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-Carta agotada-

Querido amigo y colega, te escribo desde el confinamiento, pero también desde el agotamiento, apenas en este
breve espacio de tiempo que me queda de la jornada. Qué tristeza; tú no te mereces una palabra agotada ni
agobiada, pero no encuentro otro lugar para escribirte; pareciera que con el confinamiento algunas cosas se van
desgastando, se van cansando, pese a nuestro optimismo de mantenernos en pie y estar a la altura cada día.
Parece una ironía; veníamos quejándonos del ritmo acelerado de una vida que apenas nos daba tiempo para
llegar a la casa e intentar recuperar fuerzas para la jornada del próximo día. Pero ahora el asunto ha empeorado,
con esta virtualización del trabajo nuestro hogar ha perdido cierta calidez de hoguera y ha devenido en ahogo,
en espacio de virtual indiferencia; ya no tenemos la forma de tomar distancia entre el espacio-tiempo laboral y
el espacio-tiempo definido para la casa, para el descanso, para estar con los nuestros. Pareciera que todo ha
devenido en un horroroso Aleph en el que todo confluye, pero de una sola forma: la forma del trabajo, la rutina
atroz de lo virtual. Toca estar activo todo el tiempo. Horroroso y doloroso: un tiempo para ejecutar tareas que
nos deja sin tiempo para contemplar-nos. Hace apenas unos días, le decía a un compañero que con esta presión
social de dar clases virtuales desde el confinamiento hasta mi existencia se estaba virtualizando. Decía esto,
porque al estar todo el tiempo conectado para atender a la demanda de los estudiantes (que también viven su
propio drama) ya casi ni duermo, ni tengo tiempo para hablar con los míos. Pareciera que no nos va a exterminar
la pandemia, sino estos excesos de la virtualidad.
A todo esto, te escribo como una forma de detenerme. Quisiera que este pedazo de vida no se marchara con la
velocidad de un clic en la pantalla de la existencia. Te escribo también, para compartirte estas inquietudes: ¿Qué
quiere decir educación virtual? Más específicamente: ¿Qué quiere decir educación virtual en tiempos de
pandemia? ¿Qué tanto queda de la educación y qué de la virtualidad en esta pandemia? ¿No será esta forma de
la educación desde la virtualidad otra pandemia que nos exterminará antes que el mismo virus? En últimas, lo
que quisiera preguntarte es: ¿en estos momentos dónde queda la vida que tanto hemos venido reclamando?;
porque a veces siento que estamos tratando de luchar contra la mortalidad del virus, no con gestos solidarios y
reposados, sino con más muerte: esa forma de agonía que nos inyecta este sistema productivo en el que hay que
estar conectado todo el tiempo. Me digo entonces, qué tanto tiene que ver la educación (desde y para las
competencias) que hemos estado recibiendo con el desarrollo de esta pandemia. Y me da miedo que
continuemos en lo mismo, educando de la misma forma tan brutal y horrorosa en que lo hemos venido haciendo.
Querido amigo, no te quito más tiempo; sé que también estás bastante ocupado con esta nueva dinámica laboral.
Deseo en lo más profundo que volvamos a tener la oportunidad de vernos y podernos dar un cálido abrazo, aun
cuando este virus nos haya privado hasta de esos mínimos gestos en que situábamos la dimensión de lo humano.
Me despido, no sin antes recordarte que la educación es memoria. Memoria, no en el sentido de la educación
bancaria que criticaba Freire; sino memoria en tanto posibilidad de conjugación del recuerdo y el olvido. La
educación como memoria nos dice que debemos recordar los horrores y errores de una educación instrumental
que nos trajo a este momento de crisis. Que no debemos olvidar tales errores y horrores para estos no se vuelvan
a repetir. Y, así, parafraseando a nuestro nobel de literatura: las estirpes condenadas por esta pandemia tengan
por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.
Un fraternal abrazo desde el cuerpo de la virtualidad,

Alex Silgado Ramos, profesor de la Universidad del Tolima.


Tercera semana de cuarentena, Ibagué, abril 6 de 2020.

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