Está en la página 1de 9

RAMON LLULL Y LA VÍA DE LA ACCIÓN.

No otro propósito nos trae que el de escudriñar en lo basilar del pensamiento y del accionar de Ramon Llull, intentar
adentrarnos en el conocimiento del genuino motor que movía los quehaceres y las inquietudes de este ilustre mallorquín de
ascendencia catalana y tratar de establecer los perfiles concretos que adquirió su manera de entender la existencia y el cosmos
…y resulta que tras haber estado navegando por su obra y su vida no creemos que podamos pecar de temerarios si -haciendo un
paralelismo con el gran intérprete de la Tradición Julius Evola (1)- establecemos que (echando precisamente mano de unos
términos acuñados por el mismo maestro italiano) su ´ecuación personal´ respondió a dos vectores principales: un impulso
irrenunciable hacia el hecho Trascendente y, aunque pueda resultar chocante, un hallar en la ´vía de la acción´ la manera y el
camino a seguir en pos de esa Trascendencia. Señalamos que puede resultar, para muchos, chocante el que establezcamos para
R. Llull esa ´vía de la acción´ en lugar de una ´vía de la contemplación´ a tenor de que, verbigracia, ingresó en la Orden de los
Terciarios Franciscanos y no lo hizo en una orden de caballería o en razón de que precisamente una de sus obras lleva por
título  Llibre de contemplació. Pero podríamos enfrascarnos en dilucidar el porqué optó por el ingreso en dicha orden y, de este
modo, quizás lo aparente pueda resultarnos precisamente así, ´aparente´, y no sustancial y/o primordial. Y es que, como primera
consideración, seguramente su ingente obra doctrinal no hubiera podido llegar a la dimensión a la que llegó si nuestro excelso
personaje hubiera sido un caballero andante (caballería terrenal) o un caballero-asceta (caballería celestial), pues las
ocupaciones propias del caballero le hubieran absorbido tal tamaña cantidad de tiempo que su producción escrita se habría
tenido que ver reducida en sumo grado.

El que su vida transcurriera, a menudo, en monasterios se explica igualmente por necesidades como la de aprender latín,
filosofía y gramática, cosa que fue posible con los monjes cistercienses del monasterio de La Real de Palma de Mallorca.

Nosotros adherimos a la certidumbre de que existen dos maneras de encarar lo Trascendente y Superior: una sería la ´vía de la
acción´ y otra la ´vía de la contemplación´. La primera es la ´vía del héroe´, pues es la vía de la búsqueda de la conquista de la
Inmortalidad que se emprende por parte de aquél que no se conforma con prolongar por siempre su estado ordinario de
conciencia sino que pugna por acceder a otros estados Superiores y Metafísicos de conciencia, pugna por su palingénesis o
transformación interior y pugna por arribar al Conocimiento de los planos Superiores de la Realidad. Esta ´vía heroica de la
acción´ es principalmente una vía de realización interior pero puede verse acompañada (como soporte y como trampolín) por
una acción exterior que bien puede ser la propia de la milicia, ya sea con el ejercicio propio de las armas o ya sea con la
aplicación a la vida cotidiana de los preceptos, la actitud y los valores propios del estamento militar, esto es, aplicando en el
quehacer rutinario el espíritu de superación de las adversidades, el espíritu de lucha y de sacrificio, el esfuerzo, la camaradería,
el valor, el honor, la fidelidad, la disciplina, el respeto a la jerarquía,… Se establece un paralelismo entre el combate externo
del milites del Espíritu con el combate en pos de la metanoia (transustanciación interna) que el mismo  milites está llevando a
cabo en su interior. El mismo fragor del combate exterior puede ayudar al combate interior, pues el apego extremo hacia el
propio compuesto físico-psíquico que el hombre ordinario experimenta a lo largo de su existencia se ve -aun en este tipo de
hombre común- aflojado en el clímax de la batalla y el hombre que ha optado por la ´vía heroica´ de su transformación interior
puede prolongar y/o fijar este aflojamiento de vínculos con la realidad ordinaria para ir descondicionándose de todo aquello que
mediatiza, liga, ata y esclaviza (las ´circunstancias´ de las que hablaba Ortega y Gasset sumadas al psiquismo del individuo) y
para ir adentrándose en los planos sutiles y metafísicos de la realidad. Se tenga, no obstante, siempre presente que el fin último
de Héroe de la Tradición es el de ir más allá hasta incluso de ese mundo sutil -pero que forma parte de la manifestación- para
hacerse uno con el Uno; esto es con lo Inmanifestado, con el Principio Primero y Supremo que se halla en el origen y más allá del
mundo manifestado (en definitiva, coronar el Despertar del que, p. ej., nos habla el budismo).

Esta ´vía del héroe´ -la ´vía de la acción´- es para nosotros la que hemos de considerar como la propia de nuestro personaje de
estudio, por más que Ramon Llull no acabara por ser un hombre de ´encomienda´ sino un hombre -en determinados momentos
de su vida- de ´monasterio´. La encomienda representaría esa ´vía de la acción´ , pues en las encomiendas hallamos a esos
´medio monjes medio soldados´, a esos milites del Espíritu, que entre los miembros de su élite compaginaban la lid en el campo
externo de batalla con la lid -según expresión evoliana- sub specie interioritatis (en el campo interno de batalla) …compaginaban
pues la guerra con la Iniciación; compaginaban el combate armas en mano con el combate en pos de su transformación
ontológica (por la integración de su yo en el Ser Imperecedero que portamos en nuestro interior y que ha de ser despertado de
su letargo; de su ignorancia o, en sánscrito, avidja). El porqué consideramos a nuestro personaje ilustre como un hombre
volcado a la ´vía de la acción´ y no a la ´vía de la contemplación´ será trasunto del que nos ocuparemos adelante.

Pues bien, señalábamos con anterioridad que adherimos a la certidumbre de que existen dos maneras de encarar lo
Trascendente y Superior, una sería la ´vía de la acción´ y otra la ´vía de la contemplación´. Si ya hemos configurado los rasgos
distintivos de la primera nos hemos ahora de ocupar de desentrañar la segunda y de aclarar lo que, a nuestro modo de
entender, son confusiones respecto a ella. Con este propósito hemos de señalar que la ´vía de la contemplación´ es, bajo nuestro
manera de concebirla, equivalente a ´la vía pasiva´, en contraste con aquella otra   ´vía de la acción´ propia del Héroe de la
Tradición (2). La concebimos como mera manera de encarar a lo Superior y/o Absoluto a través de la simple fe (fideísmo), de la
devoción y de la espera pasiva a que las plegarias, los ayunos y la humildad tengan a bien el ser recompensados por la gracia de
Dios venida desde arriba, pues no se concibe el que uno pueda (tal como sí acaece en la ´vía de la acción´) ascender para
Conquistar la Inmortalidad con la valía de que uno dispone a través de los heroicos procesos -metódicos, constantes y arduos-
Iniciáticos. La ´vía de la contemplación´ no admite la posibilidad de ´Conquistar el Reino de los Cielos´ por los propios
medios, derribando, si cabe, la puerta de acceso a él, sino que, por el contrario, sólo admite, en pasiva espera, que la gracia
divina descienda sobre el que persiste en creer en lo divino, aun cuando dicha fe no suponga ningún cambio ontológico (en el
ser constitutivo del creyente), pues, repetimos, los cambios transustanciadores necesitan del trabajo metódico interior conocido
como Iniciación y precisa de técnicas de concentración y de visualización mentales constantes, metódicas y rigurosas. En el plano
de la metanoia y a la alétheia(literalmente ´desocultamiento del ser´, el cual se mantenía como tapado: aletargado) las letanías y
las oraciones no sirven en nada a aquel que, como el simple hombre religioso, no conoce más que de lo exotérico, de lo
devocional y del ritualismo vacío de contenido operativo y transformador. No sirven de nada a aquel que ignora que en
ocasiones pueden ser utilizadas -letanías y oraciones- a la manera de los mantras de los que nos habla el hinduismo y el budismo
y cuya pronunciación (oral o mental) puede ayudar al acercamiento al plano sutil de la realidad, ya que los dichos  mantras son
un reflejo y una evocación de los diferentes ritmos inherentes a las fuerzas sutiles que forman el entramado del cosmos y que lo
revisten de equilibrio y de armonía.

La ´vía de la contemplación´, pues, no abre el acceso a la gnosis del mundo Superior y no hace factible el segundo nacimiento o
renacimiento al plano Espiritual de la realidad; condición conquistada que sería la propia del ariya (vocablo pali). No hace posible
la transformación del creyente. No le descondiciona en lo más mínimo. No le hace posible el superar sus debilidades, sus
ataduras psíquicas y físicas, sus fobias y sus complejos. No le convierte en el ´señor de sí mismo´ que propone el taoísmo, en el
´gran autarca´ (Evola dixit) que no depende de nada exterior a sí y que se ha convertido en dominador de sus sentimientos, de
sus pasiones, de sus emociones, de sus pulsiones y de sus instintos. Tan solo le ayuda a fortalecer su fe y devoción hacia lo Sacro.

La ´vía de la contemplación´ tendría sus centros neurálgicos, y más que simbólicos, en el monasterio, mientras que en contraste
a éstos la ´vía de la acción´ sentaría sus reales en la encomienda (enclave de las órdenes ascético-guerreras). En el orbe en el
que, al menos nominalmente, allá por el Medievo -en el que vivió Ramon Llull-  situamos la Cristiandad el monasterio sería
deudor de esa ´luz del sur´ (la vía pasiva) de la que muy gráficamente nos habló Julius Evola, mientras que la encomienda no fue
ajena a la ´Luz del Norte´ (la ´vía activa´) que también nos presentó el gran intérprete y maestro italiano de la Tradición.

Utilizando análogas referencias opondríamos la caballería sagrada a las figuras del clérigo y del monje como representantes la
primera de un tipo de Espiritualidad Solar y los segundos de una religiosidad de corte lunar. Y utilizaríamos la figura del Sol y de
la luna por ser el Sol un astro con luz propia y la luna otro al que la luz tan solo le llega por reflejo. La luz propia del Sol
simbolizaría la Espiritualidad que el Iniciado puede llegar a hacer suya en su interior, mientras que la luz refleja de la luna
representaría esa imposibilidad, que pesa sobre el mero creyente, de emprender caminos de transustanciación interior;
imposibilidad que le aboca irremisiblemente a conformarse con imaginarse cómo será la naturaleza de lo Sacro, sin posibilidad
de ni acercarse a vislumbrar la esencia del mundo Suprasensible y Metafísico.

Ese retiro, para dedicarse a la meditación, de R. Llull a una cueva del mallorquín Monte Randa sin duda nos ayuda a trazar un
bosquejo sobre la vía por la que más que seguramente optó el sabio isleño, pues la meditación siempre ha sido uno de los
pilares básicos sobre los que se asienta el conjunto de técnicas propias de cualquier vía Iniciática (´vía de la acción´ interior) en
Tradiciones de aquí y de allá, a Occidente y a Oriente.

Que el retiro fuese a un monte también nos resulta harto significativo, pues la montaña siempre ha simbolizado el eje que une
Tierra y Cielo y esa unión tan sólo puede hacerse efectiva si se sigue un tipo de Espiritualidad Solar …ésa que de consumarse
abre las puertas a la Conquista Heroica de la Eternidad; abre las puertas del Cielo impulsándonos desde la Tierra (´Espiritualiza la
materia´, según expresión cara al hermetismo alquímico).

Tampoco resulta superfluo el que dentro del Monte Randa fuera en una cueva donde se retirara a meditar, pues la cueva
simboliza al corazón que se halla en el interior del cuerpo al igual que aquélla se encuentra dentro de la montaña y el corazón en
todas las Tradiciones Sapienciales ha sido considerado como el receptáculo del Espíritu, mientras que, por contra, p. ej., el
cerebro ha sido considerado como la sede del psiquismo, de lo emocional, de los sentimientos y del pensamiento. (En contra de
la asignación en el corazón que el mundo moderno le ha otorgado a los sentimientos el Mundo de la Tradición los situó,
repetimos, -y con toda lógica- en el cerebro.) ¡Qué mejor lugar, pues, el elegido por Llull para encaminarse en pos de la activa
búsqueda del Espíritu que el de la cueva!; ¡y además la cueva situada en un monte!

Anótese que hemos hablado de ´Espiritualizar la materia´… y recordamos esto por no ser asunto banal en el estudio que nos
ocupa, ya que, contrariamente a lo defendido por la Tradición, la religiosidad pasiva y exotérica (circunscrita, pues, a la fe, a la
devoción, a la moral, al dogma, a la ritualidad vacía y, en definitiva, a trasuntos meramente externos) siempre ha tenido una
clara deriva antifísica. Una deriva de desprecio hacia lo material, lo físico y, en definitiva, hacia el cuerpo. Ha considerado al
cuerpo simplemente como generador de pecado y en casos de maniqueísmo extremo (v. gr. entre los cátaros) como obra y
creación del ángel rebelde contra Dios: del ángel caído debido a su “soberbia” y a su “codicia”; del ángel que tenía vetado el
acceso a tronos más elevados dentro de los mundos celestiales (todo esto en la línea de la denegación al hombre de la
posibilidad de acceder a planos Superiores de la Realidad Sacro-metafísica; denegación que siempre han postulado las ´vías
pasivo-contemplativas´ so pena de acusar de sacrilegio a quien osare plantearse la Conquista de la Inmortalidad y el igualarse a
Dios -o más aún superarlo y hacerse uno con el Principio Eterno, Indefinible, Incondicionado y Supremo).

Por contra la Espiritualidad activa Solar propia de la ´luz del norte´ siempre consideró al cuerpo como una especie de templo del
Espíritu y no como motor de pecado, pues el sentimiento de pecado le es ajeno y carente de sentido para aquél que emprende
un camino de realización interior para el que la moral y el dogma en ocasiones se convierten en un obstáculo y siempre son
concebidos como condicionamientos a superar de cara a acercar al Héroe Iniciático a logros Espirituales. Además, no hay que
dejar de tener presente el que en ocasiones ciertas disciplinas Iniciáticas echaban mano de lo que para muchas formas de
religiosidad eran fuentes  pecaminosas, como podían ser el uso de drogas, alcohol -vino- o sexo en lo que se conoce como ´vía
de la mano izquierda´ (en ciertas tradiciones de Oriente, como el tantrismo), ´vía húmeda´ (en la tradición hermético-alquímica)
o ´cabalgar el tigre´ (en la tradición extremo-oriental). El objetivo de esos peligrosos usos era convertir tales “venenos” (para el
hombre común) en  ´remedios´, esto es, ayudar al Iniciado a despegar de su estado de conciencia ordinario para acercarlo a
estados superiores de conciencia (empezando por la del mundo de las fuerzas sutiles).

El Mundo de la Tradición (luz del norte: ´vía de la acción´) consideraba a todo el cosmos como el resultado de la manifestación,
por emanación, del Principio Supremo y Primero (del Motor Inmóvil aristotélico) y por esta convicción sacralizó todo el mundo
manifestado (el sutil y también el físico) y supo de que el dicho Principio Supremo (Brahman, en sánscrito) también anidaba -eso
sí, en forma aletargada que precisaba ser Despertada-  en el seno del ser humano (el Atman de la tradición hinduista). El
Despertarlo era el fin que había que perseguir con tesón (pero sin ansia, pues el deseo produce agitación y la agitación anula la
templanza que necesita la mente para descondicionarse y liberarse de ataduras), perseguir, decíamos, con tesón si se estaba
dispuesto a emprender esa lid interna que no es otra que la de la ´vía de la acción´ propia del Héroe.

Contrariamente a esto las formas religiosas lunares propias de la pasiva ´luz del sur´ vinieron, en la mayoría de sus variantes, a
considerar el universo como fruto de la creación (´creacionismo´ frente al ´emanacionismo´ propio del Mundo Tradicional) ex
nihilo (de la nada) por parte de Dios, por lo que el cosmos y por ende los hombres no compartirían ontológicamente nada con su
Creador: no compartirían esa semilla divina  (o ´átomo crístico´, recordando la expresión utilizada por los Rosacruces) que
Despertada por la ´vía activa´ de la Iniciación  elevaría al hombre a la condición de Héroe Inmortal y -según esas religiones
lunares- debido a esta imposibilidad de transformación interior no quedaría otra opción que la pasiva de creer en el Hecho
Trascendente y remitirse con resignación a la devoción, a la sumisión a Dios, a la plegaria, a la recitación de letanías, al
cumplimiento de los dogmas religiosas y de la moral y a la espera del descenso de la gracia divina (por cuanto el ascenso le
estaría vetado al hombre que es pasto de la pasiva ´vía de la contemplación´). Ésta es la suerte a la que se debe plegar el clérigo
y el monje (el hombre del púlpito eclesial y el del convento y el monasterio) y no la que se presentaba al hombre de la
encomienda (al caballero sacro).

Ramon Llull, en la postura opuesta a despreciar el cuerpo -sino, al contrario, de utilizar la fuerza y actuar en este mundo- exigió
ante el Papa Nicolás IV la convocatoria de una cruzada para recuperar, del dominio turco, Tierra Santa e igualmente en su
obra Liber de Fine -1.305- intentó convencer de lo mismo al Papa Clemente V y siguió defendiendo esta postura ante este mismo
Papa en el Concilio de Vienne, convocado en 1.311. Para Llull resulta, pues, irrenunciable la utilización de ´la vía de la acción´ (en
este caso externa). No nos extrañaría que para él el combate que se hubiese entablado de haberse aprobado sus insistentes
propuestas de organizar esas cruzadas fuese el medio ideal para propiciar esos estados alterados de la conciencia ordinaria -de
los que hemos hablado párrafos arriba- que se suscitan en el fragor de la batalla y que para el Iniciado pueden resultar un
aldabonazo que le catapulte hacia estados Superiores de conciencia …para el Iniciado de entre esas élites de las órdenes
ascético-militares (de unas, como especialmente la del Temple, más que de otras) a las que nuestro personaje bregó por unificar
(como “Orden del Espíritu Santo”) bajo la égida y dirección de un  Rex Bellator, órdenes entre las que se hallaban la del Temple,
la de los Caballeros Teutónicos, la de los Caballeros de San Juan (o de la Orden de Malta de los Caballeros  Hospitalarios) y las de
las órdenes exclusivas de la Península Ibérica.

Vemos, nos reiteramos, a Ramon Llull como hombre de la ´vía de acción´ y muy cercano, por tanto, al espíritu de la encomienda
y no lo vemos como adherente a esa ´vía de la contemplación´ que apenas manifiesta interés por actuar en este mundo debido
al mismo desprecio que le tiene al plano físico de la existencia. Ya hemos mencionado las razones prácticas que le hicieron
entrar en el monasterio cisterciense de La Real y el porqué acabó ingresando, como monje, en la orden de los terciarios
franciscanos …un porqué que podríamos completar con la más que probable necesidad de no levantar sospechas ante la Iglesia
de Roma para, de este modo, poder desarrollar sus genuina vocación de transformación Iniciática (vía, la Iniciática, condenada y
perseguida desde la sede pontificia) y quién sabe si poder desarrollar proyectos Espirituales de mayor calado y envergadura
como podría ser el de Iniciar en la via remotionis a toda una serie de discípulos y hacerlos, así, también partícipes de la ´vía
heroica´ de acción interior con el propósito de que la cadena Iniciática tuviera continuidad  a partir y a través de estos discípulos.
(Otro objeto de estudio sería el de intentar vislumbrar si la Iniciación le vino a nuestro eximio personaje por vía autónoma
-debido a sus especiales aptitudes Espirituales- o le fue transmitida por algún maestro.) No resultaría descabellado pensar que
ese Colegio de Miramar que como proyecto luliano fue construido gracias a los medios facilitados por quien había tenido como
preceptor al mismísimo R. Llull y ahora era rey de Mallorca, Jaime II, no fuera exclusivamente lo que sin duda externamente era,
una escuela de misioneros y traductores, sino que encriptadamente fuera un centro de transmisión Iniciática, lo cual podría
explicar la enorme cantidad de obras hermético-alquímicas firmadas con la rúbrica de Ramon Llull; autoría de la que dudan
muchos estudiosos de la obra luliana y de la tradición alquímica. Pensamos que lo prolífico de nuestro egregio personaje no
haría inverosímil el que pudiera haber llegado a redactar todos estos libros, pero creemos que resulta más verosímil adjudicar
algunas de estas obras a la pluma de discípulos Iniciados suyos. ¡Quién sabe si hasta el mismo monarca de Mallorca -como
preceptuado que fue por Llull- no pudiera hallarse entre estos discípulos Iniciados y que por este motivo habría puesto toda la
carne en el asador para hacer realidad el proyecto de Llull de que fuera constituida ese Colegio de Miramar, en Mallorca…!

        El que, a raíz de la fundación de esa hipotética escuela Iniciática, la mencionada cadena o linaje Iniciáticos pudiera haber
sido una realidad y tener tintes de ser algo más que una posibilidad puede albergar ciertos visos de confirmación si nos
atenemos a lo que nuestro autor escribe en una obra hermético-alquímica (Ars magica, la cual trataremos avanzado este ensayo
y que apareció con su firma): De esta manera tú puedes ver y conocer, magistralmente, si en ti se encuentra el espíritu
Hagiógrafo, que según sea la naturaleza del precedente linaje, así será el que le sucede por recto linaje.

Los hay que siguen poniendo en tela de juicio esa faceta alquimista de R. Llull, tal vez debido a que desconocen lo esencial que
resulta el esoterismo en nuestro autor o tal vez a que han aceptado la versión, digamos, oficial de la Iglesia, consistente en negar
el esoterismo de Llull, pues lo haría incompatible con su consideración de ´beato´ que le fue otorgada por la misma Iglesia.

El Llull alquimista corrobora nuevamente a nuestro autor como alguien que se ha definido diáfanamente por la ´vía heroica de la
acción interior´. En el Mundo de la Tradición la estructuración de la sociedad respondía a una funcionalidad jerarquizada en cuya
cúspide piramidal hallamos al soberano y a la casta sacro-rectora. Bajo ésta se encuentra la casta estrictamente guerrera y en la
parte de abajo la productiva. Con el crepitar del Mundo Tradicional se produce una escisión en el seno del primer estamento y
surgen, así, el rector o dirigente político desacralizado y el sacerdote adherente a la ´vía pasiva-contemplativa´. En el Medievo
estalló una pugna que acabó en guerra abierta (“La Guerra de las Investiduras” entre el Sacro Imperio Romano-Germánico y sus
repúblicas y reinos aliados -gibelinos- y el Papado y sus repúblicas aliadas -güelfos) entre quienes representaron y
protagonizaron un Ciclo Heroico (el griego Hesíodo nos había hablado de los Ciclos Heroicos, en el s. VIII a. C., en su  Los trabajos
y los días) de Restauración del Orden Tradicional y de la unificación de las escindidas funciones sacra y dirigente fidelizada en la
figura del Emperador (gibelinos) y quienes se oponían a él (güelfos) y pretendían estructurar el organigrama social colocando en
la cúspide de la pirámide al clero (estamento inexistente en el Mundo Tradicional), bajo éste a los reyes desacralizados
conjuntamente con la aristocracia meramente guerrera, un peldaño más abajo al resto de la milicia y en la base de este cuerpo
geométrico al estamento productor (campesinos, artesanos, operarios de talleres,…). Pues bien, al hilo de este conflicto fue
extraño quien en Europa no tomó partido por un bando o por otro. Aquéllos que no eran ajenos a la  via transformationis de la
Iniciación tomaron amplio partido por la causa gibelina y los que no concebían más que la forma religiosa, fideísta y pasiva de
concebir la Trascendencia granjearon mayoritariamente sus simpatías hacia el bando güelfo. La Iniciación no fue ajena a varios
de los emperadores del Sacro Imperio… El carácter de jefes militares propio de estos emperadores los hacía proclives a la ´vía de
la acción´ (también interior) frente a la ´vía de la contemplación´ seguida por el Papado y por el clero. En este contexto no nos ha
de extrañar que el arte hermético-alquímico fuera denominado por muchos de sus principales exponentes como Ars Regia  (3),
haciéndose casi  subrepticiamente, de este modo, una asociación entre la función regia, rectora o dirigente y lo Sacro. A la
asunción del papel sacro por parte del Emperador siempre se opuso un Papado (y los güelfos con éste) que se rebeló con
inquina ante cualquier intento de arrebatarle el monopolio de ´las cosas del Cielo´.

El Llull hermetista es alguien que debe ser encasillado en la ´vía del héroe´, en la ´vía   interior de la acción´ y en un tipo de
Espiritualidad Solar que responde a la ´Luz del Norte´. Es alguien a quien nosotros podríamos aplicar el prototipo de gibelino. No
deberíase obviar que, por tradición familiar, es muy cercano a la caballería (su padre fue un caballero de los que bajo la estela
del gran Jaime I ´el conquistador´ reconquistaron la isla de Mallorca) …y se trata de alguien que demuestra esta cercanía en uno
de sus proyectos más ansiados: el de unificar las principales órdenes ascético-guerreras de la Cristiandad para hacer más
efectiva la lucha contra esa manifestación de la ´luz del sur´ representada por la lunaridad religiosa fideísta del Islam
(etimológicamente ´sumisión´, a Allah) (4). Recordemos al Hijo Bendito de Dios, quien nos llama a una Guerra Santa,escribe
Ramon Llull en su obra Blanquerna. Guerra Santa que hay, obviamente, que tener presente en su consideración de Cruzada (´vía
de la acción exterior´: Pequeña Guerra Santa) pero también, y principalmente debido a las coordenadas existenciales de nuestro
autor, en su dimensión de Gran Guerra Santa (´vía de la acción interior´). (5)

Esta querencia por la ´vía de la acción´ (la ´vía del shatriya´ o guerrero, según la tradición hinduista), en este caso exterior, la
expresa descarnadamente R. Llull en su  Libro del Orden de Caballería, con un tono muy combativo, en el que se aconseja la
conversión de los infieles musulmanes a palos y con la espada, al mismo tiempo que con la prédica. Son éstas inclinaciones
impropias de aquél que se retira del mundo, se evade de él y renuncia a actuar para cambiarlo por hallarse en la línea de
aquellos maniqueísmos que, fieles a la ´vía pasiva y contemplativa´, aborrecen del mundo físico y caen en evasionismos
extremos.

Hasta el mismo sistema filosófico-teológico implementado por nuestro ilustre autor a raíz de la redacción de su  Ars Magna está
regido por la inclusión del código caballeresco. Y son igualmente los valores del caballero -del guerrero- los que en forma de
acción (interior) y autodisciplina deben aplicarse y son requeridos para la (echando mano de una expresión del hermetismo
alquímico) Gran Obra de la transformación interior en que consiste la Iniciación. (6)

La ortodoxia exotérica de la Iglesia muy a menudo mostró sus reticencias sobre el vero fondo de la obra luliana. Un fondo cuyo
eje estriba en la divinización del ´hombre diferenciado´ (según locución evoliana) y un fondo que ya el Gran Inquisidor
mallorquín Nicolau Eimeric pareció atisbar acusando a Llull de nigromante en su tratado  Fascinació de los lul.listas -escrito con
posterioridad a la muerte de Llull- y cuya acusación se ve ratificada en otra obra del mismo cariz intitulada  Directorio de los
inquisidores en la que se acusa a nuestro hombre de haber obtenido sus obras “mediante arte diabólica” (7) Ambos tipos de
acusaciones eran lugar común cuando el blanco de la diana era sospechoso de practicar la alquimia. La Iglesia llegó incluso al
extremo de condenar formalmente el pensamiento de R. Llull, tal como hizo, entre otros, el Papa Pablo IV en el s. XVI, razón por
la cual su canonización quedó en suspense.

En aquella pugna política y metafísica que durante buena parte de la Edad Media protagonizaron gibelinos y güelfos apareció,
entre sectores simpatizantes o claramente militantes del gibelinismo, frecuentemente un vocablo que utilizado en el seno de
determinados fenómenos literarios (o más que literarios) o por organizaciones de claro perfil esotérico comportó una especial
significación: el término ´amor´. Lo utilizaron trovadores o lo utilizaron, también, Fieles de  Amor. A éstos, p. ej., perteneció un
Dante que bajo el paraguas de la literatura transmitió al lector avezado toda una serie de ideas de cariz esotérico en las que la
palabra ´amor´ significaba ´filia por la búsqueda Iniciática de la Verdad´ (´vía de la acción´) a la vez que era la inversión del
término ´Roma´ o, dicho de otro modo, la contraposición al mero exoterismo y al simple fideísmo (´vía de la contemplación´) que
emanaba de la sede pontificia sita en la ciudad de Roma. No pensamos que, vista la trayectoria que de Ramon Llull estamos
describiendo, resulte, p. ej., casual el título de sus libros  Llibre d´amic e amat  (“El libro del amigo y del amado”)
y Arte amatoria.

En el mentado trabajo a cargo de E. Milà titulado El fenómeno Rosa+Cruz. Datos Históricos sobre la Rosa+Cruz se puede leer que
Ramon Llull obtuvo, en buenas artes alquimistas, oro en el transcurso de una transmutación metálica realizada en La Torre de
Londres y que las monedas que con el metal precioso se acuñaron aún circulan entre los coleccionistas bajo la denominación de
´lulios´ o ´nobles de la rosa´ …de lo que extractamos, por un lado, la corroboración de la elección, por parte de nuestro brillante
autor, de la ´vía activa´ de transmutación interior representada por el alquimismo-hermetista y, por otro lado, la, para nuestro
entender, no casual denominación de ´nobles de la rosa´, evocativo de la carga simbólica esotérico-metafísica que siempre ha
poseído la ´rosa´ (v. gr., como símbolo de la manifestación del cosmos a partir del Principio Primero y Supremo, pues los pétalos
abiertos de esa flor se pueden fácilmente asociar con la dicha manifestación) y muy coincidente con el nombre de otra
organización secreta de tinte definidamente Iniciático que se dio a conocer hacia fines del Medioevo y que se habría,
voluntariamente, retirado de Europa, definitivamente, al final de la Guerra de los Treinta Años (cerrada en 1.648 con el Tratado
de Westfalia) por haber considerado, la dicha organización Iniciática, que el resultado del fin de dicho conflicto bélico le había
supuesto el estoque definitivo a cualquier resabio del Orden Tradicional que pareció emerger en el Medievo en el seno de
determinadas organizaciones, instituciones y realidades políticas (como el S.I.R.G. o los Templarios) …estamos hablando de la
Orden Rosacruz. Y es que de forma más que segura tanto Llull como los rosacruces representaron eslabones de una especie de
cadena mágica que por ello compartía una determinada simbología sacra.

Hemos ya comentado la posibilidad de que existiera una especie de escuela Iniciática luliana auspiciada por nuestro autor,
¡quién sabe -como también hemos comentado- si en el mismo Colegio de Miramar! Hay muchos tratados alquímico-herméticos
que cuentan con la rúbrica de Llull. Postulamos que lo más probable es que muchos de ellos sean de su autoría y que los que
quizás no lo sean cuentan, indudablemente, con su sello e impronta porque o bien pueden pertenecer a autores de su -de
acuerdo a la hipótesis que hemos dejado caer- supuesta escuela Iniciática o bien pueden ser autoría de profundos conocedores
de la obra hermético-alquímica de nuestro insigne personaje. Sea como fuere se dejó un legado de enorme calado en el campo
de esta ciencia sacra. Podríamos, p. ej., comentar aspectos de su Ars Magica …y lo haríamos empezando por su mismo título, ya
que un concepto tan vulgarizado, desprestigiado, trivializado y tergiversado como el de la ´magia´ Llull lo consideró en su sentido
original, genuino y esotérico cual el de ´ciencia sacra operativa´. ´Operatividad´ que sólo es posible hacer realidad en una
asimilada  concepción ´activa´ del Hecho Trascendente´, pues la ´magia´ obedece a la intención, en un primer estadio, de operar
cambios ontológicos en la persona que la practica a través de una serie de rigurosas técnicas Iniciáticas descondicionadoras y, en
segunda instancia, de propiciar la  activación y/o reconducción de fuerzas sutiles existentes en el interior del ser humano. El
llegar a la gnosis de lo que se halla en el origen incluso de estas fuerzas sutiles (numens) culminaría, en un tercer episodio, todo
este recorrido heroico (8). Es, pues, la alquimia un tipo de ´magia´, entendiendo ésta -en una expresión cara a J. Evola- como
´ciencia del Espíritu´ (9).
Así pues, lejos de cualquier pasiva manera de entender la Espiritualidad R. Llull trabajó esta ´vía de la acción´ propia del
hermetismo alquímico.

Deteniéndonos en su Ars magica, aparte de los lógicos abundantes lugares comunes del simbolismo alquímico (10), nos
topamos con muchos conceptos que merecen, al menos, unos comentarios por nuestra parte. Y los merecen tras leer:

     Sabe, hijo mío, que hay muchos hombres por el universal mundo que se desvían de la obra por falta de ingenio, ya que no
entienden filosóficamente las causas de donde vienen los efectos que la naturaleza muestra a todo buen entendimiento, pues
están muy ciegos y alejados de lo que ven cada día. Lo entienden corporalmente, con lo que se decepcionan mucho cuando se
esfuerzan con total ceguera en identificar, de forma mecánica, la naturaleza y sus secretos escondidos con las obras mundanas.

        Estas reflexiones de Llull enlazan con lo que ya hemos comentado en este nuestro ensayo acerca de las contrapuestas
cosmogonías emanacionista (la propiamente Tradicional) y creacionista. La primera propia de la Luz del Norte y la segunda de la
´luz del sur´. La primera propia de la ´vía de la acción´ y la segunda inherente a la ´vía pasiva de la contemplación´. La primera (el
emanacionismo), recordemos, incluía las premisas necesarias para recorrer la ´vía Solar del Héroe´, pues hacía del hombre
portador de Espíritu (atman), aunque fuese en estado de latencia; un Espíritu que compartía con el Principio Supremo del cual él
y la totalidad del cosmos habían emanado. La segunda (el creacionismo), por contra, cercenaba esta heroica vía de realización
interior al considerar una ruptura -un hiato ontológico- entre Creador y criatura, pues esta última había sido creada  ex nihilo (de
la nada) -al igual que la totalidad del universo- por lo que el hombre no compartiría (de acuerdo a esta postura paradigmática
del tipo de religiosidad lunar) esencia con la Trascendencia creadora.

Y, concretamente, enlazan estas reflexiones de Llull con el ´emanacionismo´ propio de la concepción cosmogónica del Mundo de
la Tradición, ya que si la totalidad del mundo manifestado procede, por emanación, del Principio Primero Eterno (del Motor
Inmóvil aristotélico) procede de él la dimensión sutil y, por ende, el plano físico-sensible de la realidad. Por lo cual las ciencias
modernas o profanas que se detienen, y no van más allá, del estudio, de la observación, del análisis y de la experimentación de
los fenómenos exteriores-físicos y de esta dimensión física del mundo manifestado son ciencias amputadas, alicortas y
meramente fenomenológicas y superficiales, pues no alcanzan a constatar el que los hechos físicos que son su único objeto de
estudio responden a causas de tipo sutil, nouménico, suprasensible y, en definitiva, metafísico. Frente a esta constatación
mutilada de que está irremediablemente aquejada la ciencia moderna profana se levanta la Tradicional ciencia sagrada cuyos
planteamientos holísticos poseen una visión integral y hacen derivar lo fenomenológico de lo sutil y Superior por ser lo físico un
reflejo de lo metafísico; por ser, en otras palabras, ´lo de abajo´ como ´lo de arriba´: o el microcosmos como un espejo del
macrocosmos. (11)

René Guénon utilizaba la expresión ´intuición intelectual´ a la hora de explicar cuál el único método viable para el Conocimiento
de la Realidad Superior. Debemos considerar la dicha ´intuición intelectual´ como sinónimo de ´Iniciación´. Las Ciencias Sacras no
se pueden disociar de los procesos Iniciáticos. En Ramon Llull y en su Ars magica vemos corroborada cuál es la única vía posible
para aprehender la gnosis de lo Superior:

Este saber es necesario para la causa en cuestión, que va más allá de todos los cursos de la naturaleza, pero no la puedes ver ni
realmente poseer en forma ni en materia sin operación alguna; sin embargo, la puedes obtener y muy bien entender por medio
del Espíritu Hagiógrafo, recurriendo al fin de la naturaleza, que ha conducido su materia hasta la perfección, y buscando ciertas
experiencias demostrativas, reguladas por la doctrina intelectiva adquirida por la virtud antes mencionada.
Dicha doctrina permite ver las causas que son invisibles a los sentidos.

En línea consecuente con los anteriores párrafos, que de su Ars magica hemos reproducido y comentado, hallamos otro en el
que se dice:

Por esta figura se demuestra cómo el entendimiento investiga espiritualmente lo que la naturaleza muestra del todo
corporalmente y se indica en qué lugar empieza su perfección, a entender cuál es la esencia de la composición. Pues todos los
filósofos nos han demostrado, por gran excitación, que el oro está situado en el lugar donde se encuentra el instrumento final y
perfectivo, y que ha sido creado por la naturaleza a modo de ejemplo.

La naturaleza entendida como la dimensión física de la realidad representa, pues, para Llull -y en la línea con lo que la Tradición
enseña- un símbolo y un reflejo de un orden Superior y constituye un soporte precioso para aquél que, habiéndose adentrado
en la ´vía de la acción interior´, aspira al Conocimiento de las Verdades Metafísicas. La belleza que nos brinda la naturaleza es un
reflejo y un símbolo de la armonía y perfección del mundo Sacro Superior (12). Así el oro alquímico constituiría un símbolo de la
Realidad Suprema y Trascendente y su “obtención” sería un indicativo de la realización Espiritual absoluta del Héroe que se
aventuró a recorrer los senderos de la propia transmutación. El oro es asimismo un símbolo del Sol y éste a su vez lo es del
Motor Inmóvil Eterno y Primero.

En su ya aludido trabajo Ernest Milà (El fenómeno Rosa+Cruz. Datos Históricos sobre la Rosa+Cruz) comenta que aunque se
quiera negar la autoría luliana de los tratados alquímicos que cuentan con su rúbrica lo que resulta incontrovertible e
incontestable es que los libros que nadie pone en tela de juicio que hayan sido escritos por él rezuman hermetismo de manera
muy recurrente. Asimismo Milà nos señala el cómo está su vida rebosante de unas alegorías y un simbolismo muy recurrentes
en la tradición hermético-alquímica, como, v. g., cuando se nos explica un supuesto hecho en la vida del sabio mallorquín según
el cual cuando su existencia era todavía disipada se enamoró de una dama genovesa, Ambrosia de Castello, que en determinado
momento le mostró su pecho descompuesto: pútrido. Esta visión habría provocado tal shock en Llull que le movió a darle un
giro copernicano a su existencia, a dejar los ´asuntos de faldas´ y a peregrinar a Santiago. E. Milà nos recuerda el simbolismo que
tiene la ´putrefacción´ en el lenguaje hermético, que no es otro que el ínsito al ´ennegrecimiento´ u ´obra al negro´ ( nigredo),
esto es, que más que de la anulación y/o eliminación se trata del dominio -por parte del que ha emprendido la ´vía de la acción
interior heroica´- de todo aquel conglomerado de sentimientos descontrolados, de pasiones desaforadas, de emociones
desestabilizadoras, de instintos pulsionales, de apegos, de traumas, de complejos y de pavores que atan, esclavizan, subyugan y
alienan al hombre. No cabe, pues, duda de que más que de la verosimilitud que pueda tener este supuesto episodio de la vida
de nuestro autor de lo que se trata es de resaltar su carácter simbólico …simbolismo que, en lenguaje hermético-alquímico, nos
da las claves que nos hablan del tránsito de Ramon Llull por los vericuetos Iniciáticos de la transmutación interior.

En el mismo ensayo Ernest Milà escribe que: Nuevamente encontramos un episodio en la vida de Llull en el que es imposible
dilucidar la parte que corresponde a la realidad y lo que existe de simbólico. Un esclavo árabe de su propiedad se reveló;
blasfemó de Cristo e hirió a Llull. Luego se suicidó. Existen muchas leyendas y alegorías herméticas que tienen como protagonista
a un “esclavo fugitivo”, tenido como símbolo del espíritu sometido a la tiranía de la materia. La rebelión del   esclavo  supone el
intento de liberación del espíritu y su muerte es, de hecho, su triunfo, el equivalente al “opus nigrum” hermético, la primera fase
de la obra filosofal.

Al margen de esta, de acuerdo con otros relatos alquímicos similares,  adecuada interpretación que Milà nos ofrece también
podríamos interpretar este episodio en el sentido de que el esclavo rebelde bien podría representar a ese yo inferior que se
resiste a ser dominado por el ´hombre heroico´, pese a lo cual (tras ese duro encuentro agonal entre el héroe y las fuerzas
catagógicas que intentan arrastrarlo hacia lo bajo e impedir que venza y emerja victorioso) el dicho esclavo es vencido (cual
sucede con el esclavo de R. Llull muerto por suicidio) y el Héroe, entendamos, de este modo habrá superado todo tipo de
ligaduras y condicionamientos y estará, ahora pues, presto a adentrarse en el conocimiento de los planos Suprasensibles de la
realidad y en la activación y el control de las fuerzas sutiles que atesora en su interior (estará, en definitiva, preparado y
dispuesto para transitar por la albedo u o ´obra al blanco´).

Resulta incontestable, pensamos tras todo lo expuesto, la vinculación de nuestro egregio autor con la obra hermético-alquímica
y, por ende (a la luz incluso de las prioridades y del trajinar de la vida de nuestro autor descritos en este nuestro trabajo), su
vinculación con la tradición Iniciática propia de todo aquél que ante la ´vía pasiva de la contemplación´ fideísta, devocional,
moral, dogmática, meramente exotérica, sacerdotal, clerical, ´del convento´, ´del monasterio´, de la ´luz del sur´ y de la
religiosidad lunar opta, en cambio, por la búsqueda del Conocimiento de lo Superior, por el encuentro ontológico con lo
Absoluto, por el esoterismo, por la Metafísica, por la transustanciación interior, por convertirse a la nobleza del ´nacido dos
veces´ (ariya), por priorizar al shatriya-sacro, al asceta-milites de la encomienda, opta por la ´Luz del Norte´, por la Espiritualidad
Solar, por la ´vía interior del Héroe´ y, en definitiva y tal como señalamos en el mismo título de nuestro ensayo, opta nuestro
Ramon Llull por la ´vía de la acción´.

NOTAS:

*No le colocamos la tilde a ´Ramon´ para respetar la ortografía catalana de acuerdo a la cual dicha vocablo no la lleva; lo hemos
querido así por ser Ramon Llull hijo de catalanes arribados a Mallorca para luchar -a las órdenes de Jaime I  el conquistador–
contra los musulmanes. Si hubiésemos echado mano a la traducción de este nombre propio al castellano no hubiésemos
hablado de ´Ramón´ (esta vez sí con tilde) sino de ´Raimundo´ (Lulio) por el que se conoció -y aún se le conoce- a nuestro egregio
personaje en el ámbito geográfico de lengua castellana.

Cierto es que nos hemos visto tentados a referirnos a él en su nombre en latín, Raimundus Lulius, como firmaba sus obras
escritas en esta lengua. Y nos hemos visto tentados a ello por el peso preponderante de esta lengua en el Medievo en el que él
vivió, por todo lo que supone ella como lengua madre para todas las románicas y por su carácter ecuménico (que no
cosmopolita) en el sentido de vehículo de una idea Imperial Sacra.

 A la hora de sopesar la posible valencia metafísica de la obra de un personaje y/o autor o de una época, de un período
histórico o de una institución determinados consideramos como un preciso y a la vez excelso punto de referencia las
enseñanzas Tradicionales tal como Julius Evola nos las ha legado. Además, tanto en la obra como en la vida del maestro
transalpino es insoslayable la componente shatriya o guerrera como vía genuina de entender la vida enfocada siempre
a la Trascendencia y como vía para intentar la tarea heroica de Restauración del Orden Tradicional y para la
recomposición del hombre mutilado de su dimensión Superior. Por este motivo encontramos harto significativo el que
Evola cite a Ramon Llull, en más de una ocasión, como autor a tener bien presente. Lo cita, v. gr., en el prefacio a su “La
Tradición hermética” afirmando que …entre las propias filas de los católicos -al menos ´católicos´ nominalmente- desde
Ramón Llull y Alberto Magno hasta el abate Pernety, encontramos figuras enigmáticas de Maestros
herméticos (Ediciones Martínez Roca, ed. de 1.975). También lo cita en la nota nº 6 de la pág. 151 del mismo libro:  Lull
dice que el negro está hecho de Sol y Luna: indica una unión tan indisoluble de los dos que luego ya no podrán separarse
jamás. Son muchas más las referencias que en la citada obra de Evola se hace de nuestro autor de estudio, como ésta
que hemos encontrado en una edición en lengua portuguesa: Apontemos (…) as freqüentes referências (sobre todo
hermético-simbólicas) as vinho (vino) nos textos mais recentes, a partir de Raimundo Lúlio(edición en Lisboa. Ediçôes
70, 1.979, págs. 153-4).

Otra muestra de la enorme huella que ha dejado Ramon Llull es que el rumano Mircea Eliade -el gran estudioso de las
Tradiciones- tampoco es ajeno a la importancia capital de su legado, tal como podemos leerle también en otra edición
portuguesa, la de su libro “Herreros y alquimistas”: (…) a virtude primeira da Pedra reside na sua capacidade de transformar os
metais em ouro (…) A idéia de que a Pedra precipita o ritmo temporal de todos os organismos e acelera o crescimento, encontra-
se na Prática  de Raimundo LÚLIO: ‘Na primavera, mediante o seu grande e maravilhoso calor, a Pedra comunica vida às plantas;
se dela dissolveres na água a quantidade aproximada de um grão e se, tomando dessa água a porção necessária para encher a
casca de uma avelã (llenar la cáscara de una avellana), regares com ela um tronco de videira, a tua capa estará em maio
carregada de uvas maduras’. (Ferreiros e alquimistas.  Trad. Roberto Cortes de Lacerda Rio, Zahar Editores, 1979. pág. 129).

        Que estas citas hagan referencia a la faceta hermético-alquímica de Llull no resulta, por lo que respecta al objeto de este
nuestro ensayo, asunto baladí, tal como podremos comprobar a lo largo de nuestras líneas.

 Aunque para algunos autores -seguramente para el mismo Llull- el término ´contemplación´ pueda ir asociado al de
meditación y trabajo de transformación interior nosotros le otorgamos una connotación pasiva y, por tanto, no
operativa.

(3) Obsérvese la semblanza existente entre Ars Regia y Ars

Magna; título de la principal obra escrita por Llull, de clara reminiscencia hermético-alquímica.

(4) Los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico (S.I.R.G.) auspiciaron las órdenes ascético-militares y recibieron el
apoyo de éstas en sus empresas y en su concepción Imperial. El emperador Federico II Hohenstaufen había abogado por la
fusión de las tres principales órdenes ascético-militares ya antes de que lo hubiese hecho Ramon Llull en su, ya mentado
anteriormente, proyecto de ´Orden del Espíritu Santo´ …¡como se ve a nuestro autor le movían semejantes querencias que las
del S.I.R.G. y los gibelinos!

Para una comprensión de la idea ´Imperial´ y del sentido Tradicional del ´Imperium´ remitimos al capítulo IV  (“El Imperium a la
Luz de la Tradición”) de nuestro libro “Reflexiones contra la modernidad” (Ediciones Camzo); capítulo que también puede leerse
en: https://septentrionis.wordpress.com/2009/02/08/el-imperium-a-la-luz-de-la-tradicion/.

(5) No está de más señalar que de estas dos vertientes de la guerra santa (la interior y la exterior) ya hablaba la tradición irania
antes de que dicha doctrina fuera apropiada por el Islam como préstamo tomado de aquélla tradición.

(6) Nótese la reminiscencia alquímica que posee el título de su      obra principal: Ars Magna; equivalente a la Gran Obra.

(7) Estos datos de corte inquisitorial han sido extraídos de un brillante ensayo escrito por Ernest Milà que lleva por título   El
fenómeno Rosa+Cruz. Datos Históricos sobre la Rosa+Cruz: http://infokrisis.blogia.com/2008/083001-el-fenomeno-rosa-cruz-i-
de-iv-datos-historicos-sobre-la-rosa-cruz.php

(8) Este camino de transformación interna (´vía de la acción interior´) no se debe concebir a la manera de compartimentos
estanco, sino que normalmente los tres estadios relacionados pueden, a partir de cierto grado de realización, recorrerse de
manera paralela, con una cierta alternancia y hasta compenetrándose. Es así que, echando mano de la terminología alquímica, la
´obra al negro´ (nigredo: descondicionamiento), la ´obra al blanco´ (albedo: activación de lo sutil o nouménico) y la ´obra al rojo´
(rubedo: Identificación ontológica con el Principio Primero Imperecedero) pueden ir dando sus frutos -en determinados estadios
del proceso palingenésico- alternándose entre sí.

(9) Si Ramon Llull escribió el Ars magica Julius Evola, allá por los años ´20 de la pasada centuria, fue uno de los pilares
del Gruppo di Ur, cuyos integrantes se afanaron en el estudio y la práctica de la metafísica práctica u operativa: entiéndase, la
´magia´. Sus trabajos se pueden leer en los volúmenes de Introduzzione alla magia quale scienzia dell´io (La magia como ciencia
del Espíritu, en la edición en castellano a cargo de Ediciones Heracles).

(10)  Oh medida, de agua celeste (…)


Oh medida, cómo perpetuamente conviertes en oro todos tus metales. (…)

Oh medida, cómo haces coagular, lo que está disuelto 

                                  cociendo sabes ajustar.

Por tanto digo que si no hay medida, de la piedra

                                                               no saldrá provecho.

(11) La oposición entre ciencia profana y ciencia sagrada fue objeto de

                                                            reflexiones nuestras que pueden leerse en Ciencia

                                                          Sacra y Conocimiento:

                                                           (https://septentrionis.wordpress.com/2009/07/05/ciencia-sacra-y-

                                                            conocimiento/).

(12) Son éstas concepciones Tradicionales que quisimos exponer

                                               en el capítulo II (La naturaleza) de nuestro libro  El  Hombre       

de la Tradición (Ediciones Camzo) y que también puede

ser leído en El Hombre de la Tradición (II): la natu-

raleza:

https://septentrionis.wordpress.com/2011/12/21/el-    

hombre-de-la-tradicion-ii-la-naturaleza/

Eduard Alcántara

También podría gustarte