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Importancia Política, Defensiva, Económica y Social
Importancia Política, Defensiva, Económica y Social
El estudio del agua y sus usos en al-Andalus, sobre todo desde el punto de vista
agrícola, eje central de su uso, se ve proyectado a otra serie de características del
territorio. Es decir, nos permite interpretar objetivamente la importancia política,
defensiva, económica y social que dotaba el agua al territorio andalusí.
Cabe recalcar que los árabes no impusieron los nuevos sistemas agrícolas sin motivo.
Dicha evolución vino motivada por la necesidad de adaptar las nuevas especies
vegetales traídas desde Oriente o África; como el arroz, la naranja, el limón, etc. El
clima tropical del que procedían dichas especies suponía un problema al intentar ser
adaptadas al clima mediterráneo. La única solución viable era el uso de la irrigación. De
este modo el sistema de trabajo castellano difiere completamente respecto al andalusí,
pues mientras que los primeros respetan un tradicional tiempo de reposo entre la siega y
la vendimia, para los andalusíes no supone más que un periodo agrícola más.
El agua para los árabes tiene un significado divino. En el Corán el agua es el principio
más importante de la creación. Por tanto es lógico que la política del momento
protegiese, regulase y castigase su mal uso. Cabe destacar que esta puede llegar a ser
objeto de apropiación, es decir, la cantidad disponible, su reparto y distribución. En
definitiva la sociedad política se vuelca socialmente en la buena utilización del agua en
el espacio agrícola explotado. Pero caeríamos en error al centrarnos en una protección
del agua basándonos en su origen divino. Pues cabe mencionar que el comercio
internacional andalusí estaba en auge, y cargaban navíos de gran tamaño con dirección a
los puertos mediterráneos. Por tanto una mala gestión del agua suponía una caída del
incipiente comercio que se estaba llevando a cabo, y por tanto a unas graves pérdidas
económicas para la elite aristocrática que se lucraba con la explotación de la tierra.
Puede resultar contradictorio, debido a las bases ideológicas de los musulmanes. Como
hemos podido observar el territorio se divide en pequeñas parcelas con derecho a la
herencia, e incluso aquellos que no poseyesen ninguna podrían obtenerlas para su
subsistencia. Por tanto las grandes terratenientes resultan casi inexistentes
El agua tenía una función defensiva en el mundo islámico. Esto se debe a las técnicas de
construcción empleadas por los musulmanes para sus defensas. Entre ellas destaca el
tapial. Esta técnica utiliza encofrados o cajones de madera (denominados lüh en árabe),
para la hechura del muro. Este tipo de construcción es a su vez divisible en dos
apartados. De tierra apisonada o barro, o de mortero de cal y arena. En ambos casos la
mezcla puede recibir otros elementos como cantos rodados, mampuestos o paja.
Normalmente una vez construida la muralla, estas requerían reparaciones, ya fueran por
mantenimiento rutinario, o tras sufrir un asalto. Este es un tema de conflicto para la
sociedad andalusí, ya que para la construcción o reparación de las murallas hacía falta el
trabajo comunal de la sociedad. Para ello existían dos métodos. El primero mediante la
fundación de un habiz, que podía ser un turno de riego de una acequia, cobrado a los
regantes, como en el caso de Aynadamar. Y segundo, que la propia población se
implicara en la obra de la cerca. Sabemos por Ibn ‘Idari (siglos XIII-XIV) y por ciertas
fatwà/s recogidas por al-Wansarisi (m. 1505) que este tipo de trabajos (murallas,
acequias, etc.) eran realizados colectivamente por turnos. Estos turnos se asignaban los
vecinos de cada mezquita. A su vez cada mezquita estaba vinculada a un aljibe que
suministraba agua al barrio.
De todo ello, según podemos ver, podemos deducir que el agua en la ciudad andalusí
tenía también un cometido defensivo.