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SU NOMBRE

STE hombre se llama Rubén Darío.


E Este campesino de treinta y siete
años que labra la tierra, que nació y
que vive en uno de los pueblos más pinto-
rescos del prodigioso valle del Tiétar, es el
Rubén Darío de hoy: hijo del hijo del poe-
ta, nieto de Francisca Sánchez. Humilde,
lejano, casi ignorado. Su nombre y su ape-
llido suenan a trompetas de marcha triun-
fal, a "ínclitas razas ubérrimas", a palacios
de malaquita, a ninfas y a princesas tris-
tes... Pero su apellido y su nombre están
únicamente rodeados de una vida dura de
labriego.
Fue Rafael Duyos quien me descubrió la
existencia de este Rubén. Yo pensaba dedi-
car uno de mis programas semanales de
Televisión —"Luz verde"— al centenario
del poeta de la Hispanidad. Un programa
sin grandes discursos, sin voces enfáticas,
sin lápidas conmemorativas, sin actos ofi-
ciales. Un programa diferente, más inti-
mo, más humano. Por eso emprendemos el
camino hacia Villarejo del Valle, provincia
de Ávila, a muy pocos kilómetros del casti-
llo de Mombeltrán.
—¿Dónde vive Rubén Darío?—preguntó
al llegar a la plaza.
—Vive ahí. En esa casa de enfrente.
Agustín Navarro, director de "Luz ver-
de", vuelve a preguntar en el quicio de la
puerta indicada. .
—(Pasen ustedes, pasen. Rubén está en
el campo, recogiendo la aceituna. Soy su
tía. Si quieren, puedo acompañarles hasta
los olivos... ;
Un niño de cinco años nos contempla casi
escondido tras una butaca de mimbre.
—¿Cómo te llamas?
—Rubén. •' " , '
—Rubén, ¿qué?
—Rubén Darío...
Es, pues, bisnieto del poeta de Nicara- Rubén Darío Villacastín.
gua. Es el Rubén Darío número cuatro. Nos Foto Verdugo
miramos todos, conmovidos, con ese asom-
bro y esa timidez de quien se halla ante
un hecho extraño. Sentimos una especie de a bedel de un ministerio, de un museo, de cita para nosotros, en una habitación de
sacudida eléctrica al oír tantas veces, con una biblioteca. su casa llena de libros y de fotografías,
tanta naturalidad, pronunciar el nombre y —¿Sola a eso? . versos célebres "del abuelo". El frío se ca-r
el apellido inmortales. —Es que yo no tengo estudios, ¿sabe? Hi- lienta con la Sonatina, con "Cyrano en Es-
En el monte hace calor. Huele a pinos, a ce hasta segundo de bachiller, en Avila, y paña", con la "Leyenda del Lobo", con
agua de riachuelo, a aire limpio. me sacaron del colegio por falta de me- "La calumnia", con "Margarita"... Todo se
—¡Rubén, Rubén, han venido unos seño- dios... Pero para trabajar en una oficina, empapa de su voz. Sentados alrededor de
res a buscarte! en un puesto pequeño, sí que valgo. Fíjese, una gran mesa, escuchamos casi sin atre-
Suena y resuena la voz de la mujer, que en Cultura Hispánica podrían darme em- vernos a respirar. No hay ningún ruido.
grita. Trepa el niño hasta los olivos y apa- pleo... O en la Embajada de Nicaragua. Sólo ese ruido—tan fuerte, tan hondo-^
rece, al fin, nuestro hombre, nuestro per- Rubén me cuenta que fue invitado al ho- del silencio.
sonaje: Rubén Darío. menaje a su abuelo en el Teatro Real. Le . Me da vergüenza. Vergüenza de haber
Viene cansado, tiene sudor en el rostro telefoneó una señorita de la Embajada ni- cerrado los ojos y de haber vuelto la es-
y barba crecida. Lleva colgada a la espalda caragüense y le dijo: "Tiene usted una en- palda. Vergüenza de que se haya ignora-
una chaqueta de pana. Se quita la boina trada para esta noche". El se puso un tra- do a Rul»én Darío en el centenario de
cuando nos dice: je oscuro, tomó el único taxi que hay en Rubén Darío. Vergüenza de las palabras
el pueblo y apareció en Madrid. Feliz, emo- de este hombre, que sigue esperando la
—Buenos días. Estoy a su disposición pa- cionado de que alguien recordara su exis- mano y la ayuda: . .
ra filmar todo lo que necesiten. tencia. —Por lo menos, una carrera para mi
Su mirada es triste, resignada, vencida.- —¿Y cómo no fue usted quien descubrió chico../ Que sea él lo que yo no he po-
Habla poco y despacio. Hay algo de infini- el busto dé su abuelo? dido ser.
tamente suave, de infinitamente noble en —Pues.;., no sé... No me llamaron. No Sf, quizá se sienta más desgraciado al
este hombre que recuerda al "mínimo y sé... ocupar el puesto que reclama. Quizá no
dulce Francisco de Asís". Rubén hace la vida de cualquier cam- sepa que Madrid es más cruel y más duro,
—Adiós, Rubén—le gritan mientras atra- pesino. Si el tiempo es bueno, sale a tra- y que no vale la pena cambiarlo. por el
vesamos, andando, el pueblo. bajar la tierra. Si llueve, juega a las car- aire limpísimo de Villarejo, por los pinos
—Adiós. tas en el bar, con los amigos, o ve un rato y por los olivos, por el Olor a resina, por
Va contándonos, poco a poco, su vida. la televisión. Porque en Villarejo no hay la calma. Pero no podríamos convencerle
—¿Es Usted feliz aquí? • cine. Cuando "vienen las ideas" escribe ahora: tendrá que convencerse él mismo.
—Soy feliz a la fuerza. versos. Escribe, y rompe, y vuelve a escri- Rubén quiere Madrid y quiere un colegio
—¿Por qué a la fuerza? bir, y rompe de nuevo. para su niño. Y hay que dárselo.
—Porque no puedo marcharme. Porque —¿Por qué no lo guarda? Rubén Darío Villacastín, hijo del hijo
no encuentro trabajo en Madrid. Porque —¡Porque..., porque debe ser muy malo. del poeta, nieto de Francisca Sánchez, ve-
he pedido ayuda hace más de seis años y Comparado con lo del abuelo... No lo en- cino de Villarejo del Valle, en la provincia
nadie me echa una mano. seño nunca a nadie. Escribo por necesidad» de Avila, sigue esperando. Esperando.
—¿Nadie? ~* por vocación.
Rubén Darío aspira a un cargo modesto: No quiere recitar cosas suyas, pero re- Natalia FIGUEROA
ABC (Madrid) - 24/02/1967, Página 33
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