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GOBIERNO DE MENDOZA- D.G.E.-CGESIE.S. Nº 9-011 “DEL ATUEL”.SAN RAFAEL, MENDOZA.

TÉCNICO SUPERIOR EN TURISMO y GUÍA SUPERIOR EN TURISMO -PRIMER AÑO –CICLO LECTIVO: 2019-PRIMER CUATRIMESTRE-MÓDULO: HISTORIA DE MENDOZA.
PROFESOR: LEANDRO GUTIERREZ.

ACTIVIDAD Nº 2:

Tema: LA CULTURA MATERIAL DE LOS DUEÑOS DE LA TIERRA- IMPLICANCIAS DE LA CONQUISTA DE


AMÉRICA EN EL CUYUM: EL CASO DE LA FUNDACIÓN DE MENDOZA

Consignas:
EN GRUPOS DE 4 A 6 INTEGRANTES:
a)- Define los siguientes conceptos después de la lectura del texto “las venas abiertas de América latina” de
EDUARDO GALEANO:
ACULTURACIÓN- COLONIZACIÓN- EVANGELIZACIÓN-MESTIZAJE:
b)- Utilizando como fuente histórica el acta de fundación de Mendoza, caracteriza y reconoce las diversas formas y
procedimientos jurídicos realizados para legitimar la apropiación de los territorios conquistados por los españoles:
¿De que forma aseguraron y explicitaron la subordinación de los primitivos habitantes de la ciudad de Mendoza
(huarpes)?.
c)- Reelabora un listado de consecuencias económicas, política, sociales, culturales, religiosas y ambientales de la
conquista de América.
d)- Realiza una breve descripción (en formato de cuadro sinóptico) de los hábitos, costumbres y actividades
cotidianas que desarrollaron HUARPES, PUELCHES Y PEHUENCHES.
LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA
EDUARDO GALEANO (selección de fragmentos a cargo de Leandro Gutiérrez)
LA POBREZA DEL HOMBRE COMO RESULTADO DE LA RIQUEZA DE LA TIERRA
Cuando Cristóbal Colón se lanzó a atravesar los grandes espacios vacíos al oeste de la Ecúmene, había
aceptado el desafío de las leyendas. Tempestades terribles jugarían con sus naves, como si fueran
cáscaras de nuez, y las arrojarían a las bocas de los monstruos; la gran serpiente de los mares
tenebrosos, hambrienta de carne humana, estaría al acecho. Sólo faltaban mil años para que los fuegos
purificadores del juicio final arrasaran el mundo, según creían los hombres del siglo XV, y el mundo era
entonces el mar Mediterráneo con sus costas de ambigua proyección hacia el África y Oriente. Los
navegantes portugueses aseguraban que el viento del oeste traía cadáveres extraños y a veces arrastraba
leños curiosamente tallados, pero nadie sospechaba que el mundo sería, pronto, asombrosamente
multiplicado.
América no sólo carecía de nombre. Los noruegos no sabían que la habían descubierto hacía largo
tiempo, y el propio Colón murió, después de sus viajes, todavía convencido de que había llegado al Asia
por la espalda. En 1492, cuando la bota española se clavó por primera vez en las arenas de las Bahamas,
el Almirante creyó que estas islas eran una avanzada del Japón. Colón llevaba consigo un ejemplar del
libro de Marco Polo, cubierto de anotaciones en los márgenes de las páginas. Los habitantes de Cipango,
decía Marco Polo, «poseen oro en enorme abundancia y las minas donde lo encuentran no se agotan
jamás... También hay en esta isla perlas del más puro oriente en gran cantidad. Son rosadas, redondas y
de gran tamaño y sobrepasan en valor a las perlas blancas». La riqueza de Cipango había llegado a oídos
del Gran Khan Kublai, había despertado en su pecho el deseo de conquistarla: él había fracasado. De las
fulgurantes páginas de Marco Polo se echaban al vuelo todos los bienes de la creación; había casi trece
mil islas en el mar de la India con montañas de oro y perlas, y doce clases de especias en cantidades
inmensas, además de la pimienta blanca y negra.
La pimienta, el jengibre, el clavo de olor, la nuez moscada y la canela eran tan codiciados como la sal para
conservar la carne en invierno sin que se pudriera ni perdiera sabor. Los Reyes Católicos de España
decidieron financiar la aventura del acceso directo a las fuentes, para liberarse de la onerosa cadena de
intermediarios y revendedores que acaparaban el comercio de las especias y las plantas tropicales, las
muselinas y las armas blancas que provenían de las misteriosas regiones del oriente. El afán de metales
preciosos, medio de pago para el tráfico comercial, impulsó también la travesía de los mares malditos.
Europa entera necesitaba plata; ya casi estaban exhaustos los filones de Bohemia, Sajonia y el Tirol.
España vivía el tiempo de la reconquista. 1492 no fue sólo el año del descubrimiento de América, el nuevo
mundo nacido de aquella equivocación de consecuencias grandiosas. Fue también el año de la
recuperación de Granada. Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, que habían superado con su
matrimonio el desgarramiento de sus dominios, abatieron a comienzos de 1492 el último reducto de la
religión musulmana en suelo español. Había costado casi ocho siglos recobrar lo que se había perdido en
siete años,( J. H. Elliott, La España imperial, Barcelona, 1965).y la guerra de reconquista había agotado el
tesoro real. Pero ésta era una guerra santa, la guerra cristiana contra el Islam, y no es casual, además,
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que en ese mismo año 1492 ciento cincuenta mil judíos declarados fueran expulsados del país. España
adquiría realidad como nación alzando espadas cuyas empuñaduras dibujaban el signo de la cruz. La
reina Isabel se hizo madrina de la Santa Inquisición. La hazaña del descubrimiento de América no podría
explicarse sin la tradición militar de guerra de cruzadas que imperaba en la Castilla medieval, y la Iglesia
no se hizo rogar para dar carácter sagrado a la conquista de las tierras incógnitas del otro lado del mar. El
Papa Alejandro VI, que era valenciano, convirtió a la reina Isabel en dueña y señora del Nuevo Mundo. La
expansión del reino de Castilla ampliaba el reino de Dios sobre la tierra.
Tres años después del descubrimiento, Cristóbal Colón dirigió en persona la campaña militar contra los
indígenas de la Dominicana. Un puñado de caballeros, doscientos infantes y unos cuantos perros
especialmente adiestrados para el ataque diezmaron a los indios. Más de quinientos, enviados a España,
fueron vendidos como esclavos en Sevilla y murieron miserablemente (2 L. Capitán y Henri Lorin, El
trabajo en América, antes y después de Colón, Buenos Aires, 1948). Pero algunos teólogos protestaron y
la esclavización de los indios fue formalmente prohibida al nacer el siglo XVI. En realidad, no fue prohibida
sino bendita: antes de cada entrada militar, los capitanes de conquista debían leer a los indios, ante
escribano público, un extenso y retórico Requerimiento que los exhortaba a convertirse a la santa fe
católica: «Si no lo hiciereis, o en ello dilación maliciosamente pusiereis, certifícoos que con la ayuda de
Dios yo entraré poderosamente contra vosotros y vos haré guerra por todas las partes y manera que yo
pudiere, y os sujetaré al yugo y obediencia de la Iglesia y de Su Majestad y tomaré vuestras mujeres y
hijos y los haré esclavos, y como tales los venderé, y dispondré de ellos como Su Majestad mandare, y os
tomaré vuestros bienes y os haré todos los males y daños que pudiere...»(3 Daniel Vidart, Ideología y
realidad de América, Montevideo, 1968.)
América era el vasto imperio del Diablo, de redención imposible o dudosa, pero la fanática misión contra la
herejía de los nativos se confundía con la fiebre que desataba, en las huestes de la conquista, el brillo de
los tesoros del Nuevo Mundo. Bernal Díaz del Castillo, fiel compañero de Hernán Cortés en la conquista
de México, escribe que han llegado a América «por servir a Dios y a Su Majestad y también por haber
riquezas».
Colón quedó deslumbrado, cuando alcanzó el atolón de San Salvador, por la colorida transparencia del
Caribe, el paisaje verde, la dulzura y la limpieza del aire, los pájaros espléndidos y los mancebos «de
buena estatura, gente muy hermosa» y «harto mansa» que allí habitaba. Regaló a los indígenas «unos
bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco
valor con que hubieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla». Les mostró las
espadas. Ellos no las conocían, las tomaban por el filo, se cortaban. Mientras tanto, cuenta el Almirante en
su diario de navegación, «yo estaba atento y trabajaba de saber si había oro, y vide que algunos dellos
traían un pedazuelo colgando en un agujero que tenían a la nariz, y por señas pude entender que yendo al
Sur o volviendo la isla por el Sur, que estaba allí un Rey que tenía grandes vasos dello, y tenía muy
mucho». Porque «del oro se hace tesoro, y con él quien lo tiene hace cuanto quiere en el mundo y llega a
que echa las ánimas al Paraíso». En su tercer viaje Colón seguía creyendo que andaba por el mar de la
China cuando entró en las costas de Venezuela; ello no le impidió informar que desde allí se extendía una
tierra infinita que subía hacia el Paraíso Terrenal. También Américo Vespucio, explorador del litoral de
Brasil mientras nacía el siglo XVI, relataría a Lorenzo de Médicís: «Los árboles son de tanta belleza y tanta
blandura que nos sentíamos estar en el Paraíso Terrenal... » (4 Luis Nicolau D'Olwer, Cronistas de las
culturas precolombinas, México, 1963. El abogado Antonio de León Pinelo dedicó dos tomos enteros a
demostrar que el Edén estaba en América. En El Paraíso en el Nuevo Mundo (Madrid, 1656), incluyó un
mapa de América del Sur en el que puede verse, al centro, el jardín del Edén regado por el Amazonas,
el Río de la Plata, el Orinoco y el Magdalena. El fruto prohibido era el plátano. El mapa indícaba el lugar
exacto de donde había partido el Arca de Noé, cuando el Diluvio Universal.) Con despecho escribía Colón
a los reyes, desde Jamaica, en 1503: «Cuando yo descubrí las Indias, dije que eran el mayor señorío rico
que hay en el mundo. Yo dije del oro, perlas, piedras preciosas, especierías... ».
Una sola bolsa de pimienta valía, en el medioevo, más que la vida de un hombre, pero el oro y la plata
eran las llaves que el Renacimiento empleaba para abrir las puertas del paraíso en el cielo y las puertas
del mercantilismo capitalista en la tierra. La epopeya de los españoles y los portugueses en América
combinó la propagación de la fe cristiana con la usurpación y el saqueo de las riquezas nativas. El poder
europeo se extendía para abrazar el mundo. Las tierras vírgenes, densas de selvas y de peligros,
encendían la codicia de los capitanes, los hidalgos caballeros y los soldados en harapos lanzados a la
conquista de los espectaculares botines de guerra: creían en la gloria, «el sol de los muertos», y en la
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audacia. «A los osados ayuda fortuna», decía Cortés. El propio Cortés había hipotecado todos sus bienes
personales para equipar la expedición a México. Salvo contadas excepciones como fue el caso de Colón o
Magallanes, las aventuras no eran costeadas por el Estado, sino por los conquistadores mismos, o por los
mercaderes y banqueros que los financiaban (5). 5) J. M. Ots Capdequí, El Estado español en las Indias,
México, 1941.
Nació el mito de Eldorado, el monarca bañado en oro que los indígenas inventaron para alejar a los
intrusos: desde Gonzalo Pizarro hasta Walter Raleigh, muchos lo persiguieron en vano por las selvas y las
aguas del Amazonas y el Orinoco. El espejismo del «cerro que manaba plata» se hizo realidad en 1545,
con el descubrimiento de Potosí, pero antes habían muerto, vencidos por el hambre y por la enfermedad o
atravesados a flechazos por los indígenas, muchos de los expedicionarios que intentaron,
infructuosamente, dar alcance al manantial de la plata remontando el río Paraná.
Había, sí, oro y plata en grandes cantidades, acumulados en la meseta de México y en el altiplano andino.
Hernán Cortés reveló para España, en 1519, la fabulosa magnitud del tesoro azteca de Moctezuma, y
quince años después llegó a Sevilla el gigantesco rescate, un aposento lleno de oro y dos de plata, que
Francisco Pizarro hizo pagar al inca Atahualpa antes de estrangularlo. Años antes, con el oro arrancado de
las Antillas había pagado la Corona los servicios de los marinos que habían acompañado a Colón en su
primer viaje ( Earl J. Hamilton, American Treasure and the Price Revolution in Spain (1501-1650),
Massachusetts, 1934).
Finalmente, la población de las islas del Caribe dejó de pagar tributos, porque desapareció: los indígenas
fueron completamente exterminados en los lavaderos de oro, en la terrible tarea de revolver las arenas
auríferas con el cuerpo a medias sumergido en el agua, o roturando los campos hasta más allá de la
extenuación, con la espalda doblada sobre los pesados instrumentos de labranza traídos desde España.
Muchos indígenas de la Dominicana se anticipaban al destino impuesto por sus nuevos opresores blancos:
mataban a sus hijos y se suicidaban en masa. El cronista oficial Fernández de Oviedo interpretaba así, a
mediados del siglo XVI, el holocausto de los antillanos: «Muchos dellos, por su pasatiempo, se mataron
con ponzoña por no trabajar, y otros se ahorcaron por sus manos propias» (Gonzalo Fernández de
Oviedo, Historia general y natural de las Indias, Madrid, 1959. La interpretación hizo escuela. Me asombra
leer, en el último libro del técnico francés René Dumon, Cuba, est-il socialiste?, París, 1970: «Los indios no
fueron totalmente exterminados. Sus genes subsisten en los cromosomas cubanos. Ellos sentían una tal
aversión por la tensión que exige el trabajo continuo, que algunos se suicidaron antes que aceptar el
trabajo forzado).

Acta de fundación de la Ciudad de Mendoza por el Capitán Pedro del Castillo (2 de marzo de 1561 .

En el nombre de Dios, en el asiento y valle de Guentala, provincia de Cuyo, desta otra parte de la gran
Cordillera Nevada, en dos días del mes de marzo, año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo, de
mil y quinientos y sesenta y un años, el muy magnífico señor Pedro del Castillo, capitán, teniente general
de las dichas provincias y sus comarcanas por el ilustrísimo señor D. García Hurtado de Mendoza,
gobernador y capitán general en las provincias de Chile, por S. M. é ante mi Francisco de Horbina,
escribano de juzgado en las dichas provincias, dijo: que, por cuanto él ha venido á estas dichas provincias
á las poblar y reducir al servicio de Dios nuestro Señor y de S. M. como por las provisiones que de ello
tiene consta, y le es mandado, y tiene de ellas tomada posesión en nombre de la magestad del Rey de
Castilla D. Felipe, nuestro señor, y mucha parte de los naturales de ella han dado la obediencia y están de
paz; y por que el Mempo que ha que está en ellas ha sido breve, en el cual no ha podido hallar asiento ni
lugar para donde fundar una ciudad con mero imperio; y porque de no fundarla y alzar rollo y nombrar
cabildo y regimiento, podrían resultar inconvenientes y daños, ansí en lo que toca al servicio de Dios y de
S. M. como contra los naturales y españoles que en esta provincia están; y para que cesen los dichos
inconvenientes y está tierra se perpetúe y pueble y puedan encomendar los indios en los españoles
vasallos de S. M. que en su servicio en este dicho asiento están, para que los puedan doctrinar y enseñar
en las cosas de Nuestra Santa Fe y mostrarles á vivir políticamente guardándoles y haciéndoles en todo
justicia, me pareció convenía en este dicho asiento y valle alzar rollo y nombrar alcaldes y regidores y
procurador de la ciudad y oficiales de S. M. é demás oficios que son anexos para el mejor gobierno de ella,
y ante todas cosas, señalando la advocación de la Iglesia Mayor de la dicha ciudad, la cual se ha de llamar
y nombrar Señor San Pedro, á quien tomo por patrón y abogado en esta dicha ciudad, y por mayordomo
de ella á Juan de Maturana, la cual dicha ciudad se ha de llamar y nombrar la ciudad de Mendoza, nuevo
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valle de Rioja, en todas las escrituras y demás cosas que fuere necesario nombrarse; á la cual doy por
términos y jurisdicción, con mero misto imperio, desde la gran Cordillera Nevada aguas vertientes á la mar
del Norte, y de todos los repartimientos de los vecinos que á ella se repartieren; el cual dicho asiento y
nombramiento de alcaldes y regidores y oficiales de S. M. y vecinos y moradores de ella hago, dándoles y
señalándoles solares en esta tierra de la dicha ciudad, como van señalados y nombrados y ciertos; los
cuales dichos solares han de ser de grandor de cuadra de frente de doscientos y veinte y cinco pies de
doce puntos y las calles de treinta y cinco pies de ancho.

Y yo por virtud de los poderes que para ello tengo i y en nombre de S. M. y como mejor convenga para el
derecho de los conquistadores y pobladores y vecinos y moradores de estas dichas provincias y de esta
dicha ciudad, hago el dicho nombramiento y les doy, señalo y nombro, en nombre de S. M. por propios
suyos y de sus herederos y sucesores, los dichos solares que arriba están declarados, para agora y para
siempre jamás, para que los puedan vender, trocar y enajenar y hacer de ellos á su voluntad, como cosa
habida y tenida por derecho y justo título como este lo es, guardando en ello y en cada cosa dilo las
ordenanzas de S. M.; y porque como he dicho, conviene nombrar la dicha ciudad y alzar rollo y hacer
alcaldes y regidores y demás oficios en este dicho asiento para su mejor sustentación, por estar, de lo que
hasta hoy se ha visto, mas en comarca de todos los naturales y donde hay mas comidas, para que menos
en vejación de los dichos naturales se puedan sustentar los españoles y de donde se pueda mejor ver y
visitar la tierra, y buscar si hubiere otro sitio y lugar que sea mejor para poblar la dicha ciudad, y para lo
que tocare al servicio de Dios y de S. M. y bien de los naturales y conservación de los españoles,
concurriendo en el sitio y lugar mas calidades que en el sitio y lugar deste, y así mudándose esta ciudad,
el nombre denle y alcaldes y regidores y demás oficios, tenga donde se mudare que tiene en esta,
guardándoles los solares á los vecinos y moradores en la parte que en la traza desta los tiene, hacia los
vientos que están señalados en la margen de la dicha traza; que es fecha ut supra. Y el dicho señor
capitán y teniente general lo firmó de su nombre—Pedro Del Castillo. —Por mandado de su merced,
Francisco de Horbina, escribano.

Fuente: "http://es.wikisource.org/wiki/Acta_de_fundaci%C3%B3n_de_Mendoza_(1561)"

LOS PEHUENCHES/PUELCHES
Los pehuenches fueron cofundadores de la Mendoza Moderna, con el territorio que hoy tiene. Ellos
se asentaron en el sur mendocino, controlaron eficazmente el espacio, se dieron su propia organización
socioeconómica y política, y se lanzaron a una ambiciosa diplomacia para asegurar la paz en la región.
Para alcanzar estos objetivos construyeron una trama inédita con el norte de la provincia. A fuerza de
diplomacia y operaciones militares se cultivó esta alianza entre los mendocinos del norte (españoles) y los
mendocinos del sur (pehuenches). De esta manera se echaron las bases del territorio que en definitiva iba
a tener la provincia de Mendoza, al cambiar profundamente la situación vigente hasta entonces.
El asentamiento de los pehuenches en el sur de Mendoza, liderados por el cacique Ancan Amún,
en el tercer tercio del siglo XVIII, despertó fuertes expectativas.
No menos importante fue su hermano y sucesor, Pichintur, el gran arquitecto de un sistema de
alianzas múltiples que permitieron a los pehuenches disponer de tropas españolas de Mendoza y de Chile
para enfrentar a sus mortales enemigos, los huiliches, y afirmar su posicionamiento y prestigio en el sur de
Mendoza. Ancan Amún y Pichintur convirtieron los valles de Malargüe en centro de un enorme espacio
regional, que se extendía de la cordillera a las pampas, y en el cual se irradiaba su influencia cultural. Un
lugar especial merece también Currilipi, el cacique poeta, primer escritor de la historia de la literatura de
Mendoza. Primo hermano de Ancan Amún y Pichintur, Currilipi era su lugarteniente en Barbarco, que
extendía su hegemonía por el norte de Neuquén. Su trágica muerte en el río, sería digna de un poema
épico.
Hasta ahora, esta era una historia desconocida para los mendocinos. Cuando se habla de nuestros
antepasados los indios, la mente del mendocino medio viaja hacia los huarpes, esos indios que vivieron en
el norte de Mendoza, y fueron rápida y fácilmente sometidos por los españoles en el siglo XVI. Poco, muy
poco sabíamos de los pehuenches, que hoy nos generan admiración: como guerreros eran invencibles: los
españoles no fueron capaces de someterlos nunca, en 350 años de colonialismo. Como domadores, su
habilidad en el manejo de los caballos los hizo legendarios. Como artesanos demostraron notable
habilidad para producir ponchos, que ellos mismos tejían, para exportarlos a los mercados de Santiago,
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Mendoza, Buenos Aires, Tucumán y hasta Asunción. Y sobre todo, como políticos y diplomáticos, los
pehuenches demostraron una capacidad notable para observar el espacio regional del Cono Sur, distinguir
actores, diseñar estrategias, interactuar y negociar con los distintos grupos, con vistas a crear un polo de
poder autónomo en Malargüe.
Como resultado de esta intensa actividad desplegada por los pehuenches, lograron que la Corona,
a través de las autoridades coloniales, reconociera al principal cacique pehuenche como Gobernador del
Sur de Mendoza. Los pehuenches ejercieron el control del territorio del sur provincial, sobre el cual regían
sus leyes (y no las españolas), sus formas de organización social y su cultura. Tuvieron su propio territorio,
al cual defendieron militar y diplomáticamente. Mantenían a la vez relaciones diplomáticas con Mendoza,
con las naciones indígenas de la Patagonia y las Pampas, y con las autoridades hispano-criollas de Chillán
y Los Ángeles.
Este gigantesco, complejo y sofisticado mundo de relaciones sociales y tramas diplomáticas y
políticas, era casi desconocido hasta ahora. Para alumbrarlo, Leonardo León Solís debió recorrer durante
más de diez años los archivos de Argentina, Chile, España y Gran Bretaña, en busca de los documentos
en los cuales quedaron los testimonios de este proceso. Eran como piezas pequeñas de un gigantesco
rompecabezas. Porque un conflicto entre tres caciques pehuenches en el río Salado, donde actualmente
se encuentra el centro de esquí Las Leñas, podía generar convulsiones en los fuertes de Luján, en Buenos
Aires, en los campesinos de San Fernando, Curicó y hasta los confines del Reino de Chile.
En general todos los estudios que con anterioridad se han realizado, se han basado en fuentes
protohistóricas patagónicas y en un menor porcentaje en fuentes cuyanas.
Varios autores describen a los pehuenches y puelches en forma indistinta. Pero, se considera que
al mostrarse los puelches como una cultura con características definidas y particulares a través de una
serie de fuentes no resulta adecuado identificarlos con los pehuenches como formando una misma entidad
cultural; sobre todo cuando en primera instancia se presentan con algunos rasgos básicos y
fundamentales, diferentes entre uno y otro grupo.
Es importante destacar que es incorrecta la división que tradicionalmente se hace entre puelches y
puelches de cuyo que si bien respondió siempre a una diferenciación de localización pudo en más de una
oportunidad producir confusión y es necesario que se los incluya a ambos bajo el nombre de puelches.

DIFERENCIAS ENTRE LOS PUELCHES Y LOS PEHUENCHES


Es evidente la diferenciación entre puelches y pehuenches. Esta diferenciación se basa en el
aspecto cultural fundamental como es la economía de subsistencia. El modo de vida recolector de los
pehuenches se pone en confrontación al carácter cazador de los puelches. Los mismos indígenas
puelches y pehuenches se reconocían como grupos diferentes e incluso se subestimaban unos a otros.
Conviene destacar que en el famoso juicio de 1658 que tuvo lugar en Mendoza, también aparecen
varias afirmaciones de los puelches sobre los pehuenches, que indican un reconocimiento por parte de los
puelches de la diferenciación con los pehuenches, por ejemplo: de una ubicación geográfica determinada y
distintas modalidades en el arreglo del cabello. Sin ninguna duda son dos culturas.
ECONOMÍA
Racialmente los Puelches formaban parte de los huárpidos; signo de ello es su aspecto físico:
altos, delgados, de cabeza alargada y alta. Su piel era también de tinte más oscuro que la de los demás
indios circunvecinos. Fueron cazadores y recolectores. Cazaban guanacos y avestruces y, al poblarse las
pampas de caballos, los incorporaron a su dieta. Recolectaban semillas y frutos silvestres: algarroba y
molle. La cultura material era bastante parecida a la de los patagones. Molían las semillas entre dos
piedras para hacer una especie de harina; conocían las bebidas alcohólicas, hechas con raíces de la
planta yaulëmsk, que se molían, hervían y se dejaban estar un día antes de beberlas. En cuanto a sus
piedras de moler, usaban dos tipos: uno para sal y pinturas, el otro para charqui, chauchas de algarrobo,
etc.
Desconocían la cestería igualmente la cerámica por más que en su territorio aparecen restos de
una cerámica con incisiones geométricas, pero no hay noticias históricas de su uso por ellos. También
desconocían el tejido aunque adquirían mantas tejidas de los araucanos y españoles. Como adorno
usaban aros metálicos grandes, collares de cuentas de piedra, etc. Deformaban las cabezas de los niños
merced al uso de una cuna que les aplastaba el occipucio.
VIVIENDA Y VESTIMENTA

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Las habitación era el toldo de cuero, transportable, hecho con una serie de palos terminados en
horqueta y dispuestos rectangularmente en el suelo, cubiertos con otros palos encima y el todo recubierto
con cuero de caballo, con el pelo hacia fuera; por lo común tenían dos entradas, en direcciones
contrapuestas. El trabajo del cuero se hacía con un raspador de piedra primero, y luego con un sobador de
piedra áspera y porosa luego se lo untaba con grasa.
El vestido estaba constituido por pieles y se completaba con plumajes, tanto para hombres como
para mujeres; además los hombres usaban una cubierta púbica de piel, de unos 20cm de tamaño, atada
con tres cuerdas; las mujeres usaban delantales que les cubrían desde las rodillas a la cintura. Los brujos
usaban mantas especiales adquiridas de los araucanos, y dos maracas en sus funciones. Se depilaban el
cuerpo, las cejas, etc., y se pintaban de rojo y negro tanto en las expediciones de guerra como en las
ceremonias funerarias. Las mantas de pieles iban también pintadas en varios colores y sus motivos eran
también geométricos. Si bien no llegaron a conocer la técnica textil utilizaron en su vestimenta prendas
tejidas que obtenían por medio del trueque que realizaban con los araucanos, a cambio de plumeros
(penachos de plumas con los que se adornaban), sal y más tarde caballos. Con el cuero, además de sus
vestidos y sus toldos, fabricaban recipientes. Construían también balsas, presumiblemente de juncos o
totora, y hacían cestería de alta calidad.
ARMAS
Las armas eran la lanza, la boleadora, el arco y la flecha, la honda, etc. Raro es que no hacían la
piedras de boleadora, sino que las adquirían por cambio de los cheche-het; al comenzar la araucanización,
usaron el "fuste aucá" o lanza de varios metros de largo.
Como arma ofensiva usaban el coleto que les cubría el cuerpo hasta las rodillas, a manera de
túnica. Las mangas estaban formadas por dos dobleces de cuero, pero el cuerpo lo hacían hasta de seis,
de manera que era imposible atravesarlo. Pintaban estas armaduras con manchas negras, simulando la
piel del tigre. Completaba esta armadura un sombrero de grueso cuero de vaca en forma de embudo,
chato y amplio, que llevaban también en tiempos de paz. Los caciques y personajes pudientes reforzaban
estos sombreros con planchas metálicas.
ORGANIZACION FAMILIAR
La familia consistía en el matrimonio por compra, existían bigamia y poligamia para los jefes e
individuos pudientes; levirato; divorcio raro; adulterio castigado con indemnización y aun con la muerte.
Los varones practicaban la cuvade al dar a luz sus mujeres. En la organización social se dividían en
numerosas bandas cada una dirigida por un cacique menor, caciques mayores hereditario que dirigía
conjuntos de banda y cuya importancia dependía del prestigio personal como guerrero y orador, se
llamaban ganac; existencia del tabú para el nombre de las personas muertas los nuevos nombres se
ponían a veces con los antiguos para los cuales ya no valía o contaba el tabú del difunto.
RELIGION
De su religión no se sabe mucho, tenían divisas de familia, ellos eran descendientes de los días o
del sol que va marchando lo cual se ha interpretado como que tenían restos de una organización totémica.
A esos hombres se les oponía otro grupo los de la noche de cuya existencia no hay datos. En su religión
se señala la existencia de un dios supremo llamado gamakia (el cacique). Rara vez se le rogaba
directamente sino que se dirigían a los espíritus de los antepasados, para que intercediesen, este dios
supremo tenia esposa, de nombre gamkiatsëm, y también había otros muchos dioses. Un genio del mal
recibía el nombre de gualichu el cual enviaba la enfermedad y la muerte.
En la funeraria el homicidio piadoso de los agonizantes. Los muertos se inhumaban en cuevas en
las montañas en posición encogida retobados en un cuero y con la cara hacia el poniente, donde faltaban
cuevas los enterraban en terrenos blandos. Sus pertenencias eran destruidas, al menos sus animales
favoritos y parte de su vivienda.
LENGUA
De esta familia tenemos muy poco material lingüístico. En primer lugar, era completamente
desconocida en sus palabras, hasta que D'Orbigny publicó de la lengua puelche un primer y breve
vocabulario, separando a esta lengua del patagón o tehuelche, y suponiéndola directamente supervivencia
de la antigua pampa. Este concepto fue aceptado hasta que Elhmann-Nitsche separó a las lenguas que él
consideraba propiamente pampas como pertenecientes a una familia distinta, que denominó het, y que
comprendería las lenguas talu-het, diui-het y cheche-het, este estudio y separación fue realizado sobre la
base de unas pocas palabras, totalmente insuficiente para el caso, este estudio fue posteriormente
rechazado. Es evidente que el cheche-het era una lengua o dialecto emparentado inmediatamente con el
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guénaquen, y como el talu-het, al menos estaba emparentado con el cheche-het, según informaciones de
misioneros de fines del siglo XVIII, toda estas lenguas tienen que terminar siendo consideradas como
formando una sola familia lingüística.
La lengua puelche solo se parece a la lengua patagona en lo que esta última tiene de dura, pero es
completamente distinta en el fondo, están cerrada y dura al punto que empleando letras españolas, es
muy difícil escribir ciertas palabras. Usan generalmente la k, y está repleta de sonidos compuestos que
forman las consonantes tz y mz, está fuertemente acentuada la hace más dura todavía, la terminación de
la mitad de las palabras en las consonantes at, ex, ec, l, am, ig, s, ep, eq, ch, y tz.
La j española se emplea frecuentemente, pero tiene una articulación más fuerte, la tr, pronunciada
desde el fondo de la garganta la u nasal es poco común, así como los diptongos, como ain, la ch francesa
es de uso frecuente, el sonido de la f es completamente desconocido. Se nota una anomalía en el nombre
de las partes del cuerpo, que comienzan todos por una y, como yacaleré, mejillas; yatitco, ojos; yaxyexké,
orejas; pero creemos que se debe atribuir esa particularidad a la contracción del pronombre posesivo que
intervienen en la composición de esos nombres. Los adjetivos no cambian en el masculino y en lo
femenino, el sistema numérico es extenso, llega ha 100000, pero todos los números superiores a 99 son
tomados de la lengua de los Incas.
Los pocos rasgos gramaticales que de esta lengua podemos señalar son que, anteponían el
genitivo y prefijaban el posesivo. En cambio el adjetivo se posponía decididamente y carece de generó e
igual parece ser el caso con el sustantivo. Para formar el género femenino en los animales, se posponía el
afijo ngich, que significa hembra. Los numerales superiores son de origen quichua.

HUARPES
Estos pueblos indígenas constituyeron la última cultura indígena que pobló Cuyo.
Físicamente los huarpes eran altos, velludos, de hombros, anchos, delgados, de piel oscura.
Usaban el cabello largo adornado con plumas. Se pintaban el rostro en ocasiones de ceremonias con
líquidos vegetales. Según los relatos de los conquistadores y hallazgos arqueológicos los huarpes eran
muy altos y delgados (Lizárraga, quien atravesó el territorio en el siglo XVI) y muy atléticos (Ovalle).Eran
de piel oscura, delgados y relativamente altos. Las mujeres eran también delgadas y bien proporcionadas.
Se dividieron en tres grandes grupos, según la ubicación geográfica: Norte (San Juan): Allentiac al sur
(Mendoza) Milcayac y este (San Luis) Puntanos.
El imperio incaico con el Inca Pachacutec a la cabeza logró su máxima expansión en el siglo XV.
En su conquista sometieron a los huarpes, quienes adoptaron muchas de sus costumbres, tales la
vestimenta y los cultivos de maíz y quinoa A la llegada de los españoles se encontraban en proceso de
desarrollo ya que recibían influencia andina, lo que explica que eran sedentarios.
ORGANIZACION FAMILIAR y POLITICA
La patria potestad se ejerció en forma absoluta y sin límites, sobre todo con las hijas mujeres, las
cuales eran una fuente de recursos vendiéndolas por cueros de animales, animales, etc.
La organización familiar originariamente era patriarcal y monogámica y así siguió ya que no
recibieron influencia en su contra. El matrimonio era realizado por compra de la mujer a su familia.
Estaban organizados en grupos (que parecían por ligazón familiar) alrededor de la figura de un
cacique que no se sabe si era bien o mal obedecido. El cacique era el propietario de la tierra donde
habitaba su grupo teniendo poder para vender, donar o arrendar, cosa que hacían con mucha frecuencia.
Con la propiedad de la tierra existía lo que en ella había, es decir: vegetales, minerales o recursos
económicos. No se sabe de la existencia de caciques generales.
Los caciques tenían un "lugarteniente " o "segundo", reemplazando en algunos casos la autoridad
del cacique. Al parecer esto se daba por con trato de pago.
La calidad de Cacique era hereditaria en línea masculina en el primogénito y cuándo no tenía hijos,
esta línea hereditaria recaía en el hermano menor. Esto se hacía en vida del Cacique.
El sepelio de un difunto respondía a un acto social. Se llevaba a cabo con danzas al compás de un
tambor (uno de los pocos instrumentos huarpes), ingerían hasta la embriaguez una bebida alcohólica que
fabricaban con la chaucha del algarrobo a la que llamaban "aloja". La creeencia era, que el muerto
emprendía un viaje al más allá, donde habitaría las montañas en compañía de Hunuc Huar. Para ello
colocaban en sus tumbas: mantas, ropas, bebidas, comida y objetos personales. Levirato y sororato
fueron 2 aspectos muy curiosos en la estructura social huarpe: levirato: al morirse el marido, la viuda y los

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hijos pasan a depender del hermano menor del fallecido. Sororato: al casarse el varón adquiere el derecho
de casarse con las demás hermanas menores de la novia.
RELIGION
Reconocían dos poderes sobrenaturales: Soychu, la Potestad del bien y Valichu, el espíritu del mal.
Por encima de estos espíritus, objeto de reverencia o de temor, adoraban a una divinidad superior
llamada Hunuc Huar que ellos suponían moraba en la cordillera y le ofrecían maíz, chicha y plumas de
avestruz.Además veneraban el sol, la luna, el lucero del Alba, el viento, los cerros, los ríos. De ellos
esperaban la salud. Los hechiceros curaban las enfermedades y practicaban distintos tipos de magia,
hacían llover en épocas de sequía. Creían en la interpretación de los sueños y en el canto de las aves.
La creencia de la inmortalidad del alma hacía que los huarpes enterraran a sus muertos en forma
horizontal, con la cabeza dirigida hacia la cordillera, a fin de que el espíritu pudiera elevarse hacia Hunuc
Huar. Enterraban junto al cadáver todo lo que en la vida fueran sus objetos personales como: Arcos,
flechas, aderezos, maíz, chicha, que debían servir a alma en su viaje al más allá. Consideraban que la otra
vida estaba en la cordillera junto a Hunuc Huar. El rito fúnebre consistía en danzas y cantos seguidos de
una fuerte borrachera y el luto observado por los parientes era juntarse la cara de un modo distinto de lo
habitual y sin lavarse por algún tiempo.
LENGUA
En el Arte y Vocabulario de la lengua en general del Reino de Chile, obra escrita por Andrés Fabres
(Lima 1765) hallamos que la etimología de la palabra "Cuyo", país que habitaban los "huarpes" significa en
el idioma araucano Cuyum puulli, tierra arenisca, naturales de que participa este suelo; pero de aquí no se
desprende que los "huarpes" traigan su origen de los "Araucanos", pues en el idioma "Quichua" la palabra
"Cuyo" significa: Vasallos de los monarcas del Perú.
La familia huarpe comprendía cuatro o cinco dialectos, pero sólo de los dos más norteños queda
material, bastante abundante por fortuna; esos dialectos eran los de los allentiac, millcayac, chiquillame o
puelche (si es que no eran dos distintos) y pehuenche primitivo.
De los últimos quedan unas pocas palabras sueltas. La toponimia local lo confirma. En cuanto a la
lengua de los pehuenches, no hay mayores datos. De los dialectos allentiac y millcayac tenemos, de cada
uno, un mediano arte y vocabulario hechos por el padre Luis de Valdivia, el mismo que compusiera la
primera gramática araucana en Chile, ambos publicados en Lima a principios del siglo XVII.
La obra sobre el millcayac, aunque editada, se había perdido hasta que hace una veintena de años
F. Márquez Miranda tuvo la fortuna de hallar un ejemplar intacto en la biblioteca de la Universidad del
Cuzco, donde había pasado desapercibido.
El millcayac que aparece en esa obra es muy semejante al allentiac, de modo que se trata de un
dialecto poco diferenciado; por lo mismo los limitaremos aquí a presentar el resumen del dialecto allentiac,
según la reproducción que hizo Canals Frau en los Anales de Mendoza.
Para señalar el género se usa la palabra yag, pospuesta, para el sexo masculino, y axe para el
femenino, tanto para seres humanos como para animales. Ejemplo: choto yag, varón bueno; xenec axe,
mujer mala. Los numerales son simples hasta el cinco, en forma indudable, luego el seis parece estar
constituido con la terminación uno en su final, cosa en discordancia con lo que sigue y que denota una
mezcla; el siete, ocho y nueve en allentiac se hacen con una terminación (qlu y qleu) que ha suscitado
algunas discusiones y que significa "sobre", "encima"; para nosotros es una construcción sobre el seis,
aunque aquí el seis este compuesto, y no sobre el cinco como generalmente se ha dicho, de acuerdo con
lo que hemos explicado sobre el sistema senario decimal; para confirmarlo tenemos el nueve del
millcayac, que está perfectamente hecho en forma de resta sobre el diez, como en el aymara.
VIVIENDA y VESTIMENTA
La vivienda variaba de acuerdo al microclima donde se encontraba: en los cerros eran de piedra y
en el pedemonte de barro y paja.
Emplearon figuras antropomorfas para alfarería o tallados de piedra; hicieron pictografías
(Antofagasta de la Sierra) pero sobresalieron en la cestería.
Usaban camisetas sin mangas en lana o fibra vegetal que ataban a la cintura. Con esto es fácil
deducir que conocían en el hilado. En los pies usaban ojotas.
Debido a las características del relieve del departamento de Tunuyán se estima que eran dos tipos
de vestimenta: la que correspondía a la zona montañosa: Utilizaban dos mantas. Una que, desde la
cintura llegaba hasta las rodillas. Otra sobre los hombros que se ajustaba al pecho, sujetada por delante
con una espina de cactácea o alguna otra especie de pincho. En la planicie adoptaron la "camiseta
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andina" la cual tenía en su confección mucha influencia incaica. Era una especie de camiseta larga tejida,
sin mangas o con mangas cortas (hasta fue de uso común entre otros pueblos).
Algunas mujeres adornaban sus prendas con pieles de guanaco que ataban a los hombros o
ceñían a la cintura. También se adornaban con largos collares.
ECONOMIA
Se basaba en el cultivo del maíz, aunque en forma muy rudimentaria. También cultivaban zapallo,
poroto, calabaza, mate. Las influencias incaicas no hicieron abandonar prácticas muy arraigadas como la
caza y la pesca. Producían la "quinoa", especie de trigo indio con el que hacían pan y que era muy
utilizado por los indios de América. Se han encontrado morteros excavados en el suelo rocoso y en
grupos, que habrían servido para moler maíz, y que a su vez podrían haber servido como depósito de
agua. El algarrobo era el árbol que les proporcionaba el alimento más importante de su dieta. Con sus
semillas molidas hacían harina para fabricar el patay o "pan indio" y también una bebida alcohólica: la
"aloja"el Patay, (especie de pan) y que se sigue haciendo hasta nuestro días, también utilizaban los frutos
del chañar coma parte de su dieta, con el que hacían bebidas alcohólicas.
En las zonas de ríos y lagunas, pescaban. Con respecto a la pesca, utilizaron una balsa hecha con
junco o totora fuertemente atados que impulsaban con una larga vara que manejaban parados en su parte
posterior. Pescaban con una lanza. La laguna era la de Guanacache y allí también cazaban patos: ponían
una calabaza en su cabeza y se introducían al agua, al acercarse un pato, lo tomaban y sumergían
velozmente sin hacer ruido (evitando así el alboroto).
No usaban medios de transporte terrestres. El transporte lo realizaban en forma pedestre. Eran
muy buenos caminadores, lo que asombró los españoles a su llegada. Alonso de Ovalle observó el
método huarpe para cazar: seguían al animal trotando constantemente durante 2 ó 3 días (casi sin poder
beber ni comer) al cabo de los cuales el animal, agotado, nada podía hacer para evitar su captura.
Las mujeres transportaban a sus hijos en una especie de cuna que soportaban sobre su espalda.
CESTERIA y CERÁMICA. ADORNOS
Entotorar: Se destacaron en esta industria. Eran tejedores de fibras vegetales (totora).
Confeccionaban cestos o canastas de diferentes formas y tamaños, especialmente para uso doméstico.
Estos eran adornados con lanas de diversos colores.
Alfarería: Trabajaban la cerámica fina y fabricaban vasijas y cacharos a los cuales pintaban con
figuras casi siempre de formas geométricas.
A este aspecto el P. Ovalle dice: "Podían hacer cestos y canastillas de varias formas uy figuras,
todo de paja, pero tan fuertes y apretados, que aunque los llenen de agua no sale, y así de este material
se hacen los vasos las tazas en que beben y como no se quiebran aunque se caigan al suelo, duran
mucho".
La cestería conocieron y fabricaron mucho, tanto común lisa, como con decoraciones a base de
dibujos geométricos, pero siempre, en color natural.
El más común era el Tambetá (adorno labial). Ejemplares de ello han sido encontrados en
Mendoza y en San Francisco del Monte de Oro.
Usaban la pintura en la cara, sobre todo para la guerra. Usaban collares de valvas y caracoles
terrestres.
MÚSICA
Al saber no solían cantar. Sus expresiones artísticas se limitaban a danzar al compás de golpes
sobre un instrumento a percusión. Estas danzas las realizaban en los entierros, cuándo un pueblo visitaba
a otro y ante el peligro de alguna batalla.
ARMAS
Arco, flechas con puntas de piedras o huesos, raspadores, rudimentarios cuchillos de piedras, etc...
También fueron cazadores y recolectores. Usaban el arco y la flecha para cazar guanacos, liebres
y ñandúes. Pescaban y cazaban patos y otras aves acuáticas. Las mujeres recolectaban frutos, semillas,
raíces y huevos.
Armas de caza: Tallaban punta de proyectiles con piedras que enlazaban a largas lanzas de
madera. También utilizaban: arcos, flechas, hondas y boleadoras. Con estas últimas cazaban guanacos y
ñandúes al pie de la cordillera

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