La institución nacía como organización regional en 1948 con la firma de la Carta de la
OEA. Desde sus orígenes pretendía establecerse fundamentalmente como una organización que actuará en la prevención y resolución pacífica de los conflictos principalmente entre los Estados. Sin embargo la propia evolución de la organización determinada por las necesarias adaptaciones al entorno cambiante en el que debe actuar, explica el hecho de que en este proceso de evolución que ha sufrido, la prevención y resolución de los conflictos este orientada sobre todo hacia aquellas situaciones conflictivas que puedan darse hacia el interior de los Estados. Esto no implica en los absoluto el abandono, ni tan siquiera el descuido sobre los potenciales conflictos interestatales. La región si bien ha conocido guerras entre Estados, lo cierto es que no obstante la persistencia de algunas hipótesis de conflicto, referidas por ejemplo a cuestiones limítrofes, los conflictos interestatales han ido perdiendo peso específico desde la creación de la OEA, basta recordar que el último enfrentamiento armado ha sido entre Perú y Ecuador 1995. Con el transcurrir de las décadas los nuevos desafíos que ponen en riesgo la estabilidad de la región, provendrían y provienen ya no en forma exclusiva ni prominente de los conflictos entre naciones, sino de las amenazas que configuran los conflictos originados en el interior de los Estados. Es así que la OEA comenzará a tomar nota de esto sobre todo a partir de la adopción del protocolo de Cartagena en 1985, y profundiza aún mucho más el proceso una vez finalizada la guerra fría y la contienda este-oeste, en los años 90, ciclo que culminará con la firma en 2001 de la Carta Democrática Interamericana. Estas amenazas son visualizadas básicamente en torno las acciones en contra del reinado de la democracia representativa víctima en primera instancia de un golpe de Estado, aunque posteriormente como veremos se incluyó también una segunda modalidad, la del ejercicio ilegítimo del gobierno por parte de las autoridades legítimamente elegidas. La carta de la OEA fue modificada en primer lugar por el Protocolo de Buenos Aires, de 1967, que modificar algunas estructuras de la organización. Posteriormente un paso clave fue la modificación mediante el Protocolo de Cartagena de Indias, de diciembre de 1985, el cual entró en vigencia en 1988. Es clave porque introdujo en la Carta y dentro de los objetivos de la organización ¨ Promover y consolidar la democracia representativa dentro del resto al principio de no intervención. Así mismo mediante el protocolo de Washington de 1992, se estableció en el artículo 9 de la Carta que: Un miembro de la Organización cuyo gobierno democráticamente constituido sea derrocado por la fuerza podrá ser suspendido del ejercicio del derecho de participación en las sesiones de la Asamblea General, de la Reunión de Consulta, de los Consejos de la Organización y de las Conferencias Especializadas, así como de las comisiones, grupos de trabajo y demás cuerpos que se hayan creado. En último lugar en 1993 se estableció el Protocolo de Managua que entró en vigencia en 1996, por el cual se creó el Consejo Interamericano para el Desarrollo Integral (CIDI), teniendo como tarea encomendada promover la cooperación entre los Estados del Hemisferio para lograr el desarrollo integral, como así también realizar avances en la lucha por la eliminación de la pobreza. El desarrollo de la percepción por parte de la OEA de que su función en cuanto a prevención y resolución de los conflictos, no era exclusiva en el ámbito interestatal, sino que la lógica interestatal también podía ser generadora de inestabilidad y conflictividad, como dijimos se plasmaba en una defensa y promoción de la democracia representativa entre los Estados del Hemisferio. La lógica de prevención y resolución de conflictos tenía que ser entonces enfrentada necesariamente desde dos ámbitos; por una lado esa promoción y defensa de la democracia representativa( como posible fuente de conflicto e inestabilidad, originada en el interior de los Estados), y por otro lado las cuestiones vinculadas a la seguridad más tradicional inmersa en el panorama interestatal. Nosotros trataremos preferencialmente en el presente escrito la primera de ellas, por considerarla más relevante para nuestros fines. No obstante como veremos, la defensa de la democracia representativa también está vinculada no solo con la prevención y resolución pacífica de los conflictos hacia el interior de un Estado, sino que también será vista como fuente de estabilidad y paz en las relaciones entre los Estados. En este sentido ya en las primeras líneas del preámbulo de la Carta de OEA puede encontrarse un claro y aprovechable párrafo: ¨Ciertos de que la democracia representativa es condición indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región. De esta manera como queda elocuentemente establecido en este párrafo dela Carta de la OEA existe una inseparable relación entre el imperio de la democracia representativa, y la estabilidad y la paz entre los Estados del Hemisferio. Esta vinculación queda también elocuentemente planteada por el antiguo Secretaria General en un documento presentado con motivo de una Conferencia en 1998, en donde establece que: Todo el andamiaje de nuestra diplomacia preventiva, del uso de procedimientos pacíficos para el manejo de crisis y de la acción postconflicto está fundado en el principio de la defensa de la democracia. Fortalecer las democracias constituye un elemento de enorme importancia para asegurar que reine la paz entre Estados y dentro de los propios Estados. Ese es nuestro paradigma de la solidaridad En el artículo 2 de la Carta de la OEA se establecen los objetivos para los cuales se conformó la institución, donde como remarcaremos en breve no es obra de la casualidad el orden en que aparecen. Las metas contenidas y establecidas por los Estados miembros en dicho documento son las siguientes: 1. Afianzar la paz y la seguridad del Continente; 2. Promover y consolidar la democracia representativa dentro del respeto al principio de no intervención; 3. Prevenir las posibles causas de dificultades y asegurar la solución pacífica de controversias que surjan entre los Estados miembros; 4. Organizar la acción solidaria de éstos en caso de agresión; e) Procurar la solución de los problemas políticos, jurídicos y económicos que se susciten entre ellos; 5. Promover, por medio de la acción cooperativa, su desarrollo económico, social y cultural; 6. Erradicar la pobreza crítica, que constituye un obstáculo al pleno desarrollo democrático de los pueblos del hemisferio, y 7. Alcanzar una efectiva limitación de armamentos convencionales que permita dedicar el mayor número de recursos al desarrollo económico y social de los Estados miembros. Mencionamos hace un instante que el orden en que aparecen enunciados dichos objetivos no es casual. Nótese inicialmente que el primero de ellos es ¨Afianzar la paz y la seguridad del Continente¨, de manera que el primer objetivo y el principal figura en la cúspide del decálogo de metas de la organización. Nótese así también, que de inmediato al objetivo relacionado con la paz y la seguridad, aparece en segundo lugar del mismo decálogo promover y consolidar la democracia representativa. De manera que lo que se intenta es colocar en la cima el objetivo general, para posteriormente enunciar los restantes objetivos que vienen a representar los medios para lograr esa paz y esa seguridad. Y es importante y demuestra el compromiso y la conceptualización asumida por la organización, el hecho de que la defensa de la democracia representativa, figure a continuación de ese objetivo supremo, lo que continúa comprobando la vinculación entre lo uno y lo otro. Así mismo y en tercer y cuarto lugar se establecen los objetivos relacionados frente a la prevención y resolución pacífica de los potenciales conflictos que puedan surgir entre los Estados miembro del a organización. Finalmente y a partir del objetivo cinco hasta el último figuran objetivos relacionados fundamentalmente con el desarrollo económico y la eliminación de la pobreza como obstáculo para el pleno desarrollo democrático. Es interesante y relevante tomarnos el tiempo necesario para analizar algunas cuestiones. En primer lugar resulta importantísimo el hecho de que en el primer objetivo de la organización se vincule la paz y la seguridad. Tal vez para nosotros los contemporáneos esta relación resulte hasta una obviedad. Pero no siempre ha sido así en la historia del hombre. Es así que la única concepción de seguridad y en definitiva de paz, conocida desde el sistema de Westfalia (1648) fue la que se ajustaba al principio del equilibrio, por el que ninguna potencia podía ostentar la supremacía sobre las demás. El equilibrio representaba una concepción cuasi mecánica de la seguridad que puede traducirse en una ausencia visible de conflictos pero que en realidad lleva a la vigencia del viejo adagio latino si vis pacem para bellum (si quieres la paz prepara la guerra), y a toda la secuela de las guerras de coalición. De este modo la seguridad se lograba a expensas de los otros Estados. Por lo tanto la seguridad no era necesariamente sinónimo de paz, entendida esta última como relaciones amistosas entre los Estados. Y en todo caso si había paz, era una paz impuesta por la fuerza por parte de los vencedores y seguramente era transitoria y efímera. Por lo tanto no es irrelevante esta vinculación entre paz y seguridad en donde esta última no se fundamenta en obtenerla a expensas de otros, sino que tiene que ver con el mantenimientos de las relaciones amistosas entre los Estados, el diálogo, la prevención y la resolución pacífica de los conflictos, así como la necesaria cooperación entre los mismos. En segundo lugar la vinculación que se realiza en la Carta de la OEA entre la paz y la seguridad y la defensa y consolidación de la democracia representativa como requisito indispensable que sustenta dicha paz y seguridad, está claramente influenciada, así como lo ha hecho con otras instituciones, por el Ensayo sobre la Paz Perpetua escrito en 1795 por el filósofo Prusiano Immanuel Kant. Kant defendió que la paz y la seguridad van inseparablemente unidas a la organización interior de los Estados, lo que él llamaba ¨una constitución civil republicana¨, y que hoy identificamos con la democracia y el Estado de Derecho. Posteriormente planteamiento de este estilo serían por ejemplo retomados por Doyle en la llamada teoría de la Paz Democrática. En donde también el ordenamiento interno que adoptaran los Estados en cuanto a su sistema político Democrático, tendría su consecuencia en el mejoramiento de las relaciones entre los mismos, a partir de la creencia de que los Estados Democráticos no se hacen o tienden a no hacerse la guerra entre sí. De modo que la expansión de este sistema político vendría a constituir una especie de garantía que tiende a aumentar los márgenes de seguridad y fortalecer la paz. No se cree solo que el ordenamiento interno de los Estados tendrá efectos sobre sus mutuas relaciones, si no que la defensa de la democracia también está vinculada con una noción de seguridad que no posee como destinatario último tan solo a los Estados, sino que también incluye a los individuos. Desde esta óptica un Estado seguro necesariamente tiene que implicar seguridad para su población. Es en este sentido que una democracia sólida y robusta se visualiza como garante del respeto de las libertades individuales, y de los derechos Humanos en su conjunto. Como hemos mencionado no solo la OEA ha sido bañada por esta madeja de percepciones. En interesante notar que por ejemplo la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), también establece un vínculo profundo entre el imperio de la democracia como garantía que trae bajo el brazo seguridad y paz. En la Carta de París de 1990, uno de los más importantes documentos de la por aun entonces Conferencia que aglutino en el marco de la contienda Este-Oeste a Estados Unidos y La Unión Soviética (si bien en el marco de la distensión), así como a la mayoría de los Estados Europeos, y en el marco del fin de la guerra fría que hacía posible avanzar en la homogeneización de los sistemas políticos de los Estados participantes, es en dicha Carta donde se declaraba que: Nuestras relaciones se basarán en nuestra común adhesión a los valores democráticos y a los derechos humanos y libertades fundamentales. Estamos convencidos de que, para fortalecer la paz y la seguridad, entre nuestros Estados, son indispensables el progreso de la democracia y el respeto y el ejercicio efectivo de los derechos humanos. La toma de conciencia por parte de la OEA de la necesidad de defender el sistema democrático representativo como una forma de contribuir a la paz y la seguridad del Hemisferio, fue tomando forma fundamentalmente a mediados de la década del 80, pero sobre todo el proceso se profundizó en los años 90, llegando a la adopción en 2001 de la carta democrática interamericana. Durante los años ochenta lentamente los Estados del Hemisferio fueron recuperando la vida democrática. Así mismo ya en los noventa la mayoría de los países iban progresivamente consolidando sus democracias, y las elecciones libres iban ganando la escena. Sin embargo aún continuaban en proceso de robustecimiento, y los temores de que dichos procesos fueran interrumpidos por la fuerza mediante un golpe de Estado que implicaría una ruptura del orden democrático, se fueron materializando en la OEA mediante la adopción de diferentes instrumentos reflejados en documentos y resoluciones, que además de afirmar el compromiso en la defensa del sistema democrático representativo, fueron dotando a la organización de herramientas de acción siempre dentro del principio de no intervención en los asuntos internos, frente a las potenciales rupturas del sistema democrático representativo.