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Archivo Perdido #11:

El Navegante
Pittacus Lore
TRADUCCIÓN POR:
ELLOS CAMINAN ENTRE NOSOTROS.

https://www.facebook.com/ecenmexico
Capítulo Uno.

Soy despertada por dos fuertes explosiones que reverberan a


través del suelo de mi apartamento Hay disparos en algún
lugar fuera en la calle. Un solo pensamiento se dispara en mi
cabeza. Ellos están aquí.
Mis instintos de supervivencia toman el control. Salgo de la
cama y empiezo a aventar cualquier maldita cosa fuera de mi
vista, escondiendo tabletas de información y dispositivos de
almacenamiento electrónico llenos con archivos robados en
cajones y compartimentos secretos que he construido dentro
de mis muebles. Mi corazón late con fuerza, pero me muevo
tranquila, metódicamente, zonificada en mi tarea. Siempre he
trabajado mejor bajo presión. Es una habilidad que viene
incluida cuando haces lo que yo hago.
Estoy inclinada sobre mi computadora principal cuando
unas pocas notas de una guitarra o sintetizador se filtran
desde fuera, seguidas por el sonido de una multitud animada.
Es entonces que mi cerebro empieza tontamente a entender
qué es lo que está pasando. Me detengo para hacer acopio de
la situación, mis dedos flotando sobre el teclado, listos para
enviar un duro archivo lleno de incriminatorios registros de
datos. Nadie sigue golpeando o tocando. No hay ningún oficial
del Concilio de Defensa de Lorien atravesando mi puerta. Solo
es música y los sonidos de gente… ¿riendo?
Es entonces que recuerdo es el día de la celebración del
Cuarto de Luna.
La melodiosa música se detiene. Me detengo y escucho por
unos pocos segundos antes de cerrar mis dedos en un puño y
moverme hacia una de las ventanas cercanas al techo de mi
apartamento. Me subo a una silla y muevo una cortina solo un
poco para poder ver hacia afuera. Al otro lado de la calle, Eilon
Park está lleno de personas, su ubicación en las afueras de la
ciudad lo hacen el perfecto lugar para los que viven en áreas
rurales para congregarse en celebración. Un caleidoscopio de
luces brilla sobre la multitud danzante, pintándolos en colores
neón. En algún lugar se debió montar un escenario.
Hay dos estallidos más potentes que una vez más sacuden
mi apartamento —Un tambor, me doy cuenta esta vez — antes
de que la banda irrumpiera con algunas canciones de synth
pesado para el deleite de todo el mundo en el parque.
Una parte de mí se siente estúpida por estar asustada por un
tambor, pero sobre todo estoy enojada. No porque mi sueño se
truncó —está oscureciendo afuera, lo que significa que es hora
de despertar, de todos modos— pero porque este tipo de
celebración otorgada por el gobierno sancionador es sólo una
de las muchas maneras en que los Ancianos mantienen a las
masas Lorics apaciguadas. Ellos ponen en todas las noches de
fiesta rectos y altos monumentos llamativos y aparatos
luminosos que llaman Heraldos, y se supone que debemos
agradecerles —reconocer estos eventos como señales que todo
está bien en Lorien. Todo es perfecto.
Pero no lo es.
Mi pie da un paso atrás hacia el suelo frio. Mi corazón sigue
palpitando en mi pecho, y trato de bajar la velocidad al
respirar profundamente y estirar mis extremidades. Las
puntas de mis dedos se arrastran a través del techo mientras
me estiro. En las calles de Ciudad Capital —en las raras
ocasiones en que estoy en público durante el día— soy más
alta que la mayor parte de la población, especialmente otras
mujeres. A pesar de mi altura rara vez me siento
claustrofóbica en mi apartamento, que es solo una gran
habitación. Si algún momento se siente muy apretado, yo solo
podría limpiar un poco, ya que la mayoría de las superficies
están abarrotados con libros y cosas electrónicas en varios
estados de reparación o modificación.
Me deslizo dentro de unos pantalones negros y una camiseta
antes de regresar a mi computador principal. Mi adrenalina
todavía está bombeando. Lo mejor es poner toda esta energía
en uso.

—Habla conmigo, —digo, iniciando sesión en mi terminal—.


¿Qué hoy tienes para Lexa?

Abro uno de los programas de recolección de datos que he


diseñado y encuentro un tesoro de mensajes interceptados,
alertas e inteligencia digital. El tipo más útil de moneda:
Información.
Hace unas semanas la Red, quien controla y monitorea
básicamente todas las comunicaciones y las funciones
municipales de Ciudad Capital, comenzó a funcionar mal en
varios lugares de mi barrio. Por lo general la Red es imposible
de hackear —incluso para alguien tan experto como yo— pero
cuando mis propios escáneres me habían alertado sobre el
tema, vi una oportunidad. Una oportunidad para mí de
recoger las comunicaciones confidenciales —para mostrar al
pueblo de Lorien que hay focos de corrupción en nuestro
gobierno y secretos que los Ancianos y los funcionarios de alto
rango guardan de nosotros. Tuve la oportunidad de llegar a
una de las estaciones de trabajo de la Red antes de que los
lacayos municipales se decidieran a arreglarlo. Hice el trabajo
por ellos —añadiendo un poco de mi propio Hardware al
sistema. Desde entonces, la Red impenetrable ha sido mía
para examinarla.
Y he estado almacenando todo tipo de datos.
Esto se supone tiene que ser algo grande, feliz utopía. Al
menos eso es lo que los Ancianos —y por lo tanto todos los que
compren a ellos todopoderosos y todo-conocimiento— quieren
que pensemos. Para que Lorien sea perfecto, todos tenemos
que cumplir con ciertas reglas. Caemos en categorías, que nos
hacen más fáciles de clasificar y controlar. Garde y Cêpan. Si
tienes Legados, eres un soldado. Si no los tienes, eres un
Mentor o un municipal o burócrata. Les dicen que tienen que
seguir ciertas reglas, y si no lo hacen —o si también cuestionan
el sistema vocalmente, el resto de los Lorics no saben qué
hacer contigo. Si tú no estás trabajando en un papel que se
espera, eres defectuoso. Eres diferente, que no es una cosa
buena. Es lo mismo que estar trabajando activamente contra
el resto del planeta.
Por supuesto, eso es exactamente lo que estoy haciendo. No
por el bien de la anarquía sino que el bien de la libertad. Lo
que muchos no saben —o no quieren creer— es que hay
algunos de nosotros que no están de acuerdo en cómo las
cosas funcionan. Nos hemos dado cuenta que, si bien esto
puede parecer un modelo de sociedad, el costo es nuestro libre
albedrío.
Algunos de nosotros hemos perdido demasiado a Lorien. He
perdido demasiado. Y quiero ver el cambio. Necesitamos una
reforma. Necesitamos revolución.
Los sonidos de la celebración en la calle son tan fuertes que
mi apartamento se ha convertido en una caja de resonancia de
gritos y música electrónica. Trato de concentrarme cómo
puedo ordenar a través de los diversos comunicados que mis
programas han interceptado durante todo el día. Mayormente
son inofensivas —pedidos de los trabajadores municipales,
notas de las escuelas sobre los estudiantes ausentes,
estadísticas de tráfico. Lo que me interesa son los archivos
cifrados. Esos son en los que se consiguen personales. Se
puede decir mucho sobre la gente en base a las palabras que
no quieren que tú leas. Me he encontrado con un montón de
datos interesantes —engaños a los cónyuges, estafó a socios de
negocios, profesores menos que escrupulosos en la Academia
de Defensa de Lorien. Hay muchas personas que me pagarían
bien por la información. O para evitar hacerlo público. Yo lo sé
porque, en tiempos de desesperación, la información me ha
mantenido alimentada y ha pagado el alquiler. Lo que estoy
realmente esperando por ahora, ansiosamente, es algo que va
a exponer la corrupción en el Consejo de Defensa de Lorien de
los Ancianos —algo que va a obligar a la gente de Lorien a
adoptar una mirada dura a la forma en que nuestro gobierno
se ejecuta.
Sé que tiene que estar allí. Yo no he encontrado nada
suficiente atroz todavía. Pero lo haré. Tengo que tener fe en
eso. Esla meta que me mantiene viva, que me hace salir de la
cama. Además, no estoy haciendo esto por mí misma.
También lo estoy haciendo en su memoria.
Estoy haciendo esto para mi hermano.
Mi apartamento se sacude. Una pequeña corriente de polvo
se filtra desde el techo. Hay fuegos artificiales fuertes siendo
disparados en otro lugar en la ciudad.
Esta vez realmente van a todo lo alto con las celebraciones
de este año.
Una alerta aparece que mi software de descifrado está
teniendo problemas para decodificar un mensaje que ha sido
interceptado de un canal de comunicación que no sabía que
existía.
Estoy sorprendida de mis programas de monitoreo. Estoy
mejorando mucho en vigilar a Ciudad Capital o los de arriba
están muy descuidados.
Cualquiera que sea el caso, un mensaje cifrado transmitido
por un canal oculto está destinado a contener algo importante.
Inicio un programa de descifrado secundario, y un desorden
interminable de símbolos y letras comienza a formar palabras.
Mientras se ejecuta, trato de averiguar quién envió el mensaje
y a quién. El primero es un busto (representación artística de
la parte superior del cuerpo humano), que me lleva de vuelta
a una terminal de computador y a una dirección que no
reconozco, aunque me conecto para que pueda rastrearlo
después. Tengo más suerte con los receptores. Parece haber
sido transmitido a sólo nueve bandas de identificación— todos
ellos pertenecientes a personas cuyos nombres no sé. No es un
problema. Dirijo una verificación cruzada en contra de la base
de datos de CDL de cada ciudadano inscrito —una base de
datos que realmente podría utilizar mejores cortafuegos— y
por supuesto, los nombres tienen una gran cosa en común:
Todos son Cêpans.
Curioso. ¿Por qué habría contactarse a nueve Cêpans a
través de un mensaje cifrado durante la celebración del Cuarto
de Luna, una noche en que la mayoría de la gente le gusta
fingir que no tienen ni una preocupación en el mundo? Me
pregunto si se trata de un asunto que concierne a ellos, o su
Garde —que riesgos innecesarios piden a aquellos dotados con
Legados para tomar ahora.
Cambio de nuevo al programa de descifrado. Este sigue
trabajando, pero puedo distinguir algunas palabras. "Pista de
aterrizaje." "Garde." "Loridas."
Todo mi cuerpo se congela.
Loridas
Esto tiene algo que ver con los Ancianos. He estado tratando
de localizar más información de su ubicación actual desde que
intercepte un mensaje de la Red desde hace unos días
mencionando que estaban todos fuera del planeta. ¿Por qué?
¿Qué estarán tramando?
Sonrío cuando me inclino hacia atrás, poniendo mis manos
detrás de mi cabeza y frotándolas sobre mi corte de cabello.
Independientemente del contenido del mensaje, algo como
esto —algo directamente de los Ancianos— sin duda será
valioso. La gente se obsesiona sobre los detalles directos de los
Ancianos. Podría haber interceptado la lista de compras de
Pittacus Lore, y apuesto a que podría venderlo por suficiente
créditos para pagar el alquiler por un mes.
Hay un sonido a través del cuarto. Mi banda de identidad
modificada —que se parece más a un brazalete de plata ahora
que le integre un sistema de comunicación— vibra en la mesa.
El nombre de Zophie parpadea en la superficie. No contesto
pero me deslizo en brazalete en la muñeca. Preguntándome
porque ella se pone en contacto conmigo. Posiblemente para
otro trabajo de museo, supongo. Zophie es de los que otros
llamarían de una buena familia. Que realmente significa solo
que son ricos y gastan mucho dinero en galas benéficas y cosas
por el estilo. Estábamos en la Academia de Defensa de Lorien
al mismo tiempo, amable pero no exactamente amigable. Ella
siempre estaba con una manada de otros estudiantes, pero yo
prefería la soledad, incluso antes, antes de que todo cambiara
y me fuera de la Red. Después —años atrás del incidente— nos
encontramos de nuevo en un Kabarak en los territorios
exteriores, donde estaba reconfigurando una red de
computadoras. En ese momento se dirigía al Departamento de
Estudio de Otro Mundo en el museo Loric de Exploración. Ella
es la que me trajo de vuelta a Ciudad Capital para trabajar en
un proyecto de restauración del museo, la restauración de los
sistemas a bordo de una vieja nave espacial de combustibles
fósiles. Fue un buen dinero —suficiente para actualizar la
mayor parte de mi equipo de cómputo, que inevitablemente
condujo a que esté aquí ahora. Pero no hemos hablado nada
desde mi último día en el museo, y eso fue hace unos años.
Tal vez fue un error. Tal vez sólo tenía demasiadas ampollas
y que ría desear a todos sus contactos en un Feliz Cuarto de
Luna.
El sonido de las multitudes crece al otro lado de la calle. Sigo
tratando de ignorarlos y tranquilamente voy a abrir una lata
de líquido estimulante y volver a tomar asiento de nuevo
frente al computador. Más del mensaje ha sido descifrado,
pero no tiene mucho sentido. Algo sobre una profecía que se
hace realidad y el fin de Lorien y...
—¿Evacuación? —Murmuro a mí misma.
Mi banda de identificación zumba. Es Zophie de nuevo.
Suspiro y estoy a punto de contestar cuando me doy cuenta de
que la música de la celebración se ha detenido. Las multitudes
siguen siendo ruidosas, pero sus gritos se están
transformando. Ya no suenan como de júbilo o de celebración,
sino de temor y alarma.
¿Qué demonios está pasando ahí fuera?
Voy corriendo a la ventana y tiro hacia atrás de la cortina.
Sólo puedo ver un poco del cielo.
Esta rojo.
Hay un aumento de los gritos de pánico desde el parque,
pero ya que las pequeñas ventanas están al nivel del suelo, las
personas corren en la acera en su mayoría bloqueando mi
línea de visión. Mi apartamento se sacude de nuevo, más
violentamente esta vez. Veo una luz unos segundos antes de
que me dé cuenta de lo que es. Fuego. Fuego que viene hacia
mí en una enorme ola, que envuelve a todos en su camino:
Hombre, mujeres, niños. Me las arreglo para dar unos pasos
de distancia de la ventana antes de que el cristal se rompa y la
mitad del techo caiga alrededor de mí.
Capítulo Dos.

Me ahogo con el humo y el polvo. Me zumban los oídos. Puedo


escuchar el sonido de la gente gritando, pero sus voces están
lejos y son difusas. Al principio no puedo ni decir dónde estoy
—parece una pequeña habitación espesa, sin luz— hasta que
reconozco el brazo de un sofá que está en llamas a pocos
metros de mí. Todavía estoy en mi apartamento. Sola, el techo
en su mayoría se ha derrumbado y hay humeantes tablones de
madera donde solía estar mi equipo de cómputo, y estoy
medio enterrada en los escombros. Mi primer instinto es
tratar de recoger algunas de mis cosas personales, pero no
puedo dejar de toser y mi cabeza punza, y sé que lo que tengo
que hacer es levantarme, salir hacia un poco de aire fresco. Es
demasiado peligroso quedarme aquí. Entonces utilizo el sofá
llameante como punto de referencia y empiezo a ir hacia
donde debería estar mi ventana. Subo a cuatro patas por
arriba de un montón de escombros hasta que al fin respiro
aire fresco y colapso en el césped. Mis pulmones están en
llamas. Mi piel oscura está cubierta de ceniza y polvo.
Es hasta entonces cuando me doy cuenta que la mayor parte
de mi construcción ha sido volada, los departamentos
alrededor del mío han sido completamente obliterados.
Borrados junto con el resto de estructuras de mi cuadra.
Probablemente solo estoy viva porque me encontraba en mi
sótano. Todavía tosiendo, ruedo sobre mi estómago hacia el
parque dónde las multitudes estaban reunidas para la
celebración.
Sólo, que ya no queda un parque. Los árboles se han ido.
Pequeños incendios salpican la hierba ya chamuscada,
espirales de humo ascienden al cielo carmesí. Hay marcas de
grupos ennegrecidos por todo el parque también. Me digo a mi
misma que son marcas de árboles de los restos del escenario
que nunca vi, cualquier cosa para mantener mi mente lejos de
la idea que esos montículos estaban recientemente bailando
alrededor con sus manos apuntando hacia el cielo mientras los
tambores y sintetizadores sonaban.
Mi estómago da un vuelco, mi mente se acelera, tratando de
que tenga sentido el mundo al que he escalado, el cual parece
tan distinto al que he estado viviendo. ¿Qué pasó? ¿Qué causó
esto? Me pregunto si ha sido un grave error en el cálculo de los
fuegos pirotécnicos de la celebración. O si es algún nuevo
poder de un Garde que lo haya abrumado, transformando a un
niño desprevenido en un indomable infierno destruyendo una
cuadra entera.
Las calles se llenan de personas, todas gritando,
agregándose a mi confusión. Chamuscados y sangrientos.
Algunos se apiñan sobre los cuerpos inmóviles en el suelo,
otros apenas tropiezan antes de colapsar.
Me doy cuenta que mi banda de identidad está vibrando, por
lo que sé ha estado apagado desde que me levanté. Es Zophie
otra vez. Sin saber que más hacer, acepto su llamada.
—¡Lexa! —Su voz se vierte a través de la bocina escondida
del lado del auricular—. ¿Hola? ¿Estás ahí?
—Zophie, —murmuro. Mis oídos están timbrando.
—¡Estás bien! Pensé que tú...todo está tan destruido.
—¿Qué está pasando? —pregunto, poniéndome en pie. Es la
primera de un millón de preguntas que están amenazando con
derramarse de mis labios—. Mi vecindario... Eilon Park. Algo
pasó ahí.
—No. Está en todos lados. Estamos siendo atacados, y no
sólo la ciudad. El planeta. Nos están dando con todo, Lexa.
Sus blancos son estratégicos...pienso que Lorien está cayendo.
Todo sobre lo que hemos sido advertidos, se está haciendo
realidad.
La profecía. Mi mente regresa rápidamente al mensaje que
estaba descodificando antes de que todo se convirtiera en
fuego y cenizas. Por generaciones los Ancianos han estado
advirtiéndonos que un día Lorien se enfrentaría a destrucción
y muerte. Una especie de calamidad global. Todo el
razonamiento por el que nuestra sociedad está configurada,
con nuestros súper niños entrenados para ser soldados para
pelear contra un enemigo desconocido. Siempre había
pensado que era una táctica aterradora. Pero mientras me
tambaleaba lejos, pasando por los restos de un hombre vestido
con una túnica de colores de la celebración del Cuarto de
Luna, me di cuenta de que probablemente estaba equivocada.
—Lexa, —Zophie continúa antes que pueda preguntar algo
más—. Tienes que venir al museo. Ahora mismo. Es la única
manera en la que estarás a salvo. Te necesito. Tengo un plan.

—¿Qué? —pregunto. Mi cerebro no está funcionando con


todos los cilindros. No estoy segura si es shock o la rendición o
ambas—. ¿De qué estás hablando?
—Sólo encuéntrame ahí. Estoy en camino ahora mismo. Lo
más rápido que puedas, Lex. Corre, no dejes que nada te
detenga.
Hay una especie de interferencia en su lado de la línea y
entonces la conexión cae. Miro hacia mi auricular, pensando a
quien debo contactar si en verdad el mundo se hará mierda. A
quién debería verificar. Es entonces cuando me doy cuenta
que no tengo a nadie a quien llamar. A través de los años he
estado sola, negándome a acercarme a alguien recluyéndome
en mí misma. Asegurándome de no tener cuerdas, alguien que
tirara de mi hacia abajo.
Nadie de quien preocuparme u ocuparme.
Miro el cielo. El humo proveniente de mi vecindario ha
creado una capa de niebla de humo lejos de mí, obstruyendo el
Cuarto de Luna y cualquier cosa que esté allá afuera causando
eso.
¿Quién está atacando Lorien? ¿Por qué? ¿Cómo podría...?
A mi lado, los escasos escombros de mi construcción se
derrumban llenando mi sótano de escombros y fuego. Me
tambaleo lejos, tosiendo a través del vapor, polvo y cenizas
que se levantan.
Esto agita algo en mí. Un conmutador es volteado y antes de
que lo sepa estoy corriendo. Por instinto. No es hasta que
estoy cansada de correr que me doy cuenta que mi cuerpo está
corriendo las órdenes de Zophie y que me dirijo al museo. Mi
hogar está destruido. Mi planeta, tan defectuoso como se
supone que es, está bajo ataque. No sé qué más se supone que
deba ser. Sólo tengo que concentrarme en seguir moviéndome,
dirigiéndome hacia el siguiente punto.
El caos está por todos lados, desperdigado. La mayoría de
las personas por las que paso están preocupas por su propia
sobrevivencia o tratando de encontrar o ayudar a sus seres
queridos. Gritan, preguntando sin dirigirse a nadie en
particular, qué está pasando. Escucho un corto chillido en
algún lugar a mi derecha, ¿cuadras lejos?, ¿cerca?, seguido de
una explosión, retumbando bajo mis pies que casi hace que
caiga al suelo. Ciudad Capital está bajo ataque. Y después de
que hicimos todos para prepararnos, no estábamos listos.
Fuimos atrapados con la guardia baja.
El museo. No está lejos ahora. Diez cuadras al menos, solo
tengo que mantener mis piernas moviéndose y concentrarme
en el sonido de mis pies golpeando el suelo y...
Lejos del humo, en frente de mí, hay doce figuras como nada
que haya visto antes. Son pálidos, vestidos de negro y
cargando vaporizadores y espadas que parecen brillar con luz
propia. Obscuros anillos circulan sus ojos negros. Sus bocas
abiertas están llenas de afilados y dentados dientes. El que
está al frente es enorme, más alto que yo, y tres veces más
robusto. Tiene una larga y negra cola de caballo, pero los lados
de su cabeza están rapados, tatuajes adornan el alrededor de
su cráneo.
Estos monstruos definitivamente no son Lorics.
Me detengo demasiado rápido y al hacerlo tropiezo con una
rama de un árbol, golpeando el pavimento duramente.
Estoy tratando de recuperar el aliento que se desprendió de
mí cuando uno de los hombres –no, criaturas– levanta una
pistola y dispara a una mujer llorando sobre un cuerpo sin
vida al otro lado de la calle. Ella cae hacia adelante.
Mi corazón va a toda marcha que peleo con las ganas de
vomitar.
Sofoco un grito y me medio arrastro a un arbusto cercano
para tratar de conseguir estar fuera de vista. Las criaturas
siguen adelante. Miro a mi alrededor para encontrar algo para
protegerme a mí misma, pero no hay nada. Estoy sola –ni
siquiera tengo un cuchillo o algo conmigo, solo la ropa que
llevo puesta. Siempre me he imaginado que no hay ninguna
situación que no podía manejar por mí misma; Voy a estar
equivocada acerca de eso al ser asesinada en las calles de
Ciudad Capital.
Aprieto los puños. No me iré sin una pelea, por lo menos.
De repente una luz cegadora parpadea a través de la plaza.
Parpadeo y me tambaleo de nuevo. La explosión parece
desorientar completamente a las criaturas de negro, quienes
toman la peor parte de su fuerza. Y entonces los hombres
desconocidos vuelan por el aire, golpeando uno contra otro y
golpeando repentinamente contra el suelo.
Telequinesis. Eso significa que la Garde está aquí en alguna
parte.
Quien parece ser el líder es arrojado lejos –fuera de mi
alcance de vista. Otro de los bastardos que lleva una espada es
empalado en una reja de poste rota. Ruge, y su cuerpo
comienza a desintegrarse, convirtiéndose en polvo. Una chica
que parece demasiado joven para estar frente a tales criaturas
más allá del montón de cenizas. Con una mano ella utiliza sus
poderes para aplastar a otro de los atacantes. Sus pantalones
metálicos rojos reflejan las llamas de un club cercano llamado
La Fosa, que arde, amenazante a la altura de su nombre. Otros
dos Garde la flanquean, sus brazos extendidos con los cuerpos
de sus enemigos chocando unos contra otros, convirtiéndose
finalmente en polvo también.

—Por aquí, —La chica le grita a ellos, volteando hacia atrás


su cabello blanco artificial. —Veo a los sobrevivientes a la
distancia.
Ella señala hacia adelante y hay otro destello de luz. Luego
se han ido. Quienes fueran esos Garde, creo que pueden
haberme salvado la vida.
Capítulo Tres.

El museo Loric de Exploración está construido con ladrillo


blanco que luce, en su mayor parte intacto. Quien sea que nos
esté atacando debe estar pensando que no es un blanco que
valga la pena. Mientras corro hacia los escalones de piedra, me
pregunto qué haré si Zophie no está ahí. ¿Qué si ella corrió
hacia uno de esos monstruos y no logró pasarlos?
Pensar en Zophie tirada, herida en la calle me hace
encogerme de una manera que jamás habría esperado. No
somos cercanas, pero ella era amable conmigo cuando yo
evitaba a todo mundo en Ciudad Capital, y por eso, supongo,
tengo cierto apego sentimental hacia ella. Hago una mueca,
robándome a mí misma. No es el momento para dejarse
atrapar por emociones. Necesito permanecer fuerte y
concentrada.
Una de las altas puertas de cristal del museo se abre cuando
me acerco, pero es sólo cuando estoy dentro y Zophie está
cerrando detrás de mí que me doy cuenta que es porque ella
estaba ahí, esperándome.
Suelto un suspiro de alivio.
—Lexa, —dice dando un paso cerca, luce como si quisiera
abrazarme, pero tiendo una mano en su lugar. Ella se detiene
y después la toma cerrando sus dedos alrededor de ella. Su
cabello rojo rizado está recogido hacia atrás en un apretado
moño con un mechón cayendo por su cara.
—¿Qué demonios está pasando? —Pregunto.
—Una invasión, —dice—. En escala global.
—¿Quién? Vi algunos… —me debato en encontrar la palabra
correcta—. Monstruos, asesinaron a una mujer, pero la Garde
apareció y se encargó de ellos.

Zophie asiente, sus ojos lucen distantes.


—Esos Garde fueron afortunados entonces, vi a algunos
peleando en mi camino hacia aquí también, pero eran
demasiados invasores. Ejércitos de ellos, con bestias y armas
como nunca había visto. La Garde estaba tratando de defender
algunos niños y…
No termina.
—¿Por qué estamos aquí? —Pregunto—. ¿Hay algún bunker?
¿Alguna clase de refugio dónde nos podamos esconder?
—¿Bunker? —Pregunta Zophie, sus cejas forman una línea
de confusión a través de su frente—. No hay un Bunker, sólo
hay una nave, tú nos llevarás volando de aquí.
Mi boca cuelga abierta mientras trato de darle vueltas en mi
mente a todo esto.
—¿Qué? —Pregunto.
La idea es insondable para mí. La nave de la que Zophie está
hablando es en la que me contrató para trabajar en ella,
reformando el buque al estado en el que se encontraba
generaciones atrás. Pero nunca había estado destinado
realmente a volar. Enciende con combustible a base de fósil,
algo que nuestra sociedad no ha usado en años.
—Imposible —digo.
—No es imposible, —sacude su cabeza—. Es nuestra única
manera de salir de aquí. Los Ancianos… no esperan que los
Lorics puedan sobrevivir a esto, inclusive si lo hiciéramos, tu
viste esos invasores Lexa, ¿Quisieras estar bajo su mandato?
—¿Adónde esperas que vayamos?
—La Tierra, —dice—. Es el planeta habitable más cercano.
Sé acerca de este planeta. Cuando estaba en la Academia,
estaba en un equipo especializado en modificar y mejorar
tecnologías para la Tierra, un lugar al que hemos estado
ayudando por siglos a avanzar y evolucionar. Ellos tendrían
que agradecernos por algunos de “sus” avances a través de los
siglos. No puedo creer que Zophie me esté diciendo que este
planeta que está tan lejos de nosotros es nuestra única
esperanza de sobrevivir.
—No hay manera, —digo—. ¿Qué usaríamos de todas
maneras como combustible?
—¿Recuerdas a Raylan, el hombre comisionado en la
restauración de la nave? —Zophie da unos pasos hacia la
puerta de cristal, mirando cautelosamente—. Bueno, en orden
de recibir financiamiento, el museo tuvo que seguir cada
instrucción específica, parte de eso significaba almacenar una
jarra de combustible sintético de fósil en la sala de
demostraciones. Todos pensábamos que estaba loco, quiero
decir la mayor parte del tiempo ha estado viviendo como
ermitaño en ese enorme recinto. Pero tal vez estaba pensando
más allá de lo que nosotros podríamos. He escuchado que es
un descendiente de los Ancianos, quien sabe, tal vez sabía que
esto podría pasar.
Zophie empieza a estrujar sus manos, yo trato de procesar
todo lo que está pasando.
—Pero hay un truco, —dice dándose la vuelta hacia mí—. Por
instrucciones de Raylan, para acceder a la bomba del
combustible es necesario un código de acceso que solo él sabe.
Se contactó conmigo justo antes de que las comunicaciones
cayeran pidiéndome que revisara los preparativos. Ha estado
teniendo problemas para ponerse en contacto con el piloto del
CDL. Le dije que tenía a alguien que volara el cohete pero que
quería un lugar en la nave y él aceptó. Está en camino ahora
mismo. Una vez que esté aquí podemos cargar el combustible
e irnos.
Me vuelvo para mirarla, sigo sin creer todo lo que estoy
escuchando.
—Por favor —dice—. No puedo volar esta cosa. Eres la única
en la que confío para sacarnos de aquí vivas, conoces esta
nave, incluso si no hubieras estado en el equipo de
reformación, sé que solías programar simuladores de vuelo en
la Academia que incluían modelos viejos como este, ¿verdad?
—Eso fue años atrás, —digo—. No soy una piloto, llama a tu
hermano.
—Lo hice, ha sido llamado a una mis…
—Entonces llama a la CDL o la ADL, llama… —trato de
pensar en otra opción viable.
—No hay nadie más, —dice, su voz es firme pero sus manos
están temblando—. Hablé con mi hermano, —suspira fuerte—.
Él dice que estos ataques fueron estratégicos. Han tomado
nuestras armas, naves, cualquier cosa que quede para pelear.
Nos han dado fuerte. Los puertos, la Academia…este es como
la única nave piloteable en toda Ciudad Capital, si no nos
vamos…
Ella se sale del sendero, pero entiendo el punto. Es fácil de
ver nuestra situación. Ella no cree que este mundo vaya a
sobrevivir. Lorien, perfecto Lorien, con sus bosques verdes,
sus rojas montañas, los Ancianos que siempre sabían lo que
era mejor para nosotros, esta falsa utopía está a punto de
quemarse.
—Además, te he visto volar una vez.
Hago una mueca.
—Eso era diferente —digo—. Un accidente, además la única
razón por la que aterricé fue porque la nave tenía casi cada
función automática. No como esta pieza antigua de mierda
que estás sugiriendo que usemos.
—Lex…
Me quedo observando sus grandes y suplicantes ojos verdes
por lo que parece un largo tiempo, pero no digo nada. Mi
mente está demasiado abrumada con imágenes de lo que vi
desde mi apartamento hasta el museo. Todo lo que Lorien ya
ha perdido, todo lo que he perdido. Mi hogar, mi trabajo, mi
hermano. Y ahora estoy de pie, en frente de la única persona
que podría considerar mi amiga y ella me está pidiendo que
dejemos nuestro mundo atrás. Lorien, el cual he estado
peleando por cambiar.
Pero ha cambiado ahora. Nunca podrá ser el mismo. Y me
doy cuenta que si voy con ella, todo lo que estaría dejando es
un planeta, no un hogar o una familia. Mis opciones son
intentar escapar o morir peleando por un lugar que ya había
empezado a odiar.
—Hay más, —dice Zophie suavemente—. Hay otros que irán.
Hay otra nave yéndose, podría haberse ido ya. Tenemos que
unírnosle, Janus la está piloteando.
Las puertas estallan antes de que pueda responder. Un
pequeño carro flotante con una alta pila de cajas, mochilas y
velas en ellas. Una docena de Chimæras la siguen por detrás y
al final por un hombre. Es alto, con un cabello negro y rizado,
con gruesas cejas, su pálida camisa azul está manchada de
sudor.
—¡Crayton! —Zophie exclama, apresurándose a cerrar las
puertas detrás de él—. ¿Dónde están Raylan y Erina? ¿Están
ellos…?
—Ellos se quedan, —dice Crayton—. Son de la Garde, van a
pelear.
La boca de Zophie se queda abierta por unos momentos.
Luego ella solo niega con la cabeza.
— ¿Quién es? —Pregunta el hombre mirándome.
—Nuestra piloto, —dice Zophie mirándome de una manera
obvia en la que quiere que mantenga mi boca callada y que la
siga a ella—. Lexa este es Crayton, es el vigilante del estado de
Raylan. Tal vez lo recuerdes haciendo entregas al museo
cuando estabas aquí. Él ha sido nuestro contacto con Raylan
por años.
—¿Qué es todo esto? —Pregunto.
—Provisiones, —dice él meneando las cajas—. Comida,
armas, agua, medicina, incluso algunas joyas y cosas de valor
para intercambiar. Raylan tenía todo cargado y listo para irse
en el momento de una amenaza. Pienso que estaba
anticipando algo como esto.
—Me refería a las Chimæras.
—Vienen con nosotros, —su voz se vuelve cautelosa—. Había
más de ellas cuando dejamos el estado, lucharon
valientemente para asegurarse de que llegáramos aquí.
Estoy a punto de protestar ante la idea de llevar una horda
de animales a bordo de una nave pequeña, sin mencionar el
hecho de que ni si quiera sé cómo volarla siquiera, cuando
Zophie da un paso al frente.
—Necesitamos el código de acceso para el combustible —
dice—. ¿Él te lo dio?
—Sí, —Crayton asiente—. Es su nombre.
Mi cabeza zumba de confusión. Crayton cambia su peso,
girándose ligeramente, y ahí es cuando me doy cuenta que está
cargando sólo una mochila. Hay algo moviéndose dentro de la
mochila que lleva colgada, extendiéndose por debajo de la
capa de polvo que recubre la tela de ésta, empezando a
quejarse como si apenas despertara.
Un bebé.
Debo lucir sorprendida porque Crayton señala atrás, hacia la
mochila que lleva en sus hombros.
—Su nombre es Ella. Ese es el código de acceso. He visto a
Raylan cambiarlo en su tableta de datos antes de irme. Algo
simple, así podría recordarlo.
Zophie tira del paño que recubre al bebé. Ella es pequeña,
rosada y arrugada. No tengo mucha experiencia en bebés, pero
ella luce muy pequeña, como una muñeca.
—Es tan pequeña —dice Zophie susurrando, casi como un
arrullo.
—Todo pasó muy rápido —explica Crayton—. Erina no se
sentía bien y de repente estaba en trabajo de parto. No hubo
tiempo de ir a la ciudad, pero todo estuvo bien. Erina y Raylan
lucían muy felices. Después el cielo se puso rojo y todo fue
muy mal. Ellos me la confiaron a mí. Yo no pienso…yo no
pienso que crean que esto sea algo a lo que vayan a sobrevivir.
Tengo que asegurarme que esté a salvo. Es malo allá afuera,
Zophie, si ellos no lo logran, su sacrificio no puede ser en
vano.
Hay una explosión afuera, cerca. Muy cerca. Polvo y
escombros del techo caen alrededor nuestro.
—Tenemos que movernos, —dice Crayton.
—Por aquí, —dice Zophie, jalando la manga de él—. ¡Dense
prisa!
Capítulo Cuatro.

Nos metemos en unos —muy mal ajustados— trajes espaciales


sacados de una exhibición; deslizándolos sobre nuestra ropa
sucia. Se supone que deben ser de ayuda con las presiones
cambiantes mientras estemos fuera, en la atmosfera, pero
estoy más preocupada por que la nave restaurada se mantenga
junta durante todo el despegue. Además, si llegamos al
extremo de que solo un traje espacial nos mantenga con vida,
probablemente ya estemos muertos.
La nave está alojada dentro de la cúpula de una caverna de
exhibición, sola en el centro del piso de piedra. Zophie y yo
entramos en la habitación primero, seguidas por el rebaño de
Chimæras y finalmente Crayton, quien arrastra los
suministros de Raylan en el ascensor flotante. Los tres
empezamos a gritar órdenes al mismo tiempo, tratando de
averiguar qué hacer. Atrapados en la locura y el miedo de lo
que está sucediendo. Me deslizo en un estupor híper
productivo, abriendo la escotilla principal de carga de la nave
y agarrando la primera de muchas cajas.
Paneles interactivos se alinean en las paredes de la
habitación, que detalla la naturaleza primitiva de naves
antiguas como la nuestra. Como los ineficientes y venenosos
combustibles fósiles usados antes de que cambiáramos a los
sintéticos y eventualmente, a los cristales que ahora usamos.
Zophie golpea sobre una de las pantallas un par de veces y esta
se desliza lejos revelando una bomba de combustible. La
conecta a la nave y entonces Crayton y yo nos unimos
cargando los suministros tan rápido como podemos.
—¿No pueden las malditas Chimæras ayudar en algo? —
Pregunto.
—Siéntete libre de pedírselos —dice Crayton—. No es como
si fueran a entenderte. Además, están asustadas.
—Yo estoy asustada, —dice Zophie, con su aliento agitado
mientras se las arregla de alguna manera para levantar una
caja que debe pesar tanto como ella para mí dentro de la nave.
—Nunca he deseado tener telequinesis más de lo que lo hago
ahora.
Cuando hemos terminado con los suministros, las Chimæras
inundan el lugar, convirtiéndose en animales pequeños. Ellos
rodean los lados de la bodega de carga mientras me precipito
por el estrecho pasillo que conduce a la cabina, más allá de las
pequeñas habitaciones individuales, la cocina y la zona
común. En el asiento del piloto me detengo por un breve
momento mientras trato de recordar las incontables horas que
pasé dentro de esta nave ayudando a reparar sus sistemas —
pero he acumulado una gran cantidad de información en mi
cerebro desde ese entonces. Rememorizo todas las guías viejas
y libros que he leído y las simulaciones que he programado.
Mis dedos empiezan a pulsar botones y a mover interruptores.
Por algún milagro me las arreglo para encender la máquina.
—Estamos listos —dice Zophie apareciendo a mi lado,
tomando asiento en la silla del copiloto y abrochándose a sí
misma en él. Crayton se deja caer en el asiento detrás de ella,
girando la pañalera para que el bebé este frente a él.
—Sosténgase todo el mundo, —presiono unos cuantos
botones más.
La puerta de carga se cierra, y la nave se inclina hacia arriba,
empujándonos hacia atrás en nuestros asientos. Desde la
cabina, observamos el techo de la cúpula, la cual está solo a un
pie de distancia del frente de la nave.
—Supongo que esta cosa no es reclinable —digo.
Zophie sacude la cabeza, extiende su mano y agarra mi
brazo. Una gota de sudor corre por mi frente, deslizándose por
un lado de mi nariz, escosando mi ojo.
—Creo que estamos a punto de descubrir qué tan bien
hicimos el trabajo de reconstruir esta cosa —Zophie aprieta mi
brazo—. Hagámoslo.
Tiro de un interruptor y se siente como si hubiera acabado
de detonar una bomba. Fuego llena la habitación. La nave se
sacude con tanta fuerza que estoy segura de que va a
desmoronarse, finalizando nuestro viaje antes de empezar
incluso. Pero milagrosamente no lo hace. En vez de eso, nos
impulsamos a través del techo. El grueso cristal de la cúpula se
rompe, explotando hacia el cielo rojo nocturno, brillando
mientras refleja la luz de las llamas que nos rodean.
Estamos en el aire.
La cabina ofrece una vista panorámica de Ciudad Capital y
aunque estoy enfocada en los paneles de control y monitores a
bordo, puedo ver cuán extenso es el daño a Lorien. Fuego y
humo llena el horizonte. A nuestra derecha, un haz de luz
púrpura se dispara desde el cielo más allá de las afueras de la
ciudad. No sé si es un Heraldo o algo mucho más siniestro.
Desde el aire, varias partes de la ciudad son irreconocibles,
humeantes cicatrices donde antes vibrantes vecindarios
alguna vez estuvieron. Hay algo extraño sobre el horizonte
también, pero no descifro lo que es hasta que me doy cuenta
de que deberíamos estar volando más allá de las Agujas de
Elkin. Pero han desaparecido. Las estructuras que sostenían
un tercio de las personas de nuestra ciudad han sido
destruidas.
Entro en shock. No puedo mirarlo más. Cambio mi enfoque
a los instrumentos en frente de mí.
—Se ha ido —Zophie susurra—. Nuestro planeta. Nuestro
hogar.
Nuestra trayectoria tiene más curvas de lo que debería y me
adentro en el yugo volando, desesperadamente, tratando de
mantener el frente de la nave arriba. El cielo está demasiado
oscuro, lleno del humo de nuestra ciudad en llamas. Pero la
nave se empuja hacia adelante, pasamos a través de la bruma.
Es solo entonces cuando podemos ver las naves de guerra del
enemigo. Dentadas y grises. Incontables en número.
Disparando a nuestro planeta. Naves más pequeñas
descienden a la superficie. En el centro está una esfera
nacarada, flotando como una tenue luna, alrededor de la cual
las otras orbitan.
—¿Cómo puede esto estar pasando?
Volamos pasando la flota, por suerte nuestro curso nos
dirige a través de un espacio en la formación. A pesar de la
naturaleza primitiva de la nave, tengo que admitir que es
rápida. Al menos en el despegue.
Y así –en el transcurso de algunos minutos– lo hemos
logrado.
Pulso sobre la pantalla de radares, tratando de asegurarme
que no hay nadie siguiéndonos, pero no veo nada. Una vez que
he descubierto como configurar la gravedad artificial y el
piloto automático, me permito respirar finalmente.
Crayton mece al bebé en sus brazos y le susurra temblorosas
palabras reconfortantes, pero sus ojos están abiertos y
llorosos.
—Por los Ancianos… —Zophie susurra. Se inclina hacia
delante en su asiento, mirando hacia el espacio—. ¿Dónde está
la otra nave? ¿Puedes encontrarla?
Toma un poco de tiempo navegar por los controles, pero
eventualmente descubro como ampliar la señal del radar.
—Estoy recibiendo la señal Loric de una nave que parece
haberse detenido a cierta distancia del planeta. Pero es muy
débil. Estamos demasiado lejos de ella, de todas formas.
—Da la vuelta —indica con un asentimiento—. Dirígete hacia
ella. Viajaremos a la Tierra juntos.
Después de rebuscar entre algunos mapas galácticos,
encuentro la Tierra. Varias figuras empiezan a aparecer en la
pantalla del monitor.
—No creo que podamos, —observo los paneles de comando
en frente de mí, haciendo cálculos en mi cabeza.
—Está demasiado lejos de nosotros ahora, y apenas tenemos
suficiente combustible para llegar a la Tierra así.
—Entonces ponte en contacto con la otra nave, —dice
Zophie con un hilo en la voz—. Deben tener operando un canal
de emergencias. O quizás el canal del Consejo oficial. Yo no…
—No podemos —digo.
—¿De qué hablas?
—Las otras naves pueden interceptar la transmisión —dice
Crayton—. ¿Y si la usan para encontrarnos?
—¡Estamos en una nave gigante blanca que acabamos de
lanzar al cielo! —Zophie grita—. ¡No hicimos exactamente una
salida sutil!
—¡No podemos! —Digo más alto.
El bebé en los brazos de Crayton despierta.
—No podemos contactarnos con ellos porque esta nave fue
reconstruida para ser una réplica exacta de los modelos más
antiguos, lo que significa que sus sistemas de comunicaciones
nunca se actualizaron. La nave de ellos maneja un sistema de
comunicaciones completamente distinto.
Zophie trata decir algo, pero en vez se le escapa un gemido.
El bebé comienza a gritar. Crayton mira hacia atrás y adelante
entre nosotras, confundido.
—¿Y eso qué significa? —Pregunta.
Me giro hacia una de las ventanas. En la distancia, Lorien
arde. Nuestro mundo está destilando fuego y humo y muerte,
y por unos instantes recuerdos vuelan en mi cabeza. Tiempos
lejanos más felices aparecen –persiguiendo a mi hermano a
través de exuberantes campos verdes. Riendo sobre comida
casera, el rostro de personas que no he pensado en años. Es
tan abrumador que tengo que resistir el impulso de llorar o
sentirme mal, o gritar.
En todos mis años de odiar Lorien y la manera en la que
funcionaba, nunca espere ver algo como esto. Quería que el
planeta cambiara, no verlo destruido.
—Significa que estamos solos —digo.
Crayton mira hacia el piso.
—Los abandonamos —dice en voz baja—. Dejamos a todos
morir.
Él empieza a murmurar nombres y a disculparse. Las
lágrimas descienden por sus mejillas. Zophie no está llorando,
al menos eso parece. Sus ojos miran hacia el espacio,
buscando algo pero encontrando sólo las estrellas y los
planetas, y otros cuerpos celestes a años luz de distancia, y una
fría, negra extensión de vacío.
Presiono los controles otra vez, confirmando nuestro curso
—soltando un suspiro de alivio al encontrar que el sistema de
navegación que ayudé a instalar está trabajando.
Pero esa es la última buena noticia.
—Debes estar bromeando —susurro.
—¿Qué sucede? —Zophie pregunta.
—Hicimos un escape rápido, pero nos costó mucho
combustible.
—Y bueno… —dice Zophie, preparándose para las malas
noticias.
—Lo que significa que será un largo viaje, —le respondo.
—¿Por cuánto tiempo? —Crayton pregunta.
Me vuelvo hacia el panel de control, mirando el número en
la pantalla delante de mí.
—Alrededor de un año y medio.
Capítulo Cinco.

Crayton encuentra algunas almohadas y pone a Ella a dormir


una siesta en un cajón sacado de una las habitaciones.
Después, nos sentamos en los bancos de la pequeña zona
común al lado de la cocina y repasamos los acontecimientos
de la última hora tantas veces que comienzan a sentirse
irreales, como una vieja historia de miedo que se les dice a los
niños para que hagan sus tareas. Tengo que recordarme a mí
misma que cada palabra dicha es cierta. Creo que estamos
todos en estado de shock.
Sé que yo lo estoy.
—Todas esas naves, —dice Crayton—. Esos bastardos.
—¿Quiénes eran ellos? —Pregunto.
—¿Qué eran ellos? Cuando eran atacados, solo se
desintegraban.
Zophie entrecierra los ojos, mirando al suelo. Reconozco esa
mirada de los días en el museo, cuando ella trataba de resolver
problemas complicados en su cabeza o de averiguar cómo
íbamos a obtener el cableado vintage y los accesorios para la
remodelación. Antes, cuando la nave fue sólo un proyecto en
el que estaba trabajando por un poco de dinero y no lo único
que me mantiene viva.
—¿Qué sucede? —pregunto.
—Bueno… —Su nariz se arruga un poco—. Siempre
existieron rumores en el museo de un viejo conflicto entre
nosotros y otro planeta. Narradores de archivos e
historiadores lo comentaban cuando las bebidas habían dado
demasiadas vueltas en las fiestas. No había pruebas
contundentes para fundamentar estas historias, pero había
indicios de que existía algo de verdad en las líneas borrosas de
esos cuentos en nuestro registro histórico y alusiones terribles
bajas y seres de otro mundo crueles que se encontraban en los
diarios y cartas. No podíamos hacer algo más que especular.
—Estás hablando de los Mogadorianos —dice Crayton.
Zophie parece un poco sorprendida de que él conozca la
palabra. No significa nada para mí, y sin embargo, siento
como si la he oído o visto antes. En los mensajes cifrados, no
pensé que fuera importante, o susurrada en los pasillos de la
ADL cuando estuve allí tiempo atrás.

—Raylan hablaba de ellos con frecuencia —dice Crayton—.


Tenía todas estas teorías sobre guerras secretas justo como lo
describiste. Estaba seguro de que su padre había sido, no sólo
una figura clave en el conflicto entre nosotros y los
Mogadorianos, sino un Anciano, y que había una especie de
conspiración que llevó a que el número de Ancianos se
redujera a nueve.
Crayton niega con la cabeza.
—Las afirmaciones de Raylan cambiaban todo el tiempo,
pero él estaba obsesionado con tratar de probarlas. Siempre
creí que estaba un poco loco, pero… esto es una locura.
Zophie continúa asintiendo.
—Habían… rumores de que el padre de Raylan había sido
un traidor Loric —dice ella.
—Una vez más, no hay evidencias concretas de que existiera
incluso era una ‘guerra secreta’, pero Raylan probablemente
hubiera escuchado esos rumores en algún punto u otro. Creo
que es una de las razones por las que estaba tan interesado en
donar dinero al museo y que esta nave fuera reconstruida.
Quería demostrar que su familia estaba haciendo algo positivo
por el pueblo de Lorien.
—Todo eso es muy bueno, —le digo—. Pero ¿qué más
sabemos acerca de estos… Mogadorianos?
Zophie expresa para nosotros todo lo que ha escuchado en
su tiempo en el museo. De acuerdo a los rumores y leyendas,
generaciones atrás los Lorics llegaron a Mogadore, tratando
de formar vínculos diplomáticos con el planeta. Pero su
civilizaciones eran barbarás y no estaban listas para el
contacto con una más avanzada. Algo sucedido allí —los
detalles son vagos y contradictorios, dependiendo de quién
contara la historia— pero de lo que Zophie podía recordar,
muchos Lorics perdieron sus vidas durante la expedición, y
posteriormente todo el contacto con aquella civilización y su
gente fue olvidado.
Tratamos de digerir esto. Finalmente nos quedamos
sentados en silencio, sin saber que decir. Ninguno sabe cómo
reaccionar al hecho que nuestro planeta pudo ser
completamente arrasado por estos monstruos.
Mis pensamientos se atropellan mientras trato de darle
sentido a todo esto, armar un panorama más amplio de lo que
ha ocurrido. Vuelvo a pensar en el mensaje que había
interceptado antes. Sobre la pista de aterrizaje. La profecía.
—La evacuación —digo—. ¿Saben quién está en la otra nave?
—No se suponía que Janus debía decir algo —dice Zophie—.
Era altamente confidencial. Él estaba rompiendo su juramento
más grande diciéndomelo.
—Entiendo —le digo.
—Pero no es como si de todas formas la información fuera a
salir de este cohete.
Sus hombros caen. Ella cede.
—No sé mucho. Algo sobre nueve Garde elegidos. Los
Ancianos los reunieron. O Loridas lo hizo, no estoy segura.
Ellos, junto con sus Cêpans son los que están en la otra nave.
Son la última esperanza.
—¿Para qué? —Pregunta Crayton.
—Para la supervivencia de nuestro pueblo —Zophie sonríe
tristemente—. Bueno, otros como nosotros, supongo. No sé
porque fueron escogidos, pero fue lo que Janus dijo. Ellos van
a ser… bendecidos, con algo. Quizás ya lo fueron. Algún
hechizo para protegerlos. Suena loco, lo sé. ¿Por qué los
Ancianos tratan de salvar a un puñado de nosotros mientras el
resto es sacrificado?
Aprieto la mandíbula. Por supuesto, así como enfrentan la
destrucción del planeta. Usándonos. Tratándonos como
peones, como lo han hecho siempre.
—Eso no puede ser cierto —dice Crayton.
—Lo es —digo—. Justo antes de la primera ola de ataques,
intercepté un mensaje enviado a nueve mentores, Cêpans,
informándoles algo sobre reunirse en una pista de aterrizaje,
que la profecía estaba a punto de volverse real. Los Ancianos
abandonaron al resto, a nosotros.
—Eso es una locura —dice Crayton.
—¿Qué se supone que estos nueve deben hacer en la Tierra?
Todo lo que sé sobre ese planeta suena como si fuera por
mucho inferior a Lorien.
—Podría ser peor —dice Zophie—. Podríamos estar
dirigiéndonos a Mogadore.
Crayton abre la boca para decir algo, pero el bebé empieza a
llorar de nuevo. Él se excusa y se dirige por el pasillo para
atenderla.
—Creo que tenemos que acostumbrarnos a ese sonido —dice
Zophie.
Ella está de pie.
—Voy a empezar a hacer un balance de nuestros
suministros. Tendremos que guardar raciones. Y necesito
hacer algo con mis manos ahora mismo. Cualquier cosa.
Una pregunta ha estado rodando por mi mente.
—¿Por qué me pediste que viniera contigo?
Todavía estoy tratando de poner las piezas juntas.
—Seguramente había alguien más. Alguien en el
departamento que estudió esta maldita reliquia. ¿Por qué yo?
—Tú nos trajiste aquí, ¿no?
—Será un largo vuelo si mantenemos secretos todo el
tiempo, Zophie.
—Porque sabía que no ibas a querer quedarte y luchar —dice
finalmente—. No hubo tiempo para discutir con nadie más
acerca de nuestras obligaciones. No sé exactamente qué has
estado haciendo en los últimos años, pero supe, incluso
cuando estabas trabajando en el museo, lo infeliz que te hacia
Lorien y sus líderes. No es como si te culpara después de lo
que ha pasado.
Miro hacia ella, sin decir nada durante un rato. No sé cómo
se supone que debo sentirme sobre esto.
—¿Y tú? —Pregunto—. ¿Por qué no te quedaste a luchar?
Ella se gira lejos de mí, observando por una de las
ventanillas.
—Mis padres murieron el año pasado. Janus es la única
familia que tengo. Pensé que seríamos capaces de hablar con
la otra nave. Pensé… —Se seca una lágrima de un ojo—. Fui
una estúpida. Todo ocurrió tan rápido. Tan pronto como me
desconecté de Raylan, llamé a Janus y le dije que me
encontrara en el museo, pero él ya estaba camino a la pista de
aterrizaje. Me dijo que buscara refugio. Iba a la Tierra. No lo
entendí. Fue ahí cuando me habló de Loridas y de la Garde. Y
de pronto todo estaba en llamas, no podía encontrarlo. Ni
siquiera sabía dónde estaba su nave. Al principio pensé que
estaba rompiendo todos sus juramentos como un miembro del
CDL por decirme esa información clasificada, pero ahora me
doy cuenta de que sólo lo dijo porque se suponía que no
sobreviviría. Él estaba despidiéndose.
—¿Por qué no te llevo con él? —Pregunto.
Zophie niega con la cabeza.
—Loridas estaba allí. El CDL estaba involucrado. Ya sabes lo
estrictos que se hubieran puesto sobre quienes podrían estar
en esa nave. Además, si se lo permitían a una persona,
tendrían que empezar a dejarlos a todos.
—El cielo les prohíbe proteger a su gente —murmuro.
—Tenía que venir —dice—. Tenía que ir. Tenía que seguir a
Janus.
—Y necesitabas un piloto que fuera una mierda de
ciudadano y no tuviera nada que dejar atrás.
—Él es mi familia, Lex —dice sin mirarme—. Es todo lo que
tengo. Tú mejor que nadie sabes cuán importante es para mí.
Y con una sola frase, la de por sí pequeña sala común,
parece encogerse a mí alrededor mientras pienso en mi propio
hermano. Mi pecho vibra y mi garganta se tensa —después de
todos estos años, él aún puede tomarme por sorpresa,
provocando que mi corazón se apriete y arrastrándome en una
profunda, palpable herida.
Zophie sonríe débilmente. Inconvincente.
—La Tierra es diez veces más grande que Lorien, Lex. Y tan
diferente. ¿Cómo se supone que voy a encontrarlo ahí?
Me quedo mirando el piso metálico de la nave, tratando de
pensar en algo que decir. Una especie de consuelo.
—No puedes perder la fe —le digo—. Aun cuando el sentido
común te diga que debes hacerlo.
Debe saber que no creo lo que digo, pero me hace el favor de
no señalarlo.
Capítulo Seis.

Exploro cada pulgada de la nave recordándome a mí misma su


disposición. No toma mucho tiempo, ya que el cohete es
básicamente sólo un largo pasillo. Hay cuatro habitaciones
personales pequeñas. Las Chimæras permanecen en la parte
posterior de la nave, anidadas alrededor de las cajas y
materiales de construcción que hemos traído a bordo.
Tenemos suerte que como parte de la remodelación y
exhibición, los armarios están llenos de ropa, y la cocina
cuenta con algunas herramientas y aparatos útiles. Para el
próximo año y medio, estaremos viviendo en una casa modelo,
sobreviviendo de los suministros de Raylan.
Encuentro una plataforma de datos antiguos en la cabina,
que esboza las funciones y capacidades de la nave y la muestro
a Zophie y Crayton. Yo les digo que es mi deber como su piloto
conocer esta nave lo mejor posible y me excuso por unas
horas, eligiendo una de las pequeñas habitaciones privadas
para llamarla como mía. Es pequeña y escasamente
amueblada con una cobija, una silla y una cama que es de seis
pulgadas, demasiado corta para mí. Lanzo la tableta de datos
sobre la cama sin encenderla y me siento en la silla, mirando
por el cristal denso de la ventana de ojo de buey. Y pienso en
él. No es lo que quiero hacer, pero es imposible no hacerlo,
estando aquí, volando a través del espacio.
Zane. Mi hermano menor.
Hubo un tiempo cuando Zane era una constante, una figura
soleada en mi vida. Era un Garde que iba a hacer que de mi
abuelo el Loric más orgulloso en el planeta. Al menos eso es lo
que siempre dijo. Recuerdo una mañana cuando tenía ocho o
nueve años, sentados alrededor de la mesa del desayuno. De
repente, dejó de comer, dejó su tenedor y se volvió a nuestro
abuelo.
—Papá, —dijo con la voz tan grave que jamás había oído—.
Cuando crezca, Yo voy a ser un Anciano. Y si ya hay nueve
Ancianos, me van a ver a mí y me hacen el décimo. Voy a hacer
de nuestra familia un orgullo.
Yo había sofocado una risa, pero mi abuelo solo asintió y
sonrió.
—Creo en ti, Z —dijo—. Pero si vas a hacer eso, tendrás que
empezar por comer el resto de tu desayuno.
Cuando pienso en mi vida, el punto luminoso fue cuando los
dos estábamos en la Academia de Defensa de Lorien. Él no era
más que un niño —trece años— pero yo ya estaba en mi
segundo año como especialista en tecnología de la ADL.
Mucho más joven que mis compañeros de clase. Había tenido
un don para la electrónica que me hizo subir en las categorías,
permitiéndome trabajar en proyectos que otras personas de
mi edad no habrían soñado. Cosas como simulaciones de
programación y navegación por satélite. Incluso ayudé a
retocar algunas de nuestras tecnologías Lorics para ser
tomadas en la Tierra. Pensé que había encontrado mi
vocación. No tenía ningún deseo de ser un Mentor Cêpan.
Aparte de Zane, nunca había sentido la necesidad de entrenar
o supervisar a un niño con Legados.
Pero los números y los programas informáticos tenían
sentido para mí. Me sentí como en casa, en la ADL, trabajaba
más horas al día de las que probablemente eran saludables.
Veía a Zane a menudo. Sobre todo durante las comidas o
cuando aparecía en los laboratorios de tecnología para
presumir de lo bien que lo había hecho en los entrenamientos.
Estudiaba en la esquina mientras yo trabajaba. A veces tenía
que despertarlo y arrastrarlo de vuelta a su habitación cuando
se había quedado dormido sobre un libro. Parecíamos los
hermanos perfectos. Los dos sobresaliendo. Ambos con
futuros prometedores por delante.
Zane se asoció con un Cêpan nombrado Dalus, cuyas
calificaciones he cuestionado desde el principio. Él era
demasiado nuevo, demasiado verde para estar entrenando a
alguien como Zane, que era testarudo y con ganas de
demostrar de lo que estaba hecho. No pensé que Dalus
pudiera manejarlo. El hombre era manso, con una voz
tranquila que tenías que acercarte para escuchar. Había
pasado bastante tiempo persiguiendo a Zane alrededor de la
casa de nuestro abuelo como para saber que necesitaba una
figura autoritaria que lo mantuviera en pista.
Incluso me quejé a los cargos más altos de la Academia.
Todo lo que dijeron fue que el vínculo entre Garde y Cêpan ya
se había establecido y que sería perjudicial para ambos si
estaban separados. Así eran las normas de Lorien. La ADL
habló en nombre de los Ancianos y lo que los sabios decían
era, no había lugar para la queja. Así que traté de aceptar que
el sistema sabía lo que era mejor para Zane. Que como su
hermana mayor estaba tal vez exagerando. Demasiado sobre
protectora. Cuidándolo demasiado.
Después de que Zane desarrolló el Legado de vuelo durante
su segundo año en la Academia, casi nunca lo vi con los pies
en el suelo. Varios de la Garde podían volar, pero Zane volaba
con tanta gracia y velocidad. Era como si se estuviera
teletransportando, lanzándose desde un extremo del campus
al otro en un abrir y cerrar de ojos.
Él estaba cumpliendo las promesas que le había hecho a
nuestra familia. Se estaba convirtiendo en algo
innegablemente especial.
Dalus vio en él una promesa también. No sólo como un
alumno, sino como algo que podía explotar. Si Zane
terminaría siendo el volador más rápido en todo el planeta,
había un cierto nivel de respeto que se le daría a su Cêpan, así
Dalus lo mereciera o no. La gente miraría a Dalus y diría: "Ah,
mira lo bien que entrenó este magnífico Garde." Y había otros
beneficios también. Incluso en mi puesto en la rama de
ingeniería, había oído historias de mayores, miembros ricos
del CDL que apostaban en carreras de Garde y en otras
pruebas. Si jugaba bien sus cartas, Dalus podría hacer un
fuerte beneficio de mi hermano. Así que empujó a Zane al
borde, siempre insistiendo en que él podía volar más rápido,
más lejos, por períodos de tiempo más largos.
Y entonces sucedió.
Yo había estado en una de las pistas de aterrizaje del consejo
trabajando en la mejora de los sistemas de navegación de los
modelos más recientes de la nave cuando me enteré. Un
superior del CDL que nunca había visto antes fue el que me
dijo. Recuerdo haber visto su túnica color canela mientras
salía de su transporte y supe que algo malo había pasado. Que
él estaba allí para verme.
—Fue un accidente —dijo—. Zane estaba realizando un
entrenamiento de larga distancia estaba volando a velocidades
increíbles, mucho más rápido de lo que debería haber sido
permitido. Había un barco de suministro Kabarak entrando en
la ciudad. Y creemos que Zane no lo vio hasta que fue
demasiado tarde.
Al principio yo no entendía, hasta que el hombre comenzó a
decirme algo acerca de cómo la banda de formación de Zane —
la que rastreó su velocidad y ubicación—, estaba muerto, y que
algo tuvo que haber derribado la nave. Ellos aún estaban
tratando de excavar en el sitio donde se estrelló, pero ellos
querían que yo lo supiera lo más pronto posible. Ellos querían
decirme que mi hermano estaba muerto.
—Una vez más —dijo el hombre—. Sentimos su pérdida. Fue
un terrible accidente.
Los minutos que siguieron fueron un borrón. Seguí
pensando que había habido algún tipo de error. Zane no se
había ido él sólo abandonó su banda de formación y se
escondía en las nubes en alguna parte. Era una broma. Mi
hermoso, inteligente, talentoso, amoroso hermano bebé
todavía estaba flotando arriba allí en el cielo en algún lugar.
Zophie que había estado en la pista de aterrizaje por algún
otro asunto de la ADL me trató de calmar, pero no recuerdo lo
que dijo. Yo no podía oír nada, más que mis propios
pensamientos, gritándome una y otra vez: Sólo tienes que
encontrarlo.
Quería correr, gritar, pelear y llorar. Lo que terminé
haciendo fue subir a la cabina de una nave en la que no tenía
permiso de estar y despegar. Era la primera vez que había
volado sola, pero el sistema era avanzado e hizo casi todo el
trabajo para mí. Sabía cómo despegar y activar el piloto
automático porque yo había ayudado en los cambios de diseño
para el sistema de navegación. Y antes de que me diera cuenta
estaba surcando el aire, en busca de Zane.
No tenía idea de dónde había estado entrenando, pero no
importaba. No podría vivir conmigo misma si no intentaba
encontrarle.
Finalmente, agotada, aterricé en algún lugar del país.
Funcionarios de la ADL rastrearon la nave robada y me
trajeron de vuelta a la escuela. Por ese tiempo, ellos
finalmente encontraron la banda de capacitación de Zane en el
lugar del accidente. Y sus restos. Quería ver a Dalus —
destrozarlo— pero no me dejaron acercarme. Finalmente, fue
enviado a un remoto Kabarak —nadie me diría dónde. Debe de
haber desaparecido por completo de la Red. Nunca lo
encontré. Traté de aguantar hasta el final en la Academia, pero
parecía sin sentido ahora. La gente seguía usando esa palabra
—‘accidente’— como si supusieran que haría las cosas mejor.
Entonces, por primera vez, me puse a pensar en el
verdaderamente mal estado de Lorien. Cómo nuestras
libertades eran de tenues y cómo nuestros líderes nunca
fueron considerados responsables de nada, no realmente.
¿Qué pasaría si Zane no se hubiera visto obligado a ir a la
ADL? Para ser entrenado para luchar y proteger. ¿Y si sólo se
le hubiera permitido ser un niño normal? ¿Qué si hubiera
tenido con otra elección? O si la ADL me hubiera escuchado
cuando les había dicho que Dalus no era un buen partido para
él.
"Accidente".
Esa palabra me golpeaba como un golpe bajo cada vez que la
escuchaba. Porque lo que le pasó a mi hermano no fue un
accidente. Había gente que culpar. Dalus era el más obvio.
Pero a la ADL también. Y yo no podía olvidar a los Ancianos,
que habían dictaminado que los niños más dotados de nuestra
sociedad deben ser entrenados como soldados basados en una
profecía que yo ni siquiera creía que fuera cierta. No en ese
momento.
Y yo también. Yo era la culpable de creer en todo esto, en la
idea de que la ADL y el CDL mantendrían a Zane seguro. Que
tenían nuestros intereses individuales en mente, en lugar de
los suyos.
No podía manejar más el oír la palabra "accidente". Salí de
la Academia. Nunca regresé.
En mi habitación minúscula en la nave, No puedo conseguir
sacar a Zane de mi cabeza. Han pasado cinco años desde que
voló demasiado rápido por el cielo, y aunque sé que se ha ido,
todavía hay una parte de mí que espera en la suerte y en volver
a retomar mi vida.
Perder a Zane dejó un agujero en mí. Es por esta razón por
encima de todas las otras que he tratado de permanecer libre
de demasiadas muchas responsabilidades en estos últimos
años. Las personas incluidas. No pude acercarme a cualquiera,
no podía incluso decir adiós a nuestro abuelo. Me negué a ser
herida de nuevo como lo estuve por la muerte de Zane. Si eso
significaba que estaré sola por el resto de mi vida, que así sea.
Ahora sólo me doy cuenta de que algunas de mis
suposiciones sobre Lorien y la forma en que fue ejecutado
eran incorrectas. La profecía era real. Necesitábamos
soldados, algunos de la Garde incluso me salvaron la vida.
Pero, ¿a qué costo? Lorien probablemente se ha ido.
Quemado. Y si la inteligencia de Zophie es correcta, los sabios
sólo salvaron dieciocho ciudadanos. Diecinueve si contamos a
Janus.
¿Por qué ellos? ¿Qué los hace tan especiales? ¿Qué los hace
más dignos de la salvación que yo? ¿O Zophie o Crayton o
Ella? ¿O Zane?
Capítulo Siete.

Las semanas transcurren.


Las Chimæras se adaptan más rápido que nosotros.
Supongo que esa es la historia de sus vidas, sin embargo,
cambian para adaptarse a la situación actual; ahora en su
mayoría son pequeños animales peludos. Los roedores que
invernan en los contenedores de almacenamiento parecen
saber que no hay suficiente comida a bordo, ni para nosotros y
que deben sobrevivir así que duermen por días. Crayton pasa
demasiado tiempo mirando por encima de ellas,
acariciándoles la espalda cuando Ella está durmiendo la siesta.
Cada pocos días les despierta uno por uno y les incita a beber
un poco de lodo a base de proteínas presionado una pequeña
bolsa de oro. Espero que podamos llegar a la Tierra antes de
que yo tenga que conocer el sabor de las manchas grises que
caen de ese paquete.
Al principio hablamos mucho de Lorien, sobre teorías de
posicionamiento y hacemos las mismas preguntas sin
respuesta que habíamos tenido cuando aún podíamos ver la
superficie quemada del planeta a través de la portilla.
Pasamos horas tratando de encontrar respuestas que no
podemos confirmar. Todo son hipótesis, conjeturas. Ni
siquiera sabemos el estado del planeta mismo.
No se necesita mucho tiempo para que nos demos cuenta de
que estamos teniendo la misma conversación una y otra vez, y
sin que ninguno de nosotros tenga que decirlo, hacemos un
esfuerzo consciente para mantener nuestro enfoque en el
futuro. El tiempo para las respuestas vendrá cuando estemos
en la Tierra, cuando podamos localizar a Janus, a la Garde y a
los Cêpans evacuados. Ellos estarían tomando un rumbo
diferente que nosotros, dada la capacidad de su nave. Van a
estar en la Tierra meses antes que nosotros.
Zophie no aceptará la idea de que nada le va a pasar a la
nave de Janus en su viaje o que los Mogadorianos los rastreen
o los intercepten. Crayton parece tan decidido a creer que los
otros estarán en la Tierra también. Creo que no se siente
preparado para criar a Ella, es algo por lo que no puedo
culparlo. Si Ella es un Garde como sus padres, necesitará un
Mentor Cêpan que la entrene, y es probable que solo haya
nueve en el universo.
Trato de mantener el optimismo de que la otra nave escapó
con éxito de los Mogs y los dejara en la Tierra sanos y salvos.
Tengo tantas preguntas que sólo los sobrevivientes elegidos
pueden contestar. Quizás Loridas mismo está con ellos, y
puedo derribarlo y preguntarle por qué. ¿Por qué, después de
todo nuestro entrenamiento no estaban listos? ¿Por qué los
Mogs vinieron por nosotros? ¿Por qué muchos tuvieron que
ser sacrificados?
Encontrar a los demás una vez que estemos en la Tierra, va a
ser el verdadero reto.
Zophie tuvo suficiente previsión de traer una tableta de
datos del museo con ella, y así a lo largo de nuestros meses en
el espacio nos da un curso intensivo sobre la Tierra, tratando
de aclimatarnos para que cuando lleguemos allí no
destaquemos demasiado. El planeta no se ha puesto en
contacto con cualquier vida extraterrestre —al menos no que
sepan— y Zophie no está segura de cómo podrían reaccionar
ante el descubrimiento de que no están solos en el universo.
Tal vez con hostilidad.
Pero mezclarse termina sonando mucho más difícil de lo
que esperaba que fuera. En Lorien, las costumbres y culturas
en realidad no cambian mucho si estuvieras en el medio de la
Ciudad Capital o paleando estiércol de una chimæra en un
Kabarak. Pero la Tierra no parece ser nada de eso. Es mucho
más grande y dividida en diferentes secciones que son tan
diferentes la una de la otra. No hay cuerpo gobernante para
dirigir a todas las personas del planeta, o "seres humanos",
como los llama Zophie. Ese tipo de diversidad suena muy bien
en teoría, —suena como el tipo de mundo que siempre
imaginé en el que Lorien podría convertirse si acabáramos de
abrir nuestros ojos— pero como alguien de otro planeta, hace
que tratar de obtener un control sobre los seres humanos
suene bastante difícil. Afortunadamente, tenemos un montón
de tiempo libre, así que aprender acerca de la Tierra es una
distracción de la monotonía de nuestro viaje.
Por no hablar de la ansiedad de ver que nuestras reservas de
alimentos disminuyen lentamente. Según los cálculos de
Zophie debemos llegar a la Tierra muy bien, pero todos
empezamos a comer cantidades más pequeñas de alimentos
con el progreso meses. Sobrevivimos con frutas secas y
proteínas masticables.
Zophie insiste en tener un conocimiento rudimentario de
varios idiomas antes de llegar— suficiente para hacer
preguntas simples y sonar como turistas o viajeros de otros
países en lugar de tres personas que no pueden hablar un solo
dialecto terrestre. Una vez más, estoy asombrada por lo
diferente que la gente que habita el mismo planeta puede ser.
Qué extraño que estos miles de millones de personas no
puedan ni siquiera comunicarse todos entre sí. Empezamos
con un lenguaje llamado Francés, porque sus vocales son más
como nuestra lengua nativa Lorica, luego cambiamos a otros,
de los que nunca he oído hablar: Español, luego Inglés y
Mandarín. Crayton y Zophie sobresalen en las lenguas, y en
poco tiempo se están riendo de chistes en uno conocido como
Alemán, mientras que todavía estoy tropezando con "Ich heiße
Lexa" [mi nombre es Lexa]. Esto es probablemente porque me
paso la mayor parte de mi tiempo libre escribiendo todo lo que
recuerdo de mis días de trabajo en los sistemas de
comunicaciones de la Tierra en vez de estudiar nuevos
idiomas. Estoy más a gusto con el vocabulario de la electrónica
—unos y ceros y líneas cuidadosas con formato de código.
Basada en mi tiempo en la ADL, asumo que la Tierra ha
llegado a un punto en su evolución tecnológica que significa
que está interconectada por máquinas y confinada en ellas de
la misma manera que estábamos en Lorien. El Internet fue
uno de los muchos regalos que Lorien trajo a los seres
humanos a través de los siglos. No es que lo sepan o que sepan
que alguno de sus otros tesoros en realidad procede de
nosotros.
O incluso que algunas de sus mentes más brillantes no eran
de su planeta en absoluto, sino Lorics. Solía preguntarme por
qué les pasamos cualquier recurso de ayuda a un planeta tan
lejano cuando no había nada en él para nosotros. Ni siquiera
el reconocimiento de nuestras contribuciones. Pero ahora
estoy empezando a preguntarme hace cuánto tiempo los
Ancianos sabían de los Mogadorianos. Qué parte de la "guerra
secreta" era real.
¿Si habrían estado preparando una migración Lorica a este
nuevo mundo todo este tiempo?

Seis meses después del viaje, me parece que Crayton


hiperventila, sentado en el suelo junto a la cuna improvisada
que hemos reunido para Ella, un recipiente de plástico de gran
tamaño fijado a una mesa auxiliar y lleno de mantas. El rostro
de Crayton es blanco, y su frente es brillante por el sudor.
—¿Que está mal? —Le pregunto, tomando unos pasos
rápidos hacia el lado del bebé. Pero Ella está bien, durmiendo
sin cuidado del universo.
—¿Qué se supone que debo hacer con ella? —Pregunta—.
Conozco sobre los animales. Eso es todo. Acabo de
asegurarme de que tienen comida y agua y no están enfermos.
No sé cómo criar a un niño.
Miro hacia abajo a él. No estoy segura de si realmente quiere
una respuesta o si él está hablando sólo para sí mismo. Él
continúa.
—Incluso después de todos nuestros estudios, siento que
casi no sé nada de la Tierra. ¿Cómo se supone que voy a
asegurarme de que esté bien? ¿En qué idioma se supone que
hable con ella, Loric? ¿Y si ella pregunta acerca de sus padres?
¿Qué se supone que voy a decir?
Echo un vistazo hacia la cabina del piloto, donde Zophie está
perdida entre las estrellas, mirando todo y nada a la vez.
Supongo que esto es algo que tendré que manejar por mi
cuenta.
—Le dirás lo que quieras —le digo.
—Esa es una gran historia para dormir —se burla—. Que su
mamá y papá están probablemente muertos y que me
enviaron con ella en una nave con un montón de animales
para asegurarse de que estaba a salvo. ¿Cómo se le explica eso
a una niña?
No sé qué decirle. ¿Qué le diría a Ella? ¿Qué le diría a Zane?
Mi primer instinto es la verdad, sin duda. Pero, ¿y si la verdad
es aterradora? ¿Cómo se encuentra el término medio? ¿Y si la
verdad la pone en peligro?
—Tal vez no se lo expliques —le sugiero—. Tal vez le dices
algo que les ayudará a mantenerse sanos y salvos. Incluso si
eso significa mentirle. Vas a tener que preguntarte si es más
importante que sepa la verdad o su poder de conciliar el
sueño sin el temor de que todo el mundo que la conoce fue
destruido en una lluvia de fuego en medio de la noche.
Crayton me mira. Sus ojos están enrojecidos.
—No voy a mentirle —dice.
Ella comienza a despertar, estirándose y con arrullos.
Crayton está de pie en un instante, se inclina sobre ella. Niego
con la cabeza.
—Cuando llegue el momento —digo—. Harás lo que tengas
que hacer con el fin de protegerla.
Lo dejo con el bebé y me retiro a mi habitación.
Capítulo Ocho.

Para el momento en el que podemos ver la Tierra, el cabello de


Ella es completamente castaño. El resto de nosotros nos
vemos desaliñados.
Crayton luce una espesa barba que le cuelga casi a la mitad
del pecho. Hay una nube de cabello negro un poco más espesa
en mi propia cabeza. Zophie mantiene el suyo largo, rojos
rizos recogidos con un pedazo de tela.
En realidad la vista de nuestro destino tranquiliza mientras
comenzamos a quedarnos sin suministros. Sin siquiera hablar
al respecto, todos estábamos rebajando nuestras raciones y el
resultado era tres demacrados Lorics con círculos oscuros bajo
sus ojos. Ella es la parte aislada. Ella está prácticamente
regordeta, lo que me lleva a creer que Crayton le ha estado
dando parte de su propia comida. No es que me importe. La
niña se puede mantener de pie ahora y correría un poco si no
fuéramos cuidadosos; la nave no fue realmente hecha con
niños en mente, está llena de esquinas afiladas. Ella incluso
puede decir un par palabras. Tal vez un poco más de un par.
Es un poco complicado mantener un seguimiento de los
sonidos que balbucea o si está tratando de formar palabras de
los lenguajes que practica.
Ella definitivamente sabe nuestros nombres al menos,
incluso si batalla con algunas de las consonantes. Nos hemos
convertido en “Ex” “Zoey” y “Ray-un” para ella, el último de
estos es extraño de oír viniendo de su boca, desde lo que
podría ser fácilmente Ella tratando de pronunciar el nombre
de su padre. Pero no hay negación de que es Crayton a quien
llama cuando se despierta; sus ojos se iluminan donde sea que
lo vea.
Y por esa parte, la manera en que él la mira ha comenzado a
cambiar. Ya no es solo con preocupación, como si fuera una
frágil burbuja al que le hubieran mandado a proteger. Eso
sigue ahí, pero debajo de una gruesa capa de afecto.
Cuando los llamo a la cabina de piloto para ver la Tierra,
aunque solo sea un punto azul a la distancia, Crayton trae a
Ella con él.
—¿Ves eso? —Él le pregunta, apuntando al espacio—. Ese es
muestro nuevo hogar. Ahí es donde tú vas a crecer.
Ella solo balbucea y gira de su barba con sus pequeños y
regordetes puños.
Son tan solo unos días más antes que los largos telares de la
Tierra estén delante de nosotros y podremos discutir dónde y
cómo vamos a aterrizar. Nosotros no tenemos exactamente el
lujo del tiempo o viajar, mientras estamos escasos de
combustibles fósiles sintéticos para estas fechas. Basándonos
en nuestro ángulo de aproximación y en la rotación del
planeta, tenemos una pequeña y estrecha ventana de donde,
geográficamente, podríamos aterrizar. Estamos tan bajos en
reservas de poder que tendremos que confiar en que la fuerza
gravitacional de la Tierra nos jale para atraernos al suelo tal
como es.
Zophie estudia minuciosamente escaneos de la superficie de
la Tierra, sentada en la silla del copiloto. Finalmente apunta a
un lugar en el mapa digital que jala hacia uno de los monitores
de la cabina de piloto.
—Ahí —dice ella—. Es un desierto.
—Así que, ¿un montón de arena? —Pregunto. Me tomo unos
segundos para entender que significaba desde que los
desiertos no eran exactamente abundantes en Lorien.
—Cierto. Y más importante, está en gran parte inhabitado,
así que no tendremos que explicar de dónde venimos a un
montón de espectadores. Seremos capaces de aterrizar la nave
y viajar un día o más a un área metropolitana más grande, una
ciudad llamada Cairo.
Pongo las coordenadas en el panel de navegación.
—Parece viable —digo—. Dile a Crayton que necesitará
sujetarse bien con Ella. Cuando entremos en la atmósfera de la
Tierra las cosas empezaran a ponerse agitadas.
Los tres nos mantenemos en silencio mientras comenzamos
nuestro acercamiento final hacia el planeta. Incluso Ella está
en silencio, como si se diera cuenta que esto es importante.
Mantengo mis ojos fijos en el panel de instrumentos,
monitorizando el incremento de calor afuera, mientras
atravesamos la burbuja de la atmósfera.
—Esto no es tan malo —susurra finalmente Crayton—. Al
menos no hay una flota de naves revoloteando alrededor...
La nave comienza a agitarse violentamente, lanzándolo
hacia arriba.
—Es todo… —Zophie comienza.
—Estamos bien —mantengo mis ojos moviéndose de
adelante hacia atrás entre los instrumentos y la rápida
aproximación a la superficie del planeta frente a nosotros.
La nave continúa empujando hacia atrás y delante, como si
tratara de romperse a sí misma en el cielo. Pero se mantiene
junta mientras nos dirigimos directamente a una expansión
dorada de tierra.
Una lectura de uno de los monitores suena. Es momento de
desplegar nuestras medidas de reinserción: una docena de
propulsores fuera de borda que rápidamente disminuirán
nuestro descenso hasta que aterricemos en la arena.
—¡Esperen! —grito y giro el interruptor. Nada sucede.
Giro el interruptor una y otra vez, sin ninguna respuesta.
—¡Mierda! —susurro. Mi corazón y cerebro comienzan una
carrera—. Mierda, mierda, mierda.
—¿Qué pasa? —Pregunta Crayton.
—Los propulsores de reinserción no funcionan.
Estamos viajando muy rápido. Estamos prácticamente sin
combustible. No hay manera en que podamos expulsarnos a
nosotros mismos a esta velocidad. Alarmas y advertencias
comienzan a encenderse alrededor de la cabina. Golpeo los
controles hasta que recibo una lectura que me ayuda a explicar
qué sucede —nunca reconstruimos apropiadamente los
propulsores durante la restauración. Tengo dos propulsores
frontales que puedo enganchar, pero es una única
oportunidad, y solo cambiará ligeramente la dirección de
nuestro muy rápido descenso.
Vamos a estrellarnos.
En algún lugar detrás de mí las Chimæras y Ella lloran
mientras los instrumentos de la cabina hacen un terrible
sonido que parece decir: ‘Es muy tarde; están muertos.’
Trato de mantener la calma, yendo a través de opciones en
mi cabeza. No hay nada que podamos hacer, ni si quiera un
paracaídas que podamos desplegar.
Y entonces, una imagen viene a mí. Zane.
Su forma favorita de asustarme después de desarrollar el
vuelo era dirigirse hacia el suelo hasta que yo estaba gritando
para que bajara la velocidad, siempre aseguré que se iba a
terminar estrellando en el césped o la calle. Él esperaba hasta
el último segundo concebible y entonces finalmente se
levantaba, disparado pasando por delante de mí
horizontalmente. Un tornado en forma de un niño pequeño.
—Todos estén listos —digo—. Voy a intentar algo.
Los escucho gritarme cosas, pero no hago caso. Tengo que
estar completamente concentrada. Vamos acercándonos y
acercándonos a la Tierra, pero espero. Tengo solo una
oportunidad en esto. Tenemos solo una oportunidad.
La arena está casi encima de nosotros. Zophie grita. Crayton
abriga con sus brazos a Ella.
Golpeo los propulsores frontales.
Nos enderezamos por un segundo, hasta que estamos
paralelos a la Tierra. Es cuando gasto lo último de nuestro
combustible en un gran impulso hacia adelante. Funciona, por
algún milagro, no nos estrellamos. La superficie del desierto es
un borrón mientras atravesamos rozándola. Comenzamos a
girar. Estoy segura que en algún momento la nave se va a
romper a la mitad y nos va a mandar fuera, nuestros cuerpos
se romperían contra la arena. Pero se mantiene unida el
tiempo suficiente para golpear contra una duna gigante. La
arena nos cubre, bloqueando la cabina de piloto excepto por el
aún prendido sonido de las luces de emergencia.
Todo está en calma excepto por el aullido de los animales y
Ella que llora.
Estoy casi asustada de mirar más allá de los controles o
soltar el yugo de vuelo, entonces escucho a Zophie jadeando
por aire y a Crayton hablando con Ella, y sé que estamos vivos.
Miro hacia ellos. Brillan con el sudor y sus ojos se ven salvajes,
pero están bien.
No me había dado cuenta que estaba manteniendo la
respiración, pero finalmente exhalo, apartando mis manos
temblorosas fuera de los controles.
—Lo hiciste —dice Zophie.
Y no puedo evitar una risa histérica, una risa confundida
mientras trato de tragar aire.
Capítulo Nueve.

Salir de la nave prueba ser un desafío.


La única manera en la que somos capaces de escapar es
gracias a la caja de armas de Raylan —una de las pocas que no
habíamos tocado durante el año y medio de nuestro viaje. Mi
aterrizaje pudo haber evitado que nos estrelláramos contra la
tierra, pero aun así nos enterró profundamente en una
montaña de arena. La puerta de carga está bloqueada, y sin
combustible para iniciar los propulsores o el motor, es
imposible que nos desenterremos a nosotros mismos de la
arena. Después de una lluvia de ideas, encuentro una granada
incendiaria en una de las cajas de Lorien y hago un hueco en el
costado del compartimiento de carga, mientras nosotros nos
acurrucamos en el cuarto de Crayton junto con las Chimæras.
Por un lado, es perfecto que nos estrelláramos en medio de
la nada, sin humanos que pudieran habernos visto. Por el otro,
ver nada más que arena y montañas rodeándonos no es
precisamente la vista más acogedora que pudiera imaginar.
—¿Cómo está el radar en la Tierra? —pregunto, mientras
bajo brincando a la arena caliente, usando la playera y
pantalones negros que tenía puestos la noche que todo cambió
en Lorien. Me queda un poco grande ahora, pero a penas lo
noto. Es tan bueno estar respirando aire que no ha sido
reciclado y sentir la luz del sol sobre mi piel. No me molesta el
calor. Le doy la bienvenida, justo como se la di al suelo sólido
y estable bajo mis pies.
—Sus sistemas no son exactamente insofisticados, —dice
Zophie, trepando a través del hueco humeante—. Es posible
que alguien haya detectado nuestra entrada. Estamos en el
norte de África. Egipto. Estamos suficientemente cerca de su
capital, podrían tener ojos en el cielo.
—¿Puede alguien tomarla? —Pregunta Crayton y le entrega
Ella a Zophie.
Pronto los tres estamos en la cima de la montaña en la que
se estrelló nuestra nave. Hay arena hasta donde alcanza la
vista.
—¿Hacia dónde vamos ahora? —Pregunta Crayton. Ahora él
tiene a Ella sujetada a su pecho, con su mano sobre su cabeza
para protegerla del sol.
—No estoy segura —Zophie muerde su labio—. Planeaba
trazarnos visualmente desde el espacio una vez que
estuviéramos suficientemente cerca.
—¿No hay algo en la nave que nos señale donde hay
civilización?
—Nuestra tecnología no está hecha para los satélites de aquí,
—digo—. Podría reconfigurar algo, pero no tengo idea de
cuánto tardará.
—Si los humanos rastrearon nuestra entrada, podrían ya
estar en camino —Zophie se lleva la mano a los ojos,
entrecerrándolos.
—Entonces deberíamos movernos —digo—. Tratar de
encontrar un área habitada y mezclarnos.
Hay un tipo de conmoción debajo de nosotros y me doy
cuenta de que las Chimæras han salido volando de la nave y
están estirando sus cuerpos, cambiando de formas y luchando
entre ellas en la arena. Parecen igual de felices que yo de estar
fuera de nuevo. Algunas de ellas toman formas de aves y
planean por los aires.
—Nunca los había visto tan desquiciados —murmura
Crayton.
—Estar aquí debió haberlos sacado de sus sistemas —digo—.
Mientras seguimos fuera de vista.
No puedo evitar preguntarme: ¿Qué vamos a hacer con
todas estas bestias ahora que estamos en la Tierra?
Una de ellas —un ave azul gigante— vuela más alto que
todas, sus ojos dorados brillando como un faro en el cielo.
Suelta un chillido y baja, acechando a nuestro alrededor en
dos círculos apretados. Está volando tan cerca de mí que
puedo sentir su mirada en mi cara. Después el animal está
nuevamente en el aire, agitando sus alas contra el viento, pero
mirándonos a nosotros.
—¿Me volví completamente loca en el espacio, o está esa
Chimæra señalándonos que la sigamos? —Pregunta Zophie.
—Probablemente las dos —digo yo.
—Su nombre es Olivia —dice Crayton—. Siempre ha sido la
más brillante —se voltea para vernos—. Creo que debemos
seguirla.
Zophie y yo intercambiamos miradas. Ella se encoge de
hombros.
—Esa dirección se ve tan bien como cualquier otra.
Antes de irnos, observo más de cerca nuestra nave. O a lo
que queda de ella. Incluso sin la parte de la nave que hicimos
explotar en la carrocería, parece que las unidades de
propulsión fueron freídas en nuestra reentrada. Sin las partes
y materiales necesarios no hay manera de que esa
embarcación se vuelva a mover.

—Creo que esta nave ha visto su último viaje —digo,


sintiéndome repentinamente muy atrapada en este planeta.
—¿Sencillamente la vamos a dejar, o qué? —pregunta
Crayton.
Zophie sugiere que la volemos, si no queremos que los
humanos la encuentren y lleguen bruscamente a la realización
de que no son la única vida inteligente en el universo. No
puedo decir si está bromeando o no, pero de igual manera
argumento que es una mala idea –no estoy precisamente
entusiasmada de destruir lo que podría ser una de los pocos
sistemas Lorics en el universo. A demás, la nave está casi
completamente enterrada en la arena, escondida. Después de
unos días, lo más seguro es que desaparezca debajo de la
arena completamente. Así que reunimos las pocas municiones
que aún conservábamos y las distribuimos entre las maletas
para cargar el mismo peso. Hay poca comida y solo un manojo
de armas –cuchillos, granadas de golpe y algunos explosivos.
Raylan tampoco escatimó en otros recursos. Nos dividimos la
joyería –anillos, brazaletes, collares– y piedras preciosas.
Caminamos. Es, tal vez, la primera vez que he comprendido
la importancia de nuestra situación. Ahora somos refugiados.
Cuatro seres sin planeta. Somos una especie al borde de la
extinción. Confiando el instinto de un animal porque no
tenemos un mejor plan u opción. Incluso, aunque la Tierra ha
sido nuestro destino desde hace meses, estar en su suelo
arenoso se siente irreal. Se siente tan ajeno.
Ha sido tan monótono en la nave, que he dejado que algunos
fuegos se enfríen, pero ahora que estamos en la Tierra,
recuerdo todo el odio que tenía por la manera en que las cosas
se manejaban en Lorien. Y como se sentía. Silenciosamente
maldigo los nombres de cada Anciano. Es algo que he hecho
incontables veces, usualmente pensando en Zane. O en los
Lorics que murieron en el ataque Mog –incluso aquellos que
fueron parte del sistema, así lo supieran o no. Pero, en este
momento, con la niña llorando y nuestros pies hundiéndose
en la arena, maldigo a los Ancianos, por Zophie, Ella, Crayton
y yo. Por todo lo que nos ocultaron. Por ponernos en esta
situación.
Por pensar que no valía la pena salvarnos.
Seguimos a Olivia. El resto de las Chimæras vienen detrás de
nosotros. Eventualmente, cuando nuestro paso se vuelve más
lento, se transforman en bestias de cuatro patas y nos cargan a
nosotros ya nuestras municiones. Caminamos hasta que
también ellas se cansan. Y entonces acampamos.
La noche llega. Zophie asume que debe ser verano o
invierno, o de otra manera las temperaturas en este clima
serían extremas. Hace frío, pero nos las arreglamos. Una de
las Chimæras se morfa en un gran animal con pelaje suave y
largo, después de dudar un poco me recargo en él. Me duermo
rápido, mi mente deriva a otros tiempos. Zane y yo jugando en
la casa de nuestros abuelos. Nuestra emoción mutua en su
primera mañana en la Academia. Tardes perfectas en Lorien.
Es la mitad del segundo día cuando por fin encontramos
estructuras en la distancia. Triángulos altos, color arena,
sobresaliendo del horizonte. Cuando Zophie las ve, chilla,
corriendo unos pasos hacia adelante.
—Las grandes Pirámides, —dice ella—. Son construcciones
antiguas, uno de los primeros proyectos que los Lorics
dirigieron aquí en la Tierra hace eras cuando aún tratábamos
de evaluar las habilidades de las formas de vida aquí. Es aquí.
Las Chimæras nos guiaron en la dirección correcta.
Y así seguimos adelante con vigor renovado.
Unas pocas horas más tarde, comenzamos a pasar pequeñas
edificaciones y finalmente llegamos a los caminos. Las
Chimæras se encogen de tamaño. Algunas se deslizan por los
caminos como lagartos. Otras se cuelgan en techos, con forma
de aves. Juro que veo un pequeño roedor escurrirse en el
bolsillo de Crayton.
Destacamos con nuestras maletas y expresiones huecas.
Unos pocos hombres que están congregados frente a lo que
parece un pequeño mercado nos hacen preguntas en un
idioma que me es desconocido. Pero Zophie lo conoce. Debe
ser alguno de los que estudió por su cuenta. Conversa con ellos
unos minutos, finalmente riendo un poco.
—¿Qué sucede? —pregunta Crayton en Loric.
Le lanzo una mirada.
—Ese ya no es nuestro idioma —digo en francés.
Zophie hace una mueca.
—Dicen que parece que acabamos de caminar a través del
desierto. Dicen que ese sería realmente un viaje largo.
—Pregúntales donde podemos encontrar un lugar para
dormir.
Vuelve a hablar. Las palabras vienen y van rápidamente y
parece que las cosas se están calentando.
—Estamos en Giza, —dice ella—. Les dije que necesitamos
un lugar para quedarnos, pero intentan vendernos un tour por
sus paisajes locales. Piensan que estamos visitando desde otro
lugar en la Tierra.
Doy unos pasos al frente, frunciendo el ceño. Soy
centímetros más alta que ellos y cuando mis botas se plantan
en frente de ellos puedo sentir su aprehensión. Alcanzo mi
bolsillo y saco de él un pequeño y brillante anillo de la
colección de Raylan, sosteniéndolo frente a ellos en mi palma.
—Diles que es suyo si nos consiguen camas cómodas, —digo.
Zophie habla. Los hombres sonríen.
Capítulo Diez.

Intercambiamos cosas. Nos bañamos. Dormimos por un largo


rato.
Tratamos de adaptarnos.
Nos registramos en tres cuartos en lo que parecen ser unas
cabañas, Zophie nos asigna los cuartos. Nos dividimos las
Chimæras, dejándolas dormir a nuestros pies en nuestras
grandes camas. Tratamos de acurrucarnos para sentirnos algo
normales. Después de estar atascados en un tubo por un año y
medio, el andar por las calles de la ciudad por una hora —sólo
mover las piernas y sentir el aire en la cara— parece como una
bendición.
Cuando me entero de lo que es una casa de empeño,
comienzo a vender varias cosas de Raylan a las tiendas de
empeño alrededor del pueblo. Las mejores cosas las guardo
para las que se especializan en joyería. El dueño de la tienda
me mira de forma muy sospechosa cuando le digo que fueron
una herencia de los antepasados de mi familia, en lo que estoy
segura es un inglés muy cortado. Ellos me las compran de
todos modos, y juntamos una montaña de dinero usada en
Giza —para ser honesta, los fajos de dinero y las monedas son
algo sin sentido para mí, alguien que no tiene el contexto de lo
que cuesta el sobrevivir en este planeta. Pero Zophie es la
encargada de las fianzas, y dice que tengo el suficiente dinero
para vivir por ahora.
La ciudad parece lo suficientemente segura, pero debo de
llevar una de las pistolas de Rylan en mi bolsillo cuando salgo
del hotel. He aprendido perfectamente cómo todo puede
cambiar en un instante. La Tierra, también, no tiene buena
fama cuando se habla de violencia y guerra.
Tomo algo de dinero para comprar una laptop, que en este
planeta es considerada una obra de arte, pero para mí es una
maquina vieja que seguramente mis abuelos bien pudieron
haber usado. Es algo antigua, pero parte de su hardware está
basado en los sistemas de Lorien que conozco muy bien.
Desarmo la computadora que debe de pesar más que Ella y la
vuelvo a armar, agregando componentes de los paneles que
obtuvimos en la nave. Y como resultado la mejoro un poco.
Los sistemas de comunicación de este planeta son tan
rudimentarios como las computadoras, pero servirán. Tengo
que trabajar en busca de datos, investigando en el internet,
por alguna información de la otra nave, algo que pueda estar
relacionado con Lorien al menos. Pero este planeta es muy
grande, con tantos lugares para esconderse, y con demasiados
lenguajes. Mi progreso es lento. Me siento en casa, al menos,
de vuelta en el mundo de los unos y ceros1.
Pero cada día Zophie está más cansada. Cada hora que pasa
sin alguna idea de donde podría estar su hermano, le duele
más. Algo que es muy inquietante de ver. En la nave,
estábamos tan frustradas porque estábamos atrapadas,
incapaces de hacer algo. Pero ahora en la tierra, donde
podemos realmente hacer algo, nuestra incapacidad de
encontrar alguna pista le pesa más a ella. No ayuda el hecho
de que, — aunque ella es la especialista en las culturas de otros
mundos y sus asuntos — yo soy la que está conectada. La única
en quien tiene que confiar. Ella puede ser capaz de escribir
algo y buscarlo en internet, pero soy yo la que sabe navegar
muy bien en éste internet. Sé saltarme sistemas de seguridad
mediante códigos y reconocer las cosas que están escondidas a
plena vista. Ella se siente inútil. Cada día que pasa, sus ojeras
van aumentando.
Han pasado algunas semanas desde que comenzamos
nuestra indefinida estancia en el hotel, cuando por fin
encuentro una pista solida hacia Janus y los demás. Reviso
rápidamente un foro donde algunas personas han posteado
“evidencia” de encuentros cercanos con alienígenas. La
mayoría de las fotos están muy grises y borrosas. Puedo ver los
cables que cuelgan de algunos platillos voladores, los cuales
los usuarios del foro tratan de hacerlos pasar por naves
extraterrestres legítimas — que cosa tan extraña debe de ser el
vivir en un planeta que no conoce nada acerca de las culturas y
las especies que existen en el universo. Sin embargo, me
parece que una de las fotos es de hace un par semanas, y tiene
capturada la silueta de algo inconfundible. Una nave de
Lorien.
Volando en los Estados Unidos.
Zophie y Crayton han salido a comprar comida. Ella duerme
detrás de mí, en una cama cerca del cuarto de Crayton. Estoy
sola, y puedo concentrarme en la tarea que me dieron. Mis
dedos se mueven sobre el teclado.
Con un poco de esfuerzo, rastreo la dirección IP del usuario
que publicó la foto. Me lleva hacia un pequeño pueblo en el
norte de un estado llamado Nueva York. Un mapa de la zona
me da a entender que el lugar esta apartado, poco habitado —
el lugar perfecto para esconder una nave. Continúo
investigando, intentando buscar más información del usuario
que subió la foto. Él no ha respondido a los comentarios de la
foto — la mayoría de los cuales son tontos e inútiles. De hecho,
su presencia en el foro pareció desaparecer completamente
días después de que subió la foto, lo cual es extraño, ya que
según su registro, el usuario era muy activo en el foro. Cuando
le mando un correo electrónico a la dirección que tenía
vinculada con su nombre de usuario, obtengo una respuesta
automática diciendo que el mensaje “no fue enviado”.
Empiezo a sacar pistas de la identidad de la persona
mediante los datos personales que deja en los comentarios de
los foros y busco su nombre de usuario en otras páginas web.
No tardo mucho en encontrar su verdadera identidad: Eric
Bird. Después de una pequeña búsqueda, busco en los
registros del estado de Nueva York su nombre. Una dirección
de su casa. No es mucho, pero es algo con que entretenernos.
Hay un teléfono junto con la dirección de la casa, pero
cuando llamo, suena ocupado. Sigo intentando, cada diez
minutos, por la siguiente hora. Eventualmente Zophie y
Crayton regresan. Cuando les digo lo que encontré, Zophie
deja caer el mandado y corre hacia mí. Ella me abraza antes de
que pueda pararme de la silla.
—Sabía que lo harías —me susurra—. Oh, gracias, muchas
gracias.
No sé qué decir, más que sonreír. Zophie necesita noticias
tan desesperadamente. Y se siente muy bien el poder dárselas.
—Necesitamos papeles de algún tipo para ir a otros países,
¿verdad? —Crayton pregunta—. ¿Identificaciones?
—Pasaportes —le contesto—. Necesitamos pasaportes, pero
yo me haré cargo de eso.
—¿Cómo? —Pregunta.
—La Tierra no es tan diferente de Lorien, hay personas
dispuestas a hacer lo que sea por el precio justo. He estado
investigando en una parte de internet, que la mayoría de los
humanos ni siquiera saben que existe. Es usada comúnmente
por los criminales en este planeta. Allí encontré gente cerca
del Cairo que nos ayudarán —Le respondo.
—Tenemos que ir —dice Zophie—. Tenemos que encontrar a
Janus y a los demás.
—No sabemos si siguen en los Estados Unidos —dice
Crayton, con una voz llena de escepticismo—. Además, no me
siento bien dejando a Ella en manos de… que, ¿unos
falsificadores? Ellos son criminales de un planeta que apenas
conocemos.
—Es la mejor pista que hemos tenido —Zophie deja caer la
mano sobre el escritorio, mientras su voz aumenta.
Crayton se la queda mirando por unos segundos antes de
girarse para poder verme.
—¿Cuándo fue tomada la foto? —Crayton pregunta.
Dudo un poco, mientras veo de reojo a Zophie.
—Hace unas semanas.
—Ellos podrían estar en cualquier parte ahora mismo —dice
Crayton—. Miren, no quiero parecer como si no estuviera
emocionado por esto, porque si lo estoy. Sólo estoy tratando
de ser práctico.
—Janus es listo como para saber que estar cerca de la nave
es una mala idea —dice Zophie—. Ésta imagen, es
probablemente del aterrizaje. Janus dijo que tenían un
contacto aquí, alguien que Pittacus les dejó. Ellos estarán de
incognito, justo como nosotros lo hacemos. Mezclándonos.
Creo que la mejor pista que vamos a tener de ellos es ésta foto.
Y mientras más esperemos para seguirlos, más les perderemos
la pista.
Crayton me mira, sus cejas están levantadas, esperando una
respuesta mía. Me muerdo los cachetes por dentro, viendo el
pasto en el fondo de la foto.
—Tomémonos un día para pensarlo —Menciono, aun
cuando sé qué decisión se tomará. Claro que rastrearemos esta
pista. Zophie quiere encontrar a su hermano. Y yo quiero
respuestas—. Sólo hay un problema. Será demasiado caro
obtener los documentos falsos. —Lo digo, aun cuando no estoy
acostumbrada al costo de las cosas en este planeta, sé que el
precio de arreglar los pasaportes falsos nos quitará una gran
parte del dinero que tenemos—. Tenemos un par de opciones.
Puedo buscar en los sistemas bancarios de este planeta y sacar
unos fondos a una cuenta para nosotros de algunas empresas
y corporaciones. Me he concentrado tanto en encontrar pistas
que no había pensado en esas opciones. No sabría decirles
cuanto me tardaría en hacer eso.
—¿Cuál es la otra opción? —Zophie pregunta.
Camino por el vestidor del hotel y saco una pequeña caja. Se
la doy a Zophie, que la abre y encuentra un anillo de oro con
un pedazo de Loralita en el centro. Una de las piezas más
ostentosas de la colección de Raylan.
—Hay una joyería en la que me dijeron que me pagarían una
buena cantidad de dinero por cualquier artículo que tuviera
esta “piedra extraña” en ellos. Emir, creo que ese era su
nombre. Probablemente podría obtener buen dinero para
pagar la mayoría de los documentos de esa manera. Tal vez
para mañana.
Zophie sonríe.
Capítulo Once.

Una de las piezas que le vendí a Emir, el joyero —un collar


plateado con un pequeño pendiente de Loralita— está en
exhibición en la ventana frontal. Crayton se detiene a mirarlo
antes de entrar. Ella toca el vidrio con su regordete puño.
—Debería haberle guardado uno de estos a ella —dice él
tranquilamente, quitando el cabello de Ella fuera de sus ojos—
. Creo que fueron de su abuela.
—Ella estará mejor mediante la seguridad y las respuestas
que por chucherías —digo.
Él frunce el ceño un poco. Se ve un poco intranquilo —
inseguro— desde que le di la noticia de la fotografía anoche.
Zophie ha tenido la reacción contraria, por supuesto. Mientras
Crayton y yo estamos afuera vendiendo las pertenencias de un
hombre, el cual estamos casi seguros que está muerto, ella está
empacando nuestras cosas en el hotel.
—Vamos —digo, sosteniendo la puerta de la tienda para él.
Hemos venido temprano, y Emir es la única persona en la
tienda, detrás de un mostrador en la parte trasera. Se congela
cuando me ve, claramente reconociéndome como la mujer que
le trajo el collar con la piedra que él nunca había visto. Su
expresión no es tan alegre como esperaba que fuera, y me
preocupo de que tal vez no consigamos lo que esperamos por
el anillo de Raylan.
—Estas aquí —dice él mientras cruzo la tienda.
—Dijiste que estarías interesado en otras... piezas especiales
que tenía —digo. Me quito la mochila y empiezo a buscar el
anillo.
Crayton se detiene en uno de los grandes exhibidores de
joyas que señala para mostrarle las brillantes joyas a Ella,
quien se ríe mirando todos los elementos brillantes.
Los ojos de Emir se agrandan a la vista de la niña. El
empieza a decir algunas cosas diferentes pero tartamudea,
nunca sacando una palabra completa. Algo acerca de ver a
Ella, parece haberlo intranquilizado.
—¿Está todo bien? —Pregunto, entrecerrando mis ojos.
Emir sacude su cabeza. Yo deslizo mi mano en el bolsillo de
mi abrigo, poniendo mis dedos alrededor de la empuñadura
de mi arma.
Él se toma unos segundos para componerse mientras mira
una foto pegada a un lado de su computadora. Es de él y una
niña, quien se ve más grande que Ella. Su hija, asumo.
Una gota de su sudor baja sobre su sien, la cual, él ignora.
Ahí es cuando me doy cuenta de los moretones —saliendo de
la línea de su cabello y por el cuello de su camisa.
Todo, súbitamente, parece estar muy mal.
—Oh, sí, la pieza de la ventana —él dice como si yo hubiera
preguntado. Vuelve a la vida otra vez, sonriendo, la primera
vez desde que entré, pero de una manera forzada y ansiosa—.
Tienes razón. El collar es hermoso. Pero me temo que no está
a la venta. Hemos tenido un interés particular en esta pieza.
Los compradores parecen estar muy interesados en saber de
dónde es esta pieza. Me temo que no podre dejártela probar.
Nos quedamos mirando. Sus ojos se mueven hacia la
derecha, mirando nerviosamente a algo en la tienda. Sigo su
línea de visión para encontrar una cámara montada en la
pared.
Se convierte en algo muy obvio, que no deberíamos estar
aquí, alguien ha estado preguntando acerca de la joya Lorica
—alguien que obviamente lo ha asustado. Alguien está
mirándonos, y no quiero saber quién. Al menos, no de esta
manera. Sin preparación y con la niña aquí.
—Que lastima —digo, con una mano en el arma mientras me
alejo de Emir—. Buen día.
Alcanzo la mano de Crayton y lo jalo fuera de la tienda. Él
empieza a protestar, pero lo miro provocándole quedarse
quieto. Él me sigue, agarrando a Ella contra su pecho.
Estamos casi en la entrada cuando una Van grande y blanca
se parquea al frente de la tienda. Figuras salen de la parte
trasera. Los reconozco, incluso si están de negro, con ropa de
humanos en vez de la armadura que usaban en Lorien.
Mogadorianos.
—¡Corre! —Grito, Crayton y yo volteamos -tiene que haber
una salida trasera de la tienda.
Emir está diciendo algo sobre cuanto lo lamenta, de que él
ya me había descrito a ‘los monstruos’ y que no sabía que
habría un bebe. Él es parado a la mitad de la frase por una
bola de energía que lo tira al suelo detrás del mostrador
principal.
—¿Yendo a algún lado, basura Loric? —Pregunta un gran
Mog parado en la puerta trasera. Él es calvo, pero su cabeza
está completamente cubierta por tatuajes similares a los que vi
de un invasor la noche que Lorien se quemó.
Hay un arma en las manos del bastardo.
Disparo hacia él, a través de mi abrigo, pero fallo. Al mismo
tiempo, la ventana detrás de nosotros se rompe, mientras los
Mogs de afuera empiezan a entrar.
Saltamos detrás de un estante de joyas. El vidrio, de un
bombardeo de disparos, nos cae encima. Crayton se acurruca
con Ella, protegiéndola y gritando desesperadamente
plegarias en Loric. Espío a través de la esquina. Hay seis Mogs
avanzando hacia nosotros y uno —el hombre grande con
tatuajes— bloqueando nuestra salida por la parte trasera.
No son exactamente las mejores probabilidades.
Disparo desde el mostrador. Los bastardos sueltan gruñidos
mientras se esconden detrás de los mostradores. Tenemos que
hacer algo —somos superados por número, todas nuestras
salidas están bloqueadas y la única cosa para defendernos, es
esta arma que casi no sé utilizar.
En realidad, eso no es cierto. Tenemos otra cosa.
Busco en mi mochila y saco una de las granadas que Raylan
incluyó en sus suministros. Es un cilindro pequeño, cubierto
con marcas que lo identifican como una bomba híbrida
electromagnética de corto alcance que causa conmoción
cerebral —en otras palabras, no es precisamente un arma pero
sí una que debería ser suficiente para derribar a casi todos
nuestros asaltantes. Realmente, nunca he usado una, por eso
no puedo estar segura. Crayton mira entre la bomba y yo.
—No puedes estar pensando... —empieza, pero otro
bombardeo de los Mogs, causa que trozos de nuestra cubierta
de mala calidad sea destrozada a nuestro alrededor. Devuelvo
el disparo, ni cerca de donde nuestros enemigos están. El
hombre grande se mueve y de acerca a nosotros rápido.
No tenemos tiempo para planear o discutir. Veo sólo una
forma para que nosotros —o Ella— salgamos de aquí.
—Es nuestra única oportunidad. —Digo—. Ve hasta la puerta
trasera antes de que explote, yo voy a defenderme de cualquier
sobreviviente.
—¿Qué pasará contigo? —Pregunta él.
—Los veré en el hotel.
Antes de que pueda protestar, oprimo la parte de arriba de
la granada y la lanzo por encima del mostrador. Hay algunos
sonidos mientras me arrastro por el suelo, colocando a
Crayton y a Ella abajo, conmigo. Y luego una ola de fuerza
explota desde el centro de la tienda, aplastándonos. Las joyas,
vidrios y piezas de los mostradores, se estrellan contra las
paredes. Se apagan las luces. Los Mogs gruñen, y no puedo
hacer más que sonreír cuando veo a un Mog estrellarse contra
la pared de bloques de hormigón de la tienda y desintegrarse.
Sin embargo, no todos están muertos. Hay algunos que
fueron lanzados hacia afuera y se están colocando de nuevo en
pie cuando reviso. El hombre grande que estaba en la parte
trasera de la tienda está tendido en el suelo, luciendo
inconsciente.
—¡Salgan! —Grito, empujando a Crayton.
Él se resiste por un momento antes de correr hacia la puerta
trasera, con Ella en sus brazos. Trato de disparar hacia los
Mogs que están afuera, pero mi arma se ha descargado debido
al EMP. Mierda.
Afortunadamente, parece que las armas de los Mogs no
funcionan tampoco.
Crayton está casi llegando a la puerta trasera cuando veo al
gran Mog moverse. Veo algo reluciente volar a través de la
tienda y caer en la pantorrilla de Crayton. Él cae hacia su
costado, con Ella todavía en sus brazos y un gran pedazo de
vidrio saliendo de su pierna. El monstruo atraviesa la
habitación en unos pocos pasos, mientras Crayton lucha por
ponerse de pie. Ella empieza a balbucear. Crayton me mira y
luego al gran Mog, el cual está ahora a unos cuantos pasos de
él. Veo a través de sus ojos algún tipo de cálculo que hace. Él
sabe que no hay manera que se escape del gran hombre. No
ahora.
Hace una mueca de dolor mientras me grita.
—¡Atrápala! ¡No dejes que se la lleven!
Ella vuela a través de la tienda. No llora. De hecho, creo que
escucho su risa tonta. La atrapo con un brazo, colocándola
contra mí, tratando de protegerla. Cuando vuelvo a mirar, el
gran Mog está sujetando a Crayton sobre el piso, una mano
nervuda alrededor de su cuello. Los ojos negros del monstruo
están furiosos mientras gruñe. La criatura saca una pequeña
daga de su cinturón y la levanta hacia atrás, listo para hundirla
en el pecho de Crayton.
—¡No! —Grito. Pero es demasiado tarde.
Hay un disparo y el Mog se detiene. Su brazo cae al piso.
Otro disparo suena, el Mog se empieza a desintegrar. Crayton
cae al suelo, jadeando.
Es cuando me doy cuenta que Emir está de pie otra vez, con
sangre derramando por una herida en su hombro mientras
que recarga algo que la gente del planeta Tierra llama una
pistola.
—Saca a la niña fuera de aquí —me dice.
Los Mogs restantes están tan sorprendidos de que su líder se
ha ido, que Emir solo tiene el tiempo suficiente para disparar
unas cuantas balas y tomarlos por sorpresa. Se convierten en
cenizas mientras Crayton se levanta él mismo del suelo y se
mueve con dificultad hacia mí. Emir balbucea en un lenguaje
que no entiendo, sacudiendo su cabeza.
Sus ojos miran entre una y otra pila de cenizas tratando de
comprender lo que acaba de suceder.
Hay sirenas viniendo desde la calle, y no podemos estar aquí
cuando ellos lleguen. Sujeto a Crayton, y nos dirigimos hacia
la Van blanca que trajeron los Mogs, nuestros enemigos, para
nosotros. Subimos al interior de la Van.
El motor parece estar encendido, entonces muevo varias
palancas y presiono botones hasta que el vehículo se mueve.
Los controles no son muy diferentes a un tractor que manejé
una o dos veces en un Kabarak.
Crayton y yo apenas nos hemos hablado mientras
intentamos salir de la conmoción de lo que pasó. Los carros
pitan mientras los paso, a veces chillando para parar —
probablemente estoy violando docenas de leyes de tránsito.
Pero sigo andando. Eventualmente parqueamos el vehículo
lejos, muy lejos del hotel. Desde un pequeño mercado, compro
agua, alcohol y gasa para que Crayton limpie su herida en la
pantorrilla, en un callejón. Cuando termina, subimos en un
taxi para volver a donde está Zophie.
Ahí es cuando, mientras vamos a Giza, que Ella empieza a
llorar y Crayton se voltea hacia mí, con su cara llena de
desesperación.
—No estamos seguros en este planeta —es todo lo que dice.
Capítulo Doce.

La sangre se escapa de la cara de Zophie cuando le contamos


qué pasó, y ella empieza a temblar. Decidimos partir.
Inmediatamente. Ninguno de nosotros se siente seguro en
Giza ahora. Afortunadamente, Zophie ya había empacado la
mayoría de nuestras cosas con anticipación para nuestro viaje
a los Estados Unidos. Las Chimæras se encogen, las tomamos
y llevamos nuestras bolsas al vestíbulo. Después, ya estamos
en un taxi camino a Cairo, que es una ciudad que no se siente
lo suficientemente lejos, aunque es un lugar grande y lleno de
millones de personas y es el tipo de lugar donde debería ser
fácil desaparecer. Pero sin pasaportes, no podemos dejar el
país, aun así nuestras opciones son limitadas. Además, aquí
es donde nuestros documentos –nuestros tickets fuera de
aquí– serán hechos.
Los Mogs están en la Tierra. Ellos están buscando a los
Lorics aquí– ellos debrm estarlo, si el collar de loralita es la
razón de que ellos nos hayan encontrado en la joyería.
¿Por qué? ¿Qué es lo que quieren hacer? Ya tomaron
nuestro planeta. ¿Qué más les tenemos que dar?
En el Cairo, nos registramos en otro hotel. Es similar al de
Giza, pero se siente diferente. Todo se siente diferente. La
ilusión de seguridad que este planeta nos ofrecía fue
destruida. Nadie lo dice, pero sé lo que todos estamos
pensando: ¿Qué si los Mogs han atrapado a Janus y a los otros
ya? Y si no, ¿Estarán conscientes de que serán cazados?
Mientras Zophie y Crayton desempacan en sus habitaciones
centro mis fuerzas en tratar de encontrar pistas de la Garde y
los Cêpan en línea, cualquiera que pueda estar conectado con
ellos. No deberíamos encontrarlos ahora sólo para reunir a
Janus y Zophie y conseguir respuestas, pero también para
advertirles. Después de esa noche, voy al restaurante en el
primer piso del hotel para agarrar comida y dejar que mis ojos
tomen un descanso. Encuentro a Crayton en el bar, apiñado
sobre un vaso con un líquido marrón.
—¿Te importa? —Pregunto, moviéndome hacia el asiento a
su lado. Él sacude su cabeza.
—¿Ella? —Pregunto. A él no le gusta dejarla sola.
—Zophie está con ella ahora —dice—. Ella quería
alimentarla por una vez, y no pude decirle que no a una noche
en la que no termina oliendo como puré de guisantes.
Asiento y ordeno algo de comida para llevar de vuelta a mi
habitación. Nos sentamos en silencio hasta que finalmente
hablo de nuevo.
—¿Cómo está tu pierna?
Él se encoge de hombros.
—Estoy vivo. No pienso mucho en eso. Correré mucho las
siguientes semanas, pero es el último de mis problemas ahora.
Yo asiento. Nos sentamos en silencio otra vez.
—Mañana en la mañana necesitamos tener las fotos ya
tomadas —digo—. Para los pasaportes. De todos nosotros,
incluso Ella.
Él sacude su cabeza, no es desacuerdo pero si en
desesperación.
—¿Aún no estás seguro de que debamos irnos después de
esta iniciativa, verdad? —Pregunto.
—Pienso que eso suena peligroso. —Él mira fijamente el piso
del bar por unos segundos—. Yo sé que es lo que siempre
intentamos, pero ahora estamos en la Tier… —Hace una
mueca y baja su voz—. Ahora estamos aquí, la idea de viajar
alrededor del mundo buscando a Janus y a los otros parece
loca. Especialmente porque sabemos que los Mogs están aquí.
Y buscándonos. O a los Lorics en general. Por perseguir a la
Garde, nosotros corremos el riesgo de ser perseguidos por los
Mogs también.
—Tú estás preocupado por Ella —digo.
—Obviamente —me da una débil sonrisa—. Estuve pensando
mucho acerca de lo que me dijiste en la nave. Sobre como yo
hago y digo lo que sea por mantenerla a salvo. No creo que me
haya dado cuenta de lo que significaba hasta que llegamos
aquí, donde todo es nuevo. Yo sólo quiero estar seguro de que
estoy tomando las decisiones correctas. ¿Cómo voy a saber?
¿Cómo saben los padres normales?
Pienso en Zane, aunque no era su madre, fui sobre
protectora con él.
Y mira donde terminó.
—Me imagino que sólo tienes que averiguarlo a medida que
avanzas.
Él asiente, moviéndose hacia el barman para que le sirva
otro trago.
—Sé cuidadoso —digo—. No creo que los tragos aquí sean
igual a las ampollas de casa.
Crayton ríe un poco por esto, pero después su cara se vuelve
seria. Alcanza su bolsillo y seguido desliza una llave hacia mí.
—¿Qué es esto? —Pregunto.
—De mi habitación —Él alcanza su vaso, sacudiéndolo de
aquí a allá antes de beber el resto de su contenido—. Sólo en
caso de que me quede sumamente dormido y por eso no me
pueda levantar para estar listo para ser fotografiado. Una de
las dos tendrá que sacarme de la cama.
Mi comida llega, y le digo buenas noches a Crayton. Él se
inclina sobre mí y me abraza inesperadamente. Yo me quedo
ahí, una mano a mi costado y la otra en el contenedor de
polietileno. Yo espero que sólo tenga demasiados tragos
encima, o que sea solo una muestra de cariño salida por el
hecho de que estuvimos muy cerca de ser atrapados o
asesinados por los Mogs anteriormente.
—Yo la mantendré a salvo —dice silenciosamente—. Todo
estará bien.
Capítulo Trece.

Cuando nos despertamos, Crayton y Ella han desaparecido.


Hay una carta sobre la cama, escrita en la libreta del hotel.

Zophie y Lexa
No soy bueno en las despedidas, pero tuvimos que irnos.
Ahora mismo, mi objetivo principal es asegurarme de la vida de
Ella, y sé que no puedo hacerlo si estoy viajando por el mundo
en busca de Janus y los demás.
Es muy peligroso, pronto, Ella podrá hablar bien y antes de
que me dé cuenta, tendré que explicarle todo. No sé ni cómo voy
a empezar a describirle como era nuestro planeta, pero sé que
será más fácil si estamos seguros en algún otro lado, escondidos.
Quizás, estaré dispuesto a encontrar al resto de la Garde
después, pero por ahora, no puedo ir a los Estados Unidos con
ustedes. Sé que tienen que hacer este viaje, así como yo tengo
que proteger a Ella.
Me llevaré a Olivia con nosotros — A Ella parece gustarle el
tenerla a su lado, y puedo usar un par de ojos y de dientes
extras. Les dejaré el resto de las Chimæras. Me duele tener que
hacer esto. Pero no podría viajar con tantas. Ellas son buenas,
bestias gentiles, y las protegerán hasta con su último aliento.
Los Mogs están en la tierra buscándonos. Hay muchas
probabilidades de que estén siguiendo la misma pista que
ustedes. Hay muy pocos de nosotros por ahí, por favor sean
cuidadosas.
Y por favor, espero lo entiendan.
—Crayton.

Las cejas de Zophie se juntan dibujando su confusión


mientras ella lee la carta una y otra vez, pero yo sólo puedo
pensar en mi conversación con Crayton la noche anterior. En
cómo me había dado su llave. Él ya había decidido que nos iba
a dejar, y no me había dicho ni una sola palabra sobre eso.
Sólo me había abrazado. Si yo hubiera visto las cosas más
claramente, a lo mejor, me habría dado cuenta de lo que
estaba pasando. Pero en lugar de ello, lo dejé en el bar y
regresé a mi cuarto, sólo para poder poner mis ojos sobre la
pantalla de mi computadora, otra vez.
Agarro la carta de las manos de Zophie, busco unos cerillos
del hotel y me despido de Crayton con fuego.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta Zophie.
—No dejaremos ninguna huella detrás de nosotras, —le
respondo, mientras camino hacia el baño y tiro la carta en el
escusado.
—¿Cómo pudo…? —Sacude la cabeza varias veces.
—Él está haciendo lo que cree que es mejor para Ella —
respondo, teniendo muy presente que las conversaciones que
tuve con Crayton acerca del futuro de Ella lo habían motivado
a irse—. Es su guardián. Es su decisión.
—Quizás no haya recorrido tanta distancia —Zophie empieza
a caminar hacia la puerta—. Podríamos alcanzarlo.
—Aún si lo alcanzáramos —le digo—. ¿Qué haríamos? ¿Lo
llevamos al otro lado del mundo en contra de su voluntad?
Ella se detiene y me mira fijamente por un rato, después
baja su cabeza lentamente. Finalmente, susurra.
—Ese bastardo nos abandonó.
—Sí —concuerdo—. Pero no estamos solas.

Seguimos con el plan. Zophie compra los boletos de avión. Dos


pasaportes son más baratos que cuatro. Yo los había mandado
a hacer con personas que también nos quisieron vender
pistolas, las cuales, por supuesto, rechacé, sólo porque había
leído lo suficiente sobre aeropuertos, como para saber que
sería muy difícil meterlas en el avión. En vez de eso, empaco
las armas de Raylan y las dejo en el escritorio principal de
hotel, junto con varias notas. Cuando estemos instaladas en
los Estados Unidos, llamaré y haré que nos envíen las armas
de Lorien.
Reviso nuestros cuartos, asegurándome que no dejamos
nada atrás. Y después, nos despedimos de Egipto, nuestra
primera casa en la Tierra.
Mantener a las Chimæras durante todo nuestro viaje
atravesando el océano es complicado, pero nos las arreglamos
para encontrar formas de hacerlo. Se convierten en pequeñas
lagartijas e insectos, y se esconden en nuestros bolsillos y
equipajes. Eso es algo un poco incómodo pero necesario, y
cuando estamos dentro del primitivo avión, estoy más
preocupada de que nos caigamos y nos estrellemos con las
Chimæras dentro de mi abrigo.
El pasaporte falso funciona y llegamos a este nuevo país.
Cambiamos nuestro dinero a dólares y rentamos una
camioneta usando una licencia de conducir falsa, que las
personas que nos hicieron los pasaportes también nos dieron.
Ponemos a las Chimæras en los asientos traseros y partimos.
Me tardo un poco en acostumbrarme al volante de la
camioneta y al control de tráfico en los Estados Unidos. Los
conductores de los taxis amarillos me gritan mientras cambio
de carriles o voy muy lento o demasiado rápido para su gusto.
Aun así me acostumbro. Zophie está en el asiento del copiloto
dándome direcciones de un gran mapa de Nueva York que
compró en el camino.
Llegamos al pueblo de Newton Falls en un área conocida
como Adirondacks, en la tarde. Este es el lugar hasta donde he
rastreado a la persona que había publicado en el foro. Grandes
árboles verdes bordean la carretera, que a veces, es cambiada
por puentes de madera estrechos que cruzan ríos. Ayer
estábamos rodeadas del desierto. El cambio de escenario pudo
haber sido drástico si no hubiera sido por el hecho de que no
hace mucho estábamos en una nave, y antes de eso en otro
planeta.
Comento que deberíamos buscar otro hotel para dejar
nuestras cosas y dejar a las Chimæras ahí, pero Zophie no
quiere.
—Ya que estamos aquí, —ella comenta—. Deberíamos
averiguar qué es lo que el hombre sabe, ahora mismo.
Y por eso localizamos la casa ubicada a las orillas del
pequeño pueblo donde, se supone, vive Eric Bird. Hay una
camioneta estacionada fuera de su casa. Nos estacionamos
detrás de ella.
Toco la puerta tres veces antes de que alguien por fin abra, y
aun así apenas abre la puerta. Sólo puedo reconocer la forma
de la cara de un hombre detrás de la oscura puerta.
—Hola, —hablo con mi inglés improvisado. —Estoy
buscando a…
—Lárguense. —La voz del hombre es ruda, e intenta cerrar la
puerta, pero pongo mi pie en el camino.
—Sólo tengo unas preguntas Sr. Bird.
—No tengo nada que decir.
Él empuja más fuerte la puerta, pero solo logra que empuje
mi pie un poco más adentro. Estoy a punto de gritar y
posiblemente tirar la puerta cuando Zophie camina hacia
delante.
—Por favor —dice ella, sus ojos están llorosos—. Se trata de
mi hermano. Él está desaparecido. Es nuestra única
esperanza.
Su voz se escucha un poco desesperada. Eric quita un poco
de peso de sobre mi pie. Dejando la puerta apenas lo suficiente
abierta como para que el seguro con cadena pueda ser visto.
—No sé nada de eso, —dice él, calmado.
—Usted subió una foto de una nave espacial —le digo—. La
estamos buscando.
Eric posa su cabeza sobre la puerta. Al fin puedo ver parte
de su cara. Círculos oscuros se han formado sobre sus ojos.
Tiene una barba pelirroja muy despeinada y su cabello va
hacia todas las direcciones, como si no se hubiera bañado o
lavado en varios días. Sus pies están pálidos.
—Ya les dije a ellos todo lo que sé —él dice—. Vi la nave. Le
tomé una foto. Parecía que se dirigía hacia las montañas, pero
no la seguí. ¿Qué más quieren de mí?
—¿A quiénes? —le pregunto.
—¿Qué?
—¿A quiénes les dijo todo? —me inclino un poco y él se
aleja.
—A los hombres que vinieron —Eric titubea un poco—. Eran
muy grandes. Sus ojos eran negros. Como demonios.
Mis dedos forman un puño a mi costado.
—¿Tenían tatuajes en la cabeza? —le pregunto, recordando
cosas sobre los Mogs que he visto.
Eric inclina la cabeza, su cuerpo empieza a temblar.
—¿Cómo lo sabes?
Zophie empieza a llorar a mi lado mientras mi estómago se
retuerce y se aprieta.
Capítulo Catorce.

Los Mogadorianos también están buscando a Janus. ¿Desde


hace cuánto están en la Tierra? Estos monstruos que
aniquilaron nuestro planeta están algunos pasos por delante
de nosotros —¿Es posible que ya hayan rastreado no solo a
Janus, sino que también a los Garde y a los Cêpans? Y si ya lo
han hecho, ¿por qué? ¿Con qué propósito?
Más preguntas sin respuesta. Más conocimiento que no
tenemos.
Zophie está rota. Puedo decirlo por la mirada apagada de
sus ojos. Todas sus esperanzas estaban en encontrar a Janus
fácilmente en cuanto llegáramos a este país, sin importar lo
ciegamente optimista que eso parecía. Ahora ella parece estar
a un suspiro de estallar en lágrimas. Al principio me pregunto
si Crayton tenía la idea correcta — si deberíamos escondernos
en lugar de buscar a los otros. Pero debo decirme a mí misma
que hemos hecho lo correcto. Tenemos una mejor idea de lo
que ésta sucediendo en la Tierra ahora. Tenemos que seguir
adelante. Tenemos que ser más inteligentes que los
Mogadorianos y alertar a los otros, teniendo fe que siguen allí
afuera, libres.
Hago mi mejor esfuerzo para mantenernos avanzando. Un
día después de haber hablado con Eric Bird, encuentro una
cabaña a treinta millas, en las montañas a las que él dijo que la
nave se dirigía. Llegamos y ponemos nuestro campamento.
Compro más equipo de cómputo y un carro barato que
consigo de segunda mano de alguien en un pueblo cercano que
no pide firma ni identificación, solo me entrega las llaves.
Hago que me envíen las armas de Egipto por correo a una
oficina dos pueblos más lejos. La cabaña tiene pocos cuartos y
ya está amueblada con muebles de madera hechos a mano.
Convierto un cuarto en una oficina y coloco cámaras y
micrófonos de seguridad en todo el alrededor de la casa, solo
en caso de que alguien este husmeando. Las Chimæras dividen
su tiempo entre vigilar el perímetro y los alrededores y
acurrucarse en el garaje del patio. Por un tiempo, despertamos
temprano y los llevamos a las montañas, buscando la nave.
Zophie nos hace quedarnos más de lo que deberíamos, hasta
que la noche ha caído y ella es a penas capaz de mantenerse en
pie.
No tenemos suerte.
Empieza a hacer frío. Volvemos al mundo de buscar por
internet, yo ya estoy familiarizada, pero Zophie apenas está
aprendiendo. Después de un mes en la cabaña, encuentro a
Zophie en la sala de estar, inclinada sobre la computadora que
le compré. Pasa la mayor parte de su tiempo libre en ella,
visitando distintos sitios y leyendo artículos nuevos, tratando
de encontrar algo relacionado con Lorien. Le he advertido
miles de veces a cerca de ser cuidadosa, acerca de no revelar
información personal con nadie o mencionar nada relacionado
directamente con Lorien. La mayoría del tiempo está en sitios
de noticias, así que no me preocupo mucho. De todas maneras
he bloqueado la dirección IP y la localización de la
computadora.
—Lexa, —dice cuando entro—. Tengo algunos artículos que
parecen prometedores. ¿Tal vez podrías revisarlos? Uno es de
un hombre en Vermont que jura que una joven causo que su
auto levitara después de haberle gritado que saliera de su
jardín. ¿Acaso no suena eso como…?
—¿Es de Noticias Diarias Ocultas? —pregunto.
—Bueno, sí, pero eso no significa…
—Chequé esa pista ayer en la noche. En el último año ese
hombre también ha reportado que su pueblo está infectado
con criaturas que sobreviven con la sangre de vírgenes, que un
restaurante servía carne humana y que un gobierno
desconocido estaba preparando un dragón antiguo para la
guerra. Y eso no es ni siquiera lo más loco.
—Oh —dice Zophie, desalentada.
Sus ojos se llenan de lágrimas, y me siento terrible. Las
verdades difíciles siempre funcionaban cuando hablaba con
Crayton —eran el único tipo de consejo que me sentía capaz de
dar. Pero no como para hablar con Zophie ahora que se ha
vuelto tan frágil. Puedo sentir empatía, pero no sé cómo
arreglarlo. Como arreglarla a ella. Solo conocía a su hermano
por nombre y reputación. Para mí, él es el medio para llegar a
un fin —una manera de conseguir respuestas a todas mis
preguntas y el poder resolver para qué era necesario todo esto.
Algunas veces olvido que para ella, él es todo.
—Lo lamento —digo con calma—. Lo checaré de nuevo. Tal
vez puedo acceder a los reportes policiacos del área. Vale la
pena intentarlo de nuevo.
—No —sacude su cabeza—. No te molestes. Los
Mogadorianos están rastreando este tipo de cosas también,
¿no? Probablemente ya torturaron al hombre y obtuvieron
toda la información que podían de él. O una confesión de que
inventó la historia. —Pasa sus manos por su cabello, jalándolo
hacia atrás—. ¿Dónde estás Janus? ¿Dónde estás?
Me quedo inmóvil, de forma incomoda, sin saber qué hacer
o decir. Una de las Chimæras ha tomado la forma de un gato y
se frota contra la pierna de Zophie, tratando de confortarla.
Alza la mirada hacia a mí.
—¿Crees qué…? —comienza—. ¿Crees que lo tienen los
Mogs?
—No —digo—. Estoy segura que no.
Ella está lo suficientemente desesperada como para
creerme, incluso aunque sabe que no tengo evidencias.
Me duele verla de esta manera —tan perdida y sin
esperanza. Si no fuera por ella, yo hubiera muerto en Lorien,
asesinada por los Mogadorianos. Le debo la vida.
Tengo que encontrar a los otros. No importa el costo.
Dejo a Zophie en la sala de estar y me retiro a mi oficina. He
sido extremadamente cuidadosa cuando se trata de buscar
información en internet. No he escrito “Lorien” en ninguna
búsqueda por miedo a que esto suene alguna alarma Mog en
algún lugar —que a pesar de todos mis esfuerzos y mi disfraz
digital pudieran usar algo como eso para ser capaces de
encontrarnos. Pero no podemos seguir viviendo de esta
manera, esperando a que uno de los Garde lo arruine y su cara
aparezca por todo el internet por usar sus legados en público.
No tenemos ninguna pista que seguir. Estamos perdidos y
Zophie necesita una razón para sentir esperanza de nuevo. Las
dos la necesitamos.
Así que tomo una ruta más directa en mi búsqueda.
En un foro particularmente ocupado de encuentros aliens,
creo mi propia cuenta. Encripto mi dirección IP. Y hago que
mi localización reboté en docenas de satélites. Con eso debería
ser imposible de rastrear. Un fantasma.
Muerdo mi labio y observo la pantalla, escribiendo unas
palabras. Finalmente, oprimo PUBLICAR.
La publicación aparece, escrita en nuestro idioma nativo.

¿Dónde están?

Es un acto desesperado, pero si por alguna razón Janus o los


otros Lorics o incluso el contacto que Zophie dijo que nos
encontraríamos en este planeta ve este mensaje, reconocerían
que hay más de nosotros aquí. Que no están solos en este
planeta. Que los estamos buscando.
No hay más que hacer más que esperar. Abro mi correo y
encuentro una docena de historias que Zophie me envió. Las
reviso rápidamente reconociendo los obvios problemas que
ella no notó o rehusó a reconocer. Vistas de naves espaciales
que no describen a lo que sería una nave de Lorien. El
adolescente que asegura tener telequinesis pero que también
tiene una cuenta desde hace años, antes de que Lorien cayera.
—¡Lex! —Grita Zophie desde la sala de estar—. ¡Revisa lo
que acabo de enviarte, creo que podría ser importante!
Encuentro un mensaje más de ella en mi bandeja de
entrada. Reportes de dos sitios diferentes de noticias en
Montreal acerca de un grupo de hombres con tatuajes en sus
cabezas que fueron vistos persiguiendo a un chico hacia el
bosque en las afueras de la cuidad —aunque ninguno de los
hombres o el niño han sido encontrados.
Ahora eso sí que suena prometedor. Y potencialmente
peligroso.
Estoy a punto de decirle a Zophie que ha encontrado la
primera pista real desde Eric Bird cuando mi computadora
suena de nuevo. Esta vez notificándome de un comentario en
mi publicación.
La respuesta está escrita en Loric.

Anónimo: estoy aquí.


Capítulo Quince.

Mis dedos repasaban el teclado inseguros de cómo proceder.


Tengo que ser cuidadosa —Si los Mogs encontraron a Eric
Bird, es completamente posible que estén vigilando este foro
también.
Trato de ser inteligente al responder, aun usando nuestro
lenguaje:

¿Quién eres?

Mientras espero por una respuesta, trato de rastrear la base


de datos del usuario, pero parece que está completamente
bloqueada. Si no lo está, esta encriptado y oculta tan bien que
va más allá de mis capacidades. Espero que eso signifique que
uno de los Lorics que venían en la nave de Janus resulte ser un
prodigio en tecnología.
Una respuesta llega:

Anónimo: Un amigo.

¿Eres de Lorien?

Anónimo: Si.
¿De dónde?

Anónimo: La Capital.

¿Cuándo llegaste a la Tierra?

Anónimo: Haces demasiadas preguntas.

Tengo que ser precavida.

Anónimo: Pues, yo también.

Mi corazón golpea mi pecho amenazando con salirse de él.


Ordeno mi cerebro, tratando de encontrar una manera de
probar que esta persona no es un truco. Ahora las respuestas
están llegando más rápido, y yo quiero que la interacción se
mantenga.
Necesito saber —tengo que saber— si estoy hablando con
alguien proveniente de la otra nave.
Me concentro.

Extraño nuestro hogar. Extraño las Agujas rojas de


Elkin.

Anónimo: Al igual que yo.


Las Agujas de Elkin eran verdes. Antes de que los Mogs las
destruyeran.
Mis mejillas se calientan con el golpe de mi pulso. Este no es
uno de los Cêpan o los Garde —ciertamente no es Janus. No es
nadie que tenga algún conocimiento real acerca de cómo es la
cultura Loric.
Pero es alguien que conoce nuestro lenguaje.
Sigo presionando, aferrándome a la más remota posibilidad
de que esta persona es un aliado. Tal vez sea un embajador
Loric, alguien que mandamos a este planeta hace mucho
tiempo. Tengo que saber más.

Estoy aquí con uno de los embajadores Lorics. ¿Lo


estás tú?

Anónimo: Claro, un embajador Loric.

Tal cosa no existe.

¿Has escuchado acerca de nuestro hogar


últimamente? No he recibido un mensaje al menos en
dos años.

Anónimo: Tengo nuevas órdenes, pero no puedo


compartirlas por este medio. ¿Dónde estás?

Esto es una trampa.


Mi mente retrocede a la destrucción de Elion Park cuando
comenzó a llover fuego. Recuerdo a aquella mujer que los
Mogs asesinaron delante de mí y todas esas terribles visiones y
los sonidos y los olores de aquella noche de la cual he estado
tratando de no pensar.
Escribo cada palabra con una rabia furiosa.

Muere. Basura Mogadoriana.

Esta vez no recibo una respuesta inmediata. Solo me siento


y me quedo mirando la pantalla por lo que parece un largo
rato, esperando a que mi aliento regrese. Asumo que nuestra
interacción ha acabado cuando un nuevo mensaje llega.

Anónimo: Tratemos esto de una manera diferente.

Antes de que pueda formular una pregunta coherente, llega


un nuevo mensaje privado de Anónimo. Tiene un archivo
adjunto —un video en formato MPEG.
Mis manos empiezan a temblar con duda, pero de alguna
manera logro calmarlas. Descargo el video en una carpeta
segura —una que está ubicada fuera de todo el resto de mi
hard drive— y lo someto a toda prueba que puedo imaginar.
Pero parece limpio. No virus. Un simple video.
Miro por encima de mi hombro. Zophie sigue aun en la sala
de estar. Pienso en llamarla, pero estoy tan insegura acerca de
lo que estoy a punto de ver, que lo pienso mejor. Y en su lugar,
cierro la puerta silenciosamente, me siento y me pongo los
auriculares.
Entonces reproduzco el video.
La primera imagen que aparece me llena de alivio. No puedo
evitarlo —el ver a Janus después de haberlo buscado por tanto
tiempo inmediatamente desata la felicidad en mí. Esta
sensación desaparece al instante al recordar quien mando el
video y darme cuenta de lo terrible que luce. Tiene golpes
alrededor de sus ojos verdes. Su cabellera roja —de la misma
tonalidad del cabello de su hermana— ha sido afeitada
aparentemente sin razón.
Él está sin camiseta, demacrado y atado a una silla. Tiene
bandas azules alrededor de sus brazos y su cuello, con una
cuerda saliendo de ellas que va hacia alguna parte que la
cámara no enfoca.
Quedo boquiabierta del horror, cubriendo mi boca con una
mano, tratando de no llorar.
Hay una voz áspera fuera del enfoque de la cámara.
—Háblale a los tuyos —dice en acento Loric.
Janus se estremece. Después empieza a hablar.
—Yo…. Lo siento —dice. Su voz es temblorosa y débil—.
Trate de ocultar nuestra nave. Yo estaba en las montañas por
un rato. Pensé que había sido cuidadoso... —Se queda mirando
hacia la cámara. Las lágrimas llenan sus ojos—. Ellos
destruyeron nuestro planeta y cuando ellos me encontraron…
Las cosas que me hicieron…. Perdónenme, pero no pude
soportar más. Les he dicho todo. Todo lo que se sobre los
niños Garde. Lo siento mucho…
De repente tiene una mirada furiosa en sus ojos. Sus fosas
nasales se ensanchan mientras voltea hacia alguien fuera del
enfoque de la cámara y grita.
—¡En este momento ellos están esparcidos en cada rincón
del planeta! ¡Nunca los vas a encontrar! Y pronto emplearan
los poderes de nuestros Ancianos y destruirán a to…
Alguna especie de electroshock se manifesta en su cuerpo.
Después de un rato deja de gritar. Momentos después, dejo de
respirar. El vídeo termina.
Aprieto mis puños. Sin darme cuenta estoy de pie, mi silla
en el suelo, y estoy haciendo un desorden de la oficina,
lanzando cada marco de fotografía y florero que decoran mi
cuarto rentado.
Alguien toca a mi puerta.
—¿Lexa? —pregunta Zophie.
Cierro el archivo. Quiero eliminarlo de mi hard drive y de mi
memoria, pero para lo único que tengo tiempo es para abrir
una página de noticias de Montreal que Zophie me mandó
antes de que ella entrara.
—¿Está todo bien?
—Sí —miento—. Yo solo estaba…
Pero no tengo más palabras. La miro. Todo lo que ella ha
hecho desde que el primer misil cayó ha sido con el fin de
reunirse con su hermano. Pero él se fue. Los Mogs lo mataron,
como mataron a nuestro planeta y a nuestra gente. Miro a
Zophie y me pregunto cómo es que ella podría manejar esta
noticia. Nunca le debo mostrar este video, eso lo sé. Pero,
¿cómo encontraré las palabras para explicarle esto a ella?
¿Cómo voy a lidiar con las consecuencias de este conocimiento
si apenas puedo lidiar conmigo misma?
Porque la captura de Janus significa que hemos fallado. Que
yo falle. No pudimos salvarlo, lo que significa que podríamos
perder a otro Garde también. Al igual que perdimos a Zane.
—¿Qué es? —Zophie pregunta—. Lexa, me estas asustando
un poco.
Había habido una pequeña ventana de esperanza después de
que me dijeran acerca de Zane —cuando estaba sobre volando
el cielo Loric, buscándolo, buscando evidencia de que los
oficiales cometieron alguna especie de error. Pero luego ellos
lo encontraron en medio de la destrucción. Estaba muerto. No
podía pretender que él podría regresar. Él estaba aquí y un
momento después él se había ido.
Sin embargo, Zophie aún tiene fe. Y sabiendo eso, puedo
tomar una decisión con la que espero poder vivir.
La dejaré que continúe soñando.
—Nada —digo—. No es nada. Solo me estoy sintiendo un
poco claustrofóbica e impotente.
Me sonríe tristemente, y es como una daga en el pecho. No
puedo mirarla.
—Pero quiero decirte que deberíamos indagar más en el caso
de Montreal que me enviaste. Esta solo a unas horas de aquí
en auto. Puedo ir mañana.
Ella se ve emocional por esto —la primera vez que la veo
alegrarse desde que hablábamos con Eric.
—El aire fresco puede que nos haga bien —digo, y trato de
no afligirme por la palabra “nos” porque sé que no puedo estar
a su lado todo el día sabiendo lo que sé.
—Pareces estresada —continúa—. Hare un poco de té para
nosotras.
Ella se va. Me doy cuenta de que mis puños aún están
apretados, y mis dedos duelen. Los estiro en lo que regreso a
mi ordenador, haciendo clic otra vez en el foro.
Hay otro mensaje nuevo de Anónimo. De un Mog.

Anónimo: Él no es el único que tenemos. Hay muchos


otros. Lorics y humanos. Colabora con nosotros, y así
los puedes salvar. Entrégate y no sufrirás el mismo
destino que sufrió este.

Aprieto los dientes. El Mog puede estar mintiendo. Por el


modo en que Janus habló, suena como si ellos no tuvieran
capturado a ninguno de los pasajeros de su nave.
Y aun si este bastardo estuviera diciendo la verdad, no hay
posibilidad que los Mogadorianos vayan a liberar a sus
prisioneros. No después de lo que le hicieron a Janus.
No después de que sacrificaran a nuestra gente y que
arrasaran con nuestras ciudades.
Cada gramo de ira que he tenido hacia los Ancianos Lorics o
hacia cualquier otra cosa de Lorien parece intrascendente
comparado con la rabia que ahora está hirviendo en mí hacia
los Mogadorianos. Y finalmente me doy cuenta que ellos
también son culpables de la muerte de Zane. Los Ancianos
hicieron que los Garde entrenaran como soldados, Sí. Pero
solo porque ellos sabían que había una amenaza en el
horizonte. Que la profecía era real.
Si no fuera por esos malditos Mogs, nosotros podríamos
vivir nuestras vidas en paz. No hubiera habido motivo alguno
para tales entrenamientos tan severos.
Zane podría haber vivido para tener un decimocuarto
cumpleaños.
Relleno con odio un último mensaje antes de borrar mi
perfil y mi publicación, mis dedos parecen martillos en el
teclado:

Los destruiré.
Capítulo Dieciséis.

Evito a Zophie por el resto de la noche, e intento una vez más


localizar el origen del video. Pero los Mogs han cubierto sus
pisadas muy bien. No hay nada en que pueda aferrarme. Soy
buena, pero nuestro enemigo es aparentemente mejor. Y así
hago lo único que puedo hacer: Miro el video de Janus una y
otra vez, cuadro por cuadro, tratando de encontrar cualquier
indicio de donde estaban filmando los Mogs. Pero es solo un
cuarto de ladrillo. Podría ser en cualquier lugar.
Apenas duermo. Cuando lo hago, este es turbulento. Me
levanto con el sol y este traza una ruta a Montreal.
Tengo que salir de esta cabina. Necesito tiempo para pensar
en cómo voy a darle esta noticia a Zophie. ¿Cómo formas las
palabras que sabes que van a destruir a alguien? No tengo
idea. Lo que sí sé es que no puedo pasar el día con ella —no
puedo pasar tiempo con ella— porque sabiendo lo que sé y ver
el rayo de esperanza que sigue vivo dentro de ella es una
tortura. Pienso en enviarla a Montreal en vez de mí, pero esto
es una buena pista. No muy buena ya que podría haber Mogs
todavía corriendo y aunque no soy un soldado, soy
probablemente más luchadora que ella. No la puedo enviar al
peligro.
Así que decido ir sola.
Tratar de escabullirme y formular una excusa para darle
más tarde: “Quería dejarte dormir y sorprenderte por si había
alguna noticia.” Pero ella sale de su habitación justo cuando
me dirijo hacia la puerta.
—Lexa, qué estás… —Ella comienza. Sus ojos están pesados
por el sueño.
—Sólo quería comenzar temprano el viaje —digo.
—Pensé que iríamos juntas. Si hay algo que puede llevarnos
a Janus o a la otra…
—No —la corto un poco con demasiada dureza. Ella parece
desconcertada. Suspiro y trato de pensar en una excusa
válida—. Quiero decir… tengo que hacer esto por mi cuenta.
Estoy tan contenta de que estemos juntas en esto, pero… Estoy
mucho más acostumbrada a estar sola. Es como vivía en
Lorien. Solo necesito un poco de espacio.
Soy dolorosamente consciente de lo terriblemente razonable
que es esto, teniendo en cuenta que me he pasado la mayor
parte de los últimos dos años en una pequeña nave con otras
dos personas y un bebe. Así que yo sigo hablando.
—Solo serán un par de horas. Estaré de regreso antes del
anochecer, al menos que descubra algo.
Ella se queda en silencio un par de segundos.
—Voy a hacer la cena entonces —dice finalmente. Me
entrega uno de los teléfonos prepago que he comprado para
nosotras—. Llámame tan pronto llegues. Y si encuentras algo.
Solo mantente en contacto, ¿de acuerdo? Voy a estar aquí en
búsqueda de más clientes potenciales.
—Estupendo —digo.
Empiezo a salir, pero ella se adelanta y me abraza.
—Gracias por comprobar esta vez —dice en voz baja. —
Vamos a encontrarlo.
Espero que no se dé cuenta que me tenso en sus brazos, o
que no puedo mirarla a los ojos cuando ella me deja ir.
—Ten cuidado —dice ella.
—Te veré en un rato —le llamo por encima de mi hombro.
En el carro, lanzo una bolsa que contiene mi portátil trucado
y algunas de las armas de Raylan en el asiento del pasajero.
Zophie agita el brazo desde el porche y entonces estoy en
camino.
El camino es pintoresco. Tranquilo, incluso. Las hojas están
cambiando a brillantes tonos naranja y rojo. Me gustaría
disfrutar de ellas si tan solo pudiera conseguir sacar a Janus y
Zophie fuera de mi mente. Cada vez que pienso en ella
esperándome en casa, sigue creyendo que su hermano está ahí
afuera, me siento mal del estómago. Empiezo a preguntarme
si he tomado una mala decisión —que el conocimiento de que
algo terrible ha sucedido a Janus es mejor que no saber dónde
está o si está aún con vida. Eventualmente ella tendrá que
descubrirlo, o podría volverla loca.
Cuando regrese, se lo diré. Tal vez no sea la verdad exacta,
pero voy a decirle que Janus se ha ido. Solo tengo que
encontrar la manera.
Una hora después de cruzar la frontera con Canadá, tomo el
teléfono para comprobar con Zophie, pero este no tiene señal.
Es entonces cuando me doy cuenta que el móvil solo funciona
dentro de las torres de celulares de Estados Unidos. Echo un
vistazo a mi mapa —estoy a sólo media hora de Montreal. Me
decido ser un soldado.
En una estación de gas fuera de la ciudad, compro una
tarjeta para llamar y avanzo hasta un teléfono público. Llamo
desde el teléfono fijo de la cabina, pero en respuesta sale con
rapidez un pitido repetitivo —el tipo de ruido que sólo he
escuchado una vez antes cuando perseguía una pista potencial
sobre Janus, cuando llamé a un número que se desconectó. Lo
intento de nuevo y sale el mismo sonido.
Cuando Zophie no recoge el otro móvil, empiezo a sentir
pánico. Trato dos veces más pero no obtengo respuesta. Me
digo a mi misma que solo ha ido a la tienda, o que ella ha
dejado accidentalmente el teléfono descolgado —cualquier
cantidad de excusas que podrían resultar en que ella no
responda.
Llamo a mi número móvil por lo que puedo comprobar mi
correo de voz de forma remota. Tengo un mensaje. Por
supuesto es de ella, dejado desde hace una hora.
—Lexa —grita ella—. Tienes que volver ahora. Tan pronto
como puedas. —Está muy emocionada—. Me encontré con este
grupo de personas que se hacen llamar “anfitriones” que dicen
que fueron reclutados por un Anciano. He publicado de
manera anónima y alguien ya ha contactado conmigo. Sé que
tú me dijiste que tuviera cuidado con estas cosas, pero es que
no podía esperar. Y además, le hice probar que él era uno de
nosotros. Él sabe de Loridas y la Garde. Él estaba en otra nave.
Él es uno de los Cêpan.
Mi corazón da un salto a mi garganta.
—Le pregunte a la persona cual era el nombre del piloto. Él
dijo Janus. Él sabía todo acerca de mi hermano.
Hay una pausa en el mensaje. Puedo oír a Zophie
sollozando, conteniendo las lágrimas.
—Lexa —dice ella—. Él dice que Janus está con ellos. Mi
hermano está de camino aquí. Todo va a estar bien.
Mi corazón se hunde y antes de que me dé cuenta, ya estoy
de regreso en el auto con mi portátil abierto frente a mí,
conectándome a un enlace ascendente por satélite. No es
demasiado tarde. Todavía puedo contactarme con ella. Si ella
todavía está en su computador, puedo enviarle un mensaje…
Levanto la vigilancia en directo de la cabina en mi portátil y
me ahogo. Hay docenas de Mogs en el césped. Luchando con
las Chimæras, que arañan con sus garras a los intrusos, pero
los animales están siendo dominados —hay horribles y
rechinantes bestias junto a los Mogadorianos y se aproximan a
las Chimæras con una aterradora ferocidad. Algunos de
nuestros animales ya están siendo embolsados y cargados en
un camión. Algunos caen y no se levantan.
Y en medio de todo esta Zophie. Grito cuando la veo,
docenas de cosas que ella no puede oír. Le digo que corra. Le
digo que luche. Le pido disculpas. Ella lucha valientemente
junto a las Chimæras, escapando de las garras de un
Mogadoriano, solo para ser agarrada por otro. Ella tiene algún
tipo de herramienta en la mano que balancea hacia él. Un
martillo o llave —es difícil de decir. Ella debió haber sido
atrapada con la guardia baja, sin un arma real. Observo con
horror como ella finalmente se escapa, corriendo por el porche
hasta la puerta principal.
Desintegradores abriendo fuego, su desesperación, creando
agujeros humeantes en la pared de la cabaña de madera.
Ella es interceptada por una bestia Mog del tamaño de
nuestro carro de la estación —todo cuernos y dientes,
corriendo hacia ella a cuatro patas. La atrapa entre sus fauces,
pero ella no deja de luchar. Balancea la herramienta en su
mano hacia abajo directamente al ojo del monstruo. Grita de
dolor, dejándola caer y veo que subestimé completamente sus
habilidades de lucha.
Pero esto ha terminado.
La bestia Mog deja escapar un rugido y balancea su cabeza
hacia Zophie. El hocico cornudo de la criatura la empala. Se
tropieza hasta la puerta principal, un punto oscuro aparece y
luego se hace cada vez más grande en su estómago donde la
criatura la golpeó. Y entonces ella cae. Algunos de las
Chimæras la rodean, convirtiéndose en monstruos con
colmillos con el fin de protegerla. Pero ellos no pueden
ayudarla ahora.
Los segundos pasan. Su pecho deja de subir.
Ella se une a su hermano.
Las Chimæras deben saber esto, porque la dejan de lado,
tratando de salvarse a sí mismos. No sirve de nada, sin
embargo. Son dominados. Capturados. Los Mogs parecen
furiosos con su criatura con cuernos —el que acaba de asesinar
a mi amiga— y comienzan a golpearlo. Las llamas comienzan a
arder en ambos lados de la cabaña, la multitud de disparos de
los desintegradores arrebatando algo del fuego.
Poco después, la imagen de video se corta.
Empiezo a temblar. Un poco al principio y luego
violentamente. Por primera vez en todo el tiempo que puedo
recordar, lagrimas calientes empiezan a rodar por mi cara, en
un rio húmedo. No puedo detenerlos. Mi olfato comienza a
funcionar y cuando abro la boca para respirar, un sonido que
no es Loric viene —es animal.
Enciendo el auto, lista para acelerar por la autopista, para
volar de regreso a nuestra cabaña.
Pero sería inútil. Zophie se ha ido. Las Chimæras se habrían
ido ya para el tiempo que yo llegue. La cabaña está quemada y
es probable que aún esté siendo observada por los Mogs.
No puedo luchar con esos bastardos Mogadorianos y ganar.
No mano a mano o cara a cara. No con mucho de ellos.
El ruido viene de mi boca de nuevo, cruda y llena de rabia.
Y luego estoy conduciendo, tan rápido como puedo. Cae la
noche y sigo, sin rumbo, sin ningún destino, hasta que el auto
se queda sin gasolina al lado de la carretera. Entonces me
levanto y corro. Nadie está aquí para encontrarme esta vez.
Ningún escuadrón de la ADL siguiendo la nave que había
robado para llevarme a casa. Solo soy yo. Corro hasta que
estoy tan cansada que me siento como que no puedo dar un
paso más.
Y luego sigo adelante.
Capítulo Diecisiete.

Dos semanas después de que los Mogadorianos mataran a


Zophie, una historia aparentemente sin relación es publicada
en el diario en línea de alguien. Es una corta cuenta de un
incidente en el Aeropuerto Internacional de Filadelfia. Un
hombre se niega a dejar pasar una pieza de equipaje por el
escáner del aeropuerto. Él y su acompañante, un niño, con un
itinerario para volar a África. Hay una foto de los dos, un
hombre mayor y nervioso, el chico, de cuatro, tal vez cinco
años y pecoso. El hombre se sujeta uno de los lados de un
Cofre que está cubierto de símbolos Lorics. Un miembro de la
seguridad del aeropuerto sostiene el otro lado. No sé quienes
sean, pero son ciertamente casi como uno de la Garde y su
Cêpan. Quiero alcanzarlo a través de la foto y sacudir al
hombre adulto por ser tan tonto, pero desafortunadamente no
tengo ese Legado. Solo espero que aprenda. Que él puede
hacerlo mejor.
Destruyo cada línea del código del diario y sobrecargo el
servidor del sitio por buenas medidas. Entonces, sobre el
curso del almuerzo en un comedor de Carolina del Sur, rastreo
el correo de la escritora y fotógrafa y le mando un mensaje que
contiene un virus de computadora bajo el aspecto de ser un
fan de su diario. Para el momento en que termino el postre,
ella descarga mi gusano, que rápidamente se come su disco
duro. Le pago a mi mesera y me voy, continuando
deambulando sin rumbo.
Zane está muerto. Igual que Zophie. Y Janus.
Estoy sola otra vez, justo como estaba en Lorien.
Bueno, no técnicamente. Supongo. Asumiendo que los otros
Garde y Cêpans sobrevivieran y Ella y Crayton sigan
escondidos, hay otros veinte Lorics que están en la Tierra.
Considero volar de vuelta a Egipto, tratar de rastrear a
Crayton y Ella. Pero para este momento ya deberían de
haberse ido. E incluso si los encuentro, ¿Y si sin querer guío a
los Mogs hacia ellos? ¿Qué si de alguna manera mi presencia
arruina las cosas?
Estoy mejor por mi cuenta, de todas formas. Sentada detrás
de una pantalla de computadora. Juntando información.
Reconstruyendo piezas juntas.
Cuando pienso en lo que le pasó a Zophie, tengo que tragar
la urgencia a vomitar. Me culpo a mí misma. Debí decirle
sobre Janus tan pronto como supe que estaba muerto. Me doy
cuenta de eso ahora, pero no hay nada que pueda hacer. Ella
se ha ido.
Mi sangre se llena de rabia y fuego cuando pienso en los
Mogadorianos. Sigo sin estar segura el porqué de la elección
de los Ancianos de enviar tan pequeño número de nuestra
gente a la Tierra, pero sé que debe ser importante. Porque
entonces los Mogs estarían aquí, ¿yendo tras ellos? Janus dijo
que estaban dispersos. No sé si eso era verdad o una mentira
final que él fue capaz de mantener de sus captores, pero ir por
caminos separados tiene más sentido. La foto del dúo
dirigiéndose a África parece corroborar su aclamación.
Y además, lo que Zophie y yo tratábamos de hacer, de
encontrarlos a todos, era realmente peligroso para todos. Para
los Lorics restantes. Me doy cuenta de eso ahora. Sería mucho
mejor para ellos que se mantengan escondidos. Al menos
hasta que la Garde sea lo suficientemente fuerte para pelear.
Aun puedo ayudar, sin embargo, y al hacerlo heriré a los
Mogs. Desde lejos. Porque entre más cerca esté de la gente, es
más probable que terminen lastimados. Y no puedo soportar
perder a alguien más. Yo solo no creo que lo tenga en mí.
Lo que puedo hacer es trabajar detrás de escena. Puedo ser
un fantasma. Anónimo. El espíritu en la máquina. Justo como
lo hice en el blog. Puedo mirar por mi gente en el mundo
digital. Cubriendo su rastro cuando pueda. Ayudándolos a
asegurar su misión, cualquiera que sea ésta, está decidido.
Encontrar cualquier información que pudiera ayudarles en su
camino. Entrenándome a mí misma con la tecnología de este
planeta hasta que pueda controlarla completamente.
Puedo intentar ayudar a proteger a mi gente.
Tal vez no soy un fantasma. Tal vez soy algo más. Algo más,
como un guardián.
Puedo juntar recursos para ellos hasta el día cuando estén
listos y se levanten contra los Mogs. Hay demasiadas,
peligrosas y poderosas armas en la Tierra. Y algunas no de
este mundo también. Aún hay una nave Loric que puede volar.
La nave de Janus. Tal vez los Mogs la tengan. Tal vez siga
escondida en algún lugar.
Me pregunto qué tan difícil sería para mí encontrarla.
Agradecimientos
Como todo lo que me ha gustado llevar conmigo en
mi vida seré claro y conciso. Esta es la primera
traducción exitosa que coordino (ya lo había
intentado antes y no había salido para nada bien),
pero no lo hubiera sido sin la ayuda de todos y
cada uno de nuestros colaboradores, desde el más
antiguo en el grupo hasta el más reciente. Gracias
por soportarme estos pasados días y no haberme
mandado a la mierda incluso cuando tal vez lo
merecía. Es enserio.
Y especialmente quiero agradecer a Cith que estuvo
desde el principio, siempre dispuesta a ayudar y
bromear un poco. A Mayra y Amairani que estuvieron
ahí cuando más lo necesitaba, cuando sentía que ya
no podía con la presión y el estrés que conlleva
esto y sobre todo a Samuel que me dio la
oportunidad de hacerlo y que me estuvo guiando a
través de todo esto, gracias.
Tal vez no sea perfecto, pero estoy orgulloso de
este trabajo, hecho con mucho esfuerzo de todos
los que estuvimos involucrados, hecho de fans para
fans. Les guste a algunas personas o no.

—Isaac Crespo (IsaaCr)


Hola. Yo aquí la voz detrás de ECEN, detrás de las
voces de ECEN.
Afortunadamente esta traducción ha concluido. Me
parece gratificante el hecho de saber que puedo
contar con muchas personas que están dispuestas a
apoyar a nuestra página y raro Equipo de
Traducción.
Hemos avanzado con pasos enormes y con retrocesos
catastróficos, pero no somos perfectos, Lorien no
era perfecto, así que no nos juzguen tan duro.
Desde que iniciamos a traducir hemos recibido y
escuchado decenas de críticas acerca de lo que
hacemos. Algunas de ellas han sido malas y otras
han sido lo suficientemente buenas para sacarnos
una sonrisa.
No me queda más que agradecerle a Isaac por
ofrecerse (en realidad creo que lo obligué en
cierto sentido), a dirigir esta traducción. Y
también un agradecimiento general a todos y todas
las chic@s del Equipo que pusieron su empeño en
esto, porque sin el cuerpo la cabeza no
funcionaría y la cabeza no podría hacer nada sin
el cuerpo. Ya saben, recuerden sus clases de
anatomía y esas cosas (aunque las cucarachas
pueden vivir hasta quince días sin cabeza y los
pollos también…).
En fin. Como sea. Nos veremos en el que sigue. Eso
espero.
Nos leemos, Lorics.

—Samuel Maldonado (Samuu.)


PD. Son las 3:38 a.m. y no he dormido desde ayer.
Así que no digan que uno no los quiere porque me
estuve chingando seis p****es horas para terminar
el Archivo Perdido. Los Hamo.
TAMBIÉN PUEDES LEER:

THE REVENGE OF SEVEN:


NOMBRE EN ESPAÑOL: LA
VENGANZA DE SIETE.
FECHA DE PUBLICACIÓN: 26
AGOSTO 2014.
PUBLICACIÓN DE TRADUCCIÓN: 3
SEPTIEMBRE 2014.

PDF:DROPBOX.COM/S/1TQU79HZRB
0FO64/LA%20VENGANZA%20DE%2
0SIETE%20%20%28ECEN%29.PDF

OPCIÓN 2:
HTTPS://WWW.SENDSPACE.COM/F
ILE/H6MX3F

EPUB:DROPBOX.COM/S/3WBWDP67PO5EW8M/LA%20VENG
ANZA%20DE%20SIETE%20%28ECEN%29.EPUB
THE LOST FILES #10: THE
FUGITIVE:

NOMBRE EN ESPAÑOL: LOS


ARCHIVOS PERDIDOS: EL
FUGITIVO.
FECHA DE PUBLICACIÓN: 23
DICIEMBRE 2014
PUBLICACIÓN DE
TRADUCCIÓN: 25 DICIEMBRE
2014

PDF:DROPBOX.COM/S/YK9G69S
WMKZGZQH/EL%20FUGITIVO%
20%28ECEN%29.PDF?DL=0
OPCIÓN
2: HTTPS://WWW.SENDSPACE.
COM/FILE/MXOLN3

EPUB: DROPBOX.COM/S/9ONM15FFHEGE66M/EL%20FUGIT
IVO%20%28ECEN%29.EPUB?DL=0

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