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UNIVERSIDAD COOPERATIVA DE COLOMBIA

FACULTAD DE DERECHO
DECIMO SEMESTRE
DRECHOS HUMANOS Y DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO

DOCENTE: YESICA FLOREZ

MASACRE DE BOJAYA, ANALISIS DE RESPONSABILIDAD FRENTE AL DERECHO


INTERNACIONAL HUMANITAARIO Y DE LOS DERECHOS HUMANOS

PRESENTADO POR:

MARY NIETO HERNANDEZ


JOAN ESTEFANIE SOLANO
MERCEDES VANEGAS
ADRIAN RICARDO FIGUEROA
FREDY ALONSO ACEVEDO
CLINTON ALEXANDER ROPERO

BARRANCABERMEJA MARZO 3 DE 2019


Introducción.

El derecho internacional humanitario [DIH], es un conjunto de normas internacionales


que tienen alcance en los conflictos internos y externos de los Estados, con el fin de
proteger a las personas que no participan de las hostilidades y de restringir los medios y
métodos de guerra usados por los actores. En este sentido al tener Colombia un
conflicto armado interno es sujeto del DIH, y esto no es solo para el Estado, sino para
cada uno de los actores armados que participen de dicho conflicto. Teniendo en cuenta
lo anteriormente planteado, el objeto del actual documento es tomar una acciones
armadas realizadas por distintos actores del conflicto colombiano en abril y mayo de
2002, con el fin de establecer las violaciones al derecho internacional humanitario en el
curso de los hechos, respondiendo esquemáticamente a cuatro identificaciones:
espacio temporalidad, actores de la acción armada, número de víctimas y normas del
DIH violadas, esto, con el propósito de caracterizar bajo un ejercicio reflexivo, el
conflicto armado colombiano, a la luz del derecho internacional de los conflictos
armados internos.

La masacre de Bojayá es uno de los hechos más trágicos en la historia del conflicto
armado colombiano sucedida en el departamento de Chocó en el año 2002. En esta
acción se ven involucrados inicialmente dos actores armados que se enfrentan por el
territorio; la guerrilla de las FARC y Autodefensas Unidas de Colombia. El número de
víctimas que la explosión del cilindro bomba causó supera los 70 muertos y más de 90
heridos, todos, parte de población civil (Comisión Nacional de Reparación y
Reconciliación, 2010).

El primer responsable que se puede identificar violatorio del DIH, es la guerrilla de las
FARC, quien al hacer llegar el cilindro hasta la iglesia violó el artículo 3 común a todos
los convenios integrantes del derecho internacional humanitario [DIH], sobre la
operación de armas poco precisas que afecten la población civil, aunque, también se
endilga responsabilidad a las Autodefensas, al colocar a la población civil como escudo
de guerra, lo cual va en contravía también de lo señalado en el artículo 3 común de los
convenios de Ginebra.

De otra parte, el Estado colombiano comparte responsabilidad por omisión de lo


señalado en el artículo 13 numeral 1 del protocolo II de Ginebra, sobre la protección de
la población civil frente a los peligros de la guerra y las operaciones militares (Ramelli,
2003). En este sentido, se configura la responsabilidad del Estado, al faltar a su deber
de proteger la población civil ante un enfrentamiento armado que, de manera previa
anunciaba un inminente peligro.
Hechos

Cuentan que el día 02 de mayo de 2002, en la Cabecera Municipal de Bellavista,


Jurisdicción del Municipio de Bojayá - Chocó, como resultados de los enfrentamientos
armados que se estaban presentando en el casco urbano de esa localidad entre
miembros de un grupo Paramilitar y las FARC, por el control territorial de la zona se
produjo el deceso de CIENTO DIECINUEVE (119) personas y heridas a CIENTO
CATORCE (114) más; afirman que las víctimas se refugiaron en la iglesia de la
localidad, en la Casa Cural y en la casa de las religiosas, con el fin de protegerse del
fuego cruzado que se presentaba entre los bandos fascinerosos. Manifiestan que las
muertes y heridas ocasionadas a las personas, fueron producto de los efectos de la
explosión de una pipeta de gas lanzada por miembros de las Farc, a los hombres de
las Autodefensas que se encontraban detrás de la iglesia, centro religioso donde
impactó la referida pipeta.

Dicen que al momento de los hechos no había presencia institucional de la fuerza


pública, la que a su juicio hubiera podido evitar los hechos que se produjeron o por lo
menos mitigar sus efectos; indican que es sabido, no obstante, que los grupos al
margen de la ley desde años atrás operan en la zona y luchan por su control, dada la
importancia estratégica de la región para sus propósitos delincuenciales.

Manifiestan que la guerrilla de las Farc, en el año 2000, realizó la primera incursión
militar en el Municipio de Vigía del Fuerte, a través del Bloque noroccidental, integrado
por los frentes, 4, 34 y 57, los cuales controlaban la cabecera municipal de Vigía del
Fuerte y Bellavista, Jurisdicción del Municipio de Bojayá ante la ausencia de la Fuerza
Pública; cuentan que, los paramilitares por su parte, desde 1996 hacían presencia en la
misma zona.

Indican que antes de la ocurrencia de los hechos del 02 de mayo de 2002, la seguridad
de la zona se encontraba bajo la responsabilidad del BATALLÓN MANOSALVA
FLÓREZ, con sede en el Municipio de Quibdó y de tres Brigadas de EJÉRCITO
Nacional, esto es, BRIGADA OCHO, con sede en Armenia, BRIGADA CUARTA, con
sede en Medellín, y la BRIGADA DIECISÉIS, con sede en Apartadó, así como también,
el apoyo de la INFANTERÍA de MARINA, con sede en Turbo, la cual hacía presencia
en Bahía Solano y Rio Sucio; dicen igualmente que el Ejército Nacional contaba
además, con la Primera División en Santa Marta y el Comando General del Ejército
podía disponer de la Fuerza de Despliegue Rápido – FUDRA y que el Comando de la
Policía Chocó contaba con todas sus unidades disponibles, con presencia en Rio
Sucio.
Que las Autoridades Estatales de orden Nacional y Regional, tanto Civiles como
Militares, se sustrajeron del deber de prevención y protección a que estaban obligados,
más aun cuando habían sido puestas en el aviso sobre el inminente riesgo de ataque a
la población civil del Municipio de Bojayá, a pesar de ello las autoridades no atendieron
oportunamente y en debida forma la situación, por ende el hecho se consumó a pesar
de haberse contado con todos los medios y mecanismos suficientes para poder evitar
dicha catástrofe, a través de una presencia militar efectiva.

Las víctimas de esta tragedia, horas antes se refugiaron en la iglesia de la localidad, en


la casa de la cultura y en la casa religiosa, con el fin de protegerse
del fuego cruzado entre los grupos armados que se disputaban el control militar y
delincuencial en la zona. Los muertos y heridos, fueron producto de una explosión de
una pipeta de gas lanzada por los miembros de las Farc a los hombres de las
Autodefensas que se encontraban atrincherados detrás de la iglesia, artefacto que
impactó en la esquina superior izquierda de la misma, desencadenó en llamas y el
derrumbe de la edificación.

Afirman que las autoridades con el fin de contrarrestar la acción de los actores armados
ilegales en la zona, establecieron restricciones al suministro de alimentos y combustible
en la región del Atrato Medio pero no se atrevieron a llegar militarmente al caserío de
Bellavista. La restricción se produjo mediante decreto Municipal y el Batallón
Manosalva Flórez, por su parte instaló un retén en el sitio conocido como el Reposo, en
el que el mes de febrero y abril de 2002 se estaba restringiendo el suministro de
bienes, pero sin establecer un mando militar permanente en la población de Bellavista.

Expresan que el trayecto fluvial de embarcaciones de Turbo a Vigía del Fuerte, por el
rio Atrato, debían pasar por los retenes de la Armada Nacional, Batallón Fluvial 50,
ubicado en el sitio conocido como la punta, a la salida de Turbo y Rio Sucio; razón por
la que no se entiende como el día 21 de abril de 2002, un número no inferior a siete
embarcaciones que transportaban aproximadamente 250 paramilitares arribó a
Bellavista, cabecera Municipal de Bojayá, provenientes de Turbo, pasando por un retén
permanente de la marina que exige la presentación de documentos y una requisa (en el
Golfo de Urabá) y otro control en la entrada de Rio Sucio (retén permanente del
Ejército). No se registraron incidentes ni detenciones en el recorrido, no obstante el
enorme despliegue de hombres fuertemente armados.

Indican que el 21 de abril de 2002, aterrizó en la posta de la Cabecera Municipal una


avioneta que transportaba al jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia conocido
con el alias de “El Alemán”, con el difundido fin de expulsar a las Farc de ese territorio;
por lo que la comunidad leyó una declaración de autonomía, en la que fijaban su
posición de distancia e independencia frente a los actores armados en conflicto,
circunstancias que sin embargo, no tuvieron respuesta oficial de presencia de la fuerza
pública en el sector.

Enuncian que el 23 de abril de 2002, la Oficina en Colombia del Alto Comisionado para
las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, envió una comunicación oficial al
Gobierno Nacional, requiriendo a las autoridades la adopción de medidas oportunas y
adecuadas para proteger a la población del Municipio de Bojayá.

En igual sentido la Procuraduría General de la Nación mediante oficio DP52 del 24 de


abril de 2002, con carácter urgente solicitó a los Ministerios del Interior y de Defensa,
prestar directa atención a los sucesos que alteran la tranquilidad de la población, frente
a los constantes enfrentamientos de los grupos armados al margen de la ley,
circunstancia que hacía inminente la presencia permanente de la fuerza pública en el
área amenazada por los grupos delincuenciales.

La Defensoría del Pueblo, el día 24 de abril de 2002, hizo igualmente un llamado a


través de su sistema Nacional de Prevención de Violaciones Masivas de derechos
Humanos, y emitió una alerta temprana de primer grado, “relacionada con amenazas
a la población civil y restricciones de alimento por parte de grupos de auto defensas, en
los casos urbanos del Carmen de Darién (Chocó), y Vigía del Fuerte (Antioquía)“ de lo
cual se le informó al Ministerio del interior, Comando General de Fuerzas Militares,
Comando General de la IV Brigada del Ejército, al Batallón de Infantería Manosalva
Flórez de Quibdó, a la Dirección General de la Policía Nacional, al Comando del
Departamento de la Policía Chocó y Antioquia, a la Gobernación del Chocó y Antioquia
y a la Vicepresidencia de la República con el objeto que se tomaran las medidas de
pertinentes de prevención que implicaba la presencia pública de la fuerza armada del
estado.

Dicen que pese a las alertas tempranas, el día 02 de mayo de 2002, los hechos de
zozobra y agitación de confrontación entre los grupos delincuenciales de las
Autodefensas y de las Farc, que venían ocurriendo, se agudizaron con el
atrincheramiento de las Autodefensas en el centro poblado de Bellavista, de suerte que
el grupo Farc arremetieron con inusitada fuerza y terror para tomar a sangre y fuego la
población, propósito delincuencial y luctuoso que el grupo Farc logró el día 03 de mayo
de 2002, cuando consiguieron el control absoluto de la Cabecera Municipal de
Bellavista.

La Fuerza Pública, que estuvo todo el tiempo ausente del centro poblado de Bellavista
sólo hizo presencia en el lugar el día 05 de mayo de 2002, por lo que a su juicio se
constituyó una falla del servicio, en tanto las autoridades estatales se sustrajeron del
deber de prevención y protección de la población civil del municipio de Bojayá, máxime
cuando habían sido advertidos del inminente riesgo del ataque.

Masacre de Bojayá, memoria histórica.

La Masacre de Bojayá, es quizá uno de los hechos trágicos del conflicto armado
colombiano, que más puede llevar a la reflexión sobre lo que ha sido el fenómeno de la
guerra en Colombia. El 2 de mayo de 2002, en Bellavista, Medio Atrato chocoano, la
guerrilla de las Farc accionó un cilindro bomba el cual fue a dar a la iglesia del pueblo,
donde se refugiaban los pobladores del enfrentamiento entre este grupo armado y las
Autodefensas presentes en la zona; es en este contexto que tiene lugar la conocida
como la Masacre de Bojayá, sobre la cual el Grupo de Memoria Histórica (2010),
recoge lo siguiente: Los hechos ocurridos en Bojayá han sido tipificados por diversas
organizaciones como un crimen de guerra, pues ambos actores armados
transgredieron todos los principios de los Derechos Humanos y del Derecho
Internacional Humanitario. Se trató de un ataque aleve e indiscriminado contra civil,
incluidos menores de edad, atrapados en el fuego cruzado de una guerra sin límites, en
la cual se recurrió de forma continua a prácticas ilícitas proscritas en el mundo entero.
Como se describe, el accionar de dos actores armados infringió flagrantemente, sin
ninguna duda, normas del DIH, en lo que tiene que ver con el artículo 3 común de los
Convenios de Ginebra, sigue entonces, revisar las condiciones de justiciabilidad
desplegadas conforme al ordenamiento doméstico e internacional; en este sentido, bien
se puede traer a colación la Sentencia 3436-01 de 2016, para dar cuenta del contenido
jurídico aplicable en este caso, o casos similares. La Sentencia en comento, estudia las
medidas de reparación descargadas sobre la Nación, en la persona jurídica del
Ministerio de Defensa – Ejercito Nacional, por parte de la Sección Quinta de la Sala de
lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, respecto a la responsabilidad por
omisión de parte del Estado colombiano en la Masacre de Bojayá, en lo que, en
particular corresponde a la entidad señalada, aunque, como lo sostiene Enrique
Cáceres (2013), en medio de estas acciones el Estado todavía esta quedado frente a la
materialización de acciones efectivas de reparación, afirmación sobre la cual se vuelve
en la parte final del documento. En sus consideraciones, el Tribunal expone las razones
por las cuales, desestima la competencia de la Comisión Interamericana y la Corte
Interamericana de Derechos Humanos [CIDH], a su vez que, de la Corte Penal
Internacional en el caso presentado. Sobre el caso de la competencia de la Comisión
Interamericana, destaca el Tribunal la falta de personalidad jurídica de actores como
las FARC o las Autodefensas, para ser parte procesal en la CIDH; Advierte la Sala que
la competencia asignada por la Convención Americana a la Comisión Interamericana,
como órgano del sistema, no incluye la posibilidad de tramitar peticiones contra los
grupos armados ilegales, dado que no tienen la condición de Estados parte de dicho
instrumento internacional. Sin perjuicio de poder evaluar la situación en casos
específicos, la violación de los derechos humanos atribuida a los llamados grupos
armados organizados, como actores del conflicto interno, escapa a la órbita de las
funciones de la CIDH en la investigación del incumplimiento de las obligaciones
adquiridas por los Estados miembros del sistema regional de protección. Se debe
generar la claridad en este caso, respecto a que el Sistema Interamericano, estudia
denuncias allegadas por una persona, un grupo de personas o, una entidad no
gubernamental legalmente reconocida; por lo anterior, no podría en este caso el Estado
colombiano, elevar la denuncia contra los grupos armados inmiscuidos, en tanto el
Estado no tiene la potestad para elevar la denuncia -salvo que sea contra otro Estado-,
ni tampoco la Convención contempla el estudio de denuncias contra personas jurídicas
diferentes a los Estados mismos.
En lo que corresponde a la competencia de la Corte Penal Internacional [CPI], el
criterio visto por la Sala es de ratio temporis, sobre el cual se tiene en cuenta que, la
vigencia del Estatuto de Roma en Colombia, desde el cual se deriva la competencia de
la CPI, tiene lugar desde noviembre de 2010 y, la Masacre de Bojayá, tiene ocurrencia
en mayo de 2002; en tanto por falta de temporalidad, dicho mecanismo internacional
queda sin jurisdicción, aparte de los demás requisitos de procedibilidad contemplados
en el Estatuto de Roma. La sentencia en comento hace a su vez eco, del
pronunciamiento proferido por la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos [OACNUDH], la cual, en lo que
corresponde a la Masacre de Bojayá, califica la misma como “el más grave de los
ataques indiscriminados” - contra la población civil en el marco del conflicto
colombiano-. Señala la Sala que la OACNUDH, realizó un informe en su misión de
observación sobre el caso que: Como resultado de dicha labor, (…) examinó la
responsabilidad de las AUC por la falta de respeto del principio de distinción propio del
Derecho Internacional Humanitario y del Estado desde la perspectiva de la prevención
y protección de la población civil. En mérito de lo expuesto, es que se sostiene la
responsabilidad estatal por incumplimiento de su posición de garante, sin embargo,
esto no libra de responsabilidad a los demás actores armados, quienes deberán
responder a la luz del ordenamiento penal vigente en Colombia, haciendo la salvedad
coyuntural sobre los Acuerdos finales de La Habana, donde en el particular, las FARC
deberán responder conforme al ordenamiento jurídico para el caso diseñado;
completando entonces, el marco de justiciabilidad completo que, recae sobre cada uno
de los tres actores partícipes en el desarrollo de esta masacre. Las infracciones
entonces al DIH, genera una responsabilidad individual y colectiva que, no admite la
impunidad o el indulto, al identificar su compatibilidad con delitos de lesa humanidad.
Dicho lo anterior, se tienen mayores elementos para ahondar en la revisión sobre las
infracciones al DIH sucedidas; donde se pretende no solo evidenciar la infracción en sí
al DIH, sino también el agotamiento y estudio jurídico de la responsabilidad, en
consonancia, de la justicia.

Los artículos 8 y 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos obligan al


Estado colombiano a garantizar el derecho a la justicia para todos sus miembros,
entendido como la existencia de investigaciones que conduzcan al esclarecimiento
integral de los hechos que hayan violado los derechos humanos, la identificación y el
castigo de los actores responsables.

Al respecto, los distintos tratados internacionales de derechos humanos y del derecho


internacional humanitario establecen que cuando se produce una violación de derechos
humanos –protegidos en cualquiera de estos instrumentos-el Estado está en la
obligación de investigar y esclarecer el hecho, perseguir a los autores del mismo –sean
autores materiales o intelectuales o encubridores-capturarlos, enjuiciarlos y
sancionarlos. Por tanto, si un Estado no actúa de esta forma –garantizando
efectivamente el acceso a la justicia y cumpliendo con el deber de investigar
diligentemente las violaciones de derechos humanos y del derecho internacional
humanitario, y de perseguir y sancionar a sus autores – incumple una obligación
internacional.

Un Estado que incumple esta obligación –total o parcialmente- es un Estado que,


además, favorece la impunidad, y la impunidad configura, suscrita en sí misma, una
violación del orden internacional de los derechos humanos.

En este trabajo se plantean algunas consideraciones sobre la responsabilidad de los


actores armados, y la presunta responsabilidad del Estado en relación con los hechos
de Bojayá, así como las obligaciones que en materia de garantía del derecho a la
justicia le corresponden al mismo. Se hace un análisis sobre el derecho a la verdad
desde el punto de vista del contexto histórico y regional; y se exponen algunas
reflexiones en torno al derecho a la reparación integral.

El crimen de guerra y las imputaciones

De acuerdo con los pronunciamientos de varios organismos internacionales, la


denominada «masacre de Bojayá» puede ser considerada y tipificada con un mayor
rigor jurídico como un crimen de guerra desde la base conceptual del Derecho
Internacional Humanitario. Así, la OACNUDH señaló en el informe producido para el
caso en mayo de 2002, que los hechos de Bojayá «han infringido el artículo 3 común a
los cuatro Convenios de Ginebra, y el artículo 13 del Protocolo II Adicional a esos
Convenios, (en tanto) violan especialmente los principios humanitarios de distinción,
limitación y proporcionalidad, así como de inmunidad de la población civil».

El hecho de que una determinada población civil habite en una zona tomada por los
actores armados ilegales, no justifica ningún tipo de ataque contra aquellay menos aún
la utilización de medios no convencionales que no logran distinguir a la población del
«objetivo» militar. En el mismo sentido se pronunció la FIDH, para la cual «estos
hechos son calificables de crimen de guerra. El hecho de no poseer armas sofisticadas,
o el hecho de que los paramilitares hayan tomado como escudo a la población civil, no
constituye de ningún modo una justificación ni una disculpa al asesinato indiscriminado
de 119 civiles».

En el ordenamiento jurídico interno, el crimen de guerra aparece tipificado en el Código


Penal, en el Título II, delitos contra personas y bienes protegidos por el Derecho
Internacional Humanitario, sanción de pena privativa de la libertad por homicidio en
persona protegida entre 30 y 40 años. En el ámbito internacional, el Estatuto de Roma
de la Corte Penal Internacional en su artículo 8.2 señala que las graves infracciones al
DIH se entienden como crímenes de guerra al tratarse de actos contra personas o
cosas protegidas por el DIH, como en este caso, la población y la iglesia como centro
de culto religioso.299 Toda la planificación y ejecución del ataque, se realizó en el
centro de la cabecera municipal, en donde estaba la población protegida por el DIH.

Frente al crimen de Bojayá, la OACNUDH en el mencionado informe de mayo de 2002,


señaló una serie de presuntas responsabilidades de los diferentes actores a la luz de
las normas internacionales de DDHH y del DIH. Estas violaciones, según esa Oficina,
debían ser investigadas y constatadas por los órganos competentes en el país.

La responsabilidad de las FARC

En relación con la participación de las FARC en los hechos, la OACNUDH señaló: Las
FARC-EP tienen responsabilidad en la muerte violenta de más de 100 civiles, las
lesiones de más de 80 personas y la destrucción de bienes civiles, causadas por el
lanzamiento de pipetas, en el marco de un enfrentamiento armado con un grupo de
paramilitares. La autoría de estos hechos por parte de miembros de las FARC-EP fue
reconocida públicamente por la guerrilla, como un “error”. Debe aclararse que ese
“error” constituye una infracción a las normas humanitarias.

Las principales infracciones al DIH atribuidas a las FARC, según el informe de la


OACNUDH se resumen en las siguientes:

Ataque a la población civil, especialmente la violación de los principios humanitarios de


distinción, limitación y proporcionalidad, así como de inmunidad de la población civil;
muerte de personas civiles, que constituyen homicidios contra
personas protegidas por el DIH; violación de la obligación de protección de los bienes
culturales y de lugares de culto; responsabilidad en los hechos ocurridos en Napipí, el 6
de mayo, al exponer nuevamente a la población civil en su enfrentamiento con la
Infantería de Marina cuando ésta pretendía llegar a Bellavista; y responsabilidad directa
en los múltiples y masivos desplazamientos que generaron las acciones bajo su
mando. La primera actuación de la Fiscalía fue la vinculación de la mayoría de los
miembros del secretariado mayor de las FARC.

Responsabilidad del Estado

Desde antes de 1999 la Comisión Diocesana Vida, Justicia y Paz venía alertando sobre
diferentes situaciones relacionadas con el conflicto armado y en particular con el
bloqueo total de víveres para todo el Medio Atrato, presuntamente propiciado por
agentes del Estado ante la presencia del ELN, FARC, ERG y paramilitares en varias
partes del Chocó -informe de Inteligencia del Boletín No 027 de Julio 13 de 1999-,320
lo que ameritaría la correspondiente investigación por la posible comisión de
infracciones al DIH por parte de dichos agentes.

Posteriormente, el 20 de abril de 2001 se suscribió el Acta del Consejo de Seguridad


Departamental del Chocó por parte de las autoridades administrativas y militares de allí
(IV Brigada, Policía Nacional), en la cual se analiza la compleja situación de orden
público en el Departamento durante los últimos dos años. Una alerta expresa que debió
generar acciones más contundentes de las autoridades, se dio el 24 de abril de 2002
por el Sistema Nacional de prevención de violaciones masivas de Derechos Humanos
Sistema de Alertas Tempranas, momento en el que se inicia el operativo paramilitar de
toma de los municipios de Bojayá y Vigía del Fuerte, información que era totalmente
conocida y difundida por las autoridades competentes.

El Ejército Nacional, a través de la Primera División (sede en Santa Marta), la IV


Brigada adscrita (Sede en Medellín) y el Batallón Manosalva Flores (sede en Quibdó),
para la época de los hechos tenían jurisdicción como unidades competentes en el área
del Medio Atrato, lo que explica que la Procuraduría General de la Nación en el año
2002 iniciara investigación disciplinaria (Expediente No. 155-71249-02) contra los
comandantes de las unidades mencionadas en el orden respectivo322: Mayor General
Leonel Gómez Estrada, Brigadier General Mario Montoya Uribe y el Teniente Coronel
Orlando Pulido Rojas.323 Para la Procuraduría General de la Nación,324 las anteriores
unidades conocían la información contenida en las mencionadas alertas, lo cual se
demostró con la existencia de siete comunicaciones entre ellas y los integrantes de las
comandancias durante las semanas previas a los hechos, en las cuales se realizaron
solicitudes de apoyo y se describieron concretamente los hechos del 21 de abril de
2002. A pesar de haber recibido todas las alertas antes del 24 de abril, la Fuerza
Pública llegó a la zona sólo trece días después, manteniéndose la situación de riesgo e
indefensión en la que estaba sumida la comunidad, y desconociendo así el deber de
prevención.

La responsabilidad de los paramilitares .

Con respecto a los paramilitares, la OACNUDH planteó las siguientes


responsabilidades: Aun cuando la muerte de los civiles fue consecuencia directa de las
pipetas lanzadas por las FARC, los paramilitares comprometen su responsabilidad en
materia humanitaria al haber expuesto a la población civil a los peligros de las acciones
militares.

La conducta de los paramilitares e violatoria de los principios de distinción y de


inmunidad de la población civil y constituyen un ataque en contra de la misma. • Es
claro que al participar en acciones bélicas en el seno de un poblado en el cual se
encontraban presentes numerosos civiles, los paramilitares no respetaron la obligación
de proteger a las personas que no participan directamente en las hostilidades. Así
mismo, esos combatientes, al ubicarse en las cercanías de los lugares y edificaciones
en las que se habían refugiado los civiles, no sólo no redujeron al mínimo las pérdidas
incidentales ni tomaron medidas de salvaguarda, sino que, por el contrario,
incrementaron el riesgo y la exposición de esos civiles.

Adicionalmente a lo señalado, los paramilitares han incumplido la obligación relativa a


la protección de los bienes culturales y de culto y a la prohibición de utilizar los bienes
protegidos en apoyo del esfuerzo militar. En la medida en que algunos miembros del
grupo paramilitar intentaron ingresar a la iglesia de Bellavista, y ante la oposición de la
comunidad, permanecieron en las cercanías del templo, expusieron no sólo a la
población civil sino también el inmueble protegido.

Las AUC tienen, además, responsabilidad por su actuación y presencia en los cascos
urbanos de Bellavista y Vigía del Fuerte durante los días posteriores al 2 de mayo, con
lo que volvieron a exponer a la población civil a posibles ataques. Con estas conductas
se han infringido también los principios humanitarios aludidos, así como la exigencia de
protección de la población civil. • Por otra parte, las AUC son responsables de los
desplazamientos sucesivos y masivos de la población civil de la región, generados por
las acciones y amenazas de este grupo y por los combates en los que sus integrantes
participaron. Considerando que fueron atribuidos a los paramilitares los robos de
víveres, enseres y embarcaciones pertenecientes a la población civil de Bellavista, las
AUC son responsables de pillaje.

El hecho de que las pipetas de gas hayan sido lanzadas por las FARC, no le resta
responsabilidad penal a los integrantes de las autodefensas, pues al participar en las
acciones bélicas en el centro del pueblo y de la comunidad, también implica
vulneración del artículo 3 común a los cuatro Convenios de Ginebra (1949) Bojayá: La
guerra sin límites 228 y el artículo 13 del Protocolo II Adicional a esos Convenios, pues
la pipeta iba dirigida a ellos. Los hechos demuestran que el lanzamiento se realizó
como parte de una confrontación bélica contra los paramilitares, quienes de forma
premeditada utilizaron a la población como escudo, violando de la misma forma el
Artículo 13 del Protocolo II Adicional. Es demostrable a su vez la intencionalidad de los
paramilitares de escudarse con la población civil, es decir, también existió dolo por
parte de estos en la comisión de delitos contra personas y bienes protegidos.

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