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Cuadernos de Seguridad
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por los cuales se acumulan condiciones de posibilidad p ara que ciertos suje-
tos queden situados como potenciales infractores de la ley penal. Segundo,
la conformación de estructuras de oportunidades delictivas que permiten
que determinadas ilegalidades y formas de victimización (y no otras) sean
llevadas a cabo por los potenciales infractores socialmente producidos. Y,
finalmente, el desarrollo de la interacción existente entre esos dos fenóme-
nos y las respuestas de las agencias supuestamente dedicadas a prevenirlos,
o controlarlos, y las reacciones de otros actores sociales. Entre estas tienen
particular relevancia las representaciones en los medios masivos de comu-
nicación, tanto del hecho delictivo en sí, como de las respuestas y reacciones
que genera.
En lo referido a los procesos de producción social de potenciales infracto-
res y víctimas han tenido influencia significativa varias cuestiones. Por una
parte, los procesos muy intensos de empobrecimiento, desafiliación, y
aumento de la inequidad económica y de acceso a bienes sociales (como el
empleo, la salud, la educación, la vivienda, etc.) y de consumo. Por otro, la
desarticulación del tejido social, las crisis en los sistemas de participación
política, y un creciente individualismo producto de los cambios culturales,
todos ellos agudizados en la década de los noventa.
Estos procesos no impactaron de manera similar en la sociedad en su
conjunto, sino que fueron experimentados y vivenciados de manera diferen-
cial según los principales ejes sociales de edad, género, étnico, nivel de
ingresos, clase, lugar de residencia, etc. Tanto el impacto material diferen-
cial como las distintas percepciones de injusticia de la situación, combinados
con el creciente individualismo cultural, propiciaron, en toda la escala
social, contextos en los que no eran viables alternativas no delictivas, o eran
menos atractivas para confrontar las tensiones estructurales, y satisfacer
aspiraciones culturales obstaculizadas materialmente. Dicho esto, no debe
pasarse por alto que tanto las tensiones estructurales, así como los obstácu-
los para concretar aspiraciones culturales, y la percepción de injusticia de la
situación, resultan, particularmente, más intensas en los contextos sociales
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Con el aumento de la
criminalidad, comenzó
a consolidarse, en amplificación del problema), y una sensación de
temor que, para buena parte de la sociedad, es
nuestro país, una desproporcionada en relación con el riesgo de
victimización efectivo en que se encuentra.
tendencia observable
también en otras La pluralización de actores y racionalidades
en el gobierno de la seguridad
sociedades, que
En este escenario, de manera gradual y super-
consiste en la aparición puesta con el aumento de la criminalidad, comen-
zó a consolidarse, en nuestro país, una tendencia
de nuevos actores, observable también en otras sociedades, que con-
siste en la aparición de nuevos actores, guberna-
gubernamentales y no mentales y no gubernamentales, con voluntad de
participar en los procesos de producción de Segu-
gubernamentales, con ridad Ciudadana. Esta tendencia, contradictoria y
volátil en tanto convive con procesos de inflación
voluntad de participar de la legislación penal y de las respuestas puniti-
vas y coercitivas, es conocida como “pluraliza-
en los procesos ción” o “multiplicación” de actores en el campo
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1 Estado puede hacer algo con el delito a través de sus aparatos coercitivos–
es contradictoria con la promoción de los procesos de plura lización, como es
el caso de la seguridad comunitaria o la prevención situacional, social e inte-
1 grada, y refleja una “negación histérica” del propio Estado respecto de sus
limitaciones. Tanto la respuesta punitiva como la “negación histérica” son
2 parte de la mentalidad del castigo que subyace en las estrategias y prá cticas
hegemónicas de las políticas de seguridad que persisten hasta el día de hoy.
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El Estado no es
el único ente con
un ente con capacidad y voluntad expresa de capacidad y voluntad
garantizarlo mediante estrategias simbólicas e
instrumentales, dentro de un dominio espacio- de funcionar como
temporal. Se trata de actores o garantes que
buscan explícitamente promover la seguridad. El garantizador de
Estado ha sido, y continúa siendo, el principal
garante de la seguridad, y esta responsabilidad órdenes determinados,
está habitualmente expresada en su Constitu-
ción, y demás leyes. Pero hay muchos otros ni el único con
garantes: puede tratarse de actores comerciales,
como los que conforman la industria de la segu- poder para definirlos.
ridad privada, o colectividades más o menos
informales, como un foro vecinal de seguridad, o un barrio privado, o cen-
tro comercial, o campus universitario. Por lo general, estos entes buscan
coordinar sus actividades entre sí y conforman redes de seguridad, como,
por ejemplo: cuando residentes de un barrio conforman un Foro de Seguri-
dad e interactúan con la policía, y otras agencias estatales, habitualmente
locales. Esta concepción permite superar la tradicional reducción de la pro-
ducción de seguridad a una actividad excluyente del Estado (preponderan-
temente a través de una agencia específica, especializada y profesionaliza-
da, como la policía), dirigida a promover el orden, la paz y la tranquilidad,
en el marco de la soberanía estatal.
Sin desconocer que, tanto instrumental como simbólicamente, el Estado
sigue siendo uno de los principales garantes, y espacio de definición de
órdenes, los desarrollos sociales y teóricos de los últimos treinta años han
puesto en evidencia que este no es el único ente con capacidad y voluntad
de funcionar como garantizador de órdenes determinados, ni el único con
poder para definirlos. Esto en tanto otros entes buscan definir, establecer y
mantener determinados órdenes, que consideran deseables o necesarios
para su funcionamiento e intereses. En estos casos se sirven de una gran
variedad de medios e instituciones para la consecución de esos fines. Y
tanto los órdenes y los medios para garantizarlos pueden, a veces, coincidir
con los estatales y establecer relaciones de cooperación implícita o explíci- 1
ta, tomar áreas de vacancia tácita o expresa, o entrar en contraposición y
conflicto con las estatales. Esta definición de producción de seguridad per- 1
mite construir tipos ideales para distinguir diferentes formas y modalida des
de producción de seguridad. Por ejemplo, cuando el orden que se pretende 2
garantizar ha sido establecido mediante la promulgación de reglas y nor-
mas que promueven una determinada forma de conducirse, por parte de 5
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los poderes del Estado legitimados para ello, y el ente garantizador es una,
o varias, agencias del Estado, nos encontramos ante el caso de la produc-
ción estatal de seguridad. Cuando el orden que se pretende garantizar ha
sido determinado por entes no estatales (en sintonía, o no, con el Estado), y
cuando la función de garantizarlo es asumida, primariamente, por un ente
no estatal especializado que persigue fines de lucro (por ejemplo: vigilancia
de un centro comercial por parte de una agencia de seguridad privada), o
por individuos o entes no especializados, a quienes se le agrega esta fun-
ción a las que les son propias y específicas (por ejemplo: el capataz de una
fábrica, o un recepcionista en un sanatorio) nos encontramos ante un caso
de seguridad privada. Cuando el orden a garantizar, y los medios para ello,
son definidos por individuos, de manera colectiva, u organizaciones de la
sociedad civil, y quienes poseen la función de garantizarlo no persiguen
fines de lucro, nos encontramos ante el caso de la seguridad comunitaria
(ya sea que “comunidad” se refiera a la pertenencia a un espacio territorial
común, o que se compartan intereses comunes).
Estas caracterizaciones son tipos ideales dado que, en la práctica, tanto la
responsabilidad como el gobierno de los procesos de producción de seguri-
dad resultan compartidos, a partir del consenso y del conflicto entre entes
públicos y privados, entre especializados o no, e involucra, en distinto grado,
a los particulares y a colectividades geográficas, o de intereses y, en ocasio-
nes, excede los propios límites del Estado-Nación. Esta conceptualización de
producción de seguridad permite observar que el ente garantizador no es el
único elemento de análisis relevante, sino que también es necesario estable-
cer, por ejemplo: las definiciones de orden con las que el ente opera, la
forma (generalmente conflictiva) en que este es construido, las tecnologías
seleccionadas para garantizarlo, la forma de selección y de institucionaliza-
ción de dichos medios, los fines perseguidos, los grados de racionalización
de éstos y las prácticas de seguridad resultantes.
“Tecnologías” se refiere a los métodos en los que se basan o promueven
los distintos programas de seguridad. Una tecnología frecuente es la amena-
posible, esto es, una institución. Finalmente, la combinación de todos los ele-
mentos anteriores es la que resulta en la producción de determinadas prác-
ticas de seguridad.
Cuando todos estos elementos, y sus combinaciones específicas, resultan
relevados y analizados pueden caracterizarse distintos dispositivos, o for-
mas de seguridad en forma más fiable.
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El Ministro del
Interior dispuso, a
través de la Secretaría El Estado como principal garante de la Seguridad Ciudadana
Ejecutiva del Consejo Tanto las definiciones descriptiva y valorativa del
proceso de gobierno de la seguridad, como el
de Seguridad Interior, contexto sociopolítico en el que se evidencian las
diversas tendencias de pluralización muestran
reunir información, y que el Estado, en sus tres niveles, resulta el actor
primordial y de mayor peso. Esta preeminencia
realizar un conjunto está dada tanto en lo que hace a la esfera mate-
rial, como a la simbólica en el campo del gobier-
de estudios diagnósti- no de la seguridad. Por su parte, dentro del Esta-
do, la policía y las fuerzas de seguridad
cos acerca de los constituyen los actores más relevantes en lo que
hace a los aspectos tanto instrumentales como
sistemas de formación simbólicos.
En lo instrumental, la preeminencia es resulta-
policial. do, entre otros factores, de: funciones específicas
y mandato legal, la cantidad de personal, el equi-
pamiento, la distribución territorial, el acceso diferencial a la información
criminal y el uso legítimo de la coerción. Y en lo simbólico, dado que es el
principal agente estatal que tiene la potestad legal de uso de la coerción, y
capacidad para limitar derechos, incluso el de la vida, mediante el uso de la
fuerza letal en situaciones excepcionales y rigurosamente regladas. Más
aún, dada la centralidad de la policía en los procesos de detección, aprehen-
sión, enjuiciamiento y condena, la institución es percibida como la articula-
dora del castigo, como mecanismo de disuasión. Y, como indicamos anterior-
mente, la idea de la fuerza disuasiva del castigo, más allá de su influencia
instrumental en la producción de seguridad, refleja un aspecto profunda-
mente arraigado de nuestra cultura.
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