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PROLOGO ud lejos estuve de imaginar, al escribir a la grilla del Golfo, que cuando estos apunses ad- quirieran vida propia el escenario que los ins. piré estaria convertido en lugar de wisteza y Yesolacién. Cémo disfruté de mi paseo y cudn- to sofé con llegar, un dia con otro, a poner el punto final en mi trabajo. Paso a pasito, y al- ternando los quehaceres mujeriles con los de- waneos literarios, vesth y acicalé los apuntes has- ta juzgarlos listos para ser entregados al im- presor. Ald, en casa de él, les sorprendid la nueva de los terribles datos que “Gladys”, “Hilda” y “Janet” causaban a Tampico y a sus habitantes; y el gozo, que la conclusién de un trabajo debié haberme acarreado, se obscurecié al saber de las angustias de los tampiqueos. Ells son mis amigos y de ellos he recibido fa- vores y cortestas sin fin, cémo no entristecerme al pensar en los dias dificiles que viven? Este iprefacio, escrito a tltima hora, no tiene més ¥ Se Ss objeto que unir mi vox a la de todos sus h ‘manos para desearles que su suerte cambie. haciendo oidos de mercader a toda clase de at gurios pesimistas, pido prestadas al ilustre may chego las palabras con que consolé a Sanch cuando éste rezongaba a raiz de la paliza q los yangiteses les dieran: “Siempre deja la ve tura una puerta abierta en las desdichas pa dar remedio a ellas.” 4.G.R. ‘caia entre mis manos, di con una “Barca- “Barcarola” iba asi: © Amor mfo, se ha muerto la luna, Se ha quedado la mar en tinieblas, Ya no veo la lumbre del faro Ni dl perfil de Ia alegre ribera.” - Yenir a Tampico, ponerme a oir el mar que p interminable reventazén de olas golpea la playa, levantar los ojos para ver el parpadeo Ts estrellas, y acordarme de la poesia de do Leén, ¢s todo uno. La “Barcarola” sin Monterrey, octubre de 1955. ed 3 iz ‘Avuntes RiseneRiggy APUNTES RipersSos 13 ‘dl océano de Balboa logran de dia efectos be- jmos y muy imponentes de noche, efectos fpunca alcanzados por el Atléntico. Pero a mi dgjenme el Golfo, porque fué precisamente por | que mis sentidos, hace mucho, se dejaron hechizar. Altamira, Tampico, Dofia Cecilia (hoy Ciu- dad Madero), la Barra, el Humo, Pueblo Vie- cudnta patina de historia adherida a estos ‘nombres ya de por si tan sugerentes. Por to- dos estos lugares anduvo, hace més de un si- lo, el brigadier Isidro Barradas al frente de is 2,700 hombres cuando, “en una manifes- tacién de clésica demencia espafiola”, desem- ed en Cabo Rojo (a doce leguas de Pueblo Viejo) el 27 de julio de 1829, con instrucciones ide un monarca que, mal informado, sofiaba nn Ja reconquista del suelo mexicano. Pero no tan s6lo en el siglo pasado habia je servir la ribera tamaulipeca de escenario listérico; a principios de éste el telén volvié a antarse y de nuevo el retablo se animé cuan- lo, empujados por las circunstancias, y obede- jendo a las extrafias ¢ ilégicas leyes de la vi- cuerdos, muy hermosos, de mis amigos de jut yentud, de mis primeros bailes, de las ilusione que todas las mujeres solemos hacernos cual do Eros empieza a ponernos enfrente de 1 ojos ensuefios dorados y nubes color de 10s ¥ cuando es a la orilla del mar en donde recuerdo, la poesfa del escritor espafiol se antoja atin més hermosa. Por afios y afios playa tampiqueiia ha ejercido en mi un infh jo singular. Fué precisamente en este puert de Tampico en donde conoct el mar; nun antes lo habfa yo visto, y el primer contacto q mis sentidos con él tuvieron fué tan violent ‘que contraje, para siempre, “cl mal maritime El oro de las dunas, el perfume salino de brisa, las blaneas crines y ¢] monétono reventi de las olas no iban a dejarme nunca en paz. Convengo que nuestro litoral tiene plays més majestuosas, estoy de acuerdo en que paisaje de Acapulco, o de Mazatlén, o de Ma zanillo es mas accidentado y pintoresco que de mi playa favorita; admito que el Pacific es de una belleza més “asalvajada” que Atléntico; las rocas que entran audazmente ¢ 4 ‘Apuwres Rineneg 5 da, otros hombres salieron a escena para ejec tar el papel que en suerte les habia tocado, “J gpilitar mexicano. El incidente no habia to- La narracién de la pieza que en Tampieg se representé por el afio de 1914, Ia of de bios de mi padre, quien a la sazén se hallab trabajando en este puerto. Joven, y con d gusto por la vida que siempre lo caracteriag mi padre no perdié ni un solo detalle de mayor, en uniforme de gala, al general que pasaba. Lo que pasaba no cra cosa dell mexicano con un singular ultimdtum. El ul- otro mundo y para que el incidente quede aquilf timétum de Mayo exigia nada menos, que a anotado con mayor claridad voy a ceder Jai Ja puesta del sol del siguiente dia se izaria la palabra al Lic. César Sepiilveda, quien con tou bandera norteamericana en un punto promi- do acierto Jo narra en su libro “Las Relaciones) nente de Ia costa y se le saludara-con veintiéin Diplomiticas entre México y los Estados Ui vas de cafién, saludo que serfa devuelto por dos en el Siglo XX". Dice el Lic. Sepiilveday gu barco; que cl oficial responsable del arresto “Este puerto (Tampico) se encontraba bajo Jos marinos fuese juzgado en corte marcial ley marcial, por la cercania de fuerzas enemil ¥ que se enviase una disculpa escrita del co- gas, cuando un grupo de tripulantes del barcojy mandante mexicano.” Dolphin, de patrulla en aguas del Golfo, dey — Y aqui sigo yo contando lo que el testigo de sembarcé en un muelle de acceso prohibidogl Vista que fué mi padre a su vez me conté: para adquirir provisiones. Un destacamentoly En el puerto la conmocién era grande: las militar los aprisioné, y cuando el Almirantel§ mujeres, temerosas, se encomendaban a toda la Mayo, comandante de las fuerzas navales yan corte celestial; los muchachos, alborogidos por quis, demand6 su soltura, fueron puestos enjglo que ofan, daban més guerra que nunca;-y “Pero el Almirante decidid, en busca de tigio quizés, que la disculpa dada era re- a inadecuada para el honor de la Ma- fa de los Estados Unidos y envié al jefe de su ” a 26395 16 Apuwres Rinne "Apontes Riszxefios ” Jos hoinbres se agrupaban aqui o allé para blar del suceso. Muchas y muy variadas opi niones se externaban en los corrillos y no fa 16 quién dijera, con todo aplomo, que el at que del enemigo era cosa segura para esa mi ma noche o, a més tardar, para la madrugadal Joven y soltero, mi padre no lo pens6 dos v ces: si Jo que con insistencia se decia resultal verdad, él no iba a perdérselo. Y, acto cont nuo, se proveyé de una frazada y se dirigié Miramar. Pasarfa la noche en la playa, esta a la expectativa para que después nadie tuvie nada qué contarle. De los fanales enemige egaban torrentes de luz a la playa y era ta viva la iluminacién que habrfa resultado sem cillo encontrar una aguja que en la arena hhubiera perdido. Pero, como no fuera lui [manecid y hubo que volver a Tampico para [presentarse a tiempo al trabajo, Una vez de egreso cn uno de los trenes que en el patio del ferrocarril hacian movimiento, se presenté la jdad de entrar en conversacién con un Fsoldadito que al cuidado de un pequefio ca- fin estaba. El cafioncito habia sido colocado en la parte posterior de la tiltima géndola del itren, y el humilde soldado, encargado de la v ilancia de aquella pieza de artillerfa, debe ha- berse sentido ufano por la tarea que sus supe- jores le habian encomendado. Mi padre se facercé al caiién, lo examiné y, aparentando hablar con toda seriedad, exclamé —Qué susto se hubicran Ilevado los gringos $1 Nos atacan anoche! El sencillo “juan” cogié el mecate y res- | pondid: No, susto el que se ‘bieran Hevao si nos latacan antier, porque entonces toavia teniamos Ie ametralladora! Ta sverte, que las més de las veces se porta lomo madrastra, tuvo un rasgo de filantropfa: los estadounidenses atacaron por otro rambo y ninguna otra cosa arrojé el enemigo a la orl tampiquefia. El anunciado ataque quedé cf 30, en anuncio, y aquel mozo, que con el ar dor de su juventud y el entusiasmo de su tem: peramento tantas cosas esperaba ver, no vid ms que rayos luminosos barriendo Ia arenal minuto tras minuto durante toda la noched 18 Arowres RIBEREROIE g yiavras RiseRios 19 el soldadito de mi cuento conservé, milagrosill spodo que alrededor de los balnearios se ha formnado un pequefio mundo playero. Puestos de refrescos y taquitos, columpios para descansar, fotdgrafos ambulantes que por una pequefia suma le toman al bafiista una foto- gratia de “ambiente”. Todos estos fotdgrafos mente, sus ingenuas ilusiones. Después de cuatro afios hemos vuelto Tampico. En cuanto veo el mar me doy cuef ta del inmenso carifio que por esta playa si to. Las Escolleras, el faro, el Panuco —cnén tos recuerdos despiertan en mf! Dudo habe pasado en las diversas playas que he conocid dias tan agradables como los que estas aren jaibas me han proporcionado, Una y otra ve he venido a pasar dias de descanso al mode hotel de don Pedro, Y siempre al alejarm me ha asaltado una profunda nostalgia, no talgia que procuro apaciguar repitiéndome q en cuanto me sea posible he de volver a Tan + una embarcacién de cartén, tablas y man- que Tuce, en la vela, una leyenda alusiva: *Recuerdo de Tampico”. Los navios tienen finera”, “Marfa del Mar”. Escojo esta til- para nuestra “foto”. Subimos tres esca- 5, nos colocamos en lugares adecuados, el grafo reclama nuestra atencién un minuto, zasl, listo, Diez 0 quince minutos mas tarde pico. artista de la lente nos entrega, htimedo ain, Hoy lo he logrado. Muestro retrato y yo lo manejo como si de un La creciente del Pénuco ha ensuciado eg €650r0 se tratara para no estropearlo. Es cu- agua del mar y nos hemos visto obligados a 4 Ho tenemos ninguno de los dos la ma- a tomar nuestros bafios mis alld del viejo de las “fotos”, debe ser la euforia de vernos sino de Miramar. Todo entra en la diversi6nig MU€vamente en Tampico lo que nos ha empu- Los camiones y el tranvia Megan hasta alld, d@gJad0 @ posar en esta ocasién. 20 Apunres Risuresi ‘A.un paso del agua, y detras de los balne rios, existe una pequefia villa de gente que ve, segiin son todos los indicios, del mar. un caserfo pobrisimo al cual se llega por pu tes de madera, puentes que se prolongan, manera de calles, entre sus contadisimas hi ras de casas y que dan al lugar un aspecto sf gular. El insignificante poblado se antoja Morrio de otros paises y, no sé por qué, al v y sin haber estado nunca all, siempre pie en Cap Ferrat y en St, Jean. Junto a las q sas se ven las redes que, extendidas, se puesto a secar aqui o allé valiéndose de deros fijos en la arena, Estas redes habl muy a las claras, del oficio de los hombres caserio. Y por si quedara afin alguna duda, las puertas de las mAs de las casas hay vend mias de cuestiones maritimas. Caracoles, esos que diz. que encierran el ruido del mai que-invitan a tomarlos entre las manos, y acercarlos al ofdo, para ver si de veras loj mos ofr el eco del mar de donde ellos han sid sacados; conchas arregladas de mayor a mi nor, y acomodadas una dentro de otra, de que a su vista nos asalta el recuerdo’de quepaque con sus hermosos juegos de di- mutas cazuclas; prendedores primitivos de achas y pequeiios caracoles, pisapapeles, are- collares, adornos —ciertamente la gente en estas humildes casas vive es de mar. Sada vez que esperamos el tranvia me pongo ontemplar este lugar de pescadores y no edo. menos de extraiiarme de no ver por f, con la paleta en una mano y el pincel Ta otra, no digo a uno, sino a muchos aman- ‘Los primeros dfas los pasamos como en un Viajes al centro, bafios de mar, atar- eres en la terraza del tercer piso del hotel, amplacién inacabable del mar con sus jue. de colores y mareas. A medida que el Mpo pasa vamos asentando el paso y nues- Vida ya formalizéndose. Una noche, des- de cenar, nos damos una vuelta por el Muelle fiscal y quedamos sorprendidos de la tividad que ah{ impera. Un gran barco ho- 2 Apowres RIBERES RineneSos B 9 como el que hoy se nota. Esperando das en las bodegas, seguramente, fnfinidad de mercancias en los andenes. enormes de maquinaria de colores muy Iandés —el “Almdyk”— descarga directamen sobre las géndolas de ferrocarril; las plum cargan pesados tubos, los sacan del barco dejan caer en las géndolas. Los estibador con peligro de su vida, reciben los tubos, enderezan en el aire y los acomodan. abajo del barco procedente de Rotterdam el “Teseo”. Las maniobras de una gria qi se ocupa de abastecer de carbon al “Tese (que €s barco de vapor) nus entretienen buen rato. Saciada nuestra curiosidad vol mos sobre nuestros pasos. El “Almdyk” tiene cautivados y decidimos averiguar si posible visitarlo. Indagamos y se nos resp de que de noche no se admiten visitantes, q volvamos al dia siguiente. Resolvemos hact Jo asi, ya que estamos seguros de que el b co habré de maravillarnos con sus camarot sus pucntes, sus méquinas y demés. El mi Ile nos tiene embrujados. Atin cuando por! momento no logramos subir al “Almdyk”, a quedamos curioseando un rato més. Hacfa mucho, muchisimo tiempo que nos tocaba presenciar en el muelle tanto mo tamafios y variadisimas formas, tam- ruedas pesadisimas, rollos de alambre, grandes hacinamientos de una cosa ‘veo por vez primera en mi vida y que re- | ser corcho: de todo, y para todos los gus- tarios y los remitentes que con gran- negras se han marcado en cada uno bultos que aqui han sido descargados. ‘Viene de Hamburgo; aquél, de Italia; el de Inglaterra. Muchas de las_grandes ‘que por fuera examino vienen destina- ami ciudad. Cada una de ellas me tienta erimento curiosidad por saber qué en- Hay una que, por la forma, me hace Fe a Apunres Rinerei Rinereios 25 firma remitente: “Gillette”, leo en una de BG siguiente para Vistar de papa a e] “Almdyk”. ero al otro dia el “Almdyk” nos hace una ppasada: se cambia, sin decir agua va, de sy nosotros, ignorantes de estas cuestio- jmaginamos que el barco salié antes de lo do y lo hacemos navegando en alta Cudl no ser nuestra sorpresa cuando dia después lo divisamos por el Panuco dis- niéndose, apenas, a continuar su recorrido. ho sentimos no haberlo visitado. Para que p ocasiones futuras no vuelva a repetise el pprocuramos aprender la leccién. los miles y miles de rastrillos de barba, 0 hojas para rasurar, que abi deben venir emps cados. Sacando vueltas, haciéndonos a un lad para no estorbar las maniobras de los: esti dores, deteniéndonos aqui, curioseando allé s nos pasa el tiempo sin sentir. Un tercer b co Nos interesa y nos detenemos frente a Es el “Epinal”. El nombre nos suena a fran cés, Queriendo cerciorarse de si la matricul del “Epinal” es 0 no francesa, Julio se acere mucho al barco. Por la posicién del “Epin: resulta dificil leer la inscripceién que nos ha d sacar de dudas. La insistencia de Julio, y proximidad a la embarcacidn, lo hacen sospe choso a los ojos de la tripulacién; desde ar ba le dejan caer un reflector, pensando, seg ramente, que se trata de un polizén. Nos i teresamos por algunos instantes en las manio bras de carga que en el “Epinal” se Hevan cabo, y por fin nos retiramos celebrando alumbrada que a Julio le han dado y resuelto | i iris RiseneSos ” tiva sobre Ia faz de la tierra que el her- 10 hombre; y que, por eso, a mi me ha do por observarlo y por fisgonear su vida i donde Ia vista me alcance y é me lo rie Ya hubiera querido Merejkovski, para las nas de su “Leonardo”, la historia que en ‘ocasién mis ofdos recogieron. Chiquitas hhabrian quedado monna Cassandra y monna jidonia al lado de la yerbatera del cuento que tuve Ia suerte de escuchar, y que, apruébelo 0 @ mi duefio y sefior, aqui mismo voy a refe- IN, vizjo amigo Juan estuvo hoy a altura del mistico Fray Luis de Leén al recibi nos, después de cuatro afios de no vernos, si bit no con un “decfamos ayer”, si con una nat ralidad tal que a cualquiera habria hecho pal sar que apenas el dia anterior habjamos esta juntos, Juan y yo siempre hemos hecho buenas m gas; sera porque a él le da por hacer confid cias y a mi, como a casi todos los que coj mos por el lado de la pluma, por escucharl Julio sucle criticarme este affn de oir, segé 4, lo que ni me va ni me viene, Y para censura tengo siempre la misma respuest que a mis ojos no hay cosa més maravillo ni m4s interesante, ni més compleja, ni Esta era una mujer —a quien le pondremos icha— que vivia con su hombre —a quien le Hpondremos Filemén. Un dia Pancha se sin- § mala y no supo ni a qué achacarlo, Pas6 semana y la dolencia de la mujer, en vez ide retirarse, se afianzaba més y més. Siguié endo el tiempo y Pancha cada vez peor. Ha Vi6 un doctor, y otro, y otro mas, Pero el era dificil, y ni los médicos lograban ati- con lo que podrfa ser, ni sus medicinas Avuwres Rimes gs RunereSos 29 Megaron a aliviar los extrafios dolores que a infeliz. atormentaban. —Pa’ mf esto ‘sté muy claro— dijo una ; las vecinas, que frecuentaba a Ia enfer i —Lo que es ésta no es enfermedé giiena., Y no lo era, qué iba a serlo! Como el estado de la enferma se agra atin més, un amigo de Filemén, sintiendo If tima de Pancha, le hablé a éste de una sefd curandera que é1 conocfa —Esta sefiora de veras es conocedora el amigo de Filemén, y afadi que te Hleve con ella? —Y me lo estés: preguntando! —exclan el atribulado marido. —Andale, lévamey cuanto antes. Era ya de noche cuando Filemén y su af t go fueron a buscar a la yerbatera. Entre vi tas y revueltas para cuando dieron con la ¢ que buscaban ya se andaba rodeando la med noche. Tocaron a la puerta: tan, tan, Esperaron un rato y como nadie abriera vieron a lamar. Tuvieron que hacerlo tercera vez antes de que por una de las fanas asomara la cabeza la propia yerbatera. - —Quién es? El amigo de Filemén quiso identificarse y explicar quién iba con él y a qué. Pero la mujer lo atajé: Ah, si, eres ti— dijo en cuanto oyé la del hombre —ya sé a qué vienen. Espé- me, voy a abrirles. | La mujer cerré la ventana y Filemén y su amigo creyeron que los harfa pasar al instan- Pero no fué asi. Una hora, poco més 0 10s, tardé la yerbatera en abrirles la puerta. én sabe qué ocupaciones la retendrfan aden- 95 algiin trabajo, sin duda, que no podia ser i Pospuesto ni abandonado. Filemén y su Amigo ya desesperaban cuando, por fin, algo jPasada Ja media noché, la mujer los hizo en- Ir : No quier Mal habia empezado Filemén a hablar, xdo Ia yerbatera Jo interrumpié: ) Si, si, ya sé a lo que vienen. | ¥ acto continuo dié tantos y tantos detalles HEE To que la enferma sentia que dej6. pasma- Ba los dos hombres. En resumei q 32 Aruwres Rrsengg pes RipeneXos 33 para qué podria ser él neceario a aquellf gritar y a resistirse desesperadamente. pe emén cetré los ojos y cl corazén a todo. Si fancha sc habia de morir, que se muriera de vez. Le metié las manos por debajo de axilas y a viva fuerza la sent6 sobre la lum- Poco después ardia en el fuego una cosa pesada que Filemén, de tan horrorizado que NO quiso ni ver No tardé mucho en averiguarlo. La batera terminé su procaz letania y de un ti arrancé las ropas a la enferma. —Ahora si —dijo a Filemn— agérrela p debajo de los brazos. ilemén obedecié y, una vez que tuvol su pobre mujer fuertemente asida, la yerbat i6 una segunda orden: —Sfquela de la cama y siéntela en la Tug bre, Ora si juimos de vida! —exclamé la yer- atera, al mismo tiempo que ordenaba por me- 61 é és la cama. A Filemén se le paralizé el corazén; aqua’ enferma 2 su Ilo se pasaba de la raya y él no se sentia fuerzas para hacer semejante barbaridad. 16a la enferma y la dejé caer nuevamente su cama, La yerbatera, que comprendié q el hombre flaqueaba, se encaré con Filem haciéndole ver que no le quedaba més rei dio que hacer lo que se Ie peda, porque aq Ila enfermedad era de vida o muerte, File se armé de valor, y de fuerzas, ya que Pancl que en medio de su gravedad algo columb de lo que se pretendia hacer con ella, emp "Ia infeliz mujer habia perdido el conoci Mento; desmayada la colocé cl marido en el . Ahi estuvo durmiendo setenta y dos Is seguidas, al cabo de las cuales desperté aando que cuanto le habia sucedido a ma- de 1a yerbatera habfa sido un mal suefio. funque parezca mentira, la lumbre no dejé Hla en las carnes de Pancha, y desde enton- Ta mujer de Filemén vive sana y contenta Polorin colorado, este cuento se ha acabado. tee " ‘Aponris Rencauggparent®s RinentRos hogar de Juan una nifita, la madre, jubilosa por ef advenimicnto de una hija, pidié al pa- Mire que escogiera para Ja recién nacida un Mientras escucho as historias de sabor dioeval que Juan relata, Julio, que por su a a las méquinas parece hermano gemelo Rudyard Kipling, curiosea el motor de la k cha. Meciéndose Jevemente en las aguas Pénuico, arrimada al atracadero de los Pri cos, la lancha de Juan y de Luis encierra t taciones para todos los gustos. A mi mari por el momento, lo cautiva no sé qué pieza viejo motor. Por mi parte, y dada mi cot cién_mujeril, prefiero chismorrear con Ju quien, de pie a un lado de la rueda def tis me Ileva tela y contesta, de buen grado, a preguntas. Me informo por sus hijos y a riguo algo que deja al descubierto la muy na imaginacién que nuestro amigo pose. ra beneficio de aquellos padres a quienes, lo abundante de su prole; el calendario ya les haya agotado, paso a relatar lo siguientey Juan tiene un buen niimero de hijos cuales llevan nombres bien escogidos. Nut Hombre que no fucra “uno de tantos”, Esme- IMindose por complacer a su sefiora, y descoso ide poner a la nifia un nombre que a la vez gue raro fuera bonito, Juan se did a cavilar. Hl fruto de sus meditaciones madurd a tiem- po y Juan comunicé a su esposa que la nifia Hhabria de lamarse Cleopatra. Al principio el hombre parccié de perlas a la madre de la cria- Tira; pero, con ese afin que los humanos te- emos por trastornar los asuntos ajenos, las Yecinas no pudicron irse a la mano y soltaron Ta lengua. Diz que se mostraron escandaliza- as del nombre que Juan habfa escogido; que Hho era nombre cristiano, que no estaba en el Santoral y que muy mal hacian al pretender ive la nifia lo Mlevara de por vida. ‘Tanto y fanto dijcron aquellas entrometidas, que a la Madre le asalté 1a duda. No estarian haciendo pita barbaridad al darle a la nifia un nombre Pagano? Molesto por las necedades de las mu- Betes del barrio, Juan explot6: amigo me los dice y entre todos ellos hay que se fija para siempre en mi mem Cuando después de uno 0 dos varones Ilegd F 36 Apunres Rise} —Para que lo sepan —exclamé— Cle fué la mujer més hermosa del mundo! exasperado, afiadié: —ademis, era muy val te y se enfrentaba con cualquiera. La hermosura y el valor de la ptolome fueron prendas suficientes para aquieta avispero; y para tranquilidad de la conci de la madre hubo que hacer una concesién nifia Hevaria el nombre de la egipcia, perojgfe oc0s pias tan movidos como el que termi te irfa precedido por uno verdaderamente efjgma: Por la mafiana, después del almuerzo, tiano. El cerebro de Juan volvié a entrargjeontemplamos desde la terraza el mar. Estos ebullicién y nuevamente rindié frutos opimggdias de finales de septiembre harian las delicias Esta vez sf logré Juan complacer a todo ‘Gualquier pintor de marinas. Colores ha- do, y a su hijita se le impuso el nombre, gagbnan faltado cn la paleta del artista para re- mf nunca antes ofdo, de Romana Cleopat jucir las tonalidades que ciclo y mar pre- aban a eso de Jas once. Las nubes cam- aban dle sitio con gran rapidez. y su sombra Wanzaba curiosamente por la arena. Encima Milestras cabezas las habia grandes y de co- plomizo. Mis all4 se veian algunas blan- © platcadas de tamafio reducido, y en Ia Hgjania se distinguian fajas de color grisiceo. FEI cielo, que servia de marco a tan. diversas imaciones de nubes, tampoco cra de un co- ae Apuvres Ring —Para que lo sepan —exclamé— Cleop fué Ia mujer més hermosa del mundo! exasperado, afiadi6: —ademés, era muy val te y se enfrentaba con cualquiera. La hermosura y el valor de la ptolome: fueron prendas suficientes para aquiet avispero; y para tranquilidad de la concien de la madre hubo que hacer una concesién: nifia Ilevaria el nombre de la egipcia, pero te iria precedido por uno verdaderamente ef iano. El cerebro de Juan volvié a entrar ¢ ebullicién y nuevamente rindié frutos opim finales de septiembre harfan las delicias Esta vez sf logré Juan complacer a todo m Jquier pintor de marinas. Colores ha- do, y a su hijita se le impuso cl nombre, pagbrian faltado en la paleta del artista para re- mi nunca antes ofdo, de Romana Cleopatf las tonalidades que ciclo y mar pre- aban a eso de las once. Las nubes cam- de sitio con gran rapidez y su sombra aba curiosamente por la arena. Encima ras cabezas las habia grandes y de co- . i Mas alla se veian algunas blan- 0 plateadas de tamafio reducido, y en la nia se distinguian fajas de color grisiceo. 11 cos pias tan movidos como el que termi- Por la mafiana, después del almuerzo, amos desde la terraza el mar. Estos 38 lor parejo: ora ofrecfa a nuestros ojos un cal azul intenso, ora torndbase de color celeste bes, parches de cielo gris acerado. Rivali do con el colorido*del cielo, el mar se hal echado encima sus mejores y més vistosas @ Jas. Soplaba un buen viento y esto hacia la superficie liquida se adornara hermosamd te con los blanquisimos ribetes de las olas q con fuerza reventaban una tras otra. El ag de Ia orilla se ha pintado de ocre debida la creciente que en dias pasados bajé el nuco. Algunos cien metros mar adentro mina el color amarillento y el mar se torna de claro, Este tono de verde claro forma faja, angosta, pero bien delineada. Por tiltid se tifie de verde botella el mar y ast conti hasta pegarse al horizonte. Ni quien se af para de abrir un libro —el mar nos tenfa fl cinados y, Tolstoi se qued6, por esta vez, pil mejor ocasién. Por fin, con muy pocas gai de hacerlo, abandonamos nucstras sillas dé terraza. La noche anterior habfamos resudl no dejar pasar ni un dfa més sin ir a salud {don Guillermo y a don Gervasio a la Caseta Jos Practicos. No habia de pesarnos. Fué B La gente de Tampico es amable en extre- mo, Apen: ‘mos al muellecito cuando ya 30s a bordo de la laricha del Préctico para a recibir al “18 de Marzo”. La marea em- fleaje cs fuerte. Me invitan a que me re- igie en cl interior de la lancha para que las fs, al chocar contra los costados de la pe- jeia embarcacién, no me salpiquen. Declino inyitacién, llevo ropa de campafia y no me Llegamos hasta el bar- inque, el Prictico se despide y sube a bor- Volvemos al muclle y desembarcamos. B quedamos con Ia esperanza de volver a Silir al mar. Asi es. Poco rato después llega Capitin a quien le toca el nuevo trabajo y, @un cuando no lo conocemos, Julio se acerca a To saluda y le pide permiso para salir en la El Capitin de turno resulta ser una e re ae gis Risenesos B co, sino que, a la vez que lo hacfamos, mos a un tercero llamado “El Cafetero”. dice Chén, el marinero muy amigo nu que se trata de un barco holandés y a mij extrafia que el barco en cuestién traiga trfcula panamefia. Me explican que por rias razones (de economia, tal vez) las cd paiffas navieras con frecuencia registran barcos en Panama. En estos momentos el’ bato del barco que viene Hegando interrum nuestra charla. q —Se estén saludando los dos barcos— Chén. “El Cafetero” da tres pitidos largos a cuales respondeyen idéntica manera el non que deja Tampico. Un silbido corto del Iandés y otro igual del noruego. El salu los dos barcos en el mar fué para nosotros al completamente novedoso. El Préctico sube al “Cafetero” y Ia lat en donde vamos pronto se queda atris. Ts en el barco que despedimos como en el va Ilegando nos sorprende ver a numerosos Iescentes. Muchachos con rostros casi in fembarcaciones. Vuelvo a pensar en lo ma- flloso de estas vidas que desde tan tempra- ‘se asoman a todos los rincones de la tierra puedo menos de envidiar a estos afortuna- muchachos. doy a la tarea de asediar con mis preguntas de los sefiores Précticos que en Ia lan- regresan después de haber encaminado a Jos barcos que se van. Europa esté més all4 emi alcance, pero aqui, muy a la mano, ¢s- in estos hombres que han de conocerla —sin alguna— como a sus propias manos. No erdo el tiempo ¢ indago muchas cosas que pre he deseado saber. Una pregunta, y ta, y otra més. Hago tantas que con ellas bo haber mareado al Capitén, no obstante er él gente de mar. Pero, cortés y deferente, esta a todas y cada una de mis preguntas Yo abro bien los ofdos para no perder ni una sola de sus palabras. Asi me entero, entre tras cosas, de que mientras que en Londres “ Aronres Renn existen los barrios més sucios de toda Eurg en Berlin la limpieza cs absoluta. Si para ganarse la vida un hombre se dicara a juntar la basura de las calles de B in —me dice el Capitin— este hombre rfa de hambre, porque de toda la ciudad no bria de recoger ni tin kilo de papeles. Le toca su turno a Venecia y averiguo 80 que ya sospechaba: que las aguas de canales son muy sucias. No podria ser 2e 0 manera, ya que los desperdicios de Ja ciud van a parar a los canales. Por lo demés| belleza de sus palacios, de sus mérmoles, su San Marcos no habré de discutirse. P, mos a hablar de las bellezas naturales del Vi jo Continente y el Capitén se apresta a haa “me ver lo que ya en una interesante obra hace mucho lef: que nuestras playas, nueste ‘montafias y nuestros cielos no tienen nada qi os adentramos en Ja cuestin me doy cuent de que cl Capitén piensa, como yo lo he hech siempre, que México es un pafs joven que fl tiene por qué sentirse envidioso de las vetu res RipznsSos 6 jones europeas; que si alld hay museos que ferran recuerdos de un pasado que fué, acd y promesas de un porvenir brillante que ya a aletcar en un presente vivo, El ca- @ que por México y sus cosas siente este bre, que por tantos lugares habré andado, hace simpético a mis ojos y, viéndolo aban- Ja lancha, recuerdo las palabras de un sigo de mi marido que una vez me decia "al querer a México los mexicanos debia- Os ser patriotas no patrioteros. Patriora, en erdad, es cl carifio que le tiene a su nacién [Capitin que tan amablemente departié hoy migo. En sus miltiples viajes debe haber iocido monumentos, muscos y maravillas A fin; y, sin embargo, volvié a su tierra con fojos libres de tclarafias y el entendimien- desembarazado de prejuicios, de modo que Popocatepetl, y al tratarse de playas jamas Gara de mencionar la encantadora belleza de eapulco, y al referirse a los bosques de aqui 0 e alld no podra menos de recordar los, pina: fes de nuestras cumbres o las selvas de Tehuan- ei Apunres Rin tepec. Asi como lo quiere este Capitén Marina, as{ es como hay que querer a M& y no con charlatanerfas ni afectacién. Dejamos la lancha después de que ef pitin Jo ha hecho. Echamos a caminar po puente de madera y al aproximarnos a seta somos invitados para ir a recibir otro co que esté por Hegar. Con dolor de cora rehusamos ir. Son las tres de la tarde, no mos comido afin y debemos estar listos las cinco, hora en que una pequeiia I —squife, como acé se laman— habré de varnos a Tampico. Desde hace un par de d y como protesta por el alza de la gasolina, camioneros han parado sus vehfculos y obstruido la carretera y la via del tranvia, modo que no hay manera de ir a Ia ciudad tierra. Afortunadamente el Pénuco est a la mano y por él nos proponemos ir ‘Tampico. Damas las gracias al Prdctico, cuya in cién sentimos tener que declinar, y echam a andar rumbo al hotel. Con tantas emoci a7 1 apetito se nos desperté nota- iy tarde se nos hace estar sentados a ps RinzeXos 49 Nos encontramos con algunas lanchas oneras que van rumbo al mar. Pasamos mmuelles de Pemex en donde varios fanques estén cargando. Mis adelante lado un barco noruego, el “Lifsjord”. 9 se eleva gigantesco y alcanza una altura “desde Ia céscara en que nosotros navega- Sos parece imponente. La pulcritud de barcaciones escandinavas ¢5 maravillosa. Tsjos de este descendiente de los Vikings fanclado cl “John Augustus Essberger”. Ja cabeza levantada vamos contemplando g uno de los barcos que pasamos. De re- nuestros compafieros de viaje descubren in conocido s»70 en la popa del barco ale- p. Le saludan, y luego nos explican que €osa comin y corriente que Ja tripulacién ‘Tos barcos extranjeros entre en tratos con es ce los lugares que van tocando para ader chucherfas que de su pais traen, y asf ferse de algunos centavos. Y para reforzar Pque acaban de decirnos nos sefialan una pe- lancha que merodea alrededor de la del buque. Iv Nee s'raca dec bow dense 9 ot que acortamos nuestra siesta, no logramog gresar al embarcadero hasta muy cerca’ d seis Los camiones hacen mucha falta y mundo anda retardado. “El Coloso” —nué esquife— nos espera ya. No somos los tt Pasajeros; van con nosotros un matrimg muy joven y un padre de familia que va provisién a Tampico. Chicho —el duetio “Coloso”— echa a andar su Motorcito y @ Pezamos a remontar el Panuco. La cori es més fuerte por el centro del rio, na ‘mente le sacamos la vuelta y nos cargamos margen izquierda, primero, y luego a la recha. De modo que a ratos estamos en estado de Veracruz y a ratos en el de Tam pss RinensSos st on Apontes Rise y, con la cortesia caracterfstica de los hom- Bi —Mire, mire, alli es donde va a llevar a que compre —dice uno de nuestros acon me del Oriente, el Capitén ofrecfa una fiesta Lh antes. dg passjeros. El mend, que aun conservo ® recuerdo, hablaba de platillos suculen- Me quedo mirando el barco y pienso f variados y exéticos y terminaba con “In- dence Cake”, “Fruits 4 la F. D. Roose- my Café Noir. El comedor del barco es fe adornado apropiadamente para la ecle- Gién; del puerto se habia mandado llevar Hgon costefio y cn la cubierta se organiz® gnimado baile. Estuve en el “Heiyo Maru” de las cuatro de la tarde hasta -muy cerca fa media noche. ‘Trabé conocimiento con su uniforme -y ocho afios i i cosas que los marineros podran traer de ; tra para ir vendiéndolas en los puertos que [ su travesia toquen. Por tratarse de un b : germano imagino que entre los objetos / camente introducidos habr4 pistolas, cuchil encendedores, anteojos de larga vista, etc. mi parte me gustaria poder entrar en com nendas con la gente de los barcos franc Qué perfumes y qué chucherfas tan bonit se podrén conseguir en ellos! Recuerdo hhace muchos afios, estando en Manzanillo, invitaron a visitar un barco japonés —cl “Hl igor y més apuesto que ni un almirante, Se- Marv”. “En aquel entonees el muelle de Migmmsemn interés Tos pasos complicados con que pareja de danzantes. ejecutaba un tango zanillo no daba calado y hubo que ir en | cha hasta alta mar. Fué para mf una exp argentino. Sali a bailar luego, invitada por el riencia deliciosa subrir por la escala real, ial del puerto. La visita al barco japonés Eendo cl movimiento del mar a zis plegmmed® hondamente grabada én mi memoria. sad la chiseneay fos castles de navialmnse c! bale los pailos del bare, lex ob vncima de mi cabera. Era un 4 de julio, mmmedos y amplios sillones de mimbre —todo lo rerdo como si apenas ayer lo hubiera vis vapor Hevaba a bordo a un grupo de ameri 2 Apunres Riseg 33 Jabrado exquisitamente, cajas de laca, y mil objetos m4s. De todo lo que ‘cosas me cautivaron: un quimono de se- to. Pero fo que con mayor. precisién q fijo en mi recuerdo fue la pequeiia barberfg barco. Como ibamos en compafifa de persona “influyente”, la barberfa (que al gar a cualquier puerto debfa cerrarse) se ata nosotros. Cuando averigiié Io anteriong ess fantasfas beliisimas que slo las japonesi- dejé de sorprenderme, bordar: cerezos en flor, puentes ar- —Bueno, y el que quiera cortarse el p flores de loto, etc. Sin pensarlo dos afeitarse mientras el buque esta anclado, resuelyo quedarme con el quimono y la le hace? Me dispongo a pagarlos y —oh, desilu- Se rieron de mi pregunta, l— hasta entonces me entero de que a bor- La barberfa, me explicaron, era, adem “Heiyo Maru” mi moneda nacional no peluquerfa, una especie de tienda de curi para maldita la cosa. dades. Alli se vendfan toda clase de artéculglj) —Délares me dicen— aqui solamente se manufacturados en el Japén. Pero aquel ptan délares. mercaderias eran para venderse al pasaje, ya Renuncio a la idea de adquirir lo que tan- a los visitantes que en cada puerto que el barggt@ me habia gustado y, perdido el interés por toca suben a curiosearlo, El grupo de vistagplt barberia —puesto que ahi nada tengo, qué tes con el que yo me acompafiaba fué de — salgo a la cubierta y me pongo a con- privilegiados y tuvimos oportunidad, no mplar el mar y el ciclo. de admirar las cosas que en el barco se vendiaiig Pero volvamos al Panuco y al “Coloso”. sino también de adquirirlas. Confieso que sep Nuestra insignificante embarcacién sigue avan- me fueron los ojos: parasoles, camisas y quip mindo tfo arriba. Ya no estamos muy lejos de monos de hermosa seda; abanicos, bibelots fampico cuando una nube, negra y densa, a 55 fy estar con cuidado en caso de que las Bas de los diarios scan un tanto mis cuan- Memantes. Compro timbres postales y JU- Gpfrasca en una discusién con el sefior jaa avanzada que me Jos vende. Fl paro bs eamiones trac todo el puerto de cabe- Tas calles estin bloqueadas por autos de Ycamioncs. La via del tranvia también. ‘gente se ha visto obligada a recorrer a pie ieias considerables para ir de su casa al fabsjo y del trabajo a la casa. Me apena pen- Hen Tas molestias que Ja situacién debe es- fausando a 1a gente del puerto, sobre todo trabajadora. Pero el sefior que me vende as estampillas no da muestras de estar disgus- por Jo que sucede. Por el contrario. [Si no ¢s asi, cémo nos vamos a defender? ice, y afiade en tono belicoso: ee Tpacernos fuertes para que sientan dénde Tes aprieta el zapato. ae Por Jo que vamos oyendo aqui y allé, casi “todo mundo piensa como él. "Salimos del Correo y volvemos a andar. Ta joyerfa “Petit Palais” han bajado sus cor- Ja que le hemos venido temblando todo d mino, nos alcanza y nos deja hechos una Me amarro un pafiuelo en la cabeza y eng del pafiuclo me coloco, a manera de somby uuna de las bolsas de papel grueso que leva ra la fruta que debemos comprar. Me echo saco ligero que he llevado para protegerme fresco al regreso. La nube no se apiada: nosotros. Julio se quita los anteojos y se guardo en mi bolsa-morral. El compafiera viaje que va por provisién comparte su imp meable con los recién casados. Chicho se na muchisimo al vernos a todos empapado —No més por no dejar de mojarnos— | queja. Pero el agua no acaba con nuestro bt humor y con entusiasmo saltamos a tierra. ponemos de acuerdo para regresar a la lan en una hora y media, Después de dos d de no poder hacerlo, por la falta de transporte cenamos en Tampico. Nos proveemos de bt na cantidad de fruta y pan para romper Ia m notonia de las comidas de la playa. Pong uunas cartas en el correo, que los de casa 56 Apunres Rise ipzctios 37 tinas de acero temiendo, seguramente, qu cuestién degenere en desorden callejero. —Tuvieron miedo de que haya “crist z0s”— comenta més tarde nuestra compaf del “Coloso”. De regreso a la Barra el viaje se hace gran rapidez. Ahora si tomamos por el g tro del rfo para aprovechar la corriente, vamos una velocidad muy buena, y nos mos cuenta de ello al ver con qué rapidex quedando atrés las luces de la orilla tan peca. El viaje no deja de tener sus emoci i noche, al irme quedando dormida, me mezco al recordar el paisaje. En la obs- de la noche sin luna, flotando sobre gua negruzca del rio, se perfila la impo- silueta del barco noruego. Un escalofrfo orre por Ia espalda. Y en el cajén de los srdos impresionantes archivo el de este digno de un decorado para alguna obra fuznante. 10s al desembarcadero. Chén —que tiene trabajo por hacer— nos invita a barear pasando por su lancha. Asi lo amos. Y después de arreglar cuentas con Chicho, que va pendiente del tréfico fluvial ho y de darle las gracias a todo mundo, cuyos ojos de pescador estin acostumbrado sdirigimos a nuestro hotel ansiando Megar la obscuridad, la distingue a tiempo de e fo para descansar después de un dia de varla, Hace un viraje brusco, nos za fo trajin marinero. teamos los del “Coloso”, se cruzan entre nue Son las diez, poco mas o menos, cuando tro piloto y el de la otra lancha tres 0 «1 gamos. La brisa sopla deliciosamente y el requicbros y seguimos rio abajo sin noveda tar _monétono de las olas Ilega hasta toja de pesadilla. El barco, enorme, con a en “La Guerra y la Paz” y yo me ocupo su casco de fuera, semeja un inmenso fant: is apuntes de viaje. Tolstoi entusiasma 58 Avuntes Ri penESOS 58 argumento es concluyente. fe con las musas —dice Julio— el é- 10s no hace ruido. tanto a Julio que a cada instante me inten pe para leerme en voz. alta este 0 aquel pas Hace apenas unos tres 0 cuatro meses qi terminé la lectura de esta maravillosa obi modo que Ia tengo muy fresca ain en Ia moria y puedo seguir los comentarios, veces, afiadir algo de mi cosecha. Pero las if i rrupciones menudean y mis notas no avai Julio, que con un montén de almohadas transformado su cama en cémodo divn, s4 rea capftulo tras capitulo sin saber, bien a bil de lo que yo me ocupo, porque mi silla que a su espalda, Le hago saber que estoy tf jando, y se disculpa prometiendo no voh distraerme. —Perdén, no sabfa que estabas con las sas, dia estuvo dedicado por entero a cucs- es de barcos. Para cerrarlo con broche de 0 por Ia ventana un fimo vistazo y en alta mar, un barco iluminado que a, seguramente, a que amanezca para que co vaya por él. Con la figura lumino- arco bailando en mi retina, cierro los s, bostezo y me dispongo a dormi Esto de las musas es una vieja broma Julio suele gastarme. Cada vez que yo to papel y Mipiz mi marido asegura que todas 6rdenes. Cuando mi marido me colma el pl sfos 6 dos, Juan y Espiridién, eran muy bue- hachos, muy serios; por todos queri- imados. al entierro fueron mds de cincuenta os hermanos de Chicho eran pescadores y SB) ne ae a domingo Iuvioso luce © - ‘ fe ocurrié —como tenfa que ser— en el sol nuevamente, Hace calor y podemos ver a disfrutar de la playa. Al mediods | ramos dar una vuelta en la lancha del Précticos. Mientras avanzamos hacia el en la lancha que manejan Aurelio y Chom damos las gracias a este timo por hab recomendado a Chicho. Le decimos cud nos agrad6 la seriedad de su amigo y el co cimiento que de su esquife y del tréfico | rio parece tener. ~Ah, y si hubieran Uds. conocido a hermanos mayores —dice Chon, y afiade un dejo de tristeza: —Pobrecitos .. . | Le preguntamos que qué fué lo que a : hermanos de Chicho tes pasd, y Chén f cuenta una historia triste, Jantico y con sus redes y sus arpones se vivir. Un dia los sorprendié en alta un norte. No era Ja primera vez que D sucedia, y, habituados al peligro, no sintie- el aliento de la Muerte, quien, sin esperar nadic la invitara, habfa tomado pasaje en Ea Canaria”. Cuando a la mitad de la pes- Tos sorprendié el norte uno de los pescado- sugirié ir hasta la isla de Lobos, para ¢s- ahi a que mejorara el tiempo. Quiso la Mala suerte que Juan anduviera algo malan- Oy, pensando en ello, Espiridién no acepté fdea de su compaiiero. —No podemos ir hasta Lobos —

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