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Al pueblo nunca le toca

Resumen y opinión

Brayam rivera león


10-03

Ética

2019

Itip
Al Pueblo Nunca le Toca es una novela con cuadros de costumbres y realismo
en donde un par de amigos Casiano Pardo, oriundo de Choachí Cundinamarca,
de filiación política conservador y Baltasar Riveros, oriundo de Une
Cundinamarca, 
único pueblo liberal del oriente de Cundinamarca, discuten acerca de asuntos
de la política local colombiana en varios bares de la ciudad de Bogotá.
Además, la obra actúa como una evidente crítica social en la que se exalta la
relación fundamental de la politiquería de un bipartidismo –ideas liberalistas e
ideas conservadoras- con el manejo hegemónico del poder estatal, dirigido
desde las minorías privilegiadas u oligarquías.

En este libro, además, se advierten otras cosas como el cambio demográfico,


avances tecnológicos y desarrollo de la infraestructura del país en general. La
obra concentra una visión histórica de lo que fue Colombia en ocho décadas
del siglo XX; un análisis de crítica social y política; de narración de la vida de
la clase popular y la clase alta; y de la tragicomedia en que se ven envueltos
los hombres en todo nivel. Todos estos elementos son una constante en las
obras de Albaro Salom Becerra, lo que hacen de este autor, un narrador
privilegiado de la política colombiana.

Al Pueblo Nunca le Toca


El título de esta obra se basa en un “slogan” que, en tiempos de campaña
política del movimiento revolucionario liberal, Alfonso López Michelsen
liberara: “Ahora le toca al pueblo”, prometiendo a éste una revolución que
reivindicase su papel en la democracia colombiana. Pero al final tanta promesa
se invierte, dándonos como resultado “al pueblo nunca le toca”, sencillamente
porque los ciudadanos de clases populares no tienen las capacidades
económicas y culturales que predican tanto los ricos.

Casiano y Baltasar, los protagonistas de la historia, son un par de amigos que


desde jóvenes discutían apasionadamente acerca de cómo se desarrollan las
políticas de cada uno de sus partidos para poder perpetuarse en el poder. En un
espacio de sesenta años (1918, tiempo en que comienza la obra – 1978, tiempo
en que termina) se narran las experiencias políticas del país desde la visión de
estos dos modestos hijos del pueblo, quienes demuestran que el poder siempre
reside en las clases altas y que al pueblo nunca se le cumplirán las promesas
de cambio y progreso.
Colombia, bipartidismo del siglo XX: Casiano y Baltasar (conservadores Vs.
liberales)
Casiano Pardo y Baltasar Riveros son los dos personajes centrales en la
novela. Ellos crecen y viven en el epicentro de la política colombiana: Bogotá,
que en aquella época era un villorrio apacible que compensaba su atraso
material con el culto al espíritu –quizá por eso alguna vez se le consideró la
Atenas suramericana-. Todas las discusiones de Casiano y Baltasar giraban en
torno al “gran circo político colombiano”. En 1918, Colombia venía siendo
dirigida por la hegemonía conservadora, situación que tenía en crisis a
Baltasar, ya que quería ver a los liberales en el poder para que el pueblo
reinase. La presidencia en aquella época la asumió Marco Fidel Suárez, quien
derrotó en las urnas al pueblo soberano, representado por el maestro Valencia.
Luego vino el gobierno de Pedro Nel Ospina, del cual Baltasar adquirió un
ejemplar del periódico “el Nuevo Tiempo”, arrancó la foto del vencedor, y se
encerró en el excusado, no precisamente a contemplar la efigie del vencedor.
La hegemonía conservadora satisfacía de sobremanera a Casiano, que no
desaprovechaba oportunidad para burlarse de su amigo Baltasar. Aunque las
charlas entre estos amigos comenzaban de forma saludable, siempre salían
indignados por no poder concordar en sus ideologías. Alguna vez Casiano le
decía a Baltasar:
“¿Qué es el pueblo? Para mí es un rebaño de indios analfabetos y henchidos,
de obreros ignorantes y desnutridos, de empleados impotentes como tú…”
Cada vez que escuchaba algo así, Baltasar se marchaba indignado por la
elocuencia de su amigo. Continuaba diciendo:
“…el pueblo no es más que un rebaño manso y sumiso, manejado por unos
pastores audaces e inescrupulosos que son los políticos de uno y otro partido,
que hacen con él lo que les da la gana…”.
Al final de la obra ambos amigos reconocerán que estas palabras siempre
fueron ciertas, por eso al pueblo jamás le tocaría.
Llegaría el año de 1930, y por fin a los liberales les tocaría el poder. Baltasar
confiaba plenamente en que con esto por fin le tocaría el poder al pueblo. En
esta época Baltasar esperanzado en un futuro mejor, llegó a acudir a la oficina
del presidente Alfonso López Pumarejo, para que cumpliera sus promesas. Sin
embargo, el presidente, displicente y sardónico, le hizo a un lado. Este feliz
periodo para los liberales culminaría en 1946.

Para la década de los cuarentas, Jorge Eliécer Gaitán, liberal, se perfilaba


como candidato presidencial. Gaitán representó la esperanza para Baltasar, y
para muchos otros compatriotas de estratos bajos. Su frase en los discursos
era: “Hay que procurar que los ricos sean menos ricos, para que los pobres
sean menos pobres”, era sin duda una frase alentadora, aunque no daba las
formas para tal solución. Gaitán perece en 1948, asesinado por poderes
ocultos de la oligarquía y se da el “Bogotazo”, día nefasto para la capital de
Colombia. Nuestros amigos Casiano y Baltasar fueron testigos impotentes de
aquel día. Baltasar, inocente –ya que no fue partícipe directo-, por poco y es
judicializado por revolucionario, ya que se mezcló sin culpa con la
“guacherna”, que vilmente arrasó con todos los edificios estatales para
eliminar sus archivos criminales.

Luego vendría la dictadura de Rojas Pinilla, en la cual se crea el Frente


Nacional, cuyos resultados los pronosticó Jorge Eliécer Gaitán, quien decía
que la unión de los oligarcas de los dos partidos sería el principio del fin de los
de abajo… El Frente Nacional permitía que liberales y conservadores pudieran
alternarse en el poder. Este período duraría 16 años, a manos de los hijos de
anteriores mandatarios, dirigentes y privilegiados de clases altas. En esta
época se vislumbra de forma clara el concepto de "El Delfín" que Salom
Becerra desarrollara en la novela del mismo nombre. Ejemplo de ello es el
mandato de Guillermo León Valencia, hijo del político y poeta Guillermo
Valencia, que en antaño también aspiró al poder. Misael Pastrana, presidente
en 1970, también hizo parte de este delfinazgo, heredándole el poder a su hijo,
futuro presidente en 1998, Andrés Pastrana Arango. Esta es una de las señales
inminentes para deducir que al pueblo nunca le va a tocar el poder.
Al final Casiano y Baltasar impotentes al ver tanta hipocresía en sus héroes
políticos, se resignan. Baltasar llega a decir que en su epitafio le pongan la
siguiente leyenda:
“Aquí yace un pendejo que duró ochenta años, sobre la tierra, creyendo en la
llegada del pueblo al poder y que ahora, debajo de ella, continúa esperándola.”

Los personajes: su vida fuera de las ideas políticas


Casiano, era pequeño, obeso, blanco, chato, calculador, hipócrita, desconfiado,
malicioso, enamorado y beato, nacido en el pueblo de Choachí, cuya tradición
política es conservadora. Esto equivalía a decir que amaba el orden y la
tradición, defendía el “sacrosanto” derecho de la propiedad privada. Su
filosofía era “el poder es para poder”. Casiano además de conservador “godo”,
era un soltero fetichista, cuya afición a las prendas íntimas se ve enfermiza.
Cada mujer que poseía representaba una prenda íntima a obtener. Las
coleccionaba y guardaba en su habitación. Este curioso contraste, refleja su
doble moral como individuo, ya que también poseía fotos de santos religiosos
en las paredes de la habitación. Su estilo de vida es el de “el que peca y reza
empata”, por lo cual no era muy consecuente con su ideología sacrosanta
conservadora. En su devenir tuvo la suerte de conocer a una mujer, Susana,
acomodada económicamente, que había enviudado y heredado una enorme
riqueza. Casiano se aprovechó de esto para enamorar a la viuda y hacerse a
sus riquezas.

Recién ingresado a la “high class”, quiso hacer parte del “Jockey Club”, para
codearse con gente de élite. Allí la envidia y la astucia de los avaros amigos
que se hizo en el lugar, hicieron que Casiano perdiera su fortuna en préstamos
que ellos le iban solicitando en nombre de su generosa amistad. Los amigos de
la “high class” también se aprovecharon de la voluptuosidad de su mujer
Susana, a quien chantajearon para vaciarle lo que quedaba de su fortuna. Al
final Casiano vio pasar su momento de gloria de forma efímera, “lo que por
agua viene, por agua se va”.

Baltasar era alto, magro, moreno, narigón, nervioso, extrovertido, locuaz,


optimista, franco y ateo, nacido en el municipio de Une, de tradición liberal o
“cachiporra”. Lo que equivalía a que era intolerante, dogmático y arbitrario, y
promulgaba la igualdad. Estaba casado con una mujer de su clase –que no era
privilegiada-, llamada Zoila, con quien tuvo nueve hijos. A los pobres
chiquillos les tocó vivir en un ambiente sórdido de penas y hambre. Baltasar
siempre les dictaba cátedras de política liberalista en medio del desayuno,
almuerzo y cena –si es que tenían dinero para comer-. Para sostener a su prole,
Baltasar trabajaba en un banco prestigioso, siempre inconforme y rebelde. El
gerente del banco le salvó de que fuera judicializado por los hechos acaecidos
el 9 de abril de 1948, durante el “Bogotazo”. Esto lo hizo por cuidar el nombre
de la institución bancaria, mas no por razones humanitarias. Baltasar se iba
haciendo viejo a la par que decrecían sus ilusiones de ver reinar al pueblo
algún día.

Todo eso, sin embargo, no impidió que este par de personajes se volvieran
amigos –por lo menos para discutir sin violencia-. Se conocieron de jóvenes
en un colegio de Cáqueza, y en su primer reencuentro en un establecimiento
bogotano llamado “La Botella de Oro” se descubrieron como amigos a nivel
personal, pero indudables enemigos en términos de ideología política
-irónicamente esa afición hacía la política era lo que más los unía-. Al final de
toda esta historia, este par de amigos logran conciliar sus ideas: “al pueblo
nunca le toca”

¿Algún día le tocará al pueblo?


La escritura de Al Pueblo Nunca le Toca finalizó en octubre de 1979. En
síntesis, refleja la condición humana como una lucha incansable por hacer
realidad esperanzas muchas veces utópicas, sobre todo poniendo la fe en
dirigentes o grupos políticos que prometen el cambio positivo, pero a la vez,
niegan el progreso. Se refleja la insignificancia de sujetos como Baltasar y
Casiano, en asuntos del poder político. Ellos sólo son dos pequeñas fichas del
rompecabezas político, representan dos votos para su partido, pero se les niega
parte de lo que les corresponde como pueblo: dignidad, mejores condiciones
de vida, toma democrática de decisiones.
Por ello, para ellos prevalece la desilusión al ver que las promesas no se
cumplen a cabalidad y que la ley que prima, es la ley del embudo, en donde lo
angosto les corresponde a los pobres, mientras que el poder siempre será
conservado por la “high class”, esto en un país democrático como lo es
Colombia.

Nos deja como experiencia a reflexionar, que una ideología no debería


justificar actos irracionales, ni barbarie. Ninguna ideología política, ninguna
doctrina o religión debería ser detonante para la violencia, pues las
consecuencias históricamente han demostrado ser nefastas. El caso de
Colombia es ilustrativo: el bipartidismo desde su independencia ha generado
notables y sangrientas divisiones como la de los federalistas y los centralistas;
liberales y conservadores; cachiporros y chulavitas; y hoy día guerrillas
comunistas, paramilitares y ejército estatal; narcotráfico, parapolítica,
delincuencia común, terrorismo. No podemos acallar nuestra voz, debemos
dejar atrás esas diferencias retrogradas y construir una verdadera democracia.
Es hora de exigir lo que le corresponde al pueblo.

"Yo no soy un hombre, soy un pueblo".


 
"El pueblo es superior a sus dirigentes".

Estas frases las dice Jorge Eliecer Gaitán, un hombre que hizo
temblar a todos los que tenían el poder y llamo al pueblo a reclamar
lo que era suyo…el poder, en esta obra vemos que siempre nos
mandan los ricos y los pobres solo acatamos, eso no tiene porque ser
así, nosotros otorgamos el poder para que ellos lo usen en buena
fe…pero nunca lo hacen, esta obra nos da a decir que el pueblo a
pesar de su poder nunca lograra nada, y que unos que dicen tenerlo
nos lo quitan y vivimos como ovejas en un rebaño, emancipadas y
domesticadas, comiendo mierda y viviendo en ella.
#VIVACOLOMBIA

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