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Estudiante: José Ernesto Martínez Tarquino

5 Causas recurrentes de divorcios y técnica para aconsejar


A manera de complemento, primero me referiré a algunas enseñanzas
del investigador y conferencista especializado, Dr. David Hormachea,
cuya doctrina impartió en un evento organizado por el ministerio de
parejas de la iglesia Casa Sobre la Roca realizado en la ciudad de
Cartagena al que asistí con mi esposa. Estas instrucciones las considero
útiles porque hacen mención a causas de divorcio que son comunes y
recurrentes en el medio social al que pertenezco; además, porque el
pastor Hormachea ilustra sobre unas adecuadas estrategias bíblicas
útiles para la consejería.

Nadie puede amargar su vida sin su permiso. El plan de Dios es que


nadie viva amargado y para eso estableció unos principios de cómo
quiere que seamos cada uno de nosotros, e igualmente, cómo debe ser
nuestro comportamiento en pareja para que todos vivamos mejor. Sólo
la verdad divina aplicada en cada matrimonio produce vidas saludables.

Nadie tiene automáticamente una relación matrimonial saludable. Es


una realidad que hay muchos problemas que afectan a diario las
relaciones matrimoniales, como p. ej.: falta de cooperación en la casa,
marcado desinterés por lo que necesita su cónyuge, problemas en la
relación sexual, actitudes de dominación permanente, actitud de
“gotera” que asume un cónyuge abatiendo al otro continuamente con
sus palabras. Todas estas dificultades son pequeñas “zorras” que cada
día destruyen más la relación matrimonial y producen un estado de
infelicidad y malestar que se va acumulando.

La verdad de Dios además de estudiarla y analizarla, hay que aplicarla.


La Palabra nos proporciona principios y verdades para apartarse del mal,
confiar en Dios de todo corazón y no apoyarse en su propia prudencia
(Prov. 3, 5-8). Nos indica que nuestras vidas penden de “hilos de seda”
que están en las manos del Todopoderoso. Debemos saber que Dios
nunca será más grande que el conocimiento que tengamos de Él.

No aman a Dios los cristianos que quieren divorciarse, ni mucho menos


pueden decir que aman a su cónyuge, a su familia, o a la iglesia. No
podemos olvidar que Dios es omnisciente, omnipresente, omnipotente,
por eso, no tiene justificación que haya quienes le temen más a su
cónyuge o a sus pastores que a Dios porque esa es una negación del
cristianismo. Si eso no cambia, nadie puede vivir la vida saludable que
Dios demanda.

Ningún cónyuge sólo, es responsable de tener una buena relación


matrimonial, porque se necesitan los dos. Los conflictos no se resuelven

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con base en la idea que cada uno tiene de cómo hacerlo con su propia
lógica, discernimiento o experiencia. Tampoco asumiendo posiciones
religiosas como expresar: “Confío en que el Señor me va a resolver este
problema”. Existe una falsa creencia de que Dios debe arreglar todos
nuestros problemas, y eso obedece a nuestra falta de madurez
espiritual.

Es una realidad que nadie está satisfecho con su vida. Creemos no tener
todo lo que quisiéramos tener. Pero debemos tener en cuenta que la
clave que Dios nos da, es “ser” la persona que debo ser, más que tener
lo que quiero, y eso marca una diferencia radical.
Para ser la persona que Dios quiere que sea, es indispensable tomar
decisiones como las que menciono a continuación:

(i) Buscar la Palabra de Dios y un asesoramiento en demanda de los


principios y verdades divinas para el desarrollo de relaciones
matrimoniales saludables; (ii) No vivir basado en emociones, pasiones,
sentimientos, sino en los principios, convicciones, y mandamientos que
Dios estableció para el matrimonio; (iii) Determinarnos que después de
mi relación íntima con Dios nuestro cónyuge será la persona más
importante en nuestra vida y demostrarlo con palabras, actitudes y
acciones; (iv) Concientizándonos que es posible vivir una vida saludable
en la gracia de Dios a pesar de la negativa del cónyuge de seguir los
caminos divinos; (v) Estableciendo límites en la relación matrimonial.
Nuestros matrimonios serán diferentes cuando el cónyuge sea capaz de
decirle al otro: “no permito…” maltrato, o insultos, o violencia, o que
haga lo que quiera, etc.

Hay personas que oran bien, ayunan bien, diezman bien, sirven bien,
pero viven mal. Eso ocurre porque no es fácil construir dentro del
matrimonio una relación saludable. Para alcanzar ese tipo de vida
debemos investigar por qué nuestro cónyuge actúa como lo hace,
identificar nuestros errores y el porqué de ellos, adquirir capacidad para
enfrentar los problemas, y esencialmente adquirir capacidad para crecer
en madurez espiritual.

Hay una serie de enemigos que hacen que la relación matrimonial no


sea provechosa. Eso no significa que una relación saludable esté exenta
de problemas, porque, así como un cuerpo sano también es susceptible
de enfermarse, a los matrimonios saludables se les presentan
dificultades. Lo que ocurre es que los matrimonios que han aprendido los
principios y verdades divinas están en mejor capacidad para enfrentar
los problemas. Por eso, existe la necesidad de luchar con denuedo para
vencer las causas recurrentes de los divorcios que asechan, como las
que a continuación voy a mencionar:

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La rutina. Es normal que toda relación incluya hábitos y rutinas,
algunas de las cuales son necesarias. Pero hay ciertas actitudes elegidas
que son dañinas. Es destructivo desarrollar una vida conyugal en forma
aburrida, sin desafíos y en forma rutinaria. De ahí, que se hace necesario
identificar las rutinas que están afectando la relación matrimonial, y
atacarlas disciplinadamente. Es un acto de necedad esperar un futuro
mejor sin hacer cambios en el presente.

El maltrato. Es el trato irrespetuoso que produce agravio. No sólo son


comportamientos pecaminosos, sino también destructivos. Dios prohíbe
el maltrato, las palabras corrompidas, los insultos. Esos maltratos
existen simplemente porque en esos casos no hay consecuencias. Si
existieran efectos, los actores se abstendrían de maltratar, p. ej. nadie
se atreve a insultar o pegarle a su jefe o a un policía por temor a las
consecuencias. En la mayoría de los casos, estos comportamientos del
cónyuge obedecen a la réplica de escuelas del pasado. Crianza con
padres violentos, abusadores, dominantes que crean un sistema de
pensamiento y de conducta que obra automáticamente.

Sin embargo, no es imposible abandonar esas conductas de maltrato. El


mandato divino es transformarnos por medio de la renovación de la
mente y aprender a comportarnos conforme a la voluntad de Dios.
Batallar contra esas rutinas no es fácil. No se deja de ser violento de la
noche a la mañana. Ni controlador o dominante. ¡Pero es una obligación
ética hacerlo! Hay que trabajar para tener dominio propio, el cual, es
como un músculo que debemos ejercitar a diario.

Incompetencia para desarrollar una relación saludable. Muchos


cónyuges no hacen lo que deben porque no saben lo que deben hacer.
No nos preparamos para el rol de cónyuges. Dios no nos hizo diferentes
para que nos ataquemos constantemente sino para que nos apoyemos
mutuamente. ¡Nadie puede amar bien a quien conoce mal! Se cometen
errores por desconocimiento. Ser sabios es reconocer lo que no
sabemos, y elegir no seguir ignorándolo. Con ese propósito, hay que
estudiar y prepararnos para adquirir habilidad con el fin de resolver los
conflictos en la relación matrimonial.

La postergación. Es el aplazamiento destructivo de las cosas urgentes.


Hay cosas que debimos haber arreglado hace mucho tiempo. Por
ejemplo, el maltrato existente desde el inicio del matrimonio. Hay peleas
por tonterías que se postergan y no se enfrentan. Hay cosas que
sabemos solucionar y no lo hacemos. El orgullo y el egoísmo impiden
que se encuentre solución adecuada y oportuna.

El desinterés. Es una indolencia elegida que impide los compromisos.


Significa no hacer nada para enfrentar los problemas. En ocasiones, se

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usan equivocadamente estrategias religiosas descargando en Dios la
solución.

Los pecados. Son faltas graves que impiden una relación santa. La
presencia del pecado imposibilita una relación saludable. Es necesario
identificar en qué área de la vida se está cometiendo pecado. El deber
es vivir la fe en cada área de la vida.

Las iglesias deben tener una declaración de principios acerca de todos


los asuntos relacionados con el matrimonio exitoso. Deben tener
respuestas a todas las preguntas que pueden surgir sobre la vida
saludable de los hogares aplicando los principios establecidos por Dios.
Deben invitar a los feligreses a determinarse a vivir para la gloria de
Dios aplicando la verdad de la Palabra y enseñar que Dios es un ser
poderoso capaz de transformar la vida de cualquier persona.

El divorcio como privilegio

El divorcio es un privilegio que Dios nos otorga a manera de corrección


cuando existe una relación conyugal pecaminosa, intolerable y peligrosa
que no tiene esperanza de cambiar. Es una gracia o una prerrogativa
que Dios concede para quitarle a la persona en desesperación esa carga
o el gravamen que le agobia y así le concede una exención a quienes no
gozan de una relación saludable.

El divorcio es un privilegio cuando en el matrimonio existen insuperables


problemas conyugales y no hay esperanza de que se salve.

Motivos Para el Divorcio


El propósito de Dios escasamente es la costumbre del hombre. La
humanidad, apartada de Dios, ignora a Dios y a sus instrucciones. Dios
permitió que en el Antiguo Pacto se hicieran juicios con respecto al
matrimonio, el divorcio y las segundas nupcias. En Deuteronomio 24:1
encontramos que Moisés permitió el divorcio en ciertos casos:
“Cuando alguno tomare mujer, y se casare con ella, si no le agradare por
haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de
divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa”.
El Nuevo Testamento menciona circunstancias en las que el matrimonio
no es reconocido o se disuelve (Mateo 19:8-11; Mateo 5:31-32). Bajo
tales circunstancias, la anulación y nuevo casamiento o el divorcio y las
segundas nupcias son permitidos sin transgredir la ley de Dios. Estas
circunstancias pueden ser resumidas como inmoralidad sexual y engaño.

Motivos Para el Divorcio

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Las cortes de matrimonio protestantes permitían el divorcio y nuevas
nupcias en base de cinco puntos:
1) la mentira (si uno no había revelado matrimonios o hijos anteriores
al matrimonio)
2) la violencia doméstica (abuso físico, verbal, emocional o sexual de
cualquier miembro de la familia)
3) el adulterio (incluyendo aberraciones sexuales - bestialidades,
incesto, violación, etc.) 4) el abandono (económico y físico)
4) la impotencia. La razón de la impotencia era muy interesante en su
aplicación porque no solamente cubría el deseo de tener hijos, pero era
la salida para una mujer que se había casado con un homosexual
5). Interpretado ampliamente permitía el divorcio en cualquier caso en
que la atracción sexual se había acabado

Motivos Para el Divorcio


La Biblia describe el matrimonio como una relación especial entre un
hombre y una mujer que debe ser cuidada y valorada. “El que halla
esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia del Eterno”, Salomón le
escribió a su hijo (Proverbios 18:22). Dios describe el matrimonio como
una maravillosa relación que debemos buscar. ¡Es una bendición de
Dios!
El propósito de Dios escasamente es la costumbre del hombre. La
humanidad, apartada de Dios, ignora a Dios y a sus instrucciones. Dios
permitió que en el Antiguo Pacto se hicieran juicios con respecto al
matrimonio, el divorcio y las segundas nupcias. En Deuteronomio 24:1
encontramos que Moisés permitió el divorcio en ciertos casos:
“Cuando alguno tomare mujer, y se casare con ella, si no le agradare por
haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de
divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa”.
El Nuevo Testamento menciona circunstancias en las que el matrimonio
no es reconocido o se disuelve (Mateo 19:9; Mateo 5:31-32). Bajo tales
circunstancias, la anulación y nuevo casamiento o el divorcio y las
segundas nupcias son permitidos sin transgredir la ley de Dios. Estas
circunstancias pueden ser resumidas como inmoralidad sexual y engaño.

Cuatro Pandemias del Matrimonio


Todos somos imperfectos. No importa con quien nos casemos, siempre
habrá problemas. Esto no quiere decir que los problemas no se puedan
solucionar, pero es un hecho que cada matrimonio tiene algunas
dificultades, y que tal vez sean necesarios muchos años para que esto
cambie.
Intentar cambiar a su cónyuge para que este se convierta en lo que a
usted le gusta generalmente es algo que no funciona y puede ser el
principio del daño para la relación. Uno no puede constantemente
denigrar y condenar (utilizando la crítica) o la burla o la mofa

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(mostrando agresividad y contención) y esperar tener un matrimonio
exitoso.
En lugar de esto, el apóstol Pablo escribió: “Así también los maridos
deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su
mujer, a sí mismo se ama…y la mujer respete a su marido” (Efesios
5:28, 33).
Un sabio refrán dice: “Nos divorciamos de un problema sólo para
casarnos con otro”. De acuerdo con Jennifer Baker, del Instituto Forestal
de Sicología Profesional en Springfield, Missouri, el 50% de los primeros
matrimonios, el 67% de los segundos matrimonios y el 74% de los
terceros matrimonios terminan en divorcio. O sea que, desde el punto de
vista de las estadísticas, nuestro primer matrimonio es el que tiene más
probabilidades de tener éxito.

Etapas del Divorcio


El divorcio es uno de las cosas que causa más tensión en una persona,
en la comunidad y las familias. Independientemente de quien fue la
persona que tomo la decisión es sin duda un acto que impacta de
muchas maneras la vida de las personas.

Generalmente el divorcio es un momento marcado por la ambivalencia,


incertidumbre, dolor o culpa, en ocasiones se toma la decisión de
impulso sin medir el impacto de las palabras, generando turbación. Es
un paso muy difícil, donde lo más seguro es el cambio y la inestabilidad,
las dinámicas cambian, la familia cambia, la identidad cambia y hasta
los gustos se modifican.
Las parejas encarando el divorcio pronto se dan cuenta que el divorcio
no es un evento con un claro principio o final, es un proceso. Este
proceso frecuentemente comienza largo antes de cualquier acción legal
y puede durar por años después. Especialmente si hay niños envueltos.

¿Que vuelve tan complejo un divorcio?

El divorcio legal
La intención del divorcio es para permitir que los individuos legalmente
se vuelvan a casar, así como también organizar su patrimonio y en caso
de que existan hijos la custodia y manutención. En este orden de ideas y
dependiendo de lo que se va a dividir el proceso legal puede ser corto o
largo.
El divorcio emocional, mental y psicológico
Implica la cadena de eventos y sentimientos que siguen y continúan
mediante el proceso del divorcio; la separación emocional o disolución
de su compañero implica separarse del otro y desarrollar autonomía.
El divorcio económico

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La división de dinero y propiedades conlleva a que los individuos que
una vez funcionaban como pareja aprendan a funcionar
independientemente.
El divorcio coparental
Se refiere a las negociones sobre criar después de la separación y las
dinámicas familiares.
El divorcio comunidad
Implica los cambios en las relaciones con amigos y la comunidad
durante del divorcio.

Reconstruir quien soy


Después de un divorcio existen muchas piezas a recoger para
reconstruir de manera sana la nueva realidad.
1. Darse el tiempo para superar el trauma que genero el divorcio
2. Aprender a surfear las emociones y conocer que genera las olas.
Soltar la culpa y perdonar para continuar.
3. Identificar áreas para mejorar, fortalecer o hábitos a eliminar
4. Conocerte y construir quien eres ahora
5. Re enfocar metas, prioridades y plan de vida
6. Identificar que se quiere en una nueva relación, que es negociable
y que no lo es
Una vez se inicie una nueva relación, entender que es nueva al igual que
las personas que las conforman, ir a su paso e involucrar a las demás
personas poco a poco.
Es importante que las relaciones sean supervisadas por una autoridad
como el líder o el pastor, dependiendo de cómo está conformada la
iglesia.
Lugar en la iglesia de los divorciados y de los que se vuelven a
casar
 1. La afiliación en la iglesia está abierta a todos los creyentes nacidos
de nuevo. Esto ciertamente incluye a los que se divorciaron o que
volvieron a casarse antes de ser salvos. Pablo indica que las personas de
distintos rangos sociales y legales, como circuncidados y esclavos,
deben ser aceptadas en la condición que se encontraban cuando fueron
salvas (1 Corintios 7:17-24). “Cada uno, hermanos, en el estado en que
fue llamado, así permanezca para con Dios” (1 Corintios 7:24).
Gran cantidad de judíos y gentiles se convirtieron y formaron parte de la
iglesia primitiva. Dada la frecuencia de divorcios y segundo matrimonio
en esa época, tanto entre judíos como gentiles, es de suponer que en las
primeras iglesias había muchas personas divorciadas y casadas una
segunda vez. Por ejemplo, Pablo insistió que los creyentes corintios
siguieran viviendo con su cónyuge inconverso que estuviera dispuesto a
seguir en el matrimonio (1 Corintios 7:12). Es probable que muchos de
los creyentes corintios tuvieran cónyuges anteriores todavía vivos o que
estuvieran casados con incrédulos que también tuvieran esas
circunstancias.

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2. El oficio de anciano está abierto a personas casadas por segunda vez,
que se divorciaron o volvieron a casar antes de su conversión, o que lo
hicieron debido a infidelidad de su cónyuge, o porque como creyentes
fueron abandonos por un cónyuge incrédulo. (Como es prerrogativa de
las congregaciones locales establecer sus propias normas para el
diaconado, esa norma no se trata en este documento [véase
Constitución y Reglamentos, Artículo IX, Sección 5, Divorcio y Nuevo
Matrimonio]).
Uno de los primeros requisitos para el oficio de anciano (correspondiente
al pastor) es que éste debe ser “marido de una sola mujer (mias
gunaikos andra)” (1 Timoteo 3:2,12). “[M]arido de una sola mujer”
literalmente significa “hombre que tenga una sola mujer”. Es difícil
establecer el significado exacto de esta frase y a través de los años ha
sido interpretada de diversas maneras. Damos aquí seis de ellas.
Literalmente, el término significa que los ancianos y los diáconos (1) no
pueden ser solteros, (2) no pueden volverse a casar después de
enviudar, (3) tienen que ser varones, y (4) no pueden ser bígamos o
polígamos. Ni uno de los primeros tres se puede indicar como práctica
en la iglesia primitiva. La bigamia y la poligamia son claramente
prohibidos en este término; no obstante, los historiadores informan que
la bigamia y la poligamia no eran comunes entre las prácticas judías o
greco-romanas en esa época y probablemente no era eso lo que Pablo
tenía en mente.
Permanecen dos posibles interpretaciones: (5) los ancianos y los
diáconos no pueden ser personas divorciadas o que se hayan vuelto a
casar, una tradicional y muy antigua práctica de la Iglesia, y (6) los
ancianos y los diáconos tienen que mantener un matrimonio fiel,
monógamo, y heterosexual.
La fornicación (Hechos 15:20; Romanos 1:24; 1 Corintios 6:9,18; 2
Corintios 12:21; Gálatas 5:19; Efesios 5:3; 1 Tesalonicenses 4:3;
Apocalipsis 2:21, et al.), el divorcio fácil (1 Corintios 7:12-16), y un
segundo matrimonio, muchas veces una resolución legal, presentaba
grandes problemas para la naciente Iglesia y sus miles de conversos. No
obstante, estos nuevos creyentes eran afirmados como nueva creación
en Cristo (2 Corintios 5:17), perdonados de sus pecados (1 Corintios
6:11; 2 Corintios 5:19), e integrados en la Iglesia.
En vista de toda la evidencia bíblica disponible referente a los problemas
de divorcio y segundo matrimonio en la iglesia primitiva, el Concilio
General de las Asambleas de Dios ha adoptado la interpretación seis de
arriba. Se comprende que la descripción de “marido de una sola mujer”
se refiere a personas que tienen un matrimonio fiel, monógamo, y
heterosexual, en el que ninguno de los cónyuges haya sido divorciado
(con esta excepción: si el divorcio fue antes de la conversión, como

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resultado de la infidelidad sexual del anterior cónyuge, o porque el
creyente fue abandonado por su pareja incrédula).
 

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