Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Libreto En-La-Oscura-Noche
Libreto En-La-Oscura-Noche
Celda con pequeña ventana de rejas en foro y puerta cerrada a la derecha. Sendos
camastros para las mujeres y sillas y baúles en los rincones.
Es de noche. Luz de penumbra. Úrsula, Rosa y Clelia están acostadas en sus camastros
y por un momento dan la impresión de que duermen.
URSULA: ¿Tú también estás despierta? Mejor así, porque podemos conversar hasta que
venga el sueño.
CLELIA: Yo, desde hace rato quería llamarlas, pero me daba pena.
URSULA: (Sentándose). Déjate de pena con nosotras, Clelia. Debes hacer de cuenta que
ésta es tu casa.
ROSA: (Levantándose) ¡Esta visto que por ahora no se va a poder dormir aquí!
URSULA: (Con acento misterioso). ¡La noche es cómplice de todo lo malo!... en sus
sombras se oculta el crimen y la violación.
ROSA: (A Clelia sin mucha convicción). No le hagas caso. Úrsula vive temiendo cosas
terribles, pero el médico que la examino el otro día le dijo que eso le pasaría poco a poco.
A mí me sucedía lo mismo…pero aquí estamos protegidas.
URSULA: Parece que no pasará un solo día sin que tenga que recordarlo. ¡En fin! (Con
cierto dramatismo). ¡Era una noche como esta! Entonces tampoco podíamos dormir. ¡Había
en el aire el anuncio de que algo malo se acercaba! También las puertas y ventanas
estaban cerradas, como ahora, y dormían en la casa algunos hombres en quienes
confiábamos. De pronto, empezamos a oír ruidos furtivos, como de hojas secas que se
quiebran…
CLELIA: Pasos furtivos en la noche… como de hojas secas que se quiebran… ¿que
mas?
ROSA: Por favor ¡no sigas! ¡Cuando hablas de esa manera, me parece estar viéndolo
todo!
URSULA: ¡La parte que nos correspondió a las mujeres!... ya te lo imaginas… pero tiene
razón Rosa; es preferible callar en una noche como esta, en que todo es tan parecido.
ROSA: (A Clelia). Te repito que ahora nos protegen los hombres que están afuera.
URSULA: ¡Lo mismo creímos aquella vez pero nada pudo contra la furia de los
desalmados! Son como reptiles… llegan en silencio y solo nos damos cuenta de su
presencia cuando ya no podemos defendernos de ellos.
CLELIA: Dios mío, ¿por qué me habrán traído aquí? ¡No he debido aceptar su invitación!
CLELIA: Me parece buena idea. (Empiezan a colocar los baúles y las sillas tras la puerta.
Úrsula las contempla sonriendo).
URSULA: A ti no te sirve la cabeza para nada. ¡Si es tan fácil! ¿Cómo se hace cuando se
quiere obligar a una fiera a salir de su guarida?
CLELIA: ¿Cómo?
CLELIA: ¡Era preferible morir quemadas, antes que sentir sobre el cuerpo la repugnancia
del pecado!
ROSA: ¡Pero si en eso no había pecado! ¿No ves que en todo lo que hicieron las pobres
mujeres fueron obligadas por la fuerza?
URSULA: Ya veremos, tan pronto llegue la ocasión, si cumples lo que estás diciendo.
CLELIA: Continuaron peor que antes me hacían gestos provocativos y un día les prometí
que si seguían provocándome tomaría veneno, para que mi muerte les pesase en las
conciencias! ¡No hicieron caso y cumplí mi palabra!
CLELIA: Gracias. Pero ahora veo que tampoco aquí hay tranquilidad.
ROSA: El peligro es únicamente en las noches. Además, Úrsula exagera un poco porque
vive recordando lo que le pasó.
URSULA: Si, ¡exagero! Lo mismo decíamos entonces, antes de aquella noche; que los
demás exageraban… que no había sino que tomar algunas precauciones. Pero yo no me
confió. ¿Quieren que les diga una cosa?
CLELIA: ¿Qué?
URSULA: (Misteriosa) ¿Recuerdan al hombre ese que entró hoy al comedor, mientras
almorzábamos y habló un momento en secreto con Lázaro?
ROSA: ¡Sí! Uno que venía muy bien vestido y que nos miraba como intrigado.
URSULA: Pues su cara me pareció conocida y toda la tarde he estado pensado en él.
¡No podría jurarlo, pero me parece que fue uno de los que estuvo la noche del asalto!
URSULA: (A Rosa) Dímelo francamente; ¿también oíste pasos bajo la ventana hace un
rato?
ROSA: No fueron propiamente pasos, sino como el rumor de voces que cuchicheaban!
CLELIA: ¡Eran ellos! ¡Es necesario estar preparadas para defendernos cuando lleguen!
URSULA: Pues… ¡yo tengo tijeras! (las saca de debajo del colchón) ¡Aquí están!
CLELIA: (Pensando) A ver… a ver… lo único que tengo es un par de agujas de tejer.
ROSA: Si son filudas pueden ayudarnos. Peor es que nos encuentren sin nada. ¿En
donde están?
ROSA: Pero con cuidado, sin ir a desbaratar el parapeto. (Clelia extrae del baúl un par de
agujas de tejer)
ROSA: Armas propiamente dichas, no; sin embargo, con esta escoba en algo puedo
ayudarlas. (Toma una escoba)
URSULA: ¿Y los pasos? ¿Y las voces que oyó Rosa? ¡Para mí temo que andan
merodeando cerca dispuestos a dar el golpe!
ROSA: ¡No!... ¡Esa puerta no debemos abrirla por ningún motivo! Eso seria llamar la
atención de los criminales hacia este sitio.
CLELIA: ¡No!... ¡no puede ser! (Se acerca y escucha) ¡No oigo nada!
URSULA: ¡Como que no! (Pegando el oído a la pared) ¡Mas claro imposible! ¡Pon atención
y verás!
CLELIA:(Sugestionada) ¡Si… me parece que sí! (Los ruidos exteriores crecen paulatinamente).
¡Ahora los oigo perfectamente!
URSULA: ¡Son miles de caballos. (En adelante, la expresión del rostro de las tres mujeres será
la de los alucinados)
CLELIA: ¡No hay duda de que son ellos! ¡Debemos hacer algo!
ROSA: ¡Entonces a buscar posiciones defensivas! ¡La puerta, que es la más peligrosa la
defenderemos Clelia y yo! Tú, Úrsula, encárgate de la ventana. (Se colocan a la expectativa,
en sus respectivos sitios).
URSULA: ¡Al que asome la cabeza por la ventana, le corto el pescuezo! (Hace el ademán
con las tijeras).
URSULA: ¡Chist! (Silencio) ¡Parecen que se han ido! ¡Han tenido miedo!
URSULA: ¡La peor de las muertes! ¡Empieza a sentir una que el pecho se le va
oprimiendo, que un nudo nos abraza el cuello y poco a poco va cerrándose, robándonos
el aire! ¡En nuestra desesperación queremos romperlo todo, arrancarnos las carnes para
acabar pronto con el sufrimiento! (Clelia y Rosa empiezan a imitar los movimientos de Úrsula.
Respiran con angustia).
ROSA: ¡El fuego! ¡Ya empieza a entrar el humo por la ventana! (Entra un poco de humo)
CLELIA: ¡Eso no! ¡Antes morir que ver profanados nuestros cuerpos!
ROSA: ¿Morir? ¿Cómo se te ocurre eso? La muerte es para siempre y, lo otro… pues
eso no dura sino unos minutos.
CLELIA: ¡Yo moriré virgen! (Le arrebata las tijeras a Úrsula y se aparta un poco de ellas).
¡Cuando entren me habré degollado!
ROSA: ¡Cálmate Clelia!... ¡cálmate por favor! ¡No vayas a darnos ese espectáculo tan
terrible!... (Trata de acercarse a ella).
ROSA: Además, parece que tienen miedo… se han retirado. (A Clelia) Fíjate; ya no hay
humo. (Clelia le entrega las tijeras a Úrsula)
URSULA: Cuando oyeron las voces pensaron que los estábamos esperando preparados
y se asustaron. Debemos convencerlos de que somos muchos hombres. Eso los
ahuyentará definitivamente.
ROSA: ¿Cómo no se nos había ocurrido antes? ¡Empecemos! (Con voz fuerte, pero con
acento femenino) ¡Alfonso!.... ¡Luis!.... ¿listos? (Les hace señas a las otras para que respondan)
URSULA: ¡Al ataque! ¡Nadie eche pie atrás! (Gritan en desorden una descarga de artillería.
Golpes en la puerta)
ROSA: ¡Han vuelto! (Callen) ¡A gritar nuevamente! (Arman de nuevo el fragor de una batalla)
ROSA: ¡Entren si son capaces, que aquí los esperan cien hombres valerosos!
VOZ: ¡Adelante! ¡Uno! ¡Dos!... tres (Desde afuera ejercen presión sobre la puerta que cede
fácilmente)
URSULA: ¡Que no se pierda una sola bala! (Penetra adelante un muchacho enfermero. Rosa
descarga un fuerte golpe con la escoba sobre su cabeza. El muchacho se tambalea, Úrsula y
Clelia van a herirlo, pero entrar tres enfermeros más y las sujetan).
URSULA: ¡Cobardes! ¡Ya la pagarán caro cuando lleguen nuestros hombres! (Entra el
médico con blusa profesional).
MEDICO: ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué esa algarabía que no deja dormir a sus
compañeras?
URSULA: (Señalándolo) ¡El capitán malasangre! Por fin te veo la cara frente a frente!
(Observando el fonoscopio) Dispara tu ametralladora sobre estas mujeres indefensas!
CLELIA: (Al médico que la observa) ¡No me mires con esos ojos, que no conseguirás nada
de mí!
ROSA: (Sonriendo, levantándose un poco la bata) A mí, hágame lo que quieran, pero
perdónenme la vida.
ENFERMERO: Al doctor Méndez. (Por Úrsula). A esta la trajeron del campo; parece que
sufrió los efectos de la violencia.
ENFERMERO: Vamos.