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Renacimiento
Renacimiento
El nuevo clima cultural se proyecta en la música, con cierto retraso y con rasgos
diferentes. Con el Cinquecento, hacen su aparcición los primeros teóricos humanistas.
Henricus Glareanus, pseudónimo de Heinrich Loriti, hace un tratado llamado
Dodekachordon, donde pretende conciliar la teoría medieval con la práctica musical de
su tiempo. También sustituye la teoría de Guido de Arezzo (basado en el hexacordo),
por un sistema más moderno que, basado en la octava, representa una fase
intermedia entre la teoría medieval y la moderna. Asimismo teoriza en plena época
polifónica, sobre la validez y hasta sobre la superioridad de la música monódica.
Glareanus incluye sus composiciones a una sola voz, y enfrenta a los que escriben a
varias voces con los que inventan melodías, y se decide a favor de estos últimos,
porque cuentan con el don de la invención y se hallan más próximos al espíritu del
cristianismo primitivo (melodías sencillas); por tanto son los primeros músicos, los que
descubren e inventan melodías. Estos conceptos conducirán a la teorización y a la
creación del melodrama y de la monodia acompañada.
El pensamiento renacentista aspira a racionalizar la nueva experiencia musical sobre
unas bases más sólidas. Los teóricos renacentistas propenden a la justificación racional
del uso real que se hace de los intervalos musicales en su tiempo. Gioseffo Zarlino, en
sus tres tratados (Instituciones armónicas – Demostraciones armónicas y Suplementos
musicales) lleva a cabo una racionalización sistemática de la música, que se alcanzaría
en la obra de Rameau. Zarlino, sitema de afinación. Zarlino, no renuncia al concepto
de música mundana, pero su modo de interpretarlo era peculiar. Dice que la música
mundana es aquella armonía que existe entre los objetos que se ven en el cielo y que
se contiene en las relaciones de los Elementos y en la variedad de los tiempos. Se trata
de un retorno al pitagorismo primigenio. La música mundana para Zarlino es una
relación que se apoya en la naturaleza de las cosas y es racional.
A partir de Zarlino, hay una exigencia de encontrar un sistema más sencillo y racional,
sin embargo, el esquema polifónico había impedido hallar una solución satisfactoria a
la exigencia planteada. Dicho problema, acabó por insertarse en dos contextos
diversos: cuño humanístico, que aspiraba a un retorno a la claridad clásica y que el
entretejido polifónico no estaba en condiciones de ofrecer; y el de la Iglesia
contrarreformista que tenía la necesidad de brindar el texto litúrgico a sus fieles en
una forma más inteligible. Cada palabra era una armonía equivalente en música.
Zarlino traza el camino a seguir por el músico que pretenda dar un acompañamiento
adecuado a cualquier texto. También hace indicación, del significado que encierra cada
tipo de intervalo armónico; pone así los cimientos de una teoría semántica de la
música, basada en las propiedades naturales de los sonidos y de los intervalos.
El problema que existía era el de la relación entre música y palabra. Nicola Vicentino,
teórico y músico, aspira a la sencillez de los antiguos; y afirma la supremacía de la
palabra. El verdadero animador del Renacimiento florentino tardío fue quizás el
músico y teórico Vincenzo Galilei, que trazó los principales fundamentales por los que
se regiría el nuevo estilo musical. Galilei, establece la relación entre la tensión de una
cuerda, y su frecuencia de vibración física.
Afirma Galilei, que los griegos cultivaron y rindieron grandes honores a la música; con
el paso del tiempo, los griegos perdieron todos los conocimientos. Después de los
griegos y los romanos (teatro), se abre un largo y oscuro periodo de decadencia. La
monodia acompañada se recobraba por la música griega, donde se albergaba la
creencia de que había sido a una sola voz o al unísono. La teoría griega, reconocía un
ethos musical, que parecía estar de acuerdo con la idea de que la música debería
mover los afectos; y la polifonía era absurda.
La nueva estética musical nace con la monodia acompañada y con la polémica relativa
entre monodia y contrapunto. Se encuentra la esencia en la pretensión de determinar
la relación entre música y palabra. El fin (mover los afectos) exige un mecanismo,
simple y racional, del cual son buenos conocedores los teóricos de la monodia
compañada. Galilei tiene controversias con otros músicos. La nueva concepción
racionalista de la música nace gracias a él. La monodia es más verdadera que la
polifonía, porque es más natural. La monodia es la única vía posible y auténtica que se
le brinda a la música, en cuanto que es inherente a la naturaleza del hombre y, por
este motivo, es eterna e inmutable; mientras que la polifonía no ouede producir efecto
alguno en quien la oye.
Galilei funda la posibilidad de una unión entre música y palabra en principios claros y
racionales. Cada palabra o grupo de palabras expresa un concepto o sentimiento que
se corresponde con determinados intervalos melódicos. En los planos filosófico y
estético, la batalla de Galilei y de la Camerata de los Bardi se dirige contra el
hedonismo, con expresión e imitación de los afectos. La polémica de Galilei no es muy
diferente a la del sector eclesiástico.
Regla 4. La parte de contrapunto debería tener una forma melódica cerrada, incluso si
tenor hace grandes saltos.
Regla 6. Se prohíbe repetir el mismo giro melódico por encima de un cantus firmus de
notas largas de valores iguales, a menos que el cantus firmus contenga una repetición
en sí mismo, o que se trate de imitaciones naturalistas (toque de cornetas, sonido
de campanas).
Regla 7. Evitar dos o más cadencias consecutivas en el mismo tono aunque el cantus
firmus lo permita.
Regresó a España en 1561. Sirvió como organista al Duque de Alba y consiguió cátedra
en la Universidad de Salamanca, donde conoció a Fray Luis de León, también
catedrático de esta institución. De la admiración de este por aquel, queda constancia
en la Oda a Salinas, escrita en 1577.
Publicó «De Musica libri septem» en Salamanca, en 1577, en la que discute y analiza
distintos temperamentos musicales. De este maestro dijo Vicente Espinel, que era «el
más docto varón en música especulativa que ha conocido la antigüedad». No se
conoce nada de su música.
Desde el Ars antiqua se produjo una importante escisión entre la teoría y la práctica
musicales. Por influencias de las doctrinas de origen pitagórico, los tratadistas
consideraban sólo consonantes a la octava, quinta y cuarta. Los compositores, en
cambio, reconocían el mismo criterio a las terceras y sextas mayores y menores.
Ramos puso fin a la antinomia con la observación de estos intervalos.
Aunque se desconoce parte de su biografía, se sabe que a los 15 años tomó la orden
franciscana estudiando en Sevilla y posteriormente matemática en la Universidad de
Alcalá de Henares. Una penosa enfermedad le hizo abandonar la predicación y a partir
de 1549 se dedicó a escribir varios tratados de teoría musical, sobre todo
su Declaración de instrumentos musicales, en cinco libros, por lo que es mundialmente
famoso.
Todos aquéllos que aspiraban a ser buenos arpistas, organistas o vihuelistas debían
acercarse a las fuentes de consejos de su libro cuarto de la Declaración de
instrumentos musicales.
4 motetes a María
Las excelentes relaciones de su familia con la Iglesia hicieron que su obra no sufriera
ningún tipo de censura. Sus composiciones se salen de los cánones de la época:
Gesualdo no tenía que agradar a nadie, escribía para sí mismo, el resultado fue una
obra original, extraña y sorprendente en el Renacimiento. Fue así de extraña por su
uso constante de la disonancia y del cromatismo, algo impensable para la época que
veía en su seno el inicio de una protoarmonía tonal que se desarrollaría en
el barroco como, por ejemplo, con el Tratado de armonía, de Jean Phillippe
Rameau (1722). Por ello, se considera que Gesualdo fue un adelantado de su época.
De sus 104 Misas, más de 70 están compuestas sobre el cantus firmus de melodías
gregorianas. Quizás la mejor de ellas sea la Missa Papae Marcelli en la cual realiza una
síntesis del estilo de sus predecesores y contemporáneos. De sus motetes son
célebres, además de los Improperia, los 29 motetes sobre el texto del Cantar de los
Cantares de Salomón. Está considerado como uno de los más eminentes autores
de música religiosa católica.
Su obra está formada casi en su totalidad por piezas polifónicas y de carácter sacro,
destinadas a acompañar a la liturgia católica. La excepción es cierto número de
madrigales profanos.
La obra de Morales ha sido el objeto secular de una polémica estéril, que se prolonga
hasta nuestros días, sobre su carácter español o foráneo. En 1549 Juan Bermudo
caracterizó su música como extranjera, y desde entonces nunca ha faltado quien
resaltara la influencia de músicos como Josquin Des Prés y Johannes Ockeghem,
introducida en España por Francisco de Peñalosa, maestro de Capilla de Fernando el
Católico. Felipe Pedrell y su amigo Francisco Asenjo Barbieri resucitaron a fines del
siglo XIX, época de nacionalismo musical, la cruzada para rescatar la imagen
“española” del maestro. Ciertamente no faltan pruebas de continuidad con la tradición
y el espíritu de la música ibérica, como el que algunas de sus misas se basaran en
melodías tradicionales españolas o su utilización de la armonía. Otros han usado
argumentos menos tangibles, como un supuesto misticismo típicamente hispano,
paralelo al de una Santa Teresa, que caracterizaría una obra cargada de
“espiritualidad”. Lo cierto es que Morales se consagró como sacerdote en sus años
de Toledo, y que toda su obra es de tema sacro.
Cristóbal de Morales se ocupó antes que nadie, desde sus años en Roma, de la
publicación de su obra, que alcanzó enorme difusión y popularidad. Sus partituras se
convirtieron en la base para innumerables adaptaciones instrumentales, sobre todo
para vihuela, teclado o arpa, que estuvieron entre las más populares para amenizar
reuniones privadas. Algunas aparecen en repertorios como el de 1547 de Enríquez de
Valderrábano, o el de 1557 de Luis Venegas de Henestrosa.
Debe tenerse en cuenta que, de forma injusta, tanto la escuela italiana como la
francesa, mayormente relacionados con la época cultural europea, trataron de restar
méritos a las diversas obras polifónicas y religiosas de Cristóbal de Morales. Situación
esta que con el tiempo ha quedado superada dado el alto valor composicional y
conocimiento litúrgico del andaluz.