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Camilo Torres Sacerdote Revolucionario - Luis Carlos Muñoz
Camilo Torres Sacerdote Revolucionario - Luis Carlos Muñoz
El alcohol, la religión, las sonrisas, la ley y la gentileza son parte de las herramientas que
posee el sistema para disciplinar y dominar a los hombres.
Miguel Littín
Y a los defensores del statu quo, enemigos a ultranza, por ejemplo, de la objeción
de conciencia, la que el 10 de mayo de 1964 llevó al Ministro de Guerra de
entonces, general Alberto Ruiz Novoa (principal responsable, por contraste, del
bombardeo a Marquetalia), a declarar durante una rueda de prensa: es urgente
modificar las estructuras de nuestra sociedad, el gobierno está frenado por los
sectores y por las personas influyentes. Pero, claro, al General, según la mirada
de quienes lo observaban (sus colegas y el Gobierno), se le fueron las luces:
estaba hablando como cualquier John Lenin de la Universidad Nacional, cualquier
sociólogo, cualquier Camilo Torres. Y por ello sería obligado a renunciar el 27 de
enero de 1965: a lo “peligroso de sus tesis” se sumó la acusación de haber
fraguado un golpe de Estado a su favor aprovechando el paro cívico del 25 de
enero, que no se realizó.
Y para quienes aún puedan pensar que Camilo Torres era un patrocinador oculto
de la violencia y no un verdadero y pacífico revolucionario (de tiempo completo),
quizás sirva recordarles lo que el 21 de agosto de 1965 sostuvo en Villavicencio:
Nosotros no predicamos la revolución violenta, creemos que la revolución es
fundamentalmente el cambio de la estructura de la propiedad, de la propiedad de
la tierra, de las casas, que es el cambio de la política de inversiones, que ya no
podrán salir capitales del país sino que tendrán que ser invertidos en aquellos
sectores que produzcan trabajo para el pueblo, que se tendrán que abrir las
relaciones internacionales con todos los países del mundo, que las FF.AA serán
bien remuneradas pero consagradas a trabajos de progreso socio-económico y no
se les obligará a matar a sus compatriotas. (…)
Yo he dejado los deberes y privilegios del clero, pero no de ser sacerdote. Creo
que me he entregado a la Revolución por amor al prójimo en el terreno temporal,
económico y social. Cuando mi prójimo no tenga nada contra mí, cuando haya
realizado la Revolución, volveré a ofrecer la misa si Dios me lo permite.
Ustedes saben lo que pasó con Uribe Uribe, con Gaitán, y entonces no vamos a
repetir los errores que ya se cometieron. Yo estoy dispuesto a seguir la revolución
el traslado del cadáver. Y el pueblo, que los generales cumplan su palabra… pues
el lugar preciso donde Camilo fue enterrado es, hasta hoy, “un secreto de Estado”.
Camilo Torres entendió algo inevitable y que hoy produce urticaria entre Iglesia,
oligarquía, Estado y fuerzas militares: que la ancestral, silenciosa y estoica
paciencia de los pobres no ha sido más que el producto de un gran engaño.
Ahora, cuando los jóvenes están conociendo o reconociendo tal engaño, así como
el alcance de su poder, su rebelión metafísica no admite más dilaciones. Como
señala Guzmán, el postulado principal de Camilo era una revolución del pueblo,
por el pueblo, con el pueblo y para el pueblo. Sin embargo, no tenía posturas
soberbias ni actitudes mesiánicas, tan caras a estos tiempos: Yo no me considero
representante de la clase colombiana, ni jefe del Frente Unido, ni líder de la
revolución colombiana, porque no he sido elegido por el pueblo. Aspiro a ser
aceptado por éste como un servidor de la revolución. Lo que, efectivamente, fue
hasta caer asesinado en Patio Cemento, corregimiento de El Carmen, municipio
de San Vicente de Chucurí, Santander, el 15 de febrero de 1966. Poco antes, en
su Proclama a los colombianos (7.I.66), había sostenido: Yo me he incorporado a
la lucha armada. Me he incorporado al ELN porque en él encontré los mismos
ideales del Frente Unido. Encontré el deseo y la realización de una unidad por la
base, de base campesina, sin diferencias religiosas ni de partidos tradicionales.
Sin ningún ánimo de combatir a los elementos revolucionarios de cualquier sector,
movimiento o partido. Sin caudillismos. Que busca liberar al pueblo de la
explotación de las oligarquías y del imperialismo. Que no depondrá las armas
mientras el poder no esté totalmente en manos del pueblo.
Mientras los pobres pelean, los ricos gobiernan en su propio provecho. (…) Lo
único que dividía a los oligarcas liberales de los oligarcas conservadores era el
problema de la repartición del presupuesto y de los puestos públicos. (…) Cuando
apareció Jorge Eliécer Gaitán enarbolando la bandera de la restauración moral de
la República, lo hizo tanto en contra de la oligarquía liberal como de la
conservadora. Por eso las dos oligarquías fueron antigaitanistas. La oligarquía
liberal se volvió gaitanista después de que la oligarquía conservadora mató a
Gaitán en las calles de Bogotá. Ya iniciada en el camino de la violencia para
conservar el poder, la oligarquía no parará en el uso de esa violencia. Puso a los
campesinos liberales a que se mataran con los conservadores. Cuando la
agresividad, el odio y el rencor de los pobres se desbordaron en una lucha entre
los necesitados de Colombia, la oligarquía se asustó y propició el golpe militar. El
gobierno militar tampoco sirvió en forma suficientemente eficaz a los intereses de
la oligarquía. Entonces el jefe de la oligarquía liberal, doctor Alberto Lleras
Camargo, y el jefe de la oligarquía conservadora, doctor Laureano Gómez, se
reunieron para hacer un examen de conciencia y se dijeron: “Por estar peleando
por el reparto del presupuesto y del botín burocrático, casi perdemos el poder para
la oligarquía. Dejémonos de pelear por eso haciendo un contrato, dividiéndonos el
país como quien se divide una hacienda, por mitad, entre las dos oligarquías. La
paridad y la alternación nos permiten un reparto equitativo y así podemos formar
un partido nuevo, el partido de la oligarquía.” Así nació el Frente Nacional como el
primer partido de clase, el de la oligarquía colombiana. El pueblo vuelve a ser
engañado y concurre a las elecciones a votar el plebiscito, a votar por Alberto
Lleras, por el Frente Nacional. El resultado, naturalmente, fue peor: ahora era la
oligarquía unida la que gobernaba en contra del pueblo. El Frente Nacional dijo
que remediaría la situación financiera, y duplicó la deuda externa produciendo tres
devaluaciones (hasta ahora) y con ellas la miseria del pueblo por varias
generaciones. El Frente Nacional dijo que haría la reforma agraria, y no hizo sino
dictar una ley que garantiza los intereses de los ricos en contra de los derechos de
los pobres. El Frente Nacional logró la mayor abstención electoral de nuestra
historia y ahora, ante su fracaso total, ¿qué está haciendo la oligarquía? Vuelve a
recurrir a la violencia. Declara el estado de sitio. Legisla por decreto. Vende el país
a los EE.UU. Se reúne en un lujoso hotel y decide sobre el próximo presidente.
Desde los salones resuelven sobre el país entero. Están completamente ciegos.
Señores oligarcas, el Pueblo ya no les cree nada a ustedes. El Pueblo no quiere
votar por ustedes. El Pueblo está harto y desesperado. El Pueblo no quiere ir a las
elecciones que ustedes organicen. ( …) El Pueblo está sufriendo y resuelto a todo.
Después de oír lo anterior, para terminar, quizás por eso no sorprenda lo que el
propio Camilo Torres declaró en su Mensaje a los campesinos y en la antesala de
su muerte, (7.X.65): Estamos apostando una carrera con la oligarquía. Es posible
que esta me asesine antes de haber logrado una sólida organización entre los no
alineados. Creo que sería demasiado torpe que me encarcelaran o me inventaran
un proceso de guerra verbal… Por eso creo más en el asesinato. Lo importante es
que el pueblo colombiano tenga consignas precisas si esto llega a ocurrir. La
primera es replegarse al campo y no librar la batalla en la ciudad… (Camilo y el
Frente Unido, Francisco J. Trujillo. Bogotá, 1987, p 67)
Hay que analizar a Camilo desde los planos temporal y místico. (Lisandro Duque)
Yo soy un hombre profundamente religioso, un cristiano ferviente y convencido. Por eso, cuando
se supo que Camilo se había sumado al ELN y me preguntaron cuál era la situación, yo contesté
sin vacilar: un cura menos, un bandolero más. (Guillermo León Valencia, presidente de Colombia
1962-66)
Sólo Dios juzga… Siendo sacerdote, intervino en política que es asunto temporal. Se quitó la
sotana y empezó a trabajar en política. Poco a poco todos lo iban abandonando. Desilusionado,
resolvió irse a los campos para conspirar ya directamente con armas. Se colocó, así, fuera de la
ley… tuvo su consecuencia lógica como fue la de llegar a la muerte porque las fuerzas legítimas no
le podían tolerar su manera de proceder. Es de pensar que por muchas dificultades que tuvo en su
vida de hogar y en su vida social, el señor Camilo Torres haya llegado a experimentar un
desequilibrio mental que lo condujo al fracaso… (monseñor Víctor Wiedeman, vicario Arquidiócesis
de Medellín)
Las intervenciones políticas de la iglesia católica oficial, cuando tienen el tenor adecuado, son bien
recibidas por el Estado, como aporte necesario para su apuntalamiento ideológico. Si la
intervención, en cambio, viene de un sector no oficial, como es el caso de Camilo, no sólo son
inaceptables sino condenables. (Mario Calderón, sacerdote, filósofo y Magíster en Teología)
Otras fuentes consultadas: Germán Guzmán Campos. Camilo, presencia y destino. Bogotá,
Antares Tercer Mundo, 1967. Walter Joe Broderick. Camilo Torres, el cura guerrillero. Bogotá,
Círculo de Lectores, 1977. Francisco J. Trujillo. Camilo y el Frente Unido. Bogotá, 1987. Gustavo
Pérez Ramírez. Camilo Torres Restrepo – Profeta para nuestro tiempo. Bogotá, Cinep, 1996. Mario
Calderón Villegas. Conflictos en el Catolicismo Colombiano. Bogotá, Ediciones Antropos, 2002.