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Basta una persona buena para que haya esperanza y cada uno de nosotros pueda ser esa

persona

El alma de una comunidad se mide en có mo logra unirse para enfrentar los momentos
difíciles de adversidad, para mantener viva la esperanza

No temas al tiempo, nadie es eterno. No temas a las heridas, te hacen má s fuerte. No temas
al llanto, te limpia el alma. No le temas a los retos, te hacen má s á gil. No temas equivocarte,
te hace má s sabio y no le temas a la soledad, Dios está contigo siempre

No se dejen vencer, no se dejen engañ ar. No pierdan la alegria, no pierdan la alegria, no


pierdan la esperanza y no pierdan la fe

Deja una Luz encendida, la Luz de la Esperanza Deja una Luz encendida, la Luz de la Esperanza…
Porque más allá de toda oscuridad, tu Luz resplandeciente… Brillará por siempre.

Hay cosas por las que esperamos y cosas en las


que tenemos esperanza
Las cosas por las que tenemos esperanza son por lo general acontecimientos futuros. Si sólo pudiéramos ver más allá
del horizonte de la vida terrenal lo que nos aguarda después de esta vida. ¿Es posible imaginarse un futuro más
glorioso que el que ha sido preparado para nosotros por nuestro Padre Celestial? Gracias al sacrificio de Jesucristo no
debemos temer, porque viviremos para siempre, para nunca volver a probar de la muerte 23. Gracias a Su Expiación
infinita, podemos ser limpios del pecado y ser santificados ante el tribunal del juicio 24. El Salvador es el Autor de
nuestra salvación25.
¿Cuál es el tipo de existencia en el que debemos tener esperanza? Aquellos que vengan a Cristo, se arrepientan de sus
pecados y vivan en fe; vivirán para siempre en paz. Piensen en el valor de este eterno obsequio. Rodeados por
aquellos que amamos, conoceremos el significado de la mayor dicha al progresar en conocimiento y en felicidad. No
obstante lo miserable que parezca el capítulo de nuestra vida hoy día, gracias a la vida y al sacrificio de Jesucristo,
tendremos la esperanza y la seguridad de que el final del libro de nuestra vida excederá nuestras más grandes
expectativas. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado
para los que le aman”26.
Las cosas en las que tenemos esperanza nos sustentan en nuestro diario vivir. Éstas nos sostienen durante las pruebas,
las tentaciones y los pesares. Todos hemos experimentado el desaliento y la dificultad; de hecho, hay veces que la
obscuridad parece ser inaguantable. En esas ocasiones, los divinos principios del Evangelio restaurado en los que
tenemos esperanza nos sostienen y nos guían hasta que, una vez más, caminamos en la luz.
Tenemos esperanza en Jesucristo, en la bondad de Dios, en las manifestaciones del Santo Espíritu, en el conocimiento
de que las oraciones se escuchan y se contestan. Ya que Dios ha sido fiel y ha guardado Sus promesas en el pasado,
podemos tener la esperanza y la confianza de que Dios cumplirá las promesas que nos ha hecho en el presente y en el
futuro. En tiempos de aflicción, podremos asirnos fuertemente a la esperanza de que “…todas las cosas obrarán
juntamente para [nuestro] bien”27 si seguimos el consejo de los profetas de Dios. Este tipo de esperanza en Dios, Su
bondad y Su poder nos renueva con valor durante desafíos difíciles y da fortaleza a quienes se sienten amenazados
por los muros sofocantes del temor, de la duda y de la desesperación.

La esperanza nos conduce a buenas obras


Aprendemos a cultivar la esperanza de la misma manera en la que aprendemos a caminar: un paso a la vez. Al
estudiar las Escrituras, al hablar con nuestro Padre Celestial a diario, al comprometernos a guardar los mandamientos
de Dios, como la Palabra de Sabiduría, y pagar un diezmo íntegro, adquirimos esperanza 28. Nuestra capacidad de
“[abundar] en esperanza por el poder del Espíritu Santo” 29 aumenta al vivir el Evangelio más perfectamente.
Habrá ocasiones en las que debamos tomar la valiente decisión de tener esperanza a pesar de que todo lo que nos
rodee sea contrario a esta esperanza. Al igual que el padre Abraham, que “creyó en esperanza contra esperanza” 30 o
como un escritor lo expresó: “En la profundidad del invierno [encontramos] en [nuestro] interior un verano
invencible”31.
La fe, la esperanza y la caridad se complementan entre sí; a medida que una crece, la otra también lo hace. La
esperanza viene por la fe32, puesto que sin fe no hay esperanza33. De la misma manera, la esperanza proviene de la fe,
porque la fe es “…la certeza de lo que se espera…” 34.
La esperanza es esencial tanto para la fe como para la caridad. Cuando la desobediencia, la decepción y la
postergación socavan la fe, la esperanza está presente para sostener la fe. Cuando la frustración y la impaciencia
desafían a la caridad, la esperanza fortalece nuestra resolución y nos insta a cuidar de nuestro prójimo incluso sin
esperar una recompensa. Cuanto más brille nuestra esperanza, mayor será nuestra fe. Cuanto más fuerte sea nuestra
esperanza, más pura será nuestra caridad.
Las cosas por las que tenemos esperanza nos conducen a la fe, mientras que las cosas en las que tenemos esperanza
nos conducen a la caridad. Las tres cualidades: fe, esperanza y caridad 35, trabajan juntas fundadas en la verdad y en la
luz del Evangelio restaurado de Jesucristo y nos guían para que abundemos en buenas obras 36.

La esperanza de las experiencias personales


Cada vez que se realiza una esperanza, ésta crea confianza y nos guía a una esperanza mayor. Recuerdo varias
ocasiones de mi vida en las que aprendí por mi propia experiencia el poder de la esperanza. Recuerdo muy bien los
días de mi niñez rodeados de los horrores y de la desesperación de una guerra mundial, la falta de oportunidades de
formación académica, los problemas de salud, de vida o muerte durante la juventud y las desalentadoras y desafiantes
experiencias económicas como refugiado. El ejemplo de nuestra madre, aún en los peores momentos, de seguir
adelante y de convertir la fe y la esperanza en acción, no sólo en preocupaciones o añoranzas, sostuvo a nuestra
familia y a mí y nos dio la seguridad de que las circunstancias presentes darían paso a bendiciones futuras.
Por medio de estas experiencias sé que el Evangelio de Jesucristo y el ser miembro de La Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días fortalecen la fe, ofrecen una esperanza radiante y guían hacia la caridad.
La esperanza nos sustenta durante la desesperanza. La esperanza nos enseña que hay un motivo para regocijarse aun
cuando todo a nuestro alrededor parezca obscuro.
Junto con Jeremías, proclamo: “Bendito el varón… cuya confianza es Jehová” 37.
Junto con Joel, testifico: “Jehová [es] la esperanza de su pueblo, y la fortaleza de los hijos de Israel” 38.
Junto con Nefi, declaro: “[seguid] adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor
por Dios y por todos los hombres… deleitándoos en la palabra de Cristo, y [si perseveráis] hasta el fin, he aquí, así
dice el Padre: Tendréis la vida eterna”39.
Ésta es la calidad de esperanza que debemos atesorar y cultivar; esa esperanza madura viene por medio de nuestro
Salvador Jesucristo porque “todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” 40.
El Señor nos ha dado un mensaje alentador de esperanza: “No temáis, rebañito” 41. Dios esperará “con los brazos
abiertos para recibiros”42 a aquéllos que abandonen sus pecados y continúen con fe, esperanza y caridad.
A todos los que sufren, a todos aquellos que se sienten desalentados, preocupados y solos, les digo con amor y
profunda preocupación: nunca cedan.
Nunca se den por vencidos.
Nunca permitan que la desesperanza se apodere de su espíritu.
Abracen y confíen en la Esperanza de Israel, porque el amor del Hijo de Dios penetra toda obscuridad, apacigua todo
pesar y llena de alegría cada corazón.
De esto testifico y les dejo mi bendición en el nombre de Jesucristo. Amén.

“El Señor desea que vivamos llenos de esperanza, no solo porque eso nos. augura un
mejor mañana, sino también porque cambia la calidad de nuestra vida en el presente.”
En las Escrituras se nos. dice que debemos abundar en esperanza. Al igual que una hermosa alborada o la
faz sonriente de un niño, todos queremos que nuestra vida se vea inundada de luz porque la obscuridad no
tiene poder contra la luz. Os voy a relatar de una ocasión en que nuestra familia tuvo la necesidad de que el
Señor extendiera su mano, despejara la obscuridad e inundara nuestras vidas de luz. Una tarde de febrero,
estando en Nueva Zelanda. yo me dirigía a una conferencia de la Primaria cuando mi esposo y yo recibimos
una llamada telefónica de nuestro hijo, Paul, quien estaba en Arizona (E.E.U.U.). Nos llamaba para
informarnos del nacimiento su tercer vástago, Amy, pero dijo que la pequeña tenía algunos problemas
serios. Tenía los pulmones muy congestionados, y cuando el doctor le insertó un tubo en la garganta, se dio
cuenta de que no había ningún conducto entre la boca y el estómago. Iban a llevarla en un helicóptero a la
unidad de cuidados intensivos para recién nacidos de otra ciudad.

Cuando Amy apenas tenía un día de nacida, tuvieron que intervenirla quirúrgicamente. Aquella pequeña
familia estaba atravesando una difícil situación. Kathryn, la madre, seguía recuperándose en un hospital de
Mesa (Arizona), mientras la criatura estaba en otro hospital. Tenían dos hijos más, de dos y de tres años y
medio quienes requerían cuidado. Los padres de Kathryn estaban sirviendo una misión en las Bahamas y
nosotros nos encontrábamos del otro lado del mundo.

El objeto de la primera cirugía era reparar el esófago (o sea, el tubo que va de la boca al estómago). Pero
aun después de esa operación, Amy contrajo pulmonía. Después de estar varias semanas en cuidados
intensivos, los doctores decidieron que era vital operarla de nuevo si había de sobrevivir, ya que uno de los
exámenes había demostrado que al dormir dejaba de respirar.
Estas fueron semanas difíciles para Paul y Kathryn. Los días que ella pasaba en el hospital estaban llenos
de desánimo y soledad conforme veía a su pequeña luchar contra la muerte y se preguntaba si esta sería la
última vez que podría tomarla de la mano. Todos los días ella y Paul se vetan brevemente en el hospital
cuando el regresaba del trabajo para pasar la noche con Amy y ella regresaba a casa para cuidar a los otros
dos niños.
Oramos mucho y tuvimos ayunos especiales. Los miembros del barrio, amorosos y compasivos, apoyaron a
la familia cuidando a los pequeños durante más de tres meses. A intervalos regulares, las jovencitas del
barrio les aseaban la casa. Las maestras visitantes hicieron los arreglos para que se les llevara alimentos al
hogar durante más de un mes, y también les lavaban y planchaban la ropa.

Fue interesante el comentario de una de las maestras visitantes, quien le dijo a Kathryn que esa había sido
una de las épocas más felices de su vida porque había tenido la oportunidad de servir.

¿Que sostuvo a esa familia durante aquella angustia? Nunca perdimos la esperanza. Paul había ungido a
Amy en cuanto había nacido, y había sentido que no mejoraría inmediatamente y que tendrían que confiar
en el Señor. Todos sabíamos que si hacíamos todo lo que podíamos, tendríamos el valor para enfrentar lo
que sucediera.

Esa es la esencia de la esperanza. Hacemos todo lo que podemos, y después el Señor estrecha la mano e
inunda nuestras vidas de luz, valor y, sobre todo, esperanza.

¿Qué le sucedió a Amy’? Después de más de tres meses de salas de hospital, de cuidados intensivos, de
respiradores y de emergencias, los doctores nos dijeron que tendrían que desconectarle el respirador
artificial. Tenían pocas esperanzas de que fuera a respirar por si sola.

Todos los miembros de la familia tuvimos un ayuno especial. La mañana que se desconectó el respirador, el
doctor estaba preparado para operarla una vez más. Pero por la fe. La esperanza y las oraciones que
habíamos hecho por ella, Amy comenzó a respirar. Casi inmediatamente recuperó su color natural y había
emprendido el camino a la recuperación.

Ahora tiene tres años de edad y es una niña normal y feliz. Pero ¿qué habría sucedido si no hubiera
sobrevivido’? ¿Podríamos haber seguido adelante con esperanza? Sí, porque la esperanza es saber que pase
lo que pase, el Señor nos dará la paz. Nuestra esperanza en Cristo nos da un motivo inmutable para
regocijarnos.

Tal como Pablo les dijo a los romanos:

”Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza” (Romanos
15:13).

El Señor desea que vivamos llenos de esperanza, no sólo porque eso nos augura un mejor mañana, sino
también porque cambia la calidad de nuestra vida en el presente. La palabra más triste de nuestro idioma
tal vez sea desesperanza. La desesperación es enemiga de nuestra alma porque puede paralizarnos, detener
nuestro progreso y hacer que perdamos el camino. Pero la esperanza nos despierta como una luz que brilla
en la obscuridad.

Recordareis que el decimotercero Articulo de Fe dice: ”Todo lo creemos, todo lo esperamos; hemos sufrido
muchas cosas, y esperamos poder sufrir todas las cosas” (cursiva agregada).

Y podemos sufrir todas las cosas cuando nuestra esperanza se centra en Aquel que nunca nos fallará:
nuestro Salvador Jesucristo, quien es la luz del mundo.

Pero ¿cómo podemos desarrollar esa esperanza que alumbra el camino a través de las aguas tormentosas
de la vida’? Hay ocasiones, como las hubo para nuestra familia, en que la obscuridad nos rodea y amenaza
con abrumarnos. En tales ocasiones podemos aprender una lección del hermano de Jared. Recordareis que
el Señor le dijo que construyera barcos para que su pueblo pudiera viajar a salvo hasta la Tierra Prometida.
Pero debido a que estos barcos eran obscuros y no tenían ventilación, el hermano de Jared acudió al Señor
con palabras que cualquiera de nosotros podría usar para describir nuestros propios tiempos atribulados: ‘
No hay luz . . . no podremos respirar” (Éter 2: 19).

¿Cómo puede una persona aventurarse a la obscuridad sin temor? ¿Cómo podemos nosotros aventurarnos
día tras día a un mundo en el que no tenemos ninguna garantía de estar a salvo? El Señor dio una
respuesta profunda que de nuevo se aplica no sólo al gran mar oscuro que enfrentaba el hermano de Jared,
sino también a nuestros propios mares oscuros: ”No podéis atravesar este gran abismo, a menos que yo os
prepare contra las olas del mar” (Éter 2:25). ”Yo os sacare otra vez de las profundidades del mar” (Éter
2:24). El Señor no iba a salvar a los jareditas de la experiencia, pero si los había preparado para resistirla y
les dio la dulce promesa de sacarlos de nuevo de las profundidades del mar.

Entonces el hermano de Jared le preguntó al Señor cómo iban a iluminar los barcos si no tenían ventanas,
y el Señor le respondió: ”¿Qué quieres que yo haga para que tengáis luz en vuestros barcos?” (Eter 2:23).

El Señor quería que el hermano de Jared sugiriera una solución, y este lo hizo bien, ya que fue a la
montaña y fundió dieciséis piedras transparentes como el cristal. Me imagino que esta no debe haber sido
una tarea fácil; le tomó tiempo y fe. Cuando hubo terminado, llevó las piedras ante el Señor, pidiéndole que
extendiera su dedo para hacer que brillaran a fin de que no tuvieran que viajar en la temible oscuridad. Y el
Señor las tocó con luz.

Al igual que los jareditas, nosotros sentimos temor de viajar en la oscuridad, y necesitamos la luz de la
esperanza. A veces, en medio de nuestros problemas, perdemos la visión de por qué estamos aquí o a
dónde vamos. Nos preguntamos si seremos capaces de lograr lo que el Señor nos pide. Es entonces cuando
podemos pedirle al Señor que toque las piedras de nuestra vida y les de luz. El nos dará paz y esperanza
cuando todo lo que nos rodee se ponga en nuestra contra.

Podemos pedirle al Señor que toque nuestra vida con luz y que llene nuestro corazón de esperanza. El lo
hará si se lo pedimos con fe y continuamos viviendo Sus mandamientos. Al igual que el hermano de Jared,
solamente con la luz del Señor podremos ver todas las cosas claramente.

¿Por que debemos tener esperanza’?

La esperanza desecha el temor.

En este mundo nunca tenemos la seguridad garantizada. Conozco a una jovencita de once años de edad que
tiene la esperanza de encontrar una amiga este año en la escuela, porque el enfrentar sola un nuevo año
escolar infunde temor. Pero el Señor entiende su preocupación y puede llenarla de esperanza. Así como la
ayudara a ella, nos ayudara a todos a pasar las pruebas y las consagrara para nuestro bien. Lo que a veces
puede parecer como una desventura se torna a menudo en una bendición.

La esperanza significa que realmente confiamos en el Señor.

La esperanza nos brinda perspectiva. Dado que sabemos que no vivimos sólo para esta vida, sino también
para la vida eterna, vemos de otra manera los hechos de la vida. Al repasar lo acontecido durante el año
pasado o de los últimos diez años, ¿cual es el mejor día que recordáis’? Una persona que no tenga la
esperanza centrada en Cristo quizás escogería un día que fue divertido o fácil. Pero el mejor día realmente
podría ser cuando los hechos de la vida os hayan obligado a arrodillaros para comunicaros con vuestro
Padre Celestial con intención renovada; podría ser un día que no haya sido ni conveniente ni feliz, pero se
uno en que hayáis crecido y progresado al enfrentar valerosamente un problema.

La esperanza provoca la acción. Una niña de diez años dijo: ”Espero que cuando crezca sea una buena
persona y siempre obedezca los mandamientos”. Con determinación esta comenzando ahora a alcanzar las
metas que se ha trazado para la vida. Cuando no tenemos esperanza para el mañana, no somos tan eficaces
en el presente. Lo que nos motiva a sembrar la semilla, lo que nos impulsa cuando estamos demasiado
cansados, lo que hace que tomemos ese primer paso y después otro, es la esperanza combinada con la fe.

Jovencitas, tendréis muchos desafíos en la vida, pero si siempre centráis vuestra vida en Jesucristo y nunca
perdéis la esperanza, tendréis paz. Recordad que la oscuridad no tiene ningún poder contra la luz.

Al igual que el hermano de Jared y que nuestra familia con el caso de Amy, solamente con la luz del Señor
podremos ver con claridad todas las cosas.
Ruego que todas busquemos este don de la esperanza para que seamos llenas de gozo y paz. En el nombre
de Jesucristo. Amén.

Renovación y convercion

 el origen de nuestra familia DIC, es  la representación de “Cristo LUZ del


mundo”, experiencia fundante de la vida de nuestra fundadora Hedwige
Portalet, de quien recibimos como herencia el carisma de “Ser portadores de
Luz”
 se abre a medida que da luz, simbolizando la apertura al Espíritu Santo,
a su acción a lo largo de estos 150 años a su paso silencioso y amoroso que
ha hecho camino en nuestra historia;
 las 3 puntas de diferentes tamaños de la llama es la presencia de la
Trinidad, la diversidad existente en Dios Uno y Trino, así como somos
diversos y diferentes en la Congregación, pero unidos en un solo fuego; es el
llamado a ser signos de comunión  como el mayor testimonio de ser hijos de
la luz.
 la predominancia del color amarillo indica la  ALEGRÍA  del  Cristo como
el Ungido por el Espíritu con “el oleo de alegría”; es la expresión fuerte del
Resucitado que nos invita a cada uno en particular en este jubileo a ser
testigos de la alegría y de la profecía, característica de nuestra fundadora. 
 la llama roja representa el amor – entrega del Hijo y la misericordia del
Padre que nos invita  a ADORAR Y CONTEMPLAR los signos de este amor y
de esta entrega a lo largo de nuestra historia.
La llama de fuego (de 3 puntas de diferentes tamaños y alturas) que inician juntas y se
abren a la vez que dan luz. De color amarillo y rojo.  

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