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La trágica muerte de Matías Catrileo nos obliga a reflexionar sobre una realidad no abordada en
nuestro país: el fenómeno de la violencia policial en contra de la población civil, en particular en
contra de los defensores de los derechos humanos. Se trata de una realidad constatada por
diversas entidades. Según Flacso Chile, entre 1990 y 2004 se ingresaron en la justicia militar
6083 casos por violencia imputable a carabineros sólo las regiones Cuarta, Quinta, Sexta y
Metropolitana. Organismos de derechos humanos (Amnistía, Codepu, Observatorio Ciudadano)
dan cuenta de la persistencia de estas prácticas policiales en años recientes. La propia Comisión
Asesora Presidencial para la Protección de los Derechos de las Personas da cuenta en sus
informes de 2007 y 2008 del incremento de las denuncias por abusos policiales por parte de la
población.
La violencia policial ha afectado en los últimos años a otros sectores sociales, como los
estudiantes y los trabajadores. El actuar represivo de Carabineros frente a las manifestaciones de
estudiantes secundarios ocurridas a contar del 2006 en diferentes ciudades del país fue
documentado y difundido por los medios de comunicación. En el caso de los trabajadores sus
manifestaciones han sido reprimidas duramente los últimos años. El 2007, la represión policial
cobró una víctima fatal, el caso del trabajador forestal Rodrigo Cisternas, ocurrida en Arauco.
Dos son los factores que para los organismos de Derechos Humanos que en septiembre de 2008
lanzamos la campaña “Alto ahí: basta de violencia policial en Chile” (www.altoahi.cl) explican
la persistencia de este fenómeno. El primero dice relación con la impunidad en que quedan estos
hechos, como consecuencia de la falta de imparcialidad de los tribunales militares que los
investigan. De acuerdo con la legislación vigente, los tribunales militares tienen competencia
exclusiva para conocer abusos tales como la tortura, el homicidio o el uso injustificado de la
fuerza por parte de Carabineros, si se cometen durante actos de servicio o en recintos militares.
La vulneración al debido proceso al amparo de la jurisdicción militar ha sido representada por la
Corte Interamericana de Derechos Humanos en su condena al Estado de Chile en el caso
Palamara vs. chile en 2005. En dicho caso la Corte señaló al Estado la necesidad de adecuar, en
un plazo razonable, el ordenamiento jurídico interno a los estándares internacionales limitando la
jurisdicción penal militar al conocimiento de delitos de función cometidos por militares en
servicio activo, adecuamiento, como sabemos, aún pendiente.
El segundo factor se vincula con la falta de voluntad política de las autoridades de Gobierno para
enfrentar esta realidad violatoria de los derechos humanos. A pesar de las denuncias formuladas,
las autoridades no han adoptado las medidas necesarias para lograr una sanción, ya sea
administrativa o judicial, de los responsables de los hechos de violencia que son imputables a los
agentes policiales del Estado.
El gobierno rara vez se ha hecho parte de las causas que se siguen a objeto de perseguir la
responsabilidad criminal de las actuaciones de efectivos policiales. Ello a pesar de no existir
limitaciones legales para estos efectos. Esta pasividad contrasta con el rol activo que el
Gobierno, en particular el Ministro del Interior, ha asumido en la persecución de la
responsabilidad penal de la población civil que participa de acciones de protesta social, o cuando
se le imputa participación en hechos de violencia que afectan a efectivos policiales o a la
propiedad. Tampoco ha impulsado con la energía que se requiere las iniciativas legislativas para
poner término a la competencia de la justicia militar para conocer delitos que afectan a la
población civil.