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Complementación.

Para Marx uno de los elementos determinantes de las relaciones sociales son las
estructuras económicas que dinamizan, atraviesan y permean los distintos tipos de vínculos
históricos que se establecen entre los miembros de una comunidad.

La Contribución a la crítica de la economía política enuncia ya una postura que


desarrollará con mayor amplitud en los llamados Manuscritos: economía y filosofía de
París, redactados entre 1838 y 1844. Marx, desprendiéndose de los vestigios que de Adam
Schmith aparecen en la Filosofía del derecho de Hegel, considera que el verdadero
conocimiento de la realidad social no puede seguir siendo de carácter libresco, sino que es
necesario descender al orden práctico para establecer un contacto directo con las modos de
vida de las personas, dándose cuenta de que estos están definidos por sus relaciones con el
capital, la propiedad y la producción. Así, está inaugurando una ciencia de la economía
completamente novedosa, teniendo como punto de partida el reconocimiento de las
radicales diferencias que se dan entre los sujetos en razón de sus relaciones con estos tres
factores: capital, propiedad y producción.

Las ciencias sociales, dimensionadas desde la economía, no pueden estar


caracterizadas ni por su materialismo ni por su exactitud, como ocurre en las ciencias
naturales. De hecho, esto escandaliza a Marx. El hombre no puede ser comprendido en una
sola de sus facetas, como animal económico, preocupado en exclusivo por la creación de
riquezas y motivado en por el cálculo racional, sin profundidad ni horizontes, incapaz de
trascender el mero ámbito de lo individual.

Marx define ideología en cuanto sistema de creencias. El conjunto de relaciones


económicas denota una ideología, a saber, la económica. Pero la economía ha sido siempre
vista, hasta Marx, como una disciplina fría y rígida. El artífice de lo económico es el
hombre y el mundo humano, como obra del hombre, ha de ser siempre estudiado y
comprendido en función de una determinada idea del hombre. Por lo tanto, reducir el
hombre a lo simplemente dado es una ilusión. La perspectiva económica en el horizonte de
las ciencias sociales inaugura un ámbiuto inédito a partir del marxismo: la sociedad,
construida hasta el momento por lo que los economistas han estudiado, tiene que asumir la
realidad, la cognoscibilidad de cuanto no sea puro fenómeno, puro apariencia, en cuanto
esto impide llegar a lo profundo de la historia. La novedad de Marx consiste en su rebelión
contra los esquemas deterministas: hay que ir a lo profundo de la realidad: las relaciones de
los hombres con los mecanismos de producción del capital y las mercancías y su relación
con la propiedad y el lugar que cada uno de estos ocupa al interior de la sociedad de la
producción.

En lo que tiene que ver con los lugares de la familia y la religión en las relaciones de
poder, más Engels que Marx, en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado,
es necesario tener en cuenta que también estas dos organizaciones hacen parte de la
estructura social. La verdad que pretende el marxismo es la del hombre total, es decir, su
comprensión en el horizonte de la integralidad, de la totalidad. El hombre es también el
vínculo que lo ata con sus orígenes, la familia, y la perspectiva de esperanza que lo conecta
con la metahistoria, la religión. Teniendo en cuenta que cuando se habla de esta se trata de
una mera ilusión, en cuanto Marx asume la crítica que Bruno Bauer trae en La cuestión
judía, la religión como opio del pueblo, la religión arranca al hombre de la naturaleza
material, de su sensibilidad y de su razón y cabe pensar, entonces, que el hombre pierde,
así, la unidad de su pensar y de su ser.

La crítica a la religión de Marx tiene como referente a Feuerbach. Adhiriendo a


Feuerbach, para Marx verdad, realidad y sensibilidad son términos idénticos, y dentro de
esto no cabe ni la experiencia ni la institución religiosas. La religión escapa al orden de la
realidad, de la verdad, de la sensibilidad. Solo un ser sensible es verdadero y real; si Dios
no es un ser sensible, no puede ser ni verdadero, ni real. Y el hombre, que no puede vivir de
ilusiones, tampoco puede adherir a lo que no es ni real ni verdadero. En este orden de ideas,
lo religioso no tiene cabida en la historia humana.

Las ciencias sociales no pueden constituir un aparato crítico en favor de la


ideología; por el contrario, tienen que asumirse en cuanto posibilidades de la praxis; las
ciencias siales son pensamiento sobre lo real, que es pensamiento de la naturaleza
humanizada sobre sí misma y sobre el resto de la naturaleza, fuera de la cual nada es. Un
ser que no tiene ningún objeto fuera de sí no es un ser objetivo. El humanismo marxista es,
en primer lugar, naturalismo y, por ello, ateísmo sistemático. Por eso, el cometido principal
de la visión histórica del marxismo frente al hombre es la posibilidad de realización en la
libertad. Este es, sin duda, el gran aporte de Marx a la construcción de las ciencias sociales.
Como se trata de luchar, a toda costa, por la necesidad de liberarse frente a cualquier orden
de alienación, de la economía, de la política, del estado, del derecho, de la religión, de la
familia, de toda estructura organizacional…, la tarea histórica del hombre es la lucha contra
todo ejercicio de dominación.

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