La OCDE ha recorrido un largo trecho en el análisis de las cuestiones que
determinan un vínculo que es cada vez más obvio pero también cada vez más retador: el del crecimiento y el bienestar. En ese contexto, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, ha desarrollado un marco estratégico de acción de política pública como parte de su iniciativa de crecimiento incluyente presentada desde el 2012. Es un largo recorrido que nos ha llevado desde el trabajo para analizar la eficacia de políticas sociales, el vínculo entre bienestar y crecimiento, y, más recientemente, hasta la relación entre movilidad social e inclusión. Desde el análisis ya conocido de la OCDE, nos resulta importante resaltar que como efecto de la crisis global (la más profunda que se haya registrado desde hace diez años), en el conjunto de los países de la OCDE se ha producido un fenómeno grave y preocupante: el aumento constante y evidente de la desigualdad. Esto significa que tenemos tasas de crecimiento relativamente mediocres a nivel mundial. Hace dos semanas la OCDE liberó el reporte interino sobre crecimiento global y ajustó a la baja las estimaciones de crecimiento para el 2019 y el 2020. Entre esos ajustes causó revuelo el hecho de que se ajustó la tasa de crecimiento para México de 2019 a 0.5%, un ajuste de -1.1% respecto de la estimación anterior que se realizó en mayo en ocasión de la revisión de la economía mexicana. México no es el único país al que se le recortó de manera sustantiva esta estimación de crecimiento, pero esto nos sirve para reflexionar acerca de las cuestiones que subyacen, no solo las de la econmía global sino cuestiones de desafíos estructurales sobre la economía mexicana. Una de las cosas que resaltamos como OCDE en los estudios sobre México es que existe una limitante muy importante sobre la capacidad de crecimiento de México y ésta se suscribe a la desigualdad, no solamente entre familias e individuos, sino la desigualdad que ha aumentado en los últimos veinte años entre regiones. Es así que el análisis de la desigualdad debe ser multidimensional. Tiene múltiples cortes entre las familias y los individuos, por supuesto entre las regiones, y también entre las empresas y los agentes económicos. De ahí que dentro de este marco en el que encuadramos las opciones estratégicas o el análisis estratégico de alternativas para un modelo de crecimiento más incluyente y más sutentable, tengamos que mapear, por un lado, la desigualdad entre individuos, la desigualdad entre regiones, y por otro lado, la desigualdad entre firmas, entre compañías y empresas, y las condiciones subyacentes al tejido social que permiten que haya o no movilidad social. En este sentido, es preocupante el hecho de que en el conjunto de los países de la OCDE, hablando de movilidad social, toma cinco generaciones que los chicos de familias en menor ventaja socieconómica puedan ponerse al nivel promedio en términos de ingresos a nivel nacional. En casos como los de América Latina, México no es la excepción, toma diez generaciones que los más desaventajados lleguen al nivel del promedio, no solo en ingresos sino también de oportunidades; son éstas las que condicionan que en un fenómeno dinámico haya o no movilidad social. Tenemos seis mensajes de acuerdo a nuestra estrategia del marco de políticas del crecimiento incluyente: 1) la sociedad mexicana necesita mayor movilidad social, 2) en las partes superior e inferior de la escala social es donde hay menos movilidad, 3) se necesita de cinco hasta diez generaciones para que los niños de la base de la escala social alcancen el nivel de ingreso promedio, 4) la desigualdad y la falta de movilidad se refuerzan mutuamente, 5) la falta de movilidad tiene consecuencias económicas, sociales y políticas, 6) las políticas públicas pueden jugar un papel esencial a favor de la movilidad social. En la iniciativa de crecimiento incluyente se identifican los frentes de acción como palancas estratégicas para favorecer la movilidad social, por supuesto entre éstas sobresale naturalmente la política educativa. Se vuelve importante como nunca antes redoblar esfuerzos para mejorar la calidad de la educación en todos sus niveles, pero también el acceso y la manera en que los individuos pueden adquirir no solamente conocimientos, sino también destrezas, competencias y habilidades relevantes para su vida laboral. El otro frente de acción estratégico es la política de salud. Se ha establecido en nuestros análisis que hay una correlación entre mejora de acceso a servicios de salud, condiciones de salud de la población y la posibilidad de movilidad social. Las preguntas de fondo son: 1) ¿La economía y el crecimiento económico trabajan a favor de todos? El crecimiento ha de ser equitativo. 2) ¿Cuáles son las inversiones necesarias para sostener el crecimiento en el futuro? Nos remitimos a la igualdad de oportunidades y los fundamentos de la prosperidad futura, por eso la inversión a la educación se vuelve fundamental. 3) ¿Cuáles son las fuentes del crecimiento y qué tan equilibradas están? Nos remitimos a buscar una economía más incluyente, particularmente entre los agentes económicos donde también cosas como la política de competencia se vuelve un factor poderoso para inducir mayor inclusión en la economía y menor concentración. 4) ¿Cómo se puede coordinar mejor una agenda de crecimiento incluyente? De aquí se derivan varias consideraciones acerca de la capacidad de efectividad de las agencias y de los distintos actores dentro del gobierno para empujar políticas que se vuelvan transversales, particularmente en lo que se refiere al desarrollo del talento del capital humano. En este contexto, resultan indispensables las políticas a favor de la equidad de género. Se vuelve fundamental y estratégico el incluir cada vez más a las mujeres a la vida productiva en condiciones de equidad, pero por supuesto también el invertir en que las mujeres accedan a la vida productiva en empleos de mayor valor agregado. Así, se vuelve fundamental el desarrollo de vocaciones en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas en las mujeres desde las etapas tempranas de la vida. Con base en esto concluyo bajo este esquema el hecho de que nosotros en la OCDE hemos identificado metodologías para elaborar revisiones, ya no solamente de la economía de un país, sino también de las estrategias y las posibilidades para reforzar la capacidad de inclusión de cada una de sus economías. Estamos muy entusiasmados con la posibilidad de ofrecer, en el contexto de la actual administración gubernamental, realizar juntos una revisión innovadora de la OCDE sobre crecimiento incluyente.