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El Litoral.com Sábado 06.08.

2016 - Última actualización - 11:15


Una mirada crítica de las neurociencias en la enseñanza

Kaplan: "La desigualdad social y educativa no


se aloja en el cerebro"
La reconocida pedagoga sostiene que es “peligroso” hablar de capacidades mentales, en lugar de pensar en
“sujetos” que aprenden. Meritocracia, calidad y otros temas de debate educativo.

¿Qué opinión le merece el desembarco de las neurociencias en educación y la aparición de figuras como
el neurocientifíco Facundo Manes con su propuesta de “cambiar el esquema mental de los pobres”?
- Más que discutir con figuras que son de las neurociencias, me parece que como pedagogos, tenemos que
pensar por qué estas perspectivas, enfoques, ingresan a las escuelas tan acríticamente. Es decir, por qué en
lugar de pensar en sujetos que aprenden, empezamos a hablar de cerebros más pobres, más ricos o de las
capacidades mentales. Esta es una mirada antigua y conservadora de la pedagogía, porque lo que nosotros
sostenemos es que no hay diferencias cerebrales entre los ricos y los pobres. Lo que hay, en todo caso, son
condiciones y oportunidades distintas para aprender, que son básicamente sociales. No hay nada de
naturaleza en la desigualdad. Es decir, la desigualdad social y educativa no se aloja en el cerebro. Sin
embargo, si a estas perspectivas uno no las mira críticamente y no las analiza, se puede caer en la idea de
que los cerebros son los que definen el fracaso o el éxito de la gente, en la sociedad o en la escuela.

La meritocracia es otro de los grandes conceptos que están bajo la lupa ¿El chico que se esfuerza es aquel
que va a triunfar en la escuela o hay que evaluar también otras variables, como las oportunidades
sociales que ha tenido?
- Basar toda la educación en el esfuerzo individual me parece muy lastimoso porque hay muchos niños de
sectores populares que se esfuerzan y, sin embargo, no tienen éxito en la sociedad. Pueden tener un 10 en
la escuela pero luego terminan ocupando la escala más baja en el mercado laboral. Quiere decir que la
meritocracia y el esfuerzo no son suficientes en una sociedad que distribuye los bienes educativos y
laborales en forma desigual. Insisto, el problema está en igualar las oportunidades sociales y de trayectoria
de los niños y no en culparlos o premiarlos por el esfuerzo que hacen. Por supuesto que toda educación
requiere de un esfuerzo y una disciplina, eso no está en cuestión. El tema es colocar ese rendimiento sólo
en el esfuerzo individual, por fuera de las posibilidades reales materiales o simbólicas que tienen los niños.

Otro tema del que se habla últimamente es la pérdida de calidad de la escuela: que el 50 % de los
alumnos de secundaria no egresa en tiempo y forma o que los resultados de las pruebas Pisa son
pésimos. ¿Es tan mala la situación de la educación argentina?
- Por supuesto que las estadísticas son necesarias e imprescindibles pero luego hay que hacer hablar a esos
números. La escuela secundaria en nuestro país se ha hecho obligatoria recién en 2006, es decir que es una
escuela joven desde el punto de vista de la obligatoriedad escolar. Quiere decir que el Estado ha decidido
que el mejor lugar donde pueden estar los adolescentes y jóvenes es en la escuela. La Argentina es uno de
los pocos países de América Latina que decidió como sociedad que esto tenía que ser así, y lo primero que
había que hacer es lograr que esos niños y jóvenes que ni siquiera soñaban con ir a la secundaria,
empezaran a hacerlo.
Ese fue el primer paso: la democratización cuantitativa, la masividad. Y, en general, en todos los países que
conozco hay una especie de arritmia ficticia, entre la masificación y la baja de la calidad. Esto no es real.
Siempre digo que si trabajás con los más inteligentes o seleccionados, vas a tener menos problemas porque
son quienes vienen ya dotados de una serie de elementos sociales, culturales, y están en ventaja. El tema
es cuando vos introducís a los que tienen desventajas en un sistema educativo que estaba preparado para
pocos. Ése fue el desafío de los primeros años de la obligatoriedad de la escuela secundaria, y ahora se
viene otro: ver qué se aprende, cómo se aprende y para qué sociedad, porque no me interesa que los
jóvenes aprendan a salir a un mercado laboral precarizado, sino a uno que le abra mayores oportunidades.

(Entrevista colaborativa con Alan Valsangiácomo, radio Eme)

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