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En torno de las

máscaras barrocas

Adriana Rogliano 1. La cosmovisión barroca El horizonte de posibilidades


abierto se muestra impregnado de

E
Profesora en Filosofía. Titular de la cátedra ntendiendo por "cosmovisión escepticismo e incertidumbre y un
de Estética en la Facultad de Bellas Artes,
barroca", a esa vivencia y con- desasosiego generalizado hace
U.N.L.P., en el Instituto Superior de
Profesorado «Juan N. Terrero» y en el sideración del mundo saturada de presente la inseguridad del vivir.
Instituto Superior “Seminario Mayor San inestabilidad e incertidumbre, su- La vida se ha trasformado en
José”. Integra como Titular el plantel perficialidad y exteriorización en campo de batalla por ocupar o
docente que dicta el Magisteren Estética y la que el hombre de este tiempo ampliar espacios de poder. La ex-
Teoría de las Artes en la Facultad de Bellas
se sumerge. De aquella ansia de hibición del propio ser se torna
Artes de la U.N.L.P.
Docente Investigadora en el marco del novedad, aventura y conquista incómoda. Un interminable juego
Programa de Incentivos. Colabora que atribuíam os a la m oderni- de espejos reproduce las múlti-
regularmente en diversas revistas sobre d a d ,1 sólo parece quedar en pie ples faces en que queremos ser
temas de Estética y Filosofía. el gusto por lo novedoso, habien- vistos. La incertidum bre se ha
do menguando el verdadero espí- adueñado del corazón, “bogamos
ritu de aventura y de conquista. en un vasto medio, siempre in-
Ilustraciones La denodada y mera búsqueda de ciertos y flotantes”2. La necesidad
Walter Patricio Di Santo prestigio y riqueza que tiene como del encubrim iento surge para
fin último la adquisición del po- posibilitar el proyecto existen-
Licenciado en Artes Plásticas. Auxiliar der. Un poder ilimitado, absoluto, cia! deseado; hace em erger la
docente de la cátedra de Estética de la
carente de normas, antisocial. El máscara.
Facultad de Bellas Artes de la U.N.L.P.
Intervino en numerosas exposiciones contraste se manifiesta y ahon- Mas aún, la máscara parece
individuales y colectivas y en 1995 pintó la da en todos los aspectos de la tornarse indispensable para sos-
cúpula de la Iglesia San Roque de La Plata. vida. La competencia, es el fenó- tenerse en medio de la inestabi-
Se desempeña como coordinador de meno de interacción más apre- lidad de existencia. Equilibrio di-
Actividades Culturales de la U.C.A.L.P. n á m ic o en que la a n g u s tia ,
ciado dentro de un marco social
Docente Investigador en el marco del
Programa de Incentivos. e individual que adopta el carác- pathos barroco por excelencia3
ter del infinito. Este hombre de se presenta con mayor fuerza y a
fin de milenio a quien todo se le la cual no se puede, sin em bar-
ofrece virtu a lm en te, no puede go, suprimir sin destruir la pro-
anclar en una realidad que le nie- pia tensión existencial.
ga lo apetecible que se le mues- “Moto perpetuo” del apasio-
tra insistentemente a la mano. El namiento barroco que ahora he-
claroscuro no parece admitir me- cha mano de la m áscara para
dias tintas. descansar (negaciones de la rea-

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“Velando la esencia”
teres... La máscara, considerada
como un objeto en sí, aparece
dotada de un valor mágico y reli-
gioso porque es el instrumento
que posibilita la metamorfosis de
un individuo haciéndolo distinto
de lo que es y confiriéndole otros
poderes. La máscara contiene la
fuerza necesaria para producir la
metamorfosis: es un objeto, car-
gado de energía secreta y oscu-
ra” .5
Así pues, en principio, la más-
cara no esconde sino que tra n s -
fo rm a . Parece tener la fuerza in-
trínseca suficiente para obrar la
transfiguración. Ya sea para ha-
cer presente a los seres divinos
"Realidad barroca"
en su acto y su gesto primordial,
lidad), o bien embiste, arrogan- 2. Ambivalencia de la máscara o bien horrorizar y expulsar algún
te, en medio de la selva del uni- demon, las ceremonias religiosas
verso. Siempre expuesto al tu - Sabemos que la máscara con- y mágicas se han valido de la
multo y al desborde siderada como objeto válido por máscara transfiguradora. El uso
El individualismo a ultranza, sí mismo, capaz de producir una de la máscara hierática, como
contrasta con la promoción del metamorfosis constituye una de medio de trance de v a lo r
grupo, equipo o la célula. La vida las expresiones culturales más totémico, resulta común a diver-
comunitaria trata de ser recrea- antiguas de la humanidad. Utili- sas culturas.
da. zada originariamente por las co- Más tarde, la máscara funera-
La ciencia y la técnica nos munidades arcaicas como “ figu- ria fijó los rasgos esenciales del
muestran la paradoja por d o - ración de un rostro divino, huma- faraón o del b a s ile u s micénico.
quier. no o animal, heroico, aterrador o También fue usada por los guerre-
Paradoja intelectual y exis- cómico que un individuo puede ros a fin de amedrentar al enemi-
tencia!. Curva infinita que deter- imponer a su propio rostro, can- go; evolucionando hasta el actual
mina un espacio fin ito .4 celándolo y asumiendo los carac- camuflaje del combatiente.

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El culto a Dionisio, muestra, Sólo nos resta la función de el fin de esconderlo o disimular-
según G. Calendoli, el pasaje de ocultamiento de los rasgos físicos lo, sino de aquellas que realmen-
la representación fetichista a la y m orales. En este sentido, la te se incorporan, y se llevan asi-
antropomórfica. De la representa- máscara parece inescindible de miladas al propio ser. La mostra-
ción del dios en un leño, luego todo comportamiento social. Aun ción continua de la vida, rasgo
trocado en columna cubierta por las reglas de urbanidad que hacen característico de nuestro tiempo,
una lámina de bronce y coronada posible una convivencia más plá- hace aparecer la máscara como
por una máscara, Dionisio asumi- cida, exigen una limitación de la forma de repliegue. Defensa de la
rá el papel de rey de la máscara. espontaneidad del pensar y del subjetividad am enazada por la
Siempre muíante, preside las es- sentir. Pero también la necesaria omnipresencia de la mirada. En-
taciones, los estados de ánimo, de conservación de la privacidad del cubrimiento púdico de la vida in-
la vida y de la muerte. Asumida alma puede invocarla. terior, de las verdaderas intencio-
por el hombre como promesa de nes, de los sentimientos, las opi-
regeneración continua, exterior e 3. Las máscaras barrocas niones.7
interior, la máscara está presente La. exposición masiva de la
en las celebraciones en honor a No se trata aquí de las más- existencia reclama el amparo de
Dionisos, de las que procede la caras superpuestas al sujeto con la máscara.
tragedia y la comedia, cuya fun-
“Juego superpuesto”
ción ritual permanece intacta h a s -
ta bien entrado el siglo V6 .
Otro tanto sucede con la más-
cara romana.
En Horacio la máscara teatral
es larva, espíritu maligno y fan-
tasmal.
Así reaparece en la cultura có-
mico popular de la edad media de
los siglos XII y XIII como la s tri-
ga, aquel espíritu innoble y ame-
nazante de los muertos, recibien-
do un tratamiento animalesco.
Su carácter multiforme la pre-
senta en los mascarones de los
navios y de los edificios para ahu-
yentar el mal.
Así la máscara cum ple una
doble función:
a) la de revelar una realidad
esencial, fijando los rasgos que
m anifiestan la verdad del ser que
se quiere presentar;
b) la de encubrir lo mutable,
individual, único e irrepetible.
Realidad y ficción entablan, así,
un juego infinito de d e s c u b ri-
m ie n to -e n cu b rim ie n to .
Relegada al mundo del teatro,
una vez perdido su carácter cul-
tural, el significado de la másca-
ra parece escapársenos.

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es, ciertamente, la que no se advier-
te. Incorporada al yo, modela el cuer-
po del hombre, o a sus pertenencias
de modo que no puede identificarse
como tal. Más aún, ni siquiera el pro-
pio usuario la reconoce. El persona-
je ha desplazado a la inviolable e in-
decible realidad de la persona. “ Per-
sonalidades de ficción” vienen a sus-
tituir a mi realidad personal. “ En vir-
tud de las máscaras -desde las exte-
riores y fugitivas, que crean mi fan-
tasía hasta las que se adhieren al
núcleo mismo de mi vida interior y
que acompañan al todo de mis ac-
ciones- viva siempre como persona-
je” . 10
El término persona puede deri-
varse del latín personare o del grie-
go prosopon. Ambas voces signifi-
can máscara o p e rso n aje. De
prosopon nace el nombre de los
mascarones de los edificios. De
prosopon procede la noción de “ pa-
pel en la vida» y, luego, de individua-
lidad psicofísica.
Mas si entendemos persona
como perseidad, a ¡a manera de los
escolásticos (ens per se): realidad
"Juego superpuesto" simple e indivisible que ni siquiera
el mismo yo puede conocer, admito
Cierto que también es dable ob- carne. Lo cósico se impone adquirien- un centro de realidad cuya posesión
servar el retroceso de la subjetividad do rasgos humanos, mientras que lo me está vedada y solamente puede
que se viene operando como crítica humano se cosifica y vacía de inte- ser descubierto por un acto moral li-
al subjetivismo moderno, en un pro- rioridad. Si el arte simbólico, siguien- berador: el amor personal deso-
ceso de ‘deconstrucción’ del cual la do la clasificación de Hegel, es la pri- cupante11. La renuncia a ser uno mis-
expresión de Rimbaud “Jé est un mera expresión de la historia del arte, mo me sumerge en el ámbito del te-
otre", o la búsqueda del ‘otro desco- el de nuestra era se vuelve auroral. (Y ner. La persona suplida por la perso-
nocido’ de Borges, serían manifesta- esta es la única posibilidad de que nalidad que me atribuyo, una perso-
ciones.3 reaparezca, entiende Perniola, cuan- nalidad ficticia protectora. Entonces,
La dimensión del “ enigma” que, do el romanticismo, llegando hasta “ ...sólo representaré, oscura o cla-
según Mario Perniola, asume el ba- sus últimas consecuencias, lo ha di- ramente un papel y exhibiré a los
rroco, se corresponde con aquel gus- suelto).9 demás la máscara que me convierte
to por lo egipcio que tanto cautivara Máscaras barrocas: ilusión de en personaje” .12
al seiscientos. En lo egipcio observa- mutabilidad, gusto por lo efímero.
mos una integración de lo exterior, de 3. 2. La máscara de la locura.
tal modo que los ropajes al incrustar- 31. El juego de lo real y lo posi-
se, se incorporan, en tanto que el cuer- ble. Simulacro y locura son objeto
po parece convertirse en cobertura de La más perfecta de las máscaras de estudio predilecto por muchos

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pensadores contemporáneos. El rige a la joven en ropaje de movimiento de alma al que nos
simulacro suple a lo verdadero y Matilde: referimos. Se trata de la adopción
la verdad se esconde tras la más- “Y tú, niña, te has asustado de de otro orden. Saltamos audaz-
cara. verdad de la broma que te han mente de la realidad, al ámbito de
En el Enrique 11/de Pirandello, convencido a hacer, sin compren- la ficción que la tecnociencia mé-
a raíz de un mal golpe en la cabe- der que para mí no podía ser la dica ha hecho posible. Por sobre
za sufrido en ocasión de una mas- broma que ellos creían, sino este los condicionamientos biológicos
carada, el protagonista cuyo nom- terrible prodigio: \e\ sueño que se y psíquicos se erige la “medicina
bre se esconde tras el del empe- hace vivo en ti, más que nunca! desiderativa” en su aspecto “per-
rador germano, queda detenido en Allí eras una imagen ellos te han fectivo” .17 Es notorio el auge de
el tiempo histórico del personaje hecho persona viva. ¡Eres mía!, la cirugía estética para modificar
del disfraz. Aquel hombre enveje- ¡Eres mía!, ¡Mía! ¡Mía por dere- la figura humana, no para reparar
ce rodeado de una supuesta cor- cho! ¡Detenedles! ¡Detenedles! las secuelas de un accidente.
te, con sus consejeros de alquiler ¡Os lo ordeno!”. 14 Caras y cuerpos son atormen-
que van sucediéndose en el segui- Belcredi, amante de Matilde y tados repetidas veces, a fin de
miento de la comedia. cómplice en aquel fatal accidente mantener la ilusión. El cirujano
A fin de arrancarlo de la locu- que detuviera en el tiempo a Enri- plástico, nuevo ‘Pigmalión’, mo-
ra mediante un “efecto de distan- que IV, se abalanza contra él, y dela estas máscaras barrocas.
cia”, Matilde, su antigua amada, éste le hiere con su espada. Hombres y mujeres sin rostro y
y los amigos que hubieron parti- Arrastrado por la fuerza de su sin historia, viviendo en un pre-
cipado del evento deciden jugar máscara Enrique IV llama a los sente fugaz.
una farsa peligrosa. Matilde se suyos: La máscara de la eterna juven-
fingirá suegra de Enrique IV, hará “Ahora sí... por fuerza... Aquí, tud pretende suprim ir la grafía
pasar a su hija por la marquesa ju n to s , j u n t o s ... ¡p a ra s ie m - que el alma imprime a las faccio-
de Toscana y al novio de ésta, por pre!”.15 nes tornándolas en rostro , es de-
el joven Enrique. Para logra ma- Ya es tarde para quitarse el cir, manifestación de una interio-
yor realismo, todos visten los tra- disfraz, Enrique no puede renun- ridad singular y única.18
jes de aquella infausta mascara- ciar al simulacro. Y es que: La medicina desiderativa in -
da. “Un personaje le puede pre- corpora pautas de belleza anodi-
Nadie ha advertido que el su- guntar a un hombre quién es, por- na a la moda, máscara social mu-
puesto loco hace tiempo que re- que el personaje tiene verdadera- chas veces exigida por el merca-
cuperó el tino y sólo sigue aferra- mente una vida suya, con carác- do laboral. Así es dable que se
do a la máscara por un siniestro ter propio, por lo cual siempre es encuentren perfiles ‘fa m ilia re s ’
juego. ‘alguien’. Pero, un hombre... un entre sujetos sin parentesco lo-
La joven Matilde y el joven hombre, así, en general, puede grados por obra y magia del ciru-
Enrique, son ubicados en los res- ser un nadie”. 16 jano plástico en boga. La alquimia
pectivos nichos de la sala del tro- de la herencia es destruida.
no, ha manera de cuadros. 3.3. La máscara de la eterna ju- Las caras, tensadas artificio-
Enrique IV no puede resistir ventud y la “medicina desidera- samente, suplen la expresión por
la verosimilitud de la escena y re- tiva” la mueca. Sólo necesitan de otra
acciona violentam ente ante su La eterna juventud es una de máscara: la indispensable pátina
sosia: las más osadas aspiraciones del de maquillaje.
“Yo sé p e r fe c ta m e n te que corazón humano. Cierto es que Agregando volúmenes inorgá-
ése... no puede ser yo, porque cuando responde a la exigencia nicos y rectificando curvas, se
Enrique IV soy yo, aquí, desde del espíritu y se m anifiesta en logra la figura del modelo stan-
hace veinte años, ¿entiende? ¡Fi- obras de permanencia, capacidad dard.
jado en esta eternidad de másca- creadora, anhelo de renovación,
ra!” ,13 frescura, es un ansia legítima que 3. 4. Las máscaras del lenguaje.
Amenazando con hundirse de- merece ser valorada y fomentada. La corrupción de la palabra, ya
finitivamente en su delirio se di- Mas no es a este perm anente denunciada por Platón, cuando el

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sane decir lo que las cosas son se ces junto a las cuerdas se consti- por la razón, de lo que asombra por
reemplaza por la persuasión enga- tuyen en instrumentos preponde- su capacidad creadora y lo torna in-
ñosa (peitho), que puede ir acom- rantes de los concerti grossi, con tocable ( “monstruo sagrado”) o
pañada por la fuerza (bia). La pala- su infaltable basso continuo, reso- bien, de aquello que sobresale por
bra forzada y la acción violenta. nando en las salas palaciegas, de- su estatura, fuerza o irregularidad
Adulatoria llama Platón19 al arte so- coradas con virtuosismo ilusionis- o corporeidad deforme.
fístico de suplantar la realidad del ta. Y aun la música da chiesa, como La reaparición de lo monstruo-
pensamiento y su manifestación en la edilicia religiosa, hace sonar su so se verifica nuevamente en varios
el decir (veracidad) por un arte que portentosa voz. planos. En el de la ciencia, la ma-
genera en el alma ajena creencias Las ceremonias pomposas y temática postula lo monstruoso en
y pseudo conocimientos, afectos solemnes, subrayan la magnificen- la geometría fractal20. En efecto, la
verdaderos en respuesta a pensa- cia de las cartas y son la expresión polidimensionalidad es propuesta
mientos inconsistentes y senti- del poder unificado, concentrado. en la geometría de Mandelbrot para
mientos ficticios. Extendido a América, por la cul- representar aquellos objetos como
La publicidad, siguiendo los es- tura española, el barroco, aún con las curvas zigzagueantes de un
tudios del com po rtam iento del sus diferentes matices, adquiere contorno geográfico que, hasta en-
mercado consumidor, manipula el una extensión global. tonces se había regularizado me-
lenguaje del modo tal que enmas- La exhibición de riqueza, de no- diante la geometría euclídea. De
cara el más anodino y superfluo de vedades tecnológicas prescindi- sus propiedades, el carácter tera-
los productos en uno de primera bles, son inseparables de la mani- gónico, es precisamente uno de los
necesidad, indispensable para festación pública. Prestigio y poder fundamentales. Se trata, dice 0.
mantener la ficción de la existen- parecen sustentarse mutuamente. Calabrese, de monstruos “especia-
cia “electa”. Entre falsas opciones, El prestigio, en cuanto notoriedad les, monstruos de altísima frag-
la vida es dirigida y controlada obtenida a través de la mostración mentación figurativa, monstruos
mediáticamente por expertos en mediática se transforma en poder. dotados de ritmo y repetición gra-
psicología social. Poder económico y poder político dual, y no obstante la irregularidad,
Finalmente, las palabras vacia- que incide sobre la vida del hom- monstruos cuya forma se debe al
das de su contenido ontológico si- bre del común, espectador ilusio- azar, pero sólo como variable
guen su propia lógica cuando el nado y ansioso de maravillas. equiprobable de un sistema orde-
lenguaje se ha desgajado de la ver- Todos los acontecimientos de la nado”21.
dad. vida se desarrollan en media de un Monstruoso es el tomo que
gran estruendo y de una indispen- Borges describe en El Libro de Are-
3. 5. La máscara del poder y el sable puesta en escena, para luego na.
prestigio. acoplar imágenes sonoras y au- “Lo abrí al azar. Los caracte-
ditivas de las que no se guardará res me eran extraños. Las pági-
El fasto barroco reaparece en memoria. La máscara salvaguarda nas, que me parecieron gastadas
estos tiempos de exaltada superfi- la apariencia y ésta fija la mutable y de pobre tipografía, estaban im -
cialidad. El barroco histórico nos realidad. presas a dos columnas a la m a-
había presentado el boato de las nera de una Biblia. El texto era
cartas instaladas en los palacios, 4. Máscara y grotesco apretado y estaba ordenado en
expresión eminente de la arquitec- versículos. En el ángulo superior
tura délos siglos XVII y XVIII. 4.1. Lo monstruoso y lo grotesco de las p á g in a s había c ifra s
Todos los sentidos son toma- arábigas. Me llamó la atención
dos en consideración. A la grandi- ‘Monstruo’ (de monsfri/m; pro- que la página par llevara el núme-
locuencia escenográfica, se suma digio) es un término predilecto del ro (digamos) 4 0 .5 1 4 y la impar,
la musical. Rumorear de las fuen- barroco histórico. El término se usa la siguiente, 999. La volví; el dor-
tes que vienen a ornamentar pla- de modo ambivalente, pero, siem- so estaba numerado con ocho ci-
zas y jardines. Todo ha de ser alti- pre se aplica a lo extraordinario. fras. Llevaba una pequeña ilustra-
sonante. Las maderas y los bron- Puede tratarse de lo inabarcable ción, como es de uso en los dic-

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cionarios: un ancla dibujada a plu- gún todas las reglas del arte. b l a s f e m ia . El R ey no e s ta b a
ma, como por la torpe mano de El Rey le obsequia un espejo, m e n o s m a r a v i ll a d o y m e n o s
un niño. invitán dole a rein ic iar la tarea. m a ltre c h o que el otro. Am bos
Fue entonces que el descono- La segunda vez, el poeta logra se m iraro n muy pálidos.
cido me dijo: un r e s u lt a d o e s t r e m e c e d o r : S e n tí que había com etido un
— Mírela bien. Ya no la verá hace aparecer a los hom bres y p ec ad o ...
nunca más. revivir los hechos. El Rey le re- — El que ahora com partim o s
trib u ye con una m áscara, y le los d o s ’— el Rey m u s itó — . El
Me fijé en el lugar y cerré el alienta para hallar la form a más h a b e r c o n o c id o la B e lle z a ,26
volumen. Inmediatamente lo abrí. c o n d e n s a b a de p r e s e n t a r la que es un don v e d a d o a los
En vano busqué la figura del an- esencia. En el te rc e r Intento: h o m b re s . A h ora nos to ca ex -
cla, hoja tras hoja.” 22 “ El poeta dijo el poem a. Era p ia r lo .” 27
una sola línea.
A continuación el narrador Sin anim arse a p ro n u n c ia r- T a m b ién la posesión de la
afirma: la en voz alta, el poeta y su Rey b e lle z a es algo m o n s t r u o s o ,
“...comprendí que el libro era la p a la d e a ro n , com o si fuera una d es m e su ra. El Rey le o fr e -
monstruoso. De nada me sirvió u n a p l e g a r i a s e c r e t a o una ce una daga. Y el poeta e ntien-
considerar que no menos mons-
truoso era yo que lo percibía con
ojos y lo palpaba con diez dedos
con uñas. Sentí que era una cosa
obscena que infamaba y corrom-
pía la realidad.”23
Se trata de un libro infinito.
Sin principio ni fin. Dispuesto a
buscar la primer hoja:
“Apoyé la mano izquierda so-
Notas
bre la portada y abrí con el dedo
1 A. Rogliano, "Aproximaciones al pathos barroco”. A rte e Investigación. Revista científica de la
pulgar casi pegado al índice. Todo
l\ls 1, pp. 64-67.
Facultad de Bellas Artes, U .N .L .P,
fue inútil; siempre se interponían
varias hojas entre la portada y la 2 B. Pascal, Pensamiento, Madrid, Espasa Calpe, 1962,72, p. 25.
mano. Era como si brotaran del 3 V.: A. Rogliano, art. Clt.
libro.” 4 V., L. A. Santal ó, “Geometría fractal” en A. R. Palacios y otros, La m atem agia del laberinto,
Lo m ismo sucede al querer
5 G. Calendoli, “La mascherateatrale nel mondo greco e romano”. En: A rte della maschera nella
hallar el final. Comm edia dell'Arte, A cura di Donato. Sartori e Bruno. Lanata, Firenze, Centro Maschera e
El cuento de Borges, de ins- Struttura Gestuale, 1993, pp. 13-24.
piración cantoriana,24 nos mues-
6 Ib.
tra la monstruosidad del infinito.
En su narrativa muchas veces 7 Cf., J. Ortega y Gasset, "Divagaciones ante el retrato de la Marquesa de Santillana. En: El
espectador, Madrid, Revista de Occidente, T. Vil, pp. 195- 206. La Imagen de la mujer orante
aparece tal intención (no hay más fijada en la actitud convencional de la plegaria, suscita en el espectador avezado la sospecha de
que recordar El Aleph). que otros son los sentimientos que le animan. La actitud del personaje— tanto la representación
En El espejo y la máscara, pictórica entre flamenca y renacentista— parece encubrir un arcano interior que no se corresponde
Borges cuenta como el Rey vic- con el gesto piadoso a la moda.
torioso pide al poeta que com - 8 V., L. Milano y R. M. Ravera, "El barroquismo borgiano", s. i..
ponga un canto que lo Inm ortali- 9 M. Perniola, "El revestimiento del arte". Revista de Estética, Buenos Aires, Cayo, Ns9, pp. 15-
ce, pues, “las proezas más cla- 21.
ras pierden su lustre si no se las
10 E. Estiú, "Liberación y evasión". Revista de Filosofía, Instituto de Filosofía, U.N.L.P, N911, p.
amoneda en palabras”25. 40.
El poeta le presenta primero
11 Id, ib, pp. 37-41.
una magnífica loa construida se-

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de que debe darse m uerte. Des- que pasan, sin tra n sició n de la
de aq u el in s ta n te , el Rey se co m ed ia a la tra g e d ia . La obra
tra n s fo rm a en m endigo. de Roberto Arlt tam bién es rica
Como se ve, lo m o nstruoso en personajes y situ aciones de
no es algo deform e — aunque tal índole ( Saverio el cruel, por
ta m b ié n pueda i n c lu ir lo — , e je m p lo ).
pero sí inestable y falto de m e- La m áscara se nos presen-
s u r a 28 . ta m o n stru o sa y grotesca en la
Tam poco lo grotesco alude m edida en que luce su co n d i-
necesariam en te a lo feo, sino a ción a m b iv a le n te de e n c u b ri-
lo d eform e en sentido am plio, m ie nto y d e scu b rim ie n to . Fic-
tanto como inestable. En el te a - ción buscada y realidad m a n i-
tro a rg en tin o los grotesco s de fie s ta in v o lu n ta ria m e n te .
A rm ando Discepolo ( B a bilon ia, La m áscara b arroca , con su
M ateo, etc.) son buen ejem plo to rn a s o la d o d es lu m b ra n te y su
de ello. Los personajes trá g i- estruend o inaudible no parece
cos en situ aciones cóm icas; o retroceder.

12 Ib.
13 Enrique IV. En: L. Pirandello, Teatro, trad. J-M. Velloso, Madrid, Guadarrama, 1968, Acto III,
p. 199.
14 Ibidem.
15 Id., p. 200.
16 L. Pirandello, Sei personaggi in cerca d'autore, en: Maschere nude, Milano, Mondadori,
1950, T. I, p 94
17 V., J. A. Mainetti, Bioética ilustrada. La Plata, Quirón, 1994, cp. 1.
18 J. Ortega y Gasset, “La expresión fenómeno cósmico". En El espectador, Madrid, Revista de
Occidente, Colección El Arquero, 1963, T. Vil, pp. 25-51.
19 Gorgias, 462 b-466 b; Fedro, 269 d-270 b.
20 V., B. Mandelbrot, Los objetos fractales, Barcelona, Tusquet, 1988.
21 La era neobarroca, Madrid, Cátedra, 1989, p.189.
22 El libro de arena, Buenos Aires, Emecé, 1979, pp. 170-171.
23 Idem, p. 175.
24 V., A. R. Palacios," A Georg Cantor, infinitamente agradecidos". En: Los matematicuentos,
Buenos Aires, Magisterio del Río de la Plata, 1995, pp. 27-34.
25 El libro de arena, ed. clt., pp. 101.
26 La cursiva me pertenece.
27 El espejo y... en: El libro de arena, ed. cit., pp. 106-107.
28 Cf., O. Calabrese, Op. cit, cp. 5.

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