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Resumen:

En la presente ponencia me interesa comprender como se efectiviza la Interrupción Legal del


Embarazo (ILE) en el Municipio de la Cuidad de Santa Fe en la actualidad. Para ello, se analizan las
normas vigentes en relación a la política pública antes mencionada, así como también testimonios de
un actor social, a mi entender, clave: las redes de socorrismo. Se analizan las distintas estrategias de
acción que se dan aquellos grupos que trabajan en conjunto con efectores públicos y centros de salud
para garantizar los abortos no punibles (APN) en la localidad.

Introducción:

La presente ponencia se inscribe en mi Adscripción en Investigación dentro del CAI+D “Política,


políticas públicas y estilo de gobierno en la provincia de Santa Fe (1995-2015)” en conjunto con mi
Trabajo Final de Carrera de la Licenciatura en Ciencia Política de la Universidad Nacional del Litoral.
La misma pretende comprender de qué manera se desenvuelve la política de Interrupción Legal del
Embarazo (ILE) en los efectores públicos de salud de la ciudad de Santa Fe en la actualidad, tomando
como actor clave las redes de socorrismos. Mi hipótesis es que son estas mismas redes las que
posibilitan la concreción de la ILE en el Municipio, las encargadas de garantizar, en conjunto con los
efectores públicos de salud, los abortos no punibles (ANP).

Esta ponencia, siguiendo las líneas de mi investigación en general, tiene dos grandes objetivos: en
primer lugar, comprender la efectiva aplicación de una política pública determinada en el contexto
municipal; y en segundo lugar realizar una crítica a las perspectivas dominantes dentro del análisis de
políticas públicas1. Las mismas las definen como si se tratara de “la decisión de una autoridad
legítima, adoptada dentro de su campo legítimo de jurisdicción y conforme a procedimientos
legalmente establecidos, vinculante para todos los ciudadanos de la asociación, y que se expresa en
varias formas: leyes, sentencias, actos administrativos” (Aguilar Villaueva, 1992; p. 22). Lo que se
propone es que no son solo los agentes de gobierno aquellos encargados de elaborar, implementar e
incluso evaluar las políticas públicas; sino que, por el contrario, los agentes de la sociedad civil,
juegan un papel preponderante y a veces decisivo.

En la provincia de Santa Fe, a partir de la resolución 612/2012 del Ministerio de Salud, se adhiere a la
Guía Técnica para la Atención Integral de los Abortos No Punibles del Programa Nacional de Salud
Sexual y Procreación Responsable del Ministerio de Salud de la Nación. Sin embargo, son conocidos
numerosos casos donde éste no es aplicado con eficiencia dentro del Municipio de la capital
provincial. El ejemplo más llamativo es la objeción de conciencia por parte de todo el equipo médico
del área de ginecología del Hospital Iturraspe, uno de los principales efectores públicos de la ciudad.
Entonces ¿se garantiza el acceso a la Interrupción Legal del Embarazo (ILE) en el municipio?

1
DEFINICIÓN DE ANALISIS DE POLITICAS PÚBLICAS
En cuanto a la metodología a aplicar, la ponencia es de carácter cualitativo. En primer lugar se realizó
una recopilación y análisis de las normativas vigentes que deberían garantizar la ILE dentro del
municipio. Para ello se tuvieron en cuenta leyes, protocolos y normas de carácter tanto provincial
como nacional que tengan incidencia en dicha práctica. En segundo lugar, se llevaron a cabo
entrevistas en profundidad semi-estructuradas a socorristas de la ciudad con el fin de recabar
testimonios, posturas y datos que permitan comprender sus estrategias en relación a este derecho.
Finalmente, se intentó comprender el rol que cumplen estos grupos en cuanto a la implementación de
dicha política y cuan necesarios resultan a la hora de garantizar derechos (no) reproductivos2 (Brown,
2008, p. 289) a personas gestantes amparadas dentro del Protocolo y el Código Penal.

Contexto legal-institucional:

El Código Penal Argentino (CPA) tipifica al aborto como un delito contra la vida, estableciendo penas
tanto para la persona gestante que se lo practica como para las y los profesionales de la salud que
intervengan en el mismo. Sin embargo, en el artículo 86 del libro segundo se afirma que

“El aborto practicado por un médico diplomado con el consentimiento de la mujer


encinta, no es punible:

1° Si se ha hecho con el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la madre y si


este peligro no puede ser evitado por otros medios.
2° Si el embarazo proviene de una violación o de un atentado al pudor cometido sobre
una mujer idiota o demente. En este caso, el consentimiento de su representante
legal deberá ser requerido para el aborto” (CPA, Libro Segundo, art n°86)

Este artículo tiene vigencia desde el año 1921. Sin embargo, en el año 2012 el fallo conocido como
F.A.L. posibilitó una relectura del mismo precisando el alcance del ANP, inclinándose favorablemente
hacia la ampliación de los derechos de las mujeres. El mismo basó su interpretación en los tratados
Internacionales incluidos en la Constitución Nacional Argentina con la reforma de 1994 3, y que
cuentan con jerarquía constitucional. Entre dichos tratados puede nombrarse a la Convención sobre la
Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, especialmente artículos 2º, 3º
y 5º a 16.

Además la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) tuvo en cuenta la posición de la


Organización Mundial de la Salud (OMS) y de distintos pronunciamientos del Comité de Derechos
Humanos y del Comité de los Derechos del Niño, ambos de Naciones Unidas, que marcaron la

2
“[E]l término derechos (no)reproductivos y sexuales incluye tres aspectos: 1) la seguridad en la reproducción,
y los eventos relacionados con ello; 2) anticoncepción y aborto, los aspectos de la opción no reproductiva; 3) el
libre ejercicio de la sexualidad” (Brown, 2008; p. 289).
3
Constitución Nacional Argentina, 1994, artículo 75 – inciso 22.
necesidad de garantizar el acceso seguro a los abortos no punibles en nuestro país y la eliminación de
las barreras institucionales y judiciales que han impedido a las víctimas de una violación acceder a un
derecho reconocido por la ley. También se adopta, conforme a la definición que promueve la OMS la
noción de salud reproductiva indicando que la misma es

“[U]n estado general de bienestar físico, mental y social, y no de mera ausencia de


enfermedades o dolencias, en todos los aspectos relacionados con el sistema
reproductivo y sus funciones y procesos […] lleva implícito el derecho a obtener
información y de planificación de la familia de su elección, así como a otros métodos
para la regulación de la fecundidad […] la atención de la salud reproductiva se define
como el conjunto de métodos, técnicas y servicios que contribuyen a la salud y al
bienestar reproductivos al evitar y resolver los problemas relacionados con la salud
reproductiva. Incluye también la salud sexual, cuyo objetivo es el desarrollo de la vida y
de las relaciones personales y no meramente el asesoramiento y la atención en materia
de reproducción y de enfermedades de transmisión sexual” (OMS, 2003; p. 5)4

Este fallo, entonces, permitió sentar dos reglas claras: en primer lugar se puso fin a la incertidumbre
relacionada con el alcance del artículo 86, inciso 2º, del Código Penal, en tanto algunas instancias
judiciales han entendido que éste sólo se aplica respecto de la víctima de una violación que poseyera
alguna discapacidad mental, criterio que llevaba a que la cuestión se judicializara a lo largo del país
con resultados adversos y, en algunos casos, con riesgo a la realización del aborto o a la salud de la
madre. Y en segundo lugar que los médicos en ningún caso deben requerir autorización judicial para
realizar esta clase de abortos, debiendo practicarlos requiriendo exclusivamente la declaración jurada
de la víctima.

Finalmente, con el objeto de hacer efectivo lo decidido y asegurar los derechos de las víctimas de
violencia sexual, los jueces exhortaron a las autoridades nacionales y provinciales, a implementar y
hacer operativos protocolos hospitalarios para la concreta atención de los ANP a los efectos de
remover todas las barreras administrativas o fácticas al acceso a los servicios médicos y a disponer un
adecuado sistema que permita al personal sanitario ejercer su derecho de objeción de conciencia sin
que ello se traduzca en derivaciones o demoras que comprometan la atención de la requirente del
servicio.

La Provincia de Santa Fe, como se mencionó anteriormente, adhiere a la “Guía Técnica para la
Atención Integral de los Abortos No Punibles” del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación
Responsable del Ministerio de Salud de la Nación. La misma fue elaborada por las autoridades del
gobierno nacional en el año 2010, y aceptada por la provincia en el año 2012, mediante la resolución

4
Definición tomada de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, CIPD, El Cairo, 1994, párrafo
7.2
612/2012 del Ministerio de Salud provincial. Esto implica dos cosas: en primer lugar, que la Provincia
cuenta efectivamente con un protocolo o guía que permite una correcta garantización de los APN a
aquellas personas gestantes que entren dentro de los causales. Esto significa una gran ventaja con
respecto a otras provincias que no cuentan con esta herramienta legal. En segundo lugar, sin embargo,
desde nación y luego del mencionado fallo se ha elaborado un “Protocolo para la atención integral de
las personas con derecho a la interrupción legal del embarazo”, mejorando la guía e incluyendo
herramientas y estrategias imprescindibles para la concreción de este derecho 5. La provincia no ha
adherido a este protocolo aún, aunque ha habido proyectos de ley que buscaban esta actualización.

La “Guía Técnica” está dividida en dos partes: la primera referida a los aspectos legales y la segunda a
los aspectos médicos. De la misma se rescatan aquellos aspectos que resultan interesantes de observar
en relación al trabajo de acompañamiento que realizan las socorristas en el municipio. En primer
lugar, podemos encontrar los principios rectores de este derecho; entre ellos la no judicialización, la
favorabilidad, la privacidad, autonomía e integridad, la confidencialidad y celeridad, etc.

El inciso 6 es donde más se hará hincapié: el mismo especifica las características del servicio dentro
de ellas, hace referencia a tres puntos en particular: el consentimiento informado, la confidencialidad y
la objeción de conciencia. En cuanto al primero, el texto afirma que

“Es un deber del profesional de la salud proveer información de forma tal que la mujer
pueda entender el proceso que está viviendo y formular todas las preguntas que crea
necesarias. La decisión de la mujer es incuestionable y no debe ser sometida a juicios
derivados de consideraciones personales, religiosas o de valor por parte del profesional
de salud” (Guía Técnica, 2010: p. 32).

Entonces, la información debe ser brindada, de forma simple, sin paternalismos, en un lenguaje fácil
de entender y adecuada al contexto cultural de la mujer, apoyándola siempre en su decisión. El
consentimiento informado es una manifestación voluntaria y libre de la mujer, que solicita someterse a
dicha práctica.

Al igual que en cualquier práctica médica, la práctica del aborto en los casos permitidos por la ley está
protegida por el secreto profesional o confidencialidad. Esto significa que “nada de lo ocurrido en la
consulta debe ser develado a […] otros integrantes del equipo de salud e incluso la familia salvo en
situaciones en las que compartir esta información sea de suma importancia para la atención de la
mujer” (Guía Técnica, 2010; p. 32).

5
En el año 2015 se presentó en la Cámara de Diputados provincial un proyecto de ley que pretendía “regular el
mecanismo que deben cumplir los profesionales y trabajadores de la salud para ejercer el derecho a la objeción
de conciencia a fin de no afectar intereses y derechos fundamentales de terceros” (Exp. 30205, 2015; p. 1). El
mismo propone la creación de un Registro Único de Objetores de Conciencia en el ámbito del Ministerio de
Salud. Sólo obtuvo media sanción.
Por último, la objeción de conciencia es un derecho de todo profesional de la salud. Sin embargo,
“toda institución […] debe contar con recursos humanos y materiales suficientes para garantizar en
forma permanente el ejercicio de los derechos que la ley le confiere a la mujer” (Guía Técnica, 2010;
p. 34). Esto implica que la objeción debe ser siempre individual y no institucional; y, en el caso de no
existir profesionales no objetores, la institución debe realizar de forma inmediata los reemplazos y
sustituciones que sean necesarios.

Derechos sexuales y (no) reproductivos como derechos humanos:

Los derechos sexuales están vinculados a los derechos universales y se basan en la libertad, dignidad e
igualdad inherentes a todos los seres humanos. Tienen directa relación con los derechos a: la vida, la
supervivencia, la seguridad y la sexualidad; la autodeterminación reproductiva y la libre opción de la
maternidad, la salud y los beneficios del progreso científico; la no discriminación y el debido respeto
por las diferencias; la información, la educación y la toma de decisiones. Los mismos son relevantes
porque “representan un pilar para el ejercicio de la ciudadanía, pues es a partir de los mismos que
las personas estarán en capacidad de tomar decisiones autónomas en todas las áreas de su ser,
incluidas la sexualidad y la reproducción” (Cediel y Cortes, 2017; p. 53)

La figura del ciudadano como un sujeto portador de derechos nace en el siglo XVIII, al fragor de las
revoluciones burguesas: emerge la figura del individuo como un sujeto portador de derechos, así
también una igualdad jurídica pretendidamente universal. Sin embargo, aquella igualdad se acotó en
función del sexo, la propiedad y la educación. Los iguales y con derecho a llevar a cabo el contrato
social en el momento fundacional fueron varones, blancos, burgueses e ilustrados.

En este punto quiero coincidir con Brown (2004) que siguiendo a Koschüzke afirma que

“[E]l problema de la mujer no tiene su origen ni en la economía ni en la lucha de clases,


sino que es un problema de dominación, que aparece como un problema previo y
separado del modo de producción capitalista. Este fenómeno es el patriarcado, como
sistema sexo-género, que supone la dominación de la mujer por el hombre” (p. 113).

La ciudadanía de las mujeres, afirma Julieta Cano (2016), sigue siendo un problema teórico-práctico
contemporáneo. Si bien los actuales Estados democráticos han alcanzado un gran nivel de igualdad
legal, no parece suficiente para “deshacer algunas desigualdades e injusticias que las mujeres sufren,
especialmente en los ámbitos cultural, social y económico” (p. 153). Ser ciudadana es mucho más que
tener habilitado el derecho al voto.

La mujer (sic) ha sido la principal receptora de políticas de población, según fuera el objetivo político
de los gobiernos: “los Estados, mediante sus políticas, han alentado determinado modelo familiar,
asentado en cierta concepción de la sexualidad y del control de la reproducción a partir del control
del cuerpo de las mujeres” (Brown, 2004; p. 120). Las políticas públicas en materia de derechos
reproductivos, en la Argentina, han tenido un creciente progreso a partir de la década de los 90. Sin
embargo, la concepción cultural sobre la reproducción todavía se inclina fuertemente hacia patrones
androcéntricos; así es como, tradicionalmente, las políticas públicas dirigidas a las mujeres han
respondido a criterios en los que la población femenina no era propiamente sujeto de derechos, sino
que los alcanzaba a través de la familia o la pareja.

En los últimos años, algunas vertientes del feminismo – de los feminismos – comenzaron a cuestionar
la idea de derechos/salud reproductiva, atendiendo a cómo ésta es manejada y empleada en las
políticas públicas del área de salud sexual. Así, el “asunto de la libertad ligado a la noción del
derecho a decidir sobre los cuerpos, las sexualidades y las capacidades reproductivas queda fuera del
paraguas de la salud, despolitizando el asunto y restituyéndolo nuevamente a una decisión privada
tomada por un o una experta” (Brown, 2008; p. 272). Al hacer hincapié discursivamente en ‘lo
reproductivo’, se dejan fuera cuestiones como el ejercicio libre de la sexualidad, el disfrute, sin ningún
tipo de discriminación o violencia; así como también la posibilidad de planificación familiar: tener o
no hijos o hijas, con quién, cuándo, y los medios necesario para concretar estas decisiones. Lo que las
políticas públicas en salud no contemplan son los derechos (no) reproductivos. Podría ponerse como
ejemplo el caso de la ley de fertilización asistida en contraposición de la ley por el aborto legal, seguro
y gratuito.

La crítica del determinismo biológico y de la ilusión de naturalidad que impulsan a creer que las
prácticas culturales y sociales derivan de la anatomía ha sido y es uno de los temas recurrentes de los
feminismos. El rol maternal, ubicado en el plano de lo natural e impuesto como el único garante de la
identidad, indica que para que una mujer obtenga su confirmación como persona debe ser madre.
Como contracara de este proceso de naturalización y sacralización de la maternidad, se encuentra la
criminalización y penalización del aborto voluntario –es decir, de la negativa a cumplir con el mandato
de la maternidad– lo cual signa de clandestinidad y riesgos no sólo a la práctica concreta sino a su
legitimidad como opción. El feminismo comprometido con la conquista del aborto voluntario intenta
“desestabilizar los sentidos asociados a esa práctica, que se han cristalizado, de maneras diversas,
en las principales regulaciones restrictivas” (Bellucci, 2014; p. 10).

De qué hablamos cuando decimos políticas públicas:

La presente ponencia pretende enmarcarse en lo que se conoce como estudio o análisis de políticas
públicas. Dentro de esta disciplina encontramos diferentes perspectivas incluso a la hora de definir lo
que es una política pública. Los acercamientos a esta definición suelen ser de dos tipos en la
literatura: descriptivos y teóricos. En
“la construcción de la definición descriptiva, el debate se centra en la cuestión de si la
política sea sólo o primordialmente la decisión (de gobierno) o implique algo más. En la
construcción teórica, las posiciones varían según la teoría politológica mayor a la que se
adhiere o según las conjeturas básicas con las que se explica la ocurrencia de la
política” (Aguilar Villanueva, 1992; p. 21).

Existe cierta unanimidad en torno a reconocer e incluir en la definición de política su aspecto


institucional: se trata de la decisión de una autoridad legítima, adoptada dentro de su campo legítimo
de jurisdicción y conforme a procedimientos legalmente establecidos, vinculante para todos los
ciudadanos de la asociación, y que se expresa en varias formas: leyes, sentencias, actos
administrativos. Si se presentan diferencias de acuerdo al énfasis que se pone en aspectos políticos,
administrativos, conductuales, etc.

Sin embargo, poniendo un poco en cuestión esta idea, es necesario recordar que como en otras
situaciones y disputas dentro de las ciencias sociales un concepto no es algo que directamente se
ofrece en la experiencia sino una construcción de los datos de experiencia a partir de perspectivas
teóricas y aun valorativas. Aguilar Villanueva (1992) expresa que

“la política no es un fenómeno que se autodefina, sino una categoría analítica. Es el


análisis el que identifica su contenido, no los dichos del decisor de la política ni las
piezas de la legislación o de la administración. No hay tal cosa como un dato evidente e
inequívoco que constituya la política y que se encuentre en el mundo a la espera de ser
descubierto. La política existe no por intuición sino por interrogación de los fenómenos
políticos” (p. 25).

Dentro de las perspectivas predominantes en esta disciplina, encontramos aquellas que muestran el
proceso de fabricación y aplicación de los programas políticos bajo una “serie de secuencias que se
encadenan hasta formar un ciclo completo de decisión política” (Muller, 2002; p. 55). Este marco de
análisis suele estar compuesto por cinco etapas: la identificación del problema, a esta fase se le asocian
“procesos de percepción del problema, de definición […] de organización de estructuras, de
representación de los intereses y de definición de la agenda” (Muller, 2002; p. 57). La segunda etapa
o secuencia implicaría el desarrollo del programa gubernamental, donde se formularían los métodos
para hacer frente al problema anteriormente reconocido. La fase de aplicación de las decisiones o
puesta en marcha del programa comprende su implementación. Le siguen la evaluación del programa,
donde se ponen en perspectiva sus resultados; y la terminación del programa que supone la resolución
del problema.

Este enfoque, esquemático y racionalista, considera que “una política […] es la simple decisión
deliberada del actor gubernamental: la gran decisión en la cúspide del estado” (Aguilar Villanueva,
1992; p. 25). A esta noción se contrapone aquella que entiende a las políticas públicas como un ‘curso
de acción’ (Friedrich, 1963, p. 79; Anderson, 1984; p. 3). Noción que permite incorporar las muchas y
diversas decisiones de los muchos actores participantes, gubernamentales y extragubernamentales,
políticos y de la sociedad civil, que en sus diversas interacciones han preparado y condicionado la
decisión central, le dan forma y la llevan después a la práctica, haciéndola y rehaciéndola, con el
resultado muy probable que los resultados finales no se asemejen a las intenciones y planes originales.

En relación a esta noción, Aguillar Villanueva (1992) plantea que una política es en un doble sentido
un curso de acción: es el curso de acción deliberadamente diseñado y el curso de acción efectivamente
seguido. No sólo lo que el gobierno dice y quiere hacer. También lo que realmente hace y logra, por sí
mismo o en interacción con actores políticos y sociales, más allá de sus intenciones. Es entonces

“una estrategia de acción colectiva, deliberadamente diseñada y calculada, en función


de determinados objetivos. Implica y desata toda una serie de decisiones a adoptar y de
acciones a efectuar por un número extenso de actores […] Supuesta su institucionalidad,
la política es, en suma: a) el diseño de una acción colectiva intencional, b) el curso que
efectivamente toma la acción como resultado de las muchas decisiones e interacciones
que comporta y, en consecuencia, e) los hechos reales que la acción colectiva produce”
(Aguillar Villanueva, 1992; p. 26).

Siguiendo este hilo argumentativo, Muller (2002) plantea que una política pública existe en realidad
sólo a través de los actores concretos que entran en relación – eventualmente enfrentándose – con
ocasión de su elaboración o de su puesta en marcha.

Es en este punto donde se plantea la hipótesis de que las redes de socorrismos juegan un papel crucial
en la puesta en práctica de la Interrupción Legal del Embarazo (ILE) la Ciudad de Santa Fe.
Evidentemente, una “política pública que propenda a garantizar efectivamente el ejercicio de este
derecho enfrenta múltiples y complejos desafíos que confluyen en definitiva en un mismo punto: la
accesibilidad” (Guía Tecnica, 2010; p. 5).

Redes de socorrismos, mujeres que nos ayudamos:

Los socorrismos constituyen “estrategias político-feministas situadas que sortean las violencias
concretas y simbólicas ejercidas sobre las mujeres que abortan, al generar prácticas de salud
cuidadas y al ofrecer sentidos sobre la maternidad como elección y el aborto como derecho de las
mujeres” (Santarelli y Anzorena, 2017; p. 1). Para este trabajo se entrevistó a dos grupos socorristas
de la Ciudad de Santa Fe: la línea de la Campaña Nacional por el derecho al Aborto Legal, Seguro y
Gratuito y a la línea de las Ana Marías. Ambos grupos comparten una característica: se manejan por
dentro del sistema público de salud. En una forma muy general, su actividad consiste en acompañar a
mujeres que deciden interrumpir voluntariamente sus embarazos y que entran dentro de los causales
establecidos por el Código Penal.

Los socorrismos funcionan en la localidad, siempre mutando sus formas, desde el año 2012. Ambos
cuentan con protocolos internos de acción y estrategias para el acompañamiento. Podemos identificar
dos grandes objetivos: primero, promover y priorizar el derecho a la información y el derecho de las
mujeres a decidir sobre su propio cuerpo; segundo, “politizar la experiencia de abortar con
medicamentos, de manera autogestionada, autónoma y con acompañamiento feminista” (Santarelli y
Anzorena, 2017; p. 7). Las modalidades de funcionamiento son bastante similares: se realizan
primeros encuentros con las mujeres, unos son grupales y otros individuales o “cara-a-cara”. Cuentan
con una línea telefónica a la que se comunican las interesadas aunque, en la actualidad, las redes
sociales también contribuyen tanto al contacto con mujeres que deseen ser acompañadas como a la
difusión de su actividad. Como se mencionó anteriormente, estos grupos realizan sus
acompañamientos por dentro del sistema de salud pública: participan de las primeras entrevistas en los
centros de salud, acompañan a las mujeres en sus ecografías, etc. Esto puede rescatarse del testimonio
de Luciana:

“Tuvimos que hacer todo un proceso, pasamos de los libros, a llegar a hablar con las
pibas, a tener la medicación en las manos. Es un proceso largo. La única forma de
garantizar los abortos es con la ley. La ley no está, está el protocolo [la Guía Técnica],
entonces tenemos que trabajar con eso y arreglárnosla con lo que tenemos” (Luciana,
socorrista)

Sin embargo, de sus testimonios surge algo clave: cada situación es individual y particular. Las
mujeres que acuden a estas líneas acarrean ya, en su mayoría, muchas situaciones de violencia:

“Nos pasa con pibas que nunca nadie las escucho, nunca nadie se sentó a tomar mates
con ellas, a preguntarles que les pasa, nunca les dijeron ‘vos tenés derechos’. Lo más
importante es escucharlas bien. E informarlas, porque no todas tenemos la misma
información. Nosotras porque estamos en el tema pero no todas saben lo que es el
misoprostol6” (Carolina, socorrista).

Uno de los testimonios que mejor reflejan el sentido del acompañamiento feminista es el de Romina,
una socorrista de las primeras en su línea:

“[Le explicamos] como es un aborto medicamentoso, si sabe que va a abortar con una
pastilla, que es algo que se tiene que garantizar ella misma o sea que nadie le va a tocar
6
El aborto medicamentoso también llamado no quirúrgico o farmacológico consiste en “el uso de fármacos
como misoprostol o la combinación de mifepristona/misoprostol para finalizar un embarazo. Esta estrategia,
bajo determinadas condiciones en su administración, incrementa la seguridad del aborto autoinducido y
reduce las complicaciones asociadas al aborto inseguro” (Santarelli y Anzorena, 2017; p. 2)
el cuerpo digamos […] Hay una premisa digamos, si vos entras al sistema de salud con
la decisión de abortar y estas en tiempo y forma o un aborto en curso te lo tienen que
hacer, ya sea con pastillas o con un AMEU 7, pero lo tienen que hacer. […] Pero a eso la
piba lo tiene que saber, estar segura de que ya está adentro del sistema de salud y el
sistema de salud le tiene que responder. Ya sea con la derivación o con lo que sea, le
tiene que responder. Nosotros la función que cumplimos es hacer ese vínculo, que la
piba sepa su derecho, que el centro de salud sepa que la piba no está sola, y que ella
sabe sus derechos. Y ya ahí actúan de otra forma” (Romina, socorrista).

Anteriormente se hizo referencia a la cuestión del consentimiento informado y la confidencialidad de


los ANP, estas redes intentan que estas dos cuestiones se garanticen:

“Nosotras generalmente lo que tratamos de hacer es eso, siempre con las pibas, ni
madres ni tías ni abuelas ni amigas. La escuchas a la piba y sabes si quiere abortar o no.
Si hay intermediarios es porque sabes que la situación no es la óptima. Lo que
intentamos hacer es explicar el protocolo con palabras básicas, que a ella la ampara un
causal que es el causal salud, que garantiza que cualquier mujer que quiera interrumpir
su embarazo está amparada por el causal salud porque se entiende a la salud de una
forma integral. Entonces si ella dice bueno no, no lo quiero tener, ya está estas
amparada por el causal” (Luciana, socorrista).

“También hemos tenido casos en los que las pibas no quieren abortar y son las parejas o
alguien de la familia que la charla o la convence, por eso nos damos charlas a solas con
la piba. Porque es la decisión de la piba. Hemos tenido casos en que las pibas terminan
no abortando porque no quieren. Nosotros acompañamos en la decisión de la piba, sin
importar lo que piense la pareja o los familiares” (Shirley, socorrista).

En cuanto a la objeción de conciencia el municipio no cuenta con un Registro Único de Objetores de


Conciencia, como si sucede en el caso del municipio de Rosario. Esto provoca, en cierta medida, una
traba ya que no se cuenta con la información necesaria sobre quienes son aquellos profesionales
‘amigables’ y quienes los que no realizan las prácticas. Por esto, las socorristas afirman:

“[Tenemos] un mapeo de la ciudad con todos los centros de salud y sus referentes.
Igualmente nosotras los comprobamos primero, si es uno que nunca fuimos vamos
nosotras, hablamos, no la mandamos sola a la piba. Porque no sabes quién o como es el
referente. Tanteamos la situación, si es conveniente o no que las acompañemos. Muchas

7
“La aspiración al vacío es la técnica quirúrgica de elección para embarazos de hasta 12 semanas completas […]
involucra la evacuación del contenido uterino a través de una cánula plástica o de metal unida a una fuente de
vacío […] Con la aspiración manual endouterina (AMEU), el vacío se crea utilizando un aspirador plástico de 60
ml sostenido y activado con la mano” (Guía Técnica, 2010; p. 46) .
veces que vayan acompañadas con una socorrista la empeora. Por eso trabajamos en
centros donde sabemos que funcionamos y que podemos entre los dos garantizar el
derecho de las pibas” (Milena, socorrista).

Volviendo sobre las definiciones de políticas públicas enunciadas anteriormente, podemos establecer
que la actividad socorrista se da, mayormente, en la etapa de la implementación de la ILE. Sin
embargo, estas redes tienen también una gran influencia en la que podría ser la evaluación de la
política pública:

“Lo importante que es el acompañamiento y estar instruido. Hay que conocer las leyes,
tenés que estar segura de los derechos que tenés. Nosotras solemos hacer rondas de
médicos que garantizan. Los que garantizan ILE no son los hospitales sino los centros de
salud porque son de priemer nivel, los abortos medicamentosos. SI es un AMEU si ya lo
hace un hospital porque es cirugía, o sea necesita internación” (Carolina, socorrista).

“Todos los casos que yo te estoy contando acá los tenemos sistematizados. Nosotros
tenemos una base de datos, una sistematización de datos concretos, edades, estudios, etc.
Pero no lo preguntamos, surge de la misma conversación. Si tuvo partos, si estuvo en el
sistema público de salud con anterioridad. Eso como para hacer una estadística, porque
nosotros vamos por dentro del sistema de salud, entonces todas estas estadísticas y
quejas que tenemos se las llevamos a ellos, se las presentamos” (Milena, socorrista).

A modo de conclusión:

El sistema de salud público de la provincia de Santa Fe

Bibliografía:

- Aguilar Villanueva, L (1992) “Estudio introductorio” en La hechura de las políticas públicas (pp. ),
Colección Antologías de Política Pública, Segunda antología, Grupo editorial Miguel Ángel Porrúa,
México.

- Bellucci, M (2014) Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo, Capital Intelectual, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.

- Brown, J (2004) “Derechos, ciudadanía y mujeres en Argentina” en Política y Cultura, núm. 21, pp.
111-125.

- Cano, J (2016) “De la ciudadanía política a la ciudadanía sexual. Debates políticos en Argentina en
relación con el cuerpo de las mujeres” en Cuestiones de género: de la igualdad y la diferencia, N° 11,
pp. 151 – 170.
- Cidel, M. y Cortes, R (2017) “Exploración de los Derechos Sexuales y Reproductivos: conceptos y
Elementos Claves” en ENTORNOS, Vol. 30, No. 2, Noviembre.

- Guía Técnica para la Atención Integral de los Abortos No Punibles

- Muller, P (2002) “La producción de las políticas públicas” en Las políticas públicas, Universidad
Externado de Colombia, Colombia.

- Organización Mundial de la Salud (2003) “Salud reproductiva. Proyecto de estrategia para acelerar
el avance hacia el logro de los objetivos y metas internacionales de desarrollo”, Consejo Ejecutivo,
EB113/15 Add.1.

- Santarelli, N.; Anzorena, C. (2017). Los socorrismos y las disputas de sentidos sobre el aborto
voluntario. Consideraciones teóricas desde una perspectiva del feminismo crítico. Descentrada, 1(1),
e008. Recuperado de http://www.descentrada.fahce.unlp.edu.ar/article/view/DESe008

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