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3 ACCIONES PARA LIBERARTE DE UN

COMPORTAMIENTO ADICTIVO (DESDE


LA RAÍZ)
BUENA VIDA

POR: PIJAMASURF - 04/16/2018

LA ADICCIÓN ES EL RESULTADO DE UN PATRÓN DE PENSAMIENTO Y


CONDUCTA DEL QUE NO NOS HEMOS HECHO CONSCIENTES

Hasta cierto punto, el apego es un patrón de pensamiento y de conducta


propio del ser humano. La formación habitual que recibimos nos
encamina a ello: el aprendizaje está basado en la repetición, el afecto
suele estar acompañado de la presencia constante, el sistema social en
que vivimos fomenta la idea de formarse una “identidad” individual que
además se considera valiosa, etc. Todo ello crea en nuestra mente una
fuerte inclinación al apego, de la cual partimos para experimentar
prácticamente todo en nuestra vida, de manera inconsciente casi
siempre, misma que utilizamos, muchas veces, sin siquiera darnos
cuenta de ello.

Sin embargo, como notaron los sabios que escribieron los Vedas y el


Buda después de ellos, el apego es la causa fundamental de sufrimiento,
por la sencilla razón de que apegarse a algo genera un conflicto con el
cambio natural de la existencia. 

Esto es muy fácil de decir, no tanto de entender y menos aún de


practicar, pero comenzar a notar la contradicción existente entre el apego
y el flujo de la vida es el inicio del camino que puede liberarnos del
sufrimiento. 

Un ejemplo muy sencillo –y el cual da el título a esta nota– son las


llamadas adicciones. En Occidente, este término se toma casi siempre
negativamente y en muchos casos está asociado a manifestaciones muy
particulares (la adicción al juego, al alcohol o a las drogas, por ejemplo),
pero lo cierto es que su expresión es múltiple y aun subjetiva. Se puede
ser adicto igualmente al trabajo, la comida o el ejercicio físico, también a
cierto tipo de relaciones personales (notablemente de pareja) e incluso a
estados emocionales como la tristeza o el enojo.

La adicción, en este sentido, es una forma de apego. Ampliar el concepto


usual que tenemos sobre el comportamiento adictivo nos ayuda a
comprenderlo mejor, a situarlo en perspectiva y, de paso, a ser más
compasivos con otras personas cuyos patrones de adicción han
provocado serias consecuencias en su vida. 

¿Cómo definir, bajo esta luz, una adicción? En términos sencillos,


podemos decir que se trata de un patrón mental de apego que nos
impide experimentar la vida tal y como se presenta. 

Quizá esta definición pueda parecer demasiado simple y por lo mismo


imprecisa, pero si nos tomamos un momento para examinarla, nos
daremos cuenta de que un comportamiento se reduce en última instancia
a esos pocos elementos.

La complejidad de una adicción está en su relación con otros elementos


de nuestra existencia y nuestra formación personal. El patrón de
pensamiento al que estamos apegados y que dispara nuestra adicción es
simple, pero en la medida en que se ha sostenido en otros aspectos de lo
que somos (o creemos ser) y también por su carácter inconsciente,
puede parecernos complejo, incomprensible y por lo mismo insuperable.

En este sentido, el apego puede mirarse como una bola de nieve que
rueda pendiente abajo: se vuelve más grande conforme avanza, pero
también arrastra consigo mucho de lo que encuentra a su paso. De ahí la
dificultad para dejar atrás un comportamiento adictivo: es una acción que
realizamos sin saber por qué, pero igualmente continuamos haciéndola.
Dicho de otro modo, se trata de una acción llevada a cabo desde la
inconsciencia.

Por eso también el único “antídoto” realmente efectivo contra los


comportamientos adictivos es la conciencia, esto es, darnos cuenta de
todo lo que sucede con nosotros mismos aquí y ahora, sin dejarnos
arrastrar por patrones de pensamiento que usualmente dejamos que
operen “en automático” y que nos llevan a un estado que no es
necesariamente el presente.

 
Date cuenta
Comienza por darte cuenta de los momentos en que se presenta el
comportamiento adictivo que quieres “desactivar”. No sólo en sus
condiciones generales, sino sobre todo en su especificidad. Esto es, de
inicio mira esos comportamientos adictivos de los que quisieras
deshacerte (algunos son más obvios que otros), pero también las
circunstancias en los que se presentan. El impulso de distraerte (con las
redes sociales, por ejemplo), de estar en compañía, de irritarte o
enfadarte, de comer o beber… ¿cuándo ocurre exactamente, y en qué
condiciones?

Observa (sin juzgar)


Una vez que has comenzado a notar tus patrones adictivos, sigue hacia
un nivel más refinado de conciencia. Observa tus emociones, las
sensaciones en tu cuerpo y también las imágenes mentales que acuden
a ti cuando se dispara la necesidad de satisfacer tu adicción (tus
asociaciones, recuerdos, pensamientos que parecen azarosos, etc.). En
todo momento intenta hacerlo sin juzgarte a ti mismo (a), sin hacerte
ningún tipo de reproche, sin desesperarte ni asustarte. Sólo observa.
Eres tú mirando tu conciencia: nada más.

Practica el “dejar ir”


Si has comenzado a percibir conscientemente los caminos que sigue tu
mente para conectar el patrón adictivo, puedes intentar practicar el “dejar
ir”, esto es, no repetir ese mismo comportamiento, simplemente soltarlo y
dejar que se diluya en el transcurso natural de la vida. Quizá ahora
entiendes los motivos de tu adicción, cómo te permite ser y por qué
pareces necesitarla; quizá ahora ves que no es que las cosas “sean así”,
sino que son así en este momento pero también podrían ser diferentes;
quizá has vislumbrado la serie de circunstancias que dieron pie a tu
comportamiento adictivo… Si sientes que ya no necesitas nada de eso,
¿por qué no simplemente dejar de hacerlo?

 
Como podrás notar, todo esto no es más que un ejercicio de conciencia
que comienza en la observación paciente y sigue hacia la decisión
concreta de un cambio. La conciencia es sin duda la herramienta más
poderosa del ser humano, mucho más poderosa que cualquier adicción y
también más efectiva que la llamada “fuerza de voluntad”. 

A veces, cuando se habla de combatir una adicción o cambiar hábitos


nocivos por otros más bien positivos, se invoca el poder de la fuerza de
voluntad y frases como “Si quieres, puedes”, pero el punto ciego de esta
perspectiva suele ser la subjetividad del ser humano, la cual, en esta
situación en particular, se manifiesta no sólo en la adicción sino, sobre
todo, en la manera en que una persona ha actuado durante toda su vida.
La formación subjetiva determina “maneras de hacer” que repetimos
incesantemente, sin cuestionar y más bien creyendo que “es así” y que
todo el mundo actúa de la misma forma. Cuando pensamos que basta
con poner la voluntad en algo para hacerlo, solemos perder de vista esos
patrones mentales aprendidos que asociamos con hacer. Digamos, a
manera de analogía, que poner sólo nuestra voluntad para modificar un
hábito profundamente arraigado de nuestra existencia es como reunir
todos los materiales para construir una casa pero tener a nuestra
disposición el plano para construir un barco. 

En el caso de un comportamiento adictivo y, en general, para todos los


cambios que queramos hacer en nuestra vida, es necesario cambiar el
plano.

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