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EN LA OSCURA NOCHE

POR: ALBERTO DOW D

Celda con pequeña ventana de rejas en foro y puerta cerrada a la derecha. Sendos
camastros para las mujeres y sillas y baúles en los rincones.

Las mujeres visten bata de dormir de color uniforme.

Es de noche. Luz de penumbra. Úrsula, Rosa y Clelia están acostadas en sus camastros
y por un momento dan la impresión de que duermen.

URSULA: (En voz baja). ¡Clelia!... ¡Clelia!... ¿estás dormida?

CLELIA: ¡Todavía no! ¿Qué horas son?

URSULA: Hace mucho que oscureció. Ya debe ser medianoche.

ROSA: ¡Cállese que no dejan dormir!

URSULA: ¿Tú también estás despierta? Mejor así, porque podemos conversar hasta que
venga el sueño.

CLELIA: Yo, desde hace rato quería llamarlas, pero me daba pena.

URSULA: (Sentándose). Déjate de pena con nosotras, Clelia. Debes hacer de cuenta que
ésta es tu casa.

CLELIA: Gracias. Eres muy amable, Úrsula.

ROSA: (Levantándose) ¡Esta visto que por ahora no se va a poder dormir aquí!

URSULA: Es preferible no hacerlo.

CLELIA: ¿Por qué?

URSULA: (Con acento misterioso). ¡La noche es cómplice de todo lo malo!... en sus
sombras se oculta el crimen y la violación.

CLELIA: ¡Por Dios, no hables de esas cosas!

ROSA: (A Clelia sin mucha convicción). No le hagas caso. Úrsula vive temiendo cosas
terribles, pero el médico que la examino el otro día le dijo que eso le pasaría poco a poco.
A mí me sucedía lo mismo…pero aquí estamos protegidas.

CLELIA: ¿Protegidas contra qué?


ROSA: Contra todo eso que preocupa a Úrsula… la violencia… los niños y ancianos
muertos… claro es que ella tiene motivos para estar así.

CLELIA: ¿Motivos? ¿Cuáles?

URSULA: (A Rosa). Cuéntaselo tú.

ROSA: No, tú lo haces mejor que yo.

URSULA: Parece que no pasará un solo día sin que tenga que recordarlo. ¡En fin! (Con
cierto dramatismo). ¡Era una noche como esta! Entonces tampoco podíamos dormir. ¡Había
en el aire el anuncio de que algo malo se acercaba! También las puertas y ventanas
estaban cerradas, como ahora, y dormían en la casa algunos hombres en quienes
confiábamos. De pronto, empezamos a oír ruidos furtivos, como de hojas secas que se
quiebran…

ROSA: ¡No sigas recordando eso! ¡Me pones nerviosa!

CLELIA: Pasos furtivos en la noche… como de hojas secas que se quiebran… ¿que
mas?

URSULA: ¡Enseguida… golpes en las puertas y ventanas!... gritos y amenazas!...


disparos y!.. (Se lleva las manos a la cabeza).

ROSA: Por favor ¡no sigas! ¡Cuando hablas de esa manera, me parece estar viéndolo
todo!

URSULA: ¡No seas cobarde! (A Clelia). ¡Después vino lo peor!

CLELIA: ¿Hubo, acaso, algo peor?

URSULA: ¡La parte que nos correspondió a las mujeres!... ya te lo imaginas… pero tiene
razón Rosa; es preferible callar en una noche como esta, en que todo es tan parecido.

ROSA: (A Clelia). Te repito que ahora nos protegen los hombres que están afuera.

URSULA: ¡Lo mismo creímos aquella vez pero nada pudo contra la furia de los
desalmados! Son como reptiles… llegan en silencio y solo nos damos cuenta de su
presencia cuando ya no podemos defendernos de ellos.

CLELIA: Dios mío, ¿por qué me habrán traído aquí? ¡No he debido aceptar su invitación!

ROSA:(Consolándola) No te asustes demasiado querida, Mira: la puerta es fuerte y la


ventana tiene barrotes de hierro. Podemos asegúralas aún más. Ven, ayúdame a mover
las sillas y los baúles.

CLELIA: Me parece buena idea. (Empiezan a colocar los baúles y las sillas tras la puerta.
Úrsula las contempla sonriendo).

ROSA: ¿De qué te burlas?


URSULA: (Con una carcajada) ¿Defendernos de los violentos por medio de sillas y baúles?
¡Esto es lo mas chistoso que he visto en mi vida! (Dramática) Aquella noche habíamos
puesto detrás de la puerta gruesas vigas de madera, que no pudieron romper a golpes, ¿y
sabes que hicieron?

CLELIA: ¿Qué? ¿…qué hicieron?

URSULA: ¿No lo adivinas? Piensa…. piensa, que para eso es la cabeza.

CLELIA: (Meditando) Esperaron… esperaron a que tuvieran hambre y abrieran.

URSULA: No… no… ellos no podían esperar tanto tiempo.

CLELIA: ¡Entraron por el techo!

URSULA: Tampoco. Algo más sencillo y también más cruel.

CLELIA: ¡Tumbaron las paredes!

URSULA: ¡Qué cosas se te ocurren!

CLELIA: Caramba, pues no veo otra forma.

URSULA: A ti no te sirve la cabeza para nada. ¡Si es tan fácil! ¿Cómo se hace cuando se
quiere obligar a una fiera a salir de su guarida?

CLELIA: ¿Cómo?

URSULA: Prendieron fuego delante de las puertas y ventanas y esperaron un rato.


¡Nosotras los oímos reírse afuera y cuando las llamas empezaron a meterse, no nos
quedó más remedio que abrirles!

CLELIA: ¡Era preferible morir quemadas, antes que sentir sobre el cuerpo la repugnancia
del pecado!

URSULA: ¡Eso lo dices ahora, porque no sientes la sofocación de la falta de aire y el


calor que poco a poco se va acercando y amenaza convertirnos en pedazos de carme
tostada!

CLELIA: ¡Peor es sufrir el fuego eterno del infierno!

ROSA: ¡Pero si en eso no había pecado! ¿No ves que en todo lo que hicieron las pobres
mujeres fueron obligadas por la fuerza?

CLELIA:¡ No importa ¡ ¡Antes la muerte que la deshonra!

URSULA: Ya veremos, tan pronto llegue la ocasión, si cumples lo que estás diciendo.

CLELIA: ¡Cumpliré! ¡Ya una vez lo hice!

ROSA: ¿Si? ¡Eso está bueno! A ver, cuenta cómo sucedió.


CLELIA: Fue en la fabrica en donde trabajaba. Empecé a notar que todos los hombres
me miraban con malos deseos y, cuando estuve segura, se lo manifesté al director. Este
habló con ellos y, claro, dijeron que no era así.

ROSA: ¡Todos son unos descarados! ¡Sigue!

CLELIA: Continuaron peor que antes me hacían gestos provocativos y un día les prometí
que si seguían provocándome tomaría veneno, para que mi muerte les pesase en las
conciencias! ¡No hicieron caso y cumplí mi palabra!

URSULA: Sin embargo estás viva.

CLELIA: Porque llamaron inmediatamente al médico de la empresa y logró salvarme.


Después, dijo que necesitaba un tiempo de reposo en un lugar tranquilo, lejos de la
ciudad, y ustedes tuvieron la amabilidad de invitarme aquí.

URSULA: Te repito que esta es tu casa.

CLELIA: Gracias. Pero ahora veo que tampoco aquí hay tranquilidad.

ROSA: El peligro es únicamente en las noches. Además, Úrsula exagera un poco porque
vive recordando lo que le pasó.

URSULA: Si, ¡exagero! Lo mismo decíamos entonces, antes de aquella noche; que los
demás exageraban… que no había sino que tomar algunas precauciones. Pero yo no me
confió. ¿Quieren que les diga una cosa?

CLELIA: ¿Qué?

URSULA: (Misteriosa) ¿Recuerdan al hombre ese que entró hoy al comedor, mientras
almorzábamos y habló un momento en secreto con Lázaro?

ROSA: ¡Sí! Uno que venía muy bien vestido y que nos miraba como intrigado.

URSULA: Pues su cara me pareció conocida y toda la tarde he estado pensado en él.
¡No podría jurarlo, pero me parece que fue uno de los que estuvo la noche del asalto!

ROSA: ¿Estarán tramando algo?

URSULA: Es lo más probable.

ROSA: ¡Debemos decírselo a los demás!

URSULA: ¡Mejor no; yo ya no me fío de nadie!

CLELIA: (Atemorizada) ¿Y qué vamos hacer?

URSULA: Precisamente, pensando en eso no podía dormir.


ROSA: Antes no quise decirlo, para no asustarlas, pero tampoco yo lograba conciliar el
sueño. ¡Algo me obligaba a estar despierta!

URSULA: (A Rosa) Dímelo francamente; ¿también oíste pasos bajo la ventana hace un
rato?

ROSA: No fueron propiamente pasos, sino como el rumor de voces que cuchicheaban!

CLELIA: ¡Eran ellos! ¡Es necesario estar preparadas para defendernos cuando lleguen!

URSULA: ¿Qué podemos hacer tres mujeres contra un montón de desalmados?

ROSA: ¿Alguna de ustedes tiene un arma?

URSULA: Pues… ¡yo tengo tijeras! (las saca de debajo del colchón) ¡Aquí están!

ROSA: ¿Unas tijeras? Bueno…. Algo es algo. (A Clelia) ¿Y tú?

CLELIA: (Pensando) A ver… a ver… lo único que tengo es un par de agujas de tejer.

ROSA: Si son filudas pueden ayudarnos. Peor es que nos encuentren sin nada. ¿En
donde están?

CLELIA: En mi baúl. ¿Las saco?

ROSA: Pero con cuidado, sin ir a desbaratar el parapeto. (Clelia extrae del baúl un par de
agujas de tejer)

URSULA:¿ Y tú, Rosa, no tienes nada?

ROSA: Armas propiamente dichas, no; sin embargo, con esta escoba en algo puedo
ayudarlas. (Toma una escoba)

URSULA: ¡Ahora debemos buscar posiciones estratégicas!

CLELIA: (Nerviosa) Pero… ¡si todavía no han llegado!

URSULA: ¿Y los pasos? ¿Y las voces que oyó Rosa? ¡Para mí temo que andan
merodeando cerca dispuestos a dar el golpe!

CLELIA: ¿Por qué no les avisamos a los hombres de afuera?

ROSA: ¡No!... ¡Esa puerta no debemos abrirla por ningún motivo! Eso seria llamar la
atención de los criminales hacia este sitio.

URSULA:(Acercándose cautelosa a la ventana) ¡Chist! ¡Me parece oír pisadas! (Ruido de


pasos que solo oye Úrsula) ¡Sí!... están muy claros!

CLELIA: ¡No!... ¡no puede ser! (Se acerca y escucha) ¡No oigo nada!
URSULA: ¡Como que no! (Pegando el oído a la pared) ¡Mas claro imposible! ¡Pon atención
y verás!

CLELIA:(Sugestionada) ¡Si… me parece que sí! (Los ruidos exteriores crecen paulatinamente).
¡Ahora los oigo perfectamente!

ROSA:(Imitándolas) ¡Caramba, se necesita ser sorda para no oír semejante tropel! Y lo de


menos son las pisadas; ¿no oyen los caballos? (Estruendo de cascos de caballos).

URSULA: ¡Son miles de caballos. (En adelante, la expresión del rostro de las tres mujeres será
la de los alucinados)

CLELIA: ¡No hay duda de que son ellos! ¡Debemos hacer algo!

URSULA: ¡Lucharemos hasta morir!

ROSA: ¡Entonces a buscar posiciones defensivas! ¡La puerta, que es la más peligrosa la
defenderemos Clelia y yo! Tú, Úrsula, encárgate de la ventana. (Se colocan a la expectativa,
en sus respectivos sitios).

URSULA: ¡Al que asome la cabeza por la ventana, le corto el pescuezo! (Hace el ademán
con las tijeras).

ROSA: ¡Y yo lo remato con la escoba!

URSULA:(Aplaudiendo) ¡Bravo!.... bravo! (Baja la voz) ¡Griten!... griten ustedes también!


Conviene que oigan voces, para que crean que somos muchos! (Gritos, exclamaciones.
Golpes desde afuera de la puerta).

ROSA: (En voz baja) ¡Están cerca de la puerta! ¡Silencio! ¡Preparémonos!

VOZ: (Desde afuera) ¡Silencio!.... Es una orden.

URSULA: ¡Chist! (Silencio) ¡Parecen que se han ido! ¡Han tenido miedo!

ROSA: ¿No volverán?

CLELIA: ¿Estarán pensado, acaso hacer lo mismo que la otra vez?


URSULA: ¿Qué?

CLELIA: ¡Prender fuego frente a la puerta y la ventana!

ROSA:(Llevándose las manos al cuello) ¡Morir asfixiadas!

URSULA: ¡La peor de las muertes! ¡Empieza a sentir una que el pecho se le va
oprimiendo, que un nudo nos abraza el cuello y poco a poco va cerrándose, robándonos
el aire! ¡En nuestra desesperación queremos romperlo todo, arrancarnos las carnes para
acabar pronto con el sufrimiento! (Clelia y Rosa empiezan a imitar los movimientos de Úrsula.
Respiran con angustia).

CLELIA: ¡Me cuesta trabajo respirar!


ROSA: ¡A mí, es como una barra que me rompe el pecho!

URSULA:(Señalando la ventana) ¡Miren!

ROSA: ¡El fuego! ¡Ya empieza a entrar el humo por la ventana! (Entra un poco de humo)

CLELIA: (Debatiéndose en fuertes contorsiones) ¡Yo no puedo más!

ROSA: ¡Es preferible abrir la puerta para que entren!

CLELIA: ¡Eso no! ¡Antes morir que ver profanados nuestros cuerpos!

ROSA: ¿Morir? ¿Cómo se te ocurre eso? La muerte es para siempre y, lo otro… pues
eso no dura sino unos minutos.

URSULA: Tiene razón Rosa. (Sonriendo) A mí ya me sucedió y aquí me ves, como si


nada me hubiera pasado.

CLELIA: ¡Yo moriré virgen! (Le arrebata las tijeras a Úrsula y se aparta un poco de ellas).
¡Cuando entren me habré degollado!

ROSA: ¡Cálmate Clelia!... ¡cálmate por favor! ¡No vayas a darnos ese espectáculo tan
terrible!... (Trata de acercarse a ella).

CLELIA: ¡No te acerques!

URSULA: ¡Dáme esas tijeras Clelia!

CLELIA: ¡Si intentas quitármela, mojarás tus manos en sangre!

URSULA: ¡Tranquilízate Clelia!... ¡a ver, entrégame esas tijeras!.... tú no puedes dejarnos


a las dos solas en este trance. Eso sería cobarde.

ROSA: Además, parece que tienen miedo… se han retirado. (A Clelia) Fíjate; ya no hay
humo. (Clelia le entrega las tijeras a Úrsula)

URSULA: Cuando oyeron las voces pensaron que los estábamos esperando preparados
y se asustaron. Debemos convencerlos de que somos muchos hombres. Eso los
ahuyentará definitivamente.

ROSA: ¿Cómo no se nos había ocurrido antes? ¡Empecemos! (Con voz fuerte, pero con
acento femenino) ¡Alfonso!.... ¡Luis!.... ¿listos? (Les hace señas a las otras para que respondan)

CLELIA: ¡Si … ¡dile a Francisco que traiga los fusiles!

URSULA: ¡Yo me encargaré de la ametralladora!

ROSA: ¡Preparen las bombas!

URSULA: ¡Y los cohetes!... ¡mas!... ¡mas!


ROSA: ¡Ustedes diez aquí!...

CLELIA: ¡Firme mi comandante!

URSULA: ¡Al ataque! ¡Nadie eche pie atrás! (Gritan en desorden una descarga de artillería.
Golpes en la puerta)

ROSA: ¡Han vuelto! (Callen) ¡A gritar nuevamente! (Arman de nuevo el fragor de una batalla)

VOCES:(Desde afuera) ¡Silencio!... ¡abran!... abran o tumbaremos la puerta!

URSULA: ¡A las posiciones! (Preparen las tijeras, las agujas y la escoba).

VOZ: ¡Por última vez; ¡abran!... no nos obliguen a usar la violencia!

ROSA: ¡Entren si son capaces, que aquí los esperan cien hombres valerosos!

VOZ: ¡Adelante! ¡Uno! ¡Dos!... tres (Desde afuera ejercen presión sobre la puerta que cede
fácilmente)

URSULA: ¡Que no se pierda una sola bala! (Penetra adelante un muchacho enfermero. Rosa
descarga un fuerte golpe con la escoba sobre su cabeza. El muchacho se tambalea, Úrsula y
Clelia van a herirlo, pero entrar tres enfermeros más y las sujetan).

CLELIA: (Al enfermero) ¡Déjame bandido! ¡No abusarás de mí!

ROSA:¡Máteme de una vez!

URSULA: ¡Cobardes! ¡Ya la pagarán caro cuando lleguen nuestros hombres! (Entra el
médico con blusa profesional).

MEDICO: ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué esa algarabía que no deja dormir a sus
compañeras?

URSULA: (Señalándolo) ¡El capitán malasangre! Por fin te veo la cara frente a frente!
(Observando el fonoscopio) Dispara tu ametralladora sobre estas mujeres indefensas!

CLELIA: (Al médico que la observa) ¡No me mires con esos ojos, que no conseguirás nada
de mí!

ROSA: (Sonriendo, levantándose un poco la bata) A mí, hágame lo que quieran, pero
perdónenme la vida.

MEDICO:(A un enfermero) ¿A cuál servicio pertenecen estas?

ENFERMERO: Al doctor Méndez. (Por Úrsula). A esta la trajeron del campo; parece que
sufrió los efectos de la violencia.

MEDICO: (Por Clelia) ¿Y esta?


ENFERMERO: Llegó hace solo tres días, con diagnostico de delirio de persecución. En
cuanto a Rosa, es una de las más antiguas aquí, y parecía que estaba un poco mejor.

MEDICO: Voy a prescribirles barbitúricos y tranquilizantes. Llévenlas a la sala de


aislamiento. (Sale).

ENFERMERO: Vamos.

URSULA: (A Rosa y Clelia) ¡Caímos, pero con honor!

ROSA: ¡Nos fallo la artillería! (Salen, conducidas por los enfermeros)

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