Está en la página 1de 2

Había una vez un gato que vivía en una finca.

Era bien conocido en toda la gente


vecina de los alrededores de la finca que era un gran amante de las gallinas, así que,
en cierta ocasión, recibió por su cumpleaños un regalo que le hizo muy feliz. Se
trataba de dos simpáticas crías de mirlas.
El gato se entusiasmó. Eran preciosas y parecían dos bolitas de algodón.

¡Qué suaves son! – dijo a su familia mientras las acariciaba – ¡Voy a hacer de

ellas unas excelentes amigas!

En cuestión de minutos, Su trabajo consistía en cuidar y amaestrar las mirlas que

le habían regalado. El dueño del gato confiaba plenamente en su trabajo, pues no

había nadie que supiera más de aves que él en muchos kilómetros a la redonda.

Pasado un tiempo, llegaron los hijos del dueño del gato los recibió sentado como

un rey por que el dueño lo ha dejado hacer lo que quiere.

El papa les dijo tengo algo muy impórtate que decirles tengo, les conto que le

había regalado un gato y que este gato ya es rey de la casa, y que en su

cumpleaños le había regalado un par de mirlas. Y lleva semanas cuidado las

nuevas mascotas de Martin y procurando que esta se acostumbre a un ámbito

doméstico. Las dos han crecido y están hermosos, pero sucede algo muy extraño.

Días después una de las mirlas se enfermó entonces unos de los hijos busco

ayuda para que los aconsejaran que debían hacer con ella.

Entonces el dueño decidió ofrecer una recompensa al que salvara la mirla ya que

se habían convertido en un integrante más de la familia.


Al día siguiente un rayo de sol entró por la alcoba del dueño del gato mientras

dormía plácidamente en su enorme cama. La luz se reflejó en su cara y le

despertó. Con los ojos todavía entrecerrados, se asomó a la ventana como

cada día para ver amanecer. A lo lejos distinguió la figura de un ave que se

acercaba batiendo sus alas para acabar posándose en el frente de la ventana

del cuarto donde se encontraba el amo. Cuando este salió vio a un joven

campesino que tenía a la mirla contra el pecho. El amo lo miró fijamente por

tener la mascota en sus manos

También podría gustarte