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ENARA ECHART MUÑOZ


DOCTORA EN CIENCIAS POLÍTICAS POR LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE
MADRID Y EXPERTA EN PROMOCIÓN Y GESTIÓN DE ONG POR EL IUDC-UCM,
ACTUALMENTE ES INVESTIGADORA Y DOCENTE EN EL IUDC, DONDE COOR-
DINA EL MAGÍSTER EN COOPERACIÓN INTERNACIONAL Y LA REVISTA ES-
PAÑOLA DE DESARROLLO Y COOPERACIÓN. SUS PRINCIPALES LÍNEAS DE
INVESTIGACIÓN, EN EL MARCO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES,
ESTÁN RELACIONADAS CON LOS MOVIMIENTOS SOCIALES TRANSNACIONA-
LES, EL DESARROLLO Y LA DEMOCRATIZACIÓN DE LAS RELACIONES INTER-
NACIONALES. ENTRE SUS PUBLICACIONES SE ENCUENTRA ORIGEN,
PROTESTAS Y PROPUESTAS DEL MOVIMIENTO ANTIGLOBALIZACIÓN (2005),
ASÍ COMO DIVERSOS ARTÍCULOS SOBRE DEMOCRACIA, DESARROLLO Y
MOVIMIENTOS SOCIALES.
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Enara Echart Muñoz

Movimientos sociales y relaciones


internacionales
LA IRRUPCIÓN DE UN NUEVO ACTOR
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SERIE DESARROLLO Y COOPERACIÓN


DIRIGIDA POR ENARA ECHART MUÑOZ, SILVIA PESCADOR HERNÁNDEZ
Y JOSÉ ÁNGEL SOTILLO

DISEÑO DE CUBIERTA: ESTUDIO PÉREZ-ENCISO

© ENARA ECHART MUÑOZ, 2008

© INSTITUTO UNIVERSITARIO DE DESARROLLO


Y COOPERACIÓN (IUDC), 2008
DONOSO CORTÉS, 65
28015 MADRID
TEL. 91 594 64 09
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© LOS LIBROS DE LA CATARATA, 2008


FUENCARRAL, 70
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WWW.CATARATA.ORG

MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES.


LA IRRUPCIÓN DE UN NUEVO ACTOR

ISBN: XX
DEPÓSITO LEGAL: XX

ESTE MATERIAL HA SIDO EDITADO PARA SER DISTRIBUIDO. LA INTENCIÓN


DE LOS EDITORES ES QUE SEA UTILIZADO LO MÁS AMPLIAMENTE POSI-
BLE, QUE SEAN ADQUIRIDOS ORIGINALES PARA PERMITIR LA EDICIÓN
DE OTROS NUEVOS Y QUE, DE REPRODUCIR PARTES, SE HAGA CONS-
TAR EL TÍTULO Y LA AUTORÍA.
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ÍNDICE

PRÓLOGO, por José Ángel Sotillo 9

INTRODUCCIÓN 15

PRIMERA PARTE. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES GLOBALES


COMO UN ACTOR INTERNACIONAL 23

CAPÍTULO 1. EL LUGAR DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES


EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES 25
1. Los actores en la teoría de las relaciones internacionales 27
2. Los movimientos sociales globales en las relaciones
internacionales 40
3. Los movimientos sociales como un actor internacional 66

CAPÍTULO 2. LA PARTICIPACIÓN DE LAS ONG EN LA SOCIEDAD


INTERNACIONAL 77
1. ¿Qué son las ONG? Algunos rasgos característicos 77
2. Surgimiento, evolución y participación en la escena internacional 80
3. Su dimensión regional: Europa, América Latina y el Mediterráneo 84
4. Las ONG como actor internacional 86
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CAPÍTULO 3. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES CONTRA LA GLOBALIZACIÓN


NEOLIBERAL EN EL ESCENARIO INTERNACIONAL 91
1. Algunos rasgos característicos de los movimientos
contra la globalización 92
2. Surgimiento, evolución y participación en la escena
internacional 101
3. Su dimensión regional: Europa, América Latina
y el Mediterráneo 108
4. Algunas limitaciones del movimiento contra la globalización
neoliberal 111
5. Los movimientos sociales globales como un actor internacional 112
6. Consideraciones finales 115

SEGUNDA PARTE. LA PARTICIPACIÓN DE LOS ACTORES SOCIALES


EN LA ACCIÓN EXTERIOR DE LA UNIÓN EUROPEA 121

CAPÍTULO 4. LA IMPORTANCIA DE LA PARTICIPACIÓN DE LA SOCIEDAD


CIVIL EN LA ACCIÓN EXTERIOR DE LA UNIÓN EUROPEA 123
1. La preocupación de la Unión Europea por su presencia en el mundo 125
2. La cooperación para el desarrollo como eje exterior
de una 'potencia civil' 126
3. La participación de la sociedad civil en la configuración de la acción
exterior de la Unión Europea 128
4. La política europea de cooperación para el desarrollo 139
5. La participación de los actores sociales en la política europea
de cooperación para el desarrollo 143

CAPÍTULO 5. LA PARTICIPACIÓN DE LOS ACTORES SOCIALES


EN LAS RELACIONES DE LA UNIÓN EUROPEA CON AMÉRICA LATINA 153
1. Las relaciones de la Unión Europea con América Latina y el Caribe 154
2. La participación de la sociedad civil en las relaciones
eurolatinoamericanas 158
3. La primera Cumbre de Río: la creación de una asociación estratégica 164
4. La Cumbre de Madrid: la importancia de la seguridad 173
5. La Cumbre de Guadalajara: la cohesión social en el centro de la agenda 187
6. La cuarta Cumbre en Viena: el refuerzo de la asociación 199
7. Conclusiones 204
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CAPÍTULO 6. LA PARTICIPACIÓN DE LOS ACTORES SOCIALES


EN LA ASOCIACIÓN EUROMEDITERRÁNEA: EL FORO CIVIL
EUROMEDITERRÁNEO Y OTROS ENCUENTROS ALTERNATIVOS 215
1. La Asociación Euromediterránea 215
2. La participación de los actores sociales en las reuniones
euromediterráneas 231
3. Conclusiones 275

CAPÍTULO 7. CONCLUSIONES: LOS MOVIMIENTOS SOCIALES


COMO UN NUEVO ACTOR INTERNACIONAL 283
1. Los movimientos sociales globales como un nuevo actor internacional 285
2. Las diferentes estrategias de participación de los actores sociales 295
3. El modelo de relaciones internacionales impulsado
desde la Unión Europea 297
4. Algunas recomendaciones para una mayor democratización
de las relaciones internacionales 299
5. Una última reflexión 309

BIBLIOGRAFÍA 311
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PRÓLOGO

La obra que presentamos es, por ahora, la última etapa en la actividad investi-
gadora de la autora, Enara Echart. Es la hija de la Tesis Doctoral que, sobre “Los
movimientos sociales como nuevos actores de la sociedad internacional. Su
papel en la acción exterior de la Unión Europea”, defendió con éxito el 15 de
diciembre de 2006. Pero todo el mundo —comenzando por las editoriales—
sabe que las tesis son impublicables y que requieren un esfuerzo de adaptación
para que los lectores puedan acceder al tema en cuestión sin morir en el inten-
to. No deja de ser curioso que se pida a la madre de la criatura que sacrifique
parte de ella para que los demás puedan verla. En todo caso, la autora no es pri-
meriza, ya que, además de otros escritos, ha publicado, junto a Sara López y
Kamala Orozco Origen, protestas y propuestas del movimiento antiglobalización
(Madrid, IUDC-La Catarata, 2005).
El resultado es el que el lector tiene en sus manos. Un texto que nace desde
la necesidad de indagar en profundidad en un aspecto clave del mundo en el
que vivimos y sobre el que cada uno de nosotros tiene una visión distinta, que
suele oscilar entre quienes ensalzan los movimientos sociales como únicos sal-
vadores del desastre en el que está sumido nuestro planeta, hasta quienes los
anatematizan asociándolos a la violencia más extrema. Para empezar, la autora
los conoce de primera mano y, por tanto, está plenamente autorizada a hablar
de ellos con pleno conocimiento de causa (nunca mejor dicho); pero, además,

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JOSÉ ÁNGEL SOTILLO

partiendo de su naturaleza académica, debe abstraerse incorporando el crite-


rio de objetividad para que lo que escribe tenga rigor universitario. Y creo que
ésta es la principal virtud de esta obra: analizar en profundidad los movimien-
tos sociales en el mundo global, sin que al mismo tiempo descuide ofrecernos
cuáles son sus principales señas de identidad en cuanto potencial y real ele-
mento de transformación.
Un elemento de especial trascendencia, el fondo de la cuestión para la
obra, es el tratamiento que las relaciones internacionales han dado a este
fenómeno, tanto en su calidad de actores como desde el tratamiento teórico.
Una visión rápida nos aclara enseguida el panorama: lo habitual es que sean
ignorados y/o marginados. Es cierto que, utilizando los baremos estandari-
zados por las teorías más clásicas, es muy difícil conseguir la categoría de
actor internacional, especialmente entre quienes mantienen en los altares a
los sacrosantos Estados. Pero en el análisis de las relaciones internacionales
también ha habido progresos y autores que han comenzado a estudiar qué
son y qué hacen desde claves propiamente internacionalistas, desde un plan-
teamiento esencialmente transnacionalista. Por otro lado, sería de ignorantes
no reconocer las aportaciones que se han hecho al estudio de los movimientos
sociales desde otras disciplinas, especialmente desde la Ciencia Política y la
Sociología.
Pero la clave está en la interpretación que Enara Echart hace desde el pris-
ma de las relaciones internacionales; con las herramientas de esta disciplina
ahonda en las características básicas de estos actores llamados, en ocasiones,
emergentes. Como actores emergentes, los movimientos sociales, en su varia-
da representación, no encajan bien en los compartimentos estancos que tradi-
cionalmente se vienen asignando a los actores internacionales. Es más, seguro
que mentes bienpensantes opinarán que eso es una herejía o, cuando menos,
algo bastante heterodoxo.
En la obra se repasa el tratamiento que distintos autores y distintas escue-
las han dado a esta cuestión —aunque más bien habría que decir no han dado—,
a los movimientos sociales como parte de la vida internacional y cómo la teoría
los ha analizado. Se desmenuza cómo los autores pertenecientes a las corrien-
tes más tradicionales, que defienden a ultranza el protagonismo de los Estados
en la vida internacional, excluyen a este tipo de movimientos.
Como es lógico, quienes observan la vida internacional desde opciones
transnacionalistas, consideran en algún momento una cierta presencia de los
movimientos sociales, aunque sin tipificarlos como actores con presencia
completa en la realidad internacional.

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PRÓLOGO

Sólo en épocas muy recientes, como recoge Enara Echart, distintos auto-
res consideran ya a estas entidades como parte intrínseca de la vida interna-
cional y los tratan como tales.
No es tarea fácil, dado que son entidades complejas, variables, con una
agenda heterodoxa, poco dadas a la estandarización que es más propia de apli-
car a otros actores internacionales. Su dinamismo tampoco facilita la tarea de
aplicarles clichés preestablecidos.
Desde ese estado de la cuestión, más bien conservador, todo lo nuevo es
potencialmente rupturista y siempre es sospechoso quien intenta alterar las
reglas del juego bien conservadas. Pero es evidente que los movimientos socia-
les han traído un aire fresco al agonizante mundo en el que vivimos y se han
convertido en el altavoz de los más débiles y excluidos. Son numerosos, de la
más variada gama, reivindicativos y consolidan otra forma de participación que
permite estar más cerca de lo realmente importante para buena parte de la
población del planeta. Por eso es importante que alguien haya dado el paso para
realizar un tratamiento académico exhaustivo sobre un asunto bastante ignora-
do de los textos sobre relaciones internacionales que solemos manejar.
Frente a la rigidez institucionalizada del comportamiento gubernamental,
los movimientos sociales aportan la riqueza de formas y conductas más próxi-
mas a las personas, más cercanas a una auténtica ciudadanía que tiene poca
consideración hacia las fronteras, tanto las físicas como las mentales. Frente a la
agenda oficial propia de las grandes cumbres internacionales, encontramos
la agenda real de quienes luchan por hacer realidad que otro mundo es posible.
Esa irrupción de la que nos habla Enara Echart pone en cuestión un com-
portamiento político elitista, cada vez más encastillado (a este paso las reunio-
nes de los líderes mundiales que dicen representarnos se realizan cada vez más
lejos de los ciudadanos), frente a un trabajo colectivo, escasamente nominalis-
ta, pero más cercano a los problemas y las soluciones reales.
Otro elemento significativo es cómo vemos o, mejor dicho, cómo nos
hacen ver estos movimientos sociales, lo que muchas veces pasa por el filtro de
los medios de comunicación, que suelen realizar una lectura sesgada, cuando
no tendenciosamente intencionada de qué son y qué hacen estos movimientos.
Y suele ser fácil ver cómo se intenta identificar ciertas conductas aisladas con
todo el conjunto, igualando antisistema a violencia, cuando lo que se utiliza es
la fuerza de las palabras y de las ideas que apuestan por otras formas de gobier-
no mundial. Precisamente en el momento de escribir estas líneas conocemos
que un tribunal italiano ha condenado a quince funcionarios de ese país por
maltratar a varios manifestantes durante las protestas contra la Cumbre del G-8

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celebrada en Génova en julio de 2001; recordemos que en esas manifestaciones


murió el joven Carlo Giuliani. Mientras los representantes de los Gobiernos de
los países más poderosos trataban, una vez más, de la condonación de la deuda,
del combate contra el sida, de la paz en Oriente Próximo. Siete años más tarde,
las promesas siguen siendo las mismas, al igual que es la misma la ausencia de
una política real y efectiva para atender esas cuestiones.
El espíritu innovador se completa si además esta categorización se hace
realizando ese análisis desde el papel que desempeñan en otro actor extraño de
la vida internacional como es la Unión Europea, sobre todo desde su incipien-
te protagonismo en la escena mundial.
La Unión Europea supera por arriba el ámbito intergubernamental al
mismo tiempo que trata de dar cabida a otros espacios no gubernamentales
que, en alguna medida, acompañan a su forma de ejercer la política. No sere-
mos tan ingenuos como para identificar el comportamiento institucional euro-
peo como auténticamente democrático, pero también debemos reconocer que,
en ciertos ámbitos de su acción exterior, la Unión tiene en cuenta la presencia
de los movimientos sociales o, cuando menos, de algunas de sus formas de
representación.
Enara Echart escoge algunos de los escenarios geográficos en los que la
maquinaria europea incluye algún tipo de relación con este tipo de actores. Son
las relaciones con América Latina y con la región mediterránea. Es innegable
que, en poco tiempo, han adquirido, con distintas manifestaciones en ambas
zonas, una importancia crucial para reconocer las aspiraciones que no pueden
hacer llegar los Gobiernos en agendas a veces tan cerradas como las que tienen,
y donde el consenso suele impedir que lleguen a tratarse las cuestiones más
delicadas, donde es casi imposible alcanzar algún tipo de acuerdo.
La obra que presentamos deja abierta, además, la puerta para que se pueda
profundizar en algunos de los aspectos claves que marcarán el futuro de los
movimientos sociales. Actores que deben y pueden hacer frente a la globaliza-
ción depredadora de la que nos habla Richard Falk.
Echando un rápido vistazo podemos observar que quizá estas formas son
más propias del norte que del sur, desde las variaciones que aportan quienes
activan desde ellas la participación más directa que ya no encuentran en otros
actores tradicionales, especialmente los partidos políticos. También puede ser
porque la democracia en el mundo occidental los tolera más, aunque a veces
intente controlarlos o tenerlos a buen recaudo.
Otro elemento a tener en cuenta es su dependencia con respecto a lideraz-
gos personales que en más de una ocasión arrastran a quienes se vinculan a

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PRÓLOGO

ellos. Puede que con esto tenga que ver una cierta “sectarización” que lleva a
que muchos de quienes están implicados sigan los discursos de los principales
responsables como si fueran “gurús” de la Buena Nueva.
Otra crítica frecuente tiene que ver con la ausencia de propuestas por parte
de esas entidades. El más ciego es el que no quiere ver y a poco que uno maneje
un ordenador encontrará cuáles son las opciones que se manejan desde esa otra
forma de ver la realidad internacional. No sólo hay protestas, que también las
hay, sino que encontramos toda una serie de propuestas que bien podrían clasi-
ficarse de realistas, no dogmáticas y con pleno sentido humanizador.
Desde hace tiempo también se puede ver el eterno debate entre idealismo
y pragmatismo y cómo algunos de estos movimientos pierden su virginidad y su
espontaneidad al vincularse a un trabajo que, para tener impacto, necesita a
su vez dosis creciente de institucionalización.
Bienvenida sea esta obra que es útil, necesaria y que servirá para que
ampliemos la mirada sobre el mundo en que vivimos. Desde el Instituto
Universitario de Desarrollo y Cooperación nos sentimos muy complacidos de
continuar divulgando cuestiones de especial interés no sólo para el ámbito
universitario, sino para quienes quieran saber más para así actuar mejor.

JOSÉ ÁNGEL SOTILLO


Universidad Complutense de Madrid

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INTRODUCCIÓN

Nos encontramos en un contexto en el que cada vez son más activas las fuerzas
sociales (organizaciones no gubernamentales, comunidades universitarias,
movimientos sociales, etc.) en la sociedad internacional, como viene demos-
trando su participación en los diferentes encuentros que se celebran en el
ámbito internacional. La potenciación de esta participación ha entrado inclu-
so en los discursos tanto de los Estados como de las organizaciones internacio-
nales, cuyas políticas citan a menudo la necesidad de fortalecer la sociedad
civil. Esta nueva realidad se explica en parte como respuesta a una práctica en
la que los ciudadanos cada vez se encuentran más distantes de la toma de deci-
siones, consecuencia de lo que algunos autores denominan la crisis de los sis-
temas democráticos actuales (Held, 2001).
Ese alejamiento de los centros decisores de las instancias donde la ciuda-
danía puede participar quiere ser revertido, y los actores sociales intentan
hacerse hueco en las grandes reuniones que dirigen el mundo. El objetivo del
libro es analizar si esa participación de las fuerzas sociales en la escena inter-
nacional es efectiva a la hora de influir en la toma de decisiones que se da en
esos encuentros internacionales, y si se les puede considerar como un nuevo
actor emergente en las relaciones internacionales. Se parte para ello de la pre-
misa de que la participación ciudadana es básica para la construcción de un sis-
tema democrático. Por tanto, se analizarán los nuevos procesos que se están

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ENARA ECHART MUÑOZ

dando en el ámbito de las relaciones internacionales, el papel que en ellos se


otorga a las diferentes fuerzas sociales que irrumpen en la sociedad interna-
cional, la relevancia de las mismas, sus propuestas de cambio, y cómo todo ello
puede incidir en la configuración de un nuevo orden internacional.
Analizaremos para ello el papel que está jugando el movimiento social contra la
globalización neoliberal en el escenario internacional. Cuando hablamos de
ese movimiento nos referimos a la red de movimientos sociales diversos (eco-
logistas, feministas, laborales, de defensa de los derechos humanos o de los
derechos de los pueblos indígenas, etc.) que han logrado unirse más allá de sus
diferencias, con una perspectiva que une lo local y lo global, en torno a la lucha
contra la globalización neoliberal, a la que responsabilizan de las múltiples
problemáticas contra las que se movilizan.
Los interrogantes principales a los que se tratará de dar respuesta en este
libro parten de ese proceso que se está gestando en la sociedad internacional,
en el que los movimientos sociales pueden considerarse como un nuevo actor.
En efecto, la comprensión del actual sistema internacional hace necesaria una
revisión de los conceptos clásicos con los que se ha definido esa realidad, en
especial en lo que se refiere a los actores internacionales. La reducción de las
relaciones internacionales a las relaciones interestatales deja fuera a un gran
número de fuerzas que actúan e influyen en las mismas, y entre esas fuerzas los
movimientos sociales han cobrado una presencia cada vez mayor, potenciando
el debate e incidiendo en las estrategias del resto de los actores. Se partirá para
ello de una definición funcional de actor internacional, entendido éste como
“aquella unidad del sistema internacional (entidad, grupo, individuo) que goza
de habilidad para movilizar recursos que le permitan alcanzar sus objetivos,
que tiene capacidad para ejercer influencia sobre otros actores del sistema y que
goza de cierta autonomía” (Barbé, 2003: 135). A partir de esta definición,
se analizará el papel que están jugando esos movimientos sociales, su relevan-
cia, su incidencia en las relaciones internacionales y en la configuración de
fuerzas, sus formas de participación, etc., con vistas a demostrar que nos
encontramos ante un nuevo actor internacional. Para ello se definen las prin-
cipales características de lo que se entiende por actor internacional, lo que nos
servirá de guía para analizar el papel que juegan las fuerzas sociales, y para ver
si éstas cumplen los requisitos que harían de ellas un actor internacional, tanto
en el contexto internacional como en el más concreto de la Unión Europea, ya
que ésta parece haber sido más sensible a la incorporación de estos nuevos
actores en su acción exterior. Se presentan así dos estudios de caso en los que
se mostrará, en un contexto determinado, la función que están jugando, y la

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INTRODUCCIÓN

incidencia que tienen los movimientos y las organizaciones sociales en un pro-


ceso de toma de decisiones.
La creencia en la necesidad de una tendencia del sistema internacional
hacia la democratización, en la que la participación ciudadana juega un
papel importante, llevará al surgimiento de otros interrogantes a lo largo
del libro, que tienen que ver, por ejemplo, con el modelo de relaciones
internacionales que se fomenta desde la Unión Europea, que muchos auto-
res consideran diferente al modelo impulsado por Estados Unidos, en
cuanto ésta se presenta en la escena internacional como una potencia civil
que trata de proyectar sus valores internos. En concreto, se tratará de ver si
este modelo europeo incorpora mayores medidas democratizadoras, en
cuanto a la potenciación de la participación de la sociedad civil en la toma de
decisiones en el ámbito de la acción exterior de la Unión. Otra de las cues-
tiones que se tratará parte del análisis de la participación de la sociedad civil
y de las diversas formas que ésta adopta. La complejidad de los movimien-
tos sociales globales, que a menudo se confunden con las organizaciones
sociales no gubernamentales, ha llevado a la necesidad de distinguir las
dinámicas de ambos, tratando de descifrar las diferentes vías que utilizan
para participar en la escena internacional y europea, y el grado de oposición
o complementariedad entre las mismas.
En definitiva, y siguiendo las diferentes aportaciones de las teorías de
relaciones internacionales que definen al actor internacional, lo que se pre-
tende demostrar es que el movimiento contra la globalización neoliberal puede
ser considerado un actor internacional en el sentido en que actúa en la socie-
dad internacional, tiene influencia en las relaciones internacionales y en la
agenda internacional, influye además en las propias estrategias del resto de
actores y, finalmente, en respuesta a esta influencia, las propias organizaciones
internacionales incorporan vías más o menos institucionalizadas para la parti-
cipación de estos actores. Estos aspectos serán vistos en un contexto determi-
nado, el de la Unión Europea, y más concretamente, en sus relaciones con
América Latina y el Mediterráneo, en cuanto permite comprobar esas dimen-
siones que harían del movimiento un actor.
En este sentido se hace patente la necesidad de su estudio dentro del
ámbito de las relaciones internacionales, que pueden ofrecer un enfoque más
integral que el de otras disciplinas que se ocupan del tema, teniendo en cuen-
ta tanto la dimensión de los actores como el contexto en el que éstos actúan.
Este libro pretende así cubrir una laguna existente en el estudio de las rela-
ciones internacionales en el Estado español, en cuanto a la consideración de

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nuevos actores internacionales, como son las fuerzas sociales, ya que el estudio
permanece todavía demasiado anclado en concepciones clásicas, dificultando
la incorporación de nuevas fuerzas que, sin embargo, han ido demostrando en la
práctica su capacidad de actuación en la escena internacional.
En efecto, en los últimos tiempos se han multiplicado las referencias a
un movimiento global, en un principio criminalizado, pero que ha ido
demostrando su capacidad de organización en la escena internacional (con la
creación de redes y la celebración de importantes encuentros, entre los que
destaca, a pesar de no ser el único, el Foro Social Mundial), de movilización
(como mostraron las movilizaciones mundiales contra la guerra de Irak, y
otras más específicas, como las protestas contra el Tratado de Libre
Comercio de las Américas, que han recorrido América Latina), y de inciden-
cia (tanto en la escena internacional, con apertura de vías de participación de
distinta naturaleza, como en ámbitos más locales, mostrando una capacidad
de actuación en diversos niveles). Estos ejemplos, así como otros que se irán
viendo, muestran la importancia y la necesidad de su análisis, con vistas a
entender mejor la configuración de fuerzas en una sociedad internacional
cada vez más interdependiente.
Los propios actores sociales han hecho un esfuerzo considerable por ofre-
cer marcos de análisis de las dinámicas de la sociedad internacional, así como
por iniciar reflexiones teóricas sobre su propia actuación, uniendo teoría y
praxis. Esta necesidad de análisis puede entenderse desde diferentes ópticas.
Por un lado, en el movimiento global participa una parte importante de lo que
se conoce como la generación más preparada del mundo, principalmente en
los países occidentales, donde el acceso a estudios superiores está cada vez más
extendido. Por otra, las primeras aproximaciones a estos movimientos globa-
les, principalmente desde los medios de comunicación de masas, incidían en
los aspectos más criminalizadores, tópicos que los sujetos sociales han inten-
tado superar ofreciendo interesantes reflexiones.
En cuanto a la academia, tampoco se ha mostrado particularmente abierta
a estos nuevos análisis, en parte debido a la dificultad de estudiar fenómenos
tan novedosos y difícilmente clasificables. Los investigadores de estos movi-
mientos sociales han buscado hacerse hueco en los espacios académicos, for-
taleciéndose mediante la creación de redes de intercambio de información y de
experiencias. Este libro quiere también impulsar esos lugares de pensamien-
to, ofreciendo herramientas desde las que comenzar a trabajar en estas nuevas
temáticas. En este sentido, la consideración de los movimientos y organiza-
ciones sociales como nuevos actores internacionales ayudará a una mejor

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INTRODUCCIÓN

comprensión de la realidad internacional, de su evolución y sus dinámicas de


cambio. Pero también intentará resolver problemas prácticos, al trabajar con
estudios de caso que podrían ayudar a superar algunos de los principales obs-
táculos a los que se enfrenta la participación de las fuerzas sociales. En defini-
tiva, este libro pretende ser útil desde un punto de vista social, principalmente
en su dimensión práctica, en la medida en que puede servir a los propios acto-
res aquí analizados a profundizar en sus propias dinámicas y estrategias de
actuación.
El libro se estructura en dos grandes bloques. El primero de ellos presen-
ta el marco de análisis de los movimientos sociales globales como un actor
internacional. Para ello se repasan las definiciones que dan de actor interna-
cional las diferentes teorías de las relaciones internacionales, partiendo de
aquellas teorías que nos permiten extraer unas pautas para una definición
de “actor internacional”. A partir de esas consideraciones, se presentan los rasgos
básicos de un actor internacional, y su adecuación de cara a considerar a los
movimientos sociales como tales, para dar paso al estudio de la sociedad civil
global. Se plantean aquí las variables clave en el estudio de los movimientos
sociales (estructuras de movilización, de oportunidad política y marcos inter-
pretativos), principalmente desde la sociología, pero adaptadas al contexto
internacional, planteando después las vinculaciones entre estas fuerzas socia-
les y las organizaciones internacionales, la importancia de la participación y la
labor que estos movimientos sociales pueden jugar en la definición de un
nuevo modelo de democracia. Su relevancia como actor se traduce en la inci-
dencia que puede tener en la configuración de un determinado orden mundial,
avanzando, al menos en el campo teórico, hacia nuevos modelos de democracia
participativa y deliberativa, con la apertura de nuevos espacios y nuevas
demandas como la de ciudadanía global.
Los capítulos siguientes se centran en dos tipos de actores sociales: las
ONG y los movimientos contra la globalización neoliberal, para mostrar sus
similitudes y diferencias. Se verán también los diferentes medios con los que
cuentan para su participación en el escenario internacional, que han ido evo-
lucionando en la última década (cumbres paralelas, foros propios, foros socia-
les mundiales y regionales, movilizaciones, etc.). Estas consideraciones nos
permitirán determinar las funciones que desempeñan en el sistema interna-
cional para tratar de demostrar su relevancia como actor. La elección de este
tipo de fuerzas, y su diferente tratamiento, se debe a que a la hora de estudiar
las formas de participación y actuación que adoptan las fuerzas sociales se han
encontrado dos tipos de dinámicas, en ocasiones complementarias, pero en

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ENARA ECHART MUÑOZ

otras opuestas. Por tanto, para una mejor comprensión de esta nueva realidad
resultaba conveniente otorgarles espacios distintos. Además, la mayor parte de
los estudios sobre la incidencia de los actores sociales en la escena internacio-
nal se han centrado en las ONG, incluyendo en esta categoría a fuerzas muy dis-
tintas, siendo más escasos aquellos dedicados específicamente a los movimientos
sociales globales. A pesar de que en estos últimos participan algunas ONG, la
parte no debe confundirse con el todo, y por ello se ha optado por explicar
ambas realidades.
El segundo bloque se centra ya en la participación de estos actores socia-
les en la acción exterior de la Unión Europea, con estudios de caso en los que
contrastar el marco teórico presentado con anterioridad. La elección de la
Unión Europea, como bloque regional con un peso importante en el escenario
internacional y con unos rasgos característicos, se debe a que se trata de un
buen marco para el análisis. Tanto el discurso de la Unión Europea como su
pretensión de proyectar al exterior los valores democráticos en los que se
asienta dan un lugar importante a los sujetos sociales en la construcción y la
actuación de esta entidad. Además, la Unión Europea es un actor importante en
el ámbito específico de la cooperación para el desarrollo, campo en el que las
fuerzas sociales son especialmente activas. El primer capítulo se centra así en
la importancia otorgada a la participación de la sociedad civil en la acción exte-
rior de la Unión Europea, y en concreto en su política de cooperación para el
desarrollo, al ser la que nos permita introducir el caso de estudio.
Se estudian a continuación las relaciones entre la UE y América Latina y el
Caribe, por un lado, y el Mediterráneo, por otro, como ejemplos de ese mode-
lo de cooperación que pretende impulsar la UE en su acción exterior. Son
además regiones de importancia para la propia política exterior española, por
lazos históricos y cercanía geográfica. No obstante, el marco teórico presenta-
do puede ser aplicado a las relaciones europeas con otros bloques regionales.
El segundo capítulo se adentra en el estudio concreto del papel que han jugado
los movimientos y las organizaciones sociales en las relaciones de la Unión
Europea con América Latina y el Caribe, presentando brevemente estas rela-
ciones, el papel que en ellas se otorga a la participación de la sociedad civil,
para analizar después las formas concretas de participación que se articulan en
torno a las grandes Cumbres UE-ALC de Río, Madrid, Guadalajara y Viena,
estudiando los foros de las sociedad civil en los que participan las ONG y otros
encuentros alternativos organizados por los movimientos sociales. Se intenta
vislumbrar el grado de incidencia que en estos encuentros llegan a tener las fuer-
zas sociales. Se plantean además a lo largo de este estudio nuevos interrogantes,

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INTRODUCCIÓN

referidos a las diferentes estrategias de participación y al modelo de relaciones


internacionales que pretende impulsar la UE. El tercer capítulo, siguiendo
la lógica del anterior, analiza la participación de los actores sociales en la
Asociación Euromediterránea. Para ello se presentan las relaciones euromedi-
terráneas en el marco de la Asociación, y se analiza la participación social en la
misma, a través de un repaso de las reuniones ministeriales que impulsan el
Proceso de Barcelona, de los foros civiles euromediterráneos que se celebran
en paralelo a estas reuniones y de otros encuentros alternativos organizados
por los movimientos sociales, como el Foro Social Mediterráneo, tratando de
determinar si esa participación tiene una incidencia real en la configuración
de estas relaciones.
Finalmente, se ofrecen las principales conclusiones, tratando de dar res-
puesta a la pregunta de si las organizaciones y los movimientos sociales pueden
realmente considerarse como un actor internacional, recapitulando sobre su
actuación en el escenario internacional, su influencia en las relaciones inter-
nacionales, su incidencia en la agenda internacional y en las estrategias del
resto de actores y, en definitiva, sobre su función en las relaciones internacio-
nales. Asimismo, se plantearán algunas propuestas o recomendaciones para
lograr una mayor democratización de las relaciones internacionales.
Este libro es fruto de un proceso de investigación, en el que ha jugado un
papel importante la observación participativa, y en el que me han acompañado
y apoyado multitud de personas, todas ellas aportando su granito de arena para
llegar a este punto: mi familia, amigos y compañeros, que conforman esa
extensa familia, que, más allá de lazos biológicos, todos vamos creando a lo largo
de nuestra vida; y todos aquellos que, a lo largo y ancho del mundo, creen que
“otro mundo es posible” y trabajan para construirlo. El producto aquí presenta-
do no hubiera sido posible sin todos ellos, pero las palabras nunca expresarán lo
suficiente todas las sonrisas que llevo dentro.

La pasión de decir
Ese hombre o mujer está embarazado de mucha gente.
La gente se le sale por los poros.
Así lo muestran, en figuras de barro, los indios de Nuevo México:
el narrador, el que cuenta la memoria colectiva, está todo brotadito de personas.
EDUARDO GALEANO
El libro de los abrazos

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PRIMERA PARTE

LOS MOVIMIENTOS SOCIALES GLOBALES


COMO UN ACTOR INTERNACIONAL
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CAPÍTULO 1
EL LUGAR DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN LAS RELACIONES
INTERNACIONALES

El sistema internacional se encuentra sumido en un contexto de cambio pro-


fundo, fruto en gran parte del llamado proceso de globalización, de creciente
interdependencia, que afecta a las reglas del juego, los actores, sus pautas de
comportamiento, sus relaciones de poder, sus formas de organización, y que
parece hacer necesaria una revisión de los conceptos más clásicos que sirven
para definir la realidad internacional. Esta realidad se enfrenta hoy a nuevos
retos, entre ellos la necesidad de una mayor cooperación y solidaridad para
hacer frente a aquellos problemas globales (tales como el medio ambiente, los
derechos humanos o la seguridad, entre otros) que no pueden encontrar una
solución por las vías estatales tradicionales, ya que la toma de decisiones se
encuentra, en su mayor parte, determinada por agendas supranacionales, al
acrecentarse el poder de las organizaciones intergubernamentales —principal-
mente las instituciones financieras, como el Fondo Monetario Internacional o
el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, o incluso las empre-
sas transnacionales—, frente al de los actores clásicos que eran los Estados.
Cabe señalar, sin embargo, la aparición de otro tipo de sujetos o fuerzas
sociales, que rompen con el anterior esquema de actores internacionales. Estas
nuevas fuerzas, a través de la creación de redes ciudadanas globales, juegan un
papel central en los actuales procesos de cambio, abriendo importantes vías de
debate en el seno de la sociedad internacional, sobre todo en cuanto a derechos

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ENARA ECHART MUÑOZ

humanos, medio ambiente, bienes públicos globales, desarrollo y participa-


ción se refiere. Se trata de los emergentes movimientos ciudadanos a escala
mundial, englobados en el amplio movimiento que lucha contra la globaliza-
ción neoliberal. La aparición de tales sujetos se encuadra en el actual debate
sobre la democracia y la participación, cuyo ejercicio no puede limitarse ya al
ámbito estatal, puesto que no es en éste donde se definen las prioridades, sino
que es necesario extenderlo a un contexto más amplio donde puedan ejercerse
plenamente.
En este sentido, las nuevas teorías de la democracia, como la de David
Held, plantean un nuevo modelo, la democracia cosmopolita (Held, 2001), con
un desarrollo de instancias democráticas en los ámbitos regional y mundial1,
que amplíen a su vez la participación ciudadana en la toma de decisiones, todo
ello sin olvidar la esfera local. De los escritos del subcomandante Marcos, del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), una de las figuras de este
movimiento, se desprende un modelo de democracia más radical, planteando
que ya no se trata de un deseo de tomar el poder para cambiar las cosas, ni de
una reforma del actual sistema que mantenga las bases, sino de un reparto del
poder entre todos, siguiendo los presupuestos de una democracia de base par-
ticipativa. Así, señala Marcos en una entrevista: “No somos revolucionarios; el
político ocupa la silla del poder, y el revolucionario trata de desplazarlo para
sentarse en ella, para ocupar el poder; somos rebeldes, porque los rebeldes
arriman sillas a la silla del poder, que deja de ser del poder, para ser la voz del
pueblo, la voz de todos” (La Jornada, 15/02/1996). Es esta perspectiva la que
más incide en las formas de organización por la que abogan los movimientos
contra la globalización neoliberal. Como indica Naomi Klein, en Vallas y
Ventanas: “su objetivo […] no es hacerse con el poder, sino combatir el prin-
cipio de centralización del mismo” para “hacer recaer en la comunidad la capa-
cidad de tomar decisiones”, partiendo de “la creencia de que la toma de
decisiones es siempre más responsable cuanto más cerca se halle de las perso-
nas a quienes afectan esas decisiones” (Klein, 2002: 22, 39 y 54).
Estas ideas suponen un cambio radical en el papel que se ha dado tradicio-
nalmente al individuo en las relaciones internacionales, y podrían situar las bases
para el surgimiento de una sociedad civil global, con una identidad tejida en las
redes ciudadanas globales, con una ciudadanía mundial. Podría suponer, en defi-
nitiva, el paso de una sociedad internacional a una comunidad global. En efecto,
como señala Caterina García Segura en el prólogo al libro de Hedley Bull: “La
sociedad se distingue de la comunidad internacional por la ausencia del elemento
identitario que tiene esta última. La comunidad es un estadio más avanzado que la

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

sociedad puesto que sus integrantes comparten, además de intereses y valores, un


sentimiento de identidad compartida” (Bull, 2005: 15).
Estos nuevos “actores” son los que están planteando las reformas más
importantes del sistema internacional, si bien de forma muy embrionaria por el
momento, no por ello menos novedosa. Utilizan para ello canales muy diversos,
entre los que se encuentran algunos ya establecidos en el marco de las relacio-
nes internacionales, como pueden ser las conferencias o foros internacionales,
paralelos a los institucionalizados (es decir, aquellos integrados por Gobier-
nos), como los conocidos Foros Mundiales de Porto Alegre. Otros canales
menos formales son las numerosas movilizaciones que, desde Seattle en 1999,
acompañan cada una de las cumbres internacionales, condicionando su desa-
rrollo, su localización cada vez más alejada de la ciudadanía (como se resalta en
las restricciones de circulación en las ciudades donde se celebran, en la suspen-
sión de la libre movilidad de los ciudadanos dentro de la Unión Europea, en la
necesidad de reunirse en las aisladas montañas de Canadá o en lugares donde
la movilización ciudadana sea harto difícil, como Qatar), lo cual sin duda daña a la
propia legitimidad de las reuniones, y sitúa en una difícil situación a aquellos
que excluyen a estas fuerzas al tiempo que abogan por la democracia. Han inno-
vado también en cuanto a las formas de coordinación a nivel global, tejiendo
redes de solidaridad entre individuos de distintos Estados, por ejemplo, a través
de los modernos medios telemáticos, con puntos de encuentro tan conocidos ya
como la red Indymedia a nivel global o las diferentes redes estatales, o a través
de innovadores procesos asamblearios. La influencia de estas fuerzas en la toma de
decisiones a nivel global no cesa así de aumentar, con una participación cada vez
más activa en los últimos años, que desempeña una función en la escena inter-
nacional, a pesar de lo cual su tratamiento como actor internacional no ha sido
analizado más que tangencialmente, aun contando con definiciones que permi-
tirían su incorporación, principalmente aquellas que inciden en la dimensión
funcional de los actores.

1. LOS ACTORES EN LA TEORÍA DE LAS RELACIONES


INTERNACIONALES

La teoría de las relaciones internacionales ha ido evolucionando en la defini-


ción de actor internacional, en función de las propias dinámicas de la sociedad
internacional. Tras el paradigma realista, perspectiva dominante durante
mucho tiempo (y que aún tiene una influencia importante en esta disciplina),

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ENARA ECHART MUÑOZ

que ofrece una visión estatocéntrica de la realidad internacional, los paradig-


mas clásicos siguientes (principalmente el transnacionalista y el estructuralis-
ta) han ido ampliando el concepto de actor, para tratar de aprehender la
diversidad existente, sobre la base de concepciones del mundo bien distintas.
Posteriormente comenzarán a surgir nuevas teorías sobre la base de presu-
puestos diferentes2, que tratan de superar la división paradigmática anterior, y
que permitirán la incorporación de nuevas variables en el estudio de la reali-
dad internacional y de sus actores.

1.1. LAS CARACTERÍSTICAS DE UN ACTOR INTERNACIONAL

Caterina García Segura (1992) elabora una interesante recapitulación de los


criterios que sirven para una definición operativa del actor internacional, que
puede ser muy útil a la hora de incorporar a los movimientos sociales como
tales. Considerando que la realidad internacional es dinámica y cambiante,
esta autora trata de superar la visión realista imperante durante mucho tiempo
en la teoría de las relaciones internacionales, y establece tres criterios básicos
para definir a los actores internacionales:

• El enfoque funcional frente al jurídico: “No importa el reconocimiento


jurídico internacional de una entidad, sino su habilidad para movilizar
determinados recursos para la consecución de determinados objetivos
y su capacidad para ejercer influencia sobre el comportamiento de otros
actores del sistema internacional”.
• La relatividad y la temporalidad de los actores: “La consideración de una
entidad, grupo o individuo como actor internacional puede cambiar
según las circunstancias. Ningún actor, ni ningún tipo de actor es eterno”.
• La diversidad: al no ser ya la soberanía un requisito imprescindible,
sino la autonomía, se amplían las posibilidades de considerar a nuevos
actores que inciden en la política mundial.

En definitiva, según la autora, “todos los criterios a considerar para llegar


a formular una definición operativa de actor internacional conducen a la afir-
mación de la necesidad de centrar el análisis en el proceso, en la dinámica de
las interacciones que tienen lugar en el escenario internacional y no en una
concepción estática del sistema internacional”. A partir de esta idea, veremos
cómo se ha ido incorporando a los movimientos sociales en la teoría de las
relaciones internacionales.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

Al tratar de situarlos en el escenario internacional, los movimientos


sociales podrían formar parte de las fuerzas transnacionales, que Marcel Merle
define como “los movimientos y las corrientes de solidaridad de origen priva-
do que tratan de establecerse a través de las fronteras y que tienden a hacer
valer o imponer su punto de vista en el sistema internacional” (Merle, 1991:
411), en cuanto opinión pública militante. Su creciente relevancia en este sen-
tido podría medirse, por ejemplo, en su cada vez más habitual aparición en los
medios de comunicación, elemento importante en la formación de la opinión
pública. Así, en un primer momento, “el análisis de su función más que de su
estatuto será lo que permitirá situarlos en el tablero internacional” (Merle,
1991: 342)
Para Marcel Merle los actores son “toda autoridad, todo organismo, todo
grupo e, incluso, en el caso límite, toda persona capaz de ‘desempeñar una fun-
ción’ en el campo social; en nuestro caso concreto en la escena internacional”
(Merle, 1991: 341). Así, los Estados siguen situándose en el centro, como el
actor clásico con personalidad jurídica internacional pero, incluso en esta
esfera, están sujetos a la presión de otras fuerzas, como los partidos, los sindi-
catos, las regiones, e incluso la opinión pública. Rechaza por tanto la distinción
tajante que establecían los autores realistas entre la esfera estatal interna y la
exterior. Junto a los Estados, este autor analiza otro tipo de actores con inci-
dencia en la sociedad internacional, tales como las organizaciones interguber-
namentales (OIG), cada vez más fuertes y con más incidencia en la toma de
decisiones, y las fuerzas transnacionales, entre las que distingue las firmas
multinacionales (cuyo papel en la escena internacional no ha cesado de
aumentar, por lo que ya son un actor reconocido), las ONG y la opinión públi-
ca internacional (ésta, a su vez, entendida en cuanto resultante de la conver-
gencia de opiniones de los Gobiernos, de la concordancia de opiniones públicas
nacionales en torno a una cuestión determinada, o de un militantismo político
e ideológico, siendo esta última la que interesa aquí).
Se verá brevemente el papel que otorga a las ONG y a la opinión pública
militante, ya que son las categorías que podrían encuadrar a los actores que
analizamos. En cuanto a las ONG, tras intentar hacerse eco de su gran diversi-
dad (con desigualdades geográficas y diferentes estructuras y objetivos), y de
sus principales rasgos específicos (tales como la iniciativa privada, la solidari-
dad, una organización estable), pasa a analizar su función en relación a los
Estados y las OIG, deteniéndose en el estatuto consultivo que tienen ante estas
últimas, y que supone un avance en cuanto actor del sistema internacional, aun
cuando no puedan competir en pie de igualdad con otros actores. Es interesante

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también resaltar el peligro de cooptación que señala respecto a las ONG, deri-
vado precisamente de ese deseo de incrementar su influencia en las OIG: “[...]
las ONG han caído en una especie de trampa de la que cada vez les es más difí-
cil salir. Por haber buscado sistemáticamente el apoyo de los Estados y de las
OIG, se han dejado arrastrar al camino de una cooperación que, de partida, ya
estaba falseado. Lejos de representar un punto de vista opuesto al de los
Estados, las ONG que han solicitado y obtenido el estatuto consultivo han ter-
minado, en la mayoría de los casos, plegándose al juego de los Estados, a través
de las OIG cuyo funcionamiento controlan. De este modo, la iniciativa privada
ha venido, paradójicamente, a consolidar un sistema de relaciones y de orien-
taciones del que en un principio habría querido separarse” (Merle, 1991: 430).
En su aproximación a la opinión pública “animada por el militantismo
político o ideológico”, la explica como “manifestaciones más o menos concer-
tadas mediante las cuales algunos grupos, que actúan simultáneamente en
varios países, se esfuerzan por crear un movimiento favorable a la defensa de
una causa determinada” (Merle, 1991: 458), pudiendo ser espontáneas o coor-
dinadas, con peso en las políticas de los Estados. Señala aquí algunas limita-
ciones, como la movilización puntual en torno a acontecimientos señalados, y
el hecho de que, si éstos son continuos, acaban por llevar a la apatía de las
masas. Este problema sigue dándose en la actualidad, aunque hay cada vez más
esfuerzos por crear plataformas, tales como los foros propios, que den conti-
nuidad a las acciones, para no limitar el movimiento a sus meras manifestacio-
nes públicas. Además, según el autor, “la opinión militante está fragmentada
por las diferencias ideológicas o por las geográficas y, también frecuentemen-
te, la universalidad de que se reclaman es ficticia”. Este punto, si bien sigue
siendo cierto, se ha convertido en una de las bazas del movimiento global (aun-
que también permanece como una de sus debilidades), ya que a pesar de las
diferencias, multitud de movimientos de diversa índole han logrado unirse en
torno a algunos objetivos comunes, básicamente relacionados con las deman-
das de justicia global, coordinando las esferas local (donde tienen cabida las
reivindicaciones más concretas) y global (en la que esas reivindicaciones se
unen para presionar en la escena internacional).
Para Merle, “El impacto de esta opinión sobre el comportamiento de
aquellos que toman las decisiones dependerá, en consecuencia, de la fuerza
respectiva de las corrientes en presencia y de las relaciones que se establezcan
entre cada una de ellas”, aunque sí es el medio del que podría surgir una con-
ciencia colectiva, con incidencia real, si consiguen sobrellevar algunos proble-
mas, tales como: a) la diversidad de causas por las que se moviliza (ya se ha visto

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

que han conseguido unirse en torno a algunas causas principales); b) la desvia-


ción de las campañas hacia fines de política interna (problema que podría
solucionarse incidiendo en la conexión “glocal”3, es decir, entre lo local y lo
global, en el sentido de que entienden que gran parte de los problemas locales
son consecuencia de políticas globales); y c) las diferentes concepciones de un
mismo problema (hoy la sociedad de la información y la conexión en red ayuda
al intercambio de puntos de vista sobre los problemas o conflictos, ayudando a
una mejor comprensión mutua). Frente a los Estados, estos militantes buscan
la creación de redes de solidaridad internacional, bien revolucionarias bien de
presión para la transformación, pero están lejos de llegar a la creación de una
conciencia global (aunque hoy tal vez el “otro mundo es posible” haya conse-
guido un número importante de adeptos), por lo que sigue considerando a la
opinión pública como “una fuerza ocasional; por ahora, no puede ser conside-
rada como un actor autónomo de las relaciones internacionales” (Merle, 1991:
468). Queda por analizar cuánto se ha avanzado en este sentido.
Por su parte, Antonio Truyol y Serra (1993) también deja lugar a otros
actores en el sistema internacional junto a los Estados y las grandes potencias, acto-
res que constituirían el “elemento democrático” de la sociedad internacional,
como los grupos de presión, las asociaciones lucrativas, las ONG, las fuer-
zas religiosas y espirituales, las fuerzas ideológicas y sindicales, las fuerzas
intelectuales y culturales, las fuerzas económicas y el individuo y la opinión
pública. Se verán más detenidamente sólo estas últimas y las ONG. Las ONG
son definidas aquí como “asociaciones internacionales que no tienen un fin
lucrativo [...] que se constituyen como tales entre particulares para la defensa y
promoción de valores de diversa índole” (Truyol, 1993: 132), y se resalta el
incremento de las mismas y del papel que juegan en el sistema internacional,
aunque la presión suele ser más fácil de ejercer sobre los Gobiernos que sobre
las organizaciones internacionales (no obstante, es precisamente el creciente
poder de estas últimas el que está obligando hoy a presionar trascendiendo las
fronteras). Reconoce, sin embargo, que el estatuto consultivo que han conse-
guido en instancias internacionales les permite jugar un papel en el escenario
internacional.
En cuanto al individuo, Truyol resalta su escasa o nula incidencia en la
esfera internacional, si no es a través de organizaciones que lo encuadren, a
pesar de las declaraciones que han ido reconociéndole algunos derechos fun-
damentales. No obstante, adquiere peso en cuanto componente de la opinión
pública, con incidencia en la política de los Estados, sobre todo con la demo-
cratización de las sociedades y el incremento de la información en torno a

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temas internacionales. Entiende la opinión pública como espontánea y fácil-


mente manipulable con un control público o privado de la información4, lo que
hace importante la educación. Estos apuntes sobre las ideas de Truyol, si bien
pueden ser útiles para ver el lugar que pueden tener algunas fuerzas sociales,
quedan limitados al no tener en cuenta una posible coordinación de individuos
que, sin llegar a ser una ONG, mantengan una estructura más estable y menos
difusa que la de “opinión pública”.
Roberto Mesa ofrece, desde la perspectiva del materialismo histórico y con
la meta explícita final de democratización de la sociedad internacional, una con-
cepción amplia de los actores internacionales. En efecto, aun reconociendo el
papel central de los Estados, subraya, ya en 1980, que “actualmente es un hecho
innegable la diversidad de los sujetos de las Relaciones Internacionales y que
con su actividad discuten su puesto solitario a los mismos Estados” (Mesa, 1980:
182). Entre estos sujetos destacan las organizaciones internacionales, el indivi-
duo (sobre todo en cuanto a su pertenencia a una clase social), los movimientos
de liberación nacional, las organizaciones sindicales, las empresas transnacio-
nales, entre otros, incorporando asimismo conceptos novedosos en esta disci-
plina, como “Pueblo” o “Nación”. Es decir, que su “visión de las Relaciones
Internacionales abarca un complejo relacional en el que tienen cabida todos los
grupos sociales o individuos cuyos intereses o vocación les hacen salir del lími-
te nacional y desarrollar o completar sus actuaciones en el marco internacional.
Tres son, en consecuencia, los elementos que califican de internacionales a una
serie de relaciones concretas: el marco geográfico, los grupos de intereses o de
vocación y las actividades desarrolladas” (Mesa, 1980: 183). En su panorámica
de los actores, dedica apartados a las fuerzas transnacionales sociales (entre las
que sitúa a las Internacionales Socialistas, por ejemplo), y a las organizaciones
no gubernamentales5. La aproximación de este autor, en definitiva, ofrece la
posibilidad de considerar a una gran gama de actores internacionales, entre
ellos los movimientos sociales globales, ya que su marco geográfico, vocación y
actuación son ya internacionales.
En su Introducción a las relaciones internacionales, Celestino del Arenal
(1994) sienta algunas bases para una nueva teoría de las relaciones internacio-
nales, desde un enfoque socio-histórico, resaltando la necesidad de ampliar el
abanico de actores (considerando a las organizaciones internacionales, las
organizaciones no gubernamentales, las empresas transnacionales, los movi-
mientos de liberación nacional, el individuo, las clases sociales y los grupos de
presión, entre otros) más allá del Estado, aunque éste siga siendo la unidad cen-
tral. Plantea las limitaciones de seguir hablando de “relaciones internacionales”,

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

ya que este mismo término implica al Estado como centro, al tener como refe-
rencia las fronteras estatales, por lo que prefiere hablar de “sociedad interna-
cional”. En cuanto a las relaciones que se dan en esta sociedad internacional,
las define como “aquellas relaciones entre individuos y colectividades huma-
nas que configuran y afectan a la sociedad internacional como tal” (Arenal,
1994: 424), lo que permitiría considerar a los movimientos globales como un
actor de dichas relaciones, por su incipiente incidencia en las mismas. En
efecto, para este autor, “la sociedad internacional de nuestros días no es exclu-
sivamente interestatal, sino también transnacional y humana, en razón de la
diferente naturaleza de los actores de la misma y de su interrelación e interac-
ción, del carácter múltiple y variado de las relaciones e interacciones que se
producen en su seno y del alcance común y global de los problemas y solucio-
nes” (Arenal, 1994: 431), resaltando así la necesidad de volver a situar al hom-
bre en el centro de una teoría de las relaciones internacionales, recuperando la
dimensión humana. Se resalta aquí la importancia del cambio en una sociedad
internacional dinámica, así como la conexión entre una teoría de las relaciones
internacionales, y la práctica a la que ésta puede servir, en cuanto solución de
problemas globales urgentes (la paz, el respeto de los derechos humanos, el
medio ambiente, etc.), desde una orientación normativa.
La irrupción de estos nuevos actores también podría relacionarse con el
llamado “regreso del individuo a la política internacional”, del que habla
Esther Barbé (1995), en los años ochenta, en un principio en torno a temas
como derechos humanos, democracia y desarrollo sostenible, con la aparición
de foros en la Cumbre de la Tierra de Río (1992), en la Conferencia de Derechos
Humanos de Viena (1993) y otros, pero cuya actuación se va extendiendo a
otros ámbitos, sobre todo el económico, con cumbres paralelas a los encuen-
tros de las grandes organizaciones financieras internacionales, como el FMI o
el Banco Mundial, o de organizaciones supranacionales como la Unión
Europea. En su manual de 2003, actualizado, Barbé da pistas interesantes en lo
que se refiere a nuestro objeto de estudio, si bien limitadas todavía, ya que no
incorpora a los movimientos contra la globalización neoliberal entre los acto-
res, aunque los contempla en uno de los capítulos finales. Señala, como una de
las características de la heterogeneidad de las relaciones internacionales, la
pluralidad de actores y objetivos considerados a partir de las teorías transna-
cionalistas, al tener en cuenta no sólo la soberanía, sino también otros “crite-
rios funcionales (capacidad de movilizar recursos, habilidad para crear
solidaridades, lealtades e identificaciones, etc.)” (Barbé, 2003: 120), aunque
todavía no se pueda hablar de una comunidad internacional.

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Barbé, siguiendo la teoría sistémica para entender la sociedad internacio-


nal, considera a los actores como elementos del sistema que interactúan, lo que
le lleva a definir al actor no “sobre la base de la naturaleza (jurídica, por ejem-
plo) de la unidad en cuestión, sino a partir de su capacidad y de su habilidad
para cumplir las funciones asignadas y obtener los objetivos propuestos en el
sistema [...] Dicha categoría se mide a partir de la influencia, efectivamente
ejercida, por el actor en cuestión en su ‘terreno de juego’”. El ejemplo que uti-
liza aquí, la influencia de Amnistía Internacional en la promoción de los dere-
chos humanos, permite avanzar en la incorporación de fuerzas sociales como
actores. El actor internacional es así, desde una perspectiva funcional, “aque-
lla unidad del sistema internacional (entidad, grupo, individuo) que goza de
habilidad para movilizar recursos que le permitan alcanzar sus objetivos,
que tiene capacidad para ejercer influencia sobre otros actores del sistema y que
goza de cierta autonomía” (Barbé, 2003: 135).
Esta definición le lleva a adoptar la clasificación de actores ya vista en
Merle: Estados, organizaciones internacionales y fuerzas transnacionales
(entre las que distingue empresas transnacionales y organizaciones no guber-
namentales, dejando al margen los movimientos sociales transnacionales).
Barbé define las fuerzas transnacionales como “aquellos flujos que no parten
de una iniciativa pública (gubernamental), sino privada, y que, como corres-
ponde a todo actor internacional, influyen en el sistema internacional” (Barbé,
2003: 186). Dejando al margen las empresas transnacionales (que se conside-
ran un actor con un alto nivel de influencia en la escena internacional), define
a las ONG como “asociaciones o grupos, constituidos de modo permanente por
particulares (individuos o colectivos) de diversos países (mínimo tres), que
tienen objetivos no lucrativos de alcance internacional”6. Estas ONG han teni-
do una influencia en las grandes cumbres (principalmente de Naciones
Unidas) de la década de los noventa, y constituyen un elemento importante a la
hora de hablar del surgimiento del movimiento contra la globalización, con el
que mantiene unas relaciones que van desde la cooperación hasta la confron-
tación, como se verá más adelante.
Como se ha señalado, esta clasificación no incorpora a los movimientos
sociales transnacionales. No obstante, y dada la actualidad de la obra, no deja
de hacerse eco de éstos, al hablar de la sociedad internacional en la era de la
globalización y de las agendas o cuestiones clave que le ocupan (militar, econó-
mica y global). Afirma en este sentido que “los esquemas de poder y de
influencia a nivel global cambian en razón del ámbito (militar, económico,
social) y de la fuente de autoridad (Estados, organizaciones internacionales,

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

empresas, individuos organizados)” (Barbé, 2003: 276). Es aquí, al considerar


las presiones a los Estados, cuando habla del “impacto de unas sociedades más
vinculadas con el medio internacional (movimientos sociales transnacionales,
opinión pública sensible a los temas internacionales, etc.)”, lo que permite
considerar el papel de los ciudadanos en el sistema internacional, clave en la
conformación de la tercera agenda, la global, referida a aquellas cuestiones
globales que demandan soluciones globales (desarrollo, pobreza, derechos
humanos, medio ambiente, etc.), y “en la que se hace presente la lógica de la
gobernanza global por la imbricación que en dichos encuentros (los de
Naciones Unidas) se produce entre organizaciones internacionales, Gobiernos,
entidades subestatales, empresas, movimientos sociales, ONG, etc.” (Barbé,
2003: 289).
Aquí, movimientos sociales y ONG son considerados decisores con poder
estructural creciente en la discusión y la gestión de la agenda global, sobre todo
en aquellos temas referidos a los derechos humanos o el medio ambiente (con
la participación en cumbres internacionales o la creación de foros paralelos a las
mismas, que reúnen a miles de personas), pero también, y cada vez más, en
cuestiones de seguridad o economía, en las que centran gran parte de sus
denuncias7. En definitiva, esta autora, a pesar de no considerar a los movi-
mientos sociales transnacionales como un actor internacional en su primera
clasificación, no deja de resaltar su participación e incidencia en la escena
internacional de la posguerra fría. En cualquier caso, sí podemos recuperar los
elementos de su definición: su habilidad de movilizar recursos para alcanzar
sus objetivos, su capacidad de influir en otros actores del sistema y su autono-
mía. Serán éstos los criterios que se seguirán en el análisis de los movimientos
sociales como un nuevo actor internacional.

1.2. NUEVOS ENFOQUES DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

Frente a la tradicional división paradigmática (realismo, transnacionalismo,


estructuralismo), el estudio de las relaciones internacionales se abre a dife-
rentes enfoques, en los que se revaloriza al ser humano, se recuperan las preo-
cupaciones normativas, al tiempo que se abre la teoría de las relaciones
internacionales a otras ciencias y perspectivas. En esta apertura del debate teó-
rico en las relaciones internacionales hacen su aparición numerosas perspec-
tivas, entre las que se puede citar la teoría crítica, la EPI (Economía Política
Internacional) estructuralista, la teoría feminista, el constructivismo, o el
deconstructivismo. En cuanto a la EPI estructuralista, cabe citar la teoría

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estructural del poder de Susan Strange (May, 1996), que analiza las diferentes
dimensiones del poder: la financiera, la productiva, la de seguridad y la del
conocimiento, a la hora de explicar la posición de los Estados en el sistema
internacional, frente a aquellas teorías que se ocupan únicamente de la dimen-
sión material del poder, teoría que puede sernos útil para situar a la Unión
Europea en el tablero internacional, ya que su posición en el sistema no puede
explicarse únicamente en términos de poder clásico, o militar.
La teoría feminista, por su parte, ha tenido gran influencia en los estudios
sobre desarrollo que intentan aprehender la diversidad social, y ha evoluciona-
do desde posturas centradas en las mujeres hasta el enfoque más global de
género (Sylvester, 1996; Rodríguez Manzano, 2005). Son importantes aquí la
diversidad, las identidades, que construyen las relaciones de poder. Se parte de
la premisa de que el Estado, la soberanía, la seguridad, etc., no son conceptos
neutros en perspectiva de género, sino fruto de una construcción patriarcal de
las relaciones. Es necesario, por tanto, para su estudio, introducir la variable
género. Estas teorías han jugado un papel importante en el intento de configu-
rar nuevas relaciones, incluso en el seno de los movimientos sociales, siendo
género una variable ineludible para un cambio de las estructuras existentes,
desde la misma base. Ha sido también uno de los elementos que se han ido
incorporando a la agenda oficial de las grandes organizaciones, con importan-
tes conferencias dedicadas a la mujer.
Por su parte, el constructivismo (por ejemplo de la mano de A. Wendt), al
negar la separación que hace el realismo entre la esfera de la política interna y
la de la política internacional de los Estados, y entender que la acción exterior
de los Estados ha de estar inspirada en sus valores internos si quiere mantener
su legitimidad, da un poder de influencia mayor a la sociedad civil, que puede
comparar las prácticas de los Estados con su discurso, sobre todo si está bien
informada. El constructivismo, aunque parte de la existencia de un régimen
internacional, no entiende su surgimiento en términos racionalistas o de
hegemonía, sino en función de principios morales que rigen en el interior
de los Estados, necesarios para su legitimidad y para la cohesión social, y que se
proyectan al exterior. Estas teorías hacen una crítica radical al realismo, que
ven no como una explicación de la realidad, sino como una construcción de la
misma, que ha guiado la política exterior de los Estados, como profecía auto-
cumplida, como teoría legitimadora de la práctica, creando así relaciones con-
flictivas. Las relaciones son construidas por los Estados, por lo que es posible
construir relaciones sociales emancipatorias, construcción en la que participan
multitud de actores. En estas construcciones es importante la configuración de

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identidades e intereses, con importancia de las ideas, por lo que es un ámbito


a tener en cuenta en nuestro estudio de los movimientos globales y de la Unión
Europea, en búsqueda de identidades definitorias.
El deconstructivismo va más allá, partiendo de Foucault y su conocimien-
to, discurso, como construcción de la realidad. Es, además de pospositivista,
posmoderno. Entiende que el lenguaje crea las realidades, define los marcos
para entender la realidad. La ideología crea esos marcos de conocimiento, y de
esta manera abre o cierra vías para la acción. En este sentido, cuestionan la
modernidad ilustrada, que ven como la dominación de los países del sur por los
del norte, y que ha tenido consecuencias desastrosas para los primeros. Frente
a ello proponen un deconstructivismo del discurso, viendo la génesis de los
conceptos y su relación con el poder. La importancia de la creación de un dis-
curso alternativo en las estrategias de los nuevos movimientos transnacionales
puede relacionarse con este enfoque, con un intento de crear nuevos marcos
discursivos que permitan el surgimiento de imágenes colectivas alternativas.
Además, la gran importancia que tienen actualmente los medios de comunica-
ción de masas en la definición de identidades, e incluso en el entendimiento de
la realidad internacional por parte de la opinión pública, explica la relevancia
que tiene el lenguaje en la configuración de la realidad. El control de estos
medios se convierte así en un gran elemento de poder.
La teoría crítica, de la mano de Robert Cox (1996), otorga también gran
importancia a la influencia de las fuerzas sociales en los procesos de cambio
históricos que afectan a las formas de Estado y al propio orden mundial. Tiene
como objetivo último construir un proyecto emancipador de transformación
del orden mundial, optando por un enfoque sociohistórico, y con influencias
tanto del marxismo como de las diversas teorías surgidas en los años ochenta.
Este autor ofrece como método de análisis las estructuras históricas, como
configuración de tres fuerzas: las capacidades materiales, las ideas (como sig-
nificados intersubjetivos e imágenes colectivas) y las instituciones (como esta-
bilización y perpetuación de un orden determinado, reflejan las relaciones de
poder establecidas, y potencian imágenes colectivas acordes con esa estructu-
ra de poder, para legitimarlo). Las fases históricas sucesivas se producen a tra-
vés de procesos de contradicción que se dan en una estructura, cuando surgen
problemas a los que no se puede dar respuesta desde ésta, y que crean la opor-
tunidad para transformarla en otra nueva; es el proceso de cambio histórico. El
objetivo de Cox es estudiar la situación histórica de las relaciones existentes
para descubrir la potencial emergencia de estructuras rivales que expresen
posibilidades alternativas de relaciones de producción, formas de Estado

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y orden mundial. En este sentido conviene recordar que para Cox toda teoría es
siempre para alguien y para algún propósito, adoptando un enfoque normativo
claro.
En la concepción de Cox, tiene gran importancia el concepto de hegemo-
nía gramsciano8. Las estructuras históricas se mantienen gracias a la hege-
monía, que es precisamente la que permite que se ajusten las tres dimensiones.
Aquí son importantes las organizaciones internacionales, que ayudan a la
expansión de valores y normas, legitimando ideológicamente el orden mun-
dial, y al consenso en torno a ellos, mediante la cooptación de las élites de los
países periféricos y la absorción de ideas contrahegemónicas haciéndolas con-
sistentes con la doctrina oficial (Cox, 1996: 494-523). La estrategia pasa por
conceder al movimiento opositor un papel ampliado en el seno del sistema, con
objeto de reforzar la legitimidad de éste, sin alterar por ello ninguna de sus
bases. Esto se ha visto, por ejemplo, con la incorporación en el discurso oficial
de ideas provenientes de los movimientos sociales, aunque matizadas, tales
como el ecologismo, la igualdad de género o el respeto a los derechos humanos.
Así, por ejemplo, el concepto de desarrollo sostenible que manejan las institu-
ciones financieras no siempre se corresponde con el sentido original del
mismo, que queda desvirtuado.
En cuanto a la dinámica actual de la globalización, Cox plantea un análisis
interesante. Por ejemplo, en referencia a la relación dialéctica entre interde-
pendencia y territorialidad, útil para el análisis de los movimientos contra la
globalización neoliberal. A pesar de las tendencias económicas que suponen un
desafío a la territorialidad, el aumento de la interdependencia no tiene su
correlato necesario en una dilución proporcional de la territorialidad, ya que la
defensa del sistema económico mundial, el terreno en que más ha progresado
con diferencia la interdependencia, continúa dependiendo de la potencia
territorial, en la que reside el poder político-militar; y además, la base territo-
rial es uno de los pilares de apoyo a los que recurre el contra-movimiento hete-
rogéneo que se opone a la mundialización económica9. También recupera el
análisis que Karl Polanyi10 hace del desarrollo del capitalismo desde la
Revolución Industrial hasta mediados del siglo XX, que amplía incorporando
la crisis del Estado de bienestar en los años sesenta y setenta, como vuelta a la
primera fase de Polanyi, pero esta vez a escala global. Si bien en los años ochen-
ta este nuevo capitalismo parecía triunfante, posteriormente sus consecuencias
sociales destructivas (aumento de la polarización social, relación problemática
entre finanzas y producción, movimientos migratorios, distinción no sólo geo-
gráfica entre centro y periferia e implicaciones ecológicas dramáticas de los

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patrones de consumo) se han hecho patentes. Esto se vincula con una crisis
general de la política institucional (desilusión, desapego popular y despolitiza-
ción). Siguiendo el esquema de Polanyi, Cox considera que en la actualidad nos
encontramos en una segunda fase, reedición a nivel global de la respuesta
social a las consecuencias depredadoras del capitalismo salvaje. Pero para que
la acción de respuesta sea exitosa, es precisa una reestructuración global de la
sociedad civil.
Estas consideraciones sobre el contexto actual llevan al autor a definir
unas líneas de evolución principales de la globalización (Cox, 1997): a) polari-
zación social, con fracturas ya transnacionales, que delimitan la sociedad civil
global; b) descomposición del Estado, que tiene como uno de sus síntomas la
gestación de una sociedad civil transnacional en la que intervienen movimien-
tos sociales de toda índole que actúan al margen de las estructuras políticas
convencionales; c) diversificación del capitalismo, como constitución de blo-
ques económicos (o regionalismo) y de la rivalidad entre los distintos modelos
de organización del capitalismo (anglo-norteamericano, asiático y renano o
europeo); d) el problema ecológico, que lleva a la necesidad de un desarrollo
sostenible con el medio ambiente; e) el diálogo de civilizaciones, que termine
con la maniquea visión, heredera de las mentalidades de la guerra fría, que ve
al otro como amenaza; y f) la recomposición de la sociedad civil transnacional,
a partir de los movimientos sociales progresistas, necesaria para la viabilidad
del proyecto emancipador coxiano, y que ya se está dando en respuesta a los
efectos nocivos del nuevo capitalismo. La pérdida de confianza en el Estado
puede compensarse con un aumento en la movilización de la sociedad civil.
Hay un sentido de democracia que puede construirse desde ese desarrollo de la
sociedad civil: la democracia participativa.
Estas tendencias pueden llevar a la construcción de un nuevo multilateralis-
mo, basado en la comunicación igualitaria, en la participación, y con preocupa-
ciones normativas de cara a un orden mundial más justo e igualitario, como
interlocutor de las nuevas fuerzas sociales, que sería construido desde abajo,
desde la sociedad civil articulada, fruto de una transformación más que de un
desarrollo incremental del actual. Aquí el regionalismo puede tener un papel
importante, como paso intermedio, ya que es más cercano a los problemas de la
gente, siempre que las fuerzas sociales ganen peso en él. Para ello, también es
necesario pasar a un sentido de la política más centrado en la acción colectiva
para la consecución de objetivos comunes, ya que la posibilidad de reconstruir la
sociedad y la política desde abajo necesita revivir el sentido de responsabilidad
colectiva en los movimientos sociales, con un entendimiento entre culturas.

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Finalmente, Cox destaca tres tendencias de pensamiento aún dominantes


que deben ser superadas en un futuro orden mundial: la hegemonía, el sistema
de Estados westfaliano y la tendencia de la globalización en la economía políti-
ca mundial. Propone así algunas implicaciones de un mundo que se convirtie-
ra en poshegemónico (es decir, en el que primen los valores comunes a las
diferentes civilizaciones frente a aquellos impuestos por un Estado hegemóni-
co), poswestfaliano (en el que los actores se amplíen a organizaciones de la
sociedad civil transnacionales, abriendo posibilidades de acción), y posgloba-
lización (fruto de un desarrollo de las fuerzas transnacionales de oposición a
las consecuencias sociales negativas de la globalización). Estas consideracio-
nes sobre la teoría crítica coxiana pueden ser de utilidad a la hora de analizar el
rol de los movimientos sociales en el nuevo orden internacional, así como para
ver las reacciones desde las instituciones internacionales como, por ejemplo,
la Unión Europea: ¿es una institución legitimadora del orden actual hegemó-
nico? ¿Puede abrir vías de participación a esas nuevas fuerzas sociales?
¿Supone un modelo alternativo al de la actual globalización, con la incorpora-
ción de un capitalismo de rostro humano?

2. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES GLOBALES EN LAS RELACIONES


INTERNACIONALES

A partir de la década de los noventa, una nueva corriente de autores empieza a


preocuparse por el papel de los movimientos sociales globales en la sociedad
internacional. Un libro clave en este sentido es Transnational social movements
and global politics. Solidarity beyond the state (Smith et álii, 1997), en el que se
analiza el rol de las organizaciones de los movimientos sociales transnaciona-
les, es decir, aquellas ONG internacionales que buscan un cambio político en el
orden internacional. En él, autores como Charles Chatfield, Jackie Smith, Ron
Pagnucco y John D. McCarthy, entre otros, apuntan los temas claves para el
análisis de estos movimientos. Se parte de la premisa de que los grupos no
estatales se han convertido en significantes actores internacionales e incre-
mentarán su importancia según el mundo vaya haciéndose más complejo e
integrado. Este aumento de su importancia afecta a cómo estos grupos incre-
mentan su influencia.
En el Estado español se pueden encontrar también iniciativas interesan-
tes para el estudio de los movimientos sociales globales, como el Anuario de
movimientos sociales, coordinado por Elena Grau y Pedro Ibarra, que desde

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1999 analiza anualmente el estado de los movimientos sociales, y que ha ido


recogiendo la importancia del movimiento contra la globalización neoliberal.
Asimismo, desde la sociología se han hecho esfuerzos por ofrecer un marco
teórico para el estudio de los movimientos sociales globales. Además, en los
últimos años, se ha incrementado el interés por lo que se ha llamado la “socie-
dad civil global”, dando así un paso más en la consideración del papel de las
fuerzas sociales en el escenario internacional.

2.1. LAS VARIABLES CLAVE EN LA TEORÍA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

A la hora de analizar la emergencia y construcción de los movimientos sociales


es importante tener en cuenta tres variables, que trataremos de adaptar al
marco internacional: las estructuras de movilización, las oportunidades políti-
cas y la creación de marcos interpretativos:

1. Las estructuras de movilización: se trata de relaciones sociales (formales o


informales, centralizadas o descentralizadas, etc.), a partir de las cuales
el movimiento construye la acción colectiva. Dependen de la combina-
ción de recursos humanos, materiales y políticos que son capaces de
movilizar. Su estudio ha sido clave en la teoría de movilización de recur-
sos (con autores representativos como John D. McCarthy y Mayer N.
Zald), según la cual la acción colectiva es el resultado de un cálculo
racional de los costes y beneficios de las diferentes posibilidades de
actuación. Son importantes en este sentido las redes temáticas (issue
networks), formadas por activistas, organizaciones del movimiento,
políticos, oficiales intergubernamentales, medios de comunicación,
fundaciones, etc., que comparten un mismo objetivo y ayudan a la
comunicación y coordinación estratégica, facilitando la actividad del
movimiento. Las nuevas tecnologías juegan aquí un relevante papel.
Las estrategias para movilizar recursos para la acción buscan maximizar
la efectividad de los esfuerzos colectivos para afectar los procesos polí-
ticos. Se trata aquí de atraer nuevos activistas y recursos para la causa,
creando marcos interpretativos, a través de la sensibilización, de cam-
pañas mediáticas, de manifestaciones, etc. Asimismo, algunas organi-
zaciones optan por participar en organizaciones internacionales, lo que
les permite una mayor estabilidad y reconocimiento formal. En cuanto
a las estrategias de acción, son las actividades del movimiento para
influir en la política, y pueden resumirse en las siguientes: generar

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comunidades de intereses para programas multinacionales, como pudo


ser la creada por Cruz Roja llevando a cambios en torno a las actuacio-
nes en situaciones de conflicto; movilizar las presiones internacionales
sobre la política nacional, arena en la que se centran al principio los
movimientos sociales, buscando, por ejemplo, un cambio en las leyes; y
tratar de influir en las negociaciones internacionales y las organizacio-
nes internacionales, por ejemplo, presionando o participando en las
negociaciones.
2. Las estructuras de oportunidad política: las estructuras de oportunidad
política en los contextos nacional, intergubernamental y no guberna-
mental son factores que facilitan o dificultan los esfuerzos para el cam-
bio social. Sydney Tarrow (1997) las define como el conjunto de
dimensiones del entorno político que proporciona incentivos para que
se produzca una acción colectiva, afectando a sus expectativas de éxito o
fracaso. Existen aquí diferentes niveles políticos interrelacionados, en
los que los movimientos pueden actuar, con diferentes estrategias. No
conviene olvidar tampoco los contextos social y cultural, ya que los acto-
res sociales no buscan sólo cambiar la alta política sino también los
comportamientos. Las tres áreas de actuación son las siguientes:

• Arena política nacional, influida por el interés nacional, la posición del


Gobierno en las negociaciones, la implementación de acuerdos inter-
nacionales, etc. Los estudios sobre oportunidad política normalmente
están centrados en los procesos políticos nacionales, que por otra parte
siguen siendo importante para los movimientos globales.
• Arena política intergubernamental, donde se encuentran las organi-
zaciones internacionales y las negociaciones de los programas fuente
de regímenes internacionales.
• Arena política transgubernamental, en la que se contribuye a la toma
de decisiones desde la burocracia de las organizaciones internacio-
nales, en interacción con expertos y grupos de interés dentro y fuera
de los Gobiernos.

Jackie Smith (1997) plantea como hipótesis que la formación de movi-


mientos sociales transnacionales se da en torno a cuestiones para las
que la estructura de oportunidad política nacional es relativamente
cerrada o para las que las soluciones nacionales son inapropiadas.
Frente a ello, se encuentran con una estructura de oportunidad política

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internacional favorable, con oportunidades institucionales en las orga-


nizaciones internacionales, lo que contribuye al surgimiento de organi-
zaciones de los movimientos sociales transnacionales (en adelante
OMST). Estas estructuras de oportunidad política dependen de las
siguientes variables: la relativa apertura/cierre del sistema político ins-
titucionalizado, la estabilidad del alineamiento de la élite, la presencia
de élites aliadas y la capacidad y propensión del Estado a la represión.
3. Marcos interpretativos (frameworks) e identidad activista: los marcos,
construidos sobre materiales culturales preexistentes, son indispensa-
bles para la acción, ya que un sistema de valores es crucial a la hora de
motivar a las personas para que actúen. Un marco dominante tiene tres
funciones básicas: explicativa, de articulación y de movilización poten-
cial. Son importantes aquí también los medios de comunicación, con
una gran innovación en el seno de los actuales movimientos globales,
que han creado sus propias redes comunicativas. Los medios de comu-
nicación son clave para lograr la visibilidad del nuevo marco. En el
ámbito internacional, la creación de marcos es todavía más difícil que
en el nacional, ya que tienen que ser compartidos por diferentes cultu-
ras, diferentes lenguajes. Por ello, es necesario crear un consenso
internacional, como el existente ya, por ejemplo, en torno a los dere-
chos humanos, o el que se está creando en torno a la necesidad de una
mayor justicia social global. Los foros y conferencias internacionales
son lugares útiles para crear marcos, como se ha venido haciendo en el
Foro Social Mundial de Porto Alegre.
En el proceso de creación de marcos existen cinco dimensiones:
“encontrar una cuestión del debate público e interpretarla como un
problema social; localizar las causas y los agentes causales del problema;
interpretar los objetivos y la probabilidad del éxito de los esfuerzos;
encontrar y caracterizar al destinatario de la protesta; justificarse como
actores legítimos de la protesta” (Rivas, en Ibarra et álii, 1998: 181-215).
La formación de una identidad activista se da a través de procesos desde
arriba y desde abajo. Un autor clave en este sentido es Alberto Melucci,
que define la identidad colectiva como un proceso de construcción
social. Muchos procesos de la globalización pueden proveer la base para
el desarrollo de identidades transnacionales (aumento de la integra-
ción, comunicación, contactos más allá de las fronteras). Sin embargo,
también pueden llevar al otro extremo, reforzando las identidades loca-
les. Uno de los logros de los actuales movimientos globales es el haber

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sido capaz de tejer ambas dimensiones, a través de la conocida como


“conexión glocal”.
Benjamín Tejerina se centra en “la contribución de los movimientos
sociales a la transformación de las normas y valores que rigen en la socie-
dad”. Según este autor, los elementos de la identidad colectiva son los
siguientes: la “presencia de aspectos cognitivos que se refieren a una
definición sobre los fines, los medios y el ámbito de la acción colectiva”;
una “red de relaciones ente actores que comunican, interactúan, nego-
cian entre sí y adoptan decisiones”; y un “cierto grado de implicación
personal, posibilitando a los activistas sentirse parte de un ‘nosotros’”
(en Ibarra et álii, 1998).
La creación de un discurso alternativo, que desafíe el discurso social
dominante, es básico a la hora de transformar una realidad social. En
efecto, “una vez que la realidad social deja de ser algo ‘objetivo’ y se con-
templa como una producción humana más, pierde su carácter de refe-
rencia obligada para el comportamiento de los individuos; además,
frente a una única forma de contemplar aquélla, se reconoce la posibi-
lidad de que existan interpretaciones alternativas a esa realidad”
(Sabucedo et álii, en Ibarra et álii, 1998). Este discurso debe servir para
crear una conciencia de cambio, así como para apoyar las acciones que
plantea el movimiento. Debe, por tanto, incidir en tres aspectos: la
injusticia del modelo actual, la identidad del movimiento y la eficacia de
la acción que plantea, guiando de esta forma la acción colectiva.

Estas tres variables —estructuras de movilización, oportunidades políticas y


marcos interpretativos—, clave en el estudio de los movimientos sociales, servi-
rán más adelante a la hora de definir los movimientos sociales que aquí nos ocu-
pan, así como para analizar su posición en el sistema internacional. El estudio de
estas cuestiones se ha realizado principalmente desde las ciencias sociales en el
marco estatal, pero la creciente importancia de los movimientos sociales que
traspasan las fronteras obliga a ampliar ese marco al ámbito internacional, adop-
tando como disciplina explicativa las relaciones internacionales. Incluso autores
fuertemente arraigados en la dimensión estatal han estimado necesario avanzar
en esta dirección, como Sydney Tarrow. En efecto, su libro The new transnational
activism (2005) da un interesante paso del ámbito estatal, en el que se centraba su
estudio de las estructuras de oportunidad política, al escenario internacional,
marco de análisis del nuevo activismo transnacional. Señala en este sentido que
no puede distinguirse entre el ámbito interno y el internacional, y que una de las

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características más interesantes del activismo transnacional es cómo conecta lo


local con lo global, una de las características a su vez de los movimientos sociales
contra la globalización neoliberal.
Para Tarrow, el activismo transnacional es algo más que una reacción con-
tra la globalización, ya que ésta, por sí sola, no es suficiente para explicar el sur-
gimiento de la acción colectiva, que requiere recursos, oportunidades, marcos
interpretativos y una identidad común. En este sentido, mientras la globaliza-
ción da incentivos y temas para el activismo transnacional, ya que provee las
causas para la resistencia, es el internacionalismo el que ofrece el marco, los
puntos focales, los recursos y la estructura de oportunidades para los activistas
transnacionales, y les une en coaliciones y campañas transnacionales. Es esta
conexión con el proceso de globalización y con el internacionalismo la que
otorga la novedad de este tipo de activismo, frente a un transnacionalismo más
clásico (basado en la difusión de movimientos más allá de las fronteras, así
como en movilizaciones internacionales).
Tarrow define el internacionalismo como el incremento de las relaciones
entre Estados, Gobiernos y actores no estatales; el incremento de los vínculos entre
los niveles subnacional, nacional e internacional; y el fortalecimiento de las
estructuras formales e informales que invitan al activismo transnacional y facili-
tan la formación de redes de actores no estatales, estatales e internacionales, ya
que el internacionalismo hace más visibles las amenazas de la globalización y
ofrece recursos, oportunidades, etc., para el activismo transnacional. Supone,
por tanto, una extensión de su concepto de oportunidades políticas. Ejemplos de
ese internacionalismo serían las Naciones Unidas, el Banco Mundial, la
Organización Mundial del Comercio, los bloques regionales, las ONG internacio-
nales o las redes sociales transnacionales, aunque para Tarrow, es Europa, con su
denso tejido de vínculos horizontales y verticales, la que ofrece la estructura de
oportunidad más diversa y abierta para los actores no estatales (2005: 27).
Sin embargo, a pesar de ese salto al ámbito trasnacional, para Tarrow, los
movimientos sociales transnacionales siguen teniendo una fuerte vinculación
con el ámbito doméstico, lo que nos lleva a un concepto central en su teoría sobre
el activismo transnacional: el de “rooted cosmopolitans” (cosmopolitas arraiga-
dos), que define como “los individuos y los grupos que movilizan recursos y
oportunidades domésticos e internacionales para avanzar reclamaciones en
nombre de actores externos, contra opositores externos, o a favor de objetivos
que sostienen en común con aliados transnacionales” (2005: 29). Los activistas
transnacionales serían un subgrupo dentro de esos “cosmopolitas arraigados”, y
los define como “personas y grupos que están arraigados en contextos nacionales

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específicos, pero que se comprometen en actividades de controversia política


que les involucran en redes transnacionales de contactos y conflictos” (2005:
29). Los movimientos sociales globales no son, por tanto, la única forma de acti-
vismo transnacional (también lo son las ONG, los movimientos laborales, las
coaliciones transnacionales, etc.). Y es interesante aquí la distinción que hace
entre las estrategias de los diversos activistas transnacionales y, en concreto, de
las ONG y los movimientos sociales. Señala así que algunos activistas se compor-
tan como “insiders”, es decir, que actúan desde dentro, a través del lobby y la cola-
boración con élites internacionales hasta el punto de ser cooptados, mientras que
otros (los “outsiders”, que actúan desde fuera) desafían las políticas de las institu-
ciones internacionales y, en algunos casos, contestan su existencia. También
advierte que en la práctica es difícil trazar la línea divisoria entre ambas estrate-
gias, por las coaliciones comunes entre ellas.
La creación de un movimiento social (fruto de un esfuerzo público soste-
nido, organizado, para hacer demandas colectivas a las autoridades, que ha de
tener una estructura duradera y una identidad colectiva) transnacional no es
tarea fácil, por la dificultad de sostener la acción colectiva y de desarrollar una
identidad colectiva común entre personas con diferentes bagajes culturales.
Por ello, es importante ver su grado de organización, por un lado, y su cons-
trucción identitaria, por el otro. En cuanto a la organización, distingue tres
niveles en el activismo transnacional: las redes (que entiende como un térmi-
no tan difuso que dificulta el análisis, y que tan sólo sirve para mapear la exis-
tencia de potenciales coaliciones), las coaliciones (que si son duraderas
pueden llevar a la formación de movimientos sociales) y los movimientos
sociales (que serían interacciones sostenibles entre los desafiantes y las auto-
ridades en cuestiones políticas y/o culturales). Define las coaliciones como
“acuerdos de colaboración intencionales que permiten a diversas entidades
organizativas reunir recursos para realizar un cambio” (2005: 164). Todos los
movimientos son formados por coaliciones, pero no todas las coaliciones pro-
ducen movimientos sociales, para ello es necesario que sean duraderas, que se
mantengan las oportunidades y las amenazas, y que se desarrollen identidades
subyacentes. Para que sean duraderas, es necesario a su vez construir marcos
interpretativos, crear redes de confianza, tener compromisos creíbles y saber
gestionar la diferencia y tener incentivos selectivos.
El proceso de construcción de la identidad es especialmente importante en
este proceso, al tratar de unir intereses tan diversos en un mismo movimiento
social, y se ha logrado en este caso a través de identidades colectivas “toleran-
tes”, que permiten lidiar con la heterogeneidad, básicamente uniéndose en

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torno a la lucha contra esa globalización, fuente de los problemas globales, pero
con impactos también locales. En efecto, hay tantos motivos para protestar con-
tra la globalización como aspectos existen de ese fenómeno, y los movimientos
la utilizan como marco general en el que unir diversas luchas (frame-bridging).
Así, frente a la diversidad existente en el seno de los movimientos por la “justi-
cia global”, como los denomina Tarrow, la estrategia es crear marcos multitemá-
ticos (multi-issue frames), es decir, no centrados en una única idea, lo que es
posible por la existencia de blancos comunes que ofrece el internacionalismo,
como el FMI, la OMC o EE UU, que condensan en una sola imagen una amplia
gama de objetivos (2005: 73), o la Unión Europea, que es también un objetivo
visible hacia el que dirigir las demandas, por las fuertes interrelaciones que se
dan en su seno entre el ámbito doméstico y el supranacional. En palabras
de Della Porta (en Tarrow, 2005: 135) esta unión heterogénea lleva a una forma de
organización propia, donde “las diferencias internas son la fuerza directriz en la
búsqueda de formas de participación que respeten la ‘subjetividad’ individual,
evitando compromisos exclusivos y el control vertical; las normas del consenso
son privilegiadas frente las normas de la mayoría; la participación directa es
enfatizada frente a los mecanismos representativos, los líderes son considera-
dos como ‘portavoces’ o ‘facilitadores’”.
En definitiva, “el internacionalismo proporciona un marco en el que, uti-
lizando los regímenes internacionales, las instituciones y los encuentros como
focos, los actores no gubernamentales se encuentran en puntos de reunión
internacionales. Pero encontrarse y reconocerse con reivindicaciones simila-
res no es suficiente para construir un movimiento transnacional. Para que esto
ocurra se requiere un trabajo sostenido en el ámbito, la formación de más
amplias redes de confianza, y la coordinación de la acción colectiva más allá del
Estado nacional” (2005: 119). El estudio de su impacto en el marco de la Unión
Europea nos permitirá ver en la práctica algunas de estas cuestiones. Pero
antes, conviene detenerse en aquellos autores que, más allá de la definición
teórica de estos movimientos sociales globales, tratan de analizar sus impactos
en las relaciones internacionales.

2.2. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN EL SISTEMA-MUNDO

Una de las principales teorías que incluyeron el análisis de los movimientos


sociales globales es la teoría de sistemas. Dentro de esta corriente, Steven M.
Buechler (2000) se centra en el estudio de los movimientos sociales en el capita-
lismo avanzado. En este sentido, justifica la existencia de movimientos sociales

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en la sociedad internacional, y no sólo en el Estado, al estudiar la estructura en


sus diferentes niveles interrelacionados: global, regional, estatal, local. Para este
autor, la trayectoria histórica de la propia sociedad constituye el medio socio-
histórico en el que se movilizan los movimientos sociales. Resalta que en la teo-
ría de las relaciones internacionales se ha hecho una amplia mención a los
movimientos de liberación, lo que puede ser un paso para la inclusión de otros mo-
vimientos sociales, esta vez globales. Señala en este sentido una deficiencia, ya
que, a pesar de la existencia de estudios de movimientos sociales en los países en
desarrollo, que los sitúan en relación a la estructura económica y política global
como variable clave, no ocurre lo mismo con los movimientos sociales en los paí-
ses ricos, que se encuentran descontextualizados y distorsionados. Frente a ello,
propone una teoría que explique estas actividades.
Parte de la teoría del sistema-mundo de Immanuel Wallerstein, que presu-
me la existencia de un sistema económico cohesionado y coherente desde hace
siglos, con una división internacional del trabajo que define las diferentes zonas
económicas que componen el sistema mundial. En el centro se encuentran los
Estados económica y políticamente dominantes, líderes del sistema mundial
(EE UU, Unión Europea, Japón); la periferia la componen los Estados menos
poderosos (países de África, América Latina, Asia); existiendo una semiperiferia
entre los dos. Esta nueva división lleva a un análisis de clase no dentro de un
Estado, sino con una dimensión internacional, en el que la clase capitalista supe-
ra las fronteras estatales en busca del beneficio, y la clase trabajadora tiene más
dificultades para moverse, pero está sometida a las estrategias globales de la clase
capitalista. En este contexto, y siguiendo a Wallerstein, existen movimientos
antisistémicos, como respuesta al capitalismo global, en las diferentes zonas:
centro, periferia, semiperiferia (Arrighi et álii, 1999).
Buechler resalta que la teoría de los movimientos sociales no ha prestado
atención a la estructura global, a pesar de que en una era de globalización de las
estructuras económicas y políticas no se pueden analizar los movimientos
sociales sólo dentro de los Estados-nación. Como consecuencia de la crecien-
te integración del sistema internacional por la comunicación y el transporte
surgen movimientos sociales transnacionales, con una difusión de ideas más
allá de las fronteras, primero por contactos interpersonales, después por dife-
rentes medios de comunicación. Esto posibilita la coordinación del activismo
social más allá de las fronteras, en torno a determinadas cuestiones (issues) que
superan las fronteras (como los derechos humanos, el ecologismo, etc.), ape-
lando a diferentes Gobiernos y organismos no gubernamentales para pre-
sionar. El problema que señala aquí son las diferencias culturales y la

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fragmentación política, que pueden obstaculizar la coordinación entre movi-


mientos sociales, problema señalado por numerosos autores, y que los
movimientos sociales globales han intentado superar con la conexión glocal, y
una estructura descentralizada respetuosa de las características locales.
Siguiendo a este autor, estos movimientos sociales buscan tender puentes,
superar las identidades divididas, promoviendo una identidad como ciudada-
nos globales, lo que supone un reto simbólico al superar las diferencias socia-
les que crea el capitalismo. La emergencia de movimientos sociales globales
está relacionada con la disminución del poder del Estado en la globalización, lo
que plantea como problema la posibilidad de que estos movimientos adopten
formas violentas. No obstante, cabe señalar aquí que los movimientos sociales
todavía están sujetos a la regulación estatal.
Estos primeros apuntes permiten una primera aproximación a la actividad
de los movimientos sociales en la estructura mundial, explicada en este caso
por la nueva división del trabajo a escala global. Pero más allá de la teoría de
sistemas, en la mayoría de los estudios que se interesan por los movimientos
sociales en la sociedad internacional predomina el estudio de las formas de
participación y de las actuaciones de los mismos, así como del impacto que tie-
nen en la política global.

2.3. LA IMPORTANCIA DE LA PARTICIPACIÓN: LOS MOVIMIENTOS SOCIALES


Y LAS ORGANIZACIONES INTERNACIONALES

El Anuario de movimientos sociales de 2001, de Grau e Ibarra, en el que se apun-


ta como incipiente pero muy relevante el movimiento contra la globalización
neoliberal, se centra en la participación como eje integrador de los movimientos
sociales, dimensión muy importante para analizar su papel en las relaciones
internacionales, así como su relación con las organizaciones internacionales.
En efecto, los movimientos sociales están organizados de forma participativa, y
buscan además que toda la sociedad participe en la resolución de los problemas
(en movilizaciones, en espacios institucionales donde se toman decisiones, en
espacios sociales, económicos, culturales), demandando al poder político que
les tenga en cuenta en la toma de decisiones. También quieren tener protago-
nismo participativo en espacios y procesos de gestión. En definitiva, aportan
un discurso sobre la participación. Dado el contexto actual, es lógico que des-
víen hacia la sociedad internacional esa participación.
En este anuario, un capítulo interesante para entender algunas diferen-
cias en las formas de participación de los diferentes actores sociales es el de

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Zesar Martínez (en Grau e Ibarra, 2001: 15-33). En él, analiza los cauces que
articulan la relación entre organizaciones sociales e instituciones públicas,
refiriéndose al ámbito estatal, pero que puede extrapolarse, como se irá vien-
do, al sistema internacional. Parte de la premisa de que la participación de las
organizaciones sociales en el sistema político necesita de “la profundización
permanente del funcionamiento democrático de una sociedad a través de la
participación de las personas que conviven en ella”. Asimismo, señala que
actualmente el concepto de “participación” es clave en el funcionamiento de
cualquier institución, pero también que es “rentable en términos de imagen”,
utilizándose con diferentes propósitos. En definitiva, parte de un cuestiona-
miento del sistema representativo institucional, resaltando la distinción entre
estructura democrática y funcionamiento democrático. En efecto, en el actual
sistema político, con la disminución de la intervención del Estado, el rol de la
sociedad civil parece limitado a “articular los intereses colectivos” y “asistir
caritativamente a los sectores sociales que quedan marginados por no poder
competir en el mercado”, lo cual tiene repercusión en cómo se entiende la par-
ticipación social. Es decir, que la cultura política actual prima la delegación
frente a la participación.
Frente a esta forma de entender la participación, los movimientos socia-
les apuestan por modelos organizativos horizontales, asamblearios, antijerár-
quicos, aunque esto, a su vez, plantea el problema de la falta de liderazgo y de
las estructuras informales de poder. En este contexto, el autor distingue dos
formas de participación:

• Participación “por irrupción”, por la que apuestan los colectivos que


“no aspiran a desarrollar ninguna actividad dentro del entramado
institucional”. Se trata de “acción colectiva no institucionalizada”. En
nuestro caso de estudio, se situarían aquí los movimientos contra la
globalización neoliberal.
• Participación “por invitación”, en órganos institucionalizados. Estarían
aquí las ONG y aquellas organizaciones del movimiento más reformistas.

Esto responde a la existencia de un contínuum “desde culturas políticas


más rupturistas que por la falta de permeabilidad del sistema político niegan la
legitimidad de que se recubre y se desvinculan de cualquier forma de partici-
pación en él; hasta culturas políticas que consideran la estructura institucional
formal como condición necesaria pero no suficiente para garantizar un funcio-
namiento político democrático [...] Será la participación institucional de los

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ciudadanos la forma de profundizar continuamente la democracia. Estos sec-


tores [...] son más partidarios de participar en los órganos de debate y consul-
ta que el mundo institucional establece o se ve obligado a establecer”.
En el sistema político se han ido creando consejos asesores como cauces
de participación y espacios de comunicación, a pesar de la limitada capacidad
que tienen en la práctica. Para los representantes institucionales supone un
peligro para su poder de decisión, por lo que buscan neutralizar la crítica: “Los
representantes institucionales ven este tipo de cauces de participación como
un peligro a su poder y los intentan restringir al máximo, bien desequilibran-
do su composición a favor de la administración, o bien vaciando a ese órgano
de funciones y capacidad de influencia real: normalmente ambas cosas”. Esto
implica que “desde la administración [...] se está impulsando un modelo ‘ins-
titucionalizado’ de organización social, con un carácter desideologizado y fun-
damentalmente técnico-asistencial”. En definitiva, los intentos de crear
cauces de participación chocan con la cultura política y el pensamiento único.
Para superar los obstáculos, es necesario un cambio en la forma de concebir la
política, la democracia, es decir, un cambio de las reglas del juego.
En la cultura política propia del liberalismo, se amortigua la marginación de
los no competitivos con organización de la sociedad civil. En esta línea surge la
moda del voluntariado (basado en el altruismo, la asistencia desinteresada, frente
al activista militante). Es un “modelo de organización (y de voluntariado) funcio-
nal y no conflictivo” (frente al crítico, reivindicativo, con otro tipo de acción colec-
tiva, de la participación por irrupción): “la creciente profesionalización y
especialización técnica de las organizaciones sociales de algunos sectores (el de la
cooperación al desarrollo quizá sea el más claro), cuando lleva aparejada una
mayor desideologización y despolitización, corre el riesgo de convertirse en un
trabajo pseudopúblico, apoyado en la tarea de voluntarios que son (o pueden lle-
gar a ser) mano de obra barata con obligaciones pero sin derechos”. Este trabajo es
funcional a la globalización neoliberal, ya que acarrea una disminución del gasto y
del déficit público y “cubre las parcelas que las instituciones públicas dejan sin
cubrir”. Señala así que “en el esquema neoliberal las ONGD son bien vistas como
organizaciones asistenciales que surgen espontáneamente de la sociedad civil para
amortiguar la marginación y la exclusión [...] En consecuencia, el objetivo de la
cooperación no es tanto el desarrollo, sino atender a los desequilibrios y situacio-
nes de emergencia que va a generar el aumento de la conflictividad social”.
Martínez critica que “la mayor parte de las ONG de desarrollo mantienen
un discurso sociológico de corte transformador, mientras su práctica se funda-
menta en la mera transferencia de recursos”. No obstante, reconoce que “la de

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sensibilización y concienciación crítica” se ha difundido, lo que se refleja, por


ejemplo, en el aumento de la participación de las ONGD en campañas interna-
cionales de denuncia. Por su parte, las movilizaciones “antiglobalización”
muestran “la vitalidad del modelo ‘reivindicativo’ de organización, de activis-
mo y de participación (por irrupción) muy diferente al modelo ‘institucionali-
zado’ de ONGD”. Concluye señalando que son necesarias relaciones entre las
instituciones y la sociedad civil basadas en la colaboración, no la cooptación,
sin renunciar a la reivindicación por la complementariedad (es decir, mante-
niendo la independencia).
En la misma línea, el capítulo de Alfonso Dubois (en Grau e Ibarra, 2001:
104-123) reflexiona sobre la participación como concepto clave del desarrollo.
Señala que “desde la perspectiva de las carencias en la participación una persona
es pobre no porque le falten cosas, sino porque no tiene la posibilidad de parti-
cipar adecuadamente en la toma de decisiones que afectan a que su vida alcance
los niveles que la referencia normativa considera necesarios”. Tras hacer un
repaso del debate sobre la participación en la cooperación para el desarrollo, que
surge en los años cincuenta para hacer frente a la pasividad de los beneficiarios,
y que va avanzando hasta incorporarse en la ejecución de los proyectos y en el
diseño; en los años ochenta, las instituciones aceptan la participación para mejo-
rar la eficacia, pero sigue siendo determinada por el donante, lo que implica una
visión opuesta a la participación como poder. En esta línea, el propio Banco
Mundial incorpora la necesidad de procesos participativos de la mano de Stiglitz,
con el concepto de apropiación (ownership) frente a los fracasos anteriores. Un
ejemplo en este sentido son los DELP, documentos de estrategia de lucha contra
la pobreza, elaborados con la participación de la sociedad civil (que, sin embar-
go, tiene un papel consultivo e instrumental).
También la UE incorpora el desarrollo participativo como nueva seña de
identidad de la cooperación. Así, el diálogo y la asociación son la base de los
Acuerdos de Lomé, expresión más señalada de la cooperación comunitaria.
Los Acuerdos de Cotonú integran “la participación de la sociedad civil y de los
gobiernos locales en el diálogo político y en los procesos de formulación y eje-
cución de los programas de cooperación”, basándose en los principios de
democratización y descentralización. Se ha visto que existen diferentes formas
de participación, así como diferentes conceptos de la misma. Ante esta situa-
ción, Dubois recomienda que las fuerzas sociales evalúen el contexto y, en función
de eso, decidan si participar o no. Más adelante, se analizarán estas diversas
estrategias al estudiar la participación social en las relaciones que mantiene la
Unión Europea con sus socios.

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En el ámbito específico de las interrelaciones entre los movimientos


sociales transnacionales y las organizaciones internacionales, Jackie Smith
(1997) parte de la constatación de que los movimientos de protesta se han glo-
balizado, aumentando su número en áreas como los derechos humanos, el
medio ambiente, los derechos de la mujer, la paz y el desarrollo; y se han forta-
lecido, creándose más lazos entre estos, las ONG y las organizaciones interna-
cionales. Charles Chatfield (en Smith, 1997) recuerda, no obstante, que esta
participación de los actores sociales en la sociedad internacional no es nueva,
sino que se ha ido desarrollando desde principios del siglo XX (e incluso
antes), y ha contribuido a la propia definición de la sociedad internacional.
Según el autor, las ONG internacionales han sido a menudo importantes en el
surgimiento e innovación de organizaciones internacionales y regímenes, y
ambas han ido madurando en interacción dinámica. Resalta que los autores se
suelen fijar en las relaciones entre naciones, olvidando los procesos que han
institucionalizado las relaciones transnacionales. En este sentido, las organi-
zaciones internacionales no son sólo producto de acuerdos interestatales, sino
que también reflejan fuerzas sociales. Se trataría de lo que él define como
“revolución silenciosa”, haciendo referencia al incremento de conceptos pací-
ficos e instituciones, movimientos ciudadanos transnacionales, resistencia no
violenta, etc., frente a los grandes conflictos del siglo XX.
Por otra parte, señala que las ONG internacionales han crecido incluso más
que las organizaciones internacionales. La participación ciudadana ha llevado a
asociaciones voluntarias, a veces creando redes más allá de los Estados como res-
puesta a intereses compartidos, en gran parte por la necesidad de tejer alianzas
para incrementar la democracia o disminuir los conflictos entre Estados, por
ejemplo, en torno a causas como la esclavitud, el trabajo, el imperialismo, la
mujer o la paz. Juegan un papel dinámico e interactivo en el desarrollo del sis-
tema internacional fomentando la cooperación internacional, ya que trabajan
para prevenir conflictos y crear regímenes internacionales. El autor ofrece algu-
nos ejemplos de formación de instituciones internacionales, que avanzaron
gracias al esfuerzo de individuos privados de diferentes países (aunque es cier-
to que principalmente del norte) con el mismo objetivo, como la Cruz Roja, crea-
da por hombres de negocios suizos, que celebraron la Convención de Ginebra,
en 1864, institucionalizando así una ley internacional de guerra (es decir, un
régimen internacional). Asimismo, resalta que el movimiento internacional por
la paz, surgido en el siglo XIX, influyó en la Liga de las Naciones (que mantenía
contactos dinámicos con ONG internacionales) y contribuyó a la creación de un
régimen internacional con la Conferencia de La Haya. Posteriormente, las

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Naciones Unidas tomaron de la Liga una red de trabajo que mantiene relaciones
importantes con ONG internacionales. Así, por ejemplo, la ONU da limitado
acceso a los grupos ciudadanos para influir en el proceso de decisión política a
nivel global, a través del Consejo Económico y Social o de las conferencias de
Naciones Unidas (donde también se celebran foros alternativos).
Como señala David C. Atwood (en Smith, 1997), las conferencias de
Naciones Unidas dan oportunidades para la movilización transnacional, que
influye en la preparación y en las negociaciones de la conferencia. También se
moviliza a la opinión pública en torno a determinadas temáticas, lo que ayuda
en la atención de los Gobiernos en ese tema. Aunque no tengan éxito, los movi-
mientos sociales afectan a la visión de la opinión pública, los términos del
debate, y ayudan a los movimientos sociales a aprender los procesos políticos.
Finalmente, las conferencias también ayudan a la creación de redes en torno a
un tema en diferentes países. También Jackie Smith (1997) ilustra cómo algu-
nas organizaciones de movimientos sociales transnacionales (OMST) intervie-
nen directamente en conferencias intergubernamentales para intentar influir
en el lenguaje de determinados tratados y para ayudar a implementar acuerdos
multilaterales. Sin embargo, suelen centrarse en educar a individuos y organi-
zaciones locales y nacionales sobre los problemas globales y los sistemas polí-
ticos designados para afrontarlos, incrementando la preocupación social en
determinadas temáticas, por la creación de marcos de movilización, y alteran-
do la visión de los Gobiernos sobre los costes de una determinada política.
En definitiva, los movimientos sociales interactúan con las organizacio-
nes internacionales para influir en normas internacionales, para cambiar la
distribución de bienes, derechos y poder en el orden internacional. Aquellos
que más se relacionan con estas organizaciones son más eficaces en su
influencia política. Si son exitosos, contribuyen al desarrollo de instituciones
y a renovar las normas institucionalizadas o regímenes. Normalmente, se sitúan
aquí las OMST de los países del norte, aunque se está logrando un mayor
equilibrio geográfico. No obstante, la mayoría de las OMST no tienen acceso a
las organizaciones internacionales, y se centran en mejorar las redes de inter-
cambio de información, conocimiento y experiencia. Un ejemplo en este sen-
tido es la Cumbre de Río, en 1992, en la que la mayoría de los movimientos se
centraron en las redes de ONG, más que en intentar influir en la Cumbre. El
principal objetivo aquí es construir una solidaridad transnacional más allá de
las fronteras estatales, cambiar las visiones y comportamientos, y las OMST
sirven de vehículos para la difusión de valores, marcos, prácticas, etc. Así, las
ONG internacionales son actores internacionales cuyo rol incluye ser fuentes

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

de entendimiento (mediante la información y el análisis), moldeadores de


opinión y abogados del cambio, superando el desconocimiento y el alejamien-
to de la política exterior y los procesos internacionales. En este proceso, las
OMST a menudo retan la legitimidad de los tradicionales acuerdos sociales y
políticos, popularizando conocimiento, información, conceptos alternativos
y actividad cívica.

2.4. LA INFLUENCIA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN LA POLÍTICA GLOBAL

En definitiva, los miembros de las OMST se han familiarizado con las normas
de funcionamiento del sistema internacional, principalmente gracias a los
encuentros regionales y globales, y han logrado establecer una división del tra-
bajo en los ámbitos nacional e internacional, que se refuerzan mutuamente.
Una de las principales capacidades de las OMST es esta posibilidad de trabajo a
numerosos niveles: influyen en las organizaciones internacionales y en otras
ONG internacionales, así como en la visión del público o las élites, en los ámbi-
tos nacional, regional o global. Además, se complementan unas a otras: miem-
bros de diferentes países tienen una variedad de recursos, en unos países
pueden hablar de lo que en otros obligan a callar. Por su parte, la mejora de las
telecomunicaciones ayuda a la creación de estructuras descentralizadas, lo que
permite a su vez una mayor participación democrática. Establecen de esta
forma diferentes vías de influencia en las decisiones políticas internacionales:
centran la atención de las élites y del público en general en importantes pro-
blemas globales (facilitando la comunicación transnacional, y ayudando a
generar consensos en torno a interpretaciones de problemas globales y de sus
soluciones); ayudan a los Gobiernos a aprender sobre un problema, o sobre los
costes políticos de no actuar; y, finalmente, su presencia ayuda a la rendición
de cuentas gubernamental, que en lo internacional suele ser pequeña.
Louis Kriesberg (en Smith et álii, 1997) señala que las organizaciones de
los movimientos sociales transnacionales pueden afectar, y de hecho lo hacen,
las políticas transnacionales, contribuyendo al desarrollo de una sociedad civil
global a través de relaciones de contención y cooperación. Para explicar esta
influencia, este autor comienza apuntando cuatro grandes tendencias en el
mundo actual que tienen implicaciones para las OMST:

• La creciente democratización, desarrollada a través de tres vectores en los


que influyen estos movimientos: extendiendo normas de apoyo (por
ejemplo, incrementando la participación en la toma de decisiones);

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mejorando los medios de comunicación (esto facilita la participación


popular en la toma de decisiones colectiva, al tiempo que refuerza las con-
diciones que hacen posible la acción de los movimientos sociales trans-
nacionales, al otorgar la capacidad de comunicación y de organización)
e incrementando el excedente material, es decir, el estándar de vida.
• La creciente integración global: la interdependencia económica, el
aumento del intercambio de información, la existencia de problemas
globales (que llevan al surgimiento de OMST) disminuyen el poder de
los Estados, que no pueden resolver los problemas solos.
• La convergencia y difusión de valores, que acarrea diferencias entre las
expectativas de la gente y lo que tienen en realidad, lo que lleva al sur-
gimiento de movimientos sociales.
• La proliferación de instituciones transnacionales, en las que interactúan
los movimientos sociales transnacionales. En este proceso, numerosas
organizaciones internacionales han ido abriendo vías de participación.

El aumento de los movimientos sociales transnacionales está ligado así a las


nuevas capacidades tecnológicas para la movilización, a la creciente interdepen-
dencia entre los Estados y al creciente reconocimiento de la necesidad de
afrontar los problemas globales cooperativamente. Las OMST pueden ser
importantes agentes de cambio global, al intentar reforzar estas tendencias, ya
que apoyan redes de relaciones sociales que posibilitan la acción (ayudan a
transmitir información ofreciendo una red de relaciones para la difusión de
ideas y prácticas, y facilitando la movilización; y difunden normas y valores
sobre la participación en la toma de decisiones y en la ejecución de las políticas,
ayudando a la democratización); desarrollan comunidades temáticas de interés
para las organizaciones intergubernamentales; proveen reservas de recursos y
los redistribuyen; promueven nuevas identidades transnacionales; y se estimu-
lan unas a otras para atacar las fuentes transnacionales de problemas comunes.
Siguiendo a Kriesberg, se pueden señalar los siguientes métodos que uti-
lizan para influir en la política global, para alterar el statu quo:

• Movilizar apoyos para determinadas políticas, ya que la acción transna-


cional es más efectiva para resolver problemas globales.
• Incrementar la participación pública en los procesos políticos internacio-
nales, ofreciendo canales de comunicación entre personas con las mismas
preocupaciones en diferentes países. Las políticas internacionales las
hacen Gobiernos que tienen que tener en cuenta sus opiniones públicas.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

• Mantener la atención sobre problemas globales críticos. Los Gobiernos


suelen tener una visión a corto plazo, mientras que las OMST dan con-
tinuidad a la acción y desarrollan una experiencia que puede ser uti-
lizada por Gobiernos, organizaciones internacionales y medios de
comunicación.
• Definir issues, o temas claves, y determinar la agenda política. Como
organizaciones internacionales, obtienen más atención de los medios
de comunicación que las nacionales. Pueden proponer nuevas opciones
desde una variedad de perspectivas nacionales.
• Algunas incluso llevan a cabo políticas transnacionales, por ejemplo, en
derechos humanos, dando datos sobre violaciones.

En definitiva, las OMST influyen en las políticas globales y regionales,


compitiendo con otras organizaciones internacionales, Estados, empresas
transnacionales, etc. Además, la intervención de movimientos sociales trans-
nacionales en los procesos políticos nacionales e internacionales altera la per-
cepción de los que toman las decisiones sobre los problemas y los costes y
beneficios asociados a las diferentes opciones políticas. Así, aunque los movi-
mientos sociales no realizan a menudo sus objetivos específicos, sí impactan
claramente en la política global.
Chadwick F. Alger (en Smith et álii, 1997: 260-275) ofrece un interesante
repaso de las actividades de los movimientos sociales transnacionales en la
política global, que se presentan en el cuadro 1. Estas actividades muestran
la diversidad de arenas en las que las OMST deben ser activas: en sus propias
redes, en las políticas multilaterales, en las actividades de cooperación inte-
restatal, en los Estados y en los lugares donde el público puede ser sensibiliza-
do y movilizado.
Se pueden resumir las diferentes vías de influencia de los movimientos
sociales globales en la política internacional en el gráfico 1, en el que, fren-
te a la clásica teoría estatocéntrica, se incorpora a los movimientos sociales
como un actor. Se muestra asimismo, rebatiendo los presupuestos de la teo-
ría clásica, que las diferentes arenas políticas, nacional e internacional,
están interrelacionadas, participando en ellas distintos actores. Por ejem-
plo, los movimientos sociales globales actúan en la política nacional para
presionar por una determinada postura internacional, o en la escena inter-
nacional para que se lleven a cabo cambios nacionales. Una ilustración de
ello serían las campañas internacionales en contra de la lapidación en
Nigeria.

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CUADRO 1

CATEGORÍAS DE ACTIVIDAD DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES TRANSNACIONALES


EN LA POLÍTICA GLOBAL

1. Crear y movilizar redes globales:


• Crear organizaciones transnacionales, con sedes, reuniones periódicas, secretarías.
• Recoger información sobre las condiciones locales a través de contactos en diferentes partes del mundo.
• Alertar a la red global de apoyo sobre las condiciones que requieren atención.
• Crear una respuesta de emergencia de la red en el mundo.
• Movilizar la presión desde fuera de los Estados.
2. Participar en arenas políticas multilaterales:
• Movilizar a las OMST en torno a cuestiones en las OI.
• Construir coaliciones de OMST en torno a determinadas cuestiones.
• Crear nuevas cuestiones (issues).
• Apoyar el desarrollo de instituciones multilaterales.
• Dirigirse a reuniones de OI.
• Presentar documentos a las reuniones de OI.
• Mejorar las cualificaciones en la diplomacia de las conferencias.
• Incrementar su habilidad en las temáticas (issues).
3. Facilitar la cooperación interestatal (aquí es importante que la OMST sea vista como una tercera parte,
independiente de las demás, con información, experta, representativa, etc.):
• Preparar documentos e informes.
• Educar a los delegados (para que apoyen las cuestiones de los movimientos).
• Educar a los representantes estatales para disminuir la brecha técnica (por ejemplo, a representantes africanos,
asiáticos, etc.).
• Servir como tercera fuente de información.
• Expandir las opciones políticas (por ejemplo, para encontrar una en la que estén de acuerdo dos grupos opuestos).
• Facilitar el acuerdo (de forma informal).
• Llevar a los delegados juntos a un tercer fórum.
4. Actuar dentro de los Estados:
• Creando lazos con socios locales.
• Relacionando las OMST con cualificaciones complementarias.
• Trabajando en arenas estatales para armonizar las políticas del Estado.
• Ayuda humanitaria.
• Actividades de desarrollo local.
• Acompañamiento protector de personas en peligro (por ejemplo, Brigadas internacionales por la paz).
5. Potenciar la participación pública (para que les apoye):
• Recordando a los delegados que están siendo observados.
• Potenciando el entendimiento público (con campañas, etc.).
• Incrementando la transparencia de las negociaciones e instituciones internacionales.
• Creando lazos con socios locales.
• Provocando protestas públicas (manifestaciones, etc.)
FUENTE: CHADWICK F. ALGER (EN SMITH ET ÁLII, 1997: 260-275).

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

GRÁFICO 1

VÍAS DE INFLUENCIA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES: DIFERENTES ESTRATEGIAS

Movimientos sociales
globales presionan a las OI OI Coaliciones participan en OI
por vías institucionalizadas
o en cumbres determinadas

Coaliciones
internacionales
presionan
la política Estados
de un Estado
Movimientos sociales
ETN presionan desde fuera,
en sus sedes locales
o con campañas
internacionales. Algunas
Movimientos sociales nacionales influyen ONG participan en sus
en la política nacional, o presionan para consejos. Regulación
que el Estado adopte una determinada por Global Compact
postura en las OI (vía indirecta)

FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA.

No se deben olvidar algunos factores que disminuyen la influencia de las


OMST en las políticas transnacionales, como es el hecho de que operar inter-
nacionalmente incrementa los costes y a veces limita la acción. Además, exis-
ten numerosas dificultades para la coordinación internacional, y pueden surgir
conflictos entre diferentes OMST. No obstante, su influencia en la escena
internacional hace de ellos un actor más, si bien es cierto que menos poderoso
que los Estados o las empresas transnacionales. Se verá ahora cómo, de hecho,
están contribuyendo a la definición de un modelo de democracia, y a la confi-
guración de una incipiente sociedad civil global.

2.5. MOVIMIENTOS SOCIALES Y DEFINICIÓN DE UN MODELO DE DEMOCRACIA

Además de influir en las políticas globales, estos movimientos están ayudando


a formar una sociedad civil global, base para una democratización de la socie-
dad internacional, al ofrecer visiones alternativas y disminuir la dominación
de los actores más poderosos. Esta diversidad debe ser reconocida, como seña-
la Louis Kriesberg (en Smith et álii, 1997: 3-18), ya que de ella surgen las OMST
y la refuerzan. En este sentido, para un sistema internacional democrático,
legítimo e igualitario, es necesario el desarrollo de grupos sociales plurales.
Cabe recordar aquí las advertencias de Tocqueville, quien resaltó la importancia

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de que existan numerosas asociaciones públicas para mantener la libertad


frente a la tiranía de la mayoría. Kriesberg apuesta así por que en un futuro se
pueda celebrar una democracia global sustentada por la proliferación de aso-
ciaciones transnacionales.
En esta misma línea, Robin Cohen y Shirin M. Rai (2000) señalan que la
política necesita un fórum, que de hecho se está creando en el ámbito inter-
nacional, como una esfera pública global embrionaria, con numerosos acto-
res (movimientos sociales, organizaciones internacionales, ONG, Estados,
etc.). También en el libro Globalizations and social movements. Culture, power,
and the transnational public sphere (Guidry et álii, 2000) se habla de la crea-
ción de una esfera pública transnacional, en cuya influencia, siguiendo a
Habermas, tienen gran importancia los medios de comunicación. Esta esfe-
ra pública transnacional es el espacio en el que personas de diferentes luga-
res y miembros de entidades transnacionales elaboran discursos y prácticas
que van más allá de las fronteras nacionales. Permite así la difusión, la trans-
misión de la acción colectiva a través del globo, haciéndola transferible a
lugares y causas lejanas. Además, otorga recursos materiales que pueden
desarrollarse y ser distribuidos a través de las fronteras estatales, de forma
que se limita la capacidad del Estado-nación para criminalizar prácticas.
Uno de los roles de las redes globales es convertir los asuntos locales en glo-
bales. En definitiva, el incremento de las organizaciones y movimientos
sociales que trascienden fronteras está ayudando a la creación de una inci-
piente sociedad civil transnacional.
Alger (en Smith et álii, 1997: 260-275), por su parte, entiende que las
OMST son una dimensión clave de la emergente gobernanza global, con conse-
cuencias a largo plazo. Un paso en este sentido es la presencia que ya tienen en
el sistema de Naciones Unidas. No obstante, reconoce que todavía no se ha
definido suficientemente el tipo de gobernanza que se busca (¿una mayor cen-
tralidad del sistema de Naciones Unidas?, ¿nuevas instituciones?, ¿una mayor
participación de las OMST en las organizaciones internacionales?). Asimismo,
plantea que pueden surgir problemas por delegar funciones clave en las ONG,
como ser las responsables de denunciar las violaciones de derechos humanos,
por lo que es necesario analizar la división del trabajo entre las organizaciones
internacionales y las OMST.
También Pedro Ibarra, Salvador Martí y Ricard Goma (2002) ofrecen un
modelo general sobre el impacto de un movimiento social en el modelo de
democracia (gráfico 2), que puede sernos de utilidad al estudiar los movimien-
tos sociales globales.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

GRÁFICO 2

IMPACTO DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN EL MODELO DE DEMOCRACIA

Condiciones de protagonismo
de la red crítica en el espacio
de governance
Impacto de la red crítica Impacto de la red
sobre las políticas crítica sobre el modelo
públicas de democracia
Condiciones de presencia de
la red crítica en el espacio
de governance

FUENTE: IBARRA, MARTÍ Y GOMA (COORDS.) (2002).

Para estos autores, las condiciones de presencia de la red crítica en el espa-


cio de governance son las siguientes: la existencia de un capital social crítico
o alternativo, de un grupo que quiera y pueda cambiar una determinada polí-
tica; una estructura de oportunidad política abierta, una red temática de política
pública; y una opinión pública potencialmente favorable al discurso de la red
crítica. La primera condición es necesaria, así como, al menos, una de las dos
siguientes. En cuanto a las condiciones de protagonismo de la red crítica en el
espacio de governance, son las siguientes: mantener y renovar las redes alterna-
tivas con discursos críticos; que la red temática adquiera una determinada con-
figuración; que exista acción colectiva y reajustes discursivos, con innovaciones;
y que se dé una tensión entre la red principal y la opinión pública.
Como señalan Iñaki Bárcena, Pedro Ibarra y Mario Subyaga, la sociedad
civil se organiza para presionar al poder político, incrementa los flujos infor-
mativos, y extiende así sus rasgos democráticos más participativos: “Los movi-
mientos sociales han logrado ensanchar —y activar— tanto el espacio de
interacción institucional como el espacio de comunicación pública, aumentando
la democracia” (en Ibarra y Tejerina, 1998: 43-68). La exigencia democrática
es uno de los rasgos de los movimientos sociales, logrando influir en ella al
incrementar los cauces de participación y el número de actores, al extender los
valores democráticos y al colocar temas en la agenda, intensificando la comu-
nicación y el debate en torno a ellos.
En conclusión, frente a la corriente principal en relaciones internaciona-
les, que se preocupa de los Estados como actor central y tiende a excluir a otros
actores, las aproximaciones que hemos analizado demuestran cómo los movi-
mientos sociales transnacionales actúan como un actor internacional, movilizando

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recursos transnacionales en conflictos nacionales, generando comunidades en


política multilateral, o utilizando a las organizaciones internacionales. Se esta-
blecen también puentes entre las relaciones internacionales y otras disciplinas,
como la sociología, profundizando así el entendimiento de las relaciones inter-
nacionales cambiantes, dinámicas. Estos estudios han dado, de hecho, un paso
más, hablando ya de la existencia de una sociedad civil global.

2.6. LA APARICIÓN DE UNA SOCIEDAD CIVIL GLOBAL

El análisis de la sociedad civil global se ha ampliado en los últimos años con las
aportaciones de importantes autores. Cabe resaltar entre ellos a José Vidal-
Beneyto, que dirige una amplia recopilación de artículos en torno a esta temáti-
ca, referidos a las teorías, los actores y a las diferentes dimensiones de los
mismos, en Hacia una sociedad civil global (2003). Ya desde la introducción,
señala el doble uso del concepto “sociedad civil”, desde el conservadurismo
neoliberal se utiliza como herramienta para desmantelar el Estado, mientras
que otros sectores lo reivindican “como ámbito comunitario, mundial y alterna-
tivo” necesario. Para él, “la expresión ‘sociedad civil global’ traduce una nueva
percepción del mundo, impulsada por el auge de los movimientos ciudadanos
transnacionales [...] y por la conciencia de pertenecer, como especie humana, a
un sistema de equilibrio frágil y precario” (Vidal-Beneyto, 2003: 23).
En el apartado dedicado a las teorías, se apuntan algunas explicaciones en
torno a la sociedad civil global. Cabe recuperar la idea de John Keane, según la
cual, el simple hecho de que actualmente todo el mundo hable de sociedad civil
global es una prueba de su existencia y vitalidad. Su creación se vería impulsa-
da por tres fuerzas: la iniciativa ciudadana, el sistema de mercado y los orga-
nismos y el derecho internacional. Asimismo, se resalta que las relaciones de
la sociedad civil tienen una naturaleza horizontal, aunque se llama la atención
sobre el peligro de que la multiplicación de los centros de decisión y de los
actores lleve a un “nuevo medievalismo”. Desde una perspectiva constructivis-
ta, Ariel Colonomos ofrece un acercamiento a la sociedad civil global (en Vidal-
Beneyto, 2003: 139-156), “constituida sobre la base existente de sociabilidad,
siguiendo la imagen de los vínculos tecnológicos, los flujos migratorios y las
relaciones económicas”. Según este autor, “las dinámicas transnacionales de
los actores no estatales acaban creando una sociedad mundial articulada en
redes”. Estas dinámicas contribuyen al surgimiento de un “espacio público de
deliberación” a escala mundial, ayudando así a una humanización de las rela-
ciones internacionales, con importancia de las comunicaciones, que ofrecen

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oportunidades para la expansión de estos valores humanistas, como difusión


mundial de posturas morales. Por otra parte, “el peso de las sociedades civiles
en el ámbito internacional se observa también en las normas y principios que
están contribuyendo a crear o transformar”. En este sentido, “la capacidad
que tienen para inundar el escenario mundial de mensajes denota su existencia
y los hace más legítimos”, convirtiéndolas incluso en el punto de referencia de
algunas iniciativas de Naciones Unidas.
Por su parte, Amélie Blom (en Vidal-Beneyto, 2003: 321-345) ofrece una
reflexión sobre la protesta en relaciones internacionales, resaltando la inexis-
tencia de investigaciones a pesar del incremento (o visibilización) de movi-
mientos sociales transnacionales en el siglo XX, lo cual considera negativo para
la propia comprensión del sistema internacional. Esta autora entiende que “un
movimiento social es transnacional cuando se trata de una acción de protesta
llevada a cabo por individuos, grupos u organizaciones situadas en espacios
nacionales distintos, pero que comparten quejas dirigidas contra un mismo
blanco, que cuentan con medios que, en general, no tienen carácter institucio-
nal ni se limitan al espacio político nacional, con repertorios de acción colec-
tiva que presentan características similares, así como con una formulación
internacional de su protesta, para conseguir que se dobleguen las élites, las
autoridades o cualquier otro tipo de oponentes de diversa nacionalidad”, a lo
que añade la necesidad de una cierta duración en el tiempo. Para demostrar la
pertinencia de investigaciones sobre las acciones de protesta en el ámbito
internacional, hace un repaso de las teorías de diferentes autores, desde pers-
pectivas normativistas (que estiman que los Estados pueden hacerse eco de las
protestas si consideran que son “ciudadanos del mundo”), deconstructivistas
(que se centran en los retos normativos e ideológicos que plantean los movi-
mientos sociales) y sociológicas (preocupadas por la lógica que lleva a la unión
en defensa de un objetivo común y, en concreto, por el papel que juegan las
organizaciones de los movimientos sociales), entre otras. Ofrece finalmente
un marco de análisis que vincule “los análisis internacionalistas con la psico-
logía de la movilización y la política comparada”. El modelo de análisis inclui-
ría el estudio de “lógicas activas de difusión, comunidad interpretativa y
emocional y homología estructural entre los países afectados por la moviliza-
ción”. Así, “las similitudes transfronterizas entre los movimientos sociales se
pueden aclarar con la ayuda de tres modelos: a) el ‘modelo de la mundializa-
ción’ (interconexión), b) el ‘modelo de afinidades estructurales’ (estructuras
similares), c) el ‘modelo de la difusión’ (flujos transnacionales directos o
indirectos)”.

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Otra autora indispensable en el estudio de la sociedad civil global es Mary


Kaldor, que ofrece un estudio de este término en su libro La sociedad civil global.
Una respuesta a la guerra (2005). En él, repasa las diferentes acepciones de la
“sociedad civil global”, resaltando la idea ya expresada de que la propia existen-
cia de numerosos textos sobre el tema de por sí la hace existente y la legitima.
Explica, asimismo, la elección del subtítulo del libro dado que “el concepto de
sociedad civil siempre ha estado relacionado a la idea de reducir la violencia en
las relaciones sociales, al uso público de la razón como manera de gestionar los
asuntos humanos, en lugar de la sumisión basada en el temor y la inseguridad, o
la ideología y la superstición”. A lo largo del libro, explica el contexto en el que se
“reinventa” el término “sociedad civil”: la globalización y, en concreto, dos
aspectos que se dan en la misma: la preocupación por lo privado, la autonomía
personal, frente a los excesos del Estado; y la creciente interrelación, que permi-
te la búsqueda de aliados y la creación de redes internacionales. Esto se explica
por el contexto concreto en el que, según la autora, resurge el término: la Europa
del Este de la posguerra fría y los países latinoamericanos. En definitiva, se busca
en la sociedad internacional la protección que no encuentran en sus Estados. De
esta forma, “estos movimientos [...] utilizaron las disposiciones políticas y lega-
les globales y contribuyeron a ellas; fueron una parte esencial del proceso de
construcción de un marco para el gobierno global” (Kaldor, 2005: 16-18).
Tras explicar el contexto, hace un repaso de la evolución del término, para
presentar las cinco definiciones, normativas y descriptivas, de la sociedad civil
global:

• Societas civilis: es la concepción clásica, como “civilidad”, en la que se


crean formas no violentas de resolución de conflictos. Es una concep-
ción unida al Estado, y que se podría extrapolar al ámbito global
siguiendo el sentido kantiano de sociedad de derecho global.
• Sociedad burguesa: según esta acepción, utilizada por Marx y Hegel, la socie-
dad civil se refiere a la esfera situada entre el Estado y la familia, equi-
parable a la “globalización desde abajo”.
• Versión activista: supone una radicalización de la democracia, con una
redistribución del poder y un incremento de la participación y de la auto-
organización. Necesita de un ámbito público global en el que ejercerse.
• Versión neoliberal: el término se asocia aquí a la política de laissez-faire;
sería el tercer sector entre el Estado y el mercado, que se encarga de lle-
var a cabo las funciones que antes ejercía el Estado de bienestar, ya des-
mantelado, como contrapartida social a la globalización neoliberal.

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• Versión posmoderna: se basa en la creencia de que existe no una, sino


múltiples identidades, como condición previa a la sociedad civil.

Kaldor (2005: 66) se declara cercana a la versión activista, ofreciendo la


siguiente definición de la sociedad civil: es un “medio a través del cual nego-
cian, comentan y meditan los contratos o pactos sociales entre los individuos y
los centros de poder político y económico”. Ofrece asimismo una tipología de los
actores no estatales que conforman la sociedad civil global:

• “Viejos” movimientos sociales. Estos viejos movimientos suelen ser


obreros, dirigidos al Estado, y con una organización jerárquica.
• “Nuevos” movimientos sociales. Surgen de las movilizaciones de fina-
les de los años sesenta, en torno a nuevos temas, como los derechos
humanos o el medio ambiente, con demandas de democracia radical. Se
organizan de forma horizontal, con gran importancia del uso de medios
de comunicación.
• ONG: según la autora “representan el ‘amansamiento’ de los ‘nuevos’
movimientos sociales”. Han influido en las organizaciones internacio-
nales, incluso en las más “duras”, como el FMI o el BM. Además, dado
“su carácter manso, las ONG pueden actuar como interlocutores en
temas que afectan a los nuevos movimientos sociales”.
• Redes cívicas transnacionales: se crean en torno a campañas determi-
nadas. Son una forma de comunicarse e intercambiar información.
Confluyen en ella numerosos actores sociales, con una división del traba-
jo, por ejemplo “en función del vínculo entre organizaciones ‘mansas’
y grupos más activistas. Los segundos tienden a ser más innovadores y a
marcar la agenda, mientras los primeros pueden profesionalizar e insti-
tucionalizar campañas”.
• Nuevos movimientos nacionalistas y fundamentalistas, que surgen como
reacción a la modernidad, movilizándose contra la democracia y la aper-
tura. Han tenido una gran acogida en grupos excluidos o marginados.
• El nuevo movimiento anticapitalista, surgido en Seattle, es similar a las
redes cívicas globales, y une algunos de los tipos anteriores. En su acción
son cruciales los medios de comunicación.

La creciente participación de los actores no estatales tiene mucho que ver


con el cambio en el sistema internacional tras el fin de la guerra fría, que permi-
tió incrementar la cooperación entre Estados y organizaciones internacional;

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apertura que aprovecharon los movimientos y organizaciones sociales. Hoy


estos actores no estatales han proliferado en la política global. “La sociedad
civil global incluye todas aquellas organizaciones, formales e informales, a las
que los ciudadanos pueden unirse y mediante las que los que toman decisiones
pueden oír sus voces.” En este contexto, la distinción entre lo “nacional” y lo
“global” pierde sentido, ya que casi todos los actores tienen alguna relación
transnacional. Entre estos actores la autora sitúa a los movimientos sociales,
que define como “organizaciones, grupos de personas e individuos que actúan
juntos para propiciar la transformación de la sociedad”. El éxito de estos movi-
mientos “depende tanto de su capacidad de entusiasmar como de la respuesta
de las autoridades. Siempre que las autoridades permitan la protesta y se
tomen en serio las demandas de los que protestan, los movimientos sociales
permanecerán ‘mansos’, integrados en el proceso político e institucionalizado
[...] Las autoridades aceptan parte de la agenda; los movimientos modifican sus
objetivos y se hacen responsables” (Kaldor, 2005: 108-113).

3. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES COMO UN ACTOR INTERNACIONAL

En este capítulo se han presentado las principales aportaciones teóricas necesa-


rias para situar a los movimientos sociales en la escena internacional. Las actua-
les tendencias en el sistema internacional han llevado a los actores sociales, que
buscan transformar la realidad social, a actuar ya no sólo en el ámbito estatal,
sino también en el internacional, al ser ahí donde se sitúa hoy una parte cre-
ciente de la toma de decisiones. Han creado para ello redes globales, que ayudan
a ampliar el debate a nuevas cuestiones, entre las que se encuentra la demanda
de una mayor participación, de una mayor democracia en el sistema internacio-
nal. Como se señalaba al principio, se trata de crear una sociedad internacional,
en la que la incipiente sociedad civil global puede jugar un importante papel.
Este repaso a las teorías ha permitido asimismo justificar la necesidad de mayo-
res estudios sobre el papel que están desempeñando estas fuerzas sociales
transnacionales, ya que todavía son escasos, sobre todo en nuestro país.
Se ha visto la dificultad de situar los movimientos sociales en el tablero
internacional. Su consideración de actor de las relaciones internacionales no
puede partir desde luego de un estatuto jurídico, dada la heterogeneidad y com-
plejidad de estos movimientos (incluso los miembros de éstos más organizados,
como son las ONG, sólo han conseguido hasta el momento un estatus consul-
tivo), pero sí de la importancia de sus actuaciones en la escena internacional,

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es decir, la incidencia que tienen en la misma, su función, y esto es lo que se


verá a través del ejemplo específico de las relaciones exteriores de la Unión
Europea. De hecho, se habla aquí de actor, en cuanto participante en las rela-
ciones internacionales, con incidencia en las mismas, no de sujeto del derecho
internacional, con derechos y obligaciones, lejos de estar plenamente recono-
cidos para pueblos, organizaciones privadas o individuos11. Sin embargo, la
incidencia que están teniendo muchas de sus ideas obliga a tenerlo en cuenta.
Por ello, es necesario, para su estudio, rescatar algunos puntos de estas teorías,
para definir las bases del marco teórico que permita incorporar a estos nuevos
movimientos como un actor internacional, añadiendo otra serie de puntos que
parecen imprescindibles para una comprensión de los mismos.
A pesar de los espacios que abre ya Merle (1991) en su teoría de las rela-
ciones internacionales, al definir como actores “toda autoridad, todo organis-
mo, todo grupo e, incluso, en el caso límite, toda persona capaz de ‘desempeñar
una función’ en el campo social; en nuestro caso concreto en la escena interna-
cional”, parece necesario dar un paso más. Estos movimientos, como se ha ido
viendo a lo largo de la exposición sobre este autor, desbordan el estrecho mar-
gen de una opinión pública internacional, aun en su dimensión militante. Se
trataría más bien de un paso hacia la formación de una sociedad civil global,
una nueva ciudadanía que traspase los límites estatales, al menos en cuanto
reivindicación básica, configurándose así como el “elemento democrático” de
la sociedad internacional.
En este sentido, cabe recordar los avances que se han dado en relación a
las características de los movimientos sociales transnacionales. En cuanto a su
actividad en acontecimientos puntuales, los movimientos están intentando
crear redes que les den una determinada estabilidad, con encuentros y foros
propios, independientes de las grandes cumbres, en los que tratar las proble-
máticas que les ocupan. Frente a la fragmentación, el esfuerzo hecho también
ha sido considerable, de cara a aunar las diferencias locales en un proyecto
común (identificado en el lema “otro mundo es posible”, ampliamente com-
partido). Entienden aquí que las diferentes problemáticas locales son el efecto
de políticas globales, que se convierten en el centro de las protestas y propues-
tas del movimiento en su dimensión global. Esto permite unir una diversidad
de causas en unos objetivos mínimos comunes, posible mediante las interac-
ciones entre los colectivos locales (a través de redes de Internet o de encuen-
tros como los de Porto Alegre). Lo cual no quiere decir que el propio
movimiento no tenga problemas de coordinación, por otra parte harto conoci-
dos y que, según muchos analistas, llevarán a la ruptura del movimiento. Por

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otro lado, también se retendrán los peligros que entraña el intento de institu-
cionalización de algunas actividades de la sociedad civil (estatus consultivo de
las ONG, por ejemplo). En definitiva, de este autor se puede recuperar su
visión del análisis de los actores: “el análisis de su función más que de su esta-
tuto será lo que permitirá situarlos en el tablero internacional”.
El libro de Esther Barbé permite la ventaja de contar con un texto más
actual, que se hace eco de las últimas tendencias globales. La aproximación de
esta autora a los actores se acerca bastante a la de Merle: reconoce una plurali-
dad de actores, y su definición en términos funcionales, como la capacidad de
movilizar recursos (las grandes demostraciones en las diferentes cumbres
internacionales son uno de los principales recursos de estos movimientos), la
habilidad para crear solidaridades (se han visto las grandes redes que vinculan a
los diferentes colectivos a través de Internet, los encuentros en los que se plas-
man, etc.) o identidades (a pesar de los intentos de deslegitimar estos movi-
mientos de cara a la opinión pública, sobre todo por las demostraciones de actos
violentos, lo cierto es que se está creando una identidad de los “antiglobaliza-
ción” o “altermundialistas”). Se tratará, en definitiva, de ver su función, su
influencia, en el escenario internacional. Además, esta autora, a pesar de no
tener en cuenta a los movimientos globales en su clasificación de actores, sí hace
referencia a su participación e influencia en la definición de la “agenda global”.
Superando las limitaciones de los paradigmas clásicos (realista, transna-
cionalista y estructuralista), las teorías más recientes de las relaciones internacio-
nales aportan elementos interesantes para el análisis, partiendo de un
enfoque normativo, tales como la definición amplia de poder que ofrece la eco-
nomía política estructural de Susan Strange (útil para entender la posición de
la Unión Europea como “potencia civil”); las aportaciones feministas en cuanto
intento de configurar relaciones alternativas basadas en la igualdad y el respe-
to a la mujer; la concepción constructivista de la construcción de discursos,
legitimidades, relaciones sociales e identidades; el papel del discurso en la
creación de las realidades de la mano del deconstructivismo; o la teoría crítica
coxiana en cuanto al papel que otorga a las fuerzas sociales en la configuración
de un nuevo orden emancipatorio poshegemónico, poswestfaliano y posgloba-
lización, con la inclusión de ideas del resto de teorías. No obstante, la teoría de
Cox también presenta algunas carencias, como el hecho de no incluir un análi-
sis de género real, o de no analizar el papel de los medios de comunicación
como instituciones creadoras de ideología y configuradoras de ideas. A pesar
de estas limitaciones, las aportaciones de este autor parecen adecuadas para el
estudio de los movimientos sociales transnacionales, siempre que se desarrollen,

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introduciendo nuevas variables, y se adapte a los cambios venideros, tal como


su propia definición historicista dialéctica exige.
Pero serán sobre todo aquellas teorías surgidas en los años noventa en
torno a los movimientos sociales globales como un actor internacional, las que
den las pautas a seguir en esta investigación. En este sentido, conviene tener
presentes las tres variables clave en el estudio de los movimientos sociales:

• Estructuras de movilización: los movimientos sociales globales crean


redes a través de las cuales difunden información y posibilitan la
acción, proveen y movilizan recursos, generan comunidades temáticas
en torno a programas multinacionales, movilizan las presiones interna-
cionales sobre la política nacional, y tratan de influir en las negociaciones
internacionales y las organizaciones internacionales, participando en la
toma de decisiones o colaborando en la ejecución de los programas. En
los siguientes capítulos se analizarán estas cuestiones en relación a la
movilización ciudadana en el marco de las relaciones exteriores de
la Unión Europea.
• Estructuras de oportunidad política: centrándonos en la arena interna-
cional, las organizaciones internacionales mantienen relaciones con
estos movimientos desde hace tiempo, y han abierto vías de participación
a los actores sociales, lo que supone una apertura del sistema político, si
bien limitado en cuanto a influencia real se refiere. Por otra parte, los
movimientos sociales globales han conseguido aliados importantes en la
esfera intelectual, así como en algunos partidos de izquierda, sobre todo
europeos y latinoamericanos. Finalmente, en lo que se refiere a la repre-
sión, como se verá más adelante, es cierto que el clima derivado del 11 de
septiembre ha supuesto un duro golpe a estos movimientos, que se han
replegado a actividades más centradas en el ámbito local.
• Marcos interpretativos (frameworks) e identidad activista: los movi-
mientos sociales que aquí se van a estudiar han logrado crear un marco
explicativo en torno a la injusticia del actual modelo de relaciones
internacionales, logrando movilizaciones importantes en numerosas
partes del mundo. Asimismo, se puede hablar ya de una nueva identi-
dad activista en torno a la idea, cada vez más compartida, de que “otro
mundo es posible”, lema de estos movimientos.

Es interesante en este sentido la ampliación que realiza Tarrow al analizar


el activismo transnacional, explicando el contexto en el que se da y contra el

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que se movilizan (la globalización), el marco que posibilita la acción (el inter-
nacionalismo, poniendo como ejemplo en repetidas ocasiones a Europa, que
ofrece una estructura de oportunidad especialmente propicia a la aparición de
este activismo) y la conformación de identidades “tolerantes” (que permiten la
unión de diversas luchas a través de la creación de marcos multitemáticos uni-
dos en la lucha contra la globalización). Todo ello insistiendo en que se trata de
“cosmopolitas arraigados” en el ámbito doméstico, que vinculan con el inter-
nacional a través de la conexión “glocal”.
Para profundizar en algunas de las cuestiones planteadas, principalmente
en relación a la participación de estos movimientos en la escena global, es
necesario recuperar la distinción hecha por Zesar Martínez entre:

• Participación “por invitación” (los insiders de Tarrow), en órganos insti-


tucionalizados, que llevan a cabo principalmente las ONG. Entienden que
esta participación profundizará la democracia del sistema político. Es el
caso, por ejemplo, de las ONG que participan en los espacios abiertos por
Naciones Unidas o la Unión Europea, principalmente bajo la forma de
consejos consultivos. Llaman así la atención sobre temas que consideran
importantes y que buscan incluir en los documentos oficiales. Una de las
limitaciones en este sentido es que estas organizaciones sociales son en
su mayoría grandes organizaciones del norte, lo que plantea problemas
en torno a su representatividad y legitimidad. Además, numerosos autores
señalan el riesgo de cooptación que sufren estas organizaciones, que en la
práctica tienen una limitada capacidad de influencia. Las vías que se
abren responden en este sentido a que, en la actualidad, el propio con-
cepto de participación se ha hecho “rentable en términos de imagen”,
fruto de una cultura política que busca neutralizar la crítica, permitiendo
una participación básicamente en términos técnico-asistenciales a aque-
llas organizaciones menos conflictivas, funcionales al sistema.
• Participación “por irrupción” (outsiders), que desarrollan aquellos
colectivos que no buscan una participación institucionalizada, como es
el caso de los movimientos contra la globalización neoliberal que aquí
se analizarán. Se trata de una cultura política rupturista, que niega la
legitimidad del sistema político. Estos colectivos están más centrados
en mejorar las redes de intercambio de información, conocimiento y
experiencia, por ejemplo, mediante la celebración de cumbres alterna-
tivas a las grandes conferencias. Se convierten así en fuentes de enten-
dimiento, moldeadores de opinión y abogados del cambio.

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Más allá de la forma de participación por la que opten, a la hora de influir


en las políticas globales, los movimientos sociales pueden llevar a cabo, como
se ha ido viendo, diferentes actividades. Se resaltarán aquí las principales para
el objeto de estudio, es decir, aquellas destinadas a influir en la toma de deci-
siones de un actor internacional como es la Unión Europea12:

• Crear y movilizar redes globales: los movimientos sociales contra la


globalización neoliberal han logrado crean foros periódicos (como el
Foro Social de Porto Alegre o la Acción Global de los Pueblos), como
una esfera pública transnacional en la que se reúnen para intercambiar
información, contactar con colectivos de diferentes partes del mundo,
llamar la atención sobre problemas globales, movilizar a la sociedad
civil global, etc.
• Participar en arenas políticas multilaterales: el movimiento global ha
logrado movilizar en torno a cuestiones debatidas en organizaciones
internacionales (como muestran las manifestaciones de protesta contra
el FMI o la OMC), introducir en su agenda nuevas temáticas (como
género o medio ambiente, o la necesidad de fomentar la participación
de la sociedad civil), e incluso han participado en éstas a través de espa-
cios consultivos o foros de la sociedad civil, presentando documentos a
las reuniones oficiales.
• Potenciar la participación pública: los delegados saben que existe un
movimiento que les está observando, lo que les obliga a una mayor
rendición de cuentas (que hasta ahora había sido bastante limitada en
los asuntos internacionales). Además, exige mayor transparencia, y está
ayudando, a través de campañas y movilizaciones, a sensibilizar a la
opinión pública, incrementando su entendimiento.

Siguiendo los requisitos que planteaba Esther Barbé, y teniendo en cuen-


ta las actividades que de hecho están desarrollando en la escena internacional,
se puede afirmar que estas fuerzas sociales se están convirtiendo en un nuevo
actor de las relaciones internacionales, junto con los Estados, las organizacio-
nes internacionales o las empresas transnacionales. Tienen capacidad para
movilizar recursos, influyen en el resto de actores así como en la política glo-
bal, y gozan de autonomía en sus actuaciones. Y, de hecho, van más allá, al exi-
gir una democratización de la sociedad internacional, a través de la creación de
espacios de participación ciudadana.

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Van en este sentido los últimos estudios en torno a la creación de una


sociedad civil global, cuya existencia, a pesar de ser debatida, no deja de estar
en boca de muchos. Surge a partir de los espacios públicos de deliberación que
se han creado, con una articulación en redes, y a partir de los cuales emiten
mensajes a la sociedad internacional, con cada vez mayor cobertura en los
medios de comunicación. Aquí, se entendería a la sociedad civil global desde
la versión activista que propone Mary Kaldor, en cuanto radicalización de la
democracia. No obstante, se reconoce también la importancia de la versión
neoliberal, ya que ha configurado la realidad de numerosas actividades de
ONG, funcionales a la lógica del laissez-faire. Esta autora ofrece asimismo una
tipología de los actores no estatales que conforman la sociedad civil global, de
la que se rescatan principalmente, en cuanto objeto de la investigación, a las
ONG, y al nuevo movimiento anticapitalista, aunque también se tendrán en
cuenta algunas redes cívicas transnacionales.
La incidencia que han tenido los movimientos globales en los grandes
temas internacionales, en las agendas tanto de Gobiernos como de institucio-
nes internacionales, supone que han desempeñado una función en la defini-
ción del actual marco global de discusión, como se puede ver en la
incorporación de sensibilidades ecologistas, feministas, de derechos huma-
nos, etc., fruto a su vez de un intento de cooptación por parte de las organiza-
ciones internacionales, como defensoras de la hegemonía en sentido coxiano,
de aquellas ideas que pueden suponer un desafío al actual modo de organización
internacional. Así, por ejemplo, ningún proyecto que se precie puede ignorar
los aspectos de género, medio ambiente, derechos humanos, democracia, e
inclusión y refuerzo de la sociedad civil, incorporados mediante un proceso de
trasvase de agendas.
Es necesario resaltar algunos de los temas en los que este movimiento ha
influido13, que constituyen a su vez los ejes temáticos en los que organiza: la
inclusión del enfoque de género en los programas y proyectos de las organiza-
ciones internacionales; la ola de pacifismo que ha recorrido el globo, ligada al
llamamiento del eje antimilitarista del movimiento y a su concepción de la
“guerra global permanente” que impone el orden actual14; los temas medioam-
bientales, ligados al ecologismo, y que han llevado a resaltar la importancia del
desarrollo sostenible incluso en instituciones como el FMI, el BM, etc.; la pro-
moción y el respeto de los derechos humanos, con grandes avances en declara-
ciones internacionales que los contemplan; la promoción de la democracia con,
por ejemplo, la inclusión de la cláusula democrática en los acuerdos de la Unión
Europea15; el fortalecimiento de la sociedad civil como elemento indispensable

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

de los proyectos de las OI que buscan un avance en la democracia; o el plantea-


miento en torno a los temas de economía, comercio y finanzas globales y sus
consecuencias (cada vez resulta más difícil legitimar una globalización cuyos
efectos negativos se denuncian constantemente, lo que ha llevado a su recono-
cimiento por figuras de las altas esferas16), etc. Esas diferentes reivindicacio-
nes, no obstante, no se han agotado en su incorporación a las agendas, bajo sus
formas menos controvertidas, sino que han llevado a la inclusión en una idea
general de justicia global y de democracia participativa, como base para una
nueva conciencia global. Se da así un salto de lo local a lo global, manteniendo
los ejes ya clásicos del movimiento de mayo del 68, esta vez redimensionados
en su esfera global, gracias, en gran medida, a la nueva organización en red.
En definitiva, lo que se pretende demostrar es que, siguiendo las diferen-
tes aportaciones de las teorías de relaciones internacionales, este movimiento
global puede ser considerado un actor internacional porque:

• Actúa en la sociedad internacional, mediante la convergencia de dife-


rentes colectivos locales, con diversas estrategias que se irán viendo
que pueden conformar lo que se ha venido llamando las dos ramas del
movimiento.
• Tiene, además, influencia en las relaciones internacionales, con un
cambio de los marcos discursivos, una ruptura que demuestra su
importancia al ser incorporada en los propios discursos de los gober-
nantes, y aquí la UE es un buen ejemplo.
• Tiene, por tanto, también incidencia en la agenda internacional, en la
que se incorporan algunas de sus reivindicaciones, aunque sea de forma
desvirtuada.
• Influye, además, en las propias estrategias del resto de actores, por ejemplo,
obligándoles a reunirse en lugares cada vez más alejados de la ciudadanía, o
a incorporar temas en las agendas que de otra forma no se incluirían.
• Finalmente, en respuesta a esta influencia, las propias organizaciones
internacionales incorporan vías más o menos institucionalizadas para
la participación de estos actores.

Ejerce, por tanto, una función en la escena internacional, aunque sólo sea
bajo la forma de un control ciudadano de las decisiones de los Estados y orga-
nizaciones internacionales, y de sus consecuencias. Estos aspectos serán vistos
en un contexto determinado, el de la Unión Europea, para comprobar esas
dimensiones que harían del movimiento un actor.

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NOTAS
1. Se englobaría aquí la reivindicación de algunas esferas de los movimientos contra la globalización
neoliberal en cuanto a la reforma y democratización de la ONU, como asamblea internacional de los
pueblos.
2. Un repaso muy completo a los diferentes debates y paradigmas en relaciones internacionales se
puede encontrar en K. Sodupe (2003) La teoría de las relaciones internacionales a comienzos del siglo
XXI. Universidad, Servicio Editorial, Bilbao. También es interesante a este respecto la obra recien-
temente publicada de P. García Picazo (2004) Teoría breve de Relaciones Internacionales, Tecnos,
Madrid, autora asimismo de libros como P. García Picazo (2000) ¿Qué es esa cosa llamada “Relaciones
Internacionales”? Tres lecciones de autodeterminación y algunas consideraciones indeterministas, Marcial
Pons, Madrid.
3. Sobre el término “glocal”, acuñado por Erik Swyngedow, véase: Erik Swyngedouw (1992) “The Mammon
Quest. ‘Glocalisation’, Interspatial Competition and the Monetary Order: The Construction of New
Scales”, en Mick Dunford y Grigoris Kafkalas (eds.) Cities and Regions in the New Europe: The Global-Local
Interplay and Spatial Development Strategies, Londres: Belhaven Press, pp. 39-67. Y Erik Swyngedouw
(1997) “Neither Global nor Local: ‘Glocalization’ and the Politics of Scale”, en Robert Cox (ed.) Spaces of
Globalization: Reasserting the Power of the Local, Nueva York: Guilford Press, pp. 137-166.
4. Esto, si bien sigue siendo cierto, cambia en alguna medida con el acceso a Internet, y es lo que ha lle-
vado a los diferentes colectivos a usar este medio para difundir su información, con la creación de
medios alternativos o de “contrainformación”.
5. Se hace eco aquí también del debate sobre el estatuto de estas organizaciones en la escena interna-
cional, sobre todo en lo que se refiere a su dimensión consultiva (Mesa, 1980: 214)
6. Hemos obviado aquí el debate que da lugar a esa definición, sin embargo interesante, por ejemplo,
en lo que se refiere al carácter internacional de las ONG, controvertido ya que la falta de un estatus
jurídico internacional les obliga a constituirse según el derecho interno de los países en los que se
encuentra su sede. Esta precisión ayuda también, en otro ámbito, a entender la dinámica del movi-
miento contra la globalización, que si bien está formado por colectivos de base nacional, se unen
para actuar en el ámbito global. Barbé también recoge las preocupaciones sobre la independencia de
estas organizaciones, por sus relaciones con Gobiernos y organizaciones internacionales (por el
tema de la financiación, la consecución del estatus consultivo, etc.), que ya vimos con Merle, su
democracia interna, su credibilidad, etc.
7. Las protestas de estos movimientos son muy activas en temas de seguridad, manejando un discurso
de “guerra global permanente” característica del actual orden mundial, y con fuerza del antimilita-
rismo y el pacifismo como ejes temáticos del movimiento (se ha visto aquí la amplia acogida mun-
dial en torno al llamamiento contra la guerra de Irak de 2003, o el éxito de campañas anteriores de
la mano de ONG, como el Dividendo por la Paz), y de economía, centrando gran parte de sus actua-
ciones en las reuniones de las instituciones financieras internacionales (son referentes ya aquí las
manifestaciones de Seattle, Barcelona o Génova), con propuestas tan elaboradas como la Tasa Tobin,
que llegó a entrar en la agenda de algunos países.
8. R. Cox “Gramsci, hegemony, and international relacions: an essay in method” (1983), en R. Cox,
(1996: 124-143). Para Gramsci, el orden hegemónico se basa en concesiones a las clases subordina-
das a cambio de su apoyo al liderazgo burgués. La hegemonía completada impide un ataque frontal al
sistema, y obliga a las fuerzas opuestas al orden establecido a utilizar una estrategia de desgaste, con
un fortalecimiento de la base para un Estado alternativo, creando otras instituciones y recursos inte-
lectuales, es decir, construir una contrahegemonía en el marco de la estructura hegemónica, resis-
tiendo a las presiones de ganancias incrementales dentro del marco de la hegemonía burguesa (por
su estrategia de búsqueda de consenso mediante la incorporación de ideas alternativas, es decir, la
cooptación de la oposición).
9. Esta tendencia se relaciona con otra contradicción entre las dinámicas de homogeneización (impul-
sada por los poderes establecidos) y diferenciación (como reacción que se manifiesta en la afirma-
ción de identidades, lo que, para Cox, acaba generando una polarización social que obstaculiza la
cohesión del potencial bloque contrahegemónico). Ya hemos señalado los intentos de superar esto
por parte de los movimientos sociales actuales, con la conexión “glocal”.
10. K. Polanyi (1957) The Great Transformation: The Political and Economic Origins of Our Time, Boston,
Beacon Press. En él se distingue un doble movimiento: en una primera fase, el mercado se ve como
autorregulado (a través de la “mano invisible”) y como garantía del bien general, quedando el papel
del Estado limitado a asegurar la libertad del mercado; en la segunda, tiene lugar la respuesta de la

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sociedad a las consecuencias sociales destructivas de ese mercado libre, que busca recuperar el rol
del Estado como regulador de la economía y garante de la equidad social (lo que dio lugar, por la
acción de los movimientos sociales y obreros, al Estado de bienestar y democracia social).
11. “Conviene no confundir las situaciones de sujeto de las relaciones internacionales y sujeto del D.I.
(Derecho Internacional). Aquélla conlleva la calidad de actor o protagonista de esas relaciones en el
plano sociológico, en tanto que ésta significa ser titular de derechos y obligaciones según las reglas
del orden jurídico internacional” (Díez de Velasco, M. (1997): Instituciones de Derecho Internacional
Público, Madrid: Tecnos, p. 213).
12. Es decir, en referencia al gráfico 1, aquellas que llevan a cabo los movimientos sociales para presio-
nar a las organizaciones internacionales y las de las coaliciones que participan a través de las vías
institucionalizadas que ofrece. Se consideran aquí algunas de las actividades que señala Chadwick
F. Alger.
13. Entendemos aquí al movimiento en un sentido amplio, incluyendo la labor previa y paralela que han
hecho las ONG. Son, además, temas en los que influye, aunque no los defina en todas sus variables.
La complejidad de la sociedad internacional obligaría, para un análisis más riguroso, a tener aquí en
cuenta las relaciones con otros actores y otras tendencias.
14. En este tema, por ejemplo, el éxito del movimiento ha quedado limitado a un conflicto en concreto,
la guerra de Irak, sin haber conseguido ampliarlo a otros ni parar el conflicto en sí. No obstante, el
reto que supuso para el orden internacional, por ejemplo, en cuanto a la posición de los diferentes
Estados o al papel de las Naciones Unidas, lo convierte en un acontecimiento importante. Además,
consiguió ampliar las ideas del movimiento, aunque fuera en un momento puntual, a amplios secto-
res de la ciudadanía.
15. Cláusula por otra parte muy controvertida, al no suponer una obligación igual para las dos partes fir-
mantes, y porque el respeto de la misma queda a menudo supeditada a intereses económicos y de
seguridad.
16. Aquí, el libro de J. Stiglitz, El malestar en la globalización, es un buen ejemplo.

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CAPÍTULO 2
LA PARTICIPACIÓN DE LAS ONG EN LA SOCIEDAD INTERNACIONAL

Si bien el objetivo de este libro es tratar la participación de los movimientos


sociales en un sentido amplio, parece necesario distinguir entre dos tipos de
fuerzas sociales: las ONG y los movimientos sociales, a pesar de las interrela-
ciones que existen entre ambos en la práctica. En efecto, dado el amplio reco-
nocimiento y la expansión de las ONG, la opinión pública tiende a confundirlas
con la totalidad de los movimientos sociales, a pesar de que estos dos actores
siguen estrategias diferenciadas a la hora de actuar en la escena internacional.
Los siguientes apartados servirán para presentar a estas fuerzas sociales y mos-
trar sus diferentes naturalezas y estrategias de actuación.

1. ¿QUÉ SON LAS ONG? ALGUNOS RASGOS CARACTERÍSTICOS

En el primer capítulo, al tratar la definición de actor y la forma en que las fuer-


zas sociales pueden encuadrarse en la misma, hemos resaltado algunas carac-
terísticas de las ONG internacionales, que desarrollaremos un poco más aquí.
La definición parte, principalmente, de tres elementos: su finalidad no lucra-
tiva, su carácter no gubernamental (es decir, su creación por individuos o gru-
pos privados, situándose en el llamado “tercer sector”, entre el Estado y el
mercado) y, en este caso, su carácter internacional (a saber, su integración por

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miembros de tres o más países y el alcance internacional de su actuación).


Siguiendo la definición de Barbé, podemos decir que las ONG son “asociacio-
nes o grupos, constituidos de modo permanente por particulares (individuos o
colectivos) de diversos países (mínimo tres), que tienen objetivos no lucrati-
vos de alcance internacional” (Barbé, 2003: 192). Estos elementos dan fe de la
enorme cantidad de entidades que puede englobar este término. Por su parte,
en el estudio del sector no lucrativo que realizó la Universidad Johns Hopkins,
se señalan algunos rasgos comunes a estas organizaciones, a saber, que son:
“organizaciones: es decir, poseen una presencia y una estructura instituciona-
les; privadas: tienen existencia institucionalmente separada del Estado; no
reparten beneficios: no generan beneficios para sus gestores o el conjunto de
titulares de las mismas; autónomas: controlan esencialmente sus propias acti-
vidades; con participación de voluntarios: la pertenencia a ellas no está legal-
mente impuesta y atraen un cierto nivel de aportaciones voluntarias de tiempo
o de dinero” (Salamon et álii, 2001: 19-20).
Como vemos a partir de estas características, la definición se basa funda-
mentalmente en una doble negación, respuesta a la supremacía hasta ahora de
las esferas estatales y económicas, y la marginación de aquello que no pertene-
ce a las mismas, lo social. Además, y siguiendo a Marisa Revilla (2002), estos
elementos definitorios no están exentos de polémica. Así, por ejemplo, su
carácter no gubernamental no excluye su actuación en ámbitos como la provi-
sión de servicios sociales antes reservados al Estado. Se trataría así de organi-
zaciones privadas con fines públicos. Asimismo, su lógica no empresarial, que
supone que estas organizaciones no buscan el beneficio, y que destinarán sus
fondos a sus proyectos, no ha evitado las denuncias a algunas ONG por destinar
gran parte de sus presupuestos al mantenimiento de su estructura en detri-
mento de las acciones o por corrupción, o prácticas tan empresariales como la
inversión en fondos cuyo destino muchas veces se desconoce y con la creación
de beneficios que retornan a las ONG1.
A pesar de la gran variedad de organizaciones que pueden responder a la
definición que hemos apuntado, nos centraremos en aquellas ONG más vincu-
ladas a la sociedad civil y con incidencia en la agenda internacional, principal-
mente en lo que se refiere a temas de justicia global, es decir, aquellas
dedicadas a ayuda humanitaria, defensa del medio ambiente, promoción de los
derechos humanos y ayuda al desarrollo. Estas organizaciones han tenido gran
influencia en la última década en sus respectivos ámbitos. Las ONG de ayuda
humanitaria y de emergencia, por ejemplo, actúan en situaciones de conflicto
o catástrofe natural, y han tenido, desde su surgimiento, una gran actividad en

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la escena internacional. El alcance mundial de Cruz Roja da fe de ello. Además,


en las actuales crisis complejas, son un importante actor a tener en cuenta, y
más ahora en las nuevas “guerras humanitarias”2. En cuanto a las organizacio-
nes dedicadas a la defensa del medio ambiente o de los derechos humanos,
actúan principalmente mediante campañas de sensibilización, denuncia, pre-
sión, concienciación y educación, y han conseguido también crear puntos de
referencia muy importantes. Algunas han llegado a ser internacionalmente
conocidas y consultadas, estableciéndose incluso como fuentes de información
creíble para los medios de comunicación: Greenpeace o Amnistía Inter-
nacional. En este grupo heterogéneo, también cabe resaltar la labor de las ONG
de Desarrollo (ONGD), cuya actividad y presión en las conferencias interna-
cionales han ayudado a la definición de los Objetivos de Desarrollo del Milenio,
sensibilizando a la sociedad internacional en torno a los problemas del subde-
sarrollo. En definitiva, estas organizaciones de la sociedad civil han ayudado a
la definición de la agenda global de la que habla Esther Barbé.
Podemos clasificar las ONG en: organizaciones de ayuda humanitaria;
organizaciones de desarrollo de base (básicamente en el sur); contratistas de
servicios públicos (con una importancia creciente en el actual contexto neoli-
beral y en la puesta en marcha de los PAE); redes de apoyo, defensa, denuncia
e incidencia política (cada vez más importantes); organizaciones de innovación
y difusión tecnológica; y centros de investigación, estudio y formación. Sus
principales ámbitos de actuación pueden resumirse en: programas y proyectos
de desarrollo; sensibilización social y educación; incidencia y presión política;
investigación y estudios; y comercio justo y responsable.
De cara a su actuación, las ONG necesitan recursos, que suelen provenir
de contribuciones privadas, fuentes públicas o recursos humanos (voluntaria-
do). La financiación de las organizaciones puede plantear problemas de cara a
su autonomía y credibilidad, ya que muchas de ellas dependen en gran medida
de recursos provenientes de Gobiernos u organizaciones internacionales, lo
que les obliga a actuar según unos requisitos impuestos por ellos. El citado
estudio de la Universidad Johns Hopkins demuestra así “que el sector no lucra-
tivo es en todo el mundo una fuerza económica mucho más importante de lo
que comúnmente se cree […] que la filantropía juega un papel mucho menos
significativo en su financiación que las cuotas o que el sector público; y que en
años recientes el sector ha crecido considerablemente en la mayoría de los paí-
ses sobre los que se dispone de datos” (Salamon et álii, 2001: 17). Otro proble-
ma que se suele señalar es la falta de transparencia interna de las ONG en la
gestión de los recursos, tema en el que cada vez se es más estricto3.

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En definitiva, estas ONG presentan ventajas en su actuación respecto a


la de los Gobiernos, entre las que se pueden destacar el bajo coste de sus
acciones, la agilidad y flexibilidad de su actuación, su neutralidad e indepen-
dencia, un mejor conocimiento de la realidad local, una mayor cercanía a las
poblaciones, una mayor participación de las sociedades civiles, lo que ayuda
a la democratización, sobre todo en los proyectos de desarrollo, la innova-
ción y el uso de tecnologías adaptadas al medio, y su capacidad de captar
recursos privados y movilizar al voluntariado. Sin embargo, también tienen
debilidades, dado que su actuación es, en su mayor parte, atomizada y dis-
persa (es decir, sin cobertura universal), con un impacto limitado, así como
a causa del riesgo de burocratización de las grandes organizaciones, su ins-
trumentalización por los Gobiernos, su dependencia del “efecto CNN” en la
creación de opinión y la recaudación de fondos, sus problemas de transpa-
rencia interna, etc.4

2. SURGIMIENTO, EVOLUCIÓN Y PARTICIPACIÓN EN LA ESCENA


INTERNACIONAL

El surgimiento de las ONG internacionales data de antiguo, sobre todo las de


origen religioso, y algunas tan conocidas como Cruz Roja, surgida en 1863. No
obstante, han conocido un enorme desarrollo a partir de los años ochenta.
Siguiendo a Barbé (1995), podemos distinguir tres fases en la evolución de las
ONG: en un primer periodo, hasta el siglo XIX, las ONG procedían básicamen-
te del ámbito religioso; en un segundo momento, surgen organizaciones
centradas en la caridad frente a la injusticia social; y, finalmente, surgen or-
ganizaciones internacionales no gubernamentales de muy diverso tipo. En esta
evolución ha sido clave la década de los ochenta, denominada de hecho la
“década de las ONG”. Esta explosión puede deberse a diversos factores, pero es
indudable su vinculación con la crisis del Estado de bienestar, que llevó, por
una parte, a los ciudadanos a buscar nuevas vías de participación frente al desen-
canto de la política5, y que dejó, además, amplios sectores sin protección, que
se convirtieron en el campo de actuación de las ONG. Esto ha inducido nume-
rosas críticas hacia estas organizaciones, ya que, a pesar de presentarse a
menudo como apolíticas, en su práctica ayudaron indirectamente al desmante-
lamiento del Estado. En los países del sur, la implantación de los planes de
ajuste estructural y sus consecuencias sociales por el desmantelamiento
del sector público llevó a grandes descontentos, con las llamadas “revueltas del

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

hambre”, que se paliaron en parte, y de forma fragmentada, a través de la


actuación de las ONG6.
En un momento de triunfo de la democracia liberal que aboga por un
Estado mínimo, que deja cada vez más esferas en manos del mercado a través
de políticas de desregulación y privatización promovidas por las instituciones
internacionales, se plantea la duda de si las ONG se establecen como actores
que recogen esas áreas relegadas por el Estado, en cuanto proveedoras de bienes
y servicios públicos, necesarias para el orden social. Se trataría aquí de un
nuevo modelo de bienestar situado entre el Estado de bienestar y el bienestar
de mercado, como provisión y gestión privada de bienes públicos, dirigido
sobre todo a los excluidos de su provisión por el mercado, es decir, casi un
modelo de beneficencia, de matización de los efectos de la política liberal (sin
criticar sus causas). En este sentido no se trataría de una participación que per-
mitiera una mayor democratización, como mayor participación política de la
ciudadanía, para lo cual sería necesario completar esa provisión de servicios
con una ampliación de esferas de participación ciudadana y un fortalecimien-
to de la sociedad civil7.
Algunas ONG conscientes de estas contradicciones han entrado en una
fase de autocrítica, que las ha llevado a ejercer cada vez más funciones de pre-
sión y denuncia, frente a aquellas que se limitan a ser “contratistas de servicios
públicos”. Se habla así de una dicotomía entre las ONG “gestoras”, dedicadas
básicamente a ejecutar proyectos, y las ONG “críticas”, que buscan desvelar las
causas de los problemas que las ocupan. Estas últimas son las que trabajan en
favor de una justicia global, objetivo último de sus reivindicaciones, a través de
movilizaciones, denuncia, planteamiento de alternativas, como lo muestran las
participantes en foros como el de Porto Alegre, integrándose así en un movi-
miento social más amplio que sí plantea objetivos políticos y reivindicaciones
de mayor participación, como repolitización de la sociedad.
A pesar de estas limitaciones, la incorporación de las ONG en la escena
internacional despertó grandes expectativas, al suponer un espacio para la
expresión de las reivindicaciones de las sociedades civiles. En este sentido, las
ONG ayudaron a crear vínculos entre las sociedades del norte y del sur, así
como entre éstas y las organizaciones internacionales, que tuvieron que abrir-
se a estos nuevos actores, reconociéndoles, al menos, un estatuto consultivo.
Por ello, para muchos, las ONG han supuesto un avance en la democratización
de las relaciones internacionales, con la inclusión de importantes temas en la
agenda internacional a través de la presión y la sensibilización de las socieda-
des. En esta lógica, los años noventa suponen la plena incorporación de las

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ONG en la sociedad internacional, con la fecha clave de 1992, cuando se cele-


bró la Cumbre de la Tierra en Río, en la que participaron de una forma muy
novedosa y numerosa. Desde entonces su influencia en las declaraciones
internacionales no se puede obviar, con la inclusión y ya plena aceptación de
conceptos como “desarrollo sostenible” o el reconocimiento de la necesidad
de contar con la participación de las poblaciones en los proyectos de desa-
rrollo de estas organizaciones. También han logrado introducir iniciativas
como HIPC (Heavily Indebted Poor Countries, para el alivio de la deuda a los
países más pobres) o Global Compact (referido a la responsabilidad social de
las empresas), aunque con limitado alcance en la práctica. Han adquirido
además el estatuto consultivo en el Consejo Económico y Social de Naciones
Unidas, y cuentan con un departamento de colaboración con el Banco
Mundial, entre otros, reconocimiento de su labor e influencia, lo que les ha
permitido un grado de institucionalización no exento de polémica, ya que,
como vimos en apartados anteriores, en numerosas ocasiones, el manteni-
miento de este estatuto suponía hacer concesiones a los Gobiernos y organi-
zaciones internacionales, dejando de lado su función crítica. Además, se ha
planteado aquí el problema de la representatividad de las ONG, ya que sus
miembros no han sido elegidos portavoces por las poblaciones. En efecto, a
pesar de la gran proliferación de ONG cabe señalar su procedencia funda-
mentalmente de países del norte, a pesar del actual enfoque de participación
y empoderamiento, lo que puede acarrear problemas al considerar a las ONG
como representantes en las OI de la sociedad civil: ¿de qué sociedad civil?,
¿global o del norte?
A partir de esa Cumbre de Río, las ONG han estado presentes en casi todos
los grandes encuentros de los años noventa: la Conferencia sobre Derechos
Humanos en Viena en 1993, la Cumbre Mundial para el Desarrollo Social
de Copenhague en 1995 y la Conferencia sobre Desarrollo Sostenible de
Johannesburgo en 2002, por citar sólo algunas. Cumbres todas ellas que han
ido definiendo un consenso en torno a los objetivos de desarrollo, conocidos
ya, tras la Cumbre del Milenio, como los Objetivos de Desarrollo del Milenio,
que definen la Agenda 2015, y que deben guiar la actuación de aquellos dedica-
dos a la cooperación para el desarrollo (Gobiernos, organizaciones internacio-
nales, agencias, etc.).
Las ONG han abanderado la lucha contra la pobreza, creando importantes
campañas para el cumplimiento de los Objetivos del Milenio, como la “llama-
da global para acabar con la pobreza”, una amplia coalición que, bajo el sím-
bolo de una banda blanca, une a millones de personas de más de cien países,

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

para presionar a los Gobiernos y lograr así que cumplan con sus compromisos.
Dentro de esta campaña, la Coordinadora de ONGD española también ha ini-
ciado “un llamamiento a la sociedad para que se movilice, actúe y presione a los
líderes políticos y exija, como primer paso, el cumplimiento de los Objetivos de
Desarrollo del Milenio”: la campaña Pobreza Cero. No obstante, estas movili-
zaciones no parecen haber dado los frutos esperados en la Cumbre mundial de
2005, donde la participación e influencia de la sociedad civil ha sido menor que
en citas anteriores.
Además, han vuelto a despertar las críticas de cooptación, al entender que
los Objetivos del Milenio son una concesión de mínimos frente a las exigencias
de justicia social que estaban movilizando a amplios sectores de la población
(Echart y Puerto, 2005). El propio coordinador de la campaña Pobreza Cero,
Pablo Martínez Osés (2005), afirma en este sentido “que los ODM, en tanto en
cuanto incorporan todos los elementos esenciales del proceso de liberaliza-
ción económica, tal vez tan sólo sea una agenda de ‘compensación’ social que
se propone mitigar las importantes consecuencias sociales negativas que tiene
el sistema. En cierto modo, pueden considerarse la respuesta a la demanda
de los nuevos movimientos sociales contrarios a la globalización, con el fin de
atenuar la resistencia social y política a la misma”, recogiendo la idea que ya
señalaba José Antonio Sanahuja (2004): “Como ‘agenda social’ de la globaliza-
ción, los ODM tienen un significado ambiguo. Por un lado permiten dar cier-
ta legitimidad al proyecto neoliberal de integración económica global […]
Pero por otro lado, también se podría afirmar que son la respuesta a las
demandas de los nuevos movimientos sociales transnacionales contrarios a ese
proyecto, y de esta forma, ayudarían a atenuar la resistencia social y política a la
globalización”.
Más allá de esta participación institucional, y frente a las deficiencias que
ésta plantea, dada la limitada influencia real (a pesar de las declaraciones de
intenciones), algunas ONG también han optado por las nuevas formas de par-
ticipación que utilizan los movimientos sociales, al margen de los foros oficiales,
debido a que “la opinión dominante es que los resultados de su participación en
las cumbres mundiales y en las conferencias internacionales arrojan un balan-
ce negativo, lo que aconseja concentrar su acción en los foros alternativos”
(Vidal-Beneyto, 2003: 32). Se las ha podido ver así en las llamadas contracum-
bres, en manifestaciones o en los foros propios de la sociedad civil, como Porto
Alegre. Participan de este modo en el movimiento por una globalización alter-
nativa, la mayoría de ellas en lo que se ha llamado la “rama reformista” del
mismo, que veremos más adelante.

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3. SU DIMENSIÓN REGIONAL: EUROPA, AMÉRICA LATINA


Y EL MEDITERRÁNEO

En el ámbito europeo la participación de las ONG es importante. Cabe resaltar


que la Unión Europea se presenta en el escenario internacional como una
potencia civil, lo que requiere una mayor participación de la ciudadanía euro-
pea y de los actores sociales. La sensibilidad de la Unión Europea hacia la
incorporación de la sociedad civil queda reflejada en numerosos documentos,
incluyendo la elaboración de la futura Constitución europea, como veremos en
el siguiente apartado. Las ONG han entrado así a participar, a través de vías
institucionales, en las instituciones europeas, por ejemplo, en los foros civiles
que, creados por iniciativa de la Comisión, acompañan las reuniones de la
Unión Europea con sus socios extranjeros (América Latina, Mediterráneo,
etc.). En este sentido, la creación de redes europeas les ha dotado de gran
influencia. Por ejemplo, en el campo de las ONGD, existen numerosas redes
europeas, entre las que se pueden desatacar APROVED (confesionales), BEE
(medio ambiente), CARE-Int. (ayuda de emergencia), CARITAS-UE, CIDSE
(católica), EFTA (comercio justo), EURODAD (deuda), EURONAID (ayuda),
EUROSTEP (participación), WIDE (red de mujer y desarrollo), etc. Se ha crea-
do también un Comité de Enlace de las ONGD, para la mejora de la política de
desarrollo, integrada por plataformas nacionales de los países miembros.
Además, las ONG cuentan con un órgano de participación: el Comité
Económico y Social Europeo, fundado ya en 1957 en el Tratado de Roma, en el
que gozan, junto a otras organizaciones de la sociedad civil (empresarios, tra-
bajadores, etc., hasta un total de 222 miembros actualmente), de un estatus
consultivo. Esta institución se convierte así en el puente de comunicación
entre la Unión Europea y la sociedad civil organizada, como reza su propio
prospecto de presentación, en vistas a crear una sociedad más participativa,
integradora y democrática, mediante asesoramiento al Consejo, la Comisión y
el Parlamento europeos. La participación de estos actores queda así reconoci-
da, a pesar de las limitaciones que supone el mero estatuto consultivo. Otras
instituciones europeas, como el Consejo de Europa, también reconocen este
rol consultivo de las ONG desde 1952, con conferencias y resoluciones que
intensifican las relaciones entre ambos, existiendo actualmente alrededor de
350 ONG con ese estatus. En este escenario, la Unión Europea deja asimismo
hueco a las organizaciones de los países y regiones con los que firma acuerdos.
En los siguientes apartados veremos la participación de ONG latinoamericanas
o mediterráneas en los foros civiles que se organizan. Además, al contar la

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

mayoría de las ONG europeas con contrapartes en los países del sur, conocedo-
ras de las realidades locales, las demandas y necesidades de éstas quedan refle-
jadas en los documentos finales.
La sociedad civil latinoamericana, por su parte, ha sido históricamente, y
continúa siendo hoy, muy activa. En consecuencia, es una región que cuenta con
numerosas organizaciones no gubernamentales, pero además, éstas han hecho
un esfuerzo considerable por tejer redes más allá de las fronteras estatales,
creando coordinadoras de defensa de los derechos humanos (Interamericana
de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, Plataforma Sudamericana de
Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, Federación Latinoamericana
de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos, Red de Informática
y Documentación en Derechos Humanos de América Latina y El Caribe, etc.),
del medio ambiente (Amigos de la Tierra América Latina, Centro Latino
Americano de Desarrollo Sustentable, Consorcio para el Desarrollo Sostenido
de la Ecorregión Andina, Foro Latinoamericano de Ciencias Ambientales,
Campaña Deuda Ecológica, etc.), del desarrollo (Liga Iberoamericana de
Organizaciones de la Sociedad Civil por la Superación de la Pobreza y la
Exclusión Social, Marcha Global contra el Trabajo Infantil, etc.), de los dere-
chos de los pueblos indígenas y de los campesinos (Alianza Amazónica para los
Pueblos Indígenas y Tradicionales de la Cuenca Amazónica, la Alianza
Cooperativa Internacional, Alianza Estratégica Afrolatinoamericana y
Caribeña, Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca
Amazónica, Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo), de
las mujeres (Articulación Feminista Marcosur, Colectivo de Mujeres
Latinoamericanas por la Justicia de Género, Comité de América Latina y el
Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer, Enlace Continental de
Mujeres Indígenas), etc. Asimismo, cuenta con una red de ONG regional, la
Asociación Latinoamericana de Organizaciones de Promoción (ALOP). En el
estudio de caso dedicado a las relaciones entre la Unión Europea y América
Latina nos detendremos en la labor de algunas de estas redes.
En el Mediterráneo, si bien existe menor tradición de participación de la
sociedad civil que en la región anterior, en los últimos años se han multiplica-
do las organizaciones no gubernamentales, que también han tratado de crear
redes que superen las fronteras estatales, que se verán con más detenimiento
en el apartado sobre la participación de la sociedad civil en la Asociación
Euromediterránea. Citaremos aquí sólo algunas de aquellas que han intentado
unir asociaciones del norte y del sur del Mediterráneo, como la Red
Euromediterránea de Derechos Humanos, la Fundación Euromediterránea de

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Apoyo a los Defensores de los Derechos Humanos, la red de Mujeres “medite-


rraneas.org”, Actions in the Mediterranean, la Red de ONG del Mediterráneo
para la Ecología y el Desarrollo Sostenible, la Fundación Euromediterránea
Anna Lindh para el Diálogo entre Culturas, el Foro Euromediterráneo de las
Culturas, ALMAMED (asociación de universidades y redes universitarias de los
países euromediterráneos), la red de institutos de investigación y centros uni-
versitarios EuroMeSCo, la red de institutos de investigación en economía, la
Plataforma Euromed Juventud, así como redes agrícolas (como el Centro inter-
nacional de Altos Estudios Agronómicos Mediterráneos), redes sindicales
(como la Confederación Internacional de Sindicatos Árabes o la Unión
Sindical de Trabajadores del Magreb Árabe), y muchas otras.

4. LAS ONG COMO ACTOR INTERNACIONAL

Ya se ha señalado que la mayoría de los autores consideran ya a las ONG como


un actor internacional, aunque de alcance limitado, por lo que no nos deten-
dremos en este punto. Basta con recuperar los puntos esbozados en el capítulo
para demostrar su incidencia internacional. Se señalaba entonces que será su
función en la escena internacional, más que su estatuto jurídico, la que nos
dará las pistas a seguir para considerarlas un actor internacional. Cabe señalar,
no obstante, que las ONG han logrado contar con un estatuto consultivo en
numerosas organizaciones internacionales, reconociendo así su papel en las
relaciones internacionales. Pero su importancia va incluso más allá, si se tie-
nen en cuenta sus actuaciones en la escena internacional y la incidencia que
tienen en la misma.
Es indudable que las ONG actúan en el escenario internacional, tanto en
acontecimientos puntuales como en espacios institucionalizados, mediante
la coordinación y la creación de redes globales, que ayudan además a superar la
fragmentación del sector. El ejemplo más reciente es la Llamada global para
acabar con la pobreza, una amplia coalición que adopta los objetivos de desarro-
llo del milenio como guía para la acción. Pero también se dan actuaciones más
puntuales, en torno, por ejemplo, a las reuniones de la OMC8 o del G8, además
de participar en el Foro Social de Porto Alegre, nuevo espacio de deliberación de
la sociedad civil global. En este ámbito, es importante la habilidad de las
ONG para crear solidaridades e identidades, a través de las redes en las que
se encuadran, que sirven para la difusión de información, la movilización de
recursos, la sensibilización ciudadana sobre los problemas globales y la

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generación de comunidades temáticas en torno a programas multinacionales.


Las ONG se han convertido en una importante fuente de información, con
referentes como los informes anuales de Amnistía Internacional o Social
Watch. Entre las acciones que pueden llevar a cabo estas organizaciones para
fomentar la solidaridad internacional, Rafael Díaz-Salazar (1996) cita las
siguientes: la pertenencia a redes norte-sur y a plataformas internacionales;
la concienciación en torno a las desigualdades internacionales (a través de la
información, la educación, la difusión de informes, etc.); las acciones colecti-
vas (como las campañas, las movilizaciones, etc.); y la mediación política y
social para construir un internacionalismo solidario. Las redes ayudan tam-
bién a movilizar las presiones internacionales y a influir en las organizaciones
y negociaciones internacionales.
Esta influencia queda reflejada, por ejemplo, en la incorporación en el
debate internacional de temas tan importantes como la pobreza, la desigual-
dad, la degradación medioambiental, la violación de derechos humanos, la
actual organización económica global, el problema de la seguridad internacio-
nal entendida en términos humanos, etc. Temas que configuran la agenda glo-
bal de Barbé (2003), y que han ido incorporándose en los discursos y
declaraciones de las organizaciones internacionales. En efecto, han ayudado a la
creación de un marco explicativo en torno a las consecuencias negativas de
la globalización neoliberal, a la que intentan dotar de un rostro humano con la
adopción, por ejemplo, de los Objetivos del Milenio, y contribuyendo, a través
de las redes, a movilizar en torno a esas cuestiones. Así, la lucha contra la
pobreza se ha convertido en un referente global, que algunos comparan ya, por
su magnitud, con la lucha por la abolición de la esclavitud.
Además, esa influencia se extiende a las estrategias del resto de actores
internacionales, que ya no pueden obviar estas demandas. Incorporan así las
preocupaciones sociales en sus documentos oficiales, como queda reflejado en
la Declaración del Milenio de Naciones Unidas o la adopción de las Estrategias
de lucha contra la pobreza por el FMI y el Banco Mundial. Por otra parte, como
ya se ha señalado, se han visto obligados a responder a las exigencias de demo-
cratización abriendo vías institucionales de participación para las ONG, a tra-
vés de la creación de estatutos consultivos, de comités de enlace o de foros de
la sociedad civil, desde los que se presentan documentos a las reuniones ofi-
ciales. También colaboran en la ejecución de los programas internacionales.
Estos espacios les permiten participar en arenas políticas multilaterales.
No obstante, esa participación que han logrado en la escena internacional,
incluso en cuestiones como la Agenda 2015 de desarrollo, se parece todavía a la

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“participación por invitación” en órganos institucionalizados de la que habla


Zesar Martínez (en Grau e Ibarra, 2001), frente a la “participación por irrup-
ción” que llevan a cabo los movimientos sociales que veremos en el siguiente
apartado. También Miguel Romero distingue “dos tipos de estrategias de los
actores sociales: la primera, basada en la presión sobre los centros de poder
político y económico dominante, buscando la obtención de resultados a corto
plazo, por medio de objetivos y propuestas consideradas ‘viables’; la segunda,
orientada prioritariamente al desarrollo de movimientos sociales críticos y a la
consolidación de la resistencia al neoliberalismo a medio y largo plazo,
mediante propuestas que cuestionan las reglas del juego del neoliberalismo”
(en Vidal-Beneyto, 2003: 219-243).
En estos espacios, a través del estatuto consultivo, las ONG buscan
influir para dotar a la globalización de rostro humano, para llamar la aten-
ción e incluir sus preocupaciones en las declaraciones. No obstante, su
influencia en la práctica sigue siendo bastante limitada, lo que lleva a recor-
dar las advertencias que numerosos autores hacen del peligro de cooptación
de las ONG, que ayuda al lavado de imagen de las organizaciones internacio-
nales. Se trataría, por parte de estos organismos, de limitar la crítica abrien-
do espacios a los actores sociales menos conflictivos, funcionales al sistema
(como ya lo fueron en los años ochenta), entendiendo la participación bási-
camente en términos técnico-asistenciales. Otra de las limitaciones que se
ve en esta forma de participación para fomentar la democratización de la
sociedad internacional es la falta de representatividad de las ONG presentes
en las organizaciones internacionales, en su mayoría procedentes de los paí-
ses ricos, y el cuestionamiento de su legitimidad para convertirse en “porta-
voces” de los pobres.
A pesar de estas limitaciones, han logrado potenciar la participación
pública, la comprensión, por parte de los ciudadanos, de los problemas globa-
les, así como la transparencia de las reuniones, obligando al menos a una cier-
ta rendición de cuentas por parte de los delegados en las organizaciones
internacionales. Ejercen por tanto una función en la escena internacional,
aunque sólo sea bajo la forma de un control ciudadano de las decisiones de los
Estados y organizaciones internacionales, y de sus consecuencias. Estos aspec-
tos serán vistos en el contexto determinado de las relaciones exteriores de la
Unión Europea. Pero además, tampoco se puede olvidar su contribución a
la propia definición de la sociedad internacional, como señalaba Charles
Chatfield (en Smith, 1997), dada su labor en el surgimiento e innovación de
organizaciones internacionales y regímenes. Un ejemplo en este sentido sería

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la creación de la Corte Penal Internacional, en la que las campañas sociales


tuvieron una importancia crucial.
En definitiva, las ONG han logrado hacerse hueco en un ámbito hasta
entonces reservado a los Estados, como primer paso hacia la creación de una
sociedad civil global que ejerza su función democratizadora de la sociedad inter-
nacional, y que puede llevar a la transformación de ésta en una comunidad
internacional. No obstante, esta participación sigue siendo muy limitada, y a
pesar de la incorporación de parte de sus reivindicaciones en los discursos ofi-
ciales de Gobiernos y organizaciones internacionales, no siempre quedan tradu-
cidos en la práctica, lo que ha llevado a los movimientos sociales a una dura
crítica a esta forma de participación, que consideran más legitimadora del
actual orden internacional que transformadora. Y es en este sentido en el que
el movimiento transnacional que nos ocupará en el siguiente apartado hace su
aparición. Conviene recordar, no obstante, que algunas ONG participan tam-
bién de este movimiento, en el marco del cual han logrado algunos de los
impactos que se les han atribuido aquí.

NOTAS
1. En este ámbito, también ha sido muy criticado el llamado “marketing con causa”, que supone una
colaboración de las ONG con empresas, a menudo sin cuestionar las prácticas empresariales de éstas
y su impacto en el desarrollo y la sostenibilidad medioambiental.
2. A pesar de las limitaciones que se ha visto en actuaciones como las de la guerra de Irak, en la que las
ONG humanitarias vieron comprometido a menudo su principio de neutralidad, con el consecuen-
te peligro para su propia seguridad.
3. En este sentido, el Código de Conducta de las ONGD, de la CONGDE, de 1998, dedica un apartado a
este tema, insistiendo en la necesidad de informar sobre la gestión y los recursos.
4. Véase a este respecto los textos de la Union of International Associations (http://www.uia.org), entre
los que cabe destacar: “Challenges to the Action of International Nongovernmental Organizations”,
disponible en http://laetusinpraesens.org/docs/ingo.php
5. Hay escritos sobre lo que ha supuesto esta nueva forma de participación, que algunos denominan
social frente a la participación política, contraponiendo la figura del voluntario, por ejemplo, a la del
militante clásico. A este respecto, véase Jerez (1997), en el que se analiza el papel de las organizacio-
nes sociales y sus potencialidades en cuanto vehículos del cambio social, siempre y cuando lleven a
cabo una repolitización crítica que las aleje de su rol legitimador de las tendencias liberales actuales.
6. Esta actuación ha llevado a numerosas críticas, algunas de las cuales quedan reflejadas en Centre
Tricontinental (1998). Otro gran crítico de estas organizaciones, desde una perspectiva marxista, es
James Petras, quien estima que éstas, con financiación de Gobiernos y organizaciones internaciona-
les, son el medio para contener los conflictos sociales, los movimientos sociales contrarios al orden
actual.
7. Siguiendo a Andrés García Inda (1999), se pueden resaltar algunas de las tensiones a las que se
enfrentan estas organizaciones como, por ejemplo, que la multiplicación, en los últimos años, del
número de ONG se ha visto unida a un proceso de pérdida del carácter reivindicativo, haciendo hin-
capié en el carácter fundamentalmente asistencial, siendo vista la función de las ONG como exten-
sión de los servicios sociales, con una orientación principalmente individual (frente a la orientación
colectiva que buscan otro tipo de acciones), y una mayor burocratización y mercantilización de su
actividad. También la dependencia de la subvención estatal puede conducir a que sus acciones vengan

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a sustituir las propias del Estado, con el riesgo de potenciar dinámicas discriminatorias. Además, la
propia institucionalización de estas organizaciones consolida un determinado tipo de ONG: “En
general, se trataría de un modelo de actividad voluntaria asumible por el poder público y útil para
éste, con lo cual, el voluntariado en lugar de un instrumento de recuperación de la iniciativa, del pro-
tagonismo social […] quedaría convertido en mera gestión de servicios sociales”.
8. La incidencia que ha tenido la sensibilización en contra de las políticas de la OMC queda reflejada,
por ejemplo, en las negociaciones de las últimas rondas, en las que los países en desarrollo se han
unido para reclamar que se tengan en cuenta sus intereses (Bello, W. (2003): “Un triunfo de la socie-
dad civil global”, La insignia, 16/11/2003).

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CAPÍTULO 3
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES CONTRA LA GLOBALIZACIÓN
NEOLIBERAL EN EL ESCENARIO INTERNACIONAL

La protesta de los conocidos como “movimientos antiglobalización” entra en


escena hace ya una década, tras años de desmovilización, de la mano de las
ONG en Occidente y de las redes indígenas y otros grupos sociales en América
Latina, extendiéndose después al resto del globo. Las principales característi-
cas que se señalan al hablar de este movimiento son su espectacularidad (que
ayuda a la inclusión en la agenda mediática), la radicalidad de sus reivindica-
ciones frente a un modelo socioeconómico que se pretendía infalible, el uso
que hacen de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación
(NTIC, con los ejemplos del Indymedia de Seattle, el media center en Génova, o
los diferentes canales de contrainformación, elementales en el proceso
de toma de conciencia y de creación de identidad), y la unión, en su seno, de
amplios sectores de izquierda. Es una red de movimientos sociales diversos
(ecologistas, feministas, laborales, de defensa de los derechos humanos o de
los derechos de los pueblos indígenas, etc.), que han logrado unirse más allá
de sus diferencias, con una perspectiva que une lo local y lo global, en torno a la
lucha contra la globalización neoliberal, a la que responsabilizan de las múlti-
ples problemáticas contra las que se movilizan. Platean un nuevo reto a actores
políticos antes más o menos libres del control ciudadano. Entran así en escena
voces antes ignoradas, obligando a los líderes políticos a reconocer la existen-
cia real de un descontento que reclama cambios, y a responder por su manera

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de asumir los mismos. Su surgimiento se explica en parte por los cambios pro-
fundos en la estructura de oportunidades políticas, que llevan al debilitamien-
to de un modelo que parecía incuestionable. Desde entonces han tenido que
hacer frente a estructuras políticas cerradas (a pesar de la mayor extensión de
la democracia) por los acontecimientos del 11 de septiembre y sus consecuen-
cias en términos de libertades, la suspensión del espacio Schengen en Europa
(que a su vez define una legislación antiterrorista ambigua, en la que se podría
incluir el movimiento antiglobalización)1, o la celebración de las reuniones
oficiales en lugares cada vez más inaccesibles a la ciudadanía.

1. ALGUNOS RASGOS CARACTERÍSTICOS DE LOS MOVIMIENTOS


CONTRA LA GLOBALIZACIÓN

1.1. LA HETEROGENEIDAD DEL MOVIMIENTO Y SUS VARIABLES DEFINITORIAS

Frente a las ONG, aunque también con ellas (ya que, como hemos visto, algu-
nas participan en él), aparece el movimiento contra la globalización neoliberal.
La dificultad para ofrecer una definición de este movimiento social se vislum-
bra ya a la hora de darle nombre. En efecto, existe una fuerte disputa termino-
lógica en su seno, pudiendo distinguir diferentes denominaciones. Se da
a conocer como “movimiento antiglobalización”, término acuñado por The
Economist (3 de noviembre de 1999) durante las movilizaciones de Seattle, en
1999, tras el fracaso de la Tercera Conferencia Interministerial de la
Organización Mundial de Comercio (OMC), la llamada Ronda del Milenio. Esta
denominación pronto se convierte en objeto de polémica, ya que para algunos
es contraria a la realidad de un movimiento que es realmente global (opinan
así, entre otros, Callinicos (2003), Klein (2001a), y amplios sectores del Foro
Social Mundial de Porto Alegre), incluso el más globalizado de la historia, gra-
cias al uso de Internet. Es un término rechazado también por sectores de la
rama más reformista del movimiento, que prefieren insistir en la idea de una
“globalización con rostro humano” (George, 2001) o de una “globalización desde
abajo” (Falk, 1993)2.
Otras denominaciones llaman la atención sobre el objeto de la protesta,
como el de “movimiento anticapitalista”, de Callinicos, o la denominación de
Arrighi, Hopkins y Wallerstein (1999) como “movimientos antisistémicos”.
Frente a esta definición en negativo, otros prefieren hablar de “movimiento
altermundialista”, en su versión francófona, definición propuesta por la rama

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reformista, “movimiento global”, resaltando su extensión, “movimiento de


resistencia global”, “movimiento por la justicia global” (Díaz-Salazar, 2002),
insistiendo en su finalidad, “movimiento de movimientos”, para mostrar su gran
heterogeneidad, e incluso “la nube de mosquitos” (Klein, en Galdón, 2002), en
alusión a un conglomerado amplísimo de colectivos e individuos de difícil clasi-
ficación que actúan coordinada pero deslocalizadamente. Esta disputa termino-
lógica es sólo un ejemplo de la dificultad que existe a la hora de definir este
fenómeno. Aquí se utilizará preferentemente el término “movimiento contra la
globalización neoliberal”, para dar cabida a los diferentes sectores del movi-
miento, entendiendo que es principalmente la oposición a la actual organización
de la globalización capitalista el nexo de unión de tanta heterogeneidad.
A pesar de que sus actuaciones se desarrollen en la escena internacional,
con demandas que no se pueden limitar al ámbito estatal, la gran complejidad
de este movimiento se debe, en parte, a que los diferentes colectivos o movi-
mientos sociales que lo componen varían según el marco estatal en el que se
gestan, lo que da lugar a diferentes composiciones ideológicas, estratégicas,
generacionales, etc. Así, por ejemplo, la base del movimiento en Estados
Unidos y en España es muy diferente, y no digamos entre Brasil y Francia, e
incluso entre Madrid y Barcelona. Estas diferencias se deben a varios factores,
entre los que cabe destacar la estructura de las oportunidades políticas, la cul-
tura política, o las tradiciones movilizadoras de los diferentes lugares. Cabe
señalar que, a pesar de su proyección global, estos movimientos siguen sujetos
a barreras estatales, en tanto que los eventos del movimiento son asumidos por
las redes locales, los primeros interlocutores con los que se negocia son esta-
tales, y la legislación que se les aplica es asimismo estatal.
Son, además, los herederos de múltiples luchas, surgidas en parte en los
Estados víctimas de los Planes de Ajuste Estructural del Fondo Monetario
Internacional, que tenían efectos nocivos sobre las poblaciones, al implicar un
recorte de las políticas sociales, al tiempo que obligaban a duros ajustes.
También confluyen en ellos las diferentes luchas sectoriales, conocidas como
los nuevos movimientos sociales, en torno a demandas posmaterialistas
como el ecologismo, el feminismo o el pacifismo, que estaban ya presentes en el
ciclo de movilizaciones de los años sesenta (frente a los movimientos clásicos,
bajo el modelo del movimiento obrero, centrados en reivindicaciones materiales),
y que se convertirán en ejes del actual movimiento global, tras haber quedado sote-
rrados por la oleada neoconservadora de la década de los ochenta. Resurgirán,
como parte del mismo ciclo de movilizaciones, con la crisis del Estado de bienes-
tar y de la representación, en el nuevo contexto de la globalización, bajo nuevas

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formas organizativas, definidas básicamente a través de la utilización de las


nuevas tecnologías y sobre todo de Internet, herramienta indispensable para
su actuación.
Se trata, por tanto, de un movimiento de movimientos, en el que se dan cita
multitud de inquietudes, surgidas de la impotencia ante los efectos devastado-
res que están teniendo las políticas impulsadas desde los nuevos centros deci-
sores. Se da así una pluralidad ideológica, organizativa, táctica, y generacional.
Los rasgos definitorios generales podrían resumirse en los siguientes: orienta-
ción emancipatoria, autorregulación colectiva, composición social heterogénea,
objetivos y estrategias de acción muy diferenciados (el famoso “pensar global-
mente y actuar localmente”, con autonomía de cada grupo), estructura organi-
zativa descentralizada y antijerárquica, politización de la vida cotidiana y del
ámbito privado, y métodos de acción colectiva no convencionales.
Para tratar de sistematizar un poco esta heterogeneidad se pueden utilizar
diferentes variables:

• El eje ideológico izquierda-derecha: la mayoría de los activistas se sitúan


en el espectro que va del centro izquierda a la extrema izquierda.
• El grado de institucionalización: participan en el movimiento desde
individuos, grupos de afinidad, colectivos, asociaciones hasta ONG e
incluso sindicatos y partidos políticos, lo que lleva a diferentes estrate-
gias, objetivos, reivindicaciones y grados de reconocimiento por el
resto de los actores.
• Los diferentes posicionamientos respecto al Estado, con la participa-
ción, en los extremos, desde socialdemócratas hasta anarquistas.
• Las diferencias por la ubicación geográfica del movimiento: principal-
mente occidental (EE UU y Europa) y latinoamericano, con una más
reciente incorporación de Asia, (sobre todo tras la celebración del Foro
Social Mundial en Bombay, la India), y de África (con la creación de
foros regionales africanos), debido a los diferentes contextos sociopo-
líticos, pero también al desigual manejo de las nuevas tecnologías a la
base de la organización del movimiento. Uno de los retos de este movi-
miento será, por tanto, no ahondar en la brecha digital y lograr la incor-
poración de amplios sectores marginados de las dinámicas
globalizadoras, reto en el que se ha avanzado con el Foro Social de
Bombay y con el Foro social descentralizado en 2005, con una parte en
Bamako, Mali. Otra distinción geográfica es la existente entre sectores
urbanos y campesinos.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

El principal eje diferenciador suele venir dado, no obstante, por la posición


que se adopta ante el sistema en su conjunto, lo que ha conformado las dos gran-
des ramas del movimiento: la reformista y la revolucionaria. La primera, tam-
bién conocida como la rama propositiva, tiene su punto de encuentro en Porto
Alegre, y es en la que suelen situarse la mayoría de las ONG. Se centra en la
reforma de la globalización neoliberal para darle “rostro humano”, con la incor-
poración en la agenda de cuestiones sociales de especial relevancia, para llegar a
un sistema de justicia global que podríamos definir como neokeynesiano, y con
una apuesta por la participación en ámbitos institucionales. Los detractores
definen sus propuestas3 como parciales. En cuanto a la segunda, reunida en
torno a la AGP (Acción Global de los Pueblos), permanece más centrada en la
protesta, y se considera más rupturista, ya que “plantea una postura más clara-
mente anticapitalista con una actitud confrontativa con las estructuras de
poder”4. Ambas ramas coexisten gracias a la creencia en su complementariedad,
por el trasvase de agendas que garantizan mutuamente. En efecto, la protesta ha
conseguido hacer visibles las demandas, permitiendo la ruptura de los anterio-
res marcos discursivos, lo que ha hecho posible la incorporación en la agenda de
algunas demandas5. Esta distinción puede ser más analítica que real, ya que en
la práctica la participación en los encuentros suele mezclarse. No obstante, sí se
puede hablar de la prevalencia de una u otra según la fase del movimiento en la
que se sitúe, como veremos al analizar la evolución del mismo.
En el surgimiento y evolución del movimiento, así como en su organiza-
ción global, ha sido clave el uso de las nuevas tecnologías (López et álii, 2003),
principalmente Internet, que determina también algunos de sus rasgos orga-
nizativos, al permitir una organización horizontal y una estructura en red.
Internet ha hecho posible, en este sentido, un incremento en el flujo de infor-
mación entre los colectivos implicados en el movimiento global, sobre todo en
lo que se refiere a informaciones silenciadas por los medios de comunicación
convencionales, dando lugar a la multiplicación de centros telemáticos de
“contrainformación”, como Indymedia. Esto ha servido a los diferentes parti-
cipantes para conocerse, para intercambiar experiencias e iniciativas, para
organizar y coordinar las movilizaciones, etc. También ha permitido la crea-
ción de nuevas formas de “cyberactivismo”, convirtiéndose en un medio de
protesta por sí mismo, con el ejemplo de las campañas de firmas.
Las innovaciones también se han dado en las estrategias de acción y con-
frontación, que van desde el clásico pacifismo hasta la acción directa violenta
característica del denominado Black Block (bloque que más tinta ha hecho
correr en los medios de comunicación), pasando por estrategias de innovación

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cultural como los Reclaim the Streets (que incorporan elementos lúdico-festi-
vos a sus protestas, con la celebración, por ejemplo, de las Street parties, o fies-
tas callejeras), o de resistencia activa no violenta de los Tute Bianche o
Disobedienti (basada en la desobediencia civil ante el reconocimiento de un
conflicto social).
La organización que ha permitido aunar tanta heterogeneidad ha sido la
horizontalidad, con un sistema de toma de decisiones asambleario y por con-
senso, como estructuras alejadas de la centralidad, la jerarquía y la lógica de la
representatividad. La estructura organizativa es por tanto descentralizada y
antijerárquica, en forma de red, con paralelismos con su principal herramien-
ta: Internet. De hecho, en el movimiento no existen representantes o líderes,
sino acaso portavoces, haciendo primar la colectividad, como tampoco se busca
el poder sino la transformación del mismo, la adopción de estructuras de
democracia de base, participativa, que tratan de aplicar en su propio funciona-
miento, con gran influencia aquí del pensamiento zapatista. En definitiva, se
trata de un “movimiento heterogéneo, descentralizado y no jerárquico, pero al
mismo tiempo unitario, organizado y disciplinado: tan débil y al mismo tiem-
po resistente como una tela de araña con algunos nodos e infinitos hilos que los
vinculan” (Feixa et álii, 2000).
También ha sido muy importante la conexión glocal, heredera del lema
ecologista “pensar globalmente, actuar localmente”, que ha permitido que las
diferentes luchas confluyan, al identificar como causa principal de los diversos
conflictos locales un determinado modo de organización global: la globaliza-
ción neoliberal. En efecto, este movimiento no plantea una toma violenta del
poder, sino la visibilización de los conflictos que éste genera, por lo que cobra
importancia el trabajo de base, no sólo por la imposibilidad de tratar con inter-
locutores lejanos, sino porque se entiende que el cambio debe comenzar en el
propio entorno.

1.2. LAS VARIABLES DE LA TEORÍA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

Tras este intento de definición del movimiento contra la globalización neolibe-


ral, conviene hacer referencia a las variables clave que configuran un movi-
miento social, apuntadas en el capítulo teórico, y que ayudarán a una mayor
comprensión de estas fuerzas sociales. Estas teorías ofrecen definiciones de
los movimientos sociales. Así, Jorge Riechmann y Francisco Fernández Buey
(1994: 47) entienden que “movimiento social es un agente colectivo que
interviene en el proceso de transformación social (promoviendo cambios u

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oponiéndose a ellos)”. Señalan así algunas características: se trata de un agen-


te colectivo movilizador que busca el cambio social. Tiene un alto nivel de inte-
gración simbólica, con la creación de una identidad colectiva, al tiempo que
establece procesos de identificación y construcción del otro. Se trata de un
fenómeno sociopolítico impulsado por grupos sociales definidos, que requie-
re una cierta continuidad. El grado de especificación de roles es bajo, y lleva a
cabo formas de acción individual y colectiva no convencionales. Por su parte,
Ludger Mees ofrece la siguiente definición: un “movimiento social moderno
[es] un actor colectivo movilizador que pretende fomentar, impedir o anular
determinadas consecuencias profundas del cambio social. La movilización
debe realizarse con una cierta continuidad. El movimiento se caracteriza por
un alto nivel de integración simbólica, una escasa especificación de los roles
y por la adopción de medios de acción y organización variables” (en Ibarra y
Tejerina, 1998: 304). Las principales variables de análisis de un movimiento
social, reflejadas en estas definiciones, son: las estructuras de movilización, las
oportunidades políticas y la creación de marcos interpretativos.
Comenzando con las estructuras de movilización, y en relación a las redes
de relaciones sociales que conforman el movimiento contra la globalización
neoliberal, se ha señalado en el apartado anterior la heterogeneidad existente,
como red de múltiples luchas y colectivos unidos por el nexo común de denun-
cia a la globalización capitalista. Como señala Miguel Romero, “la lista puede
ser interminable porque, en realidad, el movimiento antiglobalización tiene
capacidad y vocación de acogida de todas las luchas que responden con aspira-
ción igualitaria a la ‘cuestión social’: es la contratendencia que la mercantilización
universal genera” (en Vidal-Beneyto, 2003: 224). Se trata principalmente de
relaciones informales y descentralizadas. A la hora de movilizar para la acción,
estos movimientos hacen uso de numerosas estrategias, desde la más informa-
les, como las manifestaciones o las campañas de denuncia y sensibilización
(que han conseguido, por ejemplo, poner en el punto de mira a importantes
organizaciones internacionales como el BM, el FMI o la OMC), hasta las más
estructuradas, con la creación de lugares de encuentro propios como los foros
sociales mundiales o regionales, e incluso la participación en foros oficiales
por parte de algunas de las organizaciones del movimiento. Estas estrategias
han ayudado a generar comunidades de expertos (en temas de economía inter-
nacional, medioambientales, de relaciones internacionales, de derechos
humanos, etc.), así como para movilizar las presiones enfocando aquellas
organizaciones y conferencias en las que se toman decisiones sobre la marcha
de la globalización neoliberal.

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En cuanto a las estructuras de oportunidad política, diversos autores,


como Jackie Smith o Mary Kaldor, señalan la existencia de estructuras nacio-
nales de oportunidad política relativamente cerrada, o con poco poder de deci-
sión real, lo que lleva a las fuerzas sociales a dirigirse a arenas internacionales
donde pueden tener más incidencia. Estas arenas, como se ha señalado, se han
ido abriendo a la participación ciudadana, ofreciendo algunos espacios en los
que estos movimientos sociales pueden actuar. Las élites muestran así, al
menos en el discurso, una cierta sensibilidad hacia sus demandas. Además,
principalmente en relación a la rama de la propuesta, se han conseguido alian-
zas con algunas élites situadas en la socialdemocracia. Finalmente, cabe seña-
lar la incidencia de la represión en la evolución del movimiento global, como
se verá en el siguiente apartado, con un fuerte impacto de hitos como los acon-
tecimientos de Génova en 2001 o la legislación antiterrorista adoptada tras los
atentados del 11 de septiembre.
Finalmente, uno de los grandes éxitos del movimiento contra la globaliza-
ción neoliberal se encuentra en la definición de marcos interpretativos
(Tarrow, 2005), ya que han logrado que se extienda en el imaginario colectivo
una explicación de los efectos negativos de la globalización, identificando res-
ponsables en la escena internacional (las leyes de comercio de la OMC, las
políticas de ajuste del FMI, o el cierre de fronteras en la UE son algunos ejem-
plos), y dotando de legitimidad social en la protesta a la sociedad civil, lo que ha
impulsado y extendido la movilización, al convencer de que “otro mundo es
posible”, lema ya ampliamente extendido. Han conseguido ofrecer una cone-
xión entre lo global y lo local que permite unir a colectivos con preocupaciones
y culturas muy distintas. La creación de redes comunicativas propias les ha
permitido en ocasiones romper el cierre mediático en los medios convencio-
nales. Además, reuniones multitudinarias como el Foro Social Mundial han
dotado de mayor visibilidad pública a estos debates y marcos interpretativos.

1.3. LOS EJES TEMÁTICOS DEL MOVIMIENTO

La heterogeneidad de los colectivos que componen el movimiento contra la


globalización neoliberal ha llevado a la creación de diferentes ejes temáticos en
los que trabajar. Entre la multitud de preocupaciones sociales que se dan cita
en el mismo, se pueden citar las siguientes:

• Mercado global y organizaciones internacionales: estos movimientos se


han movilizado contra los problemas de los mercados de capitales y de

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las actuales reglas del comercio internacional, que se señalaron al des-


cribir el proceso de globalización. Así, uno de sus primeros logros fue la
Campaña anti-AMI, abriendo además el debate sobre la transparencia
de las organizaciones internacionales. Frente a estos problemas se
aboga, sobre todo desde la rama más reformista del movimiento, por un
control de los capitales financieros (a través, por ejemplo, de tasas que
financien un Fondo Mundial para el Desarrollo), así como por una nor-
mas de comercio que ayuden a la reducción de la pobreza, permitiendo
un mayor acceso de los países del sur a los mercados, entre otras
demandas. Se encuadra aquí el debate sobre la democratización de las
relaciones internacionales, con un cuestionamiento de la legitimidad y
la democracia de las instituciones internacionales. Los logros en este
campo se reflejan en el cambio de discurso de las instituciones regulado-
ras del comercio internacional (que adoptan, por ejemplo, Estrategias de
Reducción de la Pobreza), o en la apertura de las mismas (mayor transpa-
rencia y participación social).
• Empresas transnacionales y la lucha antimarcas: las consecuencias
sociales negativas derivadas de la falta de control de la actividad de estas
empresas, así como su libertad de movimientos, han llevado a movili-
zaciones importantes, así como al boicot de grandes marcas por su falta
de responsabilidad social. Se propone aquí un control de estas empre-
sas, sobre la base de la responsabilidad y transparencia, con la adopción
de cláusulas y códigos de conducta, así como con la firma del Global
Compact (con la limitación de la ausencia de mecanismos de control).
Algunas empresas, además, han permitido la entrada de ONG que con-
trolen sus buenas prácticas (con el ejemplo de aquellas que participan
en la Campaña de Ropa Limpia).
• Derechos humanos: éste ha sido un campo muy activo para estos movi-
mientos, que incluye denuncias de violación de derechos humanos y
sensibilización ciudadana, y que ha desembocado en exigencias de crea-
ción de un Tribunal Penal Internacional, así como de observatorios
sociales. Son importantes, en el actual contexto, la defensa de la vigen-
cia de los derechos políticos y civiles (frente a las limitaciones ins-
tauradas por la guerra contra el terrorismo), los derechos de los
inmigrantes (frente a las fuertes medidas de seguridad derivadas de las
leyes de extranjería), y los derechos económicos, sociales y culturales
(incorporando temas referidos a los derechos laborales, la vivienda, la
sanidad, la educación, los pueblos indígenas, o el copyleft, entre otros).

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Se aboga en este sentido por una definición de los derechos humanos


no supeditada a la garantía de un Estado, sino relacionada con la noción
de ciudadanía global. Se cuenta en este campo con grandes organizacio-
nes dedicadas al control ciudadano, como Amnistía Internacional o
Human Rights Watch.
• Feminismo, género: constituye tanto un eje del movimiento como una
cuestión transversal que debe tenerse en cuenta en las demás áreas. Se
enfatiza aquí en las desigualdades de género (reflejada en el diferente
grado de participación en el sistema, la feminización de la pobreza, la
falta de acceso a la toma de decisiones y a los servicios básicos, la vio-
lencia de género, etc.) que se pretenden superar. La fuerza de este eje
queda reflejada en la sensibilidad existente en torno a esta cuestión,
incorporando la variable género en la elaboración de proyectos de las
agencias estatales e instituciones internacionales, en la generación de
espacios de encuentro, en una mayor sensibilidad hacia los aspectos
relacionados con los derechos de las mujeres, etc.
• Medio ambiente, ecologismo: es otro de los grandes ejes transversales
del movimiento global, también incluido en el lenguaje institucional.
La cuestión medioambiental ha sido una de las primeras en haber
extendido sus propuestas y reivindicaciones a ámbitos oficiales de toma
de decisiones, con el ejemplo de la adopción del término “desarrollo
sostenible” a raíz de la Cumbre de la Tierra. Estas cuestiones se incor-
poran así a los discursos y programas de grandes partidos y organizacio-
nes internacionales. Cuenta también con instituciones multinacionales
de defensa, como Greenpeace. Sus reivindicaciones parten de la necesi-
dad de preservar el planeta de la acción devastadora del hombre, abo-
gando por un desarrollo ecológicamente sostenible, y abarcan temas
tan diversos como la soberanía alimentaria, la lucha contra los transgé-
nicos, el uso sostenible del agua, la reivindicación de pago de la deuda
ecológica de los países del norte con los del sur, el cambio climático, el
deterioro de la capa de ozono, etc.
• Cooperación para el desarrollo y deuda externa: este tema ha cobrado
gran importancia en la rama reformista del movimiento, en la que se
incorpora la mayoría de las ONG de desarrollo. Se incorporan aquí
importantes campañas, como dedicar el 0,7% del PIB en Ayuda al
Desarrollo, la condonación de la deuda externa o la lucha contra la pobre-
za recogida en los objetivos de desarrollo del milenio. Se resalta aquí la
escasa calidad y cantidad de la ayuda al desarrollo, frente a la que se aboga

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por un modelo de cooperación para el desarrollo basado en el bienestar


global, sobre la base de un nuevo pacto neokeynesiano a escala mundial.
En este eje se han logrado repercusiones importantes, por ejemplo, a tra-
vés de la participación de las ONG en las diferentes cumbres de Naciones
Unidas, que han dado lugar, entre otros, a la adopción de los Objetivos del
Milenio, compromiso al que se adhirieron cerca de 190 países.
• Antimilitarismo/Antiguerra: es una de las ramas con mayor tradición de
movilización social, que surge como un rechazo a la guerra como medio
de resolución de conflictos, y como repulsa a la existencia de los ejérci-
tos, con un cuestionamiento del servicio militar obligatorio (llegando a
su abolición en algunos países, como España). En los últimos años se ha
reorganizado en torno a la repulsa de la política belicista derivada de la
lógica de guerra global permanente, con su máximo exponente en las
movilizaciones contra la guerra de Irak que tuvieron lugar en todo el
mundo. Frente a eso reivindican la desmilitarización de la vida cotidia-
na, la retirada de las tropas de intervención, la no ingerencia militar en
Gobiernos democráticos, el “Dividendo por la Paz”, la objeción fiscal
para el ejército, e incluso la desaparición de los ejércitos.

Como vemos, la agenda es más amplia que la agenda global definida por Esther
Barbé (2003), incluyendo temas de las agendas militar y económica. Además de
estas áreas de trabajo, la organización del movimiento global suele contar con
grupos técnicos destinados a la logística, la comunicación interna y externa, la
gestión de las finanzas, y la organización de las acciones. Las áreas temáticas
guardan relación con la rama reformista del movimiento, aunque desembocan
en un amplio debate sobre ciudadanía, que es el que realmente da sentido a la
existencia del movimiento. La democracia real y la participación ciudadana en
la toma de decisiones son el eje central de las reivindicaciones, común a las dos
ramas del movimiento, dando lugar al desarrollo de una sociedad civil global.

2. SURGIMIENTO, EVOLUCIÓN Y PARTICIPACIÓN EN LA ESCENA


INTERNACIONAL

Los movimientos sociales que surgen para luchar contra el modelo de econo-
mía neoliberal que se está imponiendo en el mundo aparecen, en parte, debi-
do a la incapacidad de las ONG, en quienes se confió en décadas anteriores, para
resolver la situación de desigualdad creciente en el mundo. En este sentido,

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ofrecen una alternativa, con la movilización, a lo que denominan la cooptación


de las ONG, es decir, la negociación y colaboración con las instituciones polí-
ticas y financieras. El surgimiento de estos movimientos está ligado al contex-
to de la crisis de gobernabilidad y representatividad de los sistemas políticos
y del Estado del bienestar. En efecto, el Estado ha visto disminuido su poder, y
los sectores sociales, cada vez más desprotegidos, no encuentran una entidad
reconocible a la que responsabilizar de los nuevos problemas ciudadanos.
Como también señala Mary Kaldor, el ciudadano ya no puede recurrir al Estado
en busca de protección en calidad de objeto ni sujeto de derechos y obligacio-
nes. Se vuelcan entonces hacia el sistema internacional, con demandas de
gobernabilidad y de participación. También se relacionan con la crisis del
modelo económico neoliberal, al hacerse visibles las consecuencias sociales
nefastas del mismo, dando lugar a una ruptura con el TINA y el discurso del Fin
de la Historia, apareciendo en el imaginario colectivo la posibilidad de un
mundo mejor.
En este apartado se presentarán las principales actuaciones del movi-
miento contra la globalización neoliberal, definiendo algunos “subciclos” den-
tro del ciclo de movilización global que va desde finales de los ochenta hasta la
actualidad (Echart et álii, 2005), durante el cual se difunde el marco discursi-
vo de rechazo al orden económico, ideológico y político imperante. Las fases
que se distinguen en el nuevo ciclo global serían: la fase embrionaria o de ges-
tación del movimiento, la fase de “cumbre paralela”, el ciclo de protesta, y el
ciclo de propuesta y de repliegue a lo local. Se resaltarán, en cada fase, los prin-
cipales hitos del movimiento. Conviene señalar que se trata de una distinción
de utilidad analítica. En realidad, la heterogeneidad geográfica lleva a la pre-
ponderancia de una fase u otra según la región de la que se hable.
La fase embrionaria, o de gestación del movimiento, parte de finales de los
años ochenta, cuando se producen los primeros actos de protesta en Europa en
los que se definen ya los interlocutores globales contra los que se manifiestan,
y llega hasta 1992. A pesar de la falta de redes activistas globales y de coordina-
ción a través de Internet, empiezan a crearse incipientes contracumbres fren-
te a instituciones financieras internacionales, como las protestas contra la
Asamblea General del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en
Berlín, en 1988. Se comienza entonces a reflexionar sobre las consecuencias
negativas de la globalización, con énfasis en el medio ambiente, identificando
como responsables a instituciones globales.
En la fase de cumbre paralela, que va de 1992 a 1999, cobran visibilidad las
iniciativas promovidas por las ONG críticas, frente a los intentos de cooptación

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en el seno de cumbres internacionales promovidas por Naciones Unidas. Se


crean entonces las cumbres paralelas a las oficiales, aunque manteniendo la
agenda propuesta por las últimas, como The Other Economic Summit (la otra
cumbre económica) frente a las reuniones del G7, en 1992. Un hito en esta fase
es la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992, en la que hicie-
ron su aparición los actores sociales, de la mano de las ONG, como vimos, y tras
la cual surgió la dinámica de las cumbres paralelas, con la celebración parale-
lamente del Foro Global. También aparecen las primeras campañas con
vocación internacionalista, como 500 Años de Resistencia” (durante la conme-
moración de quinto centenario del descubrimiento de América, en la que se
unen numerosas organizaciones indígenas americanas, y aparece en escena,
tras una reunión en Nicaragua, un importante actor del movimiento: Vía
Campesina, que aúna a movimientos campesinos de todo el mundo); y 50 Años
Bastan que culmina en la celebración del foro Las Otras Voces del Planeta en
Madrid, como denuncia de las políticas de las instituciones de Bretton Woods
tras 50 años de existencia.
Otro hecho a resaltar fue el levantamiento zapatista de enero de 1994, con
el posterior llamamiento al Primer Encuentro Intergaláctico contra el
Neoliberalismo y por la Humanidad (el segundo tendrá lugar en Madrid en
1997), que permite el acercamiento de los diferentes movimientos antagonis-
tas a la globalización neoliberal. Esto llevará a la primera coordinación global
con la convocatoria, en Ginebra en 1998, de la Acción Global de los Pueblos
(AGP), en la que participan colectivos de todo el mundo (indígenas, campesi-
nos, parados, trabajadores precarios, okupas, ecologistas, etc.). Más tarde, se
organizan las movilizaciones contra el Acuerdo Multilateral de Inversiones de
la OCDE6. Esto permitirá la convocatoria, a propuesta de la organización britá-
nica Reclaim the Streets y, en general, de la AGP, de jornadas de lucha globales
bajo el lema “nuestra resistencia será tan global como el capital”. También sur-
gió entonces un colectivo muy conocido del movimiento contra la globalización
neoliberal: la red ATTAC, que aboga por la aplicación de la Tasa Tobin a los
capitales financieros especulativos, como eje central de sus reivindicaciones.
Esta red promoverá en 1999 el encuentro Internacional Otro Mundo es
Posible, convertido ya en el lema del movimiento. A lo largo de este proceso se
crearán importantes centros de reflexión crítica acerca de la globalización neo-
liberal, así como campañas de denuncia a las empresas transnacionales, otro
de los ejes de la protesta, como quedó reflejado en el famoso libro de la perio-
dista canadiense Naomi Klein: No logo. El poder de las marcas (2001). En el
marco europeo también empiezan a activarse los encuentros alternativos y las

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protestas. Por ejemplo, en 1995, se crea el Foro Alternativo a la Cumbre


Europea (FACE) en España, y en 1996 surge el Movimiento Anti-Maastricht
(MAM), de oposición al Tratado de la UE. Esta fase finaliza en 1999, con la
irrupción pública del movimiento en Seattle.
En la tercera fase, el ciclo de protesta, de 1991 a 2001, se da la visibilización
por parte de los medios de comunicación de masas del nuevo actor, y tras una
intensa sucesión de contracumbres, se consolidan los rasgos fundamentales
del movimiento contra la globalización neoliberal: proliferación de colectivos
antiglobalización, convocatorias globales multitudinarias como internaciona-
lización de la protesta, coordinación a través de Internet, configuración de las
dos ramas del movimiento, etc. El punto de inflexión del movimiento en esta
fase se da con la celebración de la Ronda del Milenio de la OMC en Seattle del
30 de noviembre al 3 de diciembre de 1999. Bajo la crítica a la cooptación de las
ONG por las instituciones, que de hecho participaron en la preparación de la
Cumbre, surgen las nuevas formas organizativas del movimiento, con la cele-
bración de las contracumbres, con agenda propia. Es entonces cuando el movi-
miento hizo su gran aparición pública, bautizado por The Economist como
“movimiento antiglobalización”, con importantes movilizaciones que desde
entonces han acompañado las reuniones internacionales. Para la organización
de estas protestas fue indispensable el uso de Internet, a través de la cual se
firmó el manifiesto “Parar la Ronda del Milenio” por más de 1.500 organiza-
ciones, y se organizó la jornada de acción global en numerosas ciudades del
mundo. En Seattle, la convocatoria, bajo el lema “El mundo no es una mercan-
cía”, logró sacar a las calles entre 50.000 y 100.000 personas de diferentes
grupos, que lograron poner en el punto de mira a una organización hasta
entonces bastante olvidada de las protestas, dificultando el desarrollo de sus
reuniones. En esta actuación, los medios de comunicación resaltaron el lado
violento, en adelante conocido como Black Block, desprestigiando así las
movilizaciones, y dando comienzo a la criminalización posterior de todo el
movimiento, que se agudizará tras la Cumbre de Génova. No obstante, el éxito
de la convocatoria quedó reflejado en el propio discurso de personalidades de
las instituciones financieras neoliberales y los medios de comunicación afines,
que incorporaban elementos de autocrítica.
Después de Seattle, las movilizaciones se multiplicaron, mostrando ya la
coordinación global del movimiento, con protestas contra el Foro Económico
Mundial de Davos, la OCDE, el G8, el BM y el FMI, la Unión Europea, etc. No obs-
tante, la lógica de movilizaciones y contracumbres que definieron al movimiento
en 1999 y 2000 (Praga, Niza, Gotemburgo, entre otras) demostró sus limitaciones

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en la Cumbre del G8 en Génova, en 2001, momento que puede considerarse como


el tercer punto de inflexión en la evolución de este actor. Se trató de un momento
crítico para el movimiento dados los acontecimientos que tuvieron lugar entonces,
principalmente en cuanto a la represión de que fue objeto (con la muerte de Carlo
Giuliani en particular, pero también la ruptura por parte de las fuerzas del orden
italianas de la organización en bloques del movimiento), que mostró las limitacio-
nes de la estrategia del movimiento global.
El máximo exponente de esta rama como red global es la Acción Global de
Los Pueblos contra el Libre Comercio y la OMC (AGP), instrumento de coordina-
ción de movimientos de base de todos los continentes que surge en Ginebra en
1998 y se reúne cada dos años. Se define como anticapitalista y antiautoritaria, se
organiza horizontal y descentralizadamente, y está muy relacionada con los movi-
mientos sociales indígenas y de base de Asia y América. Mantiene una actitud de
confrontación y utiliza estrategias de desobediencia civil y acción directa no vio-
lenta. Desde ella se preparan los “días de acción global”. Durante esta fase se va
desarrollado una mayor coordinación de la rama propositiva con el surgimiento
de los foros propios que será preponderante en los años siguientes.
Finalmente, la cuarta fase, el ciclo de la propuesta, es impulsada tras los
acontecimientos de Génova, con la represión y criminalización del movimien-
to, que llevaron al repliegue de los colectivos de protesta a lo local y al trabajo
en la red (Internet), con una multiplicación de los colectivos de “contrainfor-
mación”. Esta rama se reactivará puntualmente a través de las multitudinarias
movilizaciones contra la guerra de Irak, indudablemente marcadas por el ciclo
de protesta previo, aunque impulsadas también desde los foros de la propues-
ta, como el Foro Social Mundial de Porto Alegre y el Primer Foro Social
Europeo en Florencia. En España, además, estas redes tendrán un importante
papel en las movilizaciones tras los atentados del 11 de marzo en Madrid.
Al mismo tiempo se consolida la rama más propositiva del movimiento en
las sucesivas ediciones del Foro Social Mundial de Porto Alegre, así como de los
foros regionales y temáticos. Estos foros pretenden superar las críticas a la falta
de propuestas del movimiento, con una importante función de visibilización de
las propuestas ante la opinión pública, y de sensibilización ante las proble-
máticas locales, regionales y mundiales, además de servir como punto de
encuentro y espacios de intercambio de experiencias entre los diferentes
colectivos presentes. Se realiza entonces un intenso trabajo de integración de
redes activistas de zonas del planeta hasta entonces marginadas del activismo
eurocéntrico. Esta rama tiene como antecedente el Foro Otro Davos, celebrado
por primera vez en 1999, como alternativa al Foro Económico Mundial de

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Davos, reunión de banqueros, empresarios y dirigentes de la economía mun-


dial. No obstante, la consolidación de la propuesta llegará con la celebración
del Foro Social Mundial (FSM), iniciativa de intelectuales brasileños que bus-
caba y consigue convertirse en el lugar de encuentro mundial de los activistas y
organizaciones del movimiento contra la globalización neoliberal. Se celebra
los mismos días que el Foro Económico Mundial de Davos, para reflexionar y
debatir las vías para lograr “otro mundo posible”. La elección de la ciudad bra-
sileña de Porto Alegre se debe a que estaba desarrollando experiencias de
democracia de base, a través de los presupuestos participativos.
El primer FSM se realizará así en Porto Alegre, del 25 al 30 de enero de
2001, definiéndose como “un espacio abierto a la pluralidad y a la diversidad”,
que “reúne y articula únicamente a entidades y movimientos de la sociedad
civil en todos los países del mundo” (Le Monde Diplomatique, 2003: 75). No pre-
tende ser una representación de esa sociedad civil, sino una red descentraliza-
da en la que se unan las diferentes iniciativas locales y globales para la
construcción de alternativas a la globalización neoliberal. Se empieza a difun-
dir entonces el lema “otro mundo es posible”, y se muestran las luchas sociales
existentes en el mundo, iniciando una reflexión más profunda sobre el neoli-
beralismo y las alternativas al mismo. No obstante, también empiezan a surgir
críticas por la escasa democracia del encuentro, así como por la mayoritaria
presencia europea y latinoamericana, frente a otras regiones del mundo.
El segundo FSM se celebra de nuevo en Porto Alegre, pero en un clima dis-
tinto, marcado por los acontecimientos del 11 de septiembre, y la criminaliza-
ción del movimiento. Frente a ello, el foro se esfuerza en resaltar el carácter
pacífico del movimiento (prohibiendo la participación de movimientos arma-
dos), así como en construir alternativas y propuestas. Se inicia, en esta línea, el
debate sobre la denominación del movimiento, rechazando el adjetivo de
“antiglobalización”, frente al que se prefiere el nombre de “movimiento por
otra globalización”. Se decide en esta edición la creación de foros sociales
regionales y temáticos. No obstante, se amplían también las voces críticas, que
acusan al foro de “reformista” (por el afán en el pacifismo, que deja fuera
importantes luchas, como la de los zapatistas, y en las propuestas, la aparición
de líderes o la mayor presencia de ONG frente a movimientos sociales de base).
El tercer FSM congrega ya a 100.000 participantes, y gana prestigio mediá-
tico, pero ese mismo éxito de convocatoria se convierte en una de las limitacio-
nes del evento, demasiado grande, fomentando una participación básicamente
pasiva, de observación, frente al activismo horizontal y activo, que no encuentra
su espacio de discusión en medio de las grandes conferencias con impacto

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

mediático. Empieza a preocupar también la creciente presencia de partidos polí-


ticos socialdemócratas y de importantes personalidades políticas, como Hugo
Chávez o Lula. Estas tensiones empiezan a marcar más acusadamente las diferen-
cias entre la rama de la propuesta y la de la protesta, que denuncia la falta de
transparencia y de representatividad, la escasa presencia de colectivos de muje-
res, de indígenas, de los movimientos de los “excluidos” y de jóvenes, lo que
empieza a minar la credibilidad del Foro entre los propios activistas. Además, los
debates sobre la posibilidad de dotar al movimiento de estructuras políticas (pro-
puesta de algunos sectores de ATTAC Francia) no son bien recibidos por los sec-
tores del movimiento desencantados de la política tradicional, y que han
apostado por la ausencia de líderes, la horizontalidad y la participación.
Frente a algunas de las críticas recibidas, se decidió la celebración del
cuarto Foro en enero de 2004 en Mumbai, la India, como forma de visibilizar
las luchas del continente asiático, y de superar la presencia mayoritaria de
europeos y latinoamericanos. Se trataba de “sacar al altermundialismo del
contexto euroamericano e instalarlo en la mundialidad”, como señala José
Vidal-Beneyto (El País, 17/01/2004). A pesar de las dificultades, este foro contó
con una importante participación, y se dio una vuelta a las calles, con moviliza-
ciones continuas, frente a las grandes conferencias, lo que permitió un nuevo,
aunque breve, acercamiento entre la protesta y la propuesta.
La quinta edición del FSM volvió a Porto Alegre en 2005, y en ella se agu-
dizaron muchas de las tensiones existentes en los encuentros anteriores, como
la creciente división entre protesta y propuesta, con una amplia mayoría de
ONG y un debate marcado por los objetivos de desarrollo del milenio, la pre-
sencia de líderes como Chávez y Lula, la presencia mayoritaria de activistas de
clase media de Europa y América Latina, la tendencia a la espectacularidad y a
las grandes conferencias con repercusión mediática frente al trabajo de base y
el intercambio de experiencias, etc. Se plantea entonces un amplio debate
sobre el futuro del foro, atrapado en su propio éxito de convocatoria, decidien-
do fomentar la descentralidad, a través de la celebración preferente de foros
regionales y decidiendo realizar un foro policéntrico (en Mali, Pakistán y
Venezuela) al año siguiente. La posterior convocatoria en 2007 en Kenia termi-
na de plasmar las críticas a este tipo de encuentros como forma de moviliza-
ción, y llevarán a limitarlo, en 2008, a un día de movilización y acción global, lo
que parece confirmar el declive de la rama de la propuesta, y lleva a plantear un
nuevo debate sobre la crisis del movimiento contra la globalización neoliberal, en
la medida en que se debilitan sus rasgos globales más visibles, aunque ello no
implica, ni mucho menos, la desaparición de sus ejes articuladores centrales que,

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no obstante, se enfrentan a un proceso de rearticulación y a un nuevo escena-


rio (Bringel et álii, 2008).
En definitiva, se ha podido ver, en un breve periodo de tiempo, cómo han
evolucionado las estrategias de acción del movimiento contra la globalización
neoliberal en la sociedad internacional, pasando de las cumbres paralelas a las
manifestaciones y contracumbres, a la creación de foros propios de discusión,
que le han dado una estabilidad y un protagonismo en el escenario internacio-
nal, llegando incluso a ocupar las primeras páginas de “Internacional” de los
medios de comunicación7. No obstante, estos foros mundiales también han
empezado a mostrar sus limitaciones, con una necesidad de diversificación en
foros regionales, pero también con críticas de cooptación, al consolidarse la
rama más reformista del movimiento, marginando a la rupturista.

3. SU DIMENSIÓN REGIONAL: EUROPA, AMÉRICA LATINA


Y EL MEDITERRÁNEO

Al apuntar los principales momentos en la evolución del movimiento contra la


globalización neoliberal, se han ido viendo las actividades desarrolladas en
las diferentes regiones del mundo. Se ofrecerán aquí algunos apuntes sobre las
regiones que interesan de cara a los estudios de caso de esta investigación (Europa,
América Latina y el Mediterráneo), que se ampliarán en los apartados posteriores.
En el ámbito europeo, uno de los más activos para este movimiento, han
tenido lugar importantes campañas contra lo que se ha ido llamando la “Europa
del capital”, ya desde mediados de los años noventa. En efecto, las sucesivas pre-
sidencias europeas han conocido movilizaciones, con el ejemplo más cercano de
las españolas, en 1995 y 2002, esta última con la campaña “Contra la Europa del
Capital y la Guerra. Globalicemos las resistencias. Otro mundo es posible”, que
dio lugar a importantes manifestaciones en Barcelona, Madrid y Sevilla. Se han
ido sucediendo en paralelo, desde entonces, numerosas marchas europeas con-
tra el Paro, la Exclusión y la Precariedad. También la celebración de los sucesivos
tratados que configuran el modelo de la Unión Europea han sido objeto de críti-
ca, desde Maastricht (que dio lugar en España a la creación del movimiento anti-
Maastricht), hasta la actual Convención Europea (centro del debate en el segundo
Foro Social Europeo celebrado en París en 2003), pasando por Niza, en 2001, con
importantes movilizaciones. Además, en el momento álgido en las movilizacio-
nes, 2001, las principales manifestaciones tuvieron lugar en Europa (Niza,
Gotemburgo, Barcelona, Niza, Génova). Más allá de los ejemplos de movilización,

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

Europa ha sido el centro de novedosas iniciativas, como la Consulta Social Europea


de cara a las elecciones europeas de 2004, lanzada en España por RCADE (Red
por la Abolición de la Deuda Externa).
En cuanto a la dinámica de los foros regionales, surgida de la necesidad de
diversificación del Foro Social Mundial de Porto Alegre, ha tenido un gran éxito
en Europa, con la celebración hasta ahora de tres foros europeos, en Florencia
en 2002 (de donde surgió un exitoso llamamiento contra la guerra de Irak, como
se vio en las manifestaciones posteriores), en París en 2003 (en el que los deba-
tes se centraron en la guerra y en la construcción europea) y en Londres en 2004
(con una importancia creciente de las críticas a la Constitución europea, y con
una clara división entre la propuesta y la protesta, esta vez ya reunida en espa-
cios alternativos al foro social “oficial”). Finalmente, cabe señalar la celebración
también de un encuentro de la Acción Global de los Pueblos en Leiden, Bélgica,
en 2002. Estos ejemplos nos muestran la importancia que tiene este movimien-
to en el ámbito europeo, consiguiendo incluso que se incluyera en la agenda
política una de sus principales propuestas: la Tasa Tobin, que fue olvidada tras
los acontecimientos del 11 de septiembre, frente a la prioridad de la seguridad y
la lucha contra el terrorismo.
En cuanto a América Latina, supone también importantes puntos de refe-
rencia para el movimiento global. Es allí, por ejemplo, donde, a raíz de las
luchas campesinas, surgen colectivos como el Movimiento de los Sin Tierra de
Brasil, o redes como Vía Campesina en Nicaragua, con un papel destacado den-
tro del movimiento. Las luchas indígenas, visibilizadas con el ejemplo del
EZLN mexicano, también se han convertido en un referente, principalmente
en lo que al nexo glocal (pensar globalmente y actuar localmente) se refiere.
Asimismo, las estrategias organizativas y comunicativas innovadoras del EZLN
han tenido una gran repercusión en la configuración de movimientos europeos,
principalmente italianos y españoles, como los Disobedienti o los Invisibles,
llegando incluso a crear sus propios Aguascalientes (ahora Caracoles). En
América Latina se realiza además el primer gran encuentro de este movimien-
to: el Encuentro Intergaláctico contra el Neoliberalismo y por la Humanidad,
en Chiapas, en 1996. A partir de entonces tendrán lugar Encuentros continen-
tales anuales por la Humanidad y contra el Neoliberalismo.
La gran oleada de protestas que ha recorrido América Latina (de las cuales
las de Argentina y Bolivia son los ejemplos más recientes, pero que se pueden
remontar a las “revueltas del hambre” de los años ochenta), fruto de los efectos
devastadores de la globalización neoliberal, también han convulsionado este
continente y preocupado a las grandes instituciones financieras y empresas

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transnacionales. La multitud de encuentros, protestas y foros sociales en esta


región da fe de ello: celebración de la primera reunión de “El grito de los
excluidos” en América Latina en 1999, el Primer Encuentro de Movimientos
Sociales en México organizado por ATTAC en 2001, el Foro Globalización
Xelajú en Guatemala en 2001, y las diferentes reuniones sindicales en
MERCOSUR son sólo algunos ejemplos.
Asimismo, no se pueden obviar las grandes protestas contra tratados libe-
ralizadores como el ALCA desde principios de los noventa (con la posterior
celebración de foros, como el Foro de Nuestra América, durante la Tercera
Cumbre Ministerial del ALCA en Brasil en 1997, o los sucesivos encuentros
Hemisférico contra el ALCA celebrados en La Habana), así como contra impor-
tantes cumbres internacionales (Cumbre de la Tierra de Naciones Unidas
en Río en 1992, Conferencia del Monterrey en 2002, o Ronda de la OMC en
Cancún en 2003, entre otras). Finalmente, la elección de una ciudad de ese
continente para la celebración de los foros sociales mundiales, Porto Alegre,
referente global debido a su adopción de un presupuesto participativo y a la
fuerza del Partido de los Trabajadores, demuestra su importancia en las diná-
micas del movimiento global. También ha sido una región muy activa en los
diferentes foros regionales (Foro Social Panamazónico, Foro Social de las
Américas, Foro Social Triple Frontera, etc.) y temáticos (Argentina, Demo-
cracia, Derechos Humanos, Guerras y Narcotráfico en Colombia, etc.).
Las preocupaciones sociales de la orilla sur del Mediterráneo tienen una
incorporación más tardía en el movimiento global, aunque cuando aparecen en
escena lo hacen con mucha más fuerza. En efecto, junto a las movilizaciones
en apoyo al Sáhara o a Palestina —que datan de antiguo y darán lugar incluso a la
celebración de un foro social temático en Ramala en 2002, en el que se tratará
el conflicto con Israel— los acontecimientos que tienen lugar a principios del
siglo XXI en la sociedad internacional le dan un nuevo protagonismo, en torno
a cuestiones como la lucha contra el terrorismo, los conflictos en la región o las
migraciones. Frente a la idea de “choque de civilizaciones”, los movimientos
sociales pretenden crear puentes con los colectivos árabes, demostrando una
vez más la conexión que existe entre las lógicas globales y sus repercusiones
locales. Tienen mucha fuerza en la zona las protestas y movilizaciones contra
las guerras de Afganistán e Irak, y en general contra la política belicista, de
lucha contra el terrorismo, de Estados Unidos en la zona.
El Proceso euromediterráneo, impulsado por la Unión Europea, ofrece tam-
bién un escenario para las reivindicaciones de los colectivos sociales. Se consoli-
da entonces el Foro Social Mediterráneo y numerosas conferencias alternativas

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en las que se dan cita estos movimientos sociales. Los temas de debate se refie-
ren a la denuncia del libre cambio y de sus efectos en la zona, al uso de los recur-
sos naturales, a los procesos de democratización, a la plena incorporación de las
mujeres a las dinámicas políticas y sociales, etc., aunque los temas estrella siguen
marcados por las agendas oficiales: la seguridad y las migraciones.

4. ALGUNAS LIMITACIONES DEL MOVIMIENTO CONTRA


LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL

No se puede cerrar este intento de definición sin apuntar algunas limitaciones


que presenta este movimiento global. Por un lado, se suele señalar que el
asamblearismo y la horizontalidad que caracterizan la organización del movi-
miento, si bien son uno de los logros del movimiento, alejado de estructuras
jerárquicas, también plantean problemas derivados de la dificultad de coordi-
nación, de las diferencias de idioma y culturales, de la falta de intermediarios
visibles, etc. Además, pese a que el movimiento no ha designado líderes, exis-
ten en la práctica liderazgos informales, con un fuerte componente mediático8.
Otra de las críticas que se le hacen es el importante énfasis que se da al uso
de las nuevas tecnologías en la estructura en red, teniendo en cuenta que
menos del diez por ciento de la población tiene acceso a estos medios, casi
exclusivamente de los países ricos9, ahondando en las desigualdades tecnoló-
gicas. Por otra parte, incluso en aquellos lugares donde el uso de Internet es
amplio, los medios de contrainformación no han conseguido superar los pro-
blemas de comunicación externa del movimiento, manteniéndose entre las
redes activistas. A este respecto, conviene recordar que la fuerza del movi-
miento procede precisamente de la importancia que en él juegan las redes del
sur, que conforman la mayoría de los activistas, y no sólo de sus sectores occi-
dentales, a pesar de su mayor repercusión mediática.
Otro de los temas que suelen surgir al hablar del movimiento contra la glo-
balización neoliberal es el de la violencia, que lleva a la criminalización del movi-
miento. Se trata, en muchos casos, de un debate sobredimensionado. A este
respecto sólo se señalará que toda movilización social surge por la existencia de
un conflicto social, frente al que los colectivos se posicionan de diferente forma.
Es decir, que la violencia existe ya en las relaciones sociales. Además, conviene
distinguir la violencia que ejercen algunos sectores del movimiento, reflejada
básicamente en actos contra el mobiliario, con la violencia estructural del siste-
ma en contra del que se levantan (Taibo, 2005: 109-112).

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Desde hace un tiempo, además, se plantea la pervivencia del propio movi-


miento. En efecto, tras una intensa actividad, en la actualidad el repliegue de la
protesta y el triunfo de la rama de propuesta en foros que ya están mostrando
signos de agotamiento han llevado a una escasa presencia de las actividades en
los medios de comunicación, con lo que eso conlleva en el imaginario de la opi-
nión pública. A este respecto cabe señalar que los foros sociales sólo pueden
mantenerse si cuentan con movimientos sociales detrás, en caso contrario sólo
serán estructuras vacías. Por tanto, conviene no ahondar en la diferenciación
entre protesta y propuesta, sino profundizar la complementariedad de ambas
ramas. Por otro lado, cabe señalar la importancia, a pesar de su escasa visibili-
dad pública, de aquellas actividades centradas en lo local, en el cambio de men-
talidades y la construcción de nuevas formas de relación social.

5. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES GLOBALES COMO UN ACTOR


INTERNACIONAL

Esta breve presentación de un movimiento tan complejo como es el movimiento


contra la globalización neoliberal nos permite apuntar algunas características de
cara a su consideración como un actor internacional. Cabe señalar aquí que, si
bien se ha distinguido la actuación de las ONG en el apartado anterior, algunas de
sus actividades se encuadran en la dinámica del movimiento social global, en
tanto participantes en el mismo, configurando una de sus ramas.
Siguiendo los puntos que señalamos en el apartado teórico, es indudable
su actuación en la escena internacional, como lo demuestran los grandes
encuentros, desde las movilizaciones puntuales (manifestaciones ante las reu-
niones del FMI, el BM, la OMC o la UE, o en torno a acontecimientos concre-
tos, como las protestas contra la guerra) hasta los foros mundiales periódicos
(reuniones de la AGP, Foro Social Mundial, etc.), en los que se dan cita colec-
tivos de muy diversas procedencias. La creación de redes globales, gracias a la
unión de las perspectivas local y global, es una de las dinámicas principales de
estos movimientos, y es el recurso básico a la hora de crear una identidad acti-
vista transnacional y de movilizarse. Estas redes ayudan a transmitir informa-
ción, compartir experiencias, difundir valores.
Las movilizaciones han ayudado al conocimiento de las grandes instancias
internacionales, hasta entonces prácticamente desconocidas, además de sen-
sibilizar en torno a los grandes problemas globales, acercando los procesos de
negociación internacional a la opinión pública. En este marco, uno de sus

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principales objetivos es comparar la práctica de los actores internacionales


(Estados, OI y ETN) con sus discursos. Son importantes aquí las campañas de
sensibilización que impulsan, en torno a temas como la deuda externa, la
pobreza o la práctica de empresas transnacionales, por citar sólo algunas. En
cuanto a los foros sociales, han permitido una mayor estabilidad e indepen-
dencia frente a las grandes cumbres, logrando un amplio reconocimiento entre
la ciudadanía, así como una visibilidad gracias a la amplia cobertura mediática.
Se han configurado como una esfera pública internacional en la que se reúnen
para debatir, intercambiar información y experiencias, contactar con colecti-
vos de diferentes partes del mundo, llamar la atención sobre problemas globa-
les, movilizar a la sociedad civil global, etc. A través de estos medios, han
logrado crear una identidad identificada bajo el lema “otro mundo es posible”.
Por otra parte, el desarrollo de medios de comunicación propios (de “con-
trainformación”) ha permitido difundir información sobre los problemas glo-
bales, así como sobre las prácticas de las organizaciones internacionales,
Estados y empresas transnacionales, lo que ha ayudado a quebrar la hegemonía
de grandes empresas mediáticas a la hora de definir la realidad. Finalmente,
tampoco hay que olvidar la dimensión local del movimiento, importante en el
cambio de valores y prácticas en la vida cotidiana, a pesar de su poca visibili-
dad, sobre todo en los países del sur.
En definitiva, esta actuación en la escena internacional, sobre todo a partir de
Seattle, ha ejercido una influencia en las relaciones internacionales, con la ruptu-
ra discursiva que supuso la frase “otro mundo es posible” frente a las tesis del Fin
de la Historia. Sara López (en Echart et álii, 2005) habla aquí de la caída del muro de
silencio que se impuso tras la caída del Muro de Berlín. Por su parte, Salvador
Martí y Gema Usabart resaltan que “se consigue por primera vez articular un dis-
curso que erosiona la legitimidad de las instituciones responsables de la globali-
zación capitalista a pesar del imaginario creado desde el poder, los medios de
comunicación de masas y un notable sector de la academia” (en Grau e Ibarra,
2003: 160). Es decir, que han demostrado que la actual organización internacional
es una construcción, por lo que se reconoce la posibilidad de un cambio.
Esta ruptura ha obligado a las organizaciones internacionales a tener en
cuenta estas nuevas demandas, incorporándolas a sus propios discursos y
agendas (por ejemplo, con la adopción del término “desarrollo sostenible” tras
la Cumbre de la Tierra, o de “capitalismo de rostro humano” por parte de la
Unión Europea, por citar sólo dos ejemplos de cómo la preocupación por los
efectos de una globalización, considerada hasta entonces beneficiosa, ha llega-
do incluso a los centros defensores de la misma). La agenda internacional no

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puede, por tanto, ya obviar estas reivindicaciones, incorporándolas, aunque


sea de forma desvirtuada. Se han adoptado así, entre otros, los objetivos de
desarrollo del milenio, la iniciativa HIPC para la condonación de deuda exter-
na a los países más pobres, el Global Compact o los genéricos del sida, como éxi-
tos sustantivos de estos movimientos.
Esta incidencia se refleja, en primer lugar, en la creación de un marco
explicativo de los efectos negativos de la globalización, a partir del cual partici-
pan en la definición de una agenda global, de un marco de discusión, incorpo-
rando sensibilidades ecologistas, feministas, democráticas, de derechos
humanos, etc. Muchas de estas cuestiones quedan incorporadas en los progra-
mas y proyectos internacionales (si bien es cierto que bajo sus formas menos
controvertidas)10, a través de un proceso de trasvase de agendas. Pero además,
introducen una idea de ciudadanía global, basada en la justicia social y la
democracia participativa de base, que es la que realmente puede cambiar
la configuración de las relaciones internacionales.
Estas cuestiones están obligando, en consecuencia, a cambiar las estrategias
del resto de actores internacionales, hasta entonces más o menos libres del con-
trol ciudadano, y que actualmente tienen que preparar sus reuniones al abrigo de
las manifestaciones11, elaborando discursos para convencer de su preocupación
por el bienestar de las poblaciones e incorporando a sus políticas y programas la
necesidad de una mayor participación de la sociedad civil. Estos cambios se vis-
lumbran es la renovación de programas como el “post-Consenso de Washington”
o las estrategias de lucha contra la pobreza, la adopción de los ODM como marco
de cooperación internacional, o la importancia de la deuda externa en las últimas
cumbres. La apertura de las organizaciones internacionales a las ONG es otro
ejemplo de ello, aunque, como se ha visto, limitado. Por ello, muchos sectores del
movimiento contra la globalización neoliberal han optado por la “participación
por irrupción”. Frente a la incorporación de demandas viables como estrategia
del sector ONG, han preferido la crítica y el cuestionamiento de las reglas del
juego, partiendo de la idea de que el propio funcionamiento del sistema es injus-
to, y que su reforma parcial no ayudaría a solucionar los problemas que conlle-
va12. En este sentido, prefieren sacar de los organismos internacionales los
temas que entienden fundamentales13. El objetivo principal de estos sectores es
lograr una mayor transparencia de las reuniones, obligando a una rendición de
cuentas ante el control ciudadano, mediante campañas de denuncia y sensibili-
zación y de movilizaciones.
En definitiva, la función que pretenden jugar estos movimientos en la
sociedad internacional es la de lograr una justicia global, a través de la creación

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de una ciudadanía global que permita ejercer un control en la toma de decisio-


nes internacional, para poder llegar así a la creación de una comunidad inter-
nacional democrática. Si bien es cierto que queda un largo camino por recorrer
hasta llegar a una ciudadanía global, con numerosos obstáculos y problemas
que resolver, no lo es menos que estas iniciativas ciudadanas globales están
jugando un papel de control, mediante la visibilización de los efectos negativos
de la globalización, que está obligando a los actores internacionales a cambiar
sus estrategias y tenerlos en cuenta.
Entre sus principales logros en este sentido cabe señalar la mayor par-
ticipación de la sociedad civil, la extensión de los valores democráticos, la
mayor comprensión de los problemas globales por parte de la ciudadanía, la mayor
transparencia de las OI y la rendición de cuentas. Potencian la democratización
de la sociedad internacional, al ofrecer espacios de deliberación pública (como
base para una sociedad civil global), de los que manan visiones alternativas,
convirtiéndose en contrapeso de la dominación de los actores internacionales
más poderosos. Siguiendo a Pedro Ibarra, Salvador Martí y Ricard Goma
(2002) en relación al impacto de los movimientos sociales sobre el modelo de
democracia, vemos que en este caso ya existe un capital social crítico alternati-
vo, una estructura de oportunidad política abierta, e incluso una opinión públi-
ca potencialmente favorable al discurso de la red crítica, por lo que pueden
jugar un importante papel en este sentido.

6. CONSIDERACIONES FINALES

En estos apartados se ha tratado de dar una visión general del actor que aquí nos
interesa, el movimiento contra la globalización neoliberal, para entender sus
implicaciones en las relaciones internacionales, y su posible consideración como
actor internacional. Para ello ha sido necesario realizar un repaso de las defini-
ciones de actor en la teoría de relaciones internacionales. Asimismo, se ha ofre-
cido una puesta en contexto, en la que se define la globalización neoliberal, así
como una aproximación a otro de los actores sociales activos en la sociedad inter-
nacional: las organizaciones no gubernamentales. La elección del movimiento
global viene dada, como ya se ha señalado, por el hecho de que su participación
internacional, si bien es indudable, como se ha podido apreciar en este capítulo,
no ha sido analizada en profundidad por los académicos de las relaciones inter-
nacionales. Frente a esta carencia, se ha intentado demostrar que sus actuaciones
le llevan a ejercer una incipiente función en este ámbito, que podría permitirnos

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considerarlos un actor internacional. No obstante, es necesario un análisis más


detallado de estas actuaciones para determinar la influencia que tienen realmen-
te en la agenda política, labor que se desarrollará a través de los estudios de caso
de las relaciones exteriores de la Unión Europea.
A la hora de analizar este movimiento global, ha sido imprescindible tener
en cuenta a las ONG, y esto por varias razones. La primera viene determinada
por el hecho de que las diferentes teorías analizadas consideran a estas organi-
zaciones como un actor internacional, más o menos institucionalizado. Se tra-
taría, por tanto, de la primera incorporación de una fuerza social como actor en
este ámbito, por lo que abriría la vía para considerar a otros con la misma cate-
goría. En segundo lugar, porque el surgimiento del movimiento global no
podría entenderse sin tener en cuenta a las ONG y su propia evolución. El
movimiento global sería así el heredero de las iniciativas de las ONG, princi-
palmente a partir de la Cumbre de Río de 1992, al tiempo que pretende romper
con el modelo de relaciones que adoptan las ONG con las organizaciones inter-
nacionales, que califican de cooptación. Se trataría así de solventar las limita-
ciones que demostró la estrategia de las ONG. En tercer lugar, si bien existe esa
ruptura en las estrategias, lo cierto es que en la práctica se da una continuidad,
en la medida en que algunas ONG, conscientes de sus fracasos, entran en una
fase de autocrítica que las lleva a participar de ese mismo movimiento global,
sobre todo en su rama más propositiva, la de Porto Alegre. A consecuencia de
esto, se suele confundir ONG y movimiento global, dada la importancia cre-
ciente de esta misma rama propositiva, a pesar de que, como se ha visto, son
realidades diferentes. Las ONG son, al fin y al cabo, sólo un componente más
de un movimiento mucho más heterogéneo. Finalmente, y esto se verá con
más detalle en el estudio de caso, las estrategias de las ONG y del movimiento
global, si bien son diferentes, en ocasiones se complementan. En efecto, la
creación de un nuevo imaginario colectivo de la mano del movimiento global,
con el lema “otro mundo es posible”, y las numerosas manifestaciones y pro-
testas que han ayudado a visibilizar los conflictos sociales fruto de la globaliza-
ción neoliberal, han permitido abrir vías para la incorporación de las
demandas de las ONG que siguen participando en la cumbres oficiales, dada la
mayor sensibilidad hacia esos temas, pero también por la necesidad creciente
de legitimidad de las organizaciones internacionales.
Recuperando algunas de las actividades señaladas en el apartado teórico,
reproducimos a continuación un cuadro sobre los tipos de actuación de las
fuerzas sociales (movimientos sociales globales y ONG) y su impacto en el
escenario internacional.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

CUADRO 1

TIPOS DE ACTUACIÓN DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES CONTRA LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL


Y DE LAS ONG, Y SU IMPACTO EN EL ESCENARIO INTERNACIONAL

ACTIVIDADES ALGUNOS EJEMPLOS


Difusión de información Creación de numerosos medios de “contrainformación”, principalmente
en Internet (por ejemplo, la red Indymedia).
Informes anuales de grandes ONG.
Sensibilización ciudadana, mejorando Creación de un marco explicativo de la globalización neoliberal
su comprensión de los problemas y sus consecuencias.
globales Campañas de sensibilización (contra el AMI, BM, FMI, OMC, UE o ALCA, contra
las prácticas de las ETN, entre otros, o sobre temas concretos: transgénicos,
copyleft, deuda, etc.).
Campañas de sensibilización sobre desarrollo, como la creada en torno al 0,7%
del PIB para ayuda al desarrollo, la condonación de la deuda, etc.
Generación de comunidades Referidos al medio ambiente, la economía internacional, la soberanía
temáticas en torno a programas alimentaria, los derechos humanos, etc.
multinacionales
Creación de redes globales, que ayudan Importancia de las redes en el movimiento (redes indígenas, de mujeres,
a la movilización de recursos Vía Campesina, etc.).
y a la creación de vínculos entre las Llamada global para acabar con la pobreza.
sociedades del norte y del sur, así como Importancia aquí de la conexión glocal.
entre éstas y las organizaciones
internacionales
Movilización de presiones internacionales Movilizaciones frente a las reuniones de la OMC o el G8 en el último año.
en acontecimientos puntuales
Participación en espacios Participación consultiva en Naciones Unidas, Banco Mundial,
institucionalizados Unión Europea, etc.
Cumbres de Naciones Unidas (Río, 1992, Viena, 1993, Copenhague, 1995,
o Cumbre del Milenio, 2000).
Foros de la sociedad civil, por ejemplo, bajo el amparo de la Comisión Europea.
Participación en espacios alternativos Foro Social Mundial de Porto Alegre, pero también Acción Global
de los Pueblos, Encuentros continentales anuales por la Humanidad y contra
el Neoliberalismo, etc.
Contracumbres y movilizaciones frente a los grandes encuentros oficiales
del FMI, BM, OMC, UE, ALCA, etc.
Protestas (contra la guerra, etc.).
Ejecución de programas internacionales Estrategias de reducción de la pobreza.
Incorporación de temas sociales Creciente preocupación por la pobreza, la desigualdad, la degradación
en el debate internacional medioambiental, la violación de derechos humanos y la participación
de la sociedad civil, entre otros.
Nuevos conceptos (“desarrollo sostenible”, “capitalismo de rostro humano”, etc.).
Incorporación de estos temas Objetivos de Desarrollo en la Declaración del Milenio de Naciones Unidas.
en los discursos y declaraciones “Post-Consenso de Washington” o estrategias de lucha contra la pobreza
de las organizaciones internacionales del FMI y el BM.
Impulso de iniciativas internacionales Iniciativa HIPC, Global Compact, Dividendo por la Paz, Tasa Tobin, Genéricos
del sida, etc.
Fomento de la transparencia de las A través de la difusión de información, la participación en las reuniones, etc.
reuniones internacionales, obligando
a una mayor rendición de cuentas
Contribución a la creación de Corte Penal Internacional.
organizaciones internacionales Derecho internacional humanitario.
y regímenes
FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA.

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Tras esta aproximación a los actores y al contexto global, se pasará, en la


segunda parte del libro, a analizar en qué medida estas dinámicas han influido
en la Unión Europea. La elección de este marco geográfico se debe a que, en la
globalización, están cobrando cada día más peso los bloques regionales, y la
Unión Europea es el bloque más integrado hasta el momento. De la misma
forma, a la hora de fomentar la participación de las fuerzas sociales en la globa-
lización, un paso ineludible es incrementarla en los bloques regionales.
Además, la Unión Europea pretende ofrecer un modelo diferente de globaliza-
ción, que tenga más en cuenta los aspectos sociales, es decir, una “globalización
con rostro humano”, con la incorporación de la sociedad civil en sus propias
políticas e instituciones, frente a los modelos estadounidense (donde prima el
mercado) o asiático (con un fuerte peso gubernamental), como apuntan las teo-
rías del nuevo regionalismo. Este modelo de sociedad, característico del bloque
europeo, requiere lógicamente de una participación de la sociedad civil.
Por otra parte, en las relaciones con sus socios del sur la Unión Europea
pretende fomentar un enfoque global del desarrollo, donde también juega un
papel importante la participación social, como señalan los principales docu-
mentos que diseñan esta política. Por ello, se han elegido, como estudios de
caso donde ver en la práctica el lugar y la incidencia de esa participación de la
sociedad civil, las relaciones de la Unión Europea con América Latina y el
Mediterráneo. La elección de las relaciones con estas dos regiones se debe a
que se trata de dos procesos de asociación, que además tienen gran importan-
cia, por la cercanía cultural o geográfica, para España. Además, ambas tienen
gran relevancia en relación a los movimientos sociales (tradicionales movi-
mientos de solidaridad, pero también importantes movilizaciones de los
movimientos globales) y a la actualidad internacional (por los cambios polí-
ticos en América Latina, o las cuestiones de seguridad en el Mediterráneo,
por ejemplo).

NOTAS
1. Como muestra, el Consejo introduce en estas fechas la siguiente definición en el borrador sobre
definición de terrorismo en el ámbito UE: “Cada Estado miembro dará los pasos necesarios para
asegurar que las ofensas terroristas incluirán al menos las ofensas siguientes, tal y como sean defi-
nidas bajo las leyes nacionales, donde sean alegalmente cometidas con el objeto de seriamente afec-
tar, en especial intimidando a la población, o destruir, las estructuras políticas, económicas o
sociales de un país o de una organización internacional”.
2. Este autor marca la distinción entre globalización desde arriba (“la que refleja la colaboración entre
los Estados líderes y los principales agentes de formación de capital”) y globalización desde abajo
(“una red de fuerzas sociales transnacionales alentadas por su interés por el medio ambiente y los
derechos humanos, la hostilidad hacia el patriarcado y una visión de la comunidad humana basada

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

en la unidad de diversas culturas que buscan el fin de la pobreza, la opresión, la humillación y la vio-
lencia colectiva”) (Falk, 1993: 39).
3. Entre las diferentes propuestas se pueden citar la Tasa Tobin, la supresión del sistema de herencia,
la abolición de los paraísos fiscales o la renta básica ciudadana.
4. El manifiesto de la Segunda Conferencia Europea de la AGP (agosto a septiembre de 2002 en Leiden,
Países Bajos) entiende que la protesta (“hacer ruido”) es en sí una propuesta política. En “Nuevos Puntos
de Partida de la AGP”, en http://www.nadir.org/nadir/initiativ/agp/es/pgainfos/hallmspa.htm, se
apuesta por “Una actitud confrontativa, ya que no creemos que la presión institucional pueda tener
un impacto en organizaciones tan poco democráticas y con ideas predeterminadas, en las que las
transnacionales son las únicas que determinan las directrices políticas”. Se hace asimismo una “lla-
mada a la acción directa y a la desobediencia civil”.
5. Por ejemplo, tras Génova, donde tuvo lugar una agitada “contracumbre”, las instituciones europeas
barajaron la posibilidad de incorporar la Tasa Tobin en sus agendas, y algunos partidos socialdemó-
cratas la incluyeron incluso en su programa electoral. Hoy es un barómetro de la receptividad de la
socialdemocracia a las propuestas del movimiento contra la globalización neoliberal.
6. El Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) comienza a negociarse en secreto en 1995 entre 29
países de la OCDE y establece el trato de “nación más favorecida” aplicado a los miembros del GATT
para todas las empresas extranjeras que decidan invertir en los países subscriptores del acuerdo. El
texto final fue filtrado por la ONG americana Global Trade Watch y publicado por Le Monde
Diplomatique, paralizando así el acuerdo. Véase la hoja informativa de la OCDE sobre el AMI:
http://usinfo.state.gov/journals/ites/0497/ijes/ej6fact1.htm y los comentarios de ATTAC en
http://www.attacmadrid.org/d/1/020218queesami.html
7. “La antiglobalización se enfrenta a la pobreza” (El País, 18/01/04, p. 2). Hay que recordar que en sus
inicios, las manifestaciones de este movimiento solían quedar relegadas a escasas referencias en las
páginas de “Economía”.
8. Se pueden citar, entre ellos, a: Susan George, Vandana Shiva, Naomi Klein, Arundati Roy, Hebe de
Bonafini, Rigoberta Menchú, Lory Wallach, José Bové, Ignacio Ramonet, Bernard Cassens, Luca
Casarini, Tony Negri, Subcomandante Marcos, Walden Bello, Boaventura de Souza Santos, José
Saramago, Eduardo Galeano, Noam Chomsky, James Petras, Ricardo Petrella, Samir Amin, etc.
9. A modo de ejemplo, en el continente africano, menos del uno por ciento de la población tiene acce-
so a Internet, frente a Estados Unidos, donde ese porcentaje se incrementa a más del 50 por ciento.
10. Como señala Miguel Romero, “El ‘movimiento antiglobalización’ adquirió reconocimiento público e
influencia en la agenda de las instituciones internacionales, obligando a tomar en consideración sus crí-
ticas del movimiento en los discursos, aunque no en las decisiones” (en Vidal-Beneyto, 2003: 223).
11. Salvador Martí y Gema Usabart resaltan en este sentido que se trata de una “lógica contradictoria y
esperpéntica: un Estado de derecho que hace apología del estado de excepción frente a un amplio
movimiento ciudadano que predica la normalidad y el ejercicio individual de los derechos funda-
mentales como los de manifestación, reunión o libre circulación” (en Grau e Ibarra, 2003: 156-176).
12. Esto lleva a una parte importante del movimiento global a rehuir de la denominación de “alterglo-
balización”, altermundialista o globalización de rostro humano, al entender que la globalización es
la nueva fase histórica del capitalismo y del imperialismo, ideologías que denuncian.
13. Por ejemplo, la estrategia de Vía Campesina busca excluir de las negociaciones de la OMC los dere-
chos de propiedad (TRIPS).

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SEGUNDA PARTE

LA PARTICIPACIÓN DE LOS ACTORES SOCIALES


EN LA ACCIÓN EXTERIOR DE LA UNIÓN EUROPEA
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CAPÍTULO 4
LA IMPORTANCIA DE LA PARTICIPACIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL
EN LA ACCIÓN EXTERIOR DE LA UNIÓN EUROPEA

Como se ha visto anteriormente, uno de los procesos que se están dando en


el contexto de la globalización es el traslado de la toma de decisiones desde el
ámbito tradicional del Estado-nación hacia instancias internacionales, aleján-
dose así de la participación y el control ciudadanos. Frente a ello, los actores
sociales internacionales exigen una mayor democratización de las organizacio-
nes internacionales, buscando vías de participación. En este sentido, conviene
recordar que se parte de la premisa de que la participación ciudadana es bási-
ca para la construcción de un sistema democrático. Para este incremento del
papel de la sociedad civil en la escena internacional, un paso importante es
ganar peso en los bloques regionales, cada vez más importantes en el contexto
actual.
En este proceso, la Unión Europea es un buen ejemplo para el análisis de
las respuestas que puede dar una instancia supranacional ante estas demandas,
ya que pretende presentarse en la escena internacional como una potencia civil
(Barbé, 2005), que aboga por un modelo en el que primen valores como la
democracia, el respeto de los derechos humanos, etc. Además, es hoy en día no
sólo el bloque regional más integrado, habiendo llegado a la supresión de las
fronteras internas, con la creación de un mercado único y con su propia mone-
da, sino también el que más ha avanzado en el ámbito político, reconociendo
una supranacionalidad, con una toma de decisiones propia y una ciudadanía de

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la Unión, que elige a sus representantes en el Parlamento Europeo. También,


es uno de los bloques con más poder, por lo que el papel que adopte y las deci-
siones que tome tienen gran importancia a la hora de marcar una pauta para el
resto de actores. La Unión Europea debe ser capaz, para lograr una influencia
real, de adoptar una postura común ante las organizaciones internacionales,
tema recurrente al tratar la acción exterior de la Unión.
En efecto, la Unión Europea representa para muchos países y regiones una
alternativa al modelo estadounidense, en la medida en que aboga por princi-
pios y valores diferentes. Según las teorías del nuevo regionalismo (Aldecoa,
2002; Cox, 1997) existirían tres clases de capitalismo: el norteamericano (en el
que primaría el mercado), el asiático (donde las directrices gubernamentales
son importantes) y el europeo (que da relevancia al modelo de sociedad).
Siguiendo esta lógica, es imprescindible que en el modelo europeo juegue un
papel central la sociedad civil. Además, según la teoría del poder estructural de
Susan Strange, si bien en el ámbito de la seguridad su papel es muy poco rele-
vante en comparación con los Estados Unidos, cuenta con importantes medios
en las esferas de la producción, las finanzas (sobre todo con la aparición del
euro) y el conocimiento, de los que puede hacer uso para incrementar su
influencia en la escena internacional, con una estrategia distinta a la de los
EE UU. Estos medios civiles son además, desde una perspectiva constructivista,
los que fundamentan la legitimidad de una acción exterior informada por los
principios internos de la Unión Europea. Y es aquí donde la sociedad civil tiene
una influencia cada vez mayor, al tener la posibilidad de comparar los princi-
pios que rigen en el interior de la Unión Europea con sus prácticas de cara al
exterior, sobre todo en un mundo cada vez más informado y más crítico. Esto es
lo que se hace desde los actores sociales, tanto desde posturas negociadoras
como desde las más contestatarias. Esta permanente búsqueda de legitimidad,
de pretender adaptar discursos y prácticas, lleva a la UE a dejar espacios de par-
ticipación, con la celebración de foros de la sociedad civil, sobre todo impulsa-
dos por la Comisión Europea, que es la principal dinamizadora de este proceso.
Asimismo cuenta con el Consejo Económico y Social (CESE), órgano institu-
cionalizado de participación de la sociedad civil organizada.
En definitiva, en el actual contexto de la globalización cobran cada vez más
importancia los bloques regionales, ofreciendo modelos alternativos según las
diferentes tradiciones históricas, en la medida en que proyectan sus valores
internos en la escena internacional. En los siguientes puntos se tratará de pre-
sentar la importancia de la acción exterior para la UE, el lugar que ocupa en este
ámbito la cooperación para el desarrollo y el papel que han tenido las fuerzas

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sociales en su configuración. Se trata de ver cómo se proyectan esos valores


internos en la acción exterior de la UE, para determinar si se puede hablar real-
mente de un modelo de globalización alternativo al actual, en el que se reco-
nozca el papel de los actores sociales, es decir, un modelo más democrático, así
como de ver qué papel está jugando la sociedad civil en la definición de ese
modelo exterior.

1. LA PREOCUPACIÓN DE LA UNIÓN EUROPEA POR SU PRESENCIA


EN EL MUNDO

Una de las grandes preocupaciones en la construcción europea, presente en los


diferentes tratados, además de la profundización democrática, es su proyec-
ción exterior, destacando la necesidad de reforzar su presencia en el mundo,
importante si realmente quiere incidir en el modelo de globalización. Si la UE
participara en la toma de decisiones de las organizaciones internacionales
como un actor unitario, con una voz propia, su postura tendría peso para cam-
biar el rumbo de la misma. En este ámbito, 1992 supone también un año
importante, ya que con el nacimiento de la Unión Europea, en Maastricht, se
define también su Política Exterior Común, aún incipiente, en la que se empie-
za a pedir mayor coherencia en la acción exterior, con unos principios y orien-
taciones definidos por el Consejo Europeo.
La Declaración de Laeken, punto de partida de la Convención Europea, se
planteaba, entre otras cosas: “¿Cuál es el papel de Europa en este mundo trans-
formado? ¿No debería Europa, por fin unificada, desempeñar una función de
líder en un nuevo orden planetario, el de una potencia a la vez capaz de desem-
peñar una función estabilizadora a nivel mundial y de guiar a numerosos paí-
ses y pueblos?”. Se define en este documento a la UE como una “potencia que
quiere enmarcar éticamente la mundialización”, jugando una función estabili-
zadora, de líder frente a numerosos países y pueblos, y una función ética en el
contexto de la mundialización. Como señala Barbé (2005) al analizar el papel
transformador que puede jugar la UE en el sistema internacional, ésta se pre-
senta como una “potencia civil, potencia normativa, potencia ética, potencia
posmoderna o potencia benévola. Términos todos ellos que nos remiten a un
hecho evidente: la Unión Europea se ha dotado de una identidad propia en el
marco internacional”. En esta lógica, la acción exterior de la UE, diferente de
la fuerza militar y tecnológica de EE UU, se caracteriza por unos determinados
métodos de actuación (“uso extensivo de métodos pacíficos y con un fuerte

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contenido económico, social y político”) y unos objetivos (lograr “resultados a


largo plazo, con incidencia en las estructuras sociales, económicas y políticas de
sus socios”, con el objetivo de “transferir a otras zonas del mundo los principios
ideológicos y los principios de gobierno que caracterizan a los Estados europe-
os: democracia, buen gobierno, derechos humanos, solución pacífica de con-
flictos, libre mercado y, ¿por qué no?, cooperación e integración regional. La
propia existencia de la UE y la exportación del modelo, como generador de paz y
bienestar, se han convertido en la tarjeta de visita de la Unión en el mundo”.
Es indudable que este ámbito todavía despierta muchas reticencias por
parte de los Estados, al considerarlo un núcleo duro de su soberanía. Sin
embargo, éste es otro de los puntos en los que es necesario seguir avanzando,
desde una visión democratizadora, dadas las limitaciones actuales, que queda-
ron reflejadas en las diferentes posturas ante la guerra de Irak, mostrando la
dificultad de mantener la postura común. Las demandas sociales en este ámbi-
to van en la línea de una mayor coherencia entre políticas, una mayor coordi-
nación, una mayor complementariedad entre la Comunidad y los Estados
miembros, así como una mayor democracia, ya que el déficit democrático en
este campo es importante, como muestra el escaso papel del Parlamento
Europeo, que no participa en la elaboración y el control de la acción exterior.

2. LA COOPERACIÓN PARA EL DESARROLLO COMO EJE EXTERIOR


DE UNA ‘POTENCIA CIVIL’

Dentro del marco de la acción exterior, nos centraremos en aquellas relaciones


que mantiene la Unión Europea con los llamados países en desarrollo, ya que
es un buen campo para analizar los valores que pretende proyectar Europa en
el exterior. Cabe señalar en este sentido la importancia de la cooperación para el
desarrollo, ámbito en el que la UE es muy activa, siendo uno de los principales
actores del sistema internacional de cooperación para el desarrollo. Como
afirma José Ángel Sotillo (2000a), “en el sistema internacional a la coopera-
ción para el desarrollo le corresponde un lugar fundamental y si la Unión
Europea quiere convertirse en un verdadero actor internacional tendrá que
demostrarlo en varios terrenos, pero especialmente en éste”. Los objetivos de
esta política son la lucha contra la pobreza, el desarrollo económico y social
duradero y la inserción de las economías de los países receptores de la ayuda en
la economía mundial. Prevalecen también aquí los principios de democracia,
Estado de derecho, promoción de los derechos humanos, etc.

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La cooperación para el desarrollo puede jugar un papel importante en el


proceso de fortalecimiento de la Unión Europea en la escena internacional,
partiendo de la idea de una nueva potencia civil. En efecto, pocos dudan ya de
que la estabilidad y la seguridad tienen mucho que ver con el desarrollo
(ampliando la tradicional perspectiva militarista), y en este ámbito Europa se
erige en actor principal, siendo el primer donante mundial (si se suman las
aportaciones de la Comunidad Europea y de los Estados miembros). Ya en el
año 2000, la Comisión Europea afirmaba que: “La mayor legitimidad europea
pasa también por la puesta en escena de una auténtica política de cooperación
para el desarrollo que demuestre que la solidaridad europea no se agota en la
ayuda humanitaria, por otro lado esencial en muchos casos, sino que abarca
también la política comercial, la agrícola, la deuda externa o la inmigración”.
En esta línea, “Europa debe reforzar también su papel de socio solidario de los
países en desarrollo y concentrar su acción en la lucha contra la pobreza. La
proyección mundial de nuestros valores esenciales y nuestro objetivo de desa-
rrollo sostenible deben traducirse en una fuerte solidaridad, apoyada por una
política comercial que exprese nuestro compromiso con los intereses compar-
tidos. Más allá de la cooperación al desarrollo, nuestra meta será integrar a
estos países en la economía mundial y fomentar estrategias nacionales sanas.
Este objetivo se alcanzará mediante una mayor coherencia entre todas aquellas
políticas comunitarias que tienen incidencia en los países en desarrollo, cohe-
rencia que depende también de una mayor coordinación y complementariedad
con las acciones de los Estados miembros” (COM (2000) 154 final).
Las limitaciones a este respecto se relacionan, además de con la falta de
coherencia, con la eterna dificultad de conseguir una política común en el
ámbito exterior (siendo ésta un requisito esencial para aumentar el peso de
la Unión en el mundo), así como con la todavía importante vinculación de la
política de cooperación a intereses económicos y comerciales europeos. El
cambio en la agenda internacional tras los atentados del 11 de septiembre, con
la centralidad de la lucha contra el terrorismo, ha mostrado en la práctica
estas dificultades, como se pudo apreciar, por ejemplo, en las prioridades
marcadas por la presidencia española de la UE en el primer semestre de 2002
(Sotillo, 2003).
La cooperación para el desarrollo puede constituir también una buena
manera de demostrar la validez de ese modelo europeo alternativo al de
Estados Unidos, en la medida en que se diseñe como proyección exterior
de unos valores y principios que rigen en el interior de esa Europa social,
mediante un principio de solidaridad. De hecho, este objetivo se vislumbra ya

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en el Artículo 21 del título V de la versión consolidada del Tratado de la UE, de


15 de abril de 2008, relativo a las Disposiciones de Aplicación General: “La
acción exterior de la Unión en la escena internacional se basará en los princi-
pios que han inspirado su creación, desarrollo y ampliación y que pretende
fomentar en el resto del mundo […]”. Sin embargo, como señalaba Remiro
Brotons: “[…] de lo que se trataba —y se trata— era —es— de construir un poder
alternativo que, mediante las debidas alianzas estratégicas (en América, con las
Repúblicas latinoamericanas, convenientemente articuladas), ataje el unilate-
ralismo de los Estados Unidos y sus políticas de doble rasero. Un proyecto a
largo plazo, pero necesario. Ser el primer donante de ayuda a los países en desa-
rrollo no basta para consolidar la credibilidad en quienes se atribuyen una
visión pluralista del mundo, institucionalizada, respetuosa de las normas, dis-
puesta a compartir la interpretación de valores comunes, si se acaba prestando
una asistencia vicaria en operaciones decididas y controladas por quienes no
respetan las instituciones ni las normas y, encima, pasan el plato. La Unión
Europea paga donde no manda” (Remiro, 1999, citado en Sotillo, 2000a).

3. LA PARTICIPACIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL EN LA CONFIGURACIÓN


DE LA ACCIÓN EXTERIOR DE LA UNIÓN EUROPEA

Partiendo de la idea de que la acción exterior de la UE se basa en los principio


que rigen en su interior, es imprescindible ver cómo ha ido configurándose ese
modelo europeo a lo largo de los tratados, así como la movilización de los acto-
res sociales en torno a los mismos, teniendo en cuenta la vinculación de estos
movimientos y organizaciones sociales europeos con aquellos que después
incidirán en las relaciones de la UE con otras regiones. La integración europea
ha ido avanzado a través de tres vectores: la profundización, la democratización
y la ampliación, y se ha definido en los sucesivos tratados. Nos centraremos
aquí principalmente en aquellas cuestiones que atañen a la configuración de la
acción exterior europea, si bien muchos de los movimientos sociales que inci-
den en estos temas también hacen un intenso trabajo para la democratización
de la propia Unión Europea, frente al déficit democrático resultado de un pro-
ceso de integración eminentemente económico, y que también tiene inciden-
cia en el modelo europeo.
En este sentido, si bien el Acta Única Europea, adoptada en 1986, supuso
un importante paso en la construcción de la Unión Europea, su contenido fue
básicamente económico: la creación de un mercado interior. Fue el Tratado de

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Maastricht de 1992, el que instauró una Unión Europea, como entidad política,
frente a la anterior Comunidad Económica. En este tratado se introduce, como
gran novedad, la ciudadanía de la Unión, con derechos y mecanismos de parti-
cipación propios, buscando su implicación en la construcción europea. Sin
embargo, a pesar de algunos avances políticos (ciudadanía, ampliación de las
competencias políticas de la Unión y de los poderes del Parlamento, etc.), el
núcleo duro del tratado sigue siendo económico: la creación de una Unión
Económica y Monetaria. Además, la adopción de una organización en pilares1,
permite sólo una democratización parcial del funcionamiento de la Unión,
limitada a aquellos aspectos que quedan comunitarizados. Dadas las limitacio-
nes, este tratado no colmó las expectativas ciudadanas, dando origen a movi-
mientos sociales de protesta en los Estados miembros, como el Movimiento
Anti-Maastricht que se crearía en España contra “la Europa del capital”, en
1995, tras días de marchas contra el paro y la celebración de un foro alternati-
vo. La sociedad civil se incorporaba así al debate sobre el modelo de Unión
Europea, consciente de la enorme importancia que ésta tendrá en su vida coti-
diana. Las principales críticas a la Unión Europea desde los movimientos
sociales se centraban en la política económica, que potencia un modelo neoli-
beral en el que no se tienen en cuenta las consecuencias sociales de su aplica-
ción. En el manifiesto de la campaña “Contra la Europa del capital”, los
movimientos Anti-Maastricht (MAM) definen esta nueva Europa como la
“Europa de los grandes mercaderes”, por la creación de un Mercado Interior
Único que beneficia a las empresas, al incidir en las cuestiones económicas, así
como en las militares, con la definición de una Política Exterior y de Seguridad
Común. Frente a estos aspectos, quedan relegados los laborales, sociales y
ambientales, y se asiste a un desmantelamiento del Estado de bienestar. Así, en
la declaración política del MAM, se critica el modelo definido en este tratado
en la medida en que plasma en Europa la globalización neoliberal, dando hege-
monía al poder económico sobre el político. Otra de las cuestiones que preocu-
pan a estos movimientos es la construcción de una “Europa Fortaleza”, sobre
todo frente a los flujos migratorios, lo que les lleva a una fuerte crítica a los
Acuerdos Schengen. Estos acuerdos, firmados en los años noventa, buscan la
creación de un espacio interior con libre circulación de ciudadanos y colabora-
ción en materia de seguridad. Los movimientos sociales denuncian que, fren-
te a la libertad interior, se potencia un control más estricto en las fronteras
exteriores, conformando lo que denominan la “Europa Fortaleza”. Además, esa
libertad de circulación ha sido en ocasiones suspendida durante la celebración
de Cumbres europeas, ante la probable presencia de movimientos de protesta,

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lo que les lleva a considerar los acuerdos Schengen como una barrera a su par-
ticipación. Frente a este modelo de Europa que no comparten, los movimien-
tos Anti-Maastricht pretenden recuperar el papel de la ciudadanía en la
definición de un modelo más democrático.
También las ONG europeas participaron en el debate sobre el Tratado de
la Unión Europea, incidiendo en la definición de su acción exterior. En
España, por ejemplo, se creó un grupo en la Coordinadora española de ONG de
Desarrollo (CONGDE) encargado de la Campaña para la Presidencia española
de la UE en 1995, que se institucionalizará más adelante como Grupo de traba-
jo de la UE (CONGDE, 1998). Estas organizaciones resaltaban el marco jurídi-
co que se daba por primera vez a la cooperación para el desarrollo en el Tratado
de Maastricht, y buscaban sensibilizar a las sociedades europeas y presionar a
los Gobiernos, principalmente a través del Comité de Enlace de las ONGD ante
la UE, para que las relaciones en ese marco fueran más estrechas y justas,
basándose en los principios de solidaridad, justicia y equidad, y en la coheren-
cia de la acción exterior. En este sentido, preveían algunos impactos negativos
que la Unión Económica y Monetaria podría tener para los países del sur, en
parte debidos a las dificultades de acceso al mercado único para los países
pobres y, en general, a la preponderancia de los intereses comerciales sobre las
preocupaciones sociales (como la de lucha contra la pobreza y las desigualda-
des crecientes). En definitiva, estas organizaciones reclamaban una mayor
coherencia, en la práctica, de la acción exterior de la UE con los principios y
objetivos de la cooperación para el desarrollo recogidos en el Tratado (desarro-
llo económico y social duradero, inserción en la economía mundial, lucha con-
tra la pobreza, democracia y derechos humanos), coherencia que, a pesar de
mencionarse en el tratado, no consta de instrumentos jurídicos o políticos que
obliguen a cumplirla, y se contradice con otros puntos del tratado, como son la
política comercial. Este aspecto también ha sido resaltado por el Parlamento
Europeo y la Comisión. En definitiva, las principales demandas de las ONGD
iban en la línea de cumplir el compromiso adquirido en el título sobre coope-
ración para el desarrollo, frente a las consecuencias que para los países del sur
pueden tener la política agrícola, la política pesquera o las políticas relativas al
comercio de armas.
Frente a la oposición social que despertó el Tratado de Maastricht, se hacía
necesario un “giro social” de la Unión Europea, que se definirá en el Tratado de
Ámsterdam de 1997, para lograr un acercamiento a la ciudadanía, mediante
una democratización de las instituciones y la incorporación de los derechos
humanos. En esta lógica, comienza una participación progresiva de la sociedad

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civil en la reforma de los tratados, con mayor transparencia y aportaciones de


las ONG a la conferencia. El centro de este “giro social” lo conformaba la polí-
tica de empleo, frente a las manifestaciones de descontento de los parados (a
través de las marchas contra el paro), que hacían inevitable que la Unión reac-
cionara ante esta situación. Asimismo, para avanzar en la democratización, se
incrementa la capacidad colegisladora del Parlamento Europeo y las áreas de
consulta al Consejo Económico y Social Europeo, que se convierte en el primer
foro de encuentro de las organizaciones sociales. Sin embargo, las limitaciones
de esta reforma quedaron plasmadas en la ausencia de medidas reales para lle-
var a la práctica la agenda social, así como en los imperativos de convergencia y
en la orientación predominantemente neoliberal de las políticas de la UE.
Continuaron, por tanto, las movilizaciones sociales, con la organización de
diversas “marchas europeas contra el paro, la pobreza y la exclusión social”, y
del foro alternativo “la Otra Europa”, en el que se presentaron las propuestas
de los movimientos sociales. Más tarde se crearía el Movimiento Europeo con-
tra Maastricht, en el que se daban cita los movimientos nacionales contra las
consecuencias de este tratado y de la Unión Económica y Monetaria que ins-
tauró, en busca de coordinación y estrategias comunes. Se criticaban aquí, de
nuevo, las consecuencias económicas y sociales de la aplicación de los criterios
de convergencia, que suponían el desmantelamiento de conquistas sociales y
laborales; así como la creación de una “Europa Fortaleza” a través de los acuer-
dos de Schengen. En cuanto a las ONG, se esforzaron por influir en el debate de
la cumbre, con el documento “Hacia un mundo más justo y equitativo”, aunque
con escasos resultados (CONGDE, 1998). Resaltaban así las limitaciones del
tratado, en cuanto a la inclusión de las recomendaciones de las ONG, entre las
que cabe resaltar aquellas sobre la acción exterior, tales como la inclusión de la
prevención de conflictos como un objetivo de la PESC (el tratado hablará
de “mantenimiento de la paz”); de mecanismos de control de exportación de
armas (no se incluyeron); del principio de coherencia entre la política de coo-
peración para el desarrollo y el resto de políticas con efectos en el ámbito exterior
(tampoco aquí hay cambios respecto a Maastricht). En definitiva, el Tratado de
Ámsterdam tampoco respondió a las expectativas de la ciudadanía.
A la hora de enfrentarse a la siguiente reforma, la del Tratado de Niza,
sigue siendo central la necesidad de dotar a la Unión Europea de mayor legiti-
midad ante los ciudadanos, de acercar las instituciones a los europeos. Un
ejemplo de ello es la aprobación de la Carta de Derechos Fundamentales de la
Unión Europea, pero al tratarse de un acuerdo intergubernamental no incor-
porado al tratado, es decir, sin valor jurídico, levantó grandes críticas. Otro

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ejemplo es la definición de la Agenda Social Europea, preparada con participa-


ción de actores de la sociedad civil, incluyendo temas como la movilidad, la
integración económica, la dimensión social en la globalización, la cohesión
social, etc. Finalmente, se amplía el poder de codecisión del Parlamento
Europeo, y se redefine la composición del Consejo Económico y Social, cuyos
miembros serán representantes de la sociedad civil. En este contexto, se desa-
rrollan numerosas redes ciudadanas europeas en torno a la participación de
la sociedad civil en las reformas de los tratados y en el funcionamiento de la
Unión. No obstante, el eje central de esta cumbre fue la ampliación, que ocupó
las mayores energías al mostrar las dificultades de las negociaciones.
En Niza los movimientos que criticaban desde hace años el modelo europeo
se encuentran mejor organizados, además de insertarse ya en el movimiento
contra la globalización neoliberal, consiguiendo un gran éxito de convocatoria.
Las contracumbres que se celebraron contra “la Europa del capital” contaron
además con la participación de sindicatos integrados en la Confederación
Europea de Sindicatos (CES), lo que suponía una mayor presión para incremen-
tar el discurso social europeo. Esto llevó a que tuvieran lugar importantes movi-
lizaciones de protesta, entre ellas una manifestación organizada por la CES con
unos 60.000 participantes. No obstante, la revocación del convenio de Schengen
impidió el acceso a Niza de importantes colectivos de parados, de “desobedien-
tes” italianos, etc., que quedaron retenidos en la frontera francesa, limitando así
la participación de los grupos de protesta en las manifestaciones. En estos
encuentros la crítica fundamental seguía centrada en la construcción de una
“Europa sometida al dictado de los mercados, el poder de las transnacionales y el
capital financiero”, frente a la que reivindican “una Europa basada en la justicia
social, los derechos de las personas, la igualdad de géneros, el respeto a la natu-
raleza, la seguridad alimentaria, la soberanía de los pueblos... una Europa desmi-
litarizada, etc.” (Hemen eta Munduan, 2001). A pesar de los avances a lo largo de
los diferentes tratados, el modelo europeo permanece centrado en la economía
liberalizada, desregulada, con privatizaciones de empresas públicas, y que obliga
a duros criterios de equilibrio presupuestario. Todo ello por delante del sector
social, que ve cómo se desmantela el Estado de bienestar y se flexibiliza el merca-
do de trabajo, con importantes consecuencias en la vida cotidiana de millones de
personas. Se entiende así que la UE tiene como objetivo principal la inserción
como potencia competitiva en el mercado global, frente al poder estadouniden-
se, lo que hace necesario un mercado ampliado al este (pero también a otras
zonas, con las que se firman acuerdos de libre mercado, como el Mediterráneo),
y una moneda fuerte que pueda competir con el dólar.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

Los intentos de presentar esta cumbre como más preocupada por los
temas sociales tampoco fueron muy bien acogidos. Por ejemplo, en relación a
la Carta de Derechos fundamentales, su no inclusión en el Tratado se interpre-
tó como una manifestación de la falsa retórica del “giro social”. Además, se la
consideraba una regresión frente a las legislaciones nacionales existentes, al
excluir importantes derechos (como el derecho al trabajo, a un salario digno, a
la protección social, a la vivienda), lo que podría permitir un recorte de con-
quistas sociales anteriores. Se reclama que estos derechos se amplíen, incor-
porando medidas como la renta básica. Otra de las grandes críticas a esta Carta
tiene que ver con los derechos de ciudadanía, que estiman deberían ampliarse
según un criterio de residencia (para abarcar a los excluidos de la ciudadanía
por nacionalidad). Las denuncias inciden asimismo en la falta de democracia
de las instituciones (y su supeditación a intereses de grandes grupos financie-
ros) (Aguirre, 2000), agravada por la falta de control político en la toma de
decisiones económicas. En conclusión, los intentos de acercar la Unión
Europea a los ciudadanos y sus preocupaciones no parecen haber tenido todo el
éxito que se esperaba, despertando importantes movimientos de descontento
que han decidido acompañar cada una de las grandes reuniones de los dirigen-
tes europeos para hacer oír sus voces, obligando a la Unión a preocuparse cada
vez más por las problemáticas sociales. El proyecto de “Tratado Constitucional”
se presentó como un intento de solventar algunas de las debilidades políticas y
sociales de la Unión Europea, optando por nuevos métodos de trabajo.
El proceso de elaboración de un tratado constitucional por parte de la
Convención supone un novedoso avance en la construcción de la Unión
Europea, al trascender las tradicionales pautas intergubernamentales que
rigen los procedimientos de adopción de los tratados, ampliando los partici-
pantes, hasta incluir incluso a la sociedad civil, a través de un foro que sería
informado y podía aportar sus consideraciones al debate en diversos campos
temáticos. Las principales tareas de la Convención a la hora de diseñar una
Constitución para Europa partían pues de las preguntas planteadas en la
Declaración de Laeken, de diciembre de 2001, que pueden resumirse en tres
puntos principales: 1) acercar Europa y sus instituciones a los ciudadanos; 2)
simplificar el funcionamiento comunitario; y 3) dotar de más peso a la Unión
en el exterior. Entre los debates en los que fue más activa la sociedad civil se
encuentra el referido al modelo de la Unión Europea (en el que existían dos
posturas principales: los defensores de una Europa liberal y los de una Europa
social), y el que trataba la acción exterior de la Unión (que podía basarse bien
en los intereses, bien en la responsabilidad, en consonancia con el modelo de

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una Europa social). Sin embargo, las aportaciones sociales en estos debates no
fueron recogidas en los documentos finales, salvo en cuestiones más generales,
al reconocerse el principio de transparencia y de democracia participativa en el
funcionamiento de la Unión.
La participación de la sociedad civil en el debate sobre el modelo europeo
que definía el TCE fue por tanto muy activa, tanto a través del foro de la socie-
dad civil, en el que se hicieron numerosas aportaciones, como en ámbitos
alternativos, en los que los movimientos sociales europeos contra la globaliza-
ción neoliberal presentaron numerosas críticas y propuestas. Las manifesta-
ciones ciudadanas durante la Cumbre de Tesalónica, en junio del 2003, en la
que se discutió el proyecto de TCE fueron muy importantes, aunque los duros
enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad y las posteriores
detenciones soterraron los debates. Otro de los ámbitos en los que se discutió
el proyecto de Constitución fue el Foro Social Europeo, primero en Florencia,
en noviembre de 2002, después en París, en 2003 y, finalmente, en Londres, en
2004, donde se organizaron conferencias en torno a esta temática. Se crea-
ron, asimismo, en los diferentes países europeos, campañas “contra el proyec-
to de Constitución Europea del Capital y la Guerra”. Las críticas desde estos
ámbitos al TCE van en la misma línea que las que se vieron anteriormente, ya
que estos movimientos ven en él, a pesar de la retórica, una forma de consoli-
dar el modelo neoliberal de la Unión Europea en el actual orden mundial de la
globalización, lo que supondría una liberalización de la economía, una desre-
gulación y una privatización de servicios públicos básicos del Estado de
Bienestar, así como un recorte de los gastos sociales. Así, en la definición del
modelo económico, se señala en el Tratado de Constitución el “desarrollo sos-
tenible” en una “economía social de mercado altamente competitiva”, defini-
ción que muchos entienden contradictoria (Pastor, 2003; Taibo, 2003). En esta
lógica, las grandes beneficiarias son las grandes empresas2, lo que lleva a estos
movimientos a hablar de la “Europa de los mercaderes”. Frente a este predo-
minio de lo económico, se sigue denunciando la falta de una política social, por
ejemplo, en el ámbito laboral, en el que las condiciones son cada vez más pre-
carias y flexibles, sobre todo para jóvenes y mujeres.
En relación al modelo político, se critica que el TCE que lo define es “un
proyecto que no es producto de ningún proceso constituyente surgido desde
abajo sino de una Convención cuyas deliberaciones se han caracterizado por su
hermetismo y su escasa sensibilidad a las demandas de Foros como el que se
reunió en Florencia en noviembre de 2002” (Pastor, 2003). Tampoco se esti-
man avances significativos en relación al déficit democrático. Se siguen

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

denunciando sus estructuras poco democráticas, sin división de poderes, sin


que sus miembros sean elegidos por los ciudadanos europeos, y cuando lo son,
sin poder real (como el Parlamento Europeo, que no tiene control sobre la
toma de decisiones). Esa falta de control político por parte de la ciudadanía se
contrapone a la fuerte presión de las patronales y grandes empresas. Una de las
cuestiones más controvertidas sigue siendo la Carta de Derechos, que se con-
sidera como una concesión de mínimos a la ciudadanía, como “una armoniza-
ción a la baja de derechos sociales reconocidos en cada Estado” (Pastor, 2003).
Además, esta Carta no cuenta con garantías que obliguen a su respeto. Un
tema central son los derechos de ciudadanía, que se reconocen sólo a los
nacionales de Estados miembros, no a los residentes, lo que crea una situa-
ción de marginación de millones de personas. Se denuncia asimismo el
modelo de “Europa Fortaleza”, que establece límites a la circulación de las
personas frente a la libre circulación de capitales. Este tema ha llevado a la
organización de campañas ciudadanas solidarias con los inmigrantes. En este
sentido, numerosas organizaciones sociales de diferentes países europeos se
han movilizado para la ampliación de la ciudadanía de la Unión Europea a
todos los residentes (“Será ciudadano de la Unión toda persona residente en
el territorio de un Estado miembro o que ostente la nacionalidad de un Estado
miembro”), petición lanzada en el Foro Social Europeo (FSE) de París, en
noviembre de 20033. La preocupación por la situación de los inmigrantes se
extiende a aquellos que ni siquiera se encuentran en situación legal en los paí-
ses de la Unión, por lo que las organizaciones sociales decidieron, en ese
mismo foro, convocar el “Día de acción europeo de los sin papeles”, el 31 de
enero4. Se demanda aquí, entre otras cosas, libertad de movimiento y de resi-
dencia para las personas, el derecho a la ciudadanía por residencia, la imple-
mentación de un derecho de asilo más amplio, el derecho al trabajo, la
regularización de los “sin papeles”, etc.
Otro de los temas que preocupa a los movimientos sociales es el medio
ambiente, dadas las consecuencias del modelo de crecimiento económico neo-
liberal. Finalmente, se denuncia el modelo de política exterior, que entienden
que militariza la UE, al tiempo que la hace dependiente de EE UU, legitimando
a la OTAN, en la que se realiza la defensa común; y aceptando sus directrices en
la “lucha contra el terrorismo” y la doctrina de “guerra preventiva”. Además,
preocupa la falta de control en la toma de decisiones en este ámbito, ya que, por
ejemplo, la UE podría decidir una intervención militar sin debate parlamenta-
rio. Frente al gasto militar para la seguridad, los movimientos sociales apues-
tan por el desarrollo de los países del sur, medida que estiman mucho más

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eficaz a largo plazo, utilizando los presupuestos actuales en defensa de las gran-
des potencias para erradicar la pobreza y cumplir los objetivos de desarrollo del
milenio, con los que, por otra parte, la propia UE se ha comprometido.
Además de los movimientos sociales, las ONG también han sido muy acti-
vas en el debate sobre el modelo europeo, participando masivamente en el foro
de la sociedad civil de la Convención. Entre esas contribuciones se encuentra
el documento de Socialplatform, la Plataforma de ONG europeas del sector
social, “Contribution à la convention sur le futur de l’Europe”, del 15 de abril
del 2002, que establecía como prioridades para el futuro de Europa: el respeto
a la dignidad de todo ser humano (situar los derechos fundamentales en el cen-
tro de la Unión, incorporando la Carta de Derechos fundamentales a los trata-
dos, aunque reforzada, ya que reconoce sus limitaciones al no incorporar el
derecho a la vivienda, al trabajo, a un ingreso mínimo, etc.), el bienestar de
cada individuo (mediante la lucha contra la pobreza, la igualdad entre hombres
y mujeres, la lucha contra la discriminación, la protección de la salud pública,
los derechos de los niños y las familias, la coordinación de todas las políticas
para asegurar un desarrollo sostenible), la participación de todos en las deci-
siones que influyen en su futuro (con nuevas formas de participación, demo-
cracia paritaria, ciudadanía por residencia, consultas a la sociedad civil, etc.).
Asimismo, en el documento “Europe’s Role in the World and the Organisation
of its Future External Relations”, del CONCORD, se revisaban y enmendaban
ya los dieciséis primeros artículos del proyecto, pidiendo, por ejemplo, que los
objetivos del desarrollo económico, social y medioambientalmente sostenible
se tengan en cuenta de forma coherente en el resto de políticas internas y
externas. Se insiste así en el principio de coherencia, en los objetivos de erra-
dicación de la pobreza, de desarrollo sostenible y de equidad. En cuanto a las
propuestas de la sociedad civil española al TCE, recogidas por la CONGDE, si
bien se reconocen los avances que supone la apertura democrática del debate,
apuntan también una serie de carencias, debido a la forma de elegir a sus
miembros (con peso de los representantes de los Estados, más que de la
Comisión o la sociedad civil, y sin tener en cuenta las variables de género y
juventud). Frente a ello, se propone una serie de cuestiones, como la democra-
cia participativa; la garantía de los derechos sociales, económicos y culturales,
de acuerdo con la tradición europea; una estructura institucional menos com-
pleja y más transparente, etc. En cuanto al papel de la UE en el orden mundial,
sus políticas deben basarse en los principios de desarrollo humano sostenible,
erradicación de la pobreza, paz y respeto a la democracia y los derechos huma-
nos, con un incremento del peso del Parlamento en este ámbito. Finalmente,

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se reclama que la UE apueste por la reforma democrática de las organizaciones


internacionales (BM, FMI, OMC); así como que refuerce la política de coope-
ración para el desarrollo (con la adopción de la Tasa Tobin, el cumplimiento del
0,7%, la condonación de la deuda externa, etc.).
Todas estas críticas se unifican en una campaña contra el TCE, que se
orquesta a nivel europeo, y se desarrolla en los diferentes territorios naciona-
les, con éxitos dispares. Así, la campaña con más fuerza se llevó a cabo en
Francia, donde —junto a los movimientos contra la globalización neoliberal,
con un fuerte peso de ATTAC y del “Llamamiento de los 200”— se suman al No
una parte del Partido Socialista Francés, los partidos de extrema izquierda y de
extrema derecha, aunque por diversos motivos, algunos sindicatos, etc., a
pesar de la importante campaña publicitaria por el Sí (Ricard-Nihoul y
Larhant, 2005). Una de las figuras más visibles en estos debates, centrados
principalmente en la Parte III del TCE en tanto que instaura el modelo neoli-
beral, fue la de Susan George, que lideró la campaña de ATTAC-Francia, orga-
nización que presentó un texto con 21 exigencias ante el Tratado
Constitucional5. En España el debate quedó soterrado, debido a la escasa
información que recibió la ciudadanía (Taibo, 2004). Entre los colectivos que
hicieron campaña por el No se encuentran las secciones españolas de ATTAC,
la corriente Espacio Alternativo (2004) de Izquierda Unida (que critica que el
texto “supone la ‘constitucionalización’ de un modelo neoliberal y elitista,
opuesto a los intereses de la mayoría de la ciudadanía y de los pueblos de
Europa e insolidario con los pueblos del sur”, y propone una “Refundación
Democrática y Social de Europa”, con un nuevo proceso constituyente que lleve
a una Europa social, democrática y de los pueblos, donde prime el pacifismo, la
igualdad en la diversidad, el ecologismo y la solidaridad con los pueblos de sur)
o Ecologistas en Acción (que denuncian el modelo económico insostenible,
lanzando la campaña: “UE: Desarrollo sosTemible. Contra la Constitución de la
Europa del Capital y la Guerra”). En un interesante artículo, Jaime Pastor
(2005) señala que frente a la crítica de ausencia de propuestas alternativas al
TCE, lo cierto es que sí han surgido propuestas desde el Foro Social Europeo y
las diferentes campañas nacionales por el No. Rescata, para mostrarlo, algunas
ideas de diversos autores, resaltando la necesidad de un proceso constituyente
alternativo y democrático, que buscaría la creación de “una Europa social […]
y sostenible, basada en unas nuevas relaciones con el sur y en una arquitectura
institucional que tuviera como eje un Parlamento bicameral de una ‘Unión
Europea de los Pueblos’”. Recoge, por ejemplo, un documento de la campaña
francesa por el No, en el que se enumeran “diez medidas inmediatas” que

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habría que adoptar en caso de que ganara el No6. También señala las aportacio-
nes de “Economistas Europeos por una Política Económica Alternativa
en Europa”, y del “Llamamiento de los 200”, que apuestan, como se propuso en
los Foros Sociales Europeos, por “otra Europa es posible”: “una Europa demo-
crática, social, ecológica y feminista. Una Europa internacionalista y realmen-
te independiente de Estados Unidos”.
A pesar de la firma del Tratado de la Constitución Europea por los jefes de
Estado o de Gobierno de los 25 Estados miembros, tras la victoria del No en el
referéndum francés y neerlandés, se hizo inevitable reconocer la importancia
de la cuestión social, e incluso desde las instituciones europeas se reafirma la
voluntad de reformar el modelo social europeo. Se abrió entonces un proceso
de reflexión, tras el cual se decidió convocar una nueva Conferencia
Intergubernamental al más viejo estilo, que elaborara el Tratado de Lisboa,
adoptado en el Consejo Europeo de Lisboa a finales de 2007. Sin embargo, las
dinámicas en torno al Tratado de la Constitución permitieron mostrar la inten-
sa actividad de los movimientos sociales, y llevaron a nuevos e interesantes
debates sobre el modelo europeo, como queda reflejado en numerosos artícu-
los de opinión publicados en España7, que exigen un mayor protagonismo de la
ciudadanía en la construcción europea. Las propias autoridades de la Unión
Europea se han unido a este debate posterior. Así, es interesante constatar la
reacción de la Comisión Europea ante estos resultados, presentando el
Comunicado: “Escuchar, comunicar y actuar a escala local (IP/05/995). El
nuevo enfoque de la Comisión para el diálogo y la comunicación con los ciuda-
danos europeos”, en el que se busca “aumentar el diálogo, la consulta y el deba-
te sobre el papel de la Unión”. No obstante, este nuevo enfoque parece más
centrado en mejorar las estrategias comunicativas que en innovar en el mode-
lo social o en métodos de democracia participativa que involucren al ciudada-
no en las instituciones europeas. También surge en esta línea la propuesta de
Blair, durante su presidencia de la UE (de julio a diciembre de 2005), de deba-
tir el modelo social europeo (El País, 03/07/2005).
En definitiva, los movimientos y organizaciones sociales han ido involu-
crándose progresivamente en el debate sobre el modelo europeo definido en
los diferentes tratados, buscando que se reconozca su participación en esa
definición y que se recojan sus aportaciones y demandas. La Unión Europea, a
través de los diferentes tratados, se ha visto obligada por esa presión a incorpo-
rar las preocupaciones de la ciudadanía, aunque, como hemos ido viendo, falte
todavía un largo camino por recorrer para lograr una verdadera democratización
de su funcionamiento. De hecho, el nuevo Tratado de Lisboa no parece haber

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

recogido las conclusiones de estos debates. Pero más allá de los debates inter-
nos en torno a la construcción europea, los movimientos sociales buscan tener
una influencia en la acción exterior de la Unión Europea, de forma que ésta se
adecue a los valores internos que dice defender (es decir, por ejemplo, que
muestre una verdadera solidaridad con los pueblos del sur), en consonancia
con las denuncias sociales del actual modelo neoliberal como marco de las
relaciones internacionales. Los siguientes apartados se centrarán en analizar la
participación e incidencia de las fuerzas sociales en la política europea de coo-
peración para el desarrollo.

4. LA POLÍTICA EUROPEA DE COOPERACIÓN PARA EL DESARROLLO

Siguiendo la pauta comenzada en la década de los noventa, la política de coope-


ración para el desarrollo es objeto de un capítulo propio dentro del título V
referido a la acción exterior de la actual versión consolidada del Tratado de
la Unión. La cooperación para el desarrollo constituye uno de los pilares de la
acción exterior de la Unión, junto con la política exterior y de seguridad común,
y la política comercial común, lo cual responde también a los objetivos de la
Unión respecto al exterior definidos en las disposiciones de aplicación gene-
ral. Es importante recordar el principio de coherencia entre las políticas de la
Unión, que implica la interrelación de los diferentes ámbitos, y la adecuación
de las diferentes acciones de la Unión, por ejemplo, en sus relaciones con los
países menos desarrollados.
La política de desarrollo de la Comunidad Europea, definida a partir de la
Declaración del Consejo y la Comisión de noviembre de 2000, adopta un enfo-
que global (que incluye diálogo político, comercio y cooperación para el desa-
rrollo propiamente dicha) y tiene como objetivo principal reducir la pobreza,
para en un futuro erradicarla. Sigue el principio de apropiación, con una
importancia central de fomentar la participación de todos los segmentos de la
sociedad y potenciar el diálogo político con los países asociados. Se trata de
una política compartida con los Estados miembros. Las actividades de la
Comunidad se centran en seis ámbitos clave: vínculo entre comercio y desa-
rrollo; integración y cooperación regionales; apoyo a las políticas macroeconó-
micas y fomento de un acceso equitativo a los servicios sociales; transportes;
seguridad alimentaria y desarrollo rural sostenible; y fortalecimiento de las
capacidades institucionales. Asimismo, tiene como temas horizontales los
derechos humanos, la igualdad entre hombres y mujeres, los derechos del

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niño, y la protección del medio ambiente, con un énfasis en la prevención de


conflictos y la gestión de las crisis. Es además una política regionalizada: los
distintos grupos de países (África-Caribe-Pacífico —ACP—, países de Europa
Central y Oriental —PECOS—, nuevos Estados independientes —NEI—,
América Latina-Asia —ALA— y Mediterráneo) reciben un grado diferente de
ayuda y de preferencias comerciales.
En cuanto a los principios y objetivos que guían la acción exterior de la
Unión, y por ende su política de cooperación, cabe resaltar el principio ya cita-
do de coherencia, muy importante en el ámbito de la cooperación, ya que, por
ejemplo, la política comercial puede contrarrestar los efectos positivos de la
ayuda (limitando la entrada de determinados productos de países en desarro-
llo al mercado europeo). También la Política Agrícola Común supone un límite
a esta coherencia, por sus efectos negativos para países receptores de la ayuda
comunitaria. Y no se puede olvidar la política de inmigración, más centrada en
cerrar las fronteras europeas que en mejorar las pésimas condiciones de vida
de las que los migrantes pretenden escapar. Todo ello hace necesaria una visión
global y coherente de la acción europea. Otros objetivos de la Unión, aplicables
a la política de cooperación, son aquellos referidos a la consolidación y apoyo a
la democracia, los derechos humanos y el Estado de Derecho, el fomento del
desarrollo sostenible en los países en desarrollo, o la ayuda en caso de catás-
trofes, entre otros.
En este sentido, las aportaciones del informe final del Grupo de Trabajo de
la Convención Europea dedicado a la “Acción Exterior” (CONV 459/02) se cen-
traron, como objetivo principal, en la necesidad de mejorar la eficacia y la
coherencia de esta acción exterior, indispensable si se pretende potenciar
la influencia de la Unión en la escena mundial. En cuanto a la eficacia, es impor-
tante en toda la acción exterior, y en particular en la cooperación para el desa-
rrollo, en un momento en el que se habla ya del “cansancio del donante”. Las
recomendaciones de este grupo pueden resumirse en: 1) la necesidad de una
clarificación del objetivo y el cometido de esta política, de cara a una mayor
coherencia y eficacia, así como una simplificación y mejora de los instrumen-
tos con los que cuenta la política de cooperación para el desarrollo, a través
sobre todo de programas estratégicos; 2) la erradicación de la pobreza se
entiende como objetivo fundamental de esta política, sobre todo en los países
con bajos ingresos. Señala asimismo la importancia de la promoción y el res-
peto de los derechos humanos. Estos objetivos deberían centrar los recursos y
estrategias de este ámbito; 3) resalta las limitaciones derivadas de la falta de
una posición común en torno a esta política, que daría más peso a la Unión (si

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

sus aportaciones y las de los Estados miembros se sumaran, representarían el


55 por ciento de la Ayuda Oficial al Desarrollo mundial), por ejemplo, en las
organizaciones internacionales, y mejoraría la eficacia de la ayuda, evitando el
solapamiento de actividades; 4) de cara a la coherencia, presentan los objetivos
de la política de cooperación como objetivos generales de la acción exterior,
por lo que figuran en el capítulo primero de este título. Resaltan, además, la
necesidad de coherencia entre esta política y el resto de políticas de la Unión,
tanto externas como internas; y 5) apoya la integración del Fondo Europeo de
Desarrollo (FED) en el presupuesto comunitario, que debería ir acompañada
de una mayor eficacia de los programas de desarrollo y no supondría una dis-
minución de fondos dedicados a los países ACP.
Además de estas cuestiones, la UE hace una apuesta firme por el multila-
teralismo eficaz, tomando como referente el marco definido en las Naciones
Unidas, que se traduce en la práctica, principalmente en la adopción de los
Objetivos del Milenio, como guía de actuación en este campo, lo que supone,
entre otras cosas, una mejora en la cantidad y calidad de la ayuda (compromi-
so reiterado además en la Cumbre de Monterrey de 2002), un cambio en las
reglas del comercio (definidas en el marco de la OMC), una disminución de
las subvenciones europeas, etc. De hecho, la UE ha pretendido ser protagonista
y líder en este sentido, tal y como afirma el informe de Social Watch de 2005:
“Al ubicarse como un actor internacional unido en pos de la erradicación de la
pobreza y el logro de los ODM, la UE podría asumir la posición de liderazgo
requerida en el contexto de la ONU, las Instituciones Financieras Inter-
nacionales y la OMC, para dejar a la pobreza en el pasado”. En efecto, “Como pro-
tagonista mundial y el mayor proveedor de ayuda para el desarrollo, Europa
tiene la oportunidad y la autoridad para formular una alternativa al orden mun-
dial cada vez más unilateral al implantar valores positivos en su Política
Exterior. Debe asumir la defensa de las personas que viven en la pobreza y
redoblar esfuerzos en la lucha a favor de un mundo más justo donde se elimi-
nen las injusticias y las desigualdades, las mujeres se empoderen, se respeten
los derechos humanos y se proteja el medio ambiente” (Social Watch, 2005: 37-
39). Sin embargo, no es ajena a los cambios en la seguridad, como refleja la
Estrategia europea de seguridad (“Una Europa segura en un mundo mejor”), o
las políticas de contención de inmigración.
A pesar de la importancia que tiene la política de cooperación para el desa-
rrollo de cara al papel que puede jugar la Unión en la escena internacional,
como pilar y valor añadido de su acción exterior, lo cierto es que no ha conoci-
do grandes cambios respecto a los tratados anteriores, más allá del intento de

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simplificación. En este sentido sigue echándose en falta una postura común de


los Estados miembros, superando la tradicional visión intergubernamental,
que diera más peso a la Unión en este ámbito. Aquí es importante tener en
cuenta que, de existir esa postura común, Europa se convertiría no sólo en el
primer donante mundial, sino en el actor con más peso en aquellas organiza-
ciones internacionales más relevantes en este campo, como el Fondo
Monetario Internacional o el Banco Mundial, entre otros, pudiendo así hacer
valer en el ámbito internacional esos valores que dice promover tanto en el
interior de sus fronteras como de cara al exterior. Sin embargo, la lógica inter-
gubernamental sigue presente en estos artículos, a pesar de la insistencia en la
complementariedad y coordinación, dado que esta política de cooperación
sigue siendo un instrumento demasiado valioso para los Estados como para
dejarlo en manos de la Unión. Esto limita también el alcance del modelo de
cooperación para el desarrollo que se propone, ya que, como es sabido, la ayuda
bilateral (la de los Estados) suele estar más ligada a intereses económicos y
comerciales, que la multilateral (aquella canalizada a través de las instituciones
de la Unión). Así, aún queda un largo camino para alcanzar plenamente los
objetivos de coherencia, y por ende de eficacia, en este ámbito.
Además, ese modelo sigue anclado en concepciones tradicionales, que no
incorporan los avances que se habían dado en este ámbito, por ejemplo, en
cuanto a la consideración de los países receptores como socios iguales,
mediante el principio de partenariado y de apropiación de las estrategias de
desarrollo, presentes en numerosos acuerdos de la Unión con terceros países,
y que debería recuperarse aquí, para superar las concepciones paternalistas de la
ayuda y dar más papel a aquellos a los que ésta se destina. Tampoco se señala
la necesidad de contar con la participación de la sociedad civil, tan activa en
este terreno, e indispensable en procesos de democratización, tal y como seña-
lan de hecho numerosos acuerdos de la Unión Europea con terceros países.
Éste ha sido, por otra parte, uno de los aspectos más señalados en las propues-
tas de enmienda. Es además, un punto en el que se ha incidido mucho en el
proceso de la Convención y en el discurso general de una Unión que se preten-
de abierta a los ciudadanos, por ejemplo, con la incorporación del foro de la
sociedad civil. Resulta paradójico con el discurso el hecho de que se excluya a
las organizaciones sociales de este ámbito, sobre todo de cara a esa coherencia
que tanto se resalta.
En definitiva, no se aprecian grandes avances en la política de cooperación
de la Unión, a pesar de las grandes potencialidades, por ejemplo, de cara a la
reforma del actual proceso de globalización, quedando bastante debilitada como

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

modelo portador de los valores de la Unión, al permanecer anclada en una visión


bastante tradicional de estos aspectos. Como señala Sotillo (2004), “a pesar de
los avances, la cooperación para el desarrollo sigue manteniendo un bajo perfil
en el conjunto de las relaciones exteriores de la Unión Europea y los últimos
acontecimientos han llevado, quizá, a debilitarla [...] Existe una gran contradic-
ción entre las esperanzas que hay depositadas en el papel de Europa en el mundo
y la frustración que supone que no seamos capaces de trasladar a la realidad todo
nuestro potencial. Europa puede y debe ser esa superpotencia civil que muchos
demandan, pero hoy todavía tiene que superar variados y grandes obstáculos
para serlo realmente. Su política de cooperación para el desarrollo sirve para
medir el nivel de participación real en el escenario internacional, siempre en el
marco que señala el tratado, al declararla como complementaria de la de los
Estados miembros. Es indudable el esfuerzo que se está haciendo, pero la situa-
ción de pobreza y miseria en el mundo exige mejorar la forma de trabajo y defi-
nir mejor qué tipo de política debe tener la propia Unión”.
El nuevo tratado tampoco ha supuesto una incorporación de la sociedad
civil, como requeriría la profundización democrática que tratamos en el punto
anterior, quedando ésta recogida sólo en los diferentes acuerdos con terceros
países, pero sin un marco que la institucionalice y la reconozca. A pesar de esta
falta de reconocimiento, la sociedad civil ha sido muy activa en este ámbito,
demandando una mayor coherencia, tal y como queda reflejado en su partici-
pación, de forma oficial o alternativa, en los encuentros de la Unión Europea
con sus socios extranjeros, como veremos más adelante.

5. LA PARTICIPACIÓN DE LOS ACTORES SOCIALES EN LA POLÍTICA


EUROPEA DE COOPERACIÓN PARA EL DESARROLLO

A pesar de no existir ese marco general, los acuerdos de la Unión sí incorporan


declaraciones sobre la sociedad civil como un actor clave en la definición e
implementación de las políticas de cooperación (con un refuerzo de sus capa-
cidades también de cara a la democratización de los países con los que coope-
ra), además de darle espacios propios en los que expresar sus demandas (los
foros de la sociedad civil, que se incorporan a los encuentros oficiales). En este
apartado se verán esos espacios que ocupan las fuerzas sociales en las relacio-
nes de la UE con otras regiones. El análisis de las relaciones entre la Unión
Europea y sus socios del sur, en los capítulos siguientes, nos permitirá señalar
el alcance real de esa participación social.

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La búsqueda de legitimidad (con la pretensión de adaptar discursos y


prácticas) y de democratización, y las propias dinámicas de la sociedad inter-
nacional, en la que las fuerzas sociales son cada vez más activas, han llevado a la
UE a dejar espacios de participación. En los apartados anteriores hemos visto
algunos de esos espacios, como el foro de la sociedad civil en la Convención
Europea. También se señalaron otros puntos de encuentro de los actores socia-
les, independientes de la UE, pero que buscan impulsar el debate sobre el
modelo europeo, como son los Foros Sociales Europeos. Aquí se verán especí-
ficamente aquellos espacios desde los que estos actores buscan incidir en las
relaciones que mantiene la UE con sus socios del sur, y concretamente en
las cumbres que van definiendo e impulsando esas relaciones. En efecto, estos
espacios, a veces potenciados por la propia Comisión Europea, otras veces
independientes de las instituciones comunitarias, suelen acompañar ya cada
una de las cumbres de la Unión Europea, convirtiéndose en referentes para el
debate sobre las preocupaciones sociales.
Esta necesidad de contar con la participación de la sociedad civil se vislum-
bra ya en las declaraciones y documentos de la UE, que destacan el papel cada vez
más activo que desempeña en la política de desarrollo, como es el caso de la
Comunicación de la Comisión sobre la “Participación de los actores no estatales
en la política comunitaria de desarrollo” (COM (2002) 598 final). Este interés
por la participación de los actores no estatales, si bien no es nuevo, ha recibido
un impulso mayor en los últimos años. Tras la reforma de la política de coope-
ración en el año 2000, se señalaba la necesidad de fomentar esa participación,
principalmente en lo relativo al partenariado con las ONG, para apoyar el forta-
lecimiento institucional. Se reconocía así el importante papel que juega la
sociedad civil en la formulación e implementación de estas políticas.
Otro ejemplo novedoso del interés por contar con la ciudadanía se ve en
las consultas públicas de la Comisión Europea como, por ejemplo, la consulta
sobre el futuro de la política de desarrollo de la Unión Europea, lanzada en
enero de 2005, en la que se busca revisar la política de desarrollo a tenor de las
dinámicas de la globalización, de las nuevas prioridades políticas de la UE
ampliada (Política de Vecindad, TCE, etc.), y de la adopción de los objetivos de
desarrollo del milenio (ODM) como guía de esta política. Las cuestiones que se
debaten aquí tienen que ver con el marco general de la política de desarrollo de
la UE, los protagonistas del desarrollo (donde se incide en una mayor partici-
pación), las prioridades y la financiación de la ayuda. En relación con los pro-
tagonistas, se hace hincapié en la necesidad de una mayor participación de la
sociedad civil. Así, “La viabilidad, la eficacia y el impacto de las estrategias y

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

programas de desarrollo dependen del éxito de la integración de las priorida-


des de los distintos protagonistas institucionales del país socio, por una parte,
y de la sociedad civil, por otra. El diálogo y la participación son esenciales para
alcanzar un grado razonable de integración de las prioridades y expectativas de
los distintos protagonistas en las estrategias y programas”, planteando que “los
protagonistas no oficiales (ONG de desarrollo y medioambientales, sindicatos,
sector privado, empresarios, empresas, organizaciones básicas, etc.) y otros
agentes descentralizados (autoridades locales) deberán poder participar en las
distintas fases del proceso de desarrollo, con objeto de reforzar sus papeles
respectivos y su capacidad de promover enfoques de desarrollo ascendentes”.
La consulta relativa a la participación de los agentes no estatales (COM
(2005) 311 final)8, desarrollada entre septiembre y noviembre del 2005, busca
“conocer la opinión de colectividades locales, agentes económicos y sociales,
instituciones académicas, ONG y de los ciudadanos interesados, sobre las
características principales que debería tener un nuevo programa temático de
apoyo a los agentes no estatales en materia de cooperación al desarrollo”. Esta
iniciativa se plantea como objetivos: “i) la contribución de los agentes no esta-
tales al proceso de desarrollo al nivel del país socio y a nivel regional, entre
otros mediante medidas de creación de confianza, el fomento de la represen-
tación, la conexión mediante redes y la capacidad de diálogo, la facilitación de
una mayor participación de las bases sociales y el fomento de sinergias entre
agentes estatales y agentes no estatales en el sector del desarrollo; ii) un enten-
dimiento, una asociación y una solidaridad mayores entre los ciudadanos
europeos y las sociedades civiles de los países en desarrollo, impulsando la
sensibilización y la educación en temas de desarrollo entre los ciudadanos de
la UE, de los países adherentes y de los países candidatos; y iii) la cooperación
y la coordinación entre las redes de la sociedad civil y entre dichas redes y las
instituciones de la UE” (COM (2005) 324 final).
Entre los documentos más recientes se puede citar “El consenso europeo”
sobre la política de desarrollo de la Unión Europea, de noviembre de 2005, en
el que se encuentra participación de la sociedad civil como uno de los princi-
pios compartidos: “La Unión propugna una amplia participación de todos los
interlocutores interesados en el desarrollo de los países, y alienta la participa-
ción de todos los sectores de la sociedad. La sociedad civil, de la que forman
parte los interlocutores económicos y sociales —como los sindicatos, las orga-
nizaciones de empresarios y el sector privado—, las ONG y otros agentes no
estatales de los países asociados, en particular, desempeñan un papel esencial
de promotores de la democracia, la justicia social y los derechos humanos.

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La UE intensificará su apoyo a la creación de capacidades de los agentes no


estatales con el fin de fortalecer su voz en el proceso de desarrollo y hacer avan-
zar el diálogo político, social y económico. Se reconocerá también la importan-
te función de la sociedad civil europea; para ello, la UE se interesará
especialmente en la educación para el desarrollo y la sensibilización de los ciu-
dadanos de la UE”.
Más allá de los documentos, en cuanto a las vías de participación concre-
tas, se pueden distinguir dos tipos de espacios. Por un lado se encuentran los
institucionalizados, en los que se dan cita principalmente las ONG (en el caso
que estudiamos, estaría aquí la rama de la propuesta de los movimientos con-
tra la globalización neoliberal). En el otro extremo, se sitúan los encuentros y
movilizaciones alternativos, a los que acuden los colectivos más cercanos a la
rama de la protesta, como forma de participación indirecta, a través de deman-
das, presiones y exigencias sobre el poder, lo que no deja de suponer una
implicación real de la ciudadanía en estas dinámicas.

5.1. PARTICIPACIÓN INSTITUCIONALIZADA

Bajo esta forma, se pueden encontrar diferentes espacios de participación de


las fuerzas sociales. El primero que se puede citar es el Consejo Económico y
Social Europeo (CESE), órgano institucionalizado creado ya en 1957, en el
Tratado de Roma, que se presenta como “lugar de expresión de la sociedad civil
organizada a nivel europeo”. En apartados anteriores se ha visto cómo se ha ido
reformando y ampliando, convirtiéndose en el órgano consultivo representa-
tivo de la sociedad civil. Esta institución se convierte así en el puente de comu-
nicación entre la Unión Europea y la sociedad civil organizada, en vistas a crear
una sociedad más participativa, integradora y democrática, mediante asesora-
miento al Consejo, la Comisión y el Parlamento europeos9. En él participan 222
representantes (renovados cada cuatro años) de organizaciones de empresarios,
trabajadores, cooperativas, consumidores, defensores del medio ambiente,
asociaciones y ONG, entre otros.
Este Comité tiene tres funciones principales: desempeñar una función
consultiva ante el Parlamento, el Consejo y la Comisión europeos; permitir una
mejor adhesión y contribución de la sociedad civil organizada al proyecto euro-
peo; y reforzar el papel de la sociedad civil organizada en los países no comuni-
tarios. En este sentido, es el órgano en el que más se confía desde las
organizaciones civiles a la hora de potenciar su participación, al ser el marco
institucionalizado para ello. Además, permite un mayor acercamiento de las

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

políticas comunitarias al ciudadano europeo, haciéndolas más transparentes,


condición indispensable para la democracia: el “Comité Económico y Social
Europeo, a la vez foro de diálogo y lugar de concertación, contribuye a respon-
der a esta doble exigencia de una mejor expresión democrática en la construc-
ción de la Unión Europea y de una aproximación entre ésta y sus ciudadanos.
Así, contribuye al desarrollo de una conciencia europea y constituye un verda-
dero puente entre Europa y las organizaciones de la sociedad civil de la Unión”
(CESE, 2003b).
Se organiza en tres grupos: empresarios (Grupo I), trabajadores (Grupo
II) y otros grupos socioprofesionales (actividades diversas, Grupo III).
Además, cuenta con secciones especializadas, entre las que cabe destacar
aquí la de relaciones exteriores (REX). En este ámbito, el CESE señala que
“La extensión del concepto de relaciones internacionales de relaciones de
Estado a Estado a relaciones de sociedad a sociedad goza actualmente
de amplio consenso dentro de la Unión Europea y en numerosos países del
mundo. Los ‘nuevos agentes’ de las relaciones internacionales, en particular
los representantes de la sociedad civil organizada, están llamados a desem-
peñar cada vez más un papel como complemento de los protagonistas tradi-
cionales de las relaciones internacionales. El Comité aporta así, junto con el
Consejo de la UE, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo, una contri-
bución complementaria y única a las relaciones internacionales de la Unión
Europea”. Mantiene aquí relaciones con los países ACP, la Asociación
Euromediterránea y América Latina, entre otros, desarrollando un diálogo
estructurado.
Cabe señalar, entre las múltiples actividades de este órgano, el seminario
realizado sobre el diálogo social europeo y el diálogo civil, de junio de 2003
(CESE, 2003c), en el que se planteaban algunas cuestiones sobre:

• La democracia participativa, en la línea de las exigencias de los movi-


mientos sociales globales, en el contexto de crisis de la democracia
representativa. La democracia participativa permitiría ir más allá de la
participación consultiva de los actores sociales, permitiendo que éstos
ejercieran un control permanente sobre sus representantes. Se critica
aquí que el TCE no da realmente cuerpo al concepto de democracia par-
ticipativa, a pesar de que su mención ya reconoce su importancia.
• El diálogo civil y social en el ámbito europeo, planteando los problemas
de representatividad que tienen algunas de las organizaciones sociales
que participan en este último.

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• La propia actuación en el ámbito europeo, dadas las reticencias de las


instituciones europeas hacia la sociedad civil, salvo la Comisión (aun-
que en este caso, ella elige a sus interlocutores, lo que ha levantado crí-
ticas), y de las propias ONG hacia la UE (principalmente de aquellas
“altermundialistas” que critican su lógica neoliberal).
• Y el papel que el CESE puede jugar, como puente de diálogo, determi-
nante para la legitimidad democrática de la UE.

Además del CESE, las ONG pueden participar a través de plataformas y


grupos de presión de la sociedad civil, entre los que se pueden citar, por el
ámbito que se analiza:

• SocialPlatform: es la plataforma de ONG europeas del sector social, que


promueve la justicia social y la democracia participativa, haciéndose
eco de las preocupaciones de las organizaciones que la componen (de
mujeres, ancianos, minusválidos, parados, migrantes, pobres, homo-
sexuales, jóvenes, etc.), con el objetivo de consolidar el diálogo con las
instituciones europeas. Estas organizaciones insisten en el papel fun-
damental que pueden jugar las ONG en la promoción de una sociedad
igualitaria basada en la protección y mejora de los derechos humanos,
por lo que deben ser tenidas en cuenta en la toma de decisiones. Realiza
campañas para potenciar el cambio social de la UE (en relación a la
democracia participativa, el modelo social europeo, la política social, el
desarrollo sostenible, los derechos fundamentales o las migraciones,
entre otros), actualmente a través de dos grupos de trabajo principales:
la política social y los derechos humanos.
• Eurostep (European Solidarity Towards Equal Participation of People):
es una red de ONG centradas en la cooperación europea para el desa-
rrollo (trabajando en temas de paz, justicia y erradicación de la
pobreza), que promueve el conocimiento, análisis y seguimiento de
esta política, así como el partenariado con la sociedad civil del sur,
para incrementar su influencia en el papel que puede jugar Europa en
el mundo. Entiende en este sentido que Europa tiene una responsa-
bilidad como potencia global a la hora de lograr mejorar las condicio-
nes de vida de los pobres, adoptando un enfoque global que promueva
en los valores de tolerancia, pluralidad, multiculturalismo, respeto de
los derechos humanos, democracia, etc. Asimismo, Eurostep apuesta
por el papel crítico que juegan la sociedad civil y los movimientos

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

sociales globales en el fomento de la rendición de cuentas de Gobiernos


e instituciones. Sus miembros son ONG de desarrollo independientes,
activas en el trabajo para la erradicación de la pobreza y el cambio polí-
tico en Europa, y que participan en los movimientos sociales globales.
Una de sus actividades temáticas es precisamente la participación de la
sociedad civil, buscando la adopción de un enfoque más participativo,
así como apoyando el fortalecimiento de la misma para influir en las
políticas de cooperación, principalmente en lo referido a la consecu-
ción de los ODM.
• CONCORD: es la confederación europea de ONG de urgencia y de
desarrollo, que representa a más de 1.600 ONG, con el objetivo prin-
cipal de reforzar el impacto de las ONG europeas ante las institucio-
nes de la UE. Sus objetivos estratégicos, definidos para el periodo
2005-2008, buscan contribuir a que la política europea de desarrollo
sea responsable y coherente (definiendo objetivos y principios de
desarrollo, y promoviendo la coherencia, la transparencia y partici-
pación en la toma de decisiones) y promover el papel de las ONGD en
la definición y ejecución de esta política (reforzando las capacidades
de los miembros de CONCORD y coordinando sus actividades, hasta
convertirlos en un actor reconocido). Entre sus prioridades se encuen-
tra lograr que los Estados de la UE donen el 0,7% del PIB como AOD,
que cumplan con los ODM y que lleven a cabo políticas coherentes con
el desarrollo (supervisando, por ejemplo, las prioridades financieras
europeas), establecer partenariados con las ONG del sur y con las ins-
tituciones de la UE, y mejorar la legitimidad y representatividad de las
ONGD.

Junto a estos órganos más o menos permanentes, existen formas específi-


cas de participación, que se impulsan desde la Comisión Europea, por ejemplo,
en las relaciones de la UE con sus socios (como América Latina y el
Mediterráneo). Son los foros de la sociedad civil, que se celebran en paralelo a
las grandes cumbres. El objetivo de estos encuentros es favorecer la concreción
de los mensajes que la sociedad civil desea transmitir a sus jefes de Estado y de
Gobierno en aras del avance de las relaciones entre la UE y sus socios. En los
diferentes foros que se celebraron con la participación de la sociedad civil
organizada, auspiciados por la Comisión Europea, los temas en los que centran
el interés son en su mayoría temas sociales, como se verá en los estudios de
caso.

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5.2. PARTICIPACIÓN NO INSTITUCIONALIZADA

Se trata de los encuentros y movilizaciones alternativos, en los que se dan cita


los movimientos sociales, como presión indirecta en torno a las cumbres de la
Unión Europea con sus socios del sur. Siguen una lógica de denuncia, en con-
sonancia con la crítica a la cooptación de las ONG por parte de la UE, que
entienden pretende más dar un aura de legitimidad democrática a estas reu-
niones, cada vez más alejadas del funcionamiento democrático, que servir de
cauce real a las peticiones ciudadanas. Por ello, los movimientos sociales han
optado por la celebración de foros propios, para que hablen todos aquellos que
se ven afectados por las decisiones que en esas cumbres se pueden tomar. Su
objetivo, más que tener un impacto real en la toma de decisiones, es mostrar
una nueva forma de hacer política con la participación de todo aquel que tenga
algo que decir en aquellos aspectos que inciden en su vida cotidiana, mediante
la recuperación y la repolitización de espacios por parte de la ciudadanía. Se
encuadran en la lógica de las campañas contra la “Europa del capital”, que se
han visto anteriormente, así como los encuentros durantes las Cumbres UE-
América Latina y el Caribe o UE-Mediterráneo, que se verán en los siguientes
capítulos.
Se ha visto que los actores sociales cuentan con diferentes vías, institucio-
nalizadas (CESE, plataformas de ONG, foros de la sociedad civil) o no (encuen-
tros alternativos), para participar en el debate sobre la construcción europea y
en las relaciones de ésta con el exterior, principalmente en su política de coo-
peración para el desarrollo. No obstante, cabe preguntarse si, más allá de la
retórica, estos actores tienen influencia real en la toma de decisiones, que es lo
que analizará en los capítulos siguientes, en relación a las cumbres de la UE.

CUADRO 1

VÍAS DE PARTICIPACIÓN DE LOS ACTORES SOCIALES EN LAS CUMBRES DE LA UNIÓN EUROPEA


CON SUS SOCIOS DEL SUR

INSTITUCIONALIZADAS NO INSTITUCIONALES

Permanentes CESE. Movimientos contra “la Europa del Capital”.

Plataformas y grupos de presión

(Socialplatform, CONCORD o Eurostep,

entre otras).

Coyunturales Foros de la sociedad civil. Encuentros alternativos paralelos.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

En definitiva, las fuerzas sociales han sido muy activas en la definición de


un modelo europeo, tanto en el ámbito interno, como en su proyección al exte-
rior. La participación de la sociedad civil ha ido evolucionando a lo largo de los
diferentes tratados, desde las audiencias del Parlamento Europeo en Ámster-
dam y Niza, limitadas dado el escaso papel del Parlamento, hasta el método de
la Convención, en el que ya figura como un actor legitimado e institucionaliza-
do. Se ha incrementado además la participación indirecta, bajo la forma de
demandas, presiones y exigencias sobre el poder, lo que supone una implica-
ción real de la ciudadanía en los temas que le preocupan. No obstante, más allá
de las instituciones democráticas tradicionales, como es el Parlamento, las
actuales dinámicas exigen ya una democracia radical, con una participación
más directa de los agentes sociales.
En efecto, con respecto a las demandas participativas, los resultados se
han mostrado escasos, tanto en temas de política social y económica como en
política exterior, donde la toma de decisiones intergubernamental hace toda-
vía más difícil la incidencia real de la ciudadanía. Frente a estas limitaciones, la
sociedad civil sigue incorporándose al debate, de forma cada vez más activa,
con la creación de foros en los que discutir sobre el modelo de Europa que
desean construir. Estos foros, a veces potenciados por la propia Comisión
Europea, otras veces independientes de las instituciones comunitarias, suelen
acompañar ya cada una de las cumbres de la Unión Europea, convirtiéndose
en referentes para el debate sobre las preocupaciones sociales. Un paso más en
esta dinámica se creó con los Foros Sociales Europeos, surgidos de una inicia-
tiva del Foro Social Mundial de Porto Alegre, en los que se trabajan las posibi-
lidades de participación y presión de la ciudadanía. En los siguientes puntos se
verá el funcionamiento y las repercusiones de estas iniciativas en un ámbito
concreto: la acción exterior de la Unión Europea con sus socios del sur.

NOTAS
1. Cabe resaltar el carácter intergubernamental del segundo y tercer pilar, el de la Política Exterior y de
Seguridad Común (PESC) y el de Justicia e Interior, es decir, los núcleos duros de la política, donde
el papel del Parlamento es meramente consultivo.
2. El ejemplo que suele ponerse aquí es la Política Agrícola Común, que beneficia a las grandes multi-
nacionales agroalimentarias frente al pequeño agricultor.
3. Es la campaña “Un millón de firmas para una ciudadanía europea de residencia”.
4. En España el manifiesto de esta jornada tenía por título: “Hacia una convergencia y una unión de las
luchas de los sin papeles, l@s refugiad@s y l@s inmigrantes en Europa”.
5. ATTAC-Francia: “Las 21 exigencias de Attac-Francia ante el ‘Tratado constitucional’ en proceso de
negociación en el marco de la Conferencia Intergubernamental (CIG)”, disponible en: http://www.
attacmadrid.org, a 31/03/08.

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6. Estas diez medidas tienen que ver con eliminar el Pacto de Estabilidad y la directiva Bolkestein,
preservar los servicios públicos, incrementar el presupuesto europeo, realizar mejoras laborales
y medioambientales, cancelar la deuda del sur, etc.
7. Ulrich Beck y Anthony Giddens (“Carta abierta sobre el futuro de Europa”, El País, 02/10/2005); Ulrick
Beck (“El alma democrática de Europa”, El País, 07/07/2005); José Ignacio Torreblanca (Real
Instituto El Cano, 23/06/2005) que señalaba “la emergencia de una esfera pública europea, tantas
veces considerada esencial desde el punto de vista de la necesaria creación de una verdadera demo-
cracia europea, se nutriría muy sustancialmente con este tipo de grandes debates acerca de Europa y
su significado” y la necesidad de un “Pacto con los Ciudadanos” (texto elaborado por la Red de
Institutos de Política Europea, en Torreblanca: El País, 29/09/2005; Real Instituto El Cano,
26/09/2005); Jaime Pastor (2005); Anne-Cécile Robert (2005); José Vidal-Beneyto (serie de artícu-
los sobre “La Europa social” entre septiembre y noviembre de 2005 en El País).
8. En el documento de debate sobre el “Apoyo a los agentes no estatales en el sector del desarrollo”
(2005), se señala que “la asunción y la participación son principios fundamentales de las políticas
de la UE y objetivos estratégicos con el fin de facilitar y fomentar el diálogo entre los agentes estata-
les y no estatales en los países socios. Dentro de la UE, la prioridad consiste en asociar las organiza-
ciones de la sociedad civil europea y las redes mediante un diálogo y una consulta periódicos”, y que
“el apoyo a los agentes no estatales a través de programas geográficos, de acuerdo con las autorida-
des de los países socios, supone una evolución muy positiva, que pone de manifiesto tanto el com-
promiso cada vez mayor de los Gobiernos de los países socios respecto a los enfoques participativos
como la mayor asunción por parte de la sociedad civil de los procesos de desarrollo en sus países”.
9. El CESE puede emitir diferentes tipos de dictámenes, que además tienen influencia en la práctica,
ya que: “Un estudio de impacto, llevado a cabo por la Secretaría del CES, comparando las propuestas
del Comité y los textos adoptados por el Consejo, muestra que las propuestas del CES se encuentran
también en una proporción de dos tercios en las disposiciones definitivas”.

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CAPÍTULO 5
LA PARTICIPACIÓN DE LOS ACTORES SOCIALES EN LAS RELACIONES
DE LA UNIÓN EUROPEA CON AMÉRICA LATINA

Este capítulo, así como en el siguiente, pretende presentar la participación de


los actores sociales en las relaciones internacionales, a través del análisis de las
relaciones entre la Unión Europea y sus socios del sur, y la influencia de la
sociedad civil en la toma de decisiones en ese ámbito.
La cooperación de la UE es una actuación regionalizada, en la que cada
grupo de países recibe un trato específico. Presentaremos a continuación las
relaciones de la UE con dos grupos de países: los países de América Latina y el
Caribe (con los que la UE pretende crear una asociación estratégica) y la región
mediterránea (la conocida como asociación euromediterránea), con un énfasis
en las cumbres de jefes de Estado y de Gobierno, ámbito privilegiado de diálo-
go a alto nivel, en el que quedan reflejados los temas de la agenda y los avances
que se van dando en esas relaciones.
En el marco de esas cumbres se verá el lugar otorgado a los actores
sociales desde las instituciones europeas, las propuestas y actuaciones de las
ONG en el seno de las cumbres, a través de distintos foros civiles de diálogo,
así como las demandas de los movimientos sociales reunidos en foros alter-
nativos.

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ENARA ECHART MUÑOZ

1. LAS RELACIONES DE LA UNIÓN EUROPEA CON AMÉRICA LATINA


Y EL CARIBE

A pesar de los vínculos históricos, culturales o políticos, las relaciones de la


Unión Europea con América Latina y el Caribe (en adelante ALC) no son tan
importantes como cabría esperar, ya que ésta no es un área prioritaria. En este
sentido, cabe hacer una breve referencia a la jerarquía de preferencias comu-
nitarias en el ámbito de sus relaciones internacionales. El primer grupo de paí-
ses en la jerarquía que establece la UE en sus relaciones de cooperación y con
una larga tradición y un tratamiento privilegiado con los Convenios de Lomé,
luego Cotonú, por los vínculos poscoloniales, son los países ACP (África-
Caribe-Pacífico). Estas relaciones están recogidas en el propio Tratado de
Roma. En segundo lugar se encuentran los países del Mediterráneo, que se
incorporan a principios de los años setenta, y cuyas relaciones se regulan por
un Reglamento MEDA. En tercer lugar están los países ALA (América Latina-
Asia), incorporados como países en desarrollo no asociados, en la década de los
ochenta. Finalmente, pero con importancia creciente, encontramos a Europa
Central (Programa PHARE), los Estados surgidos de la antigua Unión Soviética
(Programa TACIS) o los Balcanes (Programa CARDS).
Por ello, las relaciones entre ambas regiones eran prácticamente inexis-
tentes hasta mediados de la década de los ochenta. En 1958 aparece el primer
texto de la Comisión sobre estas relaciones, limitadas al comercio y la ayuda al
desarrollo, debido al contexto de guerra fría, a la hegemonía americana en la
zona y al modelo de sustitución de importaciones que se sigue en América
Latina. En los años setenta empiezan a firmarse los acuerdos de primera gene-
ración, acuerdos comerciales no preferenciales, entre la UE y países como
Argentina (1971), Uruguay (1973), Brasil (1973) y México (1975), es decir, aque-
llos con mayor potencial económico, y se dan acciones de ayuda al desarrollo
(aplicación del Sistema de Preferencias Generalizadas, envío de ayuda humani-
taria, etc.). Sin embargo, esa relación no se impulsa hasta la segunda mitad de
los años ochenta, cuando la situación económica de la zona —agravada por la cri-
sis de la deuda externa, el conflicto centroamericano y el proceso de paz (en el
que Europa representa una opción diferente a la de Estados Unidos)1— o la
incorporación de España y Portugal a la Comunidad Europea (cuyo tratado de
adhesión incluye una declaración común de intenciones relativa al desarrollo y
a la profundización de las relaciones con los países de América Latina) llevan a
una intensificación del diálogo político, y a la firma de los acuerdos de segunda
generación con Brasil, el Grupo Andino, Centroamérica, o el grupo de San José,

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

superando la anterior bilateralidad con una birregionalidad, e incorporando la


cooperación económica, de desarrollo, etc.
A principios de la década de los noventa, los cambios en la sociedad interna-
cional llevan a nuevos acuerdos en los que se introducen ya la cláusula democráti-
ca y la cláusula evolutiva, con una cooperación avanzada y nuevos instrumentos,
que permiten avanzar hacia una asociación, superando el enfoque asistencial. En
esta línea el Consejo Europeo de Madrid, en 1995, define las líneas directrices de
estas relaciones, se firman nuevos acuerdos con diferentes regiones y países
(Acuerdos Marco de Cooperación entre la Comunidad Europea y Mercosur en
1995, con Chile en 1996, Acuerdo con México, etc.), con el objetivo final de crear
zonas de libre cambio, y se celebra la primera Cumbre UE-ALC, en 1999. En esta
evolución hacia la creación de Cumbres UE-ALC, es patente la necesidad europea
de contrarrestar el poder estadounidense en la zona, presentando proyectos alter-
nativos a los acuerdos de EE UU, como el proyecto del Área de Libre Comercio de
las Américas (ALCA). No obstante, en la actualidad, los países de América Latina
vuelven a verse relegados por la creciente orientación de la política exterior euro-
pea hacia el este, los Balcanes y el Mediterráneo, debido a la ampliación y a la nueva
agenda de seguridad surgida tras el 11 de septiembre.
El diálogo con América Latina permite a la Unión Europea ser un contra-
peso a la hegemonía en la zona de Estados Unidos, y despierta por lo tanto
grandes expectativas para los países latinoamericanos, al tiempo que ayuda a la
Unión a estar presente como un actor global. Es paradigmático en este sentido
que los acuerdos más avanzados se firmen con países como México y Chile, los
más ligados al eje estadounidense. Esta relación, sin embargo, no se rige por
una política unitaria. Se plasma en su nivel más general en las Cumbres UE-ALC,
que son las que la impulsan, y en las que se centrará este capítulo, pero también
se dan relaciones regionales entre la UE y el Grupo de Río, Centroamérica con el
Diálogo de San José, la Comunidad Andina, Mercosur, y las bilaterales. Se da
además una diferenciación en el trato a las regiones y países de América Latina,
al regirse la política de la Unión Europea por intereses básicamente económicos
(frente a la motivación principalmente política de las décadas anteriores). De
aquí que la UE se haya decantado por una opción multilateralista (en el marco
de la OMC) en sus negociaciones, frente a la estrategia regionalista que podría
suponer la potenciación de estas relaciones. En este sentido, cabe resaltar que
la UE es un importante socio económico y político para América Latina, al ser
el principal donante e inversor, y el segundo socio comercial. Las relaciones
entre ambas regiones se basan en tres pilares: cooperación económica, diálo-
go político institucionalizado y fortalecimiento de relaciones comerciales.

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Nos centraremos en las relaciones birregionales, en las cumbres entre


jefes de Estado o de Gobierno de la UE y ALC. La primera tuvo lugar el 28 y 29
de junio de 1999 en Río, con el objetivo de fortalecer las relaciones políticas,
económicas y culturales entre ambas regiones para fomentar el desarrollo de
una asociación estratégica, estableciendo una serie de prioridades para la
acción conjunta en los campos político y económico. La segunda se desarrolló
entre el 17 y 18 de mayo de 2002 en Madrid, y buscaba avanzar en esa asociación
estratégica. La tercera, en Guadalajara en 2004, se centró en la cohesión social.
La cuarta tuvo lugar en Viena, Austria, en mayo de 2006, y se centró en el for-
talecimiento de la asociación entre las dos regiones. Y finalmente la quinta, en
mayo de 2008 en Lima, retoma el interés por cuestiones sociales, centrándose
en dos grandes temas: la pobreza, desigualdad e inclusión; y el desarrollo sos-
tenible.
Esta cooperación birregional incide en los ámbitos político y económico,
incorporando la cláusula democrática, el respeto a la democracia y a los dere-
chos humanos, así como aspectos económicos, industriales, científicos, y
medioambientales, y de lucha antidrogas. En este ámbito se ha incrementado
la cooperación descentralizada, con una creciente importancia de la sociedad
civil en la implementación de las iniciativas de la UE. La cooperación de la
Unión Europea con América Latina y el Caribe se da de las siguientes formas:
cooperación para el desarrollo (contribuciones financieras y técnicas para
lograr una mayor redistribución, reforzar la ley y la democracia y proteger el
medio ambiente) y cooperación económica (para apoyar la integración regio-
nal, incrementar la competitividad de las empresas latinoamericanas en el
mercado internacional y transferir conocimientos). Para ello se han desarro-
llado diversos programas2. La Unión Europea también lleva a cabo ayuda
humanitaria.
El objetivo de estas relaciones es fomentar una asociación que lleve a la
consolidación del Estado de derecho; la lucha contra la pobreza y las desigual-
dades sociales; y las reformas e incremento de la competitividad. Para ello, se
centra en tres ejes: el apoyo institucional y la consolidación del proceso demo-
crático (en particular a través de la consolidación de las instituciones legislati-
vas, judiciales, policiales y de defensa de los derechos humanos, el fomento de
la buena gobernanza y la descentralización); la lucha contra la pobreza y la
exclusión social (con el fin de integrar en la economía de mercado a los grupos
de población afectados, poniendo en práctica programas concretos en los
ámbitos de la sanidad, la enseñanza o el hábitat); y el apoyo a las reformas
económicas y al incremento de la competitividad internacional (en concreto

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

mediante el apoyo al desarrollo del sector privado, la intensificación de la coo-


peración económica, el fomento de la cooperación industrial, científica y tec-
nológica, la promoción del desarrollo de la sociedad de la información y la
liberalización del comercio).
En el actual contexto está creciendo el debate sobre la democracia en la
región, sobre todo a raíz del informe del PNUD “La democracia en América
Latina”, en el que se concluye que la región está sufriendo una profunda cri-
sis de confianza en la democracia, tema sobre el que reflexionan Carmelo
Angulo Barturen y Felipe González Á. en su artículo “América Latina: el reto
de matar o revivir la democracia” (2004). Partiendo de la afirmación del ex
secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan: “Ningún Estado puede
ser llamado auténticamente democrático si no ofrece a su pueblo una salida
para la pobreza; y ningún país puede realmente desarrollarse, si su pueblo está
excluido del poder”, estos autores ven como esencial lograr “un desarrollo
económico que promueva esa ciudadanía social, un Estado capaz de democra-
tizar y generar cohesión social y una institucionalidad respetada y que conec-
te con sus ciudadanos activamente”. Para ello es imprescindible contar con la
participación social y centrar la política en los problemas de los ciudadanos,
creando así una “democracia de ciudadanos”, indispensable para el desarro-
llo de los países. Así, el PNUD define el diálogo democrático como “un espa-
cio de encuentro no excluyente de personas de una comunidad, provenientes
de los sectores públicos, privado o sociedad civil que, a través de un proceso de
facilitación, previenen o abordan conflictos sociales para acordar un propósi-
to común y las acciones necesarias para construir un cambio deseado”
(PNUD, 2004: 23-29). Los autores señalan en este sentido que “Existe una
importante relación entre la ciudadanía y las organizaciones de la sociedad
civil. Ellas son sujetos relevantes en la construcción democrática, en el con-
trol de la gestión gubernamental y en el desarrollo del pluralismo. Resulta
fundamental promover estrategias de fortalecimiento de la sociedad civil y de
su articulación con el Estado y los partidos políticos. El Informe aboga por
formas alternativas de representación que, sin reemplazar a las tradicionales,
las complementen y fortalezcan”. Con este contexto, la participación ciudada-
na en esta región se convierte en un punto clave, que recoge la propia UE en
sus relaciones con ella, como se verá en el siguiente punto. Asimismo, dentro
de esta misma preocupación, el eje de las relaciones ha ido evolucionando
hasta centrarse en temas de cohesión social en la Cumbre de Guadalajara, y en
la pobreza, desigualdad e inclusión; y el desarrollo sostenible, en la última
Cumbre de Lima.

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2. LA PARTICIPACIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL EN LAS RELACIONES


EUROLATINOAMERICANAS

La Unión Europea se presenta en el escenario internacional como un modelo


alternativo al de Estados Unidos, como potencia civil que aboga por valores de
democracia, respeto de los derechos humanos, libertad, etc. Sin embargo, desde
el propio seno de la Unión Europea muchos son los que desearían una mayor
potenciación de su dimensión política, frente a la económica, que sigue prevale-
ciendo, y en este sentido es necesaria una mayor participación ciudadana. En
efecto, ningún sistema que se pretenda democrático puede avanzar dejando de
lado a su sociedad civil, y es tal vez aquí donde la UE tiene todavía mucho camino
por recorrer, para acercar las instituciones a sus ciudadanos, y dar más peso a
aquellas en las que éstos pueden expresarse. Sólo así podrá dar ejemplo de demo-
cracia y potenciar una nueva forma de hacer política a escala internacional, apli-
cando esas prácticas en sus relaciones con otras regiones y países. En este
sentido, y tal vez consciente de la necesidad de avanzar en esa vía, las declaracio-
nes y documentos de la Unión Europea citan la participación de la sociedad civil
como un elemento de democratización. Ya desde la comunicación de la Comisión
de 1999, relativa a la asociación UE-ALC (COM (1999) 105 final), se menciona la
necesidad de una mayor participación de la sociedad civil en este proceso, y el
tema sigue estando presente en los diferentes informes y declaraciones en
el marco de las Cumbres UE-ALC, como se irá viendo a lo largo del capítulo.
Siguiendo estos compromisos, la UE impulsó, en ocasiones financiándo-
las, reuniones entre organizaciones de la sociedad civil europea y latinoameri-
cana. A lo largo de los siguientes apartados se verán estas reuniones en las
diferentes cumbres entre ambas regiones, así como aquella otra forma de par-
ticipación menos institucionalizada utilizada por los movimientos sociales. En
este proceso ha jugado un importante papel el CESE, centrado en la intensifi-
cación del diálogo civil entre las dos regiones y la cooperación con las institu-
ciones consultivas de América Latina, lo que le ha llevado a organizar, a
petición de la Comisión Europea, los encuentros de la sociedad civil organiza-
da (en Río de Janeiro, Madrid y Guadalajara), paralelamente a las cumbres de
jefes de Estado o de Gobierno de la UE- América Latina-Caribe. Para el CESE,
“estos encuentros contribuyen a reforzar el diálogo entre los representantes de
la sociedad civil de ambas zonas y promover la función consultiva y el concep-
to de democracia participativa en los países de América Latina. También per-
miten elaborar recomendaciones sobre el tema abordado en la cumbre de jefes
de Estado y de Gobierno” (CESE, 2004a).

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

Ha elaborado así diferentes dictámenes, entre los que cabe resaltar el


referente a la cohesión social en América Latina en 2004 (CESE 315/2004), con
motivo de la Cumbre de Guadalajara, a propuesta de la Comisión, para dar a
conocer la posición de la sociedad civil europea, latinoamericana y caribeña
sobre este tema. Este documento señala la importancia de la pobreza y la desi-
gualdad en el continente latinoamericano, lo que impide la cohesión social
(entendida en sus dimensiones política, económica y social), y se hace eco de
las conclusiones del informe del PNUD sobre la democracia en AL. Insiste en
la importancia de estas relaciones para reforzar el papel de la UE en la sociedad
internacional, con un modelo de gobernanza global, y de ALC, para lograr la
integración regional y fortalecer su peso internacional. Aboga asimismo por un
incremento de la participación e influencia de la sociedad civil en la toma de
decisiones, reforzando la ciudadanía social en la región, de cara a lograr una
democracia más justa y equitativa. Se trata de un completo dictamen con
numerosas recomendaciones en distintos ámbitos (refuerzo de la sociedad
civil, desarrollo de un sistema productivo, instauración de marcos democráti-
cos de relaciones de trabajo y de diálogo social, disminución de la carga de la
deuda, financiación del desarrollo, refuerzo de los sistemas de protección,
ayuda al desarrollo y cooperación para el desarrollo, etc.), para lograr la cohe-
sión social del continente.
Otro documento relevante del CESE es su dictamen sobre “Las repercu-
siones del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas en las relaciones de la
Unión Europea con América Latina y el Caribe” (CESE 314/2004). En él revisa
el proyecto ALCA, rechazado por la Alianza Social Continental (una alianza de
organizaciones y movimientos sociales contrarios al ALCA), y las repercusio-
nes que puede tener para las relaciones de la región con la UE, señalando que
“La UE sigue siendo considerada como un modelo social y político de referen-
cia. El gran reto frente al cual se hallan actualmente los países ALC es encon-
trar un modelo económico y social alternativo al del ‘consenso de Washington’
y al proyecto de integración con EE UU, considerado excesivamente hegemó-
nico”. Para ello, la UE debe incluir aspectos sociales y políticos además de los
económicos, y potenciar la participación de la sociedad civil, para diferenciar
su modelo del proyecto ALCA. El dictamen se detiene en la función de la socie-
dad civil organizada en las relaciones UE-ALC, destacando la necesidad de
potenciarla (“la participación ciudadana constituye un elemento clave para la
consolidación de la democracia y una base esencial para el desarrollo sosteni-
ble, y […] es indispensable poder contar con la sociedad civil para dar legi-
timidad a la asociación estratégica UE-ALC”), y el papel del CESE en la

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preparación de encuentros de la sociedad civil. Señala en este sentido que


“Hasta ahora, la participación de la sociedad civil en las negociaciones entre la
UE y ALC no se ha realizado sobre una base real y estratégica, sino que ha teni-
do más bien carácter simbólico. Aparte de los encuentros entre el CESE y la
sociedad civil organizada de ALC, sobre todo con motivo de la cumbre de los
jefes de Estado y de Gobierno, muy poco se ha hecho en este sentido”. En otro
orden de cosas, el dictamen revisa los fracasos en las negociaciones en la OMC;
con posturas muy distintas entre los países del sur (Grupo 21) y la UE. El CESE
formula algunas propuestas concretas con vistas a definir una estrategia clara,
que proyecte los valores internos de la UE a sus relaciones externas, con un
plan de acción concreto. En cuanto a la participación, insiste en la necesidad de
reforzar la transparencia y la información y de apoyar el fortalecimiento de la
sociedad civil organizada, reforzando el papel del CESE en el diálogo civil
transatlántico. Asimismo, se deben elaborar estudios de impacto y promover
políticas de cohesión social, de lucha contra la pobreza y de promoción del
empleo.
En todos estos documentos “el CESE concede especial importancia al
necesario desarrollo de las organizaciones de la sociedad civil y a la puesta en
marcha de una democracia participativa. Por otra parte, los temas del desarro-
llo económico y social y de la integración regional figuran entre las prioridades
del CESE”. Su misión en esta región es favorecer “la consolidación de la socie-
dad civil y la implantación o el refuerzo de las estructuras de diálogo y concer-
tación entre los representantes de la sociedad civil, y entre éstos y las
autoridades políticas” (CESE, 2004a).
Otra de las redes es Eurostep, que participó, por ejemplo, en el debate
sobre la revisión del Reglamento ALA (Nº 443/92 COM (2002) 340 final) en
julio de 2002. Esta alianza de organizaciones de la sociedad civil elaboró un
documento (Eurostep, 2003) sobre las expectativas de la sociedad civil ante la
cooperación de la UE con Asia y AL, con vistas a que quedaran reflejadas en el
reglamento. Señalan que esta revisión suponía una oportunidad para reafirmar
el compromiso de la UE con la erradicación de la pobreza y el desarrollo
sostenible, adoptados en diversas cumbres internacionales (Monterrey,
Johannesburgo, Milenio, etc.), compromiso no suficientemente incorporado
en la propuesta de la Comisión, que se inclina por un enfoque neoliberal y de
seguridad. Además piden una mayor participación de la sociedad civil. La ela-
boración de este documento, coordinado por Eurostep, se dio a través de un
proceso de consulta en el Foro Social asiático de Hyderebad (la India) y el Foro
Social Mundial de Porto Alegre (Brasil), y fue presentado en febrero al

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Parlamento. En cuanto a la participación, señala en su punto 6 que “El regla-


mento debe reconocer la importancia de la participación de organizaciones
populares en el proceso de formulación de políticas, estrategias y planes de
acción. Deben formularse normas obligatorias para la participación activa
de las organizaciones populares en todo el proceso de toma de decisiones”.
En los encuentros de la sociedad civil UE-ALC es importante también la
Red de Cooperación Eurolatinoamericana (RECAL), muy activa en la construc-
ción de un espacio eurolatinoamericano, así como en el fomento de la participación
de la sociedad civil de ambas regiones. Busca servir “como un espacio de
encuentro e intercambio de opiniones e información dirigidos al fortalecimien-
to del vínculo birregional, del marco multilateral y de una relación más horizon-
tal entre el norte y el sur” (Boletín e-RECAL, 2004). Entre sus numerosas
actividades destaca el programa “América Latina 2020”, que incluye investiga-
ciones, publicaciones, seminarios y otras actividades, en las que se analiza la
situación latinoamericana, sus retos de futuro, los problemas de desigualdad y
exclusión social, la participación de la sociedad civil, y la cooperación europea,
entre otros, con un seguimiento de las relaciones entre ambas regiones. Su
Observatorio de las Relaciones UE-AL (OREAL) resalta que a pesar del interés
que se muestra en las cumbres internacionales por el desarrollo, la gobernabi-
lidad o la equidad, estos temas no suelen abordarse de forma profunda, plantean-
do soluciones, sino de forma retórica, lo que conlleva un creciente desencanto
ante el incumplimiento de los compromisos adoptados en las diferentes cum-
bres. A esto se suma la escasa incidencia real de las aportaciones de la sociedad
civil, por ejemplo, en la Cumbre de las Américas. Ante este hecho, y dados los
escasos avances reales desde las cumbres de Río y Madrid (en comparación con
los compromisos adoptados), esperaban que el interés de la tercera cumbre por
la cohesión social se plasmara en la adopción de compromisos concretos. No
obstante, el OREAL reconoce que el clima de diálogo es bueno, además de con-
tar con numerosos espacios de participación de la sociedad civil, que deben ser
potenciados si se pretende diferenciar esta asociación de los acuerdos de la
región con EE UU. A este respecto, señala que existen diferencias en ambas
dinámicas (relaciones con la UE y con EE UU), por ejemplo, en cuanto al lide-
razgo, ejercido de forma más dominante con el vecino del norte, y con más
importancia del consenso en las relaciones transatlánticas.
La RECAL elaboró un documento de trabajo: “Hacia la III Cumbre Unión
Europea-América Latina y el Caribe. Balance y perspectivas” (2004), con vis-
tas a la Cumbre UE-ALC de Guadalajara, analizando las relaciones entre estas
regiones desde el punto de vista latinoamericano y, en concreto, mexicano.

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En él se señala la necesidad de debatir los problemas de pobreza y desigualdad


en AL, relegados por la actual agenda de seguridad tras los atentados del 11 de
septiembre, además de los desafíos propios a los que se enfrentan las regiones
europea y latinoamericana. Por ello, estiman importante el haber decidido cen-
trar esta III Cumbre en la cohesión social. Además, frente al unilateralismo
adoptado por EE UU, creen que la opción multilateral adoptada en la cumbre es
positiva. Resalta la tradición europea en temas de cohesión social, que la dife-
rencia de otros países. Además, supone ir más allá de los tradicionales acuerdos
de liberalización comercial tan en boga, lo que permite un modelo diferente,
alternativo, de relaciones con los socios. Es, finalmente, una gran prioridad
para AL, que tiene graves problemas en ese ámbito. En el campo que analiza-
mos, requiere por otra parte una mayor participación de la sociedad civil.
Finalmente, cabe señalar la labor de la Asociación Latinoamericana de
Asociaciones de Promoción (ALOP). Su Observatorio Social sobre las
Relaciones Unión Europea-América Latina, con sede en la oficina de ALOP en
Bruselas, analiza y difunde información acerca de las relaciones económicas y
de cooperación de la UE con AL, haciendo un seguimiento de estas relaciones,
principalmente en las áreas de interés para las organizaciones sociales. Busca
además promover el debate sobre los temas de la agenda eurolatinoamericana.
Lleva a cabo un proyecto sobre la “Promoción de la participación de la sociedad
civil en la evolución de las relaciones UE-AL”. En su informe “América Latina
2003-2004, Democracia y Desarrollo: una mirada desde la sociedad civil”,
de 2005, se hace una revisión de la situación en AL, principalmente en lo refe-
rente al crecimiento económico, la pobreza, la desigualdad y la situación de la
mujer. Analiza después la integración regional como una vía de desarrollo, así
como la situación política y social de los diferentes países de la región. Finaliza
con un capítulo en el que se recogen los resultados de una interesante encues-
ta realizada a líderes de la sociedad civil de diferentes países latinoamericanos.
La encuesta se basa en entrevistas a líderes de organizaciones y movi-
mientos sociales en 2004, en torno a su percepción de los principales proble-
mas de la región y a la labor de la sociedad civil. La mayoría de los entrevistados
identifican como principales problemas de AL la pobreza y la desigualdad, por
encima del modelo económico que les perjudica, que se sitúa en segundo lugar,
junto al desempleo. Le siguen la dependencia externa, la falta de integración, la
corrupción y la inestabilidad política. Y destacan, al hablar de los principales
desafíos de las subrregiones, la integración, la disminución de la pobreza,
la creación de empleo, el modelo alternativo de desarrollo y la ampliación de la
participación política. En relación al papel de la sociedad civil durante el año

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2003, la mayoría de los entrevistados apunta su rol activo en el control del


Gobierno, muy por encima de la articulación y la movilización social. En este
sentido, se señala que “Resulta relativamente complementario el segundo rol
más frecuentemente precisado, que es el de articulación intersectorial de
organizaciones y demandas que varios entrevistados le asignan a la sociedad
civil. El mismo, en algunas de las entrevistas, aparece definiendo a la socie-
dad civil en sustitución de los partidos políticos, dadas las deficiencias de éstos
y sus dificultades para representar a la gente”. Se pregunta asimismo sobre la
percepción de los procesos de 2003 en los que la sociedad civil obtuvo mejores
resultados, resaltando las actividades de incidencia política y fiscalización del
Gobierno. Se puntualiza que “los resultados de la acción de la sociedad civil son
evaluados en términos de la movilización contra tales procesos, de las articula-
ciones que se construyeron, así como de la sensibilización de la opinión públi-
ca alrededor de esos temas”, y no tanto en términos de éxitos concretos de las
movilizaciones.
En cuanto a los procesos en los que la sociedad civil desplegó mayores
esfuerzos, se señalan principalmente los de incidencia política, lucha en
defensa de derechos y lucha contra la pobreza y la desigualdad: “En sentido
estricto, ambos esfuerzos no culminaron en resultados precisamente felices,
pero contribuyeron a la politización de la sociedad civil, en el mejor sentido del
término. Ambos temas se instalaron en las respectivas agendas públicas e
independientemente de los resultados finales; el esfuerzo desplegado permitió
en la mayoría de los casos, una interlocución distinta con el Estado en tales
materias y alguna incidencia en las distintas políticas aplicadas”. En relación a
los principales desafíos de la sociedad civil actual, se apuntan “la ampliación de
la participación política, lograr un proyecto de país incluyente y avanzar en la
articulación intersectorial de organizaciones y demandas”. Finalmente, a la hora
de valorar la contribución de la sociedad civil a la gobernabilidad democrática,
se afirma que “La principal contribución de la sociedad civil a la gobernabili-
dad democrática de cada país que identifican los entrevistados es su participa-
ción política, entendida mayoritariamente como un cambio sustantivo en
las relaciones entre Estado y sociedad. Distintos procesos, que aparecen en las
respuestas, explican esta coincidencia: la crisis de representación y del siste-
ma de partidos políticos en la mayoría de países, la subordinación de la
política a la economía, los intolerables niveles de pobreza y desigualdad, la
corrupción y la ineficiencia de los Gobiernos, entre otros”.
Por su parte, los movimientos sociales contrarios a la globalización neoli-
beral, como se señaló anteriormente, han sido muy activos en ambas regiones,

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con la celebración de encuentros alternativos que se analizarán en apartados


posteriores, y la movilización contra los efectos negativos de las políticas neo-
liberales en los diferentes países. Uno de los mejores ejemplos en este sentido
son la multitud de Foros Sociales mundiales y regionales que han tenido lugar
en América Latina. Pero también cabe recordar las movilizaciones campesinas,
las luchas indígenas, las revueltas populares en numerosos países, las protes-
tas contra tratados liberalizadores como el ALCA, etc. En los siguientes aparta-
dos se verá la actividad desarrollada por estas organizaciones y movimientos
sociales en el marco concreto de las diferentes Cumbres Unión Europea-
América Latina y el Caribe.

3. LA PRIMERA CUMBRE DE RÍO: LA CREACIÓN DE UNA


ASOCIACIÓN ESTRATÉGICA

La primera Cumbre UE-ALC tuvo lugar en Río de Janeiro en junio de 1999, y


dio lugar a una activación del diálogo político y comercial entre ambas regio-
nes, proponiendo la creación de una asociación estratégica, basada en la con-
solidación democrática, la liberalización comercial y la concertación de
posiciones sobre asuntos internacionales. Estas cumbres al máximo nivel, si
bien no conllevan por sí mismas la consecución de grandes resultados, sí supo-
nen un hito en las relaciones y dan a los participantes una gran visibilidad
pública, lo que incide en la opinión pública de ambas regiones. La iniciativa
partió del presidente español Aznar en la IV Cumbre Iberoamericana en 1996,
y se concreta en un encuentro del mismo con el presidente francés, Jacques
Chirac, institucionalizándose por el Consejo Europeo de Ámsterdam en 1997.
En 1998 se da una reunión de ministros europeos y latinoamericanos en Nueva
York, que fija el contenido y los objetivos políticos, económicos y sociales de la
cumbre. A partir de entonces surgen algunas tensiones, en particular en torno
al capítulo agrícola por parte de Francia. En marzo de 1999, la Comisión emite
una comunicación sobre una nueva asociación Unión Europea/América Latina
en los albores del siglo XXI, y los días 28 y 29 de junio de 1999, tras un intenso
proceso preparatorio, se celebra la Cumbre de Río de Janeiro.
El objetivo de la cumbre, que reunió a 48 jefes de Estado y de Gobierno de
la UE y ALC, era reforzar los vínculos políticos, económicos y culturales entre
ambas regiones para desarrollar una asociación estratégica centrada en la con-
solidación de la democracia representativa y participativa y de las libertades
individuales; el Estado de derecho, la buena gobernabilidad y el pluralismo; la

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paz y seguridad internacionales; y la estabilidad política y el fomento de la con-


fianza entre las naciones. La cumbre supuso un hito al implementar un meca-
nismo de diálogo más intenso entre ambas regiones, además de lograr la firma
de un acuerdo comercial de la UE con los países de Mercosur y con Chile. Se
suele señalar también que fue una respuesta a la primacía de EE UU en la
región. De ella surge la Declaración de Río, que buscaba determinar posiciones
políticas, sociales y económicas comunes en aras a construir una asociación
estratégica3, y que constaba de 69 puntos, con compromisos en el ámbito polí-
tico (preservación de la democracia, protección de los derechos humanos y el
Estado de derecho, fomento del desarrollo sostenible, superación de la pobre-
za, etc.), económico (fortalecimiento del multilateralismo, potenciación de las
relaciones comerciales, etc.) y cultural (intercambio cultural, desarrollo de
servicios sociales, educación universal, etc.). También se crea un Grupo
Birregional a nivel de altos funcionarios, para el seguimiento del cumplimien-
to de las prioridades para la acción.
En cuanto al plan de acción surgido de la cumbre, define 55 prioridades
para conseguir la asociación estratégica. Estos puntos, tan numerosos, se
muestran poco operativos, por lo que de entre ellos se seleccionan las llamadas
“once prioridades de Tuusula”, definidas en la primera reunión del grupo de
seguimiento de la cumbre, celebrada en Tuusula (Finlandia) en noviembre
de 1999, como: cooperación y consultas en los foros internacionales en asuntos de
interés común; proteger los derechos humanos, especialmente de los grupos
más vulnerables, y combatir la xenofobia, el racismo y otras formas de intole-
rancia; programas y proyectos en los ámbitos prioritarios de la Declaración de
Pekín sobre Mujer y Desarrollo; cooperación en el medio ambiente y las catás-
trofes naturales; lucha contra la droga a través del Plan de Acción Mundial de
Panamá, y combatir el tráfico ilegal de armas; cooperación entre ambas regio-
nes para la instauración de mecanismos que promuevan un sistema económi-
co y financiero mundial estable y dinámico, reforzar los sistemas financieros
nacionales, y ayudar económicamente a los países menos desarrollados; pro-
mover los intercambios comerciales, en especial de las pequeñas y medianas
empresas y la industria; cooperación en educación y estudios universitarios,
así como en la investigación y las nuevas tecnologías; proteger el patrimonio
cultural y establecer un foro cultural UE-ALC; establecer una iniciativa común
en el ámbito de la sociedad de la información; e investigación, estudios de pos-
grado y formación sobre integración regional.
La Declaración de Río, siguiendo la lógica de avanzar en la vía de la demo-
cratización a través de la participación ciudadana, menciona en su punto 21 la

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necesidad de: “Subrayar la importancia de la contribución de nuevos actores,


socios y recursos de la sociedad civil con el objeto de consolidar la democracia,
el desarrollo económico y social y la profundización del respeto de los derechos
humanos. La cooperación internacional que involucre los recursos públicos
requiere de un diálogo en el cual participen tanto los Gobiernos como la socie-
dad civil […]”, y en el punto 67: “Manifestar nuestra satisfacción con los diver-
sos eventos promovidos antes y durante la cumbre, que involucran a varios
sectores de la sociedad civil”. También en las prioridades para la acción se
habla de “reforzar el diálogo entre Gobiernos […] y con las organizaciones de
la sociedad civil”. Incluso antes, en la Comunicación de la Comisión de 1999,
relativa a la asociación UE-ALC (COM (1999) 105 final), se mencionaba la
necesidad de una mayor participación de la sociedad civil en este proceso. Este
compromiso se plasmó en la celebración de encuentros de la sociedad civil
paralelos a la cumbre oficial, en los que se reunieron miembros de organiza-
ciones sociales de Europa, América Latina y el Caribe. Conviene señalar que la
ausencia de una agenda clara en la cumbre oficial, así como la novedad de este
acontecimiento, hacía dudar de una movilización real de la sociedad civil en el
proceso, a pesar de lo cual se dieron importantes iniciativas que se consolida-
rían en la posterior Cumbre de Madrid.

3.1. EL PRIMER ENCUENTRO DE LA SOCIEDAD CIVIL ORGANIZADA:


LA PARTICIPACIÓN INSTITUCIONAL

Entre estas iniciativas, cabe mencionar la celebración del primer encuentro de


la sociedad civil organizada de Europa, América Latina y el Caribe, organizado
por el CESE a petición de la Comisión Europea, del 23 al 25 de junio de 1999 en
Río de Janeiro, pocos días antes de la cumbre oficial. Esta experiencia se man-
tendrá en las dos cumbres posteriores, mostrando así el dinamismo de estos
sectores. El encuentro, siguiendo el objetivo general del CESE, buscaba
fomentar la participación de la sociedad civil e incidir en la cumbre oficial,
trasladando a la misma las preocupaciones sociales. Para ello, el CESE presen-
tó una iniciativa sobre “Las relaciones entre la Unión Europea y América Latina
y el Caribe: el diálogo socio-económico interregional”, que sirvió de base para
los debates en este foro, dando nombre a su conferencia.
La declaración final de este encuentro resalta la importancia de la cele-
bración de la primera Cumbre UE-ALC en el proceso de acercamiento de
ambas regiones, y del papel que puede jugar en él la sociedad civil (en un
sentido amplio: asociaciones empresariales, sindicales, de consumidores,

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

profesionales, etc.), siendo necesario su impulso y fortalecimiento para una


cooperación interregional real. Los principales temas tratados hacen refe-
rencia a:

• La democracia, el Estado de derecho y el respeto a los derechos huma-


nos como base del diálogo entre ambas regiones, lo que requiere una
sociedad civil fuerte y dinámica, que llene de contenido la democracia
participativa: “Manifestamos la importancia de que en el diálogo y la
cooperación políticos entre las dos regiones se dé prioridad a la conso-
lidación definitiva de una democracia participativa a través del fortale-
cimiento de la sociedad civil y sus organizaciones en su condición de
instrumento para la representación de intereses sociales y de participa-
ción de la vida pública y política, contribuyendo a la consolidación de
una cultura democrática. Con este fin, debe asegurarse la participación
de las instancias representativas de la sociedad civil en los diferentes
foros de diálogo y cooperación políticos”.
• El comercio y la inversión como contribución al crecimiento y desarro-
llo económico, mostrándose optimistas sobre los efectos de la liberali-
zación y el intercambio comercial entre ambas regiones, a pesar de la
sensibilidad de determinados productos, y siempre que se respeten sus
intereses.
• La UE como principal fuente externa de cooperación para el desarrollo
en la región, aunque muestran preocupación por la tendencia a la baja
de la AOD, a pesar de la situación de pobreza existente en AL. En este
campo conceden especial relevancia a la descentralización, en cuanto
supone una mayor participación de la sociedad civil en la cooperación.
• La integración regional, más allá del ámbito económico, con una
dimensión política y social que ayude al desarrollo y al bienestar social.
Afirman, asimismo, que la apertura de mercados ha de ir acompañada
de una agenda social centrada en combatir la pobreza, crear empleo,
fomentar la educación y disminuir las desigualdades. También en este
campo es crucial una participación real de la sociedad civil a la hora de
definir los objetivos y los mecanismos de la integración.
• El impulso del diálogo y la concertación social y el fortalecimiento de las
organizaciones de la sociedad civil, con la creación de marcos estables y
mecanismos institucionales para la participación social en los diferen-
tes acuerdos de cooperación o asociación, con vistas a unir moderniza-
ción, democracia y justicia social.

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Además de este encuentro, existen otras iniciativas sociales que buscaban


incidir en la Cumbre de Río. Así, por ejemplo, en mayo de 1999 se celebró un
encuentro sindical UE-ALC, donde la Confederación Mundial del Trabajo
(CMT) y la Central Latinoamericana de Trabajadores (CLAT) emitieron una
Declaración de los Trabajadores, en la que recomienda a la cumbre oficial refor-
zar el diálogo político birregional, desarrollar los intercambios comerciales en
base a la equidad, alentar la cooperación subrregional, incrementar el empleo,
promover la igualdad de género y erradicar el trabajo infantil, entre otras. Para
todo ello es necesario contar con la participación real de la ciudadanía en el
debate y la toma de decisiones. En junio tuvo lugar la conferencia “A Cimeira do
Rio e o novo multilateralismo” (La Cumbre de Río y el nuevo multilateralismo),
a iniciativa del Fórum Euro-Latino-Americano, en la que participaron persona-
lidades de diferentes ámbitos (industriales, investigadores, miembros del
Gobierno brasileño, embajadores, banqueros, empresarios, miembros de ONG,
etc.), en la que también se señalaba la contribución de los diferentes actores de
la sociedad civil, a través de las redes y las nuevas tecnologías.

3.2. EL FORO DE LA SOCIEDAD CIVIL: LUGAR DE ENCUENTRO


DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

Frente a los encuentros anteriores, las organizaciones sociales y laborales lati-


noamericanas celebraron el Foro de la Sociedad Civil para el Diálogo Europa-
América Latina y el Caribe, los días 28 y 29 de junio de 1999 en Río, en paralelo
a la Cumbre UE-ALC. Este foro, según su propia declaración, “es parte de la
construcción de una articulación entre organizaciones sociales y laborales de
Brasil y demás países de las Américas denominada la Alianza Social
Continental. Esta experiencia inédita nació y va consolidándose frente a los
acuerdos de libre comercio en las Américas. Estamos convencidos de que
las organizaciones representativas de la sociedad civil necesitan formular
agendas y propuestas alternativas que sean contrapeso a estos procesos, ubi-
cando la dimensión social como prioridad fundamental. Estamos convencidos
de que la ausencia de canales de participación en los acuerdos oficiales reduce
la legitimidad de las decisiones adoptadas en los encuentros oficiales. Los
Parlamentos y los propios Gobiernos nacionales, hasta ahora supinos ante la
supuesta inevitabilidad de la globalización, necesitan reaccionar y afirmar
la soberanía nacional. La sociedad civil debe continuar presionando y formulando
alternativas enraizadas en la justicia social, la solidaridad internacional y la
paz”.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

Este foro fue mucho más crítico que el anterior en cuanto a la valoración
del papel reservado a la sociedad civil en el proceso de asociación. En este sen-
tido, el primer punto de su declaración final señalaba que: “Repitiendo el
modelo de encuentros anteriores, la Conferencia de Jefes de Estado de Europa,
América Latina y el Caribe, realizada en estas mismas fechas, redujo a los pue-
blos de nuestra región a la condición de meros espectadores de las decisiones
oficiales. No se puede justificar que a eventos de tanta importancia internacio-
nal no se incorporan las entidades representativas de la sociedad civil. Las
bases de cualquier acuerdo entre América Latina, el Caribe y la Unión Europea
deben estar enraizadas en la transparencia, participación e información a la
opinión pública como condición para la cooperación entre nuestros pueblos”.
Asimismo, se denuncia que “Los mecanismos del diálogo social no pueden ser
utilizados como mero instrumento para legitimar acuerdos que carecen de par-
ticipación eficaz de nuestras sociedades en el proceso de tomar decisiones. La
construcción de instituciones democráticas de participación ciudadana deberá
ser el punto de partida de cualquier acuerdo. Los ciudadanos y ciudadanas
deben tener el derecho de participar en las decisiones y también en el proceso
de formular e implementar las decisiones y las políticas de cooperación”.
En este sentido denunciaban que las buenas intenciones en las declara-
ciones oficiales sobre los temas sociales eran una retórica con escasa concre-
ción en la práctica, al tiempo que se avanzaba en los temas económicos en
función de los intereses de inversionistas y multinacionales. Frente a ello abo-
gan por una cooperación internacional basada en la democracia participativa,
en el respeto a los derechos humanos, económicos y sociales, y en la justicia
social por encima de los intereses económicos. El objetivo central debe ser
poner fin a la pobreza y la exclusión social, a través de un desarrollo sostenible,
teniendo en cuenta:

• Los efectos negativos del libre comercio: la exclusión social y económi-


ca, explotación laboral, discriminación de la mujer, etc. Frente a ello,
propugnan el derecho al desarrollo económico y social, con mecanis-
mos que ayuden a superar las asimetrías entre países, y con políticas
comerciales que promuevan el desarrollo, que protejan los derechos
laborales, sociales y medioambientales, y que aseguren la soberanía ali-
mentaria.
• Los efectos negativos de la inestabilidad económica y financiera inter-
nacional, que ha de ser minimizada, con controles sobre los flujos de
capitales a través de impuestos, a fin de asegurar el beneficio de los

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pueblos. Hacen, en este ámbito, una denuncia expresa de los acuerdos


multilaterales sobre inversiones de la OCDE, así como esquemas simi-
lares en la OMC, frente a lo que exigen la definición de formas de con-
trol democrático. También muestran reticencias frente a las empresas
multinacionales y su poder en las negociaciones interregionales.
Asimismo, reclaman una reducción de la deuda externa, o su conver-
sión en programas sociales, y el cumplimiento del 0,7% por parte de la
UE.
• La necesidad de basar el diálogo y la cooperación UE-ALC en los prin-
cipios de democracia, participación, respeto a los derechos humanos y
paz. En este sentido denuncian la intervención de la OTAN en
Yugoslavia, reclamando una regulación multilateral, en el seno de unas
Naciones Unidas renovadas democráticamente. Critican asimismo el
bloqueo a Cuba.
• La necesidad de cláusulas democráticas en los acuerdos de la UE, acom-
pañadas de mecanismos eficaces para la promoción de los derechos
humanos.
• La cooperación para el desarrollo ha de tener como población objetivo
los grupos más vulnerables, centrándose así en la erradicación del tra-
bajo infantil y de la discriminación de género, en el respeto a los dere-
chos laborales, con especial mención a los migrantes, y en los derechos
de los pueblos indígenas.
• Otro tema central es la sostenibilidad medioambiental, amenazada por
las lógicas económicas que hacen uso intensivo y devastador de los
recursos naturales. Es necesario en este sentido asegurar la biodiversi-
dad y la seguridad alimentaria. Se hace denuncia expresa de la concen-
tración de la propiedad de la tierra y de los productos transgénicos.

Se trató, por tanto, de un foro más crítico, con una mayor cercanía a los
movimientos sociales de base, en el que se denunciaba que la retórica partici-
pativa no se traducía en la práctica real. Además de este foro, los movimientos
sociales fueron muy activos en sus demandas y reivindicaciones a lo largo de
todo el año. Por ejemplo, se celebró una Caravana Intercontinental (CIC)4,
impulsada por la Acción Global de los Pueblos (AGP), con vistas a llevar accio-
nes en los diferentes encuentros de los centros de poder, principalmente la
Cumbre de la UE y la Cumbre del G8 en Colonia. A esta caravana se unió también
la Campaña Jubileo 20005, por la condonación de la deuda externa de los países
altamente endeudados. La sección latinoamericana y caribeña de Jubileo 2000,

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

con el lema “Sí a la vida, no a la deuda”, planteó también numerosas activida-


des para ese mismo año, entre las que se encuentran acciones durante la
Cumbre de Río (Plataforma latinoamericana y caribeña Jubileo 2000, 1999). El
año 1999 fue, por tanto, de intensa actividad para los movimientos sociales,
con la celebración del encuentro “El otro Davos” (enero), la Caravana
Intercontinental y el día de acción global (junio), el encuentro “Otro mundo es
posible” en París (junio), la conferencia mundial de la AGP en la India (agos-
to), el “Grito Latinoamericano de los Excluidos/as” bajo el lema “Por Trabajo,
Justicia y Vida” en diferentes países de América Latina (octubre), las moviliza-
ciones contra la Ronda del Milenio de la OMC en Seattle, la Primera Cumbre
Sindical del Mercosur en Montevideo (diciembre), o el III Encuentro
Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo en Brasil
(diciembre), por citar sólo las convocatorias más sonadas.

3.3. LOS ACTORES SOCIALES EN LA CUMBRE DE RÍO

Como se ha podido apreciar ya en esta primera Cumbre UE-ALC, las iniciati-


vas de la sociedad civil de ambas regiones han sido muy activas, desde dife-
rentes estrategias, lo cual es ya de por sí un avance. No obstante, queda por ver
si esa participación ha tenido efectos en las relaciones entre la Unión Europea
y América Latina. En este sentido, el primer encuentro, organizado por el
CESE, insiste en la necesidad de fomentar la participación de la sociedad civil,
y ve con buenos ojos la asociación estratégica, siempre que incorpore una
sensibilidad social, que si bien queda reflejada en la Declaración de Río, no se
plasmó en resultados concretos. Éste es el punto de partida del segundo foro,
en el que los movimientos sociales se muestran mucho más críticos con la
lógica de la cumbre, que entienden centrada en los temas económicos, con un
enfoque neoliberal que ha demostrado sus efectos negativos, mientras lo
social sirve de envoltorio retórico. También denuncian el uso legitimador que
se hace de los mecanismos de diálogo social, sin repercusión real en las deci-
siones finales.
Cabe señalar que esta cumbre supuso más un acercamiento que un plan de
acción concreto, como se pudo ver en las numerosas prioridades que quedaron
definidas en el plan de acción surgido de la cumbre, que tuvieron que ser rede-
finidas en las conocidas como “prioridades de Tuusula”. En definitiva, tras la
cumbre no hubo grandes progresos, y los medios propuestos para llevar a cabo
esas iniciativas fueron más bien escasos, y se concentraban en la lucha contra
las drogas, la promoción de los intercambios comerciales y la cooperación en

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educación, temas que, por otra parte, no recogen las inquietudes planteadas en
los encuentros sociales. Todavía queda, por tanto, un gran camino por recorrer
para llegar a la asociación estratégica. A pesar de los numerosos ámbitos que se
recogen en la declaración y en las prioridades de Tuusula, la estrategia de la UE
parece centrarse sólo en aquellos que mejor responden a sus intereses, de
acuerdo con su opción multilateralista, la nueva orientación de su PESC y la
prioridad de la seguridad, frente a los intereses latinoamericanos de avanzar en
la liberalización del sector agrícola europeo. Algunos autores, además, señalan
que esta primera cumbre fue una reacción de Europa ante el avance de las pro-
puestas de librecambio de Estados Unidos en la región (Bodemer, 1999).
El principal logro de este primer encuentro fue dar un paso hacia la instituciona-
lización de los diálogos, intensificados posteriormente a través de las reunio-
nes periódicas para orientar y evaluar los avances de la asociación. En cuanto a
la creación de una zona de librecambio, se enfrentaba a la escasa inclinación
europea a liberalizar su mercado agrícola y a las enormes diferencias entre los
países de la asociación. La Cumbre de Madrid, en este sentido, se presentaba
como una oportunidad para impulsarla y darle mayor contenido, sobre todo en
ámbitos más bien olvidados, como democracia, derechos humanos, desarrollo
económico y reducción de la pobreza, comercio, medio ambiente, etc.
En octubre de 2000, la Comisión, consciente de que no había progresos
significativos, presentó sus prioridades para el seguimiento de la Cumbre de
Río, como la promoción y protección de los derechos humanos, la creación
de una Alianza para la Sociedad de la Información y el establecimiento de
una “Iniciativa social” conjunta. Y en 2001, el Parlamento Europeo estable-
ció una Resolución sobre una Asociación global y una Estrategia Común para
las relaciones entre la Unión Europea y América Latina en la que pide, en
diferentes puntos, la incorporación de “mecanismos de consulta y partici-
pación ciudadana”. La Comisión de Industria y la Comisión de Desarrollo y
Cooperación se suman a esa demanda, añadiendo esta última que “conside-
ra, además, que en los foros previstos en la iniciativa social con participa-
ción de los Gobiernos, las agencias de desarrollo y los representantes de la
industria, también deberían intervenir las organizaciones latinoamericanas
y caribeñas del Foro Social Mundial, que también son interlocutores impor-
tantes y competentes para examinar la manera de combatir la pobreza y la
exclusión social” (2001). Finalmente, también el Consejo de Desarrollo de
la UE, de 10 de noviembre de 2000, destacó la importancia de la participa-
ción ciudadana para fomentar la equidad, la democracia y disminuir la
pobreza.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

4. LA CUMBRE DE MADRID: LA IMPORTANCIA DE LA SEGURIDAD

La Cumbre de Madrid, celebrada los días 17 y 18 de mayo de 2002, bajo la pre-


sidencia española de la Unión Europea, reunió a los representantes de 48 paí-
ses de la Unión Europea, América Latina y el Caribe, con el objetivo de
impulsar la asociación estratégica entre estas regiones. Sin embargo, en ella se
confirmó la pérdida de importancia de América Latina en las prioridades de
acción exterior de la UE, frente a la opción multilateralista, de negociación en
el marco de la OMC, la importancia en la agenda de la seguridad y la ampliación
al este de la Unión Europea. En este sentido es importante el contexto interna-
cional en el que se desarrolla la cumbre, con el trasfondo de los acontecimien-
tos del 11 de septiembre, que llevan a primar la seguridad y la lucha contra el
terrorismo. Quedan así relegados los compromisos europeos hacia la demo-
cratización y la cooperación para el desarrollo, lo que lleva a preguntarse por la
alternativa real que supone el modelo europeo frente al estadounidense para
América Latina, y su papel como actor global en la escena internacional. Así,
frente a los cuatro temas principales para tratar en esta cumbre (democracia y
seguridad; refuerzo del multilateralismo e integración regional; equidad social
y desarrollo sostenible; y diversidad cultural y modernización), desde la presi-
dencia española se incidió principalmente en la lucha concertada contra el
terrorismo, presentada como “el gran desafío de la comunidad internacional”,
a lo que el presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, respondió que
“No queremos que las potencias sustituyan la agenda de la esperanza por la del
miedo” (El País, 18/05/02).
De los documentos surgidos de la cumbre cabe resaltar el Compromiso de
Madrid, que sigue decantándose por la construcción de una asociación estraté-
gica. Este documento resalta la importancia de la lucha contra el terrorismo,
pero también hace referencia al Protocolo de Kyoto y al Tribunal Penal
Internacional. Se centra en los siguientes ámbitos: político (con una apuesta
por el multilateralismo, frente al unilateralismo estadounidense; la democra-
cia y el Estado de derecho; la lucha contra el terrorismo y las drogas ilícitas; la
erradicación del racismo; la igualdad de género; la promoción del bienestar de
los niños; el refuerzo del diálogo político; la defensa de los derechos humanos,
etc.), económico (centrado en la lucha contra la pobreza; la promoción de los
intercambios comerciales; el cumplimiento del Programa de Trabajo de Doha;
el cumplimiento de los compromisos de la Cumbre sobre Desarrollo Sostenible, el
Protocolo de Kyoto y la Conferencia sobre Financiación para el Desarrollo de
Monterrey; la mejora del sistema financiero mundial, etc.) y cultural, educativo,

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científico, tecnológico, social y humano (con compromisos en torno a la diver-


sidad cultural, la educación, el sida, los desastres naturales, la sociedad de la
información, etc.). En cuanto a los resultados de la cumbre, el más relevante
fue el Acuerdo de Asociación entre la UE y Chile, a imagen del ya firmado con
México en 2000. Sin embargo, quedó pendiente el Acuerdo con Mercosur,
al igual que aquellos con los países andinos y centroamericanos. Respecto al
resto, se repitieron las buenas intenciones, pero sin haber conseguido alcanzar
los puntos establecidos en la anterior Cumbre de Río. Además, queda pendien-
te el espinoso tema de la reforma de la Política Agrícola Común.
En relación a la participación de la ciudadanía, el punto nueve del
Documento de Trabajo, establece que: “Destacamos la importancia y la contri-
bución de la sociedad civil y la participación de los ciudadanos con vistas a con-
solidar la democracia y el desarrollo económico y social, así como el respeto, el
fomento y la protección de los derechos humanos. Tanto en la UE como en
América Latina y el Caribe, las organizaciones no gubernamentales y otros
representantes de la sociedad civil ejercen cada vez más influencia en el proce-
so de toma de decisiones. A este respecto, afirmamos nuestro compromiso de
apoyar el interés y la participación de los representantes de la sociedad civil en
los procesos políticos, económicos y sociales de nuestros países, en las agrupa-
ciones regionales respectivas y en nuestra relación birregional”. Al igual que la
retórica europea subraya la necesidad de potenciación de la participación
social, el discurso del Gobierno español, reflejado en el programa de la presi-
dencia española de la UE, denominado “Más Europa”, cita en su punto tercero
el consenso y la participación: “La presidencia española fomentará la partici-
pación de todos los ciudadanos en las actividades y los objetivos de la presi-
dencia y el acercamiento de las instituciones de la Unión Europea a los propios
ciudadanos. No se pueden acometer cambios sustanciales en la Unión Europea
sin un apoyo de los ciudadanos que confiera suficiente transparencia y legiti-
midad a dichos cambios, sin que el ciudadano europeo se sienta directamente
involucrado en la construcción europea y en su grandísima incidencia en la
sociedad y en la vida cotidiana”. En este programa, por otra parte, se definen
unas prioridades que ponen de manifiesto el interés del Gobierno español en
la lucha contra el terrorismo y en el ámbito económico, al tiempo que dejan al
margen otro tipo de temas, como son sus relaciones con América Latina o la
participación ciudadana de la que hablaba en un principio.
En la Cumbre de Madrid se introdujeron, además, algunos cambios rele-
vantes para nuestro objeto de estudio, como su celebración a puertas cerradas,
sin la presencia de cámaras de televisión, para hacer más ágil y franco el diálogo,

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

pero dificultando así la participación de la sociedad civil. Además, ya son cono-


cidas las medidas de seguridad que acompañan a estas reuniones, convirtién-
dolas en verdaderos búnkeres, y alejándolas de la imagen de democracia que
deberían dar, de acuerdo con la prioridad de potenciar la participación social.
Por otra parte, esta participación ciudadana, a pesar de ser activa, como se verá
en los diferentes foros que se organizaron, sigue sin tener eco en las reuniones
oficiales.

4.1. EL ESPACIO INSTITUCIONAL DE PARTICIPACIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL


ORGANIZADA

La participación de la sociedad civil, que ya se pudo ver en la primera Cumbre


de Río, fue muy dinámica en la segunda Cumbre de Madrid. En el marco de la
preparación de la Cumbre de Madrid se produjeron así diferentes foros, entre
los que cabe mencionar: el Foro Académico sobre Equidad Social; el Foro civil
de Europa, América Latina y el Caribe; el segundo encuentro de la sociedad
civil de Europa, América Latina y el Caribe; la reunión intercontinental UE-
ALC sobre la protección de los derechos humanos; la Conferencia Episcopal
Eurolatinoamericana y el Foro cultural. El objetivo de estos encuentros era
favorecer la concreción de los mensajes que la sociedad civil de ambos conti-
nentes deseaba transmitir a sus jefes de Estado y de Gobierno en aras del avan-
ce de la asociación UE-ALC. Nos centraremos aquí en los tres primeros.

4.1.1. El Foro Académico sobre Equidad Social

El Foro Académico sobre Equidad Social se celebró los días 14 y 15 de marzo de


2002 en Barcelona, bajo la organización de RECAL (Red de Cooperación
Eurolatinoamericana), cofinanciado por la Comisión Europea, y contó con la
participación de representantes de institutos de investigación de Europa,
Latinoamérica y el Caribe, y de las administraciones públicas. Se trataron,
desde la perspectiva tanto de América Latina como de la Unión Europea, los
siguientes temas: la cooperación de la UE con América Latina en el ámbito
social; reformas laborales y políticas de generación de empleo; finanzas publi-
cas y desigualdades sociales; las reformas de pensiones en América Latina y
Europa Oriental; el diálogo social euro-latinoamericano-caribeño: propuestas
para la Cumbre de Madrid; el fomento de los derechos sociales de las poblacio-
nes desfavorecidas y la promoción de la igualdad de género; y la participación
ciudadana frente a los retos de la desigualdad social.

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De este foro salieron los siguientes documentos, con propuestas que se


esperaba permitieran avanzar hacia una asociación estratégica:

• De la desigualdad a la inclusión social: reflexiones y propuestas para la aso-


ciación entre Europa, América Latina y Caribe. Este documento parte de la
constatación del descontento ciudadano frente a las actuaciones de los
políticos (como lo mostraban por aquel entonces, por ejemplo, tanto
los cacelorazos argentinos como el ascenso de la ultraderecha en las
elecciones francesas, ambos considerados como acciones de protesta),
y de las consecuencias nefastas que tiene el proceso de globalización
para amplias partes de la población. Trata de dar recomendaciones para
reducir la desigualdad y avanzar hacia una integración social, proceso
que no puede limitarse a la acción de los políticos, sino que hace
imprescindible la participación ciudadana. Para ello, se centra en tres
grandes temas: integración social y ciudadanía; mercado de trabajo; y
fiscalidad y sistemas de pensiones; y da una serie de recomendaciones
para avanzar hacia una asociación estratégica entre ambas regiones: dar
continuidad a las acciones definidas en la primera Cumbre de Río;
otorgar un lugar importante a la agenda social en esta segunda cumbre;
fomentar la participación de la sociedad civil; llegar a compromisos más
concretos y definidos para que puedan ser eficaces; y propiciar un
intercambio mutuo de experiencias, sobre todo en el ámbito social.
• Declaración: De Río a Madrid: reflexiones y propuestas para la asociación
Unión Europea, América Latina y el Caribe. Este informe fue preparado
por la RECAL para la Cumbre de Madrid, a partir de un cuestionario a
líderes de opinión de ambas regiones, y se centra en temas como: a) las
relaciones eurolatinoamericanas, resaltando los valores comunes entre
las poblaciones de ambos continentes, y la necesidad de enfocarlas a
aspectos más concretos; también reclaman la apertura de los mercados
europeos a los productos latinoamericanos, un papel de la UE alterna-
tivo al Consenso de Washington, una mayor cooperación, etc.; b) el diá-
logo político UE-ALC, que hay que potenciar frente a su escasa eficacia
y al creciente desinterés europeo (resaltando aquí que “la UE está per-
diendo vertiginosamente la oportunidad de convertirse en un impor-
tante punto de equilibrio en la balanza de poder internacional”), con la
participación de Gobiernos, Parlamentos y sociedad civil, para conver-
tir este diálogo en un contrapeso del modelo hegemónico presentado
por EE UU y para democratizar el sistema multilateral; c) las relaciones

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

económicas: incluyendo liberalización del sector agrícola (con especial


mención a la PAC), responsabilidad social y ambiental de las empresas
europeas (asegurada por regulaciones efectivas en las que jugará un
importante papel el fortalecimiento de la sociedad civil), etc.; d) la coo-
peración para el desarrollo, siendo el objetivo principal la erradicación de
la pobreza, con acciones que permitan incidir tanto en las causas internas
como externas de la misma, y con propuestas para una cooperación más
eficaz, con recursos financieros suficientes para hacer frente a metas
concretas, una reducción de la ayuda ligada, descentralización, entre
otras; y e) la participación de las sociedades civiles y de las redes acadé-
micas, “clave para la consolidación de la democracia y una base esencial
para el desarrollo sostenible”, para lo que se deben potenciar las redes
sociales y la cooperación entre las mismas.

Como se puede apreciar en los temas tratados en este foro y en los docu-
mentos que de él salen, se presenta como punto imprescindible para llegar a
una asociación estratégica real la participación de la sociedad civil y la incorpo-
ración, como punto central de la agenda, de los temas sociales.

4.1.2. El Foro Civil de Europa, América Latina y el Caribe

El Foro Euro-Latinoamericano-Caribeño de Organizaciones de la Sociedad


Civil tuvo lugar en Alcobendas, del 3 al 5 de abril de 2002, organizado por la
ALOP (Asociación Latinoamericana de Organizaciones de Promoción), con
la participación de la Coordinadora Española de ONG para el Desarrollo, la
Federación de ONG de Desarrollo de la Comunidad de Madrid y el
Ayuntamiento de Alcobendas, y cofinanciado por la Comisión Europea. Contó
con 200 participantes, miembros de redes de ONG europeas y latinoamerica-
nas. El objetivo de este foro era promover la inclusión de propuestas y deman-
das de la sociedad civil en el diálogo entre la Unión Europea, América Latina y
el Caribe para avanzar en un desarrollo incluyente, democrático y sostenible.
Las conclusiones serían trasladadas a la Cumbre de Jefes de Estado y de
Gobierno de la UE, América Latina y Caribe de Madrid.
Los temas que conformaban el programa del evento, tratados en paneles o
talleres temáticos por miembros de ONG y otras organizaciones sociales, así
como expertos de Europa, Latinoamérica y Caribe, pueden resumirse en: la
participación de la sociedad civil en el diálogo entre la UE y ALC: valor añadi-
do y mecanismos institucionales; implicaciones de la agenda de la Cumbre de

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Madrid; pobreza, desigualdad e inclusión; inversiones europeas, privatización,


empleo; agricultura, seguridad alimentaria, comercio; y cooperación interna-
cional para el desarrollo y deuda externa. Este foro se cerró con la presentación
de propuesta de síntesis y recomendaciones, en la declaración ante la II
Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno “Por una asociación basada en la soli-
daridad”, en la que se subraya la necesidad de dar contenido a la asociación
estratégica acordada en la I Cumbre de Río. Para ello es necesario, en el con-
texto en el que se encuentra la sociedad internacional, hacerse eco de las
demandas que los ciudadanos han expresado en las diferentes movilizaciones
bajo el lema “Otro mundo es posible”, y no centrar la agenda en la lógica mili-
tar surgida tras el 11 de septiembre.
En este sentido, se demanda a los Jefes de Estado y de Gobierno reunidos
en la Cumbre de Madrid que tengan en cuenta, entre otros, los siguientes pun-
tos en su declaración: la participación efectiva de la sociedad civil en el diálogo
político, con mecanismos reguladores que hagan de ella un derecho (esta par-
ticipación debe extenderse a todos los ámbitos tratados en los siguientes pun-
tos); la solución del problema de la deuda externa, y el establecimiento de
mecanismos transparentes, basados en la sostenibilidad y el desarrollo huma-
no, en el caso de nuevos préstamos; el cumplimiento del compromiso de des-
tinar el 0,7% del PIB a la ayuda al desarrollo; extender los acuerdos de cuarta
generación a otras regiones de América Latina, al margen de las negociaciones
de la OMC, y con una nueva orientación a las necesidades humanas, más allá de
su mero carácter económico; La regulación de la inversión extranjera directa y
la evaluación de sus efectos económicos, sociales y ambientales; la ratificación
de la Convención Internacional para la Protección de los Derechos de los
Trabajadores Migrantes y sus familias, adoptada por la ONU en 1990; la exten-
sión del concepto de seguridad a su dimensión humana, frente al carácter mili-
tar que se le da en el actual contexto; la búsqueda de alternativas al Plan
Colombia y a la Iniciativa Regional Andina de EE UU, más orientadas a la nego-
ciación, la paz y la democratización de las instituciones; la continuidad del diá-
logo político con Cuba, y la condena al bloqueo de que es objeto; la
consideración de los jóvenes como agente estratégico del desarrollo social y del
refuerzo de la democracia; el fomento de las PYMES, las cooperativas y la eco-
nomía solidaria como agentes centrales de la economía; y el apoyo al Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
En palabras de la propia declaración, la inclusión de estos puntos en la
agenda de la cumbre “permitirá iniciar un proceso caracterizado por otro tipo
de cooperación, otro diálogo político y otra relación económica, en donde la

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

persona humana esté en el centro y sus acciones dirigidas a construir socieda-


des incluyentes, material y simbólicamente, sobre la base del respeto de la
diversidad, la plena vigencia de los derechos humanos, la equidad de género,
la democracia y el desarrollo sostenible”.

4.1.3. El segundo encuentro de la sociedad civil

El segundo encuentro de la sociedad civil de Europa, América Latina y el Caribe


se celebró en Madrid, los días 17, 18 y 19 de abril de 2002, organizado por el
Comité Económico y Social Europeo, con cofinanciación de la Comisión
Europea. Participaron en él unas 160 personas de América Latina y el Caribe y
de la UE, representantes de la sociedad civil organizada, de foros consultivos
y de Consejos Económicos y Sociales nacionales.
Cabe resaltar el Dictamen del Comité Económico y Social, de febrero de
2002, sobre “Las relaciones entre la Unión Europea y los países de América
Latina y del Caribe”, en el que se hace un repaso histórico de las relaciones
entre ambas regiones, se señalan los elementos clave de la asociación entre la
UE y ALC (regida por el concepto de partenariado, y basada en el desarrollo
sostenible y la participación de la sociedad civil organizada) y las líneas estra-
tégicas de la actuación de la UE en sus relaciones con América Latina y el Caribe
(que deben ser definidas y precisas, partiendo de las prioridades de Tuusula
pero adaptándolas a las características de cada región, con base en el modelo
social europeo, dando importancia al desarrollo sostenible, la integración
regional, el refuerzo institucional, etc.). Dedica un apartado al papel de la
sociedad civil en este proceso, que debe ser informada para una plena partici-
pación, y que debe contar con vías institucionalizadas para hacer oír sus
demandas y tener una influencia real en la agenda de la Cumbre, para poten-
ciar así una democratización de las relaciones. El dictamen termina con unas
reflexiones para preparar la declaración del foro y unas medidas prioritarias
para la organización del mismo.
Los temas que conformaron el programa hacían referencia a las relaciones
UE-ALC, distribuidos en mesas redondas que trataron las siguientes iniciativas:

• Iniciativa a favor de los derechos humanos. En ella se pide la protección


efectiva de los derechos humanos, con respeto a las diferentes declara-
ciones (Declaración Universal de los Derechos Humanos, Declaración
Americana de Derechos, Carta Europea de Derechos fundamentales,
Declaración de la OIT de Principios y Derechos Fundamentales en el

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Trabajo), en particular en aquellos sectores vulnerables o excluidos,


con especial apoyo al Tribunal Penal Internacional de la ONU.
• Iniciativa a favor de la promoción de las relaciones económicas y sociales:
la sociedad de la información. Se trata de que estas relaciones potencien
el equilibrio entre regiones y mejoren el nivel de vida de la sociedad. Para
ello es preciso potenciar a las pequeñas empresas, el acceso a las nuevas
tecnologías de la información, el intercambio entre estudiantes y el
incremento de los recursos de la UE hacia América Latina.
• Iniciativa a favor de la dimensión social y de los derechos sociales. Aquí se
trata el tema del alivio o condonación de la deuda externa (que frena las
capacidades de desarrollo), la creación de un Fondo de Solidaridad
Interregional, la reorientación e incremento del monto de la AOD euro-
pea, la adopción de códigos de conducta que aseguren la responsabilidad
social de las empresas, la aplicación de políticas de codesarrollo (frente a
los flujos migratorios) y el fortalecimiento del diálogo sindical.
• Iniciativa a favor del refuerzo de la sociedad civil organizada. Éste es el
punto central, que acompaña al resto de propuestas, y que se tratará en
la Declaración de Madrid.

Este foro permitió el intercambio de puntos de vista entre la sociedad civil


organizada y las instituciones, concluyó con la presentación del “Mensaje” de
la sociedad civil a los jefes de Estado y de Gobierno, y dio lugar a la Declaración
de Madrid, que resalta, en su punto primero, la necesidad de la participación
activa de la sociedad civil organizada para el pleno desarrollo de las relaciones
entre ambas regiones, con mecanismos democráticos institucionalizados,
dotándolas así también de mayor legitimidad. Esta participación es vital tanto
en el cumplimiento y seguimiento de las prioridades de Tuusula, como en el de
los proyectos de cooperación para el desarrollo, y debe basarse en principios
de democracia, transparencia, respeto y responsabilidad. Esta declaración pre-
senta, además de las iniciativas particulares anteriores, iniciativas generales,
como la institucionalización de reuniones oficiales entre los representantes de
la sociedad civil organizada, la incorporación del enfoque participativo de los
acuerdos de Cotonú a aquellos que se firmen con América Latina, la negocia-
ción de nuevos acuerdos de asociación a imagen del firmado con México, la
potenciación de los Consejos Económicos y Sociales, el fortalecimiento de las
instancias consultivas de la sociedad civil organizada, el respeto a los derechos
humanos y el establecimiento de una Red de Información Permanente entre las
diferentes organizaciones sociales y con los poderes públicos.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

Como se ha podido ver en los diversos foros analizados, los temas centra-
les son de nuevo los referidos a lo social, necesarios para avanzar en una aso-
ciación que no se centre únicamente en la creación de espacios de libre
cambio, lo que requiere de una participación más activa de la sociedad civil.

4.2. LA PARTICIPACIÓN DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN LA CUMBRE


DE LOS PUEBLOS

En Madrid, los movimientos contra la globalización neoliberal se dieron cita


en el Foro Social Trasatlántico, constituido con motivo de la presidencia espa-
ñola de la UE, bajo el lema “Contra la Europa del Capital y la Guerra.
Globalicemos las Resistencias. Otra Europa es Posible”. Dicho lema fue con-
sensuado en una reunión en Zaragoza en 2001, en la que también se decidió que
las únicas movilizaciones unitarias, en las que se darían cita las diferentes
campañas del ámbito español, serían las de Barcelona y Sevilla, ciudades que
acogían las cumbres de apertura y cierre de la presidencia española de la Unión
Europea. En este sentido, la organización y las movilizaciones en Madrid que-
daban en manos de los colectivos de esta ciudad. También se decidió entonces
dar más importancia a la campaña puntual que a la creación de amplias plata-
formas.
Entre los participantes del Foro Social Trasatlántico se encuentran dife-
rentes asociaciones y colectivos centrados en problemáticas latinoamericanas
(como la Asociació d’Amistat amb el poble de Guatemala, Campaña contra el
Plan Colombia, Comité de Solidaridad con el Salvador, entre otros), redes
constituidas en torno a temas concretos (como la RCADE, la Asociación contra
la Tortura, ATTAC, etc.), organizaciones ecologistas (como Ecologistas en
Acción), ONG (como el MPDL), medios de información alternativos (librería
Traficantes de Sueños, Portal Noticias Positivas, Universidad Nómada, etc.),
asociaciones de mujeres (Mujeres en Acción contra la Guerra, Plataforma de
Mujeres 2000...), etc. Este foro se organizó, siguiendo la tradición de los movi-
mientos contrarios a la globalización neoliberal, en torno a las siguientes áreas
temáticas: recipiente del olor del dinero (que trató temas relacionados con las
instituciones financieras internacionales), recipiente del sabor de la vida (para
temas de derechos humanos y antirrepresión), recipiente del color de la tierra
(para temas relacionados con cuestiones indígenas), recipiente de voces de
mujeres (temas de género) y recipiente de las culturas para todas y todos.
Asimismo tenía grupos técnicos, dedicados a cuestiones de comunicación,
logística, acciones, coordinación y finanzas.

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Se acordó aquí la celebración, entre otras actividades, de una cumbre


alternativa a la Cumbre oficial de Jefes de Estado o de Gobierno de la Unión
Europea y América Latina y el Caribe, la Cumbre de los Pueblos, que tuvo lugar
en las carpas del Paraninfo, en el campus de la Ciudad Universitaria de la
Universidad Complutense de Madrid, con actividades que se desarrollaron a lo
largo de la semana del 13 al 19 de mayo, entre las que cabe destacar:

• Conferencias y mesas redondas sobre la gobernanza en América Latina;


el proceso de paz en Colombia; las relaciones económicas entre la UE y
AL; la recolonización; las ONG en la globalización; los DDHH de gays,
lesbianas y transexuales en AL; los estudiantes preuniversitarios; la
situación de las mujeres; los presos políticos en AL; la deuda externa;
las transiciones políticas; los derechos y la cultura indígenas;
Venezuela; el Plan Colombia, etc.
• Talleres sobre las reformas neoliberales en educación en AL y en
Europa; las multinacionales y la resistencia popular; la educación; la
deriva autoritaria del Estado en AL; la soberanía alimentaria; la repre-
sión y criminalización de la protesta social; la inmigración; la lucha por
la tierra y reforma agraria; etc.
• Otros actos: como vídeoforos, la presentación de Rebeldes sin tierra.
Historia del MST, el Encuentro de Mujeres Latinoamericanas y
Europeas, la entrega de firmas contra el genocidio en Guatemala en el
Tribunal Supremo y contra la deuda externa en Argentina y por su abo-
lición al Ministro de Asuntos Exteriores, la rueda de prensa final, el
“Reclama la Calle”, marchas, conciertos y una manifestación contra la
globalización capitalista.

En el llamamiento, “Hacia un Foro Social Trasatlántico”, se explica el


cometido de este encuentro de la siguiente forma: “Desde los diferentes colec-
tivos que trabajan en solidaridad con las luchas de los pueblos de América
Latina queremos plantear una respuesta política y social a la Cumbre de Jefes
de Estado de la Unión Europea y América Latina y Caribe que tendrá lugar en el
marco de la presidencia de la Unión Europea del Gobierno español en mayo de
2002. En este tipo de cumbres de jefes de Estado se plantean políticas que
transforman las condiciones de vida de las mayorías sociales sin que éstas
siquiera sean tenidas en cuenta. La voz de los pueblos es desestimada y los pro-
fesionales de la política malvenden las riquezas de sus pueblos condenando su
futuro”. En este documento también se critica la política de EE UU en la región,

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

y el apoyo que la UE, a pesar de una retórica que la presenta como “el socio
bueno”, brinda a ese modelo de relaciones, al tiempo que se presenta a las
ONG, con un lenguaje muy duro, como “tecnócratas de la pobreza”, depen-
dientes de los poderes públicos. Los objetivos principales de este foro eran:
“Denunciar la desestructuración social y el fracaso de la aplicación de los dog-
mas neoliberales; intercambiar experiencias entre los colectivos de base; crear
espacios de debate y trabajo colectivo que sirvan a las luchas de los pueblos
contra la Globalización del Capitalismo Salvaje y el Pensamiento Único; así
como mostrar y difundir la enorme riqueza de luchas y resistencias colectivas”.
Esta cumbre emitió, bajo el lema “Otra América es posible. Otro mundo es
posible”, la Declaración del FST: “14 razones contra la destrucción de América
Latina”, en la que el discurso es claramente crítico con la globalización neoli-
beral y sus consecuencias negativas en las poblaciones, y con la postura y la
política de la Unión Europea en esta región, marcadamente económica y “ale-
jada del sufrimiento de los pueblos” (El País, 18/05/02). En la declaración se
denuncian la pobreza y las desigualdades en América Latina, la falta de demo-
cracia real, las políticas de los Gobiernos neoliberales, el alineamiento de la UE
a las políticas de EE UU, la carga de la deuda injusta, la degradación medioam-
biental, etc. Se señala asimismo que “La identidad ciudadana se abandona y
quiere ser sustituida por la condición de súbditos imperiales y consumido-
res/clientes. La crisis permanente del Estado social y democrático de derecho
y sus funciones más características contribuye a acelerar el proceso de des-
composición social, el desenraizamiento cultural y la caída en la anomia y la
delincuencia, que sirve de justificación del dispositivo de represión y crimina-
lización”. El objetivo es, por tanto, “Detener esta máquina radicalmente inhu-
mana, rechazando su lógica interna y, por el contrario, defendiendo los valores
que creíamos incorporados a nuestra vida —democracia, justicia, equidad—,
nos enfrenta irremisiblemente a este proyecto neoliberal destructor de la
humanidad”.
Aparte de este comunicado, los diferentes colectivos participantes aporta-
ron sus propuestas y visiones de los problemas, con dosieres elaborados por
temas que, sin embargo, no llevaron a un debate del que salieran documentos
consensuados, de manera que la cumbre fue más, según algunos participantes,
una reproducción de las dinámicas propias de los colectivos en un espacio
mayor, que un lugar de debate del que saliera algo nuevo, limitando así la arti-
culación democrática del propio espacio. Dejando al margen estos problemas,
lo cierto es que los objetivos de esta cumbre eran temas más “macro” que aque-
llos tratados en los foros de la sociedad civil, destinados, no tanto a incidir en

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la agenda, como a crear un debate en el seno de la sociedad en torno a unos


“problemas identificados como efectos locales de una determinada ideología
global” (Klein, 2002). En ese sentido se trata no tanto de mitigar esos efectos
locales, como de desenmascarar y denunciar la ideología global. Es una diná-
mica anticapitalista, de protesta, que pretende “despertar conciencias ciuda-
danas y sacudir el inmovilismo de los representantes ‘democráticos’ […] No se
trata tanto de plantear alternativas como de conseguir que las podamos definir
entre todos”6.
El Foro Social Trasatlántico, como plasmación, en el escenario madrileño,
del movimiento contra la globalización neoliberal, y según una dinámica de
“contracumbres” que acompaña a las grandes reuniones internacionales ofi-
ciales, se reunió en la Cumbre de los Pueblos para mostrar su rechazo a una
Europa demasiado centrada en el ámbito de la economía y alejada de las preo-
cupaciones sociales de las poblaciones latinoamericanas. Esta cumbre se presen-
ta también como una alternativa a la postura negociadora de las organizaciones no
gubernamentales que participan en los foros oficiales, posicionándose claramen-
te “Contra la Europa del Capital y la Guerra”.

4.3. EL IMPACTO SOCIAL EN LOS TEMAS A DEBATE EN LA CUMBRE DE MADRID

En esta segunda cumbre se afianza la dinámica de participación social, con la


celebración de numerosos foros y encuentros en los que representantes de
la sociedad civil debaten sus propuestas de cara a la toma de decisiones oficial.
Asimismo, los movimientos sociales contrarios a la globalización neoliberal
siguen preparando cumbres paralelas en las que denuncian la lógica europea
en el continente latinoamericano. Así, en los diferentes foros que se celebra-
ron con la participación de la sociedad civil organizada, auspiciados por la
Comisión Europea, centran su interés principalmente en los temas sociales.
Así, se reitera la necesidad de incidir en ámbitos como el diálogo social; la coo-
peración para el desarrollo y la deuda externa; el fomento de los derechos
humanos, incorporando los derechos económicos, sociales y culturales; las
políticas de género; la lucha contra la pobreza y la desigualdad; la agricultura,
con el concepto de seguridad alimentaria; la revisión de las políticas de comer-
cio y de inversión directa; la educación y la sociedad de la información, entre
otros. Temas todos ellos necesarios para mitigar los efectos de las políticas eco-
nómicas neoliberales en las poblaciones, incorporando la dimensión social. Se
trataría, como se ha hablado muchas veces desde las organizaciones sociales,
de crear una “globalización con rostro humano”.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

En todos ellos, asimismo, se hace un especial énfasis en la necesidad de


potenciar la participación de la sociedad civil, más allá de su mero carácter
consultivo actual, para crear mecanismos institucionalizados que la hagan efi-
caz, en aras de una asociación real entre ambas regiones, que incluya no sólo un
diálogo entre Gobiernos, sino también entre sociedades. En efecto, frente a la
retórica que se aprecia en los documentos oficiales de las cumbres, así como en
el discurso del Estado español, la realidad demuestra que los intereses se sitúan
en otro ámbito, y que a pesar de dar voz, ésta no tiene poder a la hora de defi-
nir la agenda. A pesar de que las declaraciones oficiales recogen muchas de
estas inquietudes, no se ponen los medios necesarios para cumplir los com-
promisos en esos ámbitos, centrándose las negociaciones en los aspectos más
económicos (y según las directrices de la OMC) o en los de seguridad, tan en
boga tras el 11-S (seguridad, por otra parte, cada vez más entendida en su tra-
dicional dimensión militar, frente al concepto más comprehensivo de seguri-
dad humana).
En cuanto a los temas tratados en la Cumbre de los Pueblos, se engloban
dentro de la crítica a la globalización neoliberal, buscando más mostrar sus
efectos nefastos que proponer reformas de “rostro humano” como en los foros
anteriores. Se entiende aquí que la propia lógica del neoliberalismo lleva consi-
go esos efectos negativos, y que es necesario desenmascarar y cambiar esa lógi-
ca, más allá de las meras reformas. Se incidió así en temas como las reformas
neoliberales, la educación, el papel de las mujeres, las relaciones económicas
entre ambas regiones, la comparación entre la lógica de la UE y de los EE UU, o
el papel de las multinacionales, entre otros, con una lógica de denuncia más que
de propuesta. Se busca también dar a conocer las distintas iniciativas ciudada-
nas que trabajan en la construcción de modelos alternativos de organización y
participación de base. En este sentido, los diferentes colectivos encontraron un
espacio para dar a conocer sus propuestas, aunque no se llegara a conclusiones
consensuadas, que hubieran dado más peso a la propia cumbre.
Sin embargo, estas reuniones tienen todavía menor influencia que los
foros civiles estudiados en el apartado anterior, además de tener mayores difi-
cultades, derivadas del intenso seguimiento de que son objeto por parte de las
autoridades y de la criminalización a la que se enfrentan, en parte fruto de su
presentación en los medios de comunicación de masas, que por su propia lógi-
ca informativa, en la que prima el espectáculo, hacen hincapié en la dimensión
violenta de los mismos. En este sentido, la Cumbre de los Pueblos fue un ejem-
plo de comportamiento pacífico, lo que prácticamente la hizo desaparecer de los
medios de comunicación, limitando así su alcance público. Pero los problemas

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de esta cumbre paralela no vinieron sólo de factores externos, sino que la pro-
pia dinámica interna planteó numerosas limitaciones. Ya se ha señalado la
escasa estructuración democrática de la Cumbre de los Pueblos, concebida por
los colectivos como un espacio para presentar sus propuestas más que para
debatir, así como los problemas para consensuar algunos de los documentos
principales (elaborados en petit comité, anulando así los mecanismos asamblea-
rios), lo cual también tiene que ver con la propia lógica de los colectivos de la
capital, donde priman los protagonismos (definidos a menudo como “los
generalatos sin ejército”), y los recelos personales, que llevaron, tras la
Cumbre de Madrid, a la desarticulación del Foro Social Trasatlántico, con una
división principalmente generacional. Tampoco la manifestación final tuvo la
asistencia que habría cabido esperar de Madrid, y las acciones fueron práctica-
mente nulas, en parte por la escasa capacidad de organización y repercusión del
movimiento7.
Otra de las críticas que se hacen a este encuentro, desde los sectores refor-
mistas, es su falta de conocimiento de las realidades latinoamericanas, dados
los escasos vínculos transatlánticos que tienen (frente a la creación de redes
por parte de las ONG), lo cual limita su capacidad de influencia en la definición
de las políticas concretas. En efecto, si bien en los foros de la sociedad civil
los participantes procedían de ambos lados del Atlántico, los de la Cumbre de los
Pueblos eran en su mayoría organizaciones madrileñas. A pesar de esas limita-
ciones y los fracasos señalados, lo que se pretendía presentar aquí es una nueva
forma de hacer política de base, con la participación de todas aquellas asocia-
ciones, colectivos, plataformas o individuos que lo deseen, frente al alejamien-
to de las instituciones en el proceso de crisis de las actuales democracias
representativas, y la falta de participación real en instancias internacionales.
Una forma de hacer política todavía embrionaria y desorganizada, pero que
puede ayudar a incorporar las preocupaciones de los ciudadanos a las agendas
internacionales. En este sentido, se les acusa de ser incapaces de presentar
propuestas, de ir más allá de las protestas, a lo que algunos responden con pla-
nes de acción definidos, y otros con la argumentación de que esas propuestas
no pueden surgir de antemano, sino que es necesario primero incorporar a los
debates a la mayor parte de la ciudadanía, como un proceso de construcción
conjunta de alternativas, para dar así lugar a un nuevo modelo de sociedad par-
ticipativa, de la que posteriormente surgirán las propuestas consensuadas y,
por tanto, más sólidas (es decir, cambiar primero las reglas del juego, y en base
a las nuevas hacer política). En este sentido, se podría decir que estas contra-
cumbres pretenden trasladar el debate a la sociedad, más que incidir en la toma

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

de decisiones, al menos en un primer momento (aunque también es cierto que


en momentos puntuales han logrado incorporar algunas de sus propuestas en
las cumbres oficiales o, cuando menos, han incidido en la celebración de las
mismas, cada vez más alejadas de los ciudadanos)8.

5. LA CUMBRE DE GUADALAJARA: LA COHESIÓN SOCIAL


EN EL CENTRO DE LA AGENDA

La tercera Cumbre UE-ALC tuvo lugar del 24 al 29 de mayo de 2004 en


Guadalajara, México. En ella se dieron cita los 25 jefes de Estado y de Gobierno
de la Europa ampliada, y los 33 de ALC. Mientras en la primera cumbre se acor-
dó crear una asociación estratégica en tres dimensiones (diálogo político, rela-
ciones económicas y cooperación), la segunda cumbre buscó consolidar esa
asociación. Desde entonces los avances logrados son principalmente la firma
del Acuerdo de Asociación UE-Chile en noviembre de 2002 y la conclusión de
las negociaciones para los Acuerdos de Diálogo Político y Cooperación con
Centroamérica y la Comunidad Andina, firmados en Roma en diciembre de
2003. Esta tercera cumbre era una oportunidad para mejorar la acción coordi-
nada en las prioridades, así como para afrontar los nuevos desafíos, en parti-
cular la falta de equidad social y de acceso a los servicios, a pesar del
crecimiento económico. La inclusión social se convirtió así en el tema princi-
pal de discusión.
Las prioridades de la Comisión (COM (2004) 220 final) para la cumbre
eran la cohesión social, la integración regional y el multilateralismo efectivo,
las tres íntimamente ligadas; y reconocía el papel desarrollado por la sociedad
civil en este proceso: “La sociedad civil ha contribuido también considerable-
mente al fortalecimiento de las relaciones birregionales, gracias a una intensi-
ficación de los vínculos entre las organizaciones de la sociedad civil de ambas
regiones y a las opiniones vertidas en la cumbre por los representantes de
dicha sociedad en relación con los aspectos más destacados de dichas relacio-
nes”. También el informe de la Comisión sobre “La Unión Europea, América
Latina y el Caribe: una asociación estratégica”, de 2004, ofrece un interesante
repaso de las relaciones entre la UE y ALC, así como algunas cifras actuales
sobre la situación en las dos regiones y sus relaciones. Analiza después la aso-
ciación estratégica, mostrando los logros obtenidos desde la Cumbre de
Madrid, en cuanto a la consolidación de los lazos, al desarrollo de la coopera-
ción birregional y a la ejecución de la cooperación birregional, con la puesta en

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marcha por parte de la UE de los diversos programas para AL. El informe repa-
sa a continuación los retos pendientes y los objetivos de la Cumbre de
Guadalajara, afirmando la prioridad de la cohesión social y el multilateralismo.
La cohesión social fue objeto de un seminario, organizado del 5 al 6 de junio
de 2003, del que surgió el Compromiso de ALCUE: Una Nueva Agenda de
Cohesión Social. En él se reiteran los valores compartidos por ambas regiones,
como son los derechos humanos, la democracia y la solidaridad, y se fijan como
principal objetivo de la asociación la cohesión social y el bienestar de los ciuda-
danos. Asimismo, haciéndose eco de los resultados del informe del PNUD sobre
la democracia en AL, reconocen que existe una insatisfacción ciudadana fren-
te a la democracia imperante, a pesar de los avances que ha conocido en el conti-
nente latinoamericano; y que persisten altos niveles de desigualdad y exclusión
social a pesar de la mejora de los indicadores sociales. En este contexto “La
gobernabilidad democrática, el fortalecimiento de las finanzas públicas y de
la política fiscal, la consolidación de las políticas sociales y la modernización de los
mercados de trabajo son áreas para acciones prioritarias a fin de lograr un desa-
rrollo justo y sustentable”. Es interesante ver que se otorga un papel central a la
sociedad civil: “Los Gobiernos, conjuntamente con la sociedad civil, tienen un
papel fundamental para encabezar el proceso y conducir las reformas tendientes
a aumentar la cohesión social y el combate a la pobreza, la desigualdad y la mar-
ginación […] Estos procesos y reformas deben reflejar el contrato social entre el
Estado y la sociedad en su conjunto y deben traducirse en los presupuestos nacio-
nales, en las estrategias de lucha contra la pobreza y las políticas sociales”.
En cuanto a la extensa Declaración de Guadalajara (con más de 100 pun-
tos), surgida de la cumbre, reitera el compromiso de consolidar la asociación
estratégica con la UE ampliada, así como de fortalecer la democracia y promo-
ver los derechos humanos. Se centra en los tres campos ya señalados: multila-
teralismo, con centralidad de las Naciones Unidas en la promoción del
desarrollo, en la prevención de conflictos y en la seguridad; cohesión social,
reiterando el compromiso con los ODM y, en concreto, con la lucha contra la
pobreza, la exclusión y la desigualdad, y reconociendo el “principio de respon-
sabilidad global común”; y relación birregional, donde, además de avanzar en
la estrategia de asociación incorporando cuestiones sociales y respetando los
diversos compromisos adquiridos, destacan que “Continuaremos promovien-
do el diálogo y la consulta con la sociedad civil en los procesos de asociación
birregional y el acceso oportuno de información para los ciudadanos”. Cabe
resaltar el cambio de prioridades con respecto a la Cumbre de Madrid, centra-
da en la seguridad, el desarme y la lucha contra el terrorismo.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

5.1. LA PARTICIPACIÓN INSTITUCIONAL DE LA SOCIEDAD CIVIL ORGANIZADA

Siguiendo la lógica de las cumbres anteriores, los eventos desarrollados al


margen de la cumbre oficial son, en esta ocasión, muy numerosos, lo que
muestra la fuerza que ha tenido este tipo de iniciativas, muchas de las cuales
han sido financiadas u organizadas conjuntamente por la Comisión Europea.
Nos centraremos en los dos encuentros específicos de las organizaciones
sociales sociedad civil que ya se habían dado en ediciones anteriores: el
Segundo Foro Euro-Latinoamericano-Caribeño de la Sociedad Civil y el Tercer
Encuentro sobre la Sociedad Civil Organizada Unión Europea-América Latina
y el Caribe.

5.1.1. El Segundo Foro de la Sociedad Civil

El Segundo Foro Euro-Latinoamericano-Caribeño de la Sociedad Civil: por


una Asociación Unión Europea-América Latina y el Caribe que Promueva la
Cohesión Económica con Justicia Social y Equidad se celebró del 24 al 26 de
marzo de 2004, en Pátzcuaro (México), con la participación de más de 75 orga-
nizaciones sociales9, con el objetivo de analizar y evaluar las relaciones entre
ambas regiones, crear alianzas y estrategias de presión entre las organizaciones
de ambas regiones y formular recomendaciones a la cumbre. Su convocatoria
resalta que “La participación de la sociedad civil está llamada a devenir en uno
de los componentes básicos de las relaciones entre la Unión Europea (UE),
América Latina y el Caribe (ALC)”. Más aún, en la construcción de la anuncia-
da asociación estratégica es indispensable una participación estructurada y sis-
temática de las organizaciones sociales para lograr relaciones más equitativas y
solidarias entre ambas regiones”. Señalan que las Cumbres UE-ALC son un
buen momento para que estos actores sociales planteen su visión de las rela-
ciones UE-ALC, presentando propuestas y actuaciones y, en ese sentido, esta
tercera cumbre presentaba una buena ocasión, al centrarse en la cohesión
social, ámbito en el que las organizaciones sociales pueden hacer importantes
aportaciones. Entre sus objetivos específicos, la convocatoria señala además la
necesidad de “Reivindicar la participación de la sociedad civil en los planes
oficiales que resulten de la III Cumbre respecto de la promoción de la cohesión
social en ALC” y de “Consolidar un espacio de expresión de la sociedad civil en
las relaciones UE-ALC que pueda ser reconocido e incorporado a futuro en la
dinámica del proceso de las cumbres birregionales”. Las sesiones de trabajo se
desarrollaron bajo la forma de paneles y talleres, que analizaron las relaciones

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eurolatinoamericanas y su influencia en el crecimiento económico, el empleo,


la lucha contra la pobreza, la promoción de los derechos humanos, la democra-
cia, la inclusión social, la equidad, etc., quedando las conclusiones recogidas
en un documento final que se presentó a las instituciones oficiales.
El preámbulo de esa declaración final, conocida como la Declaración de
Pátzcuaro, comienza apuntando la importancia de la participación de la socie-
dad civil: “Convencidos de que la participación de la sociedad civil debe ser uno
de los componentes básicos para lograr unas relaciones más equitativas y soli-
darias entre América Latina y el Caribe y la Unión Europea, […] nos hemos
reunido en el II Foro Euro-Latinoamericano-Caribeño de la Sociedad Civil
[…] para hacer propuestas y recomendaciones a la III Cumbre de Jefes de
Estado y de Gobierno”. Resaltan los problemas de la región ALC: la pobreza, la
exclusión, la desigualdad, la corrupción, la deuda, etc., denunciando los efec-
tos sociales negativos del modelo neoliberal. Afirman así que “la cohesión
social sólo será posible desde la práctica de una democracia sustantiva que se
base en la real participación social y en la realización efectiva de los derechos
humanos, integralmente considerados, afirmando el derecho colectivo a la
justicia y al desarrollo sostenible”. En este sentido, demandan una asociación
estratégica que promueva la cohesión social, los derechos humanos y el Estado
de derecho, así como la responsabilidad de los Estados en estos ámbitos, seña-
lando que “El cumplimiento de esta responsabilidad y una mayor calidad de
nuestras democracias demandan una amplia y corresponsable participación
de la sociedad civil en los asuntos públicos y, en particular, en todos los acuerdos
internacionales de los Gobiernos. Para ello se deben establecer mecanismos
efectivos y transparentes afirmando el estatuto de observación, monitoreo y
consultoría para las organizaciones de la sociedad civil en las diversas cumbres
y conferencias internacionales”.
En la declaración se apuntan finalmente propuestas en diez ámbitos:
integración regional y cohesión social (resaltando la necesidad de contar con
la labor de la sociedad civil, ampliando y fortaleciendo los espacios ya exis-
tentes: “La participación de la sociedad civil debe ser incorporada de manera
efectiva en los procesos de integración regional, en el marco de los acuerdos
de asociación así como en las propias cumbres de jefes de Estado y de
Gobierno. Para ello es necesario el acceso oportuno a la información, el desa-
rrollo de consultas y la respuesta a las solicitudes de la ciudadanía que den
posibilidades ciertas de incidencia en los procesos de toma de decisiones”);
comercio, inversiones y deuda externa; derechos económicos, sociales y cul-
turales (DESC) y cohesión social (donde se inserta la petición de que “Debe

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

haber un compromiso claro en las regiones para no criminalizar la protesta


social y dar todas las garantías para su expresión”, interesante teniendo en
cuenta lo ocurrido con las protestas ciudadanas en Guadalajara, como se verá
más adelante); políticas de inclusión para la mujer y sus efectos sobre la cohe-
sión social; tierra, soberanía alimentaria y agricultura familiar; políticas de
inclusión para los indígenas y afrodescendientes; interrelación entre demo-
cracia, lucha contra la corrupción y justicia para la cohesión social (se señala
aquí la necesidad de fortalecer y reconocer la participación ciudadana en el
diseño de las políticas sociales, institucionalizando los espacios de participa-
ción para incrementar su influencia); responsabilidad del Estado en la lucha
contra la exclusión; informalidad, maquila y empleo digno; y nueva emigra-
ción latinoamericana y su impacto económico y social, reivindicando un enfo-
que de corresponsabilidad.

5.1.2. El tercer encuentro de la sociedad civil organizada

Tras sus ediciones en Río y en Madrid, este tercer encuentro se reunió del 12
al 16 de abril de 2004 en Ciudad de México. Fue organizado por el Comité
Económico y Social Europeo, con el apoyo de la Comisión Europea y la cola-
boración de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. En él se dieron
cita los representantes de los foros consultivos y los comités económicos y
sociales de la UE, AL y Caribe. En total contó con unos 160 participantes.
Tenía como objetivos debatir el tema de la cohesión social, promover y forta-
lecer las instituciones consultivas de la sociedad civil y establecer contactos
entre organizaciones sociales. Para ello se celebraron diferentes mesas
redondas sobre estas temáticas.
En su sesión inaugural, la propia Comisión Europea agradece el apoyo del
Gobierno de México y la labor del CESE a la hora de potenciar estos encuentros
y de elaborar dictámenes sobre los principales temas de la agenda, como es el
caso de su dictamen sobre la cohesión social en América Latina. Señala asimis-
mo que “Para el éxito del diálogo y de la cooperación la implicación directa de los
Gobiernos no basta. Es necesaria la participación de todos los sectores de la
sociedad”. Recuerda que “En los acuerdos más recientes de asociación y de coo-
peración entre la UE y países o regiones de América Latina, existen disposicio-
nes que establecen comités consultivos mixtos de participación y de consulta de
la sociedad civil organizada (el CESE y sus homólogos latinoamericanos) para
el desarrollo y la implementación de tales acuerdos”. Esto se debe a que, en
palabras de la Comisión, “El fortalecimiento y la participación de los actores

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socioeconómicos pueden contribuir a la transferencia de experiencias y a la


aparición de procesos de concertación que favorezcan la estabilidad, los dere-
chos al trabajo, las soluciones del conflicto y las inversiones productivas. Los
actores socioeconómicos pueden contribuir ampliamente a la cooperación, al
conocimiento mutuo y al acercamiento entre ambas regiones. La cooperación
entre las instituciones será tanto o más fructífera en la medida en que sea mayor
el diálogo entre los hombres que les representan. El fortalecimiento y la parti-
cipación de las organizaciones socioeconómicas pueden también contribuir
a la reducción de la desigualdad y de la pobreza, a una mejor distribución de la
riqueza y a un gobierno más democrático”.
Por su parte, el documento final del encuentro, la Declaración de México,
aboga por:

• La profundización de la Asociación UE-ALC, como base para la creación


de un orden internacional más equilibrado a través del fomento del
multilateralismo. Para ello, debe avanzarse en los acuerdos y las nego-
ciaciones en marcha, incorporando dimensiones políticas, sociales,
laborales y culturales además de las comerciales, y contando con la par-
ticipación efectiva de la sociedad civil.
• El establecimiento de una agenda a favor de la cohesión social para
hacer frente a la pobreza y la desigualdad. Esta agenda deberá contar
con la participación de la sociedad civil y favorecer el crecimiento y el
desarrollo económicos sostenibles destinados a disminuir las desigual-
dades sociales en el marco de la integración regional (buscando reducir
la dependencia externa, la deuda, y avanzando en la apertura recíproca
de los mercados y en la lucha contra la pobreza). Para ello son necesa-
rias unas instituciones públicas eficaces y transparentes, que trabajen en
pro de la cohesión social dando prioridad a los sectores de población más
vulnerables. Se requiere también un mercado de trabajo estructurado,
que luche contra la informalidad y precariedad imperantes, respetando
las normas de la OIT, fomentando el diálogo social e imponiendo una res-
ponsabilidad social de las empresas. Finalmente, se ha de disponer del
apoyo de la UE y la comunidad internacional, de forma coordinada y
coherente con el objetivo de la cohesión social.
• El refuerzo del papel de la sociedad civil organizada, que necesita de un
reconocimiento por parte de los poderes públicos, del fortalecimiento
de las organizaciones sociales y de las instancias de diálogo, y de la crea-
ción de redes eurolatinoamericanas.

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Estos encuentros mantienen la lógica de aquellos celebrados en torno a la


Cumbre de Madrid, si bien se multiplican las iniciativas, con la celebración de
numerosos foros de debate sobre diferentes temáticas, siempre en torno a los
temas sociales, a la necesidad de una mayor democracia y al fomento de la par-
ticipación de la sociedad civil.

5.2. LA PARTICIPACIÓN DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES: EL ENCUENTRO


‘ENLAZANDO ALTERNATIVAS’

Frente a las organizaciones sociales reunidas en los encuentros instituciona-


lizados de la sociedad civil, los movimientos sociales contrarios a la globali-
zación neoliberal tuvieron más dificultades para hacer oír sus demandas, lo
que no les impidió celebrar sus propios foros y convocar movilizaciones en el
marco de esta cumbre. De hecho, la movilización social ante la proximidad de
la cumbre fue especialmente intensa, con multitud de colectivos10 organi-
zándose frente a lo que consideran una “penetración de los dueños del dine-
ro a nuestro continente” (La Haine, 14/02/2004), con una condena clara a las
políticas económicas neoliberales, tanto de Estados Unidos como de la
Unión Europea, que entienden que siguen la misma lógica de apropiación de
los recursos de la región (Indymedia México, 07/03/2004), y al falso discur-
so: “En esta ocasión, su cohesión social será para fomentar y mantener la
desigualdad social, económica, de género, laboral, entre muchas otras”
(Indymedia México, 26/03/2004).
Buscan, frente a ello, el intercambio de ideas y experiencias para fortale-
cer a los movimientos antiglobalización, entendiendo que “esta cumbre es un
síntoma más del empuje del neoliberalismo y cómo los agentes del capitalismo
se pueden reunir para decidir la suerte económico-social de toda una región
entera del mundo. Pensamos que, al parecer, estos agentes no quieren que los
pueblos implicados sepan de sus discusiones porque saben que se confronta-
rán con protesta, por eso en Guadalajara las preparaciones repentinas pero
disruptivas para la cumbre no fueron muy anunciadas” (Indymedia México,
21/05/2004). Se distinguen así de las reuniones de la sociedad civil convocadas
en el marco de la cumbre, y convocan a la participación en las acciones y movi-
lizaciones previstas los días 28 y 29 de mayo, insistiendo en su carácter pacífi-
co. También llaman a la participación en el foro libertario que tendrá lugar los
días 26 y 27 de mayo, en el que se debatirán las “nuevas formas de hacer política”.
Por su parte, la Alianza Social Continental11 hizo un llamamiento a los “no invi-
tados” a la cumbre oficial a asistir “para presentar sus propuestas alternativas

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y movilizaciones contra estas políticas económicas del neoliberalismo”


(Alianza Social Continental, 10/05/2004). Entiende que “la Cumbre ALCUE
representa la cara pública de la recolonización neoliberal de Latino América
por corporaciones transnacionales europeas” y busca “presentar una alterna-
tiva viable y justa para los pueblos de AL y el Caribe”. Estaba interesada en crear
un Centro de Medios Independientes, como ya viene siendo habitual en los
encuentros antiglobalización desde su surgimiento en las protestas de Seattle
(1999), para hacer frente al cerco informativo.
En definitiva, los diferentes movimientos contra la globalización neolibe-
ral buscaban lugares de encuentro en los que “se discutirán las formas en que
los dueños del capital sigan penetrando a nuestro continente y cómo continuar
saqueándonos como lo han hecho desde hace más de 500 años” (La Haine,
18/03/2004). En este sentido, la promotora, Otro Mayo Guadalajara, se cons-
truyó como un espacio abierto que buscaba “coordinar y articular acciones e
iniciativas conjuntas de la sociedad civil encaminadas a actuar contra el proce-
so de deterioro social, cultural y ambiental que imponen a nuestro planeta las
decisiones que se toman en las cúpulas del poder político y económico”
(Centro de Medios Independientes-Ecuador, 20/03/2004). Preparaban, entre
otras cosas, que el 29 de mayo fuera un día de acción global. Una de sus princi-
pales preocupaciones a la hora de organizar actividades era el amplio disposi-
tivo de seguridad desplegado por las autoridades mexicanas ante la cumbre,
supuestamente por el temor a atentados, pero que también dificultaría las pro-
testas, como quedó demostrado con lo sucedido durante la manifestación con-
vocada por estos colectivos.

5.2.1. El Encuentro Social ‘Enlazando Alternativas’

Una de las actividades previstas por los movimientos contra la globalización


neoliberal fue la celebración del Encuentro Social Europa/América Latina y el
Caribe “Enlazando Alternativas”, que tuvo lugar del 26 al 29 de mayo de 2004
en la Universidad de Guadalajara, al estilo de las clásicas contracumbres de
estos movimientos. Estaba convocado por numerosos colectivos (sindicatos,
campesinos, indígenas, defensores de derechos humanos, ecologistas, muje-
res, etc.) latinoamericanos —principalmente mexicanos— y europeos. Señalan
que “Esta cita en Guadalajara […] reflejó la realidad de nuestros países; por
una parte los Gobiernos, rodeados de grandes vallas de seguridad, alejados del
pueblo y, por otra, la ciudadanía excluida y los grupos, organizaciones, redes y
colectivos expresándose de múltiples formas: foros, seminarios, teatro callejero,

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música, danza, plantones, movilizaciones, etc.”. Este encuentro social buscaba


analizar las relaciones UE-AL, criticando el enfoque neoliberal de los acuer-
dos, con vistas a “enlazar alternativas” para construir conjuntamente propues-
tas encaminadas a trabajar por la paz, la soberanía, la equidad, los derechos
humanos integrales, la justicia, el desarrollo sustentable, la democracia y la
libertad” (VVAA, 2005). En su convocatoria se critican las diversas consecuen-
cias negativas de “una misma política global donde se ponen en juego la demo-
cracia, la soberanía, la justicia social, las relaciones económicas y la paz” (Red
Mexicana de Acción Frente al Libre Comercio).
El encuentro tenía tres objetivos concretos: “a) revisar las implicaciones
del contenido que se pretende dar a la ‘cohesión social’, tema discutido por los
mandatarios de la UE, Latinoamérica y el Caribe, demostrando la inviabilidad
del modelo que ellos proponen y formular propuestas que permitan acercarnos
con mayor sustento y fuerza a la construcción de la paz, la democracia, y a un
desarrollo incluyente, justo y sustentable; b) analizar las formas en que nos
estamos organizando para enfrentar la lucha desde Europa, América Latina y el
Caribe y al mismo tiempo definir estrategias diversas que permitan articular-
nos desde los propios espacios que nos corresponden para realizar avances
contundentes que permitan hacer oír la voz, las propuestas y decisiones de los
pueblos excluidos; y c) realizar acciones y movilizaciones que visibilicen la
inconformidad social como una forma pública de presión popular”. En los diver-
sos paneles se trabajaron las relaciones UE-ALC, la deuda y las inversiones, el
monitoreo de multinacionales, los derechos humanos, la agricultura, o las estra-
tegias de coordinación y articulación entre la sociedad civil europea y latinoame-
ricana, entre otras cuestiones. En su declaración final, los movimientos sociales
ratifican su lucha por un modelo económico alternativo al neoliberal, centrado
en los derechos sociales, laborales, ambientales y culturales de los pueblos, y
señalan la necesidad de un control de las acciones de las empresas multilatera-
les en los dos continentes (principalmente en cuanto a su denuncia ante la
población, para que conozca las consecuencias negativas de su actuación).
Con este foro, los movimientos sociales buscaban abrir espacios de con-
sulta popular, para avanzar en la definición de políticas de desarrollo y coope-
ración reales, exigiendo que se cuente con la aprobación de los pueblos a la
hora de firmar acuerdos entre las dos regiones. Suponía un lugar de encuentro
e intercambio de experiencias. Además, daban un paso más allá de las protes-
tas, proponiendo alternativas a los acuerdos de libre comercio. Analizaron así
los contenidos de los acuerdos en términos de derechos humanos, privatizacio-
nes, campo, cooperación, paz, justicia, género, y democracia, con el objetivo de

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“alertar y movilizar a la opinión pública sobre los contenidos de los acuerdos,


los cuales sólo están garantizandos a empresas e inversionistas que puedan
lucrar sin problemas, sin importar los impactos diferenciados en cada uno de
los países” (Alianza Social Continental, 27/05/2004). En este sentido, enten-
dían que no se diferencian de los propuestos por EE UU, lo que llevó a denun-
ciar el “doble discurso y moral” de la UE. Una de las críticas aquí era el énfasis
de la UE en la importancia de la participación de la sociedad civil, al tiempo
que mantiene en secreto las negociaciones más importantes, considerando que
“esta imposición de la UE constituye una violación al derecho de nuestros pue-
blos de estar informados sobre las acciones de los Gobiernos que afectan su
presente y su futuro” (Alianza Social Continental, 26/05/2004). También se
criticó la falta de denuncia firme por parte de los europeos del bloqueo a Cuba12
o del intento de golpe de Estado en Venezuela, así como la suave condena a las
torturas cometidas por EE UU en Irak. Por otra parte, se señala el escaso inte-
rés de la UE de reducir sus subsidios agrícolas. En definitiva, entienden que
“La declaración [de Guadalajara] evitó entrar a fondo en los temas esenciales
que interesan a los pueblos de nuestra América, reafirmó la asimetría en que se
basan las relaciones entre las dos áreas geográficas e incluso dejó el camino
abierto para continuar profundizándolas” (Rebelión, 03/06/2004).
Las aportaciones de este encuentro social quedaron recogidas en una
publicación, Enlazando Alternativas 2004, que incluye artículos sobre las rela-
ciones UE-ALC, las empresas transnacionales de la UE en AL, los retos econó-
micos y políticos de la integración regional, los derechos humanos y la igualdad
de género y la construcción de estrategias de integración regional alternativas
a la globalización neoliberal. Se incluyen en el libro también los documentos de
denuncia de la represión ocurrida durante las movilizaciones, que se verá más
adelante. A este respecto se critica que “Ante esas arbitrariedades e injusticias,
la Comisión Europea no se ha pronunciado, algunos/as de sus representantes
consideran que esa situación es sólo competencia del Gobierno mexicano, a
pesar de que se dio en el marco de la cumbre y, mientras, en sus discursos y
declaración, se pronunciaban en contra de la tortura y por el respeto a los dere-
chos humanos, al Estado de derecho y la democracia”.

5.2.2. La manifestación del 28 de mayo

Como ya se ha señalado, una de las preocupaciones de los movimientos sociales


a la hora de desarrollar sus actividades era el amplio dispositivo de seguridad
desplegado para la cumbre, como ya viene siendo habitual en los encuentros a

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alto nivel. Señalaban así que “Estas cumbres en todo el mundo se vuelven bún-
keres aislados de la realidad, de la sociedad civil, de cómo vive la gente y eso
también es grave, porque finalmente las autoridades no se dan cuenta de cómo
vive la gente” (La Crónica de Hoy, 26/05/2004). Se convocó, como acto principal,
una marcha el viernes 28 de mayo, en la que participaron unos 2.500 manifes-
tantes13 procedentes de colectivos campesinos, estudiantes, sindicatos, maes-
tros, asociaciones civiles, anarquistas, e incluso partidos políticos, para mostrar
su rechazo a las políticas neoliberales que se discutían en la cumbre, y protes-
tando contra el Gobierno de Vicente Fox. Según los participantes, se trataba de
una marcha festiva y pacífica: “Era, digamos, una marcha alegre y tranquila,
expresión de un pueblo descontento en una democracia que no tiene respuestas
a las demandas específicas de una sociedad que se siente libre” (La Jornada,
28/05/2004). Sin embargo, dos horas después, la manifestación desembocó en
duros enfrentamientos con la policía14. La jornada se saldó con 100 detencio-
nes, muchas de ellas realizadas de forma arbitraria, bien en la Cruz Roja, a la que
habían acudido los manifestantes lesionados, bien en redadas posteriores, de
madrugada, basadas en el aspecto físico y la indumentaria. Durante la madruga-
da del viernes fueron liberados algunos de los detenidos, pero todavía perma-
necían a disposición policial unas 70 personas.
En la rueda de prensa realizada por los movimientos sociales al día
siguiente se aseguró que los detenidos habían sufrido torturas y vejaciones. Se
denunció que las autoridades no entregaron lista de detenidos, que había poli-
cías infiltrados entre los manifestantes y militares de civil, y se criticó la pos-
tura desentendida de ONG y sindicatos15. Se convocaron movilizaciones para
exigir la liberación de los detenidos, entre ellas una jornada de movilización
global el 4 de junio de 2004 en las delegaciones del Gobierno mexicano en el
mundo, en las que se entregaron firmas de numerosos colectivos y organiza-
ciones para exigir la liberación de los detenidos, la anulación de los procesos
penales en su contra, la publicación de la lista de detenidos, el cese del hosti-
gamiento hacia los activistas y de las torturas a los presos, el reconocimiento de
la responsabilidad de las autoridades (principalmente el presidente de la
República, Vicente Fox Quesada, y el gobernador del estado de Jalisco,
Francisco Ramírez Acuña), y la garantía de contar con abogados defensores
(Indymedia Barcelona, 01/06/2004).
Distintas personalidades se reunieron con el gobernador de Jalisco para
exigir la liberación de los detenidos, con escasos resultados, y un año después
Amnistía Internacional envió un llamado por los derechos humanos, en el que
se hace eco de las torturas a manifestantes en Guadalajara. Se organizaron

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entonces diversos actos, movilizaciones y conferencias con testimonios de los


presos, así como un Foro Social Guadalajara “28 de mayo, nunca más”. En la
convocatoria se demandaba “que la tortura, represión y toda forma de violación
a los derechos humanos dejen de ser una práctica sistemática de los Gobiernos
para eliminar las manifestaciones de inconformidad de la población civil”
(Otro Mayo Guadalajara, 2005). Asimismo, insiste en la necesidad de crear
“una instancia de diálogo permanente y propositivo que aborde los principales
problemas sociales regionales, nacionales e internacionales”, entendiendo
que “la participación social es la única garantía para la plena vigencia de un
régimen democrático y de respeto a las garantías constitucionales y los dere-
chos civiles y sociales”.
El último de los detenidos fue liberado en noviembre de 2005, quedando
todavía pendientes numerosos procesos judiciales. Más de 80 organizaciones
nacionales e internacionales (entre las que se encuentran Amnistía
Internacional, Human Rights Watch, la Comisión Nacional de Derechos
Humanos y el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones
Unidas, la Organización Regional Interamericana de Trabajadores, el Congreso
del Trabajo de Canadá, la Federación Internacional de los Derechos del
Hombre, Parlamentarios Europeos, así como distintas personalidades) han
denunciado los hechos y han solicitado al Gobierno mexicano una investiga-
ción de las graves violaciones a los derechos humanos que no se ha realizado.
Por ello, se siguen exigiendo responsabilidades, lo que ha llevado a la
Coordinadora 28 de Mayo a pedir a la comisión mixta de eurodiputados, reuni-
da con legisladores mexicanos en enero de 2006, que solicite “a la presidencia
de la Unión Europea que valore y discuta la posibilidad de aplicar la cláusula
democrática —que busca ponderar la defensa de los derechos humanos por
encima de las relaciones comerciales— ante la tortura y detenciones arbitrarias
cometidas contra los altermundistas que participaron en la movilización de
mayo de 2004 contra la tercera cumbre de jefes de Estado”. La propuesta fue
aceptada por la presidenta de la Comisión Mixta, Erika Mann, que aseguró que
trataría el tema con los legisladores mexicanos, y que llevaría el expediente al
Parlamento Europeo (La Jornada, 11/01/2006).

5.3. EL LUGAR DE LOS ACTORES SOCIALES EN LA CUMBRE DE GUADALAJARA

En esta tercera Cumbre UE-ALC se consolidan las dinámicas de participación


de la sociedad, multiplicándose los encuentros en los que organizaciones socia-
les debaten sobre los problemas y retos de la asociación eurolatinoamericana.

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También se hace más visible la división entre las diferentes estrategias que uti-
lizan los actores sociales para incidir en la cumbre, cada vez más distanciados,
y objeto además de distinto tratamiento por parte de las autoridades de la cum-
bre. En efecto, cabía esperar que, dado el tema central de la cumbre oficial, la
cohesión social, ésta sería más sensible a las propuestas y la participación de
la sociedad civil, tal y como se reflejaba de hecho en los documentos oficiales.
Pero la realidad mostró que esta sensibilidad sólo se refería a aquellos encuen-
tros institucionales impulsados desde la propia cumbre, mientras que las ini-
ciativas más espontáneas eran duramente reprimidas, como muestra lo
ocurrido durante la manifestación del 28 de mayo. Esto ahondó además la divi-
sión entre ONG y sindicatos (principales protagonistas de los foros institucio-
nales) por un lado y movimientos sociales (reunidos en el encuentro
alternativo) por el otro. Así, a pesar de una escueta referencia en la declaración
del II Foro Eurolatinoamericano a que “debe haber un compromiso claro en las
regiones para no criminalizar la protesta social y dar todas las garantías para su
expresión”, lo cierto es que se desentendieron bastante de la dura represión de
la manifestación. Esto llevó a que en los siguientes actos de protesta por lo ocu-
rrido se evitara la presencia de sindicatos y ONG. Además, los movimientos
sociales siguen insistiendo en que los encuentros sociales fomentados por la
Comisión Europea suponen la legitimación de un proceso que en la práctica no
cuenta con las opiniones de sus poblaciones. Esta denuncia se extiende tam-
bién a la preocupación oficial por la cohesión social, que no se plasma en medi-
das concretas, por lo que, en realidad, queda vaciada de contenido. Así,
mantienen como estrategia, no tanto incidir en la cumbre oficial, al modo de
los encuentros institucionalizados, como sensibilizar a la opinión pública
sobre los efectos negativos de los acuerdos surgidos de la misma, con vistas a
fomentar la movilización y la presión social.

6. LA CUARTA CUMBRE EN VIENA: EL REFUERZO DE LA ASOCIACIÓN

La cuarta Cumbre UE-ALC se celebra en mayo de 2006 en Viena con el objeti-


vo general de fortalecer la asociación estratégica birregional. Ya la Comisión
había elaborado un documento en 2005 sobre la necesidad de una “asociación
reforzada entre la Unión Europea y América Latina” (COM (2005) 636 final),
con las siguientes propuestas: 1) intensificar y canalizar mejor el diálogo polí-
tico con los socios latinoamericanos, 2) crear un entorno propicio a los inter-
cambios y a las inversiones, 3) respaldar los esfuerzos de los países de la región

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para contribuir a la estabilidad y la prosperidad, y 4) mejorar la cooperación para


así mejorar el entendimiento mutuo. Cabe señalar que las menciones a la par-
ticipación de la sociedad civil, si bien existen, siguen sin concretar el papel y el
impacto que ésta debería tener.
En la Cumbre de Viena se trataron diversos temas: democracia y derechos
humanos, multilateralismo, terrorismo, drogas y delincuencia organizada,
medio ambiente, energía, acuerdos de asociación, crecimiento y empleo,
pobreza y exclusión, cooperación para el desarrollo, migración y sociedad del
conocimiento. Se trata de una Cumbre con objetivos bastante más generales
que la anterior, donde además, frente a los temas sociales, se hace un especial
énfasis en los aspectos de seguridad, energía y libre comercio. Se destacaron en
la declaración final los avances en las negociaciones de los acuerdos de asocia-
ción con Mercosur, Chile y Centroamérica. Asimismo, destaca la propuesta de
la XVII Conferencia Interparlamentaria ALCUE celebrada en junio de 2005
de crear una Asamblea Eurolatinoamericana; y hacen mención a la celebración de
los encuentros de la sociedad civil: “Tomamos nota con interés de la propues-
ta de la XVII Conferencia Interparlamentaria ALCUE (Lima, Perú, 14 a 17 de
junio 2005) de crear una Asamblea Eurolatinoamericana. Expresamos nuestra
satisfacción por la celebración del III Foro Euro-Latinoamericano-Caribeño
de la Sociedad Civil, que tuvo lugar en Viena del 30 de marzo al 1 de abril de
2006. Expresamos nuestra satisfacción por la celebración del Cuarto
Encuentro de la Sociedad Civil Organizada América Latina y Caribe-Unión
Europea, que tuvo lugar en Viena del 5 al 7 de abril, y tomamos nota de sus con-
clusiones”.
Habrá que esperar a la siguiente Cumbre UE-ALC, que tuvo lugar el 16 y 17
de mayo de 2008, para volver a situar los temas sociales en el centro de la agen-
da. En efecto, estuvo centrada en dos temas principales: la pobreza, desigualdad
e inclusión; y el desarrollo sostenible, temas en los que las organizaciones y los
movimientos sociales llevan siendo muy activos en los últimos años.

6.1. LOS FOROS INSTITUCIONALES DE LA SOCIEDAD CIVIL ORGANIZADA

Al igual que en las anteriores ocasiones, se celebraron multitud de encuentros


sociales en torno a esta cumbre, entre ellas el Foro Euro-Latinoamericano-
Caribeño de la Sociedad Civil y el Encuentro de la Sociedad Civil Organizada
ALC-UE. El Cuarto Encuentro de la Sociedad Civil Organizada ALC-UE, que tuvo
lugar en Viena del 5 al 7 de abril de 2006, organizado por el CESE, buscaba prin-
cipalmente conseguir un nuevo contrato social en América Latina, así como

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reforzar el papel de la sociedad civil en los procesos regionales de integración y


en los acuerdos de asociación, de forma que efectivamente participen, estén
representados y sus recomendaciones sean tenidas en cuenta en esas relaciones.
El programa estaba estructurado en dos grandes bloques: los pilares de un
nuevo desarrollo económico y social en América Latina (donde se habló de la
gobernanza democrática, la protección social y el cometido de la sociedad civil
en estos ámbitos, así como del papel de los agentes sociales en los sistemas
productivos y las relaciones laborales), y la dimensión social de la integración
regional en América Latina (donde se analizó el cometido de la sociedad civil
en el proceso de integración regional desde la experiencia europea y latinoa-
mericana; y la dimensión social de los acuerdos de asociación UE-América
Latina). En su declaración final, piden expresamente “la asociación estrecha
de la sociedad civil al seguimiento de las negociaciones y la institucionalización de
la participación de la sociedad civil en el seguimiento de la negociación y apli-
cación de los acuerdos de asociación entre la UE y las distintas regiones o paí-
ses de América Latina y el Caribe” y que “las propuestas y recomendaciones de
la sociedad civil organizada sean consideradas, incorporadas al diálogo político
y social y tomadas en cuenta para la definición de las agendas públicas, ya sea en
el ámbito nacional o regional)”. Para ello, “demandan a la IV Cumbre la institu-
cionalización de los encuentros de la sociedad civil organizada UE-ALC como
contribución a las cumbres bienales de jefes de Estado y de Gobierno UE-
América Latina y el Caribe y como forma de expresión del trabajo conjunto de los
distintos organismos representativos de la sociedad civil de nuestras dos
regiones, habilitando para ello los medios necesarios”.
El refuerzo y reconocimiento de los espacios de participación de la socie-
dad civil era también una de las principales demandas del III Foro Euro-
Latinoamericano-Caribeño de la Sociedad Civil, que tuvo lugar en Viena entre
el 30 marzo y el 1 abril de 2006, una vez más a cargo de ALOP, convocado bajo el
lema “Fortaleciendo la participación social para construir una asociación
UE-ALC más justa y solidaria”. Critican en su declaración final que “La cons-
trucción de la asociación birregional UE-ALC, tal como está actualmente
orientada por la doctrina del libre mercado, la privatización de bienes y servi-
cios públicos, la promoción y protección de las inversiones en beneficio del
sistema financiero internacional y de grandes conglomerados económicos,
agrava efectos derivados de un modelo de desarrollo y de inserción subordina-
da de los países de ALC en la economía y en la política internacional, produ-
ciendo una mayor concentración de las riquezas, el aumento de la brecha
social, la exclusión social y la pobreza”. Señalan asimismo, en el tema que nos

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ocupa, que “La participación de la sociedad civil es uno de los componentes


básicos para lograr relaciones más equitativas y solidarias entre la UE y ALC. Su
acción como sujeto clave en estas relaciones no puede estar limitada a algunos
momentos o temas determinados, sino que debe ser concebida como parte de
un proceso que permita una incidencia real de la participación ciudadana en la
toma de decisiones respecto de las relaciones birregionales”.
Frente a ello, entre sus recomendaciones se encuentran la necesidad de
conseguir una asociación birregional en favor del desarrollo y el combate a la
pobreza y la exclusión, una activa participación de la sociedad civil en la cons-
trucción de la asociación birregional y una cooperación al desarrollo que ayude
a combatir la pobreza y la inequidad. Asimismo se comprometen a “reclamar la
ampliación de los espacios de diálogo con las autoridades sobre la marcha de
la asociación birregional UE-ALC y participar muy activamente en los meca-
nismos que se establezcan para ello” y, frente a las dinámicas anteriores, pro-
ponen al encuentro “Enlazando Alternativas”, así como a la Cumbre Sindical
UE-ALC, unirse en un mecanismo de coordinación que permita dirigir unas
mismas recomendaciones a la cumbre oficial.

6.2. EL SEGUNDO ENCUENTRO SOCIAL ‘ENLAZANDO ALTERNATIVAS’

El encuentro “Enlazando Alternativas” se convoca por segunda vez, en esta


ocasión como espacio de los movimientos sociales. Se configura como una
red que “es el resultado de una creciente concientización de que las políticas
neoliberales de la Unión Europea (UE) y su agenda comercial se encuentran
lideradas por el poder de las corporaciones transnacionales y que la UE tiene
como objetivo asegurar el acceso de sus economías a los mercados latinoa-
mericanos y caribeños de manera irrestringida” y que busca “incrementar
las resistencias por parte de la sociedad civil latinoamericana y europea al
‘proyecto europeo’, a las empresas transnacionales con base en la Unión
Europea y a las políticas internacionales de ‘libre’ comercio”.
Además de su lanzamiento formal en la Cumbre de Guadalajara, esta red
ha estado presente en numerosas convocatorias de los movimientos sociales
globales, hasta llegar a Viena, donde celebraron una sesión, junto con el
Tribunal Permanente de los Pueblos, sobre “Políticas Neoliberales y
Transnacionales Europeas en América Latina y el Caribe”. Así, después de las
dificultades de la convocatoria anterior, se presentan ahora como una red más
integrada y fuerte, reclamando una participación real, no limitada a simples
espacios de consulta, en la construcción de un espacio eurolatinoamericano no

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supeditado a los intereses económicos. En efecto, señalan que “si bien las acti-
vidades y agenda de la red no comienzan ni terminan con la organización de los
encuentros sociales organizados en paralelo a las cumbres oficiales, la realiza-
ción de estos encuentros, o contracumbres, es un momento clave de fortaleci-
miento, visibilización y consolidación de la red”.
Entre los objetivos de la red se encuentran: 1) desarrollar estrategias con-
juntas para paralizar las actuales negociaciones que buscan la firma de acuer-
dos de libre comercio entre Europa, América Latina y el Caribe; 2) concretizar
las luchas contra el accionar que viola los derechos humanos de las empresas
transnacionales europeas en América Latina y el Caribe y dar continuidad al
Tribunal Permanente de los Pueblos sobre este tema; 3) profundizar el proce-
so de construcción de propuestas alternativas para una integración solidaria,
equitativa y complementaria en función de los intereses de los pueblos; y 4)
posicionarse y actuar en relación con las propuestas y procesos de integración
existentes en el continente americano.

6.3. LA PARTICIPACIÓN SOCIAL EN LA CUMBRE DE VIENA

Como se ha podido comprobar a lo largo de las cuatro Cumbres UE-ALC, las


organizaciones y movimientos sociales han sido muy activos en el espacio
eurolatinoamericano, convocando encuentros que han ido logrando una esta-
bilidad y un fortalecimiento. Sin embargo, y a pesar del discurso oficial sobre
la importancia de esta participación, y de las sucesivas demandas sociales, ésta
no ha logrado superar, en el mejor de los casos, un mero estatus consultivo, sin
incidencia real en la agenda oficial. La importancia de la ciudadanía para la
construcción democrática y el trabajo en el ámbito social sigue quedando así
relegada.
También se ha podido constatar la creciente oposición entre las diver-
sas estrategias por las que optan las fuerzas sociales. Por un lado, las ONG
buscan estar presentes en los alrededores de las cumbres, pero en la prácti-
ca se ven limitadas por el escaso impacto que tienen en la agenda oficial,
fruto de la inexistencia de mecanismos estables y eficaces de participación
que superen el mero estatuto consultivo. Y ésta es una de las principales exi-
gencias de las organizaciones en todas las cumbres. Por el otro, los movi-
mientos sociales más críticos con la globalización neoliberal buscan la
creación de un marco de debate en el que puedan participar los diversos
sectores excluidos de esa globalización, y que se ven amenazados por las
consecuencias sociales que pueden tener los acuerdos de libre comercio. Su

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estrategia se ha visto enfrentada a fuertes procesos de criminalización, con


el ejemplo extremo de la Cumbre de Guadalajara. La ruptura que se vivió
entre ambas dinámicas en esa cumbre trató de ser mitigada por el Foro de la
Sociedad Civil, que ha ido adoptando, cada vez con más fuerza, un discurso
propio de los movimientos sociales, principalmente en lo que se refiere al
lema compartido de “otro mundo es posible”, y está tratando de tender
puentes con el encuentro “Enlazando Alternativas”, como se ha visto en la
Cumbre de Viena.
En cualquier caso, todas estas iniciativas analizadas, tanto las más institu-
cionalizadas como las de los movimientos sociales, han mostrado su actividad
y dinamismo a lo largo de los años, y volverán a convocarse en torno la quinta
Cumbre de Lima. Asistimos entonces al cuarto Foro de la Sociedad Civil (que se
celebrará entre el 31 de marzo y el 1 de abril de 2008 en Lima, esta vez organi-
zado por la Mesa de Articulación de Asociaciones Nacionales y Redes de ONG
de América Latina y el Caribe, que aúna a organizaciones antes dispersas) y al
quinto Encuentro de la Sociedad Civil (del 16 al 18 de abril). También volverá a
reunirse la red Enlazando Alternativas, dando muestra de la vitalidad de los
movimientos sociales contrarios a la globalización neoliberal en esa región.
Allí, proponen “crear una agenda propositiva con proyectos y alternativas
comunes, que recoja lo mejor de las propuestas planteadas por los movimien-
tos sociales. Queremos atraer una amplia participación popular para difundir
los temas que serán discutidos en la cumbre oficial y generar una voz critica
frente a ella”.

7. CONCLUSIONES

Este capítulo se ha presentado como un ejemplo concreto de la participación


de los actores sociales en las relaciones internacionales, en este caso en las
relaciones de la Unión Europea con América Latina y el Caribe. Además, per-
mite analizar dos cuestiones que hemos ido apuntando a lo largo de la inves-
tigación. Por un lado, las diferentes formas de participación y estrategias que
los actores sociales (ONG y movimientos sociales) utilizan en la escena inter-
nacional, así como las consecuencias que éstas tienen en sus respectivos
ámbitos de actuación. Y por el otro, la plasmación real que tiene el modelo que
la Unión Europea quiere representar en el actual contexto internacional, a
través de sus relaciones con América Latina. Éstos son los temas que aborda-
remos a continuación.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

7.1. LAS DIFERENTES ESTRATEGIAS DE PARTICIPACIÓN DE LOS ACTORES


SOCIALES: ¿OPUESTAS O COMPLEMENTARIAS?

En cuanto a las formas de participación de los actores sociales que hemos ana-
lizado en este trabajo, ambas muy activas en las dos regiones y que han ido
afianzándose, conviene señalar que no siguen un único patrón, pudiendo defi-
nirse dos modelos diferentes, si no opuestos. Por un lado, las ONG participan
en el seno de la Unión Europea, dentro de los foros de la sociedad civil, con una
postura que podríamos llamar negociadora. De esta manera han conseguido
unos espacios más o menos institucionalizados para hacer oír sus demandas,
aunque sólo sea a nivel consultivo. Cabe también resaltar que tienen unas pro-
puestas de reforma más “micro”, centradas en temas concretos, que no cues-
tionan de forma radical (en el sentido etimológico de la palabra) las reglas del
juego, que aceptan como marco de actuación. En definitiva, siguen, en palabras
de Zesar Martínez, la estrategia de participación “por invitación” en órganos
institucionalizados.
Por su parte, los movimientos en contra de la globalización neoliberales
son más conflictuales, no cuentan con esas vías institucionales de participa-
ción, de las que se alejan por considerarlas ineficaces, y crean sus propios foros
paralelos, donde se tratan temas con una perspectiva más “macro”, destinados
a cambiar los marcos generales de relación, las reglas del juego, ya que entien-
den que el sistema de la globalización es perverso desde sus propios presu-
puestos de partida, y no es reformable. Optan así por una participación “por
irrupción”. En este sentido, los primeros de definen como más pragmáticos,
reformistas, y los segundos serían más utópicos, rupturistas.

GRÁFICO 1

VÍAS DE PARTICIPACIÓN DE LOS ACTORES SOCIALES EN LAS CUMBRES UE-ALC

Participación “por invitación”: Participación “por


foros institucionalizados irrupción”: encuentros
Cumbres
de la sociedad civil alternativos de los
UE-ALC
(foros civiles movimientos sociales
eurolatinoamericanos, (Cumbre de los Pueblos,
encuentros de la sociedad Encuentro “Enlazando
civil, seminarios, etc.) Alternativas”, etc.)

FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA.

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ENARA ECHART MUÑOZ

Las críticas desde los movimientos sociales a la postura de las ONG ya se


han visto en otros puntos, pero pueden resumirse en el miedo a una victoria de
las posiciones reformistas, que imposibilitaría avanzar hacia un cambio pro-
fundo que, sin embargo, estiman necesario. En efecto, permitir pequeñas
reformas legitimaría el sistema, sin ponerlo en cuestión. Las ONG creen, por
su parte, que hoy en día son esas pequeñas reformas las que permitirán cam-
bios beneficiosos, dada la imposibilidad de cambiar el sistema. Es necesario,
por tanto, utilizar las pequeñas oportunidades que se tienen para avanzar hacia
un mundo más justo. Así, critican que los movimientos sociales no tienen pro-
puestas concretas y estructuradas que pudieran permitir avanzar hacia un
modelo alternativo.
Sin embargo, ambas posturas no son irreconciliables, y de hecho, algu-
nas organizaciones abogan por ambas formas de participación, como com-
plementarias. Se entendería aquí que las demandas de los movimientos
sociales están creando un clima de debate en la sociedad internacional que es
necesario apoyar, ya que es el que permite que se abran oportunidades de
cambio, aunque sea a pequeña escala, que se pueden aprovechar. En efecto,
han conseguido sensibilizar a la sociedad sobre determinados temas y visibi-
lizar los problemas. Se trataría de hacer presión desde los dos frentes, tanto
en el nivel macro como micro, con actuaciones concretas, sin perder de vista
el conjunto, es decir, las causas de los problemas. Algunos foros civiles se
hacen así eco de las demandas más generales de los movimientos sociales,
incorporando, por ejemplo, su lema “otro mundo es posible”. De todas for-
mas, el debate sigue abierto y siguen existiendo desconfianzas mutuas, que
quedaron muy marcadas tras lo sucedido en la manifestación contra la
Cumbre de Guadalajara.
Lo que cada vez está más claro es que estos actores sociales empiezan a
ser actores internacionales cuyas opiniones, en un mundo que se pretende
democratizar, deben ser tenidas en cuenta, porque ofrecen una visión alter-
nativa de los grandes asuntos que influyen en la vida cotidiana de millones de
personas, aportando una visión más humana de las relaciones, frente a la
visión económica o de seguridad de los Estados, como se ha podido observar
en los diferentes encuentros de organizaciones y movimientos sociales. En
definitiva, si se pretende avanzar hacia un mundo más democrático, es
imprescindible contar con la participación de los actores sociales, de la ciu-
dadanía, eje central de toda democracia, necesario para dar legitimidad a la
toma de decisiones y para asegurar la representatividad de los responsables
de esas políticas.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

7.2. SU FUNCIÓN COMO ACTORES EN LA ASOCIACIÓN EUROLATINOAMERICANA

A pesar de estas diferencias, lo cierto es que los actores sociales han conseguido
jugar un papel importante en las relaciones entre la Unión Europea y América
Latina-Caribe. Han creado así importantes redes entre organizaciones y movi-
mientos sociales de ambas regiones, consiguiendo contar con estructuras de
movilización que se activan puntualmente para participar en los debates.
Además, las estructuras de oportunidad política son favorables, con una cada vez
mayor incidencia, por parte de la UE, en la necesidad de contar con la participa-
ción de la sociedad civil. Esto permite, por un lado, a las organizaciones sociales
participar en los encuentros que fomenta la Comisión Europea y, por otro, a los
movimientos sociales contar con una legitimidad para plantear sus demandas.
Finalmente, han construido marcos interpretativos en torno a la necesidad de
incorporar la justicia social al debate en las cumbres y foros alternativos, que
ayudan a la movilización de la opinión pública en tono a esta cuestión.
En cuanto a las actividades concretas que se han desarrollado, han tenido
como consecuencias:

• Una mayor difusión de la información: los diferentes documentos e


informes de las organizaciones y movimientos sociales ayudan a una
mayor comprensión de las relaciones entre las dos regiones, sirviendo
como fuentes de información accesibles a la ciudadanía. Han jugado
aquí un papel importante los medios de información alternativos,
como, por ejemplo, las diferentes redes Indymedia.
• Una mayor sensibilización ciudadana: esa difusión de información crí-
tica, o al menos centrada en las preocupaciones sociales, sirve para
sensibilizar a la opinión pública en torno a los temas tratados en las
Cumbres UE-ALC, tanto desde ámbitos institucionalizados (como el
CESE, a través de sus dictámenes) como alternativos (por ejemplo, la
Alianza Social Continental busca sensibilizar en torno a los efectos de
las políticas librecambistas en la región). Asimismo, las distintas movi-
lizaciones ciudadanas tienen este objetivo.
• La generación de comunidades temáticas: las diferentes dinámicas han
ayudado a crear corrientes de opinión sobre, por ejemplo, la necesidad
de que la Asociación UE-ALC se centre en la lucha contra la pobreza y
las desigualdades, o sobre la denuncia de las políticas librecambistas,
con importantes consecuencias en la última Cumbre de las Américas,
contra el ALCA.

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ENARA ECHART MUÑOZ

• La creación de redes, que son cada vez más importantes. En el ámbito ins-
titucional se van afianzando tras la celebración de diferentes encuentros,
pero también entre los movimientos sociales, por ejemplo, a través de la
Alianza Social Continental. Esto ayuda a la movilización de recursos y a
la creación de vínculos entre las sociedades europeas y latinoamericanas.
• La movilización de presiones en acontecimientos puntuales, por ejem-
plo, durante la última manifestación en Guadalajara y, sobre todo, en
las protestas posteriores por la represión sufrida.
• Una participación en espacios institucionalizados, cada vez más esta-
bles tras tres ediciones de foros y encuentros de la sociedad civil.
• Una participación en espacios alternativos, como la Cumbre de los
Pueblos o el Encuentro “Enlazando Alternativas”.
• La incorporación de temas sociales en el debate: en la evolución de las
relaciones UE-ALC se ha ido incrementando el debate sobre la situa-
ción de pobreza y desigualdad, o sobre los problemas de la democracia
en América Latina, temas que han sido objeto de numerosos informes.
• Incorporación de estos temas en los discursos y declaraciones de las
autoridades europeas y latinoamericanas: las diferentes cumbres ofi-
ciales muestran un creciente interés sobre los temas sociales, al menos
en el papel, como muestra la decisión de centrar la tercera cumbre en la
cohesión social, frente a la preocupación por la seguridad y la lucha
contra el terrorismo, central en la anterior. No obstante, la agenda sigue
principalmente marcada por los intereses económicos y la creación de
zonas de libre cambio.
• Un fomento de la transparencia de las reuniones, obligando a una
mayor rendición de cuentas: indudablemente, las actividades anteriores
permiten una mayor transparencia de las reuniones, que de otra forma
permanecerían alejadas de la ciudadanía. Asimismo, se lleva a cabo un
seguimiento de los compromisos adoptados en las cumbres, obligando
a una rendición de cuentas sobre los avances logrados.

Si nos atenemos a su impacto en el modelo de democracia, cabe señalar que


han logrado la creación de un capital social crítico que busca cambiar el modelo
de relaciones UE-ALC para que se centre más en temas sociales, y no sólo eco-
nómicos, lo que permite también a la UE presentarse como alternativa a las pro-
puestas de EE UU en la región. Asimismo, cuentan con el apoyo de importantes
redes contrarias al libre comercio, y cada vez más, con la simpatía de Gobiernos
latinoamericanos, con el cambio político que está viviendo la región.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

En definitiva, a la hora de valorar la función de estas organizaciones y


movimientos sociales como actor internacional en este caso concreto, se puede
señalar, siguiendo el marco teórico definido anteriormente, que:

• Actúa en el marco de las relaciones UE-ALC, a través de diferentes


estrategias, ya sea en el seno mismo de las cumbres, con los foros de la
sociedad civil, o en espacios paralelos.
• Tienen además influencia en las relaciones entre las dos regiones, con
un cambio, por ejemplo, en los marcos discursivos, que incorporan
cada vez más las preocupaciones sociales, principalmente en lo referi-
do a la pobreza, la desigualdad, la democracia o los efectos negativos de
los acuerdos librecambistas, que demuestran su importancia al ser
incorporadas en los propios discursos oficiales de las cumbres, princi-
palmente la tercera.
• Estas cuestiones tienen, por tanto, incidencia también en la agenda,
que las va incorporando, con una creciente preocupación por la cohe-
sión social y la lucha contra la pobreza y las desigualdades.
• Influyen además en las propias estrategias de la UE y sus socios de
América Latina-Caribe. Por un lado, les ha obligado a ampliar los espa-
cios de participación de la sociedad civil en las relaciones UE-ALC. Por
otro, deben enfrentarse a las denuncias de los movimientos sociales,
frente a los que ya no pueden optar por estrategias represivas sin con-
siderar las consecuencias, en este caso, la demanda de aplicación de la
cláusula democrática al Gobierno de México por su actuación en las
movilizaciones de Guadalajara.

Es indudable, por tanto, que ejercen una función en estas relaciones,


principalmente como control ciudadano de las decisiones adoptadas en las
cumbres, y como seguimiento de los compromisos y actuaciones.

7.3. LA UNIÓN EUROPEA: ¿UN MODELO ALTERNATIVO DE RELACIONES


INTERNACIONALES?

Además de presentar las diferentes formas de participación, y su función en las


relaciones UE-ALC, el estudio de caso nos permite ver la plasmación real del
modelo europeo en sus relaciones exteriores, es decir, la traducción del discur-
so de la UE en la práctica. Cabría preguntarse aquí, por ejemplo, siguiendo a
Robert Cox, si la Unión Europea es una organización internacional legitimadora

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del actual orden hegemónico, para cuyo mantenimiento no duda en cooptar


ideas contrahegemónicas; o si por el contrario es un vehículo de trasformación,
al abrir vías reales de participación a los actores sociales que cuestionan el
orden actual. Ya hemos señalado que la Unión Europea representa para muchos
países y regiones una alternativa al modelo estadounidense, en la medida en
que aboga por principios y valores diferentes, y que incorpora la democratiza-
ción como uno de los vectores principales en la creación de ese modelo. No
obstante, son muchos los críticos que entienden que este modelo no es una
alternativa, sino una forma de insertarse en el actual orden internacional de
forma competitiva, con una moneda fuerte y un amplio mercado, para hacer
frente al poder de Estados Unidos. Esto explicaría, en nuestro ejemplo, por qué
los acuerdos hasta ahora firmados por la Unión Europea son con países como
México o Chile, importantes economías en la órbita del vecino del norte.
Por otra parte, los medios civiles son, desde una perspectiva constructi-
vista, los que fundamentan la legitimidad de una acción exterior informada por
los principios internos de la Unión Europea, con gran influencia de la sociedad
civil al comparar el discurso y la práctica, los valores que la UE reclama como
propios y su plasmación en sus relaciones con terceros. Esto es precisamente
lo que se hace, tanto desde posturas negociadoras (en los foros de la sociedad
civil) como desde posturas más contestatarias (en cumbres paralelas), con
diferentes perspectivas y estrategias, pero con una misma finalidad. Y la UE, al
menos en el discurso, se ha abierto frente a estas presiones. En efecto, esta
permanente búsqueda de legitimidad, de pretender adaptar discursos y prácti-
cas, lleva a la UE a profundizar en la democratización, como hemos visto a tra-
vés de los diferentes tratados. La fuerza de los movimientos sociales en este
continente ha tenido incidencia en ese sentido, ayudando a ampliar el que era
al principio un modelo básicamente económico. Es necesario también abrir
vías de participación en el seno de las propias cumbres. Cabe resaltar, por
tanto, que es uno de los modelos que más ha avanzado en esa incorporación de
la sociedad civil, necesaria si se pretende ser coherente con los principios y
valores que rigen la historia de esta región.
A este respecto se confía, de una forma u otra, en el modelo alternativo que
puede plantear la Unión Europea en la escena internacional, y en la incorpora-
ción de la sociedad civil en la configuración de ese modelo, partiendo de la tra-
dición democrática imperante en el seno europeo. Y en esto están de acuerdo
tanto las ONG, que hacen uso de los mecanismos que la propia UE provee para
la participación de modo que promueva su visión de una globalización más
humana, como aquellos movimientos sociales que reclaman toda la tradición

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de la “vieja Europa” de conquista de derechos sociales y del Estado de bienes-


tar16. Y es en este sentido en el que más critican a la UE, que no ha sabido res-
ponder a las expectativas, y a la que ven más como un modelo para integrarse
en la globalización, con una moneda fuerte, que para reformarla.
En definitiva, se denuncia la escasa incidencia de esos valores, no sólo ya
en su proyección exterior, si no en su propio seno, ya que las estructuras no
responden a una democracia real, ni al modelo de Estado de bienestar que se
tenía. En cuanto a las relaciones exteriores, que conforman el núcleo duro de la
política, su funcionamiento democrático es todavía más limitado, con escaso
poder incluso del Parlamento, a pesar de la apertura de espacios de participa-
ción para la sociedad civil. Hemos visto, asimismo, cómo la agenda de la Unión
Europea en sus relaciones con América Latina sigue centrada en los intereses
económicos y de seguridad, frente a otras cuestiones políticas y sociales bási-
cas, dejadas de lado, a pesar del avance que supone centrar la última cumbre en
la cohesión social. Cabe recordar aquí la importancia de la cooperación para el
desarrollo en cuanto plasmación de la proyección exterior de esos valores, en
cuya definición, no obstante, no se tiene en cuenta a los actores sociales, a
pesar de su dinamismo en este ámbito. En este sentido, es necesario ir más allá
de la creación de foros de participación de la sociedad civil, y dotarles de poder
real en la toma de decisiones, incorporando parte de sus reivindicaciones.
Estas críticas suponen una forma más de contraponer discursos y prácti-
cas, algunas de forma más radical que otras. Y la UE no puede alejarse indefi-
nidamente de esas demandas, por cuestiones de legitimidad, indispensable en
su proceso de construcción. Esta apertura podría suponer un paso previo a la demo-
cratización general del sistema internacional, dada la creciente importancia que
tienen en él los bloques regionales, y dentro de éstos el poder de la Unión
Europea, no sólo en un sentido material, sino también simbólico. Sin embar-
go, frente a la retórica que se aprecia en los documentos oficiales de las cum-
bres, la realidad demuestra que los intereses se sitúan en otro ámbito, y que a
pesar de dar voz, ésta no tiene poder a la hora de definir la agenda.
Ésta es una de las razones por las que los movimientos sociales han deci-
dido salirse de una institucionalización que pretende más dar un aura de
legitimidad democrática a estas reuniones cada vez más alejadas del fun-
cionamiento democrático que servir de cauce real a las peticiones ciudada-
nas, y han decidido reunirse en foros propios, para que en ellos puedan
hablar todos aquellos que se ven afectados por las decisiones que en esa cum-
bre se pueden tomar. Ya señalamos la crítica que hacen los movimientos
sociales respecto de las ONG, que son vistas como subcontratas en manos de

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los Gobiernos e instituciones internacionales, que sólo tratan de aliviar los


efectos más negativos de sus políticas, dándoles al mismo tiempo un aura de
legitimidad que sin ellas no tendrían. En este sentido se habla de “coopta-
ción” de las ONG, con una postura negociadora. Sin embargo, las propias
ONG, conscientes de sus limitaciones, han comenzado a debatir sobre su
papel en este proceso. Por ejemplo, en las conclusiones del seminario-taller
“La participación de la sociedad civil de América Latina y el Caribe frente a la
asociación con la Unión Europea”, celebrado en Santiago de Chile en enero
de 2002, se plantean algunos de los problemas a los que deben enfrentarse
(en cuanto a su relación con los Gobiernos, su articulación con los organis-
mos representativos formales, su papel como meras ejecutoras de proyectos,
su grado de coordinación, etc.) y hacen una serie de propuestas para supe-
rarlos (necesidad de ampliar su función con mecanismos de presión, vigi-
lancia y sensibilización, de construir una agenda común con una mayor
coordinación, mediante redes de ONG, de participar en los diferentes foros,
por ejemplo, el de Porto Alegre, de propiciar el diálogo político con las ins-
tituciones, etc.).
Frente a la política de negociación de las ONG, que pretenden utilizar
todos los canales que tengan a su disposición para hacerse oír y ejercer presión
política, las “contracumbres” se sitúan al margen de las instituciones oficiales
y manejan un lenguaje claramente crítico con la postura internacional de la UE
y con el modelo económico que ésta impulsa, al que no ven tan alejado del de
EE UU, si no es en el discurso. Sin embargo, dada la escasa influencia que tie-
nen los foros ciudadanos de la propia UE, poco se puede esperar de un foro que
ni siquiera cuenta con su aprobación, si no es mostrar una nueva forma de
hacer política con la participación de todo aquel que tenga algo que decir en
aquellos aspectos que inciden en su vida cotidiana, mediante la recuperación y
la repolitización de espacios por parte de la ciudadanía, frente al alejamiento
de la década anterior.

NOTAS
1. Cabe señalar aquí la aparición de movimientos europeos de solidaridad con los movimientos revo-
lucionarios latinoamericanos, que demandan a sus Gobiernos un apoyo que evite la intervención
directa de los EE UU, incidiendo así en el cambio de política de la UE.
2. Como AL-INVEST (de ayuda a las PYMES que operan internacionalmente, fomentando la inversión
de las empresas de la UE en las empresas de AL), ALFA (de promoción de la cooperación en educa-
ción superior entre ambas regiones), URB-AL (para establecer lazos entre ciudades de la UE y AL),
ALURE (para fomentar el uso óptimo y racional de la energía), @LIS (para promover los beneficios
del uso de tecnologías de la información y disminuir la brecha tecnológica), Alßan (para reforzar la

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

cooperación en la educación superior, en estudios de posgrado, etc.) y ATLAS (para fomentar la coo-
peración económica entre UE y AL a través de una red de cámaras de comercio e industria).
3. En la Declaración de Río señalan: “Nosotros los jefes de Estado o de Gobierno de América Latina y
el Caribe y de la Unión Europea, reunidos en la ciudad de Río de Janeiro los días 28 y 29 de junio de
1999, hemos decidido avanzar en la consolidación de una asociación estratégica de carácter político,
económico, cultural y social, y de cooperación entre ambas regiones, que contribuya al desarrollo de
cada uno de nuestros países y a lograr mejores niveles de bienestar social y económico para nuestros
pueblos, aprovechando las oportunidades que ofrece un mundo cada vez más globalizado, en un
espíritu de igualdad, respeto, alianza y cooperación. Concordamos en que las prioridades para la
acción se basan en un compromiso común con la democracia representativa, el Estado de derecho,
la gobernabilidad, el pluralismo y el desarrollo social, incluyendo la distribución más equitativa de la
riqueza y las oportunidades, así como en una integración armónica a la economía global. Hemos
decidido, asimismo, reforzar el diálogo entre Gobiernos, a todos los niveles, y con las organizacio-
nes de la sociedad civil, a fin de asegurar la consecución de los objetivos de desarrollo y el fortaleci-
miento del Estado de derecho en ambas regiones”.
4. Irónicamente, las mismas iniciales que la Cámara Internacional de Comercio, promotora del AMI.
5. La coalición “Jubileo 2000” se creó en octubre de 1997 por organizaciones cristianas y sociales que
reclaman la cancelación de la deuda externa de los países pobres del Tercer Mundo.
6. Entrevista a Sara López Martín, doctoranda en el Departamento de Ciencia Política de la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociología de la UCM, y participante en la Cumbre de los Pueblos, realizada en
junio de 2002.
7. Esta debilidad organizativa se ve con claridad si se compara con el éxito que tuvieron las manifesta-
ciones en marzo de 2002 durante la cumbre de la UE en Barcelona, donde la asistencia fue multitu-
dinaria (se habla de al menos 300.000 personas, es decir, la más numerosa hasta entonces) y los
diferentes foros fueron muy activos, logrando a su vez una importante repercusión mediática. Esto
se puede explicar por las diferentes culturas participativas, así como por las distintas estructuras de
oportunidad que se dan en las dos ciudades, aunque también es cierto que en Barcelona hubo un
apoyo de los sindicatos y los partidos, cosa que no ocurrió en Madrid, donde decidieron incorporar-
se a la cumbre oficial, en los foros de la sociedad civil.
8. En referencia a las crecientes medidas de seguridad, que crean “vallas” entre los representantes y los
representados, pero también a su celebración en lugares remotos, como Qatar o las montañas de
Canadá.
9. Entre los convocantes se encuentran redes latinoamericanas (ALOP, Asociación Latinoamericana de
Organizaciones de Promoción; CEAAL, Consejo de Educación de Adultos de América Latina;
PIDHDD, Plataforma Interamericana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo), europeas
(CIFCA, Iniciativa de Copenhague para Centroamérica y México; Eurostep; Grupo Sur) y organiza-
ciones sociales mexicanas (ANEC, Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de
Productos del Campo; DECA-Equipo Pueblo; MCD, Movimiento Ciudadano por la Democracia;
UNT, Unión Nacional de Trabajadores). Contaron con el apoyo de 11.11.11 (Bélgica), CordAid, Hivos,
ICCO, Novib (Holanda), la Comisión Europea, la Secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno
de México y el Gobierno del estado de Michoacán.
10. Entre los que se puede citar la Alianza Social Continental (ASC), Alianza Chilena por un Comercio Justo
y Responsable (ACJR), Amigos de la Tierra (Uruguay), Red Brasileña por la Integración de los Pueblos
(REBRIP), Jubileo Sur, Red Latinoamericana Mujeres Transformando la Economía, Colectivo
América Latina (Francia), Transnational Institute (TNI-Holanda), Iniciativa de Copenhague para América
Central y México (CIFCA), etc.
11. La Alianza Social Continental reúne a organizaciones y movimientos sociales contrarios a los acuer-
dos librecambistas en América Latina. Su página de Internet es http://www.asc-hsa.org
12. De hecho, en el encuentro se celebró un acto de solidaridad con Cuba, criticando la política de EE UU
y la alineación de la UE a la misma.
13. Algunos medios señalan que hubo hasta 10.000 manifestantes (Rebelión, 03/06/2004).
14. Las imágenes de la manifestación muestran la intensidad y violencia de la confrontación. Véase, por
ejemplo: http://lahaine.org/b2/articulo.php?p=3536&more=1&c=1, o http://www.jornada.unam.
mx/2004/may04/040529/003n2pol.php
15. En el boletín informativo creado para la defensa de los presos se denuncian las irregularidades de la
actuación policial durante la manifestación, y se informa sobre la situación de los presos, presen-
tando ejemplos y testimonios de la represión policial y de las torturas (la bolsa, descargas eléctricas,
simulacros de violación y de ejecución, privación del sueño, golpes, etc.). En él, se denuncia “La uti-
lización de la represión como estrategia política para romper la articulación de las resistencias

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colectivas contra el neoliberalismo”, y se critica “la cooptación a través del ofrecimiento de interlo-
cución privilegiada con instancias del Gobierno, (por la mediación de ONG o directamente), la infil-
tración en las organizaciones sociales que han optado por la resistencia, el ofrecimiento de dinero a
través de programas de asistencia social” (CMI-Guadalajara: “Boletín de prensa”, 29/05/04).
16. No se puede aquí generalizar, ya que hay partes del movimiento por una globalización alternativa que
se posicionan claramente contra el Estado, incluso el de bienestar, al que ven como un colchón para
el cambio real.

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CAPÍTULO 6
LA PARTICIPACIÓN DE LOS ACTORES SOCIALES EN LA ASOCIACIÓN
EUROMEDITERRÁNEA: EL FORO CIVIL EUROMEDITERRÁNEO
Y OTROS ENCUENTROS ALTERNATIVOS

Siguiendo la lógica del capítulo anterior, se presenta ahora la Asociación


Euromediterránea (AE), en la que se da un paso más en relación a la participa-
ción ciudadana, que adopta una forma más estable e institucionalizada. Para ello
se hará una breve presentación de la zona, de la evolución de las relaciones entre
la Unión Europea y sus vecinos del sur del Mediterráneo, y del papel que juega la
sociedad civil en las mismas. Se analizarán después las reuniones de Ministros de
Asuntos Exteriores euromediterráneos, los Foros Civiles Euromediterráneos
(FCE) que se celebran en paralelo a las mismas, y los espacios abiertos por los
movimientos sociales en este contexto.

1. LA ASOCIACIÓN EUROMEDITERRÁNEA

1.1. EL CONTEXTO DE LAS RELACIONES ENTRE AMBAS REGIONES

A la hora de presentar la zona que aquí nos ocupa, la primera pregunta que cabe
hacerse es: ¿a qué nos referimos cuando hablamos del Mediterráneo? En efecto,
se trata de una zona de gran diversidad, podríamos incluso hablar de una realidad
de múltiples realidades, en la que se encuentran países muy dispares a ambos
lados del mar. El Mediterráneo es así un “mar que une y separa” (título del dosier

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de La Vanguardia, 2005), con enormes disparidades, que en ocasiones han lle-


vado a conflictos, pero también con importantes puntos de encuentro que
deben fomentarse, al ser un lugar de confluencia de culturas que han estado
históricamente abiertas a las influencias externas, a través de intercambios de
diferente tipo. Como señala Paul Balta en ese mismo dossier, es “el mar de las
migraciones y los mestizajes”.
En el contexto en el que nos movemos en este libro, se hace referencia a
los países miembros de la Unión Europea, así como a Marruecos, Argelia,
Túnez, Egipto, Malta, Israel, Jordania, Líbano, Siria, Turquía, Chipre, y los
casos especiales de Libia y Palestina. En total, la población del Mediterráneo
supera los 200 millones de personas. Se pueden constatar grandes disparida-
des entre estos países, sobre todo entre el norte y el sur del Mediterráneo, en
aspectos demográficos —con un importante crecimiento demográfico en el sur,
de población joven, frente al envejecimiento de Europa (El País, 27/11/05)—, de
crecimiento económico —que se mantiene en la UE pero baja en el sur, con una
situación económica que no mejora y una distribución de la riqueza que no es
equitativa, lo que, unido al crecimiento demográfico, crea problemas de exclu-
sión y desigualdad en la zona—, de renta per cápita —muy diferente entre ambas
partes: la del norte multiplica por veinte la del sur—, de Índice de Desarrollo
Humano —los países de la UE se sitúan entre los primeros puestos, bastante
alejados de los países del sur— y de otros indicadores que muestran las asime-
trías, como la exclusión social, la igualdad de género, los derechos humanos, la
democracia, etc. Son importantes también las diferentes percepciones que se
tienen del orden mundial, de las prioridades, de los problemas, etc. Entran en
juego aquí diferencias culturales, con una alta tasa de analfabetismo en el sur;
el escaso acceso a las tecnologías de la comunicación y la información; y las
grandes diferencias en los regímenes políticos.
Sin ánimo de exhaustividad, cabe resaltar algunos de los temas que condi-
cionan las relaciones entre estos países, tales como:

• Los aspectos geopolíticos: esta región tomó gran importancia tras la caída
del Muro de Berlín, como zona de encuentro, de cooperación, pero tam-
bién de desencuentros, tensiones, conflictos. El conflicto palestino-israe-
lí, por ejemplo, condiciona las relaciones entre la Unión Europea y el
mundo árabe, y constituye una problemática central para los países árabes,
clave para la estabilidad de la zona. Además, la lucha contra el terrorismo
tras el 11 de septiembre, la guerra de Irak y sus consecuencias han tenido
graves repercusiones en las percepciones del mundo árabe.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

• Los aspectos demográficos: el alto crecimiento de la población en la


ribera sur (unido a cuestiones económicas, como el desempleo y la eco-
nomía sumergida) constituye una amenaza para la estabilidad de los
Gobiernos árabes, y preocupa a la Unión Europea por los flujos migra-
torios, lo que conlleva la adopción de medidas restrictivas, que han lle-
vado a que algunos hablen de la “Europa Fortaleza”. Sin embargo, como
señalan algunos autores, “si Europa no va al sur, el sur irá, de forma ile-
gal o clandestina, a Europa” (Batalla, 2005). Éste es uno de los temas
clave de las relaciones euromediterráneas, y la importancia y urgencia
de encontrar soluciones se hace patente ante acontecimientos como los de
la valla de Ceuta y Melilla, o las protestas de inmigrantes de segunda
generación en Francia en 2005.
• Los aspectos económicos, que muestran dos realidades muy diferentes:
el norte desarrollado y el sur, salvo algunos casos, en vías de desarrollo.
El sur del Mediterráneo es una zona marginada de las inversiones del
norte, con economías débiles, a pesar de contar con algunos sectores
importantes (sobre todo energéticos, agrícolas y pesqueros, que por
otra parte también crean problemas por la PAC europea, muy pernicio-
sa para un intercambio igualitario). En cuanto al comercio, también hay
grandes diferencias: los países de la ribera sur dependen de la UE en
más de un 60 por ciento, mientras para la UE sólo representan en torno
a un tres por ciento de su comercio. Y más del 50 por ciento de los inter-
cambios comerciales de la región se dan con la UE, siendo práctica-
mente inexistente el comercio sur-sur. Por otra parte, Europa es el
principal inversor directo, y la primera fuente de ayuda.
• Los aspectos de seguridad, que tienen sentidos diferentes para los paí-
ses del norte y del sur del Mediterráneo, dadas las diferentes percep-
ciones. En este sentido, un punto importante es la estabilidad de la
zona, que se une a medidas de cooperación para solucionar problemas
internos desestabilizadores (como la injusticia, la desigualdad, la
corrupción, etc.) y crear un clima de confianza (con medidas de desar-
me, etc.). Es importante también enfrentarse a la cuestión palestina, ya
que Israel representa para los países árabes la gran amenaza para la
seguridad y estabilidad de la zona.
• La democracia: uno de los objetivos de la cooperación en el
Mediterráneo es la ampliación de la democracia al mundo árabe. Sin
embargo, dada la historia de las relaciones entre ambas regiones y la
cercanía de la colonización, esto se ve como penetración ideológica, con

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ENARA ECHART MUÑOZ

elementos que atentan contra su identidad cultural. La democracia, sin


embargo, no tiene por qué seguir sólo el modelo occidental, puede
adaptarse con medios y formas diferentes, adecuados a las diferentes
culturas. Uno de los temas importantes en este sentido son los derechos
humanos y la situación de la mujer en esos países. Tampoco hay que
olvidar las demandas internas de democracia, con la multiplicación de
asociaciones y organizaciones no gubernamentales dedicadas a estas
cuestiones, ligadas estrechamente a las demandas de justicia.

Para resolver algunos de estos problemas, Iván Martín (La Vanguardia,


2005: 72-78) subraya la necesidad de establecer un nuevo contrato social en la
zona, basado en el crecimiento económico equitativo, en la democratización y
en un sistema fiscal redistributivo de las riquezas, así como en una inserción
internacional real que invierta el saldo financiero. Para ello es necesario esta-
blecer compromisos de condonación de deuda, de incremento de la ayuda y de
inversiones, frente al actual peso prioritario del servicio de la deuda y las
remesas de los inmigrantes.

1.2. LA ASOCIACIÓN EUROMEDITERRÁNEA Y SUS ANTECEDENTES

Las relaciones entre ambos lados del Mediterráneo han conocido diferentes
momentos de mayor o menor intensidad a lo largo de la historia. Nos centrare-
mos en este punto en los antecedentes cercanos (Castaño, 2004; Lannon,
2005). Ya desde el Tratado de Roma se incorporaba a países del Magreb, algu-
nos de los cuales, como Argelia, aún eran colonias francesas. Las relaciones se
basaban principalmente en acuerdos de asociación de primera generación,
centrados en la cooperación comercial, aunque se dan acuerdos más amplios
con algunos países que después se incorporarán a los procesos de preadhesión.
En 1972, la Comunidad Económica Europea crea su Política Mediterránea
Global, desarrollada a través de acuerdos de cooperación, de libre comercio y
de unión aduanera con diferentes países, que superan los acuerdos comercia-
les, al incorporar la cooperación técnica y financiera. Poco después la Liga
Árabe impulsó un Diálogo Euro-Árabe (de 1974 a 1991).
La seguridad siempre ha sido un eje central de la política en la zona. En
1975, se celebra la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa, en la
que se trataron temas de seguridad y cooperación en el Mediterráneo, sobre
todo en el terreno militar. También la Organización para la Seguridad y la
Cooperación en Europa (OSCE) tiene presente la seguridad y cooperación con

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

el Mediterráneo y hace referencia a las tensiones en la región. La Unión


Europea Occidental, en 1992, crea marcos de diálogo en los que participan casi
todos los países mediterráneos con incidencia en la prevención de conflictos,
la resolución pacífica, la destrucción de armas, etc. Era sobre todo un diálogo
de seguridad militar, preocupado por la inestabilidad, la seguridad y el desar-
me, hasta que en 1995, en Lisboa, se amplían los objetivos a temas de demo-
cracia, estabilidad, demografía, subdesarrollo, etc. Finalmente, la OTAN
también establece mecanismos de diálogo en el Mediterráneo. A estos diálogos
sobre seguridad se suma la Concertación 5+5 (entre 1989 y 1991) entre España,
Francia, Italia, Malta y Portugal, por un lado, y Argelia, Libia, Marruecos,
Mauritania y Túnez, por otro, después convertida en Diálogo 5+5, con encuen-
tros anuales. En 1992 se crea la Política Mediterránea Renovada (1992-1995),
que refuerza los acuerdos anteriores, incrementando los presupuestos y crean-
do un fondo de apoyo a las reformas económicas. Esta profundización dará
lugar en 1995 a la creación de la Asociación Euromediterránea, basada en
acuerdos de asociación con diálogo político y en la creación de una zona de
libre cambio. Desde 2004, además, los vecinos del sur del Mediterráneo
entran a formar parte de la Política Europea de Vecindad.
Si bien la Comunidad Europea ya tenía acuerdos comerciales preferencia-
les con países mediterráneos, es con el Tratado de Maastricht cuando se reor-
ganiza la Unión Europea y se avanza hacia la Política Exterior y de Seguridad
Común, con un fortalecimiento de las relaciones exteriores. Es entonces cuan-
do retoma la idea de una asociación, partiendo de esos vínculos comerciales ya
existentes, con la pretensión de que cada país del Mediterráneo tuviera un
acuerdo comercial con la Unión Europea. Este proceso responde a los intere-
ses de la UE (geopolíticos, de seguridad y estabilidad, de ampliación de merca-
dos, pero también de impulso político a su proceso de construcción,
afianzando las relaciones exteriores, para ganar más peso a su vez en el escena-
rio internacional frente a los Estados Unidos) y de los países del sur y el este del
Mediterráneo (que veían en él una forma de insertarse en la economía inter-
nacional, de fomentar el comercio y las inversiones extranjeras, de legitimar
las reformas, y de resolver los temas de desarrollo y estabilidad en la zona).
Frente a las anteriores iniciativas, la Asociación Euromediterránea (AE)
supone un avance, en la medida en que permite hablar de algunos intereses
comunes. Sin embargo, no va más allá, dada la gran disparidad de las identida-
des individuales, que impide hablar de una identidad mediterránea. Su objetivo
principal es el de convertir un mar tradicionalmente bélico en un mar de paz, per-
cibiendo la frontera del Mediterráneo más como una línea de cooperación que de

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ruptura (a pesar de la imagen de la “Europa Fortaleza”), para lograr unas rela-


ciones especiales. Busca ser un espacio de cooperación, que muestra intereses
comunes e individuales alcanzables a través de la cooperación y, en definitiva,
crear una zona de diálogo, intercambio y cooperación para conseguir la paz,
estabilidad y prosperidad, con una estrategia global. La asociación, sin embar-
go, no deja de ser desigual, por la dificultad de un diálogo entre elementos tan
dispares.
La Asociación Euromediterránea, como proceso de cooperación, también
llamado Proceso de Barcelona, surge en noviembre de 1995, durante la presi-
dencia española de la Unión Europea, entre 27 Estados: los quince Estados
miembros de la UE y Malta, Turquía, Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Israel,
Siria, Jordania, Chipre, Líbano y Palestina. Como se puede apreciar, hay algu-
nos que no son mediterráneos y otros que no están (como Libia, condenado por
la comunidad internacional, aunque desde 1999 está como observador;
Albania; los países de la ex Yugoslavia; o Mauritania). En los más de diez años
que nos separan de ese primer encuentro, la situación ha cambiado bastante,
principalmente por la ampliación de la UE, a la que se añaden diez nuevos
socios, dos de ellos pertenecientes a la AE: Chipre y Malta, lo que refuerza la
asimetría entre el norte y el sur. También participan en la asociación el
Parlamento Europeo, la Comisión Europea y el secretario general del Consejo
de la UE, además de los observadores del proceso (Libia, Mauritania, secreta-
rio general de la Liga Árabe, Banco Europeo de Inversiones, Unión del Magreb
Árabe y Fundación Ann Lindh para el Diálogo entre las Culturas).
Este proceso se ha desarrollado a través de diferentes reuniones de minis-
tros de Auntos Eteriores, que son las que centrarán este capítulo: en Barcelona,
en 1995 (es la primera reunión, en la que se define la AE); Malta, en 1997;
Stuttgart, en 1999; Marsella, en 2000; Valencia, en 2002; Nápoles, en 2003;
Luxemburgo, en 2005, Tampere, en 2006; y Lisboa, en 2007. Además de estas
conferencias centrales, se han celebrado otros encuentros, así como numero-
sas reuniones ministeriales sectoriales, sobre comercio, cooperación indus-
trial, medio ambiente, agua, sociedad de la información, energía, transporte,
cultura o salud, entre otras. A pesar de la idea inicial de celebrar las reuniones
de la asociación alternativamente en el norte y en el sur, lo cierto es que la
mayoría ha tenido lugar en el norte. Este proceso funciona a impulsos, depen-
diendo además de quién lleve la presidencia de la UE, que es quien tiene la ini-
ciativa, coordina, prepara y supervisa el proceso, junto a la Comisión Europea.
Se creó para lograr una mayor continuidad y seguimiento, el Comité Euromed.
Entre los avances en la asociación, cabe destacar la creación de una Asamblea

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

Parlamentaria Euromediterránea, reunida por primera vez en Atenas en 2004,


con representantes de las dos orillas, para hacer seguimiento de la asociación y
favorecer el diálogo. Para conmemorar los diez años de la AE, se celebró en
Barcelona, en 2005, la primera Cumbre Euromediterránea de Jefes de Estado o
de Gobierno, para relanzar el proceso y definir su situación ante la nueva polí-
tica de vecindad europea, a la que pertenecen los países del sur del
Mediterráneo desde 2004, y que muchos temen que desvíe la atención hacia los
vecinos del este. Asimismo, se plantea entonces la necesidad de valorar el
nuevo contexto, por ejemplo, por la ampliación y el consecuente desvío de fon-
dos, o por la falta de solución al conflicto palestino-israelí, en peor situación
que diez años antes.
En cuanto a la nueva Política Europea de Vecindad (PEV), lanzada en
2004, está dirigida a los vecinos del este y del sur, con vistas a lograr una zona
de paz, estabilidad y prosperidad, es decir, un anillo de amigos en las fronteras de
la UE ampliada (COM (2003) 104 final). Busca promover los valores europeos
y compartir los beneficios de la ampliación europea con los vecinos, ofrecién-
doles, en palabras de Romano Prodi, “todo menos instituciones”. Se desarro-
lla a través de planes de acción, en los que los socios definen las prioridades
para un mayor acercamiento, incluyendo diálogo político, reforma, comercio,
participación en el mercado europeo, justicia, energía, transportes, sociedad
de la información, medio ambiente, investigación, política social, etc. La
financiación de estos planes corre a cargo del Instrumento ENPI (European
Neighbourhood and Partnership Instrument), que reemplazará a partir de
2007 los programas TACIS y MEDA, con un incremento de los fondos.

1.3. LA PARTICIPACIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL EN LA ASOCIACIÓN


EUROMEDITERRÁNEA

La Declaración de Barcelona, de 1995, es uno de los primeros documentos en


los que se resalta, en los puntos dedicados a lo cultural, social y humano, la
importancia de contar con la sociedad civil: “reconocen el papel fundamental
que puede desempeñar la sociedad civil en el proceso de desarrollo de la cola-
boración euromediterránea y también como factor esencial para una mayor
comprensión y acercamiento entre los pueblos”. Desde entonces las referen-
cias a la misma no han cesado de crecer. En ese sentido, la Asociación
Euromediterránea ofrece mecanismos de participación ciudadana más esta-
bles y avanzados que los vistos en las relaciones UE-ALC, aunque no por ello
exentos de dificultades, como se irá viendo.

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En una comunicación de septiembre de 2000 (COM (2000) 497 final), la


Comisión Europea cita, entre los tres objetivos definidos en la Declaración de
Barcelona, “La mejora de la comprensión mutua entre los pueblos de la región
y el desarrollo de una sociedad civil activa”. Además, al resaltar la importancia
de apoyar a las organizaciones sociales que trabajan en la defensa de los dere-
chos humanos, señala que “Una sociedad civil libre y próspera es una condi-
ción previa básica para el éxito de la asociación en todos sus aspectos. Las
organizaciones no gubernamentales que actúan en un marco jurídico pueden
aportar una valiosa contribución en numerosos ámbitos de la asociación. Uno
de los principales objetivos de la cooperación en los sectores de los derechos
humanos, de la buena gestión de los asuntos públicos y del Estado de derecho
deberá ser la instauración de un clima favorable para un trabajo eficaz de las
ONG. A largo plazo, constituye el medio más útil con que cuenta la UE de ayu-
darlas”. También los documentos referidos a la nueva Política Europea de
Vecindad conceden un papel a la sociedad civil, si bien es cierto que mucho
menor que el ya conseguido en la Asociación Euromediterránea, y todavía limi-
tado a las cuestiones sociales y culturales. Así, la Comisión, en la comunicación
“Una Europa más amplia” de marzo de 2003 (COM (2003) 104 final), señala
que “La UE debe contribuir al desarrollo de una sociedad civil sólida a fin
de fomentar libertades fundamentales tales como la libertad de expresión y de
asociación”. También se encuentran referencias a la misma en la comunica-
ción sobre la “Política europea de vecindad” (COM (2004) 373 final), de mayo
de 2004. Ante esta política, las organizaciones sociales elaboraron recomenda-
ciones para hacer efectiva su participación, asegurando la independencia, la
consulta o la celebración de seminarios conjuntos con la sociedad civil.
Los últimos documentos de la Asociación Euromediterránea van incluso
más allá, estableciendo mecanismos permanentes de consulta y diálogo con la
sociedad civil, como se verá en la declaración del foro civil celebrado en
Luxemburgo en 2005, que busca avanzar en una participación real de la socie-
dad civil. También en la comunicación de la Comisión del décimo aniversario
de la AE, las recomendaciones conceden una especial relevancia a los derechos
humanos y la democracia en la región, y señalan que “por lo que respecta al
papel de la sociedad civil y de los interlocutores sociales, habría que ponerse de
acuerdo sobre mecanismos que permitan reforzar su presencia en la asocia-
ción. Estos mecanismos podrían consistir en promover la participación de
grupos de la sociedad civil, a nivel regional y nacional, en consultas generales o
sectoriales, para ofrecerles la posibilidad de expresarse más amplia y eficaz-
mente en todas las cuestiones que afectan a la asociación [...] podría tratarse de

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

tener regularmente reuniones preparatorias con las organizaciones de la


sociedad civil antes, y también después, de cada reunión del subcomité encar-
gado de los derechos humanos y de la democratización” (COM (2005) 139).
En definitiva, no son pocas las referencias a la participación de la sociedad
civil, que adquiere una forma más estable que la vista en el capítulo anterior, ade-
más de buscarse vías de consulta reales que la hagan efectiva. Así, como señala
José Moisés Martín Carretero, “desde el lanzamiento de la Asociación
Euromediterránea, la sociedad civil ha realizado un esfuerzo considerable en el
apoyo y extensión de los objetivos contenidos en la declaración de Barcelona”.
Este proceso ha avanzado, es cierto que con algunos problemas, en el “desarrollo
de un marco normativo para la participación de la sociedad civil, el desarrollo de
instrumentos de cooperación y el desarrollo de tejido social euromediterráneo y
su interlocución con las instituciones que dirigen el proceso”. Estos pasos se han
canalizado a través de los Foros Civiles Euromediterráneos (FCE).

1.3.1. Los Foros Civiles Euromediterráneos

Las organizaciones de la sociedad civil se dan así cita en los Foros Civiles
Euromediterráneos, hasta el momento celebrados en Barcelona, 1995; Malta,
1997; Nápoles, 1997; Stuttgart, 1999; Marsella, 2000; Bruselas, 2001; Valencia,
2002; Chania-Creta, 2003; Nápoles, 2003; Luxemburgo, 2005; Barcelona, 2005;
y Marrakech, 2006. Su objetivo es favorecer la concreción de los mensajes que la
sociedad civil de ambos continentes desea transmitir a sus jefes de Estado y de
Gobierno para el avance de la Asociación Euromediterránea. Salvo el último,
todos ellos se han dado en países europeos, lo que puede explicarse, en parte, por
las reticencias de los países del sur del Mediterráneo a este tipo de iniciativas. En
este sentido, se plantea la necesidad de fortalecer la participación de la sociedad
civil del sur, como un paso para la democratización de esos países.
Estos encuentros suponen una de las principales novedades en el enfoque
propuesto por la Unión Europea en sus relaciones exteriores (frente al de
Estados Unidos, que deja fuera estos temas), y podrían aportar propuestas
interesantes para mejorar la asociación, al incorporar la visión de las socieda-
des civiles y facilitar los intercambios entre las mismas, muy importantes si se
quiere avanzar hacia un espacio de cooperación desde un enfoque holístico.
Por ello, fue acogida con mucho optimismo, despertando grandes expectativas.
Además, han avanzado desde posturas muy cercanas a las oficiales hasta confi-
gurarse como espacios de la sociedad civil. Como señalan Isaías Barreñada e
Iván Martín (2006), “al ser iniciativas oficiales (la presidencia de turno decide

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su realización, fija la fecha y decide la entidad encargada de organizarlos), los


foros han variado mucho los unos de los otros, en cuanto a formato, a temas
abordados e incluso a participantes. En ciertos casos su fuerte impronta insti-
tucional, derivada de su falta de autonomía, ha provocado la realización de
eventos alternativos paralelos. En otros, dadas las condiciones políticas del
país, se promovió que su organización implicara a los propios actores (caso de
Stuttgart en 1999 y Marsella en 2000). Sin embargo, su estructura ha evolucio-
nado y se han ido convirtiendo en espacios donde la propia sociedad civil ha
desempeñado un papel más activo en su preparación y realización”.
Esta iniciativa, surgida en la primera Conferencia de Barcelona, en 1995,
tenía como principales objetivos genéricos: crear espacios de reflexión y pro-
puestas para la sociedad civil, de cara a las instituciones vinculadas al Proceso
de Barcelona; organizar redes temáticas; y determinar una agenda de trabajo
para estas organizaciones sociales. En definitiva, se trataba de establecer una
coordinación y un debate en las sociedades civiles de los países de la
Asociación Euromediterránea, siguiendo los objetivos establecidos en el tercer
pilar. Una de las limitaciones de esta participación es precisamente su encajo-
namiento en ese tercer pilar, al no existir referencias a la misma en otros asun-
tos económicos o políticos. Cabe añadir, por otra parte, que los foros civiles no
son los únicos encuentros que se dan, ya que se han organizado también nume-
rosos seminarios y encuentros multilaterales temáticos. Estos foros civiles han
conseguido una continuidad, en la medida en que acompañan cada una de las
reuniones oficiales de la asociación, convirtiéndose así en el principal espacio
de cooperación multilateral y en un referente para las sociedades civiles de
ambas orillas del Mediterráneo. También han ido evolucionando —a pesar
de contar con temas recurrentes, centrados sobre todo en el ámbito social—, en
cuanto al enfoque, los participantes y las propuestas que de ellos surgen.
En abril de 2005, en Luxemburgo, se creó la Plataforma No Gubernamental
Euromed (PNGE), como espacio de encuentro de las numerosas redes sociales
euromediterráneas. Surge tras un proceso de reflexión de las redes sociales, tras
el encuentro de Valencia, sobre la pertinencia de los Foros Civiles Eurome-
diterráneos (FCE) y el papel de la sociedad civil en la AE. Se buscaba así reformar
estos FCE para incrementar su independencia con respecto a las autoridades
públicas. En efecto, uno de los problemas de estos encuentros era la escasa
concreción del término “sociedad civil”, que incluía organizaciones sociales,
sindicatos, patronal, empresarios, universidades, etc., algunos muy cercanos a
los planteamientos oficiales, problema que ha ido solucionándose con la pues-
ta en marcha de instancias de participación de las organizaciones sociales. Los

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

objetivos de esta plataforma son, por tanto, reforzar la implicación de la sociedad


civil en el Proceso de Barcelona y en las políticas puestas en marcha para reforzar
la AE, así como promover el reconocimiento y la participación activa de la socie-
dad civil como interlocutor en el marco de la AE y de la Política Europea de
Vecindad (PEV). Esta Plataforma sirve para dar estabilidad a los foros, y se reco-
noce como interlocutor desde las instituciones en las reuniones siguientes del
Comité Euromed, así como en la última Cumbre de Barcelona. Se convierte así en
una “auténtica instancia de representación política de la sociedad civil eurome-
diterránea” (Barreñada y Martín, 2006). Desde su creación, la PNGE se encarga
de la organización de los FCE. Esta plataforma, además, ha creado mecanismos
de comunicación con el Comité Económico y Social Europeo, y con el Comité
Político de la Asamblea Parlamentaria Euromediterránea.
En su carta de valores resaltan la importancia de los derechos humanos,
la democracia, la participación, la justicia social, las libertades, la lucha contra la
discriminación y la violencia, el derecho de los pueblos a luchar contra la ocupa-
ción, el respeto al derecho internacional, el desarrollo sostenible, la lucha contra
la pobreza y la independencia de la sociedad civil. Buscan principalmente forta-
lecer las redes y la participación de la sociedad civil, con vistas a que “sean reco-
nocidos como interlocutores clave en sus respectivos países y en el marco de la
Asociación Euromediterránea”. Entre sus principios de trabajo, basados en
“dinámicas de consulta local, regional y sectorial [...] de intercambio, de partici-
pación y solidaridad”, se encuentran “los principios de asociación, inclusión,
interacción, ampliación de los campos de acción, y las prácticas transnacionales
que subyacen y desarrollan nuestra estructura federativa”. Para fortalecer su tra-
bajo, establece planes de acción, que serán objeto de seguimiento por un comité.
Asimismo, cuenta con una secretaría y con un grupo de coordinación.
Las organizaciones sociales españolas participan en esta plataforma a tra-
vés del Encuentro Civil Euromediterráneo (ECE), plataforma nacional creada
como espacio de encuentro de la sociedad civil para el debate en torno al
Proceso de Barcelona. Parte de las limitaciones de los FCE, dependientes de la
voluntad de los organizadores de las cumbres oficiales euromediterráneas, lo
que conlleva una escasa coordinación y continuidad, además de un limitado
impacto real. Este encuentro surge, por tanto, de la necesidad de coordinar a
las organizaciones sociales españolas que trabajan en el Mediterráneo, a través
de una estructura abierta y estable que ayude a fijar una agenda de acción
común. Busca reforzar la participación de las organizaciones sociales españo-
las en el Proceso de Barcelona, fomentando su conocimiento, hacer aportacio-
nes e incidir en la toma de decisiones gubernamentales.

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ENARA ECHART MUÑOZ

1.3.2. Otras redes e iniciativas de la sociedad civil

Además de esta plataforma y de los Foros Civiles Euromediterráneos, en los


que se centrará este capítulo, conviene hacer mención a otras iniciativas de la
sociedad civil, que muestran su intensa actividad en la región, como por ejem-
plo la existencia de numerosas redes.
En efecto, como señalan Isaías Barreñada e Iván Martín (2006), “Los FCE
han sido ocasiones de encuentro de la sociedad civil, han ayudado a los inter-
cambios, al conocimiento mutuo, a coordinar acciones y a establecer redes;
han permitido debates de temas transversales y coyunturales de actualidad. Los
foros han posibilitado también definir posiciones comunes, reflejadas en las
conclusiones de los grupos de trabajo y en las conclusiones finales. Además, la
dinámica de los foros ha terminado dando un claro protagonismo a las redes
temáticas”.
Entre estas redes se pueden citar, sin ánimo de exhaustividad, aquellas
dedicadas a los siguientes ámbitos:

• Derechos humanos: una red de gran trascendencia aquí es la Red


Euromediterránea de Derechos Humanos (REMDH), creada en 1997, en
la que se unen organizaciones de derechos humanos de más de veinte
países de la región, y que busca dar a conocer y promover los derechos
humanos formulados en la Declaración de Barcelona, vigilar su cumpli-
miento por parte de los socios euromediterráneos, y apoyar el desarrollo
democrático y el fortalecimiento de la sociedad civil en esos países,
necesarios para el éxito de la AE. En 2004, se crea además la Fundación
Euromediterránea de Apoyo a los Defensores de los Derechos Humanos
(FEMDH), principalmente del sur y el este del Mediterráneo, a través de
fondos, acciones y proyectos.
• Mujeres: encontramos aquí la red de mujeres “mediterraneas.org”,
impulsada por la Plataforma en Defensa de los Derechos Humanos de
las Mujeres. Se trata de una página web en la que se publican noticias
relacionadas con los derechos de las mujeres, las principales campañas
que se llevan a cabo en este sentido, etc. También existe Actions in the
Mediterranean (AIM), lugar de encuentro de las asociaciones de muje-
res de la zona para el desarrollo de redes de lobby y el empoderamiento
de las mujeres para asegurar su participación en la AE. Asimismo, se
organizan Conferencias Euromed de mujeres para introducir la dimen-
sión de género en la asociación.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

• Medio ambiente: la red de ONG del Mediterráneo para la Ecología y el


Desarrollo sostenible (MED Forum) busca preservar el patrimonio
medioambiental de la región, con propuestas de acción en gestión del
agua, sostenibilidad, lucha contra la desertización, turismo sostenible o
gestión de residuos, entre otros.
• Cultura: encontramos aquí numerosas redes, entre las que destaca la
Fundación Euromediterránea Anna Lindh, creada en la Conferencia
Euromediterránea de Valencia, en 2002, para el diálogo entre cultu-
ras. Está integrada por 35 redes estatales (centros, departamentos
universitarios, asociaciones, ONG, etc.), y busca mejorar el conoci-
miento, la comprensión y el diálogo entre las dos orillas, a través del
fomento de los intercambios y de la cooperación entre los actores de
la sociedad civil en los temas de educación, cultura, ciencia y comu-
nicación. Asimismo, se creó en el FCE de Marsella, en el año 2000,
el Foro Euromediterráneo de las Culturas (FEMEC), para el desa-
rrollo de redes culturales, educativas y de investigación, y la crea-
ción de lugares de encuentro e intercambio entre las mismas. Otras
iniciativas en el campo cultural son la Academia del Mediterráneo
(una asociación de academias e instituciones culturales), ALMAMED
(una asociación de universidades y redes universitarias), o Cine-
mamed (para la cooperación en el sector audiovisual y cinematográ-
fico).
• Centros y redes de investigación: para el análisis de cuestiones relativas
a política exterior y seguridad encontramos la red de institutos de
investigación y centros universitarios EuroMeSCo, para facilitar el
entendimiento y la confianza en estos temas. En cuanto a los temas eco-
nómicos, se crea FEMISE, red de institutos de investigación en econo-
mía, para reforzar el diálogo en torno al segundo capítulo de la
asociación.
• Sindicatos: las redes sindicales se dan cita en el Foro Sindical
Euromediterráneo, creado en 1999 en Stuttgart, que fomenta el refuer-
zo de la cooperación y los intercambios sindicales, buscando normas
sindicales comunes. Se trata de una estructura de coordinación sindical
de los países de la UE con los del sur del Mediterráneo, que busca
fomentar la dimensión social de la AE, y en concreto el respeto a los
derechos económicos y sociales, apostando por prácticas democráticas
de negociación colectiva, diálogo social, etc., en el contexto de creación de
una zona de libre cambio euromediterránea. Además de las reuniones

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de este foro, se dan encuentros sectoriales de sindicatos del sector tex-


til, metalúrgico, etc.
• Se han ido creando otras redes, como la Plataforma Euromed Juventud
(red de asociaciones juveniles para el fomento de la tolerancia y la
comprensión mutua), ISOLAMED (red que reúne a las principales islas
del Mediterráneo para que solucionen sus problemas comunes),
EUROMEDCITY (asociación de ciudades euromediterráneas para
intercambio de experiencias y buenas prácticas), redes agrícolas (como
el CIHEAM, Centro Internacional de Altos Estudios Agronómicos
Mediterráneos), y muchas otras.

En cuanto al CESE, su labor es menos central que en las relaciones UE-


ALC, debido a la existencia de iniciativas propias de las organizaciones socia-
les, como la Plataforma No Gubernamental. No obstante, contribuye también
en este ámbito a fomentar la participación de la sociedad civil, principalmen-
te a través de la organización de numerosas Cumbres Euromediterráneas de
Consejos Económicos y Sociales e Instituciones Similares. La propia De-
claración de Barcelona, de 1995, señalaba la importancia de establecer con-
tactos entre los comités económicos y sociales de la región, que se plasman
en la celebración de Cumbres Euromediterráneas anuales de Comités
Económicos y Sociales y organismos equivalentes. Su labor se centra en el ter-
cer pilar de la AE, el referido a los temas sociales, culturales y humanos, y se
desarrolla a través de la elaboración de dictámenes e informes, el diálogo
entre los interlocutores sociales y económicos de la zona, su función de
puente entre éstos y las instituciones de la UE, y la asesoría y asistencia a las
organizaciones de la sociedad civil. Son interesantes en este sentido los pro-
gramas Tresmed sobre el papel consultivo de los interlocutores económicos
y sociales.
En su documento informativo “Por una mayor participación nacional y
regional de la sociedad civil organizada en la Asociación Euromediterránea”
(CESE 217/2003 fin), presentado en la octava Cumbre Euromediterránea de
Consejos Económicos y Sociales e Instituciones Similares, celebrada en Atenas
en marzo de 2002, se resalta que “El papel de la sociedad civil organizada es
especialmente importante en el Proceso de Barcelona, ya que proporciona el
marco para una cooperación más eficaz y estrecha, de índole más integradora
que los enfoques tradicionales adoptados en el contexto específico de la políti-
ca exterior de cada país. Es precisamente este carácter integrador del Proceso
de Barcelona el que lo convierte en una iniciativa dinámica y viva”. No obstante,

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

señala también las limitaciones a las que se enfrenta esta participación, por los
obstáculos a las actividades de las organizaciones sociales, la escasa financia-
ción, la preocupación ante la ampliación al este de la UE, la escasa cooperación
sur-sur, los débiles avances en la integración regional, la desconfianza de algu-
nos Gobiernos ante estas formas de participación, la imposición de valores y
formas de organización europeos en detrimento de las iniciativas locales del
sur1, la falta de incidencia real en la toma de decisiones2, la falta de informa-
ción y consulta a la sociedad civil, la complejidad de los procedimientos, las
dificultades impuestas a la libre circulación de las personas, que dificultan su
participación en los encuentros de la sociedad civil, etc.

1.3.3. Los movimientos sociales en el Mediterráneo

Frente a la lógica de los foros civiles, y dada la alta presencia gubernamental en


los mismos, al menos en los primeros, se crearon los foros alternativos, a ima-
gen de la primera Conferencia Mediterránea Alternativa de Barcelona, en
1995, con una importante participación de movimientos sociales. En esta línea
se pueden citar el Foro Alternativo de Marsella, en 2000, y el Encuentro
Internacional contra el Proyecto Euromediterráneo y la Globalización
Capitalista en el Mundo Árabe de Valencia, en 2002. Como se puede apreciar, y
a pesar de las iniciativas propuestas en el primero, no tuvieron la continuidad
de los anteriores FCE. En efecto, estos encuentros paralelos surgen ya en
Barcelona como forma de protesta ante un foro civil parainstitucional, organi-
zado por la propia Generalitat catalana, que entendían alejado de la ciudadanía.
La siguiente convocatoria no la encontramos hasta la reunión de Marsella en
2000, aunque en foros anteriores, como el de Stuttgart, participaron algunas
voces críticas. A partir de la convocatoria de Marsella, estos encuentros alter-
nativos muestran la impronta del movimiento contra la globalización neolibe-
ral, mucho más crítico con el Proceso de Barcelona.
Al margen de estos encuentros alternativos cabe señalar la celebración
de foros sociales temáticos y regionales, en la lógica impulsada desde el Foro
Social Mundial de Porto Alegre. El primero de ellos, en diciembre de 2002,
es el dedicado a Palestina, en el que se debatió de resolución de conflictos, en
concreto el israelo-palestino. Organizado por israelíes y palestinos, los pri-
meros vieron dificultada su participación por el Gobierno de Sharon, que
alegó falta de seguridad. Se buscaba con este foro incluir el conflicto de
Oriente Medio en los debates de los movimientos sociales globales, abor-
dando también otros temas, como la cuestión del agua, los refugiados, la

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ocupación, la democracia, la pobreza o la globalización. Finalizó con mani-


festaciones en favor de la paz y contra la ocupación israelí de los territorios
palestinos.
Otro foro relevante fue el Foro Social Mediterráneo, celebrado en junio de
2005 en Barcelona, en el que se buscaba definir otro tipo de relaciones entre las
orillas norte y sur del Mediterráneo, que superen la actual fractura, creando un
espacio de reflexión, debate y propuestas alternativas a la globalización neolibe-
ral impulsada en la zona, basadas en la paz y la justicia social. En efecto, además
de los problemas de las grandes disparidades económicas, de los proyectos neo-
liberales y de los conflictos en esa zona, como señala Carlos Taibo (20/06/2005),
“el mare nostrum es también el recinto en el que despunta una de las versiones
más crudas del choque de civilizaciones huntingtoniano”. En este foro se anali-
zaron, entre otros, los derechos humanos en la zona, los conflictos, la militariza-
ción de las relaciones, el peso de la deuda externa, las migraciones y la “Europa
Fortaleza”, la degradación medioambiental, la desigualdad de género, y la libera-
lización y la privatización derivadas del enfoque neoliberal imperante, con
importantes críticas a la UE y a EE UU en estos aspectos. Para superar las dife-
rencias, apuestan por crear un espacio de encuentro y de diálogo a través de este
foro, como una forma de acercar a las poblaciones de las dos orillas, atrapadas en
ese “choque de civilizaciones” tantas veces anunciado. El foro se clausuró con una
manifestación a favor de “El Mediterráneo, un mar de derechos”.
Además de estos encuentros, se han dado importantes movilizaciones en
los últimos tiempos, desde las ya clásicas de solidaridad con la causa palestina
o del Sáhara occidental, hasta las más recientes contra la valla de Ceuta y
Melilla, que llevaron a la celebración de una Caravana “contra la valla de la
muerte”, que llegó a la valla en noviembre de 2005. Se criticaba aquí la “Europa
Fortaleza” y la violación de derechos humanos, con fuertes denuncias de las
prácticas de las autoridades marroquíes y el silencio europeo. Todo ello pasan-
do por las ya históricas movilizaciones mundiales contra la guerra de Irak, que
despertaron una especial sensibilidad por los acontecimientos del mundo
árabe. Por otra parte, existen redes en esta zona, algunas tan antiguas como la
Red Dos Orillas, y medios de contrainformación, como Indymedia Estrecho,
que ayuda a la difusión de las actividades de los movimientos mediterráneos
contra la globalización neoliberal. En definitiva, a pesar de no tener la conti-
nuidad de los Foros Civiles Euromediterráneos, los movimientos contrarios a
la globalización neoliberal se encuentran especialmente sensibilizados con la
problemática de esta zona, lo que ha llevado a la celebración de numerosos
encuentros y actividades.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

2. LA PARTICIPACIÓN DE LOS ACTORES SOCIALES


EN LAS REUNIONES EUROMEDITERRÁNEAS

2.1. LA PRIMERA REUNIÓN MINISTERIAL DE BARCELONA: EL SURGIMIENTO


DE LA ASOCIACIÓN

La Cumbre de Barcelona, de 1995, es la que establece las bases del proceso, estruc-
turado ya en tres ejes o líneas de actuación: de seguridad, económico y sociocultu-
ral. De aquí salió la Declaración de Barcelona, que expresa la necesidad de esta
Asociación Euromediterránea para reforzar los lazos entre ambas regiones y crear
un área de diálogo y cooperación, sobre la base de un partenariado. Para ello se fir-
mará un acuerdo multilateral, la Declaración de Barcelona, que determina los
principios de esta relación, así como acuerdos bilaterales entre la Unión Europea y
cada uno de los países de la ribera sur, que concretan esos principios (lo que cons-
tituye una nueva asimetría, ya que esos países no mantienen negociaciones en blo-
que). Este partenariado se estructura en los tres puntos mencionados:

• Político y de seguridad, para establecer un área común de paz y estabi-


lidad. Se trata aquí de evitar los conflictos entre las partes del proceso,
de coordinar la lucha contra los movimientos políticos radicales (sobre
todo los fundamentalistas) y el terrorismo, de conseguir la desmilitari-
zación de la zona, así como de promover los derechos humanos, la
democracia y el Estado de derecho. Incorpora para ello la condicionali-
dad democrática, cuyo incumplimiento podría llevar incluso a la sus-
pensión de las relaciones.
• Económico y financiero, para crear un área de prosperidad compartida,
con el establecimiento de un área de libre comercio, previsto para 2010,
una cooperación y una actuación concertada en el plano económico, y una
cooperación financiera. Se trata de conseguir un desarrollo económico
y social durable y equilibrado, y de luchar contra la pobreza, con refe-
rencias a los planes de ajuste estructural y al problema de la deuda
externa (temas, sin embargo, definidos fuera de la asociación), cuyos
efectos negativos deberán ser atenuados con programas sociales.
Propone para ello la creación de fondos para esa transición económica,
a través de los fondos MEDA. Se quiere asimismo fomentar los inter-
cambios sur-sur, ya que son todavía muy débiles.
• Temas sociales, culturales y humanos, para desarrollar los recursos
humanos, y promover el entendimiento entre culturas y los intercambios

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entre sociedades civiles. Sin embargo, también se hace mención aquí a


la necesidad de contener los movimientos migratorios (así como la
lucha contra el terrorismo o el tráfico de drogas), lo que es visto por
algunos analistas como una contradicción, al herir sensibilidades en las
poblaciones magrebíes, e interferir en la visión del “otro” que tienen
las sociedades europeas. Al principio este tercer capítulo se centraba en
migraciones, lucha contra el terrorismo y las drogas, etc., pero ha ido
ampliándose a otros aspectos, incidiendo en la participación de la
sociedad civil aquí.

El plan de trabajo de esta conferencia recoge los objetivos de la declara-


ción e intenta concretarlos con medidas específicas. Entre ellas está la creación
de un Comité Euromediterráneo del Proceso de Barcelona, que tendrá las
siguientes atribuciones: “celebrará reuniones periódicas para preparar la reu-
nión de los ministros de Asuntos Exteriores, analizar la situación, estudiar la
actuación consecutiva al Proceso de Barcelona en todos sus aspectos y actuali-
zar el programa de trabajo”. En materia de política y seguridad insta a la cele-
bración de reuniones periódicas de altos funcionarios que prepararán las
reuniones y analizarán la situación de la asociación. En cuanto a los aspectos
económicos y financieros, enumera distintas áreas de trabajo: inversiones,
industria, agricultura, transporte, energía, telecomunicaciones y tecnología de
la información, planificación regional, turismo, medio ambiente, ciencia y
tecnología, agua y pesca. Finalmente, en el pilar social, cultural y humano, el
programa de trabajo cita como puntos en los que ahondar: desarrollo de los
recursos humanos, municipalidades y regiones, diálogo entre culturas y civili-
zaciones, medios de comunicación, juventud, intercambios entre sociedades
civiles, desarrollo social, salud, migraciones, terrorismo, tráfico de drogas y
delincuencia organizada. Además, incorpora un punto sobre los contactos ins-
titucionales, en el que cita el diálogo parlamentario euromediterráneo y otros,
como el diálogo entre Comités Económicos y Sociales.
En esta primera conferencia se diseñó también un instrumento de financia-
ción: los fondos MEDA. Se trata del principal instrumento financiero de la aso-
ciación. Estos fondos, en un 90 por ciento, se dirigen bilateralmente a los socios,
a través de los Programas Indicativos Nacionales (para apoyar los esfuerzos en la
puesta en marcha del libre cambio y en mitigar los efectos de la transición eco-
nómica con programas sociales), mientras que el diez por ciento restante se diri-
ge a las actividades regionales, mediante el Programa Indicativo Regional. Así,
estos programas han financiado, entre otros, los planes de ajuste estructural,

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

proyectos de desarrollo, políticas de creación de empleo, etc. En el Regional


Strategy Paper se definen como objetivos prioritarios de los MEDA: hacer que la
zona euromediterránea de libre cambio sea una realidad, promover las iniciati-
vas regionales en cuanto a infraestructuras, promover la sostenibilidad de la
integración euromediterránea, apoyar el Estado de derecho y el buen gobierno, y
acercar el partenariado a los pueblos. Existen, además, subprogramas sectoriales,
como los MED-Invest, MED-Urbs, MED-Campus, MED-Media y MED-Techno.
Ha habido problemas con estos fondos, en cuanto a su agilidad, distribución,
desembolso, o a la definición de los objetivos estratégicos (por las diferentes per-
cepciones, por ejemplo, en torno a la seguridad), problemas que se resaltan en las
reuniones de la sociedad civil. Otra parte de la financiación de los proyectos en
esos países procede del Banco Europeo de Inversiones, bajo la forma de créditos,
en condiciones, sin embargo, muy parecidas a las del mercado. A través de los
fondos MEDA, la Unión Europea ha lanzado numerosos programas de coopera-
ción para la sociedad civil, entre los que debemos señalar los siguientes:
Euromed Heritage (para la gestión cultural), Euromed Juventud (dedicado a los
intercambios y trabajos juveniles), Euromed Audiovisual (sobre el trabajo en el
ámbito audiovisual), y programas regionales de cooperación sobre agua, sobre
condiciones económicas de las mujeres, y sobre democracia (MEDA Democracia,
posteriormente, capítulo mediterráneo de la Iniciativa Europea de Derechos
Humanos y Democracia).
Finalmente, la Declaración de Barcelona hace referencia a la necesidad de
fomentar la participación de la sociedad civil, lo que llevará, bajo iniciativa
catalana, a la creación de los Foros Civiles Euromediterráneos. En concreto, en
relación al tercer eje, referido a los ámbitos social, cultural y humano, los par-
ticipantes “reconocen el papel fundamental que puede desempeñar la sociedad
civil en el proceso de desarrollo de la colaboración euromediterránea y tam-
bién como factor esencial para una mayor comprensión y acercamiento entre
los pueblos” y “consiguientemente, acuerdan fortalecer o crear los instrumen-
tos necesarios para una cooperación descentralizada que favorezca los inter-
cambios entre los agentes del desarrollo en el marco de las legislaciones
nacionales: los responsables de la sociedad civil y política, del mundo cultural
y religioso, de las universidades, de la investigación, de los medios de comuni-
cación, de las asociaciones, los sindicatos y la empresa pública y privada”. Para
ello fomentarán “acciones de apoyo a las instituciones democráticas y a la con-
solidación del Estado de derecho y de la sociedad civil”. De la misma manera,
el Programa de Trabajo establece que: “Las distintas actividades irán seguidas
de reuniones temáticas ad hoc de ministros, altos funcionarios y expertos,

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intercambios de experiencias y de información, contactos entre miembros de


la sociedad civil o mediante cualquier otro medio adecuado”.

2.1.1. El Foro Civil Euromediterráneo de Barcelona

El FCE de Barcelona tuvo lugar los días 29 y 30 de noviembre y 1 de diciembre


de 1995 (poco después de la conferencia oficial, que estableció este proceso)
bajo la organización de la Generalitat de Catalunya (que fue la que presentó esta
iniciativa en la Conferencia de Barcelona), a través del Institut Català de la
Mediterrània, y con el patrocinio de la Comisión Europea, el Ministerio de
Asuntos Exteriores español y la UNESCO. El objetivo de este foro era reunir a
representantes de la sociedad civil euromediterránea —empresarios, cámaras
de comercio, universidades, artistas, intelectuales, sindicatos, ONG, entidades
ciudadanas, etc.— para instaurar un marco permanente e institucionalizado de
debate y colaboración, con influencia en el Proceso de Barcelona. Participaron
en él más de 1.000 agentes sociales, económicos y culturales, procedentes de
38 países de la Unión Europea y del Mediterráneo.
Su programa de trabajo comenzó con una sesión de apertura que contó con
diferentes ponencias sobre temas mediterráneos, de la mano del Príncipe de
Asturias, Jordi Pujol, Baltasar Porcel (presidente del Institut Català de la
Mediterrània), Manuel Marín (vicepresidente de la Comisión Europea),
Cristina Alberdi (ministra de Asuntos Sociales), Giovanni Agnelli (empresa-
rio) y Fatima Mernissi (escritora y socióloga). Al día siguiente, se reunieron
once foros de trabajo, en torno a los siguientes temas: comercio sin fronteras;
inversiones; turismo; tecnología y cooperación; transportes y territorio; uni-
versidades e investigación; diálogo cultural; espacios de cooperación mediáti-
ca; el papel de la mujer; las migraciones; y los retos medioambientales y
energéticos. Los ejes temáticos definidos en esta primera reunión serán los
que sigan los posteriores foros civiles. Finalmente, la sesión de clausura, que
tuvo lugar el viernes día 1 de diciembre, también se compuso de diferentes
conferencias. Los trabajos de este foro quedaron recogidos en la publicación:
Fórum Civil Euromed. Hacia un nuevo escenario de asociación euromediterránea
(1996), presentada por el Institut Català de la Mediterrània.
De este primer Foro Civil Euromediterráneo surgió la declaración civil de
Barcelona, en la que se evaluó la Declaración de Barcelona y se establecieron los
pasos para los siguientes foros civiles. En cuanto a la Declaración de Barcelona,
estiman positiva su referencia a la participación de la sociedad civil en el proceso,
en cuanto elemento democratizador, aunque ven algunas carencias, sobre todo en

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

cuanto a los aspectos de género y migratorios, a los efectos de la zona de libre


cambio y a la concreción de la financiación de la UE para el Mediterráneo. Para
mejorar esos aspectos, y a partir de los trabajos de los once grupos, el foro civil
emitió algunas propuestas. Respecto a la organización de los foros, estableció
una sede permanente en Barcelona, a través del Institut Català de la
Mediterrània, y propuso la creación de un comité que evaluara el Proceso, for-
malizara los foros y preparara las siguientes convocatorias.
Finalmente, la evaluación de este primer foro civil, que corrió a cargo de
Maria-Àngels Roque, directora técnica del Forum Civil Euromed, resalta la
importancia que tiene completar la Asociación Euromediterránea con encuen-
tros entre sociedades civiles, más allá de las relaciones formales entre los
Estados, que lleven a un codesarrollo y a una cooperación descentralizada efec-
tivos, con incidencia real en las esferas socioeconómicas de los países parte. En
definitiva, es necesario establecer una asociación real y un diálogo que incor-
pore a los diferentes actores implicados, objetivo que se establece el foro civil,
mediante la creación de redes entre los diferentes actores sociales representa-
tivos (instituciones y organismos, asociaciones de mujeres, sindicatos, colectivos
de emigrantes, cámaras de comercio, universidades, centros de investigación,
medios de comunicación, regiones, ciudades, empresas, organizaciones no
gubernamentales, sindicatos, asociaciones agrarias, e incluso empresas públi-
cas), con una interdependencia entre los ámbitos económico, territorial y
sociocultural (más allá del enfoque sectorial).
En el ámbito concreto, este foro buscó la elaboración de proyectos de coope-
ración, propuestas y recomendaciones, a través de los grupos de trabajo, para su
posterior presentación ante las instancias responsables de la Asociación
Euromediterránea. Se establecieron a partir de esos trabajos algunas actuaciones
estratégicas transversales en los siguientes ámbitos: armonización normativa, en
aspectos productivos, tecnológicos, universitarios, culturales, los transportes, el
turismo, etc., para facilitar los intercambios; formación, en los campos profesio-
nal, de educación o de investigación; observatorios y estudios de impacto, con
una recopilación y difusión de la información que hagan posible un diagnóstico
de la situación, así como la localización de los principales problemas para elabo-
rar las propuestas futuras; intercambios y redes, para impulsar la participación
ciudadana y, sobre todo, modernizar y dinamizar las sociedades, con la creación
de diferentes foros; y la necesidad de crear un comité de seguimiento, como
marco formal para trasladar las propuestas de los foros a las instancias decisorias
de la Asociación Euromediterránea, y para organizar las siguientes convocatorias de
los Foros Civiles Euromediterráneos.

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Este foro contó con un apoyo y una participación gubernamental tan


amplia que difícilmente podría considerarse civil, por lo que, como veremos en
el siguiente apartado, las organizaciones sociales (más de 70) decidieron reu-
nirse en una Conferencia Mediterránea Alternativa. En efecto, a pesar del opti-
mismo con el que se inauguró esta iniciativa, y el deseo de convertirla en un
marco de referencia para la participación de las organizaciones sociales,
lo cierto es que, al optar por un enfoque comercial y económico, no incidió lo
suficiente en aquellos ámbitos en los que la sociedad civil podía hacer aporta-
ciones interesantes a la Asociación Euromediterránea, como el respeto de los
derechos humanos, la prevención y gestión de conflictos, o el desarrollo social,
entre otros. En efecto, sólo tres de sus grupos de trabajo trataron temas socia-
les: mujer, migraciones e intercambios culturales.

2.1.2. La Conferencia Mediterránea Alternativa

La alta presencia gubernamental en este primer Foro Civil Euromediterráneo,


organizado por la Generalitat catalana, llevó a la creación de un foro alternati-
vo: la Conferencia Mediterránea Alternativa de Barcelona, con una importante
participación de movimientos sociales (si bien es cierto que el mayor peso de
la representación de los actores sociales europeos corrió a cargo de las asocia-
ciones de los países mediterráneos), y con una temática y unos debates muy
ricos, centrados en las consecuencias negativas del proceso de globalización
neoliberal que se traslada al Mediterráneo a través de esta asociación, y en la
denuncia política de la postura de la Unión Europea en la zona, que ven alinea-
da a las directrices estadounidenses. Esta conferencia alternativa a la Con-
ferencia Euromediterránea y al Foro Civil Euromediterráneo de Barcelona, que
tuvo lugar del 24 al 28 de noviembre de 1995, fue organizada por organizacio-
nes y movimientos sociales, reuniendo a 1.400 personas de dieciocho países,
con el propósito de crear un espacio de debate y reflexión plenamente civil en
torno a la Asociación Euromediterránea, frente a la fuerte participación guber-
namental del Foro Civil de Barcelona. La participación fue muy amplia, diver-
sa y plural, lo que contribuyó a la riqueza del encuentro, que tuvo, a su vez, una
organización muy descentralizada para favorecerla.
En ella se desarrollaron diferentes talleres y sesiones sobre diversos
temas, que quedaron englobados en los siguientes ámbitos: 1) cooperación: se
habló aquí de las relaciones entre la Unión Europea y los países de la cuenca del
Mediterráneo (con una introducción a la realidad de la zona, un análisis de esas
relaciones, y sus perspectivas de futuro) y del papel de las ONGD en el futuro

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

marco de esas relaciones euromediterráneas; 2) mujeres: en relación a la


inmigración, y a su situación en el Sáhara, en Bosnia o en Argelia; 3) ecología:
se trataron aquí temas de biodiversidad, riesgo nuclear, gestión del litoral,
residuos, ciudades sostenibles, agricultura, energía, impacto del turismo, y
desertificación, entre otros; 4) inmigración, donde, bajo el lema “No a la
Europa Fortaleza”, se habló de movimientos migratorios, exclusión, racismo,
situación legal y real del colectivo inmigrante, etc., con propuestas contra la ley
de extranjería española; y 5) seguridad, donde se planteó el debate sobre la
intervención y mediación civil en los conflictos, el comercio de armas o la polí-
tica de seguridad. También se trataron temas de juventud, medios de comuni-
cación: información y desinformación, paz en el mundo, economía y comercio
alternativos, nación, ciudadanía y multiculturalismo, los derechos de los pue-
blos, etc., así como talleres y seminarios específicos. Las conclusiones de cada
taller se debatían posteriormente en plenarios, que se estructuraron en torno a
los siguientes temas: economía: integración regional; seguridad; ecología: desa-
rrollo sostenible; mujeres; inmigración; y cooperación. También contó con
otras actividades de ocio, como una cena y fiesta saharaui, una fiesta medite-
rránea, pases de películas, teatro, conciertos, exposiciones, seminarios, foto-
grafías, etc., así como con una manifestación bajo el lema “Un Mediterráneo
solidario”, el domingo 26.
Este encuentro fue más crítico con el Proceso Euromediterráneo que el
foro civil, además de bastante más amplio en cuanto a participación pero tam-
bién en la temática que toca. En este sentido, su documento de trabajo (que
empieza con la frase de F. Braudel “El Mediterráneo es una encrucijada muy
vieja. Desde hace milenios todo ha confluido en ella y ha alterado y enriqueci-
do su historia”) repasa la situación de la zona, criticando la gran desigualdad
económica, comercial, demográfica y social entre ambas riberas, la dependen-
cia que eso implica, las políticas de ajuste estructural impulsadas en el sur del
Mediterráneo, la visión del islam como “nuevo enemigo” tras la caída del Muro
de Berlín, el concepto de seguridad militar manejado para hacer frente a las
tensiones y los problemas en la zona, las políticas represivas y opresivas, la
situación de pobreza en el sur, el tratamiento de los inmigrantes y las leyes de
extranjería, la discriminación y violencia contra las mujeres, la imagen cultu-
ral estereotipada que ofrecen los medios de comunicación, los problemas
medioambientales de la zona (derivados de las actividades turísticas, de la
industria o la energía), etc. A raíz de esta conferencia se creó el Consell per una
Alternativa Mediterrània, para coordinar e impulsar estos encuentros alterna-
tivos, pero lo cierto es que no tuvo continuidad. El resto de foros alternativos se

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organizó según diferentes iniciativas, y no acompañaron a todas las conferen-


cias oficiales.

2.2. LA SEGUNDA REUNIÓN EN MALTA: LAS TENSIONES EN LA ASOCIACIÓN

Las reuniones posteriores del Proceso de Barcelona han tenido un desarrollo


desigual, debido a las tensiones y desencuentros. Así, la Conferencia de Malta,
que tuvo lugar en abril de 1997, a punto estuvo de no celebrarse, por las tensio-
nes en torno a las prácticas israelíes en los territorios ocupados. Finalmente
consiguió que participaran representantes de todos los miembros de la asocia-
ción. En ella se buscó aumentar los esfuerzos para alcanzar los Objetivos de
Barcelona, profundizando y completando la declaración surgida entonces, con
medidas a corto plazo de cooperación y solución pacífica de conflictos, temas
clave para la región. Buscaba también establecer mecanismos de seguimiento
de la implementación de los compromisos. Sin embargo, dos años más tarde,
en una reunión informal en Palermo, se decidió adoptar un plan de trabajo
menos ambicioso para lograr objetivos concretos.
En las conclusiones del encuentro, que hacen referencia expresa a los
problemas de paz en Oriente Medio y a la necesidad de avanzar en el proceso de
paz (basado en las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas
y en la Conferencia de Madrid), se reiteran los compromisos de Barcelona, y se
subrayan los avances de la asociación en los tres capítulos de la Declaración de
Barcelona:

1. Asociación política y de seguridad: establecimiento de un espacio


común de paz y estabilidad. Se mencionan aquí las diferentes activida-
des desarrolladas para fomentar un diálogo político con vistas a una
mayor estabilidad en la región, en lo referido al Estado de derecho, la
democracia y los derechos humanos. También se señala la necesidad de
elaborar informes sobre los avances en temas políticos y de seguridad,
de llevar a cabo medidas de confianza y de seguridad, y de avanzar en la
elaboración de una carta para la paz y la estabilidad en la región.
2. Asociación económica y financiera: creación de una zona de prosperi-
dad compartida. Se hace referencia a los progresos en la firma de
acuerdos de asociación, en la creación de uniones aduaneras, y en las
disposiciones de preadhesión, reiterando los compromisos presu-
puestarios y la aplicación del MEDA. Se reitera el objetivo de crear una
zona de libre comercio en 2010, apostando por “un desarrollo social

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

y económico sostenible y equilibrado”, a través de la firma de acuerdos


de asociación, de la cooperación técnica y de una mayor armonización de
los mercados. Apuntan la necesidad de fomentar la inversión privada
en la región, de cooperar en distintos sectores, de debatir el problema
de la deuda, así como de adoptar “medidas encaminadas a paliar las
consecuencias sociales negativas que pudieran resultar del ajuste y de
la modernización de las estructuras sociales y económicas”.
3. Asociación en los ámbitos social, cultural y humano: desarrollo de los
recursos humanos, fomento de la comprensión entre las culturas y de
los intercambios entre las sociedades civiles. Señalan aquí que “el diá-
logo entre esas culturas y los intercambios humanos, científicos y tec-
nológicos constituyen un componente esencial de acercamiento y de
comprensión entre los pueblos y de mejora de la mutua percepción”.
Apunta la necesidad de avanzar en un programa regional de cultura e
información, en el diálogo entre culturas y civilizaciones para un mejor
entendimiento y acercamiento de los pueblos, en la cooperación en la
lucha contra el terrorismo, en el trabajo en educación, o en la coopera-
ción en el ámbito de las migraciones, entre otras cuestiones. También
habla de la necesidad de consolidar el “diálogo entre las sociedades
civiles, tomando como ejemplo el foro civil”, de aplicar programas de
cooperación descentralizada, y de “mantener y desarrollar la participa-
ción de las sociedades civiles, en el marco de las legislaciones naciona-
les, entre otras cosas a través del establecimiento de redes entre ONG”.

Además de estas cuestiones, las conclusiones del encuentro hacen refe-


rencia a la labor impulsora y de seguimiento del Comité Euromediterráneo, a
“la importancia de que cada uno de los socios incremente sus esfuerzos por
mantener informada a su propia opinión pública”, y felicitan el establecimien-
to del diálogo parlamentario euromediterráneo y del diálogo entre los interlo-
cutores sociales.

2.2.1. El Foro Civil Euromediterráneo de Malta

En Malta volvió a reunirse un Foro Civil Euromediterráneo, los días 11 a 13 de


abril de 1997, poco antes de la conferencia intergubernamental, bajo la convo-
catoria del Institut Català de la Mediterrània y otras organizaciones, para refle-
xionar sobre los pasos dados desde Barcelona. Contó con una participación
sustancialmente menor que la convocatoria anterior, lo que ahondó en el déficit

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de participación civil que ya se había observado en Barcelona. En él, sin


embargo, se reiteró la importancia de esta participación social en la Asociación
Euromediterránea, ya que permite un mayor acercamiento y comprensión
entre ambas riberas del Mediterráneo. Las consideraciones de este foro en
torno a los avances en el partenariado, recogidas en su declaración final, resal-
tan algunos aspectos positivos, pero estiman que todavía quedan aspectos por
mejorar. En este sentido, cabe resaltar los siguientes puntos: el ámbito finan-
ciero, sobre todo en lo que respecta a los retrasos en el cumplimiento de los
programas MEDA, a su inoperancia, a la escasa financiación de la cooperación
descentralizada, en la que los actores sociales tienen más fuerza; la educación,
que debería relanzarse, por ejemplo, creando un programa específico dedica-
do a la juventud, y programas en la línea del programa Sócrates; el ámbito
socio-cultural, eje en el que menos se ha incidido desde la Conferencia de
Barcelona, y que necesitaría ser impulsado, dada la importancia de los inter-
cambios culturales para crear una asociación, y de los temas sociales para
lograr una estabilidad y una democratización de la región; y el Foro Civil
Euromediterráneo, que ha de ser fortalecido para lograr un diálogo estable y
fructífero con las instituciones a cargo de la Asociación Euromediterránea.
Se resaltaban las carencias en el tercer pilar de la Asociación Euro-
mediterránea (es decir, los temas sociales, culturales y humanos), frente a la
incidencia en los aspectos económicos. Este foro siguió la lógica argumental e
institucional del Foro Civil de Barcelona, con fuerte presencia gubernamental,
y bajo la organización del Institut Català de la Mediterrània y otras institucio-
nes similares, como la Fundazione Laboratorio Mediterráneo. Esto llevó a que
sus propuestas, salvo las referentes al fortalecimiento de los canales de parti-
cipación social, estuvieran muy vinculadas a los trabajos de la conferencia ofi-
cial. Aun así, al celebrarse con anterioridad a la cumbre, ésta recogió algunas de
sus propuestas, sobre todo en relación a la cooperación horizontal, los progra-
mas de intercambios entre jóvenes, el diálogo entre sociedades civiles, y la
lucha contra el racismo y la xenofobia, quedando otros temas pendientes para
el siguiente encuentro.
Los movimientos sociales euromediterráneos no parecieron dar gran
importancia a esta reunión, y no se organizó ningún encuentro alternativo.
Como se señaló, a pesar de la decisión de crear un Consell per una Alternativa
Mediterrània, éste no logró mantener una continuidad. Esto se debe, por un
lado, a la falta de organización y coordinación entre los movimientos sociales,
que todavía no habían logrado unirse en un movimiento global coordinado,
centrados además en otras convocatorias al margen del Proceso de Barcelona y,

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

por otro, al escaso impacto de esta reunión de Malta entre las organizaciones
sociales. En cuanto al escaso impacto de las organizaciones sociales en la reu-
nión de Malta, queda plasmada en el propio foro civil, organizado a iniciativa
del Institut Català de la Mediterrània, que contó con una fuerte presencia
gubernamental y paragubernamental y, por tanto, fue muy cercano a los pode-
res públicos. Además, se trató de un encuentro de menor envergadura que el de
Barcelona. Habrá que esperar, por tanto, al encuentro de Marsella, tres años
después, para ver reaparecer voces críticas al proceso, si bien es cierto que en
la reunión de Stuttgart la participación en el foro civil fue más abierta que en la
de Malta.

2.3. LA TERCERA REUNIÓN EN STUTTGART: LA IMPORTANCIA


DE LA ESTABILIDAD EN LA REGIÓN

En la reunión de Stuttgart, en abril de 1999, se vuelve a incidir en la necesidad


de impulsar el proceso, dando especial relevancia a la estabilidad de la zona, es
decir, centrándose en el primer capítulo de la Declaración de Barcelona:
“Cooperación política y de seguridad”. Esta reunión, no obstante, quedó
ensombrecida con los acontecimientos de Kosovo. En las conclusiones forma-
les se resaltan los avances en la asociación, a pesar de las dificultades que atra-
viesa por la situación en la zona, y el impulso que recibe tras esta reunión.
Señalan asimismo la necesidad de incrementar la participación de los actores
no gubernamentales, incorporándose el Foro Euromediterráneo al programa
de la propia conferencia. En relación a la contribución de la asociación a los
progresos realizados en la región, subrayan el proceso de paz en Oriente
Medio, que se apoya desde este ámbito, sin pretender sustituirlo. Por ello, no
se adoptan medidas concretas a este respecto, a pesar de las demandas de los
socios árabes, sino que se apoyan las iniciativas de paz en marcha (resolucio-
nes de Naciones Unidas, Conferencia de Madrid, Acuerdos de Oslo, etc.).
En cuanto a los tres capítulos de la Declaración de Barcelona, esta confe-
rencia se centró en el capítulo primero, en el que se definió una estrategia de
cooperación internacional y diálogo político en materia de seguridad. Se deci-
dió asimismo elaborar una Carta Euromediterránea para la Paz y la Estabilidad,
que asegure el diálogo político, la cooperación regional y la diplomacia preven-
tiva. También se debatió la posibilidad de crear un sistema de cooperación para
la prevención de desastres, la gestión de los procesos migratorios, la lucha con-
tra el terrorismo y el crimen organizado, y la lucha contra el tráfico de drogas.
En el ámbito del diálogo económico y financiero, se reitera la importancia de

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avanzar en la creación de una zona de libre cambio para 2010, en la firma de


acuerdos de asociación, y en la cooperación para lograr la transición económi-
ca, teniendo en cuenta los impactos sociales (con importancia aquí del consen-
so con la sociedad civil). Finalmente, en el diálogo social, cultural y humano, se
reitera la necesidad de avanzar en los campos definidos en Barcelona, resal-
tando el papel que juegan aquí los actores no gubernamentales, principalmen-
te en el Foro de la Sociedad Civil, que formuló recomendaciones en este
sentido. Piden así un refuerzo del diálogo entre Gobiernos y sociedad civil. Se
habló también de la cooperación descentralizada, de los distintos programas
Euromed lanzados en el marco de la asociación, y de las migraciones.

2.3.1. Foro Civil Euromediterráneo de Stuttgart

El Foro Civil Euromed de Stuttgart tuvo lugar los días 12 a 17 de abril de 1999,
bajo la presidencia alemana de la Unión Europea, y constó de tres conferen-
cias, de las que surgieron declaraciones y recomendaciones: 1) conferencia
sobre el desarrollo económico, las relaciones industriales y el papel de los sin-
dicatos, del 12 a 17 de abril, organizada por la Confederación Europea de
Sindicatos, con la colaboración de la fundación Fiedrich Ebert; 2) conferencia
sobre el medio ambiente, los días 13 a 15 de abril, organizada por la Fundación
Heinrich Böll y organizaciones medioambientales como MedForum, Amigos
de la Tierra y WWF, entre otras; y 3) conferencia sobre derechos humanos y
ciudadanía en el Mediterráneo, organizado por la Red Euromediterránea de
Derechos Humanos y el Foro Mediterráneo de la Ciudadanía, con apoyo de la
fundación Fiedrich Ebert. Como se puede observar, la estructura de este foro,
así como el contenido del mismo, difiere de la de los encuentros anteriores.
Podríamos hablar de un foro de foros, con menor unidad que en Barcelona o
Malta, ya que son tres conferencias independientes, cada una con sus conclu-
siones y recomendaciones. La declaración final no es una puesta en común de
las tres, sino más bien un resumen de las declaraciones de cada encuentro.
De esas declaraciones se pueden resaltar las siguientes recomendaciones
a la conferencia oficial:

• En el ámbito del desarrollo económico, se pidió el refuerzo de las estructu-


ras de cooperación sindical; la promoción de un desarrollo equilibrado
entre los intereses económicos y sociales; la intensificación de las políticas
de empleo para los jóvenes; el establecimiento de un diálogo social auténti-
co; y la democratización y el respeto de los derechos humanos.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

• En cuanto al medio ambiente se incidió en la necesidad de adoptar una


Estrategia de Desarrollo Sostenible para la región; el establecimiento de
un área de comercio sostenible, viable económica, social y medioambien-
talmente; la integración de las políticas medioambientales en la coopera-
ción euromediterránea; el establecimiento de un mecanismo de
resolución de disputas medioambientales y comerciales; la adecuación
de los criterios de préstamo a las condiciones y capacidades de los paí-
ses receptores; la conversión de deuda en proyectos de desarrollo sos-
tenible; y el apoyo al trabajo de la Comisión Europea en materia de
integración ambiental.
• Sobre derechos humanos y ciudadanía se habló del conflicto de Oriente
Medio (con apoyo a los Acuerdos de Oslo y la petición de que la UE pre-
sione a Israel para el cumplimiento de los acuerdos) y otras situaciones
preocupantes (Argelia, los kurdos o Kosovo); la situación de los dere-
chos humanos (con apoyo a la Declaración de Naciones Unidas sobre
los Derechos y Responsabilidades en la Protección y Promoción de los
Derechos Humanos, de diciembre de 1998); los intercambios humanos
y lucha contra toda forma de discriminación, con la necesaria revisión
de la legislación en la UE sobre temas de extranjería; los derechos de la
mujer, que deben ser respetados y garantizados, con instrumentos
legales; y la participación de la sociedad civil en el Proceso de
Barcelona, que debe fortalecerse.

A partir de este Foro de Stuttgart la presencia y la temática, como se ha


visto, es mucho más civil y social, con una recuperación de la dimensión polí-
tica (marginada, frente a la económica, en los foros anteriores). La presencia
gubernamental ya es menor, lo que facilita la independencia de sus trabajos y
conclusiones. Esta nueva lógica marcará así los siguientes foros de Marsella
y Valencia.
Tampoco esta convocatoria contó con encuentros alternativos de movi-
mientos sociales, en parte por la propia apertura del foro civil a las organiza-
ciones sociales, a diferencia de las convocatorias anteriores, en las que
predominaba la participación paragubernamental. En efecto, el encuentro de
Stuttgart se parecía más a la conferencia alternativa celebrada en Barcelona que
a los FCE anteriores, en términos de participación civil y social y en relación a
los temas tratados en las tres conferencias que lo forman, con conclusiones
más independientes de los poderes públicos. No obstante, los movimientos
sociales no se contentarán con esta apertura, sino que empezarán a organizar

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foros alternativos a partir de la siguiente convocatoria en Marsella, en la línea


ya de los encuentros contra la globalización neoliberal. A pesar de esta escasa
participación en el encuentro de la Asociación Euromediterránea, el año 1999
fue clave para los movimientos sociales, que comienzan a unirse frente a la glo-
balización neoliberal, con la primera cita global que les da a conocer ante la
opinión pública mundial: la contracumbre de Seattle ante la reunión de la OMC
en noviembre.

2.4. LA CUARTA REUNIÓN EN MARSELLA: LA SEGURIDAD EN EL CENTRO


DE LA AGENDA

En la cuarta reunión de ministros de Asuntos Exteriores, en Marsella, los días 15


y 16 de noviembre de 2000, se hicieron patentes de nuevo los desencuentros en
torno a la cuestión Palestina, con el boicot de Siria y Líbano por la inacción de la
Unión Europea, y las numerosas reservas a la declaración final por parte de las
delegaciones árabes. Una vez más, los debates se centraron en la seguridad, con
propuestas de colaboración política, y en la creación de la zona de libre comer-
cio, con la necesidad de avanzar en la firma y ratificación de los acuerdos de aso-
ciación. Finalmente, se trató la cooperación financiera, con una mejora del
reglamento MEDA para simplificar y acelerar los procedimientos. En la decla-
ración final del encuentro se reitera la necesidad de avanzar en la asociación
para alcanzar los objetivos definidos en Barcelona, haciendo balance de lo con-
seguido en estos cinco primeros años, y de los obstáculos a los que se han
enfrentado. En efecto, en esta declaración se reconoce el difícil contexto en el
que se desarrolla la asociación, que ha impedido lograr los objetivos estableci-
dos, a pesar de lo cual se insiste en la necesidad de mantener la asociación y se
reconoce su aportación a la estabilidad de la zona. La situación de Oriente
Próximo, a pesar de no formar parte de los objetivos del Proceso de Barcelona,
ocupa un lugar importante en esta declaración, dedicando el primer punto a la
contribución de la asociación a la estabilidad en la región mediterránea, en el
que se insiste en la necesidad de avanzar hacia la paz en la región, apoyando las
iniciativas en marcha. Esta cuestión influye también en el resto de los puntos.
En relación a la asociación política y de seguridad, en el balance se reconoce
la importancia del diálogo político y su ampliación a temas sensibles (como el
terrorismo y las migraciones), así como las dificultades a las que se enfrenta, que
explican los limitados resultados conseguidos. Entre estas limitaciones se insis-
te en la necesidad de superar los malentendidos y las diferencias de percepción,
incrementando la confianza entre los miembros de la AE. Asimismo, estiman

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

que la preparación de la Carta Euromediterránea para la Paz y la Estabilidad per-


mitirá profundizar en este capítulo, si bien se decide posponer su adopción por el
contexto político del momento. En el capítulo económico y comercial, se señala
el avance en la firma de acuerdos bilaterales de asociación para la reforma econó-
mica con vistas al establecimiento de la zona de libre comercio prevista para
2010, sin olvidar los impactos sociales que puede tener. Entre las limitaciones se
destaca el escaso nivel de inversión extranjera en la zona y de integración sur-sur,
la carga de la deuda externa, etc. En el ámbito social, cultural y humano, se subra-
ya la importancia de los distintos programas regionales puestos en marcha, pero
se reconocen los escasos avances en relación a los aspectos sociales, la sociedad
civil y la dimensión humana de la asociación. Se comprometen a tener en cuenta
los efectos sociales de la liberalización económica, con el lanzamiento de progra-
mas en este sentido, con incidencia en el diálogo entre culturas, en un acerca-
miento global al tema de las migraciones, y en la importancia de contar con la
sociedad civil (“dimensión esencial de la asociación”), recogiendo las recomen-
daciones de los FCE. Finalmente, en referencia a la cooperación financiera se
discutió el programa MEDA, reconociendo la necesidad de mejorarlo. Se trató
por tanto de una reunión difícil por el contexto político del momento, en la que
se intentó hacer un repaso de los obstáculos enfrentados por la asociación, y se
definieron las orientaciones futuras para superarlos.

2.4.1. El Foro Civil Euromediterráneo de Marsella

Este Foro Civil Euromed tuvo lugar del 7 al 12 de noviembre en Marsella, con la
participación de cerca de 600 personas, y se estructuró en tres pilares: 1) Pilar
Sindical, organizado por el Foro Sindical Euromediterráneo, contó con 150 parti-
cipantes; 2) Pilar de Poderes y Autoridades Locales, organizado por las colectivi-
dades locales, con 150 participantes; y 3) Pilar de las Organizaciones No
Gubernamentales, organizado por un comité de ONG de derechos humanos, desa-
rrollo, medio ambiente, etc., con 300 participantes. Este pilar, que es el más cer-
cano al objeto de estudio que nos ocupa, constó, a su vez, de seis talleres: Estado de
derecho y democracia; paz y prevención de conflictos; desarrollo local; cultura e
intercambios humanos; medio ambiente; juventud; y tres talleres transversales:
económico y social, migraciones, e instrumentos del partenariado. Cada uno de
ellos dio lugar a documentos que recogieron las principales aportaciones.
La organización de este foro fue más complicada que la de los anteriores,
ya que cada taller se dirigió por una red francesa especializada en ese ámbito,
lo que generó algunos problemas y tensiones en el desarrollo de los mismos,

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debidos a la gran presencia de organizaciones francesas y sus contrapartes en


el Magreb; a la falta de una visión global, dada la fragmentación del foro; a la
excesiva seguridad en su organización y a los acontecimientos en Oriente
Medio, que marcaron la temática y el debate de los diferentes encuentros desde
la sesión inaugural. La última reunión del foro se centró en la puesta en común
de los trabajos realizados en cada ámbito, lo que dio lugar a unas conclusiones
en las que se resalta la voluntad de fortalecer el diálogo y la cooperación. Se
pide relanzar la Asociación Euromediterránea, que se estimaba estancada;
reconocer la importancia de la participación de la sociedad civil en ese proce-
so; garantizar el derecho de asociación y de participación social en la vida
pública; incorporar la lucha contra las desigualdades en los acuerdos de asocia-
ción; y poner en marcha mecanismos para relanzar la cooperación horizontal y
descentralizada. Así mismo, se aprobó la resolución “Palestina, actuar ahora”.
A la vista de lo anterior podemos afirmar que, más allá de los problemas de
coordinación, este foro contó con una participación mucho más plural de lo
que nos tenían acostumbrados los anteriores, lo que enriqueció el debate y las
propuestas, al tiempo que garantizó su independencia de cara a una conferen-
cia oficial que, por otra parte, estaba atravesando un momento difícil.

4.1.2. El Foro Alternativo de Marsella

El Foro Alternativo de Marsella fue organizado por la asociación ATTAC


Francia, los días 9 a 11 de noviembre, bajo la convocatoria de diferentes orga-
nizaciones contra los efectos de la creación de una zona de libre cambio, bajo el
nombre “La Otra Cumbre. Encuentros euromediterráneos contra la globaliza-
ción neoliberal. Juntos, reapropiarse del futuro del Mediterráneo”. Pretende
seguir la lógica de otros encuentros del ya por entonces conocido movimiento
global. Contó con la participación de unas 300 personas, provenientes de dife-
rentes ámbitos de las dos riberas. Se critica en esta conferencia alternativa la
visión neoliberal que guía las acciones de la Unión Europea de cara al
Mediterráneo, sobre todo en cuanto a la creación de una zona de libre cambio
entre dos zonas tan desiguales, cuyos efectos sociales negativos no se paliarán
con las medidas de acompañamiento previstas. Frente a esto, pretenden crear
un espacio de intercambio de ideas y experiencias sobre esta problemática,
para establecer un nuevo tipo de relaciones, basadas en los derechos democrá-
ticos, económicos y sociales de los pueblos, y al margen del Foro Civil
Euromediterráneo, para mostrar su desacuerdo con la actual lógica que guía el
partenariado. Para ello se desarrollaron los siguientes talleres: servicios públicos

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

de salud y educación; privatizaciones y zonas de procesamiento especial


(maquilas); agricultura; energía y agua; migraciones, desempleo y precariedad;
derechos de los pueblos y democracia; y deuda externa. Finalizó con la presen-
tación de las conclusiones de los diferentes talleres y la celebración de una
manifestación, como es ya habitual en este tipo de encuentros alternativos, que
reunió a unas 3.000 personas en contra de la visión neoliberal de las relacio-
nes. Se dio además otro tipo de actos simbólicos (como taponar con una sardi-
na de cinco metros de largo la entrada del puerto de Marsella).
En su manifiesto final se critica la globalización neoliberal y su mercantiliza-
ción del mundo en provecho de una minoría, creando inseguridad económica y
desigualdades sociales, ahondando las diferencias entre los países ricos y pobres,
sometidos éstos a los planes de ajuste estructural que impiden su desarrollo y los
hacen más dependientes de los países ricos. Esta lógica es, según ellos, a la que
responde también la Asociación Euromediterránea, que pretende crear una zona
de libre cambio (con restricciones, sin embargo, a aquellos productos en los que
los países del sur tendrían ventajas, como los agrícolas), dejando de lado los aspec-
tos políticos y sociales, que se verán afectados por la misma. Constatan también el
fracaso político y democrático de este proceso, en referencia a la falta de apoyo a
los derechos humanos y a la participación política, al problema palestino y de otros
pueblos, etc. Frente a esto, proponen un Mediterráneo ciudadano, democrático,
social, solidario y respetuoso con el medio ambiente, que responda a las necesida-
des sociales, políticas, educativas y culturales de los pueblos. Para ello, estiman
necesario un nuevo modelo de desarrollo agrícola, que asegure la seguridad ali-
mentaria y el respeto del medio ambiente; la garantía de acceso a los servicios
públicos básicos (que pretenden ser privatizados o lo están ya); la libre circulación
de las personas y el derecho a voto de los residentes; la eliminación de las discri-
minaciones hacia las mujeres; el respeto de los derechos de los niños; y la creación
de recursos para la financiación de estos proyectos (derivados de la aplicación de
la Tasa Tobin, la condonación de la deuda externa o la dedicación del 0,7% del PIB
a ayuda al desarrollo). Finalmente hacen referencia, en mociones complementa-
rias, a Palestina (con una condena a Israel) y al pueblo kurdo.

2.5. LA QUINTA REUNIÓN EN VALENCIA: EL ÉNFASIS EN LA LUCHA CONTRA


EL TERRORISMO

La quinta conferencia euromediterránea se celebró bajo la presidencia española


de la UE, los días 22 y 23 de abril de 2002 en Valencia. En ella se decidió el lanza-
miento de un plan de acción para reforzar el diálogo político en los ámbitos de la

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seguridad, la democratización, la prevención de conflictos, la ampliación euro-


pea y la lucha contra el terrorismo. También se buscó avanzar en la cooperación
económica, comercial y financiera, y en la dimensión social, cultural y humana
de la asociación. Una de las cuestiones espinosas de esta reunión tuvo que ver
con la propuesta española de establecer una condicionalidad migratoria en los
acuerdos de asociación. La declaración final del encuentro vuelve a reiterar la
dificultad de avanzar en el establecimiento de una zona de paz y estabilidad,
dada la tensión existente en Oriente Próximo y las consecuencias de los aten-
tados del 11 de septiembre de 2001. Frente a esta situación, subrayan la impor-
tancia de mantener y reforzar la Asociación Euromediterránea, como un punto
de encuentro entre culturas y civilizaciones. Para ello se establece un plan de
acción que cubre los tres capítulos de la Declaración de Barcelona, con objeti-
vos concretos a corto y medio plazo.
En el ámbito político y de seguridad, se busca reforzar el diálogo y exten-
derlo a cuestiones de defensa y lucha contra el terrorismo. También dan
importancia a los derechos humanos y la democracia, insistiendo en la necesi-
dad de crear una Asamblea Parlamentaria Euromediterránea. En el campo eco-
nómico y financiero, se habló de incrementar las inversiones para promover la
creación de empleo, con un importante papel del BEI aquí, y con propuestas
para crear un banco euromediterráneo. Asimismo, se decide avanzar en la
armonización de los procedimientos en los campos económicos, así como
en la integración regional. También se afirma la intención de incluir el desarrollo
sostenible dentro de los principios del Proceso de Barcelona. En cuanto a la
dimensión social, cultural y humana, la declaración insiste en la necesidad de
fomentar la participación de la sociedad civil, y se hace eco del documento final
del FCE. Por otra parte, se decide lanzar programas de cooperación en justicia,
en la lucha contra el crimen, las drogas y el terrorismo, y en materia migrato-
ria y de integración social. Se insiste finalmente en el diálogo entre culturas y
civilizaciones, con la creación de una fundación con esa misión.

2.5.1. El Foro Civil Euromediterráneo de Valencia

Este foro civil de Valencia tuvo lugar los días 12, 13 y 14 de abril de 2002 en la
Universidad Politécnica de Valencia, bajo el lema “Otras relaciones euromedi-
terráneas son posibles”. Fue organizado con la colaboración de la Coor-
dinadora de Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo de la
Comunidad Valenciana (CONGD-CV) y la Fundació de la Solidaritat i el
Voluntariat de la Comunitat Valenciana (FVSCV). Se contó con esta última, a

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

pesar de su componente gubernamental y de entidad financiera, para asegurar


los recursos y las infraestructuras necesarias al desarrollo del foro, garantizan-
do, por otra parte, que esto no impedirá el desarrollo y la temática indepen-
dientes, decididos por los participantes sociales. Define su organización y
contenido como democráticos, horizontales, abiertos, equilibrados y con
importante participación social, primando las organizaciones con trabajo de
base y verdadera implicación en las sociedades de sus respectivos países. La
dinámica del foro se presenta como la continuidad de los anteriores, y adopta
la estructura temática propuesta en el primer foro de Barcelona, con una orga-
nización en los siguientes ejes temáticos: voluntariado; juventud; mujeres;
medio ambiente; desarrollo, codesarrollo y cooperación; migración y socieda-
des multiculturales; derechos humanos; resolución de conflictos; otro
Euromediterráneo es posible; derechos socioeconómicos; y cultura. De él
surge, de nuevo, una resolución sobre Palestina, dada la grave situación que allí
se vive, y sigue siendo un tema que marca la temática del foro.
En las conclusiones generales de este foro se puede apreciar un lenguaje
especialmente crítico con la lógica actual de la Asociación Euromediterránea,
resaltando que “Otras relaciones euromediterráneas son posibles” (como con-
tagio también del discurso del movimiento contra la globalización neoliberal,
que postula por “Otro mundo es posible”). En este sentido, critican que el par-
tenariado actual se basa en unas relaciones desiguales y bilaterales, lo que con-
lleva unas relaciones comerciales desiguales y, por tanto, una dependencia del
sur del Mediterráneo respecto de la Unión Europea, con consecuencias nega-
tivas para los trabajadores de la región, los mercados internos y las poblaciones
en general (por el aumento de la pobreza y la marginación). También se acusa a
la asociación de no ayudar a satisfacer las necesidades básicas, y a centrarse en
una visión unilateral y militarista de la seguridad. Por ello, denuncian a la
Asociación Euromediterránea en cuanto a su dimensión básicamente econó-
mica, fundamentada en los principios de la economía neoliberal del Consenso
de Washington y la OMC, con la imposición de los planes de ajuste estructural;
el mantenimiento de relaciones estereotipadas norte/sur; los obstáculos al de-
sarrollo de los países del sur del Mediterráneo, por las consecuencias de la
deuda que impiden atender a las necesidades básicas, y por la relación de depen-
dencia que se crea; su indiferencia ante la dimensión de los derechos humanos y
la participación de la ciudadanía; y la promoción de una visión negativa y de recha-
zo, a través de su lógica militarista, que presenta al “otro” como peligroso. Frente
a esto, apuestan por unas nuevas relaciones basadas en el derecho de los pueblos a
la protección de sus economías, a la seguridad alimentaria y al reconocimiento de

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su identidad. Para ello proponen, entre otras cosas, la suspensión de los planes
de ajuste estructural, la condonación total o parcial de la deuda externa, el esta-
blecimiento de la Tasa Tobin como control de los movimientos de capital espe-
culativos, la adopción de políticas redistributivas para luchar contra las
desigualdades, la reorientación de los presupuestos militares a gastos sociales,
la condena a Israel, la creación de una comunidad mediterránea, con suspen-
sión de las actuales políticas migratorias y el desarrollo de unas relaciones
igualitarias, etc. En definitiva, en este foro se aprecia una crítica más global a la
asociación, frente a las recomendaciones o críticas parciales de los foros ante-
riores, adoptando un lenguaje más propio de aquellos movimientos de base
que participan en el movimiento contra la globalización neoliberal.

2.5.2. El Encuentro Internacional de Valencia

Bajo el nombre “Encuentro Internacional contra el Proyecto Euromediterráneo y


la Globalización Capitalista en el Mundo Árabe” tuvo lugar esta cumbre alterna-
tiva, organizada por el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe y la asociación
Revolta, los días 19 a 21 de abril de 2002. Se presenta como una alternativa a
la participación en el foro civil que tuvo lugar en paralelo, financiado por la
Comisión Europea e instituciones valencianas, y que se inserta en la lógica del
Proceso de Barcelona. El programa del encuentro se abre con una sesión inaugu-
ral, a la que sigue una serie de conferencias sobre las siguientes temáticas: el
escenario euromediterráneo (en la que se hizo una evaluación crítica del proyec-
to euromediterráneo y se analizaron los flujos migratorios en el Mediterráneo
occidental y la distancia cultural que se impone); el escenario medio-oriental (se
debatió sobre la globalización capitalista y la inserción regional de Israel, la aper-
tura económica en Oriente Medio y el proceso de normalización política árabe-
israelí tras la guerra del Golfo); y nuevos sistemas de seguridad: factores
estratégicos y rivalidad EE UU en la región arabo-mediterránea (donde se anali-
zó la militarización del espacio mediterráneo).
En cuanto a los trabajos, se dividen en las siguientes áreas temáticas: la
Asociación Euromediterránea y las libertades civiles y políticas; experiencias
de economía y social y alternativas al modelo económico; experiencias en la
lucha contra la globalización; diversidad de feminismos, experiencias de
mujeres; y desestructuración de los espacios sociales y económicos. Se estable-
cieron además otros espacios de solidaridad, con campañas de apoyo a los pue-
blos palestino e iraquí, con vídeos, exposiciones fotográficas, conciertos, así
como una reunión de organizaciones árabes antiglobalización, para avanzar en

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

la creación de redes. Finalmente, la clausura del encuentro incluyó un home-


naje al pueblo palestino, y una manifestación que, bajo el lema “Ni OTAN ni
globalización. Por la libertad de los pueblos. Contra la Europa del capital. No a
la Cumbre Euromediterránea”, congregó a 75.000 personas (5.000 según la
Delegación del Gobierno en Valencia).
En este encuentro se criticaron, al igual que en el anterior, la política neo-
colonial europea de cara al sur del Mediterráneo, que responde a intereses
estratégicos, económicos y de seguridad, así como los efectos negativos de la
aplicación de medidas neoliberales para la creación de una zona de libre cam-
bio. Su objetivo principal es crear un espacio para el intercambio de ideas y
experiencias, así como coordinar los esfuerzos de las diferentes organizaciones
y movimientos. En su documento “¿Qué es la Asociación Euromediterránea?
Recolonizar el espacio árabe” se posicionan en contra de este proceso que
busca un “divide y vencerás”, y que bajo el discurso de la “cooperación y el desa-
rrollo” (que habla del refuerzo de las relaciones comerciales entre los países
firmantes, la extensión del incremento de relaciones comerciales a los ámbitos
sociales y culturales, y el establecimiento de una cooperación en materia de
seguridad), esconde una práctica de dependencia, empobrecimiento y regre-
sión de derechos y libertades, a nivel económico (por los efectos negativos de
las privatizaciones y otras medidas neoliberales), social (ya que esos efectos
llevan al aumento de la pobreza, que genera migraciones, y como respuesta a
éstas el blindaje de Europa), político (con un retroceso de las libertades y una
represión interna) y de seguridad (debido a la militarización de las relaciones).
Hacen referencia también a la posición de la Unión Europea frente al conflic-
to palestino-israelí, que califican de intervencionismo económico e inhibición
política. En todos estos aspectos definen a la Unión Europea como aliada de los
Estados Unidos y, en ningún caso, como un modelo alternativo en las relacio-
nes internacionales.

2.6. LA SEXTA REUNIÓN EN NÁPOLES: LA CREACIÓN DE NUEVAS INSTITUCIONES

La sexta conferencia ministerial euromediterránea se celebró bajo presidencia


italiana en la ciudad de Nápoles, los días 2 y 3 de diciembre de 2003. En esta
convocatoria se avanzó en algunas de las propuestas de la reunión anterior, con
la creación de la Asamblea Parlamentaria Euromediterránea (que se integra,
con poder consultivo, al Proceso de Barcelona) y de la Fundación Euro-
mediterránea Anna Lindh para el Diálogo de las Culturas, instancias que ayudarán
a profundizar el diálogo político. También se decidió crear un mecanismo de

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ENARA ECHART MUÑOZ

préstamo para el desarrollo del sector privado, con apoyo del BEI. Una vez más,
la reunión euromediterránea se vio inmersa en el contexto regional e interna-
cional, debiendo hacerse eco de la situación de Oriente Próximo (con referen-
cias al papel que puede jugar la sociedad civil palestina e israelí en la búsqueda
de la paz), de la reconstrucción de Irak y de la multiplicación de atentados
terroristas en países de la región (que obligan a una mayor cooperación en la
lucha contra el terrorismo). Por ello, la seguridad y la estabilidad vuelven a
ser un punto central en las conclusiones del encuentro, en tanto deberían ser
objeto de una estrategia global.
Es interesante señalar que las conclusiones de la presidencia, al reafirmar
la necesidad de intensificar el diálogo euromediterráneo, reconocen en su pri-
mer punto que debe hacerse más visible y transparente para acercarlo a las
sociedades civiles de la región, haciéndose así eco de las demandas del FCE. En
puntos posteriores resaltan los avances hechos por la sociedad civil, que juega
un papel creciente en el Proceso de Barcelona y que ha logrado una continui-
dad y coherencia en los FCE con vistas a mejorar la eficacia de su influencia en
la AE. Acogen también positivamente las propuestas de apertura de la asociación
para contar con representantes de la sociedad civil. Otros de los temas tratados
fueron la ampliación y la nueva política de vecindad, con las consecuencias que
puede tener en las relaciones euromediterráneas; la promoción de los derechos
humanos y la democracia; las reformas económicas y los avances hacia la crea-
ción de la zona de libre cambio; la integración regional; el desarrollo tecno-
lógico; las infraestructuras; el agua; el medio ambiente; la agricultura; la
cooperación institucional y regional; el diálogo intercultural; la justicia y la lucha
contra el crimen organizado; las migraciones; la educación; la política social
para reducir la pobreza y las desigualdades; y la mejora de la posición de las
mujeres.

2.6.1. Foro Civil Euromediterráneo de Nápoles: un foro de transición

La ciudad de Nápoles ya había sido escenario de un Foro Civil Euromediterráneo


en 1997, que no se ha tratado aquí por no coincidir con una reunión de ministros
de Asuntos Exteriores. Ese foro respondía a la lógica de los primeros foros anali-
zados, organizados por el Institut Català de la Mediterrània y la Fundazione
Laboratorio Mediterráneo con una alta presencia paragubernamental. En su con-
vocatoria de 2003, que contó con más de 300 participantes, la presencia social y
civil fue más importante, con la adopción de un nuevo enfoque participativo.
Tuvo lugar del 28 al 30 de noviembre de 2003, días antes de la reunión oficial,

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

y se centró en el desarrollo sostenible y el fortalecimiento de la sociedad civil en el


partenariado euromediterráneo. Fue organizado por la Fondazione Laboratorio
Mediterráneo, en colaboración con ONG y el Comité de Pilotaje decidido desde
la Plataforma No Gubernamental Euromediterránea (PNGE), y financiado por la
Comisión Europea y la propia Fondazione. Se entiende como un foro de transi-
ción, en el que se prueba la nueva forma de trabajo, basada en el desarrollo de
procesos preparatorios democráticos y abiertos (que incorporen una mayor par-
ticipación social, la concertación entre actores de la sociedad civil y los poderes
públicos, el seguimiento del comité de pilotaje y una mayor facilidad para la libre
circulación de los participantes), en la transparencia y la difusión de informa-
ción, y en propuestas concretas a las autoridades euromediterráneas.
Se trataron dos temas centrales: el desarrollo sostenible y el buen gobier-
no, y el refuerzo de la sociedad civil; y otros tantos transversales: la ampliación
y la PEV, y la situación de la región tras la guerra de Irak. El programa del FCE
se dividió, tras la sesión de apertura, en tres sesiones plenarias (sobre la situa-
ción del Proceso de Barcelona tras la guerra de Irak y la ampliación europea;
sobre el desarrollo sostenible y el empleo; y sobre el refuerzo de la sociedad
civil) y en ocho talleres (condiciones de un intercambio más igualitario, medio
ambiente, dimensión cultural del desarrollo y educación, servicios sociales,
libertad de asociación y de expresión, igualdad y participación de las mujeres,
participación de la sociedad civil y asociación, y diversidad cultural e intercul-
turalidad), cuyas conclusiones se debatieron en el pleno final. La declaración
final del encuentro insiste en la necesidad de “construir puentes, no muros”,
para avanzar en la AE. Las organizaciones sociales se hacen eco del contexto
que puede enturbiar las relaciones, con referencias a la situación en Palestina,
a la guerra y posguerra de Irak, así como a la ampliación europea y al debate
sobre su Tratado Constitucional. Analizan también las dificultades del Proceso
de Barcelona, a pesar de considerarlo el ámbito adecuado de diálogo para la
creación de una zona de paz y prosperidad. Para superar algunas de esas limita-
ciones se apuesta por reforzar la participación de la sociedad civil euromedite-
rránea, con el establecimiento de mecanismos necesarios para hacerla efectiva, y
por dotar de contenido al tercer capítulo de la asociación. Destaca la necesidad de
trabajar por la paz y la estabilidad en la región, condenando la ocupación de Irak
en contra de las decisiones de Naciones Unidas (así como las actuaciones de la
lucha contra el terrorismo que violen el derecho internacional y los derechos
humanos), y la ocupación israelí de los territorios palestinos (así como la cons-
trucción del muro de separación por Israel, que viola los derechos del pueblo
palestino), y exigiendo que la AE actúe en estos campos.

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ENARA ECHART MUÑOZ

En cuanto a las recomendaciones hechas a la reunión ministerial, apuntan


la necesidad de avanzar en la lucha contra la pobreza y las desigualdades en el
sur del Mediterráneo; la defensa de los derechos humanos, con énfasis en la
igualdad de género y la participación de las mujeres; el desarrollo sostenible y
la seguridad alimentaria; el empleo; la integración regional; las migraciones
entendidas como fuente de desarrollo e intercambio cultural, más allá de las
visiones centradas en la seguridad; y en la dimensión social de la AE. En rela-
ción a la participación de la sociedad civil, buscan que se refuerce para hacerla
efectiva, denunciando los obstáculos a los que se enfrentan las organizaciones
sociales para acudir a los FCE, debido a la falta de libertad de movimientos en
la región, por ejemplo, por las políticas de visados. Insisten en la libertad de
asociación y de expresión y en la igualdad de género, que deben ser reconoci-
das en todos los países de la región. Asimismo, apuestan por un diálogo fluido
con la Asamblea Parlamentaria Euromediterránea y con la Fundación
Euromediterránea para el Diálogo entre las Culturas. Finalmente, demandan a
los Gobiernos que adopten un plan de acción para la sociedad civil en la región,
incorporando el diálogo con sus miembros a todos los niveles de la asociación,
incluida la toma de decisiones.
Las organizaciones de la sociedad civil española fueron muy activas en
el proceso de preparación de este foro, con propuestas dirigidas a: incrementar el
peso y relevancia de la sociedad civil en el conjunto del proceso, incluidos los
capítulos político y económico, con el establecimiento de mecanismos trans-
parentes para su participación; desarrollar programas de actuación más espe-
cíficos, privilegiar la cooperación descentralizada y hacer pública la evaluación
de resultados; y fomentar un conocimiento de calidad del proceso y las posibi-
lidades que ofrece, con importancia de la coordinación y la cooperación, y con
un papel central de los medios de comunicación, que es necesario sensibilizar
para superar los estereotipos (ACSUR Las Segovias et álii, 2003). Confiaban en
que este foro sirviera de “transición hacia una nueva estructura organizativa que
fomente la coherencia y continuidad entre los mismos”. Asimismo, abogan por
avanzar en los derechos humanos y la democracia (frente a la centralidad de la
seguridad tras el 11-S, y con un tratamiento distinto, por ejemplo, de las migra-
ciones, apostando por la creación de una “ciudadanía euromediterránea”, así
como con la incorporación de la justicia de género), en la paz (con referencias
a la falta de actuación con respecto a la situación palestina y saharaui, y a la
necesidad de adoptar la Carta Euromediterránea para la Paz y la Estabilidad), en
el desarrollo humano sostenible que ayude a superar la brecha entre las dos
orillas (brecha que no debe profundizarse con la ampliación europea) y en el

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

diálogo intercultural, superando los estereotipos negativos. Se trató, en defini-


tiva, de un foro distinto a los anteriores, más abierto y consensuado, adoptan-
do una forma de trabajo que se verá afianzada en las convocatorias siguientes.

2.6.2. Los movimientos sociales: la preparación del Foro Social


Mediterráneo

Los movimientos sociales también viven ese año un proceso de transición. Tras
las convocatorias de Marsella y Valencia, se desvinculan de las reuniones poste-
riores, apostando por la celebración de encuentros propios, independientes de
las agendas oficiales. Así, siguiendo el llamamiento del Foro Social Mundial
para la celebración de Foros Sociales Regionales y Temáticos, desde el año 2002
estos actores sociales centran sus energías en la organización de un Foro Social
Temático sobre Palestina y en el Foro Social Marroquí, ambos en diciembre
de 2002, y sobre todo en la del Foro Social Mediterráneo (FSMed)3, espacio de
encuentro de los movimientos sociales de las dos orillas para debatir, crear
alternativas y resistencias y para coordinar acciones contra las políticas neolibe-
rales. Siguiendo la tradición, el encuentro aboga por “Otro Mediterráneo es
posible”. Este Foro Social Mediterráneo, que se celebró en Barcelona en junio
de 2005, contó con un intenso proceso preparatorio, que comenzó con una reu-
nión de la Asamblea Internacional del Foro en Rabat los días 3 y 4 de mayo de
2003, en la que participaron más de 100 organizaciones mediterráneas. En ella
se buscaba debatir la metodología y organización del FSMed.
En la carta de convocatoria de la Reunión de Rabat se hacen eco de las
movilizaciones contra la globalización neoliberal y de los encuentros como el
Foro Social Mundial, para resaltar la importancia de contar con un espacio en
el que reflexionar “sobre la realidad mediterránea, zona de conflictos y desi-
gualdades, sobre las modalidades de aplicación de las políticas neoliberales en
la zona y su impacto sobre los pueblos [...] con la perspectiva de promover
movilizaciones comunes de los movimientos sociales del Mediterráneo y pro-
poner alternativas para conseguir un desarrollo económico, social y político
sostenible y respetuoso del medio ambiente, de la seguridad y soberanía ali-
mentaria, de los derechos humanos, y una paz respetuosa de los derechos de los
pueblos. Esto sólo será posible con la participación activa de la base social no
comprometida con el orden mundial establecido y que de manera real tiene la
voluntad de sumar esfuerzos y capacidades para subvertir y transformar el orden
actual”. En cuanto al acta de la asamblea, se resalta la importancia de crear un
espacio de debate abierto y participativo para los movimientos sociales, con

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convocatorias periódicas en ambas orillas del Mediterráneo. También se defi-


nen los ejes temáticos del FSMed: democracia, ciudadanía y derechos huma-
nos; conflictos, militarismo y paz; desarrollo y derechos económicos y sociales
(con mención expresa aquí al Proceso de Barcelona); migraciones; diversidad
cultural y diálogos interculturales; modelo de desarrollo y sostenibilidad
medioambiental; y mujer y Mediterráneo. Se convoca asimismo a una movili-
zación sobre el tema del agua en Catania, Italia, en noviembre de 2003.
La segunda reunión de la Asamblea Internacional del FSMed se celebró en
Nápoles en julio de 2003, y contó con la participación de unos 200 representan-
tes de diferentes colectivos mediterráneos. Esta asamblea buscaba ampliar la
participación de los actores sociales en este proceso, que se veía dificultada por
la ausencia de coordinación y por las dificultades de obtener visados. Asimismo,
se debatió de nuevo el método de trabajo, optando por la creación de un espacio
de participación democrático y abierto, con alternancia en sus reuniones y toma de
decisiones por consenso. Se decidió adoptar un tema central para el FSMed: los
derechos, planteando la posibilidad de titular el FSMed: “El Mediterráneo: un
mar de derechos”. Finalmente, cabe señalar que la Asociación Eurome-
diterránea fue objeto de debate en esta reunión, en la que se plasmó la preocu-
pación por buscar alternativas a ese proceso. En cuanto a la propuesta del texto
de la convocatoria del FSMed, cabe recoger aquí la denuncia que hace de la
Asociación Euromediterránea, al señalar que “En la escala del Mediterráneo, el
Proceso de Barcelona, en marcha desde 1995 es, ante todo, una etapa de la mun-
dialización liberal, de la guerra del liberalismo económico contra los derechos
de los ciudadanos y de los pueblos [...] El espacio euromediterráneo, se nos
repite, será un espacio de respeto de los derechos humanos y de la democracia.
Pero, ¿qué crédito se puede otorgar a esos Estados europeos que, ocho años des-
pués de la Declaración de Barcelona, continúan apoyando a los regímenes más
autoritarios y represivos de la región? ¿Qué crédito podemos dar a la voluntad
afirmada de defender los derechos de los seres humanos cuando uno de sus
derechos fundamentales, el derecho de la circulación, es permanentemente
vapuleado por la fortaleza de Schengen? ¡La libre circulación no debe ser sólo
para las mercancías y los capitales, sino también para los hombres y mujeres!
A este Mediterráneo basado en la desigualdad, la injusticia y el no derecho, con-
traponemos otro Mediterráneo: un Mediterráneo ciudadano, democrático,
social, solidario y respetuoso con el medio ambiente”.
La III Asamblea Internacional se celebra en Chipre, en marzo de 2004,
donde se vuelve a insistir en los problemas de coordinación y participación en
la organización del FSMed, decidiendo, para superarlos, la creación de un

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

grupo de coordinación internacional con miembros que reflejen la diversidad


del Mediterráneo, encargado del seguimiento y la dinamización del proceso. Se
celebró asimismo en esta reunión un encuentro de mujeres, en el que se insis-
tió en el lugar central que deben ocupar en el FSMed, incorporando la dimen-
sión de género transversalmente en cada eje temático. En Málaga, en
septiembre, tuvo lugar la IV Asamblea Internacional, en la que se volvió a tra-
bajar en torno a los foros temáticos. En definitiva, la dificultad de poner en
común visiones y trabajos tan distintos quedó patente en todo el proceso pre-
paratorio del FSMed, lo que multiplicó los encuentros buscando profundizar
en las redes y el intercambio de experiencias. Este proceso de debate conti-
nuará hasta la celebración del FSMed en junio de 2005. Estos espacios, si bien
se desvinculan de las reuniones oficiales de la Asociación Euromediterránea,
siguiendo la lógica de definir lugares de encuentro propios e independientes,
no dejan de debatir sus implicaciones y consecuencias en el Mediterráneo,
buscando alternativas a lo que entienden como un proceso liberalizador poco
preocupado por los temas sociales y los derechos de los ciudadanos de la
región.

2.7. LA SÉPTIMA REUNIÓN EN LUXEMBURGO: EL ‘AÑO DEL MEDITERRÁNEO’

La séptima conferencia ministerial euromediterránea se celebró en Luxem-


burgo los días 30 y 31 de mayo de 2005, y sirvió para preparar los ejes centrales
de la Cumbre Euromediterránea que se celebraría meses más tarde en
Barcelona, así como las líneas a desarrollar en 2005, definido como el “Año del
Mediterráneo”. Esta reunión se centró de nuevo en la resolución de los con-
flictos existentes en la región, para avanzar en la estabilidad y la paz; en la
consolidación de la democracia; en el desarrollo económico sostenible; en
la promoción de los intercambios socioculturales y en los temas de justicia, segu-
ridad, migraciones e integración social, centrales en la agenda actual. En las
conclusiones finales se hace balance con vistas a la celebración de la Cumbre
de Barcelona, recogiendo los principales documentos de la Comisión,
EuroMeSCo, FEMISE e incluso del FCE de Luxemburgo. Reconoce que, a pesar
de los avances, aún quedan muchas cosas por hacer, teniendo en cuenta ade-
más el nuevo contexto de la UE ampliada y la nueva política de vecindad. Señala
asimismo la necesidad de concluir todos los acuerdos de asociación, de avan-
zar en la integración regional, así como de profundizar la cooperación en mate-
ria política y de seguridad, ya que no ha logrado efectos notables en los
conflictos de la región. También se reitera el compromiso con la democracia

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y los derechos humanos, que no ha logrado todavía disminuir las enormes


diferencias entre los países de las dos orillas. Finalmente se señalan propues-
tas para incrementar la visibilidad de la AE.
Entre los avances se señala la importancia de la AE como espacio de diálo-
go, con la creación de instituciones como la Asamblea Parlamentaria, la
Fundación Anna Lindh e incluso la participación de la sociedad civil a través de
los FCE, reconociendo aquí el progreso que supone la creación de la PNGE y la
necesidad de profundizar los lazos entre la sociedad civil y las instancias ofi-
ciales. Las conclusiones definen orientaciones para el futuro, teniendo en
cuenta el nuevo contexto, en relación a los tres capítulos de la asociación.
Centrándonos en las consideraciones sobre la sociedad civil, reconocen su
papel en la asociación, sobre todo tras la creación de la PNGE, y se hacen eco de
las recomendaciones surgidas de la declaración final del FCE de Luxemburgo,
en cuanto al establecimiento de mecanismos para fortalecer la presencia de la
sociedad civil en la AE, si bien no definen las acciones a llevar a cabo en ese
ámbito, más allá de la necesidad de llegar a acuerdos.

2.7.1. El Foro Civil Euromediterráneo de Luxemburgo: el nuevo formato

Este foro civil se celebró del 1 al 3 de abril de 2005 en Luxemburgo, un par de


meses antes que la reunión ministerial, y en él se dieron cita 350 representan-
tes de la sociedad civil de 42 países. Se buscaba principalmente establecer
mecanismos de consulta permanente de la sociedad civil en el Proceso de
Barcelona. Se trata del primer foro organizado y preparado por la PNGE, ya
reconocida por los poderes públicos como organizadora de los próximos FCE,
con el objetivo de hacer de él un punto de encuentro real de las organizaciones
de la sociedad civil, frente a foros anteriores, impulsados desde instancias
gubernamentales. El anterior Foro de Nápoles sirvió de foro de transición, en
el que se probó la nueva forma de trabajo destinada a lograr una mayor partici-
pación de los actores sociales involucrados en la preparación y seguimiento de
los FCE, a través de consultas locales, y con reglas de participación basadas en
la igualdad, la transparencia y el respeto a la diversidad.
La creación de la Plataforma No Gubernamental Euromed, formada por
más de 80 representantes de redes euromediterráneas, se decidió tras el
encuentro de Valencia en 2002, y se reunió por primara vez en junio de 2004
en Limassol, Chipre, donde se adoptó una carta de valores y de principios de
adhesión y pertenencia; se decidieron las modalidades de estructura y funcio-
namiento, se adoptó un plan de acción y se designó un grupo de seguimiento.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

Los debates de la reunión se centraron en el lugar y el papel de la sociedad civil


en la AE, con vistas a mejorar los intercambios entre las dos orillas del
Mediterráneo y fortalecer la participación de la sociedad civil hasta que se
reconozca como interlocutora clave en la AE. El informe de la PNGE sobre sus
actividades de los dos primeros años de existencia resalta el cambio en el pro-
ceso de celebración de los FCE y la profundización de la participación de la
sociedad civil a través de la exigencia de mejores instrumentos de consulta. En
el proceso de creación de la PNGE participaron más de 500 representantes de
la sociedad civil, y se crearon plataformas y redes locales. Las consultas locales
se dieron en dieciséis países para definir las preocupaciones y prioridades del
foro. En ellas se buscaba debatir sobre la AE y el papel de la sociedad civil en la
misma, ayudar a la preparación del FCE de Luxemburgo, debatir la creación de
la PNGE, y reflexionar sobre las relaciones que deben mantenerse con los
movimientos sociales mediterráneos.
Estas consultas locales también buscaban la creación de plataformas
nacionales en las que se dieran cita las organizaciones interesadas por la AE.
Una de las más activas fue precisamente la red española, que se unió en el
Encuentro Civil Euromediterráneo (ECE). En su presentación institucional,
resalta que a pesar de la incorporación de la sociedad civil como “actor rele-
vante y participativo de todo el proceso [...] la participación de la sociedad civil
y de los agentes sociales en el Proceso de Barcelona ha sido marginal”. Al hacer
balance de las distintas ediciones de los FCE, resaltan la falta de coordinación
existente, debida a que la organización de cada edición corre a cargo de una
organización distinta, lo que les convierte “en meros eventos puntuales y des-
conexos que sirven de coartada para esgrimir una supuesta participación civil
en el proceso”. Asimismo, denuncian la falta de incidencia de los mismos: “el
modelo establecido para los foros carece de cualquier mecanismo efectivo que
permita una repercusión en las instancias europeas y gubernamentales”.
Frente a estos problemas, las organizaciones sociales euromediterráneas han
apostado por “la creación de una estructura estable que sea capaz de recoger las
diferentes agendas sectoriales y nacionales de estas iniciativas y de estructurar
una agenda común. Esta estructura de la sociedad civil quiere ser el núcleo de
una instancia de interlocución con las instituciones del Proceso de Barcelona”.
En el Foro Civil de Luxemburgo se buscó precisamente afianzar esas for-
mas participativas de trabajo, a través de la realización de seminarios temáti-
cos, preparados y realizados por los propios participantes, con un menor
tiempo dedicado a las sesiones plenarias. También disponía de un espacio,
Agora, para la realización de exposiciones o proyecciones sobre experiencias

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ENARA ECHART MUÑOZ

concretas. Este foro buscaba establecer prioridades, dotándolas de visibilidad;


definir propuestas concretas para poner en marcha mecanismos de concerta-
ción con los poderes públicos; y realizar una evaluación de los diez años del
Proceso de Barcelona. Cobró gran importancia aquí el proceso de preparación
del FCE, en el que se decidió cuáles serían los participantes y los talleres temá-
ticos y autogestionados. Los contenidos de los talleres temáticos decididos tras
las consultas locales fueron los siguientes: ¿mujeres hacia la (des)igualdad? (se
buscaba aquí debatir la situación de los derechos de las mujeres, y su participa-
ción social, económica y política, de gran importancia para la democratización
de la región, resaltando el escaso énfasis que hace la asociación en este campo);
libre cambio, desarrollo sostenible y diversidad cultural (en él se analizó el
lugar del desarrollo sostenible en las lógicas librecambistas, y la forma de limi-
tar los impactos de la zona de libre cambio en las economías de la región y de
asegurar la protección del patrimonio cultural); paz, seguridad humana e inte-
gración regional (donde se cuestionaba la centralidad de la seguridad en la AE,
en detrimento del derecho a la paz); migraciones sur-sur-norte-este-oeste:
¿una oportunidad para la región euromediterránea? (se habló aquí de las polí-
ticas internas de la UE, del control de fronteras y de los flujos migratorios, así
como de las contribuciones positivas de los migrantes, por ejemplo, en el diá-
logo entre culturas y civilizaciones, o en la definición de un nuevo concepto
de ciudadanía); y los obstáculos para la democratización y para los procesos de
reforma en la región, con énfasis en el papel que puede jugar aquí la sociedad
civil.
También se realizaron seis talleres autogestionados, en torno a temáticas
propuestas, y elaborados previamente por los participantes. Las conclusiones
de estos talleres sirvieron para elaborar las recomendaciones finales del FCE,
presentadas en la declaración final, “Por una implicación real de la sociedad
civil”, en la que abogan por una profundización de la AE que cuente con las
aportaciones de la sociedad civil. Se lamentan de los escasos avances de la AE
en la democratización, los derechos humamos, la paz, el desarrollo y la protec-
ción del medio ambiente en el Mediterráneo. También señalan que, a pesar de
la importancia de la PEV como marco de relaciones bilaterales, la AE debe
mantenerse como marco multilateral indispensable para reducir las desigual-
dades en la región. Uno de los puntos centrales de esta declaración es la pro-
puesta de establecer mecanismos permanentes de consulta de los actores de la
sociedad civil en el marco de la AE y de la PEV. Piden a los Gobiernos de los paí-
ses miembros de la AE que adopten un plan de acción para poner en marcha
esos mecanismos. Para ello se felicitan por la creación de la PNGE, que debe

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

jugar un papel en esos mecanismos. Esta declaración cuenta con un anexo


específicamente dedicado a esos mecanismos de consulta entre los actores de
la sociedad civil y los poderes públicos en la AE. Así, recordando el papel que
otorga la Declaración de Barcelona a la sociedad civil, denuncian la inexisten-
cia de mecanismos que hagan real su participación y que faciliten la consulta en
los tres capítulos. Piden por ello que las instituciones europeas y las de la AE,
en colaboración con representantes de la sociedad civil, redacten un plan de
acción para la creación de instrumentos de consulta permanente, que debería
presentarse en la Cumbre de Barcelona en noviembre de 2005. Ese plan debe-
rá reforzar la participación social, entendiéndola como parte de la asociación y
de la nueva PEV, garantizando el acceso a la información, los documentos y las
negociaciones relevantes, la libertad de expresión de los actores sociales, y su
integración en la planificación de políticas. En esa línea, se deben superar los
obstáculos a la participación, derivados de la falta de libertades de asociación,
expresión y movimientos, y apoyar financieramente las actividades de la socie-
dad civil.
El desarrollo de instrumentos para asegurar estas consultas debe hacer-
se tanto en el ámbito multilateral (con intercambios con la Comisión y el
Comité Euromed, la creación de grupos de trabajo temáticos y preparatorios
en los que participe la sociedad civil, la presencia de representantes de la
sociedad civil como observadores en las reuniones oficiales, etc.) y bilateral
(a través también de grupos de trabajo temáticos y de seguimiento, y procesos
de consulta anuales con la UE). También se reclama una relación estrecha con
la Asamblea Parlamentaria Euromediterránea, a través de la presencia de
observadores de la sociedad civil en sus reuniones. Se resalta, finalmente, la
necesidad de que los representantes de la sociedad civil que participen en
esos mecanismos de consulta gocen de independencia respecto de las auto-
ridades.
Muchas de estas recomendaciones se encuentran en un documento deba-
tido durante el foro, en el que se presentaron 35 propuestas para involucrar a la
sociedad civil en la AE, que quedaron después recogidas en una publicación
(Martín et álii, 2005). Estas propuestas, recogidas en el cuadro 1, están dirigi-
das a los socios euromediterráneos y a las instituciones europeas, y buscan
acercar la asociación a los ciudadanos, ayudar a la puesta en marcha de los
objetivos de la AE e involucrar a la sociedad civil, a través de una simplificación
de los procedimientos de financiación, de menores obstáculos a la libre movi-
lidad de los ciudadanos y el establecimiento de un programa lingüístico que
mejore el conocimiento mutuo.

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ENARA ECHART MUÑOZ

CUADRO 1

35 PROPUESTAS PARA INVOLUCRAR A LA SOCIEDAD CIVIL EN EL PROCESO DE BARCELONA

ACERCAR LA AE PONER EN MARCHA INVOLUCRAR


A LA GENTE LOS OBJETIVOS DE LA AE A LA SOCIEDAD CIVIL
Condiciones 4. Erradicar el analfabetismo 10. Inventario cultural 20. Instrumento
materiales 5. Estrategia de empleo Euromed de financiación de
Euromed microproyectos
Contexto socioeconómico y político

1. Simplificación de los procedimientos de financiación


Condiciones 6. Estrategia para la 11. Puesta en marcha de 21. Refuerzo de la sociedad
jurídicas/derechos participación paritaria la Comunicación sobre civil en los países socios
de las mujeres los Derechos Humanos de del Mediterráneo (marco
7. Integración de los derechos la Comisión (incluyendo jurídico)
humanos en los instrumentos el programa MEDA DDHH) 22. Procedimientos de
de la AE 12. Grupo de trabajo derechos diálogo nacional con la
humanos (seguimiento, sociedad civil
enlace con los instrumentos 23. Refuerzo de los sindicatos
internacionales, acciones, en los países socios del
diálogo) Mediterráneo
24. Reconocimiento político de
los movimientos sociales
de inspiración religiosa
2. Movilidad de los actores y ciudadanos (visados)
Responsabilidad 8. Cláusula de salvaguardia 13. Sistema de vigilancia 25. Definición del papel de
compartida social social Euromed la sociedad civil
26. Mecanismos de
corresponsabilidad
financiera
27. Refuerzo de las redes
temáticas de la sociedad civil
28. Refuerzo de la PNGE
29. Comité económico y social
Euromed
30. Mecanismos de
consulta/observación
3. Programa Euromed Lingua
Asociación

Comprensión mutua Espacios de libertad Difusión 31. Participación en los


e intercambios 9. Lugares independientes 14. Puntos de contacto ejercicios de evaluación
de cultura y de encuentro Euromed Cultura 32. Foro Civil Euromed (en los
15. Apoyo a la información países socios del
16. Fondos de apoyo Mediterráneo)
a la movilidad 33. Adhesión estricta al
Imagen mutua principio de universalidad
17. Formación intercultural 34. Participación de los
de los profesores actores de la sociedad civil
e intercambios escolares de inspiración religiosa
18. Módulos de formación (adaptación organizacional)
para periodistas 35. Articulación
19. Encuentros/diálogo inmigración/espacios de
entre los intelectuales diálogo sobre la diversidad
cultural y religiosa
FUENTE: MARTÍN ET ÁLII, 2005: 16.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

En la declaración final, también se lamentan de que las recomendacio-


nes de los anteriores FCE no hayan sido tenidas en cuenta en las reuniones
oficiales.
Resaltan algunas de las principales recomendaciones con vistas a que se
incluyan en las políticas de la AE, como son la igualdad de género y la partici-
pación de las mujeres; la democratización; el desarrollo sostenible; la supe-
ración del enfoque de seguridad con que se abordan las migraciones,
garantizando los derechos de los migrantes; la paz y la seguridad con respeto al
derecho internacional; la integración regional; el diálogo cultural, a través de la
Fundación Anna Lindh; la importancia de la juventud; la agricultura y la segu-
ridad alimentaria; la lucha contra el sida, etc. En definitiva, en este foro se dio
un importante paso en la elaboración de propuestas y mecanismos para hacer
real la participación de la sociedad civil en el Proceso de Barcelona, marcando
un cambio respecto a las dinámicas anteriores y demandando a la Unión
Europea que plasme en la práctica el interés por la sociedad civil ya reflejado en
la Declaración de Barcelona de 1995.
Los movimientos sociales del Mediterráneo continuaron a lo largo de
2005 con el proceso de preparación de FSMed. Realizaron así la quinta reunión
de la Asamblea Internacional en Marsella, con diversas reuniones plenarias y
de las comisiones de trabajo, así como una asamblea de mujeres, una reunión
preparatoria de la Asamblea de Movimientos Sociales, y grupos de trabajo para
preparar las reuniones del FSMed.
En la mayoría de estos espacios se hacía referencia a la Asociación
Euromediterránea y sus repercusiones sociales. La sexta y última convoca-
toria de la Asamblea Internacional fue en Turquía, del 14 al 17 de abril de
2005. Se ultimaron aquí los grupos temáticos, las comisiones de trabajo y
las actividades culturales del FSMed. Finalmente, la última reunión del
grupo de coordinación internacional se celebró en Barcelona, poco antes
del propio FSMed, en la que se avanzó en la organización de las conferen-
cias, seminarios y otras actividades, así como en la financiación del even-
to. En definitiva, el proceso de preparación del FSMed, realizado
principalmente a través de Asambleas Internacionales preparatorias, fue
complejo y tuvo que enfrentarse a numerosas dificultades, en términos de
participación, de definición de temáticas, etc. El objetivo principal era
lograr la participación de todas las fuerzas de resistencia al neoliberalismo
presentes en el Mediterráneo. Todo este proceso concluye con la celebra-
ción del FSMed en Barcelona, encuentro que se analizará en el siguiente
punto.

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ENARA ECHART MUÑOZ

2.8. LA CUMBRE DE BARCELONA POR EL DÉCIMO ANIVERSARIO


DE LA ASOCIACIÓN EUROMEDITERRÁNEA

Tras diez años de Asociación Euromediterránea, los jefes de Estado y de


Gobierno de los países socios se reunieron por primera vez los días 27 y 28
de noviembre de 2005, en la Cumbre de Barcelona, con el objetivo de renovar
y reforzar el Proceso de Barcelona en su décimo aniversario. La UE además
definió 2005 como el Año del Mediterráneo, mostrando así su interés por la
región. La importancia de esta convocatoria se reflejaba en las palabras de José
Luis Rodríguez Zapatero y Tony Blair: “Como verdadero partenariado que es, el
Proceso de Barcelona requiere consenso para avanzar. Pero es esencial que
logremos avanzar. Las generaciones futuras no nos perdonarían si hoy no con-
siguiéramos adoptar las decisiones que permitirán cambiar positivamente las
vidas de centenares de millones de personas en toda la región, aumentando las
inversiones, la prosperidad, el comercio y las oportunidades educativas” (El
País, 28/11/05). No obstante, a pesar de la importancia de esta cita, cabe seña-
lar la ausencia de la mayoría de autoridades árabes (sólo acudieron, como pri-
meras autoridades, el presidente de la Autoridad Palestina y el primer ministro
turco; frente a la ausencia de los jefes de Estado o de Gobierno de Egipto,
Jordania, Marruecos y Siria, así como de Israel).
Se señaló en esta reunión la importancia de la asociación y de la nueva
Política Europea de Vecindad (cuyo impacto en la región preocupa a los socios
del sur por un posible desvío de la atención hacia el este de Europa), y la nece-
sidad de avanzar en el respeto a los derechos humanos, la democracia, la justi-
cia y el medio ambiente; en la creación de la zona de librecambio; en la mejora
de las infraestructuras, la educación, la creación de empleo y la integración de
los migrantes en destino; en la lucha contra el terrorismo; en el proceso de paz
en Oriente Medio; y en la ampliación del papel de la sociedad civil en la asocia-
ción, entre otras cuestiones. No obstante, el eje central de esta reunión giró en
torno a los temas de inmigración (El País, 05/11/05) (en consonancia con un con-
texto de graves problemas migratorios y de integración, como muestran los suce-
sos de la valla de Ceuta y Melilla, y las revueltas de París) y terrorismo (por los
atentados y las repercusiones de la política estadounidense de lucha contra el
terrorismo en la opinión pública de la región). De hecho, se pretendía añadir a los
tres capítulos anteriores uno nuevo sobre libertad, seguridad y justicia, en el que
se insertan ahora también los temas migratorios y de integración social. En este
ámbito, se quería avanzar en la redacción de un Código de Conducta
Antiterrorista, pero la falta de consenso enturbió el debate, principalmente

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

por el reconocimiento árabe al derecho de resistencia en los territorios pales-


tinos ocupados por Israel (El País, 27/11/05).
En paralelo a esta cumbre se dio también la primera reunión del Grupo de
Alto Nivel para impulsar la Alianza de Civilizaciones, el 27 de noviembre en
Baleares. A este respecto, el presidente del Gobierno español, José Luis
Rodríguez Zapatero, señalaba que “[...] La conexión con el Mediterráneo es
evidente porque se trata de un ámbito que propicia el acercamiento entre los
pueblos ribereños. Sin embargo, de no mediar una acción decidida por parte
de todos, este mar podría transformarse en una barrera infranqueable. Creo
que el Mediterráneo encarna, mejor que ninguna otra zona en el mundo, los
riesgos inherentes a un conflicto de civilizaciones y, al mismo tiempo, las
enormes potencialidades de una Alianza. Está en nuestras manos decidir si
queremos para el futuro un mar que nos una o que nos separe [...]”4.
Al hacer balance de los últimos diez años, se señalan avances en el ámbito
económico, financiero (a través de los fondos MEDA y del BEI), así como la
firma de acuerdos de asociación. También se considera un logro, en el campo de
la democratización, la creación de la Asamblea Parlamentaria Euromediterránea,
de la Fundación Anna Lindh para el diálogo entre culturas, y de la PNGE (“La
Plataforma No Gubernamental Euromed, creada por la sociedad civil en 2004
y que aglutina a ONG del Mediterráneo, ya se ha convertido en un actor funda-
mental del Proceso de Barcelona”). En este sentido, cabe resaltar que en la
sesión plenaria de esta cumbre participan, por primera vez, representantes de
la PNGE, como reconocimiento de su importancia en el Proceso de Barcelona
(“La participación de la sociedad civil en el Proceso de Barcelona es funda-
mental. Por ello, por primera vez, representantes de la Plataforma No
Gubernamental Euromed intervendrán en la sesión plenaria de la Cumbre
Euromediterránea de Barcelona”5).
Entre los obstáculos, diferentes autores señalan los conflictos sin resol-
ver, principalmente el de Palestina y el del Sáhara Occidental, así como los
escasos avances en la seguridad fronteriza, en la subvenciones agrícolas, en la
lentitud burocrática europea, y las diferencias entre el discurso y la práctica
(Khader, 2005 y 2006). Se señala también la escasa repercusión mediática que
tiene la AE, frente a las iniciativas estadounidenses en la zona, como el “Gran
Oriente Medio” propuesto por la administración Bush. Según Fred Halliday (El
País, 27/11/05): “Si esta iniciativa de la UE pretendía desplazar la hegemonía de
EE UU, es evidente que ha fracasado”, ya que EE UU sigue siendo un actor fun-
damental en la zona, debido a su interés por la lucha contra el terrorismo y a sus
proyectos de asociación y librecambio en la región. Khader señala así que la UE

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ENARA ECHART MUÑOZ

debe jugar un papel en el mundo árabe, ya que “No se puede olvidar que el
mundo árabe, además de ser la periferia de Europa, está también en la perife-
ria de las ciudades europeas”. En este sentido, “Europa no logrará convertirse
en actor importante a nivel mundial mientras siga siendo un actor secundario en
la zona más cercana a sus propias fronteras: el mundo árabe”.
De la cumbre surgió un programa de trabajo para los próximos cinco años,
una declaración final y un código de conducta antiterrorista. La declaración
final del presidente reafirma los compromisos de la Declaración de Barcelona
de 1995, haciéndose eco de los cambios en la región en los últimos diez años, y
subraya la necesidad de avanzar en el proceso de paz en Oriente Próximo.
Asimismo, en ella se compromete a asegurar la paz, la democracia y la seguri-
dad, a avanzar en la creación de la zona de libre cambio, en el desarrollo soste-
nible, y en la gestión de los flujos migratorios, e insiste en la necesidad de
mejorar el diálogo entre las culturas, así como entre los actores gubernamen-
tales y no gubernamentales en la región. Presenta asimismo el plan de trabajo
para los próximos cinco años, en el que se detallan medidas en los aspectos
políticos y de seguridad (dando una mayor importancia aquí a la ampliación de
la participación ciudadana en la democratización de la región), socioeconómi-
cos (con énfasis en el empleo y en la liberalización del sector agrícola, entre
otras cuestiones), de educación e intercambios culturales (haciéndose eco aquí
de los objetivos de desarrollo del milenio, en concreto el destinado a lograr la
educación universal, y señalando la necesidad de incluir en mayor medida a
la sociedad civil en la asociación), y migraciones, integración social, justicia y
seguridad (con medidas para mejorar las posibilidades de inmigración legal
y de acceso a la justicia, entre otras). Finalmente, se adoptó un Código de
Conducta euromediterráneo en materia de lucha contra el terrorismo.

2.8.1. La consolidación de la participación de la sociedad civil


en Barcelona

Al margen de la cumbre oficial tuvieron lugar diferentes conferencias, entre las


que destacan la Conferencia Regional Euromed y Conferencia de Ciudades
Euromediterráneas, la Conferencia Euromed de Mujeres y el Fórum Sin-
dical Euromed. Aunque no se celebró un foro civil propiamente dicho, por pri-
mera vez representantes de la sociedad civil, en concreto de la PNGE, participaron
en la cumbre oficial, lo que supone de por sí un gran avance. También estuvie-
ron presentes representantes de los empresarios y de los comités económicos
y sociales, lo que ayudó a la ampliación de las voces no gubernamentales,

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

y supuso un reconocimiento de facto. No obstante, ese debate no quedó refle-


jado en la declaración final de Barcelona + 10, que tampoco menciona la PNGE,
lo que supone un paso atrás con respecto a Luxemburgo. Sí se recogió, dentro
de la nueva dinámica de conferencias temáticas financiadas por la Comisión, la
propuesta de la PNGE de celebrar una conferencia sobre gobernabilidad, en
la que participarían los Gobiernos pero también la sociedad civil.
Siguiendo el plan de trabajo de la PNGE, en el que además de los foros
civiles se buscaba impulsar otro tipo de actividades, la sociedad civil organizó
su propio encuentro para hacer balance de los diez años de la AE y de la parti-
cipación de la sociedad civil en la misma, con vistas a la Cumbre de Barcelona,
donde podría confirmarse su papel clave en la asociación. El encuentro tuvo
lugar en Málaga, del 30 de septiembre al 2 de octubre y reunió a más de 100
representantes de las redes sociales. En su organización jugó un importante
papel el Encuentro Civil Euromediterráneo, espacio de coordinación de las
organizaciones españolas. En esta convocatoria presentan los avances en tér-
minos de participación de la sociedad civil, principalmente tras la presidencia
luxemburguesa, y buscan confirmarla en los debates y discusiones de la
Cumbre de Barcelona, donde, siguiendo el plan de acción adoptado en la asam-
blea general, la PNGE intentará conseguir un acuerdo para fomentar la partici-
pación en todos los ámbitos del Proceso de Barcelona.
Del encuentro surgieron unas conclusiones generales, en las que las
organizaciones sociales muestran su apoyo al Proceso de Barcelona como
marco de diálogo imprescindible para lograr la paz en la región. Buscan, con
su participación, contribuir al desarrollo y relanzamiento del proceso, y al
cumplimiento de los compromisos adoptados, aportando nuevas perspecti-
vas e instrumentos, y mostrando las preocupaciones y expectativas de los
ciudadanos del Mediterráneo. Señalan en este sentido la falta de adecuación
entre las ambiciones y los resultados reales, que lleva a una percepción
popular de fracaso, debida también a la falta de debate público y de visibili-
dad. Por ello, hacen una serie de propuestas para fortalecer las diferentes
cestas de la AE:

• Componente político: señalan los escasos avances en la democratiza-


ción y la estabilidad de la región, en el respeto a los derechos y liberta-
des, en la igualdad de género, en la movilidad de las personas, o en la
resolución de los conflictos de la zona. Denuncian aquí el énfasis en
la seguridad, frente a la paz y la democracia, y proponen reforzar los lazos
entre las tres dimensiones, para avanzar hacia una seguridad humana, con

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ENARA ECHART MUÑOZ

derecho a la paz y a la democracia, a través del desarrollo y el acceso a los


recursos.
• Componente económico: advierten aquí que el énfasis dado a la libera-
lización y a las reformas económicas no ha ayudado a la creación de
empleo ni a la mejora de la situación socioeconómica de las poblacio-
nes, lo que obliga a trabajar por la cohesión a través del diálogo social y
la democracia, tomando medidas de compensación frente a los efectos
negativos de la creación de una zona de libre cambio.
• Componente social, cultural y humano: es considerado por las organi-
zaciones sociales como el capítulo débil de la asociación, con escasas
medidas para concretarlo. Critican aquí el tratamiento de las cuestiones
migratorias desde una óptica de seguridad, en vez de considerarlos
como actores del desarrollo cultural y humano, lo que podría ayudar al
diálogo cultural. Consideran que la creación de la PNGE y de la
Fundación Anna Lindh pueden reforzar el papel de la sociedad civil y el
diálogo cultural en la asociación.

Con vistas al futuro, las organizaciones de la sociedad civil inciden en que


la AE debe basarse en el respeto a los derechos humanos (con medidas reales),
ser coherente (tanto entre la retórica y la práctica, como entre las políticas de la
AE y las defendidas por los socios en otros foros internacionales), revisar las
medidas económicas (incluyendo mecanismos de seguimiento y cláusulas de
salvaguarda), actuar en la prevención y resolución de los conflictos de la zona
(considerando a la sociedad civil como un actor en este campo), avanzar en la
igualdad de género, en los derechos socioeconómicos, en el desarrollo sosteni-
ble, en el respeto a la democracia, en la libertad de expresión (base para el for-
talecimiento de la sociedad civil), y en los derechos de los migrantes. En cuanto
a las prioridades que plantean para el futuro, señalan la necesidad de mayor
democracia, de centrarse en el empleo, y de reforzar la sociedad civil. También
hacen mención a la nueva política de vecindad, que debería ayudar a asegurar la
libertad de expresión y asociación, crear líneas de financiación para el refuerzo
de la sociedad civil, y facilitar la movilidad de la sociedad civil en la región.
Así, como señalaba José Moisés Martín Carretero al hablar de cooperación
euromediterránea, “La puesta en marcha de mecanismos de participación de
la sociedad civil, a nivel local, estatal y regional, puede contribuir a mejorar la
gobernabilidad democrática de la región. Para ello, la plataforma propondrá a
la cumbre la puesta en marcha de un mecanismo de consulta permanente, que
incluya un marco de participación estable de la sociedad civil en el seguimiento

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

del Proceso de Barcelona tanto a nivel estatal como regional y subregional, la


efectiva puesta en marcha de instrumentos de cooperación —incluyendo dota-
ciones financieras específicas para el desarrollo de la sociedad civil— y la crea-
ción de políticas que faciliten la movilidad de la sociedad civil en el desarrollo
de sus actividades de cooperación”. Estos avances podrían a su vez permitir
construir un concepto de ciudadanía mediterránea. Los últimos encuentros
han mostrado, por tanto, un cambio en la forma de participación de la socie-
dad, cambios que deberán afianzarse en las reuniones posteriores, para con-
vertirla en algo real más allá de la retórica.

2.8.2. Los movimientos sociales y el Foro Social Mediterráneo

Tras el intenso y complicado proceso de preparación, que requirió seis reunio-


nes de la Asamblea Internacional y una compleja estructura organizativa, el
Foro Social Mediterráneo “El Mediterráneo: un mar de derechos” se celebró
por fin del 16 al 19 de junio de 2005 en Barcelona6. En el boletín informativo
del FSMed, se destaca que “el Foro Social del Mediterráneo no pretende ser la
instancia representativa de los movimientos sociales, sino un punto de
encuentro para estimular el debate y las propuestas de sus participantes”. Se
trata, por tanto, de un proceso abierto, transparente, que pretende lograr la
creación de un espacio de intercambio, trabajo y diálogo entre los movimien-
tos sociales del Mediterráneo. La importancia del evento viene dada por la pro-
pia situación de la región, que “ha llegado a ser durante los últimos años uno
de los puntos más ‘calientes’ del planeta donde se produce el encuentro de
una inmensa diversidad de realidades repartidas entre tres continentes [...] una
región donde los efectos de la globalización neoliberal se hacen sentir con
fuerza y generan unas desigualdades importantes entre la ciudadanía y los pue-
blos de la región”. En definitiva, señalan que “Propusimos la celebración de
este foro para poder reflexionar sobre la realidad mediterránea, sobre sus
potenciales, conflictos y problemas, con el convencimiento de que éstos
encontrarán solución reduciendo las profundas desigualdades existentes entre
las personas y los pueblos que la habitan. Implicando al máximo a la sociedad
civil para intentar cambiar la inercia de las cosas, influyendo en las políticas de
los Estados y de los organismos internacionales para conseguir un desarrollo
económico, social y político sostenible y respetuoso con el medio ambiente y
con todos los derechos humanos, y un verdadero diálogo entre culturas”.
Contó con más de 5.000 asistentes, muchos de los cuales procedían del
propio Estado español, en parte por la dificultad de obtener visados (sólo se

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ENARA ECHART MUÑOZ

obtuvo el 65 por ciento de los solicitados). Entre los participantes se encuen-


tran numerosas organizaciones, fundaciones, centros de estudio, ONG y colecti-
vos ecologistas, de derechos humanos, de educación, pacifistas, de desarrollo, de
trabajadores, sindicatos, contra la globalización neoliberal, de mujeres, de soli-
daridad, campesinas, así como foros sociales nacionales y locales. Junto a los
colectivos y movimientos sociales de la zona se encuentran algunas organiza-
ciones que también participan en los FCE (ONG como ACSUR Las Segovias o
Intermón Oxfam, sindicatos como CC OO, el Encuentro Civil Euromedi-
terráneo y la propia Plataforma No Gubernamental Euromed).
El encuentro se organizó en torno a siete ejes temáticos: 1) democracia,
ciudadanía y derechos humanos de los hombres y las mujeres; 2) conflictos,
ocupaciones militares, militarismo y paz; 3) derechos económicos, sociales y
culturales y modelos de desarrollo. Trabajo y conflictos; 4) migraciones; 5)
diversidad cultural y diálogos transculturales; 6) modelo de desarrollo y soste-
nibilidad ambiental; y 7) mujer y Mediterráneo.
La importancia de los diferentes ejes fue desigual, concentrándose la
mayoría de las actividades en torno al de derechos económicos, sociales y
modelos de desarrollo. Se celebraron más de 200 actividades, entre confe-
rencias, seminarios y talleres. Además, se convocaron tres asambleas (de
mujeres, de movimientos sociales y de movimientos antiguerra) y cuatro
reuniones (de estudiantes, del Foro Social del Magreb, de inmigrantes y de la
Red Solidaria contra la Ocupación de Palestina). Entre las actividades pro-
gramadas en torno al FSMed se encuentran, además, diversas exposiciones,
proyecciones de películas y documentales, conciertos, lecturas de poesía,
talleres, teatro, etc.
Las nueve conferencias centrales giraron en torno a las siguientes temáti-
cas: 1) democracia, ciudadanía y derechos humanos de los hombres y las mu-
jeres: “Defendiendo los derechos, construimos la paz”; 2) conflictos,
ocupaciones militares, militarismo y paz: “El Mediterráneo libre de ocupacio-
nes, militarizaciones y opresiones”; 3) derechos económicos, sociales y cultu-
rales y modelos de desarrollo. Trabajo y conflictos: “Contra la mercantilización
de lo público y por los derechos básicos universales”; 4) migraciones:
“Criterios para la elaboración de un marco transfronterizo y transcultural
sobre fenómenos migratorios en el Mediterráneo”; 5) diversidad cultural y
diálogos transculturales: “La cultura como vía de transformación social”; 6)
modelo de desarrollo y sostenibilidad ambiental: “El agua”; 7) mujer y
Mediterráneo: “Experiencias de resistencia de las mujeres en el Me-
diterráneo”; 8) área de libre comercio: “Libre comercio como modelo de

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

desarrollo en el Mediterráneo: consecuencias y alternativas”; y 9) soberanía


alimentaria.
En cuanto a los 134 seminarios y 60 talleres celebrados, trataron numero-
sas cuestiones, como la situación de la mujer, la democracia y la participación,
los derechos humanos, la biodiversidad, la seguridad alimentaria, la situación
de los refugiados, la autogestión, el arte, el racismo, la sociedad de la informa-
ción, la liberalización y privatización de servicios públicos en el marco del
AGCS, los derechos lingüísticos, la cooperación, los derechos de los pueblos, el
trabajo, paro y precariedad, las migraciones, la salud, los conflictos y la paz, la
militarización y la seguridad, la deuda externa, los movimientos sociales
musulmanes, el islam y la democracia, la cultura, el agua, las políticas neolibe-
rales, o el medio ambiente. Algunos seminarios giraron específicamente en
torno a la Unión Europea y el Proceso de Barcelona7, con una fuerte crítica a lo
que ven como un proceso liberalizador y neoliberal. Hubo espacios también
para los Foros Civiles Euromed, con la presentación de las conclusiones del
último celebrado en Luxemburgo. Además tuvieron lugar la Asamblea de
Movimientos Sociales, la Asamblea de Mujeres y la Asamblea de Movimientos
Antiguerra, así como una manifestación final el domingo 19.
Cabe resaltar el papel destacado que jugaron las mujeres en todo el FSMed
y, en concreto, con la celebración de una asamblea de mujeres que reunió a
unas 800 mujeres de la región. En la declaración de esta asamblea, denuncian
la militarización de la región, la violación de derechos humanos, el avance de
los integrismos, la situación de las mujeres en el Magreb, la pobreza, el neoli-
beralismo y la Europa Fortaleza. Frente a estas situaciones, exigen el reconoci-
miento y apoyo a los movimientos de mujeres y a sus derechos, con una
referencia específica a la situación de las mujeres iraquíes y palestinas.
Finalmente, proponen la creación de una web de la red de mujeres para una
mayor coordinación, y el establecimiento del 25 de noviembre como día contra
la violencia contra las mujeres (que en 2005 apoyará a las mujeres iraquíes
encarceladas). Participaron también activamente en la asamblea de los movi-
mientos antiguerra, que aprobó la convocatoria de una jornada de acción glo-
bal contra la guerra y la ocupación en Irak y Palestina, el 18 y 19 de marzo de
2006, fecha del tercer aniversario del inicio de la guerra en Irak, así como
acciones contra las bases militares en la región en noviembre.
En cuanto a la Asamblea de Movimientos Sociales, uno de los principales
eventos de todo foro social, reunió a unos mil participantes. En el llamamien-
to final, los movimientos sociales del Mediterráneo mostraron su rechazo al
neoliberalismo, y a la guerra en sus diferentes dimensiones, afirmando su

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ENARA ECHART MUÑOZ

“oposición a la globalización y sus instrumentos, el FMI, BM, OMC y a los pro-


cesos de Libre Comercio en las distintas regiones del mundo, como el llamado
Proceso de Barcelona o ‘Europartenariado Mediterráneo’”. Frente a ello,
apuestan por los derechos de los pueblos a la autodeterminación, la democra-
cia, la laicidad, la sostenibilidad medioambiental, la libre circulación de las
personas, etc. En relación al modelo europeo, señalan que “el rechazo al
Tratado Constitucional en los referendos de Francia y Holanda, expresa mayo-
ritariamente una crítica a la Europa neoliberal que privatiza los servicios públi-
cos y amenaza los derechos sociales, y a favor de construir otra Europa más
social y democrática capaz de desarrollar unas nuevas relaciones con los países
del sur basadas en la justicia, la paz y la cooperación”.
Presentan asimismo una agenda de actividades, entre las que destacan las
siguientes convocatorias, que recogen las peticiones de los diferentes espacios
del foro: manifestaciones internacionales contra la guerra los días 18 y 19 de
marzo de 2006, y movilizaciones o actos contra las bases, entre el 6 y 11
de noviembre de 2005; establecimiento del 25 de noviembre como día contra
la violencia ejercida sobre las mujeres; campaña y movilizaciones contra Zona
de Libre Comercio en el Mediterráneo, en concreto contra la Cumbre
Euromediterránea Barcelona +10 (señalan aquí que este encuentro busca
“profundizar en el proceso de liberalización económica iniciado en 1995
con los acuerdos del llamado Proceso de Barcelona o ‘Europartenariado
Mediterráneo’”, y frente a él se desarrollarán acciones “para contestar los
objetivos de la conferencia, denunciar los terribles efectos de la liberalización
sobre las poblaciones del sur y oriente de la región, la ausencia de democracia
y de derechos políticos, la represión, y exigir entre otras medidas la anulación
de la deuda, la suspensión del Tratado Schengen, el respeto de los derechos
fundamentales y de una Carta de Derechos Sociales para toda la región, la
defensa de la salud y para sensibilizar a los pueblos mediterráneos sobre las
privatizaciones y la mercantilización de los sistemas sanitarios públicos, la
situación del sector agrícola y por la Soberanía Alimentaria”); convocatoria de
movilización en defensa de la libre circulación y la igualdad de derechos en el
Mediterráneo el 18 de diciembre de 2005; y diferentes llamamientos de solida-
ridad con trabajadores egipcios, marroquíes, palestinos, contra los desalojos,
contra la militarización, contra la política de Israel, en defensa de la educación
y la sanidad pública, etc. Así como apoyo a otras campañas y protestas en mar-
cha, contra el G8, la OMC, etc.
De esta asamblea surgieron además dos documentos, referidos a Palestina
y al pueblo saharaui. Se convocó la siguiente Asamblea Internacional en

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

noviembre en Barcelona, para hacer balance del FSMed. Centrándonos en el


posicionamiento de este foro frente a la Asociación Euromediterránea, los
títulos de los seminarios en torno a esta temática, así como el llamamiento de
la Asamblea de Movimientos Sociales, muestran una dura crítica a este proce-
so. Asimismo, en el boletín informativo del FSMed aparecen publicados
artículos críticos, como el de Lucile Daumas, que señala que “El partenariado
euromediterráneo recorta un espacio político y económico, con la imposición
de una zona de libre cambio en el centro del proceso, que no puede sino empeo-
rar las situaciones de dependencia y de intercambio desigual, con sus conse-
cuencias en términos de desigualdades y exclusiones, de presiones migratorias
e inseguridad. La Unión Europea funciona, en toda la región, como relevo del
Banco mundial, del FMI y de la OMC para imponer las privatizaciones, la libre
circulación de las mercancías y de los capitales, la liberalización de los servi-
cios públicos, la flexibilidad del trabajo”. También el artículo de Samir Amin
sobre el partenariado euromediterráneo señala que: “¿La desaparición del
adversario soviético iba a abrir nuevas perspectivas de cooperación verdadera
entre la Unión Europea y el Mundo Árabe? Pudimos haberlo creído cuando
Europa tomaba la iniciativa en una propuesta llamada de partenariado ‘euro-
mediterráneo’, iniciada en Barcelona en 1995. Pero hoy, no podemos sino
constatar que este proceso no está sólo ‘averiado’, sino que ha fracasado. La
razón está en que el proceso del partenariado euromediterráneo había sido
concebido sobre la base de un principio inaceptable, no creíble y por consi-
guiente imposible de llevarse a cabo, aunque algunos de sus promotores podían
haber participado en el proyecto de buena voluntad”. Denuncia así el enfoque
económico de la AE (enmarcado en la lógica neoliberal y cercano por tanto al
de EE UU), su presunto interés por la democracia, limitada a lo formal y el
doble rasero con que la defiende según el socio.
En definitiva, a pesar de las complicaciones durante la fase preparatoria,
el FSMed ofreció un interesante espacio en el que los movimientos sociales
denunciaron las políticas neoliberales en el Mediterráneo, con referencias
expresas y constantes a los efectos de la Asociación Euromediterránea en la
región. Contó asimismo con numerosas actividades que se desarrollaron sin
graves incidentes (salvo algunos entre saharauis y marroquíes). No obstante,
entre sus debilidades cabe resaltar su escasa visibilidad frente a la opinión
pública, que lo convirtió en un encuentro cerrado a las organizaciones ya invo-
lucradas en las problemáticas de la región, sin conseguir incluir a otros movi-
mientos sociales. No obstante, puede considerarse un éxito al tratarse del
primer foro dedicado a esta zona.

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2.9. LAS REUNIONES Y FOROS POSTERIORES

Las siguientes reuniones euromediterráneas de ministros de Asuntos


Exteriores tuvieron lugar en Tampere, los días 27 y 28 de noviembre de 2006, y
en Lisboa, el 5 y 6 de noviembre de 2007, para debatir los avances en el plan de
trabajo surgido de la Cumbre de Barcelona, con énfasis en cuestiones espino-
sas como el código de conducta contra el terrorismo, y el proceso de paz en
Oriente Medio. En las conclusiones de Tampere se tratan cuestiones relativas
al diálogo político y de seguridad, la implementación del Código de Conducta
en la lucha contra el terrorismo, el libre comercio y la inversión, la energía y el
transporte, el medio ambiente y el turismo, la educación y el desarrollo social,
el fortalecimiento del rol de las mujeres en la sociedad, la sociedad de la infor-
mación, el diálogo entre culturas, así como la migración, la integración social,
la justicia y la seguridad. Asimismo, se señalan las actividades a desarrollar en
2007, resaltando la creación de una Asamblea Euromed de los jóvenes. En rela-
ción a la participación de la sociedad civil, reconocen la importancia de refor-
zar su papel, promoviendo el diálogo y reforzando los lazos entre ésta y la AE.
También toman nota de las contribuciones del foro civil reunido en Marrakech
en noviembre de 2006. Las conclusiones de Lisboa también inciden en temas
de política y seguridad; de desarrollo socioeconómico sostenible; de educación
e intercambios socioculturales; y de migraciones e integración. Además, apun-
ta las actividades planeadas para el año 2008. Reserva un apartado a la sociedad
civil, donde reconoce el impulso que se ha dado al tercer capítulo de la asocia-
ción, dedicado a los aspectos sociales, culturales y humanos, y la labor de la
sociedad civil en este desarrollo. Por ello, se comprometen a reforzar su parti-
cipación, convocando un seminario en 2008 para el desarrollo de la participa-
ción ciudadana en la vida pública.
El Foro Civil Euromed se reunió por primera vez en la ribera sur del
Mediterráneo, en Marrakech, Marruecos, del 5 al 7 de noviembre de 2006,
rompiendo así con el eurocentrismo precedente, y proponiéndose para el futu-
ro una alternancia en los países del norte y del sur. Fue organizado por la
Plataforma no gubernamental Euromed y la Plataforma Euromed marroquí. Se
trabajó sobre la paz y la prevención de conflictos, las migraciones y la libertad
de circulación, la democratización y los derechos humanos, el desarrollo sos-
tenible y la participación ciudadana efectiva. La declaración final de ese
encuentro insiste en la necesidad de institucionalizar el diálogo con la sociedad
civil en el marco de los acuerdos de asociación y de la Política Europea de
Vecindad. Demandan asimismo a la AE que cumpla con los compromisos

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

adoptados, insistiendo, entre otras cuestiones, en el rol que ha de jugar la UE


en la resolución del conflicto en Oriente Medio, en la necesidad de considerar
la libertad de circulación como un derecho humano en el contexto migratorio
mediterráneo frente a la construcción de una “Europa Fortaleza”, en el respe-
to de los derechos humanos en la región, en asegurar la igualdad de género y
reforzar su rol en la sociedad (con recomendaciones que fueron oídas poste-
riormente en la conferencia temática de Estambul y en la reunión euromedite-
rránea de Tampere) y en la promoción del desarrollo sostenible (con vistas a la
reunión temática de El Cairo en noviembre de 2006). Desde el encuentro de
Marrakech, la PNGE ha trabajado en la convocatoria del siguiente Foro Civil en
Marsella del 1 de octubre al 2 de noviembre de 2008, que llevará por título “cir-
cular y vivir juntos en el espacio Euromed”, y que elaborará recomendaciones
para presentar ante la conferencia ministerial de noviembre de 2008. También
pretende contribuir al surgimiento de redes temáticas de mujeres, jóvenes,
migraciones, etc.
Los movimientos sociales no han vuelto a convocar ningún encuentro
regional desde el FSMed, si bien han continuado las reuniones de su Asamblea
Internacional, así como las movilizaciones en la región, que en los últimos
años se han centrado en la denuncia de las ocupaciones israelíes, tanto en
Palestina como en el Líbano, y de las políticas de la Europa Fortaleza, con cara-
vanas de denuncia de las vallas de Ceuta y Melilla, por ejemplo. Sí han convo-
cado encuentros temáticos o locales, como el Encuentro EuroMagrebí de
Derechos y Libertades, en el que se pretendía la construcción de un espacio
sindical de lucha anticapitalista en la región, o los foros sociales de Magreb
(con la celebración de una asamblea preparatoria en enero de 2006 en
Marruecos), de Turquía (en septiembre-octubre de 2006) o de Argelia (en di-
ciembre de 2006).

3. CONCLUSIONES

Este estudio de caso nos ha permitido presentar una dinámica más avanzada de
participación de la sociedad civil que la presente en las relaciones UE-ALC,
tanto en el campo de los foros civiles como en los espacios creados por los
movimientos sociales. Esto permite dar una nueva dimensión a su papel como
actores en la acción exterior de la UE, al tiempo que nos muestra que estas
dinámicas no surgen tanto de un modelo diseñado por la UE como de la presión
constante de las organizaciones sociales.

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3.1. LA PARTICIPACIÓN ‘POR INVITACIÓN’ Y ‘POR IRRUPCIÓN’ DE LOS ACTORES


SOCIALES EN LA ASOCIACIÓN EUROMEDITERRÁNEA

Siguiendo el esquema utilizado en capítulos anteriores, siguen existiendo en este


caso concreto dos tipos de participación. Por un lado, la de las ONG, a través del
modelo de “participación por invitación” en los foros civiles y, por otro, los
movimientos sociales, que lo hacen “por irrupción” en sus encuentros alternati-
vos, con una dinámica similar a la presentada en las conclusiones del capítulo
anterior. No obstante, conviene matizar un poco este esquema en el caso que
hemos analizado aquí. En efecto, en relación a las ONG, lo cierto es que han sabi-
do utilizar los mecanismos ofrecidos desde las instancias europeas para hacer de
ellos un lugar de encuentro fomentado desde la sociedad civil. Así, la evolución
que se ha podido apreciar en los Foros Civiles Euromediterráneos muestra un
esfuerzo constante de las organizaciones sociales por alejarlos de las dinámicas
paragubernamentales presentes en las primeras convocatorias, en las que la ini-
ciativa surgía de los Gobiernos que sustentaban la presidencia de la UE. A este
respecto, Isaías Barreñada señala que los primeros FCE eran los “floreros” que
permitían a la Unión Europea afirmar que la sociedad civil estaba presente, pero
sin ninguna repercusión ni valor real.
A través de un intenso trabajo en el que las redes temáticas existentes en
la zona, e independientes de los FCE, han jugado un papel importante, se ha
avanzado en la creación de estructuras de coordinación e intercambio, plasma-
das finalmente en la Plataforma No Gubernamental Euromed, así como en pla-
taformas y coordinadoras nacionales de las organizaciones sociales interesadas
en el Proceso de Barcelona. En esta evolución, los FCE se convierten en una
más de las múltiples actividades de la PNGE, que, haciendo uso de los fondos
de la Comisión destinados a la celebración de los foros, logra que se incluya un
capítulo para la preparación de los mismos, que permite financiar las consul-
tas nacionales con las que se pretende fortalecer las organizaciones y dinámi-
cas nacionales. El fomento de estas estructuras de coordinación nacional
permite un fortalecimiento de las sociedades civiles locales, que puede ayudar
a mejorar su presión sobre los Gobiernos y, en última instancia, a la democra-
tización de los países. Esto es todavía más importante si se tiene en cuenta que
la Política Europea de Vecindad fomentará las relaciones bilaterales. Junto a
esa labor nacional, la PNGE se encarga de la presión en el campo multilateral
de la AE.
En definitiva, nos encontramos con un esquema de participación de las
organizaciones sociales más complejo que el del capítulo anterior, en el que se

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

mezcla la labor de las redes temáticas con la de las coordinadoras o plataformas


nacionales y la de la propia PNGE, cada una en sus respectivos ámbitos de tra-
bajo y con diferente grado de dinamismo:

GRÁFICO 1

VÍAS DE PARTICIPACIÓN Y PRESIÓN DE LAS ONG EN LA ASOCIACIÓN EUROMEDITERRÁNEA

PNGE

Foros Civiles Euromed y otros


encuentros ad hoc

Asociación
Euromediterránea

Redes temáticas
(de derechos humanos, Plataformas y coordinadoras
medio ambiente, mujeres, nacionales surgidas de las
economía social, etc.) consultas nacionales (como el
Encuentro Civil Mediterráneo
Países en el ámbito español)
socios de la
AE

FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA.

Como muestra el gráfico 1, encontramos distintas vías de participación e


influencia, que se enmarcan en diferentes dinámicas. Por un lado, las redes temá-
ticas presentes en la zona han buscado a través de su trabajo influir tanto en el
ámbito nacional como en la propia AE, convirtiéndose en un actor importante en
la región. Además han sido las impulsoras de la PNGE, en la que participan direc-
tamente como redes, e indirectamente a través de su implicación en las platafor-
mas y coordinadoras nacionales, que también han ayudado a crear. En cuanto a
esas plataformas y coordinadoras nacionales, compuestas en gran parte por las
organizaciones presentes en las redes temáticas, han sido impulsadas a través de
las consultas nacionales llevadas a cabo en la PNGE, en la que se insertan. Se crea
así una división del trabajo en el ámbito nacional (espacio de las plataformas
nacionales) y multilateral (es decir, la AE, espacio de la PNGE). La Plataforma No
Gubernamental Euromed, en definitiva, se conforma solapadamente tanto de las
redes temáticas como de las plataformas nacionales y busca incidir en la AE de

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diferentes maneras, entre las que se encuentran los Foros Civiles Euro-
mediterráneos, que desde Nápoles se encarga de organizar y coordinar, pero tam-
bién otros encuentros ad hoc como el de Málaga de 2005, e incluso de vías
de participación más directa, como mostró su presencia en la propia Cumbre de
Barcelona, o la que se espera tendrá en la conferencia sobre gobernabilidad. Se
trata, por tanto, de un esquema más complejo, pero a la vez más rico, que el que
encontramos en las relaciones UE-AL, al que además habría que añadir la presen-
cia de muchas de las organizaciones de la PNGE en el Foro Social Mediterráneo
organizado por los movimientos sociales de la región.
Por su parte, los movimientos contra la globalización neoliberal también
han tejido sus redes en la región, siguiendo sus propias dinámicas, aunque de
manera más desigual y con menor coordinación, al menos hasta hace poco, que
las ONG. Así, si bien estuvieron presentes en una conferencia alternativa a
la reunión oficial de Barcelona, en 1995, el seguimiento que han hecho de la
Asociación Euromediterránea ha sido menor, de forma que no se vuelven a
reunir hasta la reunión ministerial de Marsella en el 2000, y lo hacen por últi-
ma vez en Valencia, en 2002, en el marco de las protestas contra la presidencia
española de la UE. Tras esa fecha, los movimientos sociales se alejan del Proce-
so de Barcelona, cambiando las convocatorias paralelas a las reuniones oficia-
les por la creación de una agenda y de un espacio propio e independiente de
debate: el Foro Social Mediterráneo, surgido del proceso de descentralización
del Foro Social Mundial. Desde el año 2002 encontramos, por tanto, numero-
sas reuniones preparatorias de la Asamblea Internacional, que muestran la
dificultad de organizar un evento de este tipo, pero que finalmente dan lugar a
la celebración del FSMed en Barcelona, en junio de 2005, lugar de encuentro y
de debate en el que la agenda ya no viene marcada por los temas de Barcelona
(aunque indudablemente siguen presentes), sino que se amplía a las proble-
máticas de una región entendida en sentido amplio (norte, este y sur del
Mediterráneo), según los intereses y demandas de los propios participantes.
Si bien es cierto que la presencia e implicación de los movimientos con-
trarios a la globalización neoliberal puede parecer menores que las de las ONG,
dados los numerosos canales que estas últimas han logrado abrir, no se debe
olvidar que los movimientos sociales utilizan otra forma de trabajo, más difu-
sa, fruto de esa idea de “pensar global para actuar local”, y del trabajo autóno-
mo en red. En efecto, las problemáticas de la zona que nos ocupan no han
tenido seguimiento únicamente en las conferencias alternativas a las reunio-
nes euromediterráneas o en el FSMed propiamente dicho, sino que se han
debatido en numerosos foros y convocatorias de estos movimientos, desde

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

Porto Alegre hasta los foros locales o temáticos, como el de Palestina, pasando
por los Foros Sociales Europeos. También se ha llevado a las calles del mundo
entero, llamando la atención sobre los efectos que la “guerra global contra el
terrorismo” está teniendo en la situación y los derechos de esta región del
mundo, por ejemplo, a través de las importantes movilizaciones contra la gue-
rra y la ocupación en Irak, las protestas contra la valla de Ceuta y Melilla, las
muestras de solidaridad con Palestina, etc.
En definitiva, si algo se puede decir de las dinámicas sociales en esta zona
del mundo es que han sido intensas y activas. Los actores sociales han mostra-
do su interés, solidaridad y preocupación por los problemas de la región, y han
intentado presionar y proponer alternativas a los mismos desde diversos fren-
tes y con distinto éxito. No obstante, conviene recordar que en este espacio
también existen críticas y reticencias entre los dos tipos de actores, parecidas
a las señaladas en el estudio de caso anterior (denuncia de cooptación de las
ONG, problemas de legitimidad y representatividad, escasa incidencia real,
escasas conexiones con la realidad local, etc.).

3.2. SU FUNCIÓN COMO ACTORES EN LAS RELACIONES EUROMEDITERRÁNEAS

Se podría mantener aquí el esquema del capítulo anterior, ya que en esta región
también se han creado diferentes estructuras de movilización, a través de redes
temáticas o de redes de movimientos sociales de base, que se activan en dife-
rentes foros (foros civiles, foros sociales, movilizaciones, protestas, etc.),
manteniendo la atención del público en la zona, a través de la creación de mar-
cos discursivos que pretenden superar, si no ignorar, el pretendido choque de
civilizaciones. En efecto, nos encontramos ante una región con una enorme
riqueza de redes sociales, que han fomentado la creación de diversos tipos de
espacios de participación, como se ha visto en el punto anterior.
Han jugado así un importante papel de denuncia de los efectos de las políti-
cas y los posicionamientos de la Unión Europea o de EE UU en la zona, han ayuda-
do a una mayor difusión de información relativa a la situación de la región (por
ejemplo, a través de los documentos e informes de las organizaciones y redes
temáticas, o de medios de información alternativos, como en España Indymedia
Estrecho), han contribuido a la sensibilización ciudadana (en relación, por ejem-
plo, a la guerra contra Irak, o a los derechos de los inmigrantes entre otras muchas
cuestiones), lo que a su vez ha facilitado la movilización de presiones en aconteci-
mientos puntuales (como las manifestaciones antiguerra). Además, han influido
en las estrategias de los actores gubernamentales e intergubernamentales,

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obligando a la toma en consideración de muchos temas antes ignorados frente a


las lógicas económicas y de seguridad. Los pasos dados por la Unión Europea para
la inclusión de la sociedad civil en la Asociación Euromediterránea se enmarcarían
aquí, así como la decisión de celebrar conferencias temáticas sobre gobernabili-
dad o empleo, dando una nueva dimensión a problemas antes menores frente a la
necesidad de seguridad y estabilidad. También en los ámbitos nacionales han
tenido repercusiones, como el cambio de Gobierno en España, que parece haber
dado un nuevo tratamiento a los problemas de la región, o lo acontecido en los
suburbios de París, que obligan a reflexionar sobre las formas de integración
social, ya incorporadas a los temas de Barcelona.
En definitiva, nos encontramos ante la presencia de un importante capi-
tal crítico, que busca incidir en la necesidad de una mayor democracia y preo-
cupación por lo social en la región. El análisis realizado en estas páginas
permitiría afirmar que las organizaciones y los movimientos sociales actúan en
la región mediterránea, con distintas estrategias, que influyen en las relacio-
nes entre la UE y sus socios del sur de la zona, así como en la agenda, que va len-
tamente incorporando sus preocupaciones y demandas. Es indudable, por
tanto, que ejercen aquí también una función, todavía limitada, pero que con-
tribuye al control ciudadano de las decisiones adoptadas en el marco de las
relaciones entre la UE y el resto de los países del Mediterráneo, así como al
seguimiento de los compromisos y actuaciones de éstos.

3.3. EL MODELO DE RELACIONES INTERNACIONALES IMPULSADO


POR LA UNIÓN EUROPEA EN LA REGIÓN

En cuanto a ese modelo distinto de relaciones internacionales que podría pre-


sentar la UE, este estudio de caso nos permite además comprobar que el forta-
lecimiento de la participación social y ciudadana no es tanto de una decisión de
la propia Unión como su respuesta a una presión desde la propia sociedad civil,
que ha logrado ser activa e involucrarse en el proceso hasta hacer indispensa-
ble que se la tenga en cuenta. Y no sólo por su participación en los Foros Civiles
Euromediterráneos, sino también por las numerosas movilizaciones y protes-
tas que han mantenido a la opinión pública atenta a los desenlaces en la región.
En efecto, si nos atenemos a los FCE, su propia evolución muestra que el inte-
rés de la Unión en un principio era crear espacios que le permitieran afirmar que
la sociedad civil participaba, aun cuando eran instrumentalizados y dirigidos por
los Gobiernos. Fue la propia sociedad civil, a través de un intenso trabajo, quien
logró hacerse con esos espacios, y convertirlos en foros de la sociedad civil, como

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

conquista muy reciente, e incluso en este caso, con una incidencia real en la toma
de decisiones muy escasa. Esto también se muestra por las escasas líneas de finan-
ciación que dedica la Comisión Europea a estas iniciativas, tema en el que no se ha
profundizado aquí pero que es de indudable importancia para mejorar la estructu-
ra y la participación de la sociedad civil. Ante estas limitaciones las organizaciones
sociales involucradas en la Asociación Euromediterránea demandan, como se vio
en las 35 proposiciones que presentaron, la creación de mecanismos estables de
consulta, así como un mayor reconocimiento y protección a la hora de actuar,
principalmente en el ámbito nacional (sobre todo en aquellos países de la orilla
sur donde no se reconocen las libertades), y mayores recursos para desarrollar
esas acciones y ayudar al fortalecimiento de la sociedad civil.
La postura de los movimientos sociales es mucho más crítica, como queda
reflejado en los documentos del Foro Social Mediterráneo. En efecto, se niega
que exista un modelo social de Europa para la región, entendiendo que la
Asociación es, ante todo, un proyecto neoliberal de creación de una zona de
libre comercio, con escasas medidas sociales, y que la principal preocupación
europea es la estabilidad y la seguridad en el interior de sus propias fronteras,
como muestra, por ejemplo, su política de “Europa Fortaleza”. Entienden así
que el proyecto europeo en la zona es similar al propuesto por los EE UU. Cabe
señalar que la mayoría de estas críticas son compartidas por las ONG, si bien
éstas sí confían en la AE como marco de trabajo en el que cambiar las cosas.
En definitiva, los dos estudios de caso analizados en esta parte nos han
dado las herramientas para valorar la consideración de los movimientos y las
organizaciones sociales como actores internacionales en la acción exterior de
la Unión Europea. Asimismo, han permitido ir apuntando nuevos interrogan-
tes, relacionados con las diferentes estrategias que adoptan las fuerzas sociales
a la hora de participar en estos espacios, así como con el modelo de relaciones
que se impulsa desde la Unión Europea. En el siguiente y último punto se reco-
gen las principales conclusiones en estos aspectos, y se apuntan posibles
recomendaciones para fortalecer una participación social indispensable para
la democratización de las relaciones internacionales.

NOTAS
1. Señala en este sentido que “la noción de democracia en los países socios mediterráneos no puede y
no debe evaluarse siguiendo criterios occidentales, si bien no hay que perder de vista los principios
democráticos fundamentales, de alcance universal, que se han impuesto gracias a denodadas luchas
sociales y están reconocidos por todas las instituciones y tratados internacionales” (CESE 217/2003
fin).

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2. “El actual proceso decisorio dentro de la Asociación Euromediterránea es exclusivamente intergu-


bernamental y afecta a ámbitos en los que las organizaciones de la sociedad civil gozan de experien-
cia. Por consiguiente, la contribución de éstas al desarrollo de la Asociación Euromediterránea
debería intensificarse haciendo que sus representantes se integren y participen activamente en las
reuniones y en la toma de decisiones de la Asociación Euromediterránea, y dotándoles de una fun-
ción consultiva sobre temas que revistan un interés primordial para ellas” (CESE 217/2003 fin).
3. La página del Foro Social Mediterráneo (http://www.fsmed.info/news-es.htm) ofrece toda la infor-
mación y documentación relativa a su proceso preparatorio (por ejemplo, las actas de las reuniones
de la Asamblea Internacional), y al desarrollo del propio FSMed. En ella se encuentra también el
Boletín informativo del FSMed.
4. “El Mediterráneo propicia el acercamiento entre los pueblos”, Entrevista de José Luis Rodríguez
Zapatero, acerca del Proceso Euromediterráneo, Revista AFKAR/IDEAS, junio de 2005.
5. “El Mediterráneo, un punto de encuentro”, disponible en http://www.euromedbarcelona.org, a
18/02/06.
6. La memoria técnica del FSMed ofrece información pormenorizada de las diversas actividades desa-
rrolladas tanto en el proceso preparatorio como en el propio FSMed, y está disponible en
http://www.fsmed.info. Fue importante también la creación de la página web www.fsmed.info y de
la lista de correo fsmed@fsmed.info, con una intensa actividad.
7. Por ejemplo, los siguientes: La neo-colonización económica del sur del Mediterráneo: ajuste estruc-
tural, inversión extranjera directa y asociación euromediterránea; Las intervenciones de la UE en la
cuenca mediterránea y los instrumentos del PEM (Partenariado Euromediterráneo — Proceso de
Barcelona: MEDA, FEMIP, etc.); Unión Europea y Constitución: Otra Europa es posible; El difícil
proceso constitucional en Europa. El rol de los movimientos. Cómo construir una Europa diferente
y unas nuevas relaciones Euro-Mediterráneas; Libre comercio en la región Euromed y su impacto
sobre la agricultura de los países del sur del Partenariado Euromediterráneo; La liberalització eco-
nòmica al Mediterrani. Accions de protesta contra la conferència euromediterrània: Barcelona +10
(noviembre de 2005, Barcelona); Europa fortaleza: la subcontratación en los países del sur del
Mediterráneo. Lucha contra la inmigración y sus consecuencias humanas; Por un Mediterráneo de
paz. Hacia el diálogo euro-árabe 1995-2005: 10 años de “partenariado euromediterráneo”; o
Constitución Europea, Unión Europea y medio ambiente.

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CAPÍTULO 7
CONCLUSIONES: LOS MOVIMIENTOS SOCIALES COMO UN NUEVO
ACTOR INTERNACIONAL

Esta última parte pretende ir más allá de una simple recopilación de las prin-
cipales conclusiones a las que se ha ido llegando a lo largo del libro, para pre-
sentar una síntesis de las aportaciones más importantes, razonando su
relevancia y evaluando los avances que supone en cuanto a una mejor com-
prensión de las dinámicas actuales de la sociedad internacional. Por otra parte,
se plantean algunas recomendaciones para avanzar en una mayor democratiza-
ción de las relaciones internacionales, mediante una incorporación real de los
actores sociales en las dinámicas internacionales, con especial énfasis en el
ámbito europeo analizado. Finalmente, no se olvidan aquellos temas pendien-
tes, que tal vez han sido apuntados pero no tratados exhaustivamente, en los
que convendría detenerse para profundizar el conocimiento sobre la participa-
ción de los actores sociales en las relaciones internacionales, y que podrían
abrir las puertas a futuras investigaciones interesadas en estas dinámicas.
El principal objeto de estudio en este libro han sido los movimientos socia-
les globales y su función como actores internacionales. Para su análisis, en los
primeros capítulos se han fijado los principales interrogantes a los que trata de
dar respuesta el libro, así como los planteamientos epistemológicos y teóricos,
estableciendo los criterios que permiten hablar de un actor internacional, a
saber, que actúe en el ámbito internacional, con influencia en las agendas, en las
estrategias del resto de actores, y en el modelo de relaciones internacionales, lo

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ENARA ECHART MUÑOZ

que determina la función que juegan. Siguiendo estos requisitos, se han mos-
trado las diversas actividades que desarrollan las fuerzas sociales en el escena-
rio internacional. Estos criterios son la guía que se sigue en el resto del libro.
A continuación, se definen las fuerzas sociales analizadas, a saber, las
organizaciones no gubernamentales internacionales y los movimientos socia-
les contrarios a la globalización neoliberal, explicando sus rasgos característicos,
su surgimiento y evolución, su dimensión regional, así como su participación en
el escenario internacional, mostrando su labor en las dimensiones definidas
en el marco teórico. De esta forma, se ha podido comprobar que actúan en las
relaciones internacionales siguiendo diversas estrategias (creación de redes
transnacionales, convocatoria de movilizaciones, celebración de foros de
encuentro propios, participación en encuentros oficiales, etc.), que inciden en
la agenda internacional, incorporando preocupaciones sociales antes minus-
valoradas ante el predominio de la economía neoliberal (por ejemplo, con la
adopción de los Objetivos del Milenio, el debate sobre la Tasa Tobin o el triun-
fo de los genéricos del sida), con un impacto en las estrategias del resto de acto-
res (que se ven obligados a incorporar algunos de esos temas en sus agendas,
así como a abrir vías de participación para estos nuevos actores). Todo ello nos
muestra la función que juegan en la escena internacional, partiendo de un con-
trol de la toma de decisiones que obliga a una mayor transparencia de los gran-
des encuentros internacionales. Finalmente, se muestran aquí, para ilustrar
estas actividades, cuadros con algunos ejemplos de actuaciones con impacto en
el escenario internacional.
La segunda parte del libro permite analizar esas actuaciones en un marco
concreto: la acción exterior de la Unión Europea, bloque regional con unas
características propias que lo hacen adecuado para el análisis que aquí se pro-
pone. En el primer capítulo se muestra la activa participación de las fuerzas
sociales en la propia definición de la Unión Europea como ente político, a tra-
vés de un repaso de los tratados y de las reacciones que han tenido en la ciuda-
danía, hasta llegar al actual tratado por el que se establece una Constitución
para Europa, en cuyo debate han sido especialmente activos los movimientos
sociales, con repercusiones en la definición del modelo social de la Unión
Europea. Se pasa a continuación a valorar la participación de las fuerzas socia-
les en la acción exterior de la UE, en concreto en su política de cooperación
para el desarrollo, por ser un ámbito en el que la Unión puede jugar un impor-
tante papel en el escenario internacional. Se muestran aquí de nuevo las diver-
sas vías de participación que se abren, tanto en el marco institucional como al
margen del mismo. Este capítulo ha servido, por tanto, para analizar en un

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

contexto concreto la participación e influencia que tienen estos nuevos actores


en la definición de un modelo de relaciones internacionales más inclusivo y
democrático, que tenga en cuenta las preocupaciones sociales; así como las
reacciones de los actores internacionales ante estas presiones.
Los dos capítulos siguientes de esta segunda parte permiten verificar esas
dinámicas en un ámbito concreto: las relaciones de la Unión Europea con sus
socios de América Latina y el Mediterráneo. Se han analizado para ello las rela-
ciones eurolatinoamericanas y euromediterráneas, principalmente a través de
las cumbres que van definiendo las prioridades y los temas de la agenda, vien-
do el papel que se otorga a las fuerzas sociales en esos espacios. Se han repasado
para ello los diversos foros de la sociedad civil impulsados por la Comisión
Europea para fomentar la participación social, tratando de valorar el impacto
que han tenido en la toma de decisiones oficial, en la medida en que ésta incor-
pore o no sus demandas. Esto nos ha permitido concluir que, a pesar de la
importancia creciente que se otorga a la participación de la sociedad civil desde
la Unión Europea, ésta es todavía demasiado limitada, ya que no se incluyen
mecanismos reales de incidencia, quedando estos espacios más como lugares
de legitimación de la política europea que como espacios de participación rea-
les, a pesar de algunos avances, principalmente en las relaciones euromedite-
rráneas. Al margen de estos foros, se han presentado aquellas otras iniciativas,
alejadas de los espacios oficiales, a través de las cuales los movimientos socia-
les globales han buscado denunciar las consecuencias negativas de las políticas
europeas, fomentando los debates y lanzando propuestas para unas relaciones
más incluyentes y democráticas, aunque con mucho menor impacto en la toma
de decisiones oficial.

1. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES GLOBALES COMO UN NUEVO


ACTOR INTERNACIONAL

La hipótesis principal de este libro, partiendo de las actuales dinámicas de una


sociedad internacional en constante evolución y cambio, ha sido que existen
unos nuevos actores internacionales, los movimientos sociales globales, con una
actividad cada vez más importante en el escenario internacional. Para demos-
trarlo se han analizado las actuaciones de los movimientos y las organizaciones
sociales en los contextos internacional y europeo, a partir de un marco teórico
que define los principales requisitos que debe cumplir un actor internacional,
a saber, su actuación en la sociedad internacional; su incidencia en la agenda

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internacional; y su influencia sobre otros actores del sistema. Esta definición


parte de la premisa de Merle de hacer primar la función sobre el estatuto. En
efecto, si bien los movimientos sociales no tienen un estatuto definido (lo cual,
por otra parte, sería difícil dada su heterogeneidad y sus diferentes grados de
organización), lo cierto es que desempeñan una función de creciente impor-
tancia en la sociedad internacional, pudiendo llegar incluso a la configuración
de una sociedad civil global.

1.1. SU ACTUACIÓN EN LA SOCIEDAD INTERNACIONAL

El primer rasgo que caracteriza a un actor internacional es precisamente, como


señalaba Roberto Mesa (1980), el marco geográfico en el que actúa. A este res-
pecto, cabe señalar que, si bien los movimientos sociales que aquí se han estu-
diado tienen una base estatal, su actuación es ya internacional. Y esto no ocurre
sólo con los movimientos sociales, también las ONG, o las empresas transna-
cionales, suelen tener como punto de partida una ubicación estatal, aunque su
actuación acabe trascendiendo las fronteras. Siguiendo con los otros dos ele-
mentos de la definición de Mesa: los intereses o vocación que persiguen y las
actividades que desarrollan también nos muestran que estamos ante una
actuación internacional. En efecto, los movimientos sociales globales tienen
como reivindicación central la democratización de las relaciones internacio-
nales, al ser éste el ámbito en el que actualmente se toman las decisiones, para
lograr una justicia global. En cuanto a las actividades, son transnacionales en la
medida en que se desarrollan en diferentes países, por ejemplo, con la convo-
catoria de días de acción global, o de manifestaciones internacionales como las
que recorrieron el globo contra la guerra de Irak, o incluso con la creación de
foros propios de encuentro, en los que se dan cita colectivos de muy diversas
procedencias. Esta actuación en la sociedad internacional se da mediante la
convergencia de diferentes grupos locales, con diversas estrategias, que con-
forman las dos ramas del movimiento.
Para lograr esta actuación internacional, los movimientos sociales globa-
les han tenido que ir superando algunas de las limitaciones que señalaba Merle
(1991), como la movilización en torno a acontecimientos puntuales. Si bien
ésta sigue siendo una característica de los movimientos que analizamos, en la
medida en que se manifiestan por cuestiones concretas, lo cierto es que se han
dotado de espacios propios de deliberación en torno a los problemas que les preo-
cupan, como son los foros sociales (en sus diversas dimensiones: mundial,
regional, temática, etc.), que les otorgan una mayor estabilidad, continuidad,

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autonomía y presencia internacional, además de permitir, como espacios de


encuentro, crear redes de solidaridad e intercambiar experiencias. Esto se ha
visto en el caso concreto de las relaciones de la Unión Europea con América
Latina y con el Mediterráneo, con la organización de foros civiles y encuentros
paralelos en los que se discuten las temáticas que les preocupan y se ofrecen
propuestas alternativas. Estos lugares de encuentro han ayudado, por otra
parte, a superar la fragmentación de las luchas, al optar por una conexión glo-
cal, según la cual, los efectos locales son consecuencia de unas mismas políti-
cas globales. Se unen así diversidad de causas en una misma lucha frente a la
globalización neoliberal, superando las limitaciones y perspectivas únicamen-
te locales, con un intercambio de experiencias y estrategias.
A la hora de valorar esa actuación en la escena internacional, se pueden
clasificar las actividades de los movimientos y organizaciones sociales en la
política global y europea en las siguientes esferas:

1. Difusión de información: una de las principales funciones de las fuer-


zas sociales es su contribución a la información de la opinión pública,
buscando su sensibilización en torno a determinadas cuestiones, así
como la creación de comunidades temáticas. Esto se ha ido viendo, por
ejemplo, con la importancia que empiezan a cobrar los informes de
organizaciones no gubernamentales como Amnistía Internacional,
Social Watch o Greenpeace en el ámbito internacional, pero también
los dictámenes del Comité Económico y Social Europeo en torno a
cuestiones clave para la acción exterior de la Unión Europea, así como
los diversos estudios de las redes sociales (ALOP, RECAL, PNGE, etc.).
Estos informes ayudan a difundir información sobre las condiciones
sociales o la participación ciudadana en las diversas regiones y países,
lo que, sin duda, ayuda a la sensibilización de la opinión pública en
torno a la necesidad de tener en cuenta esas condiciones o de una
mayor democracia en las relaciones. También los medios de contrain-
formación creados por los movimientos sociales (como Indymedia
Guadalajara o Indymedia Estrecho) buscan cumplir esta función, como
se ha visto, por ejemplo, con las campañas sobre el Tratado de
Constitución Europea, sobre los sucesos de la valla de Ceuta o de la
Cumbre de Guadalajara, o en términos más amplios sobre la necesidad
de mejorar la cooperación para el desarrollo o de explicar las conse-
cuencias negativas de los procesos liberalizadores. Se ha contribuido
así a crear importantes corrientes de opinión en temas de solidaridad

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internacional, de medio ambiente, o del modelo social que debería


adoptar la Unión Europea.
2. Creación y movilización de redes globales: las redes sociales son el
principal medio con que cuentan las fuerzas sociales para actuar en
el escenario internacional, y se han ido multiplicando las iniciativas en
este sentido, desde las redes globales (como la Llamada Global contra
la pobreza, Vía Campesina o las diversas redes de mujeres, indígenas,
medioambientales, etc.) hasta otras regionales (como ALOP, RECAL o
la Alianza Social Continental en América Latina; o las diversas redes
temáticas creadas en el ámbito euromediterráneo, como la Red Euro-
mediterránea de Derechos Humanos, la Red de ONG del Mediterráneo
por la Ecología y el Desarrollo sostenible o la Red Dos Orillas, e inclu-
so más amplias, como la Plataforma No Gubernamental Euromed o las
redes reunidas en torno al Foro Social Mediterráneo). Estas redes son
la base desde la que se lanzan las diversas campañas, pero también
son las que permiten la movilización de las presiones en momentos
puntuales, como son las reuniones de organizaciones internacionales
(las de la OMC o el G8 en el último año), acontecimientos determina-
dos (guerra de Irak, Tratado de Constitución Europea) o los diversos
encuentros eurolatinoamericanos y euromediterráneos, acompañados
siempre de movilizaciones que buscan llamar la atención de la opinión
pública sobre determinados aspectos.
3. Participación en arenas multilaterales: se han distinguido aquí diversas
estrategias (participación “por invitación” o “por irrupción”), que lle-
van a los actores sociales, por un lado, a participar en las conferencias
de Naciones Unidas, Banco Mundial u OMC, donde algunos cuentan
con estatus consultivo, o en las cumbres de la Unión Europea (a través
de los foros de la sociedad civil financiados por la Comisión Europea
que se han analizado). Por otro lado, han creado sus propios lugares de
encuentro independientes del resto de actores, como el Foro Social
Mundial, la Acción Global de los Pueblos, los Encuentros continentales
por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, o las diversas contra-
cumbres que acompañan los grandes encuentros oficiales. También en
el ámbito regional analizado, los movimientos sociales se han dado cita
en puntos como la Cumbre de los Pueblos en Madrid, el Encuentro
“Enlazando alternativas” o los Foros Sociales Europeos y Mediterráneo.
Asimismo, las grandes movilizaciones en esos mismos espacios son otra
de las formas de participación no convencional por la que han apostado

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los movimientos sociales. Esta participación, en sus dos vertientes, ha


permitido presionar para la potenciación de la participación pública,
cada vez más tenida en cuenta por el resto de actores, así como para ir
incorporando nuevas temáticas en las agendas y discusiones de los
encuentros oficiales.
4. Incorporación de temas sociales en el debate y en el discurso del resto
de actores: es uno de los resultados de la creciente participación social
en los espacios multilaterales, y se puede ver, por ejemplo, en la mayor
preocupación por la pobreza, la desigualdad, la degradación medioam-
biental, los derechos humanos, la cohesión social, el empleo o la parti-
cipación de la sociedad civil. Se han ido incorporando asimismo
nuevos conceptos (como “desarrollo sostenible” o “globalización de
rostro humano”), y se han abierto nuevos debates (por ejemplo, sobre
el modelo social europeo, sobre la cohesión social en América Latina, o
sobre la gobernabilidad en el Mediterráneo), contribuyendo también
al impulso de iniciativas internacionales (Objetivos del Milenio,
Iniciativa HIPC, Tasa Tobin, etc.).
5. Fomento de la transparencia de las reuniones internacionales, obligan-
do a una mayor rendición de cuentas: es otro de los impactos de la difu-
sión de información, de las campañas y de la participación de la sociedad
civil. Hoy en día las reuniones ya no pueden hacerse al margen de una
ciudadanía que exige ser informada y tenida en cuenta. En efecto, las
diversas actividades de las fuerzas sociales han contribuido a un mejor
conocimiento de los temas tratados en las reuniones de organizaciones
internacionales antes prácticamente desconocidas, obligando a los
delegados a explicar las decisiones tomadas y sus efectos. El control
ciudadano en estos ámbitos es tal vez uno de los principales logros de la
movilización social.
6. Finalmente, otro de los resultados de esas diversas actividades es la con-
tribución a la creación de organizaciones y regímenes internacionales,
desde la Corte Penal Internacional o el Derecho internacional humanita-
rio, hasta el fortalecimiento de instituciones como el Consejo Económico
y Social Europeo, convertido ya en el lugar de la sociedad civil organiza-
da en Europa. Es otra muestra de la función que juegan las fuerzas socia-
les en la propia definición y organización de la sociedad internacional.

En definitiva, los movimientos sociales globales han logrado crear, en el


ámbito internacional, importantes estructuras de movilización (principalmente

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a través de las redes que ayudan a la movilización de las presiones y a la difusión


de información, mediante diversas estrategias), utilizando las estructuras de
oportunidad política (abiertas por las propias organizaciones internacionales a
las que se dirigen, pero también por una opinión pública cada vez más receptiva
a sus reivindicaciones y demandas, e incluso por la simpatía de algunos partidos
políticos de izquierda, por ejemplo, en América Latina o en Europa), y contribu-
yendo así a la definición de marcos interpretativos (en torno a la necesidad de un
cambio en las relaciones internacionales, incorporando nociones de justicia
social y de ciudadanía global) e identidades activistas (reconocidas bajo el lema
“otro mundo es posible”). Así, todas estas actividades y sus diversas repercusio-
nes muestran la importancia de la actuación de los movimientos y las organiza-
ciones sociales en la escena internacional y europea, siendo innegable hoy su
dimensión internacional, como primer paso para su consideración como actores
internacionales. Pero la mera actuación no sería suficiente si no tuviera un
impacto en las relaciones internacionales y el resto de actores.

1.2. SU INCIDENCIA EN LA AGENDA INTERNACIONAL

Más allá de la actuación en la escena internacional, lo cierto es que ésta está


empezando a tener influencia en las relaciones internacionales, con un cambio
de los marcos discursivos. En efecto, frente al “There is no alternative” triun-
fante tras la caída del Muro de Berlín, estos movimientos han conseguido su pri-
mera victoria incorporando al debate la creencia de que “Otro Mundo es
Posible”, es decir, que sí existían alternativas. Sara López (en Echart et álii,
2005) habla en este sentido de la “caída del muro de silencio” que se impuso tras
el derrumbe del bloque soviético gracias a teorías como la del Fin de la Historia
(Fukuyama, 1992). Esta primera ruptura discursiva ha abierto el campo a otras
demandas más concretas para la mejora del actual orden internacional, en torno
a cuestiones que ya no pueden obviarse, como los derechos humanos, el medio
ambiente, la situación de las mujeres, el bienestar de las poblaciones, etc. Todos
ellos son temas que se han visto relegados a un segundo plano en las relaciones
internacionales, y que los actores sociales quieren poner en el centro del deba-
te, consiguiendo, de hecho, que entren en la agenda internacional o en los dis-
cursos de los Estados y organizaciones internacionales.
En definitiva, los actores sociales han hecho su aparición en la escena inter-
nacional, denunciando los efectos nocivos de las actuales políticas neoliberales,
reclamando un papel para las personas, y presionando para la definición de un
nuevo modelo de relaciones internacionales, un orden mundial más democrático,

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más solidario, incorporando la noción de justicia global. Es decir, proponen su


propio modelo de relaciones internacionales, no ya centrado en los intereses de
los Estados o las empresas, sino en los de la humanidad en su conjunto.
Barbé (2003) define a los actores sociales “a partir de su capacidad y de su
habilidad para cumplir las funciones asignadas y obtener los objetivos propues-
tos en el sistema […] Dicha categoría se mide a partir de la influencia efectiva-
mente ejercida por el actor en cuestión en su ‘terreno de juego’”. Esta influencia
en las relaciones internacionales queda reflejada en la incorporación en la agen-
da internacional de algunas de las reivindicaciones de estos movimientos socia-
les, mostrando así que existe una preocupación creciente por los temas que tratan
(medio ambiente, derechos humanos, desarrollo, etc.), incluso en el seno de las
organizaciones internacionales, que hablan ya de “desarrollo sostenible”, “glo-
balización de rostro humano”, etc. Han incidido, por tanto, en la definición de un
marco global de discusión, en el que entran nuevas cuestiones, bajo una nueva
idea de justicia global. Cabe señalar aquí que estas presiones sociales no se refie-
ren ya únicamente a la agenda global definida por Esther Barbé, sino que se
amplían a temas de economía y seguridad, al ser los núcleos duros de la política
internacional. En efecto, la inclusión del enfoque de género en los programas de
las organizaciones internacionales, su creciente preocupación por el medio
ambiente, la promoción de los derechos humanos, el fomento del desarrollo sos-
tenible o el fortalecimiento de la sociedad civil, por citar sólo algunas, no son
cuestiones aisladas, sino que están estrechamente vinculadas con una determi-
nada visión de la organización económica y de la seguridad. Pero también existen
reivindicaciones específicas en torno a los temas de economía, comercio y finan-
zas globales, frente a sus consecuencias negativas sobre la vida cotidiana, que han
tenido reconocimiento incluso por parte de personalidades de organizaciones
internacionales, y que han llevado a la revisión de algunas premisas antes indis-
cutibles. Además, los problemas de la seguridad se han convertido, en el último
año, en el centro de los debates, optando la sociedad civil por el pacifismo y la
superación de la inestabilidad actual por otras vías, como la cooperación para el
desarrollo y el acercamiento entre los pueblos.
El ejemplo de la Unión Europea que se ha analizado aquí es paradigmático
en este sentido, ya que a lo largo de todo su proceso de construcción ha ido
incorporando algunas de las preocupaciones sociales en su agenda (como por
ejemplo, el “giro social” de Ámsterdam, que incorpora los temas laborales, la
creciente legislación medioambiental, la inclusión de la noción de “democracia
participativa” en su proyecto de constitución, o la adopción en sus acuerdos
con terceros de la “cláusula democrática”), aunque no siempre las traduzca en

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la práctica. También los desarrollos más actuales de las relaciones que mantie-
ne la Unión con América Latina y el Mediterráneo ofrecen ejemplos en este
sentido, como la preocupación por la cohesión social en la Cumbre de
Guadalajara, o la decisión de celebrar conferencias sobre gobernabilidad y
empleo en el Mediterráneo.
No obstante, también hay que señalar las grandes dificultades que
encuentran estas demandas en su incorporación, no tanto en la agenda o en el
discurso, sino en la práctica, como se ha podido apreciar en el repaso a las dife-
rentes demandas en los ámbitos eurolatinoamericano y euromediterráneo. Se
puede hablar, por tanto, más de una incidencia en el cambio de los marcos dis-
cursivos que en la práctica real de las relaciones internacionales, lo que sin
duda constituye el primer paso, pero que es necesario profundizar para poder
hablar de una participación real, con impacto, de los actores sociales. Sin
embargo, no se debe menospreciar tampoco esa incidencia en el discurso, que,
más allá de cuestiones concretas, ayuda a la inclusión de una idea general de
justicia social y de democracia global participativa.

1.3. SU INFLUENCIA EN LAS ESTRATEGIAS DEL RESTO DE ACTORES


Y LAS RESPUESTAS DE ÉSTOS

Esa participación en la definición de la agenda internacional conlleva una cre-


ciente influencia en las propias estrategias del resto de actores internaciona-
les, antes prácticamente independientes en su actuación, es decir, libres del
control ciudadano. La presión a que les someten las manifestaciones ciudada-
nas, por poner un ejemplo, les obliga a reunirse en lugares cada vez más aleja-
dos de la ciudadanía, o a incorporar temas en las agendas que de otra forma no
se incluirían. Se han visto forzados, además, a reconocer algunos defectos de
sus formas de organización o de actuación, como se ve en el cambio de un
“Consenso de Washington” a un “posconsenso” que reconoce la importancia
de la lucha contra la pobreza, en la incorporación de códigos de conducta o
medioambientales por parte de algunas empresas transnacionales, en la adop-
ción de los Objetivos del Milenio, o en el reconocimiento de la necesidad de
fortalecer a la sociedad civil.
En respuesta a estas presiones, las propias organizaciones internacionales
incorporan vías más o menos institucionalizadas para la participación de estos
actores, como ha quedado reflejado en el estudio de la Unión Europea, y más
concretamente en los foros civiles que se organizaron en las Cumbres UE-ALC
o en las reuniones UE-Med. Las ONG logran así hacerse hueco en un ámbito

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

hasta entonces reservado a los Estados, como primer paso, a pesar de las limi-
taciones que se han señalado, hacia la creación de una sociedad civil global que
ejerza su función democratizadora de la sociedad internacional. No obstante,
esta participación en los foros oficiales sigue limitándose a actores más o
menos institucionalizados, como son las ONG, lo que excluye a multitud de
colectivos y sensibilidades, que sólo podrían participar si se abrieran vías
de control y de participación más directa que conectaran lo local con lo global.
Esto se ha visto claramente en las movilizaciones en la Cumbre de Guadalajara,
donde se aceptó la participación de la sociedad civil en los foros oficiales, pero
se negó la legitimidad de las protestas en la calle, duramente reprimidas. Es
cierto, finalmente, que estas influencias son escasas (como muestran las difi-
cultades por incorporar las recomendaciones de la sociedad civil en las decla-
raciones oficiales, salvo algunas iniciativas novedosas, por ejemplo, en la
última reunión euromediterránea de Luxemburgo), y que se deben más a una
necesidad de incrementar una legitimidad erosionada que a un afán democrati-
zador. Pero también lo es que se trata de una nueva forma de control ciudadano,
todavía embrionaria, que no pueden ignorar.

1.4. SU FUNCIÓN EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES

Tras presentar las actividades y sus repercusiones en las agendas y estrategias


del resto de actores, se puede concluir que los movimientos sociales que se han
analizado ejercen una función incipiente en la escena internacional, aunque
sólo sea bajo la forma de un control ciudadano de las decisiones de los Estados
y organizaciones internacionales, y de sus consecuencias. Es de hecho esta
función de control la que traduce su principal reivindicación: la democratiza-
ción de las relaciones internacionales. Se ha señalado ya la vinculación del sur-
gimiento del movimiento contra la globalización neoliberal con la crisis de la
democracia, y es precisamente aquí donde hace su propuesta más radical.
Buscan, en último término, la creación de una ciudadanía global, no ya en el
sentido tradicional (en cuanto que estaba vinculada a un Estado y protegida
por las leyes de éste), sino ampliada a la humanidad, es decir, una ciudadanía
según la cual todo ser humano, independientemente de su país de origen,
tenga unos derechos y obligaciones reconocidos por la sociedad internacio-
nal. Para ello es necesaria una nueva justicia global, no dependiente de la
legislación estatal, que garantice y defienda esos derechos. La creación de un
Tribunal Penal Internacional puede ayudar a avanzar en esa línea. Esta nueva
ciudadanía serviría de base a la configuración de una sociedad internacional

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democrática, en cuyo centro se situaría al ser humano, convirtiéndola así, en


palabras de Truyol (1993), en una verdadera Comunidad Internacional.
Un paso en este sentido es el fomento de la participación pública, con una
mayor comprensión por parte de los ciudadanos de los problemas globales.
También el control y la demanda de transparencia de las reuniones obligan a
una mayor rendición de cuentas por parte de los delegados oficiales ante una
ciudadanía cada vez más interesada e involucrada en la política internacional.
Otro paso sería la creación de espacios de deliberación pública globales, en los
que los ciudadanos de diversas partes del mundo debaten sobre los problemas
globales y sus repercusiones en sus vidas cotidianas, ofreciendo propuestas
alternativas que sitúen al ser humano en el centro de la política en sus diferen-
tes niveles geográficos. En definitiva, a la hora de valorar esa función que jue-
gan en el escenario internacional, se puede ir más allá de las formas de
participación concretas, mostrando cómo estos movimientos sociales globales
están ayudando a la creación de una sociedad civil global, que puede ayudar a la
democratización de la sociedad internacional.
En cuanto a su impacto en el modelo de democracia, retomando las ideas
de Pedro Ibarra, Salvador Martí y Ricard Goma (2002), encontramos que se
dan las condiciones para la presencia (ya que existe un capital social crítico que
busca un cambio en las relaciones internacionales, con una estructura de opor-
tunidad política abierta y una opinión pública cada vez más favorable al discur-
so de la red crítica, en este caso a la idea de que “otro mundo es posible”) y el
protagonismo (en la medida en que mantiene las redes alternativas con discur-
sos críticos, que la red temática ha adquirido una configuración transnacional,
que existe acción colectiva y reajustes discursivos, con innovaciones, y que se
da una tensión entre la red principal y la opinión pública) de estas redes críti-
cas en el espacio de governance, lo que conlleva un impacto sobre las políticas
públicas y, por tanto, sobre el modelo de democracia. Para lograr esta presen-
cia y protagonismo, un paso ha sido la creación de una sociedad civil global, que
busca una radicalización de la democracia, a través de una redistribución del
poder y un incremento de la participación y de la autoorganización. Para ello,
asimismo, es necesario un ámbito público global en el que ejercerse, lo que ha
sido facilitado por la creación de esferas transnacionales de debate y discusión.
Lo que no se puede negar, en cualquier caso, es que estos actores están
cobrando una legitimidad cada vez mayor en el planteamiento de sus deman-
das y propuestas, que no pueden ser ya ignoradas en un mundo en el que la
democracia se ha convertido en uno de los principales valores. Contribuyen así
a dotar de contenido real esos discursos democratizadores, lo que obliga a

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

considerarlos al tratar de comprender las actuales dinámicas mundiales. En


definitiva, se puede concluir que existen todos los indicios, siguiendo el marco
teórico presentado en este libro, para considerar a las fuerzas sociales como un
nuevo actor internacional, ya que no sólo actúa en las relaciones internacio-
nales, sino que además tiene una incipiente incidencia en las mismas, a tra-
vés de la generación de debates, la incorporación de nuevos temas en la
agenda y el cambio en las estrategias del resto de actores, que ya no pueden
ignorar a esa ciudadanía cada vez más informada. En los estudios de caso se ha
podido comprobar esa capacidad de los actores sociales para hacer propues-
tas, denunciar los efectos negativos de las políticas o presionar a los delegados
oficiales para que incorporen determinadas temáticas a sus agendas y para
lograr una mayor rendición de cuentas. Por tanto, la hipótesis de partida de
este libro se ha mostrado válida, aunque quedarían por analizar los desarro-
llos futuros en este campo para determinar hasta dónde llega esa función que
están cumpliendo, y si realmente ayuda a la creación de una sociedad interna-
cional más democrática.

2. LAS DIFERENTES ESTRATEGIAS DE PARTICIPACIÓN


DE LOS ACTORES SOCIALES

A la hora de valorar la función de los movimientos sociales globales como actores


internacionales se han distinguido dos tipos de dinámicas, para tratar de superar
la simplificación de aquellos análisis que bajo esta consideración incluyen a fuer-
zas sociales muy diversas. Nos hemos centrado aquí en los movimientos contrarios
a la globalización neoliberal, pero mostrando las dos ramas que existen en su seno,
aquella más reformista, en la que se unen principalmente organizaciones no
gubernamentales, y la más radical, en la que se dan cita las asociaciones y movi-
mientos de base. Esta distinción, que podría parecer más analítica que real, ha
resultado muy útil para analizar las formas concretas de participación que adoptan
las fuerzas sociales en las relaciones eurolatinoamericanas y euromediterráneas,
distinguiendo aquellos que optan por incorporarse a los espacios abiertos por las
organizaciones internacionales, o en este caso por la Unión Europea, de aquellos
otros que prefieren crear sus propios foros de encuentro en los que debatir más
abiertamente sobre sus preocupaciones. También ha resultado apropiada para
valorar estas estrategias la distinción de Zesar Martínez (en Grau e Ibarra, 2001:
15-33) entre participación “por invitación”, por la que optan las ONG, y participa-
ción “por irrupción” por la que apuestan los movimientos sociales.

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Se ha visto así, por un lado, que las ONG participan en el seno de la Unión
Europea, dentro de los foros de la sociedad civil, con una postura que se podría
llamar negociadora. De esta manera han conseguido unos espacios más o
menos institucionalizados para hacer oír sus demandas, aunque sólo sea a nivel
consultivo. Cabe también resaltar que tienen unas propuestas de reforma más
“micro”, centradas en temas concretos, que no cuestionan de forma radical (en
el sentido etimológico de la palabra) las reglas del juego, que aceptan como
marco de actuación. Por su parte, aquellos colectivos de los movimientos con-
trarios a la globalización neoliberal más conflictuales no cuentan con esas vías
institucionales de participación, de las que se alejan por considerarlas inefica-
ces y legitimadoras de un orden injusto, creando sus propios foros paralelos,
donde se tratan temas con una perspectiva más “macro”, destinados a cambiar
los marcos generales de relación, las reglas del juego, ya que entienden que el
sistema de la globalización es perverso desde sus propios presupuestos de par-
tida, y no es reformable. En este sentido, los primeros se definen como más
pragmáticos, reformistas, y los segundos serían más utópicos, rupturistas.
Se han visto también las críticas desde los movimientos sociales a la postura
de las ONG, en la medida en que temen una victoria de las posiciones reformistas,
que imposibilitaría avanzar hacia un cambio profundo, que sin embargo estiman
necesario. Creen que permitir pequeñas reformas legitimaría el sistema, sin
ponerlo en cuestión. Las ONG creen, por su parte, que hoy en día, son esas peque-
ñas reformas las que permitirán cambios beneficiosos, dada la imposibilidad de
cambiar el sistema en su conjunto. Es necesario, por tanto, utilizar las pequeñas
oportunidades que se tienen para avanzar hacia un mundo más justo. Así, critican
que los movimientos sociales no tienen propuestas concretas y estructuradas que
pudieran permitir avanzar hacia un modelo alternativo.
Una de las cuestiones que plantean estas diferencias es su grado de com-
plementariedad u oposición, en la medida en que pueden parecer posturas
irreconciliables, que han dado lugar a varios conflictos, como se ha visto, por
ejemplo, en los estudios de caso analizados, pero también en las dinámicas más
generales. La respuesta a este interrogante no es fácil. En efecto, podrían con-
siderarse estrategias complementarias, en la medida en que los más rupturis-
tas han ayudado a la creación de debates, a la visibilización de los aspectos más
negativos de las políticas neoliberales y a la definición de una identidad acti-
vista que se asienta en un marco discursivo explicativo cada vez más extendido
y compartido por amplios sectores de la opinión pública, que son los que han
permitido la apertura de vías de participación en el seno de unas organizacio-
nes internacionales cada vez más contestadas y en búsqueda de legitimidad.

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MOVIMIENTOS SOCIALES Y RELACIONES INTERNACIONALES

Estas vías son las que aprovechan por los sectores reformistas para incluir
demandas concretas en las agendas oficiales. Es decir, que las demandas de los
movimientos sociales están creando un clima de debate en la sociedad interna-
cional, que es necesario apoyar, ya que es el que permite que se abran oportu-
nidades de cambio, aunque sea a pequeña escala, que se pueden aprovechar. En
efecto, han conseguido sensibilizar a la sociedad sobre determinados temas y
visibilizar los problemas. Se trataría de hacer presión desde los dos frentes,
tanto en el nivel macro como micro, con actuaciones concretas, sin perder de
vista el conjunto, es decir, las causas de los problemas. Algunos foros civiles se
hacen así eco de las demandas más generales de los movimientos sociales,
incorporando por ejemplo su lema “Otro mundo es posible”.
Aunque también es cierto que se trata de estrategias cada vez más alejadas,
en la medida en que cada uno apuesta por su esfera de actuación, dificultando
la comunicación entre las dos ramas del movimiento. Ejemplos de esta falta de
entendimiento se han visto en los últimos Foros Sociales Europeos, o en la
Cumbre de Guadalajara, donde se echó en falta una mayor solidaridad de las
organizaciones no gubernamentales ante la represión sufrida por los colectivos
radicales. Ante estos problemas, convendría hacer un esfuerzo de reflexión en
el seno de los diversos actores sociales para tratar de unir fuerzas y lograr así
una mayor repercusión desde diversos frentes en las relaciones internaciona-
les, recordando cómo, en el pasado, la división ha limitado la incidencia que
podrían haber adquirido, y que la pluralidad suele ser fuente de riqueza a pesar
de multiplicar las dificultades.

3. EL MODELO DE RELACIONES INTERNACIONALES IMPULSADO


DESDE LA UNIÓN EUROPEA

Los estudios de caso han permitido también ver la plasmación real del modelo
europeo en su acción exterior, es decir, la traducción de su discurso de “globa-
lización de rostro humano”, más preocupado por las cuestiones sociales, en la
práctica. Se ha señalado en este sentido que un paso previo a la inserción en
la globalización son los bloques regionales, que cobran cada vez más fuerza, y la
Unión Europea es el ejemplo más avanzado, además de representar para
muchas otras regiones un modelo a seguir, distinto del que se propone desde
los Estados Unidos.
Antes de valorar las dimensiones de ese modelo de cara al exterior, se han
ido viendo las dinámicas democratizadoras en la propia construcción de esta

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integración europea, a través de un repaso de los tratados que han ido defi-
niéndola. En esos puntos se ha podido comprobar cómo uno de los vectores de
profundización en este modelo es el intento de superar el déficit democrático
que ha acompañado la construcción de una Unión Europea en un principio
demasiado centrada en la unión económica y monetaria, a través principal-
mente de un refuerzo de aquellas instancias más representativas de la Unión,
como es el Parlamento Europeo, o de aquellos espacios de participación de la
sociedad civil, como el Consejo Económico y Social Europeo. Se ha analizado
asimismo la intensa actividad de diversos sectores sociales para fomentar un
modelo social europeo en el interior de sus fronteras, modelo que después se
exportaría en sus relaciones con el exterior.
No obstante, a pesar de algunos avances democratizadores, todavía es dema-
siado limitado el papel que pueden jugar los ciudadanos europeos en la toma de
decisiones, dadas las todavía escasas competencias del Parlamento Europeo fren-
te a las de otras instituciones, como el Consejo, pero también por las casi inexis-
tentes vías de participación directa de la ciudadanía, incluso cuando el propio
Tratado de Constitución Europea (TCE) aboga ya por una democracia participati-
va. Los costes de este alejamiento de las instituciones respecto a sus ciudadanos
han quedado patentes en los debates en torno al TCE, que han llevado a un resur-
gimiento de la preocupación por ese modelo social europeo, así como en la apatía
y el desconocimiento de los temas europeos por parte de la opinión pública. Frente
a ello, cada vez más sectores sociales han tratado de impulsar el debate y de incidir
con sus propuestas en la definición de una Europa más social, desde muy diversos
ámbitos y con las diferentes estrategias que se han señalado. En cualquier caso, la
Unión Europea es cada vez más receptiva a algunas de esas demandas, con intere-
santes iniciativas en los últimos tiempos, como las consultas que está lanzando la
Comisión Europea a los ciudadanos europeos, o la apertura de foros de la sociedad
civil, por ejemplo, en la convención europea que se encargó de la elaboración del
TCE. El interés los ciudadanos europeos en involucrarse ha quedado patente en los
últimos debates. Indudablemente, la Unión deberá profundizar en estas cuestio-
nes si realmente desea cobrar fuerza como unión política.
En cuanto a la dimensión o proyección exterior de ese modelo social que
intenta construir en el interior de sus fronteras, puede resultar de gran impor-
tancia, no sólo para incrementar el papel de la Unión Europea en el escenario
internacional, sino también para lograr unas relaciones internacionales más
preocupadas por temas sociales frente al predominio de lo económico en las
últimas décadas. En este sentido, se ha presentado el enfoque global que adopta
la Unión en sus relaciones con terceros, que incluye, además de las cuestiones

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económicas, un diálogo de alto nivel (con cada vez mayor énfasis en la partici-
pación de otros actores, como la sociedad civil, en él), y una cooperación para
el desarrollo de las regiones y los colectivos más desfavorecidos, ámbito en el
que la Unión constituye un actor central, al ser el primer donante mundial de
ayuda. Asimismo, uno de los principales objetivos de su acción exterior es pre-
cisamente promover la democracia.
Pero también en este campo, a pesar de las indudables diferencias frente a
otro tipo de relaciones (como las que desarrollan los Estados Unidos, centradas
básicamente en la liberalización de las relaciones comerciales), lo cierto es que
todavía no se puede hablar de un modelo social, en la medida en que los ámbitos
económico y de seguridad siguen prevaleciendo también en este campo. Así, los
acuerdos de asociación firmados por la Unión Europea con sus socios siguen
poniendo el énfasis en la creación de zonas de libre cambio (con América Latina y
el Mediterráneo, por ejemplo), y en el fomento de la estabilidad en sus fronteras
(principal objetivo de la nueva Política Europea de Vecindad y eje central de la
Asociación Euromediterránea), aunque cabe esperar que el interés por los temas
de cohesión social, lucha contra la pobreza y gobernabilidad cobren fuerza, recu-
perando la idea de una seguridad humana entendida en términos amplios. El
papel que pueden jugar los actores sociales en este campo es indiscutible, como se
puede apreciar al analizar, en los estudios de caso, los debates que impulsan y las
propuestas que hacen para fomentar la dimensión social de los procesos de aso-
ciación, y es necesario potenciarlo si realmente se quiere contar con el apoyo de los
ciudadanos. En definitiva, los desarrollos futuros de este modelo europeo de rela-
ciones determinarán el lado de la balanza por el que se inclina la Unión Europea,
tanto en su dimensión interna como externa, y la participación de la ciudadanía en
estos campos puede suponer un valor añadido en el papel que Europa juegue en la
globalización y en su propia legitimidad.

4. ALGUNAS RECOMENDACIONES PARA UNA MAYOR


DEMOCRATIZACIÓN DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

Partiendo de las consideraciones de los apartados anteriores, este libro busca


también contribuir a una mayor democratización de las relaciones internacio-
nales desde el ámbito regional, en este caso europeo. Para ello, y teniendo en
cuenta las principales dificultades a las que se enfrentan los movimientos y
organizaciones sociales a la hora de participar en el escenario europeo, se pre-
sentan a continuación algunas recomendaciones para mejorar el papel que

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pueden jugar en los procesos de asociación, como paso previo a su participa-


ción internacional.
Entre las dificultades y limitaciones señaladas a lo largo de la investiga-
ción se encuentran temas tan diversos como: la dificultad de crear sinergias
entre las diversas formas de participación por las que optan los actores socia-
les; el riesgo de instrumentalización de los foros de la sociedad civil impulsa-
dos desde la Unión Europea (en términos de disminución del nivel de crítica,
exclusión de numerosas organizaciones, etc., también con el objetivo de lograr
un mayor impacto en las reuniones oficiales); el encasillamiento de la contri-
bución de la sociedad civil en el tercer pilar de los procesos de asociación
(dedicado a temas sociales, excluyéndola de cuestiones políticas y económicas,
sin embargo cruciales); los problemas de representatividad en los foros de la
sociedad civil (con una participación mayoritaria de grandes ONG del norte,
incluso de ONG cercanas a los Gobiernos, excluyendo a las pequeñas del sur, a
las más críticas, a los movimientos sociales de base, al mundo islámico, etc.);
la falta de concreción de lo que la Unión Europea entiende por sociedad civil
(que convierte a los foros en una especie de cajón de sastre donde todo cabe);
las limitaciones financieras y de movilidad para la participación en los encuen-
tros (debido a los escasos fondos con los que cuentan las pequeñas asociacio-
nes, a las políticas de visados, al control de las fronteras, etc.); la falta de
continuidad entre los diversos encuentros; la criminalización de las protestas
(principalmente tras el 11 de septiembre y la lucha contra el terrorismo); la
falta de visibilidad de las iniciativas sociales (por ejemplo, están prácticamen-
te ausentes de los medios de comunicación, lo que impide su reconocimiento y
dificulta la sensibilización ciudadana en torno a los temas que trabajan); la falta
de mecanismos estables para hacer efectiva la participación (con una escasa
información y consulta a la sociedad civil, y una limitada participación e inci-
dencia en la toma de decisiones y la ejecución); la falta de apoyo financiero a las
iniciativas de la sociedad civil (unida a la dificultad de acceso a los fondos de la
UE, por la complejidad de los procedimientos, lo que termina beneficiando a
las grandes ONG del norte que ya conocen los mecanismos), etc.
Muchos de estos temas han ido surgiendo en los diversos encuentros anali-
zados en los estudios de caso, y las organizaciones y movimientos sociales han ido
apuntando propuestas para mejorar estos aspectos, algunas de las cuales que se
retoman aquí para tratar de ofrecer un breve catálogo para la mejora de la parti-
cipación ciudadana en estos procesos, con el objetivo de lograr una mayor demo-
cratización de las relaciones. No se pretende tocar aquí todos los puntos, sino más
bien ofrecer una guía de asuntos en los que se puede empezar a trabajar.

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RECONOCIMIENTO

En primer lugar, como punto de partida indispensable, es necesario un reco-


nocimiento de la labor que pueden desarrollar los actores sociales en la demo-
cratización de las relaciones internacionales, en el acercamiento cultural en un
mundo cada vez más interdependiente y en la solución de los grandes retos que
plantea la actual globalización, recuperando la idea principal de basar todo
proceso democrático en sus ciudadanos. En este sentido, se debe acabar con
los procesos criminalizadores de las iniciativas ciudadanas (cada vez más
importante, sobre todo tras el 11 de septiembre), reconociendo su derecho de
manifestación y su legitimidad a la hora de plantear alternativas y propuestas.
Además, los actores sociales constituyen un factor importante en el acerca-
miento y el diálogo intercultural, contribuyendo, a través de la creación de
redes transnacionales y espacios de encuentro, al intercambio de experiencias
y a un mayor conocimiento y comprensión de las realidades del sur. Pueden
erigirse, por tanto, en agentes de desarrollo y en fuentes de información como
base para la toma de decisiones, y éste es un papel que debe fomentarse en el
marco de la Alianza entre Civilizaciones. En el ámbito concreto de los procesos
de asociación eurolatinoamericanos y euromediterráneos, si realmente quie-
ren incrementar su legitimidad contando con la ciudadanía, no deben limitar
su participación a los espacios orquestados desde las instituciones, sino que se
deben considerar tan sólo como una de sus diversas actividades, aceptando
otras formas de participación no convencional que pueden resultar igualmen-
te importantes. Se deben, por tanto, reconocer los espacios de deliberación
propios impulsados desde los movimientos y las organizaciones, como lugares
de encuentro, intercambio y debate de alternativas, que pueden ayudar a
afrontar los retos que plantea para las poblaciones la globalización neoliberal.
Estos son lugares en los que la ciudadanía se reúne libremente, sin las cons-
tricciones de los espacios más institucionales. En definitiva, hay que reconocer
las iniciativas que buscan tanto el fomento de la democracia deliberativa como
participativa.

INDEPENDENCIA

Para ello hay que asegurar asimismo la independencia de estos actores socia-
les, tratando de evitar su instrumentalización por los Gobiernos y organizacio-
nes internacionales, ya que ésta limita el valor añadido que puede aportar la
sociedad civil. Por tanto, si bien los foros de la sociedad civil constituyen un

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paso importante en la incorporación de los actores sociales en la acción exte-


rior de la Unión Europea, para que realmente resulten efectivos es necesario
abrir la participación en el seno de los mismos, así como permitir un plantea-
miento crítico, mostrando de esta forma su independencia de las autoridades.
Los avances realizados en el ámbito euromediterráneo, con la creación de una
Plataforma No Gubernamental Euromediterránea que se encargará de la orga-
nización de los foros civiles, son positivos en este sentido, ya que alejan la cele-
bración de estos encuentros del control gubernamental. La participación, en
definitiva, debe funcionar de abajo arriba. Para ello, es necesario definir clara-
mente qué se entiende por sociedad civil, a partir de una concepción abierta
que supere el eurocentrismo, y que considere como puntos centrales la inde-
pendencia de los poderes políticos y económicos. Según estos criterios, nume-
rosos foros analizados no pueden considerarse civiles teniendo en cuenta el
peso de los actores políticos y económicos en su seno. Para evitar la instru-
mentalización por parte de los Gobiernos de espacios como los foros de la
sociedad civil, donde el nivel de crítica suele ser menor para lograr un mayor
impacto en las reuniones oficiales, sería necesario crear vínculos con otros
espacios que pueden resultar complementarios, como los encuentros alterna-
tivos impulsados por los movimientos sociales.

FORTALECIMIENTO

Además del reconocimiento y la independencia, la base para una participa-


ción efectiva es contar con una sociedad civil fuerte. Se deben, por tanto,
reconocer y fomentar las estructuras de coordinación de la sociedad civil,
reforzando las redes nacionales y regionales de coordinación (como la PNGE),
y reconociéndolas como interlocutores privilegiados de la sociedad civil en las
políticas nacionales, regionales e internacionales. La labor de estas redes
sociales no debe limitarse a la participación en espacios oficiales, sino que
contribuyen además al propio desarrollo de sus sociedades y a la democracia.
También puede ser interesante la creación de comités económicos y sociales
nacionales y regionales, a imagen del europeo. En aquellos lugares con esca-
sas y débiles redes ciudadanas, es necesario el refuerzo de las sociedades civi-
les, mediante el lanzamiento de programas específicos dirigidos a estos
actores (por ejemplo, programas de cooperación destinados a la sociedad
civil), la creación de marcos jurídicos que reconozcan las iniciativas sociales,
asegurando sus libertades y su derecho de asociación, y la creación de instru-
mentos de financiación, que les ayuden a conseguir recursos para llevar a cabo

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sus actividades. Asimismo, es crucial el acceso a la información, como base


para una participación efectiva. Para ello, las asociaciones y las políticas de la
Unión Europea, pero también las iniciativas de otras organizaciones interna-
cionales, deben fomentar una sociedad civil informada (incrementando la
transparencia en la toma de decisiones y haciendo públicos los resultados),
pero también educada (luchando contra las altas tasas de analfabetismo como
un punto esencial para fortalecer el ejercicio ciudadano). Finalmente, hay que
comenzar a establecer mecanismos de diálogo, consulta y concertación, como
base para una democracia real, tanto en el ámbito nacional como regional e
internacional. En definitiva, se debe definir el papel concreto que puede jugar
la sociedad civil en los procesos políticos en esos ámbitos, definiendo cuál es
su campo de actividad, y cuáles son los mecanismos e instrumentos para que
esa participación sea real. Hay que tener en cuenta que el fortalecimiento de
las sociedades civiles del sur es además una contribución a la democracia
de sus países, como reto, por ejemplo, a los Gobiernos autoritarios, además de
ayudar a incrementar el peso de las posturas del sur en organizaciones inter-
nacionales

LEVANTAR TRABAS

Ese fortalecimiento ha de ir acompañado de medidas para superar las limita-


ciones y trabas a las que se enfrenta esa participación ciudadana, por ejemplo,
aquellas referidas a la movilidad de los actores sociales, muchas veces limitada
por la suspensión de los acuerdos Schengen, por la dificultad de conseguir
visados, e incluso por los elevados costes que suponen los viajes y el aloja-
miento de aquellos interesados en participar en encuentros lejanos. En este
sentido, se podrían crear visados especiales para acudir a los encuentros de la
sociedad civil, asegurando la libre circulación de las personas interesadas.
Asimismo, no se debería suspender la libre movilidad ante la celebración de
grandes encuentros de los movimientos contra la globalización neoliberal, en
la medida en que se reconozcan como espacios de deliberación de la ciudada-
nía. Por otra parte, se podrían crear líneas de financiación para permitir cubrir
los costes que supone la participación en esos espacios. Las limitaciones que
supone la falta de medios se han podido ver en los foros analizados, pero tam-
bién en los Foros Sociales Mundiales, donde sigue siendo muy escasa la partici-
pación de colectivos africanos. Finalmente, es necesario establecer mecanismos
que aseguren la participación de las mujeres en pie de igualdad, así como de los
colectivos más marginados y pobres.

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CREACIÓN DE SINERGIAS

Para lograr un impacto mayor, es necesario que los actores sociales hagan un
esfuerzo por crear sinergias entre las diversas estrategias de participación por
las que optan. En efecto, las ONG no consiguen movilizar a tanta gente como los
movimientos sociales, y éstos tienen una incidencia mucho menor en la toma
de decisiones oficial. La unión de estas fuerzas ayudaría a la complementarie-
dad de ambas estrategias, fortaleciendo en último término el poder de la sociedad
civil. Para lograrlo, hay que superar muchas de las reticencias mutuas entre las
fuerzas sociales, así como evitar la división en torno a temas que podrían con-
sensuarse. Conviene aquí recuperar las lecciones de la historia, que muestran
cómo las luchas internas terminan por pesar más que los objetivos comunes,
llevando a la desintegración de bloques que hubieran podido conseguir impor-
tantes victorias. Por tanto, se debería tratar de hacer complementarios los
diversos espacios y estrategias de participación, entendiendo que mientras
unos ayudan a la movilización y a la creación de marcos discursivos explicati-
vos, los otros contribuyen a conseguir ganancias incrementales en ámbitos
concretos, como formas complementarias y no opuestas. El punto de partida
para lograrlo es, sin duda, un reconocimiento y respeto mutuo entre las dife-
rentes perspectivas, valorando las contribuciones y victorias reales de cada
una, y siendo conscientes de los riesgos y limitaciones que plantean.

MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Una de las grandes limitaciones a las que se enfrentan los actores sociales, cru-
cial en la actual sociedad mediática, de la información, es la falta de impacto de
las iniciativas sociales en los medios de comunicación, lo que conlleva un des-
conocimiento por parte de la opinión pública, impidiendo su reconocimiento
y dificultando la sensibilización y movilización ciudadana en torno a las cues-
tiones que debaten. La falta de acceso a los medios ha impulsado importantes
campañas, partiendo del derecho que regulan los propios ordenamientos jurí-
dicos (como la Constitución Española, que en su artículo 20.3 asegura “el acce-
so a dichos medios de los grupos sociales y políticos significativos, respetando
el pluralismo de la sociedad”). Para superar estas trabas mediáticas los movi-
mientos sociales han creado sus propias redes de “contrainformación”, a tra-
vés de las cuales difunden sus ideas y convocatorias. No obstante, su impacto es
mucho más limitado que los medios de comunicación de masas, y suele quedar
circunscrito a las redes sociales ya sensibilizadas en estas cuestiones. Por

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tanto, sería necesario también abrir espacios en los medios convencionales,


para dar visibilidad a las iniciativas de la sociedad civil. Para ello se deben
superar algunas de las dinámicas propias de estos medios de comunicación
(como la primacía de la espectacularidad, los intereses empresariales que per-
siguen, etc.), retomando su función de información pública, además de supe-
rar los estereotipos impulsados desde los medios, mediante campañas
destinadas a la ciudadanía, o incluso la formación de periodistas en estas cues-
tiones. Todo ello teniendo presente que para contar con una sociedad civil
fuerte, pero también una democracia real, es básico contar con ciudadanos
informados.

PARTICIPACIÓN INSTITUCIONALIZADA

En relación a la participación más institucional, en este caso en los procesos de


asociación eurolatinoamericano y euromediterráneo, para que sea efectiva
debe cumplir una serie de requisitos. En primer lugar es necesario su recono-
cimiento, considerando el papel de la sociedad civil principalmente como con-
trol crítico e informado de los procesos, para lo que es necesario fomentar la
información y la transparencia de las reuniones, y aceptar la crítica constructi-
va que pueden aportar, liberándolas de las presiones gubernamentales y supe-
rando la visión de las organizaciones sociales como gestoras. Para ello es
imprescindible crear mecanismos de información, establecer un diálogo esta-
ble y realizar consultas a la sociedad civil para facilitar el intercambio de opi-
niones y la retroalimentación en la elaboración de las políticas. Todo esto
permitirá un mejor conocimiento de las políticas que se llevan a cabo y un
mejor seguimiento de sus efectos, teniendo en cuenta que la sociedad civil
puede jugar un papel importante en el impulso de las asociaciones y en su pre-
sentación y acercamiento a las poblaciones. En segundo lugar, hay que definir
el ámbito de actuación de los actores sociales, cuya participación no puede
quedar limitada a los capítulos sociales (normalmente el tercer pilar, y el
menos importante), sino que debe ampliarse al conjunto de las cestas de las
asociaciones, dada la enorme relevancia que tienen los aspectos políticos y
económicos, como núcleo duro de la toma de decisiones. En tercer lugar, se
deben crear también mecanismos estables y definidos de participación, que la
hagan efectiva, y que permitan una interacción con los poderes públicos, a tra-
vés de la consulta, la concertación, y la participación en la toma de decisiones y
en la ejecución de las políticas. En este sentido, además de los foros de la socie-
dad civil, deben abrirse también espacios de participación en el seno de las

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reuniones oficiales, para permitir la transmisión de los mensajes de la socie-


dad civil a los encargados de la toma de decisiones. También en el ámbito bila-
teral debe contarse con la participación ciudadana, crucial, por ejemplo, para
la ejecución de programas de cooperación en el campo de la democratización.
Para ello, finalmente, las iniciativas de la sociedad civil han de contar con un
apoyo financiero, principalmente para las asociaciones más pequeñas,
mediante una flexibilización y simplificación de los procedimientos de finan-
ciación de la Unión Europea, una mayor información sobre los mismos y un
incremento de los proyectos a pequeña escala, a los que sea más fácil acceder.

ENCUENTROS Y FOROS DE LA SOCIEDAD CIVIL

Como se ha visto en los estudios de caso, una de las principales vías de partici-
pación con las que cuentan los actores sociales son los foros y los encuentros de
la sociedad civil, en paralelo a las grandes reuniones oficiales. No obstante,
estos espacios también presentan algunas limitaciones que es necesario tratar
de superar. Además, deben ser considerados como una más de las diversas
actividades que llevan a cabo los actores sociales para incidir en la política glo-
bal y, en este caso, europea. En el supuesto de los foros de la sociedad civil
impulsados desde la Unión Europea, uno de los problemas más señalados es su
instrumentalización. Para evitarla, estos espacios deben ser más participativos
e independientes del control gubernamental, asegurando su organización e
impulso por la propia sociedad civil, de forma que permitan realizar un segui-
miento real y crítico de las políticas. En relación a la participación, se ha
comentado ya que suelen tener más peso las grandes organizaciones del norte
(muchas veces funcionales a los planteamientos oficiales), quedando excluidas
las iniciativas y pequeñas organizaciones del sur (que también encuentran
mayores dificultades por las reticencias de sus propios Gobiernos), así como
las más críticas, lo que resta representatividad y legitimidad a estos espacios.
Para evitar estos problemas, hay que establecer mecanismos participativos e
independientes (dada la reticencia de algunos Gobiernos) para la selección de
los participantes, y mejorar el conocimiento de las realidades locales, para
poder incluir a organizaciones con una labor importante pero sin recursos o
poco conocidas. Todo proceso de selección debe partir, además, de las inicia-
tivas y redes sociales ya creadas desde las propias sociedades civiles nacionales
y regionales, y contar con la diversidad como uno de sus principales valores.
Para ampliar la participación también hay que mejorar los mecanismos de
financiación para acudir a los foros, así como eliminar las trabas a la libre

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movilidad de los participantes. En el ámbito euromediterráneo, asimismo, se


debe hacer un esfuerzo por incorporar el mundo islámico a los debates, de cara
a mejorar el diálogo cultural, superando las visiones eurocéntricas, y teniendo
en cuenta su importancia en las calles de los países árabes. Finalmente, hay que
tratar de limitar la participación de las organizaciones paragubernamentales,
que gozan de otros espacios. No obstante, incluso ampliando la participación,
no debe olvidarse que las ONG presentes en los foros no representan a toda la
sociedad civil, y que además sus miembros no han sido elegidos. Por ello, hay
que hacer un esfuerzo por abrir coordinaciones participativas de la sociedad
civil en el ámbito nacional, fomentando la creación de redes inclusivas, como
base de los foros de la sociedad civil; pero también hay que ampliar estos espa-
cios con otros encuentros y actividades igualmente importantes, y que resultan
complementarios, con la idea también apuntada de crear sinergias. En cuanto
a los encuentros alternativos, suelen tener una participación más amplia, al
conseguir movilizar a más redes (siempre que se consiga asegurar la libre
movilidad y la financiación de los desplazamientos), así como una mayor
repercusión en la opinión pública (a pesar de las limitaciones mediáticas
comentadas) pero un menor impacto en la toma de decisiones, por lo que
deben ser considerados como complementarios. Al mismo tiempo, las autori-
dades deben reconocer estos espacios como lugares necesarios en los que la
ciudadanía se expresa libremente, por lo que deben tener en cuenta también
las propuestas surgidas de los mismos. Finalmente, otro de los problemas a los
que se enfrentan tanto los foros de la sociedad civil como los encuentros alter-
nativos es su falta de continuidad entre las sucesivas convocatorias, y aquí han
de hacer un esfuerzo por crear estructuras o comités de seguimiento que per-
mitan hacer un seguimiento de los avances y retos que aún quedan pendientes,
como forma también de valorar sus fuerzas y posibilidades.

IMPACTO

La sensibilidad de las organizaciones internacionales, y en este caso de la


Unión Europea, en torno a la necesidad de contar con la participación de
la sociedad civil no puede limitarse, sin embargo, a la creación de espacios
de encuentro o de mecanismos de participación, si éstos no tienen un impacto
real en las políticas que impulsan. En efecto, contar con la sociedad civil tam-
bién supone incorporar sus demandas y propuestas en las políticas que llevan
a cabo. En este sentido, para acercar los procesos de asociación a los ciudada-
nos involucrados, éstos deben hacerse eco de sus preocupaciones, por ejemplo,

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en el campo del empleo, de las condiciones sociales y económicas, o de los


derechos humanos y de los derechos económicos, sociales y culturales. En el
campo de los derechos humanos y la democratización, para mostrar el interés
real de los procesos de asociación por estos temas, deberían situarse en el cen-
tro de las agendas, como principal demanda de sus ciudadanos. En este ámbi-
to, se debe asegurar la participación de las mujeres en pie de igualdad, se debe
aplicar la cláusula democrática cuando los derechos humanos sean vulnerados
(tanto en el norte como en el sur), y trabajar por un bienestar económico y
social de las poblaciones, para que las medidas económicas impulsadas desde
los procesos de asociación no vayan en su detrimento. Asimismo, se debe
fomentar la creación de grupos de trabajo sobre la situación de los derechos
humanos o de las condiciones económicas y sociales, facilitando el intercam-
bio entre expertos, investigadores, asociaciones, etc. En definitiva, es necesa-
rio una mayor receptividad a las demandas ciudadanas, y no sólo aquellas más
próximas a los intereses de la UE, sino también las más críticas. Sólo de esta
forma la participación de la sociedad civil será real, con impacto en la aplica-
ción de políticas que reflejen una preocupación por las poblaciones.

MIGRANTES

Un tema que no se ha tratado con profundidad aquí, pero que está convirtién-
dose en una de las dinámicas más importantes de la globalización, es el papel
que pueden jugar las redes transnacionales de migrantes en estos ámbitos. En
efecto, se han convertido en importantes agentes de codesarrollo (en la medi-
da en que permiten un mejor conocimiento entre diversas realidades, la de
origen y la de destino, y un intercambio de experiencias), así como económi-
cos (a través de las remesas, que son incluso uno de los principales ingresos de
algunos países de América Latina y el Magreb). En este sentido, es imprescin-
dible contar con sus aportaciones, teniendo en cuenta el importante papel que
pueden jugar en la creación de vínculos norte-sur, por ejemplo, en los espacios
eurolatinoamericano y euromediterráneo. Son por tanto un actor clave en el
diálogo entre civilizaciones. Es además un campo en el que debe cuidarse la
coherencia, ya que permite la plasmación de la preocupación por los derechos
humanos en un campo concreto, así como la proyección del modelo social que
busca impulsar la Unión Europea. La percepción que tengan estas personas al
llegar a las sociedades europeas tendrá una gran incidencia en la percepción
que trasladarán a sus sociedades de origen, por lo que hay que actuar contra su
discriminación en Europa y abrir espacios de diálogo con estos colectivos.

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Asimismo, la Unión Europea ha insistido en la coherencia de la política de coo-


peración para el desarrollo con el resto de políticas europeas, y éste es un
campo clave, como se ha señalado en repetidas ocasiones en los encuentros de
la sociedad civil, principalmente en relación al enfoque con que se enfrentan
estos temas, todavía demasiado anclado en cuestiones de seguridad y con una
conexión peligrosa con la lucha contra el terrorismo. A este respecto, se ha
avanzado en la puesta en marcha de políticas de codesarrollo, pero incluso
aquí, se trata todavía demasiado de políticas de control más que de gestión de
flujos, y no logran superar esa idea de “Europa Fortaleza” que se vislumbra en
las diversas leyes de extranjería. El éxito de las políticas de desarrollo y de la
proyección exterior de un modelo europeo de relaciones internacionales más
justas tiene aquí uno de sus principales retos.

5. UNA ÚLTIMA REFLEXIÓN

Se han tratado de apuntar en estos diez puntos algunas esferas en las que es
necesario comenzar a trabajar para lograr una inclusión real y efectiva de los
actores sociales en la acción exterior de la Unión Europea. No se trata de una
lista exhaustiva, pero sin duda mejorar estos aspectos ayudaría a crear
una sociedad internacional más democrática, y en el campo concreto de la
Unión Europea, le permitiría mostrar en la práctica su supuesta preocupación
por estos temas.
Este libro se ha dedicado a valorar la consideración de los movimientos
sociales globales como actor internacional en un marco concreto: la acción
exterior de la Unión Europea. Indudablemente, se podrían ampliar los análisis
a otras esferas de actuación de estos movimientos sociales, analizando su
impacto en diversos contextos globales o regionales, e incluso al estudio de
otras fuerzas transnacionales que están cobrando una importancia creciente,
como es el caso de las redes transnacionales de migrantes. En definitiva, no se
agota en estas páginas el campo de análisis de las fuerzas sociales en el escena-
rio internacional, tan sólo pretenden contribuir a la profundización de los
estudios sobre estos nuevos actores sociales, mostrando la relevancia de estos
temas, y las potencialidades que estos actores tienen en la creación de dinámi-
cas democratizadores en el campo de las relaciones internacionales.

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