Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Alberdi y La Const Del 53 PDF
Alberdi y La Const Del 53 PDF
---------------------------------------
Alberdi y las Ideas Constitucionales del 53
por José María Rosa (h.)
II
EL CAPITAL FORANEO
No era fácil la tarea de desarraigar nada menos que una raza. De allí que
el apoyo extranjero se hiciera imprescindible para lograr. la completa
desargentinización de la Argentina: “Los tratados de amistad y comercio son
el medio honorable de colocar la civilización sudamericana bajo el
protectorado de la civilización del mundo” (18), reclamaba Alberdi
iniciando la civilización mercantilista bajo la lógica protección de las
naciones mercantilistas favorecidas. Las cuatro frases sonoras que habrían
de reconocer en la futura Constitución los derechos y garantías del hombre
extranjero y del capital extranjero, quedarían “inviolables bajo el
protectorado del cañón de todos los pueblos” (17). Abdicar la soberanía
nacional en cambio de unos derechos constitucionales en exclusivo beneficio
del foráneo era la gestión más patriótica – en el nuevo concepto – que podía
pedirse. Frente a esos cañones, ¿qué derechos, qué garantías podrían
reivindicar a su vez los nativos, desarmados, disminuidos, ahuyentados?
El medio de lograr el apoyo del “cañón extranjero” consistía en hacerlo
defender intereses propios. “Proteged al mismo tiempo empresas particulares
(fiscales ¡jamás!) para la construcción de ferrocarriles. Colmadlas de
ventajas, de privilegios, de todo favor imaginable sin deteneros en medios.
Preferid este expediente a cualquier otro” (18). ¡Consejo seguido al pie de la
letra y del cual pueden dar fe las posteriores leyes de concesiones
ferroviarias! El capital foráneo era el gran factor de civilización: “Entregad
todo a capitales extranjeros. Dejad que los tesoros de fuera, como los
hombres, se domicilien en nuestro suelo. Rodead de inmunidades y de
privilegios el tesoro extranjero para que se naturalice entre nosotros” (19).
La Nación desaparece ante los intereses materiales. La naturalización
que pedía Alberdi no se efectuaba, claro está, por una asimilación del capital
foráneo al país, sino precisamente a la inversa: por asimilación del país al
capital foráneo. No quería significar que las sociedades habrían de prescindir
de su nacionalidad de origen para adquirir la del lugar donde efectuaban la
explotación de servicios públicos, que los directorios antepusieran las
conveniencias argentinas a sus propios intereses, o que los accionistas
perdieran su mentalidad extranjera por el hecho de cobrar dividendos
argentinos. La naturalización sería en realidad del país, que al ser atado al
capital extranjero se extranjerizaría también“. se tornaría en colonia, en
factoría. Con mentalidad de colonia, es decir, con mentalidad civilizada.
LIBRE NAVEGACIÓN
MORAL ALBERDIANA
Vivir sin honor, pero con dinero: ahíto, conforme, sin Dios y sin Patria:
he aquí el ideal de las Bases. “La gloria es la plaga de nuestra pobre América
del Sur” (23), dicen por ahí; “el laurel es planta estéril en América”.(24), por
otro lado; “nuestros patriotas de la primera época (la Independencia) no son
los que poseen ideas más acertadas sobre el modo de hacer prosperar esta
América... Las ficciones del patriotismo, el artificio de una causa puramente
americana de que se valieron como medio de guerra, los dominan y poseen
hasta hoy mismo. Así hemos visto a Bolívar hasta 1826, provocar, ligar, para
contener a la Europa, y al general San Martín aplaudir en 1844 la resistencia
de Rosas a reclamaciones accidentales de algunos estados europeos... La
gloria militar que absorbió sus vidas, los preocupa todavía más que el
progreso... Pero nosotros, más fijos en la obra de la civilización que en la del
patriotismo de cierta época, vemos venir sin pavor todo cuanto la América
puede producir en acontecimientos grandes” (25).
La gloria, en efecto, ¿para qué sirve?. “La paz nos vale el doble que la
gloria” (26), con la paz habría dinero, aunque fuera en manos foráneas; pero
algunas migajas podrían recoger los nativos que facilitaran la libre entrada al
extranjero.
En estas complacencias llegaba Alberdi a los extremos más lamentables.
Hasta ofrecer a los extranjeros “el encanto que nuestras hermosas y amables
mujeres recibimos de su origen andaluz” (27), convencido que los foráneos
las fecundarían mejor que los naturales. Filosofía de marido complaciente
que engorda y medra entregando a otro su casa y su mujer; que, por otra
parte, es el gran fundamento moral de nuestro liberalismo.
Esta moral tuvo su lógico corolario. El de afuera tomó la casa y la
mujer, poniendo al dócil marido a la puerta. Y éste, convencido que la “paz
vale el doble que la gloria”, ni siquiera protestó, esperando que el nuevo
dueño de casa le hiciera de cuando en cuando la limosna de algún producto
de su propia huerta, y admitiendo, en total envilecimiento, dar su nombre –
que en otro tiempo fuera glorioso – a los hijos espurios que no llevaban su
sangre ni amaban sus tradiciones. ¿Para qué reaccionar? “La gloria es la
plaga de nuestra pobre América del Sur”.
III
LA CONSTITUCION DE CALIFORNIA
LA ALFAJORERÍA DE MERENGO
Don Hermenegildo Zuviría abrió en Santa Fe, allá por el año 52, un
despacho de bebidas y fábrica de alfajores en la esquina de las calles del
Cabildo y San Gerónimo, frente al local del Congreso Constituyente. Don
Merengo – así se lo llamaba familiarmente – gozaba de justa fama como
repostero y de buen aprecio por su correcto trato. La alfajorería de Merengo
era el punto de reunión de la sociedad santafesina en los anocheceres
veraniegos, cuando el insoportable calor imponía la tertulia con abanicos,
panales y dulces provincianos.
En los altos de Merengo el ministro y constituyente Manuel Leiva había
alquilado cuartos para sus colegas en el Congreso que, por recelo liberal, no
se avenían a la hospitalidad del convento de San Francisco o del antiguo – y
por entonces vacío – Colegio de los Jesuítas. Allí paraban Juan María
Gutiérrez, José Benjamín Gorostiaga, Salustiano Zavalía, entre otros. Allí
los dos primeros estudiaron el anteproyecto constitucional de Alberdi que
habría de someterse definitivamente en el salón del Cabildo.
El Congreso Constituyente dispuso que los diputados Leiva, Ferré,
Colodrero, Gorostiaga y Gutiérrez prepararan el proyecto de Constitución.
Pero de estos cinco, solamente los dos últimos tuvieron a su cargo la real
preparación del proyecto. Por una aclaración de Leiva en la sesión del 22 de
abril, sabemos que el trabajo dentro de la Comisión fue distribuído de la
siguiente manera: Gorostiaga y Gutiérrez redactarían un anteproyecto, el
cual sería sometido a la revisión de los otros tres miembros. Las objeciones
que éstos formularan serían discutidas en sesión plenaria.
Gorostiaga y Gutiérrez, reunidos en los altos de Merengo, estudiaron el
anteproyecto entre diciembre y enero. Por impresiones personales
transmitidas por Gorostiaga a Ernesto Quesada (35), se sabe que éste tuvo a
su cargo la parte política del proyecto, mientras Gutiérrez modificó las
“declaraciones, derechos y garantías”. En realidad, la gran labor realizada en
lo de Merengo fue traducir a un lenguaje llano “los trabajos abstractos del
doctor Alberdi”, como lo confesó Gorostiaga en el Congreso al discutirse el
artículo 4º.
Gorostiaga, que tenía un claro sentido jurídico, eliminó muchas de las
contradicciones de Alberdi y no pocas de sus exageraciones: entre otras,
aquella del art. 2º (“el gobierno de la República es democrático”), o la del
21, que admitía a los extranjeros a cualquier empleo “sin que en ningún caso
pueda excluírselos por el solo motivo de su origen”.
Pero no hay que exagerar la obra de Gorostiaga y Gutiérrez. Muchos
publicistas – entre ellos Groussac (36) –, tal vez para restarle méritos a
Alberdi, pues Alberdi ha sido uno de los grandes perseguidos de nuestra
historia, atribuyeron al famoso binomio una labor mayor de la realizada.
Pero en la alfajorería se hizo exclusivamente un trabajo de corrección
gramatical y ajustamiento lógico, que era imprescindible. Pero basta cotejar
el proyecto de Alberdi con el texto definitivo de la Comisión para darse
cuenta que éste – retoque más o menos – está de manera general contenido
en aquél .
La mayor transformación sufrida por el proyecto de Alberdi consiste en
los sancochados de la Constitución unitaria de 1826, extemporánea e
ilógicamente añadidos al texto llegado de Valparaíso. Estas disposiciones,
que son: el capítulo sobre los ministros (absolutamente inútil en una
constitución presidencialista) (37), la existencia de senadores por la Capital
(en contradicción con la naturaleza de la representación senatorial), etc., así
como el famoso artículo 29, al cual me referiré en su oportunidad (que
contradice el art. 100), han de ser la obra de del Carril, quien, no obstante no
figurar en la Comisión, tuvo “gran influencia en antesalas”, al decir de José
María Zuviría (38), y que tal vez quiso dejar en la Constitución Federal del
53 un recuerdo de sus viejas andanzas unitarias del 26.
“CIRCULEROS” Y “MONTONEROS”
(‘) Este artículo continuará con el titulado “Las diez noches históricas”, en
el cual se estudiará el debate del texto constitucional en las sesiones del 21
al 30 de abril de 1853.
(1) Este trabajo forma parte de una serie de estudios sobre la “Historia de la
Constitución del 53”, que irán apareciendo en la Revista. El primero,
publicado en el número anterior, llevaba el titulo: “Nos, los representantes
del pueblo”.
(2) M. A. Pelliza, La Organización nacional, 67.
(3) La primera edición de las Bases fue tirada el lº de mayo de 1852,
con anterioridad, pues, a la inauguración del Congreso (20 de noviembre).
(4) Ver mi artículo Iniciación sociológica de Alberdi, en Rev. Fac.
Cienc. Jur. Santa Fe, Nº 32. (Tirada aparte).
(5) Bases (todas las citas, salvo indicación en contrario son de la edición de
Bensançon), 138.
(6) Bases, 138. Este capítulo XXX ha sido omitido en la edición de Ricardo
Rojas).
(7) Facundo, 231 (ed.-Sopena).
(8) Bases, 139.
(9) Bases, 139.
(10) Bases, 33.
(11) Bases, 143.