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A raíz de un post del Otto Neurath, surgieron dudas acerca de los conceptos
contrapunto y armonía. Son nociones utilizadas a menudo en música y, sin
embargo, resultan difíciles de explicar. Armonía, en concreto, es un concepto
bastante abstracto que hace referencia al orden y la estructura interna del lenguaje
musical, equivalente quizás a la sintaxis del lenguaje hablado. Así, los distintos
sonidos musicales siguen cierta jerarquía dentro de una pieza, se agrupan en
acordes, se acompañan, sustituyen o adornan de distintas maneras, tienen mayor
o menor importancia, se combinan de un modo u otro…
Esta cuestión es bastante compleja y requeriré más de una entrada y más de dos
para desarrollarla adecuadamente. Como una primera aproximación basta saber
que la característica fundamental de la música occidental es la polifonía. Ninguna
otra tradición ha cultivado hasta tal punto la combinación simultánea de distintos
sonidos. Esto llevó a descubrir que determinados sonidos, sonando a la vez,
resultaban agradables, consonantes o armónicos y otros, sin embargo, resultan
sumamente desagradables, disonantes o inarmónicos. Este sencillo fenómeno es
el origen de las escalas musicales que manejamos aún actualmente, el sistema
tonal y los acordes. Todo ello es explicable, en último término, por el desarrollo
lógico de la polifonía.
Música y matemáticas. Los griegos y las
proporciones
Publicado por Almudena a las 9:21Viernes 10 de julio de 2009
El otro día mencionamos que varios sonidos, sonando a la vez, podían resultar
agradables (consonantes) o desagradables (disonantes). Ambos conceptos
(disonancia y consonancia) han tenido distintos significados a lo largo de la
historia, pero, por simplificar, diremos que dependen del “intervalo” que los
separa. Un intervalo es la “distancia” entre dos sonidos (por ejemplo: la distancia
de do a re, es menor que la distancia de do a fa). Auditivamente percibimos esta
distancia como algo lineal (la distancia de do a re es de un tono o una 2ª Mayor).
Físicamente se corresponde con la proporción entre las frecuencias de los dos
sonidos. Y aquí viene lo mejor: cuando dicha proporción responde a un número
“sencillo” (1, 2, 3, 4, 5, 6), los sonidos son consonantes, si la proporción responde
a un número “raro” (1.35, 3.79), es probable que resulten disonantes.
Evidentemente se trata de una cuestión bastante más compleja, con su razón de
ser que iré explicando poco a poco, pero en principio se puede afirmar que: dos
sonidos son consonantes si la proporción entre sus frecuencias es un número
entero menor que 7 ó múltiplos y submúltiplos de potencias de 2 del mismo, (3 ó
3/2, 3/4, 3/8, 6, 12, 24 etcétera).
Esto, a los griegos, con el vicio que tenían con las proporciones, les fascinaba.
Evidentemente, en el siglo VI a.C., Pitágoras no sacaba el afinador para conocer
la frecuencia en Herzios de un sonido, pero él fue el primero en descubrir la
relación entre lo grave o lo agudo que resultaba y las características del cuerpo
que lo producía (tamaño, masa, tensión). Cuenta la leyenda que el filósofo hizo su
hallazgo al pasar por una herrería: los yunques de distintos tamaños producían
sonidos diferentes. Sin embargo, para la normalización de los “intervalos”
musicales y las escalas que aún hoy en día utilizamos, utilizó un instrumento de
cuerda.
Pitágoras observó que cuando divía una cuerda en proporciones exactas, los
sonidos resultantes eran armónicos, mientras que si se desviaba de esta
proporción, los sonidos resultaban disonantes. Esto se corresponde con lo que
comentábamos antes: una cuerda dividida por la mitad produce un sonido cuya
longitud de onda es mitad de la del sonido de la cuerda entera (su frecuencia, por
tanto es doble), una cuerda dividida por tres produce un sonido cuya frecuencia es
triple, etcétera.
Para los griegos, la música era la base de su filosofía pues en ella podían
comprobar empíricamente que lo proporcional era bello (armónico, consontante) y
lo bello era bueno. Probablemente, si el Partenón hubiese sido un poquito más
alto, o sus columnas un poquito más anchas, la desproporción hubiese sido difícil
de percibir. Sin embargo, en música, los intervalos debían ser exactos para ser
consonantes. Solo mediante el sonido, las matemáticas (la verdad última de todas
las cosas) y su belleza resultaban claramente perceptibles.
La semejanza entre dos sonidos separados por una 8ª, (esto es, dos sonidos
cuyas frecuencias guardan una proporción de 2 a 1), es tal, que muchas veces no
nos percatamos de que son sonidos diferentes. Por ejemplo: si se le pide a un
hombre y a una mujer que canten la misma melodía, automáticamente, la mujer la
cantará una 8ª más aguda que el hombre. La cantará constantemente al doble de
frecuencia, pero, probablemente, no se dé ni cuenta.
Por este motivo, el otro día comentaba que los intervalos de sonidos
“consonantes” son, tanto aquellos cuya proporción de frecuencias es un número
entero menor que 7, como esos mismos números dividos o multiplicados por
potencias de dos, ya que, cada vez que duplicamos la frecuencia de un sonido,
volvemos a obtener, prácticamente, el mismo sonido. Supongamos que un do
tiene frecuencia 1 y, un sol, tiene frecuencia 3 (omito las unidades pues son datos
inventados y lo único que nos interesa es la proporción, no los Herzios reales). Las
frecuencias 3/2, 3/4, 6 ó 12 también corresponderán a distintos soles de la escala,
sumamente parecidos al sol de frecuencia 3. Tan parecidos que el intervalo do-sol
resulta siempre consonante, sea cual sea el sol que tomemos.
La 5ª Justa
Precisamente el siguiente intervalo consonante es el de 5ª Justa. Al duplicar la
frecuencia de una nota cualquiera por dos, obtenemos la misma nota más aguda.
Al triplicarla, obtenemos su 5ª (aunque en una escala más aguda). Es un intervalo
fundamental, pues los griegos lo tomaron como base de su sistema musical y aún
hoy sigue revelándose en la base de la armonía tonal.
La 3ª Mayor
La 3ª Mayor se obtiene al multiplicar por 5 la frecuencia fundamental. Este
intervalo tardó bastante más en ser aceptado, en parte porque los griegos no le
prestaron la menor atención. Sin embargo, los que sepáis algo de música, sabréis
reconocer en esta interválica (fundamental, 3ª y 5ª), el acorde de triada básico en
armonía tonal.
Música y matemáticas. La afinación
pitagórica. El origen de la escala
heptatónica
Publicado por Almudena a las 23:50 Sábado 18 de julio de 2009
¿Alguna vez os habéis preguntado por qué son así las teclas de un piano? El
teclado sigue un patrón de 7 teclas blancas entre las que se intercalan 5 negras:
un total de 12 teclas por octava. Las teclas blancas corresponden a las notas de la
escala natural (do, re, mi, fa, sol, la, si), las teclas negras son las notas alteradas
(do#, mib, fa#, sol#, sib). Entre cada tecla y la siguiente, sea blanca o negra, hay
siempre el mismo intervalo: un semitono (ST), la mitad de un tono (T). Pero
entonces, ¿por qué no están todas las teclas al mismo nivel?, ¿por qué algunas
notas se consideran “naturales” y otras “alteradas”?, ¿por qué los tonos y
semitonos se distribuyen de esa manera y no otra en la escala natural (T, T, ST, T,
T, T, ST)?, ¿por qué tiene precisamente 7 notas? (la escala pentatónica,
característica de oriente, por ejemplo, sólo tiene 5). La respuesta, de nuevo, está
relacionada con Pitágoras.
La afinación por 5as
El lunes os conté como la 5ª de cualquier sonido se obtiene al multiplicar su
frecuencia por 3. Sin embargo, así obtenemos su quinta una octava más aguda.
En rigor, tendríamos un intervalo de 12ª (una 8ª más una 5ª: como al medir los
intervalos tomamos las dos notas de los extremos, las sumas en música no
funcionan, siempre dan uno de más). Ese mismo sonido, una octava baja, se
hallaría en una proporción de 3/2 respecto a la fundamental, y ésta es la
proporción que Pitágoras tomó como base de su sistema musical.
1. Existen cinco intervalos de mayor tamaño y dos claramente más pequeños. Los
intervalos más pequeños se encuentran entre el mi y el fa, y entre el si y el do
agudo. Si observamos el teclado del comienzo, vemos que entre las teclas
blancas correspodientes a estas notas no hay ninguna tecla negra: son los dos
únicos intervalos de semitono que encontramos en la escala natural.
Empezaremos con algo facilito, la consonancia más simple: la 8ª. Dos tonos
puros, el segundo con frecuencia doble que el primero (por ejemplo, do y el do
inmediatamente superior), ¿qué aspecto tendrían? El siguiente:
Como podemos observar, tenemos una onda muy suave, que no cambia
bruscamente, y muy predecible. En una primera aproximación, podríamos afirmar
que un sonido resulta agradable, resulta consonante, cuando tiene una forma de
onda suave, lo más próxima posible a un tono puro, a una sinusoide. ¿Qué
ocurrirá con la 5ª? Recordemos, relación frecuencial de 3/2:
Efectivamente, con esta consonancia seguimos teniendo una onda suave, luego
parece que la cosa funciona. Vamos con la 3ª Mayor, relación frecuencial de 5/4:
Ahí tenemos claramente la envolvente. Parece ser que esta modulación que
aparece en los máximos, esta pequeña montaña rusa, incomoda a nuestro oído
aunque la onda siga siendo bastante suave. En el extremo de la disonancia, es
decir, el par de sonidos más desagradables que percibimos se dan cuando
tenemos dos sonidos iguales pero ligeramente desafinados. Por ejemplo, un la a
440 Hz y otro la a 442 Hz. Tienen esta pinta:
¿Cómo? ¿Una sinusoide? ¿Se acaba de desmontar toda nuestra teoría? No,
amiguitos. Estamos viendo un zoom demasiado grande. Hagamos zoom out:
La gráfica es bastante más compleja que antes, es más brusca, menos suave,
pero la envolvente es estable, igual que en la 5ª con tonos puros.
La conclusión que sacamos es que la envolvente de la onda tiene mucho que ver
con lo agradable o desagradable que nos resulta un intervalo. Apreciamos que los
intervalos que consideramos consonantes tienen una envolvente muy estable, en
cambio, en las disonancias aparecen modulaciones muy fuertes de la amplitud de
la onda, la envolvente se dilata cada vez más en el tiempo haciéndose más
perceptible conforme más disonante resulta un intervalo.
Para otro día dejamos el análisis desde el punto de vista de la frecuencia, el cual
será no menos interesante, aunque sí más abstracto.
El círculo de 5as
La semana pasada vimos que los sonidos de la escala natural se obtenían
sumando quintas desde un sonido de partida dado (en nuestro ejemplo, el do). Si
continuásemos haciéndolo hasta completar 12 quintas obtendríamos los 5 sonidos
que nos faltaban: las notas alteradas (las teclas negras). Sin embargo: ¿por qué
pararse en el sonido número 12? Bien, la respuesta es que al subir 12 quintas,
volvemos a obtener el sonido original, solo que 7 octavas más arriba. El sonido
original… más o menos, de hecho, más bien menos que más y es que, como
imaginaréis, por más que multipliquemos 3/2 a la enésima potencia nunca
obtendremos, exactamente, una potencia de 2 y por tanto, nunca volveremos a oír
exactamente el sonido del que partimos. Por ello, con este tipo de afinación el
círculo de quintas no es tal: nunca llega a cerrarse. Se parece más a una espiral
que podríamos prolongar hasta el infinito, obteniendo siempre sonidos intermedios
de los que ya tenemos. Y aquí es donde nace la discrepancia: la espiral, en efecto,
puede forzarse para quedar cerrada en el sonido número 12. A fin de cuentas, el
sonido número 13 se hallaría a relativamente poca distancia del punto de partida y
nuestra capacidad de discernir es limitada. Pero esta solución no es la única,
según muchos tampoco la mejor y desde luego, tiene sus desventajas. Para
entender la polémica pasaremos a analizar lo imperfecto que, de hecho, es el
“círculo de quintas”.
En este tipo de gráfica los intervalos vienen dados por ángulos: a ángulos
iguales, intervalos iguales. El intervalo de 8ª, vendría representado por un
ángulo de 2π. Para calcular el ángulo correspondiente a otra frecuencia o
intervalo, invertiremos la fórmula anterior: . Así podemos hallar
también el ángulo correspondiente a una 5ª: . O el
ángulo correspondiente a la coma pitagórica (esto es: la distancia entre el re# y el
mi♭, o entre el si# y el do), bastante pequeño en
comparación: .
2. Estos “batidos” son más fuertes cuanto más próximos en frecuencia están los
sonidos, en consecuencia, la sensación de disonancia será mayor cuanto menor
sea el intervalo.
He aquí los ejemplos de audio:
Y es que nuestro sistema auditivo es un sistema real, por tanto no ideal, con
ciertas limitaciones. Podemos modelar nuestro oído como un banco de filtros que
proporcionan cierta respuesta en frecuencia. En concreto, la culpable de esta
respuesta es la membrana basilar, situada en la cóclea. Se trata de una
membrana que se encarga de separar las frecuencias que componen el sonido
para que cada una de estas frecuencias sea detectada por un grupo de células
destinadas a tal efecto. Para separarlas, la membrana basilar varía en masa y
rigidez a lo largo de su longitud, es decir, varía su frecuencia de resonancia y de
esta manera en cada trocito vibra una sola frecuencia y las demás son atenuadas.
Esto limita la resolución frecuencial del oído humano. Es decir, si hay dos
tonos demasiado próximos en frecuencia, nuestro cerebro no los distingue bien
y por lo tanto la sensación de disonancia es menor.
Aquí entra el concepto de banda crítica[3], que técnicamente se define como el
ancho de banda de ruido alrededor de una frecuencia que es efectivo en el
enmascaramiento de la misma. Coloquialmente, diremos que, dada una
frecuencia, existe una porción de frecuencias alrededor de la misma en la que nos
es complicado distinguir dos tonos porque están demasiado próximos, es decir, la
porción de frecuencias que activan la misma zona de la membrana. Lógicamente,
un oído entrenado es más capaz de discriminar tonos y por lo tanto a los músicos
la quinta muestra de sonido nos suena a rayos, mientras que a otros les parecerá
que suena un solo tono.
Así pues, las limitaciones de nuestro sistema auditivo hacen que, para una
persona con un oído medio, la máxima disonancia perceptiva se sitúe en torno al
semitono. Esto varía, puesto que el ancho de banda crítico también varía con la
frecuencia. La siguiente gráfica ilustra la posición de la máxima disonancia a
distintas frecuencias base:
[1]
The Psychology of Music, D. Deutsch, 1982.
[2]
On the Sensations of Tone as a Physiological Basis for the Theory of Music, H.
Helmholtz, 1863.
[3]
Tonal Consonance and Critical Bandwidth, R. Plomp y J. R. Levelt, 1965.
Música y matemáticas. La afinación
pitagórica. Inconvenientes
Publicado por Almudena a las 8:27Martes 4 de agosto de 2009
Supongamos una melodía compuesta con las notas de la escala diatónica. Cada
nota tendrá una altura (una frecuencia) determinada y, al unir esas alturas,
obtendremos el contorno melódico que la caracteriza. Supongamos que esa
melodía ha sido compuesta para una soprano, por lo que es bastante aguda. Bien,
ahora, imaginemos que tenemos una contraalto, con la voz más grave que
Carmen de Mairena, empeñada en cantar esta misma melodía. Tenemos dos
opciones: bien dejarla dar gallos para poner a prueba nuestra resistencia a la
tortura, o bien, transportar la melodía: es decir, coger su contorno (el patrón de
frecuencias característico) y hacer que empiece en una nota más grave.
En música, existen dos tipos de notas alteradas: los bemoles (♭), que son notas
“bajadas” medio tono, y los sostenidos (#), notas “subidas” medio tono. Si todos
los semitonos fuesen iguales, un do# debería sonar igual que un re♭, un re# igual
que un mi♭, etcétera. Estas parejas de notas a las que les corresponde el mismo
sonido se denominan enarmonías. Para que sean posibles, el sonido de cada
alteración debe ser intermedio de las dos notas naturales adyacentes, pero,
debido a la imperfección del círculo de 5as, en el sistema pitagórico, los
bemoles se aproximan más a la nota inferior y los sostenidos, a la superior.
En esta entrada veremos por qué.
La quinta del lobo
Hace dos entradas, hablamos del origen de la escala heptatónica. Bastaba con
enlazar varias quintas empezando por el fa y terminando en el si. Bien, más allá
del fa y del si, para medir los intervalos de 5ª, no nos bastará con contar cuántas
notas separan los extremos. Si así lo hiciésemos, al contar 5 notas ascendentes
desde el si, volveríamos a obtener un fa y viceversa. Sin embargo, esta quinta es
más pequeña de lo normal: sólo tiene 6 semitonos, mientras que las demás tienen
7. Por ello recibe el nombre de 5ª disminuida. El sistema pitagórico se basa en la
5ªJusta de 7 semitonos (podemos observar que el sistema es coherente: con 12
quintas de 7 semitonos, igualamos 7 octavas de 12 semitonos). Así, para subir
una 5ªJ desde el si, tendremos que llegar hasta el fa# y, para bajar una desde el
fa, usaremos el si♭.
Recordemos ahora que 12 quintas bien afinadas son un poquito más de 7 octavas.
Si queremos cerrar el círculo en este punto, una de las quintas tendrá que medir
un poquito menos que el resto (una coma pitagórica menos), no será
perfectamente consonante y sonará bastante mal. Por ello, era conocida
comoquinta del lobo y se procuró situarla entre dos sonidos que no se
empleasen habitualmente, lo más alejados posible de la escala natural. El oscuro
rincón elegido fue entre el el sol# y el mi♭ que se tomaron como los extremos del
círculo de quintas. Así, para afinar los semitonos entre el la-si y el re-mi, se optó
por descender dos quintas a partir del fa natural, obteniendo así si♭ y mi♭. Los
sonidos fa#, sol# y do# se consiguen al subir 3 quintas desde el si.
Esto significaba que, en los instrumentos de afinación fija que utilizaban este
sistema, el La♭, ( , afinado como un sol#, ), o el
re#, ( , afinado como un mi♭, ), podían sonar
bastante mal, por lo que no convenía alejarse mucho de las tonalidades más
cercanas a la escala natural. Podéis apreciarlo en la espiral logarítmica de la
semana pasada.
Los semitonos cromáticos son los que hay entre notas con el mismo nombre,
una natural y otra alterada, esto es, entre: do-do#, mi♭-mi, fa-fa#, sol-sol# y si♭-
si. Todas estas notas se hayan en proporción de . En la imagen
podéis apreciar que los ángulos son claramente mayores que los correspondientes
alos semitonos diatónicos (semitonos entre notas con distinto nombre): do#-re,
re-mi♭, mi-fa, fa#-sol, sol#-la, la-si♭ y si-do. La proporción en este caso es
de . La diferencia, de nuevo, no es mucha: exactamente de una
coma pitagórica:
Todo esto los violinistas lo saben bien, pues, a pesar de que este sistema de
afinación ya no se utiliza, suele sonar mejor una nota sostenida (como fa#,
sensible) que resuelve ascendentemente (sol), si ambos sonidos están más
próximos, como separados por un semitono diatónico. Por eso, quizás lleguéis a
escucharles decir que las enarmonías no son posibles, que un sol♭ no es lo
mismo que un fa# y demás, pero siempre en boca de la cuerda frotada: un pianista
se partiría el culo.
Por último, podéis comprobar por qué la 5ª del lobo es más pequeña que el resto:
mientras todas las demás tienen 3 semitonos cromáticos y 4 diatónicos, el
intervalo entre mi♭ y sol#, tiene 2 semitonos cromáticos y 5 diatónicos. La
diferencia es, por tanto, la prevista: una coma pitagórica.
A pesar de que el sistema de afinación pitagórico es el único que respecta las dos
consonancias principales (8as y 5as), la incompatibilidad entre ambas daba lugar a
bastantes inconvenientes, tal como vimos la semana pasada. Como alternativa se
propusieron otros sistemas a lo largo de la historia, algunos basados en la
consonancia de 3ª (como el sistema justo o el mesotónico), otros, en unidades
interválicas más pequeñas que el semitono (sistema de Holder, por ejemplo). No
tengo especial interés en estos sistemas, pues creo que no aportaron mucho al
sistema actual, pero se puede hablar de ellos en otra entrada si alguien tiene
interés. Finalmente, el sistema que se impuso fue el sistema temperado,
otemperamento igual (en inglés Equal Temperament, ET), basado en 12
semitonos iguales y que sólo respeta la consonancia de 8ª. Todas los demás
intervalos, como veremos en esta entrada, resultan ligeramente disonantes. A
pesar de ello, es un sistema óptimo para la música tonal, especialmente a partir
del Barroco y el Clasicismo: cada vez más llena de modulaciones (cambios de
tonalidad o de “escala”), alteraciones accidentales, cromatismos (empleo
consecutivo de intervalos de semitono), etcétera.
El semitono temperado:
Es fácil deducir la razón de ser matemática del sistema temperado. Para ello
intentaremos averiguar cuánto mide el intervalo de semitono en este sistema. Un
intervalo es una proporción de frecuencias, por lo que la frecuencia de cada nota
de la escala cromática, se obtendrá de multiplicar la nota anterior por la proporción
(razón) correspondiente a un semitono, que por el momento llamaremos “x”. Si
queremos saber, por ejemplo, cuál es la frecuencia de do#, multiplicaremos la
frecuencia de do por “x”. Para obtener re, volveremos a multiplicar el resultado
obtenido por x, (o la frecuencia de do por x2), etcétera. Por tanto, si queremos
completar una 8ª con 12 intervalos iguales, necesitamos un semitono tal que al
multiplicarlo 12 veces consecutivas por la frecuencia base, (pongamos 1),dé
como resultado una frecuencia doble, (2, el mismo sonido una 8ª más agudo).
Esto es: . Por tanto, . Esta es la relación de frecuencias
correspondiente a un semitono temperado. Este semitono es intermedio de los
pitagóricos: diatónico, , y cromático, .
La escala temperada:
La 5ª Justa:
La diferencia entre ambas 5as recibe el nombre de schisma. Para calcular cuánto
mide basta dividir la 5ª pitagórica entre la temperada, o bien, repartir la coma
pitagórica entre las 12 quintas que cierran el círculo en el sistema temperado. El
resultado es el mismo:
La 3ª Mayor.
La 3ªM difiere algo más entre un sistema y otro, pero sigue siendo claramente
disonante en ambos. Hasta no oírlo, yo no imaginaba cuanto, así que aquí tenéis
el intervalo afinado en ambos sistemas y una 3ªM consonante para compararlos.