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LO QUE DERRIBASTE NO LO VUELVAS A CONSTRUIR

Cuando escribes algo sobre papel y cometes muchos errores, o lo que estás
escribiendo no cumple tus expectativas, por lo general se tiende a tomar esas
hojas, arrugarlas y luego desecharlas porque esas hojas con fallas e
imperfecciones ya son inútiles. Resulta que esta acción es la que todo creyente
hace cuando acepta a Cristo en su vida; ahora es una nueva criatura; por lo tanto,
toma su viejo hombre y lo desecha; pero es algo que tiene que realizarse a diario.
Es necesario que el creyente todos los días tome a su viejo hombre y lo deseche.
Cuando arrugas una hoja y la destruyes lógicamente porque no te sirve,
difícilmente podrás volver a tomarla para escribir sobre ella porque tendría un mal
aspecto; pues si no está arrugada posiblemente esté rota. Y es que cuando se
toma la decisión de destruir algo es porque eso que se destruyó ya no aporta nada
valioso para nuestra vida; por lo tanto, ya se convierte en algo obsoleto.
¿A dónde se quiere llegar con esto? Sencillamente que un creyente que ahora
tiene una nueva vida en Cristo sería incoherente con su vida cristiana al intentar
volver a su pasada manera de vivir. Por lo mismo un verdadero cristiano se deja
ver porque es quien sacrifica a diario su vida pasada para agradar a Dios.
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y
lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí” (Gál. 2:20).
La Palabra de Dios dice en Efesios 4:22 que nosotros debemos deshacernos de
nuestra vieja naturaleza pecaminosa y de nuestra pasada manera de vivir, pues
esta se encuentra corrompida. La persona que fue convencida por Dios para
sacrificar su pasada manera de vivir es ahora un cristiano que a diario tiene que
reflejar ese sacrificio. Pero hay algo importante que el creyente no puede pasar
por alto; y es que esta fuerza de voluntad propia de él mismo, no es suficiente
para realizar tan ardua labor; se necesita de la dependencia al Señor para poder
realizar dicho sacrificio.
El sacrificio sólo es posible con Cristo. Con ningún otro hombre y en ningún otro
hombre se puede realizar este sacrificio, porque sólo Cristo tiene el poder y tiene
la capacidad para lograr con su muerte y resurrección lo que ningún otro ser ha
podido ni podrá lograr. Lastimosamente Dios, con mucha frecuencia queda en el
último lugar. Primero tendemos a recurrir a las fuerzas, capacidades e intelecto
humanos y cuando notamos que nada de esto sirve entonces nos acordamos que
tenemos un Dios que lo puede todo.
Hay muchos hombres y mujeres que han muerto luchando por los derechos de las
personas o buscando cambiar tantas cosas en este mundo; a esos hombres y
mujeres las personas los tienen como héroes y heroínas pero, ¿cuál de todos
esos hombres y mujeres ha conseguido con su muerte darle redención, perdón de
pecados, justificación y salvación al hombre. Sólo es posible con Cristo.
Algo para tener en cuenta es que ese sacrificio aparte de que se debe realizar a
diario, no se debe olvidar que también es una acción pasada que se evidencia en
el presente. El verbo “estoy crucificado” que vemos en Gálatas 2:20, realmente se
traduce como “he sido crucificado”; dando a entender que es una acción que ya
sucedió y terminó pero que el resultado de ese sacrificio que es el cambio de vida
se tiene que evidenciar constantemente.
Como estamos hablando del sacrificio que el creyente debe realizar para agradar
a Dios, podemos decir también que es un acto sobrenatural. En Gálatas 2:20
aparece la palabra “juntamente” que la DRAE define como una unión o
concurrencia de dos o más cosas en una misma persona o en un mismo lugar. En
nuestro caso (como creyentes), el sacrificio de nuestra vana manera de vivir es
sobrenatural porque se hizo en una misma persona, Jesucristo, y en un mismo
lugar; la cruz del calvario.
Es sobrenatural porque al ser crucificados juntamente con Cristo el pecado ya no
tiene poder sobre nuestra vida; por lo tanto, ya no somos esclavos del pecado.
“Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para
que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”
(Rom. 6:6).
Este mismo sacrificio conlleva a la unidad con Cristo (Fil. 3:8-9). El sacrificio de
Cristo es un símbolo de amor para la humanidad y cuando la persona acepta ese
amor, entonces está dispuesta a desechar todo lo que no sirve; todo lo que
considera basura, para de esta manera amar a Cristo y llegar a ser uno con Él.
Así como el cristiano verdadero sacrifica su antigua vida, también debe reflejar a
Cristo. Una vez la persona ha aceptado a Cristo la nueva vida sale a la luz (Rom.
6:8,9). Esta nueva vida viene como resultado de haber crucificado la vana manera
de vivir. Debido a que Cristo venció a la muerte cuando se levantó de los muertos,
así mismo la persona que ha sido crucificada con Cristo participa de la vida que
este le otorga por medio de la fe. No se puede negar que la vida que ofrece Cristo
es plena y abundante (Jn. 10:10). Para eso Él vino al mundo; era su objetivo; era
su misión.
Esa nueva vida que ahora emerge le pertenece a Cristo, pues se ha manifestado
una vida que no nos pertenece; ahora le pertenece a Cristo porque fue Él quien la
compró con su sangre. Muchos cristianos olvidan que ya no son dueños de sus
vidas al querer regresar a la antigua vida de ignorancia que se tenía queriendo
reconstruir lo que ya se había destruido.
Esto es a lo que llamamos vida cristiana… Cristo viviendo en nosotros. Es hablar
como Cristo habló, pensar como Cristo pensó y actuar como Cristo actuó para que
cuando la sociedad nos vea, vean a Cristo reflejado en nuestro vivir. Por eso es
necesario que no sigamos a nuestra naturaleza pecaminosa sino que sigamos a
Cristo (Rom. 8:3,4).
Aquí es donde entra la confianza. Un cristiano que sabe sus limitaciones y es
consciente de los peligros de depender de él mismo, prefiere confiar en Cristo. Así
como es necesario sacrificar la vana manera de vivir para poder reflejar a Cristo,
también es necesario que el ahora cristiano dependa y descanse totalmente en
Cristo.

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