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1.- Los orígenes. Las Escuelas Estatutarias.

No es fácil encontrar elementos anticipadores del


Derecho Internacional Privado en los ordenamientos normativos
de la Antigüedad, la inmensa mayoría de los cuales no distinguía
las normas jurídicas de otras esferas de regulación de la conducta
humana. A lo sumo cabe encontrar algunos pocos rasgos
embrionarios de esta disciplina en algunas instituciones de las
ciudades estado de la Grecia clásica, pero de una manera tan
borrosa que no cabe considerarlos en realidad como antecedentes
directos del Derecho Internacional Privado surgido después en
Europa Occidental.
La mayor parte de los ordenamientos jurídicos de la
Europa continental y la América Latina derivan gran parte de sus
normas y principios, al menos en lo que al Derecho Privado se
refiere, del Derecho Romano, pero tampoco es allí donde hay que
buscar los orígenes del Derecho Internacional Privado.
En el desarrollo del ordenamiento romano tuvo una
decisiva importancia el llamado Ius Gentium, un ordenamiento
que fue desarrollado por los pretores peregrinos a partir de las
instituciones jurídicas que les parecieron comunes a todos los
pueblos sometidos a la autoridad de Roma. Algunos autores han
creído ver allí los orígenes remotos del Derecho Internacional
Privado, pero a lo sumo cabría acercar el concepto romano del
Ius Gentium a lo que después se denominó Derecho Natural
26. En realidad, el Ius Gentium era todo lo contrario al Derecho
Internacional Privado, porque lejos de permitir la aplicación en
Roma de sistemas normativos extraños al ordenamiento jurídico
romano, como podrían ser el egipcio o el hebreo, era un Derecho
creado, definido y aplicado en Roma por autoridades romanas.
En los primeros siglos de la Edad Media europea, y debido
a las invasiones de los pueblos bárbaros, en diversos lugares se
adoptó un sistema en el cual a cada grupo étnico o cultural (hoy
diríamos “nacional”) lo regía un sistema normativo propio. Así,
por ejemplo, en los inicios de la monarquía visigoda en España,
si bien el rey reinaba tanto sobre los visigodos ocupantes como
sobre la dominada población hispanorromana, los primeros
se regían por su ordenamiento tradicional consuetudinario, de
raíces germánicas, mientras los segundos continuaban normados
por el Derecho Romano. Se aplicaba entonces un principio de
personalidad del Derecho: según el grupo al que perteneciera la
persona, se le aplicaba un ordenamiento u otro. Se desarrolló en
algunos casos la llamada professio juris, según la cual una persona,
al presentarse a un tribunal, debía indicar cuál era su ley personal,
para que se le juzgara conforme a ese ordenamiento 27
.
Durante la Alta Edad Media europea, los sistemas
normativos se volvieron eminentemente territoriales. Cada
reino, cada señorío feudal, cada comunidad aplicaba su propio
ordenamiento, por lo general de naturaleza consuetudinaria, a
todas las situaciones jurídicas que pudieran surgir en su ámbito
espacial de autoridad 28. Si se tiene en cuenta que fue esa una
época de gran aislamiento, en la cual las economías solían ser de
subsistencia y haber escasos intercambios comerciales y mínimo
desplazamiento geográfico de personas y bienes, es explicable
que todos o casi todas las controversias jurídicas que pudieran
presentarse se dieran entre vasallos de un mismo señor y se
resolvieran aplicando las costumbres locales. Sustancialmente, se
consideraba al suelo “como fuente de todos los derechos y de todas
las leyes” 29
.
En los albores de la Baja Edad Media empezó a
producirse en Italia un renacimiento de los estudios del Derecho
Romano, a partir de los textos reunidos en la gran recopilación del
emperador Justiniano, que databa del siglo VI. Surgió entonces la
llamada escuela o corriente de los Glosadores, cuyos integrantes
de esta escuela interpretaban y comentaban los textos jurídicos
romanos mediante glosas o anotaciones al margen o interlineadas
en el texto justinianeo –de allí su nombre– y consideraban al
ordenamiento jurídico romano como actual y vigente.
El resurgimiento del Derecho Romano en Italia –que
pronto se extendió a otros territorios de Europa occidental– hizo
surgir el problema de su eventual colisión con los ordenamientos
locales, escritos o consuetudinarios, de los diversos señoríos
feudales y ciudades libres, a los cuales se les dio genéricamente
el nombre de estatutos. En criterio de los glosadores, el Derecho
Romano era de aplicación general y común y podía invocarse
en cualquier sitio, mientras que los estatutos debían limitarse al
territorio donde surgieron o para el cual fueron emitidos. A uno
de los más famosos juristas de las etapas finales de la Escuela de los
Glosadores, Acursio, se atribuye una famosa glosa a la que se ha
considerado como el punto de partida del Derecho Internacional
Privado. Al comentar un texto del Código Justiniano, en el cual
los emperadores romanos hablaban de los pueblos sometidos a
“nuestra autoridad”, la glosa en cuestión indicó:
“… si a un habitante de Bolonia se
quisiera juzgar en Módena, no debe serlo
según el estatuto de Módena al cual él no
está sometido, puesto que la ley habla de
aquellos que están sometidos a nuestra
autoridad…”
A partir de este texto se planteó entonces el desafío a la
territorialidad absoluta del mundo feudal. No se trataba de una
vuelta pura y simple a la personalidad del Derecho, es decir, que
el boloñés llevara consigo su propio ordenamiento donde quiera
que fuese, sino que las autoridades de Módena estaban en la
imposibilidad de aplicarle sus propias normas estatutarias. Esto
conducía, en última instancia, a que los casos suscitados entre
partes sometidas a distintos estatutos carecían de solución jurídica
. No tardó entonces en plantearse la posibilidad de que, ante
una coyuntura semejante, una comunidad que tuviera s u propio
estatuto o normativa territorial, pudiera aplicar en sus tribunales,
en ciertas hipótesis excepcionales, el estatuto u ordenamiento de
la parte extranjera, igualmente territorial.
A la Escuela de los Glosadores sucedió otra, igualmente
célebre, denominada de los Posglosadores, Comentaristas o
Conciliadores, que al considerar los textos romanos trataban
no tanto de interpretar su sentido literal, como hacían los
Glosadores, sino de hallar soluciones prácticas para los problemas
jurídicos de la Europa de su tiempo. Uno de los principales
fundadores de esta corriente, Bártolo de Sassoferrato, dedicó
importantes esfuerzos al tema de los estatutos. Al comentar la
misma ley del Código Justiniano glosada por Acursio, empezó a
plantear distinciones entre normas de los estatutos que debían ser
inexorablemente aplicadas en forma territorial, y otras que, por
diversas circunstancias, debían ceder su lugar a normas de otras
comunidades. Bártolo propuso entonces diversas soluciones
para estos casos especiales, por ejemplo en materia de contratos,
sucesiones, delitos, etc. Así, por ejemplo, para Bártolo había
estatutos personales, que regían a la persona donde quiera que
se hallara, y otros reales, que eran eminentemente territoriales
y regían a los inmuebles, independientemente de quién fuera su dueño . A estos
se añadió después el concepto de estatutos
formales, que trataban de la forma a la que debían ajustarse los
actos y contratos . Se abrió espacio para que surgieran variadas
opiniones y soluciones, desarrollándose así una corriente
denominada Escuela Estatutaria Italiana , cuyas principales
obras correspondieron a los siglos XIV y XV.
Entre los siglos XVI y XVIII, entre los más importantes
contribuyentes al desarrollo del Derecho Internacional
Privado hubo varios juristas originarios de Francia, los cuales
conformaron la llamada Escuela Estatutaria Francesa, que
es predominantemente territorial. Sin embargo, uno de los
principales estatutarios franceses, Charles Dumoulin, planteó
por primera vez el principio de la autonomía de la voluntad,
según el cual para determinar el Derecho aplicable a los contratos
debe seguirse la voluntad de las partes, expresa o presunta, lo cual
le llevaba a concluir que en el régimen de los bienes matrimoniales,
por ejemplo, no debía seguirse la ley del lugar del matrimonio
sino el del domicilio conyugal
.
En los siglos XVII y XVIII se produjo en los Países
Bajos el florecimiento de la Escuela Estatutaria Holandesa, que
era predominantemente territorial, aunque sostuvo que podían
aplicarse leyes extranjeras por respeto a los derechos adquiridos
o con base en la llamada comitas gentium, expresión que no se
circunscribía a la cortesía internacional, sino que era indicaba de
un sentir más importante, que podría equivaler a comunidad o
solidaridad internacional. En el siglo XVIII, la influencia holandesa
se dejó sentir de modo especial en Inglaterra, cuyos tribunales
habían empezado a dar efecto a las sentencias extranjeras desde
de 1607. Además, los estatutarios holandeses fueron los primeros
en utilizar la expresión conflicto de leyes, que se popularizó en el
Derecho anglosajón

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