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SEMINARIO INTERNACIONAL

La Clínica de la Infancia y la Adolescencia

Alexandre Stevens

Incluye Conferencia en la Universidad

"Cuando la adolescencia se prolonga"

CTFC
Centro de Investigación y Estudios Clínicos
Fundación Asociada al Instituto del Campo Freudiano
Colección
Grulla

Publicación del CIEC


Centro de Investigaciones y Estudios Clínicos
Fundación A sociada a! Instituto del Catnpo Freudiano

Directora Responsable:
HiJda Vittar

Directora Editorial:
Ana María Gallegos

Comité de Redacción:
Adriana Laión
Valeria Carranza

Establecim iento del seminario:


Adriana Laión

Establecim iento de la conferencia:


Ana María Gallegos

Asesor:
José Vidal

Diseño de tapas:
Juan Pablo Andrade Gazze

Traducción:
Liliana Aguilar - Dora Saroka

Versión revisada por el autor. © Edición 2011


SEMINARIO

LA CLÍNICA DE LA INFANCIA
Y LA ADOLESCENCIA*

Primera Parte

^Seminario dictado en el marco de las Primeras Jomadas del CIEC, los días 16 y 17 de
Marzo de 2001.
Presentación

Ana Simonetti: Desde sus inicios el CIEC fue vehículo de enseñanza,


investigación, asistencia y lazo a la comunidad respondiendo a la deman­
da de la época en la orientación lacaniana. Y este rasgo fue posible por la
aceptación de Jacques- Alain Miller a esa creación.De esta manera el CIEC
nace en la contingencia del buen encuentro asociado al Instituto del Cam­
po Freudiano, que con otros centros y secciones clínicas en el mundo son
instancias de formación que aseguran de manera continuada una enseñan­
za fundamental de psicoanálisis tanto teórica como clínica, siguiendo la
orientación lacaniana.
"No hay formación del analista, hay formaciones del inconsciente" llegó
a decir Lacan y nos lo recordaba el miércoles por la noche en la Escuela
Alexandre Stevens. No hay modelo, no hay forma de analista, hay lo que
deja su propio análisis. Desalojado el fantasma, el deseo de saber es posi­
ble para un sujeto que ya no opera por sus prejuicios y está advertido de lo
singular de su goce y del de cada uno. En consecuencia, partimos de una
ignorancia docta.
Con esta lógica, el real propio del psicoanálisis que no es el de la ciencia,
es objeto de transmisión como un saber nuevo cada vez y alojado en el dis-
positivo del pase, en la Escuela.
Por otro lado, el ideal de enseñanza que Lacan situó en 1974 como el
mathema que se apoya en la certeza demostrativa, es posible de transmitir
en el Instituto, para todos, en vecindad a la Escuela y bajo la dirección
atenta y esclarecida de Jacques-Alain Miller.
Esta es la apuesta que el CIEC vehiculiza. Y si bien lo precede un traba­
jo de más de 10 años, su fundación hace poco más de dos años fue un opor­
tuno y auspicioso salto. Tiempo en el que, todos los que trabajamos en él
hemos hecho un firme y seguro camino situándolo en las coordenadas de la
época actual y las demandas a responder a los llamados sóntomas actuales.
Hoy el CIEC da otro paso: promueve y organiza una actividad nueva, iné­
dita, que recoge la marca internacional y transíigüística de la AMP y el
Instituto al realizar el Primer Seminario de rango internacional con un ca­
lificado docente de él, el Dr Alexandre Stevens. Psiquiatra de formación y
psicoanalista en su práctica, es AME de la Escuela de la Causa Freudiana
en París, de la Escuela Europea de Psicoanálisis, miembro del Consejo de
la AMP formando parte de su Secretariado del Pase, DEA del Instituto del
Campo Freudiano.También es fundador y Director Terapéutico de Le Cor­
til, institución para niños psicóticos y neuróticos graves.
Un currículum que es efecto de decidido e intenso trabajo en relación a
la causa analítica, al psicoanálisis puro/aplicado. El privilegio de escuchar­
lo esta tarde y mañana se agregará a la serie de su enseñanza ya iniciada en
la Escuela» en la Universidad, en el CIEC, en la Presentación de Enfermos
en el Hospital, donde captamos un saber esclarecido, un gesto constante­
mente atento, una simpatía poco común, rasgos con los que sabe incenti­
var al deseo al trabajo. Bienvenido Alexandre Stevens.
Alexandre Stevens: Buenos días. Voy a hablarles a lo largo de estas dos
medias jornadas de la clínica de la niñez y de la adolescencia. Hoy voy a
hablarles, en el filo de la conferencia de ayer, sobre la clínica de la adoles­
cencia y voy a reservar para mañana, la clínica del niño psicótico incluyen­
do la clínica del niño psicótico en la institución.
Ustedes saben que la adolescencia, no es como tal, un concepto psicoana-
lítico. El concepto utilizado por Freud era el de la "pubertad". Así hay que
decir que la idea sociológica de un período de una cierta duración entre la
infancia y la edad adulta es relativamente reciente. No he verificado la fe­
cha pero se trata de un asunto de hace uno o dos siglos. Quisiera retomar
brevemente ciertos puntos que tracé en la conferencia, agregando algunas
precisiones suplementarias.
En el momento en que el niño pasa más allá de la infancia, es decir, más
allá de lo que Freud llama "período de latericia", encuentra un nuevo real
que desestabiliza lo que había logrado hasta ese momento en el orden del
síntoma y del fantasma. Y este nuevo real, ya se los articulé como doble,
es decir, por un lado el empuje hormonal pero precisando que es menor el
empuje orgánico que el discurso que lo acompaña, lo que constituye el real
en juego.
Les recuerdo, por otra parte, que Jacques-Alain Miller a propósito del
traumatismo, lo que se llama el "trou-matisme", el agujero traumático,
que es el encuentro con un real, entonces les decía, que Jacques-Alain
Miller señaló que el verdadero traumatismo para un sujeto es el encuen­
tro con el lenguaje; es el efecto mismo del lenguaje. Además, podemos
ver bien que cuando Freud articula la cuestión del trauma no se puede
comprender sin tener en cuenta lo que el lenguaje viene a torcer en la di­
námica subjetiva.
Basta con recordar el tan lindo y pequeño caso "Emma" de Freud, publi­
cado en el Esquema de Psicoanálisis. Se trata de una joven que se encuen­
tra tomada por una inhibición, ya no puede ir más a una tienda, mejor di­
cho a un almacén. Se trata de una especie de fobia. Bastante rápidamente
Freud desenmascara el trauma. Esto surge luego y en relación a una oca­
sión precedente en donde fue a un almacén y había dos hombres que se
reían mirando su vestido. Esto la sume en una cierta angustia y a partir de
allí ya no puede ir más a un almacén. Freud considera, es incluso una con­
sideración que funda el psicoanálisis, que este síntoma, que incluso este
trauma es el síntoma y como tal es un retorno de lo reprimido de un trau­
ma anterior más radical. Y este trauma anterior más radical, lo descubre
en una escena más anterior aún, que tiene que ver con la infancia, cuando
íue a un almacén y el almacenero levantó su pollera y pasó su mano sobre
su sexo riendo mucho. Entonces, evidentemente encontramos en el retor­
no de lo reprimido la serie de los trazos significantes de la primer escena,
es decir, el almacenero, la pollera y la risa.
Cuando vemos estas dos escenas, hay que decir que es la segunda la que
produce un efecto traumático (cuando digo la segunda es la segunda en
el tiempo). Y a primera vista, no es tan traumático que un hombre se
ría mirando una pollera. Mientras que la primera escena forma parte de
lo que hoy en día se llama pedofilia. No sé si este debate está tan pre­
sente en Argentina como en Europa, pero en Europa actualmente hay
muchas cuestiones en torno a este tema. Efectivamente esto aparece co­
mo verdaderamente traumático, un hombre adulto que manosea a una
chiquilla.
Sin embargo, lo que ella dice cuando le habla a Freud es que no recuerda
que ello le haya molestado mucho sino que por el contrario, le produjo un
cierto agrado, a tal punto que volvió al lugar varias veces después. Lo que
le molestó más es que tuvo la sensación de que no comprendía bien lo que
ocurría y que eso debía estar prohibido. Allí tenemos el hueso de lo que es
el trauma, es la relación al lenguaje, el punto de real en la cuestión, y el
sujeto no tiene la palabra para decir lo que le ocurre. Mientras que, al mis­
mo tiempo, en los efectos de discurso tiene la idea de que eso tiene una
cierta significación enigmática del Otro que le escapa. Ese es el sentido de:
"ella tenía la sensación vaga de que estaba prohibido". Entonces, les recuer­
do esta escena freudiana para situar cómo el trauma es primero, ligado a la
entrada en el lenguaje.
El trauma encontrado por el empuje hormonal en la adolescencia, tiene la
misma estructura que esto. Es también, lo que Lacan dice en el prefacio del
Despertar de la Primavera: "él no pensaría eso sin el despertar del sueño".
He comentado esto ayer, en el mismo sentido, es decir, que es el efecto mis­
mo del discurso de que algo debe ocurrir, en ese momento de cambio cor­
poral, con el Otro. Con el Otro sexo en particular, que constituye lo real de
ese empuje pulsional. Y la otra parte de real en juego es la modificación
del cuerpo, la modificación de la imagen, puesto que es el momento en que
sobrevienen los caracteres sexuales.
Unas palabras más sobre el primer real en juego, aquel que tiene que ver
con la dimensión pulsional en su relación con el lenguaje. La pubertad en­
tonces es uno de los nombres de la no relación sexual, es lo que dije ayer
en la conferencia, porque es un punto que encuentra el sujeto donde falta
un saber sobre el sexo, sobre lo que un muchacho y una chica tienen que
hacer juntos. Mientras que todo en el discurso, incluso las conversaciones
entre los adolescentes, les hacen comprender bien que algo tienen para ha­
cer juntos.
Entonces, una manera de definir la adolescencia, tomo aquí algo que di­
jo Daniel Roy en una exposición en el Cereda en París: que la adolescen­
cia consiste en acercarse a una zona donde el saber falta. Este es entonces
el real en juego. Podemos articular esta dificultad en la adolescencia bajo
las dos caras, bajo los dos modos en que el psicoanálisis habla del cuerpo,
el cuerpo como imagen que Lacan escribe i(a), la identificación del estadio
del espejo, y el cuerpo como objeto pulsional, es decir, en la dimensión en
donde está tomado por la libido.

i(a)

Son estos dos aspectos del cuerpo los que están afectados en la pubertad .por
una modificación que constituye lo real que encuentra este sujeto. ¡
Mañana voy a retomar estos dos aspectos del cuerpo a propósito de la psi­
cosis, porque se puede en efecto hacer una clínica de la psicosis a partir de
las modificaciones de lo imaginario y del cuerpo que provoca el desenca­
denamiento.
La cuestión en la pubertad es que el sujeto que encuentra esta modifica­
ción debe encontrar una cierta respuesta y esta respuesta es lo que llama­
mos la adolescencia. La adolescencia es el conjunto de síntomas por los
cuales el sujeto responde a ese real que encuentra. Se trata pues de encon-
i rar el punto de salida de la adolescencia, es decir el punto en que el suje­
to va a poder estabilizar su respuesta para que la pueda hacer válida de allí
en más en su existencia; es lo que llamamos el pasaje a la edad adulta.
Laca'n dice en el Seminario XI que la respuesta que conviene encontrar es
lo que Lacan con Freud llaman el Ideal del yo. En sí mismo es bastante ba­
nal decir esto, la salida en la adolescencia articulada al Ideal del yo, es la
salida del lado de una elección del sujeto por la existencia. Decide una pro­
fesión, un nombre, un ideal, una elección de una mujer, es decir, elige un
síntoma con su marco significante, que va a darle una cierta estabilidad de
allí en más. En ciertos casos el sujeto no lo logra y son esos casos los que
encontramos en las adolescencias prolongadas. Quisiera hablarles hoy, un
poco, de esta clínica. Se trata de la toxicomanía, los fenómenos de anore­
xia y bulimia y también los fenómenos de violencia, de los cuales hablé
ayer.
Pero antes de pasar a esto, un último señalamiento. Si se trata de que el
sujeto orienta su yo, su sentimiento de vida hacia una elección del Ideal
del yo, es decir, una elección que constituirá su existencia, Lacan hace re­
marcar cómo esa elección depende del Nombre del Padre, mejor dicho, es­
tá ligado a la función del Nombre del Padre.
Quisiera agregar hoy un señalamiento sobre el Nombre del Padre. En el
Seminario V Lacan nos adelanta una teoría del Nombre del Padre diferen­
te de la que nos trasmite en el Seminario III. En el Seminario V, la teoría
del Nombre del Padre esta articulada a la función del witz, el witz es el
chiste, a través de lo cual Lacan nos muestra que la estructura esencial del
chiste es que el sujeto que hace el chiste inventa de alguna manera un sig­
nificante, inventa un significante nuevo que aún no está reconocido en el
código significante. Pueden tomar todos los chistes que conocen. Es justa­
mente este nuevo significante, que es generalmente una condensación de
significantes existentes, entonces, este nuevo significante si está bien ele­
gido, hace reír. Y que haga reír quiere decir que el Otro lo acepta, lo reco­
noce como válido. El sujeto que hace un witz, emite un significante nue­
vo, Si, y recibe del Otro, por la risa, la confirmación de que ese significan­
te vale.
Y bien, en el Seminario V, Lacan articula la función del padre de la mis­
ma manera. El padre no es más aquel o no es esencialmente aquel que di­
ce no, aquel que dice la ley. Clásicamente la función del padre, simplemen­
te en el Edipo Freudiano, es prohibir. Según los psicoanalistas esta prohi­
bición va a caer sobre el niño o sobre la madre. Se va a acentuar el lado, el
padre prohíbe al niño de interesarse demasiado en la madre o de manera
un poco más lacaniana, el padre va a prohibir a la madre de ocuparse de­
masiado en el niño.
El paso que Lacan atravieza, en el Seminario V, es considerar que hay al­
go más importante que eso en la función del padre y es ¡a introducción en
el deseo. Que el padre reconozca, que diga sí a la invención significante del
niño, que incluye su invención sintomática. Me parece que esta función
riel padre que dice sí, es especialmente importante en la adolescencia.
La respuesta sociológica de todos los problemas que ocurren en la adoles­
cencia, a menudo van por el lado del reforzamiento de la ley en el sentido
de la prohibición. Incluso, he evocado ayer en la conferencia el hecho de
que en Francia y en Bélgica los representantes del pueblo tuvieron la idea
de castigar a los padres (se trata de un proyecto de ley que no prosperó),
que no cuidaran suficientemente bien a sus hijos, quitándoles ciertos de­
rechos sociales como para empujar a los padres a ser cada vez más el padre
que dice no. Mientras que, especialmente en la adolescencia, la función del
padre necesaria es la del padre que dice sí. Pero dice sí de la buena mane­
ra y al buen encuentro significante de su hijo. No se trata del padre que
11ice sí a todo. Puesto que voy a hablar de la toxicomanía, no se trata del
padre que dice sí, "acá tenés un poco más de dinero si querés". Se trata más
bien del padre que dice sí a las invenciones un poco originales de su hijo
en relación al punto en que él mismo no está tomado en la adolescencia.
Me gustaría primero darles un ejemplo clínico de este nuevo síntoma del
que les hablaba, ejemplo que me parece, muestra bastante bien la estruc­
tura de lo que está en juego en este fenómeno, especialmente de la toxico­
manía.
El ejemplo que voy a tomar no se trata de un toxicómano, es un alcohó­
lico. Se trata de un alcohólico que vi cuando él tenía una treintena de años,
cuyo alcoholismo había comenzado un poco antes del comienzo de su ado­
lescencia. Es un portugués que comenzó a alcoholizarse cuando llegó a la
pre-adolescencia. Y comenzó a hacerlo, esto lo dice aprés-coup, para evitar
escuchar las escenas de peleas entre sus padres. Y así, se refugiaba en el só­
tano debajo de la escalera. Un día, para escuchar aún menos la escena, tu ­
vo la idea de atravesar la puerta y se encontró con la bodega y así empezó
a beber.
Desde el comienzo de su adolescencia bebía allí todos los días hasta que
forzosamente sus padres se dieron cuenta en un momento y le prohibieron
que fuera a la bodega. Entonces comprendió que se le haría más difícil de
allí en más. Y tenía doce años cuando tuvo la idea: antes de que sus padres
cierren la puerta de la bodega con llave, instalar él mismo en la puerta una
trampita, al estilo de lo que tienen algunas casas para dejar pasar al gato.
Así, cuando sus padres cerraron la.bodega con llave para prohibirle el ac­
ceso, él continuó todos los días, regularmente, sirviéndose el vino de sus
padres.
Al cabo de un tiempo, cuando tenía quince años, en plena adolescencia,
los padres no sabían ya qué hacer, puesto que tomaba demasiado todos los
días y tuvieron la idea de enviarlo a Francia a lo de su hermana y allí fue.
En la presentación, le pregunté si se había adaptado bien en Francia, pues
era en la adolescencia, y me respondió: "completamente, pasé del vino al
anís". Y así continuó bebiendo.
Más tarde se va a quedar sin domicilio fijo, va a vivir en la calle, como
vagabundo, pero un vagabundo con cuestiones muy reguladas. También
durante la presentación le pregunté sobre las mujeres y me dijo: "con las
mujeres, ningún problema". Debo decir que era un hombre que no tenía
su aspecto destruido por el alcohol; tenía una cierta esencia, debía ser un
hombre seductor. En efecto, me cuenta que tenía mujeres cuando él lo
quería, que nunca esto le planteó algún problema y que estaba regular­
mente con mujeres.
Pero, me dice, y es allí a donde quiero llegar, al punto de estructura del
síntoma: "pero, no estoy seguro de haber tomado jamás a una mujer de la
mano por la calle, así como jamás solté una botella de mi mano". La es­
tructura de esto se enuncia claramente como una elección de goce. Tan
simple como eso. La causa de esto es una modalidad de lo real que él en­
contró en la adolescencia. Para él, este real que encuentra en la adolescen­
cia estaba marcado por añadidura porque sabía muy bien lo que un hom­
bre y una mujer hacen juntos: se pelean, así lo hacían sus padres. Y la res­
puesta que dio a esto no es un síntoma complicado, no es una elección de
ideal del yo...
Rueño, antes hay que precisar ¿Qué es una elección de Ideal del yo?: es
una elección de existencia determinada por ciertos significantes que pasan
por el Otro pero no es una identificación directa a esos significantes. Hay
nn ejemplo que me gusta mucho como tipo de elección, lo tomo de una
i unción de un cantante francés que se llama Jacques Brel que en una can-
t ión sobre los burgueses habla de los niños y dice: "y será farmacéutico
porque papá no lo era". Ustedes tienen allí todo lo que representa una elec­
ción sintomática del Ideal del yo. Además pueden ver todos los equívocos
ya que esto puede escucharse también como: "será farmacéutico en oposi-
i ión al papá", o también "será farmacéutico porque era lo que papá quería
ser y no llegó a serlo". Estas son las ambigüedades sintomáticas que se
i onstituyen para responder a un real y que hacen el fondo de lo que se de­
nomina una neurosis.
1.a neurosis es lo mejor que tenemos para transmitir a los niños. Luego se
verá, si esta neurosis es muy pesada hará falta un análisis. Entonces, pode­
mos ver enseguida que el farmacéutico que evocaba, que es el niño mítico
de una canción, su elección de respuesta es una elección que implica una
envoltura significante compleja, que por cierto tiene una parte de goce, el
goce del farmacéutico, pero que igualmente tiene una envoltura signifi­
cante precisa.
En el alcohólico del que les hablé, su elección de respuesta es una elec­
ción estricta de goce con un significante, pero este significante es en sí
mismo el goce en cuestión. Es la botella, es el vino y luego el anís. El vi­
no y el anís no forman Si y S2 , no es una dialéctica, tampoco una adap­
tación, sino que es lo mismo que cambió de nombre, son dos Si cada uno
de los cuales queda solo. Es la estructura del partenaíre- síntoma, el sujeto
se hace un partmaire, un partenaíre de goce que en este caso es el alcoholis­
mo.
Y bien, me parece que esto es lo esencial de lo que está presente en la es­
tructura de la toxicomanía. Lacan dice de la toxicomanía que es una ma­
nera de prescindir del hace-pipi. Es decir que la respuesta toxicómana al
real que encuentra el sujeto no es forzosamente el real de la pubertad. De­
ben existir niños toxicómanos pero me parece que es más frecuente a par­
tir del comienzo de la entrada en la adolescencia. También ocurre que hay
personas que entran en la toxicomanía mucho más carde, pero eso tampo­
co es muy frecuente.
Me parece, entonces, que es en el período en torno a la adolescencia, in­
cluso en la adolescencia un poco tardía, aquella que no se termina de cerrar,
que los sujetos entran en esa elección de goce. Es una elección que deja de
lado el sexo, que deja de lado la cuestión de la relación al sexo. Sé bien que
ciertos toxicómanos dicen que comenzaron a consumir para estar más có­
modos con una muchacha. O sea por el sexo. También sé que la toxicoma­
nía se hace en pareja o en grupos de partenaires sexuales y esto no impide
que muchos de ellos tengan relaciones sexuales.
Tuve ocasión de supervisar una institución de toxicómanos, en Bruselas,
en donde escuché una gran variedad de casos en relación a esto. Lo que me
parece claro es que, como el alcohólico del que hablé recién para quien las
mujeres y el sexo no constituían ningún problema, sin embargo este hom­
bre, su elección personal más importante de goce, aquella que él aclara que
no dejará no está del lado de lo sexual.
Del mismo modo que esa elección toxicómana, cuando se trata de una
elección decidida, no hablo de los jóvenes que fuman un porro; considero
que eso no forma parte de la toxicomanía sino que forma parte de la mo­
da adolescente normal de hoy en día.
Entonces, los toxicómanos que efectivamente han elegido este modo de
goce, por este modo han apartado la dificultad de relación al sexo. Aunque
por otro lado tengan relaciones sexuales, estas relaciones sexuales no están
en el centro de su síntoma, de su elección de goce y no les plantea un pro­
blema especial puesto que pasar un momento es menos dramático que la
pérdida de la elección de goce toxicómano.
Evidentemente, hay que pensar esto en el caso por caso y voy a volver so­
bre este punto. Porque una salida posible de la toxicomanía, aunque es re-
lutivamente raro, está justamente del lado de haber descubierto un parle-
Nitire sexual, sexuado, un hombre o una mujer, y reencontrarse frente a la
elección de goce toxicómano y poder moderarla en beneficio del goce se­
xual. Esto ocurre, no es tan raro, y es una salida, en fin, es un tratamiento
iIr la toxicomanía que puede llegar a cambiar o apaciguar ese modo de go-
i e en beneficio de otro, en beneficio de la constitución de un síntoma. Es
decir, se trata de tomar a una mujer como síntoma más que al tóxico.
Entonces en este goce, ¿cuál es el significante que viene al lugar de lo
leal? Para el alcohólico del cual hablé, dije que era la botella no el vinó, ni
el alcohol, es decir que no dije que era el elemento consumido sino que di-
|r que el significante es aquel que él mismo propone: "nunca solté una bo­
tella ile mi mano".
I >rl lado del toxicómano no diría que el significante que organiza esa res-
puesta de goce sea el tóxico, el cóxico que consume. Diría más bien que
pionero es algo que hay que ver caso por caso, pero si quisiéramos buscar
mi significante que responda un poco a la estructura general de este pro­
blema, diría que es el cálculo de la dosis. El cálculo de la dosis con lo que
dio implica de juego con la muerte, de riesgo mortal. Y algunos llegan
muy cerca sabiendo que es lo que van a alcanzar. Lo que vemos es que a
falta de encontrar el sexo, en este goce substitutivo, por fuera del hace-pi­
pi >lo que se encuentra en el límite es la muerte, la pulsión de muerte.
Retomaremos en el debate esta cuestión de la toxicomanía ya que ahora
me gustaría decir algunas palabras sobre un segundo síntoma: la anorexia
- bulimia.
Esto me hace pensar que quiero agregar algo más sobre la toxicomanía.
La toxicomanía en la psicosis. Vemos que no es tan raro y debo decir que
en una institución para toxicómanos como la que superviso, que es una
institución que acepta en estados de urgencia toxicómanos en estado gra­
ve, se encuentran muy frecuentemente psicóticos. Hay una función de la
toxicomanía en la psicosis que no hay que olvidar nunca cuando tenemos
que ocuparnos de estas personas. Serrata también de una elección de goce
pero al mismo tiempo la toxicomanía puede servir de velo, como una ma­
nera de ocultar la rareza que el sujeto encuentra.
Los fenómenos alucinatorios del psicótico se ponen en continuidad con
las seudo-alucinaciones toxicómanas al punto de permitirle tornar esas alu­
cinaciones más sociales. Incluso él mismo puede explicarse sus alucinacio­
nes por el tóxico. Los toxicómanos psicóticos inteligentes son totalmente
capaces de explicar los dos fenómenos, las alucinaciones ligadas a la droga
y las que no están ligadas a la droga, como cosas completamente diferen­
tes. Y esto puede localizarse clínicamente en el discurso en tanto las alu­
cinaciones ligadas a la droga son imaginarias mientras que las alucinacio­
nes psicóticas son alucinaciones que le hacen signo al sujeto. Para ciertos
toxicómanos la superposición de alucinaciones imaginarias con las que ha­
cen signo disminuyen la potencia intrusiva del signo, porque atenúan el
signo. Y agrego que en esos casos, la toxicomanía es un verdadero trata­
miento de lo que es absolutamente insoportable para el sujeto. Y no sería
necesario que el sujeto deje su toxicomanía, muchas veces al contrario,
simplemente que pueda sopesar si la toxicomanía pone su vida en peligro.
Ahora bien, con respecto a la anorexia- bulimia. Esta mañana vimos una
mujer en la Presentación de Enfermos que presentaba momentos de buli­
mia. Momentos de bulimia que no son fáciles de situar. Bueno, dejo para
la discusión, a los que estuvieron presentes esta mañana, tal vez se pueda
retomar aquello lo que se trataba para esta mujer en relación a lo que voy
a decirles ahora sobre la anorexia y la bulimia.
A menudo se las presenta juntas, la anorexia- bulimia, como si una fue­
ra el reversó de la otra, un más y un menos. Me parece que esto no convie­
ne en absoluto. Sin embargo en los dos casos hay como en la toxicomanía
mi consumo, el consumo de nada o el consumo de comida. Hay, además,
tres caracteres comunes en la elección de goce, entre anorexia, bulimia y
toxicomanía.
Se trata en primer lugar, de un goce que se apoya sobre la falta y lo ple­
no, Esto se puede remarcar también en los toxicómanos: un goce entre la
la lia y la dosis. Y en la anorexia-bulimia es un goce que se asienta entre:
Kill ¡i algo en el cuerpo y esta demasiado lleno.
Ill segundo carácter común, es que una vez más se trata de un goce por
hirni del sexo, no sexual, un poco diferente que para la toxicomanía pero
liirru del sexo. Volveré sobre esto.
V en tercer lugar que se trata de un síntoma que pone en juego, de ma-
iir i o muy viva, la pulsión de muerte. Entonces, en el plano principal del
|nol tierna de la anorexia-bulimia, hay una cuestión de imagen, digamos
niil'. bien, una cuestión de pérdida de la imagen. Son sujetos que... bueno,
in Inro que hablo aquí de la anorexia-bulimia en la adolescencia y en lo que
Uigur porque para la anorexia del niño hay que decir cosas un poco dife-
imies, También volveré sobre esto.
I iiionces, se trata de problemas de imagen, de pérdida de imagen. La
luiiigrii del cuerpo como envoltura corporal no es satisfactoria para el su­
it io, no es satisfactoria para vestir, para envolver el cuerpo pulsional. En-
loiii rs este sujeto intenta recuperar un cuerpo en el límite, por el límite.
IMr sujeto puede decir cómo engordar es vivido como una experiencia ca-
iiisioííini por la cual el cuerpo se les aparece como arrebatado, se Ies apa-
rece como no siendo más propio.
Uno de mis colegas, Recalcatci, de Milán, que trabajó mucho con la ano­
rexia y la buiimia en una institución para adolescentes anoréxicas y bulí-
micas, señala que esa manera de intentar recuperar un cuerpo se hace por
dos maneras diferentes en la anorexia y en la buiimia. Para la anoréxica, el
horizonte es la contemplación del hueso. En la anorexia, es extremadamen­
te sorprendente ya que podemos ver a alguien extremadamente delgado
que todavía se ve muy gordo. Al punto de preguntarse lo que no sería de­
masiado gordo. Efectivamente, Recalcatti lo articula muy justamente en
el punto que podría hacer detención en el espejo y poder hacer verdadera­
mente una envoltura corporal. Les recuerdo, además, que en "La Dirección
de la Cura”, cuando Lacan habla de la espiritual carnicera de Freud, evoca
la imagen femenina fálica diciendo cómo esta mujer busca ser el falo aun­
que sea un poco flaco. Escuché una vez decir a una mujer, sin duda histé­
rica que tenía una cierta tendencia anoréxica, lo decía en chiste, que sólo
estaría contenta si en el espejo su cuerpo se redujera a una línea. Esa línea
es el falo un poco flaco.
Recalcatti, entonces, articula esto a algo que tiene que ver con una nada
más significante, el hueso. En general, vemos nuestra imagen y constitui­
mos nuestra imagen a partir de la forma de la envoltura del cuerpo. La te­
sis de Recalcatti sobre la anorexia es una tentativa de constituir una ima­
gen del cuerpo, en lo que en el cuerpo es lo más irreductible, en lo que en
el interior es lo más irreductible, el hueso. Yo les planteo esto como la te­
sis de Recalcatti, pero es también la de Jacques-Alain Miller.
En un curso, no recuerdo cual, habla de la anorexia y de la buiimia y di­
ce que en esos casos todo ocurre como si el sujeto buscara reconstituir un
cuerpo a partir de un objeto, y discute si es en la alienación o en la sepa­
ración, y finalmente concluye diciendo que en estos casos de lo que se tra­
ta para el sujeto es de recuperar un cuerpo, en el Otro, un cuerpo por el
Otro, pero este Otro es el agujero mismo.
Lo que les señalo tiene la misma estructura que lo que les señalaba con el
alcohólico y su botella. Es la respuesta por el hueso, por el hueso que es a
la vez objeto, es el cuerpo captado por un objeto pero que es al mismo
i iempo el significante de este objeto. Y en la bulimia, el medio de recu­
peración del cuerpo es el vómito, que es diferente del hueso. No se trata
aquí tampoco de la envoltura corporal sino de un elemento que está en el
interior del cuerpo. En el primer caso es el elemento irreductible del inte­
rior, el hueso, y en el caso de la bulimia es un elemento eminentemente lá­
bil del interior, el vómico, es decir la materia de lo vomitado que eviden­
temente viene allí como un objeto significante que estabiliza el interior y
el exterior del cuerpo.
Entonces, les decía que anorexia y bulimia no son simétricas. No son si­
métricas tampoco desde el punto de vista del sujeto. La anorexia está del
Lulo de la vivacidad del pensamiento, de la agudeza del pensamiento. Se­
guramente conocen a esas anoréxicas capaces de llevar a cabo un gran tra­
bajo aunque estén extremadamente delgadas y débiles y sin embargo son
i «paces de producir un trabajo intelectual, en ocasiones excepcional. La
bulimia por el contrario pone al sujeto del lado del estupor, del lado del
no pensamiento. El sujeto atosigado por el exceso de comida se encuentra
unís bien en posición pasiva de no pensamiento.
Ahora voy a hablarles de dos fragmentos clínicos sobre la anorexia y la
bulimia con la perspectiva de situar por medio de los ejemplos estos dos
modos de goce. Y también con la perspectiva de orientar lo que podemos
liiii er en estos casos. Porque hay que decir que estos nuevos síntomas, sea
1« toxicomanía, sea la anorexia o la bulimia presentan una cierta resisten-
1 1« «I psicoanálisis. Presentan tanto más una resistencia al análisis cuanto
que son síntomas que ponen de relieve una elección de goce fijado. El psi-
i o«inílisis no modifica muy fácilmente el modo de goce. Sí permite captar
i'l goce que está en juego en el síntoma pero en estos casos, el goce está
muy en primer plano, no es entonces algo a hacer aparecer detrás de lo que
•« rsi onde sino que está más bien en primer plano.
I monees estos dos casos, o fragmentos de casos y luego el debate.
El primer caso que quería evocar se trata de una joven anoréxica que só­
lo vi una vez. Vino con su padre y su madre cuando tenía trece o catorce
años. Su padre, un hombre sabio, inteligente, profesor de la universidad,
idealista, estaba a favor de que su hija viera regularmente a un analista. Su
madre, una gran paranoica, estaba totalmente en contra, y lo dice inme­
diatamente, de que su hija emprenda un análisis. Sin embargo, aceptó ve­
nir a verme para que su marido no pueda acusarla de no haber intentado
todo. Los padres estaban en plena separación con una gran dificultad, la
madre acusaba a su marido de dejar caer a su hija, que iba a enfermarse to­
davía más. Entonces este hombre dejaba a su mujer y al mismo tiempo no
se animaba a dejarla y entonces volvía un poco, y así etc..
En esa primera sesión vi también a la joven sola quien estaba más bien
decidida a no decidirse, tomada entre las opiniones de sus padres. Decidí
no tomarla en análisis diciéndole que estaría de acuerdo en recibirla cuan­
do ella lo deseara. Hay que agregar que estaba en una situación grave des­
de el punto de vista físico, poniéndose incuestionablemente en peligro a
causa de su anorexia. Su anorexia estaba ligada, es así como pude entender­
lo, a una dificultad que encontraba a partir del momento en que empeza­
ba a devenir una joven. Tenía una dificultad para imaginar su cuerpo
transformándose y pienso también que su padre estaba demasiado compla­
cido con su niñita que estaba en tren de volverse joven, lo que acentuaba
aún más el trastorno de la señorita.
Su anorexia tuvo este efecto de dejar a la joven sacándola de la evolución
sexual hacia una mujer, eliminando a la vez las formas nacientes de su
cuerpo y la menstruación. Entonces, la vi sólo una vez. Seis meses después,
su padre vino a verme para comenzar él mismo un análisis. Y a él lo vi du­
rante diez años. Por lo tanto escuché hablar de su hija de canto en tanto.
En primer lugar, rápidamente pude notar que su hija era psicótica, lo que
no vi la primera vez porque no era posible verlo, porque la psicosis no se
ve, se escucha y la primera vez ella sólo se dio a ver. Pero era incuestiona­
blemente psicótica puesto que escuchaba voces que le hablaban a su padre;
fenómenos incuestionables.
liste* padre tenía lo que voy a llamar un fantasma de patriarca, es decir,
u nía el ideal de una familia con varios hijos que luego le daría nietos y to­
llos se juntarían regularmente alrededor de él. Hay que agregar que esta
mini nació a partir de un segundo matrimonio del padre luego de que su
Ih ¡mera esposa muriera inesperadamente, y para dar una madre sustituta
a mis hijos, porque ya tenía tres, se casó con la gobernanta de ellos. Debe­
mos captar que en este movimiento se casó con una madre sustituta y no
i on una mujer. Lo que en relación al deseo del padre, a la posición del pa­
ille, es evidentemente muy simpática en cierto nivel, quería cuidar a sus
lujos, pero es una posición que fracasa en tanto que lo que debe ser la po-
•iii mu del padre, dice Lacan, es hacer de una mujer el objeto causa de su
i li seo. lis un ejemplo muy preciso de un hombre que por buenas razones
digió no hacer de una mujer la causa de su deseo en el momento que se
i lisa por sus hijos. Así, le da a esta mujer un hijo suplementario para que
din sostuviera bien su rol de madre sustituta.
I I problema estalla al mismo tiempo que se agrava la anorexia, en el mo-
II h nui en que él ya está agotado de esta mujer, hay que decirlo, insoporta-
Iîle V además, encontró otra que desea. Y está en la situación de camuflar
n cMii otra para no dañar a esta hija anoréxica.
I'mc análisis del padre tuvo un efecto en la joven, en dos tiempos. En un
pinnci tiempo, muy pronto en el análisis, le pregunté porqué pensaba que
lt liaría mal a su hija enterarse de que él amaba a una mujer. Que eso me
ile jaba perplejo. Mi sorpresa bascó para permitir la suya. Y con todala pru-
i Ii i i i ni del obsesivo empezó un proceso... imprudente. Digamos, impru­

dente en relación a su mujer, pero excelente, pudo decir lo que ocurría, que
di jaba ¡i la madre de su hija porque era insoportable y porque amaba a otra.
A pai(ir de ese momento sucede algo que él esperaba pero había decidido
aiiirignr.se. Su mujer, la madre de su hija, no le permitió más ver a su hi­
ja No se lo permitió más porque sugería a su hija que no aceptara más ver
a mi pudre en esas condiciones. Y sucede que a partir de ese momento la
aniiicxiii de su hija se modera, ya no se puso más en peligro de muerte. Ha­
bla sido hospitalizada muchas veces y esto no fue más necesario.
En un segundo tiempo, regulando su fantasma patriarcal, dejándolo un
poco caer, consideró que no era tan dramático no ver más a su hija si ella
estaba mejor. Y a partir de ese momento no insistió más en verla y enton­
ces ella empezó a telefonearle. Pasaron muchos años después y su hija se­
guía anoréxica pero de manera moderada, como esas mujeres modelos, las
mannequím. Y en lugar de andar buscando el hueso en el espejo comenzó a
interesarse por el hueso intelectual; hizo estudios universitarios, eligió es-i
tudiar psicología, lo que me parecía muy mala idea. Pero ... no era yo el
que tenía que decidir, ni su padre. Pero cuando terminó sus estudios de
psicología era tan brillante en la universidad, que le dieron un puesto de
enseñanza e investigación que no estaba ligado a la clínica... lo que me pa--
reció excelente. Aún hoy está allí, es una salida de la anorexia por un cier­
to lado, porque fundamentalmente ella continúa siendo anoréxica, pero el
hueso se desplazó.
Segundo caso, muy brevemente. Se trata de una bulímica que viene a ver­
me desde hace poco tiempo, tiene treinta y cinco años, pero es una bulí­
mica que se desencadena en la adolescencia. Se transformó en una obesa;
hasta el día en que, después de haber tenido uno de sus muchos señala­
mientos por parte de su familia en relación a sú obesidad, una de sus tías
le dijo: "pero, ¿no conoces el truco?, basta con vomitar. Podes comer lo que
quieras y después vas y lo eliminás". A partir de ese día comenzó a hacer­
lo. Al principio le costaba pero después encontró un cierto agrado y más i
tarde un gran goce, doble, llenarse y vaciarse. i
Hoy en día, tiene una tendencia a tener una forma de cuerpo que va ha-i
cia la anorexia, pero al mismo tiempo es completamente bulímica. Esta;
bulimia permanece relativamente moderada por el hecho de que esta mu­
jer se desencadena después de la adolescencia, a la salida de la adolescen-;
cia. Esta mujer deseaba mucho ser mujer y seducir. Y por otro lado, tiene
algo muy seductor. Digamos que en su actividad tuvo mas bien logros. Vi- ¡
vió con dos o tres hombres, pero como me decía, no pasaba más de una se­
mana sin engañarlos con otro hombre. Es una bulimia de seducción. Pero
esta dimensión femenina, esta dimensión de cuerpo femenino, limitaba su
lí«mc bulímico y su tendencia a adelgazar cada vez más por miedo a encon-
i i.irse algún día muy gorda. Hasta ei momento en que encuentra un hom-
l'tr que es mucho mejor que los otros y con el cual decide estabilizarse, y
i un quien convive desde hace un año cuando viene a verme. Y por prime-
i a vez en su vida no ha engañado a su pareja. Pero por este hecho, aunque
»•lia sigue queriendo gustarle, el goce bulímico no logra más ser limitado.
V nú neutra todos los pretextos para mandarlo a pasear, "anda al cine sin
mi, |»refiero descansar", para tragarse cantidades enormes de comida e ir
Inmediatamente a vomitar. Varias veces por día. Esto se le vuelve muy pe-
•uidn y es por eso que viene a verme.
K interesante porque en este caso, ella dice cómo sabe que aún tiene un
i uei |x> con forma femenina, pero cada vez menos y es una lástima pero no
Imi i Ir evitarlo. A favor de este goce bulímico es necesario que ella se vuel-
Vii lints delgada aún. Ella sabe que será mucho menos bella, sabe que des­
di el punto de vista de la estética y de su anhelo de seguir femenina sería
mi'|tir no hacerlo, pero ella explica bien cómo esto es algo más fuerte que
i llii Su cuerpo ahora ya es bastante delgado, y ella dice claramente que no
punir linter mas que esto. Ya se comienzan a ver los huesos a través de la
piel pero no lo suficiente como para que ella se sienta bien con su cuerpo,
•niiii 11ii* sea menos bello.
Aquí irnemos dos ejemplos. Este segundo que veo desde hace poco tiem­
po un puedo garantizar que no sea psicótica, pero en todo caso no se ha'de-
m ni iidrnado. Sin embargo tengo razones para tener mis dudas. En este ca-
«i vemos los dos fenómenos que se presentan, que situaba recientemente a
piiiiu dr los trabajos de Recalcatti y del texto de Miller sobre la bulimia
v tu niiorcxia, que alguien tuvo la gentileza de precisarme en el intervalo
qui lo hace en "El Otro que no existe"., y bien, entonces vemos aquí los
diih Iruiimenos. Su goce fijado por el rellenarse y vomitar y su imagen, en
I I temido de poder habitar su cuerpo, de poder encontrar un límite a su
i tu i po lijado por el hueso a encontrar en el espejo.
Voy a dejar aquí para dar lugar a las preguntas y los debates y continua-
o m.iii.m.i sobre los puntos que ya anuncié.
Ana Simonetti: Bueno, disponemos de tiempo para preguntar, para de­
cir...
A lexander Stevens: Planteo una primera pregunta. Recuerdo en este
momento una pregunta que le planteé a Eric Laurent sobre esta bulímica:
"¿Qué podemos hacer en el análisis con una persona que vomita de una
manera tan ... cuyo vómito representa un goce tan fijado?". Y Eric respon­
dió que no se puede más que decirle: " Venga a vomitar aquí, inda su his­
toria" (risas). Su historia por supuesto. Y esperar que al t abú de muchos
vómitos de su historia pueda vomitar un poco menos de comida en su ca­
sa.
Esto está dicho de una manera divertida, como un chiste, sin embargo es
muy serio. Porque en el análisis buscamos que un sujeto pueda tapiar su
punto de goce. Pero tenemos estos casos de sujetos que t ¡ene un goce fija­
do, explícitamente fijados y donde tenemos la idea de que el análisis no
podrá hacerlos cambiar. De lo que tenemos idea de que el análisis puede
hacer, es ayudar al sujeto a poder domesticar su guie, como lo mostré en
el primer caso y como lo hace ver Eric Laurent en la respuesta a mi pre­
gunta.
Flory Kluger: Quería agradecerle la exposición a Alemmdrr Stevens,
además de saludarlo. Llegué un poco tarde, no estudié la puniría parre del
caso, pero me interesaba esta intervención que harías ict lén i esperto del
comentario de Eric Laurent porque, digamos, me remullí mi mui rol con
Eric Laurent a raíz de un paciente que tenía prártii as Itomosesuales y que
sin embargo su fantasma giraba alrededor de tener una mn|ei, ■asarse y te­
ner hijos. Eric Laurent, justamente, retomó la <uestlón de la lqr/a del go­
ce en este hombre vinculada a una elección de objeto Itomnsnmal, razón
por la cual suponía que eso no iba a poder «lejut lo. De todos modos, me in­
teresaba la intervención vía una metáfora, porque «leí lili "vcitl a vomitar
acá"... Con lo cual me quedé pensando en el diiigmlsilm «le esiin« mru que
vos hacías de esta paciente cuando decías «pie sospet liabas que podía ser
una psicosis.
En ese sentido, quería preguntarte ¿cuáles son los elementos que te ha­
cen pensar en una estructura psicótica? Me parece que es interesante en el
sentido de que siempre que nos encontramos con un síntoma de bulimia
o anorexia esas no son categorías que manejamos desde el Psicoanálisis.
Por eso me interesaba que detrás de la bulimia vos sospechás una psicosis.
Y en ese sentido, esa intervención por la vía de la metáfora ¿qué efecto
puede .'tener, en el caso de que lo sea?
A lexander Stevens: Efectivamente anorexia y bulimia no son categorías
clínicas psicoanalíticas. Las tomo dentro de la serie de los nuevos síntomas
en el campo social, frente a los cuales no debemos retroceder, pero no se
trata de hacer una nueva categoría. Mas bien, lo que pone a estas personas
en serie no es su estructura subjetiva sino que es una cierta modalidad de
uso de un fenómeno. Entonces hay que distinguir inmediatamente entre
anorexia y bulimia lo que está mas claramente en la vertiente de la neuro­
sis...
Lacan señala especialmente para los niños anoréxicos o las jóvenes ano-
réxicas desde el comienzo de la adolescencia, cómo se puede ver en la di­
rección de la cura que se goza tanto de un rechazo como de un deseo. Es
decir que en ese momento él hace una lectura de la anorexia que está mas
en la vertiente histérica y que hace valer que se trata de niños demasiado
amados en el sentido de demasiado rodeados por una madre que sé intere­
sa mas en sus necesidades y no en su deseo.
Hay dos lugares en donde Lacan hace este tipo de señalamiento y dice,
gozar de un rechazo como de un deseo, de eso se trata en el niño que re­
chaza la comida de la madre porque es el único plano en el cual puede res­
ponder al interés materno que sólo se dirige a sus necesidades. Entonces el
niño responde, no es una necesidad, es un deseo, entonces no como. Pode­
mos ver allí que no se trata de hacer una estructura con la anorexia y la bu­
limia.
El primer caso que presenté es un caso de psicosis, pero el segundo, ten­
go dudas sobre la estructura a causa justamente de esta rareza de la cual
ella es perfectamente consciente, entre las dos caras de su imagen que ha­
ce que no pueda habitar el cuerpo que desea sino que debe habirar un
cuerpo que se le aparece de alguna manera, como impuesto. Una vez di­
cho esto ella no dice "es el Otro que me impone", y entonces es por ello
que me parece muy posible que sea una psicótica pero aún no rengo ese
rasgo que me permita decir sí.
Claudia Lijtinstens: Yo le quería preguntar...que escuchamos frecuente­
mente estos síntomas de bulimia y anorexia en mujeres. Entonces, sobre
esta relación entre el goce de la anorexia y la bulimia y la dimensión feme­
nina.
Alexander Stevens: Espontáneamente uno dice todo eso, pero latean di­
ce lo contrario. En una pequeña nota, se trata de un pequeño texto que de­
be haber aparecido en un Ornicar en los años '80, sobre la anorexia men­
tal, Lacan dice lo contrario. Es sorprendente. Me acuerdo también, que en
los años '80, Eric Laurent hizo un comentario de este texto de Luán que
apareció no puedo decir bien dónde. Y Lacan dice allí que entre el conjun­
to de anoréxicos que encontró hay una mayoría de varones.
En ese momento, Lacan tiene una idea de la anorexia, es decir, lo que él
llama anorexia no es lo que nosotros llamamos fenómeno unoréxico como
un nuevo síntoma de nuestra época. Tampoco es tan seguro que sea tan
nuevo. Pero hoy en día estamos nosotros mismos intoxit ados por el DSM
- 4 y ese tipo de clasificaciones y esto hace que efectivamente veamos más
la dimensión anoréxica con una cierta relación explícita al cuerpo que pa­
sa más por el lado femenino, que pasa mucho más fácilmente en cuanto
que es la imagen, la imagen oficial de la mujer hoy en día, si existiera. Es
decir que ha habido muchos tipos de mujeres modelo en el transcurso de
la historia; Marilyn Monroe no es la modelo de hoy en día. Entonces hay
algo actual, de hoy, que empuja por ese lado. Pero hay que decir que La-
can cuando habla de anorexia agrega anorexia en cuanto a lo mental, y re­
cuerden que es el diagnóstico que le pone al paciente de Kris que se pre­
cipita para ir a comer sesos frescos. No hay nada en ese texto que no de la
idea de que ese hombre es anoréxico, en el sentido en que se habla a me-
J

nudo de anorexia. Pero Lacan dice anorexia en cuanto a lo mental porque


tiene la idea de que ese hombre que rechaza ser un plagiario rechaza comer
el texto de los otros. Así es como comprendo esto. Entonces, anorexia en
cuanto a lo mental. Les doy también algunas razones sobre esta indicación.
Pienso que está estudiado en relación a la imagen de la mujer hoy en día,
pero al mismo tiempo pienso que sería importante retomar esta parte de
la enseñanza de Lacan para aclarar este punto.
Pregunta: Es una pregunta acerca de la clínica de la adolescencia. Por­
que pensando en esta afirmación de la adolescencia como una respuesta a
ese real que se despierta, y pensar que la respuesta esperable está del lado
del Ideal del yo... Mi pregunta es ¿cuál es la incidencia de eso en la direc­
ción de la cura en un adolescente?
A lexander Stevens: Voy a decir más bien lo que no debe ser la direc­
ción de la cura. Me parece que el analista, para que el adolescente pueda
encontrar ese punto, es necesario que pueda, dice Lacan, servirse del padre
para poder prescindir. Servirse del padre como instrumento sin darle la
consistencia de una creencia. Me parece que en la dirección de la cura el
analista no tiene que tomar esa posición sino, mas bien, tiene que ayudar
al adolescente, no tanto ayudar, pero sí orientarlo para estar listo para un
encuentro posible de ese tipo. Creo que ayer evoqué el caso de un joven,
de un adolescente que encontró un nombre del padre que era un jefe de
banda en un arrabal y para él operó muy bien. Pienso que el analista, este
muchacho estaba en análisis, es aquel que hizo que este muchacho pueda
usar eso de ese modo.
Pregunta: Yo quería preguntarle la relación de la anorexia, inclusive
también de la anorexia mental, pensada a partir de la inhibición. Puesto
que Freud ubica a la anorexia y también a la inhibición intelectual en es­
ta vertiente en donde juega la imagen narcisista y, en contraposición al sín­
toma, dentro del ámbito de la inhibición. Pensando anorexia a partir de la
inhibición, ¿qué piensa acerca de esto? Porque hay cierta relación entre el
predominio de la imagen en la cultura contemporánea y la presentación
del síntoma bajo estas modalidades autistas o narcisistas, diríamos.
Alexander Stevens: Me parece que la anorexia no se puede pensar en
términos de síntoma como formaciones del inconsciente. Es decir, en tér­
minos de síntoma articulado por una envoltura significante, Si S2, que
fija un cierto goce. Por ejemplo, la tos de Dora remite a una cierta identi­
ficación al padre por el sesgo de toda una trama significante que incluye
la impotencia del padre, que incluye un pequeño fantasma de felatio. Bue­
no, eso es el síntoma clásico, formaciones del inconsciente.
No es posible pensar la anorexia así. O más bien en ese marco no se pue­
de pensar la anorexia más que en términos de inhibición, como usted lo
dice. Es decir, más allá del síntoma. Con la última enseñanza de Lacan, po­
demos pensar la anorexia no en términos de códigos significantes sino en
términos de elección de goce fijado a un significante. Y vemos inmediata­
mente que esa enseñanza pone de relieve la cuestión de la imagen. Como
lo formuló Miller, en "Lo que hace Insignia", es Si y el pequeño a.

S i ------- S2 Si = a

R R

Es el síntoma y el goce y es también significante pero como uno solo que


fija al mismo tiempo el sujeto y su goce. En el ejemplo que di de anorexia
es el hueso. En Joyce, por ejemplo, lo que Lacan va a llamar el sinthome
va a darle un nombre, pero un nombre en términos borrorncos. El ego de
Joyce, como constitución de un cuerpo de suplencia. F.l ego, ustedes ya lo
saben, es la traducción norteamericana del yo y por lo tanto de la imagen.

Ego = ( Si, a)

Diana Paulozky: En relación a lo que decía Ud. de la diferencia cuando


un significante puede ser el goce, un goce que lo fija, un goce que está de­
masiado fijado, y en el caso por ejemplo de la bulímica, cuando Eric dice
"hágala vomitar aquf', si esa no sería, tomaba la pregunta primera: qué ha­
ce un analista en relación a un goce que está demasiado fijado, hay un ob­
jeto que fija, si no sería justamente el separar, ese hacerlo pasar por el sig­
nificante, porque me parecía que en el ejemplo... En la anorexia me pare­
ce más difícil. Pero al menos en la bulimia siempre hay algo a descargar,
un manejo del interior y el exterior, donde hay algo a sacar que tiene mu­
cho que ver con lo que se hace en la operación analítica. Entonces, si el pa­
saje sería tratar de separar, de hacer un corrimiento de ese objeto al signi­
ficante que estaba pegado, al objeto significante como tal.
Alexander Stevens: Estoy totalmente de acuerdo, usted dice muy bien
de otro modo lo que Eric Laurent decía en ese pequeño chiste. Se trata de
separar el objeto del significante. "Venga a vomitar aquí" no el objeto, si­
no el significante. Podemos decir esto de otro modo también: "agregue
semblante". Se trata de creer un poco en el semblante. Estoy totalmente de
acuerdo.
A driana Laión: Me quedé pensando lo que decía de anorexia y bulimia
en el sentido de no poder pensarlas como síntomas en relación a la forma­
ción del inconciente. No relación entre Si y $2. Entonces, ¿Cómo se podría
pensar la diferencia, o no, entre la psicosis y la anorexia y la bulimia?
Alexander Stevens: Sí, es cierto que se puede plantear esta pregunta.
Pero no todo lo que en la clínica se desprende de la no dialectización es
psicosis. Hay un ejemplo dado por Lacan, creo que en la página 217, en el
Seminario XI, cuando habla de la holofrase. Conozco la página de memo­
ria porque la trabajé mucho pero esto no quiere decir que conozco todas
las páginas de memoria. Cuando habla de la holofrase, se traca de una si­
tuación análoga, el Si solo. Lo dice así: "Es...la situación de toda una serie
de casos", y pone en la serie la psicosomática, el niño débil cuando se in­
troduce en su educación, la dimensión psicótica e incluso dice, la psicosis
paranoica. Y bien, podemos agregar los goces fijados de este modo. Y tam­
bién dice: "aún en todos los casos el sujeto no ocupa el mismo lugar". Pien­
so que hay que situar allí la diferencia.
Una vez que situamos anorexia y bulimia, ya dije hace un rato cómo de­
beríamos cómar esto más ampliamente aún, es decir, hacerlo resonar con
los señalamientos que Lacan da en el primer tiempo de su enseñanza, so­
bre la anorexia y la bulimia, y una vez que lo tomamos así, la distinción
entre los casos de neurosis y de psicosis va a hacerse a partir de la posición
del sujeto. Por ejemplo, en la pregunta de Flory Kruger esto se podía ver.
Me preguntaba qué me hacía pensar en la psicosis y era saber si ese cuer­
po que ella debe encontrar no es demasiado el del Otro. Es saber si lo que
se trata de encontrar es algo impuesto a un sujeto que, desde ese punto de
vista no está dividido, o es que por el contrario, hay en esta mujer un su­
jeto dividido que pasa entre esas dos dimensiones de la imagen, pero tam­
bién del significante. Lo que ella propone como la mujer y el hueso. Y en­
tonces, es la posición del sujeto lo que va a permitir decirlo.
D iana Paulozky: Para volver a la clínica, quizás me gustaría tener una
diferenciación más en relación a la bulimia, que también diferenciaría en
neurosis y psicosis. Que cuando se dice "puede vomitar acá", lo digo a par­
tir de un caso, de una bulímica que me dice "qué suerte que vengo hoy, es­
toy muy cargada". Le digo: "se trata de eso", de descargar lo que la carga.
Pero también diciéndome a mí misma que no se trata sólo de eso en el mo­
mento que lo digo, sino que hay que encontrar en ese vómito, para seguir
con el ejemplo, o en la descarga, como en mi caso, algo que tenga que ver
con ese objeco de goce. Que también el trabajo sería encontrar dentro de
los distintos pequeños objetos del vómito algo que realmente le pesa.
Alexander Stevens: De acuerdo.
Ana Simonetti: Damos por concluida la primera parte del Seminario,
nos encontramos mañana nuevamente, en la Conversación Clínica por la
mañana. Y por la carde seguiremos con la segunda parte del Seminario de
la Clínica de la Infancia y la Adolescencia. Los esperamos mañana.

Traducción: Liliana Aguilar

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