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Perfil biográfico
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Galilea: la infancia
Mariam Baouardy nació el 5 de enero de 1846, en Ibillin, una pequeña aldea de Galilea, a mitad de camino entre
Nazareth y Haifa. Sus padres, profundamente creyentes, padecen una dura prueba. Ellos no logran traer al mundo un hijo
que sobreviva: doce niños, uno después de otro, mueren siendo todos ellos muy pequeños. En su profundo dolor y
confianza en Dios, decidieron entonces hacer una peregrinación a Belén para ir a rogar ante el Pesebre y pedir la gracia de
una hija. Mariam viene al mundo nueve meses más tarde. Ella fue bautizada y confirmada según la tradición greco-católica
de su familia. El siguiente año, nace su hermano Boulos, quien viene a colmar la alegría de la familia.
Pero, Mariam no tenía aún 3 años cuando su padre muere y algunos días más tarde muere su madre. Su padre
viendo la proximidad de la muerte tomó Mariam entre sus brazos, pidiendo a San José de ser en adelante su padre y
custodio. Muchísimas veces esta oración le será concedida. Boulos es adoptado por una tía materna que habitaba en un
pueblo cercano y Mariam por un tío paternal, de condición acomodada. Años más tarde, este tío se instalará en Alejandría
llevando a Mariam con él.
De sus años de infancia en Galilea, Mariam conservará, a la vez, ese maravillarse delante de la belleza de la
Creación, de la luz, de los paisajes dónde todo le habla de Dios (este maravillarse se reflejará más tarde en los himnos
surgidos espontáneamente de su corazón durante algunos éxtasis) y del sentimiento, muy fuerte, de que “todo pasa”.
Una experiencia de niña es decisiva para su vida futura: juega con dos pequeños pajarillos y quiere hacerlos tomar un
baño… pero estos no resisten y mueren entre sus manos. Ella, tristemente, debe enterrarlos cuando siente entonces
interiormente estas palabras: "¿Ves?, es así que todo pasa; pero si quieres darme tu corazón, yo me quedaré siempre
contigo”.

Alejandría: el martirio
1858: Mariam tiene 12 años, ella está ya en Alejandría desde hace algunos años, cuando se entera que su tío
quiere casarla. Decidida a darse totalmente a Dios, ella rechaza la proposición. Tratan de persuadirla… la amenazan. Ni las
humillaciones, ni los malos tratos pueden cambiar su resolución. Después de tres meses, ella encuentra a un viejo criado
de la casa para intentar de enviar una carta a su hermano que permaneció en Galilea para que venga a ayudarla.
Escuchando la narración de sus sufrimientos, el criado que era musulmán la exhorta a dejar a los cristianos y a abrasar su
religión. Mariam rechaza. Encolerizado, el hombre saca su cimitarra y le corta la garganta, abandonándola luego en una
callejuela oscura. Era el 8 de septiembre de1858
Es entonces que lo sobrenatural va hacer irrupción en su vida. Ella contará más tarde que ella estaba
verdaderamente muerta y que le pareció haber entrado en el Paraíso, allí vio a la Virgen, los santos y sus padres, la
gloriosa Trinidad… Pero su hora no había llegado todavía, y ella se despierta en una gruta, cerca de una joven mujer que
se parecía a una religiosa. Durante cuatro semanas, ella la cuida, la nutre, la instruye. Después cuando estaba ya curada,
aquella que más tarde ella dirá que es la Virgen María, la conduce a una iglesia y allí la deja.
Desde ese día, Mariam irá de ciudad en ciudad (Alejandría, Jerusalén, Beirut, Marsella…), como doméstica,
eligiendo preferentemente las familias pobres, ayudándolas, pero dejándolas cuando se encuentra demasiado honrada.
Así ella llegará a ser de manera del todo particular, testigo de ese “universo invisible”, en el cual nosotros creemos sin
verlo, y que ella ha experimentado a lo largo de su vida.

Marsella: las Hermanas de San José


En 1865 Mariam se encuentra en Marsella. Entra en contacto con las Hermanas de San José de la Aparición.
Tiene 19 años, pero sólo parece de 12 o 13. Habla mal el francés y posee una salud frágil… de todos modos es admitida al
postulante, y su alegría es enorme por poder entregarse de este modo a Dios. Siempre dispuesta para los trabajos más
pesados, ella pasa la mayor parte de su tiempo lavando o en la cocina. Pero junto a dicha vida ordinaria, cada semana
revive la Pasión de Jesús, recibe los estigmas (que, en su sencillez, ella cree que son una enfermedad) y comienzan a
manifestarse toda clase de gracias extraordinarias. Algunas hermanas quedan desconcertadas de ello, y al final de 2 años
de noviciado, no es admitida a continuar en la Congregación.
Sucede en ese momento que una hermana de San José, Madre Verónica, había pedido entrar al Carmelo pero
debía aún esperar un poco en el convento de Marsella. Durante ese tiempo de espera ella reemplaza a la maestra de
novicias que se encuentra enferma y así conoce a Mariam, a quien ella comprende y aprecia, tanto es así que le propone
de venir con ella al Carmelo.
Pau: el Carmelo
Mariam es recibida con alegría en junio de 1867. Allí, en medio de todas las pruebas que tendrá que atravesar,
siempre encontrará amor y comprensión. El mes siguiente toma el hábito y recibe el nombre de Hermana María de Jesús
Crucificado. Ella insiste en ser admitida como ‘hermana conversa’, pues se encontraba más a gusto en el servicio a los
otros, tenía por otro lado un gran problema para leer lo que conllevaba una gran dificultad para recitar el Oficio divino. Su
simplicidad y su generosidad conquistan los corazones de todos. Estas palabras dichas después de un éxtasis ilustran lo
que era su vida: "Dónde está la caridad allí también está Dios. Si pensáis en hacer el bien a vuestro hermano, Dios pensará
en vosotros. Si hacéis un pozo para vuestro hermano, caeréis en él; el pozo será para vosotros. Pero, si hacéis un cielo
para vuestro hermano, ese cielo será para vosotros…”. Sin embargo, ella no es perfecta y en algunas ocasiones ella se
reprocha su vivacidad. Don de profecía, ataques del demonio o éxtasis… entre todas las gracias divinas de las cuales está
colmada, está aquella percepción intensa de ser ‘nada’ frente a Dios, y cuando habla de ella misma llamándose "la
pequeña nada", es realmente la expresión profunda de su ser. Es lo que le hace penetrar la insondable profundidad de la
misericordia divina dónde encuentra su alegría y sus delicias, su vida. “La humildad es feliz de ser nada, ella no se apega a
nada, ella no se cansa nunca de nada. ¡Está contenta, es feliz, dondequiera que esté es feliz, está satisfecha con todo…
Bienaventurados los pequeños!”. Allí está la fuente de su abandono en el corazón de las gracias más extrañas y en el
corazón de los acontecimientos humanos más desconcertantes.

En India: la fundación del Carmelo de Mangalore


Al cabo de 3 años pasados en el Carmelo de Pau, en 1870, Mariam es enviada con un pequeño grupo para fundar
el primer monasterio de carmelitas en Mangalore, India. El viaje en barco es toda una aventura… tres religiosas mueren
antes de llegar. A pesar de todo, se puede comenzar la vida claustral al final del año y en la primavera siguiente varias
hermanas llegan desde Francia para reforzar la comunidad. Sus experiencias extraordinarias continúan sin embargo no le
impiden afrontar los trabajos más pesados y las agitaciones propias a una nueva fundación. Durante sus éxtasis, a veces
se le ve con su rostro resplandeciente ya sea en la cocina o en otro lugar, a veces participa en espíritu de lo que ocurre en
la Iglesia; a veces el demonio parece tomar posesión de ella, haciéndole vivir terribles tormentos y combates. Ella emite sus
votos al final de su noviciado el 21 de noviembre de 1871, sin embargo, las incomprensiones comienzan entonces a
producirse alrededor de ella, poniendo en duda la autenticidad de lo que ella vive, estas tensiones creadas en su entorno
acabaron por provocar su regreso al Carmelo de Pau en el 1872.

El regreso a Pau
Allí, Mariam reencuentra su vida simple como ‘hermana conversa’ en medio del cariño de sus hermanas de
religión, y su alma se dilata. Durante ciertos éxtasis ella, que es casi analfabeta, en la exultación de su gratitud hacia Dios,
improvisa poesías de una gran belleza, llenas de frescor y de un atractivo totalmente oriental, dónde la creación entera
canta a su Creador; o bien, enardecida por la aspiración de su alma hacia Dios, se la verá elevarse milagrosamente hacia
la cima de un árbol, sobre una rama que no soportaría ni siquiera un pajarillo… Ella es entonces como testigo de este
universo transfigurado descrito por el profeta Isaías (el lobo habitara con el cordero...), o por el autor del Apocalipsis (la
mujer vestida de sol, con la luna bajos sus pies y una corona de doce estrellas…)
“Todos duermen. Y Dios, tan lleno de bondad, tan grande, tan digno de alabanzas, ¡es olvidado!… ¡Nadie piensa
en Él!… Veo, que la naturaleza lo alaba; el cielo, las estrellas, los árboles, las hierbas, todo lo alaba; ¡y el hombre, que
conoce sus beneficios, que debería alabarlo, duerme!… ¡Vamos, vamos a despertar el universo!”
Numerosos son aquellos que vienen a buscar cerca de ella consuelo, consejos, oraciones, y que parten
iluminados y fortificados por su encuentro.
Poco después de regresar de Mangalore, comienza a hablar de la fundación de un Carmelo en Belén. Los
obstáculos son numerosos, pero se disipan progresivamente, incluso de manera inesperada. Una benefactora, Berthe
Dartigaux le será siempre fiel. Su confesor, el P.Estrate, de la congregación de Betharram, la alienta y apoya hasta el final.

Belén, Nazareth, Emaus y su entrada en el Cielo.


Por fin la autorización llega de Roma para fundar un Carmelo en Belén, el 20 de agosto de 1875 un pequeño
grupo de carmelitas se embarca rumbo a Tierra Santa. El Señor mismo guía a Mariam en la elección del lugar y la
construcción. Como es la única que habla árabe, se le encarga el seguimiento de los trabajos: “inmersa en la arena y en la
cal” se gana la simpatía de los obreros; la comunidad puede venir a habitar el monasterio desde el 21 de noviembre de
1876, mientras que ciertos trabajos continúan.
Mariam se preocupa también por la fundación de un Carmelo en Nazaret, viajando allí y logrando que se compre
un terreno en agosto de 1878. Durante este viaje le es revelado por Dios el lugar de Emaus. Ella lo hace comprar a Berthe
Dartigaux para el Carmelo.
De vuelta en Belén, retoma la supervisión de los trabajos bajo un calor sofocante. Llevando de beber a los
obreros, cae de una escalera y se fractura un brazo. La gangrena va afectarle muy rápidamente y Mariam muere algunos
días después, el 26 de agosto de 1878, a los 32 años. Fue beatificada el día 13 de noviembre 1983 por San Juan Pablo II.

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