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Vulnerabilidad

Un pobre infierno de cordura


intenta retener los pobres cálices
de mi vieja alegría.
Un dulce sepulcro de cimientos
propugnará el llanto . Nada sirve.
Alguien dirá que sangra el aire
y el rito del adiós esculpirá su curva
como un tacto caliente en la herida de azúcar,
donde la morfina todavía no paraliza los estragos.
Un monstruo vertical, la despedida.

He asistido al suicidio del invierno.


La ejecución hervida de la sábana con el sudor
y la huella de los orgasmos últimos que borró la lavadora,
(huelo aún la viscosa humedad del amor)
me han dejado con la pobreza del huérfano
reconstruyendo con espinas un himen invisible.
.

La sociedad de lana se ha vuelto vanidosa.


Para llegar a complacerla
nos urge usar el oro de los abuelos,
vender la palabra a la pantalla
y sortear la vigilancia de las madres buenas.
4
Tenía un mensajero el olvido.
Era un potro de luz pero sombrío
por mi pubis transparente, aguas enfermas
cayeron. Hay un gemido y un cuero débil
cubriendo los hierros de la cama.
Su frialdad inaugurada de repente,
una osamenta grisácea, una dentadura postiza
en mi carne con embriones aniquilados.
No es justo. No puedo abandonar la habitación.
Y yo amaba a mi amante.

5
Y tenía un heraldo, mi futuro.
Tuvo patria mi anemia
en el duelo erótico, en los estambres quemados,
en la lengua tenaz de la hermosura, tu hermosura.
Urnas llenas de cenizas de lunas corridas en la vaciedad.
Tu cuerpo era un país de animales enfermos.
Mis días fecundaron en los perversos huecos de tus múltiples bocas.
Me da vergüenza el vicio , la acidez que no puebla la sonrisa.

6
No es la ceguera plural de Saramago.
Ni la de Homero ni la de la culpa de Edipo.
No es la ceguera paulatina de Bach
ni la excelsa de Joaquín Rodrigo.
Esta es la ceguera con los párpados cocidos a las cejas
Ver para ver y no poder hacer nada.
Una mirada por las lapidas del alma.

7
Hay un hombre que gime. El olvido es una ciénaga.
Lo han condenado porque dicen que tiene la humedad seca
de los hombres viejos. Nadie lo emplea.
Los jóvenes engañados de gloria
Despojan al hombre . Hay una condena de desnudez e indefensión.
Hay una ebriedad de sombras.
Hay olor a fosas revertidas que luchan para vivir,
Que hacen pozos en el aire para evitar la asfixia.

8
Seguramente él sobrevivió a la guerra.
Tiene los ojos con cortinas recién lavadas pero antiguas.

Carga en su espalda grúas, funerales,


Parece ir vadeando olvidos y lleva una cicatriz
con forma de nada o de todo. Dedos con estrías,
con metales, profecías , misericordias,
una ejecución innombrable y siente
vergüenza de haber sobrevivido.
Ellos no lo lograron, dice , a veces,
Y lame la sangre dulce de almendras,
una que nadie ve.
Seguramente él sobrevivió a una guerra.

9
Hay seres debajo del asfalto. Son nuestros testigos.
Van contando los pasos , los nuestros, no se cansan,
van guardando las huellas que dejamos,
van pesándonos los huesos en cada pisada
para calcular el paso del tiempo.
Saben sopesar los puños apretados, la frente cargada de crepúsculos,
despejando hormigas, aceite, polvo.
Administran con seriedad el depósito
y tejen telares con nuestras pisadas. Todo queda,
quedamos en la historia de las calles,
quedamos en el laberinto de ciudades subterráneas.
Y ellos son los únicos que valoran nuestro paso
en esta leve transitoriedad del soplo.

10

Sucede la noche. Los contenedores se abren más,


las luces y los poemas no bastan para salvar el día.
La poesía es transparente y está sola incumplida de voces
en la soledad que juega con la sombra.
La noche es el codo de la muerte,
que sabe que la luz , al otro día, será inmisericorde.
Hay un pulso de ausencia, las ventanas se cierran,
las calles parecen más largas, túneles con impensadas travesías.
Hay signos de terror a lo efímero en la oscuridad.
Un perro triste
hace de un mendrugo, un ritual de goce. Hay espectros risueños
detrás de las estatuas.
Hay un poeta que hace de la noche su silencio.

11

Yo que vengo de un verso mínimo,


veo en mi tinta mis fértiles torpezas ,
pequeños símbolos inocentes que caen como una lluvia roja
en mi papel anónimo.
Insomne, me atrevo a escribir
para no lastimar mis arterias que convocan aun la vida.
Yo que vengo de una lucidez callada,
creía que mi padre era eterno,
y cuando me vivi en su vida y me morí en su muerte,
me abandoné a la inmóvil vergüenza.
Hay una inexistencia de coherencia
en el sueño despierto,
como ya lo dije, en mi verso mínimo, en mi papel
que siempre me ha salvado del naufragio.
Acabaré de madurar mañana, después de cien años,
cuando aprenda a dejar de creer y de asombrarme.
Mis desaparecidos versos hoy me avisan del paso del tiempo.

12

Mueren en el mar, los úteros terminan de vaciarse.


Al rayo del sol, el dulce estiércol flota en la barca
que nunca es lo suficientemente grande.
La muerte en el vértigo de su propia lascivia,
moviliza sus redes y algunos viven
y otros mueren y yo padezco de verso solidario.
Y me duele el mar en la garganta.
Parecen como bultos de sombra,
delgados como juncos, auto exiliados,
Ya no se si me conviene hoy y ser humana.

13

Rostros robados a la muerte


recuperarán la risa.
Cuando el alquitrán espeso evite el curso
y tenga el agua clara del arraigo,
y estos viejos meses y estos viejos siglos
no pacten más con la nostalgia…
amasaremos con manos expiatorias
regresos ofendidos, veranos de úteros como potros salvajes
y la líquida pena dejará de ser suero.
Alguien perdonará el silencio. Morfina y vino
será la saliva enamorada.
Presenciaré la rendición de los inviernos
en la viscosa trinchera de los muslos que habito.

14
Aletearán los párpados, como pájaros sin jaulas,
sin barrotes de lápidas.

Sin la despojada matriz de las pupilas


en la mirada última,
recuperaré el milagro de la vista.

Los ojos celebrarán el buen paisaje.


¡Otra vez, otra vez el color de mi pueblo
despegando los párpados del sueño!

La cuna tiene cucharas de mi infancia.

15

De cómo era no estar dentro del pueblo ,


ni ser parte ya de sus rincones,
vine a darme cuenta tocando los magros espermas de sus calles,
esa mañana que advertí que la memoria
era el principio de mi historia y la plaza, mi líquido incesante
amniótico y sin pudores.

Un instante fue que un murmullo ajeno


reemplazó los grillos de mi patio.
Hubo una noche desigual
cuando la alcantarilla del pueblo faltó a mi garganta.

Supe
que todavía faltaba suceder más añoranza.
Y como un pulcro ejercicio de silencio
lo fui reconstruyendo bajo el colchón
del bello tufo de mercado,
como colmena perdida en l a ladera.

16

Debajo de la memoria sobornada,


de la desnutrida piel de la nostalgia,
mis huesos escamados
prosiguen su viaje hacia la deserción.

Un liviano cuerpo, a pesar de mí, camina.


No hay más verdad que él ánfora materna

17

La tierra sangra entre las piernas


Duele la mala ración de las bondades.
Un fruto oscuro,
la barca con los remos sin dientes.

La amapola marchita de una tierra


ha detenido los párpados,
los húmedos hombres desvalidos.
El mar es una siesta de dragones y cartílagos violáceos.
Vivimos la tierra olvidada de sombra.

18

Mi corazón escarba en un patio transparente,


un bullicio familiar derrama
esta revolución de la alegría.
No contiene
tanto esplendor de lluvia ,
la ventana arrojas larvas de futuras mariposas.
La lejía me sabe a elixir en el patio.
Hoy he vuelto a las piernas de mi madre.

19

La zanja con aguas de la cima expulsan el azufre


feroz de otra frontera.
El olvido vigila mi habitación absorto de entrañas nuevas.
La puerta no quiere el exterminio de la noche.
Algún día, alguna otra oscuridad.
La guirnalda feroz de la alegría
coronará las cuencas de mi abismo.
Volveré por la risa.

20

Hoy, mientras todavía


late con brío el músculo esencial,
y que todavía no me resigno a los astros,
en esta minuciosa claridad del sueño ausente,
me molestan los años.
Esta fatigada juventud muerde mi aire.
Será un difuso atardecer , el calendario.
Moja mi boca el zumo de mi calle con nombre.
Muchos me saludan y yo creo
que el cielo se parece a los saludos.
Mi perro ladrará desde su celda.
Una certidumbre germinal de arraigo
me explica la belleza.

21

Viajé amniótica con hélices y túneles.


Fui menos que un embrión o que un gameto.
Un zaguán de ulcerados calendarios
asistieron mi viaje.
Una materia ingrávida me partió la vagina y me nací.
Había grandes reptiles
con pobreza de días ,una mujer de piedra,
y una pira con sangre, la muerte boca arriba, diría Cortazar.
Hoy he vuelto por la columna vertebral de mi origen.
Estoy en paz.

22

La pido a mi madre que no deje


que vea a mi verdugo.
He llegado al codo de la noche.
A este umbral de acero ausente,
ya no acuden los héroes.
El cadalso respeta mi futuro funeral.
Cuando se desgarre la virgen del crepúsculo,
Ya habrá sucedido. No estaré.

23
De qué se trataba todo esto, no lo sabía.
Quise tomar
el atajo y beberme la risa y la alegría.
No sabía que la fórmula era cal y arena.
Cal y arena. Cal y arena.
No creerlo quería pero el entendimiento
me tomó por sorpresa, al codo del camino.
De qué se trataba todo esto,
de qué se viste la vida cada día
tal vez lo entienda cuando inesperadamente
me codee con la muerte.
Y tenga miedo a morir. Siempre nos dará miedo.
Seguramente le imploraré a la muerte
un indulto. Seguramente.
Y pediré perdón por esas tantas veces
en que hablé de morir con tanta ligereza.
Mientras tanto todo parece un túnel. Una breve,
titilante luz me toma de la mano.

24

Mis muertos más queridos


no habían terminado de morir en mí, nunca.
Hoy descansa mi duelo.
Los llevo en mi maleta y me los guardo.
Hasta que cojamos el mismo tren
en el útero caníbal de mi último aliento.

25

Brevedad, un portal de sucesión de espejos.


Uno consiente
con los perros de paja.
Y deja que las fobias y los sueños
dancen la ronda de los resucitados.

Sólo unos instantes. La lucidez


pierde su gótica pesadez de roca
y damos saltos de langostas ebrias
por la leve cornisa.

Es la brevedad de la locura.

26

Me llevo en la ciudad los tábanos molestos


que dan vueltas y vueltas,
por las protestas y los atrios abolidos.
Caminan a tientas los espectros
y yo me uno a ellos y le arranco
las máscaras y la lucidez .

27

La muerte que me has dado al mediodía


se ríe de mí .Sin pupilas,
a tientas yo venía
por las liturgias de tu credo.

28

Quedará de mí
la hundida garganta sin lenguajes.

Un rasguño en la carne
será sin esperanza la cicatriz sin luz,
una desollada vanidad
de pasiones suicidas.
No olvidarte, anhelaba
pero la ebriedad de las horas
serpentea en la puerta.

29

Domingo por la tarde


donde baten
las alas murciélagos melancólicos,
viscosos de besos invertidos.

Esa preñez de olvidos y nostalgias


que se lava la cara nuevamente
y se maquilla con colores de circo
como una dama alegre y lucrativa.

Y se muere de lentitud el mundo,


o los pobres mundos que agonizan
en un reloj con tiempo de cemento.
Es domingo, apenas por la tarde.
La paloma le hace el amor a la plaza.
Se suicida la risa.

30

El pulso aguarda
la militancia del verdugo.
Añoro el membrillo inquilino en mi deseo
que no acierta a pronunciar el verbo huir.

31
Mujer de cajones con canas
disfrazadas de toros morenos
resiente sus blanduras
con mi amor congelado
en un banco de sueños y de espermas.

32

Quise congelar mi amor,


el norte de mi garganta
y la mestiza lengua pagana por su ausencia.

33

Como una rémora esforzada


en su ruta lateral,
me pierdo en la ciudad saqueada
como una Roma envejecida,
como una vergüenza de pechos pobres
y besos desollados que no quiere mi amante.

34

Los ojos asisten a su ceguera inaugural,


la osadía que antes faltó a mi juventud.
El amor empolvó con tarimas de barato maquillaje
la arruga de los plenilunios.
Y en una trama de ausente lucidez
repito los eternos infinitos.
Desde unos pechos con crisoles de amianto,
la boca que se cierra y se abre
sangrando el lenguaje
que no entendió mi amante.
Desde mi primer arruga surgió
la ceguera y el labio derretido.

35

Escucho la luz crujir por la cornisa.


El liquido amniótica del día con placenta de sol
crucifica la noche insomne.
Hoy nada es mortal, solo la muerte.
Enterró el hacha el verdugo de todas las verdades.
Hoy descanso de mi.

36

Es un tren inmóvil donde viajan


maniquíes con gesto demorado.
Nada avanza.
Es una zanja hambrienta la soledad
de las manos,
un ejercicio inútil la búsqueda del otro,
una guerra de siestas con pupilas
clavadas al deseo.

Es el horror al asesino de los pájaros,


lo que nos mina el aliento.
El ritual de la eterna prorroga de vida,
nos envuelve como el blues de Otis Redding
pero la levedad no nos suelta.

37

Mi reloj palpita con un pulmón menos


y una sospecha instaurada hace dos siglos
me hacen parecer a Hayden en el asedio último,
y Seneca diría que ya es tarde.
Mi vida es un abrojo prendido a los indultos,
queriendo ser oruga me despojo de la mariposa que me viste,
para pasar inadvertida
ante el murciélago.

38

Mi padre es una víctima de los años estafados.


La vida regatea y él no pacta,
no comete incesto con la vida,
no come la oferta del tirano
ni siquiera ante el infame reloj de arena.
No hay subsidio de amor para las tumbas,
pero beso la lápida
y la tierra desprende luciérnagas.
Y lo abrazo en la eternidad de los tomillos.

39

Hay túneles por donde surca el metro poblado


de extraños en mi vientre.
Y nadie es él. El funeral del placer se llevó a cabo
este último del invierno.
La luna tiene dulces vaginas múltiples en un taller
que , escuchando saetas huérfanas ,
reparan y las arrojan al aire,
los vencejos copulan en el aire.
Seré vencejo.

40
El dueño del barro no moldea los pechos bien,
sólo los moldea metidos
en las manos hervidas del hombre.
Los tristes pezones del amor tienen el pudor
de los pináculos.
Las gárgolas se erizan de risa ante
la piel íntima de la mujer en celo.
La lluvia interrumpe la posesión, la boa ya no traga
y me deshago en la tierra con manjares de olvido.
La lluvia interrumpe la carnicería
y me engancha de luz por las axilas
que presumen de miel y álmibar.
Ya no vengo del barro.
Ya no sufro al hombre.

41

Hacemos una extracción ,


la maquina escupe el dinero de otros.
Y con un rito de insectos de moda por la boca,
debemos injertarnos la aceptación, la violación
el dios profano del dinero,
con un bisturí con forma de tarjeta plástica.
Si no, estamos fuera.
Estoy al borde del abismo evitando y no puedo detener
al rebaño que comulga con los precipicios.

42

No te hallo detrás de mis pupilas.

Ni hay mejor destino que el olvido.


43

Los rincones parecen los de antes.


Las mismas alfileres en las sienes
al esperar.
El café mutilado por mis dientes
acaricia la piel de mis palabras.
Nadie viene,
ni aquella bruja de azúcar que rondaba
mi infancia.
Los rincones parecen los de antes.

El mismo cansado caracol de luz,


el mismo amanecer.
Es como encontrar un papel en un bolsillo
y arrojarlo al cesto por temer el recuerdo.

44

El oscuro lado del silencio


arrastra mi nombre .
Nadie sabe que estoy aquí.
Nadie sabe que he vuelto.
Nadie moja
mi nombre con almíbar de hogar.
Solo un barroco campanario
me mantiene erguida
y concibe mi vulnerable humanidad
y con escamas de nostalgia plateresca.
45

No sé si todas, todas las definiciones


y eso que son muchas,
explican este arte.
No siempre es bello el arte,
pero es el crepúsculo fugaz y necesario
que nadie necesita , pero que todos disfrutan.
Planear la fuga,
sopesar los dolores,
como cristal guardar la alegre risa,
no esperar el final de la película,
no llegar al fin si hay riego de pandemias.

Parece fácil, pero hay un canon atroz


que lo enclaustra, porque es contradictorio.
El arte de la fuga es el arte
de anticiparse al golpe,
de burlar la máscara,
y es la prestidigitación.

Correr, temer el golpe, escapar,


por las dudas, si acaso, todo vale,
una cobardía sabia, el buen refugio
para no morir tantas veces .

46

Uno se cansa de llevar tanta armadura.


Los molinos pesados se hincan en mi espalda,
la mesa, la casa se estrangula de ausencias.
La sangre esta furiosa y me moja las piernas.
Vuelvo aniquilando
mi circo de ciudad y de arrogancia,
vuelvo con medio cuerpo,
la otra mitad se lo tragó el asfalto
y el tufo de la ciudad.
Todos los cristales y las esquirlas
de una antigua oficina me atacan
y me vuelven jirones de dolor. Adiós.

47

Las botellas de vino


aguardan
a los veteranos melancólicos
desde la reverencia del bar.

Una verborragia de suburbios


corría viscosa a las alcantarillas.

48

No hay paz ni descanso


si queremos evitar el trauma de la exclusión.
Rendir un culto,
matar el hambre con comida macrobiótica,
“mientras más caro mejor” nos obligan a decir
si no, estamos fuera.

49

Un dolor narcotizado cae por el cuerpo.


Todo el país exhausto y sin ropas
cae ante el fusil y la metralla
de la indefensión y los desahucios.
Hay pobreza en el espíritu
y hay sangre en los sueños.
Las venas explotan de sueros espesos como lodo.
Pobre tierra. Pobre.

50

Un cadáver sin tiempo se vuelve a la memoria


y la historia
borrará con el codo
a la madre que cosía sus hijos al vientre
para invertir los partos.

51

Nos veremos en el fondo del agua,


en la arruga con cicatrices de la vida breve,
al codo del camino,
en el pecho materno,
en la zanja de algunos muertos que no dejamos morir,
cuando cierre , del todo, el equipaje.

51
Esta propensión a la piedad de mi madre
sana la úlcera del viaje .
El viejo perro me reconoce después de veinte años.

Un paisaje desconsolado de sombras


se arroja a mis pies
y me pide perdón por la tristeza.

52
Una nodriza transparente
saca las telarañas del insomnio
y yo los desperdigo por la noche
al ritmo de los rumores de la ciudad sin goce,
de la ciudad atragantada ,
de pastillas para no dormir,
de las gatas en celo, l
los borrachos amnésicos de penas.
En el claroscuro de las horas,
el tábano, el lúcido medallón de la memoria,
me corona las sienes.

53

Huir es un arte y huyo al olor


de tostadas y olivas bajo tarimas del cielo desvestido.

54

Hoy el verdugo
se queda atado a un altar con cálices.
Las víctimas como bocas urgentes de amnistía,
como liebres en celo,
como estampidas de hombres y mujeres
que por agua o por tierra
buscan perdón o piden perdón
sin tener que hacerlo.

55

Rompí los caireles y los abalorios de mi voz.


No hablo ya,
hoy solo escribo,
un cura con cirios le dan la extremaunción a mis sonidos.
Y llegaré a destino
pariéndole a las albas los versos,
no mi voz.
Ariadna

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