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Política económica: Desarrollo y crecimiento

Roberto Martínez

La OCDE ha recorrido un largo trecho en el análisis de las cuestiones que


determinan un vínculo que es cada vez más obvio pero también cada vez más
retador: el del crecimiento y el bienestar. En ese contexto, la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico, ha desarrollado un marco estratégico de
acción de política pública como parte de su iniciativa de crecimiento incluyente
presentada desde el 2012. Es un largo recorrido que nos ha llevado desde el
trabajo para analizar la eficacia de políticas sociales, el vínculo entre bienestar y
crecimiento, y, más recientemente, hasta la relación entre movilidad social e
inclusión. Desde el análisis ya conocido de la OCDE, nos resulta importante
resaltar que como efecto de la crisis global (la más profunda que se haya
registrado desde hace diez años), en el conjunto de los países de la OCDE se ha
producido un fenómeno grave y preocupante: el aumento constante y evidente de
la desigualdad. Esto significa que tenemos tasas de crecimiento relativamente
mediocres a nivel mundial.
Hace dos semanas la OCDE liberó el reporte interino sobre crecimiento global y
ajustó a la baja las estimaciones de crecimiento para el 2019 y el 2020. Entre esos
ajustes causó revuelo el hecho de que se ajustó la tasa de crecimiento para
México de 2019 a 0.5%, un ajuste de -1.1% respecto de la estimación anterior que
se realizó en mayo en ocasión de la revisión de la economía mexicana.
México no es el único país al que se le recortó de manera sustantiva esta
estimación de crecimiento, pero esto nos sirve para reflexionar acerca de las
cuestiones que subyacen, no solo las de la econmía global sino cuestiones de
desafíos estructurales sobre la economía mexicana.
Una de las cosas que resaltamos como OCDE en los estudios sobre México es
que existe una limitante muy importante sobre la capacidad de crecimiento de
México y ésta se suscribe a la desigualdad, no solamente entre familias e
individuos, sino la desigualdad que ha aumentado en los últimos veinte años entre
regiones.
Es así que el análisis de la desigualdad debe ser multidimensional. Tiene múltiples
cortes entre las familias y los individuos, por supuesto entre las regiones, y
también entre las empresas y los agentes económicos. De ahí que dentro de este
marco en el que encuadramos las opciones estratégicas o el análisis estratégico
de alternativas para un modelo de crecimiento más incluyente y más sutentable,
tengamos que mapear, por un lado, la desigualdad entre individuos, la
desigualdad entre regiones, y por otro lado, la desigualdad entre firmas, entre
compañías y empresas, y las condiciones subyacentes al tejido social que
permiten que haya o no movilidad social. En este sentido, es preocupante el hecho
de que en el conjunto de los países de la OCDE, hablando de movilidad social,
toma cinco generaciones que los chicos de familias en menor ventaja
socieconómica puedan ponerse al nivel promedio en términos de ingresos a nivel
nacional. En casos como los de América Latina, México no es la excepción, toma
diez generaciones que los más desaventajados lleguen al nivel del promedio, no
solo en ingresos sino también de oportunidades; son éstas las que condicionan
que en un fenómeno dinámico haya o no movilidad social.
Tenemos seis mensajes de acuerdo a nuestra estrategia del marco de políticas del
crecimiento incluyente: 1) la sociedad mexicana necesita mayor movilidad social,
2) en las partes superior e inferior de la escala social es donde hay menos
movilidad, 3) se necesita de cinco hasta diez generaciones para que los niños de
la base de la escala social alcancen el nivel de ingreso promedio, 4) la
desigualdad y la falta de movilidad se refuerzan mutuamente, 5) la falta de
movilidad tiene consecuencias económicas, sociales y políticas, 6) las políticas
públicas pueden jugar un papel esencial a favor de la movilidad social.
En la iniciativa de crecimiento incluyente se identifican los frentes de acción como
palancas estratégicas para favorecer la movilidad social, por supuesto entre éstas
sobresale naturalmente la política educativa. Se vuelve importante como nunca
antes redoblar esfuerzos para mejorar la calidad de la educación en todos sus
niveles, pero también el acceso y la manera en que los individuos pueden adquirir
no solamente conocimientos, sino también destrezas, competencias y habilidades
relevantes para su vida laboral.
El otro frente de acción estratégico es la política de salud. Se ha establecido en
nuestros análisis que hay una correlación entre mejora de acceso a servicios de
salud, condiciones de salud de la población y la posibilidad de movilidad social.
Las preguntas de fondo son: 1) ¿La economía y el crecimiento económico trabajan
a favor de todos? El crecimiento ha de ser equitativo. 2) ¿Cuáles son las
inversiones necesarias para sostener el crecimiento en el futuro? Nos remitimos a
la igualdad de oportunidades y los fundamentos de la prosperidad futura, por eso
la inversión a la educación se vuelve fundamental. 3) ¿Cuáles son las fuentes del
crecimiento y qué tan equilibradas están? Nos remitimos a buscar una economía
más incluyente, particularmente entre los agentes económicos donde también
cosas como la política de competencia se vuelve un factor poderoso para inducir
mayor inclusión en la economía y menor concentración. 4) ¿Cómo se puede
coordinar mejor una agenda de crecimiento incluyente? De aquí se derivan varias
consideraciones acerca de la capacidad de efectividad de las agencias y de los
distintos actores dentro del gobierno para empujar políticas que se vuelvan
transversales, particularmente en lo que se refiere al desarrollo del talento del
capital humano.
En este contexto, resultan indispensables las políticas a favor de la equidad de
género. Se vuelve fundamental y estratégico el incluir cada vez más a las mujeres
a la vida productiva en condiciones de equidad, pero por supuesto también el
invertir en que las mujeres accedan a la vida productiva en empleos de mayor
valor agregado. Así, se vuelve fundamental el desarrollo de vocaciones en las
áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas en las mujeres desde las
etapas tempranas de la vida.
Con base en esto concluyo bajo este esquema el hecho de que nosotros en la
OCDE hemos identificado metodologías para elaborar revisiones, ya no solamente
de la economía de un país, sino también de las estrategias y las posibilidades para
reforzar la capacidad de inclusión de cada una de sus economías.
Estamos muy entusiasmados con la posibilidad de ofrecer, en el contexto de la
actual administración gubernamental, realizar juntos una revisión innovadora de la
OCDE sobre crecimiento incluyente.

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