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PAUL A.

BARAN

La economía política del


crecimiento

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


MÉXICO

1
Primera edición en inglés, 1957
Primera edición en español, 1959
Primera reimpresión, 1961
Segunda reimpresión, 1964
Tercera reimpresión, 1967
Cuarta reimpresión, 1969
Quinta reimpresión, 2012

Traducción de
NATHAN WARMAN

Título de esta obra: The Political Economy of Growth

© 1957, Monthly Review Press, Nueva York D. R.

© 1959 FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


Av. de la Universidad, 975 - México 12, D. F.

Impreso en México

2
A
MI HIJO
NICKY

3
4
PREFACIO

El manuscrito del presente libro se terminó en el


otoño de 1955. Desde entonces han ocurrido
muchas cosas que guardan una relación directa con
varios de los temas que aquí se tratan.
Resistiéndome, por razones obvias, a la fuerte
tentación de incluir algunas de las consideraciones
más importantes en las pruebas de galera, decidí
tratar de resumirlas brevemente en este prefacio.
Los acontecimientos en el Cercano Oriente, que
culminaron con la acción militar anglofrancesa en
contra de Egipto, corroboran una de las tesis
centrales de este libro, a saber, la naturaleza
"irreformada" del capitalismo contemporáneo y su
animosidad inherente hacia toda iniciativa genuina
de desarrollo económico por parte de los países
atrasados. El papel que en este conflicto jugaron los
Estados Unidos, demuestra la irreconciliable
rivalidad que existe entre los países imperialistas,
así como la creciente incapacidad de las viejas
naciones imperialistas para mantenerse firmes ante
las pretensiones de mayor influencia y poder, por
parte de Norteamérica. Poniéndolo en las amargas
palabras de The Economist de Londres, "debemos
aprender que ya no somos hoy ni podemos ser, los
iguales de los norteamericanos. Tenemos el derecho
de exponer nuestros intereses nacionales mínimos y
de esperar que los norteamericanos los respeten...
Pero una vez hecho esto, debemos buscar su
dirección" (17 de noviembre de 1956).
Aunque la afirmación de la supremacía
norteamericana en el "mundo libre" implica reducir
a la Gran Bretaña y Francia (para no hablar de
Bélgica, Holanda y Portugal) al status de socios
menores del imperialismo norteamericano, este
cambio quizá pueda traer algunas consecuencias
favorables para los países subdesarrollados. Al
trasladarse, por decirlo así, del servicio de un
negocio empobrecido al empleo en una empresa
5
prosperadlos países coloniales y dependientes
pueden esperar que su nuevo jefe sea menos rapaz,
más generoso y más previsor. Aunque es muy
dudoso que este cambio produzca alguna diferencia
fundamental en los problemas básicos del desarrollo
económico y social de los países atrasados, no es
improbable que ocasione una cierta mejoría en su
destino.
Los acontecimientos que han ocurrido
recientemente en los países socialistas de Europa
están aún más hermanados con las proposiciones
que se avanzan (y que están subyacentes) en este
estudio. Las revelaciones de Kruschev respecto a
ciertos aspectos del régimen de Stalin y los
acontecimientos que tuvieron lugar posteriormente
en Polonia y Hungría, han mostrado más claramente
las dificultades que implica el ascenso de los países
atrasados hacia una sociedad más rica y mejor
organizada. Pero, el atribuir todos los crímenes y los
errores que se cometieron en la Unión Soviética
antes de la segunda Guerra Mundial y en toda la
Europa Oriental y Sudoriental después de ésta, a las
malévolas personalidades de Stalin, Beria y sus
socios, significa un "culto a la personalidad"
invertido. Las cosas no son tan simples, y es
bastante comprensible el sentimiento general de
que, en realidad, "todo el sistema" debe ser
responsable de los excesos que perpetraron sus
dirigentes. Sin embargo, es una falacia grave el
concluir que el socialismo es "el sistema" que debe
repudiarse. No es al socialismo a quien deben
imputársele los delitos de Stalin y sus títeres, sino al
sistema político que se desenvolvió a raíz del
movimiento tendiente a desarrollar, a marchas
forzadas, un país atrasado que se encontraba
amenazado por una invasión extranjera y se
enfrentaba a una resistencia interna. El surgimiento
de tal sistema político —en las. circunstancias
excepcionales en que se encontró Rusia después de
que Hitler tomó el poder en Alemania y de las que
6
atravesaron los países del este y del sudeste de
Europa durante los aterradores años de la guerra
fría— no "prueba" que el socialismo sea en esencia
un sistema de terror y de represión. Lo que esto
significa —y es una lección histórica de
trascendental importancia— es que el socialismo en
los países atrasados y subdesarrollados tiene una
fuerte tendencia a convertirse en un socialismo
atrasado y subdesarrollado. Lo que ha ocurrido en la
Unión Soviética y en los países de Europa Oriental,
confirma la proposición básica del marxismo de que
el grado de madurez de los recursos productivos de
la sociedad es lo que determina "el carácter general
de la vida social, política e intelectual". No empaña
la racionalidad fundamental, la deseabilidad y la
potencialidad de una transformación socialista del
Occidente. De hecho, no hace sino acentuar su ya
desesperada urgencia. Una sociedad socialista en
los países avanzados, no estaría obligada a
emprender "marchas forzadas" para lograr su
industrialización, ni a retirar del consumo de las
masas una gran parte de sus miserables ingresos, ni
tampoco a dedicar a fines militares una parte im-
portante de su pequeña producción total. Una
sociedad socialista de este tipo no sólo arremetería
en contra del despilfarro, la irracionalidad y la
degradación moral y cultural del Occidente, sino que
también se lanzaría a ayudar a resolver todos los
problemas de necesidades insatisfechas,
enfermedades y hambre, que confrontan las partes
subdesarrolladas del mundo. El socialismo en el
Occidente, una vez que estuviese firmemente
establecido, destruiría para siempre las bases y la
necesidad de cualquier reaparición de la represión
social y política que marcó las primeras etapas del
socialismo en el Oriente. Por consiguiente, hoy más
que nunca es el momento para que los socialistas
del Occidente renovemos nuestra dedicación a la
causa de la razón, del progreso y de la libertad, de
que redoblemos nuestros esfuerzos para hacer
7
avanzar la causa del socialismo. Del éxito final de
estos esfuerzos depende el destino de la
humanidad, tanto en el Este como en el Oeste,
únicamente a través de esos esfuerzos es como
podrá restaurarse a los países económicamente más
avanzados la dirección ideológica, política y moral
del mundo, que ha dejado de pertenecerles. Sólo el
progreso y la guía de los países adelantados por el
camino de una democracia socialista, terminará con
los incalculables sufrimientos a que ha estado
condenada hasta ahora la humanidad.
El contenido de esta obra se expuso en sus líneas
más generales durante unas conferencias dictadas
en Oxford en el período de octubre a diciembre de
1953. Durante el tiempo necesario para la
reelaboración de esas conferencias, con el objeto de
publicarlas, introduje muchos cambios tanto en su
forma como en su contenido. El proceso de escribir
es un proceso de aprendizaje; y mucho se me ha
mostrado con más claridad en el intento que he
realizado por transformar mis burdas notas
originales en lo que espero sea una presentación
inteligible. No tengo la pretensión de haber cubierto,
ni siquiera en forma aproximada, "todo el terreno".
El terreno es vasto y las complicaciones e
implicaciones que se encuentran a cada paso son
muchas y muy desconcertantes; a lo más que puedo
aspirar es a haber esbozado sus contornos
generales y, por ende, a presentar un mapa
tentativo cuya función principal, espero, será el
alentar los viajes posteriores y estimular su
exploración más a fondo.
A lo largo de este trabajo he tenido la suerte de
estar en contacto con varios buenos amigos que
trabajan y piensan sobre problemas similares. Estoy
particularmente agradecido a Charles Bettelheim,
Maurice Dobb, Leo Huberman, Michael Kalecki,
Oskar Lange y Joan Robinson por el tiempo y la
atención que han dedicado a discutir los problemas
relacionados con el tema de este libro y a la lectura
8
de algunas partes o de todo el manuscrito. Sus
sugerencias y críticas fueron inestimables. Quisiera
también dar las gracias a John Rackliffe, que realizó
un valiente esfuerzo para transformar mi estilo en
un inglés comprensible y ameno; si su éxito fue sólo
parcial, es difícil imaginar lo que hubiese sido este
libro sin su ayuda.
Estoy muy reconocido a Elizabeth Huberman por la
preparación del índice, así como a Sibil May y a
Catherine Winston, quienes cuidaron de la impresión
del libro. Mi deuda es mayor con Paul M. Sweezy,
cuya generosa amistad he disfrutado por casi dos
décadas. El valor, la lucidez y la resuelta devoción a
la razón, hacen de su obra uno de los focos más
brillantes de la historia intelectual de los Estados
Unidos en la postguerra, y ha sido para mí, en todo
este tiempo, una fuente inagotable de estímulo y
aliento. Difícilmente se encuentra en este libro un
problema que, en una u otra ocasión, no haya sido
tratado en nuestras discusiones. Me es imposible
precisar qué pensamientos de los que aquí se
expresan le corresponden y cuáles son míos. Me
apresuro a agregar que ni él ni ningún otro son
responsables de cualesquiera errores y confusiones
que puedan perjudicar mi argumentación. Éstos se
deben, exclusivamente, a mis propias fallas y, en
ocasiones, a mi terquedad.
En las citas de autores extranjeros me he referido
a las traducciones inglesas, y en algunos casos he
citado del original, pero he dado la referencia en
inglés; en estos últimos, los pasajes importantes
han sido traducidos por mí.

P.A.B.
Los Altos, California. Diciembre de 1956.

9
10
PREFACIO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL

Pocos libros —si es que hay alguno— saldrían a la


luz si se publicaran únicamente cuando estuviesen
por completo "terminados", cuando ya no pudiesen
realizarse nuevas mejoras. En el presente trabajo,
hay varias proposiciones que me hubiese gustado
desarrollar más ampliamente, diversos argumentos
que desearía haber presentado en forma más clara
y cabal. Así, creo que el estudio de las leyes del
movimiento del capitalismo monopolista en los
capítulos III y IV, podría haberse enriquecido y
precisado de haber incluido las consideraciones que
desarrollé en un trabajo posterior, que ha sido
traducido y publicado por El Trimestre Económico
(julio-septiembre de 1959) con el título de
"Reflexiones sobre el subconsumo". Hay algo aún
más importante, y es que las conclusiones relativas
a la actitud y la política que adopta el capital
monopolista respecto a los países subdesarrollados,
hubieran podido ser reforzadas con pruebas
adicionales, si me hubiera sido posible tomar en
cuenta la experiencia reunida durante los pocos
años transcurridos desde que el manuscrito de este
libro se entregó al impresor en los Estados Unidos.
En estos años, la depresión que conmovió a la
economía norteamericana ha demostrado, en forma
por demás vivida, la fuerte tendencia hacia el
subempleo crónico de los recursos humanos y
materiales que es inherente al capitalismo
monopolista. La respuesta de las clases dirigentes
norteamericanas —tanto el ala liberal como la
conservadora— ante la aguda reducción de la
producción, del ingreso y de la ocupación, ha
mostrado con igual claridad que la única política
gubernamental para el mantenimiento de las
ganancias y de la prosperidad que pueden aceptar
las grandes corporaciones, es la aceleración de los
gastos militares. Al mismo tiempo, las condiciones
que han prevalecido en esos años —y que todavía
11
persisten— revelan, sin lugar a duda, la odiosa
hipocresía y mendacidad de las protestas de
simpatía hacia los países subdesarrollados que
hacen los portavoces —oficiales y oficiosos— de las
potencias imperialistas.
Es evidente que, mientras una fracción
considerable del potencial productivo de
Norteamérica esté sin utilizar, no puede hablarse en
verdad de una escasez de los recursos necesarios
para impulsar el desarrollo económico de los países
atrasados. ¿Podría haber mejor demostración de la
crueldad e irracionalidad del orden capitalista que el
desperdicio de decenas de miles de millones de
dólares de producción potencial, cuando en Asia y
en África, en la América Latina y en gran parte de
Europa existe una miseria y un hambre indecibles?
¿Podría haber una prueba más patente de la
"profunda solicitud" del capital monopolista respecto
a los esfuerzos de los países pobres por
desarrollarse que la "amistosa" reacción del gobier-
no norteamericano hacia el programa de reformas
—que dista de ser radical— que ha iniciado el
gobierno de Fidel Castro en Cuba? De hecho, el
sentimiento que "inspira" a los círculos dirigentes
norteamericanos está muy bien sintetizado por un
grupo de estudio comisionado por la Presidencia
para delinear la política futura de los Estados Unidos
en relación con la ayuda a los países extranjeros. En
dicho estudio se asienta, en forma inequívoca, que
cierta ayuda económica "deberá mantenerse en
tanto exista la amenaza comunista". La implicación
es obvia: en ausencia de la "amenaza comunista", el
capitalismo monopolista podría ignorar, sin ningún
remordimiento, los sufrimientos y privaciones de los
pueblos que habitan los países subdesarrollados o
bien podría delegar la tarea de distribuir algunas
migajas al "Ejército de Salvación" y a otras organiza-
ciones religiosas similares. Los únicos que pueden
defender este sistema de inhumanidad y locura son
aquellos que sólo se preocupan por sus intereses
12
egoístas, o bien aquellos que están tan cegados por
la ideología burguesa, tan anestesiados por la moral
y los "valores" burgueses, que son incapaces de ver
lo evidente y de experimentar el sentimiento
humanitario más elemental.
Por otra parte, la exposición de los problemas a los
que se enfrenta la planificación socialista en los
países poco desarrollados (capítulo VIII), habría
salido muy beneficiada de haber podido referirme a
las trascendentales realizaciones y enseñanzas de la
construcción socialista en la República Popular China
(agudamente analizadas por mi amigo el profesor
Charles Bettelheim en una serie de excelentes
artículos publicados en The Economic Weekly de
Bombay en los meses de noviembre y diciembre de.
1958, y reimpresos posteriormente, con algunas
adiciones, en el libro China Shakes the World Again,
Monthly Review Press, Nueva York, 1959). No
necesito agregar que la concepción general del libro
podría haberse expuesto con más lucidez y mayor
persuasión, de haber podido concretarla mediante
un análisis de los gigantescos logros de la Unión
Soviética durante el último quinquenio, no sólo por
lo que toca al crecimiento de sus fuerzas
productivas, sino también respecto a la evolución
socialista de sus instituciones políticas y culturales.
Ante el fermento y el descontento popular, que
prometen acabar rápidamente con el estado de
estancamiento y explotación semicolonial de la
mayor parte de América Latina, quizá resulte
redundante advertir a los lectores de estos países
de te fábula narratur. Para pocas partes del mundo
es el tema de este libro tan importante como para
América Latina. Pocas son las regiones del mundo
en que la dominación monopolista —tanto de
intereses internos como extranjeros— coexista en
forma tan potente con un atraso y una pobreza tan
grandes. Pocas partes hay en el mundo donde
pueda verse con mayor claridad cómo la
abundancia de recursos humanos y materiales no
13
ha podido convertirse en base de un rápido progreso
económico y social por la manifiesta oposición del
orden capitalista; pero también hay pocas regiones
en el mundo en que, como en América Latina,
tantas personas dediquen toda su energía, todo su
talento y todo su valor a la lucha por un futuro
mejor. Nada podría darme una mayor satisfacción
que el conocimiento de que este libro pudiera ser de
cierta utilidad a aquellos para quienes las ideas no
son medios de ofuscación y perpetuación de un
statu quo de miseria, sino armas para la lucha en
pro de una sociedad más racionalmente ordenada,
una sociedad que no esté basada en la explotación
del hombre por el hombre, sino que esté dedicada a
la libertad y al desenvolvimiento de la humanidad.
Por último, quisiera aprovechar esta ocasión para
agradecer a mis numerosos amigos mexicanos su
constante interés por mi trabajo y, en particular,
para expresar mi gratitud a Natán Warman por lo
que creo que es una excelente traducción, a
Edmundo Flores por su ayuda en la revisión y a Juan
F. Noyola por su interés en la publicación en español
de mi libro.

P.A.B.
Palo Alto, California. Julio de 1959.

14
La ciencia social necesita menos uso de técnicas
elaboradas y un mayor valor para enfrentarse a los
problemas centrales en vez de esquivarlos. Pero exi-
gir esto, es desconocer las razones sociales que han
hecho de esta ciencia lo que es.

J. D. BERNAL, Science in History.

15
16
Capítulo I

PANORAMA GENERAL

Ocuparse de explicar por qué el desarrollo


económico y social se ha colocado en los últimos
tiempos en el primer plano de la investigación
económica, particularmente en los Estados Unidos,
podría dar la apariencia de que se está planteando
un problema recóndito y tedioso de la historia del
conocimiento, casi sin relación con el desarrollo
mismo. No es éste el caso. La historia del
pensamiento revela también en este punto, el
pensamiento de la historia. Un examen de las
circunstancias que han provocado el inusitado
interés que existe en la actualidad por todo cambio
económico y social, puede arrojar una luz
inapreciable sobre la naturaleza y significado del
debate en curso, así como sobre el meollo del
problema mismo.
Debe recordarse que el gran interés por el
desarrollo económico, no constituye en forma
alguna una novedad en el campo de la economía
política. De hecho, el crecimiento económico fue el
tema central de la economía clásica. Lo pone de
manifiesto plenamente el título y el contenido de la
obra precursora de Adam Smith; varias
generaciones de pensadores económicos,
independientemente de los nombres que pusieron a
sus escritos, se ocuparon del análisis de las fuerzas
que fomentaron el progreso económico. Su
preocupación por las condiciones necesarias para el
desarrollo económico, surgió del penetrante estudio
y observación de la sociedad en que vivieron y trajo
como resultado su firme convicción de que las
17
relaciones políticas, sociales y económicas que
prevalecían en su tiempo, impedían y retardaban
considerablemente el desarrollo de los recursos
productivos. Ya sea que se refiriesen a las falacias
de la teoría mercantilista del comercio internacional
o a la rigidez del sistema gremial, o bien que el
tema se relacionara con las funciones del Estado en
la vida económica o con el papel desempeñado por
la clase terrateniente, los economistas clásicos no
tuvieron dificultades para mostrar que el progreso
económico dependía de la remoción de las
instituciones políticas, sociales y económicas
anticuadas para la época, y de la creación de
condiciones de libre competencia, con lo que se
daría a la empresa y a la iniciativa individual
amplias oportunidades para una actividad sin
obstáculos.
No es que se hayan limitado a criticar la sociedad
existente de entonces sin intentar realizar un
análisis positivo de los principios de operación del
orden capitalista ascendente. Por lo contrario, fue
precisamente este esfuerzo positivo lo que nos
proporcionó mucho de lo que ahora conocemos
sobre el funcionamiento del sistema capitalista. Sin
embargo, lo que importa en el presente contexto es
que el ímpetu central para sus prodigiosos esfuerzos
científicos y publicitarios, provino de la intensa
necesidad que sintieron de convencer al público de
la urgencia de liberarse de las trabas feudales y
semifeudales. Cuando menos en este sentido, es
enteramente válido ligar la escuela clásica de la
economía con el crecimiento y el desarrollo del
capitalismo, con el triunfo de la burguesía moderna.
Como dice el profesor Lionel Robbins:

El Sistema de Libertad Económica no era tan sólo una


recomendación indiferente para no interferir: era una
demanda imperiosa para remover los que se
consideraban como obstáculos e impedimentos
antisociales para que el inmenso potencial de una libre,
18
iniciativa individual que se encontraba en sus princi-
pios, pudiese florecer. Por supuesto, fue con este
espíritu con el que sus partidarios se dedicaron a agitar,
en el mundo de la práctica, en contra de las formas
principales de estos impedimentos: contra los
privilegios de las compañías reguladas y de las
corporaciones, contra la ley del aprendizaje, contra las
restricciones al tránsito, contra las restricciones a la
importación. El sentido de cruzada que surgió del
movimiento librecambista es típico de la atmósfera del
movimiento general para liberar las empresas y las
energías espontáneas de las cuales, sin duda alguna,
los economistas clásicos eran la punta de lanza inte-
lectual.1
1 Lionel Robbins, The Theory of Economic Policy in English
Classical Political Economy (Londres, 1952), p. 19. Es
extraño, por lo tanto, leer en la página siguiente del libro
del profesor Robbins: “…encuentro difícil entender cómo
alguien me haya prestado atención seria a la obra de estos
hombres… pueda dudar de su integridad y de su
transparente devoción por el bien común… Se ha puesto de
moda desecharlos, a ellos y a sus ideas, no en el campo de
la lógica y de las hipótesis, sino en el terreno de un
supuesto interés de clase. Con este punto de vista, los
economistas clásicos son los portavoces de los negocios y
consciente o inconscientemente, los apologistas de la clase
dominante” (el subrayado es del autor). Sin embargo, en lo
“consciente o inconscientemente” reside el problema.
Ningún escritor serio que yo conozca ha afirmado que los
economistas clásicos —al menos los grandes e importantes
—, hayan sido, conscientemente, escribas serviles de una
clase burguesa ascendente o dominante. En ese caso
difícilmente hubieran valido el papel en que se imprimieron,
dejando de lado el papel en que constantemente se les
reimprime. Lo esencial del asunto es que fueron
(probablemente con plena insconsciencia) los portavoces
de una burguesía ascendente a cuyos intereses
objetivamente sirvieron. El mismo profesor Robbins ha visto
su contenido objetivo en su libro The Economic Basis of
Class Conflict (Londres, 1939), p. 4. En general, bien puede
decirse que para la apreciación del papel desempeñado por
un grupo o por un individuo en el proceso histórico, las
motivaciones subjetivas (conscientes o insconcientes) son
mucho menos importantes que su actuación objetiva. En
19
Pero tan pronto como el capitalismo quedó
plenamente establecido y el orden económico y
social burgués firmemente atrincherado, este orden
fue, "consciente o inconscientemente", aceptado
como "la estación terminal" de la historia, y la
discusión sobre el cambio económico y social cesó.
Tal como aquella señora de Boston que, en
respuesta a una pregunta sobre si había viajado
mucho, hacía observar que no tenía necesidad de
viajar puesto que había sido lo bastante afortunada
para nacer precisamente en Boston, los
economistas neoclásicos, en contraste con sus
predecesores clásicos, se preocuparon mucho
menos de los problemas de viajar y mucho más de
cómo explorar y amueblar mejor la casa en que
nacieron. Claro está, a algunos de ellos la casa no
les parecía perfecta. Sin embargo, todos pensaban
que era bastante cómoda y espaciosa como para
poder hacerle varias mejoras. Pero tales mejoras
(por deseables que pareciesen) deberían realizarse
con circunspección, lenta y cuidadosamente, pues
de otra forma se dañarían los cimientos y los pilares
de la estructura. Sólo se consideraron prácticos y
aconsejables algunos ajustes marginales (nada
drástico, nada radical podía esperar la aprobación
por parte de la ciencia económica). 2 La divisa
Natura non facit saltum sugiere claramente que no
se tenía en cuenta ningún cambio; pero,

caso de duda, siempre es útil preguntarse en todas estas


cuestiones: ¿cui bono? La respuesta puede no siempre ser
concluyente, pero nunca deja de tener importancia.

2Así pues, no es en forma alguna fortuito que la teoría de la


utilidad marginal, cuyo carácter estático es uno de sus
rasgos principales, se haya convertido en el núcleo de la
economía neoclásica.

20
ciertamente, no es ése el lema que caracterice al
desarrollo económico.
El desarrollo económico implica precisamente lo
opuesto a lo que Marshall colocaba en la primera
página de sus Principios. Implica el hecho, crudo
pero crucial, que se ha descuidado muchas veces si
no es que siempre, de que el desarrollo económico,
históricamente, siempre ha significado una trans-
formación de vasto alcance en la estructura
económica, social y política de la sociedad, en la
organización dominante de la producción, de la
distribución y del consumo. El desarrollo económico
siempre ha sido impulsado por clases y grupos in-
teresados en un nuevo orden económico y social,
encontrando siempre oposición y obstáculos por
parte de aquellos que pretenden la preservación del
statu quo, que están enclavados en los
convencionalismos sociales existentes y que derivan
beneficios innumerables y hábitos de pensamiento
de las costumbres prevalecientes y de las
instituciones. Siempre ha estado marcado por
conflictos más o menos violentos, ha procedido
convulsivamente, ha sufrido retrocesos y ganado
nuevo terreno. El desarrollo económico nunca ha
sido un proceso suave y armonioso que se
desenvuelva plácidamente en el tiempo y en el
espacio.
Sin embargo, esta generalización histórica
(probablemente una de las mejor establecidas que
tenemos) fue rápidamente perdida de vista en la
economía burguesa. De hecho, habiendo principiado
como la abogada del capitalismo, habiendo crecido
hasta convertirse en su racionalización más refinada
y quizá más influyente, tenía que compartir el
destino de todas las otras ramas del pensamiento
burgués. Mientras la razón y las lecciones obtenidas
de la historia estaban manifiestamente de lado de la
burguesía en su lucha contra las ideologías oscu-
rantistas y las instituciones del feudalismo, tanto la
razón como la historia fueron invocadas
21
confiadamente como los árbitros supremos de este
inevitable conflicto. No hay testigos más ilustrativos
de esta gran alianza de la burguesía ascendente con
la razón y el pensamiento histórico, que los grandes
enciclopedistas del siglo XVIII y los grandes
escritores realistas de la naciente literatura
burguesa.
Pero, cuando la razón y el estudio de la historia
principiaron a revelar la irracionalidad, las
limitaciones y la naturaleza meramente transitoria
del orden capitalista, la ideología burguesa como un
todo, y con ella la economía burguesa, comenzaron
a abandonar tanto la razón como la historia. Ya sea
que este abandono asumiese la forma de un
racionalismo encaminado a su autodestrucción y
desembocase en el agnosticismo de los positivistas
modernos, o bien que apareciese francamente en
forma de alguna filosofía existencialista que
rechazara desdeñosamente toda búsqueda y todo
apoyo en una comprensión racional de la historia, el
resultado fue que el pensamiento burgués (y la
economía como parte de él) se transformó cada vez
más en un bien arreglado estuche, conteniendo los
variados utensilios ideológicos requeridos para el
funcionamiento y la preservación del orden social
existente.
En sus comienzos la ciencia económica fue un
esfuerzo intelectual revolucionario para encontrar y
establecer los principios rectores de un sistema
económico capaz en grado máximo de hacer
avanzar la causa de la humanidad. Últimamente se
ha vuelto contra su propio pasado, transformándose
en un mero intento para explicar y justificar el statu
quo (condenando y suprimiendo, al mismo tiempo,
todo esfuerzo de juzgar al orden económico
existente conforme a patrones racionales, o de
entender los orígenes de las condiciones
prevalecientes y las potencialidades de desarrollo
que éstas contienen). Como Marx hacía notar: "Los
economistas nos explican el proceso de producción
22
en condiciones dadas; lo que no explican, sin
embargo, es tomo esas mismas condiciones son
producidas, es decir, el movimiento histórico que las
genera."3
Así, se dejó a la escuela "herética", de la ciencia
económica y social, toda preocupación sobre los
cambios económicos y sociales. Marx y Engels
aceptaron, en lo esencial, la insistencia de los
economistas clásicos sobre la gigantesca
contribución del capitalismo al desarrollo
económico. Pero, no estando ligados a la clase
capitalista ahora dominante, no viéndose obligados
"consciente ni inconscientemente", a considerar al
capitalismo como la forma "natural" de la sociedad,
ni como la realización última de las aspiraciones
humanas, fueron capaces de percibir los límites y
las barreras inherentes al progreso dentro del
sistema capitalista. De hecho, su forma de abordar
el problema fue radicalmente distinta a la de la
economía burguesa. En tanto esta última estaba (y
está) interesada en el desarrollo económico sólo en
la medida en que ha logrado el establecimiento del
orden capitalista y conduce a su estabilidad, Marx y
Engels consideraron a dicho orden como susceptible
de sobrevivir, únicamente en tanto no se convirtiese
en una traba para un posterior progreso económico
y social. Superando las limitaciones del pensamiento
burgués, fueron capaces de concebir a la era del
capitalismo, simplemente como la creadora de las
condiciones que permitirían un desarrollo de la
humanidad que la llevaría más allá de los límites del
orden capitalista. Repitiendo, los esfuerzos críticos
de Marx y de sus discípulos produjeron resultados
positivos muy importantes. Destruyeron el velo de
armonía con el cual la economía burguesa había
nublado la imagen del sistema capitalista y dejaron
3Marx, The Poverty of Philosophy (Stuttgart-Berlin, 1921), p.
86.

23
al descubierto la naturaleza irracional, cargada de
conflictos, de dicho orden. Mucho, si no es que todo,
lo que conocemos acerca del complejo mecanismo
que ocasiona el desarrollo y el estancamiento de las
fuerzas productivas y el ascenso y decadencia de
las organizaciones sociales, es el resultado del
trabajo analítico emprendido por Marx y por
aquellos a quienes inspiró.
Pudo haberse mantenido así la situación, con el
desarrollo económico relegado al "bajo mundo" del
pensamiento económico y social, de no ser por los
procesos históricos que, en el curso de unas cuantas
décadas, cambiaron drásticamente todo nuestro
panorama social, político e intelectual. De hecho,
mientras los economistas neoclásicos se ocupaban
en afinar el análisis del equilibrio estático y en
elaborar los argumentos adicionales que probaban
lo viable del sistema capitalista y su armonía
intrínseca, el propio sistema pasaba por transforma-
ciones de gran trascendencia.
Hacia el final del siglo XIX, la primera fase de la
industrialización del mundo occidental estaba
próxima a completarse. Las consecuencias
económicas de la explotación plena de la técnica
entonces disponible (basada esencialmente en el
carbón y en el vapor) fueron no sólo una tremenda
expansión de la industria pesada, un vasto
incremento de la producción y una revolución en los
medios de transporte y comunicaciones, sino
también un cambio monumental de la estructura de
las economías capitalistas. La concentración y la
centralización del capital hizo avances gigantescos,
y las grandes empresas se adueñaron de la vida
económica, desplazando y absorbiendo a las
pequeñas. Al destrozar el mecanismo competitivo
que regulaba, para bien o para mal, el
funcionamiento del sistema económico, las grandes
empresas se convirtieron en la base del monopolio y
del oligopolio, que son los rasgos característicos del
capitalismo moderno. El mundo de la economía
24
neoclásica se desintegraba rápidamente. En
condiciones de indivisibilidades y discontinuidades
ubicuas, rendimientos crecientes de la producción
en gran escala y disminución de las oportunidades
de inversión, no se podía esperar el crecimiento
lento (pero continuo) ni los sucesivos ajustes
marginales, relativamente inofensivos. El
movimiento armonioso del capital de los países
avanzados hacia los menos desarrollados, que se
esperaba fuera impulsado por el afán de lucro,
asumió en realidad la forma de luchas enconadas
por las oportunidades de inversión, por los
mercados y fuentes de materias primas. La
penetración occidental en las regiones atrasadas y
coloniales, que se había supuesto extendería los
beneficios de la civilización occidental a todos los
rincones del globo, se tradujo de hecho, en la opre-
sión y explotación brutal de las naciones
subyugadas.
Las fuertes tendencias al estancamiento, a las
conflagraciones imperialistas y a las severas crisis
políticas, atisbadas por Marx desde la mitad del
siglo XIX y posteriormente observadas y analizadas
por Hobson, Lenin, Hilferding, Rosa Luxemburgo y
otros, se expresaron en forma tan manifiesta que
alarmaron a todos, aun a los más complacientes.
Una frenética carrera de armamentos entre las
grandes potencias comenzó a absorber partes cada
vez mayores de sus producciones nacionales y se
convirtió en el factor más importante para de-
terminar su nivel de actividad económica. En rápida
sucesión, la guerra chino-japonesa, la guerra
hispano-americana, la guerra anglo-boer, la
sangrienta represión de la rebelión de los bóxers, la
guerra ruso-japonesa, la Revolución rusa de 1905, la
Revolución china en 1911-1912 y finalmente la
primera Guerra Mundial, escoltaron a la época
presente del desarrollo del capitalismo (la época del
imperialismo, de las guerras y de las revoluciones

25
sociales y nacionales).4
El reto teórico marxista se ha vuelto
eminentemente práctico. La tregua ilusoria de
estabilidad, prosperidad y confianza en el
capitalismo, que siguió a la primera Guerra Mundial,
duró menos de una década. El sueño de un
"capitalismo organizado", de una solución "Ford-
versus-Marx" para todos los males sociales y
económicos y de una "democracia económica" que
asegurase la justicia y el bienestar para todos, se
convirtió en la utopía de menor duración en toda la
historia. La Gran Depresión, con sus variadas y
prolongadas repercusiones, hizo cada vez más difícil
que continuara manteniéndose la "conspiración del
optimismo" acerca del progreso social y el creci-
miento económico en el capitalismo. El
descubrimiento "científico y objetivo" hecho por la
economía de que el socialismo era imposible,
descubrimiento por tanto tiempo tenido por
verídico, fue dramáticamente refutado por el éxito
de los esfuerzos de industrialización realizados en la
U.R.S.S.
En forma tardía y a regañadientes, la ciencia
económica comenzó a tener conocimiento de la
nueva situación. Aunque inspirada por el problema

4"El registro de las principales guerras europeas... aparecen


en las siguientes series de índices (que combinan el tamaño
de las fuerzas en lucha, el número de bajas, el número de
países involucrados y la proporción de los contendientes
con respecto al total de la población): Siglo: XII XIII
XIV XV XVI XVII XVIII XIX XX
índice: 18 24 60 100 80 500 370
120 3080
Para detalles, véase la obra de Pitirim Sorokin Social and
Cultural Dynamics, vol. 3, 1937 y el trabajo de Quincy
Wright A Study of War, vol. 1, capítulo 9 y apéndices, 1942",
citado en el libro de Harold C. Lasswell, World Politics Faces
Economics (Nueva York y Londres, 1945), p. 7.

26
inmediato de contrarrestar la depresión y el
desempleo y, por consiguiente, dirigiendo su aten-
ción principalmente a los problemas a corto plazo, la
"Nueva Economía" de John Maynard Keynes traía
aparejadas implicaciones que trascendieron en
mucho a su ámbito original. Intentando aclarar los
determinantes de los cambios a corto plazo en los
niveles de producción, empleo e ingreso, la econo-
mía keynesiana se encontró frente a frente con toda
la irracionalidad, con la notoria discrepancia entre
las potencialidades productivas y la producción, que
caracterizan al orden capitalista.
A riesgo de exagerar burdamente la estatura
intelectual de Keynes, puede decirse que lo que
Hegel hizo en relación con la filosofía clásica
alemana, Keynes lo logró respecto a la economía
neoclásica. Operando con los instrumentos habitua-
les de la teoría convencional, permaneciendo muy
adentro de los linderos de la "economía pura",
refrenándose fielmente de considerar el proceso
socioeconómico como un todo, el análisis
keynesiano llegó hasta los límites mismos de la
teorización económica burguesa e hizo explotar
toda su estructura. En verdad, ello equivalió a una
admisión "oficial" por parte de la "Santa Sede" de la
economía convencional, de que son inherentes al
sistema capitalista la inestabilidad, una fuerte
tendencia hacia el estancamiento y la subutilización
crónica de los recursos humanos y materiales. Esa
admisión repudió, implícitamente, la "pureza"
celosamente guardada de la economía académica,
al revelar la suprema importancia que tienen, para
la comprensión de los procesos económicos de la
estructura de la sociedad, las relaciones de clase, la
distribución del ingreso, el papel del Estado y otros
factores "exógenos".
Mas esta resurrección, no intencionalmente
emprendida, de la búsqueda de la "naturaleza y
causas de la riqueza de las naciones", no tiene nada
en común con el juvenil entusiasmo revolucionario
27
de la cruzada primitiva a favor del laissez faire. A
pesar de contribuir grandemente al entendimiento
de la mecánica de la economía capitalista, la "Nueva
Economía" fue incapaz de elevarse hasta una
comprensión teórica plena de la crisis general del
capitalismo, y no pasó de ser el esfuerzo supremo,
por parte del pensamiento económico burgués, para
descubrir una manera de salvar al sistema
capitalista pese a sus síntomas manifiestos de
decadencia y desintegración. De ahí que la
"revolución keynesiana" nunca haya llegado a aso-
ciarse a un movimiento vigoroso tendiente a la
abolición de un orden social caduco y destructivo, y
a favor del desarrollo económico y del progreso
social. Nuevamente, a semejanza de la filosofía de
Hegel en su interpretación "izquierdista", suministró
las armas intelectuales a un movimiento de reforma
que esperaba, una vez más, resolver las
contradicciones del capitalismo por medio de
cambios en la distribución prevaleciente del ingreso
y teniendo un estado benévolo que hiciese posible,
en el futuro, la expansión económica estable y el
incremento de los niveles de vida. Pero la lógica del
capitalismo monopolista probó ser mucho más
fuerte que lo que Keynes y sus seguidores radicales
habían pensado. Transformó y utilizó sus
realizaciones teóricas para propósitos bastante
ajenos a sus intenciones. El "Estado Benefactor",
guiado por los cánones de la economía keynesiana y
los preceptos de las "finanzas funcionales", ha
quedado esencialmente en el papel. La Alemania
fascista fue la que, hasta ahora, ha hecho el uso
más amplio de la perspicacia keynesiana, al
construir la máquina económica que le permitió
desencadenar la segunda Guerra Mundial.
La guerra y la prosperidad de los años de
postguerra suspendieron toda la preocupación
keynesiana con respecto al exceso de acumulación
de capital y a la escasez de la demanda electiva. Lo
requerido en algunos países para la reconstrucción
28
por daños de guerra, la satisfacción en otros de
demanda diferida por parte de empresas y
consumidores y la urgencia de aprovechar con fines
productivos las innovaciones técnicas desarrolladas
durante la guerra —frecuentemente en conexión
con ésta—, se combinaron para crear un enorme
mercado para la producción de las empresas
capitalistas.
Los economistas que sólo de mala gana y bajo la
presión irresistible de hechos incontrovertibles se
habían "tragado" las implicaciones anticapitalistas
de la doctrina keynesiana, volvieron, con notoria
algarabía, a los panegíricos habituales de la armonía
capitalista. Ellos, permaneciendo "pegados a los
hechos observables", jovialmente comenzaron a
discutir la inflación como la mayor amenaza para el
equilibrio continuo de las economías capitalistas y
declararon, una vez más, que el exceso de ahorro, la
sobrecapacidad y las depresiones, eran reliquias de
un pasado remoto y primitivo. La economía, al
exaltar las virtudes del mecanismo del mercado, al
glorificar el monopolio y las "grandes empresas",
prácticamente canceló cualquier avance logrado
como resultado de la revolución keynesiana y volvió
a la complacencia de la "alegre década de los
veintes".
Claro está que esta regresión probablemente
durará poco tiempo; de hecho, ni siquiera ha
afectado a toda la profesión. No sólo tras algunos
escritos recientes acerca de los problemas del
crecimiento económico, sino aun tras las
discusiones más prácticas sobre las condiciones de
la actividad económica en curso y las perspectivas
económicas a corto plazo, otea una incertidumbre
corrosiva acerca del futuro del capitalismo y una
dolorosa percepción de que los impedimentos al
progreso económico, que son inherentes al sistema
capitalista, tendrán que reaparecer con fuerza
renovada y mayor obstinación, tan pronto como la
extraordinaria situación de invernadero del período
29
de postguerra haya dejado de existir.

II

Pero si la volubilidad de la economía de los


Estados Unidos —y de otros países capitalistas
altamente desarrollados— está ocasionando muchas
preocupaciones y proporciona un estímulo para
pensar sobre los problemas básicos del crecimiento
y desarrollo económicos, los procesos que
libremente se desencadenan en el mundo, no
pueden dejar de dar a estas meditaciones la mayor
urgencia, ya que la segunda Guerra Mundial y los
acontecimientos que constituyeron su secuela,
fueron un tremendo terremoto que sacudió la
estructura del mundo capitalista en forma aún más
violenta que la primera Guerra Mundial y la
Revolución rusa. De hecho, la primera Guerra
Mundial condujo "meramente" a la pérdida de Rusia
para el sistema capitalista. La segunda Guerra
Mundial, en cambio, ha sido seguida no sólo por la
Revolución china, sino por un despertar casi
universal de las enormes multitudes que habitan las
regiones dependientes y coloniales del mundo.
Despertados por la irracionalidad desconcertante y
la opresión de su orden económico y social,
cansados de la explotación continua por sus amos
extranjeros y nacionales, los pueblos de los países
subdesarrollados han comenzado a manifestar su
propósito, cada vez más firme, de derribar un
sistema político y social que está perpetuando su
miseria, degradación y estancamiento.
El trascendente movimiento para suprimir
totalmente la estructura del imperialismo, para
poner fin a la postración y al atraso de la enorme
mayoría de la raza humana, hubiese creado por sí
solo gran consternación en la clase dirigente de los
Estados Unidos y de otros países capitalistas arrella-
nados en la cima de la pirámide imperialista. Lo que
30
ha transformado esta consternación en un estado de
casi pánico es, sin embargo, la confluencia histórica
de la agitación de los países subdesarrollados con el
avance espectacular y la expansión del campo
socialista del mundo. La actuación militar de la
Unión Soviética durante la guerra y la rápida
recuperación de su devastada economía, dio la
prueba decisiva de la fuerza y viabilidad de una
sociedad socialista. No puede ya quedar duda
alguna acerca de que un sistema socioeconómico
basado en una planificación económica cabal, puede
funcionar, crecer y soportar las pruebas históricas
más difíciles sin necesidad de empresas privadas y
sin la institución de la propiedad privada de los
medios de producción. Lo que es más, un gran
número de países dependientes pasaron por una
revolución social después de la guerra y así entraron
al camino de un rápido progreso económico y social.
La Europa Oriental y Sudoriental, y sobre todo
China, se salieron de la órbita del capitalismo
mundial y se convirtieron en fuentes de inspiración
y aliento para todos los otros países coloniales y
dependientes.
Como resultado de estos sucesos, la cuestión del
progreso económico y social no sólo vuelve al centro
del escenario histórico sino que, como hace dos o
tres siglos, se relaciona con la esencia misma de la
lucha cada vez más extensa y aguda cutre dos
órdenes sociales antagónicos. Lo que ha cambiado
no es quizá tanto la trama y la naturaleza de este
drama cuanto sus personajes principales. Si en los
siglos XVII y XVIII la lucha por el progreso equivalía a
la lucha contra las instituciones caducas de la era
feudal, en forma similar los esfuerzos actuales
tendientes a crear las condiciones indispensables
para el desarrollo económico, tanto en los países
capitalistas avanzados como en los atrasados,
entran continuamente en conflicto con el orden
económico y político del capitalismo y del
imperialismo. De ahí que el movimiento mundial en
31
pos del progreso económico se interprete,
inevitablemente, en los Estados Unidos y en otras
regiones del mundo capitalista, como
profundamente subversivo del orden social y del
sistema de dominio internacional vigentes; como un
movimiento revolucionario al que hay que cohechar,
bloquear y si es posible, quebrantar, si se quiere
salvar al sistema capitalista.
Es inútil decir que, el enfocar el desarrollo
económico desde este punto de vista significa
repudiarlo. En lo que se refiere a los países
capitalistas avanzados, la incompatibilidad entre un
crecimiento económico sostenido y el sistema
capitalista, ha sido puesta de relieve en algunos de
los escritos más recientes sobre el crecimiento
económico. La mera especificación de las
condiciones que necesitarían cumplirse para que la
producción se incrementara a tasas que fuesen
asequibles con los recursos humanos y materiales
de que se dispone (presentada en diferentes formas
por Domar, Harrod, Colm y otros) muestra, con la
mayor claridad, que tales tasas de incremento son
imposibles en el capitalismo. De hecho, tanto el
consumo como la inversión privada están
estrechamente circunscritos por la exigencia de
obtener una ganancia máxima en condiciones de
monopolio y oligopolio, y la naturaleza y el volumen
de los gastos gubernamentales están determinados,
en forma no menos rígida, por la base social y la
función del Estado en una sociedad capitalista. En
consecuencia, no pueden esperarse en el sistema
capitalista, ni una producción máxima,
racionalmente asignada entre la inversión y el
consumo, ni cierto nivel predeterminado de
producción, combinado con una disminución de la
carga del trabajo. Lo que parece más probable es el
resurgimiento continuo del sombrío dilema entre los
incrementos repentinos de la producción, generados
por la guerra y los flujos de desempleo provocados
por la depresión.
32
Sin embargo, aunque demostrando y de hecho
aclarando ampliamente, la naturaleza maligna y
ominosa de este callejón sin salida, ninguno de los
escritores que se acaban de mencionar ha
enunciado lo que es una conclusión inevitable de
sus propias investigaciones, a saber, que la
planeación económica socialista representa la única
solución racional del problema. Por supuesto, puede
sostenerse que no hay necesidad de una
declaración explícita de lo que necesariamente
surge de la lógica de un argumento riguroso. Sin
embargo, aun las verdades evidentes por sí mismas
deben ser comunicadas si se quiere que éstas sean
reconocidas como tales por aquellos a quienes de
otra manera se les escaparían. Nada es quizá más
característico de la atmósfera intelectual que rodea
la presente controversia sobre el desarrollo
económico —una controversia en la que abundan lo
trivial y las perogrulladas—, que el hecho de que
sea esta verdad, evidente en sí, la que es estricta-
mente un tabú hasta para los escritores más
conocedores del tema.
Las cosas empeoran cuando se trata del desarrollo
económico de países subdesarrollados. Allí, un
laberinto de disimulos, de hipocresía y de ficciones,
confunden la controversia, requiriéndose un gran
esfuerzo para traspasar la cortina de humo que
oscurece la cuestión central. Lo decisivo, es que el
desarrollo económico de los países subdesarrollados
es profundamente adverso a los intereses
dominantes de los países capitalistas más
avanzados. Abasteciendo de muchas materias
primas importantes a los países industrializados y
proporcionando a sus corporaciones grandes
beneficios y posibilidades de inversión, el mundo
atrasado siempre ha sido el hinterland indispensable
de los países capitalistas altamente desarrollados
del Occidente. De ahí que la clase dirigente de los
Estados Unidos y de otros países se oponga
amargamente a la industrialización de los llamados
33
"países fuentes" y al surgimiento de economías
industriales integradas en las regiones coloniales y
semicoloniales. Esta oposición aparece
independientemente de la naturaleza del régimen
existente en el país sub-desarrollado que trata de
reducir la opresión extranjera sobre su economía y
de tomar medidas para su desarrollo independiente.
Bien sea un gobierno electo democráticamente
como en Venezuela, Guatemala o la Guayana
Británica, un movimiento popular autóctono (como
en Kenia, en las Filipinas o en Indochina) o una
administración nacionalista (como en el caso de
Irán, Egipto o Argentina), el que se oponga al domi-
nio extranjero de su país, todas las palancas de la
intriga diplomática, de la presión económica y de la
subversión política, son puestas en juego para
derribar al gobierno nacional recalcitrante y
reemplazarlo por políticos que estén dispuestos a
servir a los intereses de los países capitalistas.
La resistencia de las potencias imperialistas al
desarrollo económico y social de los territorios
coloniales y dependientes, se hace aún más
desesperada cuando las aspiraciones populares
hacia una liberación social y nacional se expresan
en la forma de un movimiento revolucionario que,
apoyado o conectado internacionalmente, amenaza
con derribar todo el orden económico y social del
capitalismo y del imperialismo. En tales
circunstancias, la resistencia se recrudece al
formarse una alianza contrarrevolucionaria de todos
los países imperialistas (y de sus lacayos de
confianza), asumiendo la forma de una cruzada
sistemática contra las revoluciones nacionales y
sociales.
Las exigencias de esta cruzada han moldeado
decisivamente la actitud que prevalece actualmente
en el mundo occidental, respecto al desarrollo de los
países atrasados. Tal como los junkers prusianos
presentaron la continuación de la servidumbre en
sus feudos como indispensable para la defensa de la
34
cristiandad contra el ataque del ateísmo liberal, así
las clases dirigentes occidentales proclaman su
campaña tendiente a mantener el statu quo
económico, político y social en los países
subdesarrollados, como una defensa de la
democracia y de la libertad. Tal como el interés de
los junkers prusianos por los aranceles elevados a
los cereales, se anunció como dictado únicamente
por su profunda preocupación por asegurar las re-
servas alimenticias de Alemania en condiciones de
guerra, así, a la ansiedad de las corporaciones
occidentales dominantes para salvaguardar sus
inversiones en el exterior y mantener asegurado el
flujo acostumbrado de materias primas de las
regiones atrasadas, se le da publicidad como si se
tratase de un interés patriótico por el
abastecimiento de los materiales estratégicos
indispensables para el "mundo libre".
El arsenal de "acción unida" contra el desarrollo
independiente de los países subdesarrollados,
comprende toda una gama de estratagemas
políticas e ideológicas. Están, en primer lugar, las
declaraciones ampliamente difundidas de los esta-
distas occidentales que aparentan favorecer el
desarrollo económico de los países atrasados. En
realidad, se ha exagerado mucho en el presente
sobre la ayuda y apoyo que los países avanzados
brindan al adelanto económico de las regiones atra-
sadas. Este adelanto se concibe como un
mejoramiento lento y gradual de los niveles de vida
de las poblaciones nativas y se hace con la
esperanza de disminuir la presión popular en pro de
la industrialización y debilitar el movimiento a favor
del progreso económico y social.
No obstante, esta conspiración para "sobornar" a
los pueblos de los países subdesarrollados, con el fin
de impedir el derrocamiento del sistema existente y
su entrada al camino de un rápido desarrollo
económico, está plagada por una multitud de
contradicciones insuperables. La lógica del
35
desarrollo económico es tal, que el mejoramiento
lento y gradual de los niveles de vida de los países
poco desarrollados es un proyecto extremadamente
difícil, si no es que totalmente imposible.
Cualesquiera incrementos pequeños en la
producción nacional que pudieran lograrse con la
ayuda de tal inversión occidental y con la caridad
que se les otorgara, serían absorbidos por el rápido
crecimiento de la población, por la corrupción de los
gobiernos locales, por el despilfarro de recursos que
hacen las clases dirigentes de los países
subdesarrollados y por el retiro de ganancias que
llevan a cabo los inversionistas extranjeros.
Porque allí donde se requieren cambios
económicos estructurales de gran alcance para que
el desarrollo económico de un país tome un ritmo
acelerado y sobrepase el crecimiento de la
población, donde las indivisibilidades técnicas hacen
depender al crecimiento de grandes inversiones y
de la planeación a largo plazo, donde los moldes
tradicionales de pensamiento y de trabajo
obstaculizan la introducción de nuevos métodos y
medios de producción, sólo una radical
reorganización de la sociedad y una movilización
integral de toda su potencialidad creadora puede
sacar a la economía de su estancamiento. Como se
ha mencionado anteriormente, las simples nociones
de desarrollo y crecimiento sugieren una transición
de algo que es viejo, que ha caducado, hacia algo
que es nuevo. Esto puede lograrse únicamente a
través de una lucha firme contra las fuerzas
conservadoras y retrógradas, a través de un cambio
de la estructura social, política y económica de una
sociedad atrasada y estancada. Dado que una
organización social, por inadecuada que sea, nunca
desaparece por sí misma; dado que una clase
dirigente, por parásita que sea, nunca entrega el
poder a menos que se vea obligada a hacerlo por
una abrumadora presión, el desarrollo y el progreso
sólo pueden lograrse si todas las capacidades y
36
energías de un pueblo, que estaba política, social y
económicamente desamparado bajo el antiguo
sistema, se lanzan a la batalla contra las fortalezas
del ancien régime.
Pero la actual cruzada de las potencias
occidentales contra las revoluciones sociales y
nacionales, depende de una movilización de
estratos sociales totalmente diferentes. Consolida
una entente internacional, precisamente entre
aquellos grupos e intereses económicos que son, y
tienen que ser, enconadamente antagónicos al
progreso económico y social genuino, y subordina
las consideraciones de desarrollo económico al
propósito de fortalecer esta alianza. Proporciona
ayuda económica y militar a regímenes en países
subdesarrollados que son manifiestamente adversos
al desarrollo económico y mantiene en el poder a
gobiernos que, de no ser por esa ayuda, hubieran
sido barridos por el movimiento popular en pro de
un orden económico y social más racional y más
progresista.
Como parte del mismo esfuerzo para sobornar a
los pueblos de los países subdesarrollados, a la vez
que se evita la apariencia de un imperialismo
pasado de moda, se ha venido otorgando
recientemente la independencia política a
numerosas naciones dependientes y se ha permitido
a los políticos nativos elevarse a altos puestos. Casi
no hay necesidad de subrayar que tal
independencia y autonomía no serán sino un
engaño en tanto que los países en cuestión
continúen siendo un apéndice económico de los
países capitalistas avanzados y mientras la
supervivencia de sus gobiernos dependa del
capricho de sus amos extranjeros.
Lo que es más, el logro de la independencia
política de los pueblos coloniales produce, en las
condiciones del imperialismo, resultados que, a
menudo, son totalmente distintos de los que
esperaban obtener esos mismos pueblos. Su
37
independencia política, recientemente ganada, con
frecuencia precipita un simple cambio de sus amos
occidentales, apoderándose la potencia imperialista
más joven, con más recursos y más emprendedora,
de los controles que se escaparon de las manos de
los viejos y ahora debilitados países imperialistas.
Por lo tanto, donde ya no es políticamente posible
operar por más tiempo con las anticuadas y
comprometidas administraciones coloniales e
imponer su control simplemente por medio de la
infiltración económica, el imperialismo
norteamericano apadrina (o tolera) la
independencia política de los países coloniales,
convirtiéndose, posteriormente, en la potencia
dominante de las regiones recientemente
"liberadas". Ambos métodos de expansión de la
influencia norteamericana pueden ser estudiados en
África, en el Asia Sudoriental y en el Cercano
Oriente.

III

Se está llevando a cabo una gran campaña


ideológica para "vender" al público esta política más
moderna, más sutil y menos transparente del
imperialismo. Como hacía notar recientemente un
astuto economista, "el desarrollo" a semejanza de la
"civilización... [se ha convertido en] un quid pro quo
intelectual para el dominio internacional por una
gran potencia".5 Las ciencias sociales, como de
costumbre, dan al esfuerzo sistemático de las clases
dirigentes de los países capitalistas avanzados las
racionalizaciones necesarias para evitar o, cuando
menos, retardar, la liberación económica y política
de las naciones coloniales y dependientes.
Estimulados por el apoyo espléndido de parte de
varias agencias gubernamentales y de
5 H. G. Johnson, Economic Journal (junio de 1955), p. 303.

38
organizaciones privadas, los economistas,
antropólogos, psicólogos sociales y otros estudiosos
de las ciencias sociales en el Occidente, vienen
prestando una atención cada vez mayor al
crecimiento de los países subdesarrollados.
En el campo de la investigación económica, se
están dedicando ahora muchas energías al intento
de demostrar que los propios países capitalistas
avanzados han llegado a su actual nivel de
desarrollo por un proceso de crecimiento lento y es-
pontáneo, dentro de la estructura del orden
capitalista y sin grandes choques ni levantamientos
revolucionarios. Se arguye que fue la ausencia
relativa de disturbios políticos y la continuidad y
estabilidad de las instituciones sociales, lo que pro-
porcionó, en realidad, "el clima" esencial para que
surgiera y prosperara el empresario capitalista, a
quien, en cambio, se le da el crédito de haber
desempeñado un papel decisivo en la promoción del
progreso económico. En consonancia con esto,
grandes recursos están siendo dedicados a una
campaña extensiva para reescribir la historia del
capitalismo. Su propósito es la rehabilitación del
caballero de industria y su glorificación como héroe
y primer impulsor del progreso económico y social,
teniendo también como tarea correlativa, la
reducción al mínimo de los sufrimientos y
privaciones que estuvieron asociados con el
principio y crecimiento de la empresa capitalista.
En consecuencia, los miembros de la profesión
económica con mentalidad de historiadores, tratan
de probar que el desarrollo económico se logró en el
pasado sin sacrificios excesivos, apoyándose en las
fuerzas del mercado libre y de la iniciativa privada
(con la obvia moraleja de que este método todavía
representa el camino más recomendable para el
progreso económico). Estos historiadores hacen
poca mención, si es que hacen alguna, del papel
desempeñado en la evolución del capitalismo
occidental por la explotación de los hoy países
39
subdesarrollados; escasa o ninguna atención se
presta al hecho de que los países coloniales y
dependientes no pueden, en la actualidad, recurrir a
las fuentes de acumulación primaria de capital que
tuvieron a su disposición los países capitalistas hoy
avanzados; no se menciona el hecho de que el
desarrollo económico en la era del imperialismo y
del capitalismo monopolista, se enfrenta con
obstáculos que tienen muy poco en común con los
encontrados hace dos o trescientos años y que, lo
que fue posible en un cierto marco histórico, es
irrealizable en otro.
Los economistas con una inclinación más teórica
siguen un camino distinto. Tratando los aspectos
técnicos del desarrollo económico, descubren una
multitud de dificultades insuperables que impiden la
formulación de una teoría coherente del cambio
económico y social. Enlistan, con obvio deleite, los
diversos problemas más o menos hermanados con
el tema del desarrollo económico y sobre los cuales
"no sabemos bastante" ; subrayan la falta de
criterios precisos para la asignación racional de los
recursos en condiciones dinámicas; describen
minuciosamente los obstáculos a la industrialización
que surgen de la naturaleza que en los países
subdesarrollados tiene la fuerza de trabajo, de la
escasez de talento dirigente nativo, de los probables
desequilibrios en la balanza de pagos, con el
resultado de que todo esfuerzo para un rápido
desarrollo, tiene la apariencia de una aventura en
aguas inexploradas o de violaciones burdas a todo
el razonamiento económico aceptado.
Estos esfuerzos por desacreditar, implícita o
explícitamente, el movimiento en favor de un
desarrollo rápido de los países atrasados y para
presentarlo como una manifestación de impaciencia
deplorable y de irracionalidad por parte de las
masas ignorantes, diabólicamente manejadas por
políticos siniestros y hambrientos de poder, están
apoyadas por los neomalthusianos, que explican el
40
atraso de los países atrasados como resultado
inevitable del crecimiento "excesivo" de su
población, y por lo tanto, consideran utópica toda
tentativa de desarrollo económico en estas
regiones, mientras el crecimiento de la población no
haya sido detenido. No obstante, puesto que una
reducción del crecimiento "de la población
(suponiendo, sin conceder, que tal reducción sea
necesaria) únicamente puede ser lograda como
resultado de un desarrollo integral de las sociedades
atrasadas, la posición neomalthusiana convierte el
desarrollo económico en una tarea inútil, imposible
por causa de la naturaleza misma de la especie
humana.
La mayor parte de los escritos antropológicos y
cuasi filosóficos relacionados con el problema del
desarrollo económico de los países atrasados,
produce un efecto similar en la opinión pública. Se
ha puesto de moda en ellos dudar de la "con-
veniencia absoluta" del desarrollo económico,
burlarse de su identificación con el progreso por
considerarla anticientífica, acusar a sus
protagonistas en Occidente de "etnocentrismo", de
desfigurar su propia cultura y de falta de respeto a
las tradiciones y valores de los pueblos más
primitivos. Al mantenerse dentro del relativismo y
agnosticismo típicos del pensamiento burgués
contemporáneo, esta variante de la ciencia social
niega la posibilidad de un juicio racional acerca de la
utilidad, para no hablar de la urgencia, del cambio
económico y social de las regiones coloniales y
dependientes, y aconseja el máximo cuidado para
no interrumpir la continuidad de las sociedades
atrasadas. Aunque no suscriben expresamente el
concepto de que el dominio imperialista sea una
"carga para el hombre blanco", su enfoque se
acerca mucho a él, al señalar la "heterogeneidad
cultural" de las naciones atrasadas, al destacar la
incomparabilidad de los sistemas de valores y al su-
gerir que los pueblos coloniales y dependientes
41
pueden, en realidad, "preferir" su estado actual al
desarrollo económico y a la liberación social y
nacional. No es sorprendente que, para el
entendimiento de los movimientos populares sin
precedente que en la actualidad están
revolucionando y rejuveneciendo a la mayor parte
del género humano, tal doctrina sólo pueda dar un
fundamento raquítico; no es sorprendente que ella
no suministre ayuda y bienestar a los pueblos de los
países coloniales y dependientes que luchan por la
libertad, sino a sus amos que tratan de conservar el
statu quo.
Este trasfondo político e ideológico del
planteamiento actual del desarrollo económico,
explica la naturaleza altamente insatisfactoria de lo
que se ha logrado hasta ahora. La pregunta
formulada en plan de reto por Robert Lynd,
"Conocimiento, ¿para qué?", no sólo implica el
aprovechamiento de un esfuerzo intelectual en
términos de los fines a que debe servir, sino que
también se refiere necesariamente a la conducta y
al contenido del esfuerzo en sí. De ahí que la
investigación y los escritos sobre desarrollo
económico —a causa de la desenfrenada
preocupación que implican las exigencias de la
cruzada contrarrevolucionaria—, amordazados por
el temor de chocar con los intereses dominantes
que están determinados a obstaculizar a toda costa
el progreso económico y social de los países
coloniales y dependientes, esquiven, en todo lo
posible, el referirse al meollo del problema. Omiten
las irracionalidades del capitalismo monopolista y
del imperialismo que bloquean el desarrollo
económico en los países capitalistas avanzados, y
no prestan atención alguna al sistema de dominio
interior y exterior que impide o distorsiona el
crecimiento económico del mundo subdesarrollado.
Correlativamente, se pone poco énfasis en el
estudio de la experiencia única de desarrollo rápido,
obtenida en la U.R.S.S. y en otros países del sector
42
socialista del mundo, como si esa experiencia fuese
de interés únicamente para el Servicio de Espionaje
Militar. Y, sin embargo, no puede haber duda alguna
de que la comprensión plena del proceso de
crecimiento económico efectuado en la Unión
Soviética y en otros países socialistas, haría que
todo esfuerzo a favor del desarrollo económico
obtuviese beneficios inconmensurables.

IV

Hasta aquí, al hablar acerca del desarrollo


económico, me he limitado a hacer alusiones
bastante generales sobre este complejo término. Es
tiempo ya de entrar en un examen algo más
detallado de este proceso, y sería conveniente
principiar por elegir una definición del crecimiento
económico. No es que lea mi propósito dar aquí una
fórmula excluyente de cualquier otra, ni que desee
sugerir que otras definiciones no puedan ser
superiores para otros fines. Todo lo que me
propongo es organizar mis categorías en tal forma,
que me permitan abordar este tema con el método
que me parece más sencillo y Útil, un método que
me propongo profundizar en los capítulos
siguientes.
Permítaseme definir el crecimiento —o desarrollo—
económico, como el incremento de la producción
per cápita de bienes materiales en el transcurso del
tiempo.6 En esta definición sería permisible hacer
6 Colin Clark sugiere una definición diferente: "El progreso
económico puede definirse simplemente como un
mejoramiento en el bienestar económico. El bienestar
económico, siguiendo a Pigou, puede definirse en primera
instancia como la abundancia de todos aquellos bienes y
servicios que habitualmente se cambian por dinero. El ocio
es un elemento en el bienestar económico y, con mayor
precisión, podemos definir el progreso económico como la
obtención de una producción creciente de esos bienes y
servicios con un gasto mínimo de esfuerzo y de otros
recursos escasos, tanto naturales como artificiales." The
43
caso omiso de la dificultad inherente a la
comparación de la producción en diversos períodos,
dificultad que surge siempre que las producciones
que se comparen consten de más de un bien, en
cuyo caso los cambios de la producción afectan a
sus diversos componentes en forma desigual, y
cuando ciertos bienes que aparecen en la produc-
ción de un período no figuran en el otro. Este

Conditions of Economic Progress (Londres, 1940), p. 1.Esta


definición me parece insatisfactoria por varias razones: 1) la
identificación del crecimiento económico con el incremento
en el bien-estar, deja de tomar en cuenta una porción
considerable de la producción total que no tiene relación
con el bienestar, como quiera que se conciba este último;
pertenecen a este grupo: los bienes de inversión, los arma-
mentos, las exportaciones netas, etc.; 2) considerar un
incremento de producción de "todos aquellos bienes y
servicios que habitualmente se cambian por dinero", como
idéntico a un "mejoramiento en el bien-estar económico" es
insostenible. El bienestar económico puede mejorarse
grandemente por una oferta creciente de bienes y servicios
que habitualmente no se cambian por dinero (escuelas,
hospitales, carreteras y puentes), en tanto que, por otra
parte, un gran número de bienes y servicios que
habitualmente se cambian por dinero, no hacen ninguna
contribución al bienestar humano (medicinas de patente y
salones de belleza, narcóticos y artículos de ostentación
conspicua, etc.); 3) el bienestar económico puede
mejorarse sin ningún incremento de la producción, por un
simple cambio en su estructura y su distribución; 4) aunque
obviamente, es deseable alcanzar cualquier producción
dada con un mínimo de insumo, hasta un incremento de la
producción obtenido en forma poco eficaz puede constituir
un crecimiento económico. Parece preferible; por
consiguiente, considerar al crecimiento económico como un
incremento de la producción de bienes sin tomar en cuenta
si contribuyen al bienestar, a las existencias disponibles de
bienes de producción o a los armamentos, dejando los
factores determinantes de la composición de esta produc-
ción y los propósitos a los cuales se dedica, para un examen
conexo, pero independiente.

44
conocido problema de los números índices,
perturbador aun en casos de crecimiento lento y
gradual, se vuelve particularmente enfadoso cuando
lo que se considera es un crecimiento económico
más o menos rápido, cuya característica principal es
un cambio profundo, no sólo de magnitud, sino
también de composición de la producción. En
realidad, las comparaciones entre diversos períodos
amenazan hacerse francamente engañosas, cuando
los lapsos que se van a comparar están separados
por cambios en la organización económica y social,
por grandes adelantos en la urbanización, por
disminuciones o aumentos de la parte de la
producción destinada al mercado y por otros fac-
tores semejantes. Especialmente perturbador es el
sector de servicios, cuya expansión causaría un
incremento en el producto nacional bruto (como
convencionalmente se entiende), sugiriendo así un
"crecimiento económico", aunque en la mayoría de
los países se le tomaría por un paso hacia atrás,
más que por uno tendiente al progreso económico.7
Viene aquí a la mente el famoso caballero de Pigou,
que, al casarse con su cocinera, disminuye el
ingreso nacional. Con igual facilidad se puede
imaginar una tremenda expansión del ingreso
nacional, causada por la implantación de pago

7Se ha hecho notar esto en el Economic Survey of Europe


Since the War (1953) de las Naciones Unidas. "En los países
de Europa Oriental, los servicios que no están directamente
conectados con la producción y el transporte de. bienes, no
se consideran como productivos, y por consiguiente su
valor se excluye del ingreso nacional. Para un país pobre,
que está tratando de desarrollar su industria y de reducir la
subocupación que existe comúnmente en los servicios, la
definición marxista del ingreso nacional tiene algunas
ventajas obvias sobre el concepto más amplio, adecuado
para economías de países ricos y altamente industrializados
y que comúnmente se adopta ahora en países
subdesarrollados" (p. 25).

45
obligatorio a las esposas, por los servicios que
prestan.
Pero supongamos que los incrementos de la
producción total en un período dado pudieran ser
medidos en alguna forma y preguntémonos cómo
surgirían tales incrementos. Pueden ser resultado de
cada uno de los siguientes procesos (o de una
combinación de ellos): 1) La utilización del total de
recursos puede expandirse sin cambios de la
organización y de la técnica o de cualquiera de
ambas); es decir, que recursos no utilizados
previamente (fuerza de trabajo, tierra) pueden
introducirse en el proceso productivo. 2) La
productividad por unidad de recursos utilizados
puede elevarse como resultado de medidas de
organización; es decir, por un traslado de
trabajadores de ocupaciones menos productivas o
improductivas a ocupaciones más productivas, por
un alargamiento de la jornada de trabajo, por una
mejora en la nutrición y un fortalecimiento de los
incentivos asequibles a los trabajadores, por la
racionalización de los métodos de producción y una
utilización más económica del combustible, las
materias primas, etc. 3) "El brazo técnico" de la
sociedad puede hacerse más fuerte; es decir: a)
Pueden reemplazarse plantas y equipos obsoletos o
desgastados por otros más eficaces, y/o b) Pueden
agregarse nuevas instalaciones productivas
(técnicamente mejoradas o iguales) a las
previamente disponibles.
Los tres primeros caminos para la expansión del
producto —1), 2) y 3) a)— no se asocian típicamente
a la inversión neta.
Aunque es probablemente imposible imputar una
parte apropiada del aumento de la producción que
realmente se haya efectuado a cada uno de los
cuatro procesos, poca duda cabe acerca de que la
aplicación económica del conocimiento técnico
creciente y la inversión neta en instalaciones
productivas adicionales, han sido las fuentes más
46
importantes del crecimiento económico.
Seguramente que, en rigor, puede necesitarse
alguna inversión neta para todos los caminos
indicados: Los recursos previamente ociosos pueden
no ser aprovechables sin algunos gastos en equipo,
mejoras de sueldos o similares; los cambios de
organización pueden depender de la instalación de
bandas transportadoras y artificios parecidos; el
progreso técnico que traiga consigo la maquinaria
mejorada que sustituya o se agregue al equipo
desgastado, puede llegar a implantarse únicamente
en condiciones de una inversión neta cuantiosa. "Si
la técnica depende en gran medida del estado de la
ciencia, la ciencia depende aun más del estado y de
las exigencias de la técnica. Si la sociedad tiene una
necesidad técnica, ésta ayuda a la ciencia más que
diez universidades. La hidrostática (Torricelli, etc.)
surgió de la necesidad de regular las corrientes
montañosas de Italia en los siglos XVI y XVII. Sólo
hemos llegado a saber algo razonable de la
electricidad desde que su aplicabilidad técnica fue
descubierta." 8
Por otra parte, la reinversión de reservas de
amortización (sin inversión neta alguna) en un nivel
técnico más elevado, puede, de por sí, dar base a
una expansión considerable de la producción. Por
consiguiente, allí donde la intensidad de capital del
proceso productivo ya es grande (en otras palabras,
donde las reservas para depreciación constituyen
una parte importante del costo de la producción), se
dispone en forma continua de una fuente de capital

8 F. Engels, carta a H. Starkenburg, en Selected Works de


Marx y Engels (Moscú, 1949-1950), volumen II, p. 457.
Sobre la interesante relación que existe entre el desarrollo
económico, por una parte, y el progreso de la ciencia y la
técnica por otra, Cf. B. Hessen, The Social and Economic
Roots of Newton's Principia. (Sydney, 1946), lo mismo que
la obra de J. D. Bernal Science in History (Londres, 1954).

47
para financiar mejoras técnicas sin necesidad
alguna de inversión neta. Aunque esto agrava la
inestabilidad en las economías capitalistas avanza-
das, al aumentar la cantidad del excedente
generado en el proceso corriente de producción que
debe absorber la inversión, también da a los países
avanzados una importante ventaja sobre los países
subdesarrollados, donde la reserva de amortización
anual es necesariamente muy pequeña.9
En todo caso, la inversión neta puede efectuarse
únicamente si la producción total de la sociedad
excede a lo que usa en su consumo corriente y en
reparar el uso y el desgaste causados en las
instalaciones productivas empleadas durante el
período en cuestión. Por consiguiente, el volumen y
la naturaleza de la inversión neta que se efectúa en
una sociedad en un tiempo dado, depende del
tamaño y del modo de utilización del excedente
económico generado en el proceso productivo.
Como lo veremos posteriormente, ambos están
determinados esencialmente por el grado en que se
han desarrollado los recursos productivos de la
sociedad, y por la estructura social dentro de la cual
se desenvuelve el proceso productivo. La com-
prensión correcta de los factores a que se debe
atribuir el tamaño y el modo de utilización del
excedente económico, es una de las principales
tareas de una teoría del desarrollo económico. La
economía "pura" ni siquiera ha llegado a asomarse a
este problema. Hemos de buscar su solución en la
economía política del crecimiento.

9Cf. Marx, Theories of Surplus Value (Londres, 1951), pp.


354 ss., en las que se subraya este punto.

48
Capítulo II

EL CONCEPTO DE EXCEDENTE ECONÓMICO

El concepto de excedente económico lleva sin


duda consigo algunas posibilidades de error, y al
aclararlo y utilizarlo para comprender el proceso de
desarrollo económico, ni las definiciones simples ni
las mediciones refinadas pueden sustituir al
esfuerzo analítico y al juicio racional. Pero,
ciertamente, sería deseable romper con la larga
tradición de la economía académica de sacrificar la
importancia del tema a la elegancia del método
analítico; es mejor tratar en forma imperfecta lo que
es sustancial, que llegar al virtuosismo en el
tratamiento de lo que no importa.
Con objeto de facilitar la discusión tanto como sea
posible, hablaré ahora en términos de "estática
comparativa", es decir, haré caso omiso de los
pasos de una situación económica a otra y
consideraré estas situaciones como si fuesen ex
post. Procediendo en esta forma, podemos distinguir
tres variantes del concepto de excedente
económico.
El excedente económico real es la diferencia entre
la producción real generada por la sociedad y su
consumo efectivo corriente.10 Es, por lo tanto,
10Comprende obviamente una parte menor del producto
total que la abarcada por la noción de plusvalía de Marx.
Esta última, como se recordará, consiste en la diferencia
total entre el producto neto total y el ingreso real del
trabajo. El "excedente económico real" tal como se ha
definido arriba es simplemente la parte de la plusvalía que
está siendo acumulada; en otras palabras, no incluye el
consumo de la clase capitalista, ni los gastos
gubernamentales en administración, establecimientos
militares, etc.

49
idéntico al ahorro corriente o acumulación, y toma
cuerpo en los activos de diversas clases que se
agregan a la riqueza de la sociedad durante el
período correspondiente: instalaciones productivas y
equipo, existencias, saldos en el exterior y
atesoramientos de oro. Parecería ser sólo un
problema de definición el determinar si los bienes
de consumo duraderos (residencias, automóviles,
etc.) constituyen ahorros o consumo y es, sin lugar a
duda, bastante arbitrario considerar a las casas
como inversión en tanto se trata a los pianos de
cola, por ejemplo, como consumo. Si la duración de
la vida útil fuese el criterio, ¿dónde deberíamos
poner el límite? De hecho, para la comprensión del
proceso económico, es esencial distinguir los activos
en cuestión, no con base en sus propiedades físicas,
sino a la luz de su función económica, es decir,
dependiendo de si entran al consumo como "bienes
finales" o sirven como medios de producción, contri-
buyendo, por lo tanto, al incremento de la
producción del período siguiente. De ahí que un
automóvil comprado para pasear, sea un objeto de
consumo, mientras que un coche idéntico agregado
a una flotilla de autos de alquiler, sea un bien de
inversión.11
El excedente económico real ha sido generado en
todas las formaciones socioeconómicas y, aunque
su tamaño y estructura han diferido notoriamente
de una fase de desarrollo a otra, su existencia ha
caracterizado a casi toda la historia. La magnitud
11Aunque no necesitamos detenernos en este punto,
conviene tener en consideración que desde el punto de
vista del desarrollo económico, es de primordial importancia
que el excedente económico real asuma la forma de bienes
de capital que incrementan la productividad, o bien
aparezca como adiciones a las existencias o a los
atesoramientos de oro, los cuales están ligados muy
tenuemente, si es que lo están, al fortalecimiento del
"brazo técnico de la sociedad".

50
del excedente económico real —ahorro o formación
de capital— es, cuando menos conceptualmente,
fácil de establecer y en la actualidad se estima con
regularidad por las oficinas estadísticas de casi
todos los países. Las dificultades que se han
encontrado para medirlo son de carácter técnico y
se deben a la carencia de información estadística o
a lo inadecuado de la misma.
El excedente económico potencial es la diferencia
entre la producción que podría obtenerse en un
ambiente técnico y natural dado con la ayuda de los
recursos productivos utilizables, y lo que pudiera
considerarse como consumo esencial.12 Su
realización presupone una reorganización más o
menos drástica de la producción y distribución del
producto social, e implica cambios de gran alcance
en la estructura de la sociedad. Este excedente
aparece bajo cuatro aspectos distintos. El primero
es el consumo excesivo de la sociedad (predomi-
nantemente de los grupos de alto ingreso, pero en
algunos países —como, por ejemplo, los Estados
Unidos— también de las llamadas clases medias); el
segundo es el producto que pierde la sociedad por
la existencia de trabajadores improductivos ; el
tercero es el producto perdido a causa de la
organización dispendiosa e irracional del aparato
productivo existente; y el cuarto es el producto no
materializado a causa de la existencia del
desempleo, el cual se debe fundamentalmente a la
12También esto se refiere a una cantidad del producto
distinta de la representada por el concepto de plusvalía de
Marx. Por una parte, excluye de la plusvalía elementos tales
como lo que hemos llamado más arriba el consumo
esencial de los capitalistas, los gastos en la administración
gubernamental que pueden ser considerados como
esenciales, etc.; por otra parte, comprende lo que no
abarca el concepto de plusvalía, es decir, la producción
perdida a causa del desempleo o el mal uso de los recursos
productivos.

51
anarquía de la producción capitalista y a la insufi-
ciencia de la demanda efectiva.
La identificación y la medición de estas cuatro
formas del excedente económico potencial,
tropiezan con algunos obstáculos. Éstos pueden, en
esencia, reducirse al hecho de que el concepto
mismo de excedente económico potencial,
trasciende el horizonte del orden social existente, al
relacionarse no sólo con la actuación fácilmente
observable de una organización socioeconómica
dada, sino también con la imagen, menos fácil de
concebir, de una sociedad ordenada en forma más
racional.

II

Esto requiere una breve digresión. De hecho, si se


mira desde el punto de vista del feudalismo, era
esencial, productivo y racional todo lo que resultaba
compatible con el sistema feudal y que tendía a
lograr su estabilidad y continuidad. Lo no esencial,
improductivo y dispendioso, era todo aquello que
interfería o era superfluo para la preservación y el
funcionamiento normal del orden social existente.
En concordancia con esto, Malthus defendió
vigorosamente el consumo superfluo de la
aristocracia terrateniente, destacando los efectos
estimulantes que tenían tales gastos en la
ocupación. Por otra parte, los economistas de la
burguesía ascendente no tenían escrúpulos en
arremeter en contra del ancien régime por lo
dispendioso de su organización socioeconómica ni
en señalar el carácter parasitario de muchos de sus

52
funcionarios e instituciones más apreciados.13
Pero en cuanto la crítica de la sociedad
precapitalista perdió su urgencia y las
deliberaciones de la ciencia económica fueron
dominadas por la tarea de racionalizar y justificar el
orden capitalista victorioso, fue desechada hasta la
simple pregunta sobre la productividad o
esencialidad de cualquier tipo de actividad que se
realizara en la sociedad capitalista. Al elevar el fallo
del mercado al papel de único criterio de eficacia y
racionalidad, la economía niega toda
"respetabilidad" a la distinción entre consumo
esencial y no esencial, entre trabajo productivo e
improductivo, entre excedente real y potencial. Se
justifica al consumo no esencial arguyendo que
proporciona incentivos indispensables, se glorifica al
trabajo improductivo alegando que contribuye
indirectamente a la producción, se defienden las
depresiones y el desempleo considerándolas como

13 "El trabajo de algunos de los órdenes más respetables en


la sociedad, es semejante al de los servidores domésticos y
no producen ningún valor... El soberano, por ejemplo, con
todos los funcionarios —tanto de justicia como de guerra—
que sirven a sus órdenes, con toda la marina y el ejército,
son trabajadores improductivos. Son los servidores del
público y son mantenidos por una parte del producto anual
de la industria de otras gentes... en la misma clase deben
colocarse... los clérigos, los abogados, los doctores, los
hombres de letras de toda clase: actores, músicos,
cantantes de ópera, bailarines, etc..." Adam Smith, Wealth
of Nations (ed. Modern Library, p. 295)."Cuando la
producción anual de un país repone más que su consumo
anual, se dice que incrementa su capital; cuando su
consumo anual no llega a ser reemplazado por su
producción anual, se dice que disminuye su capital. El
capital puede, por lo tanto, ser aumentado por un incre-
mento de la producción o por una disminución del consumo
improductivo." D. Ricardo, Principies of Political Economy
and Taxation (ed. Every-man's Library), p. 150.

53
el costo del progreso y se disculpa el despilfarro
presentándolo como un requisito previo de la
libertad. Como dice Marx, "cuando el dominio del
capital se extendió, y de hecho, aun aquellas
esferas de la producción no relacionadas
directamente con la producción de riqueza material
se hicieron más y más dependientes de él, y en
especial las ciencias positivas (ciencias naturales) le
fueron subordinadas como medios para la
producción material, los sicofantes de segunda fila
de la economía política pensaron que era su deber
glorificar y justificar cada esfera de la actividad,
demostrando que estaba 'eslabonada' a la
producción de la riqueza material y que era un
medio para lograrla; enaltecieron a todo mundo
haciéndolo un 'trabajador productivo' en el sentido
'más estrecho de la palabra', es decir, estableciendo
que un trabajador que labora al servicio del capital,
es útil, en una forma u otra, a su incremento".14
Sin embargo, "el capitalismo crea un estado de
ánimo crítico tal que, después de haber destruido la
autoridad moral de tantas otras instituciones,
finalmente se vuelve contra las propias; el burgués
encuentra, para su sorpresa, que la actitud racio-
nalista no se detiene ante los títulos de reyes y de
papas, sino que continúa con el ataque a la
propiedad privada y a todo el sistema de valores
burgueses".15 De ahí que, desde una posición
neutral y externa al marco de la sociedad
capitalista, desde la posición de una sociedad
socialista, mucho de lo que aparenta ser esencial,
productivo y racional para el pensamiento
económico y social burgués, resulte ser no esencial,
14 Marx, Theories of Surplus Value (Londres, 1951), p. 177.

15J. A. Schumpeter, Capitalism, Socialism and Democracy


(Nueva York, 1950), p. 143.

54
improductivo y dispendioso. En general, puede
decirse que sólo la posición que, intelectualmente,
está fuera del orden social prevaleciente, que está
al margen de sus "valores", su "inteligencia
práctica" y sus "verdades axiomáticas", permite una
introspección crítica de sus contradicciones y
posibilidades ocultas. El ejercicio de la autocrítica es
tan molesto para una clase dirigente como lo es
para un simple individuo.
Como puede verse fácilmente, la decisión respecto
a lo que constituye el excedente económico
potencial, respecto a la naturaleza del consumo no
esencial, del despilfarro y del trabajo improductivo,
está ligada a los cimientos mismos de la economía
burguesa y en particular, a lo que se ha llamado la
economía del bienestar. De hecho, el objetivo de
esta rama de la teorización económica —quizá la
más apologética e ideológica—, es organizar nuestro
conocimiento de las condiciones que determinan el
bienestar económico de la gente. Resulta ocioso
decir que la condición primera y más importante
para que tal esfuerzo tenga sentido, es la existencia
de una noción clara de lo que se entiende por
bienestar económico y del criterio por el cual
pueden distinguirse los estados de bienestar
económico. Los economistas del bienestar abordan
el problema (o más bien, creen que lo abordan),
refiriéndose a la utilidad o satisfacción que
experimentan los individuos. El individuo mismo,
con sus hábitos, gustos y preferencias, se toma
como dado. Sin embargo, debería ser obvio que tal
visión del individuo es totalmente metafísica y que,
de hecho, pasa por alto el aspecto más esencial de
la historia humana. Como Marx hacía notar en un
pasaje dedicado a Bentham: "si queremos saber qué
es útil para un perro, tenemos que estudiar la
naturaleza del perro. Pero a ella no llegaremos
jamás partiendo del 'principio de utilidad'. Aplicado
al hombre, si queremos enjuiciar con arreglo al
principio de utilidad todos los hechos humanos, sus
55
movimientos, relaciones, etc., tendremos que
conocer, ante todo, la naturaleza humana en
general y luego, la naturaleza humana
históricamente modificada por cada época.
Bentham no se anda con cumplidos. Con la más
candorosa ingenuidad, toma al filisteo moderno,
especialmente al filisteo inglés, como al hombre
normal. Todo lo que sea útil para este lamentable
hombre normal y su mundo, es también útil en
forma absoluta. Por este rasero mide después el
pasado, el presente y el porvenir".16
De hecho, en el curso de la historia, el individuo,
con sus exigencias físicas y síquicas, con sus valores
y sus aspiraciones, ha estado cambiando con la
sociedad de la cual forma parte. Las modificaciones
de la estructura de la sociedad lo han cambiado y
los cambios en su naturaleza han cambiado a la
sociedad. ¿Cómo podemos, pues, emplear la utilidad
o la satisfacción que corresponde a un individuo en
cualquier tiempo dado como criterio para juzgar la
tendencia al bienestar de las instituciones
económicas y sus relaciones? Si nos referimos a la
conducta observable de un individuo, obviamente
estamos en un círculo vicioso. Su conducta está
determinada por el orden social en que vive, en el
que se crió y el cual ha modelado y determinado la
estructura de su carácter, sus categorías de
pensamiento, sus esperanzas y sus temores. De he-
cho, la capacidad de producir el mecanismo que
plasma tal personalidad, de proporcionar la
estructura material y síquica para un tipo específico
de existencia humana, es lo que hace de una
constelación social un orden social.
No obstante, los economistas tratan de valorar
este orden social, su llamada eficacia, su
contribución al bienestar humano, con criterios que

16 Marx, El Capital (ed. Kerr), vol. I, p. 668.

56
éste mismo ha desarrollado.17 ¿Qué pensaríamos, a
juzgar por el código de conducta establecido en una
sociedad caníbal, de la contribución que el
homicidio hace al bienestar? Lo más que puede
lograrse de este modo es un juicio acerca de la
congruencia de la conducta de los caníbales con sus
propios cánones y reglamentos. Esta clase de
pesquisa puede ser útil a un esfuerzo para idear los
arreglos necesarios a la preservación y el mejor
funcionamiento de la sociedad caníbal; pero ¿qué
puede derivarse de una tal investigación en
términos de bienestar humano? Si se supone que la
vida de los caníbales se ajusta completamente a los
preceptos de su sociedad, que su jefe obtiene
exactamente tantos cueros cabelludos al año como
lo requieren sus riquezas, su status y sus relaciones,
y que los otros caníbales consumen exactamente el
número de extranjeros que corresponde a su
productividad marginal y nunca de otra forma que a
través de una compra libre en un mercado libre:
¿Tenemos en este caso un estado óptimo, podemos
decir que el bienestar de los caníbales está bien
logrado? Debería ser obvio que nada de esto se
desprende de lo anterior. Todo lo que hemos
establecido es que la práctica de la sociedad caníbal
corresponde más o menos integralmente, a los
principios desarrollados por esa sociedad. No hemos
dicho nada acerca de la validez o racionalidad de
esos principios en sí, ni de su relación con el bien-
estar humano.
De ahí que la economía del bienestar se dedique a
algo que se acerca mucho a una introspección

17"La función de las instituciones económicas es organizar


la vida económica, de acuerdo con los deseos de la
comunidad... la eficacia de la organización económica,
será... juzgada por su avenencia con las preferencias de la
comunidad." T. Scitovsky, Welfare and Competition
(Chicago, 1951, p. 5).

57
compulsiva: determinar en qué medida la
organización económica existente satisface las
reglas de juego establecidas por la organización
económica existente; en qué grado el aparato
productivo de la sociedad capitalista está
"eficazmente" organizado para obtener una
producción cuyo tamaño y composición están
determinados por la estructura de ese aparato
productivo. Más aún, investiga laboriosamente el
grado en que la organización socioeconómica
existente asigna los recursos para que se ajusten a
la demanda de los consumidores, la cual, a su vez,
está determinada por la distribución de la riqueza y
del ingreso, por los gustos y valores de la gente, que
a su vez está moldeada por la organización
socioeconómica existente. Todo esto no tiene
absolutamente nada que ver con la exploración de
las condiciones que tienden al bienestar ni con el
estudio de la medida en que las instituciones
económicas y sociales y las relaciones de la
sociedad capitalista, promueven o impiden el
bienestar de la gente.
Pero un exponente convencional de la economía
del bienestar nos detendrá aquí y preguntará si
tenemos algún otro criterio del bienestar. 18 Si la
actuación real y observable del individuo en el
mercado, no se acepta como la prueba última de lo
que constituye su bienestar, ¿qué otra prueba
usaremos?
18Por ejemplo, el profesor Scitovsky —uno de los escritores
más autorizados sobre el tema— observa: "... Si
comenzamos a dudar de la capacidad del consumidor para
decidir lo que le conviene, nos lanzamos a un camino en el
cual es difícil detenerse y terminaremos por desechar todo
el concepto de soberanía del consumidor". Op. cit., p. 184.
De hecho, lo que está a discusión no es el "concepto de
soberanía del consumidor", sino simplemente la versión no
histórica y apologética de este concepto en que se apoya la
economía burguesa.

58
El simple hecho de que esta pregunta se haga,
indica qué lejos hemos llegado en el camino hacia la
irracionalidad y el oscurantismo desde los días de la
filosofía clásica y la economía clásica. En verdad, la
respuesta a esta pregunta es más simple de lo que
uno pudiese pensar —a la vez, más simple y más
complicada. La respuesta es que, el único criterio
por el cual es posible juzgar la naturaleza de una
organización socioeconómica, su capacidad para
contribuir al desenvolvimiento general y al
crecimiento de las potencialidades humanas, es la
razón objetiva. Fue la razón objetiva la que cimentó
la crítica de la sociedad existente, realizada por
hombres como Maquiavelo y Hobbes; fue la razón
objetiva la que inspiró a Smith y a Ricardo a calificar
de parásitos a los señores feudales, a los cortesanos
y al clero establecido de su tiempo, puesto que no
sólo no contribuían al adelanto de sus sociedades,
sino que les impedían todas sus posibilidades de
crecimiento.
No es que la substancia de la razón objetiva esté
fijada en forma inmutable en el tiempo y en el
espacio. Por lo contrario, la razón objetiva misma
está enclavada en el flujo incansable de la historia,
estando sus linderos y contenidos tan sometidos a
la dinámica del proceso histórico, como la natura-
leza y la sociedad en general. "No se puede entrar
dos veces en el mismo río", y lo que es la razón
objetiva en una etapa histórica, es la sinrazón, la
reacción, en otra. Esta dialéctica de la razón
objetiva no tiene nada en común con el cinismo
relativista del pragmatismo, ni con la
indeterminación oportunista de las diversas
filosofías del élan vital; está firmemente anclada en
el conocimiento científico —cada vez más amplio y
más profundo— que el hombre tiene tanto de la
naturaleza como de la sociedad, está en la
exploración concreta y la explotación práctica de las
condiciones naturales y sociales del progreso.
La actitud, históricamente cambiante y
59
ambivalente, hacia el progreso y la razón objetiva —
que ha sido característica del pensamiento burgués
desde que la burguesía principió a desgarrarse
continuamente entre la oposición al feudalismo y el
miedo al socialismo naciente—, explica el hecho de
que la crítica socialista a las instituciones
económicas y sociales prevalecientes haya tenido
ocasionalmente —cuando estaba dirigida en contra
de los residuos del orden feudal— una acogida
favorable de parte de la economía burguesa. El
despilfarro de la riqueza por parte de los
terratenientes en los países atrasados, era un
blanco tan admisible como su prodigalidad en los
países más adelantados durante el ancien régime.
Siempre ha habido mucho menos tolerancia,
cuando se llega a la crítica de las instituciones
capitalistas sensu stricto. Y en la actual etapa
imperialista del desarrollo del capitalismo, el
señalar, por ejemplo, la estructura sociopolítica de
los países atrasados como el principal obstáculo a
su progreso, se considera casi tan sospechoso como
el insistir sobre el obstáculo que representa el
imperialismo —en los países capitalistas avanzados
— al retrasar su propio desarrollo interno y al perpe-
tuar el estancamiento de las regiones
subdesarrolladas.
En forma similar, los economistas que están social
y mentalmente anclados en la fase —y en el estrato
— pequeño burgués y competitivo de la sociedad
capitalista, han desarrollado un cierto grado de
clarividencia respecto a la irracionalidad, al derroche
y a las consecuencias culturales del capitalismo mo-
nopolista. Olvidándose del hecho de que el
capitalismo liberal y competitivo, es el que forzosa e
ineluctablemente gesta al monopolio, aceptan
algunos de los costos que ha tenido la fase
monopolista del capitalismo; en lo económico, en lo
social y en lo humano, disciernen algunas de las
manifestaciones más obvias del consumo excesivo,
de las actividades improductivas y la brutalidad e
60
irracionalidad del "realismo económico". Al mismo
tiempo, son los escritores que se han liberado de las
trabas de una etapa anterior o que han crecido
precisamente en la "nueva era", los que, en
ocasiones, son extraordinariamente perspicaces
para desprestigiar al orden competitivo del pasado
—a las virtudes sacrosantas de la adolescencia
competitiva del capitalismo.
Aunque esta tensión dentro del pensamiento
burgués permite ciertos atisbos (e informaciones)
que facilitan, cuando menos, una valuación
aproximada de la naturaleza —y magnitud— del
excedente económico potencial, el conflicto siempre
latente y esporádicamente activo, entre los
intereses de la clase capitalista como un todo y los
de sus miembros individuales, ofrece otra
oportunidad para la comprensión de los problemas
involucrados. De ahí que, en tiempos de guerra,
cuando la victoria se transforma en el interés
principal de la clase dominante, se permita obrar a
lo que en esas circunstancias constituye la razón
objetiva, sin tomar en consideración los intereses
particulares ni las utilidades subjetivas. Bien sea
que se trate del servicio militar obligatorio, de
controles económicos para la guerra, o de la
requisición y confiscación de los abastecimientos
necesarios, las necesidades objetivas son
reconocidas como totalmente identificables y se les
asigna una importancia muy superior a la de las
preferencias individuales dadas a conocer por la
conducta del mercado. Sin embargo, en cuanto pasa
la emergencia y una admisión más prolongada de la
existencia y cognoscibilidad de la razón objetiva
amenaza convertirse en fuente de crítica social
peligrosa, el pensamiento burgués se retira
precipitadamente de cualesquiera posiciones
avanzadas que temporalmente haya logrado y cae
nuevamente en su estado habitual de agnosticismo
e "inteligencia práctica".
Lo que constituye el "consumo excesivo" en una
61
sociedad podría ser fácilmente establecido, si este
problema recibiera aunque no fuese sino una parte
de la atención que se dedica a problemas tan
urgentes y tan importantes como, digamos, la
posibilidad de medición de la utilidad marginal. Lo
que representa el "consumo esencial" —no sólo en
los países subdesarrollados sino también en los
avanzados— está lejos de constituir un misterio. Allí
donde los niveles de vida son por lo general bajos y
los bienes obtenibles por la gente poco diver-
sificados, el consumo esencial puede determinarse
en términos de calorías, de otros alimentos, de
cantidades de ropa, de combustible, de espacio
habitable, etc. Aun donde el nivel de consumo es
relativamente elevado e involucra una gran
variedad de bienes de consumo y de servicios,
puede hacerse un juicio acerca de la cantidad y
composición del ingreso real necesario para lograr lo
que socialmente se considera una "vida decente".19
Como se ha mencionado anteriormente, es esto
precisamente lo que se ha hecho en todos los países
en situaciones de emergencia, tales como la guerra,
el reajuste de la postguerra, etc. Lo que los
19 El Bureau of Labor Statistics del Departamento de Trabajo
de los Estados Unidos utiliza ciertas nociones de "consumo
esencial" para compilar sus índices del costo de la vida. El
Heller Committee for Research in Social Economics de la
Universidad de California, emplea conceptos similares. Los
alimentos, la habitación y las necesidades médicas en
varios países han sido estudiados por las Naciones Unidas,
por la Organización para la Agricultura y la Alimentación
(FAO) y otras instituciones, representando un campo muy
importante para mayores investigaciones. Cf. Food and
Agriculture Organizaron, FAO Nutritional Studies Nª 5.
Caloric Requirements (Washington, junio de 1950); National
Research Council, Reprint and Circular Series,
Recommended Dietary Allowances (Washington, 1948);
United Mations, Housing and Town and Country Planning
(1949-1950), así como los materiales a que se refieren
dichas fuentes.

62
agnósticos apologistas del statu quo y los
adoradores de la "soberanía del consumidor" tratan
como obstáculo insuperable o como manifestación
de una arbitrariedad censurable, es enteramente
accesible a la investigación científica y al juicio
racional.

III

Más complicada y cuantitativamente menos fácil


de determinar, es la identificación de los
trabajadores improductivos. Como se señaló
anteriormente, la sola distinción entre trabajo
productivo e improductivo, encuentra una firme
oposición por parte de la economía burguesa. Por la
experiencia de su propia juventud, sabe que esta
distinción es una herramienta poderosa de la crítica
social, que puede volverse fácilmente en contra del
propio orden capitalista.
Al tratar de suprimirla totalmente, intenta ahogar
todo el problema al juzgar la productividad, la
esencialidad y la utilidad de cualquier trabajo, en
términos de su capacidad para obtener un precio en
el mercado. De esta forma, en verdad, desaparecen
todas las diferencias entre los diversos tipos de
trabajo —todas, excepto una: la magnitud de la
remuneración que obtiene cualquier actividad dada.
En tanto una actividad obtenga cualquier
remuneración monetaria, se la trata, por definición,
como útil y productiva.20
20Sería interesante hacer notar que este impulso para
glorificar al orden capitalista eliminando la distinción entre
trabajo productivo e improductivo, ha contribuido en gran
medida a la autocastración de la economía moderna. Al
obligar a sus protagonistas a considerar como productivas a
todas las actividades que obtienen una remuneración
monetaria en la sociedad capitalista, los criterios de
aprobación y valuación del mercado, que en las condiciones
del capitalismo puro podrían tener cuando menos una
pretensión de consistencia, dan origen a perturbaciones
graves cuando con lo que se tiene que tratar es una
63
De lo anterior, debería desprenderse claramente
que la valuación del mercado no puede considerarse
como una prueba racional de la "adecuación" o
"eficacia" de una organización socioeconómica. De
hecho, como se ha subrayado arriba, el aceptar esta
prueba implica un razonamiento circular: juzgar a
una estructura socioeconómica dada con un criterio
que es, a su vez, un aspecto importante de esa
propia estructura económica.
De ahí que, en la sociedad capitalista, lo que es
trabajo productivo y lo que es trabajo improductivo,
no pueda ser determinado con referencia a la
práctica diaria del capitalismo. Nuevamente aquí, la
decisión debe hacerse en forma concreta, desde el
punto de vista de las necesidades y potencialidades
del proceso histórico, a la luz de la razón objetiva.
Considerado de esta manera, es trabajo
improductivo una parte importante de la producción
de bienes y servicios que entra al mercado y luego
se registra en las estadísticas de ingreso nacional de
los países capitalistas. Para que quede bien claro:
Todo lo que en conjunto es productivo o útil dentro
de la estructura del orden capitalista, puede ser, de
hecho, indispensable para su existencia. Es inútil
decir que los individuos que realizan este tipo de
trabajo pueden ser, y en la mayoría de los casos
son, "ciudadanos destacados", hombres meticulosos
y esforzados que hacen el trabajo cotidiano por el
sociedad afectada por residuos feudales. En estas
circunstancias, la adhesión al principio de valuación del
mercado forza a los economistas a la posición algo ridícula
de criticar el estado de cosas existente con el punto de
vista no histórico e irreal de Mises, Hayek, Knight y otros de
esta escuela, o bien a la incómoda necesidad de torcer y
doblar el "principio" cuando sostienen la utilidad y
esencialidad de diversas actividades en vista de su
contribución "indirecta" al producto corriente o por su
esencialidad para la preservación y funcionamiento del
sistema capitalista como un todo.

64
salario diario. De ahí que su clasificación como
"trabajadores improductivos" no implique ni oprobio
moral ni cualquier otra afrenta. Como sucede muy
frecuentemente, gente bien intencionada puede no
sólo no lograr lo que quería, sino obtener el
resultado opuesto, si está obligada a vivir y a
trabajar en un sistema cuyo timón está fuera de su
control.
Como puede verse fácilmente, la delimitación y
medición de esta porción improductiva del esfuerzo
económico total de la nación, no puede intentarse
por la aplicación de una fórmula simple. Hablando
en términos generales, está constituido por todo el
trabajo que da por resultado la producción de
bienes y servicios cuya demanda puede atribuirse a
condiciones y relaciones específicas del sistema
capitalista y la que no existiría en una sociedad
ordenada racionalmente. Por consiguiente, buena
parte de esos trabajadores improductivos están ocu-
pados en fabricar armamentos, artículos de lujo de
todas clases, objetos de ostentación conspicua y de
distinción social. Otros son funcionarios
gubernamentales, miembros del cuerpo militar,
clérigos, abogados, especialistas en evasión fiscal,
expertos en relaciones públicas, etc. Otros grupos
más de trabajadores improductivos son los agentes
de publicidad, los corredores de bolsa,
comerciantes, especuladores y similares. Un
ejemplo particularmente bueno es el dado por
Schumpeter, uno de los pocos economistas
contemporáneos que no se contentó con especular
al nivel de la "inteligencia práctica", sino que intentó
elevarse a cierto entendimiento del proceso
histórico:

Una parte considerable del trabajo social efectuado


por los abogados, se dedica a la lucha de los negocios
en contra del estado y sus órganos... en una sociedad
socialista no habría necesidad ni lugar para esta parte
de la actividad legal. El ahorro resultante no es medido
65
satisfactoriamente por los honorarios de los abogados
que están ocupados en eso. Éstos no son dignos de
consideración. Pero no puede decirse lo mismo de la
pérdida social que representa una utilización tan
improductiva de muchos de los mejores cerebros.
Considerando cuán terrible-mente escasos son los
buenos cerebros, su traslado a otros empleos puede ser
de una importancia más que infinitesimal.21

Es esencial recordar que el trabajo improductivo,


tal como se ha definido, no está ligado directamente
con el proceso de producción esencial y está
mantenido por una parte del excedente económico
de la sociedad. Sin embargo, esta característica la
comparte con otro grupo de trabajadores que no
caen dentro de nuestra definición de trabajo
improductivo. Los hombres de ciencia, los médicos,
artistas, profesores y gente con ocupación
semejante, viven del excedente económico, pero
tienen un trabajo cuya demanda, lejos de
desaparecer, se multiplicaría e intensificaría a un
grado sin precedente en una sociedad ordenada de
forma racional. De ahí que, si bien desde el punto de
vista de la medición del excedente económico total
generado corrientemente por la sociedad, es
perfectamente apropiado incluir a estos
trabajadores dentro de la clase de individuos
mantenidos por el excedente económico, parezca
aconsejable considerarlos separadamente, si lo que
se está buscando es valuar la magnitud del
excedente potencialmente obtenible para una
utilización racional. "El trabajo puede ser necesario
sin ser productivo."22
Esta distinción se hace particularmente útil
cuando se consideran no sólo las posibilidades de
crecimiento económico, sino también la transición

21J. A. Schumpeter, Capitalism, Socialism and Democracy


(Nueva York, 1950), p. 198.

66
del capitalismo al socialismo. Porque lo que antes se
ha definido como trabajo improductivo, está
condenado a desaparecer gradualmente cuando una
sociedad socialista avanza hacia el comunismo. De
hecho, algunas clases de trabajadores
improductivos se eliminan inmediatamente con la
introducción de una economía planificada, en tanto
que otras permanecen por períodos considerables
en los sistemas que están en transición del
capitalismo al comunismo, como es el caso,
digamos, de la U.R.S.S. Puede decirse que el grado
en que ha sido abolido el trabajo improductivo —
según nuestra definición—, la medida en que se
prescinde de instituciones tales como el ejército, la
Iglesia, etc., y la intensidad en que los recursos así
liberados se han dirigido hacia el adelanto del
bienestar humano, representan el índice particular
más importante del progreso de una sociedad
socialista hacia el comunismo.
Por otra parte, el grupo de trabajadores que está
mantenido por el excedente económico y no está
abarcado por nuestra definición de trabajo
improductivo, se amplía grandemente con el
desarrollo de una sociedad socialista. Como predijo
Marx, la parte del producto total "...que se destine a
satisfacer necesidades colectivas tales como
escuelas, instituciones sanitarias, etc... desde el
primer momento... aumentará considerablemente
en comparación con la sociedad actual y seguirá
aumentando proporcionalmente en la medida en
que la nueva sociedad se desarrolle... [en tanto que]
los costos generales de administración que no
pertenezcan a la producción... serán, desde el
primer momento, considerablemente reducidos en
comparación con los de la sociedad actual e irán
reduciéndose en proporción, a medida en que la
22Marx, Grundrisse der Kritik der Politischen Ökonomie
(Rohentwurf), Berlín, 1953, p. 432.

67
nueva sociedad se desarrolle".23 De ahí que los
recursos usados para el mantenimiento de aquellos
individuos que gravitan sobre el excedente
económico de la sociedad, pero que no están
incluidos en el trabajo improductivo, tal como yo lo
definí, no puedan considerarse como representando
una reserva potencial disponible para objetivos de
desarrollo económico.
Repitiendo; si se hace caso omiso de las
dificultades que puedan encontrarse al intentar
medir con precisión el volumen de trabajo
improductivo que se efectúa en una economía capi-
talista, la naturaleza de esta tarea, en tiempos de
emergencia, no es menos clara que la necesidad de
restringir, y aun de eliminar, el consumo no
esencial. Los trabajadores improductivos son
enrolados en el ejército, en tanto que se aplaza el
de los trabajadores productivos. Las bolsas de
trabajo tratan de desplazar gente de las
ocupaciones improductivas hacia las productivas.
Las juntas de racionamiento expiden distintas
cartillas a individuos con ocupaciones diferentes,
recibiendo los trabajadores productivos un
tratamiento privilegiado.
La tercera forma en la cual el excedente
económico potencial está oculto en la economía
capitalista, no es más compleja conceptualmente,
aunque es quizá más difícil de medir. El desperdicio
y la irracionalidad de la organización productiva, que
corresponden a esta categoría, pueden observarse
en numerosos ejemplos, teniendo como resultado
una producción notoriamente inferior de la que
podría obtenerse con el mismo insumo de recursos
humanos y materiales. Está en primer término, la
existencia (y reproducción continua) de un exceso
23Marx, Critique of the Gotha Program, en los Selected
Works de Marx y Engels (Moscú, 1949-1950), vol. II, pp. 20
ss.

68
de capacidad que absorbe, improductivamente, una
porción importante de la inversión corriente. No nos
referimos aquí a la planta, equipo y la mano de obra
que están reducidos a la ociosidad en los períodos
de depresión. Esto lo trataremos posteriormente. Lo
que estamos considerando ahora, es la capacidad
física que permanece sin utilizar, aun en años de
prosperidad, no sólo en las industrias en decadencia
sino también en las que están en expansión.24
La Brookings Institution realizó una investigación
sobre el exceso de capacidad en los Estados Unidos
en el período 1925-1929.25 En ella se define la
"capacidad" de una industria como la producción
que podría obtenerse a lo largo de una jornada de
trabajo con el número de turnos que se utilizan
ordinariamente en ella, y con las normas adecuadas
de mantenimiento de la planta —es decir, tomando
en consideración las suspensiones de trabajo
necesarias para reparaciones, etc.—. Las plantas
que están cerradas han sido excluidas, de modo que
ellas no se consideran en el exceso de capacidad. La
capacidad así definida (en forma conservadora) es,
por lo tanto, menor que la "capacidad estimada"
que habitualmente dan las estadísticas y que se
basa en cálculos técnicos. La Brookings Institution
24Dicho sea de paso, en una economía racionalmente
planificada, no es necesario que exista un exceso de
capacidad prolongado, aun en las industrias en decadencia,
esto es, en aquellas industrias que se enfrentan a una
reducción de la demanda para sus productos. La conversión
oportuna de esas capacidades hacia la producción de otros
bienes, puede reducir tal exceso de capacidad al mínimo.

25America's Capacity to Produce and America's Capacity to


Consume (Washington, 1934). Para una excelente síntesis
de este estudio, cf. J. Steindl, Maturity and Stagnation in
American Capitalism (Oxford, 1952), pp. 4 ss., del cual se
han tomado algunas frases del texto de arriba.

69
descubrió que "en general... en los años de 1925 a
1929, las instalaciones disponibles fueron utilizadas
entre un 80 y 83% de su capacidad".26 El estudio
previene que "probablemente no toda la
productividad adicional que se indica como posible
en las cifras antes citadas hubiese podido ser
obtenida, pues existían grandes diferencias en la
capacidad potencial de las distintas ramas de la
industria y, si cada industria hubiese trabajado a su
capacidad total, sin lugar a duda se habrían apilado
rápidamente enormes excedentes de algunos
bienes".27
Sin embargo, como se dan cuenta los autores del
estudio, "si los nuevos esfuerzos productivos se
dirigiesen hacia la coordinación de las diversas
industrias", esta desproporcionalidad, aunque no se
eliminaría totalmente, podría reducirse en una gran
medida. No estiman el monto del producto que
hubiese podido obtenerse de existir tal
coordinación. Pero, aun en ausencia de ésta, hubiera
sido posible lograr "un producto 19 % mayor del que
se obtuvo. Expresado en términos de dinero, este
aumento en la productividad se hubiese aproximado
a 15 mil millones de dólares", es decir, casi un 20 %
del ingreso nacional de 1929.
Durante el período de la postguerra no se han
realizado estudios de alcance similar sobre este
problema. Sin embargo, y a juzgar por los datos
dispersos de que se dispone, parece ser que el
exceso de capacidad en la industria americana
asumió proporciones gigantescas, aun en los años
de prosperidad sin precedente que siguieron a la
segunda Guerra Mundial. Las estimaciones de un
26America's Capacity to Produce and America's Capacity to
Consume (Washington, 1934), p. 31.

27 Ibid.

70
investigador, sugieren que sólo un 55 % de la
capacidad (conservadoramente estimada) se estaba
utilizando en el auge del año 1952.28 Esto no incluye
las prodigiosas cantidades de víveres cuya
producción se impide por diversos programas de
control o que se dejan echar a perder, se destruyen
o sirven para alimentar animales.
Todas las estimaciones de la capacidad (y del
exceso de capacidad) son muy dudosas. Además de
adolecer de lo inadecuado de la información
estadística básica, dependen de la definición que se
adopta de capacidad, del grado de utilización
"normal" que se supone y de la medida en la que se
toman en cuenta las consideraciones de mercado,
demanda y ganancias para decidir acerca de la
magnitud del excedente. Sin embargo, no debe
permitirse que las dificultades encontradas en la
medición de un fenómeno oscurezcan la existencia
del fenómeno mismo; de cualquier forma, estas
dificultades no importan en el contexto presente, en
el cual nuestro propósito no es valorar la magnitud
del excedente económico potencial en un país en
particular y en un tiempo dado, sino simplemente
esbozar las formas en que existe.
El desperdicio de recursos que causan diversos
aspectos de monopolio y de competencia
monopólica es perceptible con igual claridad. Nunca
ha sido analizado totalmente el excedente
económico potencial de este rubro, aunque sus
componentes se han mencionado a menudo en la
literatura económica. En primer lugar y quizá en el
más importante, está la producción que no ha
llegado a materializarse por la subutilización de las
economías en gran escala que causa la
diferenciación irracional de los bienes. Nadie, que yo
sepa, ha intentado calcular el ahorro total que se
28Lewis H. Robb, "Industrial Capacity and Its Utilization",
Science & Socieíy (Otoño de 1953), pp. 318-325.

71
obtendría si se uniformara la presentación de un
gran número de artículos que sólo son distintos de
nombre y si su producción se concentrase en las
plantas que fuesen técnica y económicamente las
más eficientes. Bien sea que observemos los
automóviles y otros bienes de consumo durable,
como refrigeradores, estufas, artículos eléctricos,
etc., o bien que pensemos en productos como
jabones, pastas de dientes, artículos textiles,
zapatos o alimentos para el desayuno, poca duda
puede haber acerca de que la uniformación y la
producción en masa pueden disminuir
considerablemente los costos unitarios de
producción. Claro está que podremos encontrar
ejemplos en donde una sola empresa, en condicio-
nes de monopolio, opere con plantas cuyo tamaño
es técnicamente el óptimo, es decir, donde ya no
puedan realizarse mayores economías en gran
escala con el estado actual de la técnica. Sin
embargo, existen razones suficientes para creer que
tales casos son relativamente raros y que son las
limitaciones del mercado para las marcas
individuales, y las del capital disponible para las
empresas individuales, las que explican el hecho de
que haya plantas cuyo tamaño es menor (y con
frecuencia mucho menor), de lo que sería racional.
La continua existencia y proliferación de empresas
pequeñas, ineficaces y redundantes —no sólo en la
industria sino en particular en la agricultura, en la
distribución y en la venta de servicios—, se traduce
en un desperdicio de recursos humanos y materiales
cuya magnitud difícilmente puede determinarse en

72
su totalidad.29
La multiplicación de las instalaciones y el derroche
de recursos provocado por la pequeñez irracional de
las empresas, tiene su contrapartida en el
desperdicio que hacen los gigantes monopolistas,
los cuales, protegidos por sus posiciones de mono-
polio, no necesitan molestarse por reducir al mínimo
sus costos ni en aumentar al máximo su eficacia. A
este respecto, tenemos que considerar lo elevado
de los llamados costos generales fijos de las
grandes empresas, con sus meteóricas cuentas de
gastos, con los exorbitantes salarios que se pagan a
funcionarios que no contribuyen a la producción de
la empresa, pero que obtienen sus ingresos gracias
a la fuerza de sus conexiones financieras, a su
influencia personal o a sus rasgos característicos
que los adaptan particularmente a la política de las
corporaciones.
Tampoco debe dejar de considerarse el activo
potencial imponderable, pero quizá el más valioso,
que está siendo sistemáticamente desperdiciado por
las empresas monopolistas, a saber, la pulverización
del material humano en el molino degradante,
corruptor y desmoralizador del vasto imperio de las
corporaciones; el hombre y la mujer comunes cuya
educación y desenvolvimiento están siendo torcidos
y mutilados por estar expuestos al efecto continuo
de la producción, la propaganda y los esfuerzos de
29Aunque en condiciones de emergencia, sólo una parte
relativamente pequeña de este tipo de excedente
económico potencial se aprovecha realmente, lo hecho en
algunas ocasiones basta, cuando menos, para indicar las
dimensiones del problema involucrado. Los incrementos en
la producción obtenidos durante la guerra, simplemente por
la concentración de la producción en plantas enormes y por
la eliminación de los casos más flagrantes de duplicación,
transportación irracional e ineficacia, fueron muy
impresionantes tanto en los Estados Unidos como en la
Gran Bretaña y Alemania.

73
venta de las grandes empresas.30
Todavía más esquivo es el beneficio que podría
obtener la sociedad de la investigación científica, si
su dirección y explotación no estuviesen sometidas
al control de empresas en busca de ganancias o de
gobiernos orientados hacia la producción de
armamentos.31
Aunque en condiciones de emergencia, sólo una

30Y no es que Babbit —el participante más apto en la


"brutal" lucha competitiva por la supervivencia—, a quien
idolatran algunos economistas liberales y algunas
anticuadas Cámaras de Comercio, sea un ser humano más
atractivo que el hombre "moderno" descrito por David
Riesman en The Lonely Crowd, por C. Wright Mills en White
Collar: The American Middle Classes, por T. K. Quinn, en
Giant Business. En realidad, no se podría confiar en el
futuro de la raza humana si no hubiese otra alternativa que
la de escoger entre estos dos tipos.

31 "Sabemos que, bajo los acuerdos internacionales de


cartel, las patentes sirven frecuentemente no como
incentivo para la inversión sino más bien como un
instrumento para limitar la producción, establecer zonas de
mercado restringidas, reducir la tasa de progreso técnico,
fijar los precios, etc. Sabemos que la unión realizada en la
preguerra, entre la Standard Oil y la I. G. Farben, retardó
seriamente el desarrollo de la industria del hule sintético en
los Estados Unidos. Sabemos que las concesiones de la
Standard a la Farben estaban motivadas, en gran medida,
por el deseo de impedir que se usaran las patentes de
gasolina sintética fuera de Alemania. Sabemos que los
arreglos de la Dupont con la I. C. I. tuvieron como resultado
un reparto de los mercados mundiales más que un
desarrollo dinámico y competitivo de los mismos... las
investigaciones han mostrado... que cuando Dupont
descubrió un pigmento que podía ser utilizado tanto en las
pinturas como en el teñido de textiles, el director de uno de
sus laboratorios de investigación escribió: "Será necesario
un mayor trabajo para agregar contaminantes a los colores
'Monstral' de modo que sean inapropiados para los textiles
pero satisfactorios para las pinturas." Los estudios
muestran el esfuerzo de investigación de la Rohm & Haas
74
parte relativamente pequeña de este tipo de
excedente económico potencial se aprovecha
realmente, lo hecho en algunas ocasiones basta,
cuando menos, para indicar las dimensiones del
problema involucrado. Los incrementos en la
producción obtenidos durante la guerra,
simplemente por la concentración de la producción
en plantas enormes y por la eliminación de los casos
más flagrantes de duplicación, transportación
irracional e ineficacia, fueron muy impresionantes
tanto en los Estados Unidos como en la Gran
Bretaña y Alemania.
Esta clase de administración y patrocinio del
trabajo científico, influye fuertemente en su
perspectiva general, su elección de temas y los
métodos que emplea. Obstaculiza y deforma el
desarrollo de la ciencia, desmoralizando y
desorientando a los investigadores al quitarles los
estímulos genuinos para el trabajo creador.
Simultáneamente, la utilización que se hace de los
adelantos logrados por ella, limita severamente los
beneficios que se obtienen del progreso científico.
Trátese de la energía atómica y de los servicios
públicos, de la substitución de materiales o bien de
los procesos de producción, abundan las pruebas de
que el empleo productivo de las posibilidades
técnicas está seria y frecuentemente paralizado por
los intereses de aquellos que financian la
investigación técnica.
Esta miríada de formas —más o menos fáciles de
identificar— en las que el excedente económico se

para descubrir un contaminante que hiciese al metil


metacrilato apto para usarse como polvo de moldeo
comercial, pero inadecuado como ingrediente para las
dentaduras. Los estudios nos dicen del esfuerzo heroico del
Departamento de Investigación de la General Electric para
reducir la duración de los acumuladores, etc." Walter
Adams, American Economic Review (mayo de 1954), p. 191.

75
oculta en la compleja telaraña de la economía
capitalista, nunca ha sido sometida a una
investigación sistemática y menos aún a una
valuación estadística. Los economistas en el pasado
no dejaron de apuntar el desperdicio y la
irracionalidad que afectan al orden capitalista. Sin
embargo, los trataron como fricciones e
imperfecciones del sistema que podían superarse
por reformas adecuadas, o bien los consideraron
como residuos anacrónicos del pasado que podían
desaparecer en el curso del desarrollo capitalista.
Posteriormente, cuando se hizo cada vez más obvio
que el desperdicio y la irracionalidad, lejos de ser
taras fortuitas del capitalismo, están ligados a su
esencia misma, se ha puesto de moda menospreciar
la importancia de todo el problema, considerándolo
como un "asunto secundario" que no tiene ninguna
trascendencia para nuestra era de abundancia.32
En nuestro catálogo de las formas en que se
oculta el excedente económico potencial en la
economía capitalista, el último, pero no el menos
importante, es el cuarto rubro. Éste es el producto
que se pierde para la sociedad por el desempleo de
recursos humanos y materiales, causado, en parte,
por la falta de coordinación de las instalaciones
productivas, pero principalmente por la insuficiencia
de la demanda efectiva. Aunque es muy difícil, si no
es que imposible, desenredar estas dos causas de
desempleo, atribuyendo a cada una la parte de que
es responsable, es de gran utilidad, para propósitos
de análisis, mantenerlas claramente separadas. La

32Este enfoque, originalmente sugerido por Schumpeter, ha


sido ampliamente difundido por J. K. Galbraith en su libro
American Capitalism (Boston, 1952). En él leemos: "...la
ineficacia social de las comunidades ricas crece con el
incremento de su riqueza, el cual es tan grande que hace
posible que esta ineficacia no tenga ninguna consecuencia"
p. 103.

76
falta de coordinación de las instalaciones
productivas, comúnmente llamada en la ciencia
económica desempleo "friccionar', fue tratada sucin-
tamente con anterioridad. Se presenta como un
desplazamiento de obreros ocasionado por cambios
en la composición de la demanda del mercado o por
la introducción de diversas invenciones que ahorran
trabajo, y que van acompañadas de la reducción de
la planta y del equipo productivos. Aunque la mano
de obra y las instalaciones involucradas son
susceptibles de aprovecharse y, por consiguiente,
reintegrarlas al proceso productivo, tal conversión,
si es que tiene lugar, se realiza en la economía
capitalista con gran retardo y despilfarro, aun en las
circunstancias más favorables. En condiciones de
planificación racional, es posible que no pueda
evitarse totalmente este tipo de pérdidas; sin
embargo, podrían reducirse en gran medida.
Aún más importante es el desempleo ocasionado
por la insuficiencia de la demanda efectiva y que es,
después de los gastos militares, la causa particular
de mayor peso para la existencia continua de una
amplia brecha entre el excedente real y el potencial.
Afecta tanto a la mano de obra susceptible de
ocuparse, cuanto a las instalaciones productivas que
pueden utilizarse y, aunque cambia de intensidad
de período a período, inmoviliza una gran
proporción de los recursos humanos y materiales de
que se dispone. El impacto de este desempleo
continuo de la potencialidad productiva no se
aprecia en forma adecuada por la valuación y
totalización de las diferencias existentes entre la
producción en tiempos de prosperidad y la
correspondiente a épocas de depresión. En primer
lugar, este procedimiento omite la existencia de un
desempleo considerable de fuerza de trabajo y de
capacidad productiva, aun en aquellos períodos de
llamada ocupación plena y, en segundo lugar, pasa
por alto que, aun en tiempos de prosperidad, la
producción es más baja de lo que podría ser si las
77
empresas no estuviesen obligadas a tener en cuenta
los años malos y los años buenos y a efectuar
ajustes de acuerdo con sus planes de producción y
de inversión. De ahí que las estimaciones que se
basan únicamente en la comparación de los
productos en las distintas fases del ciclo económico,
subestimen necesariamente el volumen de
producción que se pierde por las fluctuaciones en el
nivel de empleo.
Sin embargo, aun tales estimaciones —
conservadoras como son— dan una imagen
bastante ilustrativa del volumen del excedente
económico potencial imputable al desempleo
masivo. Por ejemplo, Isador Lubin, miembro en
aquel entonces de la Comisión de Estadísticas del
Trabajo del Departamento del Trabajo de los Estados
Unidos, expresó, en su declaración en las audiencias
del Temporary National Economic Committee (1º de
diciembre de 1938), lo siguiente: "Suponiendo una
población laborante de la magnitud de la que existía
en 1929, ustedes observarán que, si se suma al
empleo perdido en los años de 1930 a 1938 el
número total de años-hombre desperdiciados
durante ese período, la cifra total asciende a
43.435,000. Para expresarlo en otra forma, si los
que trabajaron en 1929 hubieran continuado en su
empleo durante los últimos nueve años, todos los
que ahora estamos trabajando podríamos tomar
unas vacaciones de un año y dos meses y la pérdida
en el ingreso nacional no sería mayor de lo que en
realidad ha sido." 33 En términos del ingreso nacional
computado a precios de 1929, la pérdida total fue
de 133 mil millones de dólares (comparada con un
ingreso nacional de $ 81 mil millones en 1929).34
Este desempleo de la mano de obra estuvo
acompañado de un excedente de la capacidad de
TNEC Investigation of Concentrationi of Economic Power,
33
Hearings, Part 1 (Washington, 1939), p. 12.

78
las instalaciones productivas, que ascendió, en total,
a un 20 % "en su máximo" (es decir, en 1929) y a
"más de un tercio" en la época de las audiencias,
esto es, en 1938.35 Debe recordarse que las
estimaciones de Lubin están basadas en el supuesto
de que la población laborante permaneció constante
de 1929 a 1938 y que la productividad también se
mantuvo inalterable durante todo el período. De
hecho, como él mismo se dio cuenta, la población
trabajadora se incrementó en seis millones y, por
otra parte, la producción per cápita pudo haber
crecido a las tasas usuales, suponiendo condiciones
económicas más o menos prósperas. Tomando en
cuenta este incremento de la mano de obra
susceptible de ocuparse y considerando que las
tasas de crecimiento que se observaron en los años
de la década de los veintes, podría suponerse que
prevalecerían durante la década de los treintas, "el
Dr. L. H. Bean, del Departamento de Agricultura, ha
estimado que la pérdida en el ingreso nacional des-
de 1929 ha sido de 293 mil millones de dólares".36
Estas estimaciones se hicieron hasta 1938, porque
en ese año se efectuaron las audiencias. Las
condiciones de desempleo que allí se describen
continuaron hasta el estallido de la segunda Guerra
Mundial. La movilización para la guerra demostró,
en forma todavía más convincente que todos los
cómputos estadísticos, la magnitud de la
potencialidad productiva de la economía nor-
teamericana que había estado inactiva. Como es
bien sabido, durante los años de guerra, los Estados
34 Ibid., p. 16.

35 Ibid., p. 77.

36 Ibid., Declaración de León Henderson, p. 159.

79
Unidos no sólo fueron capaces de reclutar un cuerpo
militar que comprendía más de doce millones de
hombres, de producir una cantidad fabulosa de
armamentos y de abastecer ampliamente a sus
aliados con alimentos y otros bienes, sino también
de incrementar, al mismo tiempo, el consumo de su
población civil. En otras palabras, toda la guerra —la
mayor y más costosa de la historia— fue sostenida
por los Estados Unidos con la movilización de una
parte de su excedente económico potencial.
Es evidente que el desperdicio que provoca el
desempleo no es un fenómeno exclusivo de los
Estados Unidos ni tiene únicamente un interés
histórico. Puede ser observado fácilmente en los
tiempos actuales y ha sido característico de toda la
historia del capitalismo. Aunque su magnitud ha
sido distinta en diversos países y en diferentes
épocas, siempre ha mantenido a la producción total
muy por abajo de lo que podría haberse alcanzado
en una sociedad organizada de manera racional. El
impacto del desempleo tampoco se expresa
correctamente por ninguna medición de la
producción no materializada. Nadie puede estimar
los beneficios que hubiese obtenido la sociedad si la
energía, la capacidad de trabajo y el genio creador
de los millones de desocupados, hubiesen sido
empleados para fines productivos.

IV

Si el excedente económico potencial es una


categoría de gran interés científico para el
entendimiento de la irracionalidad del orden
capitalista y tiene un enorme significado práctico
para una sociedad capitalista en condiciones de
emergencia o que se enfrenta a la necesidad del
desarrollo económico, el excedente económico
planificado es importante únicamente para la
planeación económica cabal del régimen socialista.
Este tipo de excedente es la diferencia entre el
80
producto "óptimo" que puede obtener la sociedad
en un ambiente natural y técnico históricamente
dado y en condiciones de una utilización planeada
"óptima" de todos los recursos productivos dis-
ponibles, y el volumen "óptimo" de consumo que se
elige. El significado y contenido de los "óptimos"
involucrados, son esencialmente distintos de los que
se ligan a esta noción en la economía burguesa. No
reflejan una configuración de la producción y del
consumo determinada por consideraciones de
ganancia de las empresas individuales, por la
distribución del ingreso, los gustos y las presiones
sociales de un orden capitalista; representan el
juicio sereno de una comunidad socialista guiada
por la razón y la ciencia. De ahí que, en lo que
respecta a la utilización de los recursos, implique
una racionalización de gran alcance del aparato
productivo de la sociedad (liquidación de las
unidades de producción ineficaces, máximas eco-
nomías de gran escala, etc.) la eliminación de las
diferencias entre los productos redundantes, la
abolición del trabajo improductivo (como se definió
previamente), una política científica de conservación
de los recursos humanos y naturales, etc. Estos
"óptimos" no presuponen elevar al máximo la
producción que podría lograrse en un país en un
tiempo dado. Pueden estar asociados a una
producción inferior a la máxima, en virtud de una
reducción voluntaria de la jornada de trabajo, de un
incremento en el tiempo dedicado a la educación,
de la supresión consciente de algunos tipos nocivos
de producción (las minas de carbón por ejemplo). Lo
que importa es que el volumen de producción no
estará determinado por el resultado fortuito de un
número de decisiones no coordinadas de los
empresarios individuales y de las grandes
empresas, sino por un plan racional que expresará
lo que la sociedad quiera producir, consumir,

81
ahorrar e invertir en un tiempo dado.37
Más aún, la asignación "óptima" de los recursos en
una economía socialista no requiere de manera
alguna la reducción del consumo a lo esencial.
Puede y debe estar asociada a un nivel de consumo
mucho más alto que lo que el criterio de
esencialidad pueda sugerir. Repitiendo, lo decisivo
es que el nivel de consumo y, por lo tanto, también
el volumen del excedente real que se genera, no
estará determinado por el mecanismo de la
elevación al máximo de las ganancias sino por un
plan racional que reflejará las preferencias de la
sociedad respecto al consumo corriente frente al
consumo futuro. Por lo tanto, el excedente
económico en el socialismo puede ser mayor o me-
37 El hecho de que una economía planificada pueda eliminar
fácilmente la irracionalidad más notoria del sistema
capitalista —el desempleo causado por una demanda
insuficiente— es mostrado en forma muy sucinta por M.
Kalecki: Es útil considerar cuál sería el efecto de una
reducción de la inversión en un sistema socialista. Los
trabajadores liberados de la producción de bienes de
inversión serian empleados en industrias productoras de
bienes de consumo. La oferta incrementada de estos bienes
sería absorbida por una reducción de sus precios. Puesto
que las ganancias de las industrias socialistas serían iguales
a la inversión, los precios tendrían que reducirse hasta el
punto en que el descenso de las ganancias fuese igual a la
baja en el valor de la inversión. En otras palabras, la
ocupación plena se mantendría a través de la reducción de
los precios con relación a los costos. En cambio, en el
sistema capitalista la relación precio-costo... se mantiene y
las ganancias descienden en la misma cantidad que la
inversión más el consumo de los capitalistas, a través de la
contracción de la producción y del empleo. Es, en verdad,
paradójico, que en tanto los apologistas del capitalismo
consideran habitualmente al 'mecanismo de los precios'
como la mayor ventaja del sistema capitalista, la
flexibilidad de los precios pruebe ser un rasgo característico
de la economía socialista." Theory of Economic Dynamics
(Londres, 1954), pp. 62 ss.

82
nor que el excedente económico real en el
capitalismo o aun llegar a cero si la sociedad opta
por abstenerse de toda inversión neta. Dependerá
de la etapa que se haya alcanzado en el proceso
histórico, del grado de desarrollo de los recursos
productivos y de la estructura y crecimiento de las
necesidades humanas.
Esto es todo por lo que respecta a nuestros
primitivos instrumentos. Tratemos ahora de usarlos
en algún material histórico.

83
84
CAPÍTULO III

ESTANCAMIENTO Y DESARROLLO DEL CAPITALISMO


MONOPOLISTA (I)

Como se sugirió anteriormente, la tasa y la


dirección del desarrollo económico de un país en un
tiempo dado depende tanto de la magnitud como
del modo de utilización del excedente económico.
Éstos, a su vez, están determinados por (y recí-
procamente determinan) el grado de desarrollo de
las fuerzas productivas, la correspondiente
estructura de las relaciones socioeconómicas y el
sistema de apropiación del excedente económico
que entrañan las relaciones. De hecho, como Marx
lo apuntó:

... La forma económica específica en que se extrae el


excedente del trabajo no pagado de los productores
directos, determina la relación entre dirigentes y
dirigidos, tal como surge directamente de la producción
y a su vez, influye en ella como un elemento
determinante... siempre es la relación directa de los
propietarios de los medios de producción con los
productores directos la que revela el secreto más
íntimo, los cimientos más ocultos, de toda la estructura
social... la forma de esta relación entre dirigentes y
dirigidos corresponde siempre a una etapa definida del
desarrollo del trabajo y de su productividad social. Esto
no impide que una misma base económica muestre, en
apariencia, variaciones infinitas y graduaciones
diversas aunque sus condiciones fundamentales son, en
todas partes, las mismas.38

38 El
Capital, vol. III, p. 919 (ed. Kerr). El autor ha cambiado
algunas palabras donde le pareció inapropiada la
traducción.)

85
Sería una tarea fascinante seguir la evolución de
la magnitud del excedente económico y de la forma
como se ha utilizado en el curso del desarrollo
precapitalista. El material necesario podría
integrarse con los escritos disponibles de an-
tropología y de historia, y su examen sistemático
significaría un adelanto para proporcionar el tan
urgentemente necesitado principio de organización
para un análisis significativo de la historia
económica y social. Es obvio que tal tarea no puede
ni siquiera intentarse dentro de los límites del
presente ensayo. Bástenos subrayar que la
transición del feudalismo al capitalismo representó
un cambio radical en el método de obtención y en el
modo de utilización del excedente económico y, por
lo tanto, en su magnitud.39 Los economistas clásicos
se dieron perfectamente cuenta de esta implicación
crucial del orden capitalista ascendente; de hecho,
vieron su principal raison d'étre en la capacidad
para promover un rápido progreso económico, no
sólo por la elevación al máximo del excedente
económico, con un nivel dado de producción y
productividad —a pesar de todo, este problema se
resolvía también en el feudalismo—, sino
principalmente por su utilización racional y
productiva.
En el orden económico que surgió de la
decadencia del feudalismo, captado en sus rasgos
más esenciales por los grandes economistas
clásicos, aparecieron enormes posibilidades para la
inversión en gran escala en las instalaciones
productivas. El empeño de los empresarios
individuales —ahora operando en un ambiente
socioeconómico distinto, libres de las antiguas

39Al igual que el cambio de la esclavitud a la servidumbre


—la base del orden feudal— que se efectuó al final de la
antigüedad, constituyó un punto de referencia muy
importante del desarrollo económico y social.

86
restricciones y capacitados para dar rienda suelta a
su incansable afán de ganancias— para "avanzar",
para acumular y ampliar sus empresas,
forzosamente serviría de motor a la expansión de la
producción total. La competencia forzaría cons-
tantemente a los hombres de empresa tanto a
mejorar sus métodos de producción, a promover el
progreso técnico y a darle aplicación completa a sus
resultados, como a incrementar y diversificar su
producción. Como todos los recursos productivos
tenderían a estar empleados útilmente —y la reduc-
ción de los costos se convertiría en la preocupación
más importante de los capitalistas en busca de la
elevación al máximo de sus ganancias—, el
despilfarro y la irracionalidad serían eliminados del
proceso productivo. El funcionamiento de la Ley de
Say cuidaría que el producto total encontrase
normalmente una demanda adecuada; los
"desajustes fricciónales" que pudieran surgir a
causa de un cambio técnico o de una modificación
en los gustos, serían simplemente "males de
crecimiento" de amplitud casi nula y no muy
peligrosos en sus repercusiones. De hecho, los
ajustes del aparato productivo a las exigencias
cambiantes de la sociedad y la eliminación de
tiempo en tiempo de las unidades atrasadas e
ineficaces, no serían sino crisis cortas que tendrían
un efecto benéfico, ya que promoverían un progreso
general y facilitarían la supervivencia de los más
aptos.
De esta máxima producción, la mayor parte
debería constituir el excedente económico. La
competencia entre los obreros impediría que
aumentasen los salarios por encima del mínimo de
subsistencia y que consumieran las ganancias —la
forma característica en la cual aparecería el
excedente económico de una sociedad capitalista

87
—.40 No habría, por lo tanto, ningún peligro de que la
demanda de trabajo —acumulación de capital— se
excediera a la oferta del mismo. Podría confiarse en
que el incremento de la población presionaría al
mercado de trabajo e impediría cualquier expansión
de la parte del producto que absorbe el "fondo de
salarios".
En un orden capitalista competitivo tampoco
deberían caber los trabajadores "improductivos" que
no contribuyesen a la acumulación del capital. No
debería permitirse a los grandes séquitos de las
cortes feudales, con su modo de vida extravagante,
ni a los patricios medievales, con sus comodidades y
sus lujos, el continuar usurpando el excedente
económico.41 El culto de Dios debería hacerse
menos costoso: los ritos modestos y sencillos de un

40"El precio natural del trabajo es aquel que es necesario


para permitir a los trabajadores, uno con otro, subsistir y
perpetuar su raza, sin que haya ni incremento ni
disminución." D. Ricardo, Principies of Polítical Economy
and Taxation (ed. Everyman's Library), p. 53. Dice también:
"Si los salarios no varían, las ganancias de los industriales
permanecerán iguales, pero si... los salarios aumentan...
sus ganancias deberán disminuir necesariamente." Ibid., p.
64.

41"Por lo general, el gasto de un gran señor alimenta más


gente ociosa que industriosa. El mercader rico, aunque con
su capital mantiene solamente gente industriosa, por sus
gastos, esto es, por el empleo de sus ingresos, alimenta
generalmente a la misma especie de gente que el gran
señor." Adam Smith, Wealth of Nations (ed. Modern Library),
p. 317. Es interesante hacer notar que para Adam Smith "el
mercader rico" es todavía una figura del pasado feudal y no
un héroe del orden capitalista excedente. Este papel se lo
reserva el empresario agrícola e industrial, para el cual el
sentido de la existencia está dado por la acumulación del
capital y su utilización lucrativa, más que por una vida
regalada.

88
clero humilde, frugalmente mantenido por sus
congregaciones, deberían substituir a la pompa y
circunstancia organizadas por la jerarquía refinada y
rica de la Iglesia Católica Romana o de la Iglesia
Oficial.
En forma similar, los grandes costos de venta, los
gastos enormes en propaganda, los excesos de
capacidad, los departamentos legales o de
relaciones públicas, no entraban en el modelo de
una economía que se pensaba iba a estar compues-
ta de empresas relativamente pequeñas que
producían bienes más o menos intercambiables y
homogéneos. Habría necesidad, es verdad, de
algunos trabajadores improductivos (banqueros,
corredores de bolsa, comerciantes), pero, una vez
integrados en el sistema capitalista, jugarían un
papel totalmente distinto comparados a los de la
sociedad feudal. No sólo ayudarían a generar el
excedente económico, sino que la porción de éste
que les correspondería como recompensa por los
servicios prestados, sería acumulada en su mayor
parte en vez de ser consumida. De hecho, al
apropiarse de una parte del ingreso real de las
masas, haciéndolas absorber algo del costo de sus
operaciones, harían una contribución independiente
a la formación de capital más que a la disminución
de éste.42
Todavía más importante era la restricción prevista,
si no es que la desaparición, de lo que entonces se
consideraba como uno de los succionadores más
voraces del excedente económico, a saber, la red
gubernamental corrupta, dispendiosa e ineficaz que
databa de la era feudal. Probablemente, en nada

42Cuando se opera en un medio más capitalista que feudal,


los banqueros facilitarán la formación de capital, en parte al
centralizar los pequeños ahorros y en parte, al extraer de la
población un excedente económico adicional por medio de
la inflación.

89
fueron los economistas clásicos tan francos e
insistentes como en este punto. "La mayor
importancia y presunción... de los reyes y los
ministros, es pretender vigilar la economía de los
particulares y restringir su gasto... todos ellos son
siempre, y sin ninguna excepción, los dilapiladores
más grandes que existen en la sociedad. Que vigilen
bien su propio gasto y podrán confiar
tranquilamente en que los particulares harán lo
mismo."43 En una sociedad dedicada a la elevación
al máximo del excedente económico, a su utilización
racional, todo lo que el Estado debería hacer era
abstenerse de interferir en la formación de capital,
no cobrando impuestos excesivos, dejando de
entrometerse en los asuntos sociales de subsidiar a
los pobres y reduciendo notoriamente el número de
trabajadores improductivos mantenidos por recursos
que, de otra manera, formarían parte del excedente
económico real.44 Sería de la incumbencia del
Estado el salvaguardar la ley y el orden y,
posiblemente, pudiese ser invocado para proteger
los mercados, las fuentes de abastecimiento y las
oportunidades de inversión en el exterior. Pero no se

43 Adam Smith, op. cit., p. 329

44 "La tendencia clara y directa de las leyes para los


pobres... no es, como benévolamente pretendió la
legislatura, mejorar la condición de los pobres, sino
deteriorar la condición tanto de los pobres como de los
ricos; en vez de hacer al pobre rico, están calculadas para
hacer al rico, pobre; y mientras estas leyes estén en vigor,
está en el orden natura} de las cosas, que el fondo para el
mantenimiento de los pobres aumentará progresivamente
hasta que haya absorbido todo el ingreso neto de este
país." D. Ricardo, op. cit., p. 88. La aversión de la burguesía
clásica por el militarismo y los gastos militares, fue
subrayada por Schumpeter en Capitalism, Socialism, and
Democracy (Nueva York, 1950), p. 122.

90
esperaba que estas actividades gubernamentales
asumiesen mayores proporciones ni que estuviesen
asociadas con gastos muy grandes.
Sin embargo, debería cumplirse con una condición
más, si se quería que el máximo excedente
económico disponible proporcionase las mayores
tasas de crecimiento. Esta condición es la
frugalidad y el deseo de invertir por parte del nuevo
receptor del excedente económico, es decir, del
empresario capitalista.
Había buenas razones para esperar que esta
condición se cumpliese. En primer lugar, el
mecanismo competitivo obligaría al empresario a
acumular, ya que sólo con una reinversión continua
de sus ganancias en innovaciones que redujesen el
costo, podían esperar mantenerse en la lucha
competitiva. Podía considerarse como seguro que no
habría escasez de descubrimientos técnicos. No sólo
eran casi infinitas las perspectivas potenciales del
adelanto científico, sino que también podía
confiarse en que el interés de las empresas en
obtener costos más bajos, en fabricar nuevos
productos y en la posibilidad de utilizar nuevos
materiales, pondría de manifiesto el ingenio
científico y la inventiva técnica.
En segundo lugar, el ascenso de los miembros de
la clase empresaria desde sus humildes orígenes
hasta la riqueza y el poder, era explicado por su
propensión al trabajo asiduo y al ahorro. Se
consideraba probable —con fundamento en la so-
ciología y la caracterología— que conservaran el
modo de vida que los había llevado a triunfos
espectaculares y les había asegurado un status
social que nunca antes habían disfrutado.
En tercer lugar, el advenimiento de lo que Weber y
Sombart llamaron "el espíritu capitalista" —y al cual
de hecho le atribuyen el génesis del capitalismo

91
moderno—,45 junto con la aceptación de la ética
puritana, estableció un sistema de valores sociales
en el cual la frugalidad y el deseo de acumular
fueron elevados a la posición de mérito supremo y
virtud principal.46 La relación íntima entre el
nacimiento del protestantismo y del puritanismo por
una parte y el génesis y desarrollo del capitalismo
por la otra —una relación que se expresa no sólo en
los cambios profundos de la ideología dominante,
sino también en la reducción drástica de la parte del
excedente económico absorbida por la Iglesia—,
relación cuyo descubrimiento se atribuye
habitualmente a Weber, fue claramente apuntada
por Marx. "El culto del dinero implica su propio
acetismo, su propio sacrificio, su propia
renunciación; exige la parsimonia y la frugalidad, el
desprecio de las satisfacciones temporales, mun-
danas y transitorias; implica el esfuerzo por lograr
un tesoro eterno. De ahí la Conexión que existe
entre el lucro y el puritanismo inglés y el
protestantismo holandés."47
La única nube negra que flotaba sobre el claro
panorama del progreso económico era el miedo a
"los rendimientos decrecientes" de la agricultura, los
que, al elevar los costos de los alimentos,
provocarían la elevación del costo de aquellos
bienes que constituían el mínimo de subsistencia
para los trabajadores. El resultado sería un
incremento continuo de los ingresos de la clase
45Dicho sea de paso, el desarrollo del cálculo racional y de
la contabilidad, en el que tanto énfasis pusieron Weber y
Sombart, ya en 1847 había sido apuntado por Marx como
un factor importante del crecimiento de la cultura burguesa.
"La burguesía es demasiado instruida, demasiado
calculadora para compartir los prejuicios del señor feudal y
hacer alarde de la brillantez de su séquito. Las condiciones
de existencia de la burguesía, la obligan a calcular." "Wage
Labor and Capital", en las Selected Works de Marx y Engels
(Moscú, 1949-1950), vol. I. p. 91.

92
terrateniente y, por lo tanto, una presión continua
sobre las ganancias, fuente principal de la
acumulación de capital. "El interés del señor feudal
está opuesto siempre al del consumidor y al del
industrial", advirtió Ricardo.48 Y la lucha en contra
del señor feudal —el que, como dueño parásito de la
tierra y sin contribuir en nada al proceso de
producción, se apoderaría de una parte creciente
del excedente económico y lo dilapidaría para fines
no productivos— se convirtió en el interés principal
46 "¿Es una mera coincidencia o es una consecuencia, el que
la orgullosa profesión de espiritualidad hecha por los
cuáqueros haya ido de la mano con la astucia y el tacto en
la transacción de los asuntos mundanos? La piedad
verdadera favorece el éxito de un mercader al asegurar su
integridad y fortalecer los hábitos de prudencia y previsión,
que son condiciones importantes para obtener la posición y
el crédito que en el mundo comercial, son requisito para la
acumulación constante de la riqueza." G. A. Rowntree,
Quakerism, Past and Present (Londres, 1859), p. 85. O bien:
"En pocas palabras, el camino a la riqueza, si se la desea,
es tan llano como el camino a la plaza. Depende
principalmente de dos palabras: frugalidad y laboriosidad;
es decir, no desperdicies el tiempo ni el dinero; haz el mejor
uso de ambos. Sin industriosidad y frugalidad nada se hará
y con ellas se hará todo. Aquel que obtiene honestamente
todo lo que puede y ahorra todo lo que obtiene
(exceptuando los gastos necesarios), seguramente se hará
rico si el Ser que gobierna al mundo, a quien todos deben
pedir su bendición en los manejos honestos, no dispone con
su sabia providencia de otra forma." Benjamín Franklin,
Works (ed. Jared Sparks, Boston, 1840), vol. II, pp. 87 ss.

47Marx, Grundrisse der Kritik der Politischen Ökonomie


(Rohent-wurf). (Berlín, 1953), p. 143 (subrayado en el
original).

48Principies of Political Economy and Taxation (ed.


Everyman's Library), p. 225.

93
de la clase capitalista, de la cual Ricardo fue uno de
sus portavoces más destacados.
No fue sino hasta una generación después de la
publicación de los Principios de Ricardo, cuando el
progreso técnico de la agricultura y la apertura de
los enormes recursos agrícolas de ultramar disipó
los temores sobre la lentitud e insuficiencia del
crecimiento de la productividad en la agricultura.
Para entonces, el aristocrático terrateniente de
antaño estaba despojado de su propiedad por su
incapacidad para "no excederse en sus gastos" y
pagar sus deudas, o bien, él mismo se había conver-
tido en un empresario capitalista que explotaba su
empresa agrícola en la misma forma en que los
capitalistas urbanos manejaban sus empresas
industriales.49 En esta época, el fervor antifeudal de
la burguesía ascendente sólo inspiraba a algunos
cuantos lunáticos —reformadores sociales,
partidarios del impuesto único—, en tanto que la
gran mayoría de la clase dirigente cerraba filas con
los hacendados (que para entonces tenían ya
intereses en gran medida capitalistas) en un frente
común en contra de la creciente amenaza socialista.
Desde aquel momento, después de que la Comuna
de París había sido ahogada en sangre por la "acción
unida" de todas las clases poseedoras de Europa, y
el movimiento obrero internacional había sufrido
uno de sus retrocesos más serios, nada pareció
oponerse a un progreso económico rápido y
sostenido dentro de la estructura del orden
capitalista. El único problema con el que se
49 "Los Comunes en Inglaterra, el Tiers Etat en Francia y en
general la burguesía del Continente... fue una clase
ahorrativa, en tanto que, en sus últimas etapas, la
aristocracia feudal fue una clase dispendiosa... De ahí que,
gradualmente, los primeros substituyesen a los segundos
como dueños de una gran parte de la tierra." John Stuart
Mill, Principies of Political Economy (Nueva York, 1888), p.
38.

94
enfrentaba la sociedad, era la creación y el manteni-
miento de las instituciones sociales y políticas que
permitiesen funcionar armoniosamente al
mecanismo capitalista, sin disturbios exteriores ni
obstáculos. La mano invisible de Dios conduciría
entonces a la sociedad por ¡os senderos de la
producción creciente, del bienestar en aumento y de
la distribución cada vez más equitativa de los bienes
del mundo.

II

No es necesario señalar que este cuadro del


modus operandi de una economía capitalista —
esbozado tan precipitadamente— es, en el mejor de
los casos, una descripción bastante apologética, y
en gran medida inexacta, incluso de la primitiva
fase competitiva del desarrollo capitalista. No
obstante, vale la pena que la mantengamos ante
nuestros ojos; nos indica, cuando menos de manera
aproximada, los principios esenciales del
mecanismo que en realidad creó las condiciones
para un gran volumen de inversión productiva, un
desarrollo sin precedente de las fuerzas productivas,
un adelanto gigantesco de la técnica y un
importante incrementa de la producción y del
consumo. Más aún, sugiere —aunque sea en forma
indirecta— la naturaleza del proceso que ha llevado
al crecimiento de las grandes empresas —
principales medios para la expansión de la produc-
tividad— y a la evolución del monopolio y del
oligopolio, que son las formas dominantes de la

95
organización económica del capitalismo actual. 50
Por consiguiente, puede servir como un punto de
partida apropiado para el entendimiento de los
rasgos salientes de la fase avanzada y monopolista
del desarrollo capitalista, que es el tópico de este
capítulo y del siguiente.
De hecho, creo que es importante considerar el
grado en que nuestras "condiciones clásicas" para el
desarrollo económico se cumplen en la fase
corriente, monopolista, del capitalismo. ¿Son los
cambios que han ocurrido lo suficientemente
importantes para hacer obsoleto al modelo
competitivo y para producir un desarrollo
económico, político y social del capitalismo
avanzado que difiera sustancialmente del de la
etapa competitiva del capitalismo? ¿Existen ciertas
regularidades en el funcionamiento económico,
social y político del capitalismo monopolista, que
puedan comprenderse mejor con la ayuda de un
marco distinto?
Comencemos por el principio; se recordará que la
primera y quizás más importante de las cuatro
50Esto no quiere decir que no hubiese monopolio durante la
"edad de oro" de la competencia. Por lo contrario, el
monopolio estuvo presente en todas partes desde los inicios
mismos del orden capitalista. Sin embargo, es una falacia
del "modernismo", que se encuentra frecuentemente en los
escritos de historia (tanto política como social y
económica), igualar indiscriminadamente a las instituciones
primitivas con aquellas que existen actualmente en
condiciones distintas. La base y la naturaleza del monopolio
en los siglos XVII y XVIII, lo hicieron un fenómeno bastante
distinto de lo que es ahora. En aquella época, tenía su
origen en las instituciones restrictivas de los gremios
feudales; era generado por la continua recurrencia de
escasez local y temporal, por la inmovilidad de los recursos,
por los deficientes sistemas de comunicación y transporte,
asumiendo la forma de acaparamiento de un mercado débil
y limitado, más que la forma moderna de grandes empresas
que controlan porciones decisivas de una gran producción.

96
condiciones que formulamos previamente —y a la
cual el resto está íntimamente ligada—, es la
utilización plena de todos los recursos productivos
disponibles. En condiciones de una competencia
absoluta, los costos reales y el desperdicio se
suponen reducidos casi a un mínimo y los factores
asignados en tal forma, que aseguren el máximo de
producción. Aunque nunca hubo razón suficiente
para esperar tal elevación al máximo de la
producción en el capitalismo competitivo, en la
actualidad, ni siquiera los apologistas más celosos
del capitalismo querrán sostener que esta condición
está siendo cumplida por la economía capitalista. Lo
que se dijo antes —en el curso de nuestra
argumentación sobre el excedente económico
potencial—, acerca del desempleo, del exceso de
capacidad, de la reducción de la producción
agrícola, etc., basta para mostrar que, con la posible
excepción de los años de guerra, el sistema
capitalista de nuestros días ha estado generando
una producción menor —y frecuentemente mucho
menor— de lo que hubiese sido posible con el
equipo, los recursos naturales y la mano de obra
disponible, suponiendo la división prevaleciente del
tiempo entre el trabajo y el ocio. La búsqueda de la
ventaja individual, la competencia entre los
empresarios, el funcionamiento del mecanismo del
mercado y todos los otros factores que
habitualmente se consideran por los economistas
burgueses como los motores indispensables para el
progreso, produjeron un gran adelanto económico,
pero no permitieron obtener las tasas de
crecimiento que corresponderían al desarrollo de la
técnica, al crecimiento y a la potencialidad creadora
de la población.
La información disponible no permite calcular la
magnitud de la discrepancia que existe entre la
producción real y la potencial en la historia del
capitalismo en distintos países. Por lo tanto, es
imposible tener una medición precisa del grado en
97
que esta brecha se ha incrementado en el
capitalismo monopolista en relación con el
capitalismo competitivo. Todo lo que podemos
estudiar —y aun esto con enormes dificultades— es
la actuación real, es decir, las tasas de crecimiento
que fueron logradas en algunos países. Poco
podemos avanzar en la determinación de lo que
pudo haberse realizado en condiciones de ocupación
plena y de asignación eficaz de los recursos dispo-
nibles.
De ahí que, aunque parezca que las tasas de
crecimiento de la producción per cápita de los
Estados Unidos eran menores antes de la Guerra
Civil que después de ésta,51 debe considerarse que
en aquella época la potencialidad de crecimiento de-
mográfico, económico y técnico, era más pequeña
que en las décadas subsecuentes. Al generarse una
porción mucho mayor de la producción total en los
sectores no capitalistas de la economía (la
agricultura, el artesanado, etc.), la brecha entre la
producción real y la potencial era, probablemente,
mucho más angosta que lo que fue después, cuando
la parte no capitalista de la economía principió su
rápida contracción. Lo que se aplica a los Estados
Unidos tiene aún mayor vigor en los países de
Europa Occidental, donde los sectores no
capitalistas de la economía fueron mayores en un
comienzo y donde el proceso de contracción fue
mucho más lento.
Por otra parte, aparentemente no hay duda entre
los expertos acerca de que las tasas de crecimiento
disminuyeron notoriamente a partir de la Guerra
Civil, es decir, durante el período que comúnmente
se asocia con el capitalismo monopolista o

51Cf. S. Kuznets, National Income, A Summary of Findings


(Nueva York, 1946), p. 33, en donde se cita al libro de R. F.
Martin, National Income in the United States, 1799-1938
como fuente de esta afirmación.

98
avanzado. El incremento del ingreso nacional total
de los Estados Unidos descendió de
aproximadamente un 27 % quinquenal en la primera
parte del período, a cerca del 9 % en su última
parte. Claro está que una parte de esta reducción de
la tasa de desarrollo se relaciona con un menor
aumento del crecimiento demográfico. En los
Estados Unidos, la tasa de incremento de la
población varió aproximadamente del 12 % al 6.5 %
quinquenal del principio al fin del período que siguió
a la Guerra Civil; aun así, la tasa de crecimiento del
ingreso per cápita descendió del 13.5 % a menos
del 3 % quinquenal.52 Por ende, como señala
Kuznets, la tasa de variación de la población puede
ser en sí el resultado del cambio en la tasa del
crecimiento económico.53
Un factor al cual debe atribuirse cierta
responsabilidad independiente en la mayor lentitud
del crecimiento del producto, es la reducción
considerable del número de horas trabajadas
semanalmente que se operó durante ese período.
Esta reducción neutralizó en cierta medida el
incremento de la productividad por hombre-hora,
ocasionando que una parte del incremento potencial
de la producción fuese realmente absorbido en
forma de ocio adicional.54

52S. Kuznets, op. cit., p. 34; Colin Clark presenta varias


estimaciones para otros países avanzados, apuntando todas
en la misma dirección; Cf. sus Conditions of Economic
Progress (2? ed., Londres, 1951), capítulo III.

53 S. Kuznets, op. cit., p. 54.

54Departamento de Comercio de los Estados Unidos, Oficina


del Censo, Historical Statistics of the United States. 1789-
1945 (Washington, 1949), Sección D.

99
Sin embargo, las razones principales de la
disminución registrada en la tasa de crecimiento de
los Estados Unidos y de la lenta expansión que
caracteriza a otros países avanzados durante el
siglo actual, deben buscarse en otra parte. Se en-
cuentran, en primer lugar, en las violentas
fluctuaciones de la actividad económica y de la
ocupación, que distinguen especialmente a la última
parte del período, siendo la baja tasa de formación
de capital a la vez la causa y el efecto de estas fluc-
tuaciones.55
Repitiendo; aunque no hay una base satisfactoria
para comparar la magnitud de la discrepancia entre
la producción real y la potencial en el siglo XIX y en
el siglo XX, parece ser que ésta se ha agrandado
considerablemente. Es posible que, durante el
período competitivo, los altibajos de la actividad
económica hayan sido más frecuentes y su
aparición y desaparición más dramática; sin
embargo, existen muchas pruebas que respaldan el
punto de vista según el cual la pérdida total de pro-
ducción respecto al total posible que pudo haberse
obtenido, provocada por el desempleo, la capacidad
no utilizada, las restricciones a la producción, etc.,
ha sido mucho mayor en el siglo presente que
durante el anterior.56 Si se hiciesen cálculos
55 Cf. S. Kuznets, op. cit., p. 58 y pp. 61 ss.

56 Aunque tales generalizaciones son obviamente


arriesgadas, puede decirse que si en el siglo XIX las
fluctuaciones económicas asumieron esencialmente la
forma de movimientos de precios, en el siglo XX, se mani-
fiestan fundamentalmente por variaciones en el nivel de la
producción Esto también se relaciona claramente con el
incremento de la proporción que representa la producción
industrial dentro del producto total. En este caso, la
producción industrial reacciona ante los cambios en la de-
manda, en forma bastante distinta de como lo hace
típicamente la producción agrícola.

100
similares a los realizados por el Dr. Luis Bean —
respecto a la década de los treintas en los Estados
Unidos— para todo el período en que ha existido el
capitalismo monopolista, la estimación resultante de
la brecha total entre lo que pudo haber sido
producido y la producción efectuada en realidad,
alcanzaría cifras astronómicas. Por consiguiente,
nuestra primera condición apenas si se ha cumplido
en el curso del desarrollo capitalista. No fue
observada durante su etapa competitiva y ha
estado cada vez más lejos de realizarse en su fase
monopolista avanzada.

III

El caso es más complejo y un tanto distinto en


nuestra segunda condición. Ésta exigía, como se
recordará, un nivel de salarios (y correlativamente,
un nivel de consumo masivo) tal, que el excedente
económico obtenible del ingreso total generado en
condiciones de ocupación fuese el mayor posible,
pudiendo, por consiguiente, ser utilizado para la
acumulación de capital. Al intentar determinar,
cuando menos en forma aproximada, el grado en
que se ha cumplido esta condición en las distintas
fases del desarrollo capitalista, debemos seguir te-
niendo en cuenta lo que se ha dicho sobre el
cumplimiento de la primera condición. Como en
realidad la producción máxima sólo se obtuvo
esporádicamente en el curso del desarrollo
capitalista —con una subproducción más
pronunciada en el capitalismo avanzado que en el
competitivo—, el excedente económico fue
necesariamente mucho menor de lo que pudo haber
sido en condiciones de ocupación plena. Además,
debemos tener una idea clara del significado
específico de los conceptos tales como "mayor
excedente económico posible y
complementariamente, "menor nivel posible de

101
salarios y de consumo masivo", que son los que
permiten la generación del excedente máximo en
una producción máxima. Dentro de la estructura
general de la ciencia económica clásica, difícilmente
surgían estos problemas; se daba por supuesta la
producción a niveles de ocupación plena y se
pensaba que los salarios (y el consumo masivo)
tenderían hacia un "mínimo de subsistencia". El
mínimo de subsistencia representaba, por lo tanto,
un tope por abajo del cual los salarios no podían
descender por un período largo y constituía un
límite efectivo a la magnitud del excedente
económico posible.
Sin embargo, los hechos históricos nos muestran
que, en realidad, el mínimo de subsistencia no es, ni
con mucho, el tope supuesto; es más bien una
escalera mecánica que está en continuo
movimiento, y no puede haber duda de que lo que
se ha considerado como el "mínimo de subsistencia"
de un período dado —cuando menos en los países
capitalistas avanzados— ha sido una cantidad
creciente de bienes y servicios. En tales
circunstancias, la hipótesis de que en el capitalismo
los salarios oscilan alrededor del mínimo de
subsistencia no nos lleva muy lejos. Esto puede
afirmarse respecto a cualquier nivel de salarios y de
consumo, es decir, aun cuando los niveles de vida
estuviesen mejorando notoriamente y aunque el
excedente económico estuviese declinando. En
otras palabras, la validez de esta hipótesis no puede
ser ni probada ni refutada con base en los anales
históricos. Cualquiera que haya sido el nivel de
salarios y de consumo masivo de un período dado,
éste puede hacerse coincidir —por definición— con
el "mínimo de subsistencia" de ese período.57
57Es por esta razón que la teoría del mínimo de
subsistencia en los salarios no puede ser fincada en
comparaciones entre los salarios ganados en realidad y los
diversos "mínimos de subsistencia" o "presupuestos
mínimos", como los que han sido computados por el Heller
102
El que el enfoque del mínimo de subsistencia no
nos proporcione una definición fácil del máximo
excedente económico posible o del nivel más bajo
posible de salarios (y de consumo masivo), no
significa que estemos totalmente perdidos ni que no
exista solución para nuestro problema. De hecho, no
necesitamos preocuparnos de los factores que
determinan el tamaño absoluto del excedente
económico o el volumen absoluto de los salarios (y
del consumo masivo).58 Lo esencial para nuestros
propósitos es saber si existe alguna relación
determinante entre las porciones relativas del
ingreso que corresponden al excedente económico y
al consumo masivo respectivamente. Tal relación
indudablemente existe; aunque con serias
divergencias sobre la explicación del fenómeno, los
economistas están de acuerdo en su mayoría, en
que existen límites para la porción del producto
disponible para salarios (y consumo masivo) al igual
que para la parte que constituye el excedente
Committee ior Research in Social Economics de la
Universidad de California y otras organizaciones. Aunque
tales comparaciones son importantes e ilustrativas cuando
lo que se busca es un cuadro del nivel de vida prevaleciente
y del nivel de bienestar económico logrado por la masa de
la población, no pueden usarse como argumentos para
apoyar el punto de vista de que los salarios están más
altos, más bajos o en el mínimo de subsistencia. Una rápida
ojeada al "presupuesto mínimo" del Heller Committee, por
ejemplo, muestra fácilmente que lo que allí se describe no
era, con seguridad, el mínimo de subsistencia que tenía en
cuenta, digamos, Ricardo, o el que "disfrutaron" los
trabajadores ingleses o norteamericanos hace un siglo o
aun hace cincuenta años.

58Éstos dependen de una multitud de circunstancias


históricas, geográficas y demográficas que influyen en el
desarrollo económico y el estado de la productividad de un
país en cualquier tiempo.

103
económico. Como quiera que sea, la presencia de
tales límites es todo lo que se requiere para darle un
significado histórico concreto a las nociones de
"mayor excedente económico posible" y de monto
más bajo posible" de salarios (y del consumo
masivo) en cualquier volumen dado del producto
total.
Podemos, por lo tanto, volver a nuestro problema
original: ¿Cómo se ha comportado nuestra segunda
condición de crecimiento en la historia del
capitalismo? Aunque los estudios estadísticos de la
distribución del ingreso por clases que se han
efectuado, difieren un poco en cuanto a las
estimaciones específicas, existen pruebas
abundantes de que dicha distribución ha mostrado
una estabilidad notable durante todo el período para
el que existe información. Los datos reunidos por
Kalecki muestran una sorprendente constancia de la
participación del trabajo en la producción total del
Reino Unido durante el período 1899-1938;
constancia que, según otros estudiosos del
problema, no fue turbada ni aun en los años de
postguerra, bajo un gobierno laborista.59
59Hasta un ferviente partidario de las posibilidades de un
"Estado Benefactor" como John Strachey, declara que "en
los últimos 15 años [la parte de los asalariados dentro del
ingreso nacional] pudo haber aumentado nuevamente pero
quizá tan sólo lo suficiente para regresarla al nivel de
1860". "Marxism Revisited", New Statesman and Nation
(1953), p. 537. Contrariamente a los puntos de vista
sostenidos con frecuencia, una redistribución del ingreso tal
como la que se efectuó en la Gran Bretaña después de la
guerra, a consecuencia de la política económica del
gobierno laborista, no tuvo influencia en la participación del
trabajo dentro del ingreso nacional. "Los gastos sociales
para la salud y la alimentación... han sido neutralizados
ampliamente por los mayores impuestos sobre el tabaco, la
cerveza y otras compras, de tal forma que los asalariados
no han obtenido ningún beneficio neto de estos subsidios."
Clark Kerr, "Trade Unionism and Distributive Shares",
American Economía Review (mayo de 1954), p. 291, en
donde se cita el artículo de Findlay Weaver "Taxation and
104
Para los Estados Unidos, las conclusiones a que
han llegado diversos investigadores son menos
uniformes. Mientras algunos de ellos mantienen que
"se observa una ligera pero definida tendencia al
alza de la participación del trabajo dentro del
producto de los Estados Unidos",60 otros consideran
que, en realidad, no ha habido tal mejoramiento o
aun que la participación del trabajo tiende a
disminuir. De acuerdo con los cálculos de Kuznets, la
participación de los trabajadores dentro de la
producción de 1949 era una quinta parte menor que
en 1939.61 El Economic Report of the President to
Congress (enero de 1953) afirma: "Los incrementos
en el ingreso real disponible por persona, durante el
período de postguerra, han sido relativamente
pequeños... A este respecto, es interesante hacer
notar... que contrariamente a la impresión general,
si se toma el período en su conjunto, las ganancias-
hora promedio de las ramas industriales, ajustadas
a los cambios de los precios al menudeo, no sólo no
han crecido con mayor rapidez que los aumentos
reales de la productividad ocurridos en la economía
sino que, aparentemente, se han rezagado bastante
(p. 111).
Claro está que estas discrepancias en los

Redistribution in the United Kingdom", Review of Economics


and Statistics (mayo de 1950) como fuente para esta
afirmación. Cf. también A. A. Rogow, "Taxation and Fair
Shares Under the Labour Governments", Canadian Journal
of Economics and Political Science (mayo de 1955).

60Colin Clark, Conditions of Economic Progress (2? ed.,


Londres, 1951), p. 524.

61Citado por Víctor Perlo, en The Income Revolution (Nueva


York), 1954), p. 54.

105
resultados de las investigaciones pueden deberse a
diferencias en los puntos de partida. En un caso es
la tendencia a largo plazo la que está en estudio; en
el otro se enfoca la atención en las variaciones a
corto plazo, ligadas a los cambios en el nivel de
precios, de ingresos y de ocupación. Además, es
importante considerar que, cualquier pequeña
ganancia que haya podido obtener la participación
de los asalariados en el curso de los últimos 50
años, en su mayor parte, no se debió a un alivio de
la posición relativa de la clase obrera, sino a su
expansión a través de la absorción de pequeños
empresarios, artesanos, etc., que habían sido
independientes anteriormente.62 La parte del ingre-
so que corresponde a las ganancias quedó sin
afectar. Esta situación se describe muy bien en un
estudio reciente: "...durante los últimos veinticinco
años, en varias ramas industriales de características
distintas, se han producido grandes incrementos de
los salarios —tanto en los períodos de depresión
como en los de sobre-ocupación— sin que hayan
llegado a ocasionar una disminución importante en
la participación de las ganancias... La potencialidad
de distribuir las ganancias es muy pequeña en tanto
los productores sigan siendo libres de ajustar sus
precios, sus técnicas y su ocupación, a fin de prote-
ger sus utilidades",63
Pero, el hecho de que en el curso de las cinco o
siete últimas décadas —que es el período que
comúnmente se asocia al capitalismo monopolista—
la participación relativa del ingreso total que
62"Los empresarios autoempleados constituían en 1880 el
36.9 % de los trabajadores ocupados, pero sólo el 18.8 %
en 1939. De una gran importancia para el tema, es la
decadencia del empresario independiente. Los empresarios
no agrícolas descendieron del 8 % en 1880 al 6 % en 1939."
House of Representatives, Committee on Small Business,
United States Vs. Economic Concentration and Monopoly
(Washington, 1949), p. 96.

106
corresponde al trabajo haya permanecido
generalmente estable (o registrando sólo pequeñas
fluctuaciones), deja sin resolver el problema de si
hubo algún cambio con relación al capitalismo
competitivo. Que yo sepa, no existe una respuesta
estadística a esta pregunta; ningún estudio
comparable con los antes mencionados, parece
haber sido viable en la segunda mitad del siglo XVIII
ni en los tres primeros cuartos del siglo XIX. Sin
embargo, en el terreno de la especulación, es
permisible suponer que no ha habido cambios
importantes en la participación relativa de los
salarios (y del consumo masivo) dentro del ingreso
nacional. La evolución de las grandes empresas, del
monopolio y del oligopolio, que principió en el último
cuarto del siglo pasado, ha venido ganando impulso
desde entonces, perturbando un segmento cada vez
mayor del sistema económico. Coma esta
ampliación y profundización de la influencia del
monopolio que se ha operado durante los últimos
cincuenta u ochenta años, no parece haber
deprimido notoriamente la porción correspondiente
al trabajo, puede suponerse que el surgimiento de
las empresas monopolistas tampoco provocó una
declinación de esta especie. Este razonamiento se
encuentra reforzado por consideraciones teóricas.
Éstas fueron claramente formuladas por Marx: "El
precio de monopolio de algunas mercancías no haría
sino transferir a las mercancías (con el precio de
monopolio) una parte de la ganancia de los otros
productores de mercancías. Se produciría indirec-
tamente una perturbación local en la distribución de
la plusvalía entre las distintas ramas de la
producción, pero el límite de la plusvalía quedaría

63Harold M. Levinson, "Collective Bargaining and Income


Distribu-tion", American Economic Review (mayo de 1954),
pp. 314-316.

107
intacto."64 Lo que esto sugiere, es que la expansión
de las grandes empresas y de los monopolios
afectará principalmente la distribución de las ganan-
cias entre las empresas capitalistas más que la
participación relativa de las ganancias totales en el
ingreso nacional. En las palabras de Kalecki, "El
aumento del grado de monopolio, ocasionado por la
expansión de las grandes empresas, da lugar a que
una parte considerable del ingreso total sea
absorbido por las industrias que dominan dichas
corporaciones, en detrimento de las otras industrias;
en esta forma, el ingreso se redistribuye de las
pequeñas a las grandes empresas."65 Sobre esto
existen pruebas abundantes.
Puesto que es legítimo suponer que la
concentración de las ganancias está estrechamente
ligada a la concentración de los activos (al igual que
a la de ventas y a la de ocupación), la tendencia
básica está fuera de discusión. "Es claro... que ha
habido una tendencia al alza, más o menos
constante, en la concentración del control ejercido
por las grandes corporaciones. De ahí que las
doscientas corporaciones no financieras más
grandes, incrementasen su importancia relativa
desde poseer la tercera parte de los activos en
1909, al 48 % en 1929 y al 55 % en los primeros
64Marx, El Capital (ed. Kerr), p. 1003. Como Marx dice en la
misma página, esto no significa que no exista la tendencia
de los monopolios a disminuir el ingreso de los obreros
como consumidores. Sin embargo, si de todas formas la
parte del ingreso correspondiente al trabajo tiene una
estabilidad considerable, esta estabilidad puede deberse en
gran medida a los esfuerzos de los sindicatos para
neutralizar las presiones del monopolio y mantener los
salarios en una cierta relación con los precios y las
ganancias.

65 Theory of Economic Dynamics (Londres, 1954), p. 18.

108
años de la década de los treintas." 66 Aunque no se
han hecho para el período de postguerra estudios
comparables a los de los años anteriores a ésta, no
puede haber duda de que el movimiento de fusión
en gran escala que se ha estado efectuando desde
el final de la segunda Guerra Mundial ha fortalecido
la posición de un pequeño y poderoso grupo de
corporaciones.67 Observando la poca información
directa que existe sobre la distribución de las
ganancias, se tiene exactamente la misma
impresión. En 1923, las 1,026 corporaciones más
grandes —0.26 % de todas las corporaciones
inscritas en el Bureau of Internal Revenue— recibían
el 47.9 % de todas las ganancias netas de las
corporaciones. En 1951 —último año del cual se
tienen datos publicados—, 1,373 corporaciones
(0.23 % del total) recibieron el 54 % de las
ganancias netas totales de las corporaciones, y de
éstas, 747 (0.12 % de todas las corporaciones)
obtuvieron el 46.5 % del total de ganancias netas.68
De hecho, las tasas de concentración, tanto de los
activos como de las ganancias, subestiman en
mucho la parte del total que está controlada por un
reducido grupo de empresas. Muchas corporaciones
que se declaran independientes, están en realidad
íntimamente ligadas por compañías tenedoras de

66Smaller War Plants Corporation, Economic Concentration


and World War II (Washington, 1946), p. 6.

Federal Trade Commission, Report on the Merger


67
Movement (Washington, 1948).

68Para el año de 1923, véase Statistics of Income, United


States Treasury Department, Burean of Internal Revenue, p.
118; para 1951, véase Statistics of Income, Preliminary
Report, p. 41.

109
acciones, accionistas comunes, juntas directivas
entrelazadas, etc.69
Empero, se cree frecuentemente —una creencia
diligentemente nutrida por diversas publicaciones
que emanan de fuentes obvias— que la
concentración de las ganancias en manos de un
pequeño número de empresas tiene poca
importancia, puesto que estas empresas
gigantescas pueden a su vez ser poseídas por un
número muy grande de individuos. Sin embargo,
este cuadro de una democracia de accionistas no es
más que un mito. Como lo han mostrado diversos
estudios, el control de las pocas corporaciones que
tienen la parte del león de los activos y obtienen, en
consecuencia, una porción mayor de las ganancias
totales, corresponde a un pequeño número de
individuos, los cuales reciben el grueso de las
ganancias distribuidas.70 Esto se refleja plenamente
69Para la situación de la preguerra, véase el excelente
estudio de Paul M. Sweezy, Interest Groups in the American
Economy, publicado originalmente como el apéndice 13 de
la primera parte del libro Structure of the American
Economy del National Resources Committee y reciente-
mente reeditado en el libro The Present as History (Nueva
York, 1953), pp. 158 ss., del propio Sweezy.

70Cf. Share Ownership in the United States (Washington,


1952) de la Brookings Institution, en el cual se exagera la
importancia del hecho de que aproximadamente seis y
medio millones de norteamericanos posean en promedio
cuatro acciones de los stocks de propiedad pública. Pero,
también allí, se reconoce —aunque en forma mucho menos
conspicua— que el 2.3 % de todos los accionistas de las
corporaciones industriales, poseen el 57 % del total de
acciones de dichas corporaciones. En el terreno de los
servicios públicos, el 1 % de los accionistas posee el 46 %
de todas las acciones. En las compañías financieras y de
inversión, el 3 % de los accionistas controla el 53 % del
número de acciones; en los transportes el 1.5 % de los
accionistas tiene el 56 % del stock. Un cuadro similar del
período de preguerra se da en el libro de M. Taitel, Profits,
110
en la distribución del ingreso personal y de los
ahorros, como puede verse en los recientes estudios
que han sido efectuados por el Federal Reserve
Board, el Michigan Survey Research Center y un
grupo de economistas de la Harvard Graduate
School oí Business. Revisando este material, Víctor
Perlo llega a la conclusión de que, "si se promedia
su parte de ganancias no distribuidas y de ahorros
individuales, queda claro que el 1 % posee entre el
50 y 55 % de todos los ahorros, considerando los
individuales y los de las corporaciones".71
Tratemos ahora de resumir esta breve exposición
de la segunda condición "clásica" del crecimiento.
Aunque en el capitalismo monopolista el excedente
económico es mucho mayor en términos absolutos
que en el capitalismo competitivo, es notoriamente
inferior al mayor excedente posible, definiendo a
este último como la diferencia entre la producción
en condiciones de ocupación plena y algún nivel
mínimo de subsistencia fisiológica del consumo
masivo. Sin embargo, el excedente económico
generado por el capitalismo monopolista, es el más
grande posible en el único sentido importante de la
noción, esto es, tomando en cuenta el nivel
prevaleciente de producción, el mecanismo del
mercado responsable de la distribución del ingreso
en el capitalismo, así como el ascenso más o menos
constante de las normas convencionales de sub-
sistencia.72 En este terreno, la diferencia principal
Productive activities and New Investment, TNC. Monografía
Nº 12 (Washington, 1941).

71 The Income Revolution (Nueva York, 1954), p. 58.

72Gestionando este mejoramiento de lo que se considera


socialmente como el nivel mínimo de vida, los sindicatos
han jugado su papel más importante. La acción de éstos ha
tenido mucho que ver con el crecimiento de la
111
entre el capitalismo monopolista y el competitivo, se
encuentra en la distribución del excedente
económico entre sus receptores. Así como la
transición del feudalismo al capitalismo competitivo
condujo no sólo a una vasta expansión del
excedente económico, sino también a la
transferencia de una gran parte de éste de las
manos del señor feudal a las del empresario capi-
talista, la transición del capitalismo competitivo al
monopolista, ha tenido un resultado similar, al
aumentar fabulosamente el volumen absoluto del
excedente económico y al trasladar el control que
sobre éste se tenía, de los capitalistas relativamente
pequeños a unas cuantas corporaciones
gigantescas.

IV

Por consiguiente, con el crecimiento y propagación


de las grandes empresas, del monopolio y del
oligopolio, la distribución del excedente económico
se ha hecho incomparablemente más desigual que
en la época de las pequeñas empresas compe-
titivas; la concentración resultante de los activos y
de las ganancias en manos de un pequeño grupo de
gigantescos consorcios (y del pequeño círculo de
capitalistas que controla a éstos), adquiere una
importancia preponderante cuando consideramos
las demás condiciones "clásicas" del crecimiento.
Éstas son, en primer término, la elevación al
máximo, no sólo del excedente económico, sino
también de la parte de éste disponible para la
reinversión en los negocios —en otras palabras, la
frugalidad y la austeridad en el gasto por parte de

productividad y del producto total. Al elevar el precio del


trabajo han estimulado la introducción de inventos que
ahorran trabajo y fomentan la expansión del progreso
técnico.

112
sus receptores—; y en segundo lugar, la
disponibilidad de suficientes oportunidades para su
inversión lucrativa. Basta con una simple ojeada al
desarrollo económico reciente (y a la literatura
económica), para observar que es aquí donde el
capitalismo monopolista se ha alejado más del
período competitivo.
Respecto a la primera de las dos condiciones, las
cosas han tomado un giro algo paradójico. En la
actualidad, el capitalista individual se ha apartado
mucho de la forma de vida de sus antecesores
puritanos; la frugalidad, la sobriedad y la inexorable
renunciación, difícilmente pueden considerarse en la
actualidad como las características sobresalientes
de él y de su esposa. Sin embargo, la resultante
esencial de la sobriedad del capitalista individual,
todavía se sigue obteniendo en el capitalismo
monopolista, aunque en una forma radicalmente
distinta. La impresionante desigualdad de la
distribución de las ganancias, hace que sólo una
porción relativamente pequeña del excedente
económico total se oriente hacia el consumo de los
capitalistas. En condiciones de ocupación plena, de
una gran producción y un vasto excedente
económico, la pequenez de esta parte se hace aún
más pronunciada. Por consiguiente, la proporción
del excedente económico que es retenida por las
corporaciones y está disponible para la inversión, no
es tan sólo grande sino que se incrementa
notoriamente en períodos de prosperidad.73
La situación es mucho más compleja cuando se
aborda el otro aspecto del problema, es decir,
cuando no se considera el volumen del excedente
económico y la necesidad de oportunidades de
inversión, sino la demanda de capital acumulado y
73Esto es un principio importante de la llamada "Teoría del
Sub-consumo". Para un juicio sobre ella, véase la página
108.

113
la disponibilidad de inversiones lucrativas. De
hecho, tendremos que detenernos un poco más en
este aspecto del problema.
Durante mucho tiempo, la ciencia económica
apenas si ligaba el desarrollo de las grandes
empresas, del monopolio y del oligopolio, con el
problema de las oportunidades de inversión y con la
existencia de una demanda de los fondos
disponibles para la inversión que pudiese absorber
el excedente económico generado en condiciones
de ocupación plena. Como se suponía que
prevalecían nuestras condiciones "clásicas", es
decir, se consideraba como válida la Ley de Say, la
utilización del excedente económico difícilmente
aparentaba ser un problema. Se daba por sentado
que el excedente que obtenía el empresario
capitalista —monopolista o de otra forma— se
reinvertía en la empresa, impulsando con esta
inversión el progreso económico. De hecho, en tanto
fuese mayor dicho excedente, más rápido sería el
crecimiento de la productividad y de la producción.
Por eso, aun admitiendo la posibilidad de que un
excedente excesivo redujera indebidamente el
consumo corriente a favor del consumo futuro, no
se consideraba prudente inmiscuirse en el tamaño
de ese excedente. El reducirlo, podía hacer menos
atractiva la inversión para aquellos que estaban en
posición de invertir, provocando así el descenso de
la inversión (y un retardo del progreso económico)
totalmente desproporcionado al beneficio temporal
asegurado por el incremento original del consumo.
De ahí que, la preocupación de algunos escritores
por el volumen de un excedente económico que
consideraban demasiado grande, su insistencia en
frenar una acumulación "excesiva" de capital y sus
quejas respecto al "subconsumo", fuesen tomadas
como una sobrestimación algo miope del presente
con respecto al futuro, que, aunque mostraba una
loable piedad hacia sus prójimos menesterosos,
difícilmente reflejaba una justa apreciación de los
114
cánones de la ciencia económica ortodoxa.
Esto no quiere decir que la proliferación del
monopolio y la magnitud de sus ganancias dejaran
de preocupar a los economistas. Por lo contrario, en
el último cuarto del siglo XIX y en el primero del
siglo XX, los economistas de los países capitalistas
avanzados se preocuparon grandemente por la cre-
ciente importancia de las empresas monopolistas y
oligopolistas. Sin embargo, la economía académica
—reflejando su formación y sus antecedentes de
clase media, expresando la frustración creciente y la
ansiedad de los pequeños empresarios competitivos
que, de buena o mala gana, contemplaban
impotentes el avance gigantesco de su gran rival
monopolista— fue incapaz de asumir una posición
históricamente previsora acerca del crecimiento de
las grandes empresas. Por consiguiente, todos los
ataques que se lanzaron en contra del monopolio, se
inspiraron en la teoría de la competencia perfecta —
la perfecta ideología de las pequeñas empresas—,
criticando fundamentalmente los efectos
desastrosos que las grandes empresas introdujeron
al distorsionar el orden "óptimo" que se esperaba
surgiese del reino del mercado libre. Identificando
los intereses de los pequeños empresarios con los
intereses de la sociedad como un todo,74 su
denuncia del monopolio acusaba a éste de
distorsionar la distribución "óptima" del ingreso,
aunque lo que realmente estaba en juego era el
efecto de los monopolios en la distribución de las
ganancias. Los críticos del monopolio, impulsados
tanto por el miedo como por la envidia, lapidaban la
política de precios y de producción monopolista,
acusándola de abatir el bienestar del consumidor,
aunque lo que estaba casi siempre a discusión era
la superioridad competitiva de la gran empresa.
74Cf. Lee Benson, Merchants, Farmers, and Railroads
(Cambridge, Massachusetts, 1955).

115
Ante el ascenso espectacular de los monopolios al
poder y a la influencia social, sus enemigos lo
vituperaban por constituir una amenaza a la libertad
y a la democracia de la entidad política, aunque lo
que se atacaba era la amenaza que representaba
para el ascendiente inicial que había tenido el
pequeño empresario en la sociedad capitalista.
Preocupados por la conservación del statu quo,
tratando de aferrarse al mejor de los mundos po-
sible, no pensando jamás en términos de cambio
histórico y de desarrollo, esta hostilidad pequeño
burguesa hacia la gran empresa y los monopolios,
no permitió el entendimiento racional del impacto
de éstos sobre el proceso de inversión y el
crecimiento económico.75
Aun después de que la llamada revolución
keynesiana repudió la Ley de Say y puso la
determinación del nivel de ingresos y de ocupación
en el centro de la discusión económica, la relación
entre el proceso de inversión (y del desarrollo
económico) y la importancia creciente de la gran
empresa y del monopolio ha recibido una atención
fragmentaria y esporádica. Siguiendo las huellas de
Keynes, al tratar la inversión (o más bien lo central

75Schumpeter es una notable excepción, pues no mantuvo


en secreto su desdén por el enfoque de "tendero" frente al
problema del monopolio. En su obra, la importancia del
monopolio se considera fundamentalmente desde el punto
de vista del desarrollo a largo plazo del capitalismo. Sin
embargo, fueron necesarios cuarenta años para que la
anticipación de Schumpeter sobre la economía del
capitalismo monopolista, atrajese la atención (y las
alabanzas) de los economistas, tínicamente en la literatura
marxista se ha tratado al crecimiento del monopolio como
un aspecto crucial del desarrollo general del capitalismo. El
Finanzkapital (1910) de Hilferding fue la contribución
marxista clásica a este tema, continuado después por el
famoso Imperialism: The Highest Stage of Capitalism (1917)
de Lenin y por otros trabajos.

116
de ella) como un dato "autónomo" determinado
exógenamente, y preocupándose poco de su
composición, la exposición de la teoría del ingreso y
de la ocupación pasó por alto, por así decirlo, el
problema del impacto del monopolio y del oligopolio
en el volumen y en el efecto a largo plazo de la
inversión. Más aún, esta orientación del
pensamiento económico puso en un segundo plano
a la crítica primitiva del monopolio, basada en el
"bienestar", y despejó intelectualmente el campo a
la tendencia actual de aceptación total, y aun de
glorificación, del monopolio.
Ciertamente, la "Nueva Economía" sugería una
actitud antimonopolista al preocuparse de la
sobreacumulación Sin embargo, el énfasis de ese
razonamiento se ha puesto en la necesidad de
aumentar la parte del consumo dentro del ingreso
nacional más que sobre el papel del monopolio en el
proceso de inversión. Desde este punto de vista, el
excedente económico —sea qué se apropiasen de él
los monopolistas o los empresarios competitivos—,
se consideró como demasiado grande, no tanto
porque usurpase, en términos de bienestar, una
proporción inadecuada del consumo corriente, sino
porque no encontró una utilización suficiente a
través de la inversión privada. Como dice el profesor
Alvin H. Hansen, "el problema de nuestra
generación es, sobre todo, el problema de oportu-
nidades inadecuadas de inversión".76
Lo inadecuado de las oportunidades de inversión
ha sido atribuido por casi toda la ciencia económica
contemporánea —como hubiese dicho Schumpeter
— no a causas inherentes al funcionamiento de la
maquinaria económica, sino a la acción de factores

76"Economic Progress and Declining Population Growth",


American Economic Review (marzo de 1939), reeditado en
los Readings in Business Cycíe Theory (Filadelfia-Toronto,
1944), p. 379.

117
externos a ésta. Una expresión típica de este
enfoque es la llamada "teoría del desvanecimiento"
de las oportunidades de inversión", que ha recibido
su formulación más conocida en los escritos del
profesor Hansen. Pero aunque los economistas
ligados a este concepto han registrado correcta-
mente el fenómeno de desajuste creciente entre el
volumen de oportunidades que tiene la inversión
privada y el tamaño del excedente económico
generado en condiciones de ocupación plena,
difícilmente puede decirse que lo hayan explicado
satisfactoriamente. Ni la baja de la tasa de
crecimiento de la población, ni la desaparición de la
llamada frontera, ni los supuestos cambios en el
tiempo y la naturaleza del progreso técnico, que
constituyen la parte central de esta argumentación,
pueden proporcionar tal explicación.
Sin considerar el hecho de que un descenso del
crecimiento de la población como el que ha tenido
lugar en los países capitalistas avanzados, puede
ser en sí un fenómeno que deba explicarse en
términos de insuficiencia de inversión, empleo e
ingreso, no existe razón alguna para esperar que los
cambios de la población en sí ejerzan una influencia
fundamental en el volumen de la inversión. Por lo
que respecta a la relación que existe entre los
cambios de la población y los de la demanda
efectiva, Kalecki señala que: "...lo que interesa... no
es el incremento de la población sino el incremento
del poder de compra. Un aumento del número de
gente pobre no ensancha el mercado. Por ejemplo,
una población más grande no significa
necesariamente una mayor demanda de casas, ya
que sin la elevación del poder de compra, el
resultado puede ser más bien el hacinamiento de un
mayor número de gente en las viviendas
disponibles".77
77 Theory of Economic Dynamics (Londres, 1954), p. 161.

118
Esto no quiere decir que el aumento de la
población no pueda tener algún efecto en la
demanda total. Una población creciente puede
generar una estructura de consumo distinta a la que
puede caracterizar a una población estancada.
Puede comprar más leche y menos whisky, más
pañales y menos corbatas, más casas y menos
automóviles. Estas diferencias en la composición del
gasto de los consumidores, pueden tener cierta
importancia en el volumen y la rentabilidad de la
inversión.78 Sin embargo, el que una población
ascendente ahorre más o menos es, a fin de
cuentas, un problema debatible y no de mucha
importancia. Puede argumentarse que un mayor
gasto para el mantenimiento de familias numerosas
reducirá el ahorro personal, pero, con igual fuerza
puede sostenerse que la responsabilidad que
implica la educación de familias numerosas exigirá
mayores reservas y una reducción en el gasto co-
rriente. Puesto que la enorme mayoría de la gente,
aun en los países más ricos del mundo, casi no
ahorra, la diferencia no será mucha, cualquiera que
sea la hipótesis que se sostenga.
Algo más apropiado puede parecer el argumento
de que los hombres de empresa, al hacer las
decisiones de inversión, están fuertemente influidos
por las estadísticas de la población. Si esto fuese
verdad, y si todos los capitalistas invirtiesen excesi-
vamente cuando el crecimiento de la población es
rápido (reduciendo la inversión cuando éste sea
lento o no exista), sus perspectivas de ganancia
podrían ser confirmadas temporalmente por la

78 "Por consiguiente, un cambio en la demanda de los


bienes en general hacia la habitación, tiene el mismo efecto
que una sucesión de innovaciones, "favorables al capital" y
tiende a promover la inversión en la misma forma". Joan
Robinson, The Rate of Interest and Other Essays (Londres,
1952), p. 109.

119
experiencia, pero no por los incrementos previsibles
de la población sino por el volumen de la inversión
total y el volumen resultante de ingreso y demanda
totales. Sin embargo, en la realidad sólo unas
cuantas empresas —fundamentalmente aquellas
que operan en el campo de los servicios públicos y
de las comunicaciones— probablemente se dejen
guiar en sus planes de inversión por las estadísticas
de población; y aun así, las estadísticas importantes
no son aquellas que reflejan cambios totales en la
población, sino más bien las que describen la
migración interna y el surgimiento y decadencia de
regiones o localidades individuales.
Una cierta importancia puede darse también a las
asignaciones presupuestales de todo tipo que hacen
las autoridades del gobierno para ayudar a los
pobres, para escuelas, hospitales, jardines, etc.
Estas asignaciones presupuestales pueden estar
determinadas, en lo esencial, por la estructura
social y la magnitud de la población (así como por
sus cambios). Sin embargo, es de gran importancia
hacer notar que tales gastos constituirán un
aumento neto al gasto total y ejercerán un efecto
estimulante sobre la economía en su conjunto, sólo
si no son neutralizados por una contracción del
gasto en otra parte. Pero si son emprendidos por las
municipalidades —como frecuentemente sucede—,
estos gastos pueden hacerse bien por el ahorro en
algunos otros renglones del presupuesto o por
impuestos locales adicionales.79 Cuando éste sea el
caso, el efecto de estos gastos "ligados a la
población" será insignificante.
Sin embargo, se considera que los cambios de la
población afectan frecuentemente a la inversión, no
tanto por el aumento que tengan en la demanda
efectiva como por su impacto en la oferta de
trabajo. Se arguye a este respecto, que el rápido
79 Cf. Joan Robinson, op. cit., p. 107.

120
incremento de la población ejerce una presión sobre
el nivel de salarios y conduce a mayores ganancias,
promoviendo, por lo tanto, la acumulación del
capital y haciendo al mismo tiempo la inversión más
atractiva para el empresario capitalista. Sin
embargo, las implicaciones de este razonamiento no
dejan de tener una cierta ambigüedad.80 En primer
lugar, debe considerarse que lo que importa en
relación con esto, no son los cambios en el total de
la población a través del tiempo, sino los cambios
en el número de personas que se incorporan al
mercado de trabajo.81 Empero, esto depende en
mayor o menor grado del desarrollo de la población
en su conjunto, así como de la medida en que la
migración interna de los sectores no capitalistas de
la economía (agricultura de subsistencia, artesanía,
etc.) se agregue a la reserva de fuerza de trabajo
disponible para la empresa capitalista.82
Más aún, a no ser que se suponga que la
elasticidad de la demanda de trabajo de los
capitalistas es cuando menos igual a uno —y
ciertamente no hay ninguna razón obvia para hacer
tal suposición—, el descenso de los salarios que
produce una intensa competencia entre los obreros
por la obtención de los puestos, reducirá el ingreso
de los asalariados y causará una caída de la
demanda total de los consumidores, sin que ésta
sea neutralizada por un incremento correspondiente
de la inversión. De hecho, la inversión se
desalentará por la reducción de las compras de los
consumidores y además, la disponibilidad de trabajo
barato tenderá a debilitar los incentivos para la
80 Cf. Kalecki, op. cit., p. 160.

81Este importantísimo punto, que muchas veces se olvida,


es subrayado por Paul M. Sweezy en su libro Theory of
Capitalism Development (Nueva York, 1942), pp. 222 ss.

121
introducción de maquinaria que ahorre trabajo —
cuyo desarrollo y producción representan en sí una
oportunidad de inversión bastante importante—. De
ahí que el incremento de la oferta de trabajo y el
abaratamiento del mismo puedan conducir no a un
crecimiento de la inversión y de la producción, sino
más bien al crecimiento del desempleo, abierto o
disfrazado.83 Que este resultado es bastante

82Esta migración interna, típicamente está ocasionada por


los desplazamientos económicos o técnicos de la mano de
obra de los sectores no capitalistas de la economía. Aunque
en numerosos casos fue resultado de una coerción
"extraeconómica" (como los cercamientos de tierra en la
Gran Bretaña y los Bauernlegen en Alemania), su trasfondo
fue dado por el desarrollo industrial de las ciudades. En
países nuevos y originalmente poco poblados como los
Estados Unidos, el Canadá, Australia y Nueva Zelanda, los
sectores no capitalistas de donde se obtuvieron las
adiciones a la reserva de mano de obra industrial,
estuvieron situados no sólo dentro de esos países, sino
también en el Viejo Mundo. La inmigración fue, por
consiguiente, la forma en la que gran parte de este flujo se
manifestó.

83Esto no choca con la importante consideración de que el


abaratamiento de la fuerza de trabajo y el desaliento del
progreso técnico que produce un crecimiento rápido de la
población, son favorables para la estabilidad a largo plazo
del capitalismo; retardan su desarrollo y, por lo tanto,
posponen las crisis que surgen en su madurez (cf. Paul M.
Sweezy, loc.cit.). Como lo dice Hans Neisser: "la estabilidad
económica no implica un alto nivel del ingreso per capita y
ni siquiera excluye el llamado desempleo estructural; por lo
contrario, las economías pobres posiblemente manifiesten
una mayor estabilidad económica que las ricas". "Stability
in Late Capitalism", Social Research (primavera de 1954), p.
85. De hecho, el crecimiento rápido de la población, al
mantener estable el equipo de capital por obrero, la
productividad y la producción total, reduce el volumen del
excedente económico corrientemente generado. Más aún,
en el caso de una producción total lograda con ayuda de
poco capital, los descuentos por el consumo del capital
122
probable, lo sugiere fuertemente la experiencia de
los viejos países subdesarrollados que no pueden
quejarse de un crecimiento insuficiente de la
población. Al mismo tiempo, puede hacerse una
convincente defensa del punto de vista de que fue
precisamente la escasez relativa de mano de obra, a
lo largo de la historia primitiva de los Estados
Unidos, la que impulsó el gran volumen de
inversión, el rápido progreso de la técnica y el incre-
mento que se obtuvo en la productividad

representan necesariamente sólo una porción pequeña de


su valor, y correspondientemente, el excedente bruto es
menor que en el caso en que la depreciación del equipo de
capital constituye un componente importante de la
producción total. Dado que en tales circunstancias la
cantidad del excedente económico disponible para la
inversión es pequeña —después de hecho el descuento por
el consumo de los capitalistas—, el número de trabajadores
que pueden agregarse a la fuerza de trabajo ocupado es
también pequeño, sin importar la reducida cantidad de
capital que es necesaria para equipar un nuevo obrero. Por
consiguiente, aun si los capitalistas asignan todo el
excedente invertible a plantas y equipos productivos —lo
que de ninguna forma debe tomarse como un hecho—, es
probable que el resultado sea una expansión lenta y una
ocupación plena (del equipo de capital existente) en el
sector industrial de la economía, en tanto que los sectores
no capitalistas (agricultura, artesanías, comercio
distributivo, etc.) se vuelcan hacia los barrios bajos, que se
congestionan con un "excedente de población" rápidamente
en ascenso. Esto pone de relieve una de las contradicciones
más notables del orden capitalista, a saber, que la rápida
expansión de la productividad y de la producción trae como
consecuencia la inestabilidad, las depresiones y el
desempleo en el sector industrial de la economía, con las
repercusiones que esto tiene en toda la sociedad. Un
pequeño aumento de la productividad y de la producción,
provoca el desempleo disfrazado, la pobreza y el
estancamiento en los amplios sectores no industriales de la
sociedad, hundiendo continuamente en el mar del atraso de
los islotes industriales relativamente adelantados.

123
norteamericana.
Claro está que una población creciente es una
condición indispensable para la inversión y la
expansión económica, cuando no existe progreso
técnico —en la industria y en la agricultura—,
cuando no se ponen en explotación nuevos recursos
naturales y cuando el desplazamiento de la mano
de obra de la agricultura, por medio de presiones
extraeconómicas, no llega a materializarse. Pero en
tales circunstancias, el problema difícilmente
surgiría, pues la imposibilidad de la inversión iría
acompañada de la carencia de todo incentivo para
invertir. Es obvio que una constelación de este tipo
no guarda ninguna semejanza con la realidad. Hasta
para aplicarla a una sociedad feudal resulta
demasiado estática. Allí donde existe cuando menos
cierto progreso técnico, cierto aprovechamiento de
nuevos recursos naturales, cierta migración interna
fuera de la agricultura, la inversión puede
efectuarse y la productividad puede avanzar sin
considerar si la población está creciendo o está
estancada o aun en descenso. Puede afirmarse que
los proyectos de inversión, a la vez que fuerzan su
propio financia-miento, dan origen a la oferta de
trabajo que se necesita para su realización. Esto se
aplica no sólo a los viejos países en donde la
agricultura, la artesanía, el comercio al menudeo,
etc., proporcionan reservas permanentes de mano
de obra; se aplica también a los países nuevos y
poco poblados, donde la inmigración abastece la
fuerza de trabajo necesaria cuando la acumulación
capitalista crea una demanda de ésta lo bastante
fuerte.
La conclusión que se desprende es que, lejos de
determinar el volumen de la inversión, la misma
situación demográfica tiene una naturaleza distinta
en las diversas etapas del desarrollo económico, que
depende del grado de acumulación de capital, de la
naturaleza de los cambios técnicos, de la velocidad
e intensidad de las modificaciones de la estructura
124
ocupacional de la sociedad, etc.
En forma similar, tampoco es obvia la importancia,
si es que tiene alguna, que debe darse al llamado
paso de la frontera. En primer lugar, las fronteras de
la expansión económica y del desarrollo no
coinciden con las fronteras geográficas: hay un
amplio campo para el crecimiento económico dentro
de casi todos los límites geográficos. Nadie negará,
por ejemplo, que ha habido un desarrollo mucho
mayor en Bélgica que en España. En segundo lugar,
existen grandes regiones sub-desarrolladas dentro
de los países capitalistas más avanzados; hay gran
cantidad de oportunidades de inversión en el sur de
los Estados Unidos, en las llamadas regiones
deprimidas de la Gran Bretaña, en varias partes de
Francia, Italia o Escandinavia. Más aún, los
territorios menos desarrollados fuera de las
fronteras nacionales de los países avanzados,
pueden proporcionar oportunidades de inversión tan
buenas o mejores que las que tienen en su propio
país. Por consiguiente, podría pensarse que cuando
las condiciones son propicias para la inversión, se
encuentran las oportunidades para invertir, y que,
cuando la inversión baja, quedan sin utilizar lo que
se hubiese considerado en otros tiempos como
magníficas oportunidades de inversión.
La situación no parece ser muy distinta por lo que
respecta a las innovaciones técnicas. Es muy
dudoso que la intensidad o la naturaleza de los
descubrimientos técnicos en las últimas décadas,
hayan sido de tal tipo que requieran para llevarse a
cabo una inversión de capital menor que las
exigidas, por ejemplo, hace un siglo. Kalecki puede
estar en lo cierto al llamar la atención sobre la
importancia decreciente que tiene el
aprovechamiento de nuevas fuentes de materias
primas y la creciente importancia de la
"organización científica" del proceso de montaje, la

125
cual no implica cuantiosas inversiones. 84 Quizá
Sweezy haya acertado al destacar la extraordinaria
importancia que tuvieron los ferrocarriles,
proporcionando una oportunidad para la inversión
durante la segunda mitad del siglo XIX. 85 Quizá
también pueda darse cierto alcance al argumento
de que el abaratamiento relativo de los bienes de
capital que se ha efectuado en el curso de los 100
últimos años, ha reducido las exigencias de capital
respecto a la producción física que se desea,
aunque no es la producción física lo que le importa
al capitalista que invierte.
Por otra parte, podría sostenerse —y a mi juicio
con un gran vigor— que las anteriores
consideraciones tienen poca importancia para el
problema y que en realidad anteponen la carreta al
caballo. Tanto en el mundo antiguo como durante la
Edad Media, existieron muchos inventos técnicos
ingeniosos que no se utilizaron debido a que
faltaban las condiciones socioeconómicas para su
realización. Podríamos listar un gran número de
descubrimientos técnicos que han evolucionado
más o menos recientemente y cuya utilización
requerirá grandes gastos de capital —tan
cuantiosos, de hecho, como cualquiera realizado
anteriormente en la historia—. Sea en el campo de
la energía atómica o de la "automación", de los
transportes o de las mejoras en las tierras, de los
bienes de consumo o del equipo agrícola, de la
habitación o en los alimentos, existen proyectos que
son técnicamente tan factibles y económicamente
tan racionales corno cualquiera realizado en el pasa-
do. La diferencia consiste "tan sólo" en que las
84 Theory of Economic Dynamics (Londres, 1954), p. 159. 48

85 Econometrica (octubre de 1954), p. 532.

126
primitivas innovaciones técnicas atrajeron
inversiones suficientes para convertirlas en una
realidad, mientras que las posibilidades técnicas
recientes se escogen menos fácilmente (y en forma
más selectiva) por las empresas capitalistas. Por
consiguiente, es más probable que las innovaciones
técnicas, al igual que las regiones subdesarrolladas
o poco desarrolladas dentro y fuera de los países
capitalistas avanzados, ofrezcan una reserva de
oportunidades de inversión constantemente
disponible, determinándose, por otros factores, la
cantidad que deba usarse de él en un tiempo dado.
Como dice J. Steindl, "las innovaciones técnicas
acompañan al proceso de inversión como su
sombra, pero no actúan sobre él como una fuerza
motriz".86
Lo anterior no pretende, claro está, apoyar la
respuesta que tan frecuentemente se da a los
"profetas del fatalismo y de la desesperanza",
respuesta que señala el gran número de proyectos
útiles que "pudieron" haberse emprendido y cuya
realización hubiese contribuido al bienestar
humano. De hecho, esta respuesta comparte
plenamente la falacia fundamental que sustenta al
mismo argumento que tratan de refutar. Aunque un
libro de texto elemental de economía,
habitualmente principia su exposición subrayando
que lo que importa en una economía capitalista no
son las necesidades humanas en su totalidad, sino
únicamente aquellas que están respaldadas por un
poder de compra suficiente ("demanda efectiva"),
tan pronto como la exposición se lleva a un nivel
más "avanzado", hasta los economistas más
refinados tienden a olvidarse de este principio
básico.
Sea que los economistas culpen al insuficiente o
86Maturity and Stagnation in American Capitalism (Oxford,
1952), p. 133 y p. 235 n. (subrayado en el original).

127
mal dirigido progreso técnico de lo inadecuado de
las oportunidades de inversión, o bien que
consideren a estas oportunidades de inversión como
prácticamente ilimitadas, dada la multitud de nece-
sidades de los consumidores que todavía no están
satisfechas,87 el error del razonamiento es el mismo.
Ambas partes parecen evadir al problema central en
su argumentación. En realidad, hay una deficiencia
continua y creciente de la inversión privada
respecto al volumen del excedente económico
generado en condiciones de ocupación plena. Más
aún, existe —y es visible para todos— una gran
cantidad de proyectos técnicamente posibles y
socialmente urgentes, que fácilmente podrían
absorber todo ese excedente económico y aun uno
mucho mayor. Por lo tanto, el problema a resolver,
es averiguar por qué la estructura del capitalismo
avanzado y los cambios en el proceso de inversión
que se han efectuado en el curso de las últimas
cinco u ocho décadas, han hecho que el empleo del
excedente económico para la realización de estos
proyectos sea difícil, si no es que totalmente
imposible.
No es que sólo deban considerarse los llamados
factores, endógenos en los intentos para responder
a esta pregunta. La distinción entre elementos
endógenos y exógenos en lo que constituye el todo
socioeconómico, es de cualquier forma muy tenue y
arbitraria. Como Lenin hacía notar, "el problema de
si estos cambios (de la estructura del sistema
capitalista)... son 'puramente' económicos o no
económicos (por ejemplo, los militares), es

87 Quizá los mejores ejemplos de este tipo de construcción


de castillos en el aire, pueden encontrarse en el artículo de
J. K. Galbraith, "We Can Prosper Without War Orders", New
York Times Magazine (junio 22, 1952), y en el libro de David
Lilienthal, Big Business, A New Era (Nueva York, 1953), pp.
8ss.

128
secundario, y en última instancia no afecta el
panorama fundamental de la última etapa del
capitalismo".88
Pero lo que sí es de primordial importancia, es
saber si los cambios trascendentales que han
ocurrido durante la primera mitad de nuestro siglo
en el funcionamiento del sistema capitalista, se han
debido a una configuración más o menos accidental
y fortuita de los acontecimientos, o bien si estas
transformaciones constituyen el resultado natural
del desarrollo' capitalista y en realidad son
exigencias de la lógica intrínseca de este desarrollo.
Atribuírselos a los factores que abarca la teoría del
desvanecimiento de las oportunidades de inversión
o explicarlos por la filosofía que achaca a incidentes
desafortunados todos los contratiempos que ha
tenido el capitalismo durante los últimos cincuenta
años, no sólo es, como se indicaba antes,
analíticamente inconcluyente, sino que también sig-
nifica una aceptación implícita del enfoque
agnóstico y apologético que imputa todas las
contradicciones e irracionalidades del sistema
capitalista, a "disturbios" accidentales de carácter
económico, político y otros —y sin los cuales el
capitalismo podría operar de manera armoniosa—, y
no a sus leyes inherentes de movimiento.

En realidad, para explicar lo inadecuado de la


inversión privada respecto al volumen del excedente
económico generado en condiciones de ocupación
plena, no es necesario refugiarse en los factores
"externos" a los principios rectores de la economía
capitalista, ni en los errores del gobierno, o en las
88E. Varga y L. Mendelsohn, New Data for Lenin's
Jmperialism —The Highest Stage of Capitaíism (Nueva York,
1940), p. 168 (subrayado en el original).

129
adversidades del destino. Esto puede dilucidarse
satisfactoriamente, por el proceso hondamente
arraigado en la estructura básica del capitalismo y
que ha sido impulsado por todo su desarrollo, a
saber, el crecimiento de las grandes empresas, del
monopolio y del oligopolio, así como la siempre
creciente influencia de éstos en todos los sectores y
ramas del sistema capitalista.89
Se ha mencionado anteriormente uno de los
resultados más notorios de este desarrollo, la
concentración de las ganancias en manos de un
pequeño número de capitalistas. Debemos regresar
a este punto después del largo rodeo que hemos
hecho. En el mundo competitivo, reflejado en forma
aproximada por nuestro modelo "clásico", no había
lugar para una tal distribución de las ganancias. A
causa de la gran cantidad de empresas de
diferentes tamaños —correspondiéndole a cada una
sólo una pequeña fracción de sus mercados
respectivos—, las ganancias totales deberían
repartirse necesariamente en un gran número de
pequeñas porciones, aunque desiguales entre sí.
Más aún, no sólo las diferencias entre las ganancias
absolutas, obtenidas por las empresas individuales,
deberían ser comparativamente pequeñas, sino que
las tasas de utilidades en relación al capital
invertido deberían tender a ser aproximadamente
iguales en todas las ramas de los negocios. A esta
igualación de las tasas de beneficio se le atribuía en
realidad una enorme importancia. Era la
responsable de la asignación de los recursos y del
mantenimiento del equilibrio del sistema
competitivo. El mecanismo del que dependía puede

89 La adopción y la interesante exploración que de este


enfoque hace J. Steindl en su Maturity and Stagnation in
American Capitalism (Oxford, 1952), es lo que hace a su
libro singularmente valioso e importante. Mucho de lo que
sigue lo he tomado en gran medida del trabajo de Steindl.

130
esbozarse brevemente. Supongamos un estado de
equilibrio en que las tasas de beneficio de las
empresas individuales están igualadas. En esta
situación, permitamos a alguna de ellas introducir
una mejora técnica que reduzca sus costos de
producción. La pequeña baja del precio, que la
reducción de los costos ha hecho factible, permitirá
a esta empresa vender una cantidad mayor de su
producción y obtener ganancias adicionales. Esta
tasa de beneficio, superior a la habitual, no sólo
estimulará un mayor incremento de la producción
de la empresa precursora, sino que atraerá al
capital de aquellas otras ramas de la economía
donde la tasa de ganancia es normal. Empero, las
ganancias adicionales que deriva la empresa
innovadora sólo serán transitorias. Las otras
empresas de la rama industrial, se enfrentan con la
alternativa de ser expulsadas del mercado por el
competidor que tiene costos más reducidos o de
adoptar ellas mismas el nuevo método de
producción. Las más débiles financieramente (o
dicho de otra forma, las inflexibles) no tendrán
alternativa y tenderán a ser eliminadas de la rama
industrial. El resto introducirá los nuevos métodos
de producción, reducirá sus costos y sus precios,
reteniendo, por lo tanto, sus porciones del mercado.
De esta forma, las ganancias adicionales de los
pioneros serán eliminadas y la tasa de ganancia
normal será restaurada nuevamente.
Lo más importante es hacer notar que, en esas
condiciones, la transición hacia el método de
producción nuevo y técnicamente mejorado no
depende de la voluntad de la empresa competitiva.
Sólo a riesgo de perecer puede dejar de considerar
las posibilidades disponibles de reducir sus costos.
Por consiguiente, además de ofrecerle el atractivo
de las ganancias adicionales, el sistema competitivo
amenaza con el garrote de la bancarrota para
promover y reforzar la inversión y el progreso
técnico. El que en esta carrera competitiva "el diablo
131
se apodere de los rezagados" y que las empresas
menos eficaces y menos viables caigan a la cuneta,
tiene en sí un papel muy importante en el
funcionamiento del mecanismo. De esta forma, la
capacidad excesiva de producción que se desarrolla
en las etapas primitivas del nexo esbozado arriba,
tiende a ser eliminada.90 Esto, a su vez, desbroza el
campo para la repetición de toda la secuela de
acontecimientos, cuando nuevas mejoras técnicas
crean nuevamente ganancias adicionales que se
usan y atraen otras inversiones, ya que la presencia
de una capacidad excesiva muy grande retardará y
obstruccionará las nuevas inversiones en la rama
industrial, al hacer difícil la introducción de métodos
nuevos de producción y de reducción de costos.91
Por lo tanto, el proceso nunca termina. El
abaratamiento de la producción de una industria
creará "economías pecuniarias externas" allí donde
dicha producción sirva de insumo."'92 De esta forma

90 De ninguna manera deja de ser importante el que esta


liquidación de la capacidad excesiva se haga mediante el
desmantelamiento del equipo anticuado o que éste persista
en una industria, que se convierte en "enferma" crónica,
por las dificultades que tiene para desembarazarse de la
capacidad redundante. Este fenómeno abunda en la historia
económica de los Estados Unidos (el carbón, los textiles, la
agricultura) y ha sido una de las causas más importantes de
la monopolización o de la regulación gubernamental de
estas industrias.

91Esto se subraya por Steindl, quien menciona igualmente


la calificación que se hace necesaria a consecuencia de la
existencia de lo que podía llamarse capacidad excesiva
"normal".

J. Viner, "Cost Curves and Supply Curves", Zeitschrift fur


92
Natio-nalokonomie (1931), vol. III, núm. 1, p. 98.

132
se crearán ganancias adicionales en diversas ramas
de la economía y la inversión se verá estimulada ya
sea en una u otra industria, impulsando este
"perenne viento" —para usar la expresión favorita
de Schumpeter— al desarrollo económico. "Vemos,
pues, cómo se transforman, se revolucionan
incesantemente, el modo de producción y los
medios de producción, cómo la división del trabajo
acarrea necesariamente una mayor división del
trabajo, la aplicación de la maquinaria otra
aplicación de maquinaria todavía mayor, la
producción en gran escala una producción en otra
escala mayor aún. Tal es la ley que una y otra vez
saca a la producción burguesa fuera de su cauce y
obliga al capital a intensificar las fuerzas
productivas del trabajo, por haberlas [ya] intensi-
ficado anteriormente; la ley que no da punto de
sosiego al capital y que incesantemente le susurra
al oído: ¡Adelante! ¡Adelante!"93
Sin embargo, para que este "adelante" se lleve a
cabo, debe llenarse cierto número de condiciones a
las cuales aludimos explícita o implícitamente con
anterioridad. La primera y más importante es que el
número de empresas en la economía (y en cada
rama industrial) tiene que ser grande y la produc-
ción de cada empresa individual tiene que ser
pequeña en relación a la producción total de su
rama industrial. Además, los productos de las
empresas comprendidas en una rama industrial
deben ser más o menos sustitutos perfectos los
unos de los otros, de tal manera que una pequeña
diferencia en el precio desvíe la demanda del
mercado de una empresa a otra. Únicamente en
tales condiciones, la empresa individual no podrá

93K. Marx, "Wage Labor and Capital", en las Setected Works


de Marx y Engels (Moscú, 1949-1950), vol. I, p. 93
(subrayado en el original; la palabra entre paréntesis ha
sido agregada por el autor con base en el original alemán).

133
influir de manera sustancial por su propia
producción y política de precios sobre los precios
prevalecientes en el mercado; sólo en tales
circunstancias la empresa individual podrá decidir
acerca de las inversiones, la expansión de la produc-
ción, etc., sin tomar en cuenta las posibles
represalias de parte de sus competidores. Puesto
que todas ellas son pequeñas, ninguna estará en
situación de influir en forma decisiva en la situación
del mercado, que fundamenta las decisiones de la
empresa a invertir y a incrementar su producción. Al
mismo tiempo, siendo grande el número de
empresas, la empresa individual tendrá escasas
posibilidades de conocer con precisión lo que el
resto de la rama industrial está a punto de realizar.
Por lo tanto, la empresa, al formular su política de
inversión, estará guiada por sus propias
consideraciones "internas", es decir, por las
posibilidades existentes de reducir sus costos, su
capacidad para aumentar el capital, sus tasas reales
de utilidad y las que prevén en el futuro. No estará
capacitada ni obligada a considerar el efecto
combinado que tendrán en el futuro las decisiones
de inversión de otras empresas de su rama
industrial y de fuera de ella que concurran al
mercado.
Es esta anarquía de los mercados capitalistas —a
la que Marx dio tanto énfasis— la que, junto con la
aparición, la desaparición y la reaparición continua
de ganancias adicionales, produjo una fuerte
tendencia hacia un gran y de hecho excesivo
volumen de inversión durante la fase competitiva

134
del capitalismo.94 El resultado fue una utilización
dispendiosa del excedente económico, la
destrucción prematura de los activos de capital, que
fue acompañada de las pérdidas que, tanto en las
decisiones de inversión como en el capital,
ocasionaron los caprichos del desarrollo técnico y el
surgimiento esporádico y fortuito de ganancias
adicionales. Sin embargo, en el reverso de la
medalla, puede "acreditársele" a la organización
competitiva de la economía capitalista, el haber
dado suficientes oportunidades (o casi suficientes)
para absorber el excedente económico generado en
condiciones de una casi ocupación plena, aunque
mucha de esta inversión constituyó una pérdida
para la sociedad, lo que a su vez deprimió las tasas
de crecimiento muy por abajo de su magnitud
potencial. Esta pérdida se manifestó no sólo por una
producción mucho menor de la obtenible, sino
también por una ocupación mucho menor a la
posible. Esto no contradice lo que se acaba de decir
sobre la suficiencia de la inversión para absorber el
excedente económico generado en condiciones de
ocupación plena. El subempleo en el capitalismo
competitivo tendía a ser de un tipo muy distinto del
que en la actualidad ha sido llamado desempleo
keynesiano. Aquél no se debía tanto a lo inadecuado
de la inversión respecto al excedente económico
potencial, sino más bien a lo inadecuado de la
inversión (tanto en volumen como en composición),
94 Cf. Joan Robinson, "The Impossibility of Competition", en
el libro Monopoly and Competition and Their Regulation (ed.
E. H. Chamberlin, Nueva York, 1955.) Fue esta naturaleza
específica del proceso de inversión en el capitalismo
competitivo, su frecuente falta de moderación e
irracionalidad, lo que le dio el molde tan particular a las
crisis económicas que caracterizaron al siglo XIX. Olas de
insolvencia, pánicos derivados del efecto acumulativo de
las quiebras de las empresas, agudos y efímeros
congestionamientos de los mercados individuales, etc.

135
en relación al número de gente disponible para
trabajar. Con la cantidad mínima de capital que se
requería para equipar un trabajador, fijada de
manera más o menos rígida por el nivel
prevaleciente de la técnica (que a su vez estaba
determinado por la competencia), y con mucho
desperdicio de capital en el proceso competitivo, el
número de individuos que podían encontrar un
empleo remunerado fue necesariamente menor de
lo que habría sido posible de haberse utilizado el
capital de un modo racional.

VI

Sin embargo, cualesquiera que hayan sido las


fallas (absolutas) y los méritos (relativos) del
proceso de inversión en el sistema competitivo, sólo
se necesita una moderada reflexión para darse
cuenta de que muy poco ha quedado de sus carac-
terísticas esenciales en la actual etapa monopolista
del desarrollo del capitalismo. La diferencia más
drástica se refiere a las condiciones de acceso a una
rama industrial. De hecho, cuando una economía
está constituida por ramas industriales que
comprenden multitud de pequeñas empresas, cada
una de las cuales es responsable de una parte
insignificante de la producción más o menos
homogénea de la rama industrial, el acceso de una
nueva empresa a esa rama industrial no presenta
ningún problema. Cualquier capitalista que posea la
cantidad de capital necesaria, puede convertirse en
empresario y principiar un nuevo negocio. Con la
estructura del mercado bastante simple, con el
producto de la rama industrial bastante homogéneo,
las condiciones para emprender un negocio no son
tantas y los obstáculos a vencer son relativamente
pequeños. Esto, obviamente, está muy alejado de la
estructura de la industria monopolista y oligopolista.
En ésta, el número de empresas de una rama
industrial es pequeño, el tamaño de la empresa
136
típica es grande, el mercado al que se enfrenta com-
plejo y el producto que vende —aunque en algunos
casos no es muy distinto por lo que respecta a sus
características físicas— está fuertemente
diferenciado por las marcas de fábrica, la
propaganda intensiva, etc. En tales circunstancias,
las condiciones de acceso a una rama industrial son
de una naturaleza totalmente nueva. Dejando a un
lado obstáculos legales tales como las patentes, las
concesiones gubernamentales y otros que puedan
ser mantenidos por los consorcios existentes, la
cantidad de capital que se requiere para establecer
una nueva empresa asume proporciones
prodigiosas. 95

No sólo tienen las actuales normas de la técnica


un carácter tal, que hace muy costosa la instalación
de una planta moderna y científicamente adecuada,
sino que los gastos iniciales con que tiene que
enfrentarse una nueva empresa para propaganda,
campañas de promoción de ventas y otros por el
estilo, exigen grandes cantidades de inversión. Lo
que es más, la naturaleza extremadamente efímera
del "activo" inicialmente adquirido (buena voluntad,
conexiones de mercado, etc.) incrementa gran-
demente el riesgo del nuevo producto. Por lo tanto,
se hace totalmente inaccesible para los pequeños
empresarios o aun para grupos de empresarios
(corporaciones) que no tienen los fondos necesarios
ni son capaces de obtener un apoyo suficiente del
95Es obvio que lo que está a discusión no es el monto
absoluto de dinero que puede involucrarse, sino el volumen
de riqueza medido bien sea en unidades de salario, en
proporción al ingreso nacional, o en cualquier otra unidad
real. Las necesidades de capital para la fundación de
nuevas plantas del tamaño técnicamente más deseable,
fueron estudiadas por J. S. Bain; Cf. su "Economies of Scale,
Concentration and Entry", American Economic Review
(marzo de 1954), donde se resumen algunas de sus
investigaciones.

137
mercado de capitales.96 El empresario enérgico y
osado de Schumpeter es en nuestros días una figura
legendaria de un pasado remoto —si no es que de la
mitología del capitalismo— o debe buscarse sólo en
el demi-monde de los negocios, fundando nuevas
confiterías o "clubes de compras de congelado-ras
en abonos".97
La extraordinaria dificultad, si no es que la

96 "Por consiguiente, la limitación del crédito a muchas


empresas, que no permite a ninguna de ellas obtener más
que una cantidad limitada de capital a la tasa corriente de
interés, es en muchas ocasiones una consecuencia directa
del conocimiento que se tiene de que una empresa dada es
incapaz de incrementar sus ventas fuera de su propio mer-
cado particular, sin incurrir en fuertes gastos de mercado."
P. Sraffa, "Law of Return Under Competitive Conditions",
Economic Journal (diciembre de 1926), p. 550. Lo que es
verdad para una empresa existente es verdad también a
fortiori para una empresa "en proyecto". Tampoco debe
descuidarse el hecho de que la íntima conexión que existe
entre el mercado de capitales y las poderosas
corporaciones establecidas desde hace largo tiempo,
reduce grandemente las oportunidades que tiene el recién
llegado para asegurarse apoyo financiero en condiciones
razonables.

97 "No hay ningún aspecto de la economía norteamericana


que haya sido más celebrado, que aquel que la considera
como un proceso biológico en el cual lo viejo y senil está
siendo continuamente reemplazado por lo joven y vigoroso.
Ésta es una ficción placentera, pero casi seguramente una
ficción muy traída de los cabellos. De hecho, la presente
generación de norteamericanos, si sobrevive, comprará su
acero, su cobre, su bronce, sus automóviles, sus llantas, su
jabón, su manteca, sus alimentos para el desayuno, su
tocino, sus cigarrillos, su whiskey, sus cajas registradoras y
sus féretros, en una u otra de ese puñado de empresas que
actualmente los abastecen de estos productos. Como lo
confirmará un instante de reflexión, no ha habido muchos
cambios en las empresas abastecedoras de estos productos
durante varias décadas." J. K. Galbraith, American
Capitalism (Boston, 1952), p. 39.
138
imposibilidad, de que entren nuevas empresas a las
ramas industriales monopolistas y oligopolistas, les
da a los monopolios y oligopolios establecidos, el
rango de lo que podría llamarse un "santuario
privilegiado". Sin embargo, las reglas de conducta
en la relativa tranquilidad y seguridad de esos
lugares de retiro, son muy distintas de aquellas que
se aplican a las ramas industriales expuestas al
cortante viento de la competencia. Aunque, como se
mencionó anteriormente, la relación entre el
proceso de inversión y esta transformación
trascendente de la estructura básica del
capitalismo, ha recibido en la literatura económica
una atención mucho menor de la que obviamente
merece dada la importancia del tema, cierto número
de proposiciones pueden considerarse como bien
establecidas. La más importante de éstas puede
plantearse con la mayor simplicidad. En cualquier
situación dada una expansión de la producción es
probable que sea contraria a la política monopolista
de elevar al máximo las ganancias. Dependiendo de
la elasticidad de la demanda prevaleciente para su
producto (y de la forma de su curva de ingresos
marginales que de ella se deriva), un incremento en
la producción puede no elevar sus ganancias totales
o puede aun reducirlas por abajo de su nivel de
producción que tenía antes de la expansión. Como
dice Paul M. Sweezy: "...la política de inversiones del
monopolista no puede estar determinada por la tasa
global de ganancias ni por la tasa obtenible sobre la
inversión adicional tomada en sí misma. Debe
guiarse más bien por lo que podemos llamar la tasa
de la ganancia marginal, es decir, la tasa sobre la
inversión adicional después de tomar en cuenta el
hecho de que la inversión adicional, al incrementar
la producción total y reduciendo el precio, traerá
consigo una reducción de la ganancia sobre la

139
antigua inversión".98
Claro está que un monopolista, como cualquier
otro capitalista, siempre estará interesado en
reducir sus costos de producción. En la medida en
que la reducción de costos esté basada en la
introducción de maquinaria y equipos nuevos y
mejorados, representa una oportunidad importante
para la nueva inversión. Pero el impulso para reducir
los costos puede estar (y frecuentemente está)
neutralizado por otras consideraciones. En primer
lugar, el deseo de conservar el valor de la inversión
existente y de posponer la nueva inversión hasta
que haya sido amortizado el equipo disponible. 99
Esto parecería ir en contra de la bien conocida regla
de que debe introducirse una nueva máquina para
reemplazar a una vieja, cuando los costos totales
medios de una unidad de producción lograda con la
nueva máquina, prometan ser menores que los
costos primos unitarios promedio de la producción
obtenida con la vieja máquina. Sin embargo, esta
contradicción es sólo aparente; en realidad, la regla
es mucho más precisa de lo que podría parecer
inicialmente. En primer término, para que la
substitución de la vieja maquinaria por la nueva sea
racional según los términos de esta regla, el ahorro
que se asegura con la ayuda de la nueva máquina
tiene que ser de tal magnitud que no sólo pague los
intereses sobre las pérdidas de capital que han

98Tcory of Capitalism Development (Nueva York, 1942),


p.275.

99O. Lange, On the Economic Theory of Socialism


(Mineápolis, 1938, 2ª ed. en 1948), p. 114; Cf. también E. D.
Domar, "Investment, Losses and Monopolies", en la
compilación de Lloyd Metzler y de otros autores Income,
Emptoyment and Public Poticy: Essays in Honor of Alvin H.
Hansen (Nueva York, 1948), p. 39.

140
tenido lugar en el proceso de substitución, sino que
también liquide esta pérdida de capital en un
período relativamente corto.100 Esto significa que
sólo las mejoras técnicas más importantes tendrán
oportunidad de "abrirse paso", en tanto que las
otras deberán esperar hasta que el equipo existente
se desgaste. Por otra parte, la aplicabilidad de la re-
gla que acabamos de mencionar, depende
claramente de la capacidad del inversionista o del
director, para prever con exactitud la vida útil de la
nueva máquina. Es la vida útil la que determinará la
magnitud del costo unitario promedio total de la
producción que se obtendrá con su ayuda.101 Es
obvio que lo que importa a este respecto, no es
prever la duración física de la máquina, sino el
tiempo durante el cual se estima no será superada
por un adelanto técnico mejor y más eficaz. Es por
eso que, en tiempos de rápidos cambios técnicos, la
situación se torna particularmente compleja. La
máquina A será reemplazada por una máquina B
nueva y mejorada, cuando tal substitución prometa
un ahorro importante. Sin embargo, si hay razones
para creer que la máquina C, que a su vez puede
significar un adelanto considerable en relación a la
máquina B, está ya por salir, sería tonto
desmantelar el equipo A sólo para adquirir el equipo
B, el cual, lo más probable, es que sea necesario
desmantelar mucho antes de que haya sido
utilizado totalmente.102 Por lo tanto, al mismo
100Esta exigencia se impone no sólo por las limitaciones del
capital de que dispone la empresa, sino también por las
consideraciones de riesgo, que toman proporciones más
grandes cuanto mayor es el período involucrado.

Cf. G. Terborgh, Dynamic Equipment Poticy (Washington,


101
1949), capítulo 11.

102Esto se aplica, obviamente, tanto a Ja nueva inversión


141
tiempo que el progreso técnico estimula la
inversión, puede haber, en condiciones de
monopolio y oligopolio, una marcada tendencia a
retardar los gastos en nuevo equipo, hasta que las
condiciones técnicas se hayan más o menos
asentado, o bien a contener el adelanto técnico
hasta que el equipo existente esté amortizado.
No es que esta tendencia sea peculiar a la
empresa monopolista y que no pueda ser
igualmente válida para la empresa competitiva. La
diferencia sólo es —y esta diferencia es muy
importante— que la empresa competitiva estará
obligada por la competencia, bien a introducir la
nueva maquinaria sin tomar en consideración las
pérdidas de capital concomitantes o a ser liquidada
por sus viejos o recientes competidores, que estarán
ya en capacidad de producir y vender más barato,
en tanto que la empresa monopolista no está
expuesta a esta presión. Tal como lo plantea el
profesor Hansen: "Bajo una vigorosa competencia
de precios, las nuevas técnicas para reducir los
costos eran introducidas forzosamente, aun cuando
el desmantelar una maquinaria obsoleta pero no
depreciada, implicase una pérdida de capital. Pero,
bajo el principio de obsolescencia monopolista, las
nuevas máquinas no serán introducidas hasta que el
valor no depreciado de la antigua máquina sea
cubierto cuando menos por las economías de las
nuevas técnicas. Por lo tanto, el progreso se hace
más lento y desaparecen las oportunidades de
nueva formación de capital que existían en una
sociedad más despiadadamente competitiva."103
como a las reposiciones.

103"Economic Progress and Declining Population Growth."


American
Econotnic Review (marzo de 1939), reimpreso en Readings
in Business
Cycle Theory (Filadelfia-Toronto, 1944), p. 381.
142
Esto significa que, en condiciones de monopolio, los
gastos y las mejoras técnicas, al igual que las
pérdidas de capital —que son las dos formas más
importantes de la utilización del excedente
económico en el capitalismo—, se reducen

143
considerable-mente.104
Hay otro punto que está íntimamente ligado con lo
anterior. Un gran número —si no es que el grueso—
de las mejoras técnicas y las innovaciones que
reducen el costo se basan en la expansión de la
escala de operaciones. En realidad, las "economías
internas" o los "rendimientos crecientes de la
producción en gran escala" son los principales
responsables del crecimiento de las grandes
empresas y del desarrollo de la producción masiva.
Empero, el fenómeno de los rendimientos crecientes
de la producción en gran escala aparece en el
campo económico en dos ocasiones muy distintas.
En una primera fase, elimina al taller artesanal, da
un poderoso impulso al desarrollo de las fuerzas
productivas y, de este modo, trastorna la
competencia al concentrar la producción en un
número relativamente pequeño de grandes
empresas técnicamente avanzadas, de carácter
monopolista (y oligopolista). Todo esto, sólo para
presentarse posteriormente como un freno para un
mayor progreso técnico al vincular los adelantos
técnicos con lo que se ha convertido en una

144
expansión indeseable de la producción.105 Una
invención que redujese los costos unitarios, diga-
mos, aumentando al doble el número de unidades
producidas, podría no tener ningún interés para el
monopolista (u oligopolista) cuyas ganancias, en vez
de incrementarse, se reducirían a consecuencia de
esa inundación del mercado. "Por lo tanto... el
oligopolio ejerce una acción discriminatoria en

104

Sin embargo, es erróneo afirmar, como lo hace


Schumpeter, que la política económica de una economía
socialista planificada será igual en este sentido a la de las
grandes empresas en condiciones de monopolio.
Capitalism, Socialism and Democracy (Nueva York, 1950),
pp. 96 ss. En términos de una economía racional de los
recursos de la sociedad, la política de conservación del
capital de la empresa monopolista puede ser
frecuentemente preferible a los excesos de inversión y a la
destrucción de capital que tienen lugar en condiciones
competitivas. Pero, como sucede a menudo en el
capitalismo, un adelanto en la racionalidad como el que ha
sido logrado, se convierte en su contrario cuando la política
de conservación del capital de los monopolios contribuye a
una contracción de las oportunidades de inversión y
conduce a una reducción de la producción, del ingreso y de
la ocupación. En una economía socialista planificada, la
situación es completamente distinta, ya que la decisión de
posponer cualquier inversión dada (en reposición o en
nuevas instalaciones), no implica necesariamente una
reducción de la inversión total o, en el caso de que tal
reducción se desee, puede ir acompañada de un
incremento apropiado del consumo. Esto no se traduce en
una baja de la producción o en el desempleo. Lo que
significa, es que al distribuir el capital escaso (en la forma
de nueva inversíón o de reposición), la Junta Planificadora
Socialista lo ocupará de tal forma, que dará prioridad a
aquellas ramas de la economía y a aquellas empresas
donde la inversión adicional sea socialmente más deseable.
En otras palabras, algunas empresas podrán continuar
produciendo durante cierto tiempo con un equipo
anticuado, pero no porque necesiten retener el valor de su
capital, sino a causa de que el capital necesario para la
145
contra de las innovaciones que incrementan la
producción y a favor de aquellas que representan un
ahorro de los factores de la producción." 106
Sin embargo, puede surgir la pregunta de por qué
una empresa oligopolista, que controla sólo una
parte —aunque sea grande— del mercado para su
producto, no debe aprovechar las posibilidades
técnicas existentes de reducir sus costos unitarios,
expandiendo la producción de tal forma que sea
capaz de vender a un precio menor que sus

introducción de la nueva maquinaria puede ser empleado


en forma más productiva en otra parte. Es obvio que dicha
asignación de capital, conforme a prioridades sociales, es
algo totalmente distinto a la práctica monopolista de elevar
al máximo las utilidades de su capital o a la retención del
valor de sus activos.

105

Aparece por tercera vez en una economía socialista


planificada, donde su papel de promotor de la productividad
ya no está frenado por la política de obtención del máximo
beneficio de las empresas monopolistas.

106

O. Lange, "Note on Innovations", en Readings in the Theory


of Income Distribution (ed. W. Fellner, B. F. Haley) (Filadelfia
y Toronto, 1946), p. 194. Una observación semejante se
encuentra en el artículo de P. Sraffa "Law of Return Under
Competitive Conditions", Economic Journal (diciembre de
1926), p. 543. Esta relación entre las mejoras que reducen
los costos y el volumen de la producción, explica
ampliamente el atraso técnico que frecuentemente existe
en muchas empresas monopolistas y oligopolistas de la
Gran Bretaña y de otras partes de la Europa Occidental.
Referirse a esta situación como si fuese causada por la
"estrechez de los mercados" que confrontan las empresas
en cuestión —lo que se hace muy a menudo en los estudios
sobre las economías de Europa Occidental—, equivale a
poner la carreta frente al caballo, puesto que lo que está a
discusión es la "estrechez del mercado" causada por el
monopolio.
146
competidores y conquistar todo el mercado (o una
parte mucho mayor de él). Varios elementos
intervienen en la respuesta. Entre ellos, el crucial, es
que la competencia de precios en condiciones de
oligopolio, tiene la tendencia a hacerse cada vez
más odiosa para los empresarios involucrados.107
Cualquier reducción moderada de los precios, por
parte de un oligopolista que pretenda aumentar su
parte del mercado, será inmediatamente
neutralizada mediante reducciones
correspondientes de los precios de los otros
oligopolistas, que son lo bastante fuertes y lo
suficientemente grandes para poder absorber el
sacrificio que resulte en las ganancias.108 Por otra
107

La siguiente información sobre las declaraciones del señor


Benjamín Fairless, presidente de la Junta Directiva de la
United States Steel Corporation, ante un comité del Senado,
se publicó el 22 de marzo de 1955 en el New York Times:
"Ha habido un cambio en nuestra forma de pensar —asentó
el señor Fairless—, pues el precio no es la única forma de la
competencia. También podemos competir en calidad y en
servicio. El senador preguntó: "¿Así que hablar sobre una
competencia de precios puede ser irreal en nuestras nuevas
condiciones?" El testigo contestó afirmativamente y luego
hizo notar que con su "objetivo de ganancia" en mente, la
United States Steel Corporation algunas veces decidió no
reducir sus precios frente a una política de este tipo seguida
por otras empresas. "¿Usted piensa —se le preguntó— que
tenemos una idea falsa del valor de la competencia de
precios tal como existía hace 50 años y que la gente que
está a favor de ella está totalmente equivocada?" "Sí" —
contestó el señor Fairless. Ante el mismo Comité, el señor
Harlowe Curtise, presidente de la General Motors
Corporation, dijo: "La industria del automóvil está
compitiendo intensamente, pero sobre todo en el campo del
diseño y de la calidad." New York Times, 19 de marzo de
1955.

108

Cf. Paul M. Sweezy, "Demand Under Conditions of


147
parte, una guerra de precios a muerte entre los
gigantes oligopolistas, requerirá cantidades de
capital tan grandes e involucrará riesgos tan
enormes, que se prefiere el arreglo a la lucha
ruinosa. Se concluyen acuerdos más o menos
explícitos o se establece una "colusión de precios",
que tiene como consecuencias la eliminación de la
competencia aniquiladora y la aceptación, por las
partes contratantes, del principio de vivir y dejar
vivir, más que el intentar destruirse una a otra. Esta
tendencia se encuentra grandemente reforzada por
el hecho de que los grupos financieros, que tienen
intereses en más de una gran empresa de una rama
industrial, ejercen habitualmente su influencia para
impedir las enormes pérdidas de capital que
generalmente trae consigo la expansión agresiva de
una empresa oligopolista, y cuya posible recu-
peración será siempre más o menos incierta.109
El abstenerse de la competencia de precios y la
adhesión al principio de vivir y dejar vivir, ejercen
una influencia considerable sobre la estructura de la
industria oligopolista. Las empresas que tienen altos
costos no son expulsadas del mercado, sino que se
les permite continuar al lado de empresas más
productivas y lucrativas. Por consiguiente, la
capacidad excesiva que se ha desarrollado como
consecuencia de las primitivas economías en gran
escala o bien con el objeto de abastecer una
demanda fluctuante, no tiende a ser eliminada de la
rama industrial. Sigue existiendo no sólo en la forma
de capacidad de producción potencial de aquellas

Oligopoly", Journal of Political Economy (agosto de 1939).

109

Para este punto, véase el libro de Hilferding, Das


Finanzkapital, donde se hace hincapié en la precaución
habitual de las grandes instituciones financieras y en su
repugnancia para comprometerse en juegos demasiado
arriesgados.
148
empresas de costos reducidos cuya planta es mayor
de la que necesitan para su producción ordinaria,
sino también en la forma de establecimientos que
producen a costos elevados y que son protegidos de
las tempestades por el paraguas de la rama
industrial oligopolista. La capacidad excesiva
desalienta a su vez a la nueva inversión,
particularmente en aquellas ramas industriales
donde su existencia es bien conocida, en virtud del
pequeño número de empresas importantes.
Por lo tanto, el monopolista y el oligopolista se
vuelven necesariamente cada vez más cautos y
circunspectos en sus decisiones de inversión, sin
encontrar en ninguna situación el incentivo
necesario para reinvertir sus utilidades en su propia
empresa. Las elevadas ganancias que obtienen
pueden dar ese aliciente a un inversionista
potencial. Sin embargo, el apetito de ese
inversionista exterior será frustrado de manera
efectiva, tanto por los obstáculos que se le
presentan para entrar a una rama industrial
monopolista u oligopolista, como por el cono-
cimiento de que su acceso al mercado de esa rama
industrial no dejará de afectar desfavorablemente el
nivel existente de precios. En otras palabras, el
oligopolista potencial, al igual que los ya
establecidos, tiene que pensar no tanto en términos
de las tasas de ganancia que obtiene en la
actualidad el capital ya invertido en la rama
industrial, sino más bien en términos de las
presuntas tasas de ganancia de la nueva inversión.
En el caso de que el posible inversionista exterior
sea también miembro de alguna rama industrial
oligopolística, lo que se dijo antes acerca de las
limitaciones de la lucha entre los oligopolistas se
aplica también mutatis mutandis. Un oligopolista
que se inmiscuya en otra rama industrial
oligopolista, no sólo corre el riesgo de represalias en
su propio mercado por parte de algunos miembros
de la industria invadida, sino que también es posible
149
que sea atacado por los poderosos intereses
financieros que simultáneamente están inmiscuidos
en varias de esas ramas industriales.
Tanto la amenaza como la dificultad de tales
invasiones, juegan un papel importante en la
política de las grandes empresas. La primera puede
ejercer un efecto restrictivo en sus ambiciones de
ganancias e inducirlo a tener precios bajos y
contentarse con ganancias menores a las
compatibles con la elasticidad de la demanda que
prevalece en el mercado para su producto. Sin
embargo, con mayor frecuencia actúa como un
poderoso estímulo para fortalecer la posición de una
empresa monopolista u oligopolista en el mercado,
para llevarla a gastar cantidades crecientes en
publicidad (fortaleciendo, por lo tanto, la
diferenciación de sus productos), para propiciar
fusiones verticales, para desarrollar y multiplicar sus
lazos con instituciones financieras, etc. Cuanto más
éxito tiene en edificar tales defensas, menos debe
temer que sus ganancias induzcan a un
inversionista exterior a probar suerte en el coto de
los monopolistas o de los oligopolistas.
Por otra parte, la dificultad de introducirse a una
rama industrial monopolista u oligopolista, influye
grandemente en la política de inversión de la
empresa monopolista u oligopolista. Incapacitada
para invertir remunerativamente sus ganancias en
su propia empresa, impedida para invertirlas en
otras ramas industriales fuertemente concentradas,
la empresa monopolista u oligopolista "que se
ahoga" en sus ganancias, busca emplearlas en las
industrias competitivas o en aquellas en las que el
grado de concentración es relativamente bajo. Allí
no debe temer una fuerte resistencia, no hay peligro
de represalias, no es probable que se encuentre con
la mano restrictiva de las instituciones financieras.
Una vez que ha entrado en esa rama industrial, la
empresa monopolista y oligopolista trata de
estructurarla a su imagen. La producción se
150
concentra en las comparativamente pocas grandes
empresas, se introducen mejoras técnicas modernas
y las políticas de precios, de ganancias y de
inversiones se ajustan para adaptarlas a las
prácticas que prevalecen en los mercados
monopolistas y oligopolistas. El resultado es que el
monopolio y el oligopolio se extienden de una a otra
rama de la economía, que la gran empresa pre-
domina allí donde anteriormente el control lo tenían
pequeñas empresas competitivas, y que la
economía como un todo, tiende, cada vez con
mayor fuerza, a transformarse en un sistema de
imperios monopolistas y oligopolistas, cada uno
formado por relativamente pocas empresas
gigantescas.
Se sobrentiende que existen varias ramas
industriales donde, por razones técnicas, el
funcionamiento de grandes empresas es imposible
y, por consiguiente, no son accesibles a las
inversiones de las empresas monopolistas y
oligopolistas. La agricultura es quizá el ejemplo más
importante, aunque aún allí, las grandes empresas
juegan un papel cada vez mayor, sea como
productoras directas o bien en la elaboración y
distribución. Existen otros negocios que no es fácil
concentrar, encontrándose sobre todo en la esfera
de los servicios. Pero también muchos artesanos y
empresarios aparentemente independientes, no son
sino empleados más o menos bien pagados de las
enormes corporaciones, como es el caso del
remendón que trabaja una máquina de la United
Shoe o un vendedor de automóviles que tiene una
licencia de la General Motors Corporation.110
Cuando avanza el proceso de concentración,
cuando una industria tras otra se "oligopolizan", el
110

Véase el instructivo del libro de C. Wright Mills, "White


Collar: The American Middle Classes (Nueva York, 1951),
passim, pero particularmente las Partes I y II.
151
sector competitivo de la economía tiende a
reducirse al islote en que puede operar
técnicamente. Lo que de él queda no puede ya
servir como una oportunidad de inversión para las
desbordantes ganancias de las empresas
monopolistas y oligopolistas. 111

Sin embargo, hay otro escape para estas


ganancias, un escape que históricamente ha jugado
un papel trascendente. Es el fundar nuevas
industrias que, a semejanza de la mayor parte de
las regiones de África en los principios del siglo XIX,
todavía no son propiedad de ninguna gran potencia
y representan una "tierra de nadie" que está
disponible para todos. Como se ha mencionado
anteriormente, este modo de utilización del
excedente económico no se cierra por las
posibilidades técnicas. Tales posibilidades siempre
han existido en cantidad suficiente y son en el
presente —si esto es posible— más amplias que
nunca. Lo que en la actualidad limita la fundación de
111

Claro está que el sector competitivo continúa siendo


grande en términos del número de personas que
encuentran sus medios de vida en él. En realidad, cada vez
se llena más de pequeños capitalistas que no tienen acceso
a los grandes negocios y de empleados y trabajadores que
no están capacitados, que no quieren, o no pueden, unirse
a las filas de la fuerza de trabajo organizada. Por
consiguiente, las ganancias obtenidas en el sector
competitivo tienden a ser pequeñas, la eficacia de la
pequeña empresa baja y sus precios altos. Cf. N. Kaldor,
"Market Imperfection and Excess Capacity", Economica,
New Series (1935). Es interesante hacer notar que en la
medida en que las grandes corporaciones se liberen a sí
mismas de una parte de sus ganancias no invertibles
mediante el pago de grandes dividendos, esta situación
puede tender a hacerse cada vez más grave, puesto que los
dividendos extraordinarios, particularmente aquellos que
pertenecen a los pequeños capitalistas, es probable que
traten de invertirse precisamente en el sector competitivo
de la economía.
152
nuevas industrias es la estructura del proceso de
inversión. Únicamente las grandes empresas están
en posibilidad de obtener el capital necesario para
su establecimiento. Estas empresas o bien operan
ellas mismas en ramas industriales monopolistas u
oligopolistas o, si son instituciones financieras,
están en estrecha conexión con tales industrias. Por
consiguiente, al decidir si emprenden el desarrollo
de una nueva industria, tienen que considerar, en
primer lugar, si ésta no competirá con sus empresas
ya establecidas. Claro está que una empresa de una
rama industrial oligopolista puede promover el
desarrollo de una nueva industria que no compita
con su propio producto sino con un tercero. Pero, por
las razones antes mencionadas, estas operaciones
se consideran con recelo en el mundo de los gran-
des negocios y de las finanzas, y tienden a hacerse
sólo en raras ocasiones.

VII

¿Cuál es el resultado final de esta exposición?


Puede resumirse brevemente como sigue: En la fase
monopólica del desarrollo capitalista, el mecanismo
de igualación de las tasas de ganancia opera sólo en
el sector competitivo —que está fuertemente com-
primido— del sistema económico. Allí, las tasas de
beneficio son bajas y la masa de ganancias
disponible para la inversión relativamente pequeña.
En las esferas monopolistas y oligopolistas de la
economía, las tasas de ganancia del capital inver-
tido son desiguales, pero predominantemente altas,
y la masa de ganancia disponible para la inversión
prodigiosamente grande. Esto tiende a reducir el
volumen de la inversión total, puesto que las
relativamente pocas empresas monopolísticas y
oligopolísticas a las que corresponde la mayor parte
de las utilidades no encuentran lucrativo el
invertirlas en sus propias empresas y se hace cada
vez más difícil invertirlas en otras esferas de la
153
economía. Esto último se dificulta progresivamente
a medida que el sector competitivo se "oligopoliza"
cada vez más y las oportunidades de crear nuevas
industrias que no compiten con las empresas
oligopolísticas establecidas se tornan más escasas.
Por consiguiente, en cualquier situación dada, el
volumen de la inversión tiende a ser menor que el
volumen del excedente económico que se obtendría
en condiciones de ocupación plena. Hay, por lo
tanto, una tendencia hacia el estancamiento y el
desempleo, una tendencia hacia la sobreproducción,
que fue claramente identificada por Marx hace cien
años. "La sobreproducción general no surge a causa
de que exista relativamente poca producción de los
bienes de consumo para los trabajadores o para los
capitalistas, sino debido a que hay una producción
excesiva de ambos; demasiada producción que no
es para el consumo, pero demasiada para mantener
la relación correcta entre el consumo y la
acumulación: es decir, demasiada para la
acumulación." 112
Aunque la mayor parte, si no es que la totalidad,
de la exposición anterior puede encontrarse en uno
u otro de los escritos de muchos economistas, por lo
general se le da una interpretación distinta. Se
arguye, por ejemplo, que sólo con la presencia del
monopolio es posible el progreso técnico en una
economía capitalista. Que ni el capitalista ya
establecido, ni el posible inversionista, soñarían en
arriesgarse en empresas que requiriesen fuertes
capitales, si no estuvieran protegidos contra la
competencia incipiente por ciertos obstáculos que
impiden la entrada a su esfera de negocios. Más
aún, que únicamente una gran empresa estará en
capacidad de financiar los gastos que se requieren
112

Grundrisse der Kritik der Politischen Ökonomie


(Rohentwurf) (Berlín, 1953), pp. 346-347 (subrayado en el
original).
154
para una técnica moderna. Y, por último, que sólo
las grandes empresas pueden costear el man-
tenimiento de los equipos de investigación que son
indispensables para el avance de la técnica. Sin
embargo, a la luz de la exposición anterior,
parecería que esta línea de razonamiento descuida
completamente la dialéctica histórica de todo el
proceso. Poca duda puede haber de que en cierta
etapa del desarrollo capitalista (hace cincuenta u
ochenta años), el crecimiento de las grandes
empresas, del monopolio y del oligopolio, fue un
fenómeno progresista que impulsó el avance de la
productividad y de la ciencia. En la actualidad, las
pruebas son igualmente claras de que este mismo
fenómeno tiende a convertirse económica, social,
cultural y políticamente, en una fuerza retrógrada
que obstaculiza y corrompe un mayor desarrollo. El
hecho de que la competencia no sea compatible con
la producción moderna y técnicamente avanzada,
no equivale en forma alguna a la proposición de que
el monopolio es una estructura racional para el
desarrollo de las fuerzas productivas. Como Lenin lo
señala, "...si ahora los monopolios han comenzado a
retardar el progreso, esto no es un argumento a
favor de la libre competencia, la cual se ha hecho
imposible puesto que dio lugar al surgimiento del
monopolio".113

113

E. Varga y L. Mendelson, New Data for Lenin's Imperialism


—The Highest Stage of Capitalism (Nueva York, 1940), p.
236.
155
CAPÍTULO IV

ESTANCAMIENTO Y DESARROLLO DEL CAPITALISMO


MONOPOLISTA (II)

Hasta aquí, se ha considerado a la insuficiencia de


la inversión en el capitalismo monopolista en
términos estáticos. Se hizo hincapié que en
cualquier situación dada existe una carencia de
oportunidades para la reinversión remunerativa de
las ganancias acumuladas por la empresa
capitalista. Aunque el "equilibrio de subempleo"
resultante puede ser bastante lucrativo, difícilmente
puede considerarse como una situación estable o
satisfactoria. En primer lugar, resulta muy
exasperante para el capitalista, cuyo elemento es la
acumulación del capital y cuya raison d'être no es
cortar cupones, sino incrementar continuamente sus

156
ganancias.114 Peor aún, la mera prolongación de la
"situación dada" no representa una alternativa
disponible por mucho tiempo para la clase
capitalista. El estancamiento de la producción
implica necesariamente un volumen creciente de
desempleo. El simple reemplazo del equipo
desgastado por maquinaria nueva y más eficaz,
haya o no inversión neta, incrementa la
productividad de la fuerza de trabajo y, de manera
más o menos constante, desplaza parte de los
trabajadores ocupados, a la vez que el crecimiento
normal de la población aumenta año tras año la
fuerza de trabajo disponible. Se ha estimado que,
aun en ausencia de inversión neta, la simple sus-
titución del equipo desgastado por maquinaria
moderna ocasionaría en los Estados Unidos un
incremento anual de la productividad de
aproximadamente 1.5%. Acompañado de una
expansión anual de la fuerza de trabajo superior al
1%, esto implicaría que la simple reproducción de
cualquier cantidad producida, necesariamente

114

Los cambios en la estructura, la dirección de las empresas,


su "burocratización" y "despersonalización", que tanto se
han exagerado en la literatura económica reciente, aunque
tienen interés desde otro punto de vista, difícilmente
requieren una reconsideración de los objetivos
fundamentales de la empresa capitalista. Sin embargo,
pueden ser de bastante importancia para acentuar la
precaución y circunspección de las empresas monopolistas
y oligopolistas, cuando se las compara con las empresas
que funcionaban en condiciones competitivas. Un resumen
de algunos de los escritos más importantes puede
encontrarse en el trabajo de A. G. Papandreou, "Some Basic
Problems in the Theory of the Firm", en el libro A Survey of
Contemporary Economics (ed. B. F. Haley) (Home-wood,
Illinois, 1952), vol. II. Véase también el brillante, ensayo de
Paul M. Sweezy "The Illusion of the Managerial Revolution",
Science & Society (invierno de 1942), reimpreso en su libro
The Present as History (Nueva York, 1953).
157
provocaría un aumento anual del desempleo
superior al 2.5 % de la fuerza de trabajo. Es obvio
que tal acrecentamiento del desempleo amenazaría
seriamente el equilibrio social y político del orden
capitalista y haría muy precario el mantenimiento
de la "situación dada".
Sin embargo, en el capitalismo monopolista no
existe una acusada tendencia al desarrollo
automático de las condiciones que permiten romper
la "situación dada" y que proporcionen incentivos
adicionales para la inversión del excedente econó-
mico. Dos de los campos de maniobra que surgen
en forma automática se mencionaron
anteriormente, a saber: la inversión en las industrias
competitivas sometidas a la monopolización y a la
oligopolización,115 y el desarrollo de nuevas indus-
trias que pueden crearse sin dañar los poderosos
intereses monopolísticos y oligopolísticos ya
establecidos. Pero, como estas reservas internas del
sistema —por así llamarlas— se agotan
progresivamente, la posibilidad de superar la
"situación dada" depende en medida creciente de
impulsos exteriores a las relaciones inmediatas de
mercado del capitalismo monopolista. No existe una
línea divisoria definida entre las oportunidades que
surgen automáticamente y las que se crean
deliberadamente para dar salida al desbordante
excedente económico. Sin embargo, es de gran
importancia —por razones que aclararemos
posteriormente— tener plena conciencia de esta
distinción.

115

Debe hacerse notar que la desigualdad del desarrollo


dentro del propio sector monopolista y oligopolista,
frecuentemente colocará a ciertas ramas industriales
"atrasadas" de esos sectores en una situación similar a la
de las empresas competitivas, pudiendo ser invadida y "mo-
dernizada" por otras industrias más avanzadas y con un
grado mayor de concentración.
158
Una manera obvia y "sencilla" de proporcionar un
estímulo exterior a la empresa monopolista y de
ampliar el mercado para su producción, sería
incrementar el consumo (en relación a la producción
total). Por un lado, esto reduciría la parte de la
producción que constituye el excedente económico
real y, por el otro, crearía oportunidades de
inversión como consecuencia de la expansión de la
demanda total. Sin embargo, tal solución no es
generada por un sistema económico en el cual la
distribución del ingreso entre el capital y el trabajo
está determinada por la elevación al máximo de las
ganancias por parte de las empresas individuales.
Como hemos visto anteriormente, la parte del
ingreso que corresponde al trabajo tiende a ser más
bien estable y no hay razón para suponer la
existencia de tendencias que ocasionen cambios
importantes a este respecto. No es de esperar que
las empresas individuales se comporten como Santa
Claus con sus trabajadores y compradores, con
objeto de aumentar el consumo masivo. Aquellas
medidas que podrían considerarse como
plenamente racionales desde el punto de vista del
sistema capitalista en su conjunto, representarían
una pérdida o aun la bancarrota para los capitalistas
individuales que las emprendieran.
Claro está que un incremento del consumo total
puede obtenerse también por una expansión del
consumo personal de los propios capitalistas. En
realidad, éste ha sido el caso, y la forma en que ha
ocurrido merece atención particular. Aunque los
gastos y el nivel de vida de los capitalistas
modernos se han elevado grandemente respecto a
los de sus antepasados, puede afirmarse que el
incremento del consumo que han ocasionado no ha
sido más que proporcional —probablemente ha sido
menor que el crecimiento del excedente económico
—. Para una tal afirmación existen poderosas
razones. En primer lugar, la concentración de las
ganancias y de los dividendos en manos de un
159
número relativamente pequeño de accionistas, se
convierte en un obstáculo real para el volumen de
gastos en consumo que pueden esperarse de esta
fuente. Ni los Cresos contemporáneos más
extravagantes pueden gastar una gran parte de sus
ingresos con fines de uso personal. Más aún, la
paradoja que acabamos de encontrar con respecto
al consumo masivo, surge aún con más fuerza
cuando se trata del consumo de los capitalistas.
Aunque para la estabilidad de la economía capi-
talista el incremento de su consumo sería
enteramente favorable, para el capitalista individual
ése no puede ser un principio rector en su vida. La
armonía entre el puritanismo y las exigencias del
desarrollo capitalista, armonía que tan poderosa-
mente hizo avanzar al primero y con tanta felicidad
ha servido al segundo, se quebranta al llegar a las
condiciones del capitalismo monopolista y del
desbordante excedente económico. En estas
circunstancias, los intereses de los capitalistas in-
dividuales ya no corresponden a los intereses de su
clase o a los de la sociedad capitalista como un
todo. Para él, la acumulación y la sobriedad todavía
son medios indispensables para el adelanto y el
éxito, y la vida ostentosa, por encima de lo que
convencionalmente se considere como el nivel de la
vida de la gente de su grupo, puede ser no sólo
destructiva para su capital, sino también dañina

160
para su crédito y su posición en la comunidad.116
Esta contradicción entre lo que es racional para el
capitalista individual y lo que requiere la sociedad
capitalista en su conjunto no puede ser resuelta
individualmente. Puede superarse únicamente por
cambios en la estructura socioeconómica, cambios
que a su vez son producto de modificaciones en las
costumbres y valores que determinan las voliciones
y la conducta de los individuos. Hacia una tal
transformación de la sociedad debe dedicarse la
mayor parte del incremento de los gastos
improductivos en el capitalismo monopolista. La
causa de esta contradicción no radica en los
cambios de los hábitos de distribución del ingreso
del capitalista individual, ni en su mayor o menor
"propensión a consumir"; hay fuertes indicaciones
de que esta propensión ha sido notoriamente

116

Sin embargo, un elemento bastante importante de


racionalidad general refuerza la racionalidad subjetiva de la
abstinencia relativa del capitalista individual. Allí donde la
lucha de clases es intensa y la estabilidad política del orden
capitalista es precaria, una ostentación "indecente" de la
riqueza y una vida "disipada" chocarán con la población
oprimida y, por consiguiente, serán considerados como de
mal gusto. En estas condiciones la simplicidad y la
funcionalidad de la fachada se hacen esenciales y los
gastos frivolos, los excesos y la disolución que existen en la
cima de la pirámide capitalista, se ocultan cuidadosamente
a los ojos del público. Éstos se llevan a cabo en centros
extranjeros de recreo, en fincas campestres exclusivas o en
suntuosas residencias citadinas con exteriores
engañosamente sencillos. En los países y en los períodos
históricos en que la atención social es menos pronunciada,
esta necesidad de hipocresía y disimulo disminuye
correspondientemente, y el "consumo conspicuo" se hace
más aparente. El resultado es una declinación de los niveles
de "buen gusto", declinación tan frecuentemente
lamentada por los europeos que observan el
comportamiento de las clases altas norteamericanas,
socialmente más seguras.
161
estable durante un largo período de tiempo. Sus
raíces se encuentran en los cambios de gran
alcance de la estructura de la empresa capitalista y
en las modificaciones —estrechamente vinculadas a
ellos— de la distribución y de la forma de utilización
del excedente económico. En realidad, el patrón de
gastos de una empresa monopolista y oligopolista
se parece muy poco a lo que era (y todavía es)
dicho patrón en una empresa competitiva
comparativamente pequeña. Los pródigos sueldos y
bonificaciones a los directores de la corporación, las
generosas igualas a los abogados, a los expertos en
relaciones públicas, a los especialistas en
publicidad, a los analizadores del mercado y a los
"agentes de enlace", los grandes gastos en
burocracias cada vez más extensas, en
representaciones y gastos de la empresa, todos
éstos eran desembolsos desconocidos en la época
del capitalismo competitivo y todavía están fuera
del alcance del pequeño enjambre que opera en las
trastiendas competitivas de la economía capitalista
avanzada. El empresario competitivo de antaño ni
siquiera soñó en las fabulosas sumas que asignan
las gigantescas corporaciones a fundaciones de di-
versos tipos, cuyo propósito, más o menos explícito,
es predisponer a los hacedores de la "opinión
pública" a favor del capital monopolista. Todo esto
se ha convertido en parte integrante de la sabiduría
del capitalismo monopolista y absorbe una gran
parte del monto considerable del excedente
económico total que corresponde a las grandes

162
empresas.117 El grado a que ha crecido (y sigue
creciendo) en el capitalismo monopolista el
contingente de trabajadores improductivos —directa
o indirectamente mantenidos por el excedente
económico de la sociedad— difícilmente se concibe
en todo su alcance. "Por ejemplo, mientras en 1929
había en los Estados Unidos 74 personas empleadas
en otras actividades por cada 100 ocupadas en la
producción de mercancías, en 1939 la relación fue
de 84 a 100 y para 1949, de 106 a 100." 118
Sin embargo, siendo considerable el gasto de las

117

Como Marx lo previó, "la sociedad burguesa reproduce en


forma propia todo aquello contra lo que luchó en la forma
feudal o absolutista", Theories of Surplus Value (Londres,
1951), p. 176. Aquí se señala el dilema verdaderamente
trágico que confronta continuamente una sociedad
capitalista avanzada. Una baja en la utilización dispendiosa
del excedente económico provoca la depresión y el
desempleo. La intensificación —cada vez más indispensable
— del despilfarro del excedente económico con fines
improductivos, trae consigo un volumen siempre creciente
del consumo conspicuo, un crecimiento parasitario de
"industrias recreativas", que venden sus mercaderías a
públicos cautivos, una decadencia acelerada de todos los
cánones de cultura. Cf. el interesante artículo de Russell
Lynes, "What's So Good About Good Times", Harper's
Magazine (junio de 1956), donde el problema, sin ser
analizado, está correctamente planteado.

118

Víctor Perlo, American Imperialism (Nueva York, 1951), p.


226. Una nota en la misma página explica que "los
ocupados en la producción de mercancías" incluye a los
empleados en la agricultura, la minería, la construcción, las
manufacturas, los transportes, las comunicaciones y los
servicios públicos, al igual que los granjeros. Estimaciones
construidas en forma distinta pero que, sin embargo,
revelan la misma tendencia, son dadas por C. Wright Mills
en su libro White Collar: The American Middle Classes
(Nueva York, 1951), cap. 4.
163
corporaciones en actividades no productivas, ni
siquiera puede proporcionar las oportunidades de
inversión que necesita el desbordante excedente
económico o estimular en forma adecuada la
inversión adicional para incrementar la demanda
global. Mucho de lo que las corporaciones
desembolsan en trabajadores improductivos, ha
llegado a ser considerado como "gastos necesarios"
para la conducción de los grandes negocios, y se les
trata como parte de los costos fijos que deben
cubrirse (cuando menos a largo plazo) por el precio
del producto.119 En esta medida, el mantenimiento
de los trabajadores improductivos no proviene de
las ganancias de los grandes negocios, sino que se
traslada a los compradores de sus productos.
También tiene gran importancia el que una parte
apreciable del ingreso recibido por aquellos que son
normalmente los favoritos consentidos de la
generosidad de las corporaciones —la "nueva clase
media"— no se gasta en consumo, sino que se
ahorra. El ahorro de este grupo constituye, en
realidad, una gran parte del ahorro individual que se
efectúa corrientemente en un país capitalista
avanzado. De ahí que el efecto neto de la prolifera-
ción de trabajadores improductivos para la
acumulación del capital y la demanda global ni
siquiera sea sugerido por la suma total de sus
119

El principio de un margen fijo de ganancia en el precio de


venta con respecto al costo primo promedio de una
producción normal, ha sido reconocido cada vez más en la
literatura económica como regla general de fijación del
precio en las empresas monopolistas y oligopolis-tas. Su
importancia para el problema de traslación de los gastos
improductivos, así como de las cargas fiscales es obvio. Cf.
Elmer D. Fagan, "Impot sur le revenu net des sociétés et
prix", Revue de Science et de Legislation Financieres, vol.
XLVI, núm. 4 (1954), al igual que el libro Taxation and the
American Economy (Nueva Yovk, 1951), cap. 16, de William
H. Anderson.
164
ingresos. Una parte del incremento en el consumo
total producido por el mantenimiento de los
trabajadores improductivos es neutralizada por la
disminución del consumo del resto de la población
y, por consiguiente, se cancela. Sin embargo, otra
parte de ese incremento en el consumo provoca una
reducción del ahorro en el resto de la población y,
por ende, conduce a una absorción genuina del
excedente económico. Además, parte del excedente
económico absorbido de esta forma, o algunos de
los ingresos pagados a los trabajadores
improductivos que no pudieron ser trasladados por
sus patrones y de hecho se extrajeron de las
ganancias, reaparecen una vez más como
excedente económico en la forma de ahorro
personal de los trabajadores improductivos.
Resumiendo; aunque el mecanismo automático
del capitalismo monopolista indudablemente ha
incrementado la porción utilizada en forma
improductiva del producto total, este incremento no
basta para reducir adecuadamente el volumen del
excedente económico disponible para la inversión
en condiciones de ocupación plena ni para crear
una expansión adecuada de las oportunidades de
inversión. Se requieren "impulsos del exterior" más
premeditados para que la economía del capitalismo
monopolista sea capaz de abandonar el punto
muerto al que ha llegado y encontrar los incentivos
necesarios para una utilización lucrativa del
excedente económico corrientemente generado.

II

Lo anterior sólo puede ser logrado por el Estado.


No es que el Estado no haya jugado un papel
determinante en la vida' económica durante toda la
historia del capitalismo. En forma directa o bien
indirectamente; sea subsidiando la construcción de
ferrocarriles como en Alemania y los Estados Unidos
165
o bien promoviendo por medios adecuados los
intereses económicos de sus capitalistas nativos en
el extranjero, como en la Gran Bretaña y en
Holanda, o a través de complicadas transacciones
financieras e imposiciones arancelarias como en
Francia y en Rusia, el Estado en todas partes tuvo
un papel importante en la determinación del curso y
velocidad del desarrollo económico en la época
capitalista. Sin embargo, al principio, las actividades
económicas del Estado tenían esencialmente un
carácter esporádico, estaban dirigidas hacia as-
pectos económicos específicos o bien respondían a
una exigencia más o menos general de la clase
capitalista en su conjunto. Sirviendo, como dicen
Marx y Engels, de "comité para la conducción de los
asuntos comunes de toda la burguesía", el Estado
realizó en forma enérgica e inequívoca su función
básica, a saber, el mantenimiento y protección del
orden capitalista. En lo que se refiere a su papel en
la esfera estrictamente económica, las cosas fueron
un poco más complejas. De hecho, la "burguesía en
su conjunto", en favor de la cual el gobierno
actuaba como su "comité", era un compuesto de
una vasta multitud de empresarios que aparecían
como un conglomerado de muchos grupos e
intereses diferentes y divergentes. Sin embargo, lo
importante es que estos hombres de empresa eran
relativamente poco importantes, de alcance y de
fuerza aproximadamente igual, con sus
agrupamientos industriales o regionales también de
una influencia y poder similares. En tales
circunstancias, el Estado podía satisfacer su
mandato común de proteger y fortalecer al propio
orden capitalista en contra de los ataques de las
clases explotadas. En teoría, no le correspondía
inmiscuirse en las relaciones entre los grupos
individuales o las facciones de la burguesía, ni tam-
poco debería servir a uno de estos grupos en su
lucha competitiva en contra del otro. La igualdad, o
cuando menos la similitud, del peso que cada
166
componente de la burguesía podía aportar a las
escalas políticas y sociales, tendían a crear un
equilibrio de fuerzas dentro de la burguesía y a
hacer del Estado el instrumento de toda una clase.
En tanto que la expresión política de esta
constelación socioeconómica básica aparece en el
mecanismo clásico de la democracia burguesa, la
fórmula ideológica de esta neutralidad del Estado
en la lucha competitiva dentro de la clase
capitalista, es la creencia en el automatismo
económico, el credo de la no intervención del
Estado en el libre juego de las fuerzas del mercado.
Como sucintamente lo planteó Thomas Jefferson, el
Estado debería garantizar "derechos iguales a
todos; privilegios especiales a ninguno". Queda
claro que, en tanto el poder de los contendientes en
la lucha competitiva era aproximadamente igual,
mientras ninguno podía ejercer una influencia
mayor sobre el Estado que cualquiera otro, tanto la
confianza en el automatismo del mercado, como la
insistencia en la neutralidad del gobierno, podían
ser fácilmente aceptadas por toda la clase
capitalista y, por consiguiente, ser elevados
unánimemente al status de valores sociales

167
supremos.120
El desmoronamiento de esta estructura se hizo
visible con el advenimiento de las grandes
empresas. Los participantes en el bellum omnium
contra omnes no sólo se hicieron cada vez más
desiguales en poder político y económico, sino que,
en su ascenso, las grandes empresas minaron
progresivamente al resto de la clase capitalista toda
capacidad y deseo de resistir a su dominio. Al
apoderarse de uno tras otro de los segmentos del
sistema económico, transformaron en empleados y
comisionistas de las grandes corporaciones a un
número creciente de empresarios previamente
independientes, de artesanos y granjeros. Aunque
les dejaban frecuentemente la ilusión de que
continuaban siendo independientes, las empresas
monopolistas hicieron depender su sustento y su
status social —en un grado cada vez mayor— de la
buena voluntad de la dirección de las
corporaciones. 121
De miembro con todos los
120

La utilidad política de estos conceptos fue grandemente


reforzada por el hecho de que la imparcialidad del gobierno
ante las diversas partes de la burguesía, podía fácilmente
ser presentada al pueblo en general como la imparcialidad
del Estado ante las diferentes clases de la sociedad en su
conjunto. Algunas desviaciones esporádicas del gobierno,
tales como la legislación fabril, las restricciones al trabajo
de menores, etc. —que eran imparciales respecto a la
burguesía puesto que afectaban a todos sus miembros—,
parecieron corroborar el punto de vista de que el Estado
también era guardián de las "clases bajas". El campesino
ruso que consideraba al zar como un árbitro objetivo entre
él y el terrateniente, es un ejemplo tan contundente del
impacto de esta ideología, como el tendero norteamericano
que espera que el gobierno lo defienda contra sus
competidores monopolistas.

121

"El poder de las grandes empresas es tal que, aun cuando


168
derechos de la clase capitalista —pequeño, pero en
peso e importancia igual a todos— el empresario
competitivo se convirtió en un empleado de las
grandes empresas, cuya dirección económica,
política y social no estaba en posición de desafiar.
Quizá lo más prodigioso fue que perdió en forma
creciente la voluntad de enfrentárseles.
Identificándose a sí mismo con los señores feudales
del capitalismo monopolista, reverenciándolos como
figuras heroicas, dignas de respeto y emulación, el
nuevo lacayo social de los dirigentes de las grandes
empresas se transformó rápidamente en la claque
más importante de élite monopólica de la clase
capitalista. Así como los campesinos alemanes,
cuyos intereses eran diametralmente opuestos a los
de los junkers, siguieron fielmente la dirección de
los aristocráticos señores en las filas del famoso
Landbund, las empresas competitivas en la época
del capitalismo monopolista marchan obedientes
bajo las faldas de los "realistas económicos". Al
principio, el ascenso del capital monopolista al
poder económico y social no implicó una renuncia
de los principios sagrados del rudo individualismo,
de automatismo del mercado y de neutralidad
gubernamental. Por lo contrario, utilizando
admirablemente bien estos principios como cortina
de humo tras de la cual podían amasar enormes
fortunas y apoderarse del Estado, los dirigentes de
las grandes empresas no escatimaron esfuerzo
alguno para hacer avanzar y aceptar la ideología de
la franca supervivencia de los más aptos. Como
observa astutamente Max Horkheimar, en el curso
de la historia el "valor del individuo ha sido exaltado
por aquellos que tuvieron una posibilidad de
desarrollar su individualidad a expensas de los

muchas pequeñas empresas permanezcan independientes,


en realidad se convierten en agentes de los grandes
negocios." C. Wright Mills, White Collar: The American
Middle Classes (Nueva York, 1951), p. 26.
169
otros".122 En realidad, habiendo llegado a la cima de
la pirámide social, las grandes empresas no podían
encontrar una fórmula ideológica mejor adaptada a
sus exigencias que el principio de la libertad
intocable del individuo, para hacer con esas
oportunidades el máximo que su capacidad le per-
mitiese. Combinado con el mandato de que la
interferencia social a los esfuerzos individuales
debería reducirse al mínimo, este principio no sólo
sanciona la desigualdad, los privilegios y la
explotación, sino que da a la víctima de la
desigualdad de los privilegios y de la explotación un
hondo sentido de la inevitabilidad y aun de lo
adecuado de su destino. Si bien es cierto que en los
países capitalistas avanzados la propia clase obrera
se ha visto afectada profundamente por esta ideo-
logía, por su parte los empresarios competitivos, los
granjeros y otros pequeños burgueses han sido
incapaces, en todas partes, de resistirla. Aunque
eran devorados gradualmente por las grandes
empresas, aunque perdían tanto sus ganancias
como su independencia, estos grupos continuaban
considerándose a sí mismos como miembros de la
clase capitalista, como un estrato privilegiado
notoriamente superior a cualquier simple
proletariado. El compartir, en forma real o ilusoria,
los privilegios y los frutos de la explotación —aun si
su parte declina en forma perceptible—, despojó a la
pequeña burguesía de toda independencia política y
moral, haciéndola un instrumento obediente en
manos de sus nuevos amos monopolistas.
Este proceso no se llevó a cabo sin oposición. Sin
embargo, ésta nunca fue muy fuerte; apareció en
dos corrientes claramente discernibles. Una de ellas
fue la demanda populista en pro de una acción
gubernamental en contra del poder económico de

122

Eclipse of Reason (Nueva York, 1947), p. 178.


170
los pocos que estaban usurpando el gobierno para
su propio beneficio. Este movimiento fue dirigido
primeramente por los elementos no capitalistas de
la sociedad —obreros, artesanos, algunos
agricultores— y gozó de un cierto apoyo entre
algunos segmentos de la pequeña empresa
competitiva. Estaba fuertemente imbuido con las
nociones de democracia jeffersoniana, con la
ideología de la imparcialidad estatal hacia todas las
clases sociales y daba por sentado que el gobierno
suprimiría los abusos de las empresas monopolistas
con el mismo vigor que desplegaba en el trato con
las nacientes organizaciones sindicales. El logro más
importante de este movimiento en los Estados
Unidos fue la legislación anti-trust, la cual comisionó
al gobierno —que estaba cada vez más subordinado
a las grandes empresas— a limitar el poder de las
mismas.
La otra tendencia de la oposición, no menos
ingenua (a la cual se adhirieron principalmente la
comunidad de empresas competitivas, así como
intelectuales atraídos por los lemas tradicionales de
la economía de laissez faire y de la democracia
burguesa), demandaba el retorno a los "buenos
viejos tiempos", insistía en el respeto honrado y
congruente a los principios de automatismo y no
intervención, y dirigía su ira no tanto contra las
empresas monopolistas sino contra el gobierno, al
cual culpaba de todos los males.123 Al refrenarse de
atacar seriamente a las grandes empresas, este tipo
de "oposición leal" fue particularmente atractivo
para las mismas grandes empresas. Al proporcionar

123

Este antiestatalismo encaja con toda la tradición de la


lucha política de la burguesía en contra del feudalismo y era
particularmente caro a los inmigrantes europeos en los
Estados Unidos, cuyo bagaje ideológico tenía como rasgo
característico el odio a los gobiernos tiránicos de sus países
de origen.
171
una inofensiva válvula de escape al descontento y
al no poner en peligro ninguna de las posiciones
importantes de las grandes empresas, adecuándose
perfectamente con su propia fraseología, esta
ideología antiestatalista y de libre competencia, no
sólo fue enteramente compatible con la hegemonía
creciente del capital monopolista, sino que también
pudo ser encauzada a la noble tarea de frenar la
oposición de tipo populista, al igual que otros
movimientos de reforma social.
Todas esas corrientes políticas e ideológicas
continúan existiendo, aunque su papel y su
coloración han cambiado considerablemente junto
con la situación socioeconómica en la que se basan.
El desmembramiento de la economía capitalista en
la década de los treintas, comprometió en forma
irrevocable el concepto de automatismo del
mercado. La catastrófica baja de la producción y del
ingreso hacía imposible sostener que el sistema
capitalista, por sí mismo, tiende a generar el mayor
bienestar para el mayor número de personas.
Tampoco podía sostenerse por más tiempo que el
mecanismo del mercado daba a todos los "aptos"
una oportunidad de avance y de triunfo, cuando
existía una enorme multitud de hombres y mujeres
que querían y eran capaces de trabajar, pero que
no tenían ocasión de encontrar trabajo. Se hizo
imperativa la necesidad de cierta acción
gubernamental para mitigar, por lo menos, los
aspectos más degradantes de la situación. Mediante
la construcción de obras públicas, a través de pagos
de ayuda a los desempleados, con el otorgamiento
de subsidios a los agricultores o por dádivas a los
veteranos, el gobierno tuvo que intervenir para que
el desmoronamiento económico no condujera al
colapso del orden capitalista. Era necesario dar una
salida compatible con la conservación del sistema
capitalista a las energías de aquellas fuerzas
sociales que tradicional-mente habían estado a
favor de la intervención estatal, a la desesperación
172
acumulada de los estratos no capitalistas menos
afectados por la ideología del automatismo y de la
neutralidad gubernamental (o más dispuestos a
desecharla bajo el impacto de la realidad que los
rodeaba). En los Estados Unidos, el New Deal realizó
totalmente esta función. Con el bajísimo costo que
significó el reconocimiento y la protección guberna-
mental a los sindicatos, la institución de ayudas
sistemáticas a los agricultores, cierta legislación de
seguridad social y una vigilancia moderada de los
mercados financieros, la primera administración del
presidente Roosevelt fue capaz de contener los
disturbios políticos y sociales que pudieron haber
resquebrajado los propios cimientos del capitalismo.
La crisis era tan seria, era tan profunda la
bancarrota de las nociones de automatismo y de no
intervención estatal, que aun las empresas
monopolistas tuvieron que reajustar su filosofía
pública. Obviamente, esto no ocurrió de la noche a
la mañana, y aun hoy, una parte considerable de la
comunidad de las grandes empresas parece no
haber sido afectada por el terremoto de la década
de los treintas. Sin embargo, en sus principales
sectores, la opinión de éstas se trasladó rápida-
mente a sus nuevas posiciones ideológicas. Este
cambio se facilitó por el hecho notable de que casi
no implicó una modificación ideológica real.124
124

De hecho, es dudoso que el término "ideología", tal como


convencionalmente se usa en la sociología del
conocimiento, sea aplicable en el capitalismo monopolista.
Aun cuando denota una concepción inadecuada, parcial y
prejuiciada de la realidad, imputable a la estructura de la
sociedad y al lugar que en ésta ocupa una clase, la
"ideología" tiene dos características importantes. La
inadecuación, parcialidad y prejuicios que la han convertido
en una verdad a medias, hacen que comparta al mismo
tiempo la verdad misma. En otras palabras, abarca un
aspecto de la verdad al expresar algunos puntos de vista de
la realidad y ciertos intereses compartidos en realidad, por
173
Las primitivas empresas monopolistas no
exaltaron al automatismo y a la neutralidad estatal
porque creyesen firmemente en ellos, sino porque al
ser aceptados y apoyados, tanto por la clase
capitalista en su conjunto como por la mayoría del
resto de la población, les proporcionaban una
pantalla muy adecuada para la penetración
creciente de las grandes corporaciones en el
gobierno. En la década de los treintas esta filosofía
había perdido ya su utilidad. Su notoria insuficiencia
se puso de manifiesto, sus cualidades políticas para
consumo de las masas se habían desvanecido, y los
sectores de empresas competitivas que todavía se
aferraban a las viejas nociones rápidamente perdían
importancia. De hecho, el programa de ocupación
plena, asegurado por una acción estatal apropiada
una clase o estrato social. Por esta razón, una "ideología" es
creída firmemente por aquellos que la comparten; no es
algo que puedan cambiar, quitar o ajustar a voluntad. En
este sentido, la "ideología" es similar a la "racionalización"
de Freud, excepto que en la primera se considera como
surgiendo de la estructura de la sociedad y la última de la
estructura psíquica del individuo (el que a su vez está
determinado por la sociedad en que vive). "Un concepto
totalmente distinto es el conjunto de nociones inadecuadas,
parciales y prejuiciadas, que se implantan conscientemente
en la mente de los hombres mediante las manipulaciones
de una clase, con objeto de lograr ciertos fines al inducir la
aceptación más o menos general de ellos. Por lo tanto, en la
época del capitalismo monopolista, época en la que las
creencias, los valores y las convicciones sucumben cada
vez más ante el ataque pragmático, la ideología cede
rápidamente ante el acondicionamiento de las masas, sus
ajustes, etc., dejando de ser su estudio parte de la
sociología del conocimiento para trasladarse al reino de las
investigaciones en la conducción de la opinión. Como
brillantemente lo percibió Engels, "la ideología es un
proceso que el llamado pensador cumple conscientemente,
pero con una conciencia falsa. Las verdaderas fuerzas
motrices que le impulsan le permanecen desconocidas,
pues de lo contrario no sería un proceso ideológico". Carta a
Mehring, julio 14, 1893, en la Selected Correspondence de
Marx y Engels (Nueva York, 1934), p. 511.
174
que sustituyó al rudo individualismo y a la
neutralidad estatal, tenía todas las virtudes de lo
que desplazaba y ninguno de sus defectos más
obvios. Le quitó a la clase capitalista la respon-
sabilidad del deficiente funcionamiento de la
economía, descargándola sobre toda la sociedad y
sus desechables funcionarios políticos; proporcionó
una ideología atractiva a los sindicatos advenedizos;
satisfizo las exigencias de los agricultores; aseguró
altas ganancias al capital monopolista y al mismo
tiempo prometió buenos ingresos a la "nueva clase
media", cada vez más importante política y
socialmente. Lo que puede parecer sorprendente no
es el júbilo con que los dirigentes más perspicaces
de las grandes empresas otorgaron su lealtad al
nuevo curso, sino más bien la lentitud relativa con
la que muchos otros adoptaron las nuevas
posiciones. Sin embargo, la razón de esto es
bastante sencilla. Además del "rezago cultural" que
inevitablemente surge cuando una concepción
consagrada tiene que ceder terreno ante la realidad
cambiante del proceso histórico, existía una
importante justificación objetiva para la prudencia y
la desconfianza en adoptar el "nuevo curso". Siendo
mejores historiadores y sociólogos que muchos de
los estudiosos profesionales, los dirigentes del
capital monopolista comprendieron muy bien que lo
que importaba no era la teoría del nuevo curso, ni la
compleja trama de agencias gubernamentales
creadas para ponerlo en marcha, sino que la
cuestión básica era determinar quién controlaría en
realidad su ejecución.125 Lo que a ciertos

125

Como claramente lo vio Schumpeter, "el personal y los


métodos, así como el espíritu en el que una medida o un
conjunto de medidas son administradas, tienen una
importancia mucho mayor que todo lo contenido en
cualquier decreto". Business Cycles (Nueva York, 1939), vol.
II, p. 1045.
175
economistas, que observaban la realidad con
anteojeras, les pareció un aspecto secundario, para
el capitalismo monopolista, con astuta intuición, fue
el meollo de todo el problema. La manifestación
suprema del poder de las grandes empresas y de la
incapacidad de Roosevelt para resistirlas fue que,
una vez pasado el peligro —al principio de su
segundo período—, individuos que gozaban de la
confianza de las grandes empresas comenzaron a
desplazar a los elementos sospechosos que se
habían infiltrado en el gobierno con la ola populista
de 1932. Sin embargo, no fue sino hasta la guerra y
durante las administraciones subsecuentes de
Truman y Eisenhower, cuando el control del
gobierno por parte de las corporaciones fue
restablecido totalmente y éste se convirtió otra vez,
aun en su composición personal, en el "comité",
pero ya no de la "burguesía en su conjunto", sino de
su elemento decisivo que son las empresas
monopolistas y oligopolistas.
Una vez que el capital monopolista logró
establecer en forma inequívoca la ruta que debía
seguir el nuevo curso, una vez que fueron
eliminados del gobierno los grupos que trataban —
por lo general en vano— de promover la reforma
social bajo el disfraz de las políticas de ocupación
plena, cuando la dirección de la política de
"ocupación plena" fue puesta en manos totalmente
aceptables para las grandes empresas, entonces,
aun los contingentes retrasados del campo
monopolista encontraron la forma de apoyar la
nueva línea. Este apoyo trajo consigo una vigorosa
campaña para hacer penetrar esta política en la
conciencia de las masas, para convertirla en la
estructura ideológica que ate al pueblo al sistema
capitalista, para darle a este último la misma fuerza
y estabilidad que gozaba previamente con las
nociones de automatismo y neutralidad
gubernamental. Esta aceptación por parte del
capital monopolista de la llamada política de
176
ocupación plena, junto con la capacidad de este
programa para satisfacer actualmente las
necesidades de la mayoría de la nación, es lo que
creó la atmósfera de unanimidad en la escena
política, una atmósfera no perturbada por la
continua presencia de aquellos que todavía están
subalimentados, mal vestidos y peor alojados, ni por
la apenas oculta inestabilidad de la prosperidad
reinante. J. K. Galbraith está totalmente en lo cierto
al observar que "gran parte de nuestros debates
son violentos y estridentes no porque los problemas
sean discutidos, sino porque no lo son. Hay ira, no
porque se estén resolviendo los problemas sino
porque éstos ya lo están. Sin embargo, el ruido deja
la impresión de que el tema todavía está en duda.
Aunque una discusión vehemente puede significar
que se está decidiendo un asunto importante, más a
menudo sólo indica que una pequeña minoría,
irremediablemente superada en número, se esté
haciendo sentir en la única forma en que puede".126
Sin embargo, sólo tiene razón en un sentido.
Muchos problemas están resueltos en la medida en
que el programa de intervención estatal de
ocupación plena está apoyado por el segmento
dominante de la clase dirigente, por el estrato do-
minante de los sindicatos y por la nueva clase
media, por la mayoría de agricultores, intelectuales,
etc. De hecho, como hace notar correctamente
Galbraith, la disyuntiva "de un gobierno [que se
enfrenta a la realidad de la depresión] acerca de si
debe o no ser keynesiano... equivale más o menos a
una disyuntiva sobre si debe o no suicidarse
políticamente".127 Sin embargo, éste es sólo un
aspecto del asunto, y ni siquiera el más importante.
En realidad, tanto la conspicua alharaca que se

126

Economics and the Art of Controversy (Nueva Brunswick,


Nueva Jersey, 1955), p. 103.
177
produce en los debates públicos acerca de
problemas relativamente poco importantes, así
como el acuerdo implícito sobre el problema más
significativo de la necesidad de una política
gubernamental de ocupación plena, oscurecen los
problemas verdaderamente serios como son el
sentido de la ocupación plena y las formas y medios
por las cuales la intervención estatal debe lograrla y
mantenerla.
Una cosa debe quedar clara y es que el impulso
del capital monopolista para asegurar el control
sobre el Estado, para concentrar en sus manos la
dirección de la intervención estatal que demanden
los problemas económicos, para eliminar del
gobierno a todos aquellos elementos que, aun
ligeramente, estén inclinados hacia una
interpretación reformista de la política de ocupación
plena, no surgen de las ambiciones de poder del
capital monopolista o de su avidez de puestos
públicos.128 De hecho, en distintas condiciones, el
capital monopolista preferiría mantenerse fuera de
las candilejas de la vida política, permanecer entre
bambalinas moviendo alambres invisibles tras de

127

Ibíd., p. 100

128

Para no hablar de la superficialidad, si no es que de la


absoluta vacuidad, tan corrientemente de moda, que trata
de explicar los acontecimientos históricos por el "anhelo de
poder", el cual se considera como un instinto inherente a la
especie humana. Además del hecho de que un "anhelo de
poder", tal como el que puede caracterizar al hombre, es en
sí mismo una categoría histórica que requiere una
explicación y no su simple invocación como un deus ex
machina, lo que importa es saber cuáles son los intereses
económicos y las fuerzas sociopolíticas en que se basa ese
impulso de poder por parte de las naciones, clases y aun
individuos ambiciosos.
178
sus poderosos "títeres", únicamente cuando las
operaciones del gobierno asumen una importancia
capital, cuando lo que está involucrado no puede
confiarse a políticos veleidosos o a funcionarios de
segunda fila, la capa dirigente del capital
monopolista se coloca abiertamente en mitad de la
escena. Porque lo que está en juego son los
intereses vitales del capital monopolista, aquellos
que de hecho afectan su propia existencia.

III

El manejo de la intervención estatal para lograr y


mantener la ocupación plena, comprende varios
problemas de naturaleza distinta, aunque
estrechamente ligados entre sí. En términos muy
generales, cuando la demanda total, es decir, la
demanda de los consumidores, de los inversionistas
y del gobierno, es menor que la producción total en
condiciones de ocupación plena, el gobierno se
enfrenta con cinco posibilidades distintas (o algunas
combinaciones de éstas). La primera es permitir
cualquier desempleo que se produzca y dejar que la
producción se ajuste al volumen de demanda
efectiva que aparezca en el mercado. Como hemos
visto anteriormente, la irracionalidad manifiesta y la
explosividad política y social de este camino lo hace
inaceptable, no sólo para la sociedad en su
conjunto, sino para todos los grupos y facciones
decisivas de la clase capitalista. Sin embargo, el
rechazo de esta alternativa deja el problema
enteramente abierto respecto a lo que debe
entenderse por ocupación plena. Lejos de ser una
sutileza semántica, lo que está a discusión tiene una
trascendental importancia. La ocupación plena ha
sido definida en la literatura económica como una
condición en la cual quienquiera que sea capaz y
desee trabajar por el sueldo corriente, debe estar en
posición de obtener un empleo. Lo que esto implica
179
en realidad, es que el número de vacantes debe ser,
normalmente, algo mayor que el número de
personas que buscan empleo, es decir, que el
mercado de trabajo sea por regla general un
mercado de vendedores.129
Sin embargo, nuevamente en esto los dirigentes
del capital monopolista han mostrado tener un
mejor instinto de los principios de operación de la
economía capitalista que los economistas
profesionales, quienes consideran a la ocupación
plena (tal como se ha definido) como un objetivo
posible de alcanzar en el capitalismo. Los dirigentes
del capital monopolista tienen plena conciencia del
hecho de que una ocupación plena de esta clase es
incompatible con el funcionamiento normal del
sistema capitalista. En condiciones de una escasez
permanente de trabajo, la empresa capitalista tiene
que operar bajo una fuerte presión, pues tiene que
incluir en su nómina de pagos a trabajadores
marginales y aun submarginales, aun cuando su
contribución a la producción de la empresa sea
relativamente pequeña; la tarea de supervisión se
hace mucho más pesada y los costos tienden a
aumentar. Hay algo todavía más grave y es que en

129

Esto todavía deja lugar para lo que se llama "desempleo


friccional", el cual puede deberse a factores estacionales, al
movimiento de personas de una a otra localidad, a cambios
en la técnica o en la estructura industrial, etc. Tal desempleo,
considerado habitualmente por los economistas como
insignificante e inevitable, es en realidad bastante grande y
en una economía planificada podría reducirse notoriamente,
al facilitar la reasignación y el reentrenamiento necesario
de la mano de obra, al anticipar el desarrollo técnico, etc.
Tampoco debe cometerse el serio error de igualar la
ocupación plena, tal como se ha definido arriba, con el
empleo racional, puesto que la primera es totalmente compa-
tible con el mantenimiento de actividades improductivas de
toda clase.

180
un mercado de trabajo de vendedores se hace cada
vez más difícil limitar las aspiraciones de los
sindicatos y mantener, dentro de límites
"razonables", sus demandas por salarios más altos,
por mejores condiciones de trabajo y por otras
ventajas adicionales. La existencia continua de un
ejército industrial de reserva es indispensable para
mantener a los trabajadores en su lugar, para
asegurar la disciplina de trabajo de la empresa
capitalista, para preservar la posición de mando del
empresario, salvaguardando su fuente fundamental
de ganancias y de poder, a saber, la capacidad de
contratar y despedir.130
De ahí que un gobierno controlado por el capital
monopolista no conduzca su política de ocupación
plena en forma tal que realmente la logre.131 De

130

"El desempleo permanece demasiado bajo para que la


fuerza de trabajo tenga flexibilidad. Siempre que los
desocupados totales no sobrepasen a dos millones, aun la
mano de obra no calificada escasea. Muchos patrones están
obligados a atesorar fuerza de trabajo calificada. Y, por
supuesto, los sindicatos son los que tienen la sartén por el
mango en las negociaciones sobre salarios. Es obvio que
pueden conseguirse más trabajadores, pero sólo a un costo
considerable. Es probable, además, que éstos no sean de la
calificación más conveniente. No hay mayor seguridad
contra la inflación que una reserva genuina de
desocupados. Ésta es una afirmación franca y tozuda, pero
es un hecho." Business Week, mayo 17 de 1952.

131

"En un promedio de buenos y malos años (estadísticos), el


desempleo debe ser mayor a cinco, a seis millones y quizá
entre siete u ocho. Esto no es algo que deba horrorizarnos,
puesto que puede hacerse una provisión adecuada para los
desempleados." J. Schumpeter, Capitalism, Socialism and.
Democracy (Nueva York, 1950), p. 383. Véase también el
libro de John Jewkes, Ordeal by Planning (Nueva York, 1948),
pp. 78 ss., para puntos de vista y estimaciones similares.
181
conformidad con esto, en los Estados Unidos el
Employment Act de 1946 —generalmente
considerado como la Carta Magna de la ocupación
plena— declara que es una responsabilidad continua
del gobierno "usar todos los medios practicables...
con objeto de crear y mantener la máxima
ocupación, en forma tal que impulse y promueva la
libre empresa competitiva..." En consecuencia, el
nivel de empleo que ha de procurarse no deberá ser
superior a aquel que "impulse y promueva la libre
empresa competitiva", siendo esto último la forma
habitual y discreta en que se designa a las
empresas oligopolistas y monopolistas.
Sin embargo, lo importante no son los decretos o
las declaraciones de los portavoces de las empresas
o del gobierno. Los hechos son más elocuentes que
las palabras; en la primera gran oportunidad que
tuvo la filosofía del nuevo curso para aplicarse en la
práctica (el notorio aumento del desempleo en el
verano de 1953), el gobierno —y los círculos de las
grandes empresas en cuya representación actúa—,
pusieron en claro el alcance que debe dársele al
término "ocupación plena". Permitieron la existencia
de un desempleo que abarcaba aproximadamente a
cinco millones de personas.132 Esto no es el
resultado de accidentes desafortunados o de un
conocimiento insuficiente acerca de los métodos
para combatir un desempleo creciente. El
mantenimiento de una cantidad tan "saludable" de
desempleados es una política deliberada, como
puede verse con entera claridad aun a través de la
niebla de frases altisonantes que llena el Economic
Report for 1955 del "Council of Economic Advisers":
"es necesario reconocer que, a veces, los procesos
de crecimiento pueden vacilar... sin embargo, el
132

Report of the Joint Committee on the Economic Report, en


el Economic Report of the President de enero de 1955
(Washington, 1955), pp. 95 ss.
182
conocimiento creciente por parte del público debe
estar, acompañado por una comprensión realista de
las dificultades prácticas con que se tropieza para
obtener incrementos ininterrumpidos de la
producción total, de la ocupación y del ingreso
personal. La habilidad en la conducción de los
asuntos del Estado exige que no escatimemos
ningún esfuerzo para canalizar el idealismo de
nuestra generación hacia los fines prácticos de
reducir a un mínimo las fluctuaciones económicas..."
133
Sin embargo y en tanto esto se logra, "debemos
dirigir nuestro programa para 1955, principalmente
a impulsar el crecimiento económico a largo plazo
más que a tratar de dar un impulso ascendente
inmediato a la actividad económica general" (p. 48).
El "impulso al crecimiento económico a largo plazo"
consiste en promover la libre empresa competitiva y
en crear un "sentimiento de confianza en el futuro
económico... que sea compartido ampliamente por
inversionistas, trabajadores, hombres de negocios,
agricultores y consumidores" (p. 2).
De ahí que el abrazo del capital monopolista a la
"ocupación plena" se convierta en un beso mortal.
No tiene por objeto realizar una política estatal a fin
de lograr y mantener la ocupación plena tal como
fue concebida por economistas bien intencionados o
como fue soñada por los reformadores sociales
trasnochados; su propósito es impedir catástrofes
ruinosas como el desplome de 1929-1933; su
finalidad es evitar depresiones ruinosas como las
que caracterizaron toda la década de los treintas.
No se propone eliminar las crisis "normales" o abolir
el desempleo "normal". De hecho, éstos se
consideran como "reajustes saludables", deseables
no sólo para conservar el indispensable ejército
industrial de reserva, sino como condiciones

133

Ibid., pp. 65 ss.


183
propicias en las que las empresas monopolistas y
oligopolistas pueden concertar pactos, absorber a
los competidores más débiles y consolidar sus
posiciones de mercado.134
Claro está que no debe permitirse que el
desempleo y el descenso del ingreso vayan tan lejos
que tengan repercusiones políticas peligrosas para
la estabilidad del sistema. Las obras públicas, los
pagos a los desocupados y ayudas de diversas
clases, deben mantenerse listas para aliviar la
miseria extrema y para sobornar a las víctimas del
"reajuste", de tal forma que no se pierda la
"confianza" en un "sistema económico que es a la
vez fuerte y humano, un sistema que puede
proporcionar tanto la gran abundancia material
como un mejor modo de vida".135 Los límites al
desempleo y a la baja de la producción que pueden
tolerarse, no están fijados por la tan alabada "dig-
nidad individual", ni por la igualmente propagada
solicitud a favor de la gente hambrienta de los
países subdesarrollados del mundo; estos límites
son dictados por las necesidades y la conveniencia
de las grandes empresas y por la credulidad de la
gente para soportar la hipocresía y la irracionalidad
de un orden económico gobernado por los intereses
del capital monopolista.
Otra posibilidad sería reducir la producción
mediante una disminución general del número de
horas trabajadas. Debería ser obvio que este
método de establecer un equilibrio entre la

134

La ola de fusiones que inundó a la economía


norteamericana durante el receso 1953-1954, proporciona
una excelente ilustración de este punto.

135

Council of Economic Advisers, Economic Report for 1955, p.


3.
184
demanda global y la oferta total —es decir,
reduciendo la producción total junto con el
mantenimiento de la ocupación plena— sería
racional hasta el punto en que la incapacidad de la
demanda efectiva prevaleciente para absorber la
producción de ocupación plena obtenida en una
semana de trabajo dada, expresase una saciedad
real de la gente respecto a todos los bienes y
servicios, bien fuesen para el consumo o para la in-
versión. Que tal saciedad todavía no existe —aun
con una distribución igual del ingreso—, no necesita
mayor explicación. Más aún, si ella existiese, el
sistema capitalista únicamente admitiría una
reducción general de la semana de trabajo en forma
lenta y bajo una severa presión. Esto obedece a
que, por lo que concierne a la empresa capitalista
individual, una reducción de la semana de trabajo
que trajese como resultado una baja en la
producción, implicaría una reducción de las
ganancias. En el proceso histórico, la reducción de
las primitivas 16 horas de trabajo a las 14 y a las 12
horas diarias, hasta llegar a las 40 horas a la
semana que se trabajan actualmente en los Estados
Unidos, se ha obtenido enfrentándose a la tenaz
oposición de parte de la clase capitalista y reflejan
la intensificación del trabajo y los incrementos en la
productividad que tuvieron lugar durante un siglo, al
igual que el surgimiento de un poderoso movimiento

185
obrero al que no podía resistírsele por más
tiempo.136 No puede haber duda de que, en la
actualidad, una reducción mayor de la semana de
trabajo establecida por la ley, sería combatida por
los intereses capitalistas con igual vigor que antaño.
Más aún, si una tal reducción en el número de horas
de trabajo no fuese compensada por un incremento
cuando menos correspondiente de la productividad
y, por ende, se tradujese en una reducción absoluta
de la producción total (único caso importante para
esta argumentación), es casi seguro que una gran
parte de esta baja, si no es que la totalidad de ella,
sería deducida de los salarios totales, es decir,
tendría que ser absorbida por la clase obrera. En
tales circunstancias, una nueva disminución en la
semana de trabajo no resolvería el problema del
excedente económico excesivo ni tampoco sería
aceptable para los obreros. Por consiguiente,
además de que todavía debe recorrerse un largo
camino para que la productividad llegue a un punto
en el cual, en una sociedad racionalmente
ordenada, no existan ya deseos insatisfechos que
sean más urgentes que el deseo de ocio —esto es,
en una sociedad en la que disminuir la producción
sería el procedimiento adecuado—, es imposible que
pueda resolverse, ni siquiera en forma parcial, el
problema constante de una sobreproducción
136

Aun así, sólo la conjunción de factores políticos y


económicos particularmente afortunados, permitió la mayor
parte de las victorias obtenidas por la reforma social. En
parte, la alianza temporal de los elementos feudales de la
sociedad con el ascendente movimiento obrero, afianzada
por la hostilidad común de ambos hacia la clase capitalista
(como sucede en el caso de la Gran Bretaña, de la Alemania
de Bisrnark y de algunos otros países europeos) y en parte
las grandes crisis del orden capitalista, fueron las que
dieron las oportunidades de arrancar importantes conce-
siones a una burguesía debilitada y atemorizada (como
sucedió en los Estados Unidos en la década de los treintas).
186
potencial en el capitalismo por una reducción
voluntaria de la semana de trabajo. Un intento para
obligar a una tal reducción por parte del gobierno —
si tal intento pudiese esperarse de un gobierno
dominado por la clase capitalista— encontraría una
enconada oposición no sólo por parte de las
empresas, sino también por parte de las masas
trabajadoras, que difícilmente podrían resistir una
disminución en los salarios reales.
Por lo tanto, al no ser ni posible ni deseable una
baja voluntaria de la producción, el equilibrio —
promovido por el gobierno— de la demanda global
con la producción total (a un nivel predeterminado
de ocupación) puede asumir la forma de un gasto
gubernamental en consumo adicional, individual o
colectivo. De hecho, el desembolso estatal de
fondos gubernamentales, a las personas incapaces
de satisfacer sus necesidades de consumo, no
puede dejar de incrementar la demanda efectiva
total. Tales desembolsos pueden tomar diversas for-
mas y estar dirigidos hacia los individuos que tienen
ingresos menores que el nivel estipulado de ingreso,
o bien hacia grupos especiales de la población, tales
como los agricultores, los obreros industriales, los
veteranos de guerra, los estudiantes universitarios o
los padres de muchos (o de pocos) niños. El único
requisito para que esta clase de gastos se traduzca
en un incremento relativamente grande del ingreso
total y de la ocupación, es que los beneficiarios
iniciales sean gente con alta propensión marginal a
gastar, es decir, que sean personas que
pertenezcan a los grupos de ingresos más bajos de
la población.
Sin embargo y salvo en condiciones de una severa
crisis, los subsidios en gran escala al consumo
individual son totalmente incongruentes con el
espíritu del capitalismo y desagradan a los intereses
dominantes. Tales subsidios acarrearían diversas
repercusiones que irían en gran detrimento del
funcionamiento normal del orden capitalista. Los
187
pagos no compensados del gobierno a los individuos
no sólo tenderían a elevar el tope inferior de
salarios, dando al asalariado un mínimo de
subsistencia independiente de la ocupación y, por lo
tanto, cambiando su valoración relativa de ingreso y
ocio, sino que, lo que es quizás tan importante, tales
ingresos no ganados serían totalmente ajenos a las
normas fundamentales de la ética y de los valores
del sistema capitalista. El principio de que el
hombre común tiene que ganar el pan con el sudor
de su frente, es la argamasa de un orden social cuya
cohesión y funcionamiento se basa en castigos y
recompensas monetarias. Al reducirse la necesidad
de trabajar para vivir, la distribución gratuita de un
gran volumen de bienes y servicios minaría
inevitablemente la disciplina social de la sociedad
capitalista y debilitaría las posiciones de prestigio y
de control social que coronan su pirámide
jerárquica.137
Puesto que estas consideraciones se aplican en
mucho menor grado a las contribuciones estatales
al consumo colectivo, se ha considerado al gasto
destinado a este fin como un método más
respetable para cebar la bomba. Este gasto, al
involucrar generalmente una mayor construcción,
eleva más directamente la demanda de productos
de las industrias pesadas que los subsidios
individuales al consumo y, en muchos casos, les
137

Es ésta la razón por la que, cuando los subsidios al


consumo individual se realizan en situaciones que exigen el
alivio de una enorme miseria, la aceptación de esos
beneficios está asociada con un serio oprobio social. Lo que
fue cierto con los tristemente célebres asilos de pobres de
la Gran Bretaña hace 100 años, es igualmente cierto en las
condiciones modernas, aun cuando el gran incremento en el
número de gente que ha tenido que depender en una u otra
ocasión de la asistencia pública, ha hecho que la desgracia
que ello representa sea un poco más soportable para los
individuos que la han recibido.
188
proporciona valiosas "economías externas". La
construcción de nuevas carreteras en localidades
adecuadas, obviamente tiene esas implicaciones
favorables, la construcción de oficinas de correos,
escuelas, hospitales, etc., en el lugar apropiado,
puede-ser de una gran utilidad para las empresas.
Sea que proporcionen sus servicios gratuitamente,
como sucede en algunas ocasiones, o bien mediante
el pago de cuotas, tales establecimientos de
consumo colectivo no tienen las desventajas
materiales e ideológicas de los subsidios al consumo
individual. No afectan negativamente al deseo de
trabajar de la clase obrera ni a su precio, y no
perturban la regla soberana del becerro de oro.
Sin embargo, la cantidad de dinero que el gobierno
puede gastar para tales objetivos es algo limitada.
En primer lugar, tropieza con la seria resistencia de
los estratos de altos ingresos para costear con sus
impuestos el establecimiento de instalaciones que
ellos mismos usarán poco.138 Más aún, algunos de
los establecimientos de consumo colectivo
interfieren con poderosos intereses creados; así, por
ejemplo, las habitaciones baratas y la eliminación
de tugurios son combatidos enconadamente por el
influyente grupo que controla los bienes raíces.
Además, el alcance de los programas de este tipo
está estrechamente limitado, en ciertas épocas, por
las posibilidades de la industria de la construcción.
Es obvio que el potencial de esta industria puede

138

Esto obviamente se aplica también a los subsidios


gubernamentales al consumo individual. La oposición
vociferante de estos círculos al apoyo estatal a la educación
es un ejemplo excelente de su actitud. Bastante interesante
es también el hecho de que esta oposición no provenga
tanto de los círculos de las grandes empresas, en donde el
valor de la mano de obra bien entrenada se entiende más o
menos claramente, sino de las pequeñas empresas, mucho
menos dadas a pensar en términos "globales" semejantes.
189
ser ampliado, pero una tal expansión puede ser
difícil a corto plazo dada la inmovilidad de diversos
recursos y la naturaleza temporal de los proyectos
de que se trata. Las empresas constructoras no
serán inducidas fácilmente a efectuar inversiones
cuantiosas sabiendo que sus negocios pueden
reducirse sustancialmente en unos cuantos años. En
la actualidad, en la mayoría de los países, si no es
que en todos, una gran expansión de los
establecimientos de consumo colectivo
probablemente sería de todas formas altamente
irracional, dada la prioridad social existente. No hay
justificación para construir caminos adicionales o
monumentos, cuando existe una necesidad
imperiosa de liquidar tugurios, de hacer escuelas,
de proporcionar alimentos y vestidos; tampoco hay
justificación para transferir a los sastres a trabajos
de construcción cuando hay necesidad de
desarrollar, por un plazo largo, la industria del
vestido. Por consiguiente, aunque el gasto
gubernamental destinado al consumo colectivo es
más sensato que los gastos en empresas del todo
inútiles que únicamente proporcionan salarios a
individuos contratados sin ningún provecho, cabe
dudar de su racionalidad. Aquello que pueda tener
un significado "práctico" todavía mayor, difícilmente
será de una magnitud suficiente para absorber una
parte importante del excedente económico.
Esto nos lleva al cuarto método posible de
intervención estatal, a saber, la inversión en
instalaciones productivas. Ya que no son factibles ni
una reducción planeada de la producción total, ni un
incremento suficiente del consumo corriente, un
aumento de la inversión representa la única forma
racional en que la utilización de la producción puede
elevarse al nivel de la oferta global en condiciones
de ocupación plena. Sin embargo, es obvio que de
todas las formas concebibles del gasto
gubernamental, éste es el único totalmente vedado
en un régimen de capital monopolista. De hecho,
190
todas las consideraciones que impiden a las
empresas monopolistas invertir ellas mismas sus
desbordantes ganancias, excluyen a fortiori la
tolerancia para dicha inversión gubernamental. Sea
que la inversión estatal se dirija hacia las ramas
industriales monopolistas u oligopolistas, donde se
mantiene a bajos niveles a causa de la política de
elevación al máximo de las ganancias de las
empresas involucradas, o bien que tenga por objeto
desarrollar nuevas industrias, atractivas por sí
mismas al capital monopolista, o cuya producción
puede competir con la de las empresas existentes,
resulta igualmente intolerable para los intereses
dominantes.
Donde el gobierno tiene "permiso" para invertir es
en las esferas de actividad que, hasta ese
momento, están fuera de toda explotación
comercial y no tienen importancia para los intereses
de las grandes empresas. Este tipo de inversiones,
en que el gobierno absorbe los costos y los riesgos
de exploración y experimentación, recibe el aliento
del capital monopolista. Pero en el caso de que esta
acción tenga éxito en sus primeras fases, el
desarrollo posterior y los beneficios que resulten de
ellas deben traspasarse rápidamente a las
empresas privadas.139
139

"Los que se oponen a una mayor actividad de la libre


empresa en el programa de energía atómica señalan que
aproximadamente trece mil millones de dólares han sido
gastados en el campo de la energía atómica por los
contribuyentes americanos, incluyendo este año fiscal. A
voz en cuello afirman que sería una estupidez traspasar tal
inversión a la empresa privada... Sin embargo, no debemos
olvidar los miles de millones de dólares de impuestos que
se han gastado en impulsar el aeroplano, la turbina y el
motor diesel, así como en muchos otros campos del
desarrollo industrial y que posteriormente fueron
transferidos a la libre empresa para su mejoramiento y
desarrollo en beneficio de la humanidad. .. A causa del
191
Queda entonces la quinta posibilidad de acción
gubernamental, a saber, los gastos
gubernamentales exhaustivos que no sean en
bienes de consumo individual o colectivo ni en
inversiones útiles, sino en empresas improductivas
de todas clases. De hecho, esta forma del gasto
gubernamental es la más amplia de todas y, sin
lugar a dudas, la de mayor importancia. Excede en
mucho a la suma de todos los otros rubros del
presupuesto gubernamental y constituye el principal
"impulso externo" que impide a la economía del
capitalismo monopolista estancarse en la "situación
dada", dotándola, en ocasiones, de capacidad para
generar condiciones de prosperidad y de ocupación
relativamente elevadas. Este escape para el
desbordante excedente económico de un país
capitalista avanzado, está asociado con sus
relaciones internacionales. Dada su enorme
importancia, esto requiere una exposición algo más
detallada.

IV
Cuando anteriormente se trató sobre las
posibilidades de igualar la demanda global a la
oferta total, se estaba considerando lo que en la

costo exorbitante inicial, la industria privada quizá no puede


ser capaz de soportar el peso de la industria de energía
atómica. Esto significa que el gobierno tendrá que
compartir los costos iniciales durante los años de
experimentación. Sin embargo, y después de haber ad-
quirido el conocimiento y la experiencia necesarios, el genio
de nuestro sistema americano de libre empresa la
capacitará para impulsarla tal como lo ha hecho en otras
ocasiones cuando ha trabajado con el gobierno y se ha
encargado del programa del desarrollo industrial." Discurso
del representante James E. Van Zandt, miembro del Joint
Congresíonal Committee on Atomic Energy, en el
Decimoctavo Congreso de la Industria Norteamericana,
auspiciado por la National Association of Manufacturers, el
4 de diciembre de 1953 (citado en Monthly Review, mayo
de 1953).
192
literatura económica se denomina habitualmente un
"sistema cerrado". Sin embargo, una vez que se
toman en consideración las relaciones económicas
internacionales de un país capitalista avanzado, la
situación se presenta bajo una luz algo distinta. Es
obvio que el comercio exterior proporciona una
salida al excedente económico sólo en el caso de
que las exportaciones se hagan a cambio de oro o
cuando las ganancias se inviertan en el exterior. Si
las exportaciones se compensan por las
importaciones, no hay, a primera vista, ningún
cambio en la magnitud del ingreso nacional y, en
consecuencia, ninguna modificación en el volumen
del excedente económico. Sin embargo, aun el
simple intercambio de exportaciones por
importaciones tiene vital importancia para algunos
países. En realidad y en muchos de ellos, el simple
mantenimiento de la "situación dada" sólo es
posible cuando existe un comercio exterior de cierta
magnitud, aunque esté equilibrado. Únicamente a
través del comercio exterior puede obtenerse la
diversidad física de bienes que requiere la
estructura de su producción, consumo e inversión.
Más aún, mediante el aprovechamiento de fuentes
de materias primas más baratas, nuevas o de mejor
calidad, de combustible, etc., hasta un comercio
exterior equilibrado puede hacer que surjan nuevas
industrias, nuevas técnicas o nuevos productos que
pueden estimular una inversión adicional. En forma
similar, a través de la expansión del mercado para
los productos de las empresas individuales, el
comercio exterior puede provocar incrementos de la
producción y de la inversión que de otra manera no
se efectuarían.140 De todas formas, la importancia
140

Sin embargo, en condiciones de comercio equilibrado, este


efecto es menos seguro en la economía en su conjunto,
puesto que la expansión en las industrias exportadoras
puede ser neutralizada por la contracción de aquellas
193
del comercio exterior como factor dinámico, como
fuente de un impulso que ayuda a la economía
capitalista a romper la "situación dada", radica
fundamentalmente en que proporciona el meca-
nismo para exportar capital.141
Sin embargo, esto es sólo una parte, y ni siquiera
la parte decisiva, de todo el problema. En un país
capitalista, el comercio exterior, a semejanza de
cualquier otro comercio, se lleva a cabo por
empresas individuales, y éstas no pueden guiarse
en sus actividades por consideraciones "globales",
es decir, por la preocupación del impacto que
tienen sus operaciones en la economía en su
conjunto. Si se quiere comprender el efecto de las
transacciones de las empresas individuales en el
ingreso nacional y en la ocupación, debe
investigarse qué resultados pueden esperarse de la
interinfluencia de estas transacciones en las
distintas circunstancias históricas.
En el capitalismo competitivo, los empresarios
estaban ansiosos de vender sus mercancías en el
extranjero. Cuando los precios del mercado exterior
eran más tentadores que los internos y los ingresos
esperados eran más elevados, la empresa
competitiva realizaba todos los esfuerzos para
penetrar en esos mercados y, por consiguiente,
para incrementar sus ganancias medias. También
estaban ansiosos de obtener de los países
extranjeros materias primas y productos de
cualquier clase, cuando tales importaciones podían
industrias que se vean afectadas por la entrada de bienes
importados a sus mercados.

141

La importación de oro difiere en muchos aspectos de la


exportación de capital. Su volumen es naturalmente
limitado, no constituye un acto de inversión para una
empresa individual y, por lo tanto, no produce ingresos, etc.
Sin embargo, en el contexto presente, puede tratarse como
equivalente a la exportación de capital.
194
venderse con ganancia en el mercado interno o en
el internacional. Sin embargo, en las condiciones
competitivas funcionaba un cierto mecanismo au-
tomático que imponía una seria limitación a la
actividad del comercio exterior. Esta barrera era el
balance de pagos con el exterior. Cuando los
capitalistas de un país tendían a exportar a otro
más de lo que importaban de ese país, se producía
una reacción más o menos rápida, y más o menos
automática, para remediar el desequilibrio del
balance de pagos. Un cambio en el nivel de
actividad económica o la salida de oro del país
deficitario, producían un descenso de su nivel de
precios y, por lo tanto, desalentaban las
importaciones e impulsaban las exportaciones, o
bien provocaban una depreciación de su moneda (o
la posible modificación de la estructura de su
arancel, que tenía el mismo efecto). El capitalista
individual, tanto en el país acreedor como en el
deficitario, normalmente no estaba en posición de
influir en este proceso y tenía que aceptarlo, bien
que mal, como un hecho que debía tomar en
cuenta.
En forma similar, las exportaciones de capital
efectuadas durante el capitalismo competitivo,
fueron en gran medida el resultado de una multitud
de movimientos de capital relativamente pequeños.
De hecho, una empresa competitiva, dotada de un
capital relativamente pequeño, no podía
típicamente dedicarse a exportar capital; todas las
exportaciones de capital en ese período se debieron
fundamentalmente a constelaciones históricas más
o menos accidentales. De ahí que las exportaciones
de capital de la Gran Bretaña en la primera parte
del siglo XIX estuviesen estrechamente ligadas con
la emigración de súbditos británicos hacia diversas
partes del Imperio (donde se establecieron con
ayuda del dinero traído de su país nativo) y con las
actividades de los mercaderes aventureros que
empleaban su capital en el exterior como préstamos
195
a corto plazo.142 Del mismo tipo fueron las
inversiones de "cartera", basadas en la adquisición
de acciones de las empresas de un país por los
residentes de otro. Ninguna de éstas llegó a tener
grandes proporciones, ni tampoco representaron un
esfuerzo sistemático para invertir en el exterior.
En el capitalismo monopolista, tanto en éste como
en otros muchos aspectos, las cosas han tomado un
giro totalmente distinto. La empresa monopolística y
oligopolística, que trabaja en condiciones de costos
rápidamente decrecientes, está aún más ansiosa
que su antecesora competitiva por ampliar sus
ventas en el exterior. De hecho, aun cuando los
precios que prevalecen en los mercados exteriores
sean más bajos que los del interior, puede
convenirle impulsar sus exportaciones y emprender
una discriminación de precios, pues ésta no afectará
su posición en el mercado interno. Al mismo tiempo,
como tiene una producción masiva y es un
comprador en gran escala de materias primas,
estará muy interesada en el abastecimiento y el
precio de tales importaciones, que pueden ser
indispensables para la marcha de sus negocios.
Debe tratar de mantener y desarrollar las fuentes
exteriores de abastecimiento y maniobrar con el
objeto de asegurar, lo más que pueda, una posición
monopsonista mediante las inversiones en los
"países fuentes" (inversiones que fácilmente puede
costear dadas las grandes cantidades de capital que
tiene a su disposición).
De hecho, la situación que era (y todavía es)

142

Véase el interesante artículo de Ragnar Nurkse, "The problem


of International Investment Today in the Light of Nineteenth
Century Experience", Economic Journal (diciembre de 1954).
Es obvio que aquí la argumentación no se refiere a los
préstamos gubernamentales a otros gobiernos, o a
mercados privados de capital, que han sido motivados en
su mayoría por consideraciones políticas o militares.
196
inmutable para la pequeña empresa competitiva,
está ahora sujeta a las maniobras de las
gigantescas corporaciones. El mecanismo más o
menos automático del funcionamiento del balance
de pagos, que equilibraba las importaciones y las
exportaciones de innumerables empresas y los
movimientos a corto y a largo plazo de una multitud
de capitales relativamente pequeños, ya no
representa un obstáculo real para los esfuerzos de
una empresa monopolista u oligopolista. Cuando su
movimiento de exportación tropieza con la
existencia de un déficit en el balance de pagos del
país importador, está en capacidad de otorgar
grandes créditos a sus compradores o de inducir a
las poderosas instituciones financieras con las
cuales está ligada, para que proporcionen el
financiamiento necesario. Si el gobierno del país
importador preparase una devaluación de su
moneda o el establecimiento de medidas
restrictivas a la importación, la empresa puede
ejercer su propia influencia u organizar la presión
conjunta de varios enormes consorcios con el objeto
de impedir tales manifestaciones hostiles. Cuando
las materias primas que puede necesitar estuviesen
escasas en el país fuente o gravitasen hacia algún
otro mercado de exportación, puede hacer grandes
inversiones de capital en ese país, para asegurarse
así esas materias primas.
No debe suponerse que las exportaciones de
capital en el capitalismo monopolista no tropiezan
con problemas y fácilmente pueden asumir
proporciones cada vez más grandes. Por lo
contrario, las exportaciones privadas de capital no
sólo se encuentran con que varias de las fuerzas
que obstaculizan la inversión en sus propios países
existen en el exterior, sino que deben, además,
superar muchos obstáculos adicionales. El impulso
de las empresas monopolistas y oligopolistas (y de
los grupos financieros conectados con ellas), para
invertir en el exterior, está estrechamente limitado
197
por su política económica general.
Raramente se inclinan a emplear sus fondos en el
exterior para construir plantas y equipos que
pudiesen abastecer las necesidades de los
mercados extranjeros. Es natural que prefieran
exportar a esos mercados sus propios productos,
cuyos costos marginales tienden a ser muy bajos.
Tampoco su interés en desarrollar la explotación de
las materias primas extranjeras es tal que los
induzca a impulsar su producción óptima. La
inversión que se efectúa en este renglón, depende
más bien de la cantidad de materias primas que la
corporación inversionista puede usar en sus propias
plantas o utilizar lucrativamente en su propio país o
en algún otro.
Por lo tanto, esto implica que los principios
familiares de elevación al máximo de las ganancias
en condiciones de monopolio y oligopolio (no
"deteriorar el mercado", no lanzarse a una
competencia degolladora con los rivales poderosos,
etc.) son tan válidos para la inversión extranjera
como para la inversión interior. Es evidente que en
tanto más grandes y más importantes sean las
empresas, cuanto mayor sea su importancia en sus
economías nacionales o en cualquier rama particu-
lar de la economía mundial, más capacitadas
estarán para valorar la estructura de cualquier
mercado particular y serán más circunspectas y
cautas en sus decisiones de inversión.
Sin embargo, además de estos obstáculos
"normales" a la inversión, existen otros
impedimentos no menos importantes en el caso de
la inversión extranjera. Aun donde la inversión
extranjera parece ser prometedora para la
corporación de un país capitalista avanzado, ésta
debe considerarse a la luz de las incertidumbres
políticas y sociales que se asocian a las aventuras
en el exterior. Estas incertidumbres se han
incrementado notoriamente en la era del
imperialismo, de las guerras y de las revoluciones
198
nacionales y sociales, y el riesgo que esto ha traído
consigo a las exportaciones de capital reduce gran-
demente su atractivo para los posibles
inversionistas. El temor a las conflagraciones
militares, a los "motines, agitación y revolución", a
las medidas de nacionalización, a restricciones
cambiarias o comerciales en otros países,
necesariamente ha tenido un efecto deprimente
sobre el volumen de la inversión en el exterior.
Pero lo que tiene una importancia trascendente y
realmente hace época, es que ninguno de estos
obstáculos a la expansión de los mercados
exteriores y a la exportación de capital ha sido
aceptado pasivamente por las empresas
monopolistas y oligopolistas. Representando una
parte importante de la producción global de su rama
industrial (o aun de su país), controlando una gran
cantidad de riquezas, disponiendo de conexiones en
escala mundial y de una vasta influencia, una
corporación gigantesca puede, por sí sola o junto
con otros consorcios en posición similar, jugar un
papel tan importante en la determinación de la
actitud de su gobierno en los asuntos políticos y
económicos extranjeros, como el que desempeña en
la orientación de la política interior.143 Como
consecuencia de esto, una gran empresa de un país
capitalista avanzado puede disponer, para sus
operaciones internacionales, no sólo de su
prodigioso poder financiero, sino también de los
gigantescos recursos del gobierno nacional de su
país.
La disponibilidad de este apoyo estatal fortalece
notoriamente la capacidad de las empresas
143

Para un estudio brillante y cabal del papel dominante que


han jugado las grandes empresas en las políticas exteriores
de las grandes potencias antes de la primera Guerra
Mundial, véase G. W. F. Hall-garte, Imperialismus vor 1914
(Munich, 1951).
199
monopolistas y oligopolistas para lidiar con las
dificultades que se les presentan en sus actividades
económicas en el exterior. Por lo que se refiere a las
limitaciones que les impone la estructura de los
mercados internacionales, el apoyo de su gobierno
incrementa grandemente su poder competitivo. De
todas formas, la estabilidad de la estructura de
cualquier mercado internacional será siempre más
precaria que la de cualquier mercado interno. El
número de empresas oligopolistas en la economía
mundial es, naturalmente, más grande que en la de
un solo país y los controles financieros comunes, las
juntas directivas coaligadas, etc., son menos
frecuentes. Por lo tanto, las restricciones a la
competencia entre las empresas oligopolistas de
diferentes nacionalidades son menos pronunciadas
y las consideraciones que actúan en contra de sus
tácticas agresivas dentro de la economía de su país
son menos obligatorias en el caso de la economía
mundial.144 Empero, el hecho de que cada titán
oligopolista, en la lucha competitiva en los
mercados mundiales, pueda apoyarse en su
gobierno nacional, reduce todavía más la influencia
de los factores que determinan la estabilidad
estructural de los mercados individuales. Confiada
en el apoyo económico, diplomático y militar de su
gobierno nacional, la empresa oligopolista que
opera en el mercado mundial se ve tentada,

144

Los miembros de una rama industrial oligopolista de un


país, raramente compiten entre sí en los mercados
mundiales. Las consideraciones que restringen y aun
impiden su competencia efectiva en el interior se aplican
con igual fuerza a sus operaciones en el exterior. De hecho,
es frecuente que los oligopolistas de un país operen unidos
los mercados mundiales fundando sindicatos comunes,
agencias de compra, etc. Las leyes anti-trust de los Estados
Unidos consideran específicamente la posibilidad de tales
combinaciones (Webb-Pomerane).
200
irresistiblemente, a tratar de conquistar una porción
mayor de éste, o a buscar oportunidades
adicionales para su inversión. Cuando el otorgar
crédito a los compradores de un país importador
que tiene un déficit en su balance de pagos, se
considera como una práctica comercial poco pru-
dente, las empresas monopolistas pueden utilizar a
su gobierno para que otorgue los préstamos y las
garantías necesarias, o bien para que asuma los
riesgos y proporcione las garantías adecuadas.
Cuando los gastos necesarios para eliminar o res-
tringir las actividades de una empresa competidora
de otro país son demasiado grandes, las empresas
monopolistas pueden transferirlos más o menos
fácilmente al tesoro nacional de su país. Cuando la
inversión para desarrollar la producción de materias
primas en un país fuente no atrae a una
corporación, o al grupo financiero asociado a ésta —
sea por los costos demasiado altos de la exploración
inicial o bien porque se esperan de ella ganancias
insuficientes—, su gobierno nacional puede ser
inducido a soportar toda o parte de la carga
financiera.145
El apoyo estatal a las gigantescas corporaciones
que compiten en la economía mundial también
influye de otra forma. La presión política, económica
y militar que sobre el país más pequeño y débil
ejerce el gobierno nacional de la corporación, puede
excluir del mercado de ese país a los competidores
de algún otro. Un préstamo otorgado a ese país por
parte del gobierno de una empresa oligopolista,
puede estar ligado a condiciones que orienten
decisivamente la balanza competitiva a favor de esa
empresa.146
145

Véase mi artículo "The Rich Got Richer", The Nation (enero


17 de 1953).

146

201
En forma similar, los impedimentos a la inversión
extranjera que surgen de las incertidumbres
políticas, del peligro de levantamientos sociales o de
la alharaca de los gobiernos de los países
dependientes, frecuentemente pueden ser
superados con la ayuda de los gobiernos de las
potencias imperialistas. Una gigantesca corporación
a menudo se enfrenta a una nación pequeña y débil
no sólo como el único comprador de sus expor-
taciones o como una fuente importante de sus
importaciones (y de sus créditos), sino que está en
capacidad por sí sola, o haciendo uso de las
facilidades apropiadas de su propio gobierno, de
intervenir activamente en la política materna de ese
país, de comprar, de instalar o de derribar su

"En varias partes del mundo una corporación


norteamericana debe realizar sus negocios en forma franca
y abierta con el gobierno extranjero, con o sin apoyo del
Departamento de Estado de los Estados Unidos. Las
compañías petroleras norteamericanas que hacen negocios
en Venezuela, las compañías norteamericanas de cobre que
hacen negocios en Chile, las compañías azucareras
norteamericanas que hacen negocios en la República
Dominicana, para dar algunos ejemplos, tratan
directamente con las autoridades competentes de esos
Estados. Aunque las prácticas de las corporaciones están
lejos de ser uniformes, parece ser que la mayoría de las
corporaciones norteamericanas prefieren el trato directo
que el que se hace a través de las Embajadas
norteamericanas y de los funcionarios diplomáticos, aunque
los diplomáticos pueden ayudar en ciertas circunstancias.
Algunas de las corporaciones más grandes disponen de
informes continuos y detallados sobre las actitudes y
aptitudes de los funcionarios diplomáticos norteamericanos,
clasificándolos de acuerdo a su utilidad probable para hacer
avanzar o para proteger los intereses de la compañía." A. A.
Berle, Jr., The Twentieth Century Capitalist Revolution
(Nueva York, 1954), pp. 131 ss. Los antecedentes del
profesor Berle dan un peso excepcional a su testimonio. Él
fue Secretario de Estado Adjunto de 1938 a 1944 y
Embajador de los Estados Unidos en Brasil de 1945 a 1946.
202
administración, de hacer o deshacer a sus
políticos.147 Y, cuando sea necesario, puede usar la
potencia militar del país imperialista para asegurar
la "libertad" a las actividades de las empresas
monopólicas.
De ahí que la competencia entre los oligopolistas
en la arena mundial se convierta cada vez más en
una lucha por el poder entre los países
imperialistas. Su resultado depende no sólo de la
fuerza de las empresas que están en competencia,
sino de la potencia política y militar de sus propios
países. Los límites a esa expansión del comercio
exterior o a la inversión extranjera de las empresas
oligopolistas y monopolistas apoyadas por el
gobierno de un país, están determinados por la
resistencia de las empresas oligopolistas y
monopolistas apoyadas por los gobiernos de otros
países, por la resistencia de las naciones
dependientes y por el grado en que las condiciones
sociales y políticas internas faciliten u obstaculicen
el servilismo del gobierno a los intereses de las
grandes empresas.
Esto da lugar necesariamente a una gran fluidez
en los beneficios que derivan del comercio y de la
inversión extranjeros los países capitalistas en lo
individual. La disparidad en el desarrollo de su
política interna y del crecimiento de su poderío
nacional (y de la fuerza de sus grupos industriales y
financieros) es la causa de los continuos cambios en
el status que guardan en la economía mundial. A los
períodos de paz precaria y estabilidad se suceden

147

Los ejemplos de esto tienen tal ubicuidad que pueden


escogerse al azar. Sea que consideremos las prácticas
británicas o norteamericanas respecto a los países del
Cercano Oriente, de Latinoamérica o del Asia Sud Oriental,
el modelo de las maniobras imperialistas en las condiciones
políticas de los países pequeños y débiles no varía.
Volveremos sobre este punto posteriormente.
203
condiciones de disturbio y fricción. La coexistencia
"normal" bajo los acuerdos de cartel o de cuotas,
cede su puesto a enconados conflictos y a la guerra
abierta. La intensidad del impulso que una
economía capitalista avanzada recibe de sus
relaciones exteriores difiere, por consiguiente, no
sólo de país a país, sino de un período histórico al
siguiente, siendo en ocasiones más pronunciado a
favor de un país y en otras a favor de uno o varios
de sus rivales.
V
El monto del excedente económico que se absorbe
"automáticamente" a través de las relaciones
económicas con el exterior, no proporciona ni
siquiera una medida aproximada de su importancia
para las economías de las potencias imperialistas.
Lo que tiene una enorme trascendencia es el
impacto de estas relaciones en el ámbito y la
naturaleza de las actividades estatales en los países
capitalistas avanzados. Como se mencionó
anteriormente, el status competitivo en la economía
mundial de las empresas oligopolistas y
monopolistas de un país imperialista, depende de
hecho y en gran proporción del apoyo sistemático y
cabal por parte de su gobierno. Lo que resolvía el
problema hace uno o dos siglos ya no basta en la
actualidad. Ni una démarche ocasional y enfadada
por parte del Ministerio de Relaciones y ni siquiera
la movilización de buques de guerra a un punto
conveniente —que en los buenos viejos tiempos
bastaba frecuentemente para "normalizar" las
relaciones de un país irrazonable con los
empresarios de una gran potencia— esbozan, en el
presente, el alcance de la intervención
gubernamental que se necesita. Lo que se requiere
actualmente, en términos económicos, son grandes
préstamos gubernamentales, dádivas y "asistencia
técnica" apropiada para los países que interesan a
las actividades exteriores de las corporaciones. Lo
204
que hace falta en la actualidad, en términos polí-
ticos, es el establecimiento de bases militares donde
esto sea posible con objeto de asegurar la
estabilidad política y social, la existencia de
gobiernos acomodaticios y una política apropiada en
lo económico y en lo social en todos los países ac-
cesibles del mundo. Cualquier equilibrio que se logre
en estas circunstancias, es, por consiguiente, muy
inestable. Guerras grandes y pequeñas marcan el
reajuste de las condiciones mundiales respecto al
poderío cambiante de las potencias que compiten y
tienen como único resultado un nuevo equilibrio
precario de una duración incierta.
La constelación socioeconómica en el capitalismo
monopolista es tal, que condiciona al público, a los
funcionarios importantes, a los legisladores y a los
dirigentes intelectuales, a las políticas del
imperialismo. Escribiendo hace ya más de
cincuenta años, Hobson nos dio un atisbo del
mecanismo involucrado.148 Pero, pese a lo justo de
su percepción, no penetró totalmente en lo

148

"El agente que controla y dirige todo el proceso... es la


presión de los motivos financieros industriales, que se
manejan en favor de los intereses materiales inmediatos de
los grupos pequeños, capaces y bien organizados" de una
nación. Estos grupos aseguran la cooperación activa de los
hombres de estado y de las cliques políticas que manejan el
poder de los "partidos", en parte al asociarlos directamente
a sus maniobras de negocios y en parte apelando a los
instintos conservadores de los miembros de las clases
poseedoras, cuyos intereses creados y su dominio de clase
están más resguardados cuando se desvían las corrientes
de energía, de la política interior hacia la exterior. La
aceptación, y aun el apoyo activo y entusiasta, del cuerpo
de una nación a un curso político fatal para sus propios
intereses, se asegura parcialmente apelando a su misión
civilizadora pero, fundamentalmente, recurriendo a los ins-
tintos primitivos de la raza." J. A. Hobson, Imperialism
(Londres, 1902), p. 212.
205
intrincado del problema. Lo que ha sido decisivo
para promover el éxito espectacular que las
empresas monopolistas han tenido al transformar
al cuerpo político de los países capitalistas
avanzados en un instrumento dócil a sus intereses
en el extranjero, es que estas políticas no están
basadas meramente, y ni siquiera en una forma
fundamental, en la ofuscación de las masas ni en
la corrupción de los funcionarios o en la traición de
los políticos. La política del imperialismo puede, de
hecho, beneficiar al hombre común de un país
imperialista, tal como claramente lo percibió Lenin,
al llamar la atención sobre la existencia de una
"aristocracia obrera" que compartía las ganancias
adicionales de las empresas monopolistas.149 Esto
fue captado quizá en una forma más amplia por
Engels, quien, en una carta a Marx (7 de octubre
de 1858), escribió proféticamente: "El proletariado
inglés se está aburguesando cada vez más, de
manera tal que ésta, la más burguesa de las
naciones, aparentemente tiende a poseer una
aristocracia burguesa y un proletariado burgués
además de una burguesía. Para una nación que
explota a todo el mundo esto es, en cierta forma,
comprensible."150 En realidad, los frutos de la
política imperialista corresponden no sólo a la cima
plutocrática de un país capitalista avanzado y a sus
dependientes y agentes inmediatos, sino que
afectan, en gran medida, la existencia de la

149

E. Varga y L. Mendelsohn (eds.), New Data for Lenin's


Imperialism. The Highest Stage of Capitalism (Nueva York,
1940), p.224.

150

Marx y Engels, Selected Correspondence (Nueva York,


1934), p. 115. Un ligero cambio en la traducción ha sido
hecha por el autor.
206
sociedad del capitalismo monopolista. Lo que aquí
importa no es el incremento del ingreso y de la
ocupación que puede derivar un país imperialista
del comercio y de la inversión en el exterior. Éstos
no necesitan ser muy grandes, aun cuando sean de
considerable importancia para las corporaciones
individuales involucradas y a los grupos asociados
con ellas.151 De hecho, en tanto las ventajas ligadas
en forma inmediata a las actividades económicas
en el exterior representaron la consideración más
importante en el fomento de las políticas
imperialistas, sus cimientos políticos y su
justificación ideológica fueron, inevitablemente,
algo endebles. Es imposible manipular, más que
por períodos relativamente cortos, a una nación
adelantada mediante el fraude abierto y la
corrupción, así como tampoco puede durar mucho
la filosofía de "la carga del hombre blanco" y la
doctrina de la superioridad racial frente al
contraste tan marcado que existe entre los
aterradores costos humanos y materiales del impe-
rialismo y los resultados que se obtienen, es decir,
las enormes ganancias de un puñado de grandes
negociantes. Este contraste tenía que desacreditar
al corrupto portavoz del imperialismo y hacer
explotar sus fábulas hipócritas y fraudulentas,
limitando la circulación de ambos a las franjas
jingoístas de los políticos imperialistas y de la
"cultura".
El problema se presenta en una perspectiva
totalmente distinta cuando se toman en
consideración no sólo las ventajas directas que la
política imperialista proporciona a la sociedad de un
país capitalista avanzado, sino cuando se observan

151

Sin embargo, la Gran Bretaña es un caso especial', donde


el comercio exterior y las inversiones han constituido per se
las fuentes más importantes del ingreso nacional.
207
todos sus efectos. Los préstamos y créditos a los
llamados gobiernos amigos de los países
dependientes, los gastos para los establecimientos
militares necesarios para "proteger" ciertos terri-
torios o para reforzar alguna política en el exterior,
los desembolsos que implica un enorme aparato
destinado a organizar la propaganda, la subversión
y el espionaje tanto en las regiones sometidas,
como en otros países imperialistas competidores o
"inseguros", asumen magnitudes prodigiosas.
Aunque representan una gran parte del Producto
Nacional Bruto —en los Estados Unidos el promedio
de la última década fue casi del 20 %—, su
importancia no la refleja enteramente ni siquiera
esta proporción. Ésta puede aclararse cuando se
comprende que la parte del excedente económico
que absorben estos gastos es substancialmente
más grande. De ahí que el impacto de esta forma de
utilización del excedente económico sobre el nivel
de ingreso y ocupación de un país capitalista
avanzado, trascienda por mucho al efecto
generador que en el ingreso y la ocupación
representan las actividades económicas en el
exterior propiamente dichas. Estas últimas, de
hecho sólo tienen una importancia accidental si se
les compara con las primeras, que son la piedra
suelta que pone en movimiento a una enorme roca.
El que los medios de que se vale la política
imperialista opaquen completamente sus objetivos
originales, tiene implicaciones de gran alcance. Al
proporcionar un amplio escape para el desbordante
excedente económico, este gasto para financiar la
política imperialista se transforma en la forma cen-
tral de los "gastos exhaustivos" del gobierno, en la
médula de la intervención estatal a favor de la
"ocupación plena". En realidad, este tipo de gasto
gubernamental es el único que el capital
monopolista acepta íntegramente. Favorece a las
grandes empresas, al proporcionarles demanda
adicional para su producción sin interferir en sus
208
mercados normales; no tiene ninguna de las
desventajas de todos los otros tipos de gasto
gubernamental, asegurando al mismo tiempo altos
niveles de ganancia y los niveles requeridos de
ocupación. De ahí que la continuación y aun la
expansión de las políticas imperialistas y de los
gastos militares ligados a éstas, obtengan el apoyo
no sólo de sus beneficiarios directos, es decir, de las
corporaciones que obtienen grandes ganancias de
sus transacciones apoyadas por el gobierno en el
exterior, las empresas cuyo negocio es abastecer al
gobierno con equipo militar, los generales y los
almirantes que están ansiosos de que no se les
releve de sus responsabilidades no muy arduas, los
intelectuales que encuentran amplia aplicación a
sus talentos en diversas organizaciones que deben
su existencia a estas políticas, y la "aristocracia
obrera" que recoge las migajas de las mesas de los
monopolios. El gasto gubernamental en gran escala
para propósitos militares aparece así como esencial
para la sociedad en su conjunto, para todas sus
clases, grupos y estratos, cuyos trabajos e ingresos
dependen del mantenimiento de los altos niveles de
actividad económica.
En tales circunstancias, se produce una gran
armonía entre los intereses de las empresas
monopolistas, por una parte, y los del resto de la
población, por la otra. La fórmula unificadora de
este "imperialismo del pueblo" —para usar la
adecuada expresión de Oskar Lange— es la
"ocupación plena". Con esta fórmula en su bandera,
las empresas monopolistas tienen pocos problemas
en asegurar el apoyo de las masas a su régimen
indivisible, en controlar abierta y cabalmente al
gobierno y en determinar sin disputa su política
interna y externa. Esta fórmula atrae al movimiento
obrero, satisface las exigencias de los agricultores,
da gusto al "público grueso" y ahoga en su nido
toda oposición al régimen del capital monopolista.

209
VI
Sin embargo, esta brillante fachada de la
prosperidad económica y de la cohesión política y
social es muy engañosa. Puede fácilmente dar la
impresión de que el problema básico del capitalismo
monopolista —el problema de la sobreproducción y
del desempleo— ha sido dominado y que la
estabilidad y el funcionamiento del sistema están,
"en principio", asegurados. Esta visión del
capitalismo, que está siempre presente de una u
otra forma en la ciencia económica burguesa, recibe
en la actualidad su formulación más refinada de
manos de los teóricos keynesianos de la ocupación
plena. Enfrentados con la sobre acumulación
persistente y las insuficientes oportunidades de
inversión para el excedente económico, y habiendo
captado la teoría de la determinación del ingreso a
corto plazo, los keynesianos proclaman como la
sabiduría final de la ciencia económica el que
cualquier gasto promueve la prosperidad, que
cualquier utilización del excedente adelanta el
bienestar general, quedando muy contentos con
este profundo análisis.152 Cuando les molesta la
irracionalidad manifiesta de una posición que exalta
como un bien absoluto, lo que cuando más podría
considerarse como un mal menor —aunque en el
caso de los gastos para la preparación de guerra

152

Comentando a Malthus, Ricardo hace notar que el punto de


vista de éste implicaría que "un cuerpo de trabajadores
improductivos es tan útil y necesario respecto a la
producción futura como un incendio, que consumiese en el
almacén de la fábrica los bienes que esos trabajadores
improductivos de otra manera hubieran consumido", y
agrega: "no puedo expresar en un lenguaje tan fuerte,
como me gustaría, mi asombro ante las diversas
proposiciones que se adelantan en esta sección". Ricardo,
Works (edición de P. Sraffa) (Cambridge, 1951), vol. II, pp.
421 y 423.
210
aun esto es profundamente falso—, estos
economistas reculan a "posiciones previamente
preparadas" y subrayan que un aumento del ingreso
y del empleo, como quiera que se obtenga, causa
una expansión de la demanda total y conduce, por
consiguiente, a un consumo más grande y a cierta
inversión adicional inducida por la ampliación del
mercado. No existe quizás un mejor ejemplo de los
absurdos a que puede llegarse mediante el ejercicio
de esta "inteligencia práctica". ¿Qué otra cosa
puede decirse a favor de un razonamiento que
justifica el desperdicio de cantidades enormes de
recursos materiales y humanos haciendo hincapié
en el subproducto de ese desperdicio, es decir, un
cierto incremento del consumo y otro "incierto" de
la inversión?153
La irracionalidad de los economistas no es sino un
reflejo de la irracionalidad del sistema económico y
social que están tratando de servir y de
perpetuar.154 Es un componente importante de todo
un aparato ideológico que acondiciona continua-
mente a la gente a las exigencias del capitalismo
monopolista. En realidad bajo la égida del principio
de que "cualquier gasto es bueno", toda pesquisa
acerca de la racionalidad de la utilización de un
recurso pierde todo sentido. Todos los gastos de las
153

En presencia de un exceso de capacidad muy grande, la


cantidad de inversión "inducida" que resulta de un aumento
en la demanda de los consumidores puede ser en realidad
muy pequeña y puede expresarse fundamentalmente en un
incremento de los inventarios.

154

De ahí que una colección de ensayos sobre la ocupación


plena y problemas conexos, hechos por un grupo de
prominentes keynesianos y editado hace algunos años por
S. E. Harris, se hubiese titulado en forma característica
Saving American Capitalism.
211
empresas monopolistas, sin tomar en consideración
su naturaleza, su productividad o su contribución al
bienestar humano, se encuentran actualmente
santificados no sólo por haber pasado la prueba
central de redituabilidad; también se santifican por
ser esenciales al mantenimiento de la ocupación y
del ingreso.155 Simultáneamente, este principio
desecha toda preocupación sobre la naturaleza y
propósitos del gasto gubernamental, al
racionalizarlo en todos los casos como un suple-
mento bienvenido a la demanda total, que conduce
a la expansión necesaria de la actividad económica.
Claro está que el desperdicio sistemático de una
proporción bastante grande del excedente
económico en fines militares, en la acumulación de
inventarios redundantes, en la multiplicación de los
trabajadores improductivos, puede dar el "impulso
exterior" necesario a la economía del capitalismo
monopolista, puede servir como un remedio
inmediato contra las depresiones, puede "matar el
dolor" del desempleo rampante. Pero como sucede
con muchos otros narcóticos, la aplicabilidad de
estas inyecciones es limitada y su efecto de muy
corta duración. Y lo que es peor, con frecuencia
agrava la condición a largo plazo del paciente.
Un cierto volumen del gasto gubernamental eleva
155

Incidentalmente, el propio Keynes, que en lo esencial


pertenece a una época en la cual la razón todavía no se
expulsaba totalmente del templo de las ciencias sociales,
era bastante ambivalente acerca de este problema. Por una
parte, hacía notar que "la experiencia no da pruebas claras
de que la política de inversión socialmente más ventajosa,
coincida con la más productiva". General Theory of
Employment Interest, and Money (Londres, 1936), p. 157.
Por otra parte, observaba que "no hay razón para suponer
que el sistema existente emplee mal los factores de
producción que se utilizan... Es en determinar el volumen,
pero no la dirección del empleo efectivo, donde el sistema
existente ha fallado". Ibid., p. 379.
212
al ingreso y al empleo a un nuevo nivel. Este
impulso se refuerza por una cierta cantidad de
inversión privada realizada como respuesta directa
a la demanda estatal de abastecimientos militares;
el negocio armamentista exige continuamente la
construcción de nuevos equipos productivos, la
realización de rápidos cambios técnicos, la
introducción expedita de los métodos y medios de
producción más adelantados.156 La expansión de la
demanda total que provocan, amplía a su vez el
mercado con el que se enfrenta la empresa
capitalista. Un incremento en la producción que
anteriormente hubiese conducido a niveles de
precios más bajos y reducido las ganancias, puede
ser efectuado ahora sin tales repercusiones
desagradables. Esto estimula la inversión tanto en
el sector monopolista como en el sector competitivo
de la economía, en forma de maquinaria más eficaz
y de una mayor capacidad en el primero y, funda-
mentalmente, por el establecimiento de nuevas
empresas en el último.157 Es obvio que este
incremento en la planta productiva total de la
156

La industria de pertrechos se convierte en una especie de


"industria nueva" permanente, proporcionando vastas
oportunidades a los fondos invertibles y con la ventaja
adicional que representa la disposición gubernamental de
asumir todos los riesgos y costos de la investigación,
exploración y experimentación iniciales.

157

Debe hacerse notar que un incremento de la producción en


la parte monopolista y oligopolista de la economía, exige casi
automáticamente una cierta expansión en el número de
empresas semi-independientes que viven con más o menos
dificultades en las márgenes de los imperios de las grandes
empresas, como son los talleres de reparación de
automóviles, las estaciones de gasolina, las tiendas de
abarrotes y establecimientos de tintorería, las agencias de
seguros y pequeñas compañías de préstamos.
213
nación, ni siquiera se aproxima en su volumen y
composición a lo que hubiese sido de haberse
orientado originalmente el excedente económico
hacia una inversión asignada racionalmente. De
todas formas, aun en un país tan rico como los
Estados Unidos, esta inversión "inducida" tiene una
enorme importancia. Provoca un incremento de la
productividad que sobrepasa ampliamente lo que se
hubiese logrado en ausencia de inversión neta. Si se
ha estimado que el simple reemplazo de la
maquinaria desgastada por un equipo más moderno
y más eficaz ocasionaría un incremento anual de la
productividad de 1.5 % por obrero, con la asistencia
de una inversión neta tal como la que se ha estado
efectuando bajo la presión de los "impulsos
exteriores", este incremento de la productividad
promedio ha sido aproximadamente de un 3% anual
por obrero. Esto implica que obtener cualquier
volumen dado de producción requiere una baja
anual en el empleo de un 3 % de la fuerza de
trabajo. A su vez, esto significa que, tomando en
cuenta el incremento natural de más del 1 % anual
que tiene la fuerza de trabajo, la simple
reproducción de cualquier producción dada estará
acompañada por un crecimiento anual del
desempleo de más del 4 % de la fuerza de trabajo.
Es obvio que el desempleo, cuando crece a una tasa
semejante, asume rápidamente proporciones tan
grandes que sobrepasa por mucho la magnitud
"apropiada" del ejército industrial de reserva,
cualquiera que ésta sea. En otras palabras, si se
quiere mantener la "ocupación plena" —aun
suponiendo la existencia del volumen de desempleo
que los intereses dominantes juzguen
imprescindible— debe incrementarse la producción
continuamente y al mismo ritmo que el crecimiento
de la productividad y la expansión de la fuerza de
trabajo.
Esto nos conduce nuevamente al problema con
que principiamos. Una vez que el sistema se ha
214
ajustado al nuevo nivel de ingreso y de ocupación,
ese nuevo nivel se convierte una vez más en una
"situación dada", cuyas características se analizaron
anteriormente. La demanda total se estabiliza, las
empresas monopolistas y oligopolistas alcanzan otra
vez sus posiciones óptimas de producción y precio,
y el sector competitivo de la economía vuelve a su
estado de apiñamiento y bajas ganancias. Sin
embargo, el incremento del ingreso provocado por
la inyección del gasto gubernamental, cuando es de
una magnitud adecuada, puede generar un clima de
optimismo y "confianza" tal, que tanto los pequeños
hombres de negocios emprendedores como las
direcciones de los consorcios, habitualmente
prudentes y cautelosas, considerarán ilimitadas sus
posibilidades de expansión posterior. En este estado
de euforia, el incremento de la capacidad que se
realiza sobrepasa al que estaría garantizado por el
nuevo nivel de demanda global. Aunque esta
inversión adicional ocasiona un incremento del in-
greso, la expansión de la demanda no puede
mantener el ritmo de expansión de la capacidad. El
exceso de capacidad se hace cada vez más
pronunciado, no sólo en las ramas competitivas de
la economía, sino también en las industrias
monopolistas y oligopolistas. Por consiguiente, la
situación que el sistema económico afrontaba en un
principio, aparece, en estas circunstancias,
amplificada y en forma más aguda. En la nueva
"situación dada", el exceso de capacidad es más
grande y los incentivos para invertir son
consecuentemente más débiles, mientras que el
excedente económico de la sociedad no sólo es
mayor en términos absolutos, sino que representa
una parte más grande de la producción total y del
ingreso. Lo último se debe fundamentalmente al
método por el cual deben ser financiados los gastos
estatales. Esto exige cierta explicación.

VII
215
Debe recordarse que una política gubernamental
que persiga un nivel predeterminado de ocupación,
tendrá que depender, en lo fundamental, de un
gasto lo suficientemente grande para llenar la
brecha entre el excedente económico real producido
a ese nivel de ingreso y el volumen de inversión
privada que se piensa realizar en esas condiciones.
Es claro que en tanto mayor sea la brecha y más
alto el nivel de ocupación que se haya decidido,
más grande será el gasto requerido. El proce-
dimiento más sencillo para financiar dicho gasto
parecería ser un franco déficit presupuestal, en el
cual se incurriría, sea por la emisión de moneda o
bien por préstamos de empresas, instituciones
financieras e individuos. Aunque aparenta ser el
más factible y el que menos problemas plantea,
este método es, no obstante, difícil de practicar por
un período largo. Si dichos gastos del gobierno se
orientan hacia la inversión productiva, la
contrapartida a las cantidades cada vez más
grandes de efectivo o cuasi efectivo en las manos
del público, sería un volumen continuo y
rápidamente ascendente de la producción. Pero
como el grueso del gasto gubernamental no va a las
construcciones de instalaciones productivas, sino
que se traduce en abastecimientos militares y
"activos" de este tipo, el financiamiento deficitario
de los gastos gubernamentales conduce a
incrementar en forma continua la discrepancia entre
el efectivo y cuasi efectivo en manos del público y
la producción corriente destinada a la venta. A su
vez, ésta crea una amenaza inflacionaria cada vez
mayor. Bajo el impacto de circunstancias
imprevistas (particularmente las amenazas de
guerra y la escasez concomitante), las cantidades
acumuladas de efectivo y cuasi efectivo pueden
repentinamente buscar su propia transformación en
bienes tangibles —reduciéndose la oferta por la
especulación— y provocar un giro inflacionario en la
216
economía. Aunque en condiciones de inflación las
ganancias se incrementan y la distribución del
ingreso se modifica a favor de la clase capitalista,
esta clase no desea afrontar las consecuencias de
una declinación más grande del poder de compra.
Al socavar así la posibilidad de un cálculo racional,
al devaluar los activos líquidos de empresas e
individuos capitalistas, la inflación —y ésta es
quizás una de sus características más dañinas por lo
que respecta a los negocios— pone en peligro toda
la complicada estructura crediticia del capitalismo
moderno y se convierte en una gran amenaza para
los bancos y las instituciones financieras.158 Más
aún, al propiciar la creación de un rompimiento
entre los intereses de los acreedores y de los
deudores, al desposeer a la nueva clase media y a
los rentistas y al deprimir el ingreso real de los
trabajadores, la inflación debilita seriamente la
autoridad del gobierno y resquebraja la cohesión
política y social del orden capitalista. Es obvio que el
peligro de la inflación y de sus consecuencias se
hará progresivamente más grande cuanto más
frecuentemente se aplique la medicina del déficit.
La espada de Damocles de los ingresos potenciad
mente gastables se hace aún más fuerte y el riesgo
de su caída sobre la economía cada vez más
ominoso. De ahí que esta medida tenga que ser
usada con mucha cautela y su adopción se reserve
sólo para situaciones excepcionalmente críticas,
como son la guerra o una depresión particularmente
intensa.
Es precisamente el objetivo de los gastos
gubernamentales —armamentos— lo que, al hacer
del déficit presupuestal un método inadecuado de
financiamiento, aumenta el peligro de guerra
158

Schumpeter consideró que un buen mecanismo de crédito


era la conditio sine qua non para el funcionamiento del
sistema capitalista.
217
cuando las presiones inflacionarias se hacen
mayores. Por consiguiente, en una política a largo
plazo, los gastos gubernamentales necesarios al
mantenimiento de un nivel predeterminado de
ingreso y de ocupación deben ser compensados —
cuando menos en forma aproximada— por ingresos
fiscales. Esto significa que los gastos
gubernamentales deben permanecer dentro de
límites más o menos estrechos. Está en la propia
naturaleza del mecanismo impositivo que se emplea
normalmente en el capitalismo, que a la vez que
absorbe parte del excedente económico (en forma
de ganancias de las empresas y de ahorros
personales), necesariamente reduce también el
consumo. De ahí la paradoja que, mientras más
grande sea el monto del excedente que el gobierno
debe gastar con objeto de mantener el nivel
deseado de ingreso y de ocupación, mayor tiende a
hacerse dicho excedente, al apropiarse de una parte
del ingreso que de otra forma se hubiese gastado
en consumo. En tanto el monto total de los
impuestos sea "razonable", las cosas quedan bajo
control. Como hemos visto anteriormente, las
empresas monopolistas y oligopolistas están en
aptitud de transferir todos —o una buena parte—
sus impuestos a los compradores de sus productos.
Por lo tanto, el excedente económico adicional que
se extrae del sistema proviene del sector
competitivo de la economía que no goza de esa
posición favorecida, así como del grueso de la
población, que está formado por "pagadores de
precios", más que por "hacedores de precios", para
usar la expresión del profesor Scitovsky. 159 La
magnitud que puede tener esta carga sólo puede
lograrse mediante ensayo y error. Por una parte,

159

¡Éstos son los estratos más característicos que exigen con


mayor energía un menor impuesto!
218
esto depende obviamente de su distribución entre
los diferentes grupos de ingreso. Por la otra, no
debe olvidarse que la reducción resultante del
ingreso real entre ciertos sectores de la población,
está acompañada por un aumento de la ocupación
que afecta favorablemente al ingreso real de otros.
En conjunto, puede parecer que el equilibrio de
intereses resultante sería tal que un nivel
adecuadamente alto de imposición podría
mantenerse durante mucho tiempo, de existir una
atmósfera política adecuada.160
El cuadro cambiará considerablemente cuando el
gasto gubernamental que es necesario para obtener
un nivel predeterminado de ocupación (para no
hablar de una ocupación plena genuina) tenga que
hacerse muy grande y deba ser financiado dentro
de la estructura de un presupuesto equilibrado. Aun-
que se ha demostrado que técnicamente un arreglo
de este tipo no es imposible,161 sus posibilidades
prácticas están totalmente fuera de consideración.
Dada la naturaleza del gasto gubernamental, una
porción exorbitante del producto total se destinaría
a gastos militares y objetivos improductivos de tipo
similar, "nacionalizando" y redistribuyendo al mismo
tiempo el resto del producto nacional. En tales
condiciones, la transferencia de las cargas
160

La producción y reproducción continua de esta atmósfera


se convierte, por lo tanto, no sólo en un desideratum
político, sino en una necesidad económica de primera
importancia para el capitalismo monopolista.

161

Véase, para un resumen excelente de esta exposición, el


artículo de Paul A. Samuelson, "Simple Mathematics of
Income Determination", en el libro de Lloyd Metzler y otros,
Income, Employment and Public Policy: Essays in Honor of
Alvin H. Hansen (Nueva York, 1948), así como la literatura a
que allí se hace referencia.
219
impositivas de las empresas monopolistas y
oligopolistas se haría extremadamente difícil, si no
es que imposible, y la carga fiscal que deberían
soportar las empresas competitivas, las nuevas
clases medias, los agricultores, los obreros y otros
grupos, sería casi prohibitiva. Las repercusiones de
una política de este tipo en la estabilidad social del
sistema capitalista y los peligros políticos que
entrañaría, serían peores que los ocasionados por
una inflación continua.
Hasta el momento no se ha mencionado el modo
de acción gubernamental para elevar el nivel de
ingreso y de ocupación, que es el preferido por las
empresas y el público en general. Este
procedimiento es un incremento del gasto total por
una reducción en los impuestos. Con un volumen
fijo de gasto gubernamental, este método conduce
a lo que ocasionalmente se ha llamado "déficit sin
gasto". Obviamente está expuesto a las mismas
objeciones que tienen las otras formas deficitarias
de financiamiento. Sin embargo, lo grave de este
método es su muy limitada eficacia. Esto obedece a
la asimetría que tienen los efectos de un
incremento en los impuestos respecto a los de una
reducción. Dentro de los límites marcados por los
niveles de vida prevalecientes, por los hábitos
usuales de disciplina impositiva, etc., en los países
capitalistas avanzados, el primero siempre conduce
a un incremento del excedente económico, cuando
menos a corto plazo. Cuando se elevan las tasas
impositivas, el gobierno se apodera de cierto exce-
dente económico —parte de las ganancias y de los
ahorros—. Sin embargo, al mismo tiempo un ingreso
adicional se "transfiere" al excedente económico —
aquella parte que, de otra forma, hubiese sido
gastado en consumo—. De hecho, siempre ha sido
la esencia de la política impositiva del capitalismo
reducir al mínimo la parte de los impuestos que
confiscan el excedente económico de que se han
apropiado los particulares e incrementar
220
simultáneamente la porción que constituye un
excedente económico adicional. Como es obvio,
este principio básico se halla tras de todas las
reducciones de impuestos en el capitalismo. Éstas
se calculan de tal forma, que eleven al máximo las
cantidades que se reintegren al excedente
económico de que se han apropiado los particulares
y reduzcan al mínimo las sumas que se liberan del
excedente económico y que quedan disponibles
para el consumo.162
En consecuencia, las reducciones impositivas que
se realizan habitualmente no ejercen un impacto
marcado en el nivel de consumo. Para lograr éste
tendrían que afectar fundamentalmente a los
impuestos de la gran masa de consumidores, es
decir, a los grupos de bajo ingreso. Tendrían que
asumir la forma de exenciones más altas de
impuestos, de eliminación de impuestos indirectos a
los bienes de consumo popular, etc. No es necesario
repetir que esta clase de política impositiva no goza
de la estimación de la clase capitalista y que la
reducción de impuestos que se ha realizado en la
historia reciente (y en la muy reciente) seguramente
no se ha ajustado a este modelo. Una disminución
de la carga fiscal de los grupos de alto ingreso
tendrá una influencia relativamente pequeña en el
gasto total de los consumidores. En cambio,
incrementará el volumen del excedente económico
en la forma de ahorros individuales.163
Tampoco es muy acertada la creencia de que una
reducción de impuestos sobre las ganancias y el
impulso que esto daría al excedente económico de
162

Esto se facilita grandemente por el hecho de que las


reducciones regresivas e inequitativas de los impuestos son
siempre más fáciles de realizar políticamente que los
aumentos regresivos e inequitativos de los impuestos. Las
primeras no imponen nuevas cargas a nadie, y, por lo tanto,
se notan menos que los últimos.
221
que se apropian los particulares, estimularía
seriamente la inversión privada. Como ya vimos, la
deficiencia de la inversión privada en el capitalismo
monopolista no puede atribuirse de ninguna forma a
la insuficiencia de capital invertible o a un nivel no
satisfactorio de ganancias (una vez que se han
descontado los impuestos). En rigor, las ganancias
muy grandes y el exceso de fondos para la inversión
en una economía capitalista avanzada son
característicos de los sectores monopolistas y
oligopolistas de la economía y se presentan junto
con bajas ganancias y escasez de capital en su
sector competitivo. De ahí que, cuando no hay una
expansión general de la demanda, una reducción de
los impuestos sobre las ganancias no estimulará la
inversión por parte de las empresas monopolistas y
oligopolistas, ya que su resistencia a invertir no está
motivada, en lo fundamental, por la insuficiencia de
las utilidades corrientes o por la escasez de capital.
Todo lo que una reducción de impuestos puede
lograr en ese caso es permitir un grado más alto de
financiamiento interno (de una inversión que de
cualquier forma se proyectaba) y, por consiguiente,
impedir que algunos ahorros personales tengan las
oportunidades de inversión que de otra forma
hubiesen encontrado en los valores emitidos por las
empresas, o bien proporcionar un volumen más
grande de ganancias retenidas (y que no se
invierten) y/o un pago mayor de dividendos, en caso
de que no se haya planeado ninguna inversión
adicional. En ambos casos, la reducción de
impuestos es probable que aumente los ahorros

163

Cf. R. A. Musgrave y M. S. Painter. "Impact of Alternative


Tax Structures on Consumption and Saving", American
Economic Review (junio de 1945), asi como el artículo de R.
A. Musgrave, "Alternative Budget Polícies For Full
Employment", Quarterly Journal of Economics (junio de
1945).
222
personales y de las corporaciones y no que aliente
un mayor volumen de inversión.
El efecto puede ser bastante distinto por lo que
respecta al sector competitivo de la economía. En
él, una reducción de impuestos puede de hecho
provocar una expansión de la inversión, en la
medida que tal inversión haya sido realmente obs-
taculizada anteriormente por una perspectiva no
satisfactoria de ganancias o por una escasez de
fondos invertibles. Es bastante dudoso que una
expansión del sector competitivo tenga un fuerte
impacto en el conjunto de la economía, a causa de
la relativamente baja intensidad de capital de este
sector y su relativa contracción a largo plazo.
Todavía más dudosa es la racionalidad de una
política que promueva la inversión en las áreas
congestionadas de la distribución, de los servicios
comerciales y de actividades competitivas similares.
Sin embargo y volviendo al punto en que iniciamos
este largo rodeo, puede afirmarse que cualquiera
que haya sido la forma en que se financió el gasto
gubernamental que puso en marcha la expansión
original, éste tiene por resultado no sólo un
incremento de la producción total, sino también una
elevación del excedente económico, tanto en su
magnitud absoluta como en su participación dentro
del ingreso nacional.164 Por lo tanto, si quiere
164

Una excelente ilustración de esto se tiene en el desarrollo


de los Estados Unidos en el período de postguerra. Mientras
el Producto Nacional Bruto (medido en precios de 1954)
aumentó de 1946 a 1954 en cerca de un 11 % per capita, el
consumo se elevó, durante el mismo período,
aproximadamente en un 5 % per capita. Economic Report
of the President (enero de 1955), pp. 138, 149. El
incremento real del excedente económico debe de haber
sido aún mayor que lo sugerido por esta diferencia, pues en
ese período es probable que el consumo de los capitalistas
se haya elevado más que proporcionalmente a los ligeros
incrementos del consumo popular.
223
evitarse el crecimiento del desempleo en el período
siguiente, el excedente económico utilizado por las
empresas y/o el gobierno, no debe permanecer
simplemente en el nivel dado, sino que debe
aumentar. Sin embargo, un incremento similar a
éste no puede esperarse que se logre por la
inversión privada. Por lo contrario, una vez que se
ha logrado un nuevo nivel de ingreso y demanda, la
inversión privada, como se ha visto, tiende a
estancarse. Lo que es peor, el mayor volumen de
capacidad excesiva hace que el sistema sea menos
sensible al estímulo de un posterior gasto
gubernamental. Cuando se ha creado una gran
industria de armamentos y el crecimiento de la
demanda y de la "confianza" han provocado una
gran inversión, las posibilidades de nuevas
inversiones "inducidas" se reducen sensiblemente.
Al mismo tiempo, la posibilidad de un mayor gasto
gubernamental exige una elevación en los
impuestos. Esto, a su vez, significa una reducción
adicional del consumo, una expansión más
acentuada del excedente económico y una
estabilidad económica que dependerá en mayor
medida de los gastos del gobierno.165

VIII
De lo anterior se desprende que la estabilidad del
capitalismo monopolista es muy precaria. Incapaz
de realizar una política de verdadera ocupación
plena y de progreso económico genuino, y
absteniéndose de realizar inversiones productivas y
una expansión sistemática del consumo, tiene que
depender fundamentalmente de los gastos militares
para poder mantener la prosperidad y el alto grado

165

Para un análisis magistral de las principales cifras, véase el


artículo "The Economic Outlook", hecho por los editores de
Monthly Review en el mes de diciembre de 1954.
224
de ocupación que necesita tanto para la obtención
de las ganancias como para contar con apoyo
popular. Este camino, aunque aparentemente da la
impresión de proporcionar "buen tiempo a todo
mundo", equivale de hecho a un continuo
despilfarro del excedente económico de la nación y
no conduce al mejoramiento del ingreso real de la
población. Y lo que es peor, no puede proseguirse
en forma indefinida. El hombre común que tiene
empleo y trabaja duramente, pero que no
experimenta un avance en sus condiciones de vida,
estará cada vez más molesto de tener que pagar
impuestos para mantener un aparato militar cuya
necesidad se hace progresivamente más dudosa.
Aunque durante cierto tiempo esté conforme con el
arreglo que le proporciona un alto grado de
ocupación, a largo plazo dicha conformidad está
condenada a tropezar con dificultades crecientes.
Por lo tanto, se hace cada vez más urgente una
"preparación" ideológica sistemática de la población
que asegure la lealtad de ésta al capitalismo
monopolista. Para lograr la aceptación del programa
de armamentos, es necesario el martilleo
sistemático de las mentes con la existencia de un
peligro extraño. Se lleva a cabo una incesante
campaña de propaganda oficial y semioficial,
financiada por el gobierno y las grandes empresas,
con objeto de producir una casi total uniformidad de
opinión acerca de los problemas importantes. Un
complicado sistema de presiones económicas y
sociales se desarrolla a fin de silenciar el
pensamiento independiente y ahogar toda
expresión científica, artística o literaria que se
juzgue "indeseable". Una tela de araña de
corrupción se tiende sobre toda la vida política y
cultural del país imperialista, eliminando los

225
principios, la honradez, el humanismo y el valor. 166
El descaro del empirismo vulgar destruye la fibra
moral, el respeto por la razón y la capacidad de
distinguir entre el bien y el mal en grandes estratos
de la población. El énfasis en un pragmatismo bru-
tal, en la "ciencia" del control y de la manipulación,
mata toda preocupación sobre los propósitos y
objetivos de la actividad humana y eleva a la
eficacia como fin en sí, sin importar qué es lo que
debe realizarse "eficazmente". El no conformismo y
la no obediencia a la "cultura" del capitalismo
monopolista, conduce a la pérdida del empleo, al
ostracismo social y a un acoso sin fin por parte de
las autoridades.
En caso de que la propaganda, el adoctrinamiento
y las presiones sociales y administrativas no logren
mantener al pueblo en consonancia con las
exigencias del imperialismo, se provocan incidentes
para dar base a los temores cultivados, para dar
fundamento a una histeria sistemáticamente mante-
nida. Tales incidentes se producen fácilmente.
Rodeados por naciones coloniales y dependientes,
subdesarrolladas, hambrientas y en continua
ebullición, las potencias imperialistas se enfrentan
ininterrumpidamente con desafíos a su autoridad y
a su hegemonía. La oferta de incidentes potenciales
es, por lo tanto, muy grande y las oportunidades
para acciones de policía, grandes o chicas, se

166

Hablando en la LIX Reunión Anual de la American Academy


of Political and Social Science, Adolf A. Berle, Jr., observaba
que "se han estado manifestando en forma creciente una
serie de influencias que tienden a expulsar a aquellos
hombres cuya manera de pensar o cuya investigación
honrada, o cuyas especulaciones o expresiones artísticas,
tienden a estar en desacuerdo con el tono habitual de las
operaciones corrientes o que son antagónicas al
pensamiento corriente de las grandes empresas". New York
Times, 2 de abril de 1955.
226
presentan en todo el tiempo. Estas acciones de
policía crean una y otra vez el peligro de guerra,
encienden una y otra vez el fuego bajo la caldera
hirviente de la histeria de las masas.
En el pasado las tensiones internas y las
frustraciones del imperialismo encontraron su salida
catastrófica en la guerra. Aunque la tendencia del
imperialismo para escapar del impasse por medio
de la guerra es en la actualidad tan fuerte como
siempre, existe un número de factores nuevos que
tienen que tomarse en cuenta para un análisis de la
situación presente. La arrolladora preponderancia
de una potencia imperialista sobre todas las otras
potencias imperialistas, hace de la guerra entre
ellas algo cada vez más difícil. Aun los antes
orgullosos imperios tienden a descender al status
de satélites del país imperialista dominante,
asumiendo este último, cada vez más, el papel de
árbitro supremo dentro del campo imperialista.
Aunque las guerras entre países imperialistas de
segunda o entre combinaciones de países
imperialistas, queda como una posibilidad, ésta es
más bien remota.
Al mismo tiempo, surge el peligro creciente de una
guerra en la cual todas o algunas potencias
imperialistas pueden tratar de restablecer su
dominio sobre los países que constituyen hoy la
parte socialista del mundo. Empero, esta posibilidad
es quizá también menos aguda que lo que
frecuentemente se supone. El sector socialista del
mundo —habitado por una tercera parte de la raza
humana— no sólo se está haciendo cada vez más
fuerte, sino que una guerra en su contra causaría
casi seguramente el colapso total de la estructura
imperialista. Serían pocas, si es que habría alguna,
las naciones dependientes y coloniales de Asia, de
África y del resto del mundo, que no viesen en dicho
conflicto la oportunidad para una revolución social y
nacional. Es esta consideración, junto con la in-
estabilidad social y política interna, más o menos
227
pronunciada, la que explica la notoria carencia de
entusiasmo por nuevas aventuras militares que se
observa en las cancillerías de las potencias
imperialistas.167
Sin embargo, el impedimento más importante a su
excesivo "afán belicoso" lo constituye el poder
destructivo sin precedente de las armas
termonucleares recientemente descubiertas y
continuamente perfeccionadas. El hecho de que el
mundo imperialista no posea el monopolio de estos
instrumentos de destrucción, hace que su empleo
sea un riesgo casi imposible de tomar. La
perspectiva de una represalia atómica tiende a
acobardar hasta a los espíritus más marciales de los
consejos de las potencias imperialistas, y de hecho
tiende a reducir en gran medida la atracción de la
guerra aun en un campo puramente económico. Si
en las guerras anteriores la división de funciones
era tal que correspondía al hombre común el
combatir y morir, mientras las clases dirigentes se
ocupaban de los aspectos políticos, administrativos
y económicos de las hostilidades, en una guerra
atómica habría poca esperanza para un arreglo de
este tipo. No sólo las vidas, sino también las propie-
dades de la clase capitalista, tendrían pocas
oportunidades de quedar intactas en un holocausto
de bombas atómicas y de hidrógeno. Dos
economistas de empresa, en un rasgo accidental de
humor siniestro, expresaron recientemente un juicio
correcto sobre la guerra en la actual era atómica.
"La marcha de la ciencia y de las invenciones,
puesta de relieve por el dominio de la energía
atómica en el mes de agosto de 1945, recalca el
hecho de que los activos de capital se encuentran
siempre en camino al montón de chatarra. La
167

Es obvio que esto no elimina la amenaza de accidentes en


donde los "riesgos calculados" pueden tener consecuencias
incalculables.
228
continua destrucción creadora del capitalismo
dinámico abre amplias oportunidades de
inversión." 168
Una grave objeción a este análisis, y
sin la cual sería acertado, es que un dominio de la
energía atómica como el que tuvo lugar en el mes
de agosto de 1945 en Hiroshima y Nagasaki
pondría, en caso de repetirse, no sólo a los activos
de capital en camino al montón de chatarra, sino
también a los posibles inversionistas en camino al
cementerio.
La perspectiva de destrucción ilimitada que está
asociada a la guerra atómica no sólo ejerce su
influencia sobre los dirigentes del capital
monopolista, sino que hace surgir serias dudas
respecto a su viabilidad política. Una cosa es
movilizar el apoyo popular para las políticas
imperialistas y la producción de armamentos con el
señuelo de un alto nivel de empleo y la guerra
psicológica, y otra muy distinta es asegurarse la
cooperación popular frente a la posibilidad de una
represalia atómica. Como lo sugieren enfáticamente
varios estudios sobre las experiencias de la segunda
Guerra Mundial, no es posible confiar en que la
moral del pueblo soporte fácilmente una catástrofe
de esta clase. En tales circunstancias, se hace pro-
gresivamente más dudosa la conveniencia de este
juego, pues una guerra general (lejos de resolver,
aun temporalmente, el problema del capitalismo
monopolista) podría, de hecho, destruir nuestra
civilización.
Por consiguiente, no parece imposible que en los
asuntos mundiales la dirección del capital
monopolista (que controla los destinos de los países
imperialistas) intente desplegar algo de la cautela y
la circunspección que ha utilizado en sus negocios.

168

E. W. Swanson y E. P. Schmidt, Economic Stagnation or


Progress (Nueva York, 1946), p. 197.
229
Aun cuando dejan que sus servidores políticos más
entusiastas y los militares más belicosos redoblen
los tambores de la guerra preventiva, los hombres
de estado más responsables del capital monopolista
parecen preferir cada vez más las guerras "frías" a
las guerras "calientes", las pequeñas acciones de
policía a las conflagraciones generales y la
atmósfera de peligro al peligro mismo. Un arreglo
de esta naturaleza les proporcionaría la mejor parte
de ambos mundos, es decir, una prosperidad
continua basada en los enormes gastos de arma-
mentos, un dominio ininterrumpido sobre una
población aterrorizada y políticamente sumisa, al
mismo tiempo que evitaría un conflicto atómico que
enterraría bajo sus escombros al propio orden
capitalista.
Esta posibilidad está lejos de ser una certeza. Los
políticos del imperialismo tienen su dinámica propia;
los intereses e ideologías, una vez que están
desencadenados, tienden a adquirir su propio
impulso, los títeres serviles de pronto se convierten
en factores políticos independientes, y lo que se
creía sujeto a control y manipulación completas,
repentinamente hace erupción con una fuerza
elemental. Los espíritus que una vez se invocaron
no se desvanecen tan fácilmente, como lo
descubrieron, para su desgracia, muchos grandes
magnates de Alemania durante los años que
siguieron a 1930. Lo que es peor, la situación de 'ni
guerra ni paz, manteniendo un equilibrio precario al
borde del abismo, no proporciona una solución a
largo plazo a los problemas básicos del capitalismo
monopolista. Para que su prosperidad sea duradera,
para que la ocupación se mantenga a niveles altos,
no basta con el impulso de los grandes gastos en
armamentos. Este impulso debe seguir
fortaleciéndose y estos gastos tienen que elevarse
continuamente, pues el sistema tiene que marchar
rápidamente si quiere mantenerse en donde está.
Sin embargo, cuanto más grande y más permanente
230
es la fuerza militar, cuanto más complicada y de
mayor tamaño es la acumulación de stocks de
armamentos, tanto más fuertes son los intereses
creados de quienes producen abastecimientos
militares.169 Y a medida que el aparato militar se
hace más extenso y más permanente, mayor es la
tentación de "negociar desde posiciones de fuerza",
lo que significa enviar ultimátums a las naciones
débiles y pequeñas y respaldarlos, si es necesario,
por la fuerza. De ahí que el peligro de una explosión
espontánea esté siempre presente y la amenaza de
una conflagración no planificada sea muy grande.
"Pero si las naciones pueden aprender a asegurarse
la ocupación plena por su política interna... no se
necesita que tengan fuerzas económicas
importantes destinadas a enfrentar el interés de un
país con el de sus vecinos."170 Esta profunda
observación de Keynes abarca la mitad del
problema. La otra mitad, que permaneció en una
total oscuridad para él, fue claramente vista por uno
169

"Por primera vez en su historia, los Estados Unidos están


manteniendo una industria de armamentos de tiempo
completo y en escala nacional, la cual es considerada por la
gran mayoría de las empresas como una parte permanente
de sus negocios", Business Week, 27 de septiembre de
1952. Un ejemplo de la naturaleza de esta "industria de
armamentos de tiempo completo y en escala nacional" lo
da el Pull Magazine de marzo de 1955, al afirmar que "hace
algunos años, cinco consorcios producían municiones. En la
actualidad estas compañías han sido absorbidas por dos
empresas —la Du Pont Company de Wilmington, Del., y la
Olin-Mathieson Chemical Company de East Alton—. Estas
dos gigantescas corporaciones tienen un control total sobre
las municiones y sus partes componentes en los Estados
Unidos".

170

J. M. Keynes, General Theory of Employment, Interest, and


Money (Londres, 1936), p.382.
231
de sus discípulos más brillantes: "En la época
actual, cualquier gobierno que tuviese el poder y la
voluntad de remediar los defectos más graves del
sistema capitalista, tendría la voluntad y el poder de
abolirlo por completo, mientras que los gobiernos
que tienen el poder para conservar el sistema
carecen de voluntad para remediar sus defectos." 171

171

Joan Robinson, Economic Journal (diciembre de 1936), p.


693.
232
CAPÍTULO V

LAS RAÍCES DEL ATRASO

I
Hasta aquí nos hemos ocupado de sociedades
capitalistas altamente desarrolladas, con un
excedente económico desbordante e incapaces de
darle una utilización racional. Sin embargo, ellas
representan tan sólo un aspecto del panorama
general del capitalismo contemporáneo. Otro
componente no menos importante, es el gran
segmento del "mundo libre" que usual-mente se
considera como subdesarrollado. Así como el sector
avanzado incluye una multitud de regiones tan
distintas en sus características económicas,
sociales, políticas y culturales como son los Estados
Unidos y el Japón, Alemania y Francia, la Gran
Bretaña y Suiza, el sector subdesarrollado está com-
puesto por una amplia variedad de países con
enormes diferencias entre sí. Nigeria y Grecia, Brasil
y Tailandia, Egipto y España, pertenecen por igual al
grupo de las regiones atrasadas.
Sin embargo, para intentar llegar a la comprensión
de las leyes del movimiento, tanto de las zonas
avanzadas como de las regiones atrasadas del
mundo capitalista, es menester y de hecho es
obligatorio, prescindir de las peculiaridades de los
casos particulares y concentrarse en las
características esenciales que les son comunes. En
realidad, ningún trabajo científico es concebible sin
este método. Trátese del "capitalismo puro" de
Marx, de la "empresa representativa" de Marshall o
del "tipo ideal" de Weber, el hacer abstracción de
los atributos secundarios de un fenómeno y el
concentrarse en su andamiaje básico, siempre ha
sido la herramienta fundamental de todo esfuerzo

233
analítico.172 Importa poco y no constituye un
reproche válido para el método en sí o para sus
resultados, el que el "modelo" que se obtenga en
cualquier tipo de estudio no se ajuste
completamente a cualquier caso particular o que no
se acomode perfectamente a todas sus
peculiaridades y especificaciones. Si el modelo logra
su objetivo, si tiene éxito en captar los rasgos
dominantes del proceso real, contribuirá más a su
entendimiento que cualquier cantidad de
información detallada y de datos particulares. Aún
más, sólo con la ayuda de un modelo tal,
únicamente teniendo claros los contornos del "tipo
ideal", es como puede dársele un significado a toda
la información y datos que se recopilan
continuamente por la investigación organizada y
que muy frecuentemente se utilizan como sustituto
para la comprensión de un fenómeno más que como
una ayuda para entenderlo.
La importancia de esto para el estudio de las
condiciones que prevalecen en los países
subdesarrollados y para la comprensión de los
problemas que confrontan, fue reconocida en un

172

Esto no quiere decir que el conocimiento de lo que son los


rasgos esenciales de un fenómeno sea dado por Dios a "los
suyos durante el sueño". Éste sólo puede lograrse como
resultado de un estudio meticuloso y detallado del
problema y esta investigación forma el criterio para decidir
lo que debe suprimirse y lo que debe ser incluido en el
modelo teórico. En este sentido, las ciencias sociales, al
igual que otras ciencias, transmiten un conocimiento
acumulativo; no es necesario que todos y cada uno de los
investigadores principie desde el principio. Se dispone de
guías totalmente adecuadas acerca de cuáles son los
elementos esenciales de un proceso socioeconómico. Como
en todo trabajo científico, lo adecuado o no de estas guías
sólo puede establecerse por medio de la práctica, es decir,
por su aplicación teórica y empírica a un material histórico
concreto.
234
informe reciente de la Organización de las Naciones
Unidas: "...aunque pueda ser verdad que no haya
dos países que tengan dificultades idénticas en su
proceso de industrialización, también es cierto que
los países que están en una etapa similar de
desarrollo se enfrentan con dificultades casi del
mismo tipo y, estando sometidos a casi las mismas
fuerzas económicas, muchas veces se encuentran
en situaciones muy similares".173 Por consiguiente,
en lo que sigue no se intenta presentar un cuadro
fotográfico de un país capitalista subdesarrollado en
particular, ni de analizar los obstáculos que existen
para la industrialización en determinadas regiones
geográficas del capitalismo. El propósito de éste y
de los capítulos siguientes es más bien identificar
los que a mi juicio constituyen los elementos
esenciales del problema y armarlos como si fuesen
el esqueleto desnudo de éste, sin preocuparme de
la forma y del aspecto concreto que puedan asumir
en cualquier caso particular.
Teniendo en cuenta esta reserva, podemos
proceder in medias res. Lo que caracteriza a todos
los países subdesarrollados, lo que de hecho cuenta
para que se les considere como tales, es la
pequeñez de su producción per cápita. Aunque las
comparaciones entre los cálculos del ingreso
nacional de diversos países están sujetas a multitud
de dificultades bien conocidas, podemos tener una
idea de la situación existente en los países
subdesarrollados por el cuadro que aparece a la
cabeza de la página siguiente.
Distribución del ingreso en el mundo en 1949
174

173

Processes and Problems of Industrialization of Under-


developed Countries (1955), pp. 6 ss.

174

235
Ingreso Población
mundial mundial Ingreso
(porciento) (porciento) Per
cápita
Países de alto ingreso 67 18 Dls. 915
Países de mediano ingreso. 18 15 „ 310
Países de bajo ingreso 15 67 „ 54

Puede observarse que, aproximadamente dos


terceras partes de la raza humana, tienen un
ingreso per cápita promedio que equivale a más o
menos 50 a 60 dólares por año; no necesita mayor
explicación el que en casi todas las regiones a que
se refieren estas estadísticas, haya hambre
crónica, una indigencia infinita y una enfermedad
rampante. No ha habido un cambio apreciable en
su condición desde hace uno o dos siglos; en
algunos países subdesarrollados las cosas hasta
han empeorado en el curso de los últimos cien
años. Puesto que durante este período los niveles
de vida de los países avanzados han mejorado
notoriamente, "la distribución del ingreso per
cápita entre los países del mundo se ha hecho más
desigual".175
Inmediatamente surge la pregunta: ¿cómo es
posible que en los países capitalistas atrasados no
haya habido ningún adelanto conforme al
desarrollo capitalista, similar al que ha existido en
la historia de los otros países capitalistas?; ¿por
qué el movimiento de avance ha sido lento, o bien
ha sido nulo? La respuesta correcta a esta
pregunta es de capital importancia. De hecho es
Ragnar Nurkse, Problems of Capital Formation in
Underdeveloped Countries (Oxford, 1953), p. 63, donde se
indica la fuente para este cálculo.

175

E. S. Mason, Promoting Economic Development (Claremont,


California, 1955), p. 16.
236
indispensable si se quiere captar lo que en la
actualidad obstruye el camino al progreso
económico y social de los países subdesarrollados
y si se quiere entender la forma y dirección que
probablemente tenga su futuro desarrollo.
Como mejor puede abordarse este problema, es
recordando las condiciones desde donde evolucionó
el capitalismo, tanto en las zonas hoy avanzadas
como en las regiones ahora sub-desarrolladas del
mundo. Estas condiciones fueron en todas partes un
modo de producción y un orden político y social que
se sintetiza convenientemente con el nombre de
feudalismo. Y no es que la estructura del feudalismo
fuese la misma en todos los casos. Por lo contrario,
así como "estaría uno en lo cierto al hablar no de
una sola historia del capitalismo y de la estructura
general que éste tuvo, sino de una colección de
historias del capitalismo, teniendo todas ellas una
estructura general similar, pero cada una de ellas
atravesando en fecha distinta sus principales
etapas".176 Así debe uno tener presente las enormes
diferencias que hay entre las historias de los siste-
mas feudales en las distintas partes del mundo. En
realidad, las profundas divergencias existentes
entre la estructura precapitalista de China, la
sociedad basada en las aldeas comunales de la
India y el orden social arraigado en la servidumbre
que caracterizó a la mayor parte del desarrollo
precapitalista de Europa, han llevado a muchos
historiadores a dudar de la aplicabilidad general del
término "feudalismo". Sin terciar en este debate,
podemos limitarnos a una proposición sobre la cual
parece haber un consenso casi general de
opiniones, a saber que el orden precapitalista, fuese
en Europa o en Asia, entró en una cierta etapa de su

176

Maurice Dobb, Studies in the Development of Capitalism


(Londres, 1946), p. 21.
237
desarrollo en un período de desintegración y
decadencia. Esta descomposición fue más o menos
violenta y el período de decadencia fue más corto o
más largo en unos países que en otros, pero la
dirección general del movimiento fue en todas
partes la misma. A riesgo de una exagerada
simplificación, puede considerarse que los siguien-
tes procesos, distintos entre sí, aunque
estrechamente interrelacionados, constituyeron los
rasgos sobresalientes. Primero hubo un lento, pero
apreciable, incremento de la producción agrícola,
que fue acompañado de una intensa presión feudal
sobre la población rural que la sostenía y por
crecientes rebeliones y desplazamientos masivos de
campesinos. Esto dio lugar al surgimiento de una
fuerza de trabajo industrial en potencia. En segundo
lugar, hubo una propagación más o menos grande y
más o menos general de la división del trabajo y,
con ella, la evolución de la clase de mercaderes y
artesanos, que fue acompañada por el crecimiento
de las ciudades. En tercer lugar, hubo una
acumulación de capital más o menos espectacular
por parte de la clase de mercaderes y campesinos
ricos cuya influencia y número crecía en forma más
o menos constante.
Es la confluencia de todos estos procesos (y de
varios otros cambios secundarios) lo que constituye
la condición previa indispensable para el
surgimiento del capitalismo. Como dice Marx, "lo
que permite a la riqueza monetaria convertirse en
capital es, por una parte, su encuentro con
trabajadores libres; en segundo lugar, está su
encuentro con los medios de subsistencia, materias
primas, etc., igualmente libres y disponibles para la
venta, que de otra forma serían d'une manière ou
d'une autre propiedad de las masas actualmente

238
desposeídas".177 Pero es a la tercera —la
acumulación primaria del capital— a la que
indudablemente, como sugiere el término
capitalismo, debe darse importancia estratégica.
Claro está que la mera acumulación del capital
mercantil no lleva per se al desarrollo del
capitalismo.178 Sin embargo, son dos
consideraciones las que exigen que se les preste
una atención singular. En primer lugar, otras
condiciones que determinaban la transición del
feudalismo al capitalismo estaban madurando casi
en todas partes —si bien en tiempos distintos y con
velocidades diferentes— bajo el impacto de la
tensión y tirantez interna del orden feudal. En
segundo lugar, estaba la velocidad y la amplitud de
la acumulación del capital mercantil y del ascenso-
de la clase comerciante, que jugó por sí misma un
papel importante en el debilitamiento de la
estructura de la sociedad feudal al crear las
condiciones para su muerte. Citando nuevamente a
Marx: "está determinada por la naturaleza misma
del capital... por su génesis, que la hace surgir del
dinero y, por consiguiente, de la riqueza que existe
en la forma de dinero. Por la misma razón, aparece
como surgiendo de la circulación, como un producto
de ésta. Por lo tanto, la formación de capital no
proviene de la propiedad de la tierra (cuando más,
del tenant, en la medida en la que éste es un
comerciante de productos agrícolas); ni tampoco de

177

Grundrisse der Kritik der Politschen Ökonomie (Rohentwurf)


(Berlín, 1953), p. 404

178

Como lo apunta Dobb, "un rasgo de esta nueva burguesía


mercantil, tan sorprendente como universal, es la facilidad
con que esta clase transó con la sociedad feudal una vez
que sus privilegios hubieron sido ganados" op. cit., p. 120.
239
los gremios (aunque hay una posibilidad), sino de la
riqueza del comerciante y del usurero".179
En Europa Occidental la acumulación mercantil fue
particularmente grande y —lo que es muy
importante— extremadamente concentrada. Esto se
debió en parte a la localización geográfica de los
países europeos occidentales, que les dio la
posibilidad de un desarrollo temprano de la
navegación y con éste, de una rápida expansión del
comercio marítimo y fluvial. Secundariamente, fue
causada —en forma bastante paradójica— por las
condiciones de Europa Occidental en cuanto a sus
recursos naturales y a su desarrollo económico,
pues en ese tiempo y en muchos aspectos, era más
pobre y más atrasada que las partes del mundo a
donde dirigió su penetración comercial. De ahí el
impulso para procurarse productos tropicales de
toda clase (especias, té, marfil, índigo, etc.) que no
podían obtenerse en sus proximidades; de ahí
también el esfuerzo para importar valiosos
productos debidos a la destreza oriental (ropas de
alta calidad, ornamentos, cerámica, etc.) y,
finalmente, de ahí la avalancha por apoderarse de
los metales y las piedras preciosas que escaseaban
en sus propios países. El vasto comercio que se
produjo, combinando la piratería, el pillaje abierto,
el tráfico de esclavos y el descubrimiento de oro,
trajo como consecuencia la rápida formación de
enormes fortunas por los mercaderes de Europa
Occidental.180

179

Loc. cit

180

Cf. Dobb, op. cit., pp. 207 ss. Sobre el papel jugado por la
esclavitud y el tráfico de esclavos en la acumulación
primaria de capital, Cf. Eric Williams, Capitalism and
Slavery (Chapel Hill, Carolina del Norte, 1944).
240
Esta riqueza tuvo la tendencia usual a
acrecentarse. Las exigencias de la navegación
dieron un fuerte estímulo a los descubrimientos
científicos y al progreso técnico. La construcción de
barcos, el pertrechamiento de expediciones a ultra-
mar, la manufactura de armas y de otros productos
requeridos para su protección y para la conducción
de las "negociaciones" con sus socios comerciales
de ultramar, dieron un poderoso impulso al
desarrollo de la empresa capitalista. El principio de
que "una cosa produce otra" tuvo una completa
aplicación; se dispuso de economías externas de
diversas clases en forma creciente, permitiendo que
el desarrollo posterior tuviese una tasa acelerada.
No necesitamos seguir la pista detalladamente a las
diversas formas como el capital acumulado se
trasladó gradualmente a fines industriales. Los
mercaderes ricos entraron a las manufacturas para
asegurarse un abastecimiento barato y continuo.
Los artesanos enriquecidos, o en sociedad con
comerciantes adinerados, expandieron la escala de
sus operaciones. Con bastante frecuencia, hasta los
ricos terratenientes entraron a la industria
(particularmente minera) sentando, por
consiguiente, los cimientos de las grandes empresas
capitalistas. Pero lo más importante de todo fue que
el Estado, bajo el control creciente de los intereses
capitalistas, se hizo cada vez más activo en la
ayuda y promoción a los incipientes empresarios.
"Todos ellos emplearon el poder del Estado —la
fuerza concentrada y organizada de la sociedad—
para precipitar de manera violenta la
transformación del modo feudal de producción al
modo capitalista, y acortar así el período de
transición."181
181

Marx, El Capital (ed. Kerr), vol. I, p. 823. Sobre el papel


jugado por el Estado dominado por los capitalistas en la
etapa primitiva del desarrollo del capitalismo, es útil
241
El gran salto hacia adelante dado por Europa
Occidental, no debió necesariamente haber
impedido el crecimiento económico de otros países.
Aunque éstos no hubieran estado capacitados para
disminuir, para no hablar de eliminar, la brecha
entre sí mismos y los "pioneros" de Europa
Occidental, sin embargo podían haber iniciado un
proceso de crecimiento propio, alcanzando niveles
de productividad y de producción más o menos
avanzados. De hecho, pudo haberse esperado que
el contacto cada vez mayor con las naciones más
adelantadas, técnica y científicamente, de Europa
Occidental, facilitaría el movimiento de avance de
los países con que esta última se puso en contacto.
Durante los siglos XVII y XVIII, durante la era inicial
del capitalismo moderno, parecía que esto iba a ser
así. Los cambios que se efectuaron en ese tiempo
en varios de los hoy países subdesarrollados,
apoyaban ampliamente esta suposición. La
acumulación primaria de capital estaba haciendo
rápidos progresos, las manufacturas y el artesanado
se expandían y las revueltas crecientes del
campesinado, combinadas con la presión cada vez
más fuerte de la burguesía ascendente,
conmovieron en todas partes los cimientos del
orden precapitalista.
Esto puede verse sea que consideremos la historia
inicial del capitalismo en Rusia y en Europa Oriental
recordar, aun en un país donde proverbialmente hay poca
participación gubernamental en los asuntos económicos, lo
dicho por el profesor E. S. Mason: "La mayoría de los
norteamericanos no se dan cuenta del grado en que los
gobiernos federales y estatales promovieron el desarrollo
económico primitivo de los Estados Unidos, a través del
abastecimiento de capital social en la forma de canales,
ensanche de ríos, caminos de peaje, ferrocarriles,
instalaciones portuarias, etc. La construcción
gubernamental de obras públicas de esta especie fue, claro
está, esencial para la expansión de la inversión privada.
Promoting Economic Development (Claremont, California,
1955) p. 47.
242
y Sud-oriental, o bien que observemos el principio
del capitalismo en la India, en el Cercano Oriente o
aun en China. No se trata de que estos y otros
países tuvieran que evolucionar de la misma forma
que la Gran Bretaña, Holanda, Alemania o Francia.
Las diferencias, no sólo en los prerrequisitos
naturales del desarrollo económico, en la
localización geográfica y en el clima, sino también
en el trasfondo político, cultural y religioso,
alentaban la creación de divergencias en los niveles
y las tasas de crecimiento de la productividad. En
forma similar, estas diferencias no podían sino
causar fuertes variaciones en las cantidades de
capital acumulado por las clases capitalistas de
cada nación en lo particular, así como en los grados
de cohesión y flexibilidad de sus respectivas
estructuras sociales y políticas precapitalistas. De
todas formas, cualesquiera que hayan sido su
velocidad y su zigzagueo, la dirección general del
movimiento histórico parece haber sido la misma
tanto para los contingentes atrasados como para los
avanzados. "El país que está más desarrollado
industrialmente muestra únicamente a los países
menos desarrollados la imagen de su propio
futuro."182
El hecho de que en realidad las cosas no se hayan
desarrollado en esta forma, y que Europa Occidental
dejase muy atrás al resto del mundo, no se debe a
un accidente fortuito o a ciertas peculiaridades
raciales de los distintos pueblos. De hecho, esto
estuvo determinado por la naturaleza del desarrollo
de la propia Europa Occidental. Los efectos de la
penetración capitalista en el mundo exterior fueron
extremadamente complejos. Dependieron de la
naturaleza predatoria de esta penetración. También
dependieron del estadio de desarrollo alcanzado por

182

Marx, El Capital (ed. Kerr), vol. I, p. 13.


243
las sociedades que estuvieron expuestas al contacto
exterior. Por lo tanto, debe hacerse una estricta dis-
tinción entre el impacto que tuvo la entrada de
Europa Occidental en Norteamérica (y Australia y
Nueva Zelanda) por una parte, y la penetración del
capitalismo occidental en Asia, África o Europa
Oriental. En el primer caso, los europeos occi-
dentales entraron a un vacío social más o menos
completo y se establecieron en esas regiones,
convirtiéndose ellos mismos en sus residentes
permanentes. El que fuesen éstas o no sus
intenciones originales, que fuesen aventureros
mercantiles que buscaban ganancias rápidas para
llevarlas a su país de origen, o refugiados de las
persecuciones religiosas y políticas, como sucedió
en el caso de Norteamérica; el que fuesen depor-
tados de todas clases, como en el caso de Australia;
o que hubiesen traído con ellos algún capital o
simplemente la iniciativa, la calificación y la
ingeniosidad, todo esto importa poco. Ellos vinieron
a las nuevas tierras con el "capitalismo en sus
huesos" y no encontraron una resistencia digna de
este nombre —a pesar de las hazañas de Davy
Crockett—; lograron establecer en un tiempo corto
su propia sociedad nativa en un suelo casi virgen y
excepcionalmente fértil. Partiendo de una estructura
capitalista, libre de los obstáculos y de las barreras
del feudalismo, esta sociedad pudo entregarse de
lleno al desarrollo de sus recursos productivos. Sus
energías políticas y sociales no estuvieron desviadas
por una lucha enconada en contra del orden feudal,
ni disipadas en superar los convencionalismos y las
tradiciones de la era feudal. El único obstáculo a la
acumulación y a la expansión capitalista fue la
dominación extranjera. Sin embargo, aunque no
estuvieron libres totalmente de tensiones y de
conflictos internos de gran intensidad —¡el caso de
Benedict Arnold, por ejemplo!— las sociedades
burguesas recientemente surgidas tuvieron, desde
sus etapas iniciales, la suficiente cohesión y fuerza
244
para derribar esa dominación y crear una estructura
política adecuada para el crecimiento del
capitalismo.
Esto es algo muy distinto de lo que ocurrió en
otras partes del mundo. Lo decisivo no es tanto que
los empresarios de Europa Occidental que se
introducían en la India, en China, en los países del
Asia Sudoriental, en el Cercano Oriente y en África,
fuesen en muchos aspectos distintos de aquellos
que se habían dirigido a Norteamérica. Siendo
también producto del desarrollo capitalista del
Occidente, estaban nutridos por aspiraciones que
eran egoístas y se dedicaban a actividades
predatorias. La diferencia crucial reside en lo que
encontraron a su llegada a Asia y a África. Aquél era
un mundo totalmente distinto del que habían
encontrado en América o en Australia.
Donde el clima y el ambiente natural eran tales
que invitaban a quedarse, los colonizadores de
Europa Occidental se enfrentaron a sociedades ya
establecidas con ricas y antiguas culturas en un
estadio precapitalista o en un estado de gestación
del desarrollo capitalista. Donde las organizaciones
sociales existentes eran primitivas y tribales, las
condiciones generales y en particular el clima, eran
tales que impedían cualquier colonización masiva
por parte de los europeos occidentales; por
consiguiente, en ambos casos, los visitantes de
Europa Occidental decidieron extraer rápidamente
las mayores ganancias posibles de los países
huéspedes, y llevarse el botín a su país de origen.
De ahí que se dedicasen al saqueo abierto o al
saqueo ligeramente disfrazado de comercio,
apoderándose y llevándose enormes riquezas de los
lugares en que penetraron. "La cruel rapacidad de
su política de explotación colonial, durante los siglos
XVII y XVIII, difirió poco de los métodos con que los
cruzados y los comerciantes armados de las
ciudades italianas habían robado a los territorios

245
bizantinos del Levante en los primeros siglos." 183 De
esta forma, "los tesoros capturados fuera de Europa
por el saqueo descarado, la esclavitud y el crimen,
fluyeron hacia el país de origen, transformándose
así en capital".184
La importancia de estas "transferencias
unilaterales" de la riqueza de los países no europeos
hacia los de Europa Occidental, generalmente se
oscurece al enfocar únicamente la atención sobre su
magnitud, en términos de la producción total de los
países a los cuales se agregó o de los que se extra-
jo. Y no es que no fuese grande, aun medida de esa
forma. Sin embargo, lo que les da una importancia
decisiva para el desarrollo de Europa Occidental y
de los hoy países subdesarrollados es la naturaleza,
o, por decirlo así, el locus económico de los recursos
implicados. En realidad, cualquiera que haya sido el
incremento del ingreso nacional que Europa
Occidental obtuvo de sus operaciones de ultramar,
éstas multiplicaron el excedente económico de que
disponía. Lo que es más, el incremento del
excedente económico apareció inmediatamente en
una forma concentrada, apropiándoselo, en gran
medida, los capitalistas, que pudieron usarlo para
fines de inversión. La intensidad del impulso que
dieron al desarrollo de Europa Occidental estas
contribuciones "exógenas" a su acumulación de
capital, difícilmente puede exagerarse.185
183

Dobb, Studies in the Development of Capitalism (Londres,


1946), p.208.

184

Marx, El Capital (ed. Kerr). vol. I, p. 826.

185

Esto no quiere decir que, en total, el efecto sobre los países


"beneficiarios" fuese una bendición "pura". La corrupción de
246
La transfusión misma y sobre todo los métodos
con que se perpetró, tuvieron quizá un impacto aun
más profundo sobre los países víctimas. Sacudieron
a fondo todo su desarrollo y afectaron
drásticamente su curso posterior. Resquebrajaron
con violencia explosiva el movimiento glacial de sus
antiguas sociedades y aceleraron vertiginosamente
el proceso de descomposición de sus estructuras
precapitalistas. Al hacer pedazos los antiguos
moldes de su economía agrícola y al forzarla a que
se desviase a la producción de cultivos de
exportación, el capitalismo occidental destruyó la
autosuficiencia de su sociedad rural —que era la
base del orden precapitalista en todos los países en
donde penetró— y rápidamente amplió y profundizó
el radio de la circulación de mercancías. Mediante la
franca (y en muchos países masiva) apropiación de
la tierra que ocupaban los campesinos, para ser
utilizada en plantaciones y otros usos por parte de
empresas extranjeras y al exponer a sus
manufacturas rurales a la devastadora competencia
de sus exportaciones industriales, el capitalismo
occidental creó un enorme contingente de fuerza de
trabajo empobrecida.186 Por lo tanto, al ampliar el
área de las actividades capitalistas, propició la
evolución de las relaciones legales y de propiedad,
acordes a las necesidades de una economía mer-
cantil y estableció las instituciones administrativas
necesarias para su cumplimiento. Aunque sólo fuese
con el objeto de agrandar y fortalecer el control
la vida social y política de Europa Occidental, el crecimiento
del "chauvinismo" y del racismo, el desarrollo inevitable del
imperialismo y del jingoísmo, todo esto se debe en gran
medida a la odiosa violación de los pueblos no europeos
que acompañó al desarrollo primitivo del capitalismo
occidental.

186

Cf. W. E. Moore, Industrialization and Labor (Ithaca y Nueva


York, 1951), p. 52.
247
económico y político sobre las regiones que
dominaba, las obligó a dedicar una parte de sus
excedentes económicos al mejoramiento de sus
sistemas de comunicación, a la construcción de
ferrocarriles, puertos y carreteras, lo que trajo
consigo, como subproducto, las instalaciones que se
necesitaban para la inversión lucrativa de capital.
Sin embargo, ésta es sólo una cara del problema.
La irrupción del capitalismo occidental en los hoy
países subdesarrollados, al precipitar con
irresistible energía la maduración de algunas de las
condiciones básicas para el desarrollo de un
sistema capitalista, bloqueó con igual fuerza el
crecimiento de las otras. La remoción de una gran
parte del excedente corrientemente generado y
previamente acumulado por los países afectados,
no podía sino causar un serio retroceso de su
acumulación primaria de capital. El estar expuestos
a una ruinosa competencia del exterior, no podía
sino asfixiar a sus incipientes industrias. Aunque la
expansión de la circulación de mercancías, la
pauperización de un gran número de campesinos y
artesanos y el contacto con la técnica occidental
dio un poderoso impulso al desarrollo del
capitalismo, este desarrollo fue violentamente
desviado de su curso normal, fue deformado y
mutilado para que se adaptase a los objetivos del
imperialismo occidental.
De ahí que los pueblos que cayeron en la órbita de
expansión del capitalismo occidental se encontrasen
con el ocaso del feudalismo y del capitalismo,
sufriendo las peores características de ambos y,
como si fuese poco, con todo el impacto de la
subyugación imperialista. A la opresión de sus
señores feudales, opresión despiadada, aunque
mitigada por la tradición, se agregó el dominio de
los capitalistas nacionales y extranjeros, un dominio
brutal, limitado sólo por lo que el pueblo podía
tolerar. El oscurantismo y la violencia despótica que
heredaron de su pasado feudal se combinaron con
248
la rapacidad racional y rigurosamente calculadora
de su presente capitalista. Su explotación se
multiplicó, pero sus frutos no incrementaron su
riqueza productiva; ésta se fue al exterior o bien
sirvió para sostener a una burguesía parásita en su
propio país. Vivían en una miseria abismal, pero no
tenían perspectivas de un futuro mejor. Se
encontraban en el capitalismo, pero no había
acumulación de capital. Perdieron sus medios
tradicionales de vida, sus artes y sus oficios, pero no
había una industria moderna que les proporcionase
otros nuevos en su lugar. Fueron lanzados a un
contacto extensivo con la adelantada ciencia del
Occidente, pero quedaron en un estado de profundo
atraso.
II
El caso más señalado es obviamente la India. Los
anales de la India desde los días de la "East India
Company" son bien conocidos y no requieren mayor
elaboración. Sobre pocos problemas históricos
existe tanto acuerdo entre los estudiosos de
distintas opiniones, como respecto a lo que ocurrió
en la India después de que el capitalismo occidental
la anexó a su carruaje. Esto está bien presentado
por una autoridad que, ciertamente, no es
sospechosa de tener prejuicios antibritánicos, y
quien resume sus investigaciones como sigue: "...en
el siglo XVIII, la situación económica de la India era
relativamente avanzada y los métodos hindúes de
producción y de organización industrial y comercial
podían compararse con los que estaban en boga en
cualquier otra parte del mundo... Un país que había
fabricado y exportado las muselinas más finas y
otros artículos y productos de lujo en una época en
que los antepasados de los ingleses llevaban una
vida extremadamente primitiva, no pudo tomar
parte en la revolución económica que iniciaron los

249
descendientes de esos mismos bárbaros".187 Este
"fracaso" no fue algo accidental ni se debió a
ninguna ineptitud peculiar de la "raza" hindú. 188 Fue
causada por la explotación brutal, consciente y
sistemática de la India por el capital británico desde
el comienzo mismo del dominio inglés. Tan
extraordinario fue el grado del saqueo, tan increí-
blemente fantástica la suma de lo que se extrajo de
la India que, en 1875, el Marqués de Salisbury —en
aquel entonces Ministro de la India— advirtió que "si
187

Vera Anstey, The Economic Development of India (Londres,


Nueva York, Toronto, 1929, citado de la 4ª edición, 1952), p.
5.

188

Como apuntó ya uno de los primeros observadores de la


India, "la gran masa del pueblo hindú posee una gran
energía industrial, está muy capacitado para acumular
capital y es notable por la claridad matemáticade su mente
y el talento para los números y las ciencias exactas. Sus
intelectos son excelentes". Citado en la obra de Marx, The
Future Results of the British Rule in India, en la compilación
de artículos de Marx y Engels publicados bajo el título de
On Britain (Moscú, 1953), p. 390 (subrayado en el original).
Que al mismo tiempo el sistema educativo, organizado y
supervisado por los británicos, hiciese todo lo que estuvo a
su alcance para reprimir el crecimiento de la aptitud
científica e industrial entre los hindúes, ha sido atestiguado
por numerosos estudiosos de la India. Como dice Vera
Anstey: "...¿No debemos investigar el grado en que el
sistema de educación introducido por los británicos ha
ayudado a generar el espíritu científico y la expansión del
conocimiento científico? ¿No encontramos que, en vez de
enseñar al pueblo a entender el mundo que lo rodea, a
cómo poder utilizar y controlar mejor las fuerzas naturales,
se le ha enseñado a escribir notas sobre las frases arcaicas
que se encuentran en los trabajos de los ingleses del siglo
XVI y XVII y a aprenderse de memoria la historia personal
de los oscuros dirigentes de una tierra extranjera?", op.
cit.,, p. 4.

250
la India debe sangrarse, esta sangría debe hacerse
juiciosamente".189 El volumen de riqueza que la
Gran Bretaña obtuvo de la India y que se agregó a
la acumulación de capital de Inglaterra, nunca ha
sido, que yo sepa, enteramente valuada. Digby
hace notar que, según los cálculos hechos, el tesoro
extraído por los británicos de la India, entre Plassey
y Waterloo —un período de vital importancia para el
desarrollo del capitalismo británico—, asciende a un
valor que oscila entre 500.000,000 y 1,000.000,000
de libras esterlinas. Lo gigantesco de esta cantidad
puede verse con claridad si se considera que, al
iniciarse el siglo XIX, el capital total de todas las
sociedades anónimas que operaban en la India se
elevaba a 36 millones de libras esterlinas. Los
autorizados estadígrafos hindúes K. T. Shah y K. J.
Khambata, calcularon que en las primeras décadas
del presente siglo la Gran Bretaña se apropiaba
anualmente, bajo uno u otro título, más del 10% del
producto nacional bruto de la India. 190 Puede su-
ponerse, sin riesgo alguno, que este drene fue más
pequeño en el siglo XX que en los siglos XVIII y XIX.
Más aún, puede considerarse como cierto que este
coeficiente subestima el grado del usurpamiento
británico de los recursos de la India, ya que se
refiere únicamente a las transferencias directas y no
incluye las pérdidas de la India que fueron causadas
por la desfavorable relación de intercambio que le
impusieron los ingleses. Considerando el problema

189

William Digby, "Prosperous" British India (Londres, 1901),


p. XII.

190

Citado en el libro de R. Palme Dutt, India Today (Bombay,


1949), p. 32. Este coeficiente debe considerarse a la luz de
la parte del ingreso que podría esperarse fuese el excedente
económico en un país tan pobre como la India.
251
en términos de lo que significó para la Gran
Bretaña, merece la pena citar con cierta extensión
el vivo cuadro que pinta Brooks Adams:
Sobre el saqueo de la India no hay mejor
autoridad que Macaulay, quien ocupó un alto
puesto en Calcuta... y quien, menos que cualquier
otro de los escritores que lo han seguido, fue
portavoz de las clases oficiales. Él ha contado
cómo después de Plassey "la lluvia de riqueza"
principió a caer y ha descrito las propias ganancias
de Clive: "podemos afirmar, sin ningún riesgo, que
no ha habido inglés, que partiendo de la nada,
haya creado, en ninguna esfera de actividad, una
fortuna tan grande a la temprana edad de 34
años. Pero lo que Clive obtuvo, bien sea para él o
para el gobierno, fue una bagatela si se compara
con el robo al mayoreo y la explotación que
siguieron a su partida cuando Bengala se rindió y
fue presa indefensa de una miríada de funcio-
narios ambiciosos. Estos funcionarios eran
absolutistas, irresponsables y rapaces y saquearon
los tesoros privados. Su único pensamiento era
extraer algunos cientos de miles de libras de los
nativos lo más rápidamente posible y regresar a
Inglaterra a ostentar su riqueza. De ahí que
enormes fortunas hayan sido rápidamente
acumuladas en Calcuta, en tanto que 30 millones
de seres humanos fueron reducidos a la más
extrema de las miserias... El mal gobierno de los
ingleses llegó a un punto tal, que difícilmente
parece ser compatible con la existencia de la
sociedad. El procónsul romano que en uno o dos
años exprimía a una provincia los recursos para
erigir palacios de mármol y baños en las costas de
Campania, para beber en copas de ámbar, para
deleitarse con el canto de los pájaros, para exhibir
ejércitos de gladiadores y manadas de jirafas; el
virrey español que, dejando tras de sí las
maldiciones de México o de Lima, entraba a
Madrid con un largo tren de carrozas doradas con
252
suntuosos caballos enjaezados y herrados con
plata, habían sido superados".191 Inmediatamente
después de Plassey, el saqueo de Bengala
comenzó a llegar a Londres y su efecto parece
haber sido instantáneo, pues todas las autoridades
coinciden en que la "revolución industrial", el
acontecimiento que separó al siglo XIX de todos
los tiempos anteriores, principió en el año de
1760. Con anterioridad a 1760... La maquinaria
usada para tejer algodón en Lancashire era casi
tan simple como la de la India, en tanto que
alrededor de 1750, la industria inglesa del hierro
estaba en plena decadencia... es al capitalista,
más que al inventor, a quien la civilización debe la
máquina de vapor como parte de la vida diaria.192
Un análisis cabal del impacto que tuvo esta
frenética orgía de la acumulación primaria de capital
sobre el desarrollo de la India se da en la obra
clásica de Romesh Dutt, The Economic History of
India,193 y no podemos menos que citar sus
palabras:
Desgraciadamente, es un hecho que las fuentes
de la riqueza nacional de la India se han
191

Este pasaje es del libro de Macaulay, Lord Clive.

192

The Law of Civilization and Decay, An Essay on History


(Nueva York, 1896, citado de la reimpresión de 1943), pp.
294 ss.

193

Londres, 1901; citado de la 7ª edición, 1950, pp. VII ss. Este


escritor, alto funcionario de la administración británica de la
India y conferencista sobre la historia hindú del University
College de Londres, no debe confundirse con R. Palme Dutt,
autor del importante libro sobre la India, India Today
(Londres, 1940; 2; ed., Bombay, 1949).
253
empobrecido de diversas maneras bajo el gobierno
británico. La India en el siglo XVIII era un gran país
industrial y a la vez un gran país agrícola y los
productos de los telares hindúes abastecían los
mercados de Asia y Europa. Desgraciadamente es
verdad que la East Indian Company y el
Parlamento Británico, siguiendo la política
comercial egoísta de hace 100 años, desalentaron
a los fabricantes hindúes durante los primeros
años de gobierno británico, con el objeto de
impulsar las crecientes industrias de Inglaterra. La
política que se fijaron y que fue seguida durante
las últimas décadas del siglo XVIII y las primeras del
siglo XIX fue hacer de la India un país dependiente
de las industrias de la Gran Bretaña y lograr que el
pueblo hindú produjese sólo materias primas para
abastecer de material a los telares e industrias de
Inglaterra. Esta política se prosiguió con una
resolución inquebrantable y con un éxito nefasto;
se dieron órdenes para obligar a los artesanos
hindúes a trabajar en las fábricas de la East Indian
Company; se invistió legalmente a los residentes
comerciales con extensos poderes sobre las villas y
comunidades de tejedores hindúes; mediante
aranceles prohibitivos se excluyó la entrada a
Inglaterra de los artículos de seda y de algodón
hindúes; en cambio, los artículos ingleses fueron
admitidos en la India libres de impuestos o con el
pago de un impuesto nominal... con la invención
del telar mecánico en Europa, se completó la
decadencia de las industrias de la India y cuando
en años recientes se introdujo el telar mecánico en
ésta, Inglaterra actuó una vez más respecto a la
India con un celo injusto. Se gravó la producción
de las fábricas de algodón de la India, lo cual...
ahogó las nuevas industrias textiles de este país.
En la actualidad la agricultura es virtualmente la
única fuente que queda de la riqueza nacional de
la India... pero lo que el gobierno británico...
obtiene actualmente a través del Impuesto sobre
254
la tierra, se aproxima algunas veces al total de la
renta económica... Esto... paraliza la agricultura,
impide el ahorro y mantiene al labrador en un
estado de pobreza y de endeudamiento... En la
India, el Estado se inmiscuye virtualmente con la
acumulación de la riqueza del suelo, intercepta los
ingresos y las ganancias de los labradores...
dejando a éstos en una miseria permanente... En
la India, el Estado no ha impulsado nuevas
industrias y no ha revivido las viejas industrias
para el pueblo... En una u otra forma, todo lo que
pudo extraerse de la India a través de una
imposición excesiva fluyó hacia Europa, después
de pagar una administración hambrienta. .. En
verdad la humedad de la India bendice y fertiliza
otras tierras.
La catástrofe que acarreó a la India la invasión del
capitalismo británico asumió proporciones
alarmantes. Claro está que el proceso de transición
del feudalismo al capitalismo y el desplazamiento de
recursos hacia la formación del capital que es parte
integrante de esta transición, causó gran cantidad
de sufrimientos, de miseria y de indigencia donde
quiera que ha seguido su curso inexorable. El
excedente económico de la sociedad no sólo se,
transfirió de un uso a otro con todas las sacudidas,
luchas y privaciones consiguientes: la mayor parte
de él se obtuvo de las masas subalimentadas,
semides-nudas, mal alojadas y agotadas por exceso
de trabajo. Sin embargo, este excedente —aunque
sólo en forma incompleta y de manera irracional—
se usó para la inversión productiva y sentó las bases
para la futura expansión de la productividad y de la
producción. De hecho, no puede haber duda de que
si la cantidad del excedente económico que la Gran
Bretaña extrajo de la India hubiese sido invertido en
esta última, el desarrollo económico de la India
tendría en la actualidad poca similitud con este
sombrío cuadro. Es ocioso especular acerca de si la
India, en la actualidad, tendría un nivel de adelanto
255
económico acorde con sus fabulosos recursos
naturales y con la potencialidad de su pueblo. De
cualquier manera, el destino de las sucesivas
generaciones hindúes no se hubiese parecido ni
siquiera remotamente a la catástrofe crónica de los
últimos siglos.
El perjuicio hecho al potencial económico de la
India sólo es superado por el daño y la mutilación,
quizá más duraderos, que se infringieron a su
pueblo. "Todo el efecto sobre el Indostán de
calamidades como las guerras civiles, invasiones,
revoluciones, conquistas y hambres extrañamente
complejas, por rápidas y destructoras que pudiesen
parecer, sólo afectaron a su superficie. Inglaterra,
en cambio, destrozó toda la estructura de la
sociedad hindú, sin que se haya manifestado hasta
ahora ningún síntoma de reconstitución. Esta
pérdida de su viejo mundo, sin conquistar otro
nuevo, imprime un sello de abatimiento particular a
la miseria del hindú y desvincula al Indostán
gobernado por la Gran Bretaña de todas sus
antiguas tradiciones y de toda su historia
pasada."194
La política británica en la India ha estado
modelada aproximadamente de acuerdo con la
práctica seguida por algunos tiranos hindúes tan
elocuentemente descritos por Macaulay: "Cuando
temían la capacidad y el espíritu de algún súbdito
distinguido, pero no podían aventurarse a asesinarlo
(acostumbraban)... administrarle una dosis diaria de
pousta, un preparado de opio, que tenía por
resultado el destruir en pocos meses todos los
poderes mentales y corporales del pobre diablo que
se había drogado con ella y convertirlo en un idiota
irremediable. Este artificio tan detestable, más

194

Marx, "British Rule in India", en los Selected Works de Marx


y Engels (Moscú, 1949-1950), vol. I, p. 313.
256
horrible que el asesinato mismo, era digno de
aquellos que lo empleaban."195 De esta forma, la
administración británica de la India destruyó
sistemáticamente todas las fibras y todo el cimiento
de la sociedad hindú. Su política impositiva y agraria
arruinó la economía aldeana de la India,
sustituyéndola por los terratenientes parásitos y los
prestamistas. Su política comercial destruyó al
artesano hindú y creó los infames tugurios de las
ciudades de la India, llenas de millones de parias
hambrientos y enfermos. Su política económica
desbarató todos los intentos que hubo a favor de su
desarrollo industrial propio y promovió la prolife-
ración de especuladores, pequeños negociantes,
agentes y especuladores de toda clase, que a duras
penas llevan una vida estéril y precaria en medio de
una sociedad decadente. "El dominio británico se
consolidó mediante la creación de nuevas clases y
de intereses creados, que estaban ligados a ese
régimen y cuya existencia dependía de su
continuidad. Había los terratenientes y los príncipes,
existía un gran número de miembros subordinados a
los servicios de diversos departamentos de go-
bierno, desde el patwari (cabecilla de la aldea) para
arriba... A todos estos métodos debe sumarse la
política que deliberadamente se siguió durante todo
el período de la dominación británica y que consistió
en crear división entre los hindúes, en alentar un
grupo a costa de otro."196 Ya se ha hecho referencia
a la política británica en lo que respecta a la
educación. En el capítulo del libro de Nehru, del que

195

Speeches, citados en el libro de Digby "Prosperous" British


India (Londres, 1901), p. 63.

196

Jawaharlal Nehru, The Discovery of India (Nueva York,


1946), pp. 304 ss.
257
se ha tomado el pasaje anterior, se hace la
siguiente cita de la Life of Metcalfe de Kaye: "...El
temor a la libre difusión del conocimiento se con-
virtió en malestar crónico... que angustiaba
continuamente a los miembros del gobierno con
toda clase de pesadillas y sueños hipocondriacos,
en los cuales las visiones de las imprentas y de la
Biblia les estremecían el cuerpo y les ponían los
pelos de punta. Nuestra política, en aquellos días,
tendía a mantener a los nativos de la India en el
más profundo estado de oscurantismo y barbarie y
todo intento para difundir la luz del conocimiento
entre el pueblo, tanto en nuestros estados como
entre los independientes, fue vehementemente
obstaculizado y causó resentimientos."
Por consiguiente, es un juicio ecuánime sobre los
efectos de los dos siglos de dominación del
capitalismo occidental en la India, y es un análisis
correcto de las causas de su atraso actual el que
hace Nehru cuando dice: "...casi todos los pro-
blemas principales que tenemos en la actualidad se
gestaron durante el dominio británico y son el
resultado directo de la política británica; el
problema de los príncipes, el de las minorías, el de
los diferentes intereses creados, tanto extranjeros
como hindúes; el de la carencia de industrias y el
descuido de la agricultura; el del profundo atraso de
los servicios sociales ; y sobre todo, el de la trágica
miseria del pueblo".197
No es necesario añadir que esto no significa
idealizar el pasado prebritánico de la India y pintarlo
románticamente como un Paraíso Perdido. Como
Marx lo subrayaba en un magnífico pasaje de uno
de sus artículos ya citados sobre la India:
...No debemos olvidar que esas idílicas comunidades
rurales, por inofensivas que pareciesen, siempre fueron la

197

Ibid., pp. 306 ss.


258
sólida base del despotismo oriental; que restringieron el
intelecto humano a los límites más estrechos,
convirtiéndolo en el instrumento sumiso de la
superstición, sometiéndolo a la esclavitud de sus reglas
tradicionales y privándolo de toda grandeza y de toda
iniciativa histórica. No debemos olvidar el egoísmo
bárbaro que, concentrado en un mísero pedazo de tierra,
contemplaba apaciblemente la ruina de imperios enteros,
la perpetración de crueldades, inenarrables, la masacre
de la población de las grandes ciudades, sin prestar a
todo esto más atención que a los fenómenos de la
naturaleza y convirtiéndose a su vez en presa fácil para
cualquier agresor que se dignase fijar en ella su atención.
No debemos olvidar que esa vida sin dignidad, vegetativa
y estática, esta forma pasiva de existencia, despertaba,
por otra parte y por oposición, fuerzas destructivas
salvajes, ciegas y desenfrenadas que hicieron del
asesinato un rito religioso del Indostán. No debemos
olvidar que estas pequeñas comunidades estaban
contaminadas por la distinción de casta y por la
esclavitud, que sometían al hombre a las circunstancias
externas, en vez de hacerlo soberano de ellas, que
transformaron su estado social, que se desarrollaba por sí
solo en un destino natural inmutable, creando así un culto
grosero a la naturaleza...198
Al mismo tiempo, no debe pasarse por alto que la
India, de haberse dejando a sus propias fuerzas,
podría haber encontrado en el curso del tiempo un
camino más corto y seguramente menos tortuoso
hacia una sociedad mejor y más rica. No puede
caber duda alguna de que, en ese camino, hubiese
tenido que pasar por el purgatorio de una revolución
burguesa y que una larga fase de desarrollo
capitalista habría sido el precio inevitable que
habría tenido que pagar por el progreso. Sin
embargo, sería una India totalmente distinta (y un
mundo totalmente distinto), si se le hubiese
permitido —como sucedió con otros países más
afortunados— realizar su destino a su manera,

198

"British Rule in India", op. cit., p. 317.


259
emplear sus recursos en beneficio propio y dedicar
sus energías y capacidades al adelanto de su propio
pueblo.
III
Esto, claro está, es una especulación, pero una
especulación legítima. La alternativa al despojo
masivo de la riqueza acumulada y de la producción
generada corrientemente, que fue impuesta por el
capitalismo occidental a todos los actualmente
países subdesarrollados, no es hipotética; tampoco
lo es la despiadada supresión y distorsión de todo
crecimiento económico nativo, ni la corrupción
sistemática de la vida social, política y cultural que
se le infligieron a estos países.199

199

Hemos tratado a la India con cierta amplitud, pero lo que


se aplica a la India es válido mutatis mutandis para todas
las otras regiones atrasadas. Para investigaciones más a
fondo de la experiencia de Birmania y de las Indias
Orientales Holandesas (asi como para una excelente ex-
posición de toda la política colonial de las potencias
occidentales), véanse los libros de J. S. Furnivall, y en
particular Netherlands Indies (Cambridge, Inglaterra, 1944)
y Colonial Policy and Practice (Cambridge, Inglaterra, 1948).
También es de gran utilidad el libro de J. H. Boecke, The
Evolution of the Netherlands Indies Economy (Nueva York,
1946). La literatura sobre China es muy amplia. En el
contexto de la presente exposición, los más ilustrativos son
los libros de Michael Greenberg, British Trade and the
Opening of China 1800-1842 (Cambridge, Inglaterra, 1951),
y de G. E. Efimov, Ocherki po Novoy i Noveyshev Istorii
Kitaya (Ensayos sobre la historia reciente de China) (Moscú,
1951). Un buen estudio de lo sucedido en África se
encontrará en el libro de Leonard Wolf, Empire and
Commerce in África (Londres, n. d.), mientras que, sobre la
increíble catástrofe que sufrió la región del Caribe, el libro
clásico de Fray Bartolomé de las Casas, Historia de las
Indias, reeditado en inglés con el título de "The Tears of the
Indians" (Stanford, California, n.d), sigue siendo
probablemente la mejor relación.
260
Esto puede verse con claridad en la historia del
único país asiático que logró escapar al destino de
sus vecinos y obtener un grado relativamente
avanzado de desarrollo económico. Para el período
que estamos considerando —cuando el capitalismo
occidental arruinaba a la India, hundía sus garras en
África, subyugaba a Latinoamérica e iniciaba la
penetración de China— las condiciones del Japón
eran igualmente propicias, mejor dicho, igualmente
desfavorables, para el desarrollo económico que en
cualquier otra parte de Asia. De hecho, el Japón,
"con una organización exclusivamente feudal de la
propiedad agraria y su desarrollada economía de
pequeños campesinos" (Marx), mientras era
desgarrado por todas las tensiones internas y todos
los conflictos de una sociedad feudal, estaba quizá
aun más sofocado por la camisa de fuerza de los
obstáculos y las restricciones feudales que cualquier
otro país precapitalista. "Durante más de 200 años
no se escatimó esfuerzo para suprimir el
crecimiento y el cambio... la sociedad estaba
congelada dentro de un molde clasista legalmente
inmutable... el mantenimiento de la clase guerrera
continuaba absorbiendo el excedente de la
sociedad, sin dejar casi nada para la inversión... el
cerrado sistema de clases asfixiaba las energías
creadoras y tendía a paralizar al trabajo y al talento
dentro de las ocupaciones tradicionales. Quitar
estos obstáculos para iniciar un desarrollo industrial,
era inconcebible."200
Sin embargo, al mismo tiempo y bajo el caparazón
rígido del orden feudal, existía una rápida
acumulación de capital en manos de los mercaderes
200

Thomas C. Smith, Political Change and Industrial


Development in Japan: Government Enterprise, 1868-1880
(Stanford, California, 1955), capítulo II. Le estoy muy
agradecido al profesor Smith por haberme dejado ver las
pruebas de galera de esta excelente monografía.
261
urbanos y rurales.201 Para tener una medida de la
magnitud de la riqueza que se estaba amasando
por esta próspera burguesía, los siguientes datos
pueden servir: "En 1760, el Bakufu 'pidió prestado' a
los miembros de los grandes gremios comerciales
aproximadamente 1.781,000 ryo, una suma de la
misma magnitud que el total de los gastos
ordinarios del gobierno durante un año." 202 Como
estos "préstamos" frecuentemente no eran
pagados, esta suma nos proporciona no sólo una
indicación de la riqueza de la clase mercantil, sino
también una idea del alcance de las exacciones a
que el gobierno la tenía sometida. Éstas no eran tan
sólo financieras.203 "Las autoridades tenían cercada
[a la clase mercantil]... con numerosas
restricciones; el estilo de vestir, el uso de calzado,
de sombrillas, y mil otros pequeños detalles,

201

Es de gran importancia hacer notar que, ya en el siglo


XVIII, poderosos clanes feudales (particularmente los de
Satsuma en el sur de Kyushu) iniciaron un vasto comercio y
acumularon grandes capitales. Sobre lo anterior véase el
libro de E. Herbert Norman, Japan's Emergence as a Modern
State (Nueva York, 1946), p. 15. La orientación inicial hacia
las actividades mercantiles por parte de algunos señores
feudales, probablemente tuvo mucho que ver con el hecho
de que, por pertenecer a los 86 tozama o señores "del
exterior", fueron excluidos por el grupo dirigente Tokugawa
de toda participación en el gobierno y fueron obligados, por
ende, a buscar una salida para sus energías en otras
actividades.

202

G. B. Samsom, The Western World and Jopan (Nueva York,


1950), p. 240.

203

Éstas se describen con algún detalle por G. B. Sansom,


loc.cit.
262
estaban regidos por la ley. El gobierno ni siquiera
permitía que un mercader tuviese un nombre que se
pareciera a un nombre daimyo, ni dejaba que
viviera en un distrito samurai. De hecho, ninguna
aristocracia feudal pudo mostrar una mayor
aversión al lucro y a las personas que acumulaban
dinero, que la externada por los moralistas y
legisladores Tokugawa." 204
Aunque parece haber algún desacuerdo entre los
historiadores del Japón sobre el "crédito" que debe
atribuirse a las distintas clases en su esfuerzo por
derribar al régimen Tokugawa, casi no hay duda de
que la presión que ejercían las relaciones
capitalistas —que se estaban desarrollando rápida-
mente— en contra de las barreras del orden feudal,
fue la fuerza básica que condujo a la restauración
Meiji. Con esto no se intenta disminuir la enorme
significación política de la creciente oposición de los
pequeños samurai o de la ascendente ola de
levantamientos campesinos que conmovió durante
la primera mitad del siglo XIX los cimientos mismos
del régimen Tokugawa, ni tampoco exagerar el
papel político jugado por la clase mercantil en el
establecimiento del nuevo orden.205
Como en todas las revoluciones, fue una
combinación de grupos sociales heterogéneos la
que llevó a cabo el derrumbamiento del ancien
régime. Pero aunque los más activos y más desta-
cados de entre ellos fueron los guerreros declassé y
los intelectuales frustrados, los amargados señores
feudales y los cortesanos descontentos que habían
sido excluidos por el grupo dirigente Tokugawa, fue
la burguesía ascendente la que determinó tanto la
dirección como el resultado del movimiento y fue la
clase capitalista la que cosechó los frutos

204

E. Herbert Norman, Japan's Emergence as a Modern State


(Nueva fork, 1946), p. 17.
263
económicos y políticos de la revolución. "Menos
dramático que las hazañas políticas y militares de
los samurai, pero más trascendente para la
realización de la caída de los Bakufu y para la esta-
bilización del nuevo régimen, fue el apoyo financiero
prestado por los grandes chonin, especialmente de
Osaka, en donde se decía que estaba concentrada
el 70 % de la riqueza del Japón... Las batallas

205

En general, es bastante problemático el determinar la


importancia que debe dársele al trasfondo clasista de los
individuos que participan en acontecimientos
revolucionarios. Demasiados factores de azar influyen en
las decisiones y la conducta de los miembros individuales
de las distintas clases, para que sea posible encontrar una
estrecha relación entre el contenido de clase de un
movimiento histórico y el origen clasista de gran número de
sus participantes y dirigentes. Una revolución burguesa no
deja de serlo por el hecho de que sea seguida por un gran
número de nobles que, precisamente a causa de sus
antecedentes y de su educación, pueden haber superado el
punto de vista de su propia clase, llegando a puestos de
dirección de un movimiento progresista; tampoco una revo-
lución proletaria se hace menos proletaria a causa de que
en sus puestos dirigentes se encuentren, por razones
similares, muchos individuos de extracción burguesa o
aristocrática. Por eso, no concederé gran importancia a la
información presentada por Thomas C. Smith (op. cit., cap.
II) sobre los orígenes de clase de los dirigentes de la
restauración, a los que se dio un rango en la corte en forma
póstuma, seguramente en reconocimiento del papel que
jugaron en ella. La sorprendente pequeñez del número de
mercaderes que fue objeto de una distinción similar,
parecería sugerir que la clase mercantil jugó sólo un
pequeño papel en el movimiento revolucionario. Sin
embargo, esta impresión sería muy engañosa.
Tradicionalmente, los burgueses, como individuos, no han
participado activamente en ningún lugar, en la política
revolucionaria. De hecho, es ésta, probablemente, una de
las características sobresalientes de la clase capitalista y
está íntimamente ligada a su habitat ideológico y
económico, que la hace operar habitualmente en la escena
264
decisivas en la guerra de Restauración... fueron
peleadas y ganadas con fondos proporcionados por
los chonin."206
Nos alejaría demasiado, y sería innecesario para
nuestro propósito inmediato, delinear
detalladamente los cambios que ocurrieron en el
Japón a raíz de la revolución Meiji. Baste con decir
que tuvo éxito en crear la estructura económica y
política indispensable para el desarrollo capitalista.
Dando un sorprendente ejemplo de la forma en que
"los gobiernos (por ejemplo, Enrique VII, VIII, etc.)
intervienen como instrumentos del proceso de
disolución histórica y como creadores de las con-
diciones para la existencia del capital",207 el régimen
surgido de la restauración cambió drásticamente la
marcha de la economía del país y propició un
gigantesco impulso de la acumulación primaria del

política —particularmente en épocas de conmoción social—


a través de corifeos, agentes y aliados, más que en forma
directa, es decir, con la participación de sus propios
miembros. Con seguridad que en el Japón, en un medio
político totalmente dominado por la tradición feudal y
donde existían samurai y ronin hambrientos y fogosos en
cantidad excesiva, los mercaderes de Yedo y Osaka
fácilmente descubrieron lo prudente que resulta sustituir
sus personas con dinero en la lucha por la libertad. "Los
descendientes de los ricos tenderos de Yedo y Osaka
jugaron un papel importante, casi indispensable, en el
movimiento que culminó con el derrumbe del Shogunate en
1868, ya que dicho movimiento difícilmente pudo haber
triunfado sin su apoyo financiero. B. B. Sansom, op. cit., p.
189.

206

E. Herbert Norman, op. cit., p. 49.

207

Marx, Grundrisse wer Kritik der Politischen Ökonomie


(Rohent-wurf) (Berlín, 1953), p. 406 (subrayado en el
original).
265
capital que estaba aún sin terminar, precipitando su
transferencia de prácticas puramente mercantiles a
ocupaciones industriales.
Por lo que a esto último se refiere, no se ahorró
ningún esfuerzo para exprimir al máximo posible a
los acosados productores directos. Siendo la
economía predominantemente agraria y ocupando
la agricultura entre el 70 y el 75 % de la población,
la mayor parte del excedente económico no podía
sino continuar siendo extraído del campesinado. 208
Esto fue asegurado por lo que constituyó el rasgo
sobresaliente del desarrollo del Japón, a saber, la
mezcla de las relaciones feudales de la agricultura
con un estado fuerte, centralizado y dominado por
los capitalistas, que impulsaba por todos los medios
a su alcance el crecimiento de la empresa
capitalista.209 De hecho, la presión combinada del
estado reorganizado y "modernizado" y de los
nuevos burgueses terratenientes que formaban la
clase dominante de los jinushi, condujo a un notorio
incremento de la carga impuesta al campesinado. Si
la parte de la producción agrícola que era retenida
por el productor directo había sido de 39 % durante
la primera mitad del siglo XIX, este porciento se
redujo al 32 después de la reforma agraria promul-
gada por el gobierno Meiji, para no volver a
208

"El mercader japonés... careció de las oportunidades para


la acumulación de capital a través del comercio y del pillaje
que disfrutaron los mercaderes europeos en los siglos XVI y
XVII", Norman, op. cit., p. 51.

209

"La revolución Meiji, lejos de suprimirlos, los incorporó a la


nueva sociedad capitalista del Japón y santificó legalmente
las relaciones fundamentales de la propiedad feudal." H.
Kohachiro Takahashi, "La Place de la Revolution de Meiji
dans l'histoire agraire du Japón", Revue His-torique
(octubre-noviembre de 1953), p. 248.
266
incrementarse hasta los años de 1933-1935, cuando
representó más del 42 %.210 Por lo tanto, no es
exagerado decir que la fuente principal de la
acumulación primaria de capital del Japón fue la
aldea, que, en el curso de toda la historia moderna,
jugó para el capitalismo japonés el papel de una
colonia interior.211
La política tradicional de extorsión despiadada y
directa de los campesinos fue apoyada por otras
numerosas medidas, calculadas para elevar al
máximo el excedente económico total. Los salarios
de los trabajadores ocupados en actividades no
agrícolas fueron rigurosamente mantenidos en su
nivel más bajo —un principio que era fácil aplicar en
un mercado de trabajo invadido por una población
agrícola excedente—. Aún más importante fue la
política de inflación sistemática iniciada por la
administración Meiji, que trajo como resultado no
sólo una mayor redistribución del ingreso a favor de
la acumulación de capital, sino también la
expansión del excedente económico a través de la
utilización de recursos previamente desocupados.212
Sin embargo, la contribución más importante para la
acumulación primaria de capital fue resultado de la
210

Ibid., p. 262, donde se citan los trabajos del conocido


estadístico e historiador japonés M. Yamada como la fuente
de estos datos.

211

Ya. A. Pevsner, Monopolisticheski Kapital Yaponii (Capital


Monopolista del Japón) (Moscú, 1950), p. 11.

212

El alcance y método del déficit financiero involucrado se


estudia en el libro de Thomas C. Smith, Poliíical Change and
Industrial Devetop-ment in Japan: Government Enterprise,
1868-1880 (Stanford, 1955), capítulo VII.
267
emisión de bonos gubernamentales para indemnizar
a los señores feudales desalojados y de la absorción
de sus deudas por el gobierno.
"El señor feudal dejó de ser un magnate territorial
que obtenía su ingreso de los campesinos y se
convirtió, en virtud de la conmutación de su renta,
en un magnate financiero que invertía su riqueza
recientemente capitalizada en bancos, acciones,
industrias, o bienes raíces, incorporándose así a la
pequeña oligarquía financiera."213 En forma similar,
la demanda de los samurai para que se les otorgase
un estipendio gubernamental, fue solucionada de
manera tal que su capitalización, en la forma de
bonos redituables, tuvo como consecuencia un
mayor aumento de las existencias de capital
disponibles. Este capital, centralizado y
administrado por un sistema bancario que se
encontraba en rápido crecimiento, se convirtió en la
base para una expansión masiva del crédito. Los
préstamos directos otorgados al gobierno por los
bancos, la casi completa amalgamación de la
Hacienda pública con algunos de los bancos más
importantes de esa época (Mitsui, Ono, Simanda,
Yasuda y otros) y las pródigas ganancias obtenidas
por estos últimos en el proceso de esta cooperación,
agigantó todavía más la espectacular concentración
de capital en las manos de un pequeño número de

213

Norman, op. cit., p. 94. Takahashi hace una importante


observación adicional: "Estas medidas tomadas por el
gobierno de la Restaurción, por una parte liberaron a los
magnates (daimyo) de sus antiguas deudas con los
usureros y, por otra, transformaron a los usureros capita-
listas que estaban a menudo obligados a prestar dinero
bajo coerción feudal, en poseedores de bonos redimibles
por la nación. Lo que todavía ayer era un papel sin valor, se
convirtió en capital con una función moderna", op. cit., p.
252 n.
268
instituciones financieras.214
Pero aunque de esta forma se hizo todo lo que se
pudo para llenar los cofres de la burguesía, para
crear nuevas y cuantiosas fortunas y aumentar el
capital disponible para la clase empresaria actual y
en potencia, este esfuerzo, per se, no logró es-
timular la inversión para el desarrollo industrial.
Después de la restauración Meiji y a semejanza de
las últimas etapas del régimen Tokugawa, la simple
concentración de una fabulosa riqueza en las manos
de los mercaderes, aun combinada como estaba con
una gran cantidad de mano de obra barata, no bas-
tó para provocar un cambio de las actividades
mercantiles a las industriales por parte de los
empresarios. "Muchas... familias de mercaderes,
entre ellas principalmente la de Mitsui... asumieron
una posición dirigente en el desarrollo de la
industria, pero en los primeros años del período
Meiji... los comerciantes, como un solo hombre, se
aferraron resueltamente a sus campos tradicionales
de actividad (especulación mercantil, comercio y
usura)."215 El proceso de acumulación primaria de
capital estaba lejos de completarse; el Japón todavía
atravesaba por la fase mercantil del capitalismo.
Ya se apuntó anteriormente que la burguesía
mercantil nunca realizó por sí sola la transición
hacia el capitalismo industrial. Siempre necesitó un
214

De 1875 a 1880, el capital total de los bancos aumentó de


2.450,000 a 43.040,000 yen. "El incremento obedeció, en
gran medida, a la emisión de fondos de pensiones
destinados a los samurai y a los daimyo que se realizó en
1876; estos bonos podían cambiarse en la tesorería por
billetes, que deberían usarse para el establecimiento de
bancos nacionales." Thomas C. Smith, op. cit., capítulo IV.
Véase también Ya. A. Pevsner, op. cit., p.20.

215

Thomas C. Smith, op. cit,, capítulo IV.


269
apoyo enérgico y generoso por parte del Estado
controlado por la ascendente clase capitalista. Tal
impulso fue proporcionado por el Estado capitalista
modernizado que creó la revolución Meiji; fue un
impulso que sacó a la economía japonesa del
estancamiento y la lanzó al camino del capitalismo
industrial. Lo que Marx observó en términos ge-
nerales sobre el génesis del capitalismo industrial,
describe con precisión las condiciones japonesas en
la época de la restauración Meiji. "La cantidad
mínima de que debe disponer un poseedor de
dinero o de mercancías para transformarse en capi-
talista, varía con las distintas etapas de desarrollo
de la producción capitalista y, dentro de cada una
de estas etapas, es distinto para las diferentes
esferas de la producción, dependiendo en cada caso
de condiciones técnicas específicas. Hay ciertas
esferas de producción que, aun en los orígenes del
capitalismo, exigen un mínimo de capital que
todavía no se encuentra reunido por ningún
individuo. Esto origina, en parte, la concesión de
subsidios estatales a particulares como aconteció
en Francia en la época de Colbert y aún hoy en
ciertos Estados alemanes; también da origen a la
creación de sociedades que detentan un monopolio
legal para la explotación de ciertas ramas
industriales o comerciales."216
El estado Meiji fue más lejos; invirtió fuertes sumas
en la construcción de ferrocarriles, en la
construcción naval, en el desarrollo de un sistema
de comunicaciones, en industrias básicas, en la
producción de maquinaria, etc. La historia de la
industrialización primitiva del Japón se ha contado
216

El Capital (ed. Kerr), vol. I, p. 338. (La traducción ha sido


ligeramente modificada a la luz del original alemán.) La
primera parte de este pasaje es, dicho sea de paso, muy
apropiada para nuestra anterior exposición sobre el
capitalismo monopolista (véase la p. 92).
270
muchas veces; a través de ella se distingue, como
un hilo rojo, el papel dominante jugado por el
gobierno en la aceleración del desarrollo del
capitalismo industrial. La manera en que esta polí-
tica gubernamental fue realizada carece
relativamente de importancia. Algunas de las
inversiones gubernamentales fueron financiadas
directamente con lo que ya no se necesitaba para
pagar los estipendios a los samurai —una cantidad
que, en los primeros días, absorbía casi todos los
ingresos ordinarios del gobierno—. Otras empresas
se realizaron con las amplias garantías
gubernamentales dadas a los inversionistas. Otras
más se promovieron a través de pedidos del
gobierno que aseguraban la compra de la
producción de varios años de las empresas
recientemente establecidas. Cualesquiera que haya
sido el camino escogido, el resultado,
invariablemente, fue un tremendo fortalecimiento
del poder del capital industrial. Las ganancias
obtenidas por los Mitsuik, Mitsubishi, Sumitomo,
Okura, y otros futuros "Zaibatsu" en los diversos
contratos gubernamentales, fueron verdaderamente
fabulosas. Éstas se vieron quizá eclipsadas sólo por
las ganancias dadas a estos consorcios a través de
la política gubernamental de "devolver" a la pro-
piedad privada aquellas empresas industriales que
eran propiedad del Estado. "No hay duda alguna de
que esta política fortaleció grandemente el poder de
la oligarquía financiera, sobre todo si se toman en
cuenta los precios ridiculamente bajos a que el

271
gobierno vendió sus fábricas modelo."217
De ahí que en la historia primitiva del desarrollo de
Japón, como en la de otros países, no se encuentre
mucho a ese empresario audaz e innovador que
nuestros modernos reescritores de la historia, por
razones demasiado transparentes, consideran como
creador y promotor original de todo progreso
económico.218 En realidad, lo que resulta obvio es la
exorbitante cantidad de protecciones y de sobornos
que fueron necesarios por parte del Estado para
arrancar al capital de sus actividades favoritas de
especulación y usura, y orientarlo hacia la inversión
en empresas productivas.
Esto nos trae de nuevo a la pregunta que originó
la presente exposición y que abarca su tema
central: ¿Qué fue lo que capacitó al Japón para
tomar un curso tan radicalmente distinto al de todos
los otros países que forman en la actualidad el
mundo subdesarrollado? Planteándola de otra
forma, ¿cuál fue la constelación histórica que

217

Norman, Japan's Emergence as a Modern State (Nueva


York, 1946), p. 131. "Las fábricas fueron vendidas, por regla
general, de un 15 % a un 30 % de las cantidades que le
habían costado al gobierno y en condiciones de pago tales,
que se permitió a los compradores cubrir el precio de
compra a través de largos períodos, que alcanzaron en
ocasiones hasta veinte y treinta años. Pevsner, op. cit., p.
23.

218

Sobre las estridentes investigaciones que, generosamente


costeadas por las corporaciones y las doctas fundaciones,
se realizan corrientemente acerca de la "historia de los
empresarios" con el propósito de glorificar al "Caballero de
Industria", cf. Leo Huberman, "The New History of the
Crowning of Mammon", Monthly Review (agosto de 1952),
así como el libro de Herbert Aptheker, Lauréates of
Imperialism (Nueva York, 1954).
272
permitió la revolución burguesa en el Japón y
condujo al establecimiento de un régimen dominado
por la burguesía, que sirvió, desde su concepción,
como un incansable y poderoso motor al capitalismo
japonés?
La respuesta a esta pregunta es
extraordinariamente compleja y a la vez muy
sencilla. Es sencilla porque, en esencia, se reduce al
hecho de que el Japón es el único país de Asia (y de
África y de la América Latina) que se salvó de ser
convertido en una colonia o en una dependencia del
capitalismo norteamericano o de Europa Occidental;
fue el único país que tuvo oportunidad de tener un
desarrollo nacional independiente. Es compleja,
debido a que sólo la feliz concurrencia de un gran
número de factores, más o menos independientes,
pudo proporcionarle al Japón esa coyuntura
afortunada.
Un factor básico entre todos —y que recuerda la
paradoja que presentó Europa Occidental y en
particular la Gran Bretaña— fue el atraso y la
pobreza del pueblo japonés y lo exiguo de sus
recursos naturales.219 "Japón tenía muy poco que
ofrecer, sea como mercado para las manufacturas
extranjeras o como granero de materias primas
para la industria del Occidente." 220
En
219

Aun en la actualidad, después de casi 100 años de


exploraciones intensivas, la riqueza natural conocida del
Japón no puede compararse con la de la mayoría de los
otros países industriales. No tiene petróleo, ni bauxita, ni
metales no ferrosos y tiene muy poco hierro y acero. La
única excepción es su gran capacidad para generar energía
hidroeléctrica, Cf. E. W. Zimmermann, World Resources and
Industries (ed. revisada, Nueva York, 1951). Véanse
particularmente las pp. 456, 525 y 718.

220

Norman, op. cit., p. 46.


273
consecuencia, la atracción del Japón para los
capitalistas y los gobiernos de Europa Occidental
nunca se aproximó a la irresistible fascinación que
ejercieron el oro de América Latina, la flora, la fauna
y los minerales de África, las fabulosas riquezas de
la India y el mercado de China, que se suponía
inagotable.
No menos importante fue el hecho de que, a
mediados del siglo XIX, cuando la penetración
occidental Asia alcanzó su mayor intensidad, los
recursos de los países más avanzados de Europa
Occidental estaban ya seriamente abrumados por
otros compromisos. Particularmente la Gran
Bretaña, que era la potencia colonial dirigente en
todo el mundo, tenía las manos muy ocupadas en
Europa, en el Cercano Oriente, en la India y en
China como para lanzarse a la escabrosa campaña
que implicaba la conquista del Japón. Este
impedimento de la capacidad de expansión de la
Gran Bretaña aceleró el cambio trascendental que
se Operó en la naturaleza y orientación de su
política colonial a partir de la mitad del siglo XIX.
Aunque velado por un debate político que parecía
ser una mera lucha en contra de enemigos
imaginarios —con la aceptación total por parte de
los tories de la esencia de la política extranjera de
Palmerston—, este cambio implicó, en realidad, una
transición de la anticuada piratería que caracterizó a
la fase mercantil del capitalismo y de la
acumulación primaria de capital, hacia la estrategia

274
más sutil y compleja del imperialismo moderno.221
Pero lo que influyó decisivamente en la posición
del Japón fue otra de las características del
imperialismo moderno, a saber, la rivalidad
creciente entre los gigantes imperialistas ya
establecidos y la llegada a la escena mundial de una
nueva potencia imperialista: los Estados Unidos. Fue
esta rivalidad, con los ajustes y oscilaciones que
produjo en la política internacional de las potencias,
la que de manera casi decisiva impidió que la Gran
Bretaña impusiese a China todo el castigo que había
sufrido la India; fueron también estos mismos celos
internacionales los que hicieron imposible a
cualquier otra potencia imperialista intentar la
conquista del Japón.222 Aunque en el caso del Japón
fueron los Estados Unidos los que llevaron a cabo su
penetración inicial y los que le impusieron el primer

221

"El viejo imperialismo exigía tributos; el nuevo


imperialismo presta dinero a interés", H. N. Brailsford, The
War of Steel and Gold (Londres, 1914), p. 65. La
importancia menguante del capital mercantil y el
crecimiento de los intereses industriales y financieros,
llevaron a un marcado enfriamiento del entusiasmo por
nuevos esfuerzos para conquistar los mercados, bastante
dudosos, del Lejano Oriente. Esto se reflejó en la baja
progresiva de la influencia de los "expertos" en China. Cf. el
excelente trabajo de N. A. Pecolvits, Old China Hands and
the Foreign Office (Nueva York, 1948).

222

"La singular complejidad de la situación internacional


desde 1850 hasta el final de la Guerra Civil de los Estados
Unidos y el estallido de la Guerra Francoprusiana, así como
el punto muerto a que llegaron las intrigas anglofrancesas
en el Japón... dieron a éste el respiro necesario para
derribar los restos del feudalismo que habían conducido al
país a la quiebra económica y lo habían expuesto a los
peligros de la dominación comercial y militar del exterior."
Norman, op. cit., p. 46.
275
tratado injusto, ni la etapa alcanzada por el
capitalismo norteamericano en su desarrollo, ni su
status internacional le permitían todavía tratar de
establecer un control exclusivo sobre el Japón.
"La proximidad con China le dio al Japón una
importancia estratégica extraordinaria. Las
potencias que habían obligado al Japón a firmar
tratados arbitrarios cuidaban celosamente que
ninguna de ellas obtuviese una influencia predo-
minante en el Japón, y menos aún que pudiese
transformarlo en su colonia y, por ende, convertirlo
en un trampolín para una mayor penetración en
China." 223
La posibilidad y la necesidad de detener la
amenaza occidental tuvieron un poderoso impacto
en la velocidad y la dirección del desarrollo
subsecuente del Japón. No sólo pudo invertir su
excedente económico en su propia economía, sino
que, al haberse escapado de la invasión masiva de
soldados, marineros, cazadores de fortuna y
"civilizadores" occidentales, lo salvó también de
llegar a los extremos de xenofobia que tan
notoriamente retardaron la expansión de la ciencia
occidental en otros países de Asia. La excepcional
capacidad receptiva del Japón a los conocimientos
occidentales —capacidad que tan frecuentemente
comentan y alaban con calor los escritores
occidentales— se debió, en gran medida, a la
circunstancia afortunada de que la civilización
occidental no fue introducida al Japón a punta de
bayoneta y a que el pensamiento y la técnica
occidentales no estuvieron asociados directamente
con el saqueo, el incendio y el asesinato, como
sucedió en la India, China y otros países que hoy
son subdesarrollados. Esto permitió mantener en el
223

Kh. Eydus, Y aponía ot Pcrvoy do Vtoroy Mirovoy Voiny (El


Japón de la primera a la segunda Guerra Mundial) (Moscú,
1946), p. 4.
276
Japón un "clima" sociosicológico no adverso a la
adopción de la ciencia occidental, tanto a través de
la importación de técnicos como por el envío de
jóvenes a los centros de enseñanza del Occidente.
Por otra parte, la amenaza de la penetración
occidental actuó como un estímulo permanente
para el desarrollo económico del Japón. Hacia el
final del período de los Tokugawa esta amenaza
tomó la forma de un peligro militar de primer orden
y fue tratado como tal por los gobernantes feudales.
Hicieron enormes esfuerzos para establecer
industrias estratégicas como la del acero, la de los
armamentos y la de la construcción naval.224 Pero
esos modernos centros industriales, estando sobre-
puestos a una sociedad atrasada y feudal, sin bases
para el crecimiento de su estructura
socioeconómica, no fueron más que cuerpos
extraños de escasísima importancia dentro de una
economía precapitalista y preindustrial.
Las cosas tomaron un giro totalmente distinto en
la década de los sesentas. La amenaza extranjera
no fue "simplemente" una amenaza a la
independencia nacional del Japón. Los mercados
japoneses, indefensos a raíz de la celebración de
tratados arbitrarios, fueron inundados por
mercancías extranjeras.
La existencia misma del naciente capitalismo
japonés corría un grave riesgo. La política del
gobierno que surgió de la revolución Meiji estuvo
totalmente a tono con los intereses que ésta
representaba y con los problemas que tenía que
resolver. No se podía alejar a la competencia
extranjera ni a la agresión del exterior con la sola
construcción de unas cuantas fábricas de
armamentos o mediante el amontonamiento de un
224

Thomas C. Smith, Political Change and Industrial


Development in Japan: Government Enterprise, 1868-1880
(Stanford, California, 1955), capítulo I.
277
stock de armas. Lo que se requería era un desarrollo
rápido de una economía industrial integrada, que
fuese capaz de sostener una guerra moderna y al
mismo tiempo pudiese contener la arremetida de la
competencia extranjera.
La correspondencia que existió entre los intereses
vitales del capitalismo japonés y las necesidades
militares para la supervivencia nacional tuvo una
importancia capital para fijar la velocidad del
desarrollo económico y político del Japón después
de la revolución Meiji. Aceleró grandemente su
crecimiento económico al dirigir la inversión hacia
las industrias básicas, la construcción naval, las
comunicaciones, etc., en vez de orientarla
exclusivamente a las fábricas de armamentos. Al
mismo tiempo capacitó al nuevo gobierno burgués
para ligar el fervor patriótico y marcial de las castas
militares desclasa-das a sus esfuerzos por lograr
una economía moderna. Bastó con menos de medio
siglo para que esta industria, concentrada y
controlada monopólicamente, suministrase una
base firme a un impresionante poderío militar, el
cual, combinado con el chauvinismo,
conscientemente alimentado, de los samurai y de
sus descendientes, transformó al Japón, que era
objeto de las intrigas imperialistas, en uno de los
socios menores más brillantes del imperialismo
occidental. Como dice Lenin, "mediante el pillaje
colonial de los países asiáticos, los europeos foguea-
ron a uno de ellos —el Japón— y lo hicieron capaz de
realizar grandes hazañas militares, que le
aseguraron su desarrollo nacional independiente".225

IV
Resulta obviamente imposible conjeturar sobre la

225

Sochinenya (Obras) (Cuarta edición, Moscú, 1947), vol. 15,


p. 161
278
velocidad con que los hoy países atrasados habrían
recorrido el camino del Japón y generado un proceso
autónomo de desarrollo capitalista y de crecimiento
económico, si no hubiesen existido la invasión y la
explotación occidentales. De hecho, la rapidez de la
transformación del Japón en un país capitalista e
industrializado se debió, en gran medida, a la
amenaza económica y militar por parte del
Occidente. Pero cualquiera que haya sido el ritmo y
las circunstancias específicas en que se efectuó su
movimiento de avance, existen amplias pruebas en
la historia de todos estos países que indican la
naturaleza de la tendencia general. Sin tomar en
cuenta sus peculiaridades nacionales, los sistemas
precapitalistas de Europa Occidental, del Japón, de
Rusia y de Asia, estaban llegando en distintas
épocas y por caminos diferentes a su destino
histórico común.226 Para los siglos XVIII y XIX, ya se
encontraban en un estado de desintegración y
decadencia en todo el mundo. Las revueltas
campesinas y el ascenso de la burguesía hacían
añicos en todas partes sus propios cimientos. Las
revoluciones burguesas y el desarrollo del
capitalismo fueron resistidos o retardados en forma
más o menos efectiva, según las condiciones
históricas específicas, la fuerza interna de los
órdenes sociales precapitalistas y la intensidad de
las presiones antifeudales. En ninguna parte
hubiesen sido impedidos indefinidamente. De
hecho, si el contacto de los países más avanzados
con el mundo atrasado hubiese sido distinto de lo

226

"En la producción mercantil que se desenvolvió en lo más


profundo de la sociedad feudal china estaban ya en germen
los primeros inicios del capitalismo. Por lo tanto, China se
hubiese desarrollado en forma gradual hasta convertirse en
un país capitalista, aun sin el impacto del capitalismo
extranjero." Mao Tse-tung, Isbran nye Prizvedenia (Obras
escogidas) (Moscú, 1953), vol. III, p. 142.
279
que fue, si hubiera habido una cooperación y ayuda
genuina en vez de la opresión y la explotación, en
ese caso, el desarrollo progresista de los hoy países
subdesarrollados habría marchado con una dilación
mucho menor, con menos fricciones, menos
sacrificios y sufrimientos humanos. Un trasplante
pacífico de la ciencia, de la cultura y de la técnica
occidentales a los países menos adelantados, habría
operado en todas partes como un poderoso
elemento catalizador del progreso económico. La
violenta, destructiva y predatoria penetración de los
países débiles que realizó el capitalismo occidental,
distorsionó inconmensurablemente su desarrollo. La
comparación entre el papel jugado por la ciencia y
la técnica británicas en el desarrollo de los Estados
Unidos y el papel jugado por el opio inglés en el
desarrollo de China, compendia totalmente esta
diferencia.

280
CAPÍTULO VI

HACIA UNA MORFOLOGÍA DEL ATRASO (I)

I
Volviendo la vista a la situación corriente que
prevalece en los países subdesarrollados, debemos
tratar de reunir nuevamente, aun a costa de ciertas
repeticiones inevitables, los distintos cabos del
desarrollo histórico que se han esbozado
anteriormente, para dar mayor relieve a aquello que
constituye una consecuencia directa y natural de
éste. De hecho, las fuerzas que han forjado el
destino del mundo subdesarrollado todavía afectan
poderosamente las condiciones en que se
desenvuelve en la actualidad. Sus formas han
cambiado y su intensidad es distinta, pero tanto en
su origen como en su dirección, han permanecido
inalterables. Controlan hoy, tal como controlaron en
el pasado, los destinos de los países capitalistas
subdesarrollados y todo su futuro desarrollo
económico y social depende de la rapidez y de los
procesos mediante los cuales se superen estas
condiciones.
La forma en que el capitalismo irrumpió en el
desarrollo histórico de los hoy países atrasados,
impidió la materialización de lo que hemos
denominado condiciones "clásicas" del crecimiento.
No es mucho lo que se necesita decir sobre nuestra
primera condición clásica. Como lo sugiere el
término "subdesarrollado", la producción en estos
países ha sido baja y sus recursos humanos y
materiales han estado subutilizados en gran medida
o totalmente inútiles. En vez de servir de motor a la
expansión económica, al progreso técnico y al
cambio social, el orden capitalista ha sido para estos
países el andamiaje del estancamiento económico,
de la técnica arcaica y del atraso social. De ahí que
el excedente económico de los países atrasados, en
la medida en que éste depende del volumen total
281
de producción y de ingreso, haya sido forzosamente
pequeño. Esto no significa que haya representado
una proporción pequeña dentro del ingreso total. Por
lo contrario, en este aspecto se ha satisfecho
plenamente nuestra segunda condición clásica, es
decir, el consumo de la población productiva se ha
reducido al nivel más bajo posible, correspondiendo
en este caso el "nivel más bajo posible" al mínimo
de subsistencia y en muchos países atrasados, a un
nivel muy inferior a éste. Por lo tanto, el excedente
económico de los países subdesarrollados, aunque
es pequeño en términos absolutos si se compara
con el de los países avanzados, ha absorbido una
parte de su producto total que es proporcionalmente
tan grande, o quizá mayor, que la de los países
capitalistas avanzados.
Por consiguiente, no es ahí donde se encuentra el
escollo principal, ni donde debe buscarse la
discrepancia central entre la situación que priva en
los países subdesarrollados y lo que se preveía en el
modelo clásico de crecimiento económico.
La discrepancia se hace mucho más profunda y, de
hecho, decisiva, cuando se llega a nuestra tercera y
cuarta condiciones clásicas, que son las que se
refieren al modo de utilización del excedente
económico. Esto tiene que ser analizado con cierto
detalle.
Un rasgo característico del atraso económico,
aunque no siempre sinónimo de éste, es que la
mayoría de la población dependa de la agricultura y
que ésta represente una porción muy grande de la
producción total de los países subdesarrollados.
Aunque esta relación difiere de país a país, casi
invariablemente una parte muy importante de la
producción agrícola proviene de campesinos que se
encuentran a niveles de subsistencia, los que, a su
vez, constituyen el grueso de la población rural. Sus
propiedades son por regla general pequeñas y su
productividad (por hombre y por hectárea de tierra)
es sumamente baja. De hecho, en la mayoría de los
282
países subdesarrollados la productividad marginal
de los campesinos es tan baja que, aun cuando se
separe del trabajo agrícola una parte importante de
la población rural, esto no provoca una reducción
del producto agrícola total.227 Aun en el caso de que
las parcelas campesinas fuesen propiedad absoluta
de los que las trabajan, la producción que se
obtendría con su ayuda apenas si proporcionaría a
la familia rural un nivel de subsistencia casi
circunscrito al mínimo, y en muchos países ni
siquiera llegaría a él. Pero de hecho, en casi todos
los países subdesarrollados, una gran proporción de
las pequeñas parcelas no son propiedad de los
campesinos, sino que son rentadas por los
terratenientes y ocasionalmente por el Estado. Pero
propias o rentadas, estas parcelas no sólo deben
mantener a las familias de los campesinos, sino que
también deben soportar el pago de la renta o de los
impuestos, o bien de ambos. Además, en un gran
número de casos tienen que proporcionar los
medios necesarios para cubrir los pagos de los
intereses de deudas que han sido contraídas por los
campesinos en la adquisición original de las
parcelas, o con fines de consumo en los años de
sequía o en casos de emergencia. Las obligaciones
de estos campesinos (que están a niveles de
subsistencia) por concepto de pago de renta, de
impuestos y de intereses, son muy elevadas en
todos los países subdesarrollados. Frecuentemente
absorben más de la mitad de su magra producción
neta. Una exacción adicional a su ingreso disponible
la constituye la relación de intercambio altamente

227

Una buena exposición de este desempleo estructural en el


campo o como se ha denominado, del "desempleo
disfrazado", se encontrará en el libro de B. Datta, The
Economics of Industrialization (Calcuta, 1952), cap. V, en
donde se cita también buena parte de la literatura
importante a este respecto.
283
desfavorable a que se ven forzados habitualmente a
trabajar. Explotados por intermediarios de todas
clases, obtienen precios bajos de lo poco que tienen
para vender y pagan altos precios por los pocos
productos industriales que pueden comprar. De ahí
que el excedente económico que se exprime al
sector campesino se apropie por los terratenientes,
los prestamistas y los comerciantes y, en una menor
proporción, por el Estado.228
En el sector de la economía agrícola formado por
las grandes propiedades que no se dividen en
pequeñas parcelas, sino que se trabajan como
plantaciones con ayuda de trabajo asalariado, la
producción (por hectárea de tierra) es
frecuentemente mayor que la de las pequeñas
propiedades. El excedente económico obtenido por
los terratenientes en forma de ganancias tiende
también a ser mayor, particularmente por el hecho
de que su relación de intercambio es en general
mejor que la de los pequeños campesinos.229
Tomando a la agricultura en su conjunto, es muy
probable que el excedente económico generado por
este sector de la economía subdesarrollada

228

Existe además, en la mayoría de los países


subdesarrollados, un pequeño estrato rural,
comparativamente rico, que constituye una mezcla híbrida
de campesino, comerciante y usurero. Son los que, en la
terminología rusa, reciben el nombre de "Kulaks". Éstos
emplean trabajo asalariado, se dedican al comercio y a
prestar dinero, funcionando típicamente como
"sanguijuelas" de sus respectivas aldeas y apropiándose en
ocasiones de una parte muy grande del excedente
económico.

229

La información sobre mucho de lo que se ha descrito aquí


se encuentra excelentemente resumida en el libro Land
Reform de las Naciones Unidas (1951).
284
comprenda cuando menos la mitad y en muchos
países una proporción mayor de su producto total.
Es obvio que el uso que se haga de esta parte tan
significativa del producto nacional tenga una
importancia crucial para el desarrollo económico de
los países atrasados. Y no es menos obvio el que en
todos los países subdesarrollados el grueso de este
excedente no se usa para ampliar y mejorar sus
plantas y equipos productivos. Una porción muy
importante del excedente económico que
corresponde a la clase terrateniente lo absorbe su
consumo excesivo. Lo que provocó la ira de Adam
Smith, Ricardo y otros economistas clásicos, todavía
es usual en los países atrasados. El mantenimiento
de residencias suntuosas, la vida ostentosa, la
adquisición de bienes de lujo que se convierten en
símbolos de la riqueza y de la posición social, el
sostenimiento de un gran número de sirvientes, las
diversiones y los viajes, todo esto da cuenta de
mucho de lo que recibe y gasta la aristocracia
terrateniente.230 Ésta encuentra poco atractivo
utilizar sus ingresos en el mejoramiento de sus
tierras o en la introducción de mejores aperos de la-
branza. Hasta cierto punto esta actitud puede ser
irracional y estar nutrida por la tradición, el modo de
vida y los convencionalismos sociales que son
peculiares a los señores hacendados; sin embargo,
en su mayor parte está en completo acuerdo con las
230

Es obvio que una parte del excedente económico


despilfarrado vuelve al consumo masivo. Como en el caso
de la Iglesia y de los señores feudales en la Edad Media, las
limosnas de todo tipo, el mantenimiento de parientes, de
viejos partidarios y de toda clase de protegidos, ocupan una
posición importante en los presupuestos de los
terratenientes. También es evidente que, aunque sea más
racional desde un punto de vista humanitario, esta forma
de utilización del excedente económico no es más favorable
al desarrollo que la prodigalidad de los propios
terratenientes.
285
condiciones económicas objetivas.
Si la tierra se explota en forma de latifundios, lo
caro de la maquinaria agrícola (que generalmente
es de importación) y lo barato del trabajo rural
actúan en contra de la inversión en empresas de
plantación. Más aún, los rendimientos del capital
invertido en la agricultura tienden a materializarse
lentamente, por lo que las altas tasas de interés que
prevalecen en los países subdesarrollados
desalientan grandemente la inversión de fondos en
el mejoramiento agrícola. Al mismo tiempo, las
amplias fluctuaciones que por lo general sufren los
precios agrícolas hacen que tal inversión sea
particularmente arriesgada. En estas circunstancias,
el terrateniente tiene toda la razón en evitar
comprometerse con la obligación de pagar intereses
por una deuda fija, en tanto que los prestamistas
tienen toda la razón en discriminar los préstamos a
largo plazo para usos agrícolas.
La situación todavía es peor cuando la tierra está
en manos de pequeños arrendatarios. La mayoría
de las mejoras agrícolas, basadas en la aplicación
de una técnica moderna, sólo pueden realizarse en
una agricultura en gran escala. Ni los tractores ni
las segadoras mecánicas pueden ser utilizados
adecuadamente en parcelas minúsculas. Pero aun
en los casos en que puedan efectuarse mejoras sin
que importe el tamaño de las parcelas individuales
(por ejemplo, la irrigación de toda una zona), los
incentivos de los terratenientes para hacer dicha
inversión son forzosamente muy débiles. Con rentas
muy altas y con un nivel de vida de los
arrendatarios desesperadamente bajo, será muy
difícil para ellos (si no es que imposible) elevar la
renta de las tierras mejoradas. Los incrementos de
productividad que esta inversión pueda aportar a la
tierra rentada, quizá aumenten ligeramente el
ingreso del arrendatario, pero difícilmente podrán
tomarse en cuenta como una fuente de reembolso
para la inversión del terrateniente.
286
Las cantidades de que disponen los terratenientes
para fines de inversión no son grandes. Por lo
contrario, la necesidad de mantener el modo de
vida adecuado a su status social, produce una
cuantiosa sangría en sus ingresos y obliga a muchos
de ellos —particularmente en los malos años— a
endeudarse en condiciones ruinosas, a hipotecar y
en ocasiones aun a perder sus propiedades. Lo poco
que queda en poder de los propietarios más
ahorrativos o más afortunados no se dedica al
mejoramiento de sus propiedades, sino que,
atraídos por las altas tasas de interés que pagan los
préstamos, utilizan sus fondos —directamente o a
través de intermediarios— para operaciones de
usura o para adquirir tierras adicionales que con-
tinuamente se encuentran en el mercado a causa
de la bancarrota de los campesinos y de otros
terratenientes.
Por consiguiente, mientras una parte muy elevada
del excedente económico generado por la
agricultura se convierte en un excedente potencial,
que podría utilizarse para la inversión si se
eliminasen el consumo excesivo y los gastos
improductivos de todas clases, todo el excedente
real disponible se incrusta en los poros de las
sociedades atrasadas, haciendo una contribución
insignificante al incremento de la productividad. Sin
embargo, sería una falacia creer que la eliminación
del despilfarro y de la mala asignación del
excedente económico, bastarían para generar una
marcada tendencia al alza en la inversión y en la
producción agrícolas. Esta falacia sustenta el punto
de vista de que una reforma agraria —fraccionando
las grandes fincas, dando en propiedad pequeñas
parcelas a algunos campesinos sin tierra y liberando
a los arrendatarios de sus asfixiantes obligaciones—
pondría fin al estancamiento de la agricultura en los
países atrasados. Sin duda alguna, el efecto
inmediato de tales medidas sería un incremento
más o menos importante del ingreso disponible de
287
los campesinos. Pero, con un nivel de ingresos tan
bajo como el que tienen y que permanecería casi
inalterable —aun después de que los latifundios
hubiesen sido divididos en una multitud en peque-
ñas parcelas y de que el pago de rentas hubiese
sido completamente abolido— poco o nada de estos
incrementos del ingreso quedaría disponible para el
ahorro. Más aún, todo aumento logrado de esta
forma en el nivel de vida de los campesinos estaría
condenado a ser efímero. Rápidamente sería
eliminado por incrementos de población que
exigirían mayores repartos en las propiedades y
retraería nuevamente al ingreso per cápita a su
nivel anterior o a uno todavía más bajo. Y, lo que es
peor, el parcelamiento de la tierra reduciría las
posibilidades de lograr lo que obviamente es la
necesidad fundamental de la agricultura de los
países atrasados, a saber, un rápido y sustancial
incremento en la producción total. Una economía
agrícola basada en pequeñas unidades rurales,
ofrecería pocas oportunidades de elevar la
productividad. Claro está que algo puede lograrse
mediante una mejora en las semillas, un uso más
intenso de fertilizantes, etc. Sin embargo, tal como
antes se señaló, un incremento importante de la
productividad y de la producción dependerá de la
posibilidad de introducir la especialización, la
maquinaria moderna y el poder de tracción; esta
posibilidad se presenta sólo en condiciones de
cultivos en gran escala.
Lo anterior constituye probablemente la paradoja
más irritante a que se enfrentan la gran mayoría de
los países subdesarrollados. Una reforma agraria,
cuando se realiza en medio de un atraso general,
retardará más de lo que adelantará el desarrollo
económico de un país.
Aunque mejorará por cierto tiempo las condiciones
de vida de los campesinos, deprimirá la producción
total y eliminará cualquier pequeño excedente
económico que hasta entonces se hubiese utilizado
288
con fines productivos en la agricultura.231 Sin
embargo, lo que es aún más grave es que el
aumento del consumo —tanto de los viejos como de
los nuevos campesinos que vivían a niveles de
subsistencia—, junto con la división de las grandes
fincas que se dedicaban a la producción de cultivos
comerciales, reducirán considerablemente la parte
de la producción agrícola que estaba disponible
para usos urbanos, es decir, para la alimentación,
para fines industriales o para la exportación.
En el pasado, este problema fue resuelto por los
países capitalistas avanzados mediante un proceso
sembrado de espinas. En primer lugar, el desarrollo
capitalista invadió la agricultura y provocó una
especie de contrarrevolución que canceló la
revolución agraria, en cuya gestación había jugado
originalmente un papel decisivo. Al elevar la
agricultura a un nuevo nivel, la condujo a su
"capitalización", a una nueva concentración de la
producción en manos de los agricultores capitalistas
y a la diferenciación de los campesinos de
subsistencia en trabajadores agrícolas y
empresarios agrícolas orientados hacia el mercado.
En segundo lugar, mediante el señuelo de las
ocupaciones industriales, pero fundamentalmente
empuñando el garrote de la coerción física,
transfirió a un gran número de campesinos a la
mano de obra industrial, aliviando de esta manera
la presión de la población sobre las economías
campesinas y elevando simultáneamente el ingreso
per cápita de los que permanecieron en la
agricultura. En tercer lugar, mediante la expansión
de la industria, el desarrollo capitalista pudo
rápidamente ofrecer a los productores rurales
mercancías industriales a cambio de las que ellos

231

Cf. W. E, Moore, Economic Demography of Eastern and


Southern Europe (Ginebra, 1945), pp. 55-98.
289
tenían para la venta. Por consiguiente, fue capaz de
asegurar la alimentación de una creciente población
urbana y de abastecer a la agricultura con aperos
de labranza, fertilizantes, etc., impulsando así una
elevación de la productividad agrícola.
Por lo tanto, si se quiere que, en las condiciones
del capitalismo, la reforma agraria contribuya a
impulsar el desarrollo económico general y no se
reduzca a ser un vehículo de propagación y de
multiplicación de los tugurios rurales, ésta no sólo
debe traer consigo una acumulación de capital, sino
que debe estar acompañada de un avance rápido
hacia el capitalismo industrial. Este avance depende
de los resultados que se obtengan tanto en la
revolución agraria como en lo que hemos llamado la
contrarrevolución agraria.
Unicamente una revolución agraria puede derribar
el orden feudal y subordinar al Estado a las
exigencias del desarrollo capitalista. Si se quiere
que la transición hacia el capitalismo industrial se
efectúe con cierta rapidez, es decisiva la creación
de un Estado que, dominado por la burguesía, sea
capaz y esté resuelto a promover directamente el
crecimiento de las empresas industriales y a crear

290
las condiciones que, indirectamente, lo estimulen. 232
Al mismo tiempo, es únicamente a través de la
contrarrevolución agraria como el ascendente
capitalismo industrial adquiere el hinterland agrícola
que le es indispensable y asegura una oferta
suficiente de mano de obra, de alimentos y de
materias primas industriales.
A renglón seguido debe agregarse que lo anterior
no significa que las reformas agrarias de los países
subdesarrollados sean redundantes o que no
representen un movimiento en la dirección correcta.
Lo que se persigue, simplemente, es prevenir en
contra de la noción "liberal" —tan ampliamente
mantenida en la actualidad—, de que la reforma
agraria es una panacea para todos los males del
atraso económico y social. ¡Nada más lejano de la
realidad! Su papel histórico es muy incierto y
depende en su totalidad de las condiciones en que
se efectúa, y de las fuerzas que la impulsan. Si es
alentada por un gobierno dominado por una
coalición feudal-mercantil, se convierte en el
232

Esto debe tomarse en cuenta cuando se consideran


reformas agrarias como las realizadas por Stolypin en la
Rusia zarista, las efectuadas antes de la segunda Guerra
Mundial en la Europa Oriental y Sudoriental o bien aquellas
que actualmente se promulgan (o de las que
corrientemente se habla), en algunos países de la América
Latina, del Sudeste de Asia y del Cercano Oriente. Éstas
reformas agrarias, que se realizan de "manera ordenada",
no son sino mendrugos que otorgan los gobiernos
controlados por los intereses terratenientes, con el fin
premeditado de apaciguar a los campesinos descontentos,
y se combinan por lo general con generosas
compensaciones a los señores feudales. Frecuentemente
sirven más para fortalecer la garra feudal sobre el Estado
que para destruirla. Por lo tanto, tienden a acentuar todas
las repercusiones negativas de las reformas agrarias sin
abrir el camino al desarrollo industrial y a la reorganización
y racionalización de la economía agrícola que resulta de
ésta.
291
estabilizador temporal de una constelación
económica, política y social que, por su naturaleza
misma, es hostil al desarrollo progresista. Y aunque
a largo plazo lo hace avanzar, a corto plazo tiende a
retardarlo en forma más o menos importante. Por
otra parte, si se lleva a cabo por la gigantesca
presión de los campesinos y a pesar de la
obstrucción de un gobierno de esta especie, es
decir, si toma el carácter de una revolución agraria,
representa un enorme adelanto en el camino hacia
el progreso. En realidad, es indispensable para
eliminar a una clase terrateniente parásita y para
romper el cerco que ésta impone a la vida de un
país subdesarrollado. Es indispensable para
satisfacer las legítimas aspiraciones de los campesi-
nos y asegurar la condición previa más importante
de todo desarrollo económico y social, que es la
liberación de la energía y de la potencialidad
creadoras de las masas rurales, que han sido
contenidas y mutiladas por siglos de opresión y de
servidumbre degradante. Finalmente, es
indispensable debido a que sólo mediante la
distribución de tierras entre los campesinos que lo
trabajan, pueden lograrse las condiciones políticas y
sicológicas en que es posible aproximarse a una
solución racional del problema agrario, es decir, a la
existencia de granjas de tipo cooperativo provistas
de adelantos técnicos y dirigidas por productores
libres e iguales.

II
Como hacía notar alguna vez un escritor alemán, el
hecho de que haya carne en la cocina nunca se
decide en ésta. En el capitalismo, el destino de la
agricultura tampoco se decide en ella. En sus
orígenes, los procesos económicos, sociales y polí-
ticos que ocurrían fuera de la agricultura
(particularmente la acumulación de capital y la
evolución de la clase capitalista) estuvieron
determinados, en gran medida, por los procesos
292
que" se habían estado desarrollando en ella; sin
embargo, con la instauración del capitalismo, se
convirtieron en los motores esenciales del desarrollo
histórico. En los países capitalistas subdesarrollados
—predominantemente agrícolas—, esto puede verse
con más dificultad que en los avanzados, pero no
por eso deja de ser válido.
Aun en un país capitalista atrasado, una gran parte
del excedente económico total de la nación
corresponde al sector no agrícola, formado por
cuatro clases distintas de receptores,
estrechamente relacionados entre sí. En primer
lugar, están los comerciantes, los prestamistas y los
intermediarios de todas clases, algunos de los
cuales viven en regiones agrícolas, pero que, por la
naturaleza de sus actividades, no pertenecen a la
población rural. El rasgo más sobresaliente de este
estrato socioeconómico es su tamaño. Nadie que
haya visitado alguna vez la antigua China, el Asia
Sudoriental, el Cercano Oriente o la Europa Oriental
de la preguerra, pudo haber dejado de observar la
impresionante multitud de comerciantes, tratantes,
vendedores ambulantes, puesteros y gente con
ocupaciones indefinidas, que abarrotaban las calles,
las plazas y los cafés de sus ciudades. En cierta
medida, sus actividades también se realizan
habitualmente en todos los países capitalistas, aun-
que son más notorias en los países subdesarrollados
que en aquellos lugares en que el mismo tipo de
"trabajo" se realiza por correspondencia o por
teléfono. En su mayor parte, sin embargo, la
naturaleza de sus transacciones es peculiar a las
condiciones que prevalecen en las fases primitivas
del desarrollo capitalista.
Ya hemos mencionado la relación de intercambio
altamente desfavorable que tienen los productores
rurales. Ignorante, provinciano y pobre, teniendo
sólo una pequeña producción disponible para la
venta, el campesino individual o el pequeño
propietario, es un sujeto ideal para la explotación
293
mercantil. Frecuentemente se encuentra con
dificultades financieras, sobre todo en los años de
malas cosechas, de malos precios o en los casos de
emergencia, viéndose forzado a pedir adelantos
sobre sus entregas futuras, a pagar tasas de interés
usurarias por estos préstamos y aceptar el precio
que su comprador quiera pagar por su producción.
Como recibe poco dinero al final de su cosecha, no
puede evitar pedir nuevos adelantos, se ve atrapado
por contratos desfavorables y compra al mismo
comerciante a quien vende sus productos cualquier
artículo manufacturado que puede costearse,
cayendo en una completa dependencia respecto a
su comerciante y a su prestamista. Es obvio que las
ganancias que obtienen estos últimos asumen
proporciones exorbitantes. Pero el comerciar con
productos agrícolas y con sus productores, no es la
única fuente para la obtención de grandes
ganancias mercantiles. Allí donde los mercados
están tan desorganizados y tan aislados, como suce-
de en los países subdesarrollados, estas ganancias
se buscan y se encuentran en una variedad increíble
de formas. Los negocios con bienes raíces, la
explotación de carencias temporales y locales de
diversos artículos, las especulaciones y los
arbitrajes, las cuotas de corretaje por establecer
contactos de compra-venta, todos estos campos de
actividad producen cuantiosas ganancias a los
hábiles especuladores que están ocupados en tales
transacciones. La inflación más o menos crónica que
existe en la mayoría de esos países, da origen a los
mercados negros de divisas extranjeras, de oro y de
otros valores, que ofrecen oportunidades
adicionales al comercio lucrativo. Al mismo tiempo,
la posibilidad siempre presente de conseguir
diversas concesiones del gobierno, atrae
continuamente a los recursos, a la energía y a la
ingeniosidad de los ricos y bien relacionados
hombres de negocios.
Por la naturaleza de sus actividades, la clase de
294
gente que se mueve en la esfera de la circulación
no opone restricciones a los que quieren entrar y,
en consecuencia, hay un flujo continuo de recién
llegados. Son, por lo general, descendientes de
familias de comerciantes y de nobles; miembros de
la clase media declassé; campesinos más aptos y
emprendedores que los demás; artesanos
desalojados por la competencia; gente de todo tipo
que adquirió una educación y no tuvo oportunidad
de usarla, etc. La competencia entre ellos es
despiadada y, por lo tanto, su promedio de ingresos
es bastante bajo. Sin embargo, la ganancia total que
están en posición de obtener asume una magnitud
muy importante.233 Sin casi contribuir al producto
social, este grupo constituye la contrapartida
urbana del desempleo estructural que existe en las
aldeas. Sin embargo, si se considera en relación con
el desarrollo económico, su papel es totalmente
distinto y mucho más importante. El consumo que
hacen los desocupados estructurales en la agricultu-
ra proviene de los medios de subsistencia de las
masas campesinas. Sólo afecta al excedente
económico en la medida en que eleva el mínimo de
subsistencia de los campesinos y, por ende, cuando
se restringe el monto de la renta que puede extraer
de ellos el terrateniente. Es obvio que, en la medida
que este ingreso se derive de la explotación directa
del sector campesino, el mantenimiento de una
población mercantil sobreabundante también se

233

"Es inaceptable —dice Ricardo Torres Gaitán, uno de los


economistas mexicanos más sobresalientes— que el
comercio produzca un ingreso mayor que la agricultura y,
sobre todo, es totalmente inadmisible que la actividad de
los comerciantes cree un ingreso más de dos veces superior
al de la agricultura." Citado en el artículo de A. Sturmthal,
"Economic Development, Income Distribution and Capital
Formation in Mexico" Journal of Political Economy (junio de
1955), p. 198 n
295
nutre de la misma fuente. Pero en gran parte el
ingreso de estos grupos está formado por
transferencias del excedente económico que
corresponde a otras clases, es decir, a los
terratenientes, a las empresas extranjeras y a los
industriales nativos. La utilización de este
excedente para el sostenimiento de un estrato
parásito, constituye una mengua muy importante
para la acumulación de capital.234
Aunque tiene importancia el que el elemento
"lumpenburgués" de la clase mercantil absorba una
gran parte del excedente económico que
corresponde a esa clase como un todo, es de mayor
trascendencia el hecho de que dicho capital, cuando
es acumulado por sus miembros más ricos, no se
vuelque, por lo general, al segundo sector de la
economía no agrícola, esto es, a la producción
industrial. Estando dividido en su mayor parte en
pequeñas cantidades, sólo puede encontrar una
aplicación lucrativa en la esfera de la circulación, en
234

Este grupo, al mismo tiempo que absorbe algunos de los


individuos más capaces y dinámicos de su sociedad,
desperdicia, corrompe y destruye una gran cantidad de lo
que es quizá uno de los recursos productivos más escasos
de todos, a saber, el talento creador. Aunque esto no es
muy distinto de lo que ocurre en los países capitalistas
avanzados, la proliferación de ocupaciones "terciarias" en
un país subdesarrollado no debe confundirse con su
expansión en condiciones económicas y sociales avan-
zadas. Al igual que la obesidad puede ser un síntoma tanto
de riqueza como de miseria, un gran número de gentes
dedicadas a la esfera de la circulación y de los servicios
pueden testimoniar tanto un adelanto como un atraso
económico. Este punto se explica claramente en el libro de
B. Datta, The Economics of Industrialization (Calcuta, 1952),
cap. vi, aunque parece que la importancia del desperdicio
de recursos involucrado se subestima. Este error surge,
como de costumbre, del hecho de visualizar este
desperdicio en relación con el ingreso total, más que con
respecto al excedente económico.
296
la cual las cantidades de dinero, relativamente
pequeñas, van muy lejos, en donde las utilidades de
las transacciones individuales son grandes y en la
que la rotación de los fondos implicados es rápida.
Los comerciantes que poseen grandes recursos en-
cuentran oportunidades todavía mejores para el
lucro en el acaparamiento de tierras que producen
renta,235 en las diversas actividades que auxilian el
funcionamiento de los negocios occidentales, en la
importación, en la exportación, en el préstamo de
dinero y en la especulación. De ahí que, aunque una
transferencia de capital y de energías de los fines
mercantiles a los industriales es posible, el precio de
esta transferencia se hace desmesuradamente alto.
Es evidente que los hoy países subdesarrollados
tienen esta característica en común con la fase
primitiva del desarrollo capitalista de Europa
Occidental o del Japón, en donde fuerzas muy
potentes tendieron también a impedir la salida de
capitales de la esfera de la circulación y en los que,
a pesar de todo, la transición en el uso del capital
de los fines mercantiles a los industriales se realizó
en el transcurso del tiempo. Sin embargo, lo que

235

Debe hacerse notar que no se puede determinar si las


cantidades que se pagan por la tierra son transferencias del
excedente o bien si representan deducciones del excedente
acumulado que se usa para fines de consumo. Donde los
vendedores de tierras son terratenientes arruinados o
campesinos expulsados por deudas —aunque la propia
deuda puede ser originada en el consumo—, es probable
que se trate del primer caso: el producto de la venta de la
tierra será usado para liquidar la deuda y, por lo tanto,
aumentará el capital del prestamista. Donde los vendedores
sean campesinos o terratenientes dispuestos a deshacerse
de sus propiedades por la imposibilidad de cubrir sus gastos
corrientes o alguna situación de emergencia, la segunda
posibilidad será la correcta. De cualquier caso, las sumas
que se obtienen de la venta de las tierras generalmente no
se dedican a la inversión industrial.
297
diferencia radicalmente su situación de la que
existió en el pasado histórico de los países
capitalistas avanzados, es la presencia de
formidables obstáculos que impiden el ingreso de
estas acumulaciones mercantiles a la esfera de la
producción industrial.

III
La expansión industrial en el capitalismo, depende
en gran medida de que genere su propia fuerza
impulsora. "El capital rápidamente se crea un
mercado interno, destruyendo todas las artesanías
rurales a través de la fabricación de hilados, tejidos,
manufactura de vestidos, etc., para todos, es decir,
transformando en mercancías con valor de cambio
lo que hasta entonces se producía como un valor de
uso directo. Éste es un proceso que surge
espontáneamente de la separación del obrero
(aunque fuera siervo) de la tierra y de la propiedad
de sus propios medios de producción."236 Es
evidente que esta disolución de la economía
precapitalista, esto es, la desintegración de su
autosuficiencia natural, no ha ocurrido en la
mayoría de los hoy países subdesarrollados. Por lo
contrario, como se mencionó anteriormente, en
todas las regiones de penetración occidental, la
agricultura comercial desplazó en gran medida a los
cultivos tradicionales de subsistencia y las
mercancías manufacturadas invadieron el mercado
de los productos artesanales indígenas. Pero aunque
es cierto (como dice Allyn Young) que "la división
del trabajo depende en gran parte de la propia
división del trabajo",237 en las regiones atrasadas de
236

Marx, Grundrisse der Kritik der Politischen Ökonomie


(Rohen-twurf) (Berlín, 1953), p. 411.

237

298
hoy, esta secuela no se desenvolvió "de acuerdo
con el plan". Tomó un curso distinto, es decir, la
división del trabajo, tal como surgió, se parecía más
a la distribución de funciones entre un jinete y su
caballo. Todo mercado para los productos
manufacturados que aparecía en los países colonia-
les y dependientes, no se convertía en el "mercado
interno" de estos países, sino que, a través de la
colonización y de los tratados injustos, se
transformaba en un apéndice del "mercado interior"
del capitalismo occidental.
Aunque esta secuela de acontecimientos estimuló
de manera importante el crecimiento industrial del
Occidente, extinguió, en los hoy países
subdesarrollados, la chispa que pone en marcha la
expansión industrial. En una coyuntura histórica en
que la protección de la industria incipiente hubiese
sido aconsejada aun por los partidarios más
fervientes de la libertad de comercio, los países que
más la necesitaban fueron obligados a entrar en un
régimen que podríamos calificar de infanticidio
industrial. Esto influyó en todo su desarrollo pos-
terior. Estando abastecida su limitada demanda de
bienes manufacturados en forma amplia y barata
por el exterior, no hubo posibilidad de hacer una
inversión lucrativa en una industria nativa que
proveyera al mercado interno disponible. Además,
en ausencia de este tipo de inversión, no hubo
oportunidad para otras inversiones. La inversión
atrae a la inversión; una inversión da lugar a otra y
la segunda hace posible realizar una tercera. De
hecho, este encadenamiento de las inversiones y su
sincronización, es lo que provoca la reacción en ca-
dena que puede considerarse como sinónimo de la
evolución del capitalismo industrial. Pero al igual
que la inversión tiende a convertirse en
autogeneradora, la carencia de ésta tiende a

"Increasing Returns and Economic Progress", Economic


Journal (diciembre de 1928), p. 533.
299
convertirse en autoestancadora.
Sin el impulso amplificador de la inversión, un
mercado que originalmente fue estrecho
permaneció necesariamente igual. 238
En estas
condiciones, no pudieron cundir los pequeños
talleres industriales que caracterizaron en otros
lugares a la transición de la fase mercantil del
capitalismo a su fase industrial. Cuando, en el
transcurso del tiempo, surgió la posibilidad de
realizar cierta producción industrial —quizá a causa
de la implantación de altos impuestos de
importación o por otras concesiones
gubernamentales—, estas empresas fueron funda-
das, en muchas ocasiones, por extranjeros (por lo
general, ligados a intereses del país), que pusieron
su experiencia y su "know-how" en la organización
de esta nueva actividad. Proponiéndose producir
mercancías similares en calidad y diseño a aquellas
que previamente se traían del exterior, erigieron
unas cuantas grandes plantas modernas, que fueron
suficientes para abastecer la demanda existente.
Aunque la cantidad de capital total que se
necesitaba para hacer frente a tales empresas era
frecuentemente muy grande, la parte de éste que
se gastó en el país subdesarrollado fue pequeña,
efectuándose en el exterior el grueso de los gastos
en la adquisición de maquinaria extranjera, de
patentes extranjeras, etc. El efecto estimulante que
sobre la economía en su conjunto tuvieron tales
inversiones fue, por lo tanto, muy pequeño. Lo que
es más, una vez instalada una empresa de tal
envergadura en una rama industrial, las limitaciones
de la demanda y la magnitud de la inversión exigida
238

Esto, para su desgracia, también fue descubierto por los


capitalistas occidentales, los cuales habían supuesto
ilimitada la capacidad para exportar productos
manufacturados a las regiones densamente pobladas en
que se efectuó la penetración comercial del Occidente.
300
redujeron grandemente, o bien eliminaron en su
totalidad, las oportunidades de que otra empresa se
lanzase al mismo campo. La cantidad de capital
exigida para introducirse al santuario privilegiado de
los monopolios, los riesgos característicos de una
lucha inevitable, las palancas que los consorcios
establecidos podían usar para hostilizar y expulsar
al intruso, todo esto tendió a diezmar los incentivos
que se le ofrecían al capital mercantil para lanzarse
a la actividad industrial. El estrecho mercado quedó
controlado monopólicamente y el control
monopolístico se transformó en un factor adicional
que obstaculizaba la ampliación del mercado.
Esto no quiere decir que el desarrollo industrial, tal
como se ha realizado en los países atrasados, no
represente un adelanto portentoso respecto a la
etapa primitiva, en que sus mercados industriales
estaban totalmente a merced de la producción del
exterior. Esta producción arruinó a la artesanía
nativa y asfixió el incipiente desarrollo industrial de
esos países, sin ofrecer a los artesanos desplazados
ninguna alternativa de ocupación en la industria. La
expansión industrial que esto provocó tuvo lugar en
Occidente. Frente a esto, las empresas industriales,
recientemente creadas representaban, por decirlo
así, un antídoto. Repatriaron cuando menos algo de
la manufactura, realizaron al menos algunas
inversiones industriales en su patria y
proporcionaron siquiera cierto empleo e ingreso a la
fuerza de trabajo nativa. Pero el antídoto no fue
eficaz. No sólo fue insuficiente para neutralizar el
daño que se había hecho con anterioridad, sino que
la forma en la que se administró fue tal, que dio
origen a un crecimiento canceroso tan potente y tan
dañino como el mal que en sus principios parcial-
mente curó.
Las nuevas empresas obtuvieron rápidamente un
control exclusivo de sus mercados, cercándolos
mediante aranceles proteccionistas y concesiones
gubernamentales de toda clase.
301
Con estas medidas, bloquearon un mayor
crecimiento industrial, al mismo tiempo que sus
precios monopolistas y sus políticas de producción
reducían al mínimo la expansión de sus propias
empresas. Pasando rápidamente por diversas fases,
desde haber tenido un papel progresista hasta tener
uno regresivo en el sistema económico, se
convirtieron, desde una etapa inicial, en obstáculos
al desarrollo económico, con efectos bastante
similares a los de la propiedad semifeudal de la
tierra que prevalecía en los países subdesarrollados.
No sólo no promueven una mayor división del
trabajo y un crecimiento de la productividad, sino
que, de hecho, provocan un movimiento en la
dirección opuesta. Por una parte, la industria
monopolista amplía la fase mercantil del
capitalismo, al obstaculizar la transición del capital
y de la gente de la esfera de la circulación a la de la
producción industrial. Por otra, al no proporcionar un
mercado a la producción agrícola, ni una salida al
excedente de mano de obra rural y al no abastecer
a la agricultura con bienes de consumo
manufacturados y aperos de labranza baratos,
obliga a ésta a volver a la autosuficiencia, perpetúa
la ociosidad de los desocupados estructurales y
favorece una mayor proliferación de pequeños mer-
caderes, de industrias domésticas, etc.239
239

No sería necesario ni siquiera mencionar la naturaleza


profundamente retrógrada de este retorno a las "felices"
condiciones de autosuficiencia rural y de industria de aldea,
si no fuese porque se ha popularizado y estimulado este
retorno en los países occidentales. El gobierno de los
Estados Unidos, en el llamado programa del Punto IV, al
igual que la Fundación Ford por ejemplo, han dedicado
fondos muy importantes para "vender" este esquema a los
gobiernos de los países subdesarrollados, en tanto que los
economistas lo han estado proponiendo en sus recientes
escritos sobre el desarrollo económico. Véase, por ejemplo,
el artículo de V. H. Nicholls, "Investment in Agriculture in
302
De ahí que, en la mayoría de los países
subdesarrollados, el capitalismo haya tenido una
carrera particularmente torcida. Habiendo pasado
por todos los dolores y frustraciones de la infancia,
nunca experimentó el vigor y la exhuberancia de la
juventud y comenzó a mostrar, prematuramente,
todos los rasgos penosos de la senilidad y de la
decadencia. Al peso muerto del estancamiento que
caracterizó a la sociedad preindustrial, se sumó todo
el impacto restrictivo del capitalismo monopolista. El
excedente económico de los países
subdesarrollados, de cuya parte más importante se
apoderan los consorcios monopolistas, no se utiliza
para fines productivos. No se reinvierte en sus
propias empresas ni tampoco sirve para desarrollar
otras. Aquel que no fluye al exterior a manos de
accionistas extranjeros, se utiliza en forma casi igual
a como lo hace la aristocracia terrateniente. Sirve
para mantener una vida ostentosa de los que lo
reciben, se gasta en la construcción de residencias
Underdeveloped Countries", American Economic Review
(mayo de 1955), o el de H. G. Aubrey, "Small Industry in
Economic Development", Social Research (septiembre de
1951). No podemos hacer nada mejor que repetir los elo-
cuentes comentarios que acerca de este método de
"ayudar" al campesinado de los países atrasados expresaba
hace más de medio siglo Karl Kautsky: "En la industria
hogareña explotada por los capitalistas encontramos las
jornadas de trabajo más largas y más exhaustivas, la
remuneración más mísera por el trabajo realizado, la
incidencia más grande del trabajo de niños y mujeres, el
hacinamiento más miserable en el trabajo y en la
habitación; en una palabra, las condiciones más ultrajantes
que pueden encontrarse en nuestro modo de producción. Es
el sistema más infame de explotación capitalista y la forma
más degradante de proletarización del campesinado. Todo
intento para ayudar a una población de pequeños
campesinos, que ya no pueden seguir subsistiendo con el
solo trabajo agrícola, mediante el impulso a la industria
hogareña, deberá conducir, tras de un corto y dudoso
mejoramiento, a la caída en la miseria más profunda y
desesperada." Die Agrar Frage (Stuttgart, 1899), pp. 180 ss.
303
urbanas y rurales, en sirvientes, en consumo
excesivo, etc. Lo que queda se invierte en la
adquisición de tierras rentables, en el
financiamiento de actividades mercantiles de todas
clases, en la usura y en la especulación. Por último,
aunque no por ello menos importantes se llevan al
exterior fuertes cantidades, donde se tienen como
protección contra una devaluación de las monedas
nacionales o bien como una reserva que asegure a
sus propietarios un retiro decoroso en caso de que
surjan disturbios sociales y políticos en esos países.

IV
Esto nos lleva a la tercera rama del sector no
agrícola del sistema económico de los países
subdesarrollados, es decir, a la empresa
extranjera. Las empresas que son propiedad total
240

o parcial de extranjeros, pero que abastecen al


mercado interno de los países subdesarrollados, no
presentan ningún problema en especial.241 Lo que
anteriormente se dijo sobre la industria en su
conjunto, se aplica igualmente a ellas. Aunque
parte del excedente económico de que se apropian
se gasta local-mente en el mantenimiento de
funcionarios altamente remunerados, la mayoría de
éste (incluyendo los ahorros personales de estos

240

Como en el caso de los negocios comerciales, gran parte


de ésta se encuentra localizada de hecho en las regiones
rurales y está físicamente ligada a la agricultura. Sin
embargo, su status económico no tiene casi nada que ver
con la agricultura propiamente dicha!

241

"Las industrias manufactureras típicas que trabajan


principalmente para el mercado interno, no parecen atraer
al capital extranjero." Sociedad de Naciones.
Industrialization and Foreign Trade (1945), p. 66.
304
funcionarios) se transfiere al exterior. Por
consiguiente, contribuyen a la formación de capital
en los países subdesarrollados en menor medida
que las empresas de origen nacional.
Más complejo, pero también más importante, es el
papel que juegan los monopolios extranjeros en un
país subdesarrollado cuando producen mercancías
destinadas a la exportación. Éstas no sólo absorben
la mayor parte de los intereses extranjeros en las
regiones atrasadas y representan grandes
inversiones de capital, sino que son también las que
producen la mayor parte de estos artículos, tanto en
los países huéspedes como en el mundo. Para tener
cierta idea de su impacto en el desarrollo económico
de los países atrasados en donde se localizan, será
de gran utilidad considerar separadamente los
distintos aspectos de sus actividades, a saber: a) la
importancia de la inversión realizada por las
empresas extranjeras; b) el efecto directo de sus
operaciones corrientes; y c) su influencia más
general en el país subdesarrollado en su conjunto.
Comenzando con la primera, debe hacerse notar
que, por regla general, los consorcios extranjeros
que se dedican a la producción de productos
exportables (con la excepción del petróleo) iniciaron
sus actividades con una inversión de capital
relativamente pequeña. El control sobre los recursos
naturales que les eran necesarios —
fundamentalmente la tierra para plantaciones o
para minas—fue asegurado mediante la expropia-
ción forzada de las poblaciones nativas, o bien a
través de la adquisición de éstas por un precio más
o menos nominal que pagaron a los gobernantes, a
los señores feudales o a los jefes de tribu que
dominaban las regiones respectivas. Por consi-
guiente, el acrecentamiento del capital de los países
subdesarrollados que se obtuvo en la primera etapa
de lo explotación extranjera de sus recursos
naturales, fue insignificante. Aun posteriormente,
cuando el campo de acción de las empresas
305
orientadas a la exportación se incrementó
notoriamente en los países subdesarrollados, la
cantidad de capital de los países avanzados que se
transfirió a éstos fue mucho menor de lo que
comúnmente se supone. La expansión que
interesaba a las empresas que producían para
exportar podía financiarse fácilmente con las
ganancias que obtenían de sus muy remunerativas
operaciones. Hablando de la experiencia británica,
Sir Arthur Salter observa que "sólo en el período
inicial, que terminó poco después de 1870, los
recursos para la inversión extranjera se obtuvieron
del excedente de las exportaciones corrientes sobre
las importaciones. En el período de 1870 a 1913,
cuando el total de la inversión extranjera se elevó
de cerca de mil millones a casi cuatro mil millones
de libras esterlinas, el total de las nuevas
inversiones que se hicieron sólo fue de
aproximadamente el 40 % de los ingresos obtenidos
por las anteriores inversiones en el mismo
período".242 El crecimiento de los activos en el
exterior de Holanda, Francia y, posteriormente, de
los Estados Unidos, siguió sustancialmente el mismo
modelo, es decir, puede atribuírsele, en gran
medida, a la reinversión de las ganancias que
habían realizado en sus operaciones en los países
extranjeros.243 De ahí que el incremento de los
242

Foreign Investment (Princeton, 1951), p. 11.

243

Respecto a las inversiones norteamericanas en el exterior


durante el período de la postguerra, se afirmaba
recientemente, en una autorizada publicación
gubernamental, que "muchas de ellas consistieron en la re-
inversión de las ganancias de las ramas extranjeras, más
que de nuevos capitales provenientes de los Estados
Unidos". Report to President on Foreign Economic Policies
("Gray Report") (Washington, 1950), p. 61. Ya en 1954, las
306
activos occidentales en el mundo subdesarrollado se
deba sólo en parte a exportaciones de capital en el
sentido estricto del término; fundamentalmente, es
el resultado de la reinversión en el exterior de parte
del excedente económico que se obtuvo de esos
lugares.244
Esto, en sí mismo, tiene cierto interés, dada la
indignación moral que tan frecuentemente se
expresa acerca de la violación de los "sagrados"
derechos de propiedad de los capitalistas
occidentales en algunos países subdesarrollados. 245
Sin embargo, lo que importa en el presente contexto
es determinar si el excedente económico generado
e invertido en los países subdesarrollados ha
contribuido en forma importante al desarrollo
económico de esos países. Aun con la interpretación
más favorable de los hechos, tal afirmación
difícilmente puede sostenerse. Una parte de la
inversión realizada por los consorcios en cuestión
consistió en el precio que se pagó por el título de

inversiones privadas de los E.U.A. en el exterior "se habían


incrementado en aproximadamente tres mil millones de
dólares, en tanto que las ganancias de las inversiones
realizadas con anterioridad, sumaban aproximadamente 2.8
mil millones de dólares". S. Pizer y F. Cutler, "International
Investments and Earnings", Survey of Current Business
(agosto de 1955).

244

Véase también el artículo de Erich Schiff, "Direct


Investments, Terms of Trade, and Balance of Payments",
Quarterly Journal of Eco-nomics (febrero de 1942).

245

Es obvio que el problema se complica seriamente por el


hecho de que, lo que se ha afirmado arriba, se refiere a
balances netos globales, en tanto que los individuos y las
corporaciones involucrados hoy pueden ser, y
frecuentemente lo son, distintos de los que recogieron las
ganancias en una etapa anterior
307
propiedad de los recursos naturales que adquirieron.
Como se acaba de mencionar, este precio
generalmente era muy bajo y a menudo no era
mayor al necesario para corromper a los
funcionarios y potentados. Ya nos hemos referido a
la forma en que gastan su ingreso y, de hecho, ellos
no han contribuido al aumento de la riqueza
productiva de los países atrasados.246
Una parte muy grande de la inversión necesaria,
de hecho el grueso de ésta, consiste en lo que se ha
denominado "inversión en especie". Esto significa
que las empresas que reinvierten sus ganancias (o,
según el caso, sus fondos adicionales) para la
ampliación de sus operaciones o el establecimiento
de nuevas plantas, gastan una gran proporción de
las cantidades así empleadas en equipos producidos
en sus países de origen. No podía ser de otra forma,
pues el equipo necesario no se encuentra disponible
en las regiones en donde se realiza la inversión y,
además, la empresa inversionista y su personal tie-
nen un prejuicio comprensible a favor de las
herramientas que conocen y que son fabricadas en
sus países. Esto tiene como resultado que las
inversiones en una nueva empresa o en la ex-
pansión de una empresa extranjera en un país
subdesarrollado, así como las reposiciones que
realizan de su equipo, representan, por los pedidos
de bienes de inversión que se hacen a la industria

246

En las condiciones actuales, que son mucho menos


"románticas" el pago para obtener el permiso necesario
para explotar los recursos naturales tiene, en algunos
países subdesarrollados, la forma de regalías más o menos
cuantiosas y de impuestos sobre la producción corriente
que cobran los gobiernos locales. En ocasiones también
llevan involucrados el proporcionar a estos países
préstamos o dádivas esporádicas, haciéndolos así más
moldeables en las negociaciones posteriores. A esto nos
referiremos más adelante.
308
del país avanzado, una expansión del mercado in-
terno de este último más que una ampliación del
mercado del país subdesarrollado. Claro está que,
en la medida en que es necesario realizar
construcciones locales en caminos, minas, edificios
de oficinas, residencias para el personal extranjero,
campamentos para los trabajadores nativos, etc.,
que deben hacerse con materiales y fuerza de
trabajo locales, una parte del gasto total de
inversión se realiza en el país subdesarrollado y se
traduce en un incremento correspondiente de su
ingreso y demanda totales. Sin embargo, su monto
es generalmente pequeño, ya que, aun esta parte
del programa de inversión descansa, en gran
medida, en artículos importados tales como los
materiales de construcción, el equipo de trans-
portes, los artefactos para la casa y la oficina, al
igual que en ingenieros, técnicos y capataces que se
traen del exterior para supervisar o realizar los
proyectos de construcción.
Por consiguiente, los beneficios que obtiene un
país subdesarrollado de las inversiones que trae
consigo el establecimiento o la expansión de
empresas extranjeras orientadas a la exportación,
son de pequeña cuantía. Debemos asomarnos ahora
a los efectos de sus operaciones corrientes. Éstas
consisten en producir bienes agrícolas o materiales
como los minerales y el petróleo y embarcarlas al
exterior. Es importante que indiquemos el modo de
utilización de los recursos así obtenidos.
Podemos principiar con la parte de ellos que se
utiliza para la remuneración de la fuerza de trabajo.
Determinada siempre por las tasas increíblemente
bajas de los salarios nativos y teniendo, en ciertas
ramas de producción, un alto grado de
mecanización, y una cantidad de fuerza de trabajo
correspondientemente pequeña, la parte del ingreso
total de las compañías que es absorbida por los
salarios es, por lo general, reducida. En Venezuela,
el petróleo representa más del 90 % de todas las
309
exportaciones y una gran parte del producto
nacional total, pero la industria petrolera ocupa
solamente un 2 % aproximadamente de la fuerza de
trabajo venezolano,247 y sus gastos en moneda local
(excluyendo pagos al gobierno) no son superiores al
20 % del valor de las exportaciones. 248 Alrededor de
7 octavas partes de estos gastos se dedican a pagar
la nómina de sueldos y salarios, usándose el resto
para compras dentro del país. En Chile, "antes de la
primera Guerra Mundial, cerca del 8 % de la
población activa trabajaba en las minas o en las
plantas de beneficio asociadas a éstas; pero esta
proporción ha disminuido progresivamente".249 De
acuerdo con un estudio inédito del Fondo Monetario
Internacional, la parte valor del producto total de la
industria que se gasta localmente es también de
cerca del 20 %; no ha podido determinarse qué
proporción corresponde a la fuerza de trabajo y al
costo de los materiales. En Bolivia, cerca del 5 % de
los obreros están ocupados en las minas de estaño;
se ha estimado que durante la última mitad de la
década de los cuarentas, cerca del 25 % de los
ingresos totales se utilizaron para pagar salarios,

247

Ragnar Nurkse, Problems of Capital Formation in


Underdeveloped Countries Oxford (1953), p. 23.

248

Banco Central de Venezuela, Memoria (1950), p. 36, citado


por C. E. Rollins, en "Mineral Development and Economic
Growth", Social Research (otoño de 1956). Le estoy muy
agradecido al Dr. Rollins por haber puesto a mi disposición
el manuscrito de este excelente trabajo, del que he
obtenido gran número de referencias adicionales.

249

United Nations, Development of Mineral Resources in Asia


and the Far East (1953), p. 39.
310
pero seguramente esta porción es muy elevada a
causa de la baja tasa de cambio oficial que se usó
para comparar las cifras de venta en dólares con las
cifras de salarios bolivianos.250 En el Cercano
Oriente, sólo un 0.34 % de toda la población está
empleada en la industria petrolera,251 y se paga, por
concepto de salarios, menos del 5 % de los ingresos
derivados del petróleo. En algunos países que tienen
una población muy pequeña y grandes
explotaciones de materias primas, la proporción de
gente ocupada en la extracción de éstas es, por
supuesto, más elevada (por ejemplo, cerca del 10 %
en las minas de cobre de Rhodesia del Norte), pero
estos casos son excepcionales. Todavía más, aun
ahí, la parte de los ingresos de todas las industrias
que se distribuye como salarios es casi la misma
que en los otros ejemplos que se acaban de citar.
Sin embargo, sería erróneo pensar que esta
pequeña parte del ingreso total que se asegura a
través de la explotación de las materias primas,
sirve íntegramente para ampliar el mercado interno
del país subdesarrollado. En primer lugar, parte de
la fuerza de trabajo empleada está formada por
extranjeros que ocupan posiciones directivas o
semidirectivas y cuyos sueldos son bastante
elevados. Aunque mantienen un alto nivel de vida,
están en posición de ahorrar una parte considerable
de su ingreso. De hecho, uno de los atractivos
principales de sus trabajos es la posibilidad de

250

Rollins, op. cit., donde se cita la tesis de M. D. Pollner,


"Problems of National Income Estimation in Bolivia"
(Master's Thesis, New York University, 1952), como fuente
de esta afirmación.

251

United Nations, Review of Economic Conditions in the


Middle East (1951), p.63.
311
acumular ahorros considerables en un tiempo
relativamente corto. Es evidente que estos ahorros
se envían regularmente fuera del país, o bien salen
de éste cuando sus propietarios abandonan sus
puestos.252 Las cantidades que usan con fines de
consumo tampoco se gastan en su totalidad en la
producción local. Aunque el mantenimiento de los
extranjeros en los países subdesarrollados incluye
típicamente el empleo de numerosos sirvientes
nativos y aun cuando es obvio que muchos bienes
de consumo se obtienen de fuentes locales, una
gran proporción de su gasto está orientado hacia los
artículos a que están habituados, los cuales se
importan del exterior. Por consiguiente, el monto
total que los extranjeros gastan de sus salarios en
bienes producidos por la industria y los servicios
locales, y que constituye un incremento de la
demanda total de los países subdesarrollados, es
normalmente muy pequeño.
En el caso de la fuerza de trabajo nativa, la
situación es algo distinta. Al realizar trabajos que
requieren poca calificación, ganan salarios muy
bajos que, con frecuencia, apenas si bastan para
darles un mínimo de subsistencia estrechamente
definido. Pero aun allí donde sus sueldos son
mayores y les permiten un nivel de vida algo mejor,
difícilmente pueden ahorrar. Por lo tanto, los salarios
qué reciben los trabajadores nativos pueden
considerarse como gastados en el consumo. 253 Sin
embargo, una parte de lo que compran es
proporcionado por la propia compañía que los
ocupa, en particular las casas en que habitan. Más
aún, muchos campamentos de trabajadores están
localizados de tal forma, que es más fácil y más
252

Los casos, poco frecuentes, de individuos que se enamoren


de los países en donde están trabajando y se deciden a
obtener su "naturalización económica", pueden
considerarse como una excepción.
312
barato importar muchos de los bienes de consumo
que compran, que obtenerlos de las fuentes locales
que, con frecuencia, están bastante alejadas.254
En suma, el ingreso obtenido por los habitantes de
los llamados países fuentes por las actividades de
las empresas extranjeras orientadas a la
exportación y que consiste fundamentalmente en
salarios a un número relativamente pequeño de
empleados, es, en todas partes, muy pequeño.
Puesto que las variaciones de la demanda mundial
de las mercancías en cuestión afectan más a su
precio que al volumen de producción (por razones
técnicas y económicas en las que no necesitamos
detenernos), el nivel de la ocupación nativa tiende
a variar muy poco. Y como sus salarios son también
relativamente rígidos, su ingreso total, en términos
absolutos, es, en conjunto, bastante estable.
Obviamente, representan una porción cambiante
del valor total de la producción, dependiendo de los
precios a que ésta se vende. Pero, considerando
buenos y malos años, parece ser que su proporción
253

En algunos países —como, por ejemplo, Birmania— el flujo


de fondos enviados por los trabajadores semimigratorios a
su país de origen para el mantenimiento de sus familias, es
un renglón de gran importancia.

254

Esto se ve claramente en el caso de las compañías de


estaño bolivianas: "Por muchos años, las compañías
mantuvieron tiendas que eran abastecidas en su mayor
parte desde el exterior..." C. E. Rollins, op. cit. No es
necesario insistir en que la razón de esto, en muchos casos,
no es tanto el bajo precio de los bienes importados, como
los motivos que habitualmente yacen bajo el llamado
sistema de pago de salarios en especie. En el caso de las
empresas orientadas a la exportación, lo barato de los
fletes de regreso es un factor de peso que alienta la
importación de los bienes que se venderán en las tiendas
de la compañía.
313
oscila alrededor del 15 %, variando ésta desde un
mínimo de 5 % en algunas regiones y en algunos
años, hasta un máximo de 25 % en otros. Aunque
una contribución de este tipo tiene indudablemente
gran valor para las misérrimas poblaciones de los
países subdesarrollados, si la juzgamos respecto a
su significación para el desarrollo económico, debe
tenerse muy en cuenta la naturaleza de sus recep-
tores. Correspondiendo en su mayor parte a obreros
de bajos salarios, esta suma se orienta hacia la
adquisición de los bienes más elementales de
consumo que produce la agricultura y la artesanía
locales o que se importan y, por consiguiente, no
pueden de manera alguna constituir un mercado
que aliente el desarrollo de las empresas
industriales.255
El balance de los beneficios totales derivados de
la venta de la producción de las empresas
extranjeras orientadas a la exportación, puede
agruparse en dos rubros. El grueso de éstas
corresponde a las ganancias brutas de las
compañías (una vez pagados los impuestos y las
regalías) e incluye los gastos por depreciación y
agotamiento; el resto se dedica al pago de im-
puestos, de regalías, etc., al gobierno del país en
donde se realiza la producción. A este último nos
referiremos más adelante. Por lo que respecta al
primer rubro, su modo de utilización está sujeto a
variaciones considerables. Como hemos visto an-
teriormente, la mayor parte de estas ganancias se
han reinvertido en el extranjero. Sin embargo, esto
sólo es un balance estadístico relativo a cifras
totales y a períodos largos. Para los países
individuales y para períodos particulares, las
fluctuaciones, tanto del retiro de ganancias como

255

Esto da origen a ganancias mercantiles. Sin embargo, éstas


no son las que hacen falta en los países subdesarrollados.
314
de las inversiones extranjeras, han sido bastante
divergentes y violentas. Aunque en algunos países
los retiros han superado en varias ocasiones a las
inversiones, en otros el proceso ha sido inverso.
Aunque ciertas empresas se llevan a sus países de
origen la totalidad o la mayor parte de sus
ganancias, otras las dedican a realizar inversiones
extranjeras adicionales. Las empresas que operan
en escala mundial, frecuentemente han transferido
sus ganancias del país o países en que se
originaron, hacia regiones donde las oportunidades
de inversión eran mayores. Tampoco puede decirse
que los países subdesarrollados en su conjunto
hayan tenido un destino común, ni que las
ganancias generadas en un país subdesarrollado de
no reinvertirse allí, se inviertan en otro país
subdesarrollado. En realidad ha sucedido lo
contrario, es decir, las ganancias obtenidas de las
operaciones en los países subdesarrollados se han
dedicado en gran medida a financiar inversiones en
las regiones altamente desarrolladas del mundo.
Por consiguiente, aunque han sido muy grandes las
diferencias entre los países subdesarrollados
respecto al monto de ganancias que se han
reinvertido en sus economías o que han sido
retiradas por los inversionistas extranjeros, estos
países, en conjunto, han enviado continuamente
una gran parte de su excedente económico hacia
los más adelantados, en la forma de intereses y
dividendos.256

V
Sin embargo, lo más grave es que resulta muy difícil
precisar qué ha perjudicado más al desarrollo
256

Cf. Jacob Viner, "America's Aims and the Progress of


Underde-veloped Countries", en el libro The Progress of
Underdeveloped Áreas (ed. B. F. Hoselitz) (Chicago, 1952),
pp. 182 ss.
315
económico de los países atrasados, si la extracción
de su excedente económico por el capital extranjero
o su reinversión por las empresas extranjeras. Si se
observan los magros beneficios directos que derivan
estos países de la inversión extranjera y, sobre
todo, cuando se considera el impacto total que han
tenido las empresas extranjeras en su desarrollo, se
ve que éste ha sido, de hecho, el sombrío dilema a
que se enfrentan los países atrasados.
No es ésta la forma en que se enfoca el problema
en los escritos occidentales más o menos oficiales
sobre el tema. Así, los autores del antes citado
artículo del Survey of Current Business, del
Departamento de Comercio de los Estados Unidos,
afirman, sin ambages, que "la gran expansión de las
instalaciones productivas extranjeras realizadas por
la inversión [de las corporaciones de los Estados
Unidos] ha tenido una gran importancia en el
mejoramiento de las condiciones económicas del
exterior".257 Aunque aparentemente con menor
confianza, el profesor Mason sostiene que "...la
expansión de la producción de minerales es, por lo
general, no sólo compatible con el crecimiento
económico de las regiones subdesarrolladas, sino
que puede facilitar grandemente su industrializa-
ción".258 Y el profesor Nurkse, también no muy
seguro, concluye que "...el problema de la inversión
extranjera de tipo 'tradicional' no es que ésta sea
mala o que no tienda a impulsar por lo general el
desarrollo; de hecho lo hace, aunque en forma
indirecta y desigual. El problema reside más bien en

257

S. Pizer v F. Cutler, "International Investments and


Earnings" (agosto de 1955), p. 10.

258

"Raw Materials, Rearmament and Economic Development",


Quart-erly Journal of Economics (agosto de 1952), p. 336.
316
que esto simplemente no sucede en una escala
importante..."259
Esta posición se basa fundamentalmente en las
siguientes consideraciones: la primera es que el
envío al exterior de las utilidades de las inversiones
extranjeras no debe considerarse como una succión
del excedente económico de los países sub-
desarrollados, ya que lo que se transfiere no
existiría simplemente de no haber inversión
extranjera. Por consiguiente y puesto que en
ausencia de estas transferencias no habría inversión
extranjera, las transferencias en sí no implican un
costo real para el país que las paga y, por lo tanto,
no pueden considerarse que influyan de manera
adversa a su desarrollo económico.260 En segundo
lugar, se arguye que las operaciones de las
empresas extranjeras, al pasar parte de su
producción a la población nativa como pago de los
servicios que ésta ha prestado, incrementan en
cierta medida su ingreso total. En tercer lugar, se
apunta que la inversión extranjera, cualesquiera que
sea su contribución directa al bienestar de los
pueblos que habitan los países subdesarrollados, les
hace un servicio más grande en forma indirecta, al
estimular la construcción de caminos, ferrocarriles,
plantas eléctricas, etc., así como al imbuirles a sus
capitalistas y a sus obreros el know-how de los
negocios y la preparación técnica de los países
avanzados. En último lugar, se hace hincapié en que
las empresas occidentales, al pagar impuestos y
regalías a los gobiernos de los países fuentes, ponen
en sus manos fondos muy importantes para

259

Op. cit., p. 29.

260

Cf. S. Herbert Frankel, The Economic Impact on Under-


Developed Societies (Oxford, 1953), p. 104.
317
financiar el desarrollo de sus economías nacionales.
Como sucede con la mayor parte del razonamiento
económico burgués basado en la "inteligencia
práctica", esto es juicioso y veraz en la superficie.
Pero al abarcar meramente un segmento de la
realidad y al no tratarlo de manera histórica, sino
con el método —tan de moda en la actualidad— que
podría denominarse "estática animada", da una
concepción prejuiciada y que conduce al error.
Tomemos estos argumentos para analizarlos.
Sin duda alguna, es correcto que, si los recursos
naturales de los países subdesarrollados no
estuviesen explotados, no habría producción que
hiciese posible la transferencia de las ganancias al
exterior. Sin embargo, éste es el único sustento real
que tiene la primera de las proposiciones antes
mencionadas, ya que en forma alguna debe
tomarse por un hecho el que los hoy países
subdesarrollados, de haber tenido un desarrollo
independiente, no habrían iniciado por su cuenta la
utilización de sus recursos naturales, en términos
más favorables que los que reciben de los
inversionistas extranjeros. Esto podría desecharse si
la inversión extranjera y el curso tomado por el
desarrollo de los países atrasados fueran
independientes uno del otro. Sin embargo, como se
vio anteriormente y como demuestra de manera tan
convincente el caso del Japón —y como se verá más
adelante con mayor claridad—, tal independencia
no puede suponerse en forma alguna. De hecho, el
suponerlo equivale a salirse por la tangente y a
prejuiciar el problema desde su planteamiento.
Existe, además, otro aspecto que debe
considerarse. En relación con ciertos productos
agrícolas, cabe pensar que, puesto que están
formados por cosechas recurrentes y dado que una
salida para ellos sólo puede encontrarse en las
exportaciones, su producción y envío al exterior no
constituye ningún sacrificio para los países fuentes.
Esto es una falacia atroz, si bien comúnmente
318
aceptada. Además de que las corporaciones
orientadas a la exportación se han dedicado
tradicionalmente a la explotación más ruinosa de
las tierras de plantación que controlan, el
establecimiento y la expansión de estas
plantaciones ha traído consigo el empobrecimiento
sistemático y, en muchas ocasiones, el aniqui-
lamiento físico de una gran parte de la población
nativa. Estos casos forman legión y basta con citar
unos cuantos: "El monocultivo de la caña de azúcar
en el noroeste del Brasil es un buen ejemplo. Esta
región tuvo uno de los pocos suelos tropicales
realmente fértiles. Tuvo un clima favorable para la
agricultura y originalmente estaba cubierta por
extensiones de bosques extremadamente ricos en
árboles frutales. En la actualidad, la voraz y
autodestructiva industria azucarera ha arrasado
toda la tierra disponible y la ha cubierto de caña de
azúcar; como consecuencia de esto, el noroeste del
Brasil es una de las regiones de hambre en el
Continente Americano. El no plantar árboles
frutales, pastos y verduras y la carencia de cría de
ganado en esta región, ha creado un problema de
alimentación muy difícil en una zona donde una
agricultura diversificada podría producir una
variedad infinita de alimentos." 261 En la mayor parte
de América Latina, lo que "ayudó a arruinar
definitivamente a las poblaciones nativas fue la
explotación unilateral a que se dedicaron casi todas
las regiones; algunas se entregaron a la minería,

261

Josué de Castro, The Geography of Hunger (Boston, 1952),


p. 97. Los tres primeros pasajes que se citan en el texto son
de las páginas 105, 215 y 221 de este sobresaliente trabajo.
El profesor De Castro apunta de paso que, aunque la
erosión del suelo y el agotamiento son una plaga para todo
el mundo colonial, los expertos "van tan lejos, que llegan
hasta afirmar que, para todo propósito práctico, no existe la
erosión en el Japón" (p. 192).
319
otras a la plantación de café, algunas al tabaco y
otras al cacao. Esta especialización trajo consigo
una economía deformada, que todavía se encuentra
en países como El Salvador, que prácticamente sólo
produce café y Honduras, que únicamente exporta
plátanos". En Egipto, "una gran parte de las tierras
irrigadas se reservaron para la producción de
cultivos de exportación... en particular el algodón y
el azúcar, lo que agravó todavía más la pobreza
alimenticia de los fellah". En África, "la primera
innovación europea que trastornó los hábitos
alimenticios nativos, fue la producción en gran
escala de cultivos para la exportación, como son el
cacao, el café, el azúcar y los cacahuates. Ya
sabemos cómo funciona el sistema de plantación...
un buen ejemplo de éste es la colonia británica de
Gambia en el África Occidental, donde el cultivo de
alimentos para el consumo local se abandonó com-
pletamente para concentrarse en la producción de
cacahuates. Como consecuencia de este
monocultivo... la situación alimenticia de la colonia
difícilmente puede ser peor". En lo que ha sido
durante mucho tiempo la colonia interna del
capitalismo norteamericano —los Estados del sur de
los Estados Unidos— se produjeron efectos muy
similares por el cultivo del azúcar y particularmente
del algodón. "En los Estados Unidos, los Estados
algodoneros forman el grupo de ingresos más bajos
de todo el país. La correlación estadística que existe
entre el cultivo del algodón y la pobreza es
sorprendente. El cultivo del algodón tiene dos
efectos nocivos sobre los suelos: a) La pérdida de la
fertilidad y b) el daño causado por la erosión... Todo
esto se ve con claridad actualmente, pero no se
entendió ni se apreció durante el siglo XIX, el siglo
que midió el éxito en dólares y centavos, a

320
expensas de los activos perdurables." 262
Para evitar malos entendimientos, debo aclarar
que lo anterior no debe tomarse como una censura
a la división del trabajo o a la especialización
intranacional e internacional, o a los incrementos en
la productividad que de ellas resultan. Sin embargo,
lo que se demuestra claramente es que la especiali-
zación intranacional e internacional está organizada
en tal forma, que un miembro del equipo se
especializa en morirse de hambre en tanto que el
otro lleva la "carga del hombre blanco", consistente
en recoger las ganancias. Esta división difícilmente
puede considerarse como un arreglo satisfactorio
para la obtención de la mayor felicidad para el
mayor número de gente.
El postulado de que no existe "ningún sacrificio"
tampoco tiene mayor validez cuando la producción
de las empresas extranjeras orientadas a la
exportación no se realiza en los cultivos agrícolas,
sino en productos de industrias extractivas como los
minerales, el petróleo, etc. Aunque en estos
productos el desplazamiento de la población nativa
y la destrucción de sus bases tradicionales de
existencia, quizá tuvo proporciones algo menores
que en el caso de la agricultura de plantación (sin
que esto quiera decir que sean insignificantes), el
efecto a largo plazo de este tipo de explotación de
materias primas no es menos impresionante. De
hecho, no hay razón para considerar a los recursos
de materias primas de los países subdesarrollados
como un producto del que se dispone libremente en

262

E. W. Zimmermann, World Resources and Industries


(edición revisada, Nueva York), p. 326. Es obvio que el autor
discrimina injustamente al siglo xrx. Para el mundo
capitalista del siglo xx, el éxito todavía se mide por el
mismo talón y la única diferencia consiste en que las
empresas en gran escala piensan más en sus utilidades a
largo plazo.
321
cantidades ilimitadas. Aun cuando el agotamiento
de las materias primas del mundo en su conjunto es
un espantajo que no merece tomarse en
consideración, por lo que respecta a un país en
particular y a ciertos materiales específicos, el
peligro está lejos de ser infundado.263 Por
consiguiente, para varios de los países
subdesarrollados, lo poco que reciben en la
actualidad por las materias primas de que están
dotados, puede muy bien resultar un plato de
lentejas por el cual se ven obligados a vender su
primogenitura de un futuro mejor.
Ya se vio anteriormente que este plato de lentejas
no es grande y que su calidad y cantidad son muy
modestas. Los pueblos de los países afectados se
están dando cuenta de esto cada vez más, como lo
demuestra la creciente hostilidad hacia las

263

Lo que el profesor Mason observa con respecto a los


Estados Unidos, se aplica —o se aplicará— más o menos
pronto y en mayor o menor grado, a otros países: "Las
pruebas de que disponen respecto al petróleo y a otros
minerales... indican muy claramente una elevación en los
costos reales de exploración. Además, sabemos que con
respecto al cobre, el plomo y el zinc, la tendencia durante
décadas ha sido hacia la extracción de minerales de grados
cada vez más bajos. Finalmente, debe mencionarse el
hecho de que, cuando menos durante las tres últimas
décadas, no se ha realizado ningún descubrimiento
verdaderamente importante de varios de nuestros metales
más valiosos. "Raw Materials, Rearmament, and Economic
Deveiopment", Quarterly Journal of Economics (agosto de
1952), p. 329. Esto se ve claramente en varios de los países
productores de materias primas, como por ejemplo en
Venezuela, donde la consigna de "sembrar petróleo"
expresa la ansiedad que existe sobre el posible
agotamiento o baja en el valor de sus reservas petroleras.
Esto también se ve en Bolivia, donde la preocupación sobre
el estaño no es menos acentuada, así como en varios otros
países exportadores de madera, donde se vislumbra el fin
de la bonanza maderera.
322
empresas extranjeras y las triquiñuelas y coerción
que se usan continuamente, para alentar a los
obreros nativos a que trabajen en las empresas
occidentales. Aunque quizás sea cierto que la
resistencia de los obreros nativos a trabajar ade-
cuadamente por un salario de hambre se deba al
"atraso cultural" y a la insuficiente comprensión de
lo que les conviene, lo más probable es que su
resistencia sea provocada por el simple hecho de
que están en mejores condiciones con sus formas
tradicionales de vida, comparados con lo que el
capital extranjero los obliga a realizar.
Desde la decadencia de la esclavitud como una forma
de movilización del trabajo, el sistema más frecuente de
reclutamiento y de retención de los obreros nativos
reticentes ha sido el contrato a largo plazo apoyado por
sanciones penales para su cumplimiento. Esta relación es
contractual sólo de nombre... En los pueblos iletrados el
contrato es muy a menudo una protección más formal
que real para el trabajador y, por lo general, no hay
control efectivo sobre las promesas hechas por el
reclutador y que no forman parte del contrato. Una vez
que han aceptado el contrato y han sido llevados lejos de
su aldea nativa, los trabajadores tienen pocos recursos
para hacer cumplir las falsas promesas y casi ninguna
forma efectiva de romper la relación... Es por esto que el
contrato, sea que surja de la fuerza y del fraude o bien de
la presión de la miseria, involucra un elemento sustancial
de compulsión directa. En las Indias Holandesas,
particularmente en las provincias exteriores, la sanción
penal por la ruptura de un contrato de trabajo estuvo en
vigor hasta 1940... Todavía se usa ampliamente en África,
especialmente con los obreros de las minas... En todas las
regiones coloniales y dependientes del sureste de Asia y
del Pacífico, la escasez de trabajadores locales para
trabajar en las plantaciones o en las fábricas, así como su
resistencia, ha sido la causa de que se recurra en gran
escala a las obligaciones contractuales... El uso de
diversas formas de coerción más o menos moderada, para
asegurar el trabajo en las haciendas, en las minas y aun
en las fábricas, es un mal endémico en la América Latina.
Las formas difieren desde el simple peonaje o
servidumbre por deudas, hasta el contrato forzoso a largo
plazo, semejante al usado en muchas regiones
323
coloniales...264
Por ello, si los apologistas del imperialismo insisten
en que "...debe demostrarse que la simple inversión
geográfica es de hecho dañina para el país que la
recibe, es decir, que trae como resultado un ingreso
real de los habitantes más bajo que el que hubieran
obtenido de otra forma",265 tal demostración puede
proporcionarse fácilmente, si se exceptúa al puñado
de compradores, que son los únicos habitantes de
los países subdesarrollados que obtienen beneficios
importantes de la operación de las empresas
extranjeras extractoras de materias primas.

VI
Esto nos lleva a nuestra tercera pregunta —que es
también el tercero de los argumentos listados
anteriormente— respecto al efecto indirecto que
tienen las empresas extranjeras orientadas a la
exportación sobre el desarrollo económico de los
países atrasados. En numerosas regiones, el
establecimiento y operación de las empresas
extranjeras ha requerido invertir en instalaciones
que no forman parte integral del proceso de produc-

264

W. E. Moore, Industrialization and Labor (Itaca y Nueva


York, 1951), pp. 60-62, Cf. también las obras citadas en
esas páginas y en particular el informativo libro de B.
Lasker, Human Bondage in Southeast Asia (Chapel Hill,
Carolina del Norte, 1950).

265

A. N. McLeod, "Trade and Investment in Underdeveloped


Áreas: A comment", American Economic Review (junio de
1951), p. 411. El término "simple inversión geográfica",
certeramente acuñado por H. W. Singer, se refiere a la
"inversión extranjera que se localiza geográficamente en
los países subdesarrollados, pero nunca se convierte en
parte de sus economías, permaneciendo en realidad como
una parte de las economías que realizan las inversiones".
324
ción y exportación de materias primas, pero que son
totalmente indispensables. Tales instalaciones son
los ferrocarriles y los atracaderos, los caminos y los
aeropuertos, los teléfonos y los telégrafos, los
canales y las estaciones eléctricas. En general,
éstos son buenos para cualquier país
subdesarrollado. Aun cuando su construcción per se
no contribuye mucho a la expansión del mercado
interno de las regiones atrasadas (puesto que el
grueso de la inversión que se requiere puede estar
constituido por "inversiones en especie" de equipo
importado) a estos proyectos, una vez terminados
se les atribuye habitualmente el efecto benéfico de
incrementar las posibilidades de la inversión local. El
efecto a que se refieren son las "economías
externas" que surgen siempre que la operación de
una empresa facilita —es decir, abarata— el
establecimiento o la realización de otra. Por lo tanto,
la construcción de una planta eléctrica para
abastecer a una unidad industrial o minera, puede
ahorrar a otra unidad similar el gasto de construir su
propia planta eléctrica, abasteciéndola con energía
más barata de la que podría obtener de cualquier
otra forma. De igual modo, el establecimiento de un
aserradero para las necesidades de una fábrica
puede abaratar la construcción de otra en la misma
región.
Es muy importante distinguir el mejoramiento de
las condiciones para la expansión económica que se
obtiene de esta forma, de lo que podía llamarse el
"efecto acumulativo de la inversión", es decir, el
proceso antes citado por el cual la inversión en una
empresa se hace posible gracias a la expansión del
mercado provocada por la inversión de otras
empresas. Esta distinción debe subrayarse, pues
tiende a ser oscurecida en la mayor parte de los
escritos sobre el desarrollo económico, provocando
así una confusión que conduce a graves errores. Si
bien el efecto acumulativo de la inversión es casi
sinónimo del desarrollo económico y
325
necesariamente implica la aparición de economías
externas, el surgimiento de las instalaciones que
podrían dar lugar a estas economías externas no
trae necesariamente como consecuencia un
aumento de la inversión y del crecimiento
económico general. Planteándolo de otra forma: los
actos sincronizados de la inversión interna que
reflejan una mayor división del trabajo y que
provocan una expansión acumulativa de los
mercados internos, crean como un subproducto las
economías externas, es decir, las condiciones que a
su vez facilitan una mayor división del trabajo y una
mayor inversión. Sin embargo, para que este
mejoramiento de las condiciones de inversión se
traduzca realmente en una mayor inversión, el
desarrollo económico y social tiene que haber
llegado a una etapa en que exista la posibilidad de
efectuar la transición al capitalismo industrial. De
otra forma, estas fuentes virtuales de economías
externas que pueden aparecer en el sistema
económico, sólo robustecerán a las fuerzas que
mantienen a la estructura económica y social en
cualquier molde en que ésta se encuentre, o bien,
quedarán como una mera potencialidad —disponible
pero no utilizada— y se sumarán a las otras fuerzas
productivas que no se ocupan y que contribuyen
muy poco o nada al desarrollo económico del país.
Esto quiere decir que el papel que pueden jugar
las economías externas en el fomento de la
inversión es el mismo que el que puede realizar el
abaratamiento de cualquier factor de costo, por
ejemplo la reducción de la tasa de interés. Al igual
que se ha reconocido como un error el esperar que,
a un nivel dado de ingreso y de demanda efectiva,
una simple reducción de la tasa de interés dé por
resultado un incremento de la inversión, es también
una falacia creer que la simple presencia de fuentes
potenciales de economías externas puede generar
la expansión económica. La similitud va todavía más
lejos. De la misma forma en que la insistencia inicial
326
de la ciencia económica sobre la significación
estratégica de la tasa de interés no fue de ninguna
manera "inocente" —implicando como lo hizo la
conveniencia de laissez faire y de la no intervención
gubernamental en los asuntos económicos—, de
manera similar, el clamor corriente para que se
proporcione a los países subdesarrollados las
instalaciones que originan economías externas
(estaciones eléctricas, caminos, etc.) está lejos de
ser una simple manía teórica en boga. Su
significación se vuelve transparente tan pronto
como se pregunta: ¿a quién proporcionarán
economías externas las instalaciones que van a
construirse? Basta con sólo dar una ojeada a las
declaraciones de los economistas oficiales y de
varias organizaciones dominadas por las grandes
empresas, para ver con claridad que las fuentes de
"economías externas" que deben crearse en Tos paí-
ses subdesarrollados servirán fundamentalmente
para ayudar a las empresas occidentales en su
explotación de los recursos naturales de esos
países. Más aún, el énfasis tan pronunciado sobre lo
indispensable de la ayuda gubernamental para
financiar estos proyectos refleja la tradicional noción
de las empresas sobre lo que constituye la
"cooperación armoniosa" entre las administraciones
nacionales y las corporaciones monopolistas ; las
primeras deben cargar con los costos de instalación
y realizar sus negocios con la menor intervención
financiera que sea posible de las empresas
interesadas, en tanto que estas últimas deben
recoger las ganancias que resultan con la menor
intervención financiera posible de la hacienda
pública.
De ahí que, mientras el señor Nelson Rockefeller y
socios subrayan que, "dada la escasez crítica que se
está desarrollando con rapidez, es de gran
importancia la producción ampliada y acelerada de

327
materias primas en los países subdesarrollados", 266
el profesor Mason señale que "tal desarrollo
difícilmente puede realizarse sin la expansión de
instalaciones auxiliares (ferrocarriles, carreteras,
puertos, energía eléctrica, etc.) que deben
contribuir al desarrollo económico general".267 No
muestran recato alguno respecto a quién debe
pagar las inversiones necesarias, ni sobre lo que
gozará de preferencias al juzgar la urgencia de la
inversión en "instalaciones auxiliares", es decir, si
aquellas que promoverán "una producción ampliada
y acelerada de materias primas en los países
subdesarrollados" o las que "pueden hacer una
contribución a su desarrollo económico general". El
famoso Gray Report responde ambas preguntas con
toda claridad. Después de expresar la vieja
concepción de que "la inversión privada
probablemente elegirá sólo unos cuantos países
para invertir en ellos el grueso de los nuevos fondos
que destinará al desarrollo de las explotaciones de
minerales", sus autores explican que "la inversión
privada es el método más deseable de desarrollo" y
que "el campo de la inversión privada debe
ampliarse lo más que sea posible, ajustando en
consonancia la inversión pública".268

266

"International Development Advisory Board", Partners in


Progress, a Report to the President (Washington, 1951), p.
8.

267

"Raw Materials, Rearmament, and Economic


Development", Quart-erly Journal of Economics (agosto de
1952), p. 336.

268

Report to the Prcsident on Foreign Economics Policios


(Washington, 1950), pp. 52, 61.
328
El meollo del asunto reside en que las
"instalaciones auxiliares" de que se trata son, en su
mayor parte, auxiliares tan sólo de las empresas
extranjeras orientadas a la exportación y que las
economías externas que de ellas se derivan sólo
benefician a la producción adicional de materias
primas para la exportación. Esto obedece, en parte,
al hecho de que las instalaciones que hacen
directamente las empresas extranjeras, o las que se
hacen por orden suya, son naturalmente de un
diseño tal y están localizadas en forma que sirvan a
sus necesidades. La construcción de ferrocarriles
que se realizó bajo el auspicio de las empresas
extranjeras en la India, en África o en América Lati-
na, se hizo de tal forma que facilitaran el
movimiento de las materias primas hacia los
puertos de salida, mientras que el desarrollo de las
instalaciones portuarias ha sido dictado por las
necesidades de los exportadores de materias
primas; lo mismo sucede si pensamos en las plantas
eléctricas —que se localizan en forma que surtan de
energía a las empresas mineras extranjeras— o en
los proyectos de irrigación, diseñados para servir a
las plantaciones extranjeras. En todas ellas el
cuadro es siempre el mismo. Como dice el Dr. H. W.
Singer, "las instalaciones productivas para la
exportación en los países subdesarrollados, que
fueron en tan gran medida el resultado de la
inversión extranjera, nunca se convirtieron en parte
integrante de la estructura interna de la economía
de esos países, salvo en el sentido puramente

329
geográfico y físico".269
Empero, las características físicas de las
instalaciones auxiliares auspiciadas por las
empresas extranjeras, no son la causa fundamental
de su esterilidad para el desarrollo económico de los
países subdesarrollados. Mucho más importante es
la consideración de que, aun cuando su diseño y
localización sean tales que correspondan
plenamente a las exigencias técnicas del desarrollo
económico de los países atrasados, su efecto se-
guirá siendo nulo (o negativo), en tanto sigan siendo
cuerpos extraños a una estructura socioeconómica
en la cual se han injertado artificialmente. Porque no
son los ferrocarriles, las carreteras y las estaciones
eléctricas las que dan origen al capitalismo
industrial, sino que, por el contrario, es el surgi-
miento del capitalismo industrial lo que conduce a la
construcción de ferrocarriles y carreteras y al
establecimiento de estaciones eléctricas. Estas
mismas fuentes de economías externas, de surgir en
un país que atraviesa la fase mercantil del
capitalismo, proporcionarán "economías externas" al
capital mercantil. De ahí que los bancos modernos
establecidos por los ingleses durante la segunda
269

"The Distribution of Gains Between Investing and


Borrowing Countries", American Economic Review (mayo de
1950), p. 475. Es interesante hacer notar que !a misión de
Asistencia Técnica de las Naciones Unidas en Bolivia,
concluye su análisis de la economía minera del país con la
afirmación de que "esta nueva economía comercial
permaneció divorciada en grado extraordinario de la del
resto del país". "Report of the UN Mission of Technical
Assistance to Bolivia" (1951), p. 85. De manera similar, la
Comisión Económica para la América Latina de las Naciones
Unidas, en su publicación Recent Facts and Trenas in the
Vene-zuelan Economy (1951), observa que las operaciones
petroleras en Venezuela pueden considerarse con mayor
propiedad como parte de la economía de donde provienen
las compañías inversionistas, que de la propia Venezuela.
330
mitad del siglo XIX en la India, en Egipto, en Latino
América y en otras partes del mundo
subdesarrollado, no se convirtieran en fuentes de
crédito industrial, sino en bolsas de compensación
en gran escala para el financiamiento mercantil,
pujando sus tasas de interés con las de los usureros
locales. De la misma forma, los puertos y ciudades
que surgieron en muchos países subdesarrollados
en conexión con la brusca expansión de sus
exportaciones, no se conviertieron en centros de
actividad industrial, sino que se desarrollaron como
grandes centros de mercado que dieron el "espacio
vital" necesario para los ricos traficantes y se pobla-
ron de una abigarrada multitud de pequeños
comerciantes, agentes y comisionistas. Tampoco los
ferrocarriles, los caminos troncales ni los canales,
fueron construidos con la finalidad de que las
empresas extranjeras se convirtieran en las arterias
centrales de las actividades productivas;
simplemente sirvieron para acelerar la
desintegración de la economía campesina y
proporcionaron medios adicionales para una
explotación mercantil más intensiva y más cabal del
hinterland rural.
El profesor Frankel está totalmente en lo cierto
cuando dice que "la historia de esas 'inversiones'
en África y en otras partes del mundo proporciona
muchos ejemplos de líneas ferroviarias, caminos,
puertos, obras de irrigación, etc., que fueron
construidos en 'sitios equivocados' y que, en vez de
contribuir a un desarrollo que generase un mayor
ingreso, de hecho inhibieron muchos procesos de
crecimiento económico que, de no haber existido,
pudieron haberse realizado".270 No es posible dar el

270

Some Conceptual Aspects of International Economic


Development of Underdeveloped Territories (Princeton,
1952), p. 14.
331
énfasis adecuado al hecho de que el daño principal
que hicieron estas inversiones, no consiste en que
fuesen dirigidas hacia proyectos "equivocados" y
"mal situados" y que, por ello, disminuyeran los
fondos con que se contaba para los proyectos
"adecuados" en los lugares "apropiados". El impac-
to principal de la empresa extranjera sobre el
desarrollo de los países atrasados, radica en que
fortalece y afirma el dominio del capitalismo
mercantil y en que reduce, y de hecho impide, su
transformación en capitalismo industrial.

VII
Ésta es la "influencia indirecta" verdaderamente
importante que tienen las empresas extranjeras en
la evolución de los países subdesarrollados. Fluye a
través de una multitud de canales, impregna toda
su vida económica, social, política y cultural y
determina de manera decisiva todo su curso. En
primer lugar, propicia el surgimiento de un grupo
de comerciantes que se expande y prospera dentro
de la órbita del capital extranjero. Sea que actúen
como mayoristas (reuniendo, clasificando y
uniformando las mercancías que ellos compran de
los pequeños productores y venden a los
representantes de los consorcios extranjeros), como
abastecedores de productos locales a las empresas
extranjeras, o bien como proveedores dé las
distintas necesidades de las empresas extranjeras y
de su personal, muchos de ellos se las arreglan
para amasar enormes fortunas y para colocarse en
la cima de la clase capitalista de los países
subdesarrollados. Este sector mercantil de la bur-
guesía nativa, que deriva sus ganancias de las
operaciones de las empresas extranjeras, está
vitalmente interesado en su expansión y
prosperidad y utiliza su considerable influencia para
fortificar y perpetuar el statu quo.
En segundo lugar, están los industriales
monopolistas nativos que, en muchos casos, están
332
coludidos y entrelazados con el capital mercantil
interno y con las empresas extranjeras. Este sector
depende totalmente del mantenimiento de la
estructura económica existente y su status
monopolista sería arrasado con el ascenso del
capitalismo industrial. Preocupados en impedir el
surgimiento de competidores en sus mercados, ven
favorablemente la absorción del capital por la esfera
de la circulación y no tienen nada que temer de las
empresas extranjeras que están orientadas hacia la
exportación. Ellos también son acérrimos
defensores del orden establecido.
Los intereses de estos dos grupos corren
totalmente paralelos a los de los terratenientes
feudales, que están firmemente atrincherados en
las sociedades de las regiones atrasadas. De hecho,
éstos no tienen razón alguna para quejarse de las
actividades de las empresas extranjeras en sus
países. Éstas les producen beneficios considerables.
Frecuentemente, le dan salida a la producción de
sus haciendas y en muchos lugares aumentan el
precio de la tierra, ofreciendo, además, oportu-
nidades de empleo muy lucrativas a los miembros
de la clase media rural.
El resultado de todas esas fuerzas es una coalición
política y social de los mercaderes ricos, de los
poderosos monopolistas y de los grandes
terratenientes, que se consagra a la defensa del
orden feudal-mercantil existente. Gobernando sus
dominios, sin importar por qué medios políticos —
como una monarquía, como una dictadura militar
fascista o como una república del tipo Kuomintang
—, esta coalición no tiene nada que esperar del
surgimiento de un capitalismo industrial que los
desalojaría de sus poderosas y privilegiadas
posiciones. Al bloquear todo progreso económico y
social en sus países, este régimen no tiene bases
políticas reales en la ciudad ni en la aldea y vive en
un temor continuo de las hambrientas e inquietas
masas populares, confiando para mantener su esta-
333
bilidad en un cuerpo de guardias pretorianas
formadas por mercenarios relativamente bien
pagados.
En la mayoría de los países subdesarrollados, los
acontecimientos sociales y políticos acaecidos en las
últimas décadas habrían derribado a los regímenes
de esta clase. El que hayan sido capaces de seguir
medrando —y ésta ha sido realmente su única
preocupación— en la mayor parte de la América La-
tina y del Cercano Oriente, en ciertos países "libres"
del sureste de Asia y en otros países igualmente
"libres" de Europa, se debe, de manera fundamental
y quizá exclusiva, a la ayuda y al apoyo que
"libremente" les ha otorgado el capital occidental y
los gobiernos occidentales que lo representan. El
mantenimiento de estos regímenes y la operación
de las empresas extranjeras en los países
subdesarrollados se han hecho mutuamente
interdependientes. La estrangulación económica de
los países coloniales y dependientes por parte de las
potencias imperialistas, es lo que ha ahogado el
desarrollo del capitalismo industrial nativo y, por
ende, ha impedido el derribamiento del orden feudal
mercantil y ha asegurado la supervivencia de los
regímenes mercantiles. La preservación de estos
gobiernos serviles, que impiden el desarrollo
económico y social y suprimen todo movimiento
popular a favor de la liberación social y nacional, es
lo que hace posible, en la actualidad, la explotación
extranjera de los países subdesarrollados y su do-
minación por las potencias imperialistas.
El capital extranjero y los gobiernos por los que
está representado, han cumplido con el papel que
les toca y lo han sabido conservar hasta estos días.
Aunque la opinión oficial en la actualidad admite
que "las potencias coloniales se sumaron al peso de
la prohibición y del desaliento gubernamental a las
fuerzas económicas, impidiendo así la expansión
industrial de las regiones productoras de materias
primas", cree firmemente que "aquellos días... se
334
han ido para siempre".271 Desgraciadamente, no
puede encontrarse una interpretación más falaz de
la historia contemporánea. Sea que observemos la
conducta británica en Kenia, en Malaya o en las
Indias Occidentales, las operaciones francesas en
Indochina y en el África del Norte, las actividades
norteamericanas en Guatemala y las Filipinas, o
bien consideremos las transacciones algo más
"sutiles" de los Estados Unidos en el Cercano
Oriente y en la América Latina y las todavía más
complejas maquinaciones angloamericanas en el
Cercano Oriente, puede decirse que muy poco de la
esencia del imperialismo de "aquellos días" se ha
"ido para siempre".
Es evidente que tanto el imperialismo como su
modus operandi y su ropaje ideológico no son,
actualmente, lo que eran hace cincuenta o cien
años. De la misma forma en que el pillaje descarado
del mundo se transformó en un comercio orga-
nizado con los países subdesarrollados —comercio
que, a través de un mecanismo de relaciones
contractuales "impecables", ha rutinizado y
racionalizado el saqueo—, la racionalidad de un
comercio que funciona sin fricciones se ha
convertido en el sistema moderno de explotación
imperialista, que es todavía más avanzado y mucho
más racional. Al igual que todo fenómeno histórico
en proceso de cambio, la forma contemporánea del
imperialismo contiene y conserva sus modalidades
primitivas, pero las eleva a un nuevo nivel. Su rasgo
característico, en la actualidad, es que ya no
persigue únicamente la obtención rápida de
enormes ganancias de los objetos que domina, ni se
satisface simplemente con asegurar un flujo más o
menos constante de estas ganancias por un período

271

E. S. Mason, "Nationalism and Raw Materials", The Atlantic


(marzo de 1953), p. 62.
335
más o menos largo. Impulsado por empresas
monopolistas bien organizadas e inteligentemente
manejadas, trata de racionalizar el flujo de estos
ingresos para disponer de ellos a perpetuidad. De
esta forma se aclara la tarea principal del
imperialismo en nuestra época, que consiste en
impedir o, si esto es imposible, en retardar y
controlar el desarrollo económico de los países
atrasados.
Como puede verse fácilmente, este desarrollo es
profundamente adverso a los intereses de las
corporaciones productoras de materias primas para
la exportación. En primer lugar, pesa sobre ellas la
amenaza mortal de la nacionalización, que acom-
paña el ascenso al poder de aquellos gobiernos de
los países atrasados que están decididos a
promover el progreso de sus naciones. Pero, aun en
ausencia de tales nacionalizaciones, el desarrollo
económico de los países fuentes sólo acarrea perjui-
cios al capital occidental. Sea cual fuere el aspecto
del desarrollo económico que se considere, éste va
en detrimento de la prosperidad de las
corporaciones productoras de materias primas. 272
Como en condiciones de crecimiento económico las
oportunidades de empleo y de productividad se
propagan a otros sectores de la economía y
aumenta la conciencia de clase y el poder de
contratación de la fuerza de trabajo, los salarios
tienden a elevarse en el sector productor de

272

Quizá el único efecto favorable del crecimiento del ingreso


en los países fuentes —el aumento de su propia demanda
de materias primas— pueda pasarse por alto sin que tenga
mayor efecto. Probablemente, en ninguna parte será muy
grande y, ciertamente, no podrá serlo, a menos que se
llegue a una etapa relativamente avanzada de desarrollo.
De ahí que, aun en el caso de Venezuela, que es el país
cuyo consumo interno absorbe la proporción más alta de su
producción total, esta parte apenas si llega al 4%.
336
materias primas. Aunque en algunas ramas de
producción —fundamentalmente en las plantaciones
— tales aumentos de costos pueden neutralizarse
por la introducción de técnicas mejoradas, esa
mecanización implica gastos de capital que,
obviamente, repugnan a las corporaciones
involucradas. En la minería y en el petróleo, aun
esta solución se dificulta. Por lo general, estas
industrias emplean los mismos métodos de
producción que se utilizan en los países avanzados
y, por lo tanto, las mejoras técnicas que pueden
implantarse son muy pequeñas. Como los precios de
sus productos en los mercados mundiales represen-
tan un dato fijo para las compañías en lo individual
—cuando menos a corto plazo—, el aumento del
costo de la fuerza de trabajo, junto con los otros
beneficios que trae consigo una sindicalización
creciente, así como la elevación de costos de otros
abastecimientos locales, conducen necesariamente
a la reducción de las ganancias. De ahí que, si los
efectos a largo plazo del desarrollo económico
perjudican a las corporaciones exportadoras de
materias primas, las consecuencias inmediatas que
provoca dicho desarrollo son todavía más
perturbadoras. Por regla general, se aumentarán los
impuestos y las regalías que pagan las empresas
extranjeras, pues los gobiernos locales requieren
ingresos para financiar sus proyectos de desarrollo;
se implantarán controles de cambio para impedir el
envío de ganancias al exterior; se impondrán tarifas
arancelarias que harán la importación de equipos
extranjeros más cara o que elevarán los precios de
los bienes de consumo importados. Existen otras
medidas que, al igual que las anteriores, interfieren
de manera inevitable con la libertad de acción de
las empresas extranjeras y absorben parte de las

337
ganancias que de otro modo obtendrían.273
No es sorprendente que, en estas circunstancias,
las grandes empresas occidentales que se dedican
a la explotación de materias primas muevan todas
las palancas con tal de obstaculizar cualquier
evolución de las condiciones políticas y sociales de
los países atrasados que puedan propiciar su
desarrollo económico. Utilizan su gigantesco poder
para apuntalar las administraciones mercenarias de
los países atrasados, para desbaratar y corromper
los movimientos políticos y sociales que se les
oponen y para derribar cualquier gobierno
progresista que pueda llegar al poder y se niegue a
realizar los mandatos de los señores imperialistas.
Allí donde sus imponentes recursos no bastan para
mantener las cosas bajo su control o cuando el
costo de esas operaciones puede trasladarse a los
gobiernos de sus países de origen, o a las agencias
internacionales del tipo del Banco Internacional de
Reconstrucción y Fomento, las potencias
imperialistas toman rápida y eficazmente todas las
medidas diplomáticas, financieras y, de ser
necesario, aun militares, para ayudar a que la
empresa privada en desgracia cumpla su misión.274
VIII
El engranaje de la política y de la opinión en el
Occidente para apoyar a las grandes empresas en
sus esfuerzos por conservar sus posiciones en los
países atrasados y sabotear el desarrollo económico
de éstos, se refleja tanto en las declaraciones
oficiales como en los escritos económicos. Por
ejemplo, el presidente Eisenhower definió los
objetivos de la política exterior norteamericana
273

El párrafo anterior es, en lo fundamental, una


reformulación de lo que afirma el Dr. C. E. Rollins en su
trabajo ya citado, "Mineral Development and Economic
Growth", Social Research (otoño de 1956).
338
como tendiente a "hacer correctamente todo lo que
nuestro gobierno pueda, para alentar el flujo de la
inversión privada al exterior. Esto involucra, como
objetivo serio y explícito de nuestra política exterior,
el crear un clima hospitalario para una inversión de
este tipo en los países extranjeros".275 Este punto de
vista fue repetido por el señor C. B. Randall,
presidente de la Commission of Foreign Economic
Policy, quien insistió en que "un clima nuevo y más
favorable para la inversión norteamericana debe
crearse", alegrándose al mismo tiempo por el hecho
de que, "felizmente, esto ya está reconociéndose, y
países como Turquía, Grecia y Panamá han sido los
primeros en modernizar sus leyes sobre
corporaciones y crear la atmósfera adecuada para
nuestra inversión".276 La posición de las grandes
empresas fue expuesta, con una "des-armadora
brutalidad", por August Maffry, vicepresidente del
Irving Trust Company y uno de los economistas más
274

Desgraciadamente, no nos es posible extendernos sobre


este tema tan extraordinariamente importante. Un estudio
cabal del imperialismo contemporáneo todavía no se hace y
el cuadro total debe armarse con información dispersa.
Además de lo dicho en un capítulo anterior, puede verse la
interesante relación de las actividades imperialistas en el
petróleo en el libro de Harvey O'Connor, The Empire of Oil
(Nueva York, 1955). Una descripción muy documentada del
caso, que quizá es el más importante de toda la
intervención imperialista en el período de postguerra, se
encuentra en el trabajo de N. Keddie, The Impact of the
West on Iranian Social History (tesis inédita de la
Universidad de California. Berkeley, 1955). Para una
información útil sobre la intervención de los Estados Unidos
en la América Latina, puede consultarse el libro de O. E.
Smith, Jr., Yankee Diplomacy (Dallas, 1953). Éstas son unas
cuantas de las obras que pueden citarse al respecto.

275

State of the Union Message, 1953.


339
influyentes de Wall Street. En un informe especial
preparado para el Departamento de Estado de los
Estados Unidos, pide una "diplomacia total" al
servicio del impulso de inversión norteamericano en
el exterior. "El mejoramiento en el clima de inver-
sión en países amigos mediante medidas más
directas, debe ser objeto de un esfuerzo diplomático
total y sostenido de los Estados Unidos... Todas las
oficinas del gobierno de los Estados Unidos que
están relacionadas con el desarrollo económico del
exterior, deben ejercer una vigilancia constante
sobre las acciones discriminatorias o similares que
se realicen por parte de gobiernos extranjeros y
afecten adversamente los intereses de los
inversionistas norteamericanos. Al mismo tiempo,
deben utilizarse todas las presiones diplomáticas
posibles para impedir o remediar tales acciones."
Sin preocuparse mucho de los métodos, sugiere más
adelante: "Hay otra forma —y que tiene amplias
perspectivas— mediante la cual el gobierno de los
Estados Unidos puede ayudar a crear mejores
condiciones para la inversión en los países
extranjeros. Ésta es apoyar y sostener, por todos los
medios a su disposición, el esfuerzo de los
inversionistas privados para obtener concesiones de
los países extranjeros respecto a las inversiones
específicas que pretendan realizar... Una vez que, en
un caso particular, estas concesiones se hayan
logrado por los esfuerzos combinados de los
particulares y del gobierno, el camino está abierto
para generalizarlas en beneficio de todos los otros

276

A Foreign Economic Policy for the United States (Chicago,


1954), cap. II. Merece citarse la lista de países que se
incluyen en esta curiosa alabanza. Podría, además,
extenderse hasta incluir la España de Franco, la Corea de
Syngman-Rhee, la Formosa de Chiang Kai-Shek, la Guate-
mala de Castillo Armas y algunas otras partes del "mundo
libre" igualmente "favorables" al desarrollo.
340
inversionistas privados."277
Dado "que la inversión norteamericana en el
exterior está concentrada en gran medida en
inversiones mineras, y sobre todo en el campo
petrolero", y puesto que, "en lo sustancial, quizá sea
cierto que de no existir circunstancias muy especia-
les, ningún capital privado norteamericano se
aventurará actualmente hacia el exterior, a menos
que las perspectivas sean tan buenas que las
utilidades amorticen la inversión en un plazo de más
o menos cinco años",278 puede verse con facilidad
qué tipo de gobierno se necesita en los países
subdesarrollados para asegurar la hospitalidad
necesaria a tales inversiones. Tampoco es más difícil
percibir qué tipo de régimen y qué clase de fuerzas
sociales y políticas deben alentarse en los países
subdesarrollados por esa "diplomacia total" y por la
aplicación de "medidas más directas" en el caso de
que se cree la "atmósfera propicia" para la inversión
extranjera en las regiones del mundo
subdesarrollado ricas en materias primas.

277

Program for Increasing Prívate Investment in Foreign


Countries (en mimeógrafo, Nueva York, 1952), pp. 10-12.

278

Jacob Viner, "America's Aims and the Progress of


Underdeveloped Countries", in the Progress of
Underdeveloped Áreas (ed. B. F. Hoselitz) (Chicago;, 1952),
p. 184.
341
CAPÍTULO VII

HACIA UNA MORFOLOGÍA DEL ATRASO (II)

I
Trataremos ahora de completar nuestro rápido
examen del modo de utilización del excedente
económico de los países sub-desarrollados y, al
mismo tiempo, analizaremos el último de los
argumentos que se citaron anteriormente en favor
de las empresas extranjeras. Para ello, debemos
investigar brevemente qué uso se hace de la parte
del excedente económico que se adjudica al cuarto
de sus demandantes, además de la agricultura, es
decir, al Estado. Las magnitudes que ésta asume,
varían obviamente, de país a país. En algunos de
ellos es muy pequeño, como por ejemplo en la
mayoría de los de América Latina o en las Filipinas;
en otros es muy grande, como en el caso de
Venezuela y de ciertas regiones petroleras del
Cercano Oriente. Las variaciones no son menos
pronunciadas con respecto a lo que hemos llamado
el locus económico de los ingresos del gobierno, así
como a los métodos (estrechamente ligados a éste)
mediante los cuales se recauda. En varios países los
ingresos del gobierno constituyen transferencias
fácilmente identificables del excedente económico
(también son típicas en este aspecto las regiones
productoras de petróleo). En los otros representan
adiciones al excedente económico, a causa de la
restricción que provocan en la parte de la produc-
ción total que está disponible para el consumo
masivo. En el primer caso, surgen sobre todo de los
impuestos, de los aranceles a la exportación y de las
regalías que pagan principalmente las empresas
extranjeras. En el último, sus fuentes son diversas,
sobre todo las cargas impositivas indirectas que se
le imponen a la población a través de impuestos a la
importación y gravámenes sobre los bienes de
consumo masivo, o bien mediante emisiones
342
inflacionarias de moneda.279
Aunque también existen grandes diferencias en la
forma en que los gobiernos en lo individual gastan
sus ingresos, la diversidad a este respecto es mucho
menor. De hecho, estos países pueden agruparse
fácilmente en tres grandes grupos. El primero está
formado por los vastos territorios coloniales que
están administrados directamente por las potencias
imperialistas (casi toda el África, algunas partes de
Asia y unas cuantas regiones, relativamente
pequeñas, de América). El segundo grupo lo
constituye la enorme mayoría de los países
atrasados que están gobernados por regímenes de
un marcado carácter mercenario, y el tercero lo
integran unos cuantos países sub-desarrollados que
tienen gobiernos con una orientación que podría
calificarse de "New Deal"; entre ellos están los de la
India, de Indonesia y de Birmania.280
Por lo que se refiere al primer grupo, desde que
terminó la guerra se ha realizado una gran campaña
publicitaria para mostrar que la actual
administración de las colonias por las potencias
imperialistas es radicalmente distinta en su espíritu,
sus objetivos y sus resultados, de lo que era en un

279

En aquellos países —relativamente poco numerosos— en


que los aranceles elevados y los impuestos sobre ventas
afectan a los artículos de lujo, los ingresos fiscales que por
ellos se obtienen pueden considerarse más como una
transferencia que como un incremento del excedente
económico.

280

En la América Latina hubo, en el pasado, unos cuantos


países que pertenecían a este grupo; en particular, México
bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas, así como Guatemala y
Chile. Pero estas "situaciones especiales" se han "ajustado"
de entonces acá y estos países han sido llevados
nuevamente a nuestro segundo grupo.
343
pasado que se pretende haber liquidado. De hecho,
así como el presidente Truman prometió, al anunciar
el famoso Punto Cuarto de su Discurso Inaugural de
1949, "proporcionar la fuerza vivificadora que
impulse a los pueblos del mundo a la acción
triunfante, no sólo en contra de sus opresores
humanos, sino también de sus antiguos enemigos —
el hambre, la miseria y la desesperación—", los
gobiernos de la Gran Bretaña, Francia, Bélgica y
Portugal, iniciaron una campaña de publicidad
anunciando planes de desarrollo colonial de diez
años, con el propósito declarado de mejorar la salud
y el bienestar de los pueblos que habitan los
territorios que están bajo su control.
Pero la estrategia que siguieron tanto los Estados
Unidos en su programa de actividades del Punto IV,
como las potencias de Europa Occidental en sus
esfuerzos para realizar sus planes de desarrollo
colonial, estuvo inspirada por un espíritu muy
similar. En el programa del Punto IV "debe darse...
un énfasis particular... al estímulo de un amplio flujo
de la inversión privada".281 En forma similar, los
gobiernos de Europa Occidental afirmaban que "no
se ha escatimado ningún esfuerzo, y tampoco se
escatimará en el futuro, para alentar el flujo del
capital privado. Cabe esperar que los inversionistas
privados se den cuenta plenamente de las ventajas
que puede ofrecer la inversión en estos
territorios".282 En realidad, parecería que la

281

United States Department of State, Point Fonr, Cooperative


Program for Aid in the Development of the Economically
Underdeveloped Áreas (Washington, 1949), p. 4.

282

Organization for European Economic Cooperation,


Investments in Overseas Territories in África South of the
Sahara (París, 1951), p. 79.
344
elevación al máximo de esas ventajas era el
objetivo fundamental de los arquitectos del Punto IV
y de los planificadores de Europa Occidental. Los
planes de la "acción triunfante" en las colonias, que
aparentemente seguían interesándose —para usar
la famosa expresión de Cecil Rhodes— "en la tierra
y no en los negros", pusieron el acento principal en
el desarrollo de las materias primas. De esto se
trata en el programa del Punto IV, como lo declara
abiertamente el organismo encargado de su
ejecución: "La localización, el desarrollo y la
utilización económica de los recursos energéticos y
minerales, es un aspecto fundamental del programa
de cooperación técnica para el desarrollo económico
de los países atrasados" y puede presumirse que
esto se debe a que "muchos de los recursos
minerales que están por desarrollar en las regiones
que participan en este esfuerzo de cooperación,
tienen una enorme importancia para las naciones
altamente desarrolladas del mundo, incluyendo a
los Estados Unidos".283 Los benefactores de las
colonias de Europa Occidental pretenden lo mismo,
como lo comprueba la "Organización para la
Cooperación Económica Europea": "Dentro del
presente programa de desarrollo, los territorios
pueden dar una colaboración importante para la
defensa del mundo libre al cual pertenecen [¡sic!],
particularmente a través del incremento de su
producción de materias primas."284
Pero la rentabilidad que exige la explotación
privada de las materias primas se basa en la
existencia de diversas "instalaciones auxiliares"
como los ferrocarriles, los caminos troncales, los
283

U. S. Department of State, op. cit., p. 20.

284

Organization for European Economic Co-operation, loc. cit.


345
puertos, las estaciones eléctricas, etc. Sin embargo,
su construcción casi nunca ha atraído al capital
privado.285 Como sabemos, la "libre empresa" nunca
le ha regateado al tesoro público esa parte del
trabajo y, en concordancia con ello, más de las tres
cuartas partes de todos los gastos proyectados en
los territorios franceses, están destinados a la
creación de estas fuentes de "economías externas"
para las empresas productoras de materias primas.
Dentro del gasto total planeado por los belgas,
corresponden a este tipo de obras
aproximadamente las dos terceras partes, y, en el
caso de la Gran Bretaña, su proporción es casi de la
mitad.286
Claro está que el resto deberá gastarse en los
285

Esto obedece a las bajas utilidades que tienen las


inversiones en servicios públicos en los países
subdesarrollados, comparadas con las que ofrecen las que
se realizan en empresas productoras de materias primas.
En el período 1945-1948, la utilidad promedio anual de las
inversiones norteamericanas en las regiones
subdesarrolladas —en relación con su valor en libros— fue
de 3.2 % en los servicios públicos, en tanto que, para las
empresas de todo tipo (incluyendo los servicios públicos),
éstas ascendieron al 13.4 % y en las ¡Aversiones petroleras
alcanzaron el 26.7 %. H. J. Dernburg, "Prospects for Long-
Term Foreign Investment", Harvard Business Review (julio
de 1950), p. 44. La causa de estos rendimientos tan bajos
en las empresas de servicios públicos de los países
subdesarrollados no debe buscarse muy lejos.
Fundamentalmente, se debe a los altos costos promedio por
unidad producida que se derivan de la incapacidad de
utilizar plenamente las economías de la producción en gran
escala que, a su vez, está ocasionada por la carencia de
una inversión simultánea suficiente en las empresas que
deberían ser las usuarias de estos servicios.

286

Cf. United Nations, Review of Economic Conditions in África


(1951), pp. m ss.
346
llamados "servicios sociales", es decir, en mejorar la
alimentación, en atención médica, en educación,
etc. Pero aun estos gastos están gobernados,
esencialmente, por consideraciones que afectan a
los "esclarecidos intereses" del capital occidental y
se orientan a proporcionar a las empresas
productoras de materias primas mayores fuentes
humanas de economías externas. Lo que dice a este
respecto el profesor De Castro merece citarse con
cierta amplitud.
Cuando el colonizador europeo le ofrece al negro una
mayor cantidad de alimentos de la que puede obtener en
su aldea nativa, simplemente está tratando de atraer
trabajadores y de proporcionarles una cantidad de energía
que confía recuperar en la forma de trabajo productivo. Lo
que en realidad le está otorgando no es una mejor
alimentación, sino tan sólo un combustible abundante. Lo
que actualmente está pasando en África, es lo mismo que
ocurrió en los trópicos americanos respecto a la ali-
mentación de los esclavos negros. Los dueños de los
esclavos, ansiosos de obtener la mayor producción que
fuese posible, siempre se preocuparon de
proporcionarles... una dieta que los mantuviese,
aparentemente, en buenas condiciones y que los ca-
pacitase a realizar el duro trabajo agrícola que se les
exigía. Esta política de los dueños de las plantaciones del
Brasil y de las Antillas... condujo a la errónea conclusión
de que los esclavos negros eran uno de los grupos mejor
alimentados de la población colonial. Esto nunca fue
cierto. La dieta de los esclavos era abundante, pero
siempre era de mala calidad. La llamada política de la
barriga llena empeoró grandemente la situación alimen-
ticia de los negros del África Ecuatorial...; el negro
comenzó a mostrar síntomas más frecuentes de
deficiencia alimenticia... una vez que hubo iniciado sus
trabajos a las órdenes de los colonizadores. .. La situación
alimenticia es especialmente precaria en los distritos
mineros, donde prácticamente se desconocen los
alimentos frescos.287

287

The Geography of Hunger (Boston, 1952), p.223.


347
No cabe duda de que, en la actualidad, es la
misma política de barriga llena la que guía los
gastos en servicios sociales de las administraciones
coloniales de las potencias imperialistas. El
secretario de Estado para las colonias de la Gran
Bretaña declaró, el 27 de mayo de 1949 en la
Cámara de los Comunes, que "una gran parte de los
gastos que se agrupan bajo el rubro de 'servicios
sociales' se consideran como un 'gasto económico'
para promover una mayor eficacia del obrero e
impedir un desperdicio muy considerable".288 Son
estos mismos motivos los que inspiran a los
benefactores norteamericanos de los pueblos
coloniales, como puede verse en el siguiente pasaje
del informe antes citado de los señores Nelson
Rockefeller y socios: "el absentismo en el ferrocarril
Victoria-Minas se extirpó dramáticamente mediante
un control efectivo del paludismo. Esto ha hecho
que sea posible reducir las brigadas de
mantenimiento en una tercera parte y, a su vez, ha
reducido el costo de extracción y de transporte del
mineral de hierro y de la mica del Valle del Río
Doce".289
No hace falta una mayor elaboración para darse
cuenta de que este "renovado impulso para
encontrar materias primas baratas, nuevos
yacimientos de minerales y abastecimientos frescos
de alimentos para la exportación, en aquellos países
que se encuentran desesperadamente
subalimentados",290 representa una omisión
288

United Nations, loc. cit.

289

International Development Advisory Board, Partners in


Progress, A Report to the President (Washington, 1951), p.
54.

290

348
flagrante de las necesidades del desarrollo de las
regiones atrasadas. Esto es evidente tanto a la luz
de toda la experiencia histórica, como a través de
todas las consideraciones teóricas relativas al
desarrollo económico y social de los países
atrasados basado en la explotación extranjera de las
materias primas. Esto se expresa con admirable
precisión en el informe de las Naciones Unidas a que
nos referimos anteriormente: "La inversión en el
sector desarrollado de la economía se concentra en
la producción de bienes primarios destinados a la
exportación... Prácticamente, todo el capital con el
que se ha desarrollado esta producción ha tenido
que ser importado de fuera de África y, con
excepción de la Unión de Sudáfrica y de algunas
regiones del África del Norte, esta inversión ha
tenido un efecto relativamente pequeño en la
generación de ingresos e inversiones secundarias.
Los ingresos brutos que se obtienen de la
exportación se transfieren al exterior en la forma de
intereses y dividendos sobre el capital invertido."291

II
La situación no presenta un mejor aspecto si
observamos al segundo grupo de países
subdesarrollados, es decir, aquellos que ya no son
simples colonias de las potencias capitalistas, pero
que se encuentran dirigidos por ellas a través de
administraciones mercenarias locales. Los más
importantes de ellos son las regiones productoras
de petróleo en el Medio Oriente y en la América

Basil Davidson, Report on Southern África (Londres, 1952),


p. 271.

291

Review of Economic Conditions in África. (1951), p. 17.


349
Latina, así como varios países latinoamericanos que
producen minerales valiosos y alimentos. En el
presente contexto, la diferencia que nos interesa
entre los dos grupos, es que la explotación de las
materias primas en el primero de ellos —los
territorios coloniales— aún no ha alcanzado una
etapa muy avanzada, en tanto que la producción de
éstas en el segundo grupo de países ha logrado ya
un volumen impresionante. Es evidente que esta
diferencia tiene un origen reciente y aun donde ha
existido por un período más largo, no ha afectado
gran cosa la situación de sus respectivos países. La
producción de petróleo —salvo en el Irán— sólo
asumió grandes proporciones en el período de
entreguerra y no fue sino al final de la segunda
Guerra Mundial cuando los gobiernos de los países
fuentes pudieron obtener cantidades importantes de
dinero de las explotaciones petroleras.292
Sin embargo, a partir de esta fecha, las
administraciones de casi todos los países
productores de petróleo han logrado asegurar
arreglos contractuales más ventajosos para ellos,
con las compañías que explotan sus recursos
petroleros.293 Aunque las remisiones reales que
hacen dichas corporaciones extranjeras no
corresponden necesariamente a la proporción de
sus ingresos que deben pagar a los gobiernos
regionales de acuerdo con lo que establecen las
292

Para una sinopsis gráfica de la historia de las concesiones


petroleras del Medio Oriente, véase el trabajo de las
Naciones Unidas, Review of Economic Conditions in the
Middte East (1951), pp. 58 y 59; una buena relación concisa
de la historia inicial de los acuerdos sobre regalías entre los
diversos gobiernos locales y las compañías petroleras, se
encontrará en el libro de R. F. Mikesell y H. B. Chenery,
Afabian Oil (Chapel Hill, Carolina del Norte, 1949), capítulo
IV. Esta relación se ha actualizado en el artículo "Oil and
Social Change in the Middle East", publicado en The
Economist (2 de julio de 1955).
350
concesiones,294 las cantidades que obtienen
corrientemente las autoridades nacionales de las
zonas productoras de petróleo, si bien difieren de
país a país, son por lo general muy elevadas. De
hecho, son portentosas, sea que se juzguen en
conjunto o bien en términos de ingreso per cápita
de la población.
En el Medio Oriente, seis regiones —el término
"país" no sería una designación apropiada para
algunas de ellas—, habitadas por 30 millones de
personas contienen el 64 % de los recursos
petroleros conocidos y representan
aproximadamente el 20 % de la producción mundial
de petróleo. Según el orden de importancia de su
producción, en 1954 éstas eran Kuwait, Arabia
Saudita, Irak, Qatar, Irán y Bahrein. Durante los nue-
ve años siguientes a la segunda Guerra Mundial, los
gobiernos de estas seis regiones recibieron, por
concepto de pagos directos de las compañías
petroleras extranjeras, el equivalente de 3 mil

293

En parte, esto se debió a la gran expansión de la demanda


de petróleo durante la guerra y después de ella, así como a
la intensificación de la rivalidad entre las compañías que se
produjo como consecuencia de ello, particularmente entre
las domiciliadas en los Estados Unidos y en la Gran Bretaña.
Por otra parte, también obedeció a la creciente presión
popular en los países subdesarrollados, que amenazaba la
estabilidad política de los gobiernos locales y limitaba el
grado de su servilismo a los intereses extranjeros.

294

"Puesto que la mayoría de las compañías concesionarias


están controladas o integradas con las compañías
distribuidoras, los montos de sus ganancias que deben
atribuirse a las operaciones realizadas dentro del país
concesionario, pueden manipularse de tal forma que
reduzcan dichos pagos al mínimo." Mikesell y Chenery, op.
cit., p. 39.
351
millones de dólares.295
La transferencia de tal cantidad de dinero en un
lapso tan corto, a los gobiernos de los países
fuentes, podría ser considerada como una
trascendental contribución "indirecta" de las
empresas extranjeras. Una contribución tan grande,
que de hecho opacaría completamente a cualquier
otra consideración que pudiera llevarnos a un cierto
escepticismo con respecto a la naturaleza favorable
de su impacto en el desarrollo económico de los
países atrasados. Pero, por desgracia, difícilmente
puede encontrarse una afirmación menos fundada
en los hechos observables. Su validez depende
enteramente del uso que las administraciones
locales hayan hecho del dinero que recibieron y del
papel que estos pagos jugaron para hacer avanzar a
los pueblos de estos países en el camino del
progreso económico y social. Como decía Al Smith,
"¡veamos qué ha sucedido!"
"En el Golfo Pérsico —escribe The Economist—
...los Estados y califatos todavía se gobiernan con
bases feudales, haciéndose pocas distinciones entre
el ingreso nacional y los fondos para los gastos del
gobernante." Considerando a cada uno de estos
"Estados y califatos", empezaremos con Kuwait.
Este reino, habitado por menos de 200 000
personas, obtuvo en un solo año (1954) casi 220
millones de dólares de la Kuwait Oil Company, que
es propiedad de ingleses y norteamericanos. No
existe información precisa acerca del modo en que
se han utilizado estos fabulosos ingresos. Sin

295

Para los años de 1946 a 1949, la estimación se ha hecho


con base en los datos que se encuentran en el Balance of
Payments Yearbook (Washington, 1949) y en el Balance of
Payments Yearbook, vol. V (Washington, 1954) del Fondo
Monetario Internacional. Las estimaciones para los años
1950-1954 se dan en el artículo antes citado del The
Economist.
352
embargo, por lo que se conoce, no queda ninguna
duda de que, ni siquiera en parte, se usaron para
aumentar la productividad y el nivel de vida de la
población de Kuwait. Ésta es, de hecho, una de las
más pobres del mundo —se estima su ingreso anual
en cerca de 50 dólares per cápita— y más del 90 %
de ella está padeciendo hambre y tuberculosis
crónicas. Al mismo tiempo, de la cantidad total de
dinero que la Kuwait Oil Company entrega al jeque,
una tercera parte se va a su fondo para gastos
personales, otro tercio se invierte por lo general en
valores extranjeros y el resto se dedica a los
servicios públicos. Éstos han consistido,
fundamentalmente, en la modernización de la ciu-
dad y del puerto, en la construcción de una planta
purificadora de agua (para no tener que importar
agua salobre del Shatt-al-Arab de Irak), y en la
edificación de un nuevo palacio "de fábula".296 Todas
éstas son obras más favorables a la felicidad de la
familia del jeque y del personal extranjero de la
Kuwait Oil Company que al bienestar de los árabes
de Kuwait.
Aunque los ingresos que el rey de la Arabia
Saudita deriva del petróleo, si se dividen entre sus
seis millones de súbditos, son muy inferiores a la
bonanza que logró el jeque de Kuwait, cuando se
comparan las cifras absolutas, se tiene que los in-
gresos del primero, tanto en la actualidad como en
todo el período de la postguerra, son mucho más
altos que los del gobernante de Kuwait. Por ejemplo,
durante 1954, los del rey de la Arabia Saudita
ascendieron a 260 millones de dólares. Lo que se ha
hecho con este dinero es casi un misterio. "El único
intento que se ha realizado en los últimos años
(1947) para manejar la administración sobre la base

296

Harvey O'Connor, The Empire of Oil (Nueva York, 1955),


capítulo 28.
353
de un presupuesto publicado —al que se le dio gran
publicidad—, fue un fracaso tan estrepitoso que no
se ha vuelto a efectuar ningún otro experimento de
este tipo para lograr la confianza del pueblo hacia el
gobierno."297 Esta reticencia para revelar algo
acerca del uso que se ha hecho del "creciente flujo
de oro [que se vierte] en los cofres del gobierno",
obedece a muy buenas razones. Ya durante la
guerra, cuando con base en los programas de
Préstamos y Arrendamientos anglonorteamericanos
se pagaron fuertes cantidades a Ibn Saud, "la
respuesta árabe fue una mayor orgía de
extravagancia y mala administración, acompañada
del crecimiento de la corrupción en una escala aun
más grande y en los niveles más elevados":
El petróleo hizo posible que Arabia, con sus propios
recursos, diese rienda suelta a todo tipo de
extravagancias. Lo hizo en una escala que puede
calificarse literalmente de principesca: comenzó con el
envío de una docena de príncipes al Nuevo Mundo para
inaugurar la nueva era de las Naciones Unidas y para
saquear a los Estados Unidos de automóviles y de otros
artículos que ayudan a gozar de la vida. Luego siguieron
otras expediciones, una encabezada por el príncipe
heredero, y otra por el propio Abdula Soliman. Cada una
de ellas volvió a Arabia con valiosos recuerdos de su
invasión al país más rico del mundo; entre las maravillas
que encontraron, un miembro de una de esas expedi-
ciones escogió, como la más asombrosa de todas ellas, un
night club submarino con paredes de vidrio, a través de
las cuales los peces que los rodeaban podían observar el
baile. Con los automóviles norteamericanos y los otros
productos industriales —que incluían cámaras y

297

H. St. J. B. Philby, Arabian Jubilee (Londres, 1952), p. 228.


Vale la pena hacer notar que el autor de este informativo
libro no puede ser acusado de tener algún prejuicio en
contra del régimen de la Arabia Saudita. En realidad, el libro
fue dedicado a Ibn Saud y su lema es: "Alabadlo por sus
poderosos actos, alabadlo de acuerdo a su excelsa gran-
deza."
354
proyectores cinematográficos, aparatos de aire
acondicionado y arreos deportivos— vinieron muchas
baratijas y aun un gusto por los alimentos
norteamericanos. Fui invitado a comidas al fresco en los
jardines del príncipe heredero en Riyad, en las que cada
plato del menú había sido traído de los Estados Unidos en
aviones refrigeradores.298
The Economist juzga la situación en forma sucinta:
"los egresos efectivos [de la Arabia Saudita]... han
excedido en gran medida y de manera persistente a
los ingresos durante los últimos años, a pesar del
crecimiento astronómico de estos últimos. A juzgar
por las apariencias, una causa de este déficit se
encuentra en que una gran parte de estos ingresos
se utiliza para proporcionar una vida regalada y
realizar inversiones privadas en bienes raíces
palaciegos en el extranjero, a los príncipes,
ministros, rivales políticos y otras conexiones del
palacio".299 Lo que queda se emplea en el
mantenimiento de un amplio aparato militar —que
absorbe casi un 35 % del gasto total— y de una
extensa sección eclesiástica. Según varios
autorizados observadores, el primero constituye el
principal instrumento físico para el mantenimiento
298

Ibid., pp. 227, 231. El Abdula Solimán a que se refiere el


pasaje arriba citado, es el Ministro de Finanzas de la Arabia
Saudita y el encargado del presupuesto, el que, "con la
única excepción del intocable fondo real y de las repentinas
incursiones que se hacen de esa misma dirección sobre los
recursos del Estado, se administra a plena discreción del
Departamento de Finanzas, quien puede retener los fondos
señalados en el presupuesto para cualquier otro
departamento y que normalmente demora el pago de los
funcionarios de más baja graduación por períodos que
oscilan entre ocho meses —en el peor de los casos— y
cuatro meses (en el mejor de ellos)", p. 228.

299

"Oil and Change in the Middle East" (2 de julio de 1955).


355
del régimen, en tanto que la última representa el
pilar ideológico, que es igualmente necesario.300
La necesidad urgente de ambos puede verse
fácilmente. El ingreso per cápita de la población es
similar al de Kuwait. A pesar de que el paludismo, la
tuberculosis y las enfermedades venéreas están
presentes en todas partes y de que el grueso de la
población es analfabeta, el presupuesto de 1953-
1954 dedicó sólo un 5.3 % del gasto total a la
educación, la salubridad y los servicios sociales.301
En tanto que el 80 % de la población vive de dátiles
—que en gran parte se importan—, un funcionario
de la Comisión Agrícola de los Estados Unidos que
visitó la Arabia Saudita en la década de 1940,
manifestó la creencia de que la superficie cultivable
"podría aumentarse cuando menos diez veces con
el solo uso de las aguas subterráneas".302 Resulta
evidente que la potencialidad de una expansión
industrial en estas regiones es fabulosa.
Las condiciones prevalecientes en los otros países
petroleros del Medio Oriente son tan similares a las
de la Arabia Saudita y de Kuwait, que casi se puede

300

Henry A. Atkinson y socios, Security and the Middle East,


The Problem and Its Solution, Proposals Submitted to the
President of the United States (Nueva York, 1954), p. 81. El
Sr. Philby relata que Ibn Saud, cuya perspicacia política
admira, sostenía que "los comisionados eclesiásticos
beneficiaban más al país que todos los otros departamentos
juntos, al velar por el bienestar espiritual del pueblo".

301

Security and the Middle East, p. 82. Es obvio que no se


puede tener la certeza de que esta adjudicación se haya
gastado realmente para el pronósito fijado.

302

Ibid., p. 83.
356
sustituir el nombre de un país por el de otro. En Irak,
poblado por cinco millones de habitantes, el
gobierno recaudó de las compañías petroleras más
de 191 millones de dólares en 1954. Aunque
aparentemente, el ingreso anual per cápita de los
iraqueses es superior al de la mayoría de los otros
árabes (aproximadamente es de 90 dólares),
únicamente se utiliza el 20 % de las tierras
potencialmente cultivables y sólo una porción
insignificante de ellas se encuentra bajo riego. La
salud de la población es abominable; casi el 90 % es
analfabeta, y el desempleo se encuentra muy exten-
dido. Los ingresos que se obtienen del petróleo se
hunden en el barril sin fondo de una administración
corrupta, que se halla bajo el control de
terratenientes absentistas, los cuales "al... manejar
sus propias regalías petroleras a través del pre-
supuesto... han podido reducir los impuestos a la
clase capitalista, al mismo tiempo que amplían su
aparato administrativo. Esto ha favorecido al
gobierno, pero ha empeorado los niveles de vida de
la población".303
Aunque "tanto el Irak como el Irán tienen una gran
variedad de recursos naturales alternos"304 y, por
consiguiente, tienen grandes posibilidades para
desarrollarse económicamente, el segundo de ellos
no está más adelantado que el primero. Si bien los
ingresos que el Irán obtiene del petróleo son mucho
menores que los del Irak, el tiempo durante el cual
los ha recibido es mucho mayor. Sin embargo, el
destino que se les ha dado es el mismo que en
todos los otros países petroleros, es decir, se han

303

Ibid., p. 72.

304

The Economist, loc. cit.


357
hundido en la cloaca de la corrupción, de las
extravagancias y del despilfarro.
Por lo tanto, lo que el señor Philby afirmó sobre la
Arabia Saudita, en el sentido de que "basta con la
simple moderación y con una administración
juiciosa para que el país se encuentre libre de
deseos insatisfechos y se coloque en un alto nivel
de prosperidad permanente",305 puede hacerse
extensivo a todos los países productores de petróleo
del Medio Oriente. En realidad, basta un cálculo muy
simple para tener una noción aproximada de las
oportunidades que se han desaprovechado. Su-
pongamos que los tres mil millones de dólares que
obtuvieron los seis países productores de petróleo
en el curso de los nueve años que siguieron al fin de
la guerra (hasta 1954), se hubiesen usado para
realizar inversiones productivas. Supongamos tam-
bién que la relación entre la cantidad de plantas y
equipo y la producción lograda con su ayuda, fuese,
como quiera que se mida, de 3:1 para el Medio
Oriente, es decir, similar a la que tienen los Estados
Unidos.306 En estas circunstancias, el ingreso
305

Op.cit., p.231.

306

Esta suposición no está tan traída de los cabellos como


podría pensarse a primera vista. Si bien es cierto que, en
las primeras fases de la industrialización, esta relación
puede aumentar a causa de lo inadecuado de la mano de
obra y del mayor desgaste de la maquinaria que de ello
resulta, no lo es menos el que, en los países
subdesarrollados, existen fuerzas que tienden a reducir esta
relación con respecto a la de los países avanzados. Esto se
debe a que, en primer lugar, los países subdesarrollados
cuentan con la ventaja de poder introducir directamente los
equipos productivos más modernos, sin tener el lastre de
una gran parte de las instalaciones anticuadas; en segundo
lugar, en condiciones de una industrialización
racionalmente planeada, pueden utilizarse plenamente los
358
corriente de los 30 millones de habitantes de la
zona petrolera del Medio Oriente hubiese sido (¡sin
considerar los nuevos ingresos obtenidos del
petróleo!) superior al actual en mil millones de
dólares al año, es decir, casi en un 50 %. Aun más,
si los ingresos anuales del petróleo se hubieran
invertido en forma productiva a medida que se
obtenían, el incremento total del ingreso durante el
período de nueve años hubiese alcanzado casi tres
mil millones de dólares. En esto no se toma en
cuenta el efecto acrecentador de la inversión, es
decir, el incremento total del ingreso que se
produciría como resultado de las inversiones que se
habrían visto estimuladas por la propia inversión de
las rentas del petróleo. Tampoco se ha incluido
ninguna suposición "subversiva" acerca de lo que
hubiera sucedido si los recursos petroleros de esos
países fuesen explotados en su propio beneficio en
vez de favorecer a las compañías petroleras de
Occidente.
En Venezuela —que es el escaparate oficial para la
exhibición de los beneficios que obtiene un país
subdesarrollado con la explotación extranjera de sus
materias primas 307—, la comparación entre lo que
pudo haberse logrado y lo que realmente se ha
alcanzado con ayuda de los ingresos que recibe el
gobierno del petróleo, es tan reveladora como en el

bienes de capital de que disponen, a diferencia de lo que


acontece en el capitalismo monopolista, donde se presenta
continuamente un exceso de capacidad. Para un estudio
interesante, aunque incompleto, sobre este problema, cf. el
artículo de V. V. Bhatt, "Capital-Output Ratios of Certain
Industries: A Comparative Study of Certain Countries",
Review of Economics and Statistics (agosto de 1954), pp.
309 ss.

307

Véase, por ejemplo, "The President's Raw Materials Policy


Com-mission", Resources for Freedom ("Paley Report")
(Washington, 1952), vol. I, p. 61.
359
Medio Oriente. Los ingresos totales que obtiene el
gobierno de Venezuela de las compañías petroleras
ya eran superiores, en 1954, a 500 millones de
dólares anuales y sobrepasan, con mucho, a los que
recibe cualquier otro país petrolero del mundo. Con
una población de 5 millones de habitantes, sus
ingresos per cápita sólo son inferiores a los de
Kuwait, Qatar y Bahrein. Claro está que una parte de
esos fabulosos ingresos ha sido utilizada por el
gobierno para promover el desarrollo económico,
pero, tal como dice The Economist, "la política de
sembrar petróleo ha sido dolorosamente lenta en
fructificar... Hablando en términos generales, sólo se
han utilizado marginalmente los recursos
económicos de la nación".308
Es importante comprender las causas de ambos
fenómenos, es decir, tanto de la obtención de
cuando menos un cierto avance en la posición
económica del país mediante los ingresos del
petróleo, cuanto de la desesperante lentitud del
adelanto. Por lo que respecta al primero, el factor
más importante que debe considerarse es que las
circunstancias sociopolíticas de Venezuela han sido
tales, que han impedido la existencia de un régimen
tan ultrajante como los de la Arabia Saudita, el Irak
o el Kuwait. Por una parte, Venezuela estaba un
poco más adelantada que los países del Medio
Oriente aun antes de la llegada de la industria
petrolera. Sin embargo, lo que tuvo vital
importancia fue el movimiento democrático que se
produjo en Venezuela a raíz de la Gran Depresión,
de la atmósfera del "New Deal" de los Estados
Unidos y de la creciente resistencia al imperialismo
en toda la América Latina.
308

Número del 7 de enero de 1950. Aunque desde entonces


se han realizado algunos avances, la tasa de progreso ha
sido muy pequeña. Cf. Naciones Unidas, Economic Survev
of Latín America 1953 (1954), pp: 177, 223.
360
En tanto gobernó el dictador Gómez, casi no
hubo disturbios. Los verdugos y los carceleros
silenciaban a los descontentos. Pero, después de
su muerte en 1935, Venezuela salió de un siglo
siniestro de guerras civiles, de anarquía y de
despotismo militar... Cuando, después de 1935, se
formaron los partidos políticos, la prensa se volvió
inquisitiva, los obreros petroleros y otros
trabajadores se organizaron en sindicatos y el país
se encontró en un "New Deal" propio. En 1943, las
compañías se vieron finalmente obligadas a
repartir sus ganancias con el gobierno en
proporción de mitad y mitad... Detrás de la
docilidad de las compañías, se encontraba el
amenazante crecimiento del nacionalismo en
América Latina, al igual que en el resto del mundo.
México había expulsado, algunos años antes... a
las compañías extranjeras y nacionalizó el
petróleo... Su ejemplo de confianza en sí mismo
era embriagador... Por su parte, las compañías, tra-
tando de sacar el mejor partido de la situación,
declararon humildemente que el reparto de las
ganancias por mitad, era su contribución a la
política del "buen vecino".309
Los gobiernos relativamente independientes —
aunque en ocasiones demasiado circunspectos y
vacilantes— que estuvieron en el poder en
Venezuela durante toda una década, y en particular
el Partido de Acción Democrática a partir de 1945,
trataron de conservar su amplio apoyo popular, no
sólo forzando un aumento de los ingresos que
obtenían del petróleo, sino que comenzaron a
dedicar una parte de ellos al desarrollo económico e
iniciaron una política económica y social que era tan
desagradable para las compañías petroleras como

309

Harvey O'Connor, The Empire of Oil (Nueva York, 1955),


capítulo 25.
361
para los intereses capitalistas nativos. Lo peor, era
que no podía confiarse en que estos gobiernos
resistieran la presión popular, cada día más grande,
para que se nacionalizara la industria petrolera. Sin
embargo, éste era un problema ante el cual el
gobierno de los Estados Unidos se mostraba, según
dice el corresponsal Milton Bracker, "muy
sensible".310 Como consecuencia, una junta militar
derrocó, en 1948, al gobierno del presidente Rómulo
Gallegos —"un gobierno democráticamente electo y
que obviamente cuenta con el apoyo de una gran
mayoría del pueblo"— y rápidamente ofreció
"proteger y respetar las inversiones extranjeras".
Rómulo Gallegos, "un hombre que goza de una gran
reputación como escritor y educador liberal dentro y
fuera de su patria", declaraba unos días después:
"Las compañías petroleras de los Estados Unidos y
los grupos reaccionarios locales, han sido los
responsables del reciente golpe militar en
Venezuela. La clique del ejército fue alentada por las
compañías petroleras y los capitalistas locales para
apoderarse del país. El agregado militar de una gran
potencia estuvo en el cuartel general del ejército
cuando el golpe se preparó." 311 De esta forma,
Venezuela se hizo "segura para la democracia", se
desvaneció la pesadilla de la nacionalización y las
compañías locales se aseguraron los leales servicios
de una administración local subordinada a sus
intereses.

310

New York Times, 8 de diciembre de 1948.

311

New York Times, 25 de noviembre, 27 de noviembre y 6 de


diciembre de 1948. El agregado militar al que se refiere el
señor Gallegos fue identificado posteriormente como el
coronel Adams, de la Embajada de los Estados Unidos en
Caracas.
362
Esto proporciona la respuesta a la segunda mitad
de nuestra pregunta original. Bajo el reinado de la
actual dictadura mantenida por las compañías, los
fondos que se dedican a fomentar el desarrollo
económico son considerablemente más bajos que
los que pueden disponerse para este propósito.
Además, los objetivos que persiguen dichos gastos
están determinados por las necesidades del capital
extranjero y no por los intereses del pueblo
venezolano. Por consiguiente, aparte de que se
dedica una proporción desmesuradamente elevada
de los ingresos del gobierno al sostenimiento del
aparato militar, muy pocos fondos se asignan para
el mejoramiento de la agricultura. El grueso de los
gastos es absorbido por la construcción de
carreteras, aeropuertos e instalaciones portuarias,
por la expansión y modernización de la ciudad de
Caracas y por empresas similares; éstas son
altamente deseables desde el punto de vista del
capital extranjero que opera en Venezuela, pero, de
hecho, contribuyen muy poco al surgimiento de una
economía nacional equilibrada.312 El gobierno, fiel a
las instrucciones de sus patrocinadores
norteamericanos, se abstiene de inmiscuirse en los
sectores que se le ha ordenado reservar a la
inversión privada, confinando sus gastos a la mera
tarea de proporcionar fuentes de "economías
externas" a la libre empresa. Pero como Venezuela,
al igual que cualquier otro país capitalista
subdesarrollado, todavía está atravesando lo que
constituye esencialmente la fase mercantil del

312

Respecto al programa de gastos gubernamentales de


Venezuela en 1936-1937 y 1950-1951, Cf. United Nations,
Public Finance Surveys: Venezuela (1951), p. 82; la
información para los años siguientes se encuentra reunida
en la tesis de C. E. Rollins, "Raw Materials and Economic
Development" (tesis inédita, Universidad de Stanford,
1955).
363
capitalismo y puesto que, por las razones que se
apuntaron anteriormente, no existen estímulos ni
posibilidades suficientes para que los capitalistas
nativos realicen inversiones industriales, el único
tipo de inversión que facilitan las generosas
economías externas que otorgan los gobiernos
mercenarios de esos países, es fundamentalmente
la inversión extranjera. Pero estas inversiones —aun
cuando se orientan hacia el mercado interno— están
constituidas principalmente por plantas de montaje
o por fábricas que producen bienes de consumo
para satisfacer el incremento de la demanda que
ocasionan los gastos gubernamentales. Siendo
sobre todo inversiones en especie, éstas apenas si
expanden el mercado interno del país huésped y no
propician el surgimiento de las industrias básicas
que son indispensables para lograr un crecimiento
económico rápido y duradero. En concordancia con
esto, el desarrollo industrial que ha podido llevarse
a cabo en Venezuela, ha afectado principalmente —
salvo el caso de la industria del cemento, que ha
crecido rápidamente como consecuencia de la
demanda gubernamental— a mercancías como la
leche enlatada, los aceites comestibles, las galletas,
los chocolates y "la producción de cigarrillos y
cerveza, que ha alcanzado niveles sin
precedente".313
Es evidente que este incremento de la producción
de bienes de consumo (complementada como está
por un volumen creciente de importaciones) refleja
por sí sola un mejoramiento en la condición
económica del país. Empero, una mejoría lograda de
esta forma, no tiende a generar su propio impulso y,
lo que es más, no puede confiarse en que sobreviva
a su estímulo original, es decir, a los gastos
313

Naciones Unidas, Economic Survey of Latín America, 1951-


1952 (1954), p. 195 y Economic Survey of Latin America,
1953 (1954), p. 224.
364
gubernamentales derivados de los ingresos del
petróleo. Una baja en el precio de éste, con la
consiguiente reducción de los ingresos del gobierno
(para no hablar del agotamiento de los recursos
petroleros), destruiría la prosperidad artificial casi
tan rápidamente como la produjo el auge petrolero
de la postguerra.314
La magnitud astronómica de los ingresos que
obtienen de las empresas extranjeras, hace de los
países productores de petróleo una élite dentro del
grupo de regiones subdesarrolladas que se
encuentran administradas por gobiernos
mercenarios. Los otros países, aquellos que
exportan productos agrícolas y minerales de todas
clases, no participan, por regla general, de las
ganancias de los consorcios extranjeros; aunque
recaudan impuestos sobre su producción (o sobre
sus ingresos), las rentas que perciben son
considerablemente menores —tanto en términos
absolutos como de ingreso per cápita— que las de
los países productores de petróleo. Sin embargo, los

314

Para no hablar del hecho de que esta prosperidad sólo


afecta a un segmento muy pequeño del país, tanto en área
como en población. Tal prosperidad, "simplemente es un
motivo de asombro para las nueve décimas partes de la
población que viven fuera del mundo encantado del
petróleo. Enfermizos y hambrientos, habitan en los
minúsculos conucos en las faldas de las montañas o en las
chozas campesinas de los latifundios, en casi las mismas
condiciones que antes de que se descubriera el petróleo.
Cuando menos unos 200,000 han abandonado el campo y
se han ido a la dorada Caracas, donde viven debajo de los
puentes, a lo largo de las barrancas y en lo alto de las
laderas de la montaña, en los irónicamente llamados
ranchos, que han construido con los desechos de la ciudad.
Las bellas publicaciones del gobierno en las que se exaltan
loa glorias de la capital, ignoran, naturalmente, estas
moradas de los olvidados". Harvey O'Connor, The Empire of
Oil (Nueva York, 1955), p.267.
365
ingresos que Chile —país de más de seis millones de
habitantes— obtuvo de las compañías mineras
extranjeras, fueron superiores, en 1951, a 60
millones de dólares. Los ingresos que Bolivia —con
cuatro millones de habitantes— recibe del estaño,
fueron superiores a 20 millones de dólares en 1949
y de cerca de 15 millones en 1950. Cuando se
cuenta con ingresos de esta magnitud por un
período bastante largo, su utilización prudente con
miras al adelanto de la economía nacional, puede
darle al país que los recibe la capacidad de iniciar,
cuando menos, el camino hacia el desarrollo
económico. Lo poco que se ha conseguido a este
respecto es bien conocido para cualquiera que se
haya tomado la molestia de informarse de la
historia de estos países o de los que están en una
situación similar. El desperdicio, la corrupción y el
despilfarro de grandes sumas de dinero en el
sostenimiento de aparatos militares y burocráticos
cada vez más extensos y cuya única función es
mantener en el poder a los regímenes mercenarios,

366
son características de todos estos países.315
Hasta aquí, nos hemos ocupado del uso que hacen
las administraciones controladas por el imperialismo
de los ingresos que obtienen de las empresas
extranjeras. Muy poco necesita agregarse con
respecto al excedente económico que extraen
directamente de las poblaciones que mantienen a
dichos gobiernos. Este excedente constituye una
parte variable de sus ingresos totales que de
ninguna forma es insignificante, ni siquiera en el
caso de los países petroleros. Sus fuentes
principales son los impuestos altamente regresivos
que gravan las ventas y los bienes importados, así
como las contribuciones territoriales y personales
que recaen fundamentalmente sobre los
campesinos. Aunque en diversos países
subdesarrollados se ha instituido nominalmente el
impuesto progresivo sobre la renta, en la mayoría
de ellos sólo existe en el papel. La evasión fiscal es
315

El uso que se ha hecho de los ingresos gubernamentales


en Bolivia, se describe en la tesis de C. E. Rollins, "Raw
Materials and Economic Development" (1955), que se citó
en la nota 34. En Colombia, "se ha gastado mucho en
empresas económicamente dudosas... pero muy por encima
de esto, están los fuertes gastos militares. Estos últimos,
que el gobierno estima en un 18 % del presupuesto
corriente, pero que probablemente se aproximan al 35 %,
sirven para apuntalar la dictadura colombiana... Para
fortalecer su régimen en contra del descontento popular,
Rojas Pinilla ha colocado inexperimentados oficiales del
ejército en todo tipo de puestos públicos. La corrupción es
flagrante... los bogotanos, inventan diariamente nuevos
chistes sobre el robo en las altas esferas del gobierno, sin
excluir la Presidencia". Business Week, 27 de agosto de
1955, pp. 11655. Para saber lo que se hace con los ingresos
del gobierno en otros países de este grupo, Cf. Anthony H.
Galatoli, Egypt in Midpassage (El Cairo, 1950), y el
Economic Survey Mission to the Philip-pines, Report to the
President of the United States (Washington, 1950), para
sólo nombrar dos fuentes.
367
un arte muy desarrollado en estas regiones y son
innumerables los recursos que tienen a su
disposición los terratenientes y comerciantes
adinerados, para evitar el pago del impuesto —por
pequeño que éste sea— que nominalmente se les
asigna. Esta tarea no requiere desplegar mucho
ingenio. Como tratan con un régimen dominado por
ellos y constituido de arriba a abajo por miembros
de su propia clase y por sus corruptos y serviles
lacayos, no tienen ninguna dificultad para impedir
que se les imponga una contribución onerosa, o
bien, cuando esto presenta algunas complicaciones
políticas, en evitar el pago de ésta. El que el grueso
de la carga impositiva recaiga en las amplias masas
y no en las clases capitalista y feudal de los países
subdesarrollados, no es un problema de administra-
ción fiscal. Esto lo determina la estructura de las
sociedades y el carácter de clase de sus gobiernos.
Como observa correctamente el profesor Mason, "el
eliminar la evasión fiscal que realizan algunos
receptores de ingresos muy grandes, puede requerir
cambios que están muy alejados de una simple
mejora en la administración".316 Como es obvio, el
modo de utilización del excedente que se obtiene
del interior no se distingue del que se hace de las
transferencias del excedente de las empresas
extranjeras.
Antes de abandonar este tópico, sobre el cual
existe un material abundantísimo, debemos
considerar otros dos puntos que están
estrechamente ligados a él. El primero se refiere., al
hecho —ampliamente dado a conocer con fines
publicitarios— de que las compañías extranjeras
destinan sumas más o menos grandes con el objeto
de mejorar las condiciones de vida de los pueblos

316

Promoting Economic Development (Claremont, California,


1955), p.60.
368
de algunos países subdesarrollados en donde
operan. Es cierto que, en muchos lugares, las
compañías petroleras y los consorcios mineros han
proporcionado mejores casas para sus empleados y
han construido escuelas, hospitales,
cinematógrafos, etc. Pero por lo que toca al
bienestar de las poblaciones nativas, tiende a
exagerarse burdamente la importancia de estos
tipos de gastos que realizan las compañías. En
primer lugar, esto no es sino un aspecto de la
política de barriga llena que antes se mencionó y
que es indispensable para asegurar la fuerza de
trabajo necesaria e incrementar su eficacia. 317 En
segundo término, aun así las cosas no marchan a
pedir de boca, como puede verse fácilmente por las
dificultades con que continuamente tropiezan las
empresas petroleras y mineras para asegurar el
número de obreros que necesitan,318 y por las
huelgas periódicas tan violentas a que han tenido
que enfrentarse las empresas extranjeras en casi
todos los países subdesarrollados. De todas formas,
el número de gente que supuestamente se beneficia
con la generosidad de las corporaciones, es tan

317

"La compañía no debe conformarse con sólo entrenar a los


obreros y con pagarles buenos salarios... El trabajador debe
ser acondicionado sociológicamente a un modo de vida
distinto, para que no se eche a perder en el proceso. Es
también un hecho que una de las contribuciones más
importantes para la productividad que se logra con un nivel
de vida más elevado, reside en una mejor salud del
obrero... Por consiguiente, es esencial para la eficacia del
obrero, que el mayor ingreso que recibe le proporcione,
tanto a él como a su familia, condiciones de vida más
saludables." R. F. Mikesell y H. B. Chenery, Arabian Oil
(Chapel Hill, Carolina del Norte, 1949), pp. 81 ss. Como tan
nítidamente lo asienta The Economist, "el paternalismo
hacia los empleados locales se ha vuelto parte de la ciencia
del negocio petrolero". "Oil and Change in the Middle East"
(2 de julio de 1955).
369
sólo, como se vio anteriormente, una pequeña
porción de la población total de esos países. Por
ello, "la Anglo-Iranian Oil Company no sólo superó
inicialmente en producción a todos sus rivales, sino
que también, ya en los años de la preguerra, iba
adelante por lo que toca a su contribución al
bienestar. Aun en la actualidad, ninguna otra
compañía ha igualado su marca, al proporcionar
alojamientos a 16 000 familias del Irán".319
¡Realmente ésta es toda una hazaña en un país
donde viven 18 millones de personas y del cual la
Anglo-Iranian Co. ha obtenido utilidades de cientos
de miles de millones de dólares!
El otro punto se refiere a la observación, que se
encuentra tan frecuentemente, de que, después de
todo, lo que el gobierno de un país fuente haga con
los ingresos que recibe de las compañías
extranjeras, no tiene nada que ver con el juicio
"puramente económico" de la contribución de esas
empresas al desarrollo económico de los países
atrasados. Este punto de vista proporciona un
ejemplo clásico de la incapacidad intrínseca de la
ciencia económica burguesa para penetrar en el
tema de su investigación. Al dividir burdamente un
fenómeno histórico, al desechar una unidad
compleja con objeto de apreciar mejor sus
componentes más simples, la ciencia económica
burguesa llega a conclusiones que, aun cuando son
318

El patrón local, aunque a menudo paga salarios más bajos


y no proporciona ninguna de las atenciones que dan las
compañías extranjeras, "puede conseguir toda la gente que
quiere, sea porque el trabajar con él tiene la ventaja de no
gastar tanto tiempo en ir y venir diariamente del desierto, o
bien porque exige menos aplicación durante todo el día"
The Economist, loc. cit.

319

Ibid.
370
ciertas respecto a cada una de sus partes, son
falsas con relación al todo. Un fenómeno histórico es
inseparable de lo que constituye su consecuencia
inevitable. Tal como lo hemos subrayado antes, la
explotación de las materias primas de los países
sub-desarrollados por el capital extranjero y la
existencia de regímenes mercenarios dispendiosos,
corruptos y reaccionarios en esos países, no es una
coincidencia fortuita, sino que ambos son,
simplemente, aspectos distintos y estrechamente
ligados que sólo pueden comprenderse en forma
adecuada como el fenómeno global del
imperialismo.
Tal como lo dice The Economist, "en la actualidad
es obvio que los gobiernos y las compañías se
encuentran estrechamente ligados por un mutuo
abrazo y que, en los próximos años, ninguno de los
dos podrá prescindir del otro".320 Los gobiernos de
los países de origen de las compañías, con el objeto
de perpetuar e intensificar este abrazo, ayudan a
destruir cualquier movimiento progresista que
llegue a alcanzar el poder en las regiones atrasadas,
otorgan su apoyo diplomático, militar y financiero a
las administraciones mercenarias que se
"comportan" adecuadamente y auxilian y favorecen
a las fuerzas política y socialmente reaccionarias
sobre las que descansan dichas administraciones.
Por las mismas razones, las propias compañías
tratan de crear "mediante sus planes de ahorro, sus
facilidades para la obtención de casas propias, sus
sistemas de entrenamiento y otros métodos... una
clase que tenga interés en mantener una vida
tranquila en toda la comunidad.
Este ideal se logra "cuando un conferencista local
se refiere a "nuestra compañía" y no a "la
320

Ibid. Lo que es aplicable al Medio Oriente, es igualmente


válido para los países de América Latina, para las Filipinas y
para algunas regiones del sudeste de Asia.
371
compañía".321 El que este "ideal" pueda alcanzarse
es, afortunadamente, muy dudoso. Aunque los
especialistas del Punto IV del Departamento de
Estado de los Estados Unidos tienen
indudablemente razón cuando afirman que los
pueblos de los países subdesarrollados, si "se les
deja sin posibilidades de colmar sus legítimas
aspiraciones, se convierten, por su miseria, en un
terreno fértil para cualquier ideología que les
prometa, aunque sea falsa, la perspectiva de una
vida mejor",322 los acontecimientos que han tenido
lugar en todo el mundo subdesarrollado en la última
década, permiten esperar que la ideología de
"nuestra compañía", aun allí donde pudiese
arraigar, sólo será una ceguera de corta duración.
III
En el tercer grupo de países subdesarrollados,
formado por aquellos que han alcanzado en fechas
recientes su soberanía y están administrados por los
que hemos denominado regímenes de "New Deal",
los problemas tienen una coloración distinta. Sus
gobiernos fueron llevados al poder por amplios
movimientos populares, cuyo propósito común y
fundamental era derribar el dominio colonial y
establecer la independencia nacional. Luchando en
contra del imperialismo —y de su aliado interior, la
coalición feudal mercenaria—, los movimientos
nacionales tomaron el carácter de frentes populares
en los que se reunieron la burguesía progresista que
se esforzaba por encontrar la ruta del capitalismo
industrial, los intelectuales que aspiraban a un
321

Ibid.

322

Point Four, Cooperative Program for Aid in The


Development of the Economicmly Underdeveloped Áreas
(Washington, 1949), p. 2.
372
futuro mejor para su patria y los elementos activos
del proletariado urbano y rural que se enfrentaban a
la miseria y a la opresión en que los tenía el dominio
feudal mercenario. En ciertos países, aun algunos
sectores esencialmente reaccionarios de la
aristocracia feudal se unieron al campo nacionalista,
con el objetivo fundamental de desviar las energías
populares de la lucha por la transformación social,
hacia un combate en contra de la subyugación
extranjera.323
La unidad del movimiento nacionalista ha estado
sometida, durante toda su lucha, a severas
tensiones y violencias. Su ala derecha, temerosa de
que la lucha nacionalista, al movilizar y organizar a
las masas populares, pudiese crear las condiciones
para una revolución social, trató de reducir al
mínimo el papel de los obreros y los campesinos en
el frente antiimperialista, buscando cautelosamente
entrar en negociaciones y arreglos con los poderes
establecidos y encontrándose siempre tentada a
claudicar y aceptar un modus vivendi con los
gobernantes coloniales. Su ala izquierda, ansiosa en
realidad de combinar la independencia nacional con
la liberación social, presionaba incansablemente por
lograr la amplia participación de las masas en el
combate nacional para una acción revolucionaria
intransigente. Pero, en tanto no se hubo alcanzado
la finalidad fundamental, que era la independencia
nacional, las fuerzas centrípetas fueron, en
conjunto, más fuertes que las centrífugas y el
combate por la independencia eclipsó y absorbió a
la lucha por el progreso social.
Todo esto comenzó a cambiar en el momento en
que se logró el objetivo básico de los movimientos
nacionales. Las potencias imperialistas, debilitadas

323

Los partidarios del Dr. Mossadegh en el Irán, son el mejor


ejemplo de esto.
373
por la segunda Guerra Mundial e incapaces de
resistir el empuje de liberación nacional de las
colonias, se vieron obligadas a inclinarse ante lo
inevitable y otorgar la independencia política a
aquellos países donde las fuerzas anti-imperialistas
eran más fuertes y en los que no podían esperar
mantener ya su régimen colonial. Como dice John
Foster Dulles, "cuando tocaron a su fin los combates
'de la segunda Guerra Mundial, el problema político
particular más importante era el problema colonial.
Si el Occidente hubiera intentado perpetuar el statu
quo del colonialismo, hubiese hecho inevitable la
revolución violenta y la derrota. La única política
que podía triunfar era la de otorgar pacíficamente la
independencia a las personas más avanzadas de los
700 000 000 que forman los pueblos
dependientes". 324

Sin embargo, una vez que se resuelve el problema


de la independencia nacional —aunque
exclusivamente la política y no la económica—, el
conflicto básico entre las clases antagónicas de una
sociedad necesariamente se intensifica y se aclara.
Aunque un número importante —y de hecho central
— de los problemas del desarrollo económico y
social de los países coloniales y dependientes se
halla estrechamente vinculado al problema de la
independencia nacional, existe cuando menos un
número igual de ellos cuya relación con el problema

324

War or Peace (Nueva York, 1950), p. 76. Éste es un análisis


mucho más sólido de los factores que obligaron a otorgar la
independencia a esas colonias —que de todas formas,
hubieran expulsado a sus gobernantes occidentales—, que
la hipótesis que el Sr. Dulles esboza inmediatamente
después de que "la religión occidental, junto con las
filosofías económicas y sociales del Occidente, se
combinaron para promover la eliminación pacífica del
dominio occidental y sustituirlo por un gobierno propio", p.
87.
374
nacional estriba, fundamentalmente, en que éste
los confunde y los oscurece. Ni la explotación ni la
opresión de los campesinos por la aristocracia
terrateniente, ni tampoco el estrangulamiento del
desarrollo industrial por las empresas monopolistas,
son simplemente problemas nacionales; éstos son,
en igual grado —o quizá mayor—, problemas
sociales, que deben ser encarados y resueltos como
tales. Por consiguiente, los movimientos
nacionalistas, después de haber alcanzado el poder
en los Estados nacionales recién establecidos, están
condenados a entrar en un proceso de
desintegración. Los elementos socialmente
heterogéneos que durante el período de lucha
antiimperialista se aliaron aunque fuese
tenuemente, se polarizan y se identifican más o
menos rápidamente con las fuerzas de clase que
entran en conflicto dentro de la estructura de la
nueva sociedad.
La rapidez con que se realiza este
resquebrajamiento de la unidad nacional y se
agudiza la lucha de clases interna, dependerá de las
circunstancias históricas específicas de cada país en
lo individual. La ruptura del campo nacionalista será
muy rápida allí donde el proletariado urbano haya
jugado el papel más importante dentro del
movimiento nacionalista y tenga la fuerza y la
organización suficientes para tomar la dirección de
la lucha de los campesinos a favor de una
revolución agraria. Su componente burgués y
capitalista se enfrenta, desde un principio, con el
espectro de la revolución social y se lanza, rápida y
resueltamente, en contra del compañero de ruta de
ayer, convertido ya en su mortal enemigo del
mañana. De hecho, la burguesía no tiene escrúpulos
en hacer causa común con los elementos feudales,
que constituyen el principal obstáculo para su
propio desarrollo, ni con los gobernantes impe-
rialistas recién desalojados por la liberación
nacional, ni con los grupos mercenarios que se
375
hallan amenazados por la retirada política de sus
patronos extranjeros. Como hacía notar sabiamente
Lord Acton, "los lazos de clase son más fuertes que
los de la nacionalidad".325 En estas condiciones, la
independencia política que se ha ganado, se vuelve
un timo, se alian los nuevos grupos dirigentes con
los antiguos y la amalgama de las clases
poseedoras, apoyadas por los intereses imperia-
listas, utiliza todo su poder para liquidar el
movimiento popular tendiente a lograr una genuina
liberación social y nacional, restableciendo el ancien
régime, si no de jure, sí de facto. Para ejemplificar
este proceso, basta con pensar en China bajo el
gobierno de Kuomintang, en las Filipinas, en Corea
del Sur, en Pakistán y en el Vietnam del Sur.
Allí donde la presión popular en favor de la
liberación social es menos acentuada en el
momento en que se logra la independencia nacional
—sea por la debilidad numérica y política de la clase
obrera, o bien por la pasividad de los campesinos,
que obedece a una servidumbre inmemorial y a las
supersticiones religiosas profundamente arraigadas
—, la burguesía nacional se siente más segura y
puede tratar de impedir el surgimiento futuro de
poderosas fuerzas revolucionarias mediante un
esfuerzo total para sentar los cimientos de un
capitalismo industrial nativo y crear un estado
capitalista moderno. El destino de esta empresa
depende de diversos factores. Los principales son la
fuerza económica y política de la burguesía
nacional; la calidad de sus dirigentes; su determi-
nación para desalojar a los elementos feudales y
mercenarios de su posición dominante; la intensidad
con que éstos resistan y la medida en que la
situación internacional permita la eliminación o el

325

Essays an Freedom and Power (Meridian Edition, Nueva


York, 1955), p. 224.
376
debilitamiento considerable del apoyo que dan a
estos estratos sociales las potencias imperialistas
del mundo.
Podría suceder que, en la actualidad, las
condiciones sean más propicias en el caso de Egipto
para que este país se lance al camino del "desarrollo
japonés". El apoyo aparente que da a la burguesía el
cuerpo de oficiales y el ejército, la actitud que sus
dirigentes parecen haber tomado para superar la
oposición de los intereses feudales y mercenarios,
así como el hecho de que la situación internacional
sea tal que le permita llevar una política
independiente, son factores que se combinan para
aumentar las oportunidades de triunfo que tiene su
campaña para hacer avanzar al país hacia el
capitalismo industrial. Pero obviamente Egipto sólo
es un miembro relativamente pequeño del tercer
grupo de países subdesarrollados. La situación se
hace mucho más compleja cuando se llega al país
más importante de esa categoría, es decir, a la
India.
Allí, el frente popular de las fuerzas
antiimperialistas todavía se mantiene intacto —
aunque en forma precaria— y proporciona una
amplia base política para el gobierno de la bur-
guesía nacional. Pero, en la actualidad, esta
amplitud de la coalición nacional, que fue la causa
de la enorme fuerza del "Partido del Congreso"
durante los días de su lucha por la independencia
nacional, casi paraliza a la administración que
apoya. A pesar de que todavía cuenta con la
aprobación de la enorme mayoría de la parte
articulada de la nación, se tropieza con dificultades
insuperables cuando intenta formular y realizar un
programa de regeneración económica y social. Trata
de fomentar el desarrollo del capitalismo industrial
y, sin embargo, no se atreve a ofender a los
intereses de los terratenientes. Quiere mitigar las
desigualdades de ingreso más ultrajantes, pero se
abstiene de interferir en las actividades de los
377
comerciantes y de los prestamistas. Aunque desea
una mejoría de la lastimosa situación de la mano de
obra, teme irritar a los patronos. Siendo
antiimperialista por sus antecedentes, está tratando
de obtener favores del capital extranjero. Adoptando
los principios de la propiedad privada, le promete a
la nación un "modelo socialista de sociedad". El
aparato administrativo, imaginándose que está au-
dessus de la mêlée, que se encuentra por encima
de la lucha entre las clases antagónicas, refleja tan
sólo la etapa a que ha llegado la lucha de clases en
la sociedad hindú. El gobierno, ansioso de
reconciliar necesidades irreconciliables, de avenir
diferencias radicales, de buscar mediaciones allí
donde la decisión es inevitable, perdiendo mucho
tiempo y energías que son valiosos, en tratar de
evitar conflictos periódicos dentro de su propia
organización, sustituye a los cambios radicales por
las pequeñas reformas, a los hechos revolucionarios
por frases revolucionarias y, por ende, pone en
peligro no sólo la posibilidad misma de realizar sus
esperanzas y aspiraciones, sino aun su propio
mantenimiento en el poder. El régimen,
esencialmente pequeño burgués, estorbado por la
heterogeneidad y la fragilidad de sus bases sociales
y por las limitaciones ideológicas que de ello
resultan, es incapaz de proporcionar un mando
eficaz en la batalla a favor de la industrialización y
es impotente para movilizar lo que todavía es más
importante, es decir, el entusiasmo y las energías
creadoras de las masas populares para el asalto
decisivo en contra del atraso, la pobreza y el letargo
en que se encuentra el país.
Hemos estudiado anteriormente las fuerzas que
impiden la formación de capital y la inversión
productiva tanto en el sector rural cuanto en el
urbano de la economía de un país atrasado. Estas
fuerzas son tan poderosas en la India como en
cualquier otra parte del mundo subdesarrollado. Por
consiguiente, tanto en la India como en los otros
378
países subdesarrollados, el Estado es el único factor
que está en posibilidad de movilizar el excedente
que, potencialmente, se encuentra en el sistema
económico y utilizarlo para la expansión de los me-
dios productivos del país. Pero si en las actuales
regiones coloniales, el excedente que extraen sus
administraciones no se utiliza para favorecer a sus
propios pueblos, sino que, fundamentalmente se
usa para fortalecer los intereses de las potencias
imperialistas, y si en los países de nuestro segundo
grupo el enorme volumen del excedente de que se
apropian los gobiernos mercenarios se emplea de
forma similar o se despilfarra totalmente, en el caso
de la India, el problema tiene una estructura
distinta. Allí, la cantidad de los recursos de que se
apropia el Estado es mucho menor que el excedente
económico potencial y lo que es también muy
grave, el uso que de él se hace, a pesar de las
buenas intenciones, no es el que puede conducir al
crecimiento más rápido y más equilibrado. Aunque,
como dice The Economist, "la India, a semejanza de
la Reina Roja, tiene que correr aprisa aun si quiere
permanecer parada",326 las medidas parciales y el
andar a la deriva, son las características
sobresalientes de su política, a pesar de las
altisonantes declaraciones al respecto. "De tiempo
en tiempo, el socialismo se proclama como el
objetivo final de la política del Partido del Congreso
y de la planeación de la India. En una declaración
sobre política industrial publicada en 1948, se
establecía que el Estado sería el responsable del
desarrollo básico y controlaría todos los sectores
clave de la economía. Pero los ministros que han
sido los directamente responsables del desarrollo
económico de la India —el ministro de Finanzas y el
ministro de Comercio—, conocen muy bien los

326

"India-Progress and Plan" (22 de enero de 1955).


379
límites de la acción estatal... En los primeros tres o
cuatro años, el realismo y el pragmatismo se habían
convertido, hasta cierto punto, en la base de la
política oficial".327 Este "realismo y pragmatismo"
encontraron su expresión en los objetivos pro-
fundamente inadecuados que establecía el primer
Plan Quinquenal, el cual, "aun en su forma final en
que fue publicado en el mes de diciembre de 1952...
parece más bien modesto en la escala de gastos
que propone, tanto en términos absolutos como en
relación al ingreso nacional. Un gasto de 20 mil
millones de rupias para un período de cinco años,
representa un poco más de 5 % del ingreso
nacional, lo que no es una tasa de inversión más
alta que la que existía antes de que el plan se
realizara".328
Esta prudencia puede encontrar su justificación
aparente en las condiciones en que se encontró el
país al final del primer Plan Quinquenal. De hecho,
se produjo una notoria mejoría en la situación
económica general, que se expresa tanto por el
marcado incremento del volumen disponible de ar-
tículos alimenticios, como por un cierto aumento de
la producción industrial. Sin embargo, sería
precipitado concluir, con base en este "auge" de los
últimos años, que el país ha entrado en la ruta del
desarrollo económico y de un progreso rápido y
estable. Existe un consenso de todos los estudiosos
de la economía de la India, en el sentido de que el
relativo éxito que se logró durante la última parte
del primer Plan Quinquenal, obedeció,
fundamentalmente, a dos cosechas excepcionales y

327

Ibíd.

328

United Nations, Economic Survey of Asia and the Far East,


1953 (1954), p. 59
380
a sus repercusiones favorables en el balance de
pagos, en la disponibilidad de materias primas, etc.
Este golpe de fortuna no se puede atribuir al
modesto incremento del área que se puso bajo riego
durante el primer Plan Quinquenal, ni a ninguna otra
medida gubernamental tomada hasta el presente.
Lo que sí proporcionó el primer Plan Quinquenal fue
una impresionante demostración del tremendo
potencial de crecimiento de la India. La construcción
de grandes proyectos de objetivos múltiples, la
realización de impresionantes proyectos de riego y
el establecimiento de algunas plantas modernas,
demostró, sin lugar a dudas, las prodigiosas
capacidades de los técnicos y de los obreros
hindúes.
Pero el segundo Plan Quinquenal, que abarcará el
período 1956-1961, no está proyectado de ninguna
manera para ofrecerles las oportunidades
necesarias. Aun el documento de mayor alcance
que ha aparecido hasta la fecha con respecto al
mismo, el Draft Plan-Frame 329 del profesor P. C.
Mahalanobis, adolece de la falla de no atacar
frontalmente los principales obstáculos que
obstruyen el progreso económico de la India.
Planteando como objetivo la obtención de un
incremento anual del 5 % en el ingreso nacional —
una tasa modesta de crecimiento que representa,
sin embargo, una aceleración considerable con res-
pecto a lo que se hizo en el pasado—, acepta la tasa
de inversión existente como punto de partida y trata
de alcanzar su meta mediante un desplazamiento
parcial de la inversión que corrientemente se realiza
en las industrias productoras de bienes de consumo
hacia el sector de bienes de producción. Como no
cabe esperar que el capital privado efectúe este
329

Iridian Statistical Institute, The Second Five Year Plan,


1956/57-1960/61, Recornmendations for the Formulation of
the Second Five Year Plan (Calcuta 1955).
381
desplazamiento, le asigna al gobierno la
responsabilidad tanto de la inversión inicial en las
industrias que fabrican bienes de producción, como
de la futura inversión que se requiere para absorber
su producto. Sin embargo, deja sin resolver todo el
problema de las formas mediante las cuales el
gobierno ha de obtener los recursos necesarios. De
esta manera, el trabajo del profesor Mahalanobis
proporciona una elegante demostración de lo que la
sociedad podría realizar si tuviese tan sólo la
posibilidad de determinar el modo de utilización de
su excedente económico real, pero no da un plan
concreto de política económica.
En manos de la "realista" y "pragmática" Comisión
Plani-ficadora, el Draft Plan-Frame ha sido
reelaborado en lo que aparentemente se convertirá
en el plan definitivo,330 habiendo perdido en el
proceso el rasgo progresista del documento original.
Si en los programas de industrialización más
realistas la parte de la inversión que se destina a las
industrias que fabrican bienes de producción
asciende cuando menos al 40 % y el Draft Plan-
Frame les asignaba un 20 % de la inversión total, la
Comisión Planificadora la ha reducido al 11%. Y los
gastos gubernamentales proyectados ya no se
financiarán por un esfuerzo enérgico para lograr la
movilización del excedente económico existente,
sino a través de su incremento, es decir, mediante
la inflación y los impuestos a la venta de bienes de
consumo masivos. Siendo los niveles de vida de la
población hindú tan bajos, la posibilidad de reducir
aun más el consumo masivo es, obviamente, muy
limitada. A menos que ocurran cambios importantes
en este sentido durante el quinquenio, el segundo
Plan Quinquenal se convertirá en una segunda

330

Comisión Planificadora del Gobierno de la India, Second


Five Year Plan, A Draft Outline (1956).
382
edición del primero, alcanzando tasas de
crecimiento que sólo representarán un incremento
insignificante del ingreso per capita.
La única política que puede considerarse adecuada
para la presente etapa del desarrollo económico de
la India consiste en adoptar, como base para su
programa de crecimiento, el principio de invertir la
mayor parte que se pueda del ingreso nacional. De
acuerdo con varias estimaciones independientes
que se han realizado, no puede caber ninguna duda
acerca de que el 15 % del ingreso nacional puede
invertirse sin reducir el consumo de las masas. Para
ello, es necesario lograr la movilización más
completa del excedente económico potencial que
genera corrientemente el sistema económico del
país. Éste se encuentra en la proporción del ingreso
nacional de la India (más del 25 %) que su
paupérrima sociedad pone a la disposición de los
sectores improductivos. Esta parte del excedente
salta a la vista en la porción que los terratenientes
—en forma de renta— y los prestamistas —a través
de intereses de usura— le quitan del producto
agrícola a los productores directos. Puede verse
también en las utilidades de los negocios, de las
cuales la mayor parte no se reinvierte en las
empresas productivas, sino que se dedica al
consumo que realizan sus propietarios.331
No hace falta insistir en que tal movilización del
excedente económico potencial se enfrentaría con

331

Mientras una gran parte de las utilidades totales todavía se


envía a los accionistas extranjeros, de la cantidad que de
éstas queda en el país, casi la mitad se distribuye en la
forma de dividendos. Cf. United Nations, Economic Survey
of Asia and the Far East, 1953 (1954), p. 63, así como el
libro de B. Datta, The Economics of Industrialization (Cal-
cuta, 1952), p. 229. Los cálculos más recientes que se han
hecho con base en los últimos datos disponibles, indican
que la reinversión de utilidades no es superior al 25 o 30%.
383
la resuelta oposición de los sectores poseedores y
sólo podría obtenerse mediante la lucha inexorable
en contra de la "pequeña clase, cuyo principal
interés es la conservación de sus riquezas y de sus
privilegios".332 Sin embargo, el actual gobierno hindú
no puede ni quiere aceptar este reto, ni tomar la
iniciativa para romper la resistencia de los intereses
creados, tanto en la ciudad como en el campo. El
gobierno, al intentar evadir este conflicto inevitable,
al soslayar su responsabilidad en la realización de
un verdadero programa de progreso económico y
social, arriesga su gran oportunidad histórica, a
saber, transformar pacíficamente a un gran país en
una democracia socialista que progrese
rápidamente, partiendo de un nivel de hambre y de
opresión. Pues el desarrollo económico y social, al
igual que un aeroplano, tiene que marchar a una
velocidad mínima muy alta, si se quiere que avance.
Si no se alcanza el impulso necesario para el
crecimiento, se corre el peligro de que, una vez
más, las fuerzas reaccionarias logren evitar un
"desastre" y obstruyan —aunque sólo sea
provisionalmente— la única salida posible al
impasse de la explotación, de la opresión y del es-
tancamiento. Pueden aprovecharse de la irritación
de las masas y de su desilusión ante la vacua
fraseología socialista, para llevar a cabo un golpe
fascista e imponerles una dictadura, la cual daría
nueva vida al dominio capitalista en la ciudad y en
el campo. Si el tortuoso camino del pueblo hindú
tendrá que atravesar por un período fascista o si
esta prueba les será evitada, sólo la historia podrá
decirlo.

IV

332

United Nations, Measures for the Economic Development


of Under-Devetoped Countries (1951), párrafo 37.
384
Tres corolarios importantes se desprenden del
análisis anterior. El primero, es que el principal
obstáculo al desarrollo no es la escasez de capital.
Esto es contrario al punto de vista que se sostiene
comúnmente y sobre el cual tanto énfasis se pone
en los escritos occidentales sobre el desarrollo
económico. Lo escaso en todos esos países es lo
que hemos llamado el excedente económico real
que se invierte en la expansión de los medios de
producción. El excedente económico potencial de
que puede disponerse para tales inversiones, es
grande en todos ellos. Claro está, no es grande en
términos absolutos, es decir, en términos de las
magnitudes absolutas con que tratamos en los
países avanzados como los Estados Unidos o la Gran
Bretaña; sin embargo, hay algunos países
subdesarrollados en que éste es muy elevado, aun
medido por este patrón. Empero, este excedente
potencial es grande en los países subdesarrollados
en proporción a su ingreso nacional y en
consonancia con esto, aunque no basta para
obtener grandes incrementos absolutos de la
producción, sí permite alcanzar tasas muy elevadas
de crecimiento. Debe subrayarse que no se trata
aquí del excedente económico planificado —cuya
realización, como se recordará, implica, entre otras
cosas, el empleo racional de los recursos que
corrientemente están desocupados—, sino
únicamente de su excedente económico potencial,
es decir, lo que quedaría disponible para la
inversión si suponemos una utilización deliberada
del producto nacional que se obtiene con los
recursos que actualmente están ocupados. El Dr.
Harry Oshima, en una monografía inédita, ha
realizado cuidadosos cálculos para los diversos
países en los que puede obtenerse información más
o menos adecuada y ha llegado a las siguientes
conclusiones tentativas: En Malaya, en el año de
1947, el excedente económico potencial repre-
sentaba el 33 % del producto territorial bruto,
385
mientras que la inversión bruta sólo constituía el 10
% de dicho producto. Para Ceilán (1951), estas
relaciones eran, respectivamente, del 30 % y del 10
% ; para las Filipinas (1948), del 25 % y del 9 % ;
para la India, del 15 % y del 5 %; para Tailandia, del
32 % y del 6 %. En México, de 1940 a 1950, la
participación de las utilidades en el producto
nacional neto se elevó del 28.6 % al 41.4 %.333 En
Rhodesia del Norte (1949), el ingreso de las
propiedades (sin contar el ingreso de las empresas
que no están en sociedad) ascendió al 42.9 %; en
Chile (1948), al 26.1 %; en el Perú (1947), al 24.1
%.334 No necesitamos agregar nada a lo que se ha
dicho sobre el desbordamiento —literalmente
hablando— del excedente económico potencial de
los países productores de petróleo. Por lo que
respecta a los países del este y del sureste de
Europa, tanto Rosentein-Rodan como Mandelbaum
estimaron —o como sabemos actualmente, sub-
estimaron— su capacidad para invertir en
aproximadamente un 15 % de su ingreso
nacional.335
El principal obstáculo al crecimiento económico
rápido de los países atrasados, es la forma en que

333

A. Sturmthal, "Economic Development, Income Distribution


and Capital Formation in Mexico", Journal of Potiticat
Economy (junio de 1955), p. 187.

334

United Nations, National Income and its Distribution in


Under-Developed Countries (1951), p. 17.

335

P. N. Rosenstein-Rodan, "The Industrialization of Eastern


and South-Eastern Europe", Economic Journal (junio-
septiembre de 1943); K. Mandelbaum, The Industrialization
of Backward Áreas (Oxford, 1945), p. 34.
386
se utiliza a su excedente económico potencial. Éste
es absorbido por diversas formas de consumo
excesivo de las clases altas,336 por un aumento de
los atesoramientos tanto en el interior como en el
exterior, por el mantenimiento de enormes
burocracias improductivas y de aparatos militares
no menos redundantes y aun más costosos.337 Una
gran parte de este excedente —cuya magnitud se
conoce mejor que la de las otras— la retira el
capital extranjero. Es bien conocido el hecho de que
las ganancias que obtienen los intereses extranjeros
en los países subdesarrollados son muy altas, y, de
hecho, son mucho mayores que las utilidades que
logran en sus países de origen. En un trabajo
extraordinariamente interesante que se publicó
hace poco tiempo, se proporciona un excelente

336

Esto es algo totalmente distinto al "aumento de la tensión,


la impaciencia y el desasosiego que ocasiona una
modificación al alza de la función consumo, y que actúa
como un obstáculo al ahorro", que atribuye el profesor
Nurkse al funcionamiento de! "efecto demostración" de los
altos niveles de vida de los países avanzados. Ante la
inanición de la enorme mayoría de los pueblos que habitan
las regiones atrasadas y el despilfarro y la extravagancia de
sus estratos capitalistas, es una simple burla el "dudar" —
como el profesor Nurkse— "en hacer distinciones de clase a
este respecto" y hablar de cierta "propensión nacional a
consumir". Problems of Capital Formation in
Underdevetoped Countries (Oxford, 1953), pp. 65, 68, 95.

337

La naturaleza de la información estadística que reúnen y


publican los gobiernos de los países capitalistas atrasados
es tal —y esto no debe causar extrañeza—, que hace muy
difícil la estimación de estas cantidades. El estudio antes
citado del Dr. Oshima, intenta llenar este hueco, aunque
sea parcialmente, en aquellos países en que los datos han
podido reunirse. Este intento es, por lo que conozco, el
primero que se hace.
387
estudio de las ganancias que obtuvieron las
empresas británicas en los países
subdesarrollados. 338
Aunque el material que reúne
abunda en ejemplos de empresas que han obtenido
por períodos superiores a cuarenta años utilidades
que, en promedio, son del 50 % o más por año, "los
hechos que se presentan pueden resumirse en
pocas palabras: en primer lugar, de más de 120
compañías... cuyos registros de dividendos se
presentan en diversos cuadros, únicamente diez de
ellas no alcanzaron utilidades superiores al 10 % del
valor nominal de sus acciones ordinarias, conside-
rando períodos de una a varias décadas; sólo 17 de
ellas no pudieron, en los cinco años más prósperos,
pagar dividendos totales que fuesen, cuando
menos, equivalentes a su capital. En segundo
término, setenta compañías, durante sus cinco años
más florecientes, efectuaron pagos que, en total,
ascienden a más del doble de su capital; ...más de
una cuarta parte de todo el grupo recuperó todo su
capital en el plazo de un año o menos. Finalmente,
las utilidades obtenidas durante el período de 1945
a 1950, sugieren que los años de jugosos
dividendos no han desaparecido".
También es muy sugestiva la comparación entre
los dividendos pagados por las corporaciones
holandesas que operan principalmente en los Países
Bajos (I) y los que han otorgado las corporaciones
holandesas que actúan fundamentalmente a través
de sucursales o de compañías subsidiarias en las
Indias Orientales Holandesas (II): 339

Dividendos del Dividendos del

338

J. F. Rippy, "Background for Point Four: Samples of


Profitable British Investments in the Underdeveloped
Countries", Journal of Business of the University of Chicago
(abril de 1953).
388
Años grupo I (porciento) grupo II
(porciento)
1922 4.8 10.0
1923 4.2 15.7
1924 4.5 22.5
1925 5.0 27.1
1926 5.2 25.3
1927 5.6 24.8
1928 5.6 22.2
1929 5.4 16.3
1930 4.9 7.1
1931 2.2 3.0
1932 2.1. 2.5
1933 2.2 2.7
1934 2.1 3.3
1935 2.0 3.9
1936 3.3 6.7
1937 4.5 10.3

En forma similar, las inversiones belgas en el


Congo Belga, obtuvieron utilidades
considerablemente superiores a las que alcanzaron
las compañías en su propio país. "Las utilidades
netas de las corporaciones que operan
principalmente en el Congo fueron, en promedio de
16.2 % del conjunto de sus acciones y reservas de
capital durante los años de 1947 a 1951, en contra
de 7.2 % para las corporaciones que actuaban en
Bélgica." 340
Se tiene la misma impresión cuando comparamos
las ganancias de las empresas norteamericanas que
funcionan en los países subdesarrollados, con las

339

J. Tinbergen y J. J. J. Dalmulder in De Nederlandsche Kon-


junktuur (agosto de 1939), p. 122. Citado en el artículo de
Erich Schiff, "Direct Investments, Terms of Trade, and
Balance of Payments", Quart-erly Journal of Economics
(febrero de 1942), p. 310.
389
que registran las inversiones internas.341

Relación de las Relación de las


ganancias respecto ganancias
Años al valor en libros en respecto al valor
los en libros en los
países Estados Unidos
subdesarrollados (porciento)
(porciento)
1945 11.5 7.7
1946 14.3 9.1
1947 18.1 12.0
1948 19.8 13.8

De acuerdo con esto, las remesas del capital


extranjero demandan una parte muy importante del
total de los ingresos del exterior que obtienen los
países subdesarrollados. Así, los pagos por las
inversiones realizadas —calculadas en relación a los
ingresos corrientes del exterior— durante 1949,
fueron de 5.0 % en la India, de 8.5 % en Indonesia,
de 6.5 % en Egipto, de 10.0 % en México, de 8.6 %
en el Brasil, de 17.1 % en Chile, de 17.7 % en
Bolivia, de 34.3 % en Rhodesia del Norte y de 53.1
340

United Nations, The International Flow of Prívate Capital,


1946-1952 (1954), p. 26.

341

H. J. Dernburg, Prospects for Long-Term Foreign


Investments", Harvard Business Review (julio de 1950), p.
44. Un cálculo burdo, con base en los datos que
proporcionan S. Pizer y F. Cutler en su artículo "International
Investments and Earnings", Survey of Current Business
(agosto de 1955), lleva a la conclusión de que, desde 1949,
esta discrepancia ha aumentado considerablemente.
390
% en el Irán, para mencionar sólo algunos de los
países más importantes.342
Donde la situación es simplemente ultrajante —
sólo superada quizá por lo que pasa con el
excedente económico de los países productores de
petróleo—, es en el imperio colonial de la Gran
Bretaña. Estas regiones, que están habitadas por los
pueblos que, sin lugar a dudas, tienen el ingreso per
cápita más bajo del mundo, han sido obligadas por
los gobiernos "paternales" de la Gran Bretaña (tanto
los laboristas como los conservadores) a sostener,
durante todo el período de la postguerra, el nivel de
vida del Reino Unido, que es muy superior al suyo
propio. En los años que van de 1945 a 1951 las
colonias fueron obligadas con toda clase de
pretextos a acumular saldos por no menos de mil
millones de libras esterlinas. Dado que estos saldos
representan la diferencia entre los ingresos del
exterior de las colonias y sus pagos a otros países,
los mil millones constituyen ¡la exportación de
capital de las colonias a la Gran Bretaña! Tomando
las mesuradas palabras del autor del excelente
estudio en que hemos basado lo anterior, la
"inversión de £ 1,000 millones hecha por las
colonias en la Gran Bretaña, no concuerda con las
ideas que comúnmente se tiene acerca de la
dirección deseable del flujo de capital entre los
países que se encuentran en diversos niveles de
342

D. Finch, "Investment Services of Underdeveloped


Countries", Fondo Monetario Internacional, Staff Papers
(septiembre de 1951), p. 84. Debe hacerse notar que, en
varios países, estos porcientos son considerablemente más
bajos en 1949 que antes de ¡a segunda Guerra Mundial.
Esto obedece a que los controles de cambios que se han
establecido en esos países durante la postguerra, han
impedido la salida de los rendimientos de las inversiones.
Obviamente, es imposible predecir qué parte de esas
cantidades bloqueadas serán reinvertidas en esos países y
qué parte se retirará en el momento que esto se permita.
391
desarrollo".
Existe la creencia de que la política colonial
británica ha sido llevada a cabo con gran
generosidad financiera. Las necesidades de las
colonias eran grandes, "por lo que el contribuyente
británico venía al rescate". Se piensa que el Reino
Unido, desde la guerra, ha dado grandes cantidades
de dinero para ayudar a las colonias. Uno de los
objetivos de este estudio ha sido "probar el orden
del pensamiento mediante el orden de las cosas".343
Como se subrayó anteriormente al analizar otro
problema, la importancia que tienen para el
desarrollo económico de los países atrasados los
pagos que éstos hacen al exterior, no se mide en
forma adecuada a través de la proporción que éstos
representan dentro del ingreso nacional. La
importancia trascendental de las transferencias sólo
se aprecia en toda su magnitud cuando se
comprende qué parte del excedente económico de
los países subdesarrollados se extrae en esta forma.
No debe extrañar que "muchos países
subdesarrollados consideren muy elevado este
precio del capital",344 particularmente cuando se
observa la pequeña contribución, si es que la hay,
que el capital extranjero hace al crecimiento
económico de los países que lo reciben.
Ligada a la falsa concepción de que la escasez de
capital es el factor más importante que impide el
desarrollo económico de los países atrasados, está

343

A. D. Hazelwood, "Colonial External Finance Since the War",


Review of Economías Studies (diciembre de 1953), pp.
49ss. La primera cita del Sr. Hazelwood es de la publicación
oficial del gobierno, Introducing the Colonies (1949), p. 58.

344

United Nations, Measures for the Economic Devetopment


of Under-Developed Countries (1951), párrafo 225.
392
la noción bastante generalizada de que el deterioro
en la relación de intercambio de las regiones
productoras de materias primas ha retardado
seriamente su desarrollo económico.345
Si bien no puede negarse que esta tendencia
exista —aunque se han expresado dudas al respecto
—346 y que su importancia para algunos países es
evidente, lo menos que puede decirse es que su
validez general para el desarrollo económico de los
países atrasados es muy dudosa. Para afirmar esto,
se tienen dos razones. En primer lugar, para
muchos países subdesarrollados, el concepto
"relación de intercambio" casi no tiene sentido.
Habíamos hecho notar anteriormente que las
compañías petroleras pueden manipular sus
utilidades y, por lo tanto, los precios L. A. B. de sus
productos, de tal forma que reduzcan al mínimo el
monto de las regalías que deben pagar a los go-

345

"Los datos estadísticos de que se dispone, indican que,


desde la última parte del siglo XIX hasta la víspera de la
segunda Guerra Mundial, es decir, un período de más de
medio siglo, se registró una tendencia secular descendente
de los precios de los bienes primarios con respecto a los de
los productos manufacturados. Una cantidad dada de
exportaciones de productos primarios, obtendría en
promedio, al final del período, únicamente el 60 % de la
cantidad de bienes manufacturados que hubiese podido
comprar al principio de éste." United Nations, Relative
Prices of Exports and Imports of Under-Developed Countries
(1949), p. 7. Esto lo subraya con gran énfasis H. W. Singer
en su artículo "The Distribution of Gains Between Investing
and Borrowing Countries", American Economic Review
(mayo de 1950), en especial las páginas 447 ss.

346

A. N. McLeod, "Trade and Investment in Underdeveloped


Áreas: A Comment", American Economic Review (junio de
1951). Cf. también la "Respuesta" de W. H. Singer en ese
mismo número.
393
biernos de los países fuentes. Lo que es cierto para
las empresas productoras de petróleo, lo es también
para las otras empresas extranjeras productoras y
exportadoras de materias primas. Muchos de estos
consorcios de gran envergadura son los propietarios
tanto de las instalaciones productivas como de los
medios de compra y venta en el mercado de sus
exportaciones —que por lo general se localizan en
el exterior—, y a, menudo manejan por su cuenta (o
están estrechamente ligados) a las organizaciones
que proporcionan los servicios de transporte que se
requieren. En estas circunstancias, los precios L. A.
B. de las materias primas que exportan los países
subdesarrollados se determinan por numerosas y
complicadas consideraciones relativas a las
diferencias de los sistemas impositivos y de los
acuerdos de regalías con los gobiernos locales, así
como a los arreglos financieros internos de las
compañías con los consorcios individuales, que
están en libertad de asignar sus utilidades a una u
otra de sus afiliadas o subsidiarias. Por lo tanto, los
precios altos o bajos (y las utilidades pequeñas o
grandes) pueden aparecer en los libros de las com-
pañías productoras y exportadoras de materias
primas, de las empresas que las elaboran y aun de
las compañías navieras —que pueden estar bajo el
control de los mismos intereses—, según las
circunstancias que les sean más ventajosas en un
período dado.347
Esto nos conduce a otro aspecto más importante

347

Por ejemplo, la existencia de controles de cambios


proporciona un gran estímulo para declarar menos
ganancias que las que obtienen en los países
subdesarrollados, traspasándolas tanto como sea posible a
las ramas de las corporaciones que están establecidas en
sus países de origen. Es evidente que esta política puede
dar un sesgo peculiar a la "relación de intercambio" de un
país como, digamos, Guatemala.
394
del problema. Para la mayoría de los países
subdesarrollados exportadores de materias primas,
especialmente para la mayoría de aquellos en que
la producción y exportación de esas materias
primas es realizada por empresas extranjeras, los
cambios en la relación de intercambio, en la medida
que éstos dependen de los cambios de los precios
de las materias primas más que de las variaciones
de los precios de los bienes importados, no
representan, de hecho, una diferencia importante.
Es evidente que si cuentan con precios L. A. B. más
elevados para las materias primas que exportan,
esto puede fortalecer el poder de contratación de la
mano de obra nativa o de los agricultores
nacionales en sus tratos con las compañías
productoras o vendedoras. En forma similar, el que
los precios L. A. B. se reduzcan, puede ocasionar la
suspensión de algunas operaciones y un aumento
del desempleo. Sin embargo, como se mencionó
anteriormente, las economías productoras de mate-
rias primas son generalmente de una naturaleza tal,
que la oferta es bastante inelástica y los cambios de
la demanda afectan fundamentalmente al nivel de
precios y de ganancias. No puede subrayarse con la
fuerza suficiente el hecho de que la importancia que
tiene la magnitud de las utilidades con respecto al
bienestar de los pueblos de los países atrasados o
al desarrollo económico de esos países depende,
exclusivamente, de quienes se benefician con ellas,
así como del uso que se hace de éstas. 348 Una
disminución de las ganancias puede implicar,
simplemente, la reducción de los envíos al exterior.
Posiblemente esto resulte doloroso para los
accionistas extranjeros de las compañías
348

Esto se apunta, aunque en un marco de referencia algo


distinto, en el importante trabajo de H. Myint, "The Gains
from International Trade and the Backward Countries",
Review of Economic Studies (1954-1955). Nº 58, pp. 129 ss.
395
involucradas y aun perturbador para los países cuyo
balance de pagos se ve afectado de manera ad-
versa. Pero esta disminución quizá no tenga graves
consecuencias para la economía de la región
exportadora de materias primas. Por el contrario, si
se elevan las ganancias que obtienen las empresas
que exportan materias primas, ello podría
traducirse en un mayor envío de fondos al exterior
como pago de dividendos o en una cierta inversión
para el aumento de la producción de materias
primas. Esto, como hemos visto, tampoco tiene una
mayor importancia para las regiones
subdesarrolladas.
En realidad, puesto que el incremento de los
precios de las materias primas y la correspondiente
elevación de las ganancias de las empresas
conducen, por lo general, a que los pagos al capital
extranjero sean más grandes, los precios más eleva-
dos de sus exportaciones no se traducen en un
aumento de la capacidad de los países
subdesarrollados para importar bienes del exterior,
sino más bien en una expansión "no pagada" de sus
exportaciones. Como dice el Dr. Schiff, que fue el
primero —que yo sepa— en subrayar esta
importante consideración, "el hecho de que, como
consecuencia de un aumento de las exportaciones
y, con ello, de una elevación de las ganancias
brutas y netas de las empresas, salgan más fondos
del país, significa que el mundo exterior, con sólo
intensificar la demanda de los artículos que exporta
ese país, se provee de parte de los medios para
pagar los artículos adicionales que compra. En
última instancia, no necesita enviar a dicho país los
bienes o servicios adicionales equivalentes a la
cantidad adicional total de bienes que compró. En

396
cierta medida, el sistema se financia por sí solo". 349
No tiene caso agregar que, si las ganancias
adicionales corresponden a los comerciantes y
exportadores nativos y no a las empresas
extranjeras, lo que ellos hagan con esta bonanza es
decisivo para juzgar el papel que pueda tener una
mejoría de la relación de intercambio en la vida
económica del país beneficiado.350

V
El segundo corolario se relaciona con otra manía

349

"Direct Investments, Terms of Trade, and Balance of


Payments", Quarterly Journal of Economics (febrero de
1952), p. 310.

350

Por lo tanto, de la misma forma en que los pueblos de la


Arabia Saudita o del Irán pueden seguir ecuánimemente los
cambios de los precios del petróleo, existen amplias
pruebas de que al auge de postguerra en diversos
alimentos y materias primas producidos y exportados por
algunos países de América Latina, ha tenido pocos efectos
en la vida de sus poblaciones o en la velocidad de su
desarrollo económico. Dicho sea de paso, debe tenerse
presente que las estadísticas globales del ingreso nacional
no tienen ninguna importancia a este respecto, pues un
incremento de los precios de las materias primas que se
exportan se reflejará en ellas como un aumento del ingreso
nacional, sin tomar en consideración si dicha elevación
aparece en la forma de un incremento de los salarios de la
población trabajadora, o bien como un aumento de las
ganancias del capital extranjero. Ésta es la razón por la que
Venezuela —de acuerdo con las estimaciones oficiales del
ingreso nacional— tiene un ingreso per cápita de la misma
magnitud que Francia, Holanda o Bélgica. Cf. United
Nations, National Income and Its Distributtium in Under-
Developed Countries (1951), p. 3.
397
muy en boga en los escritos que circulan sobre el
desarrollo económico y que tienen por característica
el no cansarse nunca de explicar el atraso de los
países subdesarrollados por el funcionamiento de
"fuerzas eternas" o bien mediante el acopio al azar
de reflexiones que tienen visos de profundidad, pero
que son muy superficiales. A estas últimas
corresponde el lamento quejumbroso sobre la
carencia de "espíritu de empresa" en los países
subdesarrollados y a cuya abundancia debe su-
puestamente atribuirse el adelanto económico de
los países occidentales. Inspirados por los trabajos
de Weber y Schumpeter —que, dicho sea de paso,
están muy por encima de estas tonterías—, los
economistas identificados con este punto de vista
destacan el papel crucial que jugaron los
"empresarios creadores" en el fomento del progreso
económico. Con base en esto, el profesor Yale
Brozen sostiene que "un adelanto técnico eficaz, es
decir, el desarrollo y el uso de las técnicas que más
contribuyen a elevar la productividad y a aumentar
el ingreso, necesita de la existencia de empresarios
innovadores, frenados o aguijoneados por un
mercado libre".351 A su vez, el profesor Moses
Abramovitz, encuentra que "una parte muy
importante de la explicación que puede darse sobre
las diferencias que existen entre los niveles de
inversión de los países desarrollados y los de los
subdesarrollados, entre las economías adelantadas
y entre las distintas etapas de desarrollo en un
mismo país, reside en la magnitud, la energía y el
ámbito que tiene la clase de los empresarios o de
los hombres de negocios".352 El profesor Arthur Cole
está tan entusiasmado que proclama que "el
351

"Entrepreneurship and Technological Change", en el libro


editado por H. F. Williamson y J. A. Buttrick, Economic
Developmení, Principies and Patterns (Nueva York, 1954), p.
224.
398
estudiar al empresario es estudiar la figura central
de la historia económica moderna, y... la figura cen-
tral de la economía".353
Sin embargo, lo malo de la teoría que se enfoca a
esta "figura central" es que o se reduce a una
tautología, o bien su contenido es simplemente
sofístico. Si se le atribuye la primera interpretación,
que es más misericordiosa, la doctrina puede
limitarse al descubrimiento de que, en ausencia del
capitalismo industrial, no existen capitalistas
industriales y viceversa, la cual, sin duda alguna, es
una proposición correcta, pero es también una
proposición singularmente inocua. En todas las par-
tes del mundo y en todos los períodos de la historia
han existido hombres emprendedores, ambiciosos y
despiadados que tuvieron la oportunidad y la
disposición de "innovar" de llegar a un primer plano,
de conquistar el poder y de ejercer la autoridad. En
algunos tiempos y lugares, esta élite proporcionó los
caciques de tribus, en otros produjo los caballeros,
los cortesanos y los dignatarios eclesiásticos,
mientras en otra fase del proceso histórico
engendraba los príncipes mercaderes, los
aventureros, los exploradores y los pioneros de la
ciencia. Finalmente, durante el último período del
desarrollo histórico —en la época del capitalismo
moderno—, ha dado lugar al surgimiento del
empresario capitalista que organiza la producción
industrial o que domina el arte de las finanzas en

352

"Economics of Growth", en el libro editado por B. F. Haley,


A Survev of Contamporary Economics (Homewood, Illinois,
1952), vol. II, p. 158.

353

"An Approach to the Study of Entrepreneurship", en el libro


editado por F. C. Lane y J. C. Riemersma, Enterprise and
Secular Change (Homewood, Illinois, 1953), p. 187.
399
forma tal, que es capaz de someter a su control
enormes concentraciones de capital. Debería ser
evidente que lo que el teórico del empresario tiene
que explicar, no es la aparición repentina de
hombres de genio —¡tal tipo de hombres los hemos
tenido siempre!—, sino el hecho de que ese hombre,
en una determinada constelación histórica, haya
dedicado su "genio" a la acumulación de capital y
descubriese que la mejor forma de realizar este
objetivo era la inversión en las empresas indus-
triales. El no aclarar esto y el invocar en vez de ello
a un deus ex machina equivale a "explicar" el
hambre por la existencia de la pobreza e invalida
totalmente la importancia estratégica del
empresario. Pero el explorador, tan de moda
actualmente, de la historia de los empresarios,
"cuando trata con una relación histórica cuya
génesis desconoce, encuentra naturalmente muy
cómodo el explicar su surgimiento en términos de la
filosofía de la historia y recurre a la mitología: la
idea de esta relación se presentó un día, totalmente
acabada, en el espíritu de Adán o de Prometeo,
quienes, entonces, la introdujeron al mundo, etc...
No existe nada más fastidioso y más aburrido que
esta especie elaborada de locus communis".354
Puesto que una comprensión histórica y
sociológica de la supuesta insuficiencia de la
capacidad de empresa en los países
subdesarrollados ni siquiera se intenta por la
literatura que atribuye el atraso de esos países a la
escasez de este "factor de la producción", cabe
suponer que el objetivo de esos escritores no es
tanto exponer una teoría general del desarrollo,
cuanto registrar un hecho específico que se observa
en esos países. Este hecho, presumiblemente, es la

354

K. Marx, Grundrisse der Kritik der Politischen Ökonomie


(Rohen-twurf) (Berlín, 1953), p. 6.
400
carencia de los atributos del carácter de los
empresarios en los individuos que habitan las
regiones atrasadas, debiéndose explicar, por lo tan-
to, esta carencia únicamente por ciertas
peculiaridades bióticas o síquicas de estas
subprivilegiadas naciones. No necesitamos perder el
tiempo en tales explicaciones, cuyos tintes e
implicaciones racistas quizá se oculten aun al
apologista más entusiasta de lo que a menudo se
presenta como una virtud particular de los pueblos
anglosajones, a saber, la capacidad para asumir
riesgos, la audacia, la frugalidad y la imaginación
del hombre de negocios. Esto puede afirmarse por
la sencilla, pero suficiente razón de que la escasez
de la capacidad de empresa —así como de cualquier
otra— sólo existe en las disquisiciones occidentales
sobre el desarrollo económico. En realidad, para
ponerlo lisa y llanamente, existe una abundancia —
y aun una superabundancia— de espíritu de
empresa en los países subdesarrollados. Sea que
observemos a la India, al Cercano Oriente, a la
América Latina, o bien a los países atrasados de
Europa como Grecia y Portugal, en todos ellos
abundan los empresarios tortuosos, imaginativos,
arriesgados y agudamente calculadores, que se
dedican a "combinar los recursos" para su mayor
provecho y están decididos a elevar al máximo sus
ganancias dentro de la estructura de oportunidades
prevaleciente. El problema de la capacidad de
empresa de los países subdesarrollados es muy
similar al del excedente económico. No consiste
tanto en la insuficiencia de su oferta cuanto en el
uso que se hace de la que está disponible en el
orden económico y social existente. Dejemos que un
distinguido observador hable por nosotros: "Aunque
el sur de Asia no carece de una clase empresaria,
las empresas tienden a concentrarse en el
comercio, en la importación y la exportación, en la
especulación con bienes raíces y en el préstamo de

401
dinero."355 Esto puede decirse con la misma
propiedad respecto a la mayor parte del mundo
subdesarrollado.356

VI
Sin embargo, como dice un proverbio ruso, éstas no
son sino las flores, los frutos aún está por venir. De
hecho, el supremo esfuerzo de las ciencias sociales
burguesas para atribuir el atraso y el estancamiento
de una gran parte del mundo capitalista a factores
que podrían suponerse ajenos al orden económico y
social en el cual viven, se realiza en el campo de las
teorías sobre la población, de las que están repletas
355

E. S. Mason, Promoting Economic Development (Claremont,


California, 1955), p. 46.

356

El asunto puede quedar perfectamente ilustrado con el


ejemplo de Portugal. Allí, "la clase de personas, en la
actualidad bastante grande, que tienen un capital
importante, muestra una marcada preferencia por
mantenerlo en formas líquidas o por comprar tierras... Unas
cuantas de ellas sólo son capaces de animarse para
combatir a alguna empresa portuguesa más vigorosa que
trate de entrar a cierta rama de la producción que ellos han
logrado monopolizar". "Portugal", The Economist (17 de
abril de 1954). Puede suponerse, sin riesgo alguno, que una
vez que se han "animado", utilizan todos sus talentos de
empresarios que, probablemente, fueron los que le dieron la
posibilidad de amasar su "importante capital" y de obtener
su posición monopolista. Es en la existencia de estas
condiciones monopolistas, así como de todas las otras
relaciones que se analizaron previamente, en las que debe
buscarse la explicación de la lentitud o la ausencia de
crecimiento industrial en los países subdesarrollados y no
en las estériles especulaciones sobre el "letargo inherente",
"la preferencia por el mantenimiento de negocios fa-
miliares" y la falta de "espíritu de empresa" que
supuestamente caracteriza a los capitalistas de los países
atrasados.
402
los escritos que circulan corrientemente acerca de
los países atrasados. En ellas, el desaliento está a la
orden del día y se mantiene un punto de vista
sombrío sobre la posibilidad de mejorar la suerte de
los "prolíficos millones" de personas que habitan los
países subdesarrollados. El incremento continuo y
posiblemente acelerado de la población, que
obedece a una alta tasa de natalidad, que crece día
a día, y a una reducción de la tasa de mortalidad
por el adelanto de las condiciones de higiene, se
juzga como un factor que impide la rápida elevación
del ingreso per cápita. Así, la pesada nube de la
amenaza malthusiana oscurece aún el horizonte de
los pueblos que viven en las regiones
subdesarrolladas y el único rayo de luz que perciben
es la adopción ingente de medidas más o menos
drásticas para limitar la expansión de sus
poblaciones. Los economistas académicos expresan
este profundo pesimismo en los mesurados
términos que encuadran los escritos de este tipo: "Si
las tasas de natalidad no pueden reducirse en una
proporción bastante cercana a la baja que puede
esperarse de las tasas de mortalidad, no sólo no
habrá un incremento de los ingresos per cápita, sino
que puede preverse aun un descenso." 357 Los
escritores populares que se dirigen a auditorios más
amplios, utilizan un lenguaje más florido. De entre
ellos, uno de los que más éxito tienen, exclama:
"¡Nunca antes, en el curso de la historia, tantos
cientos de millones de personas han estado al borde
del precipicio!" Esto obedece, según él, al hecho de
que "las dos curvas —la de la población y la de los
medios de supervivencia— se han... cruzado. Y se
están apartando cada vez con mayor rapidez. En
tanto más se separen, más difícil será volverlas a

357

E. S. Mason, Promoting Economic Developmert (Claremont,


California, 1955), p. 53.
403
juntar".358 Otro autor, cuyo libro se adorna con una
introducción de Julián Huxley, advierte
sombríamente que "dentro de cierto tiempo, 'lo
inevitable sucederá y el número total de personas
que habitan el mundo... será demasiado grande
para los alimentos producidos".359 De hecho, si no se
le pone un fin a la "cópula sin trabas" de "millones
de procreantes", nada puede hacerse respecto a la
condición prevaleciente del mundo subdesarrollado.
"Si no puede ser detenido el incremento de la
población, no tiene caso que continuemos la lucha."
360
Es evidente que el plural de la frase anterior sólo
es una forma de expresión. Aquellos para los que
"no tiene caso que continuemos la lucha" no somos
"nosotros" —quienquiera que seamos—, sino las
hambrientas, enfermas y desesperadas masas de
los países atrasados. Para ellas, es posible que
tampoco "tenga caso" seguir conservando esta
"forma de pensar... que lleva a escribir y a aceptar
documentos como el Manifiesto Comunista o la
Carta del Atlántico, que engañan a los hombres,
haciéndolos buscar soluciones políticas y
económicas para problemas que son políticos,
económicos, sociales, geográficos, sicológicos,
genéticos, fisiológicos, etc.". Todos estos profundos
pensamientos no conducen a nada, a menos que
esta ominosa lista de los factores que son
358

W. Vogt, Road to Survival (Nueva York, 1948), pp. 265, 267.


A este libro se le impulsó con una introducción de Bernard
M. Baruch.

359

R. C. Cook, Human Fertility: The Modern Dilemma (Nueva


York, 1951), p. 322

360

Vogt, op. cit., p. 279.


404
responsables del actual estado de cosas tenga por
objeto indicar a los pueblos de los países
subdesarrollados que deben ser muy cuidadosos
antes de atreverse a decir —y muchos menos a
realizar— cualquier cosa para remediar la miseria
existente. Según Vogt, "nuestra educación debe
reelaborarse, mostrando la historia de nuestra exis-
tencia en un medio ambiente completamente
sometido a las leyes físicas, de la misma forma que
la pelota que dejamos caer de nuestras manos".361
Aunque "es obvio que a las clases dirigentes les
conviene mucho más y corresponde más a sus
intereses... explicar... la 'sobrepoblación' por las
leyes eternas de la naturaleza, que hacerlo a través
de las leyes históricas de la producción capi-
talista",362 esta "explicación" no tiene nada que ver
hoy con la ciencia, como no lo tuvo en el caso de
Malthus. Los hechos científicos sobre este problema
son totalmente distintos de lo que los
neomalthusianos nos quisieran hacer creer. Para
mencionarlos con una "desesperada brevedad": en
primer lugar, no es verdad que los niveles
miserables de vida, el hambre y las epidemias,
siempre se presenten en poblaciones muy densas o
con su crecimiento rápido. El profesor Grundfest ha
elaborado el siguiente cuadro, en el que se
presentan, en números redondos, las densidades de
población en algunos países "pobres" (atrasados) y
"ricos" (avanzados).
"Pobres""Ricos"
Surinam ........... 4 Bélgica..............800
Bolivia.............. 10 Inglaterra y Gales 750

361

Ibid., pp. 53, 286 (subrayado por el autor).

362

K. Marx, El Capital (ed. Kerr),. vol. I, p. 580.


405
Congo Belga .... 13 Reino Unido .....500
Colombia ......... 26 Holanda ...........610
Irán, Irak .......... 30 Italia.................400
Filipinas .........175 Francia ...........200
India ................250 Escocia ..........170
Martinica .......615 España .............140
Como él hace notar "estas cifras ponen de relieve
ciertos hechos: a) Los países 'pobres' lo son
independientemente de su densidad de población y
a pesar de contar con recursos agrícolas y
minerales abundantes, b) Las colonias pueden tener
densidades de población más bajas que sus
'metrópolis' y contar con recursos más abundantes
(por ejemplo, Surinam y el Congo Belga) y, sin
embargo, ser mucho más pobres, c) No existe
ninguna correlación entre la densidad de población
y los niveles de vida de los países 'ricos'. Respecto a
esto último, se encuentran en el orden siguiente.
Inglaterra, Escocia, Francia, los Países Bajos, Italia y
(mucho después) España, que es el menos poblado,
d) Sin embargo, existe una correlación directa entre
el orden que guardan los niveles de vida y el grado
de industrialización... e) Todos los países 'pobres'
también tienen un factor común, a saber, todos
ellos son industrialmente subdesarrollados y sus
recursos se explotan extractivamente para el
mercado (capitalista) mundial".363 Las dos últimas
conclusiones, las que señalan como determinante
crucial del ingreso per cápita al grado de
industrialización y no a la densidad de población, se
encuentran corroboradas plenamente por la relación
que existe entre la energía consumida y el producto
nacional.364 Ésta es la siguiente:
Consumo de energía
per cápitaIngreso nacional
(equivalentesper cápita

363

"Malthusiasm", Monthly Review (diciembre de 1951), p.


251.
406
en carbón dados (en dólares)
en millones de tons.)
Estados Unidos 16,100
.....................1,810
Canadá ........ 15,600 970
Gran Bretaña 9,500 954
Bélgica ......... 7,770 582
Suecia........... 7,175 780
Alemania (Occidental) 5,785 604
Francia.......... 4,755 764
Suiza ............ 4,685 849
Polonia ......... 4,600 300
Hungría ....... 2,155 269
Japón............. 1,670 100
Italia ............ 1,385 394
Portugal ....... 570 250
Turquía.......... 570 125
India ............. 155 57
Birmania ...... 45 36
Pero si es una mera lucubración el que la pobreza
de un país sea provocada por la presión de su
población, también es pura fantasía el atribuirla a la
imposibilidad "física" de abastecer con suficientes
alimentos a una población creciente.365 Cuando
consideramos el problema a través del tiempo o se-
guimos a los profetas del desastre en sus cálculos
de ciencia-ficción relativos al año 2100 o 2200, es
igualmente obvio lo absurdo de este punto de vista.
364

Estas cifras se refieren al año de 1950 y se recopilaron de


los datos que aparecen en el libro de J. F. Dewhurst y
compañeros, America's Needs and Resources (Nueva York,
1955), p. 1099, y en la obra de M. Gilbert e I. B. Kravis, An
International Comparison of National Products and the
Purchasing Power of Currencies (París, N. D.), p. 30. Es inútil
subrayar que las estimaciones de los ingresos per capita
son bastante inciertas. Las de la Gran Bretaña, Francia,
Alemania e Italia se basan en un estudio de precios
relativos. Las otras se han convertido de sus propias
monedas a dólares, según la tasa de cambio oficial. Sin
embargo, dan una idea aproximada de las posiciones
relativas de los países en lo individual.
407
Por lo que se refiere al primer punto, la respuesta la
da el excelente trabajo del Dr. C. Taeuber, jefe de la
Sección de Estadística de la Organización de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación. Éstas son las conclusiones a que
llegaron los investigadores en este campo de
estudio: "Es viable abrir al cultivo cerca de mil
millones de acres de tierra en las regiones tropicales
y cerca de 300 millones de acres fuera de los
trópicos. El nivel de producción por acre cosechado
que se ha supuesto en los trópicos, es equivalente
al que ya se ha alcanzado en las Filipinas. En
relación con los suelos no tropicales, el equivalente
de la producción que se ha supuesto ya se ha
logrado en Finlandia. Si se suma la producción
supuesta en esas condiciones, a la que se considera
asequible en las actuales tierras de cultivo, se
podría disponer en forma más que adecuada de
todos los alimentos necesarios; en tanto que, para
los cereales, las raíces y los tubérculos, el azúcar y
las grasas y aceites, el total posible de 'alcanzar'
sería, en estas condiciones, de más del doble que
las metas que se han supuesto para estos
cálculos."366 Colin Clark va todavía más lejos. Él cree
que, sin considerar las nuevas tierras que podrían
abrirse al cultivo, es posible producir lo suficiente
con sólo proporcionar una dirección científica a las
que ya están en uso. "Cabe esperar que la población
the Far East, 1950) llegue a afirmar que, "tarde o temprano,
la creciente presión de la población sobre las subsistencias
conducirá al restablecimiento de las fuerzas de la muerte,
sea por la debilidad general de la gente o por el hambre y
la pestilencia", en tanto que el señor Cook retóricamente
pregunta: "Aun si la ciencia pudiese encontrar la forma de
producir, por síntesis, pan y filetes partiendo del agua del
mar, ¿podría alimentarse a una tal multitud?", Human
Fertility: The Modern Dilemma (Nueva York, 1951), p. 323.

408
mundial se incremente a una tasa anual de 1 %, en
tanto que puede suponerse que las mejoras de la
técnica agrícola elevarán la producción por hombre-
año a la tasa de 11/2 % anual (y en algunos países al
2 %). De ahí que el profundo pesimismo
malthusiano esté completamente desacreditado,
pues los adelantos científicos, por sí solos, son
capaces de abastecer al incremento de la población
mundial." 367
Todo lo que necesita decirse con respecto a los
cálculos a la Julio Verne de los neomalthusianos está
admirablemente expresado en la lúcida monografía
del profesor M. K. Bennett, Director del Food
Research Institute de la Universidad de Stanford: "A
nadie deben impresionar los cálculos de relaciones
hombre-tierra, que demuestran, con perfección
aritmética, que si la población mundial se
incrementase a su tasa corriente del 1% anual,
podría señalarse un año específico en el futuro en
que sólo una pulgada cuadrada de la superficie de
la Tierra estaría disponible para cada habitante. Esto
sólo es un puro ejercicio aritmético. Es también un
ejercicio estéril. Puede confiarse en que la sociedad
actuará de tal forma que el impecable cálculo
aritmético no se realizará; la sociedad tiene el poder
de actuar. La aritmética no lleva en sí misma ningún
elemento de predicción, ningún factor compulsivo.
Igualmente estériles y carentes de interés son todos
los esfuerzos para calcular cuántas personas, en

366

"Utilization of Human Resources in Agriculture", The


Milbank Memorial Fund Quarterly (enero de 1950), p. 74.

367

"The World's Capacity to Feed and Clothe Itself", Way


Ahead (La Haya, 1949), vol. II, núm. 2, citado en el libro de
Josué de Castro The Geography of Hunger (Boston, 1952),
p. 286.
409
última instancia, podrían ser nutridas por la
producción agrícola que puede alcanzarse en la
superficie de la Tierra... Sin embargo, en la
actualidad, hay estudiosos que enfocan su
capacidad y sus instrumentos de análisis hacia una
o varias partes del mundo en vez de abarcarlo en su
totalidad; hacia la historia y las tendencias
observadas, más que en las predicciones; hacia las
perspectivas de unas cuantas décadas, más que a
los siglos o a los eónes por venir." 368 Un académico
británico concluye un esclarecido "estudio de las
capacidades productivas del hombre" con esta
afirmación: "Este planeta no es ilimitado, pero es
suficiente para mantener a todos los que quieran
vivir en él. En rigor, podría decirse que los hombres
han alcanzado una etapa de desarrollo técnico en la
que pueden producir con los recursos disponibles no
sólo la subsistencia, sino la abundancia." 369
Por consiguiente —y ésta es la tercera falacia
básica del malthusianismo de antes y de hoy—, no
tiene ningún sentido hablar de "sobrepoblación" en
su acepción más amplia. Para que esta noción tenga
algún significado, debe estipularse, de manera
inequívoca, con respecto a que se está suponiendo
que es excesiva la población. Sin embargo, una vez
aclarado esto, debe comprenderse que hay pocos
lugares en el mundo, si es que existe alguno, del
368

Population, Food, and Economic Progress, Rice Institute


Pamphlet (julio de 1952), p. 58.

369

R. Brittain, Let There Be Bread (Nueva York, 1952), p. 223.


En la introducción de este fascinante trabajo, John Boyd Orr
dice: "Este libro proporciona la relación más completa que
he visto de lo que puede hacer la ciencia moderna para
crear un mundo de abundancia." Debe ser leído por todos
aquellos que no sean totalmente inmunes al bacilo
neomalthusiano.
410
cual pueda decirse que propiamente padece una
sobrepoblación en relación con los recursos natu-
rales. Esto, con toda certeza, no puede ni siquiera
insinuarse en relación al mundo en su conjunto. La
sobrepoblación, tal como existe en la presente
etapa del desarrollo histórico, no es una
sobrepoblación respecto a los recursos naturales,
sino en relación con la planta y los equipos
productivos. Como lo dijo tan penetrantemente
Engels, "la presión de la población no se ejerce
sobre los medios de subsistencia, sino sobre los
medios de empleo".370
Sin embargo, la oferta de los "medios de empleo"
necesarios no es un dato natural, sino un fenómeno
social que sólo puede entenderse y considerarse
como tal. Como hemos mostrado antes, la diferencia
entre el excedente económico real invertido en la
expansión de la riqueza productiva de la humanidad
y el excedente económico potencial que pudo
haberse utilizado para ese fin en una sociedad
racionalmente organizada, se ha hecho tan grande
—tanto en los países avanzados como en los atra-
sados— que un enorme incremento de las
instalaciones productivas puede obtenerse con un
esfuerzo relativamente pequeño.371 Como lo explica
el Dr. Taeuber, "dado el conocimiento... el
problema... que queda por resolver, es si se harán
los cambios necesarios en las instituciones
económicas, sociales y políticas para lograr los
adelantos que están a nuestro alcance".372
Por consiguiente, "lo que a menudo se denomina
la carrera entre la población y la oferta de
alimentos, debe mejor considerarse —si es que
existe dicha carrera— como una carrera entre la

370

Carta a F. A. Lange, 29 de marzo de 1865, en la Selected


Correspotidence de Marx y Engels (Nueva York, 1934), p.
198.
411
población y el desarrollo económico".373 El desarrollo
económico y sólo éste, puede resolver los dos
aspectos del llamado problema de sobrepoblación.
Aumenta la oferta de alimentos y al mismo tiempo
reduce el crecimiento de la población. Para citar
nuevamente al profesor Bennett, "en términos
generales, pienso que puede decirse sin riesgo
alguno que, al elevarse los niveles de consumo, la
tendencia a largo plazo de las tasas de natalidad
tiende a decrecer —el matrimonio se difiere un
poco, el tamaño de la familia se limita mediante la
previsión y el uso de prácticas anticonceptivas—.
Cuando el nivel de consumo se hace lo
suficientemente alto, las tasas de natalidad tienden
a estabilizarse".374 Más aún, el crecimiento
371

Debe hacerse notar que aun las categorías ortodoxas de ia


ciencia económica burguesa como la "escasez de recursos"
y la "escasez de capital", que tuvieron sentido durante la
juventud competitiva del capitalismo, en tanto el orden
capitalista todavía era progresista con respecto a la época
anterior al feudalismo, se vuelven ficticias en Ja fase del
capitalismo monopolista y del imperialismo. Son tan vacuas
como la noción de "asignación óptima de los recursos" en
condiciones de desempleo y desperdicio y sólo sirven para
perpetuar la niebla ideológica en la cual la
"sobrepoblación", el atraso y la miseria se hacen aparecer
como consecuencias inexorables de las leyes eternas de la
naturaleza o de "relaciones económicas inmutables", en vez
de atribuirse a la irracionalidad del orden económico y
social del capitalismo y del imperialismo.

372

Op. cit., p. 83.

373

Bennett, op. cit., p. 27.

374

412
económico, al mejorar las instalaciones médicas y
extender las medidas profilácticas, tiende a reducir
en la tasa de mortalidad, lo que constituye el
adelanto más necesitado y más saludable en todas
partes y en particular en los países atrasados. Una
reducción de la tasa de mortalidad no sólo implica
una mejora en la salud, la vitalidad y la eficacia
productiva de la población, sino que también —y
esto es de gran importancia— trae como
consecuencia un descenso de la mortalidad infantil.
La significación que esto tiene, en términos
puramente económicos, puede apreciarse
plenamente cuando se considera que,
aproximadamente el 22.5 % del ingreso nacional de
la India, lo absorbe el mantenimiento de niños que
mueren antes de llegar a los 15 años de edad y que,
por ende, nunca tienen oportunidad de llevar a cabo
una vida productiva.375
Obviamente, no puede negarse que sea
"concebible el que, una vez que se hayan creado las
condiciones para un adelanto económico rápido y
racional, después de que se haya sentido su
impacto en las tasas de natalidad y de mortalidad, y
cuando ya se hayan agotado todas las posibilidades
de una utilización científica de los recursos de la
tierra, todavía pueda surgir una escasez de
alimentos o de otros productos indispensables para
el mantenimiento de la raza humana. Sin embargo,
esto es, en la etapa actual del desarrollo histórico,
una artimaña tan patente para desviar la atención,
que podemos unirnos al profesor Bennett y

Ibíd. p. 54.

375

D. Ghosh, Pressure of Population and Economic Efficiency


in India (Nueva Delhi, 1946), p. 22, citado en el artículo de J.
J. Spengler, "The Population Obstacle to Economic
Betterment", American Economic Review (mayo de 1951),
p. 351.
413
"confesar nuestra carencia total de interés" respecto
al problema. Como lo apuntaba Engels en su carta
antes citada a F. A. Lange, si "la ciencia por fin se
aplica en la agricultura, en la misma escala y la
misma consistencia que en la industria", si todas las
regiones no utilizadas o subutilizadas "han sido
aradas y entonces aparece una escasez, será
tiempo de decir caveant consules".
Por lo tanto, es desesperadamente urgente hacer
sonar la alarma, pero no debido a que las leyes
eternas de la naturaleza impidan alimentar a la
población terrestre. Debe sonarse la alarma porque
el capitalismo y el imperialismo condenen a
enormes multitudes a la privación, a la degradación
y a la muerte prematura. Debe sonarse la alarma
porque el sistema económico y social del
capitalismo y del imperialismo es el que impide
realizar la tan apremiantemente necesitada
movilización plena del excedente económico
potencial, así como la obtención de las tasas de
adelanto económico que pueden lograrse con su
ayuda. Como hemos visto anteriormente, el
excedente económico potencial de la mayoría de los
países atrasados oscila alrededor (o aun por
encima) del 20 % de sus ingresos nacionales. Con
cualquier relación producto-capital que pueda su-
ponerse razonablemente, la inversión productiva de
estos países proporcionaría incrementos del ingreso
del 7 al 8 % al año y frecuentemente aún más
elevados.376 Los incrementos que se logran en la
actualidad, allí donde se obtienen, apenas si bastan
para marchar al ritmo de la tasa de crecimiento de

376

Obviamente, esto no considera la posibilidad de la enorme


aceleración del proceso de desarrollo económico que se
lograría si las regiones atrasadas recibiesen una ayuda
generosa y desinteresada por parte de las naciones
avanzadas. Pero es evidente que esta ayuda no podrá
lograrse dentro de la estructura del orden capitalista.
414
la población (del 1 al 2 % anual) o para superarla en
una proporción insignificante.
En verdad, ésta es "una carrera entre la población
y el desarrollo económico", una carrera doblemente
dramática por el frío gesto de misantropía y
crueldad que se desprende de cada página de los
escritos imperialistas sobre el problema de la
población en los países subdesarrollados. No
interesa que el "humanitarismo no sea un interés
nacional importante; los gobiernos, simplemente, no
actúan con base en consideraciones tan puras".377
Lo que importa es la diseminación sistemática de
una ideología que desprecia la felicidad humana y
desdeña la vida del hombre, cuando la felicidad y la
vida de que se trata son las de los "amarillos", los
"negros" y otras "razas inferiores". Ninguna otra
interpretación puede darse a declaraciones como
las siguientes: "La moderna profesión médica,
encuadrando todavía su ética en las dudosas
afirmaciones de un hombre ignorante que vivió hace
más de dos mil años —ignorante, en los términos
del mundo moderno—, continúa creyendo que es su
deber mantener vivas al mayor número de gentes
que pueda."378 Seguramente, la profesión médica
obtendría una guía más adecuada en el
descubrimiento de que "hay pocas esperanzas de
que el mundo se evite los horrores del hambre
extensiva que se producirá en China dentro de unos
cuantos años. Pero, desde un punto de vista mun-
dial, esto no sólo puede ser deseable sino
indispensable. Una población china que continúe

377

E. S. Mason, Promoting Economic Development (Claremont,


California, 1955), p. 13.

378

W. Vogt, Road to Survival (Nueva York, 1948), p. 48; la cita


que sigue es de la página 238.
415
creciendo a una tasa geométrica, sólo puede ser
una calamidad mundial". Cuando menos algunos
miembros de la profesión médica han comenzado a
"encuadrar su ética" de acuerdo con "los términos
del mundo moderno", como lo indica una afirmación
como la siguiente: "Es evidente que el primer
objetivo del programa médico-sanitario no debe ser
el simple y natural de salvar vidas; por lo contrario,
su meta debe ser el desarrollo de los medios por los
cuales el pueblo chino reduzca su tasa de
natalidad."379
El profesor Norbert Wiener comprende plenamente
las implicaciones de esta nueva barbarie: "Si esta
negativa para otorgar asistencia médica se hace
con un propósito consciente o aun si se realiza sin
propósito alguno y si de ello se enteran los
norteamericanos e ingleses de hoy día, que creen
ser lo que les gusta pensar que son, esto condenaría
todas sus pretensiones de una elevada condición
moral, hasta volverse simplemente intolerable. Aun
la pérdida de la posición que ocupa el hombre
blanco será una calamidad mucho más acep-
table."380
El profesor Wiener, obviamente, aun no ha
"encuadrado su ética" de acuerdo con las
exigencias del "mundo moderno". Estas
"exigencias" son asidas plenamente por nuestros
"modernos" amigos de los pueblos que viven en los
países subdesarrollados. "Eliminar una serie de
enfermedades contagiosas de una población que no

379

G/F. Winfield, China: The Land and the People (Nueva York,
1948), p. 344. Es importante hacer notar que el autor es un
médico enviado a China por el Board of Foreign Missions de
la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos.

380

The Human Use of Human Beings (Boston, 1950), p. 52.


416
tiene suficiente para comer, introducir un torrente
de nuevas criaturas en una economía que ni
siquiera puede mantener a la gente que ya nació,
son invitaciones al desastre." Lo peor de todo sería
"una disminución constante del porciento de la
población terrestre que suscribe las ideas y los
moldes culturales [¡sic!] que han evolucionado en el
mundo occidental desde el año de 1600". Lo que
hará inevitable el desastre es que, a menos que se
adopte un plan "para mejorar las cualidades
congénitas de las futuras generaciones... (mediante)
la elevación de la tasa de natalidad de los
competentes y los dotados... una fecundidad mal
distribuida provocaría... una mayor rapidez en la
erosión de nuestra herencia biológica y cultural". 381
El señor Vogt se preocupa porque esto significaría
un "alto costo de la vigilancia de las partes
sobrepobladas de Asia y de Europa".382

381

R. C. Cook, Human Fertility: The Modern Dilemma (Nueva


York, 1951), pp. 282, 295, 255 y 315. Aunque obviamente
no hay razón para sugerir la posibilidad de plagio por parte
del señor Cook, sería interesante hacer notar cómo
"pensadores distintos" llegan a conclusiones similares de
forma independiente, dadas unas premisas
socioeconómicas e ideológicas similares. "Puesto que lo
inferior siempre es numéricamente superior a lo mejor, lo
peor se multiplicará mucho más rápidamente —si se les dan
las mismas oportunidades para crear y procrear— y lo me-
jor se verá empujado, necesariamente, al fondo. Por lo
tanto, se impone realizar una corrección a favor de lo mejor.
La naturaleza la proporciona al someter a los peores a
condiciones de vida difíciles, las que por sí solas reducen su
número. Finalmente, a los que quedan tampoco les permite
indiscriminadamente su multiplicación, sino que realiza una
elección brutal de acuerdo con su fuerza y su salud." Adolf
Hitler, Mein Kampf (Munich, 1934), p. 313.

382

Op. cit., p. 79.


417
Podría objetarse que, si bien es cierto que la
"prosecución de esta línea de pensamiento con el
propósito de asegurar la supremacía blanca, no es
sino la aceptación de una guerra de todos contra
todos",383 afortunadamente, estas líneas de pensa-
miento no caracterizan más que la "periferia
lunática" de nuestra sociedad. Pero
desgraciadamente esto no es así. No se sabe que el
Sr. Baruch, que endosó el libro del señor Vogt, ni el
Sr. Julián Huxley, que alabó el libro del señor Cook,
habiten los arrabales intelectuales de nuestra
sociedad. Tampoco puede sostenerse que sea
injusto imputarles a esas figuras públicas puntos de
vista que no titubearían en repudiar cuando com-
prendiesen sus implicaciones. Lo que se discute no
es la buena voluntad subjetiva o la maldad de los
individuos —aunque, como hacía notar agudamente
J. S. Furnivall, "en la política, como en la ley, deben
imputarse al hombre las consecuencias de sus
actos"—, sino exclusivamente la parte que juega en
el mundo objetivo la mentalidad que ellos reflejan y
que continuamente fomentan. Ésta es la mentalidad
de un sistema económico y social que se encuentra
arrinconado por su monstruosa insuficiencia, que se
opone a un mayor progreso y, de hecho, a la
supervivencia de la raza humana.
El desarrollo económico es, en la actualidad, la
necesidad más urgente y vital de la enorme mayoría
de la humanidad. Cada año que se pierde, significa
la pérdida de millones de vidas. Cada año que
transcurre en la pasividad, representa un mayor
debilitamiento y una exasperación más grande de
los pueblos que vegetan en los países atrasados.
John Foster Dulles puso por excepción el dedo en el
meollo del asunto: "Podemos hablar
elocuentemente de la libertad, de los derechos

383

Wiener, op. cit., p. 53.


418
humanos y de las libertades fundamentales, de la
dignidad y la valía de la personalidad del hombre,
pero la mayor parte de nuestro vocabulario proviene
de un período en que nuestra sociedad era
individualista. En consecuencia, no significa gran
cosa para aquellos que viven en condiciones tales
que el individualismo representa la muerte
prematura."384
En realidad, éstas no son las condiciones de una
sociedad individualista, sino las condiciones del
capitalismo monopolista y del imperialismo.
Con cada día que pasa, este estado de cosas se
vuelve más absurdo y más innecesario. Debe
eliminarse y puede eliminarse. Es posible un nuevo
orden social en el que desaparezcan las actuales
diferencias de clase y en el que —tal vez después de
un breve período de transición, acompañado de
ciertas privaciones, pero en todo caso muy
provechoso moralmente—, mediante el
aprovechamiento y el desarrollo con arreglo a un
plan de las inmensas fuerzas productivas ya
existentes de todos los miembros de la sociedad e
imponiendo el deber general de trabajar, todos
dispondrían por igual y en proporciones cada vez
mayores, de los medios necesarios para vivir, para
disfrutar de la vida y para educar y ejercer todas las
facultades físicas y espirituales.385
Este "estado de cosas", que ya era "innecesario"
en 1891, cuando Engels escribió lo anterior, lo es
todavía más en nuestros días. Las "inmensas
fuerzas productivas" que ya existían entonces, han

384

War or P'eace (Nueva York, 1950), p. 257.

385

F. Engels, Introducción a la obra de Marx, Wage Labor and


Capital, en las Selected Works de Marx y Engels (Moscú,
1949-1950), vol. I, p. 73.
419
logrado alcanzar un poder prodigioso. Los problemas
del subdesarrollo, de la sobrepoblación, de las
necesidades insatisfechas y de las enfermedades,
pueden resolverse en la actualidad por un esfuerzo
planificado y coordinado de todo el mundo en el
plazo de una generación. Sin embargo, no puede
concluirse de lo anterior que éste vaya a ser el cur-
so de los acontecimientos históricos. Como dice
Lenin, "sería erróneo creer que las clases
revolucionarias siempre tienen la fuerza suficiente
para realizar la transformación en el momento en
que las condiciones del desarrollo socioeconómico
han hecho que la necesidad de esa transformación
esté totalmente madura. Esto no es así; la sociedad
no está arreglada de una manera tan racional y tan
'conveniente' para sus elementos progresistas. La
necesidad de una transformación puede estar
madura, pero la fuerza de los creadores
revolucionarios de dicha transformación puede
resultar inadecuada para lograrla. En estas
condiciones, la sociedad se pudre y su putrefacción
puede durar décadas enteras".386
En la actualidad, una gran parte del mundo está
atravesando por uno de esos períodos de
putrefacción. Como dice el señor Vogt en la
conclusión de su libro, "la raza humana está
atrapada en una situación tan concreta como un par
de zapatos que son dos números más chicos". La
imagen es exacta. Pero el par de zapatos son el
capitalismo monopolista y el imperialismo. El dilema
al que se enfrenta la mayor parte del género
humano en la actualidad es o liberarse a sí mismo
de ambos, o bien ser mutilado por ellos para
encajarlo en esos zapatos de tortura.

386

Sochinenya (Obras) (Moscú, 1947), vol. 9, p. 338.


420
CAPÍTULO VIII

EL ASCENSO A LA CUMBRE

I
Es en el mundo subdesarrollado donde puede
observarse, a simple vista, el hecho más
característico y sobresaliente de nuestra época, es
decir, cómo el sistema capitalista, que fue un
poderoso impulsor del desarrollo económico, se ha
convertido en un obstáculo formidable para el
adelanto humano. Lo que Alexis de Tocqueville hacía
notar con respecto a las instituciones políticas, tiene
actualmente una mayor validez que la que él mismo
pudo imaginarse: "La fisonomía de un gobierno
puede juzgarse con mayor certeza en sus colonias,
pues allí sus rasgos se amplifican y se hacen más
notables. Cuando quiera estudiar los méritos de la
administración de Luis XIV, debo ir al Canadá; allí se
ven sus deformidades como a través de un
microscopio."387 En realidad, la discrepancia entre lo
que podría obtenerse con las fuerzas productivas de
que dispone la sociedad y lo que de hecho se logra
con ellas, es incomparablemente más grande en los
países avanzados que en las regiones atrasadas. 388
Pero, en tanto en los países avanzados esta
discrepancia se oscurece por el nivel absoluto tan
elevado de la productividad y de la producción que

387

Citado en el libro de S. Herbert Frankel, The Economic


Impact on Under-Developed Societies (Oxford, 1953), p. 17.

388

En este sentido, el profesor Mason indudablemente está en


lo cierto cuando dice que "quizá los Estados Unidos sean
una región atrasada en un mayor grado que el Medio
Oriente". Promoting Economic Develop-ment (Claremont,
California, 1955), p. 9.
421
se ha logrado en la era capitalista, en los países
subdesarrollados la discrepancia entre lo real y lo
posible se hace evidente y sus implicaciones son
catastróficas. En éstos la diferencia no reside, como
en los países avanzados, entre un grado más bajo o
más alto de desarrollo, o entre la solución final que
pueda darse actualmente al problema de la escasez
y la continuación de la monotonía del trabajo, la
pobreza y la degradación cultural. La diferencia, en
los países atrasados, está entre una miseria abismal
y una existencia decente, entre la pobreza sin
esperanzas y la euforia del progreso, entre la vida y
la muerte de cientos de millones de gentes. Por
consiguiente, aun los escritores burgueses admiten
en ocasiones que en los países subdesarrollados el
cambio hacia una organización social y económica
racional es de una urgencia vital, aun cuando al
mismo tiempo sostienen que los países avanzados
pueden "darse el lujo" de permanecer bajo el
dominio del capitalismo monopolista y del
imperialismo.389 Sin embargo, nada podría ser más
erróneo. Como hemos visto, el dominio del
capitalismo monopolista y del imperialismo en los
países avanzados está estrechamente ligado al
atraso económico y social de los países
subdesarrollados, pues son simplemente dos
aspectos distintos de un problema global. Una
transformación socialista del Occidente no sólo
abriría a sus propios pueblos el camino hacia un pro-
greso económico, social y cultural sin precedentes,
sino que, al mismo tiempo, permitiría a los pueblos

389

Por ello, los autores del informe de las Naciones Unidas,


"Measures for the Economic Development of Under-
Developed Countries" (1951), no consideran "para muchos
países subdesarrollados. . . la perspectiva de un verdadero
progreso económico hasta que una revolución social logre
un cambio en la distribución del poder y del ingreso".
Párrafo 37.
422
de los países subdesarrollados superar rápidamente
las condiciones de pobreza y estancamiento. No sólo
terminaría con la explotación de los países
atrasados, sino que la organización racional y la
utilización plena de los enormes recursos
productivos del Occidente fácilmente les permitiría
compensar, cuando menos en parte, su deuda
histórica con los pueblos atrasados y prestar una
ayuda generosa y desinteresada a sus esfuerzos por
aumentar rápidamente sus desesperados e
inadecuados "medios de empleo".
Por las razones a que nos referimos
anteriormente, 390
y cuyo análisis nos alejaría del
ámbito de este estudio, puede afirmarse que el
proceso histórico no ha seguido ese camino. La
transición de los países subdesarrollados hacia un
orden económico y social que les asegure un
desarrollo progresista, lejos de contar con la ayuda
de los países avanzados, se está efectuando en
contra de la enconada oposición de las potencias
imperialistas. Lo que Lenin escribió en 1913 acerca
de los países europeos, podía muy bien haberse
escrito en la actualidad respecto a todos los países
occidentales avanzados: "La civilizada y avanzada
Europa, con el brillante desarrollo de la industria
mecánica, con la rica conformación general de su
cultura, ha alcanzado un momento histórico en que
la burguesía dominante, por temor al proletariado
que crece y se hace más fuerte, apoya todo lo
atrasado, agonizante y medieval. La caduca
burguesía se une a todas las fuerzas decrépitas y
obsoletas para mantener la tambaleante esclavitud
asalariada."391 Este apoyo a "todo lo atrasado,
agonizante y feudal" puede observarse en todas
partes, sea que miremos a China y al sudeste de
Asia, al Cercano Oriente y a la América Latina, a la

390

Cf. la primera parte del capítulo v del presente libro.


423
Europa Oriental y Sudoriental, o a Italia, a España y
a Portugal. Tiene como objetivo impedir las
revoluciones sociales dondequiera que esto sea
posible y obstaculizar la estabilización y el progreso
de las sociedades socialistas donde se han realizado
tales revoluciones.
En esta coyuntura, poco cabe decir sobre los
aspectos puramente militares del problema. Los
pocos rasgos de genuino humanismo que todavía
quedaban en la conciencia de la burguesía como un
residuo de los días de su gloriosa juventud, se han
desvanecido ante el impacto de la intensificación de
la lucha de clases. Si la segunda mitad del siglo XIX
y el primer cuarto del siglo XX todavía estuvieron
marcados por una serie de acuerdos internacionales
con el objeto de "humanizar la guerra", en la lucha
actual que dirige el imperialismo en contra de la
liberación social y nacional de los pueblos que
habitan los países subdesarrollados, no se establece
ninguna limitación. La Operation Killer se considera
tan legítima como la Operation Strangle, y el
incendio de pueblos y poblados enteros es tan
inobjetable como el arrojar "napalm" sobre la
población civil. Esta posición fue resumida en una
declaración del presidente Eisenhower: "El uso de la
bomba atómica debe decidirse sobre la base
siguiente: ¿Significa o no su empleo una ventaja
para mí...? Si pensase que la ganancia está de mi
lado, la usaría sin titubear."392 Es obvio que esta

391

V. I. Lenin, "Backward Europe and Advanced Asia", Selected


Works in two Volumes (Moscú, 1950), yol. I, Parte Segunda,
p. 314.

392

Citado en el brillante artículo de Helen M. Lynd, "Realism


and the Intellectual in a Time of Crisis", The American
Scholar (invierno de 1951-1952), p. 26.
424
fórmula no refleja una ferocidad excepcional de un
individuo en lo particular, sino que representa la
extrema bancarrota moral de un orden social en
decadencia.393
Pero, como no es seguro que la "ganancia" vaya a
estar del lado del campo imperialista, el expediente
final de la guerra debe manejarse con gran
precaución y ser empleado únicamente allí donde la
existencia misma del capitalismo y del imperialismo
esté amenazada. Mientras tanto, toda guerra
pequeña se utiliza para sabotear el desarrollo de los
países socialistas. No dejan de reconocerse los
progresos que han realizado, ni los que pueden
alcanzar las naciones que han adoptado un sistema
de planificación socialista. De hecho, los autores
del informe de las Naciones Unidas sobre las
"medidas para el desarrollo económico de los países
subdesarrollados", afirman acertadamente que "si
los dirigentes se ganan la confianza del país y se
muestran enérgicos en la liquidación de los privile-
gios y de las desigualdades más evidentes, pueden
inspirar a las masas un entusiasmo por el progreso
que arrolle todos los obstáculos que se les
presenten".394 Esto es cierto, y el propio John Foster
Dulles reconoce que "los comunistas soviéticos...
pueden hacer, y de hecho realizan, su política con la
exaltación 'del gran experimento de los comunistas
393

Como observaba Marx, hablando de la Comuna de París,


"todo esto... sólo demuestra que el burgués de nuestros
días se considera el legítimo heredero del antiguo señor
feudal, para quien todas las armas eran buenas contra los
plebeyos, mientras que, en manos de éstos, toda arma
constituía por sí sola un crimen". "The Civil War in France",
en las Selected Works de Marx y Engels (Moscú, 1949-
1950), vol. I, p. 489.

394

Párrafo 38.
425
soviéticos', cautivando con ello en este siglo la
imaginación de los pueblos del mundo, en forma
similar a como lo hicimos nosotros en el siglo XIX
con 'el gran experimento norteamericano' ". 395
Aunque por lo general se reconoce que la necesidad
más urgente y más imperiosa que tienen los países
subdesarrollados es la de acrecentar rápidamente
su ingreso nacional, el profesor Mason afirma que
"en la promoción del desarrollo económico, el
comunismo puede traer enormes ventajas... A largo
plazo, y suponiendo un cierto nivel de capacidad
administrativa en la inversión y el uso de los nuevos
recursos de capital, su ingreso nacional puede ser
elevado a una tasa extremadamente rápida".396
Podía suponerse que, en tales circunstancias, los
países atrasados que por fin han logrado salir de un
secular estado de estancamiento, recibirán el
aliento y las felicitaciones —y quizá algo más
tangible— de aquellos que han mostrado una honda
preocupación por su avance. Sin embargo, tal supo-
sición reflejaría una concepción totalmente ingenua
de la situación existente. Como pregunta Lenin,
"¿dónde, fuera de la imaginación de los reformistas
sentimentales, existe algún trust capaz de
preocuparse de la situación de las masas y no de la
conquista de las colonias?"397 De hecho, el progreso
que se ha realizado en los países subdesarrollados
395

War or Peace (Nueva York, 1950), p. 256.

396

Promoting Economic Development (Claremont, California,


1955), p. 6.

397

E. Varga y L. Mendelsohn (eds.), New Data for Lenin's


Imparialism —The Highest Stage of Capitalism (Nueva York,
1940), p. 184.
426
mediante la planificación socialista, desconcierta
mucho a la opinión oficial del Occidente. Aunque el
señor Dulles señale que, en China, los comunistas
"han tenido cierto éxito en crear un sentido de
responsabilidad social y en imponer la disciplina
entre sus partidarios" —lo que sin duda alguna es
un paso de capital importancia en la lucha por el
desarrollo económico—, piadosamente espera que
este adelanto sea nulificado en virtud del "carácter
nacional" de los chinos. Con una aparente admira-
ción, describe este "carácter" en los siguientes
términos: "los chinos, a través de sus costumbres
religiosas y de sus hábitos de pensamiento
tradicionales, se han convertido en un pueblo
individualista. La familia ha sido la unidad más alta
de valor y la lealtad individual únicamente ha
existido para los ancestros y sus descendientes.
Sólo en muy pequeña escala ha existido esa lealtad
más amplia hacia sus compatriotas, hacia cierto
grupo o clase social o hacia la nación".398 Un
"carácter nacional" de esta naturaleza es,
indudablemente, un dón de Dios para los
imperialistas, cuya única preocupación es dominar
al pueblo que recibe tal bendición. En concordancia
con esto, el señor Dulles estima que "las religiones
del Oriente están profundamente arraigadas y
contienen muchos valores preciosos. Sus creencias
espirituales no pueden ser reconciliadas con el
materialismo y el ateísmo comunista. Esto establece
un lazo común entre ellos y nosotros y es nuestra
responsabilidad encontrarlo y desarrollarlo".399 Este
sentimiento encuentra eco en el profesor Mason,
quien confía en que la religión se convierta en el
398

Op. cit., p. 245.

399

Ibid., p. 229.
427
obstáculo más importante para el progreso de los
países socialistas, y afirma que "en el Asia
Sudoriental, al igual que en todas partes, la religión
es un fuerte baluarte en contra del comunismo".400
No debe sorprender el que "todo lo atrasado,
agonizante y feudal" de los propios países
subdesarrollados, marche codo con codo con sus
amigos y protectores del Occidente. Las clases
directoras en los países subdesarrollados,
vitalmente interesadas en convertir a las
poblaciones subyugadas en una "sociedad espiritual
de individuos que aman a Dios... que trabajan
duramente, tanto por considerarlo un deber como
por propia satisfacción... y para quienes la vida no
es un mero crecimiento y gozo físicos, sino un
desarrollo intelectual y espiritual",401 no ahorran
ningún esfuerzo, recibiendo una fuerte ayuda
norteamericana para fortalecer el dominio de las
supersticiones religiosas en la mente de sus
hambrientos súbditos. ¡Qué les importa, a ellas o a
los imperialistas, el que estas supersticiones
constituyan un enorme impedimento en el camino
del progreso! ¡Qué les importa, a ellas o a sus
cómplices occidentales, que el costo de mantener la
ofuscación religiosa sea una miseria creciente y una
mortandad cada vez mayor! Como observaba el Dr.
Balogh en su viaje a la India, "el renacimiento
religioso, propiciado por las clases más ricas...
impide una política racional de mejoramiento del
ganado. La India tiene 200 millones de cabezas de
ganado, muchas de ellas inútiles, que viven de una
reserva alimenticia bastante limitada. Pero, en
varias regiones, está prohibida por la ley la matanza
400

Op. cit., p. 29.

401

Dulles, op. cit., p. 260.


428
del ganado y, de facto, en la mayor parte de ellas,
ésta se ha suspendido. Hasta los monos son
sacrosantos, aunque destruyan o se coman, según
se ha estimado, un millón y cuarto de toneladas de
granos cada año".402 Al igual que los aristócratas a
fines de la era feudal, los realistas económicos en
estos últimos días del capitalismo monopolista y del
imperialismo, no están bajo el dominio de un
oscurantismo de esta especie. Sin embargo, lo
consideran bastante edificante para sus leñadores y
aguadores, tanto en su propio país como en el
exterior.403 John Foster Dulles ha resumido el
problema al afirmar: "no tenemos otra política
afirmativa fuera de ésta, pues no podemos ir más
lejos con las cosas materiales".404
De hecho, es esta incapacidad del capitalismo para
"ir más lejos con las cosas materiales", para servir
de andamiaje al desarrollo económico y social, lo
que obliga a sus apologistas y políticos a confiar
más su estabilidad en el circo que en el pan, en las
artimañas ideológicas que en la razón. Por eso la
campaña para conservar el capitalismo tiene
actualmente una publicidad más intensa que nunca,

402

"How Strong is India?", The Nation (12 de marzo de 1955),


p. 216.

403

Es por eso que, en tanto la Rockefeller Foundation ha


dedicado una parte creciente de sus actuales desembolsos
a impulsar las escuelas de Teología y otras prácticas
religiosas en los Estados Unidos, la Ford Foundation ha
estado financiando generosamente a musulmanes, a budis-
tas y a otras empresas similares en los países
subdesarrollados.

404

Op. cit., p. 254.


429
presentándola como una cruzada a favor de la
democracia y de la libertad. En los días de las
primeras luchas en contra del feudalismo, cuando el
capitalismo era un poderoso vehículo del progreso, y
la razón y la ilustración era la bandera de la clase
capitalista ascendente, esta pretensión tenía al
menos una validez histórica parcial. Casi toda se
perdió en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la
dominación burguesa se vio cada vez más amenaza-
da por el ascendente movimiento socialista y se hizo
aun más transparente que "por libertad, en las
condiciones actuales de producción burguesa, se
entiende la libertad de comercio, la libertad de
comprar y de vender".405 En la época del imperia-
lismo, ésta se ha convertido en una farsa totalmente
hipócrita, cuando el capitalismo, habiendo perdido
el control sobre una tercera parte del globo, está
luchando por su propia existencia. Como Engels
previó brillantemente, "en el día de la crisis y al día
siguiente... toda la reacción colectiva... se agrupará
en torno a la democracia pura".406 Tanto "toda la
reacción colectiva" como la "democracia pura" por
la cual supuestamente lucha, no son sino pura
libertad de explotación. Esto puede verse fácilmente
en la lista de miembros del llamado mundo libre;
España y Portugal, Grecia y Turquía, Corea del Sur y
el Vietnam del Sur, Tailandia, Pakistán y los califatos
del Medio Oriente, las dictaduras militares de la
América Latina y la Unión de Sudáfrica, todos ellos
han sido ascendidos por los cruzados imperialistas

405

Marx y Engels, Manifesto of the Communist Party, en las


Selected Works (Moscú, 1949-1950), vol. I, p. 46.

406

Carta a Bebel del 11 de diciembre de 1884, en la Selected


Corres-pondence, de Marx y Engels (Nueva York, 1934), p.
434 (subrayado en el original).
430
al rango de "estados democráticos". Si el profesor
Mason, en un pasaje que se omitió en una cita
anterior, objeta que una tasa de incremento del
ingreso nacional tan "extremadamente rápida"
como la que puede lograrse en una sociedad
socialista, depende de "un régimen totalitario que
ejerce las armas del terror [y]... reduce el nivel de
vida en forma tal... como ningún Estado
democrático puede hacerlo",407 es porque no toma
en cuenta el hecho de que el terror que ha existido
en el curso de todas las revoluciones sociales —
terror que con frecuencia es excesivo y siempre
doloroso y deplorable— no constituye sino el dolor
del parto de una nueva sociedad, y que la reducción
del nivel de vida que ha tenido lugar afecta
fundamentalmente, si no es que únicamente, a la
clase dominante cuyo consumo excesivo, su
despilfarro de recursos y su fuga de capitales, deben
"inmolarse" al desarrollo económico. Sin embargo, la
economía burguesa no suele expresar reservas de
este tipo respecto a los regímenes coloniales y
mercenarios, que "ejercen las armas del terror [y]...
reducen el nivel de vida" para preservar la riqueza y
las ganancias de sus partidarios y para perpetuar la
miseria y el estancamiento de sus países. Éste es el
caso de Formosa o de Grecia, de Malaya o de Kenia,
de Madagascar o de Argelia, de las Filipinas o de
Guatemala.
La burda apologética que identifica la libertad con
la libertad del capital, que iguala los intereses de
una minoría parásita con las necesidades vitales del
pueblo, y considera al imperialismo como sinónimo
de democracia, no ameritaría mayor atención de no
ser por dos consideraciones que la relacionan
directamente con el problema del desarrollo futuro.
La primera consideración se refiere al profundo

407

Op. cit., p. 6.
431
impacto que tiene esta ideología y las
circunstancias históricas que la fundamentan, en la
evolución social, política y cultural de las propias
naciones imperialistas. Este impacto está
sintetizado en la cortante observación de Marx y
Engels de que "ninguna nación puede ser libre
cuando oprime a otras naciones"; su trágica impor-
tancia se manifiesta, sin ninguna posibilidad de
error, sea que observemos la historia primitiva de
las "naciones opresoras" o su historia más reciente;
sea que pensemos en Europa Occidental o en la
Rusia zarista, en Asia o en América. Todo lo que nos
es posible hacer a este respecto, es apuntar este
problema tan terriblemente importante;
extendernos sobre él nos llevaría muy lejos de
nuestro campo de estudio.408

II
La otra consideración que está directamente
relacionada con nuestro presente problema, se
refiere al efecto directo de las actividades
imperialistas —que han estado reflejadas e inspira-
das por el "neojingoísmo"— en el curso de los
acontecimientos de los países subdesarrollados.
Este efecto es de lo más revelador, y su magnitud
puede estudiarse con la concreción necesaria.
Asume, por lo que respecta a aquellos países
subdesarrollados que todavía forman parte del
"mundo libre", dos formas principales. En primer
lugar, el elemento mercenario, que es el dominante
y siempre está apoyado por las potencias
imperialistas, es ayudado en forma más enérgica,
más sistemática y más abierta. No sólo reciben
subsidios para el fomento de la religión y para la
conducción de sus actividades políticas, sino que
también se les otorga ayuda militar directa para su

408

Cf. el capítulo IV, sección VII de la presente obra.


432
lucha en contra de un pueblo cada vez más
inquieto. En un número cada vez más grande de
estos países, los regímenes basados en las fuerzas
reaccionarias deben su existencia, exclusivamente,
a esta ayuda que les prestan los países imperialistas
del Occidente.409
En segundo término, un gran número de estos
gobiernos —si no es que todos ellos— no sólo
reciben armamentos, sino que se ven obligados a
dedicar una parte muy importante del ingreso
nacional de sus países a la construcción y al
mantenimiento de extensas instalaciones militares.
La proporción del ingreso nacional que se gasta con
fines militares es superior al 5 % en el Pakistán, casi
igual en Turquía, mayor del 3% en Tailandia, y
todavía más elevado en las Filipinas, en Grecia y en
algunos otros países, para no hablar de Corea del
Sur, Formosa y el Vietnam del Sur, donde el
porciento es aun más alto. Debe recordarse que la
importancia de esta carga sólo puede apreciarse
cuando se la considera en relación con el excedente
económico y no con respecto al ingreso nacional
total. De hecho, en la mayoría, si no es que en todos
estos países, el gasto militar es igual o superior al
total de su inversión productiva. Esta destrucción en
gran escala de recursos que podrían servir por sí
solos como base para un crecimiento masivo de "los
medios de empleo", es justificada por las potencias
imperialistas y sus agentes en los países
subdesarrollados, alegando una supuesta amenaza
de agresión soviética. Sin embargo, algunos de los
que anuncian a voz en cuello la agresión de la Unión
Soviética, no creen realmente en su propia pro-
paganda y tienen plena conciencia de que la
U.R.S.S. no intenta atacar a los países capitalistas.

409

Esto se aplica por igual a las Filipinas que a Formosa, al


Irán que a Corea del Sur y a España que a Guatemala.
433
La exactitud de esto la confirman varios estudiosos
de la política soviética, a los que no puede acusarse
de simpatías socialistas. Uno de los principales
expertos norteamericanos sobre los problemas
soviéticos, no deja la menor duda a este respecto:
"La teoría de la inevitabilidad del derrumbamiento
del capitalismo tiene la afortunada connotación de
que ésta no corre ninguna prisa. Las fuerzas del
progreso pueden tomarse el tiempo que sea
necesario en la preparación del coup de grace
final... El Kremlin... no tiene el derecho de arriesgar
las conquistas que ha logrado la revolución por unas
vanas fruslerías sobre el futuro... En la psicología
soviética no se encuentra ningún sentimiento que
indique que este objetivo debe alcanzarse en un
momento dado."410 Charles E. Wilson, secretario de
Defensa de los E.U.A., que obviamente es la
persona más conectada con este problema,
comparte esencialmente este punto de vista. El Sr.
Wilson "declaró, ante el subcomité de
Adjudicaciones del Senado... que el pueblo
norteamericano puede confiar en que la concen-
tración soviética en la producción de aviones de
caza es una señal de que los rusos tratan de formar
una fuerza aérea de capacidad fundamentalmente
defensiva".411 Otros innumerables observadores de
los Estados Unidos y de Europa Occidental han
expresado la convicción de que es totalmente
improbable que el campo socialista, preocupado por
la construcción interna, inicie una guerra.412
Por lo tanto, el peligro de una "agresión soviética",
de hecho equivale al peligro de la llamada

410

George F. Kennan, American Diplomacy, 1900-1950


(Chicago, 1951), pp. 116, 118.

411

New York Times, 20 de mayo de 1953.


434
"subversión", que es el nombre de moda que se le
da a la revolución social. Esto fue claramente
expresado por John Foster Dulles: "La imposición por
cualquier medio del sistema político de la Rusia
comunista y de su aliada, la China comunista, en el
sureste de Asia, será una grave amenaza al
conjunto de las comunidades libres. Los Estados
Unidos consideran que no debe aceptarse
pasivamente esta posibilidad, sino que debe ser
impedida mediante la acción unificada."413 Sin
embargo, esto no es sino una fatua incomprensión
de la historia, o más bien una distorsión deliberada
para tratar a las revoluciones sociales de los países
individuales como si fuesen el resultado de una
"subversión del exterior", o estuviesen "impuestas"
por maquinaciones y conjuras extranjeras. De
hecho, como lo hace notar el gran historiador inglés
de la Unión Soviética, "la Revolución de 1917 —ella
misma producto de los disturbios de 1914— marcó
un rumbo nuevo a la historia universal, cuya
importancia es comparable a la de la Revolución
Francesa realizada ciento veintiocho años antes, y
quizá más trascendental que ésta".414 ¿Fue este
"nuevo rumbo de la historia mundial" el resultado
de una "subversión" hábilmente organizada? ¿O fue
la Revolución China —otro acontecimiento de
412

Esta convicción es responsable, en cierta medida, de la


pronunciada tendencia que existe tanto en la Europa
Occidental como en la India, de culpar a la política exterior
de los Estados Unidos por crear artificialmente una
atmósfera de peligro de guerra. Esta convicción existe aún
entre personas que critican severamente a la Unión
Soviética.

413

Discurso ante el "Overseas Press Club", el día 29 de marzo


de 1954. Citado en Monthly Review (mayo de 1954), p. 2 (el
subrayado es del autor).
435
enorme significación histórica— planeada por los
especialistas soviéticos en "subversión"? La
respuesta a estas preguntas la da tanto el Depar-
tamento de Estado de los Estados Unidos como el
Sr. Kennan, quien durante mucho tiempo fue uno de
los funcionarios más importantes del Departamento
de Estado. "Es un hecho desgraciado, pero
inevitable, que el resultado ominoso de la guerra
civil en China estuvo fuera del control del gobierno
de los Estados Unidos. Nada de lo que este país hizo
o pudo haber hecho dentro de los límites de su
capacidad, hubiese cambiado el resultado; nada de
lo que este país dejó de hacer, contribuyó a él. Fue
el producto de las fuerzas internas de China, fuerzas
en que los Estados Unidos trataron de influir, pero
sin lograrlo."415 El Sr. Kennan "le resta importancia al
hecho" de que "el atribuir la revolución que se
efectuó en China en estos últimos años a la
propaganda soviética o a su instigación, significa
subestimar gravemente, por no decir más, varios
otros factores de gran importancia".416 Este
problema está hábilmente resumido en una
observación de Lenin: "El dominio del capitalismo no
se derrumba porque alguien quiera adueñarse del
poder. Tal conquista del poder sería una tontería. La
terminación del dominio del capitalismo sería
imposible si todo el desarrollo económico de los
países capitalistas no hubiese conducido a ello. La
guerra ha acelerado este proceso y ha hecho que el
414

E. H. Carr, Studies in Revolution (Londres, 1950), p. 226.

415

Departamento de Estado de los Estados Unidos, United


States Relations with China (Washington, 1949), p. 16.

416

Op. cit., p. 152.


436
capitalismo sea imposible. Ninguna fuerza podría
destruir al capitalismo si éste no estuviese ya
minado y subvertido por la historia." 417
Es inevitable la conclusión de que el prodigioso
desperdicio que se hace de los recursos de los
países subdesarrollados a fin de mantener grandes
instalaciones militares, no está dictado por la
existencia de una amenaza externa. La atmósfera
de este peligro es creada una y otra vez con el
simple objeto de facilitar la existencia de regímenes
mercenarios en tales países; las fuerzas armadas
que mantienen se necesitan fundamental y casi
exclusivamente para suprimir los movimientos
populares internos en favor de la liberación social y
nacional. La tragedia de esta situación tiene las
dimensiones de un drama griego. En los campos de
exterminio hitlerianos, las víctimas eran obligadas a
cavar sus propias tumbas antes de ser maceradas
por los verdugos nazis. En los países
subdesarrollados del "mundo libre", los pueblos se
ven forzados a usar una porción considerable de los
recursos que les permitirían superar su estado
actual de miseria y enfermedades, en el
mantenimiento de soldados mercenarios cuyo
objeto es proporcionar carne de cañón a sus señores
imperialistas y sostener a los regímenes que
perpetúan este estado de miseria y
enfermedades. 418

417

Sochinenya (Obras) (Moscú, 1947), vol. 24, p. 381.

418

El general brigadier del ejército de los Estados Unidos, W. L.


Roberts, comandante de! Korean Miíitary Advisory Group, le
informó al corresponsal del New York Herald Tribune el 5 de
junio de 1950... "El KMAG es la demostración viviente de
cómo una inversión inteligente e intensiva en 500 soldados
y oficiales norteamericanos fogueados en el combate,
pueden entrenar a 100 000 hombres para que peleen por
437
La cruzada contrarrevolucionaria no tiene sólo un
efecto mutilador en las regiones subdesarrolladas
que están bajo el control imperialista, sino que sus
repercusiones se resienten también con gran fuerza
en los países que pertenecen al campo socialista. La
más importante de ellas, es la necesidad inevitable
en que se ven de asignar una parte muy importante
de sus recursos nacionales al sostenimiento de
instalaciones militares. Pero, en el caso de estos
países, estas instalaciones son defensivas.
Enfrentándose al odio implacable de la clase capi-
talista, amenazados con programas de "liberación"
y con "guerras preventivas", los países socialistas se
ven obligados continuamente a temer una agresión
de parte de las potencias imperialistas. David
Sarnoff, uno de los principales dirigentes
monopolistas de los Estados Unidos, ha aclarado
suficientemente todo el problema. "Aunque los
soviéticos no desean más que nosotros una guerra
atómica, aceptan el riesgo de ella impulsando su
ofensiva política. Nosotros tampoco podemos evitar
los riesgos. (El Sr. Dulles dijo recientemente que
podía hacerse necesario '¡abandonar la paz con el
objeto de asegurar las bendiciones de la
libertad!')."419 Sin embargo —y en esto contrasta
notablemente con los propagandistas antisocialistas
de un nivel más elevado—, David Sarnoff percibe
con gran agudeza que "es necesario darnos cuenta
de que el comunismo mundial no es un instrumento
en manos de Rusia, sino que Rusia es una
herramienta en las manos del comunismo mundial.
En repetidas ocasiones, Moscú ha sacrificado sus
intereses nacionales por ajustados a las
necesidades del movimiento revolucionario
nosotros... En Corea, el contribuyente norteamericano tiene
un ejército que es un estupendo perro de presa que vigila
las inversiones realizadas en este país y una fuerza que
representa el máximo resultado obtenido al menor costo."
Citado en el libro de Gunther Stein, The World the Dollar
Built (Londres, 1953), p. 253.
438
mundial". Por consiguiente, es obvio que la
"ofensiva política" a la que se refiere el general
Sarnoff no tiene relación alguna con la absurda
noción del "imperialismo ruso", sino que es,
sencillamente, la propagación de la revolución
social. De hecho, "debe tenerse siempre a la vista el
hecho de que el reto es global. Las guerrillas rojas
en Birmania, los comunistas en Francia o en los
Estados Unidos, los 'Huks' en las Filipinas, los
agentes rojos en la América Central, todos ellos son
el 'enemigo' en igual medida que el mismo
Kremlin".
Sin embargo, como hemos visto anteriormente, no
es posible sostener que las revoluciones sociales
son hechura de hábiles agentes o que deben
atribuirse a "la propaganda o instigación soviética".
Son el resultado de las luchas de clases dentro de
las sociedades capitalistas y nadie puede abolirías o
suspenderlas. De esto se desprende que una
revolución social en un país que hoy es capitalista,
puede inducir a los imperialistas a "abandonar la
paz" y hundir al mundo en una guerra atómica. Se
desprende también, que el campo socialista puede
enfrentarse con una catástrofe de este tipo en
cualquier momento. El campo socialista no puede
"regular" las revoluciones sociales de forma tal que
no molesten indebidamente a los beneficiarios
imperialistas de las "bendiciones de la libertad";

419

"A New Plan to Defeat Communism", U. S. News and World


Report (27 de mayo de 1955), p. 139. Incidentalmente,
debe hacerse notar que los puntos de vista del general
Sarnoff, en aquel entonces presidente de la Radio
Corporation of America, no pueden ser considerados como
los de un excéntrico. Como apuntaban los editores del U. S.
News & World Report en su nota de presentación, éstos
fueron "discutidos ampliamente con el presidente
Eisenhower, quien alabó... este enfoque en su conferencia
de prensa."
439
tampoco puede prever cuál revolución será
considerada por las potencias imperialistas como un
casus belli, como una señal para iniciar un
holocausto general.
Esto no significa que una guerra total pueda
estallar en "cualquier momento", ni que el mundo
viva permanentemente sobre un volcán, ni menos
aún que el curso futuro sea completamente
impredecible. Sin embargo, sí quiere decir que en
nuestra época de imperialismo y de revoluciones
sociales, el peligro de una guerra está siempre
presente y que los países socialistas no tienen otra
alternativa que la de sacrificar una parte muy
importante de sus recursos en el mantenimiento de
una defensa adecuada.420 La lentitud de su avance
que de ello resulta y la presión consiguiente sobre
sus niveles de vida, representan el costo principal
que el imperialismo impone a los pueblos de los
países socialistas. Los efectos de las campañas de
propaganda que el imperialismo desencadena
contra ellos provocan una tirantez adicional. Éstas
se calculan para que creen "un espíritu de motín,
para que mantengan al Kremlin fuera de equilibrio,
para que ahonden las grietas ya existentes, para
que agudicen los problemas económicos e
imperiales" y a menudo consisten en "programas de
carácter religioso y espiritual... [que] predican la fe
en lo Divino, el aborrecimiento de la impiedad
comunista y la resistencia al ateísmo". 421 Estas
campañas proporcionan cierto auxilio a los restos de
las antiguas clases dirigentes en los países
socialistas, fortalecen las supersticiones en las

420

Es aquí donde la lucha política e ideológica en contra del


imperialismo en los países capitalistas avanzados —lucha
que reduce su complacencia por iniciar guerras— se
encadena directamente con el esfuerzo por acelerar y
facilitar el progreso económico y social de los países sub-
desarrollados, tanto capitalistas como socialistas.
440
mentes de los campesinos y de los obreros
atrasados, aumentan las dificultades con que se
tropiezan al educar y organizar al pueblo para
realizar un esfuerzo colectivo que elimine la
pobreza. Por consiguiente, estas campañas agravan
las condiciones internas de esos países, hacen más
pesada la mano de los que más desconfían de las
intenciones de las potencias occidentales y de esta
forma, obstaculizan el progreso de estas naciones
hacia la democracia y el socialismo. Pero seguir el
consejo del general Sarnoff para que la "Voz de los
Estados Unidos de Norteamérica" se rebautice con
el nombre de "Voz de los Estados Unidos de
Norteamérica por la libertad y la paz", no hace
diferencia alguna. "Los hechos son tercos" y Dulles
lo ha reconocido con la precisión necesaria: "No
tiene objeto contar con 'Voces de los E.U.A.' en
mayor número y de más potencia, a menos que
tengamos algo que decir que sea más persuasivo
que lo dicho hasta ahora".422

III
El establecimiento de una economía socialista
planificada es una condición esencial, y de hecho
indispensable, para lograr el progreso económico y
social de los países subdesarrollados. Pero, como
Lenin lo plantea, "para la revolución burguesa, que
brota del feudalismo, se van creando gradualmente,
en el seno del viejo régimen, nuevas organizaciones
económicas, que modifican poco a poco todos los
aspectos de la sociedad feudal. La revolución
burguesa tenía una sola misión: barrer, arrojar,
romper todas las ataduras de la sociedad anterior.
421

Sarnoff, op cit., pp. 138 y 140.

422

War or Peace (Nueva York, 1950), p. 261.


441
Al cumplir esta misión, toda revolución burguesa
lleva a cabo lo que de ella se exige: acelerar el
desarrollo del capitalismo".423 La misión a que se
enfrenta una revolución socialista en un país
atrasado es mucho más compleja. No sólo debe
generar un amplio desarrollo de las fuerzas
productivas del país, sino que también, con el objeto
de lograr lo primero, debe crear el orden social y
económico totalmente nuevo del socialismo. "La
revolución burguesa termina, generalmente, con la
conquista del poder, mientras que, para la
revolución proletaria, la conquista del poder no es
más que el comienzo, con la particularidad de que,
en este caso, el poder se utiliza como palanca para
transformar la vieja economía y organizar la nueva."
424

En esta "reconstrucción de la vieja economía y la


organización de la nueva", el primer paso y en
muchas ocasiones el decisivo, lo constituye la
movilización del excedente económico potencial del
país. En cierta medida, esto es relativamente sen-
cillo. La expropiación de los capitalistas extranjeros
y nacionales y de los terratenientes, así como la
eliminación consecuente de la sangría del ingreso
corriente que provocan el consumo excesivo, los
envíos de capital al exterior, etc., conducen a un
crecimiento instantáneo del excedente económico
real. A este respecto, el único problema económico
que surge es el de la naturaleza física de los
recursos que se liberan para usos alternos. Sin
embargo, y en su mayor parte, éstos existen ya en

423

Selected Works in Two Volumes (Moscú, 1950), vol. II, Parte


primera, pp. 418 ss.

424

J. V. Stalin, Sochinenya (Obras), vol. 8 (Moscú, 1948), p. 21


(subrayado en el original).
442
una forma tal que permiten su transferencia
inmediata a usos productivos. Sea que se presenten
en la forma de fuerza de trabajo y materiales
utilizados en la construcción de casas habitación o
para la fabricación de los artículos de lujo que
consumen las clases de altos ingresos, o bien que se
disponga de ellos en forma de divisas extranjeras
que antes se gastaban en la importación de
artículos no necesarios o se enviaban como
transferencias de fondos al extranjero, esta parte
del excedente económico potencial puede
trasladarse directamente a usos productivos.425
Más complicada resulta la movilización del
excedente económico potencial que se presenta en
la forma de cualquier clase de mano de obra
improductiva. Aunque desaparece la estructura
económica y social que mantenía a los
comerciantes, corredores, prestamistas, etc., y por
lo tanto también se eliminan los cabarets, los
hoteles, las tiendas y los distintos establecimientos
que satisfacían sus necesidades, las personas que
se ven afectadas por ello no siempre es posible

425

Obviamente, lo anterior se modifica en gran medida en el


caso de un bloqueo económico impuesto a un país
socialista por el mundo capitalista. En esas circunstancias,
la venta normal de las exportaciones puede ser imposible,
teniendo consecuencias inmediatas desastrosas para el país
bloqueado. Aunque en las condiciones del boicot al petróleo
del Irán, a raíz de la nacionalización temporal de las
empresas de la Anglo-Iranian Company, no se trataba del
socialismo, éste puede considerarse como un ejemplo
bastante ilustrativo. Sin embargo, en conjunto, es apoco
probable que tales bloqueos sean de larga duración; la
competencia entre los compradores de las mercancías de
exportación puede considerarse lo bastante aguda como
para romper el bloqueo al poco tiempo de iniciado. Esto se
aplica particularmente a situaciones en que las mercancías
involucradas son materias primas y productos alimenticios
de un mercado mundial amplio.
443
transferirlas fácilmente a otras ocupaciones
alternas. Si bien en un período un poco más largo la
reasignación se opera por sí sola, durante el lapso
de transición, las dificultades y las privaciones
individuales que esto implica pueden asumir
proporciones considerables. Es evidente que el
problema disminuye en la medida que algunas de
estas personas emigren, como ha sucedido en nu-
merosos países. Pero si permanecen dentro del país,
se convierten en una carga para sus parientes o
para la asistencia pública, o bien encuentran alguna
forma de emplearse en trabajos productivos en los
que, por razones caritativas, reciben salarios
excesivos para lo que en realidad contribuyen a la
producción social. Es obvio que la crisis es más
aguda en los casos de personas de edad avanzada.
En la gente joven, su reorientación hacia un nuevo
modo de vida se realiza con relativa facilidad. De
todas maneras, el volumen total de consumo que
realizan las clases improductivas se reduce en
proporción muy importante.
Esta declinación del consumo improductivo no
puede, de ninguna manera, traducirse en un
aumento correspondiente del excedente económico
real. En gran medida, conduce a un incremento del
consumo masivo. Si la expropiación de las empresas
industriales y mineras, de los ferrocarriles, de los
grandes establecimientos de materias primas, etc.,
normalmente transferirá a la sociedad el control del
excedente que éstas generaban, la revolución
agraria, que forzosamente debe ser parte
integrante de la revolución en la mayoría de los
países subdesarrollados, al dividir las grandes
propiedades y abolir el pago de las rentas de los
campesinos, así como mediante la eliminación de
comerciantes, usureros, etc., y al terminar con la
explotación del pueblo por el capital mercantil, no
transfiere el excedente económico de las manos
privadas a las públicas. Al destruir sus bases
sociales, barre con ello totalmente y por ende
444
incrementa el ingreso real de la población rural en
la proporción correspondiente.426
Esto no quiere decir que este incremento del
consumo y del excedente económico real se efectúe
inmediatamente después de realizada la revolución.
El descenso de la producción total, que
probablemente tendrá lugar a causa de los
disturbios y de la desorganización que
necesariamente acompañan y siguen a las crisis
revolucionarias, puede no sólo impedir un aumento
de la inversión y el mejoramiento de las condiciones
de vida, sino que, en realidad, puede ocasionar una
reducción más o menos drástica de ambos. De
hecho, no sólo puede desaparecer el excedente
económico, sino que las regiones urbanas pueden
tropezar con serias dificultades. Es evidente que no
puede postularse un principio general sobre la
duración probable y la profundidad que alcance esta
postración. Esto dependerá de la intensidad de la
426

En la Rusia de antes de la primera Guerra Mundial, los


terratenientes y los kulaks tenían entre ambos el 50% de la
producción total de cereales para la fabricación de pan,
vendiendo el 47% y el 34% de sus producciones
respectivas. Los pequeños y medianos propietarios, que
producían la otra mitad de granos, llevaban al mercado el
14.7 % del total de sus cosechas. En los años de 1926-
1927, los kulaks, que cosechaban el 13 % de la producción
total de granos, vendían el 20 % de dicha producción, en
tanto que los pequeños y medianos campesinos, a los que
ya correspondía el 85.3 % de la producción total, apenas si
vendían el 11.2 %. Como resultado de esto, las ciudades
recibieron aproximadamente la mitad de grano que antes
de la revolución. El hecho notable es que procesos similares
han tenido lugar en la China posrevolucionaria, como se
puede observar en el interesante estudio de M. Ganguli,
"Reorganization of Chínese Agricultura after land Reform",
Iridian Economic Review (agosto de 1953). Doreen Warriner
señala algo similar en los países de Europa Oriental y
Sudoriental después de sus revoluciones. Véase su libro
Revolution in Eastern Europe (Londres, 1950).
445
lucha política que acompañe a la transición
revolucionaria, del alcance de la resistencia que la
clase dirigente oponga al nuevo gobierno
revolucionario, etc. Dependerá también del
entusiasmo, de la conciencia cívica y de la disciplina
del pueblo, así como de la madurez de las fuerzas
socialistas que lleguen al poder y su capacidad para
encontrar la política adecuada y crear rápidamente
la maquinaria de la nueva administración. "La
diferencia entre la revolución socialista y la
burguesa está precisamente en que esta última
encuentra formas plasmadas de relaciones
capitalistas, mientras que el poder soviético, el
poder proletario, no hereda estas relaciones ya
hechas... La organización de la contabilidad, el
control sobre las empresas más grandes, la
transformación de todo el mecanismo económico
del Estado en una sola máquina gigantesca, en un
organismo económico que funcione de tal modo que
centenares de millones de personas se rijan por un
solo plan: he aquí la gigantesca tarea de
organización que descansa sobre nuestros
hombros." 427
En este aspecto, así como en muchos
otros, cada nuevo gobierno socialista se enfrenta a
una tarea más sencilla que a la que se enfrentó un
gobierno socialista que en fecha anterior conquistó
el poder en otro país. La experiencia histórica es
acumulativa para aquellos que la entienden y el
famoso aforismo de Hegel de que "los pueblos y los
gobiernos nunca han aprendido nada de la historia"
es ya una generalización que el propio curso de la
historia ha hecho obsoleta. Los partidos socialistas
que en el futuro lleguen al poder en diversos países,
podrán nutrirse con la rica experiencia de la Unión
Soviética, tanto en lo positivo como en lo negativo,
y podrán, por lo tanto, ahorrarse, aunque sea

427

Lenin, op. cit., p. 420.


446
parcialmente, las penalidades de andar a tientas a
cada paso, que fue el destino del primer gobierno
socialista de la historia.
Sin embargo, no puede confiarse en que esto, o la
asistencia técnica y la ayuda material que recibirán
los países recién llegados al campo socialista de
parte de los miembros más antiguos, pueda evitar
totalmente las fricciones y las dificultades del
período inicial. Estas fricciones y dificultades, que se
agravan más o menos según sean las
intervenciones extranjeras en lo militar, lo político y
lo económico, son las que ocasionan la "reducción
de los niveles de vida" que tanto deploran y conde-
nan los escritores burgueses sobre este tema. Pero,
como lo subrayó Lenin, "para que la revolución
tenga éxito, el proletariado no tiene el derecho a
detenerse ante la baja temporal de la producción,
así como no se detuvieron los burgueses enemigos
de la esclavitud ante la baja temporal de la produc-
ción de algodón a consecuencia de la guerra civil en
los años de 1863-65".428
Sin embargo, lo que tiene una importancia
decisiva es que la agitación revolucionaria durante
la cual se hace inevitable la baja de la producción,
del consumo y de la inversión, sea un fenómeno
transitorio, cuya duración se exagera
habitualmente por la propaganda
contrarrevolucionaria. En Rusia, donde la
postración económica fue causada tanto por la
primera Guerra Mundial como por la revolución
que la siguió y la guerra civil, tomó únicamente
unos cuantos años alcanzar en la producción el
nivel de preguerra y aproximadamente ocho años
el tener nuevamente la posición industrial de la
preguerra. En China, al igual que en la mayoría de
428

Selected Works in Two Volumes (Moscú, 1950), vol. II, Parte


segunda, p. 457 (las fechas 1863-65 están en el texto de
Lenin).
447
los países socialistas de Europa Oriental y
Sudoriental, donde la destrucción provocada por la
guerra también dañó en gran medida su capacidad
productiva, los niveles de producción de la
preguerra fueron superados dentro del lapso de los
dos o tres años que siguieron a sus revoluciones.429
Una vez terminada la crisis revolucionaria, cuando
se ha alcanzado el volumen del producto
prerrevolucionario y se ha estabilizado el nuevo
orden tanto en lo político como en lo administrativo,
la expansión económica no se basa en la baja del
consumo masivo a un nivel inferior al
prerrevolucionario. Sin embargo, esta expansión
dependerá fundamentalmente de que, en aquellos
países en que la revolución agraria haya acom-
pañado a la revolución social, se obtenga
nuevamente el excedente económico potencial que
ha sido absorbido por un aumento del consumo de
los campesinos. La importancia que asume este
problema difiere obviamente de país a país, depen-
diendo de la estructura económica que tenían con
anterioridad a la revolución. En numerosos países,
como por ejemplo los productores de petróleo en el
Medio Oriente o las regiones que producen
minerales en África o en la América Latina, el monto
del excedente económico que la revolución social
coloca en manos de la sociedad puede ser tan
grande, que aun cuando se use una parte de éste
para el incremento inmediato del consumo masivo,

429

En la mayoría de las economías planificadas de Europa


Oriental y Suroriental, el volumen de producción de la
preguerra se alcanzó en el año de 1949; Cf. United Nations
Economic Survey of Europe in 1949 (1950). En China, la
producción total para el año de 1952, es decir, tres años
después de la formación de la República Popular, fue mayor
que la lograda en cualquier otro año de su historia; Cf.
United Nations, Eco nomic Bulletin for Asia and the Far East
(noviembre de 1953).
448
quedará bastante para que el gobierno pueda iniciar
un ambicioso programa de inversiones productivas.
En otras partes, allí donde el grueso de la
producción (y, por consiguiente, del excedente
económico) se obtiene de la agricultura y éste ha
sido absorbido después de la revolución por los pe-
queños y medianos campesinos, la movilización de
este excedente representa la condición
indispensable para cualquier intento de desarrollo.
Empero, es precisamente allí donde es inevitable
esa movilización del excedente económico, que las
dificultades que ésta ofrece son más grandes. El
incremento del consumo masivo que provocó la
revolución agraria, aunque absorbe una gran parte
del excedente potencial total, apenas si permite un
aumento per cápita relativamente pequeño y no
constituye un cambio cualitativo en los niveles de
vida de los campesinos. Alivia su estado de
inanición, pero no termina con su estado de pobreza
abismal. Por consiguiente, todos los esfuerzos que
haga el gobierno por apoderarse de este aumento
de sus ingresos reales y dedicarlo a fines
productivos, encontrarán una resistencia amarga.
La experiencia soviética durante la década de los
veintes, es típica de lo que ocurre inmediatamente
después de una revolución agraria. Aunque un
impuesto sobre la renta parece ser la solución más
simple a este problema, una medida de este tipo es
completamente inútil dentro de la estructura de una
economía campesina de minifundio. Ni la
determinación del ingreso correspondiente a cada
campesino, ni la recaudación del impuesto a un
número cada vez más elevado de campesinos de
subsistencia,430 es una tarea viable. Las autoridades
fiscales tropiezan con una fuerte oposición por parte
430

Antes de la primera Guerra Mundial, había en Rusia de 15 a


16 millones de parcelas campesinas. Para 1927 su número
era de 24 a 25 millones.
449
de los campesinos que acaban de liberarse de la
carga de las rentas y de los impuestos de la época
prerrevolucionaria y, lo que es más importante
todavía, la propia naturaleza de la producción de la
agricultura de subsistencia hace el pago del
impuesto casi imposible. Formada por una gran
variedad de productos agrícolas y vendiéndose sólo
una mínima parte, esta producción sólo deja al
campesino de subsistencia ingresos monetarios
mínimos. Además, la recolección de impuestos en
especie es una tarea administrativamente
irrealizable. Otro de los métodos que pueden
concebirse para "extraer" parte de la producción
agrícola, tampoco promete buenos resultados; me
refiero a la llamada "apertura de las tijeras", es
decir, un cambio en los precios relativos a favor de
la industria nacionalizada. Tal estrategia también se
ve frustrada por la pobreza del campesino de
subsistencia, cuya economía seminatural reduce al
mínimo la cantidad de productos que canjea por los
bienes manufacturados más indispensables
(kerosena, cerillos, etc.). Por otra parte, los
campesinos más ricos, los kulaks, que son los que
están en posesión de ciertas cantidades de
productos agrícolas destinados al mercado, tienden
a incrementar su propio consumo o a utilizar sus
excedentes en la compra de ganado o de otros
activos de los campesinos (o de los residentes par-
ticulares de la ciudad) y no a comerciar con el
gobierno cuando estiman que la relación de precios
está por abajo de la relación de "paridad". Al mismo
tiempo, el Estado y las empresas cooperativas que
se hacen cargo de la distribución y de las funciones
crediticias, no pueden emprender las actividades
extorsionadoras que realizaban los comerciantes y
los prestamistas de antes.
Por consiguiente, la movilización del excedente
económico potencial, que estaba inactivo en la
estructura de la sociedad prerrevolucionaria, se
convierte en el problema primordial que tiene que
450
resolver el gobierno socialista, si quiere ser capaz de
emprender un programa planificado de desarrollo
económico. De hecho, en tanto no se realiza esta
movilización, la planificación no logra uno de sus
principales aspectos, que es efectuar la distribución
de la producción total entre el consumo corriente y
el excedente económico. En esto radica una de las
diferencias fundamentales entre el orden socialista y
el capitalista. En el capitalismo, la estructura de la
producción total, su distribución entre el consumo
masivo y el excedente económico, así como la
asignación del propio excedente económico entre el
consumo de los capitalistas y los diversos tipos de
inversión, está determinada por las relaciones de
producción prevalecientes, por la elevación al
máximo de las ganancias por parte de la clase
capitalista y por la distribución existente de los
medios de producción y de ingreso. En una
economía socialista planificada, tanto la estructura
de la producción social como la disposición que de
ella se hace, están sujetas a una decisión consciente
y racional por parte de dicha sociedad. "Las
condiciones de vida que rodean al hombre y que
hasta ahora lo dominaban, se colocan a partir de
este punto bajo su dominio y su control,
convirtiéndose el hombre, por vez primera, en el
amo consciente y real de la naturaleza, puesto que
se ha transformado en amo de su propia
organización social. Las leyes de su propia actividad
social, que hasta ahora las había considerado como
extrañas, como leyes naturales que lo dominaban,
serán aplicadas y dominadas por el hombre con un
pleno conocimiento de ellas."431
Sin embargo, esta situación no puede existir en
tanto una parte bastante grande y vitalmente
importante del producto nacional —la de la

431

F. Engels, Anti-Duhring (Nueva York, 1939), p. 309.


451
agricultura— sea inaccesible a la planificación de un
gobierno socialista. La única forma de incluirla
dentro del vínculo general de la economía nacional
es eliminando a la agricultura de subsistencia como
la forma principal de la actividad agrícola y
transformando a la agricultura en una industria
especializada, con división del trabajo y orientada
hacia el mercado. De esta forma, la estructura de la
producción, así como su distribución entre el
consumo de los trabajadores y el excedente que
corresponde a la sociedad en su conjunto, puede ser
determinada por la autoridad planificadora, como
sucede en las otras industrias. En las condiciones
del socialismo, esta transformación sólo puede
realizarse mediante cooperativas campesinas de
producción, a través de la colectivización de la
agricultura —tema al que nos referiremos a con-
tinuación—. Aunque a este aspecto del problema no
debe dársele un énfasis excesivo a expensas de
otros que son igualmente importantes, debemos
insistir en que aunque no existiesen otras razones
poderosas que hiciesen deseable la colectivización
de la agricultura, la necesidad vital de movilizar el
excedente económico generado por la agricultura
sería por sí sola suficiente para hacer indispensable
la colectivización. Al transferir el control de la
producción agrícola de los campesinos a las admi-
nistraciones de las granjas colectivas, que están
supervisadas por el gobierno, la colectivización
destruye la base de resistencia de los campesinos
para la "extracción" del excedente económico. Una
vez que se logra la colectivización, la parte de la
producción total que va a ser consumida por los
campesinos puede fijarse mediante asignaciones
directas a los miembros de las granjas colectivas, en
tanto que el consumo de mercancías no agrícolas
que éstos hacen puede regularse fijando los precios
que paga el gobierno por la parte de la producción
agrícola que se destine al mercado y cargarse al
sector nacionalizado de la economía a cambio de los
452
bienes de que abastece a la población rural.
El que al gobierno socialista le toque decidir qué
parte de la producción total debe retirarse del
consumo y dedicarse a la inversión (o a usos
colectivos), no implica en sí nada acerca del
contenido de esa decisión. Aunque el objetivo de la
planificación económica en el socialismo es, de
acuerdo con el planteamiento de Stalin, "asegurar la
máxima satisfacción de las necesidades materiales
y culturales, en constante ascenso, de toda la
sociedad, mediante el desarrollo y el
perfeccionamiento ininterrumpidos de la producción
socialista sobre la base de la técnica más
elevada",432 la distribución de los recursos entre las
necesidades materiales y culturales, así como la
velocidad de expansión y de perfeccionamiento de
la producción socialista, deben decidirse con base
en las condiciones concretas que prevalezcan en
cualquier fase particular del desarrollo histórico de
un país. Por consiguiente, un país socialista
económicamente avanzado puede, en una cierta
fase de su evolución, considerar innecesario el
esforzarse en lograr un incremento
particularmente rápido de su producción material
per cápita. La eliminación del desperdicio y de la
irracionalidad, que caracterizan al orden capitalista,
y la reorganización de la producción social
concomitantes, pueden considerarse como los
requisitos necesarios para asegurar a la sociedad
una oferta suficiente de bienes materiales. La
reposición corriente del desgaste normal del equipo
productivo, realizada con base en una técnica
avanzada y combinándola con una inversión
productiva comparativamente pequeña, respecto al
producto neto, puede bastar para alcanzar tasas de

432

Economic Problem of Socialism in the USSR (Nueva York,


1952), p. 33.
453
crecimiento tales, que no sólo proporcionen niveles
de vida adecuados para una población creciente,
sino que permitan una generosa ayuda a los países
subdesarrollados y una notoria disminución de la
jornada de trabajo. Como la expansión de las
necesidades culturales posiblemente sólo requiera
una inversión relativamente pequeña y, en su
mayor parte, quizá sólo se traduzcan en un ocio adi-
cional, las autoridades planificadoras pueden, en
esas circunstancias, mantener el excedente
económico real dentro de límites bastante
estrechos. Por otra parte, un país socialista atrasado
como la Unión Soviética, cercada por potencias ca-
pitalistas hostiles, ha tenido que enfrentarse a una
situación totalmente distinta. Las tasas máximas de
crecimiento de la producción material que podrían
obtenerse, eran dictadas no sólo por la necesidad
de elevar de una manera radical la oferta per cápita
tan increíblemente baja de alimentos, vestidos, ha-
bitaciones, etc., sino también por la urgencia que
tenían de crear rápidamente un potencial militar
suficiente para desalentar a cualquier agresor
extranjero.433 Es obvio que, dentro de este marco, la
autoridad planificadora tratará de dividir la
producción total de tal forma que le permita tener la
máxima inversión que sea posible para la
producción de los bienes materiales que constituyen
las bases indispensables para el progreso. En forma
similar, en algunos de los países que han entrado
recientemente en el campo socialista, la asignación
masiva de recursos para fines de defensa podría

433

"Marchamos con un atraso de cincuenta a cien años


respecto a los países adelantados. En diez años tenemos
que salvar esta distancia. O lo hacemos o nos aplastan." J.
Stalin, Sochinenya (Obras), vol. 13 (Moscú, 1951), p. 39. Es
interesante apuntar que esta declaración fue hecha el 4 de
febrero de 1931, es decir, casi exactamente diez años antes
de la invasión alemana a la Unión Soviética.
454
considerarse como innecesaria en virtud de la
localización geográfica y de otras razones, en tanto
que la construcción acelerada de los medios de
transporte puede estimarse como vital. En otro país,
lo más indicado puede ser prestar la mayor atención
a las necesidades educativas, dando a los otros
objetivos una prioridad más baja. En todos estos
casos, deberán retirarse diferentes proporciones de
la producción total para fines de inversión.
Por lo tanto, ni siquiera pueden hacerse
generalizaciones sobre la magnitud total de la
producción material que una sociedad socialista se
esforzará en obtener una vez que se haya alcanzado
un cierto nivel de adelanto. Tampoco es posible
formular principios abstractos acerca de la división
de la producción total entre el consumo y la
inversión. Más aún, aunque la elevación al máximo
de las tasas de crecimiento —si es esto lo que se
requiere en una situación concreta— equivale a la
reducción al mínimo del consumo corriente (o
inversamente a la elevación al máximo del
excedente económico), sería erróneo igualar esta
reducción del consumo que favorece al crecimiento
acelerado con su disminución a niveles mínimos.
Dada la obvia relación que existe entre los niveles
de consumo y la capacidad y el deseo que tiene la
población para trabajar, la determinación del
consumo mínimo que sea compatible con la
producción y el crecimiento máximo podrá requerir
—y en la mayoría de los países subdesarrollados
esto será una exigencia— un incremento más o
menos sustancial de los niveles de consumo
existentes. Si se considera una pequeña producción
inicial y, de acuerdo con esto, una posibilidad
limitada para lograr dicho incremento, éste deberá
diferenciarse, otorgándose los aumentos más
grandes a aquellos sectores donde se considere que
este incentivo será más eficaz. Por ende, aunque a
primera vista puede parecer correcto suponer que la
elevación al máximo de las tasas de crecimiento
455
exige la reinversión con fines productivos de todos
los aumentos de producción que se obtengan de la
inversión corriente, de hecho, el dividir dichos
incrementos de tal forma que se aumenten tanto la
inversión como el consumo, puede ser el método
más efectivo, y en ocasiones el único posible, para
lograr el mayor crecimiento de la producción.
Este problema fue captado plenamente en la
famosa resolución del Decimoquinto Congreso del
Partido Comunista de la U.R.S.S. "Sobre las
directivas concernientes a la formulación del Plan
Quinquenal de desarrollo económico": "Por lo que
respecta a la relación entre la acumulación y el
consumo, es necesario tener presente que es
imposible abordar este problema desde el punto de
vista de una magnitud máxima simultánea para los
dos... ya que esto es un problema irresoluble.
Tampoco es posible abordarlo con una preocupación
unilateral por la acumulación para un período dado,
o con un interés unilateral por el consumo. Tomando
en cuenta tanto la contradicción relativa entre estos
elementos como su interacción e interdependencia,
y considerando que para un período largo de
desarrollo ambas preocupaciones coinciden, se hace
necesario enfocar el problema desde el ángulo de
una combinación óptima de los dos factores. Con
relación a la velocidad del desarrollo, también es
necesario tener presente la extrema complejidad de
esta tarea. En este aspecto, no es imprescindible
tratar de alcanzar un ritmo de acumulación máximo
para el próximo año o para los dos o tres siguientes,
sino que debe buscarse una coordinación tal de
todos los componentes de la economía nacional,
que asegure el desarrollo más rápido por un período
largo."434
434

VKP (B) v Resolutsiakh i Reshiniakh S'ezdov, Konferentzii i


Ptenumov TsK (Partido Comunista (bolchevique) de la Unión
Soviética; Resoluciones y Decisiones de sus Congresos,
456
Por consiguiente, la parte de la producción total
que se transforma en excedente económico real, se
determina, en el socialismo, con base en las
posibilidades específicas, las necesidades y las
tareas que caracterizan a una sociedad socialista
particular en una etapa dada de su desarrollo
histórico. Por lo que toca a la magnitud, a los
procesos por los que se genera y a los fines que
sirve, ese excedente económico no tiene nada en
común con el de la sociedad capitalista. Como es un
excedente económico planificado, puede
mantenerse dentro de los límites que marcan las
necesidades de toda la sociedad; como es un
excedente económico planificado, puede ser
movilizado de tal forma que su carga se distribuya
equitativamente entre toda la población y, como es
un excedente económico planificado, puede
utilizarse de manera que propicie el desarrollo
óptimo de los recursos humanos y materiales de la
sociedad a largo plazo.

IV
Habiéndose decidido el volumen del excedente que
va a invertirse en un período dado, la tarea central
de los organismos de planificación de una sociedad
socialista es determinar su asignación más
adecuada. Como no es nuestra intención invadir el
terreno vecino de la teoría de la planificación
económica, trataremos meramente de esbozar los
que parecen ser los principales problemas
involucrados.
En primer lugar, está la cuestión —a la que se le
ha prestado gran interés en la literatura económica
occidental— de si debe buscarse el desarrollo
económico a través de la industrialización, o bien si
debe irse al encuentro del progreso mediante la
elevación de la productividad de la agricultura.
Conferencias y Sesiones plenarias del Comité Central)
(Moscú, 1941), Parte 2, p. 236.
457
Planteado como una generalización, el problema es
totalmente inabordable. Pero si se le enfoca en
forma concreta, desaparece el dilema que ello
implica, o bien la respuesta es casi axiomática.
Podemos aclarar esta cuestión si la visualizamos en
relación con los países capitalistas subdesarrollados
y si suponemos que lo que se persigue es la política
más deseable por parte de alguna autoridad
planificadora, pues de otra manera la investigación
pierde todo sentido. El problema puede abordarse
considerando a la agricultura en sus dos formas
más generalizadas, es decir, las empresas de
plantación en gran escala y la agricultura de
subsistencia. En lo que respecta a la primera, nada
necesitamos agregar a lo que se dijo anteriormente.
La mecanización y la mayor productividad de las
plantaciones que producen predominantemente
para la exportación, difícilmente mejorarán las
condiciones de los países del caso. De hecho, el
efecto de ésta puede ser completamente
desventajoso, ya que las máquinas adicionales
desplazarán algunos de los trabajadores nativos de
la plantación, privándolos de los magros medios de
vida que anteriormente podían obtener. Como los
implementos que se usan para mecanizar las
operaciones de la plantación, habitualmente se
importarán, su manufactura no ofrecerá
oportunidades de empleo que compensen la
reducción que ella provoca. El incremento de la
productividad de la mano de obra que permanece
ocupada tampoco se traducirá en una elevación de
las tasas de salarios; es casi seguro que el exceso
de oferta de mano de obra ahogue en el nido tales
procesos. Lo único que se conseguirá será una
expansión de las utilidades que obtienen los
propietarios (nacionales y extranjeros) de las
plantaciones, las cuales se irán al exterior y se uti-
lizarán en la misma forma que las que se obtuvieron
antes. La expansión de las plantaciones que quizá
provoque el aliciente de las mayores utilidades,
458
tampoco tendrá consecuencias favorables. Las
plantaciones adicionales acarrearán más desplaza-
mientos de los campesinos de subsistencia, un
mayor empobrecimiento de la población rural y un
desequilibrio más acentuado en el desarrollo
económico del país atrasado.
El problema se complica en el caso de la
agricultura de subsistencia. No hay duda alguna de
que, en los países subdesarrollados, pueden
tomarse varias medidas para favorecer a los
campesinos de subsistencia. Puede elevarse su
ingreso real si se les proporciona mejores semillas y
ganado o se les da asesoramiento agronómico y
crédito más barato. Sin embargo, la tasa de
mejoramiento que puede obtenerse por estas
medidas es tan pequeña, que probablemente el
crecimiento de la población impedirá cualquier
aumento apreciable en la producción per cápita.
Ciertamente, no puede esperarse que, en esta
forma, se lograrán excedentes. Sin embargo, todas
estas medidas de mejoramiento, cuando no se
traducen en excedentes, se convierten en acciones
casi filantrópicas, asumiendo la forma de un
"reconstituyente" esporádico; dichas medidas no
desarrollan un impulso propio y no pueden constituir
la base de una expansión posterior. De hecho, sólo
puede obtenerse un incremento importante de la
productividad agrícola cuando se utilizan técnicas
modernas de cultivo —tracción mecánica, equipos
complejos, abonos—, las cuales en su mayor parte
sólo son aplicables a la agricultura en gran escala.
El campesino de subsistencia de las regiones
atrasadas (y en este aspecto, también el de
cualquier otra) no tiene los medios para adquirir los
instrumentos necesarios y, lo que es todavía más
importante, tampoco podrá utilizarlos en su
pequeña parcela.
Es evidente que la agricultura en gran escala
puede surgir en el curso del desarrollo capitalista
(de hecho, en algunos países avanzados ha
459
surgido). Pero esto será el resultado de lo que
llamamos anteriormente la "contrarrevolución
agraria", de la penetración masiva del capitalismo
en la agricultura, de una enorme diferenciación de
la población rural y de la consiguiente evolución de
los capitalistas y del proletariado agrícolas. Pero,
además del hecho de que este proceso fue extre-
madamente doloroso, pues estuvo acompañado del
cercamiento de tierras y de la ruina de grandes
masas de campesinos, únicamente pudo realizarse
una vez efectuada la transición de la fase mercantil
del capitalismo a la etapa industrial. Fue esta
transición lo único que propició la invasión
capitalista de la agricultura y la revolución técnica
en los métodos de cultivo, creando al mismo tiempo
un mercado para los productos de las grandes
empresas agrícolas, y una oportunidad de empleo,
aunque en forma parcial, para las masas rurales
desplazadas y desposeídas. Por lo tanto, debe
quedar claro —aun para aquellos que en la
actualidad gustan de recomendar esta forma de
desarrollo a los países atrasados— que sólo
mediante la industrialización de esos países puede
alcanzarse un incremento sustancial de la
productividad de su agricultura. Sin embargo, en los
escritos burgueses sobre este tema abundan las
advertencias en contra de un "énfasis exagerado"
en la industrialización y de un "nacionalismo
fanático que conduzca a una precipitación excesiva
del desarrollo industrial", etc. En realidad, el hacer
énfasis en la prioridad de la agricultura —
admitiendo como concesión la deseabilidad de
algunas industrias de bienes de consumo— se ha
convertido en el signo distintivo de una actitud
"prudente" y "propia de estadistas" de la opinión ofi-
cial occidental respecto al desarrollo económico de
los países atrasados. Aunque esta posición puede
tener cierto mérito en el caso de algunos países
capitalistas subdesarrollados que emprenden la
realización de proyectos industriales más o menos
460
aislados, que no están planeados adecuadamente,
ni se encuentran coordinados con otras políticas
económicas, fundamentalmente refleja una
preocupación por los intereses del capital
monopolista occidental y no por los de los pueblos
que habitan los países subdesarrollados. Esto se ha
declarado de una manera tan franca en un
documento oficial de gran importancia, que merece
citarse con cierta amplitud. "La potencialidad y los
problemas de los países subdesarrollados, así como
la naturaleza de nuestro interés en su desarrollo
económico, nos indica el tipo de programas de
desarrollo que debemos apoyar... Para aquellos
países cuyos recursos puedan desarrollarse y
abastecer provechosamente la demanda mundial,
éste parece ser el modo más eficaz de obtener
bienes adicionales... En la mayoría de los casos, la
exigencia principal será lograr un desarrollo que
mejore la producción agrícola. Este tipo de des-
arrollo debe equilibrarse mediante el otorgamiento
de mayores facilidades a la producción industrial,
que en sus comienzos deberá orientarse
especialmente hacia las industrias ligeras que
producen bienes de consumo... Los Estados Unidos
tendrán una necesidad creciente de materias
primas, particularmente de minerales, en la medida
que sus recursos internos se agoten
progresivamente." 435

Es obvio que un gobierno socialista de un país


subdesarrollado no puede tener nada en común con
una política de "desarrollo" que se calcula para
mantener a los países atrasados como fuentes de
materias primas para las potencias imperialistas del
Occidente y, por ende, para perpetuar su estado de
atraso económico, político y social. En una sociedad
435

Report to the President Foreign Economic Policies ("Gray


Re-port") (Washington, 1950), p. 59 (subrayado por el
autor).
461
socialista, el dilema entre la industrialización y el
mejoramiento de la agricultura carece totalmente
de sentido, puesto que el progreso es indivisible y
una de las condiciones más importantes para lograr
un desarrollo rápido y saludable es el manteni-
miento de la armonía entre estos dos sectores de la
sociedad. Puesto que una revolución social en los
países subdesarrollados no puede esperar, y de
hecho no espera, a que "se desarrolle en todas
partes, hasta sus últimas consecuencias, la
producción capitalista, a que hayan caído en las
garras de la gran explotación capitalista hasta el
último pequeño artesano y el último pequeño
campesino",436 el atraso que prevalece en la
mayoría de los países, y el estado casi medieval en
que se encuentra su agricultura, constituyen el
legado más importante del capitalismo que tiene
que superar la sociedad socialista. El método
mediante el cual esto debe realizarse, fue señalado
por Engels. Para evitar a los pequeños campesinos
la experiencia destructiva y espontánea del
desarraigo y de la proletarización a que los condena
la transformación capitalista de la agricultura, debe
ofrecérseles "la oportunidad de que implanten ellos
mismos la gran explotación, no por cuenta del
capitalismo sino por su propia cuenta,
colectivamente", y capacitarlos para realizar "la
transformación de sus empresas privadas y de sus
posesiones privadas en empresas cooperativas".437
Este programa fue desarrollado —dándole la
concreción y la precisión necesarias— por Lenin en

436

F. Engels, "The peasant Question in France and Germany",


en las Selected Works de Marx y Engels (Moscú, 1949-
1950), vol. II, p. 395.

437

Ibid., pp. 393, 394.


462
la Unión Soviética.
En 1918, lo formuló con gran claridad: "El
desperdicio de fuerza de trabajo y de energía que se
efectúa en la pequeña economía campesina no
puede continuar. Si se realizase una transformación
de esta economía pulverizada en una economía
socializada, la productividad del trabajo podría
duplicarse o triplicarse y el trabajo humano podría
reducirse dos o tres veces, tanto en la agricultura
como en todas las otras actividades humanas... Es
nuestra tarea y nuestro deber dirigir [todas las
fuerzas de la técnica]... de tal forma que la rama
más atrasada de la producción, que es la
agricultura... sea puesta sobre nuestra ruta, para
que se transforme y deje de ser un oficio obsoleto e
irracional, y se convierta en una actividad basada en
la ciencia y en los adelantos de la técnica." 438
No es necesario reflexionar profundamente para
comprender que este reconocimiento de la urgencia
del desarrollo agrícola no tiene nada en común con
la idea de que la agricultura debe tener prioridad
sobre la industria o con la de que su mejoramiento
debe considerarse la "necesidad principal" de los
países subdesarrollados. En innumerables ocasiones
Lenin hizo hincapié en la importancia trascendental
que tiene la industrialización. "La salvación de Rusia
no reside en una buena cosecha en el campo —esto
no basta—; ni está sólo en el buen estado de la
industria ligera, que abastece a los campesinos de
los artículos de consumo —esto tampoco basta—;
necesitamos, además, una industria pesada. Mas,
para ponerla en buenas condiciones, se necesitarán
muchos años de labor."439 Desde un punto de vista
más amplio y más general, Lenin subrayaba que
"cuando Rusia esté cubierta por un gran sistema de
estaciones eléctricas y de potentes instalaciones

438

Sochinenya (Obras) (Moscú, 1947), vol. 28, p. 319.


463
técnicas", nuestra construcción económica
comunista servirá de ejemplo para Asia y Europa
cuando inicien su construcción del socialismo". 440
En realidad, la modernización de la agricultura y la
industrialización en gran escala están ligadas tan
estrechamente como dos hermanos siameses. El
crecimiento de la industria es el que abastece a la
agricultura de la técnica necesaria para su
desarrollo y de los bienes de consumo
manufacturados que requiere la población rural,
mientras la expansión agrícola proporciona los
alimentos que consume la creciente mano de obra
ocupada en la industria y muchas materias primas
para la ascendente producción industrial. Más
todavía, "el ahorro de trabajo es precisamente una
de las ventajas de la gran explotación agrícola",441 y
representa un prerrequisito indispensable para la
industrialización, en tanto que la evolución de la
industria moderna es lo que proporciona el mercado
para una producción agrícola más amplia.
Es evidente que la comprensión de esta
interdependencia no parece señalar directamente el
punto de apoyo desde el que puede sacarse a toda
la industria del punto muerto. ¿El excedente
económico de que se dispone debe usarse
fundamentalmente para inversiones en la
agricultura, o se debe dedicar a la construcción
industrial? El primero de estos casos nos conduce a
la comprobación antes mencionada de que, en las
439

Selected Works in Two Volumes (Moscú, 1950), vol. II, Parte


segunda, p. 697 (subrayado en el original).

440

Sochinenya (Obras) (Moscú, 1947), vol. 31, p. 486.

441

F. Engels, loc, cit.


464
condiciones de una economía campesina
"pulverizada", no se tienen las oportunidades
suficientes para realizar inversiones beneficiosas ni
las perspectivas adecuadas para que la inversión
que se realice proporcione, en un plazo corto, un
excedente importante para usarse en el
desenvolvimiento industrial. Al mismo tiempo, la
creación de granjas cooperativas —que constituyen
la estructura socioeconómica en la que puede
lograrse tanto el aumento sustancial de la
producción agrícola como la movilización del
excedente generado por la agricultura— dependerá
de la disponibilidad de implementos agrícolas y de
otros recursos con que deben equiparse las
explotaciones agrícolas en gran escala. Como lo
apuntaban Marx y Engels, "la implantación de una
economía colectiva se basa en el desarrollo de la
maquinaria, de la utilización de los recursos
naturales y de muchas otras fuerzas productivas...
En ausencia de tales condiciones, la economía
colectiva no constituirá, por sí misma, una nueva
fuerza productiva, pues carecerá de todo fundamen-
to material y se apoyará en simples bases teóricas.
Es decir, no representará sino un capricho parecido
al de la administración de un monasterio".442 De
hecho, si estas condiciones no existen, la
colectivización podría permitir movilizar el
excedente económico generado por la agricultura,
pero no elevar el nivel de la productividad agrícola
y, por ende, no se podrá transformar la agricultura
en una "actividad basada en la ciencia y en los
adelantos de la técnica". Las granjas colectivas
podrán convertirse en latifundios de gran escala,
trabajados por campesinos hambrientos en vez de
prósperas empresas agrícolas que proporcionen un

442

"Marx und Engels über Feuerbach", Marx-Engels Archiv


(Frankfurt, N. D.), vol. I, p. 284.
465
alto nivel de vida a sus miembros y grandes
excedentes agrícolas al conjunto de la sociedad. Lo
que es más, ¿cómo podrá inducirse en esos casos a
los campesinos a que se asocien (y permanezcan)
en las cooperativas de producción y a que se
transformen en agricultores colectivos? Para que
quede más claro, la posibilidad de obtener el apoyo
de los campesinos para la colectivización y de
despertar su entusiasmo por la construcción de una
economía agrícola moderna, se basa en hacerlos
"comprender que esto va en su propio interés, que
es su único medio de salvación". Esto no puede
lograrse "mediante la fuerza, sino por el ejemplo y
brindando la ayuda social para este fin".443 Pero el
establecimiento de grandes explotaciones agrícolas
modelo, en número suficiente para que
impresionen, y "el brindar ayuda social" en una
escala adecuada, es precisamente lo que resulta
imposible si no se cuenta con una industria
desarrollada. Todavía es más grave el hecho de que
aun el esfuerzo decisivo para influir en el ánimo de
los campesinos, tanto "por el ejemplo" como por
una ayuda en gran escala, puede tropezar con la
suspicacia y la oposición por parte de éstos. Sin
embargo, el superar esto "presupone un grado tal
de cultura de los campesinos... que no puede
lograrse sin una revolución cultural completa". A su
vez, esta revolución cultural "presenta dificultades
increíbles, tanto en su aspecto puramente
educacional (pues somos analfabetos) como en el
aspecto material (pues para ser culto es necesario
un cierto desarrollo de los medios materiales de
producción, es decir, necesitamos cierta base
material)".444 Esto sugiere que la política correcta
443

Ambas citas son de F. Engels, op. cit., pp. 393, 394.

444

466
consistirá en iniciar el desarrollo en la industria, en
darle al desenvolvimiento industrial todo el apoyo
que se pueda, mientras que la revolución técnica,
social y cultural de la agricultura, deberá
posponerse hasta que la sociedad haya reunido una
fuerza industrial suficiente para que puedan
sentarse las bases materiales de la reconstrucción
agrícola. La viabilidad de este programa depende de
la disponibilidad de recursos para una expansión
significativa de la industria, es decir, de la
capacidad de la agricultura para proporcionar un
excedente que sea lo bastante grande para
sostener un volumen suficiente de construcción
industrial.
A primera vista, parecería que nos enfrentamos a
un círculo vicioso. No puede haber modernización de
la agricultura sin industrialización, y no puede haber
industrialización sin un incremento de la producción
y del excedente agrícolas. Pero, como es usual en el
universo de las relaciones económicas y sociales, el
entrelazamiento de factores aparenta ser muy
estricto, y la circularidad de la constelación obligada
sólo en la medida en que el problema se considera
meramente en abstracto, o como Marx hubiera
dicho, exclusivamente en lo "especulativo". En una
situación histórica concreta, hay diversos elementos
que se introducen en el proceso y permiten abrirse
paso allí donde en "lo grisáceo de la teoría" parecía
imposible encontrar una salida. En la historia
primitiva del capitalismo, la solución fue dada por
una transfusión masiva del excedente económico
del exterior (mediante el saqueo de las colonias o
por el metódico proceso de importación de capital),
así como por una severa presión sobre los niveles
de vida de las masas urbanas y rurales. Como lo
plantea el profesor Mason, "al ajustarse el equilibrio
entre los llamados 'derechos de propiedad' y los

V. I. Lenin, Selected Works in Two Volumes (Moscú, 1950),


vol. II, Parte segunda, pp. 722, 723.
467
'derechos del hombre', no fueron seguramente los
derechos de propiedad los que sufrieron".445 Como
resultado de ello, "una gran parte del conjunto del
capital que disfrutamos en la actualidad, es el
producto de los salarios que no se pagaron a
nuestros padres".446
La Rusia socialista tuvo que buscar una salida
distinta a este impasse. No sólo no podía contar con
la explotación de colonias o con préstamos del
exterior, sino que tuvo que dedicar una parte
considerable de sus escasos recursos al
mantenimiento de las instalaciones de defensa
indispensables. Sin embargo, se lanzó a romper el
nudo Gordiano creando una poderosa industria y,
simultáneamente, proporcionando a la agricultura el
equipo técnico necesario para su modernización y
colectivización. La solución de esta tarea gigantesca
se logró a un costo tremendamente alto. Como dice
Stalin, "fue necesario aceptar sacrificios e imponer
la más severa economía en todo. Fue necesario
economizar en alimentos, en escuelas, en bienes
manufacturados, para poder acumular los medios
indispensables para la creación de la industria. Éste
era el único camino para superar el hambre de
equipo técnico".447 Los costos no fueron sólo
económicos. El principio de libre adhesión de los
campesinos a las granjas colectivas fue burlado
445

Promoting Economic Development (Claremont, California,


1955), p. 44.

446

Aneurin Bevan, Democratic Values, Fabian Tract Nº 282


(Londres, 1950), p. 12.

447

Voprosy Leninisma (Cuestiones del Leninismo) (Moscú,


1939), p. 487.
468
continuamente. Aunque las declaraciones oficiales
subrayaban la naturaleza voluntaria del movimiento
de colectivización, en realidad la coerción y el terror
fueron decisivos para ayudar a lograr el resultado
deseado y alcanzar este "profundo cambio revolu-
cionario, este salto de un viejo estado cualitativo a
un nuevo estado cualitativo, que por sus
consecuencias puede igualarse al cambio
revolucionario de octubre de 1917". 448

No cabe duda alguna acerca de que esta ruptura


revolucionaria del atraso secular de la antediluviana
aldea rusa no pudo haberse logrado con el
consentimiento de un campesinado irracional,
iletrado e ignorante. Como en todas las situaciones
en que las necesidades objetivas chocan con el
juicio que tienen los individuos de tales
necesidades, estos últimos sólo pueden obstaculizar
y retardar el proceso histórico, pero no pueden
detenerlo indefinidamente. Más aún, las actitudes
individuales respecto a un curso dado de los
acontecimientos, lejos de ser inmutables y rígidas,
en ocasiones se colocan en armonía con los cambios
objetivos, unas veces con rapidez y otras lenta-
mente. Lo decisivo y determinante para que tal
armonía surja en el curso del tiempo, es que los
cambios que se efectúen correspondan a las
necesidades vivientes y objetivamente
determinables de la sociedad. El hecho de que la
colectivización de la agricultura en Rusia —a pesar
de todos los sufrimientos que produjo su fase inicial
— fuera la única forma posible de lograr un amplio
progreso económico, social y cultural, le aseguró
tarde o temprano su éxito. El que la fuerza haya
tenido que utilizarse para realizar la transformación
448

Istorya Vsesoyuznoy Kommunisticheskoy Partii


(Bolshevikov) -Kra-ti Kurs (Historia del Partido Comunista
(bolchevique) de la U.R.S.S. Compendio) (Moscú, 1938), p.
281.
469
revolucionaria de la agricultura, "no implica", como
dice Oskar Lange, "que el gobierno soviético no
estuviese preocupado por obtener el asentimiento
de la población para los objetivos que perseguía, así
como para los métodos con los que trataba de
lograrlos. Sin embargo, este consentimiento se
obtuvo ex post facto a través de la propaganda y de
las actividades educativas del Estado y del Partido
Comunista".449 Todavía más importante es que ese
asentimiento se haya obtenido mediante el hecho
contundente de que la realización material fue tal,
que demostró a un número creciente de gente que
la colectivización era un paso trascendental e
indispensable hacia el adelanto económico y social.
Con la "enorme contribución que hicieron al
progreso de la industrialización las formas colectivas
de la agricultura durante... [los] años difíciles del
primer quinquenio, al proporcionar un incremento
sustancial de los excedentes agrícolas destinados al
mercado",450 fue posible superar, en un plazo de
cuatro años, los efectos adversos que habían tenido
en la producción agrícola los disturbios que provocó
la colectivización. En el año final del segundo Plan
Quinquenal, la cosecha de granos alcanzó una cifra
sin precedentes, en tanto que la producción de los
llamados cultivos técnicos (fibra de lino, algodón y
remolacha) se habían más que duplicado con

449

The Working Principies of the Soviet Economy (Nueva York,


1943), p. 7.

450

Maurice Dobb, Soviet Economía Development Since 1917


(Londres, 1948), p. 247, donde se afirma que "en el año
agrícola 1932-33... (la cosecha) fue casi el doble de lo que
había sido seis años antes en el caso de los granos y de las
patatas, y más del doble en el caso del algodón, del lino y
de la lana".
470
respecto a 1928.451
En esta forma no sólo se resolvió el problema de
los alimentos en las aldeas colectivizadas y en las
ciudades, que crecían a un ritmo acelerado, sino
que las industrias productoras de bienes de
consumo obtuvieron las materias primas indispensa-
bles para su desarrollo y el gobierno pudo acumular
importantes reservas de alimentos para los posibles
casos de emergencia. El papel que estas reservas
jugaron durante la guerra, pocos años después, es
bien conocido. Sin embargo, esto no es todo. Igual
importancia tiene el hecho de que el aumento de la
producción agrícola haya estado acompañado por la
liberación de 20 millones de personas de la
agricultura, provocándose una migración del campo
a la ciudad que era indispensable al crecimiento de
la industria. Esto se reflejó en un incremento per
cápita de la productividad agrícola, que fue de casi
60 % entre 1928 y el final de la década de los
treintas.452 Esto, a su vez, fue el resultado de
"brindar ayuda social" a la agricultura en una escala
gigantesca. Habiendo recibido en el transcurso del
primer Plan Quinquenal casi 250 000 tractores y
aproximadamente el doble de éstos al final del
segundo Plan Quinquenal, la agricultura rusa, "que
era una de las más atrasadas... [pudo] acumular en
el lapso de unos cuantos años un enorme capital de
producción —en la forma de maquinaria industrial y
edificios— y mecanizar los sectores más
importantes de cultivo, en un grado mucho mayor al
que habían logrado otros países en el curso de un

451

Cf. A. Baykov, The Development of the Soviet Economic


System (Cambridge y Nueva York, 1947), p. 325.

452

M. Dobb, op. cit., pp. 253, 285.


471
largo período histórico".453 En resumen, y tomando
las palabras del autor de un estudio monumental
sobre la agricultura soviética (cuya actitud crítica
hacia la U.R.S.S. es bien conocida), "el movimiento
de socialización de la agricultura logró ampliamente
su principal objetivo económico, que era el servir
como base al impulso industrializador. Pero esto fue
casi todo lo que se logró...".454
En realidad, ¡esto es "casi todo"! Se ha contado
muchas veces la historia de la industrialización
soviética y no es necesario repetirla. Baste con
señalar que las tasas de crecimiento de la
producción industrial desde que se inició la
campaña industrializadora, fueron superiores al 18
% anual —sin considerar los años de la segunda
Guerra Mundial—, mientras la producción total
creció a una tasa aproximada del 16 % al año. "Esta
tasa de crecimiento significa duplicar la producción
cada 5 años y es casi dos veces más elevada a la
que se ha registrado en los períodos excepcionales
de auge en el mundo capitalista; en los Estados
Unidos, en la segunda mitad de la década de 1880,
ésta fue de 8.6 %; en Rusia, en la década de 1890,
fue del 8 %, y en Japón, entre 1907 y 1913, la tasa
de crecimiento se elevó al 8.6 % anual. Puede
compararse también con las tasas de crecimiento
de la producción industrial de los Estados Unidos
entre 1899 y 1929 (5 %), y la de la Gran Bretaña,
que fue de 3 % al año", 455 en el período que va de
453

A. Baykov, op. cit., p. 323.

454

Naum Jasny, The Socialized Agriculture of the USSR


(Stanford, California, 1949), p. 33.

455

Maurice Dobb, "Soviet Economy: Fact and Fiction", Science


472
1885 a 1913.
La "revolución desde arriba", que consolidó el
orden socialista en Rusia y marcó el inicio real de
una planificación socialista cabal, condujo a un
agudo deterioro en la situación económica
inmediata, a una grave desorganización del flujo
normal de la producción agrícola y de bienes de
consumo, y ocasionó una dolorosa caída del nivel de

& Society (primavera de 1954). "Inspirados" por las


exigencias de la guerra fría y por las implicaciones obvias
que tienen estas realizaciones de la planificación socialista
para los países subdesarrollados, un gran número de
expertos en asuntos de la Unión Soviética, especialmente
en los Estados Unidos, se han consagrado a desinflar el
alcance de este triunfo histórico sin precedentes. Pero aún
el Sr. Jasny, que es el que más ha avanzado en ese camino,
no puede menos que reconocer un crecimiento del ingreso
del 8 % al 9 % anual para el período 1928-1937. The Soviet
Economy During the Plan Era (Stanford, California, 1951), p.
85. Otros investigadores, aunque tratan de "revisar" y
"corregir" las estadísticas soviéticas, de hecho las han
corroborado sustancialmente. El profesor D. R. Hodgman,
en su libro Soviet Economic Growth (ed. A. Bergson) (Nueva
York, 1953), presenta un índice de la producción industrial
en que se observan tasas anuales de crecimiento del 15 al
16 % para el período que abarca de 1927-1928 a 1937 y
una tasa de incremento de más del 20 % para los años de
1946 a 1950. Por otra parte, el profesor Alexander
Gerschenkron ha probado, a través de laboriosas
compilaciones, que no hay más bases para sospechar una
"parcialidad" al alza en las series estadísticas soviéticas que
en cualquier otra serie cronológica de números índices.
Aunque afirma que "la medida exacta —por lo demás tan
evasiva— de la parcialidad de los índices de 1926-1927
debe quedar como tema de conjetura" (A Dollar Index of
Soviet Machinery Output, 1927-28-1937 ("The Rand
Corporation", 1951), p. 58), no ha considerado apropiado
sacar la conclusión de sus propias investigaciones y
repudiar los regüeldos tendenciosos sobre la "parcialidad"
de las estadísticas soviéticas. Hace cierto tiempo, yo mismo
era de la opinión de que esa parcialidad dañaba la
confianza en las estadísticas del ingreso nacional soviético
(véase mi artículo "National Income and Product of the
473
vida. En esto fue muy semejante a casi todos los
movimientos revolucionarios de la historia. Pero,
aunque el mal que provocó fue agudo y doloroso,
éste era, manifiestamente una enfermedad de
crecimiento; llegó a su crisis con gran rapidez y dio
paso a la convalescencia en unos cuantos años. Al
finalizar el primer Plan Quinquenal, ya se había
superado la peor etapa de "presión" sobre los
consumidores; para 1935 pudo ser abolido el
racionamiento y, en 1937, "los niveles de vida eran
quizá más elevados que en cualquier otro año desde
1928 —año en que se inició el primer Plan
Quinquenal— y, según ciertas indicaciones, proba-
blemente hasta habían superado a los del año
anterior".456 Aunque este aumento de los niveles de
U.S.S.R. in 1940", Review of Economic Statistics (noviembre
de 1947). Sin embargo, después de un mayor estudio y
reflexión, he concluido que, en la medida en que exista
dicha exageración, ésta es una falla común a todas las
comparaciones cronológicas de números índices y que, por
otra parte, existen amplias pruebas, en los datos sobre
producciones físicas parciales, que corroboran la impresión
general de las estadísticas soviéticas. De todas formas, la
preocupación corriente acerca de la información estadística
soviética y los esfuerzos de los señores Jasny,
Gerschenkron, Schwartz y otros, no son de ninguna manera
ejercicios científicos "puros", sino que son parte de una
campaña general para denigrar la planificación socialista,
cuyo significado histórico está, a pesar de todo, muy por
encima de estas sutilezas insignificantes. Como dice el Sr. P.
J. D. Wiles, "aun reduciéndolas todo lo que queramos, estas
estadísticas [soviéticas] continuarán mostrando una tasa de
crecimiento de la producción industrial que siempre será
más elevada que la que jamás haya logrado cualquier país
capitalista. Hasta ahora, no he leído a ningún experto, por
escéptico y hostil que sea al régimen soviético, que pruebe
lo contrario". Carta a The Economist, 19 de septiembre de
1953 (subrayado en el original).

456

A. Bergson, Soviet National Income and Product in 1937


(Nueva York, 1953), p. 10. En una nota en la misma página,
474
vida fue interrumpido por la amenaza de guerra y
por la propia guerra, la década que siguió a ésta
atestiguó su mejoramiento rápido y consistente.
Para fines de 1954, el nivel de vida era superior en
un 75 % al del último año de antes de la guerra.457
Dos conclusiones muy importantes se desprenden
de lo anterior: la primera es que, en las condiciones
de planificación socialista, no hay duda acerca de si
el desarrollo debe realizarse a través de la
industrialización, o bien mediante el mejoramiento
de la agricultura. Éste sólo puede realizarse por
medio de un esfuerzo simultáneo en ambas
direcciones. Es evidente que las dificultades que
ello implica son enormes, aunque su naturaleza e
intensidad cambian incesantemente en el curso del
desarrollo histórico. Éstas pueden asumir formas tan
diversas como la amenaza extranjera a la seguridad
de un país socialista, la irracionalidad por parte de
los estratos populares que aun se hallan bajo la
influencia de las ideologías de su pasado capitalista,
la carencia general de recursos, etc. Estando tan
estrechamente ligadas unas a otras, no pueden ser
superadas aisladamente. De la misma manera que
la pobreza, el analfabetismo y las enfermedades
incuban la mitología, las supersticiones religiosas y
el oscurantismo, la ofuscación retarda el desarrollo
de las fuerzas productivas. Al igual que el peligro de
una agresión capitalista impide el uso de los
recursos para fines racionales, el atraso y la
debilidad militar que éste implica aguzan el apetito
el profesor Bergson se refiere al hecho de que aun los
cómputos del señor Jasny muestran que los niveles de vida
de 1937 eran aproximadamente un 10 % más elevados que
los del año de 1928.

457

Cf. el informe de G. Malenkov al XIX Congreso del Partido


Comunista, el 5 de octubre de 1952, y el "Informe sobre la
realización del Plan: Económico de 1954" (Pravda, 21 de
enero de 1955).
475
del imperialismo. Pero aun si tal interdependencia
hace la tarea del gobierno socialista especialmente
ardua en sus primeras fases, y si lleva a la
necesidad exasperante de atacar simultáneamente
en innumerables frentes, es precisamente esa
concatenación de los factores que determinan las
posibilidades de avance en un momento dado, la
que provoca una aceleración de los resultados en
cada etapa sucesiva. En segundo lugar, lo que
demuestra claramente la experiencia de la Unión
Soviética y de otros países socialistas, es que el
excedente económico real no necesita elevarse al
máximo para asegurar una tasa de inversión y de
expansión económica excepcionalmente grande.
Estas tasas son plenamente compatibles con un
aumento consistente y efectivo de los niveles de
vida del pueblo.458 Estas tasas son posibles a
condición de que exista una asignación correcta y
una utilización racional del excedente económico
que está disponible para la inversión productiva. En
tanto que la primera debe estar dirigida por las
exigencias a largo plazo del crecimiento económico,
más que por el deseo de obtener un incremento
inmediato de la producción destinada al consumo,
la segunda consiste en lograr la máxima
explotación de todo el capital productivo de que se
dispone. En concordancia con esto, la política de
inversión debe poner el énfasis en el desarrollo de
la industria —elevando al mismo tiempo a la
agricultura a un nivel que le permita apoyar el
proceso de industrialización— para poder, en un
momento dado, invertir el proceso y otorgar a la
agricultura un impulso trascendental con ayuda de
458

Esto ha sido correctamente puesto de relieve por Maurice


Dobb en diversas ocasiones. Cf. su Soviet Economic
Development Since 1917 (Londres, 1948), particularmente
su capítulo 10, así como Some Aspects of Economic
Development (Delhi, 1951), p. 37 y passim.
476
los recursos que se han obtenido de la producción
industrial. En consecuencia, debe procurarse que la
relación producto-capital sea lo más favorable
posible, utilizando el equipo de que se dispone en la
industria, los transportes y la agricultura, hasta el
límite máximo de su capacidad de servicio.459

V
El segundo problema que surge con respecto a la
tarea de lograr la asignación óptima del excedente
económico, es determinar si el desarrollo económico
debe realizarse a través de la expansión de las
industrias (pesadas) que fabrican bienes de
producción, o bien mediante un incremento de las
industrias (ligeras) que producen bienes de
consumo. Este problema implica, en realidad, la
distribución del ingreso nacional entre el consumo y
el excedente económico, o lo que es esencialmente
lo mismo, el grado del crecimiento que debe
alcanzarse durante el período de planificación que
se considere. Al analizar la reproducción ampliada,
Marx formuló con claridad la condición básica del
crecimiento económico, a saber, que el producto
bruto corriente del Departamento I (industrias
productoras de bienes de producción) debe ser
superior a la demanda corriente que hacen de sus
productos tanto el mismo Departamento I como el
Departamento II (industrias productoras de bienes

459

Se ha calculado que la relación producto-capital de la


U.R.S.S. es aproximadamente la mitad de la de los países
capitalistas occidentales. Dada la menor calificación de los
trabajadores rusos en varios sectores de la economía, esta
relación sugiere que la intensidad de la utilización de los
activos de producción en la Unión Soviética es más de dos
veces superior a la de los países occidentales. Academia de
Ciencias de la U.R.S.S., Instituto de Economía,
Politicheskaya Economya-Uchebnik (Economía Política-
Texto) (Moscú, 1954), p. 470.
477
de consumo).460 O como Lenin lo planteó, "con
objeto de elevar la producción... es necesario
producir primeramente los medios de producción y,
por consiguiente, es necesario ampliar la rama de la
producción social que elabora los medios de
producción".461 Resulta evidente que la cantidad de
bienes de producción adicionales que debe
obtenerse en un año dado, depende del grado de
expansión del producto total que quiera alcanzarse
en los años siguientes.
Las nuevas industrias que fabrican bienes de
producción, producirán durante el período en que
funcionen, bienes de inversión, los cuales sólo
podrán ser utilizados adecuadamente cuando el
volumen de inversión durante ese período sea tal,
que absorba su producción. En otras palabras, el
excedente económico durante ese período debe ser
tal, que coincida con la producción física de las
crecientes industrias productoras de bienes de
inversión. Recíprocamente, las industrias recién
establecidas que fabriquen bienes de consumo
estarán utilizadas en forma adecuada únicamente
cuando el consumo sea tan amplio (y el excedente
tan reducido) que proporcione un mercado
apropiado para su producción. La decisión sobre la
rapidez del crecimiento económico determinará, por
ende, tanto la parte del ingreso nacional que
constituirá el excedente económico, como la
naturaleza física de la inversión que se requiere.
Una gran inversión en las industrias que fabrican
bienes de producción es equivalente a una alta tasa
de crecimiento mantenida durante todo el período
de planificación y, de la misma forma, un programa
460

El Capital (ed. Kerr), vol. II, capítulo 21.

461

Sochinenya (Obras) (Moscú, 1947), vol. 2, p. 137.


478
de desarrollo económico a través de las industrias
productoras de bienes de consumo, implica
automáticamente no sólo una inversión inicial más
pequeña, sino también menores tasas de desarrollo
en el futuro.462 Esto no significa que la inversión
pueda orientarse hacia uno de los objetivos con
exclusión del otro. La expansión del Departamento I
se basa en un incremento de la oferta de bienes de
consumo, que serán absorbidos por los nuevos
obreros que se emplean en las industrias que
fabrican bienes de producción; igualmente, la
inversión en el Departamento II exige un aumento
en la oferta de bienes de producción para equipar
las nuevas plantas que elaboran bienes de con-
sumo.463
El mantener las proporciones que se requieren
para un desenvolvimiento armónico del proceso de
crecimiento, es la misión principal de las
autoridades planificadoras. Los errores que se
462

Véase a este respecto el excelente trabajo de Maurice


Dobb, "Rates of Growth Under the Five-Year Plans", Soviet
Studies (abril de 1953), reimpreso en el libro On Economic
Theory and Socialism (Londres, 1955).

463

La accesibilidad al comercio exterior no modifica la esencia


de este argumento. En este caso, las industrias de
exportación, independientemente de la naturaleza física de
su producción, se convierten en "industrias que fabrican
bienes de producción", puesto que sus productos —divisas
extranjeras— pueden transformarse en bienes de capital. El
que dicho curso sea aconsejable, dependerá de los recursos
naturales del país en cuestión, de las posibilidades
comparativas que ofrezcan las industrias que producen
bienes de inversión para elevar su productividad con
respecto a las que trabajan para la exportación, así como
de la relación de intercambio a que espera enfrentarse el
país que se está desarrollando, una vez que haya logrado
aumentar sus exportaciones.
479
cometan a este respecto, particularmente en
relación a un aumento adecuado de la producción
de bienes de consumo, pueden provocar serias
tensiones económicas y políticas, y poner en peligro
la realización de los planes de desarrollo. 464 Como se
dijo anteriormente, un país socialista que haya lle-
gado a la etapa en que una mayor inversión neta no
se considera necesaria, reducirá el excedente
económico que se retira corrientemente para hacer
frente a ciertos gastos colectivos en administración,
etc., y la obtención de los aumentos de la pro-
ducción que se requieran para el crecimiento de la
población, dependerá del reemplazo de la
maquinaria desgastada por un equipo técnicamente
más avanzado. En este caso, las instalaciones del
Departamento I deberán ser reducidas al nivel que
exijan los reemplazos de maquinaria, efectuándose
éste mediante la conversión de las plantas
existentes en plantas que elaboren bienes de
consumo y, en los casos en que esto no sea posible,
dejando de producir los reemplazos. Es obvio que
ninguna de las economías planificadas que existen
hoy en día se ha aproximado a esta etapa, y el
énfasis que continuamente se pone en esos países
sobre la inversión en la industria pesada, refleja el
hecho brutal, pero innegable, de que por un período
bastante largo la rápida expansión de la producción
total continuará siendo la consigna.

VI
Estrechamente ligado con esta esfera de actividad,
464

Tales errores se cometieron tanto en la Unión Soviética


como en algunos países socialistas del este y del sudeste
de Europa, y ocasionaron grandes dificultades en el
aprovisionamiento de las ciudades. Cf. el interesante
estudio "The Economy of Hungary, 1950 to 1954", en el
Economic Bulletin for Europe (agosto de 1955) de las
Naciones Unidas.
480
está el tercero de los problemas que se presentan
para la planificación del desarrollo económico.
Aunque sea brevemente, debemos tratarlo, y se
refiere a la ya venerable cuestión de qué métodos
de producción deberá elegirse para los programas
de desarrollo de los países atrasados, es decir, si
deben utilizarse métodos de producción de alta
intensidad de capital, o bien de una elevada
intensidad de mano de obra. En la literatura
convencional sobre el tema, la respuesta a esto se
considera como una conclusión determinada de
antemano. Por ejemplo, el profesor Nurkse estima
que en los países subdesarrollados "no debe
desearse, ni permitirse, la misma intensidad de
capital que se emplea en los países
económicamente más avanzados". 465
Este punto de
vista se basa, generalmente, en la existencia de un
gran excedente de población rural en la mayoría de
los países atrasados y cuya transferencia del estado
de desempleo "disfrazado" a alguna ocupación
alterna tendrá como consecuencia un incremento
de la producción total. Sin considerar la poco
verosímil sugestión de que "los trabajadores que
van a emplearse en la construcción de una pieza de
capital fijo del tipo de un camino, pueden, después
de todo, fabricar por sí mismos las herramientas
primitivas que más necesitan, empezando si es
preciso de la nada", es evidente que a un obrero
que se transfiere de su aldea a una ocupación
industrial, debe dársele, cuando menos, la cantidad
de equipo suficiente para permitirle producir el
equivalente a su propio sustento. A menos que esto
pueda hacerse, su transferencia de la aldea no será
sino un simple subsidio al consumo del nuevo
trabajador que reducirá en la proporción
465

Problems of Capital Formation in Underdeveloped


Countries (Oxford, 1953), p. 45. La siguiente cita es de la
misma obra, p. 44.
481
correspondiente, el excedente económico de que
dispone la sociedad para fines de inversión. Más
aún, la transferencia de una persona desocupada
"disfrazadamente", de su aldea a un centro
industrial, exige ciertos gastos en habitación,
servicios comunales, hospital, escuelas, etc., que, si
se calculan per cápita, fácilmente duplicarán la
cantidad que se necesita para establecer a un
obrero industrial adicional. Si se toma en
consideración este gasto, las técnicas que utilizan la
mano de obra intensamente, bien pueden
representar un gasto de capital más grande por
unidad producida que las técnicas alternativas de
fuerte intensidad de capital.466
Otra consideración adicional tiene una gran
importancia. Los nuevos obreros industriales deben
ser remunerados de acuerdo con el salario industrial
prevaleciente, lo que equivale a asegurarles la

466

Una excepción de lo anterior puede suponerse en el caso


de que una parte de la fuerza de trabajo potencial esté
formada por una variedad de desempleo distinta a la
desocupación "disfrazada" rural, como sucede con aquellas
personas que viven ya en las ciudades. Éstos no deben
confundirse con los que se denominan "desempleados
keynesianos", es decir, aquellos individuos que perdieron
sus trabajos a causa de la baja de la producción que
provoca una depresión total o parcial. A los que nos
referimos, son gente que ha llegado a las ciudades en
busca de trabajo y, al no encontrarlo, se ha quedado en
ellas como desempleados "disfrazados", que vegetan al
margen de la sociedad y sobreviven gracias a algunos
ingresos ocasionales, a la limosna, los latrocinios, etc. En
algunos países, el número de estos "lumpenproletarios" es
bastante elevado. Su importancia para lo que se está
argumentando se reduce grandemente debido a que la
mayoría de ellos están tan desmoralizados que, de hecho,
no pueden ser ocupados, cuando menos de inmediato. En
los casos en que su empleo es posible, no puede esperarse
que se conviertan en trabajadores útiles si se les deja vivir
en las chozas en que habitualmente "residen".
482
cantidad de alimentos, vestidos, etc., que cons-
tituyan el nivel de vida necesario en el país de que
se trate. Además de la dificultad de obtener los
alimentos necesarios del campo —ya que el rasgo
característico del desempleado rural "disfrazado" es
el no traer consigo sus alimentos—, la necesidad de
abastecer a los trabajadores de los nuevos pro-
yectos de inversión con bienes de consumo, lleva
implícito el que, cuando se usan técnicas que
requieren mano de obra en gran intensidad, la
expansión del Departamento I exige una mayor
expansión del Departamento II, que cuando se
utilizan técnicas de elevada intensidad de capital.
Por consiguiente, las técnicas de gran intensidad de
mano de obra provocan una reducción del proceso
de expansión y una baja en las tasas de desarrollo
económico. Esto lo formula muy bien Maurice Dobb,
y lo mejor que podemos hacer es citar sus propias
palabras: "La elección entre las inversiones que
tienen una intensidad de capital más o menos
grande, no tiene nada que ver con las relaciones
existentes entre los factores... No depende de la
relación existente entre la mano de obra disponible
y el capital (considerado como un stock), sino de los
mismos factores que determinan la elección entre
una tasa de inversión alta o baja... y en particular
de la importancia que se le dé al crecimiento del
consumo en un futuro inmediato respecto al
incremento potencial del consumo en un futuro más
distante, que haría posible una tasa de inversión y
una forma particular de ésta. En otras palabras, los
mismos motivos que justificarían una tasa elevada
de inversión... justificarían también un alto grado de
intensidad de capital en la elección de las formas de
inversión y viceversa."467
467

"A Note in the So-Called Degree of Capital-Intensity of


Investment in the Under-Developed Countries", Economie
Appliquée (París, 1954), N° 3, reimpreso en el libro On
483
Además, al decidir entre la utilización de técnicas
de alta intensidad de capital versus técnicas de una
elevada intensidad de mano de obra, la autoridad
planificadora tiene que tomar en cuenta el hecho de
que la abundancia y lo "barato" de la fuerza de
trabajo de que se dispone corrientemente, puede
ser quizá una condición provisional que antecede a
la realización de una etapa dada del programa de
desarrollo. Consciente de la demanda total de mano
de obra que implican sus propios planes, la
autoridad planificadora debe considerar, por lo tan-
to, que en un plazo relativamente corto, en el
período que tarda en desgastarse el equipo que va
a instalarse, la fuerza de trabajo puede convertirse
de un factor relativamente abundante en un factor
relativamente escaso, en particular cuando se trata
de mano de obra calificada.
Esto no es todo. Como hemos visto, el desarrollo
económico se basa en la expansión de las industrias
que fabrican bienes de producción y da la
casualidad que casi no hay industria de este tipo
que pueda producirse haciendo que el trabajador en
esa esfera de actividad "empiece de la nada. De
hecho, las técnicas que se requieren para producir
tractores o máquinas herramientas, equipos
eléctricos o aluminio, dejan muy poco margen de
elección entre los procesos de alta intensidad de
capital y los de elevada intensidad de mano de
obra. En la mayoría de los casos, la elección que
queda es acerca de producir o no una mercancía
particular. Por consiguiente, los países
subdesarrollados pueden o bien industrializarse, y
en esto deben utilizar la única ventaja que el
desarrollo histórico les ha otorgado —la capacidad
de aprovechar los adelantos científicos y técnicos
que han logrado los países más avanzados—, o
renunciar a la industrialización y contentarse con

Economie Theory and Socialism (Londres, 1955), del cual se


ha citado lo anterior (p. 149).
484
unos cuantos mendrugos de la rica mesa del
progreso técnico mediante la importación de algún
equipo de segunda mano de los países industriales
y así elevar su "bienestar" a paso de tortuga. De allí
que el mandato de los economistas para que se
conceda preferencia a las técnicas de alta
intensidad de mano de obra en la formulación de
programa de desarrollo económico, esté lejos de ser
una "inocente" falacia teórica, como podría
aparecer a simple vista. Constituye un importante
eslabón de la campaña, tan de moda en la
actualidad, de probar "científicamente" que los
países atrasados deben "marchar lentamente" (o
más bien, no marchar del todo) hacia la
industrialización y el desarrollo económico.

VII
A lo largo de esta exposición, se ha supuesto
implícitamente que un país socialista, al planear su
desarrollo, se constituye en una economía cerrada
dentro de un medio circundante capitalista hostil.
Esta suposición está bastante alejada de la realidad,
hasta en el caso de Rusia. Aunque las relaciones
económicas de Rusia con el exterior después de la
Revolución no fueron en ningún momento muy
intensas, el intercambio económico con el mundo
capitalista jugó un papel muy importante en el
proceso de industrialización, particularmente en los
años del primer Plan Quinquenal. En ese período, no
sólo le permitieron obtener fuertes cantidades de
préstamos a corto plazo, pues los países capitalistas
estaban severamente afectados por la depresión y
ansiosos de encontrar salida para sus
exportaciones, sino que tuvieron una contribución
aun más importante para su desarrollo económico,
al permitir a la Unión Soviética adquirir una
cantidad importante de equipo industrial que

485
técnicamente era incapaz de producir
internamente. 468
De no haberse podido importar
dicha maquinaria, las dificultades iniciales del
proceso de industrialización habrían sido aun
mayores y los sacrificios ligados a ésta todavía más
graves y más prolongados. No fue sino hasta la
terminación del primer Plan Quinquenal, cuando el
comercio de Rusia con los países extranjeros declinó
notoriamente y cuando el país alcanzó una
autosuficiencia casi completa, tanto técnica como
económica.469
Pero a este respecto la posición de Rusia fue más
bien excepcional; en la actualidad, existen muy
pocos países del mundo a los que pueda
aplicárseles el aforismo de Lenin de que tienen, por
sí mismos, "todo lo que es necesario y suficiente
para la construcción de una sociedad socialista". En
la mayoría de los otros países, particularmente en
los países subdesarrollados, la estructura
económica y la dotación de recursos de que
disponen son tales, que las relaciones económicas
con el exterior constituyen no sólo una atenuación
de dificultades que casi serían insuperables, sino
que de hecho son una condición para su misma
supervivencia. Hasta un país tan grande y tan rico
en recursos naturales como lo es China, habría
tropezado con serias dificultades para sentar las
bases de una economía industrial si no hubiese
contado con la posibilidad de importar el equipo
industrial (y agrícola) más esencial. Lo que es cierto
para China se aplica a fortiori a otros países
atrasados mucho menos autosuficientes.
Poco necesita decirse acerca de los beneficios que
468

Para un breve estudio y análisis de las relaciones


económicas con el exterior de la Unión Soviética, véase mi
ensayo "The U.S.S.R. in the World Economy", publicado en
el libro Foreign Economic Policy for the United States (ed. S.
E. Harris) (Cambridge, Massachusetts, 1948).
486
un país socialista atrasado deriva de los préstamos
del exterior. Éstos pueden reducir en gran medida la
necesidad de movilizar todo el excedente
económico de que disponen en un principio para el
proceso de industrialización y, por ende, aligerar las
tensiones y los esfuerzos que van inevitablemente
asociados con esta fase del desarrollo económico.
Pueden facilitar la superación de los obstáculos que

469

Lo que debería sobrentenderse, y debe ser subrayado a


causa de las frecuentes confusiones y tergiversaciones, es
el hecho de que en ningún momento el esfuerzo por lograr
una independencia económica respecto a los países
capitalistas, fue dictado por una "filosofía autárquica" u
otras nociones igualmente irracionales. Se hizo
exclusivamente por el conocimiento que se tenía del peligro
de agresión económica y militar que continuamente pendía
sobre la U.R.S.S., así como por la necesidad que había de
aislar el desarrollo económico de Rusia de los. caprichos de
los mercados mundiales. La primera consideración estaba
apoyada en la amplia experiencia que se había tenido con
las intervenciones extranjeras que siguieron a la
Revolución, en tanto que la última se justificaba
plenamente por el desarrollo de la relación de intercambio
para los países exportadores de materias primas. Ya en el
mes de octubre de 1927, la Resolución del Comité Central
del Partido Comunista en que se formulaban los principios
que deberían seguirse para la elaboración del primer Plan
Quinquenal, decía explícitamente que: "Tomando en cuenta
la posibilidad de una agresión militar de los países
capitalistas contra el primer Estado proletario de la historia,
es necesario elaborar el plan quinquenal de tal forma que
se dé la máxima atención a aquellos sectores de la
economía nacional en general y de la industria en particu-
lar, que deberán jugar el papel más importante para
asegurar la defensa y la estabilidad económica del país en
tiempo de guerra." VKP (B) v Resolutziakh i Resheniakh
S'ezdov, Konferentzii i Plenumov TsK (Partido Comunista
(bolchevique) de la Unión Soviética; Resoluciones y De-
cisiones de sus Congresos, Conferencias y Sesiones
Plenarias del Comité Central) (Moscú, 1941), Parte 2, p.
202.
487
se presentan a causa de la interdependencia del
desarrollo agrícola e industrial, y aun hacer posible
la resolución de algunos de los problemas de
transición mediante la importación de maquinaria
agrícola, de equipo industrial o de alimentos.
Pueden evitarle al país que los recibe la necesidad
de una colectivización precipitada de los pequeños
campesinos y permitirle "hacer todo cuanto sea
admisible para que su suerte sea más llevadera,
para facilitar el paso al régimen cooperativo si se
decide por él, e incluso para permitirle que
permanezca en su parcela un largo tiempo para que
lo piense, si no se decide todavía a tomar esta
determinación".470 Sin embargo, es evidente que
aunque los países capitalistas fácilmente podrían
otorgar tales créditos, difícilmente puede pensarse
en que lo hagan en una escala importante. Por lo
general, ligan tales créditos a condiciones políticas y
económicas que son inaceptables para los países
socialistas, o bien se los hacen por períodos cortos
en épocas de depresión, cuando la necesidad de
ventas adicionales neutraliza provisionalmente la
aversión básica que sienten para ayudar a los
países socialistas. En realidad, sólo los países
socialistas concederán préstamos en condiciones
aceptables a los otros países socialistas; sin
embargo, esta posibilidad está bastante limitada por
la pobreza en que todavía se encuentran hasta los
más adelantados de ellos, o dicho con mayor
propiedad, hasta los menos atrasados de los países
socialistas.
Pero la oportunidad de conseguir préstamos del
exterior es sólo una de las ventajas, y ni con mucho
la más importante, que surgen del contacto
económico con los países extranjeros. La que puede
470

F. Engels, "The Peasant Question in France and Germany", en


los Selected Works de Marx y Engels (Moscú, 1949-1950), vol.
II, p. 394.
488
ser de gran importancia —y, de hecho, vital— para
algunos países, es la posibilidad de intercambiar
una parte más o menos grande de sus producciones
nacionales, con el objeto de obtener el acopio físico
de bienes que necesitan para su consumo y sus
inversiones agrícolas e industriales. Es obvio que la
mayoría de los países —si no es que todos— pueden
utilizar sus recursos productivos de tal forma que
les permita lograr una economía autosuficiente. De
hecho, esta política puede ser imprescindible en
condiciones de guerra o de bloqueo económico y
político. Sin embargo, esto no significa, salvo en
condiciones de emergencia, que exista algún interés
especial por parte de los países socialistas en llevar
la diversificación de su producto hasta un grado tal
que tengan todos los productos que requieren para
su desarrollo económico y para el bienestar de su
población. En ciertos países, este grado de
diversificación sería técnicamente imposible y en
otros los costos serían tan altos que reducirían en
gran medida la productividad y la producción total.
Aunque esta baja de la productividad y la
producción no deprimiría necesariamente los
niveles de vida de los pueblos que habitan los
países subdesarrollados —y en algunos casos, de
manera bastante paradójica, sucedería lo contrario,
disminuyendo exclusivamente la parte de las
utilidades en el producto nacional—, sí reduciría en
gran proporción, y aun eliminaría totalmente, el
excedente económico potencial que podría utilizarse
con fines de desarrollo económico. Basta con pensar
en los países productores de petróleo en el Medio
Oriente o en Venezuela, en la Malaya que produce
hule o en la Cuba productora de azúcar, para tener
una visión clara del efecto de la autosuficiencia
sobre la magnitud de su excedente económico
potencial. Por consiguiente, todos los países
socialistas, los grandes y los pequeños, los más
adelantados y los menos, están interesados en
mantener relaciones comerciales con los países
489
extranjeros, tanto capitalistas como socialistas. Sin
embargo, la realidad es que el mantenimiento y el
desarrollo de tales relaciones con los países
capitalistas, ha tropezado con grandes dificultades a
lo largo de la historia de todos los países socialistas.
Por una parte, la realización de sus programas de
industrialización reduce inevitablemente su
capacidad para seguir exportando los alimentos y
las materias primas que habitualmente les
compraban los países industriales y, por otra, los
obstáculos políticos para dicho comercio han
asumido una enorme importancia. Después del fin
de la segunda Guerra Mundial, tanto los países
socialistas del este y del sudeste de Europa, como
China, fueron sometidos por las potencias capi-
talistas a lo que fue virtualmente un bloqueo
económico, y privados de la posibilidad de adquirir
precisamente aquellos bienes que más necesitaban
para su industrialización. Indudablemente, es
exacta la afirmación que hizo la Comisión Eco-
nómica de las Naciones Unidas para Europa en un
boletín reciente, en el sentido de que "los costos del
desarrollo en un país pequeño, pobremente dotado
de recursos energéticos y materiales, se harán más
elevados y retardarán su crecimiento, a menos que
esté en posibilidad de aprovechar plenamente las
ventajas que ofrece la división internacional del
trabajo".471 ¡Pero no está enteramente en las manos
de un pequeño país el seguir este buen consejo! En
realidad, de no haber tenido la posibilidad de
comerciar con otros países socialistas, la hostilidad
de las potencias occidentales los hubiera obligado,
de facto, a seguir una política de autosuficiencia. En
este caso, los países socialistas más pequeños y
aun aquellos cuyos recursos son actualmente
pobres o altamente especializados, hubiesen sido

471

Economic Bulletin for Europe (agosto de 1955), p. 94.


490
incapaces de sobrevivir y habrían sucumbido ante
las fuerzas combinadas de la dependencia
económica y de la presión política.
Sin embargo, la situación se modifica
drásticamente con el surgimiento y la
industrialización de un amplio grupo de países
socialistas, que están en posibilidad de establecer
entre ellos la cooperación económica a la asistencia
mutua. Esto no sólo les permite otorgarse
mutuamente créditos cuando existe esa posibilidad,
sino que también facilita el mantenimiento de sus
relaciones comerciales sobre una base firme,
mediante tratados a largo plazo que los liberan de la
incertidumbre del precio y del volumen de sus
exportaciones e importaciones. Además, favorece
una coordinación de gran alcance de sus planes de
desarrollo económico, asegurándoles la posibilidad
de aprovechar plenamente las ventajas de las
economías en gran escala; evita la duplicación
innecesaria de las instalaciones productivas;
permite intercambiar informaciones técnicas, etc.
Como señala Oskar Lange, sólo en la estructura de
la colaboración internacional entre los países
socialistas llega a plasmarse la división
internacional del trabajo y el principio de los costos
comparativos, transformándose, así, de meras
frases ideológicas que enmascaran la explotación
de los países débiles por los fuertes, en principios
de funcionamiento de la actividad económica. 472
Es aun más importante la transformación radical
que experimenta el contenido de los principios de
división internacional del trabajo y de asignación de
los recursos conforme a las ventajas comparativas
472

Zagadnenia Economiii Politycznei (Problemas de Economía


Política) (Varsovia, 1953), pp. 127 ss. Véase también el
artículo de D. Granick, "The Pattern of Foreign Trade in
Eastern Europe and its Relations to Economic Development
Policy", Quarterly Journal of Economics (agosto de 1954).
491
de los distintos países. Estas máximas, al gobernar
las relaciones económicas entre los países
socialistas, ya no se interpretan de tal forma que
congelen la división del trabajo existente y que
conserven la especialización prevaleciente entre las
naciones en lo individual. Por lo contrario, el
objetivo de la planificación económica, nacional e
internacional, dentro del campo socialista, es
eliminar rápidamente las desequilibradas
estructuras económicas de los países
subdesarrollados, que a menudo están basadas en
la producción de una o dos mercancías de
exportación.
Tal alejamiento en pro de la diversificación de sus
actividades productivas no sólo es muy deseable,
sino que es absolutamente indispensable. Sin él no
existe la oportunidad de lograr un crecimiento
económico a largo plazo ni la posibilidad de liquidar
su atraso económico y cultural, es decir, la termina-
ción de lo que Marx denominaba "la idiotez de la
vida rural".473
Sin embargo, la reorganización obligatoria de las
economías de los países subdesarrollados con miras
a lograr la diversificación y el incremento rápido de
la producción total, no significa una reasignación
precipitada de sus recursos productivos ni la
adopción indiscriminada de nuevas líneas de
producción. La decisión que se haga, tanto sobre la
rapidez como sobre la naturaleza de los cambios
deseados, debe tomar en cuenta un gran número de
consideraciones económicas, sociales, técnicas y de
localización que, en conjunto, determinan el
atractivo de cada una de las alternativas de que se
473

Por consiguiente, ésta es una condición vitalmente


importante para lograr una reducción gradual en la
tremenda disparidad económica y cultural que se observa
entre las regiones urbanas y las rurales de todos los países
capitalistas.
492
dispone. Así se puede obtener un programa
comparativo de las ventajas que tiene cada una de
las posibles líneas de inversión, el que, obviamente,
será distinto para cada país. Éste no puede basarse
en las condiciones que prevalecen en un momento
dado, sino que tiene que abarcar los cambios que se
espera puedan ocurrir en el transcurso del período
de planificación, tanto en el país que planifica como
en el exterior.474 Es evidente que este programa

474

Sería quizá apropiado denominarlo "programa comparativo


de las desventajas" cuando lo que se debate es la
diferencia que existe entre el costo de producir un nuevo
artículo y el costo de adquirirlo a cambio de los que se
producen corrientemente en el país subdesarrollado. En
ciertos casos, esta diferencia puede ser casi prohibitiva; en
otros, puede ser muy grande por el momento, pero
susceptible de reducirse conforme se incremente la
producción interna de este nuevo artículo y se desarrollen
otros sectores de la economía; en otros más, esta diferencia
puede obedecer simplemente a la escasez existente de
mano de obra calificada y, por ende, puede desaparecer
totalmente como consecuencia de unos cuantos años de
experiencia y entrenamiento. La magnitud total de esta
diferencia (calculada con base en la producción que se
prevé durante el período de planificación y considerando los
cambios que pueden ocurrir en los costos de los principales
productos durante el período en cuestión, tanto en el
interior como en el extranjero) debe aumentarse al costo de
la inversión directa en sus plantas y equipos respectivos.
Las empresas que requieran los menores gastos totales
deberán ser preferidas a aquellas que exigen una
asignación de recursos más elevada, considerando que el
resto no varía. Es evidente que en la mayoría de los casos
ese "resto" no es probable que permanezca igual. El
establecimiento de una imprenta puede implicar gastos
más elevados que la construcción de una fábrica de licores,
debiéndose de todas formas dar prioridad a la primera. Sin
embargo, este programa permite darse cuenta de los costos
que implica una elección, sin tomar en cuenta las
consideraciones con base en las cuales deberá hacerse
ésta.
493
logrará una asignación más racional de los recursos,
en la medida que cuente con la máxima ayuda y
con un mayor conocimiento de la naturaleza y ritmo
de los planes de desarrollo de otros países.
Esta colaboración entre los países socialistas
representa un adelanto trascendental si se compara
con la estructura que tienen las relaciones
económicas internacionales entre las potencias
imperialistas y los países subdesarrollados. En ésta
"la supremacía inicial respecto al poder permite a la
potencia imperial moldear la dirección y la
composición del comercio de las colonias. Las
relaciones comerciales que se establecen entre
ellas, fortalecen, a su vez, el poder original de la
potencia imperial".475 La colaboración entre los
países socialistas tan sólo constituye un primer paso
hacia una organización plenamente racional de la
economía mundial. Su naturaleza actual, todavía
"subdesarrollada", está dada por la circunstancia de
que afecta únicamente a un número pequeño de
países y, sobre todo, por el hecho de que todos ellos
son países que se encuentran en mayor o menor
grado en una situación de atraso económico. La
primera limitación reduce en gran medida los
beneficios que pueden obtenerse de la división
mundial del trabajo y de la especialización, en tanto
que la última restringe el alcance de la ayuda mutua
que cada país en lo individual puede proporcionar.
En un commonwealth socialista avanzado, la
colaboración entre sus componentes individuales irá
mucho más lejos y, de hecho, tendrá una nueva
calidad. Cuando la era del capitalismo haya
retrocedido cada vez más a la "prehistoria de la
humanidad", uno de sus legados más sobresalientes
iniciará su salida del escenario histórico. El

475

A. O. Hirschman, National Power and the Structure of


Foreign Trade (Berkeley y Los Ángeles, 1945), p. 13.
494
fenómeno económico y político de la nación
desaparecerá lenta pero seguramente, siguiendo las
huellas del sistema económico y social al cual debe
su origen y su cristalización. El capitalismo, que en
su etapa ascendente creó y desarrolló la entidad
nacional, con todos los rasgos progresistas y
bárbaros que trae consigo, produjo también las
condiciones para su desintegración y desaparición
final; aunque le dio "un carácter cosmopolita a la
producción y al consumo de cada país" y ha
sustituido el "antiguo aislamiento de naciones y
regiones que se bastaban a sí mismas... [por] un
intercambio universal, por una interdependencia
universal de las naciones",476 este "carácter cosmo-
polita" y esta "interdependencia universal" fue
logrado de una forma antagónica e intrínsecamente
explosiva. Se llegó a ellos mediante la subyugación
de los países débiles por los fuertes, a través del
imperialismo, el colonialismo y la explotación. Ha-
biendo transferido las nociones de democracia
burguesa a las relaciones internacionales, proclamó
la "comunidad mundial", que estaría formada por
Estados iguales y soberanos, reconociendo por su
insistencia en la igualdad de status y de derechos
de las potencias imperialistas y de sus
dependencias, de los grandes y de los pequeños, de
los dirigentes y de los dirigidos, la profunda
desigualdad de los pueblos que habitan respectiva-
mente los países adelantados y los
subdesarrollados. Lo que Marx hacía notar en
relación con los individuos que forman la sociedad
capitalista, se aplica también a las naciones en lo in-
dividual dentro del sistema mundial del
imperialismo. "Este derecho igual es un derecho
desigual para trabajo desigual. No reconoce ninguna

476

The Communist Manifesto, en las Selected Works de Marx y


Engels (Moscú, 1949-1950), vol. I, p. 36.
495
distinción de clase, porque aquí cada individuo no
es más que un obrero como los demás; pero
reconoce, tácitamente, como privilegios naturales,
las desiguales aptitudes de los individuos y, por
consiguiente, la desigual capacidad productiva. Por
lo tanto, es en el fondo, como todo derecho, el
derecho de la desigualdad." 477
En esta desigualdad perece la mayor parte de la
humanidad a causa de una miseria continua,
mientras una pequeña minoría, que ha logrado su
status avanzado apoyándose en esta misma
miseria, permanece como espectadora ociosa; es
este estado de "derechos iguales para todas las
naciones" lo que da lugar a los potentes
movimientos populares en contra del imperialismo y
el colonialismo y a favor de la liberación social y
nacional. Pero, aunque este movimiento ha
triunfado en parte y finalmente triunfará
completamente, derribando el dominio del
imperialismo y terminando con la opresión de una
nación por otra, esto sólo creará las condiciones
indispensables para la liquidación de la desigualdad
entre las naciones y no la eliminación de ésta. De la
misma forma en que la revolución conduce, pero no
produce en sí, la abolición de las clases, las
revoluciones nacionales conducen, pero no
producen en sí, la abolición de las naciones. Para
que ambas se materialicen, deben efectuarse
procesos de gran alcance, que modifiquen
completamente la estructura y el contenido de la
vida social. El crecimiento económico debe realizar
enormes adelantos que propicien el desarrollo de
las fuerzas productivas hasta un nivel tal, que
permitan condiciones de vida y de salud decentes
no sólo a unas cuantas naciones "elegidas", sino a

477

Critique of the Gotha Program, ibid., vol. II, p. 22


(subrayado en el original).
496
todos los sectores y miembros del mundo socialista.
Más aún, los niveles de vida deben igualarse en lo
sustancial, tomando naturalmente en cuenta las
peculiaridades de clima y las culturales que existan
en las distintas regiones. Esto requerirá,
indudablemente, el otorgamiento de "subsidios" a
ciertas regiones por parte de aquellas que disfruten
de "rentas diferenciales" por tener suelos más
fértiles, recursos naturales más amplios o una
mayor tradición de actividad industrial. Contra este
"subsidio" no puede decirse más que lo que se dice
en contra de una parte de un país que "subsidia" a
otra parte del mismo, que lo que se dice en contra
de la distribución de casa, comida y vestido entre
de una familia, sin juzgar la contribución individual
al ingreso total de la misma. En otras palabras,
requiere el destronamiento de la relación que
gobierna todos los aspectos de la vida en el
capitalismo, es decir, la relación de quid pro quo, de
la ley del valor. Es evidente que esto no es algo que
pueda lograr la revolución por sí sola. Para alcanzar
esta etapa, que es la única propia de la dignidad y
de la potencialidad del hombre, serán necesarias
décadas enteras, décadas en que las nuevas
generaciones de seres humanos serán educadas
como miembros de una sociedad socialista coope-
rativa y no como lobos en competencia en la selva
del mercado capitalista. Ésta es y será una lucha
ardua, ya que están hondamente arraigadas las
formas de pensamiento y de actuación que una
"cultura" de compra-venta ha implantado a la
humanidad a través de siglos de dominar y de estar
dominados, de explotar y de ser explotados. Las
dificultades para vencer esta tradición serán muy
grandes en el ámbito nacional y aún mayores en el
internacional. "Cuanto más atrasado es un país,
más control tiene en él la pequeña explotación agrí-
cola, el patriarcalismo y la ignorancia, las que
otorgan, inevitablemente, una fuerza particular y
una tenacidad especial a los prejuicios pequeño
497
burgueses más arraigados, particularmente el
egoísmo y la estrechez nacional. Estos prejuicios no
mueren sino muy lentamente, ya que sólo pueden
desaparecer cuando el imperialismo y el capitalismo
se hayan esfumado de los países avanzados y todos
los cimientos de la vida económica de los países
atrasados se hayan modificado radicalmente." 478
Stalin formuló correctamente varias de las
condiciones inmediatas para lograr un progreso
decisivo hacia la obtención de este objetivo más
lejano: "Es necesario... alcanzar un ascenso cultural
de la sociedad que asegure a todos sus miembros el
desarrollo pleno de sus capacidades físicas e
intelectuales... Para eso es necesario, ante todo,
reducir la jornada de trabajo por lo menos a seis, y
más adelante a cinco horas. Esto es necesario para
que los miembros de la sociedad dispongan del
tiempo libre suficiente para recibir una instrucción
universal... Para ello es necesario, además, mejorar
radicalmente las condiciones de vivienda y elevar al
doble, cuando menos, el salario real de los obreros y
de los empleados."479 Sólo con base en una
revolución cultural, mediante un gigantesco
aumento de los niveles de educación, a través de la
"rendición incondicional" de la superstición, de la
ignorancia y de la ofuscación ante la realidad, la
razón y la ciencia, podrá lograrse
intranacionalmente la abolición de las clases y un
commonwealth socialista. Únicamente sobre la base
de un alto nivel de vida, de una abundancia de
bienes materiales, es como puede efectuarse una

478

V. I. Lenin, Selected Works in Two Voluntes (Moscú, 1950),


vol. II, Parte segunda, p. 469.

479

Economic Problem of Socialism in the USSR (Nueva York,


1952), p. 53.
498
igualación internacional, en la que todos los
sectores de la sociedad contribuirán al adelanto del
conjunto de ésta, en donde los que "tienen" están
en disposición y con deseos de ayudar a los que "no
tienen" a medida que estos últimos se liberan
progresivamente de la necesidad de que les ayuden
los primeros. Un cínico y un escéptico dirán que, en
el mejor de los casos, esto no es sino una "sinfonía
del futuro". Indudablemente lo es. Sin embargo, es
una sinfonía cuyo primer movimiento puede ya ser
escuchado por todos aquellos que han logrado
liberarse a sí mismos del estupor físico y mental en
que continuamente se les sumerge —de manera
sistemática, intencional e implacablemente— por
las múltiples y refinadas agencias de la ideología
capitalista.
El alcanzar un orden social en el cual el
crecimiento económico y cultural sea posible de
realizar fundándose en un creciente dominio
racional del hombre sobre la inagotable fuerza de la
naturaleza, es un reto que supera en alcance a todo
lo que hasta la fecha se ha logrado en el curso de la
historia. Si, como decía Marx, la riqueza de la
humanidad está constituida, esencialmente, por el
total de sus capacidades y de sus aspiraciones,
entonces su pobreza no es más que su ignorancia y
su timidez. El esforzarse porque la razón desaloje a
la superstición y en sustituir la sumisa aceptación
de una realidad nociva por la confianza en la
capacidad del hombre, siempre ha sido una
empresa azarosa y ardua. Se enfrenta no sólo con la
enconada resistencia de todas las "furias de la
propiedad privada", sino que también se tropieza
con personajes como el de las "Memorias del
subsuelo", de Dostoievsky, que "vomitan la razón" y
que se pregunta "¿qué me importan las leyes de la
naturaleza y de la aritmética, cuando por una u otra
causa me repugnan dichas leyes tanto como el
hecho de que dos por dos sean cuatro?" Este
hombre del subsuelo ha sido mimado y cultivado
499
por todo el aparato de la civilización burguesa. Los
economistas han contribuido a ello presentando al
sistema capitalista como la única estructura
básicamente posible de la actividad económica (y,
de hecho, como su estructura "natural") —aunque
quizá pueda admitir ciertas mejoras—. Los sicólogos
han cooperado, al declarar a lo inconsciente como
la fuerza impenetrable y oscura que,
inevitablemente, reduce a la nada todos los
esfuerzos por hacer avanzar la causa de la razón, al
mismo tiempo que achacan la estructura observable
del "Id" a fuerzas bióticas perennes en vez de
atribuirla a las frustraciones y angustias que
continuamente produce y reproduce una sociedad
inhumanamente organizada.480 Los literatos, como
Aldous Huxley, Orwell, Koestler, cumplen con su
tarea pintando cuadros surrealistas de lo que ellos
piensan que es una sociedad racional, buscando así
provocar el rechazo de la razón entre las multitudes
de quienes son incapaces de percibir la diferencia
entre la caricatura y la realidad.481 Otros, como
Ernest Hemingway —desilusionados de que la
historia no se "conduzca" de acuerdo con sus
preferencias— predican la desesperanza, la
desorientación y la futilidad. Los artistas desem-
peñan su parte creando obras escapistas,
oscureciendo y deformando la comprensión del
mundo real y, para culminar todo esto, la industria
480

Ésta es la principal falla de Freud y la que lo conduce,


particularmente en sus últimos trabajos, a una peligrosa
cercanía con el misticismo.

481

Esto ha sido analizado incisivamente por T. W. Adorno en su


magistral ensayo "Der Entzauberte Traum", publicado en la
revista Die Neue Rundschau (segundo número, 1951), y
reimpreso en su libro Prismen, Kulturkritik und Gesellschaft
(Berlín y Frankfort, 1955).
500
del cine, la prensa, la radio y la televisión,
proporcionan pasatiempos estupefacientes que
destruyen sistemática e incansablemente todo
pensamiento inteligente, tanto en los viejos como
en los jóvenes, en los ignorantes como en los
instruidos, en los países avanzados al igual que en
los atrasados.
El hombre del subsuelo, moldeado y educado en el
molino de la cultura capitalista, no desaparecerá en
el alba de la revolución social. La destrucción de las
bases sociales en que se nutre debilita en gran
medida su resistencia, pero no lo elimina de la
noche a la mañana. Para superar la herencia de lo
que con el tiempo se considerará como el fin de la
época del oscurantismo de la humanidad, será
necesaria una larga campaña a lo largo de varias
generaciones. Como bien lo comprendía Hegel, el
ascenso de la razón nunca ha seguido una línea
recta. Continuamente se ha visto obstaculizado y
retardado por las inquisiciones y los campos de
concentración, por las cámaras de gases y por las
cacerías de brujas. Ha estado marcado por
brillantes victorias y se ha detenido por penosas
derrotas, ha pasado por avances estimulantes y se
ha hundido en descorazonadoras retiradas. Los
obstáculos que obstruyen el camino de la razón no
son simplemente el odio y la tenacidad de las
fuerzas que se aferran desesperadamente al statu
quo y el oscurantismo del pueblo que se encuentra
bajo su férula. Los obstáculos también incluyen las
exasperantes insuficiencias y equivocaciones que a
menudo cometen aquellos que con gran dedicación
luchan por su triunfo. Estas aberraciones han des-
alentado y desorientado a muchos de los que quizá
hubiesen tenido la fuerza y el valor para soportar
las dificultades y el ostracismo que les impone la
sociedad burguesa y para aliarse a la causa del
progreso. Sin embargo, la estratagema habitual de
los oportunistas consiste en apoyarse en los errores
que se han cometido en el progreso de la causa de
501
la razón, para abandonar la propia causa y caer en
el agnosticismo y en la pasividad.
Pero los errores son inevitables en todo esfuerzo
humano; de hecho, el que ocurran no es sino un
aspecto del progreso mismo de la razón, pues es en
el transcurso de este proceso cuando pueden
cometerse y corregirse. De todos los defectos del
pensamiento, probablemente ninguno sea tan
peligroso y destructivo como la incapacidad para
distinguir entre la irracionalidad y el error. Es la
misma diferencia que existe entre las incoherencias
de un sicótico y las afirmaciones erróneas de una
persona cuerda. La primera surge de una profunda
enfermedad, en tanto que la última proviene de lo
inadecuado del conocimiento y de la percepción.
Tanto en escala social como individual, ninguna de
las dos puede eliminarse a menos que se liquiden
las causas que la provocan. La irracionalidad, como
fenómeno social, no podrá ser superada en tanto
que el sistema capitalista, que es su fundamento,
siga existiendo. Más aún, de la misma forma que a
un sicótico no puede influírsele mediante los
argumentos y la persuasión, un orden social cuyo
principio de organización es la irracionalidad, no
puede convertirse en racional a través de la ciencia
y de la educación. De hecho, todo el conocimiento
adicional que adquiera una sociedad
irracionalmente constituida sólo contribuirá a
ampliar y fortalecer la potencia de la muerte y de la
destrucción.
En una sociedad en que la razón se ha constituido
en el principio rector de las relaciones sociales, la
situación es radicalmente distinta. Nuevamente
aquí, la evolución de dicha sociedad será un proceso
largo y penoso. "De lo que aquí se trata no es de
una sociedad comunista que se ha desarrollado
sobre su propia base, sino, por el contrario, de una
que emerge de la sociedad capitalista y que, por lo
tanto, presenta todavía, en todos sus aspectos —en
el económico, en el moral y en el intelectual—, el
502
sello de la antigua sociedad de cuyas entrañas
procede."482 En realidad, por un período bastante
largo, tanto la irracionalidad como el error
obstruccionarán también al orden socialista. Se
cometerán crímenes, se perpetrarán abusos y la
crueldad y la injusticia serán inevitables. Tampoco
cabe esperar que no se cometan errores en la
dirección de sus asuntos. Se harán planes
equivocados, se desperdiciarán recursos, se erigirán
puentes donde no hacen falta, se construirán
fábricas donde debió haberse cultivado más trigo.
Sin embargo, lo decisivo es que la irracionalidad ya
no será forzosamente —como en el caso del
capitalismo— algo inherente a la estructura de la
sociedad. Ya no será la consecuencia inevitable de
un sistema basado en la explotación, en los
prejuicios nacionales y en las supersticiones que
incesantemente se cultivan. La irracionalidad se
convertirá en un residuo de un pasado histórico,
desprovista de sus cimientos socioeconómicos,
desarraigada por la desaparición de las clases
sociales y por el fin de la explotación del hombre
por el hombre. A medida que la sociedad socialista
madure, cuando comience a "desarrollar sus propias
bases", se liberará progresivamente a sí misma del
legado del pasado capitalista. Sus propios
desórdenes y errores de funcionamiento no serán
sino equivocaciones de hombres racionales y se
deberán a la insuficiencia de sus capacidades
síquicas e intelectuales o a las limitaciones del
estado prevaleciente del conocimiento. El remediar
ambas para hacer avanzar la habilidad de los
hombres en el control de la naturaleza y en el
mejoramiento de sus relaciones entre ellos mismos
se convierte entonces en un potente y orgulloso reto
482

K. Marx, "Critique of the Gotha Program", en las Selected


Works de Marx y Engels (Moscú, 1949-1950), vol. II, p. 21
(subrayado en el original).
503
a todo el esfuerzo científico. Habiendo convertido al
conocimiento en un poderoso instrumento del
progreso humano, éste se convertirá en la principal
preocupación de hombres y mujeres en todos los
campos de la vida. Obteniendo sus energías de los
inconmensurables recursos del pueblo libre, no sólo
derrotará definitivamente al hambre, las
enfermedades y al oscurantismo, sino que en el
proceso mismo de su avance victorioso, creará
nuevamente la estructura síquica e intelectual del
hombre.
Contribuir al surgimiento de una sociedad en la
que el desarrollo suplante al estancamiento, en la
cual el crecimiento desaloje a la decadencia y en la
que la cultura liquide a la barbarie, es la función
más noble y, de hecho, la única digna del esfuerzo
intelectual. La necesidad del triunfo de la razón
sobre el mito, de la victoria de la vida sobre la
muerte no puede ser demostrado por medio de la
inferencia lógica. Como dijo en una ocasión un gran
físico, "la lógica por sí sola es incapaz de llevar a
nadie más allá del reino de su propia percepción; ni
siquiera puede obligarlo a reconocer la existencia de
sus semejantes".483 Esta necesidad debe descansar
en la proposición de que la demanda de la
humanidad en favor de la vida, del desarrollo y de la
felicidad, no necesita ser justificada. Con esta
proposición se mantiene y cae. Sin embargo, ésta es
la única premisa que no puede probar y que es irre-
futable.

483

Max Planck, Das Weltbild der Neuen Physik (Leipzig, 1929),


p. 9.
504
NOTA DEL TRADUCTOR
En la lista que ofrecemos a continuación figuran las
obras publicadas en español por el Fondo de Cultura
Económica, a las que el autor hace referencia en su
texto o en las notas de pie de página. En el caso de
muchas de las transcripciones hemos preferido
ofrecer nuestra propia versión, tanto para conservar
algunos cambios de traducción que el mismo autor
introduce como para mantener cierta unidad en la
terminología.
N.W.
Kalecki, M. Teoría de la dinámica económica. 1956.
(Traducción de Felipe Pazos y Víctor L. Urquidi).
Keynes, J. M. Teoría general de la ocupación, el
interés y el dinero. 2ª reimpresión (1958) de la 3ª
ed., 1951. (Traducción de Eduardo Hornedo).
Marx, Karl. El Capital. 2ª ed. del F. de C. E., 1959. 3
volúmenes. (Traducción de Wenceslao Roces).
Mill, John Stuart. Principios de Economía Política.
1943. (Traducción de Teodoro Ortiz).
Nurkse, Ragnar. Problemas de formación de capital
en los países insuficientemente desarrollados.
1955. (Traducción de Martha Chávez D.).
Ricardo, David. Principios de Economía Política y
tributación (Obras y correspondencia, tomo I). Ed.
de Piero Sraffa. 1959. (Traducción de Juan Broc B.,
Nelly Wolff y Julio Estrada M.).
—. Obras y correspondencia, tomo II. Ed. de Piero
Sraffa. 1958. (Traducción de Florentino M. Torner).
Robinson, Joan. La tasa de interés y otros ensayos,
en el libro Ensayos de economía poskeynesiana.
1959. (Traducción de Domingo Alberto Rangel y
Martha Chávez D.).
Smith, Adam. Investigación sobre la naturaleza y
causas de la riqueza de las naciones. México,
1958. (Traducción de Gabriel Franco).
Sweezy, Paul M. Teoría del desarrollo capitalista. 2ª
ed., 1958. (Traducción de Hernán Laborde).
Zimmermann, E. W. Recursos e industrias del
505
mundo. 1957. (Traducción de Gonzalo Robles, José
Bullejos, Alfonso Ayensa, Adrián Esteve, Emilio
Rodríguez Mata, Francisco González Aramburo y
Leopoldo Gutiérrez de Zubiaurre).

506
ÍNDICE ANALÍTICO

Abramovitz Moses, 265


Academia de Ciencias de la U.R.S.S., 316 n
Acton, John Edward Dalberg, Primer Barón, 250
Adams, Brooks, 170
Adams, Walter, 56 n
administraciones coloniales en los países atrasados,
229-233
Adorno, T. W., 331 n
África, 31, 166, 176, 214, 220, 232, 286, 297
agricultura, condiciones para una reforma efectiva
de la, 195; endeudamiento de los trabajadores
agrícolas con los prestamistas, 197; industria vs.
agricultura, 303-316; necesidad de la colectiviza-
ción, 300; necesidad de movilizar el excedente
económico, 297; en los países atrasados, 190-191;
en los países capitalistas avanzados, 194; reforma
de la, con frecuencia es inútil, 193-194; su relación
con el capitalismo, 67-69; revolución agrícola en el
socialismo, 295, 297
América Latina, 176, 214, 220-224, 226 n, 229, 230
n, 240n, 241, 264 n, 282, 286, 297
Anderson, William H., 113 n
Anglo-Iranian Oil Companv, 246, 294 n
Anstey, Vera, 169 n
Aptheker, Herbert, 183 n
Arabia Saudita, 235-240, 264
armas termonucleares, 154-155
Atkinson, Henry A., 238 n
Aubrey, H. G., 203 nt
Bain, J. S., 96 n
Balance of Payments Year-
book, 235 n Balogh, Thomas, 284
Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento,
226
Baran, Paul A., 137n, 313-314 nn, 322 n
Baruch, Bernard M., 268 n, 277
Baykov, A., 312 n
507
Bean, L. H., 59, 72
Bennett, M. K., 272, 274
Benson, Lee, 81 n
Bentham, Jeremy, 43
Bergson, A., 313 n, 314 n
Berle, A. A., Jr., 137 n, 153 n
Bernal, J. D., 38 n
Bevan, Aneurin, 310 n
Bhatt, V. V., 239 n
Boeke, J. H., 175 n
Bolivia, 208, 216 w, 221 n, 244, 260
Bracker, Milton, 241
Braílsford, H. N., 184 n
Brasil, 214, 232, 260
Brittain, R., 272 n
Brookmgs Institution, 52, 78 n
Brozen, Yale, 264
Bureau of Internal Revenue, 77
Bureau of Labor Statistics (Comisión de
Estadísticas del Trabajo), 48 n, 58 Business
Week, 124 n, 156 n, 244 n
capitalismo, en América del Norte y en Australia,
165; defensores del, 32; en Europa occidental,
163-164; fase monopolista del, 95-107; funcio-
namiento corriente del, 69-91; igualación de
ganancias en el, 91-95; en el Japón, 176-187;
primitiva política colonial del, 166-170; en relación
con la agricultura, 194; surgimiento del, 62-68,
161
Cárdenas, Lázaro, 230 n
Carr, E. H., 289 n
Casas, fray Bartolomé de las, 176 n
Castillo Armas, Carlos, 227 n
Castro, Josué de, 214n, 232, 272 n
Clark, Colin, 35n, 71 n, 75 n, 271
clase mercantil, drene de la acumulación de capital,
198-199; su papel en la perpetuación del statu
quo, 222-226; su posición en las sociedades
atrasadas, 191, 197-198, 220-221
Cole, Arthur, 265
508
Colm, Gerhard, 27
Colombia, 244
combinaciones Webb-Pomera-ne, 136 n
comercio exterior, 132; apoyado por el Gobierno,
135-141; en el capitalismo competitivo, 132-133;
en el capitalismo monopolista, 132-133; con los
países socialistas, 321-328
Commission on Foreign Eco-nomic Policy, 227
Committee on Small Business, 75 n
competencia de precios, eliminación de la, 101-102
Comuna de París, 68, 282 n
comunismo, 283, 288-290
"condiciones clásicas" para el crecimiento
económico, 62-68; acumulación del máximo
excedente económico, 63-67, 79; plena utilización
de los recursos, 69-72; relación del nivel de salarios
con el excedente económico, 63-64, 72-79; uso de
las oportunidades de inversión, 80-90
conformismo, tendencia al, 152-
Congo Belga, 259
Consejo de Asesores Económicos (Council of
Economic Advisers), 124-125, 126 n
consumo de la clase capitalista, 65-67, 110
consumo esencial, 47-51
consumo excesivo, 47-51
Cook, R. C, 268 n, 271 n, 277 n corporaciones
holandesas, sus
ganancias, 258-259 crecimiento económico, 17; con-
diciones necesarias para el, 37-38, 63-67, 69-83;
definición del, 35-36; implicaciones del, 19;
oposición al, de las regiones atrasadas, por parte de
las potencias imperialistas, 225; en el socialismo,
328-334 crecimiento de la población, su relación
con el desarrollo económico, 267-279; su relación
con la inversión, 83-85; su relación con la oferta de
mano de obra, 85, 86-87 Curtise, Harlowe, 101 n
Cutler, J., 206 n, 212 n, 259n
Chenery, H. B., 235 n, 246 n Chile, 137 n, 208, 230
n, 244, 257 China, 26, 165-166, 184-185, 187, 188 n,
509
250, 276, 282, 283, 289, 295 n, 297, 322, 323, 324
Dalmulder, J. J. J., 258 n Datta, B., 190 n, 199 n, 255
n Davidson, Basil, 233 n democracia, propaganda
del imperialismo, 285-286, 328 Departamento de
Estado, de los Estados Unidos, 230 n, 231 n, 247,
289 n depresión, 23, 27, 118, 241 Dernburg, H. J.,
231 n, 259 n desocupación de recursos humanos y
naturales, 51-59, 69, 108-109, 122-125, 318-321 •
"desvanecimiento de las oportunidades de
inversión", teoría del, 83-91 Dewhurst, J. F., 270 n
Digby, William, 169 n, 173 n Dobb, Maurice, 161
n, 162 n, 163 n, 166 n, 312 n, 313 n, 315 n, 320
Domar, E. D., 27, 98 n Dostoyevski, Feodor, 331
Dulles, John Foster, 249, 277-278, 283-285, 288,
291
Dutt, R. Palme, 170 n Dutt, Romesh, 171
economía del bienestar, 43-45
"economías externas", 217-222, 231-232, 242
Economic Report for 1955 (Council of Economic Ad-
visers), 124-125, 126 n
Economic Report of the Pre-sident to Congress,
1953, 75; 1955, 124 n
Economist, The, 234 n, 235 n, 237, 239 n, 240, 246
n, 247, 252, 267, 314 n
Efimov, G. E., 176 n
Egipto, 28, 214, 221, 251
Eisenhower, Dwight D., 120, 282, 291 n
Employment Act of 1946,124
empresas extranjeras en los países
subdesarrollados, 204-211; apoyo de las, a los regí-
menes reaccionarios, 196-228; bajos salarios que
pagan las, 208-210; el capital mercantil prolongado
por las, 221-222; su dependencia de los regímenes
reaccionarios, 224; efecto destructivo de las, 211-
217; instalaciones que requieren las, 217-222;
pequeñas inversiones de capital de las, 205-206
empresas norteamericanas en los países atrasados,
sus ganancias, 259
Engels, Friedrich, 21, 37n, 119 n, 140, 273, 274,
510
278, 286, 299 n, 306 n, 307, 308, 309 n, 323, 328
n
Estado, apoyo que presta a las operacienes
internacionales de los monopolios, 135-138, 223-
228; ayuda a las empresas occidentales para
desarrollar los países atrasados, 219-230; control
de las corporaciones sobre el, 119-120; su función
en el capitalismo primitivo, 113-114, 163; ingresos
del, en las regiones productoras de petróleo, 234-
242; intervención del, en la Economía, 118;
magnitud de la intervención necesaria, 140-142;
métodos de fmandamiento, 146-148; papel del, en
el desarrollo del Japón, 181-183; parte del ex-
cedente que le corresponde en los países
atrasados, 229-230
estados surianos (de los Estados Unidos), 214
excedente económico, 38-67; su absorción por el
Estado para gastos imperialistas, 141-142; en la
agricultura de los países atrasados, 190-196; apro-
piación del, por parte de la clase mercantil, 198-
199; búsqueda de regiones para la inversión del,
81-114, 146, 151-152; disminución de la re-
inversión del, 79-80; distribución del, 79; elevación
al máximo del, 64-67, 79; modo de utilización del,
en los países socialistas, 298-303; en relación con
el nivel de salarios, 72-75; transferencia del, a los
países más adelantados, 211, 260, 261; uso
improductivo del, 204; utilización del, 62-63;
utilización del, en los países subdesarrollados, 257-
258
excedente económico planificado, 59-61, 293-321
excedente económico potencial, 40-59, 69;
asignación del, al militarismo, 287-288; cuatro
formas del, 40-41; extracción del, por las empresas
extranjeras, 259-264; modo de utilización del, en
los países atrasados, 189-257, 258; la movilización
del, primer problema del socialismo, 299-303;
obstaculizada por el capitalismo monopolista, 275;
necesidad de recuperar el ex cedente absorbido
por la agricultura, 297-299
511
exceso de capacidad, 52-57, 69, 102
Eydas, Kh., 185 n
Fagan, Elmer D., 112 n
Fairless, Benjamin, 101 n
Federal Reserve Board, 78
Federal Trade Commission, 77 n
feudalismo, 41, 62-65, 79, 160-161; desintegración
del, en los países atrasados, 187, 192; en el Japón,
176-180; supervivencia con el mercantilismo, 223
financiamiento deficitario, 147
Finch, D., 260 n
Fondo Monetario Internacional, 235 n,, 260 n
Food and Agriculture Organ-ization, 48 n, 271
Frankel, S. Herbert, 212 n, 222, 280 n
Franklin, Benjamin, 67 n
Freud, Sigmund, 331 n
frontera, paso de la, 87-88
Fundación Ford (Ford Foundation), 203 n, 285 n
Fundación Rockefeller, 271 n, 285 n
Furnivall, J. S., 175 n, 277
Galatoli, Anthony H., 244 n
Galbraith, J. K., 57 n, 90 n, 97 n, 121
Gallegos, Rómulo, 241
Ganguli, M., 295 n
gasto gubernamental, apoyo popular del, 142-144;
aumento del consumo por el, 127-129;
consecuencias peligrosas del, 144-146;
financiamiento del, 146-152; propósitos militares e
imperialistas del, 131-142; utilización del exce-
dente económico propiciado por el, 141
Gerschenkron, Alexander, 313 n, 314 n
Ghosh, D., 274 n
Gilbert, M., 270 n
gobiernos mercenarios en los países atrasados, 234-
248; su dependencia de las empresas extranjeras,
246-247; mayor ayuda de los estados extranjeros a
los, 286-287; métodos impositivos de los, 243-245;
uso de los ingresos que obtienen de las empresas
extranjeras, 234-244
512
Gran Bretaña, 164-165, 168-175, 258-260
Granick, D., 325 n
"Gray Report", 206 n, 220, 306 n
Greenberg, Michael, 176 n
Grundfest, Harry, 269
Guatemala, 28, 227 n, 230 n, 262 n, 286
guerra, impulso capitalista hacia la, 22, 25, 27, 153-
156
Hallgarte, G. W. F., 136 n Hansen, Alvin H., 83, 99
Harris, S. E., 143 n, 322 n Harrod, Roy Phillips, 27
Hazelwood, A. D., 261 n Hegel, G. W. F., 23-24, 296,
332 Heller Committee for Research
in Social Economics, 48 n,
73 n Hemingway, Ernest, 331 Henderson, León, 59
n Hessen, B., 38 n Hilferding, Rudolf, 22, 82 n,
102 n Hirschman, A. O., 327 n Hitler, Adolf, 277 «
Hobbes, Thomas, 45 Hobson, J. A., 22, 139
Hodgman, D. R., 313 n horas de trabajo, reducción
de
las, 126-127 . Horkheimar, Max, 116
Hubertnan, Leo, 183 n Huxley, Aldous, 331
Huxley, Julián, 268, 277
Ibn Saúd, 236, 238 n igualación de las tasas de ga-
nancia, 91-95, 105
imperialismo, apoyo popular del, 142; desaparición
final del, 329; el desarrollo de los países atrasados
obstaculizado por el, 27-32, 201-204, 225-228,
275-279; efectos del, en los países coloniales, 164-
168, 184-185; explotación de los países atrasados
por el, 205; sus ganancias, 258-261; gobiernos
mercenarios apoyados por el, 222-224, 230-248;
en la India, 168-175; el Japón como potencia
imperial, 186; la liberación social de los países
atrasados obstaculizada por el, 281-282; en el
monopolio, 135-142; nuevas racionalizaciones a
favor del, 46-47; en los países productores de
petróleo, 234-243; los países socialistas forzados a
estar a la defensiva por el, 281-282, 328; Punto
Cuarto, 230-233
513
India, 230, 257, 260, 274, 284, 288 n; colonialismo
británico en la, 164-165, 168-175, 221;
construcción de ferrocarriles en la, 221; Primer Plan
Quinquenal, 253; Segundo Plan Quinquenal, 253;
situación corriente de la, 251-256
individuo, libertad del, 115-116
industria petrolera en las regiones atrasadas, 234-
243
industrialización en el socialismo, bienes de
producción vs. bienes de consumo, 316-318;
métodos de intensidad de capital vs. intensidad de
mano de obra, 318-321; relación con la agricultura,
303-316
industrias competitivas, monopolización de las, 103-
104, 109
inflación, peligro de, 147-148
innovaciones técnicas en la industria monopolista,
97-102; en relación con la inversión, 88
intensidad de capital vs. intensidad de mano de
obra, 318-321
International Development Advisory Board, 219 n,
233 n
inversión del excedente económico, 64-67, 79-91;
insuficiencia de la, en el monopolio, 95-107;
mecanismo de la, en el capitalismo competitivo,
91-95; papel del Gobierno en la expansión de la,
114, 122-142
investigación científica, su relación con las
empresas, 55-56
Irak, 235, 238, 240
Irán, 28, 234-235, 239, 248 n, 260, 264 n, 294 n
Japón, 213, 214 n; carencia de recursos naturales,
183-184; desarrollo económico, 176-187; gobierno
Tokugawa, 177-178, 181, 185; proximidad
estratégica con China, 185; revolución Meiji, 178-
182
Jasny, Naum, 313 n, 314 n
Jefferson, Thomas, 114
Jewkes, John, 124 n
514
Johnson, H. G., 31 n
Kaldor, N., 104 n
Kalecki, M., 60 n, 74, 77, 83, 85 n,
88 Kautsky, Karl, 203 n Keddie, N., 226 n Kennan,
George F., 288 n, 289 Kerr, Clark, 74 n Keynes, John
Maynard, 23-25,
82. 121, 143, 144 n,-157 Khambata, K. J., 170
Koestler, Arthur, 331 Kravis, J. B., 270 n Kuwait,
235-238, 240 Kuznets, S., 70 n, 71, 75
Lange, Oskar, 98 n, 101 n, 147,
311, 325 Lasker, B., 217 n Lasswell, Harold C, 23 n
Lenin, V. J., 23, 82 n, 90, 107, 140, 186, 278, 281,
283, 289, 293, 296, 307, 309 n, 316, 322, '330 n
Levinson, Harold M., 76 n
Ley de Say, 63, 80-81
Lilienthal, David, 90 n
Lubin, Isador, 58
Luxemburgo, Rosa, 22
Lynd, Helen M., 282 n
Lynd, Robert, 34
Lynes, Russell, 112 n
Macaulay, Thomas Babington, 170, 173
Maffry, Aügust, 227
Mahalanobis, P. C, 254
Malenkov, George, 314 n
Malthus, Thomas R., 41, .143 n, 269
Mandelbaum, K., 257
Manifiesto comunista, 285 n, 328 n
Mao-Tse-Tung, 187 n
Maquiavelo, Nicolás, 45
Marshall, Alfred, 19, 158
Martin, R. F., 70 n
Marx, Karl, 21-23, 38 n, 39 n, 40 n, 42-43, 51, 62, 66
n, 67, 76, 93 n, 94, 106, 112 n, 114, 119n, 140,
158n, 161, 162, 163n, 164 n, 166 n, 169 n, 173 n,
174, 176, 179 n, 181, 200 n, 266 n, 269 n, 282 n,
285 n, 286, 308-309, 316, 326, 328 n, 330, 333 n
Masón, E. S., 160 n, 163 n, 212, 215 n, 219, 224 n,
515
245, 267 n, 268 n, 275 n, 280 n, 283-286, 310
McLeod, A. N., 217 n, 261 n
métodos impositivos, 148-151, 298 ^
Metzler, Lloyd, 98 n, 149 n
México, 230 n, 241, 257, 260
Mikesell, R. R, 235 n, 246 n
militarismo en los países atrasados, 287-290
Mili, John Stuart, 68 n
Mills, C. Wright, 55 n, 104 n, 112 n, 115 n
mínimo de subsistencia, 63, 72-73 monopolio, 22,
27, 46 54-55, 68-72, 76-79; control por él, de la
industria en los países atrasados, 201-204; creación
de nuevas industrias en el, 97; impulso hacia el
imperialismo en el, 136-142; impulsos y obstáculos
a la guerra en el, 153-157; incitación al conformismo
en el, 152-153; ines-tabilidad del, 152; oposición de
las pequeñas empresas al, 81; relación del, con la
inversión, 80-92; su resistencia a expandir la
producción, 97-107 Monthly Review, 152 n, 183 n,
270 n, 289 n Moore, W. E., 167 n, 194 n,217n
Mossadegh, Mohammed, 248 n movimiento
populista, 117-121 Musgrave, R. A., 150 n Myint, H.,
263 n
nación, desaparición del concepto de, 327-328
Naciones Unidas, 48 n, 159, 191 n, 208 n, 221 n, 232
n, 233, 234 n, 240 n, 242 n, 243 n, 253 n, 255 n, 257
n, 259 n, 261 n, 264 n, 281n, 283, 297 n, 318 n, 324
National Research Council, 48 n
National Resources Committee, 78 n
Nehru, Jawaharlal, 174
Neisser, Hans, 86 n
New Deal, 118, 241
New York Times, 101 n, 153 n, 242 n, 288 n
Nicholls, V. H., 203 n
nivel de salarios, en las empresas extranjeras en los
países coloniales, 208-210, 225-226, 319-320; en
los países atrasados, 190; su relación con el
excedente económico, 63, 72-79, 85-86, 109-110
Norman, E. Herbert, ,176 n, 178 n, 180 n, 182 n, 184
n, 185 n
516
"Nueva Economía", 23-24, 82
nuevas empresas, establecimiento de, 96-97
Nurkse, Ragnar, 133 n, 160 n, 208 n, 212, 257 n,
318
O'Connor, Harvey, 226 n, 236 n,
241 n, 243 n Oficina del Censo (Estados
Unidos), 71 n Organization for European Econornic
Cooperation, 230 n Orwell, George, 331 Oshima,
Harry, 257, 258 n
Painter, M. S., 150 n
países subdesarrollados, agotamiento de los
recursos naturales de los, 213-216; aparato militar
en los, 287-291; características esenciales de los,
158-160; la clase mercantil y sus funciones en los,
198-200; comercio con el capital monopolista,
relación de intercambio de los, 136-141;
crecimiento económico de los, obstaculizado por
los intereses imperialistas, 27-30, 225-228, 275-
279; desintegración del feudalismo en los, 187; las
empresas extranjeras en los, 204-228; gobiernos
mercenarios en los, 234-243; gobiernos tipo "New
Deal" en los, 248; industrialización vs. agricultura
en los, 303-316; instalaciones irracionales en los,
217-222; penetración europea, sus efectos sobre
los, 163-175; producción industrial de los, 200-204;
Punto Cuarto, sus efectos en los, 230-231; razones
del atraso de los, 256-279; regiones productoras de
petróleo y sus condiciones en los, 234-243; rela-
ciones internacionales socialistas, 321-330; la
religión en los, 283-285; situación agrícola de los,
190-196; el socialismo, necesario para el cre-
cimiento económico de los, 293
Paley Report, 240
Palmerston, 184
Papandreou, A. G., 108 n
Partido Comunista de la Unión Soviética, 311, 322 n;
Décimo-quinto Congreso del, 302-303;
Decimonoveno Congreso del, 314 n
Partners in Progress, a Report to the President, 219
517
n, 233 n
Pecolvits, N. A., 184 n
Perlo, Víctor, 75 n, 78, 112
Pevsner, Ya. A., 179 n, 181 n, 182 n
Philby, H. St. J. B., 236, 238 n, 239
Philippines, Economic Survey Mission to the, 244 n
Pizer, S., 206 n, 212 n, 259 n
Planck, Max, 334 n
Planes Quinquenales, de la In-dia, 253-255; de
Rusia, 311-314, 321-322
planificación económica socialista, 26-27;
asignación del excedente en la, 303-321; esen-
cialidad de la, para el crecimiento económico, 281-
287, 293; el excedente económico planificado en
la, 59-61; planificación internacional entre los
países socialistas, 325-328; proceso de estableci-
miento de la, 293-303; razones para tomar en
cuenta las necesidades defensivas en el, 291-292
política de ocupación plena, 119-123; definición de
la, 123; función real de la, 123; mantenimiento
ulterior de la, 145-146; métodos efectivos de
lograrla, 142
Portugal, 267 n, 282, 286
producción y consumo "óptimos", 60
Programa del Punto Cuarto, 203 n, 230-231, 248 n
protestantismo, su relación con el capitalismo, 66-
67
Quinn, T. K., 55 n
Randall, C. B., 227
Raw Materials Policy Commis-sion, 240 n
recursos, plena utilización de los, 37-60, 69-72, 189
regiones petroleras del Medio Oriente, 208, 229,
234-240, 257, 282, 297, 324
relaciones internacionales de los países capitalistas,
131, 133-142, 153-157; confianza de las empresas
extranjeras en el apoyo gubernamental, 135-138;
impacto en la actividad de los gobiernos, 139-141;
tendencias a favor y en contra de la guerra, 153-
157
518
religión, en los países subdesarrollados, 284-285
Report of the Joint Committee on the Economic
Report, 124n
Rhodes, Cecil, 231
Ricardo, David, 41 n, 45, 64 n, 65 n, 67, 73 n, 143 n,
191
Riesman, David, 55 n
Rippy, J. F., 258 n
Robb, Lewis H, 53 n
Robbins, Lionel, 18 n, 19 n
Roberts, W. L., general briga-dier, 290 n
Robinson, Joan, 84 n, 85 n, 94 n, 157 n
Rockefeller, Nelson, 219, 233
Rogow, A. A., 74 n
Rollins, C. E., 208 n, 210 n, 226 n, 242 n, 244 n
Roosevelt, Franklin D., 118-120
Rosenstein-Rodan, P. N., 257
Rowntree, G. A., 67 «
Salter, Sir Arthur, 205 Samuelson, Paul A., 149 n
Sansom, G. B., 177 n, 178 n Sarnoff, David, 290,
291 n, 292 Scitovsky, T., 44 n, 45 n, 148 Schiff,
Erich, 206 n, 258, 263 Schmidt, E. P., 155 n
Schumpeter, J. A., 42 n, 50, 57 n, 65 n, 82 n, 83,
93, 96, 99 n, 120 n, 124 n, 147 n, 264
Shah, K. T., 170
sindicatos, 70n, 118-119, 123, 126, 225
Singer, H. W., 217 n, .220, 261 n
Smaller War Plants Corporation, 77 n
Smith, Adam, 41 n, 45, 64 n, 65 n, 191
Smith, O. E., Jr., 226-227 nn
Smith, Thomas C, 176 n, 178 n, . 180 n, 181 n, 186
n
Sociedad de Naciones, 204 n
Solimán, Abdula, 237
Sombart, Werner, 66
Sorokin, Pitirim, 23 n
Spengler, J. J., 274 n
Sraffa, P., 96 n, 101 n
Stalin, Joseph, 293 n, 300, 301 n, 310, 330
Stein, Gunther, 290 n
519
Steindl, J., 52 n, 89, 91 n, 93 n
Strachey, John, 74 n
Sturmthal, A., 198 n, .257 n
Swanson, E. W., 155 n
Sweezy, Paul M., 78 n, 85 n, 86 n, 88,97, 102 n, 108
n
Taeuber, C, 271-273
Taitel, M., 78 n
Takahashi, H. Kohachiro, 179 n, 180 n
Temporary National Economic Committee, 58, 78 n
Terborgh, G., 98 n
Tinbergen, J., 258 n
Tocqueville, Alexis de, 280
Torres Gaitán, Ricardo, 198 n
trabajo improductivo, 41-42, 48-52, 64; su
incremento en el monopolio, 111-113; su trans-
ferencia a la producción en el socialismo, 293-294
Traman, Harry S., 120, 230
Unión Soviética, 23-26, 34, 51, 283, 288-289, 295 n,
196-199, 307; colectivización de la agricultura en
la, 310-316; desarrollo de la industria en la, 310-
316, 318 n; relaciones comerciales do la, con otros
países, 321-322; resoluciones del Partido
Comunista de la, 302-303 Universidad de Staford,
Food
Research Institute, 272 V. S. News and World
Report, 291 n
Van Zandt, James E., 130 n Venezuela, 28, 137 n,
208, 216 n,
221 n, 225 n, 229, 240-243, 264 n, 324 Verne,
Julio, 272 Viner, Jacob, 93 n, 211 n, 228 n Vogt, W.,
268 n, 276 n, 277, 279 Voz de los Estados Unidos
de Norteamérica. 292
Warriner, Doreen, 295 n Weaver, Findlay, 74 n
Weber, Max, 66, 67, 158, 264 Wiener, Norbert, 276,
277 n Wiles, P. J. D., 314 n Wilson, Charles E., 288
Williams, Eric, 163 n Winfield, G. F., 276 n Wolf,
Leonard, 176 n Wright, Quincy, 23 n

520
Yamada, M., 179 n Young, Allyn, 200
Zimmermann, E. W., 183 n

521
ÍNDICE GENERAL

Prefacio
Prefacio a la edición en español
Capítulo I
Panorama general
Capítulo II
El concepto de excedente económico
Capítulo III
Estancamiento y desarrollo del capitalismo
monopolista (I)
Capítulo IV
Estancamiento y desarrollo del capitalismo
monopolista (II)
Capítulo V
Las raíces del atraso
Capítulo VI
Hacia una morfología del atraso (I)
Capítulo VII
Hacia una morfología del atraso (II)
Capítulo VIII
El ascenso a la cumbre
ÍNDICE ANALÍTICO

522

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