso, vamos
a poner el altavoz.

Gruñí ante el hecho de que Emmett no abandonaba su tono de reprimenda ni un


segundo. Lo escuché sentarse junto a mí en el sofá y teclear algo en mi celular
hasta que finalmente llegó el sonido del primer repique. Sonaron varios pitidos y eso
era muy raro porque mamá generalmente contestaba de inmediato, parecía que
vivía con el teléfono pegado a la cintura.

—¿Aló? —Una femenina voz irrumpió y me pareció extraño. La voz de mamá suena
más aguda hoy.

—Hola mami, soy tu Osito. Estoy aquí con tu preciado hijo Edward que no quiere ir
a visitarte —explicó Emmett pronunciando mi nombre con fastidio.

—¿No se supone que era yo el que iba a decírselo

—Tú ibas a encontrar la forma de endulzarlo, así que no, yo lo digo como es.

Del otro lado del teléfono se escuchó su voz nuevamente.


—Chicos, pero yo...

—Ya lo sé mamá, hay muchos "peros", el punto es que tu hijo es un amargado.

—¡Hey! —exclamé dándole un empujón—. No es asunto tuyo y lo siento mamá,


pero no quiero ir a casa. Soy un hombre adulto, tomo mis decisiones...

—Edward. —Me interrumpió la chica, y digo "chica" porque en ese momento me di


cuenta que esa definitivamente no era la voz de mi mamá.

Me quedé en silencio con las manos en el aire y creo que Emmett debió haber
notado el cambio, porque habló nuevamente.

—¿Mami? —Se escucharon unas risas del otro lado. Emmett se acercó a mí para
susurrarme—. Viejo, creo que esa no es mamá.

Risas más atronadoras salieron del teléfono y extendí mi mano para tomarlo, pero
sólo pude palpar la tela del sofá.

—¿Quién eres y qué haces en el discado rápido de mi hermano? —Inquirió Emmett


sonando un poco más lejos de mí y me di cuenta que debía tener el teléfono en su
mano.

—Emmett, ¿a qué número llamaste?

—¡Al ocho! Mamá siempre es el ocho, ¿no? —respondió perplejo y lo único que
pude hacer fue pegar mi mano en mi frente.

—¡El cinco! ¡Todas las semanas te digo que es el cinco! —exclamé con ira y era en
estos momentos donde más odiaba que lo único que pudiese ver fuera negro.

—¡Diablos! Es que en el mío es el ocho... —dijo mi hermano sonando un poco


arrepentido y las risas volvieron a resonar desde el auricular—. Eso no responde a
mi pregunta, ¿quién eres?

Oh, no. Traté de hablar lo más rápido posible en dirección al teléfono.

—En realidad no tienes que...

—Soy Bella Swan.

Y se lo dijo. Después de todo parece que no estaba tan lejos con lo de la chica y el
animal acuático. Pato, cisne... Prácticamente lo mismo.
—Edward, ¿quién es Bella Swan? —Inquirió en tono sugerente.

—Ah...

—Él no sabe quién soy —respondió la chica antes que yo—, porque no se tomó la
molestia de llamarme cuando le di mi número.

Emmett se rió estruendosamente y dio unos silbidos.

—¡No llamaste a la chica! ¿Qué diablos te pasa Edward?

—Eso mismo pensaba yo. —Confirmó Bella riendo junto a mi hermano.

—Ya cállate, no estoy...

—¿Me estas mandando a callar? —Inquirió su femenina voz en el teléfono y sentí


que me trababa.

—No, no, no. Es a mi hermano, mi hermano.

Las risas de ambos me inundó nuevamente.

—No sé por qué diablos no te llamó, pero suenas como una chica muy genial. Creo
que estabas apuntando al Cullen equivocado.

—Bueno, gracias por al menos darme el apellido. —Replicó ella—.Te diré qué,
puedes decirle a tu hermano que voy a estar en el parque mañana en la tarde y
ambos pueden pasar a saludarme.

—Emmett no tiene que decirme nada. ¡Estoy escuchándote! —exclamé con


exasperación de que esta chica estuviese hablando de mí.

—Pues aparentemente a alguien le falla un sentido. —Objetó Bella y yo me sumí en


silencio, ¿acaso ella había hecho una broma por mí...?—. Porque no me parece que
escuches muy bien.

—Allí estaremos —aseguró Emmett antes de que yo pudiera reaccionar y


rápidamente me acerqué a él.

—¿Cómo que allí estaremos? Yo no voy a ningún lado.

—Edward —gruñó Bella con fastidio.

—¿Qué?
—¡Estoy escuchándote! —exclamó repitiendo mis palabras.

Mi hermano se burló de mí nuevamente (porque eso ya no es risa, es burla) —


Hasta mañana, Bella.

Escuché el sonido de las teclas de mi teléfono y comprendí que Emmett ya había


cortado la llamada.

—Hermano, tenemos una cita mañana.

—Ni siquiera conozco a esa chica. —Suspiré apretando los puños.

Sentí a Emmett alejándose del sofá mientas hablaba.

—¡La conoces más que yo! Se llama Bella, lo demás lo averiguaremos después.

—¿Cómo se supone que voy a conocerla si no puedo verla?

Los pasos de Emmett pararon antes de responder.

—Para llevar varios años con tu condición sigues siendo un bastardo superficial,
¿cierto?

Suspiré nuevamente, presionando mis hombros con mis manos. Quise decirle que
no era una "condición" y tampoco llevaba "varios años", son cinco años que llevo
siendo ciego, pero no mencioné nada. Tomé el control del televisor y le di volumen
sólo para darme cuenta de que mi programa ya había terminado.

—¡Y no terminé de ver mi programa! ¿Estás contento ahora?

—Claro que sí Edward, mi propósito en la vida es amargarte la existencia. Misión


cumplida. —Objetó con sarcasmo destilando en su tono.

Apagué el aparato y lancé el control a lo que supuse era la mesa a mi izquierda,


pero escuché perfectamente como caía sobre el suelo de madera. Excelente.

Emmett se acercó a mí y me golpeó ligeramente en la cara con lo que estaba


seguro era su apestosa bolsa de gimnasia ¿Cómo lo sé? Porque mi nariz funciona
muy bien y él suele hacer eso. De verdad tengo que considerar cambiar de
cerradura y no dejarlo venir después del gimnasio.

—Y prepárate, porque todavía no termino —anunció Emmett—, vamos a ir a visitar


a mamá... Papá estará allí.
Inmediatamente solté un largo y cansado gruñido desde lo más profundo de mi ser,
porque sabía muy bien que era mi condena. Ahora sí tengo que ir.

Estaba enfurruñado en el asiento delantero de la camioneta de Emmett, con un


brazo cruzado en mi pecho y mi otra mano sobre mi boca. Mi hermano había
intentado varias veces plantear una conversación, pero yo me negaba a darle más
que monosílabos.

—Mamá se va a alegrar mucho de verte hoy —agregó en un intento más. Mamá


debería alegrarse de ver cualquier cosa, igual que tú.

—Sí.

Aparté mi mano de mi boca para tomar el bastón doblado a mi lado y apretarlo con
fuerza.

—Esa vecina tuya es muy amable al cuidar de Chester por ti, ¿cómo es que se
llama?

—Mary —respondí tajante.

Las pocas veces que visitaba a mis padres no solía llevar a Chester por la misma
razón por la que me liberaba de él apenas entraba a mi casa, son lugares que
conozco de pies a cabeza y al estar con mi mamá o mi hermano, que se la pasaban
vigilándome todo el tiempo, no era necesario ningún otro guía.

—Pensé que te había dicho que le dijeras Alice —murmuró en tono curioso, como si
estuviera muy interesado.

—Es Mary —dije rompiendo mi récord de monosílabos.

—Es una chica muy linda y te mira como si fueras una estrella de cine, se nota a
leguas que le gustas...

—Tiene catorce. —Interrumpí nuevamente.

—Oh.

Eso dio por terminada la conversación y el resto del camino a la casa Cullen fue en
apacible silencio.

Cuando llegamos escuché los maullidos del gato de mi madre anunciando nuestra
llegada. Emmett siempre dice que debe ser el alma de un perro encerrada en el
cuerpo de un gato, porque ningún gato normal haría eso. Me bajé rápidamente y
caminé a través del corto sendero de grava que me sabía de memoria, incluso
paseando mis dedos en las puntas afiladas de la baja cerca de madera de la
entrada.

—¡Edward! —La voz de mi madre estaba llena de emoción y sus pasos eran
apresurados, hasta que finalmente se abalanzó sobre mí.

Podía imaginarla pretendiendo hacer tareas de jardinería mientras secretamente


esperaba ansiosa ver el auto de sus hijos cruzar la esquina para poder saltar sobre
ellos. Lo sé perfectamente porque es lo que ha hecho desde siempre.

—Hola mamá —respondí con una sonrisa sincera y aspirando su aroma a pastel de
manzana, mi favorito.

—¡Me alegra tanto que estés aquí! Te horneé un pastel de manzana.

Apreté un poco más su mediana figura y la solté. A mi lado, mi hermano habló


nuevamente.

—Hola mamá, no sé si me recuerdas, soy tu otro hijo, al que llamas Emmett...

—¡Claro que te recuerdo, mi Oso! ¡Ven acá!

Suspiré ante las demostraciones de afecto de Esme y continué mi camino dentro de


la casa. Ciertamente no podría saberlo pero, según Emmett, mi madre no había
cambiado ni un detalle de la casa en los pasados cinco años. No ha movido ni un
mueble ni cambiado una figurilla de su lugar. De todos modos, esto me daba aún
más confianza para caminar en la casa donde viví los primeros diecisiete años de
mi vida.

Caminé derecho a lo que sabía que era la sala y antes de toparme con el sofá hice
un giro a la izquierda para llegar a la cocina. No tuve que escucharla para saber que
mi madre estaba pegada a mis talones, vigilando cada paso.

—¿Dónde guardaste mi pastel? —Inquirí con una sonrisa y abriendo la puerta de la


nevera.

Esme soltó una pequeña risa antes de hablar.

—Aquí lo tengo, está un poco caliente. —Di unos pasos hacia ella y depositó una
bandeja en mis manos, con un concentrado olor a manzana dulce que me aguaba la
boca—. Pero nada de dulce antes de la cena.
Tomé mi lugar de siempre en la pequeña mesa redonda de la espaciosa cocina
mientras oía a mi madre y a Emmett moviendo platos para servir la comida. Minutos
después todos estábamos saboreando la deliciosa y picante carne asada de Esme
Cullen y el silencio se tendió sobre nosotros. La pregunta pendía en el aire y preferí
dejarla caer antes de prolongar la tensión.

—¿Dónde está papá?

Más silencio. Finalmente mi madre aclaró su garganta y me respondió.

—No lo sé. Sólo me dijo que estaría aquí, no me dijo la hora.

Era típico de Carlisle dejarnos así o aparecer horas después para comer y no decir
una palabra. Definitivamente era muy distinto al hombre con quien me crié. Quizás
por eso se había separado de Esme hace un par de años. Supongo que mi
accidente no sólo me cambió a mí.

—¿Cómo va el trabajo, hijo? —cuestionó mi madre afectuosamente, tomando mi


mano entre las suyas y acariciándola.

—Está bien, los adolescentes siguen sin ser fanáticos del piano y los niños son...
niños, pero la paga es buena —expliqué recordando lo mucho que me había
esforzado en aprender cuando era pequeño. Las lecciones de principiante de Esme
y luego mis clases en el conservatorio. Ahora los niños lo aprenden como si fuera
hablar o caminar.

—Eso es porque eres un excelente profesor.

Escuché a Emmett removerse en su silla a mi derecha y supuse por qué. Él sabía


muy bien que a mí no me gustaban para nada los niños y que tampoco disfrutaba
enseñarles música. Niños sabelotodo con manos pegajosas sobre mi precioso piano
y voces demasiado agudas... Pero Esme no necesitaba saber eso.

—Gracias mamá. —Repliqué tajante, colocando una cucharada repleta de arroz en


mi boca.

—Edward tiene una cita. —Soltó Emmett de repente, seguido por el chirriante
sonido de un cubierto cayendo sobre el plato.

—¿Edward tiene una cita? —Repitió Esme con incredulidad.

¿Desde cuándo soy tan feo como para que eso cause tanta sorpresa?
—No tengo ninguna cita.

—¡Claro que sí! —exclamó mi hermano.

—Que no.

—Que sí.

—¡Que no!

—¡Que sí!

—¡Niños, ya basta! —exclamó Esme golpeando la mesa—. ¿Quién es la chica? —


Su tono cambió de forma extraña.

—Se llama Bella, se conocieron en un parque y ella le dio su número y lo invitó a


salir. Yo también la conoceré mañana —explicó Emmett antes que de que pudiera
decir algo.

—Cállate Emmett, voy a clavarte el tenedor en la mano. —Lo amenacé en voz baja.

—¡Edward Marcus Cullen, no hables así! —Oh, no. Mi nombre completo, esto es
malo—. Creo que... es un poco directo de parte de esa chica hacer todo esto, pero
supongo que vivimos en un mundo moderno.

Sus palabras me hicieron sonreír. Vivimos en un mundo moderno, pero Esme,


aunque no es tan mayor, se niega a usar el celular que le regalé y definitivamente
detesta las computadoras.

—No importa mamá, de todos modos no voy a ir. —Suspiré.

Continué comiendo en silencio, desafortunadamente eso no duró mucho.

—Ya le dijiste que sí Edward, tienes que ir. —Insistió Emmett.

—Yo no le dije nada, tú lo hiciste así que tú debes ir.

—Por alguna incomprensible razón esta chica quiere una cita contigo Edward.
¡Ponte los pantalones y sal de una vez!

—¿Edward tiene una cita? —Las mismas palabras que Esme había dicho hicieron
eco desde el pasillo y reconocí de inmediato la voz de mi padre.

El silencio se estiró un momento hasta que mi madre respondió.


—Una chica lo invitó a salir, pero él no tiene que ir si no quiere hacerlo. —Lo último
pareció una advertencia, seguramente dirigida a mi hermano.

—Hola Esme. —El tono de mi padre se suavizó profundamente.

—Hola Carlisle.

Emmett y yo repetimos los saludos y la silla a mi izquierda fue movida.

—¿Cómo está el trabajo, Emmett? —preguntó Carlisle en tono formal.

—Muy bien. A los chicos todavía no les gusta demasiado mi materia, pero no puede
esperarse mucho de «Historia Universal».

Mi hermano, a diferencia de mí, se llevaba excelente con los niños. Aunque


supongo que uno ya no es niño a los catorce, pero teniendo veintinueve eso me
sonaba muy lejano. De todos modos Emmett había elegido eso por preferencia y no
por obligación.

Pasamos el resto de la comida en silencio, como siempre. Mi padre evitó dirigirse


demasiado a mí y yo le correspondí. Esme evitaba a Carlisle y yo no estaba muy
contento con mi hermano, así que la cena estuvo prácticamente llena de pequeños
comentarios al azar entre nosotros.

Sí. Como siempre.

Más tarde esa noche Emmett me llevó a mi casa. No había terminado de detener el
auto cuando yo estaba abriendo la puerta, y justo cuando había puesto un pie sobre
la acera y estaba a punto de salir, él habló nuevamente.

—Te busco mañana a las siete de la mañana.

—¿Qué? ¿Para qué?

—Pues para ir al parque a ver a Bella, por supuesto —aclaró como si fuera lo más
obvio del mundo.

—¿Por qué diablos tendría que ser a las siete de la mañana? ¡El mundo entero está
durmiendo los sábados a las siete de la mañana! —aseguré a mi exasperante
hermano.

—A algunos de nosotros nos gusta despertar temprano. Además, Bella dijo que te
vería a la misma hora, yo no sé qué hora es esa y asumo que tú no vas a querer
decírmelo, ¿cierto? —Arguyó usando el mismo tono desesperado que yo.
Maldito grandulón que me conoce tan bien y que no aprende a marcar el maldito
número correcto. ¡Esta misma noche lo cambio!

—No lo creo. —Repliqué saliendo del auto, pero sin dejarme cerrar la puerta él
continuó.

—Ah... Sí lo creo. Yo sé que te gusta dormir, pero voy a venir Edward, voy a entrar
con mi llave y voy a golpear la puerta de tu habitación hasta que te canses, y Dios
sabe que si tengo que cargarte sobre mi hombro, meterte en esa ducha y hacer
que...

—¡Ok, basta! —Gruñí derrotado. Le di un momento más a mi orgullo antes de


continuar—. Es a la una de la tarde... Más o menos.

Pude captar el sonido de una ligera y muy baja risa que seguro intentaba disimular.

—Muy bien, a la una será. Buenas noches hermanito.

Azoté la puerta de su auto y caminé directo hacia mi casa. Hermanito, se supone


que yo soy su hermano mayor.

Fui directamente a mi habitación y tras de mi iba Chester, chocando su hocico


contra mis piernas sin motivo alguno.

Me di una ducha rápida y me regodeé internamente en el hecho de estar en mi


casa, caminar libremente y hacer todo lo que quisiera. O casi todo.

Me puse los audífonos para escuchar un poco de rock de los ochentas y antes de
dormirme por completo pensé en la chica pato de mañana... ¿Era pato? ¿Por qué
siempre se me olvida su nombre? ¡Qué más da!

Oh-oh... un poquito fastidiosa la familia, creo que a todos nos pasa a veces,
¿verdad? jaja
¿Qué tal Edward? Un poquito testarudo a mi parecer pero Emmett sabe torearlo,
¿o no? ;)

PD: Me dio penita lo de Esme y Carlisle porque son geniales juntos :( pero así
tiene que ser :/
Para la próxima... el resto de nuestra gente favorita :D

¿Saben este cuadradito blanco de aquí abajo? ¡Anímense a usarlo y comentar!


:D Sus opiniones son bienvenidad y debidamente respondidas :)

Un abrazo,
Alessa.
E: Ella todavía no me convence
Aquí estamos otra vez :) tal y como prometí, tenemos "la cita" (aunque es un poco...
jaja ya verán) y más sobre Bella y su personalidad ;) Edward no es el único
particular aquí (aunque tal vez el más bello :$)

GRACIAS POR SUS COMENTARIOS Y FAVORITOS :D No saben lo mucho que


me alegra el día cada uno de ellos y me alienta a continuar con esta historia
n_n adoro saber sus opiniones.

Sin más preámbulos...


ENJOY ;)

Bella POV
Mi pierna se movía inquieta de arriba a abajo como si estuviese intentando
mantener al piso en su lugar, mientras que mordía incesantemente la orilla de mi
pulgar arrancando pequeños pedazos de piel. De repente las palabras de mi madre
emergieron en mi mente "Bella, deja de comerte a ti misma, ¿sabes lo que significa
eso verdad?". Renee y su psicología barata.

Aparté los cabellos de mi rostro y me acomodé mejor en el banco del parque


colocando mis piernas bajo mi cuerpo. Aún faltaban 20 minutos para la una, sabía
que era demasiado temprano pero aun así vine "¡Dios, Bella! Un poquito
desesperada nada más". La verdad es que nunca pensé que Edward me llamaría y
esa fue la razón por la que le había dado mi número en primer lugar. No soy para
nada arriesgada así que eso era como tomar un "riesgo seguro".

Casi me rio (porque aún no supero la vergüenza) al pensar en mi patético intento de


flirtear con él. Parecía tan apuesto con su saco de vestir a pesar de que el resto de
ropa era casual. Su mano jugueteando con la luz del sol a su lado, era todo un
contraste con la expresión rígida y seria de su rostro. Ni por un segundo cruzó por
mi mente la idea de que fuese invidente; el bastón a su lado estaba doblado y bien
podía pasar por cualquier cosa y sus lentes... en realidad sus lentes me parecieron
muy geniales... aunque le quedan enormes.

Miré al rededor para tratar de distraerme, el parque estaba bastante lleno de


familias y personas caminando por doquier. Decidí sentarme en el mismo lado del
banco, en el lado de la luz, me encanta la sensación del sol sobre mi piel, casi como
si dejase un poco de su brillo en mí. "Ojalá que Edward traiga a Chester, que perrito
tan precioso... ¿qué estoy diciendo? ¡Por supuesto que lo traerá, es su perro
lazarillo!". Bufé por la bajo. Sólo esperaba que Edward estuviese de mejor humor
porque ese día... casi me pareció que lo estaba molestando... pero seguramente no,
porque entonces hubiese dicho algo.

Mi mente estaba maquinando demasiado y ya había mirado el reloj 2 veces sólo


para confirmar que aún faltaban 10 minutos. "Estúpido hombre puntual". Así que me
concentré en detallar lo que más me gustaba del parque: sus árboles extrañamente
enanos, excepto el que se erguía tras de mí, y las flores que, si bien no eran
muchas, habían varias de mis favoritas. Supongo que es lo que te queda cuando
trabajas 24 por 7 en una floristería.

Mi visión periférica captó un reflejo violeta en un arbusto cercano y al mirar


nuevamente lo confirme "¡Pensamientos!", eso definitivamente era nuevo. Esa
semana habíamos "perdido" nuestra única planta de pensamientos en la floristería y
una de las formas más fáciles para que esta crezca y perdure es sacar unas raíces
de alguna que ya haya florecido. Las manos me picaban por salir a tomarla pero
había una cerca (aunque baja) alrededor de los arbustos, además de muchas
personas que probablemente pensarían que estoy loca por meterme con las flores
así que mejor...

¡Qué diablos! ¡Allá voy!

EPOV

—¿Cómo fue que me dijiste que íbamos a reconocer a esta chica?

Gruñí al tener que responder la misma pregunta por enésima vez.

—Puedes buscar a una niña de 18 con conos metálico en su cabeza... o tal vez
piercings— Sonreí ante el recuerdo pero por el silencio de mi hermano, supuse que
él no le encontraba la gracia —Ya te dije, no tengo idea de cómo sea ella, así que
mejor vámonos— Contesté jalando a Chester para emprender la retirada.

—¡Oh, no! ¡Nada de eso!— Replicó mi hermano tomando la correa de mi perro y


jalándola otra vez —¿Quieres que grite el nombre de esta chica a mitad del parque
hasta que ella me oiga y venga? ¡Porque puedo hacerlo! ¡Yo no tengo ningún
problema! ¡Be...

—¡No! ¡Te diré algo más!— Lo corté a mitad de lo que prometía ser un grito
atronador —A ella... le gustan las flores— Completé con una mueca en mi rostro al
darme cuenta de cómo había sonado eso.

—También a todas las mujeres del planeta, Edward, eso no es muy inteligente.
—¡Claro! Porque pedirle descripciones a un ciego sí que lo es— Gruñí nuevamente
y suspiré. El sol picaba en mi piel y Chester había empezado a ladrar muy fuerte
repentinamente —Quise decir que ella es... florista, florera o algo así. Aunque no
creo que eso te ayude a saber quién es.

—Ahm... yo no diría eso ¿Crees que sea la clase de chica que... se mete en la parte
cercada del parque para...? Ok, no sé qué diablos está haciendo esa chica pero
parece que le está haciendo algo raro a las flores— Antes de que pudiese
responder, escuché a mi hermano proferir un grito seguido por unas risas —¡Hey,
Bella!

Chester seguía ladrando como loco y choqué mi pierna suavemente con uno de sus
costados para mandarlo a callar —¿Es ella?— Emmett no tuvo que responder a mi
pregunta porque en seguida escuché su voz.

—¡Hola!— Sonaba cansada, como si estuviese jadeando por aire.

Hubo un incómodo momento de silencio pero mi hermano lo atajó.

—Entonces tú eres Bella. Yo soy Emmett Cullen, mucho gusto— Podía imaginar la
robusta mano de mi hermano cubriendo la delgada mano que había sentido hace
una semana —Disculpa por lo de la llamada y por haberte llamado "mamá", es que
ese estúpido teléfono de Edward...

—No creo que mi teléfono sea el estúpido aquí— Lo corté con mi sarcasmo.

—¡No me gustan esas teclas! Además, ya te dije que me confundí con el discado
rápido y...

—Está bien, no me molesta. Estoy segura de que Edward no me habría llamado si


no fuese por ti— Dijo Bella en un tono calmado, casi como si yo no estuviese allí.

—Ahm... Sabes que estoy justo aquí, ¿cierto?

—Es difícil saberlo cuando ni siquiera me has saludado, maleducado.

Sus palabras eran una reprimenda pero casi podía adivinar la sonrisa sobre sus
desconocidos labios. Siempre con algo para provocarme.

—Hola, Bella— Corregí con una pequeña sonrisa.

—Hola, Edward.

—Sí, sí, sí, todos nos saludamos ya, ok. Entonces, Bella, Edward me dice que eres
florera...

Rodé mis ojos tras mis lentes oscuros y gruñí por la bajo volteando mi cuerpo lejos
de sus voces. Me sentía como un niño puberto que es llevado a su primera cita con
una niña por su hermano el chaperón.

—Soy florista, sí— Respondió Bella en forma simple y sospechaba que no era el
único que se sentía incómodo.

—¿Y qué hacías allá con la flores?

—¡Ah! Estaba robando pensamientos.

El silencio que se creó después de esa frase me hizo bufar de la risa. Podía
imaginarme el pequeño hámster en el cerebro de mi hermano, corriendo en su
rueda para hacerlo comprender.

—Los pensamientos son flores— Dije a modo de explicación.

—No, Edward. Tú podrás creer que algunos pensamientos son como flores, pero
hay otros que son pura mierda. Créeme, te lo dice un profesor de secundaria—
Corrigió él en un tono socarrón como si derrochara sabiduría. Si así es como habla
en sus clases, no quiero imaginármelo.

—No, no, no— Dijo Bella soltando una risa nerviosa —Las flores, las violas
tricolores, se les llama pensamientos. De verdad tengo que dejar de decir eso.

Pasé mi mano por mi boca para disimular mi sonrisa.

—Entonces... creo que voy a llevarme a Chester a pasear un rato— Señaló Emmet.
Como un acto reflejo rodé los ojos antes de contestar

—Ahm... ¿vas a quitarle su perro lazarillo a un ciego? No lo creo.

—¡Vamos, Edward! Tú conoces el parque y estoy seguro de que a Bella no le


importaría tomarte de la mano si quieres— Insistió él dándome un codazo en mi
costado que estoy seguro no fue nada disimulado.

—Como llevar a un niño chiquito. Repito, no lo creo.

Emmett soltó un suspiro que reconocí de inmediato porque lo había escuchado


cientos de veces en toda mi vida, especialmente cuando era por mí.

—Como sea, quédatelo entonces. Me largo.


—¡Hey! En las noticias dijeron que tal vez llovería. Te llamo si...

—Sí, sí, sí. Suerte.

No me dejó continuar y tampoco entendí a qué se refería con "suerte", pero lo dejé
pasar. Me removí incómodo con la correa de Chester entre mis dedos. Llevaba
algunos minutos sin escuchar la voz de Bella y me sentí inseguro de dónde se
ubicaba (o si acaso seguía junto a mi).

—No me llamaste— Declaró ella finalmente haciéndose notar. Su comentario me


hizo resoplar. Más que una queja era una observación.

—No.

Una pausa que se sintió tan incómoda como los movimientos que estaba haciendo
Chester a mí alrededor (¿Acaso Bella estaba jugando con él?)

—Escucha, si de verdad te sientes muy incómodo con esto, lo cual sospecho


porque al parecer nunca me hubieses llamado si no fuese por tu hermano, podemos
dejarlo hasta aquí. Si quieres puedo ayudarte a...

—No me molesta— Detuve su retahíla llena de lógica sin siquiera pensarlo. Las
palabras que Jessica me había dicho en una de nuestras sesiones hicieron eco en
mi mente "tienes muchas cosas en tu vida, Edward, pero me dices que ninguna te
complace, ¿has pensado en buscar algo nuevo?"

—¿Qué dijiste?

—Dije que no me molesta. Podemos... caminar... si quieres— Esa era la verdad. No


me molestaba estar con ella, tampoco me emocionaba, pero ciertamente no me
molestaba. Podía hacerlo, ¿cierto?

—¡Ah!... Está bien. Vamos— Accedió y la sentí jalar un poco la correa de mi perro
para continuar por el sendero en el que estábamos.

—Tu hermano parece agradable ¿Es profesor de secundaria?

—Lo es. Agradable y profesor, quiero decir. Aunque no sé si sea un profesor


agradable...— Balbuceé y suspiré para ordenar mejor mis ideas —Es profesor de
Historia y también de Geografía.

—¿En serio?— Inquirió Bella sonando verdaderamente curiosa en lugar de


educadamente interesada.
—Pues... sí.

—Nunca lo imaginé, pensé que enseñaría algo más como...

—Algún deporte— Completé por ella sin poder evitar sonreír. Todo el mundo
siempre pensaba eso sobre Emmett.

—Bueno... sí, en realidad sí— Rió suavemente.

—Siempre piensan eso. Cuerpo grande, igual a mente pequeña, igual a simio
deportista.

—¡Hey, hey, hey! ¡Yo no dije nada de ninguna mente pequeña ni de ningún simio!—
Señaló como si la hubiese ofendido directamente a ella y mi sonrisa se amplió.

—Pero el cuerpo sí, ¿verdad?— Comenté sin evitar provocarla un poco, pero
continué —Lo que digo es que todo el mundo asocia su cuerpo con esas cosas. La
verdad es que a mi hermano casi no le gusta el deporte, apenas ve un poco de
fútbol por televisión y aun así le fastidia. El pobre no es fanático de caminar, mucho
menos correr— Sin dejar de caminar me incliné un poco hacia mi derecha, donde
ella se encontraba, y bajé mi voz como si estuviese contando un secreto —Sí lo
miras detenidamente o cuando está en shorts te darás cuenta de que también tiene
piernas de pollo.

—¿En serio? ¿El grandulón tiene piernas de pollo?— La escuché bufar y reír.

—¡Claro que sí!— Exclamé volviendo a mi tono y postura normal— La espalda


ancha es pura apariencia y herencia del tío Vernon. Tiene suerte de no haber
heredado la barriga también.

Esta vez la risa de Bella sonó un poco más alta y su forma contagiosa llegó hasta a
mí. Se sentía... natural.

Repentinamente sentí sus dedos rozar mi antebrazo y disminuí un poco el paso.


Supuse que esa era la clase de gesto amistoso que algunas personas hacen pero
se sentía extraña y mi risa cesó poco a poco.

—Definitivamente no me lo imaginaba— Dijo ella recobrando un poco su aliento —


La verdad es que cuando lo vi contigo me intimidó un poco.

—¿Te intimidó acercarte a mi hermano?

—Pues... un poco— Señaló ella dubitativamente.


—Pero al principio no te intimidó acercarte a un completo extraño en un parque—
Afirmé haciendo un gesto con mis manos para señalarme a mí mismo.

La escuché dar un largo y profundo suspiro y, a mi lado, Chester ladró y detuvo su


paso efectivamente logrando que yo me detuviese también.

—Escucha, Edward... tú... tienes que saber algo.

Esa frase sonaba extrañamente familiar y un escalofrío recorrió mi cuerpo al mismo


tiempo que la voz de mi padre se filtraba en mis recuerdos "Hijo, tengo que decirte
algo...". Apreté mis manos.

—Sé que debe haberte parecido muy... atrevido de mi parte el acercarme a ti ese
día...

—Y hablarme.

—...y hablarte...

—...y fastidiarme...

—...y fastidiar...

Bella se paró en seco sin terminar la frase pero ya era muy tarde. Coloqué mi mano
en mi boca para disimular un poco mi sonrisa pero es posible que mi carcajada me
delatase un poco.

—Como sea. Sólo quiero aclararte que yo no soy así, yo no me ando acercando a
cualquiera en cualquier lado ¡No es que sea malo ni nada! Pero no soy así.

—¡Ah! Entonces ha sido un privilegio para mí— Comenté con sarcasmo jalando a
Chester para continuar caminando para alentarla a ella, pero no completé dos pasos
cuando la escuché resoplar tras de mí.

—Eres un idiota, Edward.

Esta vez fue mi turno de suspirar. Sonreí, me volteé hacia donde estaba su voz y
me ubiqué nuevamente a su lado. Esperando.

—Si realmente no eres así entonces, ¿por qué yo?— Le pedí sin soltar mi sonrisa.
Tenía que admitir que era divertida.

—Bueno... yo... yo...— Tartamudeó un poco y luego calló. Me detuve expectante


hasta que dudé si tal vez se había ido.
—¿Bella?

—¡Si! ¡Bien!— Exclamó antes de aclarar su garganta —La verdad es que ya te


había visto antes.

—Me viste...

—Sí. Tu hermano Emmett compra flores donde yo trabajo y... te había visto
esperando por él fuera de la tienda.

Me quedé muy quieto procesando lo que decía pero no podía evitar sentirme
molesto, observado y sin tener la opción de poder hacer lo mismo. Sabía que no era
cierto pero sentía como si ella supiese cosas sobre mí que no quería que supiera.

—¿Y no sabías que soy ciego?

—No. Había visto tus lentes pero nunca lo pensé ¡Dios, qué vergüenza!— Lloriqueó
—¿Quieres seguir caminando?— Preguntó suavemente.

Sacudí un hombro en señal de respuesta y continuamos nuestro camino en silencio.

Me sentía sumamente incómodo, como pez en una pecera, y me di cuenta que


Bella sabía más de mí que yo de ella.

—Entonces... ya conocías a mi hermano.

—Ahm... si— Concordó hablando pausadamente. Claro, parecía lento diciendo


cosas repetidas.

—¿Por qué no lo saludaste?

—Supuse que no me recordaría, a veces las personas son ciegas para ciertas
cosas— Hizo una pausa y disimuladamente traté de escuchar con mucha atención
por una señal que la delatara (un cambio en sus pasos, un murmullo, unas tos,
cualquier sonido proveniente de ella) pero no capté nada. Aun no estaba seguro
como me sentía con la forma tan natural con la que hablaba acerca de "estar ciego"
o "no poder ver", pero cuando me di cuenta que de verdad parecía haberlo dicho
inocentemente (sin ninguna alusión a mi condición) y como algo natural, una sonrisa
se extendió sobre mis labios y un sentimiento parecido al alivio se expandió por mi
cuerpo. En los últimos 5 años nadie me había hecho sentir tan... normal, como si mi
condición no importara, como si realmente encajara.

Su voz me hizo atender nuevamente a la chica a mi lado —En un día somos


capaces de conocer a un montón de personas, hablar con ellas o sólo cruzar
miradas pero eso no significa que las recordarás. Yo estoy detrás de un mostrador
la mayor parte del día y hablo con otros pero no creerás la cantidad de personas
que hacen las cosas sin darse cuenta, que miran sin realmente ver.

No sabía que decirle, no esperaba otra "conversación profunda" con ella, así que
sólo asentí con mi cabeza.

—Estoy bromeando— Resopló y su tono cambio a uno más ligero, más cercano. No
podría explicarlo pero creo... creo... creo que sonaba a sonrisas —En realidad es el
mostrador que me da poderes de invisibilidad y los clientes creen que el dinero y las
flores se mueven solas. Es muy chistoso, tenemos millones de clientes.

—Claro, mostradores con súper poderes, eso puede suceder— Finalmente cedí y
sonreí.

Sentí algo húmedo caer en mi nariz y esperé que no fuese un pájaro haciendo sus
necesidades sobre mí. Lo limpié con mi mano y seguimos caminando
apaciblemente hasta que sentí lo mismo nuevamente, esta vez dos veces seguidas.

—Oh, oh— Canturreó Bella —Creo que va a llover.

—¡No puede ser! ¿En el soleado Seattle?— Respondí con sarcasmo y Chester, por
su parte, ladró —Voy a llamar a Emmett.

Saqué mi teléfono de mi bolsillo y marqué el número 4 pero sólo repicó algunas


veces antes de sonar el mensaje de su contestadora. Intenté llamar tres veces más
pero la respuesta era la misma "No te voy a decir mi nombre porque supongo que
no eres tan tonto para no saber a quién llamaste. No voy a atenderte ahora así que
deja tu mensaje y quizás...". Colgué antes de que pudiese terminar, para este
momento, varias gotas caían insistentemente sobre nosotros.

—¿Ves algún lugar donde podamos refugiarnos?

—Los árboles están un poco desnudos, supongo que podrían cubrirnos sólo un
poco, y el pequeño cafetín está bastante lleno. Podemos tratar de apretujarnos un
poco...

La corté con un gruñido. No me imaginaba tener que apretujarme con personas por
doquier, sin poder ver que toco o dónde estoy, y con Chester. Todas esas cosas
juntas sonaba a desastre (incluso por separado, ¡sonaban a desastre!)

—¡Maldición!— Suspiré. Apreté mis puños. Ya conocía una solución pero... ¿en
serio?, ¿en serio iba a hacerlo? —Yo... vivo cerca, si quieres... puedes esperar en
mi casa hasta que pare de llover— Resalté lo último con intención.

No escuché respuesta y las gotas caían con mayor insistencia.

—No importa, me voy— Bufé dando dos pequeños golpes a la oreja derecha de
Chester para que emprendiéramos el camino a casa. Eso es lo que pasa cuando
intento hacerle un favor a una extraña.

—Eso es... muy amable, gracias— Dijo ella deteniendo mi paso pero aun podía
escuchar la duda en su tono.

El cielo escogió ese momento para soltar todo lo que tenía y la lluvia nos bañaba
por completo.

—¡Te sigo!— Gritó Bella por sobre el sonido de la lluvia.

Chester me jaló y debió haber percibido lo que necesitábamos porque apuró su


paso y eso me permitió correr tras él. Sentía mi camisa empapada y las pequeñas
gotas cayendo de mi cabeza. Apenas podía escuchar los apresurados pasos de
Bella tras de mi mientras corríamos las cuatro cuadras hasta mi casa. Sabía que
mis piernas eran más largas y era lógico que se quedara atrás pero era incómodo
no saber con seguridad si estaba allí, si se había caído o si había decidido huir del
extraño hombre ciego. Tuve que evitar las ganas de tomarla de la mano y jalarla
conmigo.

Unos ladridos de Chester y un giro a la derecha me hicieron saber que habíamos


llegado. Me refugié en el pequeño pórtico mientras sacaba las llaves.

—Mi cabello esta empapado— Gruñó Bella, seguido por el sonido de agua cayendo
sobre el suelo. "Debe tener el cabello muy largo". Guardé mi pequeña nota mental
para luego.

Abrí la puerta y señalicé con mi mano para que pasara. Inmediatamente solté la
correa de Chester y me encaminé a la nevera para tomar una botella de agua.

—¿Quieres agua?

—Ahm... no, no, gracias.

Terminé mi botella y la coloqué a un lado cuando escuché su voz nuevamente.

—Tienes una casa muy linda.


"No tengo forma de saberlo, hace 5 años no la veo y podría estar hecha un chiquero
si por mi fuese". Eso fue lo que pensé pero respiré profundamente y opté por la
opción de respuesta número 2 —Gracias.

—Este piano es precioso, ¿tú tocas?— El sonido sordo de unas teclas tocadas al
azar y sin armonía resonaron por sobre el de la lluvia que se estaba calmando. Me
hizo sentir incómodo.

—Sí. Soy profesor— Hice mi camino hasta el piano de madera y coloqué mi brazo
sobre él en forma protectora. Sabía que sería grosero decirle que no lo toque pero si
volvía a escucharla haciéndolo, le diría. Esperaba que ella entendiera mi postura.

—¿Eres profesor?— Inquirió con mucha más sorpresa de la que esperaba.

¿Es tan difícil de creer que un ciego sea profesor de música?

—Si ¿Qué tiene de raro?

—No, no... nada— Respondió volviendo a su tono normal —Mi abuela siempre
decía que quería aprender a tocar piano.

—Yo soy profesor de niños.

—¿Le enseñas a NIÑOS?— Preguntó con aún más sorpresa y subiendo su tono
nuevamente.

—Ya basta, dime por qué tanta sorpresa, ¿te parezco tan incapaz?— La interrogué
gesticulando con mis manos.

¿Qué diablos le pasa a esta chica?

—¡No! Es sólo que... enseñar a otros es algo muy importante pero cuando se trata
de niños es más difícil— Explicó Bella.

—¡Ni me lo digas! Los niños ahora son malos y... sucios— Argumenté recordando
cuando tomé las pequeñas manos de Erika para indicarle la posición de los dedos y
me llené de algo pegajoso que, después me di cuenta, era sólo miel (¡por suerte!)

—En realidad lo decía porque ellos tienen otras necesidades además de aprender y
porque los profesores tienen el trabajo de buscar formas divertidas para ellos.

—Ahm... claro— Repliqué monocorde ¿De dónde le venía todo esto a la florera?...
¿florista?, ¿florera?, como sea.
—Y no pareces la clase de persona que... quiera hacer eso.

—¿Cómo sabes tú todo eso? ¿Acaso...?

Dios... ¿cómo pude ser tan tonto? ¡Esta chica tiene un hijo! ¡Por supuesto que esta
chica tiene un hijo!

—Acaso... ¿qué?— Resopló.

—Nada.

El sonido del timbre interrumpió la tensión y me dirigí a la puerta sin decir nada más.
Los pasos de Chester resonaban tras de mí y cuando finalmente abrí la puerta,
pude sentirlo pegado a mi pierna.

—¡Hola sr. Cullen! ¿Cómo está? Se ve muy bien hoy. Discúlpeme otra vez por no
poder venir a buscar a Chester esta mañana, es que mis padres insistieron en ir a
visitar a mi tía Marge que está enferma, aunque les dije millones de veces que tenía
un compromiso con usted...

—Está bien, Mary— Dije cortando su retahíla. No quisiera que a la niña le diese un
ataque por falta de aire en mi porche —En realidad yo mismo lo saqué esta
mañana.

—Ok, bueno, en realidad estaba pensando que tal vez...

—Disculpen. Edward, tu teléfono está sonando— Bella habló a mi derecha y


efectivamente seguido por el sonido del teléfono. Tomó mi mano en la suya para
darme el aparato.

—Gracias.

Cuando contesté el teléfono era mi hermano ¡Entonces ahora sí aparece! ¡Ya me va


a escuchar!

BPOV
La casa de Edward era preciosa. No tan grande pero la decoración era hermosa,
con tonos oscuros, un televisor enorme y un largo sofá color crema que se veía tan
suave que prácticamente me llamaba a gritos. Sin embargo, lo que llamaba más mi
atención era el piano de madera que descansaba ante mí. No era de cola y parecía
bastante antiguo, pero era como si el color de la madera narrara historias.

En el momento en que Edward se dirigió a abrir la puerta sin siquiera dudar o


trastabillar en lo absoluto, sentí que mis nervios se ponían de punta. Para ser
honesta, mis nervios estaban de puntas desde el segundo en que Edward soltó la
correa de Chester y comenzó a andar solo, feliz y campante por su casa ¡Como si
sus lentes oscuros no fuesen nada más que simples lentes de sol! Mis ojos se
pusieron como platos mientras caminaba e incluso mis manos se congelaron en el
aire como para ir a sostenerlo, hasta que me di cuenta de la naturalidad y confianza
de sus movimientos así que logré controlarme. Aunque eso no evitó que mis manos
se alzaran nuevamente cuando se levantó para abrir la puerta.

Sé que puede sonar grosero pero... Se supone que es ciego, ¿no? Él dijo que...
¿será que es una de esas personas que son "legalmente" ciegos pero aun así
distinguen figuras? Tal vez si me paro frente a él y le hago una mueca extraña con
mi cara, él se ría o se delate con... no, no, no, qué estoy diciendo.
Escuché una aguda voz proveniente del porche. Miré hacia afuera y me di cuenta
de que la lluvia casi había parado.

Suavemente deslicé un dedo sobre una de las teclas sin producir sonido alguno y
sonreí pensando en mi abuela. No sabía nada sobre tocar el piano pero estaba
segura de que ella no tendría la paciencia para aprender ¡Así como Edward no
tendría la paciencia para enseñarles a niños! En serio, no es que conozco mucho al
hombre pero... las manos se le mueven inquietas y casi podría jurar que rueda los
ojos por cada 15 palabras que digo.

Solamente digo una cosa: ¡Pobres niños!

El repique del teléfono me hizo saltar en mi lugar. Dudé en hacer algo pero pensé
que podría ser importante así que decidí a llevárselo a la puerta.

—Disculpen. Edward, tu teléfono está sonando— Dije colocando el aparato en su


mano.

—Gracias.

Cuando Edward se fue me percaté de que esa chica de la otra vez en el parque...
Alice, estaba en el pórtico y me miraba como si acabara de chocar su auto. Sólo
digamos que si las miradas mataran, yo habría caído hace mucho rato... y con
varias heridas.

—Ah... hola— Saludé con una pequeña sonrisa que ella no me devolvió y solo logró
acentuar la mueca de molestia en su cara.

—¿Tú quién eres?— Escupió ella.


—Soy Bella. Tu eres Alice, ¿cierto?— Respondí aun tratando de aligerar el aire.

—Si ¿Qué estás haciendo en casa de Edward?

Wow, wow, wow, wow... esperen un momento... ¿Edward? ¿Desde cuándo ella
decía "Edward"? ¿Acaso no era "señor Cullen" hace como, no lo sé, dos segundos?

Abrí mi boca para responderle pero la cerré inmediatamente cuando me di cuenta


de lo tonta que sonaba mi explicación "después de que el hermano de Edward me
llamara accidentalmente (cuando claramente él no iba a hacerlo) y él lo obligara a
salir conmigo a regañadientes, comenzó a llover así que Edward se apiadó de mí y
me dio refugio..."

Dios. Soy tan patética.

—Listo— Dijo Edward cuando finalmente regresó.

El cambio en la expresión de Alice fue instantánea. A pesar de que él no podía


verla, ella mostraba una amplia sonrisa y sus verdes ojos ya no lanzaban veneno
(yo diría que todo lo contrario).

—Ya me voy Edward, gracias por lo de hoy...— Comencé a despedirme


apresuradamente y Edward frunció su entrecejo apenas visible por sus lentes
oscuros.

—¿Estas segura? Porque puedo...

—Estoy segura. Digo, ya paró de llover así que puedo tomar el autobús. Adiós.

Vacilé un momento si abrazar o no a Edward, especialmente por Alice que me


miraba con sus brazos cruzados, pero me decidí a tomar su mano y darle un rápido
apretón.

—Ok, adiós— Fue su única respuesta.

Le di una rápida mirada a Alice y quise despedirme pero su ceja arqueada fue señal
de que eso no sería necesario.

Caminé apresuradamente por el pequeño sendero hacia la calle, sentía que mis
piernas no iban tan rápido como yo quería. No puedo creerlo... A mis 25 años ¡Y
fastidiada por una niña de 15! Me siento como una colegiala otra vez.

Seguía caminando de salida, iba a unas tres casas de la de Edward cuando


escuché un extraño crujido a mi izquierda que me hizo parar en seco. Allí, de
rodillas en la grama tras un enorme arbusto muy bien podado con forma de ave,
estaba un chico de cabello rubio hasta las hombros, unos grandes lentes de marco
negro, con la ropa mojada y sosteniendo un cámara fotográfica frente a él. El acné
en su rostro delataba lo joven que era.

"¿Qué se supone que está haciendo? ¿Tomando fotos al jardín?"

Me pareció bastante raro por su posición y el hecho de que apenas había terminado
de llover. Me acerqué silenciosamente por su espalda mientras él continuaba
disparando fotos hacia la zona de donde yo venía, cuando me di cuenta que las
imágenes que salían en la pequeña pantalla de la cámara eran de Edward, aun en
su pórtico, hablando con Alice... ¡Este niño le estaba tomando fotos a Edward! ¡Lo
estaba espiando!

—¡Hey!— Sin poder soportarlo grité con fuerza junto a su oreja, haciendo que
saltara del susto hasta estar de pie e incluso soltó su cámara en el proceso. La
expresión de sus ojos ensanchados al verme era como la de un venado frente a un
auto. Su boca guindaba abierta y justo cuando estaba a punto de pedirle una
explicación, el chico salió corriendo y se metió detrás de la casa en cuyo jardín nos
encontrábamos.

"¿Crees que te vas a escapar de mi tan fácil, Bambi? No lo creo."

Rápidamente miré mi reloj. "Tres y media, todavía tengo tiempo". Tomé la cámara
del suelo y salí corriendo tras el pequeño venado que me debía un par de
explicaciones.

Oh-oh ACABA DE ENTRAR 1 de mis personajes favoritos porque en la saga


original se muestra muy profundo y creo que en parte Meyer no le hizo mucho
justicia :$... aunque esto se sale un poco de como es él en la saga jajaj tenía
muuuchas ganas de hacerlo así xD

¿Qué tal la "cita"? Medio incómoda de a ratos ¿verdad? Jajajaj

No culpo mucho a Alice por querer a Edward para ella solita :$ digamos que la
entiendo (Especialmente al ser como Robert x3)

PD: Tampoco tendría ningún problema con quedarme con Emmett (aunque
tenga piernitas de pollo) ;)

****Espero me regalen su opinión :D me encanta leer y responderles. Gracias


por recomendar esta historia también n_n.
Un abrazo
Alessa.
B:Mi agotadora Vida e Incansabls Piernas
Holas :$ ¿Cómo estan? Mi vida ha estado llena de vueltas últimamente pero aquí
estoy n_n

ATENCIÓN PERSONAS:
dreaming in heaven: No te respondí en msj privado porque me dice que no se
puede. Actualizo cada vez que puedo mientras vaya adelantando :) gracias por leer.
Espero seguirte viendo por acá n_n. ¿Cantidad de capítulos? :/ entre 20 y 30 :r si
ves mi historia anterior... es algo así :)

LILIANA RAMIREZ: Vi tu review para "De Cabeza" y casi lloro :$ me alegro


muchísimo así que me alegra mucho verte por acá, aunque me da penita no poder
responderte porque no tienes cuenta :$ si quieres, también estoy por Facebook
como Alessa Fanfiction ;). Un abrazo y espero seguirte leyendo por acá

¡Ahora sí! Aquí vamos con mi chico favorito y nuestra chica favorita ;)

Enjoy

Mis piernas se movían rápidamente. Aun podía ver destellos del cabello rubio del
chico escabulléndose entre los arbustos o tratando de esconderse tras las paredes
de las casa. "Puedes correr niñito, pero no esconderte". Tenía demasiada práctica
jugando a las escondidas con Jacob, perseguir a este niño asustadizo era pan
comido y, a decir verdad, me estaba divirtiendo bastante.

Una sonrisa se desplegó por mi rostro cuando nos adentramos a otro más de los
jardines y pude predecir fácilmente el siguiente movimiento del chico. Justo cuando
cruzo la esquina de una casa, en lugar de simplemente seguir sus pasos, corrí con
más fuerza para darle la vuelta y llegar primero que él. Cuando finalmente llegué,
me recosté en la pared para ocultar mi cuerpo y simplemente estiré mi pierna
esperando... sólo esperando.

El golpe de un cuerpo tropezando con mi pierna me hizo saber que mi pequeño


Bambi había caído directo a mi trampa, y sonreí aún más amplio cuando lo vi caer
delante de mí y enterrar su rostro en la tierra mojada.

—¿Cuál es tu apuro, Bambi?— Inquirí con arrogancia.

¿Mencioné que esto me parecía muy, muy divertido? Porque así es.
La expresión en su rostro cuando me vio nuevamente era tal y como un niño,
definitivamente no podría tener más de 15 años. ¡Qué bueno!, porque si pareciera
mayor o tuviera más músculos que acné, ni siquiera me habría atrevido a
acercármele en primer lugar, sin importar si espiaba a Edward o no. Comenzó a
levantarse apresuradamente y supuse que volvería a correr, así que tomé en mi
mano la cámara que guindaba en mi cuello y la paseé ante sus ojos.

—¿Seguro que quieres irte? Creo que se te cayó algo.

Sus ojos inmediatamente se ensancharon de asombro cuando vio el aparato en mi


mano y pasó ansiosamente su mano por su rostro, logrando llenarlo aún más de
lodo.

—Esa es mi cámara, dámela— Su reclamo tal vez habría sido más impresionante si
no fuese por los quiebres de su voz de adolescente puberto en pleno desarrollo.

—Estas fotos que están aquí— Dije encendiendo la cámara y mostrando las
primeras de fotos de Edward y Alice —Son de mis amigos así que te recomiendo
que me digas qué se supone que hacías espiándolos tras los arbustos.

Se quedó en silencio mordiendo sus labios y evitando mi mirada.

—¡Ah! ¿No quieres decirme? Entonces lo mejor será que me deshaga de la


evidencia y lo dejamos como que no ha pasado nada.

Saqué el cordón de la cámara de mi cuello, la tomé en mi mano y la levanté por lo


alto dispuesta a dejar caer el aparato con fuerza contra el suelo.

—¡NO! ¡ESPERA! Es de mi papá, por favor señora, no la rompa.

Oh-por-Dios. Este chico acaba de decirme señora. Al ver el sincero temor en sus
amplios ojos grises... creo que nunca en mi vida me había sentido tan vieja. Tuve
que sostener la cámara con fuerza porque casi se me caía de la impresión.

—Bien— Suspiré recobrando mi compostura "Tranquila Bella, aquí no ha pasado


nada" —Entonces explícame qué estabas haciendo.

Seguí observando las siguientes fotos para tener algo que hacer, hasta que me vi
en una hablando con Alice en el pórtico de Edward. "Mierda, Renne tiene razón,
este pantalón me queda horrible" —¿Tienes una mía también?— Inquirí con horror
—Ok, ahora sí voy a romperla.

—¡NO! ¡NO! ¡Por favor, señora!


Otra vez con el señora ¿Tan vieja me veo?

—Entonces, ¿por qué estabas espiando la casa de Edward?

—¿Edward...? ¿El señor Cullen?— El chico frunció el entrecejo en confusión y la


pequeña espinilla en esa zona, parecía resaltar —Ahm... no estoy espiando al señor
Cullen.

—¿Entonces? Estás tardando demasiado niño, mi mano se está cansando—


Expliqué rebotando la cámara peligrosamente en la palma de mi mano.

—Estaba fotografiando a Alice— Respondió el chico apresuradamente, pasando


sus manos por su largo cabello. Apenas pude entenderle.

—¿Estabas qué?

—Estaba... fotografiando a Alice Brandon.

Me quedé allí plantada, con la cámara guindando en mi mano y una probablemente


una expresión totalmente perpleja. No sé cómo hace este chico pero cada vez que
explica algo, sólo me confunde más.

—¿Qué eres? ¿Una especie de paparazzi o algo así?— Pregunté sonriendo. ¡Quién
sabe! Quizás esta gente de los suburbios tiene su propio periódico y todo.

—No. Yo sólo...— Soltó un gruñido de frustración y miró desesperadamente hacia


los lados —De verdad no quiero decírselo, señora.

—Pues vas a tener que hacerlo y deja de decirme SEÑORA— Repliqué sin evitar
exaltarme un poco —¿Estabas espiando a Alice?

—El término espiar es un poco fuerte... yo diría más bien adorar... servir... o tal vez
contemplar desde lejos, como se contempla a las estrellas.

Finalmente terminó su explicación acomodando sus lentes sobre su nariz, y la tonta


sonrisa que tomó lugar en sus labios cuando habló de Alice me hizo comprenderlo
todo. Oh-por-Dios, ¡este niño está enamorado! ¡Qué adorable!

—Awww— Un gemido de ternura fue mi primera respuesta.

El pareció darse cuenta que había hablado demás y su sonrisa desapareció,


viéndose apenado y temeroso nuevamente.

—¿Ya puede darme mi cámara, señora?— Estiró su mano para tomarla el mismo
pero yo la jalé a tiempo.

Lástima por el pobre chico que aún eran las cuatro y cuarto y yo todavía tenía
tiempo.

—¿Cómo te llamas, Bambi?— Pregunté con una sonrisa.

—Ahm... Jasper.

—"Ahm... Jasper"— Dije imitando su voz —No es un nombre muy bonito, así que
seguiré llamándote Bambi— Eso me consiguió una pequeña sonrisa —Entonces...
¿No crees que hay otras formas mejores de profesar tu amor, Bambi?

El sonrojo en sus mejillas me dio a entender que sí lo sabía.

—Yo no le gusto— Fue su respuesta definitiva.

—Está bien, pero podría hacerse algo al respecto. Seguramente ella no te conoce...

—Sí me conoce. Mis padres son amigos de sus padres y tenemos algunas clases
juntos en la secundaria. Pero ella...— Se detuvo para negar con la cabeza y mirar
hacia otro lado antes de hablar nuevamente —Yo no le intereso. Apenas y me
habla.

—Pero sí te habla. Ella no te molesta, ¿verdad?— Podía imaginarme a Alice como


esas típicas chicas que le jalaban los lentes o le decían sobrenombres... yo conocía
muy bien a esas típicas chicas.

—No, Alice no es así, ella es preciosa— Respondió Jasper con un tono muy serio
que me impresionó un poco.

—Ok, me alegra. Pero entonces por qué la estás fotografiando.

"Por favor, Bambi, no me digas que eres un acosador y tu pared está repleta de
estas fotos, por favor no me digas que eres un acosador".

—¡Ah! Es sólo una idea que tuve— Enarqué una ceja para hacer que continuara —
Pensé que si tal vez supiera más acerca de lo que hace fuera de la escuela,
entonces podría hablar con ella de eso y hacerle ver que tenemos cosas en común.

Una sonrisa se fue desplegando en él a medida que hablaba y, tengo que admitir,
no era tan mal después de todo. Excepto por la parte del acoso y los límites
personales.
—Eso quiere decir que si yo viera tus otras fotos justo ahora, no encontraría
ninguna de Alice en la privacidad de su baño o cambiándose de ropa, ¿cierto?

—No, claro que no— Respondió con seriedad y una ola de alivio llegó a mí... hasta
que continuó —Mi casa no está tan cerca y su ventana es muy alta.

¡Diablos, Bambi! Estuviste tan cerca de parecer *normal*

—Hay una línea muy delgada entre lindo enamorado y acosador peligroso, así que
cuídate, niño.

Jasper asintió bajando su mirada nuevamente viéndose apenado y no pude


resistirlo más.

—Está bien. Toma tu cámara— Anuncié extendiendo el aparato hacia él, y justo
cuando iba a tomarla de entre mis dedos, la alejé nuevamente —Pero deja de
acosarla tanto, ¿ok? Si hubiese sido ella y no yo la que te hubiese encontrado
espiándola detrás de los arbustos, ya tendrías una orden de restricción encima.

Jasper bajó su mano nuevamente y miro a la distancia apretando ligeramente sus


labios antes de que una pequeña sonrisa se desplegara sobre ellos —Es que no sé
qué hacer... ella me gusta mucho, es la persona más linda, más genial que he
conocido, pero...— Su sonrisa decayó poco a poco en cuestión de segundos —No
estoy seguro de que ella quiera conocerme a mí.

Sentí una picazón en la garganta y apreté la cámara en mi mano por la simple


necesidad de hacer algo, por el simple hecho de no querer sopesar las palabras que
este niño de 15 años acababa de decir, las palabras que calaban mucho más hondo
de lo que quisiera admitir.

Suspiré y tomé una de sus manos, depositando el aparato en su sucia palma.


Inesperadamente, mi voz salió mucho más suave de lo normal

—Trabajo en la floristería "Los Recuerdos", en la calle 51, deberías pensar en


comprarle una flores— Sonreí levemente y di media vuelta para tomar mi camino.

"Fuera de los suburbios, Bella. Fuera de la vida de Edward".

***
Cuando llegué a la tienda, entre corriendo pensando que tal vez nadie me notaría...
pero hice una mueca cuando la pequeña campana amarilla que descansaba sobre
la puerta alertó de mi llegada.
—¡Niña! Justo a tiempo. Supongo que tu cita fue excelente— Dijo Rosalie sentada
detrás del mostrador y guiñando uno de sus azules ojos en mi dirección.

Arrastré mis pies hasta ella y mi única respuesta fue un gruñido.

—Oh... eso sonido nunca es bueno... a menos que sea en posición horizontal y con
un hombre encima— Añadió entre risas.

Esta vez mi gruñido fue acompañado de una sucia mirada hacia ella. Me senté en el
banquillo junto a ella colocando mis brazos sobre el mostrador simplemente
observando las multicolores flores a través de las vitrinas de los refrigeradores que
había a cada lado, y algunos ramos y cintas que descansaban en jarrones con
agua.

—¿Todo bien, niña?— Preguntó Rose, esta vez en un tono mucho más suave y con
la preocupación filtrándose en él.

Sonreí ante la insistencia de Rosalie por llamarme "niña" aunque yo tuviese 25 y


ella sólo fuese 10 mayor que yo.

—No pasa nada, Rose.

—¿Ese muchacho te hizo algo? ¿Ese Edward? Cuéntame, Bella— Inquirió con
mayor insistencia aun.

—No pasó nada, Rose— Repetí con un suspiro —Nos vimos en el parque,
hablamos un poco. Comenzó a llover así que me ofreció ir a su casa...

—¡Bella! ¿Fuiste a la casa de un hombre que acabas de conocer? ¡No me digas


que intento propasarse contigo! ¿Le diste la patada que estuvimos practicando? ¿Le
clavaste los dedos en los ojos como te dije?— Rose habló apresuradamente
moviendo sus dedos índice y medio hacia adelante como si de verdad se los
estuviese enterrando a alguien en los ojos.

—No Rose, nada de eso. Fue todo un... caballero —No creía que ese fuese el
término correcto para Edward, al menos no del todo, pero no sabía que más decir —
Esperé que dejara de llover y luego regrese. Es todo.

Preferí omitir el pequeño detalle de la persecución a Jasper y lo mucho que me


había dejado pensando.

—Claro.
En ese momento la puerta que había detrás de nosotros, y que comunicaba con el
resto de mi casa, se abrió repentinamente y de ella salió Renee con expresión de
cansancio.

—Bella, que bueno que llegaste. Tu abuela ha estado preguntando por ti— A pesar
de su tono cansado, su sonrisa era sincera como cada vez que me hablaba de mi
abuela.

Mi madre se acercó a mí y me rodeó con sus brazos en un cálido abrazo que me


hizo sonreír. Mi rostro cayó en el espacio entre su hombro y su cuello cuando la
abracé de vuelta y su peculiar olor a crema humectante y pizcas de aliños, me hizo
abrazarla más fuerte y agradecer de que esa era la mujer a la que yo podía decirle
"mamá".

Su cuerpo se despegó del mío y sostuvo mi rostro entre sus manos mirándome con
una sonrisa. Después de medio minuto vi su mirada pasearse por la extensión de mi
rostro y me di cuenta de que me estaba observando. Su sonrisa bajó lentamente y
fue reemplaza por un sumamente leve pero existente ceño. Entonces... habló.

—Bella, te están saliendo espinillas en la cara. Tiene que usar la crema que te
compré ¿Tienes el cabello sucio?

Solté un suspiro inevitable. Renee y sus detalles... o, mejor dicho, mis detalles.
Siempre había algo que mejorar, algo que cambiar.

—Ok mamá. Voy a ver a mi abuela.

Aparté sus manos de mi rostro suavemente para que no me notara molesta y


atravesé la puerta al interior de mi hogar.

Para algunas personas, su lugar de trabajo es como su hogar. Otras dicen que
pasan más tiempo en su oficina que en su propia casa. Para mí, esa línea estaba
muy difusa, por no decir que no existe en lo absoluto. Originalmente esta era
simplemente una casa bastante grande pero mi abuela, siendo tan práctica y
trabajadora como ella sola, había decidido convertirla también en un negocio.
Aprovechó el gran jardín que venía con ella y prefirió mandar a juntar las 3
habitaciones, el baño y fusionar la sala y la cocina, exclusivamente para plantar
montones de flores en su jardín.

No me puedo quejar, de esta forma nos aseguró el negocio familiar...

Pensándolo bien, por supuesto que puedo quejarme. Intenten dormir hasta tarde en
una casa donde las habitaciones están tan juntas que por más que cierres tu cuarto,
puedes oír las voces de tu familia afuera.

Atravesé la pequeña sala y entré a la habitación de mi abuela. Su puerta estaba


siempre abierta.

—Hola abuela.

—¡Isabella! ¡Hija!— Me saludó ella acostada en su cama con una sonrisa —¿Te
divertiste en tu día libre?

—Si abuela, pero estuve pensando en ti todo el día— Respondí sentándome en la


orilla de su cama y dándole un beso en su frente.

Tome su mano en la mía y observé los lunares y manchas en la extensión de su


brazo además de las pequeñas arrugas en su piel levemente morena.

—Me alegra. Tú trabajas tanto todos los días. Gracias a Dios tienes a Rosalie que te
ayude, ella es muy buena.

Levanté mi mirada para ver su expresión. Mi abuela tenía muchas cosas


particulares tanto en su personalidad como en su físico. Como justo ahora, su tono
voz era neutro, casi serio, y su mirada se dirigía a otro lado... pero si te fijabas
realmente bien, si la conocías realmente bien, te dabas cuenta de que su expresión
era cálida. Ella estaba diciendo que Rose es buena, y aunque sus palabras eran
simples, sé que muy en el fondo tenían una connotación mucho más profunda.

Sus blancos cabellos estaban un poco alborotados por estar recostada así que la
ayudé con mis brazos para que se sentara y la peiné nuevamente haciéndole una
pequeña cola de caballo. Como siempre le gustaba.

—Péiname bien, Bella— Señalaba ella.

—No quiero jalarte el cabello abuela— Repliqué con una sonrisa ante su insistencia.

No me malentiendan. En sus 78 años mi abuela era una mujer bastante grande, no


de estatura pero sí en peso. "Maciza", como diría Renee.

—No me va a pasar nada— Insistió ella tomando el peine de mi mano y peinándose


con más fuerza, lo que me hizo reír.

Aunque no tenía mucho cabello, la coquetería de mi abuela no cesaba con la edad.


Después de acomodarle su cola, se colocó unos pequeños ganchos alrededor de
ella y todo estuvo listo. La ayudé a acostarse nuevamente.
Me acosté en la pequeña cama individual que se encontraba frente a la suya y
donde usualmente se quedaba Renee o mi tío Thomas en casos de emergencia o
cuando mi abuela necesitaba algún cuidado especial o alguna pastilla a media
noche debido a su enfermedad.

—¿Dónde estuviste hoy, Bella?— Preguntó ella tranquilamente con sólo una pizca
de curiosidad. Pero mi abuela no era mujer de escuchar detalles, ella era directa al
grano y los únicos detalles que le gustaban eran los de ella misma. Así que, cada
vez que le contaba sobre mi vida, nunca profundizaba demasiado.

—Estuve en el parque, abuela.

—Qué bueno.

Después de eso comenzó a contarme acerca de las gallinas que tenía cuando era
niña y vivía en un remoto pueblo campestre.

Cuando se hicieron las nueve. Arrastré mis cansados pies hasta mi habitación (ese
Jasper no es tan rápido pero sí que sabe correr) y me lancé en mi pequeña cama.
Sin siquiera cambiarme de ropa, crucé mis brazos sobre mi cabeza y miré fijamente
el tragaluz ubicado en el techo de mi habitación. "La ventana de mi techo" como mi
abuela solía decir.

El cielo estaba bastante nublado pero aun podían distinguirse algunos puntos de
luz. Allí, recostada, pensé en Edward.

Edward... que no puede ver estas estrellas.

Edward... que, aunque pudiese verlas, probablemente no lo haría.

Edward... que no tiene el más mínimo interés en conocerme.

Una nube escogió ese momento para estirarse sobre mí, así que me di media vuelta
y caí dormida, profunda y sin sueños.

A mitad de la noche unos delgados y pequeños brazos llegaron a mi cuello. No tuve


que abrir mis ojos para saber que esos bracitos eran de piel morena y pertenecían
al pequeño de cabello negro azabache dueño de mi corazón.

En esta noche tan fría, los brazos de mi niño nunca habían sido tan cálidos.

:/ ¿Qué tal? Este Jasper, hecho el tonto, sí da que pensar. Mmm... nada como
un amor ideal :3 tiernito.

¿Ya ven más o menos de qué va la vida de, Bella? Como ven, esta algo
cronometrada :/ no es fácil, menos mal tiene gente que la quiere :) aunque... ella
es despistada y todo, pero sí se dio cuenta de que Edward no está muy
entusiasmado X_x

Espero se animen a dejarme su opinión, lo aprecio muchísimo n_n

Un abrazo.
Alessa.
E: Creo que Tengo una Amiga
Capítulo adelantado :P sus reviews (todos ellos, hasta los cortitos) me
animaron mucho y... wow... escribí súper rápido jaja ustedes, junto a unas
canciones que me inspiraron, me hicieron traerles esto hoy ;) Así que gracias por
sus comentarios, follows y favoritos.

Disculpen por no responder sus reviews PERO traje nuevo cap así que espero que
sea aun mejor :$

Lo que esta entre asteriscos (*) son mensajes de texto ;)

Enjoy.

EPOV

—Edward...— Una voz susurrante me llamaba desde lejos

Silencio.

—Edward...

Silencio otra vez.

—Eeedwaaard...— La voz continuaba insistiendo.

Flashes de colores pasaban tras mis ojos cerrados. Las pequeñas y delicadas
facciones del rostro de mi madre, las rubias trenzas de la cabellera de Jane, los
voluptuosos senos de Lucy y luego... nada... oscuridad... y la ligera sensación de
unas suave y delgadas manos sobre las mías. Acariciantes, tranquilas, sin prisas,
tocándome de a poco con la punta de sus dedos rozando mis palmas como si
temiera alcanzarme o... tal vez... como si no estuviese allí en lo absoluto.

—¡EDWARD!

Abrí mis ojos bruscamente, más por inercia que por otra cosa. Desafortunadamente,
cuando abrí mis ojos sólo vi lo mismo que cuando mis ojos estaban cerrados: Nada.

—¿Qué quieres, Emmett?— Grité levantándome un poco. Mi voz era rasposa y


gutural.

—Wow, alguien amaneció amargado— Me respondió su masculina voz.


—A alguien lo despertaron y por eso se amargó. Hoy es lunes, ¿no deberías estar
trabajando? ¿Enseñando sobre George Washingtong a un montón de adolescentes
calenturientos?

—No, porque los adolescentes y los profesores también almorzamos. ¡Vamos,


Edward! ¡Ya es medio día! Creo que es hora de que te levantes de esa cama.

Solté un profundo suspiro y me puse de pie estirando mis brazos sobre mi cabeza.

—¿Qué quieres, Emmett?— Repetí.

—¿No puedo venir a visitar a mi hermano mayor a ver cómo está?— Podía adivinar
la sonrisa en su rostro y casi gruño.

—No quisiera. Pero nos vimos ayer así que dime de una vez— Insistí haciendo mi
camino al baño para cepillarme los dientes.

Emmett soltó un suspiro y lo escuché tras de mi mientras hablaba —Está bien...


mamá llamó...

—¡No!— Gruñí con mi boca llena de crema dental y mi cepillo dentro.

—¡Edward! Déjame hablar, sólo te dije que mamá me llamó y...

—¡No!— Lo interrumpí nuevamente.

—¡Edward, cállate! Es tu mamá de quien estoy hablando, me dijo que...

—¡No!— Esta vez grité con mi boca aun llena y sentí como algunas gotas salieron
disparadas de mi boca —¡No! No -e imcoca Emme. Yo jiempe -a -amo y...

—¡Edward, escupe eso, por Dios!

Estaba tan molesto que ni siquiera había notado que no había vaciado mi boca
todavía. Escupí con fuerza hacia el lavabo y continué —No me importa Emmett. Yo
siempre la llamo, aun la visito de vez en cuando, ¿qué más puede querer de mí? No
voy a sentarme con Carlisle porque tú quieres, no voy a jugar a la familia feliz
cuando no lo somos, ¿ok? Nuestra familia está rota, supéralo. Esme tampoco quiere
eso y tú lo sabes.

Terminé mi argumento y sentía mi respiración agitada. Todo mi cuerpo agitado.


Esperé la contestación de mi hermano pero nunca llegó. Respiré profundamente y
me estiré nuevamente.
—Emmett...

Silencio.

—Emmett...—Insistí con más fuerza pero no obtuve respuesta.

—¡Emmett!

—¿Dijiste algo, hermano?— Escuché su voz a lo lejos y adiviné que estaría en la


sala así que me encaminé hacia allá. Cuando llegué a la sala, el ruido de la
televisión me dio su pista.

—¿No escuchaste nada de lo que te dije?— Pregunté indignado sentándome en el


sofá rosando su gran cuerpo.

—Pide permiso Edward. Casi te me sientas encima— Replicó él casi igualando mi


tono de indignación —¿Estabas hablando conmigo? ¡Lo siento, Ed! Empezaste a
hablar y hablar como un loro sin descanso así que asumí que estabas practicando
un monólogo o algo.

Suspiré nuevamente. Lo había hecho demasiadas veces para lo que llevaba de día.

Nos quedamos en silencio con la televisión de fondo. Me sentía tenso de sólo


pensar en el momento en que Emmett retomara la conversación.

—¿Qué es ese ruido?— Preguntó mi hermano de repente.

Traté de aguzar más mi oído y lo escuche. Sonaba lejano o tal vez amortiguado.

—No lo sé pero... se escucha cerca y es una canción— Respondí moviendo mi


cabeza para captar de dónde procedía el sonido.

—Y bastante aguda. Creo que la reconozco... es... es...— Emmett comenzó a


chasquear los dedos, algo que siempre hacía cuando quería recordar algo —¡Sí!
¡Son las Pussycat Dolls!— Terminó mi hermano riendo.

—¿Las qué?— Inquirí extrañado. Emmett comenzó a tararear una canción que
sonaba bastante pop.

—Edward...

—¿Qué?

—Me vibra el trasero.


Me quedé en blanco.

¿Qué se supone que uno responde después de eso?

Hasta que tomó mi mano y colocó mi palma en su parte del sofá haciéndome ver
que en realidad había algo vibrando allí y que le hacía... vibrar... su... trasero.

—Muévete, Emmett, creo saber qué es.

Cuando se apartó quité el cojín del sofá y pasé mi mano a tiendas pero, por
supuesto, el me venció.

—¿Qué haces con un teléfono morado?

—No tengo idea que hace eso allí.

El mismo tono comenzó a reproducirse otra vez.

—¿Contestamos?— Preguntó Emmett —Porque si no quieres, está bien. Conozco


un chico que puede ayudarnos a cambiar la línea y venderlo a buen precio si sólo...

—¡No! Debe ser de Bella.

—Uuuuuh... Beeeeeellaaaaa— Replicó él en tono insinuante pero ni siquiera me


molesté en responderle —Por cierto, nunca me dijiste cómo te fue con ella.

—Yo... no lo sé.

—¿Tan oxidado estás?

Traté de pensar otra vez en... la... "cita"... y sentía mi ceño fruncirse lentamente.
Supongo que cuando hablamos en el parque no fue tan malo, es decir, reírse de
Emmett siempre es divertido pero... después de que vino Mary...

—¡Hey! ¡Señor Complejo! ¿Terminaste de ahogarte en tu vaso de agua? ¿Quieres


que te respiración de boca a boca ahora, o espero unos minutos?

—Já, já— Respondí sin gracia —Fue... bueno... Bella es... sumamente extraña pero
no es tan mala— Continué con sinceridad.

—"Sumamente extraña pero no es tan mala". Wow, Edward, eres tan romántico. La
próxima vez que la veas dile exactamente eso, ¿ok? Pero por favor, deja que yo
esté ahí para verla— Podía escuchar la risa de Emmett entre sus palabras y no
pude evitar reír un poco también, de sólo tratar de imaginar que haría Bella si yo le
dijera eso... realmente no podía adivinar qué haría pero sonaba extrañamente
divertido averiguarlo.

Sin pensarlo demasiado, dije lo primero que vino a mi mente.

—¿Quieres ir a verla ahora?

—¿Qué?

—¿Qué?

Después de la doble pregunta se hizo un silencio.

¿Era tan raro lo que acababa de decir?

—¿Qué dijiste, Edward?

—Yo...— Vacilé un momento pero continué —Dije que si quieres ir a verla ahora.
Tengo que devolverle su teléfono... tú tienes auto... así que...

Dejé de balbucear para esperar su respuesta.

—Está bien, vamos— Lo sentí moverse del sofá y luego escuché sus llaves.

—Ahm... ¿no crees que debería... no lo sé... vestirme primero?

Lo escuché parar en seco cuando capté el sonido del pomo de la puerta. En este
momento sólo tenía puesto mi pantalón de pijama y nada más (literalmente y
absolutamente nada más... ni arriba ni dentro) así que, aunque no me respondió,
creo que vestirme si era buena idea.

Después de bañarme, tomé una de las camisetas de la parte izquierda de mi closet


que era la parte casual. Esme siempre venía a hacer esto por mí, siempre que me
vestía recordaba su voz "Recuerda Edward: Izquierda casual, Derecha formal y los
zapatos igual ¡Hey! Eso rima" seguido de su suave risa.

A pesar de su edad, Esme era una mujer sumamente simple capaz de entretenerse
como una niña de 4 años... excepto por los celulares... a Esme definitivamente no le
gustan los celulares.

—Bien... ¿A dónde vamos?— Preguntó mi hermano con un aplauso una vez que
estábamos en su auto.

—A tu floristería de siempre— Respondí simplemente.


—¿Qué?

—Bella trabaja allí.

—¡No! ¿En serio? Wow... creo que te conseguiste una acosadora entonces Eddie—
Comentó mientras encendía su camioneta.

—Ella no es ninguna acosadora.

—¿En serio? Conoce a tu hermano pero no te dice nada, se te acerca de la nada en


el parque, deja su teléfono en tu casa "accidentalmente"— Su tono era de broma y
estiró la última palabra con ironía, pero no pude evitar reírme de él.

—¿Estás tratando de convencerme de ella? ¿Mi hermanito menor está preocupado


por mí?— Inquirí en el mismo tono.

—Depende ¿Mi hermano mayor acabo de responder a mi broma?

No respondí. Sólo giré mi rostro hacia la ventanilla abierta y sonreí hacia el viento.

Después de unos minutos el auto finalmente se detuvo al mismo tiempo que el


celular de Bella volvía a sonar y vibrar en mi mano. Debe tener unas 10 llamadas
perdidas en todo este tiempo.

—¿Llegamos?— Pregunté estúpidamente. Estaba seguro de que escucharía un


sarcasmo, pero me equivoqué.

—Ahm...— Vaciló Emmett como si quisiera decir algo más —Sí. Vamos.

Habíamos decidido no traer a Chester porque yo no sabía qué clase de lugar era
este en el que Bella trabajaba. Emmett me aseguró varias veces que no habría
problema porque no era "esa clase de lugar" pero preferí no arriesgarme. Así que
coloqué el teléfono en mi bolsillo, me puse mis lentes oscuros que habían estado
guardados en el bolsillo de mi camisa sin necesidad de usarlos ya que sólo estaba
con Emmett, me bajé del auto y desdoblé mi bastón. Muy casualmente, Emmett
puso su hombro contra el mío. Estoy seguro que para cualquier otra persona junto a
mí debió parecer que sólo estaba caminando cerca de mí, quizás para hablar
conmigo, pero yo sabía perfectamente que no era así... sólo era mi hermano menor
cuidando a su hermano ciego.

Apenas entramos, el sonido de una campanilla llamó mi atención y el concentrado


olor a una variedad de flores llenó mis sentidos.
—Bienvenidos, ¿en qué puedo ayudarlos?— Dijo una voz un poco más aguda que
la de Bella.

—Hola Rose— Respondió Emmett con soltura.

¿Rose? ¿Cómo que "Rose"? ¿Conoce a esta "Rose" de primer nombre pero no
recuerda haber visto el rostro de Bella?

—Hola Emmett, tiempo sin verte ¿Quieres lo de siempre?

Ah... "Lo de siempre". Mi hermano rió brevemente antes de responder.

—En realidad venimos por algo más. Te presento a mi hermano, Ed...

—¡Rosalie! ¡Rosalie! ¡Por Dios! ¡Me va a dar algo!— Gritos desesperados se


dejaron escuchar después del estruendo de una puerta al cerrarse fuertemente —
¡Llevo horas llamando a mi teléfono y nadie me contesta! ¡Renee me va a matar! ¡Te
juro que ese bastardo estúpido que haya robado mi teléfono me las va a pagar! ¡Así
sea con karma!

—Bella, Bella, tranquila. Intenta llamar un rato más— Respondió "Rose" en tono
consolador.

¿Bella? ¿Esa era Bella? Casi no reconocía su voz de esa forma tan... firme... y en
gritos.

—¡Es lo que estoy haciendo!— Exclamó a la vez que la melodía de su teléfono


volvía a activarse y a vibrar incesantemente en mi pierna.

—¿Qué diablos...?— Bella no continuó su pregunta y me di cuenta que el único


sonido que se escuchaba era la melodía del teléfono... y nada más... 4 personas en
un sólo lugar y nada de ruido... ni uno... zip.

—Ahm... hola— Comenté patéticamente asumiendo, aunque sin realmente saber,


que todos los ojos estaban sobre mí —Te traje tu teléfono— Completé, sacándolo
de mi bolsillo.

—Oh... ahm... ¡Gracias, Edward! Eso es...

—¿Edward? ¿El chico que te llevó a su casa?— Interrogó Rose.

—¡Rosalie! ¡Cállate!— Medio susurró Bella mientras yo me removía incómodo en mi


lugar sin atreverme a moverme demasiado por temor a tumbar... una maceta o algo
así.
—Rose, quisiera comprar algunas de esas flores rosadas que tienes en la entrada,
¿me acompañas?— Interrumpió mi hermano.

"Buena esa, hermanito. Muy sutil. No me di cuenta de nada", pensé con sarcasmo.

El hombro de Emmett se separó de mí y percibí varios pasos dirigiéndose a donde


habíamos entrado.

Lo siguiente que sentí fue totalmente inesperado, la mano de Bella sobre mi


muñeca, girándola suavemente y tomando el teléfono de mi palma, deslizando sus
dedos sobre los míos suavemente antes de soltarme. Su suave mano... otra vez.

Cuando habló nuevamente, la sentí muy cerca de mí.

—Gracias por traerme mi teléfono. Estaba...— Soltó una risilla nerviosa —Estaba
que me jalaba los cabellos de la desesperación. Ya he perdido 2 teléfonos este año
y no quiero ni pensar en cómo se habría puesto mi mamá si se hubiese enterado.

Bufé y reí al mismo tiempo al pensar en lo exageradamente preocupada que estaba


Bella por la reacción de su madre. Me recordó a mi alumna Jenny de 7 años,
cuando rompió mi metrónomo y lloró desesperadamente para que no le dijera a su
madre. Basta saber que tuve que jurar no decir una palabra para que la niña dejara
de llorar y tuve que pagar 250$ para reemplazar mi metrónomo.

—Está bien. Tranquila— Respondí. De repente sentí una parte de su cuerpo, tal vez
su brazo, no lo sé, rozar mi propio brazo y mi instinto fue moverme hacia a un lado
pensando que tal vez ella necesitaba moverse y yo le estaba estorbando.

¿Moverse sin previo aviso en un lugar que nunca había visitado antes? Sí, no es
muy buena idea para una persona ciega. El estruendo de algo cayendo con fuerza
contra el suelo me hizo saltar e instintivamente puse mis manos hacia el frente
tratando (estúpida e inútilmente) de sostener lo que sea que pudiese caerse ahora...
claro, olvidando completamente que lo que estaba frente a mí no era un estante o
una cosa sino Bella en persona.

En cuestión de segundos mis manos rozaron más de su piel, sus brazos y distinguí
a la perfección la redondez natural de los laterales de sus senos. Quité mis manos
antes de que pudiese pasar a más o... bueno... pudiese demandarme por acoso
sexual o alguna otra pequeñez así.

—Oh por Dios, discúlpame, no fue mi intención hacer... eso. Pagaré por lo que sea
que haya roto, discúlpame, de verdad.
Su risa me cayó por sorpresa, pero no puedo negar que me alivió —Tranquilo,
Edward, no pasa nada. Fui yo quien se movió sin avisar y... sólo fue una maceta.

—Ahm... no importa, lo pagaré de todos modos, dime cuánto es— Insistí mientras
sacaba la billetera de mi pantalón con la mano que no sujetaba mi bastón.

—Son... 200$

Hice una mueca ante eso. No es que sea tacaño ni nada pero, ¿doscientos dólares
por una maceta? Qué bueno que tenía lentes oscuros cubriendo mi rostro porque mi
expresión seguro me hubiese delatado.

—No tienes que...

—No importa, toma— Dije escogiendo 2 billetes doblados en el bolsillo más


pequeño de mi billetera y desdoblándolos para entregárselos.

—Ok. Ahm... tu... ¿querías decirme algo más?— Preguntó. Aunque se había
alejado, la sentí acercarse nuevamente y esta vez el sonido de sus pies al
arrastrarse me advirtieron de ello. No sabía si lo hacía con esa intención o si era
casualidad, pero lo aprecié de todas formas.

—Yo... ah... —Balbuceé como tonto tratando de pensar en algo pero... ¿Qué? —No.
En realidad no.

—Oh... Bien.

En ese momento pude escuchar las risas de Emmett entrando nuevamente junto
con Rosalie.

—¿Qué pasó, hermano? Te vi metiendo mano desde afuera. Ustedes no pierden


tiempo, ¿verdad?— Corté su risa de inmediato apretando el mango de mi bastón y
presionándolo con fuerza sobre su pie hasta que él dejo salir un doloroso gemido.

—Creo que es hora de irnos, Emmett— Anuncié con una sonrisa fingida, esperando
inútilmente que las chicas se hayan vueltos sordas de repente y no hayan
escuchado el sórdido comentario de mi hermano.

Emmett se despidió de las chicas con un gruñido (supongo que le había pisado el
pie un poco más duro de lo que pensaba... oops). También me despedí de ellas
brevemente con un incómodo movimiento de mano hacia donde creía que estaban.
Inmediatamente después sentí a Emmett pegarse nuevamente a mi espalda como
cuando entramos pero esta vez no lo permití. Me aparté de su camino e hice un
gesto con mi mano para que caminara el primero.

Cuando escuché algunos pasos. Me volteé nuevamente hacia donde sabía que
estaba Bella y la llamé. Unos segundos después estaba junto a mí nuevamente.

—Yo... este es... este es mi número— Dije sacando un papel doblado de mi bolsillo.
Sentí mi ceño profundamente fruncido mientras hablaba —Si quieres que sigamos
hablando puedes...

—Te llamaré— Gracias a Dios Bella se apiadó de mí y me interrumpió. Hablando en


susurros.

—O puedes enviarme un mensaje.

—Pero si te envío un mensaje entonces cómo vas a hacer para...— Se interrumpió


inmediatamente al darse cuenta de a donde se dirigía y yo sólo suspiré.

Esta era la razón por la que muy poco salía con alguien nuevo, especialmente una
chica. Ese cuidado, esa incomodidad disfrazada de amabilidad... me repugnaba.

—Tengo una aplicación para escuchar los mensajes— Expliqué brevemente.

—Oh. Te enviaré un mensaje entonces. Aunque...

—No importa, déjalo así— La corté inmediatamente antes de que pudiese darme
cualquier otra excusa que no necesitaba.

A mi propio padre tampoco le gusta hablar conmigo, por qué habría de molestarme
con ella.

Me di la vuelta para seguir mi camino pero su mano en el puño de mi bastón me


detuvo y me congeló en mi lugar. No sabría cómo explicarlo pero... una cosa era
que me tocara en cualquier parte de mi cuerpo pero... sobre mi bastón... era como si
tocara mis lentes o las cicatrices en mis ojos... son extensiones de mí que ya no me
pertenecen, las partes más ajenas de mí.

—Disculpa Edward, no fue lo que quise decir— Pidió apresuradamente, pero su


disculpa, en lugar de aliviarme, me caía como en el hígado.

Estaba por soltarme de su agarre cuando me habló una vez más —Quiero decir que
esta semana tengo mucho trabajo, ya sabes, por navidad que es la próxima semana
y todo eso.

—¿Qué?— Inquirí con más fuerza en mi voz de la que yo mismo esperaba —¿La
próxima semana...?

—La próxima semana... es navidad, Edward.

—Navidad— Murmuré por lo bajo y para mí mismo. Pensando... simplemente


pensando... en todas las implicaciones de esto —Navidad.

—Si... mucha gente viene a comprar flores en estas fechas y nos contrataron para
un par de eventos así que...

La voz de Bella se iba haciendo cada vez más tenue a medida que más pensaba.

Navidad.

Suspiré profundamente ante lo que eso significaba. Navidad al estilo Cullen.


Imágenes de luces (navideñas y... de otros tipos) vinieron a mi mente. Navidad al
estilo Cullen era igual a un ponche con mucho sabor alcohol y a lágrimas.

—Edward, ¿me escuchaste?— La voz de Bella me sacó de mi estupor.

—¿Qué?

—Que podemos hablar estos días y cuando tenga un tiempo libre... es decir, si tú
también lo tienes... podemos, no sé, hacer... algo ¿Quieres?

—Mmm... Sí, sí.

—Ok. Hasta pronto y gracias otra vez por lo de mi teléfono.

Asentí un tanto ausente con mi cabeza y lo siguiente fueron los labios de Bella
regalándome un sonoro beso en mi mejilla.

Apreté mi bastón en mi palma, le di una sonrisa rápida y me fui... antes de que


pudiera meter la pata otra vez.

Cuando salí, moví mi bastón hacia adelante recordando que mi recorrido había sido
totalmente recto cuando había entrado. Di unos pasos hasta que alcancé la manija
del auto, sin abrir la puerta todavía.

—¿Te vas a montar o quieres que yo conduzca?— Le pregunté a mi hermano que


estaba justo junto a mí.

—Te estas volviendo escalofriantemente bueno en esto de "sentir" a la gente,


¿sabes?— Bromeó.
No le respondí y sólo esperé hasta que finalmente habló.

—Entonces...

—No te voy a contar nada.

—¡Mierda! ¡Siempre me dejas por fuera!

Me reí ante la idea de que yo "lo dejaba por fuera". No es culpa mía que él se la
pase compartiendo cada detalle de su vida conmigo.

—Créeme. Lo haría si pudiera— Repliqué con una sonrisa, esperando en el fondo


que él supiera que no lo decía en serio.

Ok... no totalmente en serio... sólo un poco... sí.

Abrí mi puerta y un momento después escuché que el hacía lo mismo en su lugar.


Me regalé dos minutos de negación antes de tener que ponerme mis calzones de
hombre adulto y enfrentar la asquerosa realidad.

—Entonces...— Empecé vacilante —La cosa que querías decirme en mi casa...

—Sip...— Replicó el simplemente.

Respiré profundo.

—¿Es por navidad?— Inquirí, absolutamente seguro de que diría que sí pero con
una mínima, mínima esperanza en el fondo de mi alma de que dijera que no.

—Sip.

—¡Mierda!

Bella y yo estuvimos hablando varias veces esa semana, más que todo por
mensajes. Tengo que admitir que me sentí bastante bien simplemente hablando de
todo y nada con esta chica. Ella me contó de su trabajo en la floristería, lo atareada
que estaba atendiendo órdenes, ayudando a hacer los ramos y hablando con los
"proveedores"... sea lo que sea que eso signifique. Yo le conté que tenía 2 alumnos
más (convirtiendo en 8 mi número total de alumnos de música y, a la vez, mi
número total de potenciales dolores de cabeza), y de ese alumno nuevo, Anthony,
que hasta ahora era el niño más educado que he visto en mi vida. Aunque sólo lleva
una clase así que aún tiene tiempo de arruinarlo.

Casi todas las tardes a las 6, habamos por mensaje mientras vemos "Friends", que
resultó ser nuestro programa favorito. Lo supimos cuando me dijo lo mucho que le
desagradaba su nombre porque era prácticamente el nombre más común del
mundo y siempre encontraba una Isabella a la vuelta de la esquina.

*Entonces qué nombre te pondrías?* Le escribí. También tenía una aplicación para
convertir mi voz a texto, pero prefería escribir, era fácil teclear mensajes porque mi
celular tenía teclado qwerty.

*No sé... algo genial... quizás Princesa Consuela* La voz computarizada de mi


teléfono me dijo su respuesta y capté de inmediato la referencia a Friends así que le
respondí de inmediato.

*Eso significa que yo podría ser Bolsa de Excrementos?*

No puedo ni explicarles lo raro/cómico que es escuchar una voz computarizada


"riendo" o, mejor dicho, leyendo un montón de "jajajajajaja" sin parar.

Ese viernes era la primera vez estaba al menos un poco deseoso de ver a Jessica y
su estúpida psicología. Cuando llegué a su consultorio casi olvido a dejar a Chester
en la puerta y una vez sentado en su sofá y oído su bienvenida se siempre ("Buen
día Edward, ¿cómo estás? cuéntame qué has hecho esta semana...") mis manos se
removían incómodas sobre mi regazo cuando finalmente le solté mi pequeña
bomba.

—Tengo una amiga.

El sonido de algo pequeño cayendo repentinamente al suelo me hizo entender que


esa frase había sido tan sorprendente para mí como para ella.

Aww... ¡Tiene una amiga! xD ... descoordinado y vacilante pero allì lo tenemos...
nuestro Edward :)
¿Què les parece? ¡Aquì tambièn es navidad! Asì que preparecen para un "especial
navideño" coming soon :P

Cuèntenme su opinión :D el capìtulo pasado me inspiraron mucho a continuar


(porque esta historia me tiene algo insegura jaja) y espero suceda tambièn
esta vez. Esta vez responderé! :$

PD: soy fan de Friends y me gustan varias canciones de las pussycat dolls, no
puedo evitarlo ;)

Gracias. Un abrazo.
Alessa.
E: Mi Oscuro Especial Navideño
Esto... ha sido muy difícil para mi (estuve enferma). Pero aquí les va.

Gracias por su apoyo y comentarios :) les agradezco y aprecio por cada uno de ello,
ustedes hacen que mi correo me haga feliz jaja.

ENJOY

"E: Mi Oscuro Especial Navideño"

EPOV

—¡Jenny! ¡Jenny, por favor! ¡Jenny, cállate!— Ok, quizás decirle "cállate" a una niña
de ocho años no fue lo más inteligente del mundo... aparentemente eso los hace
llorar más fuerte, pero es que no puedo ni escuchar mis propios pensamientos con
esta niñita gritando a todo pulmón.

Estoy bastante seguro de que alguno de mis vecinos ya habrá llamado a la policía.

En serio.

Era mi última clase del día. Uno podría suponer que los padres tenían cosas
mejores que hacer con sus hijos que llevarlos a su clase de piano un 24 de
Diciembre, pero no. Solté un profundo suspiro y me resigné a hacer otra cosa. Ya le
había dicho que no importaba que hubiese roto mi nuevo metrónomo (aunque sí
importaba) que no le diría nada a su mamá (aunque debería) que yo mismo lo
compraría (con el inesperado aumento en el cobro que recibiría su madre) pero la
bendita niña (¿ven? solamente la bendigo) .CALLA.

*Una niña de 8 años no para de llorar/gritar/soltar moco sobre mi piano, sólo porque
me rompió algo muy costoso (otra vez) ya le dije que se callara... qué hago? SOS*

Le envié un texto a Bella, si tanto le simpatizaban los niños, debería saber qué
hacer. Ni siquiera pude escuchar la alerta de mi teléfono cuando llegó su respuesta
gracias a los gritos de Jenny, pero lo sentí vibrar en mi mano y reproduje su
respuesta.

*Le dijiste que se callara? Jaja Por qué no se lo explicas detalladamente con
estadísticas y unas diapositivas? Jajá*

*Gracias. Eres de gran ayuda* Repliqué inmediatamente sin agradarme mucho su


respuesta.

Las sienes estaban comenzando a palpitarme.

*Tu ironía no funciona por mensajes, Edward. Eso sólo sonó a un lindo "gracias"*

Las palabras de Bella no hacían nada para mejorar mi dolor de cabeza... todo lo
contrario en realidad, así que no le respondí. Sin embargo, unos minutos después
me llegó otro mensaje.

*Tienes dulce? Llévale uno y cuando pare un poco dile que no dirás nada y que todo
estará bien*

¿Que todo estará bien? La niña acaba de romper mi metrónomo de 250$, ¿en qué
universo esta eso "bien"?. Sonaba demasiado simple para mí pero supuse que igual
podría intentarlo.

Hice lo que me dijo y tomé unos caramelos que siempre procuraba tener. Me
acuclillé a su nivel en el banquillo junto al piano y recité todo como me lo había
dicho Bella.

—No diré nada, Jenny. Todo va a estar bien.

Por unos segundos en realidad pensé que además de ciego me había vuelto sordo
también porque no escuchaba nada. Silencio ¡Al Fin!

—¿Jenny?

Un jadeo y el soplido de una nariz (que sonaba un poco mocosa) me hicieron saber
que la niña seguía ahí. Cuando habló nuevamente, su voz era casi un susurro, un
cambio muy grande a lo que había estado escuchando de ella.

—¿De verdad, sr. Cullen?— Inquirió suave y lentamente y, tengo que admitirlo, creo
que me derritió un poco por dentro.

Suspiré pesadamente asumiendo mis 250$ perdidos.

—Sí, Jenny. Tranquila— Respondí calmadamente.

No estaba preparado para lo que vendría a continuación. Su pequeño cuerpo chocó


inesperadamente contra el mío, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello
aunque sin poder cerrarlos del todo.

Estaba tan sorprendido que, al estar acuclillado, casi me caigo para atrás con todo y
Jenny encima. Pero por fortuna pude sostenerme con una mano en el suelo y mi
otro brazo subió instintivamente hacia su espalda sosteniéndola también y, por
consecuencia, respondiendo a su abrazo.

—Gracias, Sr. Cullen.

—De nada... de nada, Jenny— Repliqué dándole unas incómodas y suaves


palmadas en su pequeñita espalda notando que era bastante delgada.

Recordé que mi papá me daba palmadas cuando era niño. A las niñas también se
les hace eso, ¿verdad?

Gracias a Dios Jenny decidió que había sido suficiente y despegó su cuerpo de mí.
Unos minutos más tardes su madre vino a buscarla.

Cuando le abrí la puerta y su madre me preguntó cómo se había portado Jenny esa
tarde, sentí una pequeña mano serpentear por mi pierna y apretármela un poco.

—Jenny se portó muy bien señor O 'Connor, como siempre— Respondí con
confianza y la pequeña mano soltó su agarre y descendió su camino.

Una vez que se fueron, reanudé mi conversación con Bella vía texto.

*Tu técnica funcionó. Debería extrañarme que supieras qué hacer?*

*Nopp. Sólo deberías agradecérmelo profundamente* Era extraño escuchar la voz


computarizada de mi teléfono tratando de pronuncias las "p" en ese "no".

*Gracias "Profundas", Bella*

*Guiño, guiño. Nos veremos ahora?*

Bella me había confesado ser una "amante de los emoticones", como ella lo dice,
pero yo le expliqué que yo no podía ver esos emoticones y tampoco podía oírlos así
que no tenía sentido que me los enviara. Ella, siendo ella, sólo ideó una "práctica y
excelente solución" y decidió enviarme el nombre de cada emoticón para que yo
supiera lo que enviaba.

¿Eso tenía más sentido? No, en lo absoluto, para nada.


¿Iba yo a decirle eso? No, en lo absoluto, para nada.
Creo que ni siquiera tengo que decir lo raro que era "escuchar" un emoticón.

*¿Emocionada por verme?* Escribí sonriendo.


Nuestras conversaciones generalmente se mantenían dentro de lo "amistoso" pero
de vez en cuando me gustaba decirle algo un poco "más que amistoso", sólo porque
sabía que así tardaba en contestar.

*Más por las ventas que por otra cosa. Equis Pe*

Resoplé cuando escuché a mi teléfono decir "XP" .

*Emmett y yo estaremos allí en una hora*

Me di una ducha y me vestí rápidamente, salí de mi habitación sin estar listo todavía
justo cuando escuché a Emmett entrar.

—¡Jo,jo,jo! ¡Feliz navidad!— Exclamó en tono grueso, por su mejor imitación de


Santa Claus.

—Hola— Repliqué yo simplemente.

¡Hey! ¡Al menos sonreí! Tal vez no muy sinceramente... pero sonreí.

—¿Listo para ver a nuestras mujeres?— Inquirió mi hermano acercándose a mí.

—Habla por ti, Emmett— Respondí dirigiéndome a mi cuarto y pude sentir que me
seguía.

—¿Qué? Me vas a negar que tú y Bella se llevan "muy bien"— Su tono sugerente
me hizo voltear y fruncir mi ceño tras mis lentes oscuros —¿Sabías que, a pesar de
tus lentes de sol, aun puedo ver el montón de arrugas que te aparecen en la frente
cuando me frunces el ceño?

Eso inmediatamente me hizo despejar el ceño y sonreír.

—¿Qué tal te va con Rosalie?— Comenté yendo hacia al baño para lavarme los
dientes antes de salir.

—Bastante bien. Hemos salido un par de veces y ha sido genial. Creo que a la
próxima puede ser "la vencida"— Y otra vez el tono sugerente.

—Y por "la vencida" quieres decir...

—¡Ya sabes! La definitiva, la vencida, el día especial... ¡Anotación!— Terminó


gritando emocionado y alargando la palabra como si estuviera en un partido de
fútbol.
—Edes an eguegante heanito— Repliqué con la boca llena de pasta dental.

—No te entendí nada así que asumiré que dijiste "felicidades Emmett"— Con un
patético intento de imitar mi voz al final —Y yo te digo "gracias, hermano".

Escupí la crema con un poco más fuerza de la necesaria y sonreí hacia el frente
donde sabía que estaba el espejo.

—Estoy seguro que si mamá te escuchara decir "anotación" al hablar de una mujer,
estaría muy orgullosa— Expliqué con ironía.

—¡También dije que era un día especial!— Se defendió él —En fin, ya habíamos
salido un par de veces antes y te digo que ella... es genial... es muy inteligente, le
gusta mucho su trabajo y no es para nada complicada.

—¿En serio?

—¡Te lo estoy diciendo, Edward! Esa mujer tiene cero complicaciones, no es como
las perras exigentes con las que hemos salido, es ligera, fácil...

—¿Fácil?— Interrumpí moviendo mis cejas sugestivamente tal y como sabía que él
hacía.

—¡Sabes lo que quiero decir! Es fácil estar con ella... no tengo que andar
preocupándome por nada más.

—¿Y la diferencia de edad? ¿No te molesta?

Emmett ya me había dicho que Rosalie le llevaba "un par de años". Empecé a
sospechar que tal vez era más de "sólo un par" cuando me intentó cambiarme el
tema para no decirme cuántos eran. Casi boto cerveza por la nariz cuando me dije
que Rosalie tenía 35 años y le llevaba 7 años a Emmett.

Mi hermano sólo resopló como respuesta —¡No es para tanto! Además, no tengo
problemas en que me enseñe *todo* lo que sabe, si entiendes lo que quiero decir—
Comentó en tono sugerente y sonreí al recordar sus cejas moviéndose de arriba a
abajo. Algo que hacía con cada una de sus bromas cuando éramos pequeños.

Todo eso me hizo recordar un pequeño detalle que había olvidado, el pequeño de
Bella. Supongo que ya no tenía que sorprenderme que supiera qué hacer con
Jenny. Si Rosalie era descomplicada y fácil, estoy seguro de que sólo por ese
pequeño detalle Bella sería como un libro entero llamado "Complicaciones". Otra
razón para mantener nuestra relación tal como estaba.
—¡Casi lo olvido! Mamá me dijo que te trajera esta camisa para que te la pongas
hoy— Salí del baño y sentí una tela suave y lisa sobre mis manos.

—¿Mamá te dijo que me dieras esto? ¿La tenías en tu mano todo este tiempo?

—Sí y sí. Me la dio la otra semana cuando tú, tan maleducadamente, no fuiste a
cenar con nosotros. Me distraje hablando pero toma, póntela.

—Ya me puse esta— Dije señalando la que Emmett y yo habíamos escogido


cuando fuimos de compras hace unos meses.

—Pues cámbiate pronto o llegaremos tarde.

Rodé los ojos y me dispuse a cambiarme.

—También he visto mucho a Bella últimamente, ¿sabes?

—Ajá.

—Sip. A veces voy a buscar a Rose al trabajo y además vive en la casa junto a
Bella— Sonaba vacilante y no entendí por qué. Ya Bella me había explicado que
vivía en la parte de atrás de la tienda de su familia.

—Ajá.

—Me cae muy bien ella.

—Ajá.

—Y parece que le agradas mucho también— ¡Dios! Sácame de esta lenta tortura.

Esta vez no le respondí. Terminé de abotonar mi camisa, tomé mi bastón de la mesa


y salí camino al auto. Una vez que ambos estuvimos dentro, mi hermano habló
nuevamente.

—Vamos a comprarle las flores a mamá, ¿cierto?

—Sip— Contesté sin darme cuenta al principio que lo había dicho como Bella.

—Bien.

Respiré más tranquilo al escuchar su silencio y pensar que había entendido la


indirecta, pero supongo que celebré demasiado rápido.
—Sólo digo que es una buena chica y deberías intentar... tu sabes... ¡No has estado
con nadie desde Lucy! ¡Y las otras 2 no cuentan porque tú y yo sabemos que
apenas y les hablabas así que...! Ya sabes, ya, lo dije, se acabó.

Mi mano derecha apretó la madera de mi bastón en mi puño y me dediqué a morder


el borde interno de mis labios, aferrándome fuertemente a sus últimas palabras "se
acabó".

Minutos después llegamos a la floristería de Bella. Esta vez, al entrar, moví mi


bastón en forma más amplia para asegurarme de saber dónde podía caminar y
dónde no (digamos que ya había sacado suficiente dinero de mi bolsillo por estos
"accidentes". Sí, sí estoy hablando de Jenny... Sí, también estoy hablando de mí).
Lo primero que escuché fue la voz de Rosalie.

—Hola Emmett— Dijo sonando muy entusiasmada. Y cuando digo "muy


entusiasmada" es "Muy" entusiasmada.

—Hola Rose. Te queda precioso ese gorrito navideño— Respondió mi hermano en


un tono que imitaba su dulzura.

Cuando terminé de acercarme al mostrador, sentí a mi hermano junto a mí y percibí


algo muy parecido al sonido de un beso "Ugh, ahora se están besando junto a mí...
fantástico"´

—¡Rose! No me importa lo que mi mamá diga, voy a quitarme este estúpido gorro
¡Mis orejas sobresalen! ¡Parezco un elfo! Voy a terminar ahuyentando a los clientes.

Bella hablaba sin parar en un tono un poco más alto del necesario, aparentemente
ignorando el hecho de que Emmett y yo habíamos llegado. Hice una pequeña nota
mental de que, al parecer, Bella tiene orejas un poco grandes, y la guardé junto con
mis otras anotaciones como la de su cabello muy largo.

—¡Oh! Hola Edward, hola Emmett— Saludó Bella bajando mucho más su tono.

Sonreí hacia el lugar de donde provenía su voz y la saludé de vuelta, cuando sentí
sus labios nuevamente sobre mi mejilla. Esta vez moví mi bastón antes de
apartarme y logré no tumbar nada pero aún era extraño para mí.

—¿Qué clase de flores tienen en mente?— Inquirió Bella interrumpiendo mi pensar.

—¿Ah?

—Me dijiste que querías llevarle unas flores a tu mamá... te estoy preguntando qué
clase de flores tenías en mente— Explicó ella lentamente como se le habla a un
niño pequeño.

¿Son ideas mías o ella hace eso conmigo demasiadas veces?

—Estoy seguro de que unas rosas estarán bien— Respondió Emmett.

—¿Dijiste rosas?— Cuestionó Bella con un tono de repulsión como si Emmett le


hubiese pedido un ramo de excremento de caballo. Fruncí mi ceño pero decidí
relajarme para escuchar mejor la conversación. Sonreí al presentir que
probablemente vendría un momento muy "Bella".

—Ah... ¿Sí?... ¿No?— Puse mi mano sobre mi boca para reprimir mi risa. Mi pobre
hermano, ¡qué gallina!

—No creo que quieras regalarle rosas, son las flores más clichés de todo el mundo,
no tienes idea de la cantidad de rosas que vendo... ¡Y el 14 de febrero! ¡Dios! ¡Es
como si fuesen las únicas flores en el mundo! ¡En serio, al menos píntenlas de otro
color!— A medida que hablaba, Bella iba perdiendo la calma progresivamente y al
final estaba prácticamente gritando.

—Shh, shh, está bien Bella, todo va a estar bien— Dijo Rosalie en tono
tranquilizador.

Bufé con fuerza y antes de que Bella pudiese seguir con su monólogo de crisis por
la popularidad de las rosas, la interrumpí sonriendo.

—Y usted qué recomienda, oh gran sabia de las flores.

—¡Bueno! Ya que lo pones así— Contestó igualando mi tono —Yo les recomiendo
unos Crisantemos violetas que florecieron recientemente, por tanto sus pétalos
están en su mejor punto, también tenemos Dalias Pompones amarillas y, por el
espíritu navideño, tenemos Euphorbias conocidas como Estrellas Navideñas.

¿Ya terminó? ¡Ah, sí! ¡Ya terminó!

Todos nos quedamos en silencio y nuevamente agradecí mis lentes oscuros porque
si no Bella vería mi confusa expresión. De algún modo presentía que Emmett no
haría muy buen trabajo ocultando la suya. Me di cuenta que el silencio se había
prolongado demasiado.

—Ah... entonces... supongo que tú puedes escoger por nosotros, ¿cierto, Emmett?
— Dije haciendo lo posible por sonreír como si hubiese entendido más de cinco
palabras de lo que ella dijo y dándole un disimulado golpe a Emmett con mi codo
para que asintiera.

—¡Sí! ¡Sí! Yo también creo que eso es mejor. A mamá le gusta la jardinería así que
estoy seguro que sabrá apreciarlo.

"Claro, a diferencia de nosotros"

—¿En serio? ¡Entonces les daré las raíces de la estrella para que pueda plantarla
en su jardín! ¿Saben? La gente cree que no puede mantenerse todo el año sólo
porque lo asocian con navidad, pero la verdad es que...

—Bella, mi amor, querida, niña linda, ¿por qué no mejor vas a buscarle las flores a
los muchachos? ¿Sí? Elige las estrellas antes de que alguien más venga a
comprarlas— Rosalie detuvo el entusiasta discurso de Bella con su tono conciliador
y algo maternal que me recordó al de Esme cuando Emmett y yo éramos niños y
solíamos pelear... está bien, como adultos también.

—¡Cierto! ¡Ya vengo!

Después de un momento, la risa de Emmett estalló.

—¿De dónde salió esa mujer? "Robar pensamiento", "plantar estrellas"— Dijo
imitando la voz de Bella entre risas —En serio, pensé que la historia de la revolución
francesa podría ser aburrida pero, ¿todo eso que dijo de las flores?

Sonreí sin poder negarlo porque en verdad que Bella se tomaba en serio su trabajo.

—Hey, hey, yo también hablo idioma flores— Dijo Rosalie.

—¡Sí! ¡Pero nunca te he visto diciendo nada sobre plantar estrellas y... sembrar
arcoíris!

—¡Ella no dijo nada de arcoíris Emmett, no estés inventando!— La defendí


sonriendo.

Espero, de verdad, de verdad espero, que no haya ninguna "flor arcoíris" o qué se
yo. Justo a mi lado escuché una garganta aclarándose seguido de la voz de Bella
mucho más calmada.

—Ahm... aquí están las flores.

Sentí una de sus manos posarse sobre mi brazo para luego deslizarse hasta la
mano que no sostenía mi bastón, la levantó lentamente hasta entrelazar nuestros
dedos. Mi respiración se volvió más agitada y de repente las palmas de mis manos
(además de mis axilas) picaban.

—¿Qué...? ¿Qué estas...?— Tartamudeé en un murmullo apenas consciente de que


estaba hablando y más atento a sus acciones.

—Esto era de lo que estaba hablando— Murmuró ella suavemente —Siente.

Yo seguía sin comprender hasta que sentí que posaba nuestros dedos suavemente
sobre algo muy suave y distinguí los pétalos de una flor. No eran como las rosas o
margaritas con pétalos abiertos, lo que sentí era el borde de muchos pétalos unidos
bajo las yemas de mis dedos. Bella llevaba nuestras manos con sigilo sobre el
conjunto de flores, con cuidado de no presionar demasiado, de no lastimarlas (si
acaso eso era posible), y tuve un recuerdo de un sueño, unas manos igual de
suaves tocándome de la misma forma.

—Son las dalias pompones— Explicó en el mismo tono.

La sentí deslizar la flor sobre el dorso de mi mano y subir suavemente sus pétalos
sobre la piel de mi cuello. Los vellos de mi nuca se erizaron al instante y por un
segundo dudé si era por el suave roce de los pétalos... o el suave roce de Bella. Mi
mandíbula que hasta ahora permanecía apretada, se liberó lentamente cuando sentí
la flor aproximarse a la comisura de mis labios.

—¿Hueles?— Sugirió ella.

Di una profunda inhalación y percibí el olor no del todo dulce pero absolutamente
natural de las flores. Tomé varias inhalaciones más haciendo lo posible por grabar el
olor en mi memoria porque estaba muy consciente, quizás demasiado, de la
cercanía del cuerpo de Bella al mío y supe que así sería como siempre recordaría a
Bella: con el olor a las dalias pompón.

La voz de un niño me sacó de mi ensoñación.

—Hola mamá, ya llegué de... ¡Oh!— Sentí el cuerpo de Bella chocar contra el mío y
aplastando un poco la flor contra mi boca. Alcé mis manos directamente a nivel de
la cintura para sostenerla (esta vez teniendo extra cuidado de no... ya saben... "irme
de manos")

—Seth, te dije que tuvieras cuidado con entrar corriendo así, podrías llevarte a
cualquier cliente por delante así que alégrate de que sólo haya sido yo— Lo
reprendió Bella
—Lo siento— Replicó el niño sonando decaído.

El silencio se cernió sobre nosotros y me removí incómodo en mi lugar. Finalmente


Bella habló de nuevo.

—Ahm... Seth, ellos son nuestros amigos Emmett y Edward.

Los tres intercambiamos cortos saludos.

—Seth, ve a ver qué está haciendo mi mamá y ayúdala.

El niño emitió el típico chillido de niño fastidiado —Pero no quiero...

—Ve— Exigió Bella en un tono que no daba lugar a réplica. Escuché sus pies
arrastrarse por el suelo.

Al cabo de unos minutos, mi hermano hizo la pregunta que yo tenía atorada en mi


garganta.

—Qué lindo niño Bella, ¿es tu hijo?

En ese momento recordé que mis manos seguían ancladas a la cintura de Bella.
Hice una nota mental de lo delgada que era... casi demasiado. La sentí tensar su
cuerpo y removí mis manos de ella.

—Ahm...— Bella vaciló y su respuesta tardó más de lo esperado —Si... es mi hijo.

—¡Ah!— La exclamación que por un momento pensé que había salido de mi


hermano, en realidad había salido de mi así que continué rápidamente —¿Hora de
irnos, Emmett?

—¡Claro! Sí. Yo tomaré esta maceta, Edward, tú te encargas de las otras flores.

—Claro— Repliqué sin entender mucho.

—Nos vemos luego Rosie— Dijo Emmett adoptando un meloso tono seguido por el
sonido de besos.

Mi incomodidad se multiplicó por 2000, si es posible.

—Ahm... gracias por venir, Edward— Comentó Bella a mi lado.

—Gracias a ti por las flores— Extendí mi mano libre en su dirección y ella depositó
el ramo de flores con cuidado.
—¿Estas bien?

—Si— Respondí incluso antes de que terminara su pregunta, pero podía sentir
pequeñas gotas de sudor en mi frente y mi cuello.

¿Hace calor aquí o qué? ¿Cuándo se puso tan caliente esto? ¿Se habrán
multiplicado las flores y agotado el espacio? Tal vez estaban botando dióxido de
carbono y acabando el oxígeno... no, espera, es al revés... y creo que esos son los
árboles.

—Edward, yo no quise que...

—¿Listo, Edward?— Interrumpió Emmett justo a tiempo.

—¡Sí!— Respondí con más entusiasmo de lo normal —Gracias Bella, adiós Rose.

Rápidamente hice mi camino hacia el auto, esta vez con más seguridad, y Emmett
me siguió. Una vez en el auto, ******

—Lo siento, Ed— Dijo Emmett con pesar en su tono mientras encendía el auto.

—¿Por qué?

—¿Sabías que Bella tiene un hijo?

—No— Mentí lentamente.

—Eso debe ser incómodo— "Incómodo es tener que escucharte hablar de eso en
un espacio cerrado" pensé —El niño debe tener como ocho años o algo así, debe
haber sido un embarazo adolescente — continuó mi hermano en tono reflexivo.

"Genial, ahora hablamos de Bella adolescente teniendo sexo"

—Siempre he escuchado que después del parto, el cuerpo de la mujer nunca queda
igual, especialmente... tú sabes... allá abajo.

"Dios mío, mi hermano tiene la sutileza de un chimpancé en una jaula llena de


bananas"

—Pero estoy seguro de que no debe ser tan malo. No es como si no pudiese
hacerlo más o algo así.

"Emmett siempre dice que no le gusta conducir muy rápido, quizás si abro la puerta
ahora y me lanzo tengo la suerte de estar del lado de la acera y pueda...
—Edward, ¿qué estás haciendo?

—¿Ah?— Respondí sorprendido al captar su pregunta.

—Estas apretando la manija de la puerta ¿Pasa algo?

Cerré mi puño y efectivamente sentí mis dedos apretándose contra la manija.

—No, nada, sólo... voy a bajar la ventanilla— Moví mi mano e hice lo que dije.

Finalmente nos quedamos en silencio y agradecí internamente por ello. Nos


estacionamos y Emmett no pudo mantener su boca cerrada por más tiempo.

—En fin, lo lamento por ti hermano, no tenía de que Bella podía ser tan complicada.
Menos mal que no te involucraste mucho, ¿verdad?— Terminó con una pequeña
risa y unas palmadas en mi hombro para luego salir del auto hacia la casa de
nuestra madre.

Suspiré al momento que escuché el tono de mi celular indicándome que tenía un


nuevo mensaje. Presioné unas teclas y la voz computarizada inició.

*Hola Edward, espero que a tu mamá le gusten las flores. Feliz navidad. -Bella*

Aun en el auto pasé mi mano sobre mis lentes oscuros y rasqué suavemente mi
rostro. No tenía la más mínima intención de responderle y estaba a punto de salir
mensaje cuando me llegó otro mensaje.

*¿Estamos bien?*

Deslicé mis manos bajos mis lentes, las froté sobre mis ojos y finalmente salí del
auto.

Aun sin la más mínima intención de responder su mensaje.

-
Apenas atravesamos la puerta, Esme llegó a nosotros como si hubiese estado
esperándonos junto a la ventana (¿Coincidencia? No lo creo, con Esme no hay
coincidencias).

—¡Edward, que flores tan hermosas! ¡Me encantan!— Dijo con una voz que
irradiaba alegría y sonreí junto a ella.

—Ah... ¡Hola! Mamá!— Exclamó Emmett con sarcasmo —Yo también te traje flores.
Lo notarías si dejaras de mirar a tu hijo dorado por cinco segundos.
—Ya, ya, Emmett. También me encantan tus flores— Respondió mi madre con el
tono conciliador que había usado Rosalie en la tienda.

—¡Mira! Las pedí con raíces y todo para que puedas plantarlas— Continuó mi
hermano.

—¡Ay! ¡Cariño! ¡Qué bueno! No puedo esperar a cultivarlas.

Bufé al escucharlos. El muy tonto se aprovechó de la idea de Bella para halagar a


mamá.

Doblé mi bastón lo guardé en mi bolsillo y me encaminé a mi lugar favorito de esta


casa ¿Mi cuarto? No ¡La Cocina!

—Huele delicioso mamá— Musité olfateando el lugar.

—Gracias cariño, es carne asada, ya casi la sacaré del horno y podremos comer.

—¿Y papá?

La corta y simple pregunta de Emmett me hizo removerme incómodo nuevamente.

Esme vaciló antes de contestar —Él... él llamó... dijo que algo surgió en la oficina—
Sí, claro — Pero que haría lo posible por llegar— De alguna forma, dudaba mucho
que Carlisle hubiese agregado esa última oración y me sonaba mucho más a las
palabras de Esme.

—Algo surgió en la oficina... un 24 de diciembre— Reiteré con lentitud para ver si


así todos se daban cuenta de lo estúpida que era esa excusa.

—Sí, Edward, eso fue lo que dije— Confirmó mi madre con más seguridad.

—Claro.

No esperé más explicación, me dirigí al sofá de la sala y tomé el control. Lo primero


que escuché fueron las palabras de Mónica recibiendo a Chandler en Navidad
cuando llegó Tulsa. Sonreí al saber que al menos había algo positiva en esta fecha
(maratones de Friends). Tenía mi mano en el aire y estaba a punto de tomar mi
teléfono y teclear un mensaje para Bella pero me detuve y la bajé nuevamente.

Bella probablemente estaría muy ocupada con su familia (hijo).

Al cabo de un rato Emmett y Esme me acompañaron e iniciaron una amena


conversación donde, por fortuna, no tuve mucho que agregar. Al parecer Esme
estaba tomando clases de pintura y su profesor era bastante bueno. Emmett habló
sobre sus clases y dijo extrañamente poco acerca de su nueva relación con Rosalie,
sólo que habían salido un par de veces, que le gustaba bastante y que era algo
mutuo, además de ser "la chica más genial y sencilla del mundo".

Esme se excusó para sacar la carne del horno y aproveché para inclinarme hacia el
lado de Emmett en el sofá y susurrarle:

—¿Qué fue eso?

—¿Qué cosa?

—Lo de Rosalie. Te noté más entusiasmado que eso, ¿por qué no le dijiste nada
más?

—¿En serio, Edward? ¿Me estas fastidiando porque no quiero compartir detalles de
mi vida con mi familia? ¿No te parece un poco irónico de tu parte?

—Mierda... buen punto.

Lo sentí inclinarse más hacia mí antes de hablar nuevamente.

—Sólo digamos que no tengo muchas ganas de que mamá sepa lo de la edad de
Rosalie.

¡Ajá! ¡Con que eso era! Comencé a reírme a carcajada al pensar en la cara de
Esme cuando se enterara de la muy pequeña diferencia de edad entre Emmett y su
novia. No se si no enojaría pero definitivamente sería muy raro para ella que su
*nuera* esté una década más cercana a la edad de ella que a la de Emmett.

—¡Cállate!— Susurró/medió gritó mi hermano desesperadamente.

—¿De qué se ríen muchachos?— Irrumpió la voz de mi madre.

—¡Nada!— Respondió Emmett de inmediato.

—Ok— Esme no sonaba nada convencida —La carne esta lista, vamos a comer.

Jadeé por aire para recuperarme del ataque de risa. Emmett era todo un niño
miedoso de su mamá.

Nos levantamos para dirigirnos al pequeño comedor y antes de entrar me aseguré


de acercarme a Emmett y susurrarle en su oído.
—Miedoso.

Estoy seguro de que si pudiese ver, mi hermano se habría asegurado de mostrarme


su dedo medio.

Estábamos a mitad de la cena, Emmett acababa de halagar el vestido de mamá


(que al parecer la hacía ver más joven) yo sopesaba el hecho de nunca poder
halagar a mi mamá de esa forma nuevamente, cuando sucedió.

La puerta se abrió con varios golpeteos y dos maldiciones y se cerró con un


estruendo.

—¡Esme!— Llamó mi padre en un claro tono de embriaguez y los tres tenedores


cayeron sonoramente sobre los platos.

Resoplé al escuchar las dos sillas a mi lado arrastrarse por el suelo y los pasos
apresurados de mi hermano y mi madre para llegar a la sala.

—Esme mi amor, estas más hermosa que nunca— Gritó mi padre, seguramente sin
darse cuenta del tono de su voz.

Respiré profundamente en mi lugar, negándome a levantarme por él.

—Carlisle por favor...— Rogó mi madre.

—¡Emmett! ¡Emmett cómo está tu novia! Gracias por almorzar conmigo el otro día,
sé que... ah... sé que... a tu hermano no le gustaría eso— Carlisle arrastraba sus
palabra y al final su tono había bajado bastante.

Así era mi padre, una especie de borracho emocional, a veces muy alegre y a veces
muy triste pero nada intermedio.

Me levanté pausadamente de mi asiento y caminé hacia la sala. Entonces Emmett


había almorzado con él... para ser tan indiscreto y que le guste tanto "compartir"
ciertamente no compartió eso conmigo.

Cuando llegué a la sala, hablé lo suficientemente alto para dirigirme a todos.

—Emmett es un adulto, puede hacer lo que quiere— Casi me tuve que morder la
lengua para no soltar que el "adulto" allí presente tenía miedo de decirle a mamá
que su novia podía ser su niñera.

—¡Edwald!— Exclamó mi padre sorprendiéndome al abalanzarse sobre mí en un


abrazo. Ya comenzó a reemplazar las "R" con "L"... así que supe que estaba
bastante grave —Te extraño en la oficina hijo. Las secretarias me preguntan por tú
todo el tiempo.

Tenía mis ojos desmesuradamente abiertos tras mis lentes oscuros al darme cuenta
que Carlisle estaba en su polo "feliz" ¿Cómo lo es? ¡Porque el loco de mi padre
estaba sosteniendo mis brazos y moviéndolos en el aire como si intentara hacer
volar a una gallina!

—¡Carlisle! ¿Qué diablos estás haciendo?— Grité tratando de bajar mis brazos
pero, aunque borracho, el viejo loco tenía fuerza.

—¡Vamos, Edward! ¿Te acuerdas que te encantaba que te hiciera esto cuando eras
un niño?— Respondió mi padre entre risas como si fuese lo más obvio del mundo
—¡El avión, Edward! ¡El avión!— Continuó moviendo mis brazos más rápido y a
hacer ruidos con su boca que supongo debían sonar como un avión volando pero
en realidad sonaba como si tuviese gases.

—¡Emmett!— Grité en forma de auxilio.

—¿Qué?— Replicó el muy traidor sonando "inocente" pero bien sabía que debía
estar aguantando la risa.

—¡El avión, Edward!— Exclamó nuevamente mi padre moviendo mis brazos en


círculos —¿Estacionamos? ¡Dilo!

—¡Para ya, Carlisle!

—¡Que lo digas!— Gritó aún más fuerte y... diablos... tuve que ceder.

—PilotoCullenSolicitaPermisoDeAterrizaje— Murmuré lo más aprisa posible.

—¡Dilo!

—Piloto Cullen Solicita Permiso De Aterrizaje— Aclaré con más fuerza esperando
que me dejara en paz.

—¡Turbulenciaaaaaa!

Oh, mierda, olvidé esta parte.

Inmediatamente la mano de mi padre fueron hasta mi abdomen haciéndome


cosquillas por doquier. Escuché perfectamente mis risas mezcladas con las de él y
las de Emmett. Las lágrimas casi salen de mis ojos de tanta risa hasta que sacudí
mi cabeza y mis lentes oscuros salieron volando en dirección desconocida. Las
manos de Carlisle pararon abruptamente y mi risa terminó en jadeos. Abrí mis ojos
más amplios como si de esa forma pudiera verlos y encontrarlos.

—Edward— Susurró mi padre.

Diablos... ahora era el polo "triste"

—Hijo, lo lamento tanto— Dijo mi padre con su voz partida —Yo hubiese dado mi
vida para protegerte de lo que te pasó...

Suspiré y volteé hacia otro lado sin saber qué hacer. Ya había escuchado esto las
suficientes veces y aquí estamos.

—Soy un padre terrible, no debí decirte nada ese día, no debí discutir contigo, hijo—
Alguien dejo escapar un sollozo y sonaba particularmente femenino. Por más que
quisiera hacer una broma y decirle a Emmett que aguante y sea hombre, sabía muy
bien que mi madre no tomaría muy bien esa broma —Regresa conmigo, Edward,
sabes que en la oficina tenemos...

—No— Anuncié sin lugar a duda.

Yo no iba a regresar a ningún lado. El camino que estaba construyendo antes de ser
ciego ya no está, y aunque estuviese ya no puedo verlo.

—Esme— Chilló mi padre entre sus propios sollozos —Perdóname, Esme, me


equivoqué. Me equivoqué con Edward, me equivoqué contigo, nunca debí
traicionarte...

—¡Me voy!— Anuncié con fuerza mitad del bullicio. No quería escuchar nada de
eso.

Sin esperar respuesta alguna me encaminé hacia la puerta principal y caminé en


línea recta una vez que la atravesé. Me pareció escuchar pasos tras de mí y la voz
de mi madre gritar por Emmett, pero no presté atención y seguí caminando en línea
recta. Respiré profundamente el aire frio y nocturno de la calle, sintiendo como se
arremolinaba en mi pecho mientras mi cuerpo le daba la bienvenida a la frialdad.

—¡Edward!— Escuché a Emmett llamarme tras de mi pero fue fácil ignorarlo y seguí
con paso firme, atravesando la noche —¡Edward!— Lo escuché llamar nuevamente
y esta vez me detuve porque había algo en su voz que me congeló en mi lugar, un
rastro de una firmeza amarga que le daba el poder de detenerme y de entristecerme
a la vez, un rastro de algo que, aunque lo hacía sonar fuerte también lo hacía sonar
desesperado. Algo que sólo lo podría identificar otro hombre que haya pasado por lo
mismo. Alguien como yo... y como Carlisle.

El grito de Emmett sonó como Carlisle y mi pecho se contrajo al darme cuenta de


que mi hermano menor estaba peligrosamente cerca de convertirse en mi padre.

—¿Qué?— Inquirí tratando de sonar impasible.

—Estas en medio de la carretera, hermano. Ten cuidado. Por favor, regresa.

Era irónico que de lo único que no podía escapar era de lo que me había olvidado
por completo durante estos minutos de camino: la oscuridad. Estuve muy
consciente de que Emmett seguía tras de mí, no se había acercado ni parecía que
fuese a hacerlo. Él estaba esperando por mí, el muy estúpido sabía que si se me
hubiese acercado, que siquiera se hubiese atrevido a tocarme, hubiese corrido con
toda mi fuerza para escapar de él.

El muy estúpido me conocía bien.

Maldición.

En ese momento sentí una oleada de aire frío chocar contra la parte izquierda de mi
cuerpo a la vez que escuché la corneta de un auto a lo lejos, inesperadamente sentí
pánico. Pánico de que un auto viniese contra mí y yo no pudiese verlo, no pudiese
evadirlo. Pánico de que una vez atropellado, una vez caído y lastimado, tirado en la
calle, la oscuridad fuese la misma. Como si fuese igual estar vivo o estar muerto.

Hice lo primero que pude hacer para ayudarme a mí mismo a no caer. Saqué el
bastón de mi bolsillo, lo desdoblé y sentí el piso a mí alrededor. Sin embargo, no di
ningún paso.

—No voy a entrar allí otra vez, Emmett— Argumenté con una máscara de firmeza
en mi voz. Recordando que mi hermano estaba allí observándome, que él no dejaría
que nada me pasara, si un auto viniera él lo detendría antes.

Depender de mi hermanito menor con mi propia vida ¿Cuán patético es eso?

—No pretendía que lo hicieras, Edward. Déjame llevarte a casa, hermano— Los
rastros en su tono que me recordaban a Carlisle se habían esfumado y en su lugar
se escuchaba una especia de plegaria.

—Soy perfectamente capaz de tomar un taxi yo solo, Emmett— Argumenté


calculando formas de encontrar un taxi por mí mismo y sin ver. Debo decir que mis
cálculos no rindieron muchos frutos.
—Y tú sabes que, indiferentemente de que veas o no, yo soy perfectamente incapaz
de dejarte solo ahora.

Si, lo sabía. Di media vuelta y cuidadosamente palpé mi camino hasta el auto y nos
subimos a él.

—¿Te dejo en tu casa?

—Sólo para buscar a Chester— Dije sin estar del todo seguro de por qué hacía esto
—Después puedes llevarme a otro lugar.

Para las que me preguntaban sobre el pequeño de Bella, ya vieron un poco de él


acá :P pero cuidado porque aun falta mucho más de él.

¿Qué les parece la reacción de Edward? ¿Lo que hizo Carlisle? ¿La crisis de
Edward? El pobre Emmett lo sabe manejar pero no debe ser nada fácil. MUY
IMPORTANTE ¿Qué les parece Jenny? Jajaj es una pequeñez pero es que me
gustó :$

Más pronto de lo que esperan tendremos la continuación de este especial


navideño pero espero que antes de leer el siguiente, me digan que opinan de
este :$ es muy importante para mi y se los agradezco muchísimo.

FELIZ NAVIDAAAAAD :D

Alessa :3
B: Mi Florido Especial Navideño
¡Hola! Volví rápido :D me cansé mucho ayer O.o pero no quería pasar la
oportunidad de las fiestas :)
MUCHISIMAS GRACIAS por sus comentarios follows y favoritos de ayer! . Saludos
a Pili, Jenni y Gaby que no tienen cuenta pero me escriben igual :)
Gaby: No sé decirte cuantos caps exactamente tenga nuestra historia pero... no
será muy largo (20? Menos? Algo así me parece) Gracias por seguirme.

Disclaimer: Cualquier publicidad reconocible incluyendo los nombres de los


personajes de Crepúsculo pertenecen a sus respectivos autores. La presente autora
se adjudica la trama por completo. Cualquier copia o reproducción de la presente
historia sin mi consentimiento escrito esta estrictamente prohibido.

Enjoy! ;)

Apenas Edward y Emmett salieron de la tienda y el sonido de la campana sobre la


puerta cesó, yo exploté.

—¡Rosalie! ¡Qué diablos!— Exclamé con furia moviendo mis brazos


exasperadamente.

Ella no decía nada, sólo miraba la puerta fijamente con ojos como platos.

—¡No puedo creer que hiciste eso! No, no, no, corrección: ¡No puedo creer que no
hicieras nada!— Grité con aun más fuerza.

Mi amiga aun no pronunciaba palabra así que comencé a caminar de arriba a abajo
por la tienda, deteniéndome al otro lado del mostrador, justo frente a ella para
continuar mi retahíla.

—¿Sabes lo que esto significa? ¿Viste cómo se puso Edward cuando le dije que
Seth era mi hijo? ¡No me va a hablar más nunca! ¿Qué hiciste Rosalie?

Mi amiga finalmente pareció escucharme y volvió en sí, dirigiendo su mirada hacia


mí.

—¿Nada?— Dijo ella en un susurro y con una mueca de dolor en su rostro.

—¡Exacto! ¡No hiciste nada! Emmett, TU NOVIO, preguntó si Seth era mi hijo y tú
no hiciste nada más que mirarme con una expresión de horror.
Finalmente su rostro cambió por una mirada de determinación y un ceño fruncido.
Cuando habló, era más un grito.

—¿Qué querías que hiciera, Bella? ¡No podía decirle a Emmet que Seth es mi hijo!

Bufé con fuerza y descansé mis manos y peso sobre el mostrador frente a ella...
hasta que vi el letrero de "No recostarse" y lancé mis brazos al aire con molestia
para luego cruzarlos sobre mi cuerpo. Estúpido letrero.

—Además, Bella, yo no te pedí que dijeras que es tuyo— Prosiguió Rosalie bajando
su tono pero aun hablando seriamente.

—¡No! ¡Solamente me miraste con esa cara de terror!

—¡Eso no significa...!

Corté su defensa rápidamente bajando mi tono a un susurro porque sabía muy bien
que probablemente más de uno estaba escuchándonos.

—Seth no tiene padre, Rosalie, yo no iba a dejar que se quedara sin madre
también.

La expresión iracunda de mi amiga se suavizó lentamente al darse cuenta de lo que


le había dicho. Su mirada bajó al suelo y sus manos comenzaron a temblar.

—Ay por Dios— Susurró con su mirada perdida vagando en la extensión del piso de
la tienda —Soy una horrible madre.

—¿Qué?— Dije sorprendida por sus palabras y sin esperar verdaderamente una
respuesta.

—Soy una horrible madre— Repitió ella llevando sus temblorosas manos hasta su
boca —Negué a mi propio hijo, negué a mi pequeñito— Su susurro seconvirtió en
un sollozo.

Sin siquiera pensarlo mis brazos se abrieron para rodear sus hombros en un
abrazo.

—Claro que no, Rose, eres una excelente mamá. No lo negaste, sólo... te
congelaste— Intenté consolarla.

—No, Bella, no trates de hacerme sentir mejor. Lastimé a Seth y te obligué a hacer
algo que no debías. Sé cuánto quieres a Seth y también lo mucho que él te quiere a
ti, pero esto... esto me corresponde a mí— Explicó ella mirándome a la cara con sus
ojos llenos de lágrimas. Pasé mi mano sobre su cabello y la abracé más
fuertemente.

Sé que Rose no tenía una mala intención y no mentí cuando le dije lo excelente
madre que era. Criar a un niño por sí sola, eso no lo hace todo el mundo. Pero
también sabía que el amor, como comenzaba a sentir con Emmett, no había sido
parte de su vida en mucho tiempo. Quizás incluso desde que el padre de Seth se
fue.

Al cabo de unos minutos su respiración se fue acompasando y volteó a mirarme


nuevamente.

—Te juro que le voy a decirle la verdad a Emmett ¿Puedes darme un poco más de
tiempo?— La triste expresión de su rostro era innegable.

—Claro que sí.

—Gracias, Bella

Después de un rato logramos superar la pequeña crisis maternal de Rosalie. A las


seis en punto cerramos la tienda y Rose y yo entramos a la casa para unirnos a
Seth, Renee, mi abuela Annie y tío Peter para nuestra cena navideña. No pude
evitar reír al ver a Seth robando pedazos del pastel que mamá había preparado.
Para cuando fuésemos a comerlo, seguro estaría lleno de huecos y marcas de
pequeños dedos por doquier.

—Bella, ¿preparaste la ensalada?— Preguntó mi madre desde la sala mientras yo


estaba en la cocina.

—¡En eso estoy mamá!

—Ok, ok— Se acercó hasta a mí y apretó mi hombro afectuosamente —¡Bella!—


Exclamó repentinamente haciéndome girar hacia ella —¡No me recordaste que
comprara la salsa para la carne!

Hice una mueca ante sus palabras que rápidamente intente ocultar volteando mi
cuerpo nuevamente hacia la ensalada —Lo olvide mamá— Murmuré a
regañadientes.

—¡Ya me di cuenta!

Escuché sus pasos y suspiré profundamente por mi situación. Mi madre... digamos


que ella nunca comete errores, las personas a su alrededor sí. Todos nos pusimos
nuestros mejores atuendos para la cena. Yo llevaba una falda blanca con vuelo
hasta la rodilla y una blusa azul de cuello V con pequeñas mangas. Este año
organizamos sillas y una mesa en la habitación de mi abuela ya que por su reciente
operación estaba de reposo.

—Mamá— Susurró Seth sin darse cuenta que la habitación era muy pequeña para
los secretos así que todos podíamos escucharlo.

—Dime— Respondió Rosalie con la boca un poco llena de ensalada de papa.

—¡Dame más pastel!

—No más pastel Seth, vas a explotar, ¡llevas 3 pedazos!— Exclamó Rose también
en susurros.

Renee, la abuela, tío Peter y yo seguíamos comiendo y mirando a otro lado como si
nada, sólo para evitarle la pena a Rosalie.

—¡Mamá! Es de chocolate, por favooooor— Rogó Seth en voz chillona.

Rosalie comenzó a sonar la punta de su zapato una y otra vez contra el suelo y eso
era señal de que estaba perdiendo la paciencia.

—¡A ver! ¡Rosalie! ¡Sírvele más pastel al muchacho!— Exclamó mi abuela dándole
una gran sonrisa a Seth que él correspondió.

Puede que no sea su nieto, pero la adoración que tenía mi abuela por Seth era
innegable. Estaba bastante seguro de que Seth era como su propio sol.

—Sra Dwyer, no creo que...

—¡Yo se lo sirvo!— Mi abuela movió su cuerpo en un ademán de levantarse de su


coma, ante el cual todos nos levantamos de nuestro asiento para detenerla.

Imaginen nuestra sorpresa cuando escuchamos la carcajada.

—¡Se lo creyeron!— Siguió ella entre risas hasta que repentinamente cesaron para
hablar muy seriamente —Ahora sírvanle al muchacho.

Rose se dispuso a servir más pastel mientras que Peter y mi mamá llevaban los
platos a la cocina. Pude ver como Seth chocaba los cinco con la abuela bajo la
mesa. Juro por Dios que esa viejita era única.

—¿Tu también quieres más pastel, hija?— Me preguntó mi abuela afectuosamente.


—No, estoy bien.

—¡Ay, Bella! Comes como un pajarito.

Rosalie resopló con fuerza y, aunque estaba de espaldas, podía ver sus hombros
sacudiéndose por la risa. Así que discretamente le di una patada que me ganó una
mirada furibunda pero su silencio. La muy traidora sabía muy bien que a veces
comía peor que un camionero (o que Seth, y eso era decir bastante).

—¿Cómo te va en la floristería?— Continuó mi abuela haciendo caso omiso de


Rose. Para ese momento tenía a Seth sentado junto a ella y sostenía su mano
frotándola en círculos.

—Todo muy bien, abuela. Los pedidos navideños están...

—¿Y eres feliz?— Me Interrumpió bruscamente con una mirada inquisidora. Era en
momentos como esto donde el blanco de sus cabellos y las líneas bajo sus ojos me
recordaban que no eran más que experiencia.

—Si ¿Por qué...?

—No pasaste cinco años estudiando para eso, hija— Sonrió mi abuela
afectuosamente —Deberías hablarlo con tu madre. Necesitas salir de aquí.

Suspiré y di gracias a Dios cuando Seth decidió interrumpirnos en ese momento


para decirle a la abuela que su pastel de chocolate seguía siendo mejor que el de
Renee. Iba de camino a la cocina a dejar mi plato cuando escuché las voces de
mamá y tío Peter.

—...no lo sé. Ya hablé con el médico, Peter. Necesito que vengas a ayudarme más
seguido, lo único que puedo hacer es cuidar a mamá y necesito ayuda—

—Por eso tienes a Bella— Explicó mi tío como lo más natural del mundo.

—Bella está pendiente de la floristería.

—Para eso tienes a Rosalie.

—¡Por favor, Peter! Tú sabes que nunca le dejaría el negocio solo por más de
confianza y vecina que sea. Un Dwyer siempre ha estado detrás de ese mostrador y
un Dwyer siempre estará detrás de ese mostrador. En ese momento tío Peter salió
de la cocina y pasó junto a mi velozmente sin siquiera darme una mirada. Seguí mi
camino y me encontré a mi madre con una expresión de tristeza en su rostro.
—Ay, Bella, menos mal que te tengo hija. Gracias por ayudarme en todo, no sabes
lo mucho que necesito que estés aquí— Dijo con una sonrisa medio triste.

Me envolvió en un abrazo y enterré mi rostro en su cuello. Me dolía verla cansada,


al igual que a la abuela. Después de un momento me soltó de su abrazó y me
sonrió más tranquilamente... hasta que su sonrisa cesó —Recuerda no comer tanta
ensalada de papa, sigues teniendo muchas espinillas. Con eso soltó mis brazos y
se encaminó de vuelta a la habitación de la abuela. Lavé y fregué mi plato con gran
lentitud como si calculara cada movimiento. Aunque fuese verdad, aunque pudiese
calcular cada paso, no todo salía como yo esperaba, no todos mis planes iban como
una vez pensé y tenía que hacer lo que se necesitaba, no lo que quería.

¿Entonces para qué las personas hacen planes? Si de todos modos lo importante
es resolver. Suspiré pesadamente y la voz de Rosalie me despertó.

—Bella, tu mamá necesita que vaya a ayudarla a recoger los platos.

La miré directamente a los ojos pero sin verla realmente. Ahí está otra vez. Una
persona que "necesita" que haga algo ¿Qué hay de mí? ¿No necesito yo hacer algo
primero? Sí. Sí lo necesito.

—Dile que me llamaron, que tuve que salir, que... tengo mi teléfono.

Con eso tomé mi chaqueta y salí velozmente a hacer algo... a hacer algo por mí.

El clima era sumamente frío, era frío navideño. Si bien no había nieve, la brisa y el
cielo encapotado hicieron acto de presencia. Tomé las solapas de mi grueso abrigo
y lo apreté con más fuerza alrededor de mi cuello mientras hacía mi camino por los
pasillo llenos de plantas del hermoso jardín urbano Swansons: mi lugar favorito en
el mundo porque compartíamos mucho más que la raíz de un apellido.

Desde que era pequeña, mi abuela me traía acá a visitar y comprar plantas y flores
mientras me relataba la historia de la familia Swansons. En 1888 el Sr. Swanson
llegó de Suecia e inició su vivero con nada más que semillas y duro trabajo. Fue
difícil para él hacerse lugar y nombre en una tierra que no era la de él pero poco a
poco lo fue logrando y, más importante aún, conoció a Selma, dueña de su propio
negocio floral.

—A partir de allí— Decía mi abuela —La magia de las flores surtió su efecto y los
competidores se aliaron para seguir trabajando y formar este hermoso jardín que
ves hoy pero, más importante, para formar una gran familia que sigue llevando esta
tierra.
—¿Y se enamoraron, abuela? ¿Así nada más?— Preguntaba yo muy intrigada.

Para ese entonces yo tenía la idea de que el amor era demasiado fácil para ser real,
que la gente enamorándose de otra no tenía sentido si era prácticamente lo mismo
que la amistad. Desafortunadamente, el amor seguía siendo un poco ajeno a mí.
Aunque no puedo decir que mi abuela nunca intentó explicármelo.

—No es así nada más, hija. Es...— Se reía suavemente sosteniendo mi mano con
dulzura.

—Explícame, abuela.

—Es distinto para todos— Anunciaba ella con la mirada perdida hacia las coloridas
flores a nuestros pies —Algunos se enamoran apenas se ven, otros necesitan más
tiempo— No olvido la sonrisa en su rostro para este momento —Algunos olvidan
que el amor siquiera es una opción y ni se atreven a pensarlo...

—¿Qué?

—Nada. Sólo... olvídalo, hija. El amor ya es bastante complicado sin que nosotros
metamos la pata tratando de explicarlo.

Justo ahora el vivero tenía más público del usual gracias al especial navideño: una
foto con los renos. Había pequeños niños con gorros navideños y cuernos de reno
guindando en sus cabezas, así como familias y parejas tomadas de la mano y
caminando muy juntas. No podía culparlos, el ambiente era mágico. Esta vez no
sólo eran las plantas y flores adornando los pasillos del vivero sino muchas luces
navideñas dispuestas alrededor de las plantas y árboles, algunos de los cuales eran
árboles artificiales con luces en lugar de hojas pero con troncos y raíces plásticas
muy gruesas que simulaban las reales. El contraste de las brillantes luces coloridas
contra la oscuridad del cielo era simplemente mágico.

Oscuridad... ¿Está mal que eso me recuerde a Edward?

Edward... le había comentado en una de nuestras conversaciones las ganas que


tenía de venir aquí hoy y lo difícil que sería escaparme de mi familia. Secretamente
esperaba que me invitara a salir... no lo sé, algo como "¿Te gustaría ir al vivero
Swansons conmigo?" o "Yo puedo acompañarte al vivero, Bella" o "Me gustas
mucho y tengo muchas ganas de besarte, quizás podamos hacerlo en el vivero".
Ok, eso último no era muy probable, pero el sólo pensar cómo se veía hoy con esa
camisa ajustada (definitivamente mejor que la ropa formal que usualmente llevaba y
que lo hacía ver mayor). Cuando le llevé las flores estaba a punto de besarlo... ok,
en realidad estuve más cerca de abrazarlo. Pero su incomodidad y tensión después
de que dije que Seth era mi hijo, me empujó por completo.

¿Qué esperabas, Bella? ¡Es hombre! ¡Por Dios!

Mi mano fue directamente a mi bolsillo y palpé mi celular considerando el enviarle


otro mensaje pero decidí que no podía desperdiciar mi fuerza en perseguir a
Edward Cullen. Estaba acercándome a los renos para verlos más de cerca (aunque
era un poco difícil por la cantidad de niños y familias a su alrededor) cuando
escuché unos insistentes ladridos, lo que me extrañó porque no estaban permitidas
las mascotas. Después de eso fueron sus gritos.

—¡Chester! ¡Cálmate!

Automáticamente giré mi cuerpo en dirección a su voz y lo vi.

—¡Chester! ¡Quieto!— Gritaba Edward hacia su perro quien estaba dando vueltas
alrededor de sus pies y... parecía mirar en mi dirección cada vez que ladraba.

Edward sostenía la correa de Chester y su bastón con una sola mano mientras
deslizaba la otra bajo sus lentes oscuros y frotaba sus ojos. Repentinamente
Chester comenzó a andar hacia mí, lo que empujó a Edward sin previo aviso.

—¡Chester! ¡Maldita sea!— Exclamó caminando a tropiezos hasta que finalmente


ambos se detuvieron frente a mí.

—¿Estas feliz ahora?— Gritó Edward con su rostro justo frente al mío y mis ojos se
abrieron como platos al pensar que se dirigía a mí, un momento después me di
cuenta de que estaba hablando con Chester, ya que se agachó hasta su nivel, tomó
una de sus peludas orejas con suavidad y la levantó para susurrarle al oído —
Recuerdo muy bien la última vez que te pusiste así pero me temo que estas
equivocado, ella no está aquí.

Sostuve mi aliento y con el mayor cuidado posible caminé de puntillas hacia atrás.
Cuando conseguí un poco de espacio entre nosotros, aclaré mi garganta lo
suficientemente alto y caminé hacia ellos arrastrando mis pies más sonoramente
que de costumbre.

—¿Edward, eres tú?— Oh, por Dios, qué patética soy. Tendré suerte si realmente
se lo cree.

Edward se puso de pie nuevamente y giró su cabeza en varias direcciones, lo que


me permitió reposar mi mano sobre su brazo. Ya saben, para que supiera dónde
estoy, por ninguna otra razón en lo absoluto.
—Bella... hola— Replicó —¿Qué...? ¿Qué estás haciendo aquí?

Eran momentos como este cuando me sentí como una niñita egoísta e insensible
porque una parte de mí se alegraba de que Edward no pudiera verme en este
momento. Mis axilas y las palmas de mi mano picaban por las pequeñas gotas de
sudor y estoy segura de que la expresión en mi rostro delataba mis nervios.
Afortunadamente, mi voz era la única guerrera que no me dejaba morir y salía con
una confianza que ni yo reconocía.

—Eso podría preguntarte yo a ti ¿Qué haces en un vivero un 24 de Diciembre?—


Pregunté con toda la curiosidad que realmente tenía. Él había dicho que pasaría
navidad y nunca me comentó nada sobre venir al vivero conmigo. ¿Podría ser...?
¿Podría... haber venido... por mí?

Antes de responder, sus cejas se alzaron por un momento sobre el marco de sus
lentes y luego volvieron a su lugar.

—Me dijeron que había renos— Su simple respuesta fue pausada y cada sílaba
mostraba un poco más de su sonrisa.

No sabría cómo explicarlo pero su sonrisa era algo más que una sonrisa
provocadora o de tono bromista, era tranquila, era simple. Puede que hayan sido las
preciosas luces que resplandecían tras él o la adorable canción navideña que una
famosa cantante interpretaba desde los altavoces, pero me hizo reír, y por la forma
en que su sonrisa se ensanchaba al escucharme pude ver que le agradaba mi
reacción.

—Claro, quién puede resistirse a una foto con los renos, ¿verdad?— Le seguí la
corriente —Entonces supongo que estas aquí para unirte a la cola.

—¡Por supuesto que sí!— Replicó de inmediato pero luego se acercó a mí y susurró
—¿Hay mucha cola?

Di un vistazo y conté alrededor de 10 personas frente a nosotros —Unas cuarenta


nada más— Susurré de vuelta.

Soltó un gruñido y, al apretar su brazo con mi mano, me di cuenta que había


olvidado apartarla.

—Sólo son 10— Le aclaré para luego alejar mi mano.

—¡Ah! ¿Entonces te aprovechas de un pobre...?— Inició con tono jocoso y una


sonrisa pero se detuvo en seco. Su sonrisa falló y decayó un poco pero continuó
—...ciego.

Tragué grueso al no saber qué hacer, así que tomé la mano que sostenía la correa
de Chester y entrelacé nuestros dedos para guiarlo hasta la fila de personas.
Manteniendo mi tono bromista, hablé nuevamente.

—Era una broma, Edward. Tienes que aprender a reconocerlas. Tú también puedes
hacerlas, ¿sabías?— Reí suavemente con el ligero movimiento que hizo con la
cabeza y que me recordó tanto a Seth cuando me rueda los ojos. ¡Oh, por Dios!
¡Edward me debe estar rodando los ojos! Después de eso la conversación fluyó
más tranquilamente. Edward me hizo varias preguntas acerca del lugar, como qué
clase de flores y decoraciones tenía, qué hacía la gente, incluso preguntó el nombre
de la canción que colocaban en los parlantes a cada momento y que yo seguía
cantando. Lo que él no sabía es que la canción sólo seguía sonando porque yo
conocía a la niña que estaba junto al equipo de sonido y cada pocos minutos le
hacía una seña para que la pusiera otra vez.

¿Qué puedo decir? ¡Soy convincente!

Casi tuve que morderme la lengua para evitar preguntarle por su familia o por su
día, pero todo iba muy bien y no quería echarlo a perder. A nuestros pies, Chester
ladraba y frotaba su peludo cuerpo contra mis descubiertas pantorrillas, de vez en
cuando me agachaba a su nivel para acariciarlo un poco y el pie de Edward
chocaba conmigo cada vez que lo hacía, no sabía por qué. Para cuando llegó
nuestro turno, el frío se había acentuado mucho más pero me hice la valiente.

—Llegamos, es tu turno— Le dije a Edward cuando la última familia ante nosotros


terminaba su foto.

—¿Qué?— Preguntó con su ceño fruncido.

—¡Tu turno, Edward! ¡La foto con los renos!— Esta vez era yo la que tenía el ceño
fruncido ¿No era para eso que hacíamos la fila? ¿O qué pensaba?

—¡Ah, si!

No hacía ningún movimiento así que lo empujé con un poco de fuerza para
acercarlo hasta la parte de los renos.

—Aquí estas bien. Chester también saldrá en la foto así que mira hacia acá—
Expliqué dirigiendo su cuerpo hacia dónde estaba la cámara —Y sonríe.

Comencé a alejarme cuando su mano tomó rápidamente mi brazo. Aparentemente,


Edward tenía reflejos rápidos —¡Bella! ¿A dónde vas?

—A apartarme para que te saquen la foto.

—Quédate. La foto es para todos— Aseguró.

—Gracias— Sonreí y me dirigí al otro lado de modo que Chester quedara entre
nosotros y los renos se vieran mejor tras Edward.

Estábamos posando cuando el señor se apartó dela cámara y se dirigió a mi —Hey,


niña, creo que te verías mejor a lado de tu novio.

—No es mi novio.

—No es mi novia.

Respondimos Edward y yo al unísono y giré mi rostro hacia él para darme cuenta


que él había hecho lo mismo. Di una pequeña sonrisa a pesar de que él no podía
verla y fue raro al notar que él hizo lo mismo para mí.

—Ok. Esto es un poco incómodo— Continuó el señor con expresión avergonzada y


rascando la parte calva en su cabeza —De todos modos, ¿pueden colocarse
juntos?

—Está bien— Afirmó Edward y muy ágilmente dobló su bastón colocándolo en su


bolsillo. Tomé eso como señal, caminé y me puse de pié junto a él colocando una de
mis manos en mi costado y la otra sobre la cabeza de Chester.

El señor se escondió nuevamente tras la cámara y le di mi mejor sonrisa... hasta


que se alejó nuevamente para dirigirse a mi —Hey, niña, ¿te importa si le doy un
cintillo a tu perro?— Preguntó el hombre con una entusiasta sonrisa que dejaba
entrever un diente torcido.

—¿Por qué quiere ponerle un cintillo a mi perro? ¡Es perro! ¡Nada de cintillos!—
Exclamó Edward señalando hacia adelante.

—No es un cintillo de niña, son cuernos, como los renos, ¿entiende?— Preguntó el
hombre sin abandonar su sonrisa. Hablaba como si hubiese tenido la idea más
brillante del planeta.

Cuando Edward finalmente accedió (aunque tuve que insistirle y jalarle del brazo un
par de veces para lograrlo) entendí perfectamente por qué el señor sonreía de esa
forma. Chester se veía ADORABLE (A-DO-RA-BLE) con sus cuernos rojo brillante.
No pude evitar un gemido de ternura al verlo y me agaché para juntar nuestras
narices.

—¿Qué? ¿Se ve horrible?— Preguntó Edward entre dientes.

—¡No! Se ve precioso.

—Ok, ¿listos? Ahí voy— Anunció el hombre preparándose nuevamente tras la


cámara.

Coloqué mi mejor sonrisa y escuché a Edward murmurar algo ininteligible por lo


bajo pero en seguida me distraje cuando sentí su mano posarse sobre mi cintura. Al
mirarlo de reojo, estaba dirigiendo una amplia sonrisa hacia el frente y eso me
recordó recobrar mi compostura para la foto.

—¡Sonrían!— Exclamó el hombre y luego... flash —Listo. Siguiente.

—¿Listo?— Inquirió Edward hacia mí.

—Sip.

Fui a quitarle el cintillo de cuernos a Chester pero el hombre de la cámara dijo que
podíamos quedárnoslo.

—¿Puedes quitárselo de todos modos?— Insistió Edward mientras nos dirigíamos


hacia el lugar donde nos darían y pagaríamos la foto.

—¿Por qué? ¿Quieres ponértelo?

—Já, já— Replicó sin gracia pero peleando con una pequeña sonrisa que bailaba
en sus labios —No, pero no sé cómo se ve así que prefiero que no lo tenga.

—Está bien— Accedí algo renuente, pero cuando me agaché para quitárselo, no
pude soportarlo. Se veía tan bello con sus enormes ojos negros y su cintillo
resplandeciente en contraste con su pelaje amarillo. Discretamente le di un abrazo a
mi peludo amigo y me puse de pie nuevamente.

—¿Se lo quitaste?

—Sí, lo hice— Mentí. Ya se daría cuenta luego.

El frío se hizo aún más fuerte (cosa que no creí posible), apreté mi abrigo con fuerza
y maldije mi "fantástica" idea de usar falda aunque sea larga. Mis brazos temblaban
levemente.
—¿Tienes frío?

—Demasiado— Respondí de inmediato.

Edward apartó la bufanda de su cuello y me la entregó.

—No importa, no es tanto el frío— Comenté ante su gesto.

—Creo que la palabra exacta fue "demasiado"— Insistió Edward sonriendo como si
nada, así que lo acepté. Después de todo, me estaba congelando.

—Aquí tiene— Dijo un hombre joven entregándome la fotografía. La sonrisa de


Edward era preciosa y Chester se veía genial con sus cuernos. No pude evitar notar
que mi propia sonrisa no era precisamente "de mentira" aunque desearía haber
sostenido la mano de Edward.

—¿Ves una parte más cálida a la que podamos ir?

—Si— Respondí viendo hacia el pequeño café que tenía el vivero y que parecía no
estar tan poblado —Pero tenemos que pagar primero.

—Ya lo hice— Arguyó Edward tomando mi codo para apartarme del lugar.

—Pero...

—Vámonos— Continuó empujándome levemente.

—Ok, ok. Toma tu foto. Es preciosa— Tomé su mano para depositar el papel pero él
cerró su palma.

—Puedes quedártela si quieres.

—Pero es tú...

—Tú puedes darle mejor uso— Sentenció. Esta vez sin sonrisa alguna en su rostro
y no quise presionarlo así que cuidadosamente la coloqué dentro de mi bolso de
modo que no se doblara. Edward, Chester y yo nos adentramos al medianamente
pequeño café, ahí me di cuenta que en realidad estaba prácticamente repleto.
Estaba iluminado con luces navideñas y guirnaldas que guindaban por doquier,
además de un pequeño árbol en una de las esquinas. Había incluso un árbol más
pequeño posado sobre una mesa, que tenía ojos y boca que se movían al compás
de populares villancicos. Por supuesto, habían muchos niños a su al rededor.

—¿Quieres un café?— Me volteé hacia Edward para hablarle cuando una señora
pasó tras de mi con una bandeja y me empujó.

¿Mi colchón salvavidas? El cuerpo de Edward. Nada mal para una chica. Me recibió
en sus brazos e hice lo posible por incorporarme.

—Discúlpame, Edward. No fue mi intención, disculpa.

—No importa, tranquila— A pesar de sus palabras, sonaba bastante tenso y maldije
en silencio a la señora que me hizo tropezar por echar a perder lo que iba tan bien.

Para mi sorpresa, un señor mayor pasó tras él y lo empujó por error,


desafortunadamente para Edward, yo no tenía su misma fuerza o sus mismos
reflejos (ni de cerca) y, aunque envolvió mi cintura en sus brazos para sostenernos,
terminamos dando tropezones hacia atrás hasta que finalmente pudimos
incorporarnos a duras penas.

—Lo siento mucho, Bella, no quise... ¿Qué...? ¿Qué es esto?— Edward hablaba
entrecortado porque había chocado de cara con una pequeña plantita que guindaba
del techo.

¿El techo es bajo o Edward es muy alto? No tengo idea. Aunque lo último era cierto.

—Es... es muérdago— Le expliqué tomando el pequeño ramo en mi mano para


apartarlo de su rostros.

—Oh— Fue su única respuesta.

—Sí.

"Brillante, Bella. Te quedó perfecto" maldije en voz baja.

Estando tan cerca pude ver la mandíbula de Edward apretarse y soltarse


repetidamente y mis manos y axilas comenzaron a picar de nuevo ¡Diablos!
¡Necesitaba comprar un nuevo antitranspirante! Oh, por Dios, espero que no tenga
nada que ver con el olor.

—Feliz navidad, Bella— Dijo Edward suave y pausadamente, casi como si estuviese
diciendo algo más.

—Feliz navidad— Repliqué en un murmullo justo antes de que su rostro se acercara


despacio hacia el mío y depositara el más suave y cálido beso en mi mejilla. A mis
pies, Chester ladraba sin parar y enredaba su correa alrededor de nuestras piernas.

Sí. Era una muy feliz navidad.


El vivero Swanson así como su historia son hechos reales. Los renos en navidad y
la forma de jardín urbano ubicado en Seattle también ;) es una suerte para mi en
realidad jaja.

¡Bueno! Ya saben quién es la mamá de Seth :D me da un poco de penita por


las que me preguntaban sobre el embarazo de Bella xD pero ya ven. ¿Qué tal
lo que hizo Rose? ¿Y el encuentro navideño de Bella y Edward? :D me
encantaaa cuando estan juntos :$ y de verdad pienso que Chester debe verse
muy bien con sus cuernitos jaja.

Tengo montones de ganas de saber su opinión porque hay varias cosas grandes en
este cap :D yo sé que no me dejaran mal ;)

FELIZ AÑO PARA TODOOOOOS! Bendiciones y éxitos en este 2014, gracias por
todo su apoyo y nos veremos el próximo año ;)

Abrazos.

Alessa.
B: Un Amor Que No Es Mio
Hola ¿Cómo estan? :) Lo prometido es deuda. Gracias por sus favoritos, alertas y
ReviewS! [Mel Robsten ;) tu también]

Me tomé las vacaciones que no tomé en Diciembre y de verdad no se me ocurrió


avisar :/ es tonto, ahora sí lo sé jaja pero es que... no pensé que... mis palabras
harían tanta falta por acá xD así que gracias :$

Gaby y Jenni: Me dio penita con ustedes y me encantó su petición jaja no pude
responderles porque no tienen cuenta FF pero acá estoy.

RECUERDEN que cuando quiera COMUNICARSE CONMIGO para lo que sea,


estoy a su orden por facebook y mensaje acá, así seguro les respondo ;)

¡En fin! ¡ENJOY! :D

BPOV

Mi mano apretaba el teléfono con un poco más de fuerza de la necesaria. Estaba


sentada en el pequeño banco de madera tras el mostrador y la parte superior de mi
cuerpo descansaba perezosamente sobre él, con mis brazos guindando hacia el
otro lado.

—Bella, no te recuestes sobre el mostrador, hija, eso da mal aspecto— Dijo mi


madre sin dejar de moverse por la tienda sin cesar. Armando nuevos arreglos,
cambiándolos de lugar, desempolvando las macetas, regando las plantas... la había
estado mirado desde hace 30 minutos me sentía completamente cansada sólo por
eso.

Con gran pereza y lentitud arrastré mis manos de vuelta hacia mi cuerpo y me
recosté sobre la caja registradora.

—Sí, eso está mucho mejor— Replicó mi madre con sarcasmo.

Reprimí un gruñido para no echarle más leña al fuego y cerré mis ojos.

Ya estábamos en la segunda semana de enero y Renee no podía esperar otro


segundo más para abrir la floristería nuevamente. A pesar de mi insistencia de que
esperáramos ella sólo respondía:

—¿Esperar? ¿Estás loca? ¡Si ahora vienen las flores de la oficina! ¡Para las
secretarias, para las amantes...! No podemos esperar, Bella.

Si... mi madre la sabía todo.

No me di cuenta en qué momento se había ido Renee y tampoco sabía cuánto


tiempo había estado allí con los ojos cerrados y abrazando la caja registradora,
quizás muy cariñosamente.

La llamo Stewart (¿Qué? Yo no ando abrazando a cualquiera).

El sonido de la campana sobre la puerta me hizo abrir los ojos repentinamente para
encontrarme con el pequeño acosador ¿Cómo se llamaba?

—Hola señora. Soy Jasper, ¿se acuerda de mí?— Dijo el muchacho sujetando con
fuerza su exageradamente grande sudadera.

Solté un gruñido. Si no me acordaba de él la parte de "señora" ya me habría


recordado.

—Claro que me acuerdo, eres el acosador— Respondí con una pequeña sonrisa
recordando cómo lo perseguí aquel día.

Ante mis palabras se acercó con paso firme hacia mí y una pequeña arruga
marcaba su entrecejo.

—Ya le dije que no soy ningún acosador. Mi amor por Alice es verdadero, mucho
más real que esos otros idiotas que se la pasan hablando de ella.

Su puño apretado con fuerza descansaba en el mostrador junto a mi palma abierta y


la intensidad de su tono... no sabía si burlarme de él o tomármelo en serio. Resoplé
dándole una dubitativa sonrisa.

—¿Cuántos años me dijiste que tienes?

—14 años.

¡14 años! Podría pararme aquí y justificar la intensidad de este chico diciendo que
es lo que pasamos todos cuando somos adolescentes pero... estoy empezando a
creer que la vida de todos puede ser intensa. Sólo que la mía no lo es.

Antes solía creer que una vida intensa sería sufrir por un amor así como Jasper, o
secretos de familia como en las telenovelas que le gustan a mi abuela... todo eso
fue antes de su enfermedad y todo lo que eso acarreó... ahora sé que la vida es
intensa no por los sucesos que acontezcan, sino por la reacción de la persona ante
ellos.

Jasper podría quedarse en su casa llorando por la chica que no le da ni la hora o


podría hacer "lo más maduro", tratar de superarla y enfocarse en otras cosas, pero
en lugar de eso lo está enfrentando y está haciendo algo al respecto.

Creo que estaba empezando a odiar este nuevo respeto que tenía por este mocoso.

Apreté mi teléfono con fuerza y continué —Está bien, Romeo, no te exaltes, ¿qué te
trae por acá?

—No me gusta Romeo, señora, él se muere.

—Pero se queda con la chica— Argumenté con una sonrisa ganadora.

—¿Dónde? ¿En el cielo? Yo no he leído la versión de "Romeo y Julieta en el más


allá"— Atacó él.

—Hey, si existe "Orgullo y prejuicio y zombis" entonces también puede existir esa—
Contraataqué con triunfo.

Jasper resopló pero muy a su pesar pude ver la sonrisa en su rostro.

—¿Qué puedo hacer por ti, Jasper? Si necesitas ayuda para acosar a tu chica, te
digo de una vez que no me voy a montar a ninguna ventana para conseguirte una
foto de...

—Ya le dije que yo no acoso a Alice.

—Pero si intentas subirte a su ventana, ¿verdad? Quizás cuando se está vistiendo


— Repliqué sonriendo al ver como su mirada bajaba y su mano cubrió
inmediatamente su codo izquierdo. Aunque no lo suficientemente rápido como para
que no notase una cicatriz aún reciente.

¡Oh!, mi pobre ratoncito acosador.

—¿Aun no has hablado con ella?— Pregunté suavemente dejando las bromas a un
lado.

—Sí, si hablamos— La sonrisa que iluminó su manchado rostro me hizo responder


de igual forma —En la fiesta de año nuevo que hace su familia.

—¿En serio? ¿Y qué le dijiste?


—¡Le dije "hola"!

...

Estaba esperando a que continuara pero nada salía de su boca y su sonrisa no


bajaba ni un centímetro.

—¿Y qué más?

—Bueno... más nada... pero ella también me respondió, ¡y me sonrió!— No sé qué


era más adorable/triste, que él defendiera tanto su caso o que de verdad parecía
sinceramente alegre con lo que había logrado.

Haciendo caso omiso al letrero de mi madre, coloqué mis codos sobre el mostrador
e incliné mi cuerpo hacia él para verlo mejor. Realmente no era un chico feo, tenía el
cabello un poco largo para mi gusto (aunque quizás a Alice le guste eso, quién
sabe), su rostro tenía un poco de acné pero había visto peores, sus lentes era de
los que estaban de moda y era bastante delgado pero también alto.

—¿Qué estás haciendo aquí, Jasper?— Inquirí sonriendo para que no pensara que
lo estaba echando.

—Usted me dijo que podía venir acá y... todas las mujeres aman las flores,
¿ciertos?

—Sólo las más geniales— Sonreí.

Me levanté de mi asiento y llevé a Jasper a un pequeño tour de las flores que


teníamos disponibles. Cuando digo pequeño es literalmente pequeño porque los
pasillos eran estrechos y no tan largos pero sí repletos de plantas.

—¿Cómo qué estabas buscando?— Le pregunté pasando mi mano suavemente por


algunas flores frente a mí y con Gasper, digo, Jasper siguiéndome el paso.

—Ah... no... No tengo idea—

—Ok, ¿cuáles son sus flores favoritas?

—Ah... no... No tengo idea

—Entonces, ¿de qué te sirve tanto espionaje? ¿Qué has sacado de eso?— Me
volteé exasperada lanzando mis manos al aire.

Inmediatamente sus mejillas se sonrojaron, su mirada bajó al suelo y su pierna


comenzó a moverse incesantemente. Suspiré con más fuerza de la necesaria
porque probablemente lo que estaba espiando no era precisamente "su corazón".
Apuesto que si preguntara por su talla de sostén podría saberla.

—Por eso estoy aquí— Susurró el chico levantando su mirada ligeramente pero sin
alcanzar mis ojos —Ya estoy cansada de verla sin que ella me vea, señora Swan,
quiero hablar con ella— Finalmente sus ojos se fijaron en los míos y parecía
temeroso pero decidido.

¡Diablos! He leído demasiadas historias de amor como para cerrarle la puerta en la


cara a una cuando puedo ayudar. Que este amor no sea conmigo, no significa que
no pueda intervenir un poco. Miré a mi alrededor aun exasperada porque igual no
sabía nada de esta chica (y ni siquiera me caía muy bien, en realidad).

—Bien. Al menos dime qué sabes de ella, qué conoces de ella.

El rostro de Jasper recuperó su color y su semblante se avivó cuando comenzó a


hablar —Es la chica más preciosa del mundo, es sensible y delicada, sus labios son
como el color del crepúsculo en...

—No, no, no, no, no— Lo paré en seco colocando mis manos frente a él en señal de
alto —Nada de su belleza, nada de sus labios, nada de ninguna noche de verano.
Lo que necesito saber es lo que le gusta, su manera de ser... ¿Es clásica como una
rosa roja? ¿Elegante como una cala? ¿Enérgica como un girasol?

—¡Oh!

Si, esto era lo que todos mis clientes masculinos me respondían cada vez que les
preguntaba esto. En mi opinión, esta verdaderamente es la mejor manera de
comprar flores a otra persona... lástima que la mayoría de los idiotas terminaba por
mandarme a callar y pedir una docena de rosas rojas. San Valentín es un asco.

—La verdad no había pensado...

—Sí, sí, no habías pensado, excelente. Ahora piénsalo y dime— Lo alenté.

Su mirada vagó por los estantes llenos de diferentes flores mientras hablaba —
Bueno... la mayoría de las personas, incluyéndome a mí, diría que Alice es enérgica
— Una sonrisa se esbozó en sus labios como recordando algo que yo no conocía —
Las paredes de su habitación son amarillo pastel y la he visto correr con sus primos
pequeños cuando van a visitarla y están solos. Pero...— Su sonrisa falló mientras
parecía dudar de lo que iba a decir —He visto como la tratan otras personas... en la
escuela, en su casa... la forma en que su cuerpo se encorva y llora a escondidas me
hace ver que hay cosas que le molestan, cosas más profundas que nadie ve en ella
porque asumen que es feliz y no le preguntan, cosas que yo si veo pero que no
conozco porque no me atrevo a preguntarle en voz alta.

Suspiré por enésima vez en el día y me moví mis manos de forma incómoda porque
sentí que tal vez me estaba inmiscuyendo demasiado.

¡Yo pensé que solamente me diría "enérgica"!

—Ahm... creo que puedo trabajar con eso— Dije apresuradamente tomando unos
girasoles del estante y encaminándome hacia el amplio jardín de nuestra casa que
servía como vivero.

Atravesé las primeras filas de plantas y pasé con velocidad junto a Renee quien
estaba regándolas, hasta que llegué a la pared más lejana donde se encontraba la
planta que quería: la clemátide, saqué las tijeras de mi bolsillo (florista sin tijeras a la
mano, no es florista) y corté con delicadeza varios tallos.

—Bella... ¿Bella que estás haciendo con la clemátide?— Inquirió mi madre a unos
metros de distancia.

Hice caso omiso a sus palabras y continué apartando cuidadosamente las raíces
para cortar los tallos sin hacerle mucho daño.

—Bella... esa flor es violeta, tu sabes que a los clientes no les gusta las flores
violetas a menos que sean orquídeas porque dicen que son para muertos— Gritó mi
madre con un poco más de fuerza para que la pudiese escuchar.

"Los clientes" ¡Como si ella conociera a todos los clientes del mundo! A
regañadientes admití que esa era la opinión de la mayoría cuando les sugería esta
planta. Mi mano aflojó su agarre de la tijera... tal vez ella tenía razón, tal vez no
debería... no, no, esto era para Jasper y Alice, ¡es su historia!

Retomé mi agarre de la tijera y continué con mi labor.

—Bella es en serio, no creo que...

Casi bailo de felicidad cuando por fin terminé de cortar todo y antes de que mi
mamá pudiese terminar su idea. Pasé rápidamente junto a ella de vuelta a la tienda
pero me detuve en seco cuando escuché la voz de mi abuela llamándome desde su
habitación. Llegué hasta ella y, como solía sucederme, sentí que mi corazón se
volvía chiquitico al ver a mi abuela tan cambiada, más delgada que antes y
recostada en su cama. Sabía que una de las cosas que más le había afectado en
estos tres meses de enfermedad era el no estar cerca de sus flores, no sentir la
tierra húmeda entre sus dedos ni ayudarlas a crecer.

—¿Todo bien, abuela?— Le pregunté acercándome para revisar la bolsa de suero


que estaba conectada a su muñeca.

—Todo bien, hija ¿Cómo va la tienda? Recuérdale a tu mamá que esa tienda es
suya. Bastante que trabajé yo para darle de comer a ella y su hermano... ¡Y también
a ti! ¿Qué hora es?

Sonreía al notar que también había cosas que nunca cambiaban, como la forma en
que hablaba de su trabajo. Mi viejita.

—Es mediodía abuela— Respondí con una sonrisa.

Me alarmé más de la cuenta cuando la vi sacudirse en su cama pero luego me di


cuenta que sólo trataba de alcanzar el control remoto de la televisión que se
encontraba en la mesa.

—¡La novela, hija! ¡Rápido que ya va a empezar mi novela!

Me reí e hice caso a sus palabras. Supongo que eso tampoco cambiaba.

—Esas flores están hermosas— Dijo ella señalando el ramo en mis manos —Casi
nadie sabe apreciar la belleza de las clemátides.

Al fin... al fin sentía que alguien me entendía: mi abuela. Me incliné dándole un beso
en su frente y me despedí para llevar el ramo a Jasper.

—Tú y ese bendito trabajo en la tienda ¡Sal de allí hija! ¡Consíguete un hombre!
Cómo el de la novela con ese cuerpesote tan grande...

—Ok, ok, abuela. Ya me tengo que ir. Hablamos luego.

No importa la situación, escuchar a tu abuela hablar de hombre SIEMPRE es raro.


El sonido de su risa me siguió hasta que entre a la tienda y cerré la puerta hacia la
casa.

Cuando llegué vi por el rabillo del ojo a Jasper aun de pie tal como lo había dejado.
Dispuse todas las flores en la mesa de trabajo que teníamos en una esquina y
comencé mi explicación a la vez que trabajaba en construir el ramo.

—Te estoy haciendo un ramo de tres girasoles en el centro que representa la


energía y la alegre personalidad de Alice— Anuncié colocando los girasoles en el
centro del papel celofán rosa claro que había colocado en forma de rombo en la
mesa — Estas flores más pequeñas que están acá se llaman clemátides, las estoy
colocando bajo los girasoles para representar ese matiz de tristeza del que me
hablaste— Mis manos titubearon un poco pero continué —como puedes son falsos
pétalos y son algo puntiagudos, casi defensivos, simbolizando la parte de ella que
otros no ven— Con parsimonia, cerré el rombo por las esquinas laterales
terminando de juntar el ramo como una sola unidad y tomando una cinta rosada
para ceñirlo. Tomé un respiro y continué esta vez más lentamente —Todo el
conjunto representa la esencia que ves en ella, amarillo y violeta que hacen
contraste como su personalidad que no la hace falsa sino que la hace humana.

Alcé el ramo en mis manos admirando sus colores y formas, sonreí al ver la
expresión de asombro en el rostro de Jasper.

—Wow.

—Sí. Las flores son mi súper poder.

Tomó el ramo entre sus manos y lo observó como si estuviese observando a la


misma Alice entre ellas.

—¿Qué significa el papel?— Preguntó sin dejar de verlo embobado.

—Significa que necesitábamos algo con que sostenerlo— Bufé.

Él solamente asintió creyendo cada palabra, me daba un poco de pena el pobre


chico —Me tomé la libertad de escoger rosa por la ternura de tu amor por ella—
Señalé suavemente.

—¡Gracias, señora Swan!— Exclamó Jasper con entusiasmo tomando una de mis
manos en la suya —Es perfecto, es absolutamente perfecto.

—Nada es perfecto, niño— Indiqué tratando de ignorar lo sudorosa que estaba su


mano... ¿Sería muy grosero si lo suelto y me limpio?

—Esto sí es perfecto, le va a encantar— Insistió sin dejar una gota de su


entusiasmo

Me soltó para sacar su billetera (gracias a Dios) y me entregó unos billetes —Cobre
también la entrega, usted sabe dónde es ¿Cuándo le llegará? Quiero asegurarme
de estar cerca con mis binoculares para ver su expresión.

—¿Qué?— Grité asombrada.


—No... no se preocupe, señora Swan, no he vuelto a tomarle fotos otra vez...

—No, no, no, no. Tu viniste hasta acá diciendo que querías hablarle que querías
darle flores, ¿y ni siquiera vas a dárselas tú?

—¿No ofrecen servicio de entrega?— Inquirió en un susurro.

Ay por Dios, ¿qué voy a hacer con este chico? ¿Qué diablos voy a hacer con este
adorable y lento chico?

—¿Por qué no se las entregas tú?

Él solamente me miró con los ojos como platos y pestañeó.

En ese momento la campanilla de la puerta sonó anuncia la de entrada de Rose.

—Hola Bella. Disculpa la tardanza, la profesora de Seth estaba insoportable—


Explicó ella soltando su cartera y deteniéndose junto a un perplejo Jasper —¡Hola!

A pesar de que el saludo de mi amiga había sido amigable, por la expresión del
chico parecía que hubiese sido lo contrario.

—Ah... ah... ah...

La sonrisa de Rose se amplió al instante. Le encantaba hacerle esto a los pobres


chicos (sí, no era la primera vez)

—Hola— finalmente añadió Jasper.

¡Já! Si así era con Rose, no me imagino como será con Al...

¡Oh!

—¡Oh! Ya entiendo— ¡Por supuesto que no quería darle las flores a Alice!

El pobre chico comenzó a mirar a todos lados y moverse inquieto mientras hablaba
—Lo siento señora Swan, pero no es tan fácil como podrá ver.

No se me escapó el bufido de risa que escuché de mi amiga cuando dijo "señora


Swan".

—Ok. Rosalie, ¿puedes cubrirme? Si, si puedes. Nos vemos ahora. Llevo mi
teléfono. No le digas a mamá— Hablé apresuradamente, tomé mi chaqueta de
detrás del mostrador y jalé a Jasper del cuello de su camisa camino a la calle.
Jasper y yo ya habíamos entrado a su vecindario. Todo el camino acá estuvimos
hablando de las cosas de su escuela. Alice tenía novio pero aparentemente era un
idiota (claro, como si fuese a decirme cosas buenas sobre el novio de "el amor de
su vida"). Cuando la vi en casa de Edward pensé que era la típica chica popular que
trataba horrible a los demás pero resultó que no. Resultó que simplemente no les
hablaba a muchos.

Después de tratar y tratar de llegar a un acuerdo con Jasper finalmente quedamos


en que él llevaría las flores hasta la casa de Alice y las dejaría en su puerta con una
nota. Él pensó que sería mejor lanzarle las flores por la ventana para que estuvieran
en su cuarto y tuve que explicarle muy lentamente (para que su puberta mente me
entendiera) que las flores no son bombas ni granadas de guerra para "lanzarlas" a
la gente. Después quiso que yo escribiera la nota y lo paré en seco; yo no había
venido hasta acá para hacerle el trabajo, no era más que un apoyo moral. Aunque sí
me convenció de dejarle usar mi explicación de las flores. Escribió rápidamente en
un pequeño papel que tenía en su mochila mientras íbamos en el autobús (lo sé,
terrible idea, letra torcida, pero él dijo que serviría para despistarla... pobre chico).

Estábamos a un par de metros de la que Jasper me había dicho que era la casa de
Alice cuando, de la nada, sentí un empujón en el lado izquierdo de mi cuerpo y caí
en el suelo tras un matorral.

—¡Hey! ¿Qué diablos te pasa, niño?

—Lo siento, señora Swan— Se excusó apenado arrodillado junto a mí y mirándome


con sus ojos de borrego.

—¿"Lo siento"? ¿En serio? ¡Me atropellas, me tiras al suelo y luego me dices "Lo
siento"!

—Es que pueden vernos— Susurró acercándose a mí.

—¿Quién?— Pregunté perpleja frotando mi pierna para aliviar un poco el dolor. Eso
va a dejar un moretón.

—¡Alice! ¡Los padres de Alice! ¡Cualquiera que pueda irle con el chisme!

Lancé mis manos al aire por la exasperación y me dejé caer en la grama... sin
recordar el matorral.

—¡Ay!— Grité cuando sentí una ramas puntiagudas clavarse en mi cabeza.

Me enderecé nuevamente y miré a Jasper directamente a los ojos señalándolo


también con mi dedo.

—Última vez que me tumbas así, ¿entendido?

—Sí.

—Ok. Ahora vas a ir allá, vas a dejar las flores y tu nota en la puerta y vas a tocar el
timbre.

—Está bien, está bien— Haciendo acoplo de su valor (si es que tenía) Jasper se
levantó sacudiendo la tierra de sus rodillas, apretó el ramo entre sus manos y se
encaminó hacia la puerta de Alice.

Desde mi posición acuclillada tras el arbusto pude ver como se detenía a mitad de
camino, se devolvía hacia mí, negaba con la cabeza y luego volvía otra vez en
dirección a la puerta de Alice. Esto sucedió unas tres veces y me permitió apreciar
un poco lo grande que era la entrada de aquella casa, con columnas estilo romanas
y sillas labradas en madera. Era bastante diferente a la de Edward aunque eran
vecinos...

Vecinos... Alice es vecina de Edward... eso significa que en este momento estoy
escondida entre los arbustos del terreno de...

La corneta de un auto tras de mi me hizo girar mi cabeza hacia él y me di cuenta


que lo había pensado demasiado tarde. Edward y Emmett se estaban bajando de la
camioneta y caminando hacia mí junto con Chester (que hacía que Edward se
moviera aún más rápido).

—¡Bella! ¿Cómo estás?— Dijo Emmett saludándome con un abrazo.

¡Diablos!

En estas dos semanas había ido varias veces a la floristería a visitar o buscar a
Rosalie y siempre me pasaba lo mismo. El me abrazaba y era tan amable, mientras
que yo lo único que podía pensar era en la mentira tan grande que le habíamos
montado entre Rosalie y yo. Especialmente cuando preguntaba por "mi hijo". Pero
ya se le había acabado el tiempo a Rose. O le decía la verdad a Emmett esta
semana, o yo mismo iba a buscarlo y se lo decía todo.

—Hola Emmett. Muy bien, gracias— Respondí mirando para todos lados menos a
él.

—Hola, Bella— Dijo Edward apretando sus labios.


¡Tenía tantas ganas de darle un golpe en ese momento! El idiota deja de llamarme
después de pasar juntos navidad y ahora sólo me dice "Hola". Si tan sólo no se
viera tan adorablemente raro con esos pantalones formales y camiseta que me
hacía querer besarlo. Golpearlo y besarlo, eso quería.

—Hola, Edward.

—¿Qué estás haciendo entre los arbustos?— Inquirió Emmett poniéndome al


descubierto por completo.

Genial. Si Edward no sabía que me estaba revolcando en su jardín, ahora sí lo


sabes. "Gracias, querido Emmett, la próxima vez que busques a Rose recordaré
preguntarte por tus piernitas de pollo".

Miré en dirección a Jasper y vi que el chico seguía con el ramo en sus manos pero
ahora se estaba escondiendo detrás de otro arbusto más lejano.

Gallina.

¿Qué iba a decir ahora? "Oh, nada, ayudando a mi pequeño amigo a conquistar a
una odiosa chica porque mi vida amorosa está más fría que el polo norte, ¿que
dónde está mi amigo? Allá escondiéndose como un ratoncito en los arbustos
¡Adiós!". Sí, eso suena totalmente cuerdo y normal.

—Ahm... nada— Respondí patéticamente y gruñí para mis adentros.

—Bueno... ok— Replicó Emmett notablemente incómodo.

Edward sólo fruncía su ceño e intentaba calmar a Chester que ladraba a sus pies.

Inmediatamente enternecida por él, me arrodillé en la grama y comencé a rascar


detrás de sus orejas mientras él movía una de sus patas de forma entusiasta. Este
perro definitivamente era mi debilidad.

Nadie dijo por un momento y agradecí a los cielos porque al menos podía contar
con Chester.

—Nosotros nos vamos... un gusto verte, Bella— Se despidió Emmett con otro breve
abrazo que apenas pude devolver al levantarme.

Vi a los hermanos Cullen encaminarse hacia la casa de Edward (su entrada era
mucho más modesta pero elegante que la de Alice) cuando repentinamente Edward
se giró hacia mi nuevamente.
—Bella...— Llamó alzando su mano hacia adelante.

—¿Si?— Sin pensarlo di un paso hacia él y extendí mi mano de igual forma pero me
detuve dudosa... ¿querría que...? Digo, ¿querría que lo alcanzara o...?

—Ahm... en un rato van a pasar un maratón de "Friends".

—¡Ah!— ¿Ah?

—Sí.

Su ceño estaba fruncido como si estuviese pensando en algo muy difícil... más o
menos como se veía Seth cuando pensaba en las divisiones de dos cifras.

—Gracias.

Él sólo asintió y se encaminó de vuelta a su casa.

Un momento después sentí un cuerpo chocar ligeramente con el mío y volteé para
ver a Jasper junto a mí con una tonta sonrisa.

—¿Qué te dije sobre empujarme?— Le pregunté sonriendo porque su expresión era


en serio muy, muy tonta.

—Lo siento, señora Swan— Respondió sin abandonar su sonrisa.

—¿Qué?

—No sabía que a usted le gustaba el señor Cullen— Explicó soltando una carcajada
que me hizo fruncir el ceño.

—Eso no tiene nada que ver.

—Seguro que por eso me ayudo, ¿cierto? Para ver si podía encontrárselo acá...

—¡Claro que no! Además, Edward y yo...

—Ya va, espere— Dijo él colocando las manos en alto, tal y como yo lo había hecho
con él —¿Edward? ¿Le gusta el señor Edward? ¡Pensé que era Emmett!

—¿Emmett? ¿Por qué habría de gustarme Emmett?— Pregunté exasperada


igualando su tono.

—¿Me está hablando en serio? La verdadera pregunta es: ¿Por qué habría de
gustarle el señor Edward?— Culminó enfatizando el nombre con desagrado.

Ahora sí que estaba confundida. Pasé mis dedos por mi cabello y me di cuenta que
tenía un montón de pequeñas ramitas atascadas en él. Perfecto, ahora Emmett le
diría a su hermana que tenía su propia acosadora.

—A ver, no es que sea asunto tuyo niño, ¿pero qué tiene de malo si me gusta
Edward?

—Supongo que no tiene nada de malo— Dijo Jasper —Digo, la Bella también se
enamoró de la Bestia en ese cuento de Disney y él era literalmente una bestia así
que...

—¿Le estas diciendo bestia a Edward?— Inquirí enojada.

¿Qué se cree este chico?

—Sólo figurativamente. Físicamente supongo que el señor Edward es bien


parecido...

Le lancé una mirada y el niño entendió que era mejor que se callara si no quería
tener que huir de mi otra vez.

—Vea el lado positivo— Continuó, colocando sus manos en señal de rendición y


dándome una pequeña sonrisa temerosa —Le estoy diciendo que usted es Bella...
¿entiende? Bella-bella, Bella-bella, Bella-bella— Terminó haciendo un juego de
palabras con mi nombre.

Si... nada original.

—¿Por qué dices eso?— Pregunté tratando de que no se notara mucho mi interés.

—Señora Swan, usted no es exactamente mi tipo pero la considero muy bella...

—No, eso no. Lo de Edward— ¡Dios! ¿Iba a hacer que se lo deletreara? He tenido
una semana muy difícil ya y definitivamente no estaba de humor.

—¡Oh! Es que... el sr. Cullen es...— Su cara se arrugó mientras sopesaba su


respuesta —Horrible.

Mis ojos se abrieron más de la cuenta ¿Horrible? ¿Cómo que horrible? No...
¿Cómo...? ¿Qué...? Jasper debe haber visto mi expresión porque continuó.

—Es un hombre muy grosero. Lo he visto un par de veces en reuniones del


vecindario, ni siquiera me deja llamarlo por su nombre, solamente "Señor Cullen".
Muy pocas veces lo veo sonriendo, ni siquiera por educación. En serio, me
compadezco de sus pobres alumnos. Su hermano Emmett es muy genial y relajado
pero el señor Cullen...— Jasper sacudió su cuerpo como si un estremecimiento lo
hubiese recurrido —Simplemente no lo entiendo.

—No puede ser tan malo— Defendí.

—Un día estaba... pasando por su casa... y lo escuché gritándole "cállate" a la


pequeña Jenny— Contraatacó él con una ceja levantada.

—Eso... espera... ¿"Pasando por su casa"? Tal vez estabas ESPIANDO a Alice otra
vez...— Coloqué mis manos en mi cintura y le lancé una mirada haciendo que él
desviara la suya.

—Los detalles no son importantes... menudencias.

—¿Ya dejaste las flores?— Pregunté para cambiar de tema.

—Sí, pero no hay nadie. Alice debe seguir en ballet.

Omití el hecho de que es bastante raro que el chico se sepa el itinerario de Alice. Si,
era mejor que no pensara en eso.

En ese momento el ruido de las ruedas de un auto sobre el pavimento nos alertaron
de que alguien venía. Apenas había tenido tiempo de voltear y visualizar un auto
amarillo cruzando la esquina hacia nosotros cuando sentí un empujón que me
tumbó directo al suelo entre los arbustos, OTRA VEZ.

A mi lado estaba Jasper sosteniéndome por los hombros para que no me moviera y
estaba a punto de gritarle cuando vi que ni siquiera me estaba prestando atención.
Sus ojos estaban fijos hacia el frente, observando entre las ramas.

¿Debería preocuparme por lo bueno que es escondiéndose y observando a la


gente? No, quizás tampoco deba pensar eso. Es mejor.

Imité su posición y vi a Alice saliendo de un auto amarillo cuya forma alargada lo


hacía lucir elegante (¿Esta niña tiene auto? ¿En serio? ¿Cómo para que me
desagrade un poco más? Diablos... extraño mi auto). Cuando llegó a la puerta, sus
manos inmediatamente fueron a su boca ocultando un jadeo de sorpresa. Poco a
poco se acuclilló y tomó el ramo entre sus manos observándolo atentamente para
luego enterrar su cara en él. Sonreí ampliamente por eso, la clemátide olía
exquisita.
Con una sonrisa en sus labios tomó la tarjeta y la leyó. Su sonrisa titubeó un par de
veces y giró la cabeza a varios lados como si estuviese buscando algo... o alguien.
En ese instante sentí la mano de Jasper (empapada en sudor) tomar la mía y
apretarla con fuerza. Esta vez no me importó tanto... o tal vez si, ¿por qué diablos
suda tanto? ¡Eso no puede ser normal!

Las manos de Alice acariciaron el ramo dubitativamente hasta que finalmente se


adentró en su casa y cerró su puerta con un sonoro "Tack".

La bocanada de aire, que no sabía que estaba aguantando en mis pulmones, salió
de mi cuerpo en un suspiro y al mismo tiempo que Jasper soltaba la suya. Supongo
que él no era el único que estaba a la expectativa. Ambos nos levantamos de
nuestro escondite y nos incorporamos nuevamente.

—Bien niño, travesura realizada. No creas que no sentí el empujón que me diste, te
lo voy a cobrar— Anuncié sacudiendo la tierra de mis pantalones.

Lo siguiente que registré fueron los delgados brazos de Jasper envolviéndome en


un abrazo.

—Gracias señora Swan. Usted es... lo máximo. En serio que sí.

Sonreí por el tosco cumplido y le di unas palmadas en la espalda.

—Está bien. Tu pagaste el ramo, mi viaje hasta acá y un poco más así que...—
Sacudí mis hombros para restarle importancia.

Al separarse de mí, la sonrisa que aún tenía Jasper no tenía precio.

—¡Bella! No sabía que te gustaban los chicos menores ¿Sabes que eso es ilegal,
verdad?— Comentó Emmett saliendo de la casa con una sonrisa y con su hermano
tras él —¡Jazz! ¡Amigo! ¡Eres un perro!— Celebró imitando unos ladridos.

Jasper se rió de buena gana y se acercó a saludarlo con un abrazo.

—¡Emmett! Ya sabes que mi corazón tiene dueño— Después de eso, su tono


cambió por completo para dirigirse a Edward —Buenas tardes, señor Cullen.

—Hola Jasper— Replicó monocorde.

Me distraje momentáneamente por algo moviéndose tras Edward. Era Chester que,
al no llevar correa, estaba escarbando apresuradamente en el césped de Edward y
lanzando tierra por todos lados. Abrí mi boca para avisarle cuando vi a Emmett
sacudiendo sus manos y haciéndome señas para que no dijera nada. No pude
evitar reírme un poco, Emmett parecía un niño escondiendo travesuras a su papá.

—¡Bien! Yo ya me voy— Anunció Emmett dándole unas palmadas en la espalda a


Edward que parecieron un poco más fuertes de lo necesario —Nos vemos pronto,
hermano. Vamos Jasper, te daré un empujón hasta tu casa— Culminó guiñando un
ojo en dirección al chico.

—¿Un empujón?— Preguntó perplejo —Pero yo sólo vivo a un par de...

—Exacto. Vámonos, antes de que oscurezca— Reiteró tomando los delgados


hombros de Jasper y guiándolo hacia su camioneta.

Mientas caminaban, el chico volvió su cabeza hacia mí.

—¡Adiós señora Swan! ¡Muchas gracias por todo! ¡Le debo una! ¡Le juro que...!—

—Sí, sí, sí. Sube al auto— Lo cortó Emmett abriéndole la puerta y empujándolo,
digo "ayudándolo" a entrar —¡Adiós!— Se despidió con la mano.

Au no estoy muy segura de por qué, pero realmente me agradaban estos hombres.
Mi risa fue interrumpida por el incómodo sonido de Edward aclarando su garganta.

—Ahm...

—Yo también me voy. Adiós— Dije apresuradamente encaminándome a la acera.


Tenía un par de autobuses que tomar.

—¡No! Espera ¿Quieres... ver televisión conmigo?— Preguntó Edward con su mano
en el aire y arrugando su cara.

¿Ver televisión? ¿Me invitó a ver televisión? ¿Cuántos años tenemos? ¿13?

—Están pasando el maratón de "Friends"— Explicó.

Mordí mis labios sopesando mi respuesta. Debería decirle que no, en serio debería
decirle que no, ya está más que claro que Edward es... pues... medio imbécil
cuando no me llama y trata a otros tan groseramente pero... ¡Por favor! ¡Es Edward
y Friends! ¡Agréguenle chocolate, helado y flores y me derrito totalmente!

Tardé un poco más de la cuenta y me regodeé con la forma en que Edward se


removía incómodo esperando mi respuesta.

¡Já! ¡Toma eso, niño bonito!


—Ok. Vamos.

Nos encaminamos a su puerta con Chester pisándonos los talones y mi sonrisa se


hizo más amplia cuando sentí la mano de Edward posarse en mi espalda baja. Esta
tarde no estaba yendo como lo había pensado ¡Já! Ver televisión... Si vamos a
actuar como de 13 años, quizás también podríamos terminar besándonos en el
sofá.

Una chica tiene derecho a soñar.

Oooh... mucho Jasper pero es que este chico es adorable xD y Bella que al menos
ya esta saliendo un poco y haciendo cosas diferentes :D

¿Qué tal la indiferencia de Edward? :s pero parece que quiere redimirse :D

NOTA: A PARTIR DE AHORA... me enfocaré bastante en Edward porque él es la


razón principal por la que escribo esta historia :) ahora sí vamos a entender y saber
más de él, se lo merece ;) ¿Qué les parece?

Espero que Poooor Faaaa me dejen sus opiniones, que me encanta leer sus
reacciones y aprender :D GRACIAS!

[Confesión]: Yo también sueño con besos de Edward :$ jaja ¿Qué tal ustedes? ;)

Abrazos.
Alessa.
E: Decidido
Holaaa :) les traje 9.500 palabras. Entre Estudios, trabajo y mi país ha sido un
torbellino! O_o no estoy acostumbrada a esto xD.
GRACIAS por el apoyo, favoritos y comentarios :D Tefy, Mel, Gaby, Jenni.. nos les
respondo pero aun las leo ;)

CAMBIO DE IMAGEN: como podrán ver tenemos nueva imagen para el fic :D
gracias a Andrea Reyes de FFAD :D me encataría saber su opinión. A mi me
encanta, desde el cielo azul hasta las flores y Chester jaja.

CAMBIO DE CATEGORÍA: He decidido cambiar la categoría "Humor" por la de


"General". Voy a ser sincera, tengo miedo de esto jaja pero atención: AUN HABRÁ
HUMOR EN LA HISTORIA sólo que no descarto el drama prolongado por un tiempo.
A mi no me gusta que mis personajes "sufran horriblemente" pero aquí ellos tienen
ciertas dificultades (como ya habrán visto) LA BUENA NOTICIA ES: que me di
cuenta que lo más importante en esta historia de Edward y Bella es REALMENTE
EL ROMANCE, porque sin darse cuenta ellos se estan ayudando mutuamente (sé
que varias lo han notado) y mi propósito, más que las risas, es hacerle justicia
al amor que surge entre ellos y la fuerza que se dan ante sus dificultades. Esto
NO nos cambia la trama así que si les gusta eso no tiene por qué cambiar, sólo
estoy cambiando una palabra

Espero... comprendan porque es parte de mi aprendizaje como escritora y me


permite darles más calidad. Por favor no huyan jaja lean primero y decidan después,
no pierden nada :] GRACIAS.

As always... ENJOY

CAPÍTULO 9

EPOV

Apenas entramos a mi casa, solté la correa de Chester y me encaminé a la cocina.

—Esta vez sí que te conseguiste una bien loca, hermano— Anunció Emmett a la
distancia haciéndome saber que se había quedado en la sala —Pobre Bella, se ve
tan tranquila en la floristería. Rose siempre dice que es un poco dependiente para
su edad pero... ¡nunca pensé que sería una acosadora!— Soltó una carcajada.

Eso no sonaba bien. Disimulé mi mueca mientras me acercaba a él con mi botella


de agua en mano.

—¿Tú crees que...?

—Edward, la chica estaba escondida entre los matorrales de tu jardín. No se


necesita ser un genio para deducir por qué— Respondió seriamente para luego
volver a reírse —La dejaste mal, hermano.

Emmett me dio unas palmadas en la espalda y lo escuché encender el televisor.

—Oh... sigue allí.

—¿Qué? ¿Quién?— Por inercia moví mi cuello en varias direcciones esperando


"ver" algo.

—Bella, en tu jardín, pero está hablando con... Jasper— Explicó perplejo.

—¿El chico Withlock? ¿Cómo conoce Bella al chico de los Withlock?

—Ni idea ¡Hey! ¡Quizás no te está espiando! Esquivaste una bala, hermano— Otra
palmada más. Juro que si me da una tercera, le doblo la muñeca. Aprendí a
hacérselo cuando tenía 12 años y aun puedo hacerlo.

Dejé que el ruido de la televisión llenara nuestro espacio. Estaba nervioso.


Necesitaba preguntarle algo a Emmett, me moría de curiosidad por saber pero no
podía preguntárselo directamente. Tenía que ser sutil. Si se daba cuenta de lo mi
pregunta, sería mi fin.

—¿Cómo te va con Rose?— Pregunté en el tono más casual que pude encontrar.

—¡Genial! La veré esta noche. Dijo que tiene algo muy importante que decirme—
Respondió entusiasta.

—¡Ah! Suena como una mujer muy hermosa— "Tranquilo, Edward, sé casual, sé-
casual" Pensé para alentarme.

—Lo es, te lo juro. Su rostro es redondo con una sonrisa preciosa y rizos rubios.
Sus senos son para morirse y sus caderas— mi hermano detuvo si descripción para
emitir un silbido —Al principio pensé que eran un poco grandes... y supongo que sí
lo son un poco... ¡Pero me encantan así! Es toda una mujer.

Asentí tratando a Rose como él la describía pero el recuerdo de Bella seguía


filtrándose en mi cabeza.
—Eso es... genial, Emmett, suena como tu tipo de mejor ¿Bella también es rubia?—
¡Maldición! ¿Eso sonó casual, verdad? No sonó como que estoy tratando de
averiguar cómo es Bella, ¿cierto? Porque si no fue casual, es mi fin, Emmett nunca
dejaría de fastidiarme por eso.

—¡Oh! No, para nada. Bella tiene el cabello marrón.

"Marrón..."

—Ahora que lo pienso. Bella y Rose no se parecen mucho en realidad. Bella es un


poco más de estatura promedio.

"Su cabello es largo" Pensé recordando cuando había exprimido el agua de lluvia la
única vez que había venido a mi casa.

—Su cabello es largo, como... no se... más de la mitad de su espalda o algo así.
Tiene un buen par de senos, es... para que te des una idea, más o menos como
entre los pequeños de Jane y los grandotes de Lucy.

Hice una mueca de incomodidad al tener que conocer a alguien por comparación
entre mis dos ex novias. Probablemente algo que a ninguna mujer le gustaría.

—Su piel es blanca— Continuó Emmett sacándome de mis pensamientos— Y se ve


mucho más joven de lo que es— Explicó riendo —Rose siempre dice que esto es lo
más envidiable de Bella. Yo aun no entiendo cómo pudo tener un hijo. No es
precisamente muy delgada pero no se le nota nada, ¿sí me entiendes? Le pregunté
a Rose pero ella sólo me dijo que Bella camina mucho y bajó las caderas.

Su hijo... sí.

—¡Oh! Ahora ella y Jasper están escondidos tras tu arbusto pero no están mirando
hacia acá ¡Já! Parece que no es contigo después de todo.

Pude imaginarme a mi hermano de pie escondido tras la cortina y observando


desde la ventana.

—Debes Parecer una vieja chismosa observándolos.

—¡Claro! Y tú con tus preguntas no, ¿verdad?— Contraatacó con sarcasmo.

¡Diablos! ¿Se dio cuenta? ¡No! ¡Es Emmett! Seguramente ya habría dicho algo.

"Cabello marrón, largo, joven..." fui musitando para mí mismo registrando todo lo
que ahora sabía.
La verdad era que desde que Bella y yo habíamos dejado de hablar (después de
navidad) comencé a sentirme bastante... extraño. Cuando había algo que me
recordara a ella, en televisión, con mis alumnos, cuando mi mamá hablaba sobre su
jardín y la hermosa planta que le habíamos obsequiado, mi mano picaba por tomar
mi teléfono y escribirle algo pero me había resistido a hacerlo. No necesito más
complicaciones en mi vida. Sin embargo no podía eludir ese sentimiento, me
sentía... solo.

Después del accidente dejé de ser una persona sociable, interactuar con personas
hoy en día implica dar muchas explicaciones y para muchos es más una carga que
otra cosa, pero Bella parecía llevarlo tan natural. Me obligué a no pensar
demasiado, incluso llamé a Ben, un amigo de la oficina con quien no había hablado
en 5 años; me invitó a comer con su esposa en su casa y fue... absolutamente
incómodo. Ben me tomaba del brazo y lo sentía llevarme a todos lados a pesar de
que tenía a Chester conmigo, además de soportar las delicadas preguntas de
"¿Cómo has estado?" como si en cualquier momento fuese a romperme a llorar.

"No, Ben. No."

Después de eso comencé a pensar cada vez más en Bella. Su hijo aún no había
salido de mi ecuación pero... un hijo no interfiere en una amistad, ¿cierto? No es
como si me gustara Bella y fuese a ser el padre del chico... es decir, amigos está
bien.

Recordé la vez que Bella acercó su cuerpo hacia mí y entrelazó nuestros dedos
sobre las flores, o la vez que accidentalmente sentí la forma de su pecho...

No, no, estos no eran pensamientos de amigos.

—Yo me voy, hermano. Tengo que prepararme para mi cita con Rose— Anunció
Emmett.

—¿En serio? ¿Necesitas horas para prepararte para una cita? ¿Qué eres? ¿Mujer?
—Lo provoqué sonriendo en dirección a su voz.

—Sí, si, si, lo que sea. Ya quisieras tú que una chica te diera...

—¡Hey!— Lo interrumpí riendo.

—Su corazón, hermano. Iba a decir su corazón— Replicó él riendo de igual forma y
pellizcando mi mejilla entre sus dedos para luego alejarse de mi rápidamente. Le
lancé un cojín que estoy seguro no le llegó ni cerca.
—¡Y sexo también!— Gritó desde mi izquierda y esta vez supe donde apuntar: la
puerta principal —¡Ay! Sólo por eso vas a acompañarme.

—¿A dónde?

—No sé, por ahí, ¡vamos, apúrate!

—No me mandes como si fuese Chester— Señalé caminando hacia él. Emmett
puso su brazo sobre mis hombros, abrió la puerta y dirigió mis pasos.

—No, Chester es mucho menos complicado que tú. Ya quisieras tú ser como
Chester— Me dio un par de codazos en el abdomen.

Estaba a punto de replicar que si alguien allí era un perro, ese era él, cuando me
interrumpió.

—¡Bella! No sabía que te gustaban los chicos menores ¿Sabes que eso es ilegal,
verdad?— Comentó Emmett soltándome de su agarre ¿El muy maldito me había
llevado hasta Bella? —¡Jazz! ¡Amigo! ¡Eres un perro!— Celebró imitando unos
ladridos.

Escuché al chico reírse de buena gana.

—¡Emmett! Ya sabes que mi corazón tiene dueño— Me sorprendía la camaradería


que sentía entre ellos. Ya sabía que habían hablado unas cuantas veces en las
fiestas de acá y cuando se encontraban pero... yo también he hablado con él.
Después de eso, su tono se volvió más formal —Buenas tardes, señor Cullen.

—Hola Jasper— Repliqué simplemente.

Después de un momento de silencio escuché una femenina risa y (aunque tuve la


tentación de bromear con Emmett y decirle que ya se le estaban subiendo los
estrógenos) sabía que era de Bella pero no sabía el por qué.

—¡Bien! Yo ya me voy— Anunció Emmett dándome otras palmadas en la espalda


¡Diablos! Se salvó porque hay testigos pero la próxima vez que lo vea...—Nos
vemos pronto, hermano. Vamos Jasper, te daré un empujón hasta tu casa—

—¿Un empujón?— Preguntó Jasper dando voz a mi propia confusión. El chico sólo
vivía a unas cuadras —Pero yo sólo vivo a un par de...

—Exacto. Vámonos, antes de que oscurezca— Reiteró mi hermano hasta que


escuché sus pasos por la grava.
La voz de Jasper se escuchó a lo lejos

—¡Adiós señora Swan! ¡Muchas gracias por todo! ¡Le debo una! ¡Le juro que...!—

—Sí, sí, sí. Sube al auto— Lo cortó Emmett —¡Adiós!—

¿"Gracias por todo"? ¿Qué era lo que ese chico agradecía tan profusamente a
Bella? De repente la escuché reírse y me sentí incómodo al saber que me estaba
perdiendo de algo que no podía ver, lo más probable es que Emmett le estuviese
haciendo señas obscenas a Bella o algo, así que aclaré mi garganta para hacerme
notar.

—Ahm...

—Yo también me voy. Adiós— Señaló Bella apresuradamente.

Repentinamente sentí como si se me estuviese escapando entre los dedos, pero no


podía dejarla ir, tenía que hacer... algo... lo que sea, quería dejar de sentirme como
un perdedor. Edward Cullen no era ningún perdedor.

—¡No! Espera ¿Quieres... ver televisión conmigo?— Pregunté e inmediatamente


hice una mueca al darme cuenta de lo patético que eso sonaba.

¿Ver televisión? Y pensar que yo la acuso a ella de actuar como niña.

—Están pasando el maratón de "Friends"— Expliqué tratando de salvar la situación


"¡Si, claro! Como si eso fuese posible".

No escuché nada por un rato y me removí incómodo al pensar que tal vez la había
asustado, que estaba pensando como rechazarme o peor, que se había ido y me
había dejado esperando en medio de...

—Ok. Vamos.

Solté un silencioso suspiro por lo bajo y seguí sus pasos hacia mi casa. Sentí a
Chester caminar junto a mí. Si hubiese necesitado guía (aunque no era así porque
conocía mi jardín y mi casa como la palma de mi mano), Chester era lo
suficientemente grande como para tocar su cabeza con tan sólo estirar un poco mis
dedos, pero en lugar de eso la estire hacia los pasos de Bella que se escuchaban
frente a mí. Gracias a mi coordinación y un poco de suerte, mi mano llegó a la parte
media de su espalda y la deslicé un poco hacia abajo para posarla en su cintura.
Emmett tenía razón, no era precisamente pequeña pero estaba bien... bastante
bien.
En el momento en que atravesamos la puerta y la cerré tras de mí, aparté mi mano
de Bella y me encaminé directo a la sala.

—Pasa— Indiqué sentándome en el sofá y tomando el control de la televisión que


estaba en su lugar de siempre, en la mesa junto a mí.

Sentí el sofa hundirse junto a mí y supe que ella estaba ahí. Mientras colocaba el
canal pasé casualmente mi mano a mi lado y noté que ella no estaba allí... estaba
más lejos de lo que pensé. Me tensé al pensar en lo incómoda que quizás estaba.
Con todos estos cambios de humor seguro le estaba dando jaqueca. Pero ya no
más. Ya me había decidido y si algo sé hacer es actuar.

—¿Quieres un poco de agua? Creo que también tengo unas galletas.

—Ah, claro, si— Respondió sonando distraída.

Me levanté y me dirigí directo a la nevera. Sabía que ella podía verme allí desde el
sofá y nuevamente me ponía nervioso al no poder verla a ella. Tomé un vaso de la
repisa de la derecha y saqué una jarra para servirle.

—E... Edward...— La escuché hablar tentativamente y luego escuché sus pasos


muy cerca de mí —Yo puedo hacer eso si quieres. Yo te ayudo— Se ofreció
colocando su mano sobre mi mano que aun sostenía la jarra.

—No es necesario, yo puedo— Me rehusé apartando la jarra de ella, pero no


contaba con que la sostuviera tan fuerte. Lo siguiente que sentí fue la jarra
soltándose de mi agarre para luego escuchar el sonido del vidrio rompiéndose.

—¡Oh, Dios! ¡Qué vergüenza! Lo siento muchísimo...

Las palabras de Esme retumbaron en mi cabeza "Cuando quiebres algo, lo primero


que haces es recogerlo todo. Si crees que un vidrio roto es malo, imagínate lo malo
que es cuando causa una hemorragia". Sí, Esme es un poco exagerada. Por inercia
moví mi cuerpo para acuclillarme a recoger los pedazos de vidrio pero me detuve a
mitad de camino cuando me di cuenta... de que ya no podía hacer eso. Era una
tarea tan simple y sin embargo, ya no tenía permitido hacer eso. Sentí el impulso de
hacerlo de todos modos porque para eso aún tenía manos pero... sabía que lo único
que iba a conseguir era hacerme más daño así que, derrotado, aparté mis brazos y
me incorporé nuevamente.

—Ya los estoy recogiendo, no te preocupes. Es que quería ayudarte y terminé


haciendo un desastre— Explicó Bella sonando agitada.
Recosté mi peso contra la isla de la cocina y, silenciosamente, le señalé el bote de
basura más cercano. Esperaba que me hubiese visto. Cuando escuché un crujido
de los vidrios cayendo en el bote, supe que lo había hecho.

—¿Estas bien?— Preguntó Bella suavemente y así, como si nada, dejó de sonarme
como una niña apenada y más como una mujer adulta. Sentí su mano junto a la mía
sobre la mesa y brevemente me pregunté si eso habría sido casualidad.

—Si— Murmuré distraído.

La oí resoplar y luego... ¿reír? Sí, eso creo.

—¿Qué pasa?— Pregunté curioso.

—Es que... ¡No tengo idea de cómo lo haces! Es decir, sé que es tu casa pero yo he
vivido en la mía por 26 años y sigo tropezando de vez en cuando...— "¿26?" Un
bufido se escapó de entre mis labios "26" —Y aquí estas tú, caminando con gracias
por toda tu casa, cruzando en cada esquina, tomando cada cosa tan fácilmente. Por
un momento temí que tuvieses un accidente haciendo las cosas tu solo ¡Y mira
quién terminó causando un accidente!— Culminó riendo con un tono algo
exasperado.

—Yo no diría "con gracia"— Señalé sonriendo en su dirección.

—Sí, claro, deberías verte— Murmuró distraída.

Tuve que hacer un esfuerzo consciente para no ahondar demasiado en su frase.

—Es cuestión de costumbre. He vivido solo por 10 años, siempre me he sentido


muy unido a esta casa al punto de conocerla bien. Llevo 5 años... siendo así, y por
suerte no fue tan difícil. Los primeros años tropezaba todo el tiempo, tenía
moretones y aún tengo un par de marcas de recuerdo— Fruncí el ceño al recordar
lo angustiados que Esme y Emmett se sentían las veces que los llamé para que me
llevaran al hospital —Tuve que luchar mucho con mi familia para que me dejaran
hacer las cosas por mí mismo porque sabía que podía hacerlo pero... valió la pena.

Su silencio me ponía un poco nervioso pero continué.

—No soy perfecto en lo absoluto. Sigo tropezando, especialmente en lugares


extraños— Sonreí al recordar la vez que había manoseado a Bella por error cuando
casi me caía —Pero lo importante es hacer algo.

—Eso es muy admirable, Edward— Indicó Bella y casi podía imaginarla sonriendo,
aunque aún no había dominado el arte de "oír las sonrisas". Sería mucho más fácil
acariciar sus mejillas y verificar si verdaderamente lo hacía.

Ella no era la primera persona en decírmelo pero me pareció que era la primera
persona a la que realmente le creía que era algo grande.

—Algo así— Repliqué bajando mi mentón.

Estaba muy consciente de la cercanía de Bella en ese momento. No sabía si ella se


daba cuenta pero su cuerpo estaba prácticamente bloqueando al mio y me tenía
acorralado contra la isla de la cocina. No quería mover ni un músculo.

El ladrido de Chester nos hizo saltar a ambos y sentí la mano y el cuerpo de Bella
apartarse de mí.

—Vamos— Señaló y escuché sus pasos encaminándose hacia la sala. Sus


particular y raramente ruidosos pasos.

Tomé una bolsa de frituras de la alacena y la seguí. Ambos caímos cómodamente


sobre el sofá y esta vez la sentí más cerca, la tensión en el ambiente había bajado
mucho y mi cuerpo respondió a ello haciendo que me desparramara en el sofá y
colocando mis pies sobre la pequeña mesa central.

Ver el maratón con Bella fue una de las cosas más divertidas que había hecho en
un tiempo. Nos reímos mucho, compartimos nuestros momentos y capítulos
favoritos y, por supuesto, las frases. Estábamos a mitad del capítulo donde Rachel
se entera de que está embarazada y... sólo digamos que es algo totalmente
imprevisto.

—Wow... eso no debe ser nada fácil— Comenté riéndome cuando escucho a
Rachel pidiendo que la alejen del alcohol antes de que olvide que no puede beber.

—¿Un embarazo no planeado? No, nada fácil, créeme— Respondió Bella en un


tono un poco más serio.

Oh, mierda, creo que toqué un tema sensible. La voz de Seth hizo su aparición en
mi cabeza. Diablos.

—Ahm... si... eh... ¿Cómo esta Seth?

—¿Qué? ¡Oh! Ah... está bien— Al igual que yo, la voz de Bella volvía tornarse
tensa.
Me negaba a volver a ese estado. "Ella es mi amiga y... tiene un hijo... no pasa
nada"

—Bien. Sonaba pequeño, tiene... ¿Seis?

—Ocho— Corrigió ella presurosa y riendo —No estaría muy feliz si le dices
pequeño. Está en esa etapa donde se cree todo un hombre y además insiste en que
está a sólo un par de años de ser, y cito, "el próximo Michael Jordan"— Continuó
Bella entre risas —Si tan sólo tuviésemos a alguien que le enseñara a encestar. La
coordinación ojo-mano de ese niño es casi tan mala como la mía.

Si, recordaba muy bien esa fase, mi mamá aun habla todo el tiempo de sus
"pequeños hombres".

—Bien. Tal vez su papá pueda...

—No— Me interrumpió Bella cesando su risa por completo —Él papá de Seth no
está presente.

Oh, mierda, ¿qué se supone que significa eso?

—¿Por qué...?

—El huyó.

¡Oh! Ouch. He metido tanto la pata que siento que mi cuerpo entero cayó en el
hueco.

Traté de concentrarme en el sonido de la televisión y tamborileé mis dedos en el


sofá al ritmo de la canción de "Friends". Maldición.

—Pues... Seth suena como un gran niño. Lo que haces, criarlo tu sola, eso sí es
admirable— Argumenté haciendo lo posible por tomar la situación como algo normal
y olvidar la tensión que se estaba construyendo en los músculos de mi espalda.

—Oh por Dios— La escuché susurrar.

—En serio. Me disculpo por haber actuado raro al principio pero en realidad respeto
lo que haces. El sólo hecho de haberlo tenido tan joven...

—Oh por Dios— Esta vez fue un chillido.

Viré mi cuerpo hacia ella para hablar mejor.


—Bella, ser madre soltera no es algo de qué avergonzarse. Por otro lado, ser un
padre que huye, eso sí...

—Oh Dios— El chillido de Bella fue más agudo y largo esta vez y por un segundo
me pregunté si tal vez se había lastimado —No puedo más, ¿qué voy a hacer? No
puedo más, no puedo— Susurró ella y estaba bastante seguro de que no estaba
hablando conmigo.

—Ah...

—No puedo... Rosalie me va a matar pero ya no puedo... ¡Es un hijo, por Dios!—
Bella seguía hablando sin sentido como en un diálogo interno.

—¿Bella, de qué estas...?

—¡Seth no es mi hijo!— Exclamó con fuerza.

—¿Qué?

—¡Seth no es mi hijo!— Gritó nuevamente.

—¿Cómo que no es tu hijo? ¿Entonces que...?

—¡Seth no es mi hijo!— Gritó por tercera vez y con la misma fuerza.

—¡Ya entendí, Bella! No me grites.

—Oh... lo siento— Se disculpó riendo algo incómoda —Tenía que sacármelo del
pecho.

Froté mi cara con mis manos en un intento de recomponerme y pensar.

"Bella no es madre... no tiene hijos... ¿entonces por qué...?"

Mis dedos se colaron debajo de mis lentes y frotaron mis ojos, podía distinguir
fácilmente las pequeñas cicatrices sobre ellos e inmediatamente alejé mis manos.

—Tú dijiste que era tu hijo.

—Si... supongo que técnicamente dije algo así— Replicó crípticamente.

¿Qué clase de respuesta es esa? La de una niña que tiene la boca llena de dulce
pero, aun así, no lo admite. Eso es.
—Ok, entonces, ¿por qué el niño te dijo "mamá"?— Inquirí confundido.

—Él no me dijo "mamá".

—Claro que sí, yo lo escuché cuando llegó. Estábamos Rosalie, Emmett, tú y yo, el
niño llegó saludando a su mamá así que si no te estaba hablando a ti entonces...

Me quedé en silencio procesando el descubrimiento que acababa de hacer.

—Exacto— Confirmó Bella.

"Hermanito, esta noticia te va a tumbar de tu nube"

—A Emmett le va a dar un ataque cuando se entere— Aclaré mientras pensaba en


las distintas reacciones de mi hermano... gritar, patalear, salir corriendo... si,
definitivamente va a salir corriendo. Oh, oh.

—¡No! No puedes decírselo, tienes que prometerme que no vas a decírselo— Pidió
agitada

—Me mentiste a mí y a mi hermano... ¿Y ahora quieres que te ayude a engañarlo?


¿Por qué?

—No es por mí, es por Rosalie.

—¿Crees que voy a hacer algo por la mujer que está engañando a mi hermano?—
Inquirí un poco más agitado por todo lo que había escuchado.

La mujer lleva casi 2 meses saliendo con mi hermano y no se le ha ocurrido decirle


"Hey, por cierto, tengo un hijo".

—Escúchame, Edward, sé que suena mal pero...— Suspiró —Rosalie no ha salido


con más nadie desde que nació Seth. Es algo muy difícil para ella, pero me
prometió que esta semana definitivamente se lo diría.

Apreté mi mandíbula con fuerza, estaba listo para decirle que no, que de ninguna
manera lo haría.

—Por favor, Edward. Rosalie quiere mucho a Emmett y quiere decírselo,


simplemente tiene miedo, lo último que quiere hacer es ahuyentarlo.

—¿Y tú simplemente asumiste la maternidad de un hijo que no es tuyo?— Pregunté


exasperado con mis manos en el aire.
—Sí, lo hice. Ella necesitaba mi ayuda— Bella suspiró nuevamente —Tu mismo
actuaste todo raro cuando pensaste que Seth era mío, eso es lo que Rosalie quiere
evitar.

La voz de Bella se hizo más suave y mi determinación cedió.

—Por favor, Edward, por favor— Susurró ella y la sentí moverse en el sofá
acercándose a mi.

Diablos.

El momento fue interrumpido por el timbre de mi teléfono. Lo saqué de mi bolsillo y


contesta sin pensar.

—Hola hermano. Estoy llegando a tu casa, ¿ok? Voy con Rose. Nos vemos— Habló
Emmett sin tomar aire.

—No creo que...

Lo siguiente que escuché fue la llamada cortada y a Emmett riendo y abriendo la


puerta.

—Tú dijiste que te llamara antes de venir y ya lo hice. Soy genial ¿O qué? ¡Oh!—
Cesó su risa —Creo que interrumpimos algo— Susurró audiblemente

Sentí a Bella alejarse de mí en el sofá.

—Hola Edward— Saludó Rosalie —Hola Bella, no sabía que estabas aquí—
Continuó en tono sugerente.

¿Qué sugería? No tengo idea.

—Mierda. Estas aquí— Replicó Bella.

—¡Gracias! A mí también me alegra verte— Bufó Rosalie.

—No, la floristería ¿Quién...?

—Renee llegó y...

—Mierda, no— Chilló Bella alargando la última palabra.

—Te cubrí el trasero, Bella, tranquila.


Presencié la conversación de Rosalie y Bella aun pensando qué hacer con el
secreto que había descubierto. Me sobresalté nuevamente al sentir algo tocarme el
abdomen.

—¿Edward, qué te pasa? Te veo nervioso.

—Nada— Respondí levantándome de mi asiento para ir a la cocina —Hola Rosalie


— Dije a regañadientes.

Sentí a Emmett seguirme y pararse junto a mí mientras yo tomaba una botella de


agua de la nevera.

—Disculpa la interrupción, Ed— Se excusó riendo —Nunca me imaginé que tú y


Bella se pondrían "cariñosos" en el sofá...

—No estábamos "cariñosos"— Rectifiqué y tomé un trago de agua.

—¡Oh! ¿Entonces les gusta rudo? Nunca me imaginé que a Bella le gustara sucio.
Eres un perro...

Experimenté la horrible sensación quemante del agua saliendo por mi nariz.

—No, no— Lo detuve sacudiendo mi mano y sujetando mi nariz con la otra para
calmarme un poco. No, no funciona.

—¿Qué te pasa, Edward?— Preguntó Emmett finalmente adoptando un tono más


serio y colocando su mano en mi hombro.

En ese momento pensé en mi hermano menor. El niño pequeño que


constantemente robaba la atención de mis papás con tan sólo llorar, del que
siempre me burlaba cuando jugábamos fútbol con papá porque ni siquiera sabía
patear bien la pelota, el que sin importar todas las veces en que yo le escondía sus
videojuegos o le pintaba la cara con marcador mientras dormía, siempre terminaba
sonriéndome y mirándome como lo que no era: el tipo más genial de todos. Pensé
en la última vez que pude ver sus ojos pequeños y su amplia sonrisa, y en el hecho
de que jamás en mi vida lo había escuchado hablar de una chica de la forma en que
hablaba de Rosalie. Como algo real.

—Nada, Emmett— Respondí y me di cuenta que mi voz sonaba áspera.

Se quedó en silencio por un largo momento. Sin decir nada le dio un apretón a mi
brazo y acomodó su brazo sobre mis hombros dirigiéndome hacia la sala.
Escuché como las chicas susurrando algo y el brazo de Emmett detuvo mis pasos.

—Yo sé que tengo que decirle a Emmett, Bella. No me presiones más— Señaló la
distintiva voz de Rosalie.

Giré mi cuerpo hacia mi hermano para llevarlo de vuelta a la cocina pero él me


detuvo con más fuerza.

—¡No te estoy presionando!— Siseó Bella —Pero te digo que su hermano ya lo


sabe así que más te vale decírselo pronto.

Oh, no. Oh, no. Ya viene, lo presiento. Imágenes del hundimiento del Titanic vinieron
a mi mente y estaba bastante seguro de que Dicaprio no sería el único ahogado.

Empujé con fuerza el pecho de Emmett efectivamente logrando que retrocediera,


pero el monstruo volvió con más fuerza y me torció el brazo para inmovilizarme
junto a él. Llegados a este punto parecíamos mimos moviéndonos en silencio.

—¿Y qué quieres que le diga, Bella?— Dijo Rosalie hablando un poco más fuerte.
No estoy muy seguro de que ella se diera cuento de ello —"Hey, Emmett,
¿recuerdas ese niño que crees que es de Bella? ¡Pues es mío!

—¿QUÉ?— Gritó Emmett soltándome de su agarre.

Me adentré en la sala nuevamente y el lugar se sumió en silencio. Este era uno de


los tantos momentos en que ser ciego me hacía un inútil.

—Emmett, bebé, lo siento tanto.

Rosalie finalmente rompió el silencio y escuché sus tacones sobre el piso de


madera acercándose a mi posición.

—No quería que te enteraras de estas forma, bebé. Seth... Seth es mi hijo y he
querido decírtelo pero tenía tanto miedo.

Su voz sonaba afligida como al borde del llanto, además sonaba muy cerca de mí y
me di cuenta que lo más probable era que Emmett seguía estando a mi lado.

Sentí unas manos pequeñas deslizarse por mi cintura y supe que era Bella. Con
una mano en mi cuello, la sentí bajar mi cabeza hacia ella y colocar su boca junto a
mi oído.

—Ellos necesitan hablar, ven conmigo— Susurró suavemente.


Jaló mi cuerpo hacia donde sabía estaba la puerta principal y la seguí.

—¡Emmett! ¡Di algo! ¡Por lo menos cierra la boca y mírame! ¿Tienes idea de lo
difícil que es esto?

Ouch. Eso no sonaba NADA bien.

Bella y yo salimos al jardín pero nos quedamos lo suficientemente cerca de la


puerta por si pedían refuerzos. "Por favor, Dios, que no pidan refuerzos".

—Supongo que la verdad ya salió a la luz— Dijo Bella con su mano sujetando la
hebilla de mi pantalón.

—Sí. No era mi intención que...

—Tranquilo. En realidad me alegra un poco que ya se sepa. Siento que me quite un


peso de encima— Dijo en tono distraído jalando la hebilla de mi pantalón de un lado
a otro y haciéndome reír con ello.

—¿Bella?

—¿Uhm?

—¿Por qué dijiste que Seth era tu hijo?— Pregunté suavemente para que no se
ofendiera porque esa no era mi intención.

—Ya te dije, Rosalie ha tenido muchos problemas...

—No— La interrumpí y coloqué mi mano en su hombro para asegurarme de


posicionar su cuerpo hacia mí, urgiéndola a verme aunque yo no pudiese verla a
ella —No estoy hablando de Rosalie ni de sus razones para engañarnos. Estoy
hablando de ti ¿Por qué el sacrificio? ¿Por qué lo hiciste?

No podía dejar de pensar que si Bella estaba dispuesta a tomar la maternidad de un


hijo que no era de ella, ¿qué otros tantas cosas hacia diariamente por otros?

La sentí suspirar y su cuerpo se relajó bajo mi mano.

—Es... es lo que siento, Edward. Cuando mi amiga, que siempre ha estado ahí para
escucharme, me lanza una mirada de auxilio; cuando mi mamá necesita que trabaje
de más en la tienda; cuando mi abuela necesita que esté cerca por si acaso
necesita levantarse de su cama... ¡Por supuesto que tengo que hacer algo! Puede
que yo no sepa o haga mucho más pero con ellas siempre sé qué hacer: estar ahí,
mi propósito es ese... ayudarlas.
Al escuchar sus motivos no pude evitarlo más. Tomé su cintura entre mis manos y
atraje su cuerpo al mío para envolverla en un abrazo.

Su figura encajaba muy bien en la mía y sonreí porque finalmente pude comprender
lo que Emmett quería decir con "medianamente alta". Con movimientos un poco
rígidos, Bella subió sus brazos y los entrelazó tras mi cuello. Olía a Dalias.

¿Cuándo fue la última vez que había hecho esto?

Me aventuré a rozar mis labios sobre la piel expuesta de su hombro haciendo


patrones indefinidos. Tomé consciencia de que en Bella había encontrado algo que
no tenía y que no sabía que buscaba: comprensión en lugar de lástima. Ella era la
persona más cálida que conocía después de Esme. Pero Esme, al ser mi mamá,
aceptaba todo de mi... hasta lo que no se merecía como mi ira y rigidez pero Bella...
(Reí suavemente con mi cara escondida en la curvatura de su cuello y sentí su
cuerpo apretarse más hacia el mío, si eso era posible)... Bella sabía pasar a través
de todo eso y... verme.

Mierda... es mi fin.

—Bella...— Llamé alejando mi rostro para poder hablar más claro pero manteniendo
las puntas de nuestras narices unidas.

—¿Mmm?

—¿Quieres...?

El ruido de la puerta junto a nosotros siendo azotada con gran fuerza la hizo saltar
entre mis brazos y apartarse con prisa.

—¡Bella! ¡Nos vamos!— Gritó Rosalie y casi podía jurar que sentí la ráfaga de
viento cuando pasó rápidamente junto a mí.

—¡Rose...!— Comenzó Bella.

—¡Nos vamos!— Reiteró su amiga con aun más fuerza e ira.

Escuché pasos presurosos alejándose de mí y asumí que Bella había corrido tras
ella, pero segundo después los escuché de vuelta y sentí sus manos sosteniendo
los míos.

—Disculpa, me tengo que ir. Espero... verte pronto.


Su voz sonaba dudosa, como si no creyera realmente en sus palabras. Así que le di
una sonrisa y un último apretón a sus manos antes de que me soltara y se alejara
otra vez.

Me quedé un rato allí, de pié en mi jardín, como en un trance. "Bella..." No sabía si


sonreír o quejarme así que probablemente mi expresión sería algo así como una
mueca extraña. "Es mi fin, en serio, es mi fin. Bella Swan va a acabar conmigo"

Comenzó a dolerme la cabeza así que desperté de mi trance y me adentré en la


casa. Apenas crucé el umbral Chester llegó corriendo hasta mis pies, ladrando
repetidamente, abrió su boca, colocó mi mano en ella como mordiéndome pero sin
realmente hacer presión y me jaló hacia el sofá de la sala.

Tuve que agarrarme de la cabeza de Chester para no caerme cuando choqué con
las piernitas de Emmett.

Verán, mi hermano no es una persona particularmente callada o silenciosa, es decir,


hasta una persona con un poco de dificultad de audición puede saber cuándo mi
hermano, "el pequeño tornado Cullen" (palabras de Esme, no mías) estaba cerca.
Así que me sorprendí mucho al saber que estaba allí. Me mantuve de pie con mis
piernas junto a las de él y mirando hacia donde asumía estaba sentado.

—Emmett, ¿qué diablos haces? ¡Casi me caigo!— Le reproché y esperé su


respuesta pero nunca llegó así que continué —No deberías quedarte callado
delante de un ciego, en serio, podría pensar que estas muerto.

No recibí ninguna respuesta. Ni un gruñido. Nada.

Oh, por Dios.

—¡Emmett!— Lo llamé con fuerza comenzándome a desesperarme —¡Emmett!—


Repetí esta vez alzando mis manos hacia el frente palpando sus hombros y luego
su cara.

No sentía sangre, bien, eso estaba bien. Estiré su cara y sus mejillas, sentí sus ojos
abierto pero... ¡Nada! ¡No decía nada!

—¡Emmett qué diablos te pasa!

Bajo mis dedos sentí su boca moviéndose como murmurando algo. Acerqué mi oído
un poco pero no escuchaba nada aun.

Momentos desesperados requieren medidas desesperadas. Lo siento, hermanito.


Estiré mi palma derecha y con firmeza la llevé hacia atrás para luego acercarla otra
vez a su mejilla dándole una sonora cachetada.

¿Creen que no funcionó? Se equivocan.

—¡Edward! ¡Qué diablos te pasa!— Finalmente reaccionó... y me dio un puñetazo


en la pierna.

—¡Hey! ¡Qué clase de persona ataca a un ciego!

A mi lado, Chester comenzó a ladrar otra vez demostrando que estaba de acuerdo
conmigo. Ok, tal vez sólo ladró porque es un perro y los perros ladran, pero yo
prefiero la primera razón.

—Rose tiene un hijo— Anunció él en tono grave.

Suspiré y me dejé caer pesadamente sobre el sofá.

—Lo sé.

—¿QUÉ?

Inmediatamente sentí otro puñetazo, esta vez en mi hombro.

—¡Ouch! ¡Deja de golpearme! ¡Tus piernas son de pollo pero tus manos son
enormes!— Grité.

—¿Cómo que lo sabes? ¿Desde cuándo lo sabes?— Inquirió exasperado.

—Desde hace como 30 minutos, Emmett.

—¿Y no me dijiste nada?— Continuó con más fuerza logrando que unas gotas de lo
que asumo era saliva salpicaran en mi cara. Menos mal tenía lentes.

—¿En qué momento? ¿Cuándo llegaste de la mano con Rosalie?— Me defendí.

—Pero de todos modos no planeabas decirme, ¿cierto?— Señaló Emmet hablando


lentamente.

Mierda.

Otro puñetazo impactó contra mi hombro.

—¿Qué diablos, Emmet? ¡Te voy a denunciar por golpear un invidente! ¡Es en serio!
— Grité

—¿Por qué no ibas a decírmelo? ¿Qué diablos pasa contigo, Edward?— Arguyó
igualando mi tono.

—Es que...—Me trabé sin saber qué decir o en realidad cómo decirlo —Yo...

Emmett suspiró y esta vez cuando sentí su mano en mi hombro no era para darme
un puño sino para darme un apretón. De todos modos me asustó un poco.

—Bella te lo pidió, ¿cierto?

Apreté mis labios no queriendo responder pero parece que eso era respuesta
suficiente.

—Es tu fin, hermano— Anunció él.

—No sé de qué estás hablando— Repliqué tomando el control del televisor que
estaba en la mesa y encendiéndolo.

—Ahm... sí, sí lo sabes. Lo mismo me sucede con Rose. Conozco la cara de un


hombre sometido por una mujer cuando lo veo, créeme.

Sus palabras me sorprendieron y de inmediato volteé para defenderme.

—¡Yo no estoy...!

—Claro que sí— Suspiró de nuevo sacudiendo ligeramente mi hombro —Tranquilo,


hermano, es peor cuando se niega. Yo te comprendo.

Hablaba pacientemente como si de repente se hubiese llenado de sabiduría.

Pura mierda.

—¿Y cómo sabes eso? ¿Tienes experiencia siendo un hombre sometido?— Sonreí
con suficiencia pensando que con eso ya lo había atrapado.

—Si.

—¿Qué?

—Te dije que sí— Su respuesta era simple y sin sarcasmo alguno. Eso sólo sirvió
para confundirme aun más —Yo lo admito, haría prácticamente todo lo que Rose me
pidiera, no puedo evitarlo. Esa mujer es... fantástica— Explicó adquiriendo un tono
soñado.

—Y aun así casi te da un ataque cardíaco cuando te dijo que tenía un hijo.

—¡Detalles, Edward! ¡Detalles!

Sonreí al ver como tenía Rose a mi hermano... ¡Já! Mi hermano felizmente sometido
¿Quién diría?

—¿Entonces qué vas a hacer?— Pregunté con un poco más de curiosidad del que
quisiera admitir.

—Lo arruiné, Edward— Respondió derrotado y sombrío.

—¿Qué hiciste?

—Nada.

Esperé un momento para que se explicara mejor pero no lo hizo.

—En serio, dime al menos qué dijiste.

—Ya te dije, ¡nada!

—¿No dijiste nada?— Alcé mis manos preguntándome cómo diablos era eso
posible ¿Ni un grito? ¿Ni una pregunta? ¿Ni una frase? ¿Nada?

—¡Estaba en shock! ¡No me lo esperaba! Y además... ¡Eso no te importa! ¡Deja de


hacerme sentir peor!— Gritó él a la defensiva.

De repente una idea iluminó mi mente y lo entendí.

—Wow... eres Ross— Murmuré.

—¿Quién?

—¡Ross! ¡Cuando Rachel le dice que está embarazada el no hace nada como por
dos horas y luego le reclama a la compañía de condones!

—¡Deja de hablar de ese estúpido programa, Edward! ¡Tu hermano esta en serios
problemas aquí!

—¡Hey!— Hice una pausa —Primero: "Friends" no tiene nada de estúpido.


Segundo: Tú sabes que sólo hay una solución para tu problema querido hermano.
Apagué el televisor, puse el control en su lugar y me puse de pie, sonriendo en la
dirección donde sabía que el permanecía sentado.

—Te iras arrastrando a pedir perdón como el sometido que eres.

Reí cuando lo escuché gruñir como respuesta y me retiré a mi habitación. Sí, él


sabía que yo tenía razón.

—¡No creas que te me vas a escapar! ¡Cuando piense en algo, tú vas a tener que
ayudarme! ¡Los sometidos tenemos que permanecer unidos!

Gritó desde la sala y esta vez fui yo quien gruñó.

Antes de que pudiese arrepentirme me lancé sobre mi cama, saqué mi teléfono del
bolsillo de mi pantalón y disqué el temido número 666.

—¡Edward! Tiempo sin saber de ti. Dime qué...

—Sí, sí, sí. Necesito una cita para mañana en la mañana, ¿es posible?

Lo dije con toda la autoridad y fastidio que pude reunir en una sola oración,
secretamente esperando molestarla.

"Por favor di que no, por favor di que no, por favor di que no"

—Nos vemos mañana a las 10— Respondió en tono triunfal.

¡Maldita sea!

Jessica 1 Edward 0

Mis dedos tamborileaban rítmicamente sobre mi pierna. Podía oír los gemidos de
Chester del otro lado de la puerta (ese perro era como un manso ratoncito cada vez
que una mujer le ponía un dedo encima). Tuve que retener mis ganas de apretar el
botón de mi reloj y escuchar la hora para saber cuántos minutos quedaban.

—Edward, ¿necesito recordarte que fuiste tú quien pidió esta cita?— Inquirió en su
estúpido tono "profesional" semi robótico.

—Si no te has dado cuenta, ya lo hiciste— Respondí con fastidio. Escuché el sonido
del bolígrafo rayando sobre el papel.
¿Qué diablos pudo haber escrito sobre eso? ¿Ahora puede analizarme con una sola
oración? No creo que su doctorado haya sido "tan" bueno.

—Cuéntame un poco sobre lo que hiciste este tiempo ¿Cómo pasaste las fiestas?

—Fue navidad— Repliqué incómodo señalando lo obvio.

—¿La pasaste con tu familia?

—Emmett y yo fuimos a comer en casa de mamá...— Asentí sopesando si


realmente debería continuar... ¡Qué diablos! —Carlisle apareció borracho pidiendo
perdón otra vez— Terminé rápidamente.

Pasó un momento de silencio antes de escucharla de nuevo.

—¿De qué forma te pidió perdón?

—Lo usual. Se culpó de todo, me pidió que regresara a la oficina diciendo que
"todos me extrañan"— Señalé con sarcasmo al final —Y que él me extraña.

—¿Tu no crees que sea así?

¿No se lo acabo de decir? Que psicóloga tan poco perceptiva.

—¡No! Es sólo Carlisle jugando al juego de las culpas y ahogado en alcohol— Ya


estaba demasiado familiarizado con ese aspecto de mi padre como para profundizar
en sus palabras o siquiera creerle— Como sea, después me fui y me encontré con
Bella.

Las palabras salieron de mi boca antes de pensarlas y el nombre de Bella resbaló


entre mis labios con una naturalidad que me sorprendió. Como si siempre hubiese
estado ahí, sólo esperándome.

—¿Te encontraste con ella casualmente?— Preguntó Jessica rayando con su


bolígrafo nuevamente.

"Casualmente". Mmm.

—Define casualmente.

—Está bien— Habló lentamente —Tu no sabías dónde estaría ella y, sin embargo,
ambos se hallaron en el mismo lugar y a la misma hora.

¡Diablos!
—Entonces no— Respondí brevemente.

Su silencio me dio a entender que quería que yo elaborara mi respuesta pero,


vamos, incluso ella sabía que yo no iba a hacer eso.

—Si no fue un encuentro casual entonces, ¿ella fue a buscarte?

—No.

Otro silencio. Con este paso podríamos tardar horas dando vueltas sin decirle nada
¿Cansarme? No cuando tengo años de experiencia mareando a Emmett de esta
forma.

—Edward, ¿tú buscaste a Bella y te encontraste con ella a propósito?

Mierda. Emmett nunca es tan directo. Quizás el doctorado realmente es bueno.

—Ok, sí. Ella me dijo dónde estaría, yo no quería estar en mi casa y la busqué
¿Feliz?— Gruñí

—Yo no tengo por qué estarlo, Edward, no es mi vida. Lo importante aquí es, ¿eso
te hizo feliz a tí?

Su pregunta me tomó desprevenido y escogí ese momento para comenzar el


tamborileo de mis dedos nuevamente, antes de contestar:

—"Feliz" es un término muy amplio.

—Tienes razón ¿Qué término usarías tu para describir tu tiempo con Bella?

—Yo...— Estaba a punto de contestar sin pensar, simplemente cualquiera de mis


usuales respuestas, pero el momento que tuve con Bella hace dos días me hizo
detenerme. La sensación sostener y sujetarla contra mí —Yo... diría que me gustó.
Me sentí... tranquilo, alegre, como no me sentía desde hace tiempo— Culminé
sonriendo.

—¿Y Ahora qué vas a hacer con Bella, Edward?

Suspiré. Ya había tomado una decisión en cuanto a ella. La había tomado cuando
finalmente supe lo que se sentía abrazarla, olerla... quizás incluso la había tomado
aquel día en el parque cuando decidí continuar hablando con "la loco de los conos
metálicos" en lugar de levantarme e irme.

—Voy a invitarla a salir.


Escuché su bolígrafo al caerse ¿Tanta sorpresa le daba?

—¿Por qué lo dices con tono pesaroso?— Preguntó tosiendo un poco.

"Tranquila, Jess, casi no me di cuenta"

—Porque... ¿Tienes idea desde hace cuánto tiempo no pienso en una relación?—
Moví mis brazos exasperado.

—Si reviso mis apuntes, probablemente me haga una idea— "Sabelotodo" —Sólo
tengo una pregunta, ¿por qué no lo has hecho aún?

—¿Hacer qué?

—Invitarla a salir, Edward. Hacer una movida, no lo sé *Romance*— Resaltó la


última palabra pronunciándola lentamente.

—¿Romance?— Inquirí extrañado —Hola, soy Edward Cullen, ¿nos conocemos?—


Indiqué con sarcasmo estirando mi mano frente a ella y quitándola un segundo
después.

Yo, un romántico, sí claro.

—No es cuestión de que sea lo tuyo o no Edward. Es cuestión de que Bella es una
chica y tienes que moverte ya ¿Siquiera sabes cosas de su vida? ¿Si tiene novio?

¿Novio? ¡No! Ella me lo habría dicho.

Me lo habría dicho... ¿no?

—Tú no puedes decirme qué hacer— Defendí-

—Tú fuiste quien dijo que la invitaría a salir, yo sólo sugiero que lo hagas más
rápido— Contraatacó ella abandonando su tono profesional y haciéndolo un poco
más infantil. Supongo que ya al fin estaba empezando a afectarla.

Estaba a punto de decir algo más cuando nos toques suaves en la puerta me
interrumpieron.

—Disculpen. Doctora, su paciente de las dos ya llegó— Anunció Lauren con los
ladridos de Chester haciendo eco tras ella.

Tomé eso como mi señal de despedida y me encaminé velozmente hacia la puerta


antes de que Lauren la cerrara.
—¡Recuerda lo que te dije, Edward! ¡Y nos vemos la próxima semana!— Gritó
Jessica antes de que pudiera escaparme.

Cuando finalmente salí de su oficina me llené de alivio. Lauren colocó la correa de


Chester en mi mano.

—Gracias— Le sonreí.

Sentí su mano rozar la mía aun cuando la correa ya estaba en mi poder y el


contacto hizo que me apartara, aunque no sabría decir por qué.

—Hasta luego, señor Cullen— Murmuró.

—Hasta luego, Lauren— Que chica tan amable.

Chester y yo hicimos nuestro camino hacia mi casa. En la ciudad reinaba el olor a


tierra húmeda y un vapor intenso en el aire. Ya habían pronosticado olas de calor
por la futura tormenta que esperaba Seattle en cualquier momento. Hasta ahora,
ese "momento" se ha hecho esperar por 5 días. Los susurros de la gente a mí al
rededor, cuando la palabra "ciego" y "pobre" se filtraban en sus conversaciones, no
me molestaron tanto pero, aun así, los notaba.

Apenas llegué hice mi rutina. Solté a Chester, le bajé el sonido a mi celular y fui
directo a mi cama para recostarme. No había podido dormir bien la noche anterior,
girando y girando en mi cama. Ahora mis párpados apenas se mantenían abiertos.
Me quité la camiseta y me lancé a la cama sin parsimonia alguna. Gracias a Dios
que aún no comenzaba clases con los chiquillos.

Estaba acostado, abrazando con fuerza mi almohada. Cuando por fin sentía que mi
mente se desconectaba lo suficiente y me quedaba dormido. El estruendo de la
puerta principal al ser azotada me sobresaltó.

—Eeeeedwaaaaard— Llamó mi "dulce" hermano.

Inmediatamente tomé otra almohada y la coloqué sobre mi cabeza. En algún lado


había escuchado que ante el ataque de un oso lo mejor era hacerse el muerto, así
que esto debía servir.

—¡Oh!— Lo escuché exclamar a unos pasos de mi —¡Psst! ¡Edward! ¿Estas


dormido?— Preguntó suavemente (o al menos tan suave como él podía) cerca de
mi oído. Se escuchaba como si estuviese comiendo algo de una bolsa.
Probablemente uno de esos Cheetos que tanto le gusta quitarles a sus alumnos
porque no son "comida saludable". Hipócrita.
Traté de no mover un músculo y por un momento creí que había funcionado.

—¡Ok! Supongo que iré a comerme este Cheetos junto a tu pulcro piano mientras
despiertas.

Visiones de porquería y sucios naranja por mis inmaculadas teclas me hicieron


estremecer e incorporarme velozmente.

—¡Oh, bien! ¡Ya estas despierto!— Señaló mi hermano alegremente.

Idiota.

—Si.

—Bien. Vístete rápido que tenemos que irnos. Ya tengo casi todo preparado y Bella
nos está esperando— Anunció lanzándome algo que descubrí eran prendas de ropa
—Dime otra vez por qué mamá sigue vistiéndote. Estas combinaciones son como
de abuelito, en serio ¡Tienes 29 años!

Gruñí y me vestí a regañadientes —¿Estás seguro de que esta ropa está bien?—
Estaba bastante seguro de que no había escogido las que mamá había dejado.

—Sí, sí, sí. Apúrate. Por cierto, deberías pensar en hacer ejercicio otra vez, estas
un poco gordito en el abdomen.

—Espera, ¿cómo que Bella nos esta esperando?— Pregunté extrañado mientras
me cambiaba los pantalones... y elegí ignorar el insulto a mi cuerpo aunque no pude
evitar pasar mi mano sobre mi abdomen. Supongo que si estaba comiendo mucho
últimamente.

—Lo descubrí. Finalmente lo descubrí. Bueno... Bella me ayudó, pero finalmente lo


descubrí. Una forma para que Rosie me perdone— Su voz rebosaba alegría y pude
adivinar la sonrisa en su rostro.

—Tranquilo, Emmett, sólo ha estado molesta contigo por 24 horas.

—24 horas de pura tortura— El tono serio en su voz me hizo reír aún más fuerte.

—Y... ¿hablaste con Bella?

—Sí, Edward, yo hablo con tu novia más que tú.

Rodé mis ojos tras mis lentes y terminé de ponerme los zapatos caminando hacia la
puerta.
—En fin, Bella me ayudó a ver exactamente lo que necesito hacer para demostrarle
a Rose que estoy listo para formar un familia con ella.

Ese comentario hizo que me girara sobre mis talones para estar de frente a él
nuevamente.

—¿Una familia? ¿Vas a formar una familia? Emmett, ¿no crees que vayas un poco
rápido?

—Edward, tu eres una tortuga. Por supuesto que crees que voy demasiado rápido—
Explicó como si fuese lo más obvio del mundo —Escucha, yo no sé qué tan lejos
llegará esto entre Rose y yo, lo que sí sé es que ella me hace sentir como nunca, es
especial y lo mínimo que nos merecemos es que yo lo intente, ¿cierto?

Oh, por Dios. Ahora mi hermanito menor sabe más que yo. Fantástico, esto es...
fantástico.

—Sí, sí, sí— Repetí sus palabras.

Coloqué el bastón en mi bolsillo y subimos a Chester en la parte de atrás de la


camioneta. Prácticamente podía sentir sus patas temblando de emoción, le encanta
porque sabe que puede asomar la cabeza por la ventana.

Una vez dentro y en camino a la floristería, le pedí a Emmett que me contara cuál
era exactamente su plan magistral.

—Ok, ok. Bella me dijo que lo más importante para Rosalie es su hijo.

"Sí, claro, por eso lo negó" pensé amargamente.

—Así que cuando Rose comience su turno hoy en la floristería, lo primero que verá
será la dulce imagen de su hijo jugando conmigo. Bella me lo va a presentar, en
unos minutos verá lo genial que soy y cuando Rose llegue sabrá que me llevo bien
con el niño y que no hay razón para que este molesta ¡No podrá resistirse! ¡Es un
plan perfecto!

—¿En unos minutos verá lo genial que eres? ¿Le estas dando a un niño de 10 años
solamente unos minutos? Escucha, yo no soy precisamente un ejemplo a seguir,
pero dudo mucho que un niño...

—¿Estas dudando de mi genialidad? Además, yo trato con chicos todo el tiempo, sé


de qué hablo.
—No, tú tratas con adolescentes, YO trato con niños

—Como sea, mi plan es perfecto.

—Perfecto... ¿Por qué no me suena tan perfecto?— Pregunté perplejo.

—¿De qué hablas? ¡El pequeño Sebastián me va a adorar!

¡Por eso no me sonaba "perfecto"!

Me reí un poco antes de contestar —Emmett, el niño se llama "Seth".

—¡Oh! ¿Se llama Seth? Estoy casi seguro de que se llama Sebastián, Edward—
Discutió sonando muy seguro de sí mismo.

—¡Definitivamente se llama Seth!— Insistí riendo mas fuerte.

—Está bien, wow, gracias por salvarme hermano.

Me dio unas palmadas en la espalda y continuó hablando de su plan perfecto


durante todo el camino. A mí me parecía bastante básico pero... supongo que no es
mi problema.

—Diablos. Hay una motocicleta atravesada.

—¿Qué tiene de malo?

—Que la cosa es enorme y se robó mi puesto— Contestó a regañadientes.

Finalmente se estacionó, al parecer un poco más lejos de su gusto. Bajamos a


Chester y le coloqué su correa pero antes de que pudiese llegar hasta la puerta,
sentí la mano de Emmett colisionando con mi pecho, deteniendo mi paso y
sacándome un poco el aire.

—¿Qué diablos...?

—Alguien está rondando a tu novia— Susurró en mi oído.

—¿Qué?

—¡Te están rondando a tu novia!— Exclamó aun en susurros —Hay un tipo


musculoso junto a Bella.

—Ahm... ok... seguramente es un cliente— Respondí automáticamente aunque


sentía mi ceño fruncirse.

—¿Los clientes le ponen el brazo alrededor de los hombros? Entonces no quiero


ninguno de esos clientes con mi Rosalie.

Chester escogió ese momento para empezar a jalarme así que finalmente entramos
y la campanilla sobre la puerta nos anunció. Mi perro me llevó con facilidad por el
pasillo y el olor a flores ya era familiar para mí.

—Ho...hola Edward— Saludó Bella cuando llegamos al mostrador. Chester ladró de


forma más insistente junto a mí —Hola Chester, hola mi amor ¿Cómo estas hoy
cariño?

Disimulé una sonrisa al pensar que mi perro recibe más amor que yo. Emmett y yo
saludamos a Bella y por primera vez pude agradecer la curiosidad de mi hermano.

—¿Quién es tu amigo, Bella?

—Soy Jacob Black— Anunció una desconocida y grave voz.

—Emmett Cullen.

—Ahm— Tartamudeó "Jacob" un segundo después pero no entendí por qué y


maldije mi ceguera otra vez.

—Él es mi hermano: Edward— Señaló Emmett.

Más por inercia que por otra cosa extendí un poco mi mano hacia el frente, varios
segundos después (demasiados, quizás) sentí la mano del hombre tomar la mía,
era tan grande como la de Emmett así que en lugar de intimidarme le di mi sonrisa
más segura. La que generalmente usaba cuando iba a la oficina.

—Es un placer— Le dije con calma. No creí apropiado decirle que el placer era de
él.

Me soltó rápidamente y agregó —Bella, pensé que no aceptaban perros en la


tienda.

—Ahm... sí, pero...

—Es mi perro lazarillo— Expliqué haciendo lo mejor posible por mantener mi


barbilla en alto y mi sonrisa no tan falsa... lo segundo no me funcionó muy bien.

—Oh... ¡Oh! Lo siento mucho hermano, no sabía que eras ciego— Se excusó
Jacob.

Una vez más la palabra "ciego" retumbó en mi cabeza.

—¡Bellaaaaaaaaaa! ¡Bella! ¡Bella! ¡Bella! ¡Bella!— Gritó un niño a todo pulmón y


sentí un empujón en mi pierna cuando pasó junto a mí.

—Hola Seth, ¿cómo estás?

—¡Cansado!— Escuché un jadeo de sorpresa —¡Tío Jacob!

¿Tío?

—¡Chiquillo! Cada vez que te veo estas más enano— Rió Jacob

—¡No es cierto! Bella dice que he crecido mucho— Chilló el niño sonando molesto.

—Es broma, tranquilo ¿Cómo te va con el baloncesto?

—Ah... muy bien, soy excelente, el mejor lanzador— Habló Seth rápidamente.

—¡Así se hace! ¡Es genética Black lo que tienes allí!

—OK Seth, hay unas personas acá que quiero presentarte. Él es Edward...

La escuché cerca de mí así que di una sonrisa en su dirección general.

—Geniales lentes— Señaló Seth —¡Wow! ¿Estes es tu perro?

Un segundo después escuché los gemidos de Chester. Seguramente le estaban


haciendo cariño. Se supone que Chester también estaba entrenado para
defenderme pero juro por Dios que si un ladrón se acercara a él y le acariciara de
alguna forma, este perro sería tan manso como un ratón.

—Sí, él es Chester.

—¡Genial! ¿Sabe algún truco? Siempre quise tener un perro pero mi mamá no me
deja— Hablaba tan rápido que rebosaba entusiasmo y reí al imaginarlo.

—Claro. Chester: siéntate— Ordené frotando mi índice y mi pulgar.

—¡Genial! ¿Viste eso tío Jacob?

Supuse que Chester había decidido escucharme. Sí, "decidido", porque aún hay
veces que se niega a hacerlo pero prefiero no hablar de eso ahora.

—¿Qué más hace? Por favor, dime que más hacer, por favoooooooooooor— Insistió
Seth.

—Ok. Chester: arriba— Alcé mi brazo lo más alto que pude y froté mis dedos
nuevamente.

Al momento sentí la húmeda nariz de Chester hacer contacto con mi muñeca.

—¡Fabuloso! ¿Viste eso Bella? ¡Bien hecho Chester!

—Ahm... Seth, espera, él es Emmett— Anunció Bella.

—Ah... Hola.

Reí disimuladamente y me acerqué a mi hermano para susurrarle al oído —¡Ouch!


Excelente forma de comenzar la relación con tu futuro hijo.

A cambio de eso recibí un codazo en las costillas pero supongo que lo tenía
merecido.

—Hola Seth, soy Emmett, soy profesor de secundaria.

Seth sólo hizo un sonido de disgusto y lancé una risotada que alguien más
acompañó (sonaba como Jacob) "Gran forma de hacer una buena impresión,
Emmett". Supongo que a los niños les emocionan más los perros que los
profesores.

—¡Seth, no seas grosero!

—Lo siento. Hola, Emmett— Repitió el niño más pausadamente pero con tono
renuente.

Sabía que Emmett necesitaría un poco de tiempo con el niño así que al escucharlo
hablándole hice mi mejor esfuerzo para ignorar donde sea que Jacob estuviese y
llamé a Bella.

—Hola— Me susurró posando su mano en mi abdomen y me estremecí ante su


toque.

—Hola— Susurré de vuelta aunque no estoy del todo seguro de por qué
susurrábamos.
Tomé la mano que descansaba en mi abdomen y entrelacé nuestros dedos. En el
fondo podía escuchar las voces de Emmett y Seth, estuve vagamente consciente de
mi hermano chillando como cuando le pedía postre extra a Esme, pero lo ignoré.

—Bella...

—¿Si?

—¿Te gustaría salir conmigo mañana en la noche?— Sonreí un poco nervioso y


sintiéndome tonto —Como más que amigos, ya sabes, salir...

¡Dios! ¿Por qué era esto tan difícil? ¿Tan oxidado estaba? ¡Yo era mucho más
suave que esto! Generalmente eran unas sonrisas, unas frases y listo.

Bella bufó antes de responder —Está bien ¿A dónde vamos?

—Es sorpresa— Respondí con una sonrisa. Sabía perfectamente a dónde quería
llevarla.

Instintivamente me acerqué más ella y el dulce olor a dalias que expedía asaltó mis
sentidos atrayéndome más a su cuerpo. Acaricié sus delgados nudillos y sentí mis
pies chocar ligeramente con los de ella cuando quise acercándome, haciéndome ver
que ya estábamos tan pegado como podíamos... al menos sin besarnos.

Una helada e inesperada declaración interrumpió mis pensamientos de lo que sea


que iba a hacer en ese momento.

—Te voy a matar— La voz de Rosalie era alta y clara, lo peor es que no tenía idea
de a quién se refería y aunque sabía que lo más probable es que no me hablaba a
mí, aun así no pude evitar el escalofrió que recorrió mi espalda.

¿Dije "declaración"? Quise decir sentencia, porque eso era lo más cercano que
había escuchado a una sentencia de muerte.

Creo que escuché a alguien en la habitación tragar en seco.

...

¡Fiu! ¡Llegué! :p

Emmett se entera de la verdad, Edward por fin arriesgará todo lo que antes
conocía por Bella, aparece "Tío Jacob", Rose quiere matar a alguien... ¡Hay
muchas cosas para opinar acá! ;) así que siéntanse libre de desahogarse en
su review jaja.

Cualquier duda o sugerencia que tengan también es bien recibido :)

SIGuiente CAP: Una BREVE explicación de Jacob (espero que sea breve :/)
EXTENSOS momentos del ROMAAAANCE que ustedes y Bella me han pedido xD
jajaj aunque... dificultades también se asoman. Yo quiero que Bella y Edward sean
felices juntos pero... quiero que lo hagan sin secretos ni tantos problemas que aun
tienen... ¡así que habrá que resolverlos! Quedan poco capítulos ¿ok?

Ay Diooooos esta historia me pone nerviosaaaaaa XD añoro las tramas ligeras no


se, no se jaja xD... (suspiro) ok, ya me calmé jaja

Espero leerlos en sus comentarios, siempre me alegra hacerlo y gracias de


antemanos por TODO su apoyo :') hasta en las malas.. ustedes son súper
geniales.

Abrazos! Alessa.
E&B: Una Noche Común y Sin Corriente
Hola :) 10,372 Palabras X_x Jaja aun no estoy acostumbrada.

Querido lectora que me escribió un review para que respondiera en faceb. Gracias
por comentar :D pero no dejast tu nombre y no supe cómo buscarte :$ espero te
animes a opinar otra vez con tu nombre y seguro te encontraré n_n un abrazo.

Listo! Los nombres de Twilight no son mios pero toda la trama sip ;)

Bienvenidos todos a 'Una Noche Común... Y Sin Corriente' ;) ENJOY!

BPOV

El calor era extenuante y teníamos exactamente una gran cantidad de CERO


clientes en este momento. Como es común, estaba sentada en el taburete detrás
del mostrador, la mitad superior de mi cuerpo estaba recostada en la barra de vidrio
con un brazo colgando del otro lado y una mano sosteniendo un pequeño ventilador
manual hacia la parte de atrás de mi cuello.

No sabía si era por la cantidad de flores o los pasillos estrechos pero sentía que me
estaba derritiendo y los pequeños cabellos que se pegaban a la base de mi cuello
me molestaban más que nunca.

—Bella, levántate de allí que eso da mal aspecto— Ordenó mi madre mientras
entraba y salía de la tienda cambiando el agua de los floreros —Además, puedes
partir el mostrador.

"Mal aspecto" ¿Qué les importa a otros cómo me siento? Dudo mucho que una
vendedora sudorosa atraiga a muchos clientes. Por supuesto, no me atreví a decirle
nada de esto.

Cuando Renee salió nuevamente recibí una llamada, era Emmett.

—Bellaaaaaaaaaaaa— Gritó desde el otro lado del teléfono.

—Hola a ti también, Emmett— Repliqué sin evitar sonreír. Eso es simplemente lo


que pasa cuando alguien está cerca de Emmett.

—¿Lista para la operación "Recuperemos a Rose"?

Gruñí ante su entusiasmo. Ya le había dicho repetidas veces que Seth no es un niño
muy fácil, mucho menos si se trata de su mamá. Pero él, siendo el entusiasta que
es, pensaba que todo sería pan comido.

—Ahm... si... Emmett, de verdad no creo que...

—¿Estas dudando de mi genialidad, Bella?

—No— Contesté sonriendo ampliamente.

—¡Bien! Preséntame al niño y lo demás será historia. Voy camino a buscar a


Edward y nos vemos allá ¿Ok?

Escuchar el nombre de Edward me hizo recomponer mi postura en mi asiento —


Está bien.

Aunque no habíamos podido concluir nada ayer en la tarde (por culpa de la


inoportuna de Rosalie) sabía que algo había cambiado en él... en nosotros... sabía
que la próxima vez que nos viéramos sería diferente y ese momento había llegado.
Estas 24 horas habían sido prácticamente tortura.

—Ok, saluda a Sebastián de mi parte ¡Nos vemos!— Colgó

¿Sebastián? ¿Quién diablos es Sebastián?

Estaba aún preguntándomelo cuando escuché el rugido de una motocicleta y luego


la vi (negra y muy larga) estacionándose frente a la tienda. Escondí mi teléfono y me
preparé para atender al siguiente cliente. El hombre fornido estaba enfundado en
una chaqueta de cuero negro y pantalones grises, y se acercó hasta mi posición
aun con el casco puesto.

"Oh no... Oh, por Dios, por favor no... Yo conozco a este hombre".

Efectivamente, se quitó el casco colocándolo en el mostrador y me lanzó una


amplia, casi destellante, sonrisa que contrastaba en su piel tostada y empequeñecía
sus oscuros ojos.

—¡Jacob!— Solté con un falso entusiasmo que creo que hasta Seth hubiese notado.

—¡Bella!— Exclamó él con entusiasmo real, rodeando el mostrador para cubrirme


con sus brazos, levantarme de mi asiento y sacudirme un poco en el aire.

Sip. No hay mejor presentación que esta para Jacob Black. Esto es lo que siempre
hace.
—¡Tiempo sin verte!— Señaló soltándome.

—Sí, el mismo tiempo que tienes sin ver a tu sobrino— Mis palabras sonaron un
poco más duro de lo esperado.

—Bueno... ya te he dicho lo difícil que es ser un "trabajador de la vida"— Explicó


dándome un guiño.

Oh si, ya me lo había dicho demasiadas veces.

Jacob se autodenominaba "trabajador de la vida", lo que en mi diccionario era


sinónimo de "desempleado permanente". El hombre no podía mantener un trabajo
ni por las mejores condiciones del mundo (en serio, consiguió uno que hasta
pagaba sus gastos domésticos y el muy estúpido renunció a los dos meses). Se la
pasaba viajando constantemente. Hasta ahora había sido mecánico en Colombia,
mesero en Francia, profesor de inglés en México (si, ese en realidad duró sólo un
par de semanas, resulta que las estudiantes lo buscaban por otro tipo de
"enseñanzas"), obrero en Lisboa y ya no recuerdo qué más. Pensar que sólo se
graduó de secundaria, tiene un par de meses cursados en varias carreras y sólo
sabe inglés... lo que más lo ayudaba era que es bueno con las manos. MUY bueno
con las manos... desafortunadamente yo lo sabía bien.

—Claro, claro— Tuve que esforzarme para mantener mi sonrisa y estaba


comenzando a dolerme la cara —¿Qué estás haciendo aquí?

—Mi amigo Phil me llamó para un trabajo de construcción, la nueva ala de un


edificio y, por supuesto, vine al rescate— Respondió socarrón.

—¡Oh! ¿Ahora atiendes las llamadas?— Pregunté con sarcasmo.

Él sabía perfectamente a lo que me refería. Las decenas de llamadas perdidas que


Rose y yo le habíamos hecho cada vez que Seth preguntaba por él o cuando le
hacía ilusiones de buscarlo y luego dejaba plantado al pequeño.

Aunque hizo una pequeña mueca, su sonrisa no decayó ni un poco.

—¡Vamos, Bella! ¡Estoy aquí ahora! ¡Vive un poco!— Me animó riendo —¿Me
extrañaste mucho?— Su tono se volvió sugerente y sujetó mis caderas inclinando
un poco su rostro para verme a los ojos.

Muchos meses atrás ese gesto me habría hecho ceder (y a mis bragas caer). Hoy
en día me hacía rodar los ojos solamente. Lo había escuchado suficientes veces
para saber que si me lo decía a mí, también se lo decía al menos a tres otras
chicas.

—Seth fue el único aquí en extrañarte— Indiqué colocando mis manos en su pecho
y separándolo de mi con un movimiento.

Maldición... esta fuerte.

—Creo que Renee diría lo contrario— Contraatacó melodiosamente. Ah, sí, olvidé
mencionarlo. Renee lo ama —¿Cómo están Rose y el enano?

—Bien. Deben estar por llegar y no lo llames "enano", sabes que ya se siente un
poco mal por ser el más bajo de su equipo de baloncesto— Lo reprendí.

—¡Va a crecer! Tiene los genes Black, yo que te lo digo— Explicó confiado.

Los genes "Black" como si eso fuese un consuelo. Decir que Jacob era "la versión
decente" de su hermano, el corredor olímpico, era suficiente. Rose y yo llamábamos
al padre de Seth "el corredor olímpico" porque la última vez que lo vimos fue cuando
terminó de legalizar el apellido de Seth. Apenas dimos un paso fuera de ese
ayuntamiento, el hombre corrió tan rápido como si estuviese persiguiendo un
cheque a su nombre.

No quiero ni pensar en lo que hará Rosalie cuando vea a Jacob. Más le vale tener a
Seth presente si no quiere que Rosalie le parta un florero por la cabeza. No me
imagino a Emmett... OH, DIOS, EMMETT.

Rosalie no va a querer que estos dos se conozcan, pero cómo hago para...

—Bella, ¿estás bien?— Indagó Jacob colocando su brazo sobre mis hombros y
abrazándome hacia su cuerpo. Hallé su perfume extremadamente dulce y me sentí
ligeramente mareada.

Antes de poder hacer algo más los hermanos Cullen hicieron su entrada con
Chester en primer lugar. Tartamudeé al saludar a Edward porque me di cuenta de
que el brazo de Jacob seguía sobre mis hombros y, aunque Edward no podía
verme, me hacía sentir incómoda estar así frente a él. Si me preocupaba tener que
explicar quién era Jacob, esa preocupación se disipó porque Jacob se encargó de
hablar por sí solo. Incluyendo un inapropiado comentario sobre Chester.
Inmediatamente le lancé una mirada furibunda y casi soy yo quién le rompe un
florero en la cabeza por insultar a Chester.

Gracias a Dios Seth apareció en ese momento para distraernos a todos de la


incomodidad (o al menos a mí). Jamás me imaginé que Seth se llevaría tan bien con
Edward casi de inmediato, todo lo contrario en realidad, especialmente por lo que
Edward me decía que pensaba de los niños. Claro, Chester tuvo mucho que ver con
eso (no sé cómo alguien no adoraría a ese perro), Seth llevaba meses rogándole a
Rose por un perro pero su casa era demasiado pequeña y la mía estaba repleta de
flores que cuidar.

Lástima que con Emmett había sido todo lo contrario. Agradecí mucho que Edward
me llamara y me separara de ellos, no me apetecía ver a Jacob riéndose de Emmett
ni a Seth ignorándolo para jugar con Chester. Es una pena que mi momento haya
sido interrumpido por las heladas palabras de Rosalie.

—Te voy a matar— Su mirada estaba directamente dirigida hacia mí y


prácticamente estaba intentando perforarme con sus ojos.

No pude evitarlo, tragué en seco —Rosalie, cálmate...

—¿Qué mierda están haciendo ellos aquí con MI hijo?

—Mamá, esa palabra no se dice...

—Ahora no, bebé.

Sonreí a Seth y su intento por salvarme y el sólo me miró y encogió sus hombros.

—Sabía que estabas actuando raro, ¡tú planeaste eso!— ¡Dios!, que dramática,
sabía que era mala idea que viera las telenovelas con mi abuela —¿Qué está
haciendo él acá?— Preguntó señalando a Emmett con su dedo índice y en un tono
un poco histérico —¡Y él!— Apuntó luego a Jacob —Tu no Edward.

—Gracias— Murmuró el aludido.

—Rosie, vine a disculparme. Estaba en shock pero quiero estar contigo y el


pequeño Sam...

—¡Seth!— Gritamos todos en coro incluyendo el niño.

—¡Seth! ¡Sí! ¡Lo sabía! Soy terrible con los nombres, lo siento.

—No, no te sabes el nombre de mi hijo y no mereces estar en nuestras vidas—


Señaló Rose.

—Rosie, quiero ser más que tu novio, créeme...

—¿Eres el novio de mi mamá?— Inquirió Seth finalmente comprendiendo la


situación —¡Asco!

—¡Seth!— Reprendimos Rosalie y yo a la vez mientras Jacob se reía a carcajadas.

—Tú te vas de aquí— Señaló mi amiga apuntando su dedo a Emmett nuevamente y


la expresión de este se tornó triste —Y tú— Apuntó a Jacob— Me debes algunas
palabras. Vamos.

Rosalie tomó a Jacob por el cuello de chaqueta y lo arrastró a la puerta,


seguramente para hablar en su casa. Lástima que su rabieta no logró el efecto
esperado en Jacob quien se despidió de mí con un gesto de su mano y una sonrisa
que provocaba romper.

—Entonces... mañana en la noche— Reiteré halando suavemente el cinturón de


Edward para llamar su atención —¿Quieres que nos encontremos en alguna parte?

—No, yo pasaré por ti.

—No es necesario que...

—Yo pasaré por ti— Repitió con firmeza.

—Ok— Cedí —Emmett lo siento mucho...

—No pasa nada Bella. Sólo dile a Rose que no me voy a rendir y que recuerde que
la amo.

—¡Asco!— Chilló Seth nuevamente —¡Estás hablando de mi mamá!

—¡Seth! Emmett es un buen hombre y ama a tu mamá, muestra respeto— Lo


reprendí con suavidad pero firme.

—Está bien— Gruñó por la bajo —Voy a saludar a la abuela.

Dio media vuelta pero antes de que atravesara la puerta hacia mi casa lo detuve —
Despídete, Seth.

—Bien. Adiós Emmett— Murmuró. Tengo que admitir que lo siguiente me sorprendió
mucho. Seth se aceró a Edward y con cuidado tomó su mano y la sacudió suave y
brevemente —Hasta luego, Edward. Espero que usted y Chester vuelvan otra vez.

Su infantil tono de voz nunca había sido tan adorable como en ese momento. A
juzgar por la expresión de Edward y su ligero sobresalto, no creo que yo haya sido
la única sorprendida.
—Ah... si... hasta luego— Murmuró en respuesta.

Después de algunas caricias a Chester (que él recibió con mucho gusto), salió por
la puerta.

—Creo que nosotros también nos vamos— Señaló Edward —Nos vemos mañana.

Me despedí de los hermanos Cullen con un movimiento de mano y una última


sonrisa. Cuando quedé sola en la tienda, casi tuve que amarrarme al taburete para
no brincar de la emoción. Mañana... ¡Mañana!

Después de atender a un par de clientes entré saltando a mi casa a hablar con una
persona que sabía me entendería. A mitad de un pasillo me topé con mi tío que iba
de salida.

—¡Tío! ¿Cómo está mi abuela hoy?

Sus pobladas cejas se hundieron al igual que sus cuadrados hombros —Está
tranquila, Bella, pero... los exámenes... no salieron como esperábamos— Su boca
se cerró en una fina línea.

Por un momento sentí que mi corazón se hundía en mi pecho.

—¡Bella! ¡Bella, ven acá!— Llamó mi abuela desde su habitación.

Hice lo posible por recomponer mi expresión y caminé hacia ella. Allí estaba ella
acostada en su cama con Seth sentado muy cerca y ambos riendo.

—Este niño acá me dice que habían dos amigos tuyos muy apuestos en la tienda—
Me dijo en tono sugerente.

—¡Yo no dije que eran apuestos!— Chilló Seth —Me voy.

Mi abuela y yo reímos a la vez. Seth estaba en esa edad donde el amor es


asqueroso y todas las niñas tienen piojos. Ni me imagino cómo será cuando le guste
alguna.

—Entonces... el niño me dijo que uno de ellos es novio de Rosalie, ¿puedo suponer
que el otro es tuyo?

Mi abuela era una señora muy extraña. Al haber nacido en el campo y vivido en un
campo de flores, no era una persona amante de los detalles ni de muchas palabras
en realidad, pero era muy suspicaz. El hecho de que no dijera las cosas no significa
que no las notara.
—No es mi novio, abuela— Sonreí —Vamos a salir mañana.

—¡Al fin! ¡Pensé que te quedarías virgen!— Exclamó con los brazos en alto y
soltando una carcajada.

—¡Abuela!

—Bueno ya sé que no eres virgen pero tenía tiempo sin verte con alguien.

Sonreí incómodamente y preferí ignorar el hecho de que mi abuela "sabía" que no


soy virgen. No podía esperar para ver a Edward mañana.

EPOV

Las gotas de sudor se acumulaban en mi frente y en la parte trasera de mi cuello. El


aire acondicionado de la camioneta de Emmett no funcionaba así que bajé el vidrio
de la ventana con la esperanza de que la brisa atenuara un poco el calor, pero no
estaba haciendo mucho por mí. En la parte trasera, Chester jadeaba y aullaba
constantemente, el pobre probablemente tenía sed.

—Gracias por ayudarme con esto, Emmett.

—Para eso estamos hermano— Fue su única respuesta cuando estacionó hasta el
restaurante que le había mencionado.

Sequé el sudor de mi frente con el dorso de mi mano, saqué mi bastón y me adentré


al establecimiento, considerando desde un principio que quizás los comensales no
estarían muy alegres de tener a un perro metiéndose bajo sus mesas y haciéndoles
ojos tristes para que le den comida o cariño.

Abrí la puerta, di unos cuantos pasos y de inmediata fui interceptado por mi bastón
chocando con algo o más bien alguien frente a mi, seguido por la voz de una mujer.

—Disculpe señor, ¿puedo ayudarlo en algo?

—Sí. Estoy buscando a Marcus.

—No creo que el señor Marcus...

—Dile que es Edward Cullen.

—Está bien— Accedió la mujer en tono dudoso.


Moví mi bastón tentativamente y me di cuenta de que ya no estaba frente a mí.
Supongo que no mucha gente valora el hecho de avisarle a un ciego si van a
retirarse para que no se queden hablando solos. Cinco años después yo ya sabía
esto, los primeros dos años de mi situación fueron una tortura social.

Y la gente aún se pregunta por qué no soy sociable.

—¡Edward Cullen!— Gritó Marcus en su marcado acento italiano acercándose a mí


—Hasta que te dignas a visitarme.

—¿Cómo estas Marcus? ¿Cómo va el negocio?

Marcus Pascualli, como todo buen hombre italiano (según él) sabía disfrutar de la
comida. Antes del accidente tuve la oportunidad de comer con él en varias
ocasiones y era algo que sólo puedo describir como "impresionante". El hombre era
prácticamente una zorra cuando se trataba de comida ¡No podía decirle que no!
(sus palabras, no las mías). Eso, por supuesto, también lo había llevado a disfrutar
de una figura redonda y una papada que se agitaba cada vez que reía. Digo
disfrutar porque es lo que su esposa siempre le dice cuando lo llama "mi
albondiguita de amor".

Dios... lo que tiene que soportar uno por hacer clientes.

—Siempre creciendo. Gracias a ti, Edward— Dijo envolviéndome con sus brazos.

Sip. Estaba igual que siempre.

Marcus fue mi primer cliente en aquel tiempo cuando yo me iniciaba como


Inversionista Junior y trabaja con mi padre en "Inversiones Cullen Inc."

—Siempre supe que lo lograrías. Estaba en tu voz— Sonreí abiertamente al


recordar a un joven (y mucho más delgado) Marcus, insistiendo en que invirtiera
dinero en su idea de tener un restaurante de comida italiana, presionándome para
que probara los canolis de su nona. Fue la naturalidad y la firme convicción en su
tono de voz (además de la comida, por supuesto) lo que me mostró que "Cannolis"
sería un restaurante de los grandes. Hoy en día me alegra haber tenido la razón.

—No creo que estés aquí para una visita social, ¿cierto?

—¿Además de Chef eres psíquico?— Bromeé. Él empujó ligeramente mi hombro


riendo conmigo —En realidad me preguntaba si podría reservar el "Il Bacio" para
esta noche.
El "Il Bacio" era la mejor mesa del restaurante. Ubicada en un salón completamente
aparte del comedor, la llamaban *Mi beso* porque las paredes eran de una piel
sintética roja como terciopelo que, Marcus decía, "son como los labios apasionados
de una dama esperando a ser besada", además tenía un gran ventanal con vista al
parque y las luces nocturnas de la ciudad. La recordaba perfectamente, el salón
prácticamente gritaba "Romance".

—Oooh... estamos sacando la artillería pesada— Dijo Marcus en tono sugerente.

—Sigue igual que siempre, ¿cierto?

—¡Por supuesto! El romance en esa habitación es eterno, Edward ¿Quieres que


coloque rosas?

Lo pensé por un momento. No quería asustarla ni parecer muy directo... aunque


antes había sido todo lo contrario a directo así que quizás debería... no, no quiero
presionarla...

—Mejor no. Yo me encargo.

—Está bien. Las colocaré de todos modos— Anunció naturalmente dándome dos
palmadas en el hombro con su gruesa mano.

Parece que la gente a mí al rededor simplemente tenía la urgencia de entrometerse


en mi vida. Suspiré. Para variar, esta vez no tenía ganas de discutir.

—Entonces... esta noche, ¿ok? Guárdame unos cannolis— Sonreí y guiñé un ojo,
olvidando por un segundo que él no podría verlo por mis lentes oscuros. Qué raro.

—¡Claro que sí! Ya veo que estas aprendiendo a apreciar la comida— Bromeó
pellizcando la piel de mi abdomen.

Su comentario me tomó desprevenido. Marcus prácticamente acababa de decirme


que estaba engordando, el comentario de Emmett retumbó otra vez en mi casa.
Nunca me había sentido inseguro con mi cuerpo, no cuando aún podía verlo...
quizás había sido mala idea dejar de ejercitarme hace unos años... ¡Diablos!

—Seguro que sí, Edward.

Nos despedimos efusivamente (como sólo un italiano podría) hasta que mi amigo le
mandó saludos a mi padre. Simplemente asentí y salí del lugar. Era más probable
que Marcus lo llamara y le diera sus propios saludos a que yo buscara
voluntariamente a mi padre. Consideré en decirle a Marcus que en un principio
Carlisle se negó varias veces a hacer la inversión en el restaurante, pero lo
descarté.

—¿Todo bien?— Inquirió Emmett cuando me subí a la camioneta.

La peluda cabeza de Chester se asomó entre nuestros asientos y se frotó contra mi


cuello. Genial, ya estaba sudado y ahora probablemente estoy lleno de pelos y
huelo a perro.

—Perfecto— Respondí con sarcasmo —A casa, Alfred.

—Lo que usted diga, señor Wayne— Rió mi hermano.

Era en estos momentos en los que más valoraba los esfuerzos que hacía mi
hermano. Sabía que nadie en el mundo soportaría la mitad de las cosas que el
soportaba por mí.

Emmett nos dejó a Chester y a mí en casa y fui directamente a la ducha para


refrescarme un poco. Había tenido que esperar hasta mediodía para que el saliera
de su trabajo y me acompañara a hacer las diligencias para esta noche. Primero ir a
comprar ropa, idea de Emmett porque aparentemente el gusto de mamá era
"aburrido y pasado de moda" (guardaría ese comentario para cuando necesitara
chantajearlo) así que hicimos una compra rápida de un par de camisas, un pantalón
de jean y uno de vestir. Sí, una compra rápida, no somos mujeres en un centro
comercial. Después la reservación en el restaurante. Ya tenía el número de un taxi
que estaría a mi servicio y ahora todo estaba preparado.

Estaba confiado en que todo saldría como lo había planeado: buscarla en su casa,
cena en Cannolis, un paseo por el muelle y luego... lo que Bella y la noche quisieran
de mí. Sonreí ante el prospecto de conocer nuevas cosas de Bella. Mente y cuerpo.
Emmett sabía que no había hecho esto por nadie desde... hace mucho tiempo, y fue
el primero en apoyarme. Aun cuando su cabeza estaba plagada de pensamientos
sobre Rosalie quien aún no contestaba sus llamadas.

Me tomé mi tiempo en la ducha porque sabía que cuando saliera, no pasaría mucho
tiempo para volver a sudar otra vez. La tan anunciada tormenta seguía haciéndose
esperar y mientras tanto el calor en Seattle se parecía cada vez más a una olla de
agua hirviendo. Tampoco ayudaba que anoche no dormí prácticamente nada y estoy
bostezando a cada rato. Al salir recibí un texto en mi celular y sabía perfectamente
quién era.

"¿Estás seguro que no quieres que nos encontremos en otra parte? No tienes que
venir a buscarme —B" Anunció la voz computarizada de mi teléfono.
Bella llevaba toda la mañana preocupándose por cómo iría a buscarla, sabiendo
que no puedo conducir, y yo seguía diciéndole que no se preocupara pero ella
simplemente no me escuchaba. Al principio me parecía amable, como todo lo que
otros hacen por ayudar a una persona invidente, pero ahora comenzaba a
fastidiarme y me recordaba a mamá y Emmett cuando querían perseguirme a todos
lados y vigilarme hasta en mi propia casa.

Soy ciego, no inútil.

"Voy a dejar de responderte. Es mala suerte que dos personas hablen el día de su
cita" Tecleé y me vestí pacientemente. Aún tenía un par de horas que matar.

"Estoy segura de que eso sólo funciona con novias en sus bodas... y es verse, no
hablar" Respondió rápidamente.

"Aun aplica. No más respuestas. Te veo a las 7"

"Terco" Fue su última respuesta y bufé molesto

¿Terco yo? ¡Claro! Porque ella no lo era en lo absoluto... jamás.

Me senté un rato en el sofá a escuchar televisión para hacer tiempo y Chester se


sentó en mis pies bajo mi mano porque, como cosa rara, el chico quería un poco de
cariño.

Mis ojos se estaban cerrando a mitad de la película, probablemente porque anoche


sólo había podido dormir unas 3 horas y ni siquiera consecutivas. En un momento
estaba escuchando los sucesos de un asesinato en el bosque, y al siguiente un
hombre de voz extrañamente aguda anunciaba la identidad del asesino... ¿Qué
diablos? Presioné el botón de mi reloj y supe que eran las 6:45 de la tarde. El taxi
que había contratado llegaría en cualquier momento. Rápidamente me levanté,
recompuse mi ropa, me aseguré de llevar mi cartera, colocarme mis lentes oscuros
y maldije por enésima vez el hecho de ser ciego y ahora no poder verme en el
espejo.

Unos segundos después sonó una corneta y mi teléfono repicó al mismo tiempo así
que sabía era para mí. Chester aulló penosamente cuando se dio cuenta de que no
iría conmigo.

—Lo siento, amigo. Esta noche estamos solos. Te dejé comida, agua y Emmett
vendrá a buscarte en un rato para llevarte a su casa ¿Ok?— Dije antes de cerrar la
puerta tras de mí y encaminarme con mi bastón.
Escuché la puerta del auto abrirse, unos pasos por el camino de grava y
nuevamente otra puerta —Señor Cullen, se ve muy bien hoy— Dijo Frank, un taxista
amigo de Esme que siempre estaba a mi disposición pero que muy pocas veces
llamaba porque prefería otros medios o simplemente no salir.

—Gracias, Frank— Repliqué cortésmente.

Antes de llegar del todo a la puerta sentí su mano posarse en mi hombro y dirigirme
a ella. Ignoré el deseo de sacudir su agarre. Todo el tiempo de camino a que Bella la
pasé con mi pierna rebotando incesantemente

"¿Qué estoy haciendo? ¿Qué diablos estoy haciendo?"

—Ya llegamos señor Cullen, quiere que busque a la señorita o...

—No es necesario, yo puedo solo— Me encargué de afirmar disimuladamente la


última palabra. Al menos creo que había sido lo suficientemente sutil.

Para mi sorpresa, estaba por girar la perilla y entrar a la tienda cuando sentí la
puerta abrirse de un tirón y el cuerpo de Bella lanzarse a mis brazos. Sí, en este
punto en mi vida ya sabía muy bien quién era Bella al sentirla. Apenas me dio
tiempo de responder a su abrazo cuando ya me estaba soltando.

—Hola, Edward. Estoy lista, ya podemos irnos— Anunció e inmediatamente tomó mi


mano y me jaló con firmeza de regreso al taxi.

—Ok, que bueno que...

—¡Bella Marie! ¡Tu abuela te está llamando! ¡Ven acá...! Oh...

La voz de una mujer que no había escuchado con anterioridad detuvo nuestro paso
a mitad de la acera. Bella soltó mi mano y escuché sus pasos devolviéndose.

—Deberías presentarme a tu amigo— Señaló la mujer en un tono un tanto duro.

Bella suspiró —Mamá, él es Edward Cullen. Edward, te presento a mi mamá Renee


Dwyer.

Sentí mi espalda tensarse. No sabía nada de la madre de Bella. No tenía intención


de conocerla hoy así que no tenía idea de... ok, prácticamente nada.

—Mucho gusto, señora— Estiré mi mano frente a mí y me sentí tonto al pasar varios
segundos y sólo sentir la brisa entre mis dedos.
Estaba a punto de bajarla cuando una mano finalmente la tomó. Era pequeña como
la de Bella pero sentía sus uñas mucho más cortas y su piel un poco dura —
Igualmente— Replicó cautelosa —¿Te importaría pasar un momento? Bella estuvo
hablando de ti con su abuela y ahora ella insiste en conocerte.

—¡Mamá!— Reprendió Bella.

—No es por nada malo, Bella Marie— El tonó de Renee se volvió duro nuevamente
al hablar con su hija —Por favor, Edward, si no entras nos torturará toda la noche
culpándonos. Sólo serán unos minutos.

—Uhm... claro, sí... déjeme decirle al taxista...

—No te preocupes, Bella lo hace ¡Bella!— Ordenó.

Inesperadamente sentí a Renee posar sus manos sobre mis brazos al pararse tras
de mí y me empujó ligeramente hacia dentro de la tienda. Caminé con mi bastón
frente a mí sintiendo todo pero estaba sumamente incómodo por como dirigía y
seguía cada uno de mis pasos. Lo único que me impedía apartarme y decirle que mi
bastón era suficiente, era que no quería echar a perder las cosas con Bella.

Renee me guió por lo que parecía un par de pasillos estrechos y, cuando sentí el
espacio abrirse, me indicó que ya habíamos llegado a la habitación de su madre.
Supuse que no había ventana porque el calor me parecía casi asfixiante y me
alegré de haber recordado usar más desodorante.

—Al fin me traen un hombre apuesto en lugar de esas horribles pastillas— Escuché
la voz de una mujer cuyos años de experiencia se filtraban en su tono.

—Mamá, él es Edward el amigo de Bella. Edward, ella es mi mamá, Anne Dwyer—


Anunció Renee aun sosteniendo mis brazos.

Aproveché la oportunidad para soltarme de su agarre, palpar un poco con mi bastón


y dar un paso adelante —Un placer conocerla, señora Dwyer.

—¿Tan joven y usas bastón?— Indagó ella sin responder a mi saludo y sonreí
porque no sonaba impertinente, sonaba... cómica —A mí me ordenaron uno de esos
pero no me gusta ¡Yo estoy bien! Simplemente camino con estilo.

—Uhm... mamá...—Interrumpió Renee dubitativa pero la ignoré.

—Yo no lo uso para caminar, señora Dwyer, de hecho camino muy bien— Sonreí.
—¡Oh! Entonces es la moda, ¿verdad? Les juro que no entiendo a la juventud de
hoy ¿A quién se le ocurre que caminar con un bastón es moderno? O "en la onda"
¿Qué onda es esa? ¡Y lo mismo digo de los pantalones bajos donde se les ve el
culo!— Hizo una pausa y luego murmuró —Tampoco me gustan mucho los lentes
oscuros de noche.

No pude evitar soltar una carcajada porque juro por mi vida que fue como escuchar
a Bella aquel día en el parque, absolutamente ignorante de que yo era ciego y
hablando de cuanta cosa le cruzara por la mente sin dejarme hablar. Sí,
definitivamente Anne Dwyer y Bella Swan eran familia.

—¡Mamá!— Reprendió Renee nuevamente.

—Señora Dwyer, yo no uso nada de esto por moda. Yo...— Dudé por un segundo
¡Maldición! ¿Por qué no existe una mejor palabra en el vocabulario humano? —Yo
soy ciego.

El silencio que siguió a mis palabras fue absoluto y sentía como si el calor tomara
fuerza. Gotas de transpiración bajaban por mi espalda amenazando con crear una
gran mancha en mi camisa. Esperaba que no, eso hubiese sido asqueroso. Por un
segundo olvidé dónde estaba hasta que escuché un ruido seco contra el suelo...
¿Eso había sido una patada?

—Uhm... ¿En serio?— Preguntó la señora Dwyer en tono perplejo.

—Bueno... si— Respondí con el ceño fruncido. Nunca nadie había dudado si
realmente era ciego ¿Debería sentirme ofendido?

—¿No puedes verme ahora?— Cuestionó la mujer nuevamente.

—¡Abuela!— Reprendió Bella esta vez pero hablando entre risas. La sentí colocar
su mano en mi cintura y mi ceño se disipó —Ya tenemos que irnos. Hablamos
luego.

Giró mi cuerpo para caminar de regreso —Hasta pronto, señora Dwyer— Me


despedí mientras caminábamos.

—¡Adiós, hijo! ¡Un placer! Recuerda que pedir direcciones no es malo, ¿ok? El
cuerpo de una mujer puede ser...

No pude escuchar el resto porque su voz fue amortiguada por una puerta
cerrándose con un estruendo y Bella empujándome para que caminara más rápido.
De todos modos había escuchado lo suficiente para reír a carcajadas nuevamente.
Sí, esa mujer era abuela de Bella.

—Edward, por favor discúlpame por... todo— Dijo Bella una vez que ambos
estuvimos en el asiento trasero del taxi y yo tomé suficiente aire para dejar de reír.

—No te preocupes, Bella.

—Verás, mi abuela creció en un pueblo diminuto dónde la prudencia no significa


nada... en serio, puedes preguntarle y te va a decir que la única prudencia que
conoce es la vecina de a dos casas.

—Bella...

—...Y mi mamá, ella es aún peor. No peor, quiero decir, es más difícil, es un poco
cuadrada, siempre me cuida de lo que hago y...

—Hey— La interrumpí.

Estiré mi mano en el asiento con la suerte de encontrar la suya. Cuando lo hice, la


deslicé suave y rápidamente por la extensión de su brazo, tracé un círculo sobre su
hombro desnudo y finalmente la posé sobre su mejilla. Atraje su rostro al mío y por
un segundo me distraje pensando en cómo serían los labios de Bella, gruesos, finos
tal vez ¿Cómo sería su sonrisa?

Bella suspiró y su aliento choco de frente a mi rostro, haciéndome tomar


consciencia de su cercanía.

—Creo que llegamos— Murmuró suavemente.

¿Al punto de no retorno? -quise responder- Sí, yo también lo creo.

—Edward.

—¿Mmm? ¡Ah, si!— Me sentí extraño al soltarla pero sabía que tenía que hacerlo
para poder comenzar la velada.

Me bajé del auto y a tientas estiré mi mano para ayudarla a bajar. Aproveché la
oportunidad para no soltarla mientras entrábamos al restaurante. El sonido de las
conversaciones de los comensales fue instantáneo al traspasar la puerta.

—¡Edward Cullen, te estaba esperando! ¡Dios mío, pero qué hermosa joven!—
Exclamó Marcus con alegría contagiante.

—Marcus, ella es Bella. Bella, él es Marcus.


—¡Bella, Bella! ¡Bellísima diría yo! ¡Bellísima! ¡Qué elegante vestido! ¡Como un
guante! ¡Bellísimo!— Marcus no paraba de hablar y reír, tan efusivo como sólo él
podía hacer. Siempre decía que eran los genes italianos pero yo sabía que era más
que eso. Casi podía imaginar nuevamente su papada saltando.

—Buona sera, signore. Molto grazie— Respondió Bella quedamente en un fluido


italiano que me hizo voltear hacia ella.

—¡Parla italiano! ¡Edward! ¡Ella es perfecta! ¡Oh, el amore! ¡Vamos! ¡Vamos a "Il
Bacio"! ¡Síganme!

Bella le dio un apretón a mi mano y guió nuestro camino.

—¿Hablas italiano?— Susurré mientras caminábamos.

—Mi nombre es "Bella", lo justo es que le saque provecho— Susurró de vuelta y


sonreí.

¿Cómo es que ella...? ¿De dónde...? ¿Por qué...? No puedo, estoy sin palabras.
Justo cuando pienso que ya he entendido todo de ella... su personalidad y sus por
qué... descubro que no todo es tan plano como solía pensar.

En el momento en que entramos sentí el olor a rosas y una ligera brisa casi
inexistente que adivinaba provenía del gran ventanal con vista al parque.

—Bienvenidos a "Il Bacio". El vino esta recién servido. La comida llegará en unos
minutos— Anunció Marcus —¡Disfruten!

Segundos después escuché la puerta cerrarse con "tac". Con mi mano sobre la
suya, Bella nos guió hacia un lugar dentro de la habitación. Me asegurar de mover
mi bastón para no tropezar con la mesa o alguna otra cosa.

—Edward, esto es bellísimo— Jadeó Bella.

Sonreí y las palabras de Marcus rodearon mi mente. "Hermoso vestido, como un


guante" ¿Cómo sería ese vestido? ¿Tal vez marrón como su cabello? ¿O blanco
como su piel? ¿Revelaría mucho sus piernas? Mmm... sus piernas...

—Creo que nunca había visto paredes de terciopelo rojo, las luces, la mesa con
pétalos... es bellísimo, Edward— No sabía si lo había hecho con intención pero su
descripción de nuestro mundo era como música para mis oídos.

—Me alegra que te guste— Sonreí.


Bella tomó mi mano llevándome hasta la silla, me senté y escuché como ella hacia
lo mismo. Casi no noté su gesto de ayuda... casi.

—¿Cómo conseguiste reservar este lugar?

—Ser amigo del dueño tiene sus beneficios, Marcus aceptó enseguida.

—¿Se conocen desde hace tiempo?— Inquirió.

—No. Hace un par de años, trabajamos juntos cuando comenzaba su negocio—


Coloqué mi mano sobre la mesa y la palpé disimuladamente hasta alcanzar la copa
de vino que había mencionado Marcus. Gracias a Dios, sin derramarla.

—¿Edward Cullen trabajó en la cocina de un restaurante?— Rió Bella con soltura


ocasionado que yo hiciera lo mismo.

—¿Tan difícil te parece? En realidad yo trabajaba en una empresa de inversiones y


Marcus fue mi primer proyecto— Antes de que me diera cuenta, las palabras
salieron fluidamente de mí sin poder evitarlas.

Ella no me había preguntado eso, lo sabía. Sin embargo, lo dije. Ya era tarde.

—¿Trabajabas en una empresa de inversiones?— Repitió sorprendida.

—Uhm... si— Repliqué incómodo tomando una largo sorbo de mi copa.

—¿Y cómo es que terminaste siendo profesor de música?— Tal y como su abuela,
no sonaba impertinente sólo... curiosa.

—Uhm... pues... el accidente— Fue lo único que pude ofrecer.

Di otro sorbo y me imaginé la siguiente pregunta en la punta de su lengua pero no


quería escucharla. Gracias a Dios en ese momento comenzó a sonar una música de
piano muy suave.

—¿De dónde sale esa música?— Inquirió Bella.

—No tengo idea— Reí —Es todo parte de "Il Bacio"

—Un nombre muy sugerente, por cierto ¿Estas tratando de decirme algo?— Su
tono era divertido pero cargado de algo más que aún no conocía en ella.

Estiré mi mano al centro de la mesa con mi palma hacia arriba en señal de


invitación, a continuación pronuncié unas palabras que para en mi mundo eran
extrañas y, para ser sincero, un poco atemorizantes y vergonzosas —¿Quieres
bailar?

No me ayudó que su respuesta fuese un corto y sorpresivo —¿Qué?

—Nada— Murmuré y cuando estaba a punto de retirar mi mano de la mesa, ella la


tomó.

—Disculpa, es que no se bailar.

—Yo tampoco, pero...— "Sólo quiero estar cerca de ti"... sacudí mi cabeza ante mis
palabras de acosador.

—Está bien.

Ambos nos pusimos de pie tomados de la mano. Bella nos guió unos pasos lejos de
la mesa y cuidadosamente posé mi mano en su cintura sintiendo la suave textura de
su vestido, mientras que mi otra mano permaneció unida a la de ella y la atraje a mi
pecho. Sabía que ella estaba frente a mí a sólo centímetros, las puntas de su
cabello picaban en mi cuello.

—Bella— Musité.

—¿Mmm?

—¿Cómo es tu vestido?— Era quizás la única pregunta que me atrevería a hacerle


de entre todas las que pensé.

Su mano se soltó de mi agarre para envolver el dorso de la mía de modo que mis
dedos quedaran libres, la movió de mi pecho para dirigirla al suyo y pasó las yemas
de mis dedos por el borde recto de su escote. En lugar de describirme su vestido en
voz alta, Bella le estaba dando una respuesta silenciosa a mi pregunta. Una
respuesta que apreciaba muchísimo más de esta forma.

—Es color verde oscuro, como las hojas de un árbol— Sonreí ante su explicación y
no pude evitar pensar en lo apropiado de sus palabras. Su cabello marrón y su
vestido verde, como un árbol.

Poco a poco deslizó mi mano hacia abajo y en el centro de su pecho encontré un


objeto duro —Tiene un broche plateado— Señaló. No pude ignorar la sensación de
la curvatura de sus senos bajo mis dedos mientras estos descendían y por un
momento sentí como si su cuerpo se hubiese arqueado hacia mí. Quizás sólo haya
sido producto de mi lujuriosa imaginación.
—También tiene varias capas— Su mano bajó la mía por su abdomen, cruzando
ligeramente hacia la derecha para continuar bajando por su muslo en lugar de
dejarme sentir el centro mismo de su cuerpo. Las capas eran suaves como plumas
y mi deseo inmediato fue ponerme de rodillas y frotar mi cara en él pero... sí... no
creo que eso hubiese sido muy apropiado a mitad de un restaurante.

—Termina justo... acá— Susurró cuando finalmente mi mano alcanzó el borde final
de la tela, aventurándome un poco más estiré mis dedos y sentí la piel de su muslo,
tan suave como sus manos.

Debido a mi altura tuve que inclinarme bastante para mantener mi mano donde
Bella la sostenía, así que mi frente estaba actualmente presionada sobre la piel de
su hombro desnudo. Sentía como si estuviese al borde de la locura, al borde de un
abismo, había demasiada piel por todos lados. Suave y sedosa piel, suave y sedosa
tela. Tuve el deseo creciente de devorarla a besos y deslizar mis labios por cada
espacio posible, por cada espacio que encontrara de Bella Swan.

Sin querer evitarlo (porque bien sabía que podía hacerlo), deposité un largo y
sentido beso sobre su hombro a la vez que trazaba patrones sin sentido sobre su
muslo. Ella aun no pronunciaba una palabra, no movía ni un músculo, y no tenía
idea si eso era algo bueno o malo.

Poco a poco enderecé mi postura subiendo mi mano lentamente por su cuerpo,


siguiendo el mismo camino que ella había hecho. Mis labios hicieron lo mismo
dejando besos cortos pero sentidos haciendo una línea en la curva de su cuello
hasta llegar a su mejilla.

—Gracias— Murmuré con mis labios aun unidos a ella. No sabía si me entendería,
ni siquiera sabía lo que quería decir, pero ya lo había dicho.

Bella pareció finalmente despertar, sus brazos encontraron su lugar alrededor de mi


cuello y lentamente nos mecimos al ritmo de la música por uno o dos minutos tal
vez. Estar así con ella era como ser atraído lentamente en un trance, no se sentía
mal pero aún era extraño para mí y la lógica me dijo que debía despertar.

—¿Asombrada con mi habilidad para bailar?— Bromeé sonriendo y separándome


un poco de su cuerpo.

—¡Oh, si! Esos pasos fueron una locura, sólo para profesionales— Contestó Bella.

Nos encaminamos nuevamente a la mesa, probablemente la comida debía estar por


llegar. Aun de pie junto a la mesa, Bella me entregó mi copa aclarando que ella no
iba a beber sola.
Estaba a mitad de mi trago cuando repentinamente Bella soltó un agudo grito y fue
seguido por el sonido de vidrio despedazándose al caer y un líquido salpicando mis
piernas.

—¡Bella! ¿Estás bien? ¿Qué pasó? ¿Qué sucede?— Pregunté asustado colocando
mi copa sobre la mesa rápidamente y tomando su cuerpo por la cintura en un
intento de averiguar si algo le había sucedido.

Pero después pensé... Si algo le había sucedido, ¿qué se supone que iba a hacer?
¿Cómo podría saber si ella no estaba allí para hablarme y explicarme? Yo no podría
ayudarla, era simplemente eso, en una verdadera emergencia quizás yo no podría
hacer nada para protegerla.

—¡Todo se apagó!

—¿QUÉ?

Esa no pudo haber sido la causa de su grito. Eso tiene que ser una broma. Ella
debió haber notado mi tono porque se recompuso.

—Es que me tomó por sorpresa, es todo— Claro —Parece que sigo rompiendo
cosas cuando estoy contigo, ¿eh?

Moví mis pies y los pedazos de vidrio junto a nosotros resonaron —¿Le temes a la
oscuridad?

—¡No!— Respondió rápido, quizás demasiado rápido.

Reí —Imagínate que fuese lo único que vieras cada día. (IMP)

Mis palabras no eran amargas, eran simplemente la constatación de un hecho. La


puerta se abrió y Marcus entró hablando rápida y acaloradamente:

—¡Edward! ¡Edward, cuanto lo siento! ¡Lo siento mucho! Es la mia culpa, ¡la mia
culpa!

—¿Olvidaste pagar tu servicio eléctrico, Marcus?

—¿Qué? ¡No! ¡Se no hay luz en toda la ciudad! Fue mi culpa no haber mandado a
reparar el generador del restaurante— Lo último salió como un susurro y que
Marcus hablara en voz baja... eso no era nada como él.

—Tranquilo, Marcus, no tienes...


—¡Nada de eso! ¡Arruiné el amore! ¡Arruinado! ¡Arruinado!— Lloró mi amigo —No
querrán estar en este oscuro lugar. Ya estan guardando su comida para llevar.

—No se preocupe, señor— Aclaró Bella dando un paso. Los vidrios crujieron
nuevamente y me aseguré de sostener su cintura para evitar que se cayera.

—¡La copa! ¡Se ha caído la copa! ¡Cuidado, Bellísima! ¡La comida estará empacada
en seguida!— Exclamó el hombre nuevamente tomando su tono normal —¡El
amore! ¡Oh, el amore!

Salió chillando con melancolía y la puerta fue cerrada nuevamente. A mi lado, Bella
reía quedamente y su cuerpo rebotaba bajo mis manos.

—¿Qué es tan gracioso?— Inquirí sin evitar sonreí.

—Es que es... es muy chistoso— Habló entre risas —Ese hombre parece hablar de
una forma... como si... como si...

—¿Como si hablara con el cuerpo?— Reí.

—¡Si! ¡Eso!

Era prácticamente imposible notar que Marcus era un hombre entusiasta. Cada vez
que hablaba era en exclamaciones y todo su cuerpo se movía, sus manos, sus
piernas, su cabeza... todo. Yo mismo se lo había señalado así que le di a Bella la
misma explicación que yo había recibido en mi momento —Es parte de ser un
apasionado hombre italiano.

Rió con un poco más de fuerza y sus brazos volvieron a encontrar asilo alrededor
de mi cuello.

—Por fin puedo salir contigo, tengo toda la noche planeada... y se va la luz en toda
la ciudad. Mi suerte es la peor, no tengo idea de qué le habré hecho al Universo
para que me lance algo así— Comenté ligeramente subiendo mis manos de su
cintura a su espalda.

—¿Qué tenías planeado?

—Cena en un restaurante elegante, caminata romántica por el muelle y...— Pausé


—Lo que tu quisieras.

—Entonces creo que vamos a tener que saltar directamente a la parte de "lo que yo
quiera"— Respondió sugerente tomando la punta de mi cinturón y halándolo
suavemente.

—Entonces ilumíneme, señorita Swan, ¿cómo continuaremos nuestra noche?

—Yo digo que llevemos esa delicia comida hasta tu casa y comamos porque me
muero de hambre y me daría miedo andar por la ciudad a oscuras.

De más está decir que Bella no tuvo que insistir mucho para que yo aceptara su
petición ¿Qué puedo decir? Soy un hombre fácil y no tengo problema con eso. Me
apresuré en llamar al taxista quien por fortuna me dijo que aún seguía cerca y podía
buscarnos. Un par de minutos después (que pasé con mi cara en su delicioso
cuello) Marcus hizo su entrada y el exquisito olor a cannolis me absorbió en
seguida. La boca se me hacía agua de sólo pensarlo.

Bella y yo dimos las gracias -ella en un profuso y fluido italiano, yo en un tranquilo y


simplón español-. Mi bastón estaba guardado en mi bolsillo porque mis manos
estaban muy ocupadas sobre la cintura de Bella mientras ella nos guiaba fuera del
salón "Il Bacio". Eso hasta que la sentí trastabillar y tuve que sostenerla con fuerza
para que no cayera al suelo.

—Wow, creo que los tacones y la oscuridad son una mala combinación.

Sin responder nada saqué mi bastón y me acomodé para caminar a su lado, esta
vez guiándola yo a ella. Nunca lo diría en voz alta pero en realidad me alegró tener
la oportunidad de moverme con soltura junto a ella.

Salimos del restaurante para esperar nuestro taxi y el calor pareció haber
empeorado, como si el suelo emanara una ola de vapor. Todo el camino a mi casa
estuve con mi rostro pegado a la ventanilla abierta del auto. Si hubiese sido Chester,
ya hubiese sacado mi cabeza para sentir la brisa... y con este calor eso no parecía
tan mala idea.

Cuando llegamos a mi casa tomé la mano de Bella para guiarla a mi puerta y sentí
las gotas de sudor en ella... ¿O era mi mano la que sudaba? Ya no tengo idea.
Entramos y, por la costumbre que tenía cada vez que tenía compañía, presioné el
interruptor de luz para luego recordara que... no había electricidad.

—¡Oh, por Dios!— Gemí. Mi camisa se adhería a mis espalda sudada y mis piernas
no estaban mucho mejor, ya no podía soportarlo.

—Lo sé. Estoy literalmente derritiéndome— Bella soltó un gemido similar al mío y
cualquier diría que estábamos haciendo otra cosa en lugar de disfrutar de las
maravillas de mi aire acondicionado.
—Al menos tu llevas vestido— Dije acercándome a donde la había dejado, junto a la
puerta, y aun sosteniendo la bolsa de comida en mi mano.

—Sí, un vestido tan ajustado que me da aún más calor y el cabello largo que sofoca
mi cuello— Bufó.

¿Debería sugerir que se lo quite? Si, probablemente si lo digo ella piense que es por
otra cosa en lugar de la bondad de mi corazón.

—¡Ok, comamos! Podemos colocar estas cosas en la mesa y...

—No, no, no, no, no— Me interrumpió colocando un dedo sobre mis labios —Lo que
vamos a hacer es apartar un poco tu sofá y sentarnos en tu sala a disfrutar de un
picnic.

—¿Un qué?— Murmuré con su dedo aun sobre mis labios.

—Un picnic.

—¿En mi sala?

—En tu sala— Obviamente mi procesamiento estaba bastante lento así que opté
por darle un beso a su dedo y la escuché reír.

Bella empujó sólo un poco mi sofá (al menos eso fue lo que me dijo) y nos
sentamos en el suelo con los contenedores de comida abiertos. Resultó que Marcus
también había empacado sus cubiertos de plata.

—Creo que nunca me imaginé tener un picnic en tu casa a oscuras— Comentó


Bella con un bocado de cannolis y luego soltando un gemido porque... bueno... son
cannolis italianos y están deliciosos.

—¡Oh! Creo que Emmett colocó unas velas y fósforos en el cajón de la mesita. Sólo
asegúrate de colocarlas sobre la mesa porque no quisiera tropezar con ellas—
Señalé apenas tomando aire para continuar comiendo.

—No sabía que Emmett era un hombre prevenido.

Bufé —No lo es. Mi madre le dijo que lo hiciera.

Percibí el olor del fuego.

—Mucho mejor. Ahora puedo verte— Musitó Bella.


Sonreí para ella pero en realidad no tenía mucho que decir. Mientras comíamos
sentí como poco a poco el calor que emanaba de las velas aumentaba el vapor en
el ambiente. Ya no podía soportarlo más.

—¿Te importa si me quito la camisa?— Solté sin pensarlo demasiado.

—¿Qué?— Exclamó Bella en un chillido.

—¿Te importa si me quito la camisa?— Repetí lentamente haciendo lo posible para


disimular mi sonrisa de incomodidad. En serio, esto era tan incómodo que ya rayaba
en lo gracioso.

—Ahm... bueno... no... o sea... No...— Balbuceó y no pude resistir reírme un poco.

—Llevo una camiseta por dentro— Expliqué poco a poco.

—¡Oh! ¡Claro! ¡Sí! De todos modos es tu casa. Puedes... ya sabes... como quieras.

No era justo que siguiera aprovechándome de ella así que sólo le tomé la palabra,
desabroché los botones de mi camisa y una vez que me la había quitado la usé
para enjugar el sudor de mi frente y de la parte de atrás de mi cuello. Solté un
gruñido de alivio por haberme quitado algo de encima.

—Gracias.

No dijo nada.

—Bella...

Aun nada. Creo que ya era momento de alarmarme.

—¡Bella!

—¿Qué? ¡Sí! ¡Sí!

—¿Pasó algo?

—No, no. Estaba comiendo— Sus siguiente palabras sonaron amortiguadas


notándose el bocado en su boca —Esta delicioso.

Di otro par de bocados a mi comida riendo por lo nerviosa que se escuchaba. Hasta
que sentí algo suave chocar con fuerza contra mi hombro.

—¡Deja de burlarte de mí, Edward!— Exclamó con un bufido.


—¡Ouch! ¿Acabas de golpearme con un cojín?

Otro golpe —¡Sí! Estas allí, con tu desnudez, burlándote de mí.

—Oh, por Dios— Reí —¿En serio tienes 26 años? Tú no puedes tener 26 años—
Rodé mis ojos

Otro golpe. Ok, tal vez ese sí lo merecía —No creas que por tus lentes no puedo ver
que me ruedas los ojos.

—¿Qué? ¿Cómo...?

—Es que haces una cosa con tus cejas que... olvídalo, eso no es importante— Se
apresuró a decir —Ya empezaste otra vez con lo de mi edad.

—Bueno... ¡Sí! Dime la verdad— Ordené acercándome a donde ella estaba


sentada.

—La verdad es que tengo 26 años— Reafirmó —Y ya que estamos en eso, también
tengo un título universitario, soy profesora de Educación Pre-Escolar.

—¿TU QUÉ?— Inquirí absolutamente sorprendido porque... ¡En serio! Creo que no
necesito explicar por qué.

Sentí otro golpe, esta vez en mi cabeza ¿Por qué? ¿Por qué la violencia?

—Cada vez que te digo algo de mi te sorprendes— Señaló Bella alzando su voz en
un tono completamente serio —Me estoy cansando de que me subestimes así. Soy
más de lo que ves, Edward. Supéralo.

No voy a negar que me intimidó un poco su forma de hablar, sólo por el hecho de
que nunca la había escuchado así. Me di una patada mental por abrir mi bocota y
decir eso en mitad de nuestra cita.

Arrimé mi cuerpo hacia ella (tropezando con un contenedor en el proceso) hasta


que mi rodilla tocó la suya. Desde acá sentí el calor emanando de la vela y no sé
cómo Bella no se estaba asando. Coloqué mis manos en su cintura y la atraje hacia
mi sintiendo su aliento en mi rostro.

—No quise decir eso...

—Conozco a tantas personas que sólo subestiman a otros. Lo único que hacen es
pensar en sí mismos, en lo que ellos creen que debería pasar...
Su tono de voz aumentaba por segundo y podía sentir su cuerpo agitándose
mientras hablaba, apenas tomando aire para continuar.

—Bella...

—...ustedes tienen que preguntar primero, consultar primero, no sólo tomar


decisiones...

La manera en que se agitaba su cuerpo y su voz al hablar comenzó a asustarme así


que sujeté su cintura con más fuerza y la sacudí levemente para intentar que
reaccionara.

—¡Bella!

Un sollozo escapó de su pecho y luego la escuché llorar. Sin siquiera pensarlo la


envolví en mis brazos y me dediqué a mecerla suavemente y acariciar su cabello.
Esta noche estaba resultando más difícil de lo que esperaba y me sentí como en
una montaña rusa emocional. Francamente, entre sus cambios de humor y los míos
ya me estaban dando jaqueca.

Su llanto duró sólo uno o dos minutos y pronto su cuerpo entró en calma. Su rostro
seguía acurrucado en la curva de mi cuello y mis labios sobre su cabello. Se sentía
bien poder sentirlo entre mis dedos y acariciar su longitud. Su cabello marrón.
Algunas hebras se habían pegado a la piel ligeramente húmeda de sus hombros.

—Lo siento...

—No te preocupes— Sabía que esas palabras no eran exactamente para mí pero
no me pareció adecuado señalárselo.

Aun sosteniéndola entre mis brazos me separé un poco de ella de modo que
pudiese ver mi rostro.

—Bella, ¿cómo eres?— Murmuré.

Afuera se escuchó un impactante trueno cuyo sonido retumbó con fuerza. Parece
que la tormenta finalmente ha llegado. Sentí a Bella removerse en su lugar, aun sin
darme respuesta, así que decidí facilitarle las cosas.

—Sigo descubriendo cosas de ti y de tu personalidad pero hay algo que aún no se y


que es difícil para mí de averiguar...— Reí un poco incómodo y sentí la punta de mis
orejas calentarse. Si no estuviésemos a oscuras, probablemente me vería sonrojado
—Cómo eres... físicamente. Si no te importa que pregunte.
—¡Oh!— Ella rió y era natural y despreocupado, un contraste a su pequeño episodio
hace unos minutos. Me alegró haber sido el causante de ese sonido —Está bien,
puedo decirte. Supongo que tiene sentido.

Le di una sonrisa expectante. Nuevamente ella tomó mi mano para posarla y guiarla
por cada descripción —Como ya sabrás, mi cabello es un poco largo y castaño—
Señaló dejándome sentir sus ondas en mis dedos.

—Mi cuerpo...—Rió incómoda— Estoy lejos de ser perfecta pero puedo decir que se
ajusta a mí— Deslizó mi mano por el contorno lateral de su cuerpo dejándome sentir
la curva de sus senos, el valle de su cintura, la curva de su cadera e incluso un poco
de la extensión de su muslo suave —Mi piel es blanca, como un fantasma diría yo.

Bella reía pero yo estaba muy ocupado armando la imagen de ella en mi mente. Era
extraño que aun así mi curiosidad no se saciara del todo. La sentí soltar mi mano
para entonces tomar mis dedos índice y medio —Mis cejas son delgadas—
Murmuró pasando las yemas de mis dedos por los pequeños vellos —Mis ojos
marrones como mi cabello— Esta vez los deslizó por mis parpados cerrados.

Sin esperar su guía y tomando más confianza, mis dedos continuaron el camino por
su nariz hasta que ella me soltó y se dedicó sólo a hablar —Mi nariz es
extrañamente pequeña— Rió —Pero bastante respingada como puedes notar.

Sonreí cuando aproximé mis dedos al lugar que realmente estaba esperando, quién
sabe por cuánto tiempo. No eran muy gruesos pero tenían esa preciosa y
provocadora forma de corazón en su parte superior.

—Mis labios son...

Antes de que pudiese terminar, coloqué mi mano en su mentón y estrellé su boca a


la mía con energía, ansia y emoción. Sus labios se amoldaron a los míos fácilmente
y después de unos segundos de simplemente disfrutar su forma y lo maravillosos
que se sentían, el deseo de devorarlos se apoderaba de mí. En el fondo el sonido
de otro trueno hizo su aparición con aun más fuerza que la anterior pero en ese
momento podía estarse destruyendo Seattle a mitad de un huracán y yo no me
apartaría ni un segundo a mirar. Buenas prioridades tengo, ¿verdad?

Moví mi boca sobre la suya en una serie de breves besos que ella respondía de
igual forma. Mi mano izquierda acariciaba su cuello y los pequeños y húmedos
vellos detrás de él, mientras que mi derecha estrechaba su cintura a la mía lo más
posible a pesar de nuestra posición en el suelo. Nuestros besos eran hambrientos
como desahogando toda la espera que habíamos sufrido y mi lengua se asomaba
saboreándola hasta que ella imitó mis movimientos lamiendo mi labio inferior para
después morderlo leve y juguetonamente. Su pecho se movía agitado contra el mío.
Finalmente me separé de ella permitiéndonos un poco de aire.

—Eso quería averiguarlo por mí mismo— Suspiré explicando el porqué de mi


"abrupta" interrupción y dándole otro corto beso.

—Ahm... si... excelente idea— Murmuró.

Esta vez fue ella quien colocó sus manos en mis hombros y me atrajo nuevamente
a su boca besándome con la misma energía con la que yo lo había hecho. Sentía
como las dudas que había tenido en algún momento se disipaban a medida que
nuestros cuerpos se unían más, y hacerlo era fácil... natural. Me incliné más sobre
ella y en lugar de detenerme o alejarme, sólo se dejó llevar y lo siguiente que noté
es que estábamos recostados en el suelo, mi brazo izquierdo mantenía mi peso
para no caer del todo sobre ella mientras que mi mano derecha recorría los pliegues
de su vestido y las curvas bajo él.

A lo lejos escuché el sonido de la lluvia cayendo fuerte e incesante acompañada de


algunos truenos más, pero la sensación de las manos de Bella recorriendo mi
espalda y adentrándose bajo mi camiseta controlaba mi atención. Ustedes podrán
entender por qué. Poco a poco nuestros besos se tornaron más suaves y lentos
pero su intensidad no descendió ni un poco. Mi lengua saboreaba perezosamente
su boca sonriendo sobre ella, sintiendo que era mía.

Bella POV

¿La comida? Olvidada hace rato y probablemente fría en los contenedores aun
abiertos pero alejados de nosotros.

¿El calor? Terminado gracias a la tormenta que por fin (¡POR FIN!) se había
dignado a caer y apiadarse de nosotros.

¿Me importaban estas cosas en ese momento? La respuesta es un sonoro, gordo y


definitivo N-O.

Apenas lo estaba descubriendo pero me daba la impresión de que muy pocas cosas
me importarían mientras tenga a Edward sobre mí, besándome... o tal vez debajo
de mí, tendría que explorar esa posibilidad más adelante. Sus labios se movían de
forma experta y me intimidaba pensar cómo había aprendido a besar así y en qué
otras "actividades" era todo un experto.

Su camiseta me estorbaba y la idea de quitarla de mi camino rondaba mi mente.


Subí mi mano por su espalda y la enganché a su cuello pero, como solía suceder
cada vez que estaba muy cerca de él, mi torpeza pareció activarse y sin querer
choqué con sus lentes y los moví prácticamente enterrándolos incómodamente
entre nosotros.

¿Por qué aun había algo entre nosotros? Eso no debería ser posible, yo no debería
permitirlo. Así que con más seguridad tomé la esquina de sus lentes entre mis
dedos y estaba a punto de removerlos cuando Edward de apartó repentinamente de
mí.

—¿Qué... qué estás haciendo?— Susurró con su agitada respiración colándose con
la mía y sus labios ligeramente hinchados. Oh, por Dios, ¡sus labios!

—Sólo quiero quitártelos ¿Estas bien?— Inquirí un poco insegura al notar su


reacción.

—No. No es necesario, está bien así— Insistió retirando un poco más su rostro.

Me tomé un momento para responder y sentí su cuerpo tensarse, probablemente


porque no me escuchaba.

—Vamos, Edward ¿A qué le temes?— Dije lo más calmada posible.

Sin responder nada giró su rostro hacia la derecha donde la vela encendida
iluminaba su rostro tenuemente.

Con sólo ese gesto comprendí que, para Edward, no se trataba solamente de
quitarse sus lente sino de mostrar algo más personal de sí mismo, algo que él
parecía aun recriminarse y considerar un defecto. Comprendí que pedirle a Edward
que se quitara sus lentes, era tal vez como si él me pidiera a mí que me desnudara
por completo.

Sin pensarlo demasiado empujé su brazo, coloqué mi peso sobre mis codos, me
incliné hacia la vela y la apagué con un rápido soplido. Instantáneamente la
habitación se sumió en oscuridad, la lluvia era nuestro telón de fondo y la breve luz
de los truenos era lo único que me permitía visualizar, por sól segundos, el contorno
de su rostro.

Deposité un corto y dulce beso sobre la punta de su nariz y con una sonrisa me
dispuse a continuar disfrutando de nuestra maravillosa sesión de besos. Edward me
sorprendió al evadir mi boca y pensé que tal vez había hecho algo mal, lo sentí
removerse sobre mí pero no podía ver nada. Lo siguiente que capté fue su mano
colocando un objeto sobre la mía. Palpé su forma y me di cuenta de que eran sus
lentes... sus lentes oscuros. Apreté mis dedos para soportar el deseo de tomar su
rostro y acariciar sus párpados, no por curiosidad, sino por el deseo de ahuyentar
los demonios que atormentaban el alma de este solitario hombre. Sin embargo
sabía que, lamentablemente, eso seguramente sería demasiado para un día. Este
gesto, viniendo del hombre que el día en que lo conocí apenas accedió a que me
sentara junto a él y se negaba a darme su nombre, era casi monumental.

Con cuidado coloqué los lentes lo suficientemente lejos para que no aplastarlos por
accidente (lo cual no sería muy extraño en mi) y me recosté nuevamente bajo
Edward tomando su rostro entre mis manos y besándolo con todo el cariño, pasión y
emoción que pude acumular, tratando en lo posible de expresarle lo importante que
él era para mí ahora.

El tiempo se tornó flexible, estirándose y plegándose otra vez. Pudimos haber


estado allí, recostados en su sala besándonos, por segundos minutos u horas
porque el momento se sentía eterno como un recuerdo imborrable, y efímero por un
final inevitable que esperaba por nosotros. A mitad de un beso particularmente
exquisito con la punta de la lengua de Edward rozando provocativamente la mía,
súbitamente sentí una luz sobre mis párpados que me hizo abrir los ojos sólo para
ser cegada parcialmente al darme cuenta que la electricidad se había reactivado.
Por instinto me separé de Edward para parpadear y que mis ojos se ajustaran a la
nueva claridad.

—¿Pasó algo?— Inquirió Edward en tono curioso.

Por un momento me sentí confundida pero enseguida recordé que él no se


percataba de la luz y no podría saber que la electricidad funcionaba nuevamente.
Cuando lo miré y abrí mi boca para explicarle, me di cuenta de algo que no había
visto hasta ahora: los ojos de Edward.

Lo que vi en ellos hizo que mi corazón se encogiera de dolor y las palabras que iba
a soltar se convirtieron en un sonoro jadeo de sorpresa.

"Oh, Edward"

:/
:)

Tuvimos muchas cosas acá... la historia de Jacob, detalles personales de Bella,


detalles personales de Edward, una cita cambiada, un montón de besos :$ un
Edward sin lentes frente a Bella por primera vez...
Tranquilas, pueden desahogarse como quieran aquí abajito en su Review :D
eso me ayuda a aprender de lo que escribo.

Opinioness, críticas constructivas, comentarios subidos de tono sobre tener a


Edward a oscuritas :$ todos son recibidos jaja.

Nos leemos pronto! :D Espero :P


Abrazos.
Alessa.
E&B: Adaptándome A Duras Penas
:) Hooola

Gracias a todos los que comentan la historia n_n me alegran como no tienen idea!
jaja Jenni, Gaby, Mel no tienen cuenta pero también las leo y aprecio :D. A todos los
que leen y colocan "favoritos" gracias también ;) espero se animen a comentar.

NANCY, hizo un comentario y una pregunta que tal vez algunos piensen y aquí
respondo: Gracias por comentar n_n eres muy observadora. Tienes razón, cuando
Bella y Edward se conocieron, Edward no llevaba sus lentes puestos, sin embargo
el nunca encaró a Bella (estaba recostado con la cara hacia arriba) y Bella lo miraba
pero no lo detallaba. De todos modos ella misma lo explicará para todos ;). Muy
genial tu pregunta jaja, espero me regales tu opinión en este cap también.

Disclaimer: La señora Meyer es dueña de todos los nombres reconocibles y respeto


sus derechos. Si cambian todos los nombres, esta historia (así como mi obsesión
por Edward&Bella enamorados) es completamente mia :D ¡yay!

Eso es todo.. :$ ENJOY!

BPOV

—Bella, ¿estás bien?

Edward aún se encontraba cernido sobre mí, nada había cambiado, excepto que
ahora podía ver su cuerpo y su rostro claramente. Una pequeña sonrisa danzaba
sobre sus delgados labios ligeramente hinchados y su entrecejo se había fruncido
en forma leve en expresión de confusión. Sus ojos... sus ojos eran otro asunto
completamente distinto. La primera vez que lo vi, aunque no tenía lentes, yo estaba
sentada a cierta distancia y el mantenía su rostro hacia arriba o hacia el frente así
que no había podido apreciar bien esta parte de él.

Edward tenía los ojos verdes como las hojas de un árbol en primavera, eran
preciosos. Su mirada era lo que conocemos como "perdida", no se dirigía a mi sino
que apuntaba hacia abajo y se desviaba ligeramente hacia la izquierda... claro, era
la primera vez que apreciaba de cerca unos ojos que realmente no veían y mi
instinto fue acercarme más. Cuando lo hice me di cuenta de algo aún mayor: las
numerosas y pequeñas cicatrices que cubrían los párpados de Edward y un poco de
la piel bajo sus ojos. Eran líneas muy pequeñas, delgadas y blanquecinas,
probablemente imperceptibles si observabas sus ojos a una distancia normal, pero
en este momento me encontraba a sólo un par de centímetros de ellos y podía
captarlas con detenimiento. Me obligué a respirar profundamente para controlar el
deseo de abrazarlo con fuerza, de besar cada espacio de su rostro y de llorar por el
sufrimiento de Edward, por su dolor de aquel entonces y por su ira de ahora.

Como si esto fuese poco, me llevé otra sorpresa (una más entre las tantas de esta
noche) los ojos de Edward se movieron de modo que estaba casi mirándome pero
aun apuntando ligeramente hacia un lado, y entonces habló.

—No me digas que te asustaron los truenos en la oscuridad— Dijo en tono


bromista.

Apenas fui consciente del sonido de la tormenta tras nosotros. Toda mi atención se
centraba en la sonrisa que Edward desplegó en su boca y que inmediatamente
alcanzó sus ojos, formando pequeñas arrugas en la esquinas de estos y haciendo
que su verdor resaltara, logrando efectivamente opacar cualquier otro detalle. En
ese momento toda emoción de tristeza se alejó de mí, y mi sonrisa fue automática.

Ahora que los he observado con detenimiento y atención, puedo repetirlo


nuevamente: Los ojos de Edward Cullen son absolutamente hermosos.

Llevé mi mano a su cabello y lo acaricié, disfrutando el poder verlo tan de cerca, el


poder olerlo, sentirlo, sencillo y sin restricciones ni muros.

—Un poco— Contesté imitando su tono —Pero creo que si me abrazas ya no me


asustaré.

Edward amplió su sonrisa, se recostó en el suelo junto a mí dejándonos cara a cara


y envolvió mi cintura en sus brazos atrayéndome más hacia él. La punta de su nariz
tocaba la mía y yo me sentía extasiada. Esta posición era perfecta para mi tarea de
esta noche, observarlo, comprenderlo, sin la pared que sus lentes creaban.

—¿Mejor?— Preguntó frotando mi nariz de forma juguetona.

Me aparté un momento para tomar un par de cojines del sofá y colocarlos bajo
nuestras cabezas. Una vez que nos acomodamos, respondí:

—Mucho mejor— Sabiendo en el fondo que Edward no tenía idea cuán mejor
estaba al verlo así. Probablemente era algo que no sabría, si yo podía evitarlo.

Entre besos y sonrisas se hacía más y más difícil despegar mis parpados. Al
principio hablábamos un poco en murmullos pero después sólo dejamos de hablar.
La lluvia mantenía su presencia, mi respiración se hizo lenta e igualó la forma en
que me sentí en ese momento: en paz. Sin darme cuenta nos quedamos dormidos
en el suelo.

Lo siguiente que sentí fue algo húmedo en mi cuello. Sin siquiera abrir los ojos
recordé de quién eran los brazos que me rodeaban en ese momento.

—Edward...— Murmuré en voz rasposa.

Lo escuché gruñir a mi lado —Bella.

Sentí el objeto húmedo llegar a mi mejilla.

—Edward— Esta vez hablé un poco más fuerte porque, fuese lo que fuese esa
cosa, olía horrible. Era como aliento de... ¡Oh, no! —¡Chester!— Lo reprendí
severamente abriendo mis ojos para ver su enorme cara justo sobre la mía. Su
húmeda lengua asomándose entre sus dientes y su aliento... —¡Chester!— Chillé
nuevamente.

De todos los hermosos despertares que podía tener con Edward, este
definitivamente no era uno.

—¿Bella?— Llamó Edward aun adormecido.

Me separé de él para incorporarme y estirar mi cuerpo... ouch... dormir en el duro


suelo no había sido muy buena idea, sentía mis músculos contraídos en todas parte
y por la cara de Edward cuando él también se sentó, no debía ser la única que
opinaba esto.

—Chester vino a dar los buenos días— Anuncié cuando el perro pasó sobre mis
piernas y se acercó para frotar su hocico en el pecho y cuello de Edward.

"Se supone que eso lo hago yo, Chester" pensé de forma algo incoherente. Pero en
serio, ¿quién es coherente en las mañanas? ¡Nadie!

—¿Los buenos días? ¿De qué hablas? ¿Qué hora es?— Cuestionó.

No pasé por alto que sus lentes oscuros seguían a mi lado y sus ojos, para mi
deleite, permanecían descubiertos. Sin embargo, sabía que él no se había dado
cuenta de este detalle así como tampoco se había dado cuenta anoche. De todos
modos no planeaba decírselo ¿Arriesgarme a que se asuste porque no hicimos las
cosas a su tiempo? No lo creo.

Edward masajeó su cuello un poco, alzó su muñeca para escuchar la hora en su


reloj cuando una voz a nuestras espaldas nos hizo saltar a ambos.

—Son las seis y media de la mañana— El grito de sorpresa que salió de mí no fue
nada normal, así como tampoco la sonrisa arrogante que portaba Emmett parado
con sus brazos cruzados y expresión burlona —Buenos días, tortolitos— Sus cejas
se movían de arriba a abajo al hablar y sabía que ese gesto era sólo para mí.

—¿Las seis de la mañana?— Repetí lívida.

—Uhm... Bella... ¿Te importaría pasarme... mis...?— Edward tartamudeó y cuando


lo vi estaba cubriendo sus ojos con su mano y buscando sus lentes a tientas en el
suelo. Claro, su instinto fue esconderse de mí.

"Ay, Edward, si sólo supieras que ya he visto todo lo que hay que ver allí". Ahora
sabía que definitivamente no podía decirle nada

—Claro, toma— Señalé depositando los lentes en su mano.

Un montón de cosas pasaron por mi mente en ese momento, todas tenían que ver
con el hecho de que son las seis de la mañana y yo no he llegado a mi casa. Oh,
por Dios ¡Es mi fin!

Me levanté rápidamente del suelo (lo que me logró un ligero mareo), con la
respiración agitada me moví por la habitación para buscar mi bolso y salir de ahí lo
más pronto posible.

—Dios mío, me van a matar en mi casa ¿Qué voy a decir? Tengo que llegar
rápido...—Balbuceé sin sentido buscando entre los cojines y los contenedores de
comida fría hasta que finalmente encontré lo que buscaba.

—Bella, lo siento mucho, no pensé que...

Desafortunadamente no tenía tiempo para escuchar la disculpa de Edward. Estaba


segura de que sería algo muy lindo y no tenía nada que disculpar de todas formas,
así que lo interrumpí parándome frente a Emmett y señalándolo con mi dedo índice:

—Tú tienes que llevarme a mi casa.

—¿Yo? ¿Por qué yo? ¡Ya les hice el favor de llevarme a Chester anoche para que
ustedes pudieran hacerlo en la sala!

—Porque si quieres que te siga ayudando con Rosalie, vas a tener que llevarme
¿Entendido?
Emmett apretó y soltó sus labios varias veces, se notaba que quería llevarme la
contraria pero, gracias a Dios, cedió —¡Diablos! Está bien. Llegaré tarde al trabajo
pero está bien.

—Ok, bien.

—¡Adiós, Edward!— Gritó Emmett sobré su hombro mientras yo lo empujaba para


que saliéramos de la casa de una vez —¡Ahora me cuentas todo! ¡Eres un perro!

Después de unos sonidos de ladridos muy inapropiados por parte de Emmett, tenía
mi mano sobre la manilla de la puerta del auto cuando recordé lo que había
olvidado.

—¡Diablos!— Esta vez murmuré yo.

Corrí velozmente de vuelta a la casa (dónde, además, había olvidado cerrar la


puerta) y Edward seguía allí, de pie, con Chester dando vueltas alrededor de sus
piernas y su ceño completamente fruncido. Me apresuré a lanzarme hacia él en un
abrazo que casi nos tumba a ambos (creo que no es muy buena idea sorprender así
a una persona que no puede verte llegar).

—Gracias por todo. Fue... magnífico— Susurré en su oído y luego planté un largo y
sonoro beso en sus labios.

Ya me había girado y estaba a punto de repetir mi carrera al auto cuando él


inesperadamente tomó mi mano y me jaló de vuelta hacia él dándome un beso, esta
vez rápido y sonoro.

—La mejor noche que he tenido en mucho tiempo— Murmuró sobre mis labios y
con una sonrisa en los suyos.

Me soltó y salí corriendo tratando de no pensar demasiado en el gran hombre que


dejaba tras de mí.

Al principio, el viaje en el auto fue silencioso y aproveché para revisar mi teléfono.


Alrededor de las diez de la noche había recordado enviarle un mensaje a mi mamá
para decirle que Edward y yo estábamos varados en su casa (obviando el hecho de
que teníamos un taxi a nuestra disposición), desde ese momento tenía varios
mensajes y llamadas perdidas incluyendo un par de hoy. Un texto de Rosalie me
ayudó a respirar mejor:

"Tu mamá me preguntó por ti. Le dije que me habías llamado y que te quedarías
con Edward. Ahora te toca a ti explicarle"
El mensaje tenía fecha de ayer. Ok, al menos mi familia no pensaba que me habían
secuestrado o algo así. Ahora sólo tenía que explicarles que pasé la noche con un
hombre... excelente... pan comido... sí, claro.

"Lo siento, no se me ocurrió otra cosa". Decía otro mensaje de Rose.

Pobre. No la culpo.

Me tomé el tiempo de arreglar mi maquillaje y peinarme un poco cuando ya faltaba


poco por llegar. Nunca me había sentido más contrariada. La voz de Emmett me
distrajo de mi nerviosismo momentáneamente.

—Bella, Bella, Bella...— Reprendió suavemente sacudiendo su cabeza lentamente


en negativa.

—Cállate. Estaba con tu hermano— Lo corté de inmediato. No iba a soportar ningún


regaño... al menos no antes de tiempo.

Cuando estacionó, noté que me miraba con una expresión peculiar y tranquila. Su
sonrisa de cómplice me recordaba cuando le daba galletas a Seth aunque Rose lo
hubiese castigado, así que también sonreí y le agradecí por llevarme.

Finalmente salí del auto, tomé aire, me armé de valor, me acerqué y alejé de la
puerta al menos 3 veces considerando la posibilidad de... bueno... huir... hasta que
comprendí que no podía hacer eso (no tengo suficiente dinero). Cuando atravesé la
puerta maldije el sonido de la campana sobre mí anunciando mi llegada. La tienda
se asentaba en una extraña calma y temí una posible tormenta.

Sabía que en el momento en que dejara la tienda y entrara a mi casa ya no habría


escapatoria, era demasiado pequeña como para no ser notada y a esta hora Renee
y m tío ya debían estar preparando el café y el desayuno de mi abuela. Tuve que
armarme de valor nuevamente para atravesar esa puerta pero lo hice. Escuché
ruidos en la cocina pero, extrañamente, nadie vino a mi encuentro así que
aproveché para continuar a mi habitación.

Rápidamente me desprendí de mi vestido, no sin antes detener a olerlo un poco.


Estaba casi segura de que era mi imaginación pero sentía como si oliera diferente,
no a flores o trabajo, olía a algo nuevo y distinto... y tal vez a cannolis. Me vestí con
unos pantalones, la primera camiseta que encontré y fui directo a la cocina. No
aguantaba la incertidumbre.

—Buenos días— Saludé con la mayor firmeza que pude.


Mi mamá y mi tío estaban de espaldas a mí pero sólo ella volteó al escucharme.
Renee era la persona más fácil de leer en todo el mundo, simplemente porque era
demasiado emotiva, todo en su vida eran emociones y jamás las ocultaba. Era una
mujer emocional mientras que yo era más lógica.

—¡Bella!— Exclamó suavemente dando un suspiro de alivio y colocando la mano


sobre su pecho como calmando su corazón.

Me dio un rápido abrazo que no dudé en corresponder porque esta mujer era mi
madre y sabía que, molesta y todo, se preocupaba por mí y me amaba. Claro,
también están los otros aspectos de ser madre.

—¡Bella! ¿Cómo se te ocurre quedarte con un hombre por ahí? Esas cosas no se
hacen— Siseó con su ceño fruncido apenas me soltó.

Me hizo señas para que saliéramos a la tienda y sabía lo que eso significaba. Más
espacio para levantar la voz y no despertar a la abuela. Mierda. Cuando entramos
de nuevo a la tienda lo confirmé.

—¿Sabes lo preocupada que estaba por ti? ¡La ciudad entera se apagó y yo no
tenía idea de donde estabas!...

Sabía que tenía razón, yo también estaría ahogada en preocupación si mi hija se


fuera con alguien en la noche y no me diera señales de vida. Mi cuerpo poco a poco
fue cediendo al peso que sentía sobre mi espalda, encorvando así mi postura. Mi
mentón se inclinó hacia mi pecho y mi cabello hizo una especie de cortina alrededor
de mi rostro.

—Al menos debiste avisarme más temprano, dejarme saber de ti...

Levanté mi mirada un par de veces sólo para dejarle saber que la estaba
escuchando, pero la verdad es que ya tenía experiencia con estas largas
discusiones (aunque por otros temas menos importantes) y lograba dejar de
escucharla de a momentos. Sólo para darme un descanso.

No me arrepentía de haber salido con Edward ni de haber disfrutado de una de las


noches más espectaculares de mi vida, de todo el progreso que alcanzamos. Pero
eso no le resta verdad a sus palabras.

—Puede que tú confíes en ese hombre pero yo no lo conozco. Acostarse con un


hombre y quedarse en su casa así por así, esas cosas no son de una niña
inteligente...
Ya me había desconectado de su discurso pero repentinamente capté lo que me
decía. "Niña". Mi madre me estaba llamando "niña". Es cierto que me había
comportado como una chiquilla al no ser lo suficientemente adulta como para medir
mis decisiones y llamar a mi casa primero, de eso era de lo que estaba realmente
arrepentida. Pero soy una mujer de 26 años y no me arrepiento de haber pasado la
noche con Edward.

—Mamá— Llamé para detener su discurso pero ella parecía no escucharme.

—...no tienes idea de la preocupación que tuve y tu abuela se dio cuenta.

Finalmente terminó y el comentario que hizo sobre mi abuela me hizo perder un


poco el empuje que sentía porque lo último que quería era molestarla. Tomé una
inhalación profunda y decidí enfocarme en hablar con toda la calma y firmeza que
pude acumular.

—Ya no soy una niña, mamá. Tengo 26 años. Lamento no haberte llamado, es
cierto, me equivoqué en eso porque me distraje, pero es de lo único que me
arrepiento. Yo... de igual forma hubiese pasado la noche con Edward si hubiese
recordado llamar.

Renee no respondió en seguida, lo cual era extraño en ella. Me miraba con ojos
amplios y el pecho inflado. Yo, por mi parte, no me sentía enfadada y trataba de
instarla a calmarse con mi mirada pero no estaba muy segura de sí estaba
funcionando o no.

—Eso es actuar como una niña— Sentenció por lo bajo y con mirada dura.

Casi podía sentir como, dentro de mí, la firmeza sucumbía de a poco como rocas
cayendo de una montaña. Tratando de ser objetiva, no tenía muchas formas de
combatir su argumento porque, de cierto modo, así me había comportado y
ponerme a la defensiva no iba a lograr nada más que probar otro comportamiento
infantil, pero no iba a darle la razón para que ella cuestionara mis decisiones con
respecto a Edward así que simplemente callé. Ella pareció tomar eso como una
puerta abierta.

—Sigues viviendo en mi casa así que mis normas se respetan— Esa fue su última
sentencia antes de retirarse nuevamente por donde habíamos llegado.

Tragué con fuerza para tratar de apaciguar el nudo que sentí en la garganta. Mis
ojos picaban por las ganas de llorar por... no sé exactamente por qué... frustración
tal vez. Me obligué a mí misma a calmarme, a respirar profundo y a enfocarme en la
maravillosa noche que había disfrutado.
Me senté en mi lugar de siempre, tras el mostrador, y me tomé para hacer esto
antes de comenzar mis tareas del día. Me encargué de llevarle el desayuno a mi
abuela. Ella seguía insistiendo para que le contara, y cito, "los detalles candentes"
porque aparentemente para ella era increíble que no pasara nada. Me preguntaba si
Edward me había "pedido direcciones" y me recordó que "si el carro no va hacia
donde tú quieres, entonces aparta a ese chico y toma el volante". Sus palabras, no
las mías.

Para las 9 de la mañana ya había cambiado algunas flores marchitas de los


mostradores, arreglado un nuevo ramo de calas para la vitrina principal y había
limpiado las repisas. Acababa de sentarme nuevamente cuando Jasper hizo su
entrada en la tienda. El día de hoy, el Bambi acosador llevaba una camiseta verde
con un control de videojuego antiguo estampado en ella, su cabello largo, como de
costumbre, seguía molestándome un poco.

—Buen día, señora Bella— Saludó con una sonrisa.

Su tono entusiasta y su tonta sonrisa me levantó el ánimo ligeramente... excepto por


la parte de "señora". No me extrañaba nada verlo aquí, llevaba 3 días seguidos
comprando flores para Alice y entregándolas el mismo. Debo admitir que estaba un
poco orgullosa... aunque el chico aún no se atreviera a dar la cara y sólo las dejara
en su puerta (al menos ya no tenía que acompañarlo y empujarlo).

—Entonces...— Insinuó.

—Entonces...— Repetí confundida.

—Los claveles.

—¡Oh! ¡Los claveles! ¡Claro!

Lo había olvidado por completo. Jasper llegó ayer con la idea de regalarle claveles
blancos a Alice y, al no encontrar una forma más sutil de explicarle, terminé por
decirle la verdad, que eso era totalmente aburrido. Así que acordamos que habría
claveles blancos en el ramo, pero los uniríamos con varios claveles de colores que
nosotros mismos pintaríamos.

Después de un extraño momento donde él me miraba perplejo y probablemente


pensaba que teñiríamos los claves con pinturas y pincel, busqué todo lo que
necesitaríamos y le mostré como hacerlo.

En cinco vasos de plástico medianamente llenos de agua agregué varias gotas de


colorante, uno por cada vaso. Corté ligeramente las puntas de los claveles en forma
diagonal y coloqué uno en cada vaso para después guardarlos en las estanterías
refrigerantes.

—¿No están listo?

—No, no. Digo, claro que sí— Me dirigí a donde esperaban los claveles y se los
mostré.

Todos habían adquirido un precioso color y, después de podarlos y envolverlos,


formaban un ramo hermoso y colorido. La sonrisa de Jasper era invaluable y una
vez que apreció todo el producto, me apretó en un abrazo.

—Ok, ok, Bambi. No arruinemos las flores— Comenté con una sonrisa tratando de
proteger el ramo que sostenía en mi mano.

—Gracias, gracias, muchas gracias, señora Swan. Voy a ir a entregarlo antes de


que Alice salga ¡Adiós!

Se despidió apresuradamente lanzando un rollo de billetes en el mostrador para


luego tomar el ramo y salir corriendo de la tienda. El pobre chico era tan adorable
que cada vez olvidaba decirle que me quitara lo de "señora" de una vez por todas.

Jacob tropezó con Jasper en la puerta y enseguida noté la mirada de desagrado


que le lanzó al chico. Rápidamente me dirigí (por no decir "escondí") en el siguiente
pasillo y me encargué de acomodar unas macetas y flores, tratando de verme lo
más ocupada posible.

Lamentablemente las indirectas no servían de mucho con Jacob Black.

—¡Bella! ¿Cómo estás?— Me saludó con entusiasmo y haló mi cuerpo al suyo en


un abrazo sin importarle que mis manos estaban llenas de tierras y flores delicadas.

Oh... bueno... supongo que no es mi culpa si mis manos se ajustaron un poco más
de la cuenta a su camisa azul y llenaron de tierra su espalda. No, no creo que sea
mi culpa.

—Bien, Jake, bien ¿No deberías estar trabajando en esa construcción? ¿O ya


renunciaste?

Su sonrisa no disminuyó ni un poco —Tengo la mañana libre pero iré esta tarde.

Asentí con mi cabeza, le di la espalda y me dispuse a continuar con mi tares.


Fingidas, pero tareas en fin.
—Anoche pasé a visitar a Seth...— Comentó ¿Quería que lo felicitara por visitar a
su sobrino? Que idiota —Renee me dijo que saliste con ese chico del otro día, el
ciego.

Hice lo posible por concentrarme en lo que hacía pero tuve que apretar un poco mis
labios para no soltar todo lo que pasaba por mi mente ante sus palabras.

—Se llama Edward— Aclaré fríamente.

—Bella, ¿qué estás haciendo con ese tipo? No lo entiendo— Indagó Jacob sin
rodeos y eso me permitió a mí responder de igual forma.

—Por supuesto que no, eres demasiado obtuso para entender.

—¿Qué? No, Bella... Tal vez sea un buen tipo pero tienes que pensar ¿Qué tiene
para ofrecerte?

—¿Qué tiene para ofrecerme?— Repetí ofendida y dando la vuelta para encararlo.

Mi mano izquierda estaba cerrada en un puño lleno de tierra y la otra sostenía la


pequeña pala de jardinería.

—Lo que haga o no con Edward o cualquier otra persona, no es asunto tuyo—
Afirmé entre dientes.

—¿Vas a tener una relación con él? Él no puede ver, Bella, imagínate lo difícil que
debe ser estar con él ¿Vas a vivir cuidándolo?

—Cuidar a otros no es raro para mi. Además ¿Qué tiene que ver esto contigo? No
eres mi padre y no eres mi novio así que aléjate.

En este punto mi voz se había elevado un par de octavas y lo estaba apuntando con
la pala. Eso fue suficiente para que el retrocediera un paso. Su expresión me decía
que para él esto no había terminado pero para mí sí y eso era suficiente. Yo no iba a
discutir los pormenores de mi vida con Jacob Black.

Las siguientes dos semanas me encontré extrañamente ocupada con la tienda.


Puede que tuviese que ver con el hecho de que el 14 de febrero se encontraba muy
cerca ya, pero Renee también parecía recordarme algo cada vez que pensaba que
ya había terminado. Constantemente habían flores llegando, semillas que plantar,
pedidos que ordenar, plantas que cuidar, incluso tuve que hacer un par de entregas
yo misma porque Rose y nuestro repartidor ya estaban ocupados.
De todos modos no me molestó tanto porque eso me permitió conducir a mi chico
favorito: una ancha y vieja van que habíamos adquirido para entregas grandes. Era
un poco caprichosa al momento de encender pero me encantaba conducir y, por el
momento, ese era el único auto que tenía a mi alcance y me hacía más que feliz.

Lamentablemente tuve que reducir un poco mi relación con Edward a mensajes y


llamadas con todas las vueltas que tenía que dar constantemente. Sólo un par de
veces pude escaparme (entre algunas entregas) para verlo en su casa y darnos
algunos besos pero con sus clases ocupando su tiempo, no era algo que
pudiésemos hacer todo el tiempo.

Nunca olvidaré aquella tarde en la que se me ocurrió sorprender a Edward en su


casa y lo interrumpí a mitad de una de sus clases pero pude conocer a la famosa
"Jenny"

—No sabía que vendrías hoy. Estoy dando clase— Susurró Edward con una sonrisa
mientras nos manteníamos de pie junto a la puerta.

Mi curiosidad me ganó así que me puse de puntillas para dar un vistazo a su casa.
Detrás de él pude notar la figura de una pequeña niña con cabellos rubios y ojos
azules, enfundada en el más adorable vestido rosa del mundo. La niña también me
observaba con curiosidad así que le di una sonrisa y ella, aunque se paralizó por un
par de segundo, respondió igual.

—Disculpa, no quise interrumpirte— Dije colocando mi mano sobre su brazo.

Su ceño estaba fruncido y movía su boca como si estuviese a punto de hablar.


Probablemente tratando de excusarme así que, antes de que pudiera decir algo, le
di un beso que lo silenció por completo. Él me sorprendió al tomar mi cintura y
halarme hacia su cuerpo.

Escuché unas risas en el fondo así que abrí mis ojos a mitad del beso y vi a Jenny
con sus manos cubriendo sus ojos y las mejillas sonrojadas. Me separé de Edward
de forma un poco brusca y me hizo reír cuando sentí que sus manos, en lugar de
soltarme, me sujetaban con más fuerza hacia él.

—Edward, Jenny está viendo— Susurré en su oído.

—¡Oh!

Inmediatamente me soltó como si fuera una olla caliente y tuve que agarrarme del
marco de la puerta para no caer hacia atrás. Si, ese no fue nuestro momento más
romántico.
La adorable niña seguía observándome con una sonrisa y me recordó lo mucho que
extrañaba estar con niños, así que lo siguiente fue totalmente inevitable.

—Hola— La saludé cálidamente desde mi lugar.

—¿Quién eres?— Preguntó dulcemente.

Sin embargo fue Edward quien respondió por mí —Jenny, ella es Bella, es mi novia.

No tengo problema en admitir abiertamente que la sonrisa que se desplegó en mi


rostro cuando lo escuché llamarme "su novia" era enorme y probablemente bastante
tonta. Después de un par de segundos reaccioné y me acerqué a Jenny para
ponerme de rodillas a su lado y extenderle mi mano.

—Un placer conocerte, Jenny.

La niña se rió como si le hubiese contado un chiste y me extendió su propia mano


—Así saludan los adultos— Explicó.

—Está bien ¿Cómo saludas tú?

Sin decir nada más la niña se lanzó a mis brazos casi tumbándonos a ambas al
suelo. Respondí a su abrazo y recordé por qué había decidido ser maestra en
primer lugar. Lo mucho que me encanta estar con niños. Cuando solté su pequeño
cuerpo me di cuenta de que Edward seguía de pie, junto a la puerta, con su ceño
fruncido hacia nosotras.

—Me tengo que ir— Señalé a Jenny.

Su sonrisa decayó un poco y me alegró el que le hubiese agradado tanto y tan


rápida —¿Por qué?— Murmuró.

—Porque tengo que ir a trabajar. Pero espero verte pronto, eres una niña muy linda.

Acaricie sus rubios rizos y sonreí mientras me incorporaba para retirarme. Cuando
ya me había alejado varios pasos, escuché a Jenny gritar tras de mí.

—¡Yo vengo todo los martes y viernes! ¡Dos de la tarde! ¡Puntual!

Volteé y solté una carcajada al ver su sonrisa.

—Puntual, ¿eh?

—Siempre— Respondió solemnemente.


Me despedí con la mano y le di un rápido beso a Edward para retirarme.

—¿Qué fue eso con Jenny?— Susurró en mi oído antes de soltarme.

—Esa fui yo cuando estoy con algún niño.

—¡Ah!

No entendía por qué esto lo hacía parecer tan perplejo. La verdad es que no entendí
porque el 80% de las cosas que hago y digo lo dejan perplejo. Lo tomé por los
hombros y lo sacudí para que dejara de pensar tanto. Planté un rápido beso en sus
labios y me alejé.

Hasta ahora Edward había traído a mi vida: sonrisas, dirección, sinceridad, besos e
incluso niños. Definitivamente podría acostumbrarme a esto en mi futuro.
Especialmente a los besos.

"Mmm... besos"

EPOV

—Eeeeedwaaard...

Oh, no. No, no, no, no, no.

—Eeeeedwaaard...

No, no, no, no, no.

—¡Edward!

—No. No, no y definitivamente no.

Emmett y yo acabábamos de salir de la casa de Esme por nuestra cena semanal,


no llevábamos ni 10 segundos en su camioneta cuando sus chillidos me alertaron
de que estaba por pedirme algo. Parece que estuviese hablando de un niño de 10
años pero no, es un gran hombre de 26. Increíble, ¿cierto?

—¡Vamos! ¡Ni siquiera sabes lo que voy a decirte! ¡Siempre haces esto! No me
escuchas.

—Porque siempre termino haciendo algo incómodo o que no quiero hacer así que
hoy he decidido adelantarme en el tiempo y simplemente decirte que no— Expliqué
con toda la lógica del mundo, por supuesto.

—¿Adelantarte en el tiempo? ¿Estas escuchando lo que dices? ¡No puedes


adelantarte en el tiempo! ¿Cómo sabes lo que voy a decirte?

—No lo sé...

—¡Ja!— Bufó victorioso.

—Pero sé que cada vez que chillas "Eeeeedwaaard" como si fueses una niña
adolescente, es porque quieres algo que probablemente no querré hacer.

—Amargado.

—Inmaduro.

Un anhelado y apacible silencio nos envolvió, solamente escuchando el sonido del


auto y el tráfico a mí al rededor. Eso, por supuesto, no duró mucho. El suspiro,
demasiado ruidoso, de Emmett no se hizo esperar y finalmente tuve que ceder.

—Está bien, dilo de...

—Rosalie aceptó a salir conmigo y llevará a Seth. Quiero que tú me acompañes.

—¿Qué?— A pesar de lo rápido que habló logré captar sus palabras, más no el
sentido de ellas —¿Para qué quieres que yo te acompañe?

—¡Porque le caes bien al niño! No tengo idea de por qué. Rosalie probablemente
debería llevarlo a que le revisen la cabeza.

—Ja, ja. Buena forma de pedir un favor, hermano— Repliqué fríamente.

—Está bien, señorito "Simpatía". Bella estará allí así que ustedes dos pueden jugar
a los cariñitos mientras tanto.

—¿Bella va a ir?— Pregunté interesado.

—Sí, y sé que tienes tiempo sin verla, así que...

Solté un suspiro. Interiormente ya sabía lo que haría, lo que me había pasado por
culpa de esta chica —Iré.

—¡Sí!— Cantó Emmett victorioso —Mañana jueves a las 2 de la tarde iremos al


parque.
Yo sólo me hundí más en mi asiento, inquieto y pensando en todos los pequeños
detalles que Bella Swan estaba cambiado en mi vida y en mí mismo, y que, aunque
al principio me parecían pequeños, comenzaba a pensar que quizás eran más
grandes de lo que solía pensar.

—Llegamos— Me susurró Bella sentada junto a mí a la vez que apretaba


suavemente mi mano.

Al parecer, Chester también sintió la necesidad de darme un aviso así que lo hizo en
su propio idioma dando un par de ladridos.

Emmett pasó a buscarme en su camioneta y decidimos (él exigió) que llevaríamos a


Chester para que Seth no se aburriera. Buscamos a Rosalie, Bella, el pequeño y,
efectivamente, Seth estuvo todo el camino al parque sentado junto a mi perro y
acariciando su espalda mientras este se limitaba a sacar su cabeza por la ventanilla
con la lengua afuera. Nada se interponía entre el amor de Chester y la ventanilla de
un auto, ni siquiera las caricias (y eso era decir bastante).

Cuando llegamos al parque, Seth insistió en que lo dejará llevar a Chester.

—Por favor, Edward. Te prometo que no lo voy a soltar, te prometo que voy a tomar
la correa con toda mi fuerza y que no se me va a escapar.

Abrí mi boca para tratar de explicarle por qué una persona ciega no podía
"prestarle" a otra su perro lazarillo, pero el niño se me adelantó.

—Sé que no puedes verme, pero tengo mis dos manos en alto y no estoy cruzando
los dedos. Te mostraría mis dedos de los pies, pero tengo zapatos así que no
puedo.

Reí suavemente y escuché que los demás hacían lo mismo.

—Seth, hijo...

—Seth, no puedo prestarte a Chester— Interrumpí a Rosalie. Pero el niño me


estaba hablando a mí así que supuse que no habría problema —Porque Chester es
el que me ayuda a caminar aunque no pueda ver nada. Para no tropezar con
piedras o... ya sabes... otras personas— Pausé un momento —Si quieres, puedes
sostener su correa junto conmigo.

—¡Si, si quiero!— Respondió de inmediato y le sonreí abiertamente.

Este niño me caía bien. Parecía que no era tan fastidioso como los otros. Bien por
Rosalie.

Caminamos unos pocos metros. Sentía la pequeña mano de Seth junto a la mía
mientras sosteníamos la cuerda hasta que finalmente llegamos y la soltó.

—¡Vamos Emmett, vamos a jugar! ¡Vamos!— Exclamó Seth con emoción, volviendo
su voz una octava más aguda.

—Oh, ehm... ¿No prefieres jugar tu sólo un rato? Yo le haré compañía a tu mamá,
campeón— Titubeó Emmett. Tuve que fingir que tosía para disimular un poco mi
carcajada.

Emmett quería huir a toda costa de hacer el ridículo frente a Rose pero estaba
seguro de que no tendría escapatoria.

—¡No, Emmett! ¡Tienes que jugar conmigo! Vamos a lanzar unas canastas y luego
jugamos uno contra uno ¡Por favor!

—Tranquilo Emmett, yo me quedo aquí con Edward y Bella. Ustedes pueden ir a


jugar— Insistió Rose dulcemente.

Los animados gritos de Seth casi ocultaban por completo los quejidos de mi
hermano y sonreí ante eso. La voz de Bella me hizo inclinar mi cabeza hacia ella.

—Estas disfrutando demasiado esto, eres malvado— Casi podía adivinar la sonrisa
en sus labios.

—Se llama karma. Escucha.

Quise decir "mira" pero cambiar la palabra fue más fácil de lo que pensaba.

Unos minutos después escuché el característico sonido de la pelota chocando


contra el aro para luego caer rebotando al suelo seguido de los quejidos del
pequeño Seth.

—¡Diablos! ¡Soy un asco! Vamos Emmett, tienes que enseñarme como es, quiero
mirarte primero.

Mi sonrisa se ensanchó cuando escuché la respuesta de mi hermano —Lo haces


muy bien, campeón. Lo importante es que te diviertas.

—Sí, sí, sí, muéstrame cómo se hace.

"¡Por favor Emmett! ¿Creíste que ibas a engañarlo con eso?" —¡Muéstrale,
hermano!— Lo animé desde mi posición a un lado de la cancha, y sentí a Bella jalar
de mi brazo.

Al cabo de un par de minutos (supongo que de intentos de mi hermano por evitar el


ridículo) escuché el mismo sonido del principio, excepto que esta vez el choque de
la pelota contra el aro era mucho más fuerte y opacaba mis risas.

¡Pobre Emmett! Me imaginaba al grandullón, piernas de pollo, fallando tiro tras tiro
frente al pequeño niño de su novia.

—¡Diablos, Emmett! ¡Yo pensé que yo era malo pero tu apestas!— Comentó Seth, y
Rosalie lo reprendió de inmediato.

—Seth, deja tranquilo a Emmett.

Esta vez mi risa resonó un poco más fuerte.

—¡Hey, idiota! ¿De qué te ríes?— Gruñó mi hermano aun a lo lejos.

—No lo sé, pollo, tal vez de tu destreza en los deportes— Le grité de vuelta
resaltando su viejo apodo familiar.

—Pues no te veo intentarlo si te crees tan listo.

Oh-oh. Eso me sonó a reto. Oh, no, eso definitivamente fue un reto.

Solté momentáneamente a Bella para poder quitarme mi chaqueta y dejarla en el


suelo.

—Ahm... Edward, ¿qué estás haciendo?— Susurró ella a mi lado

—Darle una lección a mi hermanito menor— Respondí lo suficientemente alto para


que él me escuchara.

—¡Genial! ¡Ya se puso emocionante!— Exclamó Seth y lo imaginé saltando


expectante.

—Edward, no tienes que hacer nada...— Comenzó Bella pera la detuve.

—Seth está esperando que alguien le enseñe a lanzar, creo que se lo merece.

Rose también intentó interceder.

—Edward, eso es muy amable de tu parte, pero de verdad no tienes que...


No la dejé terminar y le di una palmada a Chester en una oreja señalando en la
dirección en que había escuchado a Emmett y Seth. Caminamos tranquilamente
hasta ellos y solté la correa para luego colocar mis manos en mi pecho con los
dedos extendidos esperando la pelota. Aun así me tomó desprevenido cuando sentí
el choque de la esfera contra mis manos y mi pecho (un golpe un poco más fuerte
del necesario. Gracias, Emmett).

—Edward, ¿qué vas a hacer?— Preguntó el niño jalando de una punta de mi


camiseta.

—Ahm... lanzar una canasta— Le expliqué como si fuese un... ¡Bueno! Como se le
explican las cosas a un niño, ya saben, muy leeeeento.

—Pero...— Hizo una pausa y lo sentí inclinarse más a mí, sus siguientes palabras
fueron más un susurro de esos que se escuchan muy alto —Pero tú eres ciego.

—¡Seth! ¡Respeta!— Lo reprendió Rose a lo lejos.

En lugar de molestarme, sonreí porque sabía que lo decía con la inocencia de su


edad. No me estaba juzgando, sólo estaba constatando un hecho y diciendo en voz
alta lo que probablemente cualquier persona diría si viera a un ciego frente a una
canasta de baloncesto.

—Lo soy... y tú eres pequeño, y Bella es delgada, y Emmett tiene piernas raras...
pero depende de ti aprender a hacer cosas nuevas y esforzarte por ellas.

Aplasté su cabello con mi mano en un gesto que debía ser cálido pero se sintió un
poco incómodo, aunque luego escuché sus risas así que supongo que debió haber
funcionado un poco.

Dejé caer el balón suavemente como por accidente y, al agacharme a recogerlo,


disimuladamente dejé pasar mis dedos por una parte del suelo, sintiendo las
gruesas líneas marcadas con pintura.

Finalmente me levanté con la pelota en mis manos y sin pensarlo mucho estiré mis
brazos sobre mi cabeza y la lancé por los aires. Durante esos breves segundos, los
nervios y la expectativa de poder lograr algo que no hacía hace mucho tiempo
comenzaron a subir por mi cuerpo, pero una sonrisa se extendió poco a poco en mi
rostro porque en el fondo (muy, muy en el fondo) lo sabía. Ya lo sabía.

Lo siguiente que escuché fue el sonido de la pelota chocando suavemente contra el


aro (mucho más suave que todos los intentos fallidos de mi hermano) y luego el
tranquilo rebote por el suelo de grava.
—¡Sí! ¡Lo hiciste, Edward! ¿Cómo lo hiciste?— Gritaba Seth emocionado jalando
insistentemente mi camiseta.

Las porras de Bella y Rose se oían desde lejos y me hicieron reír con más ganas.

—Tenías que hacerme quedar mal, ¿cierto?— Susurró Emmett a mi espalda


dándome un ligero golpe con su hombro y, aunque me parecía percibir una sonrisa
(porque al parecer me estaba volviendo muy bueno en eso) y su tono era de broma,
me parecía que había también algo extraño, algo... más.

Lo raro era que mi hermano era como un libro abierto, mi hermano nunca solía tener
algo "más".

Después de eso, Seth y yo pasamos un rato haciendo tiros a la canasta. No logré


encestar todos pero sí varios y sabía que eso era decir mucho para mí.
Definitivamente fue mucho para el niño que parecía pegado a mi lado
preguntándome cómo debía hacerlo. Le enseñé algunos puntos básicos sobre la
posición de sus pies y los dedos que pareció alegrarlo. Al rato nos acompañó Bella
que aprovechaba los momentos en que Seth anunciaba su lanzamiento para darme
besos inesperados en mis labios o mi cuello (no es que yo me quejara). Claro que
cuando yo intenté hacerlo mis manos se extralimitaron un poquito, solamente un
poquito, con su cuerpo y los sonidos de repulsión de Seth fueron nuestra señal para
alejarnos.

Emmett nos acompañaba de a ratos y logró tener un par de pequeñas


conversaciones con Seth pero la atención del pequeño estaba más en el juego.
Esperaba que al menos el tiempo que le estaba dando lo aprovechara en arreglar
su situación con Rosalie. Al cabo de unas horas llevamos nuevamente a las chicas
y a Seth a la floristería y Bella se despidió de mí con un beso y la promesa de
vernos al día siguiente. El camino de regreso a mi casa se sintió incómodo. El
ambiente en la camioneta de Emmett se sentía tenso y dudaba mucho que fuese
por Chester (que ya debía de tener la lengua seca de tanto sacarla por la
ventanilla). Emmett no decía nada y, extrañamente, eso era aún más preocupante
que cuando decía algo.

—¿Pudiste hablar con Rosalie?— Pregunté casualmente para aliviar un poco el


ambiente.

—Si— Respondió monocorde.

—Y... ¿Cómo te fue con ella?

—Bien.
Ok. No estaba nada acostumbrado a esto ¿Qué se suponía que tenía que hacer
ahora? Me tomé varios minutos para pensarlo, cuando finalmente Emmett se
estacionó (dándome a entender que habíamos llegado a mi casa) terminé haciendo
lo que no quería hacer del todo (algo muy común en mi últimamente).

—¿Estas bien?

—Si.

¡Mierda! ¡Por fin estoy hablando y este simio no responde! ¿En serio? ¡26 años
pidiéndole que se calle y ahora decidió escucharme!

—¿Qué mierda te pasa?— Espeté obstinado.

—¿Qué mierda te pasa a ti?— Replicó de igual forma.

Su respuesta me sorprendió así que desabroché mi cinturón de seguridad y giré mi


cuerpo para encararlo aunque no pudiera verlo.

—¿De qué estás hablando?

—Tenías que ir y lucirte frente a todos, ¿verdad?

Tomé unos segundos para intentar procesar lo que escuchaba pero no terminaba de
entenderlo y estaba boquiabierto. Literalmente.

—¿De qué estás hablando?— Fue mi brillante comentario —¡Tu me pediste que
fuera!

—Te lleve para que me ayudaras, para que les recordaras lo genial que soy, no para
que te lucieras y también convirtieras esto en "El Show de Edward"

—¿El show de Edward? ¿Te estas escuchando? No entiendo...

—¡Claro que sí! ¡El show de Edward! ¡El niño de oro al que todos debemos cuidar y
tratar aunque sea un grosero idiota que no ve más allá de sus lentes oscuros!

—¿Ahora estamos hablando de mi ceguera? ¿En serio?— Cuestioné indignado y


asqueado. Mi propio hermano burlándose de mí, recordándome la maldición que
tenía encima.

—¡No! ¡Dios mío! ¿Ves? ¡Allí está otra vez! ¡No estoy hablando de ti Edward, estoy
hablando de mí! Por primera vez en mucho tiempo estoy hablando de mí, de lo que
yo quería, de lo que yo necesitaba. No de ti y todas las porquerías que piensas que
inundan tu realmente maravillosa vida.

—¿Maravillosa? Despertar todos los días con un mundo negro, no poder volver a
ver la cara de tu familia, depender hasta de un bendito perro para poder andar,
perder una relación, tu trabajo... ¿A eso llamas maravilloso?

—¡Aww, pobre Edward!— Se burló en un falso tono condescendiente —¡Estas vivo,


Edward! ¡Tienes otro trabajo, una mujer que te ve con amor aunque ve tú a saber
por qué, familia que te ayuda... ¿ves? ¡Ahí vamos otra vez hablando de ti! ¡Púdrete,
Edward, y supéralo de una buena vez!

Mis manos estaban apretadas en puños y mi pecho se movía apresuradamente por


mi agitada respiración. En el pequeño espacio que nos daba el auto también podía
escuchar la respiración de Emmett en el mismo estado que la mía.

Chester dio un ladrido que retumbó en el ambiente y frotó su húmedo hocico en mi


cara. Me bajé lo más rápido que pude del auto, saqué a Chester sin siquiera
colocarle su correa y caminé hasta mi casa. Alcé mi mano hacia el pomo de la
puerta pero en lugar de eso me encontré con la pared. Con vergüenza, tuve que
palpar hacia los lados hasta que por fin lo encontré.

Al entrar cerré la puerta con un estruendo y de forma inquieta paseé de un lado a


otro por mi sala pensando en lo que acababa de pasar.

¿De qué mierda estaba hablando Emmett? El show de Edward... ¡Él fue en que
insistió en llevarme!...

Unos segundos después sonó el timbre y me apresuré a abrir "Debe ser Emmett
que volvió para disculparse" pensé brevemente, así que abrí la puerta de un tirón.

—¿Ahora sí te vas a disculpar?

No tuve forma alguna de prepararme para lo siguiente que pasó. No pude procesar
nada más que un gran puño que conectó fuertemente contra el lado derecho de mi
mandíbula. Di un débil paso hacia atrás en un intento de no caerme por completo.
Mis lentes estaban torcidos y mi mano subió instintivamente a tocar el lado
golpeado de mi cara, pero fue mala idea porque al hacerlo lo sentí palpitando de
dolor.

"Mierda. Esto me va a dejar una marca"

...
¡Ouch! Sip. Si dejará marca :/ me da un poco de pena por su linda carita pero
digamos que es lo que el dice ;) "karma".

Hay varias cosas en este cap: la reacción de Bella, los ojos de Edward, las
intromisiones de Jacob, El lindo de Seth, la PELEA de Emmett y BAM! El golpe
:S No se queden con nada por dentro y desahóguense, queridas lectoras, en
la ventanita de aquí abajo ;). Les agradezco de antemano.

Estoy entre examenes, trabajos y preparativos pero sigo muy pendiente de


continuar acá, ténganlo presente :) gracias por recomendar la historia en los grupos
de FB páginas y todo jaja.

CASI LO OLVIDO: Las fotos de las flores que hemos nombrado YYY las
instrucciones para pintar claveles estan como links en mi perfil :D (cuando era
pequeña pinté claveles en primaria jaja es real y lindo n_n adelante, prueben y me
cuentan jaja)

Abrazos!
Alessa.
E: Más Confusiones
Hola :) ¿Cómo están?

Aprecio mucho a todos los que siguen, recomiendan y comentan esta historia
:'). Saludos a Jenni, Gaby, Cleo, Sam, Coki, Pili, Arg pirata (jajaj que gracioso
nombre) que comentan y siguen aunque no tengan cuenta FF ;) leo cada palabra.

¿Quién golpeó a Edward? Lo verán a continuación. Queridos Lectores, las bombas


de tiempo de nuestra trama estan comenzando a explotar.

Disclaimer: Los nombres de los personajes pertenecen a . Si los cambian, todo


sería mio. Yo sólo los hago hacer cosas extrañas :P.

¡Enjoy!

EPOV

Debí suponerlo. Debí saberlo desde un principio. Sin importar cuán molesto
estuviese, mi hermano sería incapaz de darme un golpe tan traicionero cuando yo ni
siquiera podía verlo venir (él era más del tipo de primero los gritos y luego los
empujones, pellizcos y esas cosas... así de infantil). Pero por sobre todo debí saber
que no era él en el segundo en que escuché el timbre de mi casa, después de todo,
él tenía su propia llave y bastantes veces había entrado a fastidiarme sin necesidad
de que le abriera la puerta.

Erguí mi postura para aparentar que no me había dolido tanto pero la forma en que
seguía sacudiendo mi cabeza para recobrar el sentido probablemente pudo
haberme delatado.

—¡No te quiero volver a ver cerca de mi hija!— Gritó el hombre encolerizado y lo


suficientemente cerca de mi como para que gotas de saliva salpicaran mi cara.

No debería saber la identidad de alguien sólo porque me escupe en el rostro.


Probablemente nadie quisiera ser reconocido como el hombre que salpica cuando
habla. Desafortunadamente, este era el caso.

—¿Michael?— Pregunté sabiendo que era él pero aun confundido por el golpe

—¡Es señor Brandon para usted, señor Cullen! ¡Y más le vale que no lo vuelva a ver
ni siquiera a un metro de Mary Alice!
Escuché varios pasos que no supe identificar y luego escuché los fuertes ladridos
de Chester y sentí las manos de Emmett sosteniendo mis hombros.

—¡Edward! ¿Estás bien?— Preguntó alarmado y yo sólo asentí así que desvió su
atención a mi "buen" vecino —¿Qué mierda está haciendo usted aquí? ¡Voy a
partirle la cara!

Estiré mi mano justo a tiempo para sujetar a Emmett por el cuello de su camiseta.

—¡Estoy defendiendo el honor de mi hija de las garras de esa pobre excusa de


hombre!— Gritó Brandon.

Ya va, un momento, ¿excusa de hombre?, ¿acaba de llamarme excusa de hombre?


Los ladridos de Chester hacían que mi cabeza palpitara junto a mi mandíbula.

—¡Yo no le he hecho nada a su hija! ¿De qué mierda me está hablando?

—Sólo porque yo lo estoy evitando ¿Cree que no me doy cuenta de los ramos de
flores que le lleva a Mary Alice todos los días?

—¿Cuáles ramos de flores? ¿De qué mierda me está hablando?— Si antes no


estaba confundido, ahora definitivamente lo estaba y mi voz ya igualaban los gritos
que recibía de mi vecino el psicópata.

—Todos los días un puto ramo en la puerta. Me asomo por la ventana y veo
movimientos extraños en su jardín ¡No me mienta!

Comencé a flexionar y estirar mis dedos sin cesar en un intento de bajar la tensión
que sentía pero no surtía ningún efecto.

—¡Yo no tengo idea de que...!

—¡Que no me mienta!— Me interrumpió Brandon.

—¡Váyase ya mismo de esta casa si no quiere que llame a la policía por


allanamiento de morada y asalto!— Exclamó mi hermano con los gruñidos de
Chester en el fondo.

—¡No quiero a ninguno de los dos ni a un metro de mi hija o los demandaré a


ambos por estupro y abuso de menores!

Con eso la puerta de mi casa fue cerrada con un fuerte estruendo. Después de un
par de segundos de silencio en los que el dolor palpitante de mi mandíbula se
acentuó aún más, Emmett me dio un suave codazo en mi costado.
—Entonces... Pensé que no te gustaban las niñas. Ya sabes... por lo de la parte
ilegal y todo eso.

—No me gustan las niñas— Aclaré caminando hacia el refrigerador por algo frío que
colocar en mi mandíbula.

—Hey, siempre y cuando no te gusten los niños...

—¡Emmett! ¿No ves que estoy hablando en serio?— Exclamé colocando un trozo
de carne congelada en mi rostro.

Mi cocinera probablemente estaría asqueada por esto.

—Entonces todo eso que estuvo gritando...

—No tengo idea de dónde lo sacó pero definitivamente no tiene nada que ver
conmigo ¿Cómo se le ocurre que un hombre ciego va a dejar flores en su casa cada
día y no descubrirse en el proceso?

El timbre de mi casa sonó nuevamente y por un momento temí acercarme porque


no quería una repetición del golpe.

—Yo voy— Anunció mi hermano.

Lo escuché abrir y luego cerrar la puerta pero no escuché a nadie más.

—No había nadie afuera pero encontré una tarjeta.

—¿Una tarjeta? La gente se da cuenta de que soy ciego, ¿cierto? Sé que tengo
lentes oscuros pero no es posible que crean que es por moda... al menos quizás
que sea familia de Bella...

—Edward.

—¿Qué?

—Es una tarjeta de esas que se abren y suenan. Escuchemos...

Una familiar y medianamente aguda voz llenó la habitación:

"Hola señor Cullen" —Una risa aniñada interrumpió el discurso— "Supongo que ya
debería llamarte Edward. Estoy tan feliz por todas mis flores, son el regalo más
precioso que he recibido en toda mi vida. No me importa lo que diga mi papá, sé
que nuestro amor va más allá de todo lo que él diga. Yo también te amo, señor...
ehm... Edward. Si tengo que mudarme de mi casa para que nuestro amor continúe
su hermoso camino, juro por Dios que lo haré. No me importa que no puedas ver
porque yo puedo ver por ambos —Hizo una pausa y soltó un suspiro para seguir
musitando en un tono soñador— "Señora Alice Cullen ¿Verdad que es hermoso? Te
amo, Edward. Besos. Alice."

Las amortiguadas risas de mi hermano sólo empeoraban el dolor de mi cabeza y mi


boca (sin mencionar que el olor a carne cruda ya me estaba molestando).

—La quinceañera se enamoró de ti.

—No me digas— Repliqué con sarcasmo.

—Es tierna— Continuó Emmett entre risas.

—No es tierna, es ilegal.

—¿Entonces por qué le estas enviando flores?

Indignado aparté la carne de mi rostro y con la otra mano removí mis lentes oscuros
para que pudiese ver como ensanché mis ojos en señal de molestia.

—Yo no lo envié ningunas malditas flores.

Emmett suspiró —Ok, entonces no tienes nada que temer.

"Excepto un psicópata que me ataque en mi propia casa para "vengar" a su niñita y


una adolescente loca con las hormonas alborotadas por mi"

Coloqué la carne nuevamente sobre mi mandíbula y me removí incómodo en el


silencio que se formó entre mi hermano menor y yo.

—Me voy— Anunció.

Asentí en silencio y lo siguiente que escuché fue la puerta cerrarse suavemente. No


lo tomé como buena señal. Nada proveniente de Emmett jamás era "suave".

Volví a apartar la carne y esta vez la lancé en el lavaplatos. Ya no había forma de


detener el morado en mi rostro de todos modos. Chester daba vueltas alrededor de
mis piernas en forma inquieta, cuando palmé su cabeza recorrió mi mano con su
nariz.

—Sólo quieres la carne, ¿verdad?— Refunfuñé —Pues no voy a dártela.


Aparté mi mano y caminé hasta mi habitación para recostarme en mi cama. Al
colocar mi cabeza sobre la almohada tuve la repentina sensación de no haber
dormido en días. Allí acostado, con mis ojos cerrados y mi cabeza palpitando, me
sumergí en los recuerdos de mi hermanito menor.

Cuando era pequeño solía pensar que mi hermano era un tonto (aunque creo que
mis palabras exactas eran "cabeza de chorlito". Se supone que ahora viene la parte
en que digo que ya sé que no es así y comienzo su larga lista de cualidades... pero
no; esto prácticamente ha sido así durante toda nuestra vida.

Cuando íbamos a la escuela Emmett y yo nunca estuvimos en el mismo salón de


clase por nuestra diferencia de edad pero ni eso, ni lo que le decía acerca de que él
en realidad era un extraterrestre adoptado, evitó que en cada tiempo libre el
pequeño niño de piernas flacas saliera corriendo a pegarse a mi costado. Nunca me
molestaba demasiado pero tampoco sentí mucha afinidad por él.

A medida que crecimos nuestra relación fue cambiando. Dejé de decirle que era
adoptado (después de una charla muy sería que Carlisle tuvo conmigo donde, muy
diplomáticamente, me dijo que me quitaría todo lo que tenía en mi habitación y sólo
me dejaría el colchón si seguía, y cito, traumatizando a mi hermano). Cuando
estuvimos en secundaria y alguno de los chicos grandes quería pasarse de listo con
él, me aseguré de hacerles saber que nadie se metía con mi hermano (excepto yo).
En la universidad cada quien tomó su camino pero siempre estuvimos en contacto y
compartíamos las ocasionales cervezas. No puedo decir que era la relación más
íntima y cercana pero lo respetaba. Sin embargo, la ingenuidad que incluso hoy
insiste constantemente en mantener, no deja de chocar con lo que él denomina "mi
cinismo" y yo considero que es "realidad".

Después del accidente las cervezas ocasionales pararon así como muchas otras
cosas. Mi madre se mudó conmigo y estuvo ayudándome durante esos primeros
meses hasta que tuve la suficiente voluntad para pedirle que se fuera... quizás que
"gritarle" o "echarla" sean más acordes. Mi hermano... desde su nacimiento, llegó
como una sorpresa. Llegó sin que yo lo pidiera, sin que yo lo quisiera y esa no es mi
manera de ser.

Es mi vida y yo soy quien decide lo que pasa con ella, lo que entra y sale de ella,
ella, nadie más. Todos los que realmente me conocen saben esto. Emmett también
lo sabe.

Comenzó viniendo cada tarde para ver televisión, traer pizza o pasar el rato. Un
mes después de esto, trajo a Chester. Cuando le abrí la puerta y escuché los
ladridos, no me dio buena espina
—¿Qué es eso?— Mi pregunta salió como un gruñido.

—El único ser en este mundo que ladra, Edward— Respondió Emmett en tono
bromista al entrar a mi casa... pero yo no estaba bromeando.

—No quiero ningún perro lazarillo— Anuncié firmemente cerrando la puerta con un
estruendo.

—¿Tú crees que no sé eso? Te conozco hace más de 20 años. Además, no es un


perro lazarillo. Es Chester.

—Es un animal que dejará pelos. Yo camino descalzo, no quiero tener que andar
pisando mierda por todos lados.

Las risas de mi hermano no concordaban con la molestia en mis palabras.

—Está entrenado. Chester sólo hace en el jardín, ¿verdad, Chester?

Como si su segundo idioma fuese humano, Chester pareció responder con un


ladrido.

—De todos modos no se va a quedar...

—¿...Acá?— Completó mi hermano con tono perplejo —¡Por supuesto que no!
¡Chester es mío!

—¿Qué?

—Lo traje para que lo conozcas... y para que aproveche de hacer lo suyo en tu
jardín.

Fruncí mis cejas un poco confundido pero aún no me confiaba. Me tomé mi tiempo
para caminar a la nevera y tomar una botella de agua.

—De repente te provocó tener un perro...— Comenté incrédulo dando un sorbo del
frío líquido.

—Si escucharas más allá de lo que dices, sabrías que llevo tiempo pensando en
tener una mascota. De todos modos casi no me escuchas.

Mordí el interior de mi mejilla para no replicar algo más porque la verdad es que, tal
como cuando éramos pequeños, mi atención nunca se concentraba mucho tiempo
en mi hermano menor.
—Vives en un apartamento ¿No es contra las reglas o algo así?

—Ahm... si... pero tú no le vas a decir a mi casero, ¿o sí?

Tal como Emmett, Chester fue entrando a mi vida como una nube de humo y sin
que yo me diera cuenta. Todas las tardes pasaba el rato con nosotros. Emmett lo
mantenía atado a su correa (por orden mía para que no dejara pelo por todos
lados), hablaba de él y me daba la correa para enseñarme sus trucos. Una
palmadita suave en la oreja para caminar, una caricia en el cuello para sentarse,
entre otros que incluso le enseñamos nosotros.

Se quedó conmigo unas tardes porque aparentemente Emmett "no quería dejarlo
solo tanto tiempo", e incluso unos fines de semanas con la misma excusa. Algunos
meses después llego mi hermano con la "terrible noticia" de que el dueño de su
apartamento lo había descubierto y le exigía deshacerse de Chester o encontrar
otro lugar donde vivir.

Supongo que ya para ese punto la solución era fácil, tan fácil que se escapó de mis
labios como lo más natural.

—Puede quedarse acá.

Y es así como siempre ha sido todo lo relacionado con mi hermano menor. Ya de


adulto solía pensar que la rivalidad entre nosotros era cosa del pasado. Él llegó
como un bebé mocoso, yo me molesté, Esme y Carlisle nos consintieron a ambos
así que dejó de molestarme tanto.

Pero las palabras y el tono de Emmett el día de hoy seguían retumbando en mi


cabeza... "El niño de oro al que todos debemos cuidar y tratar aunque sea un
grosero idiota que no ve más allá de sus lentes oscuros"... Niño de oro... cuando
crecí me di cuenta de que me gustaban los números así que instintivamente quise
seguir los pasos de mi padre y él gustosamente me había ofrecido trabajo, mientras
que Emmett tuvo que buscar y trabajar por su cuenta... ahora me pregunto cuántas
otras cosas en nuestra vida fue así. Emmett siempre fue muy unido a mí, yo diría
que incluso me admiraba pero estoy seguro de que ya no era así en lo absoluto.

Reacomodé mi posición en la cama y me acosté de perfil. "Al diablo con Emmett, yo


no le pedí que me llevara hoy, yo no le pedí nada de lo que ha hecho por mi así que
me niego a que me lo saque en cara. Puede llevarse a su perro y su estúpido
trasero a donde quiera. Es mi vida.

Al día siguiente aun no me sentía mucho mejor. La mandíbula me seguía doliendo


aunque al menos ya no palpitaba. Lo primero que hice fue cancelar mis dos clases
de hoy... no me provocaba escuchar las estúpidas preguntas de dos niños de seis
años preguntándome por qué mi cara parece una berenjena. A pesar de que no
podía verla tenía la absoluta seguridad de que el morado era enorme.

Martha, la señora que contraté para limpiar y cocinar algunas cosas para mí, me dio
un rápido saludo y emprendió sus quehaceres silenciosamente. No era una mujer
de muchas palabras y eso me gustaba. Sabía que hoy era día de cena en casa de
Esme y recibí varias llamadas de ella pero no contesté ninguna. No había recibido
ninguna llamada de Emmett, supongo que hoy tendré que irme en taxi.

Alrededor de las 2 de la tarde estaba echado en el sofá con mis lentes puestos (me
incomodaba que Martha aun estuviera allí) y escuchando la televisión cuando
escuché el timbre. Por inercia me levanté a abrir y me detuve justo con mi mano
sobre el pomo de la puerta.

—¿Quién es?— Pregunté dubitativo recordando la sorpresa de ayer.

—¡Es Bella!

Solté un suspiro y abrí la puerta. El saludo se quedó atascado en mi boca porque


los labios de Bella se estrellaron contra los míos y los cerraron, sus manos se
enredaron en mis costados jalándome hacia ella. Coloqué una mano en su cintura
para estabilizarme un poco y la otra sostenía su mejilla mientras abría mi boca para
saborearla mejor. Olía a flores frescas y mis dedos se infiltraron debajo de su
camiseta tocando la piel se su vientre, palpando el hueso de su pelvis. Ella
mordisqueó suavemente mi labio inferior, abriendo mi boca para ella, y entonces lo
sentí. Un dolor perforante del lado donde había recibido el golpe ayer.

—¡Aw! ¡Aw!— Gemí adolorido separándome bruscamente de ella y sosteniendo mi


mandíbula porque, en ese momento y aunque ilógico, sentía como si se me fuese a
caer.

—¿Qué? ¿Qué pasó? ¿Qué hice?— Preguntó Bella ansiosamente para luego soltar
un jadeo de sorpresa —¡Edward! ¿Qué diablos te pasó? ¿Quién te hizo esto?

Me incorporé soltando lentamente mi rostro y sentí sus dedos tocándome con


cuidado.

—Uhm... mi vecino.

—¿Qué?

—Es mejor que entres— Pedí entre dientes. No me apetecía tener esta
conversación a la vista y oídos de cualquiera que pasara.

Una vez adentro cerré la puerta y el cuerpo de Bella me impidió caminar hacia el
sofá.

—Uhm... Hola— Saludó ella y por un momento me sentí confundido porque yo no


podía ver a quién se dirigía.

"Tal vez esté saludando a Chester"

—Hola— Respondió la voz que reconocí como Martha.

—¡Oh! Bella ella es Martha, mi empleada, Martha ella es mi novia Bella.

—¿Tiene novia?— Jadeó Martha sorprendida porque, aparentemente, es algo muy


extraño que yo tenga novia —Digo, un placer conocerla.

—Igualmente— Respondió Bella amablemente.

—¿Quiere un vaso de jugo o...?

—Estoy bien, no se preocupe.

—Está bien. Iré a limpiar su habitación, señor Cullen.

—Gracias, Martha.

Segundos después escuché sus pasos y Bella tomó mi mano llevándome hasta el
sofá.

—¿Son ideas mías o pareció sorprenderle mucho que tuvieses novia?

—Eso parece— Respondí perplejo.

—Tal vez pensaba que eras gay— Sugirió Bella como si nada

—¡Hey!

—¿Qué? ¡Es posible!— Insistió ella en tono bromista pero yo no apreciaba esta
broma.

—Martha ya me había visto con mujeres así que sabe que no soy gay.

—¡Oh!
"Mierda ¿Acabo de recordarle a mi novia que estuve con otras mujeres (plural)
antes que ella?" Pensé con una mueca. Buena forma de meterme el pie en la boca.
Espero que no le dé por golpear sobre el morado.

—Relájate, Edward. Yo tampoco soy virgen— Señaló Bella casualmente y aunque


me ayudó a dejar de temer por otro golpe, la imagen de ella con otros tipo no hizo
nada para "relajarme" —Termina de contarme qué te pasó en la cara.

Solté un suspiro antes de hablar —Mi vecino tocó mi puerta y me golpeó...

—¿Qué?

—Aparentemente cree que estoy "deshonrando" a su hija— Expliqué haciendo


comillas con mis dedos.

—¿De qué diablos...? ¿Por qué...?

—Es el padre de Mary. Parece que alguien le está enviando flores y ellos son
estúpidos y creen que un hombre ciego de 30 años está cortejando a su hija.

Bella no dijo nada. No percibía ningún sonido proveniente de ella y tampoco podía
verla así que comenzaba a ponerme nervioso.

—Bella...— Llamé a tiendas porque, aunque sabía que no es algo que ella haría,
temía que me hubiese dejado hablando solo. El momento se estiraba en mi mente.

—¿Tienes 30 años?— Preguntó en un susurro y tomándome de sorpresa.

—Ahm... técnicamente tengo 29, aunque cumpliré años...

—Espera, ¿estás hablando de Mary... Alice?— Me interrumpió con lo que parecía


un efecto retrasado de lo que le había dicho.

—Si...

—Oh, no. No, no, no, no, no. Oh, Dios. Oh, no.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—Yo... Ay, Dios, Edward...— Tartamudeo en un tono exasperado dejándome


perplejo —Creo que sé por qué el papá de Alice hizo eso.

—Sí, yo también. Porque cree que le estoy mandando flores a su hija— Repetí aun
sin entender.
—...También sé de donde salieron esas flores— Murmuró entre dientes —Fue
Jasper.

—¿Quién?

—¡Jasper!

Rebusqué en mi mente por un par de segundo hasta que lo recordé —¿Withlock?

—Uhm... si... él... tenía la costumbre de esconderse en tus arbustos.

Inmediatamente recordé cuando Emmett y yo los encontramos juntos justo allí.

—Hey, al menos Alice no tiene idea, ¿verdad?— Ofreció débilmente.

Me levanté, caminé directo a la pequeña isla de la cocina, recogí la tarjeta y me


senté nuevamente junto a ella. En el momento en que abrí la tarjeta, la aguda voz
de Alice llenó la habitación con el mismo mensaje que ya había escuchado.

—Oh, Dios. Oh, no, no, no, no.

Escondí mi cara entre mis manos sopesando el lío en el que estaba metido.

—Lo siento mucho, Edward— Masculló Bella sonando apenada.

No pude evitar pensar que hace unos cuanto meses yo no habría tenido este
problema. Ni siquiera hubiese pasado por mi mente. Todo esto estaba demasiado
lejos de lo que yo era y todo dentro de mí lo expresaba a gritos.

Sentí la suave mano de Bella posarse sobre el pliegue de mi codo delicadamente


como si yo fuese una figura de vidrio propenso a romperse. Mantuve mi cara aun
entre mis manos pero su toque me anclaba y no dejaba que mi mente despegara y
se inundara en otros pensamientos. Su mano subió por la extensión de mi brazo
hasta llegar a mi cabello donde se adentró y arrastró sus uñas suavemente allí. Y
así como si nada mis pensamientos... se apagaron.

¿Yo estaba pensando algo? ¿Qué estaba pensando? ¿Qué es pensar?

Bajé mis manos e incliné mi cuello dando más espacio para su mano
acariciándome. Si esto es lo que Chester siente cada vez que alguien le rasca la
cabeza... sólo digamos que ahora lo entiendo mejor.

—Edward...
—¿Qué? ¿Ah?— Incorporé mi cabeza de golpe aun sintiendo la mano de Bella
sobre mi cuello.

Sin esperar que terminara tomé su brazo y la halé hacia mí, plantando un beso en
sus labios y acunando su cara entre mis manos. Mi curiosidad por ella crecía más
cada día. Quería conocerla, cada espacio de ella. Mordí su suave labio inferior al
mismo tiempo en que empujé su cintura hacia mí y me sorprendí gratamente
cuando reclinó su cuerpo sobre el mío acostándose sobre mí en el sofá. Parecía
pesar menos de lo que pensaba.

Deseaba verla, las formas de su rostro, las curvas de su cuerpo, el tono en sus ojos
y me frustraba no poder hacerlo. Mi ira y mis sentimientos por Bella parecían
agolparse dentro de mi pecho, golpearse y combatir unos contra otros sin saber
quién ganaría. Con todo esto dentro de mí nuestros besos se volvieron más
intensos. Aparté mi boca de la suya para enterrar mi cara en su cuello, sus cabellos
cosquilleaban mi rostro mientras repartía un beso tras otro dejando que mi lengua
saboreara su piel y mis dientes la rasguñaran.

Enterré mis manos bajo su blusa, tocando su espalda y sus costados. Sentía que
podía estar en todos lados y eso es lo que pretendía mientras la apretaba a mi
cuerpo como para enterrarla sobre mí.

—Ouch— Se quejó de repente y eso me despertó de mi trance.

Aparté mi rostro para encararla. Sentía mis lentes torcidos sobre mi nariz y ambos
jadeábamos por aire.

—Me mordiste y... me dolió— Explicó Bella algo tímida mientras jugaba con el borde
del cuello de mi camisa.

Me aseguré de tragar un poco de saliva antes de hablar porque estaba seguro de


que mi voz sonaría extraña incluso a mis oídos —Disculpa...

—Está bien.

—No...

Mis palabras fueron interrumpidas por la llegada de Martha.

—Señor Cullen, ya terminé... ¡Oh! ¡Dios! ¡Disculpen!— Automáticamente Bella y yo


nos incorporamos en el sofá.

—Está bien, Martha. El dinero está en la mesa. Adiós— Resolví rápidamente


—¡Edward!— Reprendió Bella en un susurro seguido por un ligero golpe en mi
hombro.

Sentí el sofá moverse junto a mí y con mi mano percibí que Bella se había
levantado.

—Gracias, señora Martha. Déjeme acompañarla a la puerta— Anunció cortésmente.

¿Acompañarla a la puerta? ¡No estaba tan lejos! ¿Y eso no lo hace el dueño de la


casa?

Escuché los pasos y la curiosidad sacó lo mejor de mí. Me deslicé sigilosamente


hacia la puerta pero escondiéndome tras la pared de modo que no me vieran pero
yo pudiese escucharlas.

—Disculpe, señora. Creo que nos dejamos llevar un poco...— Se excusó Bella con
una risita.

No me gustó nada que le diera explicaciones de mi vida a otra persona, mucho


menos a mí empleada. Tendría que mencionárselo más adelante.

—No, no, no. No se preocupe, señorita. Es sólo que... le diré la verdad... me


sorprende bastante— Replicó Martha hablando en susurros y haciendo más difícil
para mí escucharla.

—¿Le sorprende ver a Edward con una mujer?

—¡Oh! No, no, no. Con una mujer es normal. De hecho, fue raro verlo tanto tiempo
solo— Soltó Martha junto a una risita. Empleada Chismosa —Lo raro es que... usted
parece muy agradable.

"¿Agradable? ¿Qué se supone que significa eso?" Por fortuna, Bella le dio voz a
mis dudas.

—¿Eso es... malo?

—¡Por supuesto que no! Pero... el señor Cullen... sólo digamos que no es una
persona muy, cómo decirlo— Farfulló entre dientes —...Amable... educado... si
estuviese con el señor Emmett lo entendería, ese hombre es un amor, pero el señor
Edward... ya sabe, es un grosero.

Mi expresión de indignación en ese momento debe haber sido única pero, para mi
sorpresa, Bella sólo se reía quedamente de lo que mi imprudente empleada había
confesado ¿Y con Emmett? ¿Tenía que meter a Emmett? Después dice que soy yo.
Las escuché despedirse y me apresuré a sentarme en el sofá nuevamente antes de
que me descubrieran. Oh, por dios, soy un niño otra vez.

Aterricé en el sofá con una sonora caída y respirando agitadamente justo cuando
Bella anunciaba su llegada.

—Que señora tan amable.

—Y entrometida también— Repliqué entre dientes.

—¿Estás seguro?— Indagó en tono bromista sentándose nuevamente a mi lado —


Al menos no es ella la que se esconde para escuchar conversaciones.

Supongo que mis "sigilosos" movimientos no habían sido tan "sigilosos" después de
todo. Sonreí avergonzado y Bella acarició mi rostro, lamentablemente fue muy cerca
del golpe e hice una mueca.

—Por Dios, Edward, de verdad lo siento. Voy a decirle a Jasper que le diga la
verdad al padre de Alice ahora mismo.

—Dile que venga aquí primero— Le ordené maquinando mis propios pasos.

—¿Para qué?

—¿Crees que voy a confiar en que un adolescente haga lo que le digo? ¡Tengo que
verlo yo mismo!

—Uhm... probablemente sea un poco raro. Creo que tú lo pones nervioso.

Tuve que contener el impulso de apartar mis lentes oscuros y rodar mis ojos ante
esta exasperante y atrayente mujer. Ella debió haberlo percibido porque enseguida
se repuso.

—Está bien, le diré que venga.

Unos minutos después el timbre de mi casa sonaba nuevamente (aparentemente


todo el mundo quería visitarme ahora). Bella se ofreció a abrir pero me levanté
antes que ella y, sí, me aseguré de preguntar quién era antes de abrirle.

—Hola señor Cullen— Susurró Jasper.

Le respondí con un movimiento de cabeza mientras que Bella llegaba a mi lado y se


saludaban efusivamente. Cerré la puerta para evitar que cualquier otro de mis
"queridos" vecinos se entrometiera en mis asuntos. Después de que Bella le explicó
al chico lo que había sucedido, incluyendo unas partes muy ilustrativas con la marca
palpitante en mi cara y la chillona carta de Mary Alice, Jasper seguía en silencio así
que decidí darle un empujón. Literalmente, le di una palmada en la espalda que, a
juzgar por la bocanada de aire que soltó, quizás haya sido más fuerte de lo
necesario. Oops.

—Ahm... ¿puedo quedarme con la tarjeta?— Susurró nuevamente.

—¡Jasper! ¡Esto es serio! Mira lo que le hicieron a Edward, podrían demandarlo por
estupro, sin mencionar las locuras que podría cometer esa... niña— Reprendió Bella
y me pareció percibir un tono de ira al mencionar Alice. Sonreí al darme cuenta que
al fin la señorita "tolerancia con todos" también era humana y se molestaba.

—Señora Swan, por favor no me haga esto— Tuve que fingir un poco de tos para
ocultar mi risa al escuchar lo de "señora". Incluso yo sabía que eso no le caía bien a
ninguna mujer —¡No puedo! ¡No puedo! ¡Lo siento, pero no puedo!

Los chillidos pubertos de Jasper estaban comenzando a fastidiarme pero sabía que
era mejor que permaneciera en silencio antes de que me provocara... hacer que
Jasper entrara en razón a mi propia manera. No podía verlo pero me daba la
impresión de que el chico debía verse como una rata asustada porque
definitivamente sonaba como una. Disimuladamente coloque mi mano en la espalda
de Jasper, sosteniendo lo que percibí como la capucha de su suéter. Le llevaba
como dos cabezas de altura así que esto sería muy, pero muy fácil.

—Jasper, tienes que decirle la verdad a Alice— Anunció Bella.

—¿Qué? ¡No! ¡No puedo hacer eso! No estoy listo.

—Creo que no estas entendiendo lo que decimos, "Jasper"— Expliqué acentuando


su extraño nombre —No te estamos pidiendo permiso y no te estamos preguntando
si quieres o no hacerlo. Vas a decirle a Alice la verdad, es una orden.

El chico no respondió nada pero pude escuchar su respiración agitándose


progresivamente.

—Tienes que decir la verdad, Jasper, y tienes que hacerlo ahora mismo.

Percibí los bruscos movimientos del cuerpo del chico bajo mi mano y supe
exactamente lo que pretendía hacer el muy tonto: huir. Casi podía imaginar sus pies
patinando velozmente como el correcaminos justo antes de echar a correr pero yo
sólo tuve que apretar mi agarre de su suéter para detenerlo.
—¿A dónde crees que vas niño tonto?— Espeté con fuerza.

—¡México!— Exclamó.

—¡Ningún México, tonto! ¡Vas a decir la verdad y eso es todo!— Sentí la ira
burbujeando dentro de mí y esto hizo que apretara mi agarre en su ropa y lo halará
con más fuerza hacia arriba.

—Señor Cullen...— Jasper soltó en un grito ahogado.

—Edward, por Dios, lo estás ahorcando— Advirtió Bella preocupada.

—Oh, lo siento. Tal vez sea mejor que le dé un golpe en la cara y así le transmito el
mensaje que le mandó su querido suegro— Escupí sin bajar la guardia y
asegurándome de pegar su frente a la mía para que supiera que hablaba en serio.

La mano de Bella se posó sobre la mía y me dio un apretón. Dude algunos segundo
pero finalmente disminuí mi agarre sin soltar al chico del todo. Cuando lo hice lo
escuché suspirar y jadear por aire.

—Lamento mucho haberlo metido en problemas, señor Cullen— Se disculpó Jasper


recuperando el aliento —Pero yo... yo no puedo. Estoy enamorado de Alice pero no
puedo decirle la verdad porque sé que no volverá a hablarme más nunca. Estar
lejos de ella no es una opción y prefiero quererla a distancia y saber que ella
corresponde aunque sea a este pequeño fragmento de mi amor.

—Awww... ¡Bambi!— Chilló Bella soltándome.

Con mi mano que aun descansaba en el suéter de Jasper, sentí como ella lo
rodeaba con sus brazos.

Rodé los ojos tras mis lentes y aguanté las ganas de soltar una arcada.

"Dios, ¿podría ser un poco más cursi?"

—Sí, sí, sí, es empalagosamente hermoso. Vámonos ya.

—¿Ahora?— Inquirió Bella en tono nervioso.

"¿Qué diablos? ¿No se supone que ella sería la voz de la razón?". Me recompuse y
recordé que la ira que sentía no era hacia ella.

—Sí, Bella, vamos justo ahora— Respondí sin alterarme.


—Ok— Replicaron los dos al unísono.

Los tres nos dirigimos incómodamente hacia la casa de mi vecino con Bella
tomando mi mano. Después de tocar escuché la puerta abrirse y a alguien soltar un
jadeo de sorpresa.

—¡Edward!— La aguda voz de Mary Alice no fue lo único que me sorprendió sino
también sus brazos rodeando mi torso y logrando que soltara la mano de Bella —
Sabía que vendrías por mí pero no imaginaba que sería tan pronto.

—Mary, creo que estas confundida— Traté de explicar a la vez que separaba sus
brazos de mi cuerpo.

—Hola Alice...— Susurró Jasper junto a mi ¿Qué pasa con este chico y los
susurros?

—¡Ah! Hola Jasper ¿Qué estás haciendo aquí?

Mary sonaba genuinamente confundida. Niña ingenua. Escuché a alguien aclarar su


garganta y supuse que era Bella.

—Hola Alice— Saludó fríamente tomando mi mano en la suya otra vez.

Lo único que le dieron como respuesta fue —¡Oh!

—Mary, necesito hablar con tu papá— Anuncié esperando terminar con esto lo
antes posible.

—¡No!— Gritó exageradamente —¡Te va a matar! Siento tanto que te haya marcado
tu hermoso rostro.

Nuevamente la sentí acercarse a mí y acariciar suavemente mi mejilla. Sus manos


olían dulce pero muy artificial.

—¡Aléjate de ese hombre, Mary!— Gritó la voz que aprendí a reconocer como la del
señor Brandon. Aun no sentía saliva salpicando sobre mí así que supuse que
apenas estaba saliendo de la casa a nuestro encuentro.

—Señora Brandon, soy Bella Swan. Un placer conocerlo— Intercedió Bella


rápidamente quizás anticipando algo más.

—¿Ah? Sí, sí. Brandon— Masculló mi vecino brevemente —¡Voy a llamar a la


policía!
—Señor Brandon, ha habido una terrible confusión...— Comencé.

—¡Yo lo amo, papá!

Oh, por Dios. Esta niña va a hacer que su padre me mate.

—Yo no envié esas flores, señor Brandon— Alegué con firmeza.

—¿No? ¿Cree que puede venir a mi casa a mentirme? ¿Cree que soy un idiota?

—¡Sí!

—¡Edward!— Me reprendió Bella con un golpe en mi hombro.

—¿Entonces, qué? ¿Las envió esta señorita?— Indagó entre gritos.

En serio? ¿Ni siquiera veía al asustado adolescente con nosotros? A menos que...
Dios, seguramente esa rata salió corriendo. Juro por Dios que voy a...

—Fui yo, señor Brandon— Anunció Jasper con mucha más firmeza de lo que jamás
habría imaginado, aunque aun así su voz temblaba.

—¿Qué?— Dijeron Mary y su padre al mismo tiempo.

Después de una breve pausa, el chico continuó —Yo compre esas flores para ti,
Alice— Suspiró —Fui yo.

Otro agudo grito (con el cual ya me estaba familiarizando demasiado) perforó


nuestro espacio, seguido de pasos apresurados que se alejaban.

—¿A dónde crees que vas, niño?— Preguntó Brandon fríamente.

—Sólo quiero hablar con ella, señor— Objetó Jasper.

Comenzaba a sentir que me estaba perdiendo de algo hasta que sentí a Bella
aferrarse de mi brazo.

—No tengo nada en tu contra, niño, pero no creo que Mary quiero oírte ahora—
Claro, apartemente sólo tiene algo en mi contra —Cullen, disculpa por la confusión
y... ya sabes...

La saliva salpicaba nuevamente en mi cara. Tenía ganas de mandarlo al diablo pero


eso implicaba seguir hablando con él y ciertamente no quería eso.
Me despedí de él entre dientes y empujé disimuladamente a Bella para que nos
sacara de allí. Cuando llegamos nuevamente a mi puerta, Jasper se despidió de
nosotros disculpándose nuevamente y sonando bastante decaído y triste. Casi me
daba lástima por él pero ya había recibido un golpe en su nombre y eso era más
que suficiente.

Bella y yo nos dejamos caer con cansancio en mi sofá. Me sentía disperso, como si
mi cabeza estuviese en todos lados al mismo tiempo y aún seguía pensando en
Emmett.

—Jasper se veía tan triste, casi me parte el corazón— Comentó Bella.

—Sí.

—Me alegra que todo se haya arreglado.

—Sí.

Estaba tan disperso que lo siguiente me tomó completamente desprevenido.

—¿Me quito la ropa ahora o quieres que espere?

—Sí. No ¿Qué?

—Eso pensé— dijo ella entre risas —¿Estas bien?

—Sí. Dime qué sabes de Rosalie, ¿ya... volvió con Emmett?— Cuestioné dubitativo.

—Me dijo que lo llamó esta mañana y que saldrán otra vez— Respondió Bella
subiéndose sobre mí en el sofá con una pierna en cada lado de mi cuerpo.

—Bien, bien— Repliqué moviendo mis manos ansiosamente de arriba hacia abajo
sobre la extensión de sus mulos.

—Pensé que él ya te lo habría dicho— Murmuró con sus labios sobre los míos,
rosándolos suavemente con cada palabra.

—Emmett... no está muy contento conmigo ahora— Respondí en el mismo tono y


extendiendo mis manos hasta su trasero.

—Qué lástima. Seguramente te sientes bastante triste.

No entendí a donde quería llegar pero sus labios acariciando de forma tan
seductora los míos me distraían mucho más. Sentí su cabello cayendo sobre mis
hombros, seguramente haciendo cortinas a nuestro al rededor, aumentando la
intimidad de nuestro momento.

En lugar de besarla, descansé mi frente en su cuello y apreté su cuerpo al mío


encerrándola en un fuerte abrazo, disfrutando de la sensación de cercanía que
experimentaba con ella, cercanía que iba más allá de lo físico. Bella colocó sus
brazos alrededor de mi cuello, acunando mi cabeza con cariño. Su cálida
respiración chocaba contra mi piel y se colaba con el aire que aspiraba
permitiéndome sentir el aroma característica de Bella. Sólo de Bella.

Antes me sentía cansado, como si mi cuerpo pesara, pero ahora me sentía tranquilo
porque esta mujer, de un modo que aún no podía concebir, no sólo me entendí sino
que también me quería. Lo sentía en su forma de hablarme, de tocarme, y ya no
podía continuar evadiendo el hecho de que yo también la quería a ella.

—Te quiero, Bella— Le murmuré al oído para luego depositar un corto beso en la
misma zona.

—Yo también te quiero— Respondió ella.

La forma en que ni siquiera dudó en decirlo me intimidó porque me di cuenta de que


había sido un proceso mucho más largo para mí que para ella.

Nuestras bocas se buscaron y se consumían una a la otra en un beso necesitado.


Ella mordió mi labio inferior, succionándolo un poco y haciéndome desear que
hiciera lo mismo con todo mi cuerpo. Sus manos bajaron al borde de mi camiseta,
metiéndose bajo ella y tocando mi abdomen y torso que se tensaban a su tacto. Mi
mano derecha se ancló a su mejilla acariciando sus facciones, adivinando su
expresión, para satisfacer con ella lo que más deseaba desde hace tiempo: verla;
con mi otro mano dejé de sujetar su trasero para subirla hasta su pecho hasta
envolver la suavidad y redondez de su seno para luego apretarlo ligeramente y
conseguir un pequeño gemido de su parte.

Fui vagamente consciente del repique del teléfono en algún lado de la habitación
pero estaba más enfocado en mis dedos introduciéndose bajo el borde de su blusa
y sujetador hasta alcanzar a perfilar su endurecido pezón.

—Tu teléfono— Anunció Bella en forma de gemido.

—No importa.

Mordí su labio inferior y lo halé de forma un poco brusca para evitar que hablara
pero no lo logré.
—Entonces yo contesto— Insistió jadeando y separando mis brazos de ella .

Mascullé un "mierda" entre dientes cuando la sentí inclinarse hacia la mesa a


nuestro lado para alcanzar el teléfono. Abandonó su lugar sobre mis piernas y sentí
el vacío donde antes estaba su peso.

—Residencia Cullen, ¿con quién desea hablar?— Me reí un poco ante el educado
saludo de Bella. Sacudí mi cabeza y le susurré al oído que dijera a quienquiera que
fuese que yo había salido —Él no se encuentra— Explicó obedientemente.

Con mi cara aun junto a su oído, resistí las ganas de reírme al escucharla
haciéndole cosquillas sin querer.

—¿Qué?— Preguntó Bella aun al teléfono mientras yo cosquilleaba su cuello con mi


aliento —¡Soy su novia!— Respondió entre risas que hacían que yo la imitara.

—Sí, señora Cullen.

¿Señora Cullen?

Mis manos la soltaron inmediatamente como si mi madre nos estuviese viendo en


ese momento. No sé por qué me sentía nervioso. Le hice señas a Bella para que
me pasara el teléfono.

—Lo siento, señora Cullen, es decir Platt— El apellido de soltera, claro. La palabra
"Cullen" para Esme era como "cucaracha" para cualquier otra mujer en el mundo —
Aquí está Edward.

—¡Mamá!— Exclamé con exagerado entusiasmado.

—¡Edward, no me grites! ¿Qué clase de manera es esta de contestar el teléfono?—


Cuestionó enfadada mi madre.

—Hola mamá— Suspiré.

—Mucho mejor. Ahora dime quién es esa chica que dice ser tu novia.

—Se llama Bella Swan, mamá— Casi podía imaginar las ruedas girando en la
cabeza de Esme.

—Ya que no me habías dicho absolutamente nada de esta chica, tendremos que
arreglarlo. Tienes que traerla a cenar este sábado en la noche.

—Mamá, no creo que sea necesario...


—No te lo estoy preguntando, Edward ¿Quieres que la busque yo misma para
presentarme? Porque también puedo hacerlo...

—No mamá— Suspiré con fuerza y resignación —allí estaremos.

—¡Excelente! Pregúntale si es alérgica a algo. Espero que no sea vegetariana.


Llamaré a tu hermano para invitarlo. Esperaré tu llamada, cariño. Nos vemos pronto
¡Saludos a Bella!

Colgué el teléfono y tomé la mano de mi novia que aún seguía con sus piernas
sobre las mías pero en un extraño silencio.

—Cenaremos con mi mamá este sábado en la noche— Anuncié incómodamente.

—Ok— Respondió ella lenta y cautelosa —Eso no es malo, ¿verdad?

Suspiré como por enésima vez el día de hoy y aparte sus piernas suavemente para
levantarme y buscar algo de agua. Pensándolo bien, algo más fuerte sería mejor...
Tendré que buscar el vodka.

Acaban de recibir muchas respuestas... quién golpeó a Edward... cuándo se va a


enterar Esme... qué rayos pasa con Jasper y Alice... de dónde diablos salió
Chester (esa tal vez no la tenían pero allí está ;) ). Las bombas de tiempo
continuarán explotando.

Estoy SEGURA de qué tienes muchas preguntas y comentarios pasando por tu


mente justo ahora sobre Emmett, Jasper, Bella, Edward... No te retengas,
desahógate en la blanca ventanita de aquí abajo ;)

PD: Aun estoy aprendiendo a escoger las palabras jaja en mi país se dicen las
palabras "casero" (quien renta una vivienda) y sostén (prenda femenina superior)
pero no sé si en otros países se entiende xD apreciaría su opinión sobre este
tema y también sobre Lemmons :$ jaja se aceptan sugerencias y críticas.

Gracias porsu apoyo n_n

¡Un abrazo!
Alessa.
E: Primer Estallido
Hola :) ¿cómo estan?

Les comparto un comentario hecho por Jenni (espero no te moleste, de verdad me


gustó y te agradezco n_n) porque dice cosas muy interesantes de Edward:
"Fue interesante conocer más de la personalidad De Edward desde pequeño ha
sido de carácter fuerte y un poco gruñón, con su accidente se volvió más frío, y de
mal carácter pero sigo insistiendo es un escudo y creo q todo esos recuerdos q tuvo
con Emmet le dan nostalgia y lo extraña, apesar de todo lo amo y adoro cuando
después de Mostarse un cabeza dura muestra su lado sensible, tierno y noble
especialmente con Bella".

¡Listo! A lo que vinimos ;). Los nombres de los personajes son de Meyer, la trama es
totalmente mía (Alessa315).
¡Enjoy!

EPOV
Estaba sentado en el asiento de la furgoneta con el bastón en mi bolsillo y
mordiendo el borde de mi dedo pulgar insistentemente. Después de una
extremadamente breve explicación sobre mi desacuerdo con Emmett (mis palabras
fueron "Mi hermano es un bebé y está molesto conmigo") Bella había insistido que
ella podía llevarnos a casa de Esme en la furgoneta de entregas de la floristería.

—Tranquilo Edward, toda va a estar bien— Dijo Bella en tono reconfortante


colocando su mano en mis hombros y masajeando. No me había dado cuenta de lo
tenso que estaba hasta ese momento

—¿Cómo lo sabes?

Su mano se detuvo a la vez que la furgoneta pero sólo llevábamos unos minutos de
viaje y sabía que no habíamos llegado.

—Está bien, no lo sé. Pero, ¿qué podría salir mal?

"Que mi padre llegara borracho a saludarme, que mi idiota hermano hiciera


comentarios odiosos toda la noche, que mi madre se muestre demasiado entusiasta
y quiera inmiscuirse en mi relación…"

En lugar de decirlo en voz alta solté un gruñido y comencé a morder mi pulgar


nuevamente. Después de eso Bella apartó su mano y estuvimos en silencio hasta
que nos detuvimos nuevamente.

—Llegamos— Anunció.

—Será rápido. Comemos, hablamos, nos vamos— Mis palabras eran una promesa
pero no sé si para Bella o para mí.

—Tranquilo, Edward. Prometo que no voy a romper nada.

Antes de que pudiese pedirle una explicación para lo que me había dicho, escuché
su puerta abrirse así que hice lo mismo con la mía y un momento después Bella
estaba a mi lado con sus manos sujetando mi brazo.

—Aw, tu mamá plantó las flores que me compraron— Murmuró en admiración.

Por primera vez desde que la conocí Bella estaba usando perfume. Nunca lo diría
en voz alta pero el aroma artificial era nada en comparación al suyo y secretamente
deseaba que botara ese perfume.

Toqué el timbre y Bella se inclinó hacia mi oído.

—Rosalie me dijo que ella y Emmett ya están acá.

La idea no me reconfortó en lo absoluto pero los saludos llenos de emoción de mi


madre sirvieron para distraerme.

—¡Oh, por Dios! ¡Edward! ¡Llegaste!— Anunció envolviéndome en un apretado


abrazo.

—Y tú debes ser Bella. Es un gusto conocerte en persona, soy Esme Platt.

—Bella Swan. Un placer conocerla.

Cuando entramos a la sala escuché más saludos de parte de Emmett y Rosalie. No


pasé por alto el hecho de que Emmett aún no me dirigía la palabra. Todo un bebé.

Una vez que tomamos asiento un incómodo silencio se estiró entre nosotros.
Déjenselo a Esme el querer arreglar todo.

—Entonces... Bella, Rosalie me dice que ustedes trabajan juntas en una floristería.

—Sí. Es la floristería de mi familia y Rosalie y yo hemos sido amigas por mucho


tiempo.
—Qué lindo. A mí me encantan la jardinería. Mi más reciente adquisición son las
flores que mis chicos me dieron en navidad. Las...

—...Dalias y las estrellas navideñas. Lo sé, los muchachos las compraron en la


floristería.

—¡Oh! ¡No tenía idea!— Exclamó Bella con desdén. Nunca le gustaba que la
dejaran por fuera —Aunque últimamente no tengo mucha idea de lo que hacen mis
hijos.

Sólo mi madre puede ser odiosa y cortés al mismo tiempo. Increíble.

Cuando comenzamos a comer, el ambiente sólo mejoro por el hecho de la deliciosa


comida caliente frente a mí. Era inevitable notar que todos los comentarios que
Rosalie hacía a mi madre, ésta no los respondía a menos que estuviesen dirigidos
directamente hacia ella, y aun así contestaba con desdén.

—Tenía mucho tiempo sin escuchar de ti, Edward— Acusó mi madre manteniendo
un tono tranquilo.

—Ah, sí. He estado ocupado.

—Ocupado siendo un idiota— Masculló Emmett entre dientes y escuché a Rosalie


reprenderlo. Menos mal tiene experiencia tratando con niños.

—Al menos yo hablo como un adulto— Enuncie claramente sin dejar de mover mi
espagueti.

—¿Qué está pasando con ustedes dos?— Inquirió Esme con fuerza.

Todo iba bien. En realidad todo iba bien, todavía podía verle una salida a esto...
hasta que Emmett habló:

—Edward es un idiota y pretende que todo el mundo gire en torno a él.

—No, Emmett es un idiota y no ve que yo jamás pedí su ayuda.

—Chicos, por favor...— Intervino Bella, pero ya estaba enfurecido.

—Yo te ayudo porque eres mi hermano y te quiero pero ni siquiera eres agradecido
con lo que tienes.

—¡Discúlpame si el hecho de que estoy ciego...!


—¡Suficiente!— Gritó Esme interrumpiéndome —¡Ya terminaron de gritarse! Ahora
me van a decir qué está pasando con ustedes.

Escuché a alguien aclararse la garganta y recordé nuevamente que Bella y Rosalie


seguían en la habitación (a menos que hubiesen salido corriendo, no las culparía
por eso). Abrí mi boca para tratar de explicarme pero Emmett se me adelantó.

—Edward lleva meses saliendo con Bella— Acusó como niño de 10 años.

"¿Así es como lo quieres, hermanito? Pues así lo tendrás".

—Emmett lleva aún más tiempo saliendo con Rosalie— Igualé su tono.

—Edward es 5 años mayor que Bella.

—Emmett es 10 años menor que Rosalie.

—¡El vecino de Edward lo golpeó por enamorar a su hija adolescente!

—¡Emmett está jugando a ser papá con el hijo de Rosalie!

—Oh, por Dios— Chilló Esme —Esto es demasiada información, necesito aire.

Los pasos de Esme se escucharon hasta la puerta de entrada directo a su pequeña


zona de confort: su jardín.

Un par de segundos bastaron para que los demás reaccionaran.

—Ustedes son unos verdaderos niños. Seth se comporta mejor que ustedes, lo
saben, ¿verdad?— Acusó Rosalie impetuosamente.

Rodé mis ojos tras mis gafas y me hundí en mi asiento. Tanto Bella como Emmett
permanecían extrañamente silenciosos y temía que fuese algo parecido a la calma
antes de la tormenta. Esme no tardó mucho en volver a la mesa pero
definitivamente no parecía más calmada.

—Emmett, no puedo decir que estoy muy... alegre con que tengas una relación con
alguien tan maduro— Bufé ante su escogencia de palabras. Esme seguramente
pensaba que Emmett había elegido a alguien muy cercano a la edad de ella y no a
la de él —Y además un niño...— Suspiró —Eso no es para jugar.

—Edward, no iba a mencionar nada esta noche por el bien de todos pero ese
morado que tienes en la mejilla— Soltó un bufido —¡Una adolescente! ¡Por Dios
santo!
—Fue un malentendido mamá, yo no hice nada— Me defendí entre dientes.

—¡Tienes un morado en la cara! ¡Eso es lo único que yo veo! Y sea lo que sea que
esté pasando entre ustedes esta no es manera de tratarse. Emmett tiene razón
Edward, esa amarga personalidad que tienes no te va a llevar a ningún lado.

Resoplé por lo bajo y tanteé sobre la mesa hasta encontrar la mano de Bella y
tomarla con fuerza.

—Además de eso, mis respetos a ustedes señoritas por tratar con estos hombres
cabezas huecas. La cena ha terminado.

Las palabras finales de mi madre sonaban frías y calculadas pero en lugar de


sopesarlas o alegar algo más, le di otro apretón a la mano de Bella y me incorporé
para llevarla hacia la puerta, lo más lejos posible de allí.

*******************************************************************************************************
El trayecto a casa en el auto de Bella fue bastante silencioso excepto por el sonido
enlatado que emitía el motor cada tantos minutos. Estaba esperando preguntas,
reclamos, comentarios maliciosos, persistentes o incluso un "creo que deberíamos
separarnos por un tiempo" pero Bella no me ofrecía nada. Era demasiado
inteligente como para creer que era porque ella estaba perfectamente de acuerdo
con todo lo que había hecho y dicho en casa de Esme, así que seguía esperando,
simplemente esperando.

Cuando finalmente nos detuvimos no me moví de mi asiento y tampoco ella. Con mi


cuerpo hacia el frente mi mente estaba llena de toda clase de cosas "¿Qué voy a
hacer ahora? ¿Qué va a hacer ella ahora? ¿Me bajo del auto y entro a mi casa?
¿Espero que ella se baje? ¿La invito a pasar? ¿Termino esto de una vez para que
no tenga que quedarse por lástima?

—Cuando piensas demasiado, frunces el entrecejo y se te marca una línea en la


frente justo acá— Comentó ella tocando mi frente suavemente y marcando una
línea vertical entre mis cejas que ni siquiera había notado y que alisé
inmediatamente.

—Entiendo lo que es tener una familia protectora— Anunció Bella después de una
pausa.

—¿Qué quieres decir?— Indagué girando mi cuerpo un poco hacia ella.

—Mi mamá, ya la conoces, tiene buenas intenciones pero insiste en dirigir mi vida.
Me removí un poco incómodo ante lo que compartía conmigo y sabía que era algo
importante para ella pero no estaba seguro de qué responder. No quería hacerla
sentir mal.

—Sólo digamos que te entiendo y sé lo que es tener una familia así— Completó en
un tono más ligero.

No pude evitar darle una sonrisa por eso. Una cosa más de las tantas cosas
inesperadas que me ofrece Bella Swan: comprensión.

—Si yo hubiese hecho eso frente a mi madre, estoy segura de que me hubiese
dado una bofetada— Continuó en el mismo tono. El nudo que sentía en mi cabeza
se iba soltando poco a poco.

—Te aseguro que, por lo que escuché, Esme estaba a punto de caer en eso— Reí.

—Quizás se apiadó de ti por el moretón.

—Me alegra que Emmett tampoco haya querido empeorarlo.

Hablar de mi hermano me tensaba nuevamente y moví un poco mis hombros en un


intento de aliviar el peso en mis hombros. Hicimos una pausa y el auto se volvió a
sumir en silencio.

—Emmett parecía sentirse muy mal cuando nos fuimos— Alegó lentamente, como
tanteando mi reacción pero no le di ninguna —Yo no tengo hermanos. La persona
más cercana a mí además de mi mamá es mi abuela. Ella te ama, por cierto—
Terminó con una risita y tuve que resistir el sonreirle de vuelta.

—¿En serio?

—¡Absolutamente! Deberías escucharla "¿Cuándo voy a ver a tu novio otra vez?


¡Qué hombre tan apuesto! ¡Tan alto!"— Explicó Bella haciéndome reír al escuchar
cómo imitaba exageradamente la voz de su abuela —Definitivamente te ama.

—¿Y tú también... te llevas muy bien con tu abuela?

Al escucharla decir que su abuela me amaba, estuve a punto de bromear con ella y
preguntarle si ella también me amaba, pero a mitad de comentario me di cuenta de
lo ridículo que eso sonaba y lo incómodo sería. Estaba casi seguro de que ella lo
había notado pero aun así no lo dijo.

—Sí. Mi abuela es muy especial para mí. Yo... no sé si... no sé si te lo mencioné


pero... ella está enferma.

—Oh.

—Es... bastante malo y no sé... no sé...— Tartamudeó a duras penas. En seguida


me desabroché el cinturón y tanteé entre nuestros asientos hasta colocar mi brazo
sobre su hombro —Puede que no esté mucho tiempo con nosotros— Soltó
suavemente, su voz salió como un suspiro apenas audible incluso para mí, como
esperando que el viento se llevara sus palabras y las borrara para siempre.

Incliné mi cabeza hacia ella tratando de escuchar cualquier señal que me hiciera
saber si estaba bien o no. Preguntarlo no parecía para apropiado en lo absoluto. Su
respiración sonaba laboriosa pero no parecía estar llorando. Finalmente la sentí
removerse en su asiento y escuché el ruido de su cinturón al ser removido, hasta
que inclinó su cuerpo hacia el mío y se acurrucó en mi abrazo.

—Ella siempre ha sido una persona muy feliz y yo siempre le he hecho saber lo
mucho que la amo. Pase lo que pase, sé que al pensarla no me arrepentiré de
nada.

La abracé más fuerte a medida que sus palabras calaban hondo dentro de mi como
un balde de agua fría. Si yo perdiese a alguien el día de mañana, ¿pensaría lo
mismo que ella? ¿O estaría lleno de arrepentimiento?

Froté mi nariz sobre su cabello disfrutando de su verdadero aroma concentrado en


la pequeña cabina y suavemente mecí nuestros cuerpos como recordaba que
Carlisle hacía cuando tenía pesadillas. Poco a poco mis labios descendieron por su
frente, repartiendo pequeños besos por la extensión del rostro de esta hermosa y
etérea mujer, la persona más naturalmente bondadosa que he conocido en toda mi
vida. Sus mejillas, sus párpados, su nariz, no había ningún espacio que no quisiera
trazar y en ese momento me di cuenta de que la quería por completo.

Rosé sus labios con los míos saboreando el instante, respirando su aire, uniendo su
aliento al mío y sonreí un poco al sentir como acercaba su cuerpo con su brazos
alrededor de mi cuello y sujetando mi cabello entre sus dedos. Antes de que
pudiese continuar ella ya lo había hecho por mí. Como llevada por un impulso, Bella
estrelló sus labios fuertemente contra los míos y apretó su agarre. Conocía muy
bien ese impulso, era exactamente lo que yo sentía. Por un momento disfruté de
sentir sus apresurados besos sin responder del todo, sólo dejándome llevar por lo
que sea que ella quisiera decirme, por lo que sea que ella quisiera que yo hiciera.
La parte racional en mi mente intentaba lanzarme una pregunta: ¿Qué tanto de mi
vida sería de esta forma si me entregara por completo a Bella Swan? ¿Dejaría de
ser quién soy? Pero luego sentí su boca bajando la velocidad hasta dedicarse a
dejar breves y lentos besos sobre mi boca para luego descender hacia mi cuello.

—Bella...— Susurré extrañado por lo rasposa que se oía mi voz.

Con otra mujer quizá no hubiese sido tan difícil lo que intentaba hacer pero con
ella... todo dentro de mí gritaba "no arruines esto", "no lo eches a perder", "no lo
jodas".

—¿Quieres que entremos?— Susurró ella de igual forma, finalmente dando voz a lo
que yo quería decir.

—Vamos.

Una vez dentro de mi casa, encendí la luz como de costumbre y Chester llegó
enseguida a darnos la bienvenida con sus propios ladridos.

—Hola, cariño. Hola, mi amor— Arrulló Bella.

Esta noche no iba a permitir que nadie me robara la atención así que busqué un
poco de la comida de Chester, la coloqué en el pequeño jardín y lo llamé. Aunque
tardó un poco más de lo que esperaba (aparentemente no sólo era difícil para mí
alejarme de ella), Chester salió de la casa y pude cerrar la puerta a tiempo para
mantenerlo allí aunque fuese sólo por esta noche.

—¿Seguro que va a estar bien?— Inquirió Bella aun de pie donde la había dejado.

—Siempre pasa la noche afuera, la única diferencia es que hoy no le dejo otra
opción— Sonreí acercándome a ella lentamente.

—Ese perro es adorable, es como la mascota perfecta— Señaló con alegría.

Bufé mentalmente ante la palabra "perfecta". No es nada "perfecto" cuando te


despiertan con ladridos en la madrugada solamente porque tiene hambre. Ese perro
come demasiado.

En lugar de responderle mantuve mi sonrisa y coloqué mis manos sobre su cintura,


sintiendo la dura tela de su pantalón que en ese momento me parecía un estorbo,
las deslicé hasta sostener su rostro entre mis manos y unir mi frente a la suya. La
atmósfera cambió entre nosotros y sentí como el momento se hacía más intenso.
Nunca en mi vida me había sentido tan desnudo como cuando estaba con Bella de
esta forma, sólo ella y yo.
—Me gustas mucho, Edward— Murmuró sobre mis labios.

Dejé un beso sobre su boca antes de responder —Tu también me gustas— Me


sentía como un niño diciendo esto porque sabía que para este punto era mucho
más que "gustar" lo que sentí por Bella. Acaricié su cabello entre mis dedos e
inspiré profundo para intentarlo nuevamente —Eres la persona más bondadosa que
conozco. A veces dudo qué es lo que te ata a mí porque debo ser la persona menos
bondadosa del mundo.

Recordé las palabras de mi familia esta noche (egoísmo, amargura...)

—¿Bondadosa? Sólo porque me gusta ayudar. Pero no podemos vivir para otros
todo el tiempo, ¿cierto?

Su voz sonaba distante, temí que su mente hubiese despegado a otro lugar así que
me obligué a traerla de vuelta y volver a lo nuestro.

—Pero eres una chica buena. Las chicas buenas no se enamoran de los Grinch
como yo— Sonreí para tratar de hacerla sentir mejor.

—No eres un Grinch— Golpeó suavemente mi hombro en señal de broma e hizo


una pausa —Ok, quizás lo seas un poco. Pero también eres bueno.

—¿Qué pasa si no soy el héroe, qué pasa si soy el chico malo?— Sonreí y arqueé
mi ceja.

Fui respondido con otro golpe suave y el sonido de su risa, pero después colocó sus
brazos sobre mis hombros, sujetando mi cabello nuevamente y, sin separar su
frente de la mía, suspiró —Eres bueno Edward— Anunció para luego darme un
beso en la mejilla —Lo he visto. Sólo hay que acercarse con mucho cuidado para
verte de cerca.

Sus palabras sonaban sinceras y simples, extrañamente, me recordaban a Esme.


Desafortunadamente, eran totalmente ajenas para mí y me incomodaba el hecho de
que Bella tuviese una imagen de mí que no era cierta. Después de todo, yo soy lo
que soy a simple vista, no hay más que detallar.

Antes de poder reflexionar demasiado, sus palabras me tomaron por sorpresa —


Voy a llamar a mi mamá.

—¿Qué?

—Para avisarle que llegaré tarde— Explicó apartándose de mí.


—Ya es bastante tarde...

—¡Oh! Si no quieres, puedo...

—Puedes quedarte... si quieres

"¡Dios! ¿Por qué esto es tan raro para mí? ¡No es como si no lo hubiese hecho
antes!"

—Está bien.

Mientras Bella hacía su llamada me acerqué a la nevera por una botella de agua. La
acabé por completo y la coloqué en el lavaplatos para luego abrir la llave y sentir el
agua fría recorriendo mis dedos y el dorso de mis manos. Estaba concentrado en
esa sensación cuando sentí las manos de Bella rodear mi cintura y su pecho
pegado a mi espalda.

Al sentir sus dedos frotando el borde delantero de mi pantalón desperté de mi trance


y me volteé hacia ella, sosteniendo su rostro entre mis manos y besándola de lleno
en su boca. Lamí su labio inferior y enseguida tuve acceso a ella, deslicé mi lengua
sobre la suya acariciándola con ahínco. Sus dedos se adentraron por el borde de mi
pantalón tocando la piel de mi pelvis y los huesos de mi cadera. Mi pene ya estaba
erguido y atento a todo lo que ella quisiera de él, presioné y froté mi cuerpo hacia
ella para hacerla sentir todo lo que provocaba en mí.

Di un paso hacia el frente presionando su cuerpo a la isla de la cocina. Coloqué mi


mano derecha sobre su muslo, frotándolo un minuto antes de avanzar hasta su
trasero dándole un firme apretón. Instantáneamente ella mordió mi labio inferior con
un poco más de fuerza de lo usual y solté un gruñido porque no puedo decir que no
me había gustado.

—Vamos a mi habitación— Murmuré besando su cuello suavemente.

Una parte de mi quería soltarse y devorar su cuerpo salvajemente y sin


contemplaciones, mientras que otra parte (desconocida por mí) quería tomarse su
tiempo y conocerla de a poco. Sinceramente, mis cambios de humor me estaban
mareando.

En lugar de responderme, Bella deslizó su mano desde mi cuello, pasando por el


centro de mi pecho, mi abdomen y sobre la cremallera de mi pantalón (donde ya
estaba listo y erguido) hasta alcanzar mi mano y halar de ella para que le mostrara
el camino. Sin perder más tiempo y sin soltar su mano, me encaminé con paso
seguro a mi habitación. Me aseguré de caminar hasta que mis piernas tocaran el
borde de mi cama para luego girarme hacia Bella y enterrar mi cara en la curva de
su cuello.

—Wow...— Murmuró en asombro.

—No has visto nada, mi amor— Repliqué dándole un pequeño mordisco.

—No— Continuó Bella entre risas —Tu habitación, es muy bonita. No la había visto.

—¡Oh!— Tengo que admitirlo, hubiese preferido que hablara de mí.

—Los tonos dorados...— Su voz se fue apagando y su respiración se volvió más


agitada cuando seguí repartiendo besos húmedos por la extensión de su cuello —
Lindas... cortinas...— Mi lengua hizo camino hasta su oreja dando otro ligero
mordisco y ganándome un gemido de su parte —...Y la cama...— Jalé el lóbulo de
su oreja entre mis labios y eso pareció ser suficiente para callarla.

Sus ágiles manos desabotonaron mi camisa con rapidez mientras yo me deshacía


de otras de sus prendas comenzando por su blusa y luego su pantalón. Una a una
nuestra ropa fue abandonando nuestros cuerpos y cayendo al suelo con ruidos
secos. Atraje su cuerpo hacia mí y con cuidado la empujé hasta hacerla caer sobre
la cama y posicionar mi cuerpo sobre ella.

El hambre que sentía por ella no aminoraba ni un poco sino lo contrario, pero me
obligué a besarla más despacio, explorando su boca con mi lengua para luego
dejarla y unir nuestras frentes. Hay algo más que necesitaba hacer con urgencia y
quería hacerlo no sólo estando ebrio de deseo sino con todos mis sentidos sobre
ella. Al menos todos los que tenía.

Me separé un poco de ella, recargando mi peso en un brazo, y acaricié su mejilla


con mi mano. En una forma similar a lo que ella había hecho antes, me dispuse a
"ver" a Bella a mi manera. Desplacé mi mano hasta su cuello, percibiendo lo largo
que era, pasé hasta su pecho donde me entretuve un buen rato trazando con mi
dedo la silueta de sus senos, las deliciosas curvas bajo ellos y la forma de sus
pezones duros que más tarde probaría con mi boca. Todos los sonidos que ella
emitía con mis caricias me incendiaban aún más. Acaricié su ombligo y sonreí al
escuchar sus risas y darme cuenta de que le producía cosquillas. Me desvié hacia
sus costados, conociendo la forma de sus caderas y frotando nuevamente sus
muslos sin el estorbo de la molesta ropa.

Finalmente subí al valle entre sus piernas sintiendo lo húmeda que estaba. Deposité
besos en su hombro y sonreí para ella.
—Edward...— Murmuró y colocó sus manos sobre mis gafas oscuras que no
recordaba que aun llevaba puestas —Voy a quitarlas— Anunció.

Luché contra mi instinto de decirle que no. Cuando al fin las quitó me sentí más
desnudo que antes pero ella se encargó de disipar eso cuando atrajo mi boca hacia
ella nuevamente.

La noche se hizo corta mientras me dedicaba a recorrer las curvas de Isabella


Swan, besando cada espacio de piel que ella me permitiera alcanzar y sonriendo al
escuchar su risa. Mi cuerpo dentro de ella, empujándola, llenándola de mí, era por
mucho lo más placentero y quedé fascinado por la respuesta de su cuerpo al mío.

Finalmente ya no pude eludir más el sueño y, con su rostro mi cuello y una de sus
piernas sobre mi cuerpo, me dejé llevar al inconsciente con un único pensamiento
danzando peligrosamente en mi cabeza.

"Te amo, Bella Swan".

...
Sucedió :O :)
Muchas reacciones acá (Emmett, Edward, Bella...) Opinen todo lo que quieran que
me encanta leerles ;)

Gracias por sus recomendaciones y reviews jajaj me alegran la semana. También


por continuar leyéndome.
Abrazos.
Alessa.
E&B: Segundo Estallido
Hola :)

El presente capítulo ha sido beteado por Zaida Gutiérrez Verdad de Betas FFAD
www .facebook groups / betasffaddiction
quien me está ayudando a darle más pulcritud a mi trabajo y a seguir aprendiendo
del arte n_n. Gracias.

Gracias por su apoyo :) y por siempre comentar aunque sea algo breve n_n...
Tabitha, Bella, Lana, Jenni, Carol, San, Isied, Lamb ;) leo cada palabra.

Ok, listo, aquí vamos...

Enjoy

EPOV

Aunque llevaba un par de minutos despierto, continuaba acostado en mi cama sin


mover ni un músculo. Me sentía tranquilo y despreocupado, mi habitación estaba
sumida en silencio y ni siquiera sabía si ya había amanecido.

En cualquier otro momento habría tomado mi reloj de la mesa de noche y


presionado un botón para escuchar la hora, pero esta vez no, no quería despertarla.
Aunque la parte superior de mi cuerpo no la tocaba en absoluto, mis piernas
estaban enredadas con las suyas y tuve que resistir el deseo de acariciarlas.

Ya habían pasado varias semanas desde la primera vez que Bella y yo estuvimos
juntos por primera vez y había disfrutado de sus piernas en mis manos, sobre mis
hombros, envolviendo mis caderas… pronto se habían convertido en mi parte
favorita de su cuerpo y ella lo sabía. Esta era apenas la tercera noche que Bella
pasaba en mi casa, pero ya habíamos disfrutado muchas tardes juntos.

Con mucho cuidado estiré mi brazo hacia su lado de la cama y me encontré con su
espalda y su cuerpo posicionado boca bajo. Tracé patrones sin forma con la punta
de mis dedos hasta encontrar el lunar de piel en la parte baja de su cadera, Bella no
emitía ningún ruido, así que me acerqué por completo hacia ella, posicionándome
sobre su cuerpo, y me dediqué a repartir besos por toda su espalda, deteniéndome
por momentos para rosarla con la punta de mi nariz.

Cuando llegué a la parte más baja acaricié su trasero desnudo mientras depositaba
un beso húmedo en la base de su columna. Finalmente la sentí removerse debajo
de mí y la escuché suspirar. Sonreí sobre su piel y continué acariciándola un rato
para después desplazarme hacia sus muslos.

—Edward —emitió un sonido estrangulado, una mezcla entre risa y un gemido.

Llevé mi boca hasta el hueso de su cadera y lo mordí suavemente, asomando mi


lengua brevemente sobre ella. Separé sus piernas con cuidado, masajeando la
parte interna de sus muslos. La deseaba cada vez más y me costaba mucho no
tomarla justo allí, pero acababa de despertar y necesitaba saber que estaba lista,
porque ciertamente yo lo estaba y se lo hice saber cuando subí mi boca hasta la
parte posterior de su cuello y froté la parte baja de mi cuerpo sobre el suyo.

Estaba mordisqueando su cuello cuando, repentinamente, volteó su rostro hacia el


mío y alcanzó mi boca, atrapando mis labios. Sonreí al darme cuenta de que
parecía cada vez más confiada cuando estábamos juntos. Tomándome por
sorpresa, volteó su cuerpo, quedando de frente a mí y esto me permitió alcanzar
uno de sus senos y masajearlo antes de apretar su pezón.

Sus manos se anclaron a cada lado de mi cadera, atrayéndome hacia ella y


haciéndome saber lo que necesitaba en ese momento, así que estiré mi brazo hasta
la mesita de noche para tomar un condón, me separé de ella sólo un momento para
desenrollarlo sobre mí y segundos después ya me adentraba en su calor mientras
que ella me besaba con fuerza.

Nuestra respiraciones se volvían más agitadas al aumentar nuestro ritmo y podía


saborear su sudor sobre mis labios al besar y enterrar mi cara en su cuello. Pronto
sentí su cuerpo sacudirse bajo el mío y me permití soltarme para unirme a ella,
finalmente me dejé caer sobre su cuerpo con mi cabeza sobre su pecho,
escuchando los rápidos latidos de su corazón.

—Me gusta despertarme contigo —murmuró acariciando mi cabello.

—Aunque no lo haces a menudo.

Deposité un beso en el valle de sus senos y la sentí estirarse en la cama.

—Son las siete de la mañana, tengo que irme.

—Eres muy madrugadora. —Me quejé cuando la sentí moverse y levantarse.

—Mi familia lo es, así que realmente no tengo opción.


Permanecí acostado con los ojos cerrados mientras la escuchaba moverse por la
casa con soltura. Extrañamente, me gustaba el sonido del agua de la ducha y sus
pasos por la habitación. Me regocijé al pensar en las pequeñas cosas que seguía
notando en Bella. Ya no se mostraba tan cohibida conmigo y se atrevía a decirme
su opinión, incluso cuando yo no quería escucharla, sin embargo, las pocas veces
que la veía en la floristería y su madre estaba presente era otro asunto, parecía
cerrarse nuevamente y apenas lograba escucharla.

Estaba apunto de dormirme cuando la sentí sentarse en la cama, junto a mí.

—Hablamos luego —susurró en mi oído para luego dejar un beso en mi mejilla y


apartarse.

Automáticamente estiré mi mano y sostuve su muñeca justo antes de que se alejara


por completo, acerqué su mano a mi boca y besé su muñeca antes de soltarla y
voltear mi cuerpo para seguir durmiendo.

. . . . . . .

Después de un improvisado desayuno, y aún más improvisado almuerzo, era hora


de mi primera clase de la tarde. En las últimas semanas había recibido varias
llamadas de padres interesados en que sus hijos recibieran clases de piano, no
tenía idea de dónde había llegado tanta gente, pero los recibí con gusto y ahora
tenía mis tardes oficialmente llenas.

Escuché el timbre y abrí la puerta para recibir a Tommy y su madre, pero en lugar
de escuchar la voz particularmente grave de la señora Jefferson, escuché un mucho
más agudo tono de mi vecina adolescente.

—Buenas tardes, señor Cullen. Vine a traer a Tommy a su clase —anunció cortés y
brevemente.

—Oh, muy bien —contesté abriendo la puerta y escuchando los pasos de Tommy al
entrar.

Estaba por cerrar cuando sentí algo que obstruía la puerta.

—Voy a quedarme con él durante su clase, le prometo que no voy a interrumpir.

Sus palabras me tomaron por sorpresa, generalmente era la madre de Tommy quien
se quedaba con él. Rebusqué en mi mente por alguna excusa y cuando no pude
encontrar ninguna, abrí la puerta una vez más.
Hice mi camino hasta el banquillo frente al piano y levanté la tapa que cubría las
teclas.

—¿Cómo estas hoy, Tommy?

—Bien —respondió en un tono apenas audible.

Tommy es mi pequeño vecino de siete años, ¿o tiene ocho? Ya llevaba un año de


lecciones y me enorgullezco al decir que se sabe la canción de "la estrellita" y una
de navidad casi por completo, sólo tiene un par de notas erróneas en el proceso.

Cuándo llegó por primera vez solía ser un niño bastante ruidoso y su mamá lo
dejaba traer dulces todo el tiempo, por supuesto, eso terminó cuando tuvo un
accidente que involucró a mi piano y su jugo de manzana. Puede que yo haya
gritado y puede que él haya llorado desesperadamente mientras gritaba que quería
a su mami. Después de ese incidente, Tommy se volvió muy callado y en cada clase
tenía que sentarme junto a él y chocar mi cuerpo contra el suyo suavemente para
asegurarme de que siguiera allí.

Sin embargo, eso había sido hace mucho tiempo y me gustaba pensar que ahora
me llevaba mejor con los niños. No era ningún experto ni nada, y aún me molestaba
que hicieran demasiadas preguntas o que quisieran comer cerca de mi piano, pero
Bella y yo habíamos salido un par de veces con Seth y el chico no era tan malo. Le
enseñé a hacer un lanzamiento de tres puntos al aro y juro que a veces me hablaba
como si fuera un superhéroe o algo así, cuando me lo encontraba en la floristería e
insistía en salir conmigo y con Bella no me molestaba tanto decirle que sí.

Mis ratos libres con Seth me inspiraron un poco y las últimas dos semanas decidí
cambiar la estrategia con Tommy y, en lugar de rosar mi codo para saber que
estaba ahí, comencé a hacerle pequeñas preguntas.

—¿Qué canción quieres practicar hoy? —pregunté tratando de sonar lo más amable
posible.

El niño susurró algo que no pude comprender, así que tuve que pedirle que lo
repitiera.

—La estrellita —murmuró.

Después de unos minutos de práctica y de enseñarle a abrir sus dedos un poco


más, escuché el insistente repiqueteo de un tacón sobre el suelo.

—Puedes sentarte en el sofá —anuncié al darme cuenta de que era bastante tarde
y yo no le había dicho nada.

—Gracias, en realidad ya estoy sentada.

Asentí en silencio y seguí concentrado en las manos de Tommy. Mary sonaba


diferente, pero no sabía por qué exactamente. Parecía más calmada, tímida incluso.
Esa niña jamás era tímida.

Después de enseñarle a Tommy unos ejercicios para sus manos y mostrarle las
primeras notas de su siguiente canción, la del cumpleaños feliz, presioné mi reloj y
me di cuenta que la hora había terminado e incluso la había sobrepasado.

—Eso es todo Tommy, nos vemos luego. —Aún no había terminado de despedirlo
cuando sentí al niño despegarse de su asiento como un cohete.

Supongo que todavía no era su persona favorita.

Percibí los pasos de Mary acercarse a mí antes de escuchar su voz.

—Gracias, señor Cullen. Y... uh, quiero disculparme por... El malentendido.

Su voz sonaba tentativa y sabía exactamente a qué se refería con "el


malentendido", tuve un moretón en la cara como recuerdo.

—Está bien, ya está en el pasado. También fue culpa de Jasper, así que...

—Jasper. —Resopló molesta.

—Si... él es...

—... aún no puedo creer que me haya dejado pasar esa vergüenza.

—No creo que...

—... ¡Y con mi papá! ¿Cómo se le ocurre hacer eso?

—Creo que él es...

—... es un niño tonto, eso es lo que es. Lo sé, señor Cullen.

Mary no dejaba de soltar insultos al chico, haciendo caso omiso a mis palabras y,
francamente, estaba empezando a cansarme eso de intentar ser amable.

—No entiendo como esa señora pudo ayudarlo con semejante cosa...
El tono despectivo que emitió al referirse a Bella fue lo que terminó por colmar mi
paciencia.

—Esa señora de la que hablas se llama Bella y es mi novia. Ayudó a ese chico
porque es quien le vendía las flores. —Escupí con molestia. Maldije al no poder ver
su expresión y saber que ella no podía ver mi ira detrás de mis lentes oscuros.
Extrañamente decidí ir en contra de lo que siempre hacía y meterme en los asuntos
de los demás—. Escúchame, el pobre chico te regalaba flores y tarjetas, ¿cierto?

—Sí.

—Probablemente no sepas esto, así que te vas a enterar ahora: Esa mierda cursi
no la hace cualquier hombre, ese chico debe estar muy enamorado de ti para
arriesgarse de esa forma. —Me detuve un momento y las siguientes palabras las
emití entre dientes—. Yo que tú comenzaría a apreciar un poco más lo que hacen
otros por mí.

La ironía no me pasó desapercibida cuando las palabras que mi hermano y mi


madre me habían dicho hace un mes retumbaron en mi cabeza.

Las dos clases que di después de esa fueron un poco más ligeras, pero me sentía
cansado y no sabía por qué. Llevaba un mes hablando con mi madre por teléfono y
el mismo tiempo sin hablar con Emmett, aunque Bella hacía comentarios sobre él,
aparentemente su relación con Rosalie iba bastante bien.

Ese día apagué mi teléfono e ignoré a Chester cuando ladró a mí alrededor


pidiéndome que lo sacara a pasear. Cuando lo encendí al día siguiente tenía
llamadas perdidas de Bella y Esme. Les envié el mismo mensaje a ambas.

Estoy bien.

Tuve una breve conversación con Esme, donde ella insistió en que no apagara mi
teléfono otra vez y yo insistí en que se preocupaba demasiado por su hijo adulto. Y
tuve una conversación más larga con Bella, donde acordamos vernos esa noche
para salir a cenar.

Hace unas semanas, después de mucho pensarlo, decidí pedirle a Martha que me
ayudara a organizar mi ropa para saber qué escoger al salir. Era extraño confiar en
ella de esa forma, pero, basándome en las reacciones de Bella al verme, me di
cuenta que todo estaba saliendo bien, así que escogí unas prendas y después de
darme una ducha estaba con bastón en mano y listo para salir.

Cuando Bella tocó el timbre y me llamó por mi nombre, una costumbre reciente, abrí
la puerta y no tuve que esperar ni un segundo para sentir sus brazos alrededor de
mi cuello, envolviéndome en un abrazo. Automáticamente mi cuerpo respondió al
suyo, escuché el sonido de la ligera lluvia tras ella y la halé hacia el interior de la
casa para evitar que se mojara.

Demasiado pronto Bella aflojó su agarre, dejando sus brazos sobre mis hombros,
pero alzando su rostro hasta que su nariz rosaba la mía.

—Hola —murmuró con sus labios sobre los míos.

—Hola. —Saludé dándole pequeños besos en la boca, sus mejillas y la comisura de


sus labios, hasta que sentí una sonrisa desplegarse sobre ellos.

—¿Te parece bien si nos sentamos un rato? —preguntó mientras tomaba mi mano y
jalaba mi cuerpo hacia el sofá.

—Uh... Está bien.

Traté de resistir la sonrisa al pensar en que tal vez podía conseguir algo de acción
con mi chica antes de salir, me senté antes que ella para aprovechar y sentarla
sobre mi regazo.

Inmediatamente me dispuse a besar su cuello y su hombro. Una de mis manos


descendió y me sorprendí al notar que vestía una falda de tela suave, mi otra mano
fue en sentido opuesto, ascendiendo por el costado de su cuerpo y sintiendo la tela
de su ajustada blusa.

—Edward... —La escuché murmurar, pero todo mi ser estaba ocupado en


sumergirme en ella. Hasta que la sentí colocar su mano en mi mejilla y girar mi
rostro hacia ella—. Hablé con tu hermano.

Y todo mi cuerpo se detuvo.

—Si quieres hablarme mientras lo hacemos preferiría que fuera sobre lo excitada
que estás y que no menciones a mi hermano. —Declaré, luego tomé su cabello en
mis manos y lo aparté de su cuello para tener más espacio.

—Edward, es en serio...

—No arruines el momento, Bella —susurré dejando besos húmedos en su cuello


hasta llegar a su oído—, ¿quieres que te enseñe a hablar sucio? —pregunté
mordiéndola suavemente en el lóbulo de la oreja.
Irónicamente no estaba del todo preparado para su repuesta. Bella se removió
sobre mi regazo hasta rodearme con sus piernas, una a cada lado de mi cuerpo,
tomó mis muñecas con sus dos manos, apretándolas y presionándolas con fuerza
entre nuestros cuerpos, dejándome efectivamente inmovilizado. Si quería podía
zafarme de su agarre, pero eso implicaría tumbarla o hacerle un posible daño y no
me arriesgaría a eso, además, me gustaba bastante esta Bella dominante.

Su boca se acercó peligrosamente a la mía, dejándome saborear su aliento. Ya me


había inclinado hacia ella, estaba a punto de probarla cuando apartó su rostro
repentinamente y apretó su agarre en mis muñecas y muslos.

—Tu hermano te extraña y tu madre también. Es hora de que te pongas los


pantalones y hables con ellos.

Solté un bufido y rodé mis ojos ante el innecesario giro que había dado el momento.

—¡No me ruedes los ojos!

—¿Cómo supiste que te rodé los ojos?

—¡Ajá! ¡Lo confirmas! —Gruñí audiblemente. Me encantaba que Bella se mostrara


segura conmigo, pero me estaba haciendo sentir como un niño. Soltó mis manos
para apretar mis mejillas y me dio un sonoro beso en los labios—. Eres un pesado
—señaló rosando su nariz con la mia.

Mis gafas oscuras obstruían cualquier acercamiento, así que ella las tomó con
cuidado y la removió, aún apretaba mis manos en puños cada vez que Bella hacía
esto, pero mi cuerpo perdía la tensión cuando ella me besaba. Depositó un beso en
cada uno de mis párpados para luego unir su frente a la mia, dejándome respirar su
aire.

—Edward...

Oh, oh. Me quejé mentalmente, porque todo hombre que ha estado suficiente
tiempo con una mujer sabe reconocer cuando su nombre es señal de problemas.
Sabía exactamente lo que decía cada vez que me quitaba las gafas.

—Cuéntame —pidió acariciando mi párpado con su dedo—, por favor.

No sabía qué decir, en realidad no sabía si decir algo o no. Sentía que el aire a mí
alrededor se hacía pesado y mi mente se entumecía mientras recordaba el día que
marcaría el resto de mi vida, sabía que no podía recordarlo y luego contárselo
porque sería una doble agonía, así que en mi entumecido estado comencé mi
relato, permitiéndome pronunciarlo tan sólo una vez más.

—Era el cumpleaños de mi papá y Esme había organizado una reunión en casa con
algunos amigos. Yo lo sabía, pero en ese momento Carlisle y yo estábamos
manejando una cuenta importante y nos quedamos hasta tarde en la oficina,
discutiendo si invertir o no en un pequeño restaurante en potencia. —Mi voz sonaba
monótona, como si la escuchara de alguien más, pero así lo prefería—. Carlisle se
negaba tercamente, pero yo no dejaba de insistir. Hoy pienso en ese día y no sé si
realmente discutíamos por la cuenta o sólo por llevarnos la contraria. —Traté de no
alejar demasiado mi mente, aunque era difícil hablarlo y no trasportarme hasta ese
día, tomé consciencia del peso de Bella sobre mis piernas y sus dedos acariciando
mi cabello para obligarme a continuar—. Como a las once de la noche Esme llamó,
supongo que estaba cansada de esperarnos. Primero habló conmigo, insistiendo en
que fuéramos a casa, pero apenas pude escucharla porque mi atención estaba en
Carlisle, quien caminaba de un lado a otro por la oficina sin poder creer en mi
palabra ni en mi trabajo. Después le pasé el teléfono y me di cuenta de que él no
estaba mejor que yo, sólo sostenía el auricular en su oído mientras me observaba
con el ceño fruncido.

—En este punto sentía que mi corazón aceleraba su paso cada vez más y se me
hacía difícil respirar. Traté de concentrarme en el aroma floral de Bella, pero sabía
que no funcionaría del todo—. Finalmente Carlisle accedió a ir a casa, aún sin cerrar
la cuenta, y nos fuimos en su auto. Mamá siempre se quejaba de nuestra mala
costumbre de llevar los problemas de la oficina a la casa, pero yo siempre lo vi
como una forma de ser y ese día no fue la excepción. Carlisle y yo seguíamos
discutiendo sobre qué hacer con el cliente, él creía que debíamos trabajar con
personas con más experiencia y dinero invertido, yo creía en trabajar con personas
que tuvieran más planes y deseos de crecer aunque tuvieran menos capital. Puse la
radio a todo volumen, en un intento de hacer callar a Carlisle, pero eso sólo logró
que ambos gritáramos más fuerte. Lo siguiente que vi fueron unas luces que se
reflejaban en la ventanilla del lado del conductor y la expresión descompuesta de
Carlisle... su ceño fruncido, su boca abierta y el dolor en sus ojos, como previendo
toda la mierda que pasaría después. —Un sudor frío se escurría en la parte de atrás
de mi cuello, mi corazón latía tan rápido como si hubiera estado corriendo un
maratón y sentía náuseas al pensar en la expresión de mi padre—. Eso fue lo último
que vi cuando un conductor ebrio chocó mi lado del auto. Ni siquiera tuve que verlo
porque pude sentirlo, mi cuerpo sacudido por el impacto, el grito de un hombre
desvaneciéndose a lo lejos y el sonido del metal del auto doblándose como un
palillo. Desperté... —Mi boca se trabó por un momento y mis recuerdos se
detuvieron. ¿Realmente había despertado? Abrí los ojos, sí. ¿Pero acaso despertar
no implicar ver la luz nuevamente?, ¿no implica dejar atrás la pesadilla y ver algo
más? Si esto era así, entonces estaba jodido, porque la respuesta era no. No había
despertado. Nuevamente fui consciente del peso de Bella sobre mis piernas, la
única que me anclaba a mi presente. Coloqué mis manos en su cintura,
aferrándome con más fuerza de la necesaria porque ahora ella era mi presente—.
Desperté en el hospital, mi padre estaba a mi lado y lo dijo. —Mi relato terminó
apropiadamente, con la sentencia final que dejó un velo negro y permanente sobre
el resto de mi vida.

. . . . . . .

BPOV

Me sentía congelada en mi lugar, sentada sobre las piernas de Edward, con mis
brazos alrededor de su cuello, mis manos se movían automáticamente sobre su
cabello porque toda mi atención estaba sobre lo que acababa de escuchar de sus
labios. No podía siquiera disimular la expresión de horror en mi rostro, pero me
obligué a respirar lenta y profundamente para que él no percibiera mi verdadero
estado, especialmente cuando sentí lo fuerte que me estaba sujetando en ese
momento.

Tenía semanas queriendo hablar con Edward y preguntarle sobre su accidente. Lo


que él no sabía era que Emmett ya me había contado lo ocurrido, explicándome que
la ceguera de Edward fue causada por un accidente de tránsito y un conductor
ebrio, junto con algunos otros detalles acerca de vidrios incrustados en sus ojos y
daño permanente en su retina y cierta zona del cerebro, pero oír la experiencia de
boca de Edward, sentir el temor y el dolor en su voz, ver esas emociones encender
su ausente mirada era diferente y desgarrador. La ira en sus palabras al hablar de
su padre y el accidente era algo que tampoco conocía y mi corazón se encogió un
poco al pensar en todo lo que se estaba guardando.

La única razón por la que Emmett me lo había contado era porque se sentía mal por
su pelea con Edward y, en una de sus tardes en la floristería conmigo y Rosalie, se
le escapó algo del accidente y terminó por soltar lo demás alegando que era algo
que yo necesitaba saber y que Edward jamás, bajo ninguna circunstancia, me diría.

Me di cuenta de que habíamos permanecido mucho tiempo en silencio y que era mi


turno de hablar.

—Gracias —murmuré con mis labios rosando su frente.

En realidad quise decir "Gracias por confiar en mí, por abrirte… Por quererme".

Edward soltó un profundo y largo suspiro para luego deslizar su mano de mi cintura
a mi muslo desnudo y dar dos palmadas suaves sobre él, como si el momento fuera
menos intenso de lo que era realmente.

Observé fijamente el contraste de su mano y sus largos dedos sobre mi pierna y


sentí el calor desplegarse por mi cuerpo al notar que estaba justo al borde de mi
falda. Giré mi rostro y uní mi boca a la suya, capturando suavemente su labio
inferior entre los míos y succionándolo ligeramente. No era un beso rápido ni
apresurado, sino lento y largo, permitiéndome disfrutar la suave textura de sus
labios.

Él separó brevemente su boca para luego besarme de igual forma, asomando


apenas la punta de su lengua y conectándola con la mía.

—Vamos a comer —anuncié moviéndome para apartarme de su regazo.

Me sorprendí cuando tomó mi cintura, sonrió y comenzó a deslizar la mano que


había estado sobre mi muslo bajo mi falda.

—Yo primero —murmuró seductoramente.

—¡Edward! —Le di un suave golpe en el hombro y finalmente me puse de pie.


Sentía mis orejas calientes, probablemente rojas por su comentario, aunque
definitivamente no iba a olvidarlo cuando volviéramos.

El camino al restaurante lo hicimos en silencio, no podía evitar sonreír cada vez que
veía a Edward sentado en la furgoneta, sus pulcras camisas contrastaban con las
paredes de hojalata del envejecido coche y, si bien él no podía ver eso, sabía que al
menos lo presentía por la mueca que ponía cada vez que el motor se encendía
estruendosamente.

En los últimos meses, cada vez que salía de mi casa para salir con Edward a alguna
parte, mi pequeña, adorable e impertinente familia se las arreglaba para meterse en
mi vida, cada uno a su manera.

—¿Cómo te va con ese guapo hombre con gafas? —preguntaba mi abuela


moviendo las cejas y lanzando un par de besos al aire.

—Me va muy bien, abuela. —Era lo único que solía responderle mientras me
acostaba junto a ella en su angosta cama.

—Aprovecha, mi niña. Mientras esté contigo en buenas y malas, no sueltes a ese


hombre —comentaba con ímpetu—. Y y si se le acerca una zorra le pones hiedra
venenosa.
La hiedra venenosa seguía plantada en el último rincón de nuestro patio trasero,
sólo diré que el abuelo nunca debió meterse con aquella mesera. Suspiré al pensar
en mi abuela, la tos había empeorado.

Rosalie, por otro lado, era mucho más obvia, sus preguntas iban desde posiciones
sexuales hasta el estado de nuestra relación en facebook. Seth era el mejor de
todos, ya que había adquirido cierto cariño por Edward y Chester e incluso había
salido con nosotros un par de veces, su relación con Emmett estaba mejor, pero
seguía diciendo que el novio de su mamá era aburrido.

Me detuve en el semáforo a unos pocos kilómetros de nuestro destino. Edward


parecía tan sumido en sus pensamientos como yo, con el rostro en dirección a la
ventanilla abierta y la brisa revolviendo su cabello.

Estar con Edward estos meses me había hecho notar muchas cosas, no sólo en él,
sino en mí, incluso cosas no muy buenas y que no conocía. Si bien el carácter de
Edward era un poco difícil para otros, nadie podía negar su valor, su fuerza y su
voluntad para afrontar las adversidades y simplemente ser quien es. Fuerza que yo
no demostraba.

Desafortunadamente mi madre no era tan receptiva como los demás, después de


que me di cuenta de que me estaba exigiendo demasiado tiempo en la floristería
tuve que reunir todo mi valor para pararme frente a ella y decirle que no podía
seguir haciendo eso.

Ella siempre había sido una constante en mi vida y la mujer más importante para mí,
aunque compartía el puesto con mi abuela. Sabía que lo que hacía por mí, lo hacía
porque me amaba y sólo quería lo mejor, sin embargo, nuestra definición de lo
mejor no siempre era igual.

Yo amaba trabajar con las flores y compartir mis ideas de ellas con cada persona
que entrara a la tienda, pero no quería que toda mi vida girara entorno a eso. Cada
vez que hablaba con Seth y con sus amigos, recordaba lo que realmente quería
hacer y para lo que había estudiado, enseñar. Mi corazón latía velozmente por mi
dilema, el deseo de hablar con mi madre y redirigir mi vida y la incertidumbre y el
temor de tener que revelarme ante lo que ha sido mi vida por veintiséis años.

Estacioné el auto saliendo de mis cavilaciones, abrí mi boca para decirle algo a
Edward, pero él me ganó.

—Vamos —anunció dándome una sonrisa que me pareció un tanto fingida y


abriendo su puerta enseguida.
Me apresuré a abrir la mía y llegar a su lado, pero él ya estaba en la acera con su
bastón extendido y caminando hacia la entrada del restaurante. De igual forma me
situé a su lado y tomé su mano libre.

—¿En dónde me dijiste que estamos? —Inquirió al traspasar la puerta del local.

Era un lugar sencillo, no había nadie en la puerta esperándonos, aunque más de la


mitad de las mesas redondas estaban llenas de comensales. Nos dirigí a una mesa
junto a la ventana, era una zona un tanto despejada.

—Estamos en "Mar adentro" —respondí cuando nos sentamos.

—No me gustan los mariscos.

La línea en su entrecejo aún no se disipaba y parecía un niño en medio de un


berrinche.

—Entonces puedes pedir pescado.

Le di un apretón a su rodilla y el mesero llegó en pocos segundos.

El humor de Edward comenzó a mejor a mitad de nuestra comida, la conversación


se tornó más ligera cuando le hablé de cómo Seth se guindó a mi brazo cuando le
dije que saldría con él, pidiéndome que lo llevara conmigo para cuidar a Chester
mientras nosotros hacíamos cosas de novios.

Edward probablemente creía que no había notado la forma en que resistía su


sonrisa cada vez que hablábamos de Seth, pero en realidad no engañaba a nadie
más que a él mismo.

Finalmente lograba ver un ápice de una verdadera sonrisa cuando un sonido


proveniente de la ventana me sorprendió. Era un hombre con cabello largo, rubio y
despeinado que nos observaba y tocaba el vidrio insistentemente como si fuera una
puerta. Sus labios se movían y parecía estar diciendo algo, pero no escuchaba
ninguna palabra. Su expresión de confusión se disipó cuando se percató de ese
detalle y lo vi correr hacia la puerta del restaurante y hacer su camino hasta
nosotros.

—¡Bella! ¿Qué está pasando?, ¿qué fue eso? —preguntó Edward sonando un tanto
desesperado.

—No lo sé. Era un hombre tocando la ventana, parece que viene hacia acá...
No sabía con exactitud qué estaba pasando y mi confusión se filtraba en mi voz, el
hombre llegó a nuestra mesa dando grandes zancadas y se detuvo junto a Edward,
observándolo fijamente sin siquiera mirarme.

—Edward... —Llamó arrastrando sus palabras con expresión descompuesta.

El elegante traje gris que portaba contrastaba con su cabello desaliñado y su barba
insipiente, el olor a alcohol que despedía era inconfundible.

El rostro de Edward apuntaba hacia mí y pude notar como su expresión se


transformaba lentamente. Su ceño fruncido y confusión fueron reemplazados por
sus labios fuertemente apretados en una fina línea y sus fosas nasales
ensanchadas en una expresión lívida e iracunda.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Escupió Edward sin girar su rostro hacia el hombre,
pero claramente refiriéndose a él.

—Sólo quiero hablar contigo. Por favor, tenemos que hablar.

El hombre seguía arrastrando las palabras y cerraba los párpados como si le


pesaran, pero nada de eso opacaba la tristeza que reflejaba. Edward giró su rostro
lentamente hacia la voz del hombre, parecía reconocerlo, aunque no podía verlo.

—No tengo nada que hablar contigo. Habla con Emmett o Esme si quieres, pero
aléjate de mí —dijo Edward sin alzar la voz, pero con mucha firmeza.

La expresión del hombre se transformó repentinamente de la tristeza a la ira,


ampliando sus ojos verdes y frunciendo profundamente el entrecejo. Por un
momento sentí miedo de que pudiera hacer algo y recorrí el local con la mirada,
para descubrir que los meseros y varios comensales nos observaban atentamente
desde sus lugares.

—No tienes por qué hablarme así Edward, sigo siendo tu padre —dijo el hombre.

Tuve que retener el jadeo de sorpresa al escuchar su declaración. Lo observé con


más detenimiento; su ceño, la forma de su boca, las facciones similares a las de
Edward. Ahora podía dar un rostro al horrible recuerdo que Edward me había
relatado.

—Desafortunadamente lo eres. —Reconoció Edward—. Pero sigo teniendo muchas


razones para hablarte así, ¿o es que el alcohol también te borra la memoria?

Sus duras palabras eran como un balde de agua fría. Automáticamente, y sin saber
exactamente por qué, posé mi mano en su hombro, él dejó caer su cabeza para
luego incorporarse lentamente.

—Vete de aquí Carlisle.

—No soy un niño, Edward, tengo derecho...

—Vete de aquí, Carlisle —exclamó Edward y estrelló su puño fuertemente contra la


mesa.

En mi visión periférica noté a un par de meseros acercarse cautelosamente hacia


nosotros.

—Quiero que vuelvas —insistió Carlisle balbuceando un poco—, la empresa está


viniéndose abajo.

Inesperadamente Edward se puso de pie, con su rostro a sólo centímetros de su


padre y sus puños fuertemente apretados a sus costados, pareció susurrarle algo
que no pude escuchar y Carlisle apretó los puños en respuesta.

Estaba congelada en mi lugar, viendo la escena que se desplegaba ante mí, sin
poder creer que estos dos hombres fueran padre e hijo. Aparentemente eso fue
suficiente para los dos meseros, que rápidamente se acercaron a la mesa.

—Caballeros, háganme el favor de retirarse —demandó un moreno de estatura


baja, posicionándose muy cerca de Edward, pero sin tocarlo.

Otro, de mayor estatura y más corpulento, se posicionó frente a Carlisle, sin tocarlo,
pero preparado para hacerlo.

—Retírese, señor.

Ninguno de los dos aludidos movió un músculo hasta que finalmente Edward sacó
su bastón y lo desdobló con un movimiento brusco para luego tomar a Carlisle por la
solapa de su chaqueta y arrastrarlo, tanteando el camino hacia la salida.

Me apresuré a rebuscar en mi cartera, agradeciendo a Dios haber llevado dinero


extra y lancé varios billetes en la mesa. Salí corriendo detrás de Edward y no tuve
que ir muy lejos, pues allí, en el estacionamiento del local, estaban él y Carlisle en
mitad de una discusión y con unos buenos dos metros de distancia entre ellos.
Edward terminaba de decir algo que no pude captar y Carlisle le contestó con un
grito.
—¡Esme no me habla!

—¿Y de quién es la culpa? —Espetó Edward.

—¡Por supuesto que es mía! Así como tu accidente y como toda la mierda que ha
caído sobre nuestra familia desde aquel día...

—¡Basta ya Carlisle! No soporto que te hagas la víctima. Yo fui quien quedó ciego y
dejó de vivir por mucho tiempo, pero no puedo dejar de vivir para siempre. Aquí
esto… Aquí estoy. —Sus palabras parecieron afectar a Carlisle, porque pasó sus
manos por su cabello y se tambaleó un poco en su lugar—. Tú tomaste la salida
fácil, decidiste hacer lo mismo que hacía el hombre que causó mi ceguera.

El rostro de Carlisle adquirió una expresión indescifrable y sentí como si alguno de


los dos fuera a desmoronarse en cualquier momento. Me apresuré a alcanzar a
Edward y coloqué mi mano sobre su brazo.

—Mi amor, vámonos, por favor —susurré suavemente, pero él no se inmutó—.


Edward —exclamé más fuerte y haciendo presión en su hombro.

Finalmente tomó mi mano, apretándola un poco más fuerte de lo necesario y nos


dirigimos al auto. Edward azotó su puerta con fuerza y corrí a mi lado, pisando el
acelerador tan pronto me abroché el cinturón.

El camino a su casa fue rápido y lleno de tensión. El sonido de la camioneta cada


vez que caía en una grieta de la carretera era lo único que interfería en nuestro
silencio, por eso me sorprendí y me asusté cuando repentinamente Edward empuñó
su mano y la golpeó contra el tablero del auto mientras lanzaba palabrotas al azar
con su rostro volteado hacia la ventanilla.

Cuando llegamos a su casa sólo empeoró, apenas terminé de estacionarme,


Edward salió disparado hacia su hogar. Abrió la puerta y caminó directamente hacia
el interior, me apresuré a cerrar el auto y caminar tras él, lo encontré caminando
inquietamente de un lado a otro en su sala, para luego detenerse y avanzar hacia la
puerta principal y la azotarla con mucha fuerza.

Procuré pararme junto a un rincón de la sala, temiendo decir algo que lo empeorara
todo porque estaba viendo un lado de Edward que no conocía y, francamente, me
asustaba un poco. Después de un momento me atreví a recordarle mi presencia.

—Edward... —Inmediatamente detuvo su andar, como si hubiera encontrado una


pared frente a él.
—No empieces Bella —susurró fríamente.

—¿Empezar qué? Yo no...

—Sé que quieres que me reconcilie con ellos, pero no es tan fácil, ¿comprendes?
—Se detuvo y movió su cuerpo para darme la espalda, sin dejarme ver su rostro—.
Tú eres muy unida a tu amorosa familia, pero yo no soy así. Las peleas, el hombre
que viste hoy, esa es mi familia.

No entendía la mitad de lo que estaba diciendo, todo era muy incoherente y supuse
que sería su ira hablando, así que me acerqué a él y coloqué mi mano sobre su
brazo.

—Está bien, si quieres puedes decirme...

—No quiero —aseguró con voz firme y finalmente me encaró. Sus labios fruncidos y
su mandíbula apretada no eran una buena señal.

—Sí, pero quizás yo pueda ayudarte...

—¿Quieres ayudarme? ¿Estás segura de que quieres ayudarme? —preguntó


sonando exasperado.

—Sí, creo que... —No me dejó continuar, pues lo siguiente que vi y sentí fueron sus
manos tomando con fuerza mis mejillas y estrellando sus labios contra los míos.

No podía cerrar los ojos ni abrazarlo porque la presión de su cuerpo era lo único
que podía percibir. Sus labios se movían apresuradamente sobre los míos, su
lengua abriéndose paso bruscamente entre mis labios y sus dientes mordiéndome
con más fuerza de lo normal. No estaba haciéndome daño, pero me sentía
incómoda y fuera de lugar. Edward no estaba besándome por amor, tal vez ni
siquiera por lujuria; sus acciones parecían automáticas y sin sentido.

Cuando sentí una de sus manos bajar a mi trasero y apretarlo con fuerza, me decidí
a colocar mi mano en su pecho y empujarlo. Él se resistió un momento, pero yo
insistí en mi empuje y finalmente cedió, soltándome con un gruñido.

—¿Qué estás haciendo? —Cuestioné sintiendo la ira surgir en mi pecho. Mis ojos
picaban.

—¡Estoy besando a mi novia! —gritó él en respuesta.

—¡No! ¡Yo no seré tu distracción! ¡No soy una muñeca!


—¿De qué estás hablando? ¡Estoy besando a mi novia! ¡No es tan difícil de creer!
¡No es como si no hubiéramos tenido sexo antes!

—¿Crees que no me doy cuenta de lo que haces? ¡Estás actuando! Eso es lo único
que sabes hacer. Cuando hay algún problema tú simplemente haces algo, lo que
sea, aunque no tenga nada que ver con eso. —En ese momento yo estaba gritando
incluso más que él y lágrimas calientes caían de mis ojos, pero no me importaba,
sólo me importaba gritarle todo lo que pensaba de una vez por todas—. Ni siquiera
piensas en lo que está pasando ni intentas resolverlo, solamente vas y le gritas a
alguien.

—¿En serio quieres hablar de defectos en este momento? ¡Al menos yo hablo y
actúo! ¡Tú eres una mujer adulta y vives bajo la sombra de otras personas tomando
decisiones por ti! —Ese fue un golpe bajo, sus palabras destilaban veneno.
Repentinamente retomó su andar, paseándose de un lado a otro por la sala—. Ni
siquiera haces lo que quieres. ¡Qué fácil es vivir siguiendo la corriente! —Dejó de
gritar, pero sus palabras eran como un balde de agua fría cayendo sobre mí.

—Pues no te preocupes, ya no tendrás que seguir lidiando conmigo. —Declaré


finalmente con un par de lágrimas más resbalando por mi rostro.

Sin pensarlo dos veces caminé rápidamente y salí azotando la puerta tal y como
había hecho él. Me subí al auto y me fui de allí lo más rápido posible, alejándome de
esa casa, de Edward y de toda su oscuridad.

...

Uy... un poquito pesado. *Suspiro* sigo desarrollando el próximo capítulo :/ así que
aprecio su comprensión.

Mmm... Recuerden que toda pareja tiene sus discusiones jaja pero el amor
prevalece :)

¿Vieron lo que piensa Bella? ¿La historia de Edward? ¿Las escenas de


Carlisle?

Opinen todo lo que quieran que estaré leyendo y respondiendo súper atenta ;)
aprendo cada vez más.

Un abrazo!
Alessa.
E: Redención
Hola :)

¿Quién tiene una beta súper rápida y genial? ¡Su autora aquí presente! Gracias por
tu trabajo, Zaida n_n

Saludos a Coki, Rosa, Nancy, Liliana, Andrea, Jenni y todos quien, aun sin cuenta
fanfiction, comentan :)
Aprecio cada recomendación por cualquier medio, palabra, comentario o carita
feliz que recibo de ustedes :) leer sus opiniones es impresionante y me dan mucha
fuerza :')

Ok, ok, ya me puse sentimental y Edward me está mirando feo xD


Disclaimer: Todos los nombres de la saga Twilight pertenecen a S.M ¿La trama?
Totalmente mia :)

Enjoy!

REDENCIÓN

EPOV

El sol bañaba mi cuerpo. No podía ver la luz que irrumpía por la ventana, pero podía
sentir el calor que irradiaba sobre mí. Froté mi rostro mientras pensaba cosas
estúpidas como el tono azulado que solía adquirir la luz a esta hora de la tarde
cuando atravesaba la cortina de mi sala.

Hace varios meses me senté en el banco de un parque protegiéndome en la sombra


y la punta de mis dedos era lo única que yo permitía que tocara la luz. Ya no estaba
en el parque, sino acostado en mi sofá, pero en lugar de esconderme, todo mi
cuerpo era bañado bajo la luz del sol. Una calidez que despertaba mi consciencia.
Consciencia de que no soy sólo un ser que respira y satisface sus necesidades
cada día, soy un hombre que vive, escucha y siente.

El sonido del timbre interrumpió mis cavilaciones. Sonaba fuera de lugar, casi
esperaba escuchar aves trinando, quizá la voz de una mujer diciendo mi nombre.
Ella.

Me levanté perezosamente, volví a colocar mis gafas en mi rostro y me arrastré


hasta la puerta sin preguntar quién era.
—Hola, señor... Oh. —Genial, pensé con sarcasmo—. ¿Se encuentra bien, señor
Cullen? —Inquirió Mary Alice sonando realmente preocupada. Noté que su voz era
menos aguda de esta forma. Parecía que, si seguía insistiendo en hablarme, tendría
que empezar a preocuparla más a menudo.

—Estoy bien, Mary Alice —repliqué pasando mis manos por mi cabello y sintiendo
que estaba un poco largo.

—Los niños del vecindario me contaron que lleva dos semanas sin dar clases. Los
padres están un poco preocupados y me enviaron a hablar con usted.

—Niños chismosos. ¿Desde cuándo los niños se molestan por un par de semanas
libres?

En serio, cuando yo iba a la escuela las vacaciones eran lo máximo. ¿Tanto han
cambiado las cosas?

—Son los padres los que no están muy contentos —explicó cautelosa.

No quería responderle, no quería pensar, sólo quería acostarme en el sofá y tomar


una siesta, como he hecho la mayoría de las tardes en las últimas dos semanas.

—¿Y tú eres la representante de todos, o qué tiene que ver contigo? —pregunté con
más fuerza de la que quería.

Alice permaneció en silencio y por un momento dudé de lo que haría, hasta que
finalmente habló.

—Soy niñera de la mayoría y...

—... Y sus padres te enviaron a reclamarme. ¿No tienen las agallas de hablar como
adultos y tienen que mandar a una adolescente?

Increíble.

—No. —Pausó nuevamente—. En realidad vengo a hablar por los niños.

No sabía qué pensar, no entendía nada, así que dije el único pensamiento
coherente que pude formular en mi cabeza.

—¿Qué?

La escuché suspirar antes de comenzar su explicación.


—Llevo alrededor de un año trabajando como niñera de los niños del vecindario.
Todos son adorables, algunos muy tremendos y otros muy tranquilos, pero si algo
tenían todos en común era sólo una cosa: usted. Todos lo detestaban.

Gruñí por lo bajo y rodé los ojos tras las gafas. Esto no explicaba nada y,
francamente, no me estaba diciendo nada que no supiera desde hace tiempo.

—Entonces deben estar felices por no tener clases. Gracias por venir, Mary Alice,
no tendrás que hacerlo otra vez. —Estaba con la puerta a medio cerrar cuando algo
se interpuso en el camino.

—Déjeme terminar, señor Cullen. —Ahora me daba cuenta que ese algo
probablemente era su mano o pie—. Durante los últimos meses sus opiniones
cambiaron. Ahora todo lo que escucho es "el señor Cullen esto, el señor Cullen
aquello". Jenny incluso me dijo que usted le había regalado un dulce. —El último
hecho parecía más asombroso de lo que era porque Alice sonaba realmente
sorprendida.

—No es para tanto —murmuré.

—¡Eso pensé! —Ahí va otra vez con su voz chillona—. Hasta que presencié su
clase con Tommy Pickler, ¿sabe cuál fue la única razón por la que tuve que venir
ese día? —Sacudí mi hombro en señal de negación—. Tommy me dijo que usted
estaba siendo bueno con él, pero eso le asustaba porque usted nunca había sido
bueno. Sus otros amigos ya le habían dicho que había cambiado, aunque él no les
creía, así que me pidió que lo acompañara.

Fruncí mi entrecejo y casi pude sentir como mis defensas comenzaban a temblar,
¿ese niño realmente estaba asustado? ¿Me tenía miedo? En ese momento sentía
mi expresión un poco descompuesta, al igual que mi estómago.

—¿Sabe lo que me dijo Tommy Pickler después de esa clase? —Inquirió Alice
suavemente. Sacudí mi cabeza, incapaz de responder—. Me dijo que ya no tenía
que volver a acompañarlo porque se la había pasado muy bien en su clase. Me dijo
que Jenny y Julia tenían razón... El señor Cullen es bueno.

Solté un pesado suspiro y una involuntaria sonrisa se desplegó en mi rostro.


Parecía que los niños no eran tan malos después de todo. La conversación que tuve
con Bella retumbó en mi cabeza y mi humor decayó un poco al pensar en ella.

—¿Entonces eres la representante del sindicato de niños? —Bromeé dándole una


pequeña sonrisa.
—Aparentemente lo soy y, como en muchos sindicatos, no me pagan lo suficiente.
—Rió cómodamente y casi pude pasar por alto la agudeza de su voz... Casi.

Amplié mi sonrisa y puse ambas manos sosteniendo mi nuca mientras pensaba en


qué hacer. Necesitaba hacer algo, ya no podía quedarme en el sofá y esperar... No
sé qué diablos estaba esperando.

—Bien. —Suspiré nuevamente—. ¿Qué hora es?

—Las tres y media.

Había perdido mi clase de las dos y la clase de las tres ya había perdido la mitad de
su tiempo.

—Supongo que puedes decirle a Tommy que puede pasar...

—¡Hey, Tommy! —gritó Alice interrumpiendo mi discurso.

En seguida escuché rápidos pasos chocando contra el pavimento y deteniéndose


frente a mí.

—Buenas tardes, señor Cullen. —Saludó Tommy jadeando por aire.

—Hola Tommy, ¿aún quieres recibir tu clase?

—Sí, ya practiqué. Ahora sé tocar más rápido.

Sonreí ante el entusiasmo que se colaba en sus palabras, saliendo rápida y


atropelladamente de su boca.

—Está bien, puedes pasar. —Lo escuché adentrarse a la sala, pero me percaté de
que Alice no lo había seguido—. Tú también puedes pasar, Alice.

—Uh... gracias, señor Cullen. En realidad yo... v-voy a salir con Jasper... ¡Pero
vendré por Tommy en media hora! —Enmendó rápidamente.

—¿Jasper? —Cuestioné realmente extrañado. Estaba seguro de que esa relación


no tenía futuro y de que el pobre chico estaba en un callejón sin salida.

—Jasper. —Repitió ella firmemente.

—Jasper...

Muy bien, creo que nos estancamos, pero no era mi culpa, estaba realmente
sorprendido.

Me despedí de Mary Alice y dediqué la siguiente media hora a escuchar los avances
de Tommy. Me sorprendió saber que en realidad lo estaba haciendo mejor, así que
debió haber practicado, justo como me dijo. Los avances que no había hecho en
meses los logramos en un par de semanas. Él lo logró.

Tommy también estuvo más hablador que nunca. Me contó sobre lo que Jenny le
había dicho y sobre su horrible maestra de primer grado, la señorita Banner. Yo me
limité a sonreír y asentir un par de veces, sin tener mucha idea de cómo actuar, pero
sabiendo muy bien como no actuar. En pocas palabras, como un Grinch.

Cuando Tommy y Mary Alice se fueron, me dispuse a hacer el resto de las cosas
que tenía pendientes. No quería pensar demasiado en eso para no arrepentirme,
así que comencé haciendo algo que había pospuesto hace mucho tiempo.

Ejercicio.

Cambié mi ropa por una camiseta vieja y unos shorts, tomé un par de cosas de mi
habitación y la cocina y salí al patio trasero.

Los ladridos de Chester me hicieron saber que había notado mi presencia.


Probablemente algo muy extraño para él, ya que muy pocas veces salía hacia su
zona de la casa. Comencé con unos estiramientos y pre-calentamiento, para luego
pasar a trotar suavemente sin avanzar. Casi no recordaba esta parte de la casa y,
aunque sabía que era de buen tamaño, no quería arriesgarme a tropezar con algo y
caer. Después de varios minutos tomé la cuerda de saltar e hice todas las
repeticiones que pude manejar, tratando de mantener mi respiración.

No fue hasta que sentí mis músculos lo suficientemente estirados y mi camiseta


empapada en sudor, adhiriéndose a mi pecho, que accedí a parar y volver al interior
de mi casa. Me sentía más vigoroso y activo, preparado para las difíciles tareas que
tendría que emprender. Aún sin pensarlo demasiado llegué hasta el baño y me
deshice rápidamente de mi ropa sudada para darme un baño largo y profundo,
tomándome mi tiempo en cada paso.

¿Posponer las cosas?, ¿yo? Para nada.

Me vestí con lo primero que encontré en el closet, totalmente al azar. Llamé a un


taxi, le puse la correa a Chester y salí de mi casa, concentrándome en la primera de
las cosas en mi lista. Primera parada: la casa de Emmett, piernitas de pollo, Cullen.

. . . . . . .
Estaba parado frente a la puerta del edificio, sujetando con fuerza la correa de
Chester, que sólo se ocupaba de dar vueltas alrededor de mis pies de forma
inquieta. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había estado ahí y
era difícil para mí por dos cosas. Primero, porque no estaba acostumbrado a hacer
esto, a dar el primer paso, me sentía avergonzado y todo dentro de mí decía que
diera media vuelta y saliera de allí. Segundo, estaba frente a un edificio de esos que
necesitaban que un inquilino tocara su interruptor para que la puerta se abriera,
recordaba que Emmett vivía tras alguna puerta del tercer piso, pero no tenía ni idea
de cómo llegar hasta allí.

Chester ladró y empujó mis piernas hacia la puerta del edificio, que seguía cerrada.

—Yo también quiero entrar —murmuré rascándolo suavemente detrás de la oreja.

Alcé mi mano y palpé el marco metálico y frío de la puerta hasta encontrar un


rectángulo con varias hileras de botones, todos en representación de los
apartamentos y sus respectivos inquilinos.

—Supongo que no sabes decirme cuál es el de Emmett, ¿cierto? —pregunté a


Chester en voz alta. Sí, hablaba con mi perro. Todo era parte del extraño cambio.

Chester empujó mis piernas con su hocico una vez más y un foco pareció
encenderse dentro de mi cabeza. Tuve un recuerdo de mi hermano y yo cuando
éramos pequeños y visitábamos al tío Vernon en su edificio, solíamos quedarnos en
el parque del patio trasero hasta tarde y cuando queríamos entrar simplemente
presionábamos todos los botones del edificio hasta que alguien nos dejara pasar.

Sin pensarlo dos veces extendí mi palma sobre todos los botones que podía abarcar
y los presioné varias veces. El sonido de muchos timbres hizo eco hasta donde
estaba y por el intercomunicador pude escuchar los gruñidos de varias personas
quejándose y preguntado quién era. Dos segundos después escuché la puerta
metálica abrirse y Chester haló mi cuerpo hacia el interior del edificio.

Por fortuna para mí, las escaleras estaban a sólo unos pasos frente a la puerta y
pude llegar fácilmente al tercer piso. Cuando finalmente me detuve al comienzo del
pasillo, mi suerte se acabó. Recordaba que era un corredor largo con dos puertas a
cada lado... ¿O eran tres? ¡No, eran dos! Estaba completamente seguro de que
Emmett vivía de lado derecho, la pregunta era en cuál puerta.

—Tú viviste aquí, ¿no recuerdas tu antigua casa? —Le pregunté a Chester dando
dos breves toques a su oreja derecha en señal de avance, pero sólo recibí un
ladrido de respuesta—. Parece que no.
Por un momento pensé en gritar y esperar que estuviera en casa y saliera a
buscarme, pero fue muy breve, pues no quería quedar como un loco frente a los
vecinos de mi hermano.

Finalmente me decidí a acercarme a la pared derecha hasta recargar mi brazo


contra ella, y con cuidado comencé a caminar tocando todo lo que encontrara a mi
paso. Con más cuidado del necesario delineé con mis dedos el borde y el pomo de
la primera puerta, continué caminando hasta encontrar lo que esperaba. La segunda
puerta y, si la suerte me acompañaba, el apartamento de Emmett.

Chester sólo se limitó a seguir mis movimientos sin proferir sonido alguno. Me
detuve por un rato tratando de palpar el timbre, pero no lo encontré, así que opté
por tocar la puerta. Mi puño se detuvo en el aire cuando un pensamiento cruzó
velozmente por mi mente. ¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Qué se supone
que voy a decirle?

Inesperadamente Chester comenzó a ladrar de forma insistente, caminando y


tratando de halar mi cuerpo hacia la izquierda, pero sostuve su correa con más
firmeza y planté mis pies en el suelo para evitar que me moviera. Ya estaba allí,
había llegado bastante lejos yo solo, no iba a dejar que nada me apartara, lo demás
lo averiguaría en el proceso.

Ese deseo de hacer algo diferente que me había traído hasta aquí se apoderó de mí
y, en lugar de dar algunos toques a la puerta, terminé por golpearla con mi puño una
y otra vez.

Emmett tiene que escucharme.

Hasta que repentinamente la puerta se abrió y mi puño, en lugar de chocar contra la


madera, chocó contra algo mucho más blando, que después reconocí como el
rostro de alguien.

—¡Hey, idiota! —exclamó una voz masculina frente a mí.

Su aliento a cebolla golpeaba mi nariz y deseé haber perdido el olfato en lugar de la


vista, sentí su respiración sobre mi nariz y adiviné que debía estar parado muy
cerca de mí y que me llevaba al menos una cabeza.

—¿Emmett? —pregunté alzando la voz.

No sabía nada sobre las personas que frecuentaba mi hermano. Por lo poco que
sabía, ese hombre apestoso podría ser su mejor amigo y yo no iba a crear
problemas... No esta vez.
—¿Quién diablos es ese? Lárgate de aquí o sino...

Los ladridos de Chester interrumpieron al hombre, nuevamente lo sentí jalarme


hacia un lado, pero hice caso omiso y sostuve su correa más fuerte.

—¿Sino qué? —Espeté encarando al hombre.

—¿Edward? —La voz de Emmett sonó a unos pocos metros a mi izquierda. Por
inercia giré mi rostro en su dirección y escuché atentamente sus pasos hasta que lo
sentí a mi lado y colocó su brazo sobre mis hombros—. Disculpe, yo me encargo. —
Sabía que sus palabras no eran para mí.

Escuché unos murmullos por lo bajo que no pude distinguir y, unos segundo
después, la puerta ante nosotros se cerraba y Emmett me empujaba en dirección a
donde había llegado.

Parece que Chester sí estaba tratando de decirme algo.

—Entonces sí te acordabas —murmuré rascando su oreja.

—¿Qué dices?

—Nada.

¿Iba a decirle que hablaba con Chester? No, mejor no.

Finalmente nos detuvimos y escuché una puerta abrirse, pero Emmett aún no me
invitaba a pasar. Sentía la tensión escalando por mi cuerpo y la incomodidad
interponiéndose entre nosotros, así que decidí actuar antes de pensarlo demasiado.

—Escucha, sólo vengo a disculparme. Tú no tienes la culpa de toda la mierda que


ha pasado entre papá y yo. En cuanto a lo demás... no fue mi intención opacarte
con Seth, pero tienes que admitir que eso no fue mi culpa. Vivir de la forma en que
yo vivo no... —Las palabras se estancaban en mi boca, me obligué a tomar aire
nuevamente y no caer en lo de siempre—. No es fácil. No es nada fácil. Aprecio lo
que tú y mamá hacen, pero tienen que entender que eso no es todo.

Al terminar mi explicación me sentí cansado, como si hubiera exhalado un aliento


que llevaba mucho tiempo conteniendo. Me dediqué a acariciar la cabeza de
Chester en un intento de distraerme de lo que venía, el único problema era que aún
no llegaba nada. El silencio se alargó, al igual que mi incomodidad.

Disimuladamente estiré mi pierna, como si hubiera tenido un calambre, sólo para


patear suavemente a Emmett y confirmar que seguía allí y no me había dejado
hablando solo.

—Sí. Uh... —masculló repentinamente, como despertando del trance—. No estoy


seguro de qué decir, ¿te importaría repetirlo?

No podía ser posible. Yo estaba allí, dando un gran paso, comportándome como el
maldito hermano mayor que soy, ¿y el no escuchó una palabra?

—¿No me escuchaste? —pregunté impresionado.

—¡Sí, te escuché! —aclaró rápidamente—, en realidad me refería a la parte de la


disculpa.

La pequeña risa que escuché me hizo saber que estaba bromeando. A mí no me


pareció gracioso, pero no iba a decírselo.

—Sí, sí, sí, lo siento mucho. Listo. No te emociones. —Le mostré una sonrisa para
que supiera que también estaba bromeando.

—¡Ese sí es el Edward que conozco! Pero gracias, lo aprecio mucho.

Podía sentir que el momento se hacía más empalagoso de lo que podía soportar,
así que decidí cortarlo dándole unas palmadas en el hombro antes de que alguno
terminara llorando, probablemente él, como en la trama de telenovela adolescente.
No es que yo sepa mucho de telenovelas adolescentes.

—Necesito que me ayudes en algo.

—Eso sí suena como tú.

—Necesito hablar con Bella —afirmé seriamente.

—Oh.

—¿Qué pasa?

—Nada. —Eso sonaba como algo.

—¿Qué estás ocultándome? —pregunté nervioso.

—Nada. Me parece muy bien que hables con Bella, ¿quieres que te lleve?

—Sí —respondí cauteloso y alargando la palabra. Había algo en el tono de Emmett


que no me daba buena espina y definitivamente estaba ocultando algo.

Aparentemente, Chester sintió la necesidad en aportar su opinión, o tal vez entendió


que íbamos a ver a Bella, porque comenzó a ladrar y empujar mis piernas con su
cabeza.

Ya vamos, Chester. Ya vamos.

. . . . . . .

En el momento en que Emmett detuvo su camioneta y anunció que habíamos


llegado a la floristería, abrí la puerta con el bastón en mano y me encaminé hacia la
entrada. Escuché a mi hermano salir de su coche, pero hice caso omiso y continué.

—¡Edward, espera un momento! —exclamó Emmett detrás de mí.

—Esto es algo que tengo que hacer yo solo, Emmett.

—Al menos lleva a Chester, el pobre ladra como desesperado. —Tomó mi mano y
colocó la correa en mi palma.

Finalmente entramos en la tienda con el sonido de la campana anunciando mi


llegada, supuse que no serviría de nada tratar de pasar desapercibido, así que fui
por la opción más razonable.

—¿Bella? —Llamé mientras caminaba por el pasillo hasta donde estaba el


mostrador.

—Bella no está aquí —respondió fríamente alguien con quien no había contado en
lo absoluto.

Renée.

—Buenas tardes, señora Dwyer, necesito hablar con Bella —anuncié firmemente,
asegurándome de guardar mi bastón y tomar la correa de Chester con mis dos
manos, sólo en caso de que a mi querido perro se le ocurriera recorrer los pasillos o
hacer sus necesidades en alguna de las plantas.

—Ya le dije que Bella no está aquí. Ahora, si me disculpa...

Nunca le admitiría esto a Bella, pero la señora Dwyer... Digamos que no era de mis
personas favoritas. Nunca me había tratado mal, pero había algo en su tono
autoritario que yo no aceptaba del todo. Sin embargo, sabía que adoraba a su hija y
que Bella la adoraba a ella, incluso yo sé que la relación madre-hija es sagrada.
—Escuche, señora Dwyer... —Pausé y me obligué a pensar en mis palabras antes
de actuar—. Casi no la conozco y usted a mí tampoco. Pero le aseguro que amo a
Bella, la respeto y necesito hablar con ella urgentemente, ya sea si usted está de
acuerdo o no.

Mi respiración se había vuelto agitada y mis manos sudaban y me picaban cuando


sentí el peso de mis palabras, de mi deseo, caer sobre mi cuerpo. Llevaba alrededor
de seis meses conociendo a Bella y ya me había dado tanto... No quería imaginar
mi vida sin ella.

Escuché un pesado suspiro proveniente de la mujer frente a mí y me permití pensar


que eso podría ser un buen presagio.

—Me alegra que mi hija haya encontrado a alguien lo suficientemente hombre como
para venir a buscarla y hablar de ella de esta forma. —Me removí un poco incómodo
ante sus palabras, sin saber exactamente que hacer, pero ella continuó, cambiando
su frío tono por uno mucho más suave—. Estoy diciendo la verdad Edward, Bella no
se encuentra aquí.

—¿Fue a entregar algún ramo? Si pudiera darme la dirección o permitirme que la


espere, no tengo ningún problema con...

—No estás entendiéndome, Edward. Bella se fue. —Me sentía muy confundido y un
montón de escenarios pasaron por mi cabeza, pensando en dónde podría estar,
ciertamente yo podría buscarla o esperarla. Sin embargo, sus siguientes palabras
disiparon cualquier duda en mí, su tono fue más certero y puntual—. Bella se fue.

Mis manos se cerraron fuertemente en puños y un montón de improperios y


pensamientos abrumaban mi mente, pero sólo una oración se mantenía grande y
brillante como un letrero de neón.

Bella se fue.

...

...

Sip.

...
*Alessa sonríe tímidamente* ¿Qué les parece lo que hizo Edward? ¿Si logró
redimirse? Parece que Alice no es tan mala después de todo *guiño, guiño*

Apuesto a que no se esperaban esa línea sobre Bella :/. Estoy preparada para
recibir todas las opiniones o tomatazos que quieran lanzarme, lo entiendo
completamente :$. No se queden con eso por dentro y descarguen sus
pensamientos en la ventanita blanca de aquí abajo, que mis dedos estaran
esperando para responder ;) (el resto de mi cuerpo probablemente este escondido
bajo una armadura anti tomates xD)

PD: "Aunque nos empeñemos en llenarla de rutinas, la vida tiene maneras de


demostrar que es impredescible. No todo sale siempre como lo planeamos, pero lo
hermoso resulta cuando lo inesperado termina siendo "lo mejor"

Abrazos :)
Alessa.
B: Terminé de Correr
Hola :) Gracias por su constancia y Bienvenidos a la cabeza de Bella (un tanto llena
de cosas así que procuren caminar con cuidado ;) )

Disculpen que no pude terminar de contestar sus comentarios :/ estas semanas


han sido muy locas para mi O_O pero ya estoy mejor :D y ahora sí podré.

Saludos a: Ellie (que linda eres jaja) Rosa (I love when people speak english to me
xD), Andrea Fernandez (aquí esta Bpov n_n) Coki, Liliana R., Isied, Jenni, Pili
(que chistosos y lindos sus comentarios n_n), "holaestoyaburrida" (que cómico
xD) y los 2 anónimos ;)

Disclaimer: Twilight pertenece a Meyer, la trama de esta historia es absolutamente


mía. El plagio es ilegal y penado.

¡Enjoy!

BPOV

De flores y puntos ciegos.

Capítulo 15

Capítulo beteado por Zaida Gutiérrez Verdad

Beta Élite Fanfiction www facebook com/ groups/ elite. fanfiction

—Dime, ¿qué se siente? —inquirió Rosalie con una gran sonrisa mientras yo
colocaba sobre la mesa todas las cosas que cargaba en mis brazos. Si seguía así,
me iba a convertir en una de esas mujeres musculosas.

Antes de responder, solté un suspiro y sequé el sudor en mi frente.— Se siente


excelente. —La sonrisa que desplegó en mi rostro era genuina e inevitable, como lo
son las mejores sonrisas. Nunca en mi vida me había gustado tanto un lunes.

Llevaba exactamente tres días trabajando como maestra auxiliar en la guardería


que estaba junto a la escuela de Seth. Tres días llegando a la casa de Rosalie (mi
actual residencia temporal) con sudor en la frente de tanto jugar con los niños, tres
días machándome el uniforme con saliva, pintura y otras sustancias que no es
necesario mencionar (le dije a la señora Newton que no dejara a Mike cuando tenía
la nariz chorreando como una llave de agua abierta pero, ¿me hizo caso? ¡No!), y
sin embargo me sentía más satisfecha que en mucho tiempo. Eran tres días
conociendo nuevos y hermosos niños, tres días viendo su rostro iluminarse en
sonrisas cada vez que les enseñaba los colores, tres días divirtiéndonos jugando
juntos en el suelo alfombrado... sí, definitivamente se sentía excelente.

—Uhm... Me refería a la asquerosa mancha marrón que tienes en el pecho —indicó


Rosalie con una carcajada y señalando mi pecho con su dedo índice.

Vaya manera de romper con mi buena vibra. Estaba a punto de ponerme filosófica.

—¡Es chocolate! —expliqué recordando que la mañana de hoy Mickey había llegado
hasta mi mesa anunciando que me había guardado un chocolate que su madre le
había regalado ayer. Al parecer lo había guardado en el bolsillo de su mochila todo
ese tiempo, porque cuando lo sacó se había derretido por completo. Antes de que
pudiera tomarlo en mi mano, al pequeño Mikey se le ocurrió la idea de estirar la
suya y lo estrelló en mi pecho.

—¡Yo no dije que fuera otra cosa! —Contraatacó mi amiga sonriendo.

Le enseñé mi dedo medio y me dispuse a quitarme la camisa para quedarme sólo


en la camiseta ligera que tenía debajo.

—¡Hey, una maestra de preescolar no hace eso! No querrás que tus niños te vean y
comiencen a mostrarle el dedo a todo el mundo, ¿o sí?

Maestra de preescolar, mis niños, todo en esa oración sonaba tan bien que tuve que
esforzarme para no soñar despierta.

—Trabajo en una guardería, Rosalie, no es lo mismo. Además, ese dedo es


solamente para ti—respondí con una sonrisa.

—Guardería, preescolar, como sea. Igual atiendes niños y les enseñas cosas, ¿no?

—Qué básica eres, pareces hombre. —La acusé usando su punto débil.

Inmediatamente colocó su mano sobre su pecho, quedando boquiabierta y fingiendo


sentirse muy dolida.

—¡No me insultes, Bella! Prefiero el dedo.

Ambas reímos a carcajadas hasta que escuchamos a Seth desde su habitación,


pidiendo comida porque tenía mucha hambre. Finalmente nos calmamos y nos
dirigimos a la cocina a preparar el almuerzo. Después de unos minutos de silencio
simplemente cortando y lavando vegetales y carnes, Rosalie habló suavemente.

—Ahora sí, en serio. ¿Te gusta lo que estás haciendo?

Su pregunta era demasiado amplia. ¿Lo que estaba haciendo en cuanto a qué? ¿Mi
nuevo trabajo? ¿Mi repentina mudanza? ¿Mi renuncia a la floristería? ¿La situación
con mi familia? Opté por no pensarlo demasiado y valorar. Entre lo bueno y lo malo
que había en mi vida a raíz de esos cambios, ganaba lo bueno, así que respondí en
base a eso.

—Sí.

Rosalie y yo estábamos a mitad del proceso de cocina cuando escuchamos el


sonido seco de alguien que tocaba la puerta. Inmediatamente intercambiamos una
mirada de confusión porque generalmente la gente tocaba el timbre, no la puerta.

—Qué raro. Voy a ver quién es —murmuró mi amiga secando sus manos en el
delantal que usaba.

—Está bien. Yo voy a decirle a Seth que la comida ya está casi lista —respondí
yendo en dirección contraria a la puerta de entrada y rumbo a la habitación de Seth.

La casa de Rosalie, al igual que la de mi abuela, no era muy grande, pero tenía
largos pasillos. Me encontraba a sólo un par de pasos de la habitación de Seth
cuando escuché la voz de Rose.

—¡Edward! —exclamó con sorpresa.

Me quedé congelada en mi lugar, sin mover ni un músculo, pero con mis ojos muy
abiertos por la sorpresa. "¿Edward? ¿Qué está haciendo aquí?"

—Qué raro verte por acá, Edward. —Repitió Rosalie hablando más fuerte de lo
normal y haciendo énfasis en el nombre, pude suponer que era su intento de
alertarme.

Me obligué a inhalar aire profundamente y exhalar de igual forma, para luego


caminar de puntillas hacia la puerta de la casa. Sabía que Edward no podría verme
pero me sentía como una intrusa en esa conversación, así que me escondí tras una
pared para verlos y escucharlos. Rosalie, sin embargo, captó mi presencia casi de
inmediato.

—... donde está. —Edward acababa de terminar su oración cuando finalmente me


había acercado lo suficiente para poder escucharlo.
—¿Estás preguntándome dónde está Bella? —Inquirió Rosalie. Aunque por la forma
en que me observaba, sabía que su verdadera interrogante era para mí, ¿quieres
que le diga?

El sólo pensar en hablar con Edward en ese momento me ponía muy nerviosa y
sacudí mi cabeza y mis manos rápidamente, dándole a Rosalie una respuesta
silenciosa y negativa a su pregunta.

—Sí. Necesito saberlo. —El tono de firmeza en la voz de Edward me conmovía y mi


corazón latía más rápido.

—Quisiera poder decirte, Edward —contestó mi amiga dedicándole una expresión


de genuino pesar—, pero no lo sé.

—¿No sabes? Su mamá me dijo que no sabe dónde está, pero... ¿Tú tampoco?
Eso no suena como Bella —murmuró incrédulo.

Rosalie me lanzó una mirada de indecisión que no supe cómo responder, así que
ella continuó.

—Bella está haciendo algunos cambios en su vida, Edward —explicó con la verdad
y lo agradecí profundamente, lo menos que quería era llenar a Edward de mentiras
sobre mí.

—Entonces sí sabes dónde está. —Acusó.

—No. —Mintió—. Pero ella ha hablado mucho conmigo y sé lo que está haciendo.
Le diré que estuviste buscándola. Ella te buscará cuando esté lista.

—¿Lista? ¿Lista para qué?

Edward comenzaba a sonar más exasperado y gesticulaba ansiosamente. En ese


momento noté a Chester dando vueltas alrededor de sus piernas y viéndose igual
de ansioso.

Rosalie me miró nuevamente, como preguntándome qué hacer, pero yo no estaba


mejor que ella y sólo seguí sacudiendo mi cabeza de izquierda a derecha.

—No lo sé, Edward, ella me dijo que la última vez que te vio le dijiste unas cosas
bastante feas. No puedes culparla por querer algo de espacio.

Sabía que Rosalie sólo le decía eso para evitar sus preguntas. Después de todo, yo
sí le había contado lo de Edward me había dicho, pero ella sabía que mi enojo se
había acabado unos días después, cuando me di cuenta de que esas palabras,
aunque cubiertas de una ira que no era para mí, tenían mucho de cierto. Más de lo
que deseaba admitir.

Lo que no sabía era cómo se lo tomaría Edward, y cuando lo escuché maldecir


entre murmullos, supe que no lo tomaba nada bien. Rosalie me lanzó una mirada y
articuló un "lo siento" silenciosamente, de modo que Edward no pudiera escucharla.

—Lo sé. —Edward interrumpió nuestra conversación y nos tomó desprevenidas a


ambas, pero luego continuó—. Quiero disculparme con ella, Rosalie. Necesito
hablarle. Yo sé que estoy mal y... soy un imbécil en muchos sentidos... no voy a
dejar de serlo de la noche a la mañana, pero Bella y yo llevamos seis meses
conociéndonos y ya...

Edward soltó un suspiro y sus manos gesticulaban más rápidamente, denotando su


ansiedad hasta que finalmente cubrió su rostro con ellas. Quería patearme a mí
misma por no ir a ayudarlo, abrazarlo y decirle que estaba bien. Pero no era el
momento, no ahora. Primero tenía que velar por mí, el mismo Edward lo había
dicho.

—Está bien Edward. —Rosalie me observaba nuevamente mientras hablaba y lo


siguiente que dijo me indicó que notó algo en mi expresión—. Lo resolverán.

—¿Puedes darle un mensaje de mi parte?

—¡Claro! ¡Dime!

—Uhm... ¿Te importaría darme papel y un lápiz? —pidió Edward pareciendo un


poco tímido, lo que era muy raro, porque Edward no era un hombre tímido.

La expresión de confusión en el rostro de Rosalie me hizo sonreír a pesar del


abrumador momento. Mi amiga observaba a Edward como si fuera la ecuación
matemática más difícil del mundo.

—Uhm... Edward... disculpa, pero no creo que Bella sepa leer Braille.

Tuve que tapar mi boca para reprimir la carcajada que amenazaba con salir de mí, y
más aún cuando vi a Edward inclinar su rostro hacia un lado, gesto que siempre
hacía cuando rodaba sus ojos tras las gafas, y bufar audiblemente, viéndose
notoriamente indignado. ¡Braille! ¡Já!

—Yo tampoco sé braille —aclaró él entre dientes y tapé mi boca con más fuerza
para no reír. Quizás era un poco más simpático ahora, pero el Edward gruñón
seguía haciendo sus apariciones de vez en cuando.

—Entonces...

—Puedo escribir, Rosalie —señaló Edward puntualmente.

—Bien. Dame un minuto.

Rosalie se alejó de la puerta y pasó junto a mí de camino a buscar lo que le había


pedido, no sin antes lanzarme una mirada venenosa.

—Tu novio me regañó —murmuró asombrada, pero continuando su camino.

Nuevamente aguanté las ganas de reír y me quedé observando detenidamente a


Edward. Estaba acariciando a Chester de forma ausente con su cabeza inclinada
hacia atrás y su rostro en dirección al cielo. Manteniendo esa misma posición se
quitó sus gafas oscuras y lamenté no poder ver sus ojos en ese momento.

—Hola Bella, ¿ya está lista la comida? —La voz de Seth me hizo saltar del susto.
No me había dado cuenta de que el niño se encontraba junto a mí, esperando mi
respuesta. Rápidamente observé a Edward para ver si había escuchado algo, pero
él permanecía en la misma posición, ajeno a lo demás.

—¿Qué estás...? ¡Oh! ¡Hola Edward! —Seth debió haber seguido la dirección de mi
mirada, porque de un momento a otro ya no se encontraba junto a mí, sino frente a
Edward y con una enorme sonrisa—. ¡Chester! —exclamó alegremente inclinándose
un poco hacia el perro y rascándolo detrás de ambas orejas.

—¡Oh! ¡Hola Seth! —Edward también saltó por la sorpresa y se apresuró a


colocarse las gafas, sin saber que la atención de Seth no estaba en su persona,
sino en su perro.

Seth volteó su rostro hacia mí y me hizo señas para que me acercara a jugar con
Chester, porque era algo que solíamos hacer. Me acerqué lo más sigilosamente
posible, tratando de que mis pisadas no hicieran el más mínimo ruido, pero no para
jugar con Chester. Me acerqué porque Seth no sabía que yo estaba escondiéndome
de Edward y, muy especialmente, porque Seth era un niño y sabía que la verdad
podía salir de sus inocentes labios en cualquier momento. Por supuesto, no me
equivoqué.

—Seth, escucha, vine aquí porque necesito saber dónde está Bella —señaló
Edward.
—¿Bella? Bella está...

No dejé que Seth terminara su oración, me apresuré a colocar mi palma sobre su


boca para silenciarlo y luego giré su rostro hacia arriba para que pudiera verme. Sus
ojos se agrandaron como platos y parecía temeroso. Lentamente moví su cabeza
de un lado a otro en señal de negativa y me señalé a mí misma con mi dedo índice,
esperando que pudiera entender lo que quería decirle. Sus ojos parpadearon y
pareció calmarse, así que lo solté despacio y sacudí mi cabeza de izquierda a
derecha para confirmar. ¡Por Dios, me sentía como una ladrona!

Ya que me encontraba frente a Edward, no pude desperdiciar la oportunidad de


observarlo de cerca. Tenía semanas sin verlo e hice lo posible por captar todos los
detalles con rapidez: la barba que cubría sus mejillas y mentón, su cabello un tanto
despeinado y ladeado, un suéter beige que nunca le había visto usar y su entrecejo
fruncido con el que ya me había familiarizado demasiado. Sentía mi boca semi
abierta, pero me obligué a controlarme y alejarme sigilosamente, caminando hacia
atrás para no despegar mis ojos de él y volviendo nuevamente a mi escondite.
Cuando me acomodé detrás de la pared Edward ladeó la cabeza de forma extraña,
inclinando su oído.

—¿Dónde está Bella, Seth?

—Bella estaba aquí, pero ya no está. —Mintió Seth. Giró su rostro hacia mí y asentí.
Me sentía horrible por hacerlo mentir por mí.

Edward asintió con la cabeza lentamente y en ese momento Rosalie volvió con lápiz
y papel en mano.

—Aquí tienes —anunció Rosalie, rosando los dedos de Edward con el papel hasta
que éste tomó los instrumentos rápidamente.

No lo había visto escribir, excepto en su celular y un par de veces en su


computadora, jamás sobre papel. Todos observamos con atención como Edward
estiraba su mano libre hasta alcanzar la pared de la casa, afianzó el papel sobre la
pared y levantó su mano izquierda para escribir. También era la primera vez que
notaba que Edward era zurdo. Aunque vi que colocaba el lápiz sobre el papel, su
mano no se movía y su ceño seguía fruncido, sólo podía adivinar que estaba
pensando qué escribir.

¿Qué vas a hacer, Edward? ¿Qué vas a hacer?, pensé intrigada por su intención.

Vi que su muñeca se movía suavemente para trazar y luego más bruscamente,


como haciendo rayones. Esto lo repitió varias veces, hasta que finalmente pareció
escribir algo, no tenía idea de qué palabras había escrito o qué tan largo era, y
parecía que él tampoco deseaba que yo lo supiera, porque en lugar de entregarle el
papel a Rosalie o a Seth, lo arrugó en su mano y lo arrojó al suelo con brusquedad
para luego soltar un bufido.

—Olvídalo. Sólo dile que estuve acá y que... Que necesito hablar con ella en
persona.

—Está bien. —Accedió Rosalie lanzándome una mirada dubitativa.

—Dile que ésta vez no se trata de mí, dile que se merece una disculpa. Al menos
quiero darle eso. —Terminó sus palabras suavemente y no pude verlo más. Me
escondí por completo tras la pared y recargué mi espalda sobre ella.

Escuché unos murmullos y luego el sonido de la puerta al cerrarse. Segundos


después Seth pasó junto a mí de camino a su habitación y me lanzó una mirada
extraña que no supe reconocer, pero percibía que no era buena en lo absoluto.

Después fue el turno de Rosalie, ella se detuvo junto a mí, observándome, como
esperando algo. Me sentía como una niña e inmediatamente pensé en Renée, en lo
rara que me sentía al no depender tanto de ella. Rosalie no se parecía en nada a
Renée, pero era madre, y lo que me estaba dando en ese momento era una mirada
de madre. No una madre que te grita o te corrige, sino una que espera
pacientemente a que tú misma te des cuenta.

—Lo sé. —Me quejé en un gruñido, la costumbre de dar la típica respuesta a mi


propia madre. ¿Qué puedo decir? ¡Es un hábito!

Rosalie pasó junto a mí y no dijo nada más. No era necesario. Después de


cerciorarme de que ya no estuviera cerca, fui corriendo hasta la puerta principal y
tomé el pequeño papel arrugado que había arrojado al suelo. Tenía algunas
manchas de barro, pero no me importó, debía ver qué había escrito. Al menos para
conocer su letra. Extrañamente, me causaba curiosidad.

—¡Bella! —Llamó Seth desde el interior de la casa. Inmediatamente pegué un


brinco por la sorpresa, cerré la puerta sin hacer mucho ruido y me encaminé rápido
a la habitación del niño antes de que alguien pudiera notar lo que hacía.

. . . . . . . . . .

Las visitas de Emmett estaban aumentando. Ya llevaba poco más de dos semanas
quedándome allí y sus visitas no eran muy frecuentes, así que podía esconderme
con facilidad, pero esta última semana no había podido hacerlo en lo absoluto,
especialmente cuando una mañana quiso "darle una sorpresa a Rosalie" y fui yo
quien le abrí la puerta con pantuflas, pijamas y todo. Finalmente le dije la verdad de
mi nuevo trabajo y hogar temporal, pidiéndole que por favor no le dijera una palabra
a su hermano.

—¿Por qué no? ¡Esto es bueno, Bella!... ¿O no? —exclamó perplejo después de
escuchar mi pedido.

—Porque yo también necesito hacer mis cosas en privado, Emmett. Quiero mi


tiempo, ¿sabes cuándo fue la última vez que tuve tiempo para mí? —Él me miró
extrañado, como si me estuviera saliendo otra cabeza—. ¡Yo tampoco!

—¿Y de dónde salió este trabajo? —Cambió de tema, supongo que al sentir la
intensidad, o rareza, de mis palabras.

—Seth. —Suspiré—. Resulta que desde pequeño él ha estado hablando de mí en


su escuela, acerca de lo genial que soy y que también soy maestra. Un día lo llevé a
su clase y me encontré con una profesora que Seth me presentó. Al escuchar mi
nombre comenzamos a hablar y terminó por contarme que en la guardería de al
lado estaban solicitando personal. Eso fue todo.

Emmett se contentó con mi historia y prometió no decir nada, pero no sabía cuánto
duraría eso. Tres días después de la inesperada visita de Edward, Emmett estaba
de vuelta en casa de Rosalie.

—Esto está matando a Edward —señaló Emmett con pesar, pero la sonrisa que se
asomaba en sus labios no coincidía con lo que decía. Él estaba parado haciendo
algo en la isla de la cocina, pero yo estaba sentada en la mesa, muy concentrada y
construyendo una pequeña maqueta de juego para los niños

—¿Por qué sonríes al decir que algo está matando a tu hermano? —Yo también
sonreía involuntariamente, pero no podía evitarlo. ¡Era tan raro!

—¡No es mi intención! —exclamó con una sonrisa aún más grande.

—¿Entonces por qué lo haces? —grité justo antes de que los dos rompiéramos en
carcajadas.

—Bien, bien —dijo Emmett tomando aire para calmarse—. No es que me alegre de
que Edward la esté pasando mal, es sólo que... —Pausó antes de encontrar las
palabras—. Es bueno verlo hacer algo diferente, para variar.

Se acercó a mí y golpeó suavemente su hombro contra el mío, como un extraño


gesto de cariño, para luego desaparecer en la sala, donde se encontraba Rosalie.
Sonreí y volví a mi trabajo sin saber realmente qué decir. Llevaba sólo unos cuantos
minutos en mi labor cuando unos grandes y cálidos brazos se envolvieron alrededor
de mis hombros, inmovilizándome en lo que supongo debía ser un abrazo que yo no
quería en lo absoluto.

—Hola, princesa. —Saludó Jacob dando un apretón a mis hombros.

—No soy tu princesa, Jacob, y ya te dije que no me gusta que me abraces así —
respondí fríamente y sin apartar mis ojos ni mi atención de mi trabajo.

El sonido de la silla que estaba a mi lado al ser arrastrada retumbó en la habitación.


Haciendo caso omiso a mis palabras, Jacob se sentó a mi lado con sus manos
sobre la mesa y sus dedos entrelazados. Parecía estar esperando algo, pero yo no
tenía idea de qué.

Rosalie y yo seguíamos muy sorprendidas de que Jacob siguiera aquí después de


tanto tiempo, todo después de tres semanas es mucho tiempo para Jacob, una lata
de atún sería el equivalente a "una eternidad" en el mundo de ese hombre, pero
Seth estaba contento de tenerlo cerca, así que al menos servía para una cosa.

Solamente una cosa. Para nada más.

—No sé cómo puedes trabajar con tantos niños todo el día. Yo me volvería loco —
Declaró Jacob entre risas.

La imagen de mis alumnos gritando alrededor de Jacob apareció en mi mente y


debo decir que era una idea muy atractiva, quizás los dejaría jugar con cinta
adhesiva para que pegaran a Jacob a la silla...

—... creo que deberías ir.

—¿Qué? —Mis vengativas ideas no me dejaron escucharlo y lo atrapé a mitad de la


oración.

—Renée me dijo que tu abuela estuvo preguntando por ti. —Repitió lentamente
como a un... no, ni siquiera a los niños se les habla de esa forma—. Creo que
deberías...

No lo dejé terminar porque ya me había levantado de mi silla para salir corriendo a


ver a mi abuela.

—¿Por qué no me dijiste antes? —grité desde la puerta mientras me ponía la


chaqueta para cubrir las manchas de pintura en mi camisa.

—¡Ya te lo dije! —exclamó.

Bufé impresionada por la falta de tacto de Jacob y corrí hasta la tienda. Cuando
estaba a punto de entrar, me detuve a unos centímetros de la puerta. A través del
vidrio de la vitrina podía ver a Renée sentada detrás del mostrador, con su rostro
escondido entre sus manos. Dudé un par de segundos, hasta que finalmente
empujé la puerta y entré, siendo anunciada por el característico sonido de la
campana.

—Hola mamá. —Saludé suavemente.

Renée apartó las manos de su rostro y me dio una pequeña sonrisa cansada.

—Hola hija.

—¿Cómo está mi abuela?

Su sonrisa no decayó, pero sus ojos se nublaron ligeramente, llenos de lágrimas por
derramar.

—Hablando de todo, como siempre —respondió rosando la yema de sus dedos en


las esquinas de sus ojos—, preguntó por ti.

—Sí, vengo a verla.

—Bien.

Un incómodo silencio se produjo entre nosotras. Estaba a punto de girarme e ir


hacia la habitación de mi abuela cuando Renée llamó mi atención nuevamente.

—¡Bella!... Edward vino a buscarte. —Yo solamente la miré. Extrañamente, no se


me ocurrió nada que decir—. Hace como una semana. No te había dicho porque no
te había visto.

El hecho de que me diera explicaciones me tomó desprevenida, pero me pareció


bueno.

—Está bien, gracias —murmuré.

—Deberías llamarlo... Si quieres.

Asentí dándole una sonrisa que ella respondió de igual forma. Finalmente pude
girarme y encaminarme rumbo a la habitación de mi abuela.

Todo estaba tal y como lo recordaba. Incluyendo el paral metálico que sostenía la
bolsa de suero unida a la muñeca de mi abuela. Ella estaba despierta y sus ojos
encontraron los míos apenas entré.

—¡Hija! —Saludó con alegría. Su voz, su sonrisa, como lo dije, todo igual.

—Hola, abuela. Discúlpame por no venir antes...

—¡Pero si han pasado dos días! —Sonrió restándole importancia.

Claro, había encontrado muchas formas de visitar a mi abuela sin pasar frente a
Renée. A ella jamás la dejaría, mucho menos por alguien más. Me senté en la orilla
de su cama. Cuando tomé su brazo para acariciarla, noté que su piel estaba un
poco más reseca, no sabía por qué, pero era lo más insignificante para mí.

Esa tarde me olvidé de todas mis ocupaciones y de cualquier otra cosa o persona
que no fuera mi abuela, Anne Dwyer. La persona más hermosa del planeta tierra, le
conté sobre mi trabajo con los niños y ella me sugirió que me consiguiera uno
propio. Lo sé, cosa de abuelas. La abracé hasta que me dijo que ya era suficiente y
alrededor de las seis, cuando mi tío le llevó la cena, me despedí de ella con un
fuerte abrazo y la bendición para el camino.

Estaba a unos pasos de llegar a la tienda cuando escuché la voz de Renée.

—Entiendo señor, pero en este momento no tenemos repartidores. —Declaraba


firmemente—. Sí, ya me dijo que es urgente, pero la camioneta y el repartidor no
están... sí señor, comprendo lo de su orden...

Entré y vi a Renée caminando de un lado a otro con el teléfono en la oreja, su


expresión era de preocupación y duda.

—No es como si pudiera ir en taxi a llevarle las flores, es demasiado lejos. —Me
detuve frente a ella y le hice señas para que dejara el teléfono un momento—.
Espere, por favor.

Tapo la bocina del teléfono con su mano y me miró interrogante.

—Yo puedo llevar las flores. —Ofrecí.

—Pero el repartidor se llevó la camioneta.

—Puedo llevarme el camión de mi tío.


—El camión es sincrónico. —Me recordó sabiendo que yo sólo manejaba la
camioneta, que era automática.

—Es sólo una palanca. Puedo hacerlo. —Con toda la determinación que pude
acumular tomé el teléfono que sostenía en sus manos y lo puse en mi oreja—.
Señor, una repartidora va en camino a entregar su orden. Hasta luego. —Colgué
rápidamente y puse el teléfono en su lugar.

—¡Ese hombre está loco, Bella! ¡Estaba a punto de colgarle y dejarlo hablando solo!
Dice que hizo su pedido ayer, pero Rosalie y yo estuvimos aquí todo el día y no
recibimos nada —explicó Renée apresuradamente.

—¿Entonces por qué dudabas tanto? —pregunté extrañada. Mi mamá era muy
respetuosa con todos los clientes, pero definitivamente no era mujer de aguantar los
reclamos de nadie.

—Por el tamaño de su pedido. Ordenó un gran ramo de dalias de colores.

Las dalias eran mis flores favoritas, y también una de las más costosas que
teníamos, más aún si era un ramo grande.

—¿Ya está listo?

—Ese hombre lleva una hora llamando insistentemente y accedí a hacerlo porque
pensé que el repartidor llegaría antes, pero está atascado en el tráfico. Aquí está. —
Renée se acercó a un refrigerador y sacó un ostentoso y colorido ramo que entregó
en mis manos—. Voy a buscar a tu tío para contarle.

Renée desapareció con rapidez y yo me encargué de cambiar el horrible papel


morado del ramo por uno transparente con estrellas. Sabía que estaba metiéndome
en problemas con esto y aún tenía cosas por hacer para mañana, pero no podía
dejar a mi familia así nada más. Sabía que ya no podía hacer todo por ellos, pero no
iba a dejar de ayudarlos.

Después de una veloz, pero muy detallada, explicación sobre cómo manejar el
camión por parte de mi tío, y después de jurarle que tendría cuidado y que cubriría
el gasto de cualquier daño que le causara, arranqué rumbo a la dirección que
Renée me había escrito.

Demoré casi el doble del tiempo normal en llegar a mi destino porque cada tantas
veces el camión se atascaba o se apagaba, gracias a Dios no había subidas en esa
parte de la ciudad. La explicación ilustrada que mi tío me había pegado en el tablero
no me servía de mucho cuando se me olvidaba en qué momento tenía que mover la
bendita palanca.

Finalmente llegué hasta la entrada de un alto edificio de piedra negra y lisa con
columnas de ventanas del mismo color. No me sorprendió en absoluto que la orden
fuera para una oficina, sólo un empresario podía hacer una orden tan apresurada
como la que hizo ese hombre a Renée.

—Aquí vamos —murmuré al estacionarme y bajarme del auto.

El ramo ocupaba la longitud completa de mis brazos abiertos y procuré tener mucho
cuidado a medida que subía las escaleras y llegaba al escritorio de una rubia
recepcionista de apretado moño. La sonrisa que iluminó su rostro era como de niño
en dulcería.

—Buenas… Noches. —Saludé percatándome del gran reloj digital empotrado en la


pared detrás del escritorio. Las piedras de arenisca gris alrededor de él
contrastaban con la piedra lisa y negra, pero mantenía su elegancia. De repente me
sentí mal vestida con mis sencillos pantalones vaqueros y chaqueta azul, menos
mal había recordado usarla para tapar las manchas de pintura.

—Buenas noches, ¿en qué puedo ayudarle? —respondió amablemente la mujer.

—Vengo a entregar unas flores a...

Oh, mierda ¡El nombre! ¡No puedo creer que olvidé el nombre! ¡No puedo creer que
Renée haya olvidado decirme el nombre! Aunque salí tan apurada...

—¿Para quién son, señorita? —Insistió la mujer viéndose un poco ilusionada.

No son para ti, querida… O Tal vez sí.

—Para... —Me detuve nuevamente, tratando de pensar qué hacer. Tendría que
llamar a la floristería y...

—Son para mí. —La voz masculina detrás de mí me tomó por sorpresa.

Sabía muy bien quién había hablado, pero aun así giré mi cuerpo hacia él con una
lentitud innecesaria. Cuando mis ojos se posaron sobre él, me fijé en el marco de
sus gafas oscuras y un traje azul marino que jamás lo había visto usar, solté un
suspiro ante lo que tendría que enfrentar a continuación.

—Edward.
¡Aja! ¡No hay escapatorias!

¿Estan de acuerdo con lo que hizo Bella? Los nuevos cambios en su vida, su
familia, Jacob, Espiar a Edward :O

¿Y ese encuentro al final? ¡Bueno! jaja

Son muchas cosas que opinar así que aquí estaré leyendo cada palabra que
puedas regalarme :) es un tesoro para mi y así responderé.

Un abrazo, querida gente.


Alessa.
B: Nuestro Reinicio I
¡Holas! :) Aquí estamos.

Gracias por sus Favoritos, Recomendaciones y a todas las que me escriben n_n
aun cuando no tengan cuenta FF (Lau Garcia, Coki, Liliana ;) )

Disclaimer: Los nombres de los personajes pertenecen a S. Meyer. La trama de la


historia y acciones que dichos personajes emprenden son sólo de mi autoría y estan
protegidos por Derechos De Autor. La distribución y utilización de este material es
de mi absoluto y único control (Alessa315).

¡Enjoy! :D

De Flores y Puntos Ciegos

Capítulo 17

Capítulo beteado por Zaida Gutiérrez Verdad

Beta Élite Fanfiction www facebook com/ groups/ elite. Fanfiction

El traje parecía quedarle como un guante. Tenía el bastón en su mano izquierda y


su mano derecha estaba hecha un puño. Me sonreía, pero era una sonrisa extraña,
casi artificial. Moví el enorme ramo entre mis brazos y observé a mí alrededor
pensando automáticamente en Chester, pero enseguida me di cuenta de que
probablemente no está permitido traer mascotas a este elegante edificio, sin
importar lo adorables e importantes que sean. Había varias macetas dispersas en
las esquinas, varios escritorios de mármol con elegantes mujeres tras ellos,
ascensores y una puerta cerca de mí con una pequeña placa que decía escaleras.

Era como el lobby de un hotel.

Me percaté de que llevaba mucho tiempo en silencio y sabía la ansiedad que eso
producía en Edward, así que me apresuré a decir algo.

—¡Hola Edward! —Mi voz salió en un estúpido chillido. Buena esa, Bella, muy sutil.

Su sonrisa se acentuó y comenzó a caminar hacia mi dejando que su bastón lo


guiara, así que me apuré a completar el camino hasta él, a duras penas logré
sostener el ramo con un solo brazo y pude colocar una de mis manos sobre la
empuñadura de su bastón para que supiera que ya estaba allí. Le sonreí
abiertamente cuando nuestras manos se tocaron y deseé que él pudiera verme
porque parecía más incómodo que nunca.

—Hola Bella. —Saludó, relajándose un poco.

—Te ves estupendo —señalé, retirando mi mano de su toque.

Era cierto. Hasta ese momento no me había dado cuenta de lo mucho que lo
extrañaba.

—Quisiera poder decir lo mismo —respondió él suavemente.

Su expresión me confundió por un momento, hasta que me percaté de su


significado. Claro, él no podía verme, no podía decir lo mismo. Sentí que mis
mejillas y la punta de mis orejas se calentaban furiosamente ante mi imprudencia,
pero la expresión en su rostro no era de ira o amargura, era tranquila, quizá incluso
nostálgica.

—Disculpa, es que...

—No te preocupes —interrumpió—, haré de cuenta que no vi nada. —Sonrió


ampliamente.

Oh, por Dios. ¿Edward Cullen acababa de hacer un chiste sobre sí mismo? Un
chiste terrible, por supuesto, pero... ¿Lo hizo? Quizás esté confundida, es lo más
probable.

—Es un chiste, Bella.

—¡Oh! —Solté una risa, más por el hecho de que él tenga que aclararme cuando
bromea que por el chiste en sí.

Volví a acomodar el ramo entre mis brazos. Seguramente no muchas personas lo


saben, pero las flores también pesan.

—Entonces... ¿Éstas son tus flores? ¿Te enviaste flores?

—En realidad no. Son tus flores. Las compré para ti. —Cuando explicó esto, su
postura cambió visiblemente. Pasó su mano libre por su cabello y comenzó a jugar
con su bastón sin borrar su sonrisa.

—¿Hiciste que manejara un sincrónico a través de media ciudad, paranoica por no


chocar con nadie ni encontrar ningún policía, sólo para entregarme mis propias
flores? Que, por cierto, siguen en mis brazos y ya me pesan bastante. —Hablé tan
rápido que tuve que respirar profundo para poder continuar—. Eso no es muy
romántico, señor Cullen.

Sin embargo, la amplia sonrisa que marcaba mi rostro en ese momento podría decir
lo contrario.

—Uhm, no sabía que tendrías que hacer todo eso pero... Supongo que no. —
Edward frunció su ceño y el pobre comenzaba a verse tan preocupado que no pude
aguantarlo más.

Giré mi rostro y vi que la señorita Cabello rubio nos observaba atentamente desde
su escritorio de mármol que estaba a sólo unos metros. Sus codos sobre la mesa y
sus manos sosteniendo su mentón mientras miraba de Edward hacia mí
continuamente con una sonrisa y mirada soñadora. La pobrecita seguro se estaba
perdiendo su telenovela favorita y Edward y yo le estábamos cubriendo su cuota.

—¿Te parece si dejo las flores con una chica de acá? De verdad pesan —pregunté
tratando de no ofenderlo. Incluso pude estirar mi mano y apretar su brazo.

—Claro, sí —afirmó rápidamente—. ¡Kate!

La señorita Cabello rubio saltó en atención, rebotando de alegría desde su puesto y


sacudiendo su mano, como indicándome que le diera las flores.

Oh, por Dios, ¿esa mujer estaba escuchándonos? ¿Qué, tiene súper oído? ¡Ni me
imagino los chismes que debe saber con ese súper poder en una oficina!

Por la mirada en sus ojos cuando le entregué las flores, cualquiera habría pensado
que eran para ella. Me sentía como si estuviera coronando a una reina de belleza.
Abrió su boca como para decir algo, pero antes de que pudiera darme las gracias o
alguna otra cosa perturbadora, le di una incómoda sonrisa y me alejé a ella.

—Esa chica parece muy... Entusiasta —comenté a Edward una vez que estaba
junto a él.

—Me dijeron que está así desde que cancelaron su telenovela. —¡Lo sabía!—. De
verdad quiero hablar contigo Bella, ¿quieres que salgamos a cenar?

Se veía tan nervioso, era adorable.

—Claro.

Su rostro se iluminó en respuesta.


—Bien. Acompáñame a buscar unas cosas en mi oficina y...

—¿Tu oficina? —Inquirí extrañada, ¿Edward trabajaba aquí? ¿Volvió a trabajar?


¿Cómo...?

—Sí... en realidad no... Sólo acompáñame.

Caminó hacia mí y tomó mi mano en la suya con la misma naturalidad de siempre,


pero la expresión en su rostro no era igual a sus acciones. Su ceño estaba
profundamente fruncido y, mientras caminábamos, movía su bastón más
rápidamente de lo usual.

—Tenemos que subir, ¿cierto?

—Sí. —Replicó distraídamente.

Apreté su mano con determinación y lo conduje hasta las puertas para esperar el
ascensor. Me sentí un poco ansiosa al pensar en Edward en este lugar.

Tantos ascensores, pisos, escaleras, ¿cómo hacía para moverse por acá?

Las puertas del ascensor se abrieron con un sonoro ding y, una vez dentro, presioné
el botón para el piso que Edward me indicó. Antes de que las puertas se cerraran,
Edward tomó mis dos manos en las suyas y se acercó a mí hasta quedar a sólo
unos centímetros de mi rostro. Se sentía tan bien tenerlo tan cerca otra vez.

Desvié mi mirada brevemente y capté un último vistazo del lobby, donde la señorita
Cabello rubio se inclinaba peligrosamente en su gran escritorio para poder espiar lo
que Edward y yo hacíamos en el ascensor. Me hubiese enojado sino fuera por la
enorme e ilusionada sonrisa que brillaba en su rostro.

La secretaria es chismosa, pero al menos fue amable.

El trayecto hasta el piso veintisiete lo pasamos en silencio. Sólo con mi cuerpo


reclinado contra el de Edward, nuestras manos juntas y mi cabeza presionada en su
pecho.

Así como si nada, ese ascensor acababa de convertirse en mi lugar feliz.

Las puertas se abrieron y una pequeña horda de personas se detuvo en seco


cuando nos vieron a Edward y a mí allí dentro. Una expresión de sorpresa mal
disimulada cruzó por varios de sus rostros. Edward se alejó un poco de mí,
removiéndose incómodo, pero mantuvo mi mano entre la suya. Por un momento me
pregunté si podía sentir las miradas sobre nosotros. Antes de que pudiera
preguntarle, alzó su bastón frente a nosotros y nos encaminó fuera del ascensor.

Atravesamos otra especie de lobby, menos amplio y con mucha más gente
dispersa, caminando velozmente o hablando en pequeños grupos. Había varias
puertas en la pared lejana frente a nosotros, pero Edward nos hizo cruzar a la
derecha, adentrándonos en un pasillo más estrecho. Aunque se movía con
destreza, su bastón chocaba constantemente con varias cosas a nuestro alrededor,
entre ellas algunas macetas y los pies de un par de personas.

—Es la cuarta puerta a la derecha. Dice Cullen —susurró en mi oído y aproveché


sus palabras para tomar el control y guiarlo hacia donde él me indicó.

Allí estaban, unas puertas dobles de madera oscura con letras doradas sobre ella
que anunciaban Cullen, aunque a la izquierda de ellas la madera estaba
extrañamente raspada y deteriorada, no entendía por qué.

Edward abrió la puerta y soltó mi mano para luego dirigirse con rapidez hacia el
escritorio. Estaba de espaldas a mí, así que sólo lo vi mover algunas cosas en el
escritorio y colocar otras en sus bolsillos.

La oficina era bastante amplia, al menos más que otras que había visto. Las
paredes eran de un color verde oscuro que me recordaron a los ojos de Edward, un
largo sofá de cuero color crema se ubicaba a la derecha de la habitación y sobre él
colgaba un cuadro de marco plateado con un paisaje nocturno que no supe
reconocer, pero que se notaba antiquísimo.

—Creo que ya podemos irnos —anunció Edward volteándose hacia mí, lo que me
permitió una visión completa de él en esta oficina.

A pesar de que la elegancia de su traje, que combinaba muy bien con el tono de la
habitación, había algo que no me cuadraba del todo.

—Edward..., ¿cómo es que estás acá? ¿Volviste a trabajar con tu padre? —


pregunté sin poder aguantar mi curiosidad.

Él movió su boca como titubeando y movió su cuello de un lado a otro antes de


responder.

—Ésta es la oficina de mi padre.

—Bien. —Eso realmente no me decía gran cosa.


—No volví a trabajar con él. Solamente... —Se detuvo para soltar un profundo
suspiro e inclinó su rostro hacia sus pies—. Soy su suplente temporal.

Asentí lentamente tratando de procesar la información que me estaba dando.


Hubiera sido más normal si la relación de Edward y su padre fuera mejor, pero yo
sabía que si Edward estaba allí, haciendo el trabajo de su padre, no era por un
simple favor entre padre e hijo. Sabía que había algo que no estaba diciéndome,
pero no podía culparlo, después de todo, había mucho que yo no le contaba a él.

—¿Y tú trabajas aquí? —pregunté en un intento de cambiar un poco el tema, pero


aún curiosa por esta faceta de su vida que yo desconocía.

—Uhm... sí, mi oficina está a la derecha —respondió viéndose tenso y


alcanzándome en la puerta.

—¡Vamos! Quiero verla.

Halé la manga de su traje hacia donde me indicó y él se mostró reticente, pero


accedió. La puerta era del mismo tono marrón caoba que la anterior, aunque no
había nombre y ninguna letra dorada, en su lugar la madera estaba deteriorada y
rayada. Miré a Edward a punto de preguntarle, pero él podía estar tan perdido como
yo, así que decidí no hacerlo.

Abrí la puerta y la oficina, aunque similar a la de su padre, me pareció diferente. Las


paredes eran de un tono azul oscuro, no habían cuadros cubriendo las paredes,
pero sí una ventana de gran tamaño con una vista hermosa del cielo nocturno de
Seattle, las luces de la ciudad brillan bajo la noche sin luna y es precioso.

—Tiene una mejor vista que la de Carlisle —anunció Edward como adivinando mis
pensamientos—. No me gustan los espacios cerrados, así que...

Su voz se apagó poco a poco y una triste sonrisa se desplegó en mis labios al no
poder compartir esto con él. Recordé aquella noche, cuando contemplé las estrellas
desde el tragaluz de mi habitación, en la que pensé que Edward no era la clase de
hombre que se deleitaría en admirar el cielo... O a mí. Pero allí, parada frente al
hermoso panorama citadino, entendí que Edward era mucho más. Entendí que mi
Grinch sí tenía corazón.

—Ya podemos irnos —insistió él, halando mi mano hacia la puerta.

Le di otro vistazo rápido a la oficina. Un sofá color beige que parecía de un material
suave y mullido, y varias plantas pequeñas dispersas por la habitación.
Parece que Edward es un chico verde, después de todo. ¿Quién lo diría?

Salimos al pasillo nuevamente y me aseguré de cerrar bien la puerta. No había


dado dos pasos para salir de allí cuando Edward tomó mi codo y haló mi cuerpo
hacia él. Sus manos sostenían mi cintura y su rostro estaba inclinado hacia el mío
con sólo sus gafas negras de por medio.

—Quiero verte, Bella —susurró muy cerca de mis labios.

Me costaba procesar sus palabras porque no entendía lo que quería de mí, y


porque en ese momento lo único que me interesaba eran su aliento y su cercanía.
Con mucha destreza, Edward dobló su bastón con una sola mano y lo guardó en su
bolsillo. Volvió a colocar sus dos palmas en mi cintura y comenzó a subirlas por mis
costados, palpando todo a su paso.

—Quiero verte, Bella —repitió con mayor convicción y lo entendí. Él quería verme a
su modo.

—Sí. —Suspiré.

Una suave y juvenil sonrisa cruzó sus labios y respondí de igual forma. Sus manos
deseosas ascendieron por los costados de mis senos, mis hombros y mi cuello,
hasta ahuecar mis mejillas entre ellas. Con sus pulgares rozó mis pómulos, mis
cejas y finalmente mis labios que, inevitablemente, depositaron besos en las yemas
de sus dedos.

Abrí mis ojos cuando escuché su suave risa y él acercó mi cabeza para luego dejar
un beso en mi frente. No quise soportarlo o disimularlo más, ¿por qué habría de
hacerlo? ¿Para qué?

Alcé mis brazos para rodear su cuello y junté mi boca a la suya. Extrañaba besarlo.
Él pareció sorprenderse un poco, pero respondió sin dudarlo. Halé su labio inferior
entre mis dientes y disfruté lo bien que se sentía poder hacer esto con él y
encontrarlo en este momento de mi vida.

Edward alzó mi mentón suavemente para profundizar el beso y sus manos


descendieron nuevamente a mi cintura, pero esta vez se adentró bajo el borde de
mi camisa e hizo contacto con mi piel.

—Te extrañé mucho —murmuró dándome un casto beso en los labios para luego
esconder su cabeza en mi cuello y repartir más besos en esa zona.

Sonreí ante la sencillez de su gesto y nos abrazamos con más fuerza.


—Señor Cullen, ¿se encuentra por...? ¡Oh!

La voz de Kate nos tomó a ambos por sorpresa y Edward se separó bruscamente
de mí, haciéndome perder un poco el equilibrio.

—Sí Kate, dime.

Edward tosió de forma incómoda y pasó sus manos por su cabello ansiosamente.

¿Por qué tanto alboroto? ¿No quería que lo vieran conmigo en su oficina o algo así?

Le lancé una mirada furibunda a él y otra para Kate. La enorme sonrisa que portaba
la rubia me hacía pensar que no había sido ningún accidente.

—Su madre está al teléfono, dice que lo está esperando.

—Mierda. Lo olvidé. —Farfulló por lo bajo—. Dile que tardaré un poco, pero allí
estaré.

—Está bien, señor Cullen.

La señorita Cabello rubio tardó un poco más de lo necesario en alejarse de


nosotros, ya que continuaba mirando atentamente entre Edward y yo, finalmente me
dio una gran sonrisa y se despidió con un gesto de mano. Lo único que faltaba era
que rebotara de emoción o soltara uno de esos gritos agudos de alegría.

—¿Todo bien? ¿No querías que alguien te viera conmigo o algo así? —cuestioné
procurando que sonara como una broma.

No, no era una broma.

—No es eso —respondió frunciendo las cejas—. Es que es un lugar de trabajo. No


quiero que después hagan lo mismo sólo porque el jefe lo hace.

Era una regla bastante formal, pero supuse que podía entenderlo.

—Entonces... ¿Ahora eres el jefe?

—No. —Gruñó y luego soltó un suspiro—. Sólo vámonos.

Oh, Edward... Tienes tanto por explicar

. . . . . . . . . .
Me encontraba en mi tercera vuelta a la manzana. El silencio en el camión se había
vuelto tenso nuevamente, pero al menos podía contar con las sacudidas del motor
para aligerar el ambiente. Edward estaba con su rostro volteado hacia la ventanilla y
yo prefería conducir en círculos antes de interrumpir sus pensamientos.

Después de la tercera vuelta, Edward giró su rostro hacia mí con una expresión
grave. Estaba, literalmente, preparándome para lo peor, pero no para lo que me
diría.

—¿Es mi imaginación o estás conduciendo en círculos?

¡Diablos! Es un hombre perceptivo.

—Uhm, algo así.

—¿A dónde vamos?

—Eso quería preguntarte.

—Tú eres la que está conduciendo —señaló lo obvio.

—Bueno, sí, pero...

Dios, ¿qué estoy haciendo?

—¿Te parece bien si vamos a casa de Esme primero? No va a dejarme en paz si no


voy ahora. —En ese momento comenzó a sonar una intrincada melodía de cuerdas
que parecía música clásica e hizo gruñir a Edward—. ¿Ves? Está llamándome.
Vamos.

Cómo extrañaba a ese hombre. El ambiente se relajó después de nuestro


intercambio y sonreí cuando me habló nuevamente.

—Si quieres podemos ir a tu casa después... O a donde sea que estés viviendo. —
Lo último no fue más que un murmullo entre dientes.

—No lo sé, es la casa de Rosalie, así que procuro consultar con ella primero.

Ok, ya lo dije. Sonó casual así que quizá ni siquiera lo note. Sí, soné muy casual.

—En casa de Rosalie, ¿eh?

Diablos. Supongo que no soné tan casual después de todo.


. . . . . . . . . .

La casa de Esme estaba tan preciosa como la recordaba. Las flores en el atendido
jardín, la cerca verde pálido con la puertecilla abierta y los marcos de madera. Tal
como antes, apenas me estacioné frente a su hogar y apagué el motor, Esme salió
de la casa como si hubiera estado observando desde la ventana.

—¡Edward! ¡Por fin! Tu hermano me dijo...

La voz de Esme se apagó poco a poco cuando salí del camión y me detuve junto a
Edward que también había bajado del coche y ya portaba su bastón. Me preguntaba
dónde estaría Chester.

—Mamá, ya conoces a Bella —indicó Edward con un vago gesto de su mano y, sin
esperar confirmación alguna, hizo su camino y se adentró a la casa. Es decir, me
dejó sola con su madre.

—Hola Esme, un placer verla otra vez. —Saludé cortés, sintiéndome un poco
incómoda con los desaliñados pantalones que llevaba en ese momento.

Ella no se veía formal en lo absoluto con unos sencillos pantalones de mezclilla,


pero su camisa azul de botones resaltaba sus ojos claros y su cabello estaba muy
bien peinado. La sonrisa que me obsequió, sin embargo, era lo mejor que había
visto en ella hasta el momento.

—¡Bella! Un gusto verte. Pasa, por favor, pasa. Disculpa los modales de Edward, yo
lo crie mejor que eso.

Cuando entramos a la residencia de los Cullen... o Platt, casi lo olvidaba, no había


rastro de Edward, pero Emmett estaba sentado en la sala, devorando algo cremoso
en su plato.

—¡Bella! ¡Por fin! —Vociferó entre bocados.

—¿Sabías que vendría? —Inquirió Esme acusatoriamente.

—No. Pero lo esperaba, mamá, lo esperaba.

Sonreí ante la calidez de Emmett y me acerqué a él para acariciar su hombro.


Escuché voces y pasos en la parte de arriba y me intrigó que Edward estuviera allí.
Mis nervios empeoraron cuando vi al padre de los Cullen bajando por las escaleras.
Su aspecto era diferente al de aquel violento día en que lo conocí, pero no estaba
segura si era un cambio para mejor o peor. Su ropa era más casual, pero se veía y
olía limpio. También se veía más peinado, pero las moradas ojeras bajo su rostro le
hacían parecer un tanto demacrado.

—Estoy listo para salir —anunció cortésmente dándole una suave mirada a Esme y
una más firme a Emmett.

Cuando sus ojos llegaron hasta mí, no dio ninguna señal de reconocerme, sólo
asintió educadamente y yo respondí de igual forma.

—Carlisle, ella es Bella —dijo Esme suavemente.

—Oh. —Su respuesta fue acompañada por una extraña mueca como de asco y no
entendí por qué. ¿Acaso ese hombre tenía algo contra mí? Porque hasta donde yo
sabía, era yo quien podía tener mucho resentimiento contra él.

Carlisle recompuso su expresión y dio un pequeño paso hacia mí, aunque aún nos
encontrábamos a media sala de distancia.

—Discúlpame Bella, por mi comportamiento la otra noche. No estaba en mis


cabales y... lo siento mucho, por ti y por Edward. Discúlpame.

Respiré profundo y traté de no recordar demasiado la única imagen que tenía de


Carlisle, su expresión violenta, sus palabras hirientes y lo que le había hecho a
Edward. En lugar de eso, traté de ver al humilde hombre que se encontraba ante mí.

—Lo disculpo, señor Cullen.

No iba a decirle que todo estaba bien, ni ninguna otra palabra que tranquilizara
demasiado su alma porque el alcohol es engañoso y no sabía nada de ese hombre,
así que me sentía como caminando sobre un campo minado.

Emmett se limpió la boca con su manga y se levantó de su asiento, acercándose a


su padre. Al apreciar el perfil de ambos pude notar el parecido entre ellos.

Después de una breve despedida, Esme y yo quedamos solas otra vez.

—Bella. —Suspiró ella, dándome una sonrisa para luego tomar mis manos en las
suyas y dirigirnos al sofá—. Oh, Bella.

Sus ojos estaban llenos de lágrimas por derramar y tenía una extraña sonrisa en su
rostro, algo entre alegría y tristeza.

—Señora Platt, ¿quiere que llame...?


—¿Vas a darme nietos, Bella?

—¡¿Qué?!

Está bien, eso no me lo esperaba. Mis ojos probablemente estaban como platos
mientras los de ella me miraban con ilusión, algo parecido a esa chica Kate de la
oficina.

¿Qué diablos le pasa a la gente con el romanticismo?

—¡Mamá!

—¡Edward, volviste! —Esme secó sus ojos con disimulo e hizo lo posible por
recomponerse, pero el grito que había dado Edward al bajar las escaleras me hizo
saber que había escuchado todo lo que tenía que escuchar—. Sólo estaba...

—¿Asustando a Bella? Creo que ya lo tienes cubierto, mamá, pero ya tenemos que
irnos. —Edward caminó rápidamente hacia mí, pero tropezó con uno de los muebles
y después con una mesa. Eso fue señal suficiente para mí y corrí a su encuentro
colocando mi mano en la suya.

Se veía tan paradójico, esta versión de Edward en un traje que irradiaba seguridad y
confianza, y cuyos movimientos mostraban lo vulnerable que era realmente. Sabía
que, además de su propia casa, éste era uno de los lugares donde se sentía más
cómodo y que conocía como la palma de su mano.

Verlo tropezar me entristeció, pero sobre todo me inquietó.

—Vámonos —susurró en mi oído para luego depositar un suave beso en mi frente.

Después de una rápida despedida, estábamos en el interior del camión. Ya la noche


había caído por completo y puntos de luz iluminaban el cielo junto con una hermosa
media luna.

—¿A dónde vamos ahora, señor Cullen? —pregunté intentando ser graciosa.

El respondió con una sonrisa.

—Me estoy muriendo de hambre, señorita Swan, y creo que usted tiene unas
cuantas preguntas por responder. Así que cualquier lugar con sillas y comida
caliente será perfecto.

Reí ante sus palabras porque, después de todo, yo no era la única que tendría que
responder muchas preguntas. Estábamos igual de curiosos el uno por el otro y, si él
no lo sabía, yo estaba a punto de aclarárselo.

Metí mi mano en el bolsillo de mi pantalón para retirar mis llaves y sentí la textura de
un papel arrugado. Lo saqué sin saber qué podría ser, pero cuando lo desdoblé lo
supe de inmediato, era la nota de Edward. Allí, con letra grande, muy ennegrecida y
un tanto torcida, estaban las incompletas palabras que Edward había intentado
darme ese día.

Te am

Le sonreí al papel y luego elevé mi mirada hacia el encantador hombre a mi lado,


que esperaba pacientemente que yo condujera. Técnicamente no necesitaba pedirle
que terminara la frase para saber lo que quería decirme, pero definitivamente iba a
hacer todo lo posible para lograr que me las dijera en persona. Encendí el motor con
una gran sonrisa en mi rostro y rápidamente decidí que necesitábamos algo más
que sillas y comida caliente.

Necesitábamos un terreno neutral.

Pensándolo bien, no me molestaría en lo absoluto pasar el resto de mi vida


logrando que él me repita esa frase una y otra vez.

Oooh... solamente quedan unas cosas que aclarar... Se nos acaban los nudos,
¿verdad? ;)

¿Qué tal estuvo Kate? Ella hizo todo lo que yo haría si tuviese tan cerquita a
Edward y Bella xD ¡Los espiaría todo el tiempo! Jajajaj

¿Cómo les parece que le va a Edward y su familia? Han habido varios cambios y
me encantará leer todo lo que quieran decir al respecto ;)

Nos leemos pronto, gente genial


¡Abrazos!
Alessa.
E: Todo Está a La Vista
Bienvenidos al capítulo final de "De Flores y Puntos Ciegos" (a la espera de un
Epílogo)

Este capítulo va dedicado a tí y a cada lector de esta historia. Gracias por


seguir mis palabras y darme tus opiniones que me hacen sonreir y crecer.

El presente capítulo NO ha sido beteado (aunque procuré revisarlo según lo que


sé). Apenas tenga la versión de mi muy apreciada beta, lo actualizaré :)

Disclaimer: los nombres de los personajes pertenecen a . La trama y variaciones


de la misma son enteramente de mi autoría. Los lugares y comida mencionada en el
presente capítulo son reales, algunos detalles de los mismos también lo son
excepto por algunas variaciones.

¡ENJOY! :D

Capítulo 18
Todo está a la vista

EPOV

Bella se sentía... preciosa. No tengo una mejor manera de describirla. Las curvas de
su cintura y sus senos, la sensación de su boca sobre la mía, tuve que contenerme
para no empujarla a mi oficina y hacerle todo lo que tenía mucho tiempo sin hacerle.
Además de eso hubiese preferido que no pusiéramos un pie en casa de Esme pero
mi obligación familiar me llamaba y ya no podía simplemente negarme y mirar hacia
otro lado.

Me alegraba tanto volver a estar con ella que estaba dispuesto a pasar por alto lo
demás (mi familia y la docena de preguntas que quería hacerle). Un brusco
movimiento del camión me hizo saltar en mi asiento y agarrarme con más fuerza de
la manilla de la puerta.

—Disculpa, es que aún no me acostumbro a esto —Se excusó—. Estúpida palanca.

—Está bien.

—Entonces... tu papá...

—No —interrumpí firmemente—. Me niego a responder algo con el estómago vacío.


Ella rió suavemente y me sentí como en casa. —Parece que el hambre te pone
gruñón.

—Y ya no quiero seguir hambriento, Bella. —murmuré en el tranquilo silencio del


coche. Aun sin poder verla, giré mi rostro hacia ella y le dirigí una sonrisa.

Bella dijo que me llevaría a probar su comida favorita. Aparentemente estábamos


bastante lejos de allí así que el camino era un poco largo. Su teléfono sonó y me
dijo que era Rosalie diciéndole que ella y Emmett estarían en su casa así que no
podríamos ir allí.

Emmett seguramente sabía que Bella estaba viviendo allá y no me había dicho
nada, tendría que hablar con él más adelante.

—Ya llegamos —anunció Bella—. Pero no te bajes, compraremos desde el auto.

¿"Compraremos desde el auto"? Comencé a pensar rápidamente en qué clase de


restaurante te permitiría comprar desde el auto y supuse que estaríamos en un Mc
Donalds o restaurant de comida rápida.

—Buenas noches. Quiero un hot dog Matsuri, una salcihcha Kielbasa con
mayonesa japonesa, cebollas Teriyaki, queso y tocineta.

Muy bien. Eso no sonaba para nada como un McCombo. Bella debió haber visto la
confusión en mi rostro porque habló nuevamente sonando tan entusiasta como niña
en dulcería.

—Estamos en Dog Japón. Venden los mejores perros calientes japoneses del
mundo.

—¿Perros calientes japoneses? —cuestioné igual de confuso pero procurando


hablar en susurros para que a la persona que probablemente esperaba nuestra
orden no le diera por escupir en nuestra comida. El sushi japonés era excelente y
los hot dog de Estados Unidos son los mejores, ¿por qué habría de mezclarlos?—.
Eso suena demasiado raro para mí, Bella.

—¡Tienes que probarlo! ¡Es el mejor camión de comida en Seattle!

—¿CAMIÓN DE COMIDA? ¡Bella!

—¿QUÉ? No me digas que nunca has comido de un camión en la calle.

Por supuesto que lo había hecho un par de veces cuando aún podía ver (había un
camión de deliciosas donas frente a la oficina) pero lo único que llegaba a mi mente
en ese momento eran imágenes de hombres grandes y sudados tocando los
vegetales con sus manos sucias y rellenando "hot dogs japoneses"

—No creo que...

—Olvídalo, Edward —interrumpió ella para luego ignorarme por completo—. Dame
dos de todo lo que te dije y un refresco de uva para llevar. Gracias.

Después de recibir la comida, Bella condujo por otros quince minutos hasta que
finalmente estacionó.

—Estamos en el parque Green Lake —anunció cuando nos bajamos del coche con
las bolsas en mano.

Ése era el parque donde Bella y yo nos conocimos aquel soleado día, y me pareció
perfectamente adecuado para nuestra conversación. Un poco de terreno intermedio.

Aquel día nos habíamos encontrado muy cerca de la entrada del parque. Esa
noche, sin embargo, Bella tomó mi mano y caminamos durante varios minutos
adentrándonos más hacia el corazón del lugar. Eran muy pocas las veces en que
había visitado ese parque cuando aún podía ver, pero recordaba la gran laguna y el
muelle que se encontraba en la parte central; el verdadero atractivo del sitio
especialmente en la noche, cuando ambos lados del camino eran iluminados por
una serie de lámparas de tipo oriental que descansaban en el césped. Finalmente,
Bella hizo un cruce y nos sentamos en un banco de madera.

—Justo frente al lago —anunció victoriosa—. Es uno de mis lugares favoritos.

Desempacamos las provisiones y comimos en un apacible silencio. Bella se burló


de mi cuando tuve que admitir que la comida estaba bastante buena. Ok, mejor que
buena... esos hot dogs estaban exquisitos y ya estaba pensando en llevar a Emmett
y quizás a Esme alguna vez.

Cuando terminamos, limpié mis dedos con cuidado y me acomodé en mi asiento,


con mi rostro en dirección al lago y preparándome mentalmente para lo que
habíamos ido.

—Entonces estás viviendo en casa de Rosalie —afirmé sin acusarla.

—Temporalmente.

Un tranquilo silencio se extendió justo allí. No podía observar el hermoso paisaje


que seguramente tendríamos frente a nosotros, la luz de la luna y el cielo oscuro
reflejados en las aguas del lago, sólo pude percibir el sonido de los autos a lo lejos.
Bella deslizó su mano sobre la mía, sosteniéndola con cariño, y de pronto ya no
necesité observar el paisaje para apreciar y sentir la belleza del momento.

—Sé que fuiste a visitarme.

—Sé que estuviste allí cuando hablé con Seth.

Ella nuevamente se quedó en silencio y no sabía si era porque la había tomado por
sorpresa o por algo más. Mis palabras no eran del todo ciertas; no sabía con plena
seguridad si ella había estado allí pero algo en el sonido de unos pasos, un extraño
suspiro y los cambios de actitud en Seth me hicieron sentir que ella podría haber
estado allí, y su silencio parecía confirmarlo.

—Lo siento —Se disculpó después de un rato—. No quise ofenderte...

—No lo hiciste. —interrumpí—. Vamos, Bella. Estoy seguro de que no eres la


primera ni la última mujer en escuchar a su novio a escondidas.

Mi intención fue aligerar su pena pero muy tarde me di cuenta de que me llamé su
novio, cuando en realidad ya no sabía que éramos. Después de ese beso en la
oficina, no debería tener dudas pero, aun así, tenía mis reservas. Bella estaba
cambiando su vida y escogió no decirme nada. No sabía si continuaría formando
parte de sus nuevos planes o sólo me reduciría a otro de sus cambios.

—¿Desde cuando estás de vuelta en la oficina?

Cambió radicalmente el tema y me sentí incómodo al pasar de un extremo a otro y


ser yo el interrogado.

—Hace un par de semanas —respondí brevemente. Pensé que ella continuaría


preguntando, pero no lo hizo y finalmente cedí—. La empresa se estaba viniendo
abajo desde hace un tiempo pero, de algún modo, Carlisle siempre estaba allí
sacándola a flote a duras penas. Las pocas veces en que su estado de embriaguez
le permitía. —Mi tono se hacía más amargo y tuve que cambiar mi dirección—. Mi
papá se internó en un centro de rehabilitación.

Preferí obviar todos los duros detalles como la pelea entre Carlisle y Emmett y,
finalmente, la pelea con Esme que hizo que Carlisle tocara fondo. Tampoco le dije
que su ingreso al centro no había sido totalmente voluntario porque después de
todo, entre gritos y empujones, mi padre hizo lo que tenía que hacer. Todos lo
hicimos.
—Entonces, ¿por qué estaba en la casa de Esme? —preguntó suavemente. Su voz
me tomó por sorpresa.

—Después de unos horribles primeros días, Carlisle se integró muy bien al


programa y le permitieron una salida. Cuando llegamos, subí a despedirme de él
porque ya era hora de volver.

También omití la parte donde Carlisle me dijo que no necesitaba volver al centro y
que podíamos volver a ser una familia. Gracias a Dios no fue difícil hacerle ver que
todavía no era el momento.

—Y tú eres su suplente en la oficina —concluyó.

—Así es. Hace años que no pisaba ese lugar pero aún recuerdo cómo manejarlo.

Sonreí victorioso al pensar en lo bien que se sentía saber que aún tenía el toque.
No es como si ya hubiese salvado toda la compañía en un par de semanas con lo
grave que eran los daños y pérdidas, pero si todo seguía como iba, podríamos
volver a estar completamente a flote para el próximo año.

—¿Y también es temporal?

—¿Ah? ¡Sí! ¡Temporal! —repetí rápidamente.

—Claro.

Bella se arrimó en el banquito hasta que el lado derecho de su cuerpo quedó


totalmente pegado al lado izquierdo del mío, y colocó nuestras manos unidas sobre
su pierna.

—Yo discutí con mi mamá —anunció—. No me preguntes cómo comenzó todo


porque ni siquiera lo sé. Fue como si explotara de repente y lo siguiente que supe
fue que le gritaba que necesitaba salir de allí y trabajar, que era hora de tomar otras
decisiones —Pausó brevemente—. Impresionante, ¿verdad?

—Eso creo. —repliqué divertido. Nunca pensé que Bella llegaría a los gritos con su
madre... ni con nadie, en realidad.

—Reconozco que me excedí. Dije cosas que no debí y... ya pedí disculpas por eso.
Pero ya pasó y no me arrepiento de lo que saqué de eso.

—¿Qué sacaste de eso? —indagué aprovechando de tomar el rol de interrogador


otra vez.
—Estoy trabajando —No entendí su respuesta y giré mi rostro hacia ella esperando
que lo notara—. En una guardería —Quería hacer una broma y decirle que ahora
limpiaba mocos para vivir pero, aunque sería un chiste, no me atreví a tomar el
riesgo de molestarla—. Rosalie dice que limpio mocos para vivir.

No pude resistirme más y solté una indiscreta y muy sonora carcajada a la que ella
respondió dándome una suave palmada en la espalda.

—Disculpa, no me estoy riendo de ti —expliqué entre risas.

—Está bien, ríete. No me importa.

Solté su mano y coloqué mi brazo sobre sus hombros para acercarla más a mí y
depositar un beso en su cabello. Bella me contó sobre lo que hacía en su trabajo y
varios niños que cuidaba. También de uno particularmente "adorable y apestoso"
(sus palabras, no las mías) llamado Mikey.

—¿Qué hay de nuevo contigo? —Preguntó.

—Ya te dije lo más emocionante y digno de novela —sonreí—. Sigo dando clases.
Jenny te manda saludos, por cierto.

—¡Oh! ¡Adoro esa niña! ¡Tiene las trenzas más hermosas del mundo!

—Uhm, sí —repliqué sin saber que decir—. Dice que si no arreglo las cosas contigo,
es porque soy un "tútido"

—¿Un qué?

—"Tútido" —repetí sonriendo al recordar lo mucho que me reí cuando Jenny me dijo
eso—. Es lo que su mamá le dice a su papá cuando ella se molesta y hablan en su
habitación con la puerta cerrada.

Bella casi se cae de la risa cuando comprendió que ahora había una nueva forma
de llamar a alguien "estúpido" y tuve que sostenerla por un rato, no es que me
molestara.

—No quiero pensar que otras cosas escuchará Jenny cuando sus padres tienen la
puerta cerrada. Pobre niña.

—Cierto. Tendré que decírselo a Alice.

—¿Por qué a Alice? ¿No le decías a Mary?


Claro, había olvidado mencionarle eso. Le expliqué que Alice era la
niñera/consejera de la mayoría de los niños en la cuadra. A Bella no pareció
gustarle mucho esa idea pero le conté que mi joven vecina ya no era la egocéntrica
adolescente que ella conoció.

—¿Me estás diciendo que esa chica cambió de la noche a la mañana? —cuestionó
incrédula.

—No. Pero creo que ha madurado un poco. O tal vez es la influencia de Jasper.

Ante la mención de Jasper, Bella brincó de emoción y colocó ambas manos en mi


rostro apretando mis mejillas.

—¿Jasper? ¿Jasper y Alice son novios?

—Uhm, no acostumbro a meterme en las intimidades de mis vecinos adolescentes


pero por lo mucho que andan juntos, eso creo. —respondí a duras penas con mis
mejillas presionadas.

Bella estampó un beso duro y rápido en mi labios antes soltarme y hablar —¡Por fin!
¿Estás seguro que ya no es tan antipática?

—Yo no diría que es ninguna dulzura. Me sigue pareciendo fastidiosa pero... no está
mal. Ella es quien está pendiente de Chester cuando salgo a trabajar.

—Extraño a Chester.

—Y él a ti —repliqué con sinceridad.

Bella tomó mi brazo y lo colocó nuevamente sobre su hombro para luego descansar
su cabeza en mi pecho.

—¿Y cómo te va con tus pequeños alumnos? ¿Adorables como siempre?

Me encogí de hombros y me limité a contestar con lo que realmente pensaba.

—No están mal.

Al terminar de comer, ayudé a Bella recoger los envoltorios y ella se encargó de


llevarlo todo a un cesto cercano. Me levanté de mi asiento y, sacando mi bastón,
caminé un par de pasos hacia la orilla del lago.

Cuando sentí a Bella aproximarse a mí nuevamente, escuché una voz que gritaba
su nombre a la distancia.
—Es una vieja amiga —explicó—, ya vengo.

Con un último apretón en mi hombro se alejó y la escuche hablar animadamente


con alguien más.

Guardé mi bastón nuevamente y me quedé allí de pie, sintiendo la fría brisa recorrer
mi cuerpo y mover mi cabello dejando un escalofrío en mi cuello. Guardé mis manos
en mis bolsillos para mantener un poco el calor, inhalé profundamente el aire fresco
del parque y recordé mi vida 5 años atrás.

¿Vi lo suficiente? ¿Acaso me detuve lo suficiente para observar el rostro de mi


madre, los labios de mi novia, el paisaje nocturno y el lago frente a mí?

—¿Listo para irnos? —preguntó Bella presionando su pecho en mi espalda y


abrazándome.

Me giré hacia ella y salimos del parque caminando de la mano. Ella nos condujo
hasta mi casa y, aunque llevaba mi bastón, tomó mi mano y caminamos juntos
hasta la puerta. No le había preguntado nada (y tampoco lo haría) pero mi intención
era asegurarme de que se quedara conmigo esa noche.

Ella posó su mano en mi cintura mientras yo sacaba mis llaves y abría la puerta.
Enseguida extendí mis dedos hacia el interruptor y cuando lo escuché hacer "click"
un fuerte grito me hizo saltar de sorpresa y soltar mi bastón.

—¡Feliz Cumpleaños! —vociferaron todos al unísono, aunque realmente no sabía


quiénes eran "todos" ya que sólo había reconocido la voz de Emmett.

—¿Qué diablos les pasa? —grité sin poder controlar mi sorpresa. En serio, ¿qué
clase de personas le hacen esto a alguien invidente?

—Feliz cumpleaños, hijo —dijo Esme apretándome en un abrazo.

—Te sorprendimos mucho, ¿verdad? —Rió Emmett dándome unas sonoras


palmadas en la espalda.

—Les dije que no quería hacer nada...

—¿Y dejar de celebrar tu cumpleaños número treinta? —objetó una femenina voz
que reconocí como Rosalie, y mi madre me soltó para dejarme en otros brazos.

Hice una mueca al escuchar a Rosalie anunciar mi edad tan públicamente y me


percaté de que ya no escuchaba ni sentía a Bella cerca de mí.
—No se preocupe, señor Cullen. Sigue igual de guapo que siempre. —señaló Mary
Alice volviendo un poco a sus viejas costumbres.

Recibí otros abrazos de Seth, Jasper, Tío Vernon y algunos otros familiares con los
que no había hablado en mucho tiempo, pero ninguno de ellos era la persona que
yo esperaba. Escuché a Emmett hablar junto a mí y aproveché para acercarme a él
y susurrarle.

—¿Dónde está Bella?

—Está en el sofá hablando con mamá.

Mis ojos se agrandaron ante su respuesta y todo mi cuerpo entró en sistema de


alerta. Normalmente no me molestaría, pero después de la conversación que había
interrumpido anteriormente, probablemente no sería bueno dejarlas solas otra vez al
menos por hoy.

Caminé hacia el sofá dando sólo algunos traspiés en el camino (no estaba
acostumbrado a tener tanta gente en mi casa) y llegué justo a tiempo para escuchar
la voz de Esme.

—...sólo por eso. Me alegra mucho, Bella.

—¿Mamá? —Mi voz denotaba la pregunta que no expresé en voz alta "¿Puedes no
avergonzarme con Bella, por favor?"—. Creo que el tío Vernon te está buscando.

—Está bien, Edward. Los dejaré solos. —contestó ella sin dejarse llevar por mis
intentos de disuadirla.

Me senté junto a Bella en el sofá y me relajé al sentir sus brazos rodear mis
hombros, su rostro muy cerca de mi cuello.

—Feliz día, cumpleañero —susurró para mí— ¿Por qué no me dijiste que hoy es tu
cumpleaños? Te hubiese felicitado mucho antes.

—Realmente no lo celebro... y no quería que eso influyera en tu decisión de hablar


conmigo hoy.

—Te das cuenta de que prácticamente me tendiste una embocada para que nos
viéramos, ¿no? —Su tono era de broma así que sonreí al saber que eso no le había
molestado.

—Tenía que hacer algo para encontrarte ¿Qué mejor camino que el de las flores?
—¡Mis flores! —exclamó de repente y alejó su rostro del mío— Las dejé en la oficina
¡Diablos!

Reí al imaginarme la cara d Kate al darse cuenta de que ella tendría que quedarse
con las flores —Estoy seguro de que a Kate no le importará.

—Claro que no. Probablemente las guardara de recuerdo y escribirá historias sobre
nosotros —Retomó la posición de su rostro junto a mi cuello y volvió a hablarme en
susurros—. Felices treinta, Edward.

—No te parezco viejo, ¿cierto? Después de todo, eres cinco años menor que yo.

—Claro que no —Contestó acariciando mi oreja con la punta de su nariz—. En


realidad pensé que eras mayor que eso.

Me alejé un poco para girar mi rostro hacia ella y bajé mis gafas oscuras para
lanzarle una mirada furibunda pero manteniendo mi sonrisa. Bella sólo rió y me
obsequió un sonoro beso en mi mejilla.

Después de eso fue difícil despegarme de allí pero eventualmente lo hice y


cumplimos con el tradicional pastel y canción de cumpleaños. Chester estuvo
ladrando durante toda la canción y Seth no paraba de decir que seguramente el
perro también me estaba cantando.

Lograr que mi familia se fuera resultó ser una odisea, especialmente por Emmett
que no paraba de hablar sobre salir a celebrar. Yo sólo necesitaba celebrar con una
persona y podía hacerlo perfectamente dentro de mi casa. Cuando no tuve más
remedio que pedirle a Seth y Rosalie que lo sacaran de mi casa y finalmente pude
cerrar la puerta en su cara (no fue mi culpa, él me obligó a hacerlo), me di cuenta de
que Bella no estaba a mi lado.

—¿Bella?

—¡Aquí estoy! —respondió y pude seguir su voz y los aullidos de Chester


proveniente de la parte posterior de la casa donde estaba la puerta corrediza hacia
el jardín.

Llegué a ella con una mano extendida y la posé sobre su cintura abrazando su
espalda hacia mi pecho.

—La noche está preciosa, Edward —murmuró suavemente—. El cielo está


despejado y hay más estrellas de las que siempre vemos. Es tan precioso; no me
sorprendería si una estrella fugaz apareciera justo ahora.
Su descripción me permitió imaginarme los detalles. Poco a poco subí mis manos a
su rostro y lo delineé con mis dedos, con la intención de imaginármelo junto al cielo
que ella había pintado en mi mente. Cuando mis dedos llegaron a sus labios ella los
besó con cariño repetidas veces y sonreí presionando mi rostro a su cabello para
estar más cerca. Bella tomó mi dedo índice entre sus labios y le dio un húmedo
beso en la punta para luego girarse hacia mí y acunar mi rostro entre sus manos.

—Desearía que pudieras ver, Edward. —Su comentario me tomó por sorpresa pero
alcancé a darle una pequeña sonrisa.

—Ya no se trata de eso, Bella. Ahora tengo otras cosas.

Me incliné para besarla pero sentí a Chester moviéndose entre nuestras piernas y
tratando de interponerse entre nosotros.

—Lo siento, Chester. Hoy te quedas afuera —informó Bella y la escuché hablar en
murmullos a mi perro para luego abrir y cerrar la puerta corrediza.

Estaba a punto de decirle algo cuando la sentí tomar mi cintura y halarme con
fuerza hacia ella estampando sus labios sobre los míos.

—Te extrañé mucho —murmuró entre besos y no pude evitar sonreír sobre sus
labios.

Llegamos a mi habitación dando traspiés y soltando nuestras prendas por todo el


camino, hasta que caímos sin gracia sobre mi cama con más risas y besos.

—Yo también te amo —anunció apartando cuidadosamente las gafas de mi cara.


No recordaba haberlo dicho, pero me alegró que lo supiera y, más aún, escucharla
decírmelo.

Esa noche la abracé y me rehusé a soltarla incluso cuando era momento de dormir,
me rehusé a soltarla cuando susurró en mi oído que ya era de día y lo hice
nuevamente cuando me anunció que alguien en la oficina había llamado para
preguntar por mí. Muy en el fondo, sabía que rehusaría a soltarla por lo que me
quedara de vida.

...

...

:') ¿Qué te parece? Como ves atamos muchos hilos. Quería escribir sobre el
cumpleaños de Edward desde el principio y mira dónde terminó :P

Eso es que le sucedía a Carlisle, lo del nuevo trabajo de Edward, La fiesta


sorpresa y... claro... nuestra pareja favorita Bella y Edward

¡En Fin! Jajaj tengo muchas ganas de saber tu opinión sobre este final, la historia en
general o lo que quieras :)

Gracias por leerme.


¡Nos vemos en el epílogo!
Alessa.
Epílogo: De Flores y Puntos Ciegos
Bienvenidos al Epílogo de nuestra historia "De Flores y Puntos Ciegos" :) es
un simple vistazo al futuro pero es justo lo que Bella y Edward necesitaban
decir. Cuando comencé esto no me imaginé que iba a gustar tanto así que de
verdad gracias por tu apoyo, favoritos y tus comentarios que me ayudan a aprender
y crecer como autora.

Las señoritas lindas: Andrea Fernandez, Nyx, Liliana, Jenni, Freedom!, Teresa
Suki, Natalie, Tecupi, Gloria Valdivia, Natalia, gretchen, alejandra, EmDreams,
Peyci! Lady Andy, Rosbell, Marie, Sam Rocker, jajajaj por supuesto a mi apreciada
beta Zaida y la diseñadora Andy por su trabajo y todas las que me han seguido en
cada capítulo y también en "De Cabeza" :D abrazotes!

Finalmente, esta historia completa la dedico a todas las lindas abuelas del
mundo, muy especialmente a mi abuela (Q.E.P.D). "Gracias por enseñarme que
no es necesario detenerse a pensar si algo será difícil o fácil de hacer, lo importante
es seguir adelante".

Disclaimer: Los nombres de los personajes utilizados a lo largo de esta historia


pertenecen (en su mayoría) a la señora Meyer. Sin embargo, la trama entera es de
mi completa autoría. Cualquier uso o reproducción de la misma es una violación a
mis derechos de autor.

ENJOY! :D

De Flores y Puntos Ciegos

Epílogo

Capítulo beteado por Zaida Gutiérrez Verdad

Beta Élite Fanfiction www facebook com/ groups/ elite. Fanfiction

El cielo estaba precioso. Era una mañana diferente en Seattle, el sol brillaba sobre
un azul intenso y sin nubes en su camino. La brisa cálida movía mis cabellos y
lograba despertar escalofríos en mi piel cubierta por un ligero suéter blanco.

Bajé la mirada y observé por un rato el rectángulo de grama verde, cuyo borde
destacaba en el suelo gracias al delgado camino de florecillas que me había
encargado de sembrar desde aquel primer día. La lápida de mi abuela era una
sencilla placa negra con letras doradas. "Anne Dwyer", rezaba en el mármol junto a
un hermoso mensaje, nunca tan hermoso como mi abuela, pero supongo que
ninguna piedra sería suficiente para eso. La luz del sol hacía brillar las gotas de
agua del césped que acababa de regar y las rosas, gardenias y claveles
multicolores enmarcaban su nombre.

Era el primer aniversario desde la partida de mi abuela y, extrañamente, seguía


sintiéndose reciente; como si sólo hubieran pasado un par de meses. En ese tiempo
la enfermedad que tenía la hacía ver más cansada, aunque jamás la vi llorar ni
expresar angustia alguna. Aquel seis de junio mi abuela partió callada y tranquilla,
según me dijo mi madre, yo no estaba con ella y agradecí que así fuese, porque lo
último que le había dicho era un simple hasta luego con un beso en su mejilla.

Allí comenzó mi periodo gris, en el que no descuidé nada en mi vida excepto a mí


misma; la floristería, mi familia, mi trabajo en la guardería, todo marchaba como
debía ser... Al menos por fuera. Volví temporalmente a mi vieja habitación para
hacer compañía a mi mamá y a mi tío, pero no volví sola. Edward dormía conmigo
cada noche, su masculino cuerpo apenas cabía junto al mío en mi pequeña cama
individual, ambos con nuestros rostros en dirección a la ventana mientras le
describía la cantidad y ubicación de las estrellas. Una vez pensé que Edward no era
la clase de hombre que admirara ese tipo de cosas, pero estaba equivocada; sentía
toda su atención puesta en mis palabras y sus brazos abrazándome con cariño.

Después de un año ya podía hablar de todo nuevamente. Ya podía llorar sin sentir
la necesidad de controlarme para que nadie sufriera por mí, ya podía aceptar que,
aunque no pudiese verla en persona, tenía los mejores recuerdos del mundo.

Mi celular vibró incesantemente en mi bolsillo, quizás por quinta o sexta vez, y seguí
ignorándolo. Quien quiera que fuera podía esperar. Terminé de pulir
cuidadosamente la placa, tomándome mi tiempo para acariciar la verde grama entre
mis dedos y me levanté del suelo sacudiendo la tierra en mis rodillas y admirando
mi trabajo. Se sentía bien poder seguir haciendo algo en su nombre. Me despedí
silenciosamente con un beso en el aire y me subí a la vieja camioneta, rumbo a la
casa de mi novio.

Edward y yo ya no dormíamos juntos cada noche, porque me había devuelto a la


casa de Rosalie y tenía mi ojo puesto en un pequeño departamento en alquiler
ubicado en el centro. No pasaba por alto las pequeñas indirectas que me daba
Edward sobre vivir juntos. "Pasas muchas noches aquí e incluso tienes tampones
en mi baño. Creo que no sería un gran paso si te mudas por completo" comentó
ligeramente, pero me gustaba seguir haciendo cosas por mi cuenta. Supongo que
era el resultado de ponerme al día después de tanto tiempo. Pasé la noche anterior
en su casa y me ofreció acompañarme, pero era algo que quería hacer sola, así que
procuré despertar mucho antes que él y salir silenciosamente.

En la siguiente luz roja sentí mi celular vibrar nuevamente. Tenía ocho llamadas
perdidas de Rosalie, pero ninguna de Edward. Le escribí rápidamente para decirle
que iba camino a su casa y lancé mi teléfono en el asiento para enfocarme en la
carretera. El camino hasta la casa de Edward era largo y durante todo el trayecto
me sentí en una bruma gris que nublaba mi cabeza. Ya no lloraba tanto al pensar en
mi abuela, pues los recuerdos alegres sobrepasaban por mucho a los tristes.

Cuando llegué a casa de Edward entré con la llave que él me había obsequiado
unos meses atrás: "ya estás completamente en mi vida, siéntete libre de entrar a mi
casa cuando quieras", dijo él. Al entrar a la sala, enseguida me di cuenta de que
había algo raro. Chester seguía atrapado en el patio, me miraba a través de la
transparente puerta corrediza ladrando y aullando desesperadamente.

—Edward... —exclamé recorriendo el pasillo hasta su habitación, pero se


encontraba vacía, su cama deshecha y algunas prendas lanzadas al azar por la
habitación.

Lo primero que hacía Edward todas las mañanas era ordenar su cama y dejar que
Chester entrara a la casa, así que todo aquello era más raro de lo que esperaba.
Recorrí rápidamente la casa por si seguía ahí, pero no encontré rastro alguno, sin
embargo me di cuenta de que su bastón no estaba. "Tal vez salió a hacer alguna
diligencia" pensé tratando de encontrar su lógica. Desde hace casi un año Edward
decidió quedarse con sólo un par de alumnos y dedicarse más a su trabajo en la
compañía, así que de vez en cuando tenía que salir a reuniones con clientes. Pero
aún así me extrañaba que no llevara o dejara salir a Chester.

Se me ocurrió llamarlo y resolver mi interrogante, pero mi plan se fue por la borda


cuando escuché el teléfono de Edward sonando y vibrando en la mesa de noche.
Tomé su celular y la única señal de vida que tenía era mi llamada perdida.

Salí como una autómata de la habitación y abrí la puerta corrediza para Chester,
quien inmediatamente comenzó a ladrar y dar vueltas alrededor de mis piernas.

—Sí, sí, ya sé Chester. Yo tampoco sé que pasa.

Respiré profundo y me recordé que Edward era un hombre adulto que sabía lo que
hacía y que podía cuidarse a sí mismo. Sin embargo, un poco de calma llegó hasta
a mí cuando se me ocurrió llamar a Emmett, él generalmente acompañaba a
Edward en varias de sus cosas, o viceversa. Intenté al menos tres veces, pero no
me respondió y para ese momento ya me encontraba caminando de un lado a otro
por la sala.

¿Me siento a esperar? ¿Llamo a Esme? ¿Qué tal si ella no sabe nada y lo que logro
es preocuparla? ¿Qué tal si Edward salió con alguien más y cuando vuelva se
molesta porque preocupé a su madre sin motivo? Si salió con alguien más, ¿por
qué dejaría a Chester y su teléfono?

Toda mi ansiedad fue interrumpida cuando mi celular vibró en mi mano y destelló el


nombre de Rosalie en la pantalla.

—¡Rosalie! No tengo tiempo para hablar. Necesito saber dónde está Edward...

—¡Bella! —el grito desde el otro lado del teléfono hizo que me congelara en mi
lugar, esa voz no era de Rosalie. No había dicho más nada pero, de cierta forma, ya
sabía lo que venía. Con determinación en su voz dijo lo que yo ya esperaba—. Es
hora.

. . . . . . . . . .

EPOV.

Estaba teniendo el sueño más maravilloso. No recordaba cómo era exactamente,


pero tenía colores y muchos sonidos, la risa de Bella era uno de ellos. Sin siquiera
pensarlo estiré mi mano sobre la cama hacia el lado de Bella, sólo para encontrar el
espacio vacío.

—Bella. —Aún adormecido la llamé suavemente, pensando que tal vez estaría
vistiéndose en la habitación, pero no recibí respuesta alguna.

Acumulando toda la fuerza que había en mí, me estiré y me levanté muy lentamente
de la cama. Tomé mis gafas oscuras de la mesa de noche y las acomodé en mi
rostro.

—¡Bella! —La llamé nuevamente un poco más alto, pensando que tal vez estuviera
en el baño.

Di unos pasos en dirección a la cocina y finalmente recordé qué fecha era. Me


detuve y froté mis manos en mi cara. Bella ya debía estar en el cementerio.

Suspiré profundamente al darme cuenta de que no me había esperado, pero era


una mujer adulta y si había decidido ir sola no había mucho que yo podía hacer al
respecto.
Llegué hasta la isla de la cocina y la palpé con cuidado hasta que encontré el termo
con café que Bella acostumbra dejarme. La verdad es que no era tan aficionado al
café como ella, pero no tenía el corazón para negarle su gesto. Estaba a punto de
posar mis labios en la boca del termo cuando un grito desgarrador rompió la paz de
mi mañana.

—¡Edward!

Una voz femenina exclamó de la nada y no pude hacer más que congelarme en mi
lugar.

—¡Edward! ¡Maldita sea!

Otra vez el grito perforante y aterrador, como si a una pobre mujer le estuvieran
desgarrando el cuerpo o... o...

—¡Edward!

Solté el café, probablemente derramándolo en el suelo, y trastabillé hasta la puerta


para abrirla de un tirón.

—¿Rosalie?

—Edward, gracias a Dios, nunca te había querido tanto como ahora. —Suspiró ella
de alivio. Un enorme contraste a sus otros gritos, pero supuse que no era momento
de culparla. Nunca debe culparse por nada a una mujer embarazada, mucho menos
a una muy embarazada, como Rosalie.

—¿Qué estás haciendo aquí, Rosalie? ¡Por favor no me digas que...!

—¡Voy a dar luz, Edward! —Chilló desesperada.

—Oh, no. No, no, no.

—Me desperté en el apartamento de Emmett, pero él no estaba, llamo a Bella y no


contesta. ¡No quiero estar sola! —De los gritos y el alivio pasó rápidamente al llanto
desconsolado.

—Está bien. Todo va a estar bien, podemos esperar a Bella acá. —Mis palabras de
sosiego eran más para mí que para ella, pero supuse que funcionaría para ambos.

—¿Esperar? ¡Al carajo con esperar! ¡Nos vamos! ¡El taxi esta aquí!

Escuché la corneta de un auto y supuse que era el taxista.


—Rosalie, yo no creo que pueda...

En seguida ella tomó mi mano y apretó fuertemente mis dedos, haciendo que
soltara un alarido de dolor y me retorciera para salir de su agarre.

—Ups —dijo Rosalie—. Parece que se te fracturaron los dedos, Edward. Supongo
que iremos juntos al hospital.

Resoplé por el dolor en mi mano y me moví rápidamente por la casa sin molestarme
en cambiar mi pijama de pantalones cortos y camiseta sin mangas. Me puse los
zapatos, tomé mi bastón y volví con Rosalie colocando mi mano en su hombro para
dejarla guiarme hasta el taxi, ni loco le daba mi mano otra vez.

Durante todo el trayecto hacia el hospital Rosalie me obligó a mantener mi adolorida


mano sobre muy enorme y redonda barriga, era muy raro para mí hacer eso, pero
no es como si hubiera tenido alternativa, y con mi otra mano llamaba a Bella desde
su celular, ya que había olvidado el mío en casa.

Apenas pusimos un pie en el hospital fuimos atosigados por enfermeras que me


empujaban para llevarnos a quirófano. Usé mi bastón para palpar mi camino y tratar
de escabullirme, pero Rosalie haló mi camiseta inmediatamente.

—¿A dónde crees que vas?

—A seguir llamando a Bella. —No era totalmente mentira, Bella seguía sin contestar
mis llamadas.

—No, Edward. Tienes que acompañarme, no quiero estar sola allí dentro.

—¿Qué? —Mi voz se quebró vergonzosamente, pero no podía evitarlo.

Rosalie comenzó a llorar nuevamente, nunca la había escuchado tan vulnerable, y


lo siguiente que supe es que habían personas poniéndome lo que asumí era un
gorro y ropa de hospital para que pudiese entrar con Rosalie.

Me aferré a mi bastón y al celular como a la vida misma. Las enfermeras me


anunciaron que acostarían a Rosalie y hablaban rápidamente con la doctora acerca
de los signos vitales de la paciente. Rosalie tenía su rostro presionado a mi costado,
probablemente porque tenía mis manos ocupadas, y todo en mi cabeza era una
bruma de sonidos.

Me recompuse lo suficiente para llamar a Bella una vez más, justo cuando la firme
voz de la doctora anunció las palabras que estaba temiendo:
—Es hora.

Sentí a Rosalie colocar su brazo alrededor de mi cuerpo, abrazándome por la


cintura, y fui vagamente consciente de la voz de Bella del otro lado del teléfono
divagando sin parar.

—¡Bella! —Mi voz salió como un grito aunque no era mi intención. Estaba nervioso y
no sabía que hacer así que repetí lo único que sabía en ese momento—. Es hora.

. . . . . . . . . .

BPOV.

Sin pensarlo dos veces colgué el teléfono y salí corriendo hacia la camioneta
azotando la puerta al salir. Sólo cuando estaba a mitad de camino y escuché los
aullidos de Chester, fue que me di cuenta que había dejado al pobre perrito inquieto
y sin comida.

—¡Mierda! ¡Chester! —mascullé entre dientes.

Me giré nuevamente y vi que Alice salía de su casa con Jasper. ¡Sí! ¡Ellos serían mi
salvación!

—¡Alice! ¡Jasper! —grité y corrí hasta ellos.

Me había costado un poco acostumbrarme a ver a Alice comportarse de forma tan


tierna al estar con Jasper, especialmente la forma en que se la pasaba acariciando
su cabello rubio que estaba aun más largo que antes, si yo fuera su novia le habría
insinuado un corte de cabello hace mucho tiempo. Jasper me saludó con una
sonrisa.

—¿Bella, qué te...?

—Tomen las llaves de la casa. Cuiden a Chester. —Ordené tomando la mano de


Jasper y presionando las llaves en su palma, probablemente más fuerte de lo
necesario.

Alice se veía preocupada, pero todo a mi alrededor parecía ir demasiado lento para
la prisa que yo tenía en ese momento.

—¿Necesita que hagamos...?

—¡Edward está en el hospital! —expliqué con rapidez.


—¿Qué? —gritaron ambos a la vez.

—No, no, no. Rosalie está dando a luz, Edward está con ella. —La imagen de un
aturdido Edward junto a los gritos de Rosalie y el vaivén del personal del hospital
aceleró aun más la adrenalina en mi cuerpo—. ¡Oh, por Dios, Edward! ¡Debe estar
aterrado... O paralizado! ¡Tengo que irme!

Apenas escuché sus despedidas y deseos de buena suerte porque me apuré a


subirme al auto. Estoy segura de que más de tres reglas de seguridad fueron
infringidas cuando conduje hacia ellos. Hey, si voy a tener un accidente, al menos
ya estaré camino a un hospital. Estacioné como pude teniendo cuidado de no
bloquear el camino de las ambulancias y finalmente llegué a la entrada del hospital
y, por supuesto, no tenía ni idea de a dónde dirigirme.

No sé como las enfermeras lograron comprender mi verborrea, pero conseguí


direcciones de la sala de parto y de la habitación de Rosalie. Cuando hice el último
cruce sólo me quedaba un largo pasillo separándome de mi mejor amiga y mi novio
y ya podía escuchar algunos gritos, así que corrí con todas mis fuerzas casi
resbalando. Estaba a punto de atravesar las puertas dobles cuando un cuerpo
grande y moreno salió y me detuvo en el aire.

—¿A dónde cree usted que va, señorita? —Una mujer con uniforme de enfermera
me daba una mira de reprimenda.

—¡Mi amiga va a dar luz! ¡Tengo que ir! —Jadeé con esfuerzo justo cuando escuché
a Rosalie gritar nuevamente.

Yo la acompañé en el nacimiento de Seth, por supuesto que iba a acompañarla con


los gemelos.

—¡Nada de eso! Ya hay suficiente gente allí y ni siquiera está vestida


adecuadamente.

¿Adecuadamente? ¿Qué quería esa mujer, un vestido de etiqueta? Me lancé


nuevamente para apartar su cuerpo y entrar, pero ella se adelantó y me detuvo por
los hombros. ¡Diablos! ¡Esa mujer sí que era fuerte!

—Tengo que...

—La señora está con el padre de sus hijos.

—¿Con quién? —No tenía idea de que Emmett ya había llegado, pero me alivió…
Hasta que me di cuenta de que no sabía dónde estaba Edward.
—Sí, el señor Cullen. Gafas oscuras. El pobre se ve tan asustado, tiene la típica
cara de padre primerizo. —Rió la mujer.

Oh, no, Edward.

—¡Él es mi novio! —exclamé intentando explicarle a la mujer

—¿Su novio? ¡No, señorita! ¡Usted no va a romper el precioso hogar que está
formando esa hermosa pareja! ¡Sus líos personales los resolverán después de que
esa pobre mujer tenga a sus hijos en brazos! ¡Esto es inaudito!

Después de un rato escuchando su sermón, cuando me pareció haberla escuchado


mascullar algo parecido a "rompe hogares", fue que me di cuenta de lo que yo debía
parecer en ese momento: la novia celosa de un hombre casado, o algo parecido.

—No. Usted no entiende. Ella es mi mejor amiga.

—¿Usted es novia del esposo de su mejor amiga? ¡Señorita! ¡Yo no soy quién para
juzgarla, pero definitivamente no va a entrar ahí!

Oh, por Dios. Todo iba de mal en peor y mi cabeza estaba hecha un lío. Después
escuché lo único que finalmente disipó la neblina en mi cerebro; un largo chillido, el
grito de un bebé recién nacido. Desafortunadamente mi momento de luz no duró
demasiado, porque ese asombroso y hermoso gritito de vida fue seguido del grito de
horror de Edward.

Solté un suspiro de cansancio y me percaté de la mirada de la enfermera puesta


sobre algo a mis espaldas. Al voltear me di cuenta que no era algo, sino alguien;
Emmett corría por el pasillo a toda velocidad con Seth pisándole los talones, su
mirada me traspasaba porque estaba fijada en la puerta por la que yo intentaba
pasar.

Buena suerte con ese, señora enfermera.

—¡Rosalie! ¡Rosalie! —gritó Emmett cuando estaba a sólo unos pasos de su


objetivo.

La enfermera se interpuso ante él, esta vez plantando sus piernas separadas en el
suelo y extendiendo sus brazos.

—¡Señor! Esa es una sala de parto y la señora ya tiene un acompañante...

—¡Son mis hijos los que están naciendo allá adentro! —exclamó Emmett un poco
fuera de control.

Coloqué mi mano en su hombro para darle mi apoyo mientras Jacob se acercaba a


mí y tomaba mi mano. La enfermera nos observó a todos con una expresión de
horror y repulsión.

—¿Qué clase de personas enfermas son ustedes? Una cosa es ver esas relaciones
abiertas que tanto pasan en televisión… ¿Pero traer niños de esa forma?

Emmett me miró confundido y nuevamente tomé aire para explicar nuestra situación
con claridad, pero un segundo chillido de bebé se escuchó desde la sala de parto y
Emmett no esperó ni un segundo más para apartar a la gran enfermera y pasar a
través de las puertas. Me dispuse a hacer lo mismo cuando recordé que aún
sostenía la mano de Seth. El niño, que no se veía tan niño con lo rápido que estaba
creciendo, ya sabía sobre el embarazo de su madre y varios detalles de cómo iban
a llegar sus futuros hermanitos, pero definitivamente no quería traumarlo al hacerlo
entrar y ver la vagina de su madre en alta definición.

Le di una rápida sonrisa y me asomé por una rendija de la puerta asegurándome de


que todo allá dentro fuese apto para menores. Efectivamente, las piernas de Rosalie
ya estaban debidamente cerradas, Emmett cargaba a dos pequeños y muy
sonrosados bebés en sus brazos y Edward... el pobre llevaba una bata de hospital
azul llena de algo rojo y gris en la zona de su pecho y su ceño profundamente
fruncido tras sus gafas oscuras, una de sus manos sostenía la de Rosalie mientras
la otra colgaba simplemente en su costado.

Cuando Seth y yo entramos, el niño inmediatamente fue corriendo a abrazar a su


sudorosa y cansada madre, que estaba tan pálida como una hoja, pero que
respondió el abrazo de todas formas, madre tenía que ser. Mis pies se dirigían hacia
Edward para tomar su mano, pero mis ojos se desviaron automáticamente hacia los
pequeños bebés en los brazos de Emmett y mi corazón se aceleró.

—¡Oh, por Dios! ¡Emmett, son preciosos! —grité enternecida, acercándome para
acariciar sus diminutos dedos.

—¡Por supuesto que sí! ¡Son Cullen! —exclamó él con orgullo, pero su fachada de
arrogancia no llegaba lejos al notar las lágrimas en sus ojos—. Te presento a Ethan
y Nathan Cullen Hale.

Besé con cuidado los dos pares de brazos y dedos que se estiraban hacia mí y casi
no aguantaba las ganas de cargarlos yo misma, pero sabía que no podía apartarlos
de Emmett en ese momento.
—¡Yo también quiero verlos, Emmett! —gritó Rosalie desde su lugar en la camilla.

Emmett hizo malabares para colocar uno de los bebés en los brazos de su madre,
era la primera vez que veía a un hombre tan diestro con los niños, pero supongo
que eso cosa de la paternidad. Rosalie, Seth y Emmett estaban teniendo su
momento de intimidad, así que aproveché para acercarme a un aturdido Edward y
halar su brazo para alejarnos un poco.

—Estuve buscándote. Me diste un buen susto —susurré sonriendo.

—Uhm... yo... —Edward soltó un suspiro antes de sacudir la cabeza y


recomponerse—. Te llamé como loco, no sabes cuánta falta me hiciste.

Soltó su brazo de mi agarre y me haló hacia él para envolverme en un abrazo, pero


lo detuve justo a tiempo.

—Espera, espera. Tienes toda clase de cosas rojas y grises en esa bata.

—¿Qué? ¡Oh! ¡Diablos, lo sabía! Esos niños se sentían asquerosos.

—¡Mis hijos no son asquerosos! —gritó Emmett del otro lado, lanzándole a Edward
una mirada furibunda.

—Discúlpame. Tienes razón —respondió Edward con una expresión y tono que me
asombraron por su seriedad e intensidad.

—No traten mal al pobre Edward. —Lo defendió Rosalie con una enorme sonrisa—.
Se portó increíble conmigo y me acompañó todo el camino, ¿verdad, Edward?

—Oh, por Dios. Ahora definitivamente te entiendo más. —Sonreí con ganas.

Yo tuve el "placer" de acompañar a Rose durante el parto de Seth y recuerdo que no


fue nada bonito. En realidad ella era toda una guerrera y perfectamente capaz de
manejar todo. El parto de Seth duró sólo un par de horas, al igual que éste. Pero lo
más importante de todo, el elemento esencial de vida o muerte, era no dejarla sola,
y preferiblemente sostener sus hombros o cualquier parte de su cuerpo, excepto su
mano.

—¿Cómo está tu mano, campeón? —preguntó mi amiga suavemente.

—¡Oh, no! ¡Rose! ¡No me digas que cobraste otra víctima! —exclamé tomando las
manos de Edward con mucha sutileza, él apartó la izquierda y dejó la mano herida
para que yo la tratara.
—¡Fue sin querer! —murmuró Rose—. Además no le rompí nada esta vez, ¡y eso
que fueron dos bebés!

—¿Esta vez? —Inquirió Edward sonriendo. Al menos lo tomaba con humor, porque
yo no me reí ni un poquito aquel día.

—Rosalie me fracturó un dedo cuando dio a luz a Seth. —Todos rieron, aunque yo
no tanto—. Mi meñique sigue ligeramente torcido, por cierto. —Subrayé con
amargura, lo que sirvió para que todos rieran con más fuerza.

—Edward se portó como un caballero aunque lo arrastré de su casa. Ven, tío


Edward, el pequeño Ethan quiere conocerte.

—Yo... n-no creo que pueda... —Tartamudeó el aludido señalando la sucia bata.

Rosalie me hizo una señal para que lo ayudara a quitársela y lo hice, dejándolo con
su camiseta de pijama. Edward se acercó paso a paso, extendiendo los brazos de
manera tentativa hasta que llegó a la orilla de la cama, donde Rosalie depositó a
Ethan con mucho cuidado sobre sus brazos.

Una amplia sonrisa se extendió en el rostro de Edward mientras se acomodaba con


cautela para sostener con fuerza al bebé sin asfixiarlo en el proceso. De una forma
casi instintiva subió un poco más sus brazos, de modo que su rostro rosaba y
acariciaba el pequeño cuerpecito de Ethan, quien no perdió oportunidad para
acariciar el cabello de su tío. Mucho después me di cuenta de que esa era la forma
de Edward para poder "ver" a su sobrino, ya que sus manos estaban ocupadas.

—Es..., increíble —murmuró con una sonrisa.

El bebé Nathan, aún sostenido por su padre, hizo un extraño sonido un tanto
gutural.

—Oh, oh. Parece que Nathan se está poniendo celoso —dijo Emmett—. Bella, ven
a saludar a tu sobrino.

No tuvo que pedírmelo dos veces para que yo saltara a la acción, tomé al bebé en
mis brazos y acaricié su redonda y rosada barriguita. Edward se acercó a mí de
modo que ambos cargábamos un bebé cada uno y nuestros brazos se rosaban
como recordatorio de que seguíamos allí, uno junto al otro, y que seguiríamos
estándolo por mucho más tiempo.

Giré mi rostro hacia él nuevamente, extasiada por la alegría que emanaba de él


mientras jugaba con Ethan, e instintivamente abracé a Nathan un poco más fuerte.
Un resplandeciente flash me aturdió por un segundo y volteé para darme cuenta de
que era Seth que nos había fotografiado. Desafortunadamente los bebés no
estaban acostumbrados a ver luces repentinas dentro de la barriga y comenzaron a
chillar y llorar.

—¿Qué pasó? ¿Qué hice? —preguntó Edward sosteniendo con más fuerza a su
inquieto sobrino.

Inmediatamente Emmett tomó al bebé de sus brazos y yo le pasé el mío a Rosalie.

—Los bebés aún no se acostumbran a los flashes fotográficos —expliqué con


calma.

Coloqué mis brazos en su cintura y lo abracé con fuerza hasta que lo sentí relajarse.
Su actitud definitivamente era una sorpresa. Ya se llevaba mucho mejor con sus
alumnos pequeños, al menos los pocos que le quedaban, ya que su principal trabajo
ahora era la compañía, pero jamás me imaginé que podría llevarse así con los
bebés… ¡Y pensar que yo no quería que pusiera un pie en la guardería!

Las puertas dobles se abrieron repentinamente de para en par con un estruendo.


Allí, con toda su compostura y serenidad lanzadas por la borda, pero con una alegre
expresión en su rostro, y el cabello un tanto desaliñado, estaba Esme.

—¡Mis nietos! ¡Ya llegaron mis nietos! ¡Por fin, Dios mío! ¡Gracias! —Chilló
emocionada al acercarse a los bebés y pasear su mirada de uno a otro como
decidiendo a quién mimar primero.

Segundos después entró Carlisle, caminando muy lentamente y deteniéndose para


jadear y tomar aire. Al parecer él no estaba en condiciones para la velocidad de
Esme. Sin embargo, al posar su vista en sus pequeños nietos, saludó como un
autómata y se fue directo hacia Emmett, quien le permitió cargar a Ethan
tranquilamente, dejando que Esme cargara a Nathan.

Ambos estaban uno junto al otro, observando fascinados a los dos bebés. Esme
depositó un beso en cada frente y luego se acercó a Carlisle, quien le respondió
acercando sus labios y dándole un casto y natural beso, con la familiaridad y el
amor de dos cansados amantes que se encuentran después de un largo tiempo de
espera.

Ya habían pasado varios meses desde que Carlisle había salido de rehabilitación,
retomó su trabajo y alquiló un diminuto apartamento. Pero el proceso que lo llevó a
eso fue casi infernal, tuve que ver a Esme, Edward y Emmett agonizar las dos veces
que Carlisle intentó escapar de rehabilitación y presencié la forma en que todos se
deterioraban cada vez que tenían que ir a visitarlo porque debían soportar la
inestabilidad emocional de Carlisle, quien en un momento les gritaba improperios y
en otro les suplicaba entre llantos que lo dejaran salir.

Cuando salió de aquel lugar, Carlisle Cullen no era un hombre nuevo, porque todos
sabíamos que las consecuencias de sus acciones pasadas seguían visibles. Su
relación con Emmett mejoró rápidamente, con Edward... pasó a ser cordial, pero no
afectiva, como dos respetados colegas. Sin embargo, con Esme era muy distinto,
porque parecía confuso. Ambos eran cordiales con el otro y cuando teníamos
alguna comida familiar Esme incluso lo invitaba, pero no pasaban de algunas breves
y banales conversaciones a una considerable distancia y con pocas sonrisas de por
medio. Ese dulce beso era el primer contacto que veía entre la pareja y no estaba
del todo segura de su significado, pero supe que no era necesario preguntar.

Después de eso, Edward y yo volvimos a su casa para cambiarnos de ropa. Llamé a


mi mamá para contarle que ya éramos tías otra vez y gritó de emoción. Ella se
encontraba de visita en Phoenix, la ciudad natal de mi abuela , pero volvería en dos
días para conocer a los bebés. La floristería estaba a cargo de nuestra nueva
empleada, Angela, quien llevaba varios meses trabajando allí y resultó ser una
amante de las flores como yo, pero demasiado romántica, sólo diré que entre ella y
Renee el día de San Valentín fue una verdadera pesadilla.

Cuando llegamos nuevamente a la habitación de Rosalie en el hospital, los bebés


descansaban en pequeñas cunas con Esme acariciándolos y observándolos
fascinada, mientras Rose y Emmett hablaban animadamente con Carlisle.

Saludamos a todos y nos sentamos en un pequeño sofá que estaba en el rincón,


esperando un poco para darle un rato más a Esme antes de buscar a los bebés.
Esme seguía lanzándome una y otra indirecta, a veces no muy sutil, sobre darle
nietos, pero después del anuncio del embarazo de Rose, Esme adoraba cada paso
que ella daba y ahora toda esa adoración estaba volcada a sus pequeños nietos.
Otro ejemplo más de Rosalie Hale salvando mi trasero.

—¿Ya mamá terminó con los bebés? —cuestionó Edward sonando fastidiado.

—Aún no —susurré—. Cinco minutos más y luego vamos.

Edward resopló, y aunque volteó la cabeza, lo escuché mascullar entre dientes:

—Voy a tener que encerrarme cuando tenga los míos.

—¿Qué? —pregunté un poco más alto de lo que esperaba. Rosalie y Carlisle me


miraron con curiosidad, pero sonreí rápidamente y volvieron a lo suyo.
—Tal vez pueda querer uno para mí... nosotros —explicó Edward casi en un
susurro.

—¿Quieres uno? —Por la sorpresa no pude evitar alzar mi voz nuevamente, y sabía
que eso sólo podría meterme en problemas.

Edward acercó su boca a mi oído y susurró:

—Te recomiendo que no hables sobre tener bebés cerca de mi madre.

Inmediatamente dirigí mi mirada a Esme y, ciertamente, su cabeza se había


apartado de la cuna de los bebés y observaba en varias direcciones como si su
radar de abuela hubiera encendido una alarma. Le lancé una rápida sonrisa y
agradecí que los bebés decidieran hacer un nuevo sonido que la distrajo.

Recuperé mi compostura y me acerqué más a Edward, asegurándome de hablar


más bajo esta vez.

—¿Tú... tú quieres... —Señalé a la cuna con mi cabeza, pero en seguida recordé


continuar—… un bebé?

Edward, con su rostro hacia el suelo, me regaló una tímida sonrisa que casi me
derrite por completo. ¿Cómo se supone que iba a decirle que no después de eso?

Era mi fin, lo sabía... y estaba inmensamente feliz por ello.

Esta demás decir que un año después, Edward y yo le dábamos la bienvenida a


nuestra adorable hija de cabello castaño y ojos verdes:

Elizabeth Anne Cullen

The End

:)

*suspiro* ¿Qué les puedo decir? Jajaj este es el desenlace. ¿Bebés? Sí, allí los
tenemos jaja ¿Vieron que no sólo son las mujeres las que sufren al dar a luz?
¡Los acompañantes también! Pobre gente jaja.

¿Qué tal lo de Carlisle y Esme? Desde un principio dije que me daba sentimiento
que no estuviesen juntos así que... pues... ¡allí están! Jajaj ellos también tuvieron
obstáculos pero... todos vivimos de oportunidades.
NOTA SOBRE LA HISTORIA: Algunas personas me preguntaron porque terminé
esta historia tan rápido. La verdad no es algo que me propuse, es sólo algo que
venía sintiendo desde hace tiempo y así pasó. Cuando YO escribo, son mis
personajes y la propia historia quien me dicta y toma las decisiones y los giros en la
trama, yo me encargo de escribirla y asegurarme de que todo siga fiel a lo que la
historia representa. Queridas lectoras esten 100% seguras de que he sido fiel a esta
historia en cada palabra que han leido; si lo escribí, es porque es lo que la historia
necesitaba y eso pasó con el final. Esta no es una historia sobre vivir siendo ciego,
por tanto no resultó importante hacer que Edward viera nuevamente; es una historia
simple sobre cómo el amor puede ayudarte a crecer y mejorar no por obligación
sino por deseo, y sobre el hecho de que nadie es perfecto, ni siquiera nuestros
queridos protagonistas. Yo escribo con propósito (como podrán ver) y ellos
cumplieron el suyo. Gracias ;)

PRÓXIMA HISTORIA: Espero se animen a seguir conmigo más adelante porque


tengo una interesante idea para un fic de humor. Lo admito, me gustan las historias
con tensión sexual.. pienso en un Edward un tanto idiota pero relajado y divertido,
una Bella no muy relajada y personajes muy variados... por supuesto... le pondré mi
toque especial a todos :D (así que recuerden seguirme)

PD: (que pena lo largo xD). Ahora que han leído todo, anímense también a
dejarme su opinión de la historia, personaje o parte favorita, sugerencia para un
capítulo extra (al que no me niego) y cualquier otra cosa que me quieran decir :D
me alegran muchísimo cada vez que lo hacen, aprendo más cada vez y me encanta
responderles :D

Hasta luego, gente genial :)


Abrazos.
Alessa.

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