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Sentencia
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CONSEJO DE ESTADO
SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO
SECCIÓN TERCERA
Rad. 50422-23-31-000-1369-01 (17.031)
Consejera Ponente:
Dra. Ruth Stella Correa Palacio
Inconforme con la decisión, la parte actora impugnó la sentencia del tribunal a quo con
el fin de que sea revocada.
Según la apelante no es un argumento válido para abstenerse de estudiar el cargo de
falsa motivación formulado contra los actos administrativos a través de los cuales se
declaró la caducidad del contrato, el que no se hubieran citado disposiciones violadas,
porque se trata de una causal autónoma prevista en el artículo 84 del Código
Contencioso Administrativo e independiente a la de la violación de una regla de fondo
para la procedencia de la declaratoria de nulidad de los mismos.
Agregó que, de acuerdo con la doctrina y la jurisprudencia, es claro que para el estudio
de la falsa motivación solo se requiere confrontar los hechos invocados como
motivos del acto administrativo atacado con la realidad fáctica probada.
Así, en su criterio, en el caso concreto se encuentra demostrado: i) que en el contrato
se estableció que para la ejecución de las obras el contratista se debía ceñir a las
normas y especificaciones técnicas, planos y diseños suministrados por el municipio; ii)
que una vez se dio comienzo a la obra, las previsiones iniciales comenzaron a
cambiar, fundamentalmente las condiciones del terreno no eran reales y, en
consecuencia, se empezó a demorar la obra; iii) que al contratista nunca se le
impusieron multas y, por el contrario, se le autorizaron todas las obras extras y
adicionales para atender las irregularidades en la conformación del terreno, sin
ninguna consideración de tiempo de ejecución, es decir, aumentando el plazo de la
obra y declarándose desueto el cronograma de actividades; y iv) que era obligación del
municipio suministrar los materiales necesarios para la obra, lo cual realizó con
retrasos, además de que no entregó los diseños eléctricos.
Por consiguiente, concluyó, con sustento en el salvamento de voto que tuvo la
sentencia impugnada, que el incumplimiento del municipio, consistente en no entregar
los diseños y estudios de suelos, no realizar oportunamente los suministros y no
ejercer una vigilancia para evitar los retrasos, imposibilitaba a la administración para
declarar la caducidad del contrato.
Añadió, que existe atipicidad de la causal de caducidad, pues la obra no se encontraba
paralizada sino suspendida de común acuerdo mientras el municipio hacía la consulta
sobre los reajustes solicitados; las actas consignan los recibos a satisfacción y el
contratista venía haciendo esfuerzos en su ejecución.
Finalmente, en cuanto al cargo de falta de competencia desestimado, arremetió contra
la sentencia para recalcar que el plazo no es un elemento caprichoso del contrato,
pues tiene una relación directa con el costo y la satisfacción a tiempo del interés
general, lo cual legitima el ejercicio del poder exorbitante dentro del plazo contractual,
por lo que su uso en forma extemporánea, como lo hizo el municipio, demuestra el
carácter meramente sancionatorio de la medida, que desnaturaliza lo preceptuado en
el artículo 62 del Decreto-Ley 222 de 1983.
8. Actuación en esta instancia.
Vistos en forma sucinta el concepto y propósito que tiene cada una de las aludidas
etapas del contrato, corresponde ahora preguntarse si es posible declarar su
caducidad una vez vencido el plazo de ejecución pactado para cumplirlo y durante el
plazo que se tiene para practicar su liquidación de consuno por las partes o
unilateralmente por la administración, dada la naturaleza de aquel poder exorbitante.
Como quedó visto en el acápite precedente, para que pueda declararse la caducidad
por parte de la administración, de conformidad con su noción legal, se requiere: a) que
exista un incumplimiento de las obligaciones del contratista; b) que ese incumplimiento
afecte de manera grave y directa la ejecución del contrato, y, c) que el incumplimiento
evidencie que puede conducir a la paralización del contrato.
También se explicó que esa declaración unilateral de terminación del contrato, permite
excluir o desplazar definitivamente al contratista incumplido, para asumir directamente
la administración la construcción de la obra o la prestación del servicio o confiarlo al
garante o un tercero que cumpla con los requisitos de idoneidad y mérito requeridos
para continuar con el objeto del contrato y satisfacer el interés público que se persigue
con él.
El motivo legal que da lugar a la caducidad, en esencia, es el incumplimiento por parte
del contratista de sus obligaciones que incide seriamente en la “ejecución del contrato”,
de manera que, razonablemente, se infiera que no se podrá continuar con el objeto
contractual y, por tanto, que no se obtendrá el fin requerido con el negocio jurídico
estatal. Sus efectos, como se recuerda, consisten en la terminación del vínculo
contractual, sin indemnización alguna a favor del contratista; la liquidación del contrato;
la configuración del siniestro del incumplimiento y, por ende, la exigibilidad de las
garantías; la efectividad de la cláusula penal pecuniaria; la inhabilidad para contratar
con entidades públicas por 5 años, y en general la pérdida de los derechos que
emanaban para aquel del contrato. Y, para el ejercicio de esta facultad la
administración debe analizar la gravedad del incumplimiento y el peligro que
representa para la ejecución del contrato, de modo que puede abstenerse de
decretarla y, en cambio, adoptar las medidas de control e intervención necesarias para
superar la situación.
En este contexto, al examinar nuevamente los límites temporales de este poder
exorbitante, la Sala concluye que la caducidad del contrato solo puede declararse
durante el plazo de ejecución y mientras se encuentre este vigente, y no durante la
etapa de la liquidación, teniendo en cuenta: en primer lugar, los elementos de su
definición legal; en segundo lugar, la finalidad de protección del interés público de esta
medida excepcional; en tercer lugar, que la etapa de liquidación del contrato no
está concebida para la adopción de la caducidad del contrato; y en cuarto lugar,
que el hecho de que se pueda recibir o aceptar en mora el cumplimiento de la
obligación, no puede ser entendida como una extensión regular del plazo
previsto en el contrato para ejecutarlo; es decir, porque:
i.) Legalmente la caducidad solo procede en caso de incumplimiento de las obligaciones
del contratista “... que afecte de manera grave y directa la ejecución del contrato y
evidencie que puede conducir a su paralización...”.
Estos dos requisitos sustanciales que deben estar presentes en forma concurrente y
que corresponde evaluar a la entidad para establecer la frustración del contrato (L.
80/93, art. 18), sin duda, descartan que la caducidad pueda decretarse vencido el
plazo de ejecución estipulado en el contrato por las partes para cumplir oportunamente
y a satisfacción el objeto contractual.
En efecto, si la declaratoria de caducidad resulta viable únicamente cuando se
determina por parte de la administración que el incumplimiento del contratista es de tal
magnitud y gravedad que conducirá indefectiblemente a la paralización del contrato, o
sea, que irremediablemente no se cumplirá en el tiempo esperado y requerido con el
objeto contractual, ello presupone que el plazo de ejecución pactado en el mismo no
se encuentre vencido, pues la lógica y dinámica jurídica de esos supuestos indica que
no es posible que se afecte “la ejecución del contrato” y se presente su “paralización”
cuando ya ha expirado o finalizado ese plazo para el cumplimiento regular y oportuno
de las prestaciones que emanan de él. La caducidad supone, entonces, un contrato
ejecutivo, en curso y de ningún modo un contrato ejecutado, cumplido o finalizado el
plazo o el término fijado por las partes para llevarlo a cabo en oportunidad debida (50) .
Esta inferencia, según la cual los supuestos materiales para el ejercicio de esta
potestad exorbitante condicionan y sujetan su ejercicio a la vigencia del plazo de
ejecución estipulado en el contrato para el cumplimiento en tiempo de la prestación,
era igualmente predicable a propósito de la caducidad regulada en el anterior estatuto
contractual, Decreto-Ley 222 de 1983, cuyo artículo 62 consagraba las causales para
su procedencia (análogas a las que establecía el artículo 49 del D.L. 150/76). Así, el
incumplimiento de las obligaciones del contratista del que se derivaran consecuencias
que hicieran imposible la ejecución del contrato o causaran perjuicios a la entidad
pública contratante; la muerte el contratista, siempre que no se hubiera previsto la
continuación del contrato con sus sucesores; la incapacidad física permanente del
mismo; su interdicción judicial declarada; la disolución de la persona jurídica; y la
incapacidad financiera del contratista, eran supuestos que debían producirse durante
la ejecución del contrato para darlo por terminado en forma anticipada, como lo anotó
en su momento la jurisprudencia (51) .
Por consiguiente, la declaratoria de caducidad de un contrato por fuera del plazo de
ejecución pactado en el contrato resulta ilegal, porque si dicho plazo ha finalizado, en
ese estado, obviamente, es imposible que se presente la afectación grave y directa a
su ejecución y la paralización del mismo exigida en la ley para su procedencia.
ii.) Se trata de un poder excepcional que le ha sido conferido a la administración con la
finalidad de afrontar el incumplimiento del objeto contractual y garantizar así la prestación
regular, continua y eficiente de los servicios públicos y funciones a cargo de la entidad
contratante.