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Resumen
Intentar contar la historia del cine cubano tomando en cuenta solo sus grandes
momentos, sería relatar apenas una parte de esa historia, esa a la cual el poder
cultural ya nos ha habituado a pensar que es solo la única que vale la pena
promover, olvidando el resto. Más que una relación de las mejores películas del cine
cubano, proponemos un panorama de lo que ha sido el devenir cubano visto desde
el punto de vista de los más disímiles cineastas, sin importar la época en que
ejercieron el oficio, pero sin darse cuenta estaban contribuyendo a contar la historia
de nuestro país que quedó evidenciado documentalmente.
El estudio del cine cubano tiene que partir del análisis que estamos ante un
acontecimiento socio-artístico que teniendo en cuenta el momento histórico en que
se desarrolla aporta valores estéticos y reflexiones acertadas, se trata de encontrar
los nexos que cada película consigue establecer con la época y como cada una
desde sus características aporta valores y expone problemáticas sociales como
punto de partida al tratamiento de estos temas medulares en la construcción de la
identidad del cubano.
Summary
Trying to tell the story of Cuban cinema taking into account only its great moments,
would tell only part of the story, that to which cultural power and has accustomed us
to think it's just the only one that is worth promoting, forgetting the rest. More than
just a list of the best films of Cuban cinema, we propose an overview of what has
been the fate Cuban seen from the point of view of the most diverse filmmakers,
regardless of the time exercised the office, but were unwittingly helping to tell the
story of our country that was proven documented.
The study of Cuban cinema from the analysis is that we are facing a socio-artistic
event considering the historical moment in which it develops aesthetic values and
provides accurate reflections, trying to find the links to each film gets set to the time
and as each brings features from its values and exposes social problems as a
starting point to addressing these core issues in the construction of Cuban identity.
Keywords: Cuban cinema, culture, history, identity, values
Introducción
A lo largo de la historia muchos han sido los seguidores del celuloide. Inventado en
1895 por los hermanos Louis Jean y Auguste Marie Lumiére, el cinematógrafo se
paseó por varias capitales americanas antes de llegar a La Habana, acontecimiento
que ocurrió el 24 de enero de 1897, cuando desde México el francés Gabriel Veyre
representante de la Casa Lumiere trajo a esta ciudad el maravilloso portento, donde
niños y adultos contemplaron con grato desconcierto un programa sencillo, en esa
fecha, sobre una modesta sábana, desfilaron por vez primera en la nación caribeña
un puñado de imágenes robadas a la realidad. Aquel día, quizás, el cine pareció un
divertimento sorprendente y pasajero, no un huésped que llegaba para una larga
estancia en el país.
En esa primera función, ofrecida en el número 126 del Paseo del Prado, colindante
con el entonces Teatro Tacón, hoy Gran Teatro de La Habana, se proyectaron los
cortos "Partida de cartas", "El tren", "El regador y el muchacho" y "El sombrero
cómico", a un precio de entrada de 50 centavos para mayores y 20 centavos para
niños y militares. Poco después, el 7 de febrero, Veyre era también protagonista del
primer rodaje en esta isla, Simulacro de incendio, centrado en una maniobra de los
bomberos habaneros y de corte documental como la mayoría de las producciones
durante una larga etapa.
En esa primera fase de introducción y vida itinerante, hubo varios locales dedicados
al Séptimo Arte, entre los que podemos mencionar Panorama Soler, Salón de
variedades o Ilusiones ópticas, Paseo del Prado # 118, Panorama, Vitascopio de
Edison (en la famosa Acera del Louvre), entre otros.
El Teatro Irijoa (Martí en la actualidad) fue el primero que en esta capital presentó
cine entre sus atracciones. La primera de una larga estirpe de salas habaneras de
cine la estableció José A. Casasús, actor, productor y empresario ambulante, bajo el
nombre de "Floradora", luego "Alaska". Más tarde, Casarés convertiría en parlante la
cinta Los modernos galeotes, con la estrella Mary Pickford.
En los seis o siete años anteriores a la Primera Guerra Mundial, el cine conoce una
expansión y estabilización como negocio en las principales urbes de Latinoamérica.
En La Habana, el símbolo de esta época es el Polyteams. Cuba, como los demás
países del continente, atravesó en aquellos años primigenios por las etapas de la
producción y la exhibición ambulante y esporádica, el cambio de proveedores
europeos a norteamericanos, la dependencia de las grandes compañías
hollywoodenses, la discontinuidad y la atomización en las creaciones nacionales.
Desarrollo
Durante las seis primeras décadas del siglo XX, las pantallas cubanas reprodujeron
largometrajes de Argentina, Francia, Italia, México y Estados Unidos. Los artistas y
realizadores cubanos llegaban al mundo del celuloide con proyectos pobres y
esporádicos en el marco de las industrias de estos dos últimos países. No fue hasta
mediados de la década de los años 50 que surgió en Cuba un grupo con
empecinada vocación de lograr un cine verdaderamente nacional.
Los precursores de esa voluntad fueron Tomás Gutiérrez Alea, Julio García
Espinosa, Alfredo Guevara y otros jóvenes intelectuales, vinculados a la Sociedad
Cultural Nuestro Tiempo. Algunos de ellos marcharon a Italia para adiestrarse en el
Centro Sperimentale de Roma, donde tuvieron como amigo de aprendizaje al
colombiano Gabriel García Márquez.
En los años siguientes destacaron los pioneros Enrique Díaz Quesada, En 1930 se
rodó la última producción muda, El caballero del mar, de Jaime Gallardo, y la
primera sonora, La serpiente roja, de Ernesto Caparrós. En los años siguientes, se
consiguió estabilizar la producción en unos cinco largometrajes anuales, la mayoría
musicales o melodramas sin demasiado valor artístico.
La crisis de la década de 1940 hizo que el gobierno liberal de Carlos Prío Socarrás
dictara una serie de medidas de apoyo, y en los años siguientes se intentó mejorar
el bajo nivel de la producción anterior a la revolución (Manuel Alonso hizo Siete
muertes a plazo fijo y Casta de roble, y el mexicano Emilio Fernández La rosa
blanca, 1954).
Jóvenes que al impulso de los tiempos se unieron a técnicos del cine anterior,
amantes del cine, que contribuyeron decididamente al despegue de la nave,
consciente que, como dijera Edison al justificar sus reiterados fracasos para lograr
la bombilla incandescente: “Esto ha sido un experimento de 2000 pasos”, validación
desde la obra de 50 años de cine cubano.
Una de las iniciativas más originales nacidas del Instituto Cubano del Arte e Industria
Cinematográficos (ICAIC) fue la creación, a inicios de la década de 1960, de los
llamados cine móviles, que lleva el cine a regiones apartadas de las urbes, uno de
cuyos grandes animadores fue José Manuel Pardo, responsable de la exhibición de
películas. La experiencia permitió la llegada del séptimo arte a zonas muy apartadas
de nuestra geografía y quedó plasmada en el documental Por primera vez, de
Octavio Cortázar, que nos revela el descubrimiento del cine por habitantes de las
montañas de Baracoa, en el extremo oriental de la Isla.
Los tiempos del joven Martí, de José Massip, de 1960, el documental de Titón,
Asamblea general, de 1960, largo coproducido con Francia, el Realengo 18, de
Oscar Torres con la colaboración de Eduardo Manet, 961, el largo Cuba’58, de
José Miguel García Ascot y Jorge Fraga, de 1962,
Un clásico del documental y primer premio recibido por el nuevo cine cubano lo es
Historia de un ballet (Suite Yoruba), de José Massip, el largo de Titón Las doce
sillas, de 1962, el documental de Manuel Octavio: Historia de una batalla, de 1962,
sobre la alfabetización, Preluido 11, coproducida con la RDA, y dirigida por el
alemán Kurt Maetzig, en 1963, la película de ficción de Ugo Ulive, Crónica cubana,
de 1963, El otro Cristóbal, dirigido por el galo Armand Gatti, en 1963.
Soy Cuba, dirigido por Mijaíl Kalatozov, en 1964, de Fausto Canel, Desarraigo,
película de 1965, el corto El acoso, de Humberto Solás, de 1965, el musical Un día
en el solar, de Eduardo Manet, de 1965, el documental Y…, de Manuel Herrera en
1968, y el mediometraje Manuela también de Solás, en 1966, así como en
antológico documental de Oscar Valdés, Vaqueros del Cauto, de 1965. Uno de los
grandes documentales cubanos, Por primera vez, de Octavio Cortázar, 1967, la
película de ficción Tulipa, de Manuel Octavio Gómez, 1967, así como el documental
de Bernabé Hernández, Salón de Mayo, de 1968.
El largo de Humberto Solás Cantata de Chile, 1975, y de Titón La última cena, 1976,
así como el documental Litografía, de Santiago Villafuerte, 1976, la película El
brigadista, de Octavio Cortázar, 1977, la película coproducida con México y Francia,
El recurso del Método, dirigida por el chileno Miguel Littín, en 1978.
En este periodo hay otros títulos importantes tales como De cierta manera (1974),
única película de Sara Gómez, la primera mujer que hace un largometraje en Cuba,
realizada desde un sentido crítico hacia la revolución que compartía el mismo
Gutiérrez Alea en Muerte de un burócrata (1966). Santiago Álvarez hace De América
soy hijo y a ella me debo (1972) o Abril de Vietnam en el año del gato (1975); Julio
García Espinosa, Tercer mundo, tercera guerra mundial (1970) o La sexta parte del
mundo (1977); Sergio Giral, El otro Francisco (1974) o El rancheador (1976); y
Humberto Solás, Cantata de Chile (1976), todas ellas de marcada militancia política.
El dibujo infantil, que se inicia en 1974, encontró con las películas de Elpidio Valdés,
un personaje que representa a un guerrero mambí batallando por la independencia
cubana de la ocupación española en el Siglo XIX, un cauce en la formación de
valores y principios en los pequeños cubanos, y diseñó un verdadero y enriquecedor
cine para ellos, que ha contrarrestado en gran medida, los disímiles filmes
norteamericanos que tradicionalmente han invadido el universo audiovisual del niño
cubano. Fue popularizada entre los niños cubanos. Otro filme de animación
destacado fue Vampiros en La Habana (1983), también de Juan Padrón.
Otro ícono del cine cubano fue el Noticiero ICAIC Latinoamericano, dirigido por
Alfredo Guevara, actual presidente de la ICAIC. Años después fue dirigido por el
director Santiago Álvarez y el mexicano Rodolfo Espino, productor de documentales.
Otro evento importante fue el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano,
el cual se celebra cada año en La Habana desde 1979, de los más importantes en
América Latina.
Pese a la creciente crisis económica, desde 1980 se han producido algunas de las
películas más interesantes del cine cubano: Gutiérrez Alea hizo en 1983 una crítica
al machismo y al aburguesamiento de su generación en Hasta cierto punto, Fresa y
chocolate (1993) y Guantanamera (1995), coproducidas por España y codirigidas
con Juan Carlos Tabío, documentalista y profesor en la escuela de San Antonio de
los Baños, quien por su parte realizó Se permuta (1983), una hábil comedia, Plaff-
demasiado miedo a la vida (1988), irónica reflexión social que es un gran éxito de
crítica y público, y El elefante y la bicicleta (1992).
Fresa y chocolate, (1993) por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, trata
sobre la intolerancia y presenta la amistad entre un homosexual y un joven
revolucionario militante de la Unión de Jóvenes Comunistas, es un canto a la
comunicación y al respeto a las diferencias, acaparó la atención de la crítica y el
público en los escenarios más disímiles y alcanzó, entre otros reconocimientos, una
nominación a los Premios Oscar, de la Academia norteamericana de Cine, en la
categoría de mejor película extranjera, fue la primera película cubana nominada a
estos premios.
Este cine ha seguido obteniendo éxitos a nivel internacional, sobre todo en América
Latina, tanto en premios para sus actores como para los realizadores.
La Escuela Internacional de Cine, Televisión y Video de San Antonio de los Baños
localizada en San Antonio de los Baños en inmediaciones de La Habana, financiada
por la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y Gabriel García Márquez, fue
creada también para que estudiantes latinoamericanos fueran a Cuba a estudiar
dirección, libretismo, fotografía y edición.
Algunas películas del siglo XXI son extremadamente llamativas y profundas. Viva
Cuba, por ejemplo, es la primera película infantil cubana, donde se va mucho más
allá de una aventura de dos niños, hasta la política y las relaciones en el hogar. La
Edad de la Peseta, fue otro filme de gran repercusión donde se narra una historia en
la sociedad cubana a fines de 1958.En octubre de 2008 se estrena Kangamba, una
producción dramática y bélica de gran envergadura, que rememora las acciones de
las tropas cubanas que colaboraron en Angola en esa decisiva batalla. En los
últimos años el país se ha convertido en una importante plaza en Latinoamérica para
asumir la producción de filmes por los servicios que brinda en este sentido la Casa
Productora del Instituto Cubano de Arte e Industria.
Bibliografía especializada