Viernes 7 de febrero, la mañana era extremadamente fría, las heladas habían llegado y el ciclo de temperatura en Bogotá era extremo, madrugadas congeladas y tardes de calor abrumador. Llegar a la universidad a clase de siete con estas temperaturas era más difícil de lo normal, salir del calor de mi cama fue un suplicio, esperar el bus ante el frio viento me hizo replantearme múltiples veces mi elección de chaqueta y al llegar a la universidad, preguntarme si ya habíamos dañado por completo el planeta, al ver el verde pasto de las canchas cubierto de pequeños trozos de hielo, pensando que podría ser nieve. Un panorama que sumado con la espesa niebla y los altos arboles alrededor de la entrada vuelven las mañanas el escenario perfecto para una película de suspenso, pero todo el ambiente se arruina cuando cada mañana un par de gallinas cruzan por delante del bus. La escena cambia por completo cuando llega el medio día, en donde el cielo azul, completamente desprovisto de nubes, junto con el brillante y abrasador se enfocan en rostizar a cualquiera que ose posarse ante ellos. La clase de análisis textual inició puntual como de costumbre, el profesor había llegado algunos minutos antes de dar inicio haciendo un comentario irónico sobre el calor de la mañana. Inició llamando lista y poniendo pequeñas notas en el nombre de quienes no habían llegado. Como la clase anterior se solicitaron voluntarios para que se leyera su bitácora, mi trabajo para esa semana me gustó mucho más que el anterior, pero no quería parecer presumida por ofrecerme de nuevo. Esta vez nadie parecía dispuesto a mostrar su trabajo por voluntad propia, así que tras un tenso silencio Juan decidió escoger una al azar, curiosamente escogió el trabajo de Karen, la chica alegre de teatro musical, quien había compartido con nosotros su bitácora la clase anterior. Tras una rápida lectura a voz de su compañero de carrera Daniel Santos, llegamos a la importancia de las tildes diacríticas y como le dan un sentido a la oración. Recordé algunos meses atrás, en una de mis últimas clases de lenguaje, me encontraba escribiendo una reflexión sobre el cierre de mi último año en el colegio, cuando en el correo le pregunté a mi profesora ¿te gusto? Y no ¿te gustó?, fue motivo de burla durante un tiempo. La lectura de una bitácora más nos llevó al tema de las trayectorias a la hora de leer y escribir, la cual se encuentra compuesta por cuatro niveles. El primero es entendido como el nivel literal, apela a la capacidad de observar y seguir instrucciones, la facultad de entrar en detalle. El segundo nivel es el inferencial, cuando de la información implícita se deduce, interpreta y concluye. El siguiente nivel refiere a la intertextualidad, la capacidad relacionar, conectar o unir un texto con otro texto. Por último, se llega al nivel analítico, crítico y propositivo, el cual se encuentra ligado a la autonomía, en el sentido de ir más allá, buscar más autores y fuentes, aprender a aprender. Cabe resaltar que para avanzar al siguiente nivel es necesario dominar el anterior. Los niveles de escritura y lectura se desarrollan a través de un proceso, el cual simplemente no se detiene cuando se recibe el título de bachiller, y de ser el caso se ingresa a la educación superior. Paula Carlino, investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas -CONICET-, con sede de trabajo en el Instituto de Lingüística de la Universidad de Buenos Aires, resalta la importancia de las Alfabetizaciones académicas, concepto que explica como ensenar a participar en diversas o específicas comunidades de cultura escrita y como esta es responsabilidad de todos, y su desarrollo o falta de él, so puede ser completamente atribuido al nivel académico inmediatamente anterior. El desarrollo de este tema, ha llevado al entendimiento de la necesidad de continuar el proceso de aprender a leer y a escribir en la educación superior, resaltando la importancia del carácter propedéutico, entendido como una preparación para futuros escenarios de redacción y lectura en la vida académica. Carlino resalta la importancia de brindar herramientas que faciliten la participación de los estudiantes en prácticas de lectura y escritura, referenciando al psicólogo educacional australiano John Vicks, según quien leer y escribir es algo intrínseco al aprendizaje de las materias y deben ser desarrollados a la par los contenidos propios de las áreas y las habilidades de lectura y escritura. Según lo anterior, es completamente entendible la existencia de una materia como análisis de textos y las actividades que se desarrollan en esta, buscando la participación activa de los estudiantes en la cultura escrita y brindando las herramientas para el desarrollo de la misma en las diferentes materias cursadas a lo largo de la carrera universitaria. Así, cada clase el ejercicio de la bitácora cobra más sentido y se vuelve cada vez más dinámico, pues la comprensión sobre la necesidad de un mayor desarrollo en el ámbito de la escritura es mucho más evidente, agregando que todas las clases hay una asignación nueva sobre cómo hacer el trabajo de la semana. Esta vez, fue el momento de actualizar un poco el método de envío de los trabajos, si en un primer momento discutimos la importancia de la netiqueta y el cuidado a tener sobre lo que se publica en las redes, esta vez los pondremos en práctica en todo su esplendor, pues ya no será un sencillo archivo de Word mandado en un educado correo. Ahora nuestras bitácoras serán publicadas semanalmente en un blog personal y compartidas al mundo a través de Twitter, la temida red social de las controversias e indirectas. Crear el Blog fue extremadamente sencillo, en cuestión de un par de clics, escoger un tema y subir nuestros trabajos anteriores, para tenerlos todos en un solo lugar y facilitar el acceso a ellos. Twitter fue algo diferente, pues si bien las redes sociales son parte del día a día de cualquier joven, honestamente nunca pude acostumbrarme al formato de twitter, por lo que la vieja cuenta que utilizaba debe estar perdida en el enorme mundo de la información electrónica. Como ya habíamos modificado el método de entrega, porque no hacerlo también con el de calificación, el retweet significaba que Juan ya había recibido y revisado la bitácora, el me gusta expresa precisamente eso, que la bitácora de esa semana le había gustado al profesor, y como no podían faltar, los stickers podrían indicar si tu trabajo iba por buen o mal camino. Una rápida actualización en twitter después, todos habíamos publicado nuestros blogs, y como es propio de las redes sociales era momento de un “Challenge”, el #CobosChallenge está enfocado en reducir la cantidad de que, en nuestros escritos a uno por párrafo, pues como lo expresó Juan, lo utilizamos todo el tiempo como una palabra comodín y a veces se puede llegar a utilizar en exceso. Así, cuando se pone atención en este detalle, la escritura se vuelve más fluida y al momento de la lectura puede llegar a parecer más armonioso. Para el final de la clase, mi computador había muerto en batería, cree mi propio blog, recibí una capacitación exprés sobre el uso de Twitter, e intenté reducir el uso de la palabra comodín en mis escritos. La clase terminó con un Kahoot sobre ortografía, en el que sinceramente no me fue tan bien pues desde donde estaba sentada, las letras eran diminutas e indistinguibles.