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pensamiento, sino de la verdad que emana de ellas por ser crea-
das a su vez por Dios o presentes en la mente de Dios, antítesis
del racionalismo cartesiano, y del inmanentismo del idealismo
alemán. El concepto de la verdad en las cosas de Agustín, ele-
mento fundamental en la concepción de la investigación científi-
ca en la naturaleza, deriva de que el hombre ve las cosas, porque
ellas son, pero ellas son, porque Dios las ve. La cognocibilidad
por el hombre, descubridor de la realidad, deriva de que son co-
nocidas por Dios. Esta interpretación es también Platón,
Aristóteles y Avícena, “las cosas del mundo no son otra cosa sino
el conocimiento de Dios” y es Averroes en su Breve Comentario
de la Metafísica Aristotélica, las cosas del mundo están “dispues-
tas por su propia naturaleza de tal forma que nosotros las conoz-
camos...” “porque son comprendidas conceptualmente por aquel
que nos ha hecho”. San Agustín insiste en “Verum mihi videtur id
quod est” (Lo verdadero me parece que es aquello que es). Es la
integridad indivisa del ser y aquello que es. Es el ser como acto
de ser. De allí que el ser es convertible en verdad. “Est in verum
convertutum”.
La solidez que da el contacto con la tierra, con la agricultura,
hace simbiosis en el joven Mendel, contemplador de la naturale-
za y labriego; con la filosofía de la verdad en las cosas, el
redescubrimiento del orden intrínseco de la realidad a través
de la observación y la experimentación complementaria, pero
respetuosa de la realidad afirmada en el concepto de la verdad
de las cosas. Queda claro para la filosofía de San Agustín que “de
la realidad material, captada por medio de la sensación, el alma
se eleva al conocimiento racional, también mudable, y de él al
conocimiento intelectivo”, de allí que “el razonar no crea la ver-
dad, sino solamente la descubre; la verdad existe antes de ser
descubierta, el descubrimiento no hace más que renovarla”.
Mendel es respetuoso de la realidad, observador metódico, segui-
dor de huellas en búsqueda de la verdad en las cosas al contemplar y
describir inteligentemente las cruzas de sus guisantes. Esto afirma la
perdurabilidad de las ideas de Mendel en su teoría, verificada en la
práctica por ser expresión de la verdad real.
Analizar el trabajo original de Mendel; su “Versuche über
Pflanzen Hybriden” en su versión castellana, permite apreciar como
se movió dentro de este tipo de pensamiento epistemológico. Su
observación durante ocho años de las 12.000 plantas de guisan-
tes, las pacientes fertilizaciones individuales de ellas, el estudio
pormenorizado de cada una en sus diferentes factores de dife-
renciación o parecido, etc., revelan un método puesto al servicio
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de un fin, surgido de la intuición y la observación, que le permite
describir la realidad y enunciar una teoría asentada firmemente
en esa realidad respetada e imitada por la experimentación.
Mendel estudió Biología, Física y Matemática. A los 21 años,
en 1843, se postula para entrar en el Monasterio Agustino de
Brünn o Brno es la capital de Moravia, zona que en tiempos de
Mendel se caracterizaba por su importante desarrollo vincula-
do a la agricultura, la horticultura y el cultivo de las manzanas.
El padre Gregorio, además de sus estudios biológicos, termina
su doctorado en filosofía y sigue cursos sobre economía y admi-
nistración rural, fruticultura y viticultura. Su actividad docente
es intensa en esos años, paralela a sus estudios teológicos pre-
vios al ordenamiento sacerdotal. Actúa como profesor suplente
de matemáticas, de griego y de literatura. El carácter de Mendel
era afable, humilde y bondadoso, siendo un docente muy metó-
dico en sus enseñanzas y apreciado por sus alumnos. Es ordena-
do sacerdote en 1847, siéndole encomendada tareas parroquiales
en Brno, sin embargo su carácter estudioso y retraído mueven al
abad del Monasterio a trasladarlo a la enseñanza.
En Viena ingresó en la Facultad de Filosofía, donde permaneció
hasta 1853, cursando física, zoología, botánica, paleontología, quími-
ca. De regreso a Brünn, fue designado profesor interino. Su sobrino y
alumno, Alois Schindier dice que desarrollaba un “notable método de
enseñanza, su sentido de responsabilidad y justicia, unidos a su bon-
dad y dulzura, hacían de él una persona querida. No aplazó casi nun-
ca a nadie, ni usó la sanción como medio pedagógico; por el contrario,
utilizaba la clara y lúcida exposición, el poder de la motivación y la
libre cooperación como forma de llevar a sus alumnos más flojos a los
fines pretendidos...”.
Es allí donde desarrollara sus investigaciones sobre la herencia.
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además, experimentalmente en su jardín, un híbrido de dos especies
de tabaco. “Logré crear verdaderas mulas botánicas” dice, describien-
do la esterilidad de los híbridos y la necesidad de afinidad de las espe-
cies para la reproducción. En el plano teórico, es seguidor de las creen-
cias en boga en la época, por las cuales se creía que los caracteres de
los progenitores se mezclaban entre sí y aparecían en sus descendien-
tes como situaciones intermedias; su sagacidad en la observación le
hizo tomar nota de la aparición de una 2ª generación de caracteres
que reproducían los de los abuelos, más que a sus predecesores inme-
diatos. Este hallazgo lo preocupó, atribuyéndoselo a perturbaciones
introducidas por su propio manipuleo.
Carl Friederichh Gartner (1772-1850) también trabajó en hibri-
dación. Al igual que Kölreuter suponía, como base teórica de sus ha-
llazgos empíricos, la transmisión de elementos miscibles, concebidos
con variaciones, llevando a que los descendientes posean caracteres
somáticos que les hacen parecer a sus ascendientes. Por estos años,
Carlos Darwin (1809-1882), formuló una teoría de la herencia dentro
de su teoría general, concibiendo la existencia de partículas invisibles
producidas por cada célula del organismo que son portadoras de una
copia, de la célula originaria, dichas partículas fueron denominadas
gémulas, las cuales se concentran en los espermatozoides y óvulos,
produciendo en los descendientes una expresión de la mezcla. Es de-
cir, la herencia fusionada, al igual que la concepción de los autores
citados. En síntesis, lo aceptable en la época era que existía una uni-
formidad de las primeras generación de híbridos de la cual se seguía
una heterogeneidad en otras generaciones, con un retorno a las for-
mas originarias de los primeros progenitores. Al permanecer las gémulas
o el fluido, en estado latente; su reaparición explicaría la presencia de
los caracteres ancestrales. Otra forma de ver la cosa era aceptar al
huevo como excrecencia de los padres de los que cada porción enviaba
a través de las células reproductoras una especie de germen; esa par-
tícula invisible entraba a formar parte de un órgano del padre y de
sus descendientes.
Von Nägeli, responsable del desconocimiento de Mendel (como
veremos más adelante), interlocutor de Mendel en sus cartas, reci-
piendario del trabajo original enviado por el propio Mendel en
consulta, hablaba del “idioplasma” que estaría en el huevo y sería
portador de los elementos transmisibles, compuesto por “micelas”,
que expresan el carácter determinado de cada parte del cuerpo.
Los caracteres se transmitirían por mezcla de micelas. August
Waissmann (1834-1914), nacido 12 años después que Mendel, distin-
gue el soma (sería el trofoplasma de Nägeli) y el germen (el idioplasma),
donde el germen produce un soma y otros gérmenes, el cual se continúa
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como “plasma germinal” a los descendientes, lo cual fija la especie. El
germen sería así, inmortal, pasando de uno a otro individuo de genera-
ción en generación.
Esta teoría especulativa, junto con la de Nägeli, son expo-
nente de construcciones ideales para interpretar la realidad. La
pura lógica racional buscaba interpretaciones que explicaran los
hechos misteriosos de la herencia. Es de recordar que, en 1872,
Darwin aun decía que “las leyes de la herencia son en gran parte
desconocidas”.
Waissmann fue el iniciador del neodarwinismo al considerar
la continuidad del plasma germinativo, con selección germinal;
negando la herencia de los caracteres adquiridos, propia del
pensamiento de Lamark. Llama la atención un siglo después, en
1948, a pesar de lo verificado en torno a los hallazgos de Mendel,
en la URSS, Lisenko impone las teorías materialistas de Michurín
como dogma, resucitando a Lamark y la herencia de los caracte-
res adquiridos por la acción del medio. Mendel, junto con
Waissman fueron prohibidos en la investigación biológica sovié-
tica, por “reaccionarios” y por expresar teorías “metafísicas”.
Esta actualización sobre el tema permite entender el acierto del
monje austríaco. Hasta ese entonces la herencia era considerada como
un continuo donde se mezclaban los caracteres heredados de los pro-
genitores para sustituir situaciones intermedias. Otros precursores que
vieron la posibilidad de la discontinuidad fueron el ya citado, Von
Nägeli y recién en 1894 Bateson y sobre el inicio de nuestro siglo el
redescubridor de Mendel, el holandés De Vries. El gran aporte del
padre Gregorio fue considerar los caracteres hereditarios como entida-
des que se transmiten independientemente entre ellos. Fue el primero
en interpretar los seres vivientes como un mosaico de caracteres con
transmisión hereditaria independiente.
Los “hibridantes” de moda en la época, como Kölreuter, se maravi-
llaban de la hibridación entre especies distintas, y no entre varieda-
des de una misma especie. Mendel tuvo ocasión de actuar sobre una
copiosa información recopilada y publicada en Viena por Gartner en
1849. Su gran decisión metodológica fue explorar la hibridación entre
variedades de una misma especie. Sin embargo, después de su publi-
cación y respetuoso del prestigio de Nägeli, a instancias de éste, que
no aceptó sus conclusiones, cayó en el error de trabajar con diferentes
especies (Hieracium y Phasolus), fracasando al no poder repetir los
resultados obtenidos con el género Pisum.
Mendel publicó su revolucionario trabajo en “Verhandlungen der
Naturforschernder Vereines” de Brünn, en 1866; fue difundido en for-
ma personal por el monje Agustino por intermedio de 40 separatas
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enviadas a importantes botánicos y naturalistas. La Sociedad de His-
toria Natural de Brünn imprimió 120 ejemplares de la revista citada.
Sin embargo, su obra permaneció 35 años en el anonimato, hasta que
fue exhumada por De Vries. Ahora se sabe que el trabajo de Mendel
fue citado doce veces antes de 1900; entre sus citas se destacan,
Hoffman en 1869; Blomberg, en 1872; Schmalhausen, en Rusia, en
1874; figura en los catálogos de la Royal Society of Natural History;
Focke lo cita en su libro sobre híbridos y es a través de esta fuente que
lo hallará De Vries. Se presume que Darwin conoció la publicación, si
bien no otorgó importancia al tema de la hibridación dentro de su
teoría general para la formación de nuevas especies; aferrado a la
teoría del atavismo, el retorno a los tipos primitivos en la segunda
generación Mendeliana, lo explicaría por esa cualidad del germen.
Darwin obnubiló su capacidad de interpretación de la discontinuidad
de la herencia por aferrarse a su criterio evolutivo continuo, influido
por la adaptación al medio. Incluso Galton, otro de los genetistas im-
portantes de la época, defendió la teoría hereditaria por la mezcla,
según la cual, como se ha dicho, los descendientes reciben una contri-
bución en cantidades iguales de sus padres y reproducen caracteres
intermedios de sus descendientes directos. Galton enunció a través de
una fórmula matemática su ley de la herencia ancestral a variación
continua. Von Nägeli era del mismo parecer. Este investigador es el
responsable del desconocimiento de Mendel, pues estaba en condicio-
nes de comprender sus trabajos, fue interlocutor directo del monje in-
vestigador, recipendiario del trabajo original enviado por éste en con-
sulta. Nägeli será nefasto para el científico de Brün, pues lo indujo al
error, con su autoridad académica, al destinarle el trabajo sobre
Hieracium ya citado. La publicación del monje ni fue citada por Nägeli
en su libro sobre la herencia publicado en 1884.
La coherencia de la investigación de Mendel, la sabiduría de sus
observaciones meticulosas de la realidad, sin plegarse a construccio-
nes ideales del pensamiento, era tan diferente a las lucubraciones de
sus contemporáneos, inmersos en sus abstracciones y ciegos para un
salto audaz que admitiere una nueva interpretación, que lo rechaza-
ron. Además, para el ámbito académico ¿quién era este oscuro monje
agustino sin antecedentes científicos que ni siquiera había podido apro-
bar exámenes en la Universidad de Viena? Su original observación no
podía entenderse a la luz de la ciencia oficial, de la ciencia normal
para su época. Éste es un caso típico, otro ejemplo más dentro de la
historia de las ciencias, en que debe producirse una cierta maduración
y convencimiento progresivo del ambiente científico para poder rom-
per con el paradigma precedente y comprender una nueva postulación.
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Experimentos sobre híbridos en plantas
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Resumen del trabajo a través de sus resultados
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Sus últimos años
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reconocido actualmente como una obra de las más brillantes de la his-
toria de las ciencias, para lo cual citamos a Morgan, Premio Nobel en
Genética, “En los años en que Mendel trabajó sobre sus guisantes en
el jardín del Monasterio, hizo en materia biológica el más grande des-
cubrimiento de los últimos quinientos años”.
Su heráldica abacial expresa a través de símbolos un contenido
profundo que revela las características sobresalientes de su personali-
dad. En el cuartel superior de dicho escudo señorea la vida en el cam-
po, recuerdo e imagen de su origen, de su juventud, de sus ancestros, de
sus raíces. A la izquierda de esa parte del escudo se halla una flor, con
toda probabilidad la Fucsia Mendeliana, lograda por él en su jardín,
expresión de su delicadeza, de su contemplación de la belleza, del re-
cuerdo de su madre descendiente de jardineros. En el cuarto derecho
superior se dibuja un arado, sobre el cual aparece una cruz refulgente.
Es la luz divina que ilumina el trabajo del hombre en la agricultura, en
el cultivo arduo de la tierra, en el rudo y gratificante trabajo de cultivar,
de hacer fructífera la tierra, de roturarla y sembrarla para obtener su
fruto. El entronque campesino de Mendel es su expresión social, su afir-
mación orgullosa de la ascendencia genética, su raíz.
El campo inferior izquierdo es de profunda manifestación
Agustiniana. Es el corazón atravesado por el amor avasallante
de Dios. “Vulnerasti cor meum”. El corazón, como ancestral signo
de amor, de sentimiento, de pasión, de sufrimiento. Síntesis del
ser humano, expresión antigua de una función vital, manifesta-
ción pulsátil del Pneuma vital, sede del don de sí mismo, arca de
la gracia, del perdón y de la misericordia. Es la razón del cora-
zón de Pascal, donde la deducción matemática, como tipo per-
fecto de conocimiento, se apoya en la intuición que escapa a la
sola razón. El espíritu de geometría cartesiano va de razón en
razón sin llegar nunca a afirmarse. Hay conocimiento no racio-
nal, que conoce lo que la razón no conoce, es l’esprit de finesse, “la
razón del corazón” de Pascal. Debajo del corazón se hallan dos
manos que se cruzan, imagen de la solidaridad y la caridad, deograma
de la acción social que Mendel efectuaba. El cuartel derecho inferior
muestra las letras Alfa y Omega, principio y fin, secuencia de
causalidad, causa inicial, causa eficiente por excelencia y causa final,
cadena continua que empieza en Dios y termina en Dios, que une lo
natural con lo sobrenatural.
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Reflexiones finales
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“Leyes de la Herencia”, de 1886, basados aun en la interpretación de
Galton y, particularmente, a Ángel Gallardo en sus “Aplicaciones prác-
ticas de las leyes de Mendel a la Agricultura y la Ganadería”,1908 y
“Polémica entre biómetras y mendelianos”, 1910, que ponen de mani-
fiesto la actualización del gran naturalista rioplatense.
Mendel fue una verdad que quedó en suspenso. Su conocimiento
no se integró a la “ciencia normal” de su época. Su redescubrimiento
hace renacer la historia de la genética moderna en el siglo XX y no
cuando realmente podía haber aparecido. El Monje de Brünn quedó
archivado en las bibliotecas y su reactualización posibilitó aportar
nuevas adquisiciones que flotaban en el ambiente. De Vries, Correns
y Tschermack usaron de la historia como instrumento, no como un
conocimiento mundano y elegante que adorna al científico; el pasado
no fue una anécdota, sino un complemento del saber actual. La
historia aparece como necesidad del saber actual.
El trabajo de Mendel no es sólo la aplicación de un modelo
estadístico-matemático para mensurar y medir con criterio po-
sitivista, los hallazgos experimentales o los datos de la realidad.
Su trabajo no surge de una idea hipotético-deductiva combinada
con un modelo matemático para explicar un sistema inventado
por el pensamiento. El monje austríaco era un observador
enraizado, encarnado; un contemplador de la naturaleza, fiel en
respetar su orden intrínseco y describirlo. Para ello usa el méto-
do científico y de la matemática. El método surge de conocer
inteligentemente, en el sentido de leer dentro, de penetración
en el objeto. El objeto determina el método. No es una metodolo-
gía la que da posibilidades al descubrimiento, sino la capacidad
de penetrar en la realidad aparejada a un método racional de
observación -experimentación. Mendel no inventa. Mira, repro-
duce, respeta; parte de lo real de lo que conoce por sus sentidos
y de la inteligencia, acepta la verdad en las cosas, intuye y des-
cribe lo que palpa; no actúa interpretando a través de la imagi-
nación o del pensamiento. Extrae por inducción la explicación de los
hechos tangibles. No construye un sistema artificial.
Su aporte a la verdad podrá perfeccionarse, pero es fiel a la
evidencia, entendida como la inteligibilidad de las cosas. Kepler,
Newton, Galileo, Linneo, De Broglie, Einstein, Max Plank,
Haisemberg, Claude Bernard, Pasteur, fueron expresión de esta
profunda devoción a lo real para extraer la verdad de las cosas a
través de la inteligente penetración en ellas, respetando su or-
den.
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Bibliografía
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