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El Taj Mahal es una obra maestra tanto desde el punto de vista

arquitectónico como del estético. La gigantesca cúpula se eleva hasta


los 59 m de altura. Los cuatro minaretes situados en los ángulos del
sepulcro alcanzan una altura de 40 m cada uno y están  ligeramente
inclinados hacia afuera para evitar que se derrumben sobre el edificio
principal en caso de terremoto. Una obra maestra de la estática son los
complejos cimientos, que distribuyen equitativamenle el peso de la
enorme cúpula entre las diferentes partes sobre la que se apoya todo el
edificio.

La construcción

El edificio empezó a construirse hacia 1632, según los planos de un


consejo de arquitectos procedentes de India, Persia y Asia central,
aunque parece que el auténtico inspirador fue el propio emperador.
Trabajaron en su realización más de 20.000 obreros; las obras del
mausoleo concluyeron en 1643 y las de las dependencias adjuntas en
1649. En total, el proyecto ocupó veintidós años y costó cuarenta
millones de rupias. Se conocen los nombres de algunos de los
maestros que participaron en la empresa: el turco Ismail Afandi, que
diseñó las cúpulas;  Qazim Khan, de Lahore; Chíranji Lal, de Delhi,  que
se encargó de los mosaicos; el cantero Amir Ah, de Beluchistán;
Amanta Khan, de Shiraz (Persia), insigne calígrafo. El maestro de obras
fue el turco Listad Isa; la leyenda cuenta que, cuando el edificio estuvo
acabado, Jehan ordenó cortar su mano para impedir que pudiese
repetir una’ obra semejante. En los escritos de un misionero portugués
de la época parece aludirse a la posible intervención de un artista
italiano, Jerónimo Veroneo. Aunque efectivamente vivió en Agra
durante esos años, nada parece apoyar de forma seria esta hipótesis.

La entrada

El recinto está flanqueado al norte y al sur por dos sectores oblongos


más pequeños: en el meridional se alza una puerta de piedra arenisca
que da entrada al complejo y algunos edificios auxiliares de finalidad
incierta; en el septentrional, paralelo al cauce del Yamuna, se levanta el
mausoleo. El emperador accedía al lugar por el río, en barca, junto con
su séquito. Los demás visitantes debían entrar por un gran patio, en el
lado sur, donde se daba la limosna a los pobres y donde, en cada
aniversario de la muerte de Muntaz, se distribuían enormes sumas de
dinero entre los menos favorecidos. En el mundo musulmán, estas
puertas también tenían un fuerte simbolismo, pues representaban la
entrada al paraíso: desde el punto de vista metafísico, eran
consideradas el punto de transición entre el mundo exterior de los
sentidos y el mundo interior del espíritu.

Los jardines

El complejo, alineado de norte a sur, tiene una planta rectangular de


580 m de largo por 305 de ancho. En el centro ‘del rectángulo se sitúa
un jardín cuadrado de 300 m, cuyo eje principal se extiende de sur a
norte, desde la puerta hasta el mausoleo. Con una extensión de 6,9
hectáreas, fue proyectado como representación del paraíso terrenal, al
estilo de los jardines persas introducidos en la India por Babur, el
primer emperador mogol. Originalmente contenían multitud de flores y
árboles exóticos, todo: ellos en disposición geométrica y
perfectamente simétrica: los jardineros trabajaron con el empeño
consciente de traducir la perfección celeste a términos terrenales,
siguiendo una serie de fórmulas bien conocidas. Así, el cuatro, número
sagrado en e Islam, fue la base de todo el diseño.

Los canales, símbolo de los cuatro ríos del paraíso (de los que, según
la tradición, manaba agua, leche, vino y miel), con fuentes y
flanqueados de cipreses (que, además de dar sombra, acentúan las
líneas de la perspectiva), se cruzan en el centro formando un estanque
de nenúfares en mármol blanco, algo elevado del suelo; símbolo de al
Kawthar, el estanque celestial de la abundancia mencionado en el
Corán, fue concebido para que el mausoleo se reflejara en sus aguas.
Cada una de las cuatro partes que delimitan los canales está dividida
en dieciséis parterres por caminos de piedra.

En la arquitectura mogol, el agua se utiliza tanto para los rituales de


ablución como para humidificar y enfriar el ambiente, una sabia
combinación del significado religioso con la necesidad práctica. Se
extraía del río y se introducía en unos canales subterráneos desde los
que se derivaba para llenar los estanques y regar os jardines.

Mezquita y jawab

El mausoleo propiamente dicho está flanqueado al este y al oeste por


dos edificios simétricos idénticos, la mezquita, al oeste y, al este, el
correspondiente jawab o «respuesta». Sobre la finalidad de este
segundo edificio, se ha supuesto que servía como albergue de
peregrinos, lugar de reunión de los fieles antes de la oración; sin
embargo, lo más probable es que su propósito último fuera puramente
arquitectónico, para dotar de equilibrio estético al conjunto y contribuir
a la simetría de las estructuras situadas en la plataforma.

Un alto muro con torres octogonales rodea la sección norte y el jardín


central; quedan fuera, por el sur, los establos y estancias para los
guardias. En el lado occidental, cerca de la mezquita, se sitúa un
pequeño recinto de piedra para recordar el primer lugar donde fueron
depositados los restos de Muntaz Mahal.

El mausoleo

Mezquita y jawab estaban realizados en arenisca roja, que contrasta


con la blancura del mármol de Makrana del mausoleo, elevado sobre
un plinto de mármol de siete metros de alto. Un talud de piedra
protege al jardín de la erosión del río.

De planta cuadrada, el mausoleo tiene cuatro fachadas idénticas, con


esquinas achaflanadas y un impresionante arco de 33 m de alto en
cada una de ellas, enmarcado con bandas de caligrafía en relieve. Los
artesanos que trazaron estos relieves con versículos del Corán
utilizaron un truco óptico, consistente en ir aumentando el tamaño de
las letras a medida que aumentaba la distancia, para conseguir que
sus dimensiones parecieran idénticas.

Los grandes nichos abovedados están enmarcados con motivos


florales (rosas, narcisos, tulipanes), a base de incrustaciones de
piedras semipreciosas, cristales minerales y lapislázuli, además de
inscripciones en piedra negra. Esta misma decoración se prolonga en
el interior en las enjutas de los arcos y en las bóvedas.

La hermosa cúpula bulbosa situada sobre el salón central se levanta


sobre un tambor rodeado de cuatro torres octogonales, cada una
rematada por un pequeño pabellón cupulado. La estructura interior
tiene una altura de 24,4 m y sobre ella se dispone otra cúpula exterior
muy peraltada que estiliza el perfil del edificio. El remate externo está
constituido por una aguja de latón de 17,1 m de altura.
Debajo de la gran cúpula se halla la sala octogonal del sepulcro, con
grandes nichos y puertas que dan acceso a las demás estancias,
decoradas con relieves de mármol blanco, igual que los cenotafios
de Shah Jehan y Muntaz Mahal; los auténticos sarcófagos ocupan una
cripta, al nivel del jardín.

Junto a las cuatro torres octogonales, o chattri, rematadas también


con pequeñas cúpulas, se disponen cuatro minaretes, en las esquinas
de la plataforma sobre. La que se levanta toda la construcción, que
completan la armonía geométrica del conjunto. Estos minaretes tienen
una exclusiva función formal, para resaltar la composición central con
la cúpula.

El material constructivo es el ladrillo forrado de placas de mármol


blanco, cuyo tono cambia según la luz del día, creando una sutil
variación que produce una sensación de tranquilidad inmaterial. La
decoración geométrica y floral, con incrustaciones de lapislázuli, coral,
ámbar y jade, enmarca todos los vanos del edificio y se completa con
versículos del Corán incrustados en piedra negra.

Además de impulsar la construcción del Taj Mahal, el sultán Shah


Jahan fundó la ciudad de Shajahanabad (Viejo Delhi), ampliando el
palacio-fortaleza (1639-48) que alberga la magnífica mezquita de La
Perla (1646-54). Los edificios erigidos bajo su reinado dan muestra del
poder y vitalidad de las dinastías mogolas.

Declive y restauración

Una vez terminado, el Taj conservó su esplendor hasta el declive del


Imperio mogol durante el siglo XVIII, cuando todo el monumento cayó
en abandono. Bajo la ocupación inglesa de India en el siglo XIX, el
lugar era a veces utilizado para fiestas al aire libre, en las que las
bandas militares llenaban con su música el aire nocturno desde las
terrazas. Fue en una de esas ocasiones cuando la esposa de un oficial
declaró, contemplando el Taj: «Me moriría mañana con tal de tener
sobre mí otro igual.»

Otros dos británicos son citados a menudo en relación con el Taj


Mahal, por razones buenas y malas. El primero, lord William Bentinck,
gobernador general de India (1828-1835), pretendió desmembrar el Taj
y embarcar sus pedazos hacia Inglaterra para su subasta.
Afortunadamente, el público Victoriano estaba tan poco interesado en
una subasta pública de mármol procedente del fuerte de Agrá que el
proyecto fue abandonado. En cambio, lord Curzon, virrey de India
(1898-1905) fue un dedicado conservador que hizo mucho por la
restauración de los monumentos culturales indios, incluida la
renovación del Taj, con el fin de que su gloria pudiese ser disfrutada
tanto por la posteridad como por su creador.

Tiene un triste final la historia del sha Yahan. Su reinado llegó a su fin
en 1658, cuando su intrigante hijo Aurangzeb usurpó el trono y confinó
a su padre en el fuerte de Agrá. Durante sus últimos años, hasta su
muerte en 1666, el viejo emperador solía contemplar desde los altos
muros del fuerte, al otro lado del río Yamuna, la silueta del monumento
conmemorativo de su esposa. Finalmente, el sha pudo reunirse con
ella, ya que yace a su lado bajo la gran cúpula de mármol.

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