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-Pues sí. Cuando a mi madre le dieron de alta, aunque yo me encontraba muy mal, me la
traje aquí, cerca de mí. Después de estar impedida, la notaba muy preocupada y procuré
sondear su tristeza:
-Mamá, me hago cargo por lo que estás pasando, pero me tienes a mí: siempre estaré a tu
lado. No me gusta verte tan cabizbaja. Dime si puedo hacer algo por remediar tu tristeza.
-Manolita, tenemos que hablar de nuestra finca. Hija las cosas no salieron como habíamos
planeado. Se nos ha venido el mundo encima, y lo siento por ti más que por nosotros. Tu
padre ya pasó a mejor vida, ni siente ni padece, y a mí me quedan tres días y medio.
Nuestra hacienda, en manos del capataz y el administrador, nos está costando el dinero;
mi deseo es que la pongas en venta. No quiero que pase a formar parte del imperio de los
-¡No, Manola! Quiero que se venda sin tener que pedir explicación a tu marido. Y además,
exijo que el dinero que se saque por ella, que no será poco, se ponga a tu nombre, y que
conste como herencia, de forma que ese hombre no pueda disponer de él. Y te advierto
una cosa más, muy seriamente, Manolita. Ya no está tu padre, ahora las decisiones las
tomo yo; te aseguro que sé cómo actuar debidamente. Y espero que tú tambien sepas
defender lo tuyo.
Por culpa de tu marido, no has podido tener descendencia: el hijo que tienes no es tuyo,
pero a todos los efectos ese pequeño es el heredero. Tu marido es un hombre enfermo,
por cuestiones asquerosas e innombrables… Manola, escucha bien cuanto te digo, hija
consecuencia; aunque estoy inválida, tengo la mente clara y la lengua larga, y pienso
hacer buen uso de ella. Pienso mucho en tu futuro. Puedo hacerlo de distintas maneras.
En los últimos tiempos, tu padre y yo nos dimos cuenta de que nos habíamos equivocado
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él. De esa forma, nadie podría intervenir sin nuestro consentimiento, y para que veas que
no se pueden hacer planes, por poco no nos vamos los dos a la vez.
Quiero que lo hagas lo antes posible; yo presiento que no voy a durar mucho, y deseo
dejarte respaldada. Manola, lo que nos pasó a tu padre y a mí con el coche de caballo s,
Estos hombres tienen muchos enemigos; los han cultivado igual que a los campos. Porque
eranterratenientes, creían que el mundo y lo que contenía les pertenecía y podían disponer
de las personas como les diera la gana. Y el que mal anda, mal acaba, y el que siembr a
recoge. Fíjate en tu marido, quién nos iba a decir a tu padre y a mí, la vida solapada que
llevaba siendo un muchacho tan joven, y lo que te esperaba junto a él. Al fin y al cabo,
tener una criatura que no era tuya no me preocupaba, pero lo que él guardaba es
imperdonable.
-No, hija, nadie desea la salud más que el enfermo. Date prisa en hacer lo que te digo. A
veces siento una sombra que me cubre, y no me da miedo; siento paz interior y un
descanso extraño del que no deseo salir. Luego me va dejando y mi cuerpo vuelve a tener
Aquella noche le hablé a Suso tercero de los deseos de mi madre punto por punto, y su
respuesta me sorprendió:
-Muy bien, Manola, creo que tu madre tiene razón, lo haremos tal como ella desea.
Mañana mismo lo hablaremos con Israel y se pondrá en venta. Luego que ella misma le
adelante quiero hacer algo por mi conciencia. Me parece justo que los bienes de tus
padres sean sólo tuyos. Aunque yo el día que me vaya no te dejo desamparada tampoco,
incremento tu riqueza. Si te soy sincero, espero que seas feliz cuando yo no esté. Siento el
Polilla y yo, con la ayuda íncondicional de los mayorales y del joven abogado, que era
maravilloso, tuvimos que afrontar una nueva desgracia. Mi sucia enfermedad fue lenta y
-Para colmo de desastre, el cambio que se produjo en el abuelo desde la trágica muerte de
la Señora; su actitud derivó del rojo al negro. Creo que la conciencia lo aporreaba sin
piedad. Dejó de salir, hablaba poco con los demás y mucho solo. El hombre, al parecer, se
entendía con él mismo mejor que con nadie. A veces he pensado que tal vez aquel
hombre tenía el mismo padecimiento que mi hijo: ver personas y cosas que no existen. En
realidad, no tenía a quien arrimarse que lo tuviera en estima. Suso tercero, mi marido, le
preguntaba:
-Papá, ¿no te apetece dar una vuelta por el pueblo? Si quieres vamos los dos, a mí
-No, hijo, la distracción no calla los gritos de la conciencia. Pero cuando anochezca, sí que
me gustaría que me acompañaras a dar una vuelta por el campo, y juntos contar estrellas,
como me enseñó mi padre; tengo que resolver asuntos importantes. Algo ronda por mi
cabeza y he de encontrar solución. No te preocupes por mí; déjame que vaya y venga
mientras hago balance de mi vida, a ver si logro ponerme bien con Dios, cosa que no creo
imposible.
-Hijo mío, nadie mejor que tú para escuchar mi confesión. Yo no creo en nada, pero si
existe un Dios piadoso, no tengo perdón. Por los problemas que viví en mi infancia, yo
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estaba lleno de rencores malignos y fui un ratero de inocencia… la inocencia debe ser
sagrada. A través de ti, he comprendido muchas cosas. Sé que te dolerá esto que te voy a
decir, pero hasta que no vi crecer a Polilla, no me di cuenta del daño infringido por mi
mano. Y recibí el peor de los castigos cuando pasó lo tuyo con ella. Ese día, sentí dolor
por primera vez desde que me hice hombre, y comprendí lo miserable de mis actos. Mi
niña era sagrada y, cuando supe lo que había pasado, sentí caer el peso del castigo divino
sobre mi cabeza. Aquel día, si no me quitan a tiempo el viergo de la mano, te mato. Pasé
Creí que hacía lo mejor quitándole a Polilla la carga del niño, y a día de hoy aún no sé
cómo debí actuar. Fue algo tan complicado, que no he sabido solucionarlo. De todas
formas, esa desgracia ha sido el detonante para terminar con tu madre y conmigo. No
quiero que te sientas culpable, hijo, de verdad, son cosas que pasan. Si hay un
responsable debo ser yo, que no valoré a mi familia. Siempre fui un señorito engreído, un
-Cuando Suso tercero me contaba estas conversaciones que mantenía con su padre, se le
saltaban las lágrimas, dolido. Yo creo que él tampoco encontraba el camino para allanar la
En los últimos tiempos de su vida, a Suso tercero le apetecía sincerarse conmigo como
una amiga, tal cual hizo su padre con él, tal vez para que le comprendiera y así obtener mi
perdón. No lo quise jamás, pero tampoco le guardé rencor. Consideraba que mi marido era
encontraba desubicado. Él siempre había sido muy callejero, pero luego todo cambió. Los
guardeses comentaban que le haría bien abrir de nuevo lo que cerró hacía años. Por lo
visto, mandó tapiar lo que la señora denominaba “El santuario del cuervo”; a nosotras nos
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Cuando lo veíamos entrar en el granero, decíamos:
con mi padre y no podía soportarlo. Polilla, a la que crió como a su hija pequeña, rodeada
de mimos y caprichos, la trató como a una res cuando más lo necesitaba, y por contraste,
-Te toca a ti continuar, Polilla. Ya que estamos dispuestas, contémoslo todo. Este será el
Cristel, te estamos haciendo nuestra confidente porque era necesario que supieras todo lo
concerniente a esta familia. Cuando salgamos de aquí esta noche, creo que nos
-Sí, Cristel, Manola tiene razón, debes estar informada de todo cuanto ocurrió aquí. En
varias ocasiones, cuando poníamos a Susito a caminar por la delantera de la casa, pillé a
Suso segundo, mi padre, observándome fijamente con tristeza, como si quisiera decirme
algo sin encontrar la manera de hacerlo. Pero, a esas alturas, no me quedaba nada que
hablar con él, y dando media vuelta me iba. Lo odiaba a muerte. Y el hijo, Suso tercero,
bastante tenía con su enfermedad, sacando la finca adelante gracias a su gran mayoral.
Estos tenían tan mal concepto de él desde que ocurrió lo mío, que también preferían
Su hijo, Suso tercero, tampoco gozaba del aprecio de los demás. Isidro había sido siempre
su fiel amigo y su persona de confianza, podría decirse, que hizo con él las veces de
hermano mayor, desde que entró en la hacienda. El mayoral le odió por lo que me hizo y
las cosas cambiaron para siempre entre ellos. Aun así, era un hombre tan piadoso y fiel
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que últimamente, después de saber que la enfermedad se lo estaba comiendo poco a
poco, solía dirigirle la palabra en cuestiones de trabajo, a pesar de que seguía sin mirarlo a
la cara. Sin embargo, Suso tercero era consciente de que el mayoral sufría por su
Al abuelo, que siempre había sido un controlador de las idas y venidas de los miembros de
observaran su decadencia. Los capataces decían que, desde que tapió aquella parte de la
bodega, su refugio particular, donde había pasado gran parte de su vida, no sabía dónde
-¡Eso jamás! Nunca se debe volver atrás: lo hecho, hecho se queda. Cada cual con su
conciencia. Hijo, yo he sido el patriarca de esta familia durante muchos años, y creo que
se me debe un respeto aunque no lo haya merecido. En su día creí oportuno reservar ese
trocito de nuestra bodega cedido por mi abuelo a su delfín… que era yo. Ese será el lugar
a donde mi espíritu podrá acudir cuando mi cuerpo haya desaparecido. Es lo único que os
pido. No profanéis nunca mi santuario cuando haya volado este pobre cuervo.
A partir de la muerte de la Señora, dejó de salir y su lugar de reposo fue el nuevo granero.
dormido. A nadie le importaba qué le pasara ni como se sentía. Había hecho tanto daño,
Un día, Manola y yo jugábamos con el niño delante de la casa. Andábamos cerca del
granero. A través de la ventana vimos al viejo sentado en el sillón de siempre con el puro
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ventana, mirando nuestros juegos con fijeza; durante un rato, nos estuvo observando,
hasta que nos sentimos molestas y nos quitamos de en medio. Incluso su mirada nos
hacía daño. Oímos el ruidoso portazo al cerrar la ventana. Y sentimos alivio. A los pocos
minutos, nos llegó un olor a pastos quemados que salía del granero. No dijimos nada; nos
-Claro, ha vivido mucho tiempo con nosotros, e incluso la echábamos de menos cuando se
-Pues si nos invita… nos quedamos, Salvadora, lo estábamos deseando. ¿Qué tienes para
comer?
-¡Qué rico!
-No es necesario que os invite, con venir y sentaros a la mesa es suficiente. Como dice el
-No pasa nada, yo le hago un puré con los garbanzos y las verduras del puchero. Id
poniendo los cubiertos y los vasos en la mesa, niñas. Luego iré a ponerle la comida al viejo
Manola preguntó:
-¿Qué clase de hombre sería el primer Suso? Sabrá Dios de qué calaña estaría hecho
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- Pues según mi padre -afirmó Salvadora -era una buena persona.
-Me extraña, porque no es tiempo de quema, aunque en los campos siempre hay
basurillas que quitar de en medio -aseguró la capataza, atareada con su labor en la cocina.
Manola preguntó:
-No. Le preparé un canasto, porque tiene mucho trabajo que distribuir en los campos,
Cuando terminábamos de comer, se oyeron los chisporroteos de un gran fuego que dio la
cara en el granero. Era tan tremendo que ya no había nada que hacer. Los trabajadores
desde los campos dieron la alarma al ver el humo y las brasas de candela que subían al
El fuego se veía desde lejos y los trabajadores dejaron su faena y, junto al capataz,
cogieron los caballos y acudieron de inmediato. Todos se movilizaron con cubos y con lo
El granero nuevo se había construido hacía año y medio; en su viga interior se ahorcó la
Señora, y ahora ardía irremediablemente, se quemaba entero. Por mucha agua que le
tiraron, no pudieron hacer nada. Habían llegado tarde. Al cabo de las horas, cuando ya no
quedaba nada más que las brasas candentes y las cuatro paredes, se dieron cuenta de
que el viejo no aparecía por ninguna parte. Entre el rescoldo encontraron un gran
chicharrón: era su cadáver calcinado. Suso segundo el feo había terminado sus días en la
tierra entrando por las puertas del mismísimo infierno, que había abierto su boca a lo
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Manola me miró entre mucha gente y me dijo:
matar a nadie, no seríamos capaces. Si él lo ha querido así, sus motivos tendría. Tal vez
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Capítulo XIX
-Sigue tú, Manola, tengo la garganta seca y las emociones a flor de piel.
Más tarde, cuando todo se calmó, en la habitación del viejo, encima de su cama, su hijo
encontró una carta escrita por su puño y letra: iba dirigida a sus herederos, a Polilla y a
Suso; o sea, que su final lo tenía más que decidido. Mi marido, después de leerla conmigo,
me dijo:
La arrugué entre mis dedos en su presencia y me dirigí al fogón, pero lo pensé mejor y no
la quemé; me pareció un documento importante para el niño, el día de mañana. Creo que
ha sido el único secreto que le oculté a Polilla en muchos años. No quise causarle más
daño. La tengo aquí en el bolsillo; está muy deteriorada, pero se lee perfectamente porque
“Mi querida niña Polilla. Puede que yo fuera el culpable de lo que te pasó. Por más que he
yo te he querido y te quiero más que a nadie, no lo dudes jamás. Desde el día en que te vi
dando tus primeros pasos viniendo hacia mí con los bracitos abiertos, no sé qué fue lo que
sentí. Si te sirve de algo, quiero que sepas que fuiste una cura para mi alma enferma. Por
primera vez percibí un estado de piedad por las criaturas a las que infligí un daño
irreparable, y dejé de sentir el odio que me consumía y el deseo de venganza por las niñas
pobres. Toda la maldad que había cometido creyéndome un dios, se acumuló en mi mente
seguir vivo. El castigo que estaba destinado para mí, se cebó en ti, en la persona a la que
yo más quería, en la hija de una niña pobre llena de dignidad a la que traté mal y, a
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cambio, me regaló lo mejor de mi vida: tú. Tal vez después de la mala acción de Suso
tercero, debí echar a mi hijo de casa y desheredarlo. Pero no pude hacerlo: era el
heredero del apellido y por encima de todo, incluso de mí mismo, era el hijo de la Señora,
aquella hermosa mujer que no me quiso jamás, que me odió por obligarla a casarse
conmigo y que me castigó desde el día en que la conocí hasta humillarme con su muerte.
Yo había sido toda la vida injusto con ese hijo, tal vez porque no se parecía a mí. Era
sensible y guapo como su madre, y deseaba ser amado en lugar de seguir la tradición y
mirar por nuestros intereses. Yo lo confundí en el camino que debía tomar en la vida y lo
arrojé a la calle, a comprar el amor que lo llevó a su destrucción. Por todas esas razones,
Hijos, mis días han llegado a su fin. No tengo vida ni alegría, ni ilusiones ni emociones,
solamente me cercan fantasmas que me recuerdan el daño que les hice. Allí donde
veo dar sus primeros pasitos por la delantera de la casa, con sus piececitos inseguros y no
me atrevo acercarme a él, porque no creo merecerlo. Me consta que está en las mejores
Te dejo un encargo, Polilla, por lo mucho que me quisiste, y también a tu hermano, Suso
Si sentís un poco de respeto por mí, aunque sólo sea porque formo parte del eslabón
familiar, por favor, nunca profanéis el lugar que yo mandé a cerrar; dejadlo tal como está,
ese es mi deseo. Allí permanece el espíritu de mi abuelo y allí acudirá el mío a reunirse
con él, y seguirá llamándome su defín. Aquel rincón que la Señora llamaba “El santuario
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A partir de la desaparición del patriarca, todo fue distinto: se calmaron los ánimos, se
complicado y estaba resuelto a encontrar la paz al precio que fuera; sabedor de lo que le
esperaba, trataba por todos los medios de hacernos la vida fácil. Se encargaba de la
educación de su hijo procurando seguir los patrones de sus antepasados, pero sin rayar en
lo severo. Se vivió en esta casa un tiempo dulce dentro de la situación que había.
Las dos mujeres se quedaron calladas mirando a Cristel, que no daba crédito. Aquello era
-Cristel, esta es la historia que queríamos que supieras, ya está todo dicho.
-Pues, como podréis comprender, no tengo palabras. No me explico como habéis podido
afrontar tantas dificultades dos chiquillas sin preparación y superarlas con nota. Por lo que
me habéis contando, creo que sois dos heroínas. No puedo creer que yo forme parte
-Cristel, puedes imaginarte mi triste vida. Me casé con el padre de Suso porque no me
quedaba otra. Tengo que decir en su favor que, a pesar de mi indiferencia, no fue un
hombre malo conmigo. Lo peor era que estaba enfermo y enamorado de mí, y su
pero yo no le quise jamás; creo que nuestra vida en común fue una condena para los dos.
Era silencioso y callado; no contaba a nadie por lo que estaba pasando. Pronto el
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virulencia. La había pillado en sus correrías, como él decía, “buscando el amor en el lugar
-Esto es muy serio; si no quiere acabar con la vida de su esposa, procure no mantener
Ni Polilla ni yo entendíamos nada de eso, y él, como dice el refrán: “de perdido, al río”. No
le dio la menor importancia. Como normalmente estaba enfermo, yo procuraba poner tierra
de por medio siempre que podía. Aquella situación me repugnaba; no tenía nada que ver
conmigo, pero me afectaba de lleno. Eran mis padres quienes aceptaron el trato. Me
encontré con un hijo sin parirlo, y con una enfermedad de rameras sin comerlo ni beberlo.
Para colmo de males, no pude tener un hijo. Mi marido, sintiéndose culpable, en sus
-Dios es justo, tengo que pagar por lo que hice con Polilla. Pero tú no eres culpable de
Había cosas que yo no sabía. Me enteré de la verdad, de que la niña era hija de mi padre,
cuando mi madre, en su desesperación al ver lo que había hecho, me lo tiró a la cara para
desgracia mía. Ese descubrimiento rompió todos mis esquemas, y de pronto comprendí
Caí en un detalle: cuando mi padre me gritaba que si Polilla hubiese sido varón, mi
primogenitura me iba a valer de poco, y se generaba una discusión con mi madre… Ahora
lo veía claro. Fue un golpe mortal por varias vertientes. Pensé en quitarme la vida, pues no
podía caer más bajo; lo intenté, pero no tuve valor para apretar el gatillo: siempre fui
cobarde. Nunca me lo perdonaré; aunque yo no sabía que era mi hermana chica, jamás
Ahora que estamos las tres juntas, hablando en plata, voy a revelar algo que nunca le he
dicho a Polilla por no hacerle daño; pero a estas alturas poco importa, ya tenemos hasta el
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En ocasiones me esforcé por ser comprensiva con mi marido, porque en el fondo lo
consideraba una víctima más, que había vivido desde su infancia bajo la vara implacable
del tirano, o un demente de esos que nos domesticaron para ser muñecos en sus manos.
Y sabiendo lo dura que había sido su trayectoria, conducida por el camino equivocado, yo,
que había superado mi enfermedad y estaba completamente curada, sentí piedad por él
que se moría a chorros, de modo que traté de ser comunicativa. Él no tenía a nadie con
quien hablar, excepto conmigo. Lo veía en muy mal estado; sabía que su fin estaba
comenté:
-Debes olvidar tu error con Polilla y perdonarte; estabas tan borracho que no sabías lo que
hacías.
Él me respondió:
-No creas, Manola; por eso nunca me dejaron los remordimientos. En algún momento
llegué a reconocer a Polilla. Es verdad que había bebido a muerte, sin control, pero no
vida. No sabía hacerlo. O, si no, acabar con mi puta existencia. Todo me daba igual por
paz ni a sol ni a sombra. Toda mi vida tuve que hacer lo que él deseaba, incluso cuando
volví del ejército, que yo ya era un hombre con cierta madurez. Si mi madre me acariciaba,
se encolerizaba con ella y se encaraba conmigo diciéndome que un hombre no tenía que
consentir carantoñas de madres. No me dejaba vivir: todo era disciplina y castigo, según
él, por mi bien. Y por la noche, cuando me sentaba a escuchar la radio, que me gustaba
mucho, me obligaba a salir con él al campo para explicarme los pormenores de las
estrellas que, por tradición, yo debía saber. Apenas tuve vida de niño, más que las clases
con mi maestro y algunas juegos con la hija de los capataces, Salvadorita, que era
bastante más pequeña que yo. Cuando fui mayor me prohibió volver a verla, y para colmo
me hizo pasar por una gran humillación: la de que el personal fijo de la hacienda me
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llamara “señor Suso”. Él quiso engrandecerme y lo que consiguió fue humillarme, porque
Toda mi vida estaba programada por mi padre, dándose gran importancia: en vez de una
En realidad, todo esto traía una historia retrospectiva que fui arrastrando desde mi infancia
Contaba trece años y, desde que tenía recuerdos, todo había sido para mí disciplina,
control y austeridad, y me acostumbré a ello: según mi padre así debía ser, y yo lo acaté.
Entonces fue cuando nació Pilarita. Fue un gran revuelo en la finca. La chica demente que
estaba en casa de los guardeses había dado a luz una niña, fruto de sus amores con un
perfectamente, porque me impactó mucho. El cura entró en casa de los capataces tocando
una campanillita con el ropaje propio para la ocasión. Me dijeron que venía a darle a la
muchacha los santos óleos; nunca supe qué significaba aquello. Más tarde, la caja de
al aire… tampoco sabía a quién iban dirigidas sus maldiciones. Una vez pasado aquel mal
trago, vi como mi madre se llevaba al bebé para mi casa, y una señora venía tres veces al
día a amamantar a la recién nacida. Mi madre desde el primer instante se volcó con la
pequeña, y a mi padre jamás lo había visto sonreír tanto; le daba tantos besos y caricias,
que me quedaba pasmado. Yo de parte de mi padre no sabía qué era eso, y mi madre me
Cuando la niña comenzó a caminar, mi padre, que era un callejero, salía menos por estar
con ella. Él, un año después, cariñosamente la llamó Polilla. Para la niña todo eran mimos
y cariño. Mi madre no sabía qué ponerle; parecía una muñeca vestida de organzas. Mi
padre la adoraba y la paseaba en sus brazos por los campos. Polilla se convirtió en la
reina de la casa. Cuando tuvo cinco años, le compró un pony y la llevaba a pasear, con la
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baba caída, disfrutando de la niña como jamás lo había visto. Mi madre, hasta se olvidó de
la manera en que vino al mundo la chiquilla. Yo, hasta saber la verdad, siempre tuve
entendido que fue por las relaciones de aquella criada con cualquier jornalero. Me
extrañaba su actitud: parecía que la había parido ella… en fin, la niña era merecedora de
todo. Yo la quería mucho y me hacía mucha gracia, pero desde el fondo de mi corazón
siempre pensé que recibía todo cuanto yo merecía por derecho propio.
Deseaba con toda mi alma hacerle daño a mi padre. Creo que, sin darme cuenta, sentía
unos celos mortales de Polilla. Yo sólo tenía trece años cuando ella nació y todos la
había que hacerme duro como una roca, cuando no lo era. Yo era una criatura de pocos
años, con debilidades propias de la edad: deseaba que me quisieran y que me lo dijeran.
Incluso Salvadora, cuando se jubilaron sus padres, ya casada con el mayoral, seguía
adorando a Polilla como a la hermana que nunca tuvo. Isidro, mi amigo, conoció a la niña
con cuatro o cinco años; era un hombre extraordinario que siempre fue muy bueno
conmigo, porque me demostraba más cariño que mi propio padre. Él siempre estaba
hablando de las gracias de la Polilla: se partía de risa contando a los trabajadores las
cosas que hacía y decía la chiquilla. Aquella niña lo ocupaba todo sin dejar espacio para
mí. Aunque la verdad es, que nunca lo tuve cuando ella no estaba.
Para colmo de males, creció consentida y con una seguridad que yo no tenía ni por
-¡Aprende de Polilla! ¡Ella sí que se preocupa por la finca, ella sí que nos cuida…!
Ella… ella… ella… ¡siempre ella! Cuando él no era ejemplo para nadie… Me obligaba a
trabajar como un peón más en la finca, mientras él se divertía en el pueblo con sus
amigotes y llegaba borracho y mandando, como si los demás fuéramos sus esclavos.
Cuando me fui de casa a la llamada de ejército, sentí tal liberación, que durante aquellos
dos años no acepté ningún permiso, más que en Navidad. Cuando volví licenciado, la niña
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se había convertido en una muchachita mandona, que lo manejaba todo en la hacienda
¿Comprendes, Manola? No trato de justificarme, eso sería aún más vergonzoso para mí.
Aquella noche me pilló envenenado; intenté beber hasta morir. Estaba borracho como una
cuba, y encima la niña llegó dándome órdenes, pegándome en la cara, dándome con el pie
para que me espabilara y me fuera a la cama. Sabía que mi padre la aplaudiría, como en
tantas ocasiones. Ella era la dueña, y yo un mandado. Esa misma adtitud la ponía en
comer y me decía:
-¡Anda, come algo! A ver si dejas de beber, que te vas a poner enfermo.
Ella cuidaba de mí, de mi madre y de mi padre. Y era el ojo derecho de los mayorales.
No sé que pasó por mi mente, ni en qué momento dejé de verla. Sentí cómo me pegaba
en las costillas con el pie tratando de hacerme reaccionar; luego, observé entre tinieblas a
una mujer enorme que bailaba entre sombras y reflejos una extraña danza y se reía. Lo
interpreté como una burla. Mi intención fue derribar a aquella mujer para que me dejara en
paz, pero una vez la hube tirado sobre el pajar, perdí el control sin saber lo que estaba
haciendo. Por un momento me desorienté, creí que era una de aquellas mujeres con las
que yo iba a menudo y me divertía mientras ellas bailaban para mí. No sé, al parecer me
volví loco. Muchas veces lo he pensado, buscando una explicación; fue como si el destino
se tuviera que cumplir en mí, siguiendo la saga de los hombres de mi familia. Pero esta
Manola, a ti te debía esta explicación. Sé que no tengo perdón de Dios ni de los hombres.
Y nunca me consideraré digno de mirar a Polilla a la cara; ella era una niña y yo un
hombre con experiencia. Para ser justo, tendría que haberme pegarme un tiro, pero no
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tuve valor; siempre fui un cobarde. Total, sé que me queda poco tiempo de vida. Isabel, la
Esa fue la confesión de Suso tercero. Aún no puedo saber qué sentimientos eran los míos
al oír aquella confesión, ni qué decisión hubiese debido tomar si fuese juez.
-Sí, Polilla, yo también sentía la necesidad de contarte esta parte ignorada por ti.
Así fue, Cristel, se confesó sincerándose conmigo como si se tratara de una amiga en
lugar de su esposa. Y nunca lo comenté con Polilla; era muy duro. En el mundo particular
de esta familia, donde los hombres lo eran todo y las mujeres nada, el vivir diario en
Cristel estaba con la boca abierta paseando la mirada de una a otra, embelesada, sin
entender lo que habían hecho con aquellas dos pobres mujeres. Al fin, resolvió:
-Sí, así es, lo parí yo y lo criamos entre las dos, aunque legalmente Manola es su madre.
-¡Madre mía! Es tremendo lo que habéis vivido; no me extraña que estéis tan unidas. Yo
intuí desde siempre que aquí pasaba algo gordo, pero jamás hubiese sospechado
semejante atrocidad; no me extraña que Suso esté mal de la cabeza. Esto es… la historia
jamás contada. Totalmente dantesco. Os hicieron creer que érais señoras afortunadas,
-Sí, hace tiempo que se lo contamos. Ella veía lo mismo que tú, que aquí pasaba algo.
Siempre estaba alerta y hacía preguntas con segunda intención. Nosotras esquivábamos
el bulto como podíamos, pero sabíamos que algún día habría que decirle la verdad.
Cuando terminó la universidad, aquel verano lo traía más que decidido. Un día, después
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de la comida, nos tomó de la mano a las dos y nos sentó junto a ella en el salón para
-A ver, no voy a andar con medias tintas con vosotras. A mis cortas entendederas, aquí
pasan cosas a las que llevo años dándoles vueltas y no me cuadran. Quiero que me
contéis ahora mismo, del hilo al pabilo, sin omitir ni una coma, todo cuanto recordéis que
ha ocurrido en esta casa, desde cien años para acá, todo lo que se calla en Los
Ella es tan madura y comprensiva… Una vez enterada de toda la verdad, como lo hemos
hecho contigo, se tapó la cara con las manos, y durante unos minutos lloró. Luego dijo:
-No me extraña nada de lo que me contéis de los Sanjuán. Esto es una jaula de grillos.
Cada día comprendo más a mi madre, sin conocerla. Hizo bien en coger el portante y no
volver. Para nuestros antepasados, lo único que valía era la tierra y el trabajo; las
personas no tenían el menor valor. Al menos las mujeres eran utilizadas, usadas como
objetos, sin ninguna consideración. Qué digo… con menos atención que el ganado. Los
como animales.
-¡Qué dolor! -exclamaba la pobre, sin imaginar lo que a ella le esperaba con aquel novio
que parecía que la adoraba. Si su padre hubiese sido un hombre normal, se habrían
separado, borrón y cuenta nueva. Pero ya sabes cuál fue su reacción, complicándolo todo
hasta el extremo.
-¿Suso ha llegado a conocer todo esto que me habéis contado? -preguntó Cristel.
- No sabemos hasta dónde. Nosotras no le hemos dicho nada, pero tú sabes que en los
pueblos pequeños las historias locales no prescriben nunca. Los habitantes de las grandes
haciendas siempre hemos vivido en un mundo aparte, intentando por imposición poner
distancias entre la clase obera y nosotros, ya ves, qué imbecilidad… lo cual no quiere decir
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que las cosas de esta casa se hayan quedado entre nuestras cuatro paredes. Por aquí han
pasado muchos trabajadores, hombres y mujeres. Ellos eran gentes sencillas, pobres y
Suso sabía la procedencia de Polilla, y tú ya sabes que los capataces no se callan nada. A
él siempre le extrañó tener el mismo mechón de pelo blanco en la coronilla que tiene ella.
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Capítulo 20.
Las dos nos quedamos sin poder tragar lo que teníamos en la boca. Polilla, temblándole la
voz, dijo:
-¿Quién te lo ha dicho?
-Parece mentira, que me tenga que enterar por la gente de la calle de que Polilla es mi tía.
Con razón me parezco a ti y tengo el mechón blanco de la coronilla igual que tú, si llevas
Las dos nos relajamos. Ella no podía hablar, así que respondí yo:
-Cosas oscuras de la familia, hijo. ¿Para qué te íbamos a contar amarguras que pasaron
-¿Para qué, dices? Para que no me tenga que informar la gente de la calle de las cosas de
mi familia, por ejemplo. Creo que entraría dentro de lo normal que me hubieseis hecho
oscuras que sois las dos! En muchas ocasiones, cuando me han preguntado quién era
Polilla, tenía que decir: “la recogieron mis abuelos al nacer”. ¡Me parece injusto por ella y
por mí!
Nos entró el descanso en el cuerpo; creíamos que había descubierto que era su madre. Y
fue y será para siempre el gran amor de mi vida, tal vez porque no me dio tiempo a
conocer lo negativo que siempre existe dentro de cada persona. Si lo volviera a ver alguna
vez, hasta me atrevería a confesarle lo que sentí por él y lo importante que ha sido para mí
aquel sentimiento a lo largo de mi vida. Ahora, de vieja, qué importancia tendría… pero me
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gustaría hacerle saber que no fue cosa mía, que me obligaron a casarme en contra de mi
voluntad. Siempre me he sentido en deuda con ese muchacho, de verdad. Estoy segura
Mi segundo marido fue otra cosa; nunca me inspiró ternura, confianza o seguridad. Yo
diría… que fue una pasión desbordante, un enamoramiento feroz, al menos por mi parte.
Yo tenía necesidad emocional de afecto, deseaba sentirme amada, valorada… Tenía tanto
amor para dar dentro de mí, que cuando aquel hombre que tanto me atraía me mostr ó su
deseo y clavó su mirada clara en mis ojos, en mi cuerpo, perdí la voluntad… Era
exageradamente guapo y me sentí atraída por él desde la primera vez que lo vi. No dejaba
de recordar cada instante su mirada de fiera que resaltaba en el moreno de su piel como
las luces en la noche. Tal vez él se percató del efecto que causaba en mí. Supongo que mi
camino inconscientemente. Todos los consejos que me daban se me antojaba que iban
contra mi felicidad. La cuestión era que él se esforzaba por ser atento conmigo, e incluso
provocaba situaciones donde hubiese intimidad entre nosotros. Era un hombre guapísimo,
fuera de lo corriente.
-Muchacho, hay dos yeguas a punto de parir y tengo que ir al campo, a dar una vuelta a
los trabajadores. Tardaré unas horas: si se presenta el parto y necesitas ayuda, llama a mi
-Señora, perdone mi atrevimiento. Necesito que me echen una mano. Es que hay una
yegua de parto.
En otra ocasión yo no habría colaborado, nunca lo había hecho, aunque sí estuve presente
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-Está en los campos, señora, con las cuadrillas. Me dejó encargado que llamara a su
mujer, pero me siento mal delante de ella; creo que no le caigo bien a Salvadora, y
tampoco es mucho lo que hay que hacer… Yo me las apaño solo, pero por si acaso
necesito una mano, para acercarme algo, es mejor que haya otra persona presente, y no
Ese día se dio cuenta de su triunfo. Una señora de mi posición no se prestaba a esos
Por mi parte, yo podría haber recurrido a Salvadora, aunque hubiese sido para hacer acto
colaborar y estar a solas con él. Y acepté a la primera. Eso fue como decirle: voy contigo
hasta el infierno. Y, efectivamente, era el lugar que me tenía preparado. Pasado el tiempo,
después de casada, cuando las cosas empezaban a ponerse crudas entre nosotros, me
-Tú querías un esclavo y no te ha dado resultado, pero bien loca que estabas por mí. Yo
no tenía nada que perder y sí mucho que ganar; nunca me enamoré de ti, eras tú quien me
lo ponías en bandeja. ¡Supe enseguida que te morías por mí, señora Manola!
Era una de sus tantas maneras de humillarme. Puede que tuviese razón, deseaba ser
amada por él. Era hermoso y fuerte, y yo no sabía lo que era el amor de un hombre desde
que tuve que apartarme de aquel chico al que tanto quería… aunque al fin y al cabo no
éramos más que dos niños, y lo único que existió entre nosotros, después de amistad y
compañerismo desde la infancia, fueron sólo unos besos de adolescencia, que resultaron
tiempo en que me olvidé de mi amor de adolescencia. Y, por desgracia, duró bien poco. El
tiempo justo de tomar las riendas del cortijo para mostrar su cara oculta. A partir de ese
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momento, el deseo platónico y sin barreras que sentía por él se convirtió en pánico y
miedo profundo. Ya sabía cuál era su propósito y hasta dónde era capaz de llegar.
-Bueno, dijo Cristel, quedándonos con lo mejor de la situación, al menos usted vivió el
amor durante un corto espacio de tiempo, con un hombre que le gustaba y del que estaba
-Sí, Cristel, pero en esa relación siempre hubo una incertidumbre, una sombra de duda a
Sanjuán debía rendir culto al padre de su hijo y al apellido familiar, yo me lo había saltado
todo a la torera. Nadie descartaba que me volviera a casar; algunos pretendientes había.
difunto. Un mozo de cuadra era una afrenta al gremio. Todos los que me querían me
me avisaba de que no iban mal encaminados aquellos que me aconsejaban. Aun así, era
enfrentaba, me trataba con tanto cariño y con una pasión, que sin voluntad alguna me
entregué a él bajo el cielo de la noche en medio de los trigales; cerré los ojos y dejé de ver
todo cuanto me rodeaba. Los primeros tiempos de casados fueron de pasión y locura sin
freno…
dominio, que se extendía sobre todo lo que me rodeaba. Noté que lo registraba todo:
cajones, archivos, joyeros y armarios. Ese detalle, más los consejos recibidos, me puso en
guardia, y no me permitió nunca ser feliz a plenitud. Luego surgió todo lo demás, con el
maltrato al niño incluido. Tengo que reconocer que no mereció la pena; se ha hecho un
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-Es increíble que hayáis pasado vuestras vidas limitadas a este entorno, sin haber
habéis hecho nada por vosotras. Y la peor parte, a mi modo de ver, se la ha llevado Polilla.
Quiero decir: que se le fueron los años jóvenes, toda una vida sin conocer el amor de un
compañero… aunque, como se suele decir, “para mal acompañada más vale sola” y en
aceptaría por esposa después de lo que me había ocurrido. Aunque legalmente no era hijo
mío, casi nadie lo sabía y no tenía por qué decirlo. Era consciente de que si un hombre se
fijaba en mí, y decidía aceptarlo, tendría que confesar lo que me ocurrió. No sabría
engañar a nadie y menos aún ocultarlo. Estaba preparada para afrontarlo. Lo había
madurado durante un tiempo, encerrándome en mí misma; era muy duro lo que callaba.
cosas, ver el mar que jamás había visto, teniéndolo tan cerca, saber que otras personas
tenían problemas similares a los míos… la lectura para mí era vivir una realidad que me
Leyendo un libro, encontré un personaje que me dio una idea: “El licenciado vidriera”. El
un material muy frío, por eso decidí que mi corazón sería de corcho. Debía ser así por mi
propio bien y por el de todos. Tenía en mi mente clavada a fuego las palabras que me dijo
mi tía el día de la boda de Suso tercero y Manola. Las dos nos quedamos en casa, y ella
inciierto futuro.
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-Polilla, tu tío me ha encargado decirte que, de común acuerdo él y yo, te hemos
reconocido como hija nuestra. Debimos haberlo hecho hace años. Tambien debes saber
que hemos puesto la finca “Las bellotas” a tu nombre. Somos conscientes de que, después
de la desgracia que te ocurrió con nuestro hijo, ningún hombre querrá casarse contigo si
se entera de la verdad. Una verdad que no tienes por qué revelar: eres una niña, y nadie
sospecharía que un día tuviste un hijo. Los únicos que saben de tu estado son los viejos
mucho, y saben lo que eso significa para una mujer. Así que el secreto esta asegurado. La
vida es así, hija, al menos no serás una mujer pobre. Debes tener muy en cuenta lo que te
Eres una niña muy bonita muy buena, muy trabajadora, tienes muchas virtudes Polilla.
Pero nunca debes olvidar que ningún hombre vendrá a ti con buenas intenciones si se
pasaría. ¿Cómo explicarlo? Si alguna vez te enamoras de un hombre, tendrás que decirle
bueno, y lo acepta, se encontrará con el tesoro que eres, te quitarás un peso de encima y
serás feliz.
Ándate con cuidado en cuanto a los hombres, Polilla, que para vivir bien no te va a faltar y
cuentas con el amparo de una familia. Tu tío y yo estamos escacharrados, él por viejo y yo
por enfermedad; tengo tristeza, hija, me muero de pena porque he sufrido mucho desde
los diecisiete años… Presiento que ninguno de los haremos huesos viejos. Pero siempre
tendrás a mi hijo porque, a pesar de haber arruinado tu vida, ha descubierto por mi propia
boca que eres su medio hermana y se siente dolido, culpable y avergonzado. Y no sólo
Polilla, tú eres casi toda mi vida. He sido tu madre, y lo que te ha pasado nunca podré
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También tendrás a Manola. Sois dos niñas de la misma edad; ella también necesitará
mucho consuelo: no quiere a mi hijo, lo vi en su cara el día del trato. Y por propia
experiencia sé por lo que le tocará pasar. Hija mía, en el pecado va la penitencia. Mi hijo,
Yo permanecía callada, sin saber qué decir. Aquellas palabras no me daban consuelo ni
En una palabra: muerta en vida. Una vieja prematura, que esperaba como salida airosa
-Sí, mi niña, tu hijo, pero a todos los efectos lo será del matrimonio. ¿Qué harías con una
criatura con la edad que tienes y soltera, si tú necesitas una madre? Aunque no te hace
ninguna ilusión, ¿cómo iba a hacértela? Eres una niña y encima has sufrido abusos. Pero
la sangre tira, Polila, te lo digo por propia experiencia. Yo nunca dese é tener un hijo con mi
marido, y me aseguré de no tener ninguno más, pero cuando nació el mío y me lo pusieron
en los brazos, lo amé con toda mi alma. Y tú, al final, lo querrás. Yo no creo que viva para
verlo. En fin, los consejos a veces no valen para nada. La vida nos presenta la cara que le
entender; los caminos que se abren delante de nosotros nos sorprenden unas veces para
Ojalá conocieras algún día a un hombre de tu agrado a quien pudieras abrirle tu corazón y
fuera comprensivo y aceptara de buen grado a la persona tan hermosa que hay en ti.
Te doy consejos porque no quiero que te hagan daño; ya has recibido demasiado castigo
El niño, o niña, a todos los efectos será hijo de ellos, así se te has librado de toda mancha.
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-Tía, una criatura no es una mancha. Lo peor es la llaga que llevo en el alma. Nadie ha
destrozado mi vida.
-Polilla, eres inocente, algo propio de tu edad. Yo no hice las normas de la sociedad. Si se
hubiese puesto denuncia, a ti te caería la peor parte. Tendrías que afrontar algo para lo
que no estás cualificada, ni tú ni ninguna mujer. Pero, en este caso, eres una niña. Si hay
denuncia, tienes que enfrentarte a declarar delante de la guardia civil y de un juez, todos
ellos hombres escépticos ante cualquier causa femenina. Por otra parte, no sé si mi hijo
implacable: sería capaz de desheredarlo, y no creo que Suso tuviera valor para aceptar
cosas que no se pueden demostrar. El viejo te quiere más a ti que a Suso, pero jamás
echaría estiércol sobre su hijo, no por la dignidad del muchacho, que a él nada le importó
nunca, sino por el orgullo de no deshorar su apellido más de lo que él lo ha hecho. Pero
ningún cagado se huele su mierda. Este mundo aparente es muy cruel con las mujeres,
Polilla. Ya sean ricas, pobres o princesas, la mujer nace esclava y sin honores. Los
hombres desde que llegan al mundo hacen gala de sus atributos sus propios padres. Si es
un varón, hay fiesta; si es hembra, se conforman y esperan que al menos sean hermosas
Cuando tu tío hizo el trato con el padre de Manola, tú bien sabes que yo no estaba de
acuerdo, aunque mis deseos importan muy poco. Ya ves, no soy dueña ni de lo que me
correspondió por herencia. Pero, dentro de lo malo, me doy cuenta de que lo que se ha
Cuando pase algún tiempo, amarás a tu sobrino o sobrina, e incluso olvidarás que tuviste
un hijo; eres muy joven y la juventud lo supera todo. No tienes por qué contárselo a nadie.
Haz tu vida y trata de pensar. Cuando la criatura nazca, tiene a sus padres legales y bien
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casados, y no le faltará ni gloria. Pasará el tiempo, tendrá otros hermanos y tú serás su tía
favorita, una mujer libre después de amamantarlo, que comprenderá el período de un año.
Es importante darle leche materna para que crezca sano. Solamente un año, Polilla. Ahora
bien, recuerda esto: jamás debes decir que la criatura es tuya. No sólo por ti, también por
-Tía, esto no es justo. ¿Dice que queda entre nosotros? ¿Acaso no se lo contó su marido a
-Eso era obligado, hija, pero ellos por su honor jamás lo dirían.
Después de esta conversación con la Señora, para mí los hombres eran como una
enfermedad contagiosa. No me sentía capaz de hablar con nadie sobre lo que me había
Por el cortijo pasaban muchos trabajadores jóvenes, que me miraban, pero ninguno de
ellos se atrevía a poner sus ojos en mí; al fin y al cabo, era una señora hacendada.
También frecuentaban la finca, por motivos de negocios, señores que eran amigos de la
familia. Me sentía tan acomplejada, que creía que se me notarían en la cara las marcas
se fijara en mí. No era virgen, no valía nada. Tenía la convicción de que mi desgracia
ocurrió por mi culpa. Como dijo el patriarca: mi atrevimiento me jugó una mala pasada.
Ahora tenía que acostumbrarme a sobrellevar mi vida destrozada. Por una cosa o por otra,
A pesar de todo fue pasando el tiempo y era feliz. Teníamos al niño y no me faltaba nada,
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No se me ocurría nada que me rescatara de la miseria de aquel corredor sin salida. Me
Un par de años antes de morir el papá de Susito, ocurrió algo que a punto estuvo de
cambiar el rumbo de mi existencia, y pude hacerlo, e incluso lo deseé con toda mi alma. Si
no llegó a consumarse fue porque, para lo poco que me quedaba en la vida, me di cuenta
Verás, Cristel. El marido de Manola, Suso tercero, iba cada día al pueblo para hacer las
compras. Llevaba al niño al colegio, a clases de música, iba al médico o tenía reuniones
prácticamente.
Un día, Suso tercero le comentó a Manola que tenía un amigo que, por motivos de trabajo,
estaba de paso en el pueblo. Este señor era dibujante y pintaba de maravilla: por lo que él
le dijo a Manola, era muy bueno en su oficio y había venido contratado por unas grandes
bodegas. Él pretendía hacerle al niño un retrato para colocarlo en la pared del salón. Y
Como allí nunca ocurría nada interesante, Manola me lo comentó ilusionada y me pareció
bien, y hasta nos reímos porque era una novedad y nosotras necesitábamos algo nuevo.
Suso tercero le propuso a su esposa que el artista ocupara la casita del jardín, para que
estuviera cómodo y con intimidad, si le parecía bien a ella, y asignó a los guardeses la
juego.
-Yo, si el dueño lo paga, también me haré uno -dijo, y añadió: -El mayoral dice que a él lo
-Cuando lo vea, le diré que habéis aceptado, y él mismo se presentará aquí el día que le
venga bien.
-Pero tú nunca estás en casa, a ver si viene otra persona y creyendo que es el dibujante lo
instalamos en casa.
-No creo que los artistas abunden por los caminos como los caracoles… pero le diré que
me dé una foto suya a ver qué te parece, y cuando lo decidas, le digo que se deje caer por
aquí.
aire libre, ya sabes… los artistas son bohemios y les agrada cualquier aventura. Este ha
venido de Córdoba, contratado por una bodega para hacer un trabajo importante, y una
Dos días después, Suso tercero trajo una fotografía del dibujante. Manola nos la mostró a
Salvadora y a mí. No sé qué reacción fue la mía al ver aquella imagen masculina. Me
quedé mirándolo ensimismada. Me gusto tanto, que estaba deseando conocerlo en carne
noche. Fue una experiencia curiosa; pasaba las horas mirándolo, como cuando era niña y
me ensimismaba recortando mis cromos de colores, tal vez porque mi corazón era una
tarjeta en blanco donde no se había escrito nada que pudiera ser contado: sólo contenía
miedos e inseguridades, y de una fotografia nada tenía que temer… así que me enamoré
de él sin conocerlo.
Aquel rostro me encantó: un óvalo de cara perfecto, eso sí, con poco pelo, aunque
tampoco lo necesitaba; la boca bien dibujada y bordeada por una fina línea; unos bellos
ojos de mirada escrutadora; una leve sonrisa que armonizaba su semblante… el blanco y
intentando adivinar el color de su tez y el de sus ojos. Y llegó el día en que apareció el
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dibujante con sus bártulos. Ni yo misma podía creer cómo mi corazón se alteró al verlo
delante de mí. Sus ojos resultaron ser de color miel verdosa; tenía unas manos preciosas y
la piel morena. Era como si lo conociera de mucho tiempo atrás. Sentí algo tan íntimo y
fuerte, que no me atreví ni a comentarlo con Manola, con quien lo hablaba todo. Yo no
sabía qué sentimiento producía el amor de un hombre, pero a través de los días se me
manifestó con tal intensidad, que me resultaba molesto que aquel desconocido alterara mi
amar me llevó a prendarme de una fotografía en blanco y negro, y por arte de magia se
materializó.
El día que el artista se presentó en casa, Suso lo instaló. Todos estábamos contentos e
hacienda contaba con una admiradora enamorada. Porque lo cierto es que su arte aún no
lo conocíamos.
Los demás estábamos de espectadores. Para los habitantes de la hacienda, era toda una
circunstancia coyuntural que alteraba nuestras vidas, sazonándola después de tanto tedio.
manos, la concentración que ponía mezclando colores sobre su paleta y el resultado tan
acertado que obtenía. Luego nos impresionaba con su arte, sacando a flote la e sencia de
la persona. Yo pensaba:
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En aquel destierro, la única muchacha joven y soltera era yo. Había cumplido los veintiún
años y lógicamente se fijaba en mí, aunque era bastante mayor que yo. En mis reflexiones
internas me decía:
Pasaban los días, y la rutina de la hacienda había tomado un tinte diferente. La alteración
novedosa nos alegraba la vida. Para mí que aquel señor traía magia en sus pinceles. El
cielo se me antojaba más azul, el aire más perfumado y el verde de los campos mucho
más intenso. Siempre estábamos alrededor del artista. Él no consentía bajo ningún
concepto que la persona que posaba viera su imagen hasta su total realización. Jamás
milagro.
Recuerdo que, por coquetería femenina, antes de bajar me arreglaba con más cuidado
que de costumbre. En realidad, allí no iban más hombres que los trabajadores del campo.
Y cuando llegaban señores por motivo de compras de ganado o cualquier otra cuestión, yo
Él me insinuaba que se sentía atraído por mí. Sus gestos, sus miradas, la actitud de
seguridad que usaba, me avisaban de que era un experto en amores. Me encantaba ser
palabra: cada día que pasaba me sentía más colada por aquel desconocido que había
abierto. Con sus miradas elocuentes y sus insinuantes gestos de cortesía, me hacía
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-La próxima en posar serás tú, no pienses que te vas a escapar.
Pero yo no me decidía, y fue Manola por segunda vez la que posó para él, en esta ocasión
sin el niño; estaba guapísima. Por aquella época tenía veintitrés años. Era una buena
oportunidad que había que aprovechar para inmortalizar a la familia y de paso alegrar las
hueso. Por cierto, aún permanecen todos colgados en la pared de la sala. Supongo que
ahí llegaran a apulgararse hasta la posteridad, mientras esta finca pertenezca a la familia
de los Sanjuán.
Durante los meses que el artista estuvo en casa, Suso tercero no salía nada más que para
hacer las compras y llevar al niño al colegio y a las clases de guitarra. Eran buenos
amigos, y por las tardes se sentaban a echar sus partidas de cartas entre copas y tapas.
La siguiente fue Salvadora, que resultó ser una modelo complicada, porque no podía
-¡Qué barbaridad, estas mujeres no tiene freno! Maestro, usted con su arte se ha hecho
amo del cotarro. Ninguno de nosotros habíamos visto un artista en persona, más que al
retratista del pueblo, pero ese mete la cabeza por una manga negra ¡y ahí que va! Te dice:
“¡mira el pajarito!”, y te suelta un fogonazo. Y sale uno en blanco y negro con los ojos
espantados y una cara que en el cementerio los hay mejores. Pero usted le pone colores y
alegría de vida. Eso explica la expectación que produce entre las mujeres. Incluso a mí,
que soy más de campo que una mazorca, me hace sentir curiosidad.
Pero al capataz le impactó: cuando empezó a ver la imagen de Salvadora que salía del
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-¡Sí, señor Felipe! No sé si es usted un artista, un mago, o un brujo… Ha pillado la
único hombre que ha sido capaz de sentar a Salvadora, mantenerla callada y que se
El pintor se reía de la espontaneidad y sinceridad del mayoral, que hablaba con los reaños
de su alma, y la expresión de chiquillo grande de su rostro más que por las palabras. Isidro
-No crea usted, mayoral, que yo hago milagros. Sí que he conseguido que su señora se
siente a ratitos, pero callada y conforme para nada, siempre está protestando.
El pintor permaneció varios meses en casa, hasta terminar todos los encargos. Y, si soy
-Pilar, ¿cuándo te vas a decidir a posar para mí? El señor Suso ha dicho que los paga
dijo que tu nombre es Pilar, aunque te llamen cariñosamente Polilla. Los dos nombres me
gustan. Pero no me encuentro con confianza para llamarte por tu apodo, a menos que tú
me lo permitas… ya me gustaría.
¿Sabes, Pilar? Si tú quisieras, me quedaría aquí para siempre. Pienso mucho en ti.
Traté de mentalizarme de que no era más que un cumplido. Él insistió, e incluso habló de
ello con Suso tercero. Por lo visto, el patriarca manifestó que él no intervenía en esos
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-Niña, tengo que hablar contigo. Ese hombre está interesado por ti. Incluso habló con Suso
-¡Por Dios, Salvadora! De sobra sabes que para mí ese tema del amor encierra muchas
dificultades. ¿Cómo voy a decir que tuve un hijo, si no lo tengo? Pero tampoco puedo
si tuviera a mi hijo, no habría nada que explicar. Aquel día habría tenido que pegarme un
-No seas cobarde, niña, es difícil pero no imposible. Si es de tu agrado sé amable con él,
cuál es su respuesta. Luego, actúa en consecuencia. Debes probar, eres joven y bonita,
no tienes por qué decir que eres madre de un hijo que no tienes, pero tarde o temprano,
por desgracia y honestidad, es necesario confesar que te forzaron con trece años.
intento, no tienes nada que perder por hacerlo, y hasta puede que te sorprenda
lo que pasó. Una confesión como esa pondría a cada uno en su sitio y te permitiría seguir
corazón, lo cual me hizo comprender que el amor para mí equivalía a una enfermedad.
Manola y Salvadora, haciéndose eco de su demanda, insistían en que posara para él, pero
no me encontraba con fuerzas para estar en su presencia, con su mirada sobre mi cuerpo.
Definitivamente, por unos días, con dolor de mi corazón, dejé de hacer acto de presencia.
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-Polilla, yo creo que el dibujante está por ti; no deja de preguntar acerca de tu persona. Y
conociéndote, sé que tú estás por él. Es un hombre muy interesante, ¿no te parece?
-Polilla, lo estás negando porque eres cobarde, pero te delatas sola, te pones tan roja
como la grana. No es malo que un hombre te guste. Tienes veintiún años, te has
convertido en una verdadera mujer y eres guapísima. Tienes derecho a saber qué es el
amor.
Manola tenía razón, sentía la imperiosa necesidad de hablar con él y conversar, aunque
mis conocimientos eran muy limitados en amores, y en términos generales, pero mis
-Tienes razón, Manola, me muero por él, pero no tengo fuerzas para correr el riesgo de su
rechazo. No deseo amar a nadie; estoy queriendo a ese y es un sufrimiento constante, una
enorme inquietud. He llegado a la conclusión de que el amor, para mí, no es más que una
Ella insistía:
-Mujer, sal y habla con él de manera natural y amistosa; tal vez si lo conoces más de cerca
puede que cambies de opinión. Es un hombre de mundo, un artista algo bohemio y con
pocos prejuicios.
Hice caso de sus consejos. Aquella mañana bajé para ver qué cariz tomaba mi asunto.
-¡Señora Salvadora, por favor! ¡Relájese, mujer, aunque sea por unos minutos! Quédese
quietecita un momento… a ver si logro captar esa expresión tan salvaje que usted tiene en
el perfil.
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-Lo siento, don Felipe, pero no tengo paciencia.
-Hola, Pilar; eres cara de ver, he preguntado por ti varias veces… Mira, ¿qué te parece
Ella preguntó:
Pero él le contestó:
-No, señora, es usted muy bella, pero no sé como la soporta su esposo. Cuando se quede
-¡Mira que la manía del hombre…! -protestó ella. -Bueno, ya que no me deja ver mi retrato,
porque no le da la real gana… os dejo, que tengo cosas que hacer. -Y se fue
refunfuñando: -¡Con los dichosos retratos, a veces llega mi mayoral del campo y está la
Me quedé mirando el lienzo y me encantó. Era ella, aunque le faltaba mucho por hacer. La
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Él, riéndose, comentó medio en broma:
-¡Ufff, chica… has conseguido que mi corazón latiera apresuradamente! Mira, voy a poner
este complicado trabajo dentro de la casa, apoyado contra la pared, no sea que algún
-¡De ninguna manera! Sólo he venido a ver cómo iban los retratos de los demás; yo no
quiero hacérmelo.
Él no dijo nada, dejó el lienzo y volvió como el rayo. Con toda naturalidad, me tomó del
brazo y con autoridad me llevó hacia el sillón donde minutos antes estaba sentada
-Venga, siéntate, a ver si vas a estar peor que Salvadora… esa mujer es increíble, no para
un minuto quieta. Pero es tan graciosa, que merece la pena luchar con ella.
seductora e inquietante mirada color miel. Traté de poner en práctica la coraza de corcho
con la que aislar mi corazón de tan tremenda batalla. Siempre tenía el lienzo pintado de
blanco y luego iba integrando los colores de forma magistral, así que no le costó empezar
impacto brutal en todo mi ser. Agradecía sus miradas charlatanas, su forma de mirarme…
me decía muchas cosas que yo deseaba oír, aunque fuera en mi imaginación. Me sentía
aumentaba por minutos, e incluso me estaba volviendo romántica y soñadora, algo nuevo
en mí haber que jamás me había ocurrido, tal vez porque no tuve oportunidad.
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Capítulo XX.
sentimiento transitorio, tan fuerte que no se atiende a razones. Nos encontramos dos
personas, los dos somos hierro, los dos somos imán. Por la noche, antes de que el sueño
mirarlo de frente, sin nada que temer! Pero no me atrevía. Dentro de mí existía una
inseguridad muy arraigada. La fotografía que nos trajo Suso tercero parecía que me
sonreía; me resultaba tan real, que incluso la volvía contra la pared cuando me
desnudaba. Pensé:
Aunque, en los momentos de lucidez, cuando ponía los pies sobre la tierra, se me
enturbiaban mis fantasías y empezaba a ver con lógica. Mi máximo deseo consistía en
juntos. Fue toda una experiencia apasionante; hasta entonces, nunca me había reído con
un hombre. Me dijo algo que me hizo perder el control, aunque lo disimulé lo mejor que
pude:
-A ver, Pilar, antes de empezar a trabajar, tenemos que hablar en serio: cuando posas
para mí, necesito que pongas tu mente en blanco y te concentres en lo que estamos
haciendo. Quiero ver en tu cara la dulzura de tu sonrisa juvenil, esa sonrisa tuya tan fresca
y personal, que me cuesta la misma vida apartar los ojos de ti. Llevas un sello muy
especial, un enigma envuelto, una timidez de ausente que enamora. Eres preciosa, Pilar.
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Ahora bien, normalmente tengo la impresión de que esa Polilla interior se encuentra lejos
de aquí, y me molesta. Durante el tiempo en que permaneces conmigo, quiero tenerte para
mí. ¿Lo comprendes? Te veo en guardia, triste, lejana y distante. Para mi propia
satisfacción como artista, quiero inmortalizar en el lienzo todo eso que presiento a través
de tu expresión cuando crees que nadie te observa. Si me dejas hacerlo, lograré captarlo;
-Si empezamos con tantos rodeos, me largo. No entiendo lo que intenta sacar de mí: lo
Intenté marcharme y debería haberlo hecho. Aquello era para mí una carga emocional
insoportable: con sus palabras sabía tocar mi punto débil, y el diálogo de sus ojos al
mismo tiempo, dirigiendo su atención hacia mi persona como una saeta envenenada,
alteraba mis pulsaciones. Pero él, atrevido como siempre, me paró tomándome por el
-Pilar, no me dejes así; sólo quiero captar y llevar al lienzo a la mujer interior que hay en ti.
el artista no logra ver y plasmar el espíritu del ser humano que se pone en sus manos, ha
fracasado, y te quedas con la sensación de haber copiado una fotografía plagiando la idea
-Hace poco me hicieron una foto para arreglar unos papeles; si le parece bien la traigo y
-Pilar, observo que oyes lo que te digo porque no eres sorda, pero no me escuchas. Te lo
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Cuando le vi entrar en la casa, respiré profundamente y me relajé. Volvió con un libro en
quería bajo ningún concepto que mis sentimientos quedaran al desnudo ante sus ojos.
-Mira, por poner un ejemplo con algo que es incomparable. Esta pintura es de un genio
llamado Diego Velázquez. Se trata de la familia de de Felipe IV. Como puedes apreciar,
Cada cual se ocupa en su actividad personal. Es una composición barroca muy compleja.
Mirálo detenidamente: los cuadros que adornan la estancia, la puerta del fondo… el
espejo… la propia imagen del pintor reflejada en él, los impresionantes claro oscuros, la
somnolencia del perro aguantando el pie de la niña… Bien, sobre esta obra podríamos
estar hablando durante días enteros, y tendríamos tema sobrado para ello. ¿Qué quiero
decirte con esta demostración? Pilar, podrían haber estado presentes en ese mismo lugar
mil pintores, cada uno reflejando en su obra su capacidad de percepción. Estoy seguro de
que habrían captado otras cosas, pero ninguno de ellos hubiese tenido el poderío artístico
de hacer tan creíble y perfecta esa estampa familiar. Pues bien: a lo largo y ancho de los
años, podrán plagiarlo millones de veces, e incluso lograrán copias imposibles de distinguir
del original, pero nadie será acreedor de gloria y de talento por reproducirlo, a mayor o
menor grado o tamaño. Toda reproducción, por buena que sea, será fácil para cualquier
buen profesional, pero siempre trabajará sobre lo conseguido por su verdadero autor, y
verá a través de sus ojos lo que el genio vio y fue capaz de captar con su propio talento
para la posteridad; lo demás será por siempre el plagio de un Velázquez. ¿Lo entiendes,
Pilar? Eso es lo que yo deseo: verte e interpretarte a través de mis ojos, y plasmar en mi
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obra aquello que presiento en ti. El verdadero artista ha de hacer su propia obra para que
Él no se daba cuenta de que procuraba estar con la vista y el pensamiento en otra parte,
para que no notara mi ciega inclinación hacia su persona. Cuando lo tenía cerca, siempre
estaba meditando profundamente en otra cosa, intentando edificar una pared, ladrillo a
ladrillo entre los dos, preguntándome: ¿cómo podría decirle lo que me ocurrió siendo niña?
sería su respuesta. Pensaba: “qué bonito sería que me dijera: eso a quién le importa a
estás alturas…”, hasta el punto de que vi claro y posible aquello que un día me dijo mi tía,
entonces era una niña de trece años. Ahora creía haberlo encontrado y mi corazón saltaba
-Creo que no sientes lo que dices, eres una mujer preciosa y temperamental, y alguna vez
Recuerdo como algo especial una tarde, estando sentada como de costumbre, mientras él
seguía con su trabajo. Yo, una vez más, me encontraba ausente, divagando, inmersa en
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mis pensamientos, buscando la manera de confesarle, por qué razón permanecía soltera a
-¿Qué hace?
-¡Esa, esa es la expresión que quiero ver en ti: viva, atenta y con rabia!
A continuación, me tomó por los hombros y me besó. No hubo reacción en mí; me quedé
petrificada, con los ojos cerrados… y él siguió besándome… Creo que yo le correspondí;
no sabría decir qué pasó: me sentí transportada a no sé qué mundo irreal e ideal… fue un
-Tenemos que hablar de esto detenidamente, Pilar, estoy enamorado ti. Vivo solo hace
muchos años y nunca había sentido nada semejante por una mujer a lo que siento ahora.
He cumplido cuarenta y ocho años, pero en el amor la edad carece de importancia. ¿Te
Me costó salir del trance. Recordé un refrán que decía con frecuencia Salvadora…
-No, en absoluto; a barco nuevo, capitán viejo. Pero, ¿qué sabemos el uno del otro?
-Gracias por lo de viejo… Pregúntame lo que quieras saber, yo no guardo secretos. Tengo
mi estudio en mi casa en Córdoba; he venido a esta zona de Cádiz por unos encargos que
partidas por las tardes, mientras el niño daba las clases de guitarra. Bebimos juntos.
hijo, y aquí estoy. Desde que te he conocido, no pienso en otra cosa que no seas tú.
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Mi respuesta se hacía esperar. Deseaba con todo mi corazón gritarle: “¡yo también te
quiero”, pero me contuve, guardando para mí mis sentimientos. Aquello era lo más bonito
que era sentirse viva y enamorada de un hombre. Durante las tardes, dábamos románticos
niñez, y lo feliz que fui. Él siempre iba a lo mismo: formalizar nuestra relación, hacerla
pública.
-Pilar, tenemos que formalizar lo nuestro, estoy impaciente. Creo que todos se han dado
cuenta de nuestro amor. Nuestros paseos juntos, día tras día, ponen de manifiesto
Debido a sus hermosas palabras, sus halagos y atenciones, olvidé mi situación y dije algo
-No sé qué decir, Felipe. Déjame pensarlo; esto me ha pillado por sorpresa, y en estos
días me encuentro confusa y aturdida. Nuestro encuentro ha sido muy fuerte para mí.
-Vale, mañana hablamos. Te concedo toda la noche para meditar sobre ello. Pero antes de
que termine mi trabajo en esta hacienda, has de decirme que me quieres. Tienes que
-Hay que ver lo que hace la confianza… Ahora tengo que marcharme.
vulnerable. Por eso huyes de mí. Pero mañana, si no te veo, te buscaré y tendrás que
darme una respuesta. Sólo deseo que me digas una simple frase que aún no he oído: “Te
quiero, Felipe”.
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Sentí que se me debilitaban los tobillos y, sin decir nada, como una chiquilla asustada me
fui corriendo; aquel hombre me apabullaba porque tenía poder sobre mí.
Aquella noche no pude dormir ni pensar en otra cosa que no fuera su preciosa declaración,
y el latigazo cimbreante sin límites que sentí al contacto de su boca sobre mi hombro, el
suave mordisco que me hizo reaccionar de inmediato, aquel cálido contacto de sus labios
sobre los míos. Era como un sueño; el hombre al que yo amaba se había enamorado de
mí. No encontraba las fuerzas necesarias para rechazarlo, aunque una voz interior me
gritaba: “¡desengáñate, no puede ser!”. Era mi amor, mi primer amor, y estaba dispuesta a
arriesgar y gritarle aquello que él deseaba oír. Tenía la necesidad de ofrecerle mi cariño y
Como siempre, comenté con Manola cada detalle de lo ocurrido y nos reímos juntas. Ella
me dijo:
-Polilla, es la primera vez que veo tus ojos brillar tanto como las estrellas.
-Más o menos.
-Qué va, me comen los nervios en su presencia; sólo quiero huir por no arrojarme en sus
-Pues ya tienes tarea para mañana, y no me vayas a decir que no te has atrevido; esto
puede cambiar tu vida. Tú tienes un secreto pero, ¿crees que él no tendrá otros? Lo que
realmente importa es lo que ocurra de hoy en adelante. El pasado no tiene validez. ¿Acaso
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-¡Qué asco de vida! -exclamó Manola.
Al día siguiente, decidida a jugármelo todo, fui a su encuentro. Me sentía ligera como una
pluma llevada por el viento, ilusionada y feliz. Salvadora estaba sentada a merced de sus
ojos, de sus pinceles y colores, con cara de impaciencia. A mi artista se le iluminaron los
-¡Anda, Polilla, que ya te toca! Y, aquí donde me ves, este señor aún no me ha dejado ver
mi retrato.
-Todo llegará, señora Salvadora… nunca he tenido una modelo más impaciente que usted.
Cuando se fue la capataza, me miró como él sólo sabía hacerlo. Sus ojos color miel me
Él miró hacia todas partes y luego me besó sin pedir permiso, pero yo se lo concedí al
-Ayer me preguntaste si yo había tenido novio. Y tú, ¿no has tenido ninguna mujer en tu
vida?
muchas mujeres; he tenido modelos con las que me he mantenido ciera relación, es
normal, pero sólo eran nubes de paso, nada serio. También yo sería un pasatiempo para
ellas, como lo habrían sido otros. Pero la vida de un hombre llega un momento que se
encuentra vacía, y no se sabe cómo ni con qué llenarla, hasta que aparece la persona
adecuada, ese alguien especial a quien se llama alma gemela, o como se suele decir: tu
media naranja. Nadie te lo dice, pero tu corazón, al igual que una brújula, te lo indica
más profundo de tu alma, de ser atado y privado de libertad para pasar el resto de tu vida
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a su lado, es lo más hermoso que te puede pasar. Y yo lo he sentido al verte y tratarte,
Polilla.
como el sol cubre los campos cuando los ilumina la luz brillante y limpia de un tibio
amanecer. Sus palabras sonaban en mis oídos como los cantos de los campanilleros a los
-Insinuante pregunta… Nunca creí que lo diría, Polilla, porque ninguna de las relaciones
que he tenido me llenaban lo suficiente como para formar un hogar y una familia; pero la
suerte me ha sonreído poniéndote en mi camino. Una mujer como tú, tan hermosa y pura
como la tierra virgen, ni siquiera lo voy a pensar dos veces. Quiero casarme contigo,
mis venas.
primeras, me dices que tienes que irte. ¿Qué pasa, Pollilla, he dicho algo que te ha
Sus últimas palabras hicieron un efecto en mí mucho más fuerte que su mordisco en mi
-Dime, mi querida Polilla. No temas nada de mí; seré un esposo que te hará feliz. ¿Cuándo
nos casamos? El señor Suso me dijo que era cosa tuya; que por su parte, como cabeza de
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-¡¿El señor Suso?! –pregunté, alterada. Pensé: “¿quién será él para dar consentimiento
Decidí ser valiente por una vez en mi vida; no tenía nada que perder. Y si ganaba, sería lo
hablé con el corazón en los labios, como jamás pensé que me atrevaría a hacerlo. Era mi
-Te quiero, Felipe, y deseo con toda mi alma casarme contigo; nunca podría decirte con
palabras lo mucho que significas para mí. Eres el primer hombre al que he amado, el único
que me ha besado y ha alterado la paz de mi corazón… pero, antes de dar un paso más,
Él me miraba emocionado, con los ojos brillantes; me tomó por los hombros con intención
de besarme, pero yo lo paré. Cerré los ojos y bajé la cabeza sin ser capaz de mirarlo de
frente; era la única manera de poder contarle aquel problema que amargaba mi existencia
realidad no tenía nada más que ilusiones y un corazón enamorado, lleno de pasión para
aquel hombre. Felipe, nunca me he atrevido a pensar en el amor; desde que era niña
siempre he tenido mucho miedo a los hombres. Un día, cuando sólo tenía trece años, un
tío me violó, y desde entonces mi existencia nunca fue vida. He estado encerrada en mí
misma, creyéndome devaluada y sin ningún mérito como mujer. Ese es todo mi secreto y
mi gran problema. No podía aceptarte sin decirte la verdad. Si después de saberlo sigues
pensando lo mismo, te querré más que a mis propios ojos el resto de mi vida.
Él, pillado por sorpresa, guardó un silencio mortal para mí. Abrí los ojos, levanté la cabeza
con el semblante roto y una expresión desconocida en su rostro. Aun así, sentí dentro de
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-Felipe, ¿tienes algo que decirme? Contéstame tú ahora. ¿Quieres casarte conmigo?
-Lo siento mucho, Pilar; me duele que hayas tenido que pasar por ese trance tan
doloroso para una mujer. No me lo esperaba. Ha sido tan fuerte la sorpresa, que debo
asimilar el golpe y meditar en ello, ahora no podría darte una respuesta; estoy
-Me parece bien que te des tiempo; ahora ya sabes por qué no me dieron marido. Tal
como me dijiste a mí, tienes toda la noche para consultarlo con la almohada.
consuelo, un abrazo de amparo, un gesto de aliento, todo aquello que nunca tuve. Pero su
silencio embarazoso me hirió en lo más profundo de mi ser. Lo entendí tal como era: un
rechazo en toda regla, aunque aún albergaba la esperanza de que recapacitara sobre ello
Él deseaba una mujer virtuosa como una tierra virgen para formar un hogar. Y yo no daba
la talla. Fue curioso: por primera vez, ante mi problema me sentí fuerte, lo suficiente como
para mirarlo de frente una vez más y decirle algo que realmente pensaba en aquel
momento:
-Te mereces todo lo bueno que deseas y mucho más, eres un hombre extraordinario.
Me alejé con el alma rota ante su decepción y la mía. Sentí una tormenta desgarrada
dentro de mi pecho, y un chaparrón de lágrimas que subía por mi garganta con la fuerza
de un dique roto. Temí que de mi corazón brotaran canales de sangre. Corrí escaleras
arriba hasta alcanzar mi habitación. Enseguida llegó Manola, porque ella se mantenía
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experiencia, como de costumbre lloré en sus brazos hasta quedarme dormida por tiempo
breve.
Aquella noche, hablando conmigo misma sobre mi almohada, tomé una resolución: opté
por no volver a verle. Estaba dolida en lo más profundo de mi ser. La costra que cubría mis
noche maldita. Volví a rememorar el día en que Suso segundo hizo aquel trato en
reacción ante algo relevante para una mujer dentro de nuestra sociedad y que él no
esperaba.
Pero no fue así. A los dos días, zanjó el trato que tenía con el patriarca, dejando mi retrato
insistente y una vez más tuve que confesarme ante ella: era imposible ocultarle algo, me
-Ve y habla con él, cuéntale la verdad: dile quién fue tu agresor, pero no le dejes marchar.
me rechazara, me sentiría hundida para siempre. Cuando lo vea salir por el portal de Los
recuperar la paz.
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Él se marchó. Era un hombre con mucha experiencia de la vida, y con su silenciosa
respuesta hizo que me sintiera una vez más despreciada, pero no insegura. Fue mejor así.
Cristel se compadeció:
-¡Polilla, qué historia tan bella… y qué pena, un final tan triste! ¿Lo olvidaste, Polilla?
-No. Ten en cuenta que era la primera vez que me enamoraba. Lo pasé muy mal cuando
empecé a cavilar sobre el alcance insoluble de mi situación. Era una muchacha de veintiún
años, en plena flor de mi vida, y tenía que aceptar ser un desecho humano sin haber
hecho mal a nadie, yo, que era la victima, mientras mi verdugo no tenía que temer ninguna
abandonaron las fuerzas, azotada por la impotencia. Me hundí por completo en un pozo de
oscuridad, pero esta vez fue distinto: llevaba conmigo la rebeldía y un afán de justicia
humana y divina, que era lo único a lo que podía apelar. Manola y Salvadora me hicieron
ver que el problema no era nuevo, sino el mismo de siempre. Alguien a quien amaba me
había hecho un recordatorio inaceptable. Salvadora me hizo reaccionar con sus palabras:
-Polilla, estoy orgullosa de ti; has sido capaz de afrontar tu problema ante otra persona por
primera vez. Nada tenía y por lo tanto nada has perdido. Pero lo que has hecho demuestra
capacidad, valor y madurez. Eres una mujer valiente. Y la respuesta de él, estando según
él enamorado de ti, me dice que es un cobarde. Si te hubieses casado con ese hombre, te
-¡Polilla, son normas sociales! Tendrías que ser alguien excepcional para enfrentarte a
ellas. Yo no esperaba una reacción así en este hombre. Creo que hemos valorado
demasiado a la persona. Como artista es indiscutible, pero como ser humano no ha sabido
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Manola estaba tan nerviosa como yo ante la injusticia que sufríamos las mujeres, y se
paseaba por la habitación como un animal enjaulado con las manos en las caderas
gritando.
-Tú has probado suerte, estabas en tu derecho y has encontrado falsedad: el mundo en
que vivimos le da al varón tantos derechos, que hace de los hombres seres insensibles,
los cuales exigen de la mujer méritos que ellos no tienen ni por asomo… Nos usan como
papel secante para absorber sus excesos. Creéme, nosotras merecemos mucho más.
Espero que llegue el día, aunque yo no pueda verlo, en el cual las mujeres podamos decir:
“¡Esta boca es mía, y hablo por ella lo que me da la gana!”, “¡este cuerpo es mío, y lo
utilizo como quiero!”, “tengo un cerebro y pienso”… “tengo un corazón y siento”… “tengo
Manola se tiró en el sofá tapándose la cara, y lloró su dolor y el mío porque eran análogos.
Habían pasado dos meses de mi mala experiencia, y yo casi me había repuesto. Un día,
-¡Polilla, agárrate! ¿Quién crees que está en el salón, preguntando por ti, esperándote?
-Sí, Polilla… Quizás nos precipitamos al juzgarlo; creo que ha recapacitado, le veo
arrepentido.
Me invadió una sensación indescriptible; tardé unos minutos en procesar aquella noticia.
Pensé que tal vez deseara darme una explicación para no terminar tan mal conmigo, o
quizás me dijera que era demasiado joven para él, por encontrar una forma de quedar bien
con la familia. En fin, fuera lo que fuera, deseaba hacerle frente y pasar página de un
capitulo que me había enseñado mucho. El zarpazo recibido, aunque era de esperar, me
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una verdadera mujer. No sé qué ocurrió dentro de mí, pero en ese momento me sentí
me tomé mi tiempo. Por inercia, me puse un traje celeste que acababan de hacerme para
ir a misa los domingos, arreglé mi cabello, me puse polvos perfumados de arroz en cara y
cuello, y pinté mis mejillas y mis labios con pétalos rojos de los geranios del balcón; por
último, abrí un perfume que me habían regalado, toda una novedad, llamada “Madera de
oriente”: derramé un abundante chorrito sobre mis manos y la distribuí por mi cuerpo. Me
Bajé las escaleras como lo haría una reina. Al pasar junto al gran espejo, miré mi imagen y
me encontré guapa. Iba tranquila y segura de mí misma. Entré en el salón bajo su atenta
besarme. Sin embargo, su mirada no me inquietó ni me me parecieron tan bellos sus ojos;
mantuve las distancias tendiéndole la mano sonriente, él quiso besármela pero yo la retiré.
Hacía años que me encontraba anímicamente baja de moral e insignificante a todos los
niveles por los ultrajes padecidos, pero en aquella ocasión algo inexplicable a mi entender
le ofrecí hospitalariamente asiento con agrado, incluso me esforcé por ponerle a mis
-Por favor… siéntate Felipe, no me gusta hablar de pie. Me ha sorprendido tu visita, ¿qué
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Él respondió con una risilla nerviosa. Se le notaba contraído e inseguro, algo inusual en su
persona.
-Tal vez… el lienzo que dejé a medio terminar… que no me deja dormir tranquilo.
-Polilla, te encuentro… muy cambiada, con un brillo especial; yo diría que er as una niña y
-¡Oh, Felipe! Cómo se nota que tienes ojos de artista: ves un poco más allá que otras
Este pequeño diálogo le dio la confianza necesaria para retomar la conversación con su
habitual desenvoltura.
-Verás, Pilar, no sé por dónde empezar. He estado pensando en nosotros estos dos
meses; he recapacitado sobre lo que me dijiste, estuve muy torpe y no sabía por dónde
entrarte para pedirte disculpas. Incluso fui al encuentro del señor Suso tercero, y hablé con
confesó que él había sido tu agresor, y agregó que ocurrió un día de borrachera, por celos
y por revancha hacia su padre. Me aseguró que eres una gran persona, y que jamás se
perdonaría lo que hizo. Me explicó con detalle quién eres, una heredera de su padre igual
-Pilar, siento mucho haber tenido una respuesta tan mediocre. Yo sigo sintiendo lo mismo
por ti. Y estoy dispuesto a pasar por alto el hecho de que no seas virgen… al fin y al cabo,
-Creí que ibas a decir: “De todas formas, es un cacharro de mujer: tarde o temprano tenía
que romperse”…
había estado jamás con nadie. Comprendí lo vulnerable y efímero que llega a ser un
enamoramiento; al fin y al cabo, Cupido está representado por un niño con los ojos
tapados. Aquel hombre, que hacía nada de tiempo lo significaba todo para mí, de pronto
me pareció patético; ese sentimiento me resultaba muy familiar. Me reí en su cara ante su
defecto. Si había sido el jefe mi agresor y yo era una heredera de la casa Sanjuán, el
Estaba tan relajada que no dejé de sonreír. Noté que mi actitud segura le ponía nervioso.
Yo seguía sonriendo, porque así lo sentía, como si me estuviese contando algo agradable.
sentimientos.
-Lo que te he dicho, ¿te parece poco? Comprendo que no quisieras descubrir la identidad
repito, Polilla: estoy dispuesto a pasarlo por alto, porque está más que prescrito, y yo te
amo.
-¿Para quién ha prescrito, amigo? Yo sigo sufriendo las consecuencias. Las violaciones
son como los crímenes de guerra, no prescriben nunca, no se olvidan mientras haya un
corazón herido que lo recuerde. Felipe, sólo han pasado algo más de ocho años. Para mí
siempre será un acto inquisitorial. Forzar a una criatura, cualquiera que sea su edad, no es
una palabra que se escribe en la orilla de una playa y se borra al pasar la ola. Es una
herida en la mente y en el alma que degrada, no sólo a su autor: es una maldad tan grave,
que alcanza al ser humano en general; quien no lo condene como merece, es tan culpable
como el agresor. Para mí, lo que ese señor me hizo es un crimen, un muerto que arrojó a
un pozo… y él, como criminal, siempre sentirá temor de asomarse a ese brocal. Una
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agresión así a una mujer, más si es una criatura de trece años, no tiene perdón ni olvido.
-También yo estuve pensando durante este tiempo trascurrido desde tu marcha. Creo que
Suso tercero no tenía ningún derecho de hablarte sobre mi vida privada. No me importa en
absoluto su opinión. No es mi cabeza, cuento con la mía propia. Nuestro padre me dejó
libertad de acción al hacerme heredera en vida. Cuando quiera tomar una decisión, no me
hará falta su parecer; al fin y al cabo, no es más que un pobre hombre desgraciado y
enfermo. Jamás le he deseado nada malo a nadie, pero confío en que Dios sabe lo que
Felipe. Gracias doy, sí, por haberme atrevido a abrir mi corazón a otra persona… es como
si se hubiesen ampliado mis horizontes por primera vez desde hace muchos años. Cuando
era niña no conocía límites, tenía tal seguridad en mí que asombraba a propios y extraños.
me preocupa lo más mínimo: hay muchas formas de ser mujer íntegra, y yo lo soy. En
-Ya, como te decía, Felipe: he pensado mucho en estos dos meses. De algo me ha servido
el tratar por primera vez con un hombre, aunque nuestra relación se haya quedado como
mi retrato: a medias.
-Pilar, no tiene por qué quedarse a medias; estoy aquí para reanudar nuestro amor,
agrada haberte quitado un peso de encima, un peso que no merecías llevar. Eras una
criatura inocente. Como te he dicho, he pensado mucho en ello y quiero ofrecerte cuanto
tengo en la vida.
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-Ya somos dos los pensadores, Felipe… y me pregunto: ¿qué podrías ofrecerme tú que yo
no tenga?
-Felipe, siempre pensé que la buena formación, la educación y el tacto iban unidos. A
veces es así, pero no necesariamente. Estuve cavilando en aquel día; durante uno de
marcharte, pensé en ello y me dije: “¡Este hombre creerá que las mujeres jóvenes somos
-¡Por Dios, Polilla! ¡Es que tú interpretas las cosas de una manera…! A veces, a las
-Sí, hombre, lo entiendo, pero eso lo dicen algunas mujeres cuando encuentran en el
camino algún millonario. Algo tienen que alegar para justificar su elección. Felipe, en ese
tiempo (que me parece lejano, aunque sólo hayan pasado dos meses) yo estaba
predispuesta a amarte antes de que llegaras: eras mi primer amor. Tú atacaste fuerte y me
ti, he aprendido a quererme y he dejado a un lado mis rancios complejos, sin necesidad de
que ningún tío tenga que colocarme su etiqueta para ser considerada apta. Me he mirado
al espejo y la imagen que me devolvió, me dijo entre otras cosas: que soy una mujer
guapa, rica y joven. Jamás hice daño a nadie, y por condición nací señora hacendada. Es
verdad, me enamoré de ti, creo que fue consecuencia del acercamiento. ¿Sabes? Admiro
mucho tu trabajo, pero has reaccionado tarde. He llegado a una conclusión: no eres lo
bastante bueno como para casarme contigo. Reconozco que fue una experiencia
que podía haber sido y no fue. En realidad, pensándolo con la mente fría, la verdad queda
Esta vez le dejé sin saber qué decir. Le di la espalda y subí las escaleras tal como las
había bajado.
-¿Sabes, Cristel? Hay hombres, que tienen muy mal perder: están acostumbrados a ganar
siempre ante las mujeres y decir la última palabra. Aquel perdonavidas pasó a ser un
recuerdo agradable, y algo bueno me dejó: saber lo que se siente cuando se ama, pero no
lo consideré digno de mí. Era un charlatán con gran facilidad de palabra, un engreído,
porque alguien le habría dicho que era guapo y su ego personal superó al artista. Y, como
todo el que se coloca a sí mismo en un pedestal, se perdía como el pez: por su propia
jamás consentiría que mi vida fuera opinable ni sometida a juicio. Recordé las palabras de
la Señora: que las mujeres no habíamos podido participar en la elaboración de las normas
vidas… Y, como puedes ver, me convertí en una solterona. Es cierto, tuve un debut difícil
en mi vida, dentro de nuestra sociedad era imposible para una mujer superar mi estado, ni
nadie me ayudó a hacerlo, porque no era posible. No estuve dispuesta a volver a declarar
Manola, que a vista de pájaro parecía la más afortunada en el amor, fue mi más claro
ejemplo. Por arriesgarse a querer, lo pasó peor que nadie. Y a partir de su fracaso, y su
posterior liberación seis años después, nos convertimos en dos bloques de hielo con
respecto a los hombres. El mundo en el que vivíamos no nos permitía hacer otra cosa.
Hemos permanecido encerradas en nosotras mismas, y ella igual que yo echó mano al
corcho.
-Por Dios, señoras, siempre creí que mi experiencia había sido lo peor, de lo peor -dijo
Cristel. -Ahora me doy cuenta de que ser mujer y andar por el camino de los Susos,
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aunque sea de paso, te marca para el resto de tu vida: es como si entraras en una
-Yo entré en el club, pero me fui a tiempo y, gracias a Dios, he conocido el amor
porque ellos cuentan con vosotras. Hablamos mucho de este lugar. Mis padres recuerdan
los días tan agradables que pasaron aquí, a pesar del contratiempo que l es trajo. Es
curioso, pero mis hermanas jamás han vuelto a España después de aquello. Para ellas fue
muy traumático lo que les hice pasar. Luego, ocurrió todo muy precipitadamente y los
consideraban culpables. ¡Pobrecitas! Mis padres decidieron dejar correr el agua hasta que
yo pidiera auxilio (porque estaban seguros de que ocurriría), dejarme tocar fondo: era la
única forma que veían de recuperarme. Reconozco que tenéis razón: aunque me escapé
de este enrejado espinoso, de alguna manera permanecí todos estos años dentro del club,
bien atrapada; lo pasé tan mal, que jamás lo he podido sacar de mi mente. Puedo
comprender mejor que nadie lo que significa ser mujer de un Suso, aunque fuera durante
-Cristel, ahora nos entenderemos mucho mejor -aseguró Manola. -Hemos decidido
contártelo, para que no dejes en el olvido a Susana e intentes, al menos, que ella rompa la
familiar en su propia piel. No podíamos explicarnos qué veía en aquel hombre; tal vez las
ganas de no depender del padre que la trataba con tanto esmero, que parecía que la niña
era de cristal. Era ayudante de veterinario, eso sí, muy guapo. Le dijimos mil veces que no
era apropiado para ella. Pero no hubo manera: no veía más que por sus ojos, y nosotras lo
entendíamos. Menos mal que duró poco tiempo; dentro de lo malo, eso tiene que
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agradecerle a su padre. Tanto Manola como yo deseamos que haya sido la última porción
amarga de su vida. Cristel, lo dejamos en tus manos. Nosotras, ya puedes ver, ninguna de
las dos fuimos capaces de encontrar una la salida por donde escapar. ¿Cómo vamos a
ayudar a Susana? A ver si tú puedes influir en ella para que venda esta maldita finca y
tarde o temprano se vaya contigo. Aquí nada tiene que hacer con dos viejas, un loco y el
Solamente mencionar el nombre de “los Cañaverales” basta para que la gente toque
-La niña tendrá que deshacer muchos nudos para desprenderse de todo lo que le ata a
-No os preocupéis, soy su madre y lo intentaré. Ella es una chica inteligente y al final
comprenderá que lo que hay aquí son recuerdos tan amargos como el agraz, que nunca
Polilla apuntó:
-Susana no reaccionará hasta ver qué pasa con su padre. Me consta que, al igual que
nosotras dos, no le dejaría por nada del mundo. Cristel, el campo es como la sangre, tira
mucho.
-En ese aspecto lo tiene difícil -aseguró Manola. -Susana es una mujer muy responsable y
se encuentra sujeta a tres viejos a los que quiere, y a una finca que representa mucho
para ella. Habrá que tener paciencia, y darle tiempo al tiempo. No es fácil dejar atrás
Suso primero el norteño lo entendió, pero dejó a su hijo a expensas del abuelo. Hay varias
vida que impregnan estas tierras en corto espacio de tiempo. Ella es la quinta generación,
pasando muy mal desde que empezó a destaparse la caja de los truenos familiar.
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-Si, abuelas, me hago cargo de lo que mi hija lleva sobre su espalda. Creo que Susana
tiene ante sí un nudo gordiano con carreta y buey, con muchos cabos imposibles de cortar.
Hará falta algo más que un Alejandro con su espada para que ella se sienta liberada.
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Capítulo XXI.
Susana acudió, como de costumbre, a su visita semanal a su padre. Esta vez las abuelas,
dejándose llevar, aceptaron el consejo de Cristel: había que darle un giro vertiginoso a los
asuntos de los Cañaverales, para ayudar a la heredera a superar los sabores rancios y
Polilla y Manola decidieron acompañarla. Deseaban abrazar a Suso, aunque les costaba la
Como no podía ser de otra manera, allí estaba Suso Sanjuán cuarto, sentado en su silla de
ruedas en el jardín.
En principio, para ambas partes resultó impactante, también muy emotivo e incluso
positivo el encuentro de Suso con sus dos madres, como él las llamaba. Lo encontraron
impidió que reconociera al instante a Manola y a Polilla, aflorando las lágrimas a sus ojos.
Pasados los primeros momentos de intensa emoción, Suso preguntó con voz apagada:
-Es muy gratificante para mí que hayáis venido; lo necesitaba. ¿Ya se fue la extranjera?
-Papá, no hablemos de eso… las abuelas están aquí porque deseaban verte abrazarte y
incluso creo que será bueno para todos que estas visitas se repitan con frecuencia a partir
de ahora.
-Tienes razón, Susana; de ahora en adelante, yo deseo colaborar en facilitar las cosas.
Creo que lo estoy poniendo muy difícil, y no es justo. Pero ahora debes ir a hablar con los
médicos; tengo entendido que tienen algo que decirte. Y nosotros aprovecharemos para
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Susana se alejó y entró en el centro con avispas en el estómago, sin imaginar qué tendrían
que decirle después de que su padre confesara sus crímenes abiertamente. Podía esperar
cualquier cosa.
-No se preocupe, es algo bueno. Susana, aunque le parezca mentira, por primera vez he
podido mantener una corta pero coherente conversación con su padre. Fue él quien lo
pidió. Ha decidido colaborar con nosotros para recibir ayuda. Estaba muy preocupado por
lo que hubiese podido decir aquel día que perdió los estribos. Pero logramos tranquilizarlo
diciéndole: “Suso, no tiene nada de que temer, lo importante es que converse con sus
madre de mi hija explicó muchas intimidades familiares; pude oír algo y puse atención en
atar cabos, pues no estaba dormido. Yo también tengo mi propia versión y no permito que
-Suso, hoy tengo que atender a otro paciente, pero mañana te prometo que hablaremos; lo
Susana, como puede suponer le dimos ese margen de tiempo para comunicarle la petición
-Pues lo tiene, doctor: quiero lo mejor para él, y si está dispuesto a colaborar con el equipo
-Bien, quiero dejarle claro que, si él cuenta alguna cosa que la familia considere
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-Por supuesto, doctor, en casa sólo deseamos que mejore, y si él confía en ustedes y logra
sacar lo que lleva dentro que tanto le atormenta, podría ser un paso importante, si no para
-No le quepa la menor duda de que será así. Se ha decidido porque, al parecer, escuchó
algo de la conversación que mantuve con la señora Cristel. Creímos que estaba dormido y
legión. Por lo visto, él desea dar su propia versión de los hechos. Creo que por ahí van los
tiros.
-Eso era todo lo que deseaba decirle. Toda vez que usted está de acuerdo, empezaremos
con él una nueva terapia, dejándolo a su aire, sin forzar la situación. Intentaremos que
arrepiente.
Cuando Susana se acercaba hacia el grupito formado por su padre y las abuelas, Manola
decía:
-Sí, hijo, pórtate bien y colabora con los doctores, a ver si te dejan volver a casa con
tratamiento.
-Eso sería estupendo, Suso. Te cuidaríamos como cuando eras pequeño, y tú nos
cuidarías a nosotras, que también lo necesitamos. La niña tiene mucho trabajo, no sólo en
la finca, también por fuera. Esta criatura nos ha salido muy luchadora.
-Os voy a hacer una pregunta y quiero que seáis sinceras conmigo: ¿es bonita nuestra
niña?
-¡Por Dios, Suso! ¿Es que no la ves? Es preciosa y muy hermosa, además de buena e
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Suso se echó a llorar.
-Siento en el alma haber dicho que mi hija era fea. No sé por qué razón se me metió eso
-No te preocupes, Suso, no llores -añadió Polilla. -Tú sabes, hijo, que en tu cabeza
algunas veces andan muchas cosas sueltas que no son ciertas. Pero cuando se acerque,
mírala bien, con los ojos del alma, y te darás cuenta de que tienes la hija más linda del
mundo.
-Será que siempre decíais que se parecía a mi abuelo y a mí, y yo me consideraba tan feo,
En aquel momento llegó la heredera de la casa Sanjuán, y vio los ojos húmedos de su
padre.
-¿Qué pasa, papá? Deberías estar alegre: tus madres han venido a verte, y no todo el
mundo tiene la suerte que tenemos nosotros, ¡dos madres para los dos solitos! Y a tu edad
Él tomó la cara de Susana entre sus manos, mientras que las lágrimas rodaban por su
cara.
-Hija mía, siempre estuve tan loco, que no me había dado cuenta de lo guapa que eres.
-¡Papá, me vas hacer llorar a mí también! ¡Eso no me lo habías dicho nunca! Al contrario,
siempre me creí fea porque tú, que tanto me querías, me lo dabas a entender.
-Estaba equivocado, Susana: eres preciosa. Por una vez en mi vida, voy a ser sincero: me
lo hizo ver la extranjera. Con mucho genio, me dijo que no te parecías a mí ni un pelo, sino
a ella y a su familia. Y, a pesar mío, tengo que reconocer que ella es muy hermosa.
Perdóname, Susana.
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-Papá, por Dios… me parezco a los dos, y me siento orgullosa de ello. ¿Qué, habéis
-Sí, hija, hemos hablado. Pero, dejando eso aparte, quiero que sepas algo: estuve
-Me lo han dicho, papá, y me parece una decisión extraordinaria que me ha hecho muy
feliz. Lo que tú sueles escuchar y ver, tus fantasmas, sabes de sobra que no existen; un
hombre inteligente como tú no puede dejarse llevar toda una vida por una fantasía: por real
que te parezca, no deja de ser una alucinación motivada por una enfermedad. No tienes
que preocuparte por nada. Los doctores son muy comprensivos, y agradecen tu
colaboración. Esta respuesta era algo que desde hace tiempo esperaba de ti. Eres todo
un señor (con tus defectos y virtudes, como todo el mundo), aunque, eso sí, muy
impulsivo. Sabía que algún día ocurriría: esa era mi esperanza y, mira por dónde, se ha
realizado.
-¿Tu ves, papá, como las cosas fluyen pacíficamente cuando somos comprensivos con los
demás? Tengo la ligera impresión de que va a empezar una nueva etapa en Los
Cañaverales de los Susos. Las cosas siempre pasan por algo. Papá, la extranjera, como tú
la llamas, es una señora con un corazón que no le cabe en el pecho: no guarda rencores,
ni amarguras pasadas. Ella viene en son de paz y con buenas intenciones. Hemos de
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Suso Sanjuán avanzaba por el pasillo del hospital lentamente, ayudado por dos
enfermeros pero sin silla de ruedas, tal como le habían ofrecido en innumerables
repasando unos papeles tras la mesa. Al ver a Suso, se levantó y salió a su encuentro,
-¡Suso! Siéntenlo aquí, junto a mí -dijo, señalando uno de los cómodos sillones de la
pequeña salita. -¡Qué bien, Suso! Así me gusta, que le des trabajo a las piernas, ¡es muy
- Suso, hoy no hablaremos como médico y paciente: vamos a intentar que sea una reunión
entre dos amigos que tienen mucho que decirse. Vosotros ya os podéis marchar. Llamaré
cuando os necesite.
-Suso, quiero que te sientas a gusto. Cuéntame lo que desees, lo que consideres que te
los seres humanos, y sobre todo entre médico y paciente. Suso, hace mucho tiempo que
te escondes detrás de tu silencio, algo muy perjudicial para tu salud. Me consta que eres
un hombre bien preparado intelectualmente y, por lo tanto, sabes bien que el médico y el
-Pues sí, doctor, parece que me ha leído el pensamiento. Eso precisamente iba a pedirle:
que lo que hablemos, quede entre usted y yo. -Suso estiró el cuello y afirmó, con cierta
importancia: -Usted ha dicho bien, doctor: hice dos años de derecho antes de ingresar en
familia era amigo de mi padre y, a falta de mi progenitor, él ocupó su lugar, entre comillas,
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claro. Israel me ayudaba en mis estudios. Yo, al verme en el ejército con tanto trabajo por
delante y sin él, me aburrí. Había otro motivo… mi cabeza estaba embotada y no me
encontraba con capacidad para seguir estudiando. Cuando entré en la legión, me sentía
enfermo. No era una enfermedad al uso. Mi cabeza me jugaba malas pasadas, y veía
cosas que aún me persiguen hoy en día: veo personas que no existen, pero que siguen
influyendo en mí. Con usted no voy a disimular que no estoy loco; sé que estoy como una
según van transcurriendo los acontecimientos, creo que incluso voy a tener que
agradecérselo.
La conversación que mantuve con ella me sacó de quicio, y cuando pierdo el control me
transformo en el animal que llevo dentro. Doctor, si callo es para que no me tomen por loco
de remate…
-Suso, eso de loco, que tanto repites, son términos que no usamos en medicina,
-Doctor, le aseguro que intento ser razonable y lucho contra mis propios fantasmas, esos
que me hacen ver lo que no existe, y toman forma y vida en mi mente fantasiosa, como
suele decirme Susana. Celebro no haber matado a la madre de mi hija, y que todo haya
-Hubiese sido muy lamentable, amigo. Así que hace bien en aprovechar la oportunidad
-No quiero perder a mi Susana, ni hacerle daño. Hay momentos en que no soy yo. El que
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-El marido de mi madre… soy consciente de que es una locura… yo lo maté con mis
propias manos. Pero esa cosa, no sé cómo se las apaña para permanecer en mí,
torturándome día y noche; no encuentro la explicación, pero le juro que es así. Empezó a
irrumpir en mis sueños al cumplir los quince años; cuando seis años después dejó de
existir, creí que me había deshecho de él, pero no fue así. Él me visita con frecuencia, me
insta a hacer cosas e incluso lo que no quiero. Doctor, yo quisiera recuperar la normalidad,
-Suso, creo que esta conversación te va hacer mucho bien. Cuando guardamos en secreto
cosas graves, nosotros mismos las magnificamos haciéndolas una bola que va
engordando cada día. En cambio, cuando compartimos con otras personas lo que para
e incluso a veces llegan a desaparecer. Suso, creo que tu vida ha sido muy dura; eres un
hombre sensible aunque no lo creas, y tus traumáticas vivencias han dejado en ti una
marca muy profunda, lo cual no quiere decir que tenga que ser algo sin solución. Te
aseguro que, si sigues colaborando con el equipo médico, lo vas a notar. Tienes una edad
avanzada y, como bien has dicho, hay cosas que se hacen crónicas, pero cuando las
personas deseamos reparar nuestros errores y nos esforzamos en poner de nuestra parte,
como lo estás haciendo tú ahora, tarde o temprano se consigue. Nunca es tarde, amigo.
Quiero que sepas que yo te creo. Los dos sabemos que el marido de tu madre no existe
en realidad, pero tu enfermedad te permite verlo. No eres el primer caso. Eso que te ocurre
-Doctor, aunque usted pueda pensar que mi locura no tiene límites, le aseguro que, desde
el día que murió mi padre, mi vida sufrió un vuelco tan brutal que nunca pude reponerme.
Contaba sólo diez años. Era el niño más feliz del mundo. ¡Cuánto me tenía reservado la
vida! Cuando ingresé en el ejército con veinte años, yo mismo me consideraba un criminal,
y la legión me sirvió de tapadera, pero no de solución. Aquel asesinato era algo obligado
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que tenía que hacer, no me quedaba otra salida… Cuando lo llevé a cabo, un extraño
Una vez dentro del ejército, matar era nuestro trabajo. Y esa parte invisible que llamamos
propia casa. Él tenía la idea fija de destruirnos. Yo, como heredero legítimo, fui su objetivo
directo, un blanco fácil. Por si esto fuera poco, en el ejército, por razones obvias, esa mala
-Suso, observo que dentro de tus abundantes recuerdos, hay algunos que prevalecen y te
hace feliz recordarlos, los repites con mucha frecuencia. Eso significa que no todo fue
malo en tu vida. Tuviste la suerte de disfrutar de personas y cosas que no todos hemos
tenido.
-Es cierto, hay momentos de mi vida que deseo retener, porque es lo único que merece
ser recordado. Pero hay situaciones intercaladas en mi existencia que jamás conté a
No sé si podré tener los arrestos y las fuerzas necesarias para contárselo a usted. Estoy
-Muy bien, Suso, no quiero cansarte; si lo deseas, lo dejaremos para el próximo día. Creo
que por hoy has estado muy bien. El nuevo tratamiento está haciendo su efecto, y la
vigilancia para que te lo tomes también tiene mucho que ver en ello. Te enfadas con las
Tres días después, volvía Suso Sanjuán cuarto a la reunión amistosa con su psiquiatra.
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-¿Como te encuentras Suso?
-No lo sé, doctor; intento ser coherente, sincero, buscando a tientas por los caminos
algo, pero, si alguna vez lo tuve, se me ha olvidado. Voy tropezando con esas cosas que
resultan reales en mi vida, aunque sé que no lo son. En fin, muy complicado. Una vida la
mía donde he mantenido la lucha a brazos partido por la puta supervivencia, intentando
Sí, he dicho bien, doctor, ¡hasta la dignidad! ¿Y usted me pregunta cómo me siento? A
-Suso, no lo he pensado a tiempo, pero otro día hablaremos tomando una cervecita. ¿Te
parece bien?
-Amigo, cuéntame cuál fue ese momento clave en el que te sentiste tan acorralado que
-Doctor, no sólo la dignidad: lo perdí todo. El día que cumplí quince años, lo celebramos en
casa de los guardeses, nuestros mayorales. Ellos eran para nosotros como de nuestra
misma sangre: fueron dos generaciones las que sirvieron en casa, y mis dos madres,
Manola y Polilla, acudían a ellos para todo; cuando tocaba celebrar cualquier
-Porque lo son, doctor; esto es muy largo de explicar, pero con el tiempo lo haré. Mi familia
Como le iba diciendo, cuando cumplí los quince, ya hacía un año que teníamos al enemigo
en casa. Unas semanas después, un sábado al atardecer, mis dos madres, con los
buenas maneras que le echara una mano. Yo fui con él, como en otras ocasiones. Polilla
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siempre me aconsejaba que no me pusiera en su contra, que procurara colaborar y
transigir un poco. Al fin y al cabo, era el esposo de mi madre, algo que no se podía volver
atrás. Ese era su consejo. Yo a duras penas procuraba esforzarme, aunque mi odio hacia
-¿Para qué? Nuestro capataz dice que no hace falta hacer eso.
-Claro, al capataz poco le importa si algún animal se enreda, o mete la cabeza por el
alambrado. Ese viejo es “el maestro liendres: de nada sabe y de todo entiende”.
Los trabajadores no volvían hasta el lunes, y los que vivían en la finca estaban a cierta
Él tenía esa manía de dar la última vuelta antes de recogerse, no sé por qué. Nuestro
capataz decía que era por darse importancia como dueño, ya que todo estaba en perfectas
resultaba fácil, pues yo era un perfecto idiota, un inocente. El odio entre los dos era mutuo,
sin disimulo. Y, con el tono irónico que solía usar conmigo, me dijo:
-¡Que calladito vas, Susito! Claro, yo comprendo que a ti te gustaría estar entre las
-Sí, quisiera estar con ellas, no tengo de qué avergonzarme. Me encanta estar en casa de
mis capataces, son las mejores personas que conozco. Pero cuando usted me ha llamado,
estaba estudiando.
-Siento contradecirte, muchachito, pero los capataces son dos lameculos, tal como fueron
los anteriores: gente comprada por tu casta para que le dijeran lo que querían oír, y una
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-No admito que usted les ofenda; son nuestras personas mayores, en quienes confiaron
-Mira, niñato, no voy a seguir discutiendo contigo, cuando no tienes ni media guantá.
Incapaz de soportar sus insultos, di media vuelta para marcharme porque no podía tolerar
-No intentes largarte: tú vas a cumplir con tu obligación. Ahora mando yo, y es menester
que lo vayas comprendiendo cuanto antes, mejor. Ese aire de señorito heredero que tienes
tan engreído, y que tan a menudo usas conmigo, quiero que lo dejes en tu cuarto antes de
-¡Suélteme el brazo! Quiero irme a casa, no voy a seguir discutiendo con usted.
-No te dejaré ir; te voy a contar un secreto, entre tú y yo. Hace tres años no te conocía,
pero sabía de tu existencia. Y mi objetivo era encontrarte y terminar con la maldita casta
de los Susos. Ya ves, la vida cambia cuando uno menos lo espera, ¡claro, hay que saber
esperar y estar atento a las señales de la vida! El día que me di cuenta de la atracción que
tu madre sentía por mí, supe que el final de los Sanjuán estaba enteramente en mis
manos.
Yo intentaba zafarme de sus dedos que me apretaban como garfios, y sin miramiento los
soltarme:
-!Déjeme!
Pero él apretaba en mi carne su garra encallecida con energía, y me hablaba tan cerca,
que sentía pánico de sus ojos de tigre. Seguí dando tirones, procurando escapar de
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aquellas garras de pájaro carroñero que me oprimían los brazos y el corazón. Él tenía
-No forcejees más, Susito, es inútil: eres un chaval enclenque, el muñeco de las mujeres
no los tienes. Y esa poquilla de bravura infantil que te hace tan rebelde, yo me encargaré
Me sentía sin fuerzas para aguantar tanta humillación a manos de aquel intruso.
Los nervios me hicieron perder el control y me puse a gritar, aunque era consciente de
-¡Suélteme, estúpido… me está haciendo daño! ¡Esto lo voy a contar a todos, para que lo
echen a la calle! Mi madre es una idiota, ¿qué ha podido ver en usted, si no es más que un
-Hijo… sufres un retraso evidente, tienes a quien salir. ¿Ahora te das cuenta de que tu
madre es una idiota? Mira, nena, no voy a perder el tiempo contigo; eso sí, te voy a repetir
la advertencia: no hablarás con nadie de lo que pase entre tú y yo. Te lo repito… ¡con
Ten en cuenta que soy un maestro matando. Si te vas de la lengua, te juro que tu madre
será la próxima victima… un simple accidente. Y detrás de ella irá la carcoma, la Polilla de
Entonces, agarró mis muñecas violentamente y, tomando una cuerda que colgaba de su
cuello, me las amarró una con otra por delante del cuerpo, como si yo fuera un reo. Yo le
daba patadas, forcejeé hasta que me largó una bofetada que me dejó temblando; creí que
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hombre fuerte. Ya era de noche y sentí mucho miedo; creí que, por mi agresiva respuesta,
Doctor, esto no he sido capaz de contárselo a nadie, jamás. Pero ahora soy viejo y estoy
Me llevó a empujones con las manos atadas hasta un viejo olivo centenario. Yo me
-¡Suélteme, estúpido! ¿Quién se ha creído que es, para hacer esto? Si me va a matar,
-Nada sería de más agrado para mí -respondió el maldito. -Pero hay muchas formas de
matar y seguir siendo inocente, Susito… Habla cuanto quieras: no te voy a matar, pedazo
de cabrón; eso sería muy fácil. Te prepararé el camino para que te mates solo.
Me ató al tronco del olivo. Un miedo profundo me embargaba, sin imaginar qué pretendía
hacer conmigo aquel maldito. Me bajó los pantalones, y allí mismo me destrozó la vida,
-Susito, ya no eres ni serás jamás un hombre: ahora eres un maricón. Ninguna mujer te
querrá, porque no valdrás como tío. Y si cuentas a alguien nuestro encuentro, ya tengo
pensado lo que haré con tu madre. Esto que estoy haciendo contigo, te juro por mi madre
que no volverá a ocurrir, porque no me gusta, pero es la única manera de aplacar tus
humos y hacerte saber cómo me las gasto. Si quieres, puedes contarlo; yo no tengo
inconveniente, pero todo el que lo sepa te considerará un mariquita. Porque lo que te está
pasando, es lo mismo que cuando violan a una mujer: pierde todo su valor. Así lo hizo t u
abuelo con mi madre: lo que se siembra, se recoge. Mi madre perdió su honra y fue
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A pesar del desorden que se producía en todo mi contorno, tomé conciencia de lo que me
estaba pasando. Un descontrol absoluto se apoderó de mí; sentí que me hacía pipí
encima. Aun así, cuando aquel tío terminó conmigo, comprendí que mi vida había
acabado. Fue la primera vez que me meé encima; vomité y, al parecer me desvanecí.
Doctor, esto tiene que quedar entre usted y yo; por nada del mundo puede llegar a otros
oídos: lo que le he contado es un secreto importante para mí. Pero necesitaba hacerlo.
Ahora soy un viejo y poco importa; aun así, no es agradable que alguien sepa que fui
-Suso, has hecho bien en sacar de ti ese terrible malestar que te ha estado corroyendo
durante tantos años. Puedes estar tranquilo: cuanto hables conmigo, quedará entre tú y
yo; soy tu médico y tu confesor. Ahora comprendo por lo que pasaste siendo un niño. Y
abuso.
-El miedo me hacía enmudecer, doctor. No podía consentir que le hiciera daño a mi
familia. Quedarme solo con él me horrorizaba. A partir de entonces, empecé a ver cosas
raras. Sabía que no eran ciertas aquellas visiones de personas conocidas que me decían
cosas… Iba mal en los estudios, y la imagen del porquero aparecía cada noche en mis
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Ese hecho repugnante marcó mi vida para siempre. Y todo mi mundo cambió a mi
vista a mi madre y al perro de su marido. Pero mi padre me dejó encargado de que cuidara
Yo respondí:
Ese hecho causó en mí el efecto que él deseaba. Me hice mayor, pero hasta que no fui al
ejército, jamás tuve una relación consentida con ninguna mujer. A la menor oposición,
creía que me estaba despreciando porque notaba algo raro y no veía en mí un hombre de
pesar de que me hice grande y fuerte, me valió de poco, porque la pesadilla crecía de
A partir de entonces, cada vez que empezaba una relación con una muchacha y notaba el
menor rechazo por parte de ella (cosa normal, que una mujer se haga respetar), para mí
era una ofensa degradante. Y dentro de mí escuchaba esa voz interior que me llamaba
-¿Te lo dije? Si no le demuestras que eres un tío, seguirás siendo un maricón toda tu vida.
(a él, a la chica y a mí mismo) que era un hombre, aunque tuviera que usar la violencia.
Despues de muchos fracasos, comprendí que un hombre de verdad no debía usar esas
armas tan degradantes. Esa luz me llegó después de perder a la madre de mi hija. Tuve
mucho tiempo para reflexionar. Los consejos y riñas de mis dos madres, más el añadido
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de ver crecer a Susana, me dejaron meridianamente claro que mi comportamiento era
Muchas veces he querido convencerme, sin reparar en los hechos, y he comentado con
los amigos, que no sabía por qué las mujeres me dejaban plantado. Ellos tampoco se lo
explicaban. Claro, ni ellas, ni yo, por razones obvias, mencionábamos los verdaderos
Me propuse respetar a Cristel: la amaba mucho y estaba muy enamorado de ella. Estaba
en que estuve ilusionado con ella, todo fue normal en mi vida: aquella chica ocupaba mi
mente y mi corazón sin dejar lugar a mis fantasmas. Fue perfecto, hasta que se torció la
cosa. Cuando la vi titubear ante la proximidad de nuestra boda, la voz de mi cabeza acudió
nuevamente y me decía: “Ya se ha dado cuenta de que no eres un hombre”. Al menos, así
estrellas, intentando contener el deseo de evidenciar que yo era un hombre completo. Fui
incapaz de contener mi impulso y acallar la boca de aquel muerto viviente que se ocupaba
Don Leopoldo, qué le voy a decir que usted no sepa. Mi cabeza no anda bien. Siempre
estuve rodeado de amigos que alegraban mi vida; cada vez que venía con permiso, ellos
trataban como a un héroe; me admiraban por mi carácter alegre y dicharachero, por mis
anécdotas de legionario, porque sabía cantar y tocar la guitarra, por el recibimiento que les
deparaban mi madre y Polilla, que son encantadoras, y en mi casa no les faltaba ni gloria.
Sin embargo, todo mi esfuerzo se concentraba en disimular el destrozo que llevaba dentro.
Me sentía, como hombre, sólo una fachada, un sepulcro blanqueado, incapaz de encontrar
la fórmula para limpiar mi cuerpo y mente de la inmundicia del porquero. Yo, el último
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Suso, era una basura humana. No podía contar a nadie lo que aquel malnacido había
sintiéndome solo. Dominado por una gran impotencia, dentro de mí resonaban temblores
de inseguridad. Deseaba tener fuerzas y agallas para matar al marido de mi madre, aquel
destruirla.
-Suso, tendremos que trabajar ese punto, hasta que comprendas su significado correcto y
era un enfermo mental. Tú pasaste por una terrible experiencia; sólo fuiste una v íctima en
amenazado y con las manos atadas, nunca mejor dicho. Una cobardía imperdonable. La
idea que anidó en tu mente y el silencio, fueron lo peor. Trabajaremos en esa línea. Suso,
te agradezco que hayas confiado en mí; no era fácil lo que tenías que decir. Me pongo en
Suso, me gustaría que acercáramos distancias y fuéramos amigos. Los médicos siempre
nos tomamos la libertad de tutear a nuestros pacientes. Pues, a partir de hoy, si te parece
-Me parece bien, don Lopoldo. Al fin y al cabo, soy un viejo a su vera.
-No está mal, señor Sanjuán, pero tendrá que hacer un pequeño esfuerzo, si quiere ser mi
-Es que así, de golpe… ¡cuesta! Pero quiero ser su amigo. Se lo diremos a mi Susana, y
algún día podríamos ir a comer a mi casa; me hace mucha ilusión pisar los linderos de mi
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-Si aceptas que nos acompañen los enfermeros, con ropa de calle y sólo para ayudarte,
entraría dentro de lo posible, e incluso sería bueno para tu recuperación reencontrarte con
-Claro que sí; estaría dispuesto, Leopoldo, me hace ilusión. Que nos acompañen los
Susana.
-Muy bien, Suso, en pocos días hemos adelantado mucho. Y, mientras trabajamos en lo
problemillas que arrastro desde mi juventud. Por ejemplo: por una cuestión de salud, no
pude ir a la mili, y eso me afectó bastante… tú sobre ese tema tienes mucho que
-¡Bueno! En ese aspecto, soy perito: tengo en mi haber muchos años de experiencia en el
indescriptibles, y un montón de cosas que me gustaría sacar a la luz. Retazos de vida que
esperan en ese trastero que todos llevamos dentro, algunos con contenidos más podridos
ese tiempo. Ya que vamos a intentar acercar distancias entre hombres, te contaré cosas
de las que, a día de hoy, no me siento orgulloso, y jamás hice mención de ello delante de
nadie. Si después de oírlas sigues aceptándome, podríamos edificar una buena amistad.
Ser legionario en esos tiempos, amigo Leopoldo, era todo un desajuste, una aventura
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Capítulo XXII.
El día amaneció brillante en la rústica y espléndida cocina de los Sanjuán. Las cuatro
mujeres desayunaban juntas. A través de los cristales de las ventanas, las alegres
tonalidades de un día joven inundaban el recinto con aristas de luces limpias en forma de
lenguas claras procedentes de un sol naciente que prometía ser radiante. Cristel comentó:
-Mi querida Susana y abuelas, aunque esto suena a epístola: llevo aquí casi dos semanas,
que, con dolor de mi corazón, consideraba perdidas. Aunque los momentos no vividos no
se pueden recuperar, si hay buena disposición, como la que me habéis brindado vosotras,
al menos podemos hacer proyectos para el presente y el futuro. Ahora vuelvo a casa. Me
voy con una savia nueva, llena de energía y felicidad; me siento renovada por dentro, y
con fuerzas para enfrentar la vida con otros ánimos en los días venideros. Ahora tengo que
regresar. Allí están deseando que llegue y les cuente cómo es su nieta, qué tal es su
hermana, a quién se parece su sobrina. E incluso mi marido está expectante por conocer a
mi hija, aunque en este momento sólo sabe de ella por referencias, a través de mis relatos.
Creí que volvería, como dicen por aquí, “con el rabo entre las patas”; sin embargo, he
encontrado una familia generosa y comprensiva hasta la saciedad. Vuelvo a casa jubilosa.
Creo que, en lo sucesivo, tendréis que hacer hueco en Los cañaverales para una extensa
familia. Mis padres se mueren de ganas por abrazar a Susana. Las dos veces que he
Cuando lograba hacerlo, sólo quería saber cómo es la niña, y si mostraba interés por
conocerlos. Han sufrido mucho. Primero, por mi testarudez durante un año de pesadilla
familiar; luego, por mi lenta recuperación, y siempre, por saber que tenían una nieta a la
que no conocían y no sabían de qué forma llegar hasta ella sin levantar nuevas ampollas.
No tengo con qué pagarle a mis padres lo que han hecho por mí. Ahora es obligado mi
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regreso a casa. Voy llena de una savia nueva, que me permite empezar a edificar planes
-Ve tranquila, Cristel; con tu presencia me has hecho el mejor regalo que podías darme.
Tenía una gran necesidad de conocer a la mujer que me trajo al mundo. Tengo que
reconocer que mis fantasías han sido superadas. Me sentía abandonada y olvidada por mi
madre, pero hemos hablado tanto y aclarado tantos puntos negros, que al fin he llegado a
podido repasar juntas las cosas que dejaste en tu huida. Y te has arriesgado a venir sola
sin saber qué ibas a encontrar. Te lo agradezco mucho, Cristel. Comprendo que tengas
-Lo sé, Susana, pero de felicidad también se llora. Tus dos abuelas sabemos que eres una
mujer competente y preparada para hacerle frente a la vida. Aun así, hemos hablado
muchas veces de tu soledad. Ahora tenemos el consuelo de que, cuando nos toque
marcharnos de este mundo, te dejamos en contacto con tu familia, lo cual te abre nuevos
horizontes. Eso nos emociona y nos aporta tranquilidad y alegría al mismo tiempo.
-Cristel, estábamos muy preocupadas por Susana. Tampoco es igual, a todos los efectos,
convivir con dos abuelas con ideas del pasado, que aunque hay mucho amor entre
nosotras y la vida es corta, para algunas cosas, en ocasiones, resulta larga: la manera de
pensar llega a alejar mucho… Como te digo, no es lo mismo tener una madre joven con
quien poder hablar de asuntos de su tiempo. Nosotras no entendemos casi nada del
mundo de ahora, más que en teoria. Y, a una muchacha, le valemos de poco. Con nuestra
chiquilla la posibilidad de comunicarse contigo, por temor a lo que pudiese ocurrir. Cuando
pasado nuestras vidas dentro de la caverna. Somos dos viejas rancias y pasadas de
moda. Nuestros años han transcurrido con más penas que gloria. La forma de vida ha
cuanto vemos a través de esa pequeña pantalla, pero no lo relacionamos con nosotras; a
Para ser buenas, había que mostrar obediencia y humildad absoluta, aunque fuera en
apariencia. Al final era una rutina aceptada, absorbida hasta la médula y puesta en
práctica hasta el último día de tu vida. Todo cuanto hoy vemos a través de la televisión,
para Manola y para mí es como contemplar una nube que cambia de forma muy lejos de
nuestro alcance.
Siempre tuve la impresión de que la felicidad era algo muy hermoso que pasaba por
Cristel, contigo ha llegado a este rincón una renovación, una savia nueva; ojalá nuestra
niña pueda palpar con sus manos aquello que a nosotras nos fue negado.
-Sí, Cristel; escucho a Polilla y es como oír la voz de mis propios pensamientos, cosas que
siento pero no sé expresar. Ella siempre me aconsejó que leyera. Cuando éramos más
jóvenes me decía:
-Manola, los libros son como los trenes, te transportan a lugares insospechados. A través
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Pero yo no la entendía. Aunque me admira verla siempre con un libro en la mano, lo único
que a mí me gustaba hacer, era: bordar, coser, tejer punto y escuchar la radio. Muchas
o tapadas con las faldas de la estufa junto al brasero, y ella me leía. Eso siempre me
gustó. Pero Polilla se enfadaba porque me quedaba dormida. Ahora ella lee menos y yo no
hago labores apenas. Nos distrae mucho esa cajita cuadrada, eso sí que es un mundo
-Abuelas, me encanta escucharos hablar. Para mí, vuestras charlas son más amenas que
pasado del que se puede aprender mucho, y una vez asumido su contenido las mujeres
más jóvenes no deberíamos olvidarlo nunca. Porque en el tiempo todo se repite. Tenéis
mucha razón: el tren de la vida ha seguido su curso, avanzando, pero de alguna manera,
siempre habéis sido aquellas niñas de clase alta, que nacíais y crecíais para ser monedas
de cambio, unir apellidos y ensanchar riquezas que a vosotras os valían de poco, pajarillos
a los que cortaban las alas antes de empezar a volar. Abuelas, aún s ois jóvenes y sanas;
entre Susana y yo haremos algunos cambios que os van a favorecer. ¿Verdad que sí,
Susana?
-Sí, Cristel, creo que es absolutamente necesario. Por ejemplo, la tarde que pasaron ayer
en Jerez, comprando los regalos. Nunca las había visto tan alegres y satisfechas; fue una
-Susana, gracias por ser tan generosa. Me voy tan dichosa, que tengo la sensación de
haber crecido por dentro. Llevaba tantos años soportando ese nudo interior en la
embargo, no he movido un dedo para que fuera posible remediar esa carencia. Vosotras
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tres, con vuestra bondad y nobleza, habéis hecho posible que parezca que un solo gesto
por mi parte ha bastado para borrar mi error de toda la vida. Mil gracias, hija mía.
Susana conducía con alegría: la vida le sonreía de nuevo, como cuando era estudiante,
con más fuerza quizás. Aunque un poco tarde, acababa de vivir una experiencia que le
había valido de mucho, y ahora tenía una madre como todos los mortales.
Paró el coche a la entrada de la portada de su casa, y leyó aquellas letras doradas donde
decía: “Los cañaverales de los Susos”. Lo miró atentamente, pensativa; luego, dijo en voz
alta:
-Me parecen muy pretenciosas esas letras doradas. Nunca había caído en ello. Mi
* * *
ambiente distinto. Los pintores encalaban la fachada de la casa y los jardineros plantaban
instrucciones. En el interior de la casa, Manola y Polilla compartían las tareas con las
sirvientas.
Una jovencita que hacía sólo unas semanas que se había incorporado al servicio del
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-Mira, chica… llevo aquí un par de años nada más, pero siempre han hecho limpieza a
principios de verano. Este año creo que se están esmerando bastante más. Incluso están
nada del otro mundo lo que te voy a decir. Según tengo entendido, el dueño de esta
hacienda, hijo de doña Manola y padre de doña Susana, por cuestión de enfermedad lleva
son mayores y doña Susana están tan ocupadas, allí está mejor atendido. Según he oído,
lo van a traer a Los cañavarales. No te puedo decir si por unos días, o unas horas. No lo
-Con lo ricos que son, podrían tener al padre aquí, ¿no crees?
-Desde luego… pero dicen tantas cosas de esta gente por ahí… Me dio mucho miedo,
cuando un hombre muy mayor me dijo en la tienda, cuando fui a comprar, que en esta
-¿Y eso qué nos importa a nosotras, si fue mentira o verdad? Pasó en el tiempo de María
Castaña.
conviene, por un oído me entra y por el otro me sale. Toda mi vida no he hecho más que
trabajar como una mula, mal pagá y mal comía. Nunca estuve en una casa con gente tan
buena como esta. Así que yo, soy sorda ciega y muda, y si viene el bisabuelo del otro
-Tiene razón. Nosotras nos reímos, pero dice el refrán que cuando el río suena, agua y
piedra lleva.
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-Es verdad, pero mira, chica: la gente cuenta y no acaba. Mi abuela, que tenía muy buenos
refranes, decía: “los tiempos pasados nunca fueron ni mejores ni peores”. Seguro que
ahora también pasan esas cosas, porque los ricos mandan y los pobres obedecen... No lo
olvides.
Mi abuela me decía:
-Mira, hija, en mi tiempo, cuando las cosas no se podían explicar, eran milagros o brujería.
Había fantasmas que asustaban por todas partes, Dios sabrá quiénes eran y qué
pretendían: lo hacían para que nos quitáramos de enmedio. En aquella época, los santos
se aparecían, pero ahora no hay ni santos ni fantasmas. ¿Sabes por qué? Te lo voy a
decir: porque la gente tienen la mente más despierta… no corren, sino que les hacen
frente. Recuérdalo, hija: cuanto más ignorantes somos, más tonterías nos meten en la
-La gente vieja siempre ha contado muchos cuentos de cosas que no se podían
-No sé, chica, yo no me meto en camisas de once varas de lo que ocurriera en esta casa.
Aquí, si eres prudente, sabes cumplir con tu obligación y no le das curso a los chismes que
cuentan fuera de estos linderos, puedes tener faena para mucho tiempo. Son personas
que se portan bien con el servicio, trabajo hay suficiente y bien pagado; eso es lo que a
nosotras nos interesa. Yo hago lo mío lo mejor que puedo, porque me gusta trabajar en
esta casa, y a final de mes pongo la mano, y a juí. Lo que escucho por fuera me lo echo a
la espalda, porque no va conmigo. Y tú deberías hacer lo mismo. Esta gente son ricos
podríos, y como en las mejores familias hay de tó. Lo que la gente del pueblo cuenta es
-No, perdona, a mí me dijeron cosas horribles del señor que está en el sanatorio.
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-¿Pues sabes qué te digo? A mí no me las cuentes. No quiero perder mi trabajo por meter
las narices donde no me llaman. En esta vida todos tenemos que hacer alguna vez borrón
y cuenta nueva. Y esas que tanto charlan, más tienen por donde callar. Yo soy vieja a tu
lado, y sé por experiencia que la gente agranda los defectos ajenos para tapar los suyos.
¿Qué nos importa a nosotras lo que pasó aquí hace un siglo, si ahora estamos más a
Durante la comida del medio día, Susana y sus abuelas conversaban animadamente sobre
-Claro, acercaos las dos, por si se os ocurre algo. Veréis qué lindos están quedando los
arriates. Hemos tenido que poner plantas que estén en flor para que se vean vistosas y le
haga ilusión a mi padre, a ver si sigue esforzándose y pronto lo traemos a casa. Los
médicos me han dado esas esperanzas. Él tiene muy buen fondo; si no se siente
ha decidido, pero el médico me dice que está colaborando de forma impensable. Eso es
una alegría que nosotras tenemos que celebrar. Al fin y al cabo, mi padre, sin culpas ni
pecados de nadie, por supuesto, ha sido una víctima más. Pienso que si le dejaran venir a
-Estamos de acuerdo contigo, niña. Qué más podríamos pedir nosotras que tenerlo cerca,
-Y para mí.
-Tú fuiste lo mejor de nuestras vidas. Después de tanta tempestad, contigo llegó la calma.
Hasta que se desató de nuevo. Pero no hablemos de cosas tristes. Como dice la cocinera
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-¡A joder al parque y a tomar por culo la bicicleta!
-Ya era hora, hija. ¡Quién pudiera volver hacia atrás y nos quitaran lo bailao! Porque
Creo que Cristel ha traído un soplo de aire fresco y vamos a vivir una etapa nueva y dulce,
donde la felicidad nos va a compensar de “las amarguras viejas”, como escribió el poeta
-Sería estupendo que tu padre pudiera quedarse unos días con nosotras; se lo diremos al
-No, abuela, el médico sabe lo que ha de hacer; no forcemos la situación. Ellos quieren ver
cuál es su respuesta cuando se vea en su casa, en el lugar de los hechos. Hay que darle
su tiempo. La dirección del sanatorio se está portando muy bien con nosotros. Tienen
mucha experiencia en estos asuntos de la mente y tenemos que confiar en ellos sin tratar
peligroso. En el fondo, es una persona buena, hasta que ve a sus fantasmas y se le cruzan
los cables. Los médicos hacen más de lo que pueden. Solamente el hecho de ofrecerse a
-Cariño, te lo pregunto porque esta hacienda se lleva consigo todo tu tiempo; estás
prácticamente dedicada a ella en cuerpo y alma. Eres joven, vital y millonaria. Nos gustaría
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-Abuelas, no podéis esperar que yo viva por vosotras lo que nunca tuvisteis. No me siento
atada; estoy orgullosa de mi familia. Sí, es cierto que mi bisabuelo, Suso segundo, dejó
familiar. Y mi padre ha rematado el cómputo. Claro, como mandan las leyes de la vida,
toda siembra da sus frutos. En cambio, yo no me rijo por el ejemplo de ellos. Para mí hay
un espejo de oro donde me miro, y donde deseo seguir mirándome. Y ese espejo s ois
vosotras dos, y todas mis antepasadas. La primera señora de esta hacienda de la que hay
constancia fue la esposa de don Antonio, que murió de parto al querer darle a un marido
egoísta una mejor descendencia porque, según el padre, la hija que tenían era fea para
negociar.
marido de la talla de su apellido y que, posteriormente, con más de cuarenta años, se casó
con el norteño, el primer Suso. A ella le dieron el mote de “la hacendada”: una mujer
fuerte, con redaños. La pobre dio a luz a un hijo muy deseado, Suso segundo, pero por la
razón que fuera, resultó un acomplejado con mala cabeza, según cuanta mi padre, un gran
La Señora, mi bisabuela, según tengo entendido, fue una mujer maravillosa que se quitó la
Y qué puedo decir de vosotras, dos esclavas de las circunstancias, habéis dedicado
vuestras vidas a criarnos a mi padre y a mí. Gracias a todas ha podido sobrevivir “Los
cañaverales de los Susos”; por la fortaleza de sus mujeres, esta familia ha resistido hasta
nuestros días los embates de los peores temporales. Y no puedo dejar de mencionar a
Cristel, que me dio la vida y continuó la saga. Y fue tan inteligente que se echó atrás, con
-Fue un hermoso ejemplar que dio su fruto, pero me faltó tiempo para sacrificarla.
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Ella rompió una desgraciada concatenación, y me siento agradecida y orgullosa de tener
una madre que supo distinguir que la vida era otra cosa muy distint a de lo que aquí se le
ofrecía.
En honor a todas, yo, la primera mujer heredera de la casa Sanjuán, tengo un gran
proyecto en mente, que he de madurar, con el cual voy a renovar esta finca, y la haré
resplandecer con nombres femeninos, porque se edificó con la grava de sus sufrimientos y
la sangre de sus mujeres. No tengo nada mejor que hacer que atender mi hacienda, mi
-Pues, hija, si esa es tu decisión final, como acabas de decir, más te vale pensar en tener
-La tendré, abuela; ahora me encuentro preparada para ello, tengo seguridad en mí misma
e incluso puedo manifestar algo que creí jamás poder decir: me gusto… ¡Oye, me
encuentro resultona!
Las tres mujeres se echaron a reír. Polilla y Manola se levantarón al mismo tiempo,
-¡Gracias a Dios que te has dado cuenta! ¡Eres la muchacha más hermosa del mundo!
Ella, quitándoselas de encima como si fueran moscas, riéndose de buena gana dijo: -
¡Tampoco hay que exagerar… que parecéis andaluzas, abuelas! Mi hermosura no reside
en mi físico, que tampoco estoy mal del todo. Pero, hoy día, las mujeres podemos
oportunidad de ir y venir por los caminos del mundo, sin que nos impidan el paso, al
menos tan a las claras como lo hacían en vuestros tiempos. Además, tenemos la
oportunidad de disfrutar de una profesión que nos hace fuertes mientras permanecemos
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pioneras de gran valor y empuje: sí, ellas fueron capaces de salir a la calle, gritar y exigir
derechos cuando les estaba prohibido alzar la voz. Aunque no les permitieron andar por
los senderos que con esfuerzo habían abierto, la brecha ya existía y muchas mujeres
deseaban seguir ampliándola. Era muy fuerte la presión, e incluso iban sus vidas en ello.
abuelas, no existe la paz. Pero las hembras nacemos guerreras; mi mejor ejemplo han
-¡Hija mía, poco pudimos hacer! Lo peor era no tener derechos propios ni a donde acudir
indiscutibles. Si había agresión con sangre, te escuchaban un poco, pero al final, después
resultaba peor, porque buscaban la manera de torturarte sin dejar huella. Las mujeres
llegábamos a la conclusión de que callar y aguantar era nuestro más seguro recurso.
-Abuela Manola, no creáis que a ese respecto ha cambiado mucho la situación de las
mujeres. Pero la resistencia es una manera de luchar. Y vosotras, me refiero a todas las
mujeres de esta familia, habéis sido grandes resistentes, en ningún momento entregasteis
la fortaleza. Esa ha sido la clave para que la última, o la primera mujer de la casa Sanjuán,
pueda decir: soy libre, sin necesidad de tener un varón por cabeza.
* * *
-Estamos en casa, papá. Mirá el letrero dorado que puso tu antepasado, el norteño.
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Él, sentado a su lado, miró a su alrededor y hacia donde su hija le indicaba; los ojos se le
llenaron de de lágrimas.
-Susana, ¿puedes creer que la última vez que reparé en ese letrero, fue cuando volví
licenciado?
-Pues fíjate bien en él, papá, porque, con tu permiso, deseo cambiarlo.
El doctor comentó:
-Pues donde la ve, Leopoldo -dijo orgulloso Suso Sanjuán cuarto- esta finca está en
manos de mi familia desde finales de 1700. Con cada matrimonio que se celebraba,
extendían sus dominios. Y mi abuelo el norteño la amplió y la hizo florecer. Así ha ido en
El coche subía despacio por el largo camino bordeado de recios y polvorientos olivos que
personal de servicio, muy acicalados todos, esperando la llegada del señor de la casa, al
que no conocían, para presentarle sus respetos: el nuevo capataz, con su esposa, las dos
aguardaban impacientes, como madres que eran del que estaba a punto de llegar.
Susana preguntó:
-Nada de eso, hija; tengo que mantener la dignidad: quiero entrar en mi casa por mi propio
pie. Si no, pensarán los sirvientes que soy un cascajo viejo, y aún quiero salvar la honrilla.
Los enfermeros bajaron rápidos, e intentaron ayudar al paciente, pero Suso, muy metido
-No me ayudéis, muchachos; acercadme mis muletas y entraré por mi propio pie.
El doctor lo alentó:
Manola y Polilla lo recibieron emocionadas. Con la cortesía que las caracterizaba, dieron la
bienvenida y las gracias más efusivas al doctor y a los dos enfermeros que los
Suso enterneció su semblante y cerró los ojos para no llorar. Luego se dirigió a la pareja:
Suso no pudo aguantar la emoción, y con lágrimas corriéndole por la cara, exclamó:
-¡Isidro, amigo mío! ¡Mi maravillosa Salvadora! ¡Mis queridos mayorales! Sabía que íbais a
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Y, tirando las muletas, los abrazó entre lágrimas. En aquel momento, quedó de manifiesto
que el dueño de Los cañaverales vivía en el pasado, hablando con sus fantasmas una vez
más. Se apresuraron a darle las muletas. Él volvió la cara hacia la derecha, donde no
-No te preocupes, hija, es el porquero, que trata de seguir dando por culo.
Suso miró al frente, hacia un punto indefinido, y con un gesto de superioridad despectivo,
afirmó:
-Te sigo viendo, porquero, pero ahora sé que no existes. Yo soy Suso Sanjuán cuarto, el
la casa. Locura.
Esta vez sí permitió que le ayudaran a subir los cuatro amplios escalones que daban
acceso al interior.
Don Leopoldo miraba en todas direcciones; ni por asomo había sospechado el poderío
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-Así es, pero pronto le voy a dar un giro a todo esto. Esperaré hasta que venga mi familia
por parte de madre. Pronto estarán aquí; quiero que encuentren el mismo ambiente que
dejaron cuando vinieron hace veintisiete años. Luego, mis abuelas y yo iremos a vivir al
salones, llevará el nombre de una de las mujeres de esta familia, presidido por su retrato.
-Venga por aquí, le enseñaré sus retratos… La hacendada. La Señora. Doña Manola.
Doña Pilar, la Polilla. Y doña Cristel. Algún día, alguien colgará el mío en un salón
especial, con un rótulo que diga: “Susana primera, la mujer que cambió el rumbo de la
casa Sanjuán porque bebió de la fuente de sus antepasadas, unas enormes guerreras”.
energía, e incluso el psiquiátrico le pareció más acogedor, sabiendo que podría volver a su
ocupaban de él.
* * *
Dos meses después, uno de los párrafos de una de las cartas de Cristel decía:
“Mi querida hija, hay dos opciones: o vienes tú, o vamos nosotros. La fami lia no aguanta
Susana Sanjuán deseaba de corazón abrazar a su madre de nuevo, saber cómo era su
familia al completo y qué tenía en común con ellos. Tantos años preguntándose quién era
realmente, y ahora sabía que tenía hermanos, abuelos y tías. Y se moría de ganas de
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conocerlos. En dos semanas estarían por Los cañaverales siete miembros de fu familia:
sus abuelos, las dos tías y Cristel con sus dos hijos.
Susana en aquellos días tan llenos de sorpresa, euforia, amor, alegría, y consolidación
familiar, se dijo:
poco tiempo ha rodado todo de tal forma, y he recuperado tantas cosas que creía
perdidas, que me cuesta trabajo creerlo. Me siento diferente: una mujer nueva. Lavaré la
imagen de esta familia, dándole un rostro nuevo y un aire limpio, tan fresco que se olvidará
para siempre la leyenda urbana, la negra estela que dejó Suso segundo, el feo.
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