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Liberación del pecado

Annamarie Sauter: ¿Olvidas lo que Dios hizo a tu favor el día en que entregó
a su Hijo para morir en una cruz?

Nancy DeMoss Wolgemuth: Cuán propensas somos –cuán propensa soy a


dudar de Él, a olvidar lo que Él hizo– a quejarnos de su provisión, y a veces,
incluso en nuestros corazones, queremos volver al mundo donde éramos
esclavas miserables del pecado. «¡Recuerden este día!»

Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy


DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.

La lectura de hoy de la Biblia es 1 Reyes capítulos 3 al 5.

Ayer comenzamos a escuchar la historia de la primera Pascua. Es la historia


de cómo Dios libera a su pueblo Israel de la esclavitud y lo saca de Egipto. Si
has asistido a la iglesia por un tiempo, probablemente la has escuchado.
Nancy nos ha estado mostrando lo maravilloso que esto es en la breve serie
titulada, «Dios libera a su pueblo».

Nancy: Entonces llegamos a la décima y última plaga, la muerte de los


primogénitos. El versículo 29 de Éxodo capítulo 12, dice lo siguiente:

«Y sucedió que a la medianoche, el Señor hirió a todo primogénito en la tierra


de Egipto, desde el primogénito de Faraón que se sentaba sobre su trono,
hasta el primogénito del cautivo que estaba en la cárcel, y todo primogénito
del ganado. Y se levantó Faraón en la noche, él con todos sus siervos y todos
los egipcios; y hubo gran clamor en Egipto, porque no había hogar donde no
hubiera alguien muerto» (vv. 29-30).

¡Juicio! A medida que avanzas a través de la Escritura, verás que el juicio y


la salvación siempre vienen juntos. No tienes juicio sin salvación, y no
tienes salvación sin juicio. Ves esos dos términos yuxtapuestos en este
pasaje de una manera poderosa.

¡Juicio! «La paga del pecado es muerte», y por eso Dios pasa a través de la
tierra. Hiere el primogénito de cada hogar que no ha sacrificado un cordero.
¿Cómo sabe cuáles hogares lo han sacrificado y cuáles no lo han hecho?
Cuando Él ve la sangre en el dintel de la puerta, Él pasa de largo esos
hogares.
Aquellos que no tienen la sangre son juzgados. El primogénito muere. ¿Te
diste cuenta quién fue que mató a esos primogénitos? Fue el Señor. Fue Dios
mismo quien mató a esos hijos primogénitos. Cientos de años más tarde, fue
Dios mismo quien entregó a muerte a Su propio Hijo amado, juzgándole a Él
por nuestros pecados, para que pudiéramos ser liberadas de la esclavitud.

El tema del juicio y la salvación. . . del juicio y de la destrucción de los egipcios


que no pusieron la sangre del cordero en sus puertas, que no ofrecieron los
corderos, que confiaron en ellos mismos en vez de confiar en Dios, a
diferencia de la salvación y la liberación de los israelitas que creyeron a Dios,
que sacrificaron los corderos. Dios pasó de largo sus casas, no porque
eran más merecedores que los egipcios, sino porque habían aceptado
la provisión de Dios, la vía de escape de Dios. . . la sangre del cordero.

Bueno, el Faraón finalmente es quebrantado. Bajo cierta presión divina,


finalmente libera a los israelitas. El versículo 31 de Éxodo capítulo 12, dice:

«Entonces llamó a Moisés y a Aarón aún de noche, y dijo: Levantaos y salid


de entre mi pueblo, vosotros y los hijos de Israel; e id, adorad al Señor, como
habéis dicho. Tomad también vuestras ovejas y vuestras vacadas, como
habéis dicho, e idos, y bendecidme también a mí» (vv. 31–32).

¡Fuera de aquí! ¿Qué más puede pasar? Por último, el faraón se quebrantó,
y Dios libera a su pueblo redimido de Egipto, del cautiverio, en lo que
llamamos «El Éxodo». El versículo 40 nos dice:

«El tiempo que los hijos de Israel vivieron en Egipto fue de cuatrocientos
treinta años. Y sucedió que al cabo de los cuatrocientos treinta años, en aquel
mismo día, todos los ejércitos del Señor salieron de la tierra de Egipto. Esta
es noche de vigilia para el Señor por haberlos sacado de la tierra de Egipto;
esta noche es para el Señor, para ser guardada por todos los hijos de Israel
por todas sus generaciones» (vv. 40-42).

Me encanta la frase que dice, «era una noche de vigilia». Muchas cosas se
vigilaron esa noche. Los egipcios velaron para ver lo que sucedería con esta
última y más mortal de las plagas, pero más que eso, fue una noche en la
que el Señor velaba por su pueblo, y una noche en la que el pueblo de Dios
le vio hacer juicio contra sus adversarios, y lo vieron liberándoles de su
cautiverio para siempre.

Así que como resultado de este éxodo, el Cordero de la Pascua fue


sacrificado, Dios pasó de largo por las casas de los israelitas que creyeron,
tenemos también la institución de la Pascua. Es una ceremonia muy, muy
importante en la vida de los judíos desde ese momento en adelante. El
versículo 43 dice:

«Y el Señor dijo a Moisés y a Aarón: Esta es la ordenanza de la Pascua:


ningún extranjero comerá de ella. Pero el siervo de todo hombre, comprado
por dinero, después que lo circuncidéis, podrá entonces comer de ella. El
extranjero y el jornalero no comerán de ella. Se ha de comer en una misma
casa; no sacaréis nada de la carne fuera de la casa, ni quebraréis ninguno de
sus huesos. Toda la congregación de Israel la celebrará» (es decir, la
celebración de la Pascua) (vv. 43-47).

Así que Israel es liberado de la esclavitud, son redimidos de Egipto, y salen


de Egipto. Es impensable que puedan permanecer allí cuando Dios los ha
librado de ese cautiverio. Esta es una noche que va a ser conmemorada a
perpetuidad todos los años mediante la observancia de la fiesta de la Pascua.

Era una forma de recordar lo que Dios había hecho. Era una forma de instruir
a sus hijos y a sus nietos a las generaciones futuras y a aquellos que nunca
habían vivido en Egipto de lo que Dios había hecho y el precio que se había
pagado por su liberación.

Era una manera de recordar cómo Dios había librado a Sus hijos
primogénitos, les había perdonado la vida y los había redimido. Como
resultado de ello, tenían que mantener este día como un día de recordación,
como una fiesta en honor al Señor, año tras año, tras año, tras año, para que
nunca, nunca lo olvidaran.

Ahora, es interesante que a ningún extranjero le fuera permitido comer la


Pascua con ellos. Solo aquellos que pertenecían a la comunidad de fe podían
comer la Pascua. Esto me recuerda que hay un montón de gente no
redimida que va a la iglesia, pero solo aquellos que han recibido el
sacrificio que Jesús pagó en nuestro lugar -–solo esas personas tienen
derecho a participar de la Cena del Señor, a participar de Cristo, y a
celebrar la fiesta de la redención con el pueblo de Dios.

Pero ahora vayamos al capítulo 13, versículo 3. Hay una frase en este
versículo en la que quiero que meditemos por unos momentos.

«Y Moisés dijo al pueblo: Acordaos de este día en que salisteis de Egipto, de


la casa de esclavitud, pues el Señor os ha sacado de este lugar con mano
poderosa. No comeréis en él nada leudado». (En este día de la Pascua, la
levadura, por supuesto, es una imagen del pecado y sus consecuencias. Solo
se come pan sin levadura). En el versículo 4 dice: «Vais a salir hoy, en el mes
de Abib» (vv. 3-4).

Recuerda que dijimos que la salvación involucra ambas cosas: ser liberados
de la esclavitud de Egipto -–fuera de Egipto, de la opresión– y también implica
ser llevados a una nueva tierra. Por lo que dice:

«Vais a salir hoy, en el mes de Abib y será que cuando el Señor te lleve a la
tierra del cananeo, del hitita, del amorreo, del heveo y del jebuseo, la cual juró
a tus padres que te daría, tierra que mana leche y miel, celebrarás esta
ceremonia en este mes». (Esta fiesta de conmemoración de la Pascua. . . y
Él les dice cómo esto debe mantenerse una vez que lleguen a la tierra
prometida).

«Por siete días comerás pan sin levadura, y en el séptimo día habrá fiesta
solemne al Señor. Se comerá pan sin levadura durante los siete días; y nada
leudado se verá contigo, ni levadura alguna se verá en todo tu territorio».

Versículo 8: «Y lo harás saber a tu hijo en aquel día, (imagínate al niño


diciendo: "Papá, ¿por qué estamos haciendo esto de nuevo este año?”) Dile
a tu hijo: “Esto es con motivo de lo que el Señor hizo por mí cuando salí de
Egipto”».

«Y te será como una señal en tu mano, y como un recordatorio en tu frente,


para que la ley del Señor esté en tu boca; porque con mano fuerte te sacó el
Señor de Egipto. Guardarás, pues, esta ordenanza a su debido tiempo de
año en año» (vv. 5-10).

Y entonces, Moisés dice al pueblo: «¡Tengan memoria de este día.


Recuérdenlo! Nunca lo olviden!» Y nos diría a nosotras, al meditar en la obra
increíble que Jesús hizo por nosotras en la cruz, y la salvación que Él compró
para nosotras, y el día en que Él vino a establecer Su residencia, Su morada
en nuestras vidas . . . Al reflexionar de nuevo sobre eso, nunca lo olvides.
Recuerda ese día.

Así que cuando tus hijos te pregunten: «¿Por qué vamos a la iglesia, mamá?
¿Por qué leemos la Biblia? ¿Por qué oramos? ¿De qué trata todo esto? No
estoy seguro de creer todo esto». Tú podrías no recordar el día exacto, el
momento exacto en que viniste a los pies de Jesucristo en arrepentimiento y
fe, pero tienes que recordar de dónde Dios te sacó. . . Recordar lo que
era ser una esclava del pecado.

«Recuerden», Moisés le dice al pueblo de Israel, «recuerden lo miserables


que Faraón hizo sus vidas. Recuerden cómo ustedes pedían a gritos ser
liberados. Recuerden cómo Dios me envió para enfrentar a Faraón.
Recuerden las plagas terribles que Dios envió sobre Egipto. Recuerden cómo
sacrificaron un cordero en su casa y ustedes pusieron su sangre por encima
de su puerta. Recuerden cómo Dios pasó por Egipto esa noche y mató al
primogénito de cada familia egipcia. Recuerden cómo Él vio la sangre en sus
puertas, y Él pasó de largo de su casa. Recuerden cómo Él los sacó de
Egipto, y los libró de generaciones de esclavitud y de miseria. ¡Recuerden
ese día!»

Y tú podrías preguntarte, «¿cómo ellos podrían olvidarlo? Algo tan dramático,


tan increíble». A medida que el calendario cambia, y cuando llega el primer
mes del nuevo año, tú pensarías que ellos estarían eternamente agradecidos.
Tú pensarías que ellos siempre iban a confiar y a adorar y a servir a Jehová
Dios, que los libró de la esclavitud.

Pero a decir verdad, fue solo cuestión de días –no un año entero, sino días–
antes de que dudaran de Dios. Ellos se estaban olvidando de lo que Él había
hecho. Ellos murmuraban sobre su provisión, estaban quejándose.

Y lo creas o no, ellos estaban deseando, –rogando– volver a Egipto. Bueno,


te podrías preguntar: «¿Cómo podríamos alguna vez olvidar?» Pensarías que
estaríamos eternamente agradecidas por lo que Dios hizo por nosotras en
Cristo en la cruz –por Su misericordia salvadora y Su gracia. Pensarías que
siempre vamos a confiar en Él y que lo vamos a amar y a adorar y a servir y
a alabar.

Sin embargo, cuán propensas somos –cuán propensa soy a dudar de Él,
a olvidar lo que Él hizo– a quejarnos de su provisión, y, a veces, incluso,
en nuestros corazones, queremos volver al mundo donde éramos
esclavas miserables del pecado. «¡Recuerden este día!»

Toda esta historia de la Pascua, ya anunciaba la liberación, la redención que


Dios algún día iba a enviar a este mundo a través de Su Hijo Jesucristo. Esa
redención requería el sacrificio de un cordero.

El Nuevo Testamento nos habla acerca de esa maravillosa, la más importante


semana en la historia del mundo desde la creación, fue cuando Cristo dio Su
vida por el pecado del mundo. El apóstol Pablo reflexiona sobre esto mucho
en sus epístolas. Permíteme mencionar dos pasajes en 1 Corintios que nos
ayudan a entender todo esto.

1 Corintios capítulo 5 versículo 6:


«¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Limpiad la
levadura vieja para que seáis masa nueva, así como lo sois, sin levadura.
Porque aun Cristo, nuestra Pascua, ha sido sacrificado» (vv. 6-7).

En otras palabras, «vive como lo que eres. Tú has sido liberada del pecado,
tienes la vida pura de Jesús que vive en ti, ahora vive esa vida pura».

«Porque Cristo, nuestra Pascua, ha sido sacrificado» (v. 7)

¿Recuerdas la sangre de todos los miles y miles de corderos sacrificados en


los hogares de los israelitas? Ahora, Cristo, nuestro Cordero pascual, aquel
a quienes esos corderos apuntaban, ha sido sacrificado.

«Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, la levadura de malicia


y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad» (v. 8).

Cristo, el Cordero de Dios sin mancha, sin culpa, se sacrificó por nosotros, y
al hacerlo, Él inauguró un nuevo pacto, un nuevo testamento que nos
recuerda por Su muerte que no hay salvación sin juicio. Un cordero tenía que
morir en cada hogar israelita, y en aquellos hogares, donde no fue sacrificado
ningún cordero, alguien murió, el primogénito murió. Una persona tenía que
morir, o un cordero tenía que morir.

Así que Cristo, como el Cordero de la Pascua de Dios, el sustituto


inocente, muere en nuestro lugar en la cruz, toma el juicio que
merecemos por nuestros pecados, para que cuando Dios vea la sangre
aplicada por la fe en nuestros corazones, pase de largo de nosotras el
juicio, y nos libre del ángel de la muerte.

Primera a los Corintios capítulo 11, lo dice un poco diferente. Nos recuerda
aquella noche antes de que Jesús fuera a la cruz, cuando Jesús se reunió
con sus discípulos a comer la Pascua. Y mientras ellos celebraban esta fiesta,
millones de corderos estaban siendo degollados, y la sangre corría por las
calles de Jerusalén como, una vez más, año tras año tras año tras año, desde
el éxodo –no con muchas excepciones– los hijos de Israel habían celebrado
esta fiesta de la Pascua. ¿Por qué? Para que pudieran recordar esta noche,
lo que Dios había hecho en Egipto.

Ahora ellos estaban celebrando, en memoria de aquella ocasión. Jesús se


reunió con sus discípulos para comer el cordero de la Pascua, el pan sin
levadura, las hierbas amargas.

Y la Escritura dice acerca de esa noche:


Versículo 23: «El Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan, y
habiendo dado gracias, lo partió y dijo: "Este es mi cuerpo que por vosotros
es partido. Haced esto en memoria de mí"».

Versículo 25: «De la misma manera tomó también la copa después de haber
cenado, diciendo: "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre. Haced esto
todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. (Recuerden esta noche)
Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte
del Señor hasta que venga» (1 Cor 11:23-26).

Para la mayoría de nosotras aquí, la historia que les he contado hoy sé que
es muy familiar, sin embargo me encanta contar la antigua historia de Jesús
y de Su amor. Me encanta reflexionar sobre esta vieja, vieja historia. Es bueno
que recordemos dónde Dios nos encontró, y lo que Él ha hecho por nosotras.

Si eres hija de Dios, has sido redimida por la sangre del Cordero y nos
encanta cantar de nuestra redención. Mi pregunta es:

 Esta antigua historia, el evangelio, ¿se ha vuelto común para ti?


 ¿Has olvidado lo increíble, maravillosa, monumental, histórica que fue
aquella noche, cuando Jesús dio su vida como el Cordero de la
Pascua?
 ¿Has olvidado qué increíble fue que de todos los miles de millones de
personas en este planeta, te eligió a ti para pertenecerle a Él?

¿Por qué te eligió a ti? ¿Por qué Él me escogió a mí y no a otra persona que
nunca había oído su nombre? No sé la respuesta a esa pregunta.

Pero sé que es tan importante lo que Él hizo, que sería un delito, una burla,
olvidarlo, y perder la maravilla de todo esto. Así que mi llamado para ti, para
mí, para todas nosotras este día es a recordar. Recuerda a Jesús, el
Cordero de la Pascua sacrificado, Su sangre derramada para el perdón
de nuestros pecados.

Recuérdalo. Hazlo con regularidad, como los judíos celebran año tras año
esa fiesta de la Pascua. Es por esto que probablemente le doy más valor a la
celebración de mi cumpleaños espiritual que a mi cumpleaños físico, pues fue
un nuevo nacimiento, porque todos nacemos un día, eso no es gran cosa.

El don de la vida es un regalo, es valioso, y es algo por lo que debemos


agradecer al Señor, sin embargo no es tanto el cumpleaños físico, sino que
¿cuánto más nosotras tenemos que agradecerle a Él por el regalo del
segundo nacimiento, la vida eterna? Recuerda lo que Jesús hizo por ti,
recuerda de dónde te rescató, recuerda lo que le costó a Él hacer eso, y
pídele que restaure en tu vida la maravilla, el asombro de tu
salvación. Recuerda a Jesús.

Y entonces, regocíjate. Alégrate de que nunca vas a experimentar el juicio


de Dios por tu pecado. El precio ha sido pagado; el Cordero ha sido
inmolado; la sangre ha sido derramada. Dios ha visto la sangre, y cuando Él
vea que se aplica a tu corazón por fe, Él pasa de largo. «No hay condenación
para los que están en Cristo Jesús». ¿Qué tan increíble es eso?

¡Gracias, Señor! ¡Alégrense en Él! Alégrate de que Él te ha sacado de la


esclavitud; alégrate de que ya no estás en la esclavitud del pecado. No tienes
que seguir pecando. No tienes que hacerlo. ¡Eres libre!

Ahora somos esclavas de la justicia. Tenemos un nuevo dueño, una nueva


administración, un nuevo Señor, nuevas leyes de la tierra, una nueva
constitución en general. Somos una nueva nación, un pueblo nuevo.
Regocíjate en todo esto. Alégrate de que Él te sacó de la esclavitud y te trajo
a buena tierra.

Da gracias. Recuerda a Jesús. Regocíjate en lo que Él ha hecho. Y entonces


diles a los demás. Diles a tus hijos; a la generación venidera; diles a tus
amigas; diles a tus vecinas. Busca oportunidades para decir lo que Jesús ha
hecho por tu alma.

Aquí está el asunto, un cordero tiene que morir, o nosotras tenemos que
morir. Si confiamos en el hecho de que el Cordero murió por nosotras,
entonces podemos ser libres de la esclavitud. Si confiamos en nosotras
mismas, nuestras buenas obras, nuestros propios esfuerzos, nuestra
propia religión. . . Entonces nosotras no somos lo suficientemente
buenas. Tendremos que morir.

Así que si nunca has depositado tu fe en Cristo, di, «oh Señor, por la fe, creo
que la sangre del Cordero fue derramada por mí. Por la fe, pongo esa sangre
sobre el dintel de la puerta de mi corazón, y te pido que entres en mi vida.
Perdona mis pecados. Me arrepiento de vivir a mi manera. Quiero ser tu hija
redimida».

La Escritura dice que si creemos, si ponemos nuestra fe en Él, la sangre de


Cristo es suficiente para pagar todos nuestros pecados. Él te librará, Él te
hará libre, y Él lo hará para manifestar Su gloria en nuestra generación y en
las generaciones venideras.

Annamarie: En el programa de hoy, Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha


recordado el glorioso evangelio de la salvación en Jesucristo. Si te has
arrepentido de tus pecados y creído en el sacrificio de Cristo en tu lugar,
tienes razón para celebrar, para recordar y para no temer. Especialmente en
estos días en que celebramos la vida, muerte y resurrección de nuestro
Salvador Jesús.

Este programa es parte de la serie de dos días titulada, «Dios libera a su


pueblo». Si te perdiste la primera parte encuéntrala
en AvivaNuestrosCorazones.com.

Escuchamos una historia tras otra de mujeres que han experimentado


libertad, plenitud y abundancia en Cristo. Escucha lo que una de ellas nos
escribió,

«Hola amadas hermanas. Quiero dar gracias a Dios por este hermoso
ministerio de Aviva Nuestros Corazones. Hoy en día comparto los audios
cada día con varias mujeres que necesitan de una palabra de amor y de
bendición a sus vidas. Quiero compartir mi experiencia de cómo conocí el
ministerio. Hace aproximadamente mes y medio, tuve una situación difícil en
mi matrimonio que me llevó a sentirme devastada espiritualmente, a sentir un
desierto en mi vida—una sequía terrible invadía mi ser y mi espíritu.

Tengo una amiga y hermana en Cristo quien es mi mentora y ella me


compartió la serie, «Atravesando los desiertos de la vida». Toda la serie cayó
como agua en el desierto, como un hermoso oasis a mi vida. Y desde ese
entonces empecé a escucharlos cada día.

En uno de esos audios escuché la invitación a acudir al evento ARRAIGADAS


2020, y empecé a hacer la invitación a muchas mujeres y Dios fue abriendo
puertas para cada necesidad que se requiere para ir al evento… Quiero decir
que estoy asombrada cómo Dios usa la vida de nuestra hermana Nancy para
desarrollar los temas y también a nuestra hermana Paty al interpretar los
estudios. Agradezco a Dios este ministerio».

Y en un segundo correo escribió,

«Incluso tengo la aplicación de Aviva Nuestros Corazones en mi celular y


todos los días, en mi camino de casa al trabajo y de regreso, escucho los
audios y todos ellos son usados grandemente por Dios, estoy tan gozosa
porque Dios me está llevando a niveles de fe donde nunca creí estar».

Nos encanta leer y escuchar de la obra de Dios en las vidas de tantas


oyentes. Es nuestra oración que Dios aumente nuestra fe y nos siga formando
a la imagen de nuestro Salvador.
¿Cómo puede una nación al borde una guerra civil experimentar
avivamiento? Esta es una de las preguntas que trataremos el lunes, en la
continuación de nuestro estudio de doce semanas titulado, «En busca de
Dios». Que seas bendecida este fin de semana junto a la comunidad en tu
iglesia local, y te esperamos el lunes, aquí en Aviva Nuestros Corazones.

Contemplando la belleza del evangelio juntas, Aviva Nuestros Corazones con


Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action
Ministries.

Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que
se indique lo contrario.

La Salvación es del Señor, La IBI, La Salvación es del Señor ℗ 2014


Sovereign Grace Music.

Temas: Esperanza , Identidad , Perdón

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