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DIAGNOSTICO DIIIIFMFALM

Las molestias ginecológicas asociadas a leucorrea constituyen uno de los motivos más
frecuentes de consulta médica. Se estima que, aproximadamente, las dos terceras partes de
las mujeres sufren de flujo vaginal anormal en algún momento de sus vidas y que sólo esta
causa explica más del 10% de las consultas externas en el área de cuidados médicos de la
mujer [1-3]. Aunque la etiología de estas molestias es muy diversa, los agentes infecciosos
suelen estar implicados en una proporción importante de los casos; bien porque ocurran
alteraciones en la microflora vaginal normal, que conduzcan a la proliferación excesiva de
alguno de sus miembros habituales, o bien por la adquisición de microorganismos
patógenos exógenos a través del contacto sexual [4-6]. Entre los numerosos
microorganismos que pueden ocasionar infecciones del tracto genital que cursan con
leucorrea, Gardnerella vaginalis, Trichomonas vaginalis y las especies de Candida son los
más frecuentes. Tradicionalmente, estos agentes se han asociado al desarrollo de flujos
vaginales anormales muy característicos, con signos y/o síntomas que se suponen
“patognomónicos”. En el reconocimiento de tales características durante el examen clínico-
ginecológico, se sustenta rutinariamente el diagnóstico presuntivo y el manejo terapéutico
de la mayoría de las leucorreas, existiendo controversias sobre la necesidad de recurrir a
pruebas diagnósticas de laboratorio, las cuales suelen reservarse sólo a aquellos casos
refractarios a los tratamientos habituales [1,3].

El diagnóstico clínico diferencial de las leucorreas resulta cada vez más complejo.
Actualmente se reconoce que la presentación clínica de las diferentes infecciones genitales
no siempre es característica para un determinado agente, a lo cual se suma la posibilidad de
infecciones vaginales mixtas, así como la descripción relativamente reciente de entidades
clínicas como la vaginosis citolítica, lactobacilosis, vaginitis aeróbica, entre otras, que
pueden manifestarse con signos y/o síntomas similares e indistinguibles de los atribuibles a
los microorganismos convencionales, y en cuyo diagnóstico la participación del laboratorio
microbiológico es fundamental [7-10]. Las investigaciones en torno a esta materia sugieren,
que los diagnósticos basados en criterios netamente clínicos pueden tener un margen de
error elevado y conducir a un manejo terapéutico ineficaz e inapropiado, que podría
incrementar el riesgo de complicaciones ginecológicas o sistémicas severas [11].

Por lo anteriormente expuesto, el propósito de esta investigación es evaluar el grado de


concordancia entre el diagnóstico clínico presuntivo de las infecciones vaginales y el
diagnóstico definitivo sustentado en la clínica y en los hallazgos microbiológicos derivados
del análisis del flujo vaginal; con la finalidad de establecer el grado de confiabilidad del
diagnóstico presuntivo y de verificar la necesidad de recurrir o no, rutinariamente, a los
procedimientos de laboratorio como apoyo al diagnóstico y manejo terapéutico de las
alteraciones vaginales asociadas a leucorrea.

Función de la transferencia y contratransferencia

El análisis presupone que ya se haya instaurado el vínculo


transferencial del paciente con su analista. Es en el juego entre
transferencia y contratransferencia donde emergerán los afectos,
deseos inconscientes, tolerancias e intolerancias.

A partir de la relación transferencial, el analista podrá hacer las


intervenciones: interpretaciones, señalamientos, cortes de sesión,
etc. Eso si, solo si el vínculo transferencial está instaurado es que se
podrá hacer un trabajo más profundo. De otra forma, las
intervenciones no causarán el mismo efecto.

Por todo esto, en la relación analítica la neutralidad rigurosa por parte


del analista, junto con una escucha flotante, que lo despoje de su
subjetividad -de sus propios afectos e historia-, es lo que permitirá
que la transferencia pueda ser utilizada como canal para el trabajo en
sesión. El analista ha de convertirse en una especie de pantalla en
blanco, donde el paciente pueda transferir su material inconsciente.

Relación entre transferencia y contratransferencia

Por un lado, la contratransferencia es definida por su dirección:


sentimientos del analista en relación al paciente. Por otro lado, es definida
como un balance que no deja de ser una prueba más de que la reacción
de uno no es independiente de lo que viene del otro. Es decir, la
contratansferencia va en relación a lo que se produce en transferencia, por
lo que una influye sobre la otra.
La transferencia y contratransferencia se influyen mutuamente.

En tal sentido, la contratransferencia puede ser un obstáculo si el analista


la actúa. Si se deja llevar por esos afectos que comienza a sentir respecto
al paciente -amor, odio, rechazo, ira-, quiebra la ley de abstinencia y
neutralidad por la que ha de regirse. Ahí, lejos de beneficiar el trabajo
analítico, lo perjudica.

De tal manera que el punto de partida es la transferencia del paciente.


Este comunica -o intenta- todas sus vivencias y el analista solo responde a
lo que dice el paciente con lo que le parece pertinente, sin colocar sus
propios afectos en las intervenciones que realiza. El paciente revive las
fantasías, las actúa, pero no lo hace de manera consciente, por este
motivo la interpretación cumple un papel fundamental para la cura.

¿Qué es la contratransferencia?

El término contratransferencia es introducido por Freud en “Las


perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica” de 1910. Se describe
como respuesta emocional del analista a los estímulos que provienen del
paciente, como resultado de la influencia de éste sobre los sentimientos
inconscientes del analista.

El analista ha de estar atento a estos fenómenos que pudiesen ocurrirle


por una sencilla razón: Podrían convertirse en un obstáculo para la cura.
Aunque también existen autores que plantean que todo aquello sentido en
contratransferencia, que se sepa que no tiene nada que ver con el analista,
pueden ser devuelto o señalado al paciente.

Puede que los sentimientos que suscite el paciente en el analista, al serle


devueltos, generen una toma de conciencia de los mismos o de mayor
entendimiento de lo que está sucediendo en la relación terapéutica. Algo
que quizás no había sido compartido con palabras hasta ese momento.
Por ejemplo, revivir una escena infantil y que el analista comience a sentir
tristeza; sin embargo, el paciente lo interpreta y vive como rabia. El
analista puede devolverle aquello que está sintiendo para que el paciente
establezca contacto con la emoción real que viene enmascarada con la
rabia.

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