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Digamos, antes que nada, que la primera cita que precede pertenece a alguien
-George Soros- del que se presume, y lo ha demostrado, que conoce el
sistema desde dentro. Estos expertos nos regalan de vez en cuando con algún
secreto inconfesable, vislumbre de la auténtica realidad que subyace tras la
máscara posverdadera.
La segunda cita corresponde a un discurso pronunciado en Atenas, matriarca
de Occidente, por Pericles, en el siglo V antes de Cristo. Es un elogio de la
democracia.
Más allá del leve matiz terminológico, ambas estafas significan la misma cosa:
un dogma tóxico y subprime empaquetado en falsa retórica liberal.
¿Democracia iliberal?
Quiero penar que con este término no se hace referencia a los sistemas que
priorizan la democracia sobre la desregulación económica. Porque los hay de
signo contrario, sin duda más tóxicos: sistemas que priorizan la desregulación
económica sobre la democracia. Liberalismos antidemocráticos, liberalismos
capados y pret a porter. Esta es hoy nuestra principal amenaza en Occidente.
Sin duda es un hallazgo raro decir -como dice Ortega en ese ensayo- que los
derechos del hombre se los debemos a estos señores feudales, cuyo hábitat
era el páramo belicoso de los castillos, campo de juego de la fuerza bruta y la
trampa aliada con el poder del oro, metáfora de la moderna selva neoliberal.
Estas contorsiones teóricas de Ortega vienen al pelo para dar fácil coartada a
la actual moda: la posmodernidad como un retorno alegre al tiempo de los
siervos.
Más que guerrear lo que les gusta a estos nuevos señores feudales de las
finanzas es tener siervos y paganos. Ya les endosan a ellos la factura de los
desastres y sus trampas.
Hoy la tentación para los oligarcas de las finanzas y sus lobbys, representantes
de la ultraderecha económica que desgobierna Europa, es ceder a las
exigencias de la ultraderecha ideológica y racista, ampliando (aún más) la
perdida de derechos y libertades, a cambio de salvaguardar el núcleo duro de
su economía delincuente. Esto no va solo de emigrantes. Esto va de fascismo y
democracia.
¿Y no será más sensato cambiar de partitura visto el éxito que vacía la sala?