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Fundamentos de Psicobiología - (Fundamentos de Psicobiología)
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Reacción de alarma
En 1929, Walter Bradford Cannon acuñó el término homeóstasis, con el que se refe-
ría al conjunto de procesos que se ponen en marcha con el fin de mantener estable el
medio interno del organismo, ante los estímulos ambientales que puedan desequi-
librarlo.
El sujeto puede responder ante situaciones que ponen en peligro su vida, luchan-
do o huyendo de las mismas. Estas respuestas de lucha y huida, según Cannon, depen-
den fundamentalmente del sistema nervioso autónomo y de la médula suprarrenal.
La finalidad de la reacción de alarma es la movilización de los recursos corpora-
les para una respuesta rápida de lucha o huida en presencia de un estímulo potencial-
mente nocivo para el organismo.
Medicina psicosomática
En 1935, Dunbar publicó un libro sobre las emociones y los cambios corporales
generados por las mismas. Cuatro años después, se fundó la Sociedad Americana de
Medicina Psicosomática y se publicó el primer número de la revista Journal of
Psychosomatic Medicine.
En 1939, Alexander propuso que la medicina psicosomática se encargaba de estu-
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En 1956, Selye publicó el libro The stress of life, en el que explicaba cómo llegó a descu-
brir el síndrome general de adaptación. Con veintiocho años, Selye estaba investigando las
hormonas gonadales y descubrió que la inyección de extractos ováricos generaba en los ani-
males un aumento del peso de las glándulas suprarrenales, la atrofia del timo y de los gan-
glios linfáticos y la aparición de úlceras gástricas. Selye continuó su investigación y pudo
observar que la administración de extractos de placenta, de riñón, de bazo y de otras muchas
sustancias producía el mismo efecto. Este hallazgo decepcionó al investigador a causa de la
inespecificidad del efecto. No obstante, más tarde Selye demostró que estímulos como el frío,
el calor, la administración de sustancias como la adrenalina, el ejercicio forzado, etc. tam-
bién producían los síntomas del síndrome general de adaptación. Selye describió las reac-
ciones del organismo ante estímulos adversos y demostró que dichas reacciones eran las mis-
mas independientemente del agente desencadenante.
Figura 91. Vías simpáticas y parasimpáticas del sistema nervioso autónomo: la activación del sis-
tema nervioso simpático se inicia cuando la información hipotalámica llega a las células pregan-
glionares simpáticas de la médula espinal, por medio del núcleo paraventricular del hipotálamo o,
indirectamente, a través del núcleo del tracto solitario. Esta información llega a la cadena ganglio-
nar simpática paravertebral, donde se localiza la sinapsis con las neuronas posganglionares. Estas
últimas liberan noradrenalina en los diferentes órganos que inervan. Asimismo, las neuronas pre-
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Figura 92. En respuesta al estrés, las neuronas parvocelulares del núcleo paraventricular del hipo-
tálamo sintetizan el factor liberador de corticotropina (CRF). Este último será liberado en el siste-
ma portal hipotálamo-hipofítico, produciendo la secreción de un péptido, la hormona adrenocor-
ticotropa (ACTH), en la circulación sanguínea. La ACTH activa la captación de glucosa en los
músculos y estimula la secreción de glucocorticoides en la corteza de la glándula suprarrenal.
(Adaptada de Sandi y col., 2001).
Figura 93. Diferentes capas estructurales de las glándulas suprarrenales. (Adaptada de Sandi y col.,
2001).
nueva glucosa y reparar los tejidos dañados. Así pues, el glucagón, contrariamente
a la acción de la insulina, hace aumentar la glucemia, actuando por medio del
aumento de la actividad fosforilásica del hígado con el fin de movilizar las reservas
de glucógeno hepático y aumentando la utilización periférica de glucosa. Estas hor-
monas estimulan la capacidad de respuesta conductual, llevando probablemente
sus efectos al cerebro.
Entre otras acciones, una secreción prolongada de estas hormonas esteroidales:
• Inhibe los procesos inflamatorios que ayudan al organismo a reducir el daño
en los tejidos en caso de lesiones.
• Reduce la respuesta del sistema inmunitario y, por consiguiente, disminuye la
resistencia a la infección.
Figura 94. Interacción de las respuestas rápidas y a largo plazo del estrés. (Adaptada de Sandi y
col., 2001).
Los glucocorticoides generan una amplia variedad de efectos, tanto en los tejidos
periféricos como en el sistema nervioso central.
Figura 95. Respuesta cardiovascular y renal al estrés: la vasopresina, o también denominada hor-
mona antidiurética (ADH), y otras hormonas relacionadas regulan el equilibrio hídrico del cuerpo,
con el fin de preservar el volumen del líquido que rodea las células y mantener el flujo sanguíneo
constante en los órganos que lo necesitan, en respuesta a un estímulo estresante.
La mayor parte de las reservas energéticas del cuerpo se almacenan como grasas
(triglicéridos) y una pequeña cantidad lo harán como glucógeno o proteínas. Es con-
veniente considerar que un gramo de grasa es capaz de almacenar el doble de ener-
gía que un gramo de glucógeno.
Movilización de la energía ante un agente estresante
En una situación de estrés, los glucocorticoides (como el cortisol), el glucagón y la adre-
nalina estimulan la conversión de los triglicéridos (TG) en ácidos grasos libres. Asimismo,
el cortisol ayuda a convertir las proteínas de los músculos inactivados en aminoácidos. Así,
tanto los aminoácidos como los ácidos grasos llegan al hígado, lugar donde finalmente
serán transformados en glucosa, por medio del proceso de gluconeogénesis. La glucosa
almacenada en el hígado también es convertida en glucosa (glucogenólisis). Durante el
estrés, la insulina es inhibida porque esta hormona estimula el almacenamiento de los áci-
dos grasos como triglicéridos y de los aminoácidos como proteínas.
El estrés prolongado genera una inhibición de todas las actividades dirigidas hacia
el crecimiento, reproducción y resistencia a la infección, en favor de los mecanismos
que facilitan la movilización inmediata de energía.
Figura 114. La hormona del crecimiento (GH) controla el proceso de crecimiento, actuando direc-
tamente sobre las células del cuerpo y activando la secreción de somatomedinas para que estas
últimas fomenten la división celular. Las hormonas tiroidales (T3 y T4) activan la secreción de GH y
hacen más sensibles los huesos frente a la acción de las somatomedinas. Los estrógenos contri-
buyen al crecimiento de los huesos largos y aumentan la secreción de GH. La testosterona, del mismo
modo que el estradiol, facilita el crecimiento de los huesos largos y potencia el crecimiento muscular.
Figura 98. Efectos del estrés sobre la secreción de las hormonas gonadales. (Adaptada de Sandi
y col., 2001).
mento del riego sanguíneo del pene y con el bloqueo de la vía de salida de la sangre,
con lo que el pene se llena de sangre y se endurece.
La erección hemodinámica está controlada por el sistema nervioso parasimpáti-
co; ante situaciones de estrés, este último es inhibido, y produce un bloqueo de dicha
conducta. El estrés incide sobre la erección peneana, por medio de la inhibición del
sistema nervioso parasimpático.
ninas hay una enzima, la α-aromatasa, que convierte estas hormonas masculinas en
estrógenos (hormonas femeninas).
El estrés reduce el número de células adiposas y, por tanto, disminuyen las canti-
dades de α-aromatasa; con ello, se inhiben algunos aspectos del sistema reproductor
femenino.
La respuesta de estrés facilita la secreción de endorfinas y encefalinas, sustancias
que inhiben la secreción de GnRH. Asimismo, la liberación de prolactina y de gluco-
corticoides durante la respuesta de estrés inhibe la sensibilidad de las gónadas a la LH.
El estrés inhibe los niveles de progesterora, con lo que se interrumpe la madura-
ción de las paredes uterinas.
Como los estrógenos contribuyen a recalcificar los huesos y ayudan a impedir la
aterosclerosis, su inhibición durante el estrés puede afectar a los sistemas cardiovas-
culares y músculo-esquelético. La disminución de los niveles circulantes de estróge-
nos durante el estrés inhibe el deseo sexual en las mujeres.
El estrés altera el ciclo reproductivo e influye negativamente sobre el deseo sexual
femenino.
El estrés reduce los niveles de testosterona, en machos, y de estradiol, en hembras,
de manera que afecta a diferentes niveles del haz endocrino.
des, puesto que disponía de grandes cantidades de receptores para estas hormonas.
En los años ochenta pudo demostrarse que la sobreexposición a los glucocorticoides
liberados en la respuesta de estrés tenía un efecto neurotóxico sobre las neuronas
hipocampales.
Varios estudios llevados a cabo por Sapolsky y colaboradores han mostrado que
la exposición a largo plazo a los glucocorticoides destruye las neuronas de CA1 del
hipocampo, haciéndolas más sensibles a situaciones adversas como, por ejemplo, la
disminución del flujo sanguíneo.
Los glucocorticoides inhiben el suministro de glucosa a las neuronas hipocam-
pales, y las hacen más susceptibles a procesos degenerativos.
Figura 99. Efectos del estrés sobre las neuronas hipocampales. Las neuronas del hipocampo dispo-
nen de receptores para los glucocorticoides. Al ser de tipo esteroidal, estas hormonas pueden atrave-
sar con facilidad la barrera hematoencefálica, unirse a sus receptores y poner en marcha una cascada
intracelular que implicaría una entrada masiva de calcio en la neurona (adaptado de Pinel, 2001).
El sistema inmunitario tiene como función la protección del cuerpo contra las infec-
ciones causadas por patógenos y, al mismo tiempo, debe mantener la tolerancia hacia
los componentes del propio organismo. Por este motivo, este sistema ha desarrollado
Figura 100. Efectos del estrés sobre la pérdida de neuronas del hipocampo, afectando a la retro-
alimentación negativa sobre el haz hipotálamo-hipofisario-adrenal.
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Figura 101. Diferentes mecanismos del sistema inmunitario. (Adaptada de Pinel, 2001).
todo un conjunto de respuestas muy variadas apropiadas para combatir los diferentes
agentes agresores sin dañar las propias células.
Con el fin de defender el cuerpo de las infecciones, en primer lugar se debe reco-
nocer el patógeno para poder establecer la respuesta más adecuada. El sistema inmu-
nitario dispone de dos tipos de mecanismos de defensa:
1) Inmunidad innata, mecanismo basado en una respuesta inespecífica a la
lesión del tejido por parte de un organismo invasor, mediante la cual se incre-
menta la circulación sanguínea, se produce una respuesta inflamatoria y se
intenta destruir el patógeno. Esta respuesta es de acción muy rápida y se carac
teriza por desarrollar un mecanismo inespecífico de reconocimiento del pató
geno. Tiene lugar en las primeras etapas de la infección y su finalidad consis
te en destruir el patógeno o mantenerlo bajo control mientras se desarrollan
los mecanismos de respuesta específica. Los agentes extraños son atacados de
manera generalizada por fagocitos (monocitos/macrófagos y neutrófilos). Los
fagocitos son capaces de reconocer directamente algunos patógenos, ingerir-
los y destruirlos; en concreto, los macrófagos segregan unas proteínas denomi-
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Figura 102. Respuestas específicas del sistema inmunitario. Arriba, inmunidad dirigida por células:
cuando un macrófago ingiere un organismo invasor, se desencadenan unos mecanismos intracelu-
lares que exponen los antígenos del patógeno a la membrana del fagocito. Este hecho atrae los lin-
focitos T, los cuales se unen al macrófago por medio de un receptor de membrana. Se iniciará una
serie de reacciones que harán proliferar los linfocitos T con receptores específicos por el antígeno
del patógeno, con el fin de poderlo destruir. Abajo, Inmunidad dirigida químicamente: un linfocito
B se puede unir directamente a un antígeno de un invasor; lo que genera la proliferación y diferen-
ciación de las células T y la secreción de los anticuerpos, para eliminar o inactivar el patógeno.
(Adaptada de Pinel, 2001).
Psiconeuroinmunología
“Ante todo el cúmulo de datos que estaban surgiendo sobre la relación entre el sistema
neuroendocrino y el sistema inmunitario, decidí poner un cartel sobre la puerta del labo-
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Ader (1981) estaba investigando la aversión al gusto, aplicando una droga que
producía dolor de estómago a ratas que ingerían agua con sacarina. Las ratas genera-
ron aversión al sabor del agua edulcorada. Ader extinguió este condicionamiento
exponiéndoles a las ratas el agua con sacarina sin la droga, durante varios ensayos.
Aproximadamente un mes después, algunos animales murieron, dado que la droga,
además de producir dolor de estómago, generaba inmunosupresión. Por tanto, Ader
consiguió condicionar la respuesta inmunitaria, puesto que la presencia sola de agua
edulcorada era capaz de suprimir la respuesta inmune.
El tejido inmunitario es sensible a muchas hormonas que son segregadas por la hipó-
fisis bajo control neural. Probablemente, uno de los ejemplos más claros de la influen-
cia del sistema nervioso sobre el sistema inmunitario sea el paradigma de inmuno-
supresión condicionada.
En 1982, Ader y Cohen estudiaron una especie de ratones que desarrollaban enfer-
medades espontáneas a través de un mecanismo de hiperactividad inmune. Estos
investigadores demostraron que por medio de técnicas de condicionamiento clásico
podían sustituir una droga inmunosupresora (para controlar este exceso de actividad
inmunitaria) por un estímulo condicionado y modificar, de este modo, el sistema
inmunitario de los animales.
Las neuronas del núcleo central de la amígdala proyectan hacia las neuronas que
segregan CRF del núcleo paraventricular del hipotálamo; por este motivo, es lógico
pensar que la respuesta emocional negativa esté muy relacionada con la respuesta de
estrés y la inmunosupresión.
Varios estudios sugieren que la inmunosupresión que no es debida a la secreción
de glucocorticoides podría estar bajo control neural directo, puesto que tanto la glán-
dula del timo como la médula ósea y los nódulos linfáticos reciben inputs neurales.
El sistema inmune es sensible a muchas sustancias segregadas por el sistema ner-
vioso.
Shavit y colaboradores observaron que una descarga eléctrica intermitente que
fuera inevitable producía una reducción de la sensibilidad al dolor y una supresión
de la producción de células NK (natural killers) del sistema inmunitario en los anima-
les experimentales, por medio de la liberación de opiáceos endógenos.
El sistema nervioso puede regular directamente el efecto del estrés sobre el siste-
ma inmunitario.
Varios trabajos han demostrado que una amplia variedad de estímulos estresan-
tes pueden aumentar la susceptibilidad a sufrir ciertos procesos patológicos, como las
enfermedades infecciosas y/o autoinmunes.
Feigenbaum, Masi y Kaplan en 1979 observaron, por ejemplo, que las enfermeda-
des autoinmunológicas empeoran cuando el sujeto se encuentra sometido a estrés.
Se ha podido comprobar que el estrés afecta al curso de algunos tipos de cáncer:
• El estrés puede inducir en el hecho de que los tumores tengan un crecimien-
to más rápido.
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Existe una relación muy fuerte entre estrés, ansiedad y adicción. Para poder enten-
der los mecanismos subyacentes a la adicción, es necesario tener una descripción
más o menos específica de la respuesta de estrés y de las estructuras y circuitos que
la controlan y que su disfunción puede implicar la génesis de algunos trastornos de
ansiedad.
En diferentes modelos animales y en seres humanos, se ha podido comprobar que
el estrés es capaz de provocar el restablecimiento del uso de la droga (Marinelli y
Piazza, 2002; Shaham y col., 2000). Algunos autores sugieren que los mecanismos sub-
yacentes a las recaídas inducidas por el estrés podrían implicar la activación de los cir-
cuitos nerviosos del refuerzo y podrían parecerse más a una re-exposición a la droga
que a los síntomas asociados a la retirada de la misma (Hyman y col., 2006). Hoy en
día, sabemos que el estrés puede activar el sustrato nervioso del refuerzo actuando
mediante la liberación de glucocorticoides, adrenalina, hormona liberadora de cor-
ticotropina (CRH), opiáceos endógenos, etc. No obstante, la implicación de los cir-
cuitos de la corteza prefrontal parece desempeñar un papel crítico (Kalivas y col.,
2005; Marinelli y Piazza, 2002).
Se ha podido demostrar que la liberación de glucocorticoides en situaciones de estrés
puede afectar a nivel periférico y central. En el sistema nervioso central, los glucocor-
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Figura 103. Diferentes autores (Hyman y col., 2006; Nestler, 2002) han sugerido que la respues-
ta de estrés podría estar relacionada con la adicción actuando a través de dos sistemas claramen-
te diferenciados: a través de la activación del eje HPA y a través de su afectación sobre la corteza
prefrontal.
ticoides tienen un papel fundamental en el control de la actividad del eje HPA a tra-
vés de un efecto de retroalimentación negativa en la glándula pituitaria, el hipotála-
mo (núcleo paraventricular), el hipocampo y en la corteza prefrontal (Armario, 2006).
Otro aspecto muy importante a tener presente es si los mecanismos neurobioló-
gicos y los desequilibrios entre diferentes sustancias neurotransmisoras implicadas en
el refuerzo y los sistemas de estrés (sistema de opiáceos endógenos, hormonas libe-
radas en situaciones de estrés, sistemas dopaminérgicos mesolímbico y mesocorti-
cal, etc.) podrían subyacer a la vulnerabilidad potencial al uso de la droga o bien serí-
an el resultado de los efectos de su consumo. Con relación a esta cuestión, existen
evidencias experimentales que sugieren que la búsqueda compulsiva de una droga pare-
ce activar un complejo circuito que comprendería al estriado ventral, al pálido ven-
tral, al tálamo y a la corteza orbitofrontal. Algunos autores han sugerido que este cir-
cuito podría ser el sustrato de la vulnerabilidad al consumo de la droga (Koob y
Lemoal, 2006).
En genética humana, existen algunos ejemplos que ponen de manifiesto la impor-
tancia de la regulación y los cambios fenotípicos ligados a diferentes aspectos, ¿podría
ser la adicción uno de esos ejemplos? Es cierto que los genes pueden expresarse de forma
diferencial con relación al ambiente. Por ejemplo, hoy en día para algunos tipos de
patologías se habla de factores ambientales de riesgo y factores ambientales protec-
tores. Es posible aumentar la expresión de los genes de riesgo para una determinada
enfermedad cuando la persona está expuesta a factores ambientales de riesgo. Del mismo
modo, también se puede disminuir la expresión de los genes de riesgo aportando fac-
tores ambientales protectores. En psicopatología, por ejemplo, se ha podido com-
probar que el estrés (teniendo sobre todo presente los efectos fisiológicos de una res-
puesta a largo plazo con relación a la activación del eje hipotálamo-hipofisario-adrenal)
constituye uno de los factores ambientales que pueden aumentar de manera notable
los efectos de los genes de riesgo de algunas alteraciones.
¿Qué relación puede tener el estrés con la adicción? Tal como veíamos anteriormen-
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te, la respuesta de estrés puede constituir un mecanismo capaz de inducir las recaídas
en la adicción a las drogas (Marinelli y Piazza, 2002; Piazza y Le Moal, 1998; Stewart,
2003). La administración de estrés agudo puede aumentar la ratio AMPA/NMDA en las
sinapsis excitatorias sobre las neuronas dopaminérgicas del área tegmental ventral.
Además dicho incremento parece inhibirse después de la administración de un anta-
gonista del receptor NMDA (Saal y col., 2003). Sobre la base de estos resultados, algu-
nos autores han sugerido la posibilidad de que la administración de sustancias de
abuso podría elicitar una respuesta de estrés que fuera la responsable de la inducción
de PLP. No obstante, se ha podido comprobar que la administración de antagonistas
de los receptores de glucocorticoides bloquean la potenciación causada por estrés pero
no la inducida por cocaína (Saal y col., 2003). De forma contraria, los antagonistas de
Figura 104. Cascadas intracelulares inducidas por medio de la estimulación de receptores por la dopa-
mina y por el glutamato en el estriado. La estimulación del receptor D1 activa la adenilatociclasa que,
a su vez, activa la cascada del AMP cíclico; el receptor NMDA permitirá la entrada de calcio. Estos
segundos mensajeros (AMPc y Ca2+) activan varias quinasas, como la proteína quinasa que depen-
de de AMPc (PKA), la proteína quinasa que depende de calcio/calmodulina tipo VI (CaMKIV), así como
la proteína quinasa activada por mitógenos (MAPK). Estas quinasas convergen en la transcripción
del factor CREB, el cual parece regular los genes implicados en las neuroadaptaciones homeostáti-
cas y los genes que podrían poseer un papel crítico en los procesos de remodelación sináptica.
(Adaptada de Kauer, 2004).
mismas adaptaciones sinápticas en las neuronas dopaminérgicas del área tegmental ven-
tral, lo hacen a través de mecanismos diferentes (Kauer y Malenka, 2007).
Dentro de los efectos de las proyecciones dopaminérgicas del estriado sobre la
inducción de la expresión génica y sobre los cambios a largo plazo observados en la
eficacia sináptica y en la morfología estructural de la célula, se ha destacado la impor-
tancia del receptor D1 (Beninger y Millar, 1998; Kauer y Malenka, 2007). Este recep-
tor en el estriado estimula el enzima adenilatociclasa y activa la proteína quinasa
dependiente de APM cíclico, que por su parte es capaz de fosforilar numerosos subs-
tratos como canales L de calcio, sodio y potasio, receptores NMDA, factores de trans-
cripción y otros componentes de señalización intracelular (Berke y Hyman, 2000;
Hyman y Malenka, 2001; Kauer y Malenka, 2007).
Tanto las drogas como el estrés generan una potenciación de las sinapsis excita-
torias en las neuronas dopaminérgicas del área tegmental ventral. Esta adaptación sináp-
tica no predice por si misma la adicción que sobrevendrá. La adicción raras veces
ocurre después de una sola exposición al alcohol o a la nicotina, y estas drogas poten-
cian las sinapsis de las neuronas dopaminérgicas del área tegmental ventral. Además,
una exposición a un episodio de estrés agudo tampoco lleva a la adicción a una sus-
tancia, a pesar de que dicha experiencia también potencia las sinapsis en el área teg-
mental ventral. En lugar de esto, numerosas evidencias sugieren que la PLP en las sinap-
sis excitatorias sobre las neuronas dopaminérgicas del área tegmental ventral inducida
por un uso puntual de una droga o por un episodio específico de estrés contribuye a
las adaptaciones neurales tempranas que se requieren para el desarrollo posterior de
la adicción. Actuamente, algunos autores y equipos de investigación se encuentran
trabajando en intentar dilucidar si dicha potenciación de las sinapsis en el área teg-
mental ventral pudiera contribuir también de manera importante a las recaídas que
se observan durante el proceso de adicción. Autores como Kauer y Malenka sugieren
que esto podría ocurrir debido a que el fortalecimiento de las sinapsis excitatorias sobre
las neuronas dopaminérgicas del área tegmental ventral podría modificar los niveles
o los patrones de liberación de dopamina en las estructuras dianas (como el núcleo
accumbens) y esto modular las conductas y asociaciones aprendidas que dependen de
la dopamina. De esta forma, podría haber una importante relación entre los cambios
sinápticos iniciales en el área tegmental ventral, inducidos rápidamente por el uso de
una droga, con las adaptaciones neurales en los circuitos que subyacen, en último tér-
mino, a las conductas persistentes que definen la adicción a una sustancia de abuso
(Kauer y Malenka, 2007).
el sitio de unión para la picrotoxina. Parece que algunos de los efectos ansiolíticos de
los antidepresivos que inhiben la recaptación de monoaminas también podrían estar
parcialmente mediados por el sistema de neurotransmisión gabaérgico. Sin embargo,
se desconoce el mecanismo de acción específico. Diferentes estudios han demostra-
do que la exposición a estrés crónico o a estrés agudo inescapable altera los dominios
de unión para las benzodiacepinas en el complejo-receptor GABAA, en diferentes
regiones cerebrales como el córtex frontal, el hipocampo y el hipotálamo. Parece que
estos efectos se encuentran mediados por la presencia de glucocorticoides en sangre,
ya que estos esteroides alteran los niveles de ARN mensajero para diferentes subuni-
dades del receptor GABAA. Asimismo, el estrés durante el desarrollo temprano provo-
ca reducciones significativas de lo siguiente:
1) De las concentraciones del complejo-receptor GABAA en el LC y en el núcleo
del lecho de la estría terminal.
2) De los sitios específicos de unión para las benzodiacepinas en el LC, en el
núcleo del lecho de la estría terminal, en el córtex frontal y en la amígdala.
3) De los niveles del ARN mensajero para las subunidades γ2 del complejo-recep-
tor GABAA en el LC, en el núcleo del lecho de la estría terminal y en la amíg-
dala.
tomas de ansiedad. Se ha podido comprobar en sujetos controles que, durante las situa-
ciones de estrés, los niveles plasmáticos de neuropéptido Y correlacionan positivamente
con la concentración de glucocorticoides. Por otra parte, pacientes con trastorno
de pánico presentan concentraciones elevadas de este neuropéptido. Esto podría
deberse a que se trata de un sistema neuromodulador que se opone funcionalmen-
te al eje HPA, y constituye una manera de compensación de una respuesta de ansie-
dad elevada.