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persona
El alma de una comunidad se mide en có mo logra unirse para enfrentar los momentos
difíciles de adversidad, para mantener viva la esperanza
No temas al tiempo, nadie es eterno. No temas a las heridas, te hacen má s fuerte. No temas
al llanto, te limpia el alma. No le temas a los retos, te hacen má s á gil. No temas equivocarte,
te hace má s sabio y no le temas a la soledad, Dios está contigo siempre
Deja una Luz encendida, la Luz de la Esperanza Deja una Luz encendida, la Luz de la Esperanza…
Porque más allá de toda oscuridad, tu Luz resplandeciente… Brillará por siempre.
“El Señor desea que vivamos llenos de esperanza, no solo porque eso nos. augura un
mejor mañana, sino también porque cambia la calidad de nuestra vida en el presente.”
En las Escrituras se nos. dice que debemos abundar en esperanza. Al igual que una hermosa alborada o la
faz sonriente de un niño, todos queremos que nuestra vida se vea inundada de luz porque la obscuridad no
tiene poder contra la luz. Os voy a relatar de una ocasión en que nuestra familia tuvo la necesidad de que el
Señor extendiera su mano, despejara la obscuridad e inundara nuestras vidas de luz. Una tarde de febrero,
estando en Nueva Zelanda. yo me dirigía a una conferencia de la Primaria cuando mi esposo y yo recibimos
una llamada telefónica de nuestro hijo, Paul, quien estaba en Arizona (E.E.U.U.). Nos llamaba para
informarnos del nacimiento su tercer vástago, Amy, pero dijo que la pequeña tenía algunos problemas
serios. Tenía los pulmones muy congestionados, y cuando el doctor le insertó un tubo en la garganta, se dio
cuenta de que no había ningún conducto entre la boca y el estómago. Iban a llevarla en un helicóptero a la
unidad de cuidados intensivos para recién nacidos de otra ciudad.
Cuando Amy apenas tenía un día de nacida, tuvieron que intervenirla quirúrgicamente. Aquella pequeña
familia estaba atravesando una difícil situación. Kathryn, la madre, seguía recuperándose en un hospital de
Mesa (Arizona), mientras la criatura estaba en otro hospital. Tenían dos hijos más, de dos y de tres años y
medio quienes requerían cuidado. Los padres de Kathryn estaban sirviendo una misión en las Bahamas y
nosotros nos encontrábamos del otro lado del mundo.
El objeto de la primera cirugía era reparar el esófago (o sea, el tubo que va de la boca al estómago). Pero
aun después de esa operación, Amy contrajo pulmonía. Después de estar varias semanas en cuidados
intensivos, los doctores decidieron que era vital operarla de nuevo si había de sobrevivir, ya que uno de los
exámenes había demostrado que al dormir dejaba de respirar.
Estas fueron semanas difíciles para Paul y Kathryn. Los días que ella pasaba en el hospital estaban llenos
de desánimo y soledad conforme veía a su pequeña luchar contra la muerte y se preguntaba si esta sería la
última vez que podría tomarla de la mano. Todos los días ella y Paul se vetan brevemente en el hospital
cuando el regresaba del trabajo para pasar la noche con Amy y ella regresaba a casa para cuidar a los otros
dos niños.
Oramos mucho y tuvimos ayunos especiales. Los miembros del barrio, amorosos y compasivos, apoyaron a
la familia cuidando a los pequeños durante más de tres meses. A intervalos regulares, las jovencitas del
barrio les aseaban la casa. Las maestras visitantes hicieron los arreglos para que se les llevara alimentos al
hogar durante más de un mes, y también les lavaban y planchaban la ropa.
Fue interesante el comentario de una de las maestras visitantes, quien le dijo a Kathryn que esa había sido
una de las épocas más felices de su vida porque había tenido la oportunidad de servir.
¿Que sostuvo a esa familia durante aquella angustia? Nunca perdimos la esperanza. Paul había ungido a
Amy en cuanto había nacido, y había sentido que no mejoraría inmediatamente y que tendrían que confiar
en el Señor. Todos sabíamos que si hacíamos todo lo que podíamos, tendríamos el valor para enfrentar lo
que sucediera.
Esa es la esencia de la esperanza. Hacemos todo lo que podemos, y después el Señor estrecha la mano e
inunda nuestras vidas de luz, valor y, sobre todo, esperanza.
¿Qué le sucedió a Amy’? Después de más de tres meses de salas de hospital, de cuidados intensivos, de
respiradores y de emergencias, los doctores nos dijeron que tendrían que desconectarle el respirador
artificial. Tenían pocas esperanzas de que fuera a respirar por si sola.
Todos los miembros de la familia tuvimos un ayuno especial. La mañana que se desconectó el respirador, el
doctor estaba preparado para operarla una vez más. Pero por la fe. La esperanza y las oraciones que
habíamos hecho por ella, Amy comenzó a respirar. Casi inmediatamente recuperó su color natural y había
emprendido el camino a la recuperación.
Ahora tiene tres años de edad y es una niña normal y feliz. Pero ¿qué habría sucedido si no hubiera
sobrevivido’? ¿Podríamos haber seguido adelante con esperanza? Sí, porque la esperanza es saber que pase
lo que pase, el Señor nos dará la paz. Nuestra esperanza en Cristo nos da un motivo inmutable para
regocijarnos.
”Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza” (Romanos
15:13).
El Señor desea que vivamos llenos de esperanza, no sólo porque eso nos augura un mejor mañana, sino
también porque cambia la calidad de nuestra vida en el presente. La palabra más triste de nuestro idioma
tal vez sea desesperanza. La desesperación es enemiga de nuestra alma porque puede paralizarnos, detener
nuestro progreso y hacer que perdamos el camino. Pero la esperanza nos despierta como una luz que brilla
en la obscuridad.
Recordareis que el decimotercero Articulo de Fe dice: ”Todo lo creemos, todo lo esperamos; hemos sufrido
muchas cosas, y esperamos poder sufrir todas las cosas” (cursiva agregada).
Y podemos sufrir todas las cosas cuando nuestra esperanza se centra en Aquel que nunca nos fallará:
nuestro Salvador Jesucristo, quien es la luz del mundo.
Pero ¿cómo podemos desarrollar esa esperanza que alumbra el camino a través de las aguas tormentosas
de la vida’? Hay ocasiones, como las hubo para nuestra familia, en que la obscuridad nos rodea y amenaza
con abrumarnos. En tales ocasiones podemos aprender una lección del hermano de Jared. Recordareis que
el Señor le dijo que construyera barcos para que su pueblo pudiera viajar a salvo hasta la Tierra Prometida.
Pero debido a que estos barcos eran obscuros y no tenían ventilación, el hermano de Jared acudió al Señor
con palabras que cualquiera de nosotros podría usar para describir nuestros propios tiempos atribulados: ‘
No hay luz . . . no podremos respirar” (Éter 2: 19).
¿Cómo puede una persona aventurarse a la obscuridad sin temor? ¿Cómo podemos nosotros aventurarnos
día tras día a un mundo en el que no tenemos ninguna garantía de estar a salvo? El Señor dio una
respuesta profunda que de nuevo se aplica no sólo al gran mar oscuro que enfrentaba el hermano de Jared,
sino también a nuestros propios mares oscuros: ”No podéis atravesar este gran abismo, a menos que yo os
prepare contra las olas del mar” (Éter 2:25). ”Yo os sacare otra vez de las profundidades del mar” (Éter
2:24). El Señor no iba a salvar a los jareditas de la experiencia, pero si los había preparado para resistirla y
les dio la dulce promesa de sacarlos de nuevo de las profundidades del mar.
Entonces el hermano de Jared le preguntó al Señor cómo iban a iluminar los barcos si no tenían ventanas,
y el Señor le respondió: ”¿Qué quieres que yo haga para que tengáis luz en vuestros barcos?” (Eter 2:23).
El Señor quería que el hermano de Jared sugiriera una solución, y este lo hizo bien, ya que fue a la
montaña y fundió dieciséis piedras transparentes como el cristal. Me imagino que esta no debe haber sido
una tarea fácil; le tomó tiempo y fe. Cuando hubo terminado, llevó las piedras ante el Señor, pidiéndole que
extendiera su dedo para hacer que brillaran a fin de que no tuvieran que viajar en la temible oscuridad. Y el
Señor las tocó con luz.
Al igual que los jareditas, nosotros sentimos temor de viajar en la oscuridad, y necesitamos la luz de la
esperanza. A veces, en medio de nuestros problemas, perdemos la visión de por qué estamos aquí o a
dónde vamos. Nos preguntamos si seremos capaces de lograr lo que el Señor nos pide. Es entonces cuando
podemos pedirle al Señor que toque las piedras de nuestra vida y les de luz. El nos dará paz y esperanza
cuando todo lo que nos rodee se ponga en nuestra contra.
Podemos pedirle al Señor que toque nuestra vida con luz y que llene nuestro corazón de esperanza. El lo
hará si se lo pedimos con fe y continuamos viviendo Sus mandamientos. Al igual que el hermano de Jared,
solamente con la luz del Señor podremos ver todas las cosas claramente.
En este mundo nunca tenemos la seguridad garantizada. Conozco a una jovencita de once años de edad que
tiene la esperanza de encontrar una amiga este año en la escuela, porque el enfrentar sola un nuevo año
escolar infunde temor. Pero el Señor entiende su preocupación y puede llenarla de esperanza. Así como la
ayudara a ella, nos ayudara a todos a pasar las pruebas y las consagrara para nuestro bien. Lo que a veces
puede parecer como una desventura se torna a menudo en una bendición.
La esperanza nos brinda perspectiva. Dado que sabemos que no vivimos sólo para esta vida, sino también
para la vida eterna, vemos de otra manera los hechos de la vida. Al repasar lo acontecido durante el año
pasado o de los últimos diez años, ¿cual es el mejor día que recordáis’? Una persona que no tenga la
esperanza centrada en Cristo quizás escogería un día que fue divertido o fácil. Pero el mejor día realmente
podría ser cuando los hechos de la vida os hayan obligado a arrodillaros para comunicaros con vuestro
Padre Celestial con intención renovada; podría ser un día que no haya sido ni conveniente ni feliz, pero se
uno en que hayáis crecido y progresado al enfrentar valerosamente un problema.
La esperanza provoca la acción. Una niña de diez años dijo: ”Espero que cuando crezca sea una buena
persona y siempre obedezca los mandamientos”. Con determinación esta comenzando ahora a alcanzar las
metas que se ha trazado para la vida. Cuando no tenemos esperanza para el mañana, no somos tan eficaces
en el presente. Lo que nos motiva a sembrar la semilla, lo que nos impulsa cuando estamos demasiado
cansados, lo que hace que tomemos ese primer paso y después otro, es la esperanza combinada con la fe.
Jovencitas, tendréis muchos desafíos en la vida, pero si siempre centráis vuestra vida en Jesucristo y nunca
perdéis la esperanza, tendréis paz. Recordad que la oscuridad no tiene ningún poder contra la luz.
Al igual que el hermano de Jared y que nuestra familia con el caso de Amy, solamente con la luz del Señor
podremos ver con claridad todas las cosas.
Ruego que todas busquemos este don de la esperanza para que seamos llenas de gozo y paz. En el nombre
de Jesucristo. Amén.
Renovación y convercion