Está en la página 1de 4

Inconclusiones

El ensayo soy Yo

Roberto Bolaños Godoy

Pocas polémicas tan ríspidas como en la que recientemente se ha envuelto el ensayo como
objeto de discusión. El principal problema, al parecer, es definirlo, pero al hacerlo no todos
quedan conformes. Pareciera que un género que en nuestra lengua se había desarrollado
libremente al no llamar la atención de nadie, ha despertado un interés y cada vez mayor por
delinearlo de manera crítica, por lo que no se ha tratado de una querella estéril.
Ni los poetas se enfrascan en discusiones sobre lo que entienden en poesía, ni los
dramaturgos. Los narradores sí, pero sus discrepancias suelen ser por aquello que narran o
consideran necesario que se narre: ¿la realidad cruel y sin remedio o la fantasía de un
universo aparte?; ¿el mundo interior, con todas sus contradicciones o los experimentos
metaliterarios y autorreferenciales? En cambio, las diferencias sobre el ensayo son más
elementales, son de tipo formal. Los ensayistas no se desencuentran sobre aquello de los
que sus ensayos tratan, sino sobre cómo lo hacen.
Antes ya, Antonio Alatorre y Evodio Escalante se enfrentaron al atacar y defender,
respectivamente, al ensayo de crítica libre y al ensayo de crítica académico. No han sido
muy diferentes las circunstancias que han enfrentado a Luigi Amara, Heriberto Yépez y
Rafael Lemus con el ensayo ensayo, el ensayo de tesis, el ensayo que no es ensayo y demás
especímenes.
(Mientras escribía este texto intenté elaborar una síntesis de la discusión, pero muy
pronto entendí que al hacerlo excedería por mucho el espacio destinado para este artículo,
de modo que, apelando a la curiosidad del lector, dejaré las referencias necesarias para que
se entienda aquello con lo que la presente colaboración intenta dialogar: Luigi Amara, “El
ensayo ensayo” en Letras Libres, http://www.letraslibres.com/revista/convivio/el-ensayo-
ensayo; Heriberto Yépez, “Ilusiones del ensayo ensayo” en Laberinto,
http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9118930; Luigi Amara “Un ensayo es un ensayo
es un ensayo” en Laberinto, http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9123066; Rafael
Lemus, “El ensayo como práctica” en Letras Libres,
http://www.letraslibres.com/revista/letrillas/el-ensayo-como-practica; Heriberto Yépez,
“Lemus versus Amara” en Laberinto,
http://issuu.com/laberintomilenio/docs/laberintomilenio; Luigi Amara, “Ráfagas sobre el
ensayo” en Letras Libres, http://www.letraslibres.com/revista/letrillas/rafagas-sobre-el-
ensayo).
Supongo que ante posiciones tan dispares es difícil no tomar partido, mi ánimo
conciliador, sin embargo, me inclina a pensar que los tres tienen un poco de razón y a la vez
no. Al margen de esta polémica me permitiré hacer algunas aportaciones, o al menos,
impresiones propias.
Tal parece que la formulación de poéticas personales sobre el ensayo puede ya
considerarse como un subgénero de la crítica literaria y del ensayo mismo. Lo anterior ha
sido un ir y venir de posturas encontradas, estas poéticas (de, para, sobre) el ensayo son
comunes (José Luis Martínez, Gabriel Zaid, Octavio Paz, Vivian Abenshushan, Geney
Beltrán Félix, Eduardo Huchín Sosa), y aunque siempre tienen la utilidad de orientarnos,
muchas veces también padecen del mal de la restricción regañona: hacer parecer que el
ensayo que nosotros creemos necesario excluye a otros, es decir, se corre el riesgo de
parece autoritario y dogmático. En esto han incurrido los tres involucrados en la discusión.
Claro, no hay nada de malo en ello, la crítica literaria es así, por eso es tan
detestada, pero por mi particular interés por el ensayo, creo (al contrario de Amara) que al
cerrarse se pierde mucho más de lo que se gana. Luigi Amara olvida, por ejemplo, que la
subjetividad también está en sostener una postura y defender una tesis, y cuántos textos
conmovedores, poderosos y estéticos hay sobre tantos temas, y no sólo el Yo o la escritura o
la literatura, cuántos ensayos que leemos como tales sin que sus autores los hayan escrito
con esa consciencia, desde las cartas de Séneca hasta la obra de Freud.
Me inclino más por la postura de una ensayista muy sagaz a la que admiro bastante,
Vivian Abenshushan: “Es difícil equivocar los límites del ensayo, pues carece de ellos, Sólo
una cosa hay que exigirle: procurarse un estilo” (“Contra el ensayista sin estilo” en Una
habitación desordenada, Equilibrista, 2007). No olvidemos que mucho de lo que no se ha
escrito como literatura ahora se lee y se estudia como tal, ¿por qué desaprobar todo lo que
no se ha escrito como ensayo si al final resulte (aunque trate de economía o política) ser un
objeto artístico por la precisión y belleza de su estilo?
Tampoco le temo, como Amara, a que el ensayo se vuelva amorfo, porque se trata
de una cuestión de perspectiva. Simplemente uno lo cree o no lo cree. Y yo sí creo que en el
ensayo cabe todo: todos los temas y todos los géneros literarios y no literarios, y más aún,
debemos empezar a entender al ensayo no como un género transgénero, sino como una
forma de escritura andrógina.
Por otro lado, comparto la idea que Amara defiende sobre la preponderancia de la
subjetividad y la tentatividad en el ensayo como marcas particulares (lo cual implica que el
ensayista no puede asumir que detenta verdades absolutas); en este sentido, yo abogaría por
un ensayo que esté consciente de sus limitaciones y las crea virtudes si no es que grandezas:
un ensayo inconclusivo, provisional. La naturaleza del ensayo es la del borrador a
diferencia de lo que cree Amara, no por inacabado o abandonado, sino porque en él no está
dicha la última palabra.
Como Lemus, abogo por un ensayo no monotemático, es decir, no con
preponderancia en el Yo sobre el resto de los asuntos de la cotidianidad usados como meros
pretextos; creo más bien necesario un ensayo omnívoro, que además sea todo aquello que
coma. Que devore con voracidad, que la bestia perturbe porque ella misma sea
perturbación. No importa la temática, o si el ensayo sostiene una tesis o sólo divaga,
mientras su estilo sea preciso y único -si es prosa verdadera y no sólo texto con ideas-
entonces será ensayo por ser algo más: un objeto verbal artístico, deliberada y
soberanamente creado para ser obra y no un frío documento.
Aunque tampoco podemos decir que el estilo lo sea todo, no sólo se trata de una
postura estética, sino ética. Lilian Weinberg, gran estudiosa del ensayo hispánico, ha
escrito: “No se lo puede definir por sólo sus temas o su estilo, sino por su tarea a un tiempo
creativa, crítica e interpretativa que su autor lleva a cabo y por la cual el ensayo entra a su
vez en diálogo con un sistema y tradición literarios específicos y con un campo cultural
mayor, cuyos límites él mismo descubre y delínea” (El ensayo, entre el paraíso y el
infierno, UNAM, 2001).
Para qué limitarlo si puede haber tantas variantes de ensayo como Yos que lo
escriban, tantos tipos de stream of consciousness para esa novela en la que cada uno es
protagonista. La salud del ensayo dependerá de que siga siendo personal, porque así no será
nunca parecido uno al otro.
Aunque, desde luego, en esta discusión entre ensayistas, el tema no ha sido ni
remotamente agotado.

Coda: Agradezco a La Jornada Aguascalientes por el presente espacio. En Inconclusiones


se discutirán temas culturales y sobre todo literarios; se abordarán asuntos coyunturales
pero también se mirará al pasado; se pondrán a examen las lecturas y las relecturas.
Intentará ser un ágora, un sitio de conversación y una tertulia horizontal, más que una
cátedra, una conferencia o un discurso vertical, por lo tanto, todo lo que aquí se exponga
podrá y deberá ser puesto en duda. En un lugar de inconclusiones nunca estará dicho todo.
Considérelo el lector como una invitación.

También podría gustarte