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ISBN: XX
DEPÓSITO LEGAL: XX
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN 15
BIBLIOGRAFÍA 311
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PRÓLOGO
La obra que presentamos es, por ahora, la última etapa en la actividad investi-
gadora de la autora, Enara Echart. Es la hija de la Tesis Doctoral que, sobre “Los
movimientos sociales como nuevos actores de la sociedad internacional. Su
papel en la acción exterior de la Unión Europea”, defendió con éxito el 15 de
diciembre de 2006. Pero todo el mundo —comenzando por las editoriales—
sabe que las tesis son impublicables y que requieren un esfuerzo de adaptación
para que los lectores puedan acceder al tema en cuestión sin morir en el inten-
to. No deja de ser curioso que se pida a la madre de la criatura que sacrifique
parte de ella para que los demás puedan verla. En todo caso, la autora no es pri-
meriza, ya que, además de otros escritos, ha publicado, junto a Sara López y
Kamala Orozco Origen, protestas y propuestas del movimiento antiglobalización
(Madrid, IUDC-La Catarata, 2005).
El resultado es el que el lector tiene en sus manos. Un texto que nace desde
la necesidad de indagar en profundidad en un aspecto clave del mundo en el
que vivimos y sobre el que cada uno de nosotros tiene una visión distinta, que
suele oscilar entre quienes ensalzan los movimientos sociales como únicos sal-
vadores del desastre en el que está sumido nuestro planeta, hasta quienes los
anatematizan asociándolos a la violencia más extrema. Para empezar, la autora
los conoce de primera mano y, por tanto, está plenamente autorizada a hablar
de ellos con pleno conocimiento de causa (nunca mejor dicho); pero, además,
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PRÓLOGO
Sólo en épocas muy recientes, como recoge Enara Echart, distintos auto-
res consideran ya a estas entidades como parte intrínseca de la vida interna-
cional y los tratan como tales.
No es tarea fácil, dado que son entidades complejas, variables, con una
agenda heterodoxa, poco dadas a la estandarización que es más propia de apli-
car a otros actores internacionales. Su dinamismo tampoco facilita la tarea de
aplicarles clichés preestablecidos.
Desde ese estado de la cuestión, más bien conservador, todo lo nuevo es
potencialmente rupturista y siempre es sospechoso quien intenta alterar las
reglas del juego bien conservadas. Pero es evidente que los movimientos socia-
les han traído un aire fresco al agonizante mundo en el que vivimos y se han
convertido en el altavoz de los más débiles y excluidos. Son numerosos, de la
más variada gama, reivindicativos y consolidan otra forma de participación que
permite estar más cerca de lo realmente importante para buena parte de la
población del planeta. Por eso es importante que alguien haya dado el paso para
realizar un tratamiento académico exhaustivo sobre un asunto bastante ignora-
do de los textos sobre relaciones internacionales que solemos manejar.
Frente a la rigidez institucionalizada del comportamiento gubernamental,
los movimientos sociales aportan la riqueza de formas y conductas más próxi-
mas a las personas, más cercanas a una auténtica ciudadanía que tiene poca
consideración hacia las fronteras, tanto las físicas como las mentales. Frente a la
agenda oficial propia de las grandes cumbres internacionales, encontramos
la agenda real de quienes luchan por hacer realidad que otro mundo es posible.
Esa irrupción de la que nos habla Enara Echart pone en cuestión un com-
portamiento político elitista, cada vez más encastillado (a este paso las reunio-
nes de los líderes mundiales que dicen representarnos se realizan cada vez más
lejos de los ciudadanos), frente a un trabajo colectivo, escasamente nominalis-
ta, pero más cercano a los problemas y las soluciones reales.
Otro elemento significativo es cómo vemos o, mejor dicho, cómo nos
hacen ver estos movimientos sociales, lo que muchas veces pasa por el filtro de
los medios de comunicación, que suelen realizar una lectura sesgada, cuando
no tendenciosamente intencionada de qué son y qué hacen estos movimientos.
Y suele ser fácil ver cómo se intenta identificar ciertas conductas aisladas con
todo el conjunto, igualando antisistema a violencia, cuando lo que se utiliza es
la fuerza de las palabras y de las ideas que apuestan por otras formas de gobier-
no mundial. Precisamente en el momento de escribir estas líneas conocemos
que un tribunal italiano ha condenado a quince funcionarios de ese país por
maltratar a varios manifestantes durante las protestas contra la Cumbre del G-8
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PRÓLOGO
ellos. Puede que con esto tenga que ver una cierta “sectarización” que lleva a
que muchos de quienes están implicados sigan los discursos de los principales
responsables como si fueran “gurús” de la Buena Nueva.
Otra crítica frecuente tiene que ver con la ausencia de propuestas por parte
de esas entidades. El más ciego es el que no quiere ver y a poco que uno maneje
un ordenador encontrará cuáles son las opciones que se manejan desde esa otra
forma de ver la realidad internacional. No sólo hay protestas, que también las
hay, sino que encontramos toda una serie de propuestas que bien podrían clasi-
ficarse de realistas, no dogmáticas y con pleno sentido humanizador.
Desde hace tiempo también se puede ver el eterno debate entre idealismo
y pragmatismo y cómo algunos de estos movimientos pierden su virginidad y su
espontaneidad al vincularse a un trabajo que, para tener impacto, necesita a
su vez dosis creciente de institucionalización.
Bienvenida sea esta obra que es útil, necesaria y que servirá para que
ampliemos la mirada sobre el mundo en que vivimos. Desde el Instituto
Universitario de Desarrollo y Cooperación nos sentimos muy complacidos de
continuar divulgando cuestiones de especial interés no sólo para el ámbito
universitario, sino para quienes quieran saber más para así actuar mejor.
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INTRODUCCIÓN
Nos encontramos en un contexto en el que cada vez son más activas las fuerzas
sociales (organizaciones no gubernamentales, comunidades universitarias,
movimientos sociales, etc.) en la sociedad internacional, como viene demos-
trando su participación en los diferentes encuentros que se celebran en el
ámbito internacional. La potenciación de esta participación ha entrado inclu-
so en los discursos tanto de los Estados como de las organizaciones internacio-
nales, cuyas políticas citan a menudo la necesidad de fortalecer la sociedad
civil. Esta nueva realidad se explica en parte como respuesta a una práctica en
la que los ciudadanos cada vez se encuentran más distantes de la toma de deci-
siones, consecuencia de lo que algunos autores denominan la crisis de los sis-
temas democráticos actuales (Held, 2001).
Ese alejamiento de los centros decisores de las instancias donde la ciuda-
danía puede participar quiere ser revertido, y los actores sociales intentan
hacerse hueco en las grandes reuniones que dirigen el mundo. El objetivo del
libro es analizar si esa participación de las fuerzas sociales en la escena inter-
nacional es efectiva a la hora de influir en la toma de decisiones que se da en
esos encuentros internacionales, y si se les puede considerar como un nuevo
actor emergente en las relaciones internacionales. Se parte para ello de la pre-
misa de que la participación ciudadana es básica para la construcción de un sis-
tema democrático. Por tanto, se analizarán los nuevos procesos que se están
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INTRODUCCIÓN
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nuevos actores internacionales, como son las fuerzas sociales, ya que el estudio
permanece todavía demasiado anclado en concepciones clásicas, dificultando
la incorporación de nuevas fuerzas que, sin embargo, han ido demostrando en la
práctica su capacidad de actuación en la escena internacional.
En efecto, en los últimos tiempos se han multiplicado las referencias a
un movimiento global, en un principio criminalizado, pero que ha ido
demostrando su capacidad de organización en la escena internacional (con la
creación de redes y la celebración de importantes encuentros, entre los que
destaca, a pesar de no ser el único, el Foro Social Mundial), de movilización
(como mostraron las movilizaciones mundiales contra la guerra de Irak, y
otras más específicas, como las protestas contra el Tratado de Libre
Comercio de las Américas, que han recorrido América Latina), y de inciden-
cia (tanto en la escena internacional, con apertura de vías de participación de
distinta naturaleza, como en ámbitos más locales, mostrando una capacidad
de actuación en diversos niveles). Estos ejemplos, así como otros que se irán
viendo, muestran la importancia y la necesidad de su análisis, con vistas a
entender mejor la configuración de fuerzas en una sociedad internacional
cada vez más interdependiente.
Los propios actores sociales han hecho un esfuerzo considerable por ofre-
cer marcos de análisis de las dinámicas de la sociedad internacional, así como
por iniciar reflexiones teóricas sobre su propia actuación, uniendo teoría y
praxis. Esta necesidad de análisis puede entenderse desde diferentes ópticas.
Por un lado, en el movimiento global participa una parte importante de lo que
se conoce como la generación más preparada del mundo, principalmente en
los países occidentales, donde el acceso a estudios superiores está cada vez más
extendido. Por otra, las primeras aproximaciones a estos movimientos globa-
les, principalmente desde los medios de comunicación de masas, incidían en
los aspectos más criminalizadores, tópicos que los sujetos sociales han inten-
tado superar ofreciendo interesantes reflexiones.
En cuanto a la academia, tampoco se ha mostrado particularmente abierta
a estos nuevos análisis, en parte debido a la dificultad de estudiar fenómenos
tan novedosos y difícilmente clasificables. Los investigadores de estos movi-
mientos sociales han buscado hacerse hueco en los espacios académicos, for-
taleciéndose mediante la creación de redes de intercambio de información y de
experiencias. Este libro quiere también impulsar esos lugares de pensamien-
to, ofreciendo herramientas desde las que comenzar a trabajar en estas nuevas
temáticas. En este sentido, la consideración de los movimientos y organiza-
ciones sociales como nuevos actores internacionales ayudará a una mejor
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INTRODUCCIÓN
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otras opuestas. Por tanto, para una mejor comprensión de esta nueva realidad
resultaba conveniente otorgarles espacios distintos. Además, la mayor parte de
los estudios sobre la incidencia de los actores sociales en la escena internacio-
nal se han centrado en las ONG, incluyendo en esta categoría a fuerzas muy dis-
tintas, siendo más escasos aquellos dedicados específicamente a los movimientos
sociales globales. A pesar de que en estos últimos participan algunas ONG, la
parte no debe confundirse con el todo, y por ello se ha optado por explicar
ambas realidades.
El segundo bloque se centra ya en la participación de estos actores socia-
les en la acción exterior de la Unión Europea, con estudios de caso en los que
contrastar el marco teórico presentado con anterioridad. La elección de la
Unión Europea, como bloque regional con un peso importante en el escenario
internacional y con unos rasgos característicos, se debe a que se trata de un
buen marco para el análisis. Tanto el discurso de la Unión Europea como su
pretensión de proyectar al exterior los valores democráticos en los que se
asienta dan un lugar importante a los sujetos sociales en la construcción y la
actuación de esta entidad. Además, la Unión Europea es un actor importante en
el ámbito específico de la cooperación para el desarrollo, campo en el que las
fuerzas sociales son especialmente activas. El primer capítulo se centra así en
la importancia otorgada a la participación de la sociedad civil en la acción exte-
rior de la Unión Europea, y en concreto en su política de cooperación para el
desarrollo, al ser la que nos permita introducir el caso de estudio.
Se estudian a continuación las relaciones entre la UE y América Latina y el
Caribe, por un lado, y el Mediterráneo, por otro, como ejemplos de ese mode-
lo de cooperación que pretende impulsar la UE en su acción exterior. Son
además regiones de importancia para la propia política exterior española, por
lazos históricos y cercanía geográfica. No obstante, el marco teórico presenta-
do puede ser aplicado a las relaciones europeas con otros bloques regionales.
El segundo capítulo se adentra en el estudio concreto del papel que han jugado
los movimientos y las organizaciones sociales en las relaciones de la Unión
Europea con América Latina y el Caribe, presentando brevemente estas rela-
ciones, el papel que en ellas se otorga a la participación de la sociedad civil,
para analizar después las formas concretas de participación que se articulan en
torno a las grandes Cumbres UE-ALC de Río, Madrid, Guadalajara y Viena,
estudiando los foros de las sociedad civil en los que participan las ONG y otros
encuentros alternativos organizados por los movimientos sociales. Se intenta
vislumbrar el grado de incidencia que en estos encuentros llegan a tener las fuer-
zas sociales. Se plantean además a lo largo de este estudio nuevos interrogantes,
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INTRODUCCIÓN
La pasión de decir
Ese hombre o mujer está embarazado de mucha gente.
La gente se le sale por los poros.
Así lo muestran, en figuras de barro, los indios de Nuevo México:
el narrador, el que cuenta la memoria colectiva, está todo brotadito de personas.
EDUARDO GALEANO
El libro de los abrazos
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PRIMERA PARTE
CAPÍTULO 1
EL LUGAR DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN LAS RELACIONES
INTERNACIONALES
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también resaltar el peligro de cooptación que señala respecto a las ONG, deri-
vado precisamente de ese deseo de incrementar su influencia en las OIG: “[...]
las ONG han caído en una especie de trampa de la que cada vez les es más difí-
cil salir. Por haber buscado sistemáticamente el apoyo de los Estados y de las
OIG, se han dejado arrastrar al camino de una cooperación que, de partida, ya
estaba falseado. Lejos de representar un punto de vista opuesto al de los
Estados, las ONG que han solicitado y obtenido el estatuto consultivo han ter-
minado, en la mayoría de los casos, plegándose al juego de los Estados, a través
de las OIG cuyo funcionamiento controlan. De este modo, la iniciativa privada
ha venido, paradójicamente, a consolidar un sistema de relaciones y de orien-
taciones del que en un principio habría querido separarse” (Merle, 1991: 430).
En su aproximación a la opinión pública “animada por el militantismo
político o ideológico”, la explica como “manifestaciones más o menos concer-
tadas mediante las cuales algunos grupos, que actúan simultáneamente en
varios países, se esfuerzan por crear un movimiento favorable a la defensa de
una causa determinada” (Merle, 1991: 458), pudiendo ser espontáneas o coor-
dinadas, con peso en las políticas de los Estados. Señala aquí algunas limita-
ciones, como la movilización puntual en torno a acontecimientos señalados, y
el hecho de que, si éstos son continuos, acaban por llevar a la apatía de las
masas. Este problema sigue dándose en la actualidad, aunque hay cada vez más
esfuerzos por crear plataformas, tales como los foros propios, que den conti-
nuidad a las acciones, para no limitar el movimiento a sus meras manifestacio-
nes públicas. Además, según el autor, “la opinión militante está fragmentada
por las diferencias ideológicas o por las geográficas y, también frecuentemen-
te, la universalidad de que se reclaman es ficticia”. Este punto, si bien sigue
siendo cierto, se ha convertido en una de las bazas del movimiento global (aun-
que también permanece como una de sus debilidades), ya que a pesar de las
diferencias, multitud de movimientos de diversa índole han logrado unirse en
torno a algunos objetivos comunes, básicamente relacionados con las deman-
das de justicia global, coordinando las esferas local (donde tienen cabida las
reivindicaciones más concretas) y global (en la que esas reivindicaciones se
unen para presionar en la escena internacional).
Para Merle, “El impacto de esta opinión sobre el comportamiento de
aquellos que toman las decisiones dependerá, en consecuencia, de la fuerza
respectiva de las corrientes en presencia y de las relaciones que se establezcan
entre cada una de ellas”, aunque sí es el medio del que podría surgir una con-
ciencia colectiva, con incidencia real, si consiguen sobrellevar algunos proble-
mas, tales como: a) la diversidad de causas por las que se moviliza (ya se ha visto
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ya que este mismo término implica al Estado como centro, al tener como refe-
rencia las fronteras estatales, por lo que prefiere hablar de “sociedad interna-
cional”. En cuanto a las relaciones que se dan en esta sociedad internacional,
las define como “aquellas relaciones entre individuos y colectividades huma-
nas que configuran y afectan a la sociedad internacional como tal” (Arenal,
1994: 424), lo que permitiría considerar a los movimientos globales como un
actor de dichas relaciones, por su incipiente incidencia en las mismas. En
efecto, para este autor, “la sociedad internacional de nuestros días no es exclu-
sivamente interestatal, sino también transnacional y humana, en razón de la
diferente naturaleza de los actores de la misma y de su interrelación e interac-
ción, del carácter múltiple y variado de las relaciones e interacciones que se
producen en su seno y del alcance común y global de los problemas y solucio-
nes” (Arenal, 1994: 431), resaltando así la necesidad de volver a situar al hom-
bre en el centro de una teoría de las relaciones internacionales, recuperando la
dimensión humana. Se resalta aquí la importancia del cambio en una sociedad
internacional dinámica, así como la conexión entre una teoría de las relaciones
internacionales, y la práctica a la que ésta puede servir, en cuanto solución de
problemas globales urgentes (la paz, el respeto de los derechos humanos, el
medio ambiente, etc.), desde una orientación normativa.
La irrupción de estos nuevos actores también podría relacionarse con el
llamado “regreso del individuo a la política internacional”, del que habla
Esther Barbé (1995), en los años ochenta, en un principio en torno a temas
como derechos humanos, democracia y desarrollo sostenible, con la aparición
de foros en la Cumbre de la Tierra de Río (1992), en la Conferencia de Derechos
Humanos de Viena (1993) y otros, pero cuya actuación se va extendiendo a
otros ámbitos, sobre todo el económico, con cumbres paralelas a los encuen-
tros de las grandes organizaciones financieras internacionales, como el FMI o
el Banco Mundial, o de organizaciones supranacionales como la Unión
Europea. En su manual de 2003, actualizado, Barbé da pistas interesantes en lo
que se refiere a nuestro objeto de estudio, si bien limitadas todavía, ya que no
incorpora a los movimientos contra la globalización neoliberal entre los acto-
res, aunque los contempla en uno de los capítulos finales. Señala, como una de
las características de la heterogeneidad de las relaciones internacionales, la
pluralidad de actores y objetivos considerados a partir de las teorías transna-
cionalistas, al tener en cuenta no sólo la soberanía, sino también otros “crite-
rios funcionales (capacidad de movilizar recursos, habilidad para crear
solidaridades, lealtades e identificaciones, etc.)” (Barbé, 2003: 120), aunque
todavía no se pueda hablar de una comunidad internacional.
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estructural del poder de Susan Strange (May, 1996), que analiza las diferentes
dimensiones del poder: la financiera, la productiva, la de seguridad y la del
conocimiento, a la hora de explicar la posición de los Estados en el sistema
internacional, frente a aquellas teorías que se ocupan únicamente de la dimen-
sión material del poder, teoría que puede sernos útil para situar a la Unión
Europea en el tablero internacional, ya que su posición en el sistema no puede
explicarse únicamente en términos de poder clásico, o militar.
La teoría feminista, por su parte, ha tenido gran influencia en los estudios
sobre desarrollo que intentan aprehender la diversidad social, y ha evoluciona-
do desde posturas centradas en las mujeres hasta el enfoque más global de
género (Sylvester, 1996; Rodríguez Manzano, 2005). Son importantes aquí la
diversidad, las identidades, que construyen las relaciones de poder. Se parte de
la premisa de que el Estado, la soberanía, la seguridad, etc., no son conceptos
neutros en perspectiva de género, sino fruto de una construcción patriarcal de
las relaciones. Es necesario, por tanto, para su estudio, introducir la variable
género. Estas teorías han jugado un papel importante en el intento de configu-
rar nuevas relaciones, incluso en el seno de los movimientos sociales, siendo
género una variable ineludible para un cambio de las estructuras existentes,
desde la misma base. Ha sido también uno de los elementos que se han ido
incorporando a la agenda oficial de las grandes organizaciones, con importan-
tes conferencias dedicadas a la mujer.
Por su parte, el constructivismo (por ejemplo de la mano de A. Wendt), al
negar la separación que hace el realismo entre la esfera de la política interna y
la de la política internacional de los Estados, y entender que la acción exterior
de los Estados ha de estar inspirada en sus valores internos si quiere mantener
su legitimidad, da un poder de influencia mayor a la sociedad civil, que puede
comparar las prácticas de los Estados con su discurso, sobre todo si está bien
informada. El constructivismo, aunque parte de la existencia de un régimen
internacional, no entiende su surgimiento en términos racionalistas o de
hegemonía, sino en función de principios morales que rigen en el interior
de los Estados, necesarios para su legitimidad y para la cohesión social, y que se
proyectan al exterior. Estas teorías hacen una crítica radical al realismo, que
ven no como una explicación de la realidad, sino como una construcción de la
misma, que ha guiado la política exterior de los Estados, como profecía auto-
cumplida, como teoría legitimadora de la práctica, creando así relaciones con-
flictivas. Las relaciones son construidas por los Estados, por lo que es posible
construir relaciones sociales emancipatorias, construcción en la que participan
multitud de actores. En estas construcciones es importante la configuración de
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y orden mundial. En este sentido conviene recordar que para Cox toda teoría es
siempre para alguien y para algún propósito, adoptando un enfoque normativo
claro.
En la concepción de Cox, tiene gran importancia el concepto de hegemo-
nía gramsciano8. Las estructuras históricas se mantienen gracias a la hege-
monía, que es precisamente la que permite que se ajusten las tres dimensiones.
Aquí son importantes las organizaciones internacionales, que ayudan a la
expansión de valores y normas, legitimando ideológicamente el orden mun-
dial, y al consenso en torno a ellos, mediante la cooptación de las élites de los
países periféricos y la absorción de ideas contrahegemónicas haciéndolas con-
sistentes con la doctrina oficial (Cox, 1996: 494-523). La estrategia pasa por
conceder al movimiento opositor un papel ampliado en el seno del sistema, con
objeto de reforzar la legitimidad de éste, sin alterar por ello ninguna de sus
bases. Esto se ha visto, por ejemplo, con la incorporación en el discurso oficial
de ideas provenientes de los movimientos sociales, aunque matizadas, tales
como el ecologismo, la igualdad de género o el respeto a los derechos humanos.
Así, por ejemplo, el concepto de desarrollo sostenible que manejan las institu-
ciones financieras no siempre se corresponde con el sentido original del
mismo, que queda desvirtuado.
En cuanto a la dinámica actual de la globalización, Cox plantea un análisis
interesante. Por ejemplo, en referencia a la relación dialéctica entre interde-
pendencia y territorialidad, útil para el análisis de los movimientos contra la
globalización neoliberal. A pesar de las tendencias económicas que suponen un
desafío a la territorialidad, el aumento de la interdependencia no tiene su
correlato necesario en una dilución proporcional de la territorialidad, ya que la
defensa del sistema económico mundial, el terreno en que más ha progresado
con diferencia la interdependencia, continúa dependiendo de la potencia
territorial, en la que reside el poder político-militar; y además, la base territo-
rial es uno de los pilares de apoyo a los que recurre el contra-movimiento hete-
rogéneo que se opone a la mundialización económica9. También recupera el
análisis que Karl Polanyi10 hace del desarrollo del capitalismo desde la
Revolución Industrial hasta mediados del siglo XX, que amplía incorporando
la crisis del Estado de bienestar en los años sesenta y setenta, como vuelta a la
primera fase de Polanyi, pero esta vez a escala global. Si bien en los años ochen-
ta este nuevo capitalismo parecía triunfante, posteriormente sus consecuencias
sociales destructivas (aumento de la polarización social, relación problemática
entre finanzas y producción, movimientos migratorios, distinción no sólo geo-
gráfica entre centro y periferia e implicaciones ecológicas dramáticas de los
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patrones de consumo) se han hecho patentes. Esto se vincula con una crisis
general de la política institucional (desilusión, desapego popular y despolitiza-
ción). Siguiendo el esquema de Polanyi, Cox considera que en la actualidad nos
encontramos en una segunda fase, reedición a nivel global de la respuesta
social a las consecuencias depredadoras del capitalismo salvaje. Pero para que
la acción de respuesta sea exitosa, es precisa una reestructuración global de la
sociedad civil.
Estas consideraciones sobre el contexto actual llevan al autor a definir
unas líneas de evolución principales de la globalización (Cox, 1997): a) polari-
zación social, con fracturas ya transnacionales, que delimitan la sociedad civil
global; b) descomposición del Estado, que tiene como uno de sus síntomas la
gestación de una sociedad civil transnacional en la que intervienen movimien-
tos sociales de toda índole que actúan al margen de las estructuras políticas
convencionales; c) diversificación del capitalismo, como constitución de blo-
ques económicos (o regionalismo) y de la rivalidad entre los distintos modelos
de organización del capitalismo (anglo-norteamericano, asiático y renano o
europeo); d) el problema ecológico, que lleva a la necesidad de un desarrollo
sostenible con el medio ambiente; e) el diálogo de civilizaciones, que termine
con la maniquea visión, heredera de las mentalidades de la guerra fría, que ve
al otro como amenaza; y f) la recomposición de la sociedad civil transnacional,
a partir de los movimientos sociales progresistas, necesaria para la viabilidad
del proyecto emancipador coxiano, y que ya se está dando en respuesta a los
efectos nocivos del nuevo capitalismo. La pérdida de confianza en el Estado
puede compensarse con un aumento en la movilización de la sociedad civil.
Hay un sentido de democracia que puede construirse desde ese desarrollo de la
sociedad civil: la democracia participativa.
Estas tendencias pueden llevar a la construcción de un nuevo multilateralis-
mo, basado en la comunicación igualitaria, en la participación, y con preocupa-
ciones normativas de cara a un orden mundial más justo e igualitario, como
interlocutor de las nuevas fuerzas sociales, que sería construido desde abajo,
desde la sociedad civil articulada, fruto de una transformación más que de un
desarrollo incremental del actual. Aquí el regionalismo puede tener un papel
importante, como paso intermedio, ya que es más cercano a los problemas de la
gente, siempre que las fuerzas sociales ganen peso en él. Para ello, también es
necesario pasar a un sentido de la política más centrado en la acción colectiva
para la consecución de objetivos comunes, ya que la posibilidad de reconstruir la
sociedad y la política desde abajo necesita revivir el sentido de responsabilidad
colectiva en los movimientos sociales, con un entendimiento entre culturas.
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torno a la lucha contra esa globalización, fuente de los problemas globales, pero
con impactos también locales. En efecto, hay tantos motivos para protestar con-
tra la globalización como aspectos existen de ese fenómeno, y los movimientos
la utilizan como marco general en el que unir diversas luchas (frame-bridging).
Así, frente a la diversidad existente en el seno de los movimientos por la “justi-
cia global”, como los denomina Tarrow, la estrategia es crear marcos multitemá-
ticos (multi-issue frames), es decir, no centrados en una única idea, lo que es
posible por la existencia de blancos comunes que ofrece el internacionalismo,
como el FMI, la OMC o EE UU, que condensan en una sola imagen una amplia
gama de objetivos (2005: 73), o la Unión Europea, que es también un objetivo
visible hacia el que dirigir las demandas, por las fuertes interrelaciones que se
dan en su seno entre el ámbito doméstico y el supranacional. En palabras
de Della Porta (en Tarrow, 2005: 135) esta unión heterogénea lleva a una forma de
organización propia, donde “las diferencias internas son la fuerza directriz en la
búsqueda de formas de participación que respeten la ‘subjetividad’ individual,
evitando compromisos exclusivos y el control vertical; las normas del consenso
son privilegiadas frente las normas de la mayoría; la participación directa es
enfatizada frente a los mecanismos representativos, los líderes son considera-
dos como ‘portavoces’ o ‘facilitadores’”.
En definitiva, “el internacionalismo proporciona un marco en el que, uti-
lizando los regímenes internacionales, las instituciones y los encuentros como
focos, los actores no gubernamentales se encuentran en puntos de reunión
internacionales. Pero encontrarse y reconocerse con reivindicaciones simila-
res no es suficiente para construir un movimiento transnacional. Para que esto
ocurra se requiere un trabajo sostenido en el ámbito, la formación de más
amplias redes de confianza, y la coordinación de la acción colectiva más allá del
Estado nacional” (2005: 119). El estudio de su impacto en el marco de la Unión
Europea nos permitirá ver en la práctica algunas de estas cuestiones. Pero
antes, conviene detenerse en aquellos autores que, más allá de la definición
teórica de estos movimientos sociales globales, tratan de analizar sus impactos
en las relaciones internacionales.
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Zesar Martínez (en Grau e Ibarra, 2001: 15-33). En él, analiza los cauces que
articulan la relación entre organizaciones sociales e instituciones públicas,
refiriéndose al ámbito estatal, pero que puede extrapolarse, como se irá vien-
do, al sistema internacional. Parte de la premisa de que la participación de las
organizaciones sociales en el sistema político necesita de “la profundización
permanente del funcionamiento democrático de una sociedad a través de la
participación de las personas que conviven en ella”. Asimismo, señala que
actualmente el concepto de “participación” es clave en el funcionamiento de
cualquier institución, pero también que es “rentable en términos de imagen”,
utilizándose con diferentes propósitos. En definitiva, parte de un cuestiona-
miento del sistema representativo institucional, resaltando la distinción entre
estructura democrática y funcionamiento democrático. En efecto, en el actual
sistema político, con la disminución de la intervención del Estado, el rol de la
sociedad civil parece limitado a “articular los intereses colectivos” y “asistir
caritativamente a los sectores sociales que quedan marginados por no poder
competir en el mercado”, lo cual tiene repercusión en cómo se entiende la par-
ticipación social. Es decir, que la cultura política actual prima la delegación
frente a la participación.
Frente a esta forma de entender la participación, los movimientos socia-
les apuestan por modelos organizativos horizontales, asamblearios, antijerár-
quicos, aunque esto, a su vez, plantea el problema de la falta de liderazgo y de
las estructuras informales de poder. En este contexto, el autor distingue dos
formas de participación:
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Naciones Unidas tomaron de la Liga una red de trabajo que mantiene relaciones
importantes con ONG internacionales. Así, por ejemplo, la ONU da limitado
acceso a los grupos ciudadanos para influir en el proceso de decisión política a
nivel global, a través del Consejo Económico y Social o de las conferencias de
Naciones Unidas (donde también se celebran foros alternativos).
Como señala David C. Atwood (en Smith, 1997), las conferencias de
Naciones Unidas dan oportunidades para la movilización transnacional, que
influye en la preparación y en las negociaciones de la conferencia. También se
moviliza a la opinión pública en torno a determinadas temáticas, lo que ayuda
en la atención de los Gobiernos en ese tema. Aunque no tengan éxito, los movi-
mientos sociales afectan a la visión de la opinión pública, los términos del
debate, y ayudan a los movimientos sociales a aprender los procesos políticos.
Finalmente, las conferencias también ayudan a la creación de redes en torno a
un tema en diferentes países. También Jackie Smith (1997) ilustra cómo algu-
nas organizaciones de movimientos sociales transnacionales (OMST) intervie-
nen directamente en conferencias intergubernamentales para intentar influir
en el lenguaje de determinados tratados y para ayudar a implementar acuerdos
multilaterales. Sin embargo, suelen centrarse en educar a individuos y organi-
zaciones locales y nacionales sobre los problemas globales y los sistemas polí-
ticos designados para afrontarlos, incrementando la preocupación social en
determinadas temáticas, por la creación de marcos de movilización, y alteran-
do la visión de los Gobiernos sobre los costes de una determinada política.
En definitiva, los movimientos sociales interactúan con las organizacio-
nes internacionales para influir en normas internacionales, para cambiar la
distribución de bienes, derechos y poder en el orden internacional. Aquellos
que más se relacionan con estas organizaciones son más eficaces en su
influencia política. Si son exitosos, contribuyen al desarrollo de instituciones
y a renovar las normas institucionalizadas o regímenes. Normalmente, se sitúan
aquí las OMST de los países del norte, aunque se está logrando un mayor
equilibrio geográfico. No obstante, la mayoría de las OMST no tienen acceso a
las organizaciones internacionales, y se centran en mejorar las redes de inter-
cambio de información, conocimiento y experiencia. Un ejemplo en este sen-
tido es la Cumbre de Río, en 1992, en la que la mayoría de los movimientos se
centraron en las redes de ONG, más que en intentar influir en la Cumbre. El
principal objetivo aquí es construir una solidaridad transnacional más allá de
las fronteras estatales, cambiar las visiones y comportamientos, y las OMST
sirven de vehículos para la difusión de valores, marcos, prácticas, etc. Así, las
ONG internacionales son actores internacionales cuyo rol incluye ser fuentes
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En definitiva, los miembros de las OMST se han familiarizado con las normas
de funcionamiento del sistema internacional, principalmente gracias a los
encuentros regionales y globales, y han logrado establecer una división del tra-
bajo en los ámbitos nacional e internacional, que se refuerzan mutuamente.
Una de las principales capacidades de las OMST es esta posibilidad de trabajo a
numerosos niveles: influyen en las organizaciones internacionales y en otras
ONG internacionales, así como en la visión del público o las élites, en los ámbi-
tos nacional, regional o global. Además, se complementan unas a otras: miem-
bros de diferentes países tienen una variedad de recursos, en unos países
pueden hablar de lo que en otros obligan a callar. Por su parte, la mejora de las
telecomunicaciones ayuda a la creación de estructuras descentralizadas, lo que
permite a su vez una mayor participación democrática. Establecen de esta
forma diferentes vías de influencia en las decisiones políticas internacionales:
centran la atención de las élites y del público en general en importantes pro-
blemas globales (facilitando la comunicación transnacional, y ayudando a
generar consensos en torno a interpretaciones de problemas globales y de sus
soluciones); ayudan a los Gobiernos a aprender sobre un problema, o sobre los
costes políticos de no actuar; y, finalmente, su presencia ayuda a la rendición
de cuentas gubernamental, que en lo internacional suele ser pequeña.
Louis Kriesberg (en Smith et álii, 1997) señala que las organizaciones de
los movimientos sociales transnacionales pueden afectar, y de hecho lo hacen,
las políticas transnacionales, contribuyendo al desarrollo de una sociedad civil
global a través de relaciones de contención y cooperación. Para explicar esta
influencia, este autor comienza apuntando cuatro grandes tendencias en el
mundo actual que tienen implicaciones para las OMST:
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CUADRO 1
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GRÁFICO 1
Movimientos sociales
globales presionan a las OI OI Coaliciones participan en OI
por vías institucionalizadas
o en cumbres determinadas
Coaliciones
internacionales
presionan
la política Estados
de un Estado
Movimientos sociales
ETN presionan desde fuera,
en sus sedes locales
o con campañas
internacionales. Algunas
Movimientos sociales nacionales influyen ONG participan en sus
en la política nacional, o presionan para consejos. Regulación
que el Estado adopte una determinada por Global Compact
postura en las OI (vía indirecta)
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GRÁFICO 2
Condiciones de protagonismo
de la red crítica en el espacio
de governance
Impacto de la red crítica Impacto de la red
sobre las políticas crítica sobre el modelo
públicas de democracia
Condiciones de presencia de
la red crítica en el espacio
de governance
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El análisis de la sociedad civil global se ha ampliado en los últimos años con las
aportaciones de importantes autores. Cabe resaltar entre ellos a José Vidal-
Beneyto, que dirige una amplia recopilación de artículos en torno a esta temáti-
ca, referidos a las teorías, los actores y a las diferentes dimensiones de los
mismos, en Hacia una sociedad civil global (2003). Ya desde la introducción,
señala el doble uso del concepto “sociedad civil”, desde el conservadurismo
neoliberal se utiliza como herramienta para desmantelar el Estado, mientras
que otros sectores lo reivindican “como ámbito comunitario, mundial y alterna-
tivo” necesario. Para él, “la expresión ‘sociedad civil global’ traduce una nueva
percepción del mundo, impulsada por el auge de los movimientos ciudadanos
transnacionales [...] y por la conciencia de pertenecer, como especie humana, a
un sistema de equilibrio frágil y precario” (Vidal-Beneyto, 2003: 23).
En el apartado dedicado a las teorías, se apuntan algunas explicaciones en
torno a la sociedad civil global. Cabe recuperar la idea de John Keane, según la
cual, el simple hecho de que actualmente todo el mundo hable de sociedad civil
global es una prueba de su existencia y vitalidad. Su creación se vería impulsa-
da por tres fuerzas: la iniciativa ciudadana, el sistema de mercado y los orga-
nismos y el derecho internacional. Asimismo, se resalta que las relaciones de
la sociedad civil tienen una naturaleza horizontal, aunque se llama la atención
sobre el peligro de que la multiplicación de los centros de decisión y de los
actores lleve a un “nuevo medievalismo”. Desde una perspectiva constructivis-
ta, Ariel Colonomos ofrece un acercamiento a la sociedad civil global (en Vidal-
Beneyto, 2003: 139-156), “constituida sobre la base existente de sociabilidad,
siguiendo la imagen de los vínculos tecnológicos, los flujos migratorios y las
relaciones económicas”. Según este autor, “las dinámicas transnacionales de
los actores no estatales acaban creando una sociedad mundial articulada en
redes”. Estas dinámicas contribuyen al surgimiento de un “espacio público de
deliberación” a escala mundial, ayudando así a una humanización de las rela-
ciones internacionales, con importancia de las comunicaciones, que ofrecen
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otro lado, también se retendrán los peligros que entraña el intento de institu-
cionalización de algunas actividades de la sociedad civil (estatus consultivo de
las ONG, por ejemplo). En definitiva, de este autor se puede recuperar su
visión del análisis de los actores: “el análisis de su función más que de su esta-
tuto será lo que permitirá situarlos en el tablero internacional”.
El libro de Esther Barbé permite la ventaja de contar con un texto más
actual, que se hace eco de las últimas tendencias globales. La aproximación de
esta autora a los actores se acerca bastante a la de Merle: reconoce una plurali-
dad de actores, y su definición en términos funcionales, como la capacidad de
movilizar recursos (las grandes demostraciones en las diferentes cumbres
internacionales son uno de los principales recursos de estos movimientos), la
habilidad para crear solidaridades (se han visto las grandes redes que vinculan a
los diferentes colectivos a través de Internet, los encuentros en los que se plas-
man, etc.) o identidades (a pesar de los intentos de deslegitimar estos movi-
mientos de cara a la opinión pública, sobre todo por las demostraciones de actos
violentos, lo cierto es que se está creando una identidad de los “antiglobaliza-
ción” o “altermundialistas”). Se tratará, en definitiva, de ver su función, su
influencia, en el escenario internacional. Además, esta autora, a pesar de no
tener en cuenta a los movimientos globales en su clasificación de actores, sí hace
referencia a su participación e influencia en la definición de la “agenda global”.
Superando las limitaciones de los paradigmas clásicos (realista, transna-
cionalista y estructuralista), las teorías más recientes de las relaciones internacio-
nales aportan elementos interesantes para el análisis, partiendo de un
enfoque normativo, tales como la definición amplia de poder que ofrece la eco-
nomía política estructural de Susan Strange (útil para entender la posición de
la Unión Europea como “potencia civil”); las aportaciones feministas en cuanto
intento de configurar relaciones alternativas basadas en la igualdad y el respe-
to a la mujer; la concepción constructivista de la construcción de discursos,
legitimidades, relaciones sociales e identidades; el papel del discurso en la
creación de las realidades de la mano del deconstructivismo; o la teoría crítica
coxiana en cuanto al papel que otorga a las fuerzas sociales en la configuración
de un nuevo orden emancipatorio poshegemónico, poswestfaliano y posgloba-
lización, con la inclusión de ideas del resto de teorías. No obstante, la teoría de
Cox también presenta algunas carencias, como el hecho de no incluir un análi-
sis de género real, o de no analizar el papel de los medios de comunicación
como instituciones creadoras de ideología y configuradoras de ideas. A pesar
de estas limitaciones, las aportaciones de este autor parecen adecuadas para el
estudio de los movimientos sociales transnacionales, siempre que se desarrollen,
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que se movilizan (la globalización), el marco que posibilita la acción (el inter-
nacionalismo, poniendo como ejemplo en repetidas ocasiones a Europa, que
ofrece una estructura de oportunidad especialmente propicia a la aparición de
este activismo) y la conformación de identidades “tolerantes” (que permiten la
unión de diversas luchas a través de la creación de marcos multitemáticos uni-
dos en la lucha contra la globalización). Todo ello insistiendo en que se trata de
“cosmopolitas arraigados” en el ámbito doméstico, que vinculan con el inter-
nacional a través de la conexión “glocal”.
Para profundizar en algunas de las cuestiones planteadas, principalmente
en relación a la participación de estos movimientos en la escena global, es
necesario recuperar la distinción hecha por Zesar Martínez entre:
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Ejerce, por tanto, una función en la escena internacional, aunque sólo sea
bajo la forma de un control ciudadano de las decisiones de los Estados y orga-
nizaciones internacionales, y de sus consecuencias. Estos aspectos serán vistos
en un contexto determinado, el de la Unión Europea, para comprobar esas
dimensiones que harían del movimiento un actor.
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NOTAS
1. Se englobaría aquí la reivindicación de algunas esferas de los movimientos contra la globalización
neoliberal en cuanto a la reforma y democratización de la ONU, como asamblea internacional de los
pueblos.
2. Un repaso muy completo a los diferentes debates y paradigmas en relaciones internacionales se
puede encontrar en K. Sodupe (2003) La teoría de las relaciones internacionales a comienzos del siglo
XXI. Universidad, Servicio Editorial, Bilbao. También es interesante a este respecto la obra recien-
temente publicada de P. García Picazo (2004) Teoría breve de Relaciones Internacionales, Tecnos,
Madrid, autora asimismo de libros como P. García Picazo (2000) ¿Qué es esa cosa llamada “Relaciones
Internacionales”? Tres lecciones de autodeterminación y algunas consideraciones indeterministas, Marcial
Pons, Madrid.
3. Sobre el término “glocal”, acuñado por Erik Swyngedow, véase: Erik Swyngedouw (1992) “The Mammon
Quest. ‘Glocalisation’, Interspatial Competition and the Monetary Order: The Construction of New
Scales”, en Mick Dunford y Grigoris Kafkalas (eds.) Cities and Regions in the New Europe: The Global-Local
Interplay and Spatial Development Strategies, Londres: Belhaven Press, pp. 39-67. Y Erik Swyngedouw
(1997) “Neither Global nor Local: ‘Glocalization’ and the Politics of Scale”, en Robert Cox (ed.) Spaces of
Globalization: Reasserting the Power of the Local, Nueva York: Guilford Press, pp. 137-166.
4. Esto, si bien sigue siendo cierto, cambia en alguna medida con el acceso a Internet, y es lo que ha lle-
vado a los diferentes colectivos a usar este medio para difundir su información, con la creación de
medios alternativos o de “contrainformación”.
5. Se hace eco aquí también del debate sobre el estatuto de estas organizaciones en la escena interna-
cional, sobre todo en lo que se refiere a su dimensión consultiva (Mesa, 1980: 214)
6. Hemos obviado aquí el debate que da lugar a esa definición, sin embargo interesante, por ejemplo,
en lo que se refiere al carácter internacional de las ONG, controvertido ya que la falta de un estatus
jurídico internacional les obliga a constituirse según el derecho interno de los países en los que se
encuentra su sede. Esta precisión ayuda también, en otro ámbito, a entender la dinámica del movi-
miento contra la globalización, que si bien está formado por colectivos de base nacional, se unen
para actuar en el ámbito global. Barbé también recoge las preocupaciones sobre la independencia de
estas organizaciones, por sus relaciones con Gobiernos y organizaciones internacionales (por el
tema de la financiación, la consecución del estatus consultivo, etc.), que ya vimos con Merle, su
democracia interna, su credibilidad, etc.
7. Las protestas de estos movimientos son muy activas en temas de seguridad, manejando un discurso
de “guerra global permanente” característica del actual orden mundial, y con fuerza del antimilita-
rismo y el pacifismo como ejes temáticos del movimiento (se ha visto aquí la amplia acogida mun-
dial en torno al llamamiento contra la guerra de Irak de 2003, o el éxito de campañas anteriores de
la mano de ONG, como el Dividendo por la Paz), y de economía, centrando gran parte de sus actua-
ciones en las reuniones de las instituciones financieras internacionales (son referentes ya aquí las
manifestaciones de Seattle, Barcelona o Génova), con propuestas tan elaboradas como la Tasa Tobin,
que llegó a entrar en la agenda de algunos países.
8. R. Cox “Gramsci, hegemony, and international relacions: an essay in method” (1983), en R. Cox,
(1996: 124-143). Para Gramsci, el orden hegemónico se basa en concesiones a las clases subordina-
das a cambio de su apoyo al liderazgo burgués. La hegemonía completada impide un ataque frontal al
sistema, y obliga a las fuerzas opuestas al orden establecido a utilizar una estrategia de desgaste, con
un fortalecimiento de la base para un Estado alternativo, creando otras instituciones y recursos inte-
lectuales, es decir, construir una contrahegemonía en el marco de la estructura hegemónica, resis-
tiendo a las presiones de ganancias incrementales dentro del marco de la hegemonía burguesa (por
su estrategia de búsqueda de consenso mediante la incorporación de ideas alternativas, es decir, la
cooptación de la oposición).
9. Esta tendencia se relaciona con otra contradicción entre las dinámicas de homogeneización (impul-
sada por los poderes establecidos) y diferenciación (como reacción que se manifiesta en la afirma-
ción de identidades, lo que, para Cox, acaba generando una polarización social que obstaculiza la
cohesión del potencial bloque contrahegemónico). Ya hemos señalado los intentos de superar esto
por parte de los movimientos sociales actuales, con la conexión “glocal”.
10. K. Polanyi (1957) The Great Transformation: The Political and Economic Origins of Our Time, Boston,
Beacon Press. En él se distingue un doble movimiento: en una primera fase, el mercado se ve como
autorregulado (a través de la “mano invisible”) y como garantía del bien general, quedando el papel
del Estado limitado a asegurar la libertad del mercado; en la segunda, tiene lugar la respuesta de la
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sociedad a las consecuencias sociales destructivas de ese mercado libre, que busca recuperar el rol
del Estado como regulador de la economía y garante de la equidad social (lo que dio lugar, por la
acción de los movimientos sociales y obreros, al Estado de bienestar y democracia social).
11. “Conviene no confundir las situaciones de sujeto de las relaciones internacionales y sujeto del D.I.
(Derecho Internacional). Aquélla conlleva la calidad de actor o protagonista de esas relaciones en el
plano sociológico, en tanto que ésta significa ser titular de derechos y obligaciones según las reglas
del orden jurídico internacional” (Díez de Velasco, M. (1997): Instituciones de Derecho Internacional
Público, Madrid: Tecnos, p. 213).
12. Es decir, en referencia al gráfico 1, aquellas que llevan a cabo los movimientos sociales para presio-
nar a las organizaciones internacionales y las de las coaliciones que participan a través de las vías
institucionalizadas que ofrece. Se consideran aquí algunas de las actividades que señala Chadwick
F. Alger.
13. Entendemos aquí al movimiento en un sentido amplio, incluyendo la labor previa y paralela que han
hecho las ONG. Son, además, temas en los que influye, aunque no los defina en todas sus variables.
La complejidad de la sociedad internacional obligaría, para un análisis más riguroso, a tener aquí en
cuenta las relaciones con otros actores y otras tendencias.
14. En este tema, por ejemplo, el éxito del movimiento ha quedado limitado a un conflicto en concreto,
la guerra de Irak, sin haber conseguido ampliarlo a otros ni parar el conflicto en sí. No obstante, el
reto que supuso para el orden internacional, por ejemplo, en cuanto a la posición de los diferentes
Estados o al papel de las Naciones Unidas, lo convierte en un acontecimiento importante. Además,
consiguió ampliar las ideas del movimiento, aunque fuera en un momento puntual, a amplios secto-
res de la ciudadanía.
15. Cláusula por otra parte muy controvertida, al no suponer una obligación igual para las dos partes fir-
mantes, y porque el respeto de la misma queda a menudo supeditada a intereses económicos y de
seguridad.
16. Aquí, el libro de J. Stiglitz, El malestar en la globalización, es un buen ejemplo.
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CAPÍTULO 2
LA PARTICIPACIÓN DE LAS ONG EN LA SOCIEDAD INTERNACIONAL
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para presionar a los Gobiernos y lograr así que cumplan con sus compromisos.
Dentro de esta campaña, la Coordinadora de ONGD española también ha ini-
ciado “un llamamiento a la sociedad para que se movilice, actúe y presione a los
líderes políticos y exija, como primer paso, el cumplimiento de los Objetivos de
Desarrollo del Milenio”: la campaña Pobreza Cero. No obstante, estas movili-
zaciones no parecen haber dado los frutos esperados en la Cumbre mundial de
2005, donde la participación e influencia de la sociedad civil ha sido menor que
en citas anteriores.
Además, han vuelto a despertar las críticas de cooptación, al entender que
los Objetivos del Milenio son una concesión de mínimos frente a las exigencias
de justicia social que estaban movilizando a amplios sectores de la población
(Echart y Puerto, 2005). El propio coordinador de la campaña Pobreza Cero,
Pablo Martínez Osés (2005), afirma en este sentido “que los ODM, en tanto en
cuanto incorporan todos los elementos esenciales del proceso de liberaliza-
ción económica, tal vez tan sólo sea una agenda de ‘compensación’ social que
se propone mitigar las importantes consecuencias sociales negativas que tiene
el sistema. En cierto modo, pueden considerarse la respuesta a la demanda
de los nuevos movimientos sociales contrarios a la globalización, con el fin de
atenuar la resistencia social y política a la misma”, recogiendo la idea que ya
señalaba José Antonio Sanahuja (2004): “Como ‘agenda social’ de la globaliza-
ción, los ODM tienen un significado ambiguo. Por un lado permiten dar cier-
ta legitimidad al proyecto neoliberal de integración económica global […]
Pero por otro lado, también se podría afirmar que son la respuesta a las
demandas de los nuevos movimientos sociales transnacionales contrarios a ese
proyecto, y de esta forma, ayudarían a atenuar la resistencia social y política a la
globalización”.
Más allá de esta participación institucional, y frente a las deficiencias que
ésta plantea, dada la limitada influencia real (a pesar de las declaraciones de
intenciones), algunas ONG también han optado por las nuevas formas de par-
ticipación que utilizan los movimientos sociales, al margen de los foros oficiales,
debido a que “la opinión dominante es que los resultados de su participación en
las cumbres mundiales y en las conferencias internacionales arrojan un balan-
ce negativo, lo que aconseja concentrar su acción en los foros alternativos”
(Vidal-Beneyto, 2003: 32). Se las ha podido ver así en las llamadas contracum-
bres, en manifestaciones o en los foros propios de la sociedad civil, como Porto
Alegre. Participan de este modo en el movimiento por una globalización alter-
nativa, la mayoría de ellas en lo que se ha llamado la “rama reformista” del
mismo, que veremos más adelante.
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mayoría de las ONG europeas con contrapartes en los países del sur, conocedo-
ras de las realidades locales, las demandas y necesidades de éstas quedan refle-
jadas en los documentos finales.
La sociedad civil latinoamericana, por su parte, ha sido históricamente, y
continúa siendo hoy, muy activa. En consecuencia, es una región que cuenta con
numerosas organizaciones no gubernamentales, pero además, éstas han hecho
un esfuerzo considerable por tejer redes más allá de las fronteras estatales,
creando coordinadoras de defensa de los derechos humanos (Interamericana
de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, Plataforma Sudamericana de
Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, Federación Latinoamericana
de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos, Red de Informática
y Documentación en Derechos Humanos de América Latina y El Caribe, etc.),
del medio ambiente (Amigos de la Tierra América Latina, Centro Latino
Americano de Desarrollo Sustentable, Consorcio para el Desarrollo Sostenido
de la Ecorregión Andina, Foro Latinoamericano de Ciencias Ambientales,
Campaña Deuda Ecológica, etc.), del desarrollo (Liga Iberoamericana de
Organizaciones de la Sociedad Civil por la Superación de la Pobreza y la
Exclusión Social, Marcha Global contra el Trabajo Infantil, etc.), de los dere-
chos de los pueblos indígenas y de los campesinos (Alianza Amazónica para los
Pueblos Indígenas y Tradicionales de la Cuenca Amazónica, la Alianza
Cooperativa Internacional, Alianza Estratégica Afrolatinoamericana y
Caribeña, Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca
Amazónica, Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo), de
las mujeres (Articulación Feminista Marcosur, Colectivo de Mujeres
Latinoamericanas por la Justicia de Género, Comité de América Latina y el
Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer, Enlace Continental de
Mujeres Indígenas), etc. Asimismo, cuenta con una red de ONG regional, la
Asociación Latinoamericana de Organizaciones de Promoción (ALOP). En el
estudio de caso dedicado a las relaciones entre la Unión Europea y América
Latina nos detendremos en la labor de algunas de estas redes.
En el Mediterráneo, si bien existe menor tradición de participación de la
sociedad civil que en la región anterior, en los últimos años se han multiplica-
do las organizaciones no gubernamentales, que también han tratado de crear
redes que superen las fronteras estatales, que se verán con más detenimiento
en el apartado sobre la participación de la sociedad civil en la Asociación
Euromediterránea. Citaremos aquí sólo algunas de aquellas que han intentado
unir asociaciones del norte y del sur del Mediterráneo, como la Red
Euromediterránea de Derechos Humanos, la Fundación Euromediterránea de
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NOTAS
1. En este ámbito, también ha sido muy criticado el llamado “marketing con causa”, que supone una
colaboración de las ONG con empresas, a menudo sin cuestionar las prácticas empresariales de éstas
y su impacto en el desarrollo y la sostenibilidad medioambiental.
2. A pesar de las limitaciones que se ha visto en actuaciones como las de la guerra de Irak, en la que las
ONG humanitarias vieron comprometido a menudo su principio de neutralidad, con el consecuen-
te peligro para su propia seguridad.
3. En este sentido, el Código de Conducta de las ONGD, de la CONGDE, de 1998, dedica un apartado a
este tema, insistiendo en la necesidad de informar sobre la gestión y los recursos.
4. Véase a este respecto los textos de la Union of International Associations (http://www.uia.org), entre
los que cabe destacar: “Challenges to the Action of International Nongovernmental Organizations”,
disponible en http://laetusinpraesens.org/docs/ingo.php
5. Hay escritos sobre lo que ha supuesto esta nueva forma de participación, que algunos denominan
social frente a la participación política, contraponiendo la figura del voluntario, por ejemplo, a la del
militante clásico. A este respecto, véase Jerez (1997), en el que se analiza el papel de las organizacio-
nes sociales y sus potencialidades en cuanto vehículos del cambio social, siempre y cuando lleven a
cabo una repolitización crítica que las aleje de su rol legitimador de las tendencias liberales actuales.
6. Esta actuación ha llevado a numerosas críticas, algunas de las cuales quedan reflejadas en Centre
Tricontinental (1998). Otro gran crítico de estas organizaciones, desde una perspectiva marxista, es
James Petras, quien estima que éstas, con financiación de Gobiernos y organizaciones internaciona-
les, son el medio para contener los conflictos sociales, los movimientos sociales contrarios al orden
actual.
7. Siguiendo a Andrés García Inda (1999), se pueden resaltar algunas de las tensiones a las que se
enfrentan estas organizaciones como, por ejemplo, que la multiplicación, en los últimos años, del
número de ONG se ha visto unida a un proceso de pérdida del carácter reivindicativo, haciendo hin-
capié en el carácter fundamentalmente asistencial, siendo vista la función de las ONG como exten-
sión de los servicios sociales, con una orientación principalmente individual (frente a la orientación
colectiva que buscan otro tipo de acciones), y una mayor burocratización y mercantilización de su
actividad. También la dependencia de la subvención estatal puede conducir a que sus acciones vengan
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a sustituir las propias del Estado, con el riesgo de potenciar dinámicas discriminatorias. Además, la
propia institucionalización de estas organizaciones consolida un determinado tipo de ONG: “En
general, se trataría de un modelo de actividad voluntaria asumible por el poder público y útil para
éste, con lo cual, el voluntariado en lugar de un instrumento de recuperación de la iniciativa, del pro-
tagonismo social […] quedaría convertido en mera gestión de servicios sociales”.
8. La incidencia que ha tenido la sensibilización en contra de las políticas de la OMC queda reflejada,
por ejemplo, en las negociaciones de las últimas rondas, en las que los países en desarrollo se han
unido para reclamar que se tengan en cuenta sus intereses (Bello, W. (2003): “Un triunfo de la socie-
dad civil global”, La insignia, 16/11/2003).
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CAPÍTULO 3
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES CONTRA LA GLOBALIZACIÓN
NEOLIBERAL EN EL ESCENARIO INTERNACIONAL
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de asumir los mismos. Su surgimiento se explica en parte por los cambios pro-
fundos en la estructura de oportunidades políticas, que llevan al debilitamien-
to de un modelo que parecía incuestionable. Desde entonces han tenido que
hacer frente a estructuras políticas cerradas (a pesar de la mayor extensión de
la democracia) por los acontecimientos del 11 de septiembre y sus consecuen-
cias en términos de libertades, la suspensión del espacio Schengen en Europa
(que a su vez define una legislación antiterrorista ambigua, en la que se podría
incluir el movimiento antiglobalización)1, o la celebración de las reuniones
oficiales en lugares cada vez más inaccesibles a la ciudadanía.
Frente a las ONG, aunque también con ellas (ya que, como hemos visto, algu-
nas participan en él), aparece el movimiento contra la globalización neoliberal.
La dificultad para ofrecer una definición de este movimiento social se vislum-
bra ya a la hora de darle nombre. En efecto, existe una fuerte disputa termino-
lógica en su seno, pudiendo distinguir diferentes denominaciones. Se da
a conocer como “movimiento antiglobalización”, término acuñado por The
Economist (3 de noviembre de 1999) durante las movilizaciones de Seattle, en
1999, tras el fracaso de la Tercera Conferencia Interministerial de la
Organización Mundial de Comercio (OMC), la llamada Ronda del Milenio. Esta
denominación pronto se convierte en objeto de polémica, ya que para algunos
es contraria a la realidad de un movimiento que es realmente global (opinan
así, entre otros, Callinicos (2003), Klein (2001a), y amplios sectores del Foro
Social Mundial de Porto Alegre), incluso el más globalizado de la historia, gra-
cias al uso de Internet. Es un término rechazado también por sectores de la
rama más reformista del movimiento, que prefieren insistir en la idea de una
“globalización con rostro humano” (George, 2001) o de una “globalización desde
abajo” (Falk, 1993)2.
Otras denominaciones llaman la atención sobre el objeto de la protesta,
como el de “movimiento anticapitalista”, de Callinicos, o la denominación de
Arrighi, Hopkins y Wallerstein (1999) como “movimientos antisistémicos”.
Frente a esta definición en negativo, otros prefieren hablar de “movimiento
altermundialista”, en su versión francófona, definición propuesta por la rama
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cultural como los Reclaim the Streets (que incorporan elementos lúdico-festi-
vos a sus protestas, con la celebración, por ejemplo, de las Street parties, o fies-
tas callejeras), o de resistencia activa no violenta de los Tute Bianche o
Disobedienti (basada en la desobediencia civil ante el reconocimiento de un
conflicto social).
La organización que ha permitido aunar tanta heterogeneidad ha sido la
horizontalidad, con un sistema de toma de decisiones asambleario y por con-
senso, como estructuras alejadas de la centralidad, la jerarquía y la lógica de la
representatividad. La estructura organizativa es por tanto descentralizada y
antijerárquica, en forma de red, con paralelismos con su principal herramien-
ta: Internet. De hecho, en el movimiento no existen representantes o líderes,
sino acaso portavoces, haciendo primar la colectividad, como tampoco se busca
el poder sino la transformación del mismo, la adopción de estructuras de
democracia de base, participativa, que tratan de aplicar en su propio funciona-
miento, con gran influencia aquí del pensamiento zapatista. En definitiva, se
trata de un “movimiento heterogéneo, descentralizado y no jerárquico, pero al
mismo tiempo unitario, organizado y disciplinado: tan débil y al mismo tiem-
po resistente como una tela de araña con algunos nodos e infinitos hilos que los
vinculan” (Feixa et álii, 2000).
También ha sido muy importante la conexión glocal, heredera del lema
ecologista “pensar globalmente, actuar localmente”, que ha permitido que las
diferentes luchas confluyan, al identificar como causa principal de los diversos
conflictos locales un determinado modo de organización global: la globaliza-
ción neoliberal. En efecto, este movimiento no plantea una toma violenta del
poder, sino la visibilización de los conflictos que éste genera, por lo que cobra
importancia el trabajo de base, no sólo por la imposibilidad de tratar con inter-
locutores lejanos, sino porque se entiende que el cambio debe comenzar en el
propio entorno.
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Como vemos, la agenda es más amplia que la agenda global definida por Esther
Barbé (2003), incluyendo temas de las agendas militar y económica. Además de
estas áreas de trabajo, la organización del movimiento global suele contar con
grupos técnicos destinados a la logística, la comunicación interna y externa, la
gestión de las finanzas, y la organización de las acciones. Las áreas temáticas
guardan relación con la rama reformista del movimiento, aunque desembocan
en un amplio debate sobre ciudadanía, que es el que realmente da sentido a la
existencia del movimiento. La democracia real y la participación ciudadana en
la toma de decisiones son el eje central de las reivindicaciones, común a las dos
ramas del movimiento, dando lugar al desarrollo de una sociedad civil global.
Los movimientos sociales que surgen para luchar contra el modelo de econo-
mía neoliberal que se está imponiendo en el mundo aparecen, en parte, debi-
do a la incapacidad de las ONG, en quienes se confió en décadas anteriores, para
resolver la situación de desigualdad creciente en el mundo. En este sentido,
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en las que se dan cita estos movimientos sociales. Los temas de debate se refie-
ren a la denuncia del libre cambio y de sus efectos en la zona, al uso de los recur-
sos naturales, a los procesos de democratización, a la plena incorporación de las
mujeres a las dinámicas políticas y sociales, etc., aunque los temas estrella siguen
marcados por las agendas oficiales: la seguridad y las migraciones.
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6. CONSIDERACIONES FINALES
En estos apartados se ha tratado de dar una visión general del actor que aquí nos
interesa, el movimiento contra la globalización neoliberal, para entender sus
implicaciones en las relaciones internacionales, y su posible consideración como
actor internacional. Para ello ha sido necesario realizar un repaso de las defini-
ciones de actor en la teoría de relaciones internacionales. Asimismo, se ha ofre-
cido una puesta en contexto, en la que se define la globalización neoliberal, así
como una aproximación a otro de los actores sociales activos en la sociedad inter-
nacional: las organizaciones no gubernamentales. La elección del movimiento
global viene dada, como ya se ha señalado, por el hecho de que su participación
internacional, si bien es indudable, como se ha podido apreciar en este capítulo,
no ha sido analizada en profundidad por los académicos de las relaciones inter-
nacionales. Frente a esta carencia, se ha intentado demostrar que sus actuaciones
le llevan a ejercer una incipiente función en este ámbito, que podría permitirnos
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CUADRO 1
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NOTAS
1. Como muestra, el Consejo introduce en estas fechas la siguiente definición en el borrador sobre
definición de terrorismo en el ámbito UE: “Cada Estado miembro dará los pasos necesarios para
asegurar que las ofensas terroristas incluirán al menos las ofensas siguientes, tal y como sean defi-
nidas bajo las leyes nacionales, donde sean alegalmente cometidas con el objeto de seriamente afec-
tar, en especial intimidando a la población, o destruir, las estructuras políticas, económicas o
sociales de un país o de una organización internacional”.
2. Este autor marca la distinción entre globalización desde arriba (“la que refleja la colaboración entre
los Estados líderes y los principales agentes de formación de capital”) y globalización desde abajo
(“una red de fuerzas sociales transnacionales alentadas por su interés por el medio ambiente y los
derechos humanos, la hostilidad hacia el patriarcado y una visión de la comunidad humana basada
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en la unidad de diversas culturas que buscan el fin de la pobreza, la opresión, la humillación y la vio-
lencia colectiva”) (Falk, 1993: 39).
3. Entre las diferentes propuestas se pueden citar la Tasa Tobin, la supresión del sistema de herencia,
la abolición de los paraísos fiscales o la renta básica ciudadana.
4. El manifiesto de la Segunda Conferencia Europea de la AGP (agosto a septiembre de 2002 en Leiden,
Países Bajos) entiende que la protesta (“hacer ruido”) es en sí una propuesta política. En “Nuevos Puntos
de Partida de la AGP”, en http://www.nadir.org/nadir/initiativ/agp/es/pgainfos/hallmspa.htm, se
apuesta por “Una actitud confrontativa, ya que no creemos que la presión institucional pueda tener
un impacto en organizaciones tan poco democráticas y con ideas predeterminadas, en las que las
transnacionales son las únicas que determinan las directrices políticas”. Se hace asimismo una “lla-
mada a la acción directa y a la desobediencia civil”.
5. Por ejemplo, tras Génova, donde tuvo lugar una agitada “contracumbre”, las instituciones europeas
barajaron la posibilidad de incorporar la Tasa Tobin en sus agendas, y algunos partidos socialdemó-
cratas la incluyeron incluso en su programa electoral. Hoy es un barómetro de la receptividad de la
socialdemocracia a las propuestas del movimiento contra la globalización neoliberal.
6. El Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) comienza a negociarse en secreto en 1995 entre 29
países de la OCDE y establece el trato de “nación más favorecida” aplicado a los miembros del GATT
para todas las empresas extranjeras que decidan invertir en los países subscriptores del acuerdo. El
texto final fue filtrado por la ONG americana Global Trade Watch y publicado por Le Monde
Diplomatique, paralizando así el acuerdo. Véase la hoja informativa de la OCDE sobre el AMI:
http://usinfo.state.gov/journals/ites/0497/ijes/ej6fact1.htm y los comentarios de ATTAC en
http://www.attacmadrid.org/d/1/020218queesami.html
7. “La antiglobalización se enfrenta a la pobreza” (El País, 18/01/04, p. 2). Hay que recordar que en sus
inicios, las manifestaciones de este movimiento solían quedar relegadas a escasas referencias en las
páginas de “Economía”.
8. Se pueden citar, entre ellos, a: Susan George, Vandana Shiva, Naomi Klein, Arundati Roy, Hebe de
Bonafini, Rigoberta Menchú, Lory Wallach, José Bové, Ignacio Ramonet, Bernard Cassens, Luca
Casarini, Tony Negri, Subcomandante Marcos, Walden Bello, Boaventura de Souza Santos, José
Saramago, Eduardo Galeano, Noam Chomsky, James Petras, Ricardo Petrella, Samir Amin, etc.
9. A modo de ejemplo, en el continente africano, menos del uno por ciento de la población tiene acce-
so a Internet, frente a Estados Unidos, donde ese porcentaje se incrementa a más del 50 por ciento.
10. Como señala Miguel Romero, “El ‘movimiento antiglobalización’ adquirió reconocimiento público e
influencia en la agenda de las instituciones internacionales, obligando a tomar en consideración sus crí-
ticas del movimiento en los discursos, aunque no en las decisiones” (en Vidal-Beneyto, 2003: 223).
11. Salvador Martí y Gema Usabart resaltan en este sentido que se trata de una “lógica contradictoria y
esperpéntica: un Estado de derecho que hace apología del estado de excepción frente a un amplio
movimiento ciudadano que predica la normalidad y el ejercicio individual de los derechos funda-
mentales como los de manifestación, reunión o libre circulación” (en Grau e Ibarra, 2003: 156-176).
12. Esto lleva a una parte importante del movimiento global a rehuir de la denominación de “alterglo-
balización”, altermundialista o globalización de rostro humano, al entender que la globalización es
la nueva fase histórica del capitalismo y del imperialismo, ideologías que denuncian.
13. Por ejemplo, la estrategia de Vía Campesina busca excluir de las negociaciones de la OMC los dere-
chos de propiedad (TRIPS).
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SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO 4
LA IMPORTANCIA DE LA PARTICIPACIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL
EN LA ACCIÓN EXTERIOR DE LA UNIÓN EUROPEA
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Maastricht de 1992, el que instauró una Unión Europea, como entidad política,
frente a la anterior Comunidad Económica. En este tratado se introduce, como
gran novedad, la ciudadanía de la Unión, con derechos y mecanismos de parti-
cipación propios, buscando su implicación en la construcción europea. Sin
embargo, a pesar de algunos avances políticos (ciudadanía, ampliación de las
competencias políticas de la Unión y de los poderes del Parlamento, etc.), el
núcleo duro del tratado sigue siendo económico: la creación de una Unión
Económica y Monetaria. Además, la adopción de una organización en pilares1,
permite sólo una democratización parcial del funcionamiento de la Unión,
limitada a aquellos aspectos que quedan comunitarizados. Dadas las limitacio-
nes, este tratado no colmó las expectativas ciudadanas, dando origen a movi-
mientos sociales de protesta en los Estados miembros, como el Movimiento
Anti-Maastricht que se crearía en España contra “la Europa del capital”, en
1995, tras días de marchas contra el paro y la celebración de un foro alternati-
vo. La sociedad civil se incorporaba así al debate sobre el modelo de Unión
Europea, consciente de la enorme importancia que ésta tendrá en su vida coti-
diana. Las principales críticas a la Unión Europea desde los movimientos
sociales se centraban en la política económica, que potencia un modelo neoli-
beral en el que no se tienen en cuenta las consecuencias sociales de su aplica-
ción. En el manifiesto de la campaña “Contra la Europa del capital”, los
movimientos Anti-Maastricht (MAM) definen esta nueva Europa como la
“Europa de los grandes mercaderes”, por la creación de un Mercado Interior
Único que beneficia a las empresas, al incidir en las cuestiones económicas, así
como en las militares, con la definición de una Política Exterior y de Seguridad
Común. Frente a estos aspectos, quedan relegados los laborales, sociales y
ambientales, y se asiste a un desmantelamiento del Estado de bienestar. Así, en
la declaración política del MAM, se critica el modelo definido en este tratado
en la medida en que plasma en Europa la globalización neoliberal, dando hege-
monía al poder económico sobre el político. Otra de las cuestiones que preocu-
pan a estos movimientos es la construcción de una “Europa Fortaleza”, sobre
todo frente a los flujos migratorios, lo que les lleva a una fuerte crítica a los
Acuerdos Schengen. Estos acuerdos, firmados en los años noventa, buscan la
creación de un espacio interior con libre circulación de ciudadanos y colabora-
ción en materia de seguridad. Los movimientos sociales denuncian que, fren-
te a la libertad interior, se potencia un control más estricto en las fronteras
exteriores, conformando lo que denominan la “Europa Fortaleza”. Además, esa
libertad de circulación ha sido en ocasiones suspendida durante la celebración
de Cumbres europeas, ante la probable presencia de movimientos de protesta,
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lo que les lleva a considerar los acuerdos Schengen como una barrera a su par-
ticipación. Frente a este modelo de Europa que no comparten, los movimien-
tos Anti-Maastricht pretenden recuperar el papel de la ciudadanía en la
definición de un modelo más democrático.
También las ONG europeas participaron en el debate sobre el Tratado de
la Unión Europea, incidiendo en la definición de su acción exterior. En
España, por ejemplo, se creó un grupo en la Coordinadora española de ONG de
Desarrollo (CONGDE) encargado de la Campaña para la Presidencia española
de la UE en 1995, que se institucionalizará más adelante como Grupo de traba-
jo de la UE (CONGDE, 1998). Estas organizaciones resaltaban el marco jurídi-
co que se daba por primera vez a la cooperación para el desarrollo en el Tratado
de Maastricht, y buscaban sensibilizar a las sociedades europeas y presionar a
los Gobiernos, principalmente a través del Comité de Enlace de las ONGD ante
la UE, para que las relaciones en ese marco fueran más estrechas y justas,
basándose en los principios de solidaridad, justicia y equidad, y en la coheren-
cia de la acción exterior. En este sentido, preveían algunos impactos negativos
que la Unión Económica y Monetaria podría tener para los países del sur, en
parte debidos a las dificultades de acceso al mercado único para los países
pobres y, en general, a la preponderancia de los intereses comerciales sobre las
preocupaciones sociales (como la de lucha contra la pobreza y las desigualda-
des crecientes). En definitiva, estas organizaciones reclamaban una mayor
coherencia, en la práctica, de la acción exterior de la UE con los principios y
objetivos de la cooperación para el desarrollo recogidos en el Tratado (desarro-
llo económico y social duradero, inserción en la economía mundial, lucha con-
tra la pobreza, democracia y derechos humanos), coherencia que, a pesar de
mencionarse en el tratado, no consta de instrumentos jurídicos o políticos que
obliguen a cumplirla, y se contradice con otros puntos del tratado, como son la
política comercial. Este aspecto también ha sido resaltado por el Parlamento
Europeo y la Comisión. En definitiva, las principales demandas de las ONGD
iban en la línea de cumplir el compromiso adquirido en el título sobre coope-
ración para el desarrollo, frente a las consecuencias que para los países del sur
pueden tener la política agrícola, la política pesquera o las políticas relativas al
comercio de armas.
Frente a la oposición social que despertó el Tratado de Maastricht, se hacía
necesario un “giro social” de la Unión Europea, que se definirá en el Tratado de
Ámsterdam de 1997, para lograr un acercamiento a la ciudadanía, mediante
una democratización de las instituciones y la incorporación de los derechos
humanos. En esta lógica, comienza una participación progresiva de la sociedad
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Los intentos de presentar esta cumbre como más preocupada por los
temas sociales tampoco fueron muy bien acogidos. Por ejemplo, en relación a
la Carta de Derechos fundamentales, su no inclusión en el Tratado se interpre-
tó como una manifestación de la falsa retórica del “giro social”. Además, se la
consideraba una regresión frente a las legislaciones nacionales existentes, al
excluir importantes derechos (como el derecho al trabajo, a un salario digno, a
la protección social, a la vivienda), lo que podría permitir un recorte de con-
quistas sociales anteriores. Se reclama que estos derechos se amplíen, incor-
porando medidas como la renta básica. Otra de las grandes críticas a esta Carta
tiene que ver con los derechos de ciudadanía, que estiman deberían ampliarse
según un criterio de residencia (para abarcar a los excluidos de la ciudadanía
por nacionalidad). Las denuncias inciden asimismo en la falta de democracia
de las instituciones (y su supeditación a intereses de grandes grupos financie-
ros) (Aguirre, 2000), agravada por la falta de control político en la toma de
decisiones económicas. En conclusión, los intentos de acercar la Unión
Europea a los ciudadanos y sus preocupaciones no parecen haber tenido todo el
éxito que se esperaba, despertando importantes movimientos de descontento
que han decidido acompañar cada una de las grandes reuniones de los dirigen-
tes europeos para hacer oír sus voces, obligando a la Unión a preocuparse cada
vez más por las problemáticas sociales. El proyecto de “Tratado Constitucional”
se presentó como un intento de solventar algunas de las debilidades políticas y
sociales de la Unión Europea, optando por nuevos métodos de trabajo.
El proceso de elaboración de un tratado constitucional por parte de la
Convención supone un novedoso avance en la construcción de la Unión
Europea, al trascender las tradicionales pautas intergubernamentales que
rigen los procedimientos de adopción de los tratados, ampliando los partici-
pantes, hasta incluir incluso a la sociedad civil, a través de un foro que sería
informado y podía aportar sus consideraciones al debate en diversos campos
temáticos. Las principales tareas de la Convención a la hora de diseñar una
Constitución para Europa partían pues de las preguntas planteadas en la
Declaración de Laeken, de diciembre de 2001, que pueden resumirse en tres
puntos principales: 1) acercar Europa y sus instituciones a los ciudadanos; 2)
simplificar el funcionamiento comunitario; y 3) dotar de más peso a la Unión
en el exterior. Entre los debates en los que fue más activa la sociedad civil se
encuentra el referido al modelo de la Unión Europea (en el que existían dos
posturas principales: los defensores de una Europa liberal y los de una Europa
social), y el que trataba la acción exterior de la Unión (que podía basarse bien
en los intereses, bien en la responsabilidad, en consonancia con el modelo de
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una Europa social). Sin embargo, las aportaciones sociales en estos debates no
fueron recogidas en los documentos finales, salvo en cuestiones más generales,
al reconocerse el principio de transparencia y de democracia participativa en el
funcionamiento de la Unión.
La participación de la sociedad civil en el debate sobre el modelo europeo
que definía el TCE fue por tanto muy activa, tanto a través del foro de la socie-
dad civil, en el que se hicieron numerosas aportaciones, como en ámbitos
alternativos, en los que los movimientos sociales europeos contra la globaliza-
ción neoliberal presentaron numerosas críticas y propuestas. Las manifesta-
ciones ciudadanas durante la Cumbre de Tesalónica, en junio del 2003, en la
que se discutió el proyecto de TCE fueron muy importantes, aunque los duros
enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad y las posteriores
detenciones soterraron los debates. Otro de los ámbitos en los que se discutió
el proyecto de Constitución fue el Foro Social Europeo, primero en Florencia,
en noviembre de 2002, después en París, en 2003 y, finalmente, en Londres, en
2004, donde se organizaron conferencias en torno a esta temática. Se crea-
ron, asimismo, en los diferentes países europeos, campañas “contra el proyec-
to de Constitución Europea del Capital y la Guerra”. Las críticas desde estos
ámbitos al TCE van en la misma línea que las que se vieron anteriormente, ya
que estos movimientos ven en él, a pesar de la retórica, una forma de consoli-
dar el modelo neoliberal de la Unión Europea en el actual orden mundial de la
globalización, lo que supondría una liberalización de la economía, una desre-
gulación y una privatización de servicios públicos básicos del Estado de
Bienestar, así como un recorte de los gastos sociales. Así, en la definición del
modelo económico, se señala en el Tratado de Constitución el “desarrollo sos-
tenible” en una “economía social de mercado altamente competitiva”, defini-
ción que muchos entienden contradictoria (Pastor, 2003; Taibo, 2003). En esta
lógica, las grandes beneficiarias son las grandes empresas2, lo que lleva a estos
movimientos a hablar de la “Europa de los mercaderes”. Frente a este predo-
minio de lo económico, se sigue denunciando la falta de una política social, por
ejemplo, en el ámbito laboral, en el que las condiciones son cada vez más pre-
carias y flexibles, sobre todo para jóvenes y mujeres.
En relación al modelo político, se critica que el TCE que lo define es “un
proyecto que no es producto de ningún proceso constituyente surgido desde
abajo sino de una Convención cuyas deliberaciones se han caracterizado por su
hermetismo y su escasa sensibilidad a las demandas de Foros como el que se
reunió en Florencia en noviembre de 2002” (Pastor, 2003). Tampoco se esti-
man avances significativos en relación al déficit democrático. Se siguen
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eficaz a largo plazo, utilizando los presupuestos actuales en defensa de las gran-
des potencias para erradicar la pobreza y cumplir los objetivos de desarrollo del
milenio, con los que, por otra parte, la propia UE se ha comprometido.
Además de los movimientos sociales, las ONG también han sido muy acti-
vas en el debate sobre el modelo europeo, participando masivamente en el foro
de la sociedad civil de la Convención. Entre esas contribuciones se encuentra
el documento de Socialplatform, la Plataforma de ONG europeas del sector
social, “Contribution à la convention sur le futur de l’Europe”, del 15 de abril
del 2002, que establecía como prioridades para el futuro de Europa: el respeto
a la dignidad de todo ser humano (situar los derechos fundamentales en el cen-
tro de la Unión, incorporando la Carta de Derechos fundamentales a los trata-
dos, aunque reforzada, ya que reconoce sus limitaciones al no incorporar el
derecho a la vivienda, al trabajo, a un ingreso mínimo, etc.), el bienestar de
cada individuo (mediante la lucha contra la pobreza, la igualdad entre hombres
y mujeres, la lucha contra la discriminación, la protección de la salud pública,
los derechos de los niños y las familias, la coordinación de todas las políticas
para asegurar un desarrollo sostenible), la participación de todos en las deci-
siones que influyen en su futuro (con nuevas formas de participación, demo-
cracia paritaria, ciudadanía por residencia, consultas a la sociedad civil, etc.).
Asimismo, en el documento “Europe’s Role in the World and the Organisation
of its Future External Relations”, del CONCORD, se revisaban y enmendaban
ya los dieciséis primeros artículos del proyecto, pidiendo, por ejemplo, que los
objetivos del desarrollo económico, social y medioambientalmente sostenible
se tengan en cuenta de forma coherente en el resto de políticas internas y
externas. Se insiste así en el principio de coherencia, en los objetivos de erra-
dicación de la pobreza, de desarrollo sostenible y de equidad. En cuanto a las
propuestas de la sociedad civil española al TCE, recogidas por la CONGDE, si
bien se reconocen los avances que supone la apertura democrática del debate,
apuntan también una serie de carencias, debido a la forma de elegir a sus
miembros (con peso de los representantes de los Estados, más que de la
Comisión o la sociedad civil, y sin tener en cuenta las variables de género y
juventud). Frente a ello, se propone una serie de cuestiones, como la democra-
cia participativa; la garantía de los derechos sociales, económicos y culturales,
de acuerdo con la tradición europea; una estructura institucional menos com-
pleja y más transparente, etc. En cuanto al papel de la UE en el orden mundial,
sus políticas deben basarse en los principios de desarrollo humano sostenible,
erradicación de la pobreza, paz y respeto a la democracia y los derechos huma-
nos, con un incremento del peso del Parlamento en este ámbito. Finalmente,
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habría que adoptar en caso de que ganara el No6. También señala las aportacio-
nes de “Economistas Europeos por una Política Económica Alternativa
en Europa”, y del “Llamamiento de los 200”, que apuestan, como se propuso en
los Foros Sociales Europeos, por “otra Europa es posible”: “una Europa demo-
crática, social, ecológica y feminista. Una Europa internacionalista y realmen-
te independiente de Estados Unidos”.
A pesar de la firma del Tratado de la Constitución Europea por los jefes de
Estado o de Gobierno de los 25 Estados miembros, tras la victoria del No en el
referéndum francés y neerlandés, se hizo inevitable reconocer la importancia
de la cuestión social, e incluso desde las instituciones europeas se reafirma la
voluntad de reformar el modelo social europeo. Se abrió entonces un proceso
de reflexión, tras el cual se decidió convocar una nueva Conferencia
Intergubernamental al más viejo estilo, que elaborara el Tratado de Lisboa,
adoptado en el Consejo Europeo de Lisboa a finales de 2007. Sin embargo, las
dinámicas en torno al Tratado de la Constitución permitieron mostrar la inten-
sa actividad de los movimientos sociales, y llevaron a nuevos e interesantes
debates sobre el modelo europeo, como queda reflejado en numerosos artícu-
los de opinión publicados en España7, que exigen un mayor protagonismo de la
ciudadanía en la construcción europea. Las propias autoridades de la Unión
Europea se han unido a este debate posterior. Así, es interesante constatar la
reacción de la Comisión Europea ante estos resultados, presentando el
Comunicado: “Escuchar, comunicar y actuar a escala local (IP/05/995). El
nuevo enfoque de la Comisión para el diálogo y la comunicación con los ciuda-
danos europeos”, en el que se busca “aumentar el diálogo, la consulta y el deba-
te sobre el papel de la Unión”. No obstante, este nuevo enfoque parece más
centrado en mejorar las estrategias comunicativas que en innovar en el mode-
lo social o en métodos de democracia participativa que involucren al ciudada-
no en las instituciones europeas. También surge en esta línea la propuesta de
Blair, durante su presidencia de la UE (de julio a diciembre de 2005), de deba-
tir el modelo social europeo (El País, 03/07/2005).
En definitiva, los movimientos y organizaciones sociales han ido involu-
crándose progresivamente en el debate sobre el modelo europeo definido en
los diferentes tratados, buscando que se reconozca su participación en esa
definición y que se recojan sus aportaciones y demandas. La Unión Europea, a
través de los diferentes tratados, se ha visto obligada por esa presión a incorpo-
rar las preocupaciones de la ciudadanía, aunque, como hemos ido viendo, falte
todavía un largo camino por recorrer para lograr una verdadera democratización
de su funcionamiento. De hecho, el nuevo Tratado de Lisboa no parece haber
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recogido las conclusiones de estos debates. Pero más allá de los debates inter-
nos en torno a la construcción europea, los movimientos sociales buscan tener
una influencia en la acción exterior de la Unión Europea, de forma que ésta se
adecue a los valores internos que dice defender (es decir, por ejemplo, que
muestre una verdadera solidaridad con los pueblos del sur), en consonancia
con las denuncias sociales del actual modelo neoliberal como marco de las
relaciones internacionales. Los siguientes apartados se centrarán en analizar la
participación e incidencia de las fuerzas sociales en la política europea de coo-
peración para el desarrollo.
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CUADRO 1
INSTITUCIONALIZADAS NO INSTITUCIONALES
entre otras).
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NOTAS
1. Cabe resaltar el carácter intergubernamental del segundo y tercer pilar, el de la Política Exterior y de
Seguridad Común (PESC) y el de Justicia e Interior, es decir, los núcleos duros de la política, donde
el papel del Parlamento es meramente consultivo.
2. El ejemplo que suele ponerse aquí es la Política Agrícola Común, que beneficia a las grandes multi-
nacionales agroalimentarias frente al pequeño agricultor.
3. Es la campaña “Un millón de firmas para una ciudadanía europea de residencia”.
4. En España el manifiesto de esta jornada tenía por título: “Hacia una convergencia y una unión de las
luchas de los sin papeles, l@s refugiad@s y l@s inmigrantes en Europa”.
5. ATTAC-Francia: “Las 21 exigencias de Attac-Francia ante el ‘Tratado constitucional’ en proceso de
negociación en el marco de la Conferencia Intergubernamental (CIG)”, disponible en: http://www.
attacmadrid.org, a 31/03/08.
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6. Estas diez medidas tienen que ver con eliminar el Pacto de Estabilidad y la directiva Bolkestein,
preservar los servicios públicos, incrementar el presupuesto europeo, realizar mejoras laborales
y medioambientales, cancelar la deuda del sur, etc.
7. Ulrich Beck y Anthony Giddens (“Carta abierta sobre el futuro de Europa”, El País, 02/10/2005); Ulrick
Beck (“El alma democrática de Europa”, El País, 07/07/2005); José Ignacio Torreblanca (Real
Instituto El Cano, 23/06/2005) que señalaba “la emergencia de una esfera pública europea, tantas
veces considerada esencial desde el punto de vista de la necesaria creación de una verdadera demo-
cracia europea, se nutriría muy sustancialmente con este tipo de grandes debates acerca de Europa y
su significado” y la necesidad de un “Pacto con los Ciudadanos” (texto elaborado por la Red de
Institutos de Política Europea, en Torreblanca: El País, 29/09/2005; Real Instituto El Cano,
26/09/2005); Jaime Pastor (2005); Anne-Cécile Robert (2005); José Vidal-Beneyto (serie de artícu-
los sobre “La Europa social” entre septiembre y noviembre de 2005 en El País).
8. En el documento de debate sobre el “Apoyo a los agentes no estatales en el sector del desarrollo”
(2005), se señala que “la asunción y la participación son principios fundamentales de las políticas
de la UE y objetivos estratégicos con el fin de facilitar y fomentar el diálogo entre los agentes estata-
les y no estatales en los países socios. Dentro de la UE, la prioridad consiste en asociar las organiza-
ciones de la sociedad civil europea y las redes mediante un diálogo y una consulta periódicos”, y que
“el apoyo a los agentes no estatales a través de programas geográficos, de acuerdo con las autorida-
des de los países socios, supone una evolución muy positiva, que pone de manifiesto tanto el com-
promiso cada vez mayor de los Gobiernos de los países socios respecto a los enfoques participativos
como la mayor asunción por parte de la sociedad civil de los procesos de desarrollo en sus países”.
9. El CESE puede emitir diferentes tipos de dictámenes, que además tienen influencia en la práctica,
ya que: “Un estudio de impacto, llevado a cabo por la Secretaría del CES, comparando las propuestas
del Comité y los textos adoptados por el Consejo, muestra que las propuestas del CES se encuentran
también en una proporción de dos tercios en las disposiciones definitivas”.
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CAPÍTULO 5
LA PARTICIPACIÓN DE LOS ACTORES SOCIALES EN LAS RELACIONES
DE LA UNIÓN EUROPEA CON AMÉRICA LATINA
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Este foro fue mucho más crítico que el anterior en cuanto a la valoración
del papel reservado a la sociedad civil en el proceso de asociación. En este sen-
tido, el primer punto de su declaración final señalaba que: “Repitiendo el
modelo de encuentros anteriores, la Conferencia de Jefes de Estado de Europa,
América Latina y el Caribe, realizada en estas mismas fechas, redujo a los pue-
blos de nuestra región a la condición de meros espectadores de las decisiones
oficiales. No se puede justificar que a eventos de tanta importancia internacio-
nal no se incorporan las entidades representativas de la sociedad civil. Las
bases de cualquier acuerdo entre América Latina, el Caribe y la Unión Europea
deben estar enraizadas en la transparencia, participación e información a la
opinión pública como condición para la cooperación entre nuestros pueblos”.
Asimismo, se denuncia que “Los mecanismos del diálogo social no pueden ser
utilizados como mero instrumento para legitimar acuerdos que carecen de par-
ticipación eficaz de nuestras sociedades en el proceso de tomar decisiones. La
construcción de instituciones democráticas de participación ciudadana deberá
ser el punto de partida de cualquier acuerdo. Los ciudadanos y ciudadanas
deben tener el derecho de participar en las decisiones y también en el proceso
de formular e implementar las decisiones y las políticas de cooperación”.
En este sentido denunciaban que las buenas intenciones en las declara-
ciones oficiales sobre los temas sociales eran una retórica con escasa concre-
ción en la práctica, al tiempo que se avanzaba en los temas económicos en
función de los intereses de inversionistas y multinacionales. Frente a ello abo-
gan por una cooperación internacional basada en la democracia participativa,
en el respeto a los derechos humanos, económicos y sociales, y en la justicia
social por encima de los intereses económicos. El objetivo central debe ser
poner fin a la pobreza y la exclusión social, a través de un desarrollo sostenible,
teniendo en cuenta:
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Se trató, por tanto, de un foro más crítico, con una mayor cercanía a los
movimientos sociales de base, en el que se denunciaba que la retórica partici-
pativa no se traducía en la práctica real. Además de este foro, los movimientos
sociales fueron muy activos en sus demandas y reivindicaciones a lo largo de
todo el año. Por ejemplo, se celebró una Caravana Intercontinental (CIC)4,
impulsada por la Acción Global de los Pueblos (AGP), con vistas a llevar accio-
nes en los diferentes encuentros de los centros de poder, principalmente la
Cumbre de la UE y la Cumbre del G8 en Colonia. A esta caravana se unió también
la Campaña Jubileo 20005, por la condonación de la deuda externa de los países
altamente endeudados. La sección latinoamericana y caribeña de Jubileo 2000,
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educación, temas que, por otra parte, no recogen las inquietudes planteadas en
los encuentros sociales. Todavía queda, por tanto, un gran camino por recorrer
para llegar a la asociación estratégica. A pesar de los numerosos ámbitos que se
recogen en la declaración y en las prioridades de Tuusula, la estrategia de la UE
parece centrarse sólo en aquellos que mejor responden a sus intereses, de
acuerdo con su opción multilateralista, la nueva orientación de su PESC y la
prioridad de la seguridad, frente a los intereses latinoamericanos de avanzar en
la liberalización del sector agrícola europeo. Algunos autores, además, señalan
que esta primera cumbre fue una reacción de Europa ante el avance de las pro-
puestas de librecambio de Estados Unidos en la región (Bodemer, 1999).
El principal logro de este primer encuentro fue dar un paso hacia la instituciona-
lización de los diálogos, intensificados posteriormente a través de las reunio-
nes periódicas para orientar y evaluar los avances de la asociación. En cuanto a
la creación de una zona de librecambio, se enfrentaba a la escasa inclinación
europea a liberalizar su mercado agrícola y a las enormes diferencias entre los
países de la asociación. La Cumbre de Madrid, en este sentido, se presentaba
como una oportunidad para impulsarla y darle mayor contenido, sobre todo en
ámbitos más bien olvidados, como democracia, derechos humanos, desarrollo
económico y reducción de la pobreza, comercio, medio ambiente, etc.
En octubre de 2000, la Comisión, consciente de que no había progresos
significativos, presentó sus prioridades para el seguimiento de la Cumbre de
Río, como la promoción y protección de los derechos humanos, la creación
de una Alianza para la Sociedad de la Información y el establecimiento de
una “Iniciativa social” conjunta. Y en 2001, el Parlamento Europeo estable-
ció una Resolución sobre una Asociación global y una Estrategia Común para
las relaciones entre la Unión Europea y América Latina en la que pide, en
diferentes puntos, la incorporación de “mecanismos de consulta y partici-
pación ciudadana”. La Comisión de Industria y la Comisión de Desarrollo y
Cooperación se suman a esa demanda, añadiendo esta última que “conside-
ra, además, que en los foros previstos en la iniciativa social con participa-
ción de los Gobiernos, las agencias de desarrollo y los representantes de la
industria, también deberían intervenir las organizaciones latinoamericanas
y caribeñas del Foro Social Mundial, que también son interlocutores impor-
tantes y competentes para examinar la manera de combatir la pobreza y la
exclusión social” (2001). Finalmente, también el Consejo de Desarrollo de
la UE, de 10 de noviembre de 2000, destacó la importancia de la participa-
ción ciudadana para fomentar la equidad, la democracia y disminuir la
pobreza.
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Como se puede apreciar en los temas tratados en este foro y en los docu-
mentos que de él salen, se presenta como punto imprescindible para llegar a
una asociación estratégica real la participación de la sociedad civil y la incorpo-
ración, como punto central de la agenda, de los temas sociales.
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Como se ha podido ver en los diversos foros analizados, los temas centra-
les son de nuevo los referidos a lo social, necesarios para avanzar en una aso-
ciación que no se centre únicamente en la creación de espacios de libre
cambio, lo que requiere de una participación más activa de la sociedad civil.
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y el apoyo que la UE, a pesar de una retórica que la presenta como “el socio
bueno”, brinda a ese modelo de relaciones, al tiempo que se presenta a las
ONG, con un lenguaje muy duro, como “tecnócratas de la pobreza”, depen-
dientes de los poderes públicos. Los objetivos principales de este foro eran:
“Denunciar la desestructuración social y el fracaso de la aplicación de los dog-
mas neoliberales; intercambiar experiencias entre los colectivos de base; crear
espacios de debate y trabajo colectivo que sirvan a las luchas de los pueblos
contra la Globalización del Capitalismo Salvaje y el Pensamiento Único; así
como mostrar y difundir la enorme riqueza de luchas y resistencias colectivas”.
Esta cumbre emitió, bajo el lema “Otra América es posible. Otro mundo es
posible”, la Declaración del FST: “14 razones contra la destrucción de América
Latina”, en la que el discurso es claramente crítico con la globalización neoli-
beral y sus consecuencias negativas en las poblaciones, y con la postura y la
política de la Unión Europea en esta región, marcadamente económica y “ale-
jada del sufrimiento de los pueblos” (El País, 18/05/02). En la declaración se
denuncian la pobreza y las desigualdades en América Latina, la falta de demo-
cracia real, las políticas de los Gobiernos neoliberales, el alineamiento de la UE
a las políticas de EE UU, la carga de la deuda injusta, la degradación medioam-
biental, etc. Se señala asimismo que “La identidad ciudadana se abandona y
quiere ser sustituida por la condición de súbditos imperiales y consumido-
res/clientes. La crisis permanente del Estado social y democrático de derecho
y sus funciones más características contribuye a acelerar el proceso de des-
composición social, el desenraizamiento cultural y la caída en la anomia y la
delincuencia, que sirve de justificación del dispositivo de represión y crimina-
lización”. El objetivo es, por tanto, “Detener esta máquina radicalmente inhu-
mana, rechazando su lógica interna y, por el contrario, defendiendo los valores
que creíamos incorporados a nuestra vida —democracia, justicia, equidad—,
nos enfrenta irremisiblemente a este proyecto neoliberal destructor de la
humanidad”.
Aparte de este comunicado, los diferentes colectivos participantes aporta-
ron sus propuestas y visiones de los problemas, con dosieres elaborados por
temas que, sin embargo, no llevaron a un debate del que salieran documentos
consensuados, de manera que la cumbre fue más, según algunos participantes,
una reproducción de las dinámicas propias de los colectivos en un espacio
mayor, que un lugar de debate del que saliera algo nuevo, limitando así la arti-
culación democrática del propio espacio. Dejando al margen estos problemas,
lo cierto es que los objetivos de esta cumbre eran temas más “macro” que aque-
llos tratados en los foros de la sociedad civil, destinados, no tanto a incidir en
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de esta cumbre paralela no vinieron sólo de factores externos, sino que la pro-
pia dinámica interna planteó numerosas limitaciones. Ya se ha señalado la
escasa estructuración democrática de la Cumbre de los Pueblos, concebida por
los colectivos como un espacio para presentar sus propuestas más que para
debatir, así como los problemas para consensuar algunos de los documentos
principales (elaborados en petit comité, anulando así los mecanismos asamblea-
rios), lo cual también tiene que ver con la propia lógica de los colectivos de la
capital, donde priman los protagonismos (definidos a menudo como “los
generalatos sin ejército”), y los recelos personales, que llevaron, tras la
Cumbre de Madrid, a la desarticulación del Foro Social Trasatlántico, con una
división principalmente generacional. Tampoco la manifestación final tuvo la
asistencia que habría cabido esperar de Madrid, y las acciones fueron práctica-
mente nulas, en parte por la escasa capacidad de organización y repercusión del
movimiento7.
Otra de las críticas que se hacen a este encuentro, desde los sectores refor-
mistas, es su falta de conocimiento de las realidades latinoamericanas, dados
los escasos vínculos transatlánticos que tienen (frente a la creación de redes
por parte de las ONG), lo cual limita su capacidad de influencia en la definición
de las políticas concretas. En efecto, si bien en los foros de la sociedad civil
los participantes procedían de ambos lados del Atlántico, los de la Cumbre de los
Pueblos eran en su mayoría organizaciones madrileñas. A pesar de esas limita-
ciones y los fracasos señalados, lo que se pretendía presentar aquí es una nueva
forma de hacer política de base, con la participación de todas aquellas asocia-
ciones, colectivos, plataformas o individuos que lo deseen, frente al alejamien-
to de las instituciones en el proceso de crisis de las actuales democracias
representativas, y la falta de participación real en instancias internacionales.
Una forma de hacer política todavía embrionaria y desorganizada, pero que
puede ayudar a incorporar las preocupaciones de los ciudadanos a las agendas
internacionales. En este sentido, se les acusa de ser incapaces de presentar
propuestas, de ir más allá de las protestas, a lo que algunos responden con pla-
nes de acción definidos, y otros con la argumentación de que esas propuestas
no pueden surgir de antemano, sino que es necesario primero incorporar a los
debates a la mayor parte de la ciudadanía, como un proceso de construcción
conjunta de alternativas, para dar así lugar a un nuevo modelo de sociedad par-
ticipativa, de la que posteriormente surgirán las propuestas consensuadas y,
por tanto, más sólidas (es decir, cambiar primero las reglas del juego, y en base
a las nuevas hacer política). En este sentido, se podría decir que estas contra-
cumbres pretenden trasladar el debate a la sociedad, más que incidir en la toma
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marcha por parte de la UE de los diversos programas para AL. El informe repa-
sa a continuación los retos pendientes y los objetivos de la Cumbre de
Guadalajara, afirmando la prioridad de la cohesión social y el multilateralismo.
La cohesión social fue objeto de un seminario, organizado del 5 al 6 de junio
de 2003, del que surgió el Compromiso de ALCUE: Una Nueva Agenda de
Cohesión Social. En él se reiteran los valores compartidos por ambas regiones,
como son los derechos humanos, la democracia y la solidaridad, y se fijan como
principal objetivo de la asociación la cohesión social y el bienestar de los ciuda-
danos. Asimismo, haciéndose eco de los resultados del informe del PNUD sobre
la democracia en AL, reconocen que existe una insatisfacción ciudadana fren-
te a la democracia imperante, a pesar de los avances que ha conocido en el conti-
nente latinoamericano; y que persisten altos niveles de desigualdad y exclusión
social a pesar de la mejora de los indicadores sociales. En este contexto “La
gobernabilidad democrática, el fortalecimiento de las finanzas públicas y de
la política fiscal, la consolidación de las políticas sociales y la modernización de los
mercados de trabajo son áreas para acciones prioritarias a fin de lograr un desa-
rrollo justo y sustentable”. Es interesante ver que se otorga un papel central a la
sociedad civil: “Los Gobiernos, conjuntamente con la sociedad civil, tienen un
papel fundamental para encabezar el proceso y conducir las reformas tendientes
a aumentar la cohesión social y el combate a la pobreza, la desigualdad y la mar-
ginación […] Estos procesos y reformas deben reflejar el contrato social entre el
Estado y la sociedad en su conjunto y deben traducirse en los presupuestos nacio-
nales, en las estrategias de lucha contra la pobreza y las políticas sociales”.
En cuanto a la extensa Declaración de Guadalajara (con más de 100 pun-
tos), surgida de la cumbre, reitera el compromiso de consolidar la asociación
estratégica con la UE ampliada, así como de fortalecer la democracia y promo-
ver los derechos humanos. Se centra en los tres campos ya señalados: multila-
teralismo, con centralidad de las Naciones Unidas en la promoción del
desarrollo, en la prevención de conflictos y en la seguridad; cohesión social,
reiterando el compromiso con los ODM y, en concreto, con la lucha contra la
pobreza, la exclusión y la desigualdad, y reconociendo el “principio de respon-
sabilidad global común”; y relación birregional, donde, además de avanzar en
la estrategia de asociación incorporando cuestiones sociales y respetando los
diversos compromisos adquiridos, destacan que “Continuaremos promovien-
do el diálogo y la consulta con la sociedad civil en los procesos de asociación
birregional y el acceso oportuno de información para los ciudadanos”. Cabe
resaltar el cambio de prioridades con respecto a la Cumbre de Madrid, centra-
da en la seguridad, el desarme y la lucha contra el terrorismo.
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Tras sus ediciones en Río y en Madrid, este tercer encuentro se reunió del 12
al 16 de abril de 2004 en Ciudad de México. Fue organizado por el Comité
Económico y Social Europeo, con el apoyo de la Comisión Europea y la cola-
boración de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. En él se dieron
cita los representantes de los foros consultivos y los comités económicos y
sociales de la UE, AL y Caribe. En total contó con unos 160 participantes.
Tenía como objetivos debatir el tema de la cohesión social, promover y forta-
lecer las instituciones consultivas de la sociedad civil y establecer contactos
entre organizaciones sociales. Para ello se celebraron diferentes mesas
redondas sobre estas temáticas.
En su sesión inaugural, la propia Comisión Europea agradece el apoyo del
Gobierno de México y la labor del CESE a la hora de potenciar estos encuentros
y de elaborar dictámenes sobre los principales temas de la agenda, como es el
caso de su dictamen sobre la cohesión social en América Latina. Señala asimis-
mo que “Para el éxito del diálogo y de la cooperación la implicación directa de los
Gobiernos no basta. Es necesaria la participación de todos los sectores de la
sociedad”. Recuerda que “En los acuerdos más recientes de asociación y de coo-
peración entre la UE y países o regiones de América Latina, existen disposicio-
nes que establecen comités consultivos mixtos de participación y de consulta de
la sociedad civil organizada (el CESE y sus homólogos latinoamericanos) para
el desarrollo y la implementación de tales acuerdos”. Esto se debe a que, en
palabras de la Comisión, “El fortalecimiento y la participación de los actores
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alto nivel. Señalaban así que “Estas cumbres en todo el mundo se vuelven bún-
keres aislados de la realidad, de la sociedad civil, de cómo vive la gente y eso
también es grave, porque finalmente las autoridades no se dan cuenta de cómo
vive la gente” (La Crónica de Hoy, 26/05/2004). Se convocó, como acto principal,
una marcha el viernes 28 de mayo, en la que participaron unos 2.500 manifes-
tantes13 procedentes de colectivos campesinos, estudiantes, sindicatos, maes-
tros, asociaciones civiles, anarquistas, e incluso partidos políticos, para mostrar
su rechazo a las políticas neoliberales que se discutían en la cumbre, y protes-
tando contra el Gobierno de Vicente Fox. Según los participantes, se trataba de
una marcha festiva y pacífica: “Era, digamos, una marcha alegre y tranquila,
expresión de un pueblo descontento en una democracia que no tiene respuestas
a las demandas específicas de una sociedad que se siente libre” (La Jornada,
28/05/2004). Sin embargo, dos horas después, la manifestación desembocó en
duros enfrentamientos con la policía14. La jornada se saldó con 100 detencio-
nes, muchas de ellas realizadas de forma arbitraria, bien en la Cruz Roja, a la que
habían acudido los manifestantes lesionados, bien en redadas posteriores, de
madrugada, basadas en el aspecto físico y la indumentaria. Durante la madruga-
da del viernes fueron liberados algunos de los detenidos, pero todavía perma-
necían a disposición policial unas 70 personas.
En la rueda de prensa realizada por los movimientos sociales al día
siguiente se aseguró que los detenidos habían sufrido torturas y vejaciones. Se
denunció que las autoridades no entregaron lista de detenidos, que había poli-
cías infiltrados entre los manifestantes y militares de civil, y se criticó la pos-
tura desentendida de ONG y sindicatos15. Se convocaron movilizaciones para
exigir la liberación de los detenidos, entre ellas una jornada de movilización
global el 4 de junio de 2004 en las delegaciones del Gobierno mexicano en el
mundo, en las que se entregaron firmas de numerosos colectivos y organiza-
ciones para exigir la liberación de los detenidos, la anulación de los procesos
penales en su contra, la publicación de la lista de detenidos, el cese del hosti-
gamiento hacia los activistas y de las torturas a los presos, el reconocimiento de
la responsabilidad de las autoridades (principalmente el presidente de la
República, Vicente Fox Quesada, y el gobernador del estado de Jalisco,
Francisco Ramírez Acuña), y la garantía de contar con abogados defensores
(Indymedia Barcelona, 01/06/2004).
Distintas personalidades se reunieron con el gobernador de Jalisco para
exigir la liberación de los detenidos, con escasos resultados, y un año después
Amnistía Internacional envió un llamado por los derechos humanos, en el que
se hace eco de las torturas a manifestantes en Guadalajara. Se organizaron
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También se hace más visible la división entre las diferentes estrategias que uti-
lizan los actores sociales para incidir en la cumbre, cada vez más distanciados,
y objeto además de distinto tratamiento por parte de las autoridades de la cum-
bre. En efecto, cabía esperar que, dado el tema central de la cumbre oficial, la
cohesión social, ésta sería más sensible a las propuestas y la participación de
la sociedad civil, tal y como se reflejaba de hecho en los documentos oficiales.
Pero la realidad mostró que esta sensibilidad sólo se refería a aquellos encuen-
tros institucionales impulsados desde la propia cumbre, mientras que las ini-
ciativas más espontáneas eran duramente reprimidas, como muestra lo
ocurrido durante la manifestación del 28 de mayo. Esto ahondó además la divi-
sión entre ONG y sindicatos (principales protagonistas de los foros institucio-
nales) por un lado y movimientos sociales (reunidos en el encuentro
alternativo) por el otro. Así, a pesar de una escueta referencia en la declaración
del II Foro Eurolatinoamericano a que “debe haber un compromiso claro en las
regiones para no criminalizar la protesta social y dar todas las garantías para su
expresión”, lo cierto es que se desentendieron bastante de la dura represión de
la manifestación. Esto llevó a que en los siguientes actos de protesta por lo ocu-
rrido se evitara la presencia de sindicatos y ONG. Además, los movimientos
sociales siguen insistiendo en que los encuentros sociales fomentados por la
Comisión Europea suponen la legitimación de un proceso que en la práctica no
cuenta con las opiniones de sus poblaciones. Esta denuncia se extiende tam-
bién a la preocupación oficial por la cohesión social, que no se plasma en medi-
das concretas, por lo que, en realidad, queda vaciada de contenido. Así,
mantienen como estrategia, no tanto incidir en la cumbre oficial, al modo de
los encuentros institucionalizados, como sensibilizar a la opinión pública
sobre los efectos negativos de los acuerdos surgidos de la misma, con vistas a
fomentar la movilización y la presión social.
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supeditado a los intereses económicos. En efecto, señalan que “si bien las acti-
vidades y agenda de la red no comienzan ni terminan con la organización de los
encuentros sociales organizados en paralelo a las cumbres oficiales, la realiza-
ción de estos encuentros, o contracumbres, es un momento clave de fortaleci-
miento, visibilización y consolidación de la red”.
Entre los objetivos de la red se encuentran: 1) desarrollar estrategias con-
juntas para paralizar las actuales negociaciones que buscan la firma de acuer-
dos de libre comercio entre Europa, América Latina y el Caribe; 2) concretizar
las luchas contra el accionar que viola los derechos humanos de las empresas
transnacionales europeas en América Latina y el Caribe y dar continuidad al
Tribunal Permanente de los Pueblos sobre este tema; 3) profundizar el proce-
so de construcción de propuestas alternativas para una integración solidaria,
equitativa y complementaria en función de los intereses de los pueblos; y 4)
posicionarse y actuar en relación con las propuestas y procesos de integración
existentes en el continente americano.
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7. CONCLUSIONES
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En cuanto a las formas de participación de los actores sociales que hemos ana-
lizado en este trabajo, ambas muy activas en las dos regiones y que han ido
afianzándose, conviene señalar que no siguen un único patrón, pudiendo defi-
nirse dos modelos diferentes, si no opuestos. Por un lado, las ONG participan
en el seno de la Unión Europea, dentro de los foros de la sociedad civil, con una
postura que podríamos llamar negociadora. De esta manera han conseguido
unos espacios más o menos institucionalizados para hacer oír sus demandas,
aunque sólo sea a nivel consultivo. Cabe también resaltar que tienen unas pro-
puestas de reforma más “micro”, centradas en temas concretos, que no cues-
tionan de forma radical (en el sentido etimológico de la palabra) las reglas del
juego, que aceptan como marco de actuación. En definitiva, siguen, en palabras
de Zesar Martínez, la estrategia de participación “por invitación” en órganos
institucionalizados.
Por su parte, los movimientos en contra de la globalización neoliberales
son más conflictuales, no cuentan con esas vías institucionales de participa-
ción, de las que se alejan por considerarlas ineficaces, y crean sus propios foros
paralelos, donde se tratan temas con una perspectiva más “macro”, destinados
a cambiar los marcos generales de relación, las reglas del juego, ya que entien-
den que el sistema de la globalización es perverso desde sus propios presu-
puestos de partida, y no es reformable. Optan así por una participación “por
irrupción”. En este sentido, los primeros de definen como más pragmáticos,
reformistas, y los segundos serían más utópicos, rupturistas.
GRÁFICO 1
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A pesar de estas diferencias, lo cierto es que los actores sociales han conseguido
jugar un papel importante en las relaciones entre la Unión Europea y América
Latina-Caribe. Han creado así importantes redes entre organizaciones y movi-
mientos sociales de ambas regiones, consiguiendo contar con estructuras de
movilización que se activan puntualmente para participar en los debates.
Además, las estructuras de oportunidad política son favorables, con una cada vez
mayor incidencia, por parte de la UE, en la necesidad de contar con la participa-
ción de la sociedad civil. Esto permite, por un lado, a las organizaciones sociales
participar en los encuentros que fomenta la Comisión Europea y, por otro, a los
movimientos sociales contar con una legitimidad para plantear sus demandas.
Finalmente, han construido marcos interpretativos en torno a la necesidad de
incorporar la justicia social al debate en las cumbres y foros alternativos, que
ayudan a la movilización de la opinión pública en tono a esta cuestión.
En cuanto a las actividades concretas que se han desarrollado, han tenido
como consecuencias:
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• La creación de redes, que son cada vez más importantes. En el ámbito ins-
titucional se van afianzando tras la celebración de diferentes encuentros,
pero también entre los movimientos sociales, por ejemplo, a través de la
Alianza Social Continental. Esto ayuda a la movilización de recursos y a
la creación de vínculos entre las sociedades europeas y latinoamericanas.
• La movilización de presiones en acontecimientos puntuales, por ejem-
plo, durante la última manifestación en Guadalajara y, sobre todo, en
las protestas posteriores por la represión sufrida.
• Una participación en espacios institucionalizados, cada vez más esta-
bles tras tres ediciones de foros y encuentros de la sociedad civil.
• Una participación en espacios alternativos, como la Cumbre de los
Pueblos o el Encuentro “Enlazando Alternativas”.
• La incorporación de temas sociales en el debate: en la evolución de las
relaciones UE-ALC se ha ido incrementando el debate sobre la situa-
ción de pobreza y desigualdad, o sobre los problemas de la democracia
en América Latina, temas que han sido objeto de numerosos informes.
• Incorporación de estos temas en los discursos y declaraciones de las
autoridades europeas y latinoamericanas: las diferentes cumbres ofi-
ciales muestran un creciente interés sobre los temas sociales, al menos
en el papel, como muestra la decisión de centrar la tercera cumbre en la
cohesión social, frente a la preocupación por la seguridad y la lucha
contra el terrorismo, central en la anterior. No obstante, la agenda sigue
principalmente marcada por los intereses económicos y la creación de
zonas de libre cambio.
• Un fomento de la transparencia de las reuniones, obligando a una
mayor rendición de cuentas: indudablemente, las actividades anteriores
permiten una mayor transparencia de las reuniones, que de otra forma
permanecerían alejadas de la ciudadanía. Asimismo, se lleva a cabo un
seguimiento de los compromisos adoptados en las cumbres, obligando
a una rendición de cuentas sobre los avances logrados.
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NOTAS
1. Cabe señalar aquí la aparición de movimientos europeos de solidaridad con los movimientos revo-
lucionarios latinoamericanos, que demandan a sus Gobiernos un apoyo que evite la intervención
directa de los EE UU, incidiendo así en el cambio de política de la UE.
2. Como AL-INVEST (de ayuda a las PYMES que operan internacionalmente, fomentando la inversión
de las empresas de la UE en las empresas de AL), ALFA (de promoción de la cooperación en educa-
ción superior entre ambas regiones), URB-AL (para establecer lazos entre ciudades de la UE y AL),
ALURE (para fomentar el uso óptimo y racional de la energía), @LIS (para promover los beneficios
del uso de tecnologías de la información y disminuir la brecha tecnológica), Alßan (para reforzar la
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cooperación en la educación superior, en estudios de posgrado, etc.) y ATLAS (para fomentar la coo-
peración económica entre UE y AL a través de una red de cámaras de comercio e industria).
3. En la Declaración de Río señalan: “Nosotros los jefes de Estado o de Gobierno de América Latina y
el Caribe y de la Unión Europea, reunidos en la ciudad de Río de Janeiro los días 28 y 29 de junio de
1999, hemos decidido avanzar en la consolidación de una asociación estratégica de carácter político,
económico, cultural y social, y de cooperación entre ambas regiones, que contribuya al desarrollo de
cada uno de nuestros países y a lograr mejores niveles de bienestar social y económico para nuestros
pueblos, aprovechando las oportunidades que ofrece un mundo cada vez más globalizado, en un
espíritu de igualdad, respeto, alianza y cooperación. Concordamos en que las prioridades para la
acción se basan en un compromiso común con la democracia representativa, el Estado de derecho,
la gobernabilidad, el pluralismo y el desarrollo social, incluyendo la distribución más equitativa de la
riqueza y las oportunidades, así como en una integración armónica a la economía global. Hemos
decidido, asimismo, reforzar el diálogo entre Gobiernos, a todos los niveles, y con las organizacio-
nes de la sociedad civil, a fin de asegurar la consecución de los objetivos de desarrollo y el fortaleci-
miento del Estado de derecho en ambas regiones”.
4. Irónicamente, las mismas iniciales que la Cámara Internacional de Comercio, promotora del AMI.
5. La coalición “Jubileo 2000” se creó en octubre de 1997 por organizaciones cristianas y sociales que
reclaman la cancelación de la deuda externa de los países pobres del Tercer Mundo.
6. Entrevista a Sara López Martín, doctoranda en el Departamento de Ciencia Política de la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociología de la UCM, y participante en la Cumbre de los Pueblos, realizada en
junio de 2002.
7. Esta debilidad organizativa se ve con claridad si se compara con el éxito que tuvieron las manifesta-
ciones en marzo de 2002 durante la cumbre de la UE en Barcelona, donde la asistencia fue multitu-
dinaria (se habla de al menos 300.000 personas, es decir, la más numerosa hasta entonces) y los
diferentes foros fueron muy activos, logrando a su vez una importante repercusión mediática. Esto
se puede explicar por las diferentes culturas participativas, así como por las distintas estructuras de
oportunidad que se dan en las dos ciudades, aunque también es cierto que en Barcelona hubo un
apoyo de los sindicatos y los partidos, cosa que no ocurrió en Madrid, donde decidieron incorporar-
se a la cumbre oficial, en los foros de la sociedad civil.
8. En referencia a las crecientes medidas de seguridad, que crean “vallas” entre los representantes y los
representados, pero también a su celebración en lugares remotos, como Qatar o las montañas de
Canadá.
9. Entre los convocantes se encuentran redes latinoamericanas (ALOP, Asociación Latinoamericana de
Organizaciones de Promoción; CEAAL, Consejo de Educación de Adultos de América Latina;
PIDHDD, Plataforma Interamericana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo), europeas
(CIFCA, Iniciativa de Copenhague para Centroamérica y México; Eurostep; Grupo Sur) y organiza-
ciones sociales mexicanas (ANEC, Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de
Productos del Campo; DECA-Equipo Pueblo; MCD, Movimiento Ciudadano por la Democracia;
UNT, Unión Nacional de Trabajadores). Contaron con el apoyo de 11.11.11 (Bélgica), CordAid, Hivos,
ICCO, Novib (Holanda), la Comisión Europea, la Secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno
de México y el Gobierno del estado de Michoacán.
10. Entre los que se puede citar la Alianza Social Continental (ASC), Alianza Chilena por un Comercio Justo
y Responsable (ACJR), Amigos de la Tierra (Uruguay), Red Brasileña por la Integración de los Pueblos
(REBRIP), Jubileo Sur, Red Latinoamericana Mujeres Transformando la Economía, Colectivo
América Latina (Francia), Transnational Institute (TNI-Holanda), Iniciativa de Copenhague para América
Central y México (CIFCA), etc.
11. La Alianza Social Continental reúne a organizaciones y movimientos sociales contrarios a los acuer-
dos librecambistas en América Latina. Su página de Internet es http://www.asc-hsa.org
12. De hecho, en el encuentro se celebró un acto de solidaridad con Cuba, criticando la política de EE UU
y la alineación de la UE a la misma.
13. Algunos medios señalan que hubo hasta 10.000 manifestantes (Rebelión, 03/06/2004).
14. Las imágenes de la manifestación muestran la intensidad y violencia de la confrontación. Véase, por
ejemplo: http://lahaine.org/b2/articulo.php?p=3536&more=1&c=1, o http://www.jornada.unam.
mx/2004/may04/040529/003n2pol.php
15. En el boletín informativo creado para la defensa de los presos se denuncian las irregularidades de la
actuación policial durante la manifestación, y se informa sobre la situación de los presos, presen-
tando ejemplos y testimonios de la represión policial y de las torturas (la bolsa, descargas eléctricas,
simulacros de violación y de ejecución, privación del sueño, golpes, etc.). En él, se denuncia “La uti-
lización de la represión como estrategia política para romper la articulación de las resistencias
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colectivas contra el neoliberalismo”, y se critica “la cooptación a través del ofrecimiento de interlo-
cución privilegiada con instancias del Gobierno, (por la mediación de ONG o directamente), la infil-
tración en las organizaciones sociales que han optado por la resistencia, el ofrecimiento de dinero a
través de programas de asistencia social” (CMI-Guadalajara: “Boletín de prensa”, 29/05/04).
16. No se puede aquí generalizar, ya que hay partes del movimiento por una globalización alternativa que
se posicionan claramente contra el Estado, incluso el de bienestar, al que ven como un colchón para
el cambio real.
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CAPÍTULO 6
LA PARTICIPACIÓN DE LOS ACTORES SOCIALES EN LA ASOCIACIÓN
EUROMEDITERRÁNEA: EL FORO CIVIL EUROMEDITERRÁNEO
Y OTROS ENCUENTROS ALTERNATIVOS
1. LA ASOCIACIÓN EUROMEDITERRÁNEA
A la hora de presentar la zona que aquí nos ocupa, la primera pregunta que cabe
hacerse es: ¿a qué nos referimos cuando hablamos del Mediterráneo? En efecto,
se trata de una zona de gran diversidad, podríamos incluso hablar de una realidad
de múltiples realidades, en la que se encuentran países muy dispares a ambos
lados del mar. El Mediterráneo es así un “mar que une y separa” (título del dosier
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• Los aspectos geopolíticos: esta región tomó gran importancia tras la caída
del Muro de Berlín, como zona de encuentro, de cooperación, pero tam-
bién de desencuentros, tensiones, conflictos. El conflicto palestino-israe-
lí, por ejemplo, condiciona las relaciones entre la Unión Europea y el
mundo árabe, y constituye una problemática central para los países árabes,
clave para la estabilidad de la zona. Además, la lucha contra el terrorismo
tras el 11 de septiembre, la guerra de Irak y sus consecuencias han tenido
graves repercusiones en las percepciones del mundo árabe.
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Las relaciones entre ambos lados del Mediterráneo han conocido diferentes
momentos de mayor o menor intensidad a lo largo de la historia. Nos centrare-
mos en este punto en los antecedentes cercanos (Castaño, 2004; Lannon,
2005). Ya desde el Tratado de Roma se incorporaba a países del Magreb, algu-
nos de los cuales, como Argelia, aún eran colonias francesas. Las relaciones se
basaban principalmente en acuerdos de asociación de primera generación,
centrados en la cooperación comercial, aunque se dan acuerdos más amplios
con algunos países que después se incorporarán a los procesos de preadhesión.
En 1972, la Comunidad Económica Europea crea su Política Mediterránea
Global, desarrollada a través de acuerdos de cooperación, de libre comercio y
de unión aduanera con diferentes países, que superan los acuerdos comercia-
les, al incorporar la cooperación técnica y financiera. Poco después la Liga
Árabe impulsó un Diálogo Euro-Árabe (de 1974 a 1991).
La seguridad siempre ha sido un eje central de la política en la zona. En
1975, se celebra la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa, en la
que se trataron temas de seguridad y cooperación en el Mediterráneo, sobre
todo en el terreno militar. También la Organización para la Seguridad y la
Cooperación en Europa (OSCE) tiene presente la seguridad y cooperación con
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Las organizaciones de la sociedad civil se dan así cita en los Foros Civiles
Euromediterráneos, hasta el momento celebrados en Barcelona, 1995; Malta,
1997; Nápoles, 1997; Stuttgart, 1999; Marsella, 2000; Bruselas, 2001; Valencia,
2002; Chania-Creta, 2003; Nápoles, 2003; Luxemburgo, 2005; Barcelona, 2005;
y Marrakech, 2006. Su objetivo es favorecer la concreción de los mensajes que la
sociedad civil de ambos continentes desea transmitir a sus jefes de Estado y de
Gobierno para el avance de la Asociación Euromediterránea. Salvo el último,
todos ellos se han dado en países europeos, lo que puede explicarse, en parte, por
las reticencias de los países del sur del Mediterráneo a este tipo de iniciativas. En
este sentido, se plantea la necesidad de fortalecer la participación de la sociedad
civil del sur, como un paso para la democratización de esos países.
Estos encuentros suponen una de las principales novedades en el enfoque
propuesto por la Unión Europea en sus relaciones exteriores (frente al de
Estados Unidos, que deja fuera estos temas), y podrían aportar propuestas
interesantes para mejorar la asociación, al incorporar la visión de las socieda-
des civiles y facilitar los intercambios entre las mismas, muy importantes si se
quiere avanzar hacia un espacio de cooperación desde un enfoque holístico.
Por ello, fue acogida con mucho optimismo, despertando grandes expectativas.
Además, han avanzado desde posturas muy cercanas a las oficiales hasta confi-
gurarse como espacios de la sociedad civil. Como señalan Isaías Barreñada e
Iván Martín (2006), “al ser iniciativas oficiales (la presidencia de turno decide
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señala también las limitaciones a las que se enfrenta esta participación, por los
obstáculos a las actividades de las organizaciones sociales, la escasa financia-
ción, la preocupación ante la ampliación al este de la UE, la escasa cooperación
sur-sur, los débiles avances en la integración regional, la desconfianza de algu-
nos Gobiernos ante estas formas de participación, la imposición de valores y
formas de organización europeos en detrimento de las iniciativas locales del
sur1, la falta de incidencia real en la toma de decisiones2, la falta de informa-
ción y consulta a la sociedad civil, la complejidad de los procedimientos, las
dificultades impuestas a la libre circulación de las personas, que dificultan su
participación en los encuentros de la sociedad civil, etc.
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La Cumbre de Barcelona, de 1995, es la que establece las bases del proceso, estruc-
turado ya en tres ejes o líneas de actuación: de seguridad, económico y sociocultu-
ral. De aquí salió la Declaración de Barcelona, que expresa la necesidad de esta
Asociación Euromediterránea para reforzar los lazos entre ambas regiones y crear
un área de diálogo y cooperación, sobre la base de un partenariado. Para ello se fir-
mará un acuerdo multilateral, la Declaración de Barcelona, que determina los
principios de esta relación, así como acuerdos bilaterales entre la Unión Europea y
cada uno de los países de la ribera sur, que concretan esos principios (lo que cons-
tituye una nueva asimetría, ya que esos países no mantienen negociaciones en blo-
que). Este partenariado se estructura en los tres puntos mencionados:
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por otro, al escaso impacto de esta reunión de Malta entre las organizaciones
sociales. En cuanto al escaso impacto de las organizaciones sociales en la reu-
nión de Malta, queda plasmada en el propio foro civil, organizado a iniciativa
del Institut Català de la Mediterrània, que contó con una fuerte presencia
gubernamental y paragubernamental y, por tanto, fue muy cercano a los pode-
res públicos. Además, se trató de un encuentro de menor envergadura que el de
Barcelona. Habrá que esperar, por tanto, al encuentro de Marsella, tres años
después, para ver reaparecer voces críticas al proceso, si bien es cierto que en
la reunión de Stuttgart la participación en el foro civil fue más abierta que en la
de Malta.
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El Foro Civil Euromed de Stuttgart tuvo lugar los días 12 a 17 de abril de 1999,
bajo la presidencia alemana de la Unión Europea, y constó de tres conferen-
cias, de las que surgieron declaraciones y recomendaciones: 1) conferencia
sobre el desarrollo económico, las relaciones industriales y el papel de los sin-
dicatos, del 12 a 17 de abril, organizada por la Confederación Europea de
Sindicatos, con la colaboración de la fundación Fiedrich Ebert; 2) conferencia
sobre el medio ambiente, los días 13 a 15 de abril, organizada por la Fundación
Heinrich Böll y organizaciones medioambientales como MedForum, Amigos
de la Tierra y WWF, entre otras; y 3) conferencia sobre derechos humanos y
ciudadanía en el Mediterráneo, organizado por la Red Euromediterránea de
Derechos Humanos y el Foro Mediterráneo de la Ciudadanía, con apoyo de la
fundación Fiedrich Ebert. Como se puede observar, la estructura de este foro,
así como el contenido del mismo, difiere de la de los encuentros anteriores.
Podríamos hablar de un foro de foros, con menor unidad que en Barcelona o
Malta, ya que son tres conferencias independientes, cada una con sus conclu-
siones y recomendaciones. La declaración final no es una puesta en común de
las tres, sino más bien un resumen de las declaraciones de cada encuentro.
De esas declaraciones se pueden resaltar las siguientes recomendaciones
a la conferencia oficial:
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Este Foro Civil Euromed tuvo lugar del 7 al 12 de noviembre en Marsella, con la
participación de cerca de 600 personas, y se estructuró en tres pilares: 1) Pilar
Sindical, organizado por el Foro Sindical Euromediterráneo, contó con 150 parti-
cipantes; 2) Pilar de Poderes y Autoridades Locales, organizado por las colectivi-
dades locales, con 150 participantes; y 3) Pilar de las Organizaciones No
Gubernamentales, organizado por un comité de ONG de derechos humanos, desa-
rrollo, medio ambiente, etc., con 300 participantes. Este pilar, que es el más cer-
cano al objeto de estudio que nos ocupa, constó, a su vez, de seis talleres: Estado de
derecho y democracia; paz y prevención de conflictos; desarrollo local; cultura e
intercambios humanos; medio ambiente; juventud; y tres talleres transversales:
económico y social, migraciones, e instrumentos del partenariado. Cada uno de
ellos dio lugar a documentos que recogieron las principales aportaciones.
La organización de este foro fue más complicada que la de los anteriores,
ya que cada taller se dirigió por una red francesa especializada en ese ámbito,
lo que generó algunos problemas y tensiones en el desarrollo de los mismos,
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Este foro civil de Valencia tuvo lugar los días 12, 13 y 14 de abril de 2002 en la
Universidad Politécnica de Valencia, bajo el lema “Otras relaciones euromedi-
terráneas son posibles”. Fue organizado con la colaboración de la Coor-
dinadora de Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo de la
Comunidad Valenciana (CONGD-CV) y la Fundació de la Solidaritat i el
Voluntariat de la Comunitat Valenciana (FVSCV). Se contó con esta última, a
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su identidad. Para ello proponen, entre otras cosas, la suspensión de los planes
de ajuste estructural, la condonación total o parcial de la deuda externa, el esta-
blecimiento de la Tasa Tobin como control de los movimientos de capital espe-
culativos, la adopción de políticas redistributivas para luchar contra las
desigualdades, la reorientación de los presupuestos militares a gastos sociales,
la condena a Israel, la creación de una comunidad mediterránea, con suspen-
sión de las actuales políticas migratorias y el desarrollo de unas relaciones
igualitarias, etc. En definitiva, en este foro se aprecia una crítica más global a la
asociación, frente a las recomendaciones o críticas parciales de los foros ante-
riores, adoptando un lenguaje más propio de aquellos movimientos de base
que participan en el movimiento contra la globalización neoliberal.
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préstamo para el desarrollo del sector privado, con apoyo del BEI. Una vez más,
la reunión euromediterránea se vio inmersa en el contexto regional e interna-
cional, debiendo hacerse eco de la situación de Oriente Próximo (con referen-
cias al papel que puede jugar la sociedad civil palestina e israelí en la búsqueda
de la paz), de la reconstrucción de Irak y de la multiplicación de atentados
terroristas en países de la región (que obligan a una mayor cooperación en la
lucha contra el terrorismo). Por ello, la seguridad y la estabilidad vuelven a
ser un punto central en las conclusiones del encuentro, en tanto deberían ser
objeto de una estrategia global.
Es interesante señalar que las conclusiones de la presidencia, al reafirmar
la necesidad de intensificar el diálogo euromediterráneo, reconocen en su pri-
mer punto que debe hacerse más visible y transparente para acercarlo a las
sociedades civiles de la región, haciéndose así eco de las demandas del FCE. En
puntos posteriores resaltan los avances hechos por la sociedad civil, que juega
un papel creciente en el Proceso de Barcelona y que ha logrado una continui-
dad y coherencia en los FCE con vistas a mejorar la eficacia de su influencia en
la AE. Acogen también positivamente las propuestas de apertura de la asociación
para contar con representantes de la sociedad civil. Otros de los temas tratados
fueron la ampliación y la nueva política de vecindad, con las consecuencias que
puede tener en las relaciones euromediterráneas; la promoción de los derechos
humanos y la democracia; las reformas económicas y los avances hacia la crea-
ción de la zona de libre cambio; la integración regional; el desarrollo tecno-
lógico; las infraestructuras; el agua; el medio ambiente; la agricultura; la
cooperación institucional y regional; el diálogo intercultural; la justicia y la lucha
contra el crimen organizado; las migraciones; la educación; la política social
para reducir la pobreza y las desigualdades; y la mejora de la posición de las
mujeres.
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Los movimientos sociales también viven ese año un proceso de transición. Tras
las convocatorias de Marsella y Valencia, se desvinculan de las reuniones poste-
riores, apostando por la celebración de encuentros propios, independientes de
las agendas oficiales. Así, siguiendo el llamamiento del Foro Social Mundial
para la celebración de Foros Sociales Regionales y Temáticos, desde el año 2002
estos actores sociales centran sus energías en la organización de un Foro Social
Temático sobre Palestina y en el Foro Social Marroquí, ambos en diciembre
de 2002, y sobre todo en la del Foro Social Mediterráneo (FSMed)3, espacio de
encuentro de los movimientos sociales de las dos orillas para debatir, crear
alternativas y resistencias y para coordinar acciones contra las políticas neolibe-
rales. Siguiendo la tradición, el encuentro aboga por “Otro Mediterráneo es
posible”. Este Foro Social Mediterráneo, que se celebró en Barcelona en junio
de 2005, contó con un intenso proceso preparatorio, que comenzó con una reu-
nión de la Asamblea Internacional del Foro en Rabat los días 3 y 4 de mayo de
2003, en la que participaron más de 100 organizaciones mediterráneas. En ella
se buscaba debatir la metodología y organización del FSMed.
En la carta de convocatoria de la Reunión de Rabat se hacen eco de las
movilizaciones contra la globalización neoliberal y de los encuentros como el
Foro Social Mundial, para resaltar la importancia de contar con un espacio en
el que reflexionar “sobre la realidad mediterránea, zona de conflictos y desi-
gualdades, sobre las modalidades de aplicación de las políticas neoliberales en
la zona y su impacto sobre los pueblos [...] con la perspectiva de promover
movilizaciones comunes de los movimientos sociales del Mediterráneo y pro-
poner alternativas para conseguir un desarrollo económico, social y político
sostenible y respetuoso del medio ambiente, de la seguridad y soberanía ali-
mentaria, de los derechos humanos, y una paz respetuosa de los derechos de los
pueblos. Esto sólo será posible con la participación activa de la base social no
comprometida con el orden mundial establecido y que de manera real tiene la
voluntad de sumar esfuerzos y capacidades para subvertir y transformar el orden
actual”. En cuanto al acta de la asamblea, se resalta la importancia de crear un
espacio de debate abierto y participativo para los movimientos sociales, con
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debe jugar un papel en el mundo árabe, ya que “No se puede olvidar que el
mundo árabe, además de ser la periferia de Europa, está también en la perife-
ria de las ciudades europeas”. En este sentido, “Europa no logrará convertirse
en actor importante a nivel mundial mientras siga siendo un actor secundario en
la zona más cercana a sus propias fronteras: el mundo árabe”.
De la cumbre surgió un programa de trabajo para los próximos cinco años,
una declaración final y un código de conducta antiterrorista. La declaración
final del presidente reafirma los compromisos de la Declaración de Barcelona
de 1995, haciéndose eco de los cambios en la región en los últimos diez años, y
subraya la necesidad de avanzar en el proceso de paz en Oriente Próximo.
Asimismo, en ella se compromete a asegurar la paz, la democracia y la seguri-
dad, a avanzar en la creación de la zona de libre cambio, en el desarrollo soste-
nible, y en la gestión de los flujos migratorios, e insiste en la necesidad de
mejorar el diálogo entre las culturas, así como entre los actores gubernamen-
tales y no gubernamentales en la región. Presenta asimismo el plan de trabajo
para los próximos cinco años, en el que se detallan medidas en los aspectos
políticos y de seguridad (dando una mayor importancia aquí a la ampliación de
la participación ciudadana en la democratización de la región), socioeconómi-
cos (con énfasis en el empleo y en la liberalización del sector agrícola, entre
otras cuestiones), de educación e intercambios culturales (haciéndose eco aquí
de los objetivos de desarrollo del milenio, en concreto el destinado a lograr la
educación universal, y señalando la necesidad de incluir en mayor medida a
la sociedad civil en la asociación), y migraciones, integración social, justicia y
seguridad (con medidas para mejorar las posibilidades de inmigración legal
y de acceso a la justicia, entre otras). Finalmente, se adoptó un Código de
Conducta euromediterráneo en materia de lucha contra el terrorismo.
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3. CONCLUSIONES
Este estudio de caso nos ha permitido presentar una dinámica más avanzada de
participación de la sociedad civil que la presente en las relaciones UE-ALC,
tanto en el campo de los foros civiles como en los espacios creados por los
movimientos sociales. Esto permite dar una nueva dimensión a su papel como
actores en la acción exterior de la UE, al tiempo que nos muestra que estas
dinámicas no surgen tanto de un modelo diseñado por la UE como de la presión
constante de las organizaciones sociales.
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GRÁFICO 1
PNGE
Asociación
Euromediterránea
Redes temáticas
(de derechos humanos, Plataformas y coordinadoras
medio ambiente, mujeres, nacionales surgidas de las
economía social, etc.) consultas nacionales (como el
Encuentro Civil Mediterráneo
Países en el ámbito español)
socios de la
AE
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diferentes maneras, entre las que se encuentran los Foros Civiles Euro-
mediterráneos, que desde Nápoles se encarga de organizar y coordinar, pero tam-
bién otros encuentros ad hoc como el de Málaga de 2005, e incluso de vías
de participación más directa, como mostró su presencia en la propia Cumbre de
Barcelona, o la que se espera tendrá en la conferencia sobre gobernabilidad. Se
trata, por tanto, de un esquema más complejo, pero a la vez más rico, que el que
encontramos en las relaciones UE-AL, al que además habría que añadir la presen-
cia de muchas de las organizaciones de la PNGE en el Foro Social Mediterráneo
organizado por los movimientos sociales de la región.
Por su parte, los movimientos contra la globalización neoliberal también
han tejido sus redes en la región, siguiendo sus propias dinámicas, aunque de
manera más desigual y con menor coordinación, al menos hasta hace poco, que
las ONG. Así, si bien estuvieron presentes en una conferencia alternativa a
la reunión oficial de Barcelona, en 1995, el seguimiento que han hecho de la
Asociación Euromediterránea ha sido menor, de forma que no se vuelven a
reunir hasta la reunión ministerial de Marsella en el 2000, y lo hacen por últi-
ma vez en Valencia, en 2002, en el marco de las protestas contra la presidencia
española de la UE. Tras esa fecha, los movimientos sociales se alejan del Proce-
so de Barcelona, cambiando las convocatorias paralelas a las reuniones oficia-
les por la creación de una agenda y de un espacio propio e independiente de
debate: el Foro Social Mediterráneo, surgido del proceso de descentralización
del Foro Social Mundial. Desde el año 2002 encontramos, por tanto, numero-
sas reuniones preparatorias de la Asamblea Internacional, que muestran la
dificultad de organizar un evento de este tipo, pero que finalmente dan lugar a
la celebración del FSMed en Barcelona, en junio de 2005, lugar de encuentro y
de debate en el que la agenda ya no viene marcada por los temas de Barcelona
(aunque indudablemente siguen presentes), sino que se amplía a las proble-
máticas de una región entendida en sentido amplio (norte, este y sur del
Mediterráneo), según los intereses y demandas de los propios participantes.
Si bien es cierto que la presencia e implicación de los movimientos con-
trarios a la globalización neoliberal puede parecer menores que las de las ONG,
dados los numerosos canales que estas últimas han logrado abrir, no se debe
olvidar que los movimientos sociales utilizan otra forma de trabajo, más difu-
sa, fruto de esa idea de “pensar global para actuar local”, y del trabajo autóno-
mo en red. En efecto, las problemáticas de la zona que nos ocupan no han
tenido seguimiento únicamente en las conferencias alternativas a las reunio-
nes euromediterráneas o en el FSMed propiamente dicho, sino que se han
debatido en numerosos foros y convocatorias de estos movimientos, desde
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Porto Alegre hasta los foros locales o temáticos, como el de Palestina, pasando
por los Foros Sociales Europeos. También se ha llevado a las calles del mundo
entero, llamando la atención sobre los efectos que la “guerra global contra el
terrorismo” está teniendo en la situación y los derechos de esta región del
mundo, por ejemplo, a través de las importantes movilizaciones contra la gue-
rra y la ocupación en Irak, las protestas contra la valla de Ceuta y Melilla, las
muestras de solidaridad con Palestina, etc.
En definitiva, si algo se puede decir de las dinámicas sociales en esta zona
del mundo es que han sido intensas y activas. Los actores sociales han mostra-
do su interés, solidaridad y preocupación por los problemas de la región, y han
intentado presionar y proponer alternativas a los mismos desde diversos fren-
tes y con distinto éxito. No obstante, conviene recordar que en este espacio
también existen críticas y reticencias entre los dos tipos de actores, parecidas
a las señaladas en el estudio de caso anterior (denuncia de cooptación de las
ONG, problemas de legitimidad y representatividad, escasa incidencia real,
escasas conexiones con la realidad local, etc.).
Se podría mantener aquí el esquema del capítulo anterior, ya que en esta región
también se han creado diferentes estructuras de movilización, a través de redes
temáticas o de redes de movimientos sociales de base, que se activan en dife-
rentes foros (foros civiles, foros sociales, movilizaciones, protestas, etc.),
manteniendo la atención del público en la zona, a través de la creación de mar-
cos discursivos que pretenden superar, si no ignorar, el pretendido choque de
civilizaciones. En efecto, nos encontramos ante una región con una enorme
riqueza de redes sociales, que han fomentado la creación de diversos tipos de
espacios de participación, como se ha visto en el punto anterior.
Han jugado así un importante papel de denuncia de los efectos de las políti-
cas y los posicionamientos de la Unión Europea o de EE UU en la zona, han ayuda-
do a una mayor difusión de información relativa a la situación de la región (por
ejemplo, a través de los documentos e informes de las organizaciones y redes
temáticas, o de medios de información alternativos, como en España Indymedia
Estrecho), han contribuido a la sensibilización ciudadana (en relación, por ejem-
plo, a la guerra contra Irak, o a los derechos de los inmigrantes entre otras muchas
cuestiones), lo que a su vez ha facilitado la movilización de presiones en aconteci-
mientos puntuales (como las manifestaciones antiguerra). Además, han influido
en las estrategias de los actores gubernamentales e intergubernamentales,
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conquista muy reciente, e incluso en este caso, con una incidencia real en la toma
de decisiones muy escasa. Esto también se muestra por las escasas líneas de finan-
ciación que dedica la Comisión Europea a estas iniciativas, tema en el que no se ha
profundizado aquí pero que es de indudable importancia para mejorar la estructu-
ra y la participación de la sociedad civil. Ante estas limitaciones las organizaciones
sociales involucradas en la Asociación Euromediterránea demandan, como se vio
en las 35 proposiciones que presentaron, la creación de mecanismos estables de
consulta, así como un mayor reconocimiento y protección a la hora de actuar,
principalmente en el ámbito nacional (sobre todo en aquellos países de la orilla
sur donde no se reconocen las libertades), y mayores recursos para desarrollar
esas acciones y ayudar al fortalecimiento de la sociedad civil.
La postura de los movimientos sociales es mucho más crítica, como queda
reflejado en los documentos del Foro Social Mediterráneo. En efecto, se niega
que exista un modelo social de Europa para la región, entendiendo que la
Asociación es, ante todo, un proyecto neoliberal de creación de una zona de
libre comercio, con escasas medidas sociales, y que la principal preocupación
europea es la estabilidad y la seguridad en el interior de sus propias fronteras,
como muestra, por ejemplo, su política de “Europa Fortaleza”. Entienden así
que el proyecto europeo en la zona es similar al propuesto por los EE UU. Cabe
señalar que la mayoría de estas críticas son compartidas por las ONG, si bien
éstas sí confían en la AE como marco de trabajo en el que cambiar las cosas.
En definitiva, los dos estudios de caso analizados en esta parte nos han
dado las herramientas para valorar la consideración de los movimientos y las
organizaciones sociales como actores internacionales en la acción exterior de
la Unión Europea. Asimismo, han permitido ir apuntando nuevos interrogan-
tes, relacionados con las diferentes estrategias que adoptan las fuerzas sociales
a la hora de participar en estos espacios, así como con el modelo de relaciones
que se impulsa desde la Unión Europea. En el siguiente y último punto se reco-
gen las principales conclusiones en estos aspectos, y se apuntan posibles
recomendaciones para fortalecer una participación social indispensable para
la democratización de las relaciones internacionales.
NOTAS
1. Señala en este sentido que “la noción de democracia en los países socios mediterráneos no puede y
no debe evaluarse siguiendo criterios occidentales, si bien no hay que perder de vista los principios
democráticos fundamentales, de alcance universal, que se han impuesto gracias a denodadas luchas
sociales y están reconocidos por todas las instituciones y tratados internacionales” (CESE 217/2003
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CAPÍTULO 7
CONCLUSIONES: LOS MOVIMIENTOS SOCIALES COMO UN NUEVO
ACTOR INTERNACIONAL
Esta última parte pretende ir más allá de una simple recopilación de las prin-
cipales conclusiones a las que se ha ido llegando a lo largo del libro, para pre-
sentar una síntesis de las aportaciones más importantes, razonando su
relevancia y evaluando los avances que supone en cuanto a una mejor com-
prensión de las dinámicas actuales de la sociedad internacional. Por otra parte,
se plantean algunas recomendaciones para avanzar en una mayor democratiza-
ción de las relaciones internacionales, mediante una incorporación real de los
actores sociales en las dinámicas internacionales, con especial énfasis en el
ámbito europeo analizado. Finalmente, no se olvidan aquellos temas pendien-
tes, que tal vez han sido apuntados pero no tratados exhaustivamente, en los
que convendría detenerse para profundizar el conocimiento sobre la participa-
ción de los actores sociales en las relaciones internacionales, y que podrían
abrir las puertas a futuras investigaciones interesadas en estas dinámicas.
El principal objeto de estudio en este libro han sido los movimientos socia-
les globales y su función como actores internacionales. Para su análisis, en los
primeros capítulos se han fijado los principales interrogantes a los que trata de
dar respuesta el libro, así como los planteamientos epistemológicos y teóricos,
estableciendo los criterios que permiten hablar de un actor internacional, a
saber, que actúe en el ámbito internacional, con influencia en las agendas, en las
estrategias del resto de actores, y en el modelo de relaciones internacionales, lo
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que determina la función que juegan. Siguiendo estos requisitos, se han mos-
trado las diversas actividades que desarrollan las fuerzas sociales en el escena-
rio internacional. Estos criterios son la guía que se sigue en el resto del libro.
A continuación, se definen las fuerzas sociales analizadas, a saber, las
organizaciones no gubernamentales internacionales y los movimientos socia-
les contrarios a la globalización neoliberal, explicando sus rasgos característicos,
su surgimiento y evolución, su dimensión regional, así como su participación en
el escenario internacional, mostrando su labor en las dimensiones definidas
en el marco teórico. De esta forma, se ha podido comprobar que actúan en las
relaciones internacionales siguiendo diversas estrategias (creación de redes
transnacionales, convocatoria de movilizaciones, celebración de foros de
encuentro propios, participación en encuentros oficiales, etc.), que inciden en
la agenda internacional, incorporando preocupaciones sociales antes minus-
valoradas ante el predominio de la economía neoliberal (por ejemplo, con la
adopción de los Objetivos del Milenio, el debate sobre la Tasa Tobin o el triun-
fo de los genéricos del sida), con un impacto en las estrategias del resto de acto-
res (que se ven obligados a incorporar algunos de esos temas en sus agendas,
así como a abrir vías de participación para estos nuevos actores). Todo ello nos
muestra la función que juegan en la escena internacional, partiendo de un con-
trol de la toma de decisiones que obliga a una mayor transparencia de los gran-
des encuentros internacionales. Finalmente, se muestran aquí, para ilustrar
estas actividades, cuadros con algunos ejemplos de actuaciones con impacto en
el escenario internacional.
La segunda parte del libro permite analizar esas actuaciones en un marco
concreto: la acción exterior de la Unión Europea, bloque regional con unas
características propias que lo hacen adecuado para el análisis que aquí se pro-
pone. En el primer capítulo se muestra la activa participación de las fuerzas
sociales en la propia definición de la Unión Europea como ente político, a tra-
vés de un repaso de los tratados y de las reacciones que han tenido en la ciuda-
danía, hasta llegar al actual tratado por el que se establece una Constitución
para Europa, en cuyo debate han sido especialmente activos los movimientos
sociales, con repercusiones en la definición del modelo social de la Unión
Europea. Se pasa a continuación a valorar la participación de las fuerzas socia-
les en la acción exterior de la UE, en concreto en su política de cooperación
para el desarrollo, por ser un ámbito en el que la Unión puede jugar un impor-
tante papel en el escenario internacional. Se muestran aquí de nuevo las diver-
sas vías de participación que se abren, tanto en el marco institucional como al
margen del mismo. Este capítulo ha servido, por tanto, para analizar en un
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la práctica. También los desarrollos más actuales de las relaciones que mantie-
ne la Unión con América Latina y el Mediterráneo ofrecen ejemplos en este
sentido, como la preocupación por la cohesión social en la Cumbre de
Guadalajara, o la decisión de celebrar conferencias sobre gobernabilidad y
empleo en el Mediterráneo.
No obstante, también hay que señalar las grandes dificultades que
encuentran estas demandas en su incorporación, no tanto en la agenda o en el
discurso, sino en la práctica, como se ha podido apreciar en el repaso a las dife-
rentes demandas en los ámbitos eurolatinoamericano y euromediterráneo. Se
puede hablar, por tanto, más de una incidencia en el cambio de los marcos dis-
cursivos que en la práctica real de las relaciones internacionales, lo que sin
duda constituye el primer paso, pero que es necesario profundizar para poder
hablar de una participación real, con impacto, de los actores sociales. Sin
embargo, no se debe menospreciar tampoco esa incidencia en el discurso, que,
más allá de cuestiones concretas, ayuda a la inclusión de una idea general de
justicia social y de democracia global participativa.
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hasta entonces reservado a los Estados, como primer paso, a pesar de las limi-
taciones que se han señalado, hacia la creación de una sociedad civil global que
ejerza su función democratizadora de la sociedad internacional. No obstante,
esta participación en los foros oficiales sigue limitándose a actores más o
menos institucionalizados, como son las ONG, lo que excluye a multitud de
colectivos y sensibilidades, que sólo podrían participar si se abrieran vías
de control y de participación más directa que conectaran lo local con lo global.
Esto se ha visto claramente en las movilizaciones en la Cumbre de Guadalajara,
donde se aceptó la participación de la sociedad civil en los foros oficiales, pero
se negó la legitimidad de las protestas en la calle, duramente reprimidas. Es
cierto, finalmente, que estas influencias son escasas (como muestran las difi-
cultades por incorporar las recomendaciones de la sociedad civil en las decla-
raciones oficiales, salvo algunas iniciativas novedosas, por ejemplo, en la
última reunión euromediterránea de Luxemburgo), y que se deben más a una
necesidad de incrementar una legitimidad erosionada que a un afán democrati-
zador. Pero también lo es que se trata de una nueva forma de control ciudadano,
todavía embrionaria, que no pueden ignorar.
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Se ha visto así, por un lado, que las ONG participan en el seno de la Unión
Europea, dentro de los foros de la sociedad civil, con una postura que se podría
llamar negociadora. De esta manera han conseguido unos espacios más o
menos institucionalizados para hacer oír sus demandas, aunque sólo sea a nivel
consultivo. Cabe también resaltar que tienen unas propuestas de reforma más
“micro”, centradas en temas concretos, que no cuestionan de forma radical (en
el sentido etimológico de la palabra) las reglas del juego, que aceptan como
marco de actuación. Por su parte, aquellos colectivos de los movimientos con-
trarios a la globalización neoliberal más conflictuales no cuentan con esas vías
institucionales de participación, de las que se alejan por considerarlas inefica-
ces y legitimadoras de un orden injusto, creando sus propios foros paralelos,
donde se tratan temas con una perspectiva más “macro”, destinados a cambiar
los marcos generales de relación, las reglas del juego, ya que entienden que el
sistema de la globalización es perverso desde sus propios presupuestos de par-
tida, y no es reformable. En este sentido, los primeros se definen como más
pragmáticos, reformistas, y los segundos serían más utópicos, rupturistas.
Se han visto también las críticas desde los movimientos sociales a la postura
de las ONG, en la medida en que temen una victoria de las posiciones reformistas,
que imposibilitaría avanzar hacia un cambio profundo, que sin embargo estiman
necesario. Creen que permitir pequeñas reformas legitimaría el sistema, sin
ponerlo en cuestión. Las ONG creen, por su parte, que hoy en día, son esas peque-
ñas reformas las que permitirán cambios beneficiosos, dada la imposibilidad de
cambiar el sistema en su conjunto. Es necesario, por tanto, utilizar las pequeñas
oportunidades que se tienen para avanzar hacia un mundo más justo. Así, critican
que los movimientos sociales no tienen propuestas concretas y estructuradas que
pudieran permitir avanzar hacia un modelo alternativo.
Una de las cuestiones que plantean estas diferencias es su grado de com-
plementariedad u oposición, en la medida en que pueden parecer posturas
irreconciliables, que han dado lugar a varios conflictos, como se ha visto, por
ejemplo, en los estudios de caso analizados, pero también en las dinámicas más
generales. La respuesta a este interrogante no es fácil. En efecto, podrían con-
siderarse estrategias complementarias, en la medida en que los más rupturis-
tas han ayudado a la creación de debates, a la visibilización de los aspectos más
negativos de las políticas neoliberales y a la definición de una identidad acti-
vista que se asienta en un marco discursivo explicativo cada vez más extendido
y compartido por amplios sectores de la opinión pública, que son los que han
permitido la apertura de vías de participación en el seno de unas organizacio-
nes internacionales cada vez más contestadas y en búsqueda de legitimidad.
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Estas vías son las que aprovechan por los sectores reformistas para incluir
demandas concretas en las agendas oficiales. Es decir, que las demandas de los
movimientos sociales están creando un clima de debate en la sociedad interna-
cional, que es necesario apoyar, ya que es el que permite que se abran oportu-
nidades de cambio, aunque sea a pequeña escala, que se pueden aprovechar. En
efecto, han conseguido sensibilizar a la sociedad sobre determinados temas y
visibilizar los problemas. Se trataría de hacer presión desde los dos frentes,
tanto en el nivel macro como micro, con actuaciones concretas, sin perder de
vista el conjunto, es decir, las causas de los problemas. Algunos foros civiles se
hacen así eco de las demandas más generales de los movimientos sociales,
incorporando por ejemplo su lema “Otro mundo es posible”.
Aunque también es cierto que se trata de estrategias cada vez más alejadas,
en la medida en que cada uno apuesta por su esfera de actuación, dificultando
la comunicación entre las dos ramas del movimiento. Ejemplos de esta falta de
entendimiento se han visto en los últimos Foros Sociales Europeos, o en la
Cumbre de Guadalajara, donde se echó en falta una mayor solidaridad de las
organizaciones no gubernamentales ante la represión sufrida por los colectivos
radicales. Ante estos problemas, convendría hacer un esfuerzo de reflexión en
el seno de los diversos actores sociales para tratar de unir fuerzas y lograr así
una mayor repercusión desde diversos frentes en las relaciones internaciona-
les, recordando cómo, en el pasado, la división ha limitado la incidencia que
podrían haber adquirido, y que la pluralidad suele ser fuente de riqueza a pesar
de multiplicar las dificultades.
Los estudios de caso han permitido también ver la plasmación real del modelo
europeo en su acción exterior, es decir, la traducción de su discurso de “globa-
lización de rostro humano”, más preocupado por las cuestiones sociales, en la
práctica. Se ha señalado en este sentido que un paso previo a la inserción en
la globalización son los bloques regionales, que cobran cada vez más fuerza, y la
Unión Europea es el ejemplo más avanzado, además de representar para
muchas otras regiones un modelo a seguir, distinto del que se propone desde
los Estados Unidos.
Antes de valorar las dimensiones de ese modelo de cara al exterior, se han
ido viendo las dinámicas democratizadoras en la propia construcción de esta
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integración europea, a través de un repaso de los tratados que han ido defi-
niéndola. En esos puntos se ha podido comprobar cómo uno de los vectores de
profundización en este modelo es el intento de superar el déficit democrático
que ha acompañado la construcción de una Unión Europea en un principio
demasiado centrada en la unión económica y monetaria, a través principal-
mente de un refuerzo de aquellas instancias más representativas de la Unión,
como es el Parlamento Europeo, o de aquellos espacios de participación de la
sociedad civil, como el Consejo Económico y Social Europeo. Se ha analizado
asimismo la intensa actividad de diversos sectores sociales para fomentar un
modelo social europeo en el interior de sus fronteras, modelo que después se
exportaría en sus relaciones con el exterior.
No obstante, a pesar de algunos avances democratizadores, todavía es dema-
siado limitado el papel que pueden jugar los ciudadanos europeos en la toma de
decisiones, dadas las todavía escasas competencias del Parlamento Europeo fren-
te a las de otras instituciones, como el Consejo, pero también por las casi inexis-
tentes vías de participación directa de la ciudadanía, incluso cuando el propio
Tratado de Constitución Europea (TCE) aboga ya por una democracia participati-
va. Los costes de este alejamiento de las instituciones respecto a sus ciudadanos
han quedado patentes en los debates en torno al TCE, que han llevado a un resur-
gimiento de la preocupación por ese modelo social europeo, así como en la apatía
y el desconocimiento de los temas europeos por parte de la opinión pública. Frente
a ello, cada vez más sectores sociales han tratado de impulsar el debate y de incidir
con sus propuestas en la definición de una Europa más social, desde muy diversos
ámbitos y con las diferentes estrategias que se han señalado. En cualquier caso, la
Unión Europea es cada vez más receptiva a algunas de esas demandas, con intere-
santes iniciativas en los últimos tiempos, como las consultas que está lanzando la
Comisión Europea a los ciudadanos europeos, o la apertura de foros de la sociedad
civil, por ejemplo, en la convención europea que se encargó de la elaboración del
TCE. El interés los ciudadanos europeos en involucrarse ha quedado patente en los
últimos debates. Indudablemente, la Unión deberá profundizar en estas cuestio-
nes si realmente desea cobrar fuerza como unión política.
En cuanto a la dimensión o proyección exterior de ese modelo social que
intenta construir en el interior de sus fronteras, puede resultar de gran impor-
tancia, no sólo para incrementar el papel de la Unión Europea en el escenario
internacional, sino también para lograr unas relaciones internacionales más
preocupadas por temas sociales frente al predominio de lo económico en las
últimas décadas. En este sentido, se ha presentado el enfoque global que adopta
la Unión en sus relaciones con terceros, que incluye, además de las cuestiones
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económicas, un diálogo de alto nivel (con cada vez mayor énfasis en la partici-
pación de otros actores, como la sociedad civil, en él), y una cooperación para
el desarrollo de las regiones y los colectivos más desfavorecidos, ámbito en el
que la Unión constituye un actor central, al ser el primer donante mundial de
ayuda. Asimismo, uno de los principales objetivos de su acción exterior es pre-
cisamente promover la democracia.
Pero también en este campo, a pesar de las indudables diferencias frente a
otro tipo de relaciones (como las que desarrollan los Estados Unidos, centradas
básicamente en la liberalización de las relaciones comerciales), lo cierto es que
todavía no se puede hablar de un modelo social, en la medida en que los ámbitos
económico y de seguridad siguen prevaleciendo también en este campo. Así, los
acuerdos de asociación firmados por la Unión Europea con sus socios siguen
poniendo el énfasis en la creación de zonas de libre cambio (con América Latina y
el Mediterráneo, por ejemplo), y en el fomento de la estabilidad en sus fronteras
(principal objetivo de la nueva Política Europea de Vecindad y eje central de la
Asociación Euromediterránea), aunque cabe esperar que el interés por los temas
de cohesión social, lucha contra la pobreza y gobernabilidad cobren fuerza, recu-
perando la idea de una seguridad humana entendida en términos amplios. El
papel que pueden jugar los actores sociales en este campo es indiscutible, como se
puede apreciar al analizar, en los estudios de caso, los debates que impulsan y las
propuestas que hacen para fomentar la dimensión social de los procesos de aso-
ciación, y es necesario potenciarlo si realmente se quiere contar con el apoyo de los
ciudadanos. En definitiva, los desarrollos futuros de este modelo europeo de rela-
ciones determinarán el lado de la balanza por el que se inclina la Unión Europea,
tanto en su dimensión interna como externa, y la participación de la ciudadanía en
estos campos puede suponer un valor añadido en el papel que Europa juegue en la
globalización y en su propia legitimidad.
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RECONOCIMIENTO
INDEPENDENCIA
Para ello hay que asegurar asimismo la independencia de estos actores socia-
les, tratando de evitar su instrumentalización por los Gobiernos y organizacio-
nes internacionales, ya que ésta limita el valor añadido que puede aportar la
sociedad civil. Por tanto, si bien los foros de la sociedad civil constituyen un
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FORTALECIMIENTO
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LEVANTAR TRABAS
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CREACIÓN DE SINERGIAS
Para lograr un impacto mayor, es necesario que los actores sociales hagan un
esfuerzo por crear sinergias entre las diversas estrategias de participación por
las que optan. En efecto, las ONG no consiguen movilizar a tanta gente como los
movimientos sociales, y éstos tienen una incidencia mucho menor en la toma
de decisiones oficial. La unión de estas fuerzas ayudaría a la complementarie-
dad de ambas estrategias, fortaleciendo en último término el poder de la sociedad
civil. Para lograrlo, hay que superar muchas de las reticencias mutuas entre las
fuerzas sociales, así como evitar la división en torno a temas que podrían con-
sensuarse. Conviene aquí recuperar las lecciones de la historia, que muestran
cómo las luchas internas terminan por pesar más que los objetivos comunes,
llevando a la desintegración de bloques que hubieran podido conseguir impor-
tantes victorias. Por tanto, se debería tratar de hacer complementarios los
diversos espacios y estrategias de participación, entendiendo que mientras
unos ayudan a la movilización y a la creación de marcos discursivos explicati-
vos, los otros contribuyen a conseguir ganancias incrementales en ámbitos
concretos, como formas complementarias y no opuestas. El punto de partida
para lograrlo es, sin duda, un reconocimiento y respeto mutuo entre las dife-
rentes perspectivas, valorando las contribuciones y victorias reales de cada
una, y siendo conscientes de los riesgos y limitaciones que plantean.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Una de las grandes limitaciones a las que se enfrentan los actores sociales, cru-
cial en la actual sociedad mediática, de la información, es la falta de impacto de
las iniciativas sociales en los medios de comunicación, lo que conlleva un des-
conocimiento por parte de la opinión pública, impidiendo su reconocimiento
y dificultando la sensibilización y movilización ciudadana en torno a las cues-
tiones que debaten. La falta de acceso a los medios ha impulsado importantes
campañas, partiendo del derecho que regulan los propios ordenamientos jurí-
dicos (como la Constitución Española, que en su artículo 20.3 asegura “el acce-
so a dichos medios de los grupos sociales y políticos significativos, respetando
el pluralismo de la sociedad”). Para superar estas trabas mediáticas los movi-
mientos sociales han creado sus propias redes de “contrainformación”, a tra-
vés de las cuales difunden sus ideas y convocatorias. No obstante, su impacto es
mucho más limitado que los medios de comunicación de masas, y suele quedar
circunscrito a las redes sociales ya sensibilizadas en estas cuestiones. Por
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PARTICIPACIÓN INSTITUCIONALIZADA
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Como se ha visto en los estudios de caso, una de las principales vías de partici-
pación con las que cuentan los actores sociales son los foros y los encuentros de
la sociedad civil, en paralelo a las grandes reuniones oficiales. No obstante,
estos espacios también presentan algunas limitaciones que es necesario tratar
de superar. Además, deben ser considerados como una más de las diversas
actividades que llevan a cabo los actores sociales para incidir en la política glo-
bal y, en este caso, europea. En el supuesto de los foros de la sociedad civil
impulsados desde la Unión Europea, uno de los problemas más señalados es su
instrumentalización. Para evitarla, estos espacios deben ser más participativos
e independientes del control gubernamental, asegurando su organización e
impulso por la propia sociedad civil, de forma que permitan realizar un segui-
miento real y crítico de las políticas. En relación a la participación, se ha
comentado ya que suelen tener más peso las grandes organizaciones del norte
(muchas veces funcionales a los planteamientos oficiales), quedando excluidas
las iniciativas y pequeñas organizaciones del sur (que también encuentran
mayores dificultades por las reticencias de sus propios Gobiernos), así como
las más críticas, lo que resta representatividad y legitimidad a estos espacios.
Para evitar estos problemas, hay que establecer mecanismos participativos e
independientes (dada la reticencia de algunos Gobiernos) para la selección de
los participantes, y mejorar el conocimiento de las realidades locales, para
poder incluir a organizaciones con una labor importante pero sin recursos o
poco conocidas. Todo proceso de selección debe partir, además, de las inicia-
tivas y redes sociales ya creadas desde las propias sociedades civiles nacionales
y regionales, y contar con la diversidad como uno de sus principales valores.
Para ampliar la participación también hay que mejorar los mecanismos de
financiación para acudir a los foros, así como eliminar las trabas a la libre
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IMPACTO
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MIGRANTES
Un tema que no se ha tratado con profundidad aquí, pero que está convirtién-
dose en una de las dinámicas más importantes de la globalización, es el papel
que pueden jugar las redes transnacionales de migrantes en estos ámbitos. En
efecto, se han convertido en importantes agentes de codesarrollo (en la medi-
da en que permiten un mejor conocimiento entre diversas realidades, la de
origen y la de destino, y un intercambio de experiencias), así como económi-
cos (a través de las remesas, que son incluso uno de los principales ingresos de
algunos países de América Latina y el Magreb). En este sentido, es imprescin-
dible contar con sus aportaciones, teniendo en cuenta el importante papel que
pueden jugar en la creación de vínculos norte-sur, por ejemplo, en los espacios
eurolatinoamericano y euromediterráneo. Son por tanto un actor clave en el
diálogo entre civilizaciones. Es además un campo en el que debe cuidarse la
coherencia, ya que permite la plasmación de la preocupación por los derechos
humanos en un campo concreto, así como la proyección del modelo social que
busca impulsar la Unión Europea. La percepción que tengan estas personas al
llegar a las sociedades europeas tendrá una gran incidencia en la percepción
que trasladarán a sus sociedades de origen, por lo que hay que actuar contra su
discriminación en Europa y abrir espacios de diálogo con estos colectivos.
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Se han tratado de apuntar en estos diez puntos algunas esferas en las que es
necesario comenzar a trabajar para lograr una inclusión real y efectiva de los
actores sociales en la acción exterior de la Unión Europea. No se trata de una
lista exhaustiva, pero sin duda mejorar estos aspectos ayudaría a crear
una sociedad internacional más democrática, y en el campo concreto de la
Unión Europea, le permitiría mostrar en la práctica su supuesta preocupación
por estos temas.
Este libro se ha dedicado a valorar la consideración de los movimientos
sociales globales como actor internacional en un marco concreto: la acción
exterior de la Unión Europea. Indudablemente, se podrían ampliar los análisis
a otras esferas de actuación de estos movimientos sociales, analizando su
impacto en diversos contextos globales o regionales, e incluso al estudio de
otras fuerzas transnacionales que están cobrando una importancia creciente,
como es el caso de las redes transnacionales de migrantes. En definitiva, no se
agota en estas páginas el campo de análisis de las fuerzas sociales en el escena-
rio internacional, tan sólo pretenden contribuir a la profundización de los
estudios sobre estos nuevos actores sociales, mostrando la relevancia de estos
temas, y las potencialidades que estos actores tienen en la creación de dinámi-
cas democratizadores en el campo de las relaciones internacionales.
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