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Formas, téchne y demiurgo en el proemio del discurso de Timeo (Tim.

27c- 1
29d)
Pablo Alejandro Marzocca – Facultad de Filosofía y Letras - UBA
 
Formas, téchne y demiurgo en el proemio del discurso de Timeo (Tim. 27c-29d)

Pablo Alejandro Marzocca


Universidad de Buenos Aires

I. Introducción
Estudiosos de la filosofía platónica tales como D.T. Runia (RUNIA, 1997: 101-2) o
G. Naddaf (NADDAF, 1997: 27) han determinado casi unánimemente que la primera
parte del discurso de Timeo en el diálogo homónimo de Platón (27c1-29d3), llamada
‘proemio’ por Sócrates en su única intervención (29d4-6), se encuentra
intencionalmente diferenciada del cuerpo temático del texto, hecho que le confiere un
status distinto. Las razones que se aducen para esta diferenciación, con ecos de
composición musical1, se centran en la tradición perì phúseos a la que el diálogo
pretende oponerse, la imitación por parte de Platón de formas contemporáneas de
sofística y la deliberada intención de separar el contenido del proemio,
metodológicamente dialéctico, del resto del discurso de Timeo, que caería bajo el eikos
logos2.
El presente trabajo tiene, en el marco de los desarrollos recién enumerados, tres
objetivos:
(1) Retomando la idea de C.H. Kahn (KAHN, 1993: 135) de que el libro I de la
República opera como una suerte de compendio de temáticas estatuidas
anteriormente que habrían de ser retomadas a la luz de nuevas consideraciones,
estudiar cómo el proemio del discurso de Timeo instituye como puntos de
partida algunos de los tópicos más importantes del corpus platónico anterior.
Los llamados ‘axiomas’ del proemio no son suposiciones sino los resultados del
estudio realizado en otros diálogos.
(2) Ofrecer un análisis del proemio que contemple la diferencia estos elementos
heredados de otros diálogos y la temática propia del Timeo.
(3) Utilizando solamente lo presentado en (1) y (2), evaluar qué consecuencias se
siguen para la caracterización o no del proemio como eikos logos.

                                                            
1
Cf. Runia (101)
2
Cf. Runia (101-3)
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Para alcanzar estos objetivos se presentará, en primer lugar, una división del proemio en
cuatro partes. Luego se ofrecerá una interpretación de la función de cada una de esas
partes y, cuando sea pertinente, se señalará su relación con textos anteriores. A
continuación, se evaluará si el proemio ha de ser caracterizado o no como eikos.
Finalmente, se presentará una visión global del pasaje que contemple lo investigado en
el desarrollo del trabajo.

II. Contenido y análisis del proemio


El proemio puede dividirse en cuatro partes; a su vez, la segunda parte puede
dividirse en tres secciones, acordes con los tres principios allí presentados. Así, la
estructura general del pasaje sería la siguiente3:
1. Invocación a los dioses (27b7-d3)
2. Presentación de tres principios (27d5-28b1)
i. Ser y devenir (27d5-28a4)
ii. Principio de causalidad (28a4-6)
iii. Modelo y copia (28a6-b1)
3. Aplicación de los principios al cosmos (28b1-29b2)
4. Los logoi del ser y del devenir y el eikos logos (29b2-d3)
A continuación se estudiará detenidamente cada una de las partes del proemio según
esta distinción.

1. Invocación a los dioses (27b7-d3)


El proemio comienza con la invocación a los dioses realizada por Timeo. Invocar a
los dioses antes de comenzar un discurso no es un recurso novedoso dentro del marco
del pensamiento griego: la Ilíada (1.1), la Odisea (1.1) y la Teogonía (104-15)
comienzan con breves invocaciones a una o varias Musas4. Por otra parte, este elemento

                                                            
3
Una alternativa a esta presentación es la división en seis partes realizada por Runia,
que, básicamente, escinde los puntos 3 y 4 de lo presentado aquí (RUNIA 1997: 103);
sin embargo, dichas divisiones son, a la luz del presente trabajo, innecesarias.
4
Se puede establecer una diferencia entre estas tres invocaciones: mientras que en la
Ilíada y la Odisea lo que la invocación presenta es meramente un relato de sucesos, en
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fue adoptado por algunos filósofos de la tradición peri phúseos, puntualmente
Parménides (DK 28B1, 1-32) y Empédocles (DK 31B3), a los que Platón tendría en
mente como interlocutores del contenido de su diálogo5. La invocación a los dioses no
es solamente una aserción de piedad: ya desde los primeros poemas en los que aparece,
dónde puede verse cómo una invocación a mnemosúne, pretendiendo fidelidad para
narrar hechos remotos, la invocación opera como una suerte de ‘garante epistémico’
para el discurso a relatar. Esto cobra especial importancia en el Timeo dónde, frente al
relato de un tema cómo la generación del mundo, sujeto al eikos logos, no es posible
alcanzar la verdad en sentido propio. Así, este primer elemento del proemio marcaría
tanto la piedad que el tema requiere como la inseguridad epistémica con la que se
procede en el mismo.

2. Presentación de los tres principios (27d5-b1)


i. Ser y Devenir (27d5-28a4)
La primera propuesta de Timeo es una diferenciación ontológica: Lo que es siempre
y no deviene, el ser siempre inmutable, se opone a lo que deviene continuamente –nace
y perece– pero nunca es. La oposición entre lo que es y lo que no es se da en términos
eleáticos: el cambio se asocia con lo que no es, o lo ontológicamente degradado. A esta
diferenciación ontológica enseguida se suma una diferenciación epistémica: lo que es
puede ser comprendido inteligentemente (noēsei) mediante el razonamiento (logos); lo
que deviene es opinable, por medio de la opinión (doxa) unida a la percepción sensible
no racional (aisthēseōs alogou). Con esto queda configurada una lista de las
características ontológicas y epistémicas de ambos ámbitos:
 Ser realmente, por siempre, sin devenir e inteligible
 Ser no realmente, nacer y perecer, devenir continuamente, ser sensible,
irracional y opinable
Estas características retoman la caracterización de las Formas y de lo sensible que
presenta Platón en los diálogos medios: En el Fedón se dice que las Formas son
inmutables (78c10-d9), eternas (79d2), inteligibles y no perceptibles (65d, 79a1-5) e

                                                                                                                                                                              
la Teogonía (y en la tradición peri phúseos y el Timeo) introducen un relato acerca del
origen del cosmos.
5
Cf. Runia (RUNIA, 1997: 105)
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incorpóreas (80a3-b1). En la República, principalmente en los Libros V y VI, se
enfatiza en el aspecto epistémico de las Formas, asociándolas con el conocimiento
verdadero y, por oposición, dejando al mundo sensible en la mera opinión (doxa). Es
entonces harto evidente que el discurso de Timeo comienza, en el proemio, retomando
la distinción entre Formas y mundo sensible, tanto ontológica como epistémica,
característica de los diálogos medios de Platón.

ii. Principio de causalidad (28a4-6)


Ahora, Timeo presentará un principio que pareciera que se aplica solamente a uno
de los ámbitos distinguidos en i: todo lo que deviene, deviene necesariamente por una
causa; es imposible que algo devenga y no tenga una causa. Esto trae consecuencias
interesantes al ámbito sensible, pues, a menos que se aceptara una cadena causal
infinita, habría que postular una causa primera, no causada, por fuera de su alcance: sólo
una causa no sensible escaparía al principio y evitaría la regresión ad infinitum.
Esta postulación platónica tendrá célebres consecuencias filosóficas en un famoso
argumento de las Leyes en el que, a partir del movimiento, se prueba la prioridad
ontológica del alma racional (892a-899c). También puede relacionarse con la aserción
de que las cosas son (o tienen) dunamis, pues tienen la capacidad de poiein y de
páschein, presentada en el en el Sofista (247d-e). Sin embargo, no sólo en la vejez
Platón incursionó acerca de la causalidad: la problemática tiene antecedentes en un
argumento presentado en el Fedro (245c-6a), precedente del ya mencionado de las
Leyes y, eminentemente, en el Gorgias, donde, con finalidades ético-políticas, se
introduce la idea de que si alguien hace algo es necesario que algo reciba la acción de
quien actúa (476b-d). El segundo principio, entonces, también retoma un elemento
metodológico presentado en varios diálogos, y se lo adjudica tajantemente a uno de los
ámbitos presentados en i.

iii. Demiurgo, modelo y copia (28a6-b1)


Habiendo presentado ya la distinción ontológico-epistémica entre lo que es
realmente y lo que deviene, y habiendo adjudicado a esto último el principio de
causalidad, Timeo se encarga a continuación de presentar un sucinto panorama de la
poiesis, introduciendo por primera vez la idea de un demiurgo. Cuando éste, al construir
la forma y cualidad de algo, fija su mirada en el ser inmutable usándolo de modelo, lo
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producido será necesariamente bello; si, en cambio, fija la mirada en lo que deviene, lo
producido no será bello. Aquí se ve claramente la función de la introducción del plano
del ser inmutable en i: operar como modelo para la correcta poiesis. Si se considera el
paralelismo ontológico-epistémico, se podría decir que se produce ‘bien’ cuando se
utiliza el noûs y no la aisthesis y la doxa para guiar dicha producción.
La idea de que la producción, o, en líneas generales, la téchne, sólo es buena cuando
se realiza mirando al modelo eterno es célebremente conocida en el corpus platónico
anterior al Timeo. Esto ha sido bien notado por T.K. Johansen a la hora de argumentar
en contra de la idea de que una ‘mala téchne’ no es posible porque no sería téchne
(JOHANSEN, 2004: 72-3): en el Crátilo, se hace una nueva lanzadera mirando a la
lanzadera en sí (389a-b), en República X se señala que el verdadero artesano hace una
cama mirando a la ‘forma de cama’ y no a las camas particulares (596a-599b) y en el
Gorgias se vincula a la artesanía directamente con el orden (503d7-504a5)6. El tercer
principio, como los dos anteriores, también se apoya en consideraciones platónicas de
los diálogos precedentes, en este caso, la caracterización de la téchne como vinculada
con el modelo eterno y la bondad del producto.

3. Aplicación de los principios al cosmos (28b1-29b2)


Una vez presentados los tres elementos teóricos, Timeo los aplica a la consideración
del universo o cosmos. Se pregunta si siempre ha existido o si tuvo algún comienzo en
la generación y, considerando que posee las características sensibles, captadas por la
opinión, de ser visible, tangible y tener un cuerpo, concluye que ha de ser generado y
engendrado, e infiere que todo lo generado ha de tener una causa. La adjudicación de
dichas características sensibles ubica entonces al universo en el reino del devenir, según
la distinción 2i, por lo que se somete al principio de causalidad, según 2ii, y requiere
entonces de una causa. Hasta aquí, la aplicación de los principios es deductivamente
válida.
Acto seguido, se habla de la causa del universo generado como su ‘hacedor y padre’
(poiētēs kai patēr), de la dificultad para alcanzarlo y la imposibilidad de comunicárselo

                                                            
6
La lista no pretende ser extensiva: hay abundantes ejemplos en el corpus de la idea de
que la téchne produce un resultado bueno necesariamente, tópico asociado con el
célebre ‘intelectualismo socrático’.
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a todos. Esta identificación, como se observará, no sigue la línea deductiva del proemio,
pero habilita a preguntar por el modelo que dicho demiurgo contempló al producir el
mundo, si el eterno o el generado. Considerando tanto la bondad del hacedor como la
belleza del mundo, Timeo concluye que ha de haber producido en función de lo eterno,
según el razonamiento y la inteligencia. Siendo esto así, se caracteriza a este mundo
como una imagen (eikōn) de dicho modelo. La introducción del demiurgo como causa
del orden del mundo no sigue la línea deductiva de los principios 2i-iii sino que, como
señala Johansen (JOHANSEN, 2004: 76-7) tiene la forma de una inferencia de la mejor
explicación: considerando el dato empírico de que el mundo es bello y ordenado y
sabiendo, deductivamente, que ha de tener una causa, la hipótesis de que dicha causa es
un demiurgo proporciona una mejor explicación que las hipótesis alternativas para
explicar dicho dato empírico. Remarcar este viraje argumentativo del proemio es
importante: aunque comienza como una deducción a partir de principios claramente
presentados, la introducción de los datos sensibles supone también la introducción de
una argumentación no deductiva.

4. Los logoi del ser y del devenir y el eikos logos (29b2-d3)


Finalmente, Timeo señala que los discursos (logoi) están emparentados con las
cosas que explican: los que tienen por objeto el orden estable, firme y evidente captado
por la inteligencia son estables e infalibles; los que tienen por objeto lo que se asemeja a
lo inmutable, su copia, han de ser verosímiles y proporcionales a los infalibles. Queda
trazado un paralelismo directo entre el plano ser-devenir y el plano verdad-creencia.
Así, el discurso acerca del universo no puede ser más que un eikos logos.

III. El proemio y el eikos logos


¿Cae el proemio por fuera del eikos logos? ¿Está incluido en él? Si se considera la
división de los discursos según el ámbito que tienen por objeto, un discurso que tenga
por objeto el mundo natural será eikos; según esto, se puede establecer un criterio
taxativo para saber en qué momento de la argumentación comienza el eikos logos:
cuando se introducen elementos sensibles además de los dialécticos o noéticos. Ahora
bien, ¿en qué momento del proemio sucede esto? No parece que, cuando se señala que
el mundo ha de tener una causa, ‘mundo’ esté haciendo referencia allí a un dato
empírico sino que está siendo usado, más bien, como un sinónimo del plano del devenir
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presentado en i. Sin embargo, cuando se señala que el mundo es ordenado y bello sí se
hace una aserción fuertemente ligada a la percepción sensible. Esta distinción entre dos
usos distintos de ‘mundo’, una simplemente como el plano del devenir, la otra como un
cosmos ordenado, viene a fortalecer la estructura del proemio como la conjugación de
una inferencia deductiva cuyas premisas, elementos tradicionales del pensamiento
platónico, son captadas por el noûs y una inferencia de la mejor explicación que, al
incluir datos empíricos, merecería la caracterización de eikos. Esta idea de dos
momentos distintos del términos ‘mundo’ en el proemio parece más promisoria (y más
adecuada con la forma y contenido del pasaje) que la idea de Runia de que el ‘mundo’
es simplemente un ‘concepto que abarca todo lo demás’ (RUNIA, 1997: 114-6), idea
que no podría dar cuenta de asociación de ‘mundo’ con orden y belleza.
Así, respecto de lo verdadero y de lo eikos, puede estatuirse que la conclusión de la
primera parte de la argumentación del proemio, la aserción de que el mundo ha de tener
una causa en tanto generado, es verdadera en el sentido más amplio y que, por otro lado,
la conclusión de la segunda parte de la argumentación, que el mundo, bello y ordenado,
ha sido creado por un demiurgo mirando al modelo eterno, cae dentro del plano de lo
eikos. No podría, entonces, argumentarse a favor de la literalidad del demiurgo a partir
del análisis del proemio.

IV. Conclusión
La primera de las cuatro partes del proemio, la invocación a los dioses, supone,
simultáneamente, un adelanto de la cuarta parte (por la inseguridad epistémica) y el
intento de colocar el discurso de Timeo en la tradición perì phúseos. La segunda parte, a
su vez, presenta los tres principios o axiomas, heredados del trabajo realizado
anteriormente en el corpus, a partir de los que, en la tercera parte, se concluye
deductivamente que el mundo es generado y que ha de tener una causa.
Subsiguientemente, se plantea al demiurgo como ‘hacedor y padre’ del mundo, en lo
que se interpretó como una inferencia de la mejor explicación, para finalmente
caracterizar a lo creado como copia de un modelo eterno y al relato que tiene a dicha
copia por objeto como eikos. Las conclusiones del presente trabajo, por consiguiente
son:
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(1) Tal y como el libro I de la República retoma las problemáticas de los diálogos
platónicos de juventud y transición para tratarlos desde otra óptica7, el proemio
del discurso de Timeo retoma aspectos de los diálogos anteriores –distinción
ontológico-epistémica entre ser y devenir, principio de causalidad y téchne
como vínculo entre modelo y copia– para trabajar con ellos en relación con un
tópico nuevo: el mundo y su generación.
(2) En la estructura del proemio, los elementos heredados de otros diálogos dan
lugar a una argumentación deductivamente válida que concluye con la
necesidad de una causa para la generación del mundo. Con la introducción de
nuevos datos empíricos (orden y belleza), el argumento se convierte en una
inferencia de la mejor explicación, que concluye que el demiurgo sería la causa
buscada.
(3) La aparición del demiurgo en la argumentación, y el cambio de forma hacia
una inferencia de la mejor explicación supone el pasaje del terreno de lo
deductivamente válido al terreno de lo eikos, coincidiendo con la introducción
de datos empíricos entre las premisas. Así, se capta por el noûs que el mundo
ha de tener una causa (según los tres principios heredados de los diálogos
anteriores), pero la postulación del demiurgo y todo lo que ésta trae aparejado
cae bajo el dominio de la doxa y la aisthēsis.
El proemio del discurso de Timeo puede ser interpretado, entonces, de dos formas
paralelas: por un lado, como la ‘bisagra’ entre los desarrollos filosóficos anteriores y
una nueva temática, propia de la vejez platónica, como es la explicación del mundo
natural; por otro lado, como la delimitación de lo que puede captarse por el noûs y lo
que, necesariamente, ha de ser tratado mediante la aisthēsis y la doxa, lo eikos. Por otra
parte, no hay en el proemio suficientes elementos como para habilitar una lectura literal
del demiurgo como causa de la creación del mundo.

                                                            
7
Asumiendo que la tesis de la composición temprana no es coherente dada la
arquitectura textual de la República (Kahn, 1993). Resta evaluar más detenidamente el
corpus en búsqueda de otros proemios.
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V. Bibliografía
Primaria:
 PLATÓN, Diálogos III (Fedón, Banquete y Fedro), Trad. De C. García Gual, M.
Martínez Hernández, E. Lledó Íñigo (1986), Madrid, Gredos
 PLATÓN, Diálogos V (Parménides, Teeteto, Sofista y Político), Trad. de M. I.
Santa Cruz, A. Vallejo Campos y N. Cordero (1988), Madrid, Gredos
 PLATÓN, Diálogos VI (Filebo, Timeo y Critias), Trad. de M. A. Durán y F. Lisi
(1992), Madrid, Gredos
 PLATÓN, Timeo, trad., intr. y n. C. Eggers Lan, Buenos Aires, Colihue, 2001
 PLATON, Timée/Critias, trad., intr. y n. L. Brisson, Paris, Flammarion, 1992
 PLATONIS Opera, 5 vols., ed. por J. Burnet, Oxford, University Press, 1900-1907
 PLATONIS Opera, vol. I, ed. por A. Duke et alia, Oxford, University Press, 1995

Secundaria:
 JOHANSEN, T.K. (2004), Plato’s Natural Philosophy. A Study of the Timaeus-
Critias, Second ed., Cambridge, Cambridge University Press (1a ed. 2004)
 KAHN, C.H. (1993), ‘Proleptic Composition in the Republic or Why Book I was
never a separate dialogue’, The Classical Quarterly, New Series, Vol.43, No.1,
pp.131-42
 NADDAF, G. (1997), ‘Plato and the perì phúseos Tradition’ en CALVO, T. &
BRISSON L., (eds.) (1997), Interpreting the Timaeus-Critias, Proceedings of the
IV Symposium Platonicum, Selected Papers, Sankt Augustin, Academia Verlag
 RUNIA, D.T. (1997), ‘The literary and philosophical status of Timaeus’ proemium’
en CALVO, T. & BRISSON L., (eds.) (1997), Interpreting the Timaeus-Critias,
Proceedings of the IV Symposium Platonicum, Selected Papers, Sankt Augustin,
Academia Verlag

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