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SERVICIO DIOCESANO DE

ANIMACIÓN BÍBLICA DE LA PASTORAL

T u PALABRA
me da vida

Zure HITZA:
nire bizitza

Guía para la Lectura orante


del Evangelio de cada Domingo

(Introducción al Ciclo C)

Noviembre de 2015

1
EL ENCUENTRO ORANTE CON LA PALABRA

Un ejercicio espiritual de encuentro con el evangelio de cada domingo en base a los pasos de la
lectio divina. El ejercicio consiste en una ambientación adecuada con una oración de entrada, la
proclamación del evangelio y una interiorización de dicho evangelio en base a 4 pasos:

Paso 1: la lectio. Este paso está centrado en el texto: qué dice el texto. Se trata de atender
todos los detalles posibles, pero sólo los presentes en el texto evangélico (nada de
imaginaciones). Se trata de recrear la escena y destacar todos los elementos que llaman la
atención o son muy significativos para el lector. Hay que disfrutar de una lectura atenta y tomar
nota de todo lo que se advierta.

Paso 2: la meditatio. El segundo paso trata de encontrar en el texto lo que dice Dios a su
través. Hay que atender al propio interior, a los movimientos y emociones que se sienten. Es
Dios mismo quien te habla por medio del texto. Se trata de que veamos si algún aspecto nos
parece dirigido por Dios a nuestra persona, a nuestra situación, a alguna de nuestras
dimensiones.

Paso 3: la oratio. En este tercer paso la dirección cambia, porque ahora somos nosotros los
que hablamos a Dios. Se trata de responder a lo que Dios te ha movido por dentro gracias a
este texto, qué te mueve a decirle: peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda,
entusiasmo, compromiso. Hay que hablar con Dios…

Paso 4: la actio. Finalmente se trata de llegar a algún compromiso de vida que te pida el
proceso. Se trata de considerar lo que la oración ha movido en nuestro interior, las enseñanzas
que encontramos y cómo hacer efectivas esas enseñanzas en un compromiso personal,
comunitario o social.

Después del trabajo personal realizado en estos pasos, se hace una puesta en común
comunitaria, porque compartir entre todos vuelve a iluminar y enriquecer el encuentro con el
evangelio. Tras la puesta en común, se acaba la sesión con una oración o un canto.

Convendría tener, además de la hoja de trabajo, un cuaderno personal en el que se pueda


poner por escrito una palabra, una frase, una idea, que ha sobresalido con fuerza en la sesión.
Se apunta y, cada cierto tiempo, se relee todo lo apuntado: es posible que haya una palabra,
frase o idea más repetida o insistente, y seguramente esa será la pista que Dios ofrece para
seguir dando pasos en nuestra vida cristiana.

Había carismáticos y legalistas, profetas y sabios, miembros fuertes y miembros débiles (Mt
18,1-35). Mateo abordó esta situación y trató de hallar un punto de encuentro para todos,
reuniendo en su evangelio diversas tradiciones, y presentando a Pedro como el gran maestro
que recibe en diversas ocasiones una instrucción especial de Jesús (Mt 16,16-19; 17,24-27) y
puede, por tanto, servir de árbitro en caso de discusión. Es una comunidad que pertenece a la
segunda generación cristiana. Uno de sus principales problemas era el de la organización
interna. Con el paso del tiempo se hacía necesaria una estructura. La tentación consistía en
seguir el modelo de la Sinagoga, en la que los puestos y el poder establecían una jerarquía
entre sus miembros. Mateo advierte a su comunidad de este peligro (Mt 23,1-7) y propone una
organización alternativa, siguiendo el modelo de las relaciones familiares, en las que se
practicaba la solidaridad recíproca. La comunidad cristiana no es una pirámide con un detallado
escalafón de poder y privilegios, sino una fraternidad en la que todos se sienten hermanos, e
hijos de un mismo Padre (Mt 23,8-12). Habían pasado ya los primeros años de mayor
entusiasmo. Muchos se habían descuidado, habían perdido el entusiasmo de la primera hora y
se habían dejado atrapar por los criterios de este mundo: habían dejado de estar vigilantes.
Esta situación es la que parece estar detrás de las exhortaciones de Mateo a la vigilancia (véase
Mt 24,42-44; 26,41), a no dejarse dominar por las riquezas (Mt 6,19-24; 19,2326), y, en
definitiva, a recuperar la radicalidad del estilo de vida de Jesús.

2
EL EVANGELIO DE LUCAS

(Comentario de la Casa de la Biblia y del Comentario Bíblico Internacional)

UNA OBRA ORIGINAL

El evangelio de Lucas es único en algunos aspectos: 1) Es el único que comienza con un prólogo (Lc
1,1-4), donde se nos revela la intención y el método del evangelista. Los elementos destacables son:
la importancia de los «acontecimientos» de Jesús (Lc 1,1), la relevancia de los testigos oculares (1,2),
que después de la resurrección de Jesús y el envío del Espíritu se transformaron en servidores de la
Palabra (1,2), el trabajo concienzudo y diligente del evangelista (1,3), la solidez de la enseñanza
recibida (1,4). 2) Es el único que tiene un destinatario explícito: Teófilo, un nombre con gran carga
simbólica (“Amigo de Dios”) que recoge a toda persona de buena voluntad que se abre al misterio de
Dios (1,3). Podríamos decir entonces que es un evangelio especialmente dirigido a los creyentes de
todos los tiempos, a nosotros mismos. 3) Es el único que tiene una continuación: los Hechos de los
Apóstoles. En estos dos libros se nos ofrece el privilegio de un relato que describe toda la historia de
la vida del fundador del cristianismo, sin solución de continuidad, a través de la reacción de sus
discípulos ante el hecho de su muerte, resurrección y ascensión al cielo.

Lucas compone su evangelio con tres fuentes principales: el evangelio de Marcos, la colección de
dichos de Jesús, conocida como “Fuente Q” y tradiciones propias. Sigue el trazado narrativo de
Marcos pero Lucas inserta otros materiales. Las principales inserciones lucanas son: Lc 1-2 (relato de
la infancia de Jesús), Lc 6,20-8,3 y Lc 9,51-19,27 (el viaje hacia Jerusalén). En su trabajo de
evangelista realiza cambios significativos que nos descubren rasgos teológicos del autor y de su
comunidad. Por ejemplo, omite algunos temas demasiado judíos que su comunidad helenística
entendería difícilmente (Mc 7,1-23); suprime algunos pasajes donde Jesús aparece demasiado
humano (Mc 3,5; 10,21; 13,32; 15,34), o donde Marcos es demasiado duro con los discípulos (Mc
4,13; 9,10.32s; 10,35-45). A su vez, añade algunos versículos donde aparecen los temas favoritos de
su teología: el universalismo (Lc 3,6), la oración (3,21), el Espíritu Santo (4,14), la renuncia a los
bienes para seguir a Jesús (5,11.28), etc. Casi un tercio de su evangelio forma parte del material
propio de Lucas: el evangelio de la infancia, prácticamente independiente del de Mateo; algunos
milagros (la resurrección del hijo de la viuda de Naín, la curación de diez leprosos, etc.), muchas
parábolas (el buen samaritano, el hijo pródigo, el rico y Lázaro, el fariseo y el publicano, etc.) y dos
narraciones importantes (Zaqueo y los discípulos de Emaús). En estas tradiciones propias destacan
los temas favoritos de la teología lucana (misericordia, pobreza, oración y universalismo).

3
EL MARCO CULTURAL E HISTÓRICO DE LUCAS Y HECHOS

Algún autor ha descrito el tiempo en que nació Jesús como uno de los siglos más agitados y
beligerantes de la historia judía. En el año 63 a.C. Pompeyo conquistó Palestina para los romanos. En
el 37 a.C. Herodes el Grande fue nombrado rey de los judíos. Los judíos lo odiaban porque era
idumeo y por el sistema tributario opresor que impuso. En el Imperio había una paz relativa y el
gobierno romano aportó algunos beneficios. Pero quienes representaban al Imperio fueron culpables
de violencia, sacrilegio, robo, destrucción, saqueo y venta de personas como esclavos. Su reino fue
un reino de terror. Él ocupaba el trono de Jerusalén cuando nació Jesús hacia el 4 a.C. Las causas del
malestar en Palestina eran muchas. La ocupación del ejército romano tuvo efectos en la economía y
en la vida social y religiosa. Un ejército itinerante iba acompañado por esposas, concubinas, siervos,
esclavos, comerciantes, prestamistas, traficantes de botines, veterinarios y médicos. El factor militar
es importante porque desde Alejandro Magno Palestina fue ocupada al menos siete veces. La
presencia de tropas extranjeras hizo estragos, ya que la población local tenía que proveer a las
diferentes necesidades de la “ciudad ambulante”. Mujeres y niños eran capturados, y las mujeres
estaban expuestas a ser violadas. Esto creaba un problema especial para las mujeres judías, porque si
una de ellas resultaba ser violada, un judío piadoso no debía dormir con ella, pues había sido
deshonrada. Los romanos y los herodianos confiscaron tierras por varias razones, pero sobre todo por
deudas o tributos no pagados. La pérdida de las pequeñas propiedades aumentó el desempleo. Esto
trae a la memoria la parábola de los trabajadores de la viña. También las hambrunas y las sequías
hicieron que los campesinos perdieran sus pequeñas propiedades o que cayeran en manos de
prestamistas. Esto nos recuerda la parábola de los dos deudores, así como también el mensaje de
Juan Bautista en Lc. Por esta razón los revolucionarios quemaron los archivos públicos el año 66,
para destruir los documentos de deudas. La aristocracia judía, que incluía a saduceos, herodianos y
sumos sacerdotes, colaboró con Roma y se enriqueció. El lujo ostentoso del sumo sacerdote fue
causa de indignación para las masas. La familia del sumo sacerdote estaba corrompida. Entre los
sacerdotes de la ciudad y los sacerdotes del campo hubo una lucha de clases. Por consiguiente, los
sacerdotes del campo odiaban a los romanos. Este odio se intensificó cuando las autoridades del
Templo decidieron aceptar sacrificios ofrecidos por extranjeros, incluidos los representantes del
emperador. Ésta fue una de las causas inmediatas de la última guerra judía que comenzó en el 66. En
ese momento, el celo religioso se transformó ocasionalmente en fanatismo y violencia armada.
Muchos zelotas creían en la «guerra santa» o actos de violencia perpetrados para asegurar la
observancia de la Torá y los deberes religiosos. Se consideraba que dar muerte al impío era un deber
religioso. Con mucha frecuencia los zelotas dirigieron su furia, no contra los gentiles, sino contra
correligionarios judíos a quienes veían como “no ortodoxos”.
Cuando Herodes el Grande murió en el 4 a.C., gran parte de la tierra pasó a manos romanas o fue
subastada. Los agricultores locales se encontraron en una situación difícil. Incluso cuando
conservaron sus tierras, estaban obligados a dar una cantidad considerable del producto a sus
propietarios, además de pagar tributos y diezmos. Entonces los campesinos pasaron a ser una fuente
de reclutamiento para los revolucionarios. Los romanos castigaron a los judíos por la agitación y las
revueltas que siguieron a la muerte de Herodes. Tres mil judíos fueron asesinados en los atrios del
Templo, cuatrocientos talentos fueron robados del tesoro sagrado, dos mil insurrectos fueron
crucificados. Los centros principales de conflictividad eran las fincas regias, donde existía tensión
entre arrendatarios y propietarios. Esto nos recuerda la parábola de los labradores homicidas.
Junto a todo esto, estaba el problema de la división religiosa entre los judíos. La situación dio origen
a muchas sectas religiosas. Una de las principales era la de los esenios, que se retiraron al desierto de
Judea. Los herodianos no eran una secta religiosa, sino judíos partidarios de Herodes y del Imperio
romano. Constituían la clase rica y sacaron provecho del gobierno romano. La mayoría de ellos
pertenecían a la clase sacerdotal. Así pues, todo el sistema religioso estaba corrompido por los ricos
y la clase sacerdotal.

4
ESTRUCTURA

El evangelio de Lucas puede dividirse así:

Prólogo (Lc 1,1-4)

1. PRESENTACIÓN DE JESÚS (Lc 1,5-4,13)


1.1.- Anuncio del nacimiento de Juan y Jesús (Lc 1,5-56)
1.2.- Nacimiento de Juan y de Jesús (Lc 1,57-2,52)
1.3.- Primera actividad de Juan y de Jesús (Lc 3,1-4,13)

2.- ACTIVIDAD DE JESÚS EN GALILEA (Lc 4,14-9,50)


2.1.- Manifestación y rechazo de Jesús (Lc 4,14-6,11)
2.2.- Enseñanzas y milagros de Jesús (Lc 6,12-8,56)
2.3.- Revelación a los discípulos (Lc 9,1-50)

3.- VIAJE A JERUSALÉN (Lc 9,51-19,28)


3.1.- Seguimiento y confianza en el Padre (Lc 9,51-13,21)
3.2.- El banquete del amor (Lc 13,22-17,10)
3.3.- La llegada del reino (Lc 17,11-19,28)

4.- ACTIVIDAD DE JESÚS EN JERUSALÉN (Lc 19,29-21,38)


4.1.- Entrada en el templo (Lc 19,29-46)
4.2.- Controversias con los jefes de Israel (Lc 19,47-21,4)
4.3.- Discurso escatológico (Lc 21,5-38)

5.- PASIÓN Y RESURRECCIÓN DE JESÚS (Lc 22,1-24,49)


5.1.- Pasión y muerte de Jesús (Lc 22,1-23,56)
5.2.- Resurrección y manifestación de Jesús (Lc 24,1-49)

Epílogo: Despedida de Jesús (Lc 24,50-53)

En el prólogo el autor explica los motivos que le han movido a componer un nuevo relato acerca de
Jesús y el método utilizado. La primera parte es como un díptico en el que el autor va colocando en
paralelo la infancia y primera actividad de Juan Bautista y de Jesús para destacar la superioridad de
Jesús y el paso del tiempo de Israel (representado por Juan) al tiempo de Jesús. La segunda parte
describe la actividad de Jesús en Galilea. A través de sus palabras y acciones el misterio de su
persona se va desvelando a Israel. Unos lo rechazan, otros deciden seguirlo como discípulos. La
tercera parte, el viaje a Jerusalén, constituye el centro y corazón del evangelio. En ella se encuentra
una extensa catequesis sobre los diversos aspectos de la vida cristiana. Jesús se dirige a sus
discípulos en el camino que conduce a la cruz, preparándolos para que vivan y anuncien el evangelio
después de la Pascua. La cuarta parte se desarrolla en el templo de Jerusalén y contiene la última
advertencia a Israel para que se convierta. La quinta parte contiene el relato de la pasión y la
resurrección de Jesús. Desde el punto de vista de Lucas, éste es el momento principal de la historia
de la salvación: hacia él tiende el tiempo de Israel y de Jesús, y de él nace el tiempo de la Iglesia. El
epílogo es al mismo tiempo una transición al libro de los Hechos, que comienza como termina el
evangelio: narrando la ascensión de Jesús.

5
EL AUTOR Y SU COMUNIDAD

La tradición primitiva de la Iglesia identifica a Lucas como el autor del evangelio. El propio
evangelio es anónimo. En el NT se menciona tres veces a un colaborador de Pablo llamado Lucas.
En Flm 24 se presenta como un colaborador de Pablo que manda saludos junto con otros compañeros
del Apóstol. En Col 4,14 es llamado “médico tan querido” y envía saludos a la comunidad de
Calosas. En 2Tm 4,11 se dice que es el único compañero de Pablo en Roma en ese momento. El
primer escritor que atribuyó Lc/Hch a Lucas fue san Ireneo de Lyon. Esta atribución plantea algunas
dificultades, sobre todo si comparamos la visión del apóstol y sus iglesias en el libro de los Hechos
con la que aparece en las cartas paulinas. Respetando el anonimato del evangelio, tenemos, sin
embargo, algunos rasgos de su autor: teniendo en cuenta el prólogo, podemos deducir que no ha sido
testigo de la vida de Jesús. Tampoco es un habitante de Palestina, pues sus conocimientos
geográficos y de costumbres judías son vagos y a veces erróneos. Además de estos rasgos personales
podemos dar también algunas constantes de su evangelio que conciernen no sólo a la persona de su
autor sino a la comunidad de donde proviene. Señalamos las siguientes:

a) Su apertura al mundo helenista y a la realidad política del Imperio: esto aparece en su calidad
literaria, muy superior a la de los otros evangelios. Tiene influencia de los historiadores griegos en la
composición del prólogo, hace alusiones a la historia pagana (Lc 2,1-2; 3,1) o a los poetas griegos
(Hch 17,28). En Lc no hay nada que un gentil no pudiera captar y comprender. El griego de Lucas es
el mejor de los cuatro evangelios y es muy probable que el griego fuera la lengua materna del
evangelista. En este Evangelio no hay palabras arameas, ni colorido palestino local, ni citas directas
del AT. A diferencia de Mt, los destinatarios de Lc fueron predominantemente no judíos, extranjeros
que se habían convertido al cristianismo como resultado de la predicación de los evangelistas
itinerantes.

b) Una actitud nueva respecto de la espera escatológica: hasta entonces la espera escatológica había
servido para exhortar a los creyentes a una vida ética concorde con la predicación de Jesús. Pero
cuando escribe Lucas, el estímulo escatológico está desapareciendo; el evangelista intenta poner de
nuevo a su comunidad ante la exigencia evangélica, para que no vuelva a una vida mundana.

c) Es una comunidad que vive seguramente fuera de Palestina, en un mundo cultural y religioso muy
alejado del judaísmo de la época de Jesús. Jerusalén ha sido ya destruida y su comunidad cristiana ha
desaparecido. Por eso Lucas intenta repensar su propia identidad teniendo como referencia esencial
la palabra y la obra de Jesús, pero sin olvidar el mundo pagano al que ahora dirige su atención la
Iglesia.

d) La comunidad lucana se siente en continuidad con la herencia del Antiguo Testamento. Para ella
el cristianismo es el verdadero judaísmo. Pero un judaísmo abierto a los hombres y mujeres de todos
los pueblos y razas (Hch 2,38-39). Hay, quizá, como trasfondo una crisis de identidad: la paulatina
desaparición del judeocristianismo y el rechazo persistente del evangelio por parte de los judíos
podían llevar a las comunidades cristianas, predominantemente oriundas ya del paganismo, a
apartarse de la historia que les había precedido (Israel y Jesús). Además, en ese tiempo comenzó a
surgir el movimiento gnóstico, de tendencia ahistórica. La fe se podía convertir en una filosofía o una
especulación espiritual. Lucas tuvo, pues, interés en contrarrestar la dificultad teológica que tal
fracaso planteaba a los cristianos, poniendo su mirada en la vida de Jesús de Nazaret.

6
LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN Y EL ESPÍRITU

Lucas es el teólogo de la historia de la salvación que él divide en tres periodos: la historia de Israel o
tiempo de la preparación; Jesús como centro del tiempo (Lc 16,16); y el tiempo de la misión o de la
Iglesia, que se inicia con la ascensión y pentecostés. Para la visión lucana de la historia, el momento
cualitativamente más importante está en el pasado, en el tiempo de Jesús. Esta perspectiva histórica
es muy diferente de la que poseen los escritos más antiguos del NT (por ejemplo, Marcos y Pablo)
que, por su escatología inminente o próxima, difícilmente podían hablar del acontecimiento de Jesús
como si estuviera en el centro del tiempo. Donde más claramente se ve esta visión nueva de la
escatología lucana es en su relectura de la “apocalipsis sinóptica” (Mc 13). Lucas sustituye el ídolo
abominable y devastador (Mc 13,14), de claras resonancias escatológicas, por el asedio de Jerusalén
(Lc 21,20), e introduce entre los terremotos y catástrofes del fin, por un lado, y la persecución de los
cristianos, por otro, la observación: “Pero antes de todo esto” (Lc 21,12), dando a entender que las
dificultades del momento presente no pueden ser entendidos como indicios del fin. Y son los falsos
profetas los que dirán: ha llegado la hora (Lc 21,8, un texto propio de Lucas): así, queda
desacreditada una predicación centrada en la proximidad del fin. Esta noción de la historia de la
salvación da unidad a las dos obras de Lucas (Lc y Hch). El evangelio trata del centro del tiempo
(Jesús como clímax del tiempo de Israel y anuncio del de la misión) y Hechos narra los momentos
iniciales del periodo de la Iglesia.

Es el Espíritu el que da continuidad a la comprensión lucana de la historia de la salvación. Los


personajes de Lc 1-2, en sintonía con los profetas del AT como anunciadores del Mesías, aparecen
movidos o llenos del Espíritu (1,15.35.41ss.67ss; 2,27ss.36). Jesús es obra del Espíritu desde su
concepción (1,35). Sobre él desciende en el bautismo (3,22) y sus primeras palabras son una cita de
Is 61,1s (4,18) que nos muestran cómo todo el misterio de Jesús está puesto bajo el signo del
Espíritu. Finalmente, Jesús resucitado anuncia su venida a los apóstoles (24,49). Y a partir de
pentecostés (Hch 2,13), el Espíritu es guía y fuerza de la misión eclesial (Hch 1,8; 2,4). De esta
manera, Lucas acentúa de manera simétrica la acción del Espíritu en la infancia de Jesús y en la
“infancia” de la Iglesia. El tiempo de la Iglesia viene así unido al de Jesús, del que representa una
continuación en el pleno cumplimiento del plan salvífico de Dios.

Esta presencia dinámica del Espíritu en la vida de Jesús es la que determina el motivo de la alegría
mesiánica que impregna todo el evangelio. La alegría resuena desde el principio. Todos los
personajes de la infancia de Jesús exultan de gozo porque Dios ha visitado a su pueblo (Lc
1,14.44.47; etc.). La alegría es la reacción del pueblo ante los hechos milagrosos de Jesús (13,37); la
misma conversión es también motivo de alegría (15,7.10.23). Y, al contrario del final de Marcos (Mc
16,8), la conclusión del evangelio de Lucas está también caracterizada por una alegría desbordante
(Lc 24,41.52). Esta alegría que los profetas anunciaron que se haría presente cuando llegara la
salvación y el Mesías, es la que Lucas considera realizada con la llegada de Jesús.

7
JESÚS, SEÑOR, PROFETA Y SALVADOR.

El evangelio de Lucas presenta una visión de Jesús específica. El título que con mayor frecuencia se
atribuye a Jesús en el evangelio de Lucas es el de Kyrios (= Señor). En Lucas el título se aplica a
Jesús durante su ministerio público. Lo que no existía en Marcos (salvo Mc 11,3), se hace en Lucas
algo normal (Lc 7,13.19; 10,1.39.41; 11,39; 12,42; etc.). Lucas aplica el título Kyrios en los orígenes
mismos de la existencia de Jesús. Así aparece en el mensaje celeste a los pastores de Belén o en el
saludo de Isabel a María (2,11; 1,43). Todo lo que supuso la fe en la glorificación de Jesús se halla ya
presente en su vida desde el principio.

Otro rasgo de su cristología es describir a Jesús mediante el modelo del profeta. Ya el evangelio
de Marcos se hacía eco de este tema (Mc 6,4.15), pero Lucas lo prolonga en coherencia con su visión
de la historia de la salvación. Así Jesús inicia su misión en Nazaret revelándose como el profeta
elegido por Dios para llevar la buena noticia a los pobres (Lc 4,16-30). Por otra parte, Lucas ha
tenido en cuenta para describir a Jesús la figura de Elías, cuyo regreso se esperaba al final de los
tiempos, y así lo utiliza, al menos como modelo literario, al servicio de sus narraciones (Lc 7,11-17;
9,38-42; 9,58). Un modelo que a veces funciona más como contraste que como proximidad (cf. Lc
9,54; 9,61s y 2Re 1,10-12; 1Re 19,19-21). También la interpretación que Jesús hace de su muerte (Lc
13,32-34) nos lo presenta como un profeta que debe morir en Jerusalén.

Pero la perspectiva cristológica más específicamente lucana es su comprensión de Jesús como


salvador. En ningún otro está la salvación, pues sólo en él nos la concede Dios (Hch 4,12). Lc es el
único evangelio sinóptico que utiliza este título para dirigirse a Jesús (Lc 1,47; 2,11; Hch 5,31;
13,23). Pero además usa con frecuencia los términos “salvación” y “salvar” en contextos claramente
referidos a Jesús. Sin olvidar sus raíces en el AT (donde Dios aparece como el salvador de Israel), la
influencia más fuerte que Lucas ha tenido en este tema procede del ambiente helenístico. En ese
mundo los dioses, reyes u hombres religiosos eran venerados como salvadores o bienhechores (Lc
22,25).

Más allá del título “Salvador”, hay que ver las acciones y palabras de Jesús para descubrir la
salvación que nos aporta. Por una parte trae la liberación de los pobres, presos y oprimidos (Lc
4,18s), por otra nos da el don de la resurrección (7,16) y de la paz mesiánica (1,79; 2,14; 19,38.42).
La salvación es, pues, para Lucas un concepto de totalidad que engloba toda la vida de las personas.
Es una realidad espiritual (obra del Espíritu), pero no “espiritualista” (que afecta sólo al alma o a la
vida espiritual) como queda claro en el texto programático de Lc 4,16-30. La salvación, en el
contexto helenístico de Lucas, tenía dos vertientes características. Por una parte, el culto imperial
intentaba fundamentar un imperialismo socioeconómico. Por otra, las religiones mistéricas que
buscaban una huida de la angustia y el miedo mediante una ilusión pseudorreligiosa. La salvación
anunciada en el evangelio de Lucas contempla la totalidad de la persona en su múltiple red de
relaciones sociales y se mueve dinámicamente hacia un futuro de plenitud.

Es en la cercanía de Jesús a los más necesitados, pobres y pecadores, donde se muestra el carácter
concreto de esta salvación. La misericordia y la proximidad de Jesús a estos hombres y mujeres, que
los “justos” de Israel habían excluido del pueblo de Dios, nos revelan al auténtico salvador y nos
trazan el camino de su seguimiento.

8
Este interés de Jesús por los marginados de su tiempo tiene una manifestación peculiar en Lucas con
respecto a la mujer. Es típico de este evangelio el interés por la mujer, a pesar de que la posición
social de ésta entonces era muy secundaria. Y su insistencia en este punto sorprende si la
comparamos con Mateo o Marcos. Entre las mujeres que Lucas introduce en las tradiciones
evangélicas están: Isabel, la madre del Bautista (Lc 1,39-45); Ana, la profetisa del Templo (2,36-38);
la pecadora arrepentida (7,36-50); las mujeres de Galilea que acompañan a Jesús durante su
ministerio (8,2-3; 23,55-56); Marta y María (10,38-42). También habla de mujeres en varias
parábolas; se refiere a las mujeres que lloran en Jerusalén y que lo siguen después de ser condenado a
muerte; menciona a las mujeres en la cruz y en la tumba. Contrariamente a la tradición judía, Jesús
habló en público con mujeres; incluso permitió que las pecadoras y las impuras lo tocaran. Las
mujeres recibieron la misma atención que los hombres. Es cierto que no hay mujeres en la lista de los
Doce, pero es probable que hubiera alguna entre los setenta y dos. Hubo mujeres entre los ciento
veinte sobre los que descendió el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Además está el papel
preponderante de María en su evangelio de la infancia, frente al de Mateo, que, como buen
judeocristiano, centra su narración en José. La experiencia de Jesús en la tradición lucana supera las
barreras androcéntricas del momento. También esto manifiesta otro rasgo concreto de su salvación.

EL SEGUIMIENTO Y SUS EXIGENCIAS

La salvación de Jesús de Nazaret tiene que encarnarse en una vida de seguimiento. El relato de la
vocación de Pedro (Lc 5,1-11) es un buen ejemplo de lo que Lucas entiende como punto de partida
de este caminar. Una vez que se confiesan los pecados (cf. 5,8) se inicia la vida cristiana en la que la
renuncia a los bienes materiales es una necesidad ineludible (cf. 5,11). Este tema del abandono de
las riquezas recorre con insistencia todo el evangelio. No hay que poner la confianza en las riquezas
(12,13-21); dar los bienes a los necesitados expresará que se tiene puesta la confianza en Dios
(12,22-33). Al joven rico que se acerca a Jesús se le ordena dar todo lo que tiene a los pobres (18,22).
Este interés por la pobreza aparece ya en Lc desde el «Magnificat» (1,52ss), pero es sobre todo en las
bienaventuranzas donde el interés por los pobres y el rechazo de los ricos alcanza su dimensión más
destacada (6,20-26). Por eso, el evangelio de Lucas está lleno de advertencias sobre el peligro de las
riquezas (12,13-21; 14,33; 16,9.11; 18,22). Hay que hacer, pues, una opción radical porque nadie
puede servir a Dios y al dinero (16,13).

El seguimiento cristiano tiene otro elemento esencial en la escucha de la palabra de Jesús. Por ello
es alabada María, mientras que Jesús reprocha a Marta el hecho de afanarse en múltiples tareas que
la alejan de lo esencial (10,38-42). Los auténticos creyentes son definidos como aquéllos que
escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica (8,21) y esto es lo que expresa también la
parábola de los dos cimientos (6,46-49). Este poner en práctica la palabra de Jesús exige del que
acepta el camino del seguimiento una tensión (subrayada en el tema de la vigilancia, 12,35-40), que
a veces decae ante las dificultades de la vida cotidiana. La interpretación que hace Lucas de la
parábola del sembrador nos indica cómo fructifica o se pierde la palabra de Dios en la vida de los
hombres y mujeres que la escuchan (8,9-15). Ante la persecución o la atracción de las riquezas y
placeres de la vida, el evangelio se aleja del horizonte de muchos creyentes. Su fe se debilita, e
incluso desaparece.

9
De ahí la insistencia en la oración, que nos da fuerza en las pruebas y tentaciones. Lucas es el
evangelio por excelencia de la oración y su ejemplo supremo es Jesús mismo (3,21; 5,16; 6,12; 9,18;
11,1; 23,34; etc.). En muchos de estos textos la oración está unida a momentos fundamentales de su
vida (bautismo, elección de los apóstoles, transfiguración o la cruz). Así Lucas nos presenta la
comunión del Hijo con el Padre (expresada en la oración) como la fuerza dinámica de toda la vida de
Jesús. Pero además Jesús recomienda la oración a sus discípulos: deben perseverar en ella (11,5-13;
18,1-8), debe ser auténtica como la del publicano (Lc 18,13) y los discípulos deben orar en todo
momento (21,36). El fruto de esta oración es el Espíritu, y éste es lo que tenemos que pedir, no los
bienes materiales (11,13 en contraste con Mt 7,11). Él nos dará la fuerza para vivir cotidianamente de
acuerdo con la palabra de Jesús.

UNA APOLOGÍA DEL CRISTIANISMO

Lucas hace un gran esfuerzo por presentar el aspecto más positivo del Imperio romano. Esto aparece
de una manera palpable en su intento de disculpar a las autoridades romanas de toda responsabilidad
en la ejecución de Jesús (Lc 23,4.7.13-16.22.47). Es una tarea que llevará igualmente a cabo en la
segunda parte de su obra (Hechos de los Apóstoles). Allí también las autoridades romanas
reconocerán la inocencia de Pablo frente a las insidias de los judíos. El hecho de exculpar al Imperio
refuerza, en el relato de la pasión, la acusación contra los judíos, aunque no caiga en los extremos de
Mateo (Mt 27,25). Pero lo que le importa es más bien buscar el diálogo y la benevolencia del
Imperio para esta religión que está naciendo. Esto sería imposible si se insistiera en la culpabilidad
de los romanos. Con esta perspectiva apologética Lucas pretende calmar los recelos que el Imperio
comenzaba a tener frente a la evangelización cristiana: pocos años después, en el reinado de
Domiciano (fines del s. I), el Imperio va a desencadenar una persecución contra el cristianismo,
como lo atestigua el Apocalipsis joánico. Lucas está convencido de que el cristianismo no es una
secta subversiva de revolucionarios que intentan destruir el Imperio. La ética cristiana puede ser una
aportación positiva para sus conciudadanos paganos. Está pues, en su interés apologético, el lograr la
aceptación social del cristianismo.

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